¿Cómo enseñar filosofía en contextos sociales atravesados por la violencia, la pobreza
y el desamparo? ¿Existen condiciones independientes de todo contexto social para su
enseñanza?
Para ensayar una respuesta ante tales interrogantes es necesario repetir la pregunta
moral moderna y observar todo lo que ella y su repetición implica hoy en día
¿Qué debo hacer? Es decir ¿Como posicionarme ante esta realidad, desde mi lugar en
el que no he padecido ninguna carencia económica ni sufrido actos de violencia de la
magnitud que se encuentran habitualmente en los barrios “bajos”?
¿Cuál sería el grado de importancia sobre lo que dijo Aristóteles o Platón hace más de
2000 años para un o una joven que padece una urgencia alimentaria en la actualidad?
¿Con que derecho exigirles que lo “aprendan”?
Pues pareciera ser que la práctica docente lleva consigo el riesgo de transformarse en
una actividad condescendiente hacia estos jóvenes, sometida a la lógica mercantilista y
su cálculo: más pobreza desamparo y violencia, menos exigencia intelectual.
Pero a esta altura deberíamos preguntarnos ¿Que significa el “no les da la cabeza”
para entender? Pues un diálogo se constituye entre dos o más subjetividades
diferentes, y por lo tanto el problema de su ausencia no lo tiene una sola parte.
Por otro lado, es evidente que la pobreza es una verdadera dificultad no solo para el
aprendizaje filosófico, sino también para la propia existencia. Pero quizás, a riesgo de
ser ingenuos, si concebimos que sentir también puede ser pensar, invirtiendo la lógica
cartesiana, observamos que quien vive, siente, y quien siente, piensa. En este sentido
la reflexión y el logos compartido pueden establecer vínculos reales de compañerismo
y de amistad entre aquellos que solo se tienen así mismos.
Pues este escrito es producido en gran medida por un recuerdo, en el cual Marisol,
docente de arte de chicas y chicos discapacitados que no sabían leer ni escribir,
preguntaba genuinamente algo fundamental y relevante para ellos ¿somos todos
iguales o somos todos diferentes? Aquellos chicos/as le respondían, había surgido el
diálogo más allá de sus limitaciones intelectuales.