antiguos empleados y competencia desleal

Anuncio
EN TORNO A LA COMPETENCIA POR ANTIGUOS EMPLEADOS
Abstract:
Employers and employees are now involved in disputes related to unfair competition, trade
secrets, improper intellectual property disclosure and covenants not to compete. The courts are
facing a growing number of cases, perhaps derived from the crisis situation, over these matters.
The author explains some basic ideas about the Spanish Law way of protecting the intellectual
capital of a business against the old insiders.
Resumen:
Empresas y trabajadores están en estos tiempos envueltos en litigios sobre competencia desleal,
secretos de empresa, infracción de la propiedad industrial y acuerdos para no competir. Los
tribunales están afrontando este creciente número, quizá derivado de la situación de crisis. El
autor explica algunas ideas básicas sobre la manera en que el Derecho Español protege el capital
intelectual de las empresas frente a estos ataque desde quienes estuvieron dentro.
Keywords: training, knowledge, unfair competition, trade secrets, industrial secrets, duty of stealth, criminal
offenses in the company
Palabras clave: formación, conocimiento, competencia desleal, secretos comerciales, secretos
industriales, deber de sigilo, delitos en la empresa
Todos los días los titulares de prensa recogen casos de empresas que
sufren daños por la conducta competitiva de sus exempleados y que
reaccionan mediante acciones civiles, laborales o penales contra los
causantes de tales daños.
Cualquier base de datos de jurisprudencia recoge cientos de
resoluciones de las tres jurisdicciones sobre el tema y muchas de
ellas desestiman la acción del perjudicado, aunque generalmente no
se le niega tal carácter en mayor o menor medida.
La situación paradójica del empresario es que percibe la agresión de
quien anteriormente mereció su confianza, agresión en la que se
emplean como armas los conocimientos recibidos durante la relación
laboral, y resulta que no es amparado por la Justicia.
Este es un espinoso tema en el que los abogados nos vemos
obligados a decir frecuentemente que la víctima es víctima primero
del delincuente y después del juez.
Esperamos que estas reflexiones, sin pretensión de ser exhaustivas,
sirvan al lector para situarse en el marco de un reglamento de juego
que parece dejar muy indefenso a quien ha generado un patrimonio
empresarial intangible, como ha pasado siempre, lo que no es un
consuelo.
La calificación de la conducta del exempleado en el marco
legal
Desde el Derecho Laboral
La legislación laboral, el Estatuto de los Trabajadores como
norma fundamental, dedica escasos preceptos a la competencia y
materias vinculadas.
La buena fe contractual, deber genérico previsto en el art. 5 del
Estatuto referido, prohíbe la competencia por cuenta propia y ajena
durante la vigencia del contrato laboral y la ley sólo establece un
posible pacto para no competir después porque el art. 21. 1 del
Estatuto de los Trabajadores viene a decir que, estando vigente el
contrato, no podrá efectuarse la prestación laboral de un trabajador
para diversos empresarios “cuando se estime concurrencia desleal” o
cuando
se
pacte
la
plena
dedicación
mediante
compensación
económica expresa, en los términos que al efecto se convengan.
La redacción legal no es muy afortunada y parece fomentar el
pluriempleo en la competencia siempre que se haga concurrencia leal
o no exista pacto en contrario. Así que sin pacto no hay prohibición
posible pero es una estipulación muy fácil de romper por el
trabajador, durante la vigencia de la relación laboral porque, en el
supuesto de compensación económica por la plena dedicación, el
trabajador podrá rescindirla y recuperar su libertad de trabajo en otro
empleo, comunicándolo por escrito al empresario con un preaviso de
treinta días, perdiéndose en este caso la compensación económica u
otros derechos vinculados a la plena dedicación durante la relación
laboral.
.
Y volviendo al tema de nuestra cuitas, el art. 21.2 del Estatuto
establece que el pacto de no competencia para después de extinguido
el contrato de trabajo, que no podrá tener una duración superior a
dos años para los técnicos y de seis meses para los demás
trabajadores, sólo será válido –no basta, por tanto, su firma libre y
voluntaria por el trabajador-, si concurren los requisitos siguientes:
- Que el empresario tenga un efectivo interés industrial o comercial
en ello –y que lo pueda demostrar, por tanto, en caso de litigio-, y
- Que se satisfaga al trabajador una compensación económica
adecuada –salario por no trabajar en la competencia-.
En resumen, se exige llegar
condiciones
previas
por
un
a un acuerdo en determinadas
breve
tiempo
y
con
un
coste
indeterminado.
Esta insuficiente regulación está muy relacionada con el deber de
secreto, por ser conducta típica la del trabajador que se aprovecha de
los conocimientos adquiridos en una empresa para explotarlos
después por cuenta propia o ajena.
Y la formación en los secretos de la empresa puede obligar al
trabajador a permanecer en la misma durante un tiempo ya que
cuando el trabajador haya recibido una especialización profesional
para poner en marcha proyectos determinados o realizar un trabajo
específico con cargo al empresario, podrá pactarse entre ambos la
permanencia en dicha empresa durante cierto tiempo. O sea que se
requiere acuerdo al respecto antes o después de la formación.
La permanencia obligatoria no será por duración superior a dos años
y se formalizará siempre por escrito. Si el trabajador abandona el
trabajo antes del plazo, el empresario tendrá derecho a una
indemnización de daños y perjuicios.
Los
requisitos
son
esenciales:
especialización
profesional
en
proyectos determinados o en un tipo de trabajo; que la ha costeado
la empresa; tiempo máximo de permanencia que sea proporcional al
esfuerzo realizado por el empresario a favor del trabajador y nunca
superior a dos años; existencia de convenio escrito y, por último,
indemnización de los daños efectivos que cause el trabajador que se
va antes, sin fijación de cuantías disuasorias desproporcionadas.
Por tanto, el empresario está atado por unos límites legales que los
tribunales han venido examinando restrictivamente en cuanto afectan
a derechos y libertades del trabajador.
Y además el secreto profesional del trabajador no está previsto
expresamente en la legislación laboral para la generalidad de las
relaciones laborales sino que la buena fe obliga, dentro de una
relación que suele ser duradera y muchas veces intensamente
personal, a guardar especial secreto o sigilo sobre lo que se conoce
del otro, sea del propio individuo sea de lo que éste ha obtenido por
su esfuerzo o “industria”.
Es difícil, en el Derecho Laboral, dar una definición previa de qué
conocimientos ajenos no pueden ser revelados por lo que suele
establecerse después, cuando alguien se considera perjudicado por la
conducta del que se ha apropiado del secreto o lo ha
difundido o
dado noticia.
Extractando de las resoluciones judiciales, se puede decir –de forma
válida también para los ámbitos mercantil y penal que luego
tocaremos-, que secreto de empresa es el conocimiento reservado
relacionado con la actividad de una empresa sobre ideas, productos o
procedimientos que el empresario desea mantener ocultos por su
interés económico o su valor competitivo para la empresa. Esto
incluye toda información relativa a la empresa, detentada con
criterios de confidencialidad y exclusividad en aras a asegurarse una
posición óptima en el mercado
frente
al resto
de empresas
competidoras, por lo tanto han de entenderse secretos de empresa
tanto los aspectos que afectan a la parte técnica de la empresa como
los métodos de producción, como los relativos al ámbito comercial,
como cálculos, estrategias de mercado o listas de clientes y cualquier
otro hecho relevante que su mantenimiento en el ámbito interno sea
beneficioso para la empresa y, por el contrario, su conocimiento
externo sea perjudicial.
Pero esta definición doctrinal no está expresamente recogida entre
los derechos y deberes de las partes en la legislación laboral general.
Lo que obliga a acudir a la legislación penal y a la legislación
mercantil para completarla ya que no existe precepto que imponga
expresamente una obligación de secreto al trabajador tras la
derogación del artículo 72 de la Ley del Contrato de Trabajo por obra
de la Ley 11/1994. Y sólo es relevante el deber de sigilo en la
legislación laboral para los representantes de los trabajadores, a los
únicos
trabajadores
obñligados
por
dicho
que
se
deber
menciona
(Art.
65.2
específicamente
del
Estatuto
como
de
los
Trabajadores y 37.3 de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales).
Desde el Derecho Penal
Durante la relación laboral, la revelación del secreto puede ser un
delito previsto en el Código Penal, art. 199.1 en relación con el art.
279 del mismo texto.
Después de la relación, puede ser delito (art. 197 y 278 del Código) si
ha habido apoderamiento de “documentos” en un sentido amplio, los
soportes informáticos o los mismos archivos remitidos por correo
electrónico están claramente incluidos dentro de estos documentos…
Pero, sin embargo, el trabajador no puede olvidar lo que ha
aprendido e incluso es lógico que use lo que lleva en su cabeza
durante sus sucesivos puestos de trabajo.
Claro que también hay otros preceptos del Código Penal que protegen
la propiedad creada en la empresa de origen como los que tipifican
los delitos contra la propiedad intelectual y la propiedad industrial
(Arts. 270 a 277) en los que se pretende sancionar el plagio en
general
a fin de promocionar el fomento de la investigación y el
desarrollo tecnológico que exige favorecer la exclusividad, no sólo en
la utilización de los inventos, sino también en el uso de los signos
distintivos de la empresa, para permitir así la correspondiente
ganancia mercantil a quienes invierten sus bienes en el hallazgo de
sus productos o en la mejora de su calidad. Esa exclusividad por un
lado protege los intereses de los consumidores, que ven favorecidas
las posibilidades de asegurar la calidad en las mercancías que
adquieren, y por otro lado beneficia al titular del derecho de
propiedad intelectual o industrial, a quien se permite el goce de la
correspondiente rentabilidad económica.
Desde el Derecho Mercantil
Hay que tener en cuenta que es un acto de competencia desleal la
utilización de secretos obtenidos a través de los trabajadores (Art. 13
y 14 de la Ley de Competencia Desleal 3/1991) que da origen a
acciones a favor de la empresa víctima.
La Ley de Competencia Desleal (Art. 14) considera desleal la
inducción a trabajadores –también a proveedores, clientes y demás
obligados-, a infringir los deberes contractuales básicos que han
contraído con los competidores.
En la misma ley mercantil se dice que igualmente la inducción a la
terminación regular de un contrato o el aprovechamiento en beneficio
propio o de un tercero de una infracción contractual ajena sólo se
reputará desleal cuando, siendo conocida, tenga por objeto la difusión
o explotación de un secreto industrial o empresarial o vaya
acompañada de circunstancias tales como el engaño, la intención de
eliminar a un competidor del mercado u otras análogas.
La Ley de Competencia Desleal considera desleal la divulgación o
explotación, sin autorización de su titular, de secretos industriales o
de cualquier otra especie de secretos empresariales a los que se haya
tenido acceso legítimo, pero con deber de reserva, o ilegítimamente,
a consecuencia de la inducción a infringir los deberes contractuales
básicos
que
trabajadores, proveedores, clientes y
demás han
contraído con las empresas competidoras. Y tendrá asimismo la
consideración de desleal la adquisición de secretos por medio de
espionaje o procedimiento análogo.
En resumen, al menos teóricamente, la divulgación o explotación de
un secreto empresarial por un trabajador queda dentro del ámbito de
la deslealtad, y ello no sólo vigente el contrato de trabajo
sino
incluso tras su extinción, por ser éste, en todo caso, un deber
derivado con carácter general de la buena fe que por la propia
naturaleza de
las
cosas extiende
su vigencia
tras
la misma
terminación del contrato de trabajo.
Marginalmente advertimos que es un deber mutuo: el empresario
también está obligado a guardar secreto respecto del trabajador ya
que los datos íntimos de las personas están protegidos además por la
Ley Orgánica 1/1982 de protección civil del derecho al honor, a la
intimidad personal y familiar y a la propia imagen que es de
aplicación en el ámbito laboral. Y el tratamiento de los datos
personales de los trabajadores está protegido no sólo por este deber
primordial del secreto sino por la legislación específica de acceso y
protección de datos, de su registro y de su tratamiento informático,
así que es un deber empresarial típico el respeto a la intimidad de los
datos personales del trabajador y su tutela (Ley 8/2001 de Protección
de Datos).
Medidas preventivas
En virtud del art. 11 de la Ley 3/1991 de 10 de enero de
Competencia Desleal, la imitación de prestaciones e iniciativas
empresariales ajenas es libre, salvo que estén amparadas por un
derecho de exclusiva reconocido por la Ley.
Esto obliga a que se debe ir configurando sobre todos los elementos
importantes de la empresa el derecho de exclusiva,
mediante su
acceso a los correspondientes registros de patentes y marcas o al
menos documentalmente de forma fehaciente o indubitada según se
vayan generando o adquiriendo su importancia –p.ej.: cada vez que
se actualice la lista de clientes se hace firmar una copia fechada a los
empleados que tengan acceso a ella y en esa copia debe constar su
carácter confidencial-.
La escasez de mecanismos jurídicos es evidente como acabamos de
ver.
El
legislador
laboral
obliga
a
pactar
la
exclusividad,
la
permanencia y la no competencia posterior dentro de unos límites
temporales con unos costes imprecisos y una duración temporal
breve.
Es poco pero hay que hacerlo, los pactos deben ser previos o
simultáneos al contrato de trabajo, reforzados en cada ocasión –
formación, investigación, descubrimiento...- en que haya lugar a ello
y, como todo pacto se puede romper, hay que prepararse para la
ruptura y el ejercicio de las acciones derivadas de la misma.
Por tanto, hay que fijar unas reglas claras sobre la propiedad y el uso
de la información sólo en beneficio de la empresa, esto es cada
trabajador debe tener firmado que conoce las órdenes permanentes
de la empresa al respecto: qué elementos pueden estar en su poder
fuera del centro de trabajo y cuales no pueden salir por ningún
medio, qué puede tener en sus herramientas informáticas y qué no
puede tener así como las reglas sobre el uso de cuentas de correo y
la autorización para poder examinar sin límites el ordenador o
terminal de su puesto de trabajo. El viejo Reglamento de Régimen
Interior debe ser actualizado a las necesidades de ahora y vuelto a
actualizar cada vez que sea necesario.
La complejidad de la situación requiere medidas complejas: la
empresa debe tener los pactos referidos al día, las instrucciones
también y en el momento de la extinción recordar los deberes de
confidencialidad que sean exigibles ante los tribunales, como veremos
seguidamente.
Medidas represivas
Los modernos medios de difusión telemáticos como Internet y en una
época en que éstos y los viajes “low cost” permiten la difusión y
presencia de los exempleados dañadores en los puntos vitales del
mercado
de
forma
inmediata
obligan
a
reaccionar
de
forma
fulgurante cuando las medidas adoptadas han sido insuficientes para
disuadir al competidor que ha surgido del equipo del empresario
perjudicado.
El art. 5º de la Ley 3/1991 de 10 de enero de Competencia Desleal,
establece
que
es
desleal
todo
comportamiento
que
resulte
objetivamente contrario a las exigencias de la buena fe.
Últimamente con un ambiente de crisis que hace que los destinatarios
de los productos aquilaten los precios en aras de reducir sus costes
como es lógico, por lo que cualquier irrupción es mucho más dañina
para quien tiene una estructura negocial anterior y una competencia
plagiadora o que vampiriza datos mercantiles puede bloquear la
investigación de nuevos productos y poner en peligro los puestos de
trabajo, mientras que el exempleado beneficiario sólo necesita acudir
a la red de contactos que tenga forjada y subcontratar los servicios o
productos a ofrecer en proveedores también “low cost” no sólo sitos
en el Extremo Oriente.
Acciones laborales
Ante la jurisdicción social hay que tener en cuenta que sólo se podrá
pedir la devolución de la indemnización pactada y percibida por el
trabajador en las condiciones ya referidas, lo que suele ser
claramente insuficiente para compensar los perjuicios causados por la
conducta de la que tratamos.
Acciones mercantiles
Antes de acudir a los tribunales para defender nuestro derecho de
exclusiva, tenemos que poder armar nuestra apariencia de buen
derecho que nos pueda permitir solicitar judicialmente las medidas
preventivas o coetáneas a nuestra demanda para paralizar al
contrario y que no siga haciendo daño.
Esa apariencia de buen derecho no es otra cosa que una cierta
verosimilitud del derecho invocado como fundamento de la pretensión
o como dice el propio artículo 728 de la LEC, una justificación
indiciaria y provisional favorable al fundamento de la pretensión del
que insta el amparo de los tribunales y que para sustentar la
demanda principal debe pasar del indicio a la prueba plena que lleve
al convencimiento del juez de que quien acude al Juzgado es el que
tiene mejor derecho que el competidor a estar en el mercado con el
empleo de la información litigiosa. Y es muy difícil hacer entrar la
empresa en la cabeza del funcionario judicial.
Además la empresa está obligada a acudir al juez cuanto antes, sin
dilaciones, porque la falta de reacción hace decaer su derecho en el
breve plazo de un año -y está obligado a poner de relieve,
acreditándolo, el peligro del retraso en la adopción de las medidas
paralizadoras de la conducta desleal –no se puede resucitar a un
muerto y la competencia procedente del exempleado es muchas
veces mortal de necesidad.
Sin embargo, tenemos que ser conscientes de lo que hay que probar
en el juzgado en el pleito principal en el que demandemos las
definitivas medidas de tutela y de cese de la actividad perjudicial con
la reparación, cuando se pasan de los indicios a las pruebas: los actos
realizados por el antiguo empleado incardinados expresamente en
cada uno de
los supuestos legales que se consideran competencia
desleal (confusión,
engaño, denigración, violación
de
secretos,
aprovechamiento de esfuerzo ajeno, imitación, infracción de la buena
fe...); en su caso, el carácter secreto de la información manejada, la
que no es de acceso libre y le colocaba al empresario perjudicado en
mejor posición competitiva; el deber de reserva pactado en la
relación laboral; los esfuerzos realizados para la creación de los
productos y servicios y de su mercado con inversiones materiales, en
recursos humanos y coste de estos esfuerzos; los daños causados al
empresario; el ahorro de costes para el competidor que supone la
conducta del exempleado...
Sólo llevando al convencimiento del juez, mediante pruebas tales que
sean comprensibles por un lego total en nuestro sector de la actividad
–se suele poner el ejemplo de un niño de 6 años como el destinatario
de la prueba-, de la falta de mérito propio en el competidor que se
aprovecha de su cualidad de exempleado o de la incorporación del
exempleado a su equipo para obtener una ventaja en contra de la
buena fe exigible en las relaciones mercantiles y que redunda en
perjuicio de quien se ha esforzado para obtener una determinada
posición con sus bienes o servicios podremos obtener una resolución
que declare que se han realizado actos de competencia desleal, así
como se declare el aprovechamiento indebido por su parte de las
ventajas de la reputación industrial y comercial de la anterior
empresa. Y que e decrete la cesación de los actos que violen el
derecho de la antigua empresa, absteniéndose de dirigirse a todos los
clientes y proveedores de la misma en relación a los servicios
o
productos fabricados y sus componentes. También que se adopten las
medidas necesarias para evitar que prosiga la concurrencia ilícita y,
en particular por ejemplo que se destruyan los elementos destinados
a la fabricación que se encuentren a su disposición, el secuestro o la
retención y depósito de los archivos de datos y programas de
ordenador existentes en su posesión que contengan diseños de
productos y servicios de la anterior empresa, ofertas a terceros y
pedidos a proveedores de suministros para los productos relacionados
en el catálogo, archivos de texto y hojas de cálculo que contengan
ficheros de comercial, administración y correos electrónicos con listas
de piezas, suministros, ofertas, precios y características técnicas de
los productos; el secuestro o la retención y depósito y la retirada del
tráfico económico de los productos, embalajes, envoltorios, material
publicitario, etiquetas, catálogos u otros documentos en los que se
hayan materializado los actos de competencia desleal que fueren
hallados
en
los
domicilios,
locales
o
dependencias
de
los
demandados, todos ellos para su destrucción.
Pero muchos de los actos previos, preparatorios e iniciales de estas
acciones dañinas se realizan sin testigos en particular –a veces es la
propia víctima el único testigo-, y sin pruebas en general por lo que
las pruebas en realidad están en manos del defraudador. La lógica
exige que se invierta siempre la carga de la prueba, esto es que si la
víctima aporta un mínimo indicio de titularidad registral o real previo
al hecho, sea el presunto infractor el que deba aportar las pruebas de
la justa adquisición del título por el cual utiliza la creación.
Además así podremos pedir que se le condene a indemnizar en la
cantidad que se fije en concepto de daño emergente y lucro cesante.
Porque, al fin y al cabo, nos encontramos con acciones de
resarcimiento por el enriquecimiento ilícito de quien sin título para
ello se aprovecha del esfuerzo ajeno o quien con un cierto derecho
abusa del mismo para perjudicar al titular dominical.
Estas acciones previstas en el art. 18 de la Ley de Competencia
Desleal tienen el inconveniente de sus costas, que se duplican en
caso de perder por tener que pagar las de la otra parte, así que se
requiere la preparación más cuidadosa de las mismas.
Preparar es equivalente a reunir pruebas. Siempre que se vislumbra
un pleito hemos de pensar en pruebas de nuestra postura sea ésta de
ataque o de defensa. Y en estos supuestos en los que vamos a atacar
para defender nuestros derechos agredidos, la exigencia probatoria
es máxima.
Acciones penales
Pero a menudo se acude a la acción penal, la empresa formula una
querella criminal
en la que
se
superponen los delitos
antes
expuestos: revelación de secretos de empresa y contra la propiedad
industrial principalmente. Esta querella requiere fundamentos sólidos
probatorios contra el acusado o acusados para que sea admitida por
el Juzgado –la experiencia enseña que las querellas de particulares no
son bien recibidas en principio-, y si se supera el umbral del proceso
es muy fácil que en la fase de instrucción –inquisitorial en nuestro
sistema y más dirigida a buscar pruebas de culpabilidad que a la
averiguación de la verdad-, la víctima se sienta verdaderamente
protegida por la acción de la justicia pero según se va entrando en los
meandros procesales y se llega, tiempo después, al acto esencial de
la vista del juicio oral nos encontramos con el problema de la prueba
en ese acto de todos y cada uno de los elementos del tipo del delito
que se le impute, según la interpretación jurisprudencial que se ha
ido haciendo de cada uno de ellos:
- La existencia de una serie de productos, servicios, actividades o
establecimientos que el derecho de propiedad industrial permita su
registro y efectivamente lo estén por quienes se arroguen su
titularidad y que tienen que ser los querellantes o denunciantes en
uno de los tipos delictivos; o que alternativamente constituyan
secreto
de
empresa
en
el
concepto
que
hemos
expuesto
reproducidos,
imitados,
anteriormente.
-
Que
tales
productos
se
encuentren
modificados o de cualquier otro modo utilizados en el mercado por el
acusado, conculcando con ello los derechos de propiedad industrial o
el derecho adquirido a utilizar la ventaja competitiva derivada de su
esfuerzo previo en su investigación, desarrollo o innovación;
- Que las conductas se realicen con fines industriales o comerciales,
esto es con fin de lucro, sin el consentimiento del titular del derecho
registrado o del secreto.
- Que el acusado como sujeto activo del hecho, sea quien los
fabrique, los realice o quien los posea para su comercialización o los
ponga en el comercio, y lo haga a sabiendas de tal falsedad y de la
ausencia del consentimiento del titular registral o dueño del secreto,
en su caso. Este es un elemento subjetivo interno de la infracción,
que solo puede ser intencional o dolosa.
- En cuanto a la antijuridicidad, que la titularidad se encuentre
protegida por la previa inscripción registral o por el dominio derivado
de la creación previa a la apropiación, y
- No sólo es preciso el dolo genérico sobre la acción realizada sino el
dolo específico de tener intención o ánimo defraudatorio, al exigir el
tipo penal el ánimo de perpetrar un perjuicio, pues no puede
interpretarse de otra forma la realización de conductas con «fines
comerciales o industriales» o la puesta en el comercio o posesión
para la comercialización.
En muchos casos, la prueba plena y directa va a ser muy difícil y
tendremos que acudir a presunciones judiciales para lo cual la
jurisprudencia exige, en cuanto a la forma, que al juzgador se le
convenza de cuáles son los hechos base y del razonamiento que le
lleve necesariamente a la participación del acusado en el hecho
punible. Y en cuanto al punto de vista material es imprescindible que
los indicios estén plenamente acreditados y que sean plurales o un
único
de
singular
fuerza
interrelacionados en refuerzo.
y
que
sean
concomitantes
e
Conclusiones.
“Copiar a uno es plagiar, copiar a muchos es investigar” es un dicho
universitario que no recuerdo de dónde lo he cogido –pido disculpas
al autor-, y que recoge la frivolidad con la que en ciertos ambientes
se trata el tema de la propiedad intelectual pero que es de plena
aplicación a la mente judicial, formada en la universidad y que
fundamenta jurídicamente sus resoluciones en la jurisprudencia de
otros que reproduce o en los fundamentos jurídicos que le aportan los
abogados que a su vez los han captado de las mismas o similares
fuentes, como el mismo autor del artículo ha hecho inevitablemente
para construirlo. Y es un serio inconveniente esta mentalidad de las
gentes del derecho conocedoras, sin embargo, de que sin la
protección de la propiedad intelectual no hubieran existido muchos
avances científicos e industriales de los que disfrutamos. Por tanto, el
empresario desde un principio debe ser consciente que el terreno de
juego judicial es siempre muy difícil y en esta materia expuesta
mucho más todavía.
No se requieren más y mejores leyes de protección, se requiere una
adaptación de la Justicia a la realidad actual, esto es, que los jueces
apliquen doctrinas como la referida del “enriquecimiento injusto” o la
del “abuso del derecho” en su caso a estas contiendas, en las que la
“inversión de la carga de la prueba”, esto es que el aparente infractor
deba aportar las pruebas de su derecho, debe ser también mejor
recibida.
BIBLIOGRAFIA:
EL SECRETO EMPRESARIAL A. Suñol Lecea Ed. Civitas Madrid 2009
COMENTARIO PRÁCTICO A LA LEY DE COMPETENCIA DESLEAL. F.
Martínez Sanz (Dir.) Tecnos Madrid 2009
LEY DE COMPETENCIA DESLEAL, R. García Pérez, Aranzadi Cizur
Menor 2008
COMPETENCIA DESLEAL S. Barona Villar, Tirant Lo Blanch, Valencia
2008
DERECHO DEL TRABAJO Y LEGISLACION DE DEFENSA DE LA
COMPETENCIA, A. Guaman Hernández, Aranzadi, Cizur Menor 2008
Descargar