LA ORATORIA
La oratoria es un arte que no solo se basa en lo que se dice, sino en cómo se
dice. En los videos “Cómo pronunciar el discurso” y “La oratoria como medio, no
como fin”, se abordan aspectos esenciales para dominar esta habilidad,
proporcionando una guía que combina tanto la técnica como la filosofía detrás
de una comunicación eficaz.
En primer lugar, es fundamental reconocer que, además de las ideas que se
exponen, la manera en que se transmiten es igualmente importante. La
estructura del discurso juega un papel clave: debe contar con un inicio que capte
la atención, un desarrollo claro y ordenado para presentar las ideas, y un cierre
impactante que emocione y deje una impresión duradera. Además, se
recomienda hablar sin leer, ya que esto aporta frescura, espontaneidad y
capacidad de improvisación. Si bien puede ser necesario leer en ocasiones
solemnes, en la mayoría de los casos, el esquema de ideas fundamentales
resulta suficiente para guiar al orador.
Otro aspecto importante es el lenguaje adecuado, tanto en el tono como en el
contenido. Este debe adaptarse al nivel y contexto de la audiencia. Asimismo, se
destaca la importancia del lenguaje no verbal: la postura, los gestos y la
expresión facial deben transmitir sinceridad y cercanía. Por ejemplo, mantener
una mirada directa, una postura erguida, y usar las manos de manera abierta y
visible refuerza la conexión con la audiencia. También se subraya el papel de la
voz, que debe ser clara, audible y con un volumen ligeramente elevado para
asegurar que todos puedan escuchar. La modulación, la entonación y el ritmo
son herramientas poderosas para enfatizar ideas y generar emociones.
Un elemento esencial en la oratoria es la naturalidad. El discurso debe ser
sincero, sin artificios, pero también puede enriquecerse con un toque de humor,
siempre que sea apropiado y no forzado. Este recurso, bien utilizado, puede
generar una conexión más cercana con el público y mantener su atención.
Por otro lado, “La oratoria como medio, no como fin” nos recuerda que hablar
bien no es un objetivo en sí mismo, sino una herramienta para alcanzar un
propósito. Cada intervención debe tener un objetivo claro, ya sea informar,
convencer, inspirar o persuadir. Sin un fin definido, el discurso puede perder
dirección y efectividad. Antes de preocuparse por qué decir o cómo decirlo, el
orador debe reflexionar sobre el “para qué”. Este enfoque orientado al objetivo
ayuda a que cada palabra, gesto y recurso utilizado esté alineado con la finalidad
deseada.
La autocrítica también es clave para mejorar. Evaluar intervenciones pasadas
permite identificar fortalezas y áreas de oportunidad. Preguntas como: “¿Tenía
un objetivo claro?” y “¿Logré lo que me propuse?” ayudan a detectar errores y
ajustar estrategias.
En resumen, la oratoria efectiva combina contenido y forma, racionalidad y
emoción. Es tanto una ciencia como un arte, que exige preparación,
autoconocimiento y adaptación al contexto. Recordemos que un buen orador no
solo busca impresionar, sino también influir, motivar y conectar con su audiencia.
El verdadero éxito radica en transmitir un mensaje claro, memorable y alineado
con el objetivo propuesto.