partir del espacio público Luz Cecilia Rodríguez Sánchez Rafael Nicolás Sánchez Reyes Ignacio Santiago León DR. Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca Av Universidad S/N Cinco Señores Oaxaca De Juárez. C.P. 68120. Se prohíbe la reproducción parcial o total de la obra sin el consentimiento expreso del editor. 1ª edición. Noviembre 2017 ISBN: 978-607-9061-41-8 Este libro fue financiado con recursos del PFCE 2016 Cada ciudadano es un urbanista que se ignora Paul Virilio CONTENIDO ABSTRACT LISTA DE FIGURAS LISTA DE ABREVIATURAS 7 9 11 INTRODUCCIÓN 13 CAPITULO I 19 1.1 ¿QUÉ ES EL ESPACIO PÚBLICO? 1.2 LA INTERVENCIÓN DEL ESTADO COMO REGULADOR DEL ESPACIO PÚBLICO 1.3 EL ESPACIO PÚBLICO COMO LUGAR DE MANIFESTACIÓN SOCIAL 1.4 LA PLANIFICACIÓN URBANA Y SU RELACIÓN CON EL ESPACIO PÚBLICO 1.5 CONCLUSIONES CAPÍTULO II 19 29 30 32 38 41 2.1 LOS ORÍGENES DE LA PLANIFICACIÓN URBANA: GEORGE EUGENÈ HAUSSMANN E ILDEFONSO CERDÁ 2.2 LAS PRIMERAS APORTACIONES DE LA ESCUELA ALEMANA DE LA PLANIFICACIÓN URBANA 2.3 LAS CONTRIBUCIONES INGLESAS Y NORTEAMERICANAS A LA PLANIFICACIÓN URBANA 2.4 LA CARTA DE ATENAS Y SUS IMPLICACIONES EN LA PLANIFICACIÓN URBANA 2.5 CONCLUSIONES CAPÍTULO III 42 50 55 66 68 75 3.1 PRIMEROS ENSAYOS DE PLANIFICACIÓN EN MÉXICO: GÉNESIS DE LA TEORÍA A LA PRÁCTICA (DE LAS REFORMAS BORBÓNICAS AL PORFIRIATO) 3.1.2 POLICÍA Y REGLAMENTACIÓN URBANA FACTORES FUNDAMENTALES EN EL ORDEN URBANO 5 75 77 3.2 LA PLANIFICACIÓN URBANA EN LA CIUDAD DE MÉXICO DE 1770 A 1876 3.2.1 LA CIUDAD CENTRALIZADA: LA PLAZA MAYOR Y SUS ALREDEDORES 3.2.2 LA CIUDAD BIPOLAR: MÁS ALLÁ DEL CENTRO 3.2.3 EL PORFIRIATO: ALGUNOS EJEMPLOS DE EXPANSIÓN Y TRANSFORMACIÓN (CALLES, COLONIAS Y JARDINES) DEL NÚCLEO CENTRAL DE LA CIUDAD DE MÉXICO 3.3 CONCLUSIONES CAPÍTULO IV 4.0 LA VÍA PÚBLICA COMO REFLEJO DE LAS PREOCUPACIONES E INTERESES DE LAS POLÍTICAS URBANAS 4.1 LA PLANIFICACIÓN URBANA COMO ALTERNATIVA PARA ENFRENTAR LOS PROBLEMAS DE LAS CIUDADES EN LAS PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XX 4.1.1 LA DIFUSIÓN UNA NUEVA DISCIPLINA: LA PLANIFICACIÓN URBANA MODERNA EN MÉXICO 4.2 LA PLANIFICACIÓN URBANA DEL CENTRO DE LA CIUDAD COMO INSTRUMENTO DE LAS POLÍTICAS URBANAS (1928-1953) 4.3 CONCLUSIONES 82 82 91 96 109 113 113 115 117 122 132 CONCLUSIONES FUENTES CONSULTADAS 135 141 ARCHIVOS HEMEROGRAFÍA BIBLIOGRAFÍA 141 141 141 ABSTRACT Into the urban history the transformation of the cities has been studying from different perspectives, this thesis tries to be an approximation from the public space as an essential element for the urban structure and the urban life, because it’s impossible to think and understand the city without it. The cities has been studied from multiples ways, nevertheless the study of the public space represents an emptiness, in spite of it offers many possibilities to understand the urban transformation, because it is a mirror of the society and it has been a constant conflict point. Then throughout retrospective study it is possible to indentify what have been the factors that have provoked this transformation, not only in its morphology but also in its functions and activities that are developed in this space. In order to understand this process this thesis is focused on the transformation of the Historic Center of México City, since 1928 to 1953. There are many ways to approach to this theme, yet this work is centered only in the urban policies (regulations, laws, decrees, agreements, plans, programs, etc.) indentifying its implications as well as the main concerns that had the public authorities about the social, cultural and political issues that affected the use and appropriation of the public space during the study period. At the same time urban planning had an important role into this process as one of the most important elements that had a transcendental participation into the morphological and functional city changes and as a consequence, in the way of this city has been lived. 7 LISTA DE FIGURAS 1.1 Plano del centro histórico de la ciudad de México, en el que se destacan los espacios abiertos y el perímetro A 2.1 Plano de París de 1853 antes de la intervención de Haussmann 46 Esquema de la intervención de Haussmann en el que destaca la apertura de nuevas vialidades 46 Proyecto de reforma y ensanche para la ciudad de Barcelona, elaborado por Ildefonso Cerdá, 1859 49 Diagramas de la ciudad jardín propuesta por Howard en 1898 56 Mapa plano de la muy Noble, Leal e Imperial ciudad de México, 1753 83 Plano iconográfico de la ciudad de México, elaborado por el Maestro mayor D. Ignacio Castera, 1794 86 José Joaquín Fabregat. Vista de la Plaza Mayor de la ciudad de México en 1797, con la estatua ecuestre en bronce del rey Carlos IV de España, El Caballito 87 Litografía de Paseo de la Reforma (1869 apróx.), Casimiro Castro 92 3.5 Plano General de la ciudad de México de 1861 95 3.6 Infraestructura de transporte de la ciudad de México en 1910 97 Plano del proyecto de ensanche de la ciudad de México, formado por el ciudadano Salvador Malo, quien lo dedica al ciudadano presidente de la Republica, general Porfirio Díaz, 1894 99 2.2 2.3 2.4 3.1 3.2 3.3 3.4 3.7 9 3.8 Plano de la Alameda después de las reformas de 1901. 104 3.9 Plano de la ciudad de México, en el que se pueden apreciar la expansión urbana que se tiene hasta 1909. 105 10 LISTA DE ABREVIATURAS AGN Archivo General de la Nación AHDF Archivo Histórico del Distrito Federal Cd. Ciudad CIAM Congreso Internacional de Arquitectura Moderna DF Distrito Federal DDF Departamento del Distrito Federal DOF Diario Oficial de la Federación Ibid Ibidem ICOMOS International Council of Monuments and Sites (siglas en inglés). Consejo Internacional de Monumentos y Sitios núm. número p. pp. página, páginas PNR Partido Nacional Revolucionario UNESCO United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization (siglas en inglés). Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. vol. vols. volumen, volúmenes 11 INTRODUCCIÓN La historia urbana representa una veta de estudio que ofrece un sinfín de posibilidades para ahondar en todos aquellos aspectos que aluden a los procesos de formación, consolidación, transformación y desarrollo de las ciudades; para tratar de entender de qué manera funciona el engranaje que da lugar a la dinámica urbana, es necesario hacer referencia a un cúmulo de factores que de una manera u otra inciden en ella, en virtud de que la ciudad no es sólo la red de calles que definen su traza sino también los edificios, y lo que en ellos sucede, así como su pasado, lo que en conjunto le da sentido al espacio urbano. Es por ello que al pretender explicar cómo se fue dando el proceso de desarrollo de una ciudad, es indispensable incorporar tanto los aspectos que aluden a su conformación morfológica, como los que en cierto modo le dan significado: su población, organización social, política y administrativa o las actividades económicas; la suma de todos estos elementos, es lo que alimenta la dinámica de la vida urbana, dentro de la cual, a lo largo de la historia, el espacio público ha significado un factor determinante, tanto en el desarrollo de las ciudades como de la sociedad misma; razón por la que hoy representa un importante tema de discusión e intervención, pues como Jordi Borja lo enuncia: “la historia de la ciudad es la de su espacio público”.1 Por tal motivo, uno de los objetivos de la presente investigación, es entender el papel que ha jugado el espacio público,2 dentro de este proceso de transformación, concebido como un elemento estructural de toda urbe, que más allá de definir su traza, ha tenido un papel esencial dentro de la historia de la planificación urbana y, por tanto, de las políticas urbanas, al ser un constante motivo de discusión y preocupación para las autoridades, debido a todo lo que acontece en dicho espacio. Así pues, a través de un recorrido general de la historia de la planificación moderna, es posible ver cómo la problemática que se vivía en la vía pública, se convirtió en uno de los detonantes que motivó la conformación de esta nueva disciplina. Ejemplo de lo anteriormente mencionado, es la detección y percepción del crecimiento que comienzan a experimentar las ciudades durante el siglo XIX a consecuencia de la industrialización, lo que trajo consigo nuevos problemas, debido a que además de una expansión desordenada, el común denominador 1 Borja, Espacio, 2003, p. 15. 2 El espacio público al que se hace alusión en este trabajo es el espacio abierto de uso común, que se materializa en las ciudades a través de calles, parques, plazas, jardines, paseos, etcétera. Más adelante, en el Capítulo I se dará una mayor explicación al respecto. 13 era la insalubridad en la vía pública, aunado a los incipientes problemas viales y al conjunto de todas aquellas cuestiones inherentes a la habitabilidad y funcionalidad de las urbes. Es ante este panorama que los pioneros de la planificación se vieron motivados a idear soluciones que hicieran de las ciudades, espacios habitables, lo que dio lugar a una nueva manera de pensar la ciudad, pues los conflictos a los que se enfrentaban exigían soluciones integrales, que dejaran atrás las obras puntuales tan distantes de un proyecto formal de ciudad. En este sentido, el espacio público se convierte en el escenario de acción cuando comienzan a generarse las primeras propuestas de intervención para revertir las anomalías, convirtiéndose las obras de Georges Eugène Haussmann, en París, y el proyecto de ensanche de Barcelona, de Ildefonso Cerdá; los referentes que darían lugar a una nueva disciplina: la planificación urbana, en la cual el Estado adquiere un papel determinante al convertirse en la máxima autoridad para guiar el futuro de las ciudades, bajo una responsabilidad compartida en la que intervienen los intereses privados y la ciudadanía. A partir de lo anterior, puede entenderse el papel determinante que tiene la historia de la planificación para comprender la transformación de la vía pública, bajo el concepto de que la relación ciudad-espacio público es indisoluble, pues de este depende, en gran parte, la estructura y funcionamiento de toda urbe, al ser no sólo escenario, sino espejo de la sociedad que lo habita. Es por ello que esta investigación ofrece una perspectiva que hasta ahora ha sido poco trabajada; si bien la evolución de las ciudades constituye un tema ampliamente estudiado desde múltiples enfoques, pocas veces se ha abordado a partir de un análisis del espacio público, el cual permita ver de qué manera ha intervenido en dicho proceso y, al mismo tiempo, cómo se ha integrado dentro de las políticas urbanas. Por otro lado, los estudios históricos que se han realizado hasta ahora, han profundizado poco en cuestiones referentes al espacio público como elemento determinante de la dinámica urbana, razón por la cual este ha jugado un papel determinante dentro de las políticas urbanas y, por ende, en la planificación de las ciudades. Así pues, al estudiar la historia de una ciudad, más allá de identificar cuáles han sido las modificaciones que ha sufrido el espacio urbano, lo interesante es indagar a qué respondieron estas y qué justificación se les dio en su momento, lo que a su vez permite conocer la importancia que estos lugares han tenido dentro del funcionamiento de las ciudades; por tal motivo es importante comprender cómo las autoridades y el Estado han actuado para procurar su funcionalidad mediante el pronunciamiento de ciertas medidas dirigidas a favorecer una sana convivencia por parte de la sociedad. En este momento resulta importante aclarar que realizar un estudio que incluya todos los elementos que intervienen en la conformación y definición del espacio público de una ciudad en un periodo especifico, resulta, quizá, un tanto pretencioso, pues difícilmente puede abarcarse un espectro tan amplio, 14 que incluye la complejidad inherente a un espacio en la que intervienen factores morfológicos, funcionales, económicos, políticos, sociales y culturales. Ante tal premisa, este trabajo se planteó el objetivo desde su inicio, de identificar y, , analizar cuáles han sido los instrumentos empleados por parte de las políticas urbanas que tanto de manera directa como indirecta, han tenido impacto no sólo en la trasformación del espacio público, sino en el valor que el Estado le ha otorgado a este como medio para manifestar su poder y alcanzar así el ideal de ciudad. En la presente investigación, se optó por abordar el tema mediante una revisión y análisis de las políticas urbanas,3 entendidas como la forma de intervención de los aparatos del Estado, en la organización y uso del espacio, cuya materialización se da a través de diversos instrumentos de carácter jurídico, que tienen como fin regular el ordenamiento y funcionamiento de la ciudad, es por ello que la planificación urbana juega un papel protagónico dentro de este proceso, pues la institucionalización de la misma, significa “una modalidad específica de regulación estatal de los conflictos en torno a la expansión/ consolidación-transformación del espacio urbano. […] la planeación urbana no dirige el desarrollo urbano sino que opera como un instrumento de gestión de los conflictos en torno a la apropiación del espacio urbano y de la exclusión”,4 en tanto que los planes y programas de desarrollo urbano son un acto normativo esencial para el desarrollo social y económico de los centros de población, pues “incorporan decisiones estratégicas sobre las dinámicas futuras de los procesos urbanos […]”5 por lo que constituyen un referente obligatorio para la ejecución de obras públicas; del mismo modo su aprobación jurídica es “el acto más importante del proceso de planeación urbana”,6 razón por la cual el estudio de las políticas urbanas permite establecer un vínculo entre las acciones de gobierno y el espacio urbano, que se traducen en la transformación y regulación del espacio público, entendido, como vía pública. Por lo tanto, bajo el entendido de que el espacio público por definición posee un carácter multifuncional, que históricamente ha sido proclive al conflicto, ha provocado que las políticas urbanas adquieran un carácter dinámico, pues con frecuencia a fin de optimizar el funcionamiento de la ciudad, se ven obligadas a mantenerse actualizadas de acuerdo a las exigencias de cada época, y sobre todo a la concepción de espacio urbano y de ciudad, a la que aspira el Estado, en su carácter de máxima autoridad, pues las políticas urbanas son una vía para legitimar el poder a través de diversos instrumentos urbanísticos 3 Rodríguez “Intervención”, 2003, p. 6. 4 Duhau, “Planeación”, 1993, p. 187. 5 Azuela, “Planeación”, 1998, p. 58. 6 Ibid. 15 que regulan y norman el uso del espacio, y que en conjunto dan lugar a un proyecto de ciudad. Esta investigación tuvo como base la revisión documental y bibliográfica, así como el análisis de fuentes primarias: declaraciones, decretos, acuerdos, leyes y reglamentos de carácter oficial. Al respecto cabe señalar que varias propuestas que hacen alusión al tema, se quedaron a nivel de proyecto, sin llegar nunca a una oficialización. De igual manera, el material hemerográfico jugó un papel importante para sustentar algunas de estas acciones emprendidas en el periodo de estudio. Cabe señalar que parte de esta investigación se presentó como tesis de doctorado en el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, con el apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, y ahora, después de algunos años, es publicada por la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. Este trabajo se ha estructurado en cuatro capítulos. En el primero se presenta un marco conceptual que pretende servir de referencia para aproximarse al tema a través de la definición de los conceptos esenciales: que son espacio público y planificación urbana, para así establecer desde el inicio de qué manera serán abordados y aplicados a lo largo del texto. En el segundo capítulo se lleva a cabo un recorrido histórico, relativo a la planificación urbana en el contexto internacional, en el que se hace hincapié en sus orígenes, como disciplina y profesión, tratando de darle mayor importancia al espacio público, como un elemento que ha sido fundamental para el desarrollo de la misma. En este capítulo se verá cómo ante la situación que se vivía en las calles y la falta de infraestructura, la expansión urbana llega a convertirse en una bomba de tiempo que exigió emprender intervenciones sin precedente, para lo que fue preciso desarrollar una teoría y una metodología apropiadas, en las que cada uno de los elementos que forman parte de la dinámica urbana fuesen atendidos de manera conjunta, razón por la cual, también se hace referencia a las aportaciones de los pioneros del urbanismo y de la planificación, como Camillo Sitte, Reinhard Baumeister o Joseph Stübben, entre otros, quienes por medio de sus trabajos construyeron el andamiaje de la planificación urbana. El capítulo tercero, está dedicado a los antecedentes de la planificación en México, durante el periodo que comprende de las reformas borbónicas al Porfiriato, puesto que es en estos años cuando los primeros ensayos de planificación comienzan a tener efecto, no sólo en cuanto a la imagen de la ciudad, sino también en la forma en que las autoridades hacen frente a la problemática urbana, a través de nuevos instrumentos, propios de la administración, como fueron la policía y la reglamentación, entendidos como elementos esenciales del orden urbano. Al respecto, hay que aclarar que no se pretende dar una historia detallada de todo aquello que ocurrió en la ciudad de México, únicamente se hace referencia a los hechos significativos que involucraron de alguna forma al espacio público, lo que a su vez permite percatarse cómo la noción de 16 espacio público también fue sufriendo cambios de acuerdo a su temporalidad; esto refleja el significado que tenía este espacio para las autoridades, mismas que siempre lo vieron como un medio para expresar su poder y autoridad. De igual modo, a lo largo de este periodo se verá cómo la centralidad que imperó desde la llegada de los españoles, comienza a difuminarse, cuando en el siglo XIX aparecen las nuevas colonias que redefinen la dinámica de la ciudad, pues las influencias de lo que estaba sucediendo en las ciudades europeas y norteamericanas no tardaron en llegar a nuestro país, tales influencias se verán traducidas en el trazo de las nuevas colonias, en la aparición de las avenidas diagonales, en la normatividad alusiva a la higiene y, en general, en todo aquello que implique hacer de la ciudad un espacio funcional, pues al igual que en otras épocas siempre se buscó que la capital fuera ejemplo de progreso y modernidad. En el capítulo cuarto, en primer lugar se aborda el proceso que condujo a la consolidación e institucionalización de la planificación urbana en México, enfatizando algunos ejemplos que se dan en la ciudad de México como pivote de referencia para el resto del país, resultado no sólo del trabajo conjunto efectuado por personalidades como Carlos Contreras, José Luis Cuevas Pietrasanta y Alfonso Pallares, entre otros; sino también como la suma de la experiencia acumulada de todos aquellos proyectos que buscaron mejorar las condiciones de la ciudad, ya que parte importante de este proceso de consolidación, fue el conjunto de propuestas, artículos y documentos orientados a difundir la planificación como una herramienta eficaz para revertir las adversidades que aquejaban a la urbe, lo que esto a su vez se vio acompañado de algunas propuestas de intervención en determinadas zonas de la ciudad, que retoman los principios de la planificación. Finalmente, se concluye el trabajo con un apartado dedicado a las conclusiones generales que, a modo de reflexión, exponen los puntos más importantes y relevantes, referentes a las implicaciones de las políticas urbanas en la trasformación y evolución de espacio público. A fin de evitar un conflicto de intereses, es importante resaltar que este libro es producto de la investigacion de la Dra. Luz Cecilia Rodriguez Sánchez, la colaboración por parte de los Mtros. Ignacio Santiago León y Rafaél Nicolás Sánchez Reyes consistió en dar seguimiento a la publicación, revisión y gestión de la misma; sin embargo, por lineamientos del programa PFCIE, éste debía ser publicado como producto del Cuerpo Académico, de ahí la inclusión de todos los miembros de dicho cuerpo. 17 CAPÍTULO I Dos conceptos para abordar un problema: espacio público y planificación urbana De las ciudades, lo que más me gusta son las calles, las plazas, la gente que pasa ante mí y que probablemente no veré nunca más, la aventura breve y maravillosa como un fuego de virutas, los restaurantes, los cafés y las librerías. En una palabra: todo lo que es dispersión, juego intuitivo, fantasía y realidad. Josep Pla, Cartes de Iluny, 1927 El objetivo de este primer capítulo consiste en exponer un marco conceptual que represente la base para explicar qué se entiende por espacio público y por planificación urbana. Es preciso señalar que más allá de elaborar una explicación exhaustiva de dichos términos, lo que se pretende es dejar en claro desde qué enfoque serán abordados a lo largo de este trabajo. 1. 1 ¿QUÉ ES EL ESPACIO PÚBLICO? El término espacio público posee cierta ambigüedad, sin embargo su significado está en función del contexto bajo el cual se emplee, por lo que resulta necesario enunciar desde el inicio, que para los fines de la presente investigación, el concepto de espacio público es aquel que hace referencia a lo urbano, y que está definido según sus características morfológicas, funcionales y simbólicas. Con base en esta perspectiva, el espacio puede entenderse como una entidad autónoma que tiene existencia por sí misma y se expresa a través de soportes físicos, ya sean arquitectónicos o urbanos, los cuales mantienen una estrecha relación con toda una serie de elementos sociales que definen la organización territorial, por ende, el espacio urbano es un reflejo de la estructura social a la cual pertenecen.7 7 Carrión, “Lugares”, 2000, p. 10. 19 Cabe destacar que la discusión acerca de la definición de espacio o de lugar, ha sido un tema recurrente, no solo en el ámbito de los urbanistas, sino también dentro de la geografía, pues no son términos que se puedan utilizar indistintamente. Bajo la concepción de Peter Haggett, debe existir una diferenciación entre espacio, localización y lugar, dado que su significado está en función del contexto geográfico en el que se empleen. Así pues, el espacio, a decir de Hagget, “significa extensión o área, expresado normalmente en términos de la superficie de la tierra”8 , la que no supone una localización específica, ya que esta “significa una posición particular dentro del espacio”9, mientras que lugar, además de ser “una posición particular sobre la superficie de la tierra”,10 se diferencia de la localización debido a que no se utiliza en el sentido abstracto, sino que hace referencia a una ubicación identificable a la cual se le asignan determinados valores, por lo tanto, la localización adquiere el carácter de lugar, en la medida en que se le relaciona con características particulares. En consecuencia, el espacio al que se hace referencia también puede ser entendido como lugar, cuya principal característica es la de ser un espacio adaptado y destinado para el uso del hombre, pues a decir de Joseph Muntañola: “la capacidad de construir el lugar desde el lugar mismo es privativa del hombre”.11 Asimismo, Milton Santos12 concibe el espacio como producto de la labor transformadora del hombre, en virtud de que éste tiende a modificar las características naturales y originales del lugar, con lo que poco a poco va relegando la naturaleza, al crear nuevos ambientes construidos, lo que provoca que el espacio se encuentre bajo un constante proceso de transformación y readaptación,13 hecho que hace que las ciudades se mantengan en una permanente transformación, producto de las continuas adecuaciones que lleva a cabo la sociedad. Hasta este punto, la explicación puede resultar demasiado general o abstracta, no obstante, paulatinamente se acotará el significado del espacio público, de manera tal que a partir de una concepción general se pueda ver a lo 8 Haggett, Geografía, 1994, p. 5. 9 Ibid. 10 Ibid. 11 Muntañola, Arquitectura, 1996, p. 17. 12 Santos, Naturaleza, 2000, p. 54-55. 13 La concepción de Haggett no es contradictoria a la de Santos y Muntañola, si entendemos que el espacio en el sentido abstracto es construido como lugar por el hombre a través de su capacidad de transformación y readaptación. 20 largo de este trabajo cómo el significado que se le ha otorgado, ha variado respecto a su contexto histórico. Así pues, para comprender la función y la razón de ser del espacio público, es necesario concebirlo como un elemento indisoluble de una estructura más amplia, que es el espacio urbano: la ciudad. Ahora bien, si se parte del hecho de que el espacio público es un elemento inherente al espacio urbano, entonces su función depende de la idea de ciudad que se adopte; sin embargo, conviene esbozar brevemente qué se entiende como ciudad, bajo una connotación más genérica, para lo cual resulta pertinente retomar las palabras de Horacio Capel, quien enfatiza que no existe una definición unívoca de ciudad, no obstante es factible identificar ciertos parámetros que aluden a la idea de la misma, como pueden ser el tamaño del asentamiento, su densidad, el predominio de las actividades comerciales e industriales, así como la poca actividad agrícola. Por otra parte, la ciudad también está definida por los servicios que ella alberga y por el modo de vida de sus habitantes, lo que está determinado por las características sociales, tales como la heterogeneidad, la cultura urbana y el grado de interacción social, todo lo cual se antepone a lo rural como su opuesto.14 En este sentido, conviene resaltar que a lo largo de la historia de las ciudades ha existido una relación directa entre los procesos de urbanización, el desarrollo de las fuerzas productivas y la concentración de población,15 por ende, todo proceso urbano tiene directa e indirectamente implicaciones económicas, pues es imposible pensar y entender la ciudad sin tomar en consideración los intereses económicos, que de alguna forma intervienen en la trasformación urbana. Las áreas urbanas y las zonas metropolitanas son dos formas distintas de definir el fenómeno urbano de modo más apegado a la realidad geográfica, ecológica, socioeconómica y demográfica de lo que en términos genéricos se denomina ciudad. […] se acepta en términos generales que el área urbana es la ciudad misma, más el área contigua edificada, habitada o urbanizada con usos de suelo de naturaleza no agrícola y que partiendo de un núcleo, presenta continuidad física en todas direcciones hasta que sea interrumpida en forma notoria por terrenos de uso no urbano como bosques, sembradíos o cuerpos de agua. Esta unidad territorial es la que contiene dentro de sus límites el máximo de población 14 Capel, “Definición”, 1975, [en línea]. 15 Garza, Urbanización, 2003, p.10. 21 calificada como urbana desde los puntos de vista geográfico, social y económico, excepto el político o administrativo.16 En relación con la cita anterior, al considerar estas dos visiones, es posible inferir que la ciudad está definida según sus cualidades espaciales y funcionales, mismas que son producto de la interacción entre diversos agentes económicos y sociales. Así pues, se hace referencia a la ciudad desde un aspecto muy amplio, sin embargo, esta también puede ser abordada por sus características morfológicas dictadas por la configuración física del espacio, por sus construcciones y sus vacíos,17 por su infraestructura y los usos de suelo, así como por todos aquellos elementos simbólicos que generan un sistema en el que interactúan las fuerzas sociales, económicas, culturales y políticas que impulsan la transformación de la ciudad.18 Una de las principales razones para estudiar la morfología urbana, es que a partir de ella se pueden identificar las transformaciones que ha sufrido la ciudad, y también hace posible una lectura de las rupturas y continuidades del desarrollo urbano, a través del análisis de su evolución histórica. Por lo tanto, para comprender el sentido de la forma urbana, es necesario tener presente que esta es un producto social, creado por el hombre, así como por los diversos grupos sociales que la han conformado, con lo que es fácil deducir que el binomio entre morfología y espacio social, es inseparable, pues a decir de Capel, “el estudio de la morfología no puede realizarse sin tener en cuenta dichos procesos y agentes”.19 Ahora bien, para estudiar la morfología urbana es preciso analizar en primera instancia el plano de la ciudad, que está compuesto por cuatro elementos principales: a) las calles y su relación con el sistema viario; b) las manzanas delimitadas por las calles y formadas por agrupaciones de parcelas; c) los lotes individuales (predios) que representan el soporte de los edificios, y d) las plantas de los edificios.20 La suma de estos elementos es lo que nos permite reconocer y comprender la estructura de la ciudad. Con base en lo anteriormente expuesto, la morfología urbana, en un sentido estricto, alude exclusivamente a la configuración física de la ciudad, producto de la suma de sus componentes: calles, manzanas, lotificación y construcciones, que en conjunto integran el tejido urbano. 16 Unikel, Desarrollo, 1978, p. 116-117. 17 En este sentido la connotación de vacío alude a los espacios no cubiertos. 18 Capel, Morfología, 2002, p. 20. 19 Ibid., p. 69. 20 Ibid., p. 70. 22 Si lo que se pretende es comprender las causas que motivaron a la configuraron de una estructura urbana específica, entonces se deberán tomar en consideración no sólo las cuestiones de índole morfológica, sino que se tendrá que prestar atención a ciertos elementos históricos de carácter económico, político, social y simbólico. Por todo lo que antecede, existe la posibilidad de hacer un primer acercamiento al espacio público, pues precisamente la lotificación (parcelación) es la que, en primera instancia, establece la diferencia entre lo público y lo privado. Cabe señalar que gran parte de la indeterminación del concepto reside en qué se entiende por público, razón por la cual, y de manera complementaria, es pertinente retomar las palabras de Nora Rabotnikof, quien trata de establecer una definición de lo público a partir de tres criterios: » Lo público alude a lo que es de utilidad o de interés común a todos, lo que atañe al colectivo, lo que concierne a la comunidad, en oposición a lo privado. » En el segundo criterio, ha referido tradicionalmente a la visibilidad versus el ocultamiento, a lo público como lo ostensible y manifiesto versus lo secreto. Público parece designar, en este sentido, lo que es visible […] mientras que lo privado se entiende como aquello que se sustrae a la mirada […] Decimos así que tal cuestión es pública “ya es pública” en el sentido de conocida y sabida. » El tercer criterio es el de la apertura o clausura. En este caso, público designa lo que es accesible o abierto a todos, en oposición a lo privado, entendido como aquello que se sustrae a la disposición de los otros. Lo público, en este caso, es aquello que, al no ser objeto de apropiación particular, se encuentra abierto(…) Los lugares públicos (calles, plazas) son así lugares abiertos a todos, mientras que el símbolo más ostensible de la privacía entendida como apropiación es la clausura, la cerca. 21 Estas tres acepciones de lo público pueden trabajarse de manera integral, debido a que ninguna es excluyente de la otra, en cuanto a que su definición es el resultado de una dualidad de opuestos. La primera hace referencia de manera puntal a lo colectivo-individual y a lo común-particular; la segunda enfatiza en torno a la visibilidad-secreto, y la tercera a lo abierto-cerrado. Sin embargo resulta arriesgado asumir que lo público se atiene a estos tres criterios; yaque las formas de construcción conceptual del espacio público son 21 Rabotnikof, “Introducción”, 2003, p. 19-20 23 extremadamente variadas y siempre dependerán de la perspectiva con la que se busque abordar cada problema. Si se recurre a una definición de diccionario, se puede encontrar que al espacio público también se le concibe como espacio abierto o espacio libre. Según el Diccionario de Historia Urbana y Urbanismo, de María Jesús Fuentes, “el espacio no edificado de las ciudades. Tradicionalmente han sido espacios libres las calles, las plazas, plazuelas, jardines, alamedas, parques”. 22 Tal definición alude exclusivamente a la manera en que dichos espacios se materializan en la ciudad, excluyendo sus funciones sociales y simbólicas. A modo de aclaración, es pertinente señalar que existen recintos cerrados que son considerados como espacios públicos por ser de uso común, tal condición es señalada en el Código Civil, en la parte referente a los bienes, los cuales son divididos en propiedad del poder público o particular, respecto a los primeros. Los artículos que hacen referencia al tema son los siguientes: Artículo 765. Son bienes de dominio del poder público los que pertenecen a la Federación, a los Estados o a los Municipios. Artículo 767. Los bienes de dominio del poder público se dividen en bienes de uso común, bienes destinados a un servicio público y bienes propios. Artículo 768. Los bienes de uso común son inalienables e imprescriptibles. Pueden aprovecharse de ellos todos los habitantes, con las restricciones establecidas por la ley; pero para aprovechamientos especiales se necesita concesión otorgada con los requisitos que prevengan las leyes respectivas.23 Aunque estos artículos no especifican las características de los espacios: abierto o cerrado, cubierto o descubierto, sus cualidades pueden ser inferidas, sin embargo, cabe señalar que los espacios cerrados de uso común están sujetos a mayores restricciones que los espacios abiertos, ya que deben cumplir funciones muy específicas, por lo tanto son custodiados de manera permanente, pues a pesar de que legalmente sean de dominio público, los derechos de dichos recintos recaen en entidades públicas -federales, estatales o locales-, ejemplo de ello son los inmuebles que alojan oficinas administrativas, museos, teatros o bibliotecas. La explicación anterior responde a los fines de este trabajo; únicamente se hará referencia a los espacios abiertos de uso común que son reconocidos 22 Fuente, Diccionario, 1999, p. 47. 23 Código Civil Federal, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 26 de mayo, 14 de julio, 3 de agosto y 31 de agosto de 1928. (En vigor a partir del 1o. de octubre de 1932) [Consultado en línea], p. s/n. 24 como vía pública: calles, avenidas, plazas, jardines o parques. Sin dejar a un lado sus claras diferencias, pues como bien lo señaló Mr. J. C. N. Forestier “no todo espacio plantado es necesariamente un espacio libre, pero todo jardín es un espacio libre”,24 lo cual alude a que toda ciudad debe considerar ambas modalidades, pues por un lado las calles y avenidas deben satisfacer las necesidades de circulación, mientras que la existencia de áreas destinadas a aguardar las masas verdes, los espacios vacíos –plazas cívicas o glorietas de tráfico- como soluciones de urbanización, también son necesarias como parte integral del espacio urbano. Una vez aclarado lo anterior es importante tener presente que a partir de la idea de que la ciudad es un producto social, la noción de espacio público concebido como un elemento de la morfología urbana, resulta reducido, pues bajo una concepción más amplia, la carga simbólica es inherente al espacio mismo e inseparablea sus cualidades materiales. En particular, Oriol Bohigas sostiene que “el espacio público es la ciudad”,25 al mismo tiempo, subraya que la planificación de dicho espacio es una determinante tanto de la forma urbana como de la vida colectiva. Asimismo, Daniel Innerarity, alude al espacio público como “el espacio cívico de bien común por contraposición al espacio privado de los intereses particulares”.26 Esta definición parece ser menos general, en el sentido que integra el concepto de bien común, entendido este como el lugar al cual todos tenemos acceso. En este sentido, el espacio público abierto de uso común, es aquel lugar que está constituido por una estructura formal, limitado por el espacio privado, cuya principal cualidad es la de dar acceso a la colectividad o al común de la gente. La materialización del espacio público en la ciudad, como se ha mencionado anteriormente, se da en forma de calles, plazas o parques, cuyas características están determinadas por las atribuciones físicas, simbólicas y políticas que se les asigne, mismas que se manifiestan por sus cualidades urbanas, su significado cultural y su relación con la ciudadanía. De igual forma, el espacio público materializado a través de la red de calles, se convierte en el “agente estructurador de todos los elementos que forman la ciudad”27 , pues cada componente que la integra se conecta a través de dicho espacio, por lo tanto “una de las características esenciales del espacio público 24 Rubuí, “Estudio”, 1917, p. s/n. 25 Bohigas, “La defensa de la urbanidad”, 2005, p. 11. 26 Innerarity, Nuevo, 2006, p. 95. 27 Oliva, Confusión, 2005, p. 86. 25 es su configuración continua, es decir, que se extiende en todas direcciones y a través de toda el área urbana”.28 A partir de lo anterior, se deduce que una más de las particularidades del espacio público, es su constante dinamismo generado por los desplazamientos peatonales y el traslado de productos a través de transporte público o privado. De acuerdo con lo hasta aquí expuesto, es posible percibir que el espacio público puede ser abordado desde diferentes aristas; sin embargo, su comprensión requiere que se tomen en cuenta, no solo sus características formales, sino también sus cualidades sociales, pues tal vez sean estas las que requieran un mayor análisis para su comprensión, debido a que también sufren transformaciones respecto a cada época. Por último, para enfatizar el significado cultural y social del espacio público, resulta conveniente citar a Estela Eguiarte, quien elabora una definición bastante acertada de lo que representa dicho espacio, no sólo para la ciudad sino también para la sociedad: “el espacio público es el signo más evidente de una sociedad. Es el texto social en el cual se reproducen y se pueden descifrar las relaciones de la vida social. Es el lugar donde confluyen costumbres, tradiciones, códigos de conducta, actividades disímiles que marcan la cotidianidad del hombre urbano”.29 A partir de estas palabras, se infiere que la historia de la ciudad es inseparable de la historia de sus espacios públicos; asimismo, Eguiarte señala que la transformación de estos espacios obedece a la función que cumplen en cada sociedad, de acuerdo a su momento histórico, pues de esto va a depender su sentido y su uso. Como se ha enfatizado hasta ahora, la relación entre espacio público y ciudad es indisoluble, pues en gran medida, a decir de Jordi Borja, “la historia de la ciudad es la de su espacio público”, por lo tanto el valor que este tiene respecto a la ciudad y a la sociedad misma, hace que se convierta en un hito cívico por su monumentalidad, su multifuncionalidad, su intercambio y su función como lugar de encuentro y expresión, en virtud de que en dichos espacios es en donde acontecen muchos de los grandes momentos de la historia,30 tales como manifestaciones culturales, políticas y sociales, así como desfiles, fiestas patronales, festejos deportivos, huelgas, etcétera. Los espacios públicos son elementos cardinales de la vida cotidiana de la sociedad. A través de las calles, plazas, parques y jardines, la ciudadanía expresa los valores que le dan sentido a las relaciones sociales, a la vez que funcionan como mecanismo de inclusión, en el sentido de que permiten y propician la convivencia de distintos modos de vida, de ideas y de clases sociales, por ser espacios incluyentes en los cuales la heterogeneidad social se hace presente. 28 Querol, Bienvenidos, 2004. p. 56. 29 Eguiarte, “Jardines”, 1991, p. 129. 30 Querol, Bienvenidos, 2004, p. 55. 26 Así pues, el espacio público visto como escenario de un sinnúmero de acontecimientos sociales, se encuentra dotado tanto de potencialidades, como de posibilidades, que adquiere diversos significados respecto a su temporalidad y a su ubicación, además de ser objeto de la memoria colectiva.31 El significado que estos espacios tienen para la ciudadanía, depende, en gran medida, de los usos sociales que en él tienen lugar, los cuales suelen ser muy diversos pues van más allá de los meramente cotidianos, como son el transitar o llevar a cabo alguna actividad recreativa; también fungen como lugares de expresión, de manifestación, de protesta, de festejo o como vía de subsistencia para ejercer alguna actividad con retribuciones económicas (vendedores ambulantes, limpia parabrisas, franeleros, etc.). De ahí que el espacio público sea una ventana de la sociedad a la cual pertenece, pues no sólo muestra sus virtudes sino también sus carencias. Por otro lado, del mismo modo que la arquitectura ha representado a lo largo de la historia un símbolo de poder, ya sea político o eclesiástico; los espacios públicos también han cumplido dicha función, pues en ellos se erigen los monumentos y se crean calles o plazas conmemorativas, cuyos nombres aluden a los personajes o momentos significativos de la historia, que son enaltecidos por quienes sustentan el poder en cada época e intentan dejar un testimonio en el tiempo. El empleo del espacio público como símbolo de poder, en el caso de Latinoamérica, tiene sus orígenes en la fundación de las primeras ciudades en la época colonial, cuando se implantó la traza reticular cuyo centro era la plaza mayor, en la cual confluían las principales calles de la ciudad y se ubicaban los edificios más importantes de orden religioso, administrativo y civil, pues como lo señala Ribera Carbó, la plaza mayor fungía como “aglutinadora de todas las manifestaciones de poder, generadora y rectora del proceso urbano mismo, hizo que el arreglo y la función de sus espacios fueran un vehículo magnífico del ‘convencimiento’ sobre el orden social-político, casi cosmológico impuesto por los peninsulares”.32 Por lo tanto, al ser la vía pública un espejo de la sociedad que la habita, no siempre este reflejo va a ser el pretendido por el Estado, condición que empuja a los gobernantes a pretender modificar dicha imagen a través de diversos instrumentos, como intervenciones urbano-arquitectónicas o restringiendo los usos y funciones mediante nuevas leyes y reglamentos que regulen las actividades que en estos lugares acontecen. Ahora bien, la manifestación del poder en la vía pública no se da únicamente a través de la materialización de los diversos elementos arquitectónicos, sino mediante la realización de diversas prácticas sociales. 31 Oliva, Confusión, 2005, p. 89. 32 Ribera, “Plazas”, 2007, p.296. 27 Una vez definido qué se entiende por espacio público urbano, el siguiente paso es profundizar un poco más respecto a sus variantes, pues éste asume distintas formas y nombres, bajo el común denominador de ser un espacio abierto y accesible para toda la ciudadanía, a la vez que cuenta con cierta disponibilidad de infraestructura y permite la realización de actividades individuales o grupales.33 Al mismo tiempo, los espacios públicos se caracterizan por invitar al transeúnte a permanecer en ellos: estar, admirar y pasear.34 Otro aspecto a considerar, en referencia al uso del espacio público, es el carácter y la temporalidad de las actividades que se realizan en él, lo cual es producto de la relación entre la vida y el espacio público. Al respecto Jan Gehl, desarrolló un trabajo en el que evaluó la calidad del espacio público según la percepción de los peatones, a partir de la división de los tres tipos de actividades que estos realizan en dichas áreas: a. Las actividades necesarias son aquellas que se realizan por obligación como: ir a la escuela, esperar el camión o ir al trabajo. Estas actividades, por lo tanto se dan más allá de cuáles sean las condiciones del espacio público. b.Las actividades opcionales o de recreación urbana, son las que se dan cuando las condiciones climáticas lo permiten, como caminar por las calles, siempre y cuando las condiciones del lugar sean atractivas; por consiguiente, dichas actividades son especialmente sensibles a la calidad del lugar. c. Las actividades sociales, son las que ocurren al recorrer una misma zona, ya sea para observar, escuchar, interactuar con más gente, mediante una participación activa o pasiva.35 Sin embago, tales actividades que identifica Gehl, no son las únicas, sino las que se mantienen dentro de la formalidad, entendida esta como lo socialmente aceptado y permitido, pues como se podrá ver en la presente investigación, parte de la complejidad que caracteriza al espacio público, es la diversidad de actividades que en él se llevan a cabo. Respecto a las actividades, también se hace una división de los tipos de usuarios que concurren a los espacios públicos. En primer lugar se encuen33 Makowski, “Alteridad”, 2003, p.91. 34 En la actualidad los espacios públicos de las grandes ciudades han dejado de cumplir en parte dicha función, sin embargo, es importante tener presente que en algún momento esa fue una de las intenciones que motivó su creación y los proyectos de intervención. 35 Gehl, Public, 2002, p.9. 28 tran los peatones cotidianos, quienes por necesidad transitan a diario por el espacio, ya sea porque habitan o trabajan en el área; en segundo lugar están los visitantes o clientes, es decir, aquellas personas que acuden a alguna institución o tienda dentro del área; el tercer tipo de usuario son los visitantes recreativos, que acuden al espacio público para deleitarse o para llevar a cabo alguna actividad de placer, deportiva o de juego; por último, la cuarta categoría corresponde a la gente que asiste a un espacio público para presenciar algún evento específico.36 En suma, a través de esta explicación es posible ver que los espacios públicos están definidos por múltiples características, que hacen de estos, lugares sumamente complejos, por lo que difícilmente son apreciados desde sus distintas facetas, esto responde en gran parte a la familiaridad que se tiene respecto a los mismos, pues al formar parte de la vida cotidiana de la ciudadanía, pocas veces se tiene conciencia de su valor y relevancia en cuanto al funcionamiento de la ciudad y de la sociedad en sí misma. 1.2 LA INTERVENCIÓN DEL ESTADO COMO REGULADOR DEL ESPACIO PÚBLICO Hasta ahora se ha hecho mención del espacio público a nivel conceptual, no obstante, es necesario enfatizar la relación que mantiene el Estado como agente regulador y controlador, pues aunque su virtud principal radique en ser un espacio asequible a todos, no está exento de ser regulado para mantener su funcionalidad y accesibilidad para la ciudadanía. En primera instancia, tradicionalmente la ciudad se ha encontrado subordinada al Estado37 a través de un control jurídico y político, sin embargo las prácticas sociales informales son las que en distintos momentos de la historia han generado situaciones de desorden y descontrol. De ahí que el espacio público al formar parte integral de la ciudad ha estado sujeto a la constante vigilancia por parte del Estado, debido a que se trata de un espacio que refleja el orden social. Es preciso recordar que el espacio público, como elemento urbano, más allá de materializarse en plazas, parques, jardines o sistemas viales, es un “lugar de representación y expresión colectiva de la sociedad”; 38 condición que determina la necesidad de contar con un agente capaz de mantener esta cualidad. En este sentido, la intervención del Estado en el espacio público se 36 Ibid., p. 10. 37 Borja, Ciudad, 2003b, p.24. 38 Ibid., p.21. 29 manifiesta de distintas maneras, ya sea directamente en el aspecto formal, o en un sentido más de carácter abstracto para ejercer su regulación. Bajo dicha perspectiva siempre hay que tener presente la vital importancia del espacio público para la ciudad, en virtud de que funge como el organizador del territorio capaz de soportar diversos usos y funciones y al mismo tiempo como elemento articulador del área urbana. Ahora bien, el Estado, a través de los gobiernos locales y la administración pública, tiene la obligación de solucionar de alguna manera las distintas demandas de la sociedad y los problemas inherentes a la funcionalidad de las urbes. Por lo tanto, la dotación de espacios públicos es una de las obligaciones del Estado, en su carácter de regulador de los usos de suelo. En consecuencia, tiene la capacidad de dictar qué lugares pueden ser destinados al uso público. Es importante mencionar que muchos de los espacios abiertos mantienen una estrecha relación con el valor simbólico, pues su ubicación, en múltiples casos, corresponde a la presencia de un edificio emblemático o un monumento que simboliza el poder del Estado, lo que sin duda los hace vulnerables ante las manifestaciones ciudadanas. Por otro lado, el Estado procura mantener el control del espacio público mediante diversos instrumentos de carácter jurídico, enfocados a garantizar el adecuado uso de dicho espacio, ya sea a través de leyes, normas, reglamentos, cartas de uso de suelo, así como planes y programas urbanos, elaborados para mantener un idóneo desenvolvimiento de la vida urbana. Finalmente, conviene hacer notar que la intervención del Estado se efectúa por medio de la derogación de responsabilidades a distintos agentes integrantes de la administración pública, quienes al formar parte de los gobiernos locales están preparados para atender las distintas problemáticas propias de la ciudad, lo que requiere de un trabajo conjunto e integral con los diversos órganos administrativos que lo conforman. 1.3 EL ESPACIO PÚBLICO COMO LUGAR DE MANIFESTACIÓN SOCIAL Una de las características y funciones del espacio público que es necesario enfatizar, es su función como espacio social, por lo tanto, decir que la ciudad es el espacio público en sí, tal vez no sea del todo erróneo pues en él es donde la sociedad se hace presente y deja ver su heterogeneidad y su diversidad, al mismo tiempo que es uno de los lugares en el que se generan las relaciones entre individuos y los múltiples colectivos. Tales características conllevan a un alto grado de complejidad, si se parte del principio de que la ciudad, en diversos sentidos, es el antónimo a la homo- 30 geneidad, puesto que en ella se concentran múltiples diferencias de origen, de aptitudes y de actividades, que en conjunto le confieren a la misma, un alto grado de imprevisibilidad y por ende de desorden.39 Las particularidades anteriormente descritas definen también al espacio público, pues es en él donde se evidencian para que la diversidad y la heterogeneidad no se conviertan en un conflicto constante, se requiere que exista “un mínimo de pautas comunes que posibiliten la convivencia”, 40 condición que hace de las leyes y reglamentos, elementos primordiales para el desenvolvimiento de la vida urbana. Ahora bien, todo esto nos lleva a tomar en consideración un punto clave, que es el retomar la idea de la ciudad como lugar de poder, puesto que además de ser un lugar en el que se concentra la población, es también donde el poder social y las desigualdades se hacen presentes a través de las manifestaciones de diversos grupos en busca de que sus conflictos sean atendidos, razón por la cual el espacio público funge como “escenario del cambio político”41, pues en diversos momentos en la historia de las ciudades, los espacios públicos han acogido a las movilizaciones ciudadanas que pugnan por sus derechos y manifiestan sus inconformidades, ya sea por problemas de vivienda, transporte, servicios urbanos o cuestiones de carácter político, cultural o social. En este sentido, el uso de la vía pública como escenario de manifestación de las demandas ciudadanas, hace que este se convierta en el lugar de la representación social, lo que evoca a una de las nociones originales de espacio público, si se retoma la idea de la plaza pública y el ágora, como lugares donde los ciudadanos se congregaban para discernir sobre los asuntos referentes al gobierno de la ciudad.42 Sin duda, la función del espacio público como lugar para exponer las inconformidades sociales es un tema extenso y complejo, si se toma en cuenta que representa también un símbolo de poder en función de aquellos que buscan o ejercen su apropiación, ya sea de manera lícita o ilícita al hacer de los espacios abiertos de uso común, lugares restringidos, ejemplo de ello son las calles cerradas en algunos fraccionamientos de la Ciudad de México. Cabe hacer mención que la temática en torno a la cual gira este trabajo se dirige en otro sentido, por lo que dicha cuestión solo se alude de manera tangencial. 39 Borja, Espacio, 2003, p. 34 40 Ibid., p. 35 41 Ibid. 42 Inneraty, Nuevo, 2006, p. 18. 31 1. 4 LA PLANIFICACIÓN URBANA Y SU RELACIÓN CON EL ESPACIO PÚBLICO Existen múltiples maneras de abordar la historia de una ciudad. La que se propone en el presente proyecto, es mediante un análisis de las trasformaciones del espacio público a través de la planificación urbana, con el objeto de identificar cuáles han sido los agentes que han intervenido en dicha transformación, por lo que resulta pertinente hacer un breve esbozo de cuál es el sentido de la planificación urbana y cuál es la relación que ésta mantiene con los espacios públicos de las ciudades, pues como se ha mencionado anteriormente, dichos espacios representan un elemento estructural y articulador del desarrollo urbano. Como punto de partida, es necesario concebir que toda ciudad se expresa a través de su materialización física, que se denomina área urbana o espacio urbano, ubicados en un territorio específico, sin embargo su configuración no es algo estático, al contrario, a través de las generaciones, las ciudades se van transformando y ajustando a las necesidades y aspiraciones de las sociedades que las habitan, por lo que la ciudad puede ser entendida como una construcción colectiva que requiere de un proyecto para guiar su crecimiento y adecuación.43 Adoptar la idea de que la ciudad se construye y se transforma con base en un proyecto, implica hacer referencia a la planificación urbana en sí misma, pues uno de sus fines es el “proporcionar bienestar a la población de una ciudad”44, para lo que se requiere de la elaboración de una situación ideal, misma que es construida mediante la detección de los problemas que la aquejan y el planteamiento de las soluciones a fin de alcanzar dicho estado de bienestar. Ahora bien, es pobable que la explicación anterior resulte ser demasiado general y ambigua, por lo que se intentará ahondar en los principios de la planificación y de qué modo intervienen en la transformación y configuración de la ciudad. Al retomar la idea de que la planificación urbana pretende alcanzar una situación ideal, se requiere de la elaboración de una serie de objetivos, los cuales corresponderán a las “condiciones necesarias que debe cumplir una ciudad en el aspecto urbano” 45 para mejorar la calidad de vida de sus habitantes y, sobre todo, para satisfacer las necesidades de los diversos agentes económicos que fungen como pilares estructurales de la trasformación urbana. Así pues, el cumplimiento de tales condiciones, es lo que se denomina desarrollo urbano. 43 Esteban, Ordenación, 2003, p. 19. 44 Greene, Planeación, 2003, p.3. 45 Ibid., p. 33. 32 En este sentido, es importante destacar que la planificación representa un instrumento de las políticas urbanas, mismas que a su vez forman parte de un engranaje más complejo, es decir, las políticas públicas, que son las encargadas de administrar, dirigir y regular el bienestar social a partir de la formulación de medidas o planes destinados a definir y estructurar una base racional que dicte los lineamientos de acción del Estado.46 Las políticas urbanas pueden ser entendidas como la forma en que el gobierno busca dar respuesta a las necesidades públicas que en conjunto se manifiestan en la sociedad, así como en los diversos subgrupos que la conforman. Al respecto, dichas políticas representan un punto de intersección entre los problemas y las acciones, pues éstas son elaboradas a partir de una situación o conflicto determinado que se vive en el presente o que se intenta evitar en el futuro, por lo tanto se convierten en el punto de arranque para la elaboración de propuestas y acciones que se traducen en planes y programas urbanos, no obstante, su efectividad no está asegurada, pues como todo acto, se encuentra sujeto a consecuencias previstas e imprevistas.47 Ahora bien, en tanto que las políticas públicas representan un instrumento a través del cual el Estado busca la legitimidad, éstas se encuentran sujetas a una constante modificación respecto a los intereses de cada Estado. Por lo tanto, las políticas urbanas son un reflejo de la complejidad que afecta a las ciudades, razón por la cual el desarrollo urbano depende de la planificación de diversos elementos, como son el transporte, las vialidades, las áreas verdes, los espacios para la recreación y ocio, la seguridad, las actividades económicas, la vivienda, los usos de suelos, el medio ambiente, la arquitectura, los servicios e infraestructura, entre otros más, que en conjunto, son los que determinan la dinámica urbana y sus cualidades espaciales. Cabe mencionar que las políticas urbanas públicas per se, no son un derivado de los procesos propios de los gobiernos locales, pues como lo señala Melosi, en el siglo XX, las ciudades son parte integral de una red regional que está sujeta a un gobierno federal a través de un conjunto de leyes, políticas y programas que directamente afectan la toma de decisiones en lo local.48 Resulta difícil establecer una línea divisoria clara entre las políticas públicas urbanas emitidas a nivel federal y las políticas urbanas locales, no obstante, a fin de acotar el tema de estudio del presente trabajo, es importante resaltar que la manera de abordar el tema será a partir de las políticas urbanas emitidas en el ámbito local -léase Ciudad de México- lo que inevitablemente nos llevará a evocar y encontrar puntos de convergencia con las políticas urbanas federales. 46 Parsons, Políticas, 2007, p. 49. 47 Abbot, “Five”, 1993, p.5. 48 Melosi, Urban, 1993, p. 1. 33 Debido al gran número de componentes que se encuentran involucrados en la planificación urbana, y las características de los mismos, existe un elemento más, que es vital y fundamental en la toma de decisiones y en el carácter de las mismas, el aspecto político, pues como bien lo menciona Esteban, el origen de la palabra viene del griego polis, que significa ciudad.49 En consecuencia, pensar en la planificación de la ciudad, necesariamente conlleva a referirse a los gobiernos, ya sean federales, estatales o municipales, como los encargados de generar y coordinar los proyectos de planificación, en los cuales están involucradas instituciones tanto públicas como privadas. Por lo anteriormente señalado, las políticas urbanas son de carácter público, pues es el Estado el que les da validez; debe tomarse en cuenta que toda política pública tiene que ceñirse al marco jurídico correspondiente para que se pueda poner en práctica. No obstante, sería erróneo pensar que dichas políticas se encuentran totalmente al margen de los intereses privados, pues en su proceso de elaboración se requiere consultar a los distintos agentes que conforman la sociedad, por lo que resulta necesario que ciertos intereses de la esfera privada (cámaras empresariales, inversionistas, organizaciones no gubernamentales, etcétera) sean tomados en cuenta, siempre y cuando no vayan en contra del bien común. Bajo esta visión, la planificación urbana puede ser entendida como “proceso público –estatal o participativo- dinámico de prefiguración y regulación del desarrollo futuro de la compleja trama de procesos y relaciones económicas, sociales, culturales, ambientales y territoriales, que constituyen la estructura urbana”.50 Así pues, hablar de planificación implica comprender las dinámicas y procesos de una ciudad, tomando en consideración aquellos factores que inciden en esta, no sólo desde una perspectiva físico-espacial (su materialización), sino también en términos del funcionamiento social, político, económico o cultural que se despliega en el espacio geográfico que la contiene. En otras palabras, la planificación urbana representa un instrumento de las políticas públicas, que alude a las acciones efectuadas por los distintos poderes del Estado en diversos ámbitos que de manera directa e indirecta, intervienen en la estructura y funcionamiento de la metrópoli, de forma permanente o temporal.51 Por consiguiente, la planificación urbana está concebida como una serie de objetivos y lineamientos generales, elaborados a partir de la lectura y el análisis de las distintas problemáticas y necesidades de la ciudad, con el fin de alcanzar un estado de bienestar para sus habitantes, y al mismo tiempo generar 49 Esteban, Ordenación, 2004, p. 19. 50 Pradilla, “Extinción”, 2005, p.15. 51 Ibid., p.16. 34 las condiciones para propiciar un óptimo desarrollo económico, en virtud de que la ciudad representa el soporte material en el cual se llevan a cabo infinidad de actividades productivas, por lo que la planificación urbana se convierte en un instrumento mediante el cual se puede dar respuesta a las exigencias de los diversos agentes económicos, así como de los distintos grupos sociales a través del óptimo funcionamiento de la ciudad. Sin embargo, alcanzar los objetivos y lineamientos generales implica llevar a cabo un proceso metodológico que permita, en primer lugar, conocer la situación ante la cual se pretende actuar, a modo de diagnóstico, para así poder realizar la formulación de estrategias en función de los temas críticos identificados y proceder a la elaboración de planes y programas de acción para finalmente ponerlos en práctica. 52 De ahí que la planificación, en un sentido muy amplio, se manifieste a través de los planes y programas urbanos, elaborados específicamente para regular y coordinar todos aquellos aspectos propios del desarrollo urbano, como son: el equipamiento y los servicios, la vivienda, la infraestructura, el medio ambiente, la imagen urbana, la vialidad y el trasporte, los usos de suelo, la estructura urbana, la conservación patrimonial, las reservas territoriales, los asentamientos irregulares y la identificación de fuentes de riesgo y vulnerabilidad.53 Asimismo se debe tener presente que en la materialización y configuración de la ciudad intervienen recursos de origen público y privado, por lo tanto los intereses de estos últimos también deben ser atendidos mediante infraestructura, servicios públicos y equipamiento, que en conjunto coadyuvan a la eficiencia de la actividad económica.54 Así como los intereses privados también se reflejan en otros ámbitos de la planificación urbana, la cual puede ser directa, a través de proyectos de inversión inmobiliaria de carácter urbano y arquitectónico, tales como la reactivación o mejoramiento de determinadas zonas de la ciudad (por ejemplo los centros históricos) o la urbanización y fraccionamiento de nuevas áreas. Al respecto, también deben considerarse los casos en los que ante la ausencia de acciones por parte de las autoridades –federales o locales-, la iniciativa de intervención en cuestiones de mejoramiento urbano, proviene directamente de los agentes privados, cuyas acciones son motivadas por la especulación inmobiliaria. De igual forma, no hay que dejar de lado que la variable política dentro de la planificación urbana, resulta ser un elemento decisivo que influye y determina 52 El proceso de planificación es mucho más complejo, por lo que esta breve descripción pretende ser una simplificación de la llamada planificación estratégica. Guell, Planificación, 2000. 53 Greene, Planeación, 2003, p. 73. 54 Garza, Urbanización, 2003, p.127. 35 la dirección que esta toma, pues debe conciliar no sólo intereses económicos, sino también atender demandas sociales, lo que hace que esta se convierta en un factor clave en la búsqueda de un óptimo desarrollo urbano, y a su vez alcance la institucionalización, a fin de no formar parte de un listado de buenas intenciones. Como se sabe, los planes y programas representan sólo una fase de la planificación urbana, pues requiere de un segundo elemento capaz de hacer posible su aplicación, es decir, la gestión, entendida como la encargada de llevar a cabo las acciones, para lo que se requiere de la coordinación y participación de los diversos agentes involucrados en la dinámica urbana. Por último, es pertinente hacer notar que los planes y programas están determinados y delimitados por una legislación, razón por la cual todas las propuestas urbanísticas deben apegarse al marco normativo vigente, compuesto por diversas figuras e instrumentos jurídicos de carácter federal, estatal y municipal. El siguiente paso en la planificación urbana es ver cómo incide de manera específica en la configuración y transformación de la ciudad y de sus espacios públicos. El espacio urbano, a decir de Esteban, está estructurado a partir de dos categorías: el suelo de dominio público y el de dominio privado. La primera categoría se caracteriza por ser un espacio abierto de uso común, mientras que la segunda es un espacio cerrado. En este último punto, es importante destacar que dicha diferenciación responde a una mera generalización, que excluye las variantes que cada una de las connotaciones puede tener, ya que existen espacios de dominio público que son cerrados y espacios de domino privado que son abiertos. La relación que se da entre estas dos categorías, es la que establece la configuración de la traza de la ciudad, misma que representa lo que se conoce como la trama o el tejido urbano. Es por ello que una de las funciones de la planificación urbana consiste en determinar “la configuración –inmediata o diferida- de los espacios públicos y privados que hayan de mantenerse, crearse o reformarse”. 55 Así pues, la planificación urbana está dirigida a intervenir en todo espacio56 o territorio que defina jurisdiccionalmente a una entidad urbana –la ciudad en cuestión-, por lo que su alcance no se centra sólo en aquellos ámbitos de propiedad del Estado, sino también en los que son de carácter privado. En este sentido, es a partir de la regulación de los usos de suelo como se determina el tipo de construcciones que son permitidas, así como los usos que se les puede asignar. Al mismo tiempo que se establecen los predios destinados para el uso 55 Esteban, Ordenación, 2003, p. 24-25. 56 En este caso la palabra espacio es utilizada como sinónimo de suelo. 36 público, bajo el argumento teórico de que a partir de su localización estratégica en el continuum urbano, estos connotan una determinada utilidad y valor colectivo. La importancia que tiene la planificación urbana en el uso y funcionamiento del espacio público es determinante, en virtud de que este tiene que dar respuesta a las diversas funciones para las cuales está destinado, y a la vez debe evitar los conflictos provocados por su inadecuada utilización, pues el uso apropiado y aprovechamiento del espacio público es el reflejo de una gestión óptima, así como de normas y regulaciones adecuadas para su manejo, hecho que se ve complementado por un acondicionamiento urbano idóneo para las distintas funciones a las que será destinado. Sin embargo, al respecto existe un punto crítico: señalar quién determina el buen uso y aprovechamiento del espacio público, puesto que no existe una figura que evalúe de manera objetiva dicho fenómeno, pues para ello, en un principio, se requeriría establecer una serie de indicadores susceptibles a ser evaluados. No obstante, es importante subrayar que la planificación urbana como tal, no es la encargada de regular el uso del espacio público, sino que son los reglamentos que se derivan de las leyes, así como los programas que regulan las actividades permitidas que se efectúan en dichos espacios. Ahora bien, la gestión entendida como el eje administrativo de la planificación urbana, puede llegar a tener la facultad de verificar el cumplimiento de la normativa establecida y, por ende, evaluar el buen uso del espacio público. Cabe aclarar que como parte de la dinámica social, los espacios públicos están sujetos a una serie de prácticas consuetudinarias que no siempre se desarrollan dentro del marco jurídico vigente, lo que da lugar a ciertos usos y costumbres –tradicionales- que pueden ser considerados como informales, razón por la cual, su control constituye una labor un tanto compleja, en la medida que para algunos sectores de la sociedad resulte inapropiado, mientras que para otros representa una actividad necesaria o justificada, ya sea por razones económicas, sociales o religiosas. En resumen, la transformación de los espacios públicos es resultado de las constantes modificaciones que se viven en la ciudad, lo que se traduce en el cambio de las demandas de los ciudadanos, mismas que deben encontrar respuesta en la planificación urbana como uno de los medios para alcanzar una mejor calidad de vida. 37 1.5 CONCLUSIONES A modo de conclusión y para cerrar este capítulo, resulta pertinente enfatizar ciertas cuestiones que ayuden a hilar todos estos conceptos: espacio público y planificación urbana. Como se ha señalado anteriormente, la definición de espacio público puede ser abordada desde muy distintas aristas, sin embargo, para los efectos de este trabajo debe quedar claro que únicamente se hace alusión a aquellos espacios públicos que forman parte del tejido urbano y, por ende, definen morfológicamente a la ciudad; asimismo, su principal característica es la de ser espacios abiertos de uso común, que se materializan a través de plazas, jardines, parques y calles, pues como se mencionó inicialmente también existen espacios públicos cubiertos. Sin embargo, para entender la complejidad que comprende al espacio público se requiere ir más allá de las cuestiones meramente morfológicas, pues además de ser el eje estructurador del espacio urbano también funge como un importante articulador de actividades, que es y ha sido, a lo largo de la historia, un reflejo de la sociedad a la cual pertenece. Ahora bien, gran parte de las peculiaridades del espacio público son resultado de su función como espacio social, en el sentido de que su principal cualidad es la de dar acceso al común de la gente sin restricción alguna, en virtud de que todo ciudadano tiene derecho a transitar libremente por la vía pública, esto no implica que carezca de algún tipo de restricción, pues como bien lo señala el código civil, dicho espacio se encuentra sujeto a ciertas leyes con el fin de regular su uso, por lo que si se pretende realizar alguna actividad ajena a las permitidas, entonces será necesario contar con un permiso previo para no caer en la informalidad; sin embargo, esta tenue línea entre lo formal y lo informal ha sido un constante conflicto respecto al uso de dicho espacio. Dentro de la ambigüedad del concepto cabe cuestionarse qué es lo que se considera como un uso apropiado, pues aunque sus principales funciones sean la circulación y la recreación, existen también otras de carácter social y cultural, acompañadas de cierto grado de subjetividad, lo que dificulta, en algunas ocasiones, el poder determinar qué es lo permitido y que no. A partir de lo anterior, se puede establecer que el espacio público como tal, también es un concepto jurídico, en virtud de ser objeto de una regulación preestablecida por la administración pública –que determina cuáles son las condiciones de uso-, dado que por un lado posee la facultad de dominio sobre el suelo y, por otro, es la encargada de garantizar la accesibilidad a todos los ciudadanos.57 57 Borja, Espacio, 2003, p. 44. 38 Queda claro que las normas que regulan el uso del espacio público constituyen un conjunto de principios para la convivencia urbana, pues como se ha señalado previamente, la heterogeneidad que permea a la sociedad añade un alto grado de complejidad a la ciudad y, en consecuencia, al espacio público. Por tanto, cuando se habla de planificación urbana, difícilmente se puede omitir al espacio público, pues ¿acaso es posible pensar la ciudad sin las calles, plazas, parques y jardines que conforman su tejido urbano?, obviamente si se cayera en tal omisión se estaría negando la esencia misma de la ciudad, no solo en el aspecto morfológico, sino también en el funcional, pues además de sus características físico espaciales que definen a dichos espacios, en ellos recae toda una carga social, política y cultural. En este sentido, son justo los conflictos que se producen en el espacio público, los que en distintos momentos de la historia han orillado a las autoridades a intentar controlar y regular las actividades que en ellos de efectúan. Por otra parte, analizar de qué forma las políticas urbanas, en general, y la planificación urbana, en particular, han incidido en el espacio público, representa una manera de estudiar la historia de la ciudad, pues muchas de las acciones propuestas por las autoridades surgen como respuesta a un problema y a una idea de ciudad, por lo que hacer una revisión de los planes y programas urbanos emitidos durante el periodo de estudio, constituye una forma de indagar cómo el concepto de espacio público se ha transformado, asimismo se pretende identificar de qué artilugios se ha valido el Estado para ejercer su poder sobre él y cuáles han sido las medidas adoptadas para enfrentar las exigencias de la sociedad a fin de adecuarse a los constantes cambios. Ahora bien, una vez expuesto el marco conceptual a partir del cual se pretende abordar la problemática en cuestión, el siguiente paso es conocer de manera general cuáles han sido los momentos clave en la historia de la planificación que coadyuvaron a conformar una nueva disciplina y profesión, razón por la que en el siguiente capítulo se presenta un recuento histórico que esboza algunos de los principios que motivaron a los primeros urbanistas a generar las bases de una metodología y de una teoría que fuese capaz de respaldar a la planificación urbana como una disciplina compleja que busca hacer frente a la problemática de las ciudades. 39 CAPÍTULO II Consolidación de una nueva disciplina: la planificación urbana Quien escribe versos sólo fracasa si es vulgar. Un arquitecto no vulgar se puede frustrar si lo son sus clientes. Un urbanista que durante los largos años que requiere la construcción de una ciudad no tenga detrás a un autócrata –como Haussmann tuvo a Napoleón III- o a un poder muy notable y pertinaz, está poco menos que condenado al fracaso, tenga o no talento, en una sociedad heterogénea y compleja como la moderna. Arturo Soria y Puig Para comprender el surgimiento de la planificación urbana en México, es pertinente formular una explicación general acerca de los orígenes de esta disciplina dentro del ámbito internacional, a fin de conocer quiénes fueron sus precursores, así como los principales objetivos que se plantearon en su momento. Más allá de hacer un recuento cronológico y detallado de los hechos que coadyuvaron en el surgimiento y consolidación de dicha disciplina, el propósito de este capítulo consiste en hacer una presentación de algunos de los momentos más significativos, razón por la cual existen omisiones, pues resulta imposible describir cada una de las acciones que incidieron en este proceso. Asimismo, es pertinente señalar que la mención de ciertos autores y la ausencia de otros, responde, primordialmente, a un intento por presentar algunas de las inquietudes -a modo de ejemplo- que lograron hacer de la planificación una profesión creada para atender las múltiples anomalías que aquejaban a las ciudades. De manera general, los orígenes de la planificación urbana moderna pueden ser abordados a través de cuatro momentos representativos, el primero encabezado por los trabajos de Haussmann e Ildefonso Cerdá; un segundo momento podría estar representado por la escuela alemana -Camillo Sitte, Reinhard Baumeister y Joseph Stübben-, seguida por las aportaciones que surgieron en Inglaterra y en Estados Unidos, para finalmente cerrar con la Carta de Atenas elaborada en 1933, pero publicada hasta 1942. 41 2.1 LOS ORÍGENES DE LA PLANIFICACIÓN URBANA: GEORGE EUGENÈ HAUSSMANN E ILDEFONSO CERDÁ Debido a que las primeras propuestas de planificación urbana se presentaron en forma aislada, resulta difícil establecer con exactitud un punto de inicio preciso, no obstante es factible identificar algunas acciones representativas que más tarde se convirtieron en referencia para posteriores propuestas de intervención. Las primeras acciones reconocidas como propias de la planificación moderna tuvieron lugar en Europa y Estados Unidos, con el objetivo de atender las apremiantes necesidades de la población ante la ferviente exigencia de una mejora en la infraestructura y en la calidad de los espacios habitables. Durante el siglo XIX el común denominador de las ciudades era la gran insalubridad que se respiraba por doquier, ejemplo de ello son los informes elaborados para algunas municipalidades de diversos países, en los que se advertía acerca de la magnitud del problema que se estaba viviendo. 1 A partir de este escenario lleno de adversidades para el desenvolvimiento de la vida urbana, se puede ver cómo los llamados higienistas2 fueron los primeros en preocuparse por el saneamiento de las ciudades, puntualizando que la falta de higiene, tanto de los espacios cerrados como en los abiertos –vía pública- constituían los principales focos de infección y propagación de enfermedades y epidemias. Es relevante mencionar, aunque sea brevemente, que la preocupación por el saneamiento de las ciudades, no surgió de manera espontánea en el siglo XIX, sino que fue producto del racionalismo ilustrado que repercutió en la manera de concebir la ciudad durante el siglo anterior, cuando las autoridades buscaban instaurar medidas higiénicas que mejoraran la calidad de los espacio urbanos. 1 Como ejemplo Gerardo Sánchez Ruiz menciona algunos de los informes entre los que se encuentran: Report on effect of public walks and Gardens on the health and morals of the lower classes (Londres, 1842) de Edwin Chadwick; Report on the importance and economy of sanitary measures to cities (Estados Unidos, 1860) de John Bell; Public Health, Eighth Report of London (1866). Sánchez, Planeación, 2008, p. 22. 2 Cabe señalar que los primeros planificadores (urbanistas) se autodenominaron como higienistas, lo cual no implica minimizar sus aportaciones pues más allá del apelativo, fueron ellos los primeros en criticar las condiciones insalubres de las ciudades industriales, además debe tomarse en cuenta que el higienismo fue una corriente que surgió a principios del siglo XIX durante el movimiento ilustrado, cuando comienza a generarse una mayor preocupación por las cuestiones relativas al hombre y su medio, de ahí que los gobernantes presten una mayor atención al entorno urbano, como fuente de propagación de enfermedades y epidemias. Alcaide, “Publicaciones”, 1999, [en línea]. 42 Así pues, para lograr el saneamiento de las ciudades se propuso construir sistemas de alcantarillado, instalación de alumbrado público y de fuentes para proveer de agua a la población; se procedió a la edificación de hospitales y hospicios, así como a la reubicación de cementerios en las afueras de las ciudades, y se instituyó la policía urbana. A dichos actos se sumaron otros como la regularización del trazado de las urbes, se delimitaron las áreas libres, se realizaron trabajos de mejoramiento de los paseos, se organizaron los servicios urbanos y se reglamentaron las edificaciones.3 Cabe resaltar que este conjunto de medidas adoptadas en las ciudades hispanoamericanas, formó parte de las llamadas reformas borbónicas, las cuales antes que aspirar a una reordenación urbana, tuvieron un origen de carácter político, cuyo principal objetivo era la recuperación, por parte de la Corona, del control de las colonias de la Nueva España. Los cambios que se pretendían a través de estas reformas incidían en diversos aspectos de la vida económica, política y social de las ciudades, por lo que el espacio urbano se vio involucrado directa e indirectamente en dicha trasformación. Los ideales del pensamiento ilustrado eran totalmente opuestos a la realidad que se vivía en las ciudades, razón por la cual uno de los fines de las reformas fue el intentar “devolver el equilibrio de la virtud perdida al ‘paraíso estropeado’ en que habían devenido”.4 En relación con lo anterior, la insalubridad que aquejaba a las ciudades europeas en el siglo XIX, continuaba siendo un grave problema, resultado tanto de las emigraciones a las ciudades provenientes del campo, así como del auge industrial propio de la época, por lo que la búsqueda de soluciones para revertir la situación que se vivía fue lo que motivó, en primera instancia, a las autoridades y a los académicos a dar respuesta a las adversidades que encubrían a las urbes. En el intento por sanear las ciudades, los higienistas formularon una serie de propuestas que implicaba modificar el modo de vida en las urbes y el de sus habitantes, lo que inevitablemente incidió en los espacios públicos, al establecer ciertos requerimientos mínimos de higiene pública;se hizo hincapié en la importancia de las áreas verdes para la salud de la ciudadanía, al ser considerados como lugares de recreación que debían estar al alcance de los distintos sectores sociales. Asimismo, se enfatizó en la necesidad de contar con redes de drenaje y alcantarillado en la vía pública, al igual que la pavimentación y la limpieza de calles, esto condujo a la elaboración de reglamentos enfocados a atender los problemas más apremiantes de sanidad. Sin duda, uno de los factores que provocó el incremento de los conflictos en algunas ciudades, fue el desarrollo industrial para el cual no estaban prepa3 Hernández, “Ideología”, 1994, p. 122. 4 Lucena, “Paraiso”, 2006, p. s/n. 43 radas, por lo que se perdió el control en diversas urbes, ejemplo de ello fueron Ámsterdam, Nueva York, París, Liverpool, entre otras. En consecuencia, dado que las problemáticas que se presentaron en las distintas ciudades del siglo XIX, tenían particularidades muy específicas, surgieron diferentes planteamientos en ambos lados del Atlántico a fin de afrontar los escenarios poco alentadores, con lo que comenzaron a forjarse las bases de la planificación urbana. Bajo este contexto, para comprender los orígenes de la planificación, es obligatorio evocar a dos personajes emblemáticos en dicha disciplina, George Eugenè Haussmann (París, 1809-1891) e Ildefonso Cerdá Suñer (Barcelona, 1815-1876). Ambos fueron unos visionarios en su época, que de manera casi intuitiva, lograron identificar la complejidad que embargaba al fenómeno urbano, y se dieron a la tarea de proponer las acciones que debían llevarse a cabo para revertir el enfermo panorama de las grandes ciudades. Las propuestas de intervención elaboradas a mediados de los ochocientos por Georges Eugene Haussmann,5 representan un parteaguas en la historia de las ciudades, pues más allá de idear un proyecto de embellecimiento de la ciudad de París, él buscaba regularizarla y reorganizarla, dado que esta carecía totalmente de unidad, al ser un espacio poco funcional.6 Así pues, el Plan Haussmann tuvo dos principios básicos, uno que hacia referencia al sistema efectivo de circulación y ventilación, y otro que incidía en todos aquellos problemas de sanidad. Por tanto, para hacer de París una ciudad más eficiente, hubo que trasformar el sistema de vialidades a través de la apertura de nuevas avenidas. Cabe señalar que bajo la visión de Haussmann, las cuestiones de funcionalidad estaban por encima de las estéticas, razón por la cual muchas de sus acciones fueron sumamente criticadas. Sin embargo, al considerar las condiciones en que se encontraba la ciudad, se requería de una intervención a gran escala capaz de dar respuesta a los problemas de comunicación y aglomeración, así como de control, pues al optimizar las vialidades se pretendía que la policía tuviera un rápido acceso a los lugares de conflicto, lo que representa una visión de carácter estratégico,7 para lo cual se requirió intervenir la ciudad antigua, y 5 Georges-Eugène Barón Haussmann (1809-1891) colaboró como funcionario público del Segundo Imperio francés, teniendo a su cargo las grandes reformas urbanísticas de París. Recibió el título de Barón por parte del emperador Napoleón III, con quien trabajó en la ambiciosa renovación de París. Gracias al apoyo que demostró Haussmann al golpe de Estado en la Gironda (departamento del que era prefecto) se ganó la confianza de Napoleón III, quien lo nombró prefecto del departamento del Sena (correspondiente a la capital, París). Dicho cargo lo ocupó entre 1853 y 1870, años en los que emprendió una profunda transformación de la ciudad. 6 Choay, Modern, 1969, p.15. 7 Chueca Goitia, Breve, 1985, p. 161. 44 demoler un número importante de edificios, lo que provocó a su vez una serie de opiniones encontradas, pues se estaba borrando parte de la historia al destruir una porción de la ciudad medieval, sin embargo, en la balanza entre los beneficios por conservar una estructura urbana poco funcional y trasformar la traza a fin de beneficiar y favorecer el funcionamiento de la ciudad, no sólo por cuestiones de circulación sino también de salubridad, resultó necesario sacrificar parte del tejido urbano para hacer de París una ciudad más habitable y funcional.8 Como parte de la propuesta del mejoramiento de París, Haussmann estableció algunos de los principios para la planificación urbana, tales como: » Creación de un sistema vial eficiente. » Saneamiento masivo de la ciudad (sistemas de agua potable y redes sanitarias). » Reordenamiento de actividades, zonificación de usos de suelo. » Modernización de la vivienda, creación de zonas habitacionales en la periferia. » Creación de equipamiento e infraestructura modernos.9 Ahora bien, aunque la propuesta de Haussmann no constituye un trabajo propio de la planificación moderna, -si se parte de la definición expuesta en el capítulo anterior, es posible ver que existen algunos factores que no son incluidos en ella- su labor constituye una de las obras urbanas más importantes que se han realizado en la historia de la planificación, al intentar dar solución a una serie de anomalías que obstaculizaban el óptimo desenvolvimiento de la ciudad, por lo que dicha propuesta representó el comienzo del fin de una historia de meras intervenciones de carácter puntual y causal. Es un hecho que las aportaciones de Haussmann deben ser valoradas desde distintas aristas, pues además de asentar las bases para abordar la problemática urbana, introdujo importantes principios metodológicos. Entre sus premisas destaca la elaboración de un análisis previo de las condiciones existentes, esto era el primer paso antes de emitir cualquier juicio y de elaborar alguna propuesta de intervención. Igualmente, sostenía que todo objeto de estudio debía ser ubicado respecto a sus coordenadas espacio-tiempo, lo que requería mantener una visión dinámica, con conocimiento del pasado, que ayudase a comprender el presente, y estar en condiciones de tomar las decisiones adecuadas para el futuro, pues Haussmann concebía a la ciudad como un ente 8 Es importante señalar que en aquella época, la conservación urbana aún no figuraba de manera sustancial, sin embargo, el Plan Haussmann fue un detonante para su desarrollo años más adelante. 9 Quiroz, Malestar, 2003, p.97. 45 en continua transformación, por lo que todo proyecto debía incluir medidas previsoras para enfrentar los problemas venideros. 10 A partir de lo antes expuesto, se puede reconocer que el trabajo de Haussmann fue sumamente innovador para su época; su propuesta para París carecía de precedentes comparables, por lo que constituye un punto de referencia dentro de la historia del urbanismo y de la planificación urbana. Figura 2.1 Plano de París de 1853 antes de la intervención de Haussmann. Figura 2.2 Esquema de la intervención de Haussmann en el que destaca la apertura de nuevas vialidades. 10 Choay, Modern, 1969, p. 17. 46 Con respecto a los indicios de la planificación urbana, resulta imprescindible mencionar a Ildefonso Cerdá,11 quien, al igual que Haussmann, bajo un ímpetu visionario, instituyó principios básicos de la naciente disciplina a la que él designó como urbanización. Aunque Cerdá, a diferencia de Haussmann, no logró ver materializados sus proyectos, algunas de sus propuestas de intervención urbana fueron llevadas a cabo posteriormente; sin embargo, su trabajo teórico constituye uno de los pilares más importantes en la historia de la planificación urbana. Gran parte de las aportaciones de Cerdá reflejan su manera de entender el fenómeno urbano, pues en su obra Teoría de la Construcción de Ciudades, publicada en 1859, presenta una metodología -única en su tiempo- para acercarse a la problemática de las ciudades, la cual parte del supuesto de la imperiosa necesidad de crear una ciencia capaz de dar respuesta a las múltiples dificultades que enfrentan día a día los habitantes de las urbes: […] un estado de lucha constante que se reproduce todos los días, todas las horas y en todos los instantes, lucha en que todos tomamos parte y cuyos efectos sentimos todos, todos, porque la disposición de nuestras ciudades es tal, que á todos en todo y para todo oponen obstáculos que contrarían á cada paso y embarazan la acción del individuo, cualquiera que sea la clase á que pertenezca, cualquiera que sea la posición social que ocupe.12 La postura que adopta Cerdá respecto a las ciudades, es indiscutiblemente de desasosiego, pues a su parecer estas eran la antítesis de “las justas y legítimas aspiraciones de la humanidad”,13 por lo que la creación de una disciplina que abarcara la gran complejidad inherente a las urbes, constituía una tarea urgente, misma que él decide emprender a través de una minuciosa labor que 11 Ildefonso Cerdá Suñer, (1815-1876) fue un ingeniero, urbanista, jurista, economista y político español. Una de sus principales aportaciones fue la Teoría general de la urbanización, considerada obra pionera de la especialidad, razón por la que es reconocido como uno de los pioneros del urbanismo moderno. . Entre sus proyectos más importantes destaca su propuesta de reforma urbanística de Barcelona, conocida como Plan Cerdá, cabe mencionar que a lo largo de su vida no logró ver materializados sus proyectos, pues tuvieron que pasar varias décadas para que se diera inicio al llamado ensanche de la ciudad que hoy la caracteriza. Dentro de su desarrollo profesional trabajó como ingeniero en la jefatura de Obras Públicas de Murcia, Valencia y Barcelona, asimismo formó parte de la junta de Obras del Puerto de Barcelona. Respecto a su labor como jurista, sus propuestas para las ciudades de Madrid y Barcelona, dieron lugar a una nueva legislación referente a lo urbano. 12 Cerdá, Teoría, 1867, p. 13. 13 Ibid. 47 tiene como objetivo el desarrollo, no sólo de una serie de principios teóricos, sino también la elaboración de ciertas propuestas ejecutables, que a su parecer eran útiles y provechosas, pues sugiere que su fin último es la creación de reglas practicables, que “cualquiera pueda sin repugnancia contemplarlas, y hasta si cabe decirlo, manosearlas”.14 Hay que recordar que Cerdá se enfrentó a un campo carente no sólo de nombre, sino de instrumentos y métodos que lo respaldasen, por lo que tuvo que construir los cimientos para erigir el hoy llamado urbanismo, lo que representa una disciplina y, al mismo tiempo, una herramienta para afrontar las vicisitudes de las urbes, puesto que la trascendencia de sus contribuciones tienen como inicio la creación de la palabra misma: urbanización. Cuando Cerdá se propuso hacer de las ciudades su objeto de estudio, se encontró con que no existía un término que abarcase toda su complejidad, por lo que a partir de un análisis lingüístico y semántico, llegó a la conclusión de que la palabra más adecuada era la de urbanización: […] La urbanización es un conjunto de conocimientos, principios, doctrinas y reglas, encaminados a enseñar de qué manera debe estar ordenado todo agrupamiento de edificios, á fin de que responda á su objeto, que se reduce á que sus moradores puedan vivir cómodamente y puedan prestarse recíprocos servicios, contribuyendo así al común bienestar.15 Debido a que la creación de una palabra representa un acto hasta cierto punto arriesgado y, al parecer de algunos, arbitrario, Cerdá justifica su proceder al insistir que no existía en el diccionario –panléxico, como él lo nombraun término adecuado, por lo manifestó: “He preferido inventar y escribir, que callarme”.16 Es así como Cerdá emprende una ardua labor, cuyas aportaciones van más allá del mero hecho de haber acuñado el término, pues como bien lo señala Francoise Choay,17 Cerdá definió un nuevo campo de conocimiento, que en aquel tiempo era inexistente, dado que la problemática que aquejaba a las ciudades exigía acciones inmediatas que dejasen de estar respaldadas por un mero empirismo. La postura que asume Cerdá, estaba dirigida a erradicar las soluciones ca- 14 Ibid., p. 17. 15 Ibid., p. 31. 16 Ibid., p. 27. 17 Choay, Modern, 1969, p.7. 48 suísticas, pues consideraba que la mayoría de las ordenanzas18 emitidas en aquella época se limitaban a “una simple colección de resoluciones casuísticas completamente aisladas que ni constituyen doctrina ni pueden tener aplicación fuera de la localidad”.19 Tal condición motivó a Cerdá a la búsqueda de principios básicos y generales que ayudasen a conformar el cuerpo teórico del naciente urbanismo. A partir de lo anterior, es posible ver cómo Cerdá desarrolló un profundo interés por sistematizar y asentar los principios metodológicos de una posible teoría general de la urbanización, aplicable a los problemas concernientes a la fundación, reformas y ensanches de ciudades existentes. 20 A través del recuento de sus trabajos, es notoria la enorme importancia que le dio a la elaboración de un marco teórico referencial, lo cual responde a que Cerdá veía en la teoría, como bien lo señala Arturo Soria y Puig, más que un fin, un instrumento que respaldaba las acciones, razón por la cual sus proyectos y propuestas estaban siempre acompañados de un soporte teórico, mismo que se evidencia en el título de sus obras: Teoría de la construcción de ciudades aplicada al proyecto reforma y ensanche de Barcelona, Teoría de la viabilidad urbana y reforma de la de Madrid, entre otros más. De hecho, las aportaciones de Cerdá al urbanismo y a la planificación urbana, van más allá de lo que hasta ahora se ha mencionado sin embargo solo se pretende exponer, en el presente trabajo, un panorama general de ciertos momentos representativos en la historia de la planificación. Figura 2.3 Proyecto de reforma y ensanche para la ciudad de Barcelona, elaborado por Ildefonso Cerdá, 1859. 18 Es pertinente señalar que Cerdá hace referencia a las ordenanzas de obras públicas y edificación, pues respecto a las de policía urbana, él manifiesta que, en el caso específico de Barcelona, éstas representan un ejemplo a seguir, aunque reconoce que pueden ser perfectibles. 19 Cerdá, Teoría, 1859, p. 483. 20 García-Bellido, “Ildefonso”, 2000, p. 2. 49 2.2 LAS PRIMERAS APORTACIONES DE LA ESCUELA ALEMANA DE LA PLANIFICACIÓN URBANA Para continuar con este recorrido histórico, es necesario hacer referencia a las importantes aportaciones que comenzaron a gestarse en el territorio germánico durante el siglo XIX, cuando los higienistas dieron el primer paso al hacer un llamado para revertir las condiciones poco favorables que se vivían en las ciudades, lo que representaba un freno para alcanzar el tan anhelado progreso de la nación, condición que obligó a las autoridades a plantear innovadoras propuestas a través de las cuales se empezó a dar forma a los principios de la planificación urbana moderna, enfocadas a la optimización de las ciudades, que pocos años más tarde se convertirían en referentes para otros países, entre ellos Inglaterra y Estados Unidos. Al respecto, Frank Koester21 señala que la planificación moderna de ciudades tuvo su origen en Alemania, después de la Guerra Franco-Prusiana, cuando en 1874 la Sociedad de Arquitectos e Ingenieros Unidos de Alemania, presentó una serie de lineamiento básicos para la planificación y dio la pauta para poner en práctica este nuevo arte.22 Dicha acción se convirtió en el ejemplo a seguir para muchos otros países que retomaron los principios alemanes y los enriquecieron a medida que los fueron poniendo en práctica; un año más tarde se emitió la Ley Prusiana del 2 de julio de 1875, en la que se hacía referencia al “trazo y alteración de calles y plazas en ciudades y lugares de campo”.23 A decir de Brian Ladd, la planeación urbana del siglo XIX es un ejemplo de la reforma social burguesa que necesitaba una optimización de las condiciones en las que se encontraban las ciudades, lo que fue posible solo a través de la intervención del Estado y de la participación de los gobiernos locales, mismos que empezaron a ejercer el control y la regulación en el alineamiento de las 21 Frank Koester (1876 - 1927) Nació en Alemania en donde se formó como ingeniero. En 1902 emigró a los Estados Unidos, donde trabajo como ingeniero en la construcción de las obras del metro en Nueva York, en 1911 obtuvo la ciudadanía norteamericana, asimismo da inicio a su carrera como ingeniero civil a lo largo de la cual desarrolla diversos trabajos de alumbrado público y de planificación urbana. Entre sus clientes estuvieron la ciudad de Allentown, Bethlehem y Scranton, en Pensilvania. Koster fue autor de uno de los primeros libros de planificación urbana: Modern City Planning and Maintenance, publicado en 1914. Su obra se caracterizó por hacer referencia a diversos ejemplos de ciudades europeas, lo cual fue resultado, en parte, del constante contacto que mantuvo con planificadores europeos. A lo largo de su trayectoria se preocupó por enfatizar la importancia de la ingeniería dentro de la planificación urbana, como una disciplina indispensable. 22 Koester, Modern, 1914, p.VII. 23 Sánchez, “Escuela”, 2007, p. 81. 50 calles, los usos de suelo y la regulación de las construcciones; todo esto tuvo que verse reflejado en la elaboración de un conjunto de instrumentos jurídicos que más tarde servirían de ejemplo para otros países (Inglaterra y Estados Unidos).24 De ahí que una de las principales acciones que llevó a cabo el Estado alemán, fue actuar en áreas estratégicas como la planeación de ciudades, razón por la cual tuvo que ejercer el control de los servicios públicos, pues como lo menciona Sánchez Ruiz, “el secreto del progreso de Alemania se debía en gran medida a la eficiencia de sus servicios públicos”,25 condición que sólo era posible a través de un Estado capaz de regular a los gobiernos locales. Entre los principales precursores de la escuela alemana, se pueden citar a Reinhard Baumeister, Joseph Stübben y Camillo Sitte, quienes a través de sus propuestas asentaron una nueva manera de pensar las ciudades y, por ende, de intervenirlas. Sus propuestas abarcaron desde la zonificación por medio de la agrupación de actividades similares o compatibles, hasta el planteamiento de relaciones entre las diferentes zonas a partir del trazado de las calles, las cuales no sólo debían satisfacer requerimientos funcionales, sino también estéticos; al mismo tiempo pudieron percatarse de lo fundamental que era dotar a las ciudades de áreas verdes, necesarias para la recreación y la salud de sus habitantes, asimismo, se tomó en cuenta la importancia de identificar posibles espacios para el futuro crecimiento de las urbes.26 Camillo Sitte 27 (1843-1903) es considerado uno de los precursores de la escuela alemana; gran parte de sus aportaciones como pionero en la materia, se ven reflejadas en su obra Der Städtebau nach seinen künstlerischen Grundsätzen (Planeación de ciudades según principios artísticos), en ella formula la posibilidad de abordar el urbanismo, dándole un carácter de problema estético, en virtud de que él consideraba que las soluciones técnicas dirigidas a remediar los conflictos de las ciudades –infraestructura e higiene- no debían ser contrarias a ciertos principios de carácter estético. 24 Ladd, Urban, 1990, p.2-9. 25 Sánchez, Planeación, 2008, p. 50. 26 Ibid., p. 56. 27 Camillo Sitte (1843-1903) Arquitecto y urbanista de origen austriaco, fue uno de los primeros teóricos de la planificación urbana, razón por la cual llegó a tener una gran influencia en el desarrollo y la regulación urbana de diversas ciudades europeas. Uno de sus principales intereses era la integración de la arquitectura moderna respecto a los espacios preexistentes, pues él abogaba por mantener cierto apego a los cánones clásicos. Asimismo daba una especial importancia a las cuestiones estéticas relativas a la morfología urbana, enfatizando la importancia de las plazas así como la inserción de monumentos y demás elementos estéticos. Una de sus principales obras fue Planificación de ciudades de acuerdo a principios artísticos publicada en 1889. 51 Asimismo, Sitte critica al sistema de traza reticular por considerarlo poco funcional, puesto que a su parecer la ciudad debía ser pensada tanto para los peatones como para el tráfico rodado, en su opinión la traza reticular era poco favorable para los peatones al hacer las distancias más largas y dificultar el cruce de las calles. En este sentido, Sitte estaba consciente de la necesidad de llevar a cabo un cambio de raíz para revertir la realidad que se vivía en las ciudades, por lo que hace un llamado para abrir las puertas a los sistemas modernos, a fin de enfrentar un estricto enfoque metodológico que dejase atrás todos aquellos patrones preconcebidos, por ello es considerado como uno de los pioneros del urbanismo, al incitar a la búsqueda de una manera diferente de intervenir y de concebir a la ciudad en sí misma.28 En su obra es notoria una profunda preocupación por los espacios públicos que conforman las ciudades, ejemplo de ello es su libro “The art of building cities” publicado a finales del siglo XIX, donde se evidencia su interés por la vitalidad de dichos espacios, al considerarlos parte fundamental de la vida pública. Cabe señalar que Sitte presta especial atención al tema de las plazas, inquietud que lo motivó a desarrollar un trabajo sumamente detallado, en el que expuso la gran importancia de estos lugares en la historia de las ciudades, razón por la cual es posible percatarse cómo a través del tiempo sus usos y funciones se han visto modificados.29 Para realizar su análisis tomó en cuenta aspectos tales como su ubicación, la relación existente con los edificios próximos, los monumentos y los elementos añadidos a las plazas, con lo cual Sitte concluye que cada ciudad y cada plaza poseen particularidades que deben ser consideradas antes de llevar a cabo cualquier tipo de intervención. Gran parte de los principios formulados por Sitte fueron retomados posteriormente para conformar los cimientos de la planificación urbana moderna en distintas partes del mundo, pues constituyeron un legado sin precedentes que dio lugar a una base teórica, metodológica e instrumental.30 28 Sitte, “Modern”, 1889, p. s/n. 29 Sitte, Art, 1945, p.2. 30 Sánchez, Planeación, 2008, p. 81. 52 Por otro lado, Reinhard Baumeister31 (1833-1917), considerado también como uno de los padres de la planificación urbana alemana, fue otro de los visionarios, que al percatarse de la caótica situación que se vivía en las ciudades, emprendió la búsqueda de posibles soluciones. El planteamiento de Baumeister, referente a la planeación y trazado de ciudades, proponía que se tomaran en cuenta cuatro principios básicos: el estético, el económico, el social y el higiénico, los cuales debían ser abordados tanto individual como conjuntamente a fin de alcanzar el equilibrio, pues el cuidado de lo estético no podía estar en detrimento de los otros tres principios. Cabe mencionar que los aspectos estéticos hacen referencia no sólo al tratamiento arquitectónico de las edificaciones, sino también a todos aquellos factores que inciden en el paisaje y que provocan ciertos efectos visuales. De igual modo, Baumeister hacía énfasis en la conservación y mantenimiento de los monumentos, dado que son portadores de un gran significado cultural tanto a nivel local y nacional, lo que muestra cómo desde el siglo XIX comienza a gestarse la noción de centro histórico, al detectar que la ciudad antigua posee particularidades muy diferentes a la llamada ciudad industrial que se empezaba a conformar.32 Una más de las premisas que defendía Baumeister, era la zonificación de las ciudades, pues él sugería que debían dividirse al menos en tres distritos: uno destinado a los negocios, otro a las industrias y uno más para uso residencial; por consiguiente, el óptimo desarrollo de las ciudades dependía en gran medida del respeto de esta división.33 Por consiguiente, la ciudad además de estar dividida por distritos, también debía tener un adecuado sistema de vialidades en el que se diferenciaran las avenidas principales de las calles secundarias, al mismo tiempo se proponía un sistema radial que no solo rompiera con la monotonía de la traza sino también favoreciera la funcionalidad de la misma.34 31 Reinhard Baumeister (1833-1917) Nació en Hamburgo Alemania en 1833. Profesionalmente se desenvolvió como ingeniero, arquitecto y teórico de la planificación urbana. En su obra “Ensanche de ciudades desde el punto de vista técnico y económico” (Stadt-Erweiterungen in technischer, baupolizeilicher, und wirtschaftlicher Beziehung) publicado en Berlín en 1976, trató de establecer las bases científicas del diseño urbano, asimismo represento un importante precedente para los trabajos de Camillo Sitte y Joseph Stübben. Una de sus principales preocupaciones fue la de tratar de resolver los problemas que provocaba la excesiva burocracia en el ejercicio de la planificación urbana, la cual concebía como un trabajo continuo a largo plazo. 32 Baumeister, “Planning”, 1907, p. s/n. 33 Baumiester (1876) en Koester, Modern, 1914, p.45. 34 Baumeister, “Town”, 1914, p. s/n. 53 Es importante señalar que Baumeister fue una de las personalidades más reconocidas en Alemania en el ámbito de la planificación, y su prestigio se incrementó gracias a que en 1879, presentó ante la Sociedad de Ingenieros y Arquitectos de Alemania, una serie de principios y recomendaciones dirigidos a las autoridades alemanas para guiar el crecimiento de las villas y ciudades. Por último, el tercer pionero de la escuela alemana, fue Joseph Stübben35 (1845-1936), quien al igual que Baumeister y Sitte, ha sido considerado como uno de los principales planificadores alemanes y de toda Europa. En su obra Principios prácticos y estéticos para el trazo de ciudades, publicado en 1885, hace referencia a los elementos fundamentales para la construcción urbana ordenada, debiendo considerar las posibles necesidades a futuro. Stübben tenía como premisa que la ciudad podía construirse de dos formas, la primera consistía en la simple adición de nuevos elementos a la forma preexistente, lo que daba como resultado una mera prolongación de las calles y avenidas, provocando que no hubiese relación alguna entre las construcciones existentes y las nuevas,36 mientras que la segunda opción, con la que él concordaba, era la que debía partir de un plan general elaborado previamente, basado en una sistematización y regularización del trazado. Así pues, bajo la concepción de Stübben, la planificación debía regirse por dos principios esenciales: los estéticos y los prácticos, estos últimos tenían como eje tres elementos fundamentales: el trazado de las calles, las llamadas líneas de tráfico y la infraestructura.37 En tanto que los estéticos estaban dirigidos a un correcto trazo de las calles y plazas, así como al cuidado de la relación de estas con los edificios. Cabe señalar que Stübben, al igual que Camillo Sitte, se oponía a la traza rectangular al considerarla poco funcional y hasta cierto punto antiestética, por lo que él defendía el uso de diagonales y avenidas radiales. Asimismo, puso en manifiesto su interés por respetar los inmuebles con valor histórico, razón por la cual abogaba por una mayor defensa de su conservación, además de tomarlos como ejemplo para el desarrollo de las ciudades. 38 La visión de Sitte era muy semejante a la Stübben, pues en su opinión la modernidad en las ciudades estaba determinada por el equilibrio entre la salud, el tráfico y la belleza, motivo por el que sostenía que era imposible igualar la 35 Joseph Stübben (1845-1936) Arquitecto y urbanista de origen alemán, a lo largo de su desenvolvimiento profesional llegó a desempeñarse como arquitecto, urbanista y concejal de la ciudad de colonia, asimismo trabajo en el diseño urbano de la ciudad de Luxemburgo. Entre sus principales obras destacan El desarrollo urbanístico (1890), La construcción de ciudades en el pasado y el presente (1895), La higiene en la planificación de la ciudad (1896), entre otros. 36 Stübben, “Practical”, 1890, p. s/n. 37 Sánchez, Planeación, 2008, p. 61. 38 Stübben, “Sumary”, 1906, p. s/n. 54 majestuosidad de las ciudades antiguas si no se tomaban en cuenta los requerimientos de tráfico e higiene, pues ellos siempre debían responder a ciertas demandas estéticas.39 Un aspecto relevante por señalar, es la manera en que Stübben enfatizaba la importancia que tenía no sólo el atender los problemas físico-espaciales de la ciudad, sino que debía considerarse como un requisito fundamental el incluir las necesidades sociales y económicas, como factores de atención prioritaria, puesto que sin ellas no sería factible alcanzar ningún ideal de progreso y modernidad.40 2.3 LAS CONTRIBUCIONES INGLESAS Y NORTEAMERICANAS A LA PLANIFICACIÓN URBANA Como se ha mencionado anteriormente, los problemas que ensombrecían a las urbes se extendieron a varias ciudades europeas, y también a algunas localidades norteamericanas, donde la apresurada industrialización hizo ver rápidamente sus efectos, la falta de zonas habitacionales para los obreros se convirtió en un conflicto de carácter político y social, debido a que las condiciones bajo las cuales vivían eran deplorables, así que para evitar un levantamiento social, se tuvo que emprender la búsqueda de soluciones para mitigar la frágil situación. Durante las primeras décadas del siglo XX, comenzaron a surgir diversas propuestas de carácter urbano tanto en Norteamérica como en Inglaterra, ejemplo de ello es la denominada ciudad-jardín de Ebenezer Howard, quien es considerado uno de los precursores del urbanismo inglés. Así pues, el proyecto planteado por Howard41 consistía en la creación de nuevos espacios urbanos, y no en la intervención de la ciudad preexistente. Al respecto, Howard proponía generar nuevos espacios próximos a la ciudad de Londres, en virtud de que 39 Ibid. 40 Ibid. 41 Ebenezer Howard (1850-1928) Reconocido urbanista británico, asentado en Estados Unidos de Norteamérica. Una de sus aportaciones más importantes a la historia del urbanismo es la conceptualización que desarrollo en torno a la ciudad jardín, como un nuevo modelo de ciudad, cuya base partía de una singular manera de organizar el espacio a partir de la integración del medio natural, lo cual fue explicado e su obra Ciudades jardín del mañana. En el ámbito profesional, 1899 fundó Garden Cities Asociation, a través de la cual en 1903 elaboró proyecto de Letchworth, ubicado al norte de Londres, la cual es considerada la primera ciudad-jardín construida. 55 esta representaba el “centro de gravedad metropolitano”,42 en torno al cual se localizarían las ciudades satélites, destinadas principalmente al uso habitacional. Dicho modelo de ciudad tiene como origen un espacio público central rodeado por viviendas y por una avenida principal, en el que se encontraban los servicios y equipamiento, mientras que la zona industrial se localizaba en la parte exterior de tal núcleo, mismo que también estaba rodeado por una zona verde. Cabe señalar que una parte esencial de este planteamiento hace hincapié en la importancia que se le dio a los espacios públicos, al convertirse en ejes ordenadores, indispensables para el buen funcionamiento de la ciudad, al igual que una marcada zonificación de usos de suelo y la especificación de áreas restringidas, con el objetivo principal de impedir el crecimiento amorfo de los suburbios. Figura 2.4. Diagramas de la ciudad jardín propuesta por Howard en 1898. 42 Querol, Bienvenidos, 2004, p. 140. 56 La ciudad jardín propuesta por Howard fungió como ejemplo para proyectos posteriores en otras partes del mundo. En el caso de México, se pueden citar a las colonias Lomas de Chapultepec (1922) e Hipódromo Condesa (1925), ambas proyectadas por José Luis Cuevas Pietrasanta43, 44 Raymond Unwin,45 fue otro de los iniciadores de la planificación inglesa,quien en 1909 publicó Town planning in practice: An introduction of the art of designing cities and suburbs -La práctica del urbanismo: una introducción al arte de proyectar ciudades y barrios-. Fue en ese mismo año que el parlamento inglés aprobó la primera ley sobre planeamiento urbanístico46, suceso que motivó a Unwin a elaborar su obra, tal como lo señala en el prefacio de la misma: 47 Cuando el gobierno prometió una ley confiriendo a los ayuntamientos poderes para la planificación, se me ocurrió que podría ser de alguna utilidad el reunir y publicar algunos de los planos, fotografías y otro material que había coleccionado por algunos años de estudio y práctica de lo que me he atrevido a denominar el arte de la planificación urbana.48 Unwin, al igual que sus contemporáneos, comenzó a desarrollar su preocupación por los conflictos que se vivían en las urbes, consecuencia de un crecimiento incontrolado y desordenado: “Hectáreas y hectáreas de terreno, […] aparecen hoy cubiertas por densas masas de edificaciones que se apiñan en 43 Sánchez, Planeación, 2008, p. 93. 44 En el caso de la ciudad de México, es importante señalar que las influencias del urbanismo moderno se vieron reflejadas en otros proyectos que tenían una clara influencia de la ciudad jardín, como fueron las colonias El Pedregal, el Reloj, Ciudad Jardín, Espartaco, Avante o los conjuntos Miguel Alemán y Benito Juárez, entre otros ejemplos en los cuales se da un valor relevante a las áreas verdes, en dichos proyectos participaron Cuevas Pietrasanta y Domingo García Ramos. Sánchez, Ciudad, 1999, p. 146. 45 Raymond Unwin (1863-1940), arquitecto e ingeniero británico, reconocido por sus aportes al urbanismo. Entre sus principales preocupaciones se encontraban los problemas de salubridad, así como la integración de las áreas verdes a las zonas urbanas, tal como lo reflejan sus escritos: El arte de construir una vivienda (1901) y el Estudio práctico de los planos de una ciudad (1909). Asimismo participó como constructor, junto con Barry Parker, en el proyecto de Letchworth elaborado por Ebenezer Howard. 46 Sabaté, “Oficio”, 1985, p. 20. 47 La decisión de Unwin de elaborar el libro se da cuando es anunciada dicha propuesta. 48 Unwin, Práctica, 1984, p. 9. 57 hileras a lo largo de las calles, dispuestas completamente al azar, sin ninguna consideración con los intereses generales de la comunidad”. 49 Ante este panorama, Unwin expuso que la necesidad de un plan capaz de conducir el crecimiento ordenado de las ciudades era por demás evidente y urgente, lo que demostraba, sin duda, la incompetencia e incapacidad de las autoridades para guiar el óptimo desenvolvimiento de las urbes, pues los intereses privados eran los que habían ejercido el dominio total en el desarrollo inmobiliario a fin de obtener mayores ganancias por las rentas del suelo, situación que se vio reflejada en la ausencia de áreas libres destinadas al esparcimiento y en la insuficiencia de equipamiento e infraestructura. El discurso que manejaba Unwin estaba enfocado, en parte, a la humanización de la ciudades, pues a su parecer, aunque muchos de los nuevos barrios que se habían generado alrededor de las urbes contaban con los servicios mínimos de infraestructura estos resultaban insuficientes debido a la monotonía que se había apoderado de las calles al carecer del toque vivificante del arte: “Es la falta de belleza, de las cosas agradables de la vida, más que ninguna otra cosa lo que nos obliga a admitir que nuestro trabajo de construcción de la ciudad en el siglo pasado no se ha realizado adecuadamente”. 50 La postura que adoptó Unwin, coincidía con la de Sitte y con la de Stübben, pues a partir de las palabras de Lethaby “el arte consiste en hacer bien aquello que se debe hacer”,51 Unwin consideraba que el conflicto no consistía únicamente en solucionar las anomalías que padecían las ciudades, sino en hacerlo adecuadamente, sin descuidar la parte estética, que no sólo contribuyera con el paisaje, sino que enriqueciera la vida de sus habitantes; en virtud de que la belleza no tenía que ser vista como algo inútil, sino que debía ser valorada como “un elemento necesario de todo buen trabajo, la cualidad que lo corona y lo completa”.52 De ahí que las inquietudes de Unwin estuviesen dirigidas a un equilibrio entre lo funcional, lo higiénico y lo estético, condiciones que sólo serían viables a través de la elaboración de adecuadas ordenanzas de edificación, en las que se promoviera la dotación de espacios abiertos destinados a parques y campos de juego, así como una óptima ventilación y asoleamiento de los espacios cubiertos, junto con el cuidado de la traza y de los usos de suelo de las calles, además de reservar un área específica para las industrias, a fin de evitar molestias a los vecinos. 49 Ibid., p. 11. 50 Ibid., p. 15 51 Ibid., p. 13 52 Ibid., p. 15 58 Otro aspecto relevante dentro la obra de Unwin, es su preocupación por la vida comunitaria, pues él partía del principio de que el arte urbano debía ser la expresión de la vida de la comunidad”,53 razón por la cual las acciones que se emprendieran, más allá de satisfacer intereses individuales, debían siempre ser pensadas en plural, al considerar a los habitantes en su conjunto, condición que encierra un alto grado de complejidad, en el sentido de que el urbanismo, puesto en práctica, debía propiciar las condiciones para que la ciudad sea en sí una expresión de la vida comunitaria y que tiene su máxima expresión en la vía pública. A partir de lo anterior, Unwin sostenía que el mejoramiento de las ciudades dependía de la puesta en práctica del planeamiento urbano, en el que se tuviera como meta inicial la introducción de un orden que reemplazara el caos que reinaba, para así frenar la “invasora tendencia de los intereses personales”54 y poder satisfacer las necesidades de la comunidad. En este sentido, la propuesta de Unwin estaba dirigida tanto a intervenir la ciudad existente, como a prever la expansión urbana a través de un plan en el que se tomaran en consideración, en primer lugar, todas las necesidades públicas para así asegurar el correcto desarrollo de la ciudad. Dicha propuesta tuvo su origen tanto en el proyecto de Letchworth de Howard, de quien retomó algunos de sus planteamientos, así como del mismo Joseph Stübben, entre otros teóricos de la época. Ahora bien, respecto a las primeras prácticas y orígenes de la planificación en Norteamérica, es necesario hacer mención de la llamada escuela de Chicago, la cual posee dos vertientes, una de carácter arquitectónico y otra de carácter sociológico. La primera hace referencia a la construcción de la ciudad, en particular a la forma en que se concibe y se materializa la arquitectura a través de un modelo de ciudad vertical. William Le Baron Jenney (1832-1907), es considerado el iniciador de dicho movimiento; entre sus principales exponentes se pueden mencionar Frank Lloyd Wright (1869-1957), Daniel Burnham (1846-1912) y Louis Sullivan (1856-1924), quien en 1891 publicó un artículo titulado “La ciudad de los rascacielos”, en el que proponía que las futuras ciudades norteamericanas debían estar dominadas por altos edificios. El hecho de que los rascacielos surgieran en Chicago, no fue algo fortuito, sino que es resultado de una serie de factores que motivaron el crecimiento vertical de la ciudad, fenómeno que también se presentó en Nueva York y que más tarde se daría en Europa.55 53 Ibid., p. 16 54 Ibid., p. 19 55 El First Leiter Building (seis niveles) construido en Chicago en 1879 es considerada la primera obra de la escuela de Chicago, seguido por el Home Insurance Building (diez niveleles) también diseñado por William Le Baron Jenney entre 1884-1885, el World Building de Nue- 59 La ciudad de Chicago se fundó en 1830, pronto llegó a convertirse en una de las principales ciudades de los Estados Unidos, al ser un importante centro de intercambio comercial, así como un nodo ferroviario primordial, por lo que se convirtió en una ciudad estratégica para la economía del país, condición que motivó a la conformación de un centro administrativo en el área central de la urbe, mismo que fue consumido en 1871 cuando ocurrió el gran incendio de Chicago, que arrasó con más de 6 km2 de la ciudad. Debido a la importancia de la urbe, se procedió inmediatamente a su reconstrucción, acto que dio origen a un nuevo centro de negocios, conformado por una serie de manzanas en las que existían grandes edificios que concentraban múltiples actividades, pues en ellos había comercios, almacenes, oficinas y residencias. La gran vitalidad que se generó en la zona provocó un incremento en los costos del suelo, por lo que los inversionistas inmobiliarios al ver la rentabilidad y la demanda que existía por ocupar un lugar en el área, condujo a la construcción de los primeros rascacielos. Estas nuevas edificaciones tenían la particularidad de ocupar la misma área de desplante que un edificio convencional, pero maximizando la utilización del espacio, no sólo por el incremento en el número de niveles, sino por la variedad de usos y actividades que en ellos se concentraban. 56 Es importante señalar que la erección de los rascacielos fue posible, en gran medida, por el empleo de nuevos sistemas constructivos y por el empleo de los sistemas verticales de transporte -ascensores-.57 Asimismo, debe resaltarse que la introducción de los rascacielos, más allá de ser una nueva expresión formal de la arquitectura, representó una manera innovadora de concebir la ciudad, pues la verticalidad se traducía en una mayor densidad de construcción al incrementar tanto los coeficientes de ocupación, como los de utilidad del suelo. Por otro lado, respecto a la vertiente sociológica, se encuentra la “escuela de ecología urbana”, conocida también como escuela de Chicago, misma que surgió, precisamente, en la Universidad de Chicago durante las primeras décadas de los novecientos. Una de sus mayores aportaciones fue la conformación de la sociología urbana como disciplina dedicada a estudiar las relaciones entre los individuos y la ciudad.58 Los principales exponentes de este movimiento fueron Robert Ezra Park (1864-1944), Ernest Watson Burgeess (1886-1966), va York construido en 1890, el Reliance Building (1890-1895)de Burnham y el Auditorium Building (1887-1889) de Adler y Sullivan, erigido en también en Chicago, son algunos de los ejemplos de este movimiento. 56 De Fusco, Historia, 1992, p. 76. 57 El ascensor de vapor fue inventado en Elisha Otis en 1853, en 1870 C.W. Baldwin creó el ascensor hidráulico y en 1880 Werner von Siemens introdujo el ascensor eléctrico. 58 Bassols, Antología, 1988, p. 89. 60 Louis Wirth (1897-1952), Homer Hoyt (1895-1984), Nels Anderson (1889– 1986) y Roderick Duncan McKenzie(1885-1940), entre otros. Dicha escuela partía del principio de que la ciudad podía ser entendida como un ambiente ecológico donde tiene lugar el “complejo comportamiento humano”,59 el cual era comparado con el de los animales, al sugerir que la lucha por el espacio, que se producía en las ciudades, guardaba cierta similitud con el reino animal.60 La sociología urbana, según Louis Wirth, estudia a la ciudad en su carácter de entidad social, la cual es entendida como “un asentamiento relativamente grande, denso y permanente de individuos socialmente heterogéneos”.61 Dicha escuela suponía que la ciudad se encontraba organizada a partir de franjas concéntricas circulares, definidas tanto por la naturaleza social de sus individuos, como por sus actividades.62 Retomando el tema de los orígenes de la planificación en los Estados Unidos, es importante señalar que en ese país se llevaron a cabo diversas propuestas a nivel teórico como práctico, cuyo impacto fue sumamente importante para el desarrollo de la disciplina, pues aunque algunas de las intervenciones a nivel urbano, reproducían soluciones adoptadas previamente en Europa, otras tuvieron un carácter más innovador. Entre los ejemplos teóricos más destacados se encuentran algunos de los trabajos realizados por Frank Koester y Charles Mulford Robinson, obviamente existen otras obras significativas, no obstante, a fin de dar una idea general solamente se retomaron los textos de estos dos autores, cuyo contenido ayuda entender, su concepción de la ciudad y de la planificación como disciplina, así como conocer cuáles eran sus preocupaciones acerca del espacio público. Entre los textos que se escribieron específicamente sobre el tema, se encuentra Modern city planning and maintenance, de Frank Koester, publicado en Nueva York en 1914; en la introducción enfatiza la poca información existente referente al tema, a pesar de ser una cuestión de interés público; por lo tanto Koester pretende, a través de su trabajo, “presentar de manera concisa y comprensible los principios del arte de la planeación urbana, como han sido desarrollados en los tiempos modernos”,63 Es relevante destacar la actitud visionaría del autor en diversos aspectos, pues desde un principio considera que la planificación urbana es un trabajo con múltiples ramificaciones, que va más allá del mero embellecimiento de la ciudad, debido a que se requiere 59 Ibid. 60 Ibid., p. 90. 61 Wirth, “Urbanismo”, 1988, p. 167 62 López, “Carlos”, 2002, p. 13. 63 Koester, City, 1914, p. V. (Traducción del autor). 61 de la coordinación y creación de todos los elementos que hacen de la ciudad un “mecanismo práctico operativo”.64 En consecuencia, la planificación urbana debe ser abordada como una labor compleja que compete no sólo a ingenieros y arquitectos, sino que atañe también a profesionales de otras disciplinas. Es importante destacar que la postura de Koester no es muy distante de la adoptada por la escuela alemana, ya que en su obra manifiesta su reconocimiento hacia las aportaciones germanas, y a su vez las retoma como referencia para desarrollar su trabajo. La relevancia de las contribuciones de Koester, hicieron que su obra llegara a convertirse en uno de los referentes para la naciente disciplina, gracias a que intentó abarcar todos los elementos que, a su consideración, incidían no solo en la forma y funcionamiento de la ciudad, sino también en todos aquellos asuntos de carácter administrativo y financiero, factor que se ve reflejado en un capítulo dedicado especialmente al financiamiento delos proyectos de planificación urbana, tema poco desarrollado en aquella época. Respecto al espacio público –calles, avenidas, parques, plazas y jardines-, Koester señaló varios aspectos que debían ser considerados para el óptimo funcionamiento de la ciudad y para el desenvolvimiento de la sociedad. Con relación a los espacios abiertos, hizo especial énfasis en sus distintas categorías de acuerdo a las funciones que debían cumplir, por lo que marcó una diferenciación en cuanto al tipo de plazas que se requerían en una ciudad, mismas que fueron divididas según sus funciones: distribución de tráfico, terminales de transporte, mercados, lugares de reunión, áreas ornamentales o florales y, por último, plazas de acceso a edificios públicos.65 A lo largo del capítulo que Koester dedica a los espacios abiertos, destaca ciertos detalles, como el comentario relativo al decremento en el uso de dichos espacios, en comparación con épocas anteriores, pues a su parecer, en los tiempos modernos se ha experimentado un cambio de vida en la sociedad, lo que ha hecho que cada vez se requiera menos de los espacios públicos; como ejemplo cita la difusión de los periódicos, los nuevos sistemas de votación y la transformación de los sistemas judiciales, condiciones que, en su opinión, han modificado el uso de dichos espacios, no obstanteque el aumento del tráfico rodado condujo a una mayor necesidad de plazas destinadas a la distribución del tránsito.66 De manera general, se puede decir que los señalamientos de Koester, acerca de los espacios abiertos, pertenecen más al ámbito del diseño, pues presta especial atención a la proporción y a las dimensiones que debían poseer las plazas y jardines, así como a la cantidad de áreas abiertas, según la zona de la 64 Ibid., p. VI. 65 Ibid., p. 122. 66 Ibid., p. 123. 62 ciudad, en la inteligencia de que toda urbe tiene que contar con un sistema de parques, los que debían ser menores en número y en dimensión en las zonas de negocios, en comparación con las áreas habitacionales, donde dicha condición era preciso revertir a través de un aumento tanto en el número como en tamaño de espacios abiertos, conforme se fueran alejando del área central de la ciudad.67 En lo que se refiere a las calles y avenidas, Koester, desde un inicio coincide con una de las principales preocupaciones de la época:mantener en óptimas condiciones sanitarias las ciudades a fin de impedir la propagación de enfermedades; asimismo, expuso algunos lineamientos básicos que pueden ser considerados como criterios de diseño urbano, entre los que se destacan las adaptaciones necesarias para redes de servicios (alumbrado, alcantarillado, agua potable, etcétera). A lo largo del texto es posible identificar entre líneas una marcada preocupación por el tráfico rodado más que por el uso peatonal, sin que esto conlleve a una omisión por parte del autor; sin embargo los lineamientos que presenta resultan un tanto generales. Por citar algunos ejemplos. se menciona que las áreas vehiculares, así como las peatonales deben mantener una buena apariencia, al mismo tiempo evitar que las aceras sean invadidas por todo tipo de elementos que obstruyan el paso, y que el sembrado de los árboles se lleve a cabo de manera cuidadosa. Bajo esta misma perspectiva, existen otros textos contemporáneos a Koester, que permiten ver cómo comienza a ser concebida la planificación urbana, así como deja entrever cuál era el significado de los espacios públicos para las ciudades, así como la manera en que eran considerados dentro de las propuestas de intervención urbana. Respecto al mismo tema, otro de los ejemplos importantes de la época son los textos de Charles Mulford Robinson, publicados en Estados Unidos durante las primeras décadas de los novecientos. En ellos se hacw una acertada presentación de la nueva disciplina, así como busca trasmitir la urgente necesidad de su adopción ante el caótico escenario que se vivía en las ciudades, como prueba de esto se puede mencionar la manera en que introdujo lo que él denominó “civic art”, pues asemeja el descubrimiento de un nuevo medicamento para una terrible enfermedad, cuyo uso representa una cura prometedora. Mulford, por su parte, elaboró distintos textos en los que puede verse cómo esta naciente profesión empezó a tomar forma a través de un proceso de consolidación que permitió ir generando los principios y las bases que fungirían como referentes básicos para los futuros planificadores urbanos. La obra de Mulford se caracteriza por la claridad con la que explica los objetivos de la planificación urbana, entre los cuales destaca que ésta tiene que ofrecer soluciones no sólo a los problemas existentes que agobian a las urbes, sino también 67 Ibid., p. 134 63 debe tener la capacidad para identificar y prevenir el surgimiento de conflictos futuros; asimismo, Mulford señaló que la planificación podía actuar bajo tres escenarios: a) intervención en ciudades existentes; b) planificación de nuevas ciudades, y c) planificación de nuevas áreas de expansión en ciudades existentes.68 En relación a los espacios públicos, en “City planning with special reference to the planning of streets and lots”, Mulford resaltó que la función de las calles iba más allá de representar vías de comunicación –elementos conductores de tránsito- pues ante todo, debía tomarse en cuenta que eran espacios públicos que contribuían al desenvolvimiento social de la vida urbana. En relación a las áreas verdes, Mulford enfatiza que toda ciudad debe contar con un adecuado sistema de parques, mismo que debería planificarse de manera conjunta con el sistema de calles y avenidas, pues ambos conforman un solo sistema interdependiente, razón por la cual ninguno de los dos debería estar subordinado al otro. Dicho comentario responde a que por lo general se da una mayor importancia al trazado de las calles, dejando a un lado la planificación de los parques y de las áreas recreativas. Uno de los aspectos que destacan en las sugerencias de Mulford, es la propuesta que elaboró respecto a la distribución y el número de parques con que debía contar una ciudad, lo que representó un intento por sistematizar las acciones de la planificación en búsqueda de ciudades funcionales, pensadas para ser disfrutadas por sus habitantes, y es a través de sus recomendaciones que es posible identificar las principales preocupaciones e intereses que motivaron su trabajo. De ahí que para Mulford, los parques constituían elementos vitales para el sano desenvolvimiento de la ciudadanía, pues consideraba que el desplazamiento entre el lugar en donde se habita y el parque más cercano, debía estar a una distancia no mayor a un cuarto de milla,69 lo que supone un trayecto que puede ser recorrido tranquilamente por cualquier persona; asimismo señaló que el área que cada ciudad debía destinar a parques y jardines tendría que ubicarse entre el 5 al 10% aproximadamente del área total urbanizada, mientras que el área destinada para calles y avenidas oscilaría entre el 40 y el 50%. 70 Esto en sí da una idea del significado que representaban las áreas libres para Mulford, a diferencia de Koester, l las entiende como espacios públicos indispensables para el correcto desenvolvimiento de la ciudad, de esta forma, brinda una mayor relevancia a los aspectos sociales que tenían que cumplir dichas áreas, por encima de factores funcionales (vías de comunicación), esenciales también para la ciudad, por lo que esta debe ser pensada de manera incluyente al considerar el conjunto de elementos que intervienen en su óptimo funcionamiento. 68 Mulford, City, 1916, p. 3. 69 Un cuarto de milla equivale a 402.57 metros. 70 Mulford, City, 1916, p. 188. 64 Todos estos principios se convirtieron en parte medular de lo que ahora se conoce como planificación urbana, pues aunque cada ciudad poseía particularidades muy específicas, al mismo tiempo padecían conflictos similares. Es por ello que durante este periodo de consolidación de la planificación urbana como disciplina, se llevaron a cabo muchos proyectos, entre los que destacan la ciudad lineal en Madrid, de Arturo Soria y Mata (1885); el plan de ocupación y usos de suelo de Frankfurt, implantado durante la gestión del alcalde Franz Adikes en 1891; la ciudad industrial de Tony Garnier, presentada en Paris en 1904; el plan de Chicago de Daniel Burnham y Edward Bennet en 1908; la propuesta de la “metrópoli sin límites”71 de Otto Wagner, para Viena en 1911; las ciudades satélite (1915) de Graham Taylor, inspiradas en la ciudad jardín de Howard; el proyecto de ciudad científica –City Practical- de George Burdett Ford, las Ordenanzas de zonificación de Nueva York, emitidas en 1916; el Plan Regional de Nueva York y sus alrededores (1927) de Thomas Adams y Charles Dyer Norton; el Plan Voisin de Le Corbusier, elaborado en 1925 o la propuesta de Frank Lloyd Wright, de Broadacre City, presentada en 1932, entre muchas aportaciones que han sido ejemplo de las muy diversas formas de hacer frente a los conflictos urbanos y a la búsqueda de los ideales de modernidad que comenzaron a gestarse en el siglo XIX y vieron su máxima materialización durante las primeras décadas del siglo XX, cuando se tuvo que enfrentar la reconstrucción urbana a causa de la Primera y Segunda Guerra Mundial. Cabe señalar que además de las primeras propuestas, proyectos y planes urbanos elaborados en dichos años, ocurrieron otros sucesos de gran importancia y relevancia para la historia de la planificación, tal es el caso de la fundación, en 1914, de la Sociedad Francesa de Arquitectos y Urbanistas, el Instituto de Planeación Urbana y del Colegio de Urbanistas de Londres, así como la impartición del primer curso de urbanismo en la Universidad de Harvard, en 1909 y la creación, en 1917, del Instituto Americano de Planificación Urbana.72 Por último, es pertinente señalar que a esta serie de actos se sumaron también diversos encuentros internacionales73 entre académicos y autoridades involucradas en el tema, se discutieron múltiples aspectos teóricos, prácticos y metodológicos cuyos resultados fueron sumamente importantes para la consolidación de la disciplina. Como ejemplo destacan el Housing, Town Planing (Inglaterra, 1909), la First National Conference on City Planning (Estados Unidos, 1909), la Town Planning Conference (Londres, I910), el International Housing and Town Planning Congress, el cual se llevó a cabo posteriormente en distintos países (Ámsterdam, 1924; Nueva York, 1925, Viena, 1926, Paris, 1928; Roma, 1929, Berlín, 1931; Londres, 1935; México, 1938 ) y el Congreso Internacional 71 Cohen, “Arquitectura”, 1998, p.231. 72 Quiroz, Malestar, 2003, p. 127-128. 73 Sánchez, Planeación, 2008, p. 122-152. 65 de Arquitectura Moderna (CIAM) que también se realizó en otras entidades entre 1928 y 1959 año en el que fue disuelto (La Sarraz, Suiza, 1928; Frankfurt, Alemania, 1929; Bruselas, Bélgica, 1930; Atenas, Grecia, 1933; París, Francia, 1937; Bridgwater, Inglaterra, 1947; Bérgamo, Italia, 1949; Hoddesdon, Inglaterra, 1951; Aix-en- Provence, Francia, 1953; Dubrovnik, Yugoslavia, 1956, y Otterlo, Holanda, 1959). 2.4 LA CARTA DE ATENAS Y SUS IMPLICACIONES EN LA PLANIFICACIÓN URBANA Un momento clave en la historia de la planificación urbana es la Carta de Atenas, producto del 4º Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM), efectuado en 1933,74 en el que un grupo de intelectuales, entre ellos Le Corbusier,75 elaboraron una lista de 95 puntos programáticos que expresaban, por un lado una crítica al urbanismo del siglo XIX y por otro proponían una serie de alternativas para intervenir las ciudades bajo el ideal de la funcionalidad. 76 Ahora bien, la manera en que esta carta fue redactada, permite ver la forma en que era entendida la ciudad. El primer punto propone una visión de carácter sistémico que muestra la complejidad que envuelve a las ciudades, al partir del supuesto de que son parte integral de un conjunto económico, social y político que constituye la región, lo que representa un cambio de escala al momento de abordar la problemática urbana, pues integra aspectos geográficos y topográficos, como elementos fundamentales que interactúan con los factores económicos, políticos y sociales. Dentro del apartado de generalidades, el punto 8º sostiene que: “Las razones que presiden el desarrollo de las ciudades están sometidas a cambios continuos”77, lo que por sí mismo expresa una de las principales cualidades de las urbes, al señalar que estas se encuentran inmersas en un proceso permanente de transformación y readecuación, a fin de satisfacer las necesidades de cada época, 74 Aunque fue elaborada en 1933, se publicó hasta 1942. 75 Cabe señalar que Le Corbusier se formó dentro de la escuela alemana, sin embargo sus propuestas resultan ser contrarias tanto a esta escuela como a la inglesa, pues ellas favorecían los factores estéticos, y abogaban por procurar densidades bajas, mientras que Le Corbusier defendía ante todo la funcionalidad y el máximo aprovechamiento del espacio: altas densidades. 76 Capel, Morfología, 2002, p. 395. 77 CIAM, Carta, 1933 (publicada en 1942), [en línea] 66 por ende, son poseedoras de una naturaleza dinámica que debe ser considerada antes de tomar cualquier decisión acerca de su futuro. Asimismo, una de las preocupaciones que refleja la carta anteriormente mencionada, se refiere a los problemas de vivienda que eran comunes en las ciudades, por lo que se hace un llamado a exigir zonas habitacionales dotadas de servicios básicos, así como de una localización favorable respecto al resto de la ciudad. En este sentido, los temas que se abordan aluden a diversos ámbitos inherentes al fenómeno urbano, como son la necesidad de dotar a las ciudades de suficientes lugares de esparcimiento, puesto que las áreas libres existentes hasta ese momento resultaban insuficientes. De igual manera se subraya que una de las consecuencias desfavorables del crecimiento de las ciudades, es el incremento en las distancias que deben recorrer los empleados para llegar a sus lugares de trabajo, lo que trae consigo múltiples efectos desfavorables no solo en sus vidas, sino para la misma ciudad, motivo por el cual propone prestar mayor atención a la zonificación de las urbes. Lo anterior mantiene una estrecha relación con el problema de las circulaciones, pues en la búsqueda de una ciudad funcional, la necesidad de optimizar el sistema de vías de comunicación resultó ser de vital importancia, debido a que los cambios producidos por la industrialización habían precipitado el incremento del tránsito vehicular, el cual mostraba una evidente tendencia a aumentar, razón por la que la ciudad debía ser pensada también a partir de los nuevos usos y funciones, pues los requerimientos de los automóviles son muy diferentes a los de los peatones y al de los antiguos medios de transporte. Entre los respectivos señalamientos se encuentran: 60. Que las vías de circulación sean clasificadas según su naturaleza y construidas en función de los vehículos y de su velocidad. 61. Los cruces, muy solicitados serán convertidos a la circulación continua por cambios de niveles. 62. Que el peatón pueda seguir caminos distintos de los del automóvil. 63. Que las calles sean diferenciadas según sus destinos: calles de habitación, de paseo, de tránsito, vías principales. 64. Que zonas de vegetación aíslen, en principio, las corrientes de gran circulación. 78 Por último, la carta hace referencia al tema de las zonas históricas de las ciudades, mismas que representan una situación bastante compleja, si se parte del principio de respetar los inmuebles de valor histórico, se llega a la disyuntiva de hasta qué punto es posible intervenir estas zonas para adecuarlas a las 78 CIAM, Carta, 1933, [en línea] 67 nuevas necesidades de la sociedad, al mismo tiempo que se puedan eliminar ciertas anomalías causantes del deterioro físico y social. No obstante que la carta de Atenas expone una actitud proteccionista respecto a la conservación de los conjuntos urbanos históricos, también expresa un inminente rechazo a la reproducción de estilos arquitectónicos anteriores, “El uso de estilos del pasado, bajo pretextos de estética, en las construcciones nuevas erigidas en las zonas históricas trae consecuencias nefastas. El mantenimiento de tales recursos o la introducción de tales iniciativas no será tolerado bajo ninguna forma”.79 Lo que refleja una vez más el inminente deseo por alcanzar el progreso y la modernidad para poder dejar atrás el pasado caótico de las ciudades. En resumen, dicha carta, más allá de juzgar su contenido, puede ser considerada como uno de los primeros frutos del urbanismo moderno, propio de una disciplina consolidada, que ofrece una serie de alternativas enfocadas a atender los muy diversos conflictos de las ciudades, en la que también se incluyen elementos de carácter social que, como lo señala Capel, poseen cierto aire utópico, propio de los precursores del reformismo social y del liberalismo humanitario.80 Además, es un texto que refleja la visión de una época, respecto a un ideal urbano, que pone en manifiesto las preocupaciones por intervenir y trasformar las metrópolis a fin de satisfacer las necesidades de un presente y dar ciertas pautas para erigir un futuro. 2.5 CONCLUSIONES A través de este muy general recorrido por los antecedentes de la planificación urbana, es evidente que la problemática que se vivía en las ciudades a inicios del siglo XX, fue consecuencia de las continuas trasformaciones ocasionadas por el crecimiento demográfico, resultado de las migraciones del campo a la ciudad y la acelerada industrialización que impactó de manera significativa en distintos ámbitos de la vida urbana, hechos que, como la historia lo demuestra, no se tradujeron en un beneficio inmediato y homogéneo para la población y menos aun para la ciudad, sino que formaron parte de la sumatoria de problemas preexistentes, dificultando cada vez más el funcionamiento óptimo de las urbes. 81 79 CIAM, Carta, 1933 (publicada en 1942), [en línea] 80 Capel, Morfología, 2002, p. 406. 81 Ibid., p. 373. 68 Sin duda, los efectos de la industrialización alteraron las condiciones cualitativas de las urbes, en un sentido poco favorable, lo que a su vez dio lugar al planteamiento de diversas soluciones o pautas de acción que ayudasen a paliar la situación adversa y que fueron conformando las bases de la planificación urbana. Asimismo, las diversas propuestas que se generaron con el objetivo de dar solución a los conflictos, como lo señala Peter Hall,82 muestran que las características del fenómeno dieron lugar a un problema de índole internacional, que condujo a la elaboración de distintos planteamientos, sin embargo, a pesar de que las condiciones particulares de cada caso eran muy parecidas –estructura económica y relaciones sociales-, Hall cuestiona por qué si existían problemáticas similares, se obtuvieron planteamientos divergentes. Una posible respuesta a dicho cuestionamiento reside en que la planificación urbana entendida como disciplina y como técnica, no estaba consolidada y menos aún contaba con un marco referencial teórico, conceptual y metodológico homogéneo, por lo que los primeros trabajos, que más tarde se convertirían en los referentes de dicha disciplina, carecían de precedentes; por ende, no existían principios generales que dictaran el camino a seguir basados en una teórica compartida. Ante este caótico panorama, el urbanismo racionalista buscó dar solución a toda una serie de conflictos provocados por una falta de regulación en la transformación y crecimiento de las ciudades, razón por la cual la diversificación de la problemáticas exigía que la situación fuese abordada de manera integral, por lo tanto, se requería de una planificación de las acciones, pues de acuerdo con Sánchez Ruiz,83 era tiempo de pensar en términos de ciudad, no obstante, se carecía de los referentes propios de una disciplina académica capaz de afrontar tan ardua labor, por consiguiente las bases se tuvieron que ir construyendo poco a poco, al mismo tiempo que se tenía que dar solución a los conflictos que aquejaban a las urbes. Dentro de las principales dificultades que agobiaban a las ciudades, una de ellas la ciudad de México, se encontraba la falta de higiene, la escasez de espacios libres, los problemas de vivienda, de infraestructura y equipamiento, situación que era más evidente en las zonas marginadas. Este panorama indujo a los médicos a prestar especial atención a todo aquello relativo a la higiene, con lo que se da lugar al llamado higienismo, el cual atendía cuestiones de carácter personal y público, pues en una ciudad insalubre, difícilmente podría albergar ciudadanos sanos. Uno de los pioneros este campo fue Pere Felip Monlau,84 quien desarrolló diversos trabajos relativos a la higiene pública y de 82 Hall, Ciudades, 1996, pp. 53-55. 83 Sánchez, Planificación, 1997, p.115. 84 Pere, Condiciones, 1984, p.25. 69 los individuos, haciendo notar todos aquellos cambios que eran necesarios a nivel urbano para mejorar la calidad de vida en las urbes. La sumatoria de todos estos problemas demandaba una urgente intervención, pues las ciudades no podían continuar un crecimiento aleatorio sin respetar ciertos parámetros mínimos que garantizaran un buen funcionamiento y una mejora en la calidad de los espacios. La tarea a seguir requería de una participación conjunta que obligaba al Estado a formar parte de este proceso de transformación, ya que de continuar dejando esto en manos del capital privado el futuro de las urbes, traería un resultado por demás desalentador. Es así como comenzó un nuevo periodo en la historia urbana, en el que el Estado jugó un papel protagónico en la toma de decisiones, en la dotación de recursos y en la aplicación de un nuevo marco jurídico, puesto que su intervención se vio reflejada en distintos niveles de la vida urbana, debido a que la transformación requería ejecutar cambios radicales en la manera de cómo, hasta aquel momento, se había venido concibiendo el hacer ciudad. Para manifestar su presencia, el Estado tuvo que valerse de diversos instrumentos entre los que se encontraba la legislación, misma que le permitió empezar a ejercer la regulación en la construcción de edificios; las alineaciones de las fachadas; la zonificación respecto al control de los usos de suelo para mantener las industrias separadas de las zonas habitacionales; la construcción de parques y jardines, así como la elaboración de normas aplicables al uso de los espacios de carácter público. Todo esto, a decir de Capel, tenía como fin “disciplinar y armonizar el crecimiento urbano”, 85 para lo cual la intervención del Estado resulta imprescindible, en virtud de que es el que le da validez a la legislación urbana, ejemplo de ello son las leyes y reglamentos de zonificación de la ciudad según los usos de suelo, factor que resultaría clave para todo proceso de planificación urbana a partir del siglo XIX. Cabe mencionar que desde sus inicios, la efectividad de la planificación ha dependido de la elaboración y aplicación pertinente de la legislación, pues la idónea interacción de estos dos factores es lo que hace posible la optimización del funcionamiento y habitabilidad de las ciudades. Dicho lo anterior, se puede percibir una nueva manera de concebir la ciudad y, por ende, de abordar su problemática al involucrar elementos de funcionamiento y habitabilidad, así como cuestiones de carácter estético, que inciden de manera directa en los espacios públicos abiertos, pues ellos configuran a la ciudad en sí misma, al convertirse en elementos cardinales para la vida urbana, que deben cumplir con ciertos lineamientos de índole funcional y estético, y al mismo tiempo sujetarse a un marco legal determinado. Ahora bien, el panorama hasta aquí presentado puede resultar una tanto general, dado que elaborar una descripción detallada de todos aquellos momentos que han incidido en la historia de la planificación urbana moderna, 85 Capel, Morfología, 2002, p.375. 70 resulta una tarea extremadamente compleja. En este sentido, determinar en qué momento esta es considerada una disciplina consolidada, resultaría un poco atrevido establecer un acto único como punto de referencia general, sin embargo, pueden considerarse algunos hechos que demuestran la adopción de esta nueva disciplina como el instrumento idóneo para hacer frente a los múltiples conflictos que aquejaban a las urbes. Entre las acciones más significativas que evidencian el porqué la planificación urbana comenzó a ser valorada como una disciplina y una profesión, se encuentra la primera Ley sobre Planeamiento Urbanístico,86 aprobada por el parlamento inglés en 1909, año en el que Unwin publicó Town planning in practice: An introduction of the art of designing cities and suburbs, y también se impartió el primer curso de urbanismo en la Universidad de Harvard. Al respecto Ladd señala que la planificación urbana es reconocida como una disciplina a partir de 1914, cuando las políticas urbanas de planificación son adoptadas por distintos Estados, lo que hace evidente una maduración teórica y metodológica. Cabe señalar que también en 1914 en Inglaterra, se fundó el Royal Town Planning Institute. Así pues, este proceso de consolidación se vio reflejado, de igual forma, en Estados Unidos cuando en 1916 se elaboraron las Ordenanzas de zonificación de Nueva York. La suma de todos estos hechos, tanto los que les precedieron como los que les sucedieron, lograron hacer de la planificación una disciplina y una profesión con una teoría y una metodología propias, que hoy en día continúa en un estado constante de evolución y trasformación. A través delbreve recorrido anteriormente expuesto, es factible identificar que las raíces de la planificación urbana, como lo señalan Scott Campbell y Susan S. Fanstein, pueden ser divididas en tres momentos que permiten entender cómo se fue dando el proceso de consolidación de la misma: a. Un periodo formativo en el que los pioneros no se identificaban a sí mismos como planificadores, sino como higienistas. b.Un periodo de institucionalización, profesionalización y autorreconocimiento de los planificadores, junto con el esfuerzo paralelo de planificación regional y federal. c. El momento de la posguerra en donde se presentó un momento de estandarización, crisis y diversificación de la planificación urbana.87 86 Esta ley tuvo como base el trabajo realizado por T.C. Horsfall, “The improvement of dwellings and surroundings ot the people: the example of Germany” publicado en 1905, que como su título lo señala retoma la metodología alemana. De Sica, Historia, 1981, p. 30. 87 Campbell, “Structures”, 1996, p.5 71 Así pues, el intentar ofrecer una explicación lineal acerca de los orígenes de la planificación urbana, resulta un tanto ilógico, ya que forzosamente se requiere de una compresión que integre todos los elementos que directa y tangencialmente han contribuido para su consolidación. Por último, en un intento por señalar los principales ejes de acción que motivaron a los pioneros de la planificación urbana, a continuación se enlistan algunos de los principios que fueron el común denominador en varias de las propuestas realizadas durante la segunda mitad del siglo XIX, y primeras décadas del XX. a. Preocupación generalizada por promover principios de higiene, lo cual se vio reflejado en el saneamiento de las ciudades. b.Control del crecimiento urbano y regulación de la periferia, a fin de establecer ciertos límites para la ciudad. c. Promover un balance entre el espacio construido y las áreas libres. La escasez de espacios abiertos comienza a verse como un problema en las grandes ciudades, por lo que la dotación de parques y jardines para las distintas áreas de la ciudad representa una de las necesidades más importantes, no sólo por cuestiones de recreación sino también de salud. d.Promover la organización de la ciudad a través de la zonificación de actividades (usos de suelo). e. Regularizar la traza de las ciudades. f. Búsqueda de soluciones al congestionamiento urbano a través del mejoramiento de las vías de comunicación, para lo cual se opta por el uso de trazas radiales y periféricas para optimizar el funcionamiento de las urbes, dado que comienzan a identificarse algunos inconvenientes de la traza reticular. g.Intervención del Estado como actor principal para poder llevar a cabo las reformas urbanas. h.Elaboración y aplicación de una nueva legislación urbana. i. Reconocimiento de la planificación urbana como disciplina, poseedora de una metodología y de una pedagogía propia. Ahora bien hasta aquí se ha ofrecido un contexto general que permite entender cuáles fueron los orígenes de la planificación en el ámbito internacional, a través del cual fue posible identificar de dónde surgieron los principios teóricos y metodológicos que influyeron a los pioneros de la planificación en México, puesto que todas estas ideas de hacer de la ciudad un lugar más habitable y funcional, no tardaron en llegar a nuestro país, tal como se verá en el siguiente capítulo, pues la problemática de la ciudad ha sido una de las máximas preocupaciones de los gobernantes, motivándolos a buscar por distintas 72 vías el mejorar la imagen de las urbes, a fin de satisfacer los ideales de progreso, razón por la cual la ciudad de México siempre ha estado en la mira de las autoridades para hacer de ella una urbe de primer orden, que cumpla con la categoría de capital, de ahí que en el siguiente capítulo se haga referencia a los primeros ensayos de planificación que comienzan a llevarse a cabo a mediados del siglo XVIII y hasta las primeras décadas del XX cuando comienza el proceso de consolidación e institucionalización de dicha disciplina. 73 CAPÍTULO III Primeros ensayos de planificación en México: génesis de la teoría y la práctica urbanística Es indudable que el plano de la ciudad cuenta, relata la historia de su formación y nos dice que no han tenido parte en ella sino principios mezquinos de urbanización y que las modificaciones que han exigido nuevos conceptos sociales y sobre todo la dinamización de la vida moderna no han hecho sino destruir y derribar lo antiguo. Alfonso Pallares1 El desarrollo y consolidación de la planificación urbana como disciplina en México, se deriva de un proceso que va más allá del conocimiento y adopción de instrumentos técnicos aplicables al desenvolvimiento, regulación y control de las ciudades, pues resulta imposible y por demás equívoco intentar entender el surgimiento y desarrollo de la planificación urbana sin tomar en cuenta toda una serie de condicionantes sociales, políticas y económicas que se fueron entretejiendo de manera paralela para dar respuesta a las diversas problemáticas, propias de las ciudades mexicanas de principios del siglo XX. En este sentido, si se parte de que la planificación urbana como disciplina alcanza su consolidación e institucionalización después de un largo camino recorrido, el cual refleja la suma de conocimientos acumulados, entonces es fácil entender el porqué de la necesidad de revisar de manera general cuáles fueron los antecedentes de dicha disciplina en el país. Por ello es conveniente resaltar que la ciudad de México a lo largo de su historia ha sido objeto de diversas intervenciones urbanas que han permitido su desarrollo y funcionamiento, pues el hecho de que la planificación tuviera sus primeras manifestaciones formales entrado el siglo XX, no quiere decir que la ciudad hubiese estado bajo su libre albedrío, prueba de ello son las múltiples acciones llevadas a cabo durante el siglo XVIII y XIX, que aunque no formaban parte de un estricto proyecto integral urbano, tenían como fin solventar situaciones muy específicas que obstaculizaban el desenvolvimiento de la urbe. Asimismo a lo largo de estos 1 Pallares, “Ante”, 1922, p. 21. 75 años es posible identificar cómo las políticas urbanas comienzan a ponerse en práctica, lo cual constituye un punto determinante en la historia de planificación urbana, al materializar el discurso teórico en una serie de ensayos de la planificación urbana que se expresan a través de obras públicas o mediante instrumentos jurídicos que también inciden en el orden urbano. Este periodo posee particularidades muy específicas producto de las transformaciones no sólo morfológicas, sino también de carácter ideológico que inciden en la ciudad y en la manera de concebirla. Ahora bien, para identificar cuáles fueron dichas particularidades, resulta pertinente hacer alusión a la periodización propuesta por Federico Fernández, quien diferencia tres momentos respecto al desarrollo urbano que sufrió la ciudad de México a partir de la segunda mitad del siglo XVIII hasta las primeras décadas del XX. A fin de comprender mejor los procesos de transformación de la urbe, Fernández denomina al primer periodo, la ciudad centralizada, que comprende de 1770 a 1852, el cual se caracteriza por mantener la plaza mayor como núcleo de la ciudad; posteriormente continúa el periodo de la ciudad bipolar ubicado entre 1852 y 1877, en el cual surge Chapultepec como un segundo polo estructurador junto con la plaza mayor y, finalmente, el tercer y último periodo, la ciudad en expansión que abarca de 1877 a 1911.2 A través de esta periodización, es posible identificar ciertos momentos determinantes en la historia de la ciudad, los cuales fueron resultado de muchos otros sucesos que, tal vez en menor escala, han sido parte del proceso continuo de transformación urbana. Asimismo, tal como se explicó en el capítulo anterior, en algunas ciudades tanto de Europa como de Estados Unidos comenzaron a verse los resultados de la planificación urbana, lo que provocó que en México pronto empezaran a dar fruto las influencias del extranjero a través de modificaciones no sólo de la imagen de la ciudad, sino también de su funcionamiento y su gestión. De ahí la pertinencia de hacer un breve recorrido histórico que permita entender cómo se fue dando el proceso de consolidación de la planificación urbana en México, y al mismo tiempo identificar la forma en cómo se establecieron importantes vínculos con lo que estaba sucediendo en otros países, para así comprender a dicho desarrollo como la suma no sólo de decisiones, sino también de influencias. Cuando se intenta comprender la historia de una ciudad, lo lógico es remontarse a la época de su fundación; sin embargo, por cuestiones prácticas, en el caso del estudio de la consolidación de la planificación urbana en México y su incidencia en el espacio público, resulta conveniente acotar el contexto histórico, razón por la cual únicamente se hará referencia a los antecedentes a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, por considerar este periodo como un momento clave provocado por el auge de la Ilustración, cuyos efectos influyeron de manera determinante en el modo de concebir la ciudad. 2 Fernández, Europa, 2000, pp. 70-71. 76 Las acciones emprendidas durante en este periodo son reflejo de la ideología propia del despotismo ilustrado que estaba transformando las ciudades europeas y que después sería desplazado por las corrientes positivistas durante el siglo XIX, con lo cual se fue forjando la plataforma que dio vida a una nueva disciplina que pretendía hacer de la ciudad un lugar más funcional y habitable, condición que se lograría sólo a través de una serie de transformaciones en muy diversos niveles de la sociedad, tanto de carácter ideológico, como de cuestiones tecnológicas, administrativas y artísticas, entre otras. Antes de profundizar acerca de cuáles fueron los cambios que se presentaron en la ciudad de México durante este par de siglos, es necesario hacer mención de dos factores esenciales en la vida de la ciudad; por un lado la policía urbana, cuya función fue determinante en su administración y gestión, y por otro el aspecto legislativo, puesto que ambos elementos, además de ser parte estructural del funcionamiento de la ciudad, representan un pilar dentro del proceso de conformación y consolidación de la planificación moderna. 3.1.2 Policía y reglamentación urbana factores fundamentales en el orden urbano Un elemento que jugó un papel esencial a lo largo de estos años fue la llamada policía urbana, cuyo referente fue la denominada ciencia de la policía, entendida como la ciencia del gobierno de las ciudades, cuya función era compaginar la ordenación territorial y urbana, así como la vida de los ciudadanos.3 La policía urbana tuvo su origen en el llamado cameralismo4 alemán, producto a su vez del mercantilismo, caracterizado por la intervención del Estado en el desarrollo económico, lo cual se vio reflejado en una mayor participación de este en diversos ámbitos de la administración como son las obras y asistencia públicas y la regulación de la educación, entre otros muchos aspectos. Por lo tanto, la intervención del Estado iba más allá de lo estrictamente económico y político, al llegar a tener una clara ingerencia en el orden urbano como consecuencia de sus propios intereses en su carácter de agente regulador, dado que el desarrollo económico que se pretendía alcanzar, requería inevitablemente de un espacio apto para su desenvolvimiento, en virtud de lo cual las ciudades se convertirían en el escenario principal al tener que satisfacer las necesidades de las múltiples actividades económicas que en ellas se suscitaban. 3 Fraile, “Gobierno”, 2002, p.182. 4 El cameralismo tiene su origen en el Estado alemán absolutista, en el que la llamada Cámara representaba la base de la administración pública. 77 Esto explica el porqué el Estado se vio obligado a desarrollar su capacidad para regular, controlar y ordenar el espacio urbano, valiéndose de la llamada ciencia de la policía, misma que cobra vital importancia al tener como objetivo principal aspirar al orden público, por lo que, tal como lo señaló Nicolás Delamare en su Tratado de Policía –Traité de Police- publicado en Paris en 1705, surge la impetuosa necesidad de contar con una autoridad fuerte y centralizada, capaz de dar fin a la interferencia de jurisdicciones y que a su vez fungiera como la cabeza del gobierno municipal, para procurar el óptimo funcionamiento de la ciudad.5 Es importante destacar que las tareas que cumplía la policía urbana eran muy diversas, entre las principales se pueden destacar la vigilancia de la moralidad y las buenas costumbres para ejercer una regulación social. Asimismo, como se ha mencionado, se buscaba procurar el orden público, en el que se contemplaba todo lo relativo a la vida cotidiana de la ciudad en búsqueda de la disciplina colectiva. Respecto a la salud pública, se ocupaba de inspeccionar y vigilar los mercados, mataderos y pósitos, así como de regular el emplazamiento de las industrias nocivas y molestas y la ubicación de hospitales, cementerios y cárceles. En cuanto al funcionamiento de la urbe también tenía encomendada la ordenación, prolongación y ampliación de calles, la regulación del tráfico, la idónea relación entre edificios, la numeración, lo concerniente a las obras de reforma, mejora y ornato, además de encargarse del sistema de limpia y recolección de desechos, el alumbrado, la higiene pública, la reglamentación de la ocupación privada de los espacios públicos y la vigilancia de algunas actividades económicas, entre muchas otras funciones. En el caso específico de España, la Ciencia de la Policía surge desde el siglo XVI, no obstante su periodo de mayor auge se presentó hasta el siglo XVIII, durante el reinado de Carlos III, momento en el que llega a su mayor esplendor para posteriormente comenzar un proceso de decaimiento que se traduce en una subdivisión en diversas disciplinas: juristas, urbanistas (arquitectos o ingenieros), higienistas o investigadores sociales, entre otros.6 Esta subdivisión es producto de la complejidad, misma que envuelve a las ciudades, razón por la cual un cuerpo administrativo difícilmente puede concentrar todas las obligaciones y funciones concernientes al desenvolvimiento de la ciudad, por lo tanto, lo más idóneo fue proceder a una subdivisión especializada en los distintos asuntos relativos al óptimo desenvolvimiento urbano. Si bien la policía urbana, fue una más de las herencias de la colonia, esta se adaptó a las condiciones que imperaban en la Nueva España, y cobró vital importancia en el proceso de trasformación urbana promovido por las reformas borbónicas, ejemplo de ello es la publicación de Juan Manuel de San Vicente, 5 Fraile, “Gobierno”, 2002, p. 184. 6 Ibid., p.182 78 titulada El discurso sobre la policía en México, que como lo señalan Hira de Gortari y Regina Hernández, es un trabajo que argumenta la manera en que debe guiarse la urbanización de la ciudad, a partir de una crítica respecto a las condiciones poco salubres en la que se encontraba, por lo que propone una serie de disposiciones basadas en los ideales del Estado ilustrado que tiene una nueva manera de concebir la organización del espacio urbano, bajo los principios de zonificación de actividades y la transformación de los servicios urbanos,7 lo que a su vez permite tener una idea del papel tan importante que jugó la policía urbana para el desenvolvimiento de las ciudades. Sin embargo, el funcionamiento de la ciudad no estriba única ni exclusivamente en el desempeño de la policía como agente administrativo, sino que para hacer cumplir el orden,empleaba como instrumento la normatividad, pues de ella dependía que se hicieran respetar las ordenanzas y bandos establecidos para su gobierno, encabezado, en el caso de la Nueva España, por el cabildo, quien a su vez organizaba el poder municipal en diferentes ramos y tenía la capacidad de emitir los reglamentos correspondientes. 8 Como bien lo señala Ribera,9 la reglamentación es un reflejo de la ideología de cada época, pues en ellas se manifiestan los intereses y preocupaciones del Estado, que determinan la manera de concebir la ciudad y, por ende, de guiar su funcionamiento y regular su desarrollo tanto urbano como social. Durante el periodo colonial la legislación tuvo como referencia el llamado derecho indiano, el cual a través de diversos instrumentos jurídicos regulaba y normaba los distintos aspectos de la vida en las colonias, siendo el urbano uno de los más importantes, hecho que se ve reflejado en las mismas Ordenanzas de Descubrimiento y Población emitidas en 1573 por Felipe II, mediante las cuales se pretendía formalizar el proceso de fundación y urbanización de las nuevas ciudades. Con el paso del tiempo la ley también se hizo cada vez más compleja y más específica, pues mientras las ordenanzas de Felipe II eran de carácter general, fue necesario que cada territorio generara su propia legislación, en este sentido, lo referente al orden urbano estuvo regulado durante el siglo XVIII y XIX principalmente a través de ordenanzas y los bandos de buen gobierno. Las ordenanzas eran disposiciones de distinta naturaleza que podían tener una validez meramente local o de carácter más general., ya que eran emitidas por el Cabildo, a fin de solucionar un caso específico y único, o fungir como antecedente para casos similares. Sin embargo, las ordenanzas en un sentido más amplio, representan todo aquel “conjunto de disposiciones de carácter general y variado que forman un cuerpo orgánico de disposiciones legales, conte7 Gortari, Ciudad, 1988, p. 47. 8 Ribera, “Continuidad”, 2002, p. 196. 9 Ibid., p. 196. 79 niendo unas veces normas de gobierno y más frecuentemente regulaciones de la vida en la ciudad, o ambas a la vez.” 10 De acuerdo a los asuntos contenidos en las ordenanzas, se dividen principalmente en tres rubros: el político-administrativo, el económico y el social. Dentro del ámbito económico, se encuentran las disposiciones relativas a la traza de las ciudades y a las medidas que debía guardar, así como el señalamiento de los solares oficiales y la distribución de la tierra entre otros muchos aspectos. A diferencia de las ordenanzas de carácter social que hacían alusión tanto a cuestiones de higiene y sanidad de las ciudades, así como a todo lo relacionado a cuestiones de orden público.11 En virtud de que las ordenanzas emitidas en la Nueva España datan desde el siglo XVI, es fácil encontrar en ellas ejemplos que aluden a los problemas de la urbe, pues como se ha mencionado, la falta de higiene fue una constante desde la fundación de la ciudad de México, ejemplo de ello son las ordenanzas de limpieza emitidas en octubre de 1595, por el Virrey Conde de Monterrey, don Gaspar de Zúñiga y Acevedo, que giró instrucciones precisas al entonces Corregidor de la Capital, Dr. Don Francisco Muñoz de Monforte, para que elaborara dichas ordenanzas, en las que se establecía cuáles eran las obligaciones del encargado del servicio de limpia.12 Respecto a los llamados bandos, en términos estrictos, son definidos como “edicto, ley o mandato solemnemente publicado de orden superior, y a la solemnidad y acto de publicarse también se llama así”,13 por lo que, como lo señala Edda Samudio, cumplen la doble función de normar e informar. Históricamente los edictos de los municipios romanos se convirtieron en los bandos de la época medieval, mismos que eran emitidos por los cabildos a fin de dar a conocer de manera pública las normas del gobierno municipal.14 Por lo tanto, los bandos constituyen parte fundamental en la instauración del orden urbano al ser el medio de expresión de la autoridad que era anunciada a través de pregoneros o difundida de manera escrita en los lugares más visibles de la ciudad. Cabe señalar que los bandos hacían referencia a asuntos 10 Domínguez, Ordenanzas, 1982, p.4. 11 Ibid., p. 19. 12 “… acarrear y limpiar todas las inmundicias y basuras de las calles de toda la ciudad de México, y limpiar y quitar todos los muladares que estén hechos o se hicieren, comenzando y prosiguiendo por los que la Ciudad o su diputado le mandare, y en ello ha de trabajar todo el día sin ocuparse de otra cosa alguna, que no sea en la dicha limpieza y quitar los muladares y limpiar las calles, so pena de cincuenta pesos de oro común cada vez que excediere, aplicados por cuartas partes: Cámara, Ciudad, juez y denunciador, lo cual se ejecute irremisiblemente”. Actas de Cabildo libros XIII-XIV, folios 122.3, en Rubio, “Ordenanzas”, 1956, p. 26. 13 Samudio, “Bandos”, 2009, p. 173. 14 Ibid., p. 173. 80 locales, por lo que eran una vía para conocer los problemas y preocupaciones de las ciudades. Asimismo, en ellos se contemplaban diversas disposiciones que incidían en la vida de las urbes y, por ende, de sus habitantes. En cuanto a su aparición como instrumentos normativos, aparentemente surgen desde el siglo XVI; sin embargo, no es hasta el siglo XVIII cuando toman una mayor importancia y, en consecuencia, un mayor uso.15 Por otro lado, los llamados bandos de buen gobierno, a decir de Ronald Escobedo, en un principio tienen dos acepciones, la primera que está dirigida al bien común, y la segunda es que hacen referencia al gobierno de las ciudades y al orden social de las mismas, lo que permite que mantengan una estrecha relación con el concepto de policía, que como se ha mencionado previamente, era la encargada de procurar el orden público. De ahí que el concepto de buen gobierno, frecuentemente se encuentre acompañado del término policía, o sea considerado sinónimo de este.16 A decir de Escobedo, resulta difícil de identificar en qué momento comienza, la acepción de buen gobierno a acompañar al concepto de bando, , pues al parecer no existe un documento que señale su institucionalización como tal, por lo que su uso probablemente sea más de carácter consuetudinario,17 que en cierta forma responde a los ideales de orden que caracterizaron a la Ilustración, pues a lo largo del siglo XVIII, se evidencia una aceleración en las transformaciones urbanas, en el sentido de querer modificar una realidad contraria a lo anhelado, en búsqueda de un progreso que se haga visible, por lo que tiende a haber una mejora en los servicios y se le concede una mayor importancia a la ornamentación, lo que en conjunto va a venir acompañado de una reglamentación cada vez más específica, respecto a cada uno de los elementos que se busca normar, trasformar, mejorar o instaurar: empedrado, tráfico, alumbrado, desagüe, jardines, fuentes,18 entre otros muchos factores. Lo que a su vez dio lugar a que se fuera conformando un cuerpo legislativo cada vez más amplio y diverso. Asimismo, gran parte de la relevancia que cobran los bandos, se debe a que muchos de los instrumentos legislativos, ya sean ordenanzas, reglamentos, provisiones, autos, son dados a conocer justamente a través de los bandos, a fin de guiar al pueblo por el camino de las buenas costumbres, aludiendo a cuestiones de salubridad y de orden social. En este sentido, es conveniente enfatizar que el siglo XVIII, representó un cambio en múltiples aspectos de la vida urbana, pues en el afán de mejorar las condiciones tan desfavorables que caracterizaban a las ciudades, surge la 15 Escobedo, “Bando”, 1995, p. 474. 16 Ibid., p. 477. 17 Ibid., p. 479. 18 Ibid., p. 480. 81 necesidad de hacer importantes modificaciones a nivel administrativo, como es la imposición del régimen de intendencias y la creación de la figura de intendente como una de las máximas autoridades políticas que gozaba de amplias facultades, muy por encima de alcaldes, corregidores o cabildos. Del mismo modo se crean nuevas instancias como las juntas municipales de propios y arbitrios, que en conjunto dan idea de cómo la complejidad de la ciudad va requiriendo de nuevos instrumentos y agentes para enfrentar situaciones tan heterogéneas que, aunadas con la normatividad buscan conducir a buen puerto el porvenir de las ciudades. 3.2 LA PLANIFICACIÓN URBANA EN LA CIUDAD DE MÉXICO DE 1770 A 1876 Hasta ahora se ha visto que las ciudades a lo largo de su historia atraviesan diversos procesos de transformación, resultado de una ideología que se manifiesta en el cómo es concebida la ciudad, lo cual puede llegar a traducirse de manera formal en el ordenamiento urbano. Por consiguiente, este apartado más allá de elaborar un análisis histórico minucioso y cronológico, únicamente pretende hacer un bosquejo general que sirva como referencia para comprender mejor el fenómeno de consolidación de la planificación urbana en México a través de algunos ejemplos relevantes, razón por la cual se han omitido ciertos datos con el objeto de acotar la información, bajo el intento de ofrecer un panorama general que contextualice dicho proceso. 3.2.1 La ciudad centralizada: la plaza mayor y sus alrededores A grosso modo, puede creerse que la ciudad de México, durante el siglo XVIII careció de un plan integral que entendiera sus problemas de organización y funcionamiento. Sin embargo, es posible identificar una preocupación constate por parte de las autoridades y de un grupo de ciudadanos, por buscar salida a los conflictos que aquejaban a la urbe, lo cual devino en una serie de ensayos de planificación urbana que pueden ser identificados desde mediados del siglo XVIII, con el objetivo principal de hacer de la ciudad un espacio habitable, funcional y saludable. 82 Figura 3.1. Mapa plano de la muy Noble, Leal e Imperial ciudad de México, 1753. 19 Ahora bien, a decir de Ignacio González Polo, el urbanismo y la arquitectura colonial alcanzan su mayor esplendor a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando comienzan a surtir efecto las ideas del urbanismo ilustrado que estaban en boga en Europa, lo que hace que se conviertan en un ejemplo a seguir. En aquel entonces, la ciudad de México era la ciudad de la contradicción, pues por un lado provocaba gran asombro a los viajeros que al llegar se encontraban una traza ortogonal compuesta por una “estructura vial perfecta, envidiable, inigualada por ninguna ciudad europea”20; no obstante, este escenario se veía opacado por la atmósfera que reinaba producto de la basura, la suciedad y la absoluta falta de higiene, fenómeno aunado a la división social y formal que caracterizaba a la ciudad, que se encontraba dividida en traza y barrios, estos últimos carentes del orden que predominaba en la primera. Ante este panorama los gobernantes y las autoridades de la ciudad de México se vieron obligados a emprender labores necesarias para hacer de la urbe un espacio más ordenado y limpio.21 Asimismo, no hay que olvidar que la ne19 Lombardo, Atlas, 1997, p. 317. 20 Fernández, Europa, 2000, p. 71. 21 Hernández, “Ideología”, 1994, p. 117. 83 cesidad por mejorar las condiciones de salubridad en que se encontraba la ciudad, respondía en gran parte a cuestiones de índole política e ideológica, consecuencia de las reformas borbónicas emitidas en 1760, cuyo fin era revertir la forma de gobierno virreinal que hasta entonces habían ejercido los Habsburgo, quienes poco a poco fueron delegando parte importante del poder, lo cual no resultaba del agrado de los Borbones, lo obligó a estos últimos a formular una serie de medidas que permitiesen a la Corona retomar el poder sobre las colonias, de ahí que dichas reformas fuesen una estrategia, principalmente de carácter político enfocadas a modificar la economía en función de intereses materiales que procuraran un aumento de la riqueza de la monarquía. Tales intenciones requirieron que se llevasen a cabo cambios a nivel económico, político y administrativo a fin de alcanzar una mayor centralización del poder y control de las colonias. La influencia que tuvieron dichas reformas llegó a trastocar diversos ámbitos de la vida en la Nueva España, en virtud de lo cual sus efectos se vieron reflejados también en el orden urbano, al incentivar a los virreyes a mejorar el funcionamiento de las ciudades; el primer encargado en su instauración fue José de Gálvez, visitador de Nueva España de 1765 a 1771.22 La urgencia por trasformar la imagen de la ciudad de México, no fue un mero capricho, sino que las condiciones en las que se ésta encontraba, exigía una pronta intervención a fin de responder a los ideales propios del racionalismo ilustrado. La urbe requería de una profunda reestructuración para de poder llevar a cabo una reorganización del espacio urbano junto con la instauración de ciertas reglas de edificación. Tal situación representa un claro ejemplo de cómo el Estado, una vez más, ha buscado el hacerse presente de muy diversas maneras, como la imposición del orden y dominio del espacio urbano, razón por la que fue implementada una nueva política urbana enfocada al saneamiento de la ciudad; de ahí que fuera preciso intervenir no sólo a nivel estructural y de diseño, sino también en todos aquellos aspectos referentes a la organización económica, político-administrativa y social de la ciudad.23 Asimismo, no hay que dejar de lado que la ciudad de México fungía como el centro político administrativo de Hispanoamérica, condición que la convertía en el ejemplo a seguir para muchas otras ciudades de la región.24 Como parte de este proceso de reorganización político-administrativa, se emitieron diversas disposiciones que incidieron en múltiples aspectos del orden urbano, como lo fue el uso del suelo, la propiedad y la renta de la tierra, lo que representó a su vez una vía de control por parte de la Corona respecto 22 Florescano, “Época”, 2006, p. 369. 23 Hernández, “Ideología”, 1994, p. 121. 24 González, “Ciudad”, 1976, p. 29. 84 al espacio público urbano, que otrora estaba en manos de los gremios o del gobierno de la ciudad, hecho que favoreció la libre circulación de mercancías y al libre comercio.25 Asimismo, otro de los hechos de mayor importancia, fue la creación de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, fundada en 1783, que surgió como una necesidad de la época, a fin de erigir una institución capaz de regular y avalar las obras constructivas que se llevaban a cabo en la ciudad, pues fungía como el cuerpo que institucionalizaba los cánones estéticos y técnicos a través de la formación de los nuevos arquitectos, escultores y pintores.26 Es así, bajo este escenario que se dio lugar al trabajo realizado por Baltasar Ladrón de Guevara, quien en 1788 elaboró un discurso titulado: “Reflexiones y apuntes sobre varios objetos que interesan a la salud pública y la policía particular de esta ciudad de México, si se adoptasen las providencias y remedios correspondientes”, el cual como lo señala Regina Hernández,27 es un trabajo que representa uno de los primeros intentos por atender la problemática de la ciudad de una manera más completa, puesto que no sólo se expone un diagnóstico de la situación que se vivía en la urbe, sino que también ofrece algunas soluciones para revertir la insalubridad que reinaba en la ciudad, lo que a su vez se convierte en una obra visionaria, al intentar abordar la problemática urbana de una manera totalmente diferente a como se venía haciendo en épocas anteriores. Por otra parte, González Polo considera que dicho documento hace referencia de manera puntual a todos aquellos elementos que inciden en la vida pública de la ciudad, ya fuese de manera directa o tangencial: abasto, salud, tránsito, sistemas jurídicos, prostitución, vagancia, reparación de calles, divisiones municipales, etc., dando lugar a un diagnóstico integral, sin precedentes hasta entonces. Asimismo, es importante señalar que el trabajo de Ladrón de Guevara se mantiene, al igual que sus contemporáneos europeos, en la línea del higienismo, quienes, como se ha mencionado en el capítulo anterior, fueron los precursores de la planificación moderna. A partir de lo anterior, es posible ver cómo durante la segunda mitad del siglo XVIII acontecieron importantes sucesos que repercutieron en la historia de la ciudad de México, ejemplo de ello son todas aquellas acciones emprendidas por los virreyes Antonio María de Bucareli (1717-1779), por el segundo conde de Revillagigedo Juan Vicente Güemes Pacheco de Padilla (1740-1794) y por Ignacio Castera (1750-1811), maestro mayor de la ciudad, quienes con los conocimientos propios de su época se esforzaron por mejorar el funcionamiento de la ciudad. 25 Gortari, Ciudad, 1988, p. 47. 26 Fernández, Europa, 2000, p. 83. 27 Hernández, “Ideología”, 1994, p. 125. 85 Entre los casos más representativos se encuentran los trabajos llevados a cabo durante el periodo de Revillagigedo, para quien los problemas de sanidad que ahogaban a la ciudad fueron su principal preocupación, razón que lo motivó a emprender diversas obras destinadas a sanear la ciudad, de igual modo organizó lo cuerpos de policía y vigilancia, mandó elaborar el primer plano regulador de la ciudad, encomendado al maestro Ignacio Castera. 28 Figura 3.2. Plano iconográfico de la ciudad de México, elaborado por el Maestro mayor D. Ignacio Castera, 1794. 29 Todo este conjunto de disposiciones impactaron de manera directa e indirecta en los espacios públicos que conformaban a la ciudad, entre las que destaca la regularización de la traza, que a su vez condujo a la delimitación de los espacios abiertos, así como el mejoramiento de los paseos y de los jardines, junto con el arbolado de las calles, la construcción de fuentes y la instalación de múltiples estatuas y monumentos, además de la emisión de diversas ordenanzas y bandos, elaborado con el propósito de normar el espacio urbano. 30 Como ejemplo se puede citar la remodelación de la plaza mayor, en 1796, cuando se colocó una balaustrada elíptica en torno a la estatua de Carlos IV, obra de Manuel Tolsá, que más allá de sus intenciones estéticas, representaba 28 González, “Ciudad”, 1976, p. 30. 29 Lombardo, Atlas, Vol. 1, 1997, p. 349. 30 Ibid., p. 31 86 la carga ideológica, pues era necesario hacer presente el poder de la Corona en el espacio abierto más importante de la ciudad.31 Al respecto, hay que recordar que desde el siglo XVI la plaza mayor de la ciudad de México, era un espejo en el que se reflejaba el “poder civil y político, la administración pública, el poder religioso, el mercado y las actividades de recreación y fiesta” 32, dotando a este espacio de un gran valor simbólico que lo convertía en un punto de centralidad, más allá de lo meramente geográfico, pues como Ribera Carbó lo denomina era, “el eje de la vida y de la personalidad de la ciudad”.33 En este sentido la plaza, como punto de centralidad funge a su vez como núcleo de atracción de diversas actividades que se desarrollan en su entorno, tanto de carácter administrativo, como religioso, de servicios, comercial y habitacional, condición que se mantiene hasta mediados del siglo XIX,34 por lo que la ciudad antigua, también llamada traza, continúa siendo una centralidad no solo a nivel metropolitano sino también nacional, lo que provoca que la mayor parte de las intervenciones urbanas llevadas a cabo durante esta época se produzcan justo en esta zona de la ciudad, sin tomar en cuenta los barrios circundantes que permanecieron casi intactos y alejados de todo privilegio. Figura 3.3. José Joaquín Fabregat. Vista de la Plaza Mayor de la ciudad de México en 1797, con la estatua ecuestre en bronce del rey Carlos IV de España, El Caballito.35 31 Lombardo, “Gestación”, 2000, p. 112. 32 Ribera, “Plaza”, 2002, p. 291. 33 Ibid., p. 292. 34 En la segunda mitad del siglo XIX, las familias adineradas comienzan a emigrar hacia las nuevas colonias en las afueras de la ciudad, lo que en sí va a representar un cambio estructural para el llamado centro de la ciudad, no sólo en su dinámica sino también en su morfología, al irse formando nuevas urbanizaciones en la periferia. 35 Lombardo, Atlas, Vol. 2, 1997, p. 37. 87 Lo anterior representó más un problema que una solución, pues a decir de Esteban Sánchez de Tagle,36 las obras más simples o sencillas jamás atendieron áreas relativamente cercanas al centro, por lo que poco efecto tenía empedrar y limpiar las calles centrales cuando los barrios circundantes se mantenían ahogados en sus miasmas, dispersadas por los vientos en toda la ciudad. 37 De ahí que la planificación urbana en la ciudad de México tuviera desde sus inicios, como principio rector, la higienización de la ciudad, factor que representa un común denominador compartido con muchos otros países en los cuales comenzaba a gestarse dicha disciplina. Asimismo, este fervor por limpiar la ciudad, implicó a su vez del surgimiento de una política sanitaria.38 Es por ello que para mejorar la calidad de vida de la ciudad de México, las tareas emprendidas estuvieron dirigidas a optimizar el servicio de limpia, empedrar las calles a fin de evitar lodazales, construir y mantener en buen estado las fuentes en dónde se proveía el agua, así como conservar en buenas condiciones las plazas y los paseos,39 acciones que al mismo tiempo fueron llevadas al ámbito normativo a través de las ordenanzas y bandos emitidos durante la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX; razón por la cual la legislación urbana jugó un papel determinante para la transformación de la ciudad. Al respecto, es interesante notar que para llevar a cabo las obras públicas propuestas, fue necesario recurrir a la participación obligada por parte de los propietarios de inmuebles,40 pues en aquellos tiempos no se contaba con los recursos suficientes para ejecutar tan grandes y costosas acciones, y menos aún existían los impuestos sobre la propiedad inmobiliaria.41 Para ejemplificar lo anteriormente descrito, durante la gestión del Segundo Conde de Revillagigedo, se emitieron diversas ordenanzas, bandos y disposiciones respecto a las fuentes públicas, el alumbrado, las festividades y proce36 Sánchez de Tagle, “Remodelación”, 2000, p. 16. 37 La limpieza extensiva a otras áreas de la ciudad, así como el alumbrado y los empedrados tuvieron que esperar a finales del siglo XIX, durante el porfiriato. Sánchez de Tagle, “Remodelación”, 2000, p. 18. 38 Sánchez de Tagle, “Remodelación”, 2000, p. 15. 39 Hernández, “Ideología”, 1994, p. 136. 40 Los recursos disponibles eran bastante limitados para emprender las tareas de empedrado, alumbrado, fabricación de banquetas, vigilancia y limpieza, ente otras. 41 Ejemplo de ello es el bando emitido por el Virrey Marqués de Cruíllas, el 23 de septiembre de 1763: “… se ordena a los vecinos de la capital, ‘sin excepción de persona alguna’ que ‘pongan una luz proporcionada dentro del farol, o como mejor les pareciere, en uno de los balcones o ventanas principales de la casa en que vivieren, todas las noches, desde las oraciones hasta después de la queda, que son dadas las diez, para que de este modo estén uniformemente iluminadas las calles, y por este medio… se eviten los insultos, pecados y prejuicios a que la oscuridad alienta y provoca”. Lemoine, “Alumbrado”, 1963, p. 785. 88 siones, la seguridad, los empedrados, la limpieza y buen cuidado de las calles, el comercio ambulante, la venta de productos en las calles o caminos, la regulación de traza, la clausura de callejones, el alineamiento y apertura de calles, las diversiones públicas, la regulación de mercados, el mantenimiento y conservación de los paseos, así como el control vehicular de los coches y carros que rodaban en la ciudad.42 Todas estas acciones y disposiciones dieron pie a una política urbana que comenzaba a dejar de lado el papel para ser puesta en práctica, a fin de optimizar el funcionamiento de la ciudad, y enfrentar el problema permanente que significaba la falta de salubridad que invadía las calles carentes de una infraestructura adecuada, razón por la cual las autoridades se vieron obligadas a intervenir en diversos niveles, pues dada la complejidad que caracteriza a las urbes, comenzó a vislumbrarse la necesidad de actuar de manera sistematizada, tal como lo señaló Ignacio Castera en su propuesta presentada a finales del siglo XVIII, cuando sugirió que la política urbana requería ser reformada para así poder establecer un método uniforme que vinculara las obras públicas y los servicios urbanos; 43 con lo que no sólo se deja entrever cómo empieza a gestarse la planificación, sino también cómo se van dejando atrás las meras soluciones casuísticas criticadas por Ildefonso Cerdá. Asimismo, es pertinente resaltar que las trasformaciones que experimentan las ciudades durante este periodo, bajo el supuesto de que “la modernización es un producto del Estado”;44 no son llevadas a cabo de manera directa por la Corona, pues ésta no fue la que emprendió dicho proceso de modernización en la Nueva España, sino que fueron los virreyes los encargados de cambiar la imagen de las ciudades, aunque en ocasiones tomaran decisiones contrarias a los intereses imperiales. 45 Ahora bien, el siglo XIX no fue menos importante para la historia de la planificación urbana de la ciudad de México, puesto que también estuvo pletórico de cambios políticos y sociales, provocados por la Independencia y los conflictos internos del país en formación; esto se vio reflejado en la vida urbana de la nación, que sufrió cierto decaimiento por la inseguridad y las carencias sociales existentes. Dichos eventos detuvieron el crecimiento urbano, pues fue hasta la segunda mitad del siglo XIX, con el triunfo de los gobiernos liberales cuando comenzó a vislumbrarse un primer proceso de expansión de la zona urbanizada, mediante el surgimiento de una política que buscaba la parcelación individual, lo que permitió el inicio de la fragmentación de las haciendas 42 Lombardo, Juan, 1999. 43 Hernández, Ignacio, 1997, p. 101. 44 Sánchez de Tagle, “Remodelación”, 2000, p. 9. 45 Ibid., p. 11. 89 y la aparición de nuevas colonias; sin embargo, fue hasta el Porfiriato cuando tal fenómeno tuvo un mayor auge y se materializó a una escala nunca antes experimentada en la ciudad. Poco a poco las primeras modificaciones urbanas del México independiente comienzan a evidenciarse en la vía pública, pues el nuevo régimen también buscó hacerse presente a través de la transformación de la imagen de la ciudad; no obstante, el ejemplo a seguir ya no eran los referentes españoles sino la Francia Napoleónica y el modelo urbanístico de Paris,46 puesto que la ciudad, como escenario de la vida pública, también tenía que hacer ver a la sociedad el cambio de régimen: el domino español había quedado en el pasado, por ello Guadalupe Victoria, siendo presidente de la nueva nación, decreta en mayo de 1826 eliminar todos los adornos públicos que evocaran la colonización española.47 Una vez más el espacio público funge como instrumento para que el Estado se haga presente y ponga en manifiesto su ideología o, en su caso, el cambio de la misma. De igual forma, durante los periodos presidenciales del general Antonio López de Santa Anna, el espacio urbano se vio transformado, puesto que éste demostró un especial interés y entusiasmo en embellecer la ciudad, razón que lo motivó a realizar diversas obras de ornato en espacios abiertos, como fue la reforestación de la Alameda, el mejoramiento de sus fuentes, la instalación de bancas y luminarias, a todo esto se sumó la excentricidad de mandar traer guardias suizos “para mayor distinción de las ceremonias oficiales”. 48 Entre las obras correspondientes a dicho periodo se encuentran la remodelación de la Plaza del Volador, de la que fueron retirados los puestos ambulantes e instalado un monumento del general Santa Anna, así como las modificaciones hechas a la plaza mayor, con la eliminación del Parián, para dar lugar a una gran plaza cuadrangular que, supuestamente, albergaría un esplendoroso monumento aludiendo a la plaza de la Bastilla de Paris. 49 Lo anterior, más allá de ser meros datos anecdóticos, representan una manera de ver cómo el poder y los gobernantes buscan por distintos medios hacerse visibles en el espacio urbano, con la finalidad de proyectar la ideología del régimen político traducida en una idea de ciudad, acto que tiene como escenario el espacio público. Cabe señalar que las plazas fueron uno de los espacios que más alteraciones sufrieron en el siglo XIX, lo que en sí responde a una nueva manera de concebir 46 Fernández, Europa, 2000, p. 89. 47 Ribera, “Plazas”, 2007, p. 302. 48 Gayón, “Servicios”, 2000, p. 134. 49 Esta obra quedó inconclusa y sólo se alcanzó a erigir la base, por lo que la plaza mayor comenzó a ser llamado “Zócalo”, nombre que conserva hasta nuestros días. 90 el espacio urbano, pues como lo menciona Ribera Carbó,50 en este periodo se da una reconversión de los espacios vacíos, ya que hasta entonces las plazas eran, por decirlo de algún modo, vacíos urbanos, en el sentido de no estar claramente delimitados, por donde atravesaban carruajes, carretas, caballos y personas sin seguir ningún camino marcado, guiados por un transitar aleatorio, pues los únicos elementos que existían eran la fuente, el rollo o la picota –cuando se trataba de la plaza mayor-, además de petates y mercancías de los vendedores en turno; sin embargo, esta imagen un tanto desordenada tuvo su fin cuando la ciudad emprendió su camino hacia la modernidad, al convertir las plazas en espacios civilizados y decorosos, propios de una sociedad culta y ordenada, lo que abrió la puerta a la ornamentación, al diseño de jardines y demás elementos que reflejaran el tan anhelado orden social y urbano. La introducción de los jardines fue uno de los elementos que más han modificado la imagen de la ciudad, que como bien lo menciona Eguiarte, también implicaron una trasformación de la sociedad, misma que encontró en ellos “sanos sitios de recreo y distracción”, 51 bajo la concepción rouseauniana se veía dicho cambio, como si el campo fuese llevado a la ciudad, lo cual permitía que se tuviese un contacto directo con la naturaleza y así alejar la perversión social y moral, al brindar nuevos espacios de reunión que no fueran las tabernas y las pulquerías.52 3.2.2 La ciudad bipolar: más allá del centro Ahora bien, desde la segunda mitad del siglo XIX, comienza a vislumbrarse el fenómeno de expansión de la ciudad con la desamortización de los bienes del clero efectuada en 1856, y la nacionalización efectiva en 1861,53 hecho que representa un claro ejemplo de cómo los procesos políticos y sociales que se gestaron en la sociedad mexicana decimonónica tuvieron un claro reflejo en la morfología urbana. De ahí que Fernández Christlieb mencione que en este periodo “la geografía de la ciudad se liberaliza y los espacios empiezan a quedar vacíos, a merced de los urbanizadores”,54 portadores de una ideología 50 Ribera, “Plazas”, 2007, 305. 51 Eguiarte, “Jardines”, 1991, p. 131. 52 Ibid., p. 132. 53 Fernández, Europa, 2000, p. 109. 54 Ibid., p. 112. 91 racionalista ansiosa de renovar la imagen de la ciudad a través de una intervención modernizadora opuesta a los estilos rebuscados que evocaban al poder conservador. Durante el proceso de expansión mencionado, empieza a gestarse una pérdida de centralidad de la llamada ciudad antigua; la plaza mayor deja de ser el único punto de atracción, pues la traza tiende a extenderse hacia el oeste como consecuencia de la creación de la nueva colonia Francesa, el embellecimiento del paseo de Bucareli y la reubicación de la estatua del Caballito -obra del maestro Tolsá-, en las afueras de la ciudad, así como el trazo y remozamiento del Paseo del Emperador. 55 Todo ello respondía a una nueva manera de pensar la ciudad, pues la tan valorada centralidad que impregnaba los ideales urbanos comienza a desvanecerse ante la marcada necesidad de las ciudades modernas de expandirse.56 Figura 3.4. Litografía de Paseo de la Reforma (1869 apróx.), Casimiro Castro. 55 La estatua del Caballito fue reubicada a las afueras de la ciudad después de diversas controversias, pues evocaba a la monarquía, sin embargo le era reconocido su gran valor artístico. 56 Fernández, Europa, 2000, p.99. 92 El liberalismo que influía a las nuevas ideologías económicas y políticas, trascendió a lo formal, al promover la trasformación del orden urbano, mismo que se manifestó a través de la colocación de monumentos y estatuas de carácter civil, que evocaban a hombres célebres como sucedió en el Paseo del Emperador,57 que más allá de tener un efecto ornamental, debe ser visto como un instrumento de dominio, pues una vez más, “gracias al ordenamiento urbano, el poder se hacía omnipresente”. 58 Asimismo, hay que destacar que dicho paseo cambió de nombre a fin de ser congruente con los ideales políticos, razón por la cual fue rebautizado59 con el nombre de Paseo de la Reforma. 60 Otro aspecto fundamental concerniente a este periodo, reside en la forma distinta de concebir lo público, pues a finales del siglo XVIII había una notable diferenciación social respecto a quiénes tenían acceso a dichos espacios. Por ejemplo, el uso del paseo de la Alameda estaba restringido, era sólo para gente decente, con lo cual quedaba prohibida la entrada a “toda clase de gente de manta o frazada, mendigos, descalzos, desnudos e indecentes”. 61 Tal situación denota una división social en el uso del espacio urbano, pues el Paseo de la Reforma y Chapultepec eran para la clase acomodada, la Alameda para la clase media, y para el resto del pueblo quedaban el Zócalo y las plazuelas. 62 Si bien hay que destacar que en este periodo se realizaron obras importantes, las aspiraciones no siempre fueron proporcionales a las posibilidades y a los recursos disponibles, puesto que los cambios reales tuvieron que esperar para verse materializados en una restructuración urbana. Entre las principales transformaciones, resultado de la leyes de reforma, se encuentra la desamortización de los bienes del clero, que se gestaron en la ciudad antigua; asimismo, se produjo la demolición y mutilación de múltiples conventos63 a fin de abrir nuevas calles y fraccionar los predios para estar en condiciones de promover la inversión inmobiliaria, pues ante todo se pretendía disminuir el poder de la iglesia, la que a principios del siglo XIX era propietaria del 47% del los terrenos 57 Ibid., p.108. 58 Ibid. 59 Eguiarte, “Espacios”, 1986, p. 97. 60 El hecho de colocar diversas estatuas a lo largo de esta avenida, va más allá de un mero acto ornamental, pues era la vía de comunicación entre el Palacio Nacional y el Castillo de Chapultepec, por ende, era un trayecto obligado del gobernante en turno. 61 Eguiarte, “Jardines”, 1991, p. 133. 62 Ibid., p. 133. 63 Entre los conventos que sufrieron alteraciones se encuentran el de San Francisco, San Fernando, Capuchinas, Santa Isabel, San Bernardo, Santo Domingo, El Carmen, San Diego y San Agustín. 93 de la ciudad de México.64 Cabe aclarar que todos estos efectos repercutieron en los que alguna vez fueron los pueblos de indios, cuyas trazas solían ser bastante irregulares en contraste con la ortogonalidad del damero novohispano, razón por la cual las llamadas parcialidades suburbanas comenzaron a ser vistas como áreas potenciales de expansión para la ciudad de México. Es preciso mencionar que a lo largo de estos años, se emitieron diversos bandos que incidían en la vía pública, algunos de ellos relativos a la limpieza y otros de carácter más específicos de acuerdo al uso que se le daba, así como aquellos que podrían resultar un poco triviales como el emitido en 1855 por José García Conde, gobernador interino del Distrito Federal, en el que prohíbe la elevación de papalotes tanto en plazas y calles públicas, como en azoteas, balcones y azotehuelas. 65 No obstante, hay muchos otros bandos que hacen referencia a la limpieza y al orden de las calles y plazas, por ejemplo, a causa de la falta de empedrados en las calles, era frecuente que se levantaran tolvaneras, por lo que en 1858, Miguel María Azcarate, Coronel retirado y gobernador del Distrito de México, dispone que al dar las tres de la tarde, los propietarios de inmuebles - iglesias, conventos, tiendas y habitaciones- ubicados en las calles de Tacuba, San Diego, Plateros, Acordada y Tlapaleros, debían regar los frentes,66 acción que representa una clara medida de higiene, pues al ser una de las preocupaciones más evidentes de la época, pocos años más tarde, en 1863 se emite una nueva ordenanza por parte de Juan A. Mateos, Secretario del Ayuntamiento de México, en la que se exhorta a los propietarios y encargados de los lotes e iglesias a barrer y regar la calle que les correspondía. 67 64 Un ejemplo es el caso de Santo Domingo, cuyo claustro fue fragmentado para crear la calle de Leandro Valle, así como la demolición de su barda atrial a fin de poder ampliar la plaza que hoy lleva el mismo nombre. 65 AHDF, Gobierno del Distrito Federal, Bandos. Caja 26, exp. 70. 66 AHDF, Gobierno del Distrito Federal, Bandos. Caja 30, exp. 5. 67 AHDF, Gobierno del Distrito Federal, Bandos. Caja 88, exp. 196. 94 Figura 3.5. Plano General de la ciudad de México de 1861. 68 En cuanto al uso de vía pública, muchas de las disposiciones hacen referencia a la regulación de la venta callejera, tal es el caso del bando emitido en 1868 por el Ayuntamiento de México, en el que se prohíben las vendimias en las calles, de igual modo señala que los vendedores que no tengan un lugar en los mercados, tienen la posibilidad de establecerse en la plazuela de San Fernando, en el atrio de Santo Domingo y en la plazuela de Loreto, esto ayuda a tener una idea acerca del control y regulación del uso del espacio, al mismo tiempo que demuestra la intención por zonificar las actividades. 69 A través de estos ejemplos, se puede comprobar cómo la vía pública ha sido uno de los elementos que constantemente ha preocupado a las autoridades respecto a la búsqueda del orden y el buen funcionamiento, pues la normativi68 Lombardo, Atlas, Vol. 1, 1997, p. 379. 69 AHDF, Gobierno del Distrito Federal, Bandos. Caja 38, exp. 23. 95 dad, históricamente ha sido un mecanismo de control y regulación que denota cuáles son las principales preocupaciones y conflictos que aquejan a la ciudad. 3.2.3 El Porfiriato: algunos ejemplos de expansión y transformación (calles, colonias y jardines) del núcleo central de la ciudad de México Una de las características del Porfiriato (1876-1911) fue el notable fervor que surgió respecto a la creación de nuevas colonias, principalmente entre los años de 1880 y 1910, 70 periodo en el cual la construcción de edificios fue cinco veces mayor a la alcanzada a lo largo de los cien años anteriores. Este proceso de expansión urbana, sin duda, provocó que la ciudad se diferenciara por zonas, dando pie a la dualidad de centro-periferia, pues los antiguos barrios pronto se verían convertidos en las nuevas colonias residenciales,71 lo que a su vez dio lugar a la conformación de un centro urbano con características y problemáticas propias, pues el crecimiento del área urbana estimuló que se invadieran los municipios aledaños y fuesen absorbidos los ranchos, las haciendas y los barrios de indios,72 fenómeno que como más adelante se verá provocaría múltiples dificultades para la administración de la ciudad y para la planificación urbana de la misma. En este sentido, hay que recordar que las cualidades de centralidad que adquiere esta zona de la ciudad no son meramente de carácter geográfico, determinadas por su ubicación y su relación respecto al resto del área urbanizada, sino que se mantiene el dominio de las actividades administrativas, políticas y económicas. Por otro lado, el proceso de expansión urbana vino acompañado de un cambio en los sistemas de transporte, que favoreció en gran medida el crecimiento de la ciudad, pues con ello se aceleró el surgimiento de nuevos fraccionamientos al mejorar la conectividad entre las distintas zonas, dado que el progreso y la modernidad se hicieron visibles cuando se dio el cambio de los tranvías de tracción animal (mulitas), a los de vapor y, posteriormente, a los eléctricos introducidos en 1900, junto con el ferrocarril, este último encargado de conectar a la ciudad con pueblos, villas y muchas otras ciudades del interior 70 Fernández, Europa, 2000, p. 114. 71 Las primeras colonias comenzaron a formarse a lo largo de la Av. Reforma, en donde surgieron la colonia Francesa, la Juárez, la Cuauhtémoc, seguidas después por la Limantour, la Roma, la Condesa y la Indinilla, las cuales se asentaron hacia el sur de la ciudad. 72 Morales, “Expansión”, 2000, p.116. 96 de la República, mientras que los tranvías estaban destinados a dar servicio intraurbano. 73 La suma de todos estos elementos le dio un nuevo sentido a la vía pública al ceder una mayor importancia al tráfico rodado, pues a mediados del siglo XIX, tan sólo el 6% de las calles se encontraban pavimentas, los puentes para cruzar las acequias eran de madera y unos pocos eran de mampostería –cal y canto-, además eran pocas las calles que contaban con aceras para los peatones, lo que representaba en una dificultad para transitar la ciudad. Desde luego hay que señalar que el auge de la transportación rodada trajo desde principios del siglo XIX un reglamento emitido en 1802, en el cual se establecían las normas elementales de regulación del transporte público de personas, y además se especificaban detalles como la velocidad, las características de los vehículos y las tarifas, entre otros.74 Figura 3.6. Infraestructura de transporte de la ciudad de México en 1910. Cabe señalar que en este proceso de expansión tuvieron que conjugarse la intervención de dos agentes fundamentales: por un lado los intereses privados de los inversionistas inmobiliarios –especuladores- y, por otro, los intereses del gobierno, quién mantuvo una participación limitada en dicho proceso, 73 Navarro, “Transporte”, 2000, p. 127 74 Ibid., p. 125. 97 puesto que se carecía de un plan general oficial de ensanche de la ciudad, por lo tanto la expansión adolecía del rigor propio de la planificación urbana, al ser los intereses privados los primeros en dar la pauta de hacía dónde debía dirigirse el crecimiento de la ciudad. En lo que se refiere a cómo se fue dando el crecimiento de la ciudad, hay que señalar que en un principio fue el Paseo de la Reforma el que fungió como eje principal de expansión, pues en torno a él comenzaron a ubicarse las nuevas residencias de las familias adineradas, que ya veían en el casco antiguo un lugar de conflicto opuesto a sus ideales de comodidad, lo que dio origen a las grandes residencias rodeadas de enormes jardines a la usanza europea. Al respecto, es convertiente hacer mención de los proyectos elaborados por Salvador Malo, 75 quien motivado, principalmente por intereses personales y ante la falta de un plan oficial de ensanche, se propuso la tarea de generar un par de propuestas para guiar el ensanche de la urbe, en las que es posible detectar cierta influencia de Cerdá y de Haussmann.76 Tanto en la primera de ellas, presentada en 1889, bajo el nombre de “Plano General de la ciudad de México con el ensanche proyectado en los terrenos de la propiedad del Señor Don Salvador Malo”, como en la segunda, realizada en 1894, titulada “Plano de proyecto de ensanche de la ciudad de México, formado por el ciudadano Salvador Malo, quien lo dedica al ciudadano presidente de la República, general Porfirio Díaz”, como bien lo resalta Fernández Christlieb reflejan “la preocupación por estructurar la ciudad de México en un proyecto unitario”.77 Esto corresponde a las inquietudes que comenzaban a gestarse en diversos países durante la segunda mitad de los ochocientos. 75 La preocupación de Salvador Malo responde a que él fue uno de los principales inversionistas inmobiliarios de la época, pues al parecer fue un visionario que vio en la especulación del suelo una gran oportunidad de negocio, puesto que su esposa heredó terrenos de la antigua hacienda de La Teja y del Rancho de los Cuartos, incursionó en la inversión inmobiliaria junto con la empresa estadounidense Mexico City Improvement Company, misma de la que él era apoderado, a fin de conformar una nueva colonia. Los terrenos correspondientes a esta zona abarcan lo que hoy se conoce como colonia Juárez. 76 Fernández, Europa, 2000, p. 121. 77 Fernández, Europa, 2000, p. 122. 98 Figura 3.7 Plano del proyecto de ensanche de la ciudad de México, formado por el ciudadano Salvador Malo, quien lo dedica al ciudadano presidente de la Republica, general Porfirio Díaz, 1894.78 78 Lombardo, Atlas, Vol. 1, 1997, p.423. 99 Aunado a lo anterior, la ciudad experimentó un gran número de cambios que redefinieron el rumbo de su historia. Entre los más importantes se ubican aquellos concernientes a la infraestructura, el equipamiento y, por ende, la habitabilidad, pues al igual que en Europa y en Estados Unidos, en México hubo importantes personalidades que mostraron un gran interés por los problemas de la ciudad, principalmente en la primera década de los novecientos, cuando algunos arquitectos e ingenieros desarrollaron varias propuestas referentes a la ordenación urbana; entre los más destacables se encuentran los trabajos de Nicolás Mariscal, Miguel Ángel de Quevedo y Jesús Galindo y Villa, quienes expresaron una gran inquietud por fundamentar y sistematizar el diseño urbano, cada quién desde su propia perspectiva. Por su parte, el arquitecto Mariscal trabajó temas relativos a la teoría de la arquitectura, el ingeniero Galindo y Villa mostró mayor interés en aspectos históricos, mientras que el ingeniero Quevedo, fue quien más enfocó su labor en problemas urbanos, particularmente en cuestiones relacionadas con los espacios libres y las áreas verdes.79 Desde luego todos ellos tenían presente las problemáticas de la ciudad y, por ende, la búsqueda de sus posibles soluciones, esto los llevó a participar en las comisiones de obras públicas del Ayuntamiento de la ciudad de México, donde presentaron sus propuestas de ampliación de avenidas, creación de jardines y enarbolado de vías públicas, entre otros aspectos, que en conjunto eran un reflejo del conocimiento que se tenía de los trabajos realizados en el extranjero -Europa y Norteamérica-, especialmente de los proyectos de Howard, acerca de la ciudad-jardín. Por su parte, Mariscal puso especial énfasis en la importancia de dar paso a un nuevo campo profesional, la arquitectura del paisaje, que era capaz de integrar elementos de higiene, salubridad y belleza, por lo que se requería tener diversos conocimiento de agronomía, horticultura, arquitectura e hidráulica. Sin embargo, él buscaba la integración de la arquitectura del paisaje a la ciudad a través de lo que llamaba la arquitectura de relación,80 puesto que los edificios no se encuentran aislados, sino que existe un entorno que no siempre ha sido construido, dado que cuando queda un vació, éste puede ser llenado con la naturaleza, lo que hace que predomine una visión esteticista, que encontró en el espacio público y en la remodelación del mismo, un medio para materializar la llamada arquitectura del paisaje en las ciudades. Por otro lado, la labor del ingeniero Galindo y Villa, estuvo centrada en la conservación de la naturaleza y en el embellecimiento de los espacios públicos, teniendo como referencia el arte de los jardines ingleses, de igual modo, estaba preocupado por el óptimo crecimiento de la ciudad. A pesar de que la mayoría de sus trabajos estuvieron focalizados más en cuestiones de carácter 79 Eguiarte, “Idea”, 2004, p. 312. 80 Eguiarte, “Espacio”, 2004, p. 319. 100 histórico, referentes al desarrollo de la ciudad y a su estructura urbana, siempre denotó un marcado interés por la relación naturaleza y ciudad, así como por la higiene y la estética, ya que al fungir como funcionario del Ayuntamiento, se preocupó por la planificación de la ciudad y por defender las reservas naturales, además de poner especial énfasis en la estética de los jardines, que dieron fin a las polvorientas plazas. Cabe señalar que Galindo y Villa, justificaba la necesidad de intervenir las ciudades, aunque ello implicara demoler algunos elementos, pues a partir de la reforma que Haussmann llevada a cabo en Paris, se percató de que dichas medidas resultaban a veces necesarias para un adecuado desenvolvimiento de la ciudad. Finalmente, el ingeniero Quevedo, tal vez fue quien llegó a elaborar las propuestas más avanzadas para su época, pues trató de abarcar la ciudad en su totalidad, teniendo como principal preocupación el crecimiento ordenado de la misma, así como la conservación de los recursos naturales. De ahí que una de sus principales preocupaciones haya sido la integración de los espacios libres, además de los aspectos referentes a la higiene, la utilidad y, como ya se ha dicho, la conservación de la naturaleza. Un asunto relevante es que Miguel Ángel de Quevedo fue el más pragmático de los tres, pues no sólo abordó los aspectos teóricos sino que –al igual que Cerdá- buscó plasmarlos en propuestas prácticas, a lo que se sumo su participación en diversos eventos internacionales, como fue la Liga Internacional de los Espacios Libres, en 1910, en donde presentó su trabajo de “Espacios libres y reservas florales de las ciudades. Su adaptación a jardines, parques y lugares de juego. Aplicación a la ciudad de México”, en el que hizo referencia a los problemas provocados por las aglomeraciones urbanas. 81 Quevedo, a diferencia de sus colegas, Mariscal y Galindo y Villa, logró hacer realidad algunos de sus proyectos, gracias a que llegó a ser director de la Junta Central de Bosques, fundada en 1904, a través de la cual creó cuatro viveros en distintas zonas de la ciudad, tal fue el caso de Coyoacán y Desierto de los Leones; de igual forma abogó por la imperiosa necesidad de fomentar las reservas naturales a fin de que las futuras colonias, producto del crecimiento urbano, contaran con áreas libres suficientes. Esto refleja cómo los trabajo de Quevedo comenzaron a mostrar un claro entendimiento de las bondades de la planificación urbana, 82 resultado en gran parte de la influencia de las reformas llevadas a cabo en París y en Londres, al tener en consideración la búsqueda de criterios generales que permitieran hacer de la ciudad un espacio más habitable; al señalar también la necesidad de garantizar una mínima área libre en los inmuebles, con el objeto de permitir 81 Eguiarte, “Espacio”, 2004, p. 324. 82 Quevedo llegó a manifestar una clara influencia de los trabajos llevados a cabo en Paris y en Londres, mismo que llegaron a ser hasta cierto punto un ejemplo a seguir. 101 una idónea circulación de aire. También brindó especial atención a la relación que debía existir entre el ancho de las calles y la altura de los edificios, así como a los espacios libres contenidos en la traza urbana. Respecto a este último punto, hay que señalar que el ingeniero Quevedo no concebía los espacios abiertos como algo general, sino que partía de una clara diferenciación entre: jardines, plazas de recreación, plazas monumentales, terrenos de juego, parques y reservas forestales, todos ellos indispensables para la ciudad.83 Si bien la mayoríade estas propuestas no llegó a concretarse, deben ser tomadas en consideración como una importante referencia acerca de la manera de concebir la ciudad y de abordar el fenómeno del crecimiento urbano, además de mantener la constante preocupación por la higiene y la integración de la naturaleza, así que cada uno, a su manera, llegó a manifestar su interés por el vínculo naturaleza-ciudad. De igual forma, estos trabajos muestran cómo la inquietud por la planificación urbana comienza desde principios de siglo a dar frutos en la ciudad de México, convirtiéndose en un antecedente para su futura consolidación e institucionalización. Por otra parte, retomando el hilo de la historia, el Porfiriato representó un periodo de importantes transformaciones a consecuencia del desarrollo económico que se experimentaba en el país durante aquella época, de ahí que fuera necesario resaltar que la ciudad de México era ejemplo del supuesto fortalecimiento político, razón por la cual se emprendieron diversas obras para embellecer la urbe con el propósito de trasmitir una “buena imagen de la prosperidad” 84 y situar a la capital del país a la altura de las grandes ciudades del mundo. Asimismo en esta época se da una consolidación del suelo urbano, se lleva a cabo la construcción de grandes edificios y monumentos, se abren nuevas avenidas para conectar ciudad central con otras municipalidades y, como se mencionó anteriormente, se introdujo el tranvía y las estaciones del ferrocarril, elementos fundamentales que incentivaron el proceso de expansión urbana,85 lo que dio origen a nuevas colonias, expulsando con ello el uso agrícola del suelo, que hasta entonces había predominado en la periferia de la llamada ciudad central. Una de las obras más importantes de este periodo fue la conclusión del desagüe de la ciudad, el cual constituyó un gran cambio en cuestiones de habitabilidad y funcionalidad, dado que durante aproximadamente cuatrocientos años la ciudad había sido víctima de constantes inundaciones que impactaron tanto en su proceso de consolidación como en el de transformación, al padecer continuamente los problemas y efectos de dichas inundaciones, que incidían de manera directa no splo en la vía pública sino también en los espa83 Eguiarte, “Espacio”, 2004, p. 327. 84 Huarte, “Políticas”, 1991, p. 39. 85 Ibid. 102 cios cerrados, entorpeciendo constantemente el óptimo desenvolvimiento de la ciudad. Finalmente esta historia se vio revertida el 17 de agosto de 1900, cuando fue inaugurado el Gran Canal y desagüe de la Cuenca,86 lo que significó un momento clave para la ciudad de México, pues sus espacios públicos lograron ser más habitables, humanos y vivibles.87 Aunque el sistema de desagüe compuesto por el canal, el túnel y el tajo, fue solo uno de los proyectos emprendidos durante el Porfiriato, estos vinieron acompañados también por otras importantes obras de infraestructura, como la red de agua potable, drenaje, pavimentación y alumbrado, todos ellos elementos esenciales para mejorar la habitabilidad, funcionalidad y salubridad de la urbe. No debe olvidarse que los primeros años del siglo XX, también se caracterizaron por prestar una mayor importancia a cuestiones relativas al sistema de vías públicas y espacios libres, de ahí que surgiera la preocupación por aumentar las áreas destinadas a parques y jardines, así como el ensanche de las avenidas, situación que refleja la influencia de lo que se estaba haciendo en Europa y Norteamérica, razón por la cual en 1901, el Ayuntamiento creó la Comisión de Embellecimiento y Mejoras de la Ciudad, cuyo regidor fue Miguel Ángel de Quevedo. Entre algunas de las transformaciones más evidentes se puede mencionar la inclusión de vialidades diagonales, tal como lo había sugerido Cerdá para Barcelona,88 hecho que rompió la tradicional traza reticular; la avenida Paseo de la Reforma representó uno de los primeros ejemplos, pues aunque esta se trazó a mediados del siglo XIX, cobró vital importancia durante el Porfiriato no solo por fungir como pauta de crecimiento, sino que también fue objeto de diversas intervenciones urbanas, como la colocación de esculturas y monumentos, y la plantación de arboledas y áreas ajardinadas. Asimismo, aunado a la creación de estas nuevas calles, se introdujo la glorieta como elemento ordenador para facilitar la circulación vehicular y ser también punto de referencia, tal es el caso del Ángel de la Independencia. Algunas de las nuevas calles se caracterizaron por el empleo del camellón central sembrado de árboles, como las avenidas Nuevo León, Tamaulipas y Álvaro Obregón, en las colonias Condesa y la Roma. 86 Chanfón, “Primer”, 1998, p. 117. 87 Esto trajo consigo nuevos estilos arquitectónicos, pues las obras del desagüe, ayudaron para que se dejara de pensar en la conservación y refuncionalización de los inmuebles heredados, lo cual dio lugar a la ampliación del área urbanizada, gracias a la compleja infraestructura que corría por las entrañas de la ciudad. Chanfón, “Primer”, 1998, p. 118. 88 Eguiarte, “Jardines”, 1991, p. 135. 103 Figura 3.8 Plano de la Alameda después de las reformas de 1901.89 Como se mencionó anteriormente, durante el Porfiriato se crearon nuevas áreas verdes, de ahí que la intervención del espacio público representó una vez más una estrategia para embellecer la ciudad y promover el mejoramiento urbano, en virtud de que no sólo se aumentó el número de jardines, sino que también se retiraron los mercados asentados en las plazas que fueron trasladados a nuevas edificaciones construidas específicamente para dichos comercios. En cuanto a la imagen de las demás plazas, se promovió la construcción de fuentes, quioscos y monumentos, cuyo fin era ornamentar la ciudad.90 En este sentido, las transformaciones experimentadas por la capital, no solo modificaron su imagen y la manera de vivirla, pues además de hacerla más habitable, también tuvieron un impacto en la vida cotidiana de la sociedad en sí, al incidir en sus usos y costumbres, lo cual, evidentemente, tuvo un mayor efecto en la vía pública, Si bien las acciones emprendidas durante el Porfiriato no pueden ser consideradas como un proyecto integral de planificación urbana, no por ello se les debe restar valor, pues a través de estos ensayos de planificación se buscó conducir el rumbo de la ciudad. No obstante, vale la pena recordar que estas trasformaciones no fueron extensivas a todo el espacio urbano que conformaba al Distrito Federal, sino que se concentraron en un área restringida en torno 89 Lombardo, Atlas, Vol. 1, 1997, p. 57. 90 Blanco, Plaza, 2002, p.47. 104 al casco antiguo, hoy conocido como centro histórico: “el punto de partida de esta extensión de la habitabilidad del espacio arquitectónico-urbanístico era el centro de la ciudad”.91 Los cambios se hacían presentes primero en las calles aledañas al zócalo, para de ahí distribuirse hacía las zonas donde habitaban las familias de mayores recursos. Es por ello que el hoy llamado centro histórico, representa un importante elemento de estudio, pues es el claro ejemplo de cómo el casco de fundación, poco a poco se trasformó en el centro de una gran metrópoli, con características y cualidades muy particulares al resto de la ciudad. Cabe señalar que el proyecto presentado al presidente Porfirio Díaz, correspondía a los ideales de progreso que se pretendían alcanzar, a través de una ciudad más ordenada, donde reinara la unidad, la regularidad, la axialidad, la simetría y la proporción, elementos propios del racionalismo, que encontraron en el estilo neoclásico una vía para materializarse. Figura 3.9 Plano de la ciudad de México, en el que se pueden apreciar la expansión urbana que se tiene hasta 1909.92 91 Chanfón, “Primer”, 1998, p. 127. 92 Lombardo, Atlas, Vol. 1, 1997, p. 445. 105 Sumado al gran número de obras de infraestructura y equipamiento que se realizaron, es preciso enfatizar que también se emitieron reglamentos y leyes importantes que reflejan la problemática de la urbe y las preocupaciones de las autoridades, lo cual representan una parte significativa de los antecedentes de la planificación urbana. Entre los ejemplos más significativos, se puede citar el Código Sanitario de los Estados Unidos Mexicanos, emitido en 1891, en el que se manifiesta una preocupación por atender los problemas de higiene que amenazaban a la población, situación que evidencia la necesidad de instaurar algunos lineamientos de carácter preventivo, dirigidos a evitar la propagación de enfermedades y a mejorar la calidad del medio ambiente de las ciudades. A través de los distintos apartados que conforman dicho código, se establecen ciertas normas para la construcción y adecuación de todos los espacios habitables, mismos que en la actualidad pueden parecer demasiado básicos, no obstante debe tomarse en consideración no sólo las condiciones sociales y económicas de la población, sino también ciertas cuestiones culturales que al paso del tiempo se han visto modificadas. Es preciso hacer notar que los criterios que se establecen en el Código Sanitario, años más tarde serían retomados en los reglamentos de construcción, pues su contenido, además de propiciar mejores condiciones de salubridad, buscaban favorecer la habitabilidad y funcionamiento de los espacios construidos. De ahí que el Estado se convierte en un avizor de la salud, pues no sólo vigila los espacios públicos, pues también interfiere en espacios privados, al determinar que toda construcción debe ceñirse a las indicaciones establecidas por el Código Sanitario. En cuanto al orden urbano se dan algunas indicaciones relativas a la ubicación idónea de los rastros, las condiciones básicas de higiene a que deben someterse los mercados, la localización de los basureros, cementerios y cierto tipo de industrias que representen algún riesgo para la salud. En alusión a los espacios públicos, el código cuenta con algunos artículos que inciden en dichos lugares, ejemplo de ello es el artículo 268, en el que se menciona que todo perro que salga a la calle debe portar “bozal de hierro o cuero”, al mismo tiempo se prohíbe a los dueños de perros salir durante la noche aun cuando los canes porten el bozal, pues de lo contrario estos serán sacrificados,93 lo que representa, en cierta forma, una restricción respecto al uso de la vía pública. Dentro de este mismo apartado se establece que los cadáveres de animales deben ser retirados sin demora de la vía pública y que los dueños de animales (cerdos, vacas, carneros y aves de corral) tienen prohibido que vaguen por las calles de la ciudad,94 mientras que el artículo 279 señala que en los casos en 93 Artículos 269 y 270 del Código Sanitario de los Estados Unidos Mexicanos, 1891, p. 62. 94 Artículos 272 y 273 del Código Sanitario de los Estados Unidos Mexicanos, 1891, pp. 6263. 106 que se permita usar las plazuelas para ordeñar animales, los dueños estarán obligados a dejar limpio el lugar utilizado, así como a recoger las “inmundicias o basuras que se causen y las que arrojen los animales en su tránsito.”95 Lo anterior permite ver cómo los lineamientos establecidos por el Código Sanitario de 1891, no sólo buscaban mejorar las condiciones de salubridad de las ciudades mexicanas, sino que intentaban dar respuesta a una parte de los problemas cotidianos, dado que las medidas tomadas, además de regular las construcciones, limitar y prohibir algunas actividades en los espacios públicos, también pretendían controlar los usos de suelo, al procurar mantener alejadas todas aquellas actividades que constituyeran algún riesgo para la salud de los habitantes. En este sentido, el Código Sanitario de 1891 puede considerarse como parte integral del preámbulo de la planificación urbana en México, pues coincide con las acciones llevadas a cabo en otros países a partir de las propuestas presentadas por los distintos grupos de higienistas, preocupados por mejorar la calidad de vida en las urbes. Por lo tanto, dicho código es uno de los primeros instrumentos creados para que las ciudades cumplieran con los requisitos mínimos de habitabilidad, y al mismo tiempo forma parte de las primeras leyes emitidas por las autoridades a fin de coadyuvar en el mantenimiento del orden junto con diversas ordenanzas, bandos, leyes y reglamentos elaborados para regular no sólo el trazado de la ciudad, sino también para controlar las actividades y los usos de suelo, entre otros muchos aspectos. A lo largo del Porfiriato, además del Código Sanitario de 1891, se llevaron a cabo varias acciones encaminadas a solucionar los conflictos que agobiaban a la ciudad de México, así pues, una de las principales preocupaciones de la época era encontrar la manera de controlar el crecimiento urbano, por lo que se elaboraron algunas normas para los nuevos fraccionamientos, y así mejorar la calidad de vida de sus habitantes dotándolos de la infraestructura básica. Al respecto, es importante hacer notar que el Estado no se mantuvo al margen del proceso de expansión de la ciudad que se presentó durante este periodo, pues aunque el fraccionamiento del suelo fue llevado a cabo por desarrolladores inmobiliarios particulares, el Estado tuvo que intervenir a causa de las irregularidades que se cometían en el proceso de urbanización, al imponer algunas normas mínimas que evitaran la proliferación de enfermedades contagiosas -tuberculosis, tifoidea, viruela- que provocaran epidemias entre la población.96 Es por ello que en 1902, ante la multiplicación de fraccionamientos irregulares, algunos de ellos carentes de la autorización previa por parte del municipio, se publicara en el Boletín Oficial una lista de colonias autorizadas y otra 95 Código, 1891, p.63. 96 Huarte, “Políticas”, 1991, p. 40. 107 de las carentes de autorización, ubicadas tanto en la municipalidad de México como en el Distrito Federal, así como las Bases generales de trazo e higiene, en las cuales se dictan los requerimientos mínimos impuestos por el Ayuntamiento respecto a la urbanización de los nuevos fraccionamientos, como es el dimensionamiento de la calles, al hacer hincapié en que las esquinas debían ser ochavadas, aludiendo al estilo francés de pan-coupe, y al empleo de diagonales para acortar distancias entre los puntos de mayor interés (templos, mercados, estaciones de ferrocarril). Respecto a los espacios abiertos se menciona que la ubicación de las plazas y jardines debe encontrarse en la intersección de diagonales, cuya extensión de terreno requería ser igual a la de una manzana, con la acotación de que por cada treinta manzanas una debería ser destinada para la plaza y otra similar para el mercado, asimismo, se menciona que deben existir áreas específicas para escuela y demás servicios urbanos (policía, bomberos, etc.). Finalmente, además de dictar los parámetros de urbanización también se determinó que la encargada de supervisar el cumplimiento de dichas bases era la Comisión de Obras Públicas junto con la Comisión de embellecimiento de la ciudad, pues es importante recordar que en la mayoría de los casos el fraccionamiento de las nuevas colonias se llevó a cabo por parte de compañías, en su mayoría extranjeras: francesas, inglesas y norteamericanas. Cabe destacar que en este periodo se emitieron diversos bandos que aludían a cuestiones muy específicas referentes al orden urbano, como la prohibición a toda persona de defecar en las calles, plazuelas o parajes públicos, a reserva de ser multada con no menos de doce reales.97 En cuanto a los bandos referentes a la limpieza de vía pública, los cuales no dejaron de ser una constante. Dentro de otro rubro se encuentran las disposiciones referentes al control del tráfico y el transporte público, tal es el caso del bando emitido en Febrero de 1900, por Guillermo Landa, Gobernador del Distrito Federal, en el que determina que los vagones de pasajeros solo podrán detenerse en las esquinas de las calles y en las calzadas.98 En lo referente al uso social del espacio público, se pueden encontrar algunos bandos que limitan o restringen de algún modo el uso de éste, como el bando emitido el 31 de agosto de 1909, por Ignacio Burgo, Secretario de Gobierno del Distrito Federal, mediante el cual informa acerca de la prohibición de llevar a cabo cualquier tipo de reunión o manifestación de carácter político en las calles, plazas o lugares públicos, a fin de no alterar los festejos del ani- 97 AHDF, Gobierno del Distrito Federal, Bandos. Caja 59, exp. 9. Bando emitido en 1888, por Nicolás Islas y Bustamante, Secretario de Gobierno del Distrito Federal. 98 AHDF, Gobierno del Distrito Federal, Bandos. Caja 70, exp. 44. 108 versario del centenario de la independencia.99 Dentro de este mismo tema se encuentra una disposición publicada en agosto de 1912, en la que Fernando González Roa, Secretario de Gobierno del Distrito Federal, prohíbe todo tipo de reparto de papeles de anuncio (propaganda), en las calles del área céntrica de la capital;100 esto, además de ser una restricción en cuanto a lo que se puede hacer o no en el espació público, denota una clara intención de diferenciación del espacio urbano que conforma la ciudad, pues señala de manera explícita al área céntrica de la capital. A través de esta breve revisión se evidencia la intención por querer revertir las condiciones desfavorables de la ciudad, así como se percibe la forma en que el espacio público ha sido a lo largo del tiempo, uno de los principales elementos a normar y a regular a distintos niveles, pues las condiciones sociales en que se encontraba el país durante la última etapa del Porfiriato, orillan a las autoridades a ejercer un mayor control de las actividades que se puedan tener en dicho espacio, al ser el principal lugar de encuentro y de reunión y, por ende, de comunicación e intercambio de información. 3.3 CONCLUSIONES A lo largo de este capitulo se ha expuesto cómo los siglos XVIII y XIX estuvieron pletóricos de cambios y transformaciones urbanas, que modificaron no sólo la imagen de la ciudad, sino la manera de vivirla y de concebirla; sin embargo, es conveniente subrayar que gran parte de estas acciones tuvieron lugar justo en la vía pública, la cual ha sido un espejo que ha reflejado a la sociedad en distintas épocas. Asimismo, se puede resaltar que el Estado ha visto en el espacio público una manera de hacerse presente, no sólo a través de las intervenciones urbanas, sino mediante las diversas disposiciones jurídicas que han sido el instrumento constante para controlar el espacio urbano, de ahí que pueda considerarse que la legislación, desde sus orígenes, ha sido el principal elemento para regular el orden urbano y social, por ende, precede a la planificación urbana, entendida bajo su acepción moderna, que se manifiesta a través de planes y programas. Al respecto, es importante hacer hincapié en cómo esta serie de disposiciones jurídicas se encuentran inmersas en un constante proceso de evolución que corresponde a la dinámica inherente a la ciudad, como un organismo en 99 AHDF, Gobierno del Distrito Federal, Bandos. Caja 76, exp. 10. 100 Ibid. 109 continua trasformación tanto formal como social, lo que provoca que dichos lineamientos sean cada vez más precisas y particulares, de acuerdo a las muy diversas situaciones que inciden en el orden urbano. Por otro lado, a través de este recorrido histórico general, es posible detectar cómo la planificación urbana puede ser comparada con un gran rompecabezas, al que a lo largo del desarrollo de las ciudades se le han ido sumando piezas para llenar los huecos. Esto ha permitido abordar la problemática de las urbes desde otras ópticas, pues conforme el grado de complejidad que atañe a las urbes va siendo cada vez mayor, los intelectuales preocupados por el tema, y más tarde las autoridades, se percatan de la necesidad de actuar de manera integral, entendiendo a la ciudad como un todo, cuyos problemas y soluciones deben abordarse a través de una visión panóptica, lo cual se hace evidente a partir del siglo XIX; no obstante, esto se da de manera aislada y desde la perspectiva del ámbito intelectual, que pocas veces llega a concretarse como sucedió con las propuestas de Miguel Ángel de Quevedo, de ahí, que sea hasta el siglo XX, cuando dicha visión sea adoptada e institucionalizada por el Estado. Está claro que las intenciones por mejorar las condiciones de la ciudad, han sido una constante, éstas se evidenciaron más a mediados del siglo XVIII, debido, en parte, a las reformas borbónicas, pues con ellas se emprendieron una serie de cambios, interrumpidos durante la lucha independentista; sin embargo, una vez que comienza el periodo de estabilización política y económica, la ciudad vuelve a ser víctima no sólo de la transformación sino también de la expansión urbana, como consecuencia, principalmente, del auge económico. Ahora bien, la expansión urbana que empieza a vislumbrarse desde la segunda mitad del siglo XIX, generó una reestructuración del espacio urbano, dando lugar a la dualidad de centro y periferia, razón por la cual comenzaron a tomarse en consideración las diferencias que tenía la centralidad respecto al resto de la ciudad. Dicho fenómeno empieza a verse reflejado no solo en la morfología –traza- de la ciudad, sino también en la normatividad, al emitirse ciertas disposiciones exclusivas para la zona central de la ciudad. Lo interesante es ver cómo este fenómeno se irá acentuando, conforme avanza el crecimiento urbano, lo que a su vez dará lugar a mayores diferencias entre las distintas zonas de la ciudad. Los puntos más importantes a destacar durante este periodo giran en torno a dos aspecto esenciales, en primer lugar la evidente trasformación del espacio público, que en términos formales alude a los ideales racionalistas que abogan por el orden y la higiene, así como la ornamentación, pues los espacios abiertos cambian su imagen, dejan a un lado la austeridad para dar paso a la ostentación, lucen de nuevos elementos –esculturas, monumentos, etc.- y tiñen de verde los caminos con las nuevas áreas ajardinadas que comienzan a aparecer por la ciudad, lo que supone una mentalidad diferente dispuesta a cambiar el rumbo de las ciudades. 110 Cabe señalar que al igual que en Europa y en Norteamérica, la falta de salubridad se convierte en el principal motivo para incentivar a los gobernantes y autoridades a trasformar la calidad de vida de las ciudades, de ahí que sean los higienistas los principales precursores de la planificación urbana, pues ellos son los primeros en tratar de abordar de una manera más integral los conflictos de las ciudades a fin de optimizar su funcionamiento y hacer de ella un lugar más sano para vivir. De manera similar, las influencias que llegan a México del exterior, repercutieron en cuestiones referentes a la sanidad, así como en diversos aspectos relativos a la traza y a la importancia de los espacios abiertos, ejemplo de ello fueron los trabajos de Miguel Ángel de Quevedo, Nicolás Mariscal y de Jesús Galindo y Villa, quienes a través de diversos proyectos dejaron ver una marcada influencia de las tendencias que estaba tomando la planificación urbana en Europa y Norteamérica. En suma, aunque la forma de abordar los antecedentes históricos haya sido a manera de esbozo, es posible ver cómo la realidad que se vive en los espacios públicos ha sido a lo largo de la historia, el principal incentivo para trasformar las ciudades, para hacer presente al Estado y para poner en práctica nuevas teorías urbanísticas; puesto que además de materializarse a través de múltiples intervenciones urbanas, ha logrado adquirir un nivel jurídico cuando los problemas han sido enfrentados a través del ámbito legislativo, así como la forma de modificar costumbres respecto al uso y las formas de apropiación de los espacios. Por lo que, a medida que se reconoce la importancia tanto de la vía pública como de las áreas libres, éstas se convierten en una parte fundamental de las propuestas de intervención urbana, no sólo por cuestiones estéticas, sino por razones de funcionalidad y sobre todo de salubridad para las ciudades y, por ende, para la sociedad misma. Ahora bien, el haber hecho una revisión histórica constituye no sólo una forma de entender en qué manera se fue conformando la planificación, sino que también permite ver que el espacio público ha jugado un papel determinante en la conformación de la misma, a través del cual pueden ser identificadas las principales carencias de la ciudad, lo que se convierte en motivo de preocupación y de conflicto, de ahí que las autoridades busquen por distintos medios darles solución, tal como ha sucedido en México durante diversas épocas. Por lo tanto, una vez asentados los antecedentes que dieron lugar a esta nueva disciplina, en el siguiente capítulo se abordará cómo una vez que la planificación se institucionaliza, empieza a tener efecto en la transformación del espacio público, tanto en lo formal como en lo legal. Asimismo, se verá cómo empieza a gestarse la delimitación del actual centro histórico de la ciudad de México, al ser éste un espacio que responde a una dinámica diferente y, en consecuencia, requiere de disposiciones especiales para procurar su óptimo funcionamiento, además de reconocer sus valores patrimoniales. 111 CAPÍTULO IV La vía pública como reflejo de las preocupaciones e intereses de las políticas urbanas Planificación -palabra nueva de estirpe latina- neologismo creado para expresar una acción más compleja que urbanizar […] que encierra el concepto completo de organizar totalmente, no sólo una ciudad, sino una región o un país, teniendo en consideración necesidades presentes y posibilidades futuras. Dr. Atl1 El siglo XX trajo consigo múltiples cambios en distintos ámbitos de la sociedad, por lo que entre tropiezos y vicisitudes la planificación urbana logró consolidarse como disciplina a finales de la segunda década de los novecientos. Obviamente, los primeros años2 del siglo pasaron sin provocar trasformaciones importantes en las ciudades, debido a que el periodo revolucionario provocó una desaceleración económica que impidió continuar con las obras de mejoramiento urbano, asimismo, los primeros años posrevolucionarios estuvieron llenos de incertidumbre económica, política y social, en virtud de lo cual se tuvo que esperar a que llegara nuevamente la estabilidad para retomar el rumbo que la planificación urbana antes había iniciado. A través del capítulo anterior se ha podido verificar cómo las acciones emprendidas a lo largo de los siglos XVIII y XIX, fueron de vital importancia para que en el siglo XX se lograra la consolidación y la institucionalización de dicha disciplina. Los trabajos realizados durante la segunda mitad del siglo XVIII y a lo largo del XIX, pueden ser vistos como una serie de ensayos por medio de los cuales fue posible construir los cimientos del quehacer urbano: la planificación. Hasta entonces, las intervenciones urbanas se llevaban a cabo de mane1 Fragmento del editorial del primer número de la Revista Planificación, publicada en septiembre de 1927. 2 A excepción de los años correspondientes al porfiriato, pues durante la segunda década del nuevo siglo la lucha revolucionaria estuvo acompañada de un periodo de estancamiento, del cual el país tardó unos años en recuperarse. 113 ra un tanto intuitiva, enfocándose principalmente a solucionar los problemas inmediatos, ya que no se contaba aún con una metodología que permitiera ir más allá, a fin de planificar sobre una línea de tiempo la manera en que la ciudad debía guiar su crecimiento y su desarrollo para dar respuesta a las distintas problemáticas y necesidades. Ahora bien, el panorama bajo el cual comenzó a gestarse la planificación urbana, tuvo como referente la recién concluida revolución, por lo que durante las primeras décadas del siglo XX, los efectos de la lucha armada eran apreciables desde distintos ámbitos, debido a que el país tenía que afrontar no sólo los trastornos provocados por la rebelión, sino también dar respuesta a los rezagos que se venían arrastrando anteriores, al estallido revolucionario y, al mismo tiempo cumplir con las aspiraciones del tan anhelado progreso. Ante este panorama, el primer paso para sacar adelante al país consistió en definir las pautas a seguir y así dar lugar al complejo proceso de transformación política, social y económica, pues durante los años veinte la realidad de la ciudad de México estaba impregnada de carencias que se veían reflejadas en el mal funcionamiento de la misma, razón por la cual las aspiraciones de transformación debían traducirse en mejorar la infraestructura y el equipamiento, a fin de subsanar las carencias más apremiantes y evitar así el surgimiento de nuevos levantamientos sociales,3 al mismo tiempo, los problemas a los cuales se enfrentaba la ciudad eran también inherentes a los espacios públicos, en tanto que las acciones de intervención tenían como propósito mejorar la calidad de vida de la urbe, a través de la optimización de los espacios habitables y de tránsito. Por lo tanto, para poner en marcha todo el engranaje que conduciría a al país hacia el progreso y la modernidad, se tuvo que enfrentar la situación adversa que representaba el haber pasado por una lucha armada, cuyas secuelas estaban presentes en los distintos ámbitos de la vida política, económica, social y cultural del país. Al concluir la guerra civil, la cuenta a saldar dejó a la nación en números rojos, puesto que la economía se encontraba totalmente fracturada, resultado de la disminución de inversiones y de un mínimo crecimiento productivo, todo esto se reflejó en un escaso flujo comercial, provocado por las alteraciones en la trasportación y distribución de mercancías, lo que inevitablemente afectó a la vida social, al enfrentarse al aumento de desempleo, de precios y de migración hacia las ciudades. En consecuencia, las tareas a cumplir una vez ultimada la trifulca, tuvieron tres objetivos primordiales: pacificar a todos los grupos armados que se extendían a lo largo y ancho del país; reactivar las actividades económicas, con la finalidad de generar recursos aplicables a la reconstrucción y, por último, elaborar y estructurar las acciones a seguir para atender las demandas de la sociedad. Así pues, la ciudad de México, como la principal concentración urba3 Sánchez, 1997, Planificación, p. 31. 114 na del país, jugó un papel esencial en todo este proceso, no sólo por contener el mayor número de habitantes, sino también por representar un punto neurálgico de la actividad política. Ejemplo de esta situación fue el crecimiento de la población urbana, misma que para 1910 representaba tan sólo el 11.7% del total, mientras que para 1921 ésta alcanzó el 14.7%; asimismo, la población de la ciudad de México, en 1910, correspondía al 3.1% del total, el cual se vio duplicado durante los siguientes veinte años hasta alcanzar el 6.3%,4 lo que tuvo efectos en la conformación de la ciudad, no sólo por su crecimiento territorial sino también en su funcionalidad.5 Al respecto hay que señalar que las ciudades existentes en el territorio mexicano eran relativamente pocas, a decir de Garza, el sistema de ciudades estaba compuesto por 33 localidades pequeñas, en las cuales se encontraba concentrada la mitad de la población urbana, mientras que el resto se alojaba en seis localidades medianas, encabezadas por las ciudades de México, Guadalajara y Puebla.6 Ante este escenario, la ciudad de México tuvo que enfrentar la situación y definir cuál sería el rumbo a seguir, pues como parte de las demandas revolucionarias, existía una latente exigencia por mejorar la infraestructura y el equipamiento de los centros urbanos. Sin embargo, esto sólo sería posible si se sorteaban los obstáculos producto del reajuste político que trajo consigo un replanteamiento de las instituciones, tanto a nivel federal como local. 4.1 LA PLANIFICACIÓN URBANA COMO ALTERNATIVA PARA ENFRENTAR LOS PROBLEMAS DE LAS CIUDADES EN LAS PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XX Una vez concluida la lucha armada hubo que construir el andamiaje que permitiera alcanzar el ideal de ciudad y de progreso que se anhelaba. En primera instancia se requería confrontar las principales adversidades que ayudasen a conseguir las condiciones mínimas de bienestar en torno a cuestiones refe- 4 Meyer, “Estabilidad”, 2006, p. 836. 5 Cabe mencionar que a principios del siglo XX el grado de urbanización del país equivalía al 10.6%, clara evidencia de que México era un país más bien de carácter rural. Garza, Urbanización, 2003, p. 25. 6 Garza, Urbanización, 2003, p. 25. 115 rentes a vivienda, salud, servicios y educación, 7 para lo cual debían emprenderse múltiples acciones, tales como la construcción de viviendas, escuelas, hospitales, edificios públicos e infraestructura, además de idear medidas para enfrentar los problemas posteriores, pues como lo menciona Sánchez Ruiz, la ciudad exigía generar “acciones de conjunto pensadas a futuro, es decir; planificación”.8 Uno de los problemas más apremiantes durante la década de los 20’s, fue la escasez de vivienda, consecuencia del aumento de la población, por lo que en 1921 se tuvo que actuar de manera inmediata a través de la exención de contribuciones a constructores de vivienda a modo de incentivo, sin embargo, esto trajo consigo grandes problemas para el desarrollo urbano, pues comenzaron a crearse nuevos fraccionamientos con múltiples irregularidades, situación que alentó una campaña de difusión de los beneficios de la planificación de ciudades, en especial de la capital.9 Por otro lado, se vislumbró la necesidad de crear un conjunto de instrumentos de carácter jurídico que coadyuvaran tanto a frenar los conflictos como a promover conductas apropiadas, a fin de optimizar el funcionamiento de la ciudad. Asimismo, las adversidades que agobiaban a la urbe impulsaron el desarrollo de la planificación urbana, la cual demandó la participación conjunta de un grupo de profesionales –principalmente ingenieros y arquitectos- preocupados y comprometidos por hacer de la ciudad un espacio más habitable, pues desde un inicio se percataron de la absoluta necesidad de involucrar a las autoridades como agente principal en el proceso de la planificación urbana. No obstante, dada la magnitud del problema, desde un principio, se pudo percibir que para revertir la situación era indispensable involucrar a los distintos niveles de gobierno; el caso de la ciudad de México, se requería la inclusión de instancias federales y locales. Cabe recordar que las primeras propuestas de intervención se dieron de manera aislada, por lo que no siempre contaron con el respaldo de las autoridades, situación que orilló a los interesados a buscar ser escuchados por las instancias correspondientes, esto representó un paso importante en la difusión de la disciplina, pues gracias a su compromiso, se lograron materializar las primeras propuestas dignas de ser calificadas como producto de la planificación urbana. Entre los pioneros que integraron este grupo de intelectuales se encontraban Modesto Rolland, José Luis Cuevas Pietrasanta, Alfonso Pallares y Carlos Contreras, entre otros, quienes bajo distintas circunstancias tuvieron la oportunidad de conocer cómo la planificación urbana estaba siendo ejercida en 7 Sánchez, Planificación, 2002, p. 41. 8 Ibid., p. 83. 9 López, Planificación, 1993, pp. 47-49. 116 Europa y Estados Unidos,10 para atender las nuevas necesidades de las grandes urbes, pues al igual que la ciudad de México, enfrentaban un problema de expansión y, en algunos de los casos, de aglomeración, lo que exigía una idónea administración y organización del espacio y de las actividades, que se traducía en el ejercicio de esta nueva disciplina. Por otro lado, asumir que la planificación representaba la vía por la cual se podía acceder a una mejora en la calidad de vida de las ciudades, demandó un arduo trabajo, pues hubo que convencer a las autoridades y a la ciudadanía misma, de las capacidades y beneficios que implicaba la aplicación de una metodología rigurosa que permitiera no sólo resolver los problemas del presente, sino actuar de manera previa para conducir el desarrollo futuro de las ciudades. Así pues, para que se lograra la materialización de las primeras acciones de la planificación urbana en México, se requirió de un proceso de maduración de las ideas, en el cual el debate intelectual que se produjo a través de distintas publicaciones, jugó un papel determinante pues en ellas no sólo se reflejaban las preocupaciones e inquietudes referentes a los problemas urbanos, sino que se daban a conocer las posibles soluciones en las cuales se vislumbraba a la planificación urbana como la mejor alternativa para revertir la caótica realidad que imperaba en las ciudades. 4.1.1 La difusión una nueva disciplina: la planificación urbana moderna en México Una vez que las influencias de la planificación arribaron al país a través de la difusión de las transformaciones que estaban sufriendo las ciudades europeas y norteamericanas, en México pronto comenzaron a surgir los primeros proyectos basados en los principios de esta nueva disciplina. Ahora bien, determinar con exactitud en qué momento la planificación alcanzó su consolidación e institucionalización, resulta un tanto ambiguo, no obstante, en 1933 ocurrieron dos hechos decisivos que marcaron el rumbo de la ciudad de México, el primero fue la publicación de la Ley de Planificación y zonificación del Distrito Federal y Territorios de la Baja California y, el segundo, el Plano Regulador del Distrito Federal presentado por Carlos Contreras y su equipo de colaboradores. Sin embargo, debe tomarse en cuenta que para que estos actos tuvieran lugar, fue necesario someterlos previamente a un proceso de experimentación, 10 Véase Capítulo II, apartado referente a las contribuciones inglesas y norteamericanas a la planificación. 117 difusión y maduración, que logra verse reflejado en las diversas propuestas elaboradas durante las primeras décadas de los novecientos. Tal es el caso del texto elaborado por Modesto Rolland en 1921, titulado El desastre municipal en la República Mexicana, en el que pone manifiesta la urgente necesidad de emplear los instrumentos propios de la planificación urbana para solucionar los conflictos de las ciudades, producto del crecimiento incontrolado y la evidente falta de organización, pues esto había ocasionado a una serie de anomalías que incidían de manera directa en la vida de las ciudades. Lo anterior, delata que la visión de Rolland representaba una nueva forma de comprender la realidad urbana, así como una ferviente preocupación por encontrar soluciones ante caótico escenario que se vivía en aquella época, por lo que se hace un llamado para adoptar la naciente disciplina: La planificación de las ciudades ya es fundamentalmente necesaria y si nosotros seguimos ignorando esta ciencia, no tenemos derecho al título de civilizados, puesto que la ciencia de la planificación persigue fundamentalmente el bienestar público, y nunca puede llamarse avanzado a un pueblo que no goza de toda clase de comodidades” 11 Lo anterior denota una noción más exacta de lo que se entendía como planificación, además sugiere un claro reconocimiento acerca de la urgencia por actuar de manera inmediata ante las múltiples anomalías que embargaban a la ciudad, de ahí la irrelevancia en este proceso de consolidación. Como parte de este conjunto de trabajos correspondientes a la etapa introductoria de la planificación en México, se ubica el artículo de Alfonso Pallares, titulado “Ante el Plano de la Ciudad de México”,12 publicado en 1923 en el Anuario de la Sociedad de Arquitectos Mexicanos, en el que se evidencia una comprensión, hasta cierto punto, sistémica de la ciudad, pues propone que su organización y funcionamiento pueden ser comparables con el organismo humano, lo que en sí supone una nueva manera de comprender el fenómeno urbano, al intentar abordar el conflicto desde distintas aristas y partiendo del supuesto de que los problemas no pueden ser atendidos de manera aislada, sino siempre bajo una visión de conjunto. Es importante resaltar que aunque no se habla de manera explícita de planificación, Pallares manifiesta la primordial necesidad de actuar en la regulación del crecimiento y transformación de la traza urbana: “las necesidades de tráfico y aglomeración de los habitantes están exigiendo que el plano de la ciudad de México sea modificado en un futuro muy próximo”.13 En tal virtud, propone una 11 Rolland, Desastre, 1952, p. 121. 12 Pallares, “Ante”, 1923, p. 21-32. 13 Ibid. 118 serie de cambios, varios de ellos en la zona central de la ciudad,14 a partir del ensanche de vialidades, así como la creación de nuevas arterias para conectar el centro con otras poblaciones: Tacubaya, Mixcoac y San Ángel. Entre los principales conflictos que identifica Pallares, al igual que algunos de sus contemporáneos, , están las anomalías referentes a la falta de higiene y las alteraciones causadas por el tráfico; también enfatiza la necesidad de establecer una zonificación de actividades, así como la reglamentación para edificar nuevos fraccionamientos y vialidades.15 Lo que permite distinguir cómo la manera de leer la problemática de la ciudad comienza a ser cada vez más compleja, es el primer paso para hacer frente a los conflictos, con ello se manifiesta una idea más clara acerca de la planificación urbana, la cual tiene como principio metodológico, ejercer un mayor rigor en la etapa de diagnóstico, entendido como paso previo para la elaboración de posibles soluciones. Hay que subrayar que durante este periodo, además de publicarse diversos trabajos referentes al tema, también se llevaron a cabo algunas propuestas, que como apuntan Hira de Gortari y Regina Hernández, constituyeron tentativas de reordenamiento urbano,16 en las que se evidencian las principales preocupaciones de la época, asimismo comienzan a apegarse cada vez más a una metodología y a una visión propia de la planificación, tal es el caso de la propuesta presentada por Carlos Obregón Santacilia, (1896-1960), quien formuló ciertos cambios a la traza de la ciudad a través de la prolongación de algunas vialidades. Entre dichas modificaciones se encuentra la prolongación de la Avenida Chapultepec, hasta la Plaza de la Constitución, misma que también debería ser intervenida, pues Obregón Santacilia reconoce que el centro de la ciudad padece múltiples anomalías, producto del desorden provocado por los tranvías y el tránsito vehicular, situación que lo lleva a formular no solo un remozamiento de la plaza, sino también la construcción de un estacionamiento y un museo subterráneos, que estarían acompañados a su vez de una vialidad también subterránea, destinada para autos y tranvías, con el objetivo de descongestionar el centro de la ciudad. Dicho proyecto también hace alusión al arreglo exterior de las calles, plazas y jardines. Sin embargo a pesar de que el proyecto fue aceptado, jamás logró realizarse.17 Por último, dentro de este grupo de visionarios que ayudaron a erigir el andamiaje que consolidaría a la planificación como disciplina, se encuentra la 14 En dicho artículo, como se anota en el Capítulo I, se hace mención al centro de la ciudad, en el cual se albergan los llamados núcleos arquitectónicos esenciales legado de la época colonial. 15 Sánchez, Planificación, 2002, p. 142. 16 Gortari, Ciudad, Vol. II, 1988, p. 155. 17 Gortari, Memoria, 1988, p. 156. 119 invaluable labor del arquitecto Carlos Contreras, (1892-1970),18 quien tiene un papel protagónico en la historia del urbanismo moderno en México, gracias a que sus acciones y aportaciones fueron fundamentales para el desarrollo e institucionalización de dicha disciplina. En sí la palabra planificación es un neologismo creado por Contreras, pues el llamado Town planning, en inglés; el Stadtebau, en alemán o el término urbanizar en español,19 no abarcaban, a su parecer, todo lo que implica el quehacer de la planificación, por tratarse de un concepto más complejo que involucra muchos otros factores, además al referirse a esta nueva ciencia menciona que debía ser abordada como la suma de diversos elementos entre los que destacan: “[…] la historia del desarrollo de los agrupamientos humanos en casas, en pequeños poblados, en ciudades, en regiones, en naciones enteras; es el arte de proyectar, trazar y construir ciudades enteras; considera el estudio y las características del trazo de ciudades; distribución y ancho de calles y avenidas, de sus edificios y de sus espacios libres; explica el por qué de sus formas y de su crecimiento. […] La PLANIFICACIÓN moderna tiende a relacionar las funciones de la vida diaria de una ciudad o de una región basándose en el pasado, estudiando y conociendo el presente y previendo el futuro […]” 20 Tal definición sugiere que se trata de un concepto bastante complicado, en virtud de que involucra diversos aspectos que inciden en lo urbano, ya que no sólo aluda a la parte material y formal de la ciudad, sino a todas aquellas actividades que en ella tienen lugar, así como a todos los elementos que han conformado su pasado, aunados a los que deben ser considerados para mejorar el futuro. Entre las contribuciones más importantes de Contreras, se encuentran el haber construido un cuerpo conceptual y metodológico propio de la planificación urbana, junto con el impulso de una labor interdisciplinaria que respaldara la puesta en práctica de la misma, asimismo brindó su apoyo en la creación de un marco legal que apoyara a su vez las propuestas generadas para dar solución a los múltiples problemas que se vivían no sólo en la ciudad de México, sino en otros puntos de la República. 21 18 Carlos Contreras, arquitecto de formación realizó sus estudios en la Universidad de Columbia donde adquirió conocimientos relativos a la planeación de ciudades. 19 Atl, “Editorial”, 1927, p. 3 20 Contreras, “Cosa”, 1927, pp. 4-5. 21 Sánchez, Planificación, 2002, p. 149. 120 Por otro lado, las aportaciones de Contreras pueden verse reflejadas en múltiples documentos de carácter institucional, como fue la Ley General de Planeación de la República, emitida en 1930; el Plano Regulador del Distrito Federal (1933), y la Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal y territorios de Baja California (1933), entre otros. 22, 23 Además, participó en la Comisión de Planificación del Distrito Federal, fue jefe de la Comisión de Programa de la Secretaria de Obras Públicas y fundó la Asociación Nacional de Planificación de la República, entre otros organismos relacionados con la disciplina. Sin duda, una de sus más grandes contribuciones fue la fundación de la revista Planificación (1927-1936), cuyo fin era impulsar y dar a conocer las ideas de profesionales relacionados con la mejora de ciudades, abordando temas de carácter histórico, teórico, así como eventos y procesos técnicos relativos al tema.24 La labor de Contreras se vio reflejada en diversos áreas, que al desarrollar una metodología propia,reflejaba el conocimiento acumulado hasta la época; participó, en el ámbito institucional, en diversos organismos de carácter federal y local y elaboró varios planos reguladores de distintas ciudades de la República (Acapulco, Aguascalientes, ciudad Altamirano y Coyuca de Catalán),25 por lo que pudo verse involucrado en la planificación a distintos niveles, pues aunque sus propuestas no fueron consumadas en su totalidad tal como él las planteó, muchas de ellas lograron materializarse y ser parte fundamental en la transformación de las ciudades, ejemplo de ello es el Plano Regulador de la Distrito Federal (1933), que fue aplicado de manera parcial. Ahora bien, respecto a la ciudad de México, Contreras identificó siete problemas fundamentales que a su parecer requerían de una acción inmediata: 1.Preservar la zona central de la ciudad (Centro Histórico). 2.Solucionar los problemas de congestionamiento de tránsito. 3.Atender la problemática del transporte. 4.Generar medidas para controlar el crecimiento de la ciudad. 5.Procurar el abasto agrícola. 6.Proteger la reserva ecológica. 7. Establecer un ordenamiento urbano de las industrias. 26 22 Ibid., p. 164. 23 López, “Carlos”, 2002, p.19. 24 Sánchez, “Determinantes”, 2008, p. 9. 25 Véase Árias, Carlos Contreras: planos reguladores, Planificación y arquitectura: 1946-1953, 2008. 26 López, “Carlos”, 2002, p. 18. 121 Dichas preocupaciones dan una idea del nivel de comprensión que llegó a desarrollar Contreras, al señalar las diversas causantes de las anomalías y al identificar la interconexión de las mismas, condición que lo llevó a plantear acciones integrales. Es obvio que a lo largo de la consolidación de la planificación en México se vieron involucradas diversas personalidades, vale la pena destacar las aportaciones de Carlos Contreras, quien a través de un trabajo teórico y práctico emprendió importantes proyectos que incidieron de manera directa en el funcionamiento de las ciudades, lo que aunado a su motivación y compromiso se convirtió en parte fundamental de la consolidación e institucionalización de la planificación urbana en México. A través de este esbozo, es posible percatarse que la consolidación de la planificación en México, fue resultado de una labor conjunta que estuvo llena de inquietudes y preocupaciones compartidas, mismas que dieron lugar a las primeras acciones propias de la planificación urbana, gracias al esfuerzo realizado entre intelectuales e instituciones gubernamentales. Cabe señalar que tuvieron que pasar algunos años para lograr que las propuestas presentadas en los documentos fuesen materializadas en intervenciones concretas de las ciudades; sin embargo, el primer paso se dio al institucionalizar la planificación urbana, lo que implicaba adoptar una nueva forma de entender la ciudad y de intervenirla, con el objetivo de solucionar los conflictos presentes y prever situaciones futuras que hicieran de la ciudad un lugar habitable y funcional. 4.2 LA PLANIFICACIÓN URBANA DEL CENTRO DE LA CIUDAD COMO INSTRUMENTO DE LAS POLÍTICAS URBANAS (1928-1953) Una vez que la planificación ganó terreno en el ámbito institucional, comenzó, a tejerse una segunda historia en la que se vieron implicados los intereses políticos, las condiciones económicas, los movimientos sociales y sobre todo las preocupaciones y conflictos que aquejaban el orden urbano; esto a su vez se tradujo en la integración de la planificación como una parte esencial de las políticas urbanas, lo que representó un paso fundamental en este proceso de consolidación, pues por fin comenzarían a recogerse los primeros frutos de las semillas sembradas durante los años anteriores. En esta segunda historia, en que la planificación es ya una disciplina formalmente aceptada, se emprende un nuevo camino que puede ser recorrido hasta el presente, por lo que para simplificar su estudio resulta conveniente hacerlo a través de una periodización, de acuerdo a su evolución. Al respecto, Peter 122 Ward27 diferencia tres periodos importantes entre los años de 1928 y 1988, el primero de ellos, es el que se aborda en esta investigación, comprende de 1928 a 1953, periodo que no sólo se caracteriza por el gran número de leyes, reglamentos, decretos y acuerdos relativos al orden urbano, sino porque es justo en esta etapa cuando surge la consolidación de la disciplina. El segundo periodo que establece Ward, abarca de 1953 a 1970, este se define por las escasas acciones relativas a la planificación urbana y, finalmente, el periodo comprendido de 1971 a 1988, que se diferencia debido a que en esos años se establecieron nuevas bases para la planificación urbana, que afectaban no sólo a la ciudad de México. Obviamente, cada uno de los periodos señalados por Ward, posee rasgos distintivos respecto al proceso de evolución de la planificación urbana en México, específicamente en el Distrito Federal; sin embargo, es preciso resaltar que el periodo que corresponde a los años de 1928-1953, resulta ser vital para la institucionalización de dicha disciplina. Durante el periodo de estudio, 1928-1953, se emitieron una serie de disposiciones relativas a la administración y a la planificación de la ciudad de México, que en su mayoría no tuvieron precedentes, pues constituyeron los primeros actos que reflejaron la consolidación y, por ende, la institucionalización de la planificación. Ahora bien, revisar una a una todas las disposiciones que se emitieron de manera oficial a lo largo de estos años, representa un vía para comprender no sólo cómo se fue dando este proceso de institucionalización de la nueva disciplina, sino que permite vislumbrar cómo la complejidad en la que de se vio envuelta la ciudad, exigió que los lineamientos adoptados fuesen cada vez más específicos, de ahí que la primera ley que hizo referencia al tema, fue la Ley de Planeación de la República Mexicana,28 emitida en 1930 durante el gobierno de Pascual Ortiz Rubio, (1930-1932), cuyo objetivo principal era el generar un instrumento que coadyuvara al desarrollo del país, en el que se tomaran en cuenta los problemas del presente y del futuro, bajo un esquema integral que abarcara a la nación en su totalidad, tal como se enuncia en primer artículo de dicha ley: La planeación de los Estados Unidos Mexicanos tiene por objeto coordinar y encauzar las actividades de las distintas dependencias del gobierno para conseguir el desarrollo material y constructivo del país, a fin de realizarlo en una forma ordenada y armónica, de acuer27 Ward, México, 1991, pp. 170-171. 28 Diario Oficial, el 12 de julio de 1930. En la elaboración de esta ley participaron Carlos Contreras y José Luis Cuevas Pietrasanta. 123 do con su topografía, su clima, su población, su historia y tradición, su vida funcional, social y económica, la defensa nacional, la salubridad pública y las necesidades presentes y futuras.29 Cabe hacer notar que esta ley muestra cómo los cambios acelerados que se vivían en la sociedad, son tomados en cuenta al ser considerados como factores determinantes del desarrollo, no sólo urbano, sino también económico, de ahí que se haga alusión al proceso de industrialización que se vivía en el momento, así los efectos que éste comienza a generar. Queda claro que al ser una ley de índole nacional, no existe una referencia literal respecto al espacio público; sin embargo, es necesario subrayar que su relevancia se debe a que constituye el primer documento en el que se plasma una idea concreta de planificación, en el estricto significado de la palabra, además de subrayar la importancia que ésta tiene como instrumento esencial para el crecimiento del país, es por ello que en esta ley se hace alusión al beneficio de crear la Comisión Nacional de Planeación (Artículo 4º), que fungiría como un órgano de carácter consultivo. De igual forma se propone la elaboración del Plano Nacional, como instrumento para señalar de manera gráfica la zonificación del país a partir de regiones homogéneas, a fin de identificar las potencialidades de cada comarca (Artículo 3º); asimismo, se establece que dicho plano sería elaborado por la Comisión de Programa, de la cual Carlos Contreras formaba parte. Es conveniente hacer notar que la idea de conformar el llamado Plano Nacional, representa en sí misma un avance sumamente significativo, pues permite ver cómo la planificación comienza a ser abordada desde una perspectiva regional, que es bajada a nivel local a través de los planos reguladores, cuyo objetivo era el marcar los lineamientos a futuro para el desarrollo de las entidades. En cuanto al Distrito Federal, esta ley destaca la importancia que éste posee, al ser la capital de la República, razón por la cual se le debe prestar especial atención y cuidado con el fin de generar las mejores propuestas posibles, puesto que representa el ejemplo a seguir para el resto del país. Tres años más tarde de haberse publicado la Ley de Planeación de la República Mexicana, el 17 de enero de 1933 se publicó en el Diario Oficial de la Federación la Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal y Territorios de la Baja California,30 durante el periodo presidencial de Abelardo L. Rodríguez, 29 “Ley de Planeación de la República Mexicana”, Diario Oficial, el 12 de julio de 1930. 30 En noviembre de 1927 fue aprobada por el Congreso de Nuevo León, el Proyecto de Ley sobre planificación de la ciudad de Monterrey, la cual representa la primera ley de planificación que se lleva a cabo en México., “Proyecto de ley sobre planificación de la ciudad de Monterrey” en Revista Planificación, Tom. 1, Núm. 3, 1927, p. 27. 124 (1932-1934), misma que contó con la participación de Carlos Contreras para su elaboración.31 Esta ley, aunque alude de manera muy general al espacio público, representa un pilar para las acciones que se concretarán en los años venideros, al establecer las primeras pautas de la planificación como un instrumento reconocido legalmente por el Estado, para regular el ordenamiento urbano, motivo por el que en ella se establecen cuáles eran las comisiones responsables de estudiar todo lo relativo a la planificación y zonificación de la ciudad de México, así como las encargadas de elaborar el Plano Regulador de la entidad y al mismo tiempo enumerar las tareas relativas a la planificación y zonificación: Art. 2 Se entiende por planificación para efectos de la presente Ley: I. La apertura de nuevas vías como calles, bulevares, vías, parques, etc.; II. La rectificación, ampliación, alineamiento, prolongación y mejoramiento de las actuales vías; III. La subdivisión y lotificación de los terrenos de las poblaciones existentes; IV. La ampliación de las poblaciones y la fundación de los nuevos centros poblados; V.La creación de plazas, parques, jardines, campos de juego, estadios y reservas forestales; VI. La ubicación y construcción de edificios públicos como escuelas, mercados, cementerios, terminales (estaciones de ferrocarril, aeródromos, etc.); VII. La localización, construcción, ampliación y mejoramiento de los servicios municipales como abastecimiento de aguas, desagües, iluminación ductos (electricidad, teléfonos, gas, vapor, etc.), limpia, incineradores, etc. Art. 3º Se entiende por zonificación para los efectos de esta ley: I. La restricción y reglamentación convenientes y equitativas de los usos de propiedad pública y privada; II. La reglamentación de las construcciones, alturas y volúmenes, etc.; 31 Alberto J. Pani como Secretario de Hacienda y Crédito Público en apoyo a Aarón Saenz, jefe del departamento del Distrito Federal, encargó a Carlos Contreras, al Ingeniero Fortunato Dozal y al licenciado Manuel Rueda Magro, la elaboración de esta ley. “Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal”, Revista Planificación, Tom. 2, Núm. 1, 1933, p. 13. / Hernández, “Distrito”, 2008, p. 192. 125 III. La determinación de las superficies construidas en edificios públicos y privados IV. La determinación de los espacios libres en las lotificaciones; V.La división del Distrito federal y Territorios de la Baja California en zonas clasificadas de acuerdo con sus funciones propias, presentes y futuras, y según los diferentes usos a que se destinen.32 Estos dos artículos, al ser de carácter indicativo, son fundamentales para la toma de decisiones, pues establecen de manera clara cuáles son las cuestiones que incumben a la planificación y zonificación, respectivamente, como instrumentos determinantes en el desarrollo de la ciudad, pues no solo actúan en la urbanización de nuevas áreas, sino que también inciden en la modificación de áreas existentes, por lo que de manera directa se afecta a la conformación del espacio público respecto a su transformación en términos formales, como se verá más adelante cuando las primeras acciones, producto de los planos reguladores, junto con las recomendaciones hechas por las diversas comisiones de planificación, comienzan a materializarse años después. Al tratarse de una ley que determina los principios bajo los cuales se rige la planificación y la zonificación de la ciudad de México, además de establecer las facultades y responsabilidades de los órganos involucrados en dichas tareas, también define los instrumentos de los que se hace valer para alcanzar sus objetivos, tal es el caso de los llamados planos reguladores, mismos que se convertirán en la guía para emprender toda acción, pues como se indica en el Articulo 4º, éstos son “documentos gráficos en que se expresan todos los aspectos estudios y programas (…)que tendrán por objeto regular el desarrollo ordenado y armónico de estas entidades federativas”.33 De igual forma se determina la creación de la Comisión de Planificación, como el principal órgano encargado de la elaboración de los estudios y proyectos, así como la formación de los planos reguladores, entre otras funciones. En cuanto a la incidencia de esta ley en la trasformación del espacio público, se encuentra el Articulo 8º, relativo a la expropiación de terrenos o edificios, necesarios para la realización de las obras proyectadas, pues como se verá posteriormente, la expropiación de predios jugará un papel fundamental en el reordenamiento urbano del centro de la ciudad de México, al realizarse la apertura y alineamiento en diversas vialidades que inevitablemente tendrán un impacto en la vía pública. Por último, de manera conjunta a la promulgación de esta ley, se emitió el Reglamento de la Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal y 32 Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal y Territorios la Baja California”, Diario Oficial, 17 de enero de 1933. 33 Ibid. 126 Territorios de la Baja California, conformado por siete capítulos en los que se dictan los lineamientos, facultades y obligaciones de los distintos órganos que participan en las diferentes tareas en materia de planificación: autoridades, comisiones y consejos. En contraste a la ley a la que hace referencia, el reglamento es mucho más preciso en cuanto a lo que se entiende por planificación: Artículo 1º. Por medio de la planificación y la zonificación del Distrito Federal (…), se proveerá la rectificación y ordenación sistemática de la urbanización de los centros de población (…) y de las vías de comunicación entre los centros urbanizados, tanto para llenar las necesidades presentes como en previsión del desarrollo futuro. Artículo 2º. La urbanización para los fines del presente Reglamento, comprende: I. El proyecto, distribución y construcción de las vías públicas de comunicación… II. La reglamentación y distribución de las construcciones de toda índole, desde el punto de vista de las necesidades civilizadas y el desarrollo estético de las poblaciones. III. El proyecto, distribución, construcción y creación de bosques, parques, jardines, plantaciones y alineamiento y plazas, ya sean de ornato, ventilación o diversión, o bien deportes o para turistas; IV. El proyecto, ubicación y erección de fuentes públicas y de monumentos decorativos y conmemorativos, y V.En general el cuidado de las obras mencionadas en las fracciones anteriores y de todo aquello que embellezca las ciudades o las haga más adecuadas para la vida de sus habitantes. 34 Lo anterior permite ver cómo se va perfilando una idea más clara de lo que es la planificación y zonificación, como instrumentos fundamentales en el desarrollo de las ciudades; sin embargo, se mantienen en un nivel que sólo alude a cuestiones físicas, pues no involucra los factores económicos, ni sociales, como el mismo Contreras lo contemplaba. No obstante, aunque sea de manera general, se enuncian sus principales funciones, que incurren de manera directa en la vía pública, ya sea en su estructuración o en su conformación. Es importante resaltar que la promulgación de estas dos disposiciones representó una gran conquista para todos aquellos que veían en la planificación la mejor alternativa para conducir el desarrollo urbano. En el artículo “La Ley de Planificación”, elaborado en 1933 por Luis Prieto Souza, se destaca la im34 “Reglamento de la Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal”, Planificación, Tom. 2, No. 1, p. 14. 127 portancia que tuvo el haber logrado que los ideales y el trabajo de muchos años atrás, se tradujera en un documento de carácter legal, lo que demostraba la institucionalización de la planificación al convertirse en un interés compartido no sólo por los intelectuales, sino también por las autoridades. Sin embargo, Prieto subraya que la promulgación de la ley es sólo el primer paso dentro de un conjunto de acciones por emprender, por lo que, más vale hacer buen uso de dicha ley y no permitir que se convierta en letra muerta.35 Debido a que en 1933 la Ley de Planificación y Zonificación, establecía la necesidad de elaborar el Plano Regulador del Distrito Federal,36 Carlos Contreras, junto con un equipo de colaboradores, presentó dicho plano, el cual funcionaría como la guía para los trabajos que llevó a cabo la Comisión de Planificación del Distrito Federal. Sin duda, la labor de Contreras fue un claro reflejo del conocimiento acumulado hasta entonces respecto al tema, pues buscó integrar en él diversas consideraciones de carácter histórico, legal y estadístico, a fin de generar un proyecto integral para el desarrollo de la ciudad de México, lo cual se vería reflejado en otros documentos en el resto del país.37 La propuesta del Plano Regulador, estaba dividida en diez apartados generales que abarcan todos aquellos factores que inciden de manera directa en el ordenamiento urbano y, por tanto, representan elementos esenciales dentro de todo proceso de planificación: I. Población; II. Zonificación; III. Sistema circulatorio y medios de transporte; IV. Sistema de parques, jardines, campos de juego, estadios, reservas forestales, cementerios y parques conmemorativos; V. Servicios municipales; VI. La casa-habitación; VII. Recreación; VIII. Arquitectura, IX. Financiamiento, y X. Legislación.38 El Plano Regulador, como su nombre lo indica, abarca diferentes aspectos de la problemática urbana, razón por la cual aborda las cuestiones relativas al espacio público en un sentido muy general. Ante este panorama se puede ver cómo el Plano Regulador de Contreras representa la primera referencia respecto a un plan de ordenamiento urbano del centro de la ciudad de México, pues a pesar de haberse quedado a un nivel de propuesta, es importante tomar en consideración que posee una relevancia determinante en la historia de la zona central, identificada como un lugar con características específicas que merecen una atención especial; asimismo, no sólo sugiere ciertas modificaciones a la traza, que aunque no fueron efectua35 Prieto, “Ley”, 1933, pp. 4-6. 36 El Plano Regulador del Distrito Federal presentado en 1933, tiene como antecedente diversos estudios prelimares realizados por Contreras y su equipo de colaboradores, que se habían venido realizando desde la década de los veintes. 37 Sánchez, Planificación, 2002, p. 243. 38 Ibid. 128 das en su totalidad, algunas de ellas lograron realizarse y provocar un cambio en la estructura vial del área, cuyos efectos van más allá de una mera alteración de la imagen urbana, sino que en algunos casos se modificó la actividad de estas zonas, pues desde entonces estaba reconocida la vocación comercial y de servicios como una potencialidad del lugar. Tres años después de haberse presentado el Plano Regulador, en 1936, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940), se realizó una nueva Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal y Territorios de la Baja California, junto con su reglamento correspondiente, documentos que muestran ciertos cambios propios del avance de la planificación y de su integración dentro de las políticas urbanas. Cabe mencionar que al finalizar el periodo presidencial de Abelardo Rodríguez, se elaboró el Plan Sexenal, el cual fue un instrumento político del Partido Nacional Revolucionario (PNR) en el que se establecían los lineamientos a los cuales debía ceñirse el candidato del partido, pues se pretendía que fuera el programa oficial de su mandato,39 mismo que precisaba estar basado “en el cálculo, la estadística, en las lecciones de la experiencia” que hicieran referencia a todas las cuestiones relativas al desarrollo del país: económicas, sociales, políticas y territoriales.40 Si bien el Plan Sexenal al tratar aspectos generales a nivel nacional, no hace referencia a cuestiones específicas, como lo es el espacio público, merece ser tomado en cuenta dada su importancia dentro del marco de la planificación, al demostrar un claro interés por parte del Estado, a fin de establecer las pautas que conducirían el desenvolvimiento del país, pues lo que hasta ahora se ha visto como planificación urbana, es aplicado –a nivel de principios generalesa una escala mayor, al abordar todos aquellos factores que interfieren en el desarrollo de una nación. En este sentido, al haberse creado una base de referencia como lo era el Plan Sexenal, que sirviera de guía para establecer las políticas generales, tal como lo señala Sánchez Ruiz,41 el siguiente paso fue atender cuestiones particulares, razón por la cual se trabajaron diversos aspectos, como el ordenamiento urbano, que se tradujo en la elaboración de diversas disposiciones tanto de carácter general, como fue la Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal, y otras más específicas alusivas al espacio público del centro de la ciudad de México. En lo referente a la nueva Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal,42 ésta no fue modificada a gran profundidad; sin embargo, es más pre39 Meyer, “Institucionalización”, 2006, p. 853. 40 Hernández, Distrito, 2008, p. 193. 41 Sánchez, Planificación, 2002, p.282. 42 “Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal”, Diario Oficial, 31 de agosto de 129 cisa en algunos puntos, en tanto que evidencia un mejor entendimiento del quehacer de la planificación, al mismo tiempo que establece de manera clara cuáles son las facultades y responsabilidades de la Comisión de Planificación, como el principal órgano regulador del total de las funciones de planificación encargada también de atender y valorar lo relacionado al tema, y siempre tomando en cuenta el desarrollo actual y futuro de la ciudad, por lo que algunos de los cambios que se le hacen a esta ley, son las modificaciones respecto a la constitución y funcionamiento de dicha comisión. En cuanto a la manera en que es abordada la planificación como una disciplina, establece que la Comisión de Planificación debe ofrecer soluciones, siempre a partir de un estudio técnico que integre las consideraciones del interés general de la población, a fin de atender: […] los distintos aspectos que la técnica moderna reconoce como determinantes en la planificación de las ciudades como son: proveer un sistema de calles adecuado a las necesidades de tráfico y tránsito, presentes y futuras; buscar la solución al problema de vivienda en forma que atienda a los aspectos sociales, económico e higiénico; el procurar que la extensión de la ciudad se logre con sujeción a los dictados de la higiene y la salubridad modernas; el de obtener una mejor distribución de población con respecto a los centros educativos indispensables, el proporcionar los espacios libres parques jardines campos de deportes, etc., exigido por las necesidades modernas de cultura física y esparcimiento moral de la población, y el de conseguir la descongestión de aquellas zonas donde en la actualidad los intereses privados se han sobrepuesto a los de la comunicación.43 Lo anterior refleja cómo esta ley concibe la planificación de una manera más completa, pues busca que los problemas de la ciudad sean abordados desde diferentes ámbitos, y no sólo evoca cuestiones de carácter formal –estructura urbana- sino que abarca todos aquellos elementos que inciden en la dinámica propia de la ciudad. Así pues, al ser una ley de carácter general, las alusiones que se hacen a la vía pública se mantienen dentro de este mismo carácter; no obstante, su notabilidad reside principalmente, en las atribuciones que se le conceden a la Comisión de Planificación, a cuyo cargo estará la supervisión de diversos proyectos que se materializarán en una modificación real del espacio público del centro de la ciudad. 1936. 43 “Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal”, Diario Oficial, 31 de agosto de 1936. 130 De manera complementaria a esta ley, se emitió el Reglamento de Planificación y Zonificación del Distrito Federal, 44 en el que se establecen los lineamientos bajo los cuales se rige la misma, por ejemplo: quiénes tienen atribuciones en materia de planificación y zonificación, cuáles son los órganos de planificación, quiénes integran la comisión, etc. Es preciso señalar que esta ley, así como su reglamento, tuvieron una vigencia de diecisiete años; la siguiente en promulgarse fue la Ley de Planificación del Distrito Federal,45 en 1953 bajo el periodo presidencial de Adolfo Ruiz Cortines. Esta nueva ley tiene cambios sustanciales respecto a su antecesora, resultado, principalmente, de dos factores, pues por un lado las condiciones de la ciudad se vieron modificadas drásticamente durante los diecisiete años que transcurrieron, por lo tanto los problemas a los cuales se tenía que hacer frente eran muy diferentes, situación que provoca que la Ley de Planificación y Zonificación de 1936 fuera derogada; asimismo, en la nueva ley, es la definición que se le da a la planificación, es más detallada y menos general que en las dos leyes anteriores, lo que manifiesta una evolución en la manera en cómo era concebida la planificación, pues integra nuevos elementos que hasta entonces no habían sido considerados dentro de un marco legal. Por otro lado, detalla de manera más exacta cuáles son los organismos involucrados en la planificación, así como su papel dentro de la toma de decisiones al dictar ciertas normas y atribuciones de los órganos involucrados en dicho proceso. En los dos primeros artículos de esta ley, salta a la vista la maduración que se da respecto a la manera de definir la planificación, así como cuáles son sus campos de acción. Un aspecto interesante es ver cómo la idea de planificación regional está inserta al concebir la ciudad como parte de un conjunto más grande, que es la región, entendida como una determinante para el desarrollo económico, político y social: Artículo 2º.- Para los efectos esta ley entiende por planificación la organización y coordinación, mediante un Plano Regulador, de las funciones de la vida urbana –población, habitación, medios de comunicación, fuentes de trabajo, centros culturales, deportivos, recreativos, médicos, asistenciales y de comercio- con el fin de que la ciudad y los centros urbanos que comprenden el Distrito Federal se desarrollen racional, estéticamente y en condiciones salubres, que satisfagan las necesidades de sus habitantes. Para lograr esa planificación, debe considerarse que cada centro urbano forma una región en que los factores geográficos, sociales, económicos y políticos, determinan su desarrollo integral. 44 “Reglamento de la Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal”, Diario Oficial, 31 de agosto de 1936. 45 “Ley de Planificación del Distrito Federal”, Diario Oficial, 31 de diciembre de 1953. 131 Articulo 3º.- La planificación (…) comprenderá: I. El estudio y coordinación de la red de vías públicas. II. La apertura y rectificación, ampliación, prolongación y mejoramiento de las vías públicas. III. Fraccionamiento de terrenos. IV. La creación, ampliación o reservación de plazas, jardines, parques, estadios, campos deportivos y espacios para estacionamiento de vehículos. 46 Al igual que las leyes anteriores, no hay una profundización acerca del espacio público, pues solo se le menciona como parte de los elementos en los cuales incide la planificación (Artículo 3º); sin embargo, se debe recordar que el hecho de que la planificación tenga entre sus atribuciones el incurrir en la apertura y rectificación, ampliación, prolongación y mejoramiento de las vías públicas, representa uno de los instrumentos que más impacto tiene en la trasformación de traza, de ahí que cada vez que se emite un decreto que involucre alguna alteración a la vía pública, éste sea respaldado por las facultades que otorga dicha ley, junto con otras más. como la Ley de Expropiación. Ahora bien, esta revisión de disposiciones generales, más allá de ser un recuento cronológico de las leyes y reglamentos emitidos durante este periodo alusivos a la planificación, representan en primer lugar un logro para todos aquellos visionarios que percibieron esta disciplina como una forma de enfrentar las adversidades que embargaban a la ciudad, pues el hecho de que la planificación hubiese adquirido un carácter legal, representó no sólo un acto de reconocimiento y aceptación, sino también de consolidación e institucionalización. Al mismo tiempo que comienzan a manifestarse de una manera más clara cuáles eran las posibles soluciones para hacer frente a las diversas problemáticas, dicho de otro modo, el Plano Regulador del Distrito Federal, se convirtió en uno de los primeros frutos de este proceso, con el cual se brindaron soluciones puntuales bajo una visión integral de ciudad. 4.3 CONCLUSIONES La transformación del espacio público del centro histórico de la ciudad de México, como se ha visto hasta ahora, ha sido el resultado de múltiples factores, que han incidido en el mismo, ya sea en su conformación como elemento 46 “Ley de Planificación del Distrito Federal”, Diario Oficial, 31 de diciembre de 1953. 132 estructural de la traza urbana o en su control y regulación a fin de permitir la sana convivencia por parte de los diversos usuarios que lo transitan, lo habitan y lo viven de manera ocasional o cotidiana. Bajo el constante anhelo de preservar el orden y hacer de la ciudad un espacio funcional, las autoridades se han visto obligadas a imponer diversas políticas urbanas enfocadas a mejorar las condiciones de habitabilidad, para lo cual se ha tenido que recurrir a diversos instrumentos de carácter legal y así establecer las normas mínimas de convivencia, junto con otras medidas de carácter funcional y formal dirigidas a optimizar la circulación peatonal y vehicular, producto de las diversas propuestas de planificación urbana. Elementos que inciden en él, deben ser regulados. 133 CONCLUSIONES A través de este recorrido se ha comprobado que en el desarrollo y transformación de las ciudades; el espacio público constituye una pieza fundamental, que históricamente ha sido motivo de discusión y de conflicto por todo lo que en él sucede y por la función que tiene como elemento estructural de la traza urbana. Es por ello que pensar en la ciudad implica hacer referencia a su espacio público, mismo que requiere de una constante adaptación para satisfacer las necesidades de cada época, ya que como se pudo observar durante el periodo de estudio, más allá de generarse nuevos usos para el espacio público, se pudo ver que el conflicto se originó por el incremento en la intensidad de actividades, pues hay que recordar que dicho espacio, además de su carácter estructurador posee también un papel importante como articulador de actividades. Por lo tanto, al realizar un análisis retrospectivo se pueden identificar cuáles han sido las continuidades y las rupturas que han provocado la transformación de dicho espacio, puesto que al ser uno de los principales escenarios de la sociedad, posee un carácter dinámico que lo hace cambiar no solo en sus formas sino en sus funciones y relaciones. Este dinamismo ha sido un constante motivo de conflicto que ha llevado a los estudiosos de urbanismo y a las autoridades a mantener una inagotable discusión en búsqueda de soluciones y medios de regulación para promover la funcionalidad y habitabilidad de este espacio, razón por la cual resulta fácil entender por qué los problemas de la vía pública fueron un factor determinante para la consolidación de la planificación urbana, ya que en ella se hacen visibles gran parte de las anomalías y los conflictos que aquejan a una ciudad. Ahora bien, aunque se considere que la planificación moderna de ciudades comienza a gestarse en el siglo XIX, debe tenerse en cuenta que ésta fue producto de la experiencia acumulada; sin embargo, a la llegada de la revolución industrial, junto con los avances tecnológicos, aumentaron las condiciones insalubres en las grandes urbes, razón por la cual los higienistas fueron los primeros en preocuparse por el saneamiento de la ciudad, pues la falta de higiene que caracterizaba a los espacios abiertos representaba importantes focos de infección y propagación de epidemias, situación que incidía directamente en el desarrollo económico. La preocupación por sanear las ciudades no surgió de manera espontánea, fue producto del cambio de mentalidad que trajo el racionalismo, cuando las autoridades buscaron instaurar medidas higiénicas para mejorar la calidad de los espacios urbanos, con lo que comenzaron a gestarse múltiples transformaciones en las ciudades, como fue la construcción de infraestructura, la instauración de nuevos y mejores servicios urbanos, se pensó también en la importancia de la zonificación y se instituyó la policía urbana, además de otras 135 obras públicas como fue el alineamiento de calles, la delimitación de áreas libres y sobretodo la reglamentación de las edificaciones. Dichas acciones, en conjunto representaron una manera diferente de pensar la ciudad y, por lo tanto, de intervenirla, con lo que se dio lugar a los primeros ensayos de planificación, a pesar de que cada ciudad poseía características particulares, sus problemas eran semejantes, de ahí que las propuestas y proyectos elaborados por Eugenè Haussmann, Ildefonso Cerdá, Camillo Sitte, Reninhard Baumeister, Joseph Stübben, Frank Koester, Ebenezer Howard y Raymond Unwin entre otros, compartían similitudes, pues a todos ellos los motivó la preocupación por hacer de las ciudades lugares habitables y funcionales, en tal virtud sus aportaciones fueron fundamentales en la construcción de los principios teóricos y metodológicos de la planificación urbana. Al respecto, hay que recordar que entre las inquietudes que tenía este grupo de pioneros, estaba la importancia y relevancia que le concedieron a los espacios abiertos y a las áreas verdes como elementos fundamentales para la salud y habitabilidad de las ciudades. Si bien, al emprenderse las obras de mejoramiento el espacio público se vio transformado, las trazas sufrieron adecuaciones y las calles modificaron su imagen; de forma paralela también se gestaron otros cambios de carácter menos visible, pero no por ello menos importantes, que se vieron traducidos en una nueva política urbana, que llegó acompañada de ajustes en la administración de las ciudades y en la normatividad del espacio urbano, con lo que el Estado obtuvo un papel protagónico dentro de la regulación y control del espacio urbano, al convertirse en la máxima autoridad, y al mismo tiempo adquirió múltiples obligaciones y responsabilidades. Asimismo, es evidente que los trabajos realizados por este grupo de visionarios, sentaron los principios y las directrices que más tarde serían retomados en otros países como México, pues como se ha podido apreciar, desde el siglo XVIII, la ciudad de México fue motivo de preocupación por parte de sus gobernantes y de sus habitantes, lo que dio origen a la elaboración de diversos trabajos que, en conjunto formaron el andamiaje que daría lugar a la planificación urbana en el país. Así pues, las transformaciones urbanas a las que se vio sometida la ciudad desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta el porfiriato, demuestran que cada época posee una concepción propia de espacio urbano en sí, que determina su manera de intervenir la ciudad y de regularla, pues si bien los problemas a los que se enfrentaron las autoridades durante este periodo no fueron muy diferentes, la magnitud de los mismo sí se vio modificada como resultado del crecimiento de la población y de la expansión urbana, que exigió que no sólo surgiera un perfeccionamiento en las políticas urbanas sino también la traza tuvo que adecuarse a las nuevas necesidades, ejemplo de ello fue la apertura, alineamiento, rectificación y ensanche de muchas avenidas, así como en los nuevos fraccionamientos que fueron aparecieron a finales del XIX y principios 136 del XX, con la inserción de diagonales, áreas dedicadas a paseos arbolado, jardines, y parques, que evidenciaron una notoria influencia de la llamada ciudad jardín Ebenezer Howard, y de los principios de Ildefonso Cerdá. La problemática en las ciudades fue objeto de preocupación por parte de sus autoridades y habitantes, resultado de las condiciones de insalubridad y desorden que reinaban en el espacio urbano, lo que devino en una serie de ensayos de planificación urbana que pueden ser identificados desde mediados del siglo XVIII, cuyo propósito era hacer de la ciudad un espacio habitable, funcional y saludable, pues respondía, además, a cuestiones de índole política y económica, fomentadas por el pensamiento ilustrado. Al respecto, hay que tener siempre presente que la ciudad de México fungía como centro político y administrativo, condición que la convertía en el ejemplo a seguir para muchas otras urbes de la región. Es así, que en México pueden ser identificadas desde mediados de los setecientos, propuestas y proyectos de intervención urbana, como fue el discurso de Baltasar Ladrón de Guevara, presentado en 1788, “Reflexiones y apuntes sobre varios objetos que interesan a la salud pública y la policía particular de esta ciudad de México, si se adoptasen las providencias y remedios correspondientes”, el cual posee una gran relevancia, al representar uno de los primeros trabajos en los que la problemática de la ciudad es vista de manera integral, lo que supone un conocimiento, por parte de Ladrón de Guevara, de lo que se estaba haciendo en las ciudades europeas, pues al igual que sus contemporáneos, se mantiene en la línea del higienismo. Otro ejemplo relevante al respecto, fueron las obras emprendidas por el conde de Revillagigedo, quien efectuó diversas obras de sanidad, organizó los cuerpos de policía y vigilancia y mandó elaborar el primer plano regulador de la ciudad, mismo que se encomendó a Ignacio Castera. A partir de estas acciones, se demuestra que la planificación urbana en México, al igual que en otros países, tuvo sus orígenes en los principios de higiene, hecho que se traduce en el surgimiento de una política sanitaria dirigida a mejorar la calidad de vida en las ciudades, en virtud de lo cual la vía pública constituyó el escenario principal, pues en ella tuvieron lugar la mayor parte de las obras públicas, puesto que junto a las obras materiales también fueron emitidas diversas ordenanzas, bandos y disposiciones que hacían alusión a todo aquello que ocurría en el espacio público, o que tuviese alguna implicación en su adecuado funcionamiento: alumbrado, las festividades y procesiones, seguridad, empedrados, limpieza y cuidado de las calles, comercio ambulante, venta de productos en las calles o caminos, regulación de traza, clausura de callejones, alineamiento y apertura de calles, diversiones públicas, regulación de mercados, mantenimiento y conservación de los paseos, así como el control vehicular de los carros que rodaban en la ciudad, buscando siempre instaurar el orden y que la sociedad se comportara civilizadamente, a la altura de toda ciudad moderna. 137 Se puede vislumbrar que estas intenciones perduraron una vez que se dio fin al antiguo régimen, pues durante los primeros gobiernos independentistas, el espacio público continuó siendo una vía mediante la cual los gobernantes hacían presente su poder. Hay que recordar que en esta época se dio uno de los cambios más notorios en la imagen de la ciudad, al emprender diversas obras de remozamiento de espacios abiertos, que pretendían hacer de las plazas áreas civilizadas y decorosas, al cubrirse de nuevos elementos, con lo que dejaron de ser espacios indefinidos, gracias al diseño de jardines y la introducción de elementos de ornato que reflejaban el tan anhelado orden urbano y social. Ahora bien, ante la expansión que experimenta la ciudad durante el Porfiriato, se evidencia la ausencia de un proyecto que estableciera las pautas de un crecimiento ordenado, pues en esta época el fraccionamiento de nuevas colonias estaba en manos de los particulares, lo que obviamente provocó un sinfín de irregularidades. Ante tal situación, surge una de las primeras propuestas de ordenamiento urbano elaborada por Salvador Malo, quien al pretender invertir en el mercado inmobiliario, elabora dos proyectos de ensanche de la ciudad de México, en los que se identifica una clara influencia de Cerdá y de Haussmann; sin embargo, la relevancia de estas propuestas obedece a que forman parte de lo que hasta ahora se ha denominado ensayos de planificación, puesto que denotan una clara intención por actuar de acuerdo a una metodología, la cual el proyecto anteceda a la acción, lo que representa una de las bases de la planificación. Así pues, se puede ver cómo durante las últimas décadas del siglo XIX y la primera del XX, las nociones de planificación se fueron haciendo cada vez más evidentes, prueba de ello son los trabajos elaborados por Nicolás Mariscal, Miguel Ángel de Quevedo y Jesús Galindo y Villa quienes demostraron a través de su trabajo, una fehaciente preocupación por fundamentar y sistematizar el quehacer urbano en México, pues en su trayectoria profesional llegaron a formar parte de comisiones y dependencias gubernamentales, con lo que en algunas ocasiones su discurso logró traspasar la barrera de lo teórico para acceder al ámbito práctico, factor fundamental para la institucionalización de la disciplina. Es conveniente hacer notar que el Porfiriato fue la antesala de la consolidación de la planificación urbana en México, en virtud de que junto a las propuestas desarrolladas en las que fueron retomados ejemplos y principios de lo que estaba sucediendo en las ciudades europeas y norteamericanas, también se produjo una transformación en la normatividad y en la legislación urbana, mediante el Código Sanitario de los Estados Unidos Mexicanos emitido en 1891, así como las Bases generales de trazo e higiene de 1902, que constituyen documentos clave que reflejan un cambio de visión en cuanto a la forma de conducir la ciudad. 138 Por su parte, el Código Sanitario muestra cómo las preocupaciones de higiene se traducen en una política sanitaria que disfruta de un carácter jurídico, en donde las acciones preventivas adquieren una mayor relevancia y son consideradas fundamentales para mejorar la calidad de vida en las ciudades. Por otra parte, si bien este código, como su nombre lo enuncia, alude a cuestiones de sanidad, en el fondo contiene los principios básicos de funcionalidad y habitabilidad urbana, al establecer algunas normas para los espacios construidos, al mismo tiempo que indica la idónea ubicación de basureros, cementerios, mercados, rastros e industrias, que en conjunto son los principios básicos de zonificación, pues también restringe algunas actividades en la vía pública que pudieran llegar a alterar la salud, así pues dicho código representa una de las primeras disposiciones de planificación. En cuanto a las Bases de trazo e Higiene pueden ser consideradas como una respuesta a las irregularidades cometidas por los inversionistas inmobiliarios, situación que obliga a las autoridades a establecer los requerimientos mínimos para la construcción de nuevos fraccionamientos, razón por la cual se dictan ciertos principios de diseño urbano, tales como la necesidad y, por tanto, obligatoriedad, de reservar en toda urbanización áreas libres para plazas y jardines, además se indican las proporciones que se deben guardar entre el ancho de las calles y la altura de los edificios. Todo esto da una idea de cómo comienzan a ser aplicados ciertos principios de la planificación como reflejo de una nueva política urbana enfocada a atender los problemas y a revertir todo lo que pudiera atentar contra el orden y el progreso. Si bien, el proceso de consolidación de la planificación se vio interrumpido durante las primeras décadas del siglo XX, retomó su camino una vez terminada la lucha armada, bajo condiciones de mayor estabilidad social, política y económica, pues la revolución más allá de dar solución a los problemas que enfrentaban las ciudades, en cierto modo los acrecentó, al darse un notable aumento de la migración del campo a la ciudad, hecho que vino acompañado de escasez de vivienda, problemas de infraestructura y servicios, motivo que provocó la necesidad de actuar de inmediato, antes de que las carencias se trasformaran en mayores reclamos sociales. Dicha situación motivó la conformación de un nuevo grupo de intelectuales, principalmente arquitectos e ingenieros, entre los que destacaron Modesto Rolland, José Luis Pietrasanta, Alfonso Pallares y Carlos Contreras, quienes decidieron actuar de manera conjunta a través de proyectos, propuestas, artículos y demás trabajos en torno a la planificación urbana, entendida como una profesión y una disciplina enfocada a dar solución a las múltiples dificultades de las urbes, junto con un proyecto de ciudad que tomara en cuenta las necesidades futuras. Ahora bien, la institucionalización de dicha disciplina, no se dio de manera inmediata, previamente hubo que dar a conocer a las autoridades y a la población en qué consistía y cómo podía ser aplicada, de ahí que esta épo- 139 ca se haya caracterizado por una importante labor de difusión a través de artículos en periódicos y la creación de revistas dedicadas al tema, como fueron las revistas Planificación (1927-1936) fundada por Carlos Conteras, Arquitectura y lo demás… (1945-1950), y la sección de El Novedades (1946-1953) dedicada a la arquitectura, planificación y urbanismo, que en conjunto constituyen una referencia fundamental en la historia de la planificación urbana en México. Es así, bajo este nuevo contexto, que a principios de la década de los treinta las propuestas de planificación empezaron a verse traducidas en leyes, reglamentos y planes de ordenamiento urbano, mismos que al paso del tiempo fueron cada vez más específicos, acorde a la realidad que se vivía en las ciudades, pues con ello se dio lugar a la institucionalización de la planificación como parte de las políticas públicas, ejemplo de ello fue la publicación, en 1933, de la primera Ley de planificación y zonificación del Distrito Federal y los Territorios de la Baja California, la cual contiene una definición bastante general de lo que se concebía como planificación, misma que no refleja el conocimiento de la época, ya que en aquellos años Contreras tenía perfectamente claro cuáles eran los alcances de esta, al considerar como fundamental el tomar en cuenta los factores políticos, económicos, históricos y sociales, elementos determinantes para toda ciudad, a diferencia de la concepción de planificación que ofrecía dicha ley, pues ésta se atenía a las cuestiones meramente formales. No obstante, esta ley puede ser considerada como el inicio de una segunda historia, porque a partir de su publicación las políticas urbanas de la ciudad de México adquieren un nuevo tinte, en el que las decisiones y las intervenciones urbanas estarán guiadas por los principios de la planificación a través de la creación de organismos, comisiones y grupos de trabajo, avocados a dar solución a la problemática de las ciudad bajo una visión integral. Entre los órganos creados para elaborar y coordinar los proyectos de planificación, se encontraban la Comisión de Planificación del Distrito Federal, la Comisión de Programa de la Secretaría de Obras Públicas y la Comisión Mixta del Distrito Federal, las cuales tuvieron como características el haber sido conformadas de manera interdisciplinaria y promover la integración del sector público y privado, bajo el criterio de incluir a los diversos sectores de la sociedad e involucrarlos en el proceso de planificación de la ciudad. Todas estas acciones denotan cómo esta disciplina llegó a convertirse en parte central de las políticas urbanas a través de una serie de disposiciones emitidas en el periodo de estudio, 1928-1953, que dan lugar a un proceso que ya no es sólo de consolidación, sino de maduración y adaptación a las exigencias de la ciudad, reflejo de ello son las diversas leyes, reglamentos, acuerdos, decretos y proyectos que adquieren cada vez un carácter más complejo, en respuesta a los cambios por los que atraviesa la ciudad, en la que el espacio público continua actuando como uno de los principales ejes de acción. 140 FUENTES CONSULTADAS Archivos * AGN Archivo General de la Nación, México. * AHGDF Archivo Histórico del Gobierno del Distrito Federal, México. Hemerografía * Diario Oficial de la Federación, México, 1928 a 1953. * El Universal, ciudad de México, México. * El Excélsior, ciudad de México, México. * Novedades, México. 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