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El Instante Decisivo de Cartier-Bresson: Análisis Profundo

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El “instante decisivo”
de Henri Cartier-Bresson
Por Óscar Colorado Nates
«Suspendido en el tiempo, Henri Cartier-Bresson, esperaba emboscado.» [1] De todos
los conceptos fotográficos, seguramente no existe ninguno más famoso que el célebre
“instante decisivo” acuñado por el fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson. Sin
embargo, esta noción está tan difundida como malinterpretada, o en todo caso
entendida de manera incompleta. En este artículo buscamos desentrañar algunos de
los elementos menos conocidos del “instante decisivo” del fotógrafo francés.
Henri Cartier-Bresson, Madrid (1933)
Génesis de un concepto
No sobra recordar que Cartier-Bresson es considerado uno de los grandes maestros de
la historia fotográfica. David Präkel señala que este importante fotógrafo nacido en
Chanteloup, Seine et Marne (Francia) es «considerado por muchos el padre de
la fotografía de calle y el fotoperiodismo.» [2] En la muestra Cartier-Bresson: The
Modern Century del Museum of Modern Art de Nueva York[3] fue señalado como el
fotógrafo más importante del siglo XX. En Francia se le considera monumento nacional
y es “evocado constantemente como una piedra de toque en las revistas de fotografía
de grandes tiradas, imitada por legiones de fotógrafos, [su] obra ha encantado e
instruido a millones de personas.”[4] No es extraño que esta conceptualización
intelectual de un autor tan importante sea igual de célebre que sus propias fotografías.
Para comprender cómo nace la noción del “instante decisivo” es necesario conocer de
dónde proviene el fotógrafo galo.
A pesar de haber nacido en el seno de una familia muy rica, Henri Cartier-Bresson
decidió decantarse por una azarosa vida de fotógrafo. Pudo elegir una cómoda
posición en la industria textil, heredada de su padre, pero su vocación artística fue más
fuerte.
El modernismo de la década de 1930 fue de gran importancia para la fotografía, que se
vio influida por muchos de los “ismos” de las vanguardias: constructivismo, dadaísmo,
cubismo, futurismo, surrealismo, etcétera. París embelesó a buena parte del Panteón
de las deidades fotográficas: Eugène Atget, Brassaï, Berenice Abbott, Man Ray, Robert
Doisneau, Walker Evans… Cartier-Bresson no fue la excepción. Durante algún tiempo
trabó amistad con los surrealistas húngaros André Kertész y Martin Munkácsi.[5]
Henri Cartier-Bresson, Santa Clara, México (1934-1935)
El concepto del “instante decisivo” no sale de la nada, como indica el aforismo
latino nihilo nihil fit. Por aquellos tiempos, los fotógrafos privilegiaban crecientemente
a la fotografía tomada “al vuelo”, la famosa “instantánea” en contraposición a los
complejos y claustrofóbicos procedimientos de la fotografía de estudio decimonónica.
“Se había acabado la época de posar en forma organizada, ahora se captaba el mundo
inmóvil en movimiento.”[6] Esta época, marcada por la originalidad (recordemos los
experimentos de Man Ray o László Moholy-Nagy), también dejó su huella en el joven
Cartier-Bresson, quien afrontó los temas cotidianos y sociales con la estética de aquel
tiempo. [7] Peter Stepan afirma que Cartier-Bresson creó con su fotografía una
contraparte visual de la escritura automática surrealista. A lo largo de su vida, este
fotógrafo defendería la importancia de no forzar la fotografía, sino dejarla fluir.[8]
Henri Cartier-Bresson, Juvisy, Francia (1938)
La influencia de París y de los años treinta acompañó a a Cartier-Bresson durante toda
su vida.[9]
Tiempo: El primer elemento
Henri supo entender que en la fotografía había una capacidad única de capturar el
tiempo, de suspenderlo y mantenerlo vigente de forma indefinida. Él mismo afirmó: “La
fotografía es, para mí, el impulso espontáneo de una atención visual perpetua, que
atrapa el instante y su eternidad.”[10] Este apuro en aprisionar el tiempo alude a las
propias obcecaciones de Jacques-Henri Lartigue.
Henri Cartier-Bresson, Shangai (1949)
Cartier-Bresson trasluce su intranquilidad ante la fugacidad de los momentos y el
eterno correr del tiempo cuando escribe que: “De todos los medios de expresión, la
fotografía es el único que fija el instante preciso. Jugamos con cosas que desaparecen
y que, una vez desaparecidas, es imposible revivir… …Para nosotros, lo que
desaparece, desaparece para siempre jamás: de ahí nuestra angustia y también la
originalidad esencial de nuestro oficio.”[11]
El concepto del “instante decisivo” comenzó a cobrar forma. Si la fotografía era una
religión, el “instante decisivo” se convirtió para Cartier-Bresson en su dogma
fundamental. Este artista ha sido, involuntariamente, el sumo sacerdote de la iglesia
de Cronos, con una numerosa feligresía de fotógrafos.
Sin embargo el tiempo parece solamente un vehículo donde la verdadera protagonista
es la vida misma, que se convierte en la sustancia de este manar del tiempo. El
concepto del “instante decisivo” implica que el fotógrafo anticipe un “…momento
importante en el flujo constante de la vida y lo capta en una fracción de
segundo”. [12] Este es uno de los conceptos más atrayentes y cautivadores de la
fotografía. El “instante decisivo” “permite sorprender la vida, nos dice [CartierBresson], «¡en flagrante delito! »”[13]
Henri Cartier Bresson, Paris. Place de l’Europe. Gare Saint Lazare (1932)
Empero, el concepto del -instante decisivo- ha quedado reducido en la mente de
muchos fotógrafos al mero oportunismo temporal. Significa el presionar el botón de
obturación en el momento justo para obtener la parálisis dentro de una acción
específica. El concepto implica el congelar un instante que se habría perdido de no
haberse realizado la fotografía.
De la vasta obra de Cartier-Bresson, una que sintetiza claramente la noción de
«instante decisivo» es la célebre fotografía Tras la estación St. Lazare (1932). Esta
imagen es una auténtica rebanada dentro de una secuencia narrativa donde existe
claramente un antes (el hombre caminando por la escalera arrojada en el suelo) y un
después (el aterrizaje) que anteceden y preceden al hombre que parece estar
suspendido, flotando en el aire. El espejo de agua, imperturbado, muestra una simetría
vertical perfecta de la forma triangular del hombre en movimiento. Medio segundo
antes o después y la imagen sería totalmente diferente.
La siguiente fotografía del también afamado y talentoso Garry Winogrand constituye
un perfecto ejemplo del «instante decisivo» ligado al tiempo:
Garry Winogrand, Nueva York (ca. 1955)
Innumerables seguidores de Cartier-Bresson darían, a lo largo de los años, un valor
casi desmedido a la cualidad de pulsar el obturador en el momento oportuno y
reducirían el “instante decisivo” solamente a la mera acción temporal, dejando de
lado otros componentes también importantes.
El instante decisivo como función dramática
David Bate [14] al escribir sobre Cartier-Bresson en el marco de la fotografía
documental, relaciona la noción del «instante decisivo» con una función dramática
dentro de la fotografía. Esto implica constreñir el concepto del fotógrafo francés a una
pura función narrativa: la fotografía debe mostrar una historia completa dentro del
cuadro tal como se hacía en el marco de la pintura história.
Podemos ver un ejemplo típico de pintura histórica en el cuadro Napoleón en la Batalla
de Eylau de Antonie-Jean Gros, donde se encierra toda una narrativa dramática y sí,
una especie de“instante decisivo”. Aunque esta función dramática se enmarca en la
relación instante decisivo-tiempo, no es la única.
Antoine-Jean Gros, Napoleón en la Batalla de Eylau (1808)
Bate equipara el «instante decisivo» al concepto helénico de la Περιπέτεια (Peripateia),
que significa «momento dramático» o «repentino cambio de fortuna». Para este
académico de la Universidad de Westminster, la Peripateia fotográfica implica la
captura de un momento definitorio, justo cuando el futuro es alterado
irremisiblemente por un momento crucial.
Henri Cartier-Bresson. Indonesia. Jakarta. Independencia. 1949.
En esta fotografía, el autor captura otro tipo de «instante decisivo»: Cuando unos
habitantes de Jakarta cargan, el día de su independencia, la pintura de un gobernador
holandés. En este caso, la función de la fotografía no es muy distinta de la pintura de
Antoine-Jean Gros. Una «peripateia» de carácter histórico. Para Indonesia el futuro es
alterado irremisiblemente por el momento crucial de su independencia.
Esta concepción del «instante decisivo» se antoja parcial y podría discutirse arguyendo
que se está tratando de entender a la fotografía en el marco de las reglas de
interpretación de la pintura. La fotografía es un medio artístico con sus propias
peculiaridades al que no se le pueden aplicar sin más todos los sistemas y métodos de
interpretación de otros medios plásticos, incluida la pintura.
Esta lectura del “instante decisivo” como función narrativa, corre el riesgo de reducir
el valor de una fotografía un marco meramente anecdótico. Como exploraremos más
adelante, el “instante decisivo” va más allá del ingrediente narrativo en la fotografía.
Composición: El segundo elemento del instante decisivo
Ahora bien, aún hay más que la mera noción del tiempo en la idea del «instante
decisivo». Cuando se revisa la obra de Cartier-Bresson en conjunto una de las
características que sobresalen de inmediato es su pericia magistral en el arte de la
composición.
Henri Cartier-Bresson, Sevilla (1933)
Cartier-Bresson también ponía un gran énfasis en la importancia de los elementos
formales dentro de la imagen fotográfica:
“La fotografía es para mí el reconocimiento en la realidad de un ritmo de superficies
líneas o valores… …En fotografía hay una plástica nueva, función de líneas
instantáneas; trabajamos en el movimiento, una especie de presentimiento de la vida,
y la fotografía tiene que atrapar en el movimiento el equilibrio expresivo. Nuestro ojo
debe medir constantemente, evaluar. Modificamos las perspectivas mediante una
ligera flexión de las rodillas, provocamos coincidencias de líneas mediante un sencillo
desplazamiento de la cabeza de una fracción de milímetro…”
[15] El artista galo abunda que «La fotografía es, en un mismo instante, el
reconocimiento simultáneo de la significación de un hecho y de la organización
rigurosa de las formas, percibidas visualmente, que expresan y significan en ese
hecho.» [16] Respecto al término hecho puede entenderse como acontecimiento o
suceso. Y al hablar de significación podría referirse a la idea de dotar de sentido un
acontecimiento (hecho). Al mismo tiempo, tal reconocimiento se dirige también a la
composición, pues incluye la «organización rigurosa de las formas» es decir, la
composición. De modo que con este pequeño párrafo, podemos procurar desentrañar
que Cartier-Bresson ligaba la ontología de la fotografía con el examen cuidadoso y
detenido a través de una expresión percibirle por el ojo.
Tal vez pueda pensarse que Cartier-Bresson supeditaba sus geniales tomas a una
considerable porción de azar. De hecho, ante su exposición en la Julien Levy Gallery
de Nueva York (1933) «Surgió la impresión de que esas fotos habían sido realizadas
casi automáticamente y que debían al azar su extraña y provocativa belleza; fueron
descritas como «equívocas, ambientales, antiplásticas, accidentales »».[17] En
aquellos tiempos se consideraba a su cámara un aparato diminuto, en comparación
con las monstruosas cámaras de gran formato. Esto nos habla también de la
mentalidad general de los primeros observadores de la obra de Cartier-Bresson.
También es importante hacer notar que el genio de este autor no fue siempre
comprendido ni valorado como se hace hoy.
Cartier-Bresson no descansa su concepto del «instante decisivo» en el azar: el brindar
una desmedida preeminencia a lo fortuito en la fotografía reduciría la labor de los
artistas a un mero estar en el lugar adecuado en el momento correcto. Entonces
¿Solamente unos cuantos fotógrafos afortunados pueden capturar imágenes de valor
mientras que otros, los desventurados, estarían predestinados al olvido ignominioso y
la frustración eterna? Si así fuera, el mérito fotográfico simplemente no existiría. No
podría explicarse, entonces, el valor de autores como Graciela Iturbide.
Paradójicamente, en las composiciones de Cartier-Bresson no hay casualidad alguna.
Observemos su clásica imagen Hyères, France (1932). Existe una cuidadísima
composición donde se ha previsto, minuciosamente, cada una de las relaciones de
líneas; el espacio negativo se encuentra en perfecta armonía con el resto de las formas
presentes mientras que las líneas dominantes dirigen la mirada del observador. La
toma sintetiza una composición admirable.
Henri Cartier-Bresson. Hyères, France (1932)
Pensar que esta imagen es excepcional solamente por la presencia del ciclista
resultaría en una reducción de su valor. Es muy claro que el autor primero compuso la
imagen con esmero para luego esperar, y esperar hasta que algo ocurriera. Y ocurrió:
la aparición del ciclista en movimiento quien termina convirtiéndose en
el punctum barthesiano de esta fotografía. El mérito no se encuentra, exclusivamente,
en la composición ni en la captura afortunada del ciclista. Nos enfrentamos más bien
a una particular forma de Gestalt donde se han sumado la composición (espacio) y el
movimiento (tiempo) conformando una experiencia total, superior a la suma de sus
partes. De modo que el «instante decisivo» trasciende al tiempo para abarcar también
el espacio (la composición).
Para Cartier-Bresson la forma, la imagen, es tan importante que defendía la
importancia de incluir la educación visual como cualquier otra disciplina esencial a la
educación humana: «Debe haber una educación visual, subrayada desde el comienzo
mismo en todas las escuelas. Debe ser incluida igual que el estudio de la literatura, la
historia o las matemáticas. Con un lenguaje, se aprende primero la gramática. En la
fotografía, hay que aprender una gramática visual. Lo que refuerza el contenido de una
fotografía es el sentido del ritmo, la relación entre formas y valores. Para citar a Víctor
Hugo: «La forma es la esencia llevada a la superficie»». [18] Cartier-Bresson conmina a
sus seguidores: “La composición tiene que ser una de nuestras preocupaciones
constantes, pero en el momento de fotografiar no puede ser más que intuitiva, ya que
nos enfrentamos a instantes fugitivos en que las relaciones son móviles.”[19] Puede
apreciarse que Hyères, al igual que otras fotografías del genio francés, no es una mera
«instantánea» como podría pensarse en un primer momento. No obstante, CartierBresson sí que era capaz de componer la fotografía y presionar el obturador
oportunamente «al vuelo». Esto denota una pericia francamente insólita, una maestría
que no era, en lo absoluto, fruto de la casualidad. Esta capacidad exige un dominio
total del aparato fotográfico: “El manejo de la cámara, del diafragma, las velocidades,
etc., tiene que ser un acto reflejo, como cambiar de velocidad en un coche.”[20]
Truman Capote recuerda a Cartier-Bresson “danzando por el pavimento como una
libélula agitada… clic-clic-clic la cámara parece ser parte de su propio cuerpo con
gozosa intensidad…”[21] Con tal facilidad, Cartier-Bresson fue capaz de crear una obra
maestra tras otra. [22] Esto puede apreciarse claramente en el documento
videográfico The Modern Adventure[23] donde Cartier-Bresson se mueve por la calle
con soltura, al tiempo que acecha (y atrapa) a sus presas. Esto resulta aún más
sorprendente si se toma en cuenta el funcionamiento mecánico de una telemétrica
Leica desprovista de los automatismos actuales.
Henri Cartier-Bresson, Alicante (1933)
Tema, el tercer elemento
Claude Cookman apunta hacia un tercer ingrediente que se suma al tiempo
(oportunidad) y al espacio (composición) para incluir el motivo (sujeto) de la fotografía
en la ecuación del «instante decisivo».
Cookman, profesor de comunicación visual en la Universidad de Indiana, subraya la
idea del significado del contenido fotográfico a la noción del “instante decisivo”. Este
contenido ha de incluir la condición humana.
Para el académico “La forma, la línea, la textura, la tonalidad, el contraste y la
composición geométrica tiene tanta importancia como el contenido, del que son
indisociables.”[24] Abunda explicando que “De hecho, el momento decisivo se define
mejor como el instante en que forma y contenido se unen para crear una imagen
cuyos elementos formales, emocionales, intelectuales y poéticos tienen sustancia, es
decir, que le confieren un significado real.”[25] Cartier-Bresson lo sintetiza: “Nunca he
sentido pasión por la fotografía «en sí misma», sino por la posibilidad de captar –
olvidándome de mí mismo—en una fracción de segundo, la emoción que
el tema desprende y la belleza de la forma.”[26] (Los subrayados en todas las citas de
este párrafo son nuestros.)
De modo que el «instante decisivo» no es únicamente el atrapar en el momento justo
una acción, sino más bien el momento en el que se conjugan el tiempo oportuno más
la composición visual de un contenido o tema.
De alguna manera se puede atisbar con este triángulo el porqué de la universal
aceptación de las fotografías de Cartier-Bresson, pues se suman “las cualidades
formales con la accesibilidad del contenido.”[27] Acciones oportunamente
capturadas en una fotografía bellamente compuesta de temas que tocan el y al ser
humano. Ésa podría ser una conceptualización más completa del “instante
decisivo” de Henri Cartier Bresson.
A manera de conclusión
La noción del «instante decisivo» en fotografía es producto de la mente de un fotógrafo
insertado en el Paris de la década de 1930. ¿Es este un concepto que ha trascendido
al tiempo y que es capaz de dotar a toda fotografía con una impronta de universalidad
o una idea cuya vigencia podría ponerse en duda a más de 80 años de su concepción?
¿Es el “instante decisivo” la piedra angular de la fotografía o solamente una ocurrencia
fruto de un trasnochado modernismo? La osada desvergüenza de cuestionar este
dogma ¿Es la máxima herejía imaginable contra la religión fotográfica y los adoradores
de Cartier-Bresson? La respuesta a estos cuestionamientos no es (afortunadamente)
la materia de este pequeño estudio. Empero, habría que recordar que a veces resultan
mucho más interesantes las preguntas que las respuestas.
Se puede apreciar que hay mucho más de lo que aparece superficialmente en
la idea del «instante decisivo». Además del tiempo será necesario sumar la
oportunidad al integrar en la fotografía la composición y el tema.
Henri Cartier-Bresson defendió que “Fotografiar, es poner la cabeza, el ojo y el corazón
en el mismo punto de mira.”[28] He ahí el genuino «instante decisivo».
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