PRIVILEGIO BLANCO Y PRIVILEGIO MASCULINO: UN RELATO PERSONAL SOBRE LA PERCEPCIÓN DE LAS CORRESPONDENCIAS A TRAVÉS DEL TRABAJO EN LOS ESTUDIOS SOBRE LA MUJER Este artículo ha sido financiado por el Anna Wilder Phelps Fund gracias a la generosidad de Anna Emery Hanson. 1988 Peggy McIntosh, Documento de trabajo 189, Wellesley Centers for Women, Wellesley, MA "Privilegio blanco y privilegio masculino" © 1988 Peggy McIntosh "Algunas notas para los facilitadores" © 2010 Peggy McIntosh p. 2 En mi trabajo para incorporar los materiales y las perspectivas de los Estudios de la Mujer al resto del plan de estudios, he observado a menudo que los hombres no están dispuestos a admitir que tienen demasiados privilegios en el plan de estudios, aunque admitan que las mujeres están en desventaja. El tema de las ventajas que los hombres obtienen de las desventajas de las mujeres está rodeado de negaciones que equivalen a tabúes. Estas negaciones impiden que el privilegio masculino sea plenamente reconocido, atenuado o eliminado. Al reflexionar sobre el privilegio masculino no reconocido como un fenómeno con vida propia, me di cuenta de que, puesto que las jerarquías en nuestra sociedad están entrelazadas, lo más probable es que existiera un fenómeno de privilegio blanco igualmente negado y protegido, pero vivo y real en sus efectos. Como persona blanca, me di cuenta de que me habían enseñado que el racismo es algo que pone a los demás en desventaja, pero me habían enseñado a no ver uno de sus aspectos corolarios, el privilegio blanco, que me pone en ventaja. Creo que a los blancos se les enseña cuidadosamente a no reconocer el privilegio blanco, igual que a los hombres se les enseña a no reconocer el privilegio masculino. Así que he empezado a preguntarme, sin ser una experta, qué significa tener el privilegio de ser blanco. Este documento es un registro parcial de mis observaciones personales y no un análisis académico. Se basa en mis experiencias cotidianas dentro de mis circunstancias particulares. He llegado a ver el privilegio blanco como un paquete invisible de bienes no ganados que puedo contar con cobrar cada día, pero sobre el que estaba "destinado" a permanecer ajeno. El privilegio blanco es como una mochila invisible e ingrávida de provisiones especiales, garantías, herramientas, mapas, guías, libros de códigos, pasaportes, visados, ropa, brújula, equipo de emergencia y cheques en blanco. Como he tenido problemas para enfrentarme al privilegio blanco y describir los resultados de mi vida, vi paralelismos con la reticencia de los hombres a reconocer el privilegio masculino. Sólo en raras ocasiones un hombre pasa de reconocer que las mujeres están en desventaja a reconocer que los hombres tienen ventajas inmerecidas, o que el privilegio inmerecido no ha sido bueno para el desarrollo de los hombres como seres humanos, o para el desarrollo de la sociedad, o que los sistemas de privilegio podrían alguna vez ser desafiados y cambiados. Voy a repasar aquí varios tipos o capas de negación que veo en el trabajo protegiendo e impidiendo la concienciación sobre el arraigado privilegio masculino. A continuación, estableceré paralelismos, a partir de mi propia experiencia, con las negaciones que ocultan los hechos del privilegio de los blancos. Por último, enumeraré cuarenta y seis formas ordinarias y cotidianas en las que experimento el privilegio blanco, en contraste con mis colegas afroamericanos del mismo edificio. Esta lista no pretende ser generalizable. Los demás pueden hacer sus propias listas a partir de sus propias circunstancias de vida. "Privilegio blanco y privilegio masculino" © 1988 Peggy McIntosh "Algunas notas para los facilitadores" © 2010 Peggy McIntosh p. 3 Escribir este artículo ha sido difícil, a pesar de la calurosa acogida que han tenido las charlas en las que se basa1 . Al igual que en los Estudios de la Mujer revelamos el privilegio masculino y pedimos a los hombres que renuncien a parte de su poder, quien escribe sobre tener privilegio blanco debe preguntarse: "Habiéndolo descrito, ¿qué haré para disminuirlo o acabar con él?". La negación de la situación privilegiada de los hombres adopta muchas formas en los debates sobre el trabajo de cambio curricular. Algunos afirman que los hombres deben ocupar un lugar central en el plan de estudios porque han hecho la mayor parte de lo que es importante o distintivo en la vida o en la civilización. Algunos reconocen el sexismo en el currículo pero niegan que haga que los estudiantes varones parezcan excesivamente importantes en la vida. Otros están de acuerdo en que ciertos pensadores individuales están orientados hacia los hombres, pero niegan que exista una tendencia sistémica en los marcos disciplinarios o en la epistemología a otorgar un poder excesivo a los hombres como grupo. Los hombres que admiten que el privilegio masculino adopta formas institucionalizadas y arraigadas suelen negar que la hegemonía masculina les haya abierto puertas personalmente. Prácticamente todos los hombres niegan que la sobre-recompensa masculina por sí sola pueda explicar la centralidad de los hombres en todos los santuarios interiores de nuestras instituciones más poderosas. Además, los pocos que reconocen que los sistemas de privilegio masculino les han dado demasiado poder suelen acabar dudando de que podamos desmantelar esos sistemas de privilegio. Puede que digan que trabajarán para mejorar el estatus de las mujeres, en la sociedad o en la universidad, pero no pueden o no quieren apoyar la idea de disminuir el de los hombres. En términos curriculares, este es el punto en el que dicen que lamentan no poder utilizar ninguno de los nuevos e interesantes estudios sobre la mujer porque el programa de estudios está lleno. Cuando se habla de dar a los hombres menos espacio cultural, incluso los hombres más reflexivos e imparciales que conozco tienden a reflejar o a recurrir a supuestos conservadores sobre la inevitabilidad de las actuales relaciones de género y distribuciones de poder, apelando a los precedentes o a la sociobiología y la psicobiología para demostrar que la dominación masculina es natural y se deriva inevitablemente de presiones evolutivas. Otros recurren a argumentos basados en la "experiencia" o la religión o la responsabilidad social o los deseos y los sueños. Cuando me di cuenta, a través del trabajo de desarrollo del profesorado en Estudios de la Mujer, de hasta qué punto los hombres trabajan desde una base de privilegio no reconocido, comprendí que gran parte de su opresión era inconsciente. Entonces recordé las frecuentes acusaciones de las mujeres de color de que las mujeres blancas con las que se encuentran son opresivas. Empecé a entender por qué se nos considera justamente opresoras, aunque no nos veamos a nosotras mismas de ese modo. Como mínimo, la falta de conciencia de nuestra situación privilegiada puede hacer que resulte irritante estar con una persona o un grupo. Empecé a contar las formas en que disfruto de un privilegio de piel inmerecido y he sido condicionada a olvidar su existencia, incapaz de ver "Privilegio blanco y privilegio masculino" © 1988 Peggy McIntosh "Algunas notas para los facilitadores" © 2010 Peggy McIntosh p. 4 que me pusiera "por delante" de alguna manera, o que pusiera a mi gente por delante, sobre recompensándonos y sin embargo también perjudicándonos paradójicamente, o que pudiera o debiera cambiarse. Mi escolarización no me enseñó a verme como un opresor, como una persona injustamente favorecida o como participante en una cultura dañada. Me enseñaron a verme como un individuo cuyo estado moral dependía de su voluntad moral individual. En la escuela, no se nos enseñó sobre la esclavitud en profundidad; no se nos enseñó a ver a los esclavistas como personas dañadas. Los esclavos eran vistos como el único grupo en riesgo de ser deshumanizado. Mi escolarización siguió el patrón que Elizabeth Minnich ha señalado: a los blancos se les enseña a pensar en sus vidas como moralmente neutras, normativas y promedio, y también ideales, de modo que cuando trabajamos para beneficiar a otros, esto se ve como un trabajo que les permitirá a "ellos" ser más como "nosotros". Creo que muchas de nosotras sabemos lo detestable que puede ser esta actitud en los hombres. Después de frustrarme con hombres que no reconocían el privilegio masculino, decidí tratar de trabajar en mí misma, al menos identificando algunos de los efectos cotidianos del privilegio blanco en mi vida. Es un trabajo tosco, a estas alturas, pero voy a dar aquí una lista de circunstancias y condiciones especiales que experimento y que no me he ganado, pero que me han hecho sentir que son mías por nacimiento, por ciudadanía y en virtud de ser una persona "normal" de buena voluntad, respetuosa de la ley. He elegido las condiciones que creo que en mi caso están más relacionadas con el privilegio del color de la piel que con la clase, la religión, la condición étnica o la ubicación geográfica, aunque estos otros factores de privilegio están estrechamente interrelacionados. Por lo que veo, mis compañeros de trabajo, amigos y conocidos afroamericanos con los que tengo contacto diario o frecuente en esta época, lugar y línea de trabajo concretos no pueden contar con la mayoría de estas condiciones. 1. Si lo deseo, puedo estar en compañía de gente de mi raza la mayor parte del tiempo. 2. Puedo evitar pasar tiempo con gente de la que fui entrenado(a) para desconfiar y que ha aprendido a desconfiar de los de mi clase o de mí. 3. Si tuviera que mudarme, puedo estar bastante seguro(a) de alquilar o comprar una vivienda en una zona que me pueda permitir y en la que me gustaría vivir. 4. Puedo estar razonablemente seguro(a( de que mis vecinos en un lugar así serán neutrales o agradables conmigo. 5. La mayoría de las veces puedo ir de compras sola, con la seguridad de que no me seguirán ni me acosarán los encargados de seguridad de la tienda. 6. Puedo encender la televisión o abrir la portada del periódico y ver a gente de mi raza "Privilegio blanco y privilegio masculino" © 1988 Peggy McIntosh "Algunas notas para los facilitadores" © 2010 Peggy McIntosh p. 5 amplia y positivamente representada. 7. Cuando me hablan de nuestro patrimonio nacional o de la "civilización", me muestran que la gente de mi color la convirtió en lo que es. 8. Puedo estar seguro(a) de que mis hijos recibirán materiales curriculares que atestiguan la existencia de su raza. 9. Si quiero, puedo estar bastante seguro(a) de encontrar un editor para este artículo sobre el privilegio blanco. 10. Puedo estar bastante seguro(a) de que mi voz se oirá en un grupo en el que soy el único miembro de mi raza. 11. Puedo ser despreocupada a la hora de escuchar o no la voz de otra mujer en un grupo en el que ella es el único miembro de su raza. 12. Puedo entrar en una librería y contar con encontrar representados los escritos de mi raza, en un supermercado y encontrar los alimentos básicos que se ajustan a mis tradiciones culturales, en una peluquería y encontrar a alguien que se ocupe de mi pelo. 13. Tanto si utilizo cheques, tarjetas de crédito o efectivo, puedo contar con que el color de mi piel no va en contra de la apariencia de que soy financieramente fiable. 14. Podría encargarme de proteger a nuestros hijos pequeños la mayor parte del tiempo de personas a las que podrían no gustarles. 15. No tuve que educar a nuestros hijos para que fueran conscientes del racismo sistémico para su propia protección física diaria. 16. Puedo estar bastante seguro(a) de que los profesores y jefes de mis hijos los tolerarán si se ajustan a las normas escolares y laborales; lo que más me preocupa de ellos no son las actitudes de los demás hacia su raza. 17. Puedo hablar con la boca llena y que la gente no lo atribuya a mi color. 18. Puedo decir palabrotas, o vestirme con ropa de segunda mano, o no contestar a las cartas, sin que la gente atribuya estas decisiones a la mala moral, la pobreza o el analfabetismo de mi raza. 19. Puedo hablar en público ante un grupo de hombres poderosos sin poner en tela de juicio mi raza. 20. Puedo desenvolverme bien en una situación difícil sin que ello suponga un mérito para mi raza. "Privilegio blanco y privilegio masculino" © 1988 Peggy McIntosh "Algunas notas para los facilitadores" © 2010 Peggy McIntosh p. 6 21. Nunca se me pide que hable en nombre de todas las personas de mi grupo racial. 22. Puedo permanecer ajeno(a) a la lengua y las costumbres de las personas de color que constituyen la mayoría del mundo sin sentir en mi cultura ninguna pena por tal olvido. 23. Puedo criticar a nuestro gobierno y hablar de lo mucho que temo sus políticas y su comportamiento sin que se me considere una persona extraña de mi cultura. 24. Puedo estar razonablemente seguro de que si pido hablar con "el responsable", me encontraré ante una persona de mi raza. 25. Si un policía de tráfico me para o si Hacienda me hace la declaración de la renta, puedo estar seguro(a) de que no me han señalado por mi raza. 26. Puedo comprar fácilmente carteles, postales, libros ilustrados, tarjetas de felicitación, muñecas, juguetes y revistas infantiles en los que aparecen personas de mi raza. 27. Puedo volver a casa de la mayoría de las reuniones de las organizaciones a las que pertenezco sintiéndome en cierto modo vinculada, en lugar de aislada, fuera de lugar, superada en número, no escuchada, mantenida a distancia o temida. 28. Puedo estar bastante seguro(a) de que es más probable que una discusión con una compañera de otra raza ponga en peligro sus posibilidades de ascenso que las mías. 29. Puedo estar bastante seguro(a) de que si defiendo la promoción de una persona de otra raza, o un programa centrado en la raza, no es probable que esto me cueste mucho dentro de mi entorno actual, aunque mis colegas no estén de acuerdo conmigo. 30. Si declaro que hay un problema racial de por medio, o que no lo hay, mi raza me dará más credibilidad para cualquiera de las dos posturas que la que tendrá una persona de color. 31. Puedo optar por ignorar los avances en la escritura de minorías y los programas de activismo de minorías, o menospreciarlos, o aprender de ellos, pero en cualquier caso, puedo encontrar formas de estar más o menos protegido(a) de las consecuencias negativas de cualquiera de estas opciones. 32. Mi cultura me da poco miedo a la hora de ignorar las perspectivas y los poderes de las personas de otras razas. 33. No se me hace muy consciente de que mi forma, mi porte o mi olor corporal se tomarán como un reflejo de mi raza. "Privilegio blanco y privilegio masculino" © 1988 Peggy McIntosh "Algunas notas para los facilitadores" © 2010 Peggy McIntosh p. 7 34. Puedo preocuparme por el racismo sin que se me considere interesado(a) o egoísta. 35. Puedo aceptar un trabajo en una empresa de discriminación positiva sin que mis compañeros de trabajo sospechen que lo he conseguido por mi raza. 36. Si mi día, mi semana o mi año van mal, no necesito preguntarme en cada episodio o situación negativa si tiene connotaciones raciales. 37. Puedo estar bastante seguro(a) de encontrar personas dispuestas a hablar conmigo y aconsejarme sobre mis próximos pasos, profesionalmente. 38. Puedo pensar en muchas opciones, sociales, políticas, imaginativas o profesionales, sin preguntarme si una persona de mi raza sería aceptada o se le permitiría hacer lo que yo quiero hacer. 39. Puedo llegar tarde a una reunión sin que ese retraso se refleje en mi carrera. 40. Puedo elegir un alojamiento público sin temer que las personas de mi raza no puedan entrar o sean maltratadas en los lugares que he elegido. 41. Puedo estar seguro(a) de que si necesito ayuda jurídica o médica, mi raza no jugará en mi contra. 42. Puedo organizar mis actividades de modo que nunca tenga que experimentar sentimientos de rechazo debido a mi raza. 43. Si tengo poca credibilidad como líder, puedo estar seguro(a) de que mi raza no es el problema. 44. Puedo encontrar fácilmente cursos académicos e instituciones que sólo prestan atención a personas de mi raza. 45. Puedo esperar que el lenguaje figurativo y las imágenes de todas las artes den testimonio de experiencias de mi raza. 46. Puedo elegir cubremanchas o vendas de color "carne" y hacer que coincidan más o menos con mi piel. Olvidé repetidamente cada una de las realizaciones de esta lista hasta que las escribí. Para mí, el privilegio blanco ha resultado ser un tema escurridizo y fugitivo. La presión para evitarlo es grande, porque al afrontarlo debo renunciar al mito de la meritocracia. Si estas cosas son ciertas, este no es un país tan libre; la vida de uno no es lo que uno hace de ella; muchas puertas se abren para ciertas personas sin virtudes propias. Estas percepciones significan también que mi condición moral no es la que me habían hecho creer. La apariencia de ser una buena ciudadana en lugar de una generadora de problemas viene en gran parte de tener todos los tipos de puertas automáticamente abiertos debido a mi color. "Privilegio blanco y privilegio masculino" © 1988 Peggy McIntosh "Algunas notas para los facilitadores" © 2010 Peggy McIntosh p. 8 Otra parálisis nerviosa proviene del silencio literario que protege el privilegio. Mis recuerdos más claros de haber encontrado un análisis de este tipo están en la obra sin par Killers of the Dream de Lillian Smith y en la reseña de Margaret Andersen de Lemon Swamp de Karen y Mamie Fields. Smith, por ejemplo, escribió sobre caminar hacia los niños negros en la calle y saber que pisarían la cuneta; Andersen contrastó el placer que ella, como niña blanca, sentía en los viajes de verano en coche al sur con los recuerdos de Karen Fields de conducir en un coche cerrado abastecido de todo lo necesario no fuera que, al detenerse, su familia negra sufriera "insultos, o algo peor". Adrienne Rich también reconoce y escribe sobre experiencias cotidianas de privilegio, pero, según he observado, los escritos de las mujeres blancas en este ámbito tratan mucho más a menudo sobre el racismo sistémico que sobre nuestras vidas cotidianas como mujeres de piel clara.2 Al deshacer esta mochila invisible del privilegio blanco, he enumerado condiciones de la experiencia cotidiana que antes daba por sentadas, como neutrales, normales y universalmente disponibles para todo el mundo, del mismo modo que antes pensaba en un currículo centrado en el hombre como el relato neutral o exacto que puede hablar por todos. Tampoco pensaba en ninguna de estas ventajas como algo malo para el titular. Ahora pienso que necesitamos una taxonomía más finamente diferenciada de los privilegios, ya que algunas de estas variedades son sólo lo que uno desearía para todos en una sociedad justa, y otras dan licencia para ser ignorantes, inconscientes, arrogantes y destructivas. Antes de proponer una categorización más afinada, haré algunas observaciones sobre los efectos generales de estas condiciones en mi vida y mis expectativas. En este popurrí de ejemplos, algunos privilegios me hacen sentir como en casa en el mundo. Otros me permiten escapar de penalidades o peligros que otros sufren. Gracias a algunos, escapo del miedo, la ansiedad, el insulto, la injuria o la sensación de no ser bienvenido, de no ser real. Algunas me evitan tener que esconderme, disfrazarme, sentirme enfermo o loco, negociar cada transacción desde la posición de ser un extraño o, dentro de mi grupo, una persona sospechosa de tener vínculos demasiado estrechos con una cultura dominante. La mayoría me evitan tener que enfadarme. Veo un patrón que atraviesa la matriz del privilegio blanco, un patrón de suposiciones que me fueron transmitidas como persona blanca. Había un territorio cultural principal; era mi propio territorio, y yo estaba entre los que podían controlarlo. Podía estar a la altura de las normas culturales y aprovechar las muchas opciones que veía a mi alrededor para hacer de mi vida lo que la cultura llamaría un éxito. El color de mi piel era una ventaja para cualquier movimiento que me educaran para querer hacer. "Privilegio blanco y privilegio masculino" © 1988 Peggy McIntosh "Algunas notas para los facilitadores" © 2010 Peggy McIntosh p. 9 Podía pensar en mí misma como "perteneciente" en formas importantes y de hacer que los sistemas sociales funcionaran para mí. Podía despreciar, temer, descuidar o ignorar libremente todo lo que se saliera de las formas culturales dominantes. Al pertenecer a la cultura principal, también podía criticarla con bastante libertad. Mi vida se reflejaba en mí con la frecuencia suficiente para que me sintiera, con respecto a mi raza, si no a mi sexo, como una de las personas reales. Ya fuera a través del plan de estudios o en el periódico, la televisión, el sistema económico o el aspecto general de la gente en las calles, recibía a diario señales e indicaciones de que mi gente contaba y que los demás o no existían o debían estar intentando, no con mucho éxito, ser como la gente de mi raza. Se me dio permiso cultural para no oír voces de personas de otras razas o una tibia tolerancia cultural para oír o actuar según esas voces. También me educaron para no sufrir seriamente por nada de lo que las personas de piel más oscura pudieran decir sobre mi grupo, "protegido", aunque quizá debería decir más bien prohibido, por los hábitos de mi clase económica y grupo social, de vivir en grupos racialmente mixtos o de ser reflexivo sobre las interacciones entre personas de distintas razas. En la misma proporción en que mi grupo racial se sentía confiado, cómodo y ajeno, otros grupos se sentían desconfiados, incómodos y alienados. La blancura me protegía de muchos tipos de hostilidad, angustia y violencia, que yo estaba siendo sutilmente entrenado para visitar en tum sobre las personas de color. Por esta razón, la palabra "privilegio" me parece ahora engañosa. Sus connotaciones son demasiado positivas para ajustarse a las condiciones y comportamientos que producen los "sistemas de privilegio". Solemos pensar en el privilegio como un estado favorecido, ya sea ganado, o conferido por nacimiento o suerte. A los graduados escolares se les recuerda que son privilegiados y se les insta a utilizar bien sus (envidiables) bienes. La palabra "privilegio" tiene la connotación de ser algo que todo el mundo debe desear. Sin embargo, algunas de las condiciones que he descrito aquí funcionan para sobrepotenciar sistemáticamente a determinados grupos. Este tipo de privilegio simplemente confiere dominación, da permiso para controlar, debido a la raza o el sexo de uno. El tipo de privilegio que da licencia a algunas personas para ser, en el mejor de los casos, desconsideradas y, en el peor, asesinas, no debería seguir considerándose un atributo deseable. Tal "privilegio" puede ser ampliamente deseado sin ser en modo alguno beneficioso para toda la sociedad. Además, aunque el "privilegio" puede conferir poder, no confiere fuerza moral. Quienes no dependen de la dominación conferida tienen rasgos y cualidades que quizá nunca se desarrollen en quienes lo hacen. "Privilegio blanco y privilegio masculino" © 1988 Peggy McIntosh "Algunas notas para los facilitadores" © 2010 Peggy McIntosh p. 10 Del mismo modo que los cursos de Estudios de la Mujer indican que las mujeres sobreviven a sus circunstancias políticas para llevar vidas que mantienen unida a la raza humana, las personas de color "desfavorecidas" que son la mayoría del mundo han sobrevivido a su opresión y han vivido vidas de supervivientes de las que la minoría global blanca puede y debe aprender. En algunos grupos, los dominados se han hecho fuertes por no tener todas esas ventajas inmerecidas, y eso les da mucho que enseñar a los demás. Por el contrario, los miembros de los llamados grupos privilegiados pueden parecer tontos, ridículos, infantiles o peligrosos. Así pues, quiero distinguir entre la fuerza ganada y el poder no ganado conferido sistémicamente. El poder de un privilegio no ganado puede parecer fuerza cuando, en realidad, es permiso para escapar o dominar. Pero no todos los privilegios de mi lista son inevitablemente perjudiciales. Algunos, como la expectativa de que los vecinos sean decentes contigo o de que tu raza no cuente en tu contra en los tribunales, deberían ser la norma en una sociedad justa y considerarse un derecho de todos. Otros, como el privilegio de no escuchar a las personas menos poderosas, distorsionan la humanidad tanto de los titulares como de los grupos ignorados. Otros, como encontrar los alimentos básicos en todas partes, pueden estar en función de pertenecer a una mayoría numérica de la población. Otras tienen que ver con no tener que trabajar bajo estereotipos negativos y mitología omnipresentes. Al menos podríamos empezar por distinguir entre las ventajas positivas que podemos trabajar para extender, hasta el punto de que no sean ventajas en absoluto sino simplemente parte del tejido cívico y social normal, y los tipos negativos de ventaja que, a menos que se rechacen, siempre reforzarán nuestras jerarquías actuales. Por ejemplo, el "privilegio" positivo de pertenencia, el sentimiento de pertenecer al círculo humano, como dicen los nativos americanos, favorece el desarrollo y no debe considerarse un privilegio para unos pocos. Es, digamos, un derecho que ninguno de nosotros debería tener que ganarse; lo ideal es que sea un derecho no ganado. En la actualidad, como sólo unos pocos lo tienen, es una ventaja inmerecida para ellos. El "privilegio" negativo que me dio permiso cultural para no tomar en serio a otros de piel más oscura puede considerarse una dominación conferida arbitrariamente y no debería ser deseable para nadie. Este artículo es el resultado de un proceso en el que he llegado a darme cuenta de que parte del poder que en un principio consideraba inherente al hecho de ser un ser humano en Estados Unidos consistía en una ventaja no merecida y en una dominación conferida, así como en otros tipos de circunstancias especiales que no se dan por sentadas universalmente. Al escribir este documento también me he dado cuenta de que la identidad y el estatus de blanco (así como la identidad de clase y el status) me dan un poder considerable para elegir si abordar este tema y sus problemas. "Privilegio blanco y privilegio masculino" © 1988 Peggy McIntosh "Algunas notas para los facilitadores" © 2010 Peggy McIntosh p. 11 Puedo decidir bastante bien si desaparecer y evitar y no escuchar y escapar de la antipatía que pueda engendrar en otras personas a través de este ensayo, o interrumpir, responder, interpretar, predicar, corregir, criticar y controlar hasta cierto punto lo que ocurre como reacción a él. Al ser blanco, tengo un poder considerable para escapar de muchos tipos de peligro o penalización, así como para elegir qué riesgos quiero correr. Existe una analogía, una vez más, con los Estudios de la Mujer. Nuestros colegas masculinos no tienen mucho que perder si apoyan los Estudios de la Mujer, pero tampoco tienen mucho que perder si se oponen a ello. Simplemente tienen el poder de decidir si se comprometen a una distribución más equitativa del poder. Probablemente sentirán pocas penalizaciones sea cual sea la elección que hagan; no parecen, en ningún sentido obvio a corto plazo, los que están en riesgo, aunque ellos y todos nosotros estamos en riesgo debido a los comportamientos que han sido recompensados en ellos. A través de mi trabajo en los Estudios de la Mujer he conocido a muy pocos hombres que estén realmente angustiados por la ventaja masculina sistémica y no merecida y por la dominación conferida. Así que una pregunta para mí y para otros como yo es si seremos como ellos, o si nos sentiremos realmente angustiadas, incluso indignadas, por la ventaja racial no merecida y la dominación conferida y, en ese caso, qué haremos para reducirlas. En cualquier caso, tenemos que trabajar más para identificar cómo afectan realmente a nuestra vida cotidiana. Necesitamos que la gente escriba con más realismo sobre estos temas tabú. Necesitamos comprender mejor las formas en que el "privilegio" blanco perjudica a los blancos, porque no son las mismas formas en que perjudica a las víctimas. Las psiques blancas sesgadas son una parte inseparable del cuadro, aunque no quiero confundir los tipos de daños causados a los poseedores de ventajas especiales y a los que sufren los déficits. Muchos, quizá la mayoría, de nuestros estudiantes blancos en Estados Unidos piensan que el racismo no les afecta porque no son personas de color; no ven la "blancura" como una identidad racial. Del mismo modo, muchos hombres piensan que los Estudios de la Mujer no afectan a sus propias existencias porque no son mujeres; no se ven a sí mismos con identidades de género. Por lo tanto, insistir en los "efectos" universales de los sistemas de "privilegio" se convierte en una de nuestras principales tareas, y ser más explícitos sobre los efectos particulares en contextos concretos es otra. Los hombres deben unirse a nosotros en esta tarea. Además, dado que la raza y el sexo no son los únicos sistemas que favorecen, debemos examinar también la experiencia cotidiana de tener ventaja por la edad, la etnia, la capacidad física o la edad, religión u orientación sexual. "Privilegio blanco y privilegio masculino" © 1988 Peggy McIntosh "Algunas notas para los facilitadores" © 2010 Peggy McIntosh p. 12 La profesora Mamie Evans me sugirió que, en muchos sentidos, la lista que he hecho también se aplica directamente al privilegio heterosexual. Se trata de un tema aún más tabú que el privilegio racial: las formas cotidianas en que el privilegio heterosexual hace que algunas personas se sientan cómodas o poderosas, proporcionando apoyos, activos, aprobaciones y recompensas a quienes viven o esperan vivir en parejas heterosexuales. Desentrañar ese contenido es aún más difícil, debido a lo profundamente arraigadas que están la ventaja y la dominación heterosexuales y a los tabúes más estrictos que las rodean. Pero para iniciar ese análisis pondría esta observación de mi propia experiencia: El hecho d e vivir bajo el mismo techo con un hombre desencadena todo tipo de suposiciones sociales sobre mi valía, mi política, mi vida y mis valores, y desencadena una serie de ventajas y poderes inmerecidos. Después de refundir muchos elementos de la lista original, añadiría otras observaciones como éstas: 1. Mis hijos no tienen que responder a preguntas sobre por qué vivo con mi pareja (mi marido). 2. No me cuesta encontrar barrios donde la gente apruebe nuestro hogar. 3. Nuestros hijos reciben textos y clases que apoyan implícitamente nuestro tipo de unidad familiar y no los ponen en contra de mi elección de pareja de hecho. 4. Puedo viajar sola o con mi marido sin esperar vergüenza u hostilidad en quienes nos tratan. 5. La mayoría de las personas con las que me reúno ven mi situación matrimonial como una ventaja para mi vida o como un comentario favorable sobre mi simpatía, mi competencia o mi salud mental. 6. Puedo hablar de los acontecimientos sociales de un fin de semana sin temer la reacción de la mayoría de los oyentes. 7. Me sentiré acogido(a) y "normal" en los ámbitos habituales de la vida pública, institucional y social. 8. En muchos contextos, se me considera "bien" en el trabajo diario con mujeres porque no vivo principalmente con mujeres. Las dificultades y peligros que rodean la tarea de encontrar paralelismos son muchos. Puesto que el racismo, el sexismo y el heterosexismo no son lo mismo, las ventajas asociadas a ellos no deben considerarse iguales. Además, es difícil aislar los aspectos de la ventaja no merecida que se derivan principalmente de la clase social, la clase económica, la raza, la religión, la región, el sexo o la identidad étnica. Las opresiones son a la vez distintas e interrelacionadas, como nos sigue recordando la declaración del Colectivo del Río Combahee de 1977 elocuentemente.3 "Privilegio blanco y privilegio masculino" © 1988 Peggy McIntosh "Algunas notas para los facilitadores" © 2010 Peggy McIntosh p. 13 Hay un factor que parece claro en todas las opresiones entrelazadas. Adoptan formas activas que podemos ver y formas arraigadas que a los miembros del grupo dominante se les enseña a no ver. En mi clase y en mi lugar, no me veía a mí misma como racista porque me enseñaron a reconocer el racismo sólo en los actos individuales de mezquindad de los miembros de mi grupo, nunca en los sistemas invisibles que confieren la dominación racial a mi grupo desde el nacimiento. Del mismo modo, se nos enseña a pensar que el sexismo o el heterosexismo sólo se llevan a cabo a través de actos intencionados e individuales de discriminación, mezquindad o crueldad, y no en sistemas invisibles que confieren una dominación no buscada a determinados grupos. Desaprobar los sistemas no bastará para cambiarlos. A mí me enseñaron a pensar que el racismo podía acabar si los individuos blancos cambiaban de actitud; muchos hombres piensan que se puede acabar con el sexismo mediante cambios individuales en el comportamiento cotidiano hacia las mujeres. Pero el sexo de un hombre le proporciona ventajas apruebe o no la forma en que se ha conferido la dominación a su grupo. Una piel "blanca" en Estados Unidos abre muchas puertas a los blancos, aprobemos o no la forma en que se nos ha conferido la dominación. Los actos individuales pueden paliar estos problemas, pero no acabar con ellos. Para rediseñar los sistemas sociales, primero tenemos que reconocer sus colosales dimensiones invisibles. Los silencios y las negaciones que rodean a los privilegios son la herramienta política clave en este caso. Mantienen incompleta la reflexión sobre la igualdad o la equidad, protegiendo las ventajas no merecidas y la dominación conferida al convertirlas en temas tabú. La mayor parte de lo que dicen los blancos sobre la igualdad de oportunidades me parece que se refiere a la igualdad de oportunidades para tratar de llegar a una posición de dominación mientras niegan que existan sistemas de dominación. El olvido de la ventaja blanca, como el olvido de la ventaja masculina, se mantiene fuertemente inculturado en Estados Unidos para mantener el mito de la meritocracia, el mito de que la elección democrática está igualmente disponible para todos. Mantener a la mayoría de la gente inconsciente de que la libertad de acción confiada está ahí sólo para un pequeño número de personas apuntala a los que están en el poder y sirve para mantener el poder en manos de los mismos grupos que ya tienen la mayor parte de él. Aunque el cambio sistémico lleva muchas décadas, hay cuestiones acuciantes para mí, e imagino que para otros como yo, si aumentamos nuestra conciencia diaria sobre las ventajas de tener la piel clara. ¿Qué haremos con ese conocimiento? Como sabemos por haber observado a los hombres, es una cuestión abierta si optaremos por utilizar la ventaja no merecida para debilitar los sistemas de privilegios invisibles y si utilizaremos algo de nuestro poder arbitrariamente concedido para intentar reconstruir los sistemas de poder sobre una base más amplia. "Privilegio blanco y privilegio masculino" © 1988 Peggy McIntosh "Algunas notas para los facilitadores" © 2010 Peggy McIntosh 1. p. 14 Este trabajo se presentó en la conferencia de la Asociación de Estudios sobre la Mujer de Virginia, celebrada en Richmond en abril de 1986, y en la conferencia de la Asociación Americana de Investigación Educativa, celebrada en Boston en octubre de 1986, y se debatió con dos grupos de participantes en el seminario de Dodge para profesores de secundaria, celebrado en Nueva York y Boston en la primavera de 1987. 2. Andersen, Margaret, "Race and the Social Science Curriculum: A Teaching and Learning Discussion". Radical Teacher, noviembre, 1984, pp. 17-20. Smith, Lillian, Killers of the Dream, Nueva York: W. W. Norton, 1949. 3. "A Black Feminist Statement", The Combahee River Collective, pp. 13-22 en G. Hull, P. Scott, B. Smith, Eds., All the Women Are White, All the Blacks Are Men, But Some of Us Are Braver: Black Women's Studies, Old Westbury, NY: The Feminist Press, 1982. Quien desee reproducir más de 35 copias de este artículo debe solicitarlo a la autora, la Dra. Peggy McIntosh, en [email protected]. Este artículo sólo puede ser publicado electrónicamente por el Proyecto Nacional SEED. "Privilegio blanco y privilegio masculino" © 1988 Peggy p. 15 McIntosh "Algunas notas para los facilitadores" © 2010 Peggy McIntosh Algunas notas para los facilitadores sobre la presentación de mis documentos sobre el privilegio blanco © 2010 Peggy McIntosh ♦ Wellesley Centers for Women, Wellesley, MA. 1. Mi trabajo no trata de la culpa, la vergüenza, la culpabilidad o de si uno es una "buena persona". Se trata de observar, darse cuenta, pensar sistémica y personalmente. Se trata de ver el privilegio, el "lado positivo" de la opresión y la discriminación. Se trata de la ventaja no merecida, que también puede describirse como exención de la discriminación. 2. Por favor, no generalices a partir de mis artículos. Tratan de mi experiencia, no de las experiencias de todos los blancos en todas las épocas, lugares y circunstancias. En el párrafo que precede a cada artículo se dice esto, y también se disipa el temor de los blancos a que un artículo sobre el privilegio de los blancos les llame racistas. 3. Mantenga "las listas" en sus contextos autobiográficos. Es una cuestión de integridad académica y exactitud no pretender más de lo que hice. Comparé mis propias circunstancias con algunas de las de las mujeres afroamericanas con las que trabajé. Ser claro al respecto aumentará tu eficacia como facilitador(a). Puedes decir: "Esto es de una sola mujer blanca que viene a ver que es blanca en su tiempo y lugar y espacio de trabajo . Está escribiendo sobre sí misma, no sobre ti". 4. El trabajo sale mejor cuando te basas en las experiencias personales de los participantes, no en sus opiniones. Las opiniones invitan a la argumentación. Contar experiencias invita a escuchar. Las opiniones tienden a provocar conflictos, mientras que las experiencias compartidas suelen suscitar curiosidad y empatía. Cuando los participantes pasen del testimonio vivencial a la opinión, recondúcelos, sabiendo que la mayoría de las escuelas desalientan el testimonio. 5. Al explorar los privilegios, resulta útil utilizar el "testimonio en serie", un modo disciplinado en el que cada participante responde por turnos, sin interrupción, durante, digamos, un minuto, cronometrado. Yo lo llamo "la administración autocrática del tiempo al servicio de la distribución democrática del tiempo". 6. Pero sin el uso riguroso de un reloj o cronómetro, el testimonio en serie puede ser tan antidemocrático como cualquier otra forma de debate. 7. Entender que cada participante tiene una intrincada "política de ubicación" (Adrienne Rich) dentro de los sistemas de poder social. Por ejemplo, todas las personas que asistan a un taller o a una clase tendrán toda una vida de experiencias de ventajas y desventajas, de empoderamiento y desempoderamiento, abrumadoras o sutiles, dentro de muchos sistemas de poder diferentes. 8. 9. Reconocer que todas las personas están ubicadas en sistemas y también son singularmente individuales. Las copresentaciones y los paneles de personas que hablan de sus experiencias una tras otra pueden ser muy eficaces. No suelo organizar "diálogos", pues creo que a menudo son una forma velada de debatir y pelear, en lugar de escuchar y aprender. Desaconsejo las "conversaciones cruzadas" después de los paneles, a menos que aclaren y respeten lo que han dicho los panelistas. Es lo que Peter Elbow llamaba "el juego de creer". "Privilegio blanco y privilegio masculino" © 1988 Peggy McIntosh "Algunas notas para los facilitadores" © 2010 Peggy McIntosh p. 16 10. Mis listas de los privilegios inmerecidos que tengo en relación con mis colegas no son "listas de control" ni "cuestionarios". No son "lecturas confesionales". 11. Llame la atención sobre la especificidad de "mi muestra". Sólo comparé mis circunstancias con lo que sabía de las circunstancias de mis colegas afroamericanas del mismo edificio y línea de trabajo. Esta muestra es muy específica en cuanto a raza, sexo, región, ubicación, lugar de trabajo, vocación y nación. 12. Detrás y dentro de mis ejemplos hay instituciones que influyen en mi experiencia, como las escuelas, la policía, Hacienda, los medios de comunicación, la ley, la medicina, las empresas. 13. No te quedes atrapado en las definiciones de privilegio y poder. Carecen de matices y flexibilidad. 14. Invita a la gente a hacer sus propias listas autobiográficas de privilegios, por ejemplo, sobre: Orientación sexual Empleo Relación de las familias con Clase Capacidad física educación, dinero Región Handedness vivienda y Religión Idioma barrios Género Nación de origen Identidad de género Etnia Lenguas de origen de las familias 15. Hay que tener cuidado con los ejercicios de gimnasia que sitúan a las personas en un solo aspecto de su identidad, pidiéndoles que den un paso adelante o atrás a partir de una línea de base en un momento dado. 16. Inste a los participantes a evitar la autojustificación y los sermones a familiares y amigos sobre los privilegios, especialmente si es algo que acaban de descubrir ellos mismos. 17. Explique la palabra "sistémico". Ayude a los participantes o a los alumnos a reflexionar sobre lo que significa ver la sociedad de forma sistémica y estructural, y no sólo en términos de individuos que toman decisiones individuales. 18. Piense por qué a los estadounidenses, especialmente a los blancos, les cuesta ver de forma sistémica. Explique el mito de la meritocracia: que la unidad de la sociedad es el individuo y que lo que uno termina teniendo debe ser lo que ese individuo quiso, trabajó, ganó y mereció. ¿Por qué cree que este mito sobrevive con tanto éxito, suprimiendo el conocimiento de la opresión sistémica y especialmente de su "lado positivo", el privilegio sistémico? 19. Ayude a los participantes a fortalecer tres músculos intelectuales: a) la capacidad de ver en términos de sistemas, así como en términos de individuos; b) la capacidad de ver cómo la discriminación sistémica , el lado negativo, se corresponde con el privilegio sistémico, el lado positivo; c) la capacidad de ver muchos tipos diferentes de sistemas de privilegio. "Privilegio blanco y privilegio masculino" © 1988 Peggy McIntosh "Algunas notas para los facilitadores" © 2010 Peggy McIntosh p. 17 20. Se puede argumentar que el trabajo sobre los privilegios en las escuelas y universidades hace a la gente más inteligente, no necesariamente mejor. Las instituciones académicas no afirman que hacernos mejores sea su principal objetivo, pero el pensamiento preciso es una meta que afirman fomentar. Cuando presento, o co-presento con una persona de color, sobre Sistemas de Privilegio, sea o no yo el primero en hablar, suelo hacerlo: • contar cómo llegué a ver el privilegio de los hombres y su inconsciencia al respecto, lo que me hizo ver lateralmente mi propio privilegio racial y mi inconsciencia al respecto; • leer algunos ejemplos de mi lista de privilegios de los blancos, y a veces leer algunos de mi lista de privilegios de los heterosexuales, lista de privilegios de clase, lista de privilegios de los cristianos, y listas de privilegios relativos a los asiático-americanos, indígenas, latinos/as, etc; • analizar algunas de las diferentes interpretaciones erróneas de mi documento por parte de la gente blanca y la gente de color; • plantear la cuestión de cómo puedo utilizar la ventaja inmerecida para debilitar los sistemas de ventaja inmerecida, y por qué querría hacerlo. El copresentador y yo nos tomamos el mismo tiempo para dar testimonio de cómo llegamos a ver los sistemas de privilegios en nosotros y a nuestro alrededor. Después de esto, utilizamos el Testimonio en Serie. Formamos pequeños círculos de personas, o parejas, para responder, por turnos, sin interrupción, durante un minuto cada uno, a las siguientes preguntas: Primera ronda: ¿Qué desventajas inmerecidas has tenido en tu vida? Segunda ronda: ¿Qué ventajas inmerecidas has tenido en tu vida? Tercera ronda: ¿Qué siente al sentarse aquí y hablar y oír hablar de estas experiencias de ventajas y desventajas inmerecidas? La tercera ronda es como una sesión informativa en sí misma. Todo informe posterior debe centrarse únicamente en los nuevos aprendizajes del ejercicio. El debate aleatorio sobre el ejercicio suele alejar la experiencia y llevar a generalizaciones y repeticiones de las mismas opiniones con las que la gente llegó a la sesión. Algunas personas "entienden" la idea del privilegio sistémico y preguntan: "Pero, ¿qué puedo hacer yo?". Mi respuesta es: puedes utilizar la ventaja no merecida para debilitar los sistemas de ventaja no merecida. Yo veo el privilegio blanco como una cuenta bancaria que no pedí, pero que puedo elegir gastar. Las personas privilegiadas tienen mucho más poder del que nos han enseñado, dentro del mito de la meritocracia. Los participantes pueden hacer una lluvia de ideas sobre cómo utilizar los activos no ganados para compartir el poder, como el tiempo, el dinero, la energía, la alfabetización, la movilidad, el ocio, las conexiones, los espacios, la vivienda y las oportunidades de viajar. El uso de estos activos puede conducir a cambios clave en otros comportamientos, como prestar atención, hacer asociaciones, intervenir, hablar, afirmar y diferir, estar alerta, tomar la iniciativa, hacer trabajo de aliado y de defensa, presionar, hacer campañas, protestar, organizar y reconocer y actuar contra las formas externas e internalizadas de opresión y privilegio.