HOMILÉTICA EN 20 MINUTOS Empecemos ste es un libro de bosquejos de sermones. Pero con él también pretendo ilustrar la materia homilética en cada bosquejo, aunque este objetivo está en segundo plano. He estudiado el arte de redactar sermones desde mi juventud, y después de tanto leer sobre el caso, puedo asegurarle que no hay mejor aprendizaje sobre cualquier materia, que sacar sus propias conclusiones y proponer sus propias ideas. Es decir, uno no debe leer y repetir lo que otros dicen, porque de esa manera no se construye nuevo conocimiento. El nuevo conocimiento se construye cuando leemos, analizamos, y juntamos lo aprendido con lo que ya sabemos, y de esa manera, sacamos ideas diferentes. ¡Eso es construir el conocimiento! Así que en cada una de mis publicaciones procuro hacer propuestas sobre lo que digo, quizás parecido a lo que otros dicen, pero no lo mismo. En estas notas, se dará cuenta por qué digo esto. En todas mis lecturas sobre Homilética, he visto que los distintos autores tienen puntos diferentes sobre aspectos de la redacción de sermones, por ejemplo, en lo que llaman aplicación, en la forma de jerarquizar las ideas, en cuántos puntos principales debe tener un bosquejo, en cómo llamar a la idea central: propósito, objetivo, tesis. Bueno, en esta materia, no hay un punto final, siempre es punto y seguido, porque los aportes siempre son constantes. Dicho lo anterior, y como es claro que pretendo hacer algún aporte, sugiero las siguientes ideas para redactar sus bosquejos de sermones. Aclaro que para mí, la Homilética se limita a enseñarnos específicamente cómo se redacta el discurso bíblico, el sermón. Muchos libros sobre este tema se ocupan de hablar de la voz del expositor, su vida personal, los gestos al pronunciar el mensaje, y otros aspectos más. Sostengo que la Homilética se limita a la redacción del bosquejo, nada más. Creo que los aspectos sobre oratoria y hermenéutica deben tocarse por aparte, en la materia correspondiente. ¿Propósito, tesis u objetivo? Nunca preparemos un sermón al azar. Siempre debe guiarnos un objetivo específico, sobre todo, si queremos ayudar con el mensaje a los oyentes, los cuales buscan en nuestros sermones una respuesta a sus necesidades emocionales, conflictos internos, etc. Si el sermón responde a una necesidad de los oyentes, tendremos mucho éxito ministrando sus vidas con la Palabra. Usted ha notado que uso la palabra PROPÓSITO en cada uno de mis bosquejos, para referirme a lo que espero enseñar y en cierta forma lograr, en mi público. ¿Cómo debemos llamar a eso que queremos conseguir con nuestro sermón, Propósito, Tesis u Objetivo? Tanto Propósito como Objetivo suelen tener un sentido similar. Poca es la diferencia. Un objetivo es algo concreto que deseamos alcanzar, y podemos medir nuestro avance hacia él. El significado de Propósito no es muy diferente. Sin embargo, Tesis conlleva un sentido más académico: Es una opinión que se sostiene y demuestra con argumentos. (En mi libro PREDICACIÓN ARGUMENTATIVA hablo abundantemente sobre este asunto). Decir que un sermón tiene una tesis, es decir que dicho mensaje tiene la fuerza de la argumentación, porque una tesis se presenta para probarla con argumentos. Esto tiene sentido en cuanto a la predicación, porque cada sermón que presentamos debe contener una idea de la cual queremos convencer a los oyentes, usando cada idea del cuerpo del mensaje para lograrlo. No obstante, por su sentido académico, es mejor no denominar Tesis a lo que queremos lograr con el sermón. Llamar Propósito u Objetivo es más adecuado para el mensaje. Ahora bien, el Propósito u Objetivo es LA IDEA CENTRAL de nuestro sermón, o IDEA UNIFICADORA. En otras palabras, es la idea que queremos demostrar o de la cual queremos convencer a los oyentes, y todo lo que digamos a lo largo del discurso, debe girar en torno a esta idea principal, central o unificadora. Así que El Propósito, Objetivo o Idea Central, nos guiará en la preparación del sermón, porque seleccionaremos solo ideas que tengan que ver con dicho propósito. Seleccione, entonces, un Propósito para elaborar su mensaje, uno que responda a las necesidades de los oyentes, e investigue las ideas que le ayudarán a lograr ese propósito. Partes del bosquejo Un bosquejo tiene seis partes: 1- Título 2- Texto 3- Propósito, Objetivo o Idea Principal 4- Introducción 5- Desarrollo 6- Conclusión. Podrá notar que todos los bosquejos de este libro mantienen esa estructura. Hay quienes agregan otras partes, como la APLICACIÓN, pero evidentemente, aplicación es algo que debe estar en la conclusión del mensaje, porque es en esa parte donde el predicador hace un llamado a la audiencia a practicar lo aprendido en el mensaje. Eso es aplicación, invitar a la práctica del sermón. Los símbolos principales En Homilética usamos 4 símbolos principales para redactar las ideas según su valor jerárquico: I, II, III, IV. Números romanos. Estos son los símbolos que representan las ideas principales del discurso, o ideas de mayor importancia jerárquica. A, B, C, D. Letras mayúsculas. Representan las ideas secundarias de las ideas principales. 1, 2, 3, 4. Números arábigos. A su vez, los arábigos son las ideas secundarias de las ideas secundarias, o dicho de otra forma, están en tercer lugar de importancia. a, b, c, d. Letras minúsculas. Es evidente que se trata de las ideas de último rango en la redacción del bosquejo. Como el lector habrá notado son cuatro símbolos, van de mayor a menor, siendo las ideas principales las de mayor importancia. Luego las ideas secundarias, ideas de tercer lugar, y las ideas de cuarto lugar o de menor valor jerárquico. Personalmente no recomiendo llegar hasta este tipo de símbolos, letras minúsculas, porque esto quiere decir que se están detallando demasiado las ideas, y para el cerebro humano, no conviene escuchar tantos detalles en un discurso. Creo que en este libro solo una vez tuve que recurrir a detallar demasiado algunas ideas. Un detalle importante es que las ideas deben ir más a la derecha en cuanto sean de menor importancia jerárquica. Así que las ideas principales se pondrán directamente al margen izquierdo. Luego siguen las ideas secundarias de estas ideas principales, las cuales deberán escribirse UN ESPACIO A LA DERECHA CON RELACIÓN A LA IDEA QUE EXPLICAN O AMPLÍAN. Y claro, las ideas en arábigo, se escribirán un espacio a la derecha de las ideas secundarias, y lo mismo se hará con las letras minúsculas con relación a los números arábigos. Todos los bosquejos de este libro pueden servirle de ilustración, pero hagamos el esquema para graficarlo: I – IDEA PRINPICIPAL A- IDEA SECUNDARIA B- IDEA SECUNDARIA 1- IDEA DE TERCER LUGAR 2- IDEA DE TERCER LUGAR a - IDEA DE CUARTO LUGAR b - IDEA DE CUARTO LUGAR NOTA: cuando un símbolo se mueve más a la derecha con relación a otro, esto indica que ese símbolo está supeditado al que está más a la izquierda, o que es una explicación de ese. Personalmente sugiero que los símbolos sean separados de la idea que contienen mediante un guion, (-). No separar las ideas de sus símbolos con punto o coma. La razón es muy sencilla: si separamos con punto o coma los símbolos de su idea, es muy posible que el símbolo se confunda con esa idea que contiene. En este caso, el guion sirve más para distinguir entre idea y símbolo. Unidad Es de fundamental importancia que su mensaje sea coherente, unificado en ideas. Si lo hace así, podrá predicarlo con mucha fluidez y sus oyentes podrán captar la esencia de su idea de manera más clara y fácil. Pero ojo, la unidad no debe ser redundante. Quiero decir que usted presenta una idea principal en su mensaje, y la va explicando, construyendo la idea a lo largo del discurso, ampliando las explicaciones que dejen claro el punto, sin caer en redundancias. Para asegurarse que su sermón tiene unidad de pensamiento y al mismo tiempo cada punto avanza en la explicación, y amplía la idea, revise sus puntos principales, los que están en romanos, solamente esos. Allí podrá notar si estas ideas principales son coherentes y no redundantes, sino que cada una de ellas aporta un aspecto específico a su explicación. Puntuación de la introducción y conclusión En mis libros “Palabra Viva” y “Homilética para Todos”, propongo que, tanto la introducción como la conclusión sean escritas con números arábigos, y que no se use ningún otro símbolo en estos espacios. ¿Por qué? Recordemos que son cuatro símbolos básicos: Número Romanos, Letras Mayúsculas, Números Arábigos y Letras Minúsculas. Cada uno de estos símbolos tiene un valor específico en la estructura del bosquejo, pero, ni en la introducción ni conclusión existen ideas principales, secundarias o detalles. En ambas partes del bosquejo solo existen ideas para entrar al sermón, como para salir de él, nada más. No debemos escribir las ideas de la introducción con número romanos porque en la introducción no existen ideas principales. Tampoco debemos hacerlo con letras mayúsculas porque allí no hay ideas secundarias. Lo mismo pasa en la conclusión. Propongo escribir, como ha podido notar en todos los bosquejos de este libro, con número arábigos tanto la introducción como la conclusión, pues aunque es cierto que tienen jerarquía de ideas de tercer importancia, la numeración arábiga simplemente representa una sucesión aritmética de ideas. Propuesta de ideas principales Para elaborar y exponer un sermón, le propongo que su bosquejo conste solamente de tres puntos principales, no más. La razón es que usted puede desarrollar un tema de esa forma sencilla y ayudar al oyente a captar y retener su sermón por más tiempo. Por ejemplo, en el punto uno puede plantear un problema, en el punto dos, las consecuencias de dicho problema, y claro está, en el punto tres, propone una solución. Ejemplifiquemos esta propuesta: I – LA GRAN MENTIRA II – LA INCONCIENCIA PARALIZA, (IGNORANCIA) III – CONCIENCIA PERSONAL Estos puntos corresponden a nuestro primer bosquejo, QUIÉN SOY YO: EL PODER DE LA AUTOCONCIENCIA. Como puede notar, en estos puntos se plantea un problema: la gran mentira del diablo a la humanidad, engañar al hombre para hacerlo sentir insignificante. Como segundo punto, se plantea la consecuencia de vivir engañados, nos paralizamos por ignorar nuestra propia grandeza. Y se finaliza con la invitación a construir una autoconciencia que retome nuestro valor personal. Puede notarse, entonces, que tres puntos son suficientes para desarrollar un tema bíblico comprensible y edificante. Por supuesto, si se trata de una exposición que demande una estructura más elaborada, como un seminario, un taller, una conferencia magistral, seguramente tres ideas principales no serán suficientes para abordar en esas instancias. En conclusión: Estas notas solo invitan al lector-predicador, a redactar con la mejor estructura sus sermones, pues, de ser así, logrará facilitar sus exposiciones y el público que lo escucha podrá comprender con más facilidad sus mensajes. Si quiere tener un aprendizaje más preciso del tema homilético, lo invito a leer mis libros “Palabra Viva”, “Homilética para Todos”, y “Neuro Predicación”. Si somos predicadores, no hay nada mejor que dar el corazón para ser los mejores voceros de Dios en este mundo.