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La evolución de la geografía. Versión publicada

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Índice
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Prefacio
En algunos ambientes ±aun universitarios- la secular tradición naturalista
sigue haciendo mella en la geografía, sobre todo, de cara a la opinión
pública, la cual sigue teniendo en su imaginario, una concepción
decimonónica de esta disciplina, ligada a la enumeración de ríos, montañas,
capitales... Esa visión naturalista, influenciada en parte por el positivismo, dio
lugar al problema del monismo metodológico, mismo que ocasionó un fuerte
debate dentro de la geografía en torno a su unidad, desembocando en la
escisión de esta disciplina en dos ramas, la física y la humana, ralentizando
su avance en dirección a su identificación como ciencia social.
Así pues, en esta obra se abordan las dificultades que la geografía ha tenido
que sortear para abordar como algo propio, el estudio de los fenómenos
sociales dentro del campo de la geografía, haciendo un repaso sucinto de la
evolución de la geografía desde su visión cosmográfica hasta su perspectiva
social. En este repaso, se pueden apreciar las etapas por las que ha pasado
el pensamiento geográfico, e incluso las cuestiones de tipo epistemológico
que le han afectado, sobre todo a partir de su pretensión de constituirse en
un conocimiento científico.
Agradezco al Dr. Felipe Javier Hernando Sanz, Vicedecano de Innovación y
Nuevas Tecnologías de la Universidad Complutense de Madrid, la lectura de
este trabajo y sus pertinentes observaciones.
1. La evolución de la geografía: de la visión cosmográfica a la
perspectiva social
Aunque el ser humano ha estado presente desde los mismos orígenes de la
geografía, el tratamiento de los hechos sociales propiamente dicho es un
hecho sumamente reciente en esta disciplina. Con el surgimiento de la
geografía moderna ±una consecuencia tardía de los profundos cambios del
pensamiento occidental ocurridos en la Modernidad que posibilitaron el
surgimiento de la geografía como ciencia explicativa± se introdujo el estudio
del ser humano en esta disciplina, no sin grandes dificultades y limitaciones.
El ambiente naturalista ±una herencia de la Ilustración que hizo posible la
transferencia de las pretensiones científicas de las ciencias de la naturaleza
hacia las humanidades±, condujo por un lado al tratamiento de los hechos
sociales como fenómenos puramente biológicos mediante el evolucionismo
darwinista, bien como fenómenos físicos mediante la física social del
positivismo, o bien bajo un esquema determinista que respondía a estrictos
mecanismos de causalidad que dieron como resultado conclusiones espurias
con relación a los fenómenos sociales.
/D UHDOLGDG HV TXH OD PD\RUtD GH ORV JHyJUDIRV GHO VLJOR ;,; ³HOXGLHURQ
FXDOTXLHU FRPSURPLVR FRQ HO KRPEUH HQ Vt´ *UHJRU\ ¢&yPR VH
podía ignorar al ser humano, autor de tantos y tan grandes cambios que se
producen en el espacio? Quizá más que por cualquier dificultad de tipo
ideológico, sucedió por una razón de conveniencia en el plano científico:
porque incluir al ser humano obligaba a admitir la existencia de una geografía
humana que ponía en riesgo la unidad de la geografía, y con ello, la
posibilidad de consolidarse como ciencia. En todo caso, el tratamiento de los
temas relacionados con el ser humano dentro de la geografía era
inadecuado, pues se pretendía aplicar los mismos criterios científicos que en
las ciencias físicas, o bien, reproducía los mismos errores de las corrientes
ideológicas de donde provenían los tópicos humanos o sociales. Así pues, el
desarrollo de la geografía ha estado jalonado por el surgimiento y
transformación de otras ciencias; mención especial merecen la biología ±y en
general, las ciencias naturales± y el nacimiento de la sociología,
acontecimientos que la marcaron profundamente en lo que al tratamiento de
los fenómenos humanos se refiere. Probablemente un hecho que también
contribuyó a ver más clara la necesidad de incluir al ser humano en el campo
de la geografía fue la difusión y alcance de la Revolución Industrial y el
avance de la ciencia y de la técnica que comenzaron a mostrar con más
claridad la capacidad del ser humano para someter a la naturaleza.
Desde la introducción del ser humano como objeto de estudio dentro de la
geografía hasta la consideración de la importancia de la subjetividad,
creencias y valores en este campo, ha sido un largo camino el que ha tenido
que recorrer para alcanzar, si no un consenso, sí un amplio reconocimiento
de su existencia y del destacado papel que juegan en la configuración del
espacio. Sabido es que la geografía, a lo largo de su historia, ha sufrido
profundas transformaciones en lo que a su objeto de estudio y métodos se
refiere, pasando de una tradición cosmográfica hasta su actual perspectiva
social. En efecto, la geografía es considerada como una ciencia social, no
obstante que la casi totalidad de su existencia no había tenido en cuenta al
hombre PiV TXH GH PDQHUD PDUJLQDO HVH ³HOHPHQWR´ WDQ VLQJXODU FRPR
esquivo, que también formaba parte de la Naturaleza.
La geografía ha evolucionado atravesando por etapas muy diferenciadas
tanto en su duración como en su alcance. A grandes rasgos, podemos
distinguir por lo menos, cuatro etapas a lo largo de su historia: en la primera
etapa (siglo V a.C.±siglo XVI d.C.), la geografía comprende tanto estudios
astronómicos y matemáticos, como de tipo histórico; en la segunda etapa:
(siglo XVII±siglo XVIII), la geografía ya prescinde de los estudios
astronómicos y se caracteriza por la abundancia de la descripción; en la
tercera etapa (siglo XIX±primera mitad del siglo XX), la geografía moderna se
abre a los principios generalizadores de la ciencia y se ve influenciada por el
naturalismo, el evolucionismo y el positivismo; y finalmente, en la cuarta
etapa que va de 1950 a la actualidad comprende el desarrollo de la geografía
como ciencia social.
Como se ve, no tiene punto de comparación la duración de la primera etapa:
veintiún siglos, frente a los dos de la segunda etapa, uno y medio de la
tercera y poco más de medio siglo de la cuarta etapa. Sin embargo, los
cambios más significativos en la configuración de la geografía actual se
encuentran en las dos últimas y más breves etapas. A lo largo de éstas se
puede observar que la geografía y más aun, del pensamiento geográfico,
guardan una relación directa con la evolución general del conocimiento
humano, primero influenciada por el desarrollo de las ciencias naturales y
posteriormente, de las ciencias sociales.
2. La tradición cosmográfica
No es difícil suponer que el conocimiento geográfico haya sido uno de los
más antiguos del ser humano, quizá tanto como la filosofía, la ciencia madre,
o aun más que ella, puesto que el conocimiento geográfico comenzó en el
momento mismo en que el hombre empezó a explorar su entorno impulsado
por una necesidad vital: importaba conocer la localización, distribución, y
características de los recursos que iban a constituir la base de su
alimentación, los materiales para su vestido y sus herramientas, y también la
delimitación de su territorio. Ciertamente este no era sino un conocimiento
precientífico, pero al fin y al cabo, un conocimiento precursor de otro más
ordenado y elaborado que tuvo lugar en la primera etapa de lo que empezó a
considerarse como geografía, en la Edad Antigua. La descripción jugó un
papel sumamente importante en esta primera etapa en la que la geografía se
encargaba de describir tanto la Tierra y lo que la compone, como los cielos
que la rodean. Ante un panorama tan extenso, la geografía no tardó en
alinear sus conocimientos en torno a dos grandes temáticas: por un lado, las
cuestiones exclusivamente físicas que incluían cálculos matemáticos, a
escala universal, orientados al estudio del cosmos, contenida en la llamada
geografía general o matemática; y, por otro, las cuestiones relacionadas con
el entorno del hombre que incluían elementos etnográficos e históricos, a una
escala local, dentro de la llamada geografía descriptiva o regional.
La denominación de este cuerpo de conocimientos recayó sobre la Tierra
hacia el siglo III a.C., como nos lo muestra la etimología del vocablo
geografía, que significa representación de la Tierra. Fue Eratóstenes quien
por primera vez utilizó este término en su obra Hypomnemata geographica
en la que no solamente se ocupa de la descripción y representación del
espacio terrestre y de cálculos matemáticos, sino también de cuestiones
históricas (Ortega Valcárcel 2000:41); una denominación acertada, pues con
el correr de los siglos, los estudios referidos al espacio exterior se
independizaron totalmente de la geografía, para quedar únicamente aquellos
referidos al espacio terrestre. No obstante, la primera representación de la
Tierra se le atribuye a Anaximandro de Mileto (611-547 a. C.) y la primera
gran descripción de la misma, a Hecateo de Mileto (550-476 a.C.), (Unwin
1995:78).
Pero es a Herodoto, ±el Padre de la historia, quien vivió en el siglo V a.C. y
escribió la primera gran obra de la literatura occidental en prosa±, a quien se
OHKDDWULEXLGROD³LQYHQFLyQ´GHODJHRJUDItD &ODYDO SRUKDEHUVLGR
el primero en ordenar la información sobre el espacio conocido de su tiempo;
SRU KDEHU UHFRJLGR ³HOHPHQWRV WHUULWRULDOHV EiVLFRV TXH WLHQHQ TXH YHU FRQ
las
diferencias
étnicas,
con
las
particularidades
sociales,
con
las
VLQJXODULGDGHV \ UHJXODULGDGHV GHO HVSDFLR´ 2UWHJD 9DOFiUFHO 1R
es extraño que esto suceda, pues es sumamente difícil ±por no decir
imposible± hacer historia sin geografía, pues el espacio es un punto obligado
de referencia, ya que la vida del hombre transcurre a la vez en el tiempo y en
el espacio de modo ineludible, de manera que, probablemente sin
pretenderlo, Herodoto estaba haciendo geografía. Como bien decía Vidal de
OD %ODFKH ³OD historia y la Geografía son antiguos compañeros que han
caminado juntos largo tiempo y que, como ocurre entre viejos amigos, han
perdido el hábito de distinguir las diIHUHQFLDV TXH OHV VHSDUDQ´ 9LGDO GH OD
Blache, citado en García Ramón 1985:13).
Por este motivo, la geografía descriptiva tiene su importancia ya que
prefigura la temática de la moderna geografía ±aunque abordada,
evidentemente, de un modo nuevo± pues contenía en germen tanto la
geografía física como la humana, ya que estas descripciones no sólo se
ocupaban de describir a los pueblos, sino como hemos dicho, también el
entorno físico de esos pueblos, de los recursos ±muchas veces exuberantes
y exóticos±, las cuestiones morfológicas del paisaje; aunque no es de
extrañar, sin embargo, que algunas veces parezca una descripción un tanto
básica, pues no se había desarrollado suficientemente la nomenclatura, de
tal modo que se facilitase la tarea.
Este tipo de deVFULSFLRQHV³JHRJUiILFDV´VHPDQWXYRPiVRPHQRVLQYDULDEOH
durante la Edad Media, recibiendo un nuevo impulso con los relatos del
descubrimiento de América, que como es de todos sabido, contribuyeron a
alimentar esta línea histórica o descriptiva. Por otra parte, el descubrimiento
de los originales griegos en las bibliotecas de monasterios bizantinos da un
nuevo impulso al interés por los clásicos griegos (Ortega Valcárcel 2000:97).
A principios de la Edad Moderna, la geografía general o matemática, había
experimentado también un gran progreso. Un buen ejemplo de ello es la
Geographia generalis de Varenio ±como se verá más adelante± la cual
constituye la última obra de alcance cósmico realizada en el campo de esta
disciplina. Por otro lado, era ya difícil seguir manteniendo tal magnitud de
temas en el seno de la geografía dado el grado de complejidad y
especialización alcanzados por estas ramas del saber ±que hasta este
momento habían permanecido unidas al tronco de la geografía±, que hacían
impostergable su independencia. Así pues, la emancipación de estas
ciencias con relación a la geografía, sucedió de forma natural. El
reconocimiento definitivo de la reducción del campo de estudio de la
geografía quedó de manifiesto con la declaración de Richthofen (1833-1905)
±geólogo alemán que se dedicó posteriormente a la geografía±, pronunciada
en la Academia de Leipzig en 1883, quien definió a la geografía como la
"ciencia de la superficie terrestre y de los fenómenos que están en relaciones
mutuas de causalidad con HOOD´
3. El ambiente intelectual del siglo XVIII y su influencia en el desarrollo
de la geografía moderna
Desde Descartes se había apostado por la unidad de la ciencia basada en la
unidad metodológica a través del método matemático, pues las matemáticas
aseguraban el rigor y la exactitud requeridos por la razón para la
FRQVWUXFFLyQGHXQDFLHQFLDFLHUWD\YHUGDGHUD³ODVGLVFLSOLQDVPDWHPiWLFDV
demuestran y justifican con las más sólidas razones todo lo que traen a
discusión, de forma que verdaderamente engendran ciencia y expulsan por
completo todas las dudas de la mente (...) no hay duda de que a las
PDWHPiWLFDV FRUUHVSRQGH HO SULPHU OXJDU HQWUH ODV FLHQFLDV´ 'HVFDUWHV
citado en GER 1972). Así, el hombre de la época moderna que se proponía
poner al máximo su rendimiento intelectual pretendiendo encontrar el orden
establecido en el universo mediante el descubrimiento de las leyes naturales
que se encontraban inmersas en todas las realidades, ±incluyendo al hombre
mismo±, cuenta con un precedente metodológico importante, de modo que a
partir de Descartes los científicos y filósofos posteriores no harán sino
reiterar la importancia del método matemático. Así Copérnico, Galileo,
Newton, Keppler, etc., con admirable esfuerzo, se emplean por completo en
la aplicación de las matemáticas en el campo de la física y de la astronomía,
consiguiendo asombrosos resultados. Comte también propone para el
desarrollo de la Ciencia, ±en el siglo XIX, con el positivismo± el método
matemático, aunque difiere notablemente de Descartes al rechazar todo tipo
de formalismo, que precisamente, será su primer obstáculo en el desarrollo
de una Ciencia coherente consigo misma.
El siglo XVIII condensa de alguna manera las ideas del racionalismo que
empezaron a marcar las pautas del desarrollo científico a partir del siglo XV:
una confianza ilimitada en la razón, su autorreferencialidad, la conciencia de
su "propia singularidad y del lugar que está llamada a ocupar en la historia"
un optimismo extremo en la idea de progreso, y un acusado afán de
desvincular de todo orden metafísico el orden terreno (Sanz 1991:16). A lo
largo del siglo XVIII se desarrolló el pensamiento ilustrado, uno de los frutos
más granados del racionalismo en su conjunto, que dio origen a los más
significativos
y
radicales
cambios
dentro
de
nuestra
disciplina,
experimentados en el siglo XIX.
Así pues, el Siglo de las Luces o Edad de la Razón, ±como también es
conocido el siglo XVIII± en cuyo ambiente germinaron y se desarrollaron las
ideas y corrientes filosóficas que sustentaron la casi totalidad de la vida
intelectual del siglo XIX, aparece como el preámbulo de los más profundos
cambios operados en la geografía y cuyas reminiscencias perviven hasta
nuestros días bajo las formas más diversas. El innegable progreso registrado
en casi todos los campos del saber y los adelantos de la técnica, afianzaron
la autosuficiencia del hombre ilustrado, el cual se afanaba por desentrañar
los últimos misterios de la realidad, rasgo típicamente racionalista que influyó
notablemente en los intentos de sistematización de todas las ciencias,
incluida la geografía. Con el racionalismo, el saber intenta llevar a un estadio
de madurez con garantías de cientificidad que le asegure un lugar en el
universo de las ciencias. "El prestigio adquirido por la ciencia tiene una doble
consecuencia: por un lado, lleva a proponerla como modelo de conocimiento
riguroso, científico, con lo cual queda descalificado indirectamente todo
conocimiento que no se ajuste a este modelo y que es entonces relegado al
QLYHO GH OD RSLQLyQ R GH OD IH´ ODV GLIHUHQWHV UDPDV GHO VDEHU TXH DVSLUDQ
ahora a la autofundamentación, no remiten más que a sí mismas o al hombre
como la última instancia fundante" (Sanz 1991:23-29) las ciencias
experimentaron un avance significativo en su desarrollo, aspirantes todas a
tener la debida connotación científica requerida para considerarse como un
saber respetable.
Mención especial debe hacerse de la física, sobre todo, la mecánica, cuya
influencia desbordó sus propios límites hasta introducirse en el ámbito de las
ciencias sociales. Paradójicamente, la misma actitud de fe en el orden
trascendente que condenaba el racionalismo, aparece ahora puesta en la
ciencia: "Este 'paradigma filosófico mecanicista', que fundamentaba y
posibilitaba la que fue vivida con fe religiosa como la ciencia verdadera,
pasaría a ser filosofía dominante, extrapolada a todo campo de pensamiento
(...). Se vivió la filosofía mecanicista como la clave y llave de la cientificidad
(Bermudo 1978:9).
Por otro lado, el empirismo ±cuyo origen se remonta al siglo XV±, se había
difundido también con mucho éxito, no sólo en Inglaterra, sino en la Europa
continental, en franca oposición a los principios racionalistas. Para aquél, la
experiencia era una premisa absoluta, pues reducía todo el conocimiento a
las percepciones sensibles del propio sujeto; el conocimiento no puede ir
más allá de lo que percibe la experiencia, la propia percepción (Sanz
1991:32-34). Esta línea de pensamiento potenció el naturalismo del siglo
XVIII, el cual entendía que el auténtico conocimiento de la realidad la daba la
experiencia basada en los sentidos en contacto directo con la naturaleza.
Otro tema importante fue el producido por el debate en torno a la teleología
(Manent 1990:35 y ss). Esta cuestión ha sido uno de los puntos centrales a lo
largo de la historia de la filosofía y de la filosofía de la historia, ya que su
admisión implica necesariamente la idea de un Ser trascendente al cual y por
el cual se ordenan todas las cosas existentes, la filosofía moderna suprime,
por su parte, la causalidad final. La teleología de la naturaleza es
consecuentemente rechazada. Esto se pondrá muy de manifiesto en la
geografía con la introducción de las corrientes evolucionistas y darwinistas,
que influyeron, por ejemplo, para que se buscase otra solución a las
propuestas de Ritter que admitían un principio teleológico en sus
explicaciones.
4. El surgimiento de la geografía moderna
A lo largo del siglo XVIII y principios del XIX, una serie de circunstancias
históricas harían propicio el surgimiento de una geografía moderna: los viajes
de exploración, la expansión colonial europea, el desarrollo del moderno
nacionalismo, la elaboración de un proyecto conceptual y metodológico y el
reconocimiento institucional de la geografía en las universidades (Ortega
Valcárcel 2000: 115-116). El siglo XIX es también la época de esplendor de
las grandes sociedades geográficas (Haggett 1994:630).
En este siglo ya no pervive el concepto de geografía matemática al estilo de
los geómetras griegos1 por la sencilla razón de que a estas alturas no existía
ya una geografía tal, debido a la especialización y emancipación de muchas
ramas contenidas en el saber geográfico como la astronomía, la geofísica, la
meteorología la geología, la geodesia y la cartografía entre otras. Algunos
1
"Al final del siglo XVIII la determinación de las latitudes y de las longitudes ha dejado de ser un
problema: esta es la tarea de especialistas, geodestas y cartógrafos, quienes preparan los
instrumentos indispensables para los geógrafos, ±pero que ya no son considerados como
JHyJUDIRV´ &ODYDO autores hablan de una emancipación de la geografía de las ciencias
naturales (Febvre 1961:16) y no viceversa tal como aquí se plantea. Sin
embargo, según se ha venido viendo, la geografía comprendía todos esos
saberes en la etapa clásica. Paradójicamente, la geografía había quedado
reducida a un cúmulo de descripciones y datos diversos e inconexos que
iban desde los astronómicos, pasando por los geodésicos y cartográficos,
hasta los etnográficos, más del interés de los exploradores que de un saber
científico.
Durante el siglo XIX aparecen las condiciones propicias para que en la
geografía se produzca un cambio en los planteamientos tradicionales,
favorecido por el ambiente de la Ilustración en la que el ser humano ocupa
un lugar central y la historicidad irrumpe de modo definitivo en la conciencia
de los intelectuales. El progreso de las ciencias naturales es un factor
importante que coadyuva a una descripción más rica gracias a la precisión
de su nomenclatura. La Ilustración impulsó la educación en todos los niveles,
±no sólo en los más favorecidos±, espoleando el interés por todo tipo de
temas y fomentando una curiosidad más acusada y más profunda que la de
épocas anteriores, ya que los programas escolares y educativos que se
habían instaurado en algunos países europeos como Francia, Alemania e
Inglaterra, favorecieron una mayor inquietud y apertura ante los temas
humanísticos.
Hasta el siglo XIX, el concepto de hombre desde la Edad Clásica había
sufrido profundos cambios. Sin embargo, la geografía ±cuyo cuerpo estaba
comprendido por los estudios de la línea histórica, ya sin las investigaciones
de
las
ciencias
naturales±,
parecía
ajena
a
estas
concepciones
antropológicas; su estudio del hombre seguía conservando las mismas
características de siglos atrás, si bien es cierto que enriquecido con datos
estadísticos. En el siglo XIX una geografía así concebida no tardó en
provocar la reacción de los geógrafos, que, por otro lado, eran testigos de la
renovación de la ciencia que, aunque no exenta de prejuicios y dogmatismos,
dio sin embargo, un nuevo impulso a los conocimientos. La geografía
³LQIOXLGD SRU OD ILORVRItD GH VX WLHPSR \ pPXOD GH OD SUHFLVLyQ \ ULJRU
alcanzados por las ciencias de la naturaleza, pretendió erigirse en una
ciencia teórica de carácter general dotada de principios y leyes de aplicación
XQLYHUVDOHQXQVLVWHPiWLFRFRQRFHUSRUFDXVDV´ 7HUiQ (OPRGHOR
D VHJXLU HUD HO GH OD ItVLFD PRGHOR XQLYHUVDO GH WRGDV ODV FLHQFLDV´ 0R\D
citado en Gómez et al. 1988:23).
De este modo, comenzaron a darse cambios sustanciales en el contenido de
la geografía, pues el ser humano entró a la escena en la categoría de agente
y, poco a poco, se le iba reconociendo este papel. Pese a esto, dentro de
estas coordenadas científicas, el ser humano y la sociedad fueron
manejados en la práctica de los estudios geográficos de modo semejante a
los elementos naturales del paisaje, lo cual constituía un escollo esencial a la
hora de considerar con realismo al ser humano como agente y, por ende, de
hacer una geografía humana a la medida de las verdaderas necesidades de
aquél y de la sociedad. No obstante, hay que destacar que la introducción del
ser humano como agente de cambio, supuso una novedad sin precedentes
en la historia de la geografía.
La geografía moderna comienza a desarrollarse a principios del siglo XIX
gracias a las aportaciones de los alemanes Alexander von Humboldt (17691859) y Karl Ritter (1779-1859). Fueron ellos los personajes clave ±
paradigmáticos± encargados de introducir, con clara conciencia fundacional
(Gómez et al. 1988:29), el nuevo orden científico en el campo de la geografía
concretado en la búsqueda de las regularidades existentes en el aparente
caos de la naturaleza y de la sociedad, mediante la utilización del "método
científico" universal, es decir, el método científico positivo. Paradójicamente,
cuando en el mundo de las ideas ya se intentaba superar los planteamientos
modernos, la geografía apenas comenzaba su proceso de "modernización"
gracias a la obra de estos científicos. Inmersos en el ambiente de la
Ilustración, Humboldt y Ritter compartían el proyecto científico de la
modernidad, aunque cada uno lo hubiese concretado desde su particular
punto de vista. En términos generales coincidían en la necesidad de
sistematizar el conocimiento a fin de poder hacer más comprensible el
cúmulo de datos referentes a la tierra y a las cosas contenidas en ella a
través del método científico.
La geografía necesitaba, pues, un replanteamiento que le permitiera acceder
a la categoría de ciencia. Esto suponía contar con leyes generales que
dieran cuenta de los hechos considerados geográficos ¿pero qué era lo
propiamente geográfico? La geografía se encontraba lejos de definir tanto lo
propiamente geográfico, como de ese rango científico, pues no había
geógrafos, propiamente dicho. Por tanto, los cambios hacia los horizontes
científicos, no vinieron de la mano de ningún geógrafo, sino de un naturalista
±botánico y cosmólogo±, Humboldt y de un historiador, Ritter. Estos autores
presentan un cierto paralelismo con las ideas naturalistas al concebir como
un Todo ±material y espiritual a la vez, influidos por las ideas herderianas y
schellingianas±, la realidad física que les rodea y en el que se encuentra un
profundo orden que a primera vista parece no existir.
5. La aportación de Humboldt
La obra de Alejandro von Humboldt es muy vasta y de alto valor científico
que constituye todo un hito en la historia de la geografía, concretamente de
la geografía física. La personalidad de Humboldt se forja al mismo tiempo
con las ideas de la Ilustración y con el influjo antirracionalista recibido en su
patria, Alemania, donde especialmente el Romanticismo ejerció un
importante dominio intelectual en las décadas del paso del siglo XVIII al XIX.
A pesar de suponer dos modos irreconciliables de concebir la realidad, y la
función de la razón y la sensibilidad, el racionalismo y el romanticismo
encuentran cabida en el pensamiento de Humboldt, sin que por esto cayese
necesariamente en planteamientos contradictorios, pues sabe apoyarse en
los puntos fuertes del racionalismo ±la función de la razón como soporte de
todo conocimiento± y el papel que juegan la sensibilidad y la intuición
(Miranda 1977:7-9). Así mismo, la influencia de Immanuel Kant parece estar
presente en su concepción sobre la relación entre la mente y la materia. No
obstante que Comte ejerció una gran influencia en los pensadores del siglo
XIX, Humboldt se sustrajo de los planteamientos positivistas aunque
incorporó a su investigación los principios del empirismo, e igualmente se
negó a militar en el programa revolucionario de Karl Marx y Friedrich Engels,
aun siendo simpatizante del liberalismo radical (Unwin 1995:114).
Iniciado desde muy joven en el estudio, Humboldt llegó a adquirir un
amplísimo conocimiento de las ciencias naturales ±botánica, geología,
química, astronomía, magnetismo terrestre-, gracias a su dedicación y a su
incuestionable talento. Humboldt parte del convencimiento de que existe un
orden en el universo y se propone "abrazar y describir el gran Todo y
coordinar los fenómenos, penetrar en el mecanismo y juego de las fuerzas
que lo producen (Humboldt citado en Miranda 1977:13), a fin de descubrir las
grandes leyes por que se regula el mundo y hacer ver (...) cómo del
conocimiento de estas leyes se llega al lazo de causalidad que las une entre
sí" (Humboldt citado en Gómez et al. 1988:28).
Así, emprende Humboldt la más importante de sus obras ±El Cosmos (18451862)± con una visión más que enciclopédica, cosmográfica: "La Física del
Mundo que intento exponer (...) es una Geografía Física unida a la
descripción de los espacios celestes y de los cuerpos que se encuentran en
dichos espacios" (Humboldt, en Gómez et al. 1988:162).
Humboldt dedicó varios años de su vida a viajar por Europa y América
Latina, en la que estuvo cinco años y visitó Cuba, México y Estados Unidos.
Estos viajes le proporcionaron una rica experiencia en el conocimiento de
nuevas especies de flora y fauna que nombró y clasificó de acuerdo a la
nomenclatura de Kant. A su regreso, se instaló en París y dedicó los
siguientes treinta años de su vida a publicar sus hallazgos. Su método
consistía en ordenar, clasificar y sistematizar los datos recogidos para
H[WUDHUOH\HVJHQHUDOHV³\SRVWHULRUPHQWHFRQIeccionar una visión completa
GHOPXQGR´ 8QZLQ-114). La descripción era una parte fundamental
GHVXWUDEDMRSRUTXHpVWDOHSHUPLWtDDGYHUWLUORTXH³FRH[LVWHHQHOHVSDFLR´
\ OD ³DFFLyQ VLPXOWiQHD GH ODV IXHU]DV QDWXUDOHV \ GH ORV IHQyPHQRV TXH
ésWDVSURGXFHQ´ +XPEROGWFLWDGRHQ2UWHJD Valcárcel 2000:129).
Los hechos humanos en geografía, no estaban planteados por Humboldt,
quien consideraba que todo lo que iba más allá del estudio de la Naturaleza
±es decir, de lo puramente físico± ³SHUWHQHFHDun género de especulaciones
PiV HOHYDGDV´ +XPEROGW FLWDGR HQ 2UWHJD Valcárcel 2000, 127); en todo
FDVR³SUHWHQGtDFRPSUHQGHUXQPXQGRGRQGHODVSHUVRQDVVHFRQWHPSODVHQ
FRPRSDUWHGHODQDWXUDOH]D´ 8QZLQ No obstante que en el plan
inicial de su Cosmos Humboldt había considerado estudiar en los últimos
volúmenes las razas humanas y sus lenguas, no constituía un modo distinto
de abordarlos de como lo hacía con la distribución de la fauna y la flora
(Unwin 1995:114).
Para Humboldt los fenómenos naturales y sociales tenían el mismo grado de
empiricidad, por lo que no dudó en aplicar los principios de generalización en
el campo de las geografía humana, e incursionó en el campo de la
demografía o de la economía, haciendo importantes aportaciones en este
terreno, contenidas en sus investigaciones de la Nueva España, (Humboldt,
citado en Gómez et. al. 1988:26) sabiendo de antemano que éstas eran
cuestiones del campo de la economía política, abordadas, por tanto, con un
punto de vista estadístico. HumboOGW ³VH UHIXJLD HQ HO iPELWR GH ODV
seguridades empíricas, sólo posibles, en ese momento, en el mundo físico,
~QLFR HVSDFLR HQ HO TXH VHD SRVLEOH µOOHJDU DO FRQRFLPLHQWR GH ODV OH\HV \
JHQHUDOL]DUODVSURJUHVLYDPHQWH¶(Ortega Valcárcel 2000:129).
6. La aportación de Ritter
Ritter, por su parte, contaba con una formación como historiador, y tenía, por
tanto, una mayor facilidad para tratar los asuntos humanos dentro de la
geografía. Sin embargo, su visión historicista y teleológica poco contribuía al
tratamiento científico de los fenómenos humanos. Así pues, el intento de
sistematización dentro de la geografía humana corrió a cargo de Ritter
fundamentalmente. A saber, Ritter "estableció las correlaciones medio físico±
sociedades humanas, y sus cambios a través del acontecer histórico.
Formuló, de modo sistemático y pedagógico, los principios de causalidad y
comparación aplicados por Humboldt. Posición en el mundo y comparación,
inspiraron sus razonamientos" (Plans et al. 1993:30). Ritter había nacido en
Quedlinburg en 1779. La suya fue una época pletórica de viajes y
exploraciones de los que se benefició la geografía descriptiva; sus estudios y
observaciones
proporcionaron
infinidad
de
datos
estadísticos
que
beneficiaban sobre todo a comerciantes y políticos. Era una geografía
utilitarista que ignoraba el porqué de los hechos sociales, pero que tampoco
le interesaba mayormente.
Fue en esta época en la que Ritter comenzó su producción científica, por lo
que se explican perfectamente las características de su pensamiento. Nutrido
GHO5DFLRQDOLVPR,OXVWUDGRVXVSUHWHQVLRQHVHUDQKDFHUGHODJHRJUDItD³XQ
cuerpo científico, sólidamente organizado, dotado de unidad interna y
redimirla de la situación en que se hallaba sumida, reducida a mero
repertorio de datos e infoUPDFLRQHVGLVSDUHV´ 7HUiQ En su obra maestra La organización del espacio en la superficie del globo y
su función en el desarrollo histórico (1850), Ritter deja traslucir su fascinación
por la Tierra, la cual resulta a primera vista corno un Todo incomprensible por
el aparente caos existente. En esta obra se puede ver claramente definida la
tendencia teleológica característica en sus explicaciones y se aprecia desde
sus comienzos un claro sesgo determinista. No obstante, gran parte del
mérito de Ritter consiste en haber introducido la idea de esta doble influencia
en la que se aprecia al ser humano como agente dentro del marco de los
estudios propiamente geográficos.
Ritter, después de reconocer que existen en naturaleza fuerzas que se
oponen entre sí, "se ve obligado a advertir que esas fuerzas 'se manifiestan
mucho más en el nivel de 'la naturaleza física bruta y en las primeras etapas
de la evolución que en el nivel de la vida consciente donde pierden su
LQWHQVLGDG´ Ritter citado en Gómez et al. 1988:30). Pero admitir este hecho
que implicaba el reconocimiento del libre albedrío en las sociedades
humanas, así como la contingencia de los hechos sociales, complicaba
H[WUDRUGLQDULDPHQWH ODV FRVDV SXHV OD GHWHUPLQDFLyQ FDXVDO GH ³DOFDQFH
FyVPLFR´ que había proclamado poco antes, quedaba contradicha. En este
FDVR 5LWWHU LQWHQWy UHVROYHU HVWH SUREOHPD UHFXUULHQGR D OD ³VLJQLILFDWLYLGDG
LQWUtQVHFD GH ODV IRUPDV HVSDFLDOHV´ (VWD VROXFLyQ GHMDED SDVR D XQD
explicación teleológica, que, en definitiva, se oponía a los planteamientos de
los evolucionistas y materialistas, los cuales llevaron a los más radicales a
GHMDUGHODGROD³VROXFLyQ´SURSXHVWDSRU5LWWHU\DHODERUDUHOORVPLVPRVXQ
sistema coherente con los planteamientos evolucionistas.
No obstante estos principios eran incapaces de dar una respuesta
satisfactoria al problema referido a la racionalidad del ser humano y a su libre
actuación, es decir, la consideración de categorías espirituales que las
hacían incompatibles con la corriente positivista, pues todo lo que se
relacionase
de
algún
modo
con
las
categorías
metafísicas
fue
sistemáticamente combatido por el positivismo. Había que contar con el ser
humano; pero a éste no se le podía estudiar como a los árboles de un
bosque, como a las montes de un paraje, como a las bestias del campo. El
ser humano en el campo de la geografía constituía una gran dificultad; allí
estaba ese capítulo pendiente, pero no se contaba, en definitiva, con los
recursos metodológicos y epistemológicos adecuados que el caso requería.
(O FDPLQR SDUD UHVROYHU ³VDWLVIDFWRULDPHQWH´ HVWD FXHVWLyQ IXH HO GH
suprimirla, es decir, optaron por ignorar la realidad de la naturaleza humana y
social, el azar y la contingencia, para ceñirse al riguroso modelo naturalista.
Evidentemente esto se traducía en un reforzamiento de los principios
deterministas que con ideólogos como Spencer ±cuyas ideas encerraban las
más radicales posturas positivistas y evolucionistas± y Haeckel ±su principal
difusor±, se afianzaron de modo definitivo.
Existen diversos posicionamientos respecto a la trascendencia de las
aportaciones de Humboldt y Ritter. Hay quienes consideran que estos
SHUVRQDMHVHVWDEOHFHQODJHRJUDItDFLHQWtILFD2WURVPiVFRQVLGHUDQTXH³VRQ
fenómenos aislados, y se vinculan más al final de una tradición cultural que a
ODIXQGDFLyQGHODJHRJUDItDPRGHUQD´ 2UWHJD9DOFiUFHO GHELGRD
que no hubo continuadores inmediatos de sus ideas.
En efecto, las ideas de Humboldt y Ritter no lograron tener un eco inmediato
en su entorno espaciotemporal, probablemente debido a las múltiples
complicaciones que suponía el dotar a la geografía de elementos suficientes
para elevarla al rango de ciencia; pero sin duda, sus aportaciones
constituyeron un hito en la historia de la geografía, en la medida que
llamaron la atención sobre la importancia y la necesidad de contar con un
nuevo planteamiento en este campo del saber. Con el tiempo, otros
geógrafos han retomado la empresa y han logrado con sus aportaciones
hacer de la geografía un campo fecundo de conocimientos científicos.
7. El ambientalismo de Ratzel
Si a Ritter correspondió el mérito de introducir al hombre en los estudios
propiamente geográficos en calidad de agente, a Friedrich Ratzel (18441904) le tocó el de inaugurar de modo formal los estudios de geografía
humana de modo sistemático y propiamente científico, por lo que es
considerado el fundador de la geografía humana. "La geografía humana se
hace explicativa con la obra de F. Ratzel" ya que "explica la distribución de
los hombres en la superficie de la Tierra (...) y la relaciona con las
características físicas. Los obstáculos que se oponen a la ocupación humana
son estudiados con todo detenimiento" (Derruau 1981:2).
Ratzel estudió primeramente la carrera de farmacia y en 1866 inició sus
estudios en las ciencias naturales, concretamente en zoología. Su formación
fue complementada con estudios de historia y etnografía, además de la
experiencia y de los conocimientos que le proporcionaron sus viajes por
Italia, Francia, Hungría, Estados Unidos, México y Cuba como corresponsal
del periódico "Koelnische Zeitung", después de haber participado en la
guerra franco-prusiana iniciada en 1870. Ratzel no tardó en interesarse por
las cuestiones geográficas y en 1875 se habilita para enseñar geografía en
Munich y en 1886 obtiene la cátedra en la Universidad de Leipzig.
Familiarizado con las obras de Darwin y compartiendo las ideas del
racionalismo ilustrado, Ratzel se proponía dar una explicación científica
acerca de la distribución de las poblaciones humanas en la faz de la Tierra,
partiendo del convencimiento de que todo ser vivo es producto del medio en
que vive. "La geografía del hombre no podrá tener una sólida base científica
hasta que se sitúen como piedra angular de sus fundamentos las leyes
generales que regulan la difusión de toda la vida orgánica sobre la tierra"
aseveración de Ratzel que es como un eco de las afirmaciones hechas por
sus predecesores Humboldt y Ritter (Ratzel en Gómez et al. 1987:38). Sin
embargo, su obra se presenta como una alternativa a la explicación aportada
por Humboldt y Ritter que intenta resolver científicamente, sin necesidad del
recurso teleológico, las diferentes formas de organización cultural, es decir,
los diferentes "grados evolutivos" de las distintas sociedades, cuestión que
se había planteado de modo más acuciante en el Siglo de las Luces, y que,
al no haberse resuelto satisfactoriamente, seguía espoleando los espíritus de
algunos intelectuales. La fe en el progreso ±basado en la razón humana±,
inducía a pensar que aquél tendría que darse necesariamente en toda la
humanidad, siendo ésta una; todos los pueblos, en principio, tienen la
posibilidad de acceder a él, aunque ciertamente, no se ha dado de modo
indistinto. Ratzel cree encontrar una relación directa entre el grado de
desarrollo cultural y el medio físico, posibilitada por la noción de adaptación.
Abordar este problema desde la óptica darwinista, no resultó empresa fácil
para Ratzel, pues por más que se esforzaba en encontrar esa relación
directa entre las diferentes facetas de la vida social con el medio, había otros
elementos que escapaban a la influencia de la naturaleza: "Cierto que dentro
de los pueblos naturales encontramos gran diferencia en punto a aptitudes, y
que en el curso del desenvolvimiento civilizador, los pueblos dotados de más
relevantes cualidades se han ido asimilando cada vez más los elementos de
cultura, dando a sus progresos un carácter de fijeza y de seguridad, mientras
que los pueblos menos aptos han quedado atrasados; pero respecto de esta
acción de progreso o de atraso deben reconocerse claramente y apreciarse
las causas exteriores" (Ratzel en Claval 1987:24).
5HVDOWD H[SOtFLWDPHQWH HO SUHGRPLQLR GH ORV IDFWRUHV QDWXUDOHV ³OLPLWDQGR
consecuentemente la significación atribuible a las 'aptitudes' humanas
respecto a los procesos selectivos de adaptación evolutiva" (Gómez et al.
1987: 39).
Ratzel siente la perplejidad de encontrarse con más de un elemento
GHWHUPLQDQWHSXHVUHFRQRFHODH[LVWHQFLDGH³UHOHYDQWHVFXDOLGDGHVHQORV
pueblos, que son la causa de que asimilen cada vez más los "elementos de
la cultura". Aun sin darse cuenta, está concediendo un valor determinante no
al medio natural sino a esas cualidades que han dado a sus progresos un
carácter de "fijeza y seguridad". De este modo, la discusión ya no se centra
al nivel del medio físico, sino al nivel de cualidades y virtudes, es decir, al
nivel espiritual. Los diversos modos de encararse el ser humano con el
medio físico, han dado lugar a una amplia producción de artefactos ±
producción cultural±, que manifiestan esas cualidades y aptitudes de los
diferentes pueblos por lo que la concurrencia de los factores físicos pasa a
un segundo plano al triunfar sobre éstos el ser humano mediante la cultura.
Ratzel se daba cuenta de que el dominio de la técnica por parte de un
pueblo, no quedaba encerrado en ese grupo humano, sino que cundía en el
entorno por diversos motivos de solidaridad o, incluso, de guerra, dándose,
no obstante, una fusión de conocimientos. "El propio Ratzel era sensible a
las diferencias que nacen del progreso de las técnicas y del avance de las
civilizaciones (...) las técnicas no son siempre el resultado de una evolución
local ±y escapan a los estrechos determinismos del medio± (...) y subraya, al
tratarse de sociedades con un utillaje restringido, el papel de la difusión de
ODVWpFQLFDV´ (Febvre 1961:19).
El manejo de la relación causal hecha por Ratzel desde una perspectiva
darwiniana ±en principio±, entre el medio natural y los grados de desarrollo
de un pueblo, le valieron para que fuese considerado como determinista
radical e incluso padre del determinismo geográfico. Probablemente esta
idea se afianzó por uno de los historiadores franceses que más han tenido
que ver con la defensa de la geografía frente a la sociología y uno de los más
fervientes admiradores y difusores del pensamiento de Vidal de la Blache:
Lucien Febvre. Fue este autor quien dio nombre tanto a "deterministas" como
a "posibilistas" en su célebre obra La Tierra y la evolución humana (Febvre
1961).Evidentemente, Ratzel tenía una visión determinista, sobre todo al
principio de su producción investigadora, que le había sido legada, en parte,
por sus predecesores Humboldt y Ritter, pero sobre todo por las ideas
darwinistas. Sin embargo, cada vez son más los autores que no consideran a
Ratzel como determinista "estricto" 2; la atención concedida a los aspectos
culturales salvan a la obra de Ratzel de la "rigidez y simplicidad
generalizadora (...) y por su aplicación, generalmente más cautelosa y
condicionada, significa un paso dado hacia lo que más tarde habría que
llamarse el posibilismo" (Terán 1982:66).
Investigaciones recientes muestran que la obra de Ratzel fue alejándose
cada vez más de estas ideas evolucionistas y materialistas características
del pensamiento positivo y demasiado comunes en su tiempo. Steinmetzler
en el análisis de los escritos ±aun los no publicados± de Ratzel pudo
observar una "interpretación dualista del ser humano" y un rechazo del
evolucionismo materialista" (Steinmetzler, en A. Luis 1983:16). Aunque quizá
sitúen prematuramente el alejamiento de sus tesis darwinistas al asegurar
que "en un sentido estricto, Ratzel ya no fue determinista aproximadamente
DSDUWLUGHODxR´VLFRQVLGHUDPRVTXHVXAnthropogeographie apareció
en 1881.
Así pues, no es del todo adecuado que sea considerando como un prototipo
del determinismo. Después de todo, ni el mismo Vidal de la Blache escapó
de sentencias deterministas ya que aseguraba que "el problema consiste en
dosificar las influencias sufridas por el ser humano, en dar cabida a un cierto
género de determinismo que se ejerce a través de los acontecimientos de la
Historia". Al respecto comenta Terán ±no sin una cierta ironía±: "este
2
Por mencionar a algunos autores: Sauer, Paffen, Buttimer, Thomale, Steinmetzler y Troll, citados
en A. Luis 1983, p.16; D. Gregory en Johnston 1987, voz "determinismo ambientalista"; Maier,
Ruppert, Paesler, Schaffer, en Maier 1987, p.4, Claval 1987 p. 36.Terán 1982, 66.
posibilismo no parece ser el que le lleva a decir, hablando de la formación de
la densidad de población en el valle del Nilo: 'la naturaleza del suelo hizo de
la organización colectiva una necesidad', o esto otro: 'sobre todos estos
fenómenos, dice al estudiar la formación de los grupos étnicos complejos,
viva y actuante bajo nuestros ojos en distintas partes de la Tierra, planea la
influencia soberana de los medios' " (de la Blache, citado en Terán 1982:6970). El salto de calidad dado por Ratzel en los estudios de geografía humana
es sencillamente admirable ya no sólo con relación a sus contemporáneos,
sino con relación a sí mismo, tanto más, si se considera el denso ambiente
positivista en el que se desenvolvió.
8. El naturalismo
El empirismo potenció el naturalismo del siglo XVIII, el cual entendía que el
auténtico conocimiento de la realidad la daba la experiencia basada en los
sentidos en contacto directo con la naturaleza. Se trata de una corriente
filosófica que afirma que la naturaleza material constituye toda la realidad,
eliminando de esta manera las realidades supranaturales, y con ello, la
necesidad de recurrir a la metafísica. Por tanto, para el naturalismo sólo es
real aquello que se puede percibir con los sentidos, por lo que se excluye
automáticamente todo principio espiritual o en última instancia, se entiende
de manera muy difusa, como una prolongación de la naturaleza, o como un
principio reductible a ella, llegándose a una absolutización de la naturaleza.
De aquí parte la pretensión de extender el ámbito de validez de las leyes
naturales al ámbito del espíritu y su gran afinidad con las concepciones
materialistas. El naturalismo es el precursor inmediato del evolucionismo, del
positivismo y del determinismo. Desde este punto de vista, las relaciones
causales constituyen la base de toda explicación científica. Dado que el
naturalismo niega la trascendencia, la implicación ética queda reducida a las
cambiantes
costumbres
o
inclinaciones
sociales
del
momento,
identificándose de alguna manera con el utilitarismo, donde lo bueno queda
supeditado a su utilidad. Se trata pues, de una corriente relativista. Su
apogeo lo alcanza con los escritos de Jorge Ruiz de Santayana, John Dewey
y sus seguidores (Diccionario de Ciencias Sociales Babylon, voz:
naturalismo). Las ciencias naturales experimentaron un avance significativo
en su desarrollo, aspirantes todas a tener la debida connotación científica
requerida para considerarse como un saber respetable, especialmente la
mecánica, En esas circunstancias, el naturalismo era el camino lógico a
seguir; estaba exigido por el ambiente intelectual de la época.
9. El naturalismo en la geografía
Con el naturalismo, en el siglo XIX, se dieron los más significativos y
radicales cambios experimentados dentro de nuestra disciplina. No es de
extrañar que en la geografía, el naturalismo tuviera una entusiasta acogida,
pues su pasado inmediato no era en absoluto ajeno a las descripciones de la
naturaleza y ésta, al enriquecerse a las innumerables exploraciones de
botánicos y naturalistas llevadas a cabo a todo lo largo del siglo XIX y
principios del XX, la descripción de la naturaleza constituyó el primer escalón
del proceso científico.
Era, además, una necesidad sentida, el dar a la geografía un lugar en el
concierto de las ciencias ±de las ciencias naturales, por supuesto±, a la vista
del desprestigio en el que había caído, al quedar reducida a un cúmulo de
enumeraciones prolijas, o a un simple recuento de hechos; de ahí que el
recurso a las ciencias naturales ±como la geología, la zoología o la botánica,
que habían experimentado un fuerte desarrollo±, fuera obligado para dar
solidez al conocimiento geográfico. La clave de esa íntimas conexiones entre
conocimiento naturalista y geográfico se encuentra, sin duda, en el signo
declaradamente natural que tiende a adoptar, en consonancia con su
tradición moderna, la concepción de la geografía. Porque se estima que ésta
estudia fenómenos y procesos que se insertan en un orden natural más
amplio. Todos los aspectos que trata, sin excluir al hombre y la sociedad,
pertenecen a la naturaleza, y en ésta se encuentra el medio de interpretar
razonadamente la caracterización y el funcionamiento de las realidades
geográficas (Gómez; Ortega 1991:15). Así pues, la descripción no fue
suprimida, sino que quedó asumida en una nueva lógica. Ya no se trataba de
un simple ejercicio estadístico, enumeración de cosas o fenómenos, sino que
ahora tenía un sentido específico y un objetivo claro: dar un soporte empírico
a la explicación causal; se trataba de una descripción cualificada.
Emile Levasseur decía que ODJHRJUDItDHUDYDOLRVDSRUTXH³FXDQGRGHVFULEH
las cosas, refiere los efectos a sus causas y hace comprender, por el
encadenamiento de los fenómenos, las leyes que rigen la naturaleza y a las
FXDOHV HVWi VXERUGLQDGD OD DFWLYLGDG GHO KRPEUH´ /HYDVVHXU HQ Gómez;
Ortega 1991:23). Esta frase resume la esencia del naturalismo en la
geografía: conocimiento de la naturaleza y su descripción, leyes naturales,
sometimiento del ser humano a la naturaleza. El centro en torno al cual
convergen todos los fenómenos, es la naturaleza, adoptando una visión
orgánica de ésta y destacando su potencialidad para poder acceder a una
visión sintética, integradora, quedando los actores sociales relegados a un
segundo plano.
La naciente geografía moderna tenía pues, un ineludible corte naturalista, en
el que germinaron y se desarrollaron el evolucionismo y determinismo
geográficos, los cuales dejaron su impronta en la geografía y desde este
punto de vista se abordaron todos los fenómenos de la naturaleza, incluidos
los humanos. Sin embargo, dada la complejidad que éstos introducían a la ya
densa red de relaciones causa-efecto en el orden puramente material ±como
lo muestran las obras de Alexander von Humboldt y Karl Ritter±, los
fenómenos humanos o sociales fueron más tarde relegados a un segundo o
tercer plano, o quedaron definitivamente excluidos de su universo de estudio.
La mayoría de los geógrafos del siglo XIX y principios del XX fueron
naturalistas, pero, evidentemente, destacan las figuras de Humboldt y Ritter
±los fundadores de la geografía moderna±, y con un naturalismo más
matizado, Friedrich Ratzel y más aun, Paul Vidal de la Blache, cuyas
principales contribuciones anotamos más adelante.
10. El evolucionismo
El evolucionismo es un conjunto de teorías que intentan explicar el hecho de
que los animales y las plantas han ido cambiando gradualmente tal como lo
testifican los fósiles. El darwinismo, dentro de ese conjunto, es la teoría que
mayor difusión ha tenido. Es conveniente, además, apuntar la diferencia
entre el evolucionismo como teoría y el evolucionismo como ideología. El
primero intenta dar una explicación lógica al hecho de la evolución; el
segundo, alejado de "la biología experimental y teórica" y de una
"fundamentada teoría filosófica del hombre", pretende dar una explicación
gratuita y particular de la evolución, generalmente desde una perspectiva
materialista
(Palafox
1987:31).
Los
seres
vivientes
han
cambiado
gradualmente como atestigua la paleontología; lo que se quiere dejar de
manifiesto es el carácter hipotético de estas teorías, no el hecho de la
evolución, acerca de la cual, ya se tiene un gran conocimiento.
A este hecho contribuyó grandemente el estudio de los fósiles, cuyo
descubrimiento supuso serias dificultades para conciliar las creencias de la
época referidas a la creación, entre los siglos XVI y XVIII. Los más acertados
supieron encontrar explicaciones que sin contradecir las Escrituras, tampoco
se ceñían a una interpretación literal de éstas como es el caso del
benedictino Feijoo, además de otros destacados científicos como Buffon o
Reamur entre otros. Sin embargo, algunos más no atinaron a discernir los
hechos científicos de lo que es materia de fe al elaborar sus hipótesis, y
llegaron a pensar que el Diluvio Universal era la causa de que esas
petrificaciones se encontraran distribuidas en muchas partes del mundo.
Destacan en este grupo las aportaciones de Scheuchzer ±quien fue el
primero en plantearlo±, Rilliet o el franciscano español Torrubia quien se
destacó por defender esta hipótesis, dificultando el natural desarrollo de la
ciencia (Capel 1985:125-149).
Las teorías de Darwin tuvieron una rápida difusión ya que se presentaban
como ideas audaces que abrirían ±como él mismo aseguraba± caminos
insospechados para la ciencia, y se nutrieron además del generalizado
ambiente naturalista del siglo XIX que las acogió de buen grado. Así, los
principios evolucionistas ±dada la enorme compatibilidad con el positivismo±,
fueron trasladados a las ciencias sociales, cristalizando en argumentos
deterministas ±en sociología, por ejemplo, es típico el concepto de "sociedad
primitiva" heredada del evolucionismo que quiere significar el nivel de retraso
e inferioridad respecto a las sociedades "más evolucionadas"±, dificultando
enormemente el correcto tratamiento de la problemática social por el
reduccionismo de que son objeto el ser humano y la sociedad, dado que ni el
ser humano es un animal más, o por lo menos, no un animal cualquiera sino
racional ni, por tanto, se rige con los mismos principios de la fauna.
11. La influencia del evolucionismo en la geografía
En la geografía, se intentó desde esta perspectiva dar respuesta a los
intrincados problemas que planteaba la diferenciación cultural mediante el
reconocimiento de las "leyes generales que regulan la difusión de toda la
vida orgánica sobre la tierra" (Ratzel en Gómez et al, 1987:38), es decir, el
grado de progreso alcanzado por cada pueblo en la dialéctica adaptaciónselección natural, merced a la influencia del medio natural. En definitiva, fue
replantear la cuestión que ya había sido propuesta por Humboldt y Ritter,
quienes al no haber podido articular coherentemente una teoría que aclarase
el modo de abordar los problemas que se trataban en la geografía humana
dentro del marco de la ciencia positiva, facilitaron el terreno para que el
evolucionismo tomara el relevo por la vía de la explicación causal. Desde la
perspectiva darwinista desaparecía el problema planteado por Humboldt y
Ritter referido a las cuestiones del espíritu que tenían una traducción en la
conducta humana ya que el ser humano desde este enfoque sería un animal
más, sometido a la ley del más fuerte, y a la lucha por la supervivencia. "Se
trataba en todo caso de ver cómo la diversidad de los medios pesaba sobre
OD KLVWRULD´ &ODYDO Sero abordado desde la óptica darwinista.
Empresa sumamente difícil de explicar desde un punto de vista
exclusivamente naturalista por las evidentes diferencias existentes entre los
mecanismos biológicos y los sociales.
Pese a las repetidas declaraciones de haber superado "coherentemente los
obstáculos conceptuales y metodológicos anteriormente planteados respecto
DO DQiOLVLV JHRJUiILFR GH ORV KHFKRV KXPDQRV \ VRFLDOHV´ *yPH] HW DO
1987:38),
el
evolucionismo
darwinista
nunca
llegó
a
explicar
satisfactoriamente cómo influyen esas condiciones naturales en el progreso
de los pueblos, y más bien se muestra perplejo ante la ineludible realidad del
papel que juega la cultura. El medio físico aparece como el gran regulador de
OD HYROXFLyQ ³SHVD GH IRUPD WLUiQLFD VREUH ODV IRUPDV GH YLGD´ &ODYDO
1987:34).
La evolución de las especies por la selección natural se plantea, y en todo
caso se resuelve, dentro de los parámetros de su competencia, los
biológicos; pero en el caso del ser humano, estos parámetros se muestran
insuficientes para explicar su supervivencia, pues ésta no se explica
exclusivamente por los atributos biológico-naturales del ser humano, porque
siendo la especie humana de las más débiles entre las especies animales, y
sin una cualidad física especializada que le pudiera poner a salvo de los
depredadores, es la especie que no sólo ha sobrevivido, sino que ha
dominado al resto de éstas. En este caso, no se cumple la "ley del más
fuerte". La supervivencia del ser humano se explica, pues, en términos
culturales. En efecto, si el ser humano se ha adaptado a todos los ambientes
naturales es porque ha sabido abrigarse en los climas fríos y fabricarse los
instrumentos necesarios para defenderse cuando peligraba su vida y para
allegarse el alimento necesario, posibilitado todo esto por el factor cultural.
La adaptación y supervivencia del ser humano, se plantean, pues, en
términos de cultura. Dado que es un hecho que el hombre ha sobrevivido a
pesar de su débil condición, adaptándose a todos los ambientes naturales, el
problema no está al nivel de la especie sino al nivel de los grupos de la
especie humana, es decir, al nivel de los pueblos, cambiando totalmente el
planteamiento: de una cuestión puramente biológica se pasa al plano
cultural. Ratzel será, quien en el campo de la geografía, se encargue de
tratar este fenómeno.
12. El determinismo
El determinismo es una corriente filosófica que defiende que todos los
fenómenos ±físicos y sociales± están sometidos a las leyes naturales de
carácter causal y mecánico. La existencia de la relación causal de los
fenómenos es evidente como nos lo demuestra el conocimiento empírico
cotidiano. Por ello, desde siempre, el ser humano ha formulado toda clase de
hipótesis y conjeturas para explicarse los más diversos fenómenos naturales,
y aquellos referidos a la organización y vida de otros pueblos. En efecto, la
inquietud del ser humano por conocer las causas de los fenómenos, el
porqué de las cosas, es inherente al espíritu humano. Es una verdadera
necesidad que le impele a dar con las últimas causas y llegar hasta las
últimas consecuencias. Lo que no es evidente es la relación causal de todos
los fenómenos, pues algunos de ellos son muy complejos y no se explican
por una sola causa sino por la concomitancia de una variedad de ellas, de las
cuales, muchas difícilmente se llegan a conocer. Ignorar este presupuesto
lleva a conclusiones simplistas. Pero el determinismo no es una "producción"
geográfica, aunque se ponga de manifiesto más claramente en las obras de
geografía del siglo XIX y de principios del XX; antes bien, lo que llama aun
más la atención es que quienes formulaban tales hipótesis de claro talante
determinista no eran los geógrafos, sino los filósofos, historiadores y
naturalistas principalmente (Terán 1982:58-59). Claros ejemplos de ello son
Bodin, Montesquieu, Voltaire, Comte, Taine y Buckle, entre los primeros, y
Darwin, Haeckel y Spencer entre los últimos. El determinismo tampoco es
una corriente típicamente moderna, pues ya en la Época Clásica los filósofos
manejaban ideas deterministas, aunque ciertamente durante el siglo XVIII se
revitalizaron y cobraron nueva fuerza.
El pensamiento "científico" o positivo encontró en el determinismo una gran
afinidad, ya que su afán por explicarlo todo le condujo a valerse del principio
causal para dar cuenta de los más diversos fenómenos geográficos; de modo
que los principios deterministas se introdujeron fácilmente en la geografía.
Dentro de la explicación causal de las grandes diferencias entre un paisaje
cultural y otro, quedaba sin resolver aun el porqué de diferencias tan
sensibles entre las diversas culturas, pues hasta entonces sólo se había
atendido a la realidad de los hechos sin dar una explicación "científica" a este
interrogante. La cuestión estaba propuesta y ejercía por esa época, una
fuerte atracción, especialmente entre los intelectuales. Pero los intelectuales,
en su mayoría, estaban saturados del ambiente naturalista±evolucionista±
positivista, quedando de manifiesto este hecho en sus producciones
científicas. Así, las primeras explicaciones "científicas" sobre la diversidad de
razas y culturas, lejos de sacudiese la carga determinista que las inspiraba,
se afianzaron aun más en ella3.
3
Un ejemplo claro lo encontramos en Thomas Buckle quien se proponía elevar la Historia al nivel
de otras ramas de la ciencia, dotada de generalidad de principios y necesidad legal capaz de
SUHGLFFLyQ ³&RQ VHJXUD GHFLVLyQ %XFNOH DILUPD OD H[LVWHQFLD de una íntima conexión entre los
actos humanos y los factores físicos, y la posibilidad de aplicar al acontecer histórico las leyes de
13. El determinismo geográfico
Dentro de este tipo de explicaciones, llama mucho la atención el lugar
destacado que ocupan los elementos y factores geográficos, acaparando un
sitio de privilegio el clima, el suelo y la situación geográfica. "El determinismo
geográfico, como forma concreta y específica del determinismo en general,
supone que la libertad del ser humano se halla condicionada y dirigida, en
grado de mayor o menor necesidad y coacción, por los factores del medio
físico; que estos factores ejercen un influjo directo sobre la constitución física
y moral del ser humano individual y social; que toda la actividad humana y el
resultado de esta actividad acusa la impronta de esos mismos factores"
(Terán 1982:58). La rigidez de los postulados positivistas y naturalistas
favorecieron este tipo de explicaciones geográficas de corte determinista,
atribuyendo sobre todo al clima un fuerte peso causal.
"En gran parte, obra es ello de una corriente de pensamiento en la
que confluyen el positivismo filosófico, el materialismo, la teoría de
Darwin de la evolución de las especies bajo la presión selectiva de
las fuerzas naturales y la teoría de Lamarck ±naturalista francés,
autor de la teoría evolucionista del transformismo±, que explicaba la
diferenciación y rica variedad de los seres vivos mediante un
proceso de adaptación a las condiciones naturales. Ambas teorías,
a su vez, se nutrieron del rico caudal de una ciencia, la Biología, en
WUDQFHGHFUHFLPLHQWR\H[SDQVLyQ´ 7HUiQ El determinismo cundió en la geografía, mas no tanto por la obra de Ritter ±ni
aun por la de Ratzel como algunos suponen±, como por la de sus discípulos,
que llevaron las cosas hasta el extremo. Clásicas son ya al respecto, las
obras de miss Ellen Churchill Semple, Las influencias del medio geográfico
sobre la base del Sistema de Ratzel de Anthropo-geografía (1911) y
la Física, considerando que, si esto no se ha hecho hasta ahora, ha sido por desconocimiento de
esa conexión o por ignorancia de los conocimientos necesarios para esclarecerla". Terán 1982,
pp. 62, 58-59.
Ellsworth Huntington El pulso de Asia (1907) y Civilización y Clima (1915). La
cuestión era encontrar "las leyes geográfico-naturales que rigen el desarrollo
GHOD+LVWRULD\ODHYROXFLyQGHODFXOWXUD´ 7HUiQ (YLGHQWHPHQWHHO
medio geográfico ejerce una influencia en el ser humano en los aspectos
físico y psíquico, pero lo que no se sabe es hasta qué punto esa influencia es
causa de esos determinados rasgos físicos, ni de qué forma, y mucho menos
estamos en condiciones de decir qué lo determina. Es una cuestión
sumamente compleja, más de lo que a primera vista podemos imaginar, y
que ofrece un campo inmenso de estudio a una gran variedad de científicos.
El error de estos geógrafos fue el de atribuir de modo categórico un valor
determinante al medio físico en la constitución de los pueblos o de las
culturas valiéndose de la relación causal que aplicaron con rigidez, cuestión
por demás sumamente escabrosa como bien hace notar Terán. Ciertamente
si ya es una empresa aventurada el atribuir las características físicas de un
pueblo exclusivamente a cuestiones del medio natural, la pretensión de
"explicar" el carácter de un pueblo mediante esas mismas causas es
muchísimo menos sostenible. Según Davis, el determinismo intentó
³H[SUHVDU VXV FRQFlusiones como leyes, conectadas deductivamente dentro
de un cuerpo de teorías, al tiempo que se insistía en la importancia de las
generalizaciones" (Davis en Febvre 1961:X).
Esta corriente no pudo resistir la crítica proveniente de geógrafos posteriores
como de otros científicos. Apoyado en los inconsistentes argumentos
evolucionistas
y
positivistas,
se
vio
incapaz
de
seguir
ofreciendo
H[SOLFDFLRQHV FRQYLQFHQWHV 7UDWDU HQ FRQMXQWR « OD HQRUPH FXHVWLyQ GH
las relaciones del suelo y de las relaciones humanas, aumentar su dificultad
transportando el problema en el tiempo y preguntarse qué determinaciones o
TXH SUHGHWHUPLQDFLRQHV LPSRQtD OD WLHUUD KDELWDEOH
« SUHVHQWDU
conclusiones definitivas y formular dogmáticamente leyes ¿no sería una
tentativa quimérica, por no decir insensata?" (Febvre 1961:1).
En efecto, los planteamientos deterministas, introducidos en la geografía por
el acusado afán de cientificidad y plagados de argumentos positivistas,
tuvieron serias dificultades, sobre todo en el campo de la geografía humana,
que ni el mismo Ritter pudo resolver coherentemente. Esto se debió
fundamentalmente a la "incapacidad conceptual y metodológica (...) para
conseguir resolver el problema del estudio de los fenómenos humanos con
un grado de empiricidad ±y de cientificidad± similar al del estudio de los
fenómenos naturales" (Gómez et al. 1988:29).
El rechazo del determinismo no significó no reconocer la innegable influencia
que el medio ejerce sobre las sociedades, sino darle un valor relativo, pues el
ser humano no es producto del medio ambiente, ni dependen sus cualidades
morales
de las
circunstancias
materiales
específicas
de
un
lugar
determinado, como lo han demostrado estudios verdaderamente científicos y
a cuyas conclusiones se llega también por la vía de la reflexión. Por otro
lado, basta considerar el dominio sobre el medio al que ha llegado el ser
humano en nuestros días para desarticular totalmente los argumentos
deterministas. En la actualidad, el determinismo prácticamente ha sido
erradicado y sólo perviven algunos brotes en círculos bastante reducidos
(Maier et al. 1987:4).
14. El positivismo
Parece ser que el término positivismo no fue acuñado por Comte sino por
Saint Simon en 1830 (Atencia 1992:144-145), y en lo que se refiere a la
esencia del positivismo, podrían encontrarse otros pensadores más
positivistas que el propio Comte (Moulines 1979:6 y ss.), pero el positivismo
en su versión comteana es la primera en presentarse de un modo más
organizado, por lo que suele reconocerse en Comte al fundador del
positivismo, y la suya es, al fin de cuentas, la versión más difundida y la que
más habría de influir hasta principios de este siglo, si bien es cierto que los
principios rectores del positivismo ya venían gestándose sobre todo desde el
siglo XVII, con formulaciones muy aproximadas al positivismo de Comte, por
lo que no se ha dudado identificar en esta etapa, el llamado
SURWRSRVLWLYLVPR´
El positivismo aparece como una derivación del racionalismo, más por la
línea empirista, ±aunque ya hablase de la formulación de leyes universales±,
que por la línea deductivista. Comte se proponía estudiar científicamente la
sociedad mediante el positivismo dejando atrás los conceptos metafísicos y
religiosos. La nueva ciencia propuesta por Comte se caracterizaba pRU ³VX
fundamentación en la experiencia directa, inmediata y empírica de la realidad
« XQ PpWRGR FLHQWtILFR XQLWDULR OD HODERUDFLyQ IRUPDO GH teorías
susceptibles de verificación empírica, cuya confirmación servía para
identificar leyes generales que tuvieran una función estrictamente técnica, en
tanto que revelasen la eficacia e incluso la necesidad (aunque no la
deseabilidad) de ciertas relaciones causales (Gregory 1987).
El empirismo de Comte rayaba en el simplismo al afirmar que la relación
causal entre dos fenómenos permitía explicarlos y preverlos ³FDGD FXDO D
WUDYpV GHO RWUR´, como si esos fenómenos dependieran exclusivamente de
éstos mismos, sin mediar ninguna otra causa (Comte en Gregory 1984:38).
Los juicios de valor o las consideraciones éticas quedaban excluidos del
ámbito de lo científico al no ser empíricamente contrastables, y los restantes
juicios podrían ser agrupados mediante la unificación progresiva de las leyes
FLHQWtILFDVHQXQVLVWHPD~QLFRHLQFRQWURYHUWLEOH´ -RKQVWRQHWDO987). En
su Curso de Filosofía Positiva explicaba los componentes metodológicos que
garantizaban el seguro arribo al estado científico del conocimiento: le réel ±el
conocimiento directo de la realidad a través de la causalidad, la certitude ±la
experimentación de los fenómenos±, le précis la construcción formal de las
teorías O¶XWLO ±la consideración de los medios, que no de los fines± y le
relative entendido como el conocimiento científico cambiante y dependiente
de la paulatina unificación de las teorías que culminarían con la
concienciación del hombre con relación a las leyes sociales que se traduciría
en un progreso social (Gregory 1984:38-41).
Todas las disciplinas tendrían que pasar por etapas sucesivamente más
complejas desde un estadio primitivo o teológico, hasta un estadio científico
o positivo. La consolidación del positivismo, durante el siglo XIX, estuvo dada
en buena medida por el descrédito sufrido por el idealismo, sobre todo en su
versión hegeliana, es decir, la absolutización del concepto de espíritu sobre
todas las realidades materiales y el afianzamiento tanto del empirismo como
del naturalismo. Por otra parte, en el positivismo ±como en general en la
filosofía moderna± la causalidad fenoménica es pura eficiencia. La
universalización del principio de causalidad eficiente y su concreción en las
ciencias naturales en leyes de producción que regulan el acontecer empírico
llevó a una concepción determinista de la naturaleza.
La ciencia positiva se erigía como juez absoluto sobre la autenticidad o
falsedad de todo conocimiento que aspirase al honroso título de científico.
Cada vez era mayor el rigor y la meticulosidad que se exigía para que un
conocimiento fuera considerado estrictamente científico. El concepto de
ciencia se instauró con toda la carga ideológica que el positivismo
comportaba y fue Comte quien le dotó de inmunidad e hizo incontrovertibles
sus resoluciones, no obstante las contradicciones internas advertidas por sus
más fieles seguidores, quienes, en nombre mismo del positivismo, hubieron
que reformar ±o en definitiva, abandonar±, algunas de las ideas del propio
Comte, para hacerlo compatible consigo mismo. En efecto, el agnosticismo y
el relativismo tan característicos del positivismo, hicieron que la coherencia
de sus postulados no se mantuviera firme. En el desarrollo de la idea
positivista existe una contradicción práctica: rechaza todo principio metafísico
y al mismo tiempo, propone la definición de la realidad y el acceso
cognoscitivo a ella como un cierto tipo de metafísica.
La mezcla de empirismo, naturalismo, mecanicismo, positivismo ±que no son
sino matizaciones del mismo espíritu racionalista±, crearon el clima ideal
para que germinaran y se desarrollaran ferazmente el biologismo y el
evolucionismo y para que penetraran de modo eficaz, en el desarrollo de las
ciencias. De este modo, las ciencias naturales fueron las primeras en
experimentar el impacto del método científico, según los postulados
positivistas, que luego se hicieron extensivos al campo de las ciencias
sociales, tal como lo señalaba Comte hacia 1830: "la consideración de las
ciencias naturales exactas establecen el canon ideal o metodológico de
todas las ciencias, inclusive las humanas o sociales" (Comte en Wright
1987:21).
Los excesos del positivismo resultaron contraproducentes sobre todo para
las humanidades, por relegar hasta el olvido o la indiferencia la consideración
de otros elementos constitutivos de la naturaleza humana como son el
sentimiento y la intuición, provocando la reacción antirracionalista que dio
origen al movimiento romántico, el cual exaltaba como valores primordiales
las pasiones, el sentimiento, la intuición y la experiencia, como fuente de
todo conocimiento válido, de ahí su gran afinidad con el empirismo. De este
modo, el siglo XIX, aparece como el escenario donde coexisten
paralelamente dos corrientes de pensamiento de signo contrario, el
positivismo y el romanticismo que dan lugar, como es de suponer, a dos
modos irreconciliables de concebir la realidad.
15. El impacto del positivismo en la geografía
El modelo del método científico tuvo una gran difusión en la geografía. No
hay que buscar mucho para encontrar la influencia del positivismo en la
geografía: los mismos fundadores de la geografía moderna, Humboldt y
Ritter, a lo largo de sus obras intentan dar ese giro explicativo en este cuerpo
de conocimientos incorporando las leyes generales, características del
positivismo, como ya se ha visto. Pero no fueron los únicos; William Morris
Davis y Carl Sauer también hacen uso de esos principios. Ejemplo de ello es
la "Teoría del Ciclo de Erosión" de Davis quien sostenía que a partir de esta
teoría era posible explicar la variabilidad de las formas superficiales y
VXEVWLWXLU ³ORV PpWRGRV DUELWUDULRV \ HPStULFRV GH GHVFULSFLyQ DQWHULRUPHQWH
usados de forma universal, por un método racional, explicativo, de acuerdo
FRQ OD ILORVRItD HYROXFLRQLVWD GH OD HUD PRGHUQD´ 'DYLV FLWDGR HQ &DSHO
1983:22).
Más tarde Sauer se enfocó en la aplicación del método positivo orientado al
paisaje, si bien es cierto que a su manera, pues mientras que para Comte la
causalidad ocupaba un lugar importante en su método, concretamente en le
reél, SDUD 6DXHU OD FDXVDOLGDG UHSUHVHQWDED XQ ODVWUH GHO SDVDGR ³OR ~QLFR
TXHOHLQWHUHVDHVHVWDEOHFHUµODVFRQH[LRQHVHQWUHORVIHQyPHQRV¶GHQWURGHO
paisaje visible, y se trata de conexiones de asociación espacial, y no,
GHFLGLGDPHQWHGHDOJXQDFDXVDOLGDGRFXOWD´ *UHJRU\ 1RREVWDQWH
que Gregory apunta que el método morfológico de Sauer es una
reformulación de le reél de Comte, y de que entiende la ciencia en un sentido
comteano, en realidad se distancia de éste al intentar eliminar la causalidad y
al no oponerse a que se traspasaran las fronteras del método positivo ±
aunque su preocupación principal fuese establecer unos principios
metodológicos que operasen dentro de éste± pues reconocía que existía
³XQD FXDOLGDG GH OD FRPSUHQVLyQ HQ XQ SODQR VXSHULRU TXH QR SXHGH
UHGXFLUVHDXQSURFHVRIRUPDO´ 6DXHUHQ*UHJRU\ Si el positivismo conectó con la geografía física con más o menos éxito, la
introducción de los principios positivistas en la geografía humana, en cambio,
iba a oponer mayores dificultades. Las aportaciones de los clásicos de la
geografía moderna, muestran cada uno, en menor o mayor medida, esas
dificultades, pero también, las derivadas de los principios deterministas,
evolucionistas y en definitiva, naturalistas, que imprimieron en su obra y que
no obstante, contribuyeron a la configuración de la geografía moderna.
16. Quiebra del positivismo decimonónico
Entre las diversas razones que dieron origen al resquebrajamiento del
sistema positivista, unas responden a causas externas y otras a causas
internas. Entre las primeras podríamos contar con el repliegue producido en
la física ±la ciencia modelo± a sus estrictas coordenadas cognoscitivas, y
entre las segundas, al dogmatismo y la arrogancia de sus postuladores al
pretenderse los poseedores exclusivos e indiscutidos de la cientificidad.
El positivismo se vio depuesto por científicos cuyo número iba aumentando
paulatinamente, por la imposición dogmática de sus postulados, tanto más
cuanto que éste se había valido de su condena al "dogmatismo medieval",
para ganar un mayor "prestigio" y popularidad, en una comunidad de
intelectuales ilustrados, incurriendo en un dogmatismo aun mayor que aquel
que había condenado. Entre las causas internas encontramos en primer
lugar la incongruencia de sus postulados que hacían imposible la
construcción de un sistema científico coherente. Su acentuado empirismo
obstaculizaba seriamente el planteamiento de asertos deductivos, pues se
exigía como prueba ineludible de cientificidad la experimentación.
En segundo lugar, en la acendrada tendencia antimetafísica del positivismo ±
característica que se mantuvo incólume en todas sus reformulaciones±,
radicaba su debilidad, dado que es absolutamente imposible la edificación de
una ciencia congruente ±sea cual sea±, a espaldas de la metafísica, pues
ésta constituye la condición previa y necesaria en la formulación de los
enunciados científicos de cualquier campo de estudio. Esta deficiencia le
llevó en ocasiones a modificar sustancialmente sus planteamientos; en otras,
a ignorar la naturaleza de los hechos.
Muchos científicos no estaban dispuestos a aceptar los planteamientos
positivistas, pues era evidente que la realidad es mucho más rica de lo que
podemos advertir sensorialmente y no se limita a la cuestión fenoménica en
sí, sino que ésta es trascendida por realidades que aunque no se pueden
verificar con los sentidos, existen; están vivas y actuantes. Hartshorne
afirmaba que auQ ODV FLHQFLDV QDWXUDOHV PiV H[DFWDV ³QR VH RFXSDQ
~QLFDPHQWHGHOHVWXGLRGHREMHWRV´VLQRTXHVHGHGLFDQD³HVWXGLDUIXHU]DV
TXH QR SXHGHQ YHUVH X REVHUYDUVH GLUHFWDPHQWH´ +DUWVKRUQH HQ *UHJRU\
1984:44).
Obviamente, si esto podía decirse de la materialidad del paisaje, que en
UHDOLGDGUHPLWHD³XQDSURSRUFLyQPX\DPSOLDHQHOHVWXGLRGHODVFRVDVQR
LQFOXLGDV HQ HO PLVPR SDLVDMH´ GDGR TXH pVWH HV ³~QLFDPHQWH XQD
manifestación exterior de la mayoría de los factoreVTXHDFW~DQHQOD]RQD´
(Hartshorne en Gregory 1984:44-45), ¿cuánto más podría decirse en el
campo de la geografía humana? En efecto, el positivismo experimentó un
rechazo aun mayor al pretender la introducción de los métodos usados por
las ciencias naturales en este campo de la geografía.
"El decidido afloramiento epistemológico de la Historicidad y del
Hombre en el campo del saber decimonónico, la aceptación
consecuente de la posibilidad de situar en el mismo horizonte de
positividades los fenómenos de la naturaleza humana, entrañaban
graves dificultades conceptuales y metodológicas que, al menos en
el dominio del conocimiento geográfico, tardarían en ser resueltas
coherentemente" (Gómez et al. 1988:24 ).
La sociedad comprende una multitud de elementos intangibles de los que no
da razón el método científico, pues por su propia naturaleza, este método se
preocupa exclusivamente de la materialidad de los fenómenos, de las cosas
mensurables, lo cual no deja de constituir un valioso recurso siempre y
cuando se maneje dentro de los límites que le son propios; pero la realidad
de la sociedad no se agota en la materialidad de sus elementos. Se trata, en
HIHFWRGH³ODTXLHEUDGHXQDFLHQWLILFLGDGTXHDILUPDEDVLQDPELJHGDGHVOD
existencia de regularidades legales universales, indistintamente actuantes en
el mundo físico y natural y en el mundo humano y social, con la consiguiente
posibilidad de someter a ambos a idénticos criterios conceptuales y
metodológicos" (Gómez et al. 1988:52).
Al incursionar tanto en el terreno de la geografía física como en el de la
geografía humana, sin tener una cuenta cabal de las limitaciones propias de
un método específico ±el científico, que por entonces era concebido más que
como un método, como el símbolo o contraseña de la cientificidad ligado
indefectiblemente a una ideología dominante, el positivismo±, no se tomaban
en cuenta categorías tales como el libre albedrío propio del ser humano y se
consideraba a la sociedad humana como un gran organismo vivo gobernado
por leyes idénticas a las de un vegetal o animal, o como un conglomerado de
"partes"
que
integran
una
gran
máquina
que
funcionan
ciega
y
necesariamente de acuerdo a unas leyes físicas; se consideraba al ser
humano, por tanto, como un algo y no como un alguien con personalidad
propia, que actúa de acuerdo a su libre albedrío.
Así, "la experiencia nos demuestra aspectos (...) que no cuadran con la
estrecha visión del mecanicismo materialista, que reduce toda la realidad al
resultado de fuerzas físicas, al modo de una máquina´ $UWLJDV-47).
El método científico, comprometido con las ideas darwinistas, lejos de
reparar en las inconveniencias de su uso indiscriminado, fomentaba con
visos de cientificidad y garantía de objetividad el recurso a él. Los
inconvenientes de estas extrapolaciones saltaban a la vista, por lo que las
protestas desde los más diversos sectores de la geografía ±sobre todo desde
los frentes humanistas± se dejaron sentir con mucha fuerza; era evidente
que no se podía "transferir, y sobre todo de forma mecánica, lo que ocurre en
el mundo físico a lo que pasa en la historia" (Santos 1990:41). Se
presentaban de modo ingenioso y atractivo los resultados de las
transpolaciones de los modelos y leyes de la naturaleza; pero pretender que
la sociedad se ciñera a esos resultados era incurrir en un reduccionismo
vulgar; "tomando las palabras al pie de la letra para hacer, emulando a
Newton, una µfísica social¶, hay que fisicalizar la sociedad, reduciéndola, por
ejemplo a masas movidas por fuerza económicas o autómatas sometidos a
un rígido determinismo" (Soria y Puig en Gómez et. al. 1982:24.), ya que
dichos resultados difícilmente coinciden de modo riguroso con la realidad.
No fue el positivismo el inventor de la ciencia, ni por tanto, de la metodología
científica, sino simplemente el que explicitó un procedimiento que ya venía
utilizando la física y al que dio por llamar "método científico", y que lo hizo
extensivo a todas las ciencias; éste es un término que engendró desde su
aparición una multiplicidad de equívocos y confusiones, pues la idea
inmediata que sugería era precisamente la "cientificidad" y, por tanto, la
legitimidad, que se supone debe acompañar a todo procedimiento que aspire
a la categoría de científico.
No obstante, las posturas positivistas han pervivido hasta nuestros días bajo
formas neopositivistas. Esto se explica en primer lugar por la amplia difusión
que tuvieron las filosofías naturalistas y mecanicistas desde su aparición
hasta hace apenas algunos años; pero después, por las múltiples
reformulaciones que ha tenido desde su misma aparición. La primera
reformulación importante se dio en torno a los años treinta con el Círculo de
Viena. En geografía su resurgimiento ha sido recurrente en los años de a
postguerra a través de diversos autores entre los que destaca Schaefer con
su crítica al excepcionalismo (1953); la Teoría General de Sistemas,
desarrollada por varios autores; Harvey y muchos otros con la llamada
Revolución Cuantitativa, de la mano del neopositivismo lógico. Algunas de
las más importantes reformulaciones neopositivistas serán tratadas más
adelante.
17. El posibilismo de Vidal de la Blache
Con Ratzel el camino había quedado abierto: el interés por el hombre y la
recíproca influencia entre éste y el medio, habían quedado patentes en su
obra, si bien es cierto que el modo de introducirlo no estuvo exento de
críticas; el modelo darwinista adoptado, conducía a un determinismo, del que
no obstante, se libró con un éxito relativo por haberse percatado al mismo
tiempo de la insuficiencia de estos principios, y del papel jugado por la
difusión de las técnicas. Sin embargo, el reconocimiento más explícito de la
libre actuación del hombre sobre el medio, es decir, del ser humano como
agente que determina en definitiva el "modo" de explotar los recursos
naturales, recae en Paul Vidal de la Blache (1845-1918).
Vidal de Blache había recibido una formación humanista habiéndose
decidido por la licenciatura en Historia en 1865. Su afición por la geografía se
consolida al conocer en 1869 con las obras de Ritter por quien siente una
gran admiración y cuya influencia metodológica es decisiva en la
configuración de sus propias obras. Evidentemente, conocía también las
obras de Humboldt. Tomó de estos dos autores las ideas de localización,
generalización, correlación y armonía del Todo. Juegan también un papel
muy importante en la formación de su pensamiento, escritores como
Cournot, Boutroux y Levasseur (Nicolas-O 1981:8-9), de quienes toma los
conceptos de contingencia, necesidad, libre albedrío, etc., ideas centrales en
el desarrollo de las ciencias sociales y en las que se apoya para fundamentar
su tesis posibilista.
No obstante la gran influencia de su pensamiento ±no sólo en Francia, su
país de origen±, la obra de Vidal de la Blache encierra algunas paradojas.
Viajero incansable, rehúye todo lo que pueda significar para la geografía
cualquier tipo de normalización, pues considera que fundamentalmente, la
geografía se hace "in situ". Su preocupación por la precisión en la
descripción le obliga a recurrir a las grandes listas de cifras que prefiere
colocar "al pie de página" pues siente una especial aversión a todo recurso
estadístico; para él, la modernización de la geografía ha sido posible gracias
a su desvinculación de la matematización de los antiguos. Por otro lado,
Vidal de la Blache comparte con Ratzel la idea de que la sociedad no puede
"existir en el vacío", pero insiste aun más en la "libertad organizativa del
hombre", equilibrando un poco la situación del ser humano en relación con el
medio; éste es "un socio, no un esclavo de la actividad humana." Es
frecuente recurrir a este aspecto de su pensamiento para señalar una
posición moderada en contraste con los excesos del determinismo, pues
como se ha visto, para el determinismo el medio físico tenía la primacía
sobre la acción del ser humano.
El posibilismo superó este aspecto pero no lo eliminó, pues seguía
entendiendo la geografía como una ciencia de relación entre el hombre y el
medio físico, es decir, como una ciencia natural, no social (Vidal de la
Blache, citado en Gregory y Johnston 1987). Vidal de la Blache afirmaba que
ODJHRJUDItDHVODFLHQFLDGHORVOXJDUHV\QRGHORVKRPEUHV´ GHOD%ODFKH
en Nicolas-O 1981:26), no obstante su rica formación humanística. Así pues,
por extraño que pueda parecer, el posibilismo no significó la antítesis del
determinismo ambiental, sino una matización ±importante, ciertamente±, y
por lo tanto, en la geografía no constituyó un punto de referencia claro para
la introducción de los temas sociales en este campo. Esta es la segunda
gran paradoja de su obra.
Huelga decir que su obra contribuyó a un mayor conocimiento del territorio: él
aplicó en Francia la división por cuencas fluviales dando más sentido
organizativo de la región, mismas que han sido la referencia obligada para un
sinnúmero de trabajo de investigación como lo muestran los muchos
discípulos que tuvo. Febvre contribuyó a la difusión y afianzamiento del
posibilismo, mas como hace notar Gregory, el concepto que él manejaba era
aun más amplio que el utilizado por Vidal de la Blache, pues mientras que
SDUD 9LGDO GH OD %ODFKH HO KRPEUH HUD XQ ³VRFLR´ GH OD QDWXUDOH]D SDUD
Febvre el hombre era el "amo" de las posibilidades que tiene en el uso de los
recursos naturales (Febvre en Johnston 1987). Dadas las sustanciales
diferencias entre el estado actual de la geografía y el que tenía hace uno y
dos siglos, podría parecer poco significativa la contribución de estos
personajes; pero de ningún modo es así: el ambiente intelectual de esa
época se movía dentro de unas coordenadas culturales que difícilmente
permitían nuevos planteamientos.
El
naturalismo
±y
todas
sus
filiales:
evolucionismo,
determinismo,
positivismo± no podía aportar un marco teórico favorable a la constitución de
la geografía como ciencia social, sino muy por el contrario, éste constituyó
una rémora en el camino hacia su reconocimiento como ciencia social. Al no
reconocer el peso específico que las relaciones sociales ejercen en el
espacio, ni la riqueza de la subjetividad que da origen a esas relaciones,
quedaba privado de una de las vetas más ricas de la geografía; pero por otro
lado, no se podría esperar otra cosa, dada la esencia misma del naturalismo;
lo natural era que llegase hasta allí, esperar otra cosa del naturalismo, sería
pedirle peras al olmo. Con todo, fue dentro de esta perspectiva donde se dio
el surgimiento de la geografía moderna, lo que significó un avance
importante al introducir los principios nomotéticos ±la generalización para
acceder a la formulación de leyes±, la unidad metodológica, basada en la
observación directa de los fenómenos, y con ello, una nueva dinámica en su
ejercicio y un mayor alcance en sus planteamientos teóricos.
18. El problema de la unidad de la geografía
El problema de la división de la geografía moderna en física y humana
deviene de la realidad de que la geografía estudia fenómenos esencialmente
diversos: los naturales y los sociales. El advenimiento de la modernidad con
sus exigencias de cientificidad, indujo a los geógrafos a aplicar los mismos
cánones
metodológicos
para
todo
tipo
de
realidad,
hecho
que
indudablemente reforzó la unidad de la geografía, dándole una identidad más
fuerte, pero que al mismo tiempo, ponía de manifiesto su incapacidad para
tratar los hechos humanos adecuadamente, por lo que ya a finales del siglo
XIX, en pleno apogeo del naturalismo, comenzaba a hablarse de una
geografía humana para diferenciar la naturaleza de los fenómenos sociales
de los físicos, destacando de este modo la importancia de los agentes
humanos en la organización de espacio.
Sin embargo, no se acertaba a plantearlo debidamente, pues no se tenía la
seguridad de llegar a puerto seguro, navegando en los mares todavía poco
conocidos de una ciencia social independiente ±una situación de confusión
comprensible ahora, pues en ese momento, no se tenían los recursos
epistemológicos y metodológicos adecuados±; el proyecto de elevar a la
geografía al rango de ciencia podía naufragar, por lo que la geografía
humana era una idea difusa o una cuestión incómoda.
Muestra de ello es un discurso de Mackinder de 1887, en el que aseguraba
TXHODEDVHGHODJHRJUDItDHUDHOPHGLRQDWXUDOSHURTXH³VLQGXGDHORWUR
HOHPHQWR HV HO KRPEUH HQ OD VRFLHGDG´ \ D FRQWLQXDFLyQ DFODUDED TXH ³HO
análisis de este elemento será más breve que el PHGLRDPELHQWH´ 0DFNLQGHU
en Gregory 1984:22). Pero Mackinder iba más lejos cuando declaraba que
³QR SXHGH H[LVWLU XQD JHRJUDItD KXPDQD UDFLRQDO TXH QR HVWp FRQVWUXLGD
VREUH OD JHRJUDItD ItVLFD \ VHD VXEVLJXLHQWH D HOOD´ 0DFNLQGHU HQ *UHJRU\
1984:23).
Lo importante en esos momentos era afirmar la unidad de la geografía por la
vía metodológica, prevaleciendo la asimilación de la geografía humana a la
geografía física. De este modo, Strachey en 1888 no tuvo reparos en
UHFODPDUSDUDODJHRJUDItD³XQOXJDUHQWUHODVFLHQFLDVQDWXUDOHV´DVHJXUDQGR
TXHORVPpWRGRVGHODFLHQFLD³VRQDSOLFDEOHVDWRGRVORVREMHWRVGHQXHVWURV
VHQWLGRV \ D WRGRV ORV VXMHWRV GH QXHVWURV SHQVDPLHQWRV´ 6WUDFKH\ HQ
Gregory 1984:22). A finales del siglo XIX, en 1897, Keltie afirmaba TXH ³HO
KRPEUH HV HO WpUPLQR ~OWLPR GHO SUREOHPD JHRJUiILFR´ .HOWLH HQ *UHJRU\
1984:23) sin llegar a tener ninguna consecuencia teórica o práctica que
cambiara el rumbo naturalista de la geografía. El problema de la unidad de la
geografía, así planteado, ±el estudio de la naturaleza como un todo±, era en
realidad
un
problema
metodológico,
concretamente,
de
monismo
metodológico, y constituyó, como se verá más adelante, el problema
fundamental para que la geografía asumiera su identidad de ciencia social.
19. ¿Unidad metodológica o unidad de objeto?
Otro de los temas más debatidos en geografía ha sido la cuestión del
método, ya que también este tema toca el punto neurálgico de la ya referida
unidad de la geografía. Es curioso que alguna vez se haya hablado de un
"método geográfico", refiriéndose al principio de localización, corológico o
espacial: "cuya importancia, como recuerda De Martonne, fue puesta de
manifiesto
por
Ratzel,
es
indudablemente
uno
de
los
principios
fundamentales del método geográfico (...), pero este principio corológico o
esencial, como dice M. A. Lefebvre, no es específicamente geográfico, sino
común a otras muchas ciencias.
Bastantes fenómenos de la Sociología, la Etnografía o las ciencias políticas
ganan en eficacia y claridad expresivas mediante su representación
cartográfica; pero representar en un mapa las formas de arado o de calzado,
o los resultados de unas elecciones políticas, no es hacer geografía´ 7HUiQ
1982:42) por lo que, en definitiva, no existe un "método geográfico". En
efecto, la mayoría de los autores coinciden al afirmar que la geografía no
tiene un método propio, por la compleja variedad de los fenómenos que
estudia. Plans, en cambio, hace notar que la localización, la universalización,
la conexión y la evolución, utilizadas conjuntamente, conforman los principios
metodológicos de la geografía; pero tampoco le pertenecen en exclusiva.
La discusión metodológica responde fundamentalmente a los diferentes
modos de entender la geografía; no es una cuestión sencilla que atienda sólo
a la materialidad de aplicar un método o técnica determinados, es decir, una
cuestión de forma, sino que afecta a la cuestión de la naturaleza de los
objetos que estudia la geografía y por los que se define en geografía física o
geografía humana. Consecuentemente, atañe a su propia naturaleza, ésta es
la cuestión de fondo. Si se la considera exclusivamente como una ciencia de
los fenómenos naturales, entonces adoptará los métodos propios de las
ciencias naturales; pero, si se considera que también estudia cuestiones
referidas al entorno social, entonces la metodología necesariamente tendrá
que ser diferente.
Estos problemas habían sido detectados en el nacimiento mismo de la
geografía moderna. Ante el dilema de considerar o no los problemas
humanos como propios de la Geografía, algunos autores como Peschel ±
discípulo de Ritter que criticó fuertemente las enseñanzas de su maestro±,
Fröbel o Gerland, se pronunciaban por excluirlos del campo de la geografía,
dado que se corría el riesgo de caer en especulaciones subjetivas que
escapaban a un análisis riguroso y plenamente "científico". "No hay puente
SRVLEOH «) entre el método de una ciencia física de la tierra y el estudio de
la humanidad; sólo en la primera se puede reconocer una causalidad de tipo
físico, mientras que el estudio social no puede cumplir e requisito científico
de la explicación causal´.
Esta postura, por lo menos, se mostraba consecuente con el sentido común,
ya que si no contaban con una base teórica suficientemente articulada para
describir y explicar la realidad social sin deformarla y hacerlo a la vez, dentro
de las particularidades del saber geográfico, lo mejor era no considerarlo. No
así los partidarios de una visión positivista quienes acogieron la corriente
darwinista como la respuesta al dilema del tratamiento de los problemas
humanos dentro del contexto geográfico y del marco de la cientificidad, sin
reparar en si estos principios se podían transpolar sin perjuicio de los
planteamientos de las cuestiones sociales.
La perspectiva clásica o tradicional al abordar el estudio del paisaje aboga
por la unidad metodológica; considera al hombre como un elemento más del
paisaje, respetando, sin embargo, los principios que se refieren a la
naturaleza del hombre. La dificultad es que ese método tradicional resulta
insuficiente a la hora de estudiar los complejos urbanos. Para Hettner, uno
de los principales impulsores de la geografía corológica o regional, la
geografía no es sólo una disciplina natural, o sólo una disciplina humana,
sino ambas cosas a la vez; este punto de vista evitaba los dualismos en la
geografía, asegurando por tanto su unidad. Sin embargo, comprometida con
los dos ámbitos de estudio ±los naturales y los sociales±, no supo resolver
las múltiples dificultades presentadas a la hora de intentar elucidar el método
propio de la geografía.
La perspectiva positivista, en cambio, apoyada en los principios darwinistas,
se pronunciaba también por la unidad metodológica proponiendo como
método universal el método científico, pero a costa de deformar los principios
referentes a la naturaleza humana, irrumpiendo en campos que no eran de
su competencia. El verdadero proceder científico evalúa cada objeto de
estudio y le aplica una metodología precisa, adecuada a su naturaleza.
Proceder de otra manera no sería científico, sino ideológico, porque ante
todo, la ciencia debe atenerse a la realidad de las cosas. Como se hacía
notar, la problemática metodológica también afectó profundamente al tema
de la unidad de la geografía. La visión monoparadigmática que permitía
asegurar la unidad de la geografía, vio con preocupación la adopción de una
gran variedad de métodos de muy distinta naturaleza, tanto, que han
quedado claramente diferenciados los utilizados por la geografía física y los
usados por la geografía humana. Afortunadamente esto ha sucedido así. La
dificultad provenía del hecho de que identificaban la unidad de la geografía
con la unidad metodológica haciendo imposible el logro de la tan deseada
unidad. Sin embargo, muchas veces la pretendida unidad de la geografía
entendida como unidad metodológica no hizo sino obstaculizar en muchas
ocasiones el verdadero desarrollo de esta disciplina, tanto desde la
perspectiva clásica como desde la perspectiva neopositivista. Nuevamente,
aparece aquí la idea de la geografía como ciencia sintética. Schaefer
atribuye este hecho a la pretensión de considerar a la geografía como una
ciencia integradora "con una única metodología propia´; pero como se hacía
notar, no resuelve mejor el problema la perspectiva positivista que Schaefer
propone; antes bien, lo agudiza.
Con los planteamientos neopositivistas de 1929 del Círculo de Viena, se
reaviva la pretensión de que sea la ciencia física la rectora universal de las
ciencias y, de nuevo, se ven las ciencias sociales invadidas por una oleada
de cientificidad: el método científico es "uno e indivisible" (Ortega Cantero
1981:60), y por lo tanto su aplicación es indistinta en la geografía física como
en la geografía humana. Esta profunda confusión parte de una concepción
totalizante del estudio de la tierra: el estudio de todos los fenómenos que
están en relaciones mutuas de causalidad con ella. "La idea de que la Tierra
es un todo en el que las partes están coordinadas, proporciona a la geografía
un principio metodológico cuya fecundidad resalta más a medida que se
extiende su aplicación" (Vidal de la Blache 1977:49).
El hombre es estudiado como un elemento más en el entramado espacial; si
bien es cierto, se le conceden algunas peculiaridades. Esta visión responde a
una concepción de la geografía básicamente como una ciencia natural: el
hombre en sus relaciones con la naturaleza; la naturaleza y sus relaciones
con el hombre. De aquí deriva la visión sintética de la geografía en la que
todos
sus
elementos
interactúan
influyéndose
mutuamente
con
la
consecuente pretensión de abarcar "todo" el espacio en su complejidad. Esta
postura se apoya en gran parte en el hecho de que las sociedades se han
asentado en un medio natural; pone de manifiesto la relación de la sociedad
con su medio. De ahí los interesantes estudios realizados por Le Play y Vidal
de la Blache, por ejemplo. Es evidente que el medio ha ejercido una enorme
influencia sobre el hombre hasta el punto de condicionar los modos y medios
vitales de su existencia; pero también es cierto que el hombre se ha
desenvuelto con una mayor independencia del medio, en la medida en que la
ciencia y la técnica han progresado; esta es la razón por la que en la
actualidad existen sociedades enteras que apenas si se relacionan ±y
muchas veces, sólo de modo indirecto-, con ese medio natural en los
términos de su vida ordinaria.
Cuando lo hacen de modo directo es algo extraordinario, por razones de
recreación casi siempre, pero en todo caso no es una relación continua, sino
esporádica. El dominio del medio que el hombre ha ido imponiendo de
manera progresiva ha sido muy diversificado, de acuerdo a las culturas de
los diferentes pueblos, aunque se tiende a la generalización de un modelo de
vida postindustrial. No obstante, se ha dicho que "el hombre y la naturaleza
son inseparables; del mismo modo, la geografía no puede quedar separada
en dos ramas distintas, consagrada una de ellas al estudio de los fenómenos
terrestres naturales y, la otra, al estudio de los fenómenos humanos" (Kish
en Reynaud 1976:22)4.
Reconocer que la geografía estudia los fenómenos más diversificados de la
superficie terrestre lleva implícito el reconocimiento de un estudio adecuado
de los mismos fenómenos por parte de ésta; pero no tiene por qué hacerlo
"todo a una", sino procediendo con un orden; no como quien intenta hacer
una suma aritmética de elefantes y manzanas, cuyo resultado es igual a
4
El subrayado es de la autora.
cada uno de los sumandos, sin haberse logrado la adición, pues
corresponden a categorías esencialmente diversas, sino separando los
objetos a estudiar en diferentes categorías, de acuerdo a su esencia. Es
decir, se ha de aceptar necesariamente una metodología diferente. Pero esta
concesión, lejos de representar un atentado a la unidad de la geografía, la
refuerza en la medida que da coherencia a sus estudios.
Si la realidad social es tan compleja, compuesta de fenómenos materiales y
espirituales que se conjugan, interactúan y se influyen mutuamente, ¿a quién
puede sorprender que la utilización de los métodos en geografía responda a
esta doble naturaleza de los fenómenos sociales? La sociedad comprende
una multitud de elementos intangibles de los que no da razón el método
científico, pues por su propia naturaleza, este método se preocupa
exclusivamente de la materialidad de los fenómenos. Aceptar abiertamente
que ambas geografías requieren métodos distintos es el principio de un
orden disciplinario. La independencia metodológica no impide la mutua
complementariedad según los casos requeridos. Se ha llegado a esta
separación de métodos fundamentalmente por la diversidad del objeto formal
y por la inevitable especialización.
Así pues, en la geografía no hay uniformidad de métodos, sino diversidad
dentro de la unidad, y esto, de ningún modo es contradictorio. Una de las
preocupaciones era que la separación metodológica se tradujese en
desintegración de la disciplina con los consecuentes problemas de identidad
y de la imagen pública de la geografía, lo cual, influía en su aceptación en el
entorno social, y por lo tanto, en las posibilidades y perspectivas
profesionales. La realidad de las cosas es que la unidad de la geografía no
puede verse amenazada tampoco por una separación metodológica. Lo
único que puede poner en peligro la unidad de la geografía es la pérdida del
sentido geográfico o, en otras palabras, perder de vista su objeto de estudio.
La geografía clásica no se equivocaba al defender la unidad de la geografía
en tanto que ésta comprende tanto el estudio de los fenómenos físicos como
de los humanos; pero
al intentar explicarlos resultaban insuficientes sus
recursos ante la extraordinaria complejidad del paisaje cultural. La geografía
neopositivista ³resolvió´ el problema de la unidad englobando tanto los
fenómenos naturales como humanos en una misma categoría material o
física, pero al hacerlo no llegaba a resultados satisfactorios.
En la actualidad ninguna de estas corrientes mantiene la hegemonía de sus
principios. La geografía humanista ha moderado los excesos de la geografía
positivista, pero también ha aprendido de ésta un mayor rigor en los
procedimientos, y todo parece apuntar a una síntesis metodológica que
recoge las ventajas de los recursos matemáticos y estadísticos de la
geografía neopositivista, y una consideración más objetiva de la naturaleza
humana y de los problemas sociales, denunciados tantas veces por la
geografía humanista.
20. La geografía en una encrucijada
A lo largo del siglo XX, tanto la geografía física como la humana
experimentaron el fenómeno de la especialización, de la mano de los
progresos de la ciencia y la tecnología, y en general, de la ampliación del
conocimiento en los diferentes campos del saber humano, exigidos por la
compleja realidad tanto del mundo físico, como del social, que permearon en
la geografía. El problema de la unidad de la geografía, que estaba en íntima
conexión con el peligro de fragmentación que se cernía sobre ésta y que
amenazaba con destruirla mediante la especialización ±que por otro lado, era
inevitable± y emancipación de las llamadas disciplinas geográficas al interior
de esta disciplina, acompañó a la geografía desde finales del siglo XIX hasta
su definición como ciencia social hacia la década de los años setenta,
impulsada por el surgimiento de la Nueva Geografía (Claval 1979:10) y la
Geografía Humanística. Esta situación ponía a la geografía en una
encrucijada: la defensa de la unidad de la geografía como ciencia integradora
±el estudio de toda la naturaleza±, o la aceptación de la especialización de
las diferentes ramas de la geografía o disciplinas geográficas, que era como
aceptar su disolución: si por la especialización cada rama de la geografía se
emancipa de ésta ¿qué quedaría de ella? La separación de la geografía en
física y humana comportaba ya un primer grado de especialización, con el
consiguiente riesgo de "aislamiento" en su propio terreno.
Todo esto se tradujo en la práctica en un mayor distanciamiento entre los
geógrafos que atendían la problemática del espacio desde el punto de vista
puramente físico y los geógrafos que hacían lo propio en campo de la
geografía humana, formándose un gran bloque de geógrafos físicos que
poco o nada se interesaban por los aspectos sociales; y otro, más reciente,
de geógrafos humanos o "sociales" que prescindían casi o totalmente de los
aspectos físicos, ignorando mutuamente sus trabajos (Sauer en Gómez et al
1982:351).
La especialización ocurrida en ambas "geografías" fue tal, que se vio en ello
un fuerte peligro para la unidad de la geografía, advertido sobre todo desde
la perspectiva de la geografía clásica, la cual, fiel a los principios de sus
fundadores, partía GHXQDYLVLyQJOREDOL]DQWHLQWHJUDGRUD³PiVSHQGLHQWHGH
las relaciones sintéticas que de la separación analítica, que presta atención
DQWHWRGRDORVQH[RVH[LVWHQWHVHQWUHHOKRPEUH\ODWLHUUD´ *yPH]2UWHJa:
1992:22) que abarca tanto la consideración de los fenómenos físicos como
de los humanos. En la geografía el estudio de la naturaleza, por un lado, y
del ser humano, por el otro, conducía inevitablemente a un entendimiento
dual del conocimiento geográfico, en perjuicio de la tan pretendida unidad.
En este sentido la geografía regional hizo notables contribuciones al llamar la
atención sobre la consideración del espacio como instancia unificadora.
Cuando se asume el estudio de los fenómenos naturales y sociales desde el
punto de vista corológico ese dualismo desaparece: ya que esa concepción
³UHVXOWDLJXDOHQWRGRVVXVSXQWRVIXQGDPHQWDOHV\QRSHUPLWHKDEODUGHGRV
direcciones distintas dentro de la geografía" (Gómez et al. 1988:73±74).
Hettner, siguiendo a Kant, afirmaba que las ciencias estudian fragmentos de
la realidad única e indivisible con arreglo a diferentes criterios de
clasificación, de donde surgen las ciencias particulares como la física, la
química, etc.; pero señala que existe otra manera no fragmentaria de abordar
OD UHDOLGDG PHGLDQWH HO HVWXGLR GH ³FRQMXQWRV \ SURFHVRV GHILQLGRV \
delimitados HQHOHVSDFLR\HQHOWLHPSR «).
La Historia y la Geografía adoptan tales criterios, y de acuerdo con ellos
conforman sus propios dominios" (Hettner en Plans 1977:30). Esta
circunstancia dio lugar a una extraña situación que exigía del geógrafo ser
competente en todos los campos, por la visión de conjunto que se debía
tener en el quehacer geográfico; y por el pretendido carácter sintético de
nuestra dLVFLSOLQD³VyORVLORVJHyJUDIRVKXPDQRVVHPXHVWUDQFRPSHWHQWHV
en aspectos de geografía física y viceversa, podremos sacar adelante a la
geografía" (Uhlig en Luis 1978:11). Exigencia que parecía desconocer el
proceso de especialización que se estaba produciendo en ambas ramas de
la geografía, el cual hacía imposible tal pretensión.
En realidad, el problema estaba mal planteado. En primer lugar, el escollo no
estribaba en optar por el estudio de fenómenos físicos o fenómenos
humanos ±dado que la geografía es las dos cosas al mismo tiempo: el
estudio de los fenómenos físicos y humanos interrelacionados en un espaciosino en pensar, por un lado, que esto conducía a una situación excluyente: o
geografía física o geografía humana. Por tanto, la especialización en alguna
de las ramas de estos dos campos, lejos de afectar la unidad, la reforzaba,
siempre y cuando no se perdiera la visión de conjunto, es decir, de la
perspectiva integradora del espacio. ³(O JHyJUDIR ±escribe Dantín± reúne,
armoniza y sintetiza bajo la presidencia de un mismo espíritu; no es lo mismo
KDFHU µILWRJHRJUDItD¶ TXH KDFHU µJHRJUDItD ERWiQLFD¶. Es precisamente en la
µVtQWHVLV¶GLVWLQWD\SRUHQFLPDGHORµdispersivo analítico¶GRQGHVHKDOODHO
µconcepto actual de la Geografía¶ ´ (Gómez; Ortega: 1992:26). En segundo
lugar, el hecho de que efectivamente la geografía estudie fenómenos muy
heterogéneos, le conduce a establecer una amplia variedad de relaciones,
pero tampoco esto tiene por qué ser exhaustivo, o excepcionalmente difícil
(Schaefer 1971:42). Cierto es que se debe contar con conocimientos de muy
diversa índole, especialmente los que hacen alusión al fenómeno estudiado,
y que se debe familiarizar tanto con la metodología como con la "jerga" de
otras especializaciones para ganar en comprensión y llegar a un mayor
entendimiento de los problemas tratados, pero esto no significa que se tenga
que ser experto en todo.
Así pues, la visión sintética no es algo que deba superarse; por el contrario,
es un laudable hábito, indispensable para el ejercicio de la ciencia. Lo que
debe superarse es la idea de que por el hecho de ser geógrafos se deba
tener un saber omnicomprensivo. La especialización no impide el logro de
una visión amplia del mundo, es decir una visión sintética, sino que, por el
contrario, fomenta el interés por las otras parcelas de la realidad que no se
alcanzan a dominar y predispone a buscar la interdisciplinariedad que
conduce a una mayor inteligibilidad del propio campo y a una mayor
comprensión del mundo en general.
Entonces, la geografía es una sola; no dos geografías: física y humana;
éstas solo son dos campos en los que se estudian respectivamente
fenómenos naturales o sociales en un espacio determinado. Lo importante es
no perder el sentido geográfico, es decir, la dimensión espacial del problema,
y desde luego, las relaciones de los fenómenos que se suceden en ese
espacio. En efecto, el objeto de estudio por excelencia de la geografía es el
espacio, y aunque no es un objeto exclusivo de la geografía, ninguna ciencia
se ocupa de él como lo hace la geografía, es decir, que mientras que la
geografía hace del espacio un tema central, las demás ciencias lo abordan
de modo periférico, como un punto de apoyo o referencias entre otros
muchos. La geografía, independientemente del concepto que se tenga de
ella, se ocupa del estudio del espacio, de la dinámica de un espacio en
particular, de las relaciones espaciales de los fenómenos que le afectan y
valora hasta qué punto, para lo cual, tiene que describir y localizar, explicar y
relacionar. A modo de corolario, se puede afirmar que la unidad de la
geografía reside en su dimensión espacial, en su visión integradora, y en su
perspectiva social. De este último aspecto nos ocuparemos más adelante.
21. La geografía regional
Con el naturalismo, la geografía ya se fija en el ser humano, pero como un
recurso más, entre el relieve, la flora, la fauna, el clima, etc. La concepción
unitaria de la geografía partía de esta idea y tenía su más acabada expresión
en la región natural. La geografía regional nace en ese ambiente naturalista;
se interesa por las diferencias y peculiaridades de cada área o región que
dan lugar tanto a los estudios monográficos como a los comparativos, sin
aparente perjuicio de los principios generales de los que pueda partir o a los
que pueda dar lugar, pues se trata de compaginarlos y complementarlos.
Este planteamiento, que en principio, parecía satisfacer tanto las exigencias
nomotéticas como las corológicas, en la práctica privilegió los estudios
monográficos que nada tenían qué ver con la formulación de leyes. En cierta
forma, la geografía regional surge como una reacción contra las
interpretaciones monistas y unilineales del evolucionismo, que intenta llenar
el vacío que dejaba la crisis de racionalidad positivista. Recibe un influencia
directa del funcionalismo creado e impulsado por Emile Durkheim, quien
criticó duramente algunas ideas ratzelianas.
Se ha reconocido a Vidal de la Blache como el padre de esta forma de hacer
geografía, a través de la cual se descubre la originalidad de cada región, y en
ODTXH³FDGDSRUFLyQGHOSODQHWDVHSUHVHQWDFRPRXQREMHWR ~QLFR´ &ODYDO
1979:8). Dado que cada región es distinta, los trabajos de diferenciación
regional y los estudios comparativos regionales son su consecuencia
inmediata. Así pues, la geografía regional se siente cómoda al describir las
regiones y al descubrir sus particularidades, al estudiar los espacios a una
HVFDODPXQLFLSDORGHODVUHJLRQHVKLVWyULFDVDOLQYHQWDULDUORVSDLVDMHV³GHO
mismo modo que en botánica y en zoología la sistemática intenta comparar
ORVJpQHURVEDXWL]DUORV\FODVLILFDUORV´ &ODYDO Como se ha visto, la geografía regional desempeñó un papel importante a la
hora de enfrentar el problema de la unidad de la geografía, gracias a su
visión corológica que daba cabida a los fenómenos humanos. Sin embargo,
sus nexos filiales con la geografía moderna ±clásica±, le obligaban a
permanecer fiel a los principios de generalidad planteados por sus
fundadores, Humboldt y Ritter, y por tanto, se esforzaba por abarcar ambos
aspectos en una visón sintética que perseguía en sus investigaciones la
aprehensión del Todo; por ello consideraba que la geografía debía estudiar
en su conjunto la compleja gama de fenómenos repartidos en un espacio
determinado para no romper la unidad existente en ese espacio.
La auténtica región geográfica era para muchos geógrafos, la región natural.
³(VHQUHDOLGDGSRUPRWLYRVPX\VXSHULRUHV\TXHDIHFWDQDOSURSLRFRQFHSWR
de la geografía, por lo que conviene limitarse a lDVGLYLVLRQHVItVLFDV´ *DOORLV
en Claval 1979:79). Este párrafo evidencia la fuerza entonces conferida a la
idea de que la geografía tenía que ceñirse sistemáticamente al estudio y
comparación de las áreas o regiones, sin dejar de lado las influencias del
medio sobre el hombre.
Es por esta razón que la mayoría de los geógrafos no se interesaron ±de
acuerdo a los principios propuestos por los fundadores de la geografía
clásica- en el conocimiento de las leyes generales de la organización del
espacio. El punto esencial no consistía para ellos en el análisis abstracto de
aquello que contribuye a la originalidad de una región, sino en su
delimitación, descripción física y comparación; la región era un elemento tan
inmediato como viviente para el observador geográfico, que se percibir. Para
los deterministas, el análisis apuntaba hacia el papel de los factores
naturales en su individualización. Para los posibilistas, se destacaba el
trabajo humano en la formación de un medio cuyas aptitudes totales no
quedaban reveladas desde un principio.
Hasta aquí, los fenómenos sociales tuvieron en la geografía un tratamiento
PDUJLQDO SXHV DXQTXH VH YHtD HQ HO KRPEUH D XQ ³DJHQWH JHRJUiILFR´
(Brunhes y Vallaux en Gómez; Ortega 1992:25) que modificaba el medio
natural y muchas veces, de manera importante ±Sauer decía que el hombre
GHEtD VHU FRQVLGHUDGR ³GLUHFWDPHQWH FRPR XQ DJHQWH JHRPRUIROyJLFR´
(Sauer 1982:352)±, no resolvió el problema del monismo metodológico,
porque, por un lado, no llegó a percatarse del todo, del peso específico que
tenía el ser humano, por encima de los medios naturales. Por otro lado,
quienes sí llegaron a hacerlo, sentían quizá la misma perplejidad de los
geógrafos naturalistas del siglo XIX, que no acababan de encuadrar bien la
cuestión humana.
Era una situación que provocaba sentimientos encontrados ya que entendían
que el ser humano es un recurso natural, pero al mismo tiempo, reconocían
su diferencia esencial y no acertaban a colocarlo debidamente dentro del
campo de la geografía. De este modo, Brunhes y Vallaux
³$GYLHUWHQ OR TXH GH D]DURVR H LPSUHYLVLEOH OOHYDQ FRQVLJR ORV
hechos que tienen qué ver con la vida y en especial, con la vida del
KRPEUH HO KHFKR KXPDQR GHEH VHU FRORFDGR µHQ OD FRUULHQWH GH OD
YLGD TXH OH KD FUHDGR¶ FRPR HVODEyQ LQVHSDUDEOH GH una cadena
FX\DPDWHULDµHVVLHPSUHEDMRIRUPDVGLYHUVDVHVWHLPSRQGHUDEOH
este yo no se qué, que no es reductible a ninguna forma sencilla, y
TXH HV OR TXH FRQVWLWX\H OD YLGD¶ < DILUPDQ VLJXLHQGR D (PLOH
Boutroux, el primordial papel desempeñado por OD ³LQWHOLJHQFLD \ OD
YROXQWDG KXPDQD¶ HQ ODV VLWXDFLRQHV TXH FXHQWDQ FRQ OD SUHVHQFLD
GHOKRPEUHHLQWHUHVDQDOFRQRFLPLHQWRJHRJUiILFR´ *yPH]2UWHJD
1992:30).
En estas circunstancias, no deja de sorprender que el pensamiento
geográfico español se manifestara con más claridad y acierto con relación a
la importancia de las cuestiones humanas dentro de la geografía. Ejemplo de
ello es lo que para Torres Campos ±geógrafo español de finales del siglo XIX
y principios del XX, de la Institución Libre de Enseñanza± decía de la
geografía:
³(La Geografía) era lo que debe ser; lo que de ella hicieron Ritter,
Reclus y Ratzel, lo que inició antes que ellos el padre de la filosofía
krausista;
una
ciencia
a
la
vez
eminentemente
natural
y
eminentemente antropológica; una ciencia que estudia la Tierra
como un ser vivo, como el medio en que se desarrolla la vida
humana, profundamente influida por él, y que, por otra parte, sufre la
acción de esa vida, que la modifica en proporciones considerables;
una ciencia ligada, pues, con los más graves problemas de la
SVLFRORJtD\ODKLVWRULDGHOKRPEUH´ *yPH]2UWHJD La geografía regional, que tuvo un gran auge durante la primera mitad del
siglo XX, con el paso del tiempo, no logró dar respuesta a los cambios cada
vez más rápidos y vertiginosos que se iban dando en las urbes, las
complejas relaciones con el medio en las aglomeraciones urbanas e
industriales, las migraciones y el turismo, entre otros (Claval 1979:9). Sin
embargo, había que dar respuesta desde la geografía a los grandes
desequilibrios económicos, a las inequidades sociales, a las injusticias del
subdesarrollo, a los abusos del desarrollo. Se tenían que replantear los
problemas y ordenar el territorio. De esta manera, fue cediendo el terreno a
otras corrientes geográficas explicativas, que poco a poco, iban dando
cuenta de la complejidad de las nuevas situaciones sociales.
Con todo, pese a las limitaciones de esta corriente, en su momento, esta
perspectiva significó un avance importante dentro de la geografía, al darle
cohesión
interna,
estabilidad
y
realismo
descriptivo,
mismos
que
repercutieron en su imagen pública y en la reivindicación de su prestigio; esto
sin mencionar que, después de experimentar algunas décadas el ser
relegada hasta el olvido, en nuestros días, la geografía regional experimenta
una renovación de la que ya van dando cuenta algunos trabajos recientes
que ponen de manifiesto la franca recuperación de su prestigio, y cuyo
interés ha trascendido los límites puramente geográficos (García Álvarez
2006:25).
22. La nueva geografía
Al final de la Segunda Guerra Mundial los medios cibernéticos habían
experimentado un desarrollo notable al ser utilizados en el medio militar,
precisamente al servicio de esa contienda. Muy pronto su uso trascendió a
otros campos, entre ellos, la geografía, la cual experimentó un giro
copernicano, a tal grado, que en palabras en palabras de Gould (1969), se
trataba de una Nueva Geografía, la cual se abría a una temática más amplia,
pero sobre todo, incorporaba nuevos métodos, técnicas y herramientas hasta
entonces desconocidos por la geografía, como el uso de métodos
estadísticos que fueron creciendo en sofisticación apoyados en el uso de
sistemas de cómputo, de tal modo que pronto se empezó a hablar de una
Revolución Cuantitativa en la geografía. Esta revolución tuvo su origen en los
Estados Unidos en la década de los cincuenta y ya había sido consumada a
principios de los sesenta. Con el advenimiento de los métodos y recursos
cuantitativos, tanto la geografía física como la humana experimentaron un
desarrollo sin precedentes. Los métodos cuantitativos contribuyeron a una
lograr una mayor precisión en la descripción y posteriormente fueron la base
de la elaboración de teorías generales que intentaban explicar a través de
leyes, los fenómenos sociales.
No tardó mucho en hacerse patente la influencia de un nuevo positivismo
que se hacía presente de la mano de la geografía cuantitativa a principios de
los años sesenta en los Estados Unidos, cuando Burton se pronunciaba por
la universalización del método científico en todos los campos del
conocimiento que pretendiesen llevar el título de científicos. En el Reino
Unido sucedió algo semejante: durante los años sesenta la metodología
positivista se encontraba sólo de modo implícito, hasta que en 1969 David
Harvey lo explicitó en su famoso libro Explanation in Geography.
Sin embargo, muy pronto algunos autores comenzaron a manifestar su
desacuerdo con los resultados obtenidos; el mismo Harvey que había
impulsado esta corriente, reaparece en la arena del debate como uno de sus
principales detractores. En su obra Social justice and the city (1973)
denuncia la estrechez de estos presupuestos al dejar de lado la problemática
social que demandaba estudios en profundidad que ayudasen a buscar
medidas que contrarrestaran los efectos negativos de una política económica
y social inequitativa y excluyente. Salvo algunas excepciones ±David M.
Smith hizo interesantes investigaciones en torno a la pobreza, la desigualdad
y el bienestar±, que en buena medida se explican por el relevance debate
(Johnston 1979:142-145) la geografía cuantitativa distaba mucho de ofrecer
una explicación satisfactoria que diese cuenta de la realidad de los
fenómenos sociales.
"Las hipótesis eran derivadas a partir de los modelos y sometidas a
prueba frente a patrones representados en mapas, ±si bien los
criterios de verificación eran, en general, vagos. La puesta a prueba
de esta hipótesis provocaba, en el mejor de los casos, sólo un éxito
limitado; los modelos no encajaban, a causa ±se sugería± de su
UHSUHVHQWDFLyQLUUHDOGHODWRPDKXPDQDGHGHFLVLRQHV´ -RKQVWRQ\
Gregory 1986:121-122).
El neopositivismo atrajo las críticas de diversos geógrafos preparando así el
terreno para el surgimiento de la geografía del comportamiento y, en general,
el humanismo. Así pues
"De los muchos títulos que cabría emplear para describir el
pluralismo de los años setenta, dos merecen especial atención:
conductismo y humanismo. Una vez que los geógrafos habían
aceptado el desafío de ocuparse de personas al mismo tiempo que
de objetos representables en un mapa, se vieron impelidos a
introducirse en el antes extraño territorio de la ciencia del
FRPSRUWDPLHQWR´ 0LNHVHOO La geografía neopositivista había abordado la problemática social como si se
tratase sólo de una mera cuestión estadística. El conductismo intentó
corregirle la plana analizando la conducta humana en términos de relaciones
estímulo-respuesta, como si se tratase de un autómata. En realidad, el
conductismo no fue sino una prolongación del neopositivismo, que
desconoce la condición auténticamente libre del ser humano, pues como
bien apunta Gregory, "la geografía del comportamiento fue realmente una
consecuencia lógica del compromiso con el positivismo guardado como una
reliquia en la revolución cuantitativa" (Gregory en Johnston 1987, voz
geografía del comportamiento). La geografía cuantitativa ±en definitiva, el
neopositivismo± habían intentado superar el misterio del hombre: no hay
misterios para la ciencia, todo se expresa o en términos cuantificables, o en
términos de leyes.
23. La geografía radical
Quizá de entre las corrientes surgidas por esos años, la geografía radical
merezca una mención aparte tanto por la gran difusión e influencia que ha
tenido en la geografía occidental, como por la polémica a la que ha dado
lugar. En principio fue considerada dentro de la categoría humanista, por
poner de relieve las grandes inequidades sociales en el espacio; pero la
denominación que mayormente le hacía justicia y con la que se sentía más
identificada era la de geografía marxista o geografía de izquierdas por estar
inspirada en la ideología marxista; por otro lado, los geógrafos marxistas ±
pero también el resto de los humanistas± marcaron una clara distinción entre
la geografía humanista y la marxista (García Ballesteros 1986:70), al dirigir
sus críticas a la primera por considerarla idealista, precisamente por dar
cabida dentro de la geografía, a las subjetividades y pensamientos de los
individuos.
Crítica que se volvía en contra los mismos radicales, quienes eran acusados
de carecer de sensibilidad para apreciar esta dimensión del ser humano,
aunque Claval hacía notar que "entre las múltiples orientaciones del
marxismo radical hay con todo una corriente humanista que está más abierta
hacia las interrogantes fenomenológicas: esta se encuentra sobre todo entre
los especialistas de geografía histórica, en torno de Alan Baker en la
Universidad de Cambridge" (Claval 1987:117). La geografía radical, además
de haber surgido como una reacción al neopositivismo, estuvo ligada a una
serie de circunstancias que facilitaron su difusión y consolidación. Una de
ellas fue el hecho de que los países socialistas estaban en el clímax de su
poderío político y económico, lejos aún de mostrar las debilidades y fisuras
que les llevaron finalmente a presenciar la caída del régimen; esto sin duda,
favoreció la difusión del pensamiento marxista. Otra, fue que hacia 1980 el
modelo económico neoliberal ya se había difundido por todo el mundo y las
consecuencias económicas y sociales derivadas de la aplicación de las
³PHGLGDV GH DMXVWH´ UHFRPHQGDGDV SRU HO )RQGR 0RQHWDULR ,QWHUQDFLRQDO \
por el Banco Mundial y las instituciones dependientes de éstos estaban a la
vista de todos, resultando ser los más pobres los mayormente afectados:
aumento la tasa de desempleo, disminución de la capacidad adquisitiva de
los salarios, disminución de las inversiones sociales, especialmente salud y
educación, etc. y un notable incremento de las desigualdades sociales al
interior de los países y entre éstos.
Fue a la vista de este panorama social y económico, durante el último tercio
del siglo XX, cuando surgieron muchas voces reivindicativas de la justicia
social, entre las que se encontraban los radicales, frente un capitalismo voraz
que se dejaba sentir en los llamados países del Tercer Mundo, en los que
parecía repetirse la tragedia social de la que fue testigo Marx en la Inglaterra
industrial del siglo XIX. Por su parte, los estudios geográficos relacionados
con la localización de la problemática social ±la segregación racial, la
pobreza, la mortalidad infantil, el hambre, la droga, las enfermedades
mentales, el suicidio, el crimen, etc.-, que ya tenían un antecedente en la
Escuela de Chicago y que con la geografía neopositivista habían sido
relegados hasta casi desaparecer; fueron recuperados en gran medida por el
relevance debate y reforzados por la geografía radical.
³(VWHFDPELRGHGLUHFFLyQ, los objetos de estudio de la geografía, de
los supermercados y las carreteras a la pobreza y el racismo, ya ha
comenzado, y podemos esperar que esto continúe, porque los
objetivos de la geografía están cambiando. Los nuevos hombres ven
el objetivo de la geografía igual que el de la medicina, para
posponer la muerte y reducir el sufrimLHQWR´ =HOLQVN\ FLWDGR HQ
Johnston 1979:143).
Los geógrafos de izquierdas dirigieron sus invectivas contra el sistema
capitalista a través de una serie de trabajos de análisis espacial que ponían
de manifiesto las desigualdades espaciales en términos socioeconómicos.
Estos geógrafos se caracterizaron por su activismo político y por su afán de
transformar el mundo, según una de las máximas de Marx. La geografía
aspira, desde esta perspectiva, a convertirse en un instrumento de cambio
político, social y económico. Se trataba pues, de una geografía
comprometida (Ortega Valcárcel 2000:309).
*XLDGRVSRUHVWDVSUHRFXSDFLRQHV³ORVPDU[LVWDVLQWHQWDQSRQHUGHUHOLHYH
en los casos de desigualdad espacial, un aspecto descuidado de las
dominaciones de clase, y denuncian el contenido ideológico de la gestión de
inspiración
económica,
puesto
que
esta
gestión
esconde
estas
GHWHUPLQDFLRQHV IXQGDPHQWDOHV´ &ODYDO -136). Anderson ±un
geógrafo radical± en uno de sus artículos se propone poner al descubierto
los lazos tendidos por la ideología dominante, el capitalismo, para poner
sobre aviso acerca de los recursos manipulantes que pasan inadvertidos
SDUD OD PD\RUtD GH OD JHQWH $Vt SRU HMHPSOR ODQ]D XQD YR] GH DOHUWD ³/D
clase dirigente nunca domina a través de una sola fuerza, su hegemonía
siempre descansa en la ideología y en los intelectuales asegurando que el
DSURSLDGRSXQWRGHYLVWDVHDEDVWDQWHFRKHUHQWH´ $QGHUVRQ La geografía radical tuvo una particular acogida en los países anglosajones y
en Francia, razón por la cual, es de estos países de donde proceden el
mayor número de trabajos de esta corriente, publicados buena parte de ellos
en dos revistas que llegaron a tener una gran difusión: Antipode, fundada por
Richard Peet en 1969 y publicada en la
Universidad de Clark,
Massachusetts, y Hérodote, que vio la luz en Francia, en 1976, fundada por
Yves Lacoste. La geografía radical ha sido una de las ramas más activas en
el último tercio del siglo XX, pero también una de las más cuestionadas.
La complejidad tanto de la teoría marxista y sus desarrollos en los diversos
campos ±incluido el geográfico-, como de la concreción de su praxis en esos
mismos campos, ha dado lugar a una amplia crítica. Un ejemplo de ello se
puede encontrar en Ortega Cantero (1985)
quien recoge la opinión de
algunos autores que destacan, entre otras cosas, 1) su ambigüedad con
UHODFLyQDVXSRVLFLRQDPLHQWRHQHOiPELWRGHODVFLHQFLDV³0DU[EDVFXODGH
IRUPDDFXVDGDHQWUHXQDRULHQWDFLyQµFDXVDOLVWD¶µFLHQWLILFLVWD¶GHXQDSDUWH
\XQDRULHQWDFLyQµGLDOpFWLFR-KHUPHQpXWLFD¶µWHOHROyJLFD¶GHODRWUD « Esta
ambivalencia, sea dicho de paso, propicia interpretaciones radicalmente
GLIHUHQWHVGHVXPHQVDMHILORVyILFR´ 9RQ:ULJKWHQ2UWHJD&DQWHUR 2) la ambición de su enfoTXH HSLVWHPROyJLFR ³SRUTXH OR TXH HVH HQIRTXH
procura es nada menos que integrar racionalmente lo histórico, lo político y lo
PRUDOHQHOVyOLGRGRPLQLRGHODFLHQWLILFLGDG´FXHVWLyQTXHQRSDUHFHKDEHU
UHVXHOWR DGHFXDGDPHQWH GHELGR D TXH ³sus discusiones política y moral no
sólo se yuxtaponen a su discusión económica y son exteriores a ella, sino
que interfieren con ella. Esa interferencia produce sistemáticamente
FRQIXVLyQ´ 3pUH] 'tD] HQ 2UWHJD &DQWHUR \ ILQDOPHQWH OD
cuestión metodológicD³$PLHQWHQGHUHVSHUIHFWDPHQWHFRUUHFWRLQVLVWLUHQ
que el marxismo constituye, fundamentalmente un método. Pero ya no es tan
FRUUHFWRFUHHUTXHFRPRPpWRGRKD\DGHHVWDUDVDOYRGHWRGRDWDTXH « HO PpWRGR PDU[LVWD HV HQ YHUGDG VXPDPHQWH SREUH´ (Popper en Ortega
Cantero 1985:41).
Una objeción que suscitó un gran debate hace algunas décadas fue la
cuestión de que la geografía radical carecía de una tradición teórica
geográfica genuinamente marxista, ya que al parecer, los escritos de Marx
no aportaban ningún sustento de los que se derivasen los estudios del
espacio (García Ballesteros 1986), pues sus reflexiones daban cabida a las
cuestiones históricas, mas no a las espaciales; objeción que al parecer no
fue contestada satisfactoriamente por los radicales, ya que el mismo Harvey
es quien en dos de sus obras ±The limits of capital (1982) y The urbanization
of capital (1985)±³KDVXEUD\DGRODIDOWDGHFRQFLHQFLDHVSDFLDOGH0DU[\KD
tratado de ampliar su análisis a un examen completo de las implicaciones
espaciales de algunos de sus enunciados teóricos, haciendo especial
UHIHUHQFLD DO FRQWH[WR XUEDQR´ 8QZLQ \ PiV UHFLHQWHPHQWH KD
señalado:
³5HVXOWD GLItFLO SDUHFH VHU GLDOpFWLFR UHVSHFWR DO HVSDFLR OR TXH
hace que muchos marxistas sigan en la práctica a Feuerbach, en la
LGHD GH TXH HO WLHPSR HV µOD FDWHJRUtD SULYLOHJLDGD GHO GLDOpFWLFR
porque excluye y subordina, mientras que el espacio tolera y
FRRUGLQD¶ +DVWD HO WpUPLQR materialismo histórico, señaló, borra la
importancia de la geografía, y si yo he luchado estos últimos años
SRU LPSODQWDU OD LGHD GH µPDWHULDOLVPR KLVWyULFR-JHRJUiILFR¶ HV
porque el cambio de esa terminología nos predispone a observar
con más flexibilidad y, espero, más convicción, el significado de
clase que tienen procesos como la globalización y el desarrollo
JHRJUiILFRGHVLJXDO´ +DUYH\ Paradójicamente, ±como se verá más adelante±, no obstante esos
inconvenientes, años más tarde la reivindicación del espacio como objeto de
estudio propiamente geográfico, vendrá de la mano de los geógrafos de
izquierdas, dentro del movimiento postmodernista. Por otro lado, en los
países occidentales, la adopción de una perspectiva marxista dentro de la
geografía generó ciertos conflictos al interior de ésta por la supeditación que
a la postre suponía la geografía social a la económica, tal como sucedía en
los países socialistas, pero además se consideraba que de esta manera la
JHRJUDItD HFRQyPLFD WUDQVIRUPDUtD D OD JHRJUDItD VRFLDO HQ ³JHRJUDItD
KXPDQDHQVHQWLGRSOHQR´ &DSHO 1989:75), lo que suponía un retroceso en la
consideración de la geografía como ciencia social.
Con todo, la geografía radical ha dado lugar a una prolífica producción
geográfica cuyo mérito fundamental, ha sido poner de manifiesto las
inequidades
espaciales
mediante
la
utilización
de
los
métodos
y
herramientas geográficos, sugiriendo además, algunos de los posibles
caminos para la solución de la problemática señalada. La enumeración de
estas obras daría lugar a una prolija lista de la que no es posible dar cuenta
en este espacio; sin embargo, valga una pequeña excepción a través de una
recopilación hecha por Unwin para recordar en el campo de la geografía
histórica a Dunford y Perrons (1983) quienes realizan un trabajo sobre el
desarrollo histórico del capitalismo en Gran Bretaña: The arena of capital; a
Gregory (1982, 1984), el cual, lleva a cabo una investigación sobre el cambio
industrial y el conflicto de clases en la industria de la lana de Yorkshire; a
Blaut (1975): Imperialism: the marxist theory and its evolution, que trata sobre
las teorías marxistas del colonialismo y el imperialismo.
En el área de la geografía urbana se destacan la investigación de Castell
(1977): The urban question: a Marxist approach y la de Harvey (1973): Social
justice and the city; en el de la planificación, los trabajos de Dear y Scott
(1981): Urbanization and urban planning in capitalist society. También se
llevaron a cabo estudios orientados a la comprensión de las desigualdades
regionales con relación a la reestructuración industrial como los realizados
por Massey y Meegan (1979): The geography of industrial reorganization,
entre otros. Finalmente, las investigaciones sobre las desigualdades sociales
y regionales asociadas al desarrollo del capitalismo en el llamado Tercer
Mundo, son otras de las contribuciones realizadas desde la geografía radical,
a cargo de los trabajos de Lacoste (1961): Geografía del subdesarrollo,
Slater
(1973):
Geographical
and
underdevelopment,
Santos
(1974):
Gepography, Marxism and underdevelopment y Buchanan (1972): The
geography of empire (Unwin 1992:231-232).
Además de obras más relacionadas con la geopolítica como las de Lacoste,
en las que usa de sus conocimientos geográficos para denunciar la
catástrofe producida por los bombardeos a las presas que arrasó la vida de
miles de personas en Vietnam (1977); y más recientemente, su trabajo sobre
Geopolítica (2008), y sus investigaciones sobre los conflictos espaciales y
sociales generados en torno al agua (2003): El agua: la lucha por la vida,
además de dedicar dos números monográficos de Herodote a este crucial
tema en 2001 y 2003.
Una característica que vale la pena destacar en los escritos de Marx ±y que
de alguna manera se reproduce en sus seguidores-, es, indudablemente, su
realismo crítico, mismo que aun sus propios detractores no pueden pasar por
alto. Valga la siguiente cita de uno de sus más contundentes críticos, que si
bien es cierto, es extensa, permite apreciar más íntegramente este aspecto:
³$XQ HO TXH QR DFHSWD OD YDOLGH] GH VX VLVWHPD SRVitivo, debe
hacerse cargo de la agudeza de su método intelectual como
instrumento desmitificador: la perspicacia de su mirada para
GHVFXEULU OD PHQWLUD GH ODV µLGHDV HOHYDGDV¶ HO VLJQLILFDGR SUiFWLFR
de las formulaciones teóricas, el trasmundo concreto que los
conceptos abstractos revelan o falsean. Después de Marx, aun el
más espiritualista de los filósofos, precisamente el espiritualista,
debe aprender una actitud de austeridad y cautela frente al
pensamiento especulativo y su posible gratuidad o, peor aun, frente
a su poder de ocultamiento de la realidad.
Sobre todo en el terreno político y cultural, la crítica marxista es
siempre un límite dialéctico y un freno útil para aquellas
proyecciones del pensamiento que se pierden en lo ideal, y se
gozan en su perfección formal, omitiendo toda referencia a la
posibilidad existencial, a la viabilidad histórica, al fundamento fáctico
de la idea o del valor. Todo platonismo ±en el sentido corriente de la
expresión± se ha hecho imposible después del realismo marxista.
/DV LGHDV QRV UHFXHUGD HVWH UHDOLVPR QXQFD VRQ µSXUDV¶ VLHPSUH
son a la vez fuerzas que operan en los conflictos de la existencia
social. Nos recuerda también que no vivimos en el mundo angélico
de la intersubjetividad: las relaciones entre los sujetos sufren
siempre la mediación de los objetos, estos, a su vez, son reales y
tienen su propio dinamismo ±así el dinero, la propiedad, las
µHVWUXFWXUDV¶±, y su acción o su inercia pueden anular las mejores
µLQWHQFLRQHV¶3RUHVRODFUtWLFDPDU[LVWDQRHVQXnca exclusivamente
intelectual, asume decididamente su función práctica, pues está no
solo delante del error sino de la alineación.
Que todo pensamiento esté condicionado por el entorno concreto y
por la historia, y que a su vez actúe sobre ella en términos prácticos,
es una afirmación que ±más allá de la pluralidad del sentido que
encierra± ha pasado al patrimonio intelectual del siglo XX. Desde
luego Marx no tiene la paternidad exclusiva de esta mentalidad
crítica; pero el realismo de sus análisis y el vigor de sus énfasis
IUHQWH D WRGR LGHDOLVPR \ D WRGD µDEVWUDFFLyQ¶ ±en el sentido
marxista± confieren a muchos de sus planteamientos el sabor de lo
concreto y de lo convincente, y lo hacen el protagonista de una
verdadera revolución copernicana en el orden del pensamiento tanto
FRPRHQODHVIHUDVRFLDO´ ,EixH]-51).
La geografía radical ha sufrido muchas transformaciones, tantas, que ya
difícilmente se podría encuadrar en la denominación de marxista, y ha
transitado a una visión del mundo más amplia, la geografía postmoderna,
superando en buena medida muchas de las debilidades señaladas párrafos
atrás. Se mencionan a continuación las causas que dieron origen al
postmodernismo, y se señalan de manera sucinta algunas de sus
características para encuadrar de mejor manera, las aportaciones de la
geografía postmoderna, como se verá más adelante.
24. La geografía humanística
La geografía denominada humanística nace como una réplica a la geografía
analítica dominante de los años setenta del siglo XX, a los excesos de la
geografía cuantitativa y como una resistencia a la corriente neopositivista,
identificada para entonces como el culmen del racionalismo moderno que ya
HVWDED HQ FULVLV ³/D JHRJUDItD KXPDQtVWLFD KD GH YHUVH FRPR XQD FUtWLFD \
una alternativa a OR TXH VH FRQVLGHUy OD µGLFWDGXUD LQWHOHFWXDO¶ GHO HQIRTXH
FXDQWLWDWLYRHQ*HRJUDItD´ 6DQJXLQFLWDGRHQEstébanez 1982:14).
Fue la reacción de un buen número de geógrafos que se negaban a aceptar
las limitaciones de este tipo de geografía que ignoraba los aspectos no
mensurables del ser humano, y las otras formas de conocimiento
H[WUDFLHQWtILFR GH pVWH /D DWHQFLyQ D HVWH WLSR GH WHPDV ³KD\ TXH
contextualizarla a partir de los momentos de profunda reflexión que se
desencadenaron en el mundo académico de la disciplina como consecuencia
del relevance debate. Esta prolífica diversificación, resultante del debate
generado en el campo de la geografía humana, propició contrastadas sendas
de
investigación
geográfica:
reformismo
neopositivista,
humaQLVWD FUtWLFD UDGLFDO RULHQWDFLyQ SRVWPRGHUQD HWF´
orientación
+HUQDQGR
2006:24).
La geografía humanística se alimentó de las filosofías fenomenológica y
existencialista por considerarla más acordes a los planteamientos que
reivindican la subjetividad del ser humano. Pero fue la fenomenología la que
tuvo un mayor impacto en la geografía. Para Husserl ±el padre de la
fenomenología± HO QXHVWUR HV XQ PXQGR GH ³YDORUHV ELHQHV XQ PXQGR
SUiFWLFR DQFODGR HQ XQ SDVDGR \ GLULJLGR D XQ IXWXUR´ FLWDGR HQ *DUFtD
Ballesteros 1986:80). La fenomenología intentaba rescatar aquellos valores
marginados por el neopositivismo por considerarlos muy subjetivos: las
experiencias del ser humano, sus sentimientos, su imaginación, su propia
percepción del espacio. Para Husserl la fenomenología es un método que
FRQVLVWHHQ³LUDODVFRVDV´GHMDUTXHpVWDVKDEOHQSRUVtPLVPDVGRQGHHO
propio conocimiento ±el modo de ver las cosas± se constituye en un
instrumento epistemológico (Ortega Cantero 2000:300). Quizá de entre las
geografías humanistas, la fenomenológica se aproximó más a la dimensión
extracientífica del conocimiento humano:
"¿Acaso no es a la fenomenología a la manera de Husserl a la que
se deben las reflexiones más pertinentes sobre la especificidad de
los hechos humanos y sociales? ¿Qué es lo que revela el examen
de la conciencia cuando empleamos el método fenomenológico?
Que ésta es siempre intencional. Henos aquí así pues en el polo
opuesto del universo sin finalidad al que se consagran las ciencias
positivas. La epistemología de las ciencias sociales debe partir de
esta constatación: el universo de los hombres no tiene la cualidad
REMHWLYD GHO GH ODV FRVDV HVWi VLHPSUH DQLPDGR SRU SUR\HFWRV´
(Claval 1987:117).
Inicialmente todas las corrientes que repudiaban a la geografía neopositivista
entraban en la amplia denominación de
humanísticas aunque no
necesariamente compartían los mismos presupuestos teóricos ±o lo que es
más, algunos se contraponían± pero que tenían en común ese rechazo a la
racionalidad cientificista, dando lugar a las diversas geografías: del
comportamiento, del bienestar, de la percepción, fenomenológica, radical,
etc. Sin embargo, dada esa diversidad de puntos de partida, con el paso del
tiempo fueron decantándose hacia posiciones distintas de corte materialista,
idealista, o propiamente humanista que parecía estar entre estas dos
corrientes.
Así, la geografía del comportamiento terminó en una prolongación de la
geografía neopositivista; la geografía liberal anglosajona devino en un
neodeterminismo espacial, también como concreción del neopositivismo y la
geografía radical acabó marcando sus diferencias respecto a casi todas las
otras geografías por considerarlas idealistas. La geografía positivista liberal
anglosajona pretendía explicar la ubicación de las fábricas, de los centros
comerciales, de los emplazamientos urbanos, las distancias entre éstos y las
preferencias de la gente y estudios por este estilo, lo que llamaríamos hoy
estudios de mercadotecnia, que no es que no tengan utilidad o no sean
necesarios, sino que dejaba de lado los acuciantes problemas sociales, las
inequidades socioespaciales que quedaban fuera del foco de su atención,
pues todos sus recursos técnicos y sus conocimientos estaban en función de
los intereses de la lógica económica liberal, del capitalismo.
La geografía liberal anglosajona partía de los mismos principios que el
liberalismo económico y político: reconocía leyes independientes de las
formas y los procesos de desarrollo de las sociedades. Del mismo modo, los
espacios eran estructurados según los modelos, independientemente de la
historia y de las relaciones sociales existentes en un orden espacial. La
geografía liberal se desentendía ±como hoy y siempre± de la problemática
social para ir exclusivamente en busca de su propio interés. Esta práctica
XWLOLWDULVWDGHODJHRJUDItDTXHVHGHWHQtDHQODFRQVLGHUDFLyQGH³HVWUXFWXUDV
abstractas y descarnadas y en la manipulación técnica", tenía en el
pragmatismo su mejor apoyo.
Por otra parte, la geografía del bienestar que intentaba centrar la atención en
el "bien±estar de la sociedad como condición variable en el espacio", fue
criticada por la geografía radical por no ofrecer soluciones efectivas a los
problemas de injusticia social: para lograr el bienestar de la sociedad hay que
eliminar las causas que generan dichas situaciones de injusticia, es decir,
eliminar radicalmente el sistema capitalista ±que es el responsable de tal
situación± mediante la instauración de un nuevo orden socioeconómico: el
sistema socialista. Los radicales acusaban también al resto de las geografías
humanistas de encerrar ideologías e intenciones poco claras, de enarbolar
banderas que persiguen intereses particulares y de que con la consideración
de las subjetividades se ha producido un retroceso en la objetividad de la
ciencia. La verdad es que la subjetividad de la gente es algo objetivo ±es
decir, real±, y no contar con algo objetivo en el desarrollo de la ciencia, es no
hacer ciencia. Otra cosa es que esas subjetividades no sean susceptibles de
cuantificarse; "los radicales (...) no siempre toman conciencia de la
dimensión real de la corriente humanista: al considerarla como una expresión
de una filosofía superada se niegan a ver lo que únicamente da prueba de
subjetivismo burgués" (Claval 1987:124). Con todo, la geografía humanística
y la geografía radical, fueron acusadas de falta de rigurosidad científica:
"Aunque los geógrafos radicales americanos han fracasado de un
modo notable en sus esfuerzos evangélicos, sin embargo han
conseguido un considerable éxito implícito en la mayoría de los
trabajos de geografía humana. Es indudable que las sugerencias
ofrecidas por los geógrafos humanistas y radicales han acrecentado
la valoración de la geografía. Es dudoso si han incrementado o no la
ciencia geográfica" (Mikesell 1986: 195).
25. La geografía postmodernista
Pese a los innegables adelantos de la ciencia, el siglo XX puso de manifiesto
las limitaciones de ésta, no sólo por su incapacidad para resolver todos los
problemas humanos, sino por ser muchas veces la causa de sus desgracias.
En
la
literatura
contemporánea
ofrecida
por
sociólogos,
filósofos,
historiadores y otros intelectuales se comenzó a observar que cada vez más
frecuentemente, de manera tácita o explícita, el tema de la crisis estaba
presente. El proyecto modernista, había fracasado en su intento de lograr la
emancipación de la humanidad, la libertad completa, la felicidad esperada.
La ciencia comienza a ser cuestionada produciéndose al interior de ésta una
ruptura. Los resultados poco satisfactorios de las ciencias desde el punto de
vista de la eficacia para explicar la realidad condujeron a la crisis al interior
de las ciencias. El modelo explicativo tiene una lógica del control y la
transformación de lo real. No parecía ser un camino muy cómodo y a
propósito de las ciencias sociales los tipos de explicación causal y funcional,
pues provienen directamente de las ciencias naturales. Esta crisis quedaba
especialmente de manifiesto en las ciencias sociales ±y por lo tanto, en la
geografía, que ya se venía perfilando como ciencia social± a las que siempre
se les había acusado de falta de rigurosidad, al no ajustarse por completo a
los cánones de la ciencia dura.
La realidad es que esta crisis afectaba también de modo profundo a las
ciencias de la naturaleza. El descubrimiento de la inestabilidad dinámica o
³FDRV´ OD LQWURGXFFLyQ GH ODV LGHDV GH SUREDELOLGDG H LUUHYHUVLELOLGDG KDQ
REOLJDGR D XQD UHYLVLyQ GHO FRQFHSWR GH ODV OH\HV GH OD QDWXUDOH]D ³OR TXH
comenzamos a percibir son los límites de la validez de los conceptos
IXQGDPHQWDOHVGHODItVLFD « 6LYLQFXODQDODVQRFLRQHs de inestabilidad y
FDRV «
la consideración de esos conceptos conduce a una nueva
IRUPXODFLyQGHODVOH\HVGHODQDWXUDOH]D´ 3ULJRJLQH ODVFXDOHVVe
consideraban invariables. El postmodernismo es una actitud contestataria
que reta el carácter de lo absoluto.
Sin embargo, el movimiento postmodernista no constituye un todo uniforme,
ni presenta un proyecto común; por el contrario, se encuentran en él diversas
posturas que podrían, incluso, verse como opuestas. Rosenau habla de dos
grandes grupos dentro del postmodernismo: los escépticos y los afirmativos.
Éstos últimos, más próximos a lo que se ha llamado el giro, cuyas únicas
características comunes son: el rechazo expreso al proyecto de la
modernidad, a la tradición patriarcal, secularizadora y esencialista de la
modernidad. Por lo tanto, renuncian a la epistemología tradicional, a las
teorías, porque éstas determinan al mundo. El juego de la modernidad es un
juego hegemónico, intenta naturalizar algunas construcciones sociales.
La teoría es una mirada única, prescriptiva, que dicta cómo se han de
conocer las cosas y opera con procedimientos inductivos y deductivos. En
este sentido, la interpretación ±y no la explicación, pues ésta supone la
existencia de leyes naturales que determinan el acontecer de los
fenómenos± es el punto más a propósito de coincidencia de estos
intelectuales postmodernos que se adscriben a esta nueva forma de mirar el
mundo. La interpretación es una tesis abierta, no tiene una teoría que
establezca los aspectos primarios de los secundarios, no tiene validez
universal, sino que la tiene en un tiempo y lugar determinados; por lo tanto,
una acción o un hecho tendrá sentido en un contexto específico.
Obviamente, este horizonte, inevitablemente trae consigo planteamientos
relativistas.
'HQWURGHODJHRJUDItDVHGDQLQWHUSUHWDFLRQHVGLYHUVDVSDUDDOJXQRV³HVWD
concepción implica un programa de deconstrucción extremadamente radical,
donde los códigos de la mente humana, la verdadera esencia de la cultura,
VHGHVWUX\HQSDUDSRGHUUHFRQVWUXLUORVGHVGHFHUR´PLHQWUDVTXHSDUDRWURV
HV DQWH WRGR ³RWUD UHHVWUXFWXUDFLyQ SURIXQGD \ DPSOLD de la modernidad, en
lugar de como una ruptura y sustitución completas de todo el pensamiento
post-LOXVWUDGR SURJUHVLVWD´ 8QZLQ -249). Hacia principios de la
década de los ochenta, comienza a darse una recuperación del concepto de
espacio en la misma geografía, a través de los enfoques postmodernistas.
Si la producción también afecta al espacio en tanto que objeto producido,
también cualquiera otra actividad humana tiene consecuencias espaciales; lo
mismo se puede decir de la tecnología, la cultura y la organización política y
social (Santos 2000). Así pues, el espacio tradicional, objeto de estudio de la
geografía, vuelve a tomar un lugar relevante en la reflexión teórica de los
geógrafos
inscrita
en
el
marco
de
la
teoría
social
y
esto
fue
fundamentalmente el resultado de una serie de trabajos realizados por los
geógrafos que se identificaban con una ideología de izquierdas.
Una aportación significativa, que si bien es cierto no se inscribe dentro de
este enfoque, pero que podría considerarse como precursora de ese rescate
conceptual es La producción del espacio, del historiador Henry Lefebvre,
aparecida en 1974. Otro autor que intentó abonar desde el campo del
marxismo a la teoría geográfica, aunque con menos éxito ±quizá por la
radicalidad de sus planteamientos±, fue Quaini, quien creía encontrar en el
PDU[LVPR³XQDWHRUía de la historia, un análisis de la sociedad e incluso una
JHRJUDItD´ (Ortega Valcárcel 2000:330-331). Sin embargo, este autor no
logra salir de los moldes tradicionales de las relaciones Hombre-Medio.
Los enfoques postmodernistas dentro de la geografía han dado un decidido
impulso a la recuperación del espacio como categoría específica y definitoria
de los estudios geográficos. Concretamente la obra de Edward Soja (1989)
Postmodern geographies: the reassertion of space in critical social theory,
además
de
ser
considerada
la
primera
investigación
geográfica
postmoderna, es una clara referencia en este sentido. Se suman a esta
reflexión otros dos autores, identificados también con una ideología de
izquierdas: Michael Dear, Mike Davis y Edward Soja, quienes han
incorporado la deconstrucción de los conceptos y discursos tradicionales
usados en la geografía, como metodología de investigación geográfica a
través nuevos recursos como el cine, el arte, la poesía, y una cierta
recuperación de la geografía regional planteada en nuevos términos.
Este cambio de coordenadas se traduce en la geografía en una mayor
atención a los aspectos subjetivos. De este modo, la geografía comenzó a
interesarse cada vez más no sólo por la subjetividad de las personas, sino
por la subjetividad del geógrafo en particular:
La geografía posmoderna ha puesto en evidencia la subjetividad del
geógrafo, subrayando cómo el concepto de autoridad y el punto de
observación de donde parten nuestras proyecciones/exploraciones
del mundo son elementos clave para comprender el desarrollo de
cualquier discurso geográfico. Ha mostrado también cómo la fuerza
del autor se ha regido por su capacidad ²en la mayor parte de los
casos inconsciente porque es transferida al plano epistemológico²
de esconder la propia posición y de convertir la propia conducta en
inocente, es decir científica, salvo por someterse con relativa
serenidad a los imperativos paradigmáticos (Minca 2002:50).
La
geografía postmoderna
ha
coadyuvado
al
impulso
definitivo
y
determinante que necesitaba la geografía para su consolidación en el campo
de las ciencias sociales, y una renovación de sentido en el modo de abordar
y tratar no sólo los temas sociales, sino los temas que siempre han sido del
interés de la geografía, como son los recursos naturales.
26. La geografía como ciencia social
Se ha dicho que la geografía es social por naturaleza pues el ser humano
siempre ha estado presente en el quehacer geográfico (George 1980:9);
pero, como se ha visto, el modo de abordarlo y de entenderlo no ha sido
siempre el mismo; digamos que la geografía ha sido siempre "humana"
porque nunca han faltado en sus estudios aspectos relacionados con la
población ±razas, costumbres, religiones, etc.±; pero al mismo tiempo, ha
sido "física", porque desde sus orígenes se ha ocupado de estudiar a la
Tierra en su totalidad.
Para llegar a descubrir su auténtica vocación social, tuvieron que pasar miles
de años, entre otras cosas, porque no existían las ciencias sociales. Ese
periodo de madurez no llegó sino hasta mediados del siglo XX, cuando
finalmente, se consideró a sí misma, ciencia social, y no ciencia física o
ciencia natural, pese a la fuerte tradición naturalista del siglo XIX y principios
del XX, o más aun, a la tradición milenaria de la geografía, orientada casi
exclusivamente a las cuestiones físicas de la Tierra y a su posición en el
espacio sideral, e independientemente del acuerdo o desacuerdo que
pudiera existir entre los geógrafos físicos. Paradójicamente, la introducción
de temas no físicos ±geografía de la localización, geografía del bienestar,
aunque no propiamente temas sociales±, en el campo geográfico fue llevada
a cabo por la corriente neopositivista en pleno auge en los Estados Unidos,
al término de la Segunda Guerra Mundial y durante la década de los años
cincuenta, y posteriormente, en el Reino Unido en la década de los sesentas.
Más tarde, geógrafos de Francia, Alemania y España, incorporaron esta
perspectiva en sus investigaciones.
Desde la óptica materialista, ésta no tuvo ningún inconveniente en considerar
los hechos humanos con el mismo grado de empiricidad con el que abordaba
los fenómenos físicos y naturales. Aunque, evidentemente, este modo de
abordar los fenómenos sociales no era el más adecuado ±y fue una de las
críticas que impugnaron las corrientes humanistas y radicales±, consiguió
llamar la atención de los diversos científicos que reivindicaron para la
geografía un lugar entre las ciencias, lugar que no le era reconocido en el
ámbito científico desde hacía mucho tiempo, pues el prestigio del que había
gozado durante el siglo XIX, especialmente en la segunda mitad y a
principios del siglo XX, había ido desapareciendo en la medida en que la
sociedad se orientaba hacia nuevos intereses y la geografía se quedaba en
la consideración de los aspectos puramente naturales.
Algunos autores, al reflexionar acerca de este cambio de horizontes en la
geografía, coinciden en señalar algunas circunstancias externas que
propiciaron este cambio. Se destaca que la ola progresista que caracterizó
los años de la postguerra había desaparecido por la década de los setenta,
cuando la opinión pública comenzó a sensibilizarse primero por la
problemática ecológica para centrar su atención posteriormente en los
múltiples problemas que aquejaban a la sociedad. Los geógrafos contaban
con mayores recursos técnicos para el tratamiento de ambos problemas, de
modo que se aplicaron en la utilización de dichos recursos ±ya desde una
óptica positivista± para resolver la problemática que se les planteaba. La
geografía en su conjunto está considerada como ciencia social, lo que
significa que los aspectos físicos quedan asumidos por la dimensión
humana; lo que significa también que los geógrafos físicos son científicos
sociales, aunque aparentemente tengan muy poco que ver con la geografía
humana o con los aspectos sociales. Al fin y al cabo, ya Hume llegaba a la
conclusión de que las ciencias en general se orientan al servicio del hombre
(Sanz 1991:347) y, con más razón esto tendría que observarse respecto a la
geografía física, que es parte de la misma geografía.
La geografía es finalmente una ciencia social, pese a los denodados
esfuerzos que en su momento hiciera la sociología por recluirla al ámbito de
los estudios puramente naturales del medio (Hernando 2009:153). Este fue
un hecho de gran envergadura y no sólo una simple cuestión nominal, un
pequeño detalle en la historia de la geografía, sino que es ±a nuestro juicio±,
una cuestión medular que mientras no estuvo resuelta, no se podía dar
cuenta cabal de su identidad, ni tampoco resolver satisfactoriamente, los
complejos planteamientos que se le venían haciendo provenientes de los
diversos campos del saber, de los acuciantes problemas del mundo
moderno, así como del acontecer diario de los ciudadanos.
¿Por qué contrariamente a la opinión pública que en general considera a la
geografía como una ciencia física o natural, está ubicada en el universo de
las ciencias sociales? ¿Por qué, incluso tras la resistencia de muchos
geógrafos, terminó predominando el aspecto social como el elemento
definitorio? ¿Qué fue lo que indujo a la definitiva conversión de la geografía a
las cuestiones sociales? La resistencia al cambio de horizontes dentro de la
geografía hacia una orientación más social se debía en gran parte al temor
de perder su propia especificidad identificada desde hace más de dos
milenios con la tradición físico-naturalista. Sin embargo, la orientación de la
geografía hacia lo social venía incoada desde el mismo momento en que se
decidió no excluir de su esfera de estudios al sHU KXPDQR /D ³YRFDFLyQ
VRFLDO´de la geografía quedó definitivamente confirmada en la segunda mitad
del siglo XX, donde se la ve irrumpir de lleno en los temas sociales o de
organización social del espacio. Diversas causas confluyeron para su
definitiva conversión a las cuestiones de tipo social.
En primer lugar se puede mencionar el hecho de que la geografía nunca fue
ajena a los avances ±y retrocesos± de otras ciencias sociales como la
sociología, la economía y la historia; de las corrientes del pensamiento
dominantes en cada época, y de los debates que se establecían entre éstas,
tal como ocurrió, por ejemplo, entre el positivismo y el historicismo alemán,
permeando su influencia en el campo de la geografía. Para el historicismo,
existía una clara diferencia entre los modos de investigar los hechos
naturales y los sociales. En la específica denominación del historicismo
alemán el vocablo erklären es usado para designar la forma concreta de
conocer en las ciencias naturales, las cuales formulan leyes que explican el
fenómeno estudiado, en contraposición con el vocablo verstehen, que
expresa el tipo de conocimiento propio de las ciencias del espíritu ±el cual no
puede explicar desde fuera al ser humano por medio de leyes, porque está
por encima de esos mecanismos exclusivamente físicos o biológicos, y sus
motivaciones proceden de fuentes más profundas y complejas± sino sólo
comprenderlo, dado que el ser humano, su objeto de estudio, tiene una
interioridad que no puede ser explicada desde fuera, sino sólo comprendida.
Esta distinción epistemológica aplicada a la forma de abordar los fenómenos
físicos y humanos, constituyó un importante precedente en la aproximación
al estudio de las realidades VRFLDOHV HQ JHRJUDItD DO HVSDFLR ³YLYLGR´, al
³HVStULWX´ \ OD ³SHUVRQDOLGDG´ GHO HVSDFLR 7XDQ \ VV . Si, como
siempre se ha dicho, la geografía se encarga del estudio del espacio, no
había razón para retraerse del estudio del espacio humanizado y menos aún
del artífice de ese espacio; si se pretendía que fuera explicativa tenía que
comprender antes los hechos humanos para explicar la organización
espacial, pues de otro modo no podría explicar, más que muy pobremente,
ese espacio. De este modo la geografía comenzó a interesarse cada vez
más por los asuntos económicos y sociales y por la problemática asociada a
ellos como las cuestiones de injusticia o inequidad sociales y a cuestionar el
RUGHQ HFRQyPLFR LPSHUDQWH \ VXV FULWHULRV GH ³HILFDFLD´ TXH LQFLGHQ HQ OD
³GLVSRVLFLyQ HVSDFLDO GH OD DFWLYLGDG KXPDQD´ 6mith 1980:11) y que en
EXHQD PHGLGD GDEDQ UD]yQ GH HVDV LQHTXLGDGHV 6L ³SURGXFLU HV SURGXFLU
HVSDFLR´ WDPELpQ FXDOTXLHU RWUD DFWLYLGDG KXPDQD WLHQH FRQVHFXHQFLDV
espaciales; lo mismo se puede decir de la tecnología, la cultura y la
organización política y social (Santos 2000).
Finalmente se arribaba a la geografía social, donde se podían tratar como
propios, los más variados problemas sociales que dejaban huella en el
espacio. Esto significaba investigar las ideologías, acercarse a los actores
políticos y sociales y a los móviles del comportamiento humano (Rentería
2011); a la interpretación y la valoración que las personas hacen del espacio,
de las etapas y del proceso de toma de decisiones que afectan
fundamentalmente a la organización espacial.
En este sentido, la fenomenología ejerció una importante influencia
epistemológica en la segunda mitad del siglo XX, al abordar el tema de la
experiencia cotidiana, vivida y adquirida por el individuo (Lindón 2006), en la
que las nociones de espacio y lugar dan la clave para la comprensión del
individuo con sus sentimientos y afectos, que no son en absoluto, algo ajeno
a la configuración y organización del espacio (Montañez 2009:55). Ahora
bien, esta tarea no podía llevarla a cabo sólo con los recursos metodológicos
de que disponía entonces; tenía que acercarse a las ciencias sociales y
apoyarse en los métodos utilizados por éstas. ¡Por fin! se comprendía que la
geografía no podía abordar los hechos humanos con los métodos propios de
las ciencias naturales ±cuantitativos±, sino con aquellos más idóneos a la
naturaleza de éstos, abriéndose a una variedad de métodos cualitativos no
utilizados hasta entonces en la geografía (Claval 1979:10) como las
entrevistas, las historias de vida, los diarios personales, las cartas privadas,
etc., lo que no significaba abandonar los métodos y técnicas cuantitativas,
sino darles sentido mediante una interpretación adecuada. De aquí se siguió
un enriquecimiento metodológico como nunca se había visto en la historia de
la geografía.
De este modo, la geografía humana fue experimentado un avance
importantísimo en su aproximación a la sociedad y a su diario vivir,
aportando desde su campo propio, soluciones de mejora social. Así, el
hombre y la sociedad pasan a ocupar un lugar central no sólo en las
investigaciones sociales, sino aun en aquellas referidas a la naturaleza,
notándose
una
mayor
sensibilidad
ante
los
problemas
sociales,
especialmente, en las nuevas generaciones de geógrafos en las que se
replantea la significación social de sus trabajos.
A este respecto, a principios de la década de los ochenta Capel citaba
concretamente el caso de la geomorfología, aunque sea aplicable a las otras
ramas de la geografía física: "se difunde una clara conciencia de la
necesidad de incorporar consideraciones éticas y sociales en el trabajo del
JHRPRUIyORJR´ &DSHO DXQTXH ELHQ SRGUtD GHFLUVH OR PLVPR
respecto a otros especialistas. No ha sucedido lo mismo con relación al resto
de la sociedad, pues, no es raro encontrar que el común de la gente piense
que la geografía tiene muy poco que hacer en las cuestiones sociales,
porque se le sigue relacionando con los paisajes naturales. No es extraño
que esto suceda, después de todo, una larga tradición secular ha sustentado
esta creencia ±asociada e impulsada por la enseñanza de la geografía
durante décadas± a pesar de los esfuerzos y logros que a este respecto se
hayan hecho; lo más probable es que tendrán que pasar aún muchos años
más para que su imagen se reivindique ante la opinión pública. Lo que es
menos comprensible es el hecho que esto suceda aun en algunos ambientes
científicos, no obstante que las investigaciones en el campo social se han
multiplicado exponencialmente y cada vez van siendo más numerosas en el
campo de la geografía. Lo fundamental en todo caso ±y con independencia
de este hecho±, es que la geografía demuestre con los hechos su utilidad en
el panorama social (Philipponneau 2001).
La diversidad de fenómenos que se suceden en el espacio ±particularmente
los sociales±, condujo a la geografía humana a una serie GH ³HQFXHQWURV´
con las ciencias sociales, particularmente, con la sociología, que,
paradójicamente, le daban la razón para estudiarlos en su campo y al mismo
tiempo, le ponían en riesgo de ser diluida o absorbida por ésta bajo la
GHQRPLQDFLyQ GH ³PRUIRORJtD VRFLDO´ R ELHQ DO GHOLPLWDU ORV FDPSRV GH
estudio, la sociología pretendía que la geografía se ocupara sólo de las
cosas de la Tierra dejando exclusivamente para la sociología, el estudio de la
sociedad (Hernando 2009:153), por lo que estos primeros acercamientos,
GHYLQLHURQ HQ ³GHVHQFXHQWURV´ FRPR UHVSXHVWD GH OD JHRJUDItD HQ VX
necesidad de afirmar su propia identidad, para finalmente terminar ±después
de varias décadas± HQXQ³UHHQFXHQWUR´ 0RQWDxH] HQHOTXHWDQWR
la geografía como la sociología, ya no insisten en el acotamiento,
reconocimiento y respeto de su propio campo disciplinar, sino que más bien,
éstos parten de marcos de referencia más amplios en los que el análisis y la
explicación de los hechos conducen a una mayor convergencia (Hernando
2009:156), dándose un fructífero intercambio de conceptos y métodos en el
TXH OD JHRJUDItD ³VRFLDOL]D´ HO HVSDFLR \ OD VRFLRORJtD ³HVSDFLDOL]D´ OD
sociedad.
Hoy por hoy se puede decir que la geografía no ha superado, sino asumido,
los estadios puramente descriptivos o puramente explicativos, para
incorporar nuevas dimensiones: la interpretativa, que lleva aneja la
necesidad de la deliberación, del diálogo, e incluso, la crítica (Valcárcel
2008), la cual, no necesariamente tiene que estar alineada a una ideología
de izquierdas, al llamado modernismo crítico, o a la crítica postmoderna.
En general, en las ciencias sociales se ha experimentado un giro hacia la
geografía, dándose unD³H[SORVLyQGHODHVSHFLDOLGDG\HOWHUULWRULR´ /LQGyQ
Hiernaux 2006:9) que ha supuesto un reencuentro entre éstas y que ha
significado un mayor enriquecimiento para el conjunto de las ciencias
sociales, las cuales han mostrado una mayor apertura y acercamiento hacia
la geografía incorporando en sus investigaciones la dimensión espacial con
conceptos como paisaje, territorio, lugar, escala, espacio geográfico, etc.
(Montañez 2009:64), que si bien es cierto no han sido del dominio exclusivo
de la geografía, sí han sido mayormente tratados, profundizados y utilizados
por la geografía, de tal manera, que se ha entablado un interesante diálogo
en el que el mutuo reconocimiento de sus propias especificidades y valía, ha
dado como resultado una construcción teórica de más altura.
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