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Esa visión naturalista, influenciada en parte por el positivismo, dio lugar al problema del monismo metodológico, mismo que ocasionó un fuerte debate dentro de la geografía en torno a su unidad, desembocando en la escisión de esta disciplina en dos ramas, la física y la humana, ralentizando su avance en dirección a su identificación como ciencia social. Así pues, en esta obra se abordan las dificultades que la geografía ha tenido que sortear para abordar como algo propio, el estudio de los fenómenos sociales dentro del campo de la geografía, haciendo un repaso sucinto de la evolución de la geografía desde su visión cosmográfica hasta su perspectiva social. En este repaso, se pueden apreciar las etapas por las que ha pasado el pensamiento geográfico, e incluso las cuestiones de tipo epistemológico que le han afectado, sobre todo a partir de su pretensión de constituirse en un conocimiento científico. Agradezco al Dr. Felipe Javier Hernando Sanz, Vicedecano de Innovación y Nuevas Tecnologías de la Universidad Complutense de Madrid, la lectura de este trabajo y sus pertinentes observaciones. 1. La evolución de la geografía: de la visión cosmográfica a la perspectiva social Aunque el ser humano ha estado presente desde los mismos orígenes de la geografía, el tratamiento de los hechos sociales propiamente dicho es un hecho sumamente reciente en esta disciplina. Con el surgimiento de la geografía moderna ±una consecuencia tardía de los profundos cambios del pensamiento occidental ocurridos en la Modernidad que posibilitaron el surgimiento de la geografía como ciencia explicativa± se introdujo el estudio del ser humano en esta disciplina, no sin grandes dificultades y limitaciones. El ambiente naturalista ±una herencia de la Ilustración que hizo posible la transferencia de las pretensiones científicas de las ciencias de la naturaleza hacia las humanidades±, condujo por un lado al tratamiento de los hechos sociales como fenómenos puramente biológicos mediante el evolucionismo darwinista, bien como fenómenos físicos mediante la física social del positivismo, o bien bajo un esquema determinista que respondía a estrictos mecanismos de causalidad que dieron como resultado conclusiones espurias con relación a los fenómenos sociales. /D UHDOLGDG HV TXH OD PD\RUtD GH ORV JHyJUDIRV GHO VLJOR ;,; ³HOXGLHURQ FXDOTXLHU FRPSURPLVR FRQ HO KRPEUH HQ Vt´ *UHJRU\ ¢&yPR VH podía ignorar al ser humano, autor de tantos y tan grandes cambios que se producen en el espacio? Quizá más que por cualquier dificultad de tipo ideológico, sucedió por una razón de conveniencia en el plano científico: porque incluir al ser humano obligaba a admitir la existencia de una geografía humana que ponía en riesgo la unidad de la geografía, y con ello, la posibilidad de consolidarse como ciencia. En todo caso, el tratamiento de los temas relacionados con el ser humano dentro de la geografía era inadecuado, pues se pretendía aplicar los mismos criterios científicos que en las ciencias físicas, o bien, reproducía los mismos errores de las corrientes ideológicas de donde provenían los tópicos humanos o sociales. Así pues, el desarrollo de la geografía ha estado jalonado por el surgimiento y transformación de otras ciencias; mención especial merecen la biología ±y en general, las ciencias naturales± y el nacimiento de la sociología, acontecimientos que la marcaron profundamente en lo que al tratamiento de los fenómenos humanos se refiere. Probablemente un hecho que también contribuyó a ver más clara la necesidad de incluir al ser humano en el campo de la geografía fue la difusión y alcance de la Revolución Industrial y el avance de la ciencia y de la técnica que comenzaron a mostrar con más claridad la capacidad del ser humano para someter a la naturaleza. Desde la introducción del ser humano como objeto de estudio dentro de la geografía hasta la consideración de la importancia de la subjetividad, creencias y valores en este campo, ha sido un largo camino el que ha tenido que recorrer para alcanzar, si no un consenso, sí un amplio reconocimiento de su existencia y del destacado papel que juegan en la configuración del espacio. Sabido es que la geografía, a lo largo de su historia, ha sufrido profundas transformaciones en lo que a su objeto de estudio y métodos se refiere, pasando de una tradición cosmográfica hasta su actual perspectiva social. En efecto, la geografía es considerada como una ciencia social, no obstante que la casi totalidad de su existencia no había tenido en cuenta al hombre PiV TXH GH PDQHUD PDUJLQDO HVH ³HOHPHQWR´ WDQ VLQJXODU FRPR esquivo, que también formaba parte de la Naturaleza. La geografía ha evolucionado atravesando por etapas muy diferenciadas tanto en su duración como en su alcance. A grandes rasgos, podemos distinguir por lo menos, cuatro etapas a lo largo de su historia: en la primera etapa (siglo V a.C.±siglo XVI d.C.), la geografía comprende tanto estudios astronómicos y matemáticos, como de tipo histórico; en la segunda etapa: (siglo XVII±siglo XVIII), la geografía ya prescinde de los estudios astronómicos y se caracteriza por la abundancia de la descripción; en la tercera etapa (siglo XIX±primera mitad del siglo XX), la geografía moderna se abre a los principios generalizadores de la ciencia y se ve influenciada por el naturalismo, el evolucionismo y el positivismo; y finalmente, en la cuarta etapa que va de 1950 a la actualidad comprende el desarrollo de la geografía como ciencia social. Como se ve, no tiene punto de comparación la duración de la primera etapa: veintiún siglos, frente a los dos de la segunda etapa, uno y medio de la tercera y poco más de medio siglo de la cuarta etapa. Sin embargo, los cambios más significativos en la configuración de la geografía actual se encuentran en las dos últimas y más breves etapas. A lo largo de éstas se puede observar que la geografía y más aun, del pensamiento geográfico, guardan una relación directa con la evolución general del conocimiento humano, primero influenciada por el desarrollo de las ciencias naturales y posteriormente, de las ciencias sociales. 2. La tradición cosmográfica No es difícil suponer que el conocimiento geográfico haya sido uno de los más antiguos del ser humano, quizá tanto como la filosofía, la ciencia madre, o aun más que ella, puesto que el conocimiento geográfico comenzó en el momento mismo en que el hombre empezó a explorar su entorno impulsado por una necesidad vital: importaba conocer la localización, distribución, y características de los recursos que iban a constituir la base de su alimentación, los materiales para su vestido y sus herramientas, y también la delimitación de su territorio. Ciertamente este no era sino un conocimiento precientífico, pero al fin y al cabo, un conocimiento precursor de otro más ordenado y elaborado que tuvo lugar en la primera etapa de lo que empezó a considerarse como geografía, en la Edad Antigua. La descripción jugó un papel sumamente importante en esta primera etapa en la que la geografía se encargaba de describir tanto la Tierra y lo que la compone, como los cielos que la rodean. Ante un panorama tan extenso, la geografía no tardó en alinear sus conocimientos en torno a dos grandes temáticas: por un lado, las cuestiones exclusivamente físicas que incluían cálculos matemáticos, a escala universal, orientados al estudio del cosmos, contenida en la llamada geografía general o matemática; y, por otro, las cuestiones relacionadas con el entorno del hombre que incluían elementos etnográficos e históricos, a una escala local, dentro de la llamada geografía descriptiva o regional. La denominación de este cuerpo de conocimientos recayó sobre la Tierra hacia el siglo III a.C., como nos lo muestra la etimología del vocablo geografía, que significa representación de la Tierra. Fue Eratóstenes quien por primera vez utilizó este término en su obra Hypomnemata geographica en la que no solamente se ocupa de la descripción y representación del espacio terrestre y de cálculos matemáticos, sino también de cuestiones históricas (Ortega Valcárcel 2000:41); una denominación acertada, pues con el correr de los siglos, los estudios referidos al espacio exterior se independizaron totalmente de la geografía, para quedar únicamente aquellos referidos al espacio terrestre. No obstante, la primera representación de la Tierra se le atribuye a Anaximandro de Mileto (611-547 a. C.) y la primera gran descripción de la misma, a Hecateo de Mileto (550-476 a.C.), (Unwin 1995:78). Pero es a Herodoto, ±el Padre de la historia, quien vivió en el siglo V a.C. y escribió la primera gran obra de la literatura occidental en prosa±, a quien se OHKDDWULEXLGROD³LQYHQFLyQ´GHODJHRJUDItD &ODYDO SRUKDEHUVLGR el primero en ordenar la información sobre el espacio conocido de su tiempo; SRU KDEHU UHFRJLGR ³HOHPHQWRV WHUULWRULDOHV EiVLFRV TXH WLHQHQ TXH YHU FRQ las diferencias étnicas, con las particularidades sociales, con las VLQJXODULGDGHV \ UHJXODULGDGHV GHO HVSDFLR´ 2UWHJD 9DOFiUFHO 1R es extraño que esto suceda, pues es sumamente difícil ±por no decir imposible± hacer historia sin geografía, pues el espacio es un punto obligado de referencia, ya que la vida del hombre transcurre a la vez en el tiempo y en el espacio de modo ineludible, de manera que, probablemente sin pretenderlo, Herodoto estaba haciendo geografía. Como bien decía Vidal de OD %ODFKH ³OD historia y la Geografía son antiguos compañeros que han caminado juntos largo tiempo y que, como ocurre entre viejos amigos, han perdido el hábito de distinguir las diIHUHQFLDV TXH OHV VHSDUDQ´ 9LGDO GH OD Blache, citado en García Ramón 1985:13). Por este motivo, la geografía descriptiva tiene su importancia ya que prefigura la temática de la moderna geografía ±aunque abordada, evidentemente, de un modo nuevo± pues contenía en germen tanto la geografía física como la humana, ya que estas descripciones no sólo se ocupaban de describir a los pueblos, sino como hemos dicho, también el entorno físico de esos pueblos, de los recursos ±muchas veces exuberantes y exóticos±, las cuestiones morfológicas del paisaje; aunque no es de extrañar, sin embargo, que algunas veces parezca una descripción un tanto básica, pues no se había desarrollado suficientemente la nomenclatura, de tal modo que se facilitase la tarea. Este tipo de deVFULSFLRQHV³JHRJUiILFDV´VHPDQWXYRPiVRPHQRVLQYDULDEOH durante la Edad Media, recibiendo un nuevo impulso con los relatos del descubrimiento de América, que como es de todos sabido, contribuyeron a alimentar esta línea histórica o descriptiva. Por otra parte, el descubrimiento de los originales griegos en las bibliotecas de monasterios bizantinos da un nuevo impulso al interés por los clásicos griegos (Ortega Valcárcel 2000:97). A principios de la Edad Moderna, la geografía general o matemática, había experimentado también un gran progreso. Un buen ejemplo de ello es la Geographia generalis de Varenio ±como se verá más adelante± la cual constituye la última obra de alcance cósmico realizada en el campo de esta disciplina. Por otro lado, era ya difícil seguir manteniendo tal magnitud de temas en el seno de la geografía dado el grado de complejidad y especialización alcanzados por estas ramas del saber ±que hasta este momento habían permanecido unidas al tronco de la geografía±, que hacían impostergable su independencia. Así pues, la emancipación de estas ciencias con relación a la geografía, sucedió de forma natural. El reconocimiento definitivo de la reducción del campo de estudio de la geografía quedó de manifiesto con la declaración de Richthofen (1833-1905) ±geólogo alemán que se dedicó posteriormente a la geografía±, pronunciada en la Academia de Leipzig en 1883, quien definió a la geografía como la "ciencia de la superficie terrestre y de los fenómenos que están en relaciones mutuas de causalidad con HOOD´ 3. El ambiente intelectual del siglo XVIII y su influencia en el desarrollo de la geografía moderna Desde Descartes se había apostado por la unidad de la ciencia basada en la unidad metodológica a través del método matemático, pues las matemáticas aseguraban el rigor y la exactitud requeridos por la razón para la FRQVWUXFFLyQGHXQDFLHQFLDFLHUWD\YHUGDGHUD³ODVGLVFLSOLQDVPDWHPiWLFDV demuestran y justifican con las más sólidas razones todo lo que traen a discusión, de forma que verdaderamente engendran ciencia y expulsan por completo todas las dudas de la mente (...) no hay duda de que a las PDWHPiWLFDV FRUUHVSRQGH HO SULPHU OXJDU HQWUH ODV FLHQFLDV´ 'HVFDUWHV citado en GER 1972). Así, el hombre de la época moderna que se proponía poner al máximo su rendimiento intelectual pretendiendo encontrar el orden establecido en el universo mediante el descubrimiento de las leyes naturales que se encontraban inmersas en todas las realidades, ±incluyendo al hombre mismo±, cuenta con un precedente metodológico importante, de modo que a partir de Descartes los científicos y filósofos posteriores no harán sino reiterar la importancia del método matemático. Así Copérnico, Galileo, Newton, Keppler, etc., con admirable esfuerzo, se emplean por completo en la aplicación de las matemáticas en el campo de la física y de la astronomía, consiguiendo asombrosos resultados. Comte también propone para el desarrollo de la Ciencia, ±en el siglo XIX, con el positivismo± el método matemático, aunque difiere notablemente de Descartes al rechazar todo tipo de formalismo, que precisamente, será su primer obstáculo en el desarrollo de una Ciencia coherente consigo misma. El siglo XVIII condensa de alguna manera las ideas del racionalismo que empezaron a marcar las pautas del desarrollo científico a partir del siglo XV: una confianza ilimitada en la razón, su autorreferencialidad, la conciencia de su "propia singularidad y del lugar que está llamada a ocupar en la historia" un optimismo extremo en la idea de progreso, y un acusado afán de desvincular de todo orden metafísico el orden terreno (Sanz 1991:16). A lo largo del siglo XVIII se desarrolló el pensamiento ilustrado, uno de los frutos más granados del racionalismo en su conjunto, que dio origen a los más significativos y radicales cambios dentro de nuestra disciplina, experimentados en el siglo XIX. Así pues, el Siglo de las Luces o Edad de la Razón, ±como también es conocido el siglo XVIII± en cuyo ambiente germinaron y se desarrollaron las ideas y corrientes filosóficas que sustentaron la casi totalidad de la vida intelectual del siglo XIX, aparece como el preámbulo de los más profundos cambios operados en la geografía y cuyas reminiscencias perviven hasta nuestros días bajo las formas más diversas. El innegable progreso registrado en casi todos los campos del saber y los adelantos de la técnica, afianzaron la autosuficiencia del hombre ilustrado, el cual se afanaba por desentrañar los últimos misterios de la realidad, rasgo típicamente racionalista que influyó notablemente en los intentos de sistematización de todas las ciencias, incluida la geografía. Con el racionalismo, el saber intenta llevar a un estadio de madurez con garantías de cientificidad que le asegure un lugar en el universo de las ciencias. "El prestigio adquirido por la ciencia tiene una doble consecuencia: por un lado, lleva a proponerla como modelo de conocimiento riguroso, científico, con lo cual queda descalificado indirectamente todo conocimiento que no se ajuste a este modelo y que es entonces relegado al QLYHO GH OD RSLQLyQ R GH OD IH´ ODV GLIHUHQWHV UDPDV GHO VDEHU TXH DVSLUDQ ahora a la autofundamentación, no remiten más que a sí mismas o al hombre como la última instancia fundante" (Sanz 1991:23-29) las ciencias experimentaron un avance significativo en su desarrollo, aspirantes todas a tener la debida connotación científica requerida para considerarse como un saber respetable. Mención especial debe hacerse de la física, sobre todo, la mecánica, cuya influencia desbordó sus propios límites hasta introducirse en el ámbito de las ciencias sociales. Paradójicamente, la misma actitud de fe en el orden trascendente que condenaba el racionalismo, aparece ahora puesta en la ciencia: "Este 'paradigma filosófico mecanicista', que fundamentaba y posibilitaba la que fue vivida con fe religiosa como la ciencia verdadera, pasaría a ser filosofía dominante, extrapolada a todo campo de pensamiento (...). Se vivió la filosofía mecanicista como la clave y llave de la cientificidad (Bermudo 1978:9). Por otro lado, el empirismo ±cuyo origen se remonta al siglo XV±, se había difundido también con mucho éxito, no sólo en Inglaterra, sino en la Europa continental, en franca oposición a los principios racionalistas. Para aquél, la experiencia era una premisa absoluta, pues reducía todo el conocimiento a las percepciones sensibles del propio sujeto; el conocimiento no puede ir más allá de lo que percibe la experiencia, la propia percepción (Sanz 1991:32-34). Esta línea de pensamiento potenció el naturalismo del siglo XVIII, el cual entendía que el auténtico conocimiento de la realidad la daba la experiencia basada en los sentidos en contacto directo con la naturaleza. Otro tema importante fue el producido por el debate en torno a la teleología (Manent 1990:35 y ss). Esta cuestión ha sido uno de los puntos centrales a lo largo de la historia de la filosofía y de la filosofía de la historia, ya que su admisión implica necesariamente la idea de un Ser trascendente al cual y por el cual se ordenan todas las cosas existentes, la filosofía moderna suprime, por su parte, la causalidad final. La teleología de la naturaleza es consecuentemente rechazada. Esto se pondrá muy de manifiesto en la geografía con la introducción de las corrientes evolucionistas y darwinistas, que influyeron, por ejemplo, para que se buscase otra solución a las propuestas de Ritter que admitían un principio teleológico en sus explicaciones. 4. El surgimiento de la geografía moderna A lo largo del siglo XVIII y principios del XIX, una serie de circunstancias históricas harían propicio el surgimiento de una geografía moderna: los viajes de exploración, la expansión colonial europea, el desarrollo del moderno nacionalismo, la elaboración de un proyecto conceptual y metodológico y el reconocimiento institucional de la geografía en las universidades (Ortega Valcárcel 2000: 115-116). El siglo XIX es también la época de esplendor de las grandes sociedades geográficas (Haggett 1994:630). En este siglo ya no pervive el concepto de geografía matemática al estilo de los geómetras griegos1 por la sencilla razón de que a estas alturas no existía ya una geografía tal, debido a la especialización y emancipación de muchas ramas contenidas en el saber geográfico como la astronomía, la geofísica, la meteorología la geología, la geodesia y la cartografía entre otras. Algunos 1 "Al final del siglo XVIII la determinación de las latitudes y de las longitudes ha dejado de ser un problema: esta es la tarea de especialistas, geodestas y cartógrafos, quienes preparan los instrumentos indispensables para los geógrafos, ±pero que ya no son considerados como JHyJUDIRV´ &ODYDO autores hablan de una emancipación de la geografía de las ciencias naturales (Febvre 1961:16) y no viceversa tal como aquí se plantea. Sin embargo, según se ha venido viendo, la geografía comprendía todos esos saberes en la etapa clásica. Paradójicamente, la geografía había quedado reducida a un cúmulo de descripciones y datos diversos e inconexos que iban desde los astronómicos, pasando por los geodésicos y cartográficos, hasta los etnográficos, más del interés de los exploradores que de un saber científico. Durante el siglo XIX aparecen las condiciones propicias para que en la geografía se produzca un cambio en los planteamientos tradicionales, favorecido por el ambiente de la Ilustración en la que el ser humano ocupa un lugar central y la historicidad irrumpe de modo definitivo en la conciencia de los intelectuales. El progreso de las ciencias naturales es un factor importante que coadyuva a una descripción más rica gracias a la precisión de su nomenclatura. La Ilustración impulsó la educación en todos los niveles, ±no sólo en los más favorecidos±, espoleando el interés por todo tipo de temas y fomentando una curiosidad más acusada y más profunda que la de épocas anteriores, ya que los programas escolares y educativos que se habían instaurado en algunos países europeos como Francia, Alemania e Inglaterra, favorecieron una mayor inquietud y apertura ante los temas humanísticos. Hasta el siglo XIX, el concepto de hombre desde la Edad Clásica había sufrido profundos cambios. Sin embargo, la geografía ±cuyo cuerpo estaba comprendido por los estudios de la línea histórica, ya sin las investigaciones de las ciencias naturales±, parecía ajena a estas concepciones antropológicas; su estudio del hombre seguía conservando las mismas características de siglos atrás, si bien es cierto que enriquecido con datos estadísticos. En el siglo XIX una geografía así concebida no tardó en provocar la reacción de los geógrafos, que, por otro lado, eran testigos de la renovación de la ciencia que, aunque no exenta de prejuicios y dogmatismos, dio sin embargo, un nuevo impulso a los conocimientos. La geografía ³LQIOXLGD SRU OD ILORVRItD GH VX WLHPSR \ pPXOD GH OD SUHFLVLyQ \ ULJRU alcanzados por las ciencias de la naturaleza, pretendió erigirse en una ciencia teórica de carácter general dotada de principios y leyes de aplicación XQLYHUVDOHQXQVLVWHPiWLFRFRQRFHUSRUFDXVDV´ 7HUiQ (OPRGHOR D VHJXLU HUD HO GH OD ItVLFD PRGHOR XQLYHUVDO GH WRGDV ODV FLHQFLDV´ 0R\D citado en Gómez et al. 1988:23). De este modo, comenzaron a darse cambios sustanciales en el contenido de la geografía, pues el ser humano entró a la escena en la categoría de agente y, poco a poco, se le iba reconociendo este papel. Pese a esto, dentro de estas coordenadas científicas, el ser humano y la sociedad fueron manejados en la práctica de los estudios geográficos de modo semejante a los elementos naturales del paisaje, lo cual constituía un escollo esencial a la hora de considerar con realismo al ser humano como agente y, por ende, de hacer una geografía humana a la medida de las verdaderas necesidades de aquél y de la sociedad. No obstante, hay que destacar que la introducción del ser humano como agente de cambio, supuso una novedad sin precedentes en la historia de la geografía. La geografía moderna comienza a desarrollarse a principios del siglo XIX gracias a las aportaciones de los alemanes Alexander von Humboldt (17691859) y Karl Ritter (1779-1859). Fueron ellos los personajes clave ± paradigmáticos± encargados de introducir, con clara conciencia fundacional (Gómez et al. 1988:29), el nuevo orden científico en el campo de la geografía concretado en la búsqueda de las regularidades existentes en el aparente caos de la naturaleza y de la sociedad, mediante la utilización del "método científico" universal, es decir, el método científico positivo. Paradójicamente, cuando en el mundo de las ideas ya se intentaba superar los planteamientos modernos, la geografía apenas comenzaba su proceso de "modernización" gracias a la obra de estos científicos. Inmersos en el ambiente de la Ilustración, Humboldt y Ritter compartían el proyecto científico de la modernidad, aunque cada uno lo hubiese concretado desde su particular punto de vista. En términos generales coincidían en la necesidad de sistematizar el conocimiento a fin de poder hacer más comprensible el cúmulo de datos referentes a la tierra y a las cosas contenidas en ella a través del método científico. La geografía necesitaba, pues, un replanteamiento que le permitiera acceder a la categoría de ciencia. Esto suponía contar con leyes generales que dieran cuenta de los hechos considerados geográficos ¿pero qué era lo propiamente geográfico? La geografía se encontraba lejos de definir tanto lo propiamente geográfico, como de ese rango científico, pues no había geógrafos, propiamente dicho. Por tanto, los cambios hacia los horizontes científicos, no vinieron de la mano de ningún geógrafo, sino de un naturalista ±botánico y cosmólogo±, Humboldt y de un historiador, Ritter. Estos autores presentan un cierto paralelismo con las ideas naturalistas al concebir como un Todo ±material y espiritual a la vez, influidos por las ideas herderianas y schellingianas±, la realidad física que les rodea y en el que se encuentra un profundo orden que a primera vista parece no existir. 5. La aportación de Humboldt La obra de Alejandro von Humboldt es muy vasta y de alto valor científico que constituye todo un hito en la historia de la geografía, concretamente de la geografía física. La personalidad de Humboldt se forja al mismo tiempo con las ideas de la Ilustración y con el influjo antirracionalista recibido en su patria, Alemania, donde especialmente el Romanticismo ejerció un importante dominio intelectual en las décadas del paso del siglo XVIII al XIX. A pesar de suponer dos modos irreconciliables de concebir la realidad, y la función de la razón y la sensibilidad, el racionalismo y el romanticismo encuentran cabida en el pensamiento de Humboldt, sin que por esto cayese necesariamente en planteamientos contradictorios, pues sabe apoyarse en los puntos fuertes del racionalismo ±la función de la razón como soporte de todo conocimiento± y el papel que juegan la sensibilidad y la intuición (Miranda 1977:7-9). Así mismo, la influencia de Immanuel Kant parece estar presente en su concepción sobre la relación entre la mente y la materia. No obstante que Comte ejerció una gran influencia en los pensadores del siglo XIX, Humboldt se sustrajo de los planteamientos positivistas aunque incorporó a su investigación los principios del empirismo, e igualmente se negó a militar en el programa revolucionario de Karl Marx y Friedrich Engels, aun siendo simpatizante del liberalismo radical (Unwin 1995:114). Iniciado desde muy joven en el estudio, Humboldt llegó a adquirir un amplísimo conocimiento de las ciencias naturales ±botánica, geología, química, astronomía, magnetismo terrestre-, gracias a su dedicación y a su incuestionable talento. Humboldt parte del convencimiento de que existe un orden en el universo y se propone "abrazar y describir el gran Todo y coordinar los fenómenos, penetrar en el mecanismo y juego de las fuerzas que lo producen (Humboldt citado en Miranda 1977:13), a fin de descubrir las grandes leyes por que se regula el mundo y hacer ver (...) cómo del conocimiento de estas leyes se llega al lazo de causalidad que las une entre sí" (Humboldt citado en Gómez et al. 1988:28). Así, emprende Humboldt la más importante de sus obras ±El Cosmos (18451862)± con una visión más que enciclopédica, cosmográfica: "La Física del Mundo que intento exponer (...) es una Geografía Física unida a la descripción de los espacios celestes y de los cuerpos que se encuentran en dichos espacios" (Humboldt, en Gómez et al. 1988:162). Humboldt dedicó varios años de su vida a viajar por Europa y América Latina, en la que estuvo cinco años y visitó Cuba, México y Estados Unidos. Estos viajes le proporcionaron una rica experiencia en el conocimiento de nuevas especies de flora y fauna que nombró y clasificó de acuerdo a la nomenclatura de Kant. A su regreso, se instaló en París y dedicó los siguientes treinta años de su vida a publicar sus hallazgos. Su método consistía en ordenar, clasificar y sistematizar los datos recogidos para H[WUDHUOH\HVJHQHUDOHV³\SRVWHULRUPHQWHFRQIeccionar una visión completa GHOPXQGR´ 8QZLQ-114). La descripción era una parte fundamental GHVXWUDEDMRSRUTXHpVWDOHSHUPLWtDDGYHUWLUORTXH³FRH[LVWHHQHOHVSDFLR´ \ OD ³DFFLyQ VLPXOWiQHD GH ODV IXHU]DV QDWXUDOHV \ GH ORV IHQyPHQRV TXH ésWDVSURGXFHQ´ +XPEROGWFLWDGRHQ2UWHJD Valcárcel 2000:129). Los hechos humanos en geografía, no estaban planteados por Humboldt, quien consideraba que todo lo que iba más allá del estudio de la Naturaleza ±es decir, de lo puramente físico± ³SHUWHQHFHDun género de especulaciones PiV HOHYDGDV´ +XPEROGW FLWDGR HQ 2UWHJD Valcárcel 2000, 127); en todo FDVR³SUHWHQGtDFRPSUHQGHUXQPXQGRGRQGHODVSHUVRQDVVHFRQWHPSODVHQ FRPRSDUWHGHODQDWXUDOH]D´ 8QZLQ No obstante que en el plan inicial de su Cosmos Humboldt había considerado estudiar en los últimos volúmenes las razas humanas y sus lenguas, no constituía un modo distinto de abordarlos de como lo hacía con la distribución de la fauna y la flora (Unwin 1995:114). Para Humboldt los fenómenos naturales y sociales tenían el mismo grado de empiricidad, por lo que no dudó en aplicar los principios de generalización en el campo de las geografía humana, e incursionó en el campo de la demografía o de la economía, haciendo importantes aportaciones en este terreno, contenidas en sus investigaciones de la Nueva España, (Humboldt, citado en Gómez et. al. 1988:26) sabiendo de antemano que éstas eran cuestiones del campo de la economía política, abordadas, por tanto, con un punto de vista estadístico. HumboOGW ³VH UHIXJLD HQ HO iPELWR GH ODV seguridades empíricas, sólo posibles, en ese momento, en el mundo físico, ~QLFR HVSDFLR HQ HO TXH VHD SRVLEOH µOOHJDU DO FRQRFLPLHQWR GH ODV OH\HV \ JHQHUDOL]DUODVSURJUHVLYDPHQWH¶(Ortega Valcárcel 2000:129). 6. La aportación de Ritter Ritter, por su parte, contaba con una formación como historiador, y tenía, por tanto, una mayor facilidad para tratar los asuntos humanos dentro de la geografía. Sin embargo, su visión historicista y teleológica poco contribuía al tratamiento científico de los fenómenos humanos. Así pues, el intento de sistematización dentro de la geografía humana corrió a cargo de Ritter fundamentalmente. A saber, Ritter "estableció las correlaciones medio físico± sociedades humanas, y sus cambios a través del acontecer histórico. Formuló, de modo sistemático y pedagógico, los principios de causalidad y comparación aplicados por Humboldt. Posición en el mundo y comparación, inspiraron sus razonamientos" (Plans et al. 1993:30). Ritter había nacido en Quedlinburg en 1779. La suya fue una época pletórica de viajes y exploraciones de los que se benefició la geografía descriptiva; sus estudios y observaciones proporcionaron infinidad de datos estadísticos que beneficiaban sobre todo a comerciantes y políticos. Era una geografía utilitarista que ignoraba el porqué de los hechos sociales, pero que tampoco le interesaba mayormente. Fue en esta época en la que Ritter comenzó su producción científica, por lo que se explican perfectamente las características de su pensamiento. Nutrido GHO5DFLRQDOLVPR,OXVWUDGRVXVSUHWHQVLRQHVHUDQKDFHUGHODJHRJUDItD³XQ cuerpo científico, sólidamente organizado, dotado de unidad interna y redimirla de la situación en que se hallaba sumida, reducida a mero repertorio de datos e infoUPDFLRQHVGLVSDUHV´ 7HUiQ En su obra maestra La organización del espacio en la superficie del globo y su función en el desarrollo histórico (1850), Ritter deja traslucir su fascinación por la Tierra, la cual resulta a primera vista corno un Todo incomprensible por el aparente caos existente. En esta obra se puede ver claramente definida la tendencia teleológica característica en sus explicaciones y se aprecia desde sus comienzos un claro sesgo determinista. No obstante, gran parte del mérito de Ritter consiste en haber introducido la idea de esta doble influencia en la que se aprecia al ser humano como agente dentro del marco de los estudios propiamente geográficos. Ritter, después de reconocer que existen en naturaleza fuerzas que se oponen entre sí, "se ve obligado a advertir que esas fuerzas 'se manifiestan mucho más en el nivel de 'la naturaleza física bruta y en las primeras etapas de la evolución que en el nivel de la vida consciente donde pierden su LQWHQVLGDG´ Ritter citado en Gómez et al. 1988:30). Pero admitir este hecho que implicaba el reconocimiento del libre albedrío en las sociedades humanas, así como la contingencia de los hechos sociales, complicaba H[WUDRUGLQDULDPHQWH ODV FRVDV SXHV OD GHWHUPLQDFLyQ FDXVDO GH ³DOFDQFH FyVPLFR´ que había proclamado poco antes, quedaba contradicha. En este FDVR 5LWWHU LQWHQWy UHVROYHU HVWH SUREOHPD UHFXUULHQGR D OD ³VLJQLILFDWLYLGDG LQWUtQVHFD GH ODV IRUPDV HVSDFLDOHV´ (VWD VROXFLyQ GHMDED SDVR D XQD explicación teleológica, que, en definitiva, se oponía a los planteamientos de los evolucionistas y materialistas, los cuales llevaron a los más radicales a GHMDUGHODGROD³VROXFLyQ´SURSXHVWDSRU5LWWHU\DHODERUDUHOORVPLVPRVXQ sistema coherente con los planteamientos evolucionistas. No obstante estos principios eran incapaces de dar una respuesta satisfactoria al problema referido a la racionalidad del ser humano y a su libre actuación, es decir, la consideración de categorías espirituales que las hacían incompatibles con la corriente positivista, pues todo lo que se relacionase de algún modo con las categorías metafísicas fue sistemáticamente combatido por el positivismo. Había que contar con el ser humano; pero a éste no se le podía estudiar como a los árboles de un bosque, como a las montes de un paraje, como a las bestias del campo. El ser humano en el campo de la geografía constituía una gran dificultad; allí estaba ese capítulo pendiente, pero no se contaba, en definitiva, con los recursos metodológicos y epistemológicos adecuados que el caso requería. (O FDPLQR SDUD UHVROYHU ³VDWLVIDFWRULDPHQWH´ HVWD FXHVWLyQ IXH HO GH suprimirla, es decir, optaron por ignorar la realidad de la naturaleza humana y social, el azar y la contingencia, para ceñirse al riguroso modelo naturalista. Evidentemente esto se traducía en un reforzamiento de los principios deterministas que con ideólogos como Spencer ±cuyas ideas encerraban las más radicales posturas positivistas y evolucionistas± y Haeckel ±su principal difusor±, se afianzaron de modo definitivo. Existen diversos posicionamientos respecto a la trascendencia de las aportaciones de Humboldt y Ritter. Hay quienes consideran que estos SHUVRQDMHVHVWDEOHFHQODJHRJUDItDFLHQWtILFD2WURVPiVFRQVLGHUDQTXH³VRQ fenómenos aislados, y se vinculan más al final de una tradición cultural que a ODIXQGDFLyQGHODJHRJUDItDPRGHUQD´ 2UWHJD9DOFiUFHO GHELGRD que no hubo continuadores inmediatos de sus ideas. En efecto, las ideas de Humboldt y Ritter no lograron tener un eco inmediato en su entorno espaciotemporal, probablemente debido a las múltiples complicaciones que suponía el dotar a la geografía de elementos suficientes para elevarla al rango de ciencia; pero sin duda, sus aportaciones constituyeron un hito en la historia de la geografía, en la medida que llamaron la atención sobre la importancia y la necesidad de contar con un nuevo planteamiento en este campo del saber. Con el tiempo, otros geógrafos han retomado la empresa y han logrado con sus aportaciones hacer de la geografía un campo fecundo de conocimientos científicos. 7. El ambientalismo de Ratzel Si a Ritter correspondió el mérito de introducir al hombre en los estudios propiamente geográficos en calidad de agente, a Friedrich Ratzel (18441904) le tocó el de inaugurar de modo formal los estudios de geografía humana de modo sistemático y propiamente científico, por lo que es considerado el fundador de la geografía humana. "La geografía humana se hace explicativa con la obra de F. Ratzel" ya que "explica la distribución de los hombres en la superficie de la Tierra (...) y la relaciona con las características físicas. Los obstáculos que se oponen a la ocupación humana son estudiados con todo detenimiento" (Derruau 1981:2). Ratzel estudió primeramente la carrera de farmacia y en 1866 inició sus estudios en las ciencias naturales, concretamente en zoología. Su formación fue complementada con estudios de historia y etnografía, además de la experiencia y de los conocimientos que le proporcionaron sus viajes por Italia, Francia, Hungría, Estados Unidos, México y Cuba como corresponsal del periódico "Koelnische Zeitung", después de haber participado en la guerra franco-prusiana iniciada en 1870. Ratzel no tardó en interesarse por las cuestiones geográficas y en 1875 se habilita para enseñar geografía en Munich y en 1886 obtiene la cátedra en la Universidad de Leipzig. Familiarizado con las obras de Darwin y compartiendo las ideas del racionalismo ilustrado, Ratzel se proponía dar una explicación científica acerca de la distribución de las poblaciones humanas en la faz de la Tierra, partiendo del convencimiento de que todo ser vivo es producto del medio en que vive. "La geografía del hombre no podrá tener una sólida base científica hasta que se sitúen como piedra angular de sus fundamentos las leyes generales que regulan la difusión de toda la vida orgánica sobre la tierra" aseveración de Ratzel que es como un eco de las afirmaciones hechas por sus predecesores Humboldt y Ritter (Ratzel en Gómez et al. 1987:38). Sin embargo, su obra se presenta como una alternativa a la explicación aportada por Humboldt y Ritter que intenta resolver científicamente, sin necesidad del recurso teleológico, las diferentes formas de organización cultural, es decir, los diferentes "grados evolutivos" de las distintas sociedades, cuestión que se había planteado de modo más acuciante en el Siglo de las Luces, y que, al no haberse resuelto satisfactoriamente, seguía espoleando los espíritus de algunos intelectuales. La fe en el progreso ±basado en la razón humana±, inducía a pensar que aquél tendría que darse necesariamente en toda la humanidad, siendo ésta una; todos los pueblos, en principio, tienen la posibilidad de acceder a él, aunque ciertamente, no se ha dado de modo indistinto. Ratzel cree encontrar una relación directa entre el grado de desarrollo cultural y el medio físico, posibilitada por la noción de adaptación. Abordar este problema desde la óptica darwinista, no resultó empresa fácil para Ratzel, pues por más que se esforzaba en encontrar esa relación directa entre las diferentes facetas de la vida social con el medio, había otros elementos que escapaban a la influencia de la naturaleza: "Cierto que dentro de los pueblos naturales encontramos gran diferencia en punto a aptitudes, y que en el curso del desenvolvimiento civilizador, los pueblos dotados de más relevantes cualidades se han ido asimilando cada vez más los elementos de cultura, dando a sus progresos un carácter de fijeza y de seguridad, mientras que los pueblos menos aptos han quedado atrasados; pero respecto de esta acción de progreso o de atraso deben reconocerse claramente y apreciarse las causas exteriores" (Ratzel en Claval 1987:24). 5HVDOWD H[SOtFLWDPHQWH HO SUHGRPLQLR GH ORV IDFWRUHV QDWXUDOHV ³OLPLWDQGR consecuentemente la significación atribuible a las 'aptitudes' humanas respecto a los procesos selectivos de adaptación evolutiva" (Gómez et al. 1987: 39). Ratzel siente la perplejidad de encontrarse con más de un elemento GHWHUPLQDQWHSXHVUHFRQRFHODH[LVWHQFLDGH³UHOHYDQWHVFXDOLGDGHVHQORV pueblos, que son la causa de que asimilen cada vez más los "elementos de la cultura". Aun sin darse cuenta, está concediendo un valor determinante no al medio natural sino a esas cualidades que han dado a sus progresos un carácter de "fijeza y seguridad". De este modo, la discusión ya no se centra al nivel del medio físico, sino al nivel de cualidades y virtudes, es decir, al nivel espiritual. Los diversos modos de encararse el ser humano con el medio físico, han dado lugar a una amplia producción de artefactos ± producción cultural±, que manifiestan esas cualidades y aptitudes de los diferentes pueblos por lo que la concurrencia de los factores físicos pasa a un segundo plano al triunfar sobre éstos el ser humano mediante la cultura. Ratzel se daba cuenta de que el dominio de la técnica por parte de un pueblo, no quedaba encerrado en ese grupo humano, sino que cundía en el entorno por diversos motivos de solidaridad o, incluso, de guerra, dándose, no obstante, una fusión de conocimientos. "El propio Ratzel era sensible a las diferencias que nacen del progreso de las técnicas y del avance de las civilizaciones (...) las técnicas no son siempre el resultado de una evolución local ±y escapan a los estrechos determinismos del medio± (...) y subraya, al tratarse de sociedades con un utillaje restringido, el papel de la difusión de ODVWpFQLFDV´ (Febvre 1961:19). El manejo de la relación causal hecha por Ratzel desde una perspectiva darwiniana ±en principio±, entre el medio natural y los grados de desarrollo de un pueblo, le valieron para que fuese considerado como determinista radical e incluso padre del determinismo geográfico. Probablemente esta idea se afianzó por uno de los historiadores franceses que más han tenido que ver con la defensa de la geografía frente a la sociología y uno de los más fervientes admiradores y difusores del pensamiento de Vidal de la Blache: Lucien Febvre. Fue este autor quien dio nombre tanto a "deterministas" como a "posibilistas" en su célebre obra La Tierra y la evolución humana (Febvre 1961).Evidentemente, Ratzel tenía una visión determinista, sobre todo al principio de su producción investigadora, que le había sido legada, en parte, por sus predecesores Humboldt y Ritter, pero sobre todo por las ideas darwinistas. Sin embargo, cada vez son más los autores que no consideran a Ratzel como determinista "estricto" 2; la atención concedida a los aspectos culturales salvan a la obra de Ratzel de la "rigidez y simplicidad generalizadora (...) y por su aplicación, generalmente más cautelosa y condicionada, significa un paso dado hacia lo que más tarde habría que llamarse el posibilismo" (Terán 1982:66). Investigaciones recientes muestran que la obra de Ratzel fue alejándose cada vez más de estas ideas evolucionistas y materialistas características del pensamiento positivo y demasiado comunes en su tiempo. Steinmetzler en el análisis de los escritos ±aun los no publicados± de Ratzel pudo observar una "interpretación dualista del ser humano" y un rechazo del evolucionismo materialista" (Steinmetzler, en A. Luis 1983:16). Aunque quizá sitúen prematuramente el alejamiento de sus tesis darwinistas al asegurar que "en un sentido estricto, Ratzel ya no fue determinista aproximadamente DSDUWLUGHODxR´VLFRQVLGHUDPRVTXHVXAnthropogeographie apareció en 1881. Así pues, no es del todo adecuado que sea considerando como un prototipo del determinismo. Después de todo, ni el mismo Vidal de la Blache escapó de sentencias deterministas ya que aseguraba que "el problema consiste en dosificar las influencias sufridas por el ser humano, en dar cabida a un cierto género de determinismo que se ejerce a través de los acontecimientos de la Historia". Al respecto comenta Terán ±no sin una cierta ironía±: "este 2 Por mencionar a algunos autores: Sauer, Paffen, Buttimer, Thomale, Steinmetzler y Troll, citados en A. Luis 1983, p.16; D. Gregory en Johnston 1987, voz "determinismo ambientalista"; Maier, Ruppert, Paesler, Schaffer, en Maier 1987, p.4, Claval 1987 p. 36.Terán 1982, 66. posibilismo no parece ser el que le lleva a decir, hablando de la formación de la densidad de población en el valle del Nilo: 'la naturaleza del suelo hizo de la organización colectiva una necesidad', o esto otro: 'sobre todos estos fenómenos, dice al estudiar la formación de los grupos étnicos complejos, viva y actuante bajo nuestros ojos en distintas partes de la Tierra, planea la influencia soberana de los medios' " (de la Blache, citado en Terán 1982:6970). El salto de calidad dado por Ratzel en los estudios de geografía humana es sencillamente admirable ya no sólo con relación a sus contemporáneos, sino con relación a sí mismo, tanto más, si se considera el denso ambiente positivista en el que se desenvolvió. 8. El naturalismo El empirismo potenció el naturalismo del siglo XVIII, el cual entendía que el auténtico conocimiento de la realidad la daba la experiencia basada en los sentidos en contacto directo con la naturaleza. Se trata de una corriente filosófica que afirma que la naturaleza material constituye toda la realidad, eliminando de esta manera las realidades supranaturales, y con ello, la necesidad de recurrir a la metafísica. Por tanto, para el naturalismo sólo es real aquello que se puede percibir con los sentidos, por lo que se excluye automáticamente todo principio espiritual o en última instancia, se entiende de manera muy difusa, como una prolongación de la naturaleza, o como un principio reductible a ella, llegándose a una absolutización de la naturaleza. De aquí parte la pretensión de extender el ámbito de validez de las leyes naturales al ámbito del espíritu y su gran afinidad con las concepciones materialistas. El naturalismo es el precursor inmediato del evolucionismo, del positivismo y del determinismo. Desde este punto de vista, las relaciones causales constituyen la base de toda explicación científica. Dado que el naturalismo niega la trascendencia, la implicación ética queda reducida a las cambiantes costumbres o inclinaciones sociales del momento, identificándose de alguna manera con el utilitarismo, donde lo bueno queda supeditado a su utilidad. Se trata pues, de una corriente relativista. Su apogeo lo alcanza con los escritos de Jorge Ruiz de Santayana, John Dewey y sus seguidores (Diccionario de Ciencias Sociales Babylon, voz: naturalismo). Las ciencias naturales experimentaron un avance significativo en su desarrollo, aspirantes todas a tener la debida connotación científica requerida para considerarse como un saber respetable, especialmente la mecánica, En esas circunstancias, el naturalismo era el camino lógico a seguir; estaba exigido por el ambiente intelectual de la época. 9. El naturalismo en la geografía Con el naturalismo, en el siglo XIX, se dieron los más significativos y radicales cambios experimentados dentro de nuestra disciplina. No es de extrañar que en la geografía, el naturalismo tuviera una entusiasta acogida, pues su pasado inmediato no era en absoluto ajeno a las descripciones de la naturaleza y ésta, al enriquecerse a las innumerables exploraciones de botánicos y naturalistas llevadas a cabo a todo lo largo del siglo XIX y principios del XX, la descripción de la naturaleza constituyó el primer escalón del proceso científico. Era, además, una necesidad sentida, el dar a la geografía un lugar en el concierto de las ciencias ±de las ciencias naturales, por supuesto±, a la vista del desprestigio en el que había caído, al quedar reducida a un cúmulo de enumeraciones prolijas, o a un simple recuento de hechos; de ahí que el recurso a las ciencias naturales ±como la geología, la zoología o la botánica, que habían experimentado un fuerte desarrollo±, fuera obligado para dar solidez al conocimiento geográfico. La clave de esa íntimas conexiones entre conocimiento naturalista y geográfico se encuentra, sin duda, en el signo declaradamente natural que tiende a adoptar, en consonancia con su tradición moderna, la concepción de la geografía. Porque se estima que ésta estudia fenómenos y procesos que se insertan en un orden natural más amplio. Todos los aspectos que trata, sin excluir al hombre y la sociedad, pertenecen a la naturaleza, y en ésta se encuentra el medio de interpretar razonadamente la caracterización y el funcionamiento de las realidades geográficas (Gómez; Ortega 1991:15). Así pues, la descripción no fue suprimida, sino que quedó asumida en una nueva lógica. Ya no se trataba de un simple ejercicio estadístico, enumeración de cosas o fenómenos, sino que ahora tenía un sentido específico y un objetivo claro: dar un soporte empírico a la explicación causal; se trataba de una descripción cualificada. Emile Levasseur decía que ODJHRJUDItDHUDYDOLRVDSRUTXH³FXDQGRGHVFULEH las cosas, refiere los efectos a sus causas y hace comprender, por el encadenamiento de los fenómenos, las leyes que rigen la naturaleza y a las FXDOHV HVWi VXERUGLQDGD OD DFWLYLGDG GHO KRPEUH´ /HYDVVHXU HQ Gómez; Ortega 1991:23). Esta frase resume la esencia del naturalismo en la geografía: conocimiento de la naturaleza y su descripción, leyes naturales, sometimiento del ser humano a la naturaleza. El centro en torno al cual convergen todos los fenómenos, es la naturaleza, adoptando una visión orgánica de ésta y destacando su potencialidad para poder acceder a una visión sintética, integradora, quedando los actores sociales relegados a un segundo plano. La naciente geografía moderna tenía pues, un ineludible corte naturalista, en el que germinaron y se desarrollaron el evolucionismo y determinismo geográficos, los cuales dejaron su impronta en la geografía y desde este punto de vista se abordaron todos los fenómenos de la naturaleza, incluidos los humanos. Sin embargo, dada la complejidad que éstos introducían a la ya densa red de relaciones causa-efecto en el orden puramente material ±como lo muestran las obras de Alexander von Humboldt y Karl Ritter±, los fenómenos humanos o sociales fueron más tarde relegados a un segundo o tercer plano, o quedaron definitivamente excluidos de su universo de estudio. La mayoría de los geógrafos del siglo XIX y principios del XX fueron naturalistas, pero, evidentemente, destacan las figuras de Humboldt y Ritter ±los fundadores de la geografía moderna±, y con un naturalismo más matizado, Friedrich Ratzel y más aun, Paul Vidal de la Blache, cuyas principales contribuciones anotamos más adelante. 10. El evolucionismo El evolucionismo es un conjunto de teorías que intentan explicar el hecho de que los animales y las plantas han ido cambiando gradualmente tal como lo testifican los fósiles. El darwinismo, dentro de ese conjunto, es la teoría que mayor difusión ha tenido. Es conveniente, además, apuntar la diferencia entre el evolucionismo como teoría y el evolucionismo como ideología. El primero intenta dar una explicación lógica al hecho de la evolución; el segundo, alejado de "la biología experimental y teórica" y de una "fundamentada teoría filosófica del hombre", pretende dar una explicación gratuita y particular de la evolución, generalmente desde una perspectiva materialista (Palafox 1987:31). Los seres vivientes han cambiado gradualmente como atestigua la paleontología; lo que se quiere dejar de manifiesto es el carácter hipotético de estas teorías, no el hecho de la evolución, acerca de la cual, ya se tiene un gran conocimiento. A este hecho contribuyó grandemente el estudio de los fósiles, cuyo descubrimiento supuso serias dificultades para conciliar las creencias de la época referidas a la creación, entre los siglos XVI y XVIII. Los más acertados supieron encontrar explicaciones que sin contradecir las Escrituras, tampoco se ceñían a una interpretación literal de éstas como es el caso del benedictino Feijoo, además de otros destacados científicos como Buffon o Reamur entre otros. Sin embargo, algunos más no atinaron a discernir los hechos científicos de lo que es materia de fe al elaborar sus hipótesis, y llegaron a pensar que el Diluvio Universal era la causa de que esas petrificaciones se encontraran distribuidas en muchas partes del mundo. Destacan en este grupo las aportaciones de Scheuchzer ±quien fue el primero en plantearlo±, Rilliet o el franciscano español Torrubia quien se destacó por defender esta hipótesis, dificultando el natural desarrollo de la ciencia (Capel 1985:125-149). Las teorías de Darwin tuvieron una rápida difusión ya que se presentaban como ideas audaces que abrirían ±como él mismo aseguraba± caminos insospechados para la ciencia, y se nutrieron además del generalizado ambiente naturalista del siglo XIX que las acogió de buen grado. Así, los principios evolucionistas ±dada la enorme compatibilidad con el positivismo±, fueron trasladados a las ciencias sociales, cristalizando en argumentos deterministas ±en sociología, por ejemplo, es típico el concepto de "sociedad primitiva" heredada del evolucionismo que quiere significar el nivel de retraso e inferioridad respecto a las sociedades "más evolucionadas"±, dificultando enormemente el correcto tratamiento de la problemática social por el reduccionismo de que son objeto el ser humano y la sociedad, dado que ni el ser humano es un animal más, o por lo menos, no un animal cualquiera sino racional ni, por tanto, se rige con los mismos principios de la fauna. 11. La influencia del evolucionismo en la geografía En la geografía, se intentó desde esta perspectiva dar respuesta a los intrincados problemas que planteaba la diferenciación cultural mediante el reconocimiento de las "leyes generales que regulan la difusión de toda la vida orgánica sobre la tierra" (Ratzel en Gómez et al, 1987:38), es decir, el grado de progreso alcanzado por cada pueblo en la dialéctica adaptaciónselección natural, merced a la influencia del medio natural. En definitiva, fue replantear la cuestión que ya había sido propuesta por Humboldt y Ritter, quienes al no haber podido articular coherentemente una teoría que aclarase el modo de abordar los problemas que se trataban en la geografía humana dentro del marco de la ciencia positiva, facilitaron el terreno para que el evolucionismo tomara el relevo por la vía de la explicación causal. Desde la perspectiva darwinista desaparecía el problema planteado por Humboldt y Ritter referido a las cuestiones del espíritu que tenían una traducción en la conducta humana ya que el ser humano desde este enfoque sería un animal más, sometido a la ley del más fuerte, y a la lucha por la supervivencia. "Se trataba en todo caso de ver cómo la diversidad de los medios pesaba sobre OD KLVWRULD´ &ODYDO Sero abordado desde la óptica darwinista. Empresa sumamente difícil de explicar desde un punto de vista exclusivamente naturalista por las evidentes diferencias existentes entre los mecanismos biológicos y los sociales. Pese a las repetidas declaraciones de haber superado "coherentemente los obstáculos conceptuales y metodológicos anteriormente planteados respecto DO DQiOLVLV JHRJUiILFR GH ORV KHFKRV KXPDQRV \ VRFLDOHV´ *yPH] HW DO 1987:38), el evolucionismo darwinista nunca llegó a explicar satisfactoriamente cómo influyen esas condiciones naturales en el progreso de los pueblos, y más bien se muestra perplejo ante la ineludible realidad del papel que juega la cultura. El medio físico aparece como el gran regulador de OD HYROXFLyQ ³SHVD GH IRUPD WLUiQLFD VREUH ODV IRUPDV GH YLGD´ &ODYDO 1987:34). La evolución de las especies por la selección natural se plantea, y en todo caso se resuelve, dentro de los parámetros de su competencia, los biológicos; pero en el caso del ser humano, estos parámetros se muestran insuficientes para explicar su supervivencia, pues ésta no se explica exclusivamente por los atributos biológico-naturales del ser humano, porque siendo la especie humana de las más débiles entre las especies animales, y sin una cualidad física especializada que le pudiera poner a salvo de los depredadores, es la especie que no sólo ha sobrevivido, sino que ha dominado al resto de éstas. En este caso, no se cumple la "ley del más fuerte". La supervivencia del ser humano se explica, pues, en términos culturales. En efecto, si el ser humano se ha adaptado a todos los ambientes naturales es porque ha sabido abrigarse en los climas fríos y fabricarse los instrumentos necesarios para defenderse cuando peligraba su vida y para allegarse el alimento necesario, posibilitado todo esto por el factor cultural. La adaptación y supervivencia del ser humano, se plantean, pues, en términos de cultura. Dado que es un hecho que el hombre ha sobrevivido a pesar de su débil condición, adaptándose a todos los ambientes naturales, el problema no está al nivel de la especie sino al nivel de los grupos de la especie humana, es decir, al nivel de los pueblos, cambiando totalmente el planteamiento: de una cuestión puramente biológica se pasa al plano cultural. Ratzel será, quien en el campo de la geografía, se encargue de tratar este fenómeno. 12. El determinismo El determinismo es una corriente filosófica que defiende que todos los fenómenos ±físicos y sociales± están sometidos a las leyes naturales de carácter causal y mecánico. La existencia de la relación causal de los fenómenos es evidente como nos lo demuestra el conocimiento empírico cotidiano. Por ello, desde siempre, el ser humano ha formulado toda clase de hipótesis y conjeturas para explicarse los más diversos fenómenos naturales, y aquellos referidos a la organización y vida de otros pueblos. En efecto, la inquietud del ser humano por conocer las causas de los fenómenos, el porqué de las cosas, es inherente al espíritu humano. Es una verdadera necesidad que le impele a dar con las últimas causas y llegar hasta las últimas consecuencias. Lo que no es evidente es la relación causal de todos los fenómenos, pues algunos de ellos son muy complejos y no se explican por una sola causa sino por la concomitancia de una variedad de ellas, de las cuales, muchas difícilmente se llegan a conocer. Ignorar este presupuesto lleva a conclusiones simplistas. Pero el determinismo no es una "producción" geográfica, aunque se ponga de manifiesto más claramente en las obras de geografía del siglo XIX y de principios del XX; antes bien, lo que llama aun más la atención es que quienes formulaban tales hipótesis de claro talante determinista no eran los geógrafos, sino los filósofos, historiadores y naturalistas principalmente (Terán 1982:58-59). Claros ejemplos de ello son Bodin, Montesquieu, Voltaire, Comte, Taine y Buckle, entre los primeros, y Darwin, Haeckel y Spencer entre los últimos. El determinismo tampoco es una corriente típicamente moderna, pues ya en la Época Clásica los filósofos manejaban ideas deterministas, aunque ciertamente durante el siglo XVIII se revitalizaron y cobraron nueva fuerza. El pensamiento "científico" o positivo encontró en el determinismo una gran afinidad, ya que su afán por explicarlo todo le condujo a valerse del principio causal para dar cuenta de los más diversos fenómenos geográficos; de modo que los principios deterministas se introdujeron fácilmente en la geografía. Dentro de la explicación causal de las grandes diferencias entre un paisaje cultural y otro, quedaba sin resolver aun el porqué de diferencias tan sensibles entre las diversas culturas, pues hasta entonces sólo se había atendido a la realidad de los hechos sin dar una explicación "científica" a este interrogante. La cuestión estaba propuesta y ejercía por esa época, una fuerte atracción, especialmente entre los intelectuales. Pero los intelectuales, en su mayoría, estaban saturados del ambiente naturalista±evolucionista± positivista, quedando de manifiesto este hecho en sus producciones científicas. Así, las primeras explicaciones "científicas" sobre la diversidad de razas y culturas, lejos de sacudiese la carga determinista que las inspiraba, se afianzaron aun más en ella3. 3 Un ejemplo claro lo encontramos en Thomas Buckle quien se proponía elevar la Historia al nivel de otras ramas de la ciencia, dotada de generalidad de principios y necesidad legal capaz de SUHGLFFLyQ ³&RQ VHJXUD GHFLVLyQ %XFNOH DILUPD OD H[LVWHQFLD de una íntima conexión entre los actos humanos y los factores físicos, y la posibilidad de aplicar al acontecer histórico las leyes de 13. El determinismo geográfico Dentro de este tipo de explicaciones, llama mucho la atención el lugar destacado que ocupan los elementos y factores geográficos, acaparando un sitio de privilegio el clima, el suelo y la situación geográfica. "El determinismo geográfico, como forma concreta y específica del determinismo en general, supone que la libertad del ser humano se halla condicionada y dirigida, en grado de mayor o menor necesidad y coacción, por los factores del medio físico; que estos factores ejercen un influjo directo sobre la constitución física y moral del ser humano individual y social; que toda la actividad humana y el resultado de esta actividad acusa la impronta de esos mismos factores" (Terán 1982:58). La rigidez de los postulados positivistas y naturalistas favorecieron este tipo de explicaciones geográficas de corte determinista, atribuyendo sobre todo al clima un fuerte peso causal. "En gran parte, obra es ello de una corriente de pensamiento en la que confluyen el positivismo filosófico, el materialismo, la teoría de Darwin de la evolución de las especies bajo la presión selectiva de las fuerzas naturales y la teoría de Lamarck ±naturalista francés, autor de la teoría evolucionista del transformismo±, que explicaba la diferenciación y rica variedad de los seres vivos mediante un proceso de adaptación a las condiciones naturales. Ambas teorías, a su vez, se nutrieron del rico caudal de una ciencia, la Biología, en WUDQFHGHFUHFLPLHQWR\H[SDQVLyQ´ 7HUiQ El determinismo cundió en la geografía, mas no tanto por la obra de Ritter ±ni aun por la de Ratzel como algunos suponen±, como por la de sus discípulos, que llevaron las cosas hasta el extremo. Clásicas son ya al respecto, las obras de miss Ellen Churchill Semple, Las influencias del medio geográfico sobre la base del Sistema de Ratzel de Anthropo-geografía (1911) y la Física, considerando que, si esto no se ha hecho hasta ahora, ha sido por desconocimiento de esa conexión o por ignorancia de los conocimientos necesarios para esclarecerla". Terán 1982, pp. 62, 58-59. Ellsworth Huntington El pulso de Asia (1907) y Civilización y Clima (1915). La cuestión era encontrar "las leyes geográfico-naturales que rigen el desarrollo GHOD+LVWRULD\ODHYROXFLyQGHODFXOWXUD´ 7HUiQ (YLGHQWHPHQWHHO medio geográfico ejerce una influencia en el ser humano en los aspectos físico y psíquico, pero lo que no se sabe es hasta qué punto esa influencia es causa de esos determinados rasgos físicos, ni de qué forma, y mucho menos estamos en condiciones de decir qué lo determina. Es una cuestión sumamente compleja, más de lo que a primera vista podemos imaginar, y que ofrece un campo inmenso de estudio a una gran variedad de científicos. El error de estos geógrafos fue el de atribuir de modo categórico un valor determinante al medio físico en la constitución de los pueblos o de las culturas valiéndose de la relación causal que aplicaron con rigidez, cuestión por demás sumamente escabrosa como bien hace notar Terán. Ciertamente si ya es una empresa aventurada el atribuir las características físicas de un pueblo exclusivamente a cuestiones del medio natural, la pretensión de "explicar" el carácter de un pueblo mediante esas mismas causas es muchísimo menos sostenible. Según Davis, el determinismo intentó ³H[SUHVDU VXV FRQFlusiones como leyes, conectadas deductivamente dentro de un cuerpo de teorías, al tiempo que se insistía en la importancia de las generalizaciones" (Davis en Febvre 1961:X). Esta corriente no pudo resistir la crítica proveniente de geógrafos posteriores como de otros científicos. Apoyado en los inconsistentes argumentos evolucionistas y positivistas, se vio incapaz de seguir ofreciendo H[SOLFDFLRQHV FRQYLQFHQWHV 7UDWDU HQ FRQMXQWR « OD HQRUPH FXHVWLyQ GH las relaciones del suelo y de las relaciones humanas, aumentar su dificultad transportando el problema en el tiempo y preguntarse qué determinaciones o TXH SUHGHWHUPLQDFLRQHV LPSRQtD OD WLHUUD KDELWDEOH « SUHVHQWDU conclusiones definitivas y formular dogmáticamente leyes ¿no sería una tentativa quimérica, por no decir insensata?" (Febvre 1961:1). En efecto, los planteamientos deterministas, introducidos en la geografía por el acusado afán de cientificidad y plagados de argumentos positivistas, tuvieron serias dificultades, sobre todo en el campo de la geografía humana, que ni el mismo Ritter pudo resolver coherentemente. Esto se debió fundamentalmente a la "incapacidad conceptual y metodológica (...) para conseguir resolver el problema del estudio de los fenómenos humanos con un grado de empiricidad ±y de cientificidad± similar al del estudio de los fenómenos naturales" (Gómez et al. 1988:29). El rechazo del determinismo no significó no reconocer la innegable influencia que el medio ejerce sobre las sociedades, sino darle un valor relativo, pues el ser humano no es producto del medio ambiente, ni dependen sus cualidades morales de las circunstancias materiales específicas de un lugar determinado, como lo han demostrado estudios verdaderamente científicos y a cuyas conclusiones se llega también por la vía de la reflexión. Por otro lado, basta considerar el dominio sobre el medio al que ha llegado el ser humano en nuestros días para desarticular totalmente los argumentos deterministas. En la actualidad, el determinismo prácticamente ha sido erradicado y sólo perviven algunos brotes en círculos bastante reducidos (Maier et al. 1987:4). 14. El positivismo Parece ser que el término positivismo no fue acuñado por Comte sino por Saint Simon en 1830 (Atencia 1992:144-145), y en lo que se refiere a la esencia del positivismo, podrían encontrarse otros pensadores más positivistas que el propio Comte (Moulines 1979:6 y ss.), pero el positivismo en su versión comteana es la primera en presentarse de un modo más organizado, por lo que suele reconocerse en Comte al fundador del positivismo, y la suya es, al fin de cuentas, la versión más difundida y la que más habría de influir hasta principios de este siglo, si bien es cierto que los principios rectores del positivismo ya venían gestándose sobre todo desde el siglo XVII, con formulaciones muy aproximadas al positivismo de Comte, por lo que no se ha dudado identificar en esta etapa, el llamado SURWRSRVLWLYLVPR´ El positivismo aparece como una derivación del racionalismo, más por la línea empirista, ±aunque ya hablase de la formulación de leyes universales±, que por la línea deductivista. Comte se proponía estudiar científicamente la sociedad mediante el positivismo dejando atrás los conceptos metafísicos y religiosos. La nueva ciencia propuesta por Comte se caracterizaba pRU ³VX fundamentación en la experiencia directa, inmediata y empírica de la realidad « XQ PpWRGR FLHQWtILFR XQLWDULR OD HODERUDFLyQ IRUPDO GH teorías susceptibles de verificación empírica, cuya confirmación servía para identificar leyes generales que tuvieran una función estrictamente técnica, en tanto que revelasen la eficacia e incluso la necesidad (aunque no la deseabilidad) de ciertas relaciones causales (Gregory 1987). El empirismo de Comte rayaba en el simplismo al afirmar que la relación causal entre dos fenómenos permitía explicarlos y preverlos ³FDGD FXDO D WUDYpV GHO RWUR´, como si esos fenómenos dependieran exclusivamente de éstos mismos, sin mediar ninguna otra causa (Comte en Gregory 1984:38). Los juicios de valor o las consideraciones éticas quedaban excluidos del ámbito de lo científico al no ser empíricamente contrastables, y los restantes juicios podrían ser agrupados mediante la unificación progresiva de las leyes FLHQWtILFDVHQXQVLVWHPD~QLFRHLQFRQWURYHUWLEOH´ -RKQVWRQHWDO987). En su Curso de Filosofía Positiva explicaba los componentes metodológicos que garantizaban el seguro arribo al estado científico del conocimiento: le réel ±el conocimiento directo de la realidad a través de la causalidad, la certitude ±la experimentación de los fenómenos±, le précis la construcción formal de las teorías O¶XWLO ±la consideración de los medios, que no de los fines± y le relative entendido como el conocimiento científico cambiante y dependiente de la paulatina unificación de las teorías que culminarían con la concienciación del hombre con relación a las leyes sociales que se traduciría en un progreso social (Gregory 1984:38-41). Todas las disciplinas tendrían que pasar por etapas sucesivamente más complejas desde un estadio primitivo o teológico, hasta un estadio científico o positivo. La consolidación del positivismo, durante el siglo XIX, estuvo dada en buena medida por el descrédito sufrido por el idealismo, sobre todo en su versión hegeliana, es decir, la absolutización del concepto de espíritu sobre todas las realidades materiales y el afianzamiento tanto del empirismo como del naturalismo. Por otra parte, en el positivismo ±como en general en la filosofía moderna± la causalidad fenoménica es pura eficiencia. La universalización del principio de causalidad eficiente y su concreción en las ciencias naturales en leyes de producción que regulan el acontecer empírico llevó a una concepción determinista de la naturaleza. La ciencia positiva se erigía como juez absoluto sobre la autenticidad o falsedad de todo conocimiento que aspirase al honroso título de científico. Cada vez era mayor el rigor y la meticulosidad que se exigía para que un conocimiento fuera considerado estrictamente científico. El concepto de ciencia se instauró con toda la carga ideológica que el positivismo comportaba y fue Comte quien le dotó de inmunidad e hizo incontrovertibles sus resoluciones, no obstante las contradicciones internas advertidas por sus más fieles seguidores, quienes, en nombre mismo del positivismo, hubieron que reformar ±o en definitiva, abandonar±, algunas de las ideas del propio Comte, para hacerlo compatible consigo mismo. En efecto, el agnosticismo y el relativismo tan característicos del positivismo, hicieron que la coherencia de sus postulados no se mantuviera firme. En el desarrollo de la idea positivista existe una contradicción práctica: rechaza todo principio metafísico y al mismo tiempo, propone la definición de la realidad y el acceso cognoscitivo a ella como un cierto tipo de metafísica. La mezcla de empirismo, naturalismo, mecanicismo, positivismo ±que no son sino matizaciones del mismo espíritu racionalista±, crearon el clima ideal para que germinaran y se desarrollaran ferazmente el biologismo y el evolucionismo y para que penetraran de modo eficaz, en el desarrollo de las ciencias. De este modo, las ciencias naturales fueron las primeras en experimentar el impacto del método científico, según los postulados positivistas, que luego se hicieron extensivos al campo de las ciencias sociales, tal como lo señalaba Comte hacia 1830: "la consideración de las ciencias naturales exactas establecen el canon ideal o metodológico de todas las ciencias, inclusive las humanas o sociales" (Comte en Wright 1987:21). Los excesos del positivismo resultaron contraproducentes sobre todo para las humanidades, por relegar hasta el olvido o la indiferencia la consideración de otros elementos constitutivos de la naturaleza humana como son el sentimiento y la intuición, provocando la reacción antirracionalista que dio origen al movimiento romántico, el cual exaltaba como valores primordiales las pasiones, el sentimiento, la intuición y la experiencia, como fuente de todo conocimiento válido, de ahí su gran afinidad con el empirismo. De este modo, el siglo XIX, aparece como el escenario donde coexisten paralelamente dos corrientes de pensamiento de signo contrario, el positivismo y el romanticismo que dan lugar, como es de suponer, a dos modos irreconciliables de concebir la realidad. 15. El impacto del positivismo en la geografía El modelo del método científico tuvo una gran difusión en la geografía. No hay que buscar mucho para encontrar la influencia del positivismo en la geografía: los mismos fundadores de la geografía moderna, Humboldt y Ritter, a lo largo de sus obras intentan dar ese giro explicativo en este cuerpo de conocimientos incorporando las leyes generales, características del positivismo, como ya se ha visto. Pero no fueron los únicos; William Morris Davis y Carl Sauer también hacen uso de esos principios. Ejemplo de ello es la "Teoría del Ciclo de Erosión" de Davis quien sostenía que a partir de esta teoría era posible explicar la variabilidad de las formas superficiales y VXEVWLWXLU ³ORV PpWRGRV DUELWUDULRV \ HPStULFRV GH GHVFULSFLyQ DQWHULRUPHQWH usados de forma universal, por un método racional, explicativo, de acuerdo FRQ OD ILORVRItD HYROXFLRQLVWD GH OD HUD PRGHUQD´ 'DYLV FLWDGR HQ &DSHO 1983:22). Más tarde Sauer se enfocó en la aplicación del método positivo orientado al paisaje, si bien es cierto que a su manera, pues mientras que para Comte la causalidad ocupaba un lugar importante en su método, concretamente en le reél, SDUD 6DXHU OD FDXVDOLGDG UHSUHVHQWDED XQ ODVWUH GHO SDVDGR ³OR ~QLFR TXHOHLQWHUHVDHVHVWDEOHFHUµODVFRQH[LRQHVHQWUHORVIHQyPHQRV¶GHQWURGHO paisaje visible, y se trata de conexiones de asociación espacial, y no, GHFLGLGDPHQWHGHDOJXQDFDXVDOLGDGRFXOWD´ *UHJRU\ 1RREVWDQWH que Gregory apunta que el método morfológico de Sauer es una reformulación de le reél de Comte, y de que entiende la ciencia en un sentido comteano, en realidad se distancia de éste al intentar eliminar la causalidad y al no oponerse a que se traspasaran las fronteras del método positivo ± aunque su preocupación principal fuese establecer unos principios metodológicos que operasen dentro de éste± pues reconocía que existía ³XQD FXDOLGDG GH OD FRPSUHQVLyQ HQ XQ SODQR VXSHULRU TXH QR SXHGH UHGXFLUVHDXQSURFHVRIRUPDO´ 6DXHUHQ*UHJRU\ Si el positivismo conectó con la geografía física con más o menos éxito, la introducción de los principios positivistas en la geografía humana, en cambio, iba a oponer mayores dificultades. Las aportaciones de los clásicos de la geografía moderna, muestran cada uno, en menor o mayor medida, esas dificultades, pero también, las derivadas de los principios deterministas, evolucionistas y en definitiva, naturalistas, que imprimieron en su obra y que no obstante, contribuyeron a la configuración de la geografía moderna. 16. Quiebra del positivismo decimonónico Entre las diversas razones que dieron origen al resquebrajamiento del sistema positivista, unas responden a causas externas y otras a causas internas. Entre las primeras podríamos contar con el repliegue producido en la física ±la ciencia modelo± a sus estrictas coordenadas cognoscitivas, y entre las segundas, al dogmatismo y la arrogancia de sus postuladores al pretenderse los poseedores exclusivos e indiscutidos de la cientificidad. El positivismo se vio depuesto por científicos cuyo número iba aumentando paulatinamente, por la imposición dogmática de sus postulados, tanto más cuanto que éste se había valido de su condena al "dogmatismo medieval", para ganar un mayor "prestigio" y popularidad, en una comunidad de intelectuales ilustrados, incurriendo en un dogmatismo aun mayor que aquel que había condenado. Entre las causas internas encontramos en primer lugar la incongruencia de sus postulados que hacían imposible la construcción de un sistema científico coherente. Su acentuado empirismo obstaculizaba seriamente el planteamiento de asertos deductivos, pues se exigía como prueba ineludible de cientificidad la experimentación. En segundo lugar, en la acendrada tendencia antimetafísica del positivismo ± característica que se mantuvo incólume en todas sus reformulaciones±, radicaba su debilidad, dado que es absolutamente imposible la edificación de una ciencia congruente ±sea cual sea±, a espaldas de la metafísica, pues ésta constituye la condición previa y necesaria en la formulación de los enunciados científicos de cualquier campo de estudio. Esta deficiencia le llevó en ocasiones a modificar sustancialmente sus planteamientos; en otras, a ignorar la naturaleza de los hechos. Muchos científicos no estaban dispuestos a aceptar los planteamientos positivistas, pues era evidente que la realidad es mucho más rica de lo que podemos advertir sensorialmente y no se limita a la cuestión fenoménica en sí, sino que ésta es trascendida por realidades que aunque no se pueden verificar con los sentidos, existen; están vivas y actuantes. Hartshorne afirmaba que auQ ODV FLHQFLDV QDWXUDOHV PiV H[DFWDV ³QR VH RFXSDQ ~QLFDPHQWHGHOHVWXGLRGHREMHWRV´VLQRTXHVHGHGLFDQD³HVWXGLDUIXHU]DV TXH QR SXHGHQ YHUVH X REVHUYDUVH GLUHFWDPHQWH´ +DUWVKRUQH HQ *UHJRU\ 1984:44). Obviamente, si esto podía decirse de la materialidad del paisaje, que en UHDOLGDGUHPLWHD³XQDSURSRUFLyQPX\DPSOLDHQHOHVWXGLRGHODVFRVDVQR LQFOXLGDV HQ HO PLVPR SDLVDMH´ GDGR TXH pVWH HV ³~QLFDPHQWH XQD manifestación exterior de la mayoría de los factoreVTXHDFW~DQHQOD]RQD´ (Hartshorne en Gregory 1984:44-45), ¿cuánto más podría decirse en el campo de la geografía humana? En efecto, el positivismo experimentó un rechazo aun mayor al pretender la introducción de los métodos usados por las ciencias naturales en este campo de la geografía. "El decidido afloramiento epistemológico de la Historicidad y del Hombre en el campo del saber decimonónico, la aceptación consecuente de la posibilidad de situar en el mismo horizonte de positividades los fenómenos de la naturaleza humana, entrañaban graves dificultades conceptuales y metodológicas que, al menos en el dominio del conocimiento geográfico, tardarían en ser resueltas coherentemente" (Gómez et al. 1988:24 ). La sociedad comprende una multitud de elementos intangibles de los que no da razón el método científico, pues por su propia naturaleza, este método se preocupa exclusivamente de la materialidad de los fenómenos, de las cosas mensurables, lo cual no deja de constituir un valioso recurso siempre y cuando se maneje dentro de los límites que le son propios; pero la realidad de la sociedad no se agota en la materialidad de sus elementos. Se trata, en HIHFWRGH³ODTXLHEUDGHXQDFLHQWLILFLGDGTXHDILUPDEDVLQDPELJHGDGHVOD existencia de regularidades legales universales, indistintamente actuantes en el mundo físico y natural y en el mundo humano y social, con la consiguiente posibilidad de someter a ambos a idénticos criterios conceptuales y metodológicos" (Gómez et al. 1988:52). Al incursionar tanto en el terreno de la geografía física como en el de la geografía humana, sin tener una cuenta cabal de las limitaciones propias de un método específico ±el científico, que por entonces era concebido más que como un método, como el símbolo o contraseña de la cientificidad ligado indefectiblemente a una ideología dominante, el positivismo±, no se tomaban en cuenta categorías tales como el libre albedrío propio del ser humano y se consideraba a la sociedad humana como un gran organismo vivo gobernado por leyes idénticas a las de un vegetal o animal, o como un conglomerado de "partes" que integran una gran máquina que funcionan ciega y necesariamente de acuerdo a unas leyes físicas; se consideraba al ser humano, por tanto, como un algo y no como un alguien con personalidad propia, que actúa de acuerdo a su libre albedrío. Así, "la experiencia nos demuestra aspectos (...) que no cuadran con la estrecha visión del mecanicismo materialista, que reduce toda la realidad al resultado de fuerzas físicas, al modo de una máquina´ $UWLJDV-47). El método científico, comprometido con las ideas darwinistas, lejos de reparar en las inconveniencias de su uso indiscriminado, fomentaba con visos de cientificidad y garantía de objetividad el recurso a él. Los inconvenientes de estas extrapolaciones saltaban a la vista, por lo que las protestas desde los más diversos sectores de la geografía ±sobre todo desde los frentes humanistas± se dejaron sentir con mucha fuerza; era evidente que no se podía "transferir, y sobre todo de forma mecánica, lo que ocurre en el mundo físico a lo que pasa en la historia" (Santos 1990:41). Se presentaban de modo ingenioso y atractivo los resultados de las transpolaciones de los modelos y leyes de la naturaleza; pero pretender que la sociedad se ciñera a esos resultados era incurrir en un reduccionismo vulgar; "tomando las palabras al pie de la letra para hacer, emulando a Newton, una µfísica social¶, hay que fisicalizar la sociedad, reduciéndola, por ejemplo a masas movidas por fuerza económicas o autómatas sometidos a un rígido determinismo" (Soria y Puig en Gómez et. al. 1982:24.), ya que dichos resultados difícilmente coinciden de modo riguroso con la realidad. No fue el positivismo el inventor de la ciencia, ni por tanto, de la metodología científica, sino simplemente el que explicitó un procedimiento que ya venía utilizando la física y al que dio por llamar "método científico", y que lo hizo extensivo a todas las ciencias; éste es un término que engendró desde su aparición una multiplicidad de equívocos y confusiones, pues la idea inmediata que sugería era precisamente la "cientificidad" y, por tanto, la legitimidad, que se supone debe acompañar a todo procedimiento que aspire a la categoría de científico. No obstante, las posturas positivistas han pervivido hasta nuestros días bajo formas neopositivistas. Esto se explica en primer lugar por la amplia difusión que tuvieron las filosofías naturalistas y mecanicistas desde su aparición hasta hace apenas algunos años; pero después, por las múltiples reformulaciones que ha tenido desde su misma aparición. La primera reformulación importante se dio en torno a los años treinta con el Círculo de Viena. En geografía su resurgimiento ha sido recurrente en los años de a postguerra a través de diversos autores entre los que destaca Schaefer con su crítica al excepcionalismo (1953); la Teoría General de Sistemas, desarrollada por varios autores; Harvey y muchos otros con la llamada Revolución Cuantitativa, de la mano del neopositivismo lógico. Algunas de las más importantes reformulaciones neopositivistas serán tratadas más adelante. 17. El posibilismo de Vidal de la Blache Con Ratzel el camino había quedado abierto: el interés por el hombre y la recíproca influencia entre éste y el medio, habían quedado patentes en su obra, si bien es cierto que el modo de introducirlo no estuvo exento de críticas; el modelo darwinista adoptado, conducía a un determinismo, del que no obstante, se libró con un éxito relativo por haberse percatado al mismo tiempo de la insuficiencia de estos principios, y del papel jugado por la difusión de las técnicas. Sin embargo, el reconocimiento más explícito de la libre actuación del hombre sobre el medio, es decir, del ser humano como agente que determina en definitiva el "modo" de explotar los recursos naturales, recae en Paul Vidal de la Blache (1845-1918). Vidal de Blache había recibido una formación humanista habiéndose decidido por la licenciatura en Historia en 1865. Su afición por la geografía se consolida al conocer en 1869 con las obras de Ritter por quien siente una gran admiración y cuya influencia metodológica es decisiva en la configuración de sus propias obras. Evidentemente, conocía también las obras de Humboldt. Tomó de estos dos autores las ideas de localización, generalización, correlación y armonía del Todo. Juegan también un papel muy importante en la formación de su pensamiento, escritores como Cournot, Boutroux y Levasseur (Nicolas-O 1981:8-9), de quienes toma los conceptos de contingencia, necesidad, libre albedrío, etc., ideas centrales en el desarrollo de las ciencias sociales y en las que se apoya para fundamentar su tesis posibilista. No obstante la gran influencia de su pensamiento ±no sólo en Francia, su país de origen±, la obra de Vidal de la Blache encierra algunas paradojas. Viajero incansable, rehúye todo lo que pueda significar para la geografía cualquier tipo de normalización, pues considera que fundamentalmente, la geografía se hace "in situ". Su preocupación por la precisión en la descripción le obliga a recurrir a las grandes listas de cifras que prefiere colocar "al pie de página" pues siente una especial aversión a todo recurso estadístico; para él, la modernización de la geografía ha sido posible gracias a su desvinculación de la matematización de los antiguos. Por otro lado, Vidal de la Blache comparte con Ratzel la idea de que la sociedad no puede "existir en el vacío", pero insiste aun más en la "libertad organizativa del hombre", equilibrando un poco la situación del ser humano en relación con el medio; éste es "un socio, no un esclavo de la actividad humana." Es frecuente recurrir a este aspecto de su pensamiento para señalar una posición moderada en contraste con los excesos del determinismo, pues como se ha visto, para el determinismo el medio físico tenía la primacía sobre la acción del ser humano. El posibilismo superó este aspecto pero no lo eliminó, pues seguía entendiendo la geografía como una ciencia de relación entre el hombre y el medio físico, es decir, como una ciencia natural, no social (Vidal de la Blache, citado en Gregory y Johnston 1987). Vidal de la Blache afirmaba que ODJHRJUDItDHVODFLHQFLDGHORVOXJDUHV\QRGHORVKRPEUHV´ GHOD%ODFKH en Nicolas-O 1981:26), no obstante su rica formación humanística. Así pues, por extraño que pueda parecer, el posibilismo no significó la antítesis del determinismo ambiental, sino una matización ±importante, ciertamente±, y por lo tanto, en la geografía no constituyó un punto de referencia claro para la introducción de los temas sociales en este campo. Esta es la segunda gran paradoja de su obra. Huelga decir que su obra contribuyó a un mayor conocimiento del territorio: él aplicó en Francia la división por cuencas fluviales dando más sentido organizativo de la región, mismas que han sido la referencia obligada para un sinnúmero de trabajo de investigación como lo muestran los muchos discípulos que tuvo. Febvre contribuyó a la difusión y afianzamiento del posibilismo, mas como hace notar Gregory, el concepto que él manejaba era aun más amplio que el utilizado por Vidal de la Blache, pues mientras que SDUD 9LGDO GH OD %ODFKH HO KRPEUH HUD XQ ³VRFLR´ GH OD QDWXUDOH]D SDUD Febvre el hombre era el "amo" de las posibilidades que tiene en el uso de los recursos naturales (Febvre en Johnston 1987). Dadas las sustanciales diferencias entre el estado actual de la geografía y el que tenía hace uno y dos siglos, podría parecer poco significativa la contribución de estos personajes; pero de ningún modo es así: el ambiente intelectual de esa época se movía dentro de unas coordenadas culturales que difícilmente permitían nuevos planteamientos. El naturalismo ±y todas sus filiales: evolucionismo, determinismo, positivismo± no podía aportar un marco teórico favorable a la constitución de la geografía como ciencia social, sino muy por el contrario, éste constituyó una rémora en el camino hacia su reconocimiento como ciencia social. Al no reconocer el peso específico que las relaciones sociales ejercen en el espacio, ni la riqueza de la subjetividad que da origen a esas relaciones, quedaba privado de una de las vetas más ricas de la geografía; pero por otro lado, no se podría esperar otra cosa, dada la esencia misma del naturalismo; lo natural era que llegase hasta allí, esperar otra cosa del naturalismo, sería pedirle peras al olmo. Con todo, fue dentro de esta perspectiva donde se dio el surgimiento de la geografía moderna, lo que significó un avance importante al introducir los principios nomotéticos ±la generalización para acceder a la formulación de leyes±, la unidad metodológica, basada en la observación directa de los fenómenos, y con ello, una nueva dinámica en su ejercicio y un mayor alcance en sus planteamientos teóricos. 18. El problema de la unidad de la geografía El problema de la división de la geografía moderna en física y humana deviene de la realidad de que la geografía estudia fenómenos esencialmente diversos: los naturales y los sociales. El advenimiento de la modernidad con sus exigencias de cientificidad, indujo a los geógrafos a aplicar los mismos cánones metodológicos para todo tipo de realidad, hecho que indudablemente reforzó la unidad de la geografía, dándole una identidad más fuerte, pero que al mismo tiempo, ponía de manifiesto su incapacidad para tratar los hechos humanos adecuadamente, por lo que ya a finales del siglo XIX, en pleno apogeo del naturalismo, comenzaba a hablarse de una geografía humana para diferenciar la naturaleza de los fenómenos sociales de los físicos, destacando de este modo la importancia de los agentes humanos en la organización de espacio. Sin embargo, no se acertaba a plantearlo debidamente, pues no se tenía la seguridad de llegar a puerto seguro, navegando en los mares todavía poco conocidos de una ciencia social independiente ±una situación de confusión comprensible ahora, pues en ese momento, no se tenían los recursos epistemológicos y metodológicos adecuados±; el proyecto de elevar a la geografía al rango de ciencia podía naufragar, por lo que la geografía humana era una idea difusa o una cuestión incómoda. Muestra de ello es un discurso de Mackinder de 1887, en el que aseguraba TXHODEDVHGHODJHRJUDItDHUDHOPHGLRQDWXUDOSHURTXH³VLQGXGDHORWUR HOHPHQWR HV HO KRPEUH HQ OD VRFLHGDG´ \ D FRQWLQXDFLyQ DFODUDED TXH ³HO análisis de este elemento será más breve que el PHGLRDPELHQWH´ 0DFNLQGHU en Gregory 1984:22). Pero Mackinder iba más lejos cuando declaraba que ³QR SXHGH H[LVWLU XQD JHRJUDItD KXPDQD UDFLRQDO TXH QR HVWp FRQVWUXLGD VREUH OD JHRJUDItD ItVLFD \ VHD VXEVLJXLHQWH D HOOD´ 0DFNLQGHU HQ *UHJRU\ 1984:23). Lo importante en esos momentos era afirmar la unidad de la geografía por la vía metodológica, prevaleciendo la asimilación de la geografía humana a la geografía física. De este modo, Strachey en 1888 no tuvo reparos en UHFODPDUSDUDODJHRJUDItD³XQOXJDUHQWUHODVFLHQFLDVQDWXUDOHV´DVHJXUDQGR TXHORVPpWRGRVGHODFLHQFLD³VRQDSOLFDEOHVDWRGRVORVREMHWRVGHQXHVWURV VHQWLGRV \ D WRGRV ORV VXMHWRV GH QXHVWURV SHQVDPLHQWRV´ 6WUDFKH\ HQ Gregory 1984:22). A finales del siglo XIX, en 1897, Keltie afirmaba TXH ³HO KRPEUH HV HO WpUPLQR ~OWLPR GHO SUREOHPD JHRJUiILFR´ .HOWLH HQ *UHJRU\ 1984:23) sin llegar a tener ninguna consecuencia teórica o práctica que cambiara el rumbo naturalista de la geografía. El problema de la unidad de la geografía, así planteado, ±el estudio de la naturaleza como un todo±, era en realidad un problema metodológico, concretamente, de monismo metodológico, y constituyó, como se verá más adelante, el problema fundamental para que la geografía asumiera su identidad de ciencia social. 19. ¿Unidad metodológica o unidad de objeto? Otro de los temas más debatidos en geografía ha sido la cuestión del método, ya que también este tema toca el punto neurálgico de la ya referida unidad de la geografía. Es curioso que alguna vez se haya hablado de un "método geográfico", refiriéndose al principio de localización, corológico o espacial: "cuya importancia, como recuerda De Martonne, fue puesta de manifiesto por Ratzel, es indudablemente uno de los principios fundamentales del método geográfico (...), pero este principio corológico o esencial, como dice M. A. Lefebvre, no es específicamente geográfico, sino común a otras muchas ciencias. Bastantes fenómenos de la Sociología, la Etnografía o las ciencias políticas ganan en eficacia y claridad expresivas mediante su representación cartográfica; pero representar en un mapa las formas de arado o de calzado, o los resultados de unas elecciones políticas, no es hacer geografía´ 7HUiQ 1982:42) por lo que, en definitiva, no existe un "método geográfico". En efecto, la mayoría de los autores coinciden al afirmar que la geografía no tiene un método propio, por la compleja variedad de los fenómenos que estudia. Plans, en cambio, hace notar que la localización, la universalización, la conexión y la evolución, utilizadas conjuntamente, conforman los principios metodológicos de la geografía; pero tampoco le pertenecen en exclusiva. La discusión metodológica responde fundamentalmente a los diferentes modos de entender la geografía; no es una cuestión sencilla que atienda sólo a la materialidad de aplicar un método o técnica determinados, es decir, una cuestión de forma, sino que afecta a la cuestión de la naturaleza de los objetos que estudia la geografía y por los que se define en geografía física o geografía humana. Consecuentemente, atañe a su propia naturaleza, ésta es la cuestión de fondo. Si se la considera exclusivamente como una ciencia de los fenómenos naturales, entonces adoptará los métodos propios de las ciencias naturales; pero, si se considera que también estudia cuestiones referidas al entorno social, entonces la metodología necesariamente tendrá que ser diferente. Estos problemas habían sido detectados en el nacimiento mismo de la geografía moderna. Ante el dilema de considerar o no los problemas humanos como propios de la Geografía, algunos autores como Peschel ± discípulo de Ritter que criticó fuertemente las enseñanzas de su maestro±, Fröbel o Gerland, se pronunciaban por excluirlos del campo de la geografía, dado que se corría el riesgo de caer en especulaciones subjetivas que escapaban a un análisis riguroso y plenamente "científico". "No hay puente SRVLEOH «) entre el método de una ciencia física de la tierra y el estudio de la humanidad; sólo en la primera se puede reconocer una causalidad de tipo físico, mientras que el estudio social no puede cumplir e requisito científico de la explicación causal´. Esta postura, por lo menos, se mostraba consecuente con el sentido común, ya que si no contaban con una base teórica suficientemente articulada para describir y explicar la realidad social sin deformarla y hacerlo a la vez, dentro de las particularidades del saber geográfico, lo mejor era no considerarlo. No así los partidarios de una visión positivista quienes acogieron la corriente darwinista como la respuesta al dilema del tratamiento de los problemas humanos dentro del contexto geográfico y del marco de la cientificidad, sin reparar en si estos principios se podían transpolar sin perjuicio de los planteamientos de las cuestiones sociales. La perspectiva clásica o tradicional al abordar el estudio del paisaje aboga por la unidad metodológica; considera al hombre como un elemento más del paisaje, respetando, sin embargo, los principios que se refieren a la naturaleza del hombre. La dificultad es que ese método tradicional resulta insuficiente a la hora de estudiar los complejos urbanos. Para Hettner, uno de los principales impulsores de la geografía corológica o regional, la geografía no es sólo una disciplina natural, o sólo una disciplina humana, sino ambas cosas a la vez; este punto de vista evitaba los dualismos en la geografía, asegurando por tanto su unidad. Sin embargo, comprometida con los dos ámbitos de estudio ±los naturales y los sociales±, no supo resolver las múltiples dificultades presentadas a la hora de intentar elucidar el método propio de la geografía. La perspectiva positivista, en cambio, apoyada en los principios darwinistas, se pronunciaba también por la unidad metodológica proponiendo como método universal el método científico, pero a costa de deformar los principios referentes a la naturaleza humana, irrumpiendo en campos que no eran de su competencia. El verdadero proceder científico evalúa cada objeto de estudio y le aplica una metodología precisa, adecuada a su naturaleza. Proceder de otra manera no sería científico, sino ideológico, porque ante todo, la ciencia debe atenerse a la realidad de las cosas. Como se hacía notar, la problemática metodológica también afectó profundamente al tema de la unidad de la geografía. La visión monoparadigmática que permitía asegurar la unidad de la geografía, vio con preocupación la adopción de una gran variedad de métodos de muy distinta naturaleza, tanto, que han quedado claramente diferenciados los utilizados por la geografía física y los usados por la geografía humana. Afortunadamente esto ha sucedido así. La dificultad provenía del hecho de que identificaban la unidad de la geografía con la unidad metodológica haciendo imposible el logro de la tan deseada unidad. Sin embargo, muchas veces la pretendida unidad de la geografía entendida como unidad metodológica no hizo sino obstaculizar en muchas ocasiones el verdadero desarrollo de esta disciplina, tanto desde la perspectiva clásica como desde la perspectiva neopositivista. Nuevamente, aparece aquí la idea de la geografía como ciencia sintética. Schaefer atribuye este hecho a la pretensión de considerar a la geografía como una ciencia integradora "con una única metodología propia´; pero como se hacía notar, no resuelve mejor el problema la perspectiva positivista que Schaefer propone; antes bien, lo agudiza. Con los planteamientos neopositivistas de 1929 del Círculo de Viena, se reaviva la pretensión de que sea la ciencia física la rectora universal de las ciencias y, de nuevo, se ven las ciencias sociales invadidas por una oleada de cientificidad: el método científico es "uno e indivisible" (Ortega Cantero 1981:60), y por lo tanto su aplicación es indistinta en la geografía física como en la geografía humana. Esta profunda confusión parte de una concepción totalizante del estudio de la tierra: el estudio de todos los fenómenos que están en relaciones mutuas de causalidad con ella. "La idea de que la Tierra es un todo en el que las partes están coordinadas, proporciona a la geografía un principio metodológico cuya fecundidad resalta más a medida que se extiende su aplicación" (Vidal de la Blache 1977:49). El hombre es estudiado como un elemento más en el entramado espacial; si bien es cierto, se le conceden algunas peculiaridades. Esta visión responde a una concepción de la geografía básicamente como una ciencia natural: el hombre en sus relaciones con la naturaleza; la naturaleza y sus relaciones con el hombre. De aquí deriva la visión sintética de la geografía en la que todos sus elementos interactúan influyéndose mutuamente con la consecuente pretensión de abarcar "todo" el espacio en su complejidad. Esta postura se apoya en gran parte en el hecho de que las sociedades se han asentado en un medio natural; pone de manifiesto la relación de la sociedad con su medio. De ahí los interesantes estudios realizados por Le Play y Vidal de la Blache, por ejemplo. Es evidente que el medio ha ejercido una enorme influencia sobre el hombre hasta el punto de condicionar los modos y medios vitales de su existencia; pero también es cierto que el hombre se ha desenvuelto con una mayor independencia del medio, en la medida en que la ciencia y la técnica han progresado; esta es la razón por la que en la actualidad existen sociedades enteras que apenas si se relacionan ±y muchas veces, sólo de modo indirecto-, con ese medio natural en los términos de su vida ordinaria. Cuando lo hacen de modo directo es algo extraordinario, por razones de recreación casi siempre, pero en todo caso no es una relación continua, sino esporádica. El dominio del medio que el hombre ha ido imponiendo de manera progresiva ha sido muy diversificado, de acuerdo a las culturas de los diferentes pueblos, aunque se tiende a la generalización de un modelo de vida postindustrial. No obstante, se ha dicho que "el hombre y la naturaleza son inseparables; del mismo modo, la geografía no puede quedar separada en dos ramas distintas, consagrada una de ellas al estudio de los fenómenos terrestres naturales y, la otra, al estudio de los fenómenos humanos" (Kish en Reynaud 1976:22)4. Reconocer que la geografía estudia los fenómenos más diversificados de la superficie terrestre lleva implícito el reconocimiento de un estudio adecuado de los mismos fenómenos por parte de ésta; pero no tiene por qué hacerlo "todo a una", sino procediendo con un orden; no como quien intenta hacer una suma aritmética de elefantes y manzanas, cuyo resultado es igual a 4 El subrayado es de la autora. cada uno de los sumandos, sin haberse logrado la adición, pues corresponden a categorías esencialmente diversas, sino separando los objetos a estudiar en diferentes categorías, de acuerdo a su esencia. Es decir, se ha de aceptar necesariamente una metodología diferente. Pero esta concesión, lejos de representar un atentado a la unidad de la geografía, la refuerza en la medida que da coherencia a sus estudios. Si la realidad social es tan compleja, compuesta de fenómenos materiales y espirituales que se conjugan, interactúan y se influyen mutuamente, ¿a quién puede sorprender que la utilización de los métodos en geografía responda a esta doble naturaleza de los fenómenos sociales? La sociedad comprende una multitud de elementos intangibles de los que no da razón el método científico, pues por su propia naturaleza, este método se preocupa exclusivamente de la materialidad de los fenómenos. Aceptar abiertamente que ambas geografías requieren métodos distintos es el principio de un orden disciplinario. La independencia metodológica no impide la mutua complementariedad según los casos requeridos. Se ha llegado a esta separación de métodos fundamentalmente por la diversidad del objeto formal y por la inevitable especialización. Así pues, en la geografía no hay uniformidad de métodos, sino diversidad dentro de la unidad, y esto, de ningún modo es contradictorio. Una de las preocupaciones era que la separación metodológica se tradujese en desintegración de la disciplina con los consecuentes problemas de identidad y de la imagen pública de la geografía, lo cual, influía en su aceptación en el entorno social, y por lo tanto, en las posibilidades y perspectivas profesionales. La realidad de las cosas es que la unidad de la geografía no puede verse amenazada tampoco por una separación metodológica. Lo único que puede poner en peligro la unidad de la geografía es la pérdida del sentido geográfico o, en otras palabras, perder de vista su objeto de estudio. La geografía clásica no se equivocaba al defender la unidad de la geografía en tanto que ésta comprende tanto el estudio de los fenómenos físicos como de los humanos; pero al intentar explicarlos resultaban insuficientes sus recursos ante la extraordinaria complejidad del paisaje cultural. La geografía neopositivista ³resolvió´ el problema de la unidad englobando tanto los fenómenos naturales como humanos en una misma categoría material o física, pero al hacerlo no llegaba a resultados satisfactorios. En la actualidad ninguna de estas corrientes mantiene la hegemonía de sus principios. La geografía humanista ha moderado los excesos de la geografía positivista, pero también ha aprendido de ésta un mayor rigor en los procedimientos, y todo parece apuntar a una síntesis metodológica que recoge las ventajas de los recursos matemáticos y estadísticos de la geografía neopositivista, y una consideración más objetiva de la naturaleza humana y de los problemas sociales, denunciados tantas veces por la geografía humanista. 20. La geografía en una encrucijada A lo largo del siglo XX, tanto la geografía física como la humana experimentaron el fenómeno de la especialización, de la mano de los progresos de la ciencia y la tecnología, y en general, de la ampliación del conocimiento en los diferentes campos del saber humano, exigidos por la compleja realidad tanto del mundo físico, como del social, que permearon en la geografía. El problema de la unidad de la geografía, que estaba en íntima conexión con el peligro de fragmentación que se cernía sobre ésta y que amenazaba con destruirla mediante la especialización ±que por otro lado, era inevitable± y emancipación de las llamadas disciplinas geográficas al interior de esta disciplina, acompañó a la geografía desde finales del siglo XIX hasta su definición como ciencia social hacia la década de los años setenta, impulsada por el surgimiento de la Nueva Geografía (Claval 1979:10) y la Geografía Humanística. Esta situación ponía a la geografía en una encrucijada: la defensa de la unidad de la geografía como ciencia integradora ±el estudio de toda la naturaleza±, o la aceptación de la especialización de las diferentes ramas de la geografía o disciplinas geográficas, que era como aceptar su disolución: si por la especialización cada rama de la geografía se emancipa de ésta ¿qué quedaría de ella? La separación de la geografía en física y humana comportaba ya un primer grado de especialización, con el consiguiente riesgo de "aislamiento" en su propio terreno. Todo esto se tradujo en la práctica en un mayor distanciamiento entre los geógrafos que atendían la problemática del espacio desde el punto de vista puramente físico y los geógrafos que hacían lo propio en campo de la geografía humana, formándose un gran bloque de geógrafos físicos que poco o nada se interesaban por los aspectos sociales; y otro, más reciente, de geógrafos humanos o "sociales" que prescindían casi o totalmente de los aspectos físicos, ignorando mutuamente sus trabajos (Sauer en Gómez et al 1982:351). La especialización ocurrida en ambas "geografías" fue tal, que se vio en ello un fuerte peligro para la unidad de la geografía, advertido sobre todo desde la perspectiva de la geografía clásica, la cual, fiel a los principios de sus fundadores, partía GHXQDYLVLyQJOREDOL]DQWHLQWHJUDGRUD³PiVSHQGLHQWHGH las relaciones sintéticas que de la separación analítica, que presta atención DQWHWRGRDORVQH[RVH[LVWHQWHVHQWUHHOKRPEUH\ODWLHUUD´ *yPH]2UWHJa: 1992:22) que abarca tanto la consideración de los fenómenos físicos como de los humanos. En la geografía el estudio de la naturaleza, por un lado, y del ser humano, por el otro, conducía inevitablemente a un entendimiento dual del conocimiento geográfico, en perjuicio de la tan pretendida unidad. En este sentido la geografía regional hizo notables contribuciones al llamar la atención sobre la consideración del espacio como instancia unificadora. Cuando se asume el estudio de los fenómenos naturales y sociales desde el punto de vista corológico ese dualismo desaparece: ya que esa concepción ³UHVXOWDLJXDOHQWRGRVVXVSXQWRVIXQGDPHQWDOHV\QRSHUPLWHKDEODUGHGRV direcciones distintas dentro de la geografía" (Gómez et al. 1988:73±74). Hettner, siguiendo a Kant, afirmaba que las ciencias estudian fragmentos de la realidad única e indivisible con arreglo a diferentes criterios de clasificación, de donde surgen las ciencias particulares como la física, la química, etc.; pero señala que existe otra manera no fragmentaria de abordar OD UHDOLGDG PHGLDQWH HO HVWXGLR GH ³FRQMXQWRV \ SURFHVRV GHILQLGRV \ delimitados HQHOHVSDFLR\HQHOWLHPSR «). La Historia y la Geografía adoptan tales criterios, y de acuerdo con ellos conforman sus propios dominios" (Hettner en Plans 1977:30). Esta circunstancia dio lugar a una extraña situación que exigía del geógrafo ser competente en todos los campos, por la visión de conjunto que se debía tener en el quehacer geográfico; y por el pretendido carácter sintético de nuestra dLVFLSOLQD³VyORVLORVJHyJUDIRVKXPDQRVVHPXHVWUDQFRPSHWHQWHV en aspectos de geografía física y viceversa, podremos sacar adelante a la geografía" (Uhlig en Luis 1978:11). Exigencia que parecía desconocer el proceso de especialización que se estaba produciendo en ambas ramas de la geografía, el cual hacía imposible tal pretensión. En realidad, el problema estaba mal planteado. En primer lugar, el escollo no estribaba en optar por el estudio de fenómenos físicos o fenómenos humanos ±dado que la geografía es las dos cosas al mismo tiempo: el estudio de los fenómenos físicos y humanos interrelacionados en un espaciosino en pensar, por un lado, que esto conducía a una situación excluyente: o geografía física o geografía humana. Por tanto, la especialización en alguna de las ramas de estos dos campos, lejos de afectar la unidad, la reforzaba, siempre y cuando no se perdiera la visión de conjunto, es decir, de la perspectiva integradora del espacio. ³(O JHyJUDIR ±escribe Dantín± reúne, armoniza y sintetiza bajo la presidencia de un mismo espíritu; no es lo mismo KDFHU µILWRJHRJUDItD¶ TXH KDFHU µJHRJUDItD ERWiQLFD¶. Es precisamente en la µVtQWHVLV¶GLVWLQWD\SRUHQFLPDGHORµdispersivo analítico¶GRQGHVHKDOODHO µconcepto actual de la Geografía¶ ´ (Gómez; Ortega: 1992:26). En segundo lugar, el hecho de que efectivamente la geografía estudie fenómenos muy heterogéneos, le conduce a establecer una amplia variedad de relaciones, pero tampoco esto tiene por qué ser exhaustivo, o excepcionalmente difícil (Schaefer 1971:42). Cierto es que se debe contar con conocimientos de muy diversa índole, especialmente los que hacen alusión al fenómeno estudiado, y que se debe familiarizar tanto con la metodología como con la "jerga" de otras especializaciones para ganar en comprensión y llegar a un mayor entendimiento de los problemas tratados, pero esto no significa que se tenga que ser experto en todo. Así pues, la visión sintética no es algo que deba superarse; por el contrario, es un laudable hábito, indispensable para el ejercicio de la ciencia. Lo que debe superarse es la idea de que por el hecho de ser geógrafos se deba tener un saber omnicomprensivo. La especialización no impide el logro de una visión amplia del mundo, es decir una visión sintética, sino que, por el contrario, fomenta el interés por las otras parcelas de la realidad que no se alcanzan a dominar y predispone a buscar la interdisciplinariedad que conduce a una mayor inteligibilidad del propio campo y a una mayor comprensión del mundo en general. Entonces, la geografía es una sola; no dos geografías: física y humana; éstas solo son dos campos en los que se estudian respectivamente fenómenos naturales o sociales en un espacio determinado. Lo importante es no perder el sentido geográfico, es decir, la dimensión espacial del problema, y desde luego, las relaciones de los fenómenos que se suceden en ese espacio. En efecto, el objeto de estudio por excelencia de la geografía es el espacio, y aunque no es un objeto exclusivo de la geografía, ninguna ciencia se ocupa de él como lo hace la geografía, es decir, que mientras que la geografía hace del espacio un tema central, las demás ciencias lo abordan de modo periférico, como un punto de apoyo o referencias entre otros muchos. La geografía, independientemente del concepto que se tenga de ella, se ocupa del estudio del espacio, de la dinámica de un espacio en particular, de las relaciones espaciales de los fenómenos que le afectan y valora hasta qué punto, para lo cual, tiene que describir y localizar, explicar y relacionar. A modo de corolario, se puede afirmar que la unidad de la geografía reside en su dimensión espacial, en su visión integradora, y en su perspectiva social. De este último aspecto nos ocuparemos más adelante. 21. La geografía regional Con el naturalismo, la geografía ya se fija en el ser humano, pero como un recurso más, entre el relieve, la flora, la fauna, el clima, etc. La concepción unitaria de la geografía partía de esta idea y tenía su más acabada expresión en la región natural. La geografía regional nace en ese ambiente naturalista; se interesa por las diferencias y peculiaridades de cada área o región que dan lugar tanto a los estudios monográficos como a los comparativos, sin aparente perjuicio de los principios generales de los que pueda partir o a los que pueda dar lugar, pues se trata de compaginarlos y complementarlos. Este planteamiento, que en principio, parecía satisfacer tanto las exigencias nomotéticas como las corológicas, en la práctica privilegió los estudios monográficos que nada tenían qué ver con la formulación de leyes. En cierta forma, la geografía regional surge como una reacción contra las interpretaciones monistas y unilineales del evolucionismo, que intenta llenar el vacío que dejaba la crisis de racionalidad positivista. Recibe un influencia directa del funcionalismo creado e impulsado por Emile Durkheim, quien criticó duramente algunas ideas ratzelianas. Se ha reconocido a Vidal de la Blache como el padre de esta forma de hacer geografía, a través de la cual se descubre la originalidad de cada región, y en ODTXH³FDGDSRUFLyQGHOSODQHWDVHSUHVHQWDFRPRXQREMHWR ~QLFR´ &ODYDO 1979:8). Dado que cada región es distinta, los trabajos de diferenciación regional y los estudios comparativos regionales son su consecuencia inmediata. Así pues, la geografía regional se siente cómoda al describir las regiones y al descubrir sus particularidades, al estudiar los espacios a una HVFDODPXQLFLSDORGHODVUHJLRQHVKLVWyULFDVDOLQYHQWDULDUORVSDLVDMHV³GHO mismo modo que en botánica y en zoología la sistemática intenta comparar ORVJpQHURVEDXWL]DUORV\FODVLILFDUORV´ &ODYDO Como se ha visto, la geografía regional desempeñó un papel importante a la hora de enfrentar el problema de la unidad de la geografía, gracias a su visión corológica que daba cabida a los fenómenos humanos. Sin embargo, sus nexos filiales con la geografía moderna ±clásica±, le obligaban a permanecer fiel a los principios de generalidad planteados por sus fundadores, Humboldt y Ritter, y por tanto, se esforzaba por abarcar ambos aspectos en una visón sintética que perseguía en sus investigaciones la aprehensión del Todo; por ello consideraba que la geografía debía estudiar en su conjunto la compleja gama de fenómenos repartidos en un espacio determinado para no romper la unidad existente en ese espacio. La auténtica región geográfica era para muchos geógrafos, la región natural. ³(VHQUHDOLGDGSRUPRWLYRVPX\VXSHULRUHV\TXHDIHFWDQDOSURSLRFRQFHSWR de la geografía, por lo que conviene limitarse a lDVGLYLVLRQHVItVLFDV´ *DOORLV en Claval 1979:79). Este párrafo evidencia la fuerza entonces conferida a la idea de que la geografía tenía que ceñirse sistemáticamente al estudio y comparación de las áreas o regiones, sin dejar de lado las influencias del medio sobre el hombre. Es por esta razón que la mayoría de los geógrafos no se interesaron ±de acuerdo a los principios propuestos por los fundadores de la geografía clásica- en el conocimiento de las leyes generales de la organización del espacio. El punto esencial no consistía para ellos en el análisis abstracto de aquello que contribuye a la originalidad de una región, sino en su delimitación, descripción física y comparación; la región era un elemento tan inmediato como viviente para el observador geográfico, que se percibir. Para los deterministas, el análisis apuntaba hacia el papel de los factores naturales en su individualización. Para los posibilistas, se destacaba el trabajo humano en la formación de un medio cuyas aptitudes totales no quedaban reveladas desde un principio. Hasta aquí, los fenómenos sociales tuvieron en la geografía un tratamiento PDUJLQDO SXHV DXQTXH VH YHtD HQ HO KRPEUH D XQ ³DJHQWH JHRJUiILFR´ (Brunhes y Vallaux en Gómez; Ortega 1992:25) que modificaba el medio natural y muchas veces, de manera importante ±Sauer decía que el hombre GHEtD VHU FRQVLGHUDGR ³GLUHFWDPHQWH FRPR XQ DJHQWH JHRPRUIROyJLFR´ (Sauer 1982:352)±, no resolvió el problema del monismo metodológico, porque, por un lado, no llegó a percatarse del todo, del peso específico que tenía el ser humano, por encima de los medios naturales. Por otro lado, quienes sí llegaron a hacerlo, sentían quizá la misma perplejidad de los geógrafos naturalistas del siglo XIX, que no acababan de encuadrar bien la cuestión humana. Era una situación que provocaba sentimientos encontrados ya que entendían que el ser humano es un recurso natural, pero al mismo tiempo, reconocían su diferencia esencial y no acertaban a colocarlo debidamente dentro del campo de la geografía. De este modo, Brunhes y Vallaux ³$GYLHUWHQ OR TXH GH D]DURVR H LPSUHYLVLEOH OOHYDQ FRQVLJR ORV hechos que tienen qué ver con la vida y en especial, con la vida del KRPEUH HO KHFKR KXPDQR GHEH VHU FRORFDGR µHQ OD FRUULHQWH GH OD YLGD TXH OH KD FUHDGR¶ FRPR HVODEyQ LQVHSDUDEOH GH una cadena FX\DPDWHULDµHVVLHPSUHEDMRIRUPDVGLYHUVDVHVWHLPSRQGHUDEOH este yo no se qué, que no es reductible a ninguna forma sencilla, y TXH HV OR TXH FRQVWLWX\H OD YLGD¶ < DILUPDQ VLJXLHQGR D (PLOH Boutroux, el primordial papel desempeñado por OD ³LQWHOLJHQFLD \ OD YROXQWDG KXPDQD¶ HQ ODV VLWXDFLRQHV TXH FXHQWDQ FRQ OD SUHVHQFLD GHOKRPEUHHLQWHUHVDQDOFRQRFLPLHQWRJHRJUiILFR´ *yPH]2UWHJD 1992:30). En estas circunstancias, no deja de sorprender que el pensamiento geográfico español se manifestara con más claridad y acierto con relación a la importancia de las cuestiones humanas dentro de la geografía. Ejemplo de ello es lo que para Torres Campos ±geógrafo español de finales del siglo XIX y principios del XX, de la Institución Libre de Enseñanza± decía de la geografía: ³(La Geografía) era lo que debe ser; lo que de ella hicieron Ritter, Reclus y Ratzel, lo que inició antes que ellos el padre de la filosofía krausista; una ciencia a la vez eminentemente natural y eminentemente antropológica; una ciencia que estudia la Tierra como un ser vivo, como el medio en que se desarrolla la vida humana, profundamente influida por él, y que, por otra parte, sufre la acción de esa vida, que la modifica en proporciones considerables; una ciencia ligada, pues, con los más graves problemas de la SVLFRORJtD\ODKLVWRULDGHOKRPEUH´ *yPH]2UWHJD La geografía regional, que tuvo un gran auge durante la primera mitad del siglo XX, con el paso del tiempo, no logró dar respuesta a los cambios cada vez más rápidos y vertiginosos que se iban dando en las urbes, las complejas relaciones con el medio en las aglomeraciones urbanas e industriales, las migraciones y el turismo, entre otros (Claval 1979:9). Sin embargo, había que dar respuesta desde la geografía a los grandes desequilibrios económicos, a las inequidades sociales, a las injusticias del subdesarrollo, a los abusos del desarrollo. Se tenían que replantear los problemas y ordenar el territorio. De esta manera, fue cediendo el terreno a otras corrientes geográficas explicativas, que poco a poco, iban dando cuenta de la complejidad de las nuevas situaciones sociales. Con todo, pese a las limitaciones de esta corriente, en su momento, esta perspectiva significó un avance importante dentro de la geografía, al darle cohesión interna, estabilidad y realismo descriptivo, mismos que repercutieron en su imagen pública y en la reivindicación de su prestigio; esto sin mencionar que, después de experimentar algunas décadas el ser relegada hasta el olvido, en nuestros días, la geografía regional experimenta una renovación de la que ya van dando cuenta algunos trabajos recientes que ponen de manifiesto la franca recuperación de su prestigio, y cuyo interés ha trascendido los límites puramente geográficos (García Álvarez 2006:25). 22. La nueva geografía Al final de la Segunda Guerra Mundial los medios cibernéticos habían experimentado un desarrollo notable al ser utilizados en el medio militar, precisamente al servicio de esa contienda. Muy pronto su uso trascendió a otros campos, entre ellos, la geografía, la cual experimentó un giro copernicano, a tal grado, que en palabras en palabras de Gould (1969), se trataba de una Nueva Geografía, la cual se abría a una temática más amplia, pero sobre todo, incorporaba nuevos métodos, técnicas y herramientas hasta entonces desconocidos por la geografía, como el uso de métodos estadísticos que fueron creciendo en sofisticación apoyados en el uso de sistemas de cómputo, de tal modo que pronto se empezó a hablar de una Revolución Cuantitativa en la geografía. Esta revolución tuvo su origen en los Estados Unidos en la década de los cincuenta y ya había sido consumada a principios de los sesenta. Con el advenimiento de los métodos y recursos cuantitativos, tanto la geografía física como la humana experimentaron un desarrollo sin precedentes. Los métodos cuantitativos contribuyeron a una lograr una mayor precisión en la descripción y posteriormente fueron la base de la elaboración de teorías generales que intentaban explicar a través de leyes, los fenómenos sociales. No tardó mucho en hacerse patente la influencia de un nuevo positivismo que se hacía presente de la mano de la geografía cuantitativa a principios de los años sesenta en los Estados Unidos, cuando Burton se pronunciaba por la universalización del método científico en todos los campos del conocimiento que pretendiesen llevar el título de científicos. En el Reino Unido sucedió algo semejante: durante los años sesenta la metodología positivista se encontraba sólo de modo implícito, hasta que en 1969 David Harvey lo explicitó en su famoso libro Explanation in Geography. Sin embargo, muy pronto algunos autores comenzaron a manifestar su desacuerdo con los resultados obtenidos; el mismo Harvey que había impulsado esta corriente, reaparece en la arena del debate como uno de sus principales detractores. En su obra Social justice and the city (1973) denuncia la estrechez de estos presupuestos al dejar de lado la problemática social que demandaba estudios en profundidad que ayudasen a buscar medidas que contrarrestaran los efectos negativos de una política económica y social inequitativa y excluyente. Salvo algunas excepciones ±David M. Smith hizo interesantes investigaciones en torno a la pobreza, la desigualdad y el bienestar±, que en buena medida se explican por el relevance debate (Johnston 1979:142-145) la geografía cuantitativa distaba mucho de ofrecer una explicación satisfactoria que diese cuenta de la realidad de los fenómenos sociales. "Las hipótesis eran derivadas a partir de los modelos y sometidas a prueba frente a patrones representados en mapas, ±si bien los criterios de verificación eran, en general, vagos. La puesta a prueba de esta hipótesis provocaba, en el mejor de los casos, sólo un éxito limitado; los modelos no encajaban, a causa ±se sugería± de su UHSUHVHQWDFLyQLUUHDOGHODWRPDKXPDQDGHGHFLVLRQHV´ -RKQVWRQ\ Gregory 1986:121-122). El neopositivismo atrajo las críticas de diversos geógrafos preparando así el terreno para el surgimiento de la geografía del comportamiento y, en general, el humanismo. Así pues "De los muchos títulos que cabría emplear para describir el pluralismo de los años setenta, dos merecen especial atención: conductismo y humanismo. Una vez que los geógrafos habían aceptado el desafío de ocuparse de personas al mismo tiempo que de objetos representables en un mapa, se vieron impelidos a introducirse en el antes extraño territorio de la ciencia del FRPSRUWDPLHQWR´ 0LNHVHOO La geografía neopositivista había abordado la problemática social como si se tratase sólo de una mera cuestión estadística. El conductismo intentó corregirle la plana analizando la conducta humana en términos de relaciones estímulo-respuesta, como si se tratase de un autómata. En realidad, el conductismo no fue sino una prolongación del neopositivismo, que desconoce la condición auténticamente libre del ser humano, pues como bien apunta Gregory, "la geografía del comportamiento fue realmente una consecuencia lógica del compromiso con el positivismo guardado como una reliquia en la revolución cuantitativa" (Gregory en Johnston 1987, voz geografía del comportamiento). La geografía cuantitativa ±en definitiva, el neopositivismo± habían intentado superar el misterio del hombre: no hay misterios para la ciencia, todo se expresa o en términos cuantificables, o en términos de leyes. 23. La geografía radical Quizá de entre las corrientes surgidas por esos años, la geografía radical merezca una mención aparte tanto por la gran difusión e influencia que ha tenido en la geografía occidental, como por la polémica a la que ha dado lugar. En principio fue considerada dentro de la categoría humanista, por poner de relieve las grandes inequidades sociales en el espacio; pero la denominación que mayormente le hacía justicia y con la que se sentía más identificada era la de geografía marxista o geografía de izquierdas por estar inspirada en la ideología marxista; por otro lado, los geógrafos marxistas ± pero también el resto de los humanistas± marcaron una clara distinción entre la geografía humanista y la marxista (García Ballesteros 1986:70), al dirigir sus críticas a la primera por considerarla idealista, precisamente por dar cabida dentro de la geografía, a las subjetividades y pensamientos de los individuos. Crítica que se volvía en contra los mismos radicales, quienes eran acusados de carecer de sensibilidad para apreciar esta dimensión del ser humano, aunque Claval hacía notar que "entre las múltiples orientaciones del marxismo radical hay con todo una corriente humanista que está más abierta hacia las interrogantes fenomenológicas: esta se encuentra sobre todo entre los especialistas de geografía histórica, en torno de Alan Baker en la Universidad de Cambridge" (Claval 1987:117). La geografía radical, además de haber surgido como una reacción al neopositivismo, estuvo ligada a una serie de circunstancias que facilitaron su difusión y consolidación. Una de ellas fue el hecho de que los países socialistas estaban en el clímax de su poderío político y económico, lejos aún de mostrar las debilidades y fisuras que les llevaron finalmente a presenciar la caída del régimen; esto sin duda, favoreció la difusión del pensamiento marxista. Otra, fue que hacia 1980 el modelo económico neoliberal ya se había difundido por todo el mundo y las consecuencias económicas y sociales derivadas de la aplicación de las ³PHGLGDV GH DMXVWH´ UHFRPHQGDGDV SRU HO )RQGR 0RQHWDULR ,QWHUQDFLRQDO \ por el Banco Mundial y las instituciones dependientes de éstos estaban a la vista de todos, resultando ser los más pobres los mayormente afectados: aumento la tasa de desempleo, disminución de la capacidad adquisitiva de los salarios, disminución de las inversiones sociales, especialmente salud y educación, etc. y un notable incremento de las desigualdades sociales al interior de los países y entre éstos. Fue a la vista de este panorama social y económico, durante el último tercio del siglo XX, cuando surgieron muchas voces reivindicativas de la justicia social, entre las que se encontraban los radicales, frente un capitalismo voraz que se dejaba sentir en los llamados países del Tercer Mundo, en los que parecía repetirse la tragedia social de la que fue testigo Marx en la Inglaterra industrial del siglo XIX. Por su parte, los estudios geográficos relacionados con la localización de la problemática social ±la segregación racial, la pobreza, la mortalidad infantil, el hambre, la droga, las enfermedades mentales, el suicidio, el crimen, etc.-, que ya tenían un antecedente en la Escuela de Chicago y que con la geografía neopositivista habían sido relegados hasta casi desaparecer; fueron recuperados en gran medida por el relevance debate y reforzados por la geografía radical. ³(VWHFDPELRGHGLUHFFLyQ, los objetos de estudio de la geografía, de los supermercados y las carreteras a la pobreza y el racismo, ya ha comenzado, y podemos esperar que esto continúe, porque los objetivos de la geografía están cambiando. Los nuevos hombres ven el objetivo de la geografía igual que el de la medicina, para posponer la muerte y reducir el sufrimLHQWR´ =HOLQVN\ FLWDGR HQ Johnston 1979:143). Los geógrafos de izquierdas dirigieron sus invectivas contra el sistema capitalista a través de una serie de trabajos de análisis espacial que ponían de manifiesto las desigualdades espaciales en términos socioeconómicos. Estos geógrafos se caracterizaron por su activismo político y por su afán de transformar el mundo, según una de las máximas de Marx. La geografía aspira, desde esta perspectiva, a convertirse en un instrumento de cambio político, social y económico. Se trataba pues, de una geografía comprometida (Ortega Valcárcel 2000:309). *XLDGRVSRUHVWDVSUHRFXSDFLRQHV³ORVPDU[LVWDVLQWHQWDQSRQHUGHUHOLHYH en los casos de desigualdad espacial, un aspecto descuidado de las dominaciones de clase, y denuncian el contenido ideológico de la gestión de inspiración económica, puesto que esta gestión esconde estas GHWHUPLQDFLRQHV IXQGDPHQWDOHV´ &ODYDO -136). Anderson ±un geógrafo radical± en uno de sus artículos se propone poner al descubierto los lazos tendidos por la ideología dominante, el capitalismo, para poner sobre aviso acerca de los recursos manipulantes que pasan inadvertidos SDUD OD PD\RUtD GH OD JHQWH $Vt SRU HMHPSOR ODQ]D XQD YR] GH DOHUWD ³/D clase dirigente nunca domina a través de una sola fuerza, su hegemonía siempre descansa en la ideología y en los intelectuales asegurando que el DSURSLDGRSXQWRGHYLVWDVHDEDVWDQWHFRKHUHQWH´ $QGHUVRQ La geografía radical tuvo una particular acogida en los países anglosajones y en Francia, razón por la cual, es de estos países de donde proceden el mayor número de trabajos de esta corriente, publicados buena parte de ellos en dos revistas que llegaron a tener una gran difusión: Antipode, fundada por Richard Peet en 1969 y publicada en la Universidad de Clark, Massachusetts, y Hérodote, que vio la luz en Francia, en 1976, fundada por Yves Lacoste. La geografía radical ha sido una de las ramas más activas en el último tercio del siglo XX, pero también una de las más cuestionadas. La complejidad tanto de la teoría marxista y sus desarrollos en los diversos campos ±incluido el geográfico-, como de la concreción de su praxis en esos mismos campos, ha dado lugar a una amplia crítica. Un ejemplo de ello se puede encontrar en Ortega Cantero (1985) quien recoge la opinión de algunos autores que destacan, entre otras cosas, 1) su ambigüedad con UHODFLyQDVXSRVLFLRQDPLHQWRHQHOiPELWRGHODVFLHQFLDV³0DU[EDVFXODGH IRUPDDFXVDGDHQWUHXQDRULHQWDFLyQµFDXVDOLVWD¶µFLHQWLILFLVWD¶GHXQDSDUWH \XQDRULHQWDFLyQµGLDOpFWLFR-KHUPHQpXWLFD¶µWHOHROyJLFD¶GHODRWUD « Esta ambivalencia, sea dicho de paso, propicia interpretaciones radicalmente GLIHUHQWHVGHVXPHQVDMHILORVyILFR´ 9RQ:ULJKWHQ2UWHJD&DQWHUR 2) la ambición de su enfoTXH HSLVWHPROyJLFR ³SRUTXH OR TXH HVH HQIRTXH procura es nada menos que integrar racionalmente lo histórico, lo político y lo PRUDOHQHOVyOLGRGRPLQLRGHODFLHQWLILFLGDG´FXHVWLyQTXHQRSDUHFHKDEHU UHVXHOWR DGHFXDGDPHQWH GHELGR D TXH ³sus discusiones política y moral no sólo se yuxtaponen a su discusión económica y son exteriores a ella, sino que interfieren con ella. Esa interferencia produce sistemáticamente FRQIXVLyQ´ 3pUH] 'tD] HQ 2UWHJD &DQWHUR \ ILQDOPHQWH OD cuestión metodológicD³$PLHQWHQGHUHVSHUIHFWDPHQWHFRUUHFWRLQVLVWLUHQ que el marxismo constituye, fundamentalmente un método. Pero ya no es tan FRUUHFWRFUHHUTXHFRPRPpWRGRKD\DGHHVWDUDVDOYRGHWRGRDWDTXH « HO PpWRGR PDU[LVWD HV HQ YHUGDG VXPDPHQWH SREUH´ (Popper en Ortega Cantero 1985:41). Una objeción que suscitó un gran debate hace algunas décadas fue la cuestión de que la geografía radical carecía de una tradición teórica geográfica genuinamente marxista, ya que al parecer, los escritos de Marx no aportaban ningún sustento de los que se derivasen los estudios del espacio (García Ballesteros 1986), pues sus reflexiones daban cabida a las cuestiones históricas, mas no a las espaciales; objeción que al parecer no fue contestada satisfactoriamente por los radicales, ya que el mismo Harvey es quien en dos de sus obras ±The limits of capital (1982) y The urbanization of capital (1985)±³KDVXEUD\DGRODIDOWDGHFRQFLHQFLDHVSDFLDOGH0DU[\KD tratado de ampliar su análisis a un examen completo de las implicaciones espaciales de algunos de sus enunciados teóricos, haciendo especial UHIHUHQFLD DO FRQWH[WR XUEDQR´ 8QZLQ \ PiV UHFLHQWHPHQWH KD señalado: ³5HVXOWD GLItFLO SDUHFH VHU GLDOpFWLFR UHVSHFWR DO HVSDFLR OR TXH hace que muchos marxistas sigan en la práctica a Feuerbach, en la LGHD GH TXH HO WLHPSR HV µOD FDWHJRUtD SULYLOHJLDGD GHO GLDOpFWLFR porque excluye y subordina, mientras que el espacio tolera y FRRUGLQD¶ +DVWD HO WpUPLQR materialismo histórico, señaló, borra la importancia de la geografía, y si yo he luchado estos últimos años SRU LPSODQWDU OD LGHD GH µPDWHULDOLVPR KLVWyULFR-JHRJUiILFR¶ HV porque el cambio de esa terminología nos predispone a observar con más flexibilidad y, espero, más convicción, el significado de clase que tienen procesos como la globalización y el desarrollo JHRJUiILFRGHVLJXDO´ +DUYH\ Paradójicamente, ±como se verá más adelante±, no obstante esos inconvenientes, años más tarde la reivindicación del espacio como objeto de estudio propiamente geográfico, vendrá de la mano de los geógrafos de izquierdas, dentro del movimiento postmodernista. Por otro lado, en los países occidentales, la adopción de una perspectiva marxista dentro de la geografía generó ciertos conflictos al interior de ésta por la supeditación que a la postre suponía la geografía social a la económica, tal como sucedía en los países socialistas, pero además se consideraba que de esta manera la JHRJUDItD HFRQyPLFD WUDQVIRUPDUtD D OD JHRJUDItD VRFLDO HQ ³JHRJUDItD KXPDQDHQVHQWLGRSOHQR´ &DSHO 1989:75), lo que suponía un retroceso en la consideración de la geografía como ciencia social. Con todo, la geografía radical ha dado lugar a una prolífica producción geográfica cuyo mérito fundamental, ha sido poner de manifiesto las inequidades espaciales mediante la utilización de los métodos y herramientas geográficos, sugiriendo además, algunos de los posibles caminos para la solución de la problemática señalada. La enumeración de estas obras daría lugar a una prolija lista de la que no es posible dar cuenta en este espacio; sin embargo, valga una pequeña excepción a través de una recopilación hecha por Unwin para recordar en el campo de la geografía histórica a Dunford y Perrons (1983) quienes realizan un trabajo sobre el desarrollo histórico del capitalismo en Gran Bretaña: The arena of capital; a Gregory (1982, 1984), el cual, lleva a cabo una investigación sobre el cambio industrial y el conflicto de clases en la industria de la lana de Yorkshire; a Blaut (1975): Imperialism: the marxist theory and its evolution, que trata sobre las teorías marxistas del colonialismo y el imperialismo. En el área de la geografía urbana se destacan la investigación de Castell (1977): The urban question: a Marxist approach y la de Harvey (1973): Social justice and the city; en el de la planificación, los trabajos de Dear y Scott (1981): Urbanization and urban planning in capitalist society. También se llevaron a cabo estudios orientados a la comprensión de las desigualdades regionales con relación a la reestructuración industrial como los realizados por Massey y Meegan (1979): The geography of industrial reorganization, entre otros. Finalmente, las investigaciones sobre las desigualdades sociales y regionales asociadas al desarrollo del capitalismo en el llamado Tercer Mundo, son otras de las contribuciones realizadas desde la geografía radical, a cargo de los trabajos de Lacoste (1961): Geografía del subdesarrollo, Slater (1973): Geographical and underdevelopment, Santos (1974): Gepography, Marxism and underdevelopment y Buchanan (1972): The geography of empire (Unwin 1992:231-232). Además de obras más relacionadas con la geopolítica como las de Lacoste, en las que usa de sus conocimientos geográficos para denunciar la catástrofe producida por los bombardeos a las presas que arrasó la vida de miles de personas en Vietnam (1977); y más recientemente, su trabajo sobre Geopolítica (2008), y sus investigaciones sobre los conflictos espaciales y sociales generados en torno al agua (2003): El agua: la lucha por la vida, además de dedicar dos números monográficos de Herodote a este crucial tema en 2001 y 2003. Una característica que vale la pena destacar en los escritos de Marx ±y que de alguna manera se reproduce en sus seguidores-, es, indudablemente, su realismo crítico, mismo que aun sus propios detractores no pueden pasar por alto. Valga la siguiente cita de uno de sus más contundentes críticos, que si bien es cierto, es extensa, permite apreciar más íntegramente este aspecto: ³$XQ HO TXH QR DFHSWD OD YDOLGH] GH VX VLVWHPD SRVitivo, debe hacerse cargo de la agudeza de su método intelectual como instrumento desmitificador: la perspicacia de su mirada para GHVFXEULU OD PHQWLUD GH ODV µLGHDV HOHYDGDV¶ HO VLJQLILFDGR SUiFWLFR de las formulaciones teóricas, el trasmundo concreto que los conceptos abstractos revelan o falsean. Después de Marx, aun el más espiritualista de los filósofos, precisamente el espiritualista, debe aprender una actitud de austeridad y cautela frente al pensamiento especulativo y su posible gratuidad o, peor aun, frente a su poder de ocultamiento de la realidad. Sobre todo en el terreno político y cultural, la crítica marxista es siempre un límite dialéctico y un freno útil para aquellas proyecciones del pensamiento que se pierden en lo ideal, y se gozan en su perfección formal, omitiendo toda referencia a la posibilidad existencial, a la viabilidad histórica, al fundamento fáctico de la idea o del valor. Todo platonismo ±en el sentido corriente de la expresión± se ha hecho imposible después del realismo marxista. /DV LGHDV QRV UHFXHUGD HVWH UHDOLVPR QXQFD VRQ µSXUDV¶ VLHPSUH son a la vez fuerzas que operan en los conflictos de la existencia social. Nos recuerda también que no vivimos en el mundo angélico de la intersubjetividad: las relaciones entre los sujetos sufren siempre la mediación de los objetos, estos, a su vez, son reales y tienen su propio dinamismo ±así el dinero, la propiedad, las µHVWUXFWXUDV¶±, y su acción o su inercia pueden anular las mejores µLQWHQFLRQHV¶3RUHVRODFUtWLFDPDU[LVWDQRHVQXnca exclusivamente intelectual, asume decididamente su función práctica, pues está no solo delante del error sino de la alineación. Que todo pensamiento esté condicionado por el entorno concreto y por la historia, y que a su vez actúe sobre ella en términos prácticos, es una afirmación que ±más allá de la pluralidad del sentido que encierra± ha pasado al patrimonio intelectual del siglo XX. Desde luego Marx no tiene la paternidad exclusiva de esta mentalidad crítica; pero el realismo de sus análisis y el vigor de sus énfasis IUHQWH D WRGR LGHDOLVPR \ D WRGD µDEVWUDFFLyQ¶ ±en el sentido marxista± confieren a muchos de sus planteamientos el sabor de lo concreto y de lo convincente, y lo hacen el protagonista de una verdadera revolución copernicana en el orden del pensamiento tanto FRPRHQODHVIHUDVRFLDO´ ,EixH]-51). La geografía radical ha sufrido muchas transformaciones, tantas, que ya difícilmente se podría encuadrar en la denominación de marxista, y ha transitado a una visión del mundo más amplia, la geografía postmoderna, superando en buena medida muchas de las debilidades señaladas párrafos atrás. Se mencionan a continuación las causas que dieron origen al postmodernismo, y se señalan de manera sucinta algunas de sus características para encuadrar de mejor manera, las aportaciones de la geografía postmoderna, como se verá más adelante. 24. La geografía humanística La geografía denominada humanística nace como una réplica a la geografía analítica dominante de los años setenta del siglo XX, a los excesos de la geografía cuantitativa y como una resistencia a la corriente neopositivista, identificada para entonces como el culmen del racionalismo moderno que ya HVWDED HQ FULVLV ³/D JHRJUDItD KXPDQtVWLFD KD GH YHUVH FRPR XQD FUtWLFD \ una alternativa a OR TXH VH FRQVLGHUy OD µGLFWDGXUD LQWHOHFWXDO¶ GHO HQIRTXH FXDQWLWDWLYRHQ*HRJUDItD´ 6DQJXLQFLWDGRHQEstébanez 1982:14). Fue la reacción de un buen número de geógrafos que se negaban a aceptar las limitaciones de este tipo de geografía que ignoraba los aspectos no mensurables del ser humano, y las otras formas de conocimiento H[WUDFLHQWtILFR GH pVWH /D DWHQFLyQ D HVWH WLSR GH WHPDV ³KD\ TXH contextualizarla a partir de los momentos de profunda reflexión que se desencadenaron en el mundo académico de la disciplina como consecuencia del relevance debate. Esta prolífica diversificación, resultante del debate generado en el campo de la geografía humana, propició contrastadas sendas de investigación geográfica: reformismo neopositivista, humaQLVWD FUtWLFD UDGLFDO RULHQWDFLyQ SRVWPRGHUQD HWF´ orientación +HUQDQGR 2006:24). La geografía humanística se alimentó de las filosofías fenomenológica y existencialista por considerarla más acordes a los planteamientos que reivindican la subjetividad del ser humano. Pero fue la fenomenología la que tuvo un mayor impacto en la geografía. Para Husserl ±el padre de la fenomenología± HO QXHVWUR HV XQ PXQGR GH ³YDORUHV ELHQHV XQ PXQGR SUiFWLFR DQFODGR HQ XQ SDVDGR \ GLULJLGR D XQ IXWXUR´ FLWDGR HQ *DUFtD Ballesteros 1986:80). La fenomenología intentaba rescatar aquellos valores marginados por el neopositivismo por considerarlos muy subjetivos: las experiencias del ser humano, sus sentimientos, su imaginación, su propia percepción del espacio. Para Husserl la fenomenología es un método que FRQVLVWHHQ³LUDODVFRVDV´GHMDUTXHpVWDVKDEOHQSRUVtPLVPDVGRQGHHO propio conocimiento ±el modo de ver las cosas± se constituye en un instrumento epistemológico (Ortega Cantero 2000:300). Quizá de entre las geografías humanistas, la fenomenológica se aproximó más a la dimensión extracientífica del conocimiento humano: "¿Acaso no es a la fenomenología a la manera de Husserl a la que se deben las reflexiones más pertinentes sobre la especificidad de los hechos humanos y sociales? ¿Qué es lo que revela el examen de la conciencia cuando empleamos el método fenomenológico? Que ésta es siempre intencional. Henos aquí así pues en el polo opuesto del universo sin finalidad al que se consagran las ciencias positivas. La epistemología de las ciencias sociales debe partir de esta constatación: el universo de los hombres no tiene la cualidad REMHWLYD GHO GH ODV FRVDV HVWi VLHPSUH DQLPDGR SRU SUR\HFWRV´ (Claval 1987:117). Inicialmente todas las corrientes que repudiaban a la geografía neopositivista entraban en la amplia denominación de humanísticas aunque no necesariamente compartían los mismos presupuestos teóricos ±o lo que es más, algunos se contraponían± pero que tenían en común ese rechazo a la racionalidad cientificista, dando lugar a las diversas geografías: del comportamiento, del bienestar, de la percepción, fenomenológica, radical, etc. Sin embargo, dada esa diversidad de puntos de partida, con el paso del tiempo fueron decantándose hacia posiciones distintas de corte materialista, idealista, o propiamente humanista que parecía estar entre estas dos corrientes. Así, la geografía del comportamiento terminó en una prolongación de la geografía neopositivista; la geografía liberal anglosajona devino en un neodeterminismo espacial, también como concreción del neopositivismo y la geografía radical acabó marcando sus diferencias respecto a casi todas las otras geografías por considerarlas idealistas. La geografía positivista liberal anglosajona pretendía explicar la ubicación de las fábricas, de los centros comerciales, de los emplazamientos urbanos, las distancias entre éstos y las preferencias de la gente y estudios por este estilo, lo que llamaríamos hoy estudios de mercadotecnia, que no es que no tengan utilidad o no sean necesarios, sino que dejaba de lado los acuciantes problemas sociales, las inequidades socioespaciales que quedaban fuera del foco de su atención, pues todos sus recursos técnicos y sus conocimientos estaban en función de los intereses de la lógica económica liberal, del capitalismo. La geografía liberal anglosajona partía de los mismos principios que el liberalismo económico y político: reconocía leyes independientes de las formas y los procesos de desarrollo de las sociedades. Del mismo modo, los espacios eran estructurados según los modelos, independientemente de la historia y de las relaciones sociales existentes en un orden espacial. La geografía liberal se desentendía ±como hoy y siempre± de la problemática social para ir exclusivamente en busca de su propio interés. Esta práctica XWLOLWDULVWDGHODJHRJUDItDTXHVHGHWHQtDHQODFRQVLGHUDFLyQGH³HVWUXFWXUDV abstractas y descarnadas y en la manipulación técnica", tenía en el pragmatismo su mejor apoyo. Por otra parte, la geografía del bienestar que intentaba centrar la atención en el "bien±estar de la sociedad como condición variable en el espacio", fue criticada por la geografía radical por no ofrecer soluciones efectivas a los problemas de injusticia social: para lograr el bienestar de la sociedad hay que eliminar las causas que generan dichas situaciones de injusticia, es decir, eliminar radicalmente el sistema capitalista ±que es el responsable de tal situación± mediante la instauración de un nuevo orden socioeconómico: el sistema socialista. Los radicales acusaban también al resto de las geografías humanistas de encerrar ideologías e intenciones poco claras, de enarbolar banderas que persiguen intereses particulares y de que con la consideración de las subjetividades se ha producido un retroceso en la objetividad de la ciencia. La verdad es que la subjetividad de la gente es algo objetivo ±es decir, real±, y no contar con algo objetivo en el desarrollo de la ciencia, es no hacer ciencia. Otra cosa es que esas subjetividades no sean susceptibles de cuantificarse; "los radicales (...) no siempre toman conciencia de la dimensión real de la corriente humanista: al considerarla como una expresión de una filosofía superada se niegan a ver lo que únicamente da prueba de subjetivismo burgués" (Claval 1987:124). Con todo, la geografía humanística y la geografía radical, fueron acusadas de falta de rigurosidad científica: "Aunque los geógrafos radicales americanos han fracasado de un modo notable en sus esfuerzos evangélicos, sin embargo han conseguido un considerable éxito implícito en la mayoría de los trabajos de geografía humana. Es indudable que las sugerencias ofrecidas por los geógrafos humanistas y radicales han acrecentado la valoración de la geografía. Es dudoso si han incrementado o no la ciencia geográfica" (Mikesell 1986: 195). 25. La geografía postmodernista Pese a los innegables adelantos de la ciencia, el siglo XX puso de manifiesto las limitaciones de ésta, no sólo por su incapacidad para resolver todos los problemas humanos, sino por ser muchas veces la causa de sus desgracias. En la literatura contemporánea ofrecida por sociólogos, filósofos, historiadores y otros intelectuales se comenzó a observar que cada vez más frecuentemente, de manera tácita o explícita, el tema de la crisis estaba presente. El proyecto modernista, había fracasado en su intento de lograr la emancipación de la humanidad, la libertad completa, la felicidad esperada. La ciencia comienza a ser cuestionada produciéndose al interior de ésta una ruptura. Los resultados poco satisfactorios de las ciencias desde el punto de vista de la eficacia para explicar la realidad condujeron a la crisis al interior de las ciencias. El modelo explicativo tiene una lógica del control y la transformación de lo real. No parecía ser un camino muy cómodo y a propósito de las ciencias sociales los tipos de explicación causal y funcional, pues provienen directamente de las ciencias naturales. Esta crisis quedaba especialmente de manifiesto en las ciencias sociales ±y por lo tanto, en la geografía, que ya se venía perfilando como ciencia social± a las que siempre se les había acusado de falta de rigurosidad, al no ajustarse por completo a los cánones de la ciencia dura. La realidad es que esta crisis afectaba también de modo profundo a las ciencias de la naturaleza. El descubrimiento de la inestabilidad dinámica o ³FDRV´ OD LQWURGXFFLyQ GH ODV LGHDV GH SUREDELOLGDG H LUUHYHUVLELOLGDG KDQ REOLJDGR D XQD UHYLVLyQ GHO FRQFHSWR GH ODV OH\HV GH OD QDWXUDOH]D ³OR TXH comenzamos a percibir son los límites de la validez de los conceptos IXQGDPHQWDOHVGHODItVLFD « 6LYLQFXODQDODVQRFLRQHs de inestabilidad y FDRV « la consideración de esos conceptos conduce a una nueva IRUPXODFLyQGHODVOH\HVGHODQDWXUDOH]D´ 3ULJRJLQH ODVFXDOHVVe consideraban invariables. El postmodernismo es una actitud contestataria que reta el carácter de lo absoluto. Sin embargo, el movimiento postmodernista no constituye un todo uniforme, ni presenta un proyecto común; por el contrario, se encuentran en él diversas posturas que podrían, incluso, verse como opuestas. Rosenau habla de dos grandes grupos dentro del postmodernismo: los escépticos y los afirmativos. Éstos últimos, más próximos a lo que se ha llamado el giro, cuyas únicas características comunes son: el rechazo expreso al proyecto de la modernidad, a la tradición patriarcal, secularizadora y esencialista de la modernidad. Por lo tanto, renuncian a la epistemología tradicional, a las teorías, porque éstas determinan al mundo. El juego de la modernidad es un juego hegemónico, intenta naturalizar algunas construcciones sociales. La teoría es una mirada única, prescriptiva, que dicta cómo se han de conocer las cosas y opera con procedimientos inductivos y deductivos. En este sentido, la interpretación ±y no la explicación, pues ésta supone la existencia de leyes naturales que determinan el acontecer de los fenómenos± es el punto más a propósito de coincidencia de estos intelectuales postmodernos que se adscriben a esta nueva forma de mirar el mundo. La interpretación es una tesis abierta, no tiene una teoría que establezca los aspectos primarios de los secundarios, no tiene validez universal, sino que la tiene en un tiempo y lugar determinados; por lo tanto, una acción o un hecho tendrá sentido en un contexto específico. Obviamente, este horizonte, inevitablemente trae consigo planteamientos relativistas. 'HQWURGHODJHRJUDItDVHGDQLQWHUSUHWDFLRQHVGLYHUVDVSDUDDOJXQRV³HVWD concepción implica un programa de deconstrucción extremadamente radical, donde los códigos de la mente humana, la verdadera esencia de la cultura, VHGHVWUX\HQSDUDSRGHUUHFRQVWUXLUORVGHVGHFHUR´PLHQWUDVTXHSDUDRWURV HV DQWH WRGR ³RWUD UHHVWUXFWXUDFLyQ SURIXQGD \ DPSOLD de la modernidad, en lugar de como una ruptura y sustitución completas de todo el pensamiento post-LOXVWUDGR SURJUHVLVWD´ 8QZLQ -249). Hacia principios de la década de los ochenta, comienza a darse una recuperación del concepto de espacio en la misma geografía, a través de los enfoques postmodernistas. Si la producción también afecta al espacio en tanto que objeto producido, también cualquiera otra actividad humana tiene consecuencias espaciales; lo mismo se puede decir de la tecnología, la cultura y la organización política y social (Santos 2000). Así pues, el espacio tradicional, objeto de estudio de la geografía, vuelve a tomar un lugar relevante en la reflexión teórica de los geógrafos inscrita en el marco de la teoría social y esto fue fundamentalmente el resultado de una serie de trabajos realizados por los geógrafos que se identificaban con una ideología de izquierdas. Una aportación significativa, que si bien es cierto no se inscribe dentro de este enfoque, pero que podría considerarse como precursora de ese rescate conceptual es La producción del espacio, del historiador Henry Lefebvre, aparecida en 1974. Otro autor que intentó abonar desde el campo del marxismo a la teoría geográfica, aunque con menos éxito ±quizá por la radicalidad de sus planteamientos±, fue Quaini, quien creía encontrar en el PDU[LVPR³XQDWHRUía de la historia, un análisis de la sociedad e incluso una JHRJUDItD´ (Ortega Valcárcel 2000:330-331). Sin embargo, este autor no logra salir de los moldes tradicionales de las relaciones Hombre-Medio. Los enfoques postmodernistas dentro de la geografía han dado un decidido impulso a la recuperación del espacio como categoría específica y definitoria de los estudios geográficos. Concretamente la obra de Edward Soja (1989) Postmodern geographies: the reassertion of space in critical social theory, además de ser considerada la primera investigación geográfica postmoderna, es una clara referencia en este sentido. Se suman a esta reflexión otros dos autores, identificados también con una ideología de izquierdas: Michael Dear, Mike Davis y Edward Soja, quienes han incorporado la deconstrucción de los conceptos y discursos tradicionales usados en la geografía, como metodología de investigación geográfica a través nuevos recursos como el cine, el arte, la poesía, y una cierta recuperación de la geografía regional planteada en nuevos términos. Este cambio de coordenadas se traduce en la geografía en una mayor atención a los aspectos subjetivos. De este modo, la geografía comenzó a interesarse cada vez más no sólo por la subjetividad de las personas, sino por la subjetividad del geógrafo en particular: La geografía posmoderna ha puesto en evidencia la subjetividad del geógrafo, subrayando cómo el concepto de autoridad y el punto de observación de donde parten nuestras proyecciones/exploraciones del mundo son elementos clave para comprender el desarrollo de cualquier discurso geográfico. Ha mostrado también cómo la fuerza del autor se ha regido por su capacidad ²en la mayor parte de los casos inconsciente porque es transferida al plano epistemológico² de esconder la propia posición y de convertir la propia conducta en inocente, es decir científica, salvo por someterse con relativa serenidad a los imperativos paradigmáticos (Minca 2002:50). La geografía postmoderna ha coadyuvado al impulso definitivo y determinante que necesitaba la geografía para su consolidación en el campo de las ciencias sociales, y una renovación de sentido en el modo de abordar y tratar no sólo los temas sociales, sino los temas que siempre han sido del interés de la geografía, como son los recursos naturales. 26. La geografía como ciencia social Se ha dicho que la geografía es social por naturaleza pues el ser humano siempre ha estado presente en el quehacer geográfico (George 1980:9); pero, como se ha visto, el modo de abordarlo y de entenderlo no ha sido siempre el mismo; digamos que la geografía ha sido siempre "humana" porque nunca han faltado en sus estudios aspectos relacionados con la población ±razas, costumbres, religiones, etc.±; pero al mismo tiempo, ha sido "física", porque desde sus orígenes se ha ocupado de estudiar a la Tierra en su totalidad. Para llegar a descubrir su auténtica vocación social, tuvieron que pasar miles de años, entre otras cosas, porque no existían las ciencias sociales. Ese periodo de madurez no llegó sino hasta mediados del siglo XX, cuando finalmente, se consideró a sí misma, ciencia social, y no ciencia física o ciencia natural, pese a la fuerte tradición naturalista del siglo XIX y principios del XX, o más aun, a la tradición milenaria de la geografía, orientada casi exclusivamente a las cuestiones físicas de la Tierra y a su posición en el espacio sideral, e independientemente del acuerdo o desacuerdo que pudiera existir entre los geógrafos físicos. Paradójicamente, la introducción de temas no físicos ±geografía de la localización, geografía del bienestar, aunque no propiamente temas sociales±, en el campo geográfico fue llevada a cabo por la corriente neopositivista en pleno auge en los Estados Unidos, al término de la Segunda Guerra Mundial y durante la década de los años cincuenta, y posteriormente, en el Reino Unido en la década de los sesentas. Más tarde, geógrafos de Francia, Alemania y España, incorporaron esta perspectiva en sus investigaciones. Desde la óptica materialista, ésta no tuvo ningún inconveniente en considerar los hechos humanos con el mismo grado de empiricidad con el que abordaba los fenómenos físicos y naturales. Aunque, evidentemente, este modo de abordar los fenómenos sociales no era el más adecuado ±y fue una de las críticas que impugnaron las corrientes humanistas y radicales±, consiguió llamar la atención de los diversos científicos que reivindicaron para la geografía un lugar entre las ciencias, lugar que no le era reconocido en el ámbito científico desde hacía mucho tiempo, pues el prestigio del que había gozado durante el siglo XIX, especialmente en la segunda mitad y a principios del siglo XX, había ido desapareciendo en la medida en que la sociedad se orientaba hacia nuevos intereses y la geografía se quedaba en la consideración de los aspectos puramente naturales. Algunos autores, al reflexionar acerca de este cambio de horizontes en la geografía, coinciden en señalar algunas circunstancias externas que propiciaron este cambio. Se destaca que la ola progresista que caracterizó los años de la postguerra había desaparecido por la década de los setenta, cuando la opinión pública comenzó a sensibilizarse primero por la problemática ecológica para centrar su atención posteriormente en los múltiples problemas que aquejaban a la sociedad. Los geógrafos contaban con mayores recursos técnicos para el tratamiento de ambos problemas, de modo que se aplicaron en la utilización de dichos recursos ±ya desde una óptica positivista± para resolver la problemática que se les planteaba. La geografía en su conjunto está considerada como ciencia social, lo que significa que los aspectos físicos quedan asumidos por la dimensión humana; lo que significa también que los geógrafos físicos son científicos sociales, aunque aparentemente tengan muy poco que ver con la geografía humana o con los aspectos sociales. Al fin y al cabo, ya Hume llegaba a la conclusión de que las ciencias en general se orientan al servicio del hombre (Sanz 1991:347) y, con más razón esto tendría que observarse respecto a la geografía física, que es parte de la misma geografía. La geografía es finalmente una ciencia social, pese a los denodados esfuerzos que en su momento hiciera la sociología por recluirla al ámbito de los estudios puramente naturales del medio (Hernando 2009:153). Este fue un hecho de gran envergadura y no sólo una simple cuestión nominal, un pequeño detalle en la historia de la geografía, sino que es ±a nuestro juicio±, una cuestión medular que mientras no estuvo resuelta, no se podía dar cuenta cabal de su identidad, ni tampoco resolver satisfactoriamente, los complejos planteamientos que se le venían haciendo provenientes de los diversos campos del saber, de los acuciantes problemas del mundo moderno, así como del acontecer diario de los ciudadanos. ¿Por qué contrariamente a la opinión pública que en general considera a la geografía como una ciencia física o natural, está ubicada en el universo de las ciencias sociales? ¿Por qué, incluso tras la resistencia de muchos geógrafos, terminó predominando el aspecto social como el elemento definitorio? ¿Qué fue lo que indujo a la definitiva conversión de la geografía a las cuestiones sociales? La resistencia al cambio de horizontes dentro de la geografía hacia una orientación más social se debía en gran parte al temor de perder su propia especificidad identificada desde hace más de dos milenios con la tradición físico-naturalista. Sin embargo, la orientación de la geografía hacia lo social venía incoada desde el mismo momento en que se decidió no excluir de su esfera de estudios al sHU KXPDQR /D ³YRFDFLyQ VRFLDO´de la geografía quedó definitivamente confirmada en la segunda mitad del siglo XX, donde se la ve irrumpir de lleno en los temas sociales o de organización social del espacio. Diversas causas confluyeron para su definitiva conversión a las cuestiones de tipo social. En primer lugar se puede mencionar el hecho de que la geografía nunca fue ajena a los avances ±y retrocesos± de otras ciencias sociales como la sociología, la economía y la historia; de las corrientes del pensamiento dominantes en cada época, y de los debates que se establecían entre éstas, tal como ocurrió, por ejemplo, entre el positivismo y el historicismo alemán, permeando su influencia en el campo de la geografía. Para el historicismo, existía una clara diferencia entre los modos de investigar los hechos naturales y los sociales. En la específica denominación del historicismo alemán el vocablo erklären es usado para designar la forma concreta de conocer en las ciencias naturales, las cuales formulan leyes que explican el fenómeno estudiado, en contraposición con el vocablo verstehen, que expresa el tipo de conocimiento propio de las ciencias del espíritu ±el cual no puede explicar desde fuera al ser humano por medio de leyes, porque está por encima de esos mecanismos exclusivamente físicos o biológicos, y sus motivaciones proceden de fuentes más profundas y complejas± sino sólo comprenderlo, dado que el ser humano, su objeto de estudio, tiene una interioridad que no puede ser explicada desde fuera, sino sólo comprendida. Esta distinción epistemológica aplicada a la forma de abordar los fenómenos físicos y humanos, constituyó un importante precedente en la aproximación al estudio de las realidades VRFLDOHV HQ JHRJUDItD DO HVSDFLR ³YLYLGR´, al ³HVStULWX´ \ OD ³SHUVRQDOLGDG´ GHO HVSDFLR 7XDQ \ VV . Si, como siempre se ha dicho, la geografía se encarga del estudio del espacio, no había razón para retraerse del estudio del espacio humanizado y menos aún del artífice de ese espacio; si se pretendía que fuera explicativa tenía que comprender antes los hechos humanos para explicar la organización espacial, pues de otro modo no podría explicar, más que muy pobremente, ese espacio. De este modo la geografía comenzó a interesarse cada vez más por los asuntos económicos y sociales y por la problemática asociada a ellos como las cuestiones de injusticia o inequidad sociales y a cuestionar el RUGHQ HFRQyPLFR LPSHUDQWH \ VXV FULWHULRV GH ³HILFDFLD´ TXH LQFLGHQ HQ OD ³GLVSRVLFLyQ HVSDFLDO GH OD DFWLYLGDG KXPDQD´ 6mith 1980:11) y que en EXHQD PHGLGD GDEDQ UD]yQ GH HVDV LQHTXLGDGHV 6L ³SURGXFLU HV SURGXFLU HVSDFLR´ WDPELpQ FXDOTXLHU RWUD DFWLYLGDG KXPDQD WLHQH FRQVHFXHQFLDV espaciales; lo mismo se puede decir de la tecnología, la cultura y la organización política y social (Santos 2000). Finalmente se arribaba a la geografía social, donde se podían tratar como propios, los más variados problemas sociales que dejaban huella en el espacio. Esto significaba investigar las ideologías, acercarse a los actores políticos y sociales y a los móviles del comportamiento humano (Rentería 2011); a la interpretación y la valoración que las personas hacen del espacio, de las etapas y del proceso de toma de decisiones que afectan fundamentalmente a la organización espacial. En este sentido, la fenomenología ejerció una importante influencia epistemológica en la segunda mitad del siglo XX, al abordar el tema de la experiencia cotidiana, vivida y adquirida por el individuo (Lindón 2006), en la que las nociones de espacio y lugar dan la clave para la comprensión del individuo con sus sentimientos y afectos, que no son en absoluto, algo ajeno a la configuración y organización del espacio (Montañez 2009:55). Ahora bien, esta tarea no podía llevarla a cabo sólo con los recursos metodológicos de que disponía entonces; tenía que acercarse a las ciencias sociales y apoyarse en los métodos utilizados por éstas. ¡Por fin! se comprendía que la geografía no podía abordar los hechos humanos con los métodos propios de las ciencias naturales ±cuantitativos±, sino con aquellos más idóneos a la naturaleza de éstos, abriéndose a una variedad de métodos cualitativos no utilizados hasta entonces en la geografía (Claval 1979:10) como las entrevistas, las historias de vida, los diarios personales, las cartas privadas, etc., lo que no significaba abandonar los métodos y técnicas cuantitativas, sino darles sentido mediante una interpretación adecuada. De aquí se siguió un enriquecimiento metodológico como nunca se había visto en la historia de la geografía. De este modo, la geografía humana fue experimentado un avance importantísimo en su aproximación a la sociedad y a su diario vivir, aportando desde su campo propio, soluciones de mejora social. Así, el hombre y la sociedad pasan a ocupar un lugar central no sólo en las investigaciones sociales, sino aun en aquellas referidas a la naturaleza, notándose una mayor sensibilidad ante los problemas sociales, especialmente, en las nuevas generaciones de geógrafos en las que se replantea la significación social de sus trabajos. A este respecto, a principios de la década de los ochenta Capel citaba concretamente el caso de la geomorfología, aunque sea aplicable a las otras ramas de la geografía física: "se difunde una clara conciencia de la necesidad de incorporar consideraciones éticas y sociales en el trabajo del JHRPRUIyORJR´ &DSHO DXQTXH ELHQ SRGUtD GHFLUVH OR PLVPR respecto a otros especialistas. No ha sucedido lo mismo con relación al resto de la sociedad, pues, no es raro encontrar que el común de la gente piense que la geografía tiene muy poco que hacer en las cuestiones sociales, porque se le sigue relacionando con los paisajes naturales. No es extraño que esto suceda, después de todo, una larga tradición secular ha sustentado esta creencia ±asociada e impulsada por la enseñanza de la geografía durante décadas± a pesar de los esfuerzos y logros que a este respecto se hayan hecho; lo más probable es que tendrán que pasar aún muchos años más para que su imagen se reivindique ante la opinión pública. Lo que es menos comprensible es el hecho que esto suceda aun en algunos ambientes científicos, no obstante que las investigaciones en el campo social se han multiplicado exponencialmente y cada vez van siendo más numerosas en el campo de la geografía. Lo fundamental en todo caso ±y con independencia de este hecho±, es que la geografía demuestre con los hechos su utilidad en el panorama social (Philipponneau 2001). La diversidad de fenómenos que se suceden en el espacio ±particularmente los sociales±, condujo a la geografía humana a una serie GH ³HQFXHQWURV´ con las ciencias sociales, particularmente, con la sociología, que, paradójicamente, le daban la razón para estudiarlos en su campo y al mismo tiempo, le ponían en riesgo de ser diluida o absorbida por ésta bajo la GHQRPLQDFLyQ GH ³PRUIRORJtD VRFLDO´ R ELHQ DO GHOLPLWDU ORV FDPSRV GH estudio, la sociología pretendía que la geografía se ocupara sólo de las cosas de la Tierra dejando exclusivamente para la sociología, el estudio de la sociedad (Hernando 2009:153), por lo que estos primeros acercamientos, GHYLQLHURQ HQ ³GHVHQFXHQWURV´ FRPR UHVSXHVWD GH OD JHRJUDItD HQ VX necesidad de afirmar su propia identidad, para finalmente terminar ±después de varias décadas± HQXQ³UHHQFXHQWUR´ 0RQWDxH] HQHOTXHWDQWR la geografía como la sociología, ya no insisten en el acotamiento, reconocimiento y respeto de su propio campo disciplinar, sino que más bien, éstos parten de marcos de referencia más amplios en los que el análisis y la explicación de los hechos conducen a una mayor convergencia (Hernando 2009:156), dándose un fructífero intercambio de conceptos y métodos en el TXH OD JHRJUDItD ³VRFLDOL]D´ HO HVSDFLR \ OD VRFLRORJtD ³HVSDFLDOL]D´ OD sociedad. Hoy por hoy se puede decir que la geografía no ha superado, sino asumido, los estadios puramente descriptivos o puramente explicativos, para incorporar nuevas dimensiones: la interpretativa, que lleva aneja la necesidad de la deliberación, del diálogo, e incluso, la crítica (Valcárcel 2008), la cual, no necesariamente tiene que estar alineada a una ideología de izquierdas, al llamado modernismo crítico, o a la crítica postmoderna. En general, en las ciencias sociales se ha experimentado un giro hacia la geografía, dándose unD³H[SORVLyQGHODHVSHFLDOLGDG\HOWHUULWRULR´ /LQGyQ Hiernaux 2006:9) que ha supuesto un reencuentro entre éstas y que ha significado un mayor enriquecimiento para el conjunto de las ciencias sociales, las cuales han mostrado una mayor apertura y acercamiento hacia la geografía incorporando en sus investigaciones la dimensión espacial con conceptos como paisaje, territorio, lugar, escala, espacio geográfico, etc. (Montañez 2009:64), que si bien es cierto no han sido del dominio exclusivo de la geografía, sí han sido mayormente tratados, profundizados y utilizados por la geografía, de tal manera, que se ha entablado un interesante diálogo en el que el mutuo reconocimiento de sus propias especificidades y valía, ha dado como resultado una construcción teórica de más altura. 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