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Alonso y Fraga - Femicidio.

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Femicidio: un recorrido
por su construcción sociojurídica
ALEXIA SOFÍA ALONSO Y VICTORIA FRAGA UTGES**
I. EL CONCEPTO DE FEMICIDIO COMO HERRAMIENTA
SOCIOJURÍDICA: LA SITUACIÓN EN ARGENTINA
En el presente trabajo buscamos enriquecer el debate actual respecto de
la figura del femicidio en la Argentina, intentando acercarnos al concepto
desde los lentes de la sociología y de la historia, en el entendimiento de que
desde estas miradas que complejizan lo jurídico podemos dimensionar su
potencia y comprender las transformaciones que ha desencadenado su
incorporación en nuestra legislación penal. El femicidio es un concepto
que surge con una intención política: develar el sexismo y la misoginia que
se encarnan en este crimen y que permanecen ocultos cuando se hace
referencia a ellos a través de palabras neutras como “homicidio” o “asesinato” (Toledo V., 2009: 4).
*
**
Abogada egresada de la Facultad de Derecho de la UBA y Politóloga egresada de la facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Diplomada en Perspectiva de Géneros y Bioética
(UCh). Docente de grado en la Universidad de Buenos Aires y en el Instituto Universitario
Nacional de Derechos Humanos Madres de Plaza de Mayo. Profesora de posgrado en
la Universidad Nacional de Avellaneda y Universidad Nacional de General Sarmiento.
Integrante del Ministerio Público de la Defensa de la Ciudad de Buenos Aires.
Abogada (UBA). Magíster en Sociología Jurídico Penal (Univ. Barcelona). Especialista en
Políticas Públicas y Justicia de Género (CLACSO). Docente (i) Facultad de Derecho de la
Universidad Nacional del Centro PBA.
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Femicidio: un recorrido por su construcción sociojurídica Alexia Sofía Alonso y Victoria Fraga Utges
Tal como desarrolla Julissa Mantilla Falcón, tomando palabras de Alda
Facio, existe un “androcentrismo del Derecho” –como producto de sociedades patriarcales– que genera que esta disciplina sea construida desde
el punto de vista masculino y refleja valores, necesidades e intereses masculinos. A su vez, la aplicación del Derecho queda a cargo de instituciones
e individuos moldeados por la ideología patriarcal, generando así más situaciones discriminatorias (Mantilla Falcón, 133: 4). De allí que modificaciones y avances en transformaciones dentro del Derecho, de la normativa
y de sus modos de interpretación puedan entenderse como conquistas en
la citada concepción androcéntrica.
Consecuentemente, dado el carácter político del término femicidio, resulta importante remontarse en su historización al debate oportunamente
llevado a cabo en el Congreso de la Nación al momento de la incorporación de la agravante del inc. 11 en el art. 80 del CP.
De la lectura de la versión taquigráfica de la sesión podemos dar cuenta de la fuerte idea que predominaba respecto la intención política de visibilizar la violencia contra las mujeres:
En 1947, hizo falta una ley para que la mujer pudiera empezar a votar. En
1991, hizo falta una ley de cupo para que se estableciera un porcentaje en la
representación legislativa de las mujeres, de modo tal que fueran tenidas en
cuenta. También hizo falta una ley para que en el año 2006 la mujer tuviera
derecho a que se le practique la ligadura de trompas. En 2009, hizo falta una
ley para que se reconociera la violencia de género, algo de lo que hoy tanto se
habla pero –fíjense– tan poco se escucha. También tuvimos que sancionar una
ley, hace unas semanas, para eliminar del Código Penal la figura aberrante del
avenimiento.1
A lo largo del debate de la Cámara de Diputados se remarca la importancia de la visibilidad del término, que redundaría en una nueva asignación
de sentido a los homicidios por motivos de género contra mujeres, para de
ese modo comprender el fenómeno de las muertes violentas de mujeres
también de otro modo.
1
Diario de sesiones, CÁMARA DE DIPUTADOS DE LA NACIÓN, 5° REUNIÓN – 4a SESIÓN ORDINARIA (18/7/2012). Intervención de la Diputada Risko, p.134-135.
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Géneros e interseccionalidad
Un análisis crítico de la parte especial del Derecho Penal
El rol de los movimientos feministas y de la comunidad LGTBIQ+ para
esta reforma legislativa fue, más que fundamental, fundante. Y es que
como explica Marcela Lagarde, a través del feminismo, las mujeres se
han propuesto participar en la superación de las alienaciones mediante
la aprehensión de sus vidas. “La cultura feminista se propone conocer
y analizar la especificidad de la mujer como forma histórica de los seres
humanos, y la diversidad de las mujeres entre sí” (Lagarde: 30).
En efecto, a lo largo del debate parlamentario de la sanción de la Ley
26.791 que incorporó el inc. 11, se puede observar la referencia a la falta
de estadística y de datos en el país respecto de las situaciones de violencias extremas de mujeres y personas LGTBIQ+ por motivos de género,
cuyo vacío fue suplido, del mejor modo posible, a través de información
disponible de organismos no gubernamentales, como por ejemplo con las
estadísticas del Observatorio “Adriana Marisel Zambrano”, coordinado por
la Asociación Civil La Casa del Encuentro, y del Observatorio Nacional de
la Matria Latinoamericana –Mumala–, entre otros aportes.
Este poner en agenda por parte de los movimientos feministas se da
también en un contexto global en donde el Derecho Internacional de los
Derechos Humanos se forjó como principal herramienta utilizada para lograr la vigencia real de los derechos de las mujeres en todos los países del
mundo. Desde la aprobación de la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) por resolución
de Naciones Unidas en 1979 (adoptada por nuestro país en 1980 a través
de la Ley 23.179), comienza un nuevo momento en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, enfocado en los derechos humanos de las
mujeres (Toledo V., 2009: 37).
A su vez, otro hito significativo fue la incorporación a nuestra legislación de la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar
la violencia contra la mujer (Belém Do Pará), ratificada en el año 1996 a
través de la Ley 24.632.
Como explica Mejía Guerrero, quien fuera Relatora para los Derechos
de las Mujeres, y quien actualmente se desempeña como secretaria técnica del MESECVI,
parte del diagnóstico del que surge la Convención de Belém do Pará evidenciaba que era en la vida privada donde la gran parte de las mujeres sufría
los mayores ataques a su dignidad, a través de distintas manifestaciones de
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Femicidio: un recorrido por su construcción sociojurídica Alexia Sofía Alonso y Victoria Fraga Utges
violencia. De esta manera, gracias a la Convención, se trasciende el viejo concepto según el cual solo el Estado o sus agentes violan derechos humanos y se
cataloga la violencia contra las mujeres como una clara violación de derechos
humanos.
Así, explica la autora, que a través de la Convención se adopta como nuevo paradigma de los derechos humanos –y en especial de los derechos
humanos de las mujeres– que lo privado es público y, en consecuencia, le
corresponde a los Estados asumir el deber indelegable de prevenir, erradicar y sancionar los hechos de violencia en la vida de las mujeres tanto en
las esferas públicas como en las esferas privadas (Mejía Guerrero: 195).
La incorporación de esta normativa cuestiona el concepto tradicional de
responsabilidad internacional del Estado, ampliando sus obligaciones no
solo en tanto restricciones al ejercicio y uso del poder público, sino también en lo que se refiere al Estado como garante de los derechos humanos
de las mujeres.
Se suma a ello el concepto de debida diligencia que se relaciona con la
aparición de las mujeres como sujetas de derechos en el Derecho Internacional y, por lo tanto, aparece la responsabilidad internacional por violación
de derechos humanos por parte de los Estados, que queda integrada a
nuestro ordenamiento jurídico por la citada ley.
En el conocido fallo Campo Algodonero vs. México del año 2009, la
Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) deja asentado
que, en lo que respecta a las violaciones a los derechos humanos de
las mujeres, los compromisos internacionales imponen al Estado, además
de la obligación genérica de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos (CADH), una responsabilidad reforzada, dado el contexto de
violencia y desigualdad histórica que sufren las mujeres.
A nivel local, en marzo de 2009 a partir de la sanción de la Ley 26.485
de Protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales es que, entre otras cuestiones, aparece la necesidad de adecuar
la legislación interna a los instrumentos internacionales y regionales de
Derechos Humanos suscriptos por el Estado en la década del ‘90.
Esta actualización de Argentina en esta materia a nivel legislativo implicó superar la vieja mirada asentada en el abordaje de la violencia contra las
mujeres entendida como familiar o doméstica, concepción que le quitaba
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Géneros e interseccionalidad
Un análisis crítico de la parte especial del Derecho Penal
relevancia a la desigualdad entre los géneros como causante de discriminación y violencia. De este modo, se propuso dar una respuesta integral
a todas las formas de manifestación de violencia contra las mujeres, que
configuraba un reclamo histórico del movimiento social de mujeres.
Toledo Vázquez explica un proceso de incorporación de derechos por
etapas: una primera época con una serie de reformas legales en materia penal tendientes a lograr la efectiva neutralidad de las normas y una
segunda en donde comienza a ser abordada la violencia ocurrida en las
relaciones íntimas o de familia. El punto es que en ambas etapas se trata
de leyes que son adoptadas sobre una base de neutralidad de género,
por lo que se dirigieron a sancionar la violencia familiar o intrafamiliar, cuyas víctimas podían ser tanto hombres como mujeres. Con posterioridad,
las nuevas legislaciones tipificaron al femicidio con una clara tendencia al
abandono de la neutralidad formal de los tipos penales, abriendo camino
a tipificaciones que incluyen la diferencia sexual (2009: 58-60).
Asimismo, debemos resaltar la participación de escritoras provenientes
de diversas disciplinas en el acercamiento y difusión de ideas que nos
permiten encontrarnos con miradas que indican la dimensión social, cultural y antropológica de la violencia. Como referenta, Rita Segato, en cuyo
trabajo “La guerra contra las mujeres” explica que la necesidad de tipificar
crímenes como femicidios a través de la introducción de instrumentos jurídicos desde los organismos internacionales aún no logra rendimientos en
términos de sentencias judiciales, pero “sí logran ir colocando palabras al
sufrimiento de las personas, construyendo una retórica. El discurso jurídico va así creando un hablar. Esa es la eficacia simbólica del Derecho, su
eficacia performativa. Los instrumentos jurídicos se hacen más potentes
cuando son usados, antes que por los jueces, por el resto de las personas” (Segato: 172).
Un punto que se remarca en el debate parlamentario antes mencionado expone, justamente, los límites de la propia reforma, haciendo referencia a que la llegada del derecho penal ya marca la intervención tardía
del Estado. También se pone de relieve que la inclusión de una agravante
en una cuestión socio estructural de tal envergadura solo sería un aporte
más a la hora de seguir poniendo en agenda la necesidad de un cambio
estructural.
En la actualidad, se ha puesto de relieve el fenómeno multicausal
que lleva a las mujeres y disidencias a sufrir las violencias a las que son
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sometidas, de allí que también se entienda que una posible respuesta estatal, de mínima, debe ser multiagencial y transversal.
Resulta evidente que las desigualdades de género se vinculan con las
desigualdades socioeconómicas; mejor dicho, desde una mirada interseccional de las desigualdades, la autonomía económica se constituye como
un elemento fundamental y relevante para transformar las situaciones y
contextos que reproducen las desigualdades, y más específicamente, los
contextos en los que ocurre la dominación y la violencia por motivos de
género. Esto es así porque, entre otras cuestiones, la autonomía económica se relaciona con las posibilidades de generar las condiciones materiales
para que las mujeres y personas LGBTIQ+ puedan disponer de ingresos y
recursos propios, siéndolo, en el mejor de los casos, por medio del acceso
a un trabajo remunerado y formal.
Además, la autonomía económica es una dimensión que implica considerar la importancia del uso del tiempo y la contribución de las mujeres
y personas LGBTIQ+ a la economía. Al respecto, cabe subrayar que esta
capacidad productiva se encuentra profundamente condicionada por la
división sexual del trabajo y la persistencia de las brechas de género en el
mercado de trabajo, que, entre otras cuestiones, se expresa en la segregación horizontal y vertical y, por lo tanto, la casi nula participación de las
mujeres en espacios de toma de decisiones, la brecha salarial y la escasa
representación y participación de las mujeres en el campo sindical.
No obstante los límites del derecho penal, que en realidad podrían ser
vistos como un aporte al trabajo mancomunado desde la multiagencialidad para intentar poner fin o al menos achicar la desigualdad estructural,
la incorporación de la agravante del inc. 11 es entendida como una gran
victoria de la lucha de los movimientos de mujeres y también del colectivo de la diversidad, dado que mujer, en los términos de este inciso, será
aquella persona autopercibida como tal.
II. ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL IMPACTO DEL FEMICIDIO
EN EL SISTEMA DE JUSTICIA PENAL
La tipificación del femicidio forma parte de una estrategia dirigida a que los
Estados prevengan, investiguen, persigan, sancionen y reparen las muertes violentas de mujeres por motivos de género. A su vez, este hecho
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Géneros e interseccionalidad
Un análisis crítico de la parte especial del Derecho Penal
permitió generar nuevos escenarios e instancias de debate para profundizar la incorporación de la perspectiva de género en el sistema de justicia
penal. En efecto, logrado este objetivo, pronto se advirtió que la inserción
de una figura penal nueva en un sistema que opera usando las lógicas
tradicionales que proporciona el derecho androcentrista no iba a ser muy
efectiva.
Para dar respuesta a este desafío, desde organismos regionales de
Naciones Unidas2, se convocó a profesionales de los sistemas de justicia
de toda América Latina y se desarrolló el “Modelo de Protocolo latinoamericano de investigación de las muertes violentas de mujeres por razones
de género (femicidios/feminicidios)”. Desde un enfoque multidisciplinario,
el documento ofrece herramientas prácticas para abordar la investigación
de los femicidios con perspectiva de género, buscando integrar los factores individuales, institucionales y estructurales como elementos esenciales
que componen este fenómeno criminal.
De manera específica, el Modelo de Protocolo brinda orientaciones generales y líneas de actuación para mejorar la práctica de quienes participan en el proceso judicial, recorriendo todas sus etapas, desde las primeras acciones ante la noticia del caso, el diseño de la investigación criminal,
la actuación médico-forense, la construcción de la teoría del caso, hasta
los derechos de las víctimas indirectas y familiares a participar del proceso.
Siguiendo las directrices de este documento, la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM) de la Procuración General de la
Nación elaboró el “Protocolo para la investigación y litigio de casos de muertes violentas de mujeres (femicidios)”, que recoge los estándares internacionales de debida diligencia reforzada para la investigación de los femicidios.
Una de las principales directrices del Protocolo indica que frente a la
muerte violenta de una mujer es recomendable llevar adelante la investigación del caso bajo la hipótesis de un femicidio.3
2
Este documento fue elaborado por la Oficina Regional para América Central del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH) con el
apoyo de la Oficina Regional para las Américas y el Caribe de la Entidad de las Naciones
Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres)
en el marco de la Campaña del Secretario General de las Naciones Unidas ÚNETE para
poner fin a la violencia contra las mujeres, en el año 2014.
3
Esta estrategia permitiría que desde el principio la investigación sea abordada con perspectiva de género, lo que permite: (i) excluir visiones estereotipadas o prejuiciosas sobre
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Los femicidios, aún cuando comparten un contexto de desigualdad en
base al género, pueden darse en múltiples escenarios que conforman el
contexto en que el delito tuvo lugar. Por lo tanto, la necesidad de trabajar
los casos de violencia a través de un enfoque interseccional es uno de los
puntos destacados por los dos protocolos. Es decir, las mujeres no son
un grupo poblacional homogéneo, por lo tanto los contextos que transitan
y las violencias que las afectan tampoco se presentan bajo las mismas
formas. Además de su condición sexual y de género, hay que considerar
otros factores que pueden aumentar el grado de vulnerabilidad al que se
encuentran expuestas algunas mujeres: su calidad de adulta mayor, de
niña o adolescente, su pertenencia a pueblos originarios, su orientación
sexual, su identidad de género, tener una discapacidad, ser migrante de
otro país, etc.
La diversidad de contextos socio-culturales, el entorno y procedencia
de las víctimas deben ser visibilizados para formar parte del análisis del
caso. El contexto de violencia variará sustancialmente si se trata de una
mujer heterosexual, cisgénero, de clase media, o si se trata de una mujer
trans o lesbiana donde entran en juego otros factores de violencia por el
apartamiento a la hetero-cis normatividad.
Asimismo, en el caso de mujeres pertenecientes a comunidades originarias o indígenas, debe contemplarse la exposición de estos grupos a la
violencia colonial y sus dificultades para acceder a los tribunales de justicia. Frente al femicidio de una mujer perteneciente a un pueblo originario,
la influencia de las referencias culturales propias de cada pueblo puede
introducir algunos elementos distintivos. En el análisis interseccional, se
incorporan instrumentos de la antropología y la sociología que permiten
analizar e identificar los contextos y prácticas culturales en que se inscribe
el femicidio.4
actitudes, características o roles de las víctimas o personas acusadas; (ii) evitar la pérdida
o degradación del material probatorio presente en la escena del hallazgo del cuerpo o
del hecho, y recoger los signos e indicios que puedan indicar la comisión de un acto
femicida; y (iii) alcanzar la adecuación típica acertada de los sucesos, para visibilizar el
componente de violencia género en estos crímenes y acabar con la impunidad (UFEM,
Ministerio Público Fiscal de la Nación, Protocolo para la investigación y litigio de casos
de muertes violentas de mujeres [femicidios], 2018. Pág. 26).
4
Ibidem, p. 69.
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Un análisis crítico de la parte especial del Derecho Penal
II.A. Los elementos del tipo penal del femicidio
La Ley n° 26.791 introdujo en los incs. 115 y 12 del art. 80 dos nuevas figuras, el femicidio y el homicidio/femicidio vinculado. Además, modificó los
incs. 1 y 4 del art. 80, ampliando los supuestos de homicidio agravado por
el vínculo y de homicidio motivado por el odio. Finalmente, incorporó una
limitación respecto a la aplicación de las circunstancias extraordinarias
de atenuación previstas para los casos del inc. 1, a quien anteriormente
hubiera realizado actos de violencia contra la mujer víctima (art. 80 in fine).
El inc. 11 establece que se impondrá prisión perpetua a quien matare
“a una mujer cuando el hecho sea perpetrado por un hombre y mediare
violencia de género”.
Se trata de un tipo penal que requiere que el sujeto activo sea un hombre y la sujeta pasiva una mujer. Pzellinsky y Piqué (2016) explican que
la agravación en razón de que medie violencia de género no responde a
una sobrevaloración de la vida de las mujeres, sino que pretende reflejar el
plus de injusto que supone la discriminación y subordinación implícita en
la violencia que ellas sufren. A su vez, las autoras señalan que el principio
de igualdad debe integrarse con el de no discriminación para evitar una
concepción de la igualdad en términos puramente formales y, por lo tanto, ficticios. La tutela penal diferenciada es resultado del reconocimiento
de la posición de desigualdad que coloca a las mujeres en una posición
social subordinada al género masculino mediante el ejercicio de determinadas violencias. Esta clase de violencias no tiene paralelo en el género
masculino.
Así, la doctrina en materia penal indica que, por violencia de género
puede entenderse la provocada con actos u omisiones violentos dirigidos
contra la mujer por el solo hecho de serlo. La norma castiga a un hombre
que mató a una mujer en el marco de una situación de violencia de género
preexistente o concomitante, sea que dicha situación se haya extendido
en el tiempo o que surja al momento de matar (Basílico: 301)
En este sentido, es importante señalar que las agresiones de las mujeres hacia los varones no deben ser leídas como violencia de género “al
5
El Modelo de Protocolo es aplicable a la investigación de las muertes violentas de mujeres independientemente de que la legislación de cada país haya tipificado o no el delito
de femicidio o lo haya incorporado como agravante del tipo penal de homicidio.
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revés”6, sino como manifestaciones “individuales e indiferenciadas de la
violencia emergente de la sociedad” que, como tales, encuentran una respuesta suficiente en los tipos penales genéricos de nuestro Código Penal
(Pzellinsky y Piqué; 2016).
Resulta fundamental detenerse en este punto, no solo a fin de delimitar
cuestiones de índole jurídica, sino, también, dada la necesidad de tomar
una postura política al respecto en tiempos en que los sectores conservadores, acompañados por algunos medios de comunicación, repiten el
concepto de ideología de género.7
Resulta alarmante la presión que pueden llegar a ejercer los movimientos que se manifiestan contra el avance de los derechos humanos de las
mujeres, so pretexto de proteger otros supuestos derechos. A modo de
ejemplo, podemos ver el lobby realizado por los movimientos denominados “pro vida” en contra de la sanción de la Interrupción Voluntaria del
Embarazo, y está a la vista las consecuencias de sus estrategias, sin ir
más lejos, en el reciente fallo de la Corte Suprema de Estados Unidos en
donde se arrasó con 50 años de derechos adquiridos.8
En nuestro sistema de administración de justicia local, existen también
hoy en día magistrados que se resisten a aplicar la figura de femicidio. En
un reciente caso, dos integrantes de un Tribunal Oral del Poder Judicial de
la Nación, en clara violación a los tratados internacionales que rigen en la
6
Este concepto, muchas veces utilizado en medios de comunicación masivos para ilustrar hechos de violencia contra personas que no pertenecen a un grupo social que sufre
discriminación, sino que más bien se puede identificar con un grupo que ocupa un lugar
hegemónico en la sociedad, es una forma de invisibilizar estas relaciones de de poder y
cuestionar la propia existencia de desigualdades sociales estructurales.
7
Como indica el Instituto Nacional de las Mujeres de México: “La ideología de género es
un término que se utiliza de manera negativa y despectiva para cancelar o desestimar
la diversidad sexual y de género. Al denominarla ideología se hace referencia al carácter
dogmático que se presupone respecto a las ideas de igualdad, empoderamiento y respeto de la vivencia personal de la identidad y la sexualidad. Se rechazan los movimientos
feministas y de la diversidad argumentando que van en contra de la naturaleza y de la familia y que operan poniendo en peligro el orden social establecido. La ideología de género no existe como categoría dentro de las ciencias sociales, es un constructo que busca
denostar las reivindicaciones de los derechos de las mujeres y de la diversidad”. Disponible: https://campusgenero.inmujeres.gob.mx/glosario/terminos/ideologia-de-genero
8
para profundizar, consultar: https://www.telam.com.ar/notas/202206/596587-onu-critica-fallo-aborto-eeuu-derechos-reproductivos-mujer.html
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Un análisis crítico de la parte especial del Derecho Penal
materia, consideraron que la agravante contenida en el inc. 11 art. 80 era
inconstitucional. Para resolver así, argumentaron que la violencia de género resultaba un “oscuro concepto” y “fruto de una concepción ideológica
manifiestamente errónea”9.
Por otro lado, conforme han sostenido la doctrina y la jurisprudencia,
la interpretación de la palabra mujer debe armonizarse con la Ley 26.743
de Identidad de Género.
Tal como se desprende del Protocolo de la UFEM, el término mujer
incluye a todas las personas de género femenino en los términos de su
autopercepción, considerando a las personas de identidad y/o expresión
de género femeninas, independientemente del sexo asignado al nacer
y de sus registros identificatorios, incluyendo a travestis, transexuales y
transgénero.10
Desde esta interpretación, se sigue que este inciso incluye los llamados travesticidios y transfemicidios. Estos fenómenos criminales presentan notas distintivas respecto a los femicidios, ya que son la expresión más
visible y final de una cadena de violencias estructurales que padecen las
personas que transgreden las reglas del sistema binario excluyente entre
los géneros. El travesticidio o transfemicidio es el extremo de un continuum de violencias que comienza con la expulsión del hogar, la exclusión
del sistema educativo, del sistema sanitario y del mercado laboral, la iniciación temprana en la prostitución/ trabajo sexual, el riesgo permanente
de contagio de enfermedades de transmisión sexual, la criminalización,
la estigmatización social, la patologización, la persecución y la violencia
policial (Blas Radi y Sardá-Chandiramani, 2016).
9
Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional nº 8 de la Capital Federal, CCC 7314/2021/
TO1, Sentencia del 10 de mayo de 2022. En la sentencia, los jueces Javier Anzoátegui y
Luis María Rizzi utilizaron el concepto de “ideología de género”. Puntualmente, el voto del
primero expresó: “[s]é que hay personas que consideran que la ‘perspectiva de género’
no es una ideología, porque suponen que una política de Estado establecida democráticamente no puede considerarse ideología (...) En efecto, el hecho de que una ideología
sea impuesta coactivamente a los ciudadanos no convierte a esa ideología en una aséptica e inocua ‘política de Estado’. La ideología impuesta coactivamente a los ciudadanos
es una verdadera tiranía”. “Ya el término ‘género’ ha sufrido un trastocamiento impulsado
por esta ideología falaz, pues se pretende que suplante al concepto ‘sexo’ (...) es la inútil
pretensión del hombre de desconocer ‘lo dado’ (la realidad natural) y reemplazarlo por
una ‘construcción’ (la autopercepción humana divorciada de lo que las cosas son)”.
10
UFEM, op. cit., p. 16.
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En estos casos, es posible que se presente un concurso ideal con la figura del inc. 4 que incluye los crímenes de odio, cuando puedan probarse
los extremos requeridos por este delito en particular.
En otro orden, es posible preguntarse si el término hombre debería
también interpretarse en términos de la autopercepción, abarcando en el
universo de sujetos activos a los varones trans. También cabría preguntarse como abordar los casos de resultado letal donde alguna o ambas
partes fuesen de género no binario, en función del reciente Decreto n°
476/21, que incorporó en los registros de identidad esta opción.
Sin embargo, queremos hacer hincapié en que estos aparentes problemas se resuelven al hacer un análisis integral de la norma, que como
ya mencionamos requiere que entre víctima y victimarix medie violencia de
género. Es decir, el tipo penal requiere que el homicidio ocurra en un contexto de relaciones desiguales de poder con base en el género, contexto
ampliamente estudiado por la comunidad académica y por los organismos regionales e internacionales de derechos humanos. En este punto,
vale recordar que la violencia de género es un concepto político que se
corresponde con un fenómeno social que afecta a mujeres y a personas
de la comunidad LGTBIQ+. Son las hetero-cis normas del patriarcado las
que llevan a los hombres a cometer estos crímenes, amparados en la desigualdad estructural, perpetrando y reasegurando de esa forma los roles
de géneros y las asimetrías entre estos.
Como explica Rodríguez:
[L]a aplicación extensiva y poco reflexiva de la figura agravada a los asesinatos
de mujeres a manos (o con la participación) de otras mujeres, en primer lugar,
pone seriamente en crisis el concepto de violencia de género que forjó al femicidio. A la vez, permite la utilización de la acción punitiva –de manera divergente al objetivo de la norma– con un efecto boomerang contra el propio colectivo
que se pretendía tutelar a través de la criminalización. (2020; 22)
Como mencionamos, el tercer elemento del tipo penal exige que en la
relación entre la víctima y el victimario medie violencia de género. Es importante señalar que se trata de un elemento objetivo del tipo penal y no
un elemento subjetivo que indique un ánimo o finalidad especial en el/la
autor/a.
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Un análisis crítico de la parte especial del Derecho Penal
El contenido de este concepto se desprende de la Convención Belem
do Pará y de nuestra Ley de protección integral para prevenir, sancionar y
erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen
sus relaciones interpersonales (Ley nº 26.485). Cabe aclarar que estas
normas definen las formas de violencia “contra la mujer”, que no es exactamente lo mismo que la violencia de género, aunque son términos similares y media entre ellos una relación de especialidad. La violencia de género
es un término más amplio para referirse a las formas de violencia de un
sistema patriarcal que afecta tanto a mujeres como a personas LGTBIQ+.
En definitiva, debe comprenderse como un elemento normativo del tipo
penal, entendiendo que la violencia contra las mujeres basada en el género es una de las formas de violencia de género (Pzellinsky y Piqué; 2016).
La Convención de Belém do Pará entiende por violencia contra la mujer
“cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte,
daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado” (art. 1).
La Ley nº 26.485, en términos similares, define por violencia contra
las mujeres “toda conducta, acción u omisión, que de manera directa o
indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una
relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad
física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su
seguridad personal. Quedan comprendidas las perpetradas desde el Estado o por sus agentes” (art. 4).
Ambas normas señalan que la violencia debe estar basada en la condición de género, debiendo desterrarse la idea de que cualquier forma de
violencia de hombres a mujeres entraña entonces violencia de género. El
factor de desigualdad debe estar presente en el ejercicio de esa violencia,
no solo como elemento de contexto general, sino también en el contexto
del caso concreto. El Protocolo de la UFEM ejemplifica algunos factores
que pueden ser útiles para este análisis: i) la modalidad de comisión del
hecho; ii) la violencia previa; iii) la especial saña o violencia desplegada
como medio de comisión (overkill); iv) la forma de selección y abordaje de
la víctima; v) la conexión con un ataque sexual; vi) la reacción defensiva
de la víctima que escapa a la intención de dominación del/la autor/a; vii)
el aprovechamiento de estado de indefensión, la inferioridad física, etc.11
11
Idem, p. 21.
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En relación al tipo subjetivo, se trata de una figura dolosa, que como
mencionamos antes, no requiere un ánimo especial en el sujeto activo.
Como menciona el Protocolo elaborado por la UFEM (2018), resulta irrelevante que el sujeto activo haya tenido conocimiento o no de que con su
acción reproducía o reforzaba la desigualdad estructural e histórica entre
varones y mujeres o incluso que esta haya sido su finalidad. Al igual que en
el resto de los homicidios, al ser un delito de resultado admite la tentativa.
En los femicidios íntimos, es decir, aquellos perpetrados por un familiar,
cónyuge, pareja o expareja, podrá presentarse un concurso ideal con la
figura del inc. 1.
II.B. Los elementos del tipo penal del femicidio vinculado
Inc. 12. Con el propósito de causar sufrimiento a una persona con la que
se mantiene o ha mantenido una relación en los términos del inc. 1°.
Para la realización del tipo resulta indistinto el género que tengan las
víctimas o el victimario. A diferencia del inc. 11, tampoco se requiere que
haya un contexto de violencia de género. Teniendo en cuenta que la redacción de la norma es neutra en términos de género, la figura abarca
supuestos que pueden denominarse “homicidios vinculares” (Rodríguez,
2020).
En lo que respecta a la visibilización de la violencia por motivos de
género, el inciso contiene el denominado femicidio vinculado, término que
fue desarrollado por la Asociación Civil La Casa del Encuentro a partir del
análisis de las acciones del femicida, para consumar su fin de matar, castigar o destruir psíquicamente a la mujer sobre la cual ejerce dominación. En
esta definición se registran dos categorías: i) personas que fueron asesinadas por el femicida al intentar impedir el femicidio o que quedaron atrapadas “en la línea de fuego”; ii) personas con vínculo familiar o afectivo con
la mujer que fueron asesinadas por el femicida con el objeto de castigar y
destruir psíquicamente a la mujer a quien consideran de su propiedad.12
El Registro de Femicidios de la CSJN, del cual hablaremos en particular
en el próximo punto, también incorpora en sus informes las categorías
12
http://www.lacasadelencuentro.org/femicidios.html
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Géneros e interseccionalidad
Un análisis crítico de la parte especial del Derecho Penal
de víctima de femicidio vinculado y de víctima de femicidio vinculado por
interposición en línea de fuego.13
La agravante es aplicada en función del daño múltiple que se ocasiona, por un lado a la persona a quien se da muerte, y por otro, a la
persona a quien se busca causar sufrimiento, es decir, dañar psíquica y
emocionalmente.
Explica la doctrina que lo central al analizar este delito se relaciona
con el elemento subjetivo, en la medida en que “el autor del crimen tiene
como finalidad utilizar la muerte qué provoca para ocasionar sufrimiento
una tercera persona con la cual tiene o ha tenido alguna de las relaciones
mencionadas en el inc. 1” (Basílico: 301).
II.C. La figura del femicidio en los tribunales argentinos
En el presente apartado proponemos un breve recorrido por algunas de
las sentencias dictadas en casos donde se juzgaron femicidios para ver
cómo los tribunales fueron interpretando y aplicando esta figura penal.
Realizamos un recorte teniendo en cuenta casos que llegaron a las instancias superiores de apelación y que marcaron una línea jurisprudencial en
el abordaje de los femicidios.
Toledo Vázquez (2017: 253) señala que la incorporación de la figura
de femicidio al ordenamiento penal argentino no estuvo exenta de resistencias por parte de quienes operan en el sistema de justicia. Una de
las primeras dificultades fue que los tribunales apliquen el inc. 11 en los
casos donde había un vínculo de pareja o ex pareja; dado que aplicar el
inc. 1 resultaba más sencillo, en cuanto solo había que probar ese vínculo, a costa de terminar invisibilizando el contexto de violencia de género
presente en el caso. Por otro lado, la aplicación de la agravante en casos
que excedieran las relaciones íntimas y con violencia previa también era
aún muy incipiente. Sin perjuicio de ello, en los últimos años advertimos un
desarrollo en la jurisprudencia para analizar estos supuestos.
En el caso “Mangeri”14 los jueces de la Sala II de la Cámara de Casación Criminal y Correccional repasaron el contenido del debate
13
https://www.csjn.gov.ar/omrecopilacion/omfemicidio/metodologia.html
14
Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional, Sala II, “Mangeri, Jorge
Néstor s/recurso de casación”, reg. 441/17 del 7/6/2017.
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Femicidio: un recorrido por su construcción sociojurídica Alexia Sofía Alonso y Victoria Fraga Utges
parlamentario que precedió a la sanción de la ley que incorporó la agravante en cuestión, advirtiendo que la misma se orientó en la concepción
de la “violencia de género” que sintetizan la Ley 26.485 y la Convención
de Belem do Pará. Invocaron las expresiones de la senadora Escudero en
el debate, en cuanto señaló:
¿Qué significa violencia de género? En nuestra legislación, en nuestro derecho,
está perfectamente definido qué se entiende por violencia de género (...) Este
femicidio que estamos tipificando como tal, incluye al femicidio íntimo, es decir,
en el ámbito de una relación íntima, y al femicidio sexual, cuando se tiene una
relación sexual o se la quiere tener; pero no está limitado a esos dos tipos,
sino que se da siempre que mediare violencia de género, sea femicidio íntimo,
sexual u otro tipo.15
En este caso, la defensa del imputado argumentó que no correspondía
aplicar la agravante del inc. 11, toda vez que se había tratado de un hecho
aislado y puntual, donde no habían precedentes de violencia ni una situación de dominación y desigualdad. Los jueces rechazaron este planteo y
afirmaron que para que se configure un caso de violencia de género puede
bastar un episodio aislado.
Se refirieron a la distinción entre femicidios íntimos y no íntimos, citando el Modelo de Protocolo desarrollado por la ONU, señalando que estos
últimos ocurren cuando la muerte de la mujer es cometida por un hombre
desconocido, con quien la víctima no tenía ningún tipo de relación, pero
se presentan –por ejemplo– en el marco de un ataque sexual. Los distintos
supuestos son expresiones extremas de violencia directamente vinculadas
al género de la víctima.
En el caso, evaluaron además que la muerte de la joven había sido
provocada ante su falta de sometimiento a los deseos sexuales de él. Así,
señalaron que la cosificación de la víctima era una de las claves para interpretar la violencia de género y el femicidio.
Por otro lado, la defensa argumentó que el femicidio debía estar motivado por la misoginia y que en el caso no se había probado el odio del autor hacia las mujeres. Este planteo fue también rechazado por el Tribunal,
que afirmó que el odio configura un elemento del tipo penal y que en todo
15
Ibidem, p. 73.
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Géneros e interseccionalidad
Un análisis crítico de la parte especial del Derecho Penal
caso, un homicidio motivado por odio de género se correspondía con los
crímenes tipificados en el inc. 4 del art. 80.
En el caso “Azcona”16 la Sala II de la Casación Nacional reafirmó que
para la aplicación de la agravante no es necesario que medie una relación
interpersonal previa, sino que debe comprobarse el contexto de “violencia
de género”. Se tuvo por probado que el imputado había seleccionado a
su víctima por ser mujer y que la había atacado por eso, sin conocerla
previamente, aún cuando se descartó un ataque a su integridad sexual o
a su patrimonio.
En su voto, el juez Petite destaca que la violencia de género se trata
claramente de un elemento normativo del tipo que implica verificar la existencia de un contexto de violencia física, sexual, psicológica, económica
y/o simbólica, que deriva en una situación de subordinación y sometimiento de la mujer por el varón basada en una relación desigual de poder.17
Siguiendo esta línea de debate, en la causa donde se investigó el femicidio de Micaela García, la Cámara de Casación de Paraná de la Provincia de Entre Ríos hizo hincapié en la doctrina elaborada por destacadas
juristas del derecho penal y especializadas en temáticas de género. Así,
citando a Toledo Vázquez, la Cámara destacó
la necesidad de no crear distinciones artificiosas que no permitan reconocer
el fenómeno y la violencia en toda su magnitud: para que exista violencia de
género no será necesaria una relación preexistente entre víctima y victimario.
Cuando se habla de género se habla en sentido teórico y normativo internacional, de ‘papeles, comportamientos, actividades y atribuciones socialmente
16
Sala III de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional de la Capital
Federal, integrada por los jueces Pablo Jantus, Mario Magariños y Alberto Huarte Petite.
Causa CCC 43587/2014/TO1/CNC2, caratulada “Azcona, Lucas Ariel s/ homicidio simple”. Reg. n° 276 /2018.
17
Idem. En su voto, el juez Petite cita el Decreto 1011/10 reglamentario de la Ley 26.485,
que en su artícu­lo 4° clarifica lo que debe entenderse por “relación desigual de poder”
diciendo que es “la que se configura por prácticas socioculturales, históricas, basadas en
la idea de la inferioridad de las mujeres o la superioridad de los varones, o en conductas
estereotipadas de hombres y mujeres, que limitan total o parcialmente el reconocimiento
o goce de los derechos de estas, en cualquier ámbito que se desarrollen sus relaciones
interpersonales”.
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Femicidio: un recorrido por su construcción sociojurídica Alexia Sofía Alonso y Victoria Fraga Utges
construidos que una sociedad concreta considera propio de mujeres o de
hombres’ y a la vez, a la desigualdad estructural que alcanza a las mujeres.18
Por otro lado, siguiendo el recorrido jurisprudencial del concepto de violencia de género, resulta importante detenerse en la interpretación del
concepto desarrollado en la sentencia por el transfemicidio de la activista
Diana Sacayán.19 En esta causa, la Sala I de la Casación Nacional dictó
una condena perpetua aplicando la agravante del inc. 11 del art. 80. En
los argumentos, la jueza Llerena delineó una interpretación del concepto
que trasciende las categorías binarias y señaló que si bien la violencia de
género suele interpretarse como sinónimo de violencia contra la mujer,
incluye también las violencias desplegadas contra otras personas por su
condición de género, en particular aquellas que son castigadas por apartarse de los roles sociales de género.20
Del análisis de los hechos se tuvo en cuenta el poder simbólico de las
acciones realizadas por quienes dieron muerte a la víctima y que –según
el tribunal– plasmaron con elocuencia las desigualdades estructurales que
sufría Diana como integrante del colectivo trans. En este sentido, Llerena
señaló que:
18
Cámara de Casación de Paraná. Sentencia nº 146, 21 de mayo de 2019. párr. VI- a).
19
Sala 1 de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional de la Capital
Federal integrada por los jueces Jorge Luis Rimondi, Patricia M. Llerena y Gustavo A.
Bruzzone, proceso nº 62182/2015/TO1/CNC8, caratulado “MGD s/recurso de casación”
Reg. n° 2882/2020.
20
Es interesante reflexionar en cómo el lenguaje fue acompañando los procesos de deconstrucción de los términos relacionados con el género. En un primer momento podemos remontarnos a leyes que hacían referencia a la familia y su protección. Antes de la
sanción de la Ley de Protección Integral nº 26.485, existía la Ley 24.417 denominada
“De protección contra la violencia familiar” (sancionada en diciembre del año 1994), que
no visibilizaba la violencia estructural sufrida por las mujeres ni las consecuencias de la
existencia de patrones socioculturales discriminatorios por motivos de género, por lo
que trataba el problema de forma parcializada. En este sentido, la sanción de Ley 26.485
también recoge y se alinea con el trabajo de los movimientos de mujeres y la creciente
preocupación que sobre esta temática estaban señalando diversas organizaciones. Luego de su sanción se comienza a hablar en términos de violencia contra las mujeres para
finalmente poder pasar a hablar de género, y en la actualidad de géneros, entendiendo
que la discriminación está relacionada no solo con un modo particular de identidad de
género sino contra toda aquella que se aparte de la hetero-cis norma.
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Géneros e interseccionalidad
Un análisis crítico de la parte especial del Derecho Penal
[E]stimo conveniente destacar, que ha quedado ampliamente demostrado por
las acusadoras y el tribunal, la pertenencia de DS a un colectivo sumamente
vulnerabilizado, criminalizado y tradicionalmente estigmatizado. Los estudios
especializados advierten la existencia de patrones estructurales de desigualdad por gran parte de la sociedad y de las instituciones argentinas, que expone deficiencias en materia de derechos y de oportunidades, de acceso al
trabajo digno, a la salud, a la privacidad, intimidad y al pleno ejercicio de sus
libertades.21
Finalmente, no queremos dejar de mencionar la problemática vinculada al
uso de estereotipos de género en los procesos judiciales donde se investigan muertes violentas de mujeres. La incidencia de estos estereotipos
fue señalada en diversas oportunidades por la Corte IDH,22 advirtiendo
que son expresiones de violencia simbólica incompatibles con el derecho
internacional de los derechos humanos, que cuando se trasladan a las
prácticas judiciales, reproducen violencia institucional contra las mujeres.
Resulta paradigmático en este sentido el caso judicial en el cual se investigó el femicidio de Lucía Pérez. La sentencia dictada por el Tribunal de
Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires23 dejó en evidencia cómo
el proceso llevado a cabo para investigar las circunstancias de su muerte
se transformó en un juicio contra la propia víctima y su historia de vida.
Los jueces de casación señalaron que la decisión del tribunal inferior
contenía “concepciones sexistas inocultables” que lo volvían nulo y ordenaron que se realice un nuevo juicio. En su sentencia, dieron cuenta de la
interpretación sesgada de los hechos del caso: “la existencia de patrones
socioculturales discriminatorios, impidieron que el caso fuera tratado con
perspectiva de género. Pensar el derecho penal con perspectiva de género exige mucho más que diseñar normas categóricas susceptibles de
ser aplicadas a una infinidad de supuestos, pero inidóneas para resolver
21
Ibidem, voto de la jueza Patricia Llerena.
22
La Corte IDH definió los estereotipos de género como “una pre-concepción de atributos
o características poseídas o papeles que son o deberían ser ejecutados por hombres
y mujeres respectivamente” (Caso González y Otras “Campo Algodonero” vs. México.
Sentencia de 16/11/2009, párr. 401).
23
Sala Cuarta del Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires, Sentencia
en la causa nº 95.425.
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Femicidio: un recorrido por su construcción sociojurídica Alexia Sofía Alonso y Victoria Fraga Utges
conflictos en concreto”. De este modo, la Casación advirtió que, llegada a
juicio la causa, los jueces se enfocaron en forma indebida en el análisis de
la vida íntima de la víctima anterior al hecho, sin contextualizar los hechos
desde una perspectiva de género.24
III. UNA APROXIMACIÓN CRÍTICA A LA POLÍTICA DE DATOS SOBRE
FEMICIDIOS
Con la incorporación de la figura del femicidio a través del inc. 11 del CP y
la creación del Registro Nacional de Femicidios de la CSJN, los números
de casos judiciales registrados comenzaron a tener una mayor visibilidad
y trascendencia mediática con la consiguiente sensibilización y concientización en la temática.
Recordemos que la Ley nº 26.485 establece en su artícu­lo 37 que la
CSJN debe llevar los registros sociodemográficos de las denuncias efectuadas sobre hechos de violencia previstos en la ley, especificando, como
mínimo, edad, estado civil, profesión u ocupación de la mujer que padece
violencia, así como del agresor; vínculo con el agresor, naturaleza de los
hechos, medidas adoptadas y sus resultados y sanciones impuestas al
agresor. En virtud de dicho mandato, en el año 2015 se creó el Registro
Nacional de Femicidios de la Justicia Argentina (RNFJA).25
Hasta la creación del RNFJA, si bien existían observatorios de femicidios llevados adelante por organizaciones de la sociedad civil, en la República Argentina no existían estadísticas oficiales al respecto. A partir del
año 2016, se incorporaron al relevamiento los transfemicidios y travesticidios en forma diferenciada. La metodología utilizada para relevar el estado
24
Idem.
25
Desde el año 2015, la Corte Suprema de Justicia de la Nación elabora un registro de
datos estadísticos de las causas judiciales en las que se investigan muertes violentas de
mujeres cis, mujeres trans y travestis por razones de género. El concepto de femicidio de
dicho Registro nacional es el que proviene de la “Declaración sobre el Femicidio”, aprobada en la Cuarta Reunión del Comité de Expertas/os (CEVI), celebrada el 15/08/2008:
“[l]a muerte violenta de mujeres por razones de género, ya sea que tenga lugar dentro de
la familia, unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal; en la comunidad,
por parte de cualquier persona, o que sea perpetrada o tolerada por el Estado y sus
agentes, por acción u omisión”.
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Géneros e interseccionalidad
Un análisis crítico de la parte especial del Derecho Penal
procesal de las causas judiciales que involucran femicidios, transfemicidios y travesticidios, en los informes anuales, se limita temporalmente a los
movimientos que tuvieron lugar en el transcurso de dicho año. En virtud de
dicho recorte temporal, resulta difícil conocer el avance de esos procesos
en los años posteriores, así como su resolución, lo cual nos impide tener
una dimensión completa sobre el desarrollo de estos procesos en los tribunales de justicia.
En este sentido, podemos señalar la incidencia positiva que tuvo la
incorporación del tipo penal al coadyuvar en la visibilidad de la problemática, pero ahora desde el Estado. A su vez, con la incorporación de datos
oficiales en la temática queda al descubierto la consecuente necesidad de
implementar políticas públicas efectivas que impacten en dichos números.
Tal como se indica en el primer informe realizado por el RNFJA, a partir
de la conceptualización de la figura del femicidio se traslada la discusión
de las muertes violentas de mujeres por motivos de género al ámbito normativo, de manera tal que el sistema penal se apropie del concepto para
que este tipo de muerte sea identificada y visibilizada con sus particularidades. De este modo, se explica en el informe que se marca las especificidad propia de la violencia de género producto de las desigualdades
estructurales persistentes en nuestras sociedades”.26
Sin embargo, una cuestión a complejizar en este punto se relaciona
con lo que dichas cifras de femicidios expresan o demuestran y qué se hace desde las agencias estatales con esta información. Esto es problematizado más aún en los tiempos que corren, en donde las cifras de muertes
circulan, pero no siempre con la debida reflexión ni contextualización de la
enorme problemática estructural que encierra.
Con la campaña “Ni una menos”, irrumpió en la sociedad la masificación y expansión de los feminismos y la demanda pública de producción
de datos estadísticos orientados a la cuantificación de los femicidios en
el país. Sin embargo, resulta claro que la mera cuantificación no resulta
suficiente para diseñar políticas públicas. Y por otro lado, existe un gran
problema y desafío en la producción de datos relacionado con el uso de
categorías propias del derecho penal para la construcción de registros,
por ejemplo, por la carencia de un sistema de seguimiento de trámites, los
26
Ver informe: https://www.csjn.gov.ar/omrecopilacion/docs/informeFemicidios2014.pdf
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Femicidio: un recorrido por su construcción sociojurídica Alexia Sofía Alonso y Victoria Fraga Utges
criterios diferenciales con que se produce información, la disparidad de
recursos técnicos y económicos a lo largo del país, etc. (Tolosa: 43-46).
El mencionado Registro analiza las muertes violentas por motivos de
género de acuerdo a la selección que realizan las propias agencias de la
justicia penal, lo que implica una captura parcializada de estos fenómenos
multicausales, siempre que no se incorporen miradas y enfoques de otras
disciplinas. Asimismo es importante tener presente la dificultad del subregistro que se presenta a la hora de trabajar con los datos. Como indica
la UFEM se debe trabajar con una medición que parta del presupuesto
de integrar la perspectiva de género en el registro de la totalidad de los
homicidios dolosos de víctimas con identidad femenina en función de la
necesidad de “medir los femicidios, transfemicidios y travesticidios sobre
la base de indicadores y no a través de la carátula judicial y/o el tipo legal
específico aplicado por los órganos competentes, de modo de evitar el
sub-registro de casos” (UFEM, 2019: 11).
IV. REFLEXIONES FINALES
Con las reflexiones antes realizadas, desde una perspectiva de la sociología jurídico penal, con enfoque de géneros y diversidades, damos cuenta
de la importancia de la incorporación del tipo penal del femicidio a nuestro
Código Penal, su impacto positivo en la construcción de una realidad jurídica, pero también de la continua tensión que existe en su interpretación
y aplicación.
El enfoque desde una sociología jurídica nos permite advertir y complejizar el evidente entrecruzamiento del fenómeno jurídico con factores propios de la vida política y social, donde el derecho se presenta como una de
las tantas herramientas que podemos utilizar para combatir la desigualdad
estructural. De este modo, creemos que la doctrina y la línea jurisprudencial construidas son aportes esenciales para generar sentido común en la
disputa de asignación de sentidos, y por ello también invita a repensar la
problemática de cara a la sociedad, que es quien escucha y recibe la información de lo que se ha decidido respecto de determinado caso judicial.
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Géneros e interseccionalidad
Un análisis crítico de la parte especial del Derecho Penal
Las políticas de reparación integral son incipientes en la temática,27 y esto
conlleva a que el peso de las sentencias judiciales en la sociedad sea aún
mayor, dado que justamente la reparación termina siendo en la mayoría
de los casos un pronunciamiento sobre la responsabilidad penal del/la
autor/a.
Al analizar la complejidad que conlleva el hecho de que el servicio de
justicia actúe en situaciones de femicidios recortando su intervención al
hecho criminal, y lógicamente entendiendo al fenómeno como extremo
visible de las violencias estructurales por motivos de género, se advierte
la necesidad de poder pensar en el entrecruzamiento y articulación del
sistema penal con otros saberes y disciplinas.
Ni la realidad está dada ni la verdad se descubre. Los debates en relación a cómo intervenir frente a las desigualdades estructurales se encuentran en permanente actividad y revisión y, en este punto, la legislación
penal no es excepción. La construcción social de la realidad y de la verdad
desde discursos como el político o el jurídico nunca es neutral ni se alcanza a partir de una mera deducción. De ahí la importancia del modo en que
organicemos esos relatos, esto es, de los criterios de interpretación que
elijamos para conocer la realidad y los hechos acontecidos (Ruiz, 2006:
80-81). Los límites del derecho penal en soledad se vuelven palpables.
La invitación es sin dudas poner en marcha conocimientos y experiencias
interdisciplinares que puedan articularse, no dejar que el saber jurídico
monologue y fundamentalmente, que no sea pensado en clave hermenéutica omnipotente.
BIBLIOGRAFÍA
Basílico, A. y Villada, J (2019). Código Penal de la Nación Argentina. Comentado. Anotado. Concordado,1° ed, Buenos Aires: Hammurabi.
27
Con la creación en el ámbito de los poderes ejecutivos provinciales y nacional se han
puesto en marcha distintas políticas públicas que tienden a la reparación más allá del
efectivo acceso a justicia y pronunciamiento en tiempo razonable. A modo de ejemplo, a
través de programas de transferencia económica a familiares y allegadxs de víctimas de
femicidio, intervenciones artísticas en espacios públicos para renombrar calles, plazas,
salones con los nombres de víctimas de femicidios, etc.
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Femicidio: un recorrido por su construcción sociojurídica Alexia Sofía Alonso y Victoria Fraga Utges
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Géneros e interseccionalidad
Un análisis crítico de la parte especial del Derecho Penal
edu.ar/clacso/gt/20140512054036/FeminismosParaUnCambioCivilizatorio.pdf
Sala II de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional, “Mangeri, Jorge Néstor s/recurso de casación”, reg. 441/17 del
7/6/2017.
Sala III de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional
de la Capital Federal, integrada por los jueces Pablo Jantus, Mario Magariños y Alberto Huarte Petite. causa CCC 43587/2014/TO1/CNC2,
caratulada “Azcona, Lucas Ariel s/ homicidio simple”. Reg. n° 276 /2018
Sala I de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional
de la Capital Federal integrada por los jueces Jorge Luis Rimondi, Patricia M. Llerena y Gustavo A. Bruzzone, proceso nº 62182/2015/TO1/
CNC8, caratulado “MGD s/recurso de casación” Reg. n° 2882/2020.
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