Ni arte ni educación por Adriana Raggi en Arte, Arte contemporáneo, Educación, educación artística, Universidad en 22 abril, 2016 2 por Luis Camnitzer Publicado originalmente en http://www.niartenieducacion.com Eso de “ni arte ni educación” parece una excelente idea. No tanto porque ninguno de ellos intrínsecamente sirva para algo, sino porque a esta altura de las cosas son ambos términos los que están en un estado de corrupción y de deformación que hace que ya no sirvan para nada. Es una frase que denuncia la separación disciplinaria que obliga a fragmentar el conocimiento. Es una crítica que nos propone un desafío para que nos pongamos a generar sistemas de órdenes creativos y a hacerlo creativamente. Es una declaración que busca una palabra que todavía no existe. Cuando se decide oficialmente que las materias relacionadas con el arte distraen de la educación, no nos estamos enfrentando a una estupidez ministerial soberana (aunque nos dé placer definirla como tal). Estamos en una situación mucho más grave, que es la de ser víctimas de una ideología que le dio un nuevo significado a las palabras y que mucha gente se las cree. De acuerdo a estos significados, el arte es una actividad que sirve para el ocio, y la educación es un servicio de fabricación de empleados que trabajan para intereses ajenos. Podemos culpar al sistema financiero y a sus instrumentos (como lo es el informe PISA), pero deberíamos también culparnos a nosotros mismos por ser pasivos y permitir la usurpación de las palabras. Ya no se trata de rebautizar al arte y a la educación con un “Juanito” y una “María,” o cualquier otro nombre. Se trata de re-conceptualizar los términos y darles un contenido que sirva para los propósitos para los que fueron creados en su sentido más constructivo y, por lo tanto, independientemente e independientes de la estructura corporativa y de la miopía gubernamental. De acuerdo a los prejuicios vigentes, el arte hoy es visto y utilizado fundamentalmente como un medio de producción de objetos de lujo. Esto después de una larga historia que incluye el pasaje de la manufactura artesanal a la contemplación para terminar en un coleccionismo que sirve como una prueba de estatus y riqueza. La educación, por su parte, es interpretada y usada como un proceso para crear una meritocracia al servicio de las estructuras de poder, tanto empresarial como nacional. Las instituciones se diseñan como filtros para identificar a los pocos “mejores” útiles en lugar de preocuparse por mejorar a los individuos y permitirles contribuir comunitariamente. No es que la identificación del mejor sea inútil: prefiero ser operado por el mejor cirujano y no por un cirujano mejorado. Pero ambas dinámicas, tanto en el arte como en la educación, promueven y reafirman la fragmentación del conocimiento en disciplinas y especializaciones que están condenadas a permanecer en compartimientos estancos. El proceso que debiera perfeccionar a los individuos como parte de un complejo social los convierte en personas encapsuladas e instrumentalizadas. Cuando la enseñanza se paga, se obliga al estudiante a pagar algo diseñado con criterios que no tienen mucho que ver con el estudiante: la supervivencia dentro de un mercado dirigido por la oferta y la demanda laboral, la competitividad nacional, etc. Es como hacerle pagar a los soldados para poder combatir en una guerra. Si bien el arte en nuestra cultura es aceptado como un medio de producción, también se lo puede definir como una meta-disciplina que permite subvertir los órdenes establecidos y explorar órdenes nuevos alternativos en una etapa previa a la verificación de su aplicación práctica. El encerramiento del arte en un gueto disciplinario lo reduce a la producción de objetos auto-contenidos o, en su defecto, lo convierte en una práctica social superficial que no se diferencia de los servicios sociales genéricos. Ignora el hecho que el arte es una forma de pensar y de adquirir y expandir el conocimiento y que su utilidad mayor no es la de colocar piezas en un museo sino la de ayudar a usar la imaginación. La tradición artesanal es la que lleva a que a los niños se les entreguen lápices, pinturas, tijeras y cola de pegar para que jueguen con los materiales. Sirven primariamente para refinar las habilidades manuales y no las mentales y emocionales utilizadas para conocer. Es el elogio de los maestros lo que convierte a los objetos en arte, y esto sucede sin que el niño (o para el caso frecuentemente también el maestro) tenga la más mínima idea de qué cosa es el arte realmente. La paulatina sumisión al canon imperante y la eficiencia dentro de ese canon, determinan cuáles niños serán designados como talentosos y cuáles no, pero primariamente usando criterios basados en la habilidad manual, la eficiencia en la representación y la competitividad. Parecería más apropiado entonces entrar al arte por la puerta de la cognición. Proponerle al niño que divida su universo en cosas que son arte y cosas que no lo son de acuerdo a una definición propia y arbitraria. Con ello se evita categorizar en términos de una escala de valores culturales prefabricados y no entendidos, y se lo lleva a hacer decisiones taxonómicas personales. Con esta decisión el educando puede encontrar y/o producir para un campo definido como arte de acuerdo a su propio canon. El paso siguiente, entonces, es presentar lo que cabe en esa categoría. La idea en este paso es lograr que el espectador acepte la clasificación y se convenza de su mérito e importancia. Es decir, el educando tiene que crear la museografía y los elementos que designan lo elegido como artístico y por lo tanto tratar con los medios de comunicación que sirven para estos efectos. El marco, el pedestal, el museo, son todos medios de comunicación que designan y codifican la taxonomía artística. Más importante es que por este camino se equipa al educando para que observe conscientemente el canon que se le imparte institucionalmente y que lo pueda comparar y cuestionar desde el canon propio. Es con esta base autodidacta que la exploración artística y la fabricación de objetos expresivos pueden comenzar a cumplir con su verdadera razón de ser. Si bien el arte en nuestra cultura es aceptado como un medio de producción, también se lo puede definir como una meta-disciplina que permite subvertir los órdenes establecidos y explorar órdenes nuevos alternativos en una etapa previa a la verificación de su aplicación práctica. La dinámica comercial que favorece el consumo ha llevado a confundir el objeto artístico con el arte mismo. Este hecho nos impide cumplir plenamente con la función más importante: la de ayudar a dilucidar las áreas del desconocimiento. Lo que superficialmente llamamos “misterio” no es el milagro congelado que nos entrega el dogma religioso. Tampoco es la representación de la oscuridad impenetrable de lo desconocido. El misterio es lo que nos marca el límite de lo que conocemos. Nos desafía para que desmitifiquemos a ese límite y que así podamos llegar al misterio siguiente. Es lo que nos permite transitar continuamente del área del conocimiento al área del desconocimiento como si estrenáramos un juego de video. Nos permite no solamente conocer lo nuevo sino des-conocer y re-conocer lo viejo por medio de nuevas visitas desprejuiciadas. Es esa búsqueda interminable la que ata al artista a su profesión como si fuera una droga. El problema es que a través del tiempo esa tarea se fue definiendo como un monopolio de unos pocos y ha sido erosionada por el formalismo de la presentación y la búsqueda del espectáculo. Conectado con esto, la producción objetual también ha producido la reducción de los márgenes de atención del espectador en lugar de desencadenar y ampliar la imaginación, la especulación y la creación. Hemos perdido al arte como una metodología cognoscitiva compartida y comunal. En su lugar hemos permitido que se disminuya para convertirse en una actividad reservada para unos pocos obreros exquisitos que trabajan para unos pocos millonarios que quieren ser exquisitos. La definición del sistema educativo es paralela a la del arte. Aparte de sus fines, la educación meritocrática utiliza además una pedagogía perezosa. Los “elegidos” en gran medida son aquellos capaces de aprender con un esfuerzo minimizado de ayuda institucional. Los descartados, en cambio, que son los que realmente necesitan la educación, requieren mucho más esfuerzo, en parte para compensar la falta de educación familiar. Se ignora así que la educación no debería enfatizar la enseñanza sino que debería dedicarse al aprendizaje. La enseñanza se basa en la transmisión de información y el entrenamiento. La educación correcta, en cambio, estimula el autodidacticismo. Ese autodidacticismo consiste en identificar los misterios de lo desconocido, desmitificarlos y superarlos para entonces enfrentar los nuevos misterios. Lo mismo que en el arte, se trata de conocer, des-conocer y re-conocer. Es un trabajo continuo que se desarrolla a lo largo de la vida del individuo. Es algo que no puede encerrarse dentro de los muros de una institución, dentro de los límites de un tiempo impuesto, dentro de una cuantificación dictada por un currículo, y dentro de una relación que depende de los profesores. Si bien el arte como disciplina profesional forma parte de los estudios universitarios y pretende estar a la par de ellos, su posición es frágil. Los productos de este profesionalismo artístico generalmente no pertenecen a la productividad económica y por lo tanto carecen de interés. Al mismo tiempo que la sociedad acepta esta imagen, se olvida que el arte es la única rama en la que potencialmente el estudiante puede hacer lo que se le da la gana, puede explorar el fracaso, y que en eso radica gran parte de su importancia y lo hace imprescindible. Es esa potencialidad, generalmente insuficientemente explorada y explotada, lo que hace que su posición sea inestable y que sea la primera víctima de los cortes presupuestales. El arte, como ya fuera aclarado desde las definiciones de Kant, produce objetos carentes de una función discernible. Esto se traduce en que es una actividad que no sirve para nada (o que distrae) y por lo tanto es descartable. De una u otra forma esa misma perspectiva se hace extensible hacia las humanidades en general, lo cual en los últimos tiempos también las convierte en el blanco de la victimización. Pero ni artistas ni educadores somos inocentes de esta marginalización y banalización: los artistas estamos preocupados por el ego y el mercado, y los educadores por la sobrevivencia dentro de un sistema diseñado para una función ajena. El arte se redefine en las galerías, y la educación en una burocratización en la cual se gasta más dinero en administración que en el desarrollo del estudiante. Ambos campos se mantienen como profesiones mutuamente extrañas, sin entretener la posibilidad de fusión. Las teorías rebeldes en este campo de la pedagogía son excéntricas y minoritarias, y por ende, incapaces de oponerse al esfuerzo arrollador de la cuantificación de la calidad. Al contrario, en lugar de resistir pensamos que aceptar la cuantificación nos garantizará el derecho de existencia, ya sea por medio de precios y fama en el arte, o por las estadísticas en la enseñanza. Hay en esto una guerra no reconocida entre distintas interpretaciones de lo que debe ser el rigor. El concepto de rigor es justamente uno de los instrumentos utilizados para separar el arte de las demás disciplinas, para organizar las disciplinas en “blandas” y “duras”. El rigor de las materias académicas que tienen una aplicación práctica se basa en la posibilidad de rendir cuentas cuantitativamente. El protocolo que se sigue respeta la relación de causa y efecto, la lógica, la repetición de resultados en la experimentación y, en general, un desarrollo lineal de los procedimientos. En forma circular el protocolo informa al rigor y el rigor informa al protocolo. En arte, en cambio, la noción de rigor y la rendición de cuentas se basan en la inevitabilidad y la indispensabilidad, y ambos son imposibles de traducir en números. Una vez que la obra o situación artística existe, el protocolo (o los protocolos) se deducen de la necesidad de su existencia. “Ni arte ni educación”, por lo tanto, no es aquí una declaración nihilista que proponga un desierto cultural unificado por la ignorancia. Es, en cambio, una declaración crítica del uso de ambas palabras pero que no niega ni una ni otra. Esta discusión de los conceptos de rendición de cuentas y de rigor están directamente conectadas con las metodologías del conocimiento y se ubican por encima de su aplicación en las distintas disciplinas. Si hablamos de la utilidad potencial de los actos nos referimos a aquellos que son útiles y aquellos que no lo son. Al limitarnos educacionalmente a lo útil y descartando lo inútil, o a lo inútil descartando lo útil, estamos fragmentando la educación y confundiendo el acto de proyección antropocéntrica con la comprensión y el ordenamiento de la realidad. Paradójicamente se utiliza esta proyección para hablar de objetividad. Es aquí donde el arte, el campo de las configuraciones y de las conexiones cualitativas, debería informar y enriquecer a la ciencia (campo de las conexiones cuantitativas) y no al revés, como es la costumbre. Tanto el artista como el maestro recién pueden demostrar el éxito efectivo de su misión una vez llegados al punto en que se convierten en prescindibles, o sea el momento cuando el recipiente del arte o de la educación es capaz de actuar independientemente. Es aquí en donde el arte y la educación confluyen en una misión única. Ambos tienen un camino común y la diferencia está solamente en las huellas que se dejan durante el recorrido. El arte es educación y la educación es arte. Una de las palabras solamente adquiere sentido una vez que está dentro de la otra. “Ni arte ni educación”, por lo tanto, no es aquí una declaración nihilista que proponga un desierto cultural unificado por la ignorancia. Es, en cambio, una declaración crítica del uso de ambas palabras pero que no niega ni una ni otra. Es una frase que denuncia la separación disciplinaria que obliga a fragmentar el conocimiento. Es una crítica que nos propone un desafío para que nos pongamos a generar sistemas de órdenes creativos y a hacerlo creativamente. Es una declaración que busca una palabra que todavía no existe. O, en su lugar, que trata de recargar y unificar las palabras ya conocidas y por ahora muertas por el mal uso. Es una frase que quiere facilitar la liberación de los individuos en tal forma que dentro de su individualidad se puedan definir como una unidad pensante y sensible, pero dentro del contexto del bien colectivo. Comparte esto: “La neurociencia no tiene la receta para los problemas de la educación” La neurocientífica Anna Carballo cree que son los pedagogos los que deben resolver los retos del sistema educativo y reducir la tasa de abandono escolar ANA TORRES MENÁRGUEZ 19 FEB 2018 - 01:22 CST Anna Carballo (Barcelona, 1982), doctora en Neurociencias por la Universidad Autónoma de Barcelona, no habla de neuroeducación porque cree que es una disciplina que todavía no existe. Lo defiende bien: los estudios neurocientíficos sobre el aprendizaje se realizan en laboratorios, que nada tienen que ver con un aula en la que 30 alumnos aprenden conjuntamente de forma espontánea y natural. Cree que los problemas de la educación no se pueden resolver con el conocimiento que se tiene del cerebro y que son los pedagogos quienes deben replantear la enseñanza. La neurocientífica Anna Carballo.ISABEL CASANOVA Profesora del Máster en Dificultades de Aprendizaje y Trastornos de Lenguaje de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y formadora e investigadora en neurociencias aplicadas al ámbito educativo, Carballo considera que los fallos de la escuela no se pueden reducir a la falta de motivación del alumnado. Critica un sistema que mide los resultados y no el aprendizaje, unas ratios alumnos-profesor desorbitadas y una falta de formación y capacitación de los profesores, ideas que plantea en su próximo libro 10 ideas clave en neurociencia y educación (Graó). Más información ¿Está preparado Magisterio para formar a los profesores del futuro? Por qué en Alemania puedes conseguir un buen trabajo sin ir a la Universidad Una normativa deja en el paro a profesores de la privada Carballo, que moderó la semana pasada el debate Aprendizaje: aula y neurociencia organizado por el think tank Aspen Institute y la Fundación La Caixa, pide prudencia ante "el poder seductor de la neurociencia", ya que no tiene una fórmula para diseñar la escuela perfecta. Reconoce que el cerebro necesita emocionarse para aprender, pero alerta a los docentes sobre el peligro de convertir las clases en un "frenesí emocional constante". Los niños también tienen que aprender a aburrirse. Pregunta. En los últimos años la neurociencia aplicada a la educación ha atraído a muchos docentes con ansias de cambio. Se ha popularizado la idea de que los alumnos necesitan emocionarse para aprender, pero igual los profesores no saben cómo llevarlo a la práctica. Respuesta. El tema de la emoción es lo que más se ha magnificado y popularizado dentro de la neurociencia, la repetida frase de que solo se aprende aquello que se ama. Ese principio puede confundir a los docentes, que pueden interpretar que sus alumnos tienen que flipar todo el rato en el aula. Eso sería estresante, insostenible. No podemos centrar nuestra práctica educativa en un frenesí emocional constante. La idea clave es que las experiencias de aprendizaje se acompañen de emociones positivas, conseguir que el alumno no las asocie al fracaso, al no llego. Si no, a la larga no querrá seguir aprendiendo. El cerebro tiende a querer repetir toda experiencia placentera. Además, es absurdo intentar que a todos los niños les emocione lo mismo. La propuesta pedagógica tiene que ser diversa. La uniformidad curricular es un fracaso. P. Ahora está sobre la mesa el debate de si deben ser los pedagogos o los neurocientíficos con sus descubrimientos sobre el funcionamiento del cerebro quienes fijen las claves de la nueva educación. ¿Cuál es su postura? R. Veo un instrusismo bestial de los neurocientíficos. La neurociencia puede ofrecer fundamentación teórica acerca del proceso de aprendizaje, pero para nada se debe meter en el campo de la didáctica porque no somos pedagogos, no podemos decir lo que hay que hacer en el aula. Las ideas que se aportan desde el campo neurocientífico respaldan teorías pedagógicas que existen desde hace más de 100 años, como sucede con el trabajo por proyectos que parece una metodología tan innovadora y no lo es. Ya está todo inventado. Puede ayudar a arrancar el cambio educativo, pero la neurociencia no tiene la receta para los problemas de la educación. El primer año el niño debería estar en casa con sus padres porque es cuando se desarrolla el vínculo emocional P. ¿Cuál cree que es el principal problema de la escuela y por qué cree que no se puede solucionar con la neurodidáctica? R. En los problemas educativos influyen múltiples factores. Por un lado tenemos un sistema que exige resultados de rendimiento, no de aprendizaje; una carencia de recursos, unas ratios que no ayudan. Lo que más he detectado en las formaciones que he dado a maestros es que falta capacitación docente, ellos ven necesario el cambio, pero no saben cómo hacerlo. Ven que abrir el libro y hacer exámenes ya no funciona porque hay un 20% de fracaso escolar. No son los niños los que fallan, es claramente el sistema. Los resultados de los estudios neurocientíficos sobre el aprendizaje no son extrapolables a una clase. Tenemos información de lo que hace un cerebro dentro de un tubo de resonancia magnética funcional cuando toma una decisión. Pero toda la complejidad que conlleva un contexto de aprendizaje como el aula se nos escapa. P. ¿No ha participado en ningún proyecto de investigación que mida la actividad de los alumnos en un aula? R. Ahora ya disponemos de sistemas de registro encefalográfico a través de cascos inalámbricos. Es un avance porque antes para registrar la actividad eléctrica cerebral lo tenías que hacer enchufado a un monitor. De todos modos, aún es muy incipiente. Estoy codirigiendo la tesis de una doctoranda que quiere registrar el funcionamiento de la corteza cerebral cuando los niños aplican diferentes metodologías para el aprendizaje de las matemáticas. P. ¿Cuál es la principal demanda de los profesores a los que ha formado? R. La comunidad educativa busca soluciones de forma desesperada y cuando aparece una moda se agarran a ella como a un clavo ardiendo. No les culpo. Hay estudios sobre el poder seductor de la neurociencia que demuestran que cuando una información va a acompañada de una imagen de un cerebro o de la palabra neuro es más creíble, más sexy. Hay que tener cuidado porque hay mucho neuromito. Por ejemplo, algunos alumnos creen que al hacer sudokus entrenan su mente y serán más inteligentes. Les digo que lo único que conseguirán será ser unos cracks en sudokus, nada más. Algunos productos también conducen a equívocos; la aplicación Brain Gym se plantea como gimnasia cerebral, como si el cerebro fuese un músculo, es un órgano. También he oído a maestros decir que van a preparar una clase para ejercitar el hemisferio derecho, considerado el más creativo frente al izquierdo que sería el más lógico. Tenemos millones de axones que conectan los dos hemisferios continuamente, cualquier trabajo depende de los dos. Son visiones simplificadas del cerebro, concepciones falsas. Las ideas de la neurociencia respaldan teorías pedagógicas que existen desde hace más de 100 años P. ¿Debemos preocuparnos porque el cambio de hábitos nos está conduciendo a una menor capacidad para retener datos de memoria? R. La tecnología ha venido para quedarse. No la podemos eliminar del contexto educativo. El cerebro se ha adaptado a tener que retener menos datos porque cualquier cosa es googleable. No es que se desaproveche la memoria, sino que se destina a otras funciones. Hay que tener muy claro que la creatividad no nace de la nada, sino del conocimiento, y ahí juega un papel elemental la memoria. Es el resultado de una nueva asociación de ideas, siempre a partir de conocimientos que ya tienes. P. Desde el punto de vista de la neurociencia, ¿es el sistema educativo muy exigente con los adolescentes? R. Los cerebros adolescentes los hemos estudiado ahora, no los podemos comparar con los de hace 30 años. Tienen un sustrato neural de las emociones mucho más reactivo que el de un cerebro adulto. Son más impulsivos y buscan el placer más que nosotros. Sabemos que si la demanda no aparece, la maduración tampoco, por eso se está alargando tanto la adolescencia. Los roles adultos tipo tener un trabajo, una familia o un piso se están restrasando por el contexto sociocultural, por la situación económica. Pero la demanda adulta puede existir y aunque estés en casa de tus padres puedes ser 100% responsable aportando dinero o colaborando. Si no, se puede dar el caso de llegar a los 40 y estar en casa de los padres jugando a la Play. Hay un estudio de neuroimagen que analiza lo que hace el adolescente cuando tiene que tomar conductas de riesgo. Mide las veces que se pasa el semáforo en ambar jugando a un videojuego. Cuando está con sus amigos se disparan, pero cuando está con su madre se reducen a la mitad. Ahí la madre está haciendo de corteza prefrontal. Los adultos tenemos que ejercer ese control externo para que a la larga se interiorice y el adolescente tenga autocontrol. La exigencia externa tiene que existir. Hemos detectado familias que huyen del tema de los límites, quieren que sus hijos sean libres. Una falta de límites comporta inseguridad emocional; en el futuro no sabrá hasta dónde puede llegar. P. La experiencia emocional es determinante en la etapa de cero a tres años, mucho más que el material Montessori más caro. ¿Cuál es tu opinión? R. El vínculo de apego es esencial, es la relación emocional que establece con sus cuidadores principales. Le aporta una seguridad que le permite explorar el entorno y relacionarse con los demás. No hay estudios neuroanatómicos de los niños que han sido criados en casa y los que han acudido a escuelas infantiles. Desde el punto de vista de la psicología del desarrollo, el primer año el niño debería estar en casa con sus padres porque es el periodo en el que se desarrolla ese vínculo. El problema de la guardería es que el niño no está solo y es difícil atender 100% sus necesidades. Suelen ser 8 niños por adulto en la etapa de lactantes. Si el niño se siente seguro, aprende. P. ¿Cree que tiene sentido que la escuela moderna incentive el trabajo cooperativo cuando lo que les espera en la edad adulta es un mundo altamente competitivo? R. La cuestión es si reproducimos en la escuela la competitividad porque es lo que se van a encontrar o si les enseñamos que se puede construir una sociedad más torelante y cooperativa. Hay colegios que han hecho un cambio importante y solo trabajan con cooperativo. Lo importante es que no se reduzca a una hora a la semana, sino que sea habitual para que se genere un hábito. En contacto con los demás segregamos ciertas hormonas como la oxitocina que potencian la plasticidad cerebral, el aprendizaje y el sustrato neural del placer. En la escuela tradicionalmente se ha prohibido hablar y más todavía ayudar al de al lado. Igual hay que darle la vuelta. MESA REDONDA: EDUCACIÓN DE LAS ARTES, CREATIVIDAD Y LAS FORMAS DEL TRABAJO CONTEMPORÁNEO El 13 de noviembre tuvo lugar la tercera sesión del curso para educadores Seminario de reflexión práctica sobre innovación y renovación pedagógica a través de la educación artística. Debate, herramientas, metodologías y propuestas educativas. Celebramos la segunda mesa redonda abierta al público que llevaba por título "Educación de las artes, creatividad y las formas del trabajo contemporáneo", y en la que participaron Adrià Rodríguez de Solivella-Moner, En Residencia (Carles Giner), Escuela Serralavella (Marisol Anguita), y Sinapsis (Cristian Añó). Esta mesa se planteaba como un debate sobre las posibilidades y paradojas de la creatividad para la educación contemporánea (con sus dimensiones asociadas de educación artística, educación estética, etc.), en el marco de una economía post-industrial basada en la cultura y la innovación. La tensión se plantea entre por un lado ciertas visiones idealizadas de la creatividad (la creatividad como liberadora y como forma de crecimiento personal), y, por otro, las críticas a la creatividad como instrumento de disciplinación neoliberal (imponiendo a los sujetos que sean creativos en un momento de crisis como forma de resolver los problemas a los que el estado y la empresa han dejado de dar respuesta). Entonces, ¿cómo podemos abordar la creatividad en educación? ¿Todavía es un concepto válido? ¿Debemos transformarlo? ¿Cómo nos podemos aproximar de una manera crítica y a la vez posibilitadora? Estas son algunas de las cuestiones que vamos a abordar con los ponentes y los participantes en la mesa redonda. Podéis ver las intervenciones en los vídeos correspondientes, pero aquí os ofrecemos un breve resumen tanto de las intervenciones de los invitados a la mesa, como del debate posterior con todos los participantes. Por orden de intervención, Cristian Añó del colectivo Sinapsis, planteó que la creatividad puede tener más potencial transformador si se entiende como algo que emerge en los procesos colectivos de colaboración y trabajo en red, en los que las instituciones son interpeladas especialmente. Las prácticas artísticas pueden convertirse aquí en un elemento extraño que crea una cierta tensión en el contexto en que se interviene, a partir de la cual se favorezca la búsqueda de propuestas creativas con efectos transformadores en las instituciones, es decir, una creatividad estructural. Marisol Anguita, maestra de la Escuela Serralavella, presentó un relato sobre la experiencia de aprendizaje de los niños de la escuela desde un planteamiento de horizontalidad y de reconocimiento de su agencia, así como del resto de la comunidad educativa (madres y padres, entorno...). El objetivo del trabajo con el arte es subvertir el carácter sacro de la obra y permitir una relación de interrogación más personal por parte de los niños. En definitiva, la escuela debería convertirse en un paisaje de posibilidad para una infancia emancipada, autora y con voz propia. © Pere Pratdesaba Carles Giner, coordinador de En Residencia, explicó cómo los inicios de este programa están marcados por un contexto de separación administrativa e institucional entre las esferas cultural y educativa. En Residencia aparece como iniciativa para vincularlas, llevando la creación contemporánea a los centros de secundaria a través de residencias de artistas, y al mismo tiempo estimulando la relación con las instituciones culturales (museos, teatros, etc.). De esta manera se busca fomentar el reconocimiento de los centros educativos como productores culturales, la transformación de la percepción del arte de todos los participantes, y la porosidad de las instituciones participantes. Finalmente, Adrià Rodríguez de Passanante-Moner, investigador y videodocumentalista, reconstruyó una crítica del concepto de creatividad desde que entre los años 60 y 70 del siglo pasado se convirtió en un elemento central en el ámbito económico y, por tanto no una opción sino un imperativo. A esta visión crítica contrapuso la posibilidad de una creatividad ética que se orienta al questionamiento de la organización del trabajo, las relaciones de poder, la distribución de los beneficios, etc. Desde esta posición hay que considerar la toda creatividad es siempre colectiva y, por tanto, buscar maneras de generar un retorno a la comunidad. © Pere Pratdesaba El debate fue intenso y trató varias cuestiones como las que intentamos resumir aquí: En relación con los programas que proponen una colaboración con la escuela, se discutió sus efectos a largo plazo tanto en las escuelas como en los centros culturales, de manera que se pueda ir más allá de una experiencia puntual (por mucho que sea de cierta duración) y conseguir efectos más estructurales de transformación. En este mismo hilo de debate se comentó la necesidad o no de replicar propuestas como En Residencia en más centros, así como la importancia de transformar las relaciones de poder presentes en las instituciones artísticas. Sobre la creatividad se observó cómo, a pesar de haberse convertido en un imperativo económico, parece que en las escuelas no se dé ninguna importancia ni siquiera en este sentido instrumental. A partir de ahí se abrió una discusión sobre si no sería una posibiliidad defender una formación instrumental para que los estudiantes tengan oportunidades laborales reales, aprovechando así de manera estrategia el argumento neoliberal. Por otra parte también se expresó una resistencia a que esta deba ser la forma de reconocer la creatividad en el ámbito educativo. El debate es ideológico: si la creatividad es la posibilidad de transformación, ¿hacia dónde queremos orientar este cambio? © Pere Pratdesaba Por otra parte se cuestionó la idea de que el arte tenga que entrar en la escuela por la vía del arte y los artistas, como si la educación no fuera ya creativa por ella misma. Y si no nos lo parece suficiente, quizás lo que sería necesario es cambiar la escuela para que sea lo que queremos, y en este sentido las personas que habitan las instituciones son clave para conseguir este cambio. Finalmente, se señaló que esta utilización del término "creador" ya supone el establecimiento de una distinción que presenta el arte como un ámbito exclusivo o privilegiado, cuando en el fondo también es un mundo precario y depredador, con estrechos lazos con el poder. La tarea de los artistas debería ser la de descolocarse de esta posición, porque a menudo, en las tareas de valor que desarrollan, la creatividad y su rol como artistas no es lo más importante. Así, con un debate abierto, vamos a cerrar la sesión, citándonos para de aquí a quince días a la sesión sobre investigación artística, con la participación del artista Priscila Fernandes y Rachel Fendler, miembro de Pedagogías de Fricción. Gracias por la participación y el debate!! © Pere Pratdesaba VÍDEOS DE LAS PONENCIAS: SINAPSIS – Cristian Añó | http://www.sinapsisprojectes.net ESCUELA SERRALAVELLA – Marisol Anguita | http://www.xtec.cat/ceip-serralavella CREADORES EN RESIDENCIA – Carles Giner | http://www.enresidencia.org ADRIÀ RODRÍGUEZ DE ALÒS-MONER, investigador y videodocumentalista Comparte esto: Twitter Facebook Adrià Rodríguez de Estaràs-Moner Carles Giner creatividad Cristian Añó educación En Residencia Escuela Serralavella Marisol Anguita ponencias invitadas postfordismo Sesión 3 Sinapsis trabajo Navegación de entradas ← Si, podemos ser creativos: "EL CAMIÓN SECADORA". sobre "TABLA REDONDA: EDUCACIÓN DE LAS ARTES, CREATIVIDAD Y LAS FORMAS DEL TRABAJO CONTEMPORÁNEO" → 3 pensamientos sobre "Mesa redonda: Educación de las artes, creatividad y las formas del trabajo contemporáneo" 1. Jaume dice: Diciembre 11, 2014 at 7:42 am la creatividad está sobrevalorada. También el arte. Siento decirlo, pero no somos el mío del mundo. Tampoco somos la solución a sus problemas. Ahora bien, no todo son malas noticias: tampoco somos los principales culpables! El arte antes que creatividad es comunicación. Las pinturas rupestres no son arte, las hemos hecho arte nosotros. Son comunicación. Los hombres y las mujeres primitivas no pintaban en las paredes ni cantaban en las cuevas por puro placer, eso vino después. Primero fue comunicación. Y la creatividad la usaban para sobrevivir y avanzar. Para cazar, para fabricar herramientas... Si alguien ha secuestrado la creatividad no es la industria: ¡es el arte! Me gusta Responde 2. beirapones dice: Diciembre 11, 2014 at 12:59 pm SOBRE LA NOCIÓN DE CREATIVIDAD Y COL. LECTIVO. La construcción ochocentista de la noción de "creatividad" como acto de "creación" por tanto "de original" producido por un personaje extraordinario con capacidades innatas no susceptibles de aprendizaje para el resto de terrestres (pensemos cuántas veces dentro de la cultura popular la "capacidad artística" se relaciona con un "dó" ), es un invento romántico y capitalista. Un relato necesario, quizás, para relegar a una élite a los superpoderes de ser "libre pensador-creador", y por tanto evitar que la "plebe" no se pudiera sentir identificada y comenzara a reproducir formas de pensamiento y acción disruptivas (¿elegir la contemplación del paisaje como actividad principal en tu cotidianidad?) creando un movimiento ligado a la noción de autoría, de personaje-marca que ha sido la base de todas las vanguardias históricas. En el momento que la supuesta democratización de la educación y de las igualdades de posibilidades se pone en práctica con la reconstrucción de la Europa de la segunda mitad del siglo XX, la creatividad es una herramienta impuesta como muy bien apuntaba el Adriano Rodríguez de Estaràs-Moner, en beneficio del sistema de producción postindustrial. Nos obligan a ser creativos pero dentro de un sistema jerárquico para el beneficio de otros. Si la creatividad es un proceso colectivo y la idea de autoría se disuelve inevitablemente, desaparecería también la lógica actual de división del trabajo y las relaciones que acontecen. La creatividad sería esa capacidad de relacionar conceptos para resolver problemas dentro del magma del conocimiento colectivo. Hacemos collage, recombinaciones, "si puede ser" con una finalidad ética. Por lo tanto no somos creadores si no "DJ's estético-éticos". ¿Cómo construir una sociedad basada en la cooperación y en la no autoría dentro de un sistema que trae beneficios del personaje-empresa/producto? ¿Cómo pasar de una lógica de la identificación (como donadora de existencia individual) a otra de desidentificación (reconocimiento en el colectivo relacional)? Actualmente la tendencia hegemónica dentro de las aulas y de las subjetividades, como reflejo de la sociedad, sigue operando dentro de estos términos de atomización, competición e innovación (si se hacen grupos de trabajo son con intereses de competición con otros grupos). Recuerdo que en mis prácticas en el Instituto Benlliure de Valencia una alegoría no quería "copiar" una parte de un dibujo de una revista porque eso no "salía de ella"; me golpeó bastante y le contesté algo así: " Todo lo que somos es gracias a la relación con el colectivo, dentro, al espacio entre-cuerpos, de esta relación es a donde salen nuevas combinaciones, nuevas formas de conocimiento-acción. Copiar es aprender la forma del otro (que es efecto de otras combinaciones) no para decir que "es tuya" sino para analizarla y recombinarla. Dibujar, copiar, es una herramienta de conocimiento del medio profundo. Copiemos diariamente, somos copia". Y empezó a dibujar con una sensación de sospecha. Yo misma dentro de mi proceso de aprendizaje en BBAA he luchado contra este concepto con el que hemos crecido. "la propuesta a de ser original", "esto ya se ha hecho"... Putas mierdas. Pero ¿qué hay en la educación artística de "propio", permítanme la expresión, qué capacidades hay relacionadas con el desarrollo de la parte derecha del cerebro ignorada hasta inicios del SXX por la psicología dominante (centrada en la razón y el pensamiento abstracto, el lenguaje formal) ? Na Betty Edwars en su conocido "Aprender a dibujar con le lado derecho del cerebro", vinculado con la parte izquierda del cuerpo, relaciona cómo la práctica del dibujo implica el desarrollo del pensamiento divergente-relacional, intuitivo, analógico, primario, concreto, no lineal, simultáneo, múltiple y holístico. Ejercicios tan simples como aprender a ver el negativo de los objetos implica un cambio de pensamiento dirigido, de dirigir la mirada hacia un punto fuera de campo; así como entender las relaciones entre formas en un todo unido implica una idea de conjunto, de colectivo... Todo es político y estamos acostumbrados a que los debates del papel de la educación artística en la sociedad deriven a un diálogo sobre nuevas estructuras de convivencia social (iba a escribir "orden social" 😉 ), lo cual es inevitable porque realmente existe un malestar y desde la parcialidad y la atomización de la existencia no llegaremos a ningún consenso. Marina Garcés en su ponencia en el MACBA dentro del ciclo Cuerpos inapropiables decía: "Tu cuerpo no es tuyo, es de todxs". Cita que revisaba los slogans feministas de los 70 ́s ya tan obvios y que por otra parte suenan en el código del derecho a la propiedad privada. Claro que tenemos decisión sobre el propio cuerpo (aunque desgraciadamente muchas personas todavía no lo entienden demasiado bien), sobre por ejemplo, el acto del aborto o no pero; y los factores que hacen que tome esta decisión, ¿son domés competencia privada o son una problemática pública? Gracias a todos por esta experiencia. Beatriz. Me gusta Responde 3. ariadna dice: Diciembre 11, 2014 at 2:21 pm Yo pienso que este tema es una cuestión primordial para entender cuál es la actividad docente y su función y presunta "finalidad", pues se presupone que debe tener un provecho, un beneficio, un producto final medible que no concuerda en la misión básica de toda enseñanza, del nivel que sea, que es aprender a pensar, a argumentar y formular una concepción propia. La idea de "qué has aprendido" y "para que sirve" -que yo he escuchado tanto de padres, como alumnos, como de personas externas...- no deberían ser axiomas sociales aplicables a la educación... y tb a muchos otros ámbitos pero no nos entorpeceremos. Se trata de reformular dos concepciones que en realidad tienen un origen históricamente común , la educación decimonóica, competitiva e individual que habla de objetivos y la propia concepción artística, "del genio" y machista, y por extensión y en contexto, de la creatividad. Este retroceso temporal me recuerda al método, al final de la categoría de validez o no, un componente dudoso en la asignatura de plástica que me he encontrado en educación obligatoria, y es de ahí donde sale el desprecio hacia otras asignaturas más "provechosas"... pero que en realidad son contenidos cerrados, que flotan en limbo de la objetividad y objetivo y la inutilidad total. También deriva de este origen moderno de productividad, veracidad y efectividad y recuerdo palabras de un antropólogo que declara que prefiere trabajar desde el arte donde no se esperan resultados sino procesos, y este es un método. Por último, y desde las enseñanzas superiores (grados y ciclos) donde quizás podría ser más tolerable esta percepción de lo que debe ser la educación -¿y creatividad, podemos llamarla productividad?- mi experiencia es que no son más que simulacros bondadosos y determinados y por tanto, poco aplicables a toda una vida laboral futura. Ser resolutivo es tener capacidad de pensar por una misma. Entrevista con Anthony Giddens Por Una Pérez Ruiz 31 marzo 1999 AÑADIR A FAVORITOS Anthony Giddens es uno de los sociólogos actuales más influyentes. Su teoría de la “Tercera Vía”, que pretende hacer compatible el libre mercado del capitalismo con la idea redistributiva del socialismo tradicional, ha sido adaptada por Schroeder, Blair, Jospin. El debate continúa… Sus libros tratan sobre temas tan diversos como la teoría sociológica, el análisis de las sociedades modernas, la metodología y la transformación de las relaciones íntimas. No es fácil establecer los límites de su trabajo. Durante los quince últimos años he trabajado sobre tres asuntos aparentemente inconexos pero que en realidad se relacionan entre sí. El primero, ¿qué herencia debemos conservar del pensamiento sociológico clásico de los siglos XIX y XX?, ¿qué debemos retener de los trabajos de Durkheim, Weber, Simmel y Marx? El segundo tema de reflexión se relaciona con los marcos lógicos y metodológicos dentro de los cuales las ciencias sociales deben pensar la sociedad y las conductas humanas. Particularmente, existe un dilema clásico que he intentado superar entre el objetivismo y el subjetivismo, entre las teorías del compromiso social y del actor. El tercer tema de reflexión es el de la modernidad: ¿cuál es la naturaleza de la civilización moderna?, ¿cuáles son las consecuencias sociales en los niveles micro y macrosociológico? Estos son mis tres temas de reflexión privilegiados y forman un conjunto coherente. Cuando estudio la vida cotidiana o la vida íntima, esas preguntas constituyen, para mí, aplicaciones de las preguntas precedentes. ¿Qué es lo que relaciona estos tres temas? El tema de la modernidad y sus efectos sociales siempre ha sido uno de los asuntos predilectos para los sociólogos. Marx quiso comprender la modernidad a partir de la lógica del capital; Weber, a partir de la lógica de la racionalización, y Durkheim se interesó en las fuerzas de integración social. Cada uno aportó una cierta visión de la modernidad. La modernidad no puede reducirse a una lógica única, que puede ser la de la producción, la de las instituciones políticas o la de la cultura. Pensar el mundo moderno supone articular esas lógicas imbricadas. La sociedad moderna no forma un todo unificado, un sistema integrado movido por una fuerza única. Existen lógicas y tendencias múltiples que interfieren. La modernidad es multidimensional. Sin embargo, me parece que los tres últimos siglos son totalmente distintos de cualquier otro periodo de la Historia. Y eso se debe a la influencia de un complejo de instituciones como el capitalismo, la industrialización, los estados-naciones y el individualismo, que han transformado el mundo a partir del siglo XVII. La sociología está históricamente ligada a ese movimiento de transformación del mundo. En mi opinión, la razón de ser de la sociología es intentar comprender ese proceso. Veo la sociología como una especie de “autoconocimiento” de la modernidad, que debe percibir sus potencialidades y sus límites. ¿Por qué rechaza el término de posmodernidad que se utiliza actualmente para definir nuestra sociedad? La idea de “posmodernidad” de Jean-François Lyotard considera que hemos entrado en una nueva época a partir de la desaparición de los “grandes discursos”, del fin de la creencia en el progreso, en un futuro mejor, en poderío absoluto de la ciencia y la razón. Pero esa es una visión muy parcial de nuestra época. Si buscamos aprehender nuestras sociedades a largo plazo y de manera global, llegamos a otra percepción de las cosas. Por mi parte, creo que vivimos una época de “radicalización” de la modernidad. Asistimos de entrada a la extensión y a la globalización del capitalismo a escala planetaria. Ese cambio se acompaña de la emergencia de la economía y la información y de las enormes transformaciones relacionadas con el progreso de la ciencia y la tecnología. Por último, en este final del siglo XX asistimos a la difusión de los ideales de la democracia en casi todo el planeta, al menos de sus atractivos. Esas tres tendencias siguen siendo, me parece, las fuerzas mayores que guían el cambio de las sociedades: son los motores de la modernidad. Es por eso que el término posmodernidad no me resulta apropiado. Pienso que vivimos una transición hacia una sociedad cosmopolita global impulsada por las fuerzas del mercado, los cambios tecnológicos y las mutaciones culturales. Esta sociedad mundial no es dirigida por la voluntad colectiva. La modernidad es una especie de “máquina loca” que sigue su camino más allá de la voluntad de la gente. Al alba de este tercer milenio, pienso, no obstante, que habrá un cambio en las mentalidades. La voluntad colectiva de conducir conscientemente el cambio y limitar, o por lo menos controlar, el libre mercado, va a volver a estar a la orden del día. Ese es un cambio significativo en las visiones del mundo. Eso es lo que trato de anticipar en este momento. ¿Cómo podemos intentar conducir el cambio y afirmar una voluntad de control sobre el futuro? Para empezar hay que deshacerse de la idea de una dirección consciente y de un dominio sobre nuestro destino tal como lo contemplaban los sociólogos clásicos: al descubrir las fuerzas y los motores del cambio social, es posible actuar sobre ellas. Ese modelo de cambio tiene numerosas limitaciones. Primeramente, vivimos en sociedades complejas en las que las cadenas de decisiones, interacciones, causas y efectos son tan numerosas que siempre habrá consecuencias imprevistas de nuestros actos. Los graves accidentes tecnológicos como los de Chernobyl o la explosión del Challenger están ahí para recordárnoslo. El mayor problema de nuestras sociedades consiste en aprender a manejar los riesgos, más que querer dominarlo todo. Pero hay otra razón, fundamental en mayor grado, que dificulta la conducción del cambio con lucidez; y esa razón está conectada con lo que yo llamo la “reflexividad” del saber social. En las ciencias naturales puede estudiarse y preverse el comportamiento de un organismo cuando se han estudiado sus características y reacciones a uno u otro medio ambiente. En las ciencias sociales se estudian sujetos cuyo comportamiento varía en función del conocimiento que tienen de una situación dada. La noción de reflexividad significa que vivimos en una sociedad que no está gobernada por las obligaciones naturales o la rutina de la tradición. Cada decisión que se toma, como elegir vestirse de cierto modo, con cierto traje o cierta camisa, es un acto banal que no puede realizarse de manera automática. Forma parte de un proceso dinámico de construcción del yo. La decisión de vestirse de tal o tal otra manera supone mirar a nuestro alrededor, informarnos sobre la moda, hacer elecciones… Todo eso forma parte de la naturaleza reflexiva del yo en las sociedades contemporáneas. De esta manera, el conocimiento que tenemos de la sociedad se convierte en un factor que actúa sobre la misma sociedad. Es lo que han demostrado los sociólogos que contemplan al sujeto social como un actor “competente”. Por ejemplo, no se pueden prever de manera segura las conductas de los agentes económicos (productores, consumidores). Estos agentes precisamente ajustan sus acciones en función de la información que poseen de la realidad económica. La Bolsa evoluciona en función de factores objetivos, pero también y sobre todo en función de los juicios que los inversionistas hacen sobre el estado del mercado. El funcionamiento de los mercados financieros es un buen ejemplo de la dificultad para dirigir el cambio. Sí. Los mercados financieros funcionan a escala mundial y escapan por mucho a la capacidad de intervención y de regulación colectiva. Además, los mercados siguen lógicas en las que la noción de reflexividad es esencial. He conversado con el financiero Georges Soros y me di cuenta de que él también había llegado, por distintas vías, a redescubrir esa noción de reflexividad. ¡La única diferencia es que él ha logrado ganar diez mil millones de dólares, y yo no! El funcionamiento de los mercados financieros es un buen ejemplo de la manera en que se construye nuestro futuro, pues en un mundo más reflexivo la capacidad de prever el futuro desaparece. Los Lumière pensaron que el porvenir era una especie de territorio no explorado en el que se podían trazar caminos una vez que se disponía de suficientes datos. Así se puede, de cierta manera, colonizar ese territorio. Pero las cosas ya no son así. Las anticipaciones que se hacen sobre el futuro pueden acelerar o, por el contrario, abolir las condiciones en las que las cosas se van a producir. Esto es cierto tanto en la vida individual como en el futuro colectivo. Tomemos para ejemplificar la gestión de riesgos, tema que me interesa mucho en este momento. La enfermedad de las vacas locas, por tomar un caso, ha puesto a los gobiernos frente a un dilema. Si el gobierno anuncia prematuramente que la enfermedad de las vacas locas es un riesgo mayor y que hay que tomar medidas draconianas, existe el riesgo de trastornar sin razón a la gente y de poner en peligro un sector económico. Entonces se le reprochará haber tomado medidas desproporcionadas en relación con la realidad; pero esa exageración de los riesgos habrá permitido vencer cualquier epidemia. Si, por el contrario, el gobierno hace un anuncio más tardío y estimaciones razonables y prudentes sobre la evolución de la enfermedad, corre un riesgo inverso, que los productores y consumidores no toman en serio: la enfermedad misma. De este modo, se corre el riesgo de que la enfermedad se propague con mayor rapidez… Así pues, el anuncio no es neutro. En un clima de información abierta, tal situación es difícilmente evitable. El mismo problema tiene lugar en cuanto a las previsiones sobre los riesgos de difusión del sida. Pienso que vivimos en un mundo de “reflexividad” creciente en el que esa clase de problemas ocurre todo el tiempo. Los sondeos sobre el comportamiento de los electores contribuyen a cambiar las estrategias de voto. Los índices económicos sobre las tasas de crecimiento y desempleo —al incitar o no a los productores a invertir y a los consumidores a consumir— actúan sobre el crecimiento mismo y el desempleo. La información que se difunde en la sociedad sobre los comportamientos sexuales contribuye a modificar a su vez las conductas sexuales… Uno de los problemas que me interesa mucho es el del miedo a los riesgos. Vivimos en un mundo donde surgen nuevos riesgos para los que no hay experiencia histórica. Existen los riesgos ambientales, por ejemplo, el del aumento de temperatura de la tierra. Hay decisiones que tomar. ¿Qué hay que decirle al ciudadano? Todo lo que se diga tiene consecuencias sobre los mismos riesgos. Causar temor a la población es problemático; en determinadas circunstancias causar miedo es necesario, pero si se es alarmista ante cada amenaza, la ciudadanía va a perder poco a poco su capacidad de respuesta. Éste es uno de los nuevos dilemas de las políticas públicas. – — Traducción de Una Pérez Ruiz© Le Seuil Alteridades versión On-line ISSN 2448-850Xversión impresa ISSN 0188-7017 Alteridades vol.24 no.47 Ciudad de México ene./jun. 2014 El estudio de las infancias Imágenes acerca del niño en dos colectivos infantiles con ascendiente maya* Images of a Child in Two Groups of Mayan Descendant Children Guadalupe Reyes Domínguez** ** Profesora-investigadora de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán. Km 1 carretera Mérida-Tizimín, Cholul, 97305, Mérida, Yucatán <[email protected]>. * Artículo recibido el 05/03/13 Aceptado el 22/09/13. Resumen Se exploran las imágenes que tienen acerca de los niños dos colectivos infantiles, uno asentado en Mérida, Yucatán, y otro en una localidad de la periferia urbana. Las diferencias entre ambos grupos son explicadas en relación con la mayor o menor distancia de dichas imágenes respecto a las perspectivas hegemónicas sobre la niñez y a la noción maya de infancia. Se muestra asimismo la insuficiencia de diversos enfoques y metáforas empleados por las ciencias sociales para explicar la visión que los niños del estudio tienen sobre sí mismos. Palabras clave: niñez, infancia, periferia urbana, Yucatán. Abstract This article studies the image that two groups of children —in Merida, Yucatan and in the urbanfringe— have about children. The differences between both groups are explained in relation to the greater or lesser distance of such images with respect to the hegemonic perspective on infancy and to the Mayan notion of childhood. The failure of various approaches and metaphors employed by social sciences to explain the vision that children in this research have about themselves is also shown. Key words: childhood, infancy, urban fringe, Yucatan. Desde los inicios de la antropología algunos investigadores se ocuparon de los niños, pero fue en los años ochenta del siglo pasado cuando las etnografías y teorizaciones sobre la niñez empezaron a abandonar la posición marginal que tuvieron por décadas.1 En México, del campo de la antropología de la educación salieron las primeras denuncias sobre la invisiblidad de los niños en las investigaciones. Hacia finales de la pasada centuria, Luz Elena Galván, una de las pioneras en el estudio histórico de la infancia en nuestro país, convocaba a los investigadores a ocuparse de los niños, quienes habían estado excluidos y mudos en la historia tradicional (Galván, 1995: 26). Desde entonces, poco a poco el estudio de la niñez ha ido cobrando importancia, sin alcanzar todavía una posición preponderante.2 Aún son escasos los trabajos antropológicos sobre el significado que los niños dan a sus experiencias (Hardman, 2003). Este artículo, basado en la investigación realizada con dos colectivos infantiles con ascendencia maya en el municipio de Mérida, Yucatán, México, busca contribuir al conocimiento de las formas en que los niños interpretan su condición. El objetivo es analizar las imágenes que los participantes externaron sobre lo que significa ser niño, contrastarlas y reflexionar en torno a sus vínculos y su distancia respecto a: 1) los enfoques académicos sobre la infancia y 2) la perspectiva tradicional de la niñez en las comunidades mayas yucatecas (de donde proviene la mayoría de los padres y abuelos del estudio). Me propongo mostrar que la mirada infantil sobre "ser niño" resulta de un proceso en el que los infantes se apropian de algunas concepciones adultas, las retoman y reproducen, pero en el cual también se resisten a ciertas caracterizaciones que los mayores tienen sobre ellos; a la vez, aportan visiones propias, construidas en las interacciones con sus pares. Todo ello en el marco de oportunidades y limitaciones que encuentran en su entorno. Mi enfoque se inscribe en la corriente conocida como estudios críticos de la infancia,3 que tiene entre sus postulados fundamentales los siguientes: 1. La infancia es una construcción social: no existe un curso natural de la niñez; las formas de vivirla y entenderla varían en distintos lugares, tiempos y grupos sociales; son producto de prácticas y representaciones que los actores sociales desarrollan al interior de estructuras que los limitan mas no los determinan. El significado de la niñez está sujeto a un proceso constante de lucha y negociación. La distribución de tareas, prestigio y poder en un contexto determinado condiciona las posibilidades que tienen las distintas representaciones de la infancia de ganar influencia, objetivarse en instituciones, dar forma a rutinas e incidir sobre las interacciones sociales (Buckingham, 2002: 18-27). 2. Los niños son sujetos activos que participan en la construcción de sus propias vidas y del mundo que comparten con los demás: ellos son producto y productores del proceso social; deben ser vistos como actores sociales que, en el marco de los constreñimientos que la estructura social les impone y de los medios que les ofrece, construyen significados, expresan ideas, hacen elecciones, definen cursos de acción y, así, influyen en los procesos sociales en los que participan (James y James, 2009: 912). Desde dicha perspectiva exploro las imágenes de los niños de ambos colectivos infantiles sobre la niñez en general y sobre su condición de niños de un contexto particular. Aun cuando los dos grupos tienen muchas similitudes (rutinas parecidas, residencia en el mismo municipio, situación económica semejante y antecedentes mayas en sus comunidades de pertenencia), conciben la infancia de manera distinta. En ambos casos se aprecian influencias de las metáforas usadas en las disciplinas sociales para definir a los niños y de la concepción maya tradicional sobre la infancia; empero, ninguna de ellas es suficiente para dar cuenta de la perspectiva infantil. Los niños y las disciplinas sociales El término niño pareciera tener un significado obvio, no obstante, los investigadores enfrentan numerosos problemas para definirlo (Mills, 2007). La mayoría de las veces lo han considerado como un ser humano incompleto, en proceso de convertirse en adulto e integrarse a la sociedad; el niño es entendido en términos de lo que le falta y no de lo que es; se le ve como formándose, más que como siendo (Archard, 2005: 81). De ahí que abunden imágenes que lo representan como inmaduro, incompetente, irracional, insensato, etcétera. Por ejemplo, Durkheim señalaba: La infancia es el periodo en el cual el individuo, tanto en el sentido físico como en el moral, aún no existe, es el período en el que se hace, se desarrolla y es formado [...] La persona en crecimiento se encuentra en una suerte de equilibrio inestable y constantemente cambiante, crece porque aún está incompleta, porque es débil, porque todavía hay algo que le falta [...] Y crece porque en su naturaleza profunda hay una fuerza para el cambio, para la transformación, que le permite la constante modificación hasta que esté plenamente formada [2005: 26; énfasis mío]. Entre los enfoques que abordan al niño como ser en formación, algunos se han traducido o se han apoyado en metáforas que se popularizaron fuera del mundo académico, y se convirtieron en la base de lo que aquí denominaré perspectiva hegemónica de la niñez o noción occidental de la infancia.4 Sin ser exhaustiva, expongo algunas de estas metáforas para contrastarlas después con las interpretaciones infantiles sobre la condición de niño.5 La tabla rasa y sus equivalentes En su polémica con los racionalistas, John Locke propuso que la mente de las personas al nacer es como un papel en blanco, libre de toda inscripción (carecen de ideas innatas). Más tarde, la metáfora de la "hoja en blanco" -o sus equivalentes: "tabla rasa", "pizarra limpia", "arcilla moldeable", "recipiente vacío"- se usó para referirse a los niños. Locke nunca argumentó que podría generarse cualquier cosa a partir de esa "hoja en blanco". No obstante, su metáfora fue usada para planteamientos radicales que consideraron que mediante la educación se puede producir el tipo de adulto que se desee (Pinker, 2003). El niño como ser angelical Cercana a la concepción anterior, y vinculada con la obra de Rousseau, existe otra corriente de pensamiento que asocia al niño con la ausencia de contaminación. Rousseau no creía que el recién nacido fuera una hoja en blanco, pues para él los seres humanos nacen con una propensión a la bondad que es deformada por la socialización; aunque no señaló que el desarrollo de las cualidades naturales del niño fuera de la exclusiva competencia del adulto o que el niño careciera de un papel activo en este proceso,6 varios postulados posteriores sobrestimaron el rol de los adultos y justificaron el monitoreo infantil constante y la imposición de una disciplina estricta para preservar "la pureza y bondad" de los infantes (Gaitán, 2006: 77). Esta visión romántica se ha retomado reiteradamente en discursos académicos y populares, ha servido como símbolo de un futuro esperanzador para la humanidad (Mills, 2007: 1819), y ha sido usada para alimentar los "pánicos morales" (Buckingham, 2002) de quienes consideran que la vida moderna induce a los niños a crecer demasiado pronto. El niño como demonio Entre aquellos que han abordado al niño como un ser en formación, algunos afirmaron que el recién nacido llega al mundo dotado de una naturaleza potencialmente malvada y obstinada que los educadores deben contener (Gaitán, 2006: 77). En su estudio histórico sobre las diversas conceptualizaciones de la infancia, Pollock encuentra que, hacia 1760, los educadores, filósofos y teólogos franceses consideraban que el niño era una criatura pecaminosa; algo parecido pensaban los educadores puritanos del siglo XIX, quienes convocaban a doblegar la voluntad infantil y así dominar las perniciosas tendencias naturales del niño (Pollock, 2004: 346-350). El niño como primitivo Como las dos anteriores, esta perspectiva establece que los bebés vienen equipados con predisposiciones, pero aquí el énfasis no está en lo moral sino en lo cognitivo. Se plantea que la persona nace con características físicas que la predisponen a generar determinadas formas de pensamiento y de comportamiento en etapas específicas. Piaget es una de las figuras más influyentes de esta corriente.7 Para él, los humanos son los únicos animales capaces de desarrollar pensamiento lógico, pero esta habilidad -y las estructuras mentales que la permiten- no está presente al inicio de la vida, sino que se desarrolla progresivamente en la interacción con el medio. Según Piaget, aunque el contexto social difiera, las estrategias de los diversos niños para construir estructuras mentales cada vez más complejas serán similares, lo que propiciará fases relativamente fijas en el desarrollo infantil. Esta proposición no reconoce los distintos tipos de inteligencia ni que éstos se desarrollan en modos y ritmos diversos en los variados contextos culturales (Reid, 2007: 243).8 El énfasis de Piaget en que el pensamiento de los niños opera en forma más sencilla, menos abstracta y menos lógica que la de los adultos facilitó la difusión de imágenes que presentan al niño y al "salvaje" como seres similares, 9 con "formas elementales de percepción y cognición", a quienes, por tanto, hay que guiar (Jenks, 2005b: 33). El niño como esponja y como espejo En contraposición a Piaget, otros autores subrayan la variabilidad en el desarrollo infantil. Sin negar la existencia de una naturaleza humana pancultural, ignoran la discusión de si los niños nacen "en blanco" o "equipados con predisposiciones", y se ocupan de los efectos que el entorno tiene sobre su comportamiento. Las metáforas de la esponja y del espejo resultan útiles para describir este abordaje. En el enfoque funcionalista,10 el niño aparece como un ser subordinado a estructuras sociales: mediante la socialización internalizará normas, elementos instrumentales y expresivos, así como valores de su sociedad, todo lo cual limitará sus futuras posibilidades de divergencia (Jenks, 2005a). Entonces, el niño es similar a una esponja: de su medio absorbe costumbres, ideas, creencias y conocimientos. Desde otro ángulo, pero concediendo también poca capacidad de agencia a los niños, hay enfoques que los abordan como espejos que reproducen lo que sucede a su alrededor. Por ejemplo, Margaret Mead propuso que, sea cual sea el método de crianza empleado, la fuerza de la imitación es tal que a los niños "no les queda otra opción que la de convertirse en adultos semejantes a sus padres" (1985: 190; las cursivas son mías). Además, la autora reconocía en los niños muy poca capacidad creativa: Si los niños fueran movidos por un poderoso impulso que les llevara a crear un nuevo cielo y una nueva tierra, los adultos podrían beneficiarles permaneciendo a un lado y dejando campo libre al experimento. Pero no hay tal capacidad creadora en los niños. Éstos sólo pueden construir con el material que les ofrece la tradición [Mead, 1985: 164; las cursivas son mías]. El niño como ser equipado con un "software combinatorio" Otros autores se sitúan en una posición intermedia entre el total moldeamiento de los infantes por la sociedad y su desarrollo previsible y homogéneo debido a predisposiciones biológicas universales. Apoyados en hallazgos de la neurociencia, investigadores como Pinker (2003) y Quinn (2005) rechazan que todos los aspectos de la variabilidad infantil deban ser explicados desde una perspectiva exclusivamente cultural; indican que las diferencias entre niños se vinculan también con procesos universales producidos en los tejidos del cerebro. Según Pinker, si los niños se comportan flexiblemente (con variaciones culturales) es porque desde su nacimiento están equipados con un "software combinatorio" que, mediante un conjunto fijo de mecanismos, permite generar un conjunto ilimitado de pensamientos y conductas; además, los genes particulares de cada niño afectan su comportamiento. Así, los adultos no tienen completamente en sus manos el destino de los niños, y la maleabilidad de éstos tiene restricciones (Pinker, 2003). Desde otra visión, que incluye también elementos biológicos, psicológicos y culturales, la antropología psicológica11 reconoce la existencia de algunos pocos rasgos panculturales que, al interactuar con estilos de crianza, contextos culturales y entornos físicos, propician una enorme variabilidad en los procesos de desarrollo infantil. El niño tribal y el niño agente En oposición a las teorías que tratan a los niños como seres incompletos, no totalmente formados, las nuevas corrientes enfatizan el presente infantil. Pueden distinguirse perspectivas variadas en estos nuevos estudios de la infancia. 12 Retomo aquí dos de ellas: una concibe a los niños como miembros de una tribu, la otra, como agentes activos en el mundo compartido con los adultos. La perspectiva del niño tribal postula que: a) los adultos tienen un papel más pobre de lo que usualmente se cree en la formación de los niños; b) los niños están más preocupados por ser niños exitosos que por convertirse en adultos; c) los niños no viven sólo en las esferas sociales en las que interactúan con los adultos, ni simplemente pasan imitando o internalizando su entorno, sino que activamente buscan dar sentido al mundo de sus mayores y participar en él y, al hacerlo, producen y mantienen ambientes culturales propios y distintivos. Por su relativa autonomía respecto al mundo adulto, estos espacios construidos por ellos pueden entenderse como similares a los de una tribu e interpretarse en términos de subculturas infantiles, con sus propios sistemas simbólicos y rituales y una visión particular del mundo (Corsaro, 2005; Hirschfeld, 2002). Por último, apartándose de la postura que sostiene que los niños generan culturas claramente distintas de las de los adultos, está el enfoque que reivindica la necesidad de comprender a los niños como agentes capaces de actuar e incidir en el mundo, pero sin dejar de lado sus relaciones con las diversas instituciones y con los otros grupos etarios de su sociedad. Para esta corriente los pequeños no están confinados a un estado de sujeción absoluta a los adultos, sino que exploran y experimentan con las relaciones sociales, desarrollan una diversidad de estrategias para negociar, retar y resistir a los mayores, a la vez que usan de variadas maneras los recursos, las oportunidades y las restricciones que se les presentan, contribuyendo a definir sus vidas y las de aquellos con quienes interactúan, a dar forma a las instituciones en que se mueven; en síntesis, a construir la realidad social (Mills, 2007: 21). Los niños del estudio Antes de analizar cómo se miran a sí mismos los niños de mi investigación, es necesario exponer algunos datos generales sobre ellos y su entorno. La mayoría proviene de familias que décadas atrás estaban vinculadas a la producción agropecuaria (sobre todo al cultivo del henequén) y participaban de costumbres tradicionales mayas. Debido a una profunda crisis agraria, durante las últimas décadas los campesinos mayas se volcaron a la ciudad en busca de trabajo. Algunos lo hicieron en forma definitiva, otros permanecieron en sus pequeñas localidades, trasladándose a diario a sus nuevos empleos. Con ello, las condiciones de vida y la organización de las familias, así como sus interacciones con grupos de diferente filiación étnica, sufrieron cambios, afectando la forma de vivir y concebir la infancia. Los colectivos infantiles con los que trabajé fueron seleccionados justamente por corresponder a las dos situaciones descritas. Uno estaba conformado por hijos de excampesinos que permanecieron en una pequeña comisaría periurbana; el otro, por descendientes de trabajadores agrícolas mayas que migraron a la capital yucateca y se asentaron en colonias del suroriente (había también hijos de algunos excampesinos de otras entidades).13 En ambos casos se trataba de niños de entre 10 y 12 años, compañeros de escuela, con los que conviví por más de un año mediante visitas a sus casas y a su centro escolar, en fiestas y paseos, así como en actividades desarrolladas en un programa de servicio social impulsado por la Universidad Autónoma de Yucatán, que me permitió interactuar con ellos lejos de la mirada de padres, maestros y otros cuidadores habituales.14 Para la investigación utilicé observación, charlas individuales y colectivas, recorridos por sus espacios habituales, dibujos, planos e historietas elaboradas por ellos y dinámicas grupales de fotointerpretación. Adicionalmente realicé entrevistas con los adultos. Mediante el uso y la reflexión crítica de estas técnicas busqué captar las voces infantiles y propiciar relaciones empáticas con los participantes.15 Los niños de la comisaría Viven a cuatro kilómetros de Mérida, en un asentamiento con menos de 500 habitantes, compuesto por unas cuantas familias, bastante homogéneo, con escasos comercios y servicios. Desde los años setenta, tras la crisis del henequén, hombres y mujeres fueron incorporándose a empleos urbanos y abandonando las actividades agrícolas. Las unidades domésticas son en su mayoría nucleares, pero familias emparentadas suelen ocupar predios cercanos y apoyarse en tareas cotidianas; 99 por ciento de los hogares están clasificados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) como indígenas (debido a que el jefe del hogar o su cónyuge hablan lengua indígena). Los adultos son competentes en maya y español; los niños entienden algo de maya, pero por lo regular hablan en español. La escolaridad promedio entre la población de 15 años y más es de 4.4 años de estudio (INEGI, 2005). Jóvenes y adultos se emplean básicamente en trabajos mal remunerados (como albañiles, jardineros, veladores, empleadas domésticas y dependientes en comercios), y complementan sus ingresos con apoyos gubernamentales. Los niños asisten a una primaria multigrado con grandes deficiencias. Salen poco de la localidad, pero por medio de maestros, catequistas y empleados públicos que llegan al poblado, así como de la radio, la televisión y las películas en video, tienen permanente contacto con el mundo extralocal. Su relación con las nuevas tecnologías de la comunicación es escasa. Sus principales actividades son ir a la escuela, cuidar hermanos pequeños, ayudar en tareas domésticas, jugar, ver televisión y oír música; en ocasiones asisten a eventos religiosos y participan en celebraciones familiares y comunitarias. Los niños de la ciudad Residen en Mérida, en un área con densidad poblacional alta y predominio de "vivienda popular" y "de interés social", que comprende colonias que se integraron a la ciudad entre 1970 y 2000 como producto de la migración rural-urbana,16 y donde 64 por ciento de los hogares tiene ingresos de dos o menos salarios mínimos. La zona es heterogénea: hay partes bien consolidadas, otras presentan deficiencias en servicios públicos; algunos sitios son considerados peligrosos, dada la presencia de bandas juveniles. Las unidades domésticas son de diversos tipos (nuclear tradicional, incompleta, recompuesta y extensa). Las familias viven en la ciudad desde hace una o dos generaciones. Padres o abuelos pasaron su infancia en entornos rurales; sus relatos dan cuenta de la pobreza que prevalecía en sus familias en las generaciones previas. En casi todas las familias es posible rastrear raíces mayas, pero sólo excepcionalmente se habla maya en los hogares de los chicos. La escolaridad de los progenitores es variable: muchos sólo terminaron la primaria, pero es común que uno de los padres acudiera a secundaria. Los ingresos familiares provienen del trabajo de varios miembros: los padres son choferes, panaderos, plomeros, vendedores informales, policías; entre las madres hay artesanas, empleadas domésticas, vendedoras informales y despachadoras en supermercados; los hermanos son obreros o empleados de servicios. Varios niños colaboran de manera marginal en la generación de ingresos. Los chicos asisten a una primaria pública, relativamente bien equipada. En sus ratos libres ven televisión, juegan en parques y calles cercanas o con aparatos electrónicos. El uso de celulares y computadoras (en cibercafés) está extendido entre ellos. Es común que acompañen a sus madres a hacer compras o trámites; a veces pasean con sus familias o visitan parientes en zonas alejadas de sus casas. Casi todos han ido a lugares distintos de Mérida. Varios saben trasladarse solos en transporte público. Imágenes infantiles sobre la niñez Las variaciones en el entorno y en las rutinas de los niños de ambos grupos han contribuido a generar nociones distintas sobre su grupo etario. Los niños de la comisaría Cuando los menores de la comisaría definen a los niños en general, por oposición a otros grupos de edad subrayan que son seres alegres y relajientos (ellos dicen relajistas), que tienen como características sobresalientes jugar, obedecer, ayudar y cuidar a otros y que, además, se distinguen por que su movilidad está sujeta a restricciones, por no ser objeto de tolerancia ni de especiales demostraciones físicas de afecto, estar separados de actividades productivas generadoras de ingresos, depender de otros para su subsistencia y para comprarse artículos deseados, no tener pareja, no estar casados ni tener hijos. Desde su perspectiva, una muy breve adolescencia separa a los niños de la adultez. La valoración de la condición de niño es positiva en términos generales, aunque incluye el reconocimiento de conflictos con otros. Los participantes reconocen subcategorías de niños; sin establecer referencias étnicas explícitas, se ubican como "niños de pueblo", cercanos a sus pares de las comunidades rurales yucatecas.17 Opinan que en su localidad los niños son personas capaces de apoyar y cuidar a otros; que ahí el juego y las obligaciones no están totalmente separados, sino que la diversión, el cumplimiento de órdenes y el apoyo a la familia se yuxtaponen. A partir de las formas en que se divierten y colaboran en casa marcan distinciones entre las únicas subcategorías que parecen ser relevantes en el colectivo infantil próximo y cotidiano: niños y niñas. Al describir a los niños de su localidad, los menores periurbanos sólo colateralmente incluyen "asistir a la escuela" y, cuando lo hacen, no consideran esta actividad un medio de preparación para el futuro. Las enseñanzas escolares son percibidas como poco útiles y distantes de los propios intereses. Las diversiones compartidas con los compañeros son su principal motivación para ir a clases, pero a la vez reconocen sentir malestar por las agresiones entre pares y por el trato que les dan algunos maestros. Frente a la valoración positiva de "los niños" (en general), hay signos de autocensura y desaprobación en la percepción del sí mismo individual. Expresiones como "soy mala", "soy tonto", "soy feo de carácter" y "soy terquísimo" son reveladoras de ello. Además, comentan con autorreprobación que no se ajustan automáticamente a las normas y expectativas de los adultos. Por último, se perciben discrepancias entre lo que desean y lo que creen que ocurrirá cuando lleguen a adultos: sueñan con ser profesionales y mejorar en el aspecto económico, pero no esperan que esto suceda. Los niños de la ciudad Algunas percepciones de los pequeños de la ciudad sobre lo que significa ser niño coinciden con las anteriores, pero hay sutiles variaciones que revelan diferencias importantes entre los dos colectivos. Los menores de la ciudad definen a los niños en general como seres alegres, con vitalidad, con muchos espacios de diversión, segregados del trabajo y de preocupaciones por la subsistencia, que van a la escuela, juegan, que son objeto de cuidados por parte de los mayores, a quienes deben obedecer; que son ajenos a la procreación, distantes del consumo de sustancias adictivas y con más restricciones para la movilidad y el manejo autónomo de su cuerpo que la gente de mayor edad. Piensan que antes de convertirse en adultos experimentarán un periodo en el que alternativa o secuencialmente aparecerá la rebeldía y el enfrentamiento con los mayores, o el aumento de responsabilidades y la capacitación para la vida adulta. Como los chicos de la comisaría, los de la ciudad distinguen subcategorías de niños. Se sitúan en una posición intermedia entre los que enfrentan múltiples carencias y los "ricos", por los cuales sienten a la vez admiración y rechazo. Al subgrupo propio le adjudican diversas cualidades positivas: relativamente inteligentes, sencillos, hábiles para disimular el miedo, con capacidad de defenderse, entre otras. A pesar de mostrarse más interesados por el presente que por el pasado o el porvenir, al caracterizar a los niños de su propio medio relacionan la escuela con la formación para el futuro; enfatizan también los conflictos, las injusticias y presiones que viven en el espacio escolar y la diferente respuesta de niños y niñas frente a ellos. Las agrupaciones por sexo en la escuela aparecen como importantes marcadores de género. Asimismo, perciben trabajo y juego como ámbitos separados. El consumo y la posesión de ciertos bienes fueron mencionados como relevantes para la diferenciación dentro del colectivo infantil. Aunque comentaron restricciones a su movilidad, los niños urbanos no se perciben como "presos" en su hogar ni amenazados por los "peligros de la ciudad". Por otra parte, se describieron como personas que enfrentan mandatos adultos, pero insistieron en que frente a los mayores cabe el cuestionamiento de la autoridad cuando aquéllos no cumplen sus obligaciones. Aunque en este caso los niños tienen pequeñas participaciones en actividades generadoras de ingresos, pocos aluden a su colaboración en el trabajo. La familia es descrita como lugar de conflictos y restricciones, pero también de apoyo y afecto. Quizás esto contribuya a que la mayoría de ellos se valoren positivamente como individuos. Sin embargo, hay indicios de conciencia de la segregación socioeconómica que observan en Mérida y de que ésta, marcada por connotaciones raciales, ha impregnado sus identidades (Reyes, 2013). Deseos y expectativas sobre el porvenir son consistentes: consideran factible convertirse en profesionales y ninguno se imagina realizando las ocupaciones actuales de sus padres. Asumen que con su esfuerzo podrán alcanzar sus metas. La influencia de la perspectiva maya en las imágenes infantiles contrastantes Según mis observaciones, la vida de los niños de ambos grupos consiste básicamente en jugar, ayudar en casa, ir a la escuela, salir de vez en cuando con la familia y obedecer a los adultos. Al contrastar sus rutinas con aquellas de las generaciones precedentes, encontré que la separación de actividades infantiles y adultas se ha profundizado, la participación de los niños en el trabajo familiar ha disminuido, a la vez que la instrucción escolar y el juego han aumentado y los niños se han vuelto más dependientes de los adultos. Al mismo tiempo, la noción occidental sobre el niño (véase la nota 4) ha cobrado fuerza. Sin embargo, como he mostrado, el significado que los menores dan a ser niño es diferente en cada caso. Me interesa destacar aquí algunos contrastes, analizados con mayor detalle en otro trabajo (Reyes, 2012a). Cuadro 1 Determinadas condiciones materiales y simbólicas han contribuido a crear diferencias en la apreciación que los niños de los dos escenarios tienen sobre la infancia y sobre sí mismos. Por razones de espacio me centraré en la influencia que ha tenido en sus concepciones la mayor o menor cercanía con la matriz maya de pensamiento 18 y con las perspectivas occidentales de la infancia. En otro trabajo (Reyes, 2012a) examiné un espectro más amplio de factores que inciden sobre la construcción de la noción de niño en cada caso. El pequeño tamaño de la comisaría, su separación física de la ciudad, el uso del maya por los adultos, el mantenimiento del patrón residencial tradicional, entre otros aspectos, han permitido conservar algunos elementos propios de la matriz maya de pensamiento. Para los mayas, los niños son seres que -apoyados en la observación, en sus capacidades intrínsecas y en el encauzamiento de sus comportamientos por parte de los adultos- desarrollarán su entendimiento, esto es, responsabilidad hacia el trabajo y hacia los miembros más pequeños de su núcleo familiar; respeto y obediencia a sus mayores y cooperación con los integrantes de su familia (Cervera Montejano, 2009). No se ve a los niños como personas incapaces de ser responsables, de ingeniárselas para resolver problemas o de contribuir al bienestar de su grupo. Tampoco se considera que requieran reiteradas manifestaciones de afecto, mucho juego, constantes estímulos o explicaciones, segregación de las actividades y preocupaciones adultas, sino que deben integrarse y adaptarse a los ritmos de la vida familiar y comunitaria; por ello el juego se subordina al trabajo colectivo. En su educación se prioriza la colaboración sobre los intereses individuales. La meta de su formación no es el éxito personal, sino la preparación para el trabajo, el matrimonio y el cumplimiento de responsabilidades con la familia. El cuidado de hermanos pequeños tiene un papel central: se piensa que a través de él los niños mayores aprenderán a responsabilizarse por los menores, que los pequeños se enseñarán a obedecer a los de mayor edad, y que unos y otros entenderán el sentido del respeto (Cervera Montejano, 2009). Las decisiones tomadas por los adultos para formar hijos trabajadores, respetuosos, obedientes y colaboradores se consideran incuestionables. En relación con los niños más pequeños, la principal preocupación es mantenerlos tranquilos y saludables; hacia los cuatro años empiezan a incorporarlos al trabajo, distinguiendo las colaboraciones de niños y niñas. Conforme se acercan a la pubertad, las distinciones entre varones y mujeres se acentúan y se establecen muchas restricciones para la movilidad espacial de las niñas (Gaskins, 2006). Aunque en los últimos años en la comisaría estudiada se han adoptado muchas nociones provenientes del contacto con la vida urbana, las ideas mayas sobre la infancia aún tienen gran fuerza. No sorprende entonces que los niños, lejos de verse como seres vulnerables, necesitados de cuidados y que se preparan para el futuro mediante el estudio, se asuman como responsables cuidadores de otros (los miembros más pequeños de sus familias), como seres que deben obediencia a sus mayores y como individuos que, si bien son de finidos en parte por el juego, no lo perciben como tajantemente separado de sus responsabilidades. Por otro lado, las nociones culturales mayas sobre el estímulo y el esfuerzo personal contribuyen a inhibir una concepción de la escuela -típica en otros contextos- como lugar central de la vida infantil en donde se forja el éxito personal futuro. Asimismo, las costumbres mayas sobre el uso de los espacios establecen distinciones de género que los niños refuerzan en sus juegos. En cambio, la concepción tradicional de la niñez en las comunidades mayas ha sufrido fuertes embates en la ciudad; ahí las dificultades de acceder a suelo y vivienda obstaculizan la residencia contigua de familias emparentadas, lo cual restringe las posibilidades de vigilancia mutua en el cumplimiento de las normas y dificulta que los niños mayores participen en el cuidado de hermanos o familiares pequeños. Por su parte, la ciudad les brinda la oportunidad de contacto con una amplia variedad de personas; casi todos han podido observar casos de movilidad social ascendente vinculados con la formación escolar; esto favorece que perciban la escuela como una posible vía de mejora socioeconómica. Del mismo modo, la fuerte concentración poblacional hace competir por los lugares disponibles en las secundarias, lo cual genera mucha presión sobre el aprovechamiento escolar de los chicos. Así, el rol de estudiantes cobra relevancia, desplazando al de colaboradores en el hogar. Debe subrayarse que al migrar a Mérida, ciudad donde el racismo y la discriminación hacia los mayas son habituales, las familias mayas suelen abandonar su lengua y costumbres indígenas. Al ser la lengua un medio para transmitir la cosmovisión de una generación a la siguiente, se explica que los significados asociados a las diversas categorías de edad se diluyan conforme se reduce el uso del maya. Además, en la ciudad se concentran diversos actores sociales que fomentan la estimulación de los niños según su edad, la valoración del diálogo, la supervisión continua y la convivencia lúdica en las relaciones entre niños y adultos. Esto crea un campo fértil para la expansión de la concepción hegemónica de la infancia. Por otro lado, al encontrarse marginadas de los apoyos asistenciales y alejadas de sus redes comunitarias de solidaridad, las familias requieren sumar los esfuerzos de todos sus miembros para enfrentar los retos de la supervivencia en la urbe. En tales condiciones, cobra trascendencia la valoración del esfuerzo individual orientado a alcanzar metas personales. Finalmente, la distinta valoración que los niños de ambos escenarios expresan respecto a sus personas y a lo que esperan de su vida futura puede entenderse como producto de varios factores, entre ellos: 1) la mayor coherencia entre los mensajes que los niños urbanos reciben en la familia y los que les llegan en sus otros espacios de socialización, y 2) la inconsistencia entre la concepción maya de la niñez y los discursos de diversos trabajadores sociales, que provoca incertidumbre en los padres de los niños periurbanos respecto a la forma de educar a sus hijos, lo que a su vez se traduce en ausencia de parámetros claros con los que los niños puedan evaluarse. Reflexiones finales La mayoría de los enfoques y las metáforas propuestos en medios académicos resultan poco útiles para comprender la visión que los niños de mi estudio tienen sobre sí mismos: no se conciben como esponjas, plastilina moldeable o espejos que reflejan lo que observan en sus mayores; sino que mediante la crítica, la evasión o el enfrentamiento se resisten a ajustarse plenamente a lo que se espera de ellos. Las ideas de que están intrínsecamente predispuestos al bien o al mal y de que los niños tienen patrones universales de comportamiento les son ajenas. Para ellos ser niño o niña; pobre, rico o "regular"; de pueblo o de ciudad es muy significativo; sólo colateralmente se ven como seres formándose para el futuro; se sitúan de manera fundamental en el aquí y el ahora. Entre los niños de la comisaría es aún más amplia la distancia respecto a las metáforas mayormente usadas en las disciplinas sociales para describirlos: la noción de que son incompetentes, vulnerables o incapaces no se ajusta a la imagen que tienen de sí como seres que asumen responsabilidades y que pueden cuidar a otros. En tanto, entre los niños urbanos, la concepción sobre ser niño es más cercana a las ideas hegemónicas sobre la niñez. Esto se percibe en el peso que, al definir a su grupo etario, dan a la diversión y la formación escolar, al alejamiento del trabajo y a la dependencia respecto de los adultos. No obstante, a pesar de las diferencias, en uno y otro escenario los niños se ven a sí mismos como sujetos activos que enfrentan muchos constreñimientos y cuyo mundo no puede entenderse sin considerar las asimetrías de autoridad entre ellos y los adultos. Bibliografía Archard, David 2005 "Philosophical Perspectives on Childhood", en Chris Jenks (ed.), Childhood. 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Respecto a la marginalidad de la investigación antropológica de la niñez en Argentina véase Szulc (2006); para el caso de Brasil, Cohn (2010), y para México, De León Pasquel (2005). 1 Según información del Inventario Antropológico (publicación que resume información sobre programas, textos y eventos generados en la antropología mexicana), de 644 tesis de maestría y 253 de doctorado presentadas en México en alguna de las ciencias antropológicas entre 2002 y 2008, sólo 18 incluyeron en sus títulos vocablos directamente asociados con los niños. En el mismo periodo, sólo 12 autores reportaron 2 publicaciones cuyos títulos estuvieran vinculados de manera explícita con la infancia, y ningún congreso en torno a la niñez fue registrado. Desde luego, durante este lapso otras tesis, actividades y publicaciones se ocuparon de la vida de los niños y de las representaciones sobre ellos, relacionándolos con temas como parentesco, organización doméstica, ritos de paso, educación, trabajo, migraciones, identidades o cambio social. Una revisión exhaustiva de la producción académica relativa a estos tópicos podría arrojar estimaciones más precisas sobre la atención concedida a los niños en la antropología mexicana reciente. Amplia y heterogénea corriente surgida en Inglaterra que se ha ido consolidando desde los años ochenta del pasado siglo. Representantes de esta corriente son, entre otros, William Corsaro, Charlotte Hardman, Allison James, Chris Jenks, Alan Prout, Richard Mills y Heather Montgomery en la antropología y sociología anglosajonas. En el mundo iberoamericano, Clarice Cohn, Diana Milstein, Christine Toren, Ana Carolina Hecht, Angela Nunes, Adelaida Colángelo, Andrea Szulc, Lourdes Gaitán y Beatriz Ballestín. En México, Lourdes de León, Valentina Glockner y Rossana Podestá. 3 Las expresiones noción occidental de infancia y concepción hegemónica de la niñez remiten a las imágenes estereotipadas que -impulsadas por diversos actores vinculados con los niños- han pasado a formar parte del sentido común en sociedades industrializadas de Europa y América. Según estas representaciones, los niños son seres débiles, dependientes y vulnerables, sin suficientes habilidades cognitivas para responsabilizarse de sus actos, que requieren especial cuidado y protección, son incapaces de realizar acciones sociales significativas, y se encuentran en un periodo de formación, por lo cual su estatus es el de no trabajadores, mientras la escuela y la familia aparecen como los espacios idóneos para ellos (véase Jenks, 2005a; Szulc, 2006; Montgomery, 2009). 4 Jenks (2005b), Gaitán (2006) y Szulc (2006) han aludido a varias de estas metáforas. En otro trabajo (Reyes, 2012a) presento un análisis más detallado de ellas. 5 Rousseau (2009) reconocía el papel activo del niño, se oponía a llenar su mente con enseñanzas y proponía, en cambio, que viera y juzgara las cosas por sí mismo; criticaba a quienes acostumbraban a los niños a ser dóciles y a dejarse guiar, pues creía que así los volvían crédulos y fáciles de engañar. 6 Los planteamientos de Piaget han tenido enorme influencia en las teorías del aprendizaje, en las rutinas de guarderías y escuelas y en la práctica profesional de psicólogos. Esto contribuyó a la estandarización de millones de niños en el mundo y, con ello, a que el proceso de desarrollo propuesto por él se asumiera como natural y universal (James y Prout, 2008: 22-23). 7 En Jenks (2005b), Reid (2007) y Villanueva (2012) pueden encontrarse diversas críticas a las pretensiones de universalidad de la propuesta de Piaget. 8 Piaget reconoció haberse inspirado en el trabajo de Levy-Bruhl sobre el pensamiento primitivo para desarrollar sus ideas (James y Prout, 2008: 11). 9 Los trabajos de Parsons en torno a la socialización son centrales en este enfoque. Las investigaciones de Evans-Pritchard, Firth, Fortes y Richards sobre niños nuer, tikopia, tallensi y mbemba -respectivamente- se inscriben también en una perspectiva que analiza los comportamientos infantiles como determinados por estructuras 10 sociales, subrayando su relación y dependencia respecto a la distribución de poder y prestigio entre las generaciones y a los sistemas de parentesco, económicos, políticos o religiosos del grupo (LeVine, 2007; Montgomery, 2009). Destacan en esta perspectiva John y Beatrice Whiting, Irving Child, Robert Le Vine, David Lancy, Robert Levy y Bárbara Rogoff. 11 Para una revisión de las similitudes y diferencias entre enfoques recientes sobre el estudio de la infancia véase Gaitán (2006), James, Jenks y Prout (2005) y Reyes (2012a). 12 En Reyes (2012a) abordé con más detalle el contexto de los niños. Aquí retomo una síntesis expuesta antes (Reyes, 2012b). 13 Este programa incluía actividades lúdicas que me brindaron la oportunidad de entablar relaciones cordiales y afectuosas con los niños. Los grupos eran de entre 15 y 20 niños. 14 15 La metodología se expone minuciosamente en Reyes (2012a). Esta área se ubica en la zona 6 de la zonificación de la ciudad que establece Susana López Falfán (2008: 102). 16 Conviene aclarar que la población de los pueblos yucatecos está conformada en su mayoría por los descendientes de los habitantes prehispánicos de Yucatán, a los que la literatura etnográfica se refiere como mayas. Éstos se autoperciben y se nombran de formas diversas (mestizos, mayeros, macehuales) en las distintas regiones de la península; sólo excepcionalmente se autodesignan como mayas (Quintal Avilés, 2005). Por otra parte, en Yucatán las personas que exhiben atributos asociados a lo maya (como residir en una localidad rural, tener un apellido maya o hablar lengua indígena) son objeto de discriminación y prejuicio, por lo que es común que desarrollen estrategias para ocultar el grupo de origen (Castellanos, 2003). En este contexto, no es extraño que los niños de la comisaría no aludan al etnónimo "mayas", a pesar de reconocer su similitud con los habitantes de los pueblos del interior del estado. En otro trabajo (Reyes, 2013) analizo con detalle las percepciones de los dos grupos de niños respecto a su ubicación en el sistema de relaciones entre los diversos estratos sociales, las cuales están fuertemente marcadas por estereotipos étnicos. 17 Me refiero a un conjunto de ideas acerca de las fuerzas y los seres que actúan en el mundo (incluidas las personas) y de las relaciones entre éstas. Tales ideas tienden a orientar las formas de percepción y de acción en determinadas direcciones. De manera dinámica, con reformulaciones continuas, estas ideas aparecen reiteradamente a lo largo de la historia entre los denominados mayas yucatecos. Vale la pena subrayar que los así llamados (por investigadores, gobernantes o promotores turísticos) no utilizan este etnónimo, sin embargo, reconocen compartir entre sí ciertas costumbres, símbolos y formas de pensamiento que los distinguen de otros grupos residentes en Yucatán. Aunque esta población ha incorporado elementos culturales de origen variado, percibe la vigencia del sistema de distinción étnica originado en la Colonia (Pérez Ruiz, 2011: 81). 18