Algunos textos sobre Trauma Serena Jones, Trauma and Grace. Theology in a Ruptured World, Louisville (Westminster John Knox Press) 2009 páginas selectas ‘Aunque la definición griega de "trauma" se centra principalmente en las heridas físicas, los estudios contemporáneos sobre el trauma han ampliado su aplicación a la mente y las emociones, centrándose en los efectos de la violencia en nuestros vastos mundos interiores o, por utilizar otro término antiguo, en nuestra psique. El reto de comprender este tipo de daño es que, a diferencia de las heridas externas, una psique herida no siempre manifiesta los signos de daño y sufrimiento que solemos asociar con la violencia. Sin embargo, lo que nos dice la literatura sobre el trauma es que tales daños no son menos perjudiciales que los más visibles. Al igual que las heridas mortales, pueden destruir una vida humana y, precisamente porque son invisibles, pueden hacerlo de forma secreta y oculta. Además de un brazo sangrante o una pierna rota, la violencia puede dejarte con el alma herida: una vida marcada por pensamientos obsesivos, ansiedad aguda, depresión, estados disociativos... y formas de miseria de bajo grado que perduran tanto tiempo que se normalizan y dejan de parecer heridas. 1) Un acontecimiento traumático es aquel en el que una o varias personas se perciben a sí mismas o a otras como amenazadas por una fuerza externa que pretende aniquilarlas y contra la que son incapaces de resistir y que desborda (abruma, agobia) su capacidad de afrontamiento. Por tanto, no se trata de tristeza, malestar, etc, sino de acontecimientos en los que se experimenta la amenaza de la aniquilación ... El alcance de la amenaza es, en este sentido, total. La vida misma está en juego. 2) Un acontecimiento traumático se da cuando se lo experimenta interna y subjetivamente como tal. 3) Normalmente se basa en un acontecimiento real de algún tipo. 4) También puede ocurrir con las personas que no lo vivieron en carne propia, pero "se mantuvieron a su lado", ‘estuvieron cerca’. Al pasar así, la violencia que te deshace se convierte, literalmente, en la mía. 5) Hay trauma individual y colectivo (aunque no sean lo mismo, las características sí lo son): Por ejemplo, al igual que una persona, un país puede perder la memoria. 6) Los traumas pueden ser interminables porque y a medida que se repiten: los acontecimientos traumáticos no se limitan necesariamente a sucesos puntuales (p. ej., violencia doméstica) 7) Los acontecimientos traumáticos son agobiantes y abrumadoras en la medida en que se experimentan como ineludibles e inmanejables (un tsunami, los campos de concentración, etc.): Estos acontecimientos también abruman tu capacidad de darles un sentido inteligible porque son más fuertes y más intensos que la mejor estrategia de creación de sentido que tengas (p.15). El comportamiento de gente traumatizada: 1) Excesivamente vigilante 2) Muerte emocional y cognitiva (falta de vida, estado de muerte) 3) Angustia aguda y desvelo e insomnio (los recuerdos siguen apareciendo) 4) Compulsiones para repetir 5) Pérdida de memoria y uso de lenguaje de rutina1 6) La esencia misma del trauma es silencio (Jones p.28) 1 La teoría narrativa explica: entre gente traumatizada no hay historia de vida coherente porque se pierde su entrecruzamiento de experiencia y tiempo. En el curso normal de las cosas, la información que recibimos en la experiencia pasa a través de una máquina de sellado de tiempo que la marca para su almacenamiento en la parte apropiada del cerebro. Cuando ocurre una experiencia traumática, la información llega demasiado rápida y furiosamente para ser marcada: salta por encima de la máquina de marcar el tiempo y, al no poder ser procesada y almacenada, simplemente deambula y se repite constantemente. 7) Un estado de impotencia congelada, depresión y pérdida de esperanza (Jones p.28) 8) Soledad y desconfianza La violencia inimaginable y duradera produce lo que los especialistas en traumas han denominado muerte emocional y cognitiva, una ruptura con la percepción normal de cómo y qué son los seres humanos. El trauma conduce a un estado de depresión, a la pérdida de esperanza, pero también al silencio. Lo ilustran los ejemplos tomados del volumen Basta Ya. Basta Ya: p. 285ss: La persecución y el exterminio afectaron de manera muy significativa a funcionarios y funcionarias de la Rama Judicial. El informe de La Rochela del gmh reseñó 1.487 hechos de violencia en contra de esta población entre enero de 1979 y diciembre del 2009. Las guerrillas justificaron sus ataques a los jueces aduciendo la ilegitimidad de la justicia del Estado. Los grupos paramilitares, narcotraficantes y militares actuaron motivados por el afán de obstruir los procesos de investigación que pudieran incriminarlos. A estas prácticas de violencia se sumaron otros mecanismos de agresión que permearon el poder civil y el poder judicial del Estado, tanto regional como nacionalmente.66 Varios líderes sociales y comunitarios, defensores y defensoras de Derechos Humanos e incluso autoridades políticas locales, fueron objeto de falsas acusaciones y de procesos judiciales adelantados con testigos fantasmas. Debido a su precariedad probatoria, estos procesos casi nunca desembocaron en condenas. De este modo, quienes no sufrieron el extermino fueron objeto de inculpación delictiva a través de la actuación judicial, para así concluir el ciclo de criminalización del ejercicio de los derechos. La guerra incidió drástica y negativamente en las agendas políticas y sociales de las diferentes manifestaciones democráticas del país. Se impidió el desarrollo de la democracia, que se concreta cuando proyectos políticos de diversas tendencias pueden realizarse libremente, pues cuentan con las garantías institucionales para su ejercicio. Un dirigente campesino de la anuc en Sucre narró: Los desalojos [de las tierras de los campesinos] se han combinado con una intensa campaña de intimidación para desintegrar nuestras organizaciones. Para ello se acude a pretextos tales como calificar los comités veredales y dirigentes como pertenecientes a bandas de cuatreros o colaboradores o miembros de guerrillas. Esta campaña en contra de nuestra organización ya no solo se limita a la actividad individual de los terratenientes y autoridades locales sino que adquiere la forma de declaración oficial desde el gobierno central. Por ejemplo, el ministro de Justicia Hugo Escobar Sierra, en declaraciones aparecidas en El Espectador el 30 de abril, según sus propias palabras identificaba por igual la actitud de quienes quieren cambiar el sistema violando la ley, andan por los campos de Colombia asolando, asesinando e invadiendo fincas.67 Además de la persecución a los partidos y movimientos políticos, las acciones violentas se orientaron a atacar a líderes y organizaciones comunitarias, cívicas, culturales, religiosas y humanitarias, organizaciones de mujeres e iniciativas juveniles. Entre los casos trabajados por el gmh se identificó el asesinato de líderes como otra forma de intimidación a la actividad política. Entre otros, se cuentan los casos del médico y líder cívico Julián Conrado David, asesinado el 27 de octubre de 1983 en San Carlos; de los sacerdotes Tiberio Fernández Mafla (Trujillo, abril de 1990), Luis Arroyabe (Comuna 13 de Medellín, septiembre del 2002) y Jorge Luis Mazo (Quibdó, noviembre de 1999); el defensor de Derechos Humanos Jesús Ramiro Zapata (3 de mayo del 2000) y el personero municipal Jairo Luis Álvarez (31 de octubre del 2008), ambos de Segovia; la lideresa cívica Yolanda Izquierdo (Montería, 31 de enero del 2007) y la lideresa wayuu Rosa Fince Uriana (Bahía Portete, 18 de abril del 2004). Estas acciones son otro modo de causar daño político, ya que estos líderes impulsaban procesos, para mejorar la calidad de vida de sus comunidades, proponer alternativas y salidas a la guerra desde la promoción de ejercicios ciudadanos. Los participantes en juntas comunales, asociaciones vecinales, grupos culturales y organizaciones comunitarias fueron objeto de estigmatización, persecución y exterminio. El asesinato de líderes locales ha significado un gran sufrimiento para las familias y círculos cercanos. Estas agresiones han interrumpido los procesos sociales que promovían los líderes ejecutados, y han forzado a otros líderes al desplazamiento, tras interpretar estos asesinatos como una amenaza directa a su vida y desplazamiento en Medellín: […] Hay gente que no quiere pertenecer ni a juntas, ni a cooperativas, a nada de eso, o sea, a nada de participación no más por el temor ¿Ah, es que lo desplazaron? Ah, es porque usted pertenece, es porque usted hace esas actividades, porque usted hace esto […] No, no se metan en eso, yo por lo menos no me meto, hay gente que no compartía ni apoyaba ninguno de los procesos por miedo a sentirse pues vulnerados sus derechos.68 La multiplicidad y sistematicidad de asesinatos selectivos contra hombres, mujeres y jóvenes líderes, así como la persecución a organizaciones sociales y políticas, causaron un grave daño a la convivencia política y a la estabilidad de la democracia. Tras estos hechos, se generalizó la percepción de la participación y la organización políticas como actividades de alto riesgo. Se inhibieron iniciativas y se desestimuló la injerencia de la ciudadanía en los asuntos públicos. Este tipo de acciones violentas afectan los derechos básicos del funcionamiento de un sistema democrático: los derechos a reclamar, denunciar, participar y oponerse, así como el derecho a organizarse y asociarse. En el municipio de San Carlos, por ejemplo, mientras en el año 1995 votaron 5.230 personas de un potencial electoral de 11.455, en las elecciones de 1998, un año particularmente violento, solo votaron 231 personas de las 12.832 que podían hacerlo.69 Muchas veces agentes privados y públicos dividieron, cooptaron o manipularon a líderes y organizaciones, cuando no los perseguían y exterminaban con amenazas y asesinatos selectivos. La democracia se limitó a procesos electorales, que en muchos casos transcurrieron en medio de un clima de amenazas, manipulaciones y corrupción. Todos los grupos armados intentaron hacer de las organizaciones, líderes y movimientos sociales, instrumentos para asegurar sus intereses. Usaron las reivindicaciones y expresiones que caracterizaban a estas organizaciones para legitimarse, e incluso para impulsar estrategias como la combinación de todas las formas de lucha, en el caso de las guerrillas. Esa opción de unir la acción política legal con la violencia expuso a las organizaciones sociales, y terminó por convertirlas en objetivos militares o de acciones judiciales infundadas. Algunas organizaciones y movimientos sociales fueron infiltrados por los violentos, que presionaban de todas las formas posibles para utilizarlos para sus propios fines. Ejemplo de ello es la historia de Armando Ruiz, quien después de haber sido concejal de San Carlos se unió al eln: Era un gran líder, una persona supremamente inteligente, muy letrado, una persona con un discurso político y tenía una mirada de este pueblo... Uno se para y ve este pueblo así [tan mal], ¿sí me entendés?, y ¿pa’ dónde es que iba este pueblo?... Pero su relación con la guerrilla y su mirada revolucionaria entonces le obligó, “hermano o se une o se muere o te armas”. Entonces le mandaron una carta muy cruda diciéndole “o se viste de guerrillero o se muere de civil”, entonces el hombre no encontró otra salida que irse pa’ la guerrilla porque él no tenía otra protección.70 El movimiento cívico en el municipio de San Carlos, extendido por todo el oriente antioqueño, es un ejemplo de instrumentalización por parte de las fuerzas insurgentes, eln y farc. Así lo explica el informe del gmh: Las guerrillas, ansiosas de respaldo social y sustrato territorial en una zona geoestratégica como San Carlos, ingresaron con una pretendida misión salvadora del movimiento cívico, asediado ya por los paramilitares. Fue un evidente oportunismo guerrillero que llevó incluso a que intentaran apropiarse de la memoria de los muertos que no eran suyos, sino de la población inerme.71 La participación de funcionarios y de agentes del Estado en la violación de los Derechos Humanos y su complicidad con actores criminales provocó un gravísimo daño a la institucionalidad y a la democracia. En la mayoría de lugares visitados por el gmh las personas manifestaron su profunda desconfianza frente a los miembros de la Fuerza Pública, a funcionarios de organismos de justicia e incluso de control y frente a los gobernantes elegidos por voto popular. Así recuerda un residente de Trujillo: Estás tranquilo en tu casa, llegan y te matan a tus familiares, se los llevan y los torturan, no sabes y no vuelves a saber de nada. ¿A dónde vas? Te vas donde la Policía, que supuestamente es la gestora de mantener el orden público. Llegas allá y te dicen: “vea cállese la boca, porque si no usted también se la pueden llevar”. Una decepción completa.72 Las expresiones “no hay a quién acudir”, “no se puede confiar en nadie”, son recurrentes. En la Comuna 13 de Medellín varias personas manifestaron que luego de haber denunciado, actores armados anónimos llegaban a amenazarlas a sus casas. En los departamentos de Antioquia, Magdalena y Córdoba la percepción de desamparo de las víctimas, generada por la complicidad entre autoridades y criminales, fue expresada de manera reiterada. La legitimidad del Estado y de sus funcionarios, así como la credibilidad en las entidades encargadas del orden, la ley y la protección ciudadana fueron sacrificadas. Esta circunstancia ha significado un daño profundo y duradero para la democracia del país. Un habitante de Segovia contó: Yo diría que el comportamiento del Ejército y de la Policía el día de la masacre fue de lo más cobarde que se puede haber visto aquí […] no hicieron nada para impedir esto y ni siquiera hicieron un simulacro de haberlos perseguido ni nada […] masacraron a la gente aquí en el parque y la Policía a menos de cien metros y cómo es que no defienden al pueblo… P. 332 Las memorias del sufrimiento vivido por ciertas personas como una pena profunda que atormenta su cotidianidad y que se expresa en el cuerpo enfermándolo, ilustran los modos en que los testigos evocan la violencia y construyen una imagen compleja de las víctimas que reconoce sus expresiones emocionales, juicios morales, las huellas físicas en el cuerpo y una manera específica de relacionarse con el mundo. El desplazamiento forzado y la pérdida de viviendas, animales, modos de vida y territorio se registran también como memorias del dolor, tal como lo evoca una de las hijas de María Antonia Fince. Esta anciana mujer wayuu fue testigo directo de cómo los paramilitares se llevaron a su hija Margoth para asesinarla. María Antonia, como el resto de su comunidad, tuvo que desplazarse a raíz de la masacre del 18 de abril del 2004: Que estamos aquí viendo a mi mamá, que estamos con sus pollitos y sus gallinas, ella quedó así [...], ya ella no habla [...], ella me decía cuando estaba consciente, el año antepasado, antes de la caída, ella no habló más después de la caída, pero cuando ella caminaba ella me decía: “Qué hacemos en casa ajena [...]” ella misma me decía y eso que ella estaba en la casa de su nieta, pero ella decía: “Esta no es mi casa, ¿dónde están mis pollos?, ¿dónde están mis chivos?, ¿dónde están mis burros?” A mí me da una cosa cada vez que ella decía así, que dónde estaban sus animales, que dónde estaban sus totumitas [vasijas], ella murió hablando de sus chivos y de sus gallinas [...]. Aún así ella a veces hablaba [...], el año pasado les decía a los pelados [niños, muchachos]: “¡Oye, oye! ¡Anda a buscar los chivos, tú eres muy flojo! ¡Anda a buscarlos!” Recordamos todo lo que era ella, ella ya quedó muda, pero ella ya estaba pendiente de eso; ella quedó muda, pero su pensamiento eran sus animales... 5 María Antonia encarna la pena y el dolor por la ausencia de sus seres queridos y de las formas de vida que la orientaban. Ella opta por la mudez para cortar los lazos con el nuevo mundo y habitar los recuerdos de su territorio ancestral y de sus animales. Solo retoma la palabra para “regresar” a su territorio, dando órdenes a animales y nietos. Las preguntas que le hace a su hija extienden la cadena del dolor familiar. Basta Ya p. 331: Los testimonios sobre los repertorios de violencia descritos en capítulos anteriores trazan un registro del sufrimiento vivido. Madres, padres, personas mayores, niñas, niños y jóvenes que viven estos eventos y sufren la pérdida y/o desaparición de seres queridos, muchas veces torturados ante sus ojos, los padecen con un sufrimiento profundo y responden de maneras diversas ante el terror. La lista de las víctimas de la masacre de Trujillo (1987-1994), departamento de Valle del Cauca, incluye a diez personas víctimas que murieron por pena moral debido a la desaparición, tortura y asesinato de sus seres queridos. Todas ellas están reconocidas en el Parque Monumento de Trujillo, que honra la memoria de las víctimas de la masacre, y recordadas en los relatos de los sobrevivientes: Me tocó ver al papá de los Vargas [dos ebanistas torturados y desaparecidos en 1990] sentado en una banca del parque, en la que queda frente a la Alcaldía. Le preguntaban: “¿Y usted qué hace aquí, sentado todo el día? Mire que va a llover, que está haciendo frío, ya está de noche”. “Estoy esperando a mis hijos, siento que en algún momento van a llegar”. Así murió, de pena moral, y se pasó muchos días, mañana, tarde y noche. Eso destruye al que lo está viviendo como al que lo está escuchando.3 El padre de los Vargas llevaba al parque el profundo dolor que sentía para hacer visible su empeño por saber de sus hijos y dar a conocer su determinación de no suspender el duelo o llevárselo a “casa”. Al sentarse frente a la Alcaldía y hacer pública su espera y su sufrimiento, él se convirtió en cuerpo público del dolor. La imagen de este hombre sentado día tras día en el parque quedó en el recuerdo de la comunidad trujillense como testimonio del sufrimiento y de la perseverancia en la espera del retorno de sus hijos vivos. Las memorias del sufrimiento vivido por ciertas personas como una pena profunda que atormenta su cotidianidad y que se expresa en el cuerpo enfermándolo,4 ilustran los modos en que los testigos evocan la violencia y construyen una imagen compleja de las víctimas que reconoce sus expresiones emocionales, juicios morales, las huellas físicas en el cuerpo y una manera específica de relacionarse con el mundo. Basta Ya p. 344ss: La veracidad de las declaraciones sobre las alianzas de los agentes estatales en los hechos de violencia perpetrados contra civiles es construida en torno a que ellos y muchos otros (“todos”, como insiste otro testigo de la masacre de Remedios) fueron testigos de los recorridos de la muerte: Ese recorrido lo hicieron desde las 12:30 de la noche, por todo el municipio, pasaron por detrás del comando de la Policía, bajaron con una señora amarrada y después subieron con tres. […] Es que a esa hora la gente todavía no estaba acostada. Entonces, todo el mundo murmuraba: “Mira, ¡y están uniformados!”, “Ve, voltearon por tal parte, subieron por fulano y por perano”, “Ve subieron para Monteblanco, sacaron al profesor”; “Ve, sacaron a Carlos Rojo” […] todo el mundo vio todo […].38 Los testimonios sobre las relaciones de colaboración e, incluso, de connivencia entre agentes estatales y grupos armados ilegales se registran en la totalidad de los casos documentados por el gmh. Este amplio archivo testimonial documenta, desde la perspectiva de los testigos y sobrevivientes, modos de actuar de miembros del Ejército y la Policía que dejaron abandonados a los residentes civiles a pesar de que se encontraban en el lugar de los hechos. Un residente de San Carlos en el oriente antioqueño denuncia esta forma de complicidad como “alianza” y mediante observaciones precisas sobre la ubicación de los lugares de operación de los paramilitares sustenta la veracidad de su relato: ¿Cómo se explica uno, por ejemplo, que aquí, en pleno parque, a media cuadrita del comando, tengan una base los paramilitares donde tienen gente retenida, gente torturando, donde le mocha la cabeza a una persona y juegan fútbol con ella, donde a la otra media cuadrita se toman un hotel que ahora es sede del care [Centro de Acercamiento para la Reconciliación] y es una sede que está conectada así directamente? Pues ésas son cosas que uno, negarlas, es llamarnos a engaños y tapar lo que no se puede tapar, entonces se da esa alianza y viene una arremetida muy grande.39 Además de las alianzas que muestran estos testimonios en relación con la inacción y tolerancia de los agentes estatales, su participación directa en la victimización y ejecución de masacres o desapariciones forzadas aparece en los relatos como otra forma más grave de complicidad, porque indica el involucramiento, como eventuales autores materiales y/o intelectuales, de algunos agentes del Estado en la victimización de la población civil y en los delitos atroces cometidos. Dos indígenas wayuu testigos de la masacre de Bahía Portete (departamento de La Guajira) manifiestan: Los que sacaron a Margoth de su casa estaban vestidos con el mismo uniforme que los militares. Nosotros como comunidad, sea lo que vieron, no es por los uniformes que digamos que eran militares sino porque llegaron a la base militar del Cerro de la Teta y dejaron a las personas allá. La gente uniformada no masacraron, sacaron a las personas del brazo y se las entregaron a los paramilitares. El camino del carro es una trocha que tienen