El Arte de la Restauración Uno de los principales motores del pensamiento a lo largo del marco histórico de la humanidad, ha sido la creación, pero no como idea romántica, sino como tratado de expresión para comunicar algo. Tanto artistas como pensadores (...), han recurrido a la espiritualidad de la realidad, donde el ser se considera más que materia. Hegel se mantiene firme en que: «El arte es una forma particular bajo la cual el espíritu se manifiesta», nos dice que el arte se desarrolla en un punto con maneras específicas (digamos técnicas) y surge (digamos emociones) a través de la materia. Pero Hegel no deja puntada sin dar: «La tarea del arte consiste en hacer que la idea sea accesible a nuestra contemplación bajo una forma sensible», la expresión sensible de la idea que bien podría ser catalogada dentro de la esencia de la actividad humana. Aquí la definición del arte juega un papel muy importante para nosotros los Restauradores, ya que hace alusión a la sensibilidad de la labor que ejercemos, a su destreza, la delicadeza con la que se emprende una intervención de cualesquiera que sean sus materiales; nos habla del desarrollo de una idea, pero desde el encuadre sensible. La imagen del Arte de la Restauración, nos conduce a la interpretación de que el operario (quien interviene una obra) realmente lo que está haciendo, es ejecutar una manifestación del espíritu en forma particular: el cuidado, la reparación y el mantenimiento de una obra de arte, esto es: genera arte dentro del arte, lo que podría interpretarse como la utilización de habilidades sensibles que antes fueron formadas por ideas que se enfocaban donde el espíritu se manifiesta. El Arte de hacer Arte, el Arte de Restaurar el Arte. Tal como escribiría Rubén Muñoz: «Con mucha prudencia y muchos matices (...), se podría decir que el arte es un "lenguaje" con el que el hombre expresa la realidad humana física y espiritual captando lo exterior e interiorizándolo, para luego devolverlo a la exterioridad desde la libertad creadora del artista». Esta afirmación nos conduce al lenguaje. Tema que nos atañe por las características de nuestro oficio, en el que también es necesario interpretar lenguajes —artísticos— para determinar cómo llevar a cabo una intervención satisfactoria. Dentro de este tema podemos hablar de la legibilidad, sus códigos, pautas, metodologías y enseres, que nos conducen a la transvisualidad, donde la lectura de la obra será gracias a que constantemente las imágenes nos remiten a otras imágenes como un sistema de relación intericónica, que nos ayuda a la lectura de la obra sin generar falsificaciones o transformaciones innecesarias, y que a su vez nos sitúa dentro del lenguaje de la fidelidad, ya que ser fiel a la obra, significa mantener sus estratos originales sin dañar o modificar ninguna de las partes que la componen. Por no apartarnos del tema, y tampoco olvidando el hecho de que Hegel acentuaba que la tarea del arte consistía en hacer que la idea fuera accesible a nuestra contemplación, nos centraremos en la ética de intervención. ¿Pero de qué hablaba Hegel si traducimos estas aseveraciones a nuestro campo de restauración?, podríamos realizar un apropiacionismo que apunte a los Principios Éticos, y así hablar de dos lenguajes que se gestan en la sensibilidad del que interviene la obra: los ya mencionados lenguaje de fidelidad y lenguaje de legibilidad. ¿Pero qué pasa con los otros dos principios éticos de restauración? Si hemos planteado que la fidelidad y legibilidad se gestan en la sensibilidad del operario, esto es, en el lenguaje que emplee para realizar la intervención acorde a la pieza, los materiales y el marco histórico que la contenga; y decimos que dependerá de su criterio particular apoyado en la formación como restaurador y por ende, lo que dicten las leyes de Patrimonio Histórico de cada país, entonces la durabilidad y reversibilidad bien podrían estar situados en la línea de acción técnica, que también dependerá de la formación, pero que no se engendrará en la parte sensible del operario, sino en la parte sistemática; en el aspecto funcional y matérico del objeto, las características de sus materiales y el método en que se utilizan las herramientas para intervenirlo. Aquí, entonces dependerá de la habilidad personal para ejecutar un proceso y no recaerá exclusivamente en la sensibilidad para efectuar diversos procesos. Marcel Duchamp se preguntaba sobre la conexión histórica que había entre los creadores de obras artísticas: «¿No es el arte un juego entre todos los hombres de todas las épocas?» . De ser así, este juego debe permanecer en el tiempo —generar historia—, lo que en su significación encajaría con la idea de la existencia (...), que nos conduce al principio de Durabilidad. ¿Pero cómo podemos hacer que un objeto sea perdurable? La respuesta se sustenta en el mismo argumento de la pregunta: la base de que un objeto sea duradero —si pasa por las manos de un restaurador—, es gracias al buen uso de habilidades adquiridas en la experiencia de una formación específica, y como hemos dicho antes, en la utilización correcta de herramientas y el empleo adecuado de materiales para intervenir. Si estas pautas son naturalizadas, se conseguirá con efectividad un sistema de actuación duradero y reversible en la intervención (en gran medida por el conocimiento de las composiciones físico-químicas de los materiales), que tendrá como consecuencia una intervención ética en todos los aspectos dentro de los parámetros establecidos de la mencionada antes, Durabilidad y Reversibilidad. Si las Restauraciones de la obra son efectuadas dentro de éstos parámetros (Principios de Restauración), entonces, los resultados serán intervenciones ajustadas dentro de los parámetros contemporáneos de actuación basados en la ética que ampara al Restaurador, que determinará los lenguajes, aparatos teóricos y sistemas técnicos, los cómos, dóndes; los porqués para actuar y los mecanismos en conjunción con herramientas y materiales que se emplearán para cada caso específico. Dicho lo cual, entonces el operario actuará con Arte al restaurar, y al hacerlo generará un arte, con sus códigos, los ya tan mencionados lenguajes y principios que en conjunto dejarán que la obra respire y siga mostrando su esencia tal y como fue concebida, y evidentemente sin modificaciones que generen falsos históricos.