1 Tema 1. América antes de la llegada de los europeos: Teorías sobre el origen del poblamiento del continente Americano. Los pueblos originarios: culturas, periodos y zonas de influencia. Las civilizaciones autóctonas principales: Aztecas, Incas, Mayas y Chibchas. Otras áreas culturales. Teorías sobre el origen del doblamiento del continente Americano Algunas consideraciones previas: • Se parte del hecho de que el grado de compartimentación del mundo americano a fines del siglo XV era muy marcado. Desde Alaska a Tierra del Fuego existían múltiples y diversas sociedades que se diferenciaban por su aspecto físico, su lengua o su cultura. Esa multiplicidad es la que permitió la convivencia en el continente americano de culturas muy primitivas con otras sociedades desarrolladas cultural, social o científicamente. • Si descontamos el hecho de la existencia de ciertos circuitos comerciales que permitieron el intercambio a larga distancia de productos de gran valor, las diferentes culturas e imperios americanos solían vivir aislados los unos de los otros. De ahí la dificultad para hablar del Nuevo Mundo como de una entidad unitaria y estructurada. • Sin que ello suponga un enfoque eurocéntrico, la historia común de ese nuevo mundo empezará a forjarse a partir de la conquista o invasión europea. Fueron los conquistadores los que comenzaron a hablar de “indios” y los que le confirieron a la palabra una idea de unidad que hasta entonces no existía. La población indígena: Pese a que resulta difícil hacer un cálculo fiable del tamaño de la población indígena, las estimaciones disponibles han ofrecido una cifra variable que oscila desde los 11 ó 13 millones a los 90 ó 110 millones. Cifras rechazadas por estudios demográficos más serios que, basándose en criterios de carácter ecológico y de producción alimenticia, manejan una cifra que puede oscilar entre los 60 y los 80 millones de habitantes. De ellos entre 40 y 65 millones corresponderían a los territorios que, posteriormente, formarían parte del ámbito colonial español: Las regiones más pobladas eran México (cerca de 25 millones) y la zona andina (entre 10 y 15 millones), en donde se encontraban las sociedades más estructuradas y avanzadas (imperios inca y azteca). En el otro extremo del espectro encontramos a un abundante número de pueblos cazadores y recolectores, que vivían en condiciones de escaso desarrollo tecnológico. Mientras lo grandes imperios se desarrollaron en los altiplanos tropicales y en las tierras frías o templadas de las regiones intertropicales, los grupos menos desarrollados se establecieron especialmente en las llanuras y en algunas tierras frías montañosas. Entre estas zonas hubo diferencias demográficas importantes: las altas densidades en las primeras frente a las bajas o muy bajas en las segundas, lo que indudablemente afectó a la conquista europea. Nota: Al llegar a finales del siglo XV la diversidad es observaba en la existencias de múltiples y diferentes identidades, pueblos, culturas, lenguajes, costumbres y creencias, así como en el desarrollo de las más variadas historias, que apenas tenían puntos de contacto entre sí, pese a que en ciertos casos los mitos cosmogónicos bebían de las mismas fuentes. Frente a ese la expansión europea en el Nuevo Mundo haría tabla rasa del pasado homogeneizándolo casi todo (único rey lejano al que solo se podía acatar a distancia; única y militante religión: el cristianismo; el idioma español como lengua franca del imperio más extenso del continente; monedas comunes que permitían la existencia de circuito comerciales de larga, mediana y pequeña distancia; etc.). Durante los años sesenta y setenta del siglo pasado la respuesta al número de pobladores que habitaban el Nuevo Mundo estuvo condicionada por la polémica ligada a lo que se 2 denominó la Leyenda Negra de la Conquista: cuantas más personas hubiera en 1492, más habrían muerto en las décadas posteriores y, por tanto, más cruel habría sido la conquista ibérica según los detractores de España. Por eso, los defensores de la labor española sesgaban las cifras a la baja, mientras los más críticos apostaban por los números más elevados posibles. Por el momento, prestamos atención a los primitivos habitantes de América y su origen, para intentar luego responder a la cuestión de cuántos había en el momento del descubrimiento: Se sabe con bastante certeza que: • Durante millones de años los seres humanos que fueron ocupando otras partes del planeta, no pisaron el continente americano, donde si se habían desarrollado una flora y una fauna bastante originales. • Los primeros habitantes que alcanzaron las costas americanas lo hicieron a través de movimientos migratorios procedentes de Asia. Tal afirmación lleva a descartar las distintas teorías sobre el origen autóctono del hombre americano. Hace cerca de unos 40.000 años, algunos hombres de origen mongoloide oriundos de Asia comenzaron a poblar el continente americano caminado a través del estrecho de Bering. Algunas bandas de cazadores recolectores, por lo general no mayores de 30, años llegaron a tierras americanas durante el periodo glaciar conocido como Wisconsin. Tenían gran movilidad y utilizaban utensilios rudimentarios de piedra, hueso y madera. Ciertas teorías hablan de la presencia de gente de origen polinesio, llegada por vía marítima a través del Pacífico. Si bien cabe la posibilidad de que accidentalmente algunas nave hubiera transportado agentes procedentes de la Polinesia o de algún otro punto próximo del Pacífico, resulta completamente diferente hablar de una ruta transpacífica en ambas direcciones, que implicara a un número importante de navíos y personas, lo que habría supuesto algo tan complicado como el conocimiento por parte de los navegantes de la época de una ruta de regreso, que pudiera haber sido transmitida de una generación a otra. Los pueblos originarios: culturas, periodos y zonas de influencia Del periodo glacial quedan hallazgos arqueológicos, que dan constancia como el yacimiento más antiguo conocido, el de Blue Fish Cave, junto al río Yukon. Desde la península de Alaska, algunas bandas iniciaron largos y complicados periplos dispersándose por toda América del Norte, para posteriormente llegar a Mesoamérica y América del Sur: - Se han hallado restos arqueológicos en Texas (36.000 a.C.); en Nicaragua (el yacimiento de El Bosque 35.000 a.C.). - Los restos materiales hallados por arqueólogos en América del Sur, atestiguan que algunas bandas primitivas de cazadores recolectores tardaron cerca de 10.000 años en atravesar a pie todo el continente, de norte a sur, siguiendo generalmente la ruta de las presas de caza. En torno al 10.000 a.C., ciertos grupos indígenas vivieron un proceso de cambio tecnológico, gracias al cual pudieron convertirse en cazadores de grandes animales herbívoros, mientras que otros grupos no se adaptaron y mantuvieron el mismo nivel de vida que tenían cuando llegaron a América. Es desde entonces cuando comienza a intensificarse un proceso de diversificación entre los diferentes grupos aborígenes, que hasta entonces habían tenido un bagaje cultural bastante homogéneo a lo largo y ancho del continente americano. La tecnología empezó a evolucionar, gracias a mayores prestaciones, aumentando con ello la capacidad de control y dominio del entorno. Aunque los útiles de piedra tallada eran más eficaces, continuaron utilizándose otros de hueso y madera (cuchillos, agujas, puntas de flecha, raederas, etc.) Los prehistoriadores asimilan este periodo al Paleolítico Superior, extendiéndose aproximadamente hasta el 7000 a.C. 3 Nota: Ante las peculiares características del poblamiento americano y su posterior evolución, la mayor parte de las características cronológicas, válidas para Europa y Asia resultan de difícil aplicación en América, especialmente cuando su traslación se realiza desde posturas etnocéntricas. En poco tiempo comenzarían a difundirse diferentes respuestas en función del entorno ecológico en que se desarrollaban, así como por su grado de especialización y adaptación al medio. No todas las bandas se especializaron en la caza de grandes mamíferos, cuya época dorada terminaría en torno al 7500-7200 a.C. cuando el clima se volvió más seco y caluroso y la desertización de una extensa zona de Norteamérica causó la extinción de las grandes especies cazadas por el hombre, así como de algunas de las bandas que las habían convertido en sus presas. Mientras, en algunas regiones la recolección continuó siendo el sistema preferido para la obtención de alimentos, dadas las grandes facilidades existentes en su entorno, y en otras regiones algunas bandas empezaban a especializarse en la caza de pequeños mamíferos (conejos y otros roedores, patos, pájaros y otras aves), que completaban su alimentación con plantas silvestres y, eventualmente, con los granos de las mismas. Mientras que aquellas otras que vivían en la orilla del mar se orientaron a la recolección y pesca de mariscos. Nota: Es probable que durante algunos milenios, entre el 15000 y el 2500 a.C, los cazadores de pequeñas presas y recolectores de granos, que terminarían estableciéndose en cuevas y cavernas, coexistiesen en determinadas regiones con cazadores de grandes animales, aunque viviendo de forma totalmente independiente unos de otros. Cerca del 6000 a.C., algunos recolectores de granos comenzaron a interferir exitosamente en el proceso del cultivo, germinación de las semillas y explotación de las plantas silvestres de las que se venían alimentando cotidianamente. Esta actividad, centrada en la manipulación de ciertas especies vegetales, se complementaba con la caza y la recolección cuando el ciclo agrícola requería de fuentes alimentarias complementarias. Los restos más antiguos de la actividad agrícola se han encontrado en Nuevo México (4000 a.C.) y Tamaulipas (3000 a.C.), en América del Norte y Mesoamérica, respectivamente, siendo las principales especies desarrolladas la yuca, la batata, el maíz y el frijol. El maíz lo encontramos entre el 900 y el 700 a.C. en el Perú. Los pueblos andinos domesticaron la quinua (un grano rico en proteínas e hidratos de carbono), la papa, la calabaza y algunas legumbres como el pallar y el frijol. Los habitantes de zonas superiores a los 3.000 metros de altura siguieron cazando guanacos, alpacas y llamas, como lo habían hecho en el pasado, aunque con el correr del tiempo domesticaron las llamas y alpacas, a las que utilizaron como medio de transporte y para la obtención de la lana. A diferencia de Asia, África y Europa, en el resto de América la domesticación de animales no afectó a los grandes mamíferos (vacas, caballos, ovejas, cerdos, inexistentes en la región) sino a especies más pequeñas (perros, pavos, y otras aves de corral). La arqueología nos dice que en América existieron caballos y otros grandes mamíferos, aunque se extinguieron mucho antes del surgimiento de las grandes civilizaciones, de modo que el escaso desarrollo de la ganadería en la América prehispánica no fue una cuestión de capacidad sino de posibilidad. Los grandes animales domesticables no existían en América cuando comenzó el proceso de domesticación de plantas y animales y su existencia solo fue posible tras ser llevados al Nuevo Mundo por los conquistadores. El calendario agrícola comenzó a influir en la conducta y hábitos de los pueblos que más destacaron en la domesticación de las especies vegetales. Eso hizo que la actividad humana se hiciera más sedentaria en los periodos (primavera y verano) en los que la actividad agraria era mayor; mientras que en las otras estaciones (otoño e invierno), en los que la falta de recursos les obligaba a recurrir a recursos energéticos tradicionales, debían de partir en busca de sus presas tradicionales, recuperando algunos hábitos del nomadismo. Las técnicas agrarias se desarrollaron muy pronto, teniendo como principal referente la coa o palo cavador. Mientras que el método más común de cultivo era el de tumba y quema o roza (milpa en Mesoamérica), muy difundido luego entre las distintas poblaciones de origen 4 maya. La roza o barbecho tenía dos funciones: limpiar la zona haciéndola apta para el cultivo y utilizar las cenizas de las especies vegetales como abono. Sin embargo, la necesidad de crear auténticos circuitos itinerantes buscando nuevas tierras, como consecuencia del barbecho, impidió paradójicamente la formación de núcleos de población grandes y estable. En ciertas zonas de tierras altas de los Andes o México central, el desarrollo de la agricultura se centró en la construcción de grandes obras de infraestructura, como el regadío o la creación de terrazas en las laderas de la montaña (bancales). En algunas regiones pantanosas y lacustres de Mesoamérica se desarrollaron las chinampas o jardines flotantes, que creaban un microclima adecuado para la agricultura, gracias al cual las especies cultivadas se explotaban con abonos naturales. En medio de las chinampas se construían plataformas para que los chinamperos instalaran sus viviendas. El desarrollo tecnológico y el perfeccionamiento de algunas armas, como el lanzadardos hicieron posible adaptar la caza a los nuevos tiempos. Por otra parte, la evolución de la cestería permitió confeccionar elementos adecuados para la recolección, transporte y almacenamiento de los vegetales y otros alimentos. Se utilizaron las manos, piedras y morteros para moler los granos, con el fin de aumentar su valor comestible. La conservación de alimentos y acumulación de excedentes favoreció el surgimiento de las macrobandas y potenció el concepto de sociedad comunal. En esta época la propiedad tuvo un sentido comunitario. La idea de propiedad privada quedaba referida, con muchas matizaciones, a algunos objetos personales de uso individual, muchos de los cuales acompañaban a sus propietarios tras su muerte. A medida que aumentaba el tamaño de los grupos, su organización se hacía más compleja y surgían nuevos cargos (jefes y chamanes o sacerdotes) y nuevas instituciones de contenido ideológica y religioso (ceremonias, rituales, etc.). Durante algún tiempo estas sociedades fueron igualitarias, lo que permitía un mayor dominio del medio y control de los recursos. Pero su consolidación, unida a un creciente sedentarismo, condujo a la estratificación social y, posteriormente a las primeras manifestaciones del Estado. En conjunto, esta situación es la que permitió la formación de los grandes imperios en Mesoamérica y los Andes. Así pues, desde mediados del tercer milenio, los pueblos más desarrollados fueron haciéndose cada vez más sedentarios. Algunos siglos después aparecieron las primeras aldeas, a modo de agrupaciones de viviendas que albergaban entre 100 y 250 personas, generalmente a orillas de los ríos o lagunas, para aprovechar el agua en los cultivos. La viviendas se construían aprovechando los abundantes elementos naturales del entorno. También surgió la cerámica (sus orígenes en América del Sur, pero no en los Andes centrales), a partir de distintos centros independientes, especialmente en algunos ubicados en las costas de Colombia y Ecuador); así como el tejido, especialmente del algodón. Nota: Las piezas más antiguas encontradas pertenecen a los yacimientos de Valdivia, en el Pacífico ecuatoriano (3500 a 2500 a. C.) y Puerto Hormiga, en el Atlántico colombiano (3090 a 2552 a.C). La alfarería llegó a los Andes centrales en torno al 1800 a. C. y al centro-sur andino hacia el 400 a.C. Los restos más antiguos de cerámica mesoamericana (2440 a.C.) se encontraron en la costa del Pacífico en Puerto Márquez y Tehuacan, en torno al 2300 a.C.). El formativo americano El formativo americano se identifica con el neolítico europeo o asiático, aunque los pueblos americanos no supieron utilizar la rueda. Por otra parte y a diferencia de lo ocurrido en el Viejo Mundo el proceso de sedentarización y urbanización se prolongó durante casi cuatro milenios. Durante dicho periodo la caza iría perdiendo importancia en beneficio del desarrollo agrario. Así se fueron produciendo algunos procesos tecnológicos vinculados al regadío y a la intensificación de las prácticas agrarias: 5 - Se comenzaron a construir acequias para el riego de las tierras en cultivo; diques para controlar, almacenar y regularizar la utilización del agua; y terrazas en las laderas de las montañas, para un mejor aprovechamiento de la tierra. - La construcción de grandes obras públicas no hubiera sido posible sin importantes mecanismos de coacción social que permitieron disciplinar a fuerza de trabajo: “sociedades hidráulicas” (concepto de interpretación marxista, vinculado al “modo de producción asiático”, algo controvertido). - La creciente especialización produjo excedentes alimentarios, lo que aumentó los flujos comerciales, especialmente los de larga distancia, basados en algunos productos escasos, de pequeño tamaño, gran valor y alta demanda, como las conchas, el jade y las turquesas. El producto también se centro en productos de gran consumo, como los vinculados a la alfarería, hasta entonces producidos con fines exclusivamente domésticos. La cerámica comenzó a exportarse a las regiones vecinas, fundamentalmente a los centros productores de los bienes más demandados y por los que se la quería cambiar. - Frente al crecimiento demográfico y la menor disponibilidad de recursos la respuesta fue la emigración de parte del grupo en búsqueda de nuevas tierras de cultivo, siendo las cuencas de los grandes ríos la vía de penetración más importante hacia el interior del continente. El maíz permitió, en buena medida estos desplazamientos, gracias su poder alimentito y su fácil adaptación a los suelos y climas más diversos. - Las comunidades agrarias se urbanizaron y se asentaron en pueblos y ciudades, donde se desarrollaron las “altas culturas”, en un proceso que podríamos denominar de “surgimiento de las civilizaciones”. Las bases de las civilizaciones americanas se establecieron en el periodo formativo que, según regiones, se extendió entre el 2.500 a.C. y el 300 d.C. Los casos más destacados fueron los Olmecas, en Mesoamérica y la cultura Chavín, en los Andes. Características: - Aunque se intensificó la vida urbana, en líneas generales, la población siguió siendo mayoritariamente rural. - El proceso de urbanización favoreció la estratificación social en el interior de las comunidades, un fenómeno acompañado por el gobierno de sectores dominantes poderosos y con una idea clara de dominación. Nota: las élites debían “convencer” a los campesinos para que aportaran su trabajo a la construcción y el mantenimiento de los centros, con sus monumentos, centros y palacios y para que alimentasen a las personas que cumplían funciones no campesinas. - Las comunidades urbanas se desarrollaron en torno a los principales centros ceremoniales, aunque su origen es poco claro. Estos últimos estaban controlados por élites especializadas, con el poder suficiente para poder apropiarse de una parte del excedente agrícola y laboral producido en el conjunto de la comunidad. - En este contexto surgieron los sacerdotes, muy pronto convertidos en intermediarios entre los dioses y los hombres, que durante casi dos milenios cumplieron funciones religiosas, políticas y económicas en las sociedades más desarrollas de Mesoamérica y los Andes, donde a religión fue asimilada al poder y el control estatal. - El desarrollo de una religión compleja se vinculaba a la existencia de una fuerte casta sacerdotal que controlaba el calendario y la escritura. Nota: En cualquier caso, sigue planteando interrogantes el proceso que permitió el surgimiento y la consolidación de las élites dominantes. 6 OTRAS CULTURAS PREHISPÁNICAS Culturas mesoamericanas TEOTIHUACAN Es el nombre que se da a la que fue una de las mayores ciudades del altiplano mexicano, cuna de una civilización que se desarrolló entre los siglos I a.C y VIII d.C aproximadamente, contemporánea a algunas otras de las ciudades principales de Mesoamérica. En ella aparecen muchos de los conceptos que se verán en ciudades posteriores, como el trazado urbano o rituales cuya importancia se ve plasmada en sus murales y en el culto de divinidades que trascenderán en el tiempo. Entre los años 1 y 150 d. C. se empiezan a construir las grandes pirámides, como la del Sol (representación del centro del universo). Entre el 150 y el 250 d. C. la ciudad alcanza su máxima extensión con una población aproximada de 45.000 habitantes. Pero su máximo esplendor lo va a alcanzar entre el 450 y 650 a. C, extendiéndose la presencia teotihuacana por toda Mesoamérica, al mismo tiempo que en Teotihuacan hay presencia de grupos de otras regiones, alcanzando una población de 85.000 habitantes. Entre los años 650-750 d.C. la ciudad declina y finaliza la importancia que tuvo durante ocho siglos. Nota: Con toda probabilidad, lo que ocurrió en Teotihuacan es lo mismo que ocurrirá con otras ciudades mesoamericanas: llegan a su máxima expansión conquistando pueblos a los que someten militarmente y aplican el tributo correspondiente, y en un momento de debilidad de la metrópoli, estos grupos se levantaron contra ella. De cualquier modo, Teotihuacan mantuvo su influencia aún después de destruida y abandonada. Ella es el origen de muchos de los aspectos que perdurarán en sociedades posteriores del centro de México, para las cuales la obra de los hombres será considerada como obra de los dioses, bautizándola como “la ciudad de los dioses”. LOS PUEBLOS MEXICA Su origen sigue siendo todavía un misterio, rodeado de narraciones míticas y legendarias. La dominación azteca se caracterizó por movimientos demográficos, de los que surgieron algunas ciudades estado, con continuos cambios de alianzas y enfrentamientos entre los distintos grupos. Parece como si los pueblos del Anahuac (“el lugar donde hay agua”= lagunas) se empeñaran voluntariamente en cruzar su propia historia con la de los otros pueblos con ellos emparentados lingüísticamente. Ellos se llamaban así mismos nahua, porque hablaban el nahualt . Grupos de emigrantes procedentes de la zona del Lago Salado, junto al desierto de Utah se fueron desplazando hacia el sur-oeste, para posteriormente establecer la ruta sur-oeste/sureste, dejando grupos de dialectos emparentados. Emigración lenta de siglos en la que van cazando o aprendiendo rudimentarias prácticas agrícolas, pero sin perder las lenguas originales, más o menos diversificadas en dialectos. Hay, pues, un flujo, quizá desde el siglo VIII d.C., de pueblos que buscan zonas más benignas. En este estado migratorio todos son chichimeca, cazadores depredadores. La derivación general hacia el sur produce diversas oleadas: 1. La más importante es la que de denominará TOLTECA (h. 800 d.C), no por su procedencia, sino porque fundan la ciudad de Tollan, desde la cual, levantando templos a su dios Quetzalcoalt (“serpiente emplumada” o “de plumas”), unifican todas las tierras, desde el norte del actual México hasta la zona central de las múltiple lagunas o Anahuac, absorbiendo toda la sabiduría de las poblaciones establecidas desde casi comienzos de la era cristiana en la meseta de México –los teotihuacanos y otros pueblos- y organizando una dominación sobre tribus y aldeas de muy distinto origen. Son comerciantes y agricultores; construyen palacios y templos; y usan el calendario. Entre los pueblos invasores, después dominados por los toltecas probablemente se encontraban los que luego se llamarían AZTECAS. El 7 valle de México, donde siguieron vigentes los viejos patrones teotihuacanos, se vio afectado por estos acontecimientos. La región acabó por dividirse en dos: Mientras Tula controló la parte norte, Cholula dominó la sur. La decadencia inició una época de gran inestabilidad política, el PERIODO CHICHIMECA, que duró hasta 1370. 2. LOS MEXICA (principal grupo de raíz azteca) llegaron al valle de México hacia 1253. A fin de asentarse en un territorio propio, controlado por ellos mismos, iniciaron una serie de guerras expansivas contra otros pueblos de la región. Después de permanecer durante cierto tiempo en Culhuacan se refugiaron en uno islote del lago Texcoco, fundando Tlatelolco desde donde pudieron resistir durante mucho tiempo los ataques de sus vecinos, aunque debieron pagar tributos a los pueblos más fuertes y emparentarse con la nobleza de Azcapotzalco. Fue precisamente allí donde iba a comenzar la construcción del último gran imperio mesoamericano. Tenochtitlan y Tlatelolco fueron los principales centros mexica. La Triple Alianza, que se constituyó en 1426 a partir del enfrentamiento entre los grupos regionales, estaba integrada por Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan. En el reinado de Izcóalt se inicia la expansión hacia la vecina región de los lagos. Conocedores de su debilidad (recursos alimentarios disponibles en el valle resultaron insuficientes) comenzaron a interesarse por los recursos alimenticios de sus vecinos, lo que aceleró la expansión. Si inicialmente se dijeron herederos de los toltecas, luego, para legitimar su dominación sobre los restantes pueblos el valle de México, fabricaron su propia historia. Las grandes campañas que les llevaron fuera del Valle Central y a través de toda Mesoamérica se iniciaron en 1454. Motecuhzoma I, el sucesor de Izcóalt, expandió el imperio hasta Veracruz, el área Mixteca y algunas zonas de Oaxaca. Su aparición fue seguida por importantes cambios estructurales y filosóficos. 3. TLAXCALTECAS. Pueblo de la etnia nahualt, formó el reino de Tlaxcala, situado en el actual estado de Tlaxcala mexicano. Esta cultura se desarrolló en el tiempo que la de otros pueblos nahuas, como los mexicas. En torno al 1208 se establecía la ciudad de Tlaxcala que pronto comenzó a someter a los pueblos de alrededor. Desde el siglo XIV se encuentran en constantes guerras con los aztecas, que no lograrán someterlos. Es más estos últimos les dejaron participar en sus guerras floridas, cuyo objeto era la captura de prisioneros para posteriormente ser sacrificados a los dioses Otras Culturas CHICHIMECAS. De acuerdo con la tradición, en las fuentes del siglo XVI se hace referencia a grupos chichimecas que llegaron la ciudad a la ciudad de Tollan Xicocotitlán en el siglo XIII y que a partir de entonces comenzaron a moverse hacia el sur estableciéndose hasta el valle de México. Será entonces cuando abandonen su nomadismo para integrarse dentro del proceso cultural sedentario mesoamericano Fueron los castellanos los que calificaron de “pueblos chichimecas” a todos los habitantes que ocupaban el norte del Valle de México y, por ende, a todo el norte de la “frontera mesoamericana”. Según el historiador Philiph Wayne Power (“La Guerra Chichimeca, 1550-1600; FCE,1996), “las cuatro naciones principales de chichimecas eran los pames, guamares, zacatecos y guachichiles”, estos dos últimos, a diferencia de los anteriores así como de los tecuexe, caxcanes, tezol, cocas, Sauzas y guaxabanes, se encontraban, cuando llegaron los españoles, en un estadio cultural inferior a todos los demás que poseían adoratorios y desarrollaban la agricultura. De cualquier modo, la mayoría de los chichimecas eran cazadores-recolectores y quienes practicaban la agricultura eran aquéllos que vivían cerca de los ríos o en lugares en los que existían fuentes de agua y manantiales. 8 ZAPOTECAS. Cultura que se desarrolló en el Sur del Valle de Oaxaca y en el istmo de Tehuantepec. Existen evidencias arqueológicas que remontan esta cultura desde hace 2500 años. La ciudad de Monte Albán fue el centro del estado zapoteca, Los zapotecas representaban una cultura sedentaria y avanzada, que habitaban en grandes aldeas y ciudades, en casas construidas con piedra y mortero. En la zona arqueológica de Mitla existen evidencias de ocupación humana desde los primeros siglos de nuestra era y tras la desaparición de Monte Albán pasó esta ciudad a convertirse en centro de poder. Su mayor apogeo se experimentó entre el 950 y 1521. Durante la conquista de México los zapotecas eran independientes de los aztecas, derrotando a los españoles durante sus primeras campañas (1522 y 1527). No fueron subyugados por ellos hasta 1551. MIXTECAS. La civilización se desarrolló en el sur de México desde los siglos XV-II a.C y llegó a su fin a inicios del siglo XVI. Los mixtecas destacaron en la artesanía dentro del ámbito mexicano precolombino al igual que en sus trabajos en piedra y metal. En torno al siglo XII los mixtecas se extendieron por el valle de Oaxaca una región históricamente ocupada por los zapotecas al final de la época precolombina los mixtecas pasaban a formar parte del imperio azteca, debiendo de pagar el tributo al emperador azteca. HUASTECOS. Los huastecos alcanzan la región huasteca entre los años 1500 y 900 a.C., al norte de la cultura totonaca. Su ciudad principal llegó a ser Tampico. Se caracterizaron por sus habilidades musicales. Derrotados por los aztecas en torno a 1450 les pagaran tributos, aunque mantendrán cierta cierto autogobierno a nivel local. Finalmente serían sometidos por los españoles entre 1519 y 1530. Ubicados al norte de la cultura totonaca, hablaban maya, lenguaje que se utilizaba en la actividad comercial. Su desarrollo artesanal tuvo como característica la fabricación de objetos de concha, arte influenciado por la zona costera en la que se hallaba. TOTONACAS. Habitaban las regiones costeras y montañosas del este de México, principalmente ocupando las tierras del actual estado de Veracruz. Si bien en la antigüedad llegaron a conformar una confederación, al llegar al siglo XI se hallaban bajo el dominio de los zapotecas. Su economía era de carácter agrario y comercial. Junto con el cultivo de maíz, yuca, calabaza, fréjol, calabaza y chile, destacó la zona totonaca por su producción de ámbar líquido y de algodón. Destacan como centros urbanos: El Tajín (300-1200), principal exponente del esplendor de la cultura totonaca; Papantla (900-1519) y Cempoala (900-1519). Sobresalen por su cerámica muy variada, a escultura en piedra, arquitectura monumental y su avanzada percepción urbanística de las ciudades. Fue la primera en pactar con la hueste castellana frente a los señoríos de la Triple Alianza. Culturas andinas Caracterizadas por su gran diversidad regional, extendieron su influencia por buena parte de América del Sur. Fueron los Andes centrales los que conocieron una etapa de gran 9 dinamismo cultural al coexistir distintos Estados teocráticos, asentados en territorios pequeños y regidos por gobiernos centralizados. En los centros urbanos se desarrollaron las técnicas de regadío y se intensificó la especialización artesanal (ceramistas, tejedores, metalúrgicos, etc.). Podemos distinguir las siguientes culturas: CULTURA MOCHE Desarrollada entre el 100 y el 700 d.C. en los valles de Moche y Chicama, es un claro ejemplo de los avances ocurridos en los Andes centrales, aunque hubo otras culturas importantes como la VIRÚ, mientras en los valles de la costa central, mientras tanto, florecían las culturas de RECUAY y LIMA. La sociedad mochica (siglos II y VII d. C.) estaba bien organizada y dirigida por un pequeño número de sacerdotes-guerreros. La consolidación del desarrollo regional hizo más compleja la estratificación social de los mochicas. Su sociedad contaba con una agricultura intensiva y eficiente gracias al control de los recursos hidráulicos y a la utilización de abonos naturales, especialmente el huano (elementos de aves marinas depositados en la costa). Lo más característico de la cultura moche fue su arquitectura monumental, con grandes pirámides, como la Huaca del Sol, y la cerámica, de un gran sentido estético. Sus profundos conocimientos metalúrgicos, con técnicas de soldadura al fuego y en frío, les permitió trabajas con oro, plata, cobre y sus aleaciones. CULTURA NAZCA En los valles y en la costa sur, conocida por la figuras y formas geométricas trazada en las Pampas de Nasca, un desierto de 500 Km cuadrados entre Nazca y Palpa, que representan figuras gigantescas de animales, seres humanos y diseños geométricos, hechos a una escala extraordinariamente grande y con mucha precisión. Nota: Se ignora su fin, aunque se ha teorizado que fuera un gigantesco calendario resultado de observaciones astronómicas. Según los últimos hallazgos y estudios presentados en mayo de 2015 por parte de la Universidad Japonesa de Yamagata, se postula que las líneas servían como epicentros de la actividad ritualista tanto de los Nasca como de otra culturas circundantes. Se ha desvelado que las líneas fueron hechas por más de una cultura y en momentos históricos distintos. De esta manera cumplían una función integradora Se concluye también que servían para adornar el camino del peregrino hacia la ciudad de Cahuachi, centro socio-político de la cultura Nazca, ya que las líneas están hechas para verse desde cierta altura Floreció entre los siglos I d.C. hasta el siglo IX d.C. La economía nazquense estaba basada en la agricultura intensiva. Los nazcas lograron resolver el problema de tierras eriazas en la costa mediante el empleo de una red de acueductos, que constituye una verdadera hazaña de su ingeniería hidráulica. Un aspecto distintivo de Nasca es su cerámica policromada, con figuras de hombres, animales, plantas, etc. En muchas de estas cerámicas, se representan a hombres mutilados. El arte textil floreció tanto como en la época de la cultura Paracas (Antecesora de la cultura Nazca se desarrolló entre los años 700 a.C. y 200 d.C. Además del textil, en lana y algodón, practicó una cerámica decorada y una cestería muy elaborada. También realizaban trepanaciones craneanas, cuyos fines aún se discuten). Tuvieron un estilo propio de trabajo de los metales, aunque de menor calidad al de la época de Chavín. CULTURA TIAHUANACO Se desarrolló en la época clásica al sur de los Andes, cerca del lago Titicaca (1000 a.C. al 1100 d.C.), a más de 3.000 metros de altura. Para algunos historiadores fue la cuna de las civilizaciones de América del Sur, mientras que para otros fue la sede de un gran imperio megalítico que controló los Andes centrales y por el sur llegó a Atacama, en Chile. Centro de la civilización Tiahuanaco, cultura preincaica cuya economía se centraba en la agricultura, arquitectura y ganadería, situada en la meseta del Collao, limitando con el sureste del Perú, 10 oeste de Bolivia, norte de Argentina y norte de Chile, territorio desde el que expandió su influencia religiosa y tecnológica a otras civilizaciones coetáneas. Entre sus construcciones arquitectónicas, muchas de las cuales poseen orientación astronómica, podemos destacar la Puerta del Sol. Destaca su excelente obra cerámica, destacando sus vasos ceremoniales (queros), los huaco-retratos (retrato tridimensional de un rostro humano en una vasija), así comolos textiles. . HUARI Centro urbano en las cercanías de Ayacucho, comenzó en el siglo VIII un proceso de unificación regional gracias a sus conquistas militares. La ciudad estaba en una zona de recursos limitados, lo que impulsó los intercambios con las regiones vecinas y con algunos centros más remotos. Para garantizar las comunicaciones con sus dominios se desarrolló un complicado sistema vial, antecesor del sistema incaico. El declive de Huari comenzó en el siglo X. Posteriormente a esta fecha comenzó el proceso de descentralización que llevó al surgimiento de tres grandes Estados en los Andes centrales: PACHACAMAC, en la costa; LAMBAYEQUE en el norte; y un tercero que controló los valles de Casma y Chicama. La ciudad de Chan Chan, fundada en el valle de Moche en torno al 800 d.C., fue la capital del REINO CHIMÚ y sobrevivió hasta 1425, cuando fue conquistado por los incas. Las civilizaciones autóctonas principales CULTURA MAYA Destacó en Mesoamérica, aunque su desarrollo fue influido por otras culturas de la región. Nota: Su máxima área de dispersión abarcaba los actuales estados mexicanos de Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo y parte de Guatemala, Honduras y El Salvador, según las fronteras existentes hoy en día. Los tres periodos en los que podemos dividir la cultura maya son: Formativo o Preclásico, entre el siglo X a.C. y el siglo III d. C. Durante este periodo, gentes que bajan del altiplano de Guatemala van ocupando las orillas de los grandes ríos y lagos del Petén. Estros grupos igualitarios, que cultivan la tierra y poseen cerámica, se extienden poco a poco hacia la selvas fundando nuevos poblados interiores. Pocos siglos antes de la Era cristiana, estimulados por otras influencias (cultura de Izapa) construyen los primeros templos sobre basamentos piramidales, e inician los procesos de diferenciación social que habrán de culminar en el periodo siguiente. De modo que, entre el 200 a. C. y el 300 d. C. surgirán una serie de elementos que, pese a las diferencias regionales, irán configurando una cultura relativamente homogénea con una misma lengua y una religión y filosofía comunes. Periodo Clásico, entre los siglos III y X d. C. Durante este periodo se va acentuando el ritmo de homogeneización, marcado por la extensión que va alcanzando la costumbre de erigir estelas fechadas y el culto que acompaña a estas esculturas. La ideología que emana de los centros en donde estas aparecen en los alrededores del Petén llega prontamente y es aceptada en el inmenso territorio que a finales del siglo V alcanza desde Chiapas hasta el norte de la península de Yucatán. 11 Políticamente, el área maya se encuentra dividida durante este periodo en varios “distritos” de tamaño desigual, pero cada uno bajo el gobierno seguramente absoluto de un señor o Halach Uinic. Es decir, habían pasado de su unidad mínima de asentamiento, la casa, a conjuntos residenciales mayores que originaron pequeños centros cívicos, dirigidos por élites locales. De los centros cívicos-ceremoniales de mayor tamaño se paso a verdaderas ciudadesestado, que estructuraron económica, social y religiosamente un amplio territorio. La sociedad maya la integraban un pequeño grupo de reyes-sacerdotes con sus familias extensas (clan cónico) y el campesinado. Mientras los primeros gobernaban las ciudades, dirigían la construcción de las grandes obras públicas y artísticas e impulsaron la religión y la filosofía, los segundos, con su trabajo, se encargaban de garantizar el funcionamiento de todo el entramado social. Entre ambos estratos se encontraba la nobleza local y un nutrido y variado grupo de especialistas de distinto tipo (artesanos, artistas, etc.). Nota: Los orígenes de la organización de la sociedad y de la estructura de poder en el área maya pueden encontrase en el clan cónico. Es un extenso grupo de descendencia común delimitado y fragmentado a lo largo de las líneas genealógicas. Se trazan distinciones entre los miembros del grupo según la distancia genealógica que los separa del antepasado común: el hijo primogénito entre posprimogénitos es que ocupa el puesto más elevado. Todos los grupos de descendientes se dividirán en una rama decana o línea principal y otras jóvenes o líneas secundarias. El cacicato como unidad política se levanta sobre el clan como unidad cerrrada de descendencia. Pequeños sectores de linajes comprenden o dominan los establecimientos locales y suministran, de su rama decana, los jefes locales. Los principales linajes locales de un distrito están emparentados como “hermanos”, es decir, como descendientes de hermanos, y así integran un linaje de orden superior dominante en el distrito. El jefe principal es el descendiente directo del fundador del clan, y este es exaltado a la condición de divinidad suprema del grupo político. La descendencia se establece ideológicamente por descendencia paterna. La teocracia maya se apoya en el monopolio de las actividades religiosas por el linaje principal, con el jefe como sacerdote y gobernante supremo y con el fundador del grupo de parentesco como dios y fuente legitimadora de toda autoridad. La iniciativa para una estratificación social parte del grado de relación con la línea directa de descendencia de ese antepasado, y se traduce en la desigual distribución de las tierras cultivables y en el acceso diferencial a los bienes conseguidos por medio del intercambio. Si los linajes tenían asignadas funciones específicas entre los mayas, y si el ejercicio de tales funciones confería prestigio, poder y riqueza, fácilmente pudo llegar a conferirse un sistema de castas. Nota: Se puede pensar en una endogamia de linajes con matrimonios monógamos, y excepciones de ambas reglas para personas de alta jerarquía cuyos fines matrimoniales se orientaban a alianzas entre diferentes adentros ceremoniales. Aunque para el comienzo del periodo clásico parece existir un predominio de la línea de descendencia masculina, sin embargo, en otras zonas de las tierras bajas en épocas más recientes se observa una igualdad de tratamiento respecto a los hombres. Cabe considerar en este periodo la importancia social de los grupos de guerreros como estamentos especializados y del papel que pudieron jugar como impulsores de las transformaciones en la vieja estructura política. De modo que es posible que la preponderancia de las clases militares en el Posclásico, cuyas influencias parece se encontraban en las influencias e invasiones mexicanas, se haya gestado en los últimos tiempos del Clásico con la secularización del sistema cultural y la ruptura del orden jerárquico tradicional. El jefe político y religioso habitaría, junto con la mayor parte de los miembros de su linaje, en los centros ceremoniales capitales de distrito. En los centros más pequeños podían residir los linajes secundarios cuyos jefes ejercían el poder sobre las comunidades rurales en nombre del jefe del clan. En consecuencia, se establece una red de funcionarios que llevan a los puntos más lejanos las normas dictadas en los sitios principales. Los linajes campesinos acudían periódicamente a las ciudades o centros ceremoniales, bien para cumplir con el tributo y los servicios inherentes o participar en construcciones de toda clase de trabajos públicos, bien para asistir a las festividades que jalonaban el ciclo agrícola y el año sagrado de 260 días. En tales 12 fiestas la minoría dirigente, a través del ritual, marcaba el comportamiento ideológico de la sociedad, proponía labores y concedía recompensas. Todo ello facilitaba la integración y la cohesión de unas gentes que vivían dispersas en la impenetrable jungla tropical. Así pues, la organización socio-política clásica se basa en la identidad lograda por la participación en las ceremonias. El ritual religioso tiñe la vida del campesino lo mismo que la de los individuos de superior status, y es el principal mecanismo de integración desde el momento en que los grupos de parentesco se ordenan en función de su proximidad a un antepasado mítico y divinizado. Las fiestas en los centros ceremoniales trataban de infundir en las masas el sentimiento de lo sagrado por medio un culto extremadamente complejo y rico. Las gentes alcanzaban un estado de ansiedad con sensaciones de temor, respeto, veneración y acatamiento, y participaban de la seguridad de que el ritual contribuía al bien de la comunidad. Los sacerdotes oficiaban desde lo alto de las pirámides o en el interior de los templos, rodeados por un decorado deslumbrante que debió tener hondas repercusiones en la mente popular. Nota: Algunas de las ceremonias estarían relacionadas con: construcción o dedicación de edificios, erección de estelas y otros monumentos, calendario con las diversas actividades económicas, distribución de bienes, movimientos de los astros y demás fenómenos naturales, transcurso de los periodos de tiempo, nacimiento y muerte de gobernantes y sacerdotes, entronización y comienzo de reinados, victorias militares o preparación de empresas bélicas, bodas, alianzas, fiestas fijas asociadas a ciertos dioses y otras variables según sus manifestaciones y las necesidades de la colectividad y, en fin, todas aquellas celebraciones señaladas en el calendario y que tenían que ver con los antepasados o con hechos sustanciales de carácter vario. Por otra parte, el tipo de ritos populares que se llevaban a cabo en ámbito rural, en las propias unidades domésticas o en las capillas levantadas en los campos, se dirigían a conmemorar las distintas etapas de la vida de los individuos, a asegurar el ritmo de las faenas agrícolas, a alejar a las enfermedades e impetrar la protección para casas y milpas. Nota: Es la clase de religiosidad que ha perdurado hasta hoy, después que la oficial desapareciera con la llegada de los españoles, fundiéndose con el cristianismo y dando cabida infinidad de fórmulas, conjuros y sencillas ceremonias que acompañan constantemente al maya desde el nacimiento hasta la muerte. Es casi seguro que los mayas, como los mexicanos, creían que la tierra descansaba sobre el dorso de un gran cocodrilo que a su vez flotaba en una laguna. Sobre ella se elevaba el cielo dividido en trece compartimentos dispuestos en trece capas horizontales o en siete niveles en forma de pirámide escalonada, y por debajo había nueve mundos inferiores en los que posiblemente reinaban los nueve Señores de la Noche. El ciclo mítico maya más coherente llegado hasta nosotros es el Popol Vuh, o Libro del Consejo. En él se mencionan diferentes edades y creaciones, según la idea cíclica que sobre este tema tenían los indios mesoamericanos: una teoría evolutiva que, tras sucesivos perfeccionamientos, conduce a la humanidad actual. En el Popol Vuh, la narración de esta ontogénesis se inicia del siguiente modo: “Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio, todo inmóvil, callado y vacía la extensión del cielo. Esta es la primera relación el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: solo el cielo existía”. Los dioses estaban en el agua rodeados de claridad, y entonces dispusieron la creación: “primero se formaron la tierra, las montañas y los valles; se dividieron las corrientes de agua, los arroyos se fueron corriendo libremente entre los cerros, y las aguas quedaron separadas cuando aparecieron las altas montañas”. Deseosos de ser adorados, los dioses tratan de lograrlo con loa animales, pero no consiguen que hablen, por lo cual ensayan hacer un verdadero hombre de tierra y lodo. Este primer intento resulta fallido, pues los hombres se humedecían con el agua, se deshacían y no se podían sostener, por lo que destruyen su creación y tratan de nuevo con la madera como elemento primordial. Esta humanidad hablaba y pobló la superficie de la tierra, pero no tenía alma ni entendimiento, no pensaba en los dioses, y fueron destruidos por medio de un gran diluvio, y su descendencia serían los monos que ahora habitan en los bosques. Por último, los dioses deciden emplear el maíz: “De maíz amarillo y de maíz blanco se hizo su carne; de masa de maíz se hicieron los brazos y las piernas del hombre. 13 Únicamente masa de maíz entro en la carne de nuestros padres los cuatro hombres que fueron creados” Pocos dioses mayas tenían plenamente forma humana, la mayoría muestran en las representaciones una mezcla de rasgos humanos y animales. Tienen carácter dual, como síntesis de oposiciones, de modo que pueden ser a la vez benéficos y maléficos, jóvenes y viejos, masculinos y femeninos. Un mismo dios suele tener varias advocaciones y nombres, lo que da la impresión de que el panteón era más numeroso de lo que debió ser en realidad. Los dioses principales de la civilización maya son: • • • • • • • • • • Itzam Ná, dios creador y conservador de la especie humana, representado primero con aspecto de reptil y después como un anciano. Una de sus manifestaciones como dios de la fertilidad y de la vegetación es Bolon Dz, acab. Ix Chebel Yax es la esposa del creador y aparece en los códices con una madeja de algodón como patrona del tejido, y a veces volcando el agua de un recipiente, pero casi siempre como una mujer vieja pintada de rojo. Kinich Ahau es el dios del sol y se le representa como un anciano de ojos cuadrados y una especie de línea o lazo por debajo, o bien bizco con un solo diente en la mandíbula superior en forma de T. Ix Chel es la diosa de la luna. Patrona de los nacimientos y las relaciones sexuales. Asociada con el agua del mar y de los lagos y con la tierra. Chac es el dios yucateco de la lluvia, cuyo culto estuvo desde fechas remotas muy arraigado. Tiene una larga nariz colgante y a veces la boca desdentada. En los códices suele tener unhacha, símbolo de los rayos o del trueno, una antorcha, símbolo de la sequía, o una vasija de la que cae el agua. Ah Mun es el dios del maíz, un personaje muy joven de cuya cabeza sale, o en cuyas manos o tocado aparece una mazorca o las hojas de la planta del maíz. Yum Cimil, por último, es el dios de la muerte, con forma humana y rasgos de esqueleto. Su cuerpo está manchado de negro y amarillo, colores de muerte que simbolizan la descomposición de los cadáveres. Ah Puch, dios de la muerte; diso del viento; dios de la guerra; dios de la muerte repentina y de los sacrificios humanos. Xamán Ek, dios de la estralla polar. De los relieves, pinturas murales y escenas en la cerámica, se infieren algunos rituales mayas. Fundamentalmente son los sacrificios humanos, de animales, plantas u objetos. Nota: A los seres humanos se les sacrificaba extrayéndoles el corazón, por decapitación, ahogamiento y flechamiento. Tales ceremonias se orientaban a conseguir abundantes lluvias, a evitar determinadas catástrofes o a mantener el orden cósmico. Los oficiantes se purificaban previamente mediante sangrías, ayuno y continencia sexual; se perforaban la lengua, el lóbulo de la oreja o los genitales, con espinas de maguey o de manta de raya y dientes de tiburón. Con navajas de obsidiana se hacían profundos cortes en el cuerpo, y la sangre se ofrendaba a los dioses en recipientes preparados al efecto. Los ritos funerarios son muy variados e incluyen el sacrificio de acompañantes, la conservación y tratamiento posterior de alguna parte del cuerpo y la ofrenda de vasijas, joyas, utensilios y una cuenta de jade que se colocaba en la boca del difunto. El nombre para los sacerdotes en Yucatán era Ah Kin, aunque según sus funciones y su jerarquía recibían otras denominaciones. Los Ahau can mai se encargaban de los cálculos calendáricos, la adivinación y las profecías. El Ah Nakon se ocupaba de los sacrificios humanos, y el Chilar de los augurios. Sobre todos estaba el Halach Inc., supremo jefe religioso y también político. Más imprecisa son las informaciones sobre una orden de sacerdotisas que vivirían en riguroso aislamiento cerca de los edificios dedicados al culto. Parece que sus funciones incluían la conservación del fuego sagrado y que eran muertas a flechazos si perdían su virginidad. A mediados del siglo VII d. C. la civilización maya pasó por su máximo esplendor y al finalizar el siglo IX, por razones aún no bien conocidas, iniciaba su declive, que en un primer momento afectó a los grandes centros ceremoniales del sur. No se vuelven a grabar fechas 14 completas en las estelas, y la civilización, localizada ahora en el norte y la parte media de la península del Yucatán, toma nuevos derroteros Nota: La decadencia se manifestó en el abandono por las élites de cualquier forma de actividad cultural, en la parálisis de la actividad manufacturera y las construcciones públicas y en el despoblamiento de las tierras bajas del sur. Periodo Posclásico, entre el siglo X d. C. y la conquista española. Este último periodo dividido en tres fases: 1. Predomino de Chichén Itza, vieja ciudad clásica que a finales del siglo X era ocupada por un grupo étnico procedente del sur, que se conoce como Itza. Ciudad que comenzó una etapa de expansión y fue el primer Estado centralizado de la historia maya, afectando todo el norte y centro del Yucatán. Algo después otras gentes, gobernadas quizás por un señor, Kukulcán, fundan Mayapán. Todos ellos introducen en tierra maya rasgos culturales toltecas originarios del altiplano de México. Los linajes Itzá, Cocom y Xiú se imponen a las poblaciones preexistentes y modifican de manera sustancial sus costumbres y creencias. 2. Predominio de May apán, ciudad que declara la guerra a Chichén Itza y que con ayuda de mercenarios mexicanos destruye la ciudad hacia 1200. El poder del linaje Cocom durará hasta 1441, cuando aliados varios jefes maya-toltecas bajo la dirección de Ah Xupán Xiu, saquean Mazapán y matan al Halac Inc y a sus hijos. 3. Desintegración: Con la caída de Mayapán, desaparece la última poderosa ciudad-estado de Yucatán. Sigue, a continuación, en la mitad norte de la península un tiempo de guerra y desorganización, durante el cual más de veinte pequeñas provincias se mantienen en conflicto permanente. Pese a ello los españoles tardarán casi 20 años (1527-1546) en conquistar y pacificar el territorio. El último d maya en las tierras bajas, Tayasal, logrará mantenerse independiente hasta el año 1697 amparado en la densa selva petenera. UNA CULTURA AL SERVICIO DE LOS DIOSES La cultura maya se forma precisamente en el lugar donde va a desarrollar todo su devenir, es decir, fueron formando la cultura y sus formas propias de vida, con sus variantes regionales, por obra de la agricultura del maíz y las hortalizas, del clima y de los elementos circundantes, colonizando tierras boscosas o yermas, disputándole a la selva el terreno para la milpa. Contactos intensos y permanentes entre la diferentes regiones facilitaron el desarrollo de Los una cultura común, con cerámica policromada; el empleo de la falsa bóveda; un calendario complejo; una escritura jeroglífica de signos ideográficos, silábicos y fonéticos; y un sofisticado sistema numérico de base vigesimal, que tenía la unidad y el cero, lo que les permitió importantes avances matemáticos, y que expresaba los números con puntos y barras. La cultura maya es una cultura esencialmente intelectual, sometida en sus expresiones más elevadas –Ciencia, Arte y Literatura- a la poderosa cohesión e influencia del clero. Sobre una base económica rural se monta una refinada cultura, que mantiene su unidad y la continuidad de sus logros en virtud de la solidaridad sacerdotal. Una unificación, sin duda, debida a los “concilios” sacerdotales, reunidos para controlar resultados científicos, corregir la cuenta de los años y otros aspectos similares, ya que todo el panteón religioso es una fabricación puramente sacerdotal. Debemos pensar que primero fue la observación astronómica y que ella exigió después arbitrar un método para contar la regularidad, frecuencia y variaciones de los elementos celestes. Razón por la que es muy difícil separar entre los mayas calendario y aritmética. 15 Nota: Pueblo agrícola, al maya le era imprescindible poseer una exacta cuenta del paso del tiempo para prevenir el momento exacto del desarrollo del ciclo cultivador. A esta exigencia dio respuesta la ciencia sacerdotal, con una minuciosa observación del cielo y la invención de un sistema matemático de extraordinaria precisión: El Calendario: Los mayas establecieron un calendario solar, de trescientos sesenta y cinco días, y para fijar las fechas, un calendario ritual, de doscientos sesenta días, a los que llamaron, respectivamente, Haab y Tzolkin. Para lograr su objetivo partieron de la base de dar nombres diferentes a veinte días, que se organizaban por trecenas. Así sobre la lista de los veinte nombres (animales) superponían 13 números, que volvían a contarse desde el uno, al llegar al catorce. De este modo, a lo largo del año, un mismo nombre no tenía un mismo número. Combinaron los dos calendarios (suprimiendo los últimos cinco días, por ser número impar) y solo volvía a coincidir al cabo de 52 años o de ciento cuatro años, ciclos que equivalían a nuestros siglos. Además, establecieron “correcciones” por medio del ciclo lunar, del ciclo del planeta Venus, contando incluso con la posición da algunas estrellas, como las Pléyades. Sus exactas observaciones hicieron que en la época del descubrimiento su cuenta del tiempo fuera más correcta que la europea, que exigió, como es sabido, la corrección Gregoriana en el siglo XVI. La Aritmética: está estrechamente vinculada la astronomía entre los mayas. El día y número uno se llaman del mismo modo –kin- y se sigue por un sistema vigesimal, salvo cuando se llega a la cifra del año –nueva coincidencia con el calendario-, siguiendo luego nuevamente. Lo interesante es que para hacer sus cuentas usaron un sistema posicional, usando el cero. Se contaba de izquierda a derecha y de arriba abajo. La escritura jeroglífica: (hiero-glifo = signo sagrado) usada exclusivamente por los sacerdotes. La escritura se empleó en tres materiales distintos. En piedra, para los edificios y estelas; en los códices (en papel de maguey), hechos los signos a pincel; y en las superficies de los vasos de cerámica. Contemporáneos de los olmecas (los hombres del hule o ulmecatl), tomaron de ellos este material. Los mayas supieron fabricar pelotas para sus juegos, suelas para sus sandalias, capas impermeables para protegerse de las lluvias torrenciales y para aplicar cataplasmas, mezclando el hule con otras sustancias. Es posible que el “invento” del maíz se deba a los mayas, en los altos de Guatemala, ya que el maíz e halla en estado silvestre y es el producto de una hibridación llevada a cabo por el hombre. Aunque no haya pruebas para ello, puede afirmarse que el cacao (chacau haa en su lengua) fue cultivado y aprovechado para bebidas refrescantes o embriagantes, o como moneda. Igualmente aprovecharon elementos naturales para tintes, como el llamado por los españoles “palo campeche” (razón económica de la ocupación inglesa de Belice), índigo, cochinilla y púrpura. En sus pintura usaron lo que se suelo designar como azul maya, que lo conseguían de la bideilita. No solo trazaron caminos que incluso atravesaban las lagunas, mediante elevados terraplenes, sino que fueron los únicos indios americanos que supieron cubrir espacios cerrados con obras de fábrica, es decir, con materiales pétreos. Mientras las cabañas eran de madera, paja y cañizos, los palacios, los templos y juegos de pelota eran de cantería, con falsas bóvedas de saledizo, conseguidas por aproximación de hiladas o grandes losas inclinadas. Sin poleas, ya que desconocían el uso de la rueda, levantaron enormes pirámides de cerca de cincuenta metros de altura, así como acrópolis impresionantes. El esfuerzo ingente de llevar sillares talados a muchos metros del suelo sigue presentándose hoy como una gran proeza. El IMPERIO AZTECA: Presentación 16 En la sociedad azteca los militares iban a tener un papel preponderante, dada la gran importancia de la guerra en la expansión del imperio y en el mantenimiento del orden interno. El Imperio azteca, que llegó a tener más de 200.000 kilómetros cuadrados, estaba dividido en provincias, protegidas por sitios fortificados, desde donde se controlaban las rutas comerciales y la entrega de tributos por los pueblos sometidos. Todas las provincias del Imperio debían pagar tributo, aunque algunas estuviesen en manos de la nobleza azteca y en otras siguiese gobernando la nobleza local. La fuerza militar hacia posible no solo el funcionamiento ordenado del Estado, sino también la coacción en los distintos grupos subordinados y el pago de las obligaciones tributarias. Aunque el objetivo principal de las guerras era la obtención de tierras y tributos, su justificación religiosa también era importante, al ser la principal fuente de obtención de esclavos para los sacrificios humanos. Así surgieron las “guerras floridas” Pese a la importancia que había adquirido la guerra, el Imperio descansaba en la agricultura, de excelentes rendimientos e importantes excedentes. Los aztecas combinaron todos los métodos y técnicas disponibles. Tumba y quema en las zonas medias y altas de las montañas, secano en las laderas bajas y regadío en los valles, donde las chinampas se constituyeron e una pieza clave de las explotaciones agrarias. ASPECTOS SOCIALES Y POLÍTICOS EL CALPULLI El pueblo tenía una organización nuclear, el calpulli, que funcionaba como el grupo de parentesco básico al que se adscribía la tierra para su explotación. Nota: La significación de calpulli “gran casa”, connota al grupo de personas que, ligadas por vínculo de parentesco, realizaban conjuntamente una serie de funciones de carácter socioeconómico, religioso militar y político. Durante toda la época de la peregrinación, los diferentes calpullis aztecas prestaron obediencia a quienes guiaban al conjunto tribal, los jefes sacerdotes supremos, aquellos que tenían a su cargo el culto de los dioses y el destino mismo de la nación. Cuando se produjo el asentamiento la situación comenzó a modificarse. En Tenochtitlan se delimitaron cuatro grandes sectores o barrios, en los que los calpullis se fueron asentando. A partir de ese momento fue también tributo de los integrantes de un calpulli habitar en un mismo barrio, poseer un territorio en común, trabajar juntos para beneficio de la propia comunidad. La sociedad se encontraba estratificada piramidalmente: EL TLATOANI Y LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA El huey tlatoni (“el grande que habla” “el gran ordenador)” era la máxima jerarquía de la escala local; gobernaba la ciudad y el territorio circundante y contaba con poderes militares, civiles y religiosos. Los diferentes tlatoani estaban emparentados entre sí, siendo el de Tenochtitlan la cabeza de todo el Imperio. Aunque era representante de la divinidad, nunca se pensó, como en el caso de los incas, que fuera hijo de alguno de los dioses o encarnación suya. El gran Tlatoani era igualmente el máximo juez y sobre el recaían las más elevadas responsabilidades. De él dependía la iniciación de cualquier guerra, la promulgación de las leyes y el comienzo de toda empresa importante. Debía ser elegido de entre los pipiltin. Como reflejo, en la organización política, de la creencia religiosa en un supremo dios dual, al lado del huey tlatoani, desempeñaba igualmente funciones importantes el llamado cihuacóatl (“serpiente femenina”, “mellizo femenino”). A este correspondía, en caso de ausencia del tlatoani, desempeñar sus funciones. De manera transitoria asumía el poder en caso 17 de fallecimiento del tlatoani. Entre sus funciones estaba presidir el tribunal más alto o de última instancia y actuar en asuntos religiosos y de administración pública. Lugar prominente tenían los varios consejos existentes, muy particularmente el consejo supremo, formado por representantes de otros consejos secundarios. Entre sus funciones se encontraba auxiliar al tlatoani en las cuestiones que pudiera someter a su consideración, así como participar en la designación de funcionarios. Nota: Otros cuatro dignatarios desempeñaban funciones muy importantes, entre ellas actuar en ocasiones como miembros del supremo consejo: El tlacochcálcatl, “señor de la casa de los dardos” que, junto con el tlacatécatl, asumía la más elevada jerarquía militar. El huitznahuatlailótlac y el tizociahuácatl tenían atribuciones de jueces principales. Con el nombre de tlatoque se conocían los gobernantes de todas las poblaciones de cierta importancia. Posición distinguida correspondía a los llamados tecuhtli (en singular) y tetecuhtin (en plural), palabras que significan “señor de señores” que, escogidos entre los nobles o la gente del pueblo, podían desempeñar diversas funciones, entre ellas las de gobernadores, jueces y supervisores en el pago de los tributos. Cabe recordar que el expansionismo de los aztecas les había llevado a someter a muchos señoríos, antes independientes. En algunos casos los antiguos gobernantes de ellos permanecían en el poder pero con la obligación de prestar obediencia y pagar los impuestos al supremo señor de México-Tenochtitlán. En otros casos eran algunos tetecuhtin aztecas los encargados de la administración de esos pueblos o provincias. LA NOBLEZA O PIPILTIN La nobleza o pipiltin se situaba en un segundo escalón, junto a aquellos que se ennoblecían al integrarse en el ejército (Caballeros Jaguar y Caballeros Águila). La continua percepción de tierras y tributos les permitió consolidar su riqueza y poder; pese a ello algunas cargas estaban encomendadas a la nobleza, la única que podía utilizar ciertos materiales prohibidos al resto de la población, como vestidos o adornos. Asimismo, podían acceder a la propiedad de la tierra y con frecuencia disponían del trabajo de mayeques y tlatlacotin. Contaban con tribunales y sus hijos contaban con centros de educación especiales. Sus hijos ejercían luego los cargos más elevados del gobierno. Solo de entre ellos podía ser elegido el rey o tlatoani. LOS POCHTECA Resulta interesante destacar el acercamiento que, por razones económicas, habían llegado a tener con los pipiltin los grupos, básicamente de macehualtin, que integraban los sectores de comerciantes. Los pochtecas controlaban el comercio a larga distancia y también tuvieron un papel importante en la expansión del Imperio. Habían obtenido una especie de código jurídico y económico que determinaba las funciones que les tocaba desempeñar. Tenían ritos y ceremonias exclusivamente para ellos. Poseían sus propios tribunales. Organizaban los diferentes sistemas de intercambio comercial, en particular con gentes de regiones muy apartadas. Desempeñaban con frecuencia las funciones de embajadores, emisarios y espías. Llegó a ser tan grande su importancia social y económica que a veces contaron más en la vida pública que muchos nobles o pipiltin. Entre otras cosas, los pochtecas estaban libres de trabajos personales y podían poseer tierras en forma individual, cosa que les colocaba casi a la par con los miembros de la nobleza. LOS MACEHUALTIN En la base de la pirámide estaban los campesinos y los artesanos: los macehualtin o macehuales, “gentes del pueblo”. A ellos correspondía trabajar las tierras que eran de propiedad comunal de su calpulli y, otras veces, también las que pertenecían a los pipiltin, así como las del 18 estado azteca, de la organización religiosa, y aquellas cuyos rendimientos se dedicaban a los gastos de la guerra. A ellos se debía, en máximo grado, el abastecimiento de productos agrícolas que hacían posible el sustento de la población. Además, en su calidad de productores de muy variadas formas de artesanía –materiales para la construcción, cerámica, arte plumario, orfebrería, trabajos en piel etc- satisfacían tanto requerimientos cotidianos y necesarios como otras urgencias de carácter suntuario o destinadas a fines religiosos o bélicos. Individualmente y en su calidad de miembros de los calpullis, participaban de la riqueza obtenida, aunque en mucha menor proporción y de manera distinta, si se compara su situación con la de los pilpintin. Los macehualtin no tenían propiedad de tierra en forma individual. Nota: Más aún, en los casos en los que determinados calpullis poseían escasas tierras laborales o por razón de su desarrollo demográfico no podían ofrecer trabajo a algunos de sus miembros, había macehualtin que realizaban tareas agrícolas en lugares que no pertenecían a su propia comunidad. Eran los llamados mayeques, “los que tienen brazos”, es decir, una especie de braceros que prestaban servicios a otros. Citemos en este punto también a los tlatlacoltin, peculiar forma de esclavos. Su venta no era de por vida, pues ellos mismos u otra persona podía realizar el rescate. En realidad ni los mayeques ni los tlatlacoltin constituían propiamente clases sociales diferentes de los macehualtin o gente del pueblo. Además de participar en el contexto de la producción del estado azteca, los macehualtin integraban, de manera obligatoria, los ejércitos. Su educación la recibían en escuelas, en cada calpulli, las denominadas telpuchcalli, “casas jóvenes”. Su preparación incluía, de modo especial, las técnicas del arte de la guerra. Los tributos La existencia del estado azteca requería del pago de tributos así como de otros ingresos. Tributaban, en función de sus calpullis, los macehualtin; además, los pueblos y señoríos que habían quedado sujetos, así como otros que mantenían aún cierta forma de independencia. Otros ingresos se derivaban de lo que se obtenía de las tierras que pertenecían al estado, así como de los botines de guerra producidos en las frecuentes campañas. Los artesanos y mercaderes tenían un estatuto propio en el que determinaban las contribuciones que les correspondían Nota: Competía al cihuacóatl vigilar lo concerniente a la tributación. Funcionarios subordinados eran el huey calpixqui, “gran guardian de la casa” y el petlacálcatl,”el de la caja o petaca”. SOCIEDAD Y ECONOMÍA Existen enormes divergencias en cuanto al volumen de su población. Entre los cálculos expresados sobre la población del área central (actuales estados de México, Hidalgo, Puebla, Tlaxcala, Querétaro, Guanajuato, Michoacán, Coloma, Jalisco, Guerrero y Veracruz), mientras unos hablan entre tres y cuatro millones de habitantes, otros elevan esta cantidad a los veinte o más millones. En cuanto al modo de especialización de quienes integraban la fuerza humana de trabajo, sabemos que existía una distribución de actividades en función del sexo. Así, al hombre correspondían las tareas agrícolas y la mayor parte de la producción artesanal. Mientras que a la mujer correspondían los quehaceres del hogar, algunos nada fáciles como la transformación del maíz en masa para las tortillas, lo que presuponía largas horas en la piedra de moler. Hilar y tejer eran asimismo ocupaciones que competían a la mujer. La actividad laboral era variada. Unos se ocupaban de los trabajos extractivos (pescadores, recolectores, mineros...) otros grupos se dedicaban a la construcción (albañiles, canteros, carpinteros, pintores…), a las industrias manufactureras (alfareros, canasteros, productores de esteras, sandalias, curtidores, etcétera). Destaquemos el amplio campo de la actividad artesanal dedicada a la producción de objetos utilitarios y de consumo general como 19 papel, instrumentos líticos y de madera, canoas etc. y la de aquellos que elaboraban artículos de lujo o suntuarios (orfebres, artífices de pluma, escultores, los que elaboraban códices o trabajaban con gemas) principalmente para la nobleza y el culto religioso. Junto con ellos la gran mayoría, los macehualtin, dedicaban buena parte de su tiempo a la labranza de la tierra. Eran los productos que de ella obtenían los que, en buena medida permitían su subsistencia, la familiar y la comunitaria; al igual que el pago de los tributos que correspondían al supremo gobernante, al culto religioso y a otros propósitos ligados con la administración pública. Con el nombre de atoctli aptas para la agricultura. En los lugares dotados de agua y materia orgánica prosperaban los cultivos de plantas básicas para el sustento: maíz, fríjol, calabaza. Chile (pimiento). También existían otras tierras para usos más particulares, como las que se nombraban xochimilpan, para el cultivo de diversas flores. Eran muchos los recursos naturales que daban apoyo a la economía, tanto de carácter vegetal como animal. Sin embargo, los animales propiamente domesticables eran, en cambio, casi inexistentes, excepción hecha del perro. La ausencia de otros animales domesticables fue una barrera al desarrollo de una tecnología más eficiente. Al no haber bestias que pudieran servir para la carga y la tracción, el empleo de la rueda se limitó a su aplicación en algunos juguetes. Entre los metales que conoció el hombre prehispánico estuvieron el oro, la plata, el cobre, el estaño y, probablemente, en escala muy reducida el plomo. Otros minerales que también se aprovecharon fueron el cinabrio (protosulfuro de mercurio), la calcita (carbonato cálcico), así como diversos colorantes minerales, piedras preciosas y otras de diferentes naturalezas. En cuanto al instrumental y la técnica empleada y a pesar de haber logrado grandes creaciones culturales en campos como el del arte, en los cómputos calendáricos y astronómicos, no alcanzaron a tener un instrumental muy perfeccionado, aunque sí, en muchos casos eficiente. Abarcó todos los utensilios hechos en piedra (martillo, raspadores, morteros,..), otros de pedernal, hueso y madera, como la coa, el palo que servía para las tareas agrícolas y, en menor número, de metal. De estos cabe destacar las hachas de cobre. Particular atención merecen las técnicas alcanzadas en el cultivo de la tierra. Además de la agricultura de temporal, en la que no se descuidaba el empleo de algunas formas de abono, se valieron de sistemas de regadío, cultivos escalonados y, sobre todo, el uso de las chinampas, conocidas como “jardines flotantes” o mejor, “anclados” sobre el lecho de los ríos. La unidad de producción primaria era la familia, cuyos integrantes participaban en trabajo en función del sexo, como ya se ha indicado. Unidades mucho más amplias las constituían los calpulli, algunos de estos, al parecer, especializados en determinados artículos, por ejemplo, en los trabajos artísticos hechos de plumas. En cuanto a unidades de producción pagaban tributos al estado. También proporcionaban mano de obra para realizar empresas, bien fuera en provecho del mismo calpulli o de la comunidad del pueblo o ciudad. Este tipo de servicios –tributos y participación directa en trabajos- eran asimismo obligación de entidades más amplias, los señoríos sometidos al dominio de México-Tenochtitlan. Finalmente se reseña, como elemento de suma importancia para comprender los alcances que llegó a tener la economía en el México antiguo, la existencia de mercados y el comercio exterior llevado a cabo por los pochtecas. Refiriéndose al mercado principal de Tlatelolco, el conquistador Bernal Díaz del Castillo escribe en su crónica: “quedamos admirados de la multitud de gentes y mercancías que había en la gran plaza y del gran concierto que en todo tenían...Comencemos por los mercaderes de oro y plata y piedras ricas, y plumas y mantas y cosas labradas y otras mercaderías de indios, esclavos y esclavas…Otros mercaderes que vendían ropa más barata y algodón y cosas de hilo torcido y cacahuateros que vendían su cacao…y había muchos herbolarios y mercaderes de otra manera…Y también vendían hachas de latón y cobre, y jícaras y jarros de madera muy pintados..Ya querría haber acabado de decir todas las cosas que allí se vendían…”. A la metrópoli mexicana fluía toda clase de productos procedentes de regiones cercanas y apartadas, obtenidos gracias a las negociaciones de los mercaderes o en calidad de tributos. A su 20 vez, desde la capital se exportaban múltiples objetos manufacturados. Ciertamente se habían vuelto complejas las relaciones de producción e intercambio durante el esplendor de Tenochtitlan. Nota: Las dos rutas más importantes del comercio establecido por los pochtecas eran: - Una se dirigía a Xicalanco, junto a la Laguna de Términos, en las costas del Golfo. Desde antiguo llegaban allí también en sus embarcaciones comerciantes de la región maya. Allím podían adquirirse productos de zonas tan apartadas como Yucatán, Honduras y aún las islas del caribe. - La otra ruta llevaba a las costas del pacífico sur, en especial a la rica zona del Soconusco, en Chiapas, de donde provenían el cacao, plumas de quetzal, jade y metales preciosos. LA RELIGIÓN AZTECA En las creencias religiosas de los aztecas y en el conjunto de sus ritos, sacrificios, fiestas, organización sacerdotal y, en una palabra, en la totalidad de sus formas de culto había elementos de orígenes muy diferentes entre sí. Pervivían tradiciones de gran antigüedad, herencia en común de muchos pueblos en el ámbito del México antiguo. Nota: Algunos elementos provenían de la etapa preclásica, anterior a la era cristiana. Muestra de ello es la veneración al dios del fuego, el que se conoce también como Huehuetéotl, el dios viejo. Perduraron asimismo creencias que habían florecido en las costas del Golfo de México. Probable ejemplo lo ofrecen la adoración de deidades como Tlazoltéotl, la diosa que enciende el amor lujurioso y que es a la vez “devoradora de inmundicias”; o la veneración a Xippe Tótem, dios fecundador. Cabe recordar otros con raíces muy antiguas entre los olmecas, que vivieron en el primer milenio a. C., más tarde también invocadas en el ámbito maya y en otras regiones. Entre estos dioses destacan Tláloc, el propiciador de la lluvia, Chalchiuhtlicue, “la del faldellín de jade” y Quetzalcóatl, “Serpiente emplumada”. Legado para los aztecas fueron, asimismo, muchas de las creencias y prácticas religiosas de las metrópolis de Teotihuacan (siglos I-IX d.C.) y Tula (X-XI d.C.), en donde ya se habían adorado algunos de los dioses ya indicados. Pero el panteón mesoamericano llegó a enriquecerse todavía más en dichos lugares. Aparecen así Xochipilli, “el príncipe de las flores”, el protector de las artes; así como Tezcatlipoca, “el espejo que ahuma”. A todo este sustrato que incluía múltiples mitos y doctrinas, formas de sacrificios y otras variadas prácticas, se sumaron también las creencias de grupos que, más tarde, vinieron a asentarse en la región central de México. Hacemos referencia a los que se nombraron genéricamente “chichimecas”, los seminómadas de las flechas y el arco que, tras un largo proceso de aculturación, comenzaron también a sentarse en pueblos, imitando la vida civilizada de los antiguos toltecas. Precisamente los aztecas, uno de los grupos que a la postre vinieron a ubicarse en el valle de México, traerían también sus formas de culto y sus propios dioses tutelares. Entre estos sobresalen Huitzilopochtli, “el colibrí de la izquierda”, que habría de identificarse con el sol, y la madre de este, Coatlicue, “la de la falda de serpientes”. Aunando lo netamente azteca con todo aquello que provenía de etapas y pueblos muy diferentes, la religión prevalente en México-Tenochtitlan al tiempo de la conquista española fue, en realidad, el resultado de largos procesos de fusión o sincretismo. En cualquier caso, hay que subrayar que, por obra de los sacerdotes y sabios, ese gran conjunto de elementos religiosos lejos de ser un confuso agregado alcanzó un orden en función de la visión del mundo y los ideales de la nación azteca. El mito de los orígenes Según los textos y códices que se conservan en lengua indígena el mundo había existido varias veces consecutivas. La que se llamó “primera fundamentación de la tierra” había tenido lugar hacía milenios. Tanto que, en conjunto, habían existido ya cuatro soles y cuatro tierras anteriores a la época presente. En esas edades llamadas “soles” había tenido lugar cierta 21 evolución en espiral, con la aparición de formas cada vez más perfectas de plantas y de alimentos. Las cuatro fuerzas primordiales –agua, tierra, fuego y viento (curiosa coincidencia con el pensamiento de Occidente y de Asia)- habían presidido esas edades o soles, hasta llegar a la quinta época, designada como la del Sol de Movimiento. Nota: Tal vez partiendo de antiguos cultos al sol y a la tierra, concebidos como principio fecundante y como madre universal, llegó a concebirse la realidad de una deidad suprema de naturaleza dual, sin perder su unidad: Ometéotl, “Dios dual”, Señor y Señora de nuestra carne. Este, en una misteriosa generación y concepción cósmicas, dio lugar a todo cuanto existe. Él es, como se repite con frecuencia, “Madre de los dioses, Padre de los dioses, el dios supremo”. En un primer desdoblamiento de su propia realidad hizo nacer a sus cuatro hijos, los tezcatlipocas, “Espejos que ahuman”: blanco, negro, rojo y azul. Estos dioses -con uno de los cuales se identificará muchas veces Quetzalcóatl, símbolo de la sabiduría divina- constituyen las fuerzas primordiales que pondrán en marcha la historia del mundo. En un principio los hijos del dios dual obraron todos de acuerdo para echar los cimientos de la tierra, del cielo y de la región de los muertos. Destruido sin embargo el universo cuatro veces consecutivas por las pugnas de los dioses, estos se preocuparon por poner fin a tanta desgracia. Se reunieron entonces en Teotihuacan para dirimir sus envidias y dar principio a una nueva edad, la quinta de la serie, en la cual habían de nacer los hombres actuales. Esta quinta edad, que recibiría el nombre de “Sol de movimiento”, iba a ser el resultado de la intervención y el sacrificio voluntario de todos los hijos del dios dual. Y restaurada la tierra, fueron restaurados y puestos en movimiento el Sol y la Luna, gracias al sacrificio de los dioses. Si por el sacrificio de los dioses se hizo posible el movimiento y la vida del sol, tan solo por el sacrificio de los hombres podrán preservarse su vida y movimiento, evitándose el cataclismo que, como en las edades antiguas, podría poner fin a este Sol y a este tiempo en el que viven los seres humanos. Ciclo tolteca de Quetzaocóatl Así como los mitos de los orígenes cósmicos y del hombre aparecen ligados con Teotihuacan, la actuación del sabio sacerdote Quetzalcóatl está vinculada con el esplendor de Tula y los toltecas (siglos X-XI d.C.). Derivando probablemente su nombre del dios Quetzalcóatl, quien simbolizó la sabiduría del supremo dios dual, el Quetzalcóatl sacerdote parece haber dado principio a una nueva concepción religiosa de elevado espiritualismo. Nota: El cuadro del reinado de Quetzalcóatl es la descripción de una vida de abundancia y riqueza en todos los órdenes. Los toltecas habían recibido del sacerdote Quetzalcóatl su sabiduría y el conjunto de todas las artes. El sacerdote habitaba en sus palacios de diversos colores, orientados hacia los cuatro rumbos del universo. Allí llevaba una forma de vida que lo acercaba a la divinidad. Vivía en abstinencia y castidad. Pero, sobre todo, estaba consagrado a la meditación y a la búsqueda de nuevas formas de acercarse a la divinidad. Se afirma que Quetzalcóatl “buscaba un dios para sí”; es decir, se esforzaba por percibir cuál era la naturaleza del supremo dios dual, al que con frecuencia designaba como único dios. Creencias y ritual aztecas La versión de la historia azteca, que incluye datos acerca de su religión, se conserva en los diversos textos indígenas. En ellos las divinidades netamente aztecas, en particular Huitzilopochtli, se sitúan en un mismo plano con los dioses creadores de las edades o “soles”, es decir, con Tezcatlipoca y Quetzalcóatl. Pero sobre todo aparece vigoroso el espíritu místicoguerrero del “pueblo del sol”, es decir Huitzilopochtli, que tiene por misión someter a todas las naciones de la tierra para hacer cautivos con cuya sangre habrá de conservarse la vida del Sol. Nota: Cuando los aztecas hicieron suya la idea de que su misión consistía en extender los dominios de Huitzilopochtli, para obtener víctimas con cuya sangre debía preservarse la vida del sol, tal forma de rito se practicó con mayor frecuencia. Para llevar a cabo los sacrificios de quienes habían sido cautivados en la guerra, habían edificado los aztecas un templo rico y suntuoso en honor de Huitzilopchtli. El antiguo calendario, heredado de los tiempos toltecas, 22 regía el ciclo sagrado según el cual se determinaban los sacrificios que se debían hacer a los dioses durante el año. Quedó establecido así lo que se puede llamar como “un teatro perpetuo”, en el que muchos de los autores, víctimas humanas que representaban el papel de los dioses antes de ser sacrificadas, revivían en los ritos el antiguo prodigio realizado por los dioses, que también murieron y dieron su sangre por hacer posible la vida del Sol y de todo cuando existe. Un antiguo himno sagrado, en el que se invoca a Huitzilopochtli muestra la importancia que este había adquirido entre los dioses venerados en Tenochtitlan. Si su madre Coatlicue había quedado identificada como una de los rostros de la suprema deidad femenina, este recibía ya las más elevadas formas de culto. Su santuario se situó, con el de Tláloc, el Señor de la lluvia, en lo más alto de la pirámide principal, dentro del recinto del que se conoce como Templo mayor. LOS INCAS ORIGEN Y DESARROLLO DINÁSTICO Eran originarios de la región de Huari y se establecieron en el valle del Cuzco a finales del siglo XIII. La región se encontraba ocupada por algunos grupos aymaras, que fueron asimilados por estos. Según la leyenda diez ayllus fundaron el Cuzco. Nota: Cada ayllu era un clan patrilineal endogámico, una unidad de parentesco cuyos miembros se creían descendientes de un antepasado común. El Cuzco se dividió en cuatro barrios y este modelo fue aplicado por los incas a posteriores fundaciones. A finales del siglo XIV se sentaban las bases del Imperio incaico. El Inca que transformó el reino de Cuzco en el IMPERIO DE TAWANTINSUYO (el Reino de las Cuatro Regiones) fue Pachacuti, cuya victoria sobre los chanca en 1438 le otorgó el control sobre toda la región. A finales del siglo XV, y durante el reinado de Topa Inca Yupanqui, el imperio se extendió hasta Quito, en el norte. A la llegada de los españoles, y coincidiendo con el momento de su máxima expansión, el Tawantinsuyu se extendía desde la actual frontera ecuatoriana-colombiana hasta el río Maule, en el centro de Chile, mientras que por el este, la selva amazónica y el gran Chaco fueron sus límites. Nota: La fantasía mítica inca nos habla de la llegada al valle del Cuzco, procedentes de la legendaria región del Titicaca o de un lugar más cercano, de la pareja de hermanos-esposos Manco-Capac y Mama Ocllo, fundadores de la dinastía incaica. A partir de aquí, podemos interpretar el asentamiento de un pequeño grupo étnico originario de algún lugar no muy alejado ni diferente del valle, escenario de un admirable proceso de desarrollo histórico, aglutinando, consolidando e institucionalizando costumbres y tradiciones de pueblos diversos, unificándolos bajo la estructura de un gran imperio, el de Tihuantinsutu, El proceso que hizo llegar a un simple y pequeño estado rural a extender su hegemonía en todo el territorio andino fue estimulado por las constantes apetencias expansionistas de otro grupo étnico, guerrero y fuerte, establecido en un área cercana al asentamiento originario inca en el valle del Cuzco: el de los chancas. La rivalidad inca-chanca forzó a ambos pueblos a buscar alianzas entre sus vecinos. La colaboración de uno de estos, el de los quechuas, con los descendientes de Manco Capac fue un factor importante en la supremacía final del grupo inca sobre el Chanca, y no por cuestiones simplemente estratégicas. Pues el pueblo quechua aportó uno de los elementos más decisivos para la unificación política y administrativa del futuro gran imperio: el idioma, que se convertirá en el Runa Simi, la Lengua de los hombres. Nota: La tradición indígena, recogida por los cronistas españoles, refiere la historia de doce emperadores, el último de los cuales, Huaskar, había sucumbido a la potencia y empuje de los ejércitos de su hermano Atau Huallpa, que se disponía a hacerse reconocer como el décimo tercer soberano del Tahuantinsuyu, en el año 1532. Esa misma tradición insiste en la sucesión de dos dinastías, la Hurin Cuzco, cuyos soberanos se instalaron en la parte baja de la ciudad, y la de los Hanan Cuzco, que trasladaron su residencia a la parte alta de la misma. 23 Solo a partir del octavo soberano, el Inca Viracocha se puede hablar con propiedad de una historia del Tahuantinsuyo, cuyo verdadero forjador fue su hijo y sucesor Pachacuti, el “Gran Reformador”, que reinó entre 1438 y 1471. La verdadera historia incaica abarca pues, apenas un siglo, tiempo suficiente como para crear un gran imperio. Nota: Las campañas de Pachacuti llevaron esta expansión hasta el territorio de los aymaraes de a zona del Collao, junto al lago Titicaca, donde había florecido la civilización de Tiahuanaco, cuna de tradiciones que, como se ha dicho, hablan precisamente del origen del pueblo inca. Desde el altiplano hasta la costa del pacífico la soberanía de los incas fue reconocida sin excepción. Hacia el norte Cajamarca representó la frontera más exterior de imperio de Pachacuti. Pero la obra de este monarca no se limitó a la simple conquista de nuevos territorios. Su labor como legislador y organizador sentó las bases para la consolidación y sucesivo engrandecimiento del Imperio. Tucac Inca Yupanqui, todavía en vida de su padre y mientras este se dedicaba a la tarea de organización del Imperio y de la reestructuración y embellecimiento de su capital, fue el artífice del ensanchamiento territorial del Tahuantinsuyu. Sus campañas lo llevaron hasta las tierras de los señores del Norte, del reino de Quito, en la zona de la Sierra, y del señor de Chimú en la costa. Desde Chimú no le fue difícil subyugar todos los señoríos costeños hasta Pachacamac, en las cercanías de la actual ciudad de Lima, a su regreso a Cuzco. Por el sur la expansión del Tahuantinsuyu le llevó hasta las tierras chilenas imponiendo su autoridad a todos sus habitantes hasta el valle del río Maule. El último gran Inca, Huayna Capac, no amplió demasiado sus fronteras y su labor fue dura y difícil en la tarea de consolidar la soberanía incaica en regiones vastas y lejanas, enfrentándose a constantes rebeliones, sobre todo en el Norte. A su muerte, en 1530, dejaba el orden incaico restablecido y respetado desde el sur de Chile, donde él mismo dirigió la empresa de organización administrativa, hasta las tierras del sur de la actual Colombia, fijando la frontera en el río Ancasmayo y redondeando las fronteras del Imperio hasta la zona oriental de la actual República del Ecuador. La crisis sucesoria y las guerras civiles entre sus hijos Huaskar y Atau Huallpa, son sucesos absolutamente históricos y coincidentes con la llegada de los conquistadores. El IMPERIO INCA Introducción El establecimiento de una lengua oficial, el quechua, y de una religión común para todos sus súbditos, constituyó un poderoso medio de unificación política y el instrumento indispensable para sostener la maquinaría administrativa y la movilización de hombres y productos, necesaria para mantener la seguridad y abastecimiento de todos los rincones del Tahunatinsuyu. Los incas construyeron una impresionante red viaria de casi 25.000 kilómetros de longitud a lo largo y ancho de los Andes para mantener la unidad política y administrativa del Imperio y canalizar los flujos de productos y personas. En unos casos de trata de senderos que sólo permitían el paso de llamas en otros se trataba de calzadas transitadas por ejércitos enteros con gran rapidez. El sistema contaba con dos ejes principales que atravesaban el imperio e dirección norte-sur. Al desconocer o no utilizar el transporte y las comunicaciones marítimas, se dio especial importancia a las de tierra, a través de caminos y puentes. El verdadero alarde de la técnica incaica fue la construcción de majestuosos puentes colgantes, que volaban literalmente sobre los cañones profundos y anchos de los grandes ríos. Nota: Su seguridad requería la presencia constante de un vigilante que, además de supervisar su buen estado, controlaba el paso de viajeros, a los que exigía un pontazgo o pago de peaje, que debía ser hecho efectivo con parte de la carga que transportaban. Posiblemente se tratara de un simple modo de controlar las movilizaciones de una población sujeta a normas estrictas en cuanto a su falta de libertad para trasladarse de un lugar a otro. 24 La base económica de los incas, como la de los aztecas era la agricultura intensiva. Los principales cultivos eran a papa, el maíz, la quinua, los fríjoles y las calabazas. Un extendido sistema de terrazas y una avanzada tecnología hidráulica favorecieron su éxito agrícola, que se combinó eficazmente con la ganadería de llamas y alpacas. Nota: Como en todas las manifestaciones de su cultura, los incas en el ámbito de la ingeniería fueron herederos de las realizaciones anteriores, conseguidas por el esfuerzo y capacidad de respuesta de los grupos asentados en las diversas zonas de la geografía del Tahuantinsuyu. Pero, además, el genio organizador del pueblo inca fue capaz de extraer de esas experiencias el máximo rendimiento en su principal objetivo: alcanzar el más alto nivel de producción en todas sus tierras. Conseguir el dominio del espacio en una verdadera labor de remodelación y estructuración de la propia naturaleza, mediante la construcción de terrazas escalonadas o andenes que ampliaron el terreno utilizable para la agricultura (aseguraban un aprovechamiento total del agua que se iba infiltrando desde lo más elevado, reduciendo además, gracias a la sabia combinación de los materiales de relleno depositados entre sus muros, las pérdidas que podría provocar la evaporación) o el desarrollo del urbanismo, con el complemento de una completa red de canalizaciones de riego para aquélla o de abastecimiento de aguas para este, en ambos casos con un perfecto sistema de drenajes para asegurar la consistencia de las construcciones. No solo la infraestructura de las ciudades requería de una técnica de ingeniería, la misma arquitectura, en su grandiosa simplicidad, puede considerarse también como obra de técnicos expertos en esta ciencia que debían estudiar y conocer la capacidad de resistencia de los materiales líticos, el equilibrio y el peso de los distintos elementos arquitectónicos, la perfecta aplicación de eficaces técnicas antisísmicas que han permitido la conservación de numerosos edificios de forma intacta, en una zona sacudida por frecuentes y devastadores terremotos. La más importante muestra de la perfección alcanzada por la técnica incaica para conseguir hacer aprovechable un terreno con fines urbanísticos y agrícolas conjuntamente es, sin duda, el impresionante conjunto de la ciudad de Machu Pichu. A diferencia del gran Imperio mesoamericano, los incas no practicaban el comercio a larga distancia ni tenían monedas ni tributos pagados en especies. Por ello las relaciones de redistribución entre los distintos grupos integrados en el Imperio, de buen grado o por a fuerza, tuvieron una gran importancia. LA ESTRUCTURA SOCIAL El ayllu La sociedad cuzqueña estaba organizada según unos patrones cuyo modelo se siguió en todo el Imperio, aunque, sin duda, la existencia de una forma general de agrupación social, el ayllu, simplificó la adopción de ese modelo y la generalización de las instituciones que se basaron en él. El ayllu fue la cédula fundamental en la organización de las sociedades preincaicas en toda el área andina. Es una comunidad formada por el conjunto de los descendientes de un antepasado común, real o supuesto, pero cuya verdadera coherencia se sustentaba en la posesión y el trabajo en común de un territorio, la marka, y el culto a espíritus o divinidades protectoras del grupo o sus tierras Nota: Este tipo de comunidad agraria es la que se ha mantenido en las zonas rurales andinas, allí donde el sistema de colectivismo agrario ha continuado siendo el modelo tradicional de producción. Lo que prueba que el vínculo de la posesión y el trabajo en común de la tierra tuvo más fuerza que el representado por la consanguinidad. Los ayllus imperiales, las panaca, que no tuvieron este carácter de territorialidad porque nunca cultivaron sus tierras, arrastraron su existencia apenas hasta los últimos años del siglo XVI. Sin prescindir de esta célula básica, la sociedad del Cuzco quedaba organizada a partir de la existencia de dos grupos humanos diferentes: los incas conquistadores y el de los habitantes primitivos de la ciudad. Si bien el grupo conquistador mantuvo una endogamia estricta con el fin de mantener su carácter diferenciador, sus jefes, los collana, empezaron a tomar entre los 25 conquistados, los callao, mujeres como esposas secundarias o concubinas. De esta forma surge el grupo de los payan. Los términos collana, payan y callao son solamente indicativos de una categoría social, no étnica, y formaban la distribución social en el Cuzco. Nota: Para mantener la relación endógama de todos los grupos todas las ciudades y pueblos del Imperio estaban divididos en dos zonas la Hanansaya y la Hurinsaya. En ellas los grupos sociales del Cuzco se reflejaban en los ayllus collana compuestos por los representantes de la autoridad central, los funcionarios de la alta jerarquía pertenecientes al grupo inca; los payan estaban integrados por la familia de los curuca o señores étnicos; y los callao por la masa del pueblo. Pero sobre esta estructura casi empírica, la organización social implicaba una mayor complejidad y una jerarquía de grupos y clases o estamentos sociales: 1. La figura del Sapa Inca se situaba por encima de todos ellos como ser supremo, diferente a todos por su categoría de hijo del sol. 2. La nobleza, integrada por lo que los españoles llamaban “orejones”, debido a la deformación de sus orejas por el uso, exclusivo para ellos, de grandes adornos circulares incrustados en sus lóbulos, tenía diferentes grados. Nota: A pesar de ser numerosa como consecuencia del régimen de poligamia, que fue un factor diferenciador en ella con respecto al pueblo y una necesidad impuesta por la exigencia de la alta burocracia, que solo se podía nutrir de ella, no dejó de ser siempre una minoría respecto a la población plebeya, de la que dependían para su subsistencia. En ella existía, además, una marcada jerarquización: - La descendencia de un inca, tanto masculina como femenina, con exclusión del heredero, formaba su ayllu, la panaca real. La primera generación de los panacas, es decir los parientes directos del emperador, sus hermanos, o los hermanos de su padre, vinculados a él por lazos estrictamente endogámicos, constituían la nobleza de categoría superior, encuadrados dentro del grupo collana. - Las siguientes generaciones, también emparentadas entre sí, aunque hubiera en ellas descendientes del grupo no collana, sino payan, constituían un estamento de la nobleza de sangre, aunque de segunda categoría. - Ajenos a la nobleza de sangre, existían grupos privilegiados formados por los cayao establecidos en el Cuzco y sus zonas cercanas. - La nobleza local o provinciana constituida por los señores étnicos de territorios integrados en el Imperio, colaboradores voluntarios de la administración cuzqueña, gozaban también de la consideración y de los privilegios propios de las elites metropolitanas. 3. Un grupo privilegiado era el de las mujeres escogidas o aclla. Seleccionadas o escogidas desde la pubertad entre las hijas del pueblo, junto a las de la propia aristocracia, eran educadas y preparadas para cumplir importantes misiones. Durante cuatro años recibían una educación esmerada que abarcaba desde el perfeccionamiento del idioma y las artes domésticas hasta la iniciación en los secretos de la religión y el culto. Una parte de ellas eran destinadas a servir de esposas o concubinas para las elites; otras, en pequeño número, eran designadas como víctimas en sacrificios religiosos; el resto, las mamacunas, las verdaderas “vírgenes del Sol” dedicaban su vida al cuidado de los templos y del culto estatal, recluidas perpetuamente en los acllahuasi anejos a esos templos, obligadas a guardar perpetua castidad y sujetas a una rígida disciplina. 4. Existía un grupo social que se nutría de la masa del pueblo y que se rigió por normas muy especiales. Los mitimaes o trasladados constituían un estamento utilizado por los Incas con fines económicos y militares. Al parecer, los que tuvieron un carácter militar eran realmente grupos privilegiados que llegaron a alcanzar una situación de excepción en la sociedad de los territorios más alejados del Cuzco, sobre todo en los últimos tiempos del Incario. 26 Nota: El traslado de ayllus completos o de población en masa obedecía a motivos políticos o económicos. Cuando un territorio era incorporado al Tahuantinsuyu, era de vital importancia su integración, acelerada y sin riesgos, en el marco general del Estado. Para facilitar ese proceso, nada mejor que trasladar un grupo, ya perfectamente incaizado, que además de imponer las técnicas y difundir el modo de producción tradicional cuzqueño, garantizaba la seguridad del territorio controlando a la población autóctona y evitando los posibles complots que en ella pudieran gestarse contra la soberanía de los incas. Estos grupos eran los verdaderos mitimaes de privilegio. 5. Los hatunruna eran el gran motor del Estado. Sobre ellos caía la responsabilidad de trabajar para el mantenimiento de esas élites improductivas, aunque no inoperantes, y de todo el aparato burocrático estatal. Agrupados en ayllus y conservando su propia idiosincrasia, estaban no obstante sujetos al más estricto control llevado a cabo mediante cuidadosos censos, elaborados periódicamente sobre la base no de todos los individuos, sino de los cabezas de familia, los purej, verdaderos responsables del tributo. La familia campesina era monógama y a todos sus componentes no les estaba permitido trasladar su residencia, ni aún cambiar la forma o los colores de su atuendo, por lo que podía identificarse claramente su origen. No tenían derecho a ningún tipo de educación, salvo la que recibieran en el seno de su propia familia, dirigida exclusivamente al aprendizaje de las técnicas de trabajo o al de las tradiciones del grupo. 6. Formando parte de la masa del pueblo, aunque fuera de su organización, estaban los yana –individuos desvinculados de sus ayllus-, siervos o criados perpetuos, cuya existencia ha motivado el que algunos autores consideren a la sociedad inca como esclavista. Al ser separados de su grupo familiar quedaban liberados de las obligaciones del trabajo comunitario, pero su función era la de desempeñar de forma vitalicia todo tipo de servicios para el señor al que fueran adscritos. A cambio, gozaban de una cierta independencia y beneficios inherentes a la relación directa con un señor, que podía compensar su dedicación y fidelidad incluso con la posesión personal de algunas tierras y con la entrega de concubinas. LA ORGANIZACIÓN POLÍTICO-ADMINISTRATIVA Y EL SISTEMA DE EXPLOTACIÓN Y REPARTO DE LAS TIERRAS El gobierno de los incas se caracterizó por el ejercicio de un poder absoluto, controlado por el Sapa Inca a través de una compleja red burocrática que alcanzaba a todos los súbditos, si bien las tradiciones de los grupos dominados se respetaron en el ámbito religioso, económico e, incluso, político. Nota: Se trataba de un Estado en el que se mezclaron, de manera original, instituciones y formas de gobierno comunistas con un régimen monárquico apoyado en principios teocráticos. La autoridad del soberano del Tahuantinsuyo era acatada por todos sus súbditos con la reverencia debida al hijo del Sol. Todas las tierras eran del Inca y este las distribuía entre los curacas y los ayllus. No existía el tributo en especie, pero todos los pueblos del Tahantinsuyo debían donar parte del trabajo de las comunidades (ayllus) al gobierno, a los sacerdotes y a los curacas. El producto de esas prestaciones personales (mita) se almacenaba en grandes depósitos (tambos), estratégicamente ubicados a lo largo y ancho del Imperio. Estos recursos se empleaban para mantener la integridad del Imperio y en las nuevas campañas militares, para construir caminos y otras obras públicas, así como para socorrer a la población en momentos catastróficos. La monarquía era hereditaria, aunque no forzosamente la sucesión tenía que recaer en el primogénito, ni siquiera en uno de los hijos de la Coya, esposa del Sapa Inca, que a partir de Pachacuti fue una de sus propias hermanas. Nota: La institución del matrimonio adelfogámico por el noveno soberano obedeció, tal vez, al afán de revitalizar el mítico origen de los hijos del Sol, como descendientes de la primitiva pareja de hermanos-esposos Manco Capac y Mama Ocllo, sacralizando así la estirpe conquistadora. 27 El heredero era designado por el Soberano, en función de su capacidad y aptitudes para el gobierno y la estrategia militar. Pero, previamente, tenía que ser reconocido como tal por la nobleza cuzqueña, y de hecho las sucesiones fueron frecuentemente tumultuosas y se decidieron después de motines y conspiraciones entre sectores de esa nobleza, originados por los intereses de los grupos familiares de las concubinas, madres de los pretendientes. Una vez que el heredero era reconocido y proclamado, su autoridad se consideraba indiscutible para la poderosa nobleza y por supuesto para el pueblo, ajeno por completo a las intrigas de la Corte. El Cuzco, centro físico y espiritual del Imperio, en el que residía el Sapa Inca fue el eje y modelo de esa organización perfecta. La misma capital con su estructura cuatripartita generó la división del creciente Tahuantinsuyu en las cuatro regiones o suyos del Imperio, gobernadas por los Suyoyoc Apu, cercanos parientes del Sapa Inca, que formaban un Consejo al que este asistía y gobernaban en su demarcación, siendo las decisiones importantes del soberano. A esta demarcación de carácter político se superponía otra de carácter administrativo: en los suyos se encuadraban la provincias equivalentes a los Estados preincaicos incorporados paulatinamente al Imperio, aunque determinados en sus demarcaciones por la población que había de mantener su productividad, más que en la mera extensión geográfica. Cada provincia debía ser el asentamiento de 40.000 familias y estaba determinada por dos factores originales de la organización político administrativa inca: - La distribución decimal de la población. - La distribución tripartita de las tierras del Imperio. Cuando el Inca conquistaba el territorio se procedía inmediatamente a la distribución de los recursos naturales y humanos. Aún cuando la estructura del Ayllu se respetaba (de hecho se tendió siempre a garantizar la autosuficiencia económica) y se mantuviera la propiedad de las tierras comunales, el soberano confiscaba: - Un lote de ellas que destinaba al mantenimiento del Estado. - Otro lote era reservado para mantener las exigencias del culto: eran las llamadas “tierras del Sol”. - Las del pueblo abarcaban las parcelas necesarias para el sustento de los ayllus. El sistema de la división tripartita de las tierras exigía la reglamentación de los sistemas de trabajo que las ponían en explotación. Para las del pueblo era fundamental garantizar la equidad en el reparto de las parcelas y de la adjudicación a cada familia. La unidad de cultivo para ellas era el tupu, que era “simplemente el lote de tierra necesario al mantenimiento de un matrimonio sin hijos. El reparto, solamente en usufructo, se efectuaba periódicamente cuidando de que cada familia tuviera acceso, dada la diferente calidad de la misma, a tierras en las que se pudieran obtener los alimentos necesarios para su sustento. Los lotes no podían ser cambiados ni vendidos. Repartido el suelo cultivable, la comunidad asistía al sistema de explotación mediante el sistema de ayni, trabajo comunitario mediante un sistema de reciprocidad, que comprendía básicamente las actividades agrícolas, aunque también implicaba la construcción de las casas de cada nueva pareja. Este sistema de reciprocidad local, el ayni, implicaba la obligación para el dueño de la parcela que trabajaba toda la comunidad de alimentar a todos los que colaboraban con él mientras durase el trabajo. Había otro tipo de tierras, que se podrían considerar como propiedad privada, que eran las patrimoniales de cada Inca, transmitidas a sus respectivas panacas y explotadas por la población yana. Nota: ¿Qué proporción existía entre estos lotes y qué criterio se seguía para su distribución? Ciertamente se aseguraba la autosuficiencia de las comunidades, pero las necesidades de consumo de estas se reglamentaban y se mantenían en un nivel mínimo, lo que permitía que la extensión de los restantes lotes fuera considerable. Y esta era una exigencia impuesta por la cantidad de recursos que absorbía el sustento del inca, las élites y el culto, que dependían de la explotación de esas tierras, confiada a las comunidades que residían en ellas. 28 El funcionario que representaba en las provincias la máxima autoridad era el Tlocricuk, cuyas funciones, aunque eran esencialmente administrativas, abarcaban otros aspectos políticos y militares, y además ostentaba el poder ejecutivo de manera muy amplia. Para desempeñar sus funciones contaba con una red de funcionarios subalternos, residentes en las ciudades más pequeñas y en los pueblos de su demarcación, pero él mismo estaba sujeto a una vigilancia y supervisión de su gestión. Nota: Funcionarios volantes o inspectores recorrían constantemente las tierras de Tahuantinsuyu con misiones del Soberano, cuya función era recoger informes sobre todos los aspectos de gobierno y administración. Sin embargo, gracias al respeto que se tuvo por las formas locales de gobierno, con las que se estableció una inteligente coexistencia mediante un estricto sistema de reciprocidad de servicios y de redistribución de bienes se mantenía una absoluta comunidad de intereses entre el poder central y el de los curucas. Los curacas eran jefes locales, cuya autoridad fue respetada casi sin excepción, permitiéndoseles ejercer su autoridad casi sin excepción sobre las comunidades que les estaban sujetas. Eran de categoría variable. Dependían del número de individuos que controlaban y cuyos servicios personales tenían derecho a utilizar. Su rango superior era reconocido dentro de la comunidad y por el Estado. La obligación de los curacas era velar por el rendimiento del trabajo y controlar la entrega del tributo, del que debían rendir cuentas personalmente al Inca en el Cuzco. Nota: A cambio recibían a su vez regalos del soberano. De esta manera se establecía a través de la redistribución de bienes, una comunidad de intereses con los señores locales cuya lealtad era necesaria para el Inca. Lealtad y colaboración que se aseguraban, también, valiéndose del sistema de retener en la capital del Imperio, en calidad de rehenes a los hijos de los curacas, que en su día habían de suceder a sus padres. Mientras las relaciones de redistribución tenían lugar entre las comunidades indígenas (ayllus) y el poder central (el Inca), con la mediación de los curacas, las relaciones de reciprocidad ocurrían en el interior de los ayllus, permitiendo repartir equitativamente las cargas laborales entre todos los miembros de la comunidad, así como la realización de tareas que requerían una amplia movilización de mano de obra, especialmente aquellas vinculadas con el calendario agrícola. Para la distribución del tributo del campesino andino y para organizarlo se impuso el sistema de la distribución por edades para todos los individuos de acuerdo con la capacidad de trabajo de cada uno de ellos, y la división decimal de los cabezas de familia (los purej), que eran los verdaderos tributarios. Rigurosas inspecciones y censos controlaban las incidencias demográficas. Todo era cuidadosamente anotado por el Quipucamayoc, y supervisado por las constantes inspecciones de los funcionarios de la administración. El quipu o registro, hecho a base de cordeles de diversos colores anudados de forma precisa y convencional que hacía variar su sentido y comprender su contenido, era el instrumento de contabilidad y la forma de conservar mediante un sistema puramente nemotécnico, datos de todo tipo. El censo de los trabajadores resultaba imprescindible para la formación de los grupos decimales. La base de estos era la pachaca o centena de purej, agrupación artificial de carácter económico, creada con finalidades puramente administrativas. Los diferentes subgrupos de las mismas estaban controlados por los capataces o mandones, que debían rendir cuentas ante el pachaca-camayoc, campo que recaía sucesivamente en todos los componentes del grupo. Eran ellos los encargados de organizar el trabajo agrícola en común o minka para el cultivo de las tierras del Inca y del culto. La pachaca se multiplicaba en grupos mayores. Sus encargados no estaban sujetos a la mita y eran los señores naturales de los componentes de sus equipos, cuya categoría variaba según el número de familias. El riguroso sistema de almacenamiento y distribución de la producción era la clave del equilibrio económico estatal. Los depósitos locales, provinciales y metropolitanos aseguran las reservas de todo cuanto necesitaban las élites, que recibían del Inca para su manteniendo. Los 29 templos contaban con sus propios recursos procedentes del producto de las tierras del culto. Pero una buena parte del excedente de producción, que rebasaba con un amplio margen las necesidades de esas élites, se recogía en un tipo de almacenes, los tambos, situados a intervalos en la magnífica red de caminos que recorría el Imperio y que servían de abastecimiento permanente a los ejércitos y a los tributarios que prestaran cualquier servicio fuera de sus propias comunidades. LA RELIGIÓN El de los incas fue un pueblo profundamente religioso. La vida toda del hombre, como individuo y como componente de su ayllu estaba regida y condicionada por la presencia constante de fuerzas y seres sobrenaturales, a cuya influencia era difícil sustraerse y cuya benevolencia era preciso conseguir mediante la práctica constante de ritos y ofrendas. Características que se advierten en el marco de la vida tanto espiritual como material en tiempos del Imperio: - La existencia de una fuerte tradición preincaica tolerada e incluso absorbida por los señores del Cuzco. - Una clara diferenciación entre la religión de la élites y la del pueblo, es decir, entre esa tradición respetada por los conquistadores y una religión oficial, utilizada como factor importante y decisivo en la unidad del Imperio. Aunque la base de toda la ideología de las élites -elaborada por los amautas hasta la categoría de una verdadera teología-, fue la creencia general en toda el área andina y en épocas remotas de la existencia de una divinidad creadora, un Ser Supremo que, con distintos nombres pero con las mismas características, aparece como centro de los mitos de la creación en diversos lugares desde el altiplano a la costa y desde el Titicaca al Ecuador. La divinidad creadora del área del Cuzco es Viracocha que, procedente del lago Titicaca, del que emerge después de haber creado el cielo y la tierra, procede a la creación sucesiva de dos humanidades. Nota: La primera de las cuales destruida por él mismo y convertida en piedras, con la que labra los modelos de la segunda humanidad. Después se dirige hacia el Norte, al Cuzco, y, tras organizar y ordenar el mundo actuando como héroe civilizador, continúa su marcha hacia el Norte, pero dirigiéndose a la costa, desapareciendo en el mar siguiendo el camino del Sol y prometiendo su regreso. Viracocha es un dios celeste, creador y fertilizador, relacionado con el mar y el agua. Su nombre es significativo: espuma de la mar, o espuma del agua. Aparece con atributos solares, pero no es el Sol, ni su culto tiene las características del culto solar. El Sol, como divinidad del Estado incaico, es de una aparición más tardía. Al perecer, el culto solar perteneció, como el de Viracocha al que relegó a un segundo plano, a las élites imperiales y que fue impuesto oficialmente a todo el Imperio, como eje de un nuevo orden religioso después del reinado de Pachacuti. Nota: Para subrayar la importancia de la aparición de un nuevo orden y diferente en el Incario, Pachacuti se vale del culto solar, que oficializa con la magnificencia de que dota al templo existente en el Cuzco dedicado al Sol, el Coricancha. El prestigio del culto solar y su vinculación con la dinastía de los incas, son pues, consecuencia de una victoria política. Junto a estas divinidades superiores, otras de carácter celeste, vinculadas a ellas, ocupaban un lugar importante en el panteón inca. Pero el pueblo estaba inmerso en una serie de ritos y ceremonias, expresión de su sentimiento religioso, más orientadas hacia el culto de divinidades regionales, locales y familiares y aún personales de carácter naturalista o animista, a las que no se sustraía ni la misma casta de los incas. Estas prácticas son las que sobrevivieron y las que aún hoy subsisten, aunque modificadas, entre el campesinado andino actual: 30 - El culto a las huaca, objetos o lugares sagrados, representaba la más importante manifestación de la religiosidad de los incas. Estas eran cualquier objeto, ser o fenómeno de la naturaleza que ofreciera características consideradas como sobrenaturales por su aspecto inhabitual. - El cuerpo de un antepasado, el mallqui, así como la representación en piedra de ese antepasado, en el caso de que fuera supuesto y no real. - El lugar en el que se rendía culto a las huacas “transportables”; o las sacarina, lugar de donde se creía que había surgido un antepasado, o un grupo, desde las entrañas de la tierra. Las ceremonias del culto oficial requerían, además de ricas ofrendas, sacrificios numerosos de llamas y, en ocasiones excepcionales, de seres humanos, jóvenes y niños. Las ceremonias oficiales que se celebraban de manera sincrónica en todo el Imperio, eran las que marcaban los ciclos agrícolas determinados por los equinoccios y los solsticios. Un ceremonial complejísimo se seguía para las más importantes, entre las que destacaba la del Inti Raymi, o Gran Pascua del Sol, que se celebraba con motivo del solsticio de junio. LOS CHIBCHAS “En 1539 se encontraron en la sábana de Bogotá tres huestes conquistadoras españolas, dirigidas por los capitanes Gonzalo Ximénez de Quesada, Sebastián de Benálcazar y Nicolás de Federmann. Habían salido de sitios tan dispares y lejanos como Santa Marta, Quito y Coro, pero la búsqueda común del oro les condujo hasta aquella sábana andina, situada a 2.400 metros sobre el nivel del mar, en plena cordillera central. Allí eran donde vivían los chibchas.” La leyenda del Dorado, según la cual el cacique Guatavita celebraba una ceremonia en la laguna, recubriendo su cuerpo de oro y arrojando objetos del mismo metal al agua, había sido el imán que había juntado a los tres conquistadores. Lo curioso del caso es que los chibchas no tuvieron jamás oro en sus tierras, ni siquiera aluvial. Lo que realmente tuvieron eran esmeraldas y, sobre todo, sal; auténticas minas de sal gema de las que sacaban unos panes que intercambiaban luego por oro, algodón y otros productos cultivados en tierra caliente. Nota: La sal fue mucho más importante que el oro para los pueblos prehispánicos y jugo un papel decisivo en el desarrollo cultural de los chibchas. Los Chibchas probablemente fueron unos invasores de la cordillera central andina, donde se instalaron poco antes del siglo V de nuestra Era. Ocuparon tierras medias y hasta calientes, pero los posteriores invasores (Karib) los obligaron a subir a alturas más elevadas, ubicándose finalmente en las altiplanicies de Bocayá y Cundinamarca. Allí estaban los chibchas, prácticamente rodeados de pueblos Karib y en espera de nuevos ataques, cuando llegaron los españoles. La cultura chibcha se considera comúnmente la cuarta cultura de América después de las culturas Inca, Maya y Azteca. Se conformó sobre unos buenos excedentes agrícolas, logrados mediante el laboreo de unas tierras óptimas y con una técnica apropiada. El desarrollo demográfico desembocó en la construcción de numerosos poblados notables. Nota: Las viviendas tenían planta circular y se fabricaban con paredes de cañas embarradas y techos de paja. Se rodeaban a demás de unos cercados donde colocaban láminas de oro tintineantes. Sus templos tenían la misma forma de las viviendas, aunque de mayores dimensiones. Nota: Especialmente fue famoso el templo del Sol de Sogamoso, que se incendió por el descuido de un soldado español, que depositó en el suelo una antorcha encendida, mientras se dedicaba recoger objetos de oro. Los Chibchas fueron uno de los grandes pueblos mineros de América. Tuvieron minas de cobre en Moniquirá, minas de carbón en Sogamoso, minas de esmeraldas en Sogamoso y minas 31 de sal de Zipaquirá. Su técnica metalúrgica fue por ello muy avanzada con piezas exquisitas, como la conocida balsa de oro que se encuentra en el Museo del Oro de Bogotá, donde se representa quizá la leyenda de Guatavita. También se hicieron primorosos “tunjos” o alfileres de oro decorados con motivos antropomorfos, que utilizaban para sujetarse las ruanas o mantas de algodón, sobre el hombro. Los tejidos alcanzaron una gran perfección, ya que debían suministrar vestido a un pueblo que vivía en clima frío y en temperaturas que a veces bajaban de cero grados. Los chibchas realizaron mantas de algodón, que pintaban luego con colores vegetales y minerales por medio de pintaderas de cerámica. Hicieron, por otra parte, una cerámica de altísima calidad, con figuras modeladas de caciques y sacerdotes, así como de carácter utilitario. La casta sacerdotal Chibcha fue muy poderosa y dirigió un culto complejo en el que destacaron deidades como el Sol y la Luna, a los que se ofrecía incluso sacrificios de niños. Creían en un dios creador, llamado Chiminigagua y reverenciaban al arco iris y a las lagunas. Su héroe civilizador fue Bachué, quien después de enseñarles numerosas cosas y dejarles un código moral, cabalgó sobre el Arco Iris y dejó caer su cetro sobre el salto del Tequendama (cascada natural de Colombia, ubicada en el municipio de Soacha en el Departamento de Cundinamarca), para abrir una vía de desagüe para la sabana. El culto funerario fue asimismo notable. Los chibchas conocieron la técnica de momificación, que utilizaron con sus grandes jefes. Las momias eran colocadas en un lugar reservado a los caciques, con esmeraldas en los ojos, boca y ombligo. Los Chibchas tuvieron una reunificación política. Se formaron varias confederaciones importantes entre las que sobresalieron la de Bacatá o Bogotá y la de Hunzá o Tuja, que luchaban entre sí por la hegemonía. La última batalla entre las confederaciones tribales se dio poco antes de la llegada de Quesada, Banalcázar y Federmann a la sabana. LAS CIVILIZACIONES MARGINALES Ámbito suramericano John Milton Cooper distingue entre pueblos marginales externos (integrados por los isleños y costeros de los archipiélagos australes de Sudamérica, los Fueguinos, Patagones, Pampeños y Granchaqueños, por un lado, y los de las Sabanas del Brasil oriental por otro) y pueblos marginales internos (los habitantes de las florestas de la Sudamérica tropical). Nota: Se puede hacer una clasificación general que diferencia siete grupos diferentes: 1) Nómadas de las cuencas fluviales de Sudamerica tropical (Cuenca del Orinoco medio y bajo; 2) Nómadas de la jungla tropical (selvas de Colombia; junglas ecuatoriales del Sudeste de Venezuela, indígenas del Matto Grosso, Bajo plano boliviano oriental; 3) Cazadores y recolectores del retropaís (gentes del retro país del litoral atlántico y gente y tribus del Altiplano Oriental brasileño y del Amazonas; 4) Tribus del Gran Chaco; 5) Uru (Asentados en los alrededores del lago Titicaca); 6) Tribus de la Pampa y de la Patagonia; y 7) Fueguinos. Caracteres generales Caza, pesca y recolección constituyen las formas económicas primordiales, estando, por lo general ausentes la agricultura y la domesticación, con excepción del perro. La cerámica o no existe o es muy rudimentaria, así como las artes textiles. Predominaron los útiles en madera, hueso o piedra. Los instrumentos musicales se basan en la percusión. El fuego se conoce por frotamiento. La vestimenta, cuando existe –en las regiones frías-, se basa en las pieles. La unidad socio-económica la constituye la banda, surgida de la unión de varias familias que pueden emparentarse por lazos de consanguinidad, la jefatura de la banda, cuando existe, presenta una autoridad limitada, sancionada por el consenso de las familias. No obstante, las 32 familias, como integrantes de la banda aparecen bien organizadas, en ocasiones con estricta monogamia, aunque sea más frecuente la poligamia y el conocimiento ya del levirato (tipo de matrimonio en el cual la mujer viuda que no ha tenido hijos se debe casar con uno de los hermanos del fallecido) ya del sororato (práctica que consiste en la unión matrimonial de un varón con un conjunto de hermanas, o bien con una hermana como esposa principal y las restantes como concubinas. Por extensión, también, en la práctica según la cual, cuando queda viudo este debe casarse con la hermana de su mujer). La experiencia religiosa se presenta integrada dentro de un cierto teísmo, por creencias y prácticas animistas, mágicas y chamanísticas. Condiciones todas ellas difícilmente reunidas en un solo pueblo marginal. Ámbito norteamericano El periodo Arcaico en Norteamérica Hacia el 10.000 a.C. las condiciones ambientales y ecológicas comienzan a cambiar, debido fundamentalmente a la retirada de los hielos. Nota: La flora y la fauna del Pleistoceno fueron sustituidas por otras, las especies fueron obligadas a desplazarse hacia el norte y muchos grandes animales, como mastodontes, mamuts y el bisonte de la Edad de los Hielos, quedaron extinguidos. Conforme este cambio avanzaba, las poblaciones paleoindias, que vivían de la caza y del forrajeo trashumante, tuvieron que adaptarse para poder vivir en este nuevo entorno. Los nuevos suelos surgidos tras el deshielo dieron lugar a su vez a nuevas especies animales y vegetales, lo que provocó un cambio en las estrategias de subsistencia de los pueblos. Frente a las poblaciones del Lítico, que primaban su alimentación mediante la caza nómada, las gentes del Arcaico basaban su dieta en el aprovechamiento de la amplia variedad de recursos generada por las nuevas condiciones ambientales, dando paso a una trashumancia más restringida, en la que los grupos siguen unas pautas regulares y se limitan a recorrer unos territorios más reducidos, en función de las estaciones. El Arcaico, pues, es una larga etapa de transición entre los grupos cazadores de grandes animales de la etapa anterior y la aparición de las primeras floras de subsistencia agrícola, en la que las poblaciones aprenden a aprovechar la amplia gama de recursos animales y vegetales que las nuevas condiciones climáticas han generado. Con la desaparición de la megafauna, las poblaciones del Arcaico hubieron de centrarse en la caza de animales menores, como ciervos, alces y caribúes, sustituyendo la explotación extensiva que había caracterizado el periodo anterior por su aprovechamiento intensivo de las especies menores. El arma de caza principal fue el átlatl o lanza arrojadiza. Un campamento base, ocupado de forma intermitente, servía para facilitar el aprovechamiento de los recursos de la zona, siendo abandonado temporalmente para desplazarse a otras zonas en función de la explotación de los productos que ofrecía cada estación. El incremento de las poblaciones y, por tanto, de la densidad demográfica, obligó a las poblaciones a colonizar nuevas regiones, resultando ocupadas algunas áreas marginales. En sus cortas y cíclicas migraciones, los grupos debían llevar consigo herramientas portátiles sencillas, aunque una paulatina tendencia a la sedentarización hizo que algunas comunidades dejaran grandes aperos en sus campamentos estacionales para volver a utilizarlos a su regreso. En este mismo sentido, el lento abandono de las pautas migratorias se puede relacionar con el almacenamiento de alimentos y el aumento de la riqueza material de las poblaciones, aunque todos estos rasgos deben ser contemplados como una evolución general que varía de unas regiones a otras en función de la diferente disponibilidad de los recursos. Los grupos de este periodo parecen haber sido de pequeño tamaño, organizados en función de las relaciones de parentesco. Por otra parte, el aumento demográfico de población parece sugerir la competencia entre bandas por obtener el control sobre los mejores territorios. A finales del Arcaico, son muchas las bandas que han conseguido manipular su entorno, realizando cultivos ocasionales o quemando bosques para mejorar el pasto de los ciervos. 33 También han aparecido las primeras formas de trueque y se ha incrementado la diferencia social, manifestada en la aparición de objetos exóticos en algunos enterramientos. Sin embargo este no es un proceso homogéneo ni común a todas las regiones: mientras que en algunas áreas los primeros cultivos vegetales han comenzado a aparecer al comienzo del III Milenio, en otras, todavía a la llegada de los colonos europeos, las poblaciones conservan un modo de vida que se podría definir como típico del Arcaico. Por eso es por lo que la fecha dada para finalizar el periodo, el año 70 a.C. resulta arbitraria, aunque útil de cara a una investigación. Áreas Culturales El estudio de la evolución cultural de las poblaciones de América del Norte se ha apoyado en la delimitación de áreas culturales con su correspondencia geográfica, lo que tiene la ventaja de permitir el agrupamiento de numerosas culturas locales en unas cuantas unidades más fáciles de manejar. Nota: Sin embargo conviene hacer algunas matizaciones: - Los límites de áreas son difusos y a veces no bien definidos, variando a lo largo del tiempo. - El uso de una herramienta como el concepto de área cultural para el estudio de un territorio tan heterogéneo hace que existe o existió, dentro del área, una zona de irradiación cultural, que exporta cultura y sirve de modelo para las zonas marginales. Sin embargo, las investigaciones han demostrado que las pequeñas poblaciones han elaborado estrategias adaptativas diferentes en función del medio en el que se envuelven, siendo por ello peligroso hacer cualquier generalización. - La utilización de áreas culturales para diseccionar las culturas norteamericanas no deja de ser un instrumento peligroso, por lo que supone de discriminatorio hacia culturas que son dejadas en un segundo nivel y cuya importancia, sin embargo, puede ser central. En cuanto a la clasificación de áreas culturales en Norteamérica se ha considerado la lengua como elemento diferencial definitorio, si bien en América la coincidencia entre lengua y cultura es algo poco normal pues prácticamente solo se da entre los esquimales, habiendo pueblos que comparten una misma lengua pero cuya cultura es diferente o bien lo contrario. Por lo que para la división del territorio norteamericano en áreas culturales se ha tendido a seguir otros criterios, resultando muy útil el geográfico, según el cual hay concordancia entre áreas culturales y regiones naturales. La clasificación más seguida por los antropólogos, pese a presentar problemas, es la establecida por el Hand-book of North American Indians, una mezcla de regiones geográficas y culturales, en la que se tiene en cuenta el medio ambiente de los territorios, los medios de subsistencia de las poblaciones y la presencia de un número significativo de rasgos comunes. Siguiendo estos criterios, las áreas culturales de Norteamérica serían: el Ártico, el Subártico, la Costa Noroeste, La Meseta interior, las Grandes Praderas, el Noreste, el Sureste, la Gran Cuenca, California y el Suroeste. Otra gran área, el nordeste de México, resulta polémica, pues si bien sí aparece así definida por la arqueología, las investigaciones etnológicas afirman lo contrario. Nota: La inmensidad del territorio a analizar, así como la extensa gama de posibilidades ecológicas y las numerosas respuestas adaptativas constatadas hacen que muchas de estas áreas hayan sido, a su vez, subdivididas en función de ciertos rasgos importantes y específicos compartidos. El Ártico y el Subártico La región septentrional de América del Norte presenta dos áreas culturales diferenciadas, tanto en función de sus rasgos geográficos como del tipo físico de sus habitantes. Pero ambas 34 comparten una característica esencial: el papel central que los recursos de origen animal tienen en sus medios de subsistencia. - El Ártico (costa de Alaska, norte de Canadá, la Tierra de Ellesmere u Groenlandia): Se trata de un área bien definida y un medio ambiente y cultura homogéneos. La temperatura media del mes más cálido es de 10ºC, siendo este rasgo que marca el límite, correspondiendo a la separación entre la tundra norteña y los bosques boreales. La fauna es muy diferente, si bien la que resulta determinante es la marina. Desde un punto de vista etnológico, cabe distinguir entre las poblaciones esquimales occidentales; las del Ártico central o canadiense (siberianos, aleutas de Alaska y los del delta del Mackencie) y los esquimales de Groenlandia. - El Subártico (Península de Labrador hasta el interior de Alaska, una extensa y ancha banda que se extiende en sentido este-oeste). Su límite oriental no está claro –tanto geográfico como cultural- aunque sí el occidental pues las estribaciones de las Montañas Rocosas y alguna diferencias culturales permiten separar perfectamente el Subártico del área cultural del noroeste. Las poblaciones que a partir del año 40.000 a.C. comenzaron a poblar el continente americano a través de estas regiones desarrollaron sistemas culturales muy variados y una sucesión de tecnologías cada vez más complejas, que permiten colonizar territorios más extensos. Por otra parte, el aporte de poblaciones asiáticas debió de producirse en varias fases, siendo constantes los contactos entre ambas zonas. En el Ártico, la evolución tecnológica y cultural permitió la aparición de tres grandes tradiciones: - Hacia el 1000 a.C., la aparición de nuevos pobladores asiáticos permitió en Alaska el surgimiento de la tradición Norton, con un mayor énfasis en recursos costeros y una tosca alfarería característica. - Mientras tanto, en el Ártico oriental se originaba la cultura Dorset, también basada en el aprovechamiento de los recursos del litoral marino. Esta cultura se extendió por la bahía de Hudson, Groenlandia, la península de Labrador y Terranova, aprovechando la caza de morsas y focas en la época estival. Algunos recursos típicos de las poblaciones esquimales aparecieron en la tradición Dorset, como los cuchillos de nieve para construir iglúes, los zapatones de hielo y pequeños patines. Al parecer sus kayaks eran técnicamente muy avanzados. - La otra gran tradición del área es Thule. Nota: Hacia el año 100 d.C., en la región del estrecho de Bering, surge la Cultura Antigua del mar de Bering, procedente de un tronco similar a la Norton. Posteriormente, hacia el 900 d. C., surge en el norte de Alaska y algunas zonas del litoral asiático la cultura Birnik, que evolucionó hacia la cultura Thule. La cultura thule se extendió hacia el este, absorbiendo o desplazando a los Dorset. Se vio favorecida por la superioridad técnica, con el empleo de grandes umiacs y flotas de kayaks, lámparas de aceite de ballena, trineos de perros, arpones mejor construidos, iglúes de nieve, arcos y flechas, etc. Focas, morsas y ballenas eran cazadas e primavera y verano, mientras que en otoño e invierno la caza se centraba en el caribú y el buey almizclero. La excelente adaptación de estas poblaciones a un entorno de extrema dureza les permitió sobrevivir a lo largo de varias centurias, configurando la tradición genéricamente llamada esquimal que puede observarse hasta la actualidad. La caza del caribú es también la base alimentaria de las poblaciones del Subártico, complementada con el aprovechamiento de los recursos marinos en las costas del labrador y la bahía de San Lorenzo. 35 En resumen, las poblaciones que poblaron en Ártico y Subártico experimentaron una profunda evolución tecnológica, que permitió lograr una especializada industria de hueso y marfil, con la que fabricar no solo herramientas y útiles de caza, sino también objetos ornamentales o suntuarios como pectorales, pulseras, pendientes, etc. La decoración de estos objetos hace referencia a su estilo de vida, siendo frecuentes las representaciones de actividades de caza y pesca o de elementos de panteón. La talla en madera de máscaras y bastones albergó una gran importancia entre los pueblos aleutinos, así como el trabajo de la cestería y bolsas de transporte. Los bosques orientales La región oriental norteamericana comprende dos grandes áreas culturales, la del nordeste y la del sureste, estando mucho mejor definida la segunda que la primera. Nota: Geográficamente en conjunto es una región definida por la presencia de grandes masas arbóreas, que se extienden desde la costa y los montes Apalaches hasta las praderas occidentales y desde los Grandes lagos hasta Florida. A finales del Arcaico, hacia el 700 a.C., la actividad forrajera y recolectora es sustituida paulatinamente por el cultivo de algunas plantas indígenas, al principio como complemento de la caza y la recolección de os frutos silvestres, dado su escaso rendimiento.. En principio, los productos cultivados –girasoles, calabazas y especies primitivas del maíz, entre otros- no son la base de la alimentación de estas poblaciones, a causa del escaso conocimiento de las técnicas de cultivo. Aunque rudimentario, el nuevo sistema de subsistencia permitió la aparición de un espectacular desarrollo en el valle de Ohio hacia el 700 a. C., y posiblemente ya hacia el 1100 a. C., la cultura Adena (700 a. C.-400 d.C.). A esta sucedió, mejorándola y haciéndola más compleja la cultura Hopewell (100 a. C. -400 d.C.). Nota: Son conocidos más de doscientos asentamientos adena, en los que se levantan grandes construcciones en forma de círculos, cuadrados y pentágonos, muchos de ellos alcanzando los 1oo metros de diámetro, con finalidad ritual y simulando animales. Son igualmente característicos los túmulos, en cuyo interior se realizaba el enterramiento, bien en cuencos de arcilla individuales, bien en tumbas de madera en las que podían caber tres individuos. En ocasiones se ha hallado objetos de valor en los enterramientos más lujosos, como collares, pipas tubulares o lápidas esculpidas.. La artesanía además se benefició del comercio a larga distancia, permitiendo disponer de cobre con las poblaciones del norte de Migchigan. Hachas, abalorios, collares, brazaletes, anillos, etc. Fueron los objetos de lujo realizados por los artesanos de Adena, habiendo sido hallados solo en algunas tumbas, lo que indica alguna forma de estratificación social. Heredera de la cultura Adena es la Hopewell, quienes construyeron espacios urbanizados unidos mediante calzadas, alrededor de los cuales edificaron sus montículos funerarios. Nota: Típicamente, sus montículos podían alcanzar los 12 metros de alto y los treinta de diámetro, mientras que algunos taludes sobrepasaban los 500 metros de longitud o de diámetro. Algunas construcciones tuvieron una función funeraria, mientras que otros tuvieron una función sagrada. Los objetos depositados en su interior son más numerosos y ricos que los hallados en los montículos Adena, gracias sobre todo al incremento de las rutas comerciales, que permitieron contar diferentes materiales con los que los artesanos elaboraron multitud de objetos como pendientes, figurillas, hachas, azuelas, collares, pipas, etc., muchos de ellos hallados en el interior de los montículos y usados en sus ritos funerarios. Los motivos ornamentales podían ir desde la geometría hasta las representaciones zoomorfas o antropomorfas. Hacia el 400 d. C. La cultura Hopewell se encuentra en decadencia. La ruptura de la red comercial o la entrada desde México de nuevos y más eficaces sistemas de cultivo, que provocaron la competencia por las tierras más fértiles, pudieron ser motivos suficientes para 36 explicar su desintegración, aunque hay que contemplar que se produjera un cierto cambio climático, con un descenso de la humedad. Esta tradición se trasladó hacia el sur, originando hacia el 800 d. C. La cultura del Mississipi, que se vio beneficiada por a introducción desde México de variedades de maíz más productivas, lo que permitió un incremento de las proteínas y el aumento de las poblaciones.. Los asentamientos del Mississipi son los más grandes hasta entonces, pudiendo albergar hasta 10.000 habitantes (Cahokia, en East St. Louis, Illinois). Probablemente es esta expansión tuvo mucho que ver la reactivación de as viejas rutas comerciales Hopewell. Las Praderas Comentario geográfico. Abarca las grandes llanuras centrales que se extienden hasta el sur de Texas. Medio muy homogéneo, limita por el Oeste con las Montañas Rocosas; por el norte, con los bosques septentrionales y por el este con los Apalaches, aunque es este un límite en parte ecológico, movible y culturalmente de difícil precisión. Algunos investigadores denominan esta zona como la de las grandes llanuras y la definen como una zona en la que subsistencia se basa en la caza de herbívoros como el bisonte y otros animales de menor tamaño, como venado, conejo etc. Nota: Se pueden distinguir dos regiones (Driver): una de las llanuras, en la que básicamente se practica a caza; otra, las praderas, donde la agricultura es el sistema de subsistencia predominante. Físicamente esta área está se caracteriza por la presencia de grandes tierras de pasto que favorecen el desarrollo de una fauna variada y rica, como bisontes, antílopes, ciervos, alces y osos negros y pardos. El caballo, tan ligado en la imaginación popular a los indios de las praderas, no aparece hasta la llegada de los españoles, pues los primitivos caballos norteamericanos se extinguieron en el Pleistoceno hace 10.000 años. Muchas plantas producían gran cantidad de semillas, frutos y tubérculos, que fueron aprovechados por los recolectores arcaicos. Hasta la llegada de los europeos la agricultura fue una actividad marginal, aunque comenzó a colonizar las llanuras desde el este por medio de la incursión de poblaciones pertenecientes a la Tradición Mississipi, hacia el año 900 d.C., quienes llevan consigo también la construcción de montículos y centros fortificados. La introducción del caballo reactivó en muchas poblaciones estables o semiestables un modo de vida nómada, al facilitar el seguimiento y la caza de los grupos de bisontes. Por ello, construirán poblados portátiles y herramientas de fácil transporte, lo que hace que los restos de su cultura material sean escasos. Sus asentamientos arqueológicos solo se ven en forma de anillos tipi, mientras que sí se conservan algunas estructuras de carácter ritual, como las “ruedas médicas”, símbolos solares en forma de círculo formados por cantos rodados depositados en el suelo, con un número de radios que puede llegar hasta 28 y un círculo de piedras en el centro. Su función se relaciona con la danza del sol, que se practicaba hacia el solsticio de verano. Gran Cuenca y Meseta La Gran Cuenca Comentario geográfico. Situada al oeste de los Estados Unidos, comprende los Estados de Nevada, Utah y parte de Oregón y de California. Se trata de la última frontera de Norteamérica, un territorio de clima semidesértico, en el que los ríos fluyen desde las montañas hacia el interior, pero las aguas quedan evaporadas debido a las altas temperaturas. Las aguas forman lagos salobres —el mayor de todos el Gran Lago Salado de Utah— que acaban por evaporarse, así como las lagunas y arroyos formados por la escasa lluvia. Las variaciones de altura son el principal determinante de la vida animal y vegetal, resultando escasos los recursos y, por tanto la población, dedicada básicamente a la caza de 37 bisontes, ciervos y pequeños roedores y a la recolección nómada de frutos y semillas, siguiendo pautas estacionales. El gran desarrollo cultural de la zona es el llamado Fremont, en Utah, que se extiende también por el área suroeste. Nota: Fremont es una cultura marginal con respecto a otras grandes tradiciones como Hohokan, Mogollón o Anasazi. Buena parte de los investigadores señalan que Fremont tiene origen arcaico y evolucionó bajo el contacto y la influencia Anasazi. A partir del año 950 d.C. los sitios de Fremont son abandonados, probablemente por el aumento de la desertización, de tal forma que hacia el 1300 ya apenas existían. Para algunos historiadores, las gentes Fremont son los antepasados de los utoaztecas y de grupos posteriores. Para otros, los Fremont estaban relacionados con los navajos/apaches, expandiéndose su familia lingüística hasta el sur de Canadá. Decaída la cultura Fremont, Utah es ocupada por shoshones, utes, paiutes y otros grupos cuya lengua pertenece a la familia utoazteca. Estos grupos se expanden hacia el noroeste y, desde la introducción del caballo por los españoles, difunden su modo de vida nómada a caballo por las Grandes Llanuras. La Meseta Esta zona se diferencia de la anterior por su mayor humedad, fruto del sistema fluvial ordenado en torno a los ríos Frazer y Columbia. La alimentación se basa en la recolección de frutos y semillas, así como en la caza. Pero esta dieta se complementa nutricionalmente gracias a la pesca del salmón y otras especies fluviales. Hacia el I milenio a.C. se forman los primeros poblados semiestables, en agrupaciones semisubterráneas, un patrón de comportamiento que se prolongó hasta tiempos históricos, siendo utilizado por las gentes Klamath-modoc, en Oregón. Estos asentamientos eran utilizados a lo largo del año hasta que en el verano, las poblaciones se trasladaban a viviendas hechas con ramas y arbustos, dejando que sus alojamientos semisubterráneos se secasen y aireasen. Costa Noroeste Comentario geográfico: Área dispuesta de norte a sur, su margen septentrional es el río Yacutat, mientras que el meridional es el Cabo Mendocino. El límite interior es la vertiente pacífica de las Rocosas. Se trata de 2.000 kilómetros de costa, por lo que los principales recursos serán marino y fluviales. El paisaje es montañoso. Fiordos acantilados, torrentes montañosos, rápidos, islas —como Vancouver— jalonan su paisaje. Las corrientes fluviales aseguran la comunicación en las zonas que riegan, lo que favorecerá el comercio entre sus poblaciones. Las zonas no irrigadas, sin embargo, que corresponden al interior habrán de convivir con unas escasas y difíciles comunicaciones. Los inviernos son cortos; la altura de las montañas permite una lluvia abundante en otoño y en invierno, así como una alta humedad. Los veranos son secos y soleados. La vegetación es abundante gracias al clima templado, con exuberantes bosques de coníferas, cedros y abetos de gran tamaño, excelente materia prima para construir viviendas, barcos, etc. Los suelos, muy cubiertos de vegetación, facilitan abundancia de frutos silvestres. Esto redunda, además, en una gran variedad de animales como alces, ciervos, cabras monteses, etc. También la fauna marina es abundante: mamíferos —focas, ballenas, nutrias— y peces —salmones, pez candela, escorpina, arenque etc—. Nota: Tal vez ya hacia el 10000 a.C. el área fue ocupada por gentes cazadoras recolectoras, que pudieron aprovecharse del deshielo para avanzar hacia la región. Hacia el 3.000 a.C. aparecen asentamientos especializados en el aprovechamiento de moluscos, cuya ocupación prolongada deja grandes concheros como mejor evidencia arqueológica. Los útiles encontrados consisten en herramientas de hueso y pizarra, que ya comenzaron a aparecer hacia el año 3500 a.C. Más 38 cercanos en el tiempo son mazas y adornos labiales de piedra y puntas de pizarra. Estas son sustituidas después por útiles más elaborados, en concha y hueso. El desarrollo de la región aparece íntimamente ligado a la explotación de los recursos marinos y fluviales, la cría de aves de corral y caza terrestre. La variedad de recursos permite el establecimiento de asentamientos semiestables, construidos a partir de abundante madera disponible en la región. Esta madera —fundamentalmente el cedro, fácilmente trabajable— permite también construir embarcaciones cada vez más ligeras y elaboradas. Hacia el principio de la Era cristiana aparecen casas asociadas a enterramientos y viviendas familiares ligadas a un linaje. La evolución de estas sociedades les lleva, ya hacia el 500 d.C., a un grado notable de estratificación social y desarrollo material, que se incrementará con el paso del tiempo, de tal manera que sobre el año 1000, ya están presentes todos los rasgos característicos de la región. Existe una tradición cultural en toda el área, compartiendo los distintos pueblos algunos rasgos socio-económicos. Los troncos lingüísticos, sin embargo, son diferentes. Se han diferenciado tres regiones dentro del área —norte, central y sur— siendo la primera la que alberga las culturas más características. Nota: Los pueblos más característicos del área son Tlingit, haida, tsimshiam, gitkian, niska, kwakiutl o wakashan, haisla, haihais, heiltsuk, o bella-bella, nootka, salís, bella-coola y chinook. La organización social se centra en un poblado, cuyo poder político es detentado por un jefe. La organización económica, por el contrario, se centra en una confederación de poblados, cuyo papel es importante en caso de guerra. Los asentamientos son permanentes, aunque cada comunidad dispone de varios emplazamientos estacionales. Existe una residencia principal, usada en invierno, que es el poblado más elaborado y de mayor tamaño. El invierno es el momento en el que se reparan los enseres y se celebran las fiestas. El traslado se hace por mar, desmontando las paredes de las casas y transportándolas en canoa a modo de plataforma. Cada poblado integra más de treinta casas, estando situado generalmente en la franja costera, en zonas recogidas y en los accesos a manantiales. Nota: Las casas se disponen en hilera, formando una calle de cara al mar, con un malecón. Se trata de grandes casas comunales, en las que pueden vivir entre diez y cien personas, que integran un linaje familiar, hombres libres que se mueven entre los poblados y esclavos. Cada casa tenía u jefe. En el interior de las casa había bancos de tierra a lo largo de las paredes, recubiertos con tablones. Sobre estas plataformas se colocaban las camas y enseres. Entre los pueblos del sur, los espacios familiares eran compartidos por esteras, mientras que, en el norte, construyen casetas para dormir. La madera se tallaba con útiles de piedra, concha o hueso y, ocasionalmente, hierro. Los postes que sujetaban las casas eran tallados con emblemas propios del poseedor de la vivienda. También en madera se fabricaban máscaras, cajas, cucharas, peines, tótems, etc. La jerarquización social aparece claramente reflejada en la gran cantidad de objetos suntuarios, exponentes de riqueza y categoría social. Nota: el jefe de grupo dispone de medios para congregar gente, ganar adeptos para sí conseguir prestigio y una ocasional colaboración por parte de otros jefes. Algunas fuentes, quizás de modo exagerado, han señalado que se podían regalar esclavos o incluso sacrificarlos. California Comentario geográfico: Esta área cultural corresponde casi en su totalidad a los límites del Estado actual. En su interior pueden alcanzarse alturas de hasta 4.000 metros. Se produce en el territorio la existencia de una gran variedad de entornos ambientales, como zonas casi desérticas, espesos bosques, robledales o chaparrales. Por ello lo recursos son también variados, lo que no estimuló el surgimiento de una explotación agrícola intensiva y promovió el establecimiento de los grupos en pequeños territorios. 39 Las condiciones favorables para la subsistencia atrajeron hacia el territorio californiano a muy diversas poblaciones, ya desde antiguo. El resultado es una alta variedad de familias lingüísticas separadas, de tal forma que a finales de la Prehistoria pudieron existir unos quinientos grupos tribales muy diferenciados culturalmente entre sí. Hacia el 2000 a.C. la explotación de los recursos locales parece acentuarse, siendo el principal de todos ellos la bellota, el elemento principal de muchos pueblos nativos de la California central y meridional. Además, se recogían hierbas, raíces y granos. Acompañaban la alimentación vegetal el producto de la caza de mamíferos marinos, aves, conejos, roedores, ciervos, osos y antílopes, así como la recogida de moluscos y la pesca del salmón –en la mitad norte del área-. La alimentación de excedentes alimenticios, así como el desarrollo de modelos de almacenamiento, comercio y distribución, favoreció la sedentarización. Se trata en este caso de aldeas estables, que integran uno o varios linajes con uno o más jefes y que funcionan como centro principal de varios asentamientos temporales incluidos en el territorio bajo control de la comunidad. El liderazgo personal recae en un personaje de prestigio, quien se encarga de dirigir los equipos locales de producción, especializados en las tareas de subsistencias. Eran importantes las relaciones entre las diferentes comunidades, que solían unirse bajo una única autoridad política, a modo de confederación. Chumash, shasta, miwok, tipai, gabrielino, yuki, pomo, maidu, etc. eran grupos que podían también unirse para formar asociaciones de culto, intercambiar bienes o concertar matrimonios. También llegan a formarse alianzas militares y comerciales, que alcanzan gran extensión. La gran diversidad cultural producida en California se traduce en la existencia de un variado y heterogéneo registro material. Las poblaciones costeras elaboraban objetos de concha, como pendientes, amuletos o anzuelos. Los grupos en cuya subsistencia la bellota o las semillas tiene una importancia central elaboran morteros, piedras de moler y manos. La cestería alcanzó un gran desarrollo, aunque no se puede hablar de un único patrón estilístico. El Suroeste Comentario geográfico: El área engloba los Estados de Nuevo México, Arizona. Sur y este de Texas, suroeste de Colorado, sur y oeste de Utah y extremo sur de Nevada, todo ello en Estados Unidos, así como los estados de Sonora, Chihuahua, Coahuila, Durango, Nuevo León y Tamaulipas en México. Existe una enorme diversidad ambiental en esta enorme área, siendo a veces considerada como una subregión de Mesoamérica. En cualquier caso, existe un cierto paralelo del área suroeste con el sureste en cuanto a su estrecha relación con Mesoamérica, de donde proceden las técnicas de cultivo y otros rasgos culturales. En un área caracterizada por la aridez, son pocos los ríos permanentes, apenas el Grande, el Colorado y el Pecos. La gran diversidad topográfica, ecológica y fáunica proporciona un variado aprovechamiento de los recursos naturales. Esta variedad obliga a las poblaciones a desarrollar diferentes adaptaciones, micro-especialización que se traducirá en diferentes tradiciones culturales. Cuando se introduzca la agricultura, se hará esencial adaptarla a los variados ambientes existentes. Los recursos de la caza y la recolección nunca serán abandonados, siendo usados como complemento y alternativa a la actividad agrícola. Igualmente, la vida sedentaria se alternará con una movilidad continua, ante la variedad de zonas de cultivo. El área suroeste posee algunos rasgos definitorios, especialmente en tiempos históricos, si bien no todos se dan a la vez: - Existencia de aldeas permanentes, con población relativamente densa. Las formas arquitectónicas aparecen regionalmente diferenciadas: casas semisubterráneas, casas “de albañilería”, viviendas de adobe, etc. 40 - Utilización de habitaciones especializadas para la realización de funciones rituales y espirituales, como las kiva de los indios pueblo, los juegos de pelota etc. - Presencia de patrones de asentamiento, constatados arqueológicamente. - Desarrollo variado de las técnicas agrícolas y conocimiento de la domesticación de animales, como pavos y perros. Los recursos agrícolas primordiales son el maíz, frijol, calabaza, algodón o tabaco. - Fuerte continuidad con el pasado pre-agrícola: mantenimiento de la caza y recolección, así como de técnicas antiguas de preparación de alimentos. - Uso extensivos de conchas marinas, obtenidas por comercio, como objetos suntuarios. - Débil estratificación social, que coexiste con grandes obras públicas, como canalizaciones, juegos de pelota etc. Los controles sociales serán de carácter religioso, y no político. - Énfasis en la elaboración del ceremonial. Ligero desarrollo del sacrificio humano y de las cabezas-trofeo. Elaboración moderada de prácticas mortuorias, pero con poco diferencia de estatus. - Ausencia de guerras, aunque sí que existen asaltos e incursiones. - Uso de la cerámica con una rica decoración pintada. Conocimiento de los telares y existencia del tejido. Fabricación de artilugios para fumar tabaco. Nota: La tradición cultural del área aparece hacia el 5000 a.C., cuando están ya establecidos una serie de grupos que ocupan el área desde el 8000 a.C. Estos pueblos han recibido la denominación general de “Cultura del Desierto” y basan su subsistencia en la caza de animales y en la recolección estacional de nueces, girasoles, piñones, enebros, yucas etc. Dentro de la Cultura del Desierto hay que destacar la tradición Cochise, que se extiende por los valles y sierras del sur de la Meseta Colorado. A fines de Cochise se detecta un lento camino hacia la sedentarización, ligada a la domesticación del maíz. Las relaciones continuas con Mesoamérica harán que algunas poblaciones, al menos desde el 500 a.C. se alejen definitivamente de los patrones característicos del Arcaico para hacerse agrícolas, aunque es este un proceso lento y en modo alguno homogéneo. El 600 a. C., como fecha más lejana, y el 300 a.C. se postulan como fechas de origen de la primera gran cultura del área, Hohokam. Esta tuvo su centro en el desierto meridional de Arizona, y basó su sistema de subsistencia en la implementación de sistemas de riego para la tierra, con lo que lograban obtener dos cosechas en el desierto, aunque a base de un gran esfuerzo. Además de la agricultura, fundaron poblados sedentarios (Snaketown, Pueblo Grande o Mesa Grande). Estos asentamientos contaban, por influencia de la mesoamericana Teotihuacan, con juegos de pelota y grandes montículos ceremoniales, concentrados en grandes recintos urbanos. También han sido halladas boas de caucho, de procedencia mexicana. Las viviendas tradicionales estaban construidas en fosos o depresiones excavadas en el suelo de caliche. Después del año 1300 los poblados los poblados se organizan siguiendo un patrón rectangular o cuadrado, formando recintos de adobe, debido a la influencia de la cultura salado. Las viviendas se disponen en acantilados, fácilmente defendibles, formando varios pisos. Los grandes centros hohokam funcionaban como cabeceras de comunidades dispersas, controlando los sistemas de irrigación y a los pequeños poblados circundantes compuestos por casas semisubterráneas circulares. La dependencia de los centros menores con respecto a los grandes sugiere alguna forma de caudillaje. Nota: Generalmente los asentamientos hohokam presentan asociada una producción cerámica con decoración en rojo sobre crema, así como útiles diversos (hachas de piedra, metates, campanas de cobre, adornos de concha, etc.). 41 Hacia el año 1450 la cultura Hohokam se desintegra, probablemente debido a las incursiones apaches y a un descenso en la producción agrícola. Consecuentemente, se abandonan los sistemas de regadío y los pobladores se diseminan por el territorio regresando a una vida seminómada o integrándose en pequeños asentamientos dispersos. Cabe destacar también la tradición Mogollón, cuyo origen puede situarse en el 300 a.C. Sus asentamientos se caracterizan por integrar un gran número de pequeñas viviendas. Antes del año 1000 d.C. las residencias de estas poblaciones son casas-pozo, generalmente circulares, con una superficie media de 17 metros cuadrados y de profundidad diversa. Posteriormente, después del año 1000 d,C., el patrón de asentamiento cambia a favor de estructuras de habitación sobre el nivel del suelo. También se construyen grandes kivas circulares, una casa-pozo de mayor tamaño que pudo ser utilizada como lugar de reunión para la comunidad, que se convertirán en las construcciones ceremoniales típicas de pueblos posteriores de la tradición Anasazi y de los indios Pueblo. Los asentamientos, de fuerte carácter defensivo, funcionaron como puntos de abastecimiento de productos como turquesa, ópalo y ámbar, que fueron exportados hacia Tula, en México, para ser utilizados por las élites toltecas. Nota: La cerámica mogollón se caracteriza por el color negro sobre fondo blanco, con decoración geométrica y formas de hombres y animales. La tercera gran tradición del suroeste es la llamada Anasazi, que se extiende por las tierras altas de la Meseta de Colorado y es el antecedente de los indios Pueblo modernos. Sus primeros periodos se denominan Basketmaker (cesteros), y se caracteriza por la fabricación de cestas en ausencia de producción cerámica y recogiendo las pautas recolectoras de la “Cultura del Desierto”. Hacia el año 185 a.C. surgen los primeros poblados de casas excavadas, superficiales y sencillas. Posteriormente van ganando en profundidad, tamaño y complejidad, exigiendo pozos de ventilización para que saliera el humo de los hogares. Las viviendas están provistas de un sipapu, un pequeño agujero por el cual, según la tradición, comunicaba el mundo terrenal con el inframundo, y por el que habían surgido los antepasados. Después del 500 d.C. los Anasazi desarrollan su propia cerámica, con diseños en negro sobre blanco. Paralelamente decae el sistema de vivienda semisubterránea a favor de casas levantadas sobre el nivel del suelo, en las paredes de acantilados, con paredes de adobe y caliche. De planta cuadrada o rectangular, estas surgieron hacia el año 700 d.C., mientras que las antiguas viviendas excavadas se mantuvieron como kivas, para uso ceremonial. Hacia el año 1150 d.C. la gran mayoría de los poblados Anasazi han adoptado este patrón residencial, sin duda gracias a sus condiciones defensivas. Hacia finales del siglo XII los poblados Anasazi decaen, quizás debido a un prolongado periodo de sequías. El declive se acompaña de una invasión, sin que el invasor pueda quedar bien identificado hasta el año 1500, en que llegan al territorio navajos y apaches. Las poblaciones Anasazi se diseminan y adoptan un patrón de vida seminómada, siendo empujados por nuevos grupos recolectores foráneos. Este es el estado de cosas en el que se encontrarán los españoles a su llegada en el siglo XVI.