Módulo 4: Sociedad y cultura coreana Unidad 1. La herencia del mundo antiguo en Corea. Bases y dinámica del sistema social Clase nro. 1. Corea tradicional Fragmento de una pintura clásica coreana con motivos alegóricos a la longevidad (Sipjangsaeng) Introducción Les doy la bienvenida a este módulo de la Diplomatura, dedicado profundizar en la especificidad y características de la sociedad y de la cultura de Corea. En esta primera clase buscaremos indagar en las imágenes, conceptos y representaciones que usualmente asociamos al intentar definir lo que entendemos por “Corea tradicional”. Teniendo presente que una definición en términos generales supone un recorte determinado o una selección de rasgos particulares entre una diversidad más amplia y compleja de posibilidades, en el transcurso de esta semana y la próxima, buscaremos revisar determinadas concepciones, relaciones de sentido e imágenes de lo que suele pensar y referir como “lo tradicional” coreano. En correspondencia con la importancia en términos epistemológicos de la articulación entre pensamiento, conocimiento y lenguaje, nuestro objetivo será identificar ciertas características sociales y culturales que surgieron durante la antigüedad en el territorio coreano, fruto de la recepción y asimilación de influencias de otras culturas de la región del noreste asiático, tanto como de desarrollos propios y singulares. Vale decir que en el transcurso de las clases de este cuarto módulo tendrán oportunidad de recuperar reflexivamente, ampliar, integrar y profundizar conocimientos y procesos abordados desde otros enfoques en los módulos previos y articularlos a preguntas específicas en relación con el devenir social y cultural del pueblo coreano. La impronta de Corea tradicional: pensamiento y cultura material La cultura coreana que en la actualidad se presenta como un rico acervo a través de múltiples manifestaciones tiene una larga, rica y compleja historia de más de tres mil años. Si bien muchas prácticas y formas de pensamiento han emergido recientemente en Corea, a raíz de las grandes transformaciones sociales ocurridas después de la segunda posguerra mundial y del reciente proceso de globalización, existe también de manera insoslayable una interesante pervivencia de antiguas prácticas y creencias de orden social, filosófico y religioso. A modo de premisa inicial, podemos señalar que esta persistencia puede verse expresada en la identificación recurrente de ciertos aspectos de la cultura material como propiamente coreanos y en el arraigo de modelos de comportamiento y de organización social basados en tradiciones y creencias tan antiguas como el chamanismo y el budismo, pero también del taoísmo y el confucianismo de raíces chinas. A fin de revisar algunas características de aquello que fue floreciendo en el tiempo como “lo propiamente coreano”, nos apoyaremos aquí en la idea de tradición que proponen Hobsbawm y Ranger (2003) como una invención retrospectiva. Este concepto, en efecto, alude a un proceso de formalización y ritualización de ciertos elementos, instituciones y prácticas de orden cultural provenientes del pasado que colaboran en la legitimación de un determinado discurso simbólico sobre lo identitario y nacional. En este sentido, si prestamos atención a las caracterizaciones de Corea en su historia previa a la colonización japonesa, podemos distinguir con frecuencia una idea recurrente respecto de la firme “estabilidad cultural” que sostuvo por largo tiempo. No obstante, vale remarcar que esta idea es parte de un imaginario elaborado sobre la base de una revisión historiográfica moderna establecida con el propósito de construir y proyectar un sentido de identidad nacional fuerte, cuyas raíces históricas tuviesen definición, coherencia y continuidad. Hoy en día, la extraordinaria diversidad de la cultura coreana es fruto de un largo proceso de transformaciones que posibilitó una notoria persistencia de formas tradicionales, pero también una apertura, incorporación y asimilación reciente de influencias modernas occidentales. Por lo tanto, podemos señalar que la impronta de “lo tradicional” en el pueblo coreano es producto de un largo proceso histórico de afirmación de lo propio, aunque ocurrido en una dinámica de diálogo, apertura y confrontación con los modelos culturales de otros pueblos. Por su ubicación geográfica, Corea recibió mayores influencias provenientes de China y Japón, transformando, adaptando y enriqueciendo a través del intercambio permanente los aspectos más esenciales de su propia cultura. Dado el valor y la trascendencia en el tiempo de este proceso, dedicaremos los próximos apartados de esta clase a recorrer esta idea, haciendo hincapié en el surgimiento de una cultura material directamente asociada a la historia social de Corea. La conformación de un espacio arquitectónico civil y religioso De manera análoga a la construcción de las grandes estructuras estatales de la antigüedad en el Este de Asia, la progresiva consolidación del Estado en Corea provocó que su presencia se hiciera cada vez más visible en el espacio, tanto en términos simbólicos como materiales. Este proceso condujo tempranamente a la construcción de edificios de diferente envergadura y función. En el caso de las edificaciones religiosas, el mecenazgo estatal sobre el desarrollo arquitectónico puede apreciarse en la colaboración que aportó en la difusión de la fe budista en la península durante el período de los Tres Reinos (Koguryo, Paekche y Silla) entre 57 a.C. y 668 d.C. Este apoyo se mantuvo por largo tiempo, en tanto el budismo se mantuvo como religión oficial del Estado durante el período de unificación de Silla entre 668 y 935, y durante el gobierno de la Dinastía Koryo, entre 918 y 1392. Además de normas de comportamiento y principios de orden religioso, la fuerte impronta que irradió el budismo desde China trajo consigo la circulación de ideas e influencias sobre escritura, pintura, escultura, literatura, arquitectura y medicina cuyo arraigo cultural resultó muy profundo y persistente en Corea. Durante el Reino de Silla, se construyeron en Kyongju, provincia de Kyongsangbukdo, algunas de las edificaciones budistas más emblemáticas de esta asimilación y desarrollo temprano de influencias foráneas en Corea, como el Templo Bulguksa y la Gruta de Sokkuram, ambas del siglo VIII. Fig. 1. Fachada de ingreso al Templo Bulguksa. El complejo del templo Bulguksa se emplaza sobre el Monte Tohamsan, cubriendo un área ricamente ornamentada, con varios pabellones, puentes y figuras escultóricas budistas trabajadas con gran destreza técnica en bronce dorado (fig. 1 y 2). Fig. 2. Vista aérea del complejo del Templo Bulguksa. Desde la distancia, frente al pabellón Daeungjeon -ubicado en el centro- se destacan la Pagoda de Seokgatap (o de Sakyamuni) de 8,3 m. de altura y la suntuosa Pagoda Dabotap (o de los múltiples tesoros) de 10,5 m., ambas construidas en el año 756 por encargo del Rey Kim Taesong. Parte del mismo complejo, la Gruta de Sokkuram fue edificada simultáneamente, siguiendo la tradición constructiva de las grutas rupestres indias y chinas. Se trata de una cueva horadada en granito con una antecámara de planta rectangular y una cámara anterior de planta circular techada con una cúpula. En su interior se distingue una figura majestuosa de Buddha tallada en un bloque monolítico de 3,5m de altura, con los ojos semi cerrados y sentado en posición de meditación sobre un trono con forma de flor de loto, en alusión al alcance de un estado de realización interior (fig.3). Fig. 3. El gran Buddha de la Gruta de Sokkuram. Acompañando a esta figura principal, componen el conjunto de la gruta otras treinta y nueve imágenes de Buddha, ubicadas en pequeñas hornacinas o nichos tallados sobre la base de la cúpula y un grupo de figuras en bajorrelieve que representan a distintos monjes, discípulos y figuras protectoras. En el interior de los tres pabellones principales del templo de Bulguksa, se alojan grandes figuras de Buddha representando diferentes aspectos (Sakiamuni, Amitabha y Vairochana), aunque afirmando el mismo sentido de unidad bajo un mismo sistema de ideas y creencias. En efecto, el nombre original del templo durante el período de la unificación por el reino de Silla fue “Templo de Hwaeom Bulguksa” pues todo el complejo representa la ideología Hwaeom, predominante en ese tiempo. A fin de cumplir el deseo del pueblo de Silla de sanar las heridas del período de la guerra civil y mantener la nación unida, esta ideología subrayaba la idea de unión reconociendo las diferencias entre unos y otros. Durante este período, los valores budistas centrados en la confianza interior, en la compasión y en la correcta acción se asociaron a los valores confucianos que hacían hincapié en el orden y las jerarquías a nivel familiar, comunitario y social. Incluso, el budismo tuvo un desarrollo asociado a la organización burocrática durante la dinastía Koryo, al abrirse la posibilidad de incorporación de los monjes al servicio administrativo del Estado. De esta época precisamente se conservan las famosas tablas de la Tripitaka coreana, grabadas en 81.340 placas de madera, que contienen el canon budista más antiguo y completo que subsiste en la actualidad (fig. 4). Fig. 4. Un monje sostiene una de las tablas de la Tripitaka coreana. Templo de Haeinsa. Además de estas importantes edificaciones que nos remiten al período de mayor esplendor del budismo coreano, también podemos reconocer otras construcciones emblemáticas de lo que usualmente reconocemos como propio de “Corea tradicional”, como el Santuario de Jongmyo y los Palacios Changdeokgung y Changgyeonggung. Estas construcciones reflejan la impronta de la Dinastía Joseon, cuyo establecimiento a partir de 1392 señaló el retroceso del mecenazgo estatal que había mantenido el budismo, al tiempo que se afirmaba la doctrina del neoconfucianismo como filosofía oficial. El budismo fue relegado al carácter de religión popular, considerándose apropiado para las clases sociales más bajas, pero no para los miembros de la aristocracia. El Santuario de Jongmyo fue encargado por Taejo, el primer soberano de Joseon, y consagrado en 1395 con el propósito de preservar los restos de los gobernantes de esta dinastía. Un año antes, este mismo rey había fundado la capital Hanseong, a orillas del río Han, que posteriormente se convertiría en Seúl. En este santuario se albergan las tablillas conmemorativas con los nombres y el legado de todos los antiguos reyes y reinas, conservando un aura de solemne religiosidad, pero también una función política importante, al afirmar como símbolo el legado de los gobernantes del pasado y el respeto a los valores de la piedad filiar. Allí se realizaban anualmente los ritos de veneración a los ancestros (Jongmyo Daeje), un evento que se celebra aún en la actualidad, cada primer domingo del mes de Mayo. Los actos combinan danza, canto y música, reviviendo las antiguas prácticas rituales de la corte (fig. 5). Fig. 5. Ritual en el Santuario de Jongmyo. El Palacio Gyeongbokgung fue construido en el norte de la actual Seúl en 1395, al momento de la fundación de la Dinastía Joseon por el soberano Lee Seong-Gye. Fue la sede principal de la administración pública pues allí transcurrían las ceremonias más importantes presididas por el rey y su corte de ministros. La parte posterior se reservó como lugar de residencia de la familia real. El palacio original fue destruido durante la Guerra de Imjin en el marco de las invasiones japonesas (1592-1598), manteniéndose en estado de deterioro hasta 1867, cuando fue reconstruido por encargo del rey Gojong. Ya durante el siglo XX, con la ocupación japonesa, la mayor parte del palacio volvió a destruirse, iniciándose nuevamente su restauración a partir de los años noventa. En la actualidad, la puerta de ingreso está custodiada por oficiales que visten a la manera tradicional. El ritual del cambio de guardia es, con frecuencia, un acto observado y apreciado por numerosos espectadores (Fig. 6). Fig. 6. Vista actual de la Puerta de ingreso al Palacio Gyeongbokgung Fig. 7. Vista del trono real en Geunjeongjeon, el pabellón principal del Palacio Gyeongbokgung Fig. 8. Pagoda en el jardín del Palacio Gyeongbokgung El Palacio Changdeokgung se construyó en 1405, como palacio secundario, en adyacencia y hacia el este del Palacio Gyeongbokgung. Alberga un conjunto de pabellones que se integra a un área boscosa y de recreación en la zona posterior, llamada Huwon, compuesta de jardines, glorietas, estanques de lotos, fuentes de agua y numerosos recorridos a través de escaleras, puentes de piedra y canales. Toda el área reúne una extensión de 45 hectáreas. También fue destruido por el fuego a fines del siglo XV, siendo restaurado en 1609. Fue sede del gobierno Joseon hasta 1868 cuando el vecino Palacio Gyeongbokgung fue reconstruido. Sunjong, el último emperador de Corea, vivió allí hasta su muerte en 1926. Fig. 9. Vista del pabellón principal del Palacio Changdeokgung. Fig. 10. Vista interior del pabellón principal del Palacio Changdeokgung donde se ubica el trono real. Fig. 11. Vista del Huwon o jardín secreto del Palacio Changdeokgung. La ciudad de Seúl conserva además otros tres palacios reales, Changgyeonggung, Deoksugung y Gyeonghuigung, los cuales mantienen los mismos principios constructivos y el mismo estilo de decoración conocido como dancheong. Como podemos observar en las figuras 7 y 10, que muestran el aspecto interior de los salones que albergaban los tronos reales en Gyeongbokgung y Changdeokgung, este estilo se caracteriza por la predominancia de cinco colores cardinales (azul, rojo, amarillo, blanco y negro) cuya combinación compone diseños variados para decorar el mobiliario y las estructuras de soporte de los edificios de madera. Fig. 11. Vigas de madera pintadas en estilo Dancheong. Aplicados originalmente como una laca para proteger la madera de los daños causados por los insectos y la humedad, los colores dancheong se convirtieron en un elemento característico de la ornamentación tradicional coreana. Hoy en día, pueden verse restaurados en la arquitectura de palacios y de templos en todo el país. El trazado de los dibujos y patrones de color varía según el uso de cada edificio, pero los diseños más comunes incluyen elementos geométricos, naturalistas y figuras de animales, ya sean reales e imaginarios, considerados de buen augurio y protección. Esta singularidad en el uso de diseños visuales de gran elaboración y técnica nos lleva a considerar otros soportes expresivos, como la pintura sobre rollos y biombos, en los que este mismo estilo se tradujo en imágenes de una fuerte pregnancia a través del tiempo. Formas, colores y símbolos en la pintura tradicional coreana El colorido del estilo dancheong propio de la arquitectura también se vincula con una práctica pictórica de carácter decorativo, cultivada en el seno de la corte y hoy en día considerada tradicional y folklórica de Corea. Este género, en el cual predominan las escenas de paisaje, refleja la impronta de las creencias taoístas y chamánicas en las artes visuales. Podemos ver claros ejemplos de esto en las pinturas que adornan el entorno de los tronos reales (ver fig. 7 y 10) con paisajes montañosos en los que aparecen bandadas de grullas, sobre un cielo que contiene al sol y a la luna, como signo de prosperidad y buenos augurios para el gobierno. Numerosos símbolos se asociaron a la invocación de fortuna, felicidad, resiliencia y longevidad como anhelos tanto a nivel individual y familiar como a nivel comunitario y nacional. La representación de ciertas figuras mitológicas y de animales considerados benignos (como el dragón, el fénix, el caballo, el león, el venado y las grullas) se combinó con la de determinadas flores y plantas resistentes al crudo frío del invierno, los famosos “cuatro caballeros” o Sagunja (el bambú, la orquídea, el crisantemo y el ciruelo). Podemos observar representaciones de las llamadas “Diez longevidades” o Sipjangsaeng, cuyos símbolos eran las rocas, las montañas, el agua, las nubes, los árboles de pino, las tortugas, los venados, las grullas, los hongos de inmortalidad y el sol. Estos elementos se convirtieron en temas recurrentes en la decoración de biombos, muebles laqueados, piezas de cerámica, textiles y bordados. Fig. 12. Anónimo. El sol, la luna y los duraznos. Pintura sobre biombos plegables. Color sobre seda. Fig. 13. Anónimo. Las diez longevidades. Pintura sobre biombos plegables. Color sobre seda. De acuerdo con la cosmología taoísta, los caracteres chinos que significan longevidad (en coreano, su), felicidad (bok), fertilidad (danam), riqueza y alto estatus social (bugwi) fueron utilizados ampliamente para ornamentar todo tipo de objetos en la vida cotidiana. Otro signo importante en la cultura coreana es el taegeuk (taiqi, en chino) que aparece como emblema en la bandera nacional de Corea del sur. Fig. 14. Diseño de taegeuk (izq.) y sam taegeuk (der.) El diseño se compone de dos colores, el rojo y el azul, que representan la polaridad complementaria del cielo y de la tierra reunidos en un motivo circular y dinámico, a la manera del yin-yang de origen chino. Se añaden, además, cuatro de los ocho trigramas del Libro de los Cambios, uno de los cinco libros canónicos en China antigua, en alusión a los puntos cardinales, a las cuatro estaciones y a los elementos de la naturaleza. Una variante de este diseño, también muy utilizada como símbolo de Corea, es el sam taegeuk que busca evocar la armonía entre cielo y tierra, agregando el amarillo como tercer color, en alusión a la humanidad. Este motivo es frecuente en la decoración de abanicos, adornos personales, utensilios domésticos, artesanías, trajes, vestidos y muebles. Fig. 15. Abanicos decorados con el diseño del taegeuk. Fig. 16. Fotografía actual de una dama vistiendo un traje tradicional de seda (hanbok) con los colores del taegeuk. Consideraciones para el trabajo durante la semana • A partir del ejemplo de esta última imagen, que nos remite a pensar en la permanencia de “lo tradicional” en el imaginario social, en la cultura material y en la vida cotidiana de la actual Corea, los invito a realizar la primera actividad del curso que ya tienen disponible en el campus. • El texto de apoyo bibliográfico para esta semana es el siguiente: Yang, E. (2002) Origen y características generales de la cultura coreana. Centro de Investigaciones Coreanas. Pp. 1-12. Bibliografía optativa: Best, J. (1998) “Profile of the Korean past” en Smith, J. (Ed.) Arts of Korea. The Metropolitan Museum of Art. New York: Yale University Press. Pp. 15-38. En la próxima clase, seguiremos trabajando sobre la herencia cultural de Corea, aproximándonos a su expresión en otras manifestaciones artísticas. De manera simultánea, también abordaremos los principios de orden tradicional que han regulado las relaciones sociales, la organización familiar y la educación. Referencias bibliográficas AAVV (2013) Paisajes culturales de Corea. Centro de Estudios internacionales: Imprenta de la Academia de Estudios Coreanos. Cap. 1 y 2. AAVV (2001) The Arts of Korea: A Resource for Educators. New York: The Metropolitan Museum of Art, 2001. AAVV (1995) Korean Heritage Series: Chasu. Seoul: Korean Overseas. AAVV (1987) Korean Art Guide. Seoul: Korean Overseas Information Service. Fisher, R. (1993) Buddhist Art and Arquitecture. Th.& Hudson. Cap. 3. Korea. Pp. 125-138. Information Service, 1995. Hobsbawm, E. y Ranger, T. (2003) La invención de la tradición. Barcelona: Crítica. Lee, P. H. (1993) Sourcebook of Korean Civilization: Volume I, from Early Times to the Sixteenth Century. New York: Columbia University Press. Moes, R. (1987) Korean art. New York: The Brooklyn Museum. Caps. “The Historical Context of Korean Art” y “The Uniqueness of Korean Art”. Pp. 1-20.