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CREEMOS EN LA PARTICIPACION
La política es definida como “la actividad que mira por el ordenamiento general de un
conjunto de personas” [1] es un ejercicio consciente y está determinada por la deliberación
colectiva y pública. “La política, en cambio, no existe en todas partes ni siempre; la
verdadera política resulta de una creación social-histórica escasa y frágil, que atañe a
todos los miembros de la colectividad de que se trata. “El objeto de la política es
precisamente la libertad. La libertad efectiva de cada uno está en función de la libertad
efectiva de los demás. De manera que la autonomía (la libertad efectiva) de todos en una
democracia es y debe ser una preocupación fundamental de cada uno” [2]
La historia de la humanidad es el producto de las acciones individuales. Todos estamos
dotados de conciencia, por tanto, cada hombre es enteramente responsable de todas las
consecuencias de lo que hace o deja de hacer, es responsable de lo que él es, y en este
sentido también de lo que es la humanidad.
Somos parte de una ciudadanía. Eso implica pertenecer a una comunidad, y a su vez
diversos grados de participación en la misma. “La ciudadanía es la plena pertenencia a
una comunidad, donde pertenencia implica la participación de los individuos en la
determinación de las condiciones de su propia asociación, es un status que garantiza a los
individuos iguales derechos y deberes, libertades y restricciones, poderes y
responsabilidades”[3], esto nos permite, a todos, decidir <cómo queremos vivir> y asumir
un compromiso no sólo propio, sino colectivo para lograr discursivamente materializar la
ciudadanía.
Si uno participa con una consciencia compartida, con compromiso y debatiendo sobre
cuales valores, principios e interpretaciones de necesidades deben formar parte de la
comunidad, está asumiendo su condición de <animal político>.
Para llevar a cabo la institucionalización de aquellos valores que consideramos comunes, la
vía que nos lo permite, son los derechos. Los definimos como “esferas legítimas de acción
(o inacción) independientes”[4], aquellos dominios en los que los ciudadanos intentan
desarrollar sus propias actividades dentro de las restricciones de la comunidad. Esto es
posible, gracias a la existencia de un cierto grado de autonomía; autonomía que se obtiene
con la conquista de aquellos derechos. Por lo tanto cuando el ciudadano necesita hacerse
escuchar, debe hacerle frente al estado. Solo de esta forma conseguirá los derechos que le
corresponden. “Los derechos de ciudadanía son el resultado de los movimientos sociales
determinados a expandir o defender la definición de la pertenencia social” explica
Giddens [5].
Held introduce un “doble enfoque” de los derechos, que consiste en diferenciarlos entre
derechos formalmente establecidos, y las condiciones en las que se hacen valer en la
cotidianidad. Esto puede verse si analizamos las situaciones de los movimientos actuales,
quienes no luchan por la conquista de nuevos derechos, sino por el efectivo cumplimiento
de los ya decretados.
Los derechos constituyen la esfera pública de la sociedad civil, como una esfera donde los
agentes debaten, actúan en conjunto, y pueden ejercer influencia sobre otras esferas, como
la política o la económica. Es así como la sociedad civil, en tanto voluntad política y toma
de decisiones, es de suma relevancia para la reproducción de la democracia, abriendo
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espacios de lucha para la transformación social, y la expansión de la misma. Hay que
entender que la soberanía les pertenece al ciudadano y al pueblo, sabemos que en los
tiempos actuales es todo un desafío construir la ciudadanía, pero en realidad se logra solo
con individuos capaces de asumir la responsabilidad de la construcción política.
“La característica clave de una sociedad civil moderna, vital y una forma importante de
participación ciudadana en la vida pública” [6], es que existan habitantes que tengan la
necesidad de hacer valer sus opiniones, creencias y hacer respetar sus normativas.
En la actualidad, los movimientos sociales han adquirido gran visibilidad con los distintos
tipos de protesta, debido las demandas sociales efectuadas y no solucionadas o
solucionadas parcialmente por parte del Estado. En nuestros días, un ejemplo claro de
protestas sociales, son las movilizaciones y marchas en los espacios públicos más
representativos de la sociedad, como por ejemplo la Plaza de Mayo en Capital Federal.
“Los derechos no sólo aseguran la autonomía de individuos privados y desvinculados.
También aseguran la autonomía de la interacción comunicativa de los individuos entre sí
en las esferas públicas y privada de la sociedad civil, así como una nueva relación de los
individuos con las esferas públicas y política de la sociedad y el Estado”. “Los derechos
de comunicación, asamblea y asociación, entre otros, constituyen las esferas pública y
asociativa de la sociedad civil como esferas de libertad positiva dentro de las cuales los
agentes pueden debatir colectivamente temas de interés común, actuar en concierto,
afirmar nuevos derechos y ejercer influencia sobre la sociedad política”. [7]
Para concluir, podemos retomar las ideas de Cohen y Arato, expresando que toda teoría de
la democracia, de los derechos, implica un modelo de sociedad.
Actualmente, estamos enfrentando la reaparición de la intención política y social;
centrándonos en el Estado. "Se puede presumir que el interés público es aquel que los
hombres escogerían si vivieran claramente, pensaran racionalmente y actuaran
desinteresadamente”[8]
Sin embargo, si pretendemos comprender dicha transformación, deberíamos apuntar, más
que al Estado, al concepto de <sociedad civil>; siguiendo a Cunill, es esta sociedad la que
trata de repolitizar sus instituciones para que defiendan el “mundo de la vida”.
Así, se desvía la mirada del Estado hacia esta sociedad civil y en particular a los
movimientos sociales, entendiéndolos desde una política “ofensiva”, una “política de
reforma” sobre el Estado. Sin embargo, no es nuestra intensión que se malinterprete esto
último; no es que los movimientos sociales o la sociedad civil se contraponga al Estado,
sino por el contrario, que funcione de complemento, que si bien existe entre estos un
“encuentro conflictivo”, este encuentro debería ser, al menos constructivo y productivo,
siguiendo las ideas de Judith Butler. La idea de que el Estado y la sociedad civil se
encuentran enfrentados lo podemos encontrar en la obra de Cohen y Arato. El concepto
moderno de sociedad civil resurgió primero en las luchas de las oposiciones democráticas
de la Europa oriental contra los partidos estatales socialistas autoritarios, utilizado como
una manera de definirse. Este concepto tiene su base entonces en los movimientos de lucha
por recuperación de derechos en contra de los movimientos gobiernos autoritarios. Hoy,
vivimos en una sociedad donde los gobiernos no son autoritarios, pero una forma de serlos
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es excluir a ciertos grupos o conjuntos de personas de sus derechos. “desde este marco,
proponen un concepto de sociedad civil que refieren a movimientos democratizadores,
autolimitados que procuran proteger y extender espacios tanto para las libertades
positivas como para las negativas y volver a crear formas igualitarias de solidaridad para
lo que son claves la asociación y libre interacción comunicativa de individuos en las
esferas publicas y privadas”.[9]
Volviendo a lo anterior, si bien la sociedad civil y el Estado parecieran “enfrentarse”, son
conceptos que están íntimamente ligados, forman un par. El Estado es el resultado de la
acción de los ciudadanos. Pero, puede ocurrir que estos pierdan el control sobre el Estado y
éste se vuelva contra ellos. Los individuos de pronto se ven cediendo “voluntariamente”
parte de su soberanía al Estado, mientras que este actúa con autonomía frente a ellos, sin
que los ciudadanos puedan ver en el Estado su propia obra.
No se puede pensar en un Estado separado del espacio de luchas que surge desde la
sociedad civil, ambos son conceptos\, que no pueden coexistir uno sin el otro. En la
sociedad civil tiene lugar los reclamos que permiten que el Estado no olvide su accionar en
pos del bien común.
En este sentido Habermas introduce el concepto de <desobediencia civil>, este es un
elemento constituyente de cualquier Estado democrático de derecho, y es sumamente
necesaria para el buen funcionamiento de la democracia. Se trata de un “acto público, no
violento, consciente y político, contrario a la ley, cometido con el propósito de ocasionar
un cambio en la ley o en los programas de gobierno” [10]. Cabe agregar, que estos actos
deben estar justificados por una injusticia o falta manifiesta y que se hayan agotado las
demás vías alternativas para revertir la situación.
Habermas genera la idea de movimiento social desobediente, los cuales hacen útil su
condición de presión plebiscitaria numerosa para corregir ciertos errores, y generar nuevas
innovaciones buscando la igualdad de oportunidades que el Estado proclama y en
ocasiones no cumple, aunque posea una inclinación que sea democrática , de esta forma se
conforma la democracia autentica. “El pueblo influye pero, al mismo tiempo, es influido.
Ésa es la semilla que más debemos cuidar, aunque es de lo que hoy menos se ocupa
la teoría de la democracia”[11]
Si tomamos en cuentas algunas de la proporciones que proporciona Castoriadis, podemos
llegar a decir, o más bien proponer que la tarea de estos conjuntos desobedientes es generar
imaginarios radicales los cuales generen una consecuente autonomía dentro de los grupos
sociales que pueden llegar a estar en estado de heteronomia, el deber de los grupos
desobedientes es modificar el instituido, por medio de un instituyente a favor a favor de la
sociedad.
Retomando el tema de los movimientos sociales es fundamental su participación para
generar y reproducir una cultura política democrática, donde se tolere la diversidad, se
modere el fundamentalismo y el egoísmo y se creen compromisos.
Las acciones se desarrollan dentro este espacio y toma el nombre de “sociedad civil”, este
espacio según Cohen y Arato, se ubica entre la esfera privada y el espacio Estado. Los
movimientos cumplen una fusión que resulta clave ya que nos permite percibir e
identificar problemas que afectan al conjunto de la sociedad, pero también nos permite
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tematizarlos de una manera convincente de modo que sean asumidos por el procesos que
presenta el sistema político.
La cuestión aquí es que, las demandas que emergen desde la sociedad deben estar incluidas
dentro de la gestión pública a partir de una institucionalización, de forma tal que se les
quite la agenda social a ciertos actores sociales.
Un caso significativo es la cooperativa “La Minga”, la cual es un grupo de ciudadanos de la
comunidad de Oncativo que generó una acción colectiva ante la problemática de
contaminación en su zona agrícola. Organizaron debates y reuniones donde, junto a
vecinos, presentaron un proyecto ante productores y el órgano municipal. No trabajaron en
la defensa de su propio derecho, sino que extendieron su lucha hacia el bien común de toda
la comunidad.
La posibilidad que nos ofrece La Minga, como movimiento cooperativo, es poder ver como
todos los enfoques teóricos pueden explicarnos su realidad. No se está pensando un espacio
de toma del poder institucionalizado, se está pensando en complementar el proceso
democrático de su ámbito de acción tratando de crear diálogo sin confrontación. De esta
manera van relacionándose con nuevos actores, formando vínculos y logrando los objetivos
de sus manifestaciones mediante la mejor estrategia para lograr el cumplimiento de sus
luchas.
Tal como vemos en esta agrupación, es la sociedad civil el terreno en el cual se debe
desarrollar la esfera pública, el lugar en el cual la voluntad política y las decisiones
colectivas se articulan con el objetivo de ampliar los espacios públicos de participación
efectiva. Es en esos espacios que la ciudadanía logra autonomía, universalidad y la
organización política de un estado democrático.
Coincidimos con Cunill en que para que una democracia sea plena, es necesario que: 1) se
logre la igualdad política, 2) sus decisiones incorporen la deliberación y, 3) se evite la
tiranía de la mayoría.
Sin embargo, nuestro sistema político dista de ser una democracia participativa, de igualdad
de oportunidades. Retomando algunos de los conceptos claves de Cohen y Arato podríamos
diagnosticar a nuestra democracia como una democracia elitista. El realismo excesivo que
pretende abordar termina por olvidar el núcleo básico y último de la misma: el principio de
la ciudadanía, y la política pierde sentido, llevando a una creciente decepción de los actores
sociales.
Una democracia de estas características, ha reducido el significado de democracia en
estabilidad y ha creado un sistema que no motiva la participación.
De esta forma creemos que es necesaria una democracia de hecho y no solo de nombre,
espacios plurales y voces variadas, deliberación y consenso concretos de todos los
ciudadanos, no sólo participación efectiva de los sectores minoritarios del poder con
pretensiones de “universalidad”.
Para eso nos sirve la noción de la igualdad política antes citada, que requiere comprender
otros elementos, tales como las “condiciones de aislamiento”, remitiendo a la protección de
la esfera política aislando todos los elementos que interfieran en el proceso político; y la
“consideración efectiva”, que refiere en hacer conocer a las personas las opiniones rivales
más importantes, para que éstas tengan la oportunidad de elegir y decidir entre ellas. En
resumen, la igualdad política está ligada a la condición de pluralismo político y a evitar la
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tiranía de la mayoría, que pretende que quienes forman parte de éstas respeten los derechos
de las minorías.
La deliberación, es otra de las condiciones indispensables, ya que admite la posibilidad de
“construir” un interés público y la exposición de intereses particulares, basándose en la
opinión libre, la expresión y la discusión.
Con esta visión intentamos ampliar la tradicional concepción de participación que estaba
asentada en el modelo de representación de intereses centrándonos en el rasgo común de los
“ciudadanos como tales”.
Evidentemente tenemos la posibilidad de ampliar la democracia en la esfera pública
mediante la participación efectiva y no únicamente ejerciendo la obligación del voto.
Además la participación es necesaria para que no haya retrocesos en los logros obtenidos,
protegiéndolos ya que no se establecen de una vez y para siempre.
Retomando la cita de Cunill, que fue el disparador de nuestro trabajo, queremos destacar
esta última frase: “la autonomía (la libertad efectiva) de todos en una democracia es y
debe ser una preocupación fundamental de cada uno” [12], porque consideramos que es
vital que esa responsabilidad nos sea consciente y asumamos el compromiso individual que
nos lleve a la acción.
Una vez más, y siempre, como dice Pitkin, el tema es y será la acción, ya que mediante una
sustantiva participación de los miembros puede llegarse a una decisión y a una acción
genuinamente conjunta. Los movimientos sociales han elegido hacer de la “sociedad civil”
un ámbito de discusión pública donde sus efectos puedan trascender hacia el Estado y hacia
el sistema capitalista. No podemos ignorar, como dice la autora, que estos movimientos
consciente y deliberadamente revisan el transcurso de la vida política y expanden al sistema
democrático.
Nuestra tarea es preservar, reconstruir y comunicar colectivamente el legado histórico y
cultural de nuestra sociedad. Poseemos la capacidad para llevarla a cabo, pero debemos
asumir que es nuestra obligación. Creemos que es el mensaje que incorporamos después de
cursar la materia y tiene mucho que ver con el título de este texto: no seamos “idiotas”,
ejerzamos nuestros derechos que tanto costaron conseguir, por lo que tanto pelearon otros y
hagamos valer las virtudes que, como pertenecientes a una democracia, tenemos.
5
[1] PITKIN, Hanna Finichel. Asociación (pertenencia a una comunidad) lo social y lo
político. En: Wittgenstein: El lenguaje, la política y la justicia. Centro de Estudios
Constitucionales. Madrid, 1984. pp. 294
[2] CUNILL GRAU, Nuria. Lo público como esfera de formación de opinión y voluntad
políticas. La influencia sobre el Estado como asedio y Una reconceptualización posible de
la participación ciudadana en función de la ampliación de la esfera publica; en Repensando
lo público a través de la sociedad. CLAD Editorial Nueva sociedad. Caracas. (1997) pp.
146
[3] HELD David. Ciudadanía y autonomía. En La política. Paidós, Bs. As. (1997) pp. 42
[4] HELD, David. Op. Cit. pp. 54
[5]HELD, Ciudadanía y Autonomía. En La política. Paidós, Bs. As., 1997. Págs. 41 a 67.
[6] COHEN, J. y ARATO, A: Sociedad Civil y Teoría Política. FCE, México. 2000 Pag 38
[7] COHEN, J y ARATO, A: Sociedad Civil y Teoría Política. FCE, México. 2000 Pag 41
[8] LIPFMANN en GIAVONNI SARTORI. Op. Cit. pp. 133
[9] COHEN, J y ARATO, A: Sociedad Civil y Teoría Política. FCE, México.
[10] J. RAWLS, en HABERMAS. Desobediencia civil piedra de toque del estado
democrático de derecho. Ensayos políticos. Península, Barcelona (1987)
[11] GIAVONNI SARTORI. Op. Cit. pp. 130
[12] CUNILL GRAU, Nuria. Op. Cit. pp. 146
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