Obama y los desafíos en EU Álvaro Bracamonte Sierra*

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Obama y los desafíos en EU
Álvaro Bracamonte Sierra*
¿Qué está cambiando en Estados Unidos como para que un hombre de color, con antecedentes religiosos
cercanos al Islam, con un nombre de pila confundible con el del principal enemigo de Norteamérica, dispute, con
posibilidades reales de victoria, la Presidencia del país más poderoso del planeta?
Algo raro está ocurriendo como para que Barack Hussein Obama sea un candidato que concite el apoyo de
blancos y de casi todas las minorías étnicas. Apenas el sábado 26 arrasó en las primarias celebradas en
Carolina del Sur; de manera sorpresiva había ganado en Iowa y cuando todo indicaba que obtendría una
holgada victoria en Nueva Hampshire perdió en forma inesperada.
Ahora los candidatos demócratas más adelantados, sobre todo Hillary Clinton y Obama, se preparan para el
próximo 5 de febrero, conocido ya como “supermartes”, porque en ese día se realizan elecciones en 22 estados;
para entonces quedará prácticamente decidido quién será el candidato demócrata en virtud de que se elige la
mayoría de los delegados que asistirán a la Convención Nacional Demócrata. Los pronósticos son relativamente
favorables para el senador por Illinois: De confirmarse las predicciones seremos testigos de una transformación
inédita de la sociedad estadounidense comparable con el giro registrado tras la guerra de Secesión.
¿Donde están las raíces del cambio? A mi juicio lo que está pasando sólo puede explicarse a partir de que los
estadounidenses buscan un cambio verdadero; uno que los reencauce por el sendero que los Padres
Fundadores plantearon después de la Independencia.
La recuperación de la credibilidad en las instituciones subyace en el anhelo de cambio percibido. El cambio
creíble lo está encarnando el legislador de color. Su credibilidad se acredita con su congruencia personal y
política: Fue de los pocos que, a contracorriente de la opinión pública, y específicamente en contra de la
decisión de toda la clase política, no apoyó la guerra contra Iraq.
Al Gore plantea con inteligencia el reto que significa la restauración de la ética en el desempeño de los políticos
y las instituciones de Estados Unidos. En su libro “El ataque contra la razón” explica el desafío en los siguientes
términos: “Poco antes de que nuestra nación invadiera Iraq, nuestro senador más veterano, Robert Byrd, de
Virginia Occidental, se levantó en el Senado y dijo: Esta Cámara, en su mayor parte, ha guardado silencio; un
silencio terrible, ominoso. No hay debate, no hay discusión, ningún intento de explicar a la nación los pros y los
contras de esta guerra en particular. No hay nada. Guardamos un silencio pasivo en el Senado de Estados
Unidos”.
Más adelante el ex vicepresidente señala que el senador Byrd expresaba con su alegato lo que millones de
estadounidenses se han planteado en otros términos: ¿Por qué la razón, la lógica y la verdad parecen tener un
papel cada vez menos importante en la forma en que Estados Unidos toma decisiones importantes?
El ahora afamado activista contra el cambio climático cuestiona “¿Qué le ha pasado a nuestro país? (…) es
demasiado fácil, y demasiado partidista, culpar únicamente a la política del presidente George W. Bush. Todos
somos responsables de las decisiones que toma nuestra nación. Tenemos un Congreso. Tenemos un Poder
Judicial independiente. Tenemos controles y balances. Somos un país de leyes. Tenemos libertad de expresión.
¿Es que todo eso ha fallado?”
“¿Por qué el discurso público en Estados Unidos se ha vuelto menos claro, menos razonado? La fe en el poder
de la razón (la convicción de que los ciudadanos libres pueden gobernarse con prudencia y justicia, utilizando el
debate lógico en función de las mejores pruebas disponibles, en lugar del poder puro y duro) fue y continúa
siendo la premisa principal de la democracia estadounidense. Esa premisa es la se halla ahora sometida a un
ataque”.
Agregaríamos que en la actual coyuntura electoral eso es lo que se está expresando en el campo demócrata. La
emergencia del fenómeno político, llamado Obama, seguramente responde a la urgencia que tienen los
estadounidenses de refundar o reencauzar a su país por el camino de la ética y la razón.
El desafío es mayúsculo, puesto que la restauración del espíritu de los Padres Fundadores se enfrentará a
dificultades imprevistas como es la brutal crisis económica que afecta a las finanzas de ese país.
Para varios especialistas se trata de la crisis más severa en lo últimos 60 años; es decir, comparable con la
depresión del 29. Éste es el reto de los demócratas, en particular de Barack Hussein Obama.
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