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Como Componer Canciones - David Little

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CÓMO COMPONER
CANCIONES
David Little
CÓMO COMPONER
CANCIONES
Contenido
INTRODUCCIÓN
1. POR DÓNDE EMPEZAR
El germen de una canción
El desarrollo de una canción
El control de calidad
El anzuelo pegadizo
Otras reglas no escritas
2. LA ESTRUCTURA DE UNA CANCIÓN
Secciones de una canción
Ordenando las secciones
3. EL INSTRUMENTO MUSICAL
El instrumento adecuado
Buscando ideas con tu instrumento
El registro vocal
La guitarra
El piano y el teclado
4. ELEMENTOS MUSICALES DE UNA CANCIÓN
Ritmo
Melodía
Armonía
5. EL RITMO
Pulso o tiempo
Acento
Compás
6. MELODÍA Y NOTAS MUSICALES
Las notas musicales
La melodía
La duración de las notas
7. ESCALAS Y ACORDES
Las escalas
Los acordes
El ADN armónico
8. DESARROLLO DE LA CANCIÓN
Desarrollo de la melodía
Desarrollo rítmico de la canción
Buscando los acordes adecuados
9. LOS CAMPOS ARMÓNICOS
Acordes esenciales
Acordes añadidos
Progresiones de blues
Cambios de acordes inusuales
10. CAMBIOS DE TONALIDAD
Acordes de transición
Cambios de tonalidad bruscos
Cambios de tonalidad abundantes
Finales acaramelados
Moviéndonos entre tonalidades relativas
11. LOS ARREGLOS
Utilizando acordes con chispa
Inversiones de acorde
Nota pedal
Arpegios
Estructura interna de las secciones
Algunos consejos
12. LETRAS DE CANCIONES
Calidad frente a funcionalidad
Mensaje
Simbiosis entre letra y melodía
Métrica
Perspectiva
Ficción y realidad
Rima
Metáfora
13. EL PROCESO CREATIVO
De dónde proviene la inspiración
Las influencias musicales
El bloqueo creativo
BIBLIOGRAFÍA
CRÉDITOS
Muchas gracias a Rafael Aguirre, Inma Melgar, Milton Rodríguez,
Eduardo Sánchez y Carlos Vicent por ayudarme a elaborar este libro.
INTRODUCCIÓN
Si estás leyendo estas páginas es muy probable que siempre te hayas sentido
atraído por la composición de canciones. Quizá seas un compositor
experimentado con un buen puñado de temas a tus espaldas y tan sólo quieras
conocer nuevos puntos de vista con los que ampliar tus horizontes. También
puede ser que lleves algún tiempo tocando canciones de otros autores, y que
incluso tengas en el cajón algunos bocetos musicales fruto de tus largas horas
de ensayo, pero que nunca han llegado a convertirse en canción. A lo mejor
simplemente eres un aprendiz que empieza a dar sus primeros e ilusionantes
pasos en el mundo de la música. Si siempre te ha atraído la idea de escribir
canciones, pero nunca has sabido cómo empezar, con este libro queremos
ayudarte a abrir tu mente. Tú también puedes formar parte de este nutrido
club.
¿Pero puede un libro enseñarte a escribir canciones?
Leyendo este libro no te vas a convertir en John Lennon o David Bowie. Si
ese es tu propósito siento decepcionarte. Llegar a ser un escritor de grandes
canciones sólo depende de ti. Quien escribe estas líneas no pretende sentar
cátedra sobre el tema. Mi propósito es mucho más sencillo, y es el de
compartir con los compositores, futuros compositores y con aquellos
melómanos interesados en los códigos de la música popular, algunas ideas a
través de un análisis didáctico honesto.
¿Escribir canciones es un arte innato?
La creación artística nace de lo más profundo de nuestro ser. Al menos eso es
lo que siempre hemos escuchado. «El artista nace, no se hace» dicen por ahí.
Son las verdades aprendidas de la composición musical. ¿Pero qué hay de
cierto en ello?
Si echamos un vistazo a la historia de la música popular es evidente que
esta es una idea como mínimo bastante matizable. Es el eterno dilema. ¿El
talento es innato o se consigue a base de esfuerzo? ¿La composición de
canciones es un don o una habilidad que podemos aprender a desarrollar?
Ambas afirmaciones sean probablemente ciertas.
Pongamos el caso de un guitarrista potencialmente virtuoso que posee una
habilidad innata para tocar su instrumento. El problema es que, ironías de la
vida, este genio en potencia apenas coge la maldita guitarra. ¿Cuál es el
resultado entonces de su desarrollo como músico? Seguramente esta persona
conseguiría aprender mucho más rápido que otros con un poco de práctica.
Pero ten por seguro que si decide tocar la guitarra solamente una vez cada mil
años, nunca será un guitarrista decente. Ni mucho menos podrá llegar a la
excelencia por muy superdotado que sea.
Esta misma situación se repite en el ámbito de la composición de canciones.
Podemos tener cierta habilidad para escribir una canción, pero si no
trabajamos y profundizamos en el tema difícilmente completaremos la misión
con éxito. La práctica, el ensayo y el error son pautas necesarias. Una persona
no puede aprender a tener talento, pero sí puede aprender a desarrollar su
potencial. Es el único camino para que florezcan las habilidades innatas. Es
cierto que muchos autores experimentados aprenden a desarrollar estas pautas
de trabajo de manera autodidacta e inconsciente. A veces simplemente
escuchando el trabajo de otros autores. Pero otros muchos necesitan de vez en
cuando una pequeña sacudida.
No existen las fórmulas mágicas para escribir una
canción
Si bien hay patrones que se repiten a lo largo de la música popular, una
canción no es un dogma de fe ni una fórmula matemática. La composición
musical, en su expresión más popular, es un proceso creativo muy flexible.
Escribir una canción no es como seguir una receta de alta cocina. No hay
unas instrucciones grabadas en piedra para seguir. No hay ningún manual
sagrado para componer un tema de pop, rock, blues, dance, salsa, bachata o
flamenco. Muchísimo menos para que esa canción sea un éxito. ¿Cuál es el
secreto para que una canción logre llamar la atención de un número
importante de personas? En el fondo nadie tiene la menor idea. A veces las
canciones que siguen los estándares más habituales logran un impacto
inmediato. En otras ocasiones son las canciones que han pasado
olímpicamente de las normas las que se terminan convirtiendo en los grandes
clásicos de la historia.
La música occidental tiene doce notas que se repiten en bucle desde las
octavas más graves hasta las más agudas. La composición nos abre un mundo
de posibilidades infinitas. Cuando escribimos una canción elegimos
consciente o inconscientemente seguir unos caminos e ignorar otros. Y un
mismo autor puede elegir sus pautas habituales o decidir adentrarse por rutas
totalmente nuevas. El equilibrio entre experimentación y conservadurismo
está a la orden del día.
Entender los elementos de una canción
Está bien. No hay ninguna norma secreta para escribir una buena canción.
¿Pero es posible al menos aprender a ser mejores compositores? Por
supuesto. Esa es la razón de existir de este libro que tienes entre tus manos.
Por eso, aunque las reglas dogmáticas no son buenas compañeras de viaje,
nunca vienen mal unas cuantas recomendaciones que podemos utilizar o
desechar a nuestra conveniencia.
Que las normas absolutas sean perjudiciales no quita el hecho de que
existen muchas pautas comunes que se repiten a lo largo de la historia de la
música popular. Y la música popular es tan antigua como el ser humano. Pero
no hace falta remontarnos tanto tiempo atrás. Este no es un tratado de
antropología musical. Simplemente con examinar el trabajo de los grandes
autores de los últimos 70 años (por poner una cifra asequible) encontraremos
que existen muchísimas semejanzas y, por supuesto, muchísimas diferencias
entre las canciones que se han escrito.
Por esta razón analizar el trabajo de otros autores es un ejercicio
extraordinariamente útil. Nos ayuda a entender los diferentes elementos que
conforman (o al menos suelen conformar) una canción. Cuando somos
nosotros los que nos ponemos el traje de compositores, podremos elegir con
conocimiento de causa si queremos asimilar las fórmulas que llevan décadas
funcionando o si queremos darle una vuelta de tuerca a las normas
establecidas.
POR DÓNDE EMPEZAR
¿Cómo arranca el proceso de composición? Lo primero que has de saber es
que no existe un modus operandi oficial. No hay mapas ni flechas que nos
indiquen el lugar señalado ni la dirección correcta. Cada autor debe encontrar
la manera con la que se sienta más cómodo. Y para lograrlo existen algunos
factores influyentes como la formación musical de la persona, los gustos
personales o el estado anímico particular de cada uno.
Busca tu motivación para escribir canciones
Algunos escriben canciones por el sano placer de hacerlo, de traer música
nueva a la vida, de crear algo que antes no estaba. Otros lo hacen porque
necesitan descargar sus emociones y su sensibilidad en forma de canción.
Otros porque tienen la intención de ganarse la vida con ello. Otros componen
porque están enamorados de la idea de ser compositores de canciones,
aunque no sepan muy bien por dónde empezar. Algunos simplemente se
sienten tan atraídos por un movimiento musical determinado que quieren
poner su granito de arena. Y luego están los que escriben canciones por una
mezcla de todos los motivos citados. La cuestión es, ¿qué quieres tú? ¿Por
qué quieres escribir canciones? ¿Qué es lo que te motiva?
Según el impulso de cada cual existen dos rumbos principales a seguir con
nuestra brújula creativa: el de comercialidad pura y el de la composición por
amor al arte. Podemos movernos teniendo en cuenta el impacto que una
canción va a tener entre un determinando número de personas o podemos
guiarnos a través de nuestra propia satisfacción artística. También podemos
impulsarnos por una mezcla de ambas aspiraciones.
► Escribir buscando la comercialidad
Si eliges esta opción lo normal es que quieras que tu obra sea capaz de llegar
a un público suficiente que te permita poder dedicarte profesionalmente a la
música. Esto incluye tanto la composición de canciones para terceras
personas, como para un proyecto artístico propio. También ámbitos como la
composición de sintonías y la música para publicidad entre muchos otros
frentes.
En esencia, con la búsqueda de la comercialidad buscamos que nuestras
canciones sean atractivas para el mercado. La escritura de canciones según la
comercialidad requiere guiarnos a través de las tendencias musicales actuales
o futuras. No tienes por qué obligarte a seguir las modas del mercado actual
si no quieres. El truco está en ser capaz de adelantarte a las tendencias
musicales que están por venir. Para ello has de escuchar con atención las
corrientes musicales emergentes y hacer caso a tu intuición.
Tampoco hablamos aquí de una obsesión perpetua por la novedad. A
menudo las tendencias musicales se cimentan en el rescate y la revisión de
los estilos musicales que triunfaron en el pasado. Hay quien dice que el
revival de los años ochenta ha durado mucho más que lo que duraron los
propios años ochenta. Casi todo lo que se ha hecho desde hace treinta años
sigue esta pauta revisionista.
► Escribir desde el corazón
Cuando componemos por amor al arte se presupone que alcanzamos un nivel
de honestidad con nuestra propia obra mucho más elevado. Nuestro nivel de
motivación será mayor si nos gusta lo que hacemos, si utilizamos la música
como método de expresión artística, más allá de la posible contrapartida
económica que podamos cosechar en un futuro.
Escribir lo que nos da la real gana puede tener un matiz egoísta, es cierto,
pero es una de las mejores maneras de alcanzar la autenticidad. Y el público
agradece la autenticidad. Por tanto, trabajar de esta manera también puede
tener una contrapartida comercial a largo plazo.
Nunca se puede saber al cien por cien qué estilos musicales estarán de moda
dentro de unos años. Si te gusta la música rock es posible que dentro algún
tiempo vuelva de nuevo a despuntar (el rock siempre vuelve). Por otro lado,
si odias el reggaetón no tiene mucho sentido dedicar tu tiempo a escribir
canciones de este estilo por mucho que esté de moda. Nadie sabe qué estilos
marcarán la pauta el día de mañana.
► Escribir desde el corazón sin dejar de lado las
tendencias actuales y futuras
Ambos extremos son totalmente compatibles. Existen múltiples matices
intermedios para satisfacer las necesidades divinas o terrenales de cada uno.
Esto quiere decir que un autor puede escribir según su filosofía artística,
abarcar los géneros con los que se siente más cómodo a nivel personal y
utilizar la música como válvula de escape emocional, al mismo tiempo que se
guía por su intuición comercial.
El germen de una canción
El acto de empezar a componer una canción tiene un fuerte impulso
motivacional. Este impulso es prácticamente idéntico a aquel que te hace
saltar del sillón y empezar a bailar cuando te suena aquella canción que tanto
te gusta. Porque ambos fenómenos tienen muchísimo en común. Me refiero al
anzuelo creativo y al anzuelo pegadizo como potentes motores musicales.
Anzuelo creativo: el embrión de la canción
Pongámonos en situación. Imagina que estás tranquilamente escuchando
música en la radio de tu coche mientras conduces. O bien estás en la ducha
escuchando la radio. O quizás en una discoteca. Da igual. La cuestión es que
de pronto algo en la canción que suena llama tu atención: un fragmento de
música, una frase, un sonido, un estribillo, una línea de bajo, el alarido de un
cantante. Sea lo que sea, a partir de ese momento te enamorarás de la canción
y querrás escucharla una y otra vez (o la odiarás y no podrás quitártela de la
cabeza). El pez ha picado el anzuelo pegadizo. Ni que decir tiene que en esta
metáfora el pez eres tú.
Este mismo proceso se repite a nivel compositivo:
Imagina que estás practicando con la guitarra o el piano en tu casa, quizá
improvisando sobre una armonía, o incluso ensayando con tu banda en el
local. Puede que estés intentando descubrir los acordes de una de tus
canciones favoritas. De pronto algo de lo que emerge de tu instrumento capta
tu atención: un sonido, una melodía, una frase, una idea. El pez ha picado el
anzuelo creativo. En este caso, el pez es el embrión de una nueva canción. De
tu nueva canción.
En la jerga musical se utiliza el término inglés hook para definir ambos
procesos. Teniendo en cuenta el significado de la palabra (gancho, anzuelo,
garfio) la simbología está bien traída. En definitiva, se trata de algo que
atrapa tanto al oyente como al compositor. Este fragmento musical puede ser
una figura melódica, pero también un ritmo, una sonoridad determinada, un
verso, una frase o una palabra que llama poderosamente la atención.
Pero de alguna manera estos dos procesos (anzuelo creativo y anzuelo
pegadizo) son dos fenómenos sustancialmente diferentes, si bien es cierto que
guardan una relación muy estrecha. Como oyentes, el anzuelo pegadizo es un
elemento dentro de la canción que nos atrapa. Como compositores, el anzuelo
creativo es un proceso interno, un fenómeno de comunicación con nuestra
propia identidad artística.
En este último caso hablamos de una idea sugerente que el compositor
utiliza como punto de partida, el primer paso que lo impulsa a iniciar una
nueva canción, o un elemento aislado dentro de la misma (como pueden ser
un estribillo, una línea melódica, algún arreglo, una progresión de acordes o
una secuencia rítmica).
Anzuelos creativos como elementos pegadizos
En ocasiones ambos elementos musicales pueden acabar coincidiendo. El
anzuelo creativo que el compositor utiliza como arranque puede terminar
siendo aquel fragmento musical que impacte en la percepción del oyente. De
ahí que a veces la jerga musical no diferencie entre ambos conceptos.
¿Pero debe ser siempre así? ¿Un anzuelo creativo debe ser un elemento
pegadizo dentro de la canción? No. Aunque ambos fenómenos puedan
coincidir, un autor no tiene por qué componer preguntándose si aquella idea
que impulsa su creatividad será lo suficientemente pegadiza para el público.
En la música popular tenemos multitud de ejemplos donde a todas luces los
anzuelos creativos terminaron siendo los elementos pegadizos principales de
la canción, y muchos otros donde se puede sospechar que esto no fue así.
Veamos algunos casos:
El tema «Life in the fast lane» (The Eagles) no sólo es un ejemplo claro de
canción cuyos elementos pegadizos fueron el punto de partida del proceso de
composición. También es un ejemplo de cómo varios anzuelos creativos
pueden llegar a través de distintas vías de inspiración y confluir en una sola
obra. El propio grupo explicaba en el documental History of the Eagles los
dos elementos que utilizaron como anzuelos creativos:
El riff principal de la canción es un elemento presente a lo largo de toda
la estructura, con especial incidencia en la introducción y en los enlaces
instrumentales. Este riff del que emerge todo el desarrollo armónico del
tema no era más que un ejercicio que el guitarrista Joe Walsh utilizaba
para calentar. Walsh nunca le prestó demasiado valor hasta que sus
compañeros Don Henley y Glenn Frey lo escucharon. El fragmento
melódico llamó la atención de los músicos como oyentes (ejemplo de
anzuelo pegadizo) y seguidamente lo utilizaron como germen de una
nueva canción (ejemplo de anzuelo creativo).
El título de la canción, que a su vez es el fragmento pegadizo principal
del estribillo, también tuvo su origen en un momento de inspiración
puntual durante un trayecto en autovía según recuerda el autor. En un
principio fue una simple idea ocurrente que el músico comentó con su
copiloto para justificar su elevada velocidad en el carril rápido.
Enseguida se dio cuenta de su potencial y terminó utilizándola como
metáfora conceptual de la canción.
El tema «You Know I'm No Good» (Amy Winehouse) es uno de esos
ejemplos donde no podemos asegurar a ciencia cierta si sus elementos
pegadizos comenzaron siendo los anzuelos creativos impulsores. Junto a la
enorme calidad de la voz de la cantante hay muchos otros componentes que
destacan, como pueden ser los arreglos, el sonido y el ambiente general del
tema. Los arreglos de viento, por ejemplo, son sin duda uno de los detalles
más llamativos. ¿Pero podemos asegurar que la autora comenzó a escribir la
canción desde esos mismos arreglos? No. De hecho, es bastante más probable
que estos arreglos sean incorporaciones posteriores aplicadas durante la fase
de producción.
¿Cómo nace una canción?
No es fácil explicar de dónde vienen las canciones porque cada una emerge
de forma distinta. ¿Cómo llega un compositor a ese estado creativo? ¿Qué
elemento termina inspirando a un músico para que germine en su interior la
idea que arranca el proceso creativo?
El impulso del proceso creativo no tiene un interruptor de encendido y
apagado. No estamos hablando de un coche. Si has intentado escribir una
canción y te has quedado en blanco sabrás a lo que me refiero. Un anzuelo
creativo puede llegar a través de múltiples formas. Puede ser un pequeño
fragmento musical que te llama la atención durante la improvisación. Puede
ser aquel riff con el que sueles calentar los dedos en tu guitarra, o un sonido
particular que un buen día consigues experimentando con tu módulo de
efectos. Puede ser que, al cambiar de instrumento, esa nueva sonoridad haya
traído a tu mente pasajes distintos a los que estás acostumbrado.
Puede ser cualquier cosa, también canciones de otros artistas. De hecho esta
suele ser una fuente de inspiración habitual. Cuando escuchamos una obra
por primera vez es muy frecuente que su desarrollo armónico nos sugiera una
melodía distinta a la que está sonando. Cuando esto ocurre puede saltar la
chispa creativa.
Una idea matriz también puede consistir en palabras: una frase que hayas
escuchado en una película, una conversación que hayas tenido, un libro que
hayas leído, etc. No hay ninguna estadística que señale que las ideas matrices
vengan mayoritariamente en forma de música y no en forma de palabras, ni
viceversa. En muchísimas ocasiones, efectivamente, letra y música aparecen
de forma simultánea.
Cuando improvisamos con un instrumento musical, o simplemente cuando
damos un paseo por la calle, pueden darse las condiciones idóneas para que
florezca en el fondo de nuestra cabeza el eco de un fragmento melódico. Esta
chispa es el punto de partida. Ni que decir tiene que ni las palabras ni la
melodía han de ser definitivos. Son simplemente el nacimiento de una nueva
canción.
Los primeros pasos
Conectar con nuestro perfil creativo es quizá lo más complicado de todo el
proceso de composición. No siempre es fácil ponerse manos a la obra y
encontrar la motivación adecuada. Es todo un misterio. Podemos trabajar con
el anzuelo creativo más poderoso del mundo y aun así, aunque algunas veces
todo fluye mágicamente, otros días tropezamos a las primeras de cambio.
El bloqueo creativo siempre puede jugar en nuestra contra. Muy a menudo
ocurre por una falta de práctica, experiencia y/o constancia que hace que un
autor vuelva a hacerse por enésima vez las mismas preguntas: ¿Por dónde se
empieza una canción? ¿El proceso creativo comienza por la letra o por la
música? ¿Es el ritmo lo importante? ¿Un título? ¿Una temática?
No hay ninguna respuesta correcta porque todo depende del mecanismo
interno de cada autor, de su forma particular de funcionar, de su forma de
trabajar y del ímpetu con el que se levante ese día. Algunos compositores
comienzan con un texto para inspirarse, otros prefieren tener una base
melódica desde la que escribir la letra y algunos comienzan a trabajar desde
una estructura de acordes. Todo depende del momento vital o cotidiano en el
que el autor se encuentre.
¿Qué técnicas funcionan mejor en tu caso? Recuerda que todo forma parte
de un proceso de ensayo, error y aprendizaje. No se trata de elegir una técnica
y seguirla a rajatabla. De hecho los autores intercambian metodologías de
trabajo constantemente, a veces dentro de una misma canción. Tu estado de
ánimo, tu nivel de autocrítica y tu experiencia influirán en la forma de
aproximarte a la composición musical.
Empezar con un concepto
Esta técnica tiene algo de particular: la idea matriz se presenta de forma
difusa. Esto ocurre cuando algo te conmueve e inspira pero aún es un
concepto etéreo. Quizás apenas se vislumbre un título o una sensación
musical particular. Cuando esto sucede puedes utilizarlo a tu favor.
Constituye un primer paso para arrancar el proceso de composición. La
primera piedra de lo que terminará siendo una canción.
Empezar con la letra
Las palabras por sí solas ya poseen su propia musicalidad. Unos rasgos
paralingüísticos que evocan una sonoridad propia, un sentido rítmico y una
entonación general. Todos estos atributos se pueden extrapolar a la melodía.
A nivel conceptual, el significado de las palabras puede evocar sensaciones e
imágenes que terminarán siendo el punto de partida de algo mucho más
grande. Comenzar con una frase que, de hecho, signifique algo, despeja gran
parte del camino y provoca que lo restante surja de forma natural. Ya
tenemos un tema, una historia, la esencia de una canción.
Hay quien prefiere no terminar la letra entera. Muchas veces se opta por
utilizar balbuceos inconclusos en sustitución de los futuros versos. No es
imprescindible que estos versos sean definitivos. Aunque las letras no estén
completas, las ideas líricas pueden ser muy sugerentes. Las palabras
despiertan sentimientos determinados y llevan consigo un concepto general.
Un simple verso puede ser un punto de partida interesante. Si nuestro anzuelo
creativo consiste en una serie de palabras, podemos utilizarlas como la
semilla del desarrollo melódico. Una vez vislumbrada la melodía en el
horizonte podremos aplicar una secuencia de acordes de forma instintiva.
Para otros compositores resulta más intuitivo desarrollar una melodía a
partir de textos elaborados. Por eso algunos deciden construir buena parte de
la letra antes de tan siquiera pensar en el resto del tema. A partir de un verso
sugerente hay vía libre para hacerlo.
Un buen texto puede inspirarnos una melodía o una secuencia determinada
de acordes. En este sentido cualquier género literario es válido como fuente
de inspiración. Muchos autores escriben poesía, prosa poética, verso libre o
reflexiones como punto de partida principal. Aunque la canción final sea bien
diferente en cuanto a forma y contenido, este tipo de textos pueden contener
ideas que terminen siendo transformadas en versos melódicos.
Empezar por una melodía
Centrarnos en encontrar una melodía tiene una gran ventaja: es la melodía la
que manda. Comenzando así nos obligamos a obtener melodías con peso, que
funcionen de forma autónoma e independiente, con suficiente fuerza como
para ser cantadas a cappella. Si conseguimos una melodía expresiva y
pegadiza sin ningún acompañamiento, cuando incorporemos el resto de
instrumentos podrá llegar a su máximo esplendor.
Cualquier pequeño fragmento musical es un buen punto de partida y casi
cualquier instrumento puede servirte para llegar hasta él. Pero la voz es la
herramienta que se lleva el gato al agua en la búsqueda de líneas melódicas.
No es para menos. Los fragmentos melódicos vocales suelen ser un potente
elemento de conexión con el público. En la mayoría de las canciones, de
hecho, la línea vocal constituye el elemento más importante. Esto es así
porque la voz suele cargar con el peso de la melodía principal, se sitúa en
primer plano y tiene una fuerte carga comunicativa. Como seres humanos nos
identificamos de una manera muy intensa con la voz. Por tanto puede resultar
interesante utilizar elementos vocales para comenzar una canción.
Empezar por secuencias de acordes
La antítesis de la anterior técnica es desarrollar la melodía justo después de
obtener una progresión de acordes interesante. Mediante esta dinámica
construimos una secuencia sugerente y, acto seguido, comenzamos a buscar
la melodía que mejor encaje. Así podemos aprovechar el poder de las
progresiones. Una secuencia de acordes puede resultar muy inspiradora y
transmitir una emoción que desemboque en una melodía determinada.
Quizá se trata de la técnica más común, sobre todo entre autores que
componen desde la guitarra. La verdad es que no es necesario ser un virtuoso
de este instrumento para experimentar con diversos acordes hasta encontrar
progresiones óptimas. La gran desventaja es que una progresión de acordes
puede convertirse en un corsé cara al desarrollo posterior de la línea
melódica. Corremos el riesgo de dejar la melodía en un segundo plano e
impedir que esta florezca de manera natural. A menudo, si no tenemos
cuidado, nos encontraremos ante melodías previsibles, planas y con un
registro vocal limitado. También es frecuente que los versos se encasillen en
los compases armónicos, con la consecuencia de que la melodía tienda a
esperar el cambio de acorde.
Pero no minusvalores este procedimiento. Ninguno de estos inconvenientes
le resta valor. Muchas de las mejores canciones de la historia han comenzado
con una secuencia de acordes.
Empezar con un ritmo
La monotonía rítmica es uno de los grandes vicios en el campo de la autoría
de canciones. Por eso comenzar a componer desde un ritmo determinado te
resultará especialmente útil para conseguir canciones muy dinámicas. Esto es
una ventaja cuando trabajamos estilos bailables como el dance, el funk, el
swing, la salsa y el rock and roll.
Esta metodología te permite desarrollar el sentido rítmico de la canción.
Con ella puedes experimentar con compases y patrones con los que no sueles
trabajar. A partir de estos cimientos puedes desarrollar una melodía o buscar
una secuencia de acordes interesante. Elijas lo que elijas, obtendrás elementos
melódicos y/o armónicos muy vivos.
El desarrollo de una canción
Una vez que tengas un anzuelo creativo desde el que comenzar a trabajar, ya
tienes todo lo que hace falta para ampliar y desarrollar tu canción. A partir de
esta idea matriz puedes añadir acordes, construir melodías, escribir distintos
versos y elaborar la estructura de la obra. No hace falta que compongas la
Novena Sinfonía de Beethoven. La música popular no es tan compleja. Sus
estructuras suelen construirse a través de repeticiones, bucles y variaciones de
una serie de figuras melódicas, rítmicas y armónicas.
Este primer trozo embrionario lleva dentro de sí muchísimas pistas de hacia
dónde puede ir una canción. Haz el ejercicio de analizar tu anzuelo creativo a
nivel global. Si tu anzuelo creativo consiste únicamente en un verso, una
frase o una serie de palabras, has de preguntarte:
¿Qué mensaje o concepto te inspira?
¿Qué sentimiento provoca?
¿Qué sensaciones te inspira?
¿Qué musicalidad te sugieren las palabras?
Si tu anzuelo creativo consiste en un fragmento melódico o armónico,
transmitirá de forma más clara la sonoridad y el sentimiento general de la
canción. Además te dará pistas concretas sobre los elementos musicales del
tema. Esto te resultará muy útil cuando comiences a desarrollar el resto del
tema:
¿Cuál es su tonalidad principal?
¿Qué tempo (o velocidad) tiene?
¿Qué ritmo insinúa?
Buscando acordes para la línea melódica
¿Por dónde se mueve la línea melódica del anzuelo creativo? ¿En qué
tonalidad están estos primeros fragmentos melódicos? Conociendo la
tonalidad de tu canción tendrás un mapa a través del cual construir fácilmente
las distintas secuencias de acordes. La cuestión está en ir estudiando en qué
tipo de acordes se sustentará la línea melódica.
En este sentido la experiencia, el error y la rectificación jugarán un papel
fundamental en tu búsqueda. También unas nociones básicas de teoría
musical constituyen un sólido respaldo. Por eso a lo largo de este libro
abordaremos, además de analizar las diferentes estructuras de la música
popular, las escalas y secuencias de acordes más habituales.
De momento, te basta con saber (si es que no lo intuyes ya) que una figura
musical puede transcurrir por distintos caminos armónicos. Lo que es una
forma elegante de decir que una misma melodía puede funcionar con acordes
bien diferentes. Ten en cuenta que cualquier nota musical puede estar
presente en multitud de escalas y acordes de muy distinto signo. Y esto no
ocurre solamente con notas aisladas, sino también con figuras melódicas
enteras.
Por poner un ejemplo, la escala de FA MAYOR contiene exactamente las
mismas notas que la escala RE MENOR (como veremos más adelante, se
tratan de escalas relativas). Podemos interpretar en bucle la famosa secuencia
SOL - LA - FA - FA - DO de la banda sonora de la película Encuentros en la
Tercera Fase y darnos cuenta de que funciona perfectamente con los acordes
de de FA MAYOR y RE MENOR. A partir de estos podemos crear una
estructura que pase por otros acordes como DO MAYOR, SI MAYOR o SOL
MENOR. Y estas son sólo algunas de las posibilidades.
Por último, no tienes por qué obsesionarte en la búsqueda de progresiones
extremadamente originales. Prueba a escuchar canciones de otros artistas.
Afinando bien el oído te darás cuenta de que muchas de ellas no sólo
comparten tonalidad, sino que utilizan prácticamente la misma secuencia de
acordes. Aun así, distintos temas con armonías idénticas pueden sonar bien
diferentes. La letra, el ritmo, la melodía, los arreglos y la producción tienen
un gran peso en la percepción final de una canción.
Revisión constante en bucle
Los elementos musicales dentro de una canción (ritmo, melodía, armonía y
letra) suelen ser muy flexibles. Una obra musical está abierta a múltiples
variaciones e interpretaciones, sobre todo en el ámbito de la música popular.
La melodía y la letra son dos buenos ejemplos de esto.
Comentábamos al principio que una de las técnicas más empleadas para
desarrollar una estructura musical es utilizar el balbuceo en sustitución
provisional de las palabras definitivas. Puede parecer ridículo, pero mediante
este procedimiento utilizamos una línea vocal melódica sin ningún
significado lírico. Esta línea vocal sin sentido puede dar lugar a una melodía
que lleve la canción hacia delante.
Una vez desarrollada la melodía vocal, te darás cuenta de que sus notas aún
no están asentadas. Carecen de las palabras decisivas. Cuando te pongas a
sustituir esos balbuceos por palabras con sentido descubrirás que la fidelidad
a la melodía no es siempre posible. Por un sentido del decoro lírico, la
melodía se adaptará a la letra definitiva y cambiará. Por su parte la letra
intentará encajar en las pautas marcadas por la línea melódica vocal.
Este proceso también se presenta a la inversa. Si tenemos una canción con
una letra en estado muy avanzado pero una secuencia de acordes aún bastante
primigenia, las palabras cambiarán cuando nos pongamos a musicalizar los
versos. Los versos evolucionarán y se transformarán para poder encajar en la
melodía.
Este es un proceso natural muy común que termina siendo prácticamente
inconsciente. Lo habitual es que suceda en forma de bucle. De este modo los
autores van escribiendo música y letra conjuntamente en un continuo trabajo
de ensayo, descarte y toma de decisiones. Porque los caminos de la
composición son inescrutables. Todo depende de tu intencionalidad y de tu
creatividad. Las disyuntivas en este proceso son continuas. Incluso la propia
canción, una vez finalizada, no dejará de evolucionar.
Sea como sea, aunque tengamos una canción prácticamente finalizada pero
sin letra definitiva, o un poema que pide a gritos ser musicalizado, el
resultado final será sustancialmente distinto al texto o pasaje musical en su
estado originario. Ciertamente podríamos intentar renunciar a esta
flexibilidad e intentar encontrar un verso que encaje perfectamente una
melodía, una melodía que encaje perfectamente en un verso, o una melodía
que encaje perfectamente en una secuencia de acordes. Pero hacer esto,
además de ser más difícil, puede jugar en contra de nuestra libertad creativa.
Es cierto que así nos obligaríamos a estrujar nuestra imaginación, pero si
somos demasiado tercos y enfocamos la composición de una canción de
forma rígida y matemática, terminaremos abocados al estancamiento, la crisis
y la frustración.
El control de calidad
Cualquier persona con unos mínimos conocimientos musicales puede escribir
una canción. Lo difícil está en escribir una canción que merezca la pena.
Aquí es donde radica el misterio. ¿Qué hace que una canción sea buena? No
hay un Santo Grial para esto. Y como habrás oído cientos de veces, si alguien
tuviera el secreto para conectar con miles de personas lo usaría
constantemente.
Algunos intérpretes aseguran que hay un importante elemento de suerte en
ello. Si nos fijamos en la industria musical de las últimas décadas, nos
encontramos con grandes fracasos que tuvieron un respaldo discográfico muy
potente, y también con pequeñas canciones que acabaron convirtiéndose en
grandes clásicos. Canciones que calaron entre el público a pesar de no contar
apenas con inversión promocional. Por no hablar de las canciones
tradicionales, que perduran y evolucionan a lo largo de las décadas (muchas
veces siendo de autoría anónima). ¿Por qué? ¿Qué tienen ciertas melodías y
pasajes que conectan con la gente? ¿Cuál es el misterio? ¿Cómo puede un
autor dar con la tecla y componer una canción atractiva?
Lo primero que has de tener en cuenta es que la calidad es una cuestión
subjetiva. Aun así, existen algunos baremos que podemos utilizar como
control de calidad. La autocrítica y el feedback externo son un buen punto de
inicio. Ambos son medidas óptimas para saber si tus canciones cumplen la
función de conmover, seducir, animar y tocar la fibra sensible.
► Autocrítica: ¿Te gusta tu canción?
Puede parecer obvio, pero el primer medidor de calidad es el propio autor de
la canción. Pero es imprescindible utilizar la autocrítica con cuidado. A veces
nos convertimos en nuestros más duros inquisidores y tiramos directamente a
la basura un material muy digno. Podemos tener la falsa percepción de que
no tiene suficiente valor porque esa mañana nos hemos levantado con el pie
izquierdo.
Hay muchos ejemplos de canciones exitosas que en su momento fueron
consideradas canciones de relleno por sus propios autores. Una de las más
célebres es «Entre dos aguas» (Paco de Lucía). Para su autor este tema no era
más que una improvisación en forma de rumba catalana, improvisada a partir
del tema «Te estoy amando locamente» (Las Grecas). Una pequeña broma
convertida en obra de arte que terminó siendo el punto de inflexión en la
proyección internacional del guitarrista.
A veces la objetividad es una virtud poco frecuente en lo que respecta a la
evaluación de nuestro propio trabajo. Podemos creer tener una gran canción
entre manos que en realidad pasa inadvertida, y podemos tener una canción
que llame poderosamente la atención del público aunque nosotros la
consideremos mediocre.
► Feedback: ¿Qué opinan otras personas sobre la
canción?
Aquí es necesario tener aún más cuidado. Algunas personas sientan cátedra
con sus valoraciones como auténticos eruditos sin tener en cuenta que la suya
no es más que una opinión. Esto incluye desde tu vecina del quinto hasta el
crítico musical de la revista más prestigiosa. Por otro lado, las críticas
desmesuradamente positivas pueden ser igual de destructivas que las que se
centran en lo negativo. Sobre estas últimas, has de tener extremo cuidado.
Las personas tóxicas, aquellas predispuestas a localizar el error, exagerar las
carencias y menospreciar las virtudes, son malas consejeras y terminarán
desanimándote por completo.
Por eso es importante que cuentes con un círculo de confianza en cuyo
criterio confíes. Pero no olvides que todo el mundo opina desde la
subjetividad más absoluta. Todo el mundo tiene percepciones distintas. Una
persona sin formación musical analizará la canción desde una perspectiva
general, pero no sabrá distinguir entre arreglos cerrados e ideas inconclusas.
Mejor que no le entregues a esa persona una demo inacabada. Por otro lado
un músico tenderá a analizar los elementos de la canción por separado y
puede acabar ignorando el sentimiento general del tema. Todos ellos opinarán
sobre tu obra a partir de sus gustos musicales particulares.
Si aceptas estos baremos (y teniendo en cuenta que la calidad es una
percepción subjetiva), puede que descubras que tienes bastantes canciones
dentro de tu repertorio aceptables, otras que podríamos definir como buenas y
alguna que brilla sobre todas las demás.
Por último, ten en cuenta que no vas a sentarte un buen día a escribir el
temazo del siglo por arte de magia. Llegar a componer una canción excelente
es mucho más probable si antes has escrito bastantes canciones buenas,
muchas mediocres y desechado centenares de ideas absurdas. Una canción
buena es una meta accesible, una canción buena y que además conecte con un
público determinando es un objetivo más ambicioso. Lograr escribir un éxito
es la excepción. Por tanto, procura ser realista y trabajar desde la honestidad.
Crecer artísticamente es un proceso continuo con muchas oscilaciones.
El anzuelo pegadizo
Piensa en alguna canción que sólo hayas escuchado un par de veces. ¿Qué es
lo que te hace recordarla? Piensa ahora en alguna de tus canciones favoritas.
¿Qué elementos vienen a tu memoria más fácilmente? Cuando de pronto te
ves tarareando una canción en la ducha, mientras conduces o cuando sacas a
pasear al perro, ¿qué tiene ese segmento en particular que hace que sea tan
fácil recordarlo? Todos estos fragmentos musicales son los picos pegadizos
de una canción. En algunos casos puedes cantar el anzuelo pegadizo de una
canción con tan solo oírlo una vez, mientras que el resto del tema ha
desaparecido de tu memoria.
Anzuelos pegadizos son aquellos elementos melódicos y/o líricos que
llaman la atención del oyente. Aquello que hace una canción memorable.
Suelen ser fragmentos cortos de música, palabras, sonidos, ritmos, melodías y
acordes. Los hay de muchísimas formas y colores: anzuelos vocales, anzuelos
melódicos, anzuelos rítmicos, efectos de sonido, líneas de bajo, riffs, entre
otras formas.
Posiblemente estos elementos se repitan en varias ocasiones a lo largo de la
canción. Incluso es probable que la propia estructura de la canción eleve el
anzuelo para que destaque sobre el resto. No es de extrañar que los estribillos
sean suelo abonado para este tipo de fragmentos musicales. Pero también
podemos encontrarlos en cualquier otra parte de la canción: en las estrofas, en
la introducción, en las secciones instrumentales. En cualquier sitio.
Algunas canciones rizan el rizo. Si nos fijamos en temas como «Bohemian
Rhapsody» (Queen), «Good Vibrations» (The Beach Boys), «Money» (Pink
Floyd) o «Hey Jude» (The Beatles), encontramos elementos pegadizos
repartidos a lo largo de la canción envueltos en estructuras poco evidentes.
Algunos autores tienen la capacidad de componer temas llenos de momentos
gloriosos que llaman la atención continuamente. Y de paso escribir temas
realmente que se saltan casi todas las supuestas normas inquebrantables.
El anzuelo pegadizo durante el proceso de composición
Hemos aclarado las diferencias entre anzuelo creativo y anzuelo pegadizo.
Ahora bien, sabemos que muchas veces ambos fenómenos pueden coincidir
en una sola figura musical. La parte pegadiza de una canción puede ser esa
idea con la que empezó todo, aquello que hizo saltar la chispa de la
creatividad en la cabeza del autor. Es hora de hacernos dos preguntas clave.
¿Podríamos construir una canción a base de anzuelos pegadizos?
¿Deben ser pegadizas todas las partes de la canción?
Muchos autores hablan de componer canciones a base de anzuelos. Esta
metodología es como mínimo extremadamente matizable. A veces tiene
sentido que durante el proceso de composición trabajemos a través de ideas
potentes, de ganchos que estimulen nuestra creatividad. Pero si hablamos de
aquellos fragmentos musicales que atrapan al oyente, no es bueno
obsesionarnos. No es necesario que todas las partes de nuestra canción sean
pegadizas. Una canción no es un collage de eslóganes musicales. No son
elementos impactantes desperdigados a lo largo de varios minutos. Una
canción es una obra compacta. Debe haber un hilo conductor.
Cuando componemos una canción a base de anzuelos creativos corremos el
riesgo de trabajar con las manos atadas, de poner cortapisas a nuestra libertad
creativa. Es una metodología válida. Pero no deja de ser una simple
metodología, una manera más de construir una canción. Existen muchas más.
Un fragmento pegadizo no tiene por qué haber sido concebido en el inicio
del proceso compositivo, ni tampoco una idea inicial llamativa tiene por qué
desembocar en un fragmento pegadizo.
Otras reglas no escritas
Los estilos musicales evolucionan, se entremezclan, vuelven a sus orígenes,
se subdividen en infinidad de ramas, miran hacia el pasado, hacia el futuro y
a su alrededor. Las reglas cambian continuamente, las modas también. Por
eso algunas reglas tienen sentido musical. Por ejemplo si tocamos una escala
musical en una tonalidad que le es totalmente ajena, esta sonará de forma
extraña. Pero otras reglas no son más que generalizaciones construidas con
criterios extra musicales, como que un estribillo ha de sonar antes del primer
minuto, o que una canción no puede durar más de cinco.
Lo que en la actualidad es una regla de oro fundamental, mañana puede ser
visto como un obstáculo a la creatividad y una marca del pasado. Esto
incluye todo tipo de pautas supuestamente inquebrantables, desde estructuras
hasta cuestiones de producción. Repasamos a continuación algunas supuestas
reglas que puedes saltarte sin demasiados remordimientos.
¿Es necesario que una canción tenga letra
obligatoriamente?
La mayoría de las canciones tienen una línea vocal como melodía principal.
Pero ahí tenemos grandes éxitos como «Entre dos aguas» (Paco de Lucía),
«Europa» (Carlos Santana), «Misirlou» (tradicional), «Take Five» (Paul
Desmond), o «Sing, sing, sing» (Louis Prima), entre cientos de ejemplos. Al
fin y al cabo una canción sin letra sigue siendo una canción.
No obstante, si nos fijamos en la inmensa mayoría de la música popular, nos
daremos cuenta de que la mayor parte de las canciones efectivamente tienen
letra.
¿Es necesario que una canción tenga una
melodía reconocible?
Puede parecer contradictorio, pero no es necesario componer una melodía
para obtener una canción. Como ejemplo más inmediato ahí tenemos el caso
del rap, donde lo verdaderamente importante es la letra y el sentido rítmico de
las rimas. Las secciones melódicas se reducen a un respaldo puntual en forma
de sample, cuya importancia siempre es menor que la línea vocal. De poco
sirve un buen sample si un rap no es bueno.
¿Cuánto debe durar una canción?
Si te guías por criterios comerciales, los parámetros del mercado marcan un
estándar de entre 2:30 min y 4:00 minutos. Todo esto es consecuencia de los
hábitos de consumo musical. Al igual que el LP influyó en los discos de dos
caras, la radio FM influyó a la hora de establecer el estándar de los tres
minutos por canción. Hoy en día Internet no ha hecho más que ratificar este
formato. Las cosas van muy deprisa.
Pero no te engañes, puedes hacer que una canción dure lo que te dé la gana.
Estás en tu derecho creativo. Se puede escribir un jingle de un minuto, una
canción de radiofórmula de tres minutos, una canción de seis minutos con
solos de guitarra e introducción, o una mini ópera de trece minutos. Tenemos
muchísimos ejemplos de canciones largas que se han convertido en grandes
éxitos: «Like A Rolling Stone» (Bob Dylan), «Bohemian Rhapsody»
(Queen), «November Rain» (Guns N' Roses), «Hallelujah» (Leonard Cohen),
«Riders on the Storm» (The Doors), «New Born» (Muse) o «You Can't
Always Get What You Want» (The Rolling Stones), entre otras tantas.
¿Cuándo debe sonar el estribillo?
A niveles comerciales una canción suele funcionar mejor si su estribillo
suena durante el primer minuto. Pero una vez más, esto es relativo. En
ocasiones el estribillo de una canción tarda en aparecer y no pasa nada. Nadie
resulta herido. Otras veces la canción comienza directamente por el estribillo,
lo que bajo parámetros comerciales suele ser estupendo. Pero la norma se
rompe cuando nos damos cuenta de que muchas canciones exitosas
prescinden de un estribillo claro.
LA ESTRUCTURA DE UNA CANCIÓN
Una canción es una pequeña historia resumida en unos cuantos minutos de
música. Si escuchas cualquier canción compuesta en el último siglo, podrás
comprobar que esta canción tiene un principio, un desarrollo y un final. La
forma básica en la que esta historia se presenta es la estructura de la canción.
Una canción es la suma de todos sus elementos. Como no podía ser de otra
forma los elementos estructurales son una variable a tener en cuenta. Muchas
formas se reiteran a lo largo del tiempo y tienen sus raíces en lo más
profundo de la historia de la música popular. Por supuesto no existe ninguna
ley inquebrantable. La estructura de una canción no está formada por
compartimentos estancos. La composición es un proceso flexible. Pero
conocer qué distintas secciones entran en juego te servirá para componer con
conocimiento de causa, para saber apreciar los distintos pasajes a la hora de
escuchar cualquier canción y para darte cuenta de cómo se enlazan unas
partes con otras.
Secciones de una canción
Independientemente de la época en la que haya sido escrita una canción, hay
ciertas pautas que se repiten a lo largo del tiempo. Una de estas pautas es la
repetición. Todas las canciones la tienen en algún grado. Las figuras
melódicas, los patrones rítmicos y las secuencias de acordes suelen aparecer
de forma más o menos cíclica. En algunos casos el grado de repetición es
mucho más intenso que en otros. Pensemos por ejemplo en un tema de
música dance frente a una canción de jazz. En el primer caso los ciclos son
más constantes, en el segundo los elementos se desarrollan de forma más
libre.
Este fenómeno también afecta a las distintas secciones que conforman una
canción. El ratio de repetición cambia sustancialmente según el caso. Algunas
canciones contienen una única sección que se repite una y otra vez en bucle,
mientras que otras cuentan con estructuras mucho más complejas.
El grado de repetición es una de las primeras pistas que tenemos para saber
identificar las distintas secciones que conforman una canción. La función de
cada una de ellas variará de una obra a otra. Pero haciendo un ejercicio de
síntesis podemos clasificar estas estructuras en dos grandes grupos:
Secciones principales: estrofa y estribillo.
Secciones secundarias: introducción, puentes, secciones
instrumentales, final y enlaces.
Secciones principales
Estrofas
La práctica totalidad de las canciones constan de al menos una sección que
aparece de forma periódica. Cada vez que la sección se repite, la secuencia de
acordes se suele mantener intacta, mientras que la letra suele presentar
cambios significativos. La melodía puede incluir algunas variaciones. Estas
secciones reciben el nombre de estrofa.
La estrofa conforma el cuerpo de la canción. Establece el ritmo, el estilo y
la melodía. Cuando una canción tan sólo consta de varias estrofas en bucle,
estas suelen ser muy potentes. Si aparecen más secciones, las estrofas tienen
la función de asentar el clima general del tema. Cuando suena una estrofa se
asientan las raíces de todo lo que queremos transmitir. Mientras que el
arrebato suele situarse en el estribillo (más pasional, desgarrado y sencillo),
las estrofas suelen ser más descriptivas, tanto a nivel musical como lírico.
Estribillo
Solemos denominar estribillo a aquella sección que se repite a lo largo del
tema de forma recurrente sin apenas alteraciones. A menudo se considera el
estribillo como la parte más importante de la canción. Esto es por supuesto
matizable, pero lo cierto es que la inmensa mayoría de las canciones tienen
un estribillo. Sus características más comunes son la intensidad, el impacto,
su esencia pegadiza y su bajo nivel de variación. Aunque todas estas
características tienen notables excepciones.
La rigidez de los estribillos es más pronunciada que en otras secciones. De
hecho podría parecer que esta es la sección que más se repite dentro de una
canción, pero no es así. Realmente este honor pertenece a las estrofas. Lo que
sucede es que los estribillos presentan menos variaciones en sus repeticiones.
Son más reiterativos. La estrofa suele cambiar de letra cada vez que aparece
en la canción. En los estribillos esto no ocurre tan a menudo.
En algunos casos esto se lleva al extremo. A veces nos encontramos con
estribillos que aparecen una y otra vez de forma inalterable. ¿Recuerdas
aquella canción donde el estribillo suena exactamente igual cada vez que se
repite? Seguramente te vienen a la memoria multitud de ejemplos. Es un
truco habitual. No obstante no siempre es bueno abusar de esta invariabilidad.
Un estribillo no tiene por qué ser exacto. Lo ideal es introducir alguna
variación.
El estribillo suele contener las señas de identidad del tema, aquello que hace
que una canción perdure en el recuerdo. Es en esta sección donde
encontramos los anzuelos que se nos quedan grabados en la memoria. Un
estribillo poderoso puede hacer que quieras escuchar la canción una y otra
vez. O bien puede hacer que la odies eternamente (y que te resulte imposible
quitártela de la cabeza).
¿Pero un estribillo ha de contener por definición los principales elementos
pegadizos de la canción? Para nada. Tenemos muchísimos ejemplos que
desmienten esta supuesta regla de oro. En ocasiones la esencia de una
canción reside en otras secciones. Las partes más pegadizas no tienen por qué
estar en el estribillo. En «Angie» (The Rolling Stones) el gancho más famoso
y reconocible de la canción está en la propia estrofa. El estribillo sigue siendo
el punto álgido de la canción, pero actúa como una transición entre las
propias estrofas. Otro ejemplo de este tipo de estructura lo tenemos en el
clásico «Yesterday» (The Beatles). Otras canciones como «Plug in baby»
(Muse), «Under the bridge» (Red Hot Chili Peppers) o «Crazy In Love»
(Beyoncé) tienen su gancho principal en la introducción.
Con frecuencia el estribillo es el éxtasis de la canción. En el momento en el
que aparece se desata la pasión, se resuelve la tensión acumulada. Es aquí
donde la música tiende a intensificarse. Esta intensidad se presenta a menudo
en forma de contraste entre estrofa y estribillo. La diferenciación entre ambos
es muy habitual. Los estribillos suelen tener una melodía distinta a las
estrofas, incluso a veces se mueven en tonalidades diferentes.
La dinámica es otro punto de contraste natural. Los estribillos suelen ser
más intensos que las estrofas. Este contraste de intensidad aparece a veces de
forma sutil, otras veces de forma evidente. En algunos estilos la diferencia se
lleva al extremo. Pongamos los casos de «Smells Like Teen Spirit»
(Nirvana), «Total Eclipse of the Heart» (Bonnie Tyler) o «Sobreviviré»
(Mónica Naranjo), donde los estribillos suenan con mucha más fuerza que las
estrofas.
En otros ejemplos ocurre todo lo contrario. El estribillo es más suave que la
estrofa, consiguiendo un efecto muy interesante sin perder ni un ápice de
emotividad. Ahí tenemos ejemplos drásticos como «Chop Suey!» (System Of
A Down) pero también casos menos exagerados como «Stockholm
Syndrome» (Muse), e incluso sutilezas como «Noches de bohemia» (Navajita
Plateá).
En el estribillo la letra suele aparecer como la revelación central de la
canción. El nivel de detalles es menor que en las estrofas, pero las ideas son
más impactantes, menos reflexivas. Los conceptos a menudo son menos
concretos, más abstractos y universales.
Secciones secundarias
Puentes
Llamamos puente a aquellas secciones que ejercen como transición entre dos
partes de la canción. Esta es su función principal. Por eso mismo a veces no
la llevan a cabo para jugar con la expectación, al menos no a las primeras de
cambio. Existen dos tipos de puentes con aplicaciones bien distintas: el preestribillo y el interludio.
► Pre-estribillo
El pre-estribillo es una sección que sirve de transición entre la estrofa y el
estribillo. Cuando aparece sabemos que el estribillo se acerca. Esa es su
función más característica. Crea expectación, proporciona una sensación de
movimiento, de que algo está a punto suceder, a punto de explotar. Pero que
sea el anticipo del estribillo no significa que tenga que estar siempre sucedido
por él. Como autores podemos aprovechar esta expectativa y volver a la
estrofa de inicio o a cualquier otra sección.
El contraste entre la estrofa y el estribillo determina en buena medida las
características del pre-estribillo. Cuando este contraste es pequeño, el puente
hace crecer al estribillo y ofrece la impresión de que algo gordo se está
acercando (aunque en realidad no sea para tanto). Si un estribillo mantiene
una dinámica parecida a la estrofa, la inclusión de una transición que acumule
la tensión lo hará resaltar.
El pre-estribillo aparece en ocasiones en forma de crescendo. Cuando esto
sucede puede hacer que el estribillo parezca más intenso de lo que realmente
es. ¿Recuerdas aquellas canciones de música house donde un crescendo (el
subidón, para entendernos) anticipa la implosión de una sección
especialmente intensa? Si escuchas con atención descubrirás que realmente
esa sección bailable no es mucho más intensa que el resto de la canción. El
crescendo actúa en cierto modo de espejismo. Es lo que proporciona esa
sensación de contundencia a la sección siguiente. Algunos éxitos como «Get
Lucky» (Daft Punk) son ejemplo de ello.
➢ CRESCENDO: Cuando aumenta progresivamente la intensidad de la
canción estamos ante lo que denominamos un crescendo. También
podemos hablar de crescendo cuando la velocidad de una parte de la
canción es cada vez más rápida. Lo opuesto a un crescendo es un
decrescendo.
Otras veces la intensidad del estribillo es efectivamente muy superior a la
estrofa, como hemos visto. Un pre-estribillo en forma de crescendo ejerce
aquí una función vehicular. Es una transición entre secciones que sube la
intensidad de la canción para hacerla estallar en el estribillo. Esto ocurre en
temas como «Out of control» (Rolling Stones), «Time is Running Out»
(Muse), «Alabama» (Neil Young) o «Rolling in the Deep» (Adele). Sin el
puente este contraste sería más chocante. El crescendo puede estar situado en
los compases finales del puente, como es el caso de canciones como «Cryin'»
(Aerosmith), «Moondance» (Van Morrison) o «Don’t Speak» (No Doubt).
En muchas canciones comprobamos que el pre-estribillo cumple una
función artística importante. Genera mucha energía. Muchos temas destacan
precisamente en el pre-estribillo, que también puede contener ganchos
melódicos importantes.
A veces el estribillo y la estrofa están directamente en tonalidades
diferentes. Cuando esto sucede la principal función del pre-estribillo es la
transición armónica. En estos casos la progresión de acordes comienza en una
tonalidad y termina en una distinta. Todo de forma natural. El pre-estribillo
nos anticipa el cambio de tono limando el contraste entre estas dos secciones.
¿Cuándo es importante que una canción tenga pre-estribillo? El factor más
importante es el artístico. A veces ni siquiera es necesario un puente, pero
muchas canciones lo llevan porque suenan mejor con él. Tan sencillo como
eso. Por otro lado, su inclusión puede estropear el factor sorpresa. Por eso en
otras ocasiones un puente no suma, por mucho que la estrofa y el estribillo
tengan un contraste alto.
El nivel de invariabilidad del puente es similar al del estribillo. Cada vez
que aparece suelen repetirse los mismos acordes y la misma melodía. En
cuanto a la letra, si el nivel de variación de las estrofas es inmensamente
amplio y el del estribillo bastante escaso, el puente se sitúa en un lugar
intermedio. Cada vez que un pre-estribillo se repite la letra puede variar
bastante, pero no llega al nivel de variación de las estrofas.
► Interludio
En la música popular el interludio es una sección relativamente larga que
aparece como transición entre dos secciones. Si hacemos una analogía con el
cine, este tipo de puente sería el equivalente al clímax de la película y como
en el séptimo arte se situaría antes del final de la obra. No siempre es así, por
supuesto, pero su ubicación habitual suele estar en torno a la segunda mitad
de la canción.
El puente interludio también se usa como paréntesis frente al resto de
secciones. Es un punto de fuga que ofrece un contraste. Por eso puede tener
melodías, acordes y ritmos sustancialmente distintos. A nivel armónico
muchas canciones aprovechan esta transición para cambiar de tonalidad o
subir la intensidad de la canción.
En cuanto a las repeticiones, por norma general el interludio sólo aparece
una vez. Cuando se repite más de una vez podríamos identificarlo como una
suerte de segundo estribillo. Todo depende del contexto, claro está.
Un interludio es un recurso muy común, aunque muchas canciones
prescinden de esta sección. No es tan habitual como el pre-estribillo, cuya
duración suele ser menor.
Algunos ejemplos de interludios famosos son «Every Breath You Take»
(The Police), «(Sittin’ On) The Dock Of The Bay» (Otis Redding), «Locked
Out Of Heaven» (Bruno Mars), o «Under Pressure» (Queen). Mención
especial merece el caso de «Sex Machine» (James Brown) donde en la
canción se anuncia directamente la llegada del puente con la célebre frase
«Bobby! Should I take‘em to the bridge?». Por su parte, el interludio de
«Ain't No Mountain High Enough» (Marvin Gaye y Tammi Terrell) sirve
para cambiar la tonalidad de la canción.
Introducción
La introducción es el primer impacto que recibe el oyente, aquellos segundos
mágicos que hacen que una canción se reconozca al instante. Su principal
función es advertir que el tema va a comenzar. Por eso suele generar mucha
expectación, sobre todo cuando sabemos que lo que va a sonar a continuación
es una de nuestras canciones favoritas. Si no conocemos la canción, la
introducción debe ser suficientemente atractiva como para picar la curiosidad
del oyente.
Es muy frecuente que las introducciones aprovechen progresiones de
acordes, arpegios, líneas rítmicas o riffs de las secciones que van a sonar a
continuación. A veces las introducciones vienen en forma de crescendo y los
elementos se van presentando progresivamente. Este es el caso de temas
como «Entre dos aguas» (Paco de Lucía), «Billie Jean» (Michael Jackson) o
«Money» (Pink Floyd). Otras veces ocurre justo lo contrario y una
introducción impactante viene sucedida de una estrofa más relajada. También
encontramos introducciones largas tipo montaña rusa, con diferentes
estructuras internas que se van sucediendo hasta que entra la estrofa.
Ejemplos de esto podemos encontrarlos en «Killing in the name of» (Rage
Against the Machine), «Abre la puerta» (Triana) o «Welcome to the jungle»
(Guns N' Roses).
La introducción suele determinar el estilo, el feeling general de la canción,
la tonalidad, y el ritmo, la dinámica y el tempo. Podemos saber si una canción
es una balada o un tema de drum and bass solamente con escuchar la
introducción. Esta anticipación también nos da juego para sorprender al
oyente. La introducciones de «Wouldn't It Be Nice» (The Beach Boys) o
«Layla» (Eric Clapton) están en una tonalidad diferente a sus estrofas.
En un principio podríamos pensar que las introducciones, por definición,
están pensadas para sonar solamente al principio de una canción. Pero lo
cierto es que una introducción puede repetirse varias veces, sobre todo si se
trata de una introducción corta. Algunas consiguen ser tan carismáticas que
se convierten en una especie de estribillo oficioso del tema. Esto es frecuente
cuando la sección es instrumental. Algunas introducciones instrumentales son
capaces incluso de sustituir al estribillo.
¿Cuánto tiempo ha de durar? No hay ningún mandamiento para ello. Pero si
tu intención es vender una canción a una editorial musical o una discográfica,
comercialmente siempre se ha considerado un valor que una canción
enganche a los pocos segundos de comenzar.
Pero a veces las normas del mercado coartan nuestra creatividad. El criterio
artístico debe prevalecer sobre el comercial. A no ser que quieras hacerte
millonario, claro (y si es así hay otras maneras más fáciles que escribir
canciones). Como autor es posible que tengas muy claro desde un principio
cómo va a ser la introducción y qué papel va a cumplir dentro de tu canción.
Existen introducciones maravillosas con todo tipo de duraciones.
Desde el punto de vista de la creatividad tienes carta blanca para saltarte a
la torera todas estas reglas comerciales. ¿Qué sería de «Shine on You Crazy
Diamond» (Pink Floyd) o «Stairway To Heaven» (Led Zeppelin) sin sus
larguísimas introducciones? ¿Qué sería de tantas grandes canciones si sus
autores hubieran cortado las alas a su creatividad en pos de las normas del
mercado?
Dicho esto, hay muchas maneras de empezar una canción. A continuación
proponemos algunos ejemplos:
La instrucción instrumental. Probablemente sea la introducción más
común. Los guitarristas noveles suelen empezar tocando arpegios
célebres como los de «Stairway To Heaven» (Led Zeppelin) y «Nothing
Else Matters» (Metallica), o riffs famosos como los de «Smells Like
Teen Spirit» (Nirvana) o «Smoke on the Water» (Deep Purple). Todas
estas piezas musicales son introducciones. También son las secciones
más famosas de sus respectivas canciones.
La introducción vocal. Podemos encontrarla con relativa frecuencia.
«Help» (The Beatles) es un ejemplo de gran introducción vocal. En
«Bohemian Rhapsody» (Queen) tenemos una introducción vocal a
cappella. Este caso es curioso. Si escuchamos cualquiera de sus
interpretaciones en directo, el grupo opta por empezar con los arreglos
de piano de los primeros compases de la estrofa. Podríamos decir que la
estrofa también tiene su propia introducción a piano.
Un elemento musical básico. Un simple ritmo puede servir de
introducción. Este es el caso de «Billie Jean» (Michael Jackson), que
comienza con su sencillo ritmo de batería seguido de una famosa línea
de bajo que apenas varía a lo largo del tema. También es el caso de «We
Will Rock You» (Queen).Un simple acorde también puede servir, como
en los casos de «A Hard Day's Night» (The Beatles) o «Love Is A
Losing Game» (Amy Winehouse). O efectos armónicos de guitarra
como en «Black Magic Woman» (Fleetwood Mac) o «Foxy Lady» (Jimi
Hendrix). Hay muchas posibilidades.
Un elemento pegadizo representativo de la canción. En esta
modalidad rescatamos un fragmento característico que esté presente en
el estribillo o alguna de las otras secciones. Esta síntesis funciona a su
vez como introducción. Este es el caso de «You Give Love A Bad
Name» (Bon Jovi) o «Personal Jesus» (Depeche Mode).
Una sección entera. Las introducciones como secciones autónomas no
son imprescindibles y sin embargo todas las canciones (¡todas!) tienen
un comienzo. Muchas canciones dejan que otras secciones se encarguen
de abrir el melón. ¿Cuántas canciones comienzan directamente con la
primera estrofa? ¿Cuántas canciones comienzan por el estribillo? La
lista es interminable: «She Loves You» (The Beatles), «Hound Dog»
(Elvis Presley), (The Beatles), «Somebody to love» (Jefferson Airplane),
«Ain't No Sunshine» (Bill Withers), entre cientos de ejemplos célebres.
Podríamos decir que ninguna de estas canciones tiene introducción, o
afirmar que las primeras secciones que suenan ejercen de introducción.
Son dos maneras de verlo, ambas correctas. Si nos fijamos, estas
primeras estrofas o estribillos suelen tener alguna característica que las
diferencia del resto con claridad. Suelen ir presentando los diferentes
elementos progresivamente, o destacar el primer verso a cappella.
Secciones instrumentales
Como su propio nombre indica, una sección instrumental es aquella que
carece de elementos líricos. Las hay de todo tipo y las funciones que
desempeñan pueden ser muy ambivalentes. Todas las secciones pueden
presentarse de forma instrumental. La introducción es el ejemplo más claro,
pero también nos encontramos con estribillos instrumentales, puentes
instrumentales, incluso tenemos partes instrumentales que son un calco de las
estrofas. Por no hablar de que una canción puede ser instrumental en su
totalidad.
Cuando una canción tiene letra, la función de los pasajes instrumentales es
proporcionar cierto respiro respecto a otras partes de la canción. Al carecer de
letra, las secciones instrumentales son más abstractas. Aquí es donde dejamos
volar la imaginación del oyente.
Pueden presentar formas variopintas en cuanto a su armonía. Muchas veces
aprovechan otras progresiones de acordes presentes a lo largo de la canción.
Otras tantas introducen variaciones, desarrollan nuevas armonías, crean
interludios instrumentales, e incluso despliegan pasajes nuevos de gran
complejidad. Algunas secciones instrumentales pueden enredarse y poseer
una estructura interna construida a base de diferentes enlaces, puentes,
estrofas y estribillos. Estas secciones instrumentales de desarrollo son la
guinda del pastel. Dependiendo del estilo pueden terminar marcando la
diferencia. ¿Qué sería del heavy metal sin sus largos solos de guitarra?
Las duraciones son muy diversas. A nivel comercial es preferible que las
partes instrumentales sean breves. Hay una máxima que dice que si una
instrumental no tiene nada que aportar es mejor suprimirla. Pero una vez más
debemos guiarnos por el contexto, el estilo musical y por nuestro criterio
artístico.
Respecto a su ubicación dentro de la canción, no hay ningún mapa donde
situar las secciones instrumentales. Depende de las necesidades artísticas de
cada caso. Las secciones cortas son muy recurrentes y pueden aparecer en
cualquier parte. Las introducciones que se repiten varias veces a lo largo del
tema son un buen ejemplo. Cuando la instrumental es un poco más larga,
puede estar situada hacia la mitad de la canción. Cuando se trata de una parte
instrumental de desarrollo, se suele situar hacia el final de la canción antes de
los últimos estribillos.
Final
Toda canción tiene un final, pero ¿cómo podemos dejar buen sabor de boca
en el oyente?¿Cómo podemos acabar una canción con dignidad? Ese es el
objetivo de un buen final.
Existen muchísimas formas de acabar una canción, desde las más obvias
como el fade out, hasta las más originales donde el tempo se ralentiza en los
últimos compases, o aparece alguna cadencia final.
➢ CADENCIA: Una cadencia es una progresión de acordes que sirve
para concluir una sección musical de forma provisional o definitiva.
También se le llama cadencia a los pasajes interpretados de manera libre
por un músico solista.
Veamos algunos ejemplos:
Anexos añadidos. Consiste en incorporar compases nuevos a las
secciones finales para terminar la canción. Es uno de los finales más
comunes. Podemos escucharlo en canciones como «Help» (The Beatles)
o «Don't Look Back in Anger» (Oasis), y en la mayoría de canciones de
rock que terminan con un acorde final seguido de un acorde de cierre.
Sección existente con variación. Consiste en acabar con alguna de las
secciones anteriores de la canción, pero incluyendo algún tipo de
variación. Si acabamos con la introducción podemos lograr que la
canción tenga cierto carácter capicúa, como en los ejemplos de «Plug In
Baby» (Muse) o «Locked Out of Heaven» (Bruno Mars). Podemos
acabar también con parte instrumental que aproche un motivo musical
antes presentado.
Sección nueva. En este caso acabamos con una sección escrita para este
propósito (sea instrumental o no).
Final repentino. Normalmente aparece tras la repetición de una sección
o un motivo musical de la canción.
Fade Out. Cuando esto ocurre el volumen de la música va
desapareciendo poco a poco. El fade out provoca la sensación de que la
música se está alejando. Se trata de un recurso de producción utilizado
hasta la saciedad y del que no hay que abusar demasiado. Su principal
ventaja es que podemos emplearlo de multitud de formas: repitiendo el
estribillo hasta que desaparece, repitiendo una sección instrumental
hasta que desaparece, utilizarlo de forma poco sutil, etc. También
podemos emplearlo de forma original. Por ejemplo haciendo que
algunas partes de la canción entren en fade out mientras otras continúan
sonando. Este es el caso de «Wish You Where Here» (Pink Floyd).
Fade Out musical. Hacer que los elementos de la canción vayan
desapareciendo progresivamente de forma natural. Sería el equivalente
musical del fade out. Mucho más artístico y elegante.
Enlaces
Los enlaces son elementos muy breves que actúan como lazo entre secciones.
Suelen ser sencillos y característicos. Podemos encontrarlos en forma de
anexo, pero también integrados en la propia estructura de una sección más
grande, además es muy común que las secciones instrumentales breves
actúen de enlace. A diferencia de los puentes, los enlaces son estructuras muy
cortas de apenas unos compases de duración. También cumplen una función
decorativa.
► Enlaces como anexos
Cuando escuchamos un breve pasaje musical que conecta dos partes de la
canción pero no está integrado de forma evidente en ninguna de ellas, nos
encontramos ante un enlace de este tipo. Podríamos utilizar la metáfora del
parche. Estos enlaces son pequeñas secciones que cosen la canción, pequeñas
transiciones con las que nos movemos de un segmento a otro. Y la verdad sea
dicha, también es frecuente utilizarlos para ayudar al cantante a respirar un
poco.
Pongamos que después de un estribillo la canción se mueve hacia una nueva
estrofa. En estos casos es habitual encontrarse con algún tipo de enlace que
puede durar algunos compases. En canciones como «Starman» (David
Bowie), «Fortunate Son» (Creedence Clearwater Revival), «Time is Running
Out» (Muse), «Sirena Varada» (Héroes del Silencio), «Under the Bridge»
(Red Hot Chili Peppers) o «Mediterráneo» (Joan Manuel Serrat) podemos
encontrarlos de forma puntual.
De forma recurrente, el enlace puede recuperar elementos de la canción. Por
ejemplo, canciones como «Are You Gonna Go My Way» (Lenny Kravitz),
«Play That Funky Music» (Wild Cherry), «Break on through» (The Doors) o
«Whole Lotta Love» (Led Zeppelin) utilizan el riff principal como vínculo y
elemento decorativo. En otras como «Crazy in Love» (Beyoncé), la figura
musical principal de la introducción aparece periódicamente.
► Enlaces integrados en una sección
Estos enlaces suelen ser fragmentos bastante cortos que forman parte de una
sección más grande como una estrofa, un puente o un estribillo. Cuando esto
ocurre una figura musical actúa como nexo de unión para conectar una
sección con la suya propia. Este enlace puede estar situado al final de la
estructura o al comienzo de la misma. Los compases añadidos a veces actúan
como enlace, al igual que los compases finales de las secciones. Cuando el
enlace está en los compases internos de la sección, sirven para conectar la
estructura interna de forma sutil.
Basta con haber escuchado un poco de música para darse cuenta de que la
mayoría de las canciones están repletas de este tipo de enlaces. La propia
musicalidad de la canción agradece este recurso. Lo podemos encontrar de
muchísimas formas. Como ejemplo ilustrativo podemos decir que, en
general, los breaks, los redobles y las florituras percusivas suelen ejercer una
función de conexión además de decorativa. El enlace hace que la canción
fluya, los instrumentos musicales luzcan y las secciones se enriquezcan.
La música popular está llena de ejemplos de figuras musicales integradas en
una sección para enlazar con otra. Buena parte de las canciones que
escuchamos día a día contienen pequeñas figuras musicales que enlazan hacia
el estribillo. Es habitual encontrar un pequeño redoble de batería, aunque
también otros arreglos más elaborados del pre-estribillo o del estribillo están
presentes de forma abundante.
Ordenando las secciones
Saber identificar las distintas secciones que se van repitiendo dentro de una
canción es interesante. Pero fijarse en cómo están ordenadas lo es aún más.
Comprobarás que aunque existen distribuciones muy diferentes, hay ciertos
patrones habituales. Ordenar las secciones puede llegar a ser incluso
divertido. A medida que vayas avanzando en tu aprendizaje, lo convertirás en
un proceso intuitivo.
Hay distribuciones recurrentes que te pueden ayudar a empezar. Pero basta
con escuchar atentamente las canciones más conocidas del momento para
darse cuenta de que las estructuras musicales no son ningún paradigma.
Incluso en los ámbitos más comerciales, trabajamos con fórmulas flexibles,
donde podemos jugar con muy diferentes combinaciones. Una canción no
tiene por qué empezar con una introducción breve para luego proceder con un
par de estrofas, un puente y un estribillo. Ni siquiera una canción exitosa
tiene que seguir estos parámetros.
Se supone que si nos alejamos del terreno comercial la experimentación
aumenta. Y aun así entre las canciones más conocidas podemos encontrar
multitud de ejemplos con estructuras muy arriesgadas. Muchas canciones
prescinden del puente, carecen de introducción, poseen varias estrofas con
armonías diferentes, tienen dos estribillos, o cuentan con un estribillo que
aparece solamente una vez. De hecho, aunque parezca atentar contra las
fórmulas más elementales para alcanzar la gloria, muchas canciones ni
siquiera tienen un estribillo claro.
Esquematizando la canción
Piensa en una canción cualquiera compuesta de tres secciones diferentes. No
siempre es fácil identificar con precisión cuál es la estrofa, cuál el estribillo y
cuál es el puente. La función de cada sección depende del contexto.
Para remediar esta ambigüedad se suele analizar la estructura de una
canción diferenciando una sección de otra. Para ello asignamos una letra
cuando una sección aparece por primera vez (por ejemplo A). Cada vez que
aparezca una sección diferente le asignamos una nueva letra (B, C, D, etc).
Una pequeña advertencia. Cuando esquematizamos las canciones de este
modo, no se tienen demasiado en cuenta las secciones decorativas como
introducciones, enlaces o secciones instrumentales breves, solamente aquellas
que conforman el cuerpo de la canción, como las estrofas, los estribillos, los
puentes y las secciones instrumentales de desarrollo.
En un principio solamente hemos de identificar las distintas secciones. El
siguiente paso sería identificar qué funciones cumple cada sección. Sobre
esto último has de tener en cuenta que podemos filosofar todo lo que
queramos, pero la música es un arte dinámico. Existen muchos ejemplos
ambiguos donde debatir si una sección es una estrofa o un estribillo es un
mero debate de nomenclatura. Una misma sección puede desempeñar
múltiples funciones. Lo importante no es la etiqueta, sino saber qué efecto
tiene dicha sección en la estructura.
Estructuras clásicas
Estructura AAA
Se trata de la estructura más antigua. Básicamente consta de una estrofa que
se repite una y otra vez. Aunque se supone que está relativamente en desuso,
podemos encontrarla con abundancia en la música tradicional, en el blues, en
el gospel, en el rock and roll, en el flamenco, en himnos, en nanas, en
canciones de trabajo. En muchísimas partes.
En un principio puede parecer que la fórmula es un tanto monótona. Nada
más lejos de la realidad. Muchas de estas canciones consiguen más impacto
que otras con múltiples cambios de sección. ¿Por qué ocurre esto? Porque
suelen contar con una melodía memorable, con una letra de gran calidad, o
con ambos elementos a su favor. Los arreglos de la propia canción suelen
favorecerla. Una canción de este tipo puede simular su estructura en bucle y
aparentar que tiene secciones diferentes.
Muchas grandes canciones están construidas así. Algunas obras como
«Amazing Grace (tradicional)», «Masters of War» (Bob Dylan), «Hey Joe»
(tradicional), «The House of the Rising Sun» (tradicional) cuentan con esta
estructura.
Estructuras AABA / ABAB
Esta estructura es también una de las sospechosas habituales. En este caso se
intercalan dos secciones principales diferentes. Pero no siempre queda claro
cuál es la estrofa y cuál es el estribillo. ¿Cómo interactúan unas partes con
otras? Analicemos el ejemplo de «Yesterday» (The Beatles).
Como vemos la Sección A se repite más a menudo. Esta parte tiene más
variaciones. También sustenta las líneas generales de la canción y es más
compleja líricamente. Todas estas son características de las estrofas. La
Sección B aparece sin modificaciones cada vez que se repite y sube la
intensidad de la canción, lo que es característico de un estribillo.
Sin embargo, la primera sección tiene todos los elementos identificativos de
la canción. El público recuerda la canción por la melodía de la Sección A.
Esto es característico del estribillo. Mientras tanto, la Sección B cumple
armónica y melódicamente una función de transición. Esto es característico
del puente.
Este esquema suele ser muy común en las canciones tipo AABA. Las
Secciones A cumplen funciones tanto de estribillo como de estrofas. Tienen
el peso de la canción, a menudo terminan siendo también la sección de
conclusión y los ganchos de la canción suelen situarse ahí. Las Secciones B
pueden ser consideradas como estribillos o como puentes dependiendo del
contexto. Una vez más se trata de un debate de nomenclatura.
Otras canciones como «Angie» (The Rolling Stones), «All My Loving»
(The Beatles), «Somebody to Love» (Jefferson Airplane), «Love is a Losing
Game» (Amy Winehouse) o «I Shall Be Released» (Bob Dylan) utilizan este
tipo de estructuras.
Estrofa - Puente - Estribillo
Se trata de las clásicas estructuras que alternan estrofa, puente y estribillo de
forma natural. A veces podemos escuchar cómo los pre-estribillos iniciales
no terminan del culminar en el estribillo a las primeras de cambio. Una buena
parte de las canciones comerciales utilizan este tipo de estructuras.
Rizando el rizo
Las normas están para romperse. La estructura de una canción no es un
mandato imperativo. Nos sirven como mapa para tener una idea aproximada
de cómo organizar las distintas secciones, para explotar todo el potencial de
un relato musical y lírico. Pero jamás coartes tu creatividad por tomarte al pie
de la letra alguna de las estructuras más habituales.
La flexibilidad está a la orden del día. No pasa nada por experimentar. Si
echas la vista atrás y te fijas en las canciones que se han convertido en
clásicos, te darás cuenta de que hay muchísimos casos donde los autores se
tomaron las estructuras con mucha libertad. Todo ello sin perder un ápice de
comercialidad. Muchas canciones de grupos como The Doors, The Beatles,
Queen, The Beach Boys, o en español El Último de Fila, Radio Futura o
Extremoduro apuestan de forma recurrente con estructuras ambiguas (en el
buen sentido de la palabra).
Identificando estructuras en las canciones
Analiza alguna canción que te guste.
Fíjate en las secciones que se van sucediendo y añade una letra (A, B, C,
D) cada vez que aparezca una nueva sección. ¿Qué estructura tiene?
Identifica a continuación la función de cada sección. No se trata tanto de
etiquetar cada parte de la canción. ¿Qué secciones se repiten?¿Qué
intenta transmitir cada sección?¿Qué cambios de armonía, melodía y
letra se producen?¿Cómo están enlazadas entre sí?
EL INSTRUMENTO MUSICAL
El instrumento musical es una herramienta determinante para escribir
canciones. Aprender a tocar te dará confianza para afrontar el proceso de
composición, mostrar tu trabajo a otras personas, escribir conjuntamente con
otros autores y grabar tus propias maquetas sin necesidad de contratar a
músicos externos. Además, la adquisición de nuevas habilidades musicales
enriquecerá tus canciones.
Pero no es necesario ser un virtuoso para ser un genial compositor. De
hecho a veces la inocencia puede ser una virtud. ¿Recuerdas cuando
empezabas a tocar la guitarra y empleabas tan sólo dos cuerdas? Seguro que
en aquel momento te resultaron las notas más inspiradoras del mundo.
Probablemente hasta compusiste tus primeras piezas musicales así, como un
niño que dibuja con pocos conocimientos pero con toda la libertad creativa
del mundo. Ahora seguramente cuando tocas la guitarra y utilizas tan sólo
esas dos cuerdas creas que nada de lo que suena está a la altura. Es un
proceso totalmente normal.
Podemos ir incluso más lejos. Hay quien dice que ni siquiera es
imprescindible tocar un instrumento musical para escribir canciones. Veamos
algunos ejemplos:
Hay estilos concretos como la música electrónica donde un compositor
puede utilizar fragmentos de otras canciones y crear algo totalmente
nuevo. Podemos debatir si una mesa de mezclas es un instrumento
musical en el sentido tradicional del término, pero ¿no es acaso una
herramienta musical?
Un cantante o un rapero pueden ser excelentes en su papel, y al mismo
tiempo no tener ni idea de cómo se toca un piano. ¿Pero no es acaso la
voz el instrumento musical por excelencia?
Un compositor que no sabe tocar un instrumento puede coescribir
canciones en colaboración con otros autores que sí tocan. En algunos
casos los letristas, que también son autores de canciones, no saben
interpretar música. ¿Pero no mantendrían una relación artística más
fluida si ambos supiesen tocar?
Una persona puede grabar una pieza musical a través del ordenador sin
intermediación de teclados MIDI, ni micrófonos que graben
instrumentos reales. Pero no te engañes. Si este es tu caso vas a tener
que aprender otro tipo de herramientas: software, loops, efectos,
ecualizadores, etc. También necesitarás ciertas nociones básicas de
música. En cierto modo estarás aprendiendo a utilizar una nueva
herramienta musical.
Sea como sea, no hay duda de que saber tocar es extremadamente
recomendable. No es necesario que te conviertas en Paganini o en Narciso
Yepes, pero un instrumento musical es una herramienta que te abrirá
muchísimas puertas. Tom Hanks se las arregló con un par de palos en la
película Náufrago, pero seguramente le hubiese venido bien un mechero.
El instrumento adecuado
En principio cualquier instrumento musical (incluyendo la voz humana) es
una herramienta poderosa para componer canciones. Aun así la gran parte de
los autores optan por componer con la guitarra y, en menor medida, con el
piano. ¿Por qué ocurre esto?
Sin duda estos instrumentos son los más populares. El caso de la guitarra es
abrumador. Pero lo más importante no es eso, sino es el hecho de que con una
guitarra o un piano puedes tocar y cantar al mismo tiempo. Inténtalo con una
trompeta y sabrás a lo que me refiero. Dicho de una forma más elegante, con
una guitarra o un piano puedes lograr los tres elementos musicales
fundamentales dentro de cualquier canción: melodía (voz), armonía (acordes)
y ritmo.
En la música popular, la voz y los acordes suelen estar presentes en su
forma más obvia. No es frecuente que nos encontremos con estructuras
barrocas y contrapuntos complejos, especialmente si hablamos de música
comercial. Hay honrosas excepciones, por supuesto, pero en su forma más
básica la música popular asienta sus raíces en melodías y acordes
interpretados con el apoyo de un ritmo concreto.
A veces necesitamos momentos de soledad para componer, explorando y
corrigiendo las posibilidades melódicas y armónicas sobre la marcha. Otras
veces nos vendría bien escuchar in situ los arreglos de nuestra canción. La
cuestión es que no siempre tenemos a mano un percusionista o una banda de
mariachis que nos acompañe en las idas y venidas del proceso compositivo.
Por esta razón la composición con instrumentos musicales que permiten de
forma relativamente accesible interpretar la melodía con la voz —mientras
tocamos acordes o arpegios a un ritmo determinado— resulta muy intuitiva.
El estilo musical con el que estés coqueteando será una de las principales
razones para decantarte por un instrumento u otro. Tiene sentido que si lo
tuyo es la rumba flamenca utilices una guitarra flamenca. Si lo tuyo es el
death metal será más inspirador utilizar una guitarra eléctrica con una
distorsión bien potente. Si prefieres el tango argentino un piano puede ser una
buena opción. Si lo tuyo es la música dance adentrarte en el mundo de la
grabación digital, las mesas de mezcla y los platos te abrirá caminos muy
interesantes.
Y aun así, no estás condenado a elegir un sólo instrumento como tu
herramienta de composición. Otro instrumento al que estés menos habituado
puede sugerirte nuevos caminos y sonoridades. Una melodía compuesta a
través de un saxofón tendrá matices distintos a otra compuesta sólo con la
voz. Por no hablar de que si estás acostumbrado a componer con una guitarra,
es buena idea probar con un piano para adquirir otras perspectivas.
Cambiar de instrumento, sonido o herramienta puede resultarte de lo más
inspirador, con independencia del estilo musical que practiques. En todo
caso, tu elección tendrá un gran peso en la forma en la que encararás el
proceso compositivo.
Buscando ideas con tu instrumento
El instrumento musical es el punto de partida con el que un autor puede
comenzar a buscar ideas inspiradoras. El instrumento que toques será
determinante a la hora de encontrar los anzuelos creativos que te ayuden a
crear tu futura canción. Si eres guitarrista tu inclinación natural tenderá a
comenzar las canciones desde la guitarra. En este caso lo lógico es que
muchas de tus ideas matrices lleguen en forma de arpegios, riffs, rasgueos o
licks de guitarra.
La misma dinámica se repite si practicas cualquier otro instrumento. Un
percusionista tenderá a prestar mucha atención al lado rítmico de la canción y
sus ideas podrán llegar desde ese lado. Si tu instrumento es el piano, lo lógico
es que tus anzuelos creativos suelan abarcar una mayor dimensión armónica
que si practicas el saxofón. Un cantante que además toca la guitarra estará
naturalmente inclinado a componer líneas melódicas acompañadas de
acordes.
Esto no significa que un pianista deba componer exclusivamente obras a
través de su instrumento. Tampoco que sus canciones tengan que ser
interpretadas siempre con un piano. Como hemos dicho, es muy
recomendable cambiar de instrumento para cambiar de aires. Incluso a veces
comenzar a componer sin más instrumento que tu propia voz puede ser un
buen ejercicio para potenciar tu creatividad y buscar nuevos caminos
musicales.
El registro vocal
Todos tenemos un registro vocal determinado. El registro de cada persona
está conformado por las notas que puede abarcar cantando, desde la más
grave hasta la más alta. Dependiendo de tu técnica vocal, de lo educada que
esté tu voz o de tu talento innato, te sentirás más o menos cómodo en un
grupo de notas —las más centrales— dentro de tu registro.
Cuando compongas con la voz y el soporte armónico de un instrumento,
vigila mucho tu rango tonal. A no ser que seas Freddy Mercury, Frank
Sinatra o Ella Fitzgerald, muévete por donde te sea más cómodo. No fuerces
demasiado la máquina, ni te preocupes en no llegar a determinados sitios. Si
eres fiel a tu rango tonal, cambiando de tonalidad tu intuición musical te
llevará por diferentes caminos.
Por ejemplo, puede que tengas un registro limitado, que tu rango no abarque
más de una octava y que tan sólo puedas cantar con comodidad siete u ocho
notas centrales del piano. Puedes utilizar esto a tu favor. Recuerda que
cualquier nota está presente en multitud de escalas y tonalidades. Aunque
sólo cantes las notas que te sean más fáciles, puedes conseguir resultados
muy variopintos utilizando acordes de distintas tonalidades que cambien
totalmente el sentido de la melodía.
Sin embargo, si tu objetivo es componer para terceras personas, será
necesario que puedas componer líneas vocales con un registro más
ambicioso. Si tienes un rango tonal limitado, deberás hacer uso de la
imaginación, utilizar con cuidado técnicas como el falsete y apoyarte en otros
instrumentos y cantantes.
La guitarra
La guitarra es el instrumento por antonomasia de la música popular moderna.
Una de sus principales ventajas es que es mucho más fácil de aprender que
otros instrumentos, al menos en las primeras lecciones. Cuando una persona
aprende a tocar la guitarra, normalmente suele comenzar con las distintas
posiciones de acordes. Para aprender las posiciones más básicas necesitarás
algo de práctica, pero los resultados saldrán a relucir pronto.
Como este instrumento permite cantar y tocar al mismo tiempo acordes
sencillos de manera relativamente natural, en un primer momento es posible
que pienses que la composición de canciones era más fácil de lo que parecía.
Nada más lejos de la realidad. Este es el primer paso dentro de un aprendizaje
que nunca acaba. Como en todas las facetas de la vida, y especialmente en la
música, cuanto más aprendes más te das cuenta de lo poco que sabes.
Otra gran ventaja de la guitarra frente a otros instrumentos es su
portabilidad. Es más sencillo de transportar una guitarra que un piano. Es
cierto que instrumentos como la flauta o el saxo también son muy portables,
pero suele ser más caro comprar un instrumento de viento decente que una
guitarra decente.
Si te decides por la guitarra como tu herramienta principal de composición,
comprobarás que existen multitud de guitarras de distinto tipo —además de
otros instrumentos de la misma familia o directamente basados en la guitarra
— que podemos clasificar en dos grandes ramas:
Guitarras acústicas, con cuerdas de nailon o metal. Aquí entran las
guitarras españolas (clásicas o flamencas) y las guitarras acústicas
propiamente dichas (dreadnought, jumbo, de doce cuerdas, etc.).
Guitarras eléctricas, desde las clásicas Les Paul y Fender, hasta otros
modelos como Ibanez. Las guitarras eléctricas pueden producir sonidos
bien diferentes, gracias a la enorme variedad de pastillas, amplificadores
y efectos de sonidos existentes. Según el estilo que practiques, una
guitarra eléctrica puede evocar paisajes sonoros muy interesantes, lo que
sin duda constituye una gran fuente de inspiración.
Posiciones de acorde básicas
Algunas escalas básicas
El piano y el teclado
El piano es un instrumento con un enorme espectro tonal. Esto quiere decir
que abarca desde registros tremendamente graves hasta las notas más agudas.
Por otro lado en un primer momento puede parecer relativamente sencillo
tocar el piano. Presionar la tecla de un piano es fácil. Practicar alguna escala
sencilla como la de DO MAYOR o LA MENOR también puede serlo. De
hecho tan sólo basta con presionar las teclas blancas en un orden
determinado. Lo difícil es aprender a tocar el piano más o menos bien.
La principal ventaja de estudiar este instrumento es todas las puertas que te
abre. Es un instrumento con el que aprenderás directa e indirectamente
muchísimas nociones de armonía y teoría musical de una forma más
ilustrativa. El piano es un instrumento muy visual en este sentido.
Existen multitud de pianos y teclados bien diferentes:
Pianos acústicos de pared.
Pianos acústicos de cola.
Pianos y órganos eléctricos clásicos como el Hammond, el Rhode o el
Wurtlizer, con sus características propias de sonido.
Sintetizadores.
Teclados, órganos y pianos digitales con varios sonidos.
Interfaz MIDI para ser conectada a tu tarjeta de sonido para funcionar
como instrumento virtual.
Como principal desventaja, los pianos no son para nada instrumentos
transportables. Son muebles terriblemente pesados. No te los podrás llevar
tranquilamente a un concierto en un pub o una fiesta. Por suerte los teclados
suelen ser bastante más ligeros. Tienen además otras ventajas respecto a sus
hermanos mayores. Un teclado tiene la capacidad de producir sonidos mucho
más variados: emulaciones de otros instrumentos musicales, ambientaciones
y sonoridades completamente novedosas. Esto puede ser muy inspirador para
un compositor. Una vez más las posibilidades son enormes.
Posiciones de acorde básicas
Escalas básicas
ELEMENTOS MUSICALES DE UNA
CANCIÓN
La música es una manifestación artística maravillosa. Y como toda
manifestación artística, sus códigos y estructuras pueden alcanzar una gran
complejidad a medida que profundizamos en su estudio. Nunca dejamos de
aprender. Pero por suerte las canciones populares se mueven en unas pautas
bastante accesibles en comparación con otras disciplinas.
Para componer canciones no tienes que ser un genio del lenguaje musical.
No tienes por qué ser un experto ni convertirte de la noche en la mañana en
un gran compositor sinfónico. Las canciones populares no tienen la
complejidad de una sinfonía de Beethoven, ni de una obra de Chopin. Pero
ten por seguro que te resultará muy enriquecedor manejar con soltura algunas
nociones básicas de teoría musical.
Aunque lo aprendas todo por mera intuición, en tu día a día como escritor
de canciones manejarás algunos conceptos musicales elementales como
ritmo, compás, melodía, nota y acorde.
Lo mejor es que tengas claro qué significa cada uno. De forma consciente o
no, los utilizarás de cada vez que compongas una canción. Son tu materia
prima. Conocer estos elementos no te garantiza ser un mejor compositor, pero
sin duda tendrás más herramientas a tu disposición para llegar a tus metas.
Es verdad, a veces la teoría puede parecer complicada. Pero no hay razón
para asustarse. Seguramente conoces más lenguaje musical del que crees. Si
ya tocas un instrumento, aunque hayas aprendido de forma autodidacta, te
darás cuenta de que llevas manejando toda la vida muchos de los conceptos
que irás consolidando con el tiempo.
Elementos musicales básicos: Ritmo, melodía y armonía
El ritmo, la melodía y la armonía constituyen los elementos básicos de una
canción. Es cierto que una obra musical sin melodía ni acordes sigue siendo
una obra musical. Pero a la hora de la verdad no es frecuente encontrar una
canción que consista solamente en una línea rítmica. Aunque el equilibrio
entre estos tres elementos básicos puede variar, es difícil encontrar temas
musicales que prescindan totalmente de alguno de ellos.
► ¿Qué ocurre con la letra? La letra no se considera un elemento musical,
sino lírico. También se trata de un elemento opcional, pues una obra musical
no tiene por qué tener letra para ser considerada como tal. Esto no significa
que no sea importante. De hecho, la mayoría de las canciones tienen una.
Ritmo
La música es el lenguaje de las emociones, efectivamente, pero también es el
lenguaje del tiempo. Toda obra musical tiene un principio, un desarrollo y un
desenlace. Si tenemos en cuenta esto nos percatamos de que el concepto de
tiempo está ligado a la música por definición. Todos sus elementos se
suceden de forma ordenada. El ritmo no sólo afecta a la estructura de la
canción, también se manifiesta en la propia duración de las notas musicales.
Es indispensable para conformar una melodía.
¿La música sin ritmo, es posible? Podemos encontrarnos con pasajes
ambientales carentes de un ritmo claro, por ejemplo en banda sonoras donde
se utilizan elementos como mero refuerzo. Pero son excepciones. En la
mayoría de los casos una obra musical tendrá ritmo, melodía y armonía. Esto
es mucho más evidente cuando hablamos de canciones. Una obra musical al
completo sin ritmo no es sino una sucesión de sonidos más o menos
agradables.
Melodía
Una frase o figura musical es una consecución de notas con un sentido
comunicativo. Estas figuras musicales tienen su propio inicio, desarrollo y
resolución. Varias figuras musicales interpretadas de forma consecutiva
conforman una melodía, cuya estructura también cuenta con un inicio, un
desarrollo y un final. Cuando suena una flauta, un saxofón o cuando alguien
canta, se está interpretando una melodía.
La melodía es un elemento esencial dentro de la música popular, donde
solemos encontrar una clara división entre acordes y línea melódica principal.
En la mayor parte de la música popular, la voz humana es el instrumento que
ejecuta la melodía principal de una canción, aunque también es frecuente
encontrarnos otros instrumentos solistas.
¿Puede una canción no tener melodía? Sí. En algunos casos la melodía no
es demasiado importante. Este es el caso de la música rap, donde los
elementos rítmicos y líricos tienen todo el protagonismo. También es el caso
de canciones de estilos bailables como el funk o la música dance. Hay
algunas obras musicales compuestas únicamente a base de ritmos, o que
tienen una sucesión de acordes pero carecen de una melodía clara. Pero en
general estos casos son la excepción.
Armonía
En sentido estricto una melodía no puede contener dos notas al mismo
tiempo. Cuando las hay, estas notas son un apoyo armónico de la melodía
principal. Cuando tocamos más de una nota al mismo tiempo estamos
ejecutando una armonía. La expresión más evidente de este fenómeno es el
acorde. Algunos temas están construidos con dos o tres acordes, mientras que
otros tienen progresiones mucho más complejas. Las canciones de Bob
Dylan, por ejemplo, tienen una armonía muy sencilla en comparación con
una obra de Miles Davis. Y aun así en ambos casos hay acordes, y por tanto
armonía.
Pero la armonía es un fenómeno mucho más complejo. Es la relación
existente entre las notas. Cuando varios músicos interpretan una obra en
conjunto suelen hacerlo de forma armónica.
Si cinco músicos ejecutan una misma línea melódica a la vez, están
interpretando una melodía al unísono.
Si estos mismos músicos interpretan cada uno una línea melódica
distinta sin relación armónica entre sí, el resultado es caótico.
Si estos músicos interpretan cada uno una línea melódica, pero de forma
ordenada e interconectada, el resultado tiene sentido armónico. Cuando
varias líneas melódicas se interpretan en armonía, todas juntas generan
una sola idea musical.
Piensa en los instrumentos de una canción de pop al uso: una batería, un
bajo, un par de guitarras y la voz principal. La batería es la encargada de
llevar la estructura rítmica de la canción. La voz suele ser la encargada de
interpretar la melodía principal. El resto de los instrumentos son el respaldo
armónico de esta melodía.
Melodía y armonía son elementos complementarios. No hace falta que
suenen varias notas a la vez para que la música tenga armonía. Podemos
saber en qué tonalidad está una canción simplemente por la intencionalidad
de su melodía. Por ejemplo, sabemos que «Cumpleaños Feliz» tiene una
melodía alegre (y que está en una tonalidad mayor) aunque se cante a capela.
La razón es que cuando suena una melodía siempre está respaldada por un
contexto armónico. Aunque ningún instrumento la respalde con notas
añadidas o acordes, la armonía de la canción sigue estando presente.
Una melodía puede transmitir sensaciones contrapuestas dependiendo del
orden, la acentuación y la intencionalidad de las notas musicales. Por ejemplo
las escalas de LA MENOR y DO MAYOR están formadas exactamente por
las mismas notas. Sin embargo la primera transmite tristeza y la segunda
transmite alegría. Esto se explica porque la relación armónica entre las notas
es diferente.
EL RITMO
En la música popular el ritmo suele estar muy marcado. Los patrones rítmicos
aparecen a través de secuencias bastante reiterativas. Si nos fijamos en la
batería de «Billie Jean» (Michael Jackson), por poner un ejemplo recurrente,
escucharemos que está formada por elementos rítmicos que se repiten
cíclicamente con un grado muy pequeño de variación. Estos ciclos funcionan
como el esqueleto rítmico de la canción, su estructura básica elemental.
La base rítmica de una canción puede ser interpretada por cualquier
instrumento, aunque los instrumentos de percusión suelen ser los más
frecuentes. En la mayoría de las canciones que se graban hoy en día, la
batería es el instrumento habitual que cumple esta función.
Pulso o tiempo
Los pulsos (o tiempos) son los latidos de la música. Toda la música que
escuchamos está cimentada por una serie de pulsos que se repiten
periódicamente de forma regular. Piensa en cualquier canción que te guste e
imagina que hay un metrónomo que está marcando el ritmo como si fuera las
agujas de un reloj. Cada uno de los golpes del metrónomo es lo que
denominaríamos un pulso.
Ten en cuenta que el pulso no tiene por qué escucharse. Un ritmo puede
estar cimentado sobre un pulso concreto, pero las notas rítmicas no tienen por
qué coincidir siempre con los golpes. Si tienes nociones básicas de teoría
musical, sabrás de qué estamos hablando. Si no es así quizá te resulte un
concepto un poco marciano. No te preocupes, es más fácil de lo que parece.
Prueba con este sencillo ejercicio:
Escucha cualquier canción e intenta descubrir cuál es su pulso. Puedes
contarlo con la cabeza (uno, dos, tres, cuatro), acompañar la música con el
pie, dar palmadas o golpear rítmicamente sobre una mesa. Comprobarás que
la música sigue un ritmo sucesivo de golpes intermitentes. Cada uno de estos
golpes intermitentes es lo que llamaríamos un tiempo (o pulso).
Este ejercicio te resultará más fácil con una canción sencilla, donde el ritmo
sea evidente. No lo intentes (de momento) con una canción de jazz, o con una
pieza de música clásica. No olvides que el pulso musical no tiene por qué ser
rígido como un reloj, ni tiene por qué tener siempre la misma velocidad. Por
ejemplo en la música clásica, las obras instrumentales y algunas bandas
sonoras, el tiempo suele ser más flexible. Si escuchamos la música de la
película Lo que el viento se llevó, nos resultará más difícil contar los tiempos
que en una canción como «Billie Jean», donde el ritmo es más lineal y rígido.
Acento
Un acento es la mayor intensidad de un sonido respecto a otro.
MÚ - SI - CA
PA - LA - BRA
SA - XO - FÓN
La música, al igual que el lenguaje hablado, tiene sus acentos. Si escuchas
una canción cualquiera podrás comprobar que algunas notas de la melodía
suenan con más énfasis que otras. Este fenómeno es todavía más evidente en
la línea rítmica. En cualquier patrón rítmico hay golpes que suenan más
fuertes que otros.
Compás
Los tiempos de una pieza musical no aparecen de forma aleatoria, sino que se
ordenan en una cantidad determinada de compases organizados en ciclos
repetitivos. Toda la música que escuchamos obedece a esta regla universal.
Todos sus elementos principales (melodía, acompañamiento y notas rítmicas)
están ordenados a través de compases que se suceden uno detrás de otro.
Los compases están determinados por la acentuación de los latidos de una
canción. Ten en cuenta que los acentos no son una mera decoración que
afectan a las notas musicales o rítmicas. También afectan al pulso y, por
tanto, a la estructura básica de la canción. Esto se traduce en que según la
forma en la que se ordenan los acentos del pulso, encontramos distintos tipos
de compases.
Tiempos fuertes, semifuertes y débiles. El primer pulso de cada
compás suele ser más intenso. El resto normalmente son tiempos
débiles.
Tipos de compás
Existen un gran número de compases distintos, pero los más comunes son los
compases de dos por cuatro (2/4), cuatro por cuatro (4/4), tres por cuatro
(3/4) y seis por ocho (6/8).
Compás de 2/4
Compás de 4/4
Compás de 3/4
Compás de 6/8
Un ejemplo de compás menos habitual es el compás de 5/4, que sería el
equivalente a la suma de un compás de 3/4 y otro de 2/4.
En la música popular los compases se repiten de forma regular a lo largo de
toda la canción. Aunque por supuesto hay excepciones. Hay canciones donde
el compás varía en algún punto. Las estrofas de una canción pueden estar en
un compás de 3/4 y el estribillo pasar a un compás de 4/4. Este es el caso de
«Lucy in the Sky With Diamonds» (The Beatles). O una canción puede estar
en un compás de 4/4 y en un momento aislado pasar momentáneamente a un
compás de 2/4 como en «Pretty Woman» (Roy Orbison), que utiliza este
recurso para enlazar las segundas partes de las estrofas y hacer que suenen
antes de lo esperado. Otro ejemplo clásico son los versos melódicos de la
canción de «All You Need is Love« (The Beatles), donde se enlazan
compases de 4/4 y 3/4.
Las notas dentro del compás
Las notas de una canción (ya sean melódicas o rítmicas) se cimientan sobre
los compases. Pero estas notas musicales no tienen por qué corresponderse
con los tiempos que conforman un compás. Por ejemplo, el hecho de que un
compás tenga tres tiempos no quiere decir que tenga que tener tres notas
forzosamente, solo que la suma de la duración de todas estas notas (y
silencios) son tres tiempos.
Lo mismo ocurre con los diferentes acentos. Aunque el pulso que conforma
el compás de 4/4 presenta de forma natural un acento fuerte en el primer
tiempo y un semifuerte en el tercero, comprobamos que uno de los bucles
rítmicos más utilizados en la música moderna presenta el acento fuerte en el
tercer tiempo y el semifuerte en el primero.
MELODÍA Y NOTAS MUSICALES
La música occidental está formada por un bucle de doce notas que se repiten
de forma consecutiva. Este bucle abarca un amplio espectro, desde los tonos
más graves hasta los tonos más agudos. Podemos verlo de forma muy gráfica
en las teclas de un piano, que comprenden un registro muy amplio de notas
musicales.
La melodía está directamente relacionada con el tono y la duración de las
distintas notas musicales. Dependiendo de cómo ordenemos estas notas y de
qué duración tengan, obtendremos una melodía u otra.
Las notas musicales
Si nos fijamos en las notas de un piano, nos damos cuenta de que el bucle de
doce notas se repite continuamente. En un piano de 88 teclas hay ocho notas
DO. Esto no obedece a ningún capricho especial. Simplemente todas las
notas DO son en realidad la misma nota. La diferencia está en que cuanto
más a la izquierda del teclado está más grave suena, y cuanto más a la
derecha más agudo. Lo mismo ocurre con el resto de notas.
Tenemos una paleta con doce notas que se repiten en ciclos continuos a lo
largo del espectro grave-agudo. A cada uno de estos ciclos lo llamamos
octava.
Entre estas doce notas existen siete notas principales: DO, RE, MI, FA,
SOL, LA y SI. Estas notas corresponden a las teclas blancas del piano. Con
ellas se pueden construir dos de las secuencias más usadas: la escala mayor
de DO y la escala menor de LA. Desde el punto de vista de la notación
musical occidental, las otras cinco notas restantes (que corresponden a las
teclas negras del piano) son alteraciones intermedias.
Intervalos
En el lenguaje musical hablamos de altura para referirnos a las notas graves o
agudas. Si una nota es más aguda que otra, decimos que se trata de una nota
más alta. Si la nota es más grave, decimos que se trata de una nota más baja.
Por ejemplo, dentro de la escala de DO MAYOR, la nota SI es más alta que
la nota RE.
Un intervalo es la diferencia de altura entre dos notas. O lo que es lo mismo,
la distancia entre una nota y otra. Este concepto es fundamental para entender
la armonía de una canción. De momento, introducimos los intervalos más
sencillos de entender: el semitono, el tono y la octava.
Semitono
Un semitono equivale a una distancia de medio tono. Por ejemplo de MI a FA
hay un semitono. Este intervalo es muy reconocible. Piensa por ejemplo en la
banda sonora de la película Tiburón, cuyo leitmotiv principal está compuesto
por dos notas con un semitono de diferencia. La escala mayor presenta dos
semitonos, al igual que la escala menor natural y todas las denominadas
escalas modales.
El semitono es, al menos teóricamente, la distancia mínima en la música
occidental. Aunque en tradiciones más exóticas como la música oriental o el
flamenco se juega también con el concepto del cuarto de tono. También
algunas formas de interpretación en guitarra como el slide o el bending
efectúan un recorrido lineal de altura sin saltos entre los distintos semitonos.
Tono
Un tono es la suma de dos semitonos. De DO a RE hay un tono de distancia.
La escala mayor presenta cinco tonos y dos semitonos.
Octava
Decíamos que en un piano de 88 hay ocho notas DO, desde la más grave
hasta la más aguda. La distancia entre una nota DO y la siguiente son
exactamente doce semitonos. Esta distancia es lo que llamamos una octava.
Si te fijas en cada octava tenemos doce notas, separadas entre sí por sus
respectivos semitonos. ¿Por qué la llamamos octava entonces? Porque
partimos de la referencia de la escalas formadas por siete notas. La octava
nota es siempre la primera nota de la siguiente escala, sólo que más grave o
aguda, dependiendo de si nos movemos hacia arriba o hacia abajo.
Lo podemos ver gráficamente a través de las teclas blancas del piano. Si
contamos a partir de DO (do-re-mi-fa-sol-la-si-do), nos damos cuenta de que
cada vez que suena esta nota coincide con la octava tecla, siendo a su vez la
primera del siguiente ciclo. Esto ocurre con todas las notas.
Sostenido y bemol
Las notas blancas del piano corresponden a las notas DO, RE, MI, FA, SOL,
LA y SI. Pero sabemos que una octava tiene doce notas. ¿Qué ocurre con las
que están en medio, las teclas negras del piano? Para identificarlas utilizamos
los conceptos de bemol (Þ) y sostenido (#).
El sostenido y el bemol son figuras de notación que alteran un semitono la
nota que acompañan. Cuando una nota viene acompañada de un sostenido la
altura sube un semitono. Cuando aparece el bemol su altura baja un semitono.
FA#: Un semitono más agudo que la nota FA
SIÞ: Un semitono más grave que la nota SI.
La melodía
La melodía es la parte fundamental de la mayoría de las canciones,
exceptuando algunos géneros musicales. La línea melódica suele situarse
siempre en un primer plano y es el elemento que llega directamente al
corazón del oyente.
Es cierto que otros elementos como el ritmo o una secuencia de acordes
bien efectuada son capaces de conmover por sí solos. Pero una canción
memorable es aquella cuyos elementos melódicos son capaces de enfatizar,
magnificar y añadir valor al resto de elementos. También ocurre con las
letras. Muchas letras son capaces de conmovernos profundamente. Pero si la
letra nos afecta a un nivel consciente, la melodía trabaja a un nivel más sutil,
directamente con el lenguaje de las emociones.
Direccionalidad de la melodía
Según ordenamos las distintas notas obtenemos un efecto melódico distinto.
Cuando el fraseo melódico de una estrofa desciende hacia notas más graves
proporcionamos un matiz melancólico. Una melodía que asciende hacia notas
más agudas aumenta la sensación de intensidad.
Podemos escuchar este efecto en numerosas canciones. En el caso de
«Mediterráneo» (Serrat), comprobamos cómo la línea melódica principal
asciende hacia tonos altos en mitad de la estrofa, con lo que aumenta la
intensidad emotiva. Luego termina descendiendo generando un efecto de
relajación melancólica. Este tipo de oscilaciones también pueden
comprobarse en las diferentes secciones de «Bohemian Rhapsody» (Queen).
Frase o figura musical
Una frase musical es una línea melódica con sentido propio. Todas las
melodías están formadas por distintas frases que se van sucediendo una detrás
de otra. A veces a estas frases musicales también se les llama figuras (pero no
hay que confundir este concepto con los distintos símbolos que utilizamos
para escribir música).
De manera frecuente las figuras musicales pueden estar formadas por una
serie de preguntas y respuestas. Este es un efecto interesante que demuestra
que la música es un fenómeno característico de la comunicación humana.
Analizamos a continuación algunos ejemplos de canciones conocidas donde
se utiliza esta fórmula:
«With a little help from my friends» (The Beatles)
PREGUNTA ⇒ What do I do when my love is away
RESPUESTA ⇒ Does it worry you to be alone
PREGUNTA ⇒ How do I feel by the end of the day
RESPUESTA ⇒ Are you sad because you're on your own
«You Know I'm No Good» (Amy Winehouse)
PREGUNTA ⇒ Meet you dowstairs in the bar and hurt
RESPUESTA ⇒ Your rolled up sleeves in your skull t-shirt
PREGUNTA ⇒ You say «What did you do with him today?»
RESPUESTA ⇒ And sniffed me out like I was Tanqueray.
La duración de las notas
En la música nos expresamos con el tiempo continuamente. El propio
concepto de melodía está relacionado estrechamente con el tiempo y con el
ritmo. Cada nota melódica, nota rítmica o silencio que aparece en cualquier
obra musical tiene una duración determinada, más larga o más corta. La
duración de las notas puede cambiar el sentido de una melodía. Por eso
podemos hablar de distintas melodías aunque empleemos las mismas notas.
ESCALAS Y ACORDES
Una escala es una serie de notas musicales que se interpretan en orden
consecutivo de forma ascendente o descendente. Cada tipo de escala
transmite una sensación diferente. Por ejemplo la escala mayor suena más
bien alegre, mientras que la escala menor natural suena más bien triste. La
escala menor armónica tiene un matiz oriental-mediterráneo, al igual que
otras como la escala modal frigia, la escala húngara o la escala gitana.
Existen muchas otras escalas con caracteres muy diferentes.
Tónica. Como hemos visto, si prestamos atención a las teclas del piano
comprobamos que la última nota de la escala es la primera nota de la
siguiente. Esta nota recibe el nombre de tónica y es la raíz de la escala.
En la escala de DO MAYOR, la tónica es la nota DO. En la escala de SI
MENOR, la tónica es la nota SI. Este es uno de los conceptos básicos de
la armonía musical.
Cuando tocamos al mismo tiempo una serie de notas con relación armónica
entre sí estamos interpretando un acorde. Los acordes derivan directamente
de las escalas. Por ejemplo, el acorde de DO MAYOR siempre está formado
por la primera, la tercera y la quinta nota de la escala de DO MAYOR. Lo
mismo ocurre con cualquier otro acorde mayor. Los acordes menores también
están formados por la primera, la tercera y la quinta nota de la escala menor.
Pero se tratan de escalas diferentes, por lo tanto contienen intervalos
diferentes.
Comprobamos que en el anterior ejemplo la tercera nota es distinta. Esta
tercera nota es la que define si una escala (o acorde) es mayor o menor.
Las escalas
La escala mayor
La escala mayor es una de las más utilizadas. Genera melodías con un matiz
alegre.
ADN ARMÓNICO: 1 - 2 - 3 - 4 - 5 - 6 - 7
Escala de DO MAYOR
Fíjate en la distancia de tonos y semitonos que hay entre las diferentes notas
consecutivas. Ese es el patrón de la escala, su fórmula básica. Desde la
primera nota de la escala (la tónica) hasta la segunda nota siempre hay un
tono de distancia, al igual que desde la segunda a la tercera, de la cuarta a la
quinta, de la quinta a la sexta y de la sexta a la séptima. Desde la tercera nota
hasta la cuarta siempre tendremos un semitono, al igual que desde la séptima
a la octava.
Esta fórmula siempre se repetirá independientemente de la tonalidad en la
que nos encontremos. Si empezamos a construir una escala a partir de
cualquier nota con este mismo esquema, obtendremos siempre la escala
mayor. Por ejemplo si utilizamos este patrón a partir de la nota SOL
obtenemos la escala de SOL MAYOR. Si lo empleamos con la nota SIÞ, será
la escala de SIÞ MAYOR.
La escala menor natural
Esta escala también es muy utilizada. Las tonalidades menores tienen un aire
melancólico. Las canciones con cierto tono de tristeza suelen estar
conformadas por armonías y melodías menores. Aunque esto no significa que
una canción melancólica tenga que estar por definición en una tonalidad
menor, pues otros elementos comobe la interpretación, la velocidad o el
carácter de la melodía afectan a nuestra percepción.
ADN ARMÓNICO: 1 - 2 - þ3 - 4 - 5 - þ6 - þ7
Si nos fijamos, la escala menor de LA está construida con las misma notas
que la escala mayor de DO. Solamente cambia la nota desde la que empieza.
La razón es que DO MAYOR y LA MENOR son tonalidades relativas.
Cada tonalidad mayor tiene una tonalidad menor relativa equivalente (y
viceversa). La escala menor se genera a partir de la sexta nota de su escala
mayor relativa. Y la escala mayor comienza en la tercera nota de su escala
menor relativa.
Aunque las escalas mayor y menor están construidas con la misma materia
prima transmiten sensaciones contrapuestas. Por eso es interesante analizar
cómo está construida una escala menor respecto a la escala mayor. Para
compararlas de forma nítida las analizamos dentro de la misma tonalidad, por
ejemplo la escala de DO MAYOR respecto a la escala de DO MENOR.
Comprobamos que la escala menor presenta tres alteraciones respecto a la
escala mayor. La tercera nota, la sexta y la séptima han sido disminuidas un
semitono respecto a su equivalente mayor. Esta alteración se suele indicar
con el símbolo bemol (Þ).
La escala pentatónica
La escala pentatónica es una escala muy influyente y utilizada en la
actualidad, sobre todo a partir de la enorme influencia del blues en la música
occidental. Esta escala tiene cinco notas en vez de siete, y también puede ser
mayor o menor.
La escala de blues
La escala de blues está basada en la escala pentatónica. Se construye con la
misma progresión añadiendo una nota más, la llamada blue note, una nota de
paso que proporciona un carácter particular a la melodía. En teoría es una
escala utilizada en tonalidades menores, pues este es el modo donde presenta
mayor expresividad, aunque también podemos encontrarnos con escalas de
blues mayores.
La escala cromática
La escala cromática es aquella donde se interpretan las doce notas al
completo de forma consecutiva. Como ya sabemos la distancia entre todas las
notas es de un semitono. No suele interpretarse entera. Más bien algunas
figuras musicales incluyen algún tipo de cromatismo.
Las escalas modales
Las escalas modales son una serie de escalas que reciben el nombre de los
antiguos modos griegos. Se construyen a partir de la escala mayor pero
empezando a partir de notas diferentes como raíz. De cada una de las siete
notas de esta escala surgen los siete modos.
Si comenzamos desde la nota DO, tendremos una escala de DO MAYOR.
Pero si comenzamos desde RE, la sonoridad de la escala será bien distinta,
pues desplazamos el centro tonal a esta nota. Lo mismo ocurre con las notas
restantes. Estas son las llamadas escalas modales. Las repasamos al completo
con su representación gráfica en piano.
► Escala modal jónica (escala mayor)
ADN ARMÓNICO: 1 - 2 - 3 - 4 - 5 - 6 - 7 - 1
► Escala modal dórica
ADN ARMÓNICO: 1 - 2 - Þ3 - 4 - 5 - 6 - Þ7
► Escala modal frigia
ADN ARMÓNICO: 1 - Þ2 - Þ3 - 4 - 5 - Þ6 - Þ7
► Escala modal lidia
ADN ARMÓNICO: 1 - 2 - 3 - 4#- 5 - 6 - 7
► Escala modal mixolidia
ADN ARMÓNICO: 1 - 2 - 3 - 4 - 5 - 6 - Þ7
► Escala modal eólica (escala menor natural)
ADN ARMÓNICO: 1 - 2 - Þ3 - 4 - 5 - Þ 6 - Þ7
► Escala modal locria
ADN ARMÓNICO: 1 - Þ2 - Þ3 - 4 - Þ5 - Þ 6 - Þ7
Otras escalas
Existen otras escalas muy interesantes y utilizadas. Repasamos algunas de
ellas en sus tonalidades más orientativas:
► Escala menor armónica
ADN ARMÓNICO: 1 - 2 - Þ3 - 4 - 5 - Þ6 - 7
► Escala menor melódica
ADN ARMÓNICO: 1 - 2 - Þ3 - 4 - 5 - 6 - 7
► Escala española frigia o escala gitana
ADN ARMÓNICO: 1 - Þ2 - 3 - 4 - 5 - Þ6 - Þ7 - 1
► Escala húngara menor
ADN ARMÓNICO: 1 - 2 - Þ3 - #4 - 5 - Þ6 -7
Los acordes
Cuando tocamos varias notas a la vez (o al unísono) con relación armónica
entre sí estamos generando un acorde. Si hablamos a un nivel estrictamente
teórico, el acorde más sencillo es la triada, formado por tres notas. Aunque
también podemos escuchar con frecuencia el concepto de acorde de quinta,
que está formado por solo dos notas.
Triadas
Las triadas son los principales acordes que se pueden construir con tres notas.
Podemos encontrarnos distintos tipos de triadas. Los más frecuentes son la
triada mayor y la triada menor, pero también tenemos la triada aumentada y
la triada disminuida.
Triada mayor
Para construir un acorde de triada mayor partimos de la escala mayor.
Tocamos a la vez la primera nota (la tónica), la tercera nota y la quinta nota.
El acorde resultante de estas tres notas es una triada mayor. Al ser de una
tonalidad mayor, su armonía transmite una sensación alegre.
ADN ARMÓNICO: 1 - 3 - 5
¿Qué ocurre con este tipo de triadas cuando se interpretan con las seis
cuerdas de una guitarra? Aunque la guitarra tenga más de tres cuerdas
sonando al unísono, el acorde de MI MAYOR en su posición clásica contiene
siempre las notas MI, SOL# y SI. Ninguna más. Cuando tocamos este acorde
con las seis cuerdas de la guitarra no estamos más que repitiendo las mismas
notas en diferentes octavas.
Triada menor
Para construir un acorde de triada menor partimos de la escala menor natural.
Tocamos a la vez la primera nota, la tercera y la quinta. El acorde resultante
es un acorde de triada menor. Al ser de una tonalidad menor, su armonía
transmite un matiz melancólico.
ADN ARMÓNICO: 1 - Þ3 - 5
Al estar basada en la escala menor, la tercera nota de la triada es diferente a
la de la triada mayor. En este ejemplo hemos utilizado la tonalidad de DO. Si
comparamos ambos acordes podemos ver las diferencias claramente.
Comprobamos que aquí la tercera nota de la escala menor es una nota negra
(MIÞ). Está disminuida un semitono en comparación con la tonalidad mayor
(MI).
Esta tercera nota es la que determina si el acorde es menor o mayor. En el
caso de una tonalidad menor, a esta tercera nota alterada la llamamos tercera
menor (Þ3). A la tercera nota de la escala mayor se le denomina tercera
mayor (y en la tonalidad de DO no presenta ninguna alteración respecto a las
notas blancas del piano).
Si trasportamos esta misma estructura a la tonalidad de LA, vemos como la
triada de LA MENOR se construye con las notas LA (1), DO (Þ3) y MI (5).
Triada disminuida
En este caso partimos de un acorde menor. Aquí la quinta nota está
disminuida un semitono. En una tonalidad de LA MENOR contendría las
notas LA (1), DO (Þ3) y SOLÞ (Þ5). La armonía de este acorde tiene un
matiz de misterio, interrogación e inestabilidad. La razón es que al alterar la
quinta nota de la escala generamos una tensión que deja las cosas «en el
aire».
ADN ARMÓNICO: 1 - þ3 - þ5
Triada aumentada
Es un acorde mayor donde la quinta nota está aumentada un semitono más
agudo. Por tanto si la triada mayor de DO está construida con las notas DO
(1), MI (3) y SOL (5), la triada aumentada de DO contiene las notas DO (1),
MI (3) y SOL#(#5). La armonía de este acorde también transmite tensión y
cierta sensación de misterio, aunque se trata de un acorde menos oscuro.
ADN ARMÓNICO: 1 - 3 - #5
Acorde de quinta
Los acordes de quinta son muy utilizados en estilos como el rock, la música
pop y el dance. Tienden a transmitir una idea de contundencia. Es un acorde
que va directamente al grano. En un contexto de rock duro aporta un extra de
agresividad y energía. En este estilo son muy utilizados en la guitarras
rítmicas, porque ejecutados con distorsión generan un gran impacto.
Los acordes de quinta están construidos con sólo dos notas: la tónica (1) y
la quinta (5). Si nos damos cuenta, estos acordes carecen de una tercera nota
menor o mayor que defina el sentido del acorde. Esto provoca que se puedan
usar estos acordes en tonalidades menores o mayores indistintamente.
MI 5
Algunos de los riffs más famosos de la historia están construidos de este
modo. Las introducciones de «Smells Like Teen Spirit» (Nirvana) y «Smoke
on the Water» (Deep Purple) son buenos ejemplos de ello.
Los acordes de quinta no se consideran acordes en un sentido académico.
Pero como ya te habrás dado cuenta, estas páginas no pretenden ser un
tratado de teoría musical. Lo cierto es que prácticamente todo el mundo los
llama acordes de quinta.
Acordes suspendidos
Los acordes suspendidos están compuestos con tres notas. Estos acordes
también carecen de una tercera nota que defina su tonalidad. Y al igual que
los acordes de quinta son acordes neutros que pueden usarse indistintamente
en tonalidades mayores o menores. La diferencia radica en que los acordes
suspendidos tienen un carácter más meloso. Son acordes difusos y ambiguos.
Existen dos tipos de acordes suspendidos:
► Suspendidos de segunda (sus2)
Son acordes construidos a partir de la tónica (1), la segunda (2) y la quinta
(5).
ADN ARMÓNICO: 1 - 2 - 5
► Suspendidos de cuarta (sus4)
Son acordes construidos a partir de la tónica (1), la cuarta (4) y la quinta (5).
ADN ARMÓNICO: 1 - 4 - 5
Acordes de séptima
Son muy utilizados en estilos como el blues o el jazz, pero están presentes en
infinidad de canciones de todos los géneros. La función de estos acordes es
muy diversa. Al añadir una séptima nota, generamos una tensión que en
algunos casos proporciona cierta elegancia a las progresiones de acordes. En
otros casos son acordes de transición.
Hay varios tipos de acorde con séptima, pero por el momento vamos a echar
un vistazo a los principales: los acordes de séptima (a secas), de séptima
mayor y de séptima menor.
► Acorde de séptima (7)
ADN ARMÓNICO: 1 - 3 - 5 - Þ7
► Acorde de séptima mayor (maj7)
ADN ARMÓNICO: 1 - 3 - 5 - 7
► Acorde de séptima menor (min7)
ADN ARMÓNICO: 1 - Þ3 - 5 - Þ7
El ADN armónico
Cada escala y acorde están formados por intervalos diferentes. Si tenemos en
cuenta que una octava está compuesta por doce notas, existen múltiples
posibilidades para componer diferentes acordes y escalas. La relación entre
estas notas es la que imprime el carácter y la expresividad particular en cada
caso.
Distancia entre las notas consecutivas de una escala
En el caso de las escalas ya hemos visto una de las fórmulas más utilizadas
para identificar sus intervalos. Consiste en calcular la distancia de tonos y
semitonos entre las notas consecutivas que conforman la escala en cuestión.
Por ejemplo sabemos que la escala mayor sigue el siguiente mismo patrón en
todas las tonalidades:
Sin embargo esta fórmula no es tan efectiva para saber qué notas conforman
un acorde, puesto que los acordes no utilizan notas consecutivas. Para ello
nos guiamos a través del ADN armónico. ¿Y qué es el ADN armónico? La
distancia de cada una de las notas respecto a la tónica o nota raíz.
Distancia entre las notas y la tónica
Durante este capítulo hemos repasado las escalas y los acordes más
utilizados. Si has prestado atención habrás podido comprobar que todos los
ejemplos vienen acompañados de una serie de números. Estos números son
una guía para saber qué notas hemos de utilizar para conformar cada escala o
acorde. Concretamente hacen referencia a los intervalos (o la distancia)
respecto a la nota raíz.
Ya hemos introducido algunos conceptos como los de tónica (1), tercera
mayor (3), tercera menor (b3) o quinta (5). Es el momento de saber qué
nombre reciben el resto de los doce intervalos de una octava. ¿Pero para qué
sirve esto?
En primer lugar, conocer el nombre que recibe cada intervalo te abrirá
las puertas para entender mucho mejor cómo funciona la armonía
musical. Si profundizas un poco, podrás saber qué función cumple cada
nota, pues cada intervalo aporta un matiz diferente al conjunto. Así no te
perderás cuando te digan que un acorde tiene la quinta disminuida, o la
séptima es menor.
En segundo lugar, podrás tocar cualquier acorde en cualquier posición.
Bien es sabido que en algunos instrumentos existen varias posiciones
para interpretar un mismo acorde, especialmente en la guitarra.
Por último, conociendo la estructura interna de escalas y acordes podrás
extrapolarlos a cualquier tonalidad. Por ejemplo, si conocemos el acorde
de DOmaj7, para tocarlo en la tonalidad de RE# solamente tendremos
que aplicar los intervalos de su secuencia de ADN a partir de la nota
RE#.
Procedimiento
1. Identifica la tónica o nota raíz
Para identificar cada intervalo, hemos de calcular la distancia que
tienen las notas que componen el acorde o escala respecto a su tónica
o nota raíz. Por eso lo primero que debemos hacer es saber cuál es
esta primera nota.
La tónica es fácil de identificar porque es la nota que tiene más peso
en la tonalidad en la que nos estamos moviendo. Cuando
interpretamos una escala, la línea melódica tenderá a reposar sobre la
nota raíz cada vez que pasemos por ella. Si tocamos una secuencia de
acordes la progresión nos lleva de forma natural hacia el acorde raíz.
2. Calcula la distancia de todas las notas respecto a la tónica
¿Cuántos semitonos hay desde la nota raíz hasta las notas de la escala
o acorde? ¿Un semitono? ¿Cuatro semitonos? Apunta la distancia de
cada nota respecto a la tónica.
3. Identifica la función de cada nota
Una vez identificada la tónica y la distancia de todas las notas de la
escala o acorde, utilizamos la lista de todos los intervalos posibles.
Dependiendo de esta distancia, las funciones de cada nota serán
distintas.
En este ejemplo tomamos como punto de partida los intervalos
respecto a la nota DO:
Analizamos a continuación la escala de blues en la tonalidad de LA
MENOR.
La escala blues de LA contiene las notas LA, DO, RE, MIÞ, MI, SOL y
LA.
La tónica es LA.
La distancia de DO respecto a LA es de un 3 semitonos. Es una tercera
menor (b3)
La distancia de RE respecto a LA es de 5 semitonos. Es una cuarta justa
(4)
La distancia de MIÞ respecto a LA es de 6 semitonos. Es una quinta
disminuida (b5)
La distancia de MI respecto a LA es de 7 semitonos. Es una quinta justa
(5)
La distancia de SOL respecto a LA es 10 semitonos. Es una séptima
menor (b7).
La secuencia de ADN de la escala es 1 - Þ3 - 4 - Þ5 - Þ7. Podemos
aplicarla en cualquier tonalidad y obtendremos siempre una escala de blues.
Analizamos a continuación el acorde de LA MENOR.
El acorde de LA MENOR contiene las notas LA, DO y MI.
La tónica es LA.
La distancia de DO respecto a LA es de 3 semitonos. Se trata de la
tercera menor (Þ3).
La distancia de MI respecto a LA es de 7 semitonos. Es una quinta justa
(5).
El ADN del acorde es 1 - Þ3 - 5. Si utilizamos esta misma fórmula con
cualquier otra nota estaremos construyendo siempre un acorde menor.
DESARROLLO DE LA CANCIÓN
Cuando te adentres en el proceso compositivo pronto surgirán las primeras
ideas. Es posible que el primer anzuelo creativo de tu canción llegue mientras
estés improvisando con la guitarra o el piano. O quizás estés escuchando una
canción de uno de tus artistas favoritos y de pronto una idea emerja en tu
interior. E incluso es probable que tu idea matriz llegue mientras estás
leyendo un libro, viendo una película, regando las plantas o en una
conversación con tus amigos. No importa. Lo realmente interesante es que
este primer fragmento musical contiene muchas pistas de cómo será tu
próxima canción.
Estos trozos de música incompletos, vírgenes y embrionarios pueden llegar
a ser verdadero oro en paño. Lo más probable es que por sí solos ya sugieran
el carácter de la canción que está a punto de nacer, el sentimiento que quieres
transmitir, la historia que quieres contar. El anzuelo creativo sentará las raíces
básicas de tu obra musical, el ritmo y la tonalidad.
A partir de este momento el procedimiento consiste en desarrollar los
elementos principales de la canción: el ritmo, la melodía, los acordes y si
procede también la letra. Todos ellos son elementos diferentes, claro está,
pero como hemos vistos guardan una relación muy estrecha entre sí. Están
interconectados. Forman parte de la misma obra.
En la composición de una canción cada ingrediente se desarrolla de forma
simbiótica. Todos los elementos de la obra musical se retroalimentan durante
su desarrollo en un continuo proceso de exploración, prueba, descarte y
consolidación de ideas.
Cuando te encuentres en pleno desarrollo creativo, debes tener en cuenta
que tu canción es un todo conjunto. Un tema musical es una obra única y
compacta formada por varios elementos. Y esto no sólo afecta a los
elementos musicales, también a las secciones de la canción, que son distintas
partes de una misma historia. Es normal que abarques las diferentes partes
por separado, pero deberás vigilar que todos los elementos tengan coherencia
entre ellos.
Ten en cuenta la tonalidad
Aunque tu anzuelo creativo sea una idea incompleta, ya tienes suficientes
ingredientes encima de la mesa como para saber por dónde pueden ir los
tiros. Entre todos estos ingredientes hay uno que sobresale sobre el resto: el
centro tonal de tu canción.
Si tu fragmento musical consiste en una progresión de acordes, el centro
tonal suele estar ser bastante claro. Podrás comprobar cómo la secuencia
armónica tiende a descansar sobre un acorde en particular. Cuando
desarrolles dicha secuencia notarás que hasta que no suene dicho acorde
no se cierra el ciclo y la progresión parece incompleta. Es muy posible
que este acorde sea el primero del ciclo. Lo llamamos el acorde raíz.
Si sabes cuál es el acorde raíz, sabes cuál es el centro tonal, y tienes
bastantes pistas para saber en qué tonalidad estás.
LAm - FA - DO - SOL
Si tu fragmento musical tiene trazos de una melodía puedes guiarte por
el recorrido de las notas. A veces una figura melodía tiende a reposar y a
cerrar el ciclo en una nota particular. En estos casos es probable que esta
nota sea la tónica (aunque también puede ser cualquier otra nota
principal dentro de la escala). Fíjate en las escalas que comparten
recorrido con tu fragmento melódico. Si puedes identificar la escala
principal, puedes saber los acordes por los que empezar a explorar.
Sin embargo, es probable que este primer fragmento melódico sea parte
de una figura aún incompleta y que aún sea demasiado pronto para saber
su centro tonal. En este caso sigue explorando posibles caminos que
transcurran por distintas notas, hasta completar una frase musical con un
concepto más completo.
Si tu fragmento musical consiste únicamente en un ritmo, el propio
patrón rítmico te sugerirá melodías y armonías que puedan encajar. El
centro tonal vendrá implícito en estos elementos. A pesar de su
importancia, el ritmo en ocasiones es uno de los factores más
descuidados en la composición de canciones. Por eso los temas
musicales que nacen a partir de un ritmo terminan siendo muy
dinámicos.
Si tu fragmento musical consiste en una serie de palabras y carece de
melodía, la sonoridad y el significado de las palabras transmitirán un
sentimiento general determinado. Estas sensaciones te dan pistas sobre
las melodías y armonías que puedes utilizar. Por ejemplo, si has
comenzado con un concepto del tipo «Qué bonito es el amor», los
medios tiempos y los modos mayores encajarán como anillo al dedo. Si
tu concepto es «Infierno en la comisaría», es posible que vengan mejor
unos acordes de quinta, un ritmo contundente y alguna melodía basada
en escalas pentatónicas.
Desarrollo de la melodía
Cuando elaboramos un fragmento melódico estamos utilizando una frase
musical compuesta a partir de una serie de notas. Las notas de esta melodía
suelen encajar en alguna escala. Como hemos visto en apartados anteriores,
cada tipo de escala transmite sensaciones distintas.
Si nos movemos en géneros convencionales como el pop, el rock, el soul
o la música dance, es muy posible que nuestra melodía encaje en la
escala mayor, la escala menor, la escala pentatónica o la escala de blues.
Si nuestra melodía tiene cierto sabor mediterráneo, flamenco o latino,
posiblemente estemos utilizando escalas como la escala gitana o el
modo frigio entre otras variaciones.
Normalmente la elaboración de una línea melódica es un proceso muy
intuitivo. Pero en momentos de estancamiento es interesante hacer el
siguiente ejercicio:
Intenta identificar las notas de la melodía. Puedes utilizar como
herramienta de apoyo un piano, una guitarra o el instrumento musical
con el que mejor te desenvuelvas.
Una vez sepas de qué notas se trata, verás de forma más clara las escalas
por las que te estás moviendo. En estas escalas la melodía se desarrollará
de una forma natural.
Explora las posibilidades que ofrecen los distintos intervalos de la
escala. Puedes desplazarte de forma ascendente hacia notas más agudas,
o hacia notas más graves. Experimenta con los matices que aportan las
distintas notas. También puedes probar con otras notas que no
pertenezcan a la escala.
Ten en cuenta que cuando estés en un punto embrionario de la canción,
el desarrollo melódico estará aún muy abierto. Existen muchas distintas
posibilidades a tu alcance para ir avanzando.
Probando distintas escalas
A la hora de desarrollar una melodía, has de recordar que las escalas no son
una camisa de fuerza. Las canciones cambian de escala continuamente,
incluso cuando se encuentran dentro de una misma tonalidad y comparten
centro tonal.
Por ejemplo, la escala pentatónica tiene la particularidad de que sus cinco
notas forman parte de la estructura principal de muchas otras escalas.
Podemos enfocar estas cinco notas como los cinco colores básicos de una
paleta mucho más amplia. Por eso cuando una melodía se mueve a través de
esta secuencia de notas, puede fácilmente mutar fácilmente hacia escalas
diferentes.
PENTATÓNICA MENOR: LA - DO - RE - MI - SOL - LA
ESCALA BLUES: LA - DO - RE - MIb - MI - SOL - LA
ESCALA MENOR: LA - SI - DO - RE - MI - FA - SOL - LA
Pongamos un ejercicio práctico:
Utiliza una melodía que transite a través de la escala pentatónica mayor.
Las cinco notas de esta escala sirven de base a otras secuencias como la
escala mayor.
PENTATÓNICA MAYOR: DO - RE - MI - SOL - LA - DO
ESCALA MAYOR: DO - RE - MI - FA - SOL - LA - SI - DO
A partir de aquí podemos trabajar con otras escalas, por ejemplo las
escalas modales que vimos en el apartado anterior. Si la canción está en
la tonalidad de DO MAYOR, la melodía tenderá a transitar por esta
escala de forma natural, inclinándose a resolverse en la tónica (la nota
raíz DO). Podemos jugar con este concepto y obligar a la melodía a
desenvolverse a través de otros recorridos. Las escalas modales utilizan
las mismas notas, pero tienen centros tonales distintos. La idea es crear
melodías que recorran senderos menos obvios, evitando resolverse bajo
las pautas marcadas por la escala mayor.
Acordes (tonalidad de DO MAYOR)
DO - LAm - REm - SOL
Melodía (modo jónico)
DO - RE - MI - FA - SOL - LA - SI - DO
Melodía (modo dórico)
RE - MI - FA - SOL - LA - SI - DO - RE
Melodía (modo eólico)
LA - SI - DO - RE - MI - FA - SOL - LA - SI
Por supuesto, si alternas entre el modo jónico (escala mayor) y el modo
eólico (escala menor natural) estarás jugando con escalas relativas. Por
ejemplo, si nos encontramos en una tonalidad de DO MAYOR, la
melodía se puede desarrollar fácilmente a través de la escala de LA
MENOR. De hecho los cambios entre tonalidades relativas se producen
de forma muy natural.
Extendiendo la melodía
Una vez tenemos una figura melódica consolidada, el siguiente paso es
completar la línea melódica y expandirla hacia el resto de secciones de la
canción. Las nuevas partes melódicas han de ser coherentes con la melodía
principal, pero también deben aportar algo nuevo. Ten en cuenta que el
contraste entre secciones es habitual. Dentro de este contraste la melodía
juega un papel fundamental.
Juega con la repetición. Las repeticiones de frases musicales son una
constante en el desarrollo de las líneas melódicas de una canción. Si
analizas cualquier tema musical te darás cuenta de que contiene muchas
figuras que se repiten a lo largo de todo el tema. Pero no se trata de
aburrir al personal con más de lo mismo. Lo lógico es que estas
repeticiones empleen algún grado de variación y lleven la melodía hacia
otros terrenos. Este patrón de repetición, desarrollo y mutación es una
constante en la música popular, pero no es exclusivo. Basta con escuchar
obras clásicas como «Para Elisa» (Beethoven), «El concierto de
Aranjuez» (Joaquín Rodrigo), o «El lago de los cisnes» (Tchaikovsky)
para comprobar que muchos motivos melódicos se repiten y desarrollan
junto al resto de los elementos musicales. Desde el punto de vista del
compositor de canciones este recurso es una ventaja, una herramienta
con la que podemos jugar para ir avanzando en la escritura de un tema
musical.
Cambia las notas finales de tu figura musical. Un pequeño fragmento
melódico tiene suficiente material para ayudarte a encontrar nuevas
líneas melódicas que encajen. Puedes introducir variación empezando
por las mismas notas y terminando por otras.
Cambia las notas iniciales de tu figura musical. También puedes
emplear la técnica inversa: empezar por notas distintas para acabar
repitiendo las notas finales de tu figura, como si fuese una rima en un
poema.
Utiliza las notas finales como el principio de la siguiente frase.
Puedes aprovechar las notas finales que conforman esta frase musical
para construir a partir de ellas nuevas figuras melódicas.
Cambia los acordes. Una de las técnicas más utilizadas para explorar
variaciones melódicas interesantes consiste en cambiar las secuencias de
acordes. Si varías las ruedas armónicas de cada sección, los nuevos
acordes te sugerirán nuevas melodías. Incluso es probable que
simplemente con cambiar los acordes, la línea melódica consiga por sí
sola un matiz distinto. Algunas canciones presentan en algún momento
una misma línea melódica que se repite en bucle mientras los acordes
van cambiando. Títulos como «Born in the USA» (Bruce Springsteen),
«The Man Who Sold the World» (David Bowie) o «In the house, In a
heartbeat» (John Murphy) son ejemplos de ello.
Prueba a cambiar de tonalidad. Haciendo este tipo de variaciones
conseguimos que la melodía tienda a desarrollarse hacia otros terrenos.
Varía el ritmo de la canción.
Desarrollo rítmico de la canción
Cuando obtenemos una idea musical interesante con la que empezar a
desarrollar una canción, normalmente ya estamos trabajando con un
fragmento que nos sugiere un ritmo por sí solo. En ocasiones este patrón
rítmico es bastante claro. Cuando un anzuelo creativo tiene un ritmo evidente,
nos ayuda a despejar camino y a completar el resto de la canción de forma
fluida.
Al principio, lo más probable es que tu fragmento musical se mueva en
compases habituales (como 2/4, 3/4, 4/4, 6/8). El siguiente paso consiste en
desarrollar los distintos acentos que conformarán el ritmo. Recuerda que los
tiempos de un compás no tienen por qué coincidir matemáticamente con los
golpes de percusión.
El ritmo puede ser un elemento muy creativo. A partir de los diferentes
acentos y de la duración de las notas podemos crear patrones rítmicos muy
distintos entre sí, incluso dentro de un mismo tipo de compás. Estos patrones
también son flexibles, y podemos utilizarlos para crear diversos tipos de
desarrollos rítmicos.
Muchas veces jugamos además con retardos y adelantos respecto a los
tiempos de la canción, provocando que las notas rítmicas caigan más tarde o
se adelanten al pulso. Tenemos algunos ejemplos como el jazz o el flamenco
donde son precisamente estos retardos los que aportan un matiz expresivo de
movimiento.
Recuerda que nada es definitivo
Cuando trabajes a partir de un fragmento musical es probable que, en un
momento u otro, acabes cambiando de ritmo. Nada te obliga a ser fiel a tu
idea inicial. Puedes cambiar el ritmo original de tu anzuelo creativo las veces
que quieras. También puedes experimentar con los patrones rítmicos de toda
la canción entera y cambiarlos al completo si descubres que le beneficia. Los
límites los marcas tú.
Lo habitual es que el concepto general de la canción vaya cambiando
mediante el proceso compositivo avanza. Junto a este concepto general,
muchos elementos de tu obra musical cambiarán.
No olvides que todas las decisiones que tomemos en el proceso de
composición tienen marcha atrás. Si lo piensas detenidamente, esto es una
gran ventaja. Una vez que tengas una idea aproximada, puedes aventurarte
todo lo que quieras. Puedes probar tantos ritmos, velocidades y compases
diferentes como quieras. En la experimentación está la clave.
Ritmos no tan sencillos
Los ritmos que contienen más elementos, más notas rítmicas y acentos
inusuales suelen ser más complejos, y puede que te resulte más difícil
encontrar una melodía que encaje. Piensa por ejemplo en una canción de jazz.
Normalmente este tipo de temas musicales tienen muchos elementos que
concurren en un mismo compás. Aun así, esto no significa que este tipo de
ritmos no puedan ejercer de base en canciones pegadizas o comerciales.
Veamos algunos ejemplos rítmicos relativamente complejos en canciones
exitosas:
«Take Five» (Paul Desmond). El rimo de esta canción no es
excesivamente complejo desde el punto de vista del jazz. Pero sí lo es si
lo comparamos con temas de otros géneros. Utiliza un compás de 5/4.
«Mediterráneo» (Joan Manuel Serrat). La acentuación de este tema
tan famoso hace que tenga una expresividad muy especial. A pesar de
ser un ritmo en 6/8, la acentuación y la disposición de las notas hacen
que el motivo principal nos recuerde a un compás de 5/4.
«Money» (Pink Floyd). Esta canción utiliza un compás de 7/4. Si nos
fijamos su estructura contiene un bucle formado por un compás de 4/4
más otro de 3/4. En otras partes de la canción el compás varía hacia un
compás de 12/8.
«All you need is love» (The Beatles). Este es uno de los ejemplos más
célebres, que ya vimos en el capítulo 5. Los versos están compuestos por
compases de 4/4 y 3/4. Esto es bastante vanguardista dentro de la música
popular, pero no ha sido ningún impedimento para convertir este tema
musical en una de las canciones más pegadizas de todos los tiempos
.
Flamenco. Una de las peculiaridades del flamenco es su tratamiento
rítmico. Quizá los palos flamencos más recurrentes son los tangos, las
rumbas flamencas y las bulerías. Vemos a continuación dos ejemplos de
este último ritmo.
Buscando los acordes adecuados
A veces el primer fragmento musical que pone en marcha el motor creativo
llega en forma de melodía acompañada de algunos acordes. Otras veces este
primer fragmento consiste en una progresión sugerente que carece de línea
melódica. También habrá ocasiones en que la línea melódica aparezca
huérfana.
De cualquier manera, en algún momento deberás probar distintos acordes
para saber cuáles son los más indicados para tu canción. Si trabajas a partir de
un fragmento que carezca de acordes no hay por qué desesperar. Analizando
el carácter de la melodía podrás saber en qué tipos de escalas te estás
moviendo. Cuando localices la nota tónica tendrás pistas sobre qué acorde
raíz utilizar. Una vez logrado esto, tendrás a tu disposición un amplio rango
de acordes para elaborar una progresión interesante.
Para desarrollar una secuencia de acordes puedes emplear el viejo truco de
ensayo / error. Una táctica muy común consiste en cantar melodía una y otra
vez mientras probamos distintos acordes. El objetivo es seleccionar las que
mejor encajan. Descubrir los caminos por donde la canción puede
desarrollarse. Como ya sabrás, las posibilidades son infinitas. Aquí es donde
surge la magia, donde entra en juego nuestra imaginación. Por suerte este
proceso llega a ser prácticamente inconsciente con el tiempo. Poco a poco se
convertirá en algo natural para ti. En este punto notarás cómo la canción va
cogiendo forma progresivamente.
También puedes guiarte por las diferentes reglas de la armonía musical, que
analizaremos en el siguiente capítulo. Ambos procedimientos son
complementarios.
Cuántos acordes elegir
Dependiendo de la canción y de lo que tú quieras conseguir, elaborarás
secuencias más sencillas o complejas. Recuerda siempre que una canción no
necesita tener trescientos cambios de acordes para ser buena. La música blues
se basa en tres acordes, y esos acordes han bastado para revolucionar la
música popular. Puedes encontrar canciones con las mismas progresiones y
los mismos patrones melódicos y rítmicos, pero que aun así suenan
completamente distintas.
Muchos temas funcionan perfectamente sin apenas cambios. A veces no
hace falta que sobrecarguemos demasiado. Si algo funciona bien con un par
de acordes, ninguna norma nos dicta que utilicemos más. Por otro lado, si te
excedes con los cambios puedes correr el riesgo de hacer un tema musical
demasiado barroco.
Pero si tu objetivo es, precisamente, hacer algo barroco, bienvenidos sean
los cambios. En ocasiones el cuerpo te pide progresiones largas y secuencias
con una cantidad elevada de acordes. No hay ningún problema en ello.
Muchas obras son muy ricas armónicamente. Tienes todo el derecho del
mundo tanto a elaborar una secuencia recargada, como a utilizar tan sólo dos
o tres cambios. Ambas opciones son honestas. Todo depende del mensaje que
quieras transmitir y de lo que la propia canción pida. A fin de cuentas, lo más
importante es la comunicación. Si necesitas comunicar un mensaje musical
con multitud de cambios, perfecto.
Tus oídos y tu intuición mandan
Es muy frecuente que los cambios de acordes estén situados al principio de
un compás. Por eso si nos guiamos a través de los compases de un fragmento
melódico, podemos aproximarnos al momento del cambio de acorde. Por
supuesto, no todos los cambios tienen por qué coincidir con el principio o el
final de un compás. Normalmente es la propia melodía la que nos indica que
se acerca un cambio de acorde.
Este cambio de acorde puede ser un cambio lógico, pero también puede ser
un cambio inusual. Lo importante es guiarte a través de tus propios oídos.
Algunos cambios armónicos pueden parecer bruscos en un primer momento y
luego encajar a la perfección en su contexto melódico.
Recuerda que las explicaciones teóricas son interesantes para aclarar
algunas ideas, pero no te las tomes como un mandamiento divino ni esperes a
estudiar armonía antes de sentarte a escribir una canción. Si te guías por tu
oído los acordes florecerán de forma natural. Cuando elabores una rueda de
acordes a base prueba y descarte, terminarás eligiendo acordes que te suenen
bien aunque no tengas ni idea de armonía. En el momento en que decidas
profundizar, descubrirás por qué ciertos acordes fluyen de forma más natural
y otros parecen más incompatibles.
Cambiando de acordes
Una progresión armónica puede llegar a ser la seña de identidad de una
canción, a un nivel equivalente a la melodía y el ritmo. Cuando un guitarrista
toca la secuencia de acordes de «Hotel California» (The Eagles), «Creep»
(Radiohead) o «Knockin' on Heaven's Door» (Bob Dylan) enseguida
identificamos que está interpretando estas canciones.
Varios acordes unidos forman una secuencia. Las progresiones de acordes
ya nos muestran el carácter, la intencionalidad y la esencia de la canción, y
pueden evocar sensaciones bien dispares. Como vemos a continuación, una
progresión de acordes con un predominio de acordes mayores sonará más
alegre que una progresión con predominio de acordes menores.
DO - FA - SOL - DO
DO - REm- LAm - MIm
No importa que todavía no conozcas demasiados acordes. Cambiando
solamente la raíz de la secuencia puedes conseguir sensaciones muy dispares.
Fíjate en las siguientes progresiones.
DO - LAm - FA - SOL
LAm - SOL - DO - FA
En este caso hemos cambiado la secuencia utilizando los mismos acordes.
En música el orden de los factores sí altera el producto. La primera
progresión tiene un matiz más alegre, y la segunda suena un poco más
melancólica. ¿Por qué? Porque el acorde raíz de la primera secuencia es
mayor, mientras que en la segunda es un acorde menor.
¿Qué acordes elegir?
Los cambios de acorde suelen estar próximos armónicamente. Al igual que
ocurre con las notas de una melodía, las progresiones de acordes tienden a
recorrer un camino marcado por la tonalidad del pasaje musical donde nos
encontramos. Si nuestra canción está en LA MENOR, utilizaremos
mayoritariamente acordes derivados de la escala menor de LA.
No obstante, también podemos encontrar intercambios donde se toman
prestados acordes procedentes de otras armonías. Y, por supuesto, una misma
canción también puede cambiar de tonalidad.
¿Y cómo sabemos los acordes que pertenecen a nuestra tonalidad? En el
próximo capítulo entraremos en detalle. De momento puedes empezar
utilizando la siguiente paleta de acordes como brújula. En ella se recogen los
acordes más cercanos y agradables al oído para construir una progresión.
Antes de utilizarla, un par de apuntes:
Recuerda que las progresiones de esta paleta de acordes se construirán
de manera preferente a partir de DO y LAm como acordes raíz, aunque
nada te impide experimentar empezando desde cualquier otro.
Se muestran acordes básicos menores y mayores. Si quieres, a partir de
ellos puedes añadir algunas notas y probar con acordes de séptima o
suspendidos. También puedes utilizar acordes de quinta.
Resolución de la secuencia de acordes
El acorde raíz tiene una influencia fundamental en el carácter de tu canción.
Este es el acorde más estable de la estructura armónica, el cobijo de la
melodía, el lugar de donde emerge la progresión y hacia donde tenderá
siempre a regresar.
Cuando una secuencia vuelve a su acorde raíz lo llamamos resolución. Por
ejemplo, si comenzamos una secuencia con el acorde de DO MAYOR y la
desarrollamos con otros acordes de nuestra paleta, notaremos cómo la
progresión se inclina a concluirse de forma lógica de nuevo en DO MAYOR.
Como cuando uno vuelve a casa después de aventurarse por otros caminos. Si
ejecutas la siguiente secuencia, notarás que al llegar al último acorde el
cuerpo te pide volver al acorde raíz de DO. De no ser así la secuencia
quedaría inconclusa.
DO - SOL - LAm - FA - DO - FA - DO - SOL - (DO)
Ojo. Esto no significa que estés obligado a terminar una progresión en el
acorde raíz. Tampoco estás obligado a empezarla. Ahí está la gracia del
asunto. Veamos un par de ejemplos:
FA - SOL - LAm - SOL - FA - (LAm)
FA - REm - LAm - SOL - (LAm)
REm - SOL - DO - (DO)
Estas secuencias parecen incompletas si no terminan por el acorde raíz.
¿Por qué ocurre esto? Porque falta la resolución.
El momento de la resolución es un momento importante. Nuestro sentido
musical nos dicta que la figura debe regresar al acorde raíz para concluirse.
Cuando esto sucede se genera la sensación de que el ciclo se ha completado.
La secuencia parece cerrar una historia y se percibe como un elemento
compacto. Como autores podemos experimentar con este efecto musical y
utilizarlo como una baza a nuestro favor para jugar con el oyente.
Ciclos cortos. Cuando el cierre es habitual y frecuente, los ciclos son
más cortos y la sensación es menos impactante. Esto se debe a que la
tensión que creamos al salir de casa tiene menos fuerza porque
volvemos de forma recurrente al acorde raíz. Si hacemos la analogía con
la poesía, se trataría de un poema con versos cortos. Un ejemplo de
canción con ciclos cortos es «Is This Love» (Bob Marley).
Ciclos largos. Cuanto más se aleja la progresión del acorde raíz, mayor
tensión creamos y mayor será el impacto cuando recurramos al cierre.
También logramos mayor expectación. Un ejemplo de canción con
ciclos largos es «I Will Survive» (Gloria Gaynor).
Retrasar el acorde raíz para enlazar secciones. Podemos utilizar esta
técnica para enlazar las diferentes partes de la canción. Un truco común
es retrasar el acorde raíz hasta la llegada del estribillo, para conseguir así
que este sea más impactante.
Ir a la aventura. Otra opción es llevarla progresión armónica a otros
terrenos. En este caso nos obligamos a realizar numerosos cambios de
acordes antes de volver al acorde raíz, y a utilizar secuencias largas que
tarden en resolverse.
Cambio de tonalidad. También podemos incluir una serie de acordes
que resuelvan la progresión en otra tonalidad. En el siguiente ejemplo,
gracias a la inclusión final del acorde LA MAYOR, la tonalidad pasa de
DO a RE MAYOR.
DO - SOL - MIm - FA - REm - SOL - LA - RE
Finales inconclusos. Al igual que una secuencia o sección no ha de
resolverse forzosamente con el acorde raíz, una canción al completo
puede concluir en otro acorde. Cuando hacemos esto logramos la
sensación de dejar un interesante final abierto o en el aire.
LOS CAMPOS ARMÓNICOS
La música es un lenguaje humano con el que queremos transmitir un
mensaje. De entre todos los elementos de una canción, la estructura armónica
es la que da sentido narrativo a la historia que estamos contando. Las notas de
una melodía pueden transitar por lugares muy distintos, es cierto. Pero las
sensaciones que se transmiten pueden ser muy diferentes según en qué
acordes nos sustentemos.
Tocar las progresiones de otras canciones es una de las mejores formas de
aprender a elaborar distintas armonías. Cuando comiences a estudiar los
distintos acordes de una canción y a elaborar tus propias progresiones te
darás cuenta de varias cosas:
Hay patrones que se repiten en distintas tonalidades. Muchas
canciones utilizan una progresión de DO - SOL - REm- FA, otras
utilizan la progresión de SOL - RE - LAm - DO. Realmente se trata de la
misma progresión interpretada en tonalidades distintas.
Ciertos acordes funcionan mejor que otros dependiendo del contexto de
la canción.
Utilizando el mismo acorde raíz se pueden construir progresiones
totalmente diferentes. A partir del acorde raíz de DO podemos
construir la famosa progresión de DO - REÞ - MIÞ - REÞ - DO muy
utilizada en estilos como el flamenco. El acorde raíz sigue siendo DO
MAYOR pero la sensación que nos transmite es totalmente distinta a
otras progresiones que parten de la misma base. Esto se debe a que
estamos utilizando una armonización distinta a la habitual, la armonía
derivada del modo frigio —en este caso no podemos hablar de la
tonalidad de DO MAYOR, sino de DO FRIGIO. Con los acordes de
nuestra paleta básica podemos construir esta secuencia a partir de MI
(MI- FA - SOL - FA - MI).
En este capítulo conocemos un poco más de cerca cómo funcionan los
acordes de nuestra paleta, en la que tenemos tres grupos distintos de acordes.
Acordes esenciales: DO, REm, MIm, FA, SOL, LAm
Acordes añadidos: RE, MI, FAm
Acordes añadidos menos habituales: MIÞ, LAÞ, SIÞ, SIm
► ¡Ojo! En los ejemplos de este libro utilizamos preferentemente la
tonalidad de referencia de DO MAYOR y su relativa LA MENOR. Pero
recuerda que cualquier progresión de acordes puede transportarse a otra
tonalidad.
Acordes esenciales
Los acordes esenciales parten de la armonización de la escala mayor y de la
escala menor natural. ¿Pero qué es una armonización? Significa extraer los
acordes básicos que se pueden elaborar con las notas de la escala en
particular.
Dentro de la tonalidad de DO MAYOR / LA MENOR extraemos los
siguientes acordes:
ESCALA MAYOR (DO) ⇒ DO - REm - MIm - FA - SOL - LAm - SIdim
- DO
ESCALA MENOR (LA) ⇒ LAm - SIdim - DO - REm - MIm - FA - SOL
- LAm
Como vemos, al ser escalas relativas generan los mismos acordes.
Solamente cambia el orden desde donde se empieza a armonizar.
Si nos fijamos, la mayoría de estos acordes ya se encuentran presentes en
nuestra paleta básica: DO, REm, MIm, FA, SOL y LAm. Con ellos
podemos obtener muchas variaciones.
La excepción es el acorde SI disminuido (SIdim), que presenta una
sonoridad demasiado inestable para ser utilizado habitualmente.
Algunos cambios con acordes esenciales
En los siguientes ejemplos planteamos algunos cambios sencillos con estos
acordes, comenzando desde el acorde raíz (recuerda que puedes empezar por
el acorde que quieras).
► Tonalidad mayor (acorde raíz DO)
► Tonalidad menor (acorde raíz LAm)
Acordes añadidos
Las armonizaciones de la escala mayor y menor son sólo un primer paso.
Aunque estos acordes esenciales nos proporcionan una buena base con las
empezar a construir canciones, no siempre es suficiente.
Muchas secuencias toman prestados acordes procedentes de otras escalas. A
veces simplemente se busca un efecto determinado. Otras veces ninguno de
los otros acordes disponibles sirven para nuestros objetivos.
Por eso, para disponer de más opciones podemos ampliar la cosecha con
tres tipos de variaciones:
Acordes con variación mayor/menor: RE, MI, FAm
Sustitución del disminuido: cambio de SIdim a SIm
Acordes intermedios: MIÞ, LAÞ, SIÞ
Acordes con variación mayor/menor
En este caso utilizamos los acordes REm, MIm y FA y los cambiamos de
modalidad. Si el acorde es menor, pasa a mayor. Si el acorde es mayor, pasa a
ser menor.
REm MIm FA ⇒ RE MI FAm
► Algunos cambios de acorde con variaciones
mayor/menor:
Sustitución de SI disminuido por SIm
El acorde SIdim es un acorde demasiado inestable para muchas progresiones.
Es un interesante acorde de transición, pero no es demasiado habitual
encontrarlo en canciones populares comerciales.
En cambio el acorde de SIm es mucho más frecuente. Este acorde está
presente en otras armonizaciones que veremos más adelante, pero lo
importante en estos momentos es saber que con él se consigue mucha
sonoridad dependiendo del contexto.
SIdim ⇒ SIm
► Algunos
disminuido:
cambios
utilizando
LAm - SIm - LAm - SIm
sustitución
de
LAm - SIm - DO - LAm
Acordes intermedios
Por último podemos utilizar las triadas de MIÞ, LAÞ y SIÞ. Son acordes que
bien empleados pueden resultar útiles en los estilos más rockeros, pero
también en otros contextos como el soul, el pop o la música dance.
► Algunos cambios de acorde utilizando estas
armonizaciones:
DO - MiÞ
DO - LaÞ
DO - SIÞ - FA
DO - LAÞ - FA
DO - MiÞ - FA
DO - MIÞ - SIÞ - FA
DO - SOL - SIÞ - FA
DO - LAÞ - MIÞ - SIÞ
Estos acordes proceden de la armonización de DO MENOR, la escala
paralela menor de DO MAYOR.
➢ Escalas paralelas: Escalas que comparten la misma tónica pero están
en una tonalidad distinta. Por ejemplo las escalas de DO MENOR y DO
MAYOR son paralelas.
Progresiones de blues
El blues es uno de los estilos más influyentes en la música popular. Tiene
algunas particularidades que desafían la armonía clásica. Sin embargo
podemos escuchar sus patrones en multitud de canciones compuestas en el
último siglo, y sobre todo a partir del desarrollo del rock and roll a mediados
de los cincuenta.
Acordes de séptima
Lo primero que debes tener en cuenta es que el blues utiliza preferentemente
acordes de séptima. Como recordarás, estos son acordes mayores o menores a
los que se le añade una nota extra en su ADN armónico, la séptima menor
(Þ7). Los acordes de séptima proporcionan un color distinto a las secuencias.
Estructura clásica del blues
En el patrón clásico del blues estos grados se ordenan en una estructura de
doce compases que se repiten cíclicamente. Veamos un ejemplo en DO
MAYOR:
DO7 - DO7 - DO7 - DO7 | FA7 - FA7 | DO7 - DO7 | SOL7 | FA7 | DO7 |
SOL7
Los ciclos pueden cambiar según el caso, pero todas las variaciones derivan
de la misma estructura.
Blues en modalidad menor
El blues en modo menor utiliza las armonizaciones de la escala menor.
DOm7 - DOm7 - DOm7 - DOm7 | FAm7 - FAm7 | DOm7 - DOm7 |
SOLm7 | FAm7 | DOm7 | SOLm7
► Variación usando acorde de cierre mayor
DOm7 - DOm7 - DOm7 - DOm7 | FAm7 - FAm7 | DOm7 - DOm7 | SOLm7
| FAm7 | DOm7 | SOL7
► Variación menor usando estructura mayor
DOm7 - DOm7 - DOm7 - DOm7 | FA7 - FA7 | DOm7 - DOm7 | SOL7 |
FA7 | DOm7 | SOL7
Cambios de acordes inusuales
Los cambios bruscos de acordes en un principio pueden sonar antinaturales.
Pero en algunas canciones podemos encontrarlos con relativa frecuencia. En
los contextos armónicos adecuados pueden llevar una canción hacia
sonoridades interesantes.
¡Ante todo déjate llevar por tu intuición! Debes tener en cuenta que muchos
cambios son más difíciles de explicar teóricamente que de componer.
Variación de SOL a SOLm
Sustituyendo el acorde de SOL por su equivalente menor generamos un
efecto interesante. El quinto acorde de una escala es un acorde muy
importante. Si lo alteramos obtenemos un elevado contraste que determina el
sentido de la figura musical. En cierto modo desvirtúa la progresión, pero sin
duda también aporta cierto matiz oscuro.
DO - SOL - FA - DO ⇒ DO - SOLm - FA - DO
DO - SOL - SIÞ- FA ⇒ DO - SOLm - SIÞ- FA
Variación de FA a FAm
Incluyendo el acorde de FAm, obtendremos también un resultado con cierto
matiz oscuro. Cuando este acorde va precedido del acorde original (FA),
cumple un papel de acorde de transición que invita a resolver la figura
musical en LAm.
LAm - SOL - FA - FAm ⇒ LAm
Variación de LAm a LA
Cuando incluimos el acorde de LA MAYOR, generamos la sensación de que
se va a producir un cambio de tonalidad. Esto es lo que sucede en el famoso
tema «Proud Mary» (Creedence Clearwater Revival), que pasa de una
tonalidad de DO a una tonalidad de RE.
DO / LA - DO / LA - DO / LA / SOL / FA / RE / FA / RE
CAMBIOS DE TONALIDAD
Los cambios de tonalidad sirven para romper la monotonía e introducir
movimiento en una canción. Cuando cambiamos de acorde raíz —ya sea de
forma momentánea o definitiva— estamos cambiando de tonalidad. En la
música popular estos cambios no son la norma. No obstante, podríamos decir
que sí son bastante recurrentes. Sin duda hay muchas más canciones que no
cambian de tonalidad, pero existen multitud de éxitos que sí lo hacen en
algún momento: «Don't Speak» (No Doubt), «Layla» (Eric Clapton), «Total
Eclipse Of The Heart» (Bonnie Tyler), «My Generation» (The Who), «Lucy
in the Sky with Diamonds» (The Beatles), «Summer Nights» (BSO de
Grease), «My Girl» (The Temptations), «Livin' On A Prayer» (Bon Jovi),
«Life in Mars» (David Bowie), «Wouldn't It Be Nice» (The Beach Boys),
«The Show Must go On» (Queen), etc.
Cuando escuchamos una canción con un cambio armónico inusual, las
reglas de la armonía musical nos pueden dar las claves para entender cómo
funciona. Pero a la hora de la verdad la mayoría de los autores de canciones
no se pasan el día haciendo cálculos armónicos. Por eso tu principal brújula
deben ser tus oídos. ¿Has logrado conectar dos tonalidades y no sabes cómo
lo has hecho? Ningún problema. ¿Suena bien? Perfecto. La armonía es una
herramienta. No la percibas como un obstáculo, ni creas que algo está mal
porque supuestamente se salta a la torera las reglas.
Acordes de transición
Un acorde (o secuencia de acordes) de transición sirve para llevar la canción
de una tonalidad a otra progresivamente. El efecto es más suave que el de un
cambio brusco. Pongamos que nuestra estrofa está en DO MAYOR y nuestro
estribillo está en la tonalidad de SOL. Si aplicamos una transición de DO a
SOL habrá una secuencia de acordes que actúen de vehículo. La secuencia
que ha comenzado dentro de la tonalidad de DO ha de resolverse en la
tonalidad de SOL.
DO - LAm - MIm - FA - RE | SOL - RE- DO - RE - SOL
Ejemplo de este tipo de transiciones lo tenemos en «Ain't No Mountain
High Enough» (Marvin Gaye & Tammi Terrell), «We Are the Champions»
(Queen), «Don't Speak» (No Doubt), entre otros muchos temas.
Cambios de tonalidad bruscos
Cuando un cambio de tonalidad es repentino se genera mucho más contraste.
Uno de los ejemplos más famosos es «Layla» (Eric Clapton), cuya estrofa
tiene una variación sugerente respecto a la introducción.
REm - LA# - DO - REm
REm - LA# - DO - DO#m
Como vemos, el acorde raíz pasa de REm a DO#m. Es decir, la tonalidad
disminuye un semitono.
Cambios de tonalidad abundantes
Algunas canciones tienen cambios de tonalidad reiterativos. A medida que se
suceden las distintas secciones, el acorde raíz varía. Esto es lo que ocurre en
canciones como «Wouldn't It Be Nice» (The Beach Boys), que presenta un
cambio de tonalidad nada más empezar la canción, para luego volver a
cambiar en la llegada del interludio, que vuelve a resolverse en la tonalidad
principal de la canción. Este tipo de canciones son recurrentes en algunos
autores. Grupos como The Beatles, The Beach Boys o Queen son muy
prolíficos en este sentido y sus composiciones tienden a variar de tonalidad
de forma natural.
Otras veces estos cambios de tonalidad forman parte de ciclos más cortos.
El centro tonal va cambiando de forma natural en la propia estructura interna
de las secciones y dentro de una misma progresión de acordes. Hay algunos
ejemplos célebres. Uno de ellos es «Poison» (Alice Cooper). Si nos fijamos
su estructura está formada por la misma progresión que se repite
constantemente en distintas tonalidades, enlazándose mediante acordes
comunes.
REm - SIÞ - FA - DO
SOLm - RE# - LA# - FA
DOm - SOL# - RE# - LA#
LAm - FA - DO - SOL
REm - SIÞ - FA - DO
Otro ejemplo lo tenemos en la canción «Life in Mars» (David Bowie),
cuyos versos melódicos van variando de tonalidad.
Finales acaramelados
Una modalidad bastante efectiva —pero con un alto riesgo de resultar
empalagosa— es el cambio de tonalidad al final de la canción. Esto provoca
una subida de intensidad. El cambio suele ser de un semitono, o un tono.
Ejemplo de este tipo de finales son temas como «Man in the Mirror»
(Michael Jackson), «My Heart Will Go On» (James Horner) que en la
interpretación original de Céline Dion sube dos tonos, «I Just Called to Say I
Love You» (Stevie Wonder) que utiliza este recurso varias veces a lo largo de
la canción, «I Will Always Love You» (Dolly Parton) que en la versión de
Whitney Huston cambia la tonalidad un tono, o «Livin' On A Prayer» (Bon
Jovi).
Moviéndonos entre tonalidades relativas
Las tonalidades relativas comparten las mismas notas y los mismos acordes,
pero sus centros tonales son distintos. Por ejemplo, una canción en LA
MENOR tiene un matiz distinto a una canción en DO MAYOR, aunque esté
formada por los mismos acordes.
Cuando estamos en una tonalidad mayor, podemos desplazar fácilmente el
centro tonal hacia su tonalidad menor relativa (y viceversa). Este cambio
resulta muy natural.
Cambio de LA MENOR a DO MAYOR:
LAm - FA - REm - SOL | DO - FA - DO - SOL - DO
Cambio de DO MAYOR a LA MENOR:
DO - FA - REm - MIm | LAm - SOL - FA - SOL - LA
Uno de los ejemplos más recurrentes de este tipo de cambio de tonalidad es
el de la canción «One» (U2), cuyas estrofas están en LA MENOR y su
estribillo en DO MAYOR.
LOS ARREGLOS
Imagina que estás en tu casa y te han invitado a un evento social que implica
interactuar con otras personas, por ejemplo una fiesta. O que de repente te
apetezca salir de tu cueva y dar un paseo por la calle. Lo más seguro es que
antes de cruzar la puerta quieras arreglarte un poco. A través de la forma de
hacerlo, puedes intentar aparentar algo que no eres o puedes intentar que tus
ropajes sean un fiel reflejo de tu personalidad. Puedes elegir muchas formas
diferentes: peinarte, ir desaliñado, vestirte con tus mejores galas, elegir la
ropa que mejor se adapte a tu personalidad, incluso salir en calzoncillos.
Pues bien, con las canciones hacemos exactamente lo mismo antes de
mostrarlas al mundo.
Una canción puede ser arreglada para ser interpretada en distintos tipos de
formatos: formato acústico, banda rockera, instrumentación intimista,
cuarteto de cuerda, etc. Los propios géneros musicales manejan códigos
específicos. Una canción de salsa sonará muy diferente a una canción de soul.
Un tema flamenco no compartirá los mismos patrones que un tema de música
electrónica. Incluso dentro de los mismos estilos musicales, tenemos infinitas
posibilidades.
Si lo pensamos detenidamente no existen canciones sin arreglos. Cuando
una canción suena desnuda a guitarra y voz, se trata de una canción arreglada.
La decisión de utilizar este tipo de instrumentación es ya de por sí un arreglo
con una intencionalidad clara: que la canción salga como tú la trajiste al
mundo.
Por si fuera poco, las fronteras entre el arreglo y la propia composición son
difusas. Cuando escribimos una canción estamos aplicando arreglos
continuamente. En pleno proceso de composición, si elegimos cambiar un
acorde de transición por su relativo, o incluimos un acorde disonante que
aporte un color distinto, estamos en cierto modo arreglando la canción.
Utilizando acordes con chispa
Hasta ahora hemos evitado hablar más de lo necesario de los acordes con
notas añadidas. Aunque sabemos lo que es un acorde de séptima o un acorde
disminuido, los ejemplos en este libro utilizan acordes accesibles para ir al
grano. Pero hay más acordes en el mundo además de las triadas básicas
menores y mayores. Este tipo de acordes resultan muy interesantes para
arreglar una canción y alcanzar sonoridades distintas.
¿Qué sería del blues sin los acordes de séptima? ¿Qué sería de «The End»
(The Doors) si en vez de tocar el acorde RE suspendido se limitara a RE
MENOR? ¿Qué sería de «Blue Bossa» (Kenny Dorham) si prescindiera de
sus disonancias? No tengas miedo de usar otros acordes por miedo a dejar de
ser comercial. Hay muchísimos discos de artistas comerciales llenos de
ejemplos que enriquecen una canción. Algunas progresiones pueden alcanzar
una enorme complejidad a nivel armónico. En el caso de estilos como el jazz
o la bossa nova, esto es evidente. Pero incluso las canciones más accesibles
optan de vez en cuando por incluir estructuras armónicas que generen
tensión.
Algunos acordes interesantes
Tenemos doce notas con las que construir distintos tipos de armonías. Hay
muchísimas combinaciones posibles. Con este tipo de acordes conseguimos
construir transiciones y armonías elegantes.
A continuación proponemos algunos ejemplos. En los siguientes casos
utilizamos la tonalidad de DO en los ejemplos para piano y otras tonalidades
orientativas para los ejemplos en guitarra. Pero recuerda que puedes construir
cualquier acorde a través de su ADN armónico en cualquier posición.
Aplicación práctica
A continuación analizamos las progresiones de acordes de la canción «Blue
Bossa» (Kenny Dorham), un estándar de jazz sencillo. Lo hacemos a través
de dos arreglos distintos. En el primero encontramos acordes accesibles y
simplificados. En la segunda versión, más cercana a la original, utilizamos
acordes disonantes.
Blue Bossa (armonía simplificada)
DOm - FAm
SIÞ - SOL - DOm
MIÞm - LAÞ - REÞ
SOL - SOL7 - DOm - LAÞ/SOL
Blue Bossa
DOm7 - FAm7
REm7Þ5 - SOL7(#5) - DOm7
MIbm7 - LAÞ13 - REÞmaj7
REm7Þ5 - SOL7(#5) - DOm7 - Dm7Þ5 / SOL7(#5)
Inversiones de acorde
Con esta técnica conseguimos que un mismo acorde tenga matices distintos.
Para ello reordenamos las notas que conforman el acorde. Ten en cuenta que
la nota más grave de un acorde suele ser la que más peso tiene. Si cambiamos
el orden tenemos un enfoque distinto del mismo acorde.
En el siguiente ejemplo vemos el acorde de DO MAYOR con sus dos
inversiones.
Las inversiones pueden sugerir una melodía. Aunque no cambiemos de
acorde propiamente dicho, muchas canciones utilizan esta técnica para
enriquecer la armonía. Prueba a tocar el acorde de MI MAYOR de la
siguiente manera:
Nota pedal
Cuando mantenemos una nota fija durante una secuencia de acordes
generamos una sensación de continuidad. Podemos hacerlo mediante algún
instrumento extra, o con el mismo instrumento que está ejecutando los
acordes. Por ejemplo, las canciones «Wonderwall» (Oasis) y «Wish You
Were Here» (Pink Floyd) utilizan notas pedales en sus famosas progresiones.
A continuación proponemos una secuencia sencilla como ejemplo, con MI
como nota pedal.
Arpegios
Piensa en el arpegio como una figura musical a medio camino entre una
melodía y un acorde. Aunque esta explicación puede ser un poco profana
para los más entendidos, ayuda a clarificar conceptos. Las introducciones de
«Knockin' on Heaven's Door» (Bob Dylan), «Hotel California» (The Eagles),
«Stairway To Heaven» (Led Zeppelin) o «La chispa adecuada» (Héroes del
Silencio) son ejemplos de arpegios. Los saltos entre las notas son una pista.
Introducción de «Stairway To Heaven» (Led Zeppelin)
Partir de un acorde es una de las principales formas de componer un
arpegio. En vez de tocar las notas a la vez, tócalas una detrás de otra. Puedes
hacer ciclos repetitivos. A continuación puedes añadir alguna nota de
refuerzo armónico. Experimentar con esta figura te ayudará a abrir nuevos
caminos y desarrollos melódicos para tu canción.
Estructura interna de las secciones
Ya sabemos que una canción está compuesta por diferentes secciones
estructurales, como pueden ser la estrofa, el estribillo o el puente. Hasta ahora
hemos visto estas secciones de forma autónoma, como partes de una canción
que enlazadas constituyen un todo conjunto. Pero hemos de saber que, a su
vez, cada una de las secciones tiene su propia estructura interna.
Las ruedas de acordes no se presentan de forma rígida y cerrada, al menos
no siempre. Una sección cualquiera puede presentar distintas variaciones de
acordes, compases añadidos o progresiones largas que conforman figuras
musicales amplias.
La distribución de las secuencias de acordes de una sección puede ser muy
variopinta. Una progresión puede coincidir con un verso, ser tan larga como
una estrofa entera, o no coincidir en absoluto.
Veamos algunos ejemplos:
Sección con progresión en bucle
En este caso la sección presenta una secuencia armónica que se repite
cíclicamente, sin variaciones. Muchas canciones optan por esta sencilla
estructura armónica basada en la reiteración. En los siguientes ejemplos
observamos algunas estrofas de canciones con ruedas de acordes que
presentan una estructura cerrada (independientemente de los arreglos
decorativos).
«Miss You» (The Rolling Stones): LAm - REm
«Rolling in the Deep» (Adele): DOm - SOLm - SIb - SOLm/Sib DOm
«Abre la puerta» (Triana): REm - DO - SIb - SIb - DO - REm
«Back to Black» (Amy Winehouse): REm - SOLm - SIb - LA
«Crazy» (Gnarls Barkley): DOm -MIb - LAb - SOL
«Maybe Tomorrow» (Stereophonics): MIb - DOm - SOLm - FA
«So Lonely» (The Police): DO - SOL - LAm - FA
«Hey Joe» (tradicional): DO - SOL - RE - LA - MI
Sección con progresión en bucle con variaciones
Este caso es parecido al anterior, pero se opta por incluir algún tipo de
variación que rompa la monotonía. La intensidad de estas variaciones
determinará el sentido musical de la canción.
En el siguiente ejemplo analizamos los acordes de «Knockin' on Heaven's
Door» (Bob Dylan).
Si nos fijamos, esta canción utiliza un acorde relativo como cambio. El
acorde de DO es sustituido por el acorde de su tonalidad relativa, LAm. Esta
práctica es muy común para romper la monotonía.
Sección con una única secuencia armónica
En este caso nos encontramos con secciones enteras con una única estructura
armónica. La progresión de acordes no es cíclica, es más amplia. Son ruedas
de acordes que abarcan un mayor número de compases. Esto obliga al oyente
a prestar más atención hasta el momento del cierre. Los patrones clásicos de
blues presentan este tipo de estructuras.
Veamos algunos ejemplos:
«Something» (The Beatles): DO - DOmaj7 - DO7 - FA - RE7 - SOL
«Hotel California» (The Eagles): SIm - FA# - LA - MI - SOL - RE MIm - FA#
«Grease» (Frankie Valli): LAm - RE - LAm - RE - LAm - MIm REm - DO - LA# - LAm - RE - LAm - MIm
«Parisienne Walkways» (Gary Moore): LAm - REm - SOL - DOmaj7 FA - SIm7(¨5) - MI - LA
«Y sin embargo» (Joaquín Sabina): LAm - RE - MIm- SOL - RE MIm - RE - LAm - RE - MIm
Compases y secciones
La melodía de una canción y las progresiones de acordes van de la mano. De
modo que la forma en la que se estructura una secuencia armónica influye
directamente en el carácter de la melodía principal (y por tanto también en la
letra de la canción, si es que la hay).
Al mismo tiempo, los compases de una canción (tanto el número como el
tipo de compás) inciden directamente en la estructura interna de las
secciones. Una secuencia de acordes formada por ocho compases tendrá un
carácter diferente de una secuencia formada por siete compases. Al igual que
una estructura enmarcada en compases de 6/8, sonará distinta con una métrica
de 4/4.
Es muy habitual que las progresiones de acordes acaben al final del último
compás de una sección, de forma que el acorde raíz aparece al principio del
siguiente.
Por otro lado, los ciclos de acordes a menudo se presentan de forma regular,
y las repeticiones se suceden continuamente de forma simétrica.
DO LAm FA SOL (x4)
DO LAm FA SOL (x3) | LAm SOL DO FA (x3)
Pero no siempre tiene por qué ser así. Ni el acorde raíz debe estar por
definición al principio de un compás, ni las secuencias armónicas tienen por
qué ser simétricas.
En algunas canciones se rompe la simetría de las ruedas de acordes, de
forma que los versos melódicos se pueden alargar o acortar.
DO LAm FA SOL (x3) | FA SOL
DO LAm FA SOL (x3) | Lam SOL DO FA (x2)
No sólo el número de repeticiones puede ser irregular. También la métrica
de los compases internos que forman cada sección pueden cambiar de
repente, aportando un mayor dinamismo. Por ejemplo, podemos componer
versos con un compás de 4/4 y otro de 3/4, como ocurría en el ejemplo de
«All You Need Is Love» (The Beatles), o incluir un cambio de compás en un
momento puntual de la sección, como ocurría en el ejemplo de «Pretty
Woman» (Roy Orbison).El efecto es un cambio inesperado que sorprende al
oyente.
Por último, una sección no tiene por qué estar conformada por una serie de
compases exactos. Muchas figuras melódicas comienzan al final del compás
anterior. Cuando estas figuras forman parte de la melodía principal de la
canción, afecta al modo en que percibimos las distintas secciones. De forma
que cuando el inicio de una estrofa, puente o estribillo contiene una de estas
figuras, podemos decir que el cambio de sección se produce en medio de un
compás. Las frases musicales que cumplen estas características son al mismo
tiempo enlaces entre las distintas secciones.
Por poner tan solo unos ejemplos, este es el caso de canciones como
«Starman» (David Bowie), «Smells Like Teen Spirit» (Nirvana), «19 días y
500 noches» (Joaquín Sabina), «Locked Out Of Heaven» (Bruno Mars),
«Wicked Love» (Chris Isaak), «Soñar contigo» (Zenet), «Anybody Seen my
Baby?» (The Rolling Stones) o «Don't Look Back in Anger» (Oasis), cuyos
estribillos presentan un comienzo de este tipo.
Partes internas diferenciadas
La estructura interna de una sección puede manifestarse de forma obvia.
Según se suceden las distintas secuencias de acordes, podemos saber que nos
encontramos en una parte diferente dentro de una misma sección. A
continuación analizamos algunas estrofas de canciones como ejemplos
ilustrativos:
► «Wild Horses» The Rolling Stones
► «Cerrado por derribo» (Joaquín Sabina)
En este ejemplo, vemos como la estrofa está formada por dos bucles de la
misma secuencia de acordes, que se completa con una progresión extra que
cierra la sección. Esta última parte cumple dentro de la estrofa en cierta
medida también la función de pre-estribillo.
► «My Back Pages» (Bob Dylan)
En esta canción de Bob Dylan comprobamos que todos los elementos
estructurales de una canción están en una misma estrofa. La tercera parte de
la estrofa cumple la función de pre-estribillo, mientras que la última parte
cumple una función de estribillo.
Los cambios en la melodía principal son otro indicador claro de la
estructura interna de las secciones. Las distintas frases melódicas que
conforman una sección se suelen identificar con partes internas diferentes.
Analizamos un ejemplo donde la melodía cambia a pesar de estar armonizada
con una misma rueda de acordes en bucle:
► «Hyper Music» (Muse)
En este ejemplo tenemos dos figuras melódicas diferentes que se repiten
sobre una misma rueda de acordes en bucle. En la primera parte de la estrofa
se repite dos veces la primera figura musical. En la segunda parte de la
estrofa se repite dos veces una figura diferente. Esta última frase musical es
más intensa y aporta un movimiento con el que cumple cierta función de preestribillo.
Algunos consejos
Utiliza el silencio a tu favor. Dicen que la nota más difícil de tocar es el
silencio. No es una afirmación exagerada, pues los distintos silencios de
una canción influyen en su musicalidad. A veces un silencio puede
actuar de forma impactante.
Un arreglo puede ser incluido por meras razones estéticas, pero será
mucho más efectivo si cumple una función dentro de la obra musical.
Por ejemplo, resaltar un cambio de acorde, avisar de un cambio de
sección, o diferenciar una sección de otra.
Cuidado con sobrecargar una canción de elementos. A veces puede
funcionar. Otras veces podemos estropear la esencia del tema.
Las diferentes secciones no tienen por qué repetir los mismos arreglos
cada vez que aparecen. Añade evolución cuando una secuencia o
sección se repita. Así cada ciclo aportará algo nuevo.
Utiliza coros para apoyar la voz principal. Estos arreglos aportan
armonía. Pueden ser utilizados como refuerzos puntuales, para
diferenciar una sección de otra, o para enfatizar las partes importantes de
la canción.
No tengas miedo en experimentar con el tempo (la velocidad de la
canción). Si lo alteramos afectará al tema musical a nivel global.
Un instrumento no tiene por qué sonar durante toda la canción.
Experimenta con la instrumentación. La elección de los instrumentos
determinará el sentimiento de la canción. Muchas veces esta decisión
varía en función del estilo musical, de manera que un banjo nos dará
connotaciones de bluegrass y una guitarra española nos evocará paisajes
mediterráneos, latinos y flamencos. Pero puedes utilizar cualquier
instrumento. No te auto-limites. A veces es conveniente salirse de la
norma para no aburrir al personal. Nadie dice que no puedas utilizar una
trompeta para tocar un tema de heavy metal. Algunos puristas te dirán
que eso no es heavy metal. ¿Y bien? Si por los puristas fuese, la música
nunca habría evolucionado.
Intenta ver la canción desde una perspectiva global.
Escucha tus canciones favoritas. Fíjate en todos sus elementos y la
función que tiene cada uno: los efectos de sonido, los arreglos, los
distintos planos de la mezcla, los elementos utilizados para remarcar
ciertas secciones, etc.
LETRAS DE CANCIONES
La mayoría de las canciones cuentan con una línea melódica principal
interpretada por un cantante. Es totalmente lógico. La voz humana es el
instrumento que más conecta con la gente, incluso si no tenemos ni idea de
qué significan las palabras. Por eso cuando una canción tiene una melodía
vocal en primer plano, la letra suele ser uno de sus elementos fundamentales.
Las letras no son un estorbo ni un elemento meramente testimonial.
¿Para qué sirve una letra? En primer lugar, establece la temática. Aporta un
elemento lírico a la línea melódica principal. Transmite ideas concretas
utilizando el lenguaje hablado. Y además aprovecha las características
musicales del propio lenguaje, sobre todo a través de su función rítmica.
Calidad frente a funcionalidad
Para muchos compositores una letra puede suponer un verdadero quebradero
de cabeza. Hay autores que no destacan precisamente por sus cualidades
literarias, a pesar de ser excelentes músicos y compositores. Sin embargo, no
te preocupes, la letra de una canción no está destinada a darte el Premio
Nobel de Literatura (a no ser que te llames Bob Dylan).
A veces somos víctimas de nuestras altas expectativas. Pero si echamos una
escucha rápida a los grandes éxitos de ayer y hoy, nos daremos cuenta de que
por lo general las letras de canciones no tienen el nivel de García Lorca o
Walt Whitman. Es más, las temáticas suelen ser más bien triviales y muchos
versos son recurrentemente fáciles.
El hecho de que una letra no pase a la historia como obra culmen literaria,
no la convierte en una mala letra. Una letra con versos accesibles puede ser
perfectamente funcional y cumplir su cometido dentro de una canción.
Porque, nos guste o no, las letras de canciones no son poemas. Es cierto que
algunas de ellas logran superar las barreras y pueden llegar a considerarse una
forma de poesía. Pero son la excepción. Se trata de autores cuya vocación
literaria iguala e incluso supera a su pasión musical, como pueden ser los
ejemplos célebres de Dylan, Cohen, Sabina o Serrat.
Pero no nos engañemos, frecuentemente las canciones de pop comercial
tienen una letra bastante pobre. Podríamos pensar que la razón es que la letra
de una canción importa un pimiento. Tampoco es así. Aunque el nivel de
calidad literaria sea más exigente en la poesía que en las letras de canciones,
una letra tiene algunos objetivos primarios que ha de cumplir. Y si los
cumple con creces por la puerta grande, mucho mejor. Si eleva el nivel
rítmico y melódico de la canción, genial. Si aporta un carácter poético,
estupendo.
En resumen, no hace falta que nuestras facultades literarias nos sitúen al
nivel de los grandes genios, pero las letras importan. Siempre tendremos que
procurar que las palabras que acompañan a la música aporten algo a la
canción. Una letra siempre ha de sumar, nunca restar. Si tu letra resta procura
cambiarla.
¿Cómo podemos saber si el elemento lírico cumple su función?
Porque conecta con el oyente. Independientemente de que tu letra sea
excelente, buena, regular u horrible a nivel artístico, ha de conectar con
tu público. Si la letra consigue conectar con el oyente, cumple su
primera y más importante función. Aun así a muchos autores no les
importa demasiado lo que opinen otros sobre su trabajo. Una buena
parte de los escritores de canciones componen motivados únicamente
por la satisfacción artística personal. Si este es tu caso, tu público eres
tú, y la letra de tu canción debe gustarte a ti.
Porque encaja bien con la melodía. Una letra bien elaborada puede no
tener demasiado valor sin la música. Frecuentemente, despojadas de su
acompañamiento musical muchas letras no llegan a un nivel literario
elevado. Por el contrario, una letra simplona puede ser bastante eficiente
en el contexto de una canción. Las palabras deben fluir bien junto a la
música.
Mensaje
El mensaje de una canción puede ser muy variado. Hay canciones con
temáticas muy dispares, desde las más terrenales hasta las más
trascendentales. Al mismo tiempo, existen muchas maneras de introducir
estas temáticas dentro de una obra musical.
El fondo del mensaje
El elemento lírico de una obra musical sirve para entrar en detalles, para
especificar qué sentimientos estamos intentando transmitir. Una melodía
puede sugerirnos melancolía, pero será la letra la que especifique el porqué
de esta melancolía.
Las temáticas de las canciones son inmensamente amplias. Algunas
temáticas son más complicadas que otras. Sin embargo, las canciones no
abordan temas complejos como la metafísica o la diplomacia internacional.
Las letras de canciones son una manifestación literaria que se mueve en un
terreno más poético.
Cuando comiences a escribir una letra debes tener en cuenta algunos
factores:
¿Qué es lo que quieres decir?
¿Qué sensaciones quieres transmitir con tu música?
¿Qué palabras son las más adecuadas para reforzar tu mensaje?
La forma del mensaje
Estamos de acuerdo en que una canción puede hablar de temas muy distintos
y desde puntos de vista muy dispares. Ahora bien, una cosa es el qué y otra
bien distinta el cómo. La forma que utilices para mostrar tu mensaje
determinará el sentido artístico de tu letra.
A nivel formal tenemos dos extremos para contar un mismo mensaje:
Lenguaje directo. Por una parte tenemos las canciones que van directas
al grano, con mensajes bien concisos. Ningún concepto se deja a la libre
interpretación del oyente.
Lenguaje críptico. Cuando utilizamos un lenguaje críptico jugamos con
el misterio. Este es el caso de aquellas canciones donde las letras dan
origen a interpretaciones distintas. Muchos textos cuentan con la libre
interpretación del oyente para ocultar el sentido del mensaje. El extremo
más radical de esta modalidad son aquellas canciones donde ni siquiera
el autor tiene claro cuál es el mensaje. Estas letras son herederas del
estilo simbolista, y prestan más importancia a la forma que al contenido.
Dependiendo del estilo literario (y del estilo musical) nos podemos decantar
hacia un lado u otro del espectro. O situarnos en medio.
Simbiosis entre letra y melodía
La música por sí sola es capaz de evocar emociones como ningún otro arte.
Por su parte, la poesía trabaja con esos sentimientos mediante el significado y
la sonoridad de las palabras, a un nivel estético y conceptual. Un poema
puede contener una gran musicalidad implícita en sus líneas, con sus propios
ritmos y métrica. La música popular aúna en cierta medida estas dos
disciplinas artísticas. Es la unión de la belleza de la música y de las palabras.
Pero la relación entre la melodía vocal y la letra de una canción va más allá.
La música tiene el poder de cambiar en parte el propio significado de las
palabras. En una canción se produce una simbiosis entre ambos elementos.
Una letra monótona puede contrarrestarse con una buena melodía y una gran
interpretación. Unos versos de rima fácil cantados por una voz con autoridad
como la de Bonnie Tyler o Eva Amaral pueden sonarnos convincentes.
También puede ocurrir todo lo contrario. Si nuestra melodía es lineal pero
tiene el sustento de una letra excelente, la canción en su conjunto cobrará
sentido.
Por otro lado, la letra de una canción influye sobre la melodía a un nivel
estrictamente musical. Por ejemplo, las notas de la melodía están
condicionadas por las consonantes de la letra, la longitud de las sílabas y el
carácter de la voz intérprete. Los acentos de las palabras inciden directamente
sobre los acentos musicales. Lo normal es que una melodía respete la
acentuación de cada frase, de manera en que las notas enfatizadas coincidan
con la sílabas con acentos.
Aunque también podemos el caso contrario: versos vocales donde las
palabras están supeditadas a la acentuación musical. Este es el caso de letras
de canciones que alteran los acentos naturales de las palabras. Muchos
autores (y críticos) están en contra de esta técnica. Aun así no hay nada
prohibido. Algunas canciones célebres como «La chica de ayer» (Nacha Pop)
presentan esta acentuación peculiar.
Métrica
La métrica de la letra de una canción depende de los compases y de su línea
melódica principal. Para empezar, cada consonante crea una nueva nota. Por
ejemplo, si construimos una melodía a partir de la palabra cabeza tendrá
siempre tres notas. Estas notas pueden ser diferentes entre sí, o ser la misma
nota repetida tres veces.
Por su parte las vocales pueden alargarse indefinidamente interpretando una
sola nota, o contener varias notas. A esto último se le llama melisma.
Perspectiva
Toda historia tiene su punto de vista, y toda canción tiene su perspectiva.
Imaginemos que el cantante de una canción es un personaje que nos está
narrando una historia. Visto de este modo cabe preguntarse varias cosas:
¿Cómo le afecta esa historia que está contando?
¿Nos está hablando acerca de algo que le ha ocurrido personalmente?
¿Está narrando algo que le han contado?
¿Los hechos que se narran sucedieron en el pasado, están ocurriendo
actualmente o están a punto de suceder?
Personas gramaticales
El punto de vista del narrador condiciona la forma del mensaje. A grandes
rasgos, según la persona gramatical podemos estar ante una historia narrada
en primera persona, ante unas palabras dirigidas a una segunda persona o ante
un hecho relacionado con una tercera persona.
Primera persona. Se trata de una persona gramatical muy común en el
terreno de las letras de canciones. En este caso el cantante es un
personaje que está hablando de algo que le afecta directamente.
Segunda persona. Cuando una canción está escrita en segunda persona,
se da por hecho que el cantante se dirige directamente a uno o varios
destinatarios. Esta forma también es muy común, aunque no es habitual
que la totalidad de la letra emplee esta persona gramatical. En inglés
tenemos el caso de la archiconocida «Like a Rolling Stone» (Bob
Dylan), pero lo más habitual es que las canciones mezclen la segunda y
la primera persona.
Tercera persona. En este caso se describe algo que le ha sucedido a
alguien. Utilizando la tercera persona el cantante se convierte en el
narrador de un suceso. Lo más habitual es que aparezca de forma
aislada.
Estos puntos de vista se mezclan continuamente. Una canción no tiene por
qué estar escrita en su totalidad con una sola persona gramatical. Gracias a
esto podemos enriquecer una letra de forma espectacular. Eso sí, es
importante que el texto tenga coherencia interna. La narración debe tener
sentido. No queda del todo elegante cambiar las personas gramaticales
arbitrariamente. Por otro lado, el mensaje ha de quedar claro. Los constantes
cambios pueden resultar confusos si no se escriben correctamente.
Pasado, futuro y presente
Toda canción que transmite un mensaje a través de las palabras se refiere a
algo que está sucediendo, algo que ha sucedido o algo que va a suceder. Por
tanto, sin entrar en matices, podemos agrupar los tiempos verbales de una
canción en tres grandes grupos: pasado, presente y futuro.
Al igual que ocurre con las personas gramaticales, los tiempos verbales
pueden aparecer entremezclados en una misma canción. Cuando esto ocurre
las frases han de presentarse de forma lógica.
Ficción y realidad
En la música popular, al igual que en la literatura, la ficción y la realidad se
entremezclan continuamente. Muchas canciones son autobiográficas,
mientras que otras son pura invención. A veces un mismo tema musical
puede moverse con naturalidad entre ambos extremos.
Si nos damos cuenta, las canciones están repletas de experiencias personales
contadas en primera persona. Una buena parte de los autores afirman que la
única forma de escribir con autenticidad es hablar sobre temas que les afectan
personalmente. Por eso abundan las canciones dedicadas a exnovias,
exnovios, días maravillosos que se fueron, días maravillosos que se están
viviendo, borracheras inolvidables y todo tipo de experiencias personales.
Sin embargo muchos otros autores utilizan abiertamente la ficción como
una herramienta para escribir letras que nos trasporten a terrenos
insospechados, sin necesidad de utilizar un bagaje personal autobiográfico.
Una vez más tenemos dos extremos con muchos grises intermedios.
Escribir de lo que uno sabe
Una de las grandes ventajas de escribir solamente de temas que nos afectan
personalmente es que tenemos una gran baza para lograr ser convincentes.
Sin duda logramos mucha autenticidad cuando escribimos sobre experiencias
autobiográficas o cuando plasmamos nuestros sentimientos propios en una
canción.
Por ejemplo, muchos compositores encuentran en la efervescencia de la
juventud un impulso creativo, mientras que otros alcanzan su mejor momento
como escritores en plena madurez. Cuando esto ocurre, la experiencia vital
juega a su favor. Pero una canción cuya temática sea descaradamente juvenil
puede resultar muy poco convincente cuando la interpreta un cantante de 67
años.
Escribir desde la ficción pura
Cuando escribimos totalmente desde la ficción, narramos historias que no han
sucedido o hablamos sobre sentimientos que nunca hemos tenido. En otras
palabras, intentamos transmitir un mensaje o una emoción desde la
invención, ya sea poniéndonos en el lugar de otra persona o simplemente
narrando una historia. Sin embargo, a la hora de la verdad, este tipo de letras
no son tan abundantes. Casi todos los autores tienden a plasmar sus propios
sentimientos aunque se muevan en el ámbito de la ficción.
Exageración poética de la realidad
Un autor tiene licencia poética para exagerar una historia todo lo que quiera,
para ser completamente fiel a la realidad o para inventarse algo que jamás ha
sucedido. Pero sin duda lo más frecuente es que todas las canciones estén
edulcoradas o dramatizadas, incluso aquellas que están basadas en una
vivencia personal del autor (o de alguien cercano).
Por ejemplo, sabemos que Joaquín Sabina se enamoró de una chica después
de un concierto, tal y como cuenta su canción «Y nos dieron las diez» (al
menos eso confiesa el autor). De lo que no estamos tan seguros es de que el
flechazo fuese tan intenso, ni de que el cantante regresara al año siguiente
para buscarla, ni de que terminara rompiendo un escaparate y detenido por la
policía municipal. Hay que ponerle sal a la vida, sobre todo cuando
escribimos una letra.
Letras semi-ficticias
Cuando una canción está escrita en primera persona, en cierta medida
estamos sugiriendo que todo lo que contamos está respaldado por la realidad.
Pero tenemos licencia poética para que no sea así. Una canción en primera
persona no nos obliga a hablar de nosotros mismos.
El autor de la canción siempre es un personaje, un sujeto poético,
independientemente de que hable con fidelidad de sí mismo o de que se
ponga en el pellejo de otro. Utilizar un personaje ficticio como narrador de
una historia es un recurso literario ancestral. Muchas canciones hacen un uso
explícito de esta técnica. Pensemos en canciones como «Folson Prison
Blues» (Johnny Cash) o «Sympathy for the Devil» (The Rolling Stones). Ni
Johnny Cash es un presidiario, ni tampoco está claro que Mick Jagger sea el
diablo en persona (aunque tampoco podemos asegurar lo contrario).
A medida que uno adquiere experiencia como escritor de canciones es
capaz de utilizar un punto de vista externo. A través de un sujeto poético
semi-ficticio un autor puede plasmar sus propios sentimientos. Se trata de
hablar de cuestiones personales utilizando recursos ficticios. David Bowie
nunca se perdió en el espacio exterior, pero utilizó esa metáfora conceptual
en «Space Oddity» para hablar sobre el sentimiento de soledad e
incertidumbre.
Rima
Las rimas son un elemento rítmico dentro de la letra de una canción. Su
función no sólo es estética, también aportan un sentido rítmico extra y
proporcionan unidad al texto en su conjunto. Casi todas las canciones las
utilizan en mayor o menor medida.
Como contrapartida, las rimas pueden limitar la cantidad de palabras que
tenemos a nuestra disposición. Aquí entra en juego nuestra imaginación y
nuestra creatividad. Por eso hemos de tener cuidado en utilizar las rimas de
forma elegante. En ocasiones las rimas forzadas arruinan una letra,
provocando que la canción suene infantil. Una rima forzada a menudo es peor
elección que una rima sutil. Lo importante es el sentido de la canción.
Por otro lado, no es imprescindible que una canción rime. Muchas
canciones prescinden de este recurso literario.
Metáfora
Una metáfora es un recurso mediante el cual nos referimos a una realidad sin
expresarla directamente. Para ello utilizamos una palabra que evoque un
significado distinto al suyo propio.
Las metáforas son una herramienta poética muy utilizada. De hecho, las
usamos continuamente en nuestro día a día. Dependiendo de la simbología de
una letra, una canción puede ser obvia, sugerente, estar abierta a la libre
interpretación o resultar enigmática. Mediante el uso de un número amplio de
metáforas, conseguimos textos con un lenguaje poético y críptico.
EL PROCESO CREATIVO
¿Qué es la creatividad? Han corrido ríos de tinta para intentar explicar este
fenómeno. En cierto modo consiste en traer algo nuevo a la vida, algo que no
existía anteriormente. Por esta razón muchos tienden a dar explicaciones
místicas al proceso creativo y a la inspiración que ejerce de motor. Para
muchos artistas, sean músicos, escritores, pintores o escultores, el autor es
una especie de antena conectada con un plano superior, un medium que
transcribe el dictamen de las musas. Este tipo de definiciones esotéricas son
tan antiguas como el ser humano y llegan hasta nuestros días.
Independientemente de las explicaciones psicológicas, pseudo-psicológicas
o místicas que queramos dar al proceso creativo, todos los que alguna vez nos
hemos enfrentado a la elaboración de una obra artística sabemos una cosa. Es
muy diferente enfrentarse a una página en blanco, a un instrumento o a una
sesión de grabación cuando estamos inspirados, que hacerlo cuando no lo
estamos. Cuando tenemos el aura de la inspiración a nuestro favor,
navegamos con viento de cola. Todo parece fluir de forma fácil e intuitiva.
Si además ya llevas un tiempo componiendo canciones, te habrás dado
cuenta de otra cosa igualmente cierta. Lo difícil no es escribir una canción, lo
realmente difícil es ponerte a escribirla.
De dónde proviene la inspiración
¿De dónde provienen las ideas? Y sobre todo, ¿de dónde provienen las
buenas ideas? Buena pregunta. No podemos saberlo a ciencia cierta. Cada
persona tiene su propio universo. Lo que sí sabemos es que el motor creativo
llega en los momentos más insospechados. Es un estado mental, y cada uno
ha de buscar los factores que más propicien su aparición. Cada caso es único.
La música es un inmenso océano con posibilidades infinitas. Podemos
navegar en direcciones totalmente distintas, incluso para terminar
componiendo la misma canción. Todas las rutas que tomemos en el proceso
creativo son pequeñas (y grandes) decisiones. Estas decisiones a veces se
eligen a conciencia, pero otras veces son tan sutiles que escapan a nuestro
control. ¿Dónde está la brújula que nos guía para elegir el acorde adecuado,
el verso perfecto, la mejor secuencia melódica con la que poder transmitir
una emoción determinada?
Algunos afirman que la inspiración les llega soñando, a otros les llega bien
despiertos y trabajando. Unos componen en el estudio de grabación, otros en
el local de ensayo. Unos necesitan la compañía de otros músicos, otros
necesitan la soledad de su habitación. Algunos notan como su creatividad
empieza a fluir mientras conducen por la autopista o viajan en el metro. Otros
prefieren la tranquilidad de la orilla del mar.
Cada autor alcanza la inspiración a través de diferentes vías. No hay
ninguna fórmula matemática para ello. En este capítulo solo encontrarás
algunos consejos.
El mito de la inspiración divina
El talento es innato, dicen por ahí. Pero el trabajo y el esfuerzo son los que
marcan la pauta. Sin ellos no te servirá de nada tu talento. La idea de que
escribir canciones sólo está al alcance de unos cuantos "elegidos" esconde
una gran trampa terrible. Nos mete en la cabeza la idea ilusoria de que no
hace falta esforzarnos, de que las musas nos sonreirán porque somos
especiales.
Por suerte o por desgracia, la realidad es que no somos tan especiales. Las
musas ignoran a los perezosos.
¿Has oído la historia de aquel músico que compuso su obra más preciada en
tan sólo diez minutos? Seguramente la habrás escuchado cientos de veces.
Los nombres y apellidos del músico en cuestión son distintos en cada una de
las versiones, pero la esencia de la historia nunca cambia. Es hora de
desmitificar. Esta historia es falsa. Su única razón de ser es señalar que tal o
cual artista es uno de los "elegidos". En otras palabras, se trata de puro
marketing, de sorprender al público para vender canciones y entradas de
conciertos.
No hay duda de que hay ocasiones en las que el proceso compositivo es
excepcionalmente fluido. Tampoco hay duda de que algunas grandes
canciones se han compuesto en diez minutos. Pero detrás de la composición
de una canción existe un proceso mucho más complejo. Un proceso que
requiere mucho más tiempo en todos los casos.
Analicemos de cerca el mito de la inspiración divina:
Cuando un músico compone una canción en diez minutos, ¿qué es lo que
realmente sucede? Probablemente se trate más bien de la primera versión del
tema musical. Una versión a la que aún le falta un importante trabajo de
revisión. En otras palabras, un boceto.
El mito de la creación nos afecta en algún momento a todos los músicos,
sobre todo después de componer una canción. Y especialmente si se trata de
tus primeras canciones. Si has compuesto tu primera canción en poco más de
diez minutos, lo más aconsejable es que la guardes en un cajón y que esperes
unos días para volver a revisarla. Sólo así aprenderás a ser objetivo y a vigilar
tu sentido autocrítico.
En otras versiones del mito, además de ser la primera canción del músico en
cuestión resulta ser su canción más especial. El tema con el que consigue
llamar la atención, con el que sus conciertos se empiezan a llenar. Esta es la
versión más comercial de la historia, la versión donde el rol de "elegido" por
la musas está enfatizado hasta el extremo.
Si hacemos una lectura literal del relato, no cabe duda de que este músico es
un genio. ¿Cómo no va a serlo? Ha escrito su primera canción en sólo diez
minutos, y además esta canción es tan buena que ha llamado la atención de
mucha gente. Pues bien, si esta canción se ha convertido en un éxito, habrá
sido pulida y arreglada hasta la saciedad, interpretada por músicos
profesionales y producida por un productor musical. Ten por seguro que no
tardaron diez minutos.
Cuidado, porque esta explicación divina del proceso creativo también afecta
a autores experimentados. En ocasiones algunos son bendecidos por la
inspiración divina, y de pronto crean una de sus mejores canciones en muy
poco tiempo. Pero detrás de esto hay mucho más: años de aprendizaje,
cientos de días de cultivos de habilidades y cientos de horas de búsqueda
aparentemente estéril.
No esperes que una canción aparezca entera en tu cabeza por arte de magia.
La creatividad es un proceso donde la imaginación fluye por cauces más
rápidos cuando contamos con el respaldo del aprendizaje, la experiencia, el
ensayo y el error.
Inspiración ambiental
Las condiciones ambientales pueden ayudar a propiciar o a bloquear el
proceso creativo. Cada persona es un mundo, pero es mucho más probable
encontrar la inspiración mientras practicas buceo en un paraíso tropical que
cuando maldices a toda la corte celestial en pleno atasco en la autovía.
Identificar qué condiciones son más favorables en tu caso y propiciarlas te
resultará de gran ayuda:
¿Prefieres la naturaleza o la ciudad?
¿Necesitas estar en soledad o rodearte de otras personas?
¿Encuentras más inspirador un viaje o la rutina del trabajo?
¿Tus ideas fluyen con mayor intensidad cuando haces ejercicio o cuando
estás relajado?
¿Prefieres una luz íntima y difusa? ¿Te gusta componer en una sala bien
iluminada?
¿A qué hora del día tu creatividad se encuentra más activa? ¿Prefieres la
mañana, el atardecer, la noche, o la madrugada?
La chispa incendiaria
Es importante que sepas identificar las situaciones en las que encuentras la
inspiración más fácilmente. Pero quizá la pregunta adecuada no sólo sea en
qué situaciones surge la inspiración, sino qué pensamiento o idea la motiva,
qué es lo que hace saltar la chispa que enciende el fuego de la creatividad. Si
te encuentras paseando por la playa cuando de pronto aparece una idea
maravillosa, ¿qué pensamiento la ha propiciado?
Todo nuestro entorno nos influye: nuestro día a día, nuestras penas y
alegrías, el mundo que nos rodea. De un modo u otro, todas las vivencias
terminan trasladándose al trabajo creativo.
Pero no sólo el terreno afectivo y personal es importante. A veces la chispa
que origina una idea se encuentra en un terreno externo. Muchas buenas ideas
llegan a través de canciones que has escuchado, películas que has visto, libros
que has leído, conversaciones que has tenido, e incluso revistas a las que has
echado una ojeada.
Las influencias musicales
Todo músico aspira a encontrar su sello personal. Incluso si eres un autor que
compone para otros artistas, lo normal es que quieras que tus canciones
tengan algo que las caracterice, que las haga especiales, que las diferencie de
la obra de otros compositores. Uno de los errores más comunes en este punto
es evitar a toda costa que las influencias musicales se noten. Es normal
buscar un estilo propio, pero incluso los músicos con más personalidad tienen
influencias. Una cosa es caer en la imitación, otra muy distinta es respetar el
legado musical que nos precede.
El reciclaje, las influencias y los vasos comunicantes son una constante
dentro de la música popular. Todos los compositores están influenciados por
otros, desde el más original hasta el más corriente. Las influencias no sólo
son inevitables, sino imprescindibles. Piensa en que muchos de los grandes
nombres de la música popular comenzaron grabando discos de versiones.
Este es el caso de The Rolling Stones, The Beatles o Bob Dylan, entre tantos
otros. Son palabras mayores. Todos ellos terminaron revolucionando el
panorama musical hasta tal punto que casi toda la música que escuchas tiene
una parte de su legado.
Las canciones tradicionales siguen el mismo proceso. En cierto modo, una
canción tradicional es el máximo exponente de la música popular como
fenómeno antropológico. Muchas de las canciones más célebres de todos los
tiempos no tienen un autor claro. Han perdurado a lo largo de las décadas
siendo anónimas. Se trata de obras que han ido evolucionando con el paso de
los años, en las que cada nuevo intérprete ha puesto su grano de arena.
No existe nada cien por cien original. Por eso no es bueno renegar de
nuestras influencias. Forma parte de la naturaleza de la propia música. Este
proceso de transmisión se esconde detrás de los cancioneros tradicionales, y
también es el responsable del surgimiento de nuevas tendencias y estilos
musicales. Es pura evolución musical.
Es cierto que en un entorno profesional a veces se penaliza a los artistas con
un discurso demasiado heterogéneo. Desde un punto de vista comercial, si
queremos apostar por una carrera como artistas de repertorio propio, es
importante la búsqueda de un estilo personal que nos diferencie del resto.
Pero desde un punto de vista creativo, siempre es una buena herramienta no
autolimitarse y dejar fluir todas las opciones. Siempre será más beneficioso
mantener una actitud abierta, primero como oyentes y segundo como
músicos. Nunca se sabe qué es lo que te puede sorprender, qué herramientas
puedes añadir a tu repertorio y qué otros puntos de vista están a tu alcance.
Esto es así tanto para el compositor amateur, como para el profesional.
El bloqueo creativo
La sequía es uno de los principales miedos de todo aquel que desempeña una
labor creativa. Da igual si comienzas a escribir tus primeras canciones o si
eres un autor experimentado. Tarde o temprano el bloqueo creativo llamará a
tu puerta. Al final llegará un momento en el que nada de lo que hagas te
parecerá suficientemente bueno. De pronto los acordes te sonarán repetitivos
y creerás que tu trabajo es mediocre.
La inspiración es un estado psicológico, y a veces no es suficiente con el
esfuerzo y la constancia para encender el impulso creativo. Cuando estamos
estancados es difícil sintonizar con las musas. Es en ese momento exacto
cuando nos asaltan los miedos rotundos y una voz en el fondo de nuestra
cabeza susurra: «¿Y si nunca seré capaz de volver a escribir algo bueno?».
La buena noticia es que esto es totalmente habitual. De hecho, si un músico
no sabe lo que es la incertidumbre creativa es muy probable que tenga un
problema de falta de autocrítica. Es cierto que algunos autores están
encantados de haberse conocido, y cualquier cosa que componen les parece
perfecta. Pero esta es una de las actitudes encaminadas a la mediocridad. Una
carencia importante de autocrítica termina impidiendo la evolución como
compositores.
La mala noticia es que si el bloqueo creativo es tu rutina habitual, tienes un
problema de exceso de autocrítica. Muchos autores terminan machacándose
constantemente, con montañas de ideas en el cajón y muchísimas canciones
inconclusas. Esta espiral no hace más que profundizar en el bloqueo. Por
suerte, la solución empieza por saber identificar el problema.
Trucos y técnicas
Una de las principales señales de que el bloqueo creativo ha llegado es
aquella sensación de haber compuesto la misma melodía muchas veces.
Nuestro estilo se convierte en repetitivo. Aunque curiosamente para algunos
esto no supone ningún problema. Para ciertos artistas llega a convertirse en
una especie de virtud profundizar una y otra vez en las mismas fórmulas.
Todos conocemos ejemplos de músicos que parecen grabar el mismo disco
una y otra vez.
Al final se trata de una cuestión de aspiraciones personales. Es cuando no
nos satisface a nosotros mismos cuando la repetición constante termina
siendo un gigante al que hay que hacer frente. Por regla general, a casi
ningún autor le gusta repetirse. Incluso aquellos que tienen una personalidad
muy marcada, quieren que su estilo evolucione, aunque sea dentro de unos
parámetros estrechos.
No poder escribir nada nuevo que merezca la pena no significa que estemos
condenados a sufrir la indiferencia de las musas de forma indefinida. Se trata
de un bache que podemos superar. ¿Qué podemos hacer para evitar caer en la
sequía? A continuación proponemos algunos consejos:
Escribe aunque no encuentres la inspiración. Quizá este sea el
consejo más importante. Cuando componemos sin el impulso creativo
de la inspiración asentamos una rutina. Curiosamente esto te ayudará a
estimular tu creatividad. Tómatelo como un entrenamiento. Sin
presiones pero con constancia. Uno no llega al Everest porque un buen
día se siente inspirado y se levanta con ganas de escalar una montaña.
Hay que entrenar duro para conseguirlo.
Fuerza la finalización. Termina esa canción aunque te parezca mala.
Seguramente habrás escuchado canciones de otros autores que
consideras mediocres. Muchas de esas canciones suenan en la radio, lo
que significa que hay gente ahí fuera que disfruta escuchándolas. Pues
bien: no pasa nada por terminar esa canción que no te convence del
todo. Por otro lado, en un momento de estancamiento creativo, es muy
normal que tu composición no te parezca demasiado notable. Si te
obligas a terminar un tema musical que consideras imperfecto,
conseguirás cerrar página y emprender otras composiciones.
Probablemente en un futuro cuando revises la canción sabrás diferenciar
los errores y los aciertos. En ese punto podrás reescribirla sintiéndote
orgulloso del trabajo realizado. La autocrítica es necesaria, pero a veces
es bueno revelarse contra el Gran Inquisidor.
Utiliza tus conocimientos teóricos. La teoría musical sirve entre otras
muchas cosas para hacer frente al bloqueo. Analiza la armonía de tus
ideas musicales y tus composiciones. ¿Por qué notas de la escala sueles
empezar tus melodías?¿Qué acordes utilizas en tus progresiones? ¿Qué
caminos armónicos tiendes a tomar?
Estudia música. Aprende otras escalas. Aprende otras tonalidades.
Arriésgate con nuevos acordes.
Vuelve a componer desde la inocencia. Paradójicamente la teoría
musical puede ser un arma de doble filo. Es bastante común que seamos
muy prolíficos cuando comenzamos a componer y no tenemos mucha
idea de lo que estamos haciendo. Conforme vamos perfeccionando
nuestra técnica y adquiriendo conocimientos nuestro nivel de autocrítica
se vuelve más exigente. Plantéate el ejercicio de no poner cortapisas al
niño creativo que todos llevamos dentro.
Tómate un respiro. Vete a dar un paseo, ve al cine, lee un libro. Sal a
tomarte unas cañas (pero no demasiadas). Haz lo que quiera que hagas
para desconectar. La idea es no pensar en la música por un momento.
Aunque no te obsesiones con ello. Como dice la sabiduría popular, si
nos obligamos a no pensar en un elefante blanco, terminamos pensando
en un elefante blanco.
Escucha música por el placer de escucharla. Intenta escuchar música
como si fueses un oyente, no solamente desde la perspectiva analítica
del músico.
Escucha música diferente a la habitual. Quizá sea una buena idea
abrir tu mente y probar con algún estilo musical que te sea totalmente
ajeno. Si todas tus canciones parecen sacadas de un recopilatorio de los
años ochenta, quizá sea buena idea probar a escuchar algo grabado en
otra década. Esto también es algo muy personal y subjetivo. Un músico
de trash metal con una mentalidad cerrada puede percibir el rock clásico
como algo totalmente ajeno y el tango argentino como música
extraterrestre. Otro músico de trash metal con una mentalidad abierta
puede percibir el rock clásico como algo cercano y el tango como un
estilo interesante. No te quepa la menor duda de que la actitud abierta es
siempre la correcta. Refresca tus ideas. Aventúrate a salir fuera de tu
zona de confort musical. Explora las tendencias musicales nuevas y
antiguas.
Improvisa por el placer de improvisar. La improvisación es una
herramienta útil tanto para componer música como para escribir letras de
canciones. En cuanto salta la chispa con una idea sugerente, es el
momento de comenzar a trabajar en su desarrollo. Esta idea puede que
se quede en nada, pero también puede ser el inicio de una nueva
canción.
Utiliza canciones de otros como punto de partida. Fíjate en las
estructuras de canciones que te gustan. Si quieres puedes analizar sus
acordes y escribir una melodía diferente a partir de ellos. También
puedes cambiar el ritmo, el orden de los acordes o usar relativos.
Tampoco se trata de copiar descaradamente. Aunque no sea una canción
definitiva, puede ser un punto de partida para algo mucho más grande.
Ponte en lugar de compositores que te gustan. Piensa en tus canciones
favoritas. ¿Cómo crees que se pudo originar la idea?
Aléjate de tu instrumento habitual. Así evitarás volver una y otra vez
a los patrones de siempre. También puedes probar a alejarte de cualquier
otro instrumento. Si decides dar el paso, intenta imaginar una melodía en
tu cabeza apoyándote sólo por tu voz.
Utiliza la composición conjunta. La tensión creativa es beneficiosa.
Componer con otros autores te da otra perspectiva. Muchas obras
maestras han sido escritas por varias personas. Varias cabezas pensantes
pueden llegar a lugares insospechados. A través de la composición
conjunta se llega a un mayor número de ideas. Podrás comprobar que el
trabajo es más productivo. También es más entretenido.
Experimenta de forma forzada. Ponte diferentes retos para componer
una canción de determinada manera. Por ejemplo, una canción que
comparta compases de 5/4 y 6/8,una canción que cambie de tonalidad, o
una canción con un determinado ritmo.
Piensa en tus propios acontecimientos vitales. ¿Qué te conmueve?
¿Qué te preocupa? ¿Qué te emociona? Si con tu propia experiencia vital
no te sirve, puedes mirar a tu alrededor. A veces las experiencias de
terceras personas pueden ser una fuente de nuevas ideas.
Anotar frases memorables que te llamen la atención. Puedes utilizar
cualquier fuente: conversaciones, películas, libros. Si es una película, no
hace falta que estés atento a la trama, ni siquiera hace falta que te guste
lo que estás viendo. Analiza después lo que has apuntado. ¿Hay una
conexión? ¿Hay una historia detrás que se pueda contar?
Desata el caos dentro de tu canción. Si tienes una canción finalizada
pero no te convence del todo, puedes probar a cambiar drásticamente
estructuras, tonalidades y ritmos. De hecho este es un ejercicio que
también puedes realizar con las canciones que sí te convencen. Quizá
logres resultados inesperados.
Utiliza bancos de ritmos. Aprender nuevos ritmos suele ser muy
inspirador. En las plataformas de streaming encontrarás ejemplos de
distintos ritmos y compases. A partir de estos ritmos puedes buscar
acordes y probar distintas melodías que encajen. También puedes
utilizar software especializado como Groove Agent o Addictive Drums.
Utiliza un sample. Si trabajas en home studio puedes hacer un loop con
un pequeño fragmento de alguna canción. Acto seguido añade líneas
melódicas, armonías y otros elementos. Finalmente borra el loop de
inicio. Una vez más, se trata de un punto de partida para inspirarte.
Imagina que estás componiendo para otra persona. Escribe una
canción como si estuvieras componiendo para un artista que te guste. No
se puede sustentar una carrera musical en la imitación, es cierto. Pero es
una buena técnica para abrir tu mente a nuevas posibilidades.
Utiliza la fantasía como visualización creativa. Imagina que llegas a
un concierto y comienza a tocar un grupo. ¿Qué canción están tocando?
Si quieres puedes optar por la vía romántica. Visualízate a ti mismo en
un lugar paradisiaco. Imagina que de pronto comienza a sonar una
música. ¿Cómo es esa música?
Graba tus ideas para no olvidarlas. Cuando estés inmerso en plena
ebullición creativa, es muy posible que tus ideas se olviden si no las
registras en ningún soporte. Puedes anotarlo en un papel o grabarlas.
Como ya sabemos, nunca se sabe cuándo puede surgir la inspiración.
Ten siempre a mano una grabadora, un móvil o un bolígrafo para
plasmar aquello que se te pasa por la cabeza.
No tengas miedo a desechar ideas. Una vez tengas varias ideas sobre la
mesa, tal vez te des cuenta mientras trabajas en ellas de que te cuesta
desarrollarlas. No todas las ideas acaban en buen puerto. Los anzuelos
creativos pueden no tener la suficiente fuerza para que el fuego creativo
prenda. No desesperes. Es muy común acabar desechando un alto
porcentaje de las ideas que se te ocurren. Esto no significa que tengas
que tirarlas a la basura. Probablemente no ha llegado el momento de
abordarlas. Puede que algún día, en otras circunstancias, las vuelvas a
escuchar y nazcan de ellas algo interesante.
No tengas miedo a reescribir ni a utilizar fragmentos que ya has
compuesto. Las reescrituras son el pan nuestro de cada día. Sirven para
terminar canciones que dejaste inacabadas. Además, también sirven para
dar una vuelta de tuerca a otras canciones que sí acabaste. Los gustos
musicales cambian, tú también cambias. El tiempo te permite un nuevo
enfoque. Nadie te prohíbe reescribir un tema que en su momento te
pareció completo. Arreglar, reestructurar, reescribir y revisar una
canción es imprescindible. Cuando tenemos una canción finalizada es
importante adquirir una perspectiva global. A veces para lograrlo
tenemos que dejar reposar la obra. Hacer sacrificios y coger la tijera.
Algunos lo llaman autoplagio, pero el hecho que un compositor trabaje
sobre una misma idea varias veces antes de llegar al camino correcto es
lo más normal del mundo.
Utiliza tus propias limitaciones a tu favor. A veces nuestras carencias
son nuestras aliadas para conseguir una personalidad propia.
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Créditos
© 2017, David Andrés Little Martín
© 2017, Redbook Ediciones, s. l., Barcelona.
Diseño de cubierta: Regina Richling
Diseño interior: Amanda Martínez
ISBN: 978-84-9917-508-9
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