Los desafíos del 2012

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Los desafíos del 2012
El nuevo año reta a los dominicanos a mejorar la calidad de la democracia, a
evitar el desguañangue de la economía e imponer el imperio de la ley para
enfrentar la corrupción y la descomposición social
Por Juan Bolívar Díaz
El año que comienza comporta grandes desafíos para la sociedad dominicana el
primero de los cuales será mejorar la calidad de la democracia con un proceso electoral
que culmine en una elección presidencial que deje al país en condiciones de emprender
la pregonada estrategia nacional de desarrollo integral y sostenible.
Las fuerzas sociales organizadas deberían comenzar por abandonar el
pesimismo y acopiar todas sus energías para presionar al sistema partidista por las
reformas políticas pendientes así como para evitar que la campaña electoral conlleve el
temido desguañangue de la economía nacional.
Fuertes incertidumbres
El 2012 ha arrancado con fuertes incertidumbres para la sociedad dominicana,
tanto en el orden económico, como en lo político y social, con el agravante de que se
respira un pesimismo que inmoviliza y resigna a muchos que se sienten apabullados por
un sistema político que cada vez impone más sus propias reglas en detrimento de la
institucionalidad democrática.
En los balances de fin de año tanto de economistas como analistas políticos y
sociales lo que predominó fue un acendrado pesimismo sobre las perspectivas
económicas de la nación en un escenario internacional cada vez más desfavorable, y el
convencimiento general de que es muy difícil impedir el abuso de los recursos del
Estado en la intensa campaña electoral que ya agota medio año.
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El temor al desguañangue de la economía ha estado presente en los análisis de
los economistas y en las expectativas de los dirigentes empresariales, lo que ha sido
abonado por el virtual abandono del acuerdo del gobierno con el Fondo Monetario
Internacional y el incremento del déficit fiscal en el último cuatrimestre del año recién
concluido, que los opositores cuantifican hasta en 61 mil millones de pesos.
El anuncio presidencial de que dispondrá de 40 mil millones de pesos como
inversión para garantizar el triunfo de su partido en los comicios del 20 de mayo parece
haber operado como un anestésico, pues aunque más allá de sus partidarios nadie lo
aprueba, parece cundir el sentimiento de que es un costo inevitable para la débil
institucionalidad democrática nacional.
En su artículo del miércoles 4 en HOY el acreditado economista Bernardo Vega
dio por hecho que el 2012 será “un año bipolar”, con desguañangue esquizofrénico en
su primera mitad y depresión en la segunda. Hace semanas que otros reputados
economistas como Carlos Despradel, Carlos Asilis, Fernando Alvarez Bogaert,
Apolinar Veloz y Nelson Suárez vienen expresando temores de que el desbordamiento
del gasto gubernamental en la campaña electoral desestabilice la economía nacional.
El difícil tercer período
También es generalizada la convicción de que la competencia electoral será
salvaje en la medida en que las encuestas de más credibilidad sigan señalando las
dificultades para un tercer período consecutivo de gobierno del partido en el poder, dada
la cultura política dominicana de que “el poder no se cede”, históricamente
predominante sobre los principios democráticos.
Son pocos los partidos latinoamericanos que han logrado ganar tres elecciones
consecutivas bajo formalidades democráticas, por la enorme deuda social acumulada y
el desgaste de los políticos en el gobierno, especialmente cuando acumulan altos índices
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de corrupción. Lo logró el Partido de los Trabajadores Brasileños bajo el liderazgo de
Lula da Silva, quien concluyó su segundo período con aprobación del 80 por ciento, y el
presidente Chávez en Venezuela. El récord lo acumuló el Partido Revolucionario
Institucional que gobernó a México durante 72 años, en lo que Mario Vargas Llosa
acuñó como “dictadura perfecta”.
El desgaste del gobierno del presidente Leonel Fernández ha reducido su
aprobación a la tercera parte del electorado, de acuerdo a encuestas nacionales e
internacionales, lo que explica en parte la resurrección política del expresidente Hipólito
Mejía, quien fuera derrotado en su intento reeleccionista de hace 8 años.
El abuso de los recursos del Estado que muchos temen se fundamenta en las
experiencias históricas dominicanas, especialmente la del 2008, cuando en busca de su
reelección el presidente Fernández emprendió un festival de gastos, repartos y
subsidios que generó un déficit fiscal superior a 50 mil millones de pesos en los
primeros cinco meses del año, hasta la votación.
Aunque esta vez no hay reelección de por medio, el mandatario ya ha dado
muestras de que tomará como personal la campaña electoral, con el agravante de que
esta vez se realizan dos campañas en una, la de mayo próximo y la que el mandatario
realiza para quedar en buena posición con miras a un retorno en el 2016.
Reformas pendientes
Con el nuevo año la campaña electoral adquiere nuevo vigor, sin que el sistema
partidista ni el poder legislativo se manifiesten en disposición de abordar la urgente
actualización de la legislación electoral a fin de adecuarla al marco constitucional
instituido hace casi dos años, mucho menos a aprobar una ley de partidos políticos que
lleva más de 12 años en la carpeta de los consensos políticos y sociales.
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Ni siquiera los que están en la oposición, a quienes más convendría en lo
inmediato la regulación electoral, parecen suficientemente preocupados porque la
nación se aboque a una reforma política llamada a mejorar la calidad de la aún
adolescente democracia dominicana, señalada entre las menos reglamentadas del
continente.
El último proyecto de Ley de Partidos y Agrupaciones Políticas fue presentado
al Congreso en junio pasado por la Junta Central Electoral (JCE), la que en diciembre
sometió también el Proyecto de Ley Orgánica del Régimen Electoral, en ambos casos
tras múltiples consultas, y el último elaborado por una misión técnica de la
Organización de Estados Americanos que se cuenta entre las instituciones que en la
última década han venido demandando una mayor regulación política.
Aunque con más tiempo en el debate y en manos de los legisladores, el proyecto
de ley de partidos no tiene la urgencia de la Ley Orgánica del Régimen Electoral, nya
que éste es indispensable para legitimar y regular la acción de la JCE y de las juntas
electorales municipales tras la separación de las funciones administrativas y normativas
de las contenciosas en el sistema electoral, instituida en la Constitución del 2010.
El proyecto elaborado por la OEA contiene las circunscripciones
imprescindibles para la elección de los siete diputados en representación de los
residentes en el exterior, instituidos en el artículo 81 de la nueva Constitución, además
de una amplia regulación de la campaña electoral y su financiamiento, así como para la
transparencia del sistema de partidos que ha venido reclamando la sociedad dominicana.
Una coalición social
En los ámbitos del liderazgo social dominicano hay quienes postulan la
necesidad de restablecer la Coalición por la Transparencia y la Institucionalidad que
contribuyó a mantener el proceso democrático cuando el infortunado intento de
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reelección del presidente Hipólito Mejía en el 2004. Esa concertación integró a más de
un centenar de organizaciones de los más diversos sectores sociales, desde las
empresariales, sindicales y religiosas hasta las comunitarias, además de las vinculadas a
las reformas político-sociales.
Hasta en sectores conservadores gana terreno la idea de orquestar una gran
presión social sobre el sistema partidista para contener los desbordamientos de la
campaña electoral, especialmente la desestabilización económica con un marco
internacional de desaceleración cuando no recesión.
Nadie cree que el sistema se apreste a aprobar las reformas electorales
pendientes, a no ser que la cuestión sea agenda fundamental de la sociedad civil
organizada. Al menos para la Ley Orgánica del Régimen electoral se requiere un
consenso partidista, ya que implica dos tercios de los votos de los legisladores. Ese
concierto debería comenzar por un acuerdo en torno a la dirección del sistema de
cómputos electorales, en lo que está empeñado monseñor Agripino Núñez.
El concierto político social también tendría incidencia en contener el
clientelismo y el transfuguismo desenfrenados como el que ya se configura en loa
campaña electoral, para culminar en una elección que deje un marco adecuado a un
nuevo gobierno que debería emprender reformas fundamentales para garantizar la
sostenibilidad económica y social de la nación, como se contempla en el proyecto de
Estrategia Nacional de Desarrollo.
Para muchos parece utópico, pero esa concertación sería fundamental para dar
un impulso al restablecimiento del imperio de la ley, con mayor transparencia de la
gestión pública, para reducir la corrupción, el narcotráfico y la delincuencia y garantizar
la seguridad ciudadana. Lo proclamó recientemente un alto empresario: los cambios que
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requiere el país no pueden dejarse sólo en manos de los políticos o seguiremos
maldiciendo la oscuridad con escasez de energía.-
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