Subido por KILMER MANUEL VASQUEZ CHICOMA

ED1 PSICOTERAPIA

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FACULTAD DE CIENCIAS DE LA SALUD
ESCUELA PROFESIONAL DE PSICOLOGÍA
LIBRO: INFANCIA PSICOTERAPIA
GESTÁLTICA – LILIANA BEVILACQUA
AUTORES
Castillo Morales Andrea Kimberly
Cordova Puertas Celeste
Ramírez Reaño Emily
Seclen Limo Diego Miguel
Vasque Chicoma Kilmer Manuel
Ygnacio Rodas Nikool Maryory
DOCENTE
MG. BLADIMIR RODRIGUEZ
CURSO
PSICOTERAPIA I
CICLO
VII
SECCIÓN
“A”
PIMENTEL,2024
INFANCIA PSICOTERAPIA GESTÁLTICA
CAPITULO 1
LA AUTOESTIMA
El capítulo aborda la preocupación frecuente de los padres sobre la baja autoestima
en sus hijos, un aspecto crucial en el desarrollo infantil. La autoestima, definida
como la valoración que una persona tiene de sí misma, puede verse afectada
cuando los niños no se sienten apreciados por sus compañeros, especialmente si
no reciben atención o no tienen amigos. Existe la percepción común de que los
niños retraídos tienen menos autoestima que los extrovertidos, agresivos o
hiperactivos. Según Nana, la autoestima varía según los ideales del niño y los
parámetros que los padres utilizan para evaluar su desarrollo.
Los niños retraídos, que no se muestran, no participan y tienen pocos amigos, a
menudo reflejan el concepto de "niño ideal" que sus padres poseen y cómo estos
han intervenido en su crianza. A veces, los padres no permiten que el niño actúe
por sí mismo en un entorno social, resolviendo rápidamente las situaciones en lugar
de dejar que el niño observe, investigue y luego actúe. Esto puede interferir en el
desarrollo de su función de contacto social, provocando una interacción pobre o nula
con otros niños. Cuando los padres insisten en que su hijo se relacione, pensando
que puede superar la dificultad a la fuerza, generalmente, el niño se retrae más y
adopta una conducta evitativa. Los adultos perfeccionistas que corrigen todos los
detalles, sin considerar las características individuales del niño, pueden hacer que
el niño internalice rígidamente las expectativas del ambiente, sintiéndose inseguro
y con temor a actuar, prefiriendo refugiarse en su interior y no participar con los
demás.
Por otro lado, algunos niños manifiestan su baja autoestima a través de
comportamientos hiperactivos, impulsivos, agresivos o transgresores. Estos niños
tampoco se sienten apreciados ni aceptados, y su nivel de energía o perturbación
ante las dificultades los lleva a enfrentarse con los demás, peleando o
transgrediendo. Al no sentirse valorados ni queridos, y al no tener perspectivas de
serlo, estos niños se sienten indiferentes hacia todo, considerándose indignos y no
esperando nada del entorno. Esto los lleva a comportamientos riesgosos, como
cruzar la calle sin mirar o tirarse de lugares altos, y a no valorar su propia vida.
Para trabajar con estos niños, es vital encontrar algo que despierte su interés.
Aunque los padres a veces desvalorizan este interés, es importante apoyar al niño
en lo que le motiva, ya que esto puede abrir una puerta para que el niño experimente
logros y desarrolle estrategias para superar obstáculos. El trabajo conjunto con la
familia es indispensable para no interferir negativamente en el proceso del niño y
para acompañar su desarrollo. A través de este enfoque, el niño puede comenzar a
llevar adelante actividades por voluntad propia, abriendo así una puerta para
experimentar sus logros y enfrentarse a los límites, con el apoyo de la familia para
superar estos desafíos.
Un ejemplo claro es el caso de un niño, denominado como R., que presentaba
síntomas de inestabilidad, déficit de atención, dispersión, bajo rendimiento escolar
y falta de amigos. Inicialmente, R. afirmaba ser superior a los demás, pero en
realidad estaba lidiando con el duelo por la pérdida de su familia. A través de la
psicoterapia de grupo y un incidente que lo llevó a expresar su dolor, R. comenzó a
comunicarse de manera más sana y a interesarse en las actividades del grupo. Esto
demostró que aquellos que alardean de sus cualidades pueden tener baja
autoestima y que abordar su dolor y soledad puede llevar a una mejor
autoafirmación y relaciones más saludables.
La autoestima en los niños es un tema de mucha complejidad. La psicoterapia de
grupo, aunque caótica y difícil, permite un trabajo más intenso y significativo que la
terapia individual. La intervención adecuada, que respete los intereses del niño y
cuente con el apoyo de la familia, es crucial para ayudar a los niños a desarrollar
una autoestima saludable y a integrarse positivamente en su entorno social.
CAPITULO 2
ALTERACIONES DEL COMPORTAMIENTO
En ocasiones, los cambios en el comportamiento de los niños no son
necesariamente indicativos de problemas médicos, sino más bien de períodos
transitorios de disfunción. Para los padres, estas alteraciones pueden parecer
repentinas y desconcertantes, y a menudo tratan de atribuirles causas específicas,
como el nacimiento de un hermano o el fallecimiento de un familiar, buscando así
una explicación reconfortante. Sin embargo, los niños a menudo no reconocen que
algo les está afectando a menos que experimenten un fuerte sentimiento de
angustia, y en ocasiones ni siquiera son conscientes de ello.
La autora desde su experiencia, inicialmente solía entrevistar a los padres según lo
aprendido en sus años de formación. Sin embargo, con el tiempo ella se dio cuenta
de que algunas de sus preguntas carecían de relevancia. Desde su enfoque actual,
durante la primera cita con los padres, ella comenta que le interesa comprender cuál
es el problema que perciben en su hijo, desde cuándo observan estos cambios, qué
creen que está sucediendo y si hay algún patrón o desencadenante que les haya
llamado la atención.
Ella se interesó en profundizar en la dinámica familiar, tanto en el presente como en
su historia, centrándose en las vivencias particulares de cada miembro,
especialmente del hijo en cuestión. Durante este proceso, se busca comprender las
dificultades enfrentadas por la familia, la personalidad del niño y otros aspectos
relevantes que surgen a medida que se establece una relación más cercana.
Es esencial también considerar las ideas y valores de los padres, así como su forma
de organizar la vida diaria y sus creencias sobre la crianza de los hijos. A menudo,
estas creencias subyacentes se revelan durante las conversaciones, como cuando
expresan opiniones como "un colegio exigente prepara mejor para la vida" o "la
responsabilidad del cuidado de los niños es exclusiva de la madre”. Ahí se observa
de cerca si los padres proyectan sus propias emociones o miedos en sus hijos,
como la impotencia o el temor al sufrimiento. En algunos casos, hay padres que se
quejan de la agresividad de su hijo mientras ellos mismos recurren a la violencia,
sin reconocer su propio comportamiento agresivo.
Un factor crucial a considerar es la organización familiar, especialmente en un
contexto donde ambos padres suelen trabajar y las abuelas también pueden estar
empleadas. En esta situación, la falta de comunicación y coordinación entre los
padres puede llevar a un ambiente caótico en el cuidado de los niños, generando
estrés y angustia en los niños.
Los síntomas de este desorden familiar pueden manifestarse en formas como el
temor al abandono o la sensación de soledad, reflejándose en la conducta o en el
cuerpo del niño.
En la entrevista se resalta la sobrecarga que enfrenta una familia, con padres
ocupados y niños con agendas repletas de actividades. Los niños pasan la mayor
parte del día fuera de casa, ya sea en actividades después de la escuela o en
colegios de doble jornada, sumando hasta diez horas diarias entre clases y deberes,
e incluso asistiendo a clases adicionales de inglés. Los padres consideran
fundamental que los niños participen en actividades físicas dirigidas por
profesionales, como patinaje, fútbol, tenis o natación. Incluso los cumpleaños de los
niños son organizados por adultos.
Sin embargo, preocupa la falta de tiempo libre para que los niños jueguen de
manera espontánea con sus amigos. Se destaca la importancia del juego en el
desarrollo de la personalidad, donde los niños pueden ser ellos mismos, aprender y
explorar. Se plantea que esta falta de tiempo para el juego libre puede contribuir a
la dificultad que los niños tienen para relacionarse entre ellos, generando una nueva
problemática infantil caracterizada por la dificultad en la interacción social y la
desvalorización del juego como una actividad significativa.
Las redes sociales, como Facebook, son utilizadas por los niños para comunicarse,
pero esta forma de interacción carece de la espontaneidad y la responsabilidad del
contacto cara a cara. En internet, se puede editar y proyectar una personalidad
virtual, lo que puede llevar a malentendidos y conflictos. La falta de experiencia en
relaciones reales puede hacer que los niños sean más retraídos e inseguros. En las
grandes ciudades, enfrentan peligros como el tráfico y la delincuencia, lo que agrava
esta situación.
Los padres buscan alternativas para proteger a sus hijos en un entorno urbano
peligroso, optando por actividades supervisadas en lugares seguros. Aunque
algunos niños se benefician de la seguridad de barrios cerrados, esta opción es
inaccesible para la mayoría. Una solución es organizar reuniones de juego en casa
los fines de semana, promoviendo la interacción social y la autoestima de los niños.
La autoestima se construye a través de los logros personales y la aprobación de los
amigos, no solo de los elogios de los padres. Los niños desafían activamente su
entorno a través del juego, buscando constantemente superarse. La
sobreprotección puede inhibir su desarrollo y su capacidad para enfrentar desafíos.
Los juegos que implican riesgo y peligro suelen ser los más atractivos para los niños,
ya que ofrecen oportunidades para superar obstáculos y crecer.
El desarrollo integral de un individuo se forma a través de las interacciones con su
entorno y otras personas, desafiando la noción de que nacemos como "tabula rasa"
que debe ser llenada. A menudo, los adultos tienen expectativas rígidas sobre cómo
deben ser los niños y pueden presionarlos para que se ajusten a esas expectativas,
lo que puede interferir con su desarrollo natural. Es esencial que los padres
aprendan a valorar a sus hijos por quienes son, en lugar de intentar moldearlos
según sus propias visiones.
La autora nos describe el caso de un niño de diez años, destacado en el colegio,
pero con problemas de encopresis. Aunque él no estaba muy preocupado por su
situación, sus padres y familiares sí lo estaban, especialmente su madre, quien
estaba cansada de lidiar con la higiene de su ropa. La historia ilustra el concepto de
"escotoma", una forma de resistencia sensorial que evita percibir ciertas situaciones.
Ella utiliza diversas técnicas para abordar el problema del niño, incluyendo dibujar
el sistema digestivo y representar el papel del intestino. A través de estas
actividades, el niño comienza a comprender mejor su cuerpo y su función biológica,
lo que aumenta su interés por aprender más sobre el tema.
Durante las sesiones, el niño reflexiona sobre la naturaleza del aprendizaje y la
independencia, llegando a la conclusión de que él mismo tiene la capacidad de
desempeñar su función intestinal sin necesidad de supervisión externa. Sin
embargo, surge la preocupación de que el niño depende demasiado de la
aprobación externa y tiene miedo al fracaso.
Entonces se identifica que este problema es más complejo y requiere trabajar tanto
con el niño como con su familia para fomentar su independencia y autoconfianza.
CAPÍTULO 03
DUELO
Existe una duda por parte de los padres de si llevar o no su niño al velorio de un ser
querido. En primer lugar, el pequeño tiene total derecho de participar en eventos
importantes familiares, evitemos la idea de aislarlos y ocultarles este tipo de
situaciones fuertes, pues puede sentir que es dejado de lado. Es necesario que el
infante tenga conocimiento del significado de la muerte, es por ello que la pérdida
de una mascota es la opción más oportuna para experimentarla. Evitemos ocultar
dicha perdida con escenarios falsos del tipo “se escapó”, pues el infante se quedará
a la espera de que este regrese, quedando así intrigado. Lamentablemente es
inevitable el sufrimiento del pequeño ante estas situaciones, sin embargo, con la
presencia de los padres y las palabras adecuadas, irá aprendiendo y aceptando
esta etapa de la vida.
En la vida ocurre un sinfín de acontecimientos que vuelven inevitable el sufrimiento,
sin embargo, este es un buen maestro, el cual, sin su presencia, se llegaría al mismo
resultado, pues recordemos que el placer es espontaneo, ya que, si fuese
constante, tampoco traería el mismo resultado. Es por ello que ambos términos no
deben ser considerados opuestos. La misión de los padres sería que lo niños
aprendiesen de la vida tal cual se presenta, sin mentiras y siendo totalmente
transparentes. Recordemos que durante los 03 a 05 años el infante no comprende
el término “nunca”, por lo que tratará constantemente de resolver su duda a través
de preguntas, las cuales desaparecerán con el tiempo. Así mismo, entre los 05 a 06
años tendrán un mejor conocimiento sobre la idea “unión familia”, lo cual provocará
en ellos que tengan más presente el término “muerte”.
Otra duda que se tiene es sobre a partir de qué edad se puede llevar a un niño a un
velorio, y la respuesta es siempre, debido a que estos al crecer desarrollarán la
identidad familiar, para lo cual querrán saber su rol ante este tipo de situaciones,
siendo mejor para ellos saber que, aunque estaba pequeños y sin consciencia,
estaban presentes en el evento familiar, a no estarlos, pues como se mencionó
anteriormente, se sentirán apartados e irrelevantes para la familia. Así que, siempre
debemos tenerlos presentes ante estas situaciones fortalecerá más el lazo familiar.
Durante la adolescencia ellos buscarán diferenciarse de la familia, pero tanto en la
niñez, como en la pubertad pasa lo contrario, necesitan sentir que pertenecen a
esta, ya que lo consideran importante, siendo así la muerte de total interés para sus
vidas. Es por ello que gracias al ritual del velorio ellos comprenderán la relevancia
y el respeto que se le debe tener a la muerte.
Es común que los niños relacionen la muerte con fantasmas o entidades que
albergan en su mente, es por ello que en caso exista una intranquilidad por parte
del infante, se recomienda la técnica de la silla vacía, en donde se despedirá y
aceptará que ya no podrá verlo nunca más, logrando así la calma. Así mismo, en
caso continúe una disconformidad se puede aplicar una técnica de polaridad para
profundizar más. Sin embargo, ante duelos recientes y en donde el niño se vea muy
afectado, es recomendable trabajar con los padres, los cuales tendrán un rol
fundamental para la mejoría del niño, pues este no estará totalmente dispuesto a
colaborar. Por lo cual, trabajar la comunicación familiar traerá una adecuada
comprensión. Al niño se le puede asesorar ante situaciones de angustia, para
posteriormente reenviarlo al núcleo familiar, con la condición de exclusivamente de
ayudarle cuando él lo necesite y no por compromiso u obligación.
Cambiando de contexto, en caso de que un niño dice hablar con los muertos, ya
sea desconocidos o familiares fallecidos. Primero se entrevista a la familia y se les
propone tomar test al niño para entender su personalidad y la dinámica familiar. El
asunto no es si realmente se puedo o no hablar con personas muertas, sino lo que
el niño quiere hacer con esta experiencia y si desea continuar con ella, evaluando
también la posibilidad de una psicosis. Después de los estudios, se comienza el
trabajo psicoterapéutico, explicándole al niño que el fantasma no es más poderoso
que las almas vivas y proponiendo un diálogo con el alma. Generalmente, esto
disminuye el temor y el niño le pedirá al fantasma o entidad que no vuelva. Se
recomienda a los padres que no estimulen en sus hijos la posibilidad de hablar con
los muertos, ya que estos viven entre la fantasía y la realidad y no están preparados
para enfrentar situaciones confusas. Es por ello que, si van a desarrollar este don,
lo hagan más adelante, después de la adolescencia.
Ahora en otro contexto más fuerte, si se trata de abordar una situación más
traumática, como el caso de infante que enfrentan múltiples fallecimientos en la
familia, tales como sus padres, debido a accidentes o catástrofes. En estos casos,
se debe trabajar con los demás familiares (tíos, abuelos, etc.), permitiéndoles
manifestar su dolor y temores, y ayudándoles a organizarse y decidir quién cuidará
al niño. Los tutores designados deben informar al niño sobre las muertes y la nueva
organización familiar, ya que el niño necesita saber cómo será su futuro para aliviar
su angustia.
En casos de operaciones, especialmente amputaciones, debemos insistir en la
importancia de informar al niño con anticipación. Como se mencionó anteriormente,
la comunicación clara y sincera con el niño es esencial para su confianza y
recuperación, pues ante este tipo de situaciones de estrés y de miedo para el niño,
se mejorará el estado de ánimo y prevendrá complicaciones posteriores. Debemos
tener en cuenta que en todo momento la información debe ser clara y adaptada a la
edad del niño, comenzando con explicaciones sobre el órgano afectado y su
función. La verdad debe ser comunicada con calma y empatía para evitar que el
niño se sienta solo y angustiado. La coordinación del equipo médico y la
participación activa en la comunicación son cruciales para enfrentar la enfermedad
y apoyar la recuperación del niño.
CAPÍTULO 04
TERAPIA CON NIÑOS
La terapia con niños empieza con una entrevista inicial con los padres para entender
sus preocupaciones y conocer las características de la familia, pues durante este
proceso establece una relación de compromiso mutuo con el problema del niño.
Durante la entrevista, se observan desacuerdos no expresados claramente, ya sea
por temor a ofender o debido a una acumulación de conflictos que generan mucho
enojo. Si es necesario trabajar un problema específico con uno de los padres, se
organiza una sesión por separado.
Si los padres están separados, se prefieren entrevistas individuales, ya que ambos
tienen vínculos independientes con sus hijos. A menudo, los padres no han resuelto
sus propios conflictos y usan la sesión para pelearse, perpetuando la disputa a
través del niño. Esto impide que expresen sus preocupaciones sobre el niño por
temor a la descalificación del otro. Cada miembro de la pareja separada puede no
considerar buen padre o madre al otro, aunque esto no es una regla y, si pueden
trabajar juntos, es mucho mejor.
Si los desacuerdos entre ellos afectan al niño, se les cita juntos para arbitrar un
acuerdo. Otros miembros de la familia con influencia también pueden ser llamados.
Una vez con una visión completa del problema, se destinan dos sesiones para
trabajar con el niño, vinculándose a través del juego y algunos test para observar
síntomas psicopatológicos. Es esencial conocer el motivo de consulta del niño y
compararlo con el de los padres.
Se indaga sobre su vida escolar, amistades, actividades, rendimiento y relaciones
familiares. La complejidad del diálogo aumenta con la edad del niño. Generalmente,
se trabaja con niños a partir de cuatro años, capaces de quedarse solos. Antes de
esta edad, se trabaja principalmente con los padres para resolver el problema. Es
fundamental no forzar al niño si no desea entrar solo al consultorio. Si es muy tímido,
puede entrar con su madre. Se observan las interacciones sin intervenir. Se
recuerda el caso de un niño de seis años con temor a todo, quien manipulaba a su
madre para evitar enfrentar sus miedos. La terapia se centró en usar su fuerza para
autoafirmarse en lugar de manipular.
Es crucial diferenciar entre límites de contacto y reglas culturales de convivencia,
enseñadas por los padres. Una vez establecida la relación, se exploran las razones
del niño para asistir a terapia y sus expectativas sobre el psicólogo. A través del
juego, se facilita la expresión de sus preocupaciones. La terapia no debe ser
prolongada; si los padres comprenden y ayudan, los síntomas del niño
desaparecerán. La frecuencia de las sesiones varía según el caso, buscando que
el niño vuelva a su vida cotidiana con la capacidad de crecer y desarrollarse
independientemente. El niño debe entender que la terapia es una ayuda específica
y no un castigo. La terapia debe ser breve y focalizada, permitiendo al niño asumir
responsabilidad por su desarrollo. Si los síntomas persisten, se reevalúa, pero la
mayoría encuentra soluciones por sí mismos en pocas sesiones. Los adultos buscan
autoconocimiento, pero los niños desean vivir y jugar, resolviendo problemas
puntuales.
Los terapeutas deben evitar que los niños se sientan imperfectos y vean la terapia
como una corrección. Es importante dejar claro que son niños normales con
dificultades específicas. La mayoría mejora por sí misma, con apoyo familiar y la
oportunidad de explorar y resolver sus problemas. Las enfermedades infantiles a
veces reflejan alteraciones en la relación con el entorno. La colaboración familiar es
esencial, y la participación de todos los miembros facilita la mejora del niño. La
terapia con niños debe considerar su desarrollo natural y evitar la dependencia
excesiva. Los padres a veces sobreprotegen y dificultan la independencia del niño.
Es por ello que es fundamental equilibrar la supervisión con la oportunidad de que
el niño desarrolle sus propios recursos y autonomía, promoviendo un crecimiento
saludable y equilibrado.
CAPITULO 5
PSICOSIS INFANTIL
Se basa en la experiencia de la autora en un programa de asistencia para niños con
patología psicótica e intentos de suicidio en el Hospital de Niños de la Santísima
Trinidad en Córdoba. Este programa comenzó en 1999 y rápidamente aumentó de
dos a cuarenta y cuatro internaciones anuales en tres años. Se trabajó
conjuntamente con la médica psiquiatra Graciela Martín, realizando entrevistas y
diagnósticos a los niños y sus padres. La autora se encargaba de la psicoterapia y
la doctora Martín de la medicación, colaborando ambas en todas las decisiones.
Se señala las dificultades de los padres, que a menudo mostraban una fachada de
normalidad. A menudo, las madres eran las que asistían a las consultas, mientras
que los padres no participaban. La escuela de Palo Alto aportó estudios valiosos
sobre las disfunciones en las familias con hijos psicóticos.
Un caso destacado es el de un niño de doce años, inicialmente diagnosticado con
hiperactividad por su madre, pero que presentaba síntomas de esquizofrenia. La
madre era reticente a continuar el tratamiento en otro hospital y, tras un incidente
en el hospital, el director pidió que lo atendieran. El niño sufría alucinaciones
auditivas terroríficas y necesitaba medicación urgente. Sin embargo, la madre
mostraba desinterés en el tratamiento, lo que complicó el proceso.
Se implementó un programa con la intervención de un juez de menores para
asegurar la continuidad del tratamiento, a pesar de las constantes denuncias de la
madre. El niño mostraba mejoras significativas, pero la relación con la madre seguía
siendo conflictiva. La autora relata otros casos similares, destacando la
incoherencia y contradicciones de los padres, que a menudo boicoteaban el
progreso de sus hijos.
El enfoque terapéutico incluía técnicas gestálticas adaptadas para niños, como el
trabajo de sueños y polaridades. A través del juego y la dramatización, la autora
trabajaba con los niños para ayudarles a integrar sus experiencias y mejorar su
contacto social. La intervención temprana y la psicoterapia adecuada permitían a
muchos niños revertir sus síntomas y desarrollar una mejor calidad de vida.
Hay que resaltar la importancia de una intervención temprana, la colaboración
interdisciplinaria y el apoyo judicial para tratar a niños con patologías psicóticas. A
pesar de las dificultades con los padres, el trabajo terapéutico puede llevar a
mejoras significativas en los pacientes jóvenes.
CAPITULO 6
CASO CLÍNICO
En el caso clínico presentado, se describe a un niño de seis años con psicosis
maníaco-depresiva, cuyos síntomas incluyen agresividad, problemas de
aprendizaje y conductas disruptivas. El niño muestra una fuerte conexión con su
madre, pero es agresivo hacia su En el caso clínico presentado, se describe a un
niño de seis años con psicosis maníaco-depresiva, cuyos síntomas incluyen
agresividad, problemas de aprendizaje y conductas disruptivas. El niño muestra una
fuerte conexión con su madre, pero es agresivo hacia su hermana menor. El padre
está ausente y muestra preferencia por la hermana.
Las evaluaciones psicológicas revelan signos de agresividad, aislamiento y
confabulación en el niño. Se emplea la terapia centrada en los sueños como
tratamiento, donde el niño representa ser un rayo que destruye todo, y la madre
establece límites. Este enfoque terapéutico ayuda al niño a confrontar y comprender
sus emociones y temores.
El tratamiento muestra resultados positivos, ya que el niño logra darse cuenta de su
voracidad y necesidad omnipotente, aprendiendo a acercarse a la vida de manera
menos destructiva. En conclusión, el caso ilustra la importancia de abordar las
dificultades emocionales y conductuales en los niños mediante terapias que les
ayuden a comprender y gestionar sus emociones.Las evaluaciones psicológicas
revelan signos de agresividad, aislamiento y confabulación en el niño. Se emplea la
terapia centrada en los sueños como tratamiento, donde el niño representa ser un
rayo que destruye todo, y la madre establece límites. Este enfoque terapéutico
ayuda al niño a confrontar y comprender sus emociones y temores.
El tratamiento muestra resultados positivos, ya que el niño logra darse cuenta de su
voracidad y necesidad omnipotente, aprendiendo a acercarse a la vida de manera
menos destructiva. En conclusión, el caso ilustra la importancia de abordar las
dificultades emocionales y conductuales en los niños mediante terapias que les
ayuden a comprender y gestionar sus emociones.
CAPITULO 7
ABUSO SEXUAL
Se define el abuso sexual infantil como cualquier actividad sexual con un menor,
realizada por un adulto o un adolescente, que viola la confianza y la seguridad del
niño. La autora describe el profundo impacto que el abuso sexual tiene en la vida
de un niño, afectando su desarrollo emocional, psicológico y social. Se identifican
diversos síntomas y señales que pueden indicar que un niño ha sido víctima de
abuso sexual, tales como cambios abruptos en el comportamiento, problemas
escolares, regresiones en el desarrollo, y síntomas físicos inexplicables , se destaca
la importancia de estar atentos a estos indicadores y de proporcionar un entorno
seguro donde el niño pueda expresar lo que ha vivido.
El enfoque gestáltico se centra en la experiencia presente del niño, ayudándolo a
procesar y a integrar sus emociones y recuerdos traumáticos. Bevilacqua enfatiza
la necesidad de trabajar con el niño de manera respetuosa y empática, creando un
espacio terapéutico seguro donde el niño pueda explorar y expresar sus
sentimientos. Se describen diversas técnicas gestálticas que pueden ser útiles en
el tratamiento del abuso sexual infantil, como el trabajo con el cuerpo, el uso de
juegos y actividades creativas, y la terapia de juego. Se sugiere técnicas que
permiten al niño recuperar el control sobre su cuerpo y su vida, fortaleciendo su
autoestima y su capacidad de autorregulación.
Se subraya la importancia de involucrar a la familia en el proceso terapéutico,
proporcionando apoyo y orientación a los padres para que puedan ayudar al niño a
sanar, también destaca la necesidad de una red de apoyo social que incluya a
educadores y otros profesionales que interactúan con el niño.
Para ilustrar los conceptos teóricos, se presenta un caso clínico de un niño que ha
sido víctima de abuso sexual. Se describe el proceso terapéutico, los desafíos
encontrados y los avances logrados a través de la intervención gestáltica.Este
ejemplo práctico proporciona una visión concreta de cómo se pueden aplicar las
técnicas gestálticas en el tratamiento de niños que han sufrido abuso sexual.
La autora reflexiona sobre la responsabilidad de la sociedad en la prevención del
abuso sexual infantil y la importancia de crear un entorno seguro y protector para
los niños. También se hace un llamado a los profesionales de la salud mental para
que se mantengan informados y capacitados en el abordaje de estos casos, y para
que trabajen en colaboración con otros sistemas de apoyo.
En resumen, el capítulo 7 del libro de Liliana Bevilacqua ofrece una mirada
compasiva y profunda sobre el abuso sexual infantil desde la terapia gestáltica. Se
enfoca en la necesidad de proporcionar un espacio seguro y empático para los
niños, utilizando técnicas terapéuticas específicas que les ayuden a procesar su
trauma y a recuperar su sentido de seguridad y autoestima..
CAPITULO 8
DEJAR HACER
En los primeros años de vida, los niños quieren explorar el mundo. Si no se hace
esto, el niño puede desarrollar retraso mental. No se desconoce la anécdota de
padres que, bajo amenaza de confesión, prohíben a sus hijos tocar un objeto, sólo
para que el niño recoja el objeto y lo lleve al lugar habitual de confesión. Aconsejo
a los padres de niños de entre nueve meses y cuatro años que guarden las cosas
que lamentarán haber roto si lo hacen, y que acepten que habrá algunos
acontecimientos desafortunados en la vida en el futuro. El control excesivo del
comportamiento de un niño y demasiado rechazo pueden perjudicar su desarrollo.
Sabemos que tres cuartas partes del cerebro se desarrollan en los primeros cuatro
años de vida. Si los niños se sienten acosados o demasiado controlados, se
apresurarán, se volverán torpes y ansiosos, temiendo que se detenga su deseo de
explorar. Los niños que pueden deambular y tocar libremente pierden rápidamente
el interés en los objetos familiares. Si vas a otra casa, especialmente a la casa de
un amigo, encontrarás todo tipo de cosas interesantes que podrían lograrse para
una familia con niños. Los adultos esperan que los niños estén tranquilos,
especialmente cuando las familias son cada vez más pequeñas. Es molesto cuando
el niño tiene que moverse. Un niño necesita actividad para que su cuerpo no se
agote fácilmente. Se dice que se necesitarían cuatro adultos para ejercitar a un niño.
Ambos son la puerta de entrada al mundo y el fundamento de la sabiduría. Cuando
se trata de relaciones, los niños comienzan el jardín de infantes a los tres años y
muchos niños son enviados por falta de atención o hiperactividad. Por lo general,
no pasa mucho con estos niños, simplemente deambulan por diversión. Los padres
deben permitir que sus hijos exploren el mundo sin molestarlos demasiado, excepto
cuando exista riesgo de lesiones. Por ejemplo, un bebé que gatea para llegar a una
puerta entreabierta y quiere llegar al otro lado por primera vez parecerá torpe y
buscará alternativas hasta conseguirlo, entonces se sentirá satisfecho y querrá un
poco más. . La alegría de aprender cosas nuevas, avanzar por tu cuenta y encontrar
nuevos mundos para explorar. En el mismo ejemplo, si un adulto ayuda a un bebé
a llegar al otro lado, el bebé estará igual de feliz de llegar a un nuevo lugar, pero no
recibirá la misma recompensa. Cuando lo intenta de nuevo y golpea la pared, llora
hasta que sus padres vienen a rescatarlo y lo llevan al otro lado. Cuando los padres
se quejan de que sus hijos son pegajosos y lloran, es posible que sean padres que
los apoyan demasiado y quieren prestar atención a sus hijos que lloran. Es
importante que el programa se implemente individualmente para que el niño se
sienta más seguro y menos exigente con la presencia de los padres. Estos niños de
cinco y seis años parecen ser más sensibles e indefensos emocionalmente, pero no
lo son. Están acostumbrados a que sus padres se involucren en la resolución de
problemas. Superar obstáculos les da a los niños más apoyo, aumenta su sensación
de seguridad, mejora los recursos y se sienten orgullosos de sí mismos, lo que es
la verdadera autoestima. Los niños no ganan confianza con los elogios externos.
Comentó que al dibujar el niño crea y organiza su mundo y se siente feliz. Es
importante que los niños pasen más tiempo con sus compañeros y lejos de sus
padres. Otra opción en las grandes ciudades es el sistema de guarderías, donde se
deja a los niños sin muchas pretensiones, simplemente reuniéndose con amigos de
su edad en un ambiente preparado para ellos, lleno de juguetes y casi todo está
permitido. Los niños que no son lo suficientemente obedientes son descritos como
problemáticos y a veces patológicos. 145 Cuando un niño puede ver el mundo de la
forma más independiente posible, adquiere más competencia y madurez. La
aculturación temprana, como la supervisión excesiva, puede provocar un déficit de
madurez del niño tan negativo como la falta de atención y la privación de
estimulación. Los niños mayores deben compartir experiencias sobre las relaciones
y el logro de metas con sus compañeros. El día a día de los niños reunidos en las
aceras de sus casas ha sido sustituido por actividades organizadas por los adultos,
ya sean deportes, pintura, baile, inglés o innumerables talleres. Mantiene a los niños
entretenidos y protegidos. Sin embargo, estas tareas no reemplazan la necesidad
de estar a solas con amigos, porque es con amigos donde se forma la personalidad
de cada persona de la manera más natural y honesta. Jugar con otros no es una
pérdida de tiempo, sino una oportunidad de ser tú mismo, expresar tu creatividad y
experimentar la vida. La nueva generación de niños se está volviendo cada vez más
aburrida, triste, rígida y testaruda.
CAPITULO 9
LIMITES
El debate sobre si es necesario establecer límites para los niños abarca varias
interpretaciones en base a su necesidad y función. Según la definición, los límites
implican restringir las acciones de los niños. Desde la perspectiva de la Gestalt, los
límites separan lo propio de lo ajeno y representan la interacción entre el individuo
y su entorno. A medida que los niños crecen, experimentan una evolución en su
comprensión de los límites, pasando de la dependencia a la autonomía. La
maduración implica un cambio de la dependencia del entorno hacia la
autosuficiencia, mientras que la neurosis puede ser vista como un síntoma de una
maduración incompleta, lo que sugiere un enfoque educativo para abordarla.
El objetivo de los terapeutas, padres y educadores es asegurar que el proceso de
crecimiento y desarrollo de los niños no se vea interrumpido y que se integren
adecuadamente en la cultura. Los niños aprenden y crecen a través de la interacción
con los límites, superando la frustración y desarrollando programas de aprendizaje
complejos para enfrentar obstáculos.
Existen tres tipos de límites: naturales, sociales y neuróticos. Los límites naturales
son obstáculos que desafían al niño y promueven su crecimiento, mientras que los
límites sociales son reglas y códigos culturales para la convivencia. Por otro lado,
los límites neuróticos son obstáculos que interfieren con el proceso de maduración
del niño y deben ser abordados adecuadamente.
Un ejemplo de límites se presenta con un niño de dos años intentando alcanzar algo
en un armario alto. A pesar de sus esfuerzos, le resulta difícil llegar (límite natural).
Entonces, sube a una silla y finalmente logra su objetivo. La expresión de
satisfacción del niño es evidente, ya que ha superado un obstáculo y ha ampliado
sus habilidades, seguridad e independencia. Sin embargo, ¿qué sucede si un adulto
interviene en ese momento y le alcanza el objeto? El niño deja de esforzarse y,
aunque siente satisfacción, no mejora en sus habilidades ni en su independencia.
Aquí, el adulto representa un límite "neurótico", ya que interrumpe el proceso de
maduración del niño y no le permite alcanzar el "auto apoyo”. En esta situación, el
niño forma una nueva experiencia: la dependencia de buscar a un adulto para
obtener lo que desea, ya que no ha aprendido cómo hacerlo por sí mismo. Es
importante destacar que si el niño trepa arriba del armario, debe ser bajado para
evitar cualquier riesgo para su seguridad.
A pesar de ser padres inteligentes, muchos tienden a comportarse de manera
sobreprotectora con sus hijos. Esta actitud puede derivar de diferentes causas,
como la internalización de ideas sobre el rol parental o la proyección de sus propias
inseguridades en los hijos. En su experiencia ella nos comenta que estos niños
pueden parecer tener demasiados límites impuestos o carecer de ellos, lo que les
dificulta utilizar su potencial y los lleva a buscar satisfacción inmediata de manera
manipuladora. En la terapia, es esencial abordar tanto a los padres como al niño
simultáneamente, ya que el niño necesita el apoyo y la guía de los adultos para
desarrollarse de manera adecuada.
En la terapia, cambiar las creencias sobre uno mismo es esencial. Al trabajar con
adultos, esto ayuda a romper idealizaciones y mejora la calidad de vida,
beneficiando también el desarrollo de sus hijos. En la terapia con niños, el objetivo
es fomentar la confianza en sí mismos y la autenticidad. En la terapia gestáltica, se
utiliza la estructura terapéutica para imponer limitaciones y enfocarnos en preguntas
clave sobre los deseos y sentimientos del niño, siempre dentro de un entorno seguro
con reglas claras.
La frustración es necesaria para completar una Gestalt, pero no debe confundirse
con castigo. Mientras que la frustración surge cuando no se cumple una expectativa
del niño, el castigo reprime la conducta y genera miedo y resentimiento. El
profesional debe permitir el animarse del paciente y no limitarlo, incluso cuando las
conductas o temas pueden parecer socialmente inapropiados. Es crucial no
manipular al niño terapéuticamente, ya sea cambiando de actividad o
distorsionando el argumento. Es importante observar y comprender lo que el niño
manifiesta, ya que sus expresiones pueden ser indicativas de sus necesidades y
emociones subyacentes.
Observar las expresiones del niño es clave, pues reflejan sus necesidades y
emociones. Los juegos de destrucción pueden indicar problemas serios o
simplemente el deseo de desafiar lo prohibido. La manipulación terapéutica ocurre
cuando el niño está cerrado, y puede surgir por presiones de resultados esperados.
Los terapeutas deben estar presentes y conscientes de sus expectativas,
permitiendo al niño explorar y resolver problemas. La intervención excesiva de los
padres puede obstaculizar el desarrollo del niño, volviéndolo dependiente e ineficaz.
Esto puede causar problemas emocionales y de rendimiento escolar al enfrentar
expectativas sociales que no puede cumplir debido a su falta de autonomía.
El respeto por los demás y el reconocimiento de sus derechos son límites
fundamentales para los niños, especialmente cuando se enfrentan a situaciones
que desafían su posición privilegiada, como la llegada de un hermano o ser hijo
único. La sobreprotección puede impedirles aprender habilidades sociales y
adaptarse al entorno. Respecto a la agresión, la perspectiva ha evolucionado: ya no
se considera que los niños sean inherentemente perversos, sino que la agresión es
vista como una respuesta a necesidades de supervivencia.
La agresividad es una fuerza que impulsa tanto la destrucción como la construcción
en la vida de un niño. Inhibirla por completo puede afectar su desarrollo intelectual.
Es esencial enseñarle a canalizar esta energía. A medida que el niño crece,
descubre su independencia y se enfrenta a la realidad de que su voluntad no
siempre prevalece. Las respuestas de los padres a los berrinches del niño son
cruciales: la agresión puede generar ansiedad, mientras que ceder constantemente
puede perpetuar su dependencia.
Enfrentar la frustración es parte del desarrollo del niño. A medida que comprende
su lugar entre otros, aprende a relacionarse de manera más social. No veo la
agresión como un instinto a reprimir, sino como un recurso a organizar. Cuando un
niño llega con comportamientos violentos, lo considero un problema
psicopatológico, no solo una falta de límites.
Cuando el niño está inquieto o destructivo, no está en contacto. Debemos crear
situaciones que fomenten el contacto, proporcionando apoyo y tolerando la
incertidumbre. En el consultorio, a veces los niños se aíslan o se enojan, y es
importante permitirles experimentar estas emociones para cerrar la Gestalt.
CAPITULO 10
PSICOTERAPIA GRUPAL
La psicoterapia de grupo para niños es una propuesta eficaz para la solución de los
problemas infantiles. Especialmente para los enfoques psicoterapéuticos, lo mejor
es trabajar con grupos cerrados. Esto se debe a que los procesos grupales están
maduros y si se unen nuevos miembros, tendrán dificultades para adaptarse a un
grupo que funciona. La duración de la propuesta es de aproximadamente ocho
meses y se actualizará anualmente con nuevos participantes. Cada sesión grupal
dura de dos a tres horas. El número de pacientes no debe ser inferior a seis. Y no
más de diez porque puede resultar ingobernable, por lo que las ausencias y
deserciones deben tenerse en cuenta para asegurar la continuidad en el grupo. Se
recomienda la psicoterapia de grupo para niños mayores de seis años. Aunque
también es posible unir a un grupo de niños del mismo sexo o en torno a una
determinada temática. Los miembros del equipo deben tener edades cercanas con
una diferencia máxima de dos años. Esto es importante porque los intereses o el
juego pueden cambiar según la etapa de desarrollo. Además, no es bueno dejar
que los niños más pequeños entren en contacto con niños más fuertes ya que
algunos pueden lastimarse. Por tanto, en este grupo de edad, la cuestión de la edad
de los integrantes cobra aún más importancia. Se recomienda que dos terapeutas
trabajen en grupo. Esto se debe a que en algún momento puede ser necesario
centrarse en un niño en particular, y luego el coterapeuta debe continuar realizando
ciertas tareas con los demás participantes. Todas las actividades sugeridas deben
ser actividades grupales y la intervención del terapeuta debe ser breve. Las reglas
operativas deben formularse con el paciente durante el proceso de agrupación y
pueden modificarse o ampliarse según sea necesario. Estas reglas deben ser
acordadas y sugeridas por los miembros del grupo; de lo contrario, será difícil
seguirlas. Un día estaba trabajando con un grupo y cada niño hizo un dibujo. El color
está en el centro de la mesa. Un paciente tomó todos los lápices que necesitaba
para dibujar uno por uno y los colocó a su lado. Es importante ser consciente de
uno mismo, porque cuando se trabaja con niños, fácilmente puede surgir
interferencia social por parte de las madres, maestros, ayudantes, adultos
responsables y ellos decidirán qué es bueno y qué es malo. Como terapeutas,
nuestro trabajo es permitir que el niño reconozca esto a través de su propia
experiencia, no repitiendo las normas que le han inculcado. Otra cosa para recordar
son los estándares de desempeño recomendados por el grupo. Si el paciente es
agresivo, intentaré evitar que haga daño a los demás, pero necesita saber qué es
lo que le enoja y el terapeuta podrá ayudarle a resolver el problema en lugar de
castigarlo por comportarse mal. En un grupo de adultos, mientras uno trabaja, los
demás se sientan y observan todo el proceso, es decir, mientras uno juega un papel
mayor en lo que le sucede, los demás continúan la actividad. Debemos intentar
asegurarnos de que las características de los pacientes sean heterogéneas, porque
si las características de un paciente (como una fobia) son dominantes, el grupo
tenderá a volverse tranquilo y aburrido. Por otro lado, si todos son activos o
agresivos, se desorganizarán y el equipo se volverá inmanejable. En general no
descarto niños con alguna condición particular. En mi primer grupo venían niños
que estaban hospitalizados y el único criterio que se tenía en cuenta era la edad.
Uno de mis pacientes era un enfermo mental. La psicoterapia de grupo no se
considera una técnica eficaz en el tratamiento de patologías graves, ya que se
considera un abordaje superficial. También lo excluyeron del cuidado de otros niños
porque podían comportarse de manera impredecible y peligrosa. Creo que si bien
es cierto que los niños psicópatas pueden comportarse de manera impredecible,
otros niños también pueden hacerlo. Creo que la psicoterapia de grupo es más
eficaz que la psicoterapia individual. El grupo acepta al psicópata sin problemas y
lo integra en la sociedad. Los niños se benefician de la terapia. Su intervención fue
muy relevante y conmovedora porque teníamos una predicción de que el paciente
estaba identificando y describiendo un animal de compañía específico. También
representa un animal que no tiene problema en elegir. Entonces su compañero lo
movió para que pudiera oír mejor. El grupo de tratamiento estaba formado por niños
y niñas de entre diez y once años. Durante las siguientes tres o cuatro sesiones, el
grupo empezó a concentrarse en la cita, el trabajo se deterioró y el paciente se
aburrió. Luego sugerí que todos hablaran sobre cómo se sentían. Todos
coincidieron en que la pareja les molestaba y pensaban que el grupo era diferente.
Un miembro del grupo dijo que sería mejor para la pareja continuar su amistad fuera
del grupo y ser compañeros como todos los demás en el grupo, en lugar de sentarse
uno al lado del otro. El grupo regresó con sus bendiciones.
CAPITULO 11
MIEDOS
El miedo es una defensa como el dolor. En los primeros años de vida, el miedo
reacciona ante una situación que el niño percibe como invasiva o peligrosa. Este es
un miedo que se presenta cuando un niño tiene motricidad fina y poca experiencia.
Es un miedo que los acerca a sus padres y les brinda mayores posibilidades de
sobrevivir.El miedo ayuda a sobrevivir. En los mamíferos que viven en manadas se
nota claramente que cuando llega el peligro, las crías se acercan rápidamente a sus
padres, quienes los guían o protegen en caso de un ataque inminente. Creo que el
miedo cumple la misma función en los cachorros humanos, aunque de una manera
más compleja debido a habilidades de pensamiento como la anticipatoria, asociativa
e inventiva. También películas y cuentos que aumentan los miedos de los
niños.Siempre ha sido así, la transmisión de las creencias de cada nación advierte
de la posibilidad de peligro. Estas historias inspiran miedo y alegría en los niños. Es
normal que los niños tengan miedos que no desaparecen, aunque tengan padres
comprensivos y atentos que intenten calmarlos, darles una sensación de bienestar
y seguridad. Muchas veces el miedo aumenta, no disminuye. Un niño tiene una
imaginación infinita y puede discutir sobre posibilidades aterradoras hasta que se
cansa. En ocasiones, un niño intenta llamar la atención de sus padres, quienes lo
protegen y consuelan. Inventar y crear amenazas imaginarias es capacidad del niño,
que luego espera que sus padres lo calmen y cuenten su historia con argumentos
tranquilizadores. Si el miedo es el mismo que el de cualquiera de los padres, el
argumento es más coherente para ellos, por lo que el apoyo y la dependencia
aumentan. Pero no se trata de la posibilidad de que suceda lo que el niño teme, hay
algunas precauciones que podemos tomar para evitar la infinita posibilidad de que
algo malo suceda. Y todos, absolutamente todos, tenemos que vivir con esa
posibilidad. "Cada vez que el mundo adulto impide el desarrollo del niño, cada vez
que se mima al niño para evitar la frustración, está condenado. Así que, si un niño
tiene la capacidad de crear historias terribles, también debe tener la capacidad de
encontrar una solución. Si duermen en otro lugar, estos niños pueden tener miedo,
pero no con el nivel de emoción que expresan cuando sus padres están presentes,
porque saben que no hay nadie con sus ideas y sentimientos. El miedo también
aumenta debido a la incertidumbre. Tienen miedo los niños muy sobreprotegidos
que no han desarrollado habilidades en la vida cotidiana que les permitan sentirse
seguros. Llegan a una edad en la que creen que deberían poder valerse por sí
mismos, pero no tienen experiencia con niños de su edad.Les explico que el miedo
es una defensa y no se puede eliminar, pero con coraje se pueden tomar acciones
que aumenten el coraje y el miedo disminuirá por sí solo. Debido a que son niños
de alto rendimiento, a menudo tienen dificultades para completar tareas que serían
muy fáciles para otros niños. Tuve un paciente de 10 años que tenía miedo de todo.
Le dije que el miedo es una defensa y disminuye con la experiencia, lo más
importante es desarrollar el coraje. Creemos en estimular la inteligencia del niño en
la escuela. Era muy bueno en la escuela, pero para trepar a un árbol se necesita
inteligencia además de interés y entusiasmo, dos emociones que nos conectan
intensamente con el mundo, y este niño carecía. Que bonito, los niños cambian tan
poco, por eso quiero trabajar con ellos. A través de los desafíos, ganó confianza,
pudo disfrutar del coraje, redujo el miedo, comenzó a sentirse orgulloso de sí mismo
y aumentó su autoestima. La inexperiencia se manifiesta en el desarrollo a través
del miedo al desafío, la novedad y la voluntad de asumir riesgos. Hay otros miedos
que son intensos, irracionales y difíciles de explicar. Un niño de seis años fue llevado
a consulta porque ya no quería ir a la escuela. Había visitado a un psicólogo y luego
a un psiquiatra, quienes aconsejaron a sus padres que lo obligaran a ir a la escuela.
Se apegó a su idea de no volver a la escuela. Le pregunté si sus padres lo
desafiaban y dijo que sí. No había miedo, ni dolor, ni ira en su voz monótona. Me
hizo pensar que encontró una explicación que apaciguaba a los adultos y la repetía
cada vez que le preguntaban sobre ir a la escuela. Le pedí que me contara sus
miedos. La máscara tenía dos ojos móviles que, al moverse, rompían el rostro y
luego se volvían a unir. La desesperación que vi en el niño me hizo pensar que era
una alucinación. Había un niño estructurado y coherente y otro desesperado,
ansioso, confundido. Le pregunté qué quería para la máscara. Me dijo que ya no
quería que fuera a la escuela, que ya no quería que hiciera la tarea y que si intentaba
hacer algo como escribir, la máscara se enojaría. Me entristeció ver tanto
sufrimiento en un niño tan pequeño. Tuvo psicosis al principio y consideré que,
según mi experiencia, la plasticidad de un niño de su edad era mucho mayor.
Durante la sesión, pude hablar con él en la "técnica de la silla vacía" con la máscara.
Cuando representó al niño, dijo que quería hacer las tareas escolares, ir a la
escuela. Cuando hacía el papel de la máscara, se volvía agresivo y le decía al niño
que podía simplemente jugar afuera y mirar televisión, y que si se atrevía a hacer
su tarea, lo mataría. También trabajé con los padres. Aquí observo la megalomanía
y entiendo que la máscara es una polaridad proyectada. El niño había llegado al
límite de la omnipotencia. Un día llegó emocionado y me dijo que había estado
intentando hacer sumas.
CAPITULO 12
LAS ADOPCIONES
El capítulo sobre adopciones en el texto aborda la compleja dinámica emocional y
relacional que enfrentan tanto los padres adoptivos como los hijos adoptivos. La
adopción es vista como un acto de amor inmenso, ya que implica un gran esfuerzo
y compromiso por parte de los padres adoptivos, quienes suelen estar llenos de
expectativas sobre su rol y sobre cómo será el niño. Este idealismo a menudo los
vuelve muy exigentes e inseguros en su función parental, lo que se refleja en su
excesiva disposición a resolver cualquier problema que el niño manifieste. Esta
actitud puede resultar en que el niño crezca muy dependiente, con menor capacidad
para enfrentar dificultades y tolerar emociones negativas, volviéndose insistente en
la asistencia de los padres y alterando su proceso de independencia. Estos niños
pueden llegar a ser demandantes y exigentes, acostumbrándose a estar muy
mimados y a obtener más de lo que necesitan.
Esta relación entre padres e hijos, marcada por una valoración excesiva del rol
parental, también puede darse con hijos biológicos, especialmente cuando el niño
es hijo único y recibe toda la atención de los adultos. Sin embargo, es menos dañino
tener demasiados padres que no tener ninguno. La adolescencia, en particular,
puede ser una etapa crítica para los hijos adoptivos, ya que en su búsqueda de
identidad enfrentan la dificultad de compararse con sus padres adoptivos mientras
sus antepasados biológicos permanecen como un telón negro lleno de dudas. Esta
incertidumbre puede intensificar la oposición y la rebeldía, y los adolescentes
pueden manifestar enojo hacia sus padres adoptivos al no poder reclamar a sus
progenitores biológicos.
La autora trabaja con estos jóvenes utilizando la "técnica de la silla vacía" para
facilitar un diálogo tanto con los padres biológicos como con los adoptivos,
ayudándoles a discriminar sus identificaciones e introyectos y a revisar sus
elecciones e ideales. Este método permite a los adolescentes expresar y procesar
sus sentimientos, ayudando a aliviar el conflicto interno relacionado con su identidad
adoptiva.
Los padres, por su parte, tienen una idea muy idealizada de su rol, que
frecuentemente se centra en los primeros años de vida del niño. La adolescencia
puede tomarlos por sorpresa, y la rebeldía del hijo, más intensa de lo esperado,
puede ser interpretada como desagradecimiento o falta de afecto, lo que instala una
disputa con un adolescente inmaduro y mimado. Estos jóvenes, resentidos por la
exclusión de su familia de origen, pueden sentirse rechazados y enojados,
necesitando llamar la atención para sentirse aceptados y reconocidos. A veces se
vuelven desafiantes y transgresores en un intento de imponer su identidad, y la
actitud de los padres debe ser de tolerancia, asegurando la pertenencia del hijo a la
familia.
Es común que los padres se sientan defraudados y no reconocidos por su esfuerzo
y amor, lo que puede llevar a actitudes autoritarias y al resentimiento, percibiendo
la actitud del hijo como una falta de gratitud. En casos extremos, esto puede
desencadenar sentimientos de rechazo y actitudes de expulsión, lo que resulta en
un descalabro total. Las rupturas en la relación entre padres e hijos, si no son
reparadas, pueden durar para siempre, causando sufrimiento en ambas partes. Por
lo tanto, es crucial tener paciencia y firmeza, permitiendo que esta etapa pase y
recordando que los hijos deben buscar con libertad, pero también enfrentar las
consecuencias de sus actos.
En psicoterapia, además de trabajar el duelo por no haber sido aceptados por su
familia biológica, se aborda la realidad de haber sido elegidos como hijos y se
enfrenta a los jóvenes con la posibilidad de elegir si desean o no pertenecer a la
familia adoptiva. Es importante que tanto los hijos como los padres sientan que se
eligen mutuamente, y si esto no sucede, se deben resolver los conflictos
subyacentes. A pesar de parecer una crisis irremediable, la autora expresa
confianza en que, donde hay amor, las cosas pueden arreglarse.
El trabajo terapéutico también se centra en la inserción del joven en la familia y su
proyección a futuro, incluyendo su descendencia, y en que los padres acepten a su
hijo y su origen. Se ilustra con el caso de unos padres polacos que, aunque
deseaban lo mejor para su hijo y lo enviaban a colegios caros, no aceptaban a los
amigos del joven por considerarlos de menor estatus social. El joven, sintiéndose
discriminado y más cómodo con sus amigos de apariencia similar a la suya,
enfrentaba un constante "está bien, pero..." de sus padres, lo que le causaba
angustia y bajo rendimiento escolar. La solución fue cambiarlo a una escuela común
donde se sintió mejor y mejoró académicamente, aunque el conflicto con los padres
persistió debido a sus altas expectativas.
Este capítulo resalta la importancia de que los padres adopten una actitud de
aceptación y comprensión hacia sus hijos adoptivos, permitiéndoles buscar su
identidad y enfrentar sus emociones. Aunque los conflictos pueden parecer
insuperables, con amor y paciencia, es posible fortalecer el vínculo familiar y ayudar
a los jóvenes a sentirse seguros y aceptados.
CAPITULO 13
TRANSTORNOS DE ALIMENTACIÓN
Los trastornos de alimentación pueden manifestarse desde los primeros meses de
vida, siendo el pediatra el profesional que generalmente interviene en esta
problemática. Diversos autores, como Marta Bekéi, René Spitz, Arnold Gesell y
Margaret Mahler, han explorado los síntomas en bebés y su relación con el vínculo
materno. A partir de los dos años de edad, cuando los niños adquieren la marcha,
aumentan las posibilidades de comunicación y se desarrolla una mayor conciencia
de sí mismos. Comienza la etapa del oposicionismo, donde los niños disfrutan
haciendo lo que desean y oponiéndose a las demandas de los adultos,
manifestando berrinches como una respuesta desorganizada a la frustración.
Estas reacciones son normales en niños de esta edad y suelen durar hasta los
cuatro años, aunque pueden prolongarse. Aunque los berrinches tienen algunas
funciones beneficiosas, como ventilar mejor los pulmones y liberar energía sobrante,
es importante no agredir ni ignorar al niño durante estos episodios, pero tampoco
mimarlo en exceso, ya que podría convertirse en una forma de manipulación para
obtener lo que desea.
Durante esta etapa, los niños también pueden volverse más selectivos con la
comida y comer poco a menudo. Es importante ofrecerles alimentos nutritivos en
cualquier momento del día y permitirles comer según su apetito, evitando
imponerles horarios culturales de comida. Los padres deben evitar ser demasiado
insistentes, ya que esto puede aumentar la resistencia del niño y provocar batallas
sobre la comida, lo que podría llevar a una inapetencia prolongada.
La oposición y la búsqueda de independencia del niño son procesos importantes en
su desarrollo, por lo que es fundamental intervenir solo cuando se halle la necesidad
y establecer límites claros y objetivos. Interrumpir frecuentemente al niño por cosas
insignificantes puede provocar retracción o un oposicionismo desafiante,
perturbando el contacto social.
Los síntomas que se desarrollen dependerán de la personalidad del niño, su
relación con la familia y las respuestas del entorno. La aparición de un hermano
durante esta etapa puede intensificar los síntomas, ya que el niño puede sentirse
amenazado y competir por la atención de los padres. En tales casos, es importante
otorgar al niño una jerarquía, como la de hermano mayor, y permitirle tomar
decisiones para continuar su proceso de individuación.
En niños de mediana edad, entre los cinco y los diez años, también puede aparecer
la negativa a comer o la inapetencia, aunque esto aún no se considera anorexia.
Estos síntomas pueden variar en gravedad y hasta requerir hospitalización. Se debe
abordar estas problemáticas en equipos interdisciplinarios debido al riesgo de
descompensaciones y a las diversas enfermedades que pueden manifestarse a
través de estos síntomas.
La anorexia ya es un trastorno alimenticio más severo y complejo, que puede
manifestarse por diversas motivaciones, como el deseo de ser aceptado por un
grupo, cumplir con el ideal cultural o una negativa a desarrollar el cuerpo adulto. Los
pacientes con anorexia suelen presentar una personalidad rígida y poca capacidad
para estar en contacto consigo mismos y con los demás. El diagnóstico más
frecuente en estos casos es el de personalidades límites, y el tratamiento requiere
un enfoque interdisciplinario para controlar su evolución y evitar el deterioro físico.
La obesidad, por otro lado, es otro trastorno alimenticio que puede verse desde
diversas perspectivas. Los niños obesos suelen tener poca iniciativa, prefieren
actividades pasivas y pueden manifestar un pobre desarrollo madurativo de la
personalidad. Estos niños necesitan ser estimulados a participar en juegos más
activos y a desarrollar su independencia y autoafirmación.
Cuando se tratan temas acerca de los trastornos de alimentación de manera
integral, se pueden identificar muchas señales y trabajarlas adecuadamente
considerando las características individuales del niño, su relación con la familia y
las dinámicas del entorno. Un enfoque interdisciplinario y una comprensión profunda
de las motivaciones y necesidades del niño son fundamentales para proporcionar
un tratamiento efectivo y promover un desarrollo saludable.
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