Martín Yagüe González La literatura española y las artes visuales y escénicas Prof. María del Mar Mañas Grupo T Justificación Cuando vi que existía una adaptación cinematográfica del Lazarillo de Tormes, pensé que había que ser muy valiente para atreverse a versionar uno de los mayores hitos de la literatura española (y universal). Por ello, decidí ver la película. Me sorprendió advertir que no solo era una buena película, sino que también era una buena versión. A raíz de esto, pensé que esta sería una opción interesante para realizar este trabajo. Decidí acotar el análisis al fragmento que corresponde al Tratado III, porque considero que es la parte en la que se puede observar una mayor presencia de elementos incluidos por Fernández Ardavín, lo que lo convierte en un fragmento con potencial para ser estudiado en profundidad. LAS HUMILLACIONES DEL ESCUDERO EN EL LAZARILLO DE TORMES DE CÉSAR FERNÁNDEZ ARDAVÍN A partir del reinado de los Reyes Católicos, la clase de los hidalgos y escuderos entra en una decadencia económica y social, sobre todo por el desarrollo de los nobles cortesanos. Comienza a desaparecer la figura del caballero medieval de linaje noble al que sirve el escudero. Así, los hidalgos se quedan sin oficio y sin dinero, lo que acaba derivando en un descenso en la escala social. Esto mismo es lo que le ocurre al personaje del escudero, interpretado en la película de César Fernández Ardavín por Juanjo Menéndez. Ante las humillaciones que sufre este grupo en sus entornos rurales, muchos tomaron la decisión de disimularse entre los gentíos de la gran ciudad. Esto es lo que hará nuestro protagonista, que se traslada desde Valladolid a Toledo por pelear con un oficial que le había saludado diciendo: «Manténgaos Dios» y no «Beso las manos de Vuestra Merced». El tratamiento de este personaje en el Lazarillo de Tormes es marcadamente irónico y satírico, con un matiz humorístico. En la película de César Fernández Ardavín se va a hiperbolizar este modo de esculpir el personaje, por lo que el escudero va a ser la víctima de distintas humillaciones a lo largo de los treinta minutos que ocupa su aparición en pantalla. El encuentro entre el escudero y Lázaro (interpretado en el filme por Marco Paoletti) sucede en la película y en la obra original de forma semejante. Cuando el hidalgo toma al chico por mozo, Lázaro se ilusiona pensando que es el fin de sus miserias. En el texto dice: «Topóme Dios con un escudero que iba por la calle con razonable vestido, bien peinado, su paso y compás en orden». Pocas líneas después afirma: «Y seguíle, dando gracias a Dios por lo que oí, y también que me parescía, según su hábito y continente, ser el que yo había menester». Fernández Ardavín representa esto muy bien; antes de mediar palabra entre los personajes, hace un plano del muchacho, que tiene una expresión feliz y algo abobada, como si quedase atónito al encontrar en su camino a alguien de esa talla. Al aceptarle como mozo, vemos como se abre su sonrisa para, acto seguido, salir corriendo hacia su nuevo amo. De esta forma, solo a través de la imagen, consigue Fernández Ardavín que entendamos perfectamente lo que está sintiendo el protagonista. Tras ello, van a escuchar la misa. Lázaro se quedará dormido y tendrá un sueño. Esto no está en la obra original, pero es interesante de analizar, sobre todo, porque incluye una de las primeras humillaciones que va a sufrir el personaje del escudero. En el sueño, al salir el amo y el mozo de la iglesia, les espera un grupo de pajes, que van a llevar en trono al hidalgo. La gente, al verlos pasar, les harán reverencias. Es justo la imagen contraria a la que se nos presentaba cuando Lázaro llega a Toledo, en la que pide limosna a un niño noble de su edad que está siendo llevado en trono. Al llegar al palacio, verá el protagonista que sale humo de las chimeneas. Pocas escenas antes, uno de los pajes del niño noble le había dicho a Lázaro «Arrímate donde veas que sale humo. Donde hay humo, cuece puchero». El palacio del sueño estará lleno de luz y de arte; las columnas tienen motivos esculpidos, las paredes se adornan con grandes escudos nobiliarios de piedra, hay cuadros… Además, en el lugar encontramos mucha gente sirviendo y entreteniendo al escudero. También se pueden observar elementos exóticos como enanos o frutas tropicales como la piña para ponderar la riqueza que Lázaro imagina. Al terminar la misa, el nuevo amo despierta del sueño al mozo para ir a casa. Al encontrarse la fachada del lugar donde vive el escudero Lázaro comienza a darse cuenta de que su nuevo amo es pobre: la chimenea no echa humo. Esta supone una de las primeras humillaciones del escudero que añade Fernández Ardavín. Lo que se lleva a cabo es una hipérbole este personaje; hacerlo, si cabe, más pobre y desdichado que en la obra original. Por ello, en contraste con lo que el protagonista había soñado, se nos presenta ahora un hogar frío, con un recibidor oscuro. No hay ningún tipo de ornamento, ni si quiera muebles (a excepción de una pequeña cama en la que van a dormir los dos). Lázaro, incrédulo ante la idea de que un señor con semejante imagen viva en un lugar tan pobre como aquel, llama al servicio. Con todo ello no solo se explica al espectador la decepción que sufre Lázaro, sino que se expone de una manera genial el personaje del escudero: alguien que se preocupa más de su imagen y su honra que de comer. Trabajar no es una opción. Los trabajos manuales se veían en el momento como un trabajo indigno para un noble. Así, el escudero preferirá pasar penurias antes que trabajar y manchar su imagen y su honra. También es interesante aquí fijarse en el uso de la música. Mientras en el sueño sonaba una música triunfal de trompetas, aquí sonará una música irónica, que ridiculiza más la situación. El escudero trata de mostrar su nobleza, o, más bien, de esconder su realidad, a Lázaro. Esto no lo lleva a cabo solo a través de su imagen, sino también simbólicamente. En este momento va a adquirir relevancia la limpieza. Por ello, pregunta el amo por el aspecto de sus manos. Lázaro, que ya comienza a sospechar la pobreza del nuevo personaje, aprovecha la pregunta para afirmar que no ha comido. A lo que responde el escudero que como él ha comido mucho en la mañana, prefiere aguardar hasta la cena. Casi con total seguridad, el escudero no habría comido nada, pero quiere aún mantener su imagen cortesana ante Lázaro. El hidalgo abandonará la casa y manda al muchacho arreglar la casa. Al día siguiente le enseña cómo hacer la cama. Todo esto corresponde aún al intento del amo por mantener una imagen cortesana. Son aspectos angulares de la nobleza, que ya recoge Antonio de Guevara: «Debe también el curioso cortesano, tener muy limpia su cámara, y muy barrida su posada: porque la limpieza, y la crianza, son grandes pregoneros de la nobleza. En la cámara donde él duerme, debe estar siempre la cama hecha»1. En la obra original, la primera noche la pasan sin cenar. Para excusarse, el escudero afirma que se ha hecho tarde y que, como hay muchos ladrones por la noche, es mejor no comer y esperar a que sea de día. Fernández Ardavín aprovecha aquí para introducir otra escena humillante para el nuevo amo. Este habría salido a la calle y, a su vuelta, ve una trifulca. Los ruidos llegan hasta Lázaro, que aguardaba a su señor en la casa, y se asoma a ver qué ocurre. La imagen que observa es ridícula: en la esquina inferior izquierda vemos tres hombres peleando; en el centro lo ocupa el escudero, que mira el conflicto mientras da golpes con su espada a la puerta de la casa. Cuando se encuentren el mozo y el señor en la casa, dirá el segundo mientras juega con el sable: «¿No has oído? Acabo de despachar a un atajo de ladrones que trataban de capearme». Sin embargo, tanto nosotros, los espectadores, como Lázaro, hemos visto lo que realmente ha ocurrido. Como en el texto original, dice ahora que es mejor pasar la noche sin cenar por no correr el riesgo de salir a por comida de noche. En este punto, las mentiras parece que se hacen tan evidentes en la película que hasta el propio escudero se hace consciente de que sus mentiras son insostenibles. Por ello, Fernández Ardavín manda narrar ahora la hacienda del escudero. Este pasaje se encuentra más adelante en la obra original, pero, después de lo que hemos visto, parece que lo más adecuado para el filme es incluirlo ahora. El hidalgo parece percatarse que su mozo comienza a entender la situación. De este modo, no verá mejor salida que sincerarse, aunque a medias2. En la mañana siguiente, Fernández Ardavín incluye más humillaciones. En este caso, van a tener un gran componente cómico. Vemos al escudero prepararse para salir de casa. Lázaro le ayuda a vestirse y asearse (aparece aquí de nuevo el motivo cortesano de la limpieza). En un momento, el escudero se agacha y se le rompen las medias a la altura de la entrepierna. Cuando va a salir, se queda en el vano de la puerta y grita, con intención de que le oiga la gente de la calle: «Dile a Lázaro que limpie la plata y que sacuda los tapices. Y, después de hacer las camas, que vaya a por vino. Y tú, echa la llave. ¡Pero dale dos vueltas! No nos hurten algo». Acto seguido se acerca a Lázaro y le susurra: «Ponla en el quicio, por si yo vuelvo que pueda entrar». Visto esto, parece que estas humillaciones no solo quieren hiperbolizar el personaje, sino que buscan la risa del espectador. Antonio de Guevara, Aviso de privados y doctrina de cortesanos, cap. viii, p. 149. Extraído de: Corominas, E. T. (2013). El" Lazarillo" y el escudero: varia lección de filosofía cortesana. In Pictavia aurea: actas del IX Congreso de la Asociación Internacional Siglo de Oro (Poitiers, 11-15 de julio de 2011) (pp. 685-694). Presses Universitaires du Mirail 2 A medias porque, a pesar de afirmar que es pobre, no hace sino presumir de sus propiedades. 1 Lázaro ya no resiste el hambre, por lo que decide mendigar en la calle. Cuando llega a la casa y se lo cuenta el escudero este va a responder: «Haces bien. Más vale pedirlo que robarlo. Solamente ten cuidado que no sepan que vives conmigo». Se observa continuamente el tema de la honra, que es en realidad la base de todas las humillaciones: todas se basan en la contraposición entre la imagen del escudero y su realidad. El Lazarillo de Tormes presenta en el Tratado III esta dialéctica entre mantener la honra y comer, ser y parecer, imagen y realidad, cortesanos y pícaros. Es esto mismo lo que Fernández Ardavín aprovecha para incluir las degradaciones del personaje del escudero. El problema con el que convive el tercer amo de Lázaro es que, como advierte Torres Corominas3, perder la honra no es solo cuestión de autoestima, sino que en la organización socioeconómica del momento suponía limitar considerablemente las opciones de medrar. Muchas humillaciones están incluidas en la obra original. En varias ocasiones, Lázaro narra que su amo le pide la comida que obtiene mendigando. También es denigrante, y a la vez cómica, la escena en la que el escudero ofrece a Lázaro beber. Este, que acababa de conocer a su amo, por dar buena impresión lo rechaza diciendo que no bebe vino. Cortante, responde el escudero que es agua. Algunas de estas satirizaciones del personaje vienen en boca del mismo mozo: cuando se ríe de él por andar con una paja a modo de mondadientes por la calle o cuando piensa que van a traer un muerto a su casa porque escucha a la viuda decir entre sollozos que llevan a su marido a «la casa triste y oscura donde nunca comen ni beben». Sin embargo, la mayor de las humillaciones que recibe el hidalgo es la del oficial, que le saluda diciendo: «Manténgaos Dios». Como lo que interesa en este trabajo es el tratamiento del personaje del escudero por César Fernández Ardavín, sobre todas estas no se va a realizar un análisis profundo. Volviendo a las denigraciones originales de Fernández Ardavín, llegamos al final de la estancia de Lázaro con el escudero. En la obra original, el tercer amo huye sin avisar al muchacho. En el filme, el director decide añadir una escena en la que se despiden. Aquí introduce Fernández Ardavín la que es la mayor humillación del largometraje. Presenta primero una imagen muy emotiva, en la que los dos personajes se dicen adiós, para, acto seguido, mostrar cómo el escudero salta por un vano que da a la parte de atrás de la casa. Cuando desaparece de la imagen el personaje, se introduce un primer plano de Lázaro llorando, que es interrumpido por un ruido. Resulta que, al saltar, el hidalgo ha caído de espaldas contra el suelo. Para más inri, segundos después, Lázaro salta por el mismo sitio sin ningún problema. La pregunta que surge aquí es: ¿para qué finalizar una escena que pretende ser emotiva y conmovedora con un gesto torpe y humillante del escudero? Podemos ampliar la pregunta y cuestionarnos por qué esta hipérbole en el tratamiento satírico de este personaje. Del autor del Lazarillo de Tormes puede decirse que utiliza este recurso para criticar la excesiva preocupación por la honra y la imagen de la clase social de los hidalgos. Sin embargo, en la película de Fernández Ardavín cuesta más ver una crítica. Lo que considero que busca en realidad es hacer de este un personaje entrañable. Lázaro solo guarda cierto cariño a este amo, pues es el único que le trata bien. Dice en el texto: Corominas, E. T. (2013). El" Lazarillo" y el escudero: varia lección de filosofía cortesana. In Pictavia aurea: actas del IX Congreso de la Asociación Internacional Siglo de Oro (Poitiers, 11-15 de julio de 2011) (pp. 691). Presses Universitaires du Mirail. 3 «Con todo, le quería bien […]. Éste es pobre y nadie da lo que no tiene». Es esto lo que llama la atención a Fernández Ardavín, más que la crítica a una clase social. A través de las miserias que pasa este personaje y de las humillaciones que sufre consigue crear en el espectador un sentimiento de pena por el escudero, que acaba por convertirse en un cierto grado de empatía. Si nos fijamos bien, no solo se potencian las humillaciones que padece, sino que también se presenta una relación mucho más cercana entre el amo y el señor. Lázaro quiere mucho más a su amo (y viceversa) en el filme que en la obra original. Lo que quiere Fernández Ardavín es que el espectador también tenga más cariño por el escudero de Juanjo Menéndez que por el original. En ello, claro está, tiene también mérito Juanjo Menéndez, pues creo que encarna perfectamente la idea que el director quería transmitir. De esta película, y del análisis que de ella he realizado, he podido aprender, en primer lugar, el tratamiento de las imágenes para expresar pensamientos. El Lazarillo de Tormes es una obra profundamente reflexiva, por lo que, en ocasiones, puede costar incluir los pensamientos del protagonista en una película. Con este fin, Fernández Ardavín utiliza múltiples recursos (pone reflexiones de Lázaro en boca de otros personajes, inserta voces en off…), pero el más interesante es la unión del juego de cámaras y expresiones de los actores. Un ejemplo de ello es el que he tratado en el trabajo: cuando se conocen Lázaro y el escudero. Pero considero que lo más importante que he aprendido es que, para hacer adaptaciones, puede ser correcto escapar del esquema de la obra original e introducir elementos originales. Fernández Ardavín modifica personajes (como hemos visto en este estudio), recorta escenas, elimina tratados enteros y acaba la historia en un punto completamente distinto. Y aun así, genera una película a la altura de la obra en la que se basa. De hecho, este filme fue galardonado con el Oso de Oro en el Festival de Berlín. FICHA TÉCNICA Dirección: César Fernández Ardavín Producción: César Fernández Ardavín Guion: César Fernández Ardavín Música: Salvador Ruiz de Luna Fotografía: Manuel Berenguer Lázaro: Marco Paoletti Escudero: Juanjo Menéndez BIBLIOGRAFÍA Anónimo. Lazarillo de Tormes. ed. Francisco Rico, Madrid, Cátedra, 2022. Corominas, E. T. (2013). El" Lazarillo" y el escudero: varia lección de filosofía cortesana. In Pictavia aurea: actas del IX Congreso de la Asociación Internacional Siglo de Oro (Poitiers, 11-15 de julio de 2011) (pp. 685-694). Presses Universitaires du Mirail. El Lazarillo de Tormes (1959). (1959). FilmAffinity. https://www.filmaffinity.com/es/film755090.html Fernández Ardavín, César (1959). El Lazarillo de Tormes [Film]. Coproducción España-Italia; Hesperia films; Vertix films Ricapito, J. V. (2013). La figura del Escudero del Lazarillo de Tormes, sus gestos y vestimenta. Studia philologica valentina, (15), 3-12.