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El código de la luz - Daniel Lumera

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DANIEL LUMERA
El código de la luz
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técnicas, ejercicios o similares contenidos en este libro. No asumen, por lo tanto, responsabilidad
alguna en cuanto a su utilización ni realizan asesoramiento al respecto.
Colección Nueva conciencia
EL CÓDIGO DE LA LUZ
Daniel Lumera
1.ª edición en versión digital: mayo de 2012
Título original: Codice della luce
Traducción: Fanny Mas-Jordana Sánchez,
Mikel Ocerinjauregui y Nuria García
Corrección: M.ª Ángeles Olivera
Diseño de cubierta: Enrique Iborra
© 2010, Daniel Lumera
(Reservados todos los derechos)
© 2012, Ediciones Obelisco, S. L.
(Reservados todos los derechos para la presente edición)
Edita: Ediciones Obelisco S. L.
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Depósito Legal: B-17.933-2012
ISBN EPUB: 978-84-9777-876-3
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Dedicado a las personas
que tienen la valentía de atreverse.
Agradecimientos
Gracias a mi padre y a mi madre por el sustento y el amor que me han dado y
que continúan dándome; gracias a Lisa por su amor, sin su presencia esta
obra no habría salido a la luz; gracias a Giovanna Cuccia, un ángel de la
guarda; gracias al profesor Alessandro Bertirotti y al Dr. Rafael López
Guerrero por haber dado un corazón y un alma a la ciencia y por su
extraordinaria luz; gracias a Núria Palacín i Remiro por su presencia y su
precioso y fundamental trabajo; gracias a Fanny Mas-Jordana Sánchez por
haber traducido este libro y por su entusiasmo auténtico; gracias a Mikel
Ocerinjauregui, a Nuria García, a Manuela Zavan y a Serena Porciani por su
ayuda y su presencia en la realización de este trabajo; gracias a las personas
que he encontrado y encontraré en los seminarios; gracias a todas las
personas de la Búsqueda.
Gracias...
Contenido
Portadilla
Créditos
Dedicatoria
Agradecimientos
Prólogo
Prefacio
El código de la luz
Evolución
1. Alimentarse sólo de luz
Entre ciencia y conciencia. El descubrimiento de los biofotones
Sistemas vivos que desprenden biofotones
El lenguaje de la luz
El secreto del Sol
La luz y el ADN
La luz, alimento y medicina
Más allá de lo visible
El arte de recibir el sol
La luz conoce el lenguaje del alma
2. Curarse con el sol
El punto de vista del sol
El glifo solar, el primer símbolo del sol
Ver y sentir como el Sol
El sol interior
La conciencia del sol
El origen del conflicto
3. El código de la luz
El origen de la investigación
El código de la luz
¿Qué información determina el código?
La evolución del ser humano
Bibliografía
Acerca del autor
Prólogo
En esta apasionante obra, Daniel nos expone de una forma próxima,
didáctica, y al mismo tiempo sin perder un ápice de fundamentación
científica, uno de los grandes pilares básicos de la lógica biofísica
contemporánea en el marco de estudio de la conciencia.
La estructura de los paquetes de datos contenidos en la luz se expone ahora
como un compendio de información cuyo código interactúa en los procesos
del ser humano. Tal es, en parte, lo que Broers y yo denominamos relación
ionogenomática, y que desde antiguo todas las civilizaciones intuyeron, e
incluso describieron como conciencia solar.
En estos tiempos, resulta revelador comprobar cómo desde la
interdisciplinariedad existen estudios convergentes en los que cobra sentido
la comprensión sistemática de un universo inteligente que obedece a una
lógica escalar, coherente con nuestra consciencia del ser. El alimento del
alma, sin duda, puede llegar a constituir el alimento del cuerpo, cuando
somos capaces de entender el código de la luz.
Tras la lectura de este maravilloso tesoro, he quedado sorprendido por la
sencillez con la que Daniel explica conceptos complejos relativos al ADN y a
la absorción de las ULF.
De hecho, el lector encontrará aquí una excelente introducción a los
fundamentos de la radiofrecuencia cuántica diferencial, y resonará, sin duda
alguna, con la mayoría de los aspectos esenciales de la consciencia del ser.
Conceptos como el biofotón, descrito por el doctor Albert Fritz Popp, que
en la nomenclatura Broers-Guerrero denominamos «Qbit» o «Qproteina»,
son explicados con excelencia y sencillez por Daniel, sin renunciar al rigor
expositivo.
Finalmente, quiero felicitar a Daniel por su exquisito tratamiento del
estudio del autotrofismo por heliosis. Considero su obra un referente
complementario en el estudio de la ionogenomática y la casuística de los
procesos de modificación del ión de calcio y su entronque con los
fundamentos lógicos de la biofísica moderna.
RAFAEL LÓPEZ-GUERRERO
Científico, doctorado en ingeniería de telecomunicaciones y
en empresariales, lidera el IRCAI, un equipo de
investigadores
científicos
independientes
y
multidisciplinares procedentes del ámbito de la consultoría,
la psicología, la neurociencia, la astrofísica y las
telecomunicaciones que apuestan para integrar ciencia con
conciencia.
Prefacio
Todos los hallazgos arqueológicos en el estado actual de la investigación sobre
la evolución de la humanidad, en cualquier lugar y en cualquier época, nos
dicen que el Sol y la Luna representan juntos el punto de partida para
establecer contacto con lo que parece inalcanzable, inexplicable, pero presente
en la vida cotidiana.
Todos los pueblos primitivos han experimentado el beneficioso poder del
Sol, sin el cual sería imposible obtener los medios necesarios para la
subsistencia o simplemente sobrevivir. Este astro, que se levanta por la
mañana y se pone cada tarde y que nos permite vivir, pronto se convirtió en
una deidad real, con la que conviene congraciarse para obtener beneficios.
Podemos imaginar el terror de los primeros hombres cuando presenciaron
un eclipse total de Sol, es decir, en plena luz del día cuando el Sol está
totalmente oscurecido. Todas las cosas que hoy nos pueden parecer obvias,
para los primeros hombres fueron hechos sobrenaturales, por lo que se
relacionaron con la divinidad.Desde los albores de la historia, la humanidad
ha fundamentado su cultura, sus creencias y sus expresiones artísticas en el
poder creativo del Sol. Desde la arquitectura a la literatura, la filosofía, la
religión, el deporte y el folclore, la danza o la música. El Sol recibe diversas
denominaciones, se considera el centro de todos los fenómenos, el símbolo de
la verdad, el ojo de la justicia y la igualdad, el origen de la fuente de la
sabiduría y la compasión, el sanador de las enfermedades físicas y, sobre todo,
la fuente primordial de la vida, la fecundidad, el crecimiento y la abundancia.
Nuestros antepasados, por supuesto, asociaban el Sol con la naturaleza, y lo
invocaban en las fiestas agrícolas y los ritos de fertilidad, mientras que los
grandes reyes y conquistadores se han identificado con el astro solar para
asegurarse la lealtad de sus propios súbditos.
Con el paso del tiempo, el misterio del Sol se expresa en los petroglifos y en
los dibujos paganos, que probablemente inspiraron el revolucionario invento
de la rueda (del mismo modo que el cuerpo humano puede rodar a lo largo de
un descenso); motivos arquitectónicos como la espiral o el aura, que se
convertirá más tarde en el símbolo sagrado de la luminosidad espiritual.
La cultura del Sol está, pues, desde siempre, profundamente arraigada a la
vida de todos los días. Las primeras representaciones simbólicas del Sol en los
grabados rupestres se hallan en Asia central, en Kazajstán, Kirguizistán y en la
provincia de Sinkiang, en China. Allí, los artistas primitivos imprimieron en
la rocas imágenes simbólicas zoomórficas y antropomórficas, y ya en esas
épocas el culto del Sol se refleja ampliamente en todos los monumentos del
arte rupestre, a partir de las figuras de la cabeza solar de las culturas agrícolas
y ganaderas de la edad de bronce.
En esta fase de la protohistoria aparece también el fetichismo, la creencia
de que la presentación de un objeto está dotada de poderes mágicos
simpáticos que confieren a su poseedor una protección especial, o que le
permiten realizar sus aspiraciones y deseos. En esos lugares de culto, el dios
Sol antropomorfizado presenta muchas estilizaciones, como una cabeza
compuesta de círculos concéntricos y una miríada de puntos.
Este dios también está en el lomo de un toro de largos cuernos, y éste es el
motivo por el cual el toro y otros animales se han convertido en símbolos
zoomorfizados del Sol. En Tamgalij, en las estepas del oeste de Alma Atá, en
el punto más alto, parece estar grabado en la pizarra un símbolo del solsticio,
el más antiguo encontrado hasta la fecha.
Durante el segundo milenio antes de Cristo, los pueblos indoeuropeos de
las estepas de Rusia meridional se establecieron en Europa y en Asia. Uno de
sus símbolos religiosos principales era el ideograma del Sol, que significaba
fuego, luz y calor. Las representaciones del disco solar pertenecen a este
período de la edad de bronce a la edad de hierro, y todas ellas tienen en
común una visión del Sol zoomorfa y antropomorfa, asociada a menudo con
el fenómeno de la fertilidad, de la procreación y, por tanto, del árbol de la
vida.
Las representaciones siberianas del ciervo de oro y el reno son fantásticas,
con grandes cuernos curvos que se alzan en el cielo, o las de animales en las
ruedas gigantes que representan los rayos del Sol, en los denominados carros
solares. Incluso hoy en día, en la tradición popular de Kazajstán, los renos y
los carneros de oro, del mismo modo que prendas de vestir de oro puro,
reflejan el color de las nociones cosmogónicas indoarias.
Igualmente fascinantes son las cabezas humanas compuestas de círculos
concéntricos que prefiguran el aura del arte religioso posterior.
La representación de las flechas de la esvástica en esta época pertenece a la
simbología solar que después se transformaría en molino y en espiral.
Las imágenes de renos galopando en el cielo están, pues, relacionadas con
nociones escatológicas de la religión zoroastriana indoaria del primer milenio
antes de Cristo. El zoroastrismo es una de las grandes religiones del mundo
antiguo Mediterráneo. Los tres emperadores persas preislámicos,
Aqueménides, Parto y Sasánides, representan durante casi tres siglos la única
potencia fuera de la dominación griega o romana, y profesaban la religión de
Zoroastro. En un momento en el que todos los pueblos alejados de la cuna de
la civilización occidental adoraban ídolos y eran incapaces de concebir un
denominador humano, los seguidores de Zoroastro declararon la existencia
de un único Dios creador, Ahura Mazda, opuesto a un demonio maligno,
Ahrimah, independiente. El zoroastrismo es la única religión importante
completamente dualista, y sus seguidores los primeros en difundir la doctrina
del paraíso y del infierno. Los textos antiguos y las esculturas de la época
hacen referencia al Sol a través de la imagen de los veloces caballos blancos
sacrificados a Mitra, el dios del Sol, denominado en latín Sol Invictus. Por
otra parte, muchos iniciados en el culto mitraico fueron soldados romanos, y
la palabra latina miles podría indicar uno de los siete grados de iniciación.
En el Libro de los Reyes, Mazda le regala al rey un anillo similar al Sol.
Numerosos monumentos aqueménidas (desde los grandes bajorrelieves de
Persépolis a los minúsculos sellos cilíndricos) representan un disco solar
alado que sólo es superado por la mitad superior de un hombre[1].
Actualmente, este antiguo símbolo del Sol adorna los templos zoroastrianos
de Bombay y es exhibido por los fieles del mismo modo que los cristianos
llevan el crucifijo alrededor del cuello.
Los armenios se denominaron Arevotik, hijos del Sol, y cantaban himnos
al Sol naciente, y el cuerpo de lo divino estaba representado en sus cruces en
forma de un disco en el cual se fundían la forma del Sol y la de la Rosa.
De los persas a los incas, de los africanos a los celtas, de los japoneses a los
indios americanos y de los egipcios a los habitantes de Oceanía, el culto del
Sol es ciertamente el más difundido. Aunque en cantidades y modos diversos,
al Sol siempre se le atribuye una valentía positiva: el Sol es el bienestar, la vida,
la positividad, la luz, la claridad, la precisión, la conciencia. Los egipcios y los
griegos, por ejemplo, cuyo pensamiento filosófico era articulado y complejo,
subrayaron tanto en los límites como la ambivalencia. Ícaro, que se acerca
demasiado al Sol y cuyas alas de cera se funden, no es más que un ejemplo
entre muchos otros.
En el antiguo Egipto, el Sol (Ra, Re o Atum) es reverenciado hasta los
últimos períodos del reinado de los faraones como la deidad más importante,
y aunque los egipcios no sabían exactamente qué era el Sol, intuían, sin
embargo, que la vida sobre la Tierra dependía de su presencia.
Su nombre Ra o Re significa simplemente Sol, y su mayor santuario estaba
en Heliópolis, en el bajo Egipto (no hay que confundir esta ciudad con
Baalbek, en el Líbano, llamado también por los griegos Heliópolis), y
representa también el ciclo de la vida de un egipcio reducido a la duración de
un día. Esto es así porque el Sol nace por la mañana como un niño (Chefre),
es al mediodía como un adulto (Re) y muere por la noche como un anciano
(Atum).
La teología egipcia más antigua y fascinante, aquella que tiene en su centro
al Sol, fue importante durante siglos. De hecho, el Sol y el mundo nacieron
precisamente en Heliópolis.
Al principio era el elemento líquido incontrolado, una especie de caos, una
masa increada y no organizada pero que contiene las semillas de la vida. El
Sol surge de este caos, cuyo origen se desconoce, y después viene a la
existencia por sí mismo. Se manifiesta sobre un montículo de tierra
recubierto de arena virgen que emerge del agua y se materializa por medio de
la presencia de una piedra afilada, el benben, un objeto de culto en el templo
de Heliópolis.
El dios que se crea a sí mismo es Ra, el Sol propiamente dicho o Atum, el
ser realizado por excelencia o incluso Khepri, que se muestra como un
escarabajo cuyo nombre significa «transformación». Ra da a luz a la pareja
Shu, la sequedad, y Tefnut, la humedad. De su unión nace una segunda copia:
el Cielo y la Tierra, que son respectivamente una mujer y un hombre. El Cielo
y la Tierra engendran cuatro hijos: Isis y Osiris, Seth y Neftis.
Esta Enéada divina, articulada en cuatro generaciones, forma el lazo entre
la creación y la humanidad, porque las dos últimas generaciones introducen
efectivamente el ámbito de lo humano integrando en el mito a la leyenda
osiriana, un modelo de la pasión que es el destino de los mortales.
A partir del mito de Isis y Osiris, parece que los dioses estaban empezando
a dominar el mundo, con Re en la cima de la gran Enéada divina. También se
dice que Re, después de haber creado a los hombres, se retira de nuevo al
Cielo y lo recorre a bordo de una barca durante el día con su hija Maat. Por la
noche irá en la barca que transporta al reino de los muertos, donde se
defenderá de los ataques de Seth y Apofis, para finalmente volver a aparecer a
la mañana siguiente. La profunda veneración del Sol era también una antigua
tradición china, ya que se han encontrado símbolos del Sol en yacimientos
neolíticos en Da-Wen-Kou (4000-2000 a. C.) en el este de China. Un ejemplo
típico es la imagen del Sol con ocho cuernos, e incluso en los primeros
caracteres de la escritura china aparece el disco solar asociado a los conceptos
de día, prosperidad y abundancia. Los petroglifos pintados en las paredes de
hematita roja del monte Haushan representan escenas de la pesca, la caza, la
danza y la adoración del Sol.
Gran variedad de motivos solares también está presente en el neolítico del
sur de Asia y en los sellos de Harappa del primer milenio antes de Cristo,
donde el hombre juega un papel activo en su relación con el Sol, del que
deriva toda su fuerza vital. En la civilización hindú, el círculo solar formaba
parte del sistema planetario, aunque era más un objeto de interés científico
que religioso. Cuando en el año 1500 a. C., los arios (adoradores del Sol)
bajaron hasta el valle del Indo en Asia central, todavía mantenían la práctica
de la adoración del Sol, que representaban con una flor de loto con ocho
pétalos. Alrededor de 2000 a. C, el Sol es adorado en forma de un círculo
llamado Sunyamarti (forma de cero), o también en forma de una esvástica
con los brazos doblados hacia la derecha (de acuerdo con la rotación del Sol),
mientras que la esvástica con los brazos doblados hacia la izquierda (como en
el emblema nazi) representó la oscuridad de la noche. En la tradición
cristiana gnóstica y en el arte bizantino será descrita como cruz de luz o cruz
gamada, por su similitud con la letra gamma.
En las culturas indígenas de Indonesia, el culto del Sol ha existido desde
tiempos prehistóricos. En la cueva de Dudumahan, en las islas, el Sol está
representado en cuatro formas diferentes: un círculo con rayas, una cruz
encerrada en el perímetro de un círculo, en círculos concéntricos, y en un
círculo con un radio con un pequeño círculo concéntrico. Por regla general,
los rayos pueden ser rectos u oblicuos.
La conclusión que podemos extraer de este breve repaso del culto al Sol en
las diferentes civilizaciones es que cuanto más nos adentramos en ellas, más
se simplifica su desconcertante complejidad, reduciéndose a un puñado de
símbolos fundamentales. Entre ellos se encuentran formas rudimentarias
como círculos simples o con rayas, círculos concéntricos con puntos, ruedas,
espirales, halos presentes en las pinturas rupestres de todo el mundo. Estas
razones probablemente han influido en el nacimiento de la escritura
ideográfica egipcia y china, así como en el concepto indio de cero en las
matemáticas. También es posible que el revolucionario invento de la rueda,
que data de alrededor de 3500 a. C., se inspirara en el círculo solar pintado en
las rocas redondeadas. Incluso la espiral es, de hecho, una representación
universal del Sol: la imitación de los cuernos de los cuadrúpedos a la espiral
mística de Buda, hasta llegar a los capiteles de caracol de las columnas griegas.
Éstos son los supuestos científicos y antropológicos de los que parte la obra de
Daniel Lumera para mostrar que, aún hoy, como entonces, hay beneficios que
la luz solar trae a la mente y al cuerpo, bajo la perspectiva de una «técnica
terapéutica», según el significado original de estos términos. De hecho, con el
término técnica no se entiende únicamente la adopción de un método eficaz
para lograr una meta, como ocurre con el término conducta, sino algo mucho
más profundo, como el desarrollo de las competencias específicas que
faciliten el camino hacia la meta. El concepto de terapia, a menudo vinculado
casi exclusivamente a la patología, se utiliza, obviamente, en este contexto de
forma mucho más amplia: abarca cada acción que lleva a la humanidad al
bienestar y a la mejora de su propio estilo de vida. En el caso de El código de la
luz, se cumple con creces este objetivo fundamental, que está ligado a una
cuidadosa evaluación del concepto de calidad de vida, que ya no engloba un
número reducido de individuos que buscan lo positivo en su vida cotidiana,
sino que más bien se dirige hacia una mejora global de la gran y única familia
humana. Cuando Daniel Lumera habla de código, se refiere a un verdadero
sistema de referencia al Sol y a su poder biofotónico. Porque todo lo que nos
rodea es luz, incluso cuando estamos en la noche, y debemos considerar la luz
tanto física como metafóricamente, de acuerdo con las conquistas que la
humanidad ha alcanzado en cualquier lugar del mundo en el que se ha
encontrado para vivir. Lo que Lumera ofrece en este libro es una verdadera
técnica curativa, organizada siguiendo las indicaciones físico-dinámicas
codificadas de la luz que llevan a una nueva manera de ver y de experimentar
el mundo. También porque, como hemos visto brevemente, se trata de una
experiencia que siempre ha acompañado la evolución del hombre y sabemos
colectivamente que la experiencia repetida con el tiempo acaba creando un
agregado neuronal relativo a ella, y que finalmente se convierte en parte del
propio individuo. En el ámbito de la experiencia de la luz, siempre presente
en nosotros, el Sol se convierte en la vía de acceso a través de la cual el
universo comunica su sabiduría al ser humano, utilizando un lenguaje
específico: el código de la luz.
No se trata de una técnica nueva. Yo diría, incluso, que es antigua aunque
se redescubre por medio de la contribución de diferentes ciencias, de la física
cuántica a la psicología, de la filosofía a la antropología, de la astrofísica a la
metafísica, y así sucesivamente.
Se trata de una técnica conocida por los científicos, los místicos, los santos y
los filósofos de todas las épocas y que en este libro se convierte en un
interesante enfoque para cambiar nuestro punto de vista, especialmente
cuando el autor se refiere a situaciones difíciles, ya sean psicológicas o físicas.
El hecho de tomar distancia de las situaciones difíciles en las que vivimos y
nos hacen sufrir, siguiendo la propuesta de Lumera, corresponde a un
proceso de racionalización colectivo, que nos permite considerar la realidad
desde un punto de vista mental, racional (mente) y no únicamente emocional
(corazón).
Encontrará, en este sentido, el ejemplo de un cono visto lateralmente o
desde arriba. Si miro un cono de frente, veo una línea circular que delimita
una zona de apoyo, una superficie que sale inclinada desde la base hacia
arriba y no perpendicular al vértice y, finalmente, el vértice. Si miro el mismo
cono desde arriba, veo el contorno de una base redonda y un punto en un
centro que es el vértice. Ya no existen ni base ni vértice, puesto que hay varios
niveles que superar para llegar de abajo hacia arriba. Las proporciones y la
perspectiva cambian completamente, porque la relación matemática (que es
la famosa y misteriosa “pi” griega - p), punto y circunferencia expresan la
perfección, y encontrarse en el punto
o en el círculo es siempre la condición óptima.
No es coincidencia que el autor recuerde en el libro que esta perspectiva es
la clave para entender el modelo solar que expresa la luz, el equilibrio y la
vida.
Por eso, leer este libro es como rehacer el camino del héroe solar, que es un
antiguo punto de referencia espiritual, un patrón de comportamiento que
puede guiar hacia el descubrimiento de un probable y posible camino
evolutivo para todas las energías conscientes en la Tierra y, tal vez, también
para las inconscientes. Hoy ya no tenemos nada parecido a este modelo.
Tendríamos quizás la posibilidad de la Imitatio Christi, pero demasiado a
menudo el camino de la transformación propuesto por la historia del Maestro
es incomprendido o ignorado por completo. El único modelo que sigue
vigente y efectivo para muchos es el del éxito mismo, a toda costa, de
aparentar para ocultar ser, considerando inútil el logro de la más mínima
conciencia interior y exterior.
¿Perdimos por completo la sabiduría milenaria de los procesos naturales?
¿Ocultamos deliberadamente las señales celestiales de la humanidad?
¿Olvidamos el camino del Sol?
ALESSANDRO BERTIROTTI
Antropólogo de la mente. Profesor de
Antropología Cultural, Universidad de
Florencia (Italia).
1. Los aqueménidas son la primera dinastía Aqueménida del Imperio persa (540-341 a. C.), fundada por
el rey Aquemenes.
El código de la luz
Un nuevo modo de ver. Un nuevo modo de sentir.
Una experiencia que ha acompañado siempre
al hombre en su evolución y que se difunde cada
vez que se produce un gran cambio. El punto
de vista que cambia la realidad.
Las diferentes frecuencias de la luz solar albergan información para nuestra
salud, nuestro bienestar y nuestra evolución. El Sol es una puerta, un núcleo
de conexión a través del cual el universo comunica esta información al ser
humano, y lo hace mediante un lenguaje particular: el código de la luz. De
este código dependen todas las cosas que te suceden, las personas que
encuentras, las situaciones que vives, la capacidad de ser feliz, las
enfermedades y la curación. La luz conoce el lenguaje del alma que regula tu
evolución, así como tu salud. Científicos, místicos, santos y filósofos hablan
de este código, lo interpretan y revelan sus secretos según una nueva
conciencia. Este libro te ofrece las claves para acceder al lenguaje de la luz
mediante la comprensión de un punto de vista particular: el del Sol.
Evolución
«No comparto lo que dices,
pero daría la vida para que pudieras decirlo.»
VOLTAIRE
El Sol siempre ha inspirado la evolución de todos los pueblos que han existido
sobre el planeta Tierra. El Dador de vida, la Fuente, Surya, Šamaš, Savitri,
Helios, Ra, Inti, Kinich Ahau o Ameratsu son sólo algunos de los nombres
mediante los cuales el Sol ha sido adorado a lo largo del transcurso de los
milenios. Esta fuente que proporciona luz y vida nos permite tener una vaga
idea tanto de los mecanismos de funcionamiento del universo como de la
potencia de la luz.
El 24 de abril de 1984, el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan,
estaba a bordo del Air Force One, cuando el avión perdió contacto con el
mundo exterior y permaneció aislado durante más de una hora. Sólo los
pilotos entendieron que el artífice de todo aquello no eran los rusos, ni mucho
menos un atentado terrorista, sino que se trató de un capricho del Sol. El Área
Activa 4474 –así denominaban los astrónomos a la superficie solar que estaba
produciendo aquella enorme explosión y una gran radiación de rayos X
nunca antes registrada– se extendía 280.000 kilómetros, unas 20 veces el
diámetro terrestre. En
el Sol tuvo lugar una explosión equivalente a millones de bombas H, a una
distancia de 150 millones de kilómetros de la Tierra, y se propagó por el
espacio como una tormenta geomagnética que alcanzó nuestro planeta
provocando un colapso en las comunicaciones por radio. El hombre más
poderoso del mundo, frente a un pequeño bostezo del Sol, parecía más
insignificante que una mota de polvo.
Gracias a la evolución científica y a los nuevos descubrimientos, el ser
humano se ha creído capaz de poder prescindir de la luz solar y la ha
sustituido por la artificial. Ordenadores, lámparas, televisores y casas se
alimentan principalmente de la electricidad producida por el hombre. Con la
revolución científica se creyó poder sustituir la energía solar por otras fuentes
alternativas, aunque más adelante en este mismo libro podrá darse cuenta de
su importancia a la hora de salvaguardar la salud de cada uno de nosotros y
también la del planeta.
La luz solar es el sustento y la medicina más poderosa que tenemos a
nuestra disposición, aunque la mayoría de la gente no tenga conciencia de
este recurso. Podríamos utilizarla para obtener energía limpia y evitar
explotar y devastar este planeta, pero parece que la conciencia humana tenga
que llegar al filo del abismo para darse cuenta de esta posibilidad.
Contaminación, agotamiento de los recursos, extinción de las especies,
modificación del estilo de vida o nuevas enfermedades son sólo algunos
ejemplos de esta señal de alarma, orientada a crear una nueva manera de vivir
más consciente.
En este universo, el Sol representa la única cosa externa a la Tierra que
necesitamos para vivir. Pueden faltar galaxias enteras en el cosmos, pero no
podemos vivir sin el calor y la luz del Sol.
Ninguna civilización carece de un homenaje a esta estrella a través de
cultos, mitos o representaciones. En Egipto, la sociedad entera se inspiró en el
modelo solar, y el faraón que instituyó la primera religión monoteísta fue
Akenatón mediante el culto a Aton-Ra, el dios del sol. En Mesopotamia, era
Šamaš y representaba la justicia; en Grecia era Helios; los persas adoraban a
Mitra, y los indios a Surya, que surcaba el cielo empujado por un carro de
siete caballos.
Su influencia está presente en todas las religiones: en el mitraísmo, en el
zoroastrismo, en el budismo, en el hinduismo, entre los mayas, los aztecas y
los incas de Perú, entre los indios de América y en la religión católica.
El Sol se encuentra en la base de la evolución del ser humano y contiene la
información necesaria para la supervivencia de nuestra especie. En su luz se
hallan las respuestas más íntimas relacionadas con nuestra naturaleza y
nuestras capacidades.
Existe un código de la luz, es decir, un lenguaje mediante el cual la luz
consigue influenciar y modificar la materia, las emociones y los pensamientos
y de este modo crear la realidad.
De este código dependen las cosas que te suceden, las personas con las que
te encuentras, las situaciones que vives, las enfermedades y la sanación, tu
prosperidad y tu capacidad de ser feliz.
Conocer el código de la luz te ofrece la posibilidad de cambiar la propia
realidad y la propia evolución. Los antiguos modelos relacionados con el
sufrimiento, la enfermedad, el poder, las relaciones de pareja, el sexo y
muchos otros aspectos pueden sustituirse por nuevos códigos vinculados al
gozo, al placer y a la conciencia.
Todo este trabajo se ha podido desarrollar gracias a la observación de las
cosas según una perspectiva revolucionaria: la perspectiva del Sol. Aquella
que conoce la luz y su lenguaje, porque es su origen y la fuente, y que, por su
naturaleza, sana los opuestos y une las cosas en una única visión.
1 Alimentarse sólo de luz
Entre ciencia y conciencia.
El descubrimiento de los biofotones
En 1922, el biólogo Alexandre Gurwitsch realizó un descubrimiento
revolucionario que, cincuenta años más tarde, daría un giro a las
investigaciones sobre la luz y su aplicación en las ciencias médicas.
ALEXANDRE GURWITSCH y el experimento con las raíces de cebolla.
En su experimento, hizo crecer dos raíces de cebolla, una junto a la otra: el
extremo de la segunda raíz estaba orientado hacia la primera, casi tocándola.
Las observaciones verificaron cómo se dividían las células, siguiendo una
actividad particularmente intensa justo en el punto donde se orientaba el
extremo de la segunda raíz.
Gurwitsch observó que este fenómeno no sucedía cuando entre los bulbos
se interponía el vidrio de una ventana, que absorbe los rayos ultravioleta de la
luz. Cuando, por el contrario, se utilizaba un vidrio de cuarzo (que no impide
el paso de los rayos ultravioleta), no se interrumpía el fenómeno de particular
actividad reproductiva. El biólogo supuso la existencia de una radiación
desconocida capaz de determinar aquel fenómeno. En la década de 1970, el
biofísico Frantz Albert Popp consiguió explicar el fenómeno gracias a un
descubrimiento extraordinario:
Las células de los seres humanos, de los animales y de las
plantas desprenden luz bajo la forma de biofotón.
Esta luz es capaz de permitir un intercambio de información entre los
organismos, incluso a grandes distancias.
Fotografía del alga Acetabularia que muestra los biofotones en la oscuridad:
son las partículas de luz que surgen de las células.
Sistemas vivos que desprenden biofotones
Popp fue capaz de demostrar cómo de cada célula de nuestro organismo
emana una luz similar a la de una vela colocada a 25 km de distancia. De
manera que la suma de todas las células da lugar a una destacada
luminosidad. Nuestros cuerpos y nuestras células, del mismo modo que las de
los animales y las plantas, no sólo son puntos refractores de luz, sino que
también son centros de irradiación, igual que a macroescala lo es el Sol.
Emiten, de esta forma, fotones.
Emisión de luz en la mano
Mitsuo Hiramatsu, científico del laboratorio Photonics de Japón, ha
comprobado que las uñas emiten 60 fotones por minuto, los dedos 40 y las
palmas sólo 20 (datos publicados en el Journal of Photochemistry and
Photobiology).
Emisión de luz en el cuerpo
Algunos científicos japoneses fotografiaron a cinco voluntarios con una
máquina fotográfica particular, capaz de revelar la luminosidad de cada fotón
individual.
Los voluntarios fueron fotografiados completamente desnudos, en una sala
totalmente oscura, a intervalos de tres horas cada uno, desde las 10:00 horas
hasta las 23:00 horas. El experimento se llevó a cabo durante tres días
consecutivos. Las imágenes obtenidas en este extraordinario experimento
muestran cómo el cuerpo humano emite radiaciones luminosas en el campo
visible de la luz.
Como se observa en la figura, el rostro es lo que presenta una mayor
luminosidad: esto se debe a que, al tratarse de la zona más expuesta al sol,
tiene un mayor índice de melanina, un pigmento que contiene un
componente fluorescente que aumenta la luminosidad de la piel. En este test,
los científicos comprobaron cómo la luminosidad de los cinco sujetos llegaba
a su punto culminante a las 16:00 horas y alcanzaba el mínimo a las 10:00
horas.
El objetivo del estudio era comprobar si la luminosidad de los biofotones
podía utilizarse para realizar diagnósticos: descubrir si las enfermedades
estaban relacionadas con alguna alteración de la luminosidad de nuestras
células.
Los extraordinarios descubrimientos que siguieron a la teoría de los
biofotones demostraron que estas emisiones de luz regulan el crecimiento y
la regeneración de las células, además de controlar todos los procesos
bioquímicos.
Los biofotones representan propiamente, en el ámbito de la célula y las
relaciones intracelulares, un lenguaje para la transmisión en código de la
información necesaria para la vida: incluso los procesos enzimáticos,
esenciales para la dinámica del adecuado funcionamiento de la célula,
están controlados por estas señales electromagnéticas.
El lenguaje de la luz
Otro extraordinario experimento de Popp muestra cómo la luz es portadora
de información y mensajes, que son capaces de modificar la actividad de la
materia: si colocamos dos pipetas con sangre de cerdo, una al lado de la otra y
separadas por un vidrio que permita que penetren los rayos ultravioleta y a
uno de los dos vasos se le añade un agente patógeno, la sangre contenida en
ese vaso reacciona de manera natural y empieza a producir anticuerpos. Poco
tiempo después, la sangre del otro vaso comienza a generar los mismos
anticuerpos que la del primer vaso, incluso aunque no tenga ese agente
patógeno.
En cambio, si se bloquea la transmisión de luz entre los dos vasos por
medio de un vidrio o una pared que altere la radiación ultravioleta, la sangre
del segundo vaso no reacciona generando anticuerpos.
De modo que la luz es portadora de señales y mensajes ¡y, sin su
presencia, estas informaciones no pueden transmitirse!
Pero la luz es capaz de transmitir estas órdenes sólo si la gama de su
espectro no se altera; por tanto, no es tanto la intensidad, sino la «calidad» lo
que determina la capacidad de la luz para ser transmisora de información.
Otros estudios científicos, en la misma línea de estos descubrimientos,
relacionan las enfermedades con una reducción de la luminosidad de las
células. Popp manifestó en Discovery News que se pueden encontrar claras
relaciones entre luz biofotónica y enfermedad. Él y sus colaboradores sostienen
que, en los enfermos, la luminosidad está alterada.
Así, una luminosidad reducida en nuestras células está relacionada con un
desequilibrio y con la enfermedad, y, por tanto, la luminosidad adecuada
indica un estado de salud y bienestar.
Más allá de lo que los biofotones pueden hacer en el interior del cuerpo,
también son capaces de transportar información a células de organismos
distintos, como, por ejemplo, los de dos individuos diferentes.
En definitiva, la luz que emana de nosotros ejerce cierta influencia en la
actividad celular, emocional y mental de otros organismos, ya sean éstos
vegetales, animales o humanos, e interactúa con el ambiente externo,
modificando la materia mediante la información que transporta.
El secreto del Sol
Las características de la luz solar son diferentes de las de la iluminación
artificial, comúnmente utilizada en las casas y las oficinas. La luz solar está
constituida por un espectro de radiación luminosa, es decir, de diferentes
longitudes de onda.
El espectro solar oscila desde los rayos ultravioleta (hasta los 400 nm) al
espectro visible por nuestros ojos (de los 400 a los 700 nm), o a los infrarrojos
(más de 700 nm).
Cuando hablamos de luz, a menudo nos referimos a la visible al ojo
humano a partir de un espectro electromagnético mucho más amplio,
constituido por los rayos infrarrojos, las microondas, las ondas cortas y
amplias de radio, los rayos ultravioleta, los rayos X, los rayos gamma y los
rayos cósmicos. En este espectro electromagnético completo reside el secreto
de la luz solar y de la vida: en él se hallan las propiedades nutritivas y
terapéuticas fundamentales para nuestra supervivencia, así como las
informaciones con las que nuestra conciencia realiza el siguiente paso
evolutivo.
Las frecuencias de la luz contienen paquetes de información que nos sirven
para acceder a un nuevo nivel de conciencia, de salud, de autosanación, de
equilibrio mental y emocional y que nos permiten alcanzar una nueva visión
de la existencia mucho más satisfactoria y armónica.
Esta amplia variabilidad en cuanto al espectro de la luz solar determina sus
características curativas y energéticas.
La luz artificial, en cambio, no contiene rayos ultravioleta y tiene mucha
frecuencia distorsionada, por lo que exponerse a esta luz durante períodos de
tiempo prolongados, sustituyendo la del sol, puede provocar desequilibrios en
numerosos planos.
Estas alteraciones parecen estar producidas por un estilo de vida carente de
luz, y muchas personas intentan solucionar esta situación mediante fármacos
y remedios químicos, cuando se podrían desarrollar acciones preventivas o
curativas mediante una correcta exposición a la luz solar. En definitiva, la
atención no se debería centrar en los efectos terapéuticos de la luz solar, sino
en los desequilibrios creados por su carencia. Lo que ocurre comúnmente es
que el ser humano lleva un estilo de vida no saludable y pretende que el
fármaco resuelva el problema que le señala el cuerpo, para así poder seguir,
sin ningún impedimento, con el mismo estilo de vida alterado.
La química tiene un poder inmenso, pero no debe utilizarse de manera
inadecuada, como, por ejemplo, para no sentir la necesidad de nuestro cuerpo
y continuar viviendo en condiciones alteradas y desnaturalizadas. El género
humano tiene una tendencia a utilizar la medicina y los remedios
farmacológicos para no sentir la señal de alarma de nuestro propio cuerpo y
los malestares de nuestras emociones.
Si fueras de viaje con tu automóvil y en cierto momento se encendiese el
indicador rojo de los frenos, ¿qué harías? ¿Quitarías la luz roja para no ver la
señal, o cambiarías los frenos para no estrellarte?
Las enfermedades del cuerpo humano son señales que nos invitan a
observarnos, a conocernos y a cambiar.
Ignorarlas o calmarlas mediante fármacos no resuelve el problema porque,
de un modo u otro, se manifestará de otra manera.
Es necesario empezar a escuchar y a comprender estos mensajes. Esto no
significa dejar de tomar medicinas químicas, sino no abandonarse a un uso
desmesurado de éstas y mejorar el propio estilo de vida.
La luz y el ADN
Nuestro ADN es el elemento más importante para la transmisión del mensaje
de la luz. El ADN humano contiene toda la información de lo que somos y
funciona como una estación retransmisora de biofotones: recibe la luz,
asimila la información que contiene y la envía a las células de nuestro cuerpo,
dirigiendo todos los procesos vitales.
El ADN humano es una verdadera «antena electromagnética» que recibe e
interpreta los mensajes de la luz, con independencia de que provengan de las
células del interior del organismo como del exterior.
Los biofotones, oportunamente producidos por nuestro ADN, garantizan la
polarización de las membranas celulares: un aporte escaso de biofotones
reduciría la polarización celular y conduciría a la enfermedad.
Según esto, las enfermedades disminuyen la fuerza y las características de la
emisión luminosa y este descubrimiento podría conducir a metodologías menos
invasivas en el campo del diagnóstico médico.
De nuestra luminosidad interior depende nuestra salud. Los estudios sobre
los biofotones tienen en cuenta incluso los alimentos que ingerimos y la luz
que contienen, ya que ésta también se halla en los alimentos, sobre todo en los
vegetales frescos. Cuanto más pasan los alimentos por procesos de
elaboración, más parece que pierden su reserva de luz, de manera que incluso
disminuye su poder nutritivo sutil. En cierto sentido tendemos a ingerir
«alimentos muertos», es decir, sin luz.
La energía que obtenemos de la comida sería simplemente la de la luz solar
almacenada en las plantas.
Estas consideraciones resolverían un debate abierto desde hace muchos
años: ¿el ser humano es omnívoro, vegetariano o frugívoro?
Ninguna de estas cosas. El hombre es un ser que se nutre y se alimenta de
luz.
¿Es posible dejar de alimentarse por completo de alimentos sólidos y
sustituirlos directamente por la luz?
La luz, alimento y medicina
La luz contiene y transmite una información capaz de modificar la materia, la
fuerza vital, las emociones y los pensamientos. Si consideramos que la energía
de los alimentos no es más que una información vital contenida en la luz, la
pregunta que sigue es ésta: ¿podemos obtener directamente de la luz la
energía vital que necesitamos para sobrevivir sin necesidad de otros
recursos?
Tomemos como ejemplo la aspirina y consideremos que la información
terapéutica contenida en ella está presente también en la luz.
Imaginemos que esta información se ha transmitido de la luz a la semilla
del árbol del sauce, que, al crecer, ha desarrollado la corteza de la cual se
obtiene el ácido salicílico, que constituye
la base de la aspirina. La información pasa de la luz a la semilla, de la semilla
al árbol, del árbol a la aspirina (mediante la corteza) y
de la aspirina al hombre. ¿Se puede recibir directamente esta información a
partir de la luz, sin necesidad de todo este ciclo?
Sabemos que el ser humano obtiene beneficios del sol. Está probado que
mejora la salud, la vitalidad, las emociones y los pensamientos. Pero más allá
de eso, ¿podemos obtener de la luz toda la información que necesitamos para
nuestra evolución?
El primer experimento sobre el hecho de alimentarse de luz lo llevé a cabo
en el año 2002, y experimenté lo nutritiva y vital que puede llegar a ser. En
aquel período, de hecho, llevaba un ritmo de vida muy ajetreado y, a menudo,
no tenía ni el tiempo ni la posibilidad de comer. Un día, instintivamente,
empecé a absorber la luz del sol con la intención de alimentarme. Desde ese
momento, usé la técnica para «recargarme» cuando estudiaba o tenía que
vivir períodos particularmente estresantes.
La luz solar es la medicina más poderosa a la que el ser humano pueda
acceder gratuitamente, aunque esta posibilidad no es conocida ni utilizada a
gran escala.
La luz es un verdadero alimento tanto para nuestro cuerpo como para
nuestro ser, tanto que una mala iluminación tiene el mismo efecto que una
mala alimentación: palidez, apatía, tendencia a la depresión y reducción de la
energía vital y de la eficacia del sistema inmunitario, además de una tendencia
a engordar.
Una escasa exposición a la luz solar puede producir una serie infinita de
problemas que pueden manifestarse en el plano físico y emocional, así como
en la calidad de nuestros pensamientos y, en general, en el estilo de vida que
llevamos.
Rigurosos estudios científicos demuestran el enorme poder terapéutico de
la luz y evidencian cómo la vitalidad y el estado de salud del hombre están en
gran medida influenciados por la cantidad de luz a la que uno se expone de
manera habitual.
Evidentemente, es muy importante saber exponerse a ella, durante el
tiempo y en la modalidad correcta.
Aquí se muestra una breve enumeración de los efectos positivos derivados
de una exposición correcta y regular a la luz solar:
• Mejora la resistencia física.
• Mejora la capacidad de atención y aprendizaje.
• Mejora el sistema inmunitario.
• Mejora la calidad de las emociones.
• Mejora la tolerancia a la fatiga y al estrés.
• Reduce las actitudes agresivas y mejora el carácter.
• Regula los impulsos hambre/sed/sueño (reduce el hambre y el apetito
compulsivo).
• Mejora los tiempos de recuperación de situaciones de fatiga y
enfermedades.
• Es eficaz en la cura de la psoriasis (por medio de los rayos ultravioleta).
• Tiene una acción preventiva en el riesgo de padecer tumores.
• Mejora el crecimiento y el desarrollo.
• Mejora la capacidad de aprendizaje, memoria e inteligencia.
• Reduce el colesterol en sangre.
• Aumenta la producción de testosterona en los hombres y la de
progesterona en las mujeres.
• Produce vitamina D (absorción de calcio y minerales).
• Tiene una acción germicida en el caso de enfermedades infecciosas.
• Regula los ciclos de sueño y el reloj biológico.
• Mejora la circulación epidérmica (acción reafirmante).
• Aumenta la libido y las capacidades reproductivas.
• Mejora la circulación (capacidad de transportar el oxígeno de la sangre).
• Tiene efectos terapéuticos en artritis, reumatismos y artrosis.
• Mejora la visión.
• Reduce la necesidad de consumir drogas y alcohol.
Para intuir mejor el potencial reequilibrante de la luz, basta considerar
simplemente cómo visualizándola se producen efectos beneficiosos en
nuestro cuerpo, nuestras emociones y nuestros pensamientos.
¡Exactamente! Sólo con imaginar la luz dentro de uno mismo se
produce bienestar.
Más allá de la parte física, la luz solar es capaz de proporcionarnos
beneficios y equilibrio en muchos planos (emocional, vital, mental, etcétera);
además, nos permite llevar una vida más sana y satisfactoria. Pero llegamos a
la pregunta clave: ¿es posible vivir alimentándose sólo de luz?
Si partimos del presupuesto de que todo es posible, aunque no necesario,
entonces podemos hablar de algunos ejemplos de personas que han vivido y
viven alimentándose de luz, sin la necesidad de ingerir alimentos sólidos:
místicos, santos, investigadores y científicos.
La historia del químico Manfred Werner
A pesar de no comer durante cuatro años, goza de una salud y de un peso
perfectos (70 kg y 1,74 m de altura).
La única dificultad consistiría en adiestrar al propio cerebro para que
consiguiera alimentarse de la propia luz.
La revista alemana Bild explica el caso del doctor Werner, director de un
instituto de investigación sobre el cáncer. El doctor Werner afirma que se
puede vivir tranquilamente sin comer, recargándose mediante la luz presente
a nuestro alrededor.
Él mismo vive sin comer nada sólido desde el año 2001, alimentándose
únicamente de agua y zumos. Afirma que su alimentación es solar y que no se
trata de un ayuno, ya que se siente más sano, fuerte y vital.
Éstas son algunas de sus palabras: «Cuando se ayuna, el cuerpo se ve
forzado a utilizar sus reservas y se consume», «Yo tomo un litro y medio de
líquido al día, zumo, agua, té, café».
Después de someterse a un chequeo completo de diez días de duración en
una clínica médica, todos los resultados fueron, a excepción de pequeñas
cosas sin importancia, perfectos.
Su experiencia se inició en 2001, cuando el doctor empezó este
experimento por curiosidad: dejó de ingerir alimentos sólidos durante una
semana y se alimentó sólo de agua y zumo de naranja muy diluido (25 %). La
semana siguiente continuó el experimento tomando zumo, un poco más
concentrado (40 %). «Después de un tiempo –afirma–, mi cuerpo se habituó:
no tengo más necesidad de alimento»; simplemente tiene suficiente con la
energía solar. «Del mismo modo, no tengo una explicación; evidentemente, si
uno lo cree así, la energía de la luz y la materia son intercambiables.»
Hira Ratan Manek, el ingeniero mecánico
que vive de luz solar
Hira Ratan Manek (nacido el 12 septiembre de 1937) afirma vivir a base de
agua y de energía solar desde el 18 de junio de 1995 y que, ocasionalmente,
por razones de hospitalidad, toma té, café o suero de leche.
Se licenció en ingeniería mecánica en la Universidad de Kerala y fue
responsable del comercio de especias hasta su jubilación en 1992. Una vez
jubilado, se dedica al arte de observar el sol. Según la información que aparece
en su biografía, algunos períodos prolongados de su «dieta solar» han sido
supervisados por equipos médicos: el primero fue de 211 días durante los
años 1995-1996 en Kolkata, en India, bajo la dirección del doctor C. K.
Ramachandran. El segundo duró 411 días en 2000-2001 en Ahmedabad, en
India, bajo la dirección de un equipo de 21 médicos y científicos dirigidos por
el doctor Scià de Sudhir y el doctor K. Scià, el presidente de la Asociación
Médica Hindú. Incluso algunos estudios realizados por la Universidad de
Pensilvania en Filadelfia evidenciaron que las células del cerebro de Hira
Ratan Manek se estaban regenerando.
Se han realizado varias fotografías y escáneres en las que se muestran cómo
sus neuronas están activas y no están muriendo. Incluso su glándula pineal
está creciendo y no atrofiándose como sucede comúnmente después de los
cincuenta años, cuando su dimensión media es de 6 x 6 mm. En el caso de
Hira Ratan Manek tiene una medida de 8 x 11 mm.
La historia de Teresa Newman, la santa cristiana
Teresa Newman nació en Konnersreuth, un pequeño pueblo situado en el
nordeste de Alemania, el 8 de abril de 1898, en el seno de una familia muy
pobre y profundamente católica. En 1922, empezó a tomar únicamente
alimentos líquidos, y cinco años después, dejó incluso de ingerirlos. A partir
de Navidad de 1926 dejó de alimentarse, tanto de sólidos como de líquidos.
Desde entonces, vivió 36 años sin comer ni beber.
Para verificar la autenticidad de este caso, intervino la Iglesia y la ciencia y
la curia de Ratisbona ordenó un control rigurosísimo en julio de 1927.
Johannes Steiner, que siguió el caso durante cuarenta años, describió los
hechos en su libro: «En julio de 1927, con su aprobación y la iniciativa de la
curia de Ratisbona, Teresa fue sometida a una rigurosa y minuciosa vigilancia
por parte de una comisión de médicos y de cuatro hermanas de Mallensdorf.
La curia había interrogado previamente a algunos expertos para saber durante
cuánto tiempo puede vivir una persona de manera normal sin ingerir ni
comida ni bebida. Para el éxito de esta investigación se estableció un período
máximo de once días, especialmente en cuanto a tomar líquidos. Sobre este
dato, se decidió prolongar la vigilancia durante quince días más.
De dos en dos, las hermanas, bajo juramento, observaron incesantemente a
Teresa durante aquellos quince días según las indicaciones eclesiásticas y
médicas. Se midió el agua para enjuagarse la boca; se controlaron todas las
secreciones» y también «En los quince días no se ha constatado la más
mínima ingesta de alimento». El peso, que al inicio del estudio era de 55 kg,
descendió durante el sufrimiento del viernes a 51 kg la primera vez y a 52,5 kg
la segunda, y, al final del estudio, recuperó la cifra inicial pese al ayuno
absoluto. El peso de Teresa Newman, en el transcurso de los años siguientes,
no descendió nunca, ni tan siquiera con la edad (por predisposición
hereditaria), más bien aumentó. Siempre perdía peso el viernes (hasta 4 kg),
pero lo recuperaba regularmente durante la semana. «Un organismo normal
no soportaría, a largo plazo y sin sustento, variaciones de peso tan
continuadas sin sufrir alteraciones…». En la tradición cristiana, Teresa
Newman no sólo es una santa que vivió sin necesidad de comer. Recordemos
también a Santa Catalina de Siena, Santa Lidwina de Schiedam, San Nikolaus
von der Flue, Angela de Foligno, Domenica Lazzari o Elisabeth de Rent.
Giri Bala
Gracias al famoso libro de Yogananda, Autobiografía de un yogui, descubrí la
existencia de esta mujer. Yogananda escribe que Giri Bala practicaba una
técnica particular que le permitía vivir sin comer ni beber. Varias personas se
interesaron por su caso, incluso diversos científicos y el propio marajá, que
para verificar la autenticidad, hizo encerrar bajo llave a la santa en una de las
habitaciones de palacio y la tuvo bajo estricta observación durante tres
períodos diferentes: el primero de dos meses, el segundo de veinte días y el
tercero de quince días. Por fin se rindió y tuvo que admitir que,
efectivamente, Giri Bala ayunaba permanentemente.
Yogananda explica su extraordinario encuentro con la mujer que vivió
durante cincuenta años sin comer ni beber y lo documenta detalladamente,
incluso con fotografías. Giri Bala le comentó que su pasatiempo preferido era
cocinar para alimentar a los demás, y que se mostraba indiferente hacia la
comida sólida desde la edad de 12 años hasta el momento de la entrevista,
cuando tenía 68. Más de 56 años sin consumir agua ni alimento y, sobre todo,
sin sentir las llamadas del hambre y de la sed.
A través de las palabras de Yogananda, descubrimos que la santa se
alimentaba de sol y de aire, y que conseguía absorber la energía presente en
ellos; además, dormía poquísimo, y era inmune a la necesidad de alternar el
sueño con la vigilia. La vida de esta mujer fue verdaderamente extraordinaria
si tenemos en cuenta que nunca enfermó, que no tenía necesidad de eliminar
productos de desecho y que conseguía controlar el corazón y la respiración
con toda tranquilidad.
Existe una parte de la entrevista en la que a Giri Bala se le hace una
pregunta de una importancia fundamental y en la que se hace patente el
motivo por el que no enseñó nunca esta técnica a los demás. Ante la cuestión
de que poder vivir sin alimentos resolvería los problemas mundiales de
hambre que hacen que millones de personas sufran, la mujer comentó que no
podía entrometerse en el «drama de la creación de Dios» y que el fruto que la
naturaleza le concedió quedaría enterrado bajo tierra. En las palabras de Giri
Bala se revela una visión de la existencia muy particular: el hambre, el
sufrimiento, la miseria y la enfermedad serían los medios a través de los
cuales nos desarrollamos y evolucionamos; instrumentos a través de los cuales
somos inducidos a interrogarnos y a buscar el verdadero significado de la
vida.
Prahad Jani
Prahad Jani es un hindú de 78 años que dejó de comer y beber cuando
contaba 8 años.
Su organismo es capaz de obtener el alimento del sol de manera autónoma,
como las plantas. El cuerpo de este hombre se mantiene con vida y saludable,
aun sin ingerir ningún tipo de alimento. Tanto es así, que un grupo de
científicos del Sterlin Hospital de Ahmadabad lo tuvieron bajo constante
observación médica, prohibiéndole incluso lavarse. Durante este período, el
hombre no comió ni bebió nada, ni tampoco orinó ni defecó. Los médicos
pudieron observar cómo la orina, aunque continuaba formándose en la
vejiga, era reabsorbida inmediatamente después por las paredes de la misma.
Todos los exámenes realizados certificaron su salud física y mental.
La ciencia está demostrando que, en definitiva, el ser humano se alimenta
de luz, y que, de los alimentos, la parte que realmente nos aporta nutrición es
la luz que se halla contenida en ellos. Más allá del trabajo más moderno de
Popp sobre los biofotones, ya en 1933, el doctor George W. Crile de
Cleveland reveló que nos alimentamos de «quantums de energía», es decir, de
radiaciones. El doctor Crile sostiene que son los rayos del sol los que
transmiten a los alimentos las radiaciones que son capaces de «emitir
corrientes eléctricas en el circuito eléctrico del cuerpo, es decir, en el sistema
nervioso». Crile compara el átomo con un pequeño sistema solar capaz de
cargarse de la radiación del sol: «Estos innumerables átomos de energía se
absorben como alimento. Dentro del cuerpo humano, estos átomos cargados
de energía se descargan en el protoplasma, y la irradiación proporciona nueva
energía química y nuevas corrientes eléctricas».
La ciencia pronto descubrirá que el ser humano puede vivir alimentándose
exclusivamente de luz solar. Pero primero es necesario restablecer la
frecuencia de luminosidad interior correcta, con el fin de que esta habilidad
pueda alcanzarse y manifestarse a gran escala.
Más allá de lo visible
El ser humano necesita la luz para estar saludable, ya que esta luz, en su justa
medida, es una medicina. Existe una parte de la luz solar que no es visible al
ojo humano: los rayos infrarrojos y los ultravioleta. Justo estos últimos
parecen contener la extraordinaria propiedad nutritiva y vital más importante
para el hombre, aunque, al mismo tiempo, si se abusa de ellos resultan
dañinos.
Muchos de nosotros los conocemos como rayos ultravioleta UV (UVA y
UVB) debido a las lámparas para broncearse y a las cremas solares.
A favor y en contra de ellos se ha realizado una gran campaña mediática,
que los ha señalado como los principales responsables de enfermedades
cutáneas como el cáncer. Por el contrario, poco se ha dicho de sus efectos
terapéuticos, del uso curativo en el caso de la psoriasis o de la importancia
que tienen para mantener nuestra salud.
Es cierto que la luz solar puede provocar cáncer de piel, pero también
existen numerosas pruebas que documentan que una correcta iluminación
podría curar enfermedades como la osteoporosis, la esclerosis múltiple,
algunos tipos de cáncer (por ejemplo, los de colon, ovarios, próstata, mama),
la diabetes y enfermedades cardiovasculares.
Son muchas más las enfermedades que la luz puede curar que las que
puede ocasionar debido a una exposición excesiva.
Tras considerar todo esto, surge de manera natural el impulso de
desarrollar un estilo de vida adecuado con una correcta exposición del cuerpo
al sol.
La vida sedentaria delante del televisor o el ordenador que la mayoría de la
gente adopta no es saludable y no permite al sol poder brindar su acción
preventiva y curativa de la cual es capaz. Esto trae como resultado un sistema
inmunitario más débil, más enfermedades y el consumo de un mayor número
de medicamentos.
La correcta exposición al sol, de manera equilibrada y gradual durante
todo el año, constituye una fuente extraordinaria de prevención y de salud.
La dosis diaria de sol adecuada varía en función de la edad y del tipo de
piel: como media 10-15 minutos en el caso de los ancianos y 20-25 minutos
en los jóvenes.
Las pieles más oscuras necesitan una cantidad de luz mayor respecto a las
pieles claras, que tienden a quemarse.
Pero, ¿por qué nuestro cuerpo necesita luz solar?
Una de las razones principales reside en el hecho de que la luz solar es
directamente responsable de la producción de vitamina D (D3).
Aunque esta sustancia la produce casi por completo nuestro organismo
a través de lo que comemos, tan sólo se activa con los rayos ultravioleta de
la luz solar.
La importancia y las funciones de la vitamina D son verdaderamente
impresionantes: sirve para fijar el calcio en los huesos (osteoporosis,
osteomalacia), previene los resfriados, las enfermedades autoinmunes y otras
más graves como el asma.
Su función está estrechamente relacionada con nuestra salud: protege el
corazón y contra las enfermedades cardiovasculares, regula el buen
funcionamiento del hígado y los intestinos, reduce el riesgo de sufrir
Parkinson, ayuda a no engordar y está relacionada con el correcto desarrollo
muscular en la adolescencia y su formación regula el colesterol.
Éstas son sólo algunas de las funciones de esta vitamina, sin tener en
cuenta otras que están relacionadas con la atención y la mejora del resto de
funciones cognitivas. Para tener una cantidad suficiente de vitamina D es
necesaria una correcta alimentación y una adecuada exposición al sol.
La vitamina D3, para ser activada en nuestro organismo, precisa los
rayos ultravioleta de la luz solar: la longitud de onda que favorece su
síntesis se corresponde a la radiación ultravioleta conocida como rayos
UVB.
El ser humano tiene la posibilidad de almacenar los excedentes de esta
vitamina (sobre todo en el hígado), en particular durante los meses estivales,
cuando la cantidad de luz y la exposición al sol son mayores. Aunque estas
reservas pueden conservarse hasta los meses invernales, si la persona no se
expone adecuadamente al sol durante todo el año, es posible verificar una
carencia de vitamina D en el organismo.
La International Osteoporosis Foundation ha publicado un artículo
desconcertante denominado «Global Vitamin D and determinants of
hypovitaminosis», en el que proporciona datos que demuestran que, debido
al estilo de vida «de encierro» de Occidente, delante de un televisor o de un
ordenador, se observa a un gran número de individuos que ya muestra una
grave carencia de esta vitamina. Por eso es tan importante exponer el
cuerpo adecuadamente al sol. Lo primero que habría que desmitificar, y que
se ha construido a base de años de campaña mediática en contra del sol, es
que la luz solar siempre daña la piel y provoca cáncer. Esta afirmación es
cierta sólo en parte, porque también es verdad que la luz del sol puede curar
enfermedades como la psoriasis, infecciones bacterianas y un tipo de cáncer
conocido como micosis fungoide. De modo que la luz solar puede tanto dañar
la piel como sanarla, siempre dependiendo de la modalidad y del tiempo de
exposición.
Es curioso destacar cierta información sobre la que se basa la campaña de
prevención realizada por el Skin Cancer Prevention Working Party de
Inglaterra. En 1997 publicó un documento que aconsejaba protegerse del sol y
que afirmaba que broncearse no era seguro, indicando cuatro consejos
fundamentales: evitar el sol desde las 11:00 hasta las 15:00 horas,
permaneciendo en la sombra, protegiéndose con prendas de vestir (camisetas,
pantalones, camisas de manga larga y sombreros) y utilizar crema solar contra
el exceso de rayos ultravioleta. Aunque estas indicaciones seguramente sean
preventivas para reducir el cáncer de piel, ¿se tiene en cuenta la reducción
de la vitamina D (y todas las enfermedades que derivan de su carencia) a
causa de la falta del contacto de la luz sobre la piel? Aunque por un lado se
quiera desarrollar una acción preventiva, por el otro se impide la síntesis de la
vitamina D. Otro ejemplo digno de ser mencionado se refiere a la luz
ultravioleta y la reducción de la presión sanguínea: según los estudios
científicos, los rayos UVB (280-315 nm) reducirían la presión sanguínea,
mientras que los UVA (315-400 nm) no ejercerían ningún tipo de influencia
en este sentido.
Ahora sigamos este razonamiento: si las cremas solares bloquean la acción
de los rayos UVB y la consiguiente síntesis de la vitamina D, en teoría
tendrían que bloquear también la reducción de la presión sanguínea debida a
la luz del sol, lo que haría que aumentase el número de enfermos que padecen
hipertensión y colesterol.
¿Sabíais que en América las personas que sufren hipertensión son
alrededor de 50 millones? ¿Cuántos millones de dólares perdería la industria
farmacéutica y cosmética si se redujera la hipertensión de manera natural y si
no se empleara crema solar gracias a una correcta exposición a la luz solar?
Existe también otro círculo vicioso: las enfermedades fruto de los efectos
colaterales de los fármacos contra la hipertensión y el colesterol. Esto también
contribuye a aumentar el volumen de negocio que se genera alrededor de los
medicamentos.
¿Y si bastara simplemente con estar al aire libre, en contacto con el sol,
modificando el estilo de vida conscientemente?
¿Os parece una hipótesis arriesgada?
La longitud de onda que sintetiza la vitamina D es la misma que produce el
bronceado (oscila de los 290 a los 320 nm). Por tanto, evitar la exposición a
los rayos ultravioleta fuera de las horas de riesgo, con el uso excesivo de
cremas o cubriéndose con ropa también reduce nuestras reservas de vitamina
D, que podrían no ser suficientes durante todo el año, lo que causaría
enfermedades relacionadas con esta carencia. Pero no debemos interpretar
estas palabras literalmente, porque no es necesario broncearse para permitir
que la piel sintetice la vitamina D3, pues una exposición prolongada al sol
no produce un aumento en la cantidad de esta vitamina. Por este motivo no
es necesario estar horas y horas bajo el sol para que la luz cumpla su función
«medicinal».
Los principales factores que deben tenerse en cuenta a la hora de
exponerse al sol son:
1. Las horas y el lugar en el que se está expuesto: las horas punta que se debe
evitar (de las 11:00 a las 15:00 horas) son las de mayor incidencia; hay que
tener también presente la latitud en la que nos encontramos.
2. El tipo de piel para una correcta duración de la exposición: si es más o
menos sensible a la luz. Esto depende del color de la piel y del grupo étnico.
En general, las pieles claras son mucho más sensibles y en algunos casos no
consiguen broncearse, sino sólo quemarse. Cuanto más sensible sea la piel,
menos tiempo se tendrá que exponer al sol. La duración de la exposición
máxima al sol oscila entre los 20 minutos en verano para las pieles más
sensibles y no habituadas a tomar el sol, hasta los 70 minutos para las razas
indias y sudamericanas. Evidentemente, en el caso de las etnias de piel
negra, el alto contenido en melanina actúa a modo de filtro capaz de
bloquear los rayos ultravioleta y de garantizar unos prolongados períodos
de exposición al sol sin quemarse.
3. Los medicamentos que se tomen: algunos medicamentos aumentan la
sensibilidad al sol; por ello, es necesario informarse sobre las indicaciones
del producto, sobre todo en caso de los antihistamínicos, los antibióticos,
los tranquilizantes, los diuréticos, los antidiabéticos y los anticonceptivos
orales.
4. El mes de exposición: los meses de verano son claramente en los que la
incidencia de los rayos solares es mayor.
En definitiva, ¿cómo se puede tomar el sol y gozar plenamente de los
beneficios sin exponerse a ningún riesgo para la salud?
En principio, es posible tener en cuenta algunas indicaciones generales que
pueden servir de ayuda para desarrollar una correcta relación con los rayos
solares. Por ejemplo, el mejor período para tomar el sol de manera plena es en
primavera, cuando se aconseja exponerse durante breves y frecuentes
períodos antes que tomar el sol de forma prolongada.
En la mayoría de los casos, la tendencia es concentrar la exposición al sol
durante dos o tres semanas en los meses de verano, cuando lo ideal es que la
luz sea absorbida con más equilibrio a lo largo de todo el año para evitar esta
concentración excesiva.
La puesta y la salida del sol son dos momentos muy concretos en los que es
posible obtener los mayores beneficios. En estos dos momentos, la radiación
solar es inferior a la de un televisor, y la acción «terapéutica» es igual de
profunda y eficaz.
Existen también dos factores importantes que deben tenerse en cuenta
cuando nos exponemos al sol: el primero es la alimentación y el segundo la
temperatura. En cuanto a la alimentación, una dieta a base de comida integral
y poco elaborada ayuda en gran medida a tener una relación equilibrada con
la luz; y con respecto al segundo factor, es necesario considerar que la
temperatura ideal para broncearse debe ser inferior a los 18 °C, ya que así se
reducen los desequilibrios que la luz solar puede provocar. Por lo visto, tomar
el sol a una temperatura inferior a 18 °C es más saludable y beneficioso.
El mejor medio para relacionarse con la luz solar es el propio sentido
común y lo que cada uno siente en función de la información que tenemos a
nuestra disposición.
Cierto es que el sol, más que una cura para nuestro cuerpo, es una potente
medicina para nuestro espíritu.
Durante estos años, he observado cómo la exposición al sol, junto con una
respiración rítmica particular, realizada a través de la nariz, los poros de la
piel y con la estimulación de determinadas áreas del cuerpo físico a través de
la luz, provoca unos efectos muy equilibrantes y regenerantes.
Después de dos años de experimentaciones y tentativas, he elaborado un
programa de energización de una duración de siete meses que se llama
heliosis (del griego, «el acto de tomar el Sol»). En el programa, la persona
desarrolla una relación directa con la luz durante buena parte del año,
mediante una exposición en las horas seguras, que oscila de los 5 a los 15
minutos al día. Los efectos observados sobre mí mismo y sobre un grupo de
experimentación de alrededor de cuarenta personas han sido sorprendentes:
el peso corporal se ha regulado (han alcanzado su forma y peso ideal), la
necesidad de dormir se ha reducido (teniendo incluso más recursos a su
disposición), el hambre ha disminuido y los pensamientos han mejorado (su
calidad, igual que las emociones y la atención, se ha tornado más presente y
potente).
Durante la práctica de la heliosis hemos advertido una verdadera
purificación a nivel físico, vital, emocional y mental. Algunos desequilibrios
se manifiestan para ser eliminados definitivamente y la persona pasa por una
fase de desintoxicación y regeneración muy intensa, tanto de la sangre como
de los tejidos. La piel se revitaliza, del mismo modo que todos los procesos
vitales. Se dispone de mucha más energía, aunque no se trata de una energía
frenética, ansiosa o nerviosa como la que producen los excitantes que se
toman habitualmente.
Por lo general, se tiene la sensación de poseer un horno incandescente en
el interior del cuerpo, que emite constantemente una energía de placer y
bienestar. Esta fuente interior que se activa proporciona energía en grandes
cantidades, a la vez que con un gran equilibrio. Algunas personas manifiestan
que tienen la sensación de poseer un potente motor en su interior, capaz de
proporcionar potencia pero sin violencia, con una progresión constante.
La heliosis permite mejorar incluso las defensas inmunitarias y ser más
fuertes frente a las enfermedades.
El arte de recibir el sol
El arte de recibir y exponerse al sol, más allá de ser importante para la
química del cuerpo, también es fundamental para la calidad de los
pensamientos y de las emociones, porque la luz solar tiene un poder
beneficioso en el plano mental y emocional. Su efecto actúa también en
ámbitos más sutiles que los simplemente materiales. La información que
contiene nos ayuda a mejorar nuestro comportamiento y nuestros
sentimientos.
Saber exponerse a la luz solar no significa simplemente relajarse o
dormirse bajo sus rayos, sino que es un verdadero arte, capaz de generar un
poder revitalizante sin igual.
La luz contiene una información de vida, pero es necesario ser capaz de
sintonizarse en su frecuencia para poder beneficiarse plenamente de sus
recursos. Por lo general, el ser humano ignora esta posibilidad y se expone a
la luz sin tener la capacidad de absorber los elementos vitales más sutiles y
eficaces.
La luz solar es el verdadero alimento de nuestro ser. Tomar el sol y captar
su luz es un evento extraordinario que pone en marcha muchas mecánicas
potentes y activas de la energía, capaces de hacernos progresar en nuestra
evolución. Aunque no sólo se trata de una cuestión química: la luz solar es
capaz de transmitirnos sabiduría, belleza, paz y amor, necesarios para nuestra
evolución. Todo nuestro ser debería predisponerse para recibir todas estas
cualidades.
Con el fin de poder absorber las informaciones más sutiles y beneficiosas
del sol, es fundamental nuestra actitud interior. Puede parecer extraño, pero
es exactamente así: si te expones al sol pero tu mente está distraída pensando
en otras cosas y tus emociones siguen a los pensamientos, no eres capaz de
recibir todo aquello que esta estrella es capaz de proporcionarte. Es necesaria
toda tu presencia para que toda esta información te sea transferida por
completo.
Existe un secreto, custodiado cuidadosamente a lo largo de la historia,
sobre el arte de exponerse al sol.
Museo Egipcio, El Cairo. Dinastía XVIII 1370 a. C. Akenatón junto
a su esposa Nefertiti y a sus hijos, recibiendo los rayos del sol.
El arte de absorber los elementos vitales más poderosos y sutiles de la luz solar
se fundamenta en una actitud interior determinada. Esta actitud es también
esencial para la calidad de nuestras acciones.
Museo Egipcio, El Cairo. Dinastía XVIII 1370 a. C. Adoración al sol.
El culto al dios sol Atón, introducido alrededor de 1350 a. C. por el faraón
Amenofis IV –después llamado Akenatón–, esposo de Nefertiti.
Si nos mostramos conscientes con aquello que hacemos, ocurre un cambio
profundo, tanto en nosotros como en aquello que realizamos. Esta regla tan
simple es también muy poderosa si se aplica correctamente.
Se ha demostrado que comer con una actitud inconsciente (hablando,
pensando en otras cosas, viendo la televisión, discutiendo, etcétera) hace que
el organismo no sea capaz de asimilar adecuadamente el alimento, al
contrario que cuando comemos en silencio, conscientes de lo que estamos
haciendo, agradecidos por lo que estamos recibiendo y sabiendo que con la
comida estamos nutriendo, además del cuerpo, nuestros pensamientos y
nuestras emociones.
Lo mismo ocurre en las relaciones sexuales: practicar sexo para desfogar
los impulsos físicos y los instintos animales no es lo mismo que hacer el amor
con una persona a la que se respeta y se ama, y con la que se está involucrado
física, emocional, mental y espiritualmente. Las dos experiencias serán por
completo diferentes en todos los aspectos y la segunda será mucho más
completa y satisfactoria.
Cuando en el acto sexual las dos personas son capaces de amarse de
verdad, se crea algo especial, que nutre profundamente a ambos miembros de
la pareja.
Por lo general, después de una relación sexual fría y mecánica, las dos
personas no permanecen durante mucho tiempo en el lugar donde han
consumado el acto. Uno de los dos tiene ganas de alejarse, de cambiar de aire,
de ducharse o de dormir. Mientras que cuando la relación ha sido profunda y
completa y las dos personas han sido capaces de ofrecerse, entonces se genera
algo sutil, capaz de nutrir a la pareja. En este caso, ambos tienen ganas de
respirar y absorber los elementos sutiles que han generado y que permanecen
en el ambiente.
El acto sexual puede ser tan sólo una necesidad fisiológica o transformarse
en una experiencia absoluta, capaz de nutrir profundamente a los dos
amantes. Todo depende de la conciencia de quien está involucrado en ello. Lo
mismo sucede con el sol y su luz: tomar el sol y recibir la luz puede ser tan
sólo un acto mecánico o una experiencia profundamente revitalizante.
¿Alguna vez has entrado en algún sitio en el que poco antes se ha
producido una discusión y has notado la tensión en el ambiente?
Casi todas las personas son capaces de advertir la calidad de la energía del
lugar y escoger espontáneamente el sitio al que son más afines. Entrar en un
local que nunca recibe la luz directa y donde todos fuman, o dar un paseo por
un bosque milenario no es lo mismo, pero no es necesario ser tan extremista
para entender que existen energías sutiles que permanecen en el ambiente.
Estas energías no son nada más que informaciones registradas en la luz,
vibraciones luminosas capaces de transmitir una información sobre lo que ha
ocurrido en aquel lugar.
Incluso la luz solar contiene una información precisa que puede ser
comprendida y absorbida si la persona es capaz de sintonizarse en esa
frecuencia. Tener un comportamiento inconsciente frente a la luz solar y su
potencial excluye el acceso a este extraordinario poder vital, capaz de
hacernos progresar en cada aspecto de nuestra existencia.
Puede parecer extraño, pero el mejor comportamiento que se puede tener
para absorber los elementos sutiles de la luz es el de una flor que se abre
totalmente al sol para ser fecundada.
Con esta imagen interior y el comportamiento correcto seremos capaces
de recibir las informaciones presentes en la luz, que son también las más
poderosas e importantes para nuestra evolución. La luz solar es capaz de
cambiar la química de nuestro cuerpo, la calidad de nuestros pensamientos y
de nuestras emociones, nuestro comportamiento y nuestro espíritu,
proporcionándonos la información necesaria para nuestra evolución interior.
Exponerse al sol inconscientemente, con la mente distraída, puede resultar
beneficioso en parte. Exponerse al sol consciente de lo que esto representa, de
su poder y con la actitud interior de presencia y apertura te permite recibir de
la luz los elementos necesarios para comprender cosas hasta ahora
inaccesibles.
Recibir la luz solar con conciencia y presencia aumenta de manera
exponencial nuestra capacidad de absorber la fuerza vital y la información
evolutiva contenida en ella.
Antes de exponernos a la luz, sería bueno recogerse en uno mismo,
silenciar la mente y ser consciente de lo que representa el sol: el centro de
nuestro sistema, del cual emana un extraordinario poder creativo bajo la
forma de luz, calor y vida.
La luz conoce el lenguaje del alma
Muchas personas están seguras de que una técnica en particular es la que
supone la diferencia y se olvidan de que sin la actitud interior correcta ningún
método será capaz de resolvernos la vida.
Durante la década de 1950 se llevaron a cabo estudios que demostraron
cómo el experimentador siempre influencia la evolución del experimento. El
resultado depende de la actitud de quien realiza el experimento. Este
descubrimiento está relacionado con un hecho totalmente natural y
observable en la vida cotidiana: aunque se usen los mismos ingredientes, el
mismo tiempo y la misma intensidad del fuego, el café es diferente si los
hacen dos personas distintas.
¿Alguna vez le has dado un consejo a alguien, pero tus palabras no han
tenido ningún resultado, mientras que, quizás, poco después, otra persona le
dice lo mismo y el mismo consejo es aceptado?
Poco antes, la persona no era capaz de comprenderlo, estaba cerrada, no
reaccionaba de ningún modo. Después, unas pocas palabras, a veces las
mismas, dichas por otra persona, despiertan su energía y la capacidad de
entender y aceptar ese mensaje. La persona entiende y cambia.
La cantidad, la calidad y el mensaje de la luz que proyectamos influencia la
interacción y la realidad que nos rodea.
Ser capaz de comprender el código de este lenguaje nos permite producir
cambios, conscientemente, en el mundo que nos rodea.
El lenguaje de la luz, que proviene de nuestras células y que emanamos en
el mundo circundante, lleva mensajes claros que determinan reacciones y
crean situaciones a nuestro alrededor.
Si sientes rabia hacia una persona mientras hablas con ella, la luz, a nivel
sutil, hará que a tu interlocutor le llegue el mensaje inequívoco, aunque
intentes ocultar lo que sientes. Podrás intentar engañar cuanto quieras, pero
tu luz transmitirá lo que realmente estás viviendo. El mensaje que se
transmite influencia el mundo que te rodea (personas, cosas, situaciones,
emociones) y determina un cambio, lo que crea cierto tipo de realidad. Los
impulsos de luz que proceden de ti se transmitirán y registrarán y antes o
después generarás una reacción equivalente y contraria.
Mario me explicó su historia: «Estaba muy enfadado con mi mujer, me
sentía ofendido y me hubiera gustado gritar que no había entendido nada. Era
una situación tremendamente insostenible; ella no trabajaba y no quería
mover un dedo, y yo sentía el peso de los dos sobre mis espaldas. Intenté por
enésima vez de hablar con ella, pero mis palabras no tuvieron ni el más
mínimo efecto. Era como una roca dura, inamovible, incapaz de escucharme
ni de ver la solución que para mí era tan simple. En la desesperación, me di
cuenta de que el mensaje que quería comunicar no era comprensible para ella.
Estábamos en dos frecuencias diferentes. Entonces me senté y escuché a mi
cuerpo mientras respiraba lentamente, hasta que localicé con claridad la parte
del cuerpo en la que sentía esa carga pesada que me bloqueaba. Sentí un nudo
en la garganta, como si fuera algo que no quería salir. En esa parte se
acumulaba toda mi sensación de rabia y de impotencia. Fue entonces cuando
tomé una decisión insólita. Respiré profundamente durante más de media
hora, imaginando que toda esa carga pesada se transformaba en luz. A cada
inspiración, tenía la clara sensación de que un sol pulsante iluminaba mi
garganta y que con cada espiración veía claramente cómo esta luz se expandía
y transformaba en bienestar todas las sensaciones que encontraba.
Poco a poco, fui capaz de relajarme completamente y de abandonarme a
una agradable sensación de luminosidad interior. Había desaparecido la
rabia, me había olvidado del problema e incluso mi mujer dejó de existir. Al
final percibí una enorme gratitud por el contacto que me ofreció aquella luz.
Me fui reponiendo lentamente y, al cabo de una hora, decidí ir a abrazar a mi
mujer. Me sorprendió por completo cuando me dijo que, de repente, había
sentido un enorme alivio, que lo había visto todo más claro y que había
sentido la fuerza para poder cambiar realmente la situación».
Este simple trabajo sobre la propia luz interior fue capaz de generar un
cambio rapidísimo en aquella situación. Mario pudo transformar el problema
inicial en un medio para vivir una condición de equilibrio interior, sin
interesarse por el resultado, incluso con la satisfacción de haber contactado
con la luz, generando bienestar, conciencia y gratitud.
El sol es la fuente de luz natural más poderosa que tenemos a nuestra
disposición, y transmite códigos para nuestra evolución, siempre y cuando
seamos capaces de recibir y transmitir esta información. El mensaje que está
presente en la luz solar contiene una llave de comprensión de la existencia
muy importante, capaz de generar bienestar, así como de mejorar la calidad
de nuestras vidas. La luz conoce verdaderamente el lenguaje de nuestra alma y
nosotros, en definitiva, tenemos un comportamiento similar al de las plantas,
que utilizan de manera directa los nutrientes de la tierra y de la luz para
regular todos los procesos vitales.
Nuestras células dialogan gracias a la luz, ya sea entre ellas o con las células
de otros cuerpos y transmiten mensajes que contienen informaciones capaces
de generar cambios químicos, emocionales y mentales.
La luz tiene un efecto terapéutico extraordinario en todos los niveles si la
sabemos utilizar correctamente. La medicina es capaz de utilizar algunas
porciones del espectro de la luz solar para producir efectos terapéuticos
mediante el uso del láser. El láser, de hecho, es capaz de reproducir una
radiación estable, lo que se llama «coherente» en física, es decir, una onda
capaz de mantener y manifestar un alto grado de orden. Por ejemplo, la luz
láser roja se utiliza como ayuda en la curación de heridas, para estimular el
sistema inmunitario, así como para sanar las úlceras, el asma, la presión
sanguínea y las enfermedades intestinales, del mismo modo que en la terapia
contra el dolor.
Una parte aislada del espectro de la luz solar es capaz de transmitir un
mensaje de reequilibrio en las células de nuestro cuerpo.
Los estudios del doctor Ghadiali también relacionan los colores y
porciones de la luz solar con los elementos químicos y las moléculas:
• Violeta: refuerza el bazo y produce leucocitos.
• Verde: estabiliza las emociones, estimula la hipófisis, desinfecta y
desarrolla los músculos y los tejidos.
• Naranja: estimula la tiroides, purifica la sangre, ayuda a que los
pulmones cumplan su cometido y es también antiespasmódico.
• Rojo: estimulante, regenera la sangre y estimula el hígado.
Todas las formas antiguas de medicina han desarrollado un sistema propio,
basado en la terapia de los colores, claramente relacionado con la luz. Por
ejemplo, algunos monjes tibetanos se someten a tratamientos con luz de color
azul.
Nuestras células son, por tanto, pequeños soles, o, mejor dicho, pequeñas
partes de un sol mayor. Su luz es capaz, del mismo modo que la luz solar, de
transmitir mensajes precisos, capaces de cambiar incluso la materia.
De este modo, el modelo solar se expresa a microescala en cada uno de
nosotros. Para que este microsistema solar interior funcione de manera
equilibrada, es necesario que entremos en resonancia con el macrosistema
solar (con el sol físico) a través de una modalidad correcta y una conciencia
consciente, de modo que podamos recibir la información adecuada y nos
podamos desarrollar de un modo armónico.
Algunas informaciones se traducen en malestares o enfermedades y se
manifiestan en nuestro cuerpo sin que se pueda explicar cómo. Sólo sabemos
que estas informaciones llegan a diversas partes de nuestro cuerpo y causan
alteraciones. Asimismo sabemos que el mensaje se transmite mediante la luz
antes de que esto se traduzca en química y materia.
Entonces, ¿cómo podemos interpretar el mensaje que contiene la luz para
llegar a su causa y poderla cambiar?
Quién mejor que la fuente más grande de luz que tenemos a nuestra
disposición para poder responder a esta pregunta: el sol.
El ser humano necesita luz, tanto exterior como interior. Cuando su
luminosidad se altera, entonces aparecen desequilibrios físicos, mentales,
emocionales y espirituales. La luz que emanamos contiene un mensaje capaz
de influenciar la materia, nuestros pensamientos y los de los demás, así como
las emociones, las acciones y las reacciones.
Prácticamente, la luz que emanamos influencia al mundo que nos rodea y
crea la realidad. De nuestra luminosidad interior y exterior depende nuestra
realidad: nuestra salud y nuestro bienestar, la calidad de nuestras emociones y
de nuestros pensamientos, las situaciones y las relaciones que vivimos.
2 Curarse con el sol
«El verdadero viaje de descubrimiento
no consiste en encontrar nuevas tierras,
sino en tener nuevos ojos.»
VOLTAIRE
El punto de vista del sol
Los sabios de cada civilización siempre han sabido que observar el universo
desde el punto de vista del sol permite una evolución más rápida, una visión
más amplia de la existencia y una conciencia superior a la ordinaria.
Esta perspectiva ha sido capaz de innovar y revolucionar el modo en que el
ser humano concibe la vida. Todas las personas que la han utilizado para
observar y comprender el cosmos han sido capaces de abrir sus mentes y
alcanzar una mayor conciencia, más amplia y más profunda, desde los sabios
vedas, los egipcios, los mayas y los aztecas hasta los científicos o los filósofos
como Copérnico o Galileo Galilei.
En 1500, la cultura europea consideraba la Tierra como el centro del
universo, con el Sol y las estrellas girando alrededor. La visión geocéntrica
(con la Tierra en el centro) se podía comprobar mediante la observación
directa de los fenómenos celestes, y a nadie se le hubiera ocurrido poner en
duda su autenticidad, porque esto también habría significado refutar la
veracidad de los textos sagrados y ser excomulgado.
El punto de vista desde el que observamos las cosas incide profundamente
en la visión de la realidad: la Tierra era el centro de toda la creación obra de
Dios para el hombre. Bajo la misma estaba el infierno y, en el cielo, se hallaba
el paraíso. Ésta era la estructura mental y la información que dominaba en
Europa en el año 1500.
Intenta ponerte en la piel de alguien que considera nuestro planeta como el
centro de todo. Este pensamiento era fruto de la filosofía natural aristotélica y
de la interpretación de las Sagradas Escrituras.
Fue suficiente cambiar el punto de vista, gracias al telescopio, para darse
cuenta de la ilusión en la que estaba inmerso el ser humano. Si se observa la
realidad desde dentro de un sistema, se puede caer en el engaño y seguir una
percepción ilusoria, como que el Sol gire en torno a la Tierra. Hoy en día
hasta un niño sabe que es erróneo.
Galileo vio nuestro planeta desde un nuevo punto de vista y se dio cuenta
de la ilusión de la percepción geocéntrica, lo que revolucionó las conciencias y
abrió las mentes más evolucionadas hacia una nueva visión del universo.
Aunque como decía Einstein: «Es más fácil desintegrar un átomo que un
prejuicio» y de este modo Galileo fue procesado y condenado como hereje
por la Iglesia católica, que lo obligó a vivir aislado durante el resto de su vida.
Asimismo, para defender un punto de vista, aunque sea ilusorio, se han
hecho guerras y revoluciones, se ha quemado en la hoguera, se ha matado y se
ha exiliado a muchas personas.
En cambio, cada vez que el hombre considera el sol como su plano
evolutivo, accede a una conciencia y a un conocimiento mucho más
profundos, capaz de acabar con los conflictos e ir más allá de las ideas
preconcebidas.
El punto de vista del sol acaba con las ilusiones que mantienen prisioneras
a la conciencia y la mente humanas, al mismo tiempo que proporciona una
visión clara de la existencia, liberando a la humanidad de la perspectiva
limitante del geocentrismo.
El ser humano es capaz de observar el cosmos desde la perspectiva solar y
de obtener conocimientos científicos, filosóficos y espirituales superiores; este
arte era conocido en los tiempos de los Vedas y en Egipto por los faraones de
la casta sacerdotal dominante. Entre los escritos más antiguos que existen,
que hablan de una sabiduría vinculada al sol, se encuentran los aforismos de
Pantanjali, un tratado que hay quien dice que data del año 10000 a. C.
Uno de estos aforismos afirma que si se practica un determinado estado de
conciencia sobre el sol se realiza el conocimiento del mundo:
SUTRA 3.27 BHUVANA JNANAM SURYA SAMYAMATN.
«Si se practica el Samyama (un particular estado
de conciencia) sobre el Sol, se consigue
el conocimiento del mundo.»
Casi parece una fantasía. ¿Cómo se puede ser el sol? ¿Cómo es posible ver
como ve el sol?
Como siempre, todo depende de la perspectiva desde la que observamos, y
un simple cambio, aunque sea milimétrico, de esta perspectiva es capaz de
cambiar el mundo: cambian los pensamientos, las emociones y el modo de
actuar y de crear las situaciones. Cambia incluso nuestro cuerpo, nuestras
células, nuestro metabolismo, nuestra capacidad de empezar relaciones y de
hacerlas madurar. En definitiva, el punto de vista desde el que observamos
nuestra vida es capaz de cambiar cada cosa de manera radical.
El sol funciona como un centro de transmisión de información luminosa, y
cada vez que la conciencia humana se conecta a este plano de evolución
accede a frecuencias específicas que contienen una información superior en
relación a nuestra evolución. En cada época, el sol ha funcionado de esta
manera: como un núcleo de transmisión de información, con la función de
regular el grado de evolución de esta parte del universo respecto a las demás.
Por ese motivo, todo aquel que se ha conectado a él mediante su
conciencia ha vivido un cambio y una nueva conciencia en ese momento
histórico. El sol, mediante su luz, transmite una información que llega hasta
nuestras células. Aquí es recibida por nuestro ADN, que actúa a modo de
antena retransmisora, y que la propaga a todo su alrededor, ya sea hacia el
interior de un organismo como en su entorno.
«El estudio de la perspectiva ha dado al arte el gusto por la profundidad, y
al alma la capacidad de sondear el infinito.»
Imagínate que observas un cono en horizontal. Ves una figura con un vértice
y una base. El vértice muestra simbólicamente el más alto grado de evolución,
el desarrollo máximo; también podría indicar el máximo cargo dentro de una
estructura, como el líder, el maestro, el guía, un presidente o un jefe. Según
esta perspectiva, es necesario un punto de referencia más alto que los demás,
que represente el vértice de la figura, un punto capaz de observar las cosas
desde lo alto para poderlas dirigir y orientar mejor.
El cono en cuestión representa un modelo horizontal, donde existe una
base y, a través de una gradación, una cumbre: podemos encontrarlo en
muchas expresiones de nuestra sociedad, por ejemplo, en el gobierno existe
un gobernante, que puede ser un rey, un dictador o cualquiera que se
encuentre en ese vértice. Después existen los cargos intermedios que van
teniendo, a medida que se va descendiendo, menos poder y responsabilidades
menores. Los fundamentos de este sistema son representados por las clases
sociales más bajas, que son las que producen el carburante con el que se
alimenta el todo.
Figura 1 Cono observado en horizontal.
Ahora intentemos cambiar nuestra perspectiva y observar la misma figura
desde arriba, desde un punto de vista diferente.
¿Qué vemos?
El cono se transforma en un círculo con un punto en el centro. He aquí el
glifo solar. Esta nueva visión rompe completamente los conceptos anteriores,
ya que deja de existir un vértice y mucho menos una base. Las proporciones y
el espacio cambian de manera radical: no hay nada que conseguir, nada que
escalar, todo es perfecto tal y como es. Hay un punto desde el que se origina
un círculo, que expresa la perfección, y con independencia de que estés en el
círculo o en el centro, siempre te encontrarás en una condición óptima,
perfecta. Así que nada que conseguir, nadie a quien seguir, nada que imitar o
perfeccionar; ningún privilegiado, ni mejores ni peores.
Esta perspectiva es la clave de comprensión del modelo solar, que expresa
luz, equilibrio y vida.
El glifo solar, el primer símbolo del sol
El glifo solar es el símbolo más antiguo y simple del sol. Su significado es
«emanación de vida bajo forma de luz». Representa la energía vital perfecta
que le ofrece el recurso ilimitado de la fuente del universo.
El círculo es el símbolo del infinito y de la perfección, sin principio ni fin.
El punto representa la fuente de la que procede la luz, el origen de todas las
cosas que se manifiesta en la perfección de la vida. El punto es el portal a
través del cual lo manifiesto nace mediante lo no manifiesto; la materia nace
del vacío. En muchas tradiciones antiguas, se difundía la práctica de sentarse
en la postura de meditación para contemplar este símbolo, incluso durante
varias horas seguidas, con el fin de entrar en contacto con la esencia del sol y
de su fuerza vital regeneradora.
Hemos visto dos enfoques diferentes de la misma figura, cómo aparece el
cono desde una perspectiva horizontal y cómo surge el glifo solar desde la
perspectiva vertical. Son sólo dos puntos de vista de la misma figura
geométrica. Y, sin embargo, al cambiar el punto de observación, también
cambian las características mediante las cuales se expresan las mismas cosas.
¿Qué modelo es más correcto o más justo?
Para responder a esta cuestión no debemos olvidar que las dos figuras
representan lo mismo, pero contemplado de una manera diferente. Si lo que
ves te parece un modelo equivocado, es sólo porque tu perspectiva no puede
ir más allá de la figura que observas para descubrir que, detrás de la
apariencia de las cosas, existe una esencia unitaria común.
Además, podrías fijarte en la idea de que la perspectiva que has elegido
como «justa» es la única verdad correcta para ti, e incluso podrías luchar para
reafirmarla. En ese caso, si eliges hacer la guerra para defender aquello en lo
que crees, estás simplemente cristalizando tu punto de vista y aceptando lo
que ves como la única posibilidad real.
¿Cuántas veces has visto este fenómeno de cristalización en el que las
personas o tú mismo pretendes tener razón, olvidándote de que de lo que
hablas es sólo una perspectiva, y que a lo mejor te enfadas y permites que
termine una amistad o una relación por no admitir que tu visión es limitada?
¿Qué modelo es más justo entonces? Ninguno y los dos al mismo tiempo.
Ambos pueden ayudar a orientarnos en las diferentes experiencias de la vida,
en función del momento. Aquello que realmente cuenta es «nuestra
conciencia de ser testigos» más allá del punto de vista que adoptemos. La
cristalización de la perspectiva empieza cuando nos identificamos totalmente
con lo que vemos y lo creemos como la única realidad posible. Normalmente
valoramos las cosas siguiendo un criterio de opuestos: correcto o equivocado.
Este modo de ver el mundo es típico de quien observa el universo con los ojos
de la Tierra, donde existen día y noche, luz y oscuridad. Pero la existencia de
estos opuestos es ilusoria, como también es ilusorio el hecho de que el Sol gire
en torno a la Tierra, aunque durante muchos siglos el hombre lo haya creído
así. Cuando la conciencia humana abandona la perspectiva terrestre,
experimenta un nuevo plano evolutivo, donde los opuestos se integran en una
visión completamente diferente. Desde el Sol no existe día y noche, y ni
mucho menos se conoce el significado del alba o la puesta de sol. La
polaridad, por su naturaleza, crea un conflicto interior, correcto y
equivocado, que luchan por reafirmarse: si hay alguien que tiene razón, debe
haber alguien que se haya equivocado. Ésta parece ser la eterna historia del
hombre, la infinita lucha entre el bien y el mal.
Una de las mayores debilidades humanas es fijarse sobre un punto de vista
y defenderlo hasta la muerte, olvidándose de que la verdad absoluta de este
momento se considerará el error de mañana.
La solución no se encuentra en los opuestos, sino en cambiar la perspectiva
de la propia conciencia.
Ver y sentir como el Sol
«Le pregunté al sol: “¿Qué son los problemas?”. “La sombra es sólo el testigo
de la presencia de la luz”, me respondió».
Los problemas son medios para mejorar, para desarrollar virtudes como la
paciencia, la constancia, el amor y la honestidad.
Si el sol es tan importante para nuestra vida, nuestra salud y nuestra
evolución, entonces es necesario conocerlo bien para comprender sus
recursos y utilizarlo mejor. Además de mediante los conocimientos
científicos, para comprender el lenguaje de la luz, también es posible indagar
con la conciencia humana, tal y como hacían los sabios hace cinco mil años.
El sol se ha considerado un modelo y una fuente de inspiración desde
tiempos inmemoriales. Las tradiciones milenarias vieron en esta estrella una
puerta para tener acceso a una conciencia superior y utilizaron la propia
conciencia para acceder a los misterios más profundos. En uno de los textos
sagrados más antiguos, el Taittir ya Upanishad, se mencionó: «Quien es eso en
el hombre y quien es eso en el sol son uno y lo mismo».
Los recientes descubrimientos científicos no hacen más que confirmar
aquello que estos hombres ya habían realizado miles de años antes: que la
naturaleza íntima del ser humano es luz. De sus textos y de sus enseñanzas se
puede acceder a una de las artes más antiguas: el arte de ser el sol. «¿Cómo es
posible convertirse en el sol?», me pregunté. ¿Cómo ve el mundo? ¿Cómo
siente las cosas? ¿Cómo percibe el hecho de ser el centro de este sistema
planetario? Por primera vez adopté la perspectiva más revolucionaria que
hasta el momento había sido capaz de experimentar: el punto de vista del sol.
Imagínate que tienes la cara pegada a un muro blanco y que te obcecas en
la idea de que ésa es la única posición posible. Desde esa perspectiva lo ves
todo blanco y desenfocado e incluso quizás pienses que tienes un problema en
la vista. Tienes la cara frente a un muro, pero crees que tu problema es la
vista, porque te has habituado a una perspectiva que te imposibilita ver las
cosas como realmente son. Has sido tú mismo el que se ha puesto en esa
posición, pero no eres capaz de reconocer tu responsabilidad. Si dieras un
paso atrás lo verías todo más claro, aunque todavía serías incapaz de ver el
muro. Sólo alejándote descubrirías una realidad diferente a la que pensabas.
El malestar no se debe a lo que creías, es decir, que veías borroso, sino al
hecho de que te habías puesto delante de un muro y te habías olvidado de
ello. Ahora ya puedes ver dónde está la puerta, salir de casa y descubrir que
fuera hay una naturaleza fantástica. Esto es lo que normalmente ocurre
cuando se comprende lo que es el punto de vista del sol: te das cuenta de que
aquello por lo que sufres, luchas y te desesperas es una ilusión óptica.
Conseguir ver las cosas como las ve el sol no es hablar en sentido figurado,
sino una experiencia real, que cada persona puede experimentar y verificar
directamente. Es un arte que permite que nuestra naturaleza de luz se exprese
mediante las palabras, los pensamientos, las emociones y los actos. Si el ser
humano explora esta experiencia, descubre un nuevo modo de sentir y lo
refleja en el amor, la muerte, el sexo, la vida, el espíritu, la religión, el dinero,
el poder, la enfermedad y cualquier otra cosa. Todo aparece bajo una nueva
luz y se descubre que la capacidad de vivir felizmente la vida y las relaciones
depende, en definitiva, de la perspectiva interior. El punto de vista del sol no
está sujeto a la polaridad terrestre mediante la cual evaluamos las cosas de
manera normal, y es capaz de ofrecernos recursos que por regla general son
inaccesibles y mostrarnos soluciones que proceden de una visión global muy
elevada. En la base de estas reflexiones se encuentra una técnica que surgió,
tal y como se enseña hoy, en el año 2006, cuando viví una profundísima crisis
que sacudió prácticamente todos los aspectos de mi vida: en un instante perdí
mi trabajo, mis ideales, mi pareja, mis amigos, mis recursos y mi salud. Me
quedé sin ningún punto de referencia. Todo se derrumbó y ninguna de las
prácticas que conocía hasta el momento me aliviaba, hasta que comprendí
que no eran las técnicas, sino el modo de ver y de vivir las cosas lo que tenía
que cambiar. El modelo solar me guió hacia la comprensión de aquello que
estaba viviendo, y lo que en un principio percibía como problemas se
convirtió en medios para disponer de más recursos y virtudes. Desde ese
momento inicié una experimentación muy intensa sobre mí mismo y luego
con un primer grupo de personas. Las rapidísimas tomas de conciencia que se
verificaron en mi persona y en los participantes me llevaron a poner a
disposición de todos la metodología que estaba utilizando: el sol interior, un
proceso extremadamente simple, eficaz y directo para comprender el modelo
solar y poder recibir los beneficios que derivan de su contacto. Esta técnica te
enseña cómo al observar las cosas desde el punto de vista del sol todo se
reequilibra espontáneamente sin que tengas que hacer nada. Las respuestas
surgen sin esfuerzo y la luz trabaja para ti.
El sol interior
Desarrollar la habilidad de ver las cosas desde el punto de vista del sol ofrece
una serie infinita de ventajas: obtener una visión global mucho más amplia y
elevada, ser capaz de encontrar soluciones antes inaccesibles, tener una
claridad fuera de lo común y ser capaz de generar un orden y un equilibrio
superior en la propia vida. Éstos son sólo algunos ejemplos de los beneficios
que puede proporcionar la comprensión de la perspectiva solar. Las
habilidades se desarrollan con la práctica, hasta que la propia claridad interior
aumenta exponencialmente. Los que lo han experimentado manifiestan que,
al cabo de poco tiempo de practicarlo, se verifica un fenómeno de intensa
claridad interior donde todo aparece completamente simple y comprensible,
incluso los problemas más difíciles. Las informaciones necesarias para la
evolución de la persona, ya sea una sanación física, mental, emocional o un
problema concreto, empiezan a llegar bajo la forma de nuevas frecuencias
luminosas que contienen una nueva visión, una nueva conciencia y nuevas
habilidades y capacidades. Durante estas experiencias llegan intuiciones y
tomas de conciencia superiores, incluida la capacidad de sanar rápidamente y
de enfermar menos. Podríamos decir que nuestra conciencia es capaz de
asumir nuevas informaciones de la luz, que se traducen en pensamientos,
emociones, fuerza vital y procesos químicos celulares, lo que da lugar a un
mayor bienestar en quien la aplica, en armonía con el nuevo paso evolutivo
que se está verificando en el planeta.
El sol interior no sólo es capaz de mostrar las cosas según la perspectiva de
un centro de irradiación de luz, calor y vida, sino que también puede hacer
llegar una información luminosa superior a todos los niveles de nuestro ser:
celular, vital, emocional y mental.
¿Qué significa ver y sentir del mismo modo que un sol? Si examinamos el
sol como modelo, es evidente que siempre que exista un centro activo se
establecerá un orden natural alrededor de él: los planetas giran alrededor de
órbitas ordenadas y se comportan siguiendo mecánicas precisas.
¿Qué otras muestras de centro tenemos alrededor de nosotros? Por
ejemplo, un buen líder representa un polo de atracción y orden. Cuando llega
a algún lugar, las cosas empiezan a gravitar a su alrededor siguiendo la
estructura que transmite. Este tipo de personas tiene la capacidad no sólo de
atraer a los individuos, sino también de valorarlos según las inclinaciones
personales. Un buen líder tiene la inteligencia de saber valorar a las personas
que le siguen y de facilitarles su realización según sus talentos individuales. El
líder es un modelo de sol que ilumina incondicionalmente a las personas que
tiene a su alrededor para evidenciar y esclarecer las virtudes presentes en cada
uno de ellos, y también hacer patentes los defectos para que puedan ser
cambiados. La presencia de un líder pone orden y permite que las personas se
expresen mejor. En este sentido, el líder expresa las características solares de
centro. Muchos jefes han utilizado estas dotes para conseguir la paz entre
personas y naciones.
Si tomamos el sol como modelo de nuestro centro interior, descubriremos
que tiene características precisas: posee orden y equilibrio, y proyecta luz y
calor aclarando y calentando cualquier cosa. El sol nos enseña cómo en
nuestro centro interior es posible la coexistencia armónica de los opuestos,
masculino y femenino al mismo tiempo. Su ser femenino consiste en la fuerza
magnética que atrae a los planetas. Como un óvalo de luz, atrae enormes
masas de materia que gravitan ordenadas. Su ser masculino se expresa
mediante la vida que proyecta bajo forma de luz y que fecunda cada cosa,
iluminándola. Éstas son sólo algunas de las características que puede tener un
centro: llevar orden, permitir que se manifieste cierto equilibrio, hacer
coexistir los opuestos de manera armónica, fecundar, revitalizar, atraer,
iluminar y llevar claridad, luz y calor.
Del mismo modo que existe un centro a macroescala, en nuestro interior
también hay un centro a microescala. Es posible experimentar este centro y
manifestar las características y las virtudes que derivan de su contacto. En la
facultad de cada hombre reside la capacidad de transmitir vitalidad, claridad,
orden, bienestar y apertura. Cada uno de nosotros puede dar calor al corazón
de sus compañeros. Cada uno de nosotros puede manifestar, más o menos
conscientemente, las características del sol.
El sol interior te permite experimentar tu interior y a sus características
expresarse a través de ti. Un nuevo orden interior y exterior se manifestará
gracias a un simple cambio de perspectiva. La primera vez que se aplica esta
técnica, la luminosidad interior que se halla en las células se conecta al sol,
con lo que se restablece el contacto entre nuestra conciencia y el plano
evolutivo solar. Muchas personas afirman que se sienten conectadas a una
parte de ellos que habían olvidado. Todos los procesos de autosanación se
activan y los que ya están en funcionamiento se aceleran, lo que manifiesta
nuevas tomas de conciencia y de mayor profundidad. Este contacto entre la
conciencia individual y la conciencia solar ocurre en primer lugar en la
glándula pineal, en el centro de nuestro cerebro. Descartes la consideraba la
sede del alma. En realidad, la epífisis o pineal es como un «pequeño reloj
biológico sincronizador» controlado por la luz, que conecta a nuestro
organismo con el ambiente que nos rodea y le permite que se adapte a las
variaciones de luminosidad. La hormona que produce es la melatonina, que,
secretada de manera rítmica en función de la alternancia luz-oscuridad,
sincroniza el ritmo sueño-vigilia, además de tener varias funciones, como
retrasar los procesos de envejecimiento celular (es un potente antioxidante) y
reforzar el sistema inmunitario. La práctica de sol interior sincroniza la pineal
con el sol y establece un orden interior que reproduce el orden
macrocósmico. Si sobre el plano físico la glándula pineal regula los ciclos
sueño-vigilia, sobre el energético regula el despertar de la conciencia. Cuando
el centro del cerebro establece una conexión con el sol, que es el centro del
sistema a macroescala, conduce a nuestro ser a un nivel superior. De la pineal
llegará entonces una información por completo diferente a la habitual, no
relacionada con la alternancia dual luz-oscuridad, sino capaz de transmitir
impulsos profundamente reequilibrantes, y de hacer experimentar una
percepción absolutamente nueva: el sentido unitario de la existencia. La
pineal transmitirá un mensaje luminoso superior al resto del cuerpo y
permitirá la instauración de un nuevo equilibrio, basado en el modelo solar.
Esta glándula es, por tanto, un punto de contacto que nos une internamente
con un plano evolutivo más elevado, lo que permite que nuevas
informaciones lleguen a nosotros.
Cada vez que una persona practica el sol interior, revitaliza su propia luz
interior. Las células y su actividad cambian, y la energía vital se despierta
porque está conectada con la solar. Aumenta la calidad de los pensamientos y
las emociones y empezamos a recibir información superior relativa a nuestra
evolución. Por este motivo, esta técnica acelera cualquier proceso de
autosanación. Asimismo, con la práctica constante se empiezan a desarrollar
los canales neuronales conectados al placer debido al contacto con la luz
interior y se vive una profunda sensación de paz y de gozo.
En las experimentaciones más avanzadas de sol interior, donde la técnica
completa se combina con una respiración en concreto, he podido comprobar
cómo es posible permanecer durante prolongados períodos de tiempo sin la
necesidad de dormir y tener incluso más energía, vitalidad y atención durante
el día. Algunas personas que han practicado intensamente esta actividad
durante más de dos años han vivido la experiencia de estar más de veintiún
días seguidos sin dormir, al sustituir el sueño fisiológico por esta práctica
avanzada. Una vez que nuestro ser está completamente presente en el plano
evolutivo solar, las capacidades regenerativas se encuentran más allá de lo
habitual y la persona tiene acceso a recursos que antes eran inaccesibles, hasta
el punto de poder vivir sin la necesidad de dormir.
Hemos verificado cómo la vida «diurna» es perfectamente normal, es más, se
experimenta una mayor presencia y vitalidad, incluso en las actividades
deportivas. Cuando la conciencia humana se conecta al plano evolutivo solar,
deja de estar tan radicalmente influenciada por el ciclo luz-oscuridad / sueñovigilia al que estamos acostumbrados normalmente, y puede experimentar
nuevas dimensiones y nuevas experiencias mediante un proceso gradual y
armónico. Incluso la enfermedad y la sanación (como la pareja de opuestos)
pertenecen al plano evolutivo terrestre, y, por tanto, todos los procesos de
sanación que se verifican gracias al sol interior son la manifestación de un
nivel superior de evolución y no una simple integración de opuestos: la
misma enfermedad se considera un intento de reequilibrio y no un
desequilibrio.
Veinticuatro días sin dormir
Lo primero que pensé cuando oí hablar sobre la posibilidad de dejar de
dormir durante veinticuatro días fue: «¡Qué miedo!». Pero era un miedo
de esos a los que te apetece enfrentarte, porque algo te dice que detrás de
ese miedo lo que hay es amor, de manera que quise probarlo. La
experiencia consistía en sustituir las horas de sueño por un ejercicio que
liberaba las frecuencias pesadas que había acumulado desde el momento
de mi nacimiento. A través de una técnica específica, era posible llegar al
origen de relaciones y situaciones desequilibradas que habían tenido
lugar en el transcurso de mi vida, observarlas y comprenderlas a través
del punto de vista del sol, estableciendo este nuevo plano evolutivo
durante toda la noche. Y lo que comprendí es que ese origen siempre era
el mismo: el amor, la energía de la que todo procede y a la que todo se
dirige. De esta manera es fácil entender que puedes permanecer despierto
durante días si transformas la pesada energía con la que vives desde hace
años por la más ligera y luminosa que existe. Además, durante el día, mi
energía vital estaba rebosante y mi mente clara sentía alegría y libertad, y
una energía limpia que me permitió observar con mis propios ojos el
resplandor de la vida. Ahora le doy las gracias a la experiencia, a Daniel y
al amor que no descansa ni de día ni de noche.
Experiencia de Gema Cañón y Galeano,
Madrid, bailarina
Los primeros días son extraños. Todo sucede con normalidad. Trabajas,
convives, conduces, comes... todo como si nada hubiese cambiado, pero con
la sensación de estar como suspendida.
La vida diaria transcurre y los días pasan. Cuando llega la noche te
sumerges en esta amplitud donde tu vida va desde el hoy hasta el primer
día. Recuerdos, hechos y personas vuelven para fundirse contigo en la
luz. A veces, aparece el cansancio y también esto se funde contigo en la
luz. El amanecer regresa. Te pones en marcha y das las gracias una vez
más por vivir en esta plenitud cada instante. Presencia, agradecimiento y
paz envuelven tu ser y se manifiesta un día pleno y próspero de
conocimiento y vivencias.
Experiencia de Núria Palacín i Remiro,
Barcelona, terapeuta
Cada sol presente en el universo es un centro de propagación de la
información evolutiva que la energía creadora universal quiere comunicar en
un momento determinado. Cada estrella es un «núcleo independiente»
mediante el cual se comunican las frecuencias luminosas que determinan las
características de cada época, el nivel de conciencia que se puede desarrollar y
los elementos del siguiente paso evolutivo. Las estrellas son una especie de
redes neuronales del Creador: si te conectas a ellas con tu conciencia, recibes
la información actualizada para tu evolución desde un plano superior. El
problema surge cuando la conciencia humana se desconecta de esta fuente e
intenta vivir alejada de esta información. Entonces es cuando se manifiestan
varios desequilibrios y conflictos, ya sean interiores o exteriores, simplemente
por el hecho de que no se está conectado al plano evolutivo universal. Cada
vez que las personas se conectan al sol mediante la propia conciencia, se
restablecen las frecuencias correctas, no alteradas por la polaridad terrestre, y
la persona recupera su dimensión armónica. Lo único que se tiene que hacer
es reconquistar el plano evolutivo solar mediante la propia conciencia y toda
la información necesaria aparecerá de manera espontánea. Ya sea referente a
una sanación, al origen de un desequilibrio, a una decisión, a una relación, o a
cualquier otra cosa, esta información llegará bajo la forma de luz, que después
se traducirá en otras formas de energía. A través del sol llegan informaciones
luminosas que contienen nuevas formas de sanación, nuevas habilidades y
cualidades, al mismo tiempo que las directrices armónicas para el propio
equilibrio.
Son infinitos los puntos desde los cuales la conciencia humana puede
experimentar este universo, pero el sol representa algo especial porque es el
centro de nuestro sistema planetario y, como tal, nos proporciona una
dimensión de qué es y qué quiere decir ser «un centro». La información del
plano evolutivo universal llega a esta parte del universo mediante la luz del sol
y precisamente por este motivo es tan importante aprender a expandir
nuestra conciencia por este espacio específico, para llegar directamente a la
fuente de emanación y conseguir captar estos impulsos de manera pura, sin
distorsiones. En esta época, cuando la conciencia humana experimenta la
conciencia solar, recibe informaciones fundamentales para el paso evolutivo
que está cumpliendo, al mismo tiempo que se abre una nueva visión de la
existencia y cada uno accede a habilidades y conocimientos superiores en
función de sus características específicas.
La técnica del sol interior
La técnica principal está constituida por un número reducido de sencillos
pasos y para explicarla bien es necesario dividirla en tres partes diferentes:
• La primera parte es propedéutica al proceso y de importancia fundamental:
en esta fase se considera un problema y se analizan los pensamientos, las
emociones y las sensaciones relacionadas.
• En la segunda parte, el cerebro y el sistema nervioso se estimulan mediante
la luz y la propia percepción se expande hasta el sol, fusionando la
percepción interior con el exterior, para obtener el punto de vista del Sol.
• La tercera parte consiste en la observación de cualquier cosa desde el punto
de vista del sol: esta fase se repite hasta que la persona no tiene un cambio
de percepción claro y neto respecto al problema. Sólo después de este
cambio, se puede pasar a otro problema.
• Todo el proceso es un verdadero recorrido que lleva a la comprensión del
punto de vista del sol.
Para practicarlo, debes sentarte con los ojos cerrados y proceder de este
modo:
1. Considera un problema tuyo.
2. Recuerda la última vez que lo has vivido.
3. ¿Cuáles eran tus pensamientos y emociones?
4. Visualiza en el centro de tu cerebro un sol.
5. Haz salir este sol desde la coronilla, más allá de tu cabeza, y síguelo hasta
que llegue al sol físico.
6. Visualiza cómo tu sol entra en el sol físico.
7. Deja que se funda con él.
8. Siéntete cómo si fueras el sol.
9. Considera ahora el problema desde el punto de vista del sol.
10.Recibe la información luminosa necesaria para tu evolución.
11.¿Cómo te sientes respecto al problema?
12.Ahora imagina cómo sales del Sol y vuelves a la Tierra.
13.Considera el problema desde esta perspectiva.
14.¿Cómo te sientes respecto al problema?
15.Regresa al sol.
16.Repite todo el proceso, desde el punto 9 al punto 15, hasta que no exista
una sensación de claridad interior. Cuando te sientas totalmente
satisfecho, concluye en el punto 15, en el sol.
Nota: el punto 10 consiste en la transmisión de información luminosa del
plano solar a la luz de la glándula pineal mediante impulsos de luz: es posible
percibir este pasaje mediante percepciones visuales o sensaciones físicas,
mediante imágenes o sensaciones. Para cada persona será una experiencia
personal. Es mejor practicarla fuera del horario de las comidas, de la actividad
sexual y sin haber ingerido alcohol o drogas. Se puede practicar tanto de día
como de noche, solo o en pareja. La práctica en pareja es mucho más
aconsejable porque existen muchas menos distracciones mentales cuando
alguien te guía. La voz de quien guía debe ser tranquila y no proporcionar
ninguna indicación, excepto las que se indican. El guía no debe comer, beber
ni utilizar el móvil o interrumpir la práctica hasta el final de la actividad.
Durante el trabajo, la persona está en un proceso de interiorización y recibe
los estímulos externos de manera amplificada, motivo por el cual es necesario
permanecer en un lugar tranquilo. Quien dirija la sesión deberá hallarse in
situ y disponible a lo largo de toda la práctica y, sobre todo, tiene que esperar
que el experimentador responda afirmativamente antes de proceder, es decir,
respetar el tiempo del que está viviendo este recorrido.
Durante la experimentación se ha observado cómo, al inicio, es
recomendable hacer como media una hora (mejor una hora y media) de
práctica continua para poder involucrarse en el proceso y comprender
claramente lo que ocurre. Con la práctica, antes o después, se accede al
conocimiento profundo de la técnica, y es posible ir más allá del aspecto
emocional y mental. No se tendría que pasar al problema siguiente hasta que
no se advierta un cambio claro y neto. Al final del proceso, es necesario
reposar unos minutos para metabolizar aquello que se ha vivido. La
constancia en la aplicación es fundamental. Por eso aconsejo practicar esta
técnica durante una hora o una hora y media y luego repetir la experiencia
dejando un intervalo de veinticuatro horas entre una y la otra. Después de
veintiuna horas de práctica, se empieza a tener acceso a comprensiones
mucho más amplias de lo que se entiende por el punto de vista del sol. Lo más
importante que se debe entender es que cuanto menos se hace, mejor es: no es
necesario ningún esfuerzo ni ningún movimiento. Simplemente, se tiene que
observar desde esta perspectiva para que todo ocurra. La mejor posición para
practicarla es sentado, con las manos apoyadas en las piernas y la columna
vertebral recta. En el caso de los niños, por el contrario, el proceso es mucho
más simple y directo si están familiarizados, en cuyo caso el proceso será
simplemente un juego para estar en el sol. Durante el embarazo, cuando la
mujer se conecta al plano evolutivo solar, le llegan nuevas informaciones
luminosas tanto a ella como a la vida que está gestando.
Experiencias con la piel
En abril de 2009 llevaba ya más de un año y medio con una erupción en
la piel en la zona de los antebrazos que no me permitía estar tranquila.
Había visitado a diferentes médicos especialistas en busca de tratamiento,
había tomado medicinas orales y tópicas, e incluso había llegado a
prepararme ungüentos caseros. Ni la medicina tradicional ni la medicina
alternativa eran capaces de diagnosticarme nada, ni tampoco de darme
una solución. El picor era insoportable y hacía que me autolesionara
porque no había manera de que me diera una tregua. Había momentos
álgidos de malestar que yo ya había comenzado a relacionar con
momentos particulares en mi vida cotidiana. Llegué a darme cuenta de
que detrás de mi erupción había un patrón psicológico, que se acentuaba
y se hacía más incómoda en momentos de estrés emocional. Sin
embargo, a pesar de haberme dado cuenta de la relación físicopsicológica-emocional, no era capaz de solucionarlo y, sinceramente, lo
único que me interesaba en ese momento era volver a tener mis brazos
sanos. Un día, mientras hablaba con Daniel Lumera, le comenté lo que
me pasaba y él me sugirió que lo mirara desde el punto de vista del sol.
Como ya lo había probado todo sin ningún resultado, accedí a buscar
soluciones con esta técnica. Durante los primeros minutos, mis
pensamientos se rebelaron y no paraban de decirme lo ridículo de mi
proceder. A pesar de ello, seguí adelante, precisamente porque en ese
momento comenzó a picarme más que nunca y algo en mi interior me
dijo que me estaba acercando a un punto clave de mi situación. Tuve
miedo y muchas ganas de parar este recorrido, que me estaba
produciendo un malestar casi insoportable, pero insistí hasta que llegó
un momento que difícilmente puedo describir con palabras; algo pasó.
Fue como una apertura, una expansión, un salto al vacío. No fue sólo
mental; algo interno y muy profundo se liberó y dentro de mí se produjo
una toma de conciencia muy intensa y precisa. Tuve la certeza absoluta
de qué sucedía y viví un «viaje» muy poderoso hacia la raíz del problema,
el origen de la enfermedad. Esta comprensión produjo la energía
suficiente para que yo fuera capaz de liberarme de todo aquello que
causaba mi malestar. No pude resistirme a lo que estaba viviendo, ya que
después del desbloqueo sólo quedó la dicha. Un amor tan profundo por
mi ser y por todo lo que me estaba tocando vivir. Mis brazos dejaron de
molestarme de inmediato y sentí como si hubiera vuelto a nacer, como si
una parte de mí hubiese muerto para renacer en la gloria. Me sentí libre.
Al día siguiente, cuando me levanté, ya no tenía tantos granos y los
brazos ya no me picaban. A los tres días ya no quedaban casi huellas de
lo que había sido un tormento durante tanto tiempo. Una semana más
tarde, mis brazos habían cicatrizado perfectamente y sólo quedaban
algunas costras que me recordaban lo que había pasado. Esas costras que,
al mirarlas, me provocaban una sonrisa y ganas de besarlas.
Cristina Carrillo G.,
Chile, artista
En julio de 2008 tuve la ocasión de experimentar una sanación
espontánea por medio de las técnicas de la conciencia solar que me
sorprendió. Después de soportar durante unos días un intenso estrés
emocional, me salió una erupción en la parte superior del cuerpo.
Empezó en la nuca, y a los dos días se me había extendido por todo el
cuero cabelludo, los hombros, el pecho, el abdomen y los costados. Me
picaba sobre todo al despertarme y también por la noche. Cuando fui al
dermatólogo me dijo que era un virus, que no había tratamiento alguno y
que tardaría más o menos un mes en sanar por sí solo. También me
comentó que continuaría extendiéndose por las piernas y que sólo podía
ofrecerme un tratamiento paliativo, para que no me picara tanto. Me
diagnosticó pitiriasis rosada de Gibert y me recetó un champú y un par
de cremas para la erupción. Al día siguiente, empecé a trabajar sobre el
origen del problema desde el punto de vista del sol. Después de trabajar
sobre varios aspectos, pude encontrar la raíz, un miedo profundo,
inconsciente, que había desencadenado esa reacción en mi cuerpo: el
miedo a no encontrar el amor. Esta información llegó con claridad a
través de una intensa toma de conciencia. Esa misma noche noté cómo el
picor había cambiado radicalmente. Ya no era un picor frenético que
cuanto más me rascaba más me picaba. Se había reducido, como
mínimo, un
80 %. Para mi sorpresa, a los tres días ya no había ni rastro de picores ni
de pitiriasis. Había desaparecido por completo. Algo cuyo proceso
implicaba más de un mes desapareció ¡en tres días!
Fanny Mas-Jordana Sánchez,
Barcelona, psicóloga
Julia me dijo que tenía un problema en la relación con su padre. Le comenté
que sería interesante estudiarlo desde el punto de vista del sol y ella aceptó
participar en este experimento. Le hice aplicar el sol interior y le dije que cada
vez me describiera todo lo que ocurría en su persona y cómo veía el
problema. Cada vez que nos acercamos al sol y vemos las cosas desde esa
altura se produce un recorrido particular, porque la percepción de nosotros
mismos se transforma en algo más elevado.
«¿Cómo te percibes?», pregunté al principio. «Como una mujer»,
respondió. Continuamos el proceso y, al cabo de poco tiempo, le pregunté
nuevamente: «¿Cómo te percibes?». Esta vez respondió: «Como un ser
humano». Diez minutos después, repetí la misma pregunta y su respuesta fue:
«Como un ser». A medida que avanzábamos, su perspectiva se hacía más
elevada y la percepción de sí misma iba más allá del sentimiento habitual.
–Antes que ser una mujer, ¿qué eres?
–Soy un ser humano.
–Y antes que ser un «ser humano», ¿qué eres?
–Soy un «ser».
–Y antes de un ser, ¿qué eres?
–Soy.
Llegados a este punto, Julia dejó de considerarse viva para transformarse en
vida y explotó en una auténtica risa liberadora.
Me dijo que había entendido una infinidad de cosas, que el problema real
no era el padre, que aquello que sentía antes como un obstáculo ahora se
había convertido en un medio para poder mejorar. «Nada personal –me
dijo–. Ahora pongo las cosas en otro contexto, consigo ver que me falta la
capacidad de hablar, de expresar mi amor y de admitir mis errores; puedo
aceptar a mi padre por lo que cree ser y lo dejo libre de ser lo que quiera.»
En Julia se manifestó un cambio de conciencia profundo que abarcó todos
los niveles: sus pensamientos eran de paz, sus emociones de perdón, su
vitalidad renovada, su cara relajada y distendida y su cuerpo lleno de gozo.
Me dijo que había curado una herida que la había atormentado durante
mucho tiempo.
Los problemas, desde el punto de vista del sol, dejan de considerarse como
tal y se convierten en recursos para evolucionar. Yo me enfado con una
persona si me tomo una ofensa a nivel personal, pero si me considero algo
impersonal, como la luz o la vida, ¿cómo puedo resentirme y estar mal? ¿Se
enfada el sol si los hombres lo insultan? Esperemos que no.
Comprender la impersonalidad del punto de vista del sol mediante la
práctica de sol interior es un proceso natural. Pero eso no significa que no
tengas que enfadarte y reprimas esta emoción porque «desde el punto de vista
del sol se tiene que ser impersonal». Actuar con este comportamiento infantil
significa haber entendido sólo mentalmente la experiencia de este cambio de
perspectiva. Expresar la rabia podría ser un medio para evitar reprimirse y
para permitir a la creatividad manifestarse o resolver un problema de
comunicación.
Si te preguntara si la inconstancia o carecer de voluntad son cosas
negativas, probablemente me responderías que sí. Pero si cambiase el
contexto y te preguntara: «Si yo no me enfadara y fuera inconstante en hacer
daño, para ti, ¿todavía sería negativo esto?». Probablemente me dirías que no.
Como ves, todo depende de cómo lo contextualices. Cuando la frecuencia
luminosa individual se sintoniza con la solar, se activa un proceso de curación
y de reequilibrio espontáneo que no atañe sólo al individuo, sino también a
todo lo que gravita a su alrededor: personas, situaciones, afectos, relaciones.
Todo vive un nuevo equilibrio para la manifestación de un centro consciente
de luz, amor y vida. Es una activación de una nueva conciencia que viene
transmitida mediante la información luminosa de las células.
El estado de bienestar y conciencia interior tiende a expandirse y a
establecer un orden en todos los aspectos que comprenden al individuo. Las
personas cercanas empiezan a mejorar y perciben sensaciones nuevas y más
profundas sobre la experiencia vida: sienten una claridad renovada, además
de elevación, paz, serenidad y confianza en la existencia. Cuando tu
conciencia es solar, todas las cosas toman una nueva dirección y empiezan a
desarrollarse según el orden natural universal. Cuanto mayor es el número de
personas conectadas al plano evolutivo solar, mayor es la fuerza
de expansión y el poder reequilibrante que se manifiesta, porque es un
movimiento de energía que concierne a la conciencia colectiva y acelera el
plano evolutivo en masa. Gracias a esta experiencia, muchos experimentan
por primera vez un verdadero sentido de unión con las cosas y con la vida y se
abren a conocimientos superiores. La sintonización de la propia frecuencia
luminosa a la del sol nos permite acceder instantáneamente a una
información mucho más elevada, lo que genera una apertura en nuestra
conciencia, al mismo tiempo que un equilibrio superior.
La información del plano evolutivo solar, que es enormemente superior
respecto al terrestre, se transmite mediante la luz a las células, a la energía
vital, a las emociones, a los pensamientos y al plano espiritual, lo que acelera
el proceso evolutivo. La polaridad es la condición base de la experiencia de
vida en la Tierra: hombre-mujer, día-noche. Desde esta condición de partida,
el plano evolutivo del que formamos parte comprende el pasaje
de la conciencia individual a la conciencia universal, del estado de separación
al estado de unión con cualquier cosa.
«Y dos serán uno», esta fórmula que tanto hemos oído en el matrimonio es
en realidad una declaración interior y universal de evolución hacia el estado
de unidad del que provenimos. La polaridad es nuestra condición interior de
partida: el ser humano vive normalmente en una condición de separación
interior en la que se percibe a sí mismo como una entidad separada del
universo. La percepción humana de partida está constituida por una pareja de
opuestos: un dentro y un fuera, creer o dudar, dolor o placer. Ésta es la
experiencia polar de la que se parte, donde existe un individuo separado del
universo. La evolución natural de la conciencia nos empuja a vivir la
experiencia de la unidad de la que procedemos.
Incluso la luz se comporta como una onda o como una partícula en
función de cómo la consideres, aunque estas dos naturalezas son sólo la
expresión de una única manifestación.
La experiencia de la conciencia solar es altamente pedagógica porque
permite que se manifieste un orden superior. En este nuevo estado, resulta
totalmente claro que el plano evolutivo del ser humano parte de lo polar para
alcanzar la experiencia de la unidad, condición de la que procedemos y hacia
la cual nos dirigimos.
Los conflictos polares no son más que un medio para integrar la polaridad
y experimentar de nuevo ese sentido de unidad con todo el universo.
Normalmente pensamos que la rabia es algo negativo y nos olvidamos de que
es una frecuencia alterada del amor mismo. Todo lo que experimentamos,
todas las personas a las que nos encontramos y las relaciones que iniciamos
tienen esta función, hacernos integrar la experiencia de la unidad, superando
esta condición de separación que nos aísla del resto del universo como
conciencia individual y separada.
La conciencia solar nos permite recordar cómo se vive en una condición de
unidad con cada cosa, experimentando una felicidad que hemos olvidado, la
única capaz de dar un sentido real a esta existencia. La felicidad que se vive
cuando la propia conciencia experimenta la unidad del plano solar no tiene
nada que ver con la felicidad que vivimos comúnmente, ya que es una
felicidad existencial y no depende de nada más que del hecho de existir.
Normalmente somos felices si algo va bien, e infelices si algo va mal: nuestro
estado depende de lo externo, del trabajo, de las relaciones, de las situaciones, de las noticias que nos dan. Pero existe otro tipo de
felicidad que no depende de estas cosas: ésta es nuestra condición natural, de
la que venimos, nuestra por el hecho de existir.
Este tipo de felicidad puede experimentarse restableciendo la vibración
luminosa del plano evolutivo solar en la luz de nuestras células, lo que
permite que mediante esta información se difunda en el mundo que nos
rodea.
La conciencia del sol
¿Qué es la conciencia? La conciencia es el continente de nuestra experiencia,
que nos proporciona conocimiento. Imagínate un globo como el que llevan
los niños. Si empiezas a soplar, las paredes de plástico empiezan a dilatarse y a
hincharse hasta que el globo se infla. El globo representa tu conciencia, que a
medida que vas acumulando diversas experiencias, va aumentando el
volumen, adquiriendo mayor tamaño y siendo más conocedor. Pero, ¿qué
sucede si continúas soplando? El globo explota y el aire del interior se funde
con el del exterior, perdiendo los límites que antes poseía. Y aquí es cuando tu
conciencia se funde con la conciencia ilimitada y universal.
A esta experiencia yo la llamo conciencia solar, un estado absolutamente
impersonal en el que se tiene conciencia de una grandeza superior, que
normalmente no se considera en los parámetros de percepción estándar. El
proceso que se vive cuando se comprende bien el punto de vista del sol se
asemeja un poco al hecho de recuperar la condición natural de los niños.
Cuando llamas a un recién nacido por su nombre, éste no se gira porque no
se identifica con ese nombre. La percepción de sí mismo es muy amplia y no
está limitada a una idea. Es pura percepción de la vida. Después, poco a poco,
es educado (¡menos mal!) y aprende a hablar y a pensar con los esquemas
convencionales. Todo esto es profundamente productivo, porque le permite
integrarse con su entorno, pero en este proceso, además de utilizar todo lo
que aprende como un medio, empieza a cristalizarse en la idea que tiene de sí
mismo, lo que reduce su capacidad de ver las cosas a partir de posibilidades
muy limitantes; a menudo cree ser sólo un nombre, se identifica con un
nombre y una mente, y raramente vuelve a experimentar aquello que antes
era por completo natural.
¿Habéis advertido cómo los niños pequeños no miran nunca a los ojos de
la otra persona porque les atrae del mismo modo todo lo que está a su
alrededor? Quién sabe qué percepciones fantásticas tienen, qué colores y
sensaciones viven, y sobre todo, cuán limpio y puro es su punto de vista.
Desde el punto de vista del sol, la conciencia ya no se identifica con las
cosas limitadas o personales y, entonces, es capaz de relacionarse con aquello
que antes se percibía como un obstáculo o algo separado de sí mismo, según
una nueva perspectiva en la que está presente un sentido de unión con las
personas y las cosas. Esta conciencia permite que acontezcan nuevas
experiencias que antes eran poco probables de experimentar.
Permitamos que el misterio de la existencia continúe sorprendiéndonos.
La conciencia es el continente del conocimiento. El conocimiento procede
de la experiencia.
Podría pasar un día entero hablándote de lo que es un orgasmo y tú
podrías incluso pronunciar conferencias sobre este tema, explicando los
procesos químicos, físicos, mentales y emocionales relacionados con esta
experiencia. Muchas personas al escucharte podrían considerarte un experto
en la materia e incluso alguna de ellas estaría dispuesta a hacer un curso sobre
cómo se vive un orgasmo. Pero no tendrías la más mínima idea de lo que es
realmente un orgasmo por el simple hecho de que no lo habrías vivido nunca
ni experimentado directamente. Tus palabras se quedarían en simples
conceptos vacíos de experiencia. Podrías emocionarte hablando de un
orgasmo, pero todo sería fruto de tu mente.
El conocimiento real deriva de la experiencia directa. Cuando una persona
habla de algo que ha vivido personalmente, a tu conciencia le llega la
autenticidad del mensaje, más allá de cómo pueda interpretarlo tu mente. A
medida que la conciencia se expande, tenemos nuevas experiencias
perceptivas y empezamos a dejar de considerarnos como algo limitado: un
cuerpo, una emoción o un pensamiento. Tú eres el que piensa, el que siente,
el que tiene
un cuerpo. La mayor parte del tiempo, la mayoría de las personas se
cristalizan en la percepción de sí mismas como algo limitado. Es como creer
que se es un vehículo simplemente por el hecho de estar conduciéndolo,
intercambiando el medio por el conductor. Esta cristalización determina una
fijación en la percepción de la realidad, que es totalmente limitada.
A través del punto de vista del sol, tu conciencia se expande gradual y
armoniosamente, haciéndose impersonal. La consideración de ti mismo
adquiere una profundidad insospechable, las
capacidades perceptivas se multiplican miles de veces y tu conciencia, no
limitada, empieza a considerarse el mundo mismo, interaccionando con él
mediante recursos nuevos y más satisfactorios.
Visión polar: percepción de campos energéticos individuales.
Los viejos límites (pensamientos obsesivos y limitantes, emociones pesadas y
destructivas, desequilibrios físicos y vitales, consideración limitada de uno
mismo) dejan lugar a una nueva conciencia solar. Normalmente cada ser
humano es concebido como un campo de energía individual que
interacciona, intercambiando información, pero esta percepción es ilusoria y
deriva de una polaridad terrestre.
Cuando la frecuencia luminosa individual se sintoniza con el plano
evolutivo solar, la conciencia de la persona opera en un único campo
unificado de energía, donde no existe polaridad: no existen ni un tú ni un yo,
sino un único campo energético sin distinciones, como un solo organismo.
Ésta es la percepción que se experimenta en la conciencia solar.
Visión solar: percepción del campo unificado de energía.
Podemos decir lo mismo de nuestro cuerpo. Cada célula puede considerarse
una entidad en sí misma, desvinculada del resto o, siguiendo un orden de
magnitudes superiores, verla como parte de un organismo infinitamente
mayor.
Nuestra conciencia individual es como una célula que pertenece a un
organismo más vasto, y mediante la conciencia solar podemos llegar a
percibir este organismo en su totalidad e interaccionar conscientemente con
él, fuera de los esquemas energéticos habituales. Una vez realizado esto, será
posible relacionarnos con el mundo circundante desde un nivel superior, no
dividido ni polar, sino unitario, lo que permitirá que actúen cambios mucho
más profundos en lo que llamamos realidad. Ésta dejará de percibirse como
algo independiente de nosotros y reaccionará a nuestros impulsos de un
modo diferente. Con la experiencia de la conciencia solar se llega a la
percepción de que todo es una parte de ti, como único organismo, en un
campo unificado de energía.
Hace algunos años realicé un experimento con un amigo que sufría
insomnio: después de ponerme en el plano evolutivo solar, le pedí que
describiera su problema en pocas palabras. Mientras hablaba, percibía cada
sensación, cada pensamiento, cada emoción, tanto si pertenecían a él como a
mí, como parte de un único campo energético sin diferenciar, y, como tal, lo
transformaba todo en luz pura que contenía la información de reequilibrio
del sueño fisiológico. El experimento duró quince minutos y, al terminar,
todo parecía normal salvo que, por la noche, mi amigo concilió el sueño
después de dos años de insomnio.
Con la experiencia de la conciencia solar, los campos energéticos
reaccionan a nuestros impulsos de manera diferente.
Si la conciencia deja de relacionarse con el mundo circundante mediante el
plano evolutivo terrestre, al considerar la realidad como algo independiente
de ella misma, y experimenta la conciencia solar, entonces podrá acceder a
más recursos de lo habitual y tener infinitas posibilidades a su disposición,
que escapan a la percepción habitual de las cosas.
El origen del conflicto
La mejor condición para el ser humano es tener los pies en la tierra y la
cabeza en el sol. De esta forma puede concretar y realizar un orden superior.
La conciencia humana se ha habituado a vivir según el punto de vista de la
Tierra y se ha olvidado de que sólo se trata de una de las infinitas
posibilidades y, por tanto, se ha cristalizado en ella. Por ese motivo, mediante
los opuestos, vive inmersa e influenciada por la polaridad y experimenta el
placer y el dolor, la claridad y la confusión, así como cualquier otra cosa. Éste
es el origen del conflicto interior que vive el hombre, que es la base de
muchos desequilibrios que afectan a todo nuestro ser, desde las enfermedades
físicas hasta los desequilibrios mentales y emocionales. Restablecer la propia
conciencia en el sol permite superar esta polaridad y experimentar una visión
unitaria de las cosas, reconstituyendo un orden interior presente en el
universo. Un orden que el ser humano ha perdido parcialmente, al fijarse en
algo relativo.
El sol interior es capaz de poner en nuestro interior una información
luminosa que reproduce el modelo solar, reconduciendo la polaridad hacia la
unidad y sanando los conflictos generados por los opuestos. Cuando el
hombre intenta sanar mediante una visión geocéntrica, no hace más que
continuar generando una polaridad, alimentando un ciclo sin fin. La
enfermedad intentará encontrar una curación y los problemas una solución.
Pero después de cada curación habrá una nueva enfermedad, y después de
cada solución, existirá un nuevo problema, porque ésta es la naturaleza del
plano evolutivo terrestre. La información contenida en el plano evolutivo
solar es, por el contrario, diferente: los problemas se transforman en recursos
y en medios para tener más virtudes, para crecer y evolucionar, de modo que
dejan de verse como tal. No hay más problemas y soluciones, sino medios
para poder crecer.
Nuestra visión interior influencia cada aspecto de nuestra vida, desde la
salud hasta el modo de actuar y reaccionar. Cuando se consigue un orden de
equilibrio solar, que antes estaba alterado, el ser humano empieza a sanar
todos los aspectos de su existencia, alineándose con una evolución armónica.
Si observamos un problema desde el punto de vista del sol, advertiremos que
la solución es el problema mismo, ya que se torna el instrumento para resultar
conscientes de nosotros mismos. El sentido de toda verdadera curación y de
toda verdadera solución no es superar la enfermedad o resolver el problema,
sino darse cuenta de ser una conciencia más allá de la enfermedad y del
problema.
3 El código de la luz
El origen de la investigación
Todas las personas que observaban las cosas desde el punto de vista del sol se
reequilibraban espontáneamente: algunas resolvían los problemas, otras
sanaban y todas tenían una mayor claridad respecto a las cosas, así como una
visión diferente.
—¿Sabes cuál es tu problema?
—Sí –me dijo Simona.
—¿Cuál es tu problema? –le pregunté.
—Me siento totalmente impotente por la muerte de un amigo.
—¿Qué emociones sientes?
—Impotencia y rabia, mucha rabia. También siento gran tristeza por
haberlo perdido.
Comenzó a llorar. Esperé a que la emoción se manifestase completamente
y luego, dulcemente, le sugerí:
—Dirígete hacia el sol y observa este problema desde su punto de vista.
Poco después respondió que así lo haría.
—¿Cómo lo ves desde esta perspectiva?
—Lo siento un poco más distante, como si pudiera observarlo desde fuera.
—¿Qué emociones sientes ahora? –continué.
—Las mismas que antes. Aún están presentes las mismas, sólo que no las
vivo tan de cerca, son menos intensas.
—Mira otra vez el problema desde el punto de vista habitual, desde la
Tierra. ¿Qué sientes? –le pregunté.
—Siento rabia y desesperación. Me siento sola y tengo una herida en el
corazón que no puedo sanar. –Casi lloraba de nuevo. Su cara se puso oscura y
sombría.
—Vuelve al sol –le dije.
—Sí –respondió con un hilo de voz.
—Mira el problema con los ojos del sol. ¿Cómo te sientes? ¿Cómo lo vives?
Repetimos este recorrido alrededor de una hora. A medida que su conciencia
se habituaba a ver las cosas desde la nueva perspectiva, las emociones
cambiaban, la claridad mental era mayor y su estado se transformaba
radicalmente.
—¿Qué sientes? –le pregunté.
—Siento gratitud –dijo ella sonriendo, mientras lágrimas diferentes a las de
antes descendían por sus mejillas y continuó–: gratitud por todos los
momentos que hemos pasado juntos, gratitud por las risas que hemos
compartido, gratitud por haberlo encontrado y por haber tenido el honor y la
oportunidad de conocerlo en esta vida.
Sus palabras eran auténticas y conseguía, realmente, ver la vida desde una
perspectiva mucho más amplia y satisfactoria. Los pensamientos habían
mejorado y emocionalmente había pasado de la tristeza a la gratitud. Una
verdadera transformación según el modelo solar.
Me di cuenta de que estábamos descubriendo algo revolucionario en su
absoluta sencillez. Con un equipo de experimentadores empezamos a trabajar
sobre las emociones, para acabar viendo en poco tiempo cómo la rabia se
trasformaba en determinación, el sentimiento de culpa en autoestima, el
deseo de venganza en perdón…
En todos los casos, las personas obtuvieron grandes beneficios, pero lo más
significativo fue que aquello que primero aparecía como un problema se
transformaba en una oportunidad para comprenderse, evolucionar y ser más
luminosos. La atención de las personas se trasladaba del problema de inicio a
las transformaciones que se iban sucediendo durante el proceso: la
comprensión, la claridad, el conocimiento, el gozo y la ligereza que surgían a
partir del uso del modelo solar eran superiores al resultado mismo, y se
transformaban en el verdadero resultado, haciendo del camino la meta real.
Ya no querían huir de las emociones y de las situaciones, sino que
participaban como testigos en la transformación que sucedía en su interior.
Aquello que sentían y que estaban viviendo era una expansión real de su
conciencia. A medida que la conciencia individual se acercaba a la experiencia
de la conciencia solar, todo se transformaba y se tornaba más consciente.
—¿Por qué realizas este proceso? ¿Quieres resolver tus problemas? –
pregunté a Lisa, una de las personas del grupo, mientras su conciencia estaba
en el sol.
—No –fue la respuesta.
—Entonces, ¿por qué lo haces? –le pregunté.
—Por el placer de hacerlo, para que la luz tenga lugar dentro de mí.
Desde el punto de vista del sol, la atención cambia gradualmente desde el
problema, que se transforma en un medio para crecer, hasta dirigirse a la luz.
Con esta nueva experiencia, advertí cómo las personas tenían más recursos y
fuerza para resolver sus problemas.
Giuseppe era un hombre sencillo. Como le habían dicho que si rezas con
pureza de alma se podía obtener todo, empezó a rezar a Dios con la finalidad
de que lo convirtiera en rico. Sin llegar a conseguir lo que quería, estuvo
rezando durante siete años, al término de los cuales se dio cuenta de la
naturaleza ilusoria de la riqueza material y se convirtió en un ermitaño, con
una vida de renuncias y pobreza. Un día, mientras estaba sumido en el
silencio de su gruta, se le apareció Dios bajo la forma de un hombre con barba
blanca.
—¿Quién eres? –le preguntó Giuseppe.
—Soy al que le has estado rezando todos estos años. ¿No me reconoces,
Giuseppe? –le respondió Dios llamándolo por su nombre.
—¿Y por qué has venido? –le preguntó Giuseppe, que siempre había
mantenido aquella inocencia de santo.
—He venido para concederte tu deseo –respondió Dios.
—¡Pero Dios! ¡Vienes justo ahora que he perdido el deseo por lo que pedía!
Llegas tarde. ¿Por qué no has venido antes?
—Amado Giuseppe, si quieres saber la verdad, con la pureza y la fe con la
que has rezado, ¡seguro que habrías conseguido lo que pedías!, pero como te
amo profundamente y sólo deseo tu felicidad, me he resistido a concederte lo
que me solicitabas.
La moraleja de esta historia no es que para encontrar a Dios hay que ser
pobre, sino que en el camino del conocimiento, partiendo de un objetivo que
nace en el ego, descubrimos que el verdadero tesoro es otro, infinitamente
mayor: el conocimiento de uno mismo.
El punto de partida es casi siempre un deseo insatisfecho (dinero, amor,
bienestar, éxito, casa, automóvil, etcétera), pero después, mientras nuestra
conciencia se desarrolla y se torna solar, conseguimos ligereza, gozo,
sabiduría y amor por la vida y por lo que hacemos. Éstos son los verdaderos
tesoros que buscamos y nuestros deseos están de más.
Con la conciencia solar se experimenta la paradoja de encontrar la luz a
través de las sombras: trabajando con el sol sobre las propias carencias,
defectos, miedos o problemas se redescubre la luz en el interior de uno
mismo. A menudo son las sombras de
la vida el medio mediante el cual comprendemos nuestra naturaleza de luz y
desarrollamos virtudes como la paciencia, la perseverancia, la determinación
y el amor. Casi siempre es un problema el que nos estimula y nos empuja a
querer encontrar una solución. Pero durante el proceso nos quedamos
maravillamos con las cosas que hallamos, con las tomas de conciencia que se
manifiestan y con lo que somos capaces de hacer. El camino mismo es la
solución, la meta real de lo que estábamos buscando.
El comportamiento espontáneo que se manifiesta en el que persevera
observando el mundo a través del punto de vista del sol es que deja de
preguntarse adónde lleva el camino y simplemente camina inmerso en la luz
en la que vive. El problema se torna un medio para adquirir virtudes como la
determinación, la paciencia, la perseverancia, la humildad y la capacidad de
amar.
«Cuanto menos hago, mejor es». Éste es el secreto del punto de vista del
sol: tú simplemente tienes que observar todo desde el centro y todo sucede. Se
necesita aprender a dejar que la luz trabaje, sin estar en medio, con el fin de
que pueda transmitir la información y manifestar un nuevo equilibrio.
Cuando la persona entiende que es necesario retirarse para que la luz pueda
trabajar, empiezan a manifestarse los resultados más sorprendentes. Trabajar
con el punto de vista del sol, en realidad significa no hacer nada y dejar que la
luz lo haga todo. Tú tan sólo tienes que observar y ser un testigo de este nuevo
punto de vista y todo sucede sin esfuerzo, sin ego, simplemente siguiendo el
orden natural de las cosas.
La aplicación del sol interior dio resultados muy satisfactorios, tanto que
me empujó a aplicar la técnica para encontrar el origen de los problemas y de
los desequilibrios. Utilizaba el modelo solar para permitir que las personas
identificaran la causa de cualquier desequilibrio en cualquier nivel. Lo que
aconteció en ese período sentó las bases de un trabajo intenso, que fue
determinante para el descubrimiento de la existencia de una serie de
información presente en cada uno de nosotros, que es responsable de la
percepción de la realidad individual, de nuestros límites y de nuestros
talentos.
Al trabajar sobre el origen de los problemas con el punto de vista del sol,
me acordé de que la luz utiliza un lenguaje propio para modificar nuestro
cuerpo, nuestras emociones, nuestros pensamientos y nuestro espíritu.
Cuanto más profundizábamos, más se evidenciaban informaciones
comunes capaces de influenciar la realidad individual en todos sus aspectos:
nuestra salud, nuestro comportamiento y nuestra capacidad de aprender y
crecer. Vi con claridad que estas informaciones constituyen un lenguaje
propio, mediante el cual la luz manifiesta cierto grado de evolución en este
planeta y en cada uno de nosotros. Este lenguaje está estructurado en un
código constituido por una serie de informaciones madre o comunes,
presente en el 99 % de los casos y responsable de los esquemas cíclicos de
sufrimiento de los que tantas personas son esclavas. Pero el modelo solar me
hizo comprender algo aún más sorprendente. No sólo la luz y su lenguaje son
capaces de modificar la química de nuestro cuerpo, influenciar nuestras
emociones y nuestros pensamientos y fecundar a nuestro espíritu, sino que
también es capaz de generar la realidad que nos rodea por todo y en todo,
incluidas las personas que encontramos y las situaciones que vivimos.
El código de la luz
El código determina la realidad personal: lo que eres, lo que piensas, lo que
vives y lo que haces; cómo reaccionas frente a las situaciones, cómo las atraes
y cómo las creas. El código determina los modelos de comportamiento y los
esquemas mentales que, a su vez, crean la manera de actuar, de reaccionar y
de ser. El código es el lenguaje de la luz, capaz de crear nuestra realidad,
determinar nuestro grado de evolución y nuestra capacidad de percepción.
Este lenguaje está constituido por un conjunto de impulsos luminosos que
se transforman en diferentes formas de energía: en materia (reacciones físicas
y químicas), en vitalidad, en emociones, en pensamientos e ideas, en
impresiones, en percepciones, etcétera. La luz, del mismo modo que en las
células, también está presente en los pensamientos y en las emociones, y
transmite informaciones, distintas de un individuo a otro, que son capaces de
regular nuestro equilibrio y nuestra interacción con los demás. Las
frecuencias luminosas que transmitimos producen una reacción en nuestro
entorno, creando las situaciones que vivimos.
He verificado cómo los principales canales de expresión a través de los
cuales el código crea la realidad son:
1. El cuerpo físico.
2. La energía vital.
3. Las emociones.
4. La mente.
5. Los recuerdos del pasado.
6. La esfera espiritual.
El código es el lenguaje mediante el cual la luz determina diferentes
manifestaciones y reacciones en estos seis canales. De ello depende la
armonía, el bienestar y el desarrollo de nuestras capacidades.
Existe un código específico para cada persona, cada grupo o asociación,
cada sociedad, pueblo o raza. Incluso la humanidad entera tiene un código
actual, que determina el grado de evolución. Conocerlo y modificarlo
significa ser capaces de aprender rápidamente lecciones que, de otra forma,
serían asumidas en años de experiencia. También ayuda a comprender
sistemas de pensamiento diferentes y a dejar de juzgarlos.
Existe también un código para el dinero, el sexo, el poder, el conocimiento,
la vida y la muerte. El mero hecho de encontrar y escribir cada uno de estos
códigos ya activa el proceso de cambio.
Muchos códigos están basados en el miedo, la ignorancia o la baja
autoestima. Pueblos y naciones enteras han sido educadas y sometidas a
códigos que interesaban sólo a unos pocos. Conocer las claves de estos
códigos (es decir, las formas que lo determinan) significa ser capaces de
liberarse de una condición de sometimiento bajo la que nos hemos situado.
Muchos pueblos tienen un código que los ciñe a condiciones de escasez y
sufrimiento, aunque son muchas las personas que están empezando a
cambiar, influenciando positivamente la propia vida.
Trabajar sobre el código propio o sobre el de un pueblo significa, antes que
nada, tomar conciencia de las informaciones que lo componen, y esto
representa tener el 50 % del trabajo hecho, ya que conocerlo implica que la
persona empiece a cambiar y a armonizarse espontáneamente. Una vez
identificadas, estas informaciones pueden tornarse algo más gratificante y
satisfactorio, utilizando el plano evolutivo solar. Hemos visto cómo la luz
puede ser capaz de modificar la estructura de la materia, los pensamientos, las
emociones y de toda la existencia de una persona mediante el punto de vista
del sol. Este conocimiento se aplica a las informaciones del código para
cambiarlas y determinar un nuevo nivel evolutivo. Es posible descodificar a
una persona y comprender qué informaciones constituyen impedimentos
para su evolución, para cambiarlas después a través de nuevos impulsos
luminosos provenientes de la conciencia solar. Esta recodificación sucede
cuando la frecuencia luminosa individual se conecta con el plano evolutivo
solar, permitiendo que nuevas informaciones sean integradas en la luz de la
persona.
Al profundizar en la experimentación sobre el código, me di cuenta de que
existen códigos comunes que pertenecen al lugar donde se nace, al grupo de
pertenencia, al propio estrato social, a la raza y, además, a la especie. Existe
uno para los blancos, otro para los asiáticos, otro para los hebreos y los
musulmanes y otro distinto para las naciones y los continentes. Cada uno de
ellos está constituido por una estructura de información común, que
determina un modo específico de percibir la realidad y de vivir, un
comportamiento y una manera de actuar y de reaccionar.
La historia de Amílcar
Amílcar era un notario jubilado y, a pesar de su avanzada edad, estaba lleno
de vitalidad y curiosidad por la vida.
—Cuando tenía 60 años –me dijo– fui sacudido por un mal incurable y
mortal. El médico que me había dado el resultado de los análisis se disgustó
mucho por el diagnóstico, ya que habíamos forjado una relación de amistad
desde hacía tiempo, y me aconsejó que hiciera el primer ciclo de
quimioterapia sin esconderme, dado que las posibilidades de curación eran
escasas y no perdía nada por probar. Me afligí profundamente a causa de esta
noticia y pasé las horas siguientes entre el agotamiento y la desesperación.
Antes de regresar a casa y darles la noticia a mis familiares, estuve caminando
por los jardines de mi ciudad, preguntándome en qué me había equivocado.
Lo había tenido todo en esta vida: me había querido licenciar con las mejores
calificaciones y lo había hecho, me había querido casar con una buena mujer
y tener tres hijos con ella y lo había realizado, quise ser el notario más joven
de mi pueblo y lo había conseguido, y cualquier otra cosa que había deseado
la había hecho realidad. ¿Y entonces? ¿Dónde me había equivocado? ¿Cuándo
cometí los errores que me habían conducido a la enfermedad?
Mi inteligencia, hasta el momento, no me había permitido dejar la
responsabilidad de mi vida al destino, pero creía firmemente que había sido la
causa de ese mal que me había comenzado a devastar. Llegó el mediodía y
volví a paso lento a mi despacho, donde estaban mi secretaria y las personas
que tenía en prácticas. Sin dirigirles ni siquiera una mirada, para que no
notaran nada de mi estado emocional, entré directamente en mi oficina y me
encerré en el interior–. Me continuaba atormentando el pensamiento de
cómo me había podido pasar justo a mí aquella pesadilla, y comenzar a
examinar detenidamente toda mi vida. Después de muchas horas estaba
exhausto y abrumado. Después, así, de repente, me vino una intuición. Si no
consigo encontrar dónde he fallado, siempre puedo cambiarlo todo, y de este
modo incluso podré cambiar el error. Llegó a mí una gran determinación y
salí rápidamente de mi estancia, donde poco antes me estaba escondiendo;
llamé a la secretaria y le anuncié con voz decidida: «Desde esta tarde dejo el
trabajo y dejo de ser notario». La chica por poco se desmaya, después de creer
por un instante que bromeaba. Y así lo hice, lo cambié absolutamente todo.
Al día siguiente cesé la actividad, me divorcié, cambié de casa y me fui a vivir
al campo; modifiqué mi alimentación, cambié todos mis hábitos y hasta me
compré un perro.
Todo el mundo creyó que había enloquecido, y, en cierto sentido, estaba
loco. Incluso me intentaron hospitalizar. ¿Dónde había terminado la vida que
llevaba antes? Desvanecida en la nada en un abrir y cerrar de ojos. ¡Ah!, me
olvidaba. Incluso dejé la medicación; si tenía que morir quería hacerlo por mí
mismo. Pero no fue así, porque cuanto más tiempo transcurría, mejor salud
tenía, y cuánto más mejoraba mi salud, más continuamente cambiaba de
hábitos. Me había convertido en impresionantemente fluido, cambié de
partido político, de marca de dentífrico e incluso los horarios de las
necesidades fisiológicas. Me estaba volviendo como el agua, ausente de forma.
Transcurridos dos años (los doctores sólo me habían dado un año de vida),
fui por curiosidad a hacerme un control médico, sin tener ninguna esperanza
y, como por arte de magia, no sólo mi estado de salud había mejorado, sino
que ¡el mal había desaparecido completamente! Y ahora aquí me tienes. No sé
si ha sido suerte o locura, y con toda probabilidad otra persona se hubiera
muerto en mi lugar, pero lo que cuenta es que estoy aquí.
¿Qué información determina el código?
Las informaciones que componen un código se dividen en dos tipos
fundamentales: de los que somos conscientes y de los que somos
inconscientes. Ambos determinan e influencian la propia realidad.
Augusto estudia en la Universidad de Bocconi, una facultad italiana muy
conocida, y vive junto a muchos otros estudiantes en la residencia. Una noche
se despierta en medio del campo de fútbol sin saber cómo ha llegado hasta allí
ni qué hora es. Mira el reloj confundido, después de haberlo buscado durante
un minuto. Son las cuatro de la madrugada y está en ropa interior sentado en
el borde del campo de fútbol de la universidad. Perdido, mira alrededor y
comienza a caminar hacia el edificio donde se aloja. Al entrar, saluda al
conserje con la sospecha atroz de que sepa algo extraño sobre él, va directo a
su habitación, se tumba y se vuelve a dormir.
El sonambulismo es un fenómeno difuso, y ninguno de los que lo padece
parece recordar nada de lo que ha hecho.
A mí en particular me tocó vivir otro episodio. Desde hace tiempo, Franco
se despierta por la noche y siente olor a orina. En principio cree que es el gato,
pero el fenómeno persiste y empieza a sospechar de su novia, aunque sin
manifestarlo abiertamente. Una mañana, al despertarse, se encuentra la
chaqueta doblada cuidadosamente sobre la silla que está al lado del escritorio,
completamente mojada de orina. ¡No puede ser una broma! Sus sospechas se
transforman en una realidad e inmediatamente culpa a su pareja sin
comprobar nada y ni tan siquiera investigar; su novia, molesta, lo deja y pone
fin a una relación que estaba a punto de acabar en matrimonio. Transcurrido
un tiempo, Franco encuentra de nuevo otra novia y como su relación es
buena, al poco tiempo se van a vivir juntos. Después de algunos meses de
convivencia, en medio de la noche, un grito desgarrador lo despierta de un
sobresalto. Él no entiende qué está sucediendo. Intenta orientarse. Mira a su
alrededor para entender por qué tanta confusión. Al final se da cuenta de que
está de pie, delante de la butaca donde está su chaqueta, mientras, desnudo,
está orinando. Franco ha culpado a todos y a todo antes de darse cuenta de
que es él quien ha realizado inconscientemente esa fechoría. No ha pensado
ni por un momento que él podía ser el responsable porque es totalmente
inconsciente de sus actos.
Esto mismo le ocurre a todas las personas cuando, inconscientes del código
que determina su realidad, culpan a cualquier otro de lo que viven, sienten o
hacen. Si fueran conscientes de que son ellos, a través sus códigos, los que
determinan eso, se quedarían sorprendidos e incrédulos. La belleza de
descubrir que hay un código que determina nuestra realidad consiste en el
hecho de que puedes ser consciente de las informaciones que lo componen y,
por tanto, cambiarlo. Descargar la culpa y la responsabilidad en los demás
resulta menos eficaz que encontrar y cambiar la información que produce
desarmonía, por el simple hecho de que la segunda opción es la más
gratificante.
En el código existen sustancialmente dos tipos de información: aquella de
la que somos conscientes y aquella de la que somos inconscientes. Entre estas
dos, la que tiene más energía determina nuestra realidad.
Tanto la información inconsciente de nuestro código como la consciente
envían señales luminosas que son capaces de cambiar nuestro interior
(materia, emociones, pensamientos, etcétera), así como el mundo externo
(situaciones, gente que encontramos, interacciones, reacciones a nuestra
forma de ser, etcétera).
Manuel me dijo: «Yo quiero convertirme en muy rico, quiero tener
muchos millones, pero cualquier actividad que empiezo, cuando se trata de
pedir dinero, me hace inseguro y, además, si lo manejo, me siento culpable.
¿Cómo es posible? Yo quiero ganar mucho dinero, me convenzo de que es
necesario y de que es algo bueno, pero cuando paso a la práctica me bloqueo.
Si quiero ser rico y pienso que el dinero es maravilloso, ¿por qué no consigo
tenerlo y gozar de él?».
Le dije que, seguramente, en él se encontraban algunas formas del código
que lo estaban bloqueando en algún nivel. Se quedó perplejo. No me
entendía, pues estaba convencido de lo que pensaba. Le comenté que había en
él formas de las que no era consciente.
—¿Qué son los ricos para ti? –le pregunté.
—Los ricos son afortunados –me respondió.
—Continúa –le dije.
—Los ricos son guapos y van muy cuidados.
—Sigue así, sin detenerte y sin pensar demasiado en lo que dices hasta que
te diga «stop» –le comenté.
—Los ricos son brillantes, los ricos son limpios, educados, son refinados…
Los ricos son snob, son fríos, son insensibles, no tienen escrúpulos, son
egoístas, no miran a nadie a los ojos para mantener sus riquezas, los ricos son
ladrones, son MIERD…
—STOOOP –grité–. ¿Cómo puedes ser rico si piensas todas estas cosas
«buenas» de los ricos? Si tú fueras rico, una parte de ti se sentiría así.
Manuel se quedó aturdido. Nunca habría sospechado que tenía todas esas
informaciones inconscientes sobre los ricos.
—Sólo ahora empiezo a tener claro por qué estoy bloqueado con la
riqueza.
Después, me explicó que se acordaba de que su padre a menudo se
enfadaba con un amigo suyo muy avaro, que era insensible ante el
sufrimiento de los que estaban cerca y a los que a menudo rechazaba ayudar.
Su padre le decía siempre: «Mejor pobres y unidos que ricos y solos».
¿No sería mejor ricos y unidos? La información que tiene más energía
determina tu realidad, tanto si eres consciente como si no.
¿Cuántas informaciones inconscientes está creando tu realidad en este
momento? La realidad en sí misma es neutra, pero se interpreta a partir del
propio código y por eso para algunos una experiencia resulta dolorosa y para
otros no. La polaridad positivo-negativo depende de nosotros mismos y de
nuestro código personal. Aunque seas consciente de ello, sólo puedes tener
mayor responsabilidad de tu existencia si eres consciente de cuán
profundamente puedes influenciar la realidad que te rodea. Este nuevo
sentido de responsabilidad nos invita a llevar con conciencia el libre albedrío,
haciendo todo lo posible para ser autores de una realidad armoniosa.
El código está constituido por informaciones de las que somos conscientes
y de las que somos inconscientes. La realidad está determinada por
informaciones que en cierto momento específico (en el presente) tienen más
energía.
Pongamos, por ejemplo, una persona que al mismo tiempo tiene dos
informaciones: el pensamiento «valgo» a nivel consciente y el pensamiento
«no valgo» a nivel inconsciente (que actúa a escondidas). Entre estas dos
informaciones, la que tiene más energía en el presente tiene el control e
influencia su comportamiento. A veces será influenciada por unas
informaciones y, en otras ocasiones, por otras: por ese motivo, la misma
persona puede parecer tan diferente en función del contexto y de las
situaciones en que está y por ello es necesario hacer un esfuerzo y considerar
que a menudo se actúa influenciado por determinadas informaciones del
código personal. Muchas personas no se explican cómo algunos de sus
comportamientos no les permite obtener reconocimiento, éxito,
conocimiento y gozo. Estas personas consideran sólo la información de la que
son conscientes, pero ignoran las inconscientes.
El trabajo sobre el código, en primer lugar, te permite ser consciente de las
informaciones presentes en tu persona, y, por tanto, evidenciar aquello que
determina tu realidad. Una vez se ha tomado conciencia de esta información,
el 50 % del trabajo está hecho. Luego es necesario utilizar la luz, como
lenguaje universal, para determinar un nuevo código.
Tengo amigos en el norte de Italia que viven a las afueras de Milán. Son
dos personas encantadoras que desde hace más de veinte años trabajan sobre
sí mismas intensamente. Una vez fui a verlos para pasar un fin de semana
juntos. Cuando estaba cerca, me quedé atónito al ver que todas las casas de la
zona estaban literalmente blindadas: candados, ganchos, cerraduras y
contracerraduras. Me acerqué a una señora que estaba charlando fuera de su
casa y le pregunté que de dónde venía tanta preocupación. Me respondió que
era una zona peligrosa y llena de ladrones y que en casi todas las casas había
habido robos.
El sábado por la tarde, mientras salíamos, me di cuenta de que mis amigos
no cerraban la puerta de su casa con llave y les pregunté que por qué lo
hacían. Me respondieron que siempre dejaban la puerta de casa abierta sin
ningún tipo de problema.
Entonces les expliqué mi encuentro con la vecina y me dijeron que para
ellos ése era un lugar frecuentado por pocas personas y que nunca a nadie se
le había ocurrido entrar en su casa. Después de unos años supe que ningún
ladrón había entrado en su casa.
Evidentemente, mis dos amigos tenían códigos que les permitían ese
comportamiento.
De todas formas, en medio de una batalla, no es útil pensar sólo que las
balas no te alcanzarán para así sobrevivir; en definitiva, es mucho mejor no ir
a la guerra.
El trabajo sobre el código no tiene que tomarse por lo que no es, ya que el
verdadero sentido es el conocimiento.
Códigos diversos determinan realidades diferentes
Imagina que en ti existen dos pensamientos. Uno es: «El mundo está lleno de
ladrones. Tengo que estar atento» y el otro: «El mundo es un lugar seguro.
Puedo estar tranquilo». En función del momento que vivas, uno de estos dos
pensamientos podría tener más energía que el otro y, por tanto, traducirse en
una información luminosa, que influenciará tu realidad, tu comportamiento,
tus decisiones y tus relaciones. También es posible que se tratara de un
pensamiento inconsciente que tuviera más energía y que no pudieras
reconocer el origen de lo que te sucede.
Ser consciente de las informaciones del código personal significa tener las
llaves para determinar un nuevo código y, por tanto, una realidad diferente.
El discípulo le dijo al maestro: «Si detrás de esa roca hubiese un ladrón con un
bastón y al pasar te golpease, ¿cómo sobrevivirías con tus conocimientos?». El
maestro le contestó: «Yo no pasaría por ese sitio».
También es posible que la información que determina la realidad no sea un
pensamiento, una emoción, un instinto, un trauma del pasado o una
experiencia negativa. Digo esto porque sería erróneo pensar que el código está
formado sólo por un conjunto de condicionamientos, de creencias, de
convicciones o de pensamientos, pues estos últimos pertenecen al plano
mental, mientras que las informaciones luminosas están presentes también en
el plano físico, vital, emocional y espiritual, envolviendo al ser humano en su
totalidad.
Cada información del código está constituida por luz que se transforma en
otras formas de energía de diferente naturaleza, como, por ejemplo, en un
pensamiento, en una emoción, o también en una postura o en un
comportamiento.
El trabajo de descodificación consiste en hacer consciente la información
energética presente en los seis canales de expresión del código (el cuerpo
físico, la energía vital, las emociones, la mente, los recuerdos y el pasado, la
esfera espiritual) y en cambiarla mediante nuevos impulsos luminosos,
determinando una nueva realidad.
Si utilizamos el nivel avanzado del sol interior, recibimos informaciones
sobre el origen de los problemas de las personas y sobre el código que las
determinaba, desarrollando un método para encontrar la información base
que determinaba los diferentes desequilibrios y restablecer una vibración
luminosa armónica.
Se trata de encontrar el origen de un problema de cualquier naturaleza,
utilizando el punto de vista del sol. La claridad superior que se manifiesta le
permite al buscador ver cosas que normalmente escapan a la percepción
habitual y restablecer un equilibrio que estaba alterado. A este proceso se le
denomina relight, porque en la persona se verifica una reactivación de la
luminosidad interior y se restablece la conexión con la frecuencia del plano
evolutivo solar.
El nombre fue escogido también por el cambio visible físicamente: se
revitaliza la luz que emana la persona. Con un grupo de investigación, vimos
cómo cada vez que la descodificación se hace frente a otra persona, también
en ellas se manifiesta un cambio de frecuencia luminosa: cada una se ve
envuelta en el proceso más o menos profundo y resuelve diversos problemas.
Esto ocurre porque las frecuencias comunes cambian al unísono, lo que
determina la manifestación de nuevas informaciones más armónicas.
Testimonios de descodificación
Cuando me acerqué a la silla, que estaba frente a Daniel, estaba
convencida de que estaba a punto de deshacerme del dolor de la cadera
que llevaba conmigo muchos años (desgaste del hueso). Había ido a ver a
Daniel por ese motivo. O eso creía...
Rápidamente, yo, que pensaba que conocía el tema a la perfección por
los años que había estado investigándolo, me sentí totalmente superada.
La cantidad de información que fluía era impresionante. Cada cosa hacía
sonar algo muy fuerte en mi interior; a veces mi cuerpo reaccionaba, a
veces ascendían emociones, a veces lo que él me decía eran cosas de mi
pasado que no había comentado a nadie en ninguna ocasión, a veces se
mencionaban informaciones de las cuales era consciente desde hacía
poco tiempo.
Recuerdo haber pensado: «¿Pero cómo sabe esto?» y a la vez sentir
como un movimiento interior, cosas que se movían para cambiar de sitio
para que todo finalmente encajase. Todo el proceso de descodificación ha
sido para mí como una toma de conciencia muy grande, y no sólo una
curación física, sino que se han desmontado diversos problemas que, sin
que yo lo supiese hasta aquel momento, tenían el mismo origen. La
cadera era sólo una expresión de un mensaje mucho más amplio.
Cecile Xavier,
Francia, profesora de idiomas
En uno de mis viajes a Colombia, recuerdo un relight con uno de mis
primos, un médico cirujano reconocido y cuya estructura mental es
totalmente científica. Empezamos la descodificación para buscar el
origen de la forma que creaba en él aquella situación que estaba viviendo.
A medida que avanzaba, yo iba mencionándole informaciones que se
evidenciaban en el plano solar, y, para él, muchas de ellas eran sus más
profundos secretos, aquello que se había quedado en el silencio y había
olvidado, pero que estaban ocasionando que su realidad se manifestara
como era. A medida que aparecían estas informaciones, se ponía
nervioso y, a medida que la frecuencia luminosa se elevaba, se iba
calmando y relajando. Lo más curioso vino al final, porque cuando
terminamos, su mirada hacia mí era una mezcla de confusión, sorpresa y
miedo, pues en su estructura mental no podía entender cómo había
podido darme cuenta de todas esas cosas. Me preguntó si era vidente,
pues él decía que algunas de ellas nadie las sabía e incluso él mismo ya las
había olvidado.
Sandra Rodríguez,
Colombia, arquitecta
En el primer taller al que asistí, Daniel me eligió para mostrar cómo se
hacía y qué era un relight. Cuando comenzó, empecé a sentirme invadido
por una sensación de calor. Mientras, escuchaba las cosas que Daniel me
iba diciendo, sorprendido por la precisión con la que me describía. Oía
cosas de mí en las que me reconocía en mi faceta más íntima.
Algunas palabras provocaban intensas emociones en varias zonas de
mi cuerpo, que se disolvían rápidamente. Tenía la sensación de estar
rebosante de una energía que se me movía por dentro. Una energía que
arrastraba partes de mí y las transformaba. Sensaciones que creía
inamovibles, desaparecían. Emociones que siempre me habían
acompañado, de repente ya no estaban. Cuando terminamos, estaba muy
alterado, mi mente trataba de entender y mi cuerpo temblaba. Pero, por
encima de todo, me envolvía una sensación de paz y lucidez que
continuó durante algunas horas.
Daniel Hernández,
Barcelona, director y productor
La evolución del ser humano
El código de la luz es un método de crecimiento y reequilibrio extraordinario.
Se ha dedicado una larga búsqueda al método para descodificar y modificar
las informaciones del código personal, ya que la realidad de una persona se ha
creado a partir de ellas. No ha sido posible incluir este tema en este volumen
debido al gran número de información que hemos recopilado a través de la
experiencia directa con las personas. Pero me adhiero a la conclusión de que
las claves de este lenguaje nos proporcionan la posibilidad de cambiar cada
aspecto de nuestra existencia. Si esta libertad fuera una responsabilidad
demasiado grande para ti, recuerda que también esta percepción es sólo una
información de tu código, por lo que es posible cambiarla.
¿Para qué te sirve conocer el código que determina tu realidad? ¿Para sanarte
a ti y a los demás? ¿Para descubrir cómo conseguir dinero? ¿Para tener poder,
encanto, reconocimiento? ¿Para tener poder sobre las personas y las
situaciones?
Conocer cómo cambiar tu código para hacerte rico o para tener poder
significa no comprender plenamente la profundidad de este trabajo.
¿Te has preguntado alguna vez cuál es el criterio para medir el grado de
evolución del ser humano en este preciso momento histórico? La respuesta es
la tecnología. Cuanto más tecnológico es un país, más evolucionado se
considera. El grado de evolución de un ser está relacionado con su nivel de
tecnología y no con su conciencia. En una época totalmente concentrada en la
materia y en su valor, lo que más cuenta es el conocimiento tecnológico, más
que las virtudes del espíritu.
Un hombre más evolucionado no es aquel que en lugar de una piedra tiene
un móvil, sino el que sabe lo que es el amor, que conoce y lleva la paz, que es
capaz de perdonar y de mirarse al espejo para cambiar y admitir los propios
errores.
Un país evolucionado no es aquel que tiene móviles, hace guerras y
reacciona con violencia a la violencia, sino el que sabe evitar el conflicto y
piensa realmente en el desarrollo.
No me ha sorprendido ver a tantas personas intentado utilizar este
conocimiento para comprarse una Harley Davidson. Ni tan siquiera se les ha
pasado por la cabeza la posibilidad de utilizarlo para crear una realidad donde
el hombre y la naturaleza coexistan armoniosamente, o donde haya
prosperidad para todas las personas que están en una condición
desfavorecida. Muchos empiezan empujados por satisfacer deseos materiales,
pero después, gracias a la perspectiva solar, descubren nuevas posibilidades
más satisfactorias. Me gusta poner el énfasis en el trabajo del código sobre la
conciencia de quien hace uso de ella.
El punto de vista del sol, si se comprende totalmente, ofrece la madurez
necesaria para utilizar mejor estos instrumentos y ponerlos a disposición de
quien los necesite. Por este motivo, el trabajo para cambiar el propio código
se afronta desde el punto de vista del sol, porque todo resulta absolutamente
claro. Después de haber presentado estas informaciones, es importante que
las superes. La exigencia de cambiar la propia realidad y de armonizarla es
muy importante, pero esta necesidad también se supera. Trabajas también
para descubrir tu realidad, para experimentar que es posible, pero existe un
nivel de comprensión en el cual no tiene en absoluto sentido cambiar lo que
está sujeto al cambio por su propia naturaleza. Existe un nivel de expansión
en el que incluso la exigencia de cambiar el propio código es superflua porque
todo está perfecto, tal y como es, sin luz ni sombra. En esta nueva conciencia
se experimenta la paz. Más allá de nuestras necesidades personales, existe el
gozo de la existencia. Más allá del deseo de tener y de hacer, existe el gozo
del ser. Éste es el verdadero objetivo del conocimiento.
Bibliografía
Los libros citados a continuación están disponibles en el idioma original del
autor. En el caso de haber traducción al español se señala título y año de
publicación para facilitar al lector su búsqueda y brindarle la oportunidad de
ampliar la información.
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Acerca del autor
Daniel Lumera nació y vive en la isla de Cerdeña. Es doctor en ciencias
naturales, escritor e investigador de los efectos terapéuticos de la luz solar, así
como del sistema solar como modelo de evolución.
En el año 2005, después de 12 años de experimentación sobre la expansión
de la propia conciencia, funda la disciplina evolutiva de conciencia solar con
el fin de profundizar en los estudios sobre la naturaleza y el potencial de la luz
y, posteriormente, crea la búsqueda, un camino evolutivo y pragmático para
despertar la conciencia.
Ha colaborado como docente, con el curso de crecimiento personal
«Desarrollo de las habilidades comunicativas e interrelacionales». En la
Facultad de Filosofía y Letras ha impartido «La educación ambiental como
método de crecimiento personal» para la licenciatura en Ciencias de la
Educación.
Daniel Lumera es también autor de Le 108 Perle del Sole: il segreto della
luce che cura y de Il potere del Perdono.
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