Subido por JULIÁN ANDRÉS MESA GRAJALES ARTE PINTURA

ENCARNADO EN LO PÚBLICO JULIÁN ANDRÉS MESA GRAJALES - PINTURAS Y BOCETOS EN PINTURA, DIBUJO, COLOR, LÀPIZ Y FOTOS

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Julián Andrés Mesa Grajales
2024 ARTISTA
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EL CENTRO
“Lugar de memoria espacio simbólico e identidad ciudadana”
Durante largo tiempo vengo desarrollando una obra pictórica con un estilo personal entre abstracto
y expresionista. El tema principal en las pinturas son las personas en el centro de la ciudad de
Medellín; que es el espacio de mayor circulación de personas, ruido, contaminación, recreación,
memoria, contemporaneidad, representación simbólica, lugar de anonimato, trabajo,
heterogeneidad y servicios.
Allí encuentro personas dignas de ser retratadas en las obras mientras están paradas, caminando,
hablando, escuchando, mirando o comiendo. Los pinto con las respectivas características con las
que cuenta la figura humana en la realidad empezando por el rostro que tiene ojos, nariz, oídos,
boca y piel. Luego, el cuerpo es muy importante representarlo con las formas proporcionadas y
distribuidas adecuadas donde sea legible la posición de la cabeza, cuello, pecho, espalda, pelvis,
manos y piernas, se debe estar consciente de las otras figuras humanas que hay alrededor y como
se están des envolviendo en el mismo espacio, que joyas, peinados y ropa están llevando.
Pinto las reacciones, gestos, sitios, expresiones, compañías, edades, profesiones, movimientos,
actividades y culturas de las personas que transitan por los lugares públicos. Las pinturas del centro
expresan la mañana, tarde, noche, espacios de urbe cómo pavimentos, casas, edificios, buses,
motociclistas, adornos y naturalezas. Uno puede ver la gente que se cruza en las pinturas para
dirigirse a otros lugares que pueden ser de trabajo, estudio, salud, hogar, calles, parques, festivales,
museos, andenes, negocios como cafeterías, restaurantes, discotecas, tiendas de ropa, bibliotecas,
centros comerciales, universidades, espacios deportivos, etc.
Solos o acompañados de amigos o familia mientras están en medio de personas nacionales y
turistas conocidos y desconocidos. Yo organizo los objetos, personas y colores de la composición
de acuerdo a mi forma de pensar y sentir.
En mis pinturas utilizo el acrílico que es versátil y seca rápido, se puede manejar y dejar rastros de
empastes, veladuras, colores, trazos, manchas, luces, texturas, sombras y dimensiones, esta
técnica me sirve para poner una gran variedad de matices sobre el cuadro equivalentes a los tones
que veo durante la mañana, tarde y noche; El centro es un lugar que se hizo para fluir y es
cambiante. Allí ocurren situaciones que no se pueden detallar porque pasan en milésimas de
segundos. Al pintar abro un espacio para reflexionar y expresar en paz.
Al caminar por el centro observo actividades que independientemente de la clase social a la que
pertenezcamos, todos ejecutamos distintas acciones que dan cuenta de un estilo de vida. Todo esto
es lo que estudio a través del hacer artístico. Siempre veo que la gente se viste con ropa
apropiada para el clima, según la moda, si hace frío o calor, la luz cambiando por eso las cosas todo
el tiempo se ven diferentes, no es lo mismo cuando llueve, hace sol, está nublado o está despejado
el día, todo esto es importante para mí.
Por: Julián Andrés Mesa Grajales
Maestro en Artes Plásticas
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El arte sin fronteras….permite una mirada de este centro urbano, Medellín que consagra como su
mejor lienzo donde Julián Andrés Mesa Grajales, a través de sus obras, utilizando pinceladas
robustas con precisos y coloridos detalles nos invita a hacer una pausa dentro del caos de la ciudad,
su centro, corazón de Medellín donde convergen encuentros, desencuentros, emociones,
sentimientos que le dan identidad y la mejor manera de ilustrarlo es por medio de sus pinturas.
Invitación que nos reitera en cada una de sus trabajos a mirar con profundo respeto la caótica
Medellín que en ocasiones agoniza en el bullicio emergente de los que la habitan, lugares solitarios,
moradores sin reconocimiento de su existir deambulan perdidos en medio de mezclas
arquitectónicas que datan de siglos atrás donde reflejan edificaciones neoclásicas, coloniales,
republicanas con marcada influencia de arte religioso entre otros. A la par edificaciones, centros
comerciales, locales en espacios donde se ofrecen toda clase de mercancías y bisuterías, que se
acoplan de manera planeada y en algunas improvisadas rompiendo con el verde sus praderas y
montañas.
El Centro de Medellín, refleja como bien lo explica el antropólogo Marc Auge el concepto de Lugares
– No Lugares (Lieux- Non Lieux). Este se refiere a los espacios que el ser humano habita de forma
impersonal con sus coterráneos. Espacios que por el azar, situaciones económicas o sociales; los
individuos se encuentran allí interactuando de forma colectiva. Estos así pues terminan obteniendo
una dinámica – una vida de por si- basada en intercambios ájenos.
La obra de Julián Mesa se desarrolla en un Lugar – No Lugar. Dentro de la obra pictórica del artista;
los personajes que sus lienzos capturan vibran con los colores del trópico, sus trazos a veces
inexactos emanan la identidad y los caracteres de sus personajes; donde confluyen murmullos,
miradas vagas, comentarios alegres y dispersos, afanes y vaivenes solitarios, todos buscan un
lugar, simple acomodo de pasos firmes con apretujes silenciosos donde se confunden olores y
sudores del obrero empobrecido con la dama en apariencia refinada.
Las pinturas de Julián están llenas de narraciones, de historias cotidianas contadas por la mirada
infantil y poética del artista; tal como en su serie “ La ciudad Retratada” vemos como él nos cuenta
sobre su ciudad - Un payaso al frente del teatro Pablo Tobón , un arriero, una pareja. O su
transformación, un Tranvía ecológico y próspero, El Museo de la Memoria, o simplemente “La
cuadra”. Julián, nos pasea por Medellín, desde la avenida San Juan hasta la avenida Echeverry,
cruzando desde el teatro Pablo Tobón a la avenida Ferrocarril, a través del ir y venir; el de él… el
de vos y el mío.
Por: Luisa Fernanda García Gómez
Magister en Historia del Arte
Esta exposición demuestra como el artista Julián Mesa logra trasmitir su visión personal sobre
nuestra sociedad, al manipular el acrílico de una forma emotiva y, en sus mejores instantes, casi
escultórica. Su uso de colores y aplicación del material evoca la técnica de pintores expresionistas
europeos de principio del siglo XX y en particular a Ernst Ludwig Kirchner. Esta referencia específica
en la historia del arte en nuestro contexto paisa contemporáneo, hace un interesante vínculo entre
la Alemania industrial prebélica hasta el período de entreguerras (1938) y lo que vivimos hoy en el
caos de nuestro centro urbano en Medellín. El artista, como lo hicieron los expresionistas alemanes,
reacciona en contra de las dinámicas positivistas donde todo se rige por ciertos principios prácticos
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y útiles, y enfatiza su propia visión subjetiva y desasosegada al retratar transeúntes desconocidos
que
mecánicamente
cruzan
su
camino
en
lugares
urbanos.
Por: Andrés Monzón.
Fundador Campos de Gutiérrez
MANCHANDO LA CIUDAD
Lo que nos propone desde la pintura Julián Mesa es un trabajo con la mayor soltura y buena
“irresponsabilidad” de una pintura propia que evoca a los grandes “Fauvistas” (transición entre el
impresionismo y el expresionismo), se denominaron así los fauvistas:
“Las fieras”; y esta conexión que logra Julián más allá de cualquier estereotipo es la propiedad de
una pintura que muestra a la ciudad de Medellín y sus personajes en una explosión de color `pero
también de caos y “agite” que refleja un pensamiento más allá del arte, con una técnica propia de
pinceles y espátulas, que nos da la claridad de que éste es un arte impuro y que nos participa de
ese “goce” de un gran pintor que nos trae una mirada de esta: “Tacita de Plata” para algunos, o para
otros la “Tacita de mierda”
Ruderico Salazar Alzate
Curador Galería Pequeño Teatro (Paredones prestados)
El asunto no es nuevo, dado que casi desde siempre el arte ha dado cuenta, de muchas maneras,
de los lugares donde se produce. El campo, la ciudad, los muchos paisajes que significan una
identidad. Los vestidos, las comidas, las viviendas, los utensilios, los cafés, las guerras, casi todo
es posible verlo por medio del arte de todos los tiempos. Las ciudades y sus centros, desde que
ellos existen. La idiosincrasia. En la literatura, en el teatro, en el cine, en la escultura, en la pintura.
En épocas más recientes, la vida de las ciudades se ha visto reflejada en la pintura de manera
menos ideal, tal vez. Y tal vez, también, porque las ciudades son cada vez menos ideales, menos
apacibles, más turbias y más turbulentas. Sobre todo «nuestras» ciudades. En pintores como
Edvard Munch, Ernst Ludwing, Marc Chagall, Otto Dix, George Groz, Antonio López, Antonio Seguí,
Manuel Camargo. Tantísimos. El París de Balzac, el Buenos Aires de Borges, el Dublín de Joyce,
la Bogotá de Luis Fayad, el México de Carlos Monsiváis, la Moscú de Anna Ajmátova, la Lima de
Vargas Llosa. Incluso regiones metáfora, como la Yoknapatawpha de Faulkner, la Macondo de
García Márquez, la Comala de Rulfo o la Santa María de Onetti.
Julián Mesa pinta en sus cuadros a la Medellín contemporánea. El pintor dice que le atrae el centro
de la ciudad como objetivo de sus pinturas, porque «es el espacio de mayor circulación de personas,
ruido, contaminación, recreación, memoria, contemporaneidad, representación simbólica, lugar de
anonimato, trabajo, heterogeneidad y servicios». Y el resultado son unos cuadros que retratan la
ciudad «de cuerpo entero», hasta con sus buses y sus edificios un tanto destartalados (ambos). Ahí
están los tumultos que esperan un bus, los vendedores de casi todo, hasta de ilusiones. La
muchedumbre, que puede estar aglomerada en un teatro o presenciando las consecuencias de un
accidente en plena calle. O en las dos, simultáneamente. Sus aceras intransitables. El centro de
Medellín, amorfo y gritón y sucio. Hay quienes dicen que es el centro más desordenado de entre
todas las ciudades del país.
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Las pinturas de Julián Mesa, que echan mano de un expresionismo que le viene muy bien,
pictóricamente, a este centro de Medellín, muestra claramente el domino de unos recursos técnicos
que no dejan dudas de su calidad, de su dominio de la técnica del acrílico y de un colorido casi de
carnaval. Este último es un rasgo que distingue a las gentes que retrata. Aunque ellas no pertenecen
al trópico precisamente, sí se reconocen por su extroversión y su alegría (tantas veces en el vestir,
en la música, en la informalidad de su quehacer cotidiano).
Por: Luis Germán Sierra J.
Coordinador de Actividades Culturales Biblioteca Carlos Gaviria Díaz Universidad de
Antioquia
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MANCHANDO LA CIUDAD
Centro / Acrílico / 100 x 111 cmt / 2019
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Autorretrato / Mixta / 100 x 70 cm / 2008
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Rostro sangrante / Acrílico / 140 x 140 cm / 2018
8
La Casa Amarilla en Prado Centro / Acrílico / 66 x 100 cm / 2017
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“Muñeco Zed” QEPD
97 x 45 cm
Acrílico
2023
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Silletera
57 x 47 cm
Acrílico
2023
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Pintor
39 x 25.5 cm
Acrílico
2023
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Encarnado en Público
39 x 41 cm
Acrílico
2023
Ecuador
41 x 43 cm
Acrílico
2022
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Pueblito Paisa en medio de la ciudad moderna
30 x 40 cm Acrílico 2022
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Zanqueó / Acrílico / 53 x 32 cm / 2010
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Acróbata en monociclo / Acrílico / 95 x 65 cm /2019 Acróbata en Monociclo / Digital / 2018
Las expresiones de los artistas callejeros son importantes para quienes constantemente visitamos
los espacios públicos del centro de la ciudad. Estas son clara evidencia de los diversos talentos y
habilidades que muchos poseen y aprovechan para divertir a los transeúntes y conseguir un
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sustento diario. Sus manifestaciones enriquecen las esquinas, calles y parques de la ciudad, nos
deleitan con diferentes presentaciones con las que nos topamos al caminar. Dicho formato callejero
y espontáneo permite la aglomeración de personas alrededor que se entretienen durante un periodo
de tiempo, a veces corto, a veces largo. Los transeúntes paran a observar, algunos comen algo,
otros conversan y hasta hay quienes toman fotografías. Estas escenas despiertan sensaciones
agradables para los sentidos y configuran el marco adecuado para pasar un buen rato.
Como artista plástico, considero que los artistas callejeros como: malabaristas, músicos, bailarines,
esculturas vivientes, acróbatas, hombres disfrazados, pintores, entre otros, que a diario nos
encontramos en semáforos, parques y calles concurridas en los espacios públicos del centro de la
ciudad de Medellín, se dan a conocer con las características de los artistas ambulantes mediante
sus habilidades, modo de vestir, edad, raza, sexo, origen, etc.; resaltan los talentos que hay en la
calle con visión y creatividad.
La pintura Acróbata en monociclo resulta innovadora en el marco artístico de Medellín. Se presta
para ser exhibido en diferentes medios y galerías; permite fortalecer y cuestionar las relaciones
sociales, así como embellecer diversos espacios de la ciudad, gracias a su carácter estético y
urbano, reflejo de la sociedad actual. Al ubicarla en zonas públicas y transitadas, esta
representación impacta a espectadores casuales y frecuentes concurrentes.
La interpretación pictórica ilustra a un ser humano venido de otra zona del país, o bien de otro país,
con lo cual hace manifiesta la diversidad étnica del centro de Medellín. A los artistas que se
presentan en las calles no los detiene el frio, la lluvia ni el cansancio, y para los comerciantes y
vecinos representan un atractivo que imprime alegría y color a la ciudad. Son soporte vital para la
recuperación de los espacios grises del centro citadino y crean conexiones con los habitantes;
además fortalecen la identidad social. La interacción y diálogo alcanzados al participar en sus
exposiciones permite crear lazos fuertes y duraderos entre los integrantes de la comunidad.
Es importante plasmar a estos artistas porque aportan al sostenimiento del turismo local en aquellos
los lugares donde se ubican, son tendencia y los transeúntes pueden disfrutar de sus espectáculos
de forma gratuita o haciendo un aporte voluntario. Se hace necesario destacarlos porque sus
presentaciones son formas de trabajo digno con el cual generan unos ingresos para cubrir sus
gastos y además, están ejerciendo el derecho al trabajo.
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Bailarina / Acrílico / 58 x 48 cm / 2010
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Pasando SanJuan/Acrílico/58x48cm / 2010
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Escultura Humana / Mixta / 120x100 cm / 2009
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Transeúnte / Acrílico / 43 x 59 cm / 2010
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Prima / Acrílico / 32 x 32 cm / 2010
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Estación Parque Berrio
Acrílico
47x47cm Año 2005
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En el Parque Berrio 3 / Acrílico / 85 x 120 cm / 2021
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Ubicado en pleno corazón de la ciudad, el Parque de Berrío es quizá uno de los parques más
representativos de Medellín, sus orígenes remiten a la fundación de la bella villa. El Parque Berrio,
conocido también como Plaza Zea o Plaza Mayor, es un ícono urbano y uno de los lugares más
significativos en términos históricos en Medellín. Ha sido punto de encuentro de propios y extraños
por cientos de años al estar ubicado en el corazón de la ciudad. Es allí donde comienza el
crecimiento de la villa de Medellín, en especial alrededor del templo de la Candelaria, “La Basílica
Menor de Nuestra Señora de la Candelaria”, la primera iglesia de Medellín. Fue este el eje a partir
del cual las familias más prestantes de la época conformaron lo que se conocería como la Plaza
Mayor de la Villa de Medellín.
La historia de la plaza está estrechamente ligada con la del Templo de la Candelaria, construido
inicialmente en 1649 como parte de erección de la primera iglesia en este lugar. Los pobladores
nombraron este nuevo espacio como “Nuestra señora de la Candelaria de Aná”. La plaza principal,
como se le identificó en un principio, era la antesala de la iglesia, y allí coincidían los feligreses
antes y después de la eucaristía.
En 1649 el Sitió de Aná, (actual Parque de Berrío) era un espacio extenso que lindaba con el río
Medellín y el riachuelo de Aná, (hoy quebrada de Santa Elena). Sus pobladores eran descendientes
de los primeros españoles y algunos nobles caballeros provenientes de la ciudad de Santa Fe de
Antioquia, quienes encontraron en estas nuevas tierras, mejores formas de ingreso. Las familias
más prestantes de la época se asentaron allí y conformaron lo que se conocería como la Plaza
Mayor de la Villa de Medellín. En 1675 se convirtió en el cabildo y la cárcel de la Villa de la
Candelaria. Con el paso de los siglos se convirtió en plaza de mercado, entre 1784 y 1892. Allí
funcionó el mercado público y fue escenario de ejecuciones y grandes actos públicos y políticos.
Por orden del cabildo, la antigua pila de agua ubicada en el centro del parque –dispuesta en el lugar
para que los ciudadanos bebieran de ella– debía ser remplazada por la estatua de Berrío y el 29
de junio de 1895 se instauró la estatua de Pedro Justo Berrío, relevante político colombiano y
presidente del Estado de Antioquia entre 1864 y1 875). Desde entonces se cambió el nombre de
Plaza Central a Parque de Berrío en su honor.
En el siglo XX Medellín experimentó transformaciones en su estructura urbana, estas incluyeron la
apertura de hoteles y almacenes comerciales, por lo que en 1905 el Parque Berrío adoptó una
nueva orientación financiera y comercial; allí se estableció la bolsa de valores de la ciudad y fue
sede de bancos como el Banco de la República, de almacenes de cadena, edificios empresariales,
oficinas del gobierno y la estación del tren metropolitano. El Parque Berrío se convirtió en punto de
referencia de la pujanza industrial, cafetera y minera de Antioquia en el siglo XX.
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En 1917, 1921 y 1922 ocurrieron varios incendios que dejaron en ruinas el lugar, dando paso a
nuevas construcciones, como las rutas del tranvía, las cuales transitaban el sitio en dirección a
diversos destinos de la ciudad. Fue necesario tumbar las viejas casonas y ceder el paso a modernas
construcciones, en las que se asentaron las sedes bancarias y del comercio. Pero, quizás su más
grande transformación sucedió a finales de la década de 1980 y principios de la de 1990, cuando
se le sometió a un rediseño y un profundo trabajo de cimentación, a fin de acomodar la nueva
estación del Metro de Medellín. Así las cosas, fungió como el corazón de una Medellín moderna,
hasta que la atravesó el Metro, y con su sombra, la convirtió en estación de paso. Y es que el
Parque Berrío ha sido partícipe de la evolución urbana, desde el carruaje a caballo, el tranvía y el
vehículo automotor, hasta la llegada del Metro de Medellín.
Así mismo, el parque se encuentra rodeado por obras de arte de reconocidos maestros antioqueños
como el Torso de mujer, más conocida como “Gorda de Botero”, el apodo cariñoso dado por la
gente a la escultura monumental del maestro Fernando Botero. En otra esquina de la plaza se sitúa
la escultura El Desafío, realizada por el maestro Rodrigo Arenas Betancourt; se ubica cerca al Hotel
Nutibara, Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe y edificio Coltejer, el "Empire State Building" de
Medellín, símbolo de su éxito económico, con sus 175 metros de altura, el más alto de toda la
ciudad. Se encuentra también de la figura de Pedro Justo Berrío, del escultor italiano Anderline. De
igual forma, en lo que hoy se conoce como los bajos de la estación del metro, es posible apreciar
un gran mural elaborado por el maestro Pedro Nel Ospina. Por todo esto, no cabe duda frente al
plan de hacer un recorrido por este icónico espacio que conjuga historia, arte y cultura de Medellín.
Los personajes que visitan hoy la plazuela, el movimiento de los venteros y sus ofertas de
empanadas, cedés, zapatos, reconstituyentes sexuales, películas porno, lotería y relojes –sumados
al ritmo de los músicos populares– constituyen una especie de retoma pacífica e ingenua de los
primeros habitantes del mercado de toldos. Hoy día el Parque de Berrío es una modesta plazuela
que recuperó en parte, la vocación de plaza de mercado de antaño, pero al estilo y ritmo de la
economía informal de ahora. Actualmente, el Parque de Berrío es el producto de un proceso de
cambios físicos y culturales de diferentes épocas; es un lugar representativo que vale la pena
conocer.
El Parque de Berrío, como los habitantes locales lo conocen popularmente, es un parque urbano
ubicado en pleno corazón geográfico de la ciudad colombiana Medellín; es un centro fundacional,
un ícono urbano, quizá el más significativo de la urbe en términos históricos. Los antioqueños han
confluido en él y le han considerado durante generaciones como el principal lugar de encuentro y
referente de su ciudad para visitantes y foráneos. Hoy sigue siendo un punto de encuentro de
personas que, sobre sus bancas, sientan las bases de sus negocios. Desde sus principios, esta
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plaza ha sobrellevado cambios, tanto en su forma física como demográfica, ha servido de plaza
principal, plaza de mercado, escenario de ejecuciones, centro de economía, entre otros.
Gente en el parque / Mixta / 47 x 63 cm / 2016
En Medio de Una Plaza
Acrílico
50x50 cm / 2006
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Parque en el Centro
Acrílico sobre lienzo
50x120cm Año 2004
Pareja Bailando Tango / Digital / 2018
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Parque Bolívar en la tarde / Acrílico / 48 x 56. 5 cm / 2018
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El Parque de Bolívar o Parque Bolívar, como se le conoce popularmente, es un parque urbano
ubicado el barrio Villanueva, en plena zona céntrica de la ciudad de Medellín (Antioquia). Se le
considera uno de los sitios emblemáticos de la ciudad por su simbolismo histórico y cultural. Lo
constituyen zonas verdes y pavimentadas, posee una densa y variada arborización, con numerosas
especies nativas. Aparte de ello, el parque cuenta con una distinguida fuente, también cabe
mencionar a los aguiluchos, ardillas, colibrís, loros y árboles, como el gualanday de 120 años, las
palmas reales, ceibas trasnochadoras, cascos de vaca, laureles y la Calliandra medellinensis, única
en el mundo. Estas especies han convertido el espacio en un pulmón del centro de Medellín.
Además, cuenta con mobiliario urbano, con bancas, fuente de agua, esculturas y demás elementos
típicos de espacios públicos similares.
Esta zona urbana es emblemática de la ciudad, con simbolismos históricos y culturales. A su
alrededor se localizan varios puntos de importancia cultural de la ciudad. Al norte está la Catedral
Metropolitana de Medellín y en el costado suroriental el Teatro Lido. También es posible apreciar
algunas de las antiguas casonas que en el pasado conformaron el sector residencial más lujoso del
centro. El primer sábado de cada mes se celebra el mercado artesanal de San Alejo.
Se encuentra ubicado en el barrio Villanueva, entre las calles Caracas y Bolivia. Su superficie es
rectangular, con 165 metros de largo y 63 metros de ancho. Cuenta aproximadamente con 10.395
m². El parque tiene el tamaño de dos manzanas. En sí, se trata de un terreno con una leve pendiente
que desciende de oriente (Ecuador) a occidente (Venezuela). Las zonas verdes y pavimentadas se
separadas por un malecón sobre el cual hay una pequeña reja. Además de su densa y variada
arborización, con numerosas especies nativas, cuenta con el mobiliario urbano típico de estos
espacios públicos, como la bancas colectivas e individuales, basureras, columnas publicitarias,
cabinas telefónicas, fuente de agua, esculturas, etc.
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En el marco del parque se erigen quince edificaciones consideradas patrimonio arquitectónico de
Medellín. Estas datan de finales del siglo XIX y mediados del siglo XX, constituyen un catálogo de
la historia y transformación del sector de la ciudad. Es por esto que se busca rescatar dicho
patrimonio de vital importancia para la memoria de la ciudad.
El Parque Bolívar de Medellín, nombrado así en homenaje al libertador Simón Bolívar, fue
inaugurado en 1892, cuando la jungla de cemento se comenzaba a expandir. Constituye un ícono
que alberga ilustremente a la Catedral Metropolitana, la construcción en adobe cocido más grande
del mundo y monumento nacional desde 1982, lugar donde reposan para la resurrección las
cenizas del escritor Tomás Carrasquilla. Además de la Catedral, el Parque Bolívar cuenta con el
tesoro de la estatua ecuestre del prócer libertador en su centro, instalada en 1923 y esculpida por
el italiano Giovanni Anderlini. La estatua presenta al libertador Bolívar montado en su caballo de
batalla sobre un pedestal de mármol que, a su vez, está sobre una base en forma de redondel con
cinco escalas concéntricas, hecho en granito blanco lavado. Al lado oriental de la estatua está una
pequeña platea o escenario para los eventos culturales y cívicos.
La ejecución de la estatua de Bolívar se resolvió en 1919. El diseño fue realizado por el escultor
italiano Giovanni Anderlini, discípulo de Pietro Tenerani, el creador de la estatua del Libertador
situada en la Plaza de Bolívar de la capital colombiana. Anderlini ya había fallecido, pero dejó la
maqueta lista y Pablo Echavarría se contactó con su hija María Anderlini para obtenerla. El
gobernador Pedro Nel Ospina se entendió con Augusto Borda Tanco para su ejecución. Borda
escogió al artista, Eugenio Maccagnani –también italiano–, quien la fundió y que ya había ejecutado
la estatua de Humberto I para el Panteón de Roma, además de haber sido discípulo del maestro
Anderlini. Como Borda murió, lo reemplazó Federico Restrepo. El pedestal es de mármol blanco,
diseñado por el arquitecto belga Agustín Goovaerts. Es un modelo sobrio, muy clásico, que va
acorde con la estatua. Tiene 3,40 m de base, 2,20 m de altura y 1,40 m de ancho. Es rectangular,
pero sus extremos se redondean. Tiene comizas en la parte superior y un zócalo en la inferior. En
las paredes de sus cuatro lados hay grabadas unas leyendas escogidas por Cadavid Restrepo y la
Junta del Centenario. El pedestal de mármol se colocó sobre una plataforma de piedra y ladrillo. La
estatua ecuestre del libertador Simón Bolívar se inauguró el 7 de agosto de 1923 con un evento
realizado con solemnidad, contó con la presencia del presidente de la República Pedro Nel Ospina.
Ese mismo año se inauguró la línea del tranvía eléctrico que iba para Manrique y que entraba al
parque por Caracas y subía por Ecuador, a un costado de la catedral.
Al lado oriental de la estatua está una pequeña platea o escenario para los eventos culturales y
cívicos. Después del monumento de Bolívar se encuentra la fuente luminosa ovalada, la cual cuenta
con 29 metros de largo por 15 de ancho, en las noches se llena de luces multicolores. Más allá se
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encuentra una amplia zona sin arborización entre la fuente y las escalas del atrio frontal de la
catedral y que corresponde al tramo peatonizado de la calle 56 (Bolivia).
Las calles adyacentes al Parque Bolívar llevan nombres que hacen homenaje a parajes de otros
países, ciudades que tuvieron que ver con la vida y obra de Simón Bolívar y con eventos
relacionados con el Libertador. Alrededor del parque convergen varias vías: las carreras Ecuador,
Junín y Venezuela y las calles Caracas, Perú y Bolivia, todas ellas naciones liberadas por Bolívar.
También se hallan las calles Caracas y La Paz, esta última pasa justo por la parte posterior de la
catedral. Asimismo, se encuentra la carrera Junín, uno de los pasajes comerciales más
tradicionales de la ciudad, el cual remata en el costado sur del parque y es llamada así en memoria
de la batalla del mismo nombre, por el norte da con la fachada principal de la catedral.
Las calles aledañas al Parque de Bolívar tienen un uso mixto, en ellas confluyen vivienda, comercio
y servicios. Tradicionalmente ha sido un lugar para el encuentro y las manifestaciones culturales,
como la tradicional "Retreta Dominical del Parque", la cual cuenta con más de 100 años de
presentaciones; actualmente la realiza la Banda Sinfónica Universidad de Antioquia en los tres
primeros domingos del mes, a las 11:15 a.m. Igualmente, está la Feria Artesanal de San Alejo, la
cual se lleva a cabo el primer sábado de cada mes. También es frecuente toparse con
presentaciones de teatro callejero, cantos populares, cuenteros y demás manifestaciones urbanas.
En 1900 se instaló en la mitad del parque una fuente de bronce traída de Nueva York (Estados
Unidos), obra de Alejandro Echavarría, apodada la fuente de "la Garza" por la escultura que la
adorna. Mientras tanto, la vida del parque sigue su ritmo parsimonioso, se arboriza poco a poco y
es un lugar de recreo preferido por la población, sobre todo los días sábados y domingos. En 1923
se trasladó la fuente de bronce por orden del concejo municipal al Hospital de San Vicente de Paúl
que estaba en construcción y en donde aún se encuentra.
El 29 de noviembre de 1942 se inauguró la Placa de James Tyrrel Moore, realizada en bronce por
el maestro Jorge Marín Vieco. Es rectangular, cuenta al lado izquierdo con el rostro de perfil de
Moore y al lado derecho una leyenda de agradecimiento. El texto de agradecimiento de la placa
dice: “La ciudad de Medellín hace arder aquí la llama de su gratitud para el distinguido ciudadano
inglés Mr. Tyrrel Moore quien le hizo cesión gratuita del terreno en donde está ubicado este que él
quiso se llamase Parque de Bolívar”.
En 1925 en el andén del parque que queda sobre la carrera 49 se instaló e inauguró el busto del
periodista antioqueño Fidel Cano Gutiérrez, fundador del periódico El Espectador, el más antiguo
de Colombia y cuya cuna fue Medellín. La escultura es obra del maestro Francisco Antonio Cano,
fue impulsada y financiada por la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín en acato de una ley
del Congreso de 1920.
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El 3 de mayo de 2007 se inauguró en el parque el busto de Guillermo Cano Isaza, obra del maestro
Rodrigo Arenas Betancourt, en homenaje al exdirector de El Espectador Guillermo Cano Isaza.
Está ubicado en el costado oriental, justo frente al Teatro Lido. El busto fue inaugurado por el
entonces alcalde de Medellín, Sergio Fajardo Valderrama, acompañado del director general de la
Unesco, Koichirō Matsuura, el gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria, miembros de la familia
Cano, encabezados por la sra. Ana María Busquets de Cano y amigos de la prensa nacional e
internacional. El evento fue uno de los actos principales del Día Mundial de la Libertad de Prensa y
la décima entrega del Premio Mundial de la Libertad de Prensa Unesco - Guillermo Cano. El busto
reemplaza su anterior versión, volada el 12 de abril de 1987 por el extinto cartel de Medellín, actor
principal en la muerte de Guillermo Cano Isaza.
Hoy en día el parque presenta un diseño aparentemente desordenado, sin una guía clara en su
forma de distribución entre áreas verdes y pavimentadas, lo que se debe principalmente a la serie
de reformas y remodelaciones que ha tenido a lo largo de su historia; lo que antes era zona de
cemento pasó luego a ser zona verde y viceversa, por lo cual los corredores peatonales no
presentan una continuidad clara y sus formas son desiguales. En algunos casos el corredor es
amplio, pero en otro extremo es estrecho. También se percibe es un aparente desorden en la
ubicación de los árboles, cuando se sembraron se tuvo en cuenta la zona verde de esa época,
ahora parecen mal ubicados; algunos están en medio de los corredores y en otros casos se
encuentran muy cerca del malecón, razón por la cual es necesario alargar un poco la zona verde
alrededor del árbol, para evitar que este levante el muro con sus raíces.
Lo que sí está claro en el diseño urbano del parque es la proyección o continuación de la
peatonizada carrera Junín, que tiende a ser un eje estructural que remata en la catedral, ubica las
zonas verdes a los lados y genera una perspectiva con el templo, lo que suele pasar desapercibido
debido al follaje de los árboles. Dicha proyección corresponde a un corredor central que a medida
que se avanza hacia el norte, se va ampliado de forma escalonada. De sur a norte y paralelos a la
calle 54 (Caracas) se encuentran los quioscos para los lustradores de calzado, luego al lado
izquierdo (occidente) del corredor central, al pie del andén sobre la carrera 49 (Venezuela), está la
caseta del Centro de Atención Inmediata (CAI) de la policía.
En el lugar donde muere el tradicional Paseo Junín se gesta un proyecto que contempla renovar la
fuente, convertir el espacio de la retreta en un lugar más cómodo para los intérpretes musicales,
cambiar toda la superficie del piso del parque y arreglar las vías laterales. Todo ello para que
regresen el mercado de San Alejo, los tradicionales vendedores de helados, la retreta dominical,
las parejas de novios y, por qué no, las polémicas futboleras, políticas, religiosas y hasta de
farándula.
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Parque de Bolívar, el célebre, el de la basílica, la fuente luminosa, la heladería San Francisco, los
shows de Danny, el restaurante La Estancia, el San Alejo mensual, la retreta dominical, el retrete
diario… El parque ha recuperado su vitalidad, diariamente lo visitan personas de todos los sectores
sociales y edades, quienes conversan, debaten y polemizan sobre diversos temas. Además, los
fines de semana es el lugar predilecto de esparcimiento para muchas parejas y familias. La Catedral
Metropolitana y la estatua ecuestre del Libertador son los principales referentes del Parque Bolívar.
Pareja / Acrílico / 37 x 56 cm / 2021
Calle Girardot
Mixta sobre lienzo
40x26 cm
2005
34
Doña / Acrílico / 40 x 35 cm / 2010
35
Transeúnte / Acrílico / 35 x 34 / 2018
36
Peatón / Acrílico / 36 x 34 cm / 2010
Vendedor de Dulces / Mixta / 40x40 cm / 2006
37
Payaso Gringo / 50 x 65 cm / 2010
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Presentación Espectacular / Acrílico / 120 x 100 cm / 2010
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41
Un mimo es un improvisador, imitador, actor, es quien utiliza la mímica como medio teatral, como
acción artística; representa una historia a través de gestos faciales o movimientos del cuerpo, sin
uso del discurso o expresión verbal. Al mimo teatral se le puede conceder un origen genérico de
carácter realista y satírico, luego asociado a otros géneros como la comedia, mezclando imitaciones
y acrobacias en un régimen general de improvisación. Cercano a la farsa, el mimo suele ser ligero,
festivo y obsceno.
Las restricciones de la tecnología del cine mudo obligaba a contar las historias con un mínimo de
diálogo, que aparecía en breves intertítulos. En el cine mudo, actores cómicos como Charles
Chaplin, Harpo Marx, Harold Lloyd y Buster Keaton, quienes aprendieron el arte de la mímica en el
teatro, lo popularizaron a través del cine, en el que el mimo como recurso narrativo de apoyo de la
trama tuvo especial desarrollo.
El mimo ha sido un recurso tradicional en espectáculos populares como el circo, en el cual
fundamenta el lenguaje de base del payaso. En esa línea se sitúa el estilo improvisado y abierto a
la participación del público que consiste en la representación teatral, cantada o hablada, de
realidades de la vida cotidiana de carácter popular. Otro de sus rasgos es la improvisación, que lo
distingue de otros géneros con los que guarda relación, como la comedia. Estas representaciones
solían ir acompañadas de danzas o espectáculos de magia y prestidigitación. Los actores que
realizaban este tipo de piezas teatrales también eran llamados mimos. Dichas representaciones se
basaban en la improvisación y con su evolución sobrellevaron un proceso de literaturización que
las llevó a ser fijadas en forma de textos a modo de burla del refinamiento que se solía usar en el
habla. El uso de obscenidades y expresiones indecentes era habitual, se empleaban nombres
parlantes, refranes y juegos de palabras.
Mimo es una noción con distintos usos. El término puede aludir a una manifestación de afecto. Un
mimo, en este sentido, puede ser una caricia o un arrumaco. Hacerle mimos a alguien supone
demostrarle ternura o amor. Otra acepción de mimo se vincula al actor que realiza una
interpretación valiéndose de sus movimientos corporales y de su gestualidad, sin hablar. En este
caso, mimo procede del vocablo latino mimus, a su vez derivado del griego mîmos.
El mimo, en este marco, recurre a la mímica para expresarse. Se cree que los orígenes de este
arte se hallan en la Antigua Grecia, en la pantomima, como se le llama a la representación que se
lleva a cabo sin palabras. Por lo tanto, mimo alude tanto al actor como al género dramático.
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Mimo / Acrílico / 36 x 30 cm / 2010
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Payaso / Acrílico / 30 x 31 / 2018
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Payaso Gringo / 50 x 50 cm / 2010
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Loros de la Suerte / Mixta/ 100 x 120 cm / 2009
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Show en San Alejo / Acrílico / 30 x 20 cm / 2005
Los primeros sábados de cada mes la cita inicia a partir de las ocho de la mañana, hora en la que
cobra vida el tradicional mercado San Alejo en el Parque Bolívar y que va hasta las seis de la tarde.
En este se mezclan historias de vida, talento y amor por el legado cultural de las artesanías. Durante
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ese primer sábado de cada mes los artesanos de todo el país y varios extranjeros se reúnen de
forma ordenada para vender sus productos y ofrecer espectáculos divertidos a los visitantes. El
evento es de entrada libre y se puede encontrar desde una oferta gastronómica hasta artesanías
muy elaboradas que representan todas las regiones de Colombia. Cruzando la calle se accede al
pasaje de Junín, en el que hay almacenes fijos, flores, restaurantes y más artesanías, abiertos todo
el tiempo, centros comerciales y el edificio Coltejer. Es una zona muy transitada, de mucha actividad
y bien protegida por la Policía Nacional.
El mercado artesanal San Alejo reúne más de 400 artesanos, brindando a los visitantes una variada
oferta de artículos como collares, sombreros, prendas de vestir, artesanías, tejidos, pintura y
gastronomía de manos diversas.
Conocido / Acrílico / 40 x 33 / 2010
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De afán
Acrílico / 60 x 50 cm / 2005
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Robot / Digital / 2018
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Viernes después del trabajo / Acrílico / 32.5 x 46.5 cm /2018
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Sábado en el parque / Mixta / 43 x 58 cm / 2016
A finales del siglo XIX se le conocía como el Rastrojito. En 1952, cuando el municipio rectificó la
carrera Girardot, después de comprar algunos lotes y demoler unas casas viejas de tapia, el lugar
se volvió una zona verde. Allí, en pie, dejaron también un árbol de guanábano que sirvió para
rebautizar el lugar. La gente venía poco y algunos se sentaban en unas bancas a tomarse media
botella de aguardiente. Este espacio llamado “el guanábano” en un comienzo lo frecuentaban
principalmente los “intelectuales de los medios de comunicación”, periodistas que conversaban
sobre temas de gran importancia, acompañados por un cigarrillo, un tinto o una cerveza. Fue en
1971 cuando este gremio de reporteros se movilizó para que allí se homenajeara a Manuel del
Socorro Rodríguez (1758-1819), personaje cubano reconocido por haber creado del periodismo
colombiano e instalaron un busto suyo. Desde ese momento se le conoce como el Parque del
Periodista. Este lugar que en ese entonces estaba ubicado muy lejos del “mundanal ruido” actual,
rinde homenaje al cubano que en tiempos de la colonia fue bibliotecario, periodista, miembro de
una tertulia e informante del rey Fernando VII. Desde entonces, cada 9 de febrero llegan personas
con ofrendas florales al monumento.
El parque que se ubica en pleno centro de Medellín forma un triángulo isósceles con el Parque
Berrío al oeste y Parque Bolívar al norte. Si te desplazas por la avenida la Playa desde el Parque
Berrío hasta la carrera 43 y giras a la izquierda, llegas al Parque del Periodista, situado entre la
carrera Girardot y la calle Maracaibo; limita al norte con el barrio Prado centro, al sur con las torres
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de Bomboná, al oriente con el barrio Boston y al occidente con la avenida la Playa. En el vértice
que forman Girardot y Maracaibo, dos históricas calles del centro de Medellín, se yergue la placita
con retretes de calle.
Cuando la tranquilidad de la ciudad empezó a alterarse con la irrupción de los carteles de la mafia
del narcotráfico a comienzos de los años ochenta, los que aterrorizaron por varios años a los
habitantes de Medellín, hubo un grupo de personas que no les hizo caso a los toques de queda
ilegales “implementados” a punta de plomo y amenazas. Es así como el 17 de abril de 1990 arrancó
el bar El Guanábano. Esto llevó a que todos los que no temían al “toque de queda de la mafia” ni a
las represalias de algunos miembros de grupos de seguridad, se fueran al Parque del Periodista.
La apertura de El Guanábano fue una suerte de conmoción en la plazoleta. La larga noche estaba
atiborrada de música, trago, humo, conversas, y de una flexible diversidad de gustos, modas,
apariencias y modos de ser.
El Parque del Periodista mutó de una soledad de antaño a una dinámica urbana con múltiples
presencias. El Parque del Periodista cambia de usos y después de ser una solitaria plazoleta en
una zona residencial adopta una nueva dimensión que le hace un espacio donde converge gran
cantidad de personas. Es una zona frenética. Ese puñado de personas que visitaban los bares del
centro empezaron a rematar sus rumbas en el parquecito. Se volvió en parche de estudiantes,
punkeros, metaleros, rockeros, bohemios de diversa índole, artistas, habitantes de la noche; el
templo de universitarios, poetas, exnadaístas, aventureros de la nocturnidad; aprendices de
escritor, comediantes, habladores profesionales, fotógrafos, historiadores, raperos; médicos,
amigos, intelectuales, artesanos, rastas, salseros; los que persiguen sueños, vendedores
ambulantes y travestis. Esto se mantiene hasta la actualidad. Huele a cerveza, a mochilas y libros.
El sector es un hervidero de la muchachada, en medio de su multiplicidad cultural, donde aparecen
todo tipo de personas, incluyendo las subculturas con lo cual da cabida para todos. Así se consolido
como Zona Fucsia. En el parque se juntan los más intelectuales y los más rebeldes para beber y
expresarse. Es un lugar en el que se gestan grandes iniciativas en el cine, la literatura, la música,
la poesía, el periodismo y otras artes y aficiones de la ciudad. La plazuela es un símbolo cultural, o
mejor, contracultural de Medellín.
En el parque, todos se quedan alelados mirando el inmenso árbol en la plaza, una reliquia de la
jungla, y a la escultura que hay junto a él, la esfera, una jaula de metal que el 13 de julio del 2004
se erigió allí como el primer monumento del país dedicado a la memoria de las víctimas de los
crímenes de Estado, como medida de reparación y símbolo de memoria para recordarnos lo que
pasó. En el centro del Parque se ubica el pedestal circular de la escultura Los niños de Villatina de
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Édgar Gamboa. La jaula son los meridianos de este mundo de carrusel, homenajea los niños
jugando en su interior. A la niña de 8 años, los 7 adolescentes de 17 años y un joven de 22 que
pertenecían a un grupo juvenil de la Parroquia Nuestra Señora de Torcoroma y que en la noche del
15 de noviembre de 1992 fueron asesinados sin razón en el barrio Villatina por agentes adscritos a
fuerzas de seguridad del Estado. Alrededor de la escultura, los circunstantes se congregan en sus
parlas eternas, quizá muchos de ellos sin saber que el monumento es un homenaje a los niños
masacrados por policías vestidos de civil adscritos al F-2. Por esos hechos, el Estado colombiano
reconoció su responsabilidad internacional el 2 de enero de 1998 ante la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos de la OEA y el 29 de julio de ese año en Bogotá, ofreció perdón
públicamente a los familiares de las víctimas y a la sociedad.
El Parque del Periodista, repudiado tal vez por aquellos que no conciben la conjunción de la
diversidad en un espacio abierto, expresa hoy una de las formas de ser de un centro que aspira a
albergar en su seno de cemento y vehículos, todas las maneras de la cultura, la convivencia social
y tolerancia. Sus visitantes se congregan a reír, brindar, bailar y expresar con cualquiera que pase
por allí. A su alrededor hay teatro, periódico, licoreras, ventas de empanadas, una vieja farmacia,
hoteles, bares discotecas, restaurantes, etc. Cuando todo cierra, la gente se va al parque. A pesar
de los problemas que tiene el parque, este sigue siendo motivo de fascinación, principalmente para
los colombianos.
Un domingo Por el Barrio
Acrílico / 25 x 49 cmts Año 2005
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La Cuadra / Óleo / 30x50cm / 2019
Alumbrados / Acrílico / 120 x 100 cm / 2012
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La tradición de las luces navideñas en Medellín remonta a 1851, pero fue en 1955 cuando la
empresa de servicios públicos de Medellín, Empresas Públicas de Medellín (EPM), comenzó a
tomarse en serio las luces que decoraban la ciudad, añadiendo nuevas iluminaciones cada año.
Los alumbrados de Medellín, como se les conoce popularmente, se han convertido en uno de los
símbolos de la ciudad para internacionalmente. EPM asumió la realización del alumbrado desde
1967 y hasta la actualidad es la encargada de la concepción, diseño, montaje, costo y elaboración
de una forma artesanal cada diciembre. Sin falta, engalanan los principales espacios de la capital
antioqueña. Es un hermoso regalo que entrega EPM a Medellín, sus habitantes y visitantes.
Cientos de personas trabajan durante muchos meses para que miles de visitantes puedan disfrutar
de esta maravilla desde puntos estratégicos. Con empeño, dedicación y maestría tejen una a una
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las figuras que dan vida a los alumbrados. Cada año concentran las miradas de miles de personas
en la capital antioqueña, que se llena de luz y color.
Con el paso del tiempo, los alumbrados han ido mejorando, convirtiéndose en uno de los mayores
atractivos turísticos de Medellín en la temporada de fin de año para sus habitantes y visitantes.
La temática de los alumbrados varía cada año y constituye un evento tradicional y cotidiano que,
con los años, amplía los recursos energéticos y presupuestales, con unas aceptación masiva por
parte de los ciudadanos y de los miles de turistas. Se ha convertido en una enorme fiesta de la
ciudad, llena de luces y de programación cultural; hace de diciembre una de las mejores épocas
para visitar a Medellín con amigos y familiares.
Los alumbrados de Medellín transportan a una navidad en un mundo mágico, permiten descubrir
una postal, invitan a los asistentes a conocer su mundo y a visitar los alumbrados. Luces, magia y
color durante diciembre con las fechas más representativas de Navidad y Año Nuevo. Se
caracteriza por su amor a la Navidad y está compuesta por la vida citadina y el ajetreo propio de
Nochebuena. Gracias al alumbrado se generan empleos, turismo y se mueve la economía con
espacios para el encuentro familiar, la amistad, las sonrisas, los buenos recuerdos y la celebración
de la vida. La invitación para la comunidad es a disfrutar los destellos.
El alumbrado constituye un símbolo de lo que es la ciudad ante el mundo. Una ruta llena de magia,
brillo y color que hacen vibrar y soñar. Es una invitación para compartir los valores que iluminan la
Navidad. Esto es un trabajo realmente manual, hermoso, y nos debería enseñar a valorar cada
pieza que se ve. Hay detrás un trabajo de artistas y artesanos que nos hace sentir muy orgullosos.
Medellín es la capital latinoamericana de la luz y los alumbrados, y es un orgullo para Colombia, un
atractivo para el mundo entero. Supone una invitación para todos los ciudadanos de Colombia y el
globo, para que vengan a los alumbrados que son maravillosos.
El alumbrado navideño ha hecho famosa a Medellín. Muchos adornos con luces multicolores,
estructuras metálicas de diferentes tamaños, figuras tejidas a mano y vestidas con luces de vivos
colores llenan la ciudad para destacar sus principales espacios mediante la ruta de la luz. Con sus
destellos enfocan el interés en: el centro, Jardín botánico, Parque Norte, avenida La Playa, Plaza
Botero, carrera Carabobo, calle San Juan, avenida río, Parques del Río, antiguo Puente Guayaquil,
carrera 70, edificio inteligente de EPM, sector Estadio, tranvía de Ayacucho, estación San Antonio,
paseo Junín, avenida Las Palmas, Parque de los Deseos, edificio Coltejer, avenida Oriental, Parque
de los Pies Descalzos, vivienda, el comercio, el hospital, espacios lúdicos, sector y barrios.
Asimismo, es posible apreciar los alumbrados en los parques de los corregimientos de Altavista,
San Antonio de Prado, San Cristóbal, Santa Elena y San Sebastián de Palmitas, así como en los
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principales parques de los barrios de Medellín, el recorrido a pie por el Parque de Envigado y por
el Parque Sabaneta.
El 7 de diciembre se enciende el alumbrado y como es tradicional, su recorrido principal inicia en el
Teatro Pablo Tobón Uribe en donde simultáneamente se realiza el Desfile de danzas, mitos y
leyendas, una de las más destacadas tradiciones de la ciudad. Gracias a sus alumbrados, Medellín
ha sido seleccionada entre las diez ciudades más sorprendentes del mundo para rememorar la
Navidad, así lo reconoció la National Geographic en su sitio web en el año 2012.
Millones de luces de colores de Navidad transforman la ciudad por la noche. Muchos espectáculos
de luz y eventos culturales acompañan al festival que invita a celebrar, dar y disfrutar las tradiciones
decembrinas en compañía de los seres queridos. Esta tradición navideña une a la comunidad en
una de las épocas más especiales del año; trae un mensaje de esperanza y celebración, porque
estamos vivos, porque tenemos salud y porque podemos compartir con nuestros seres queridos.
Los alumbrados hablan de vida, tradiciones, familia, sueños, decoración y comunidad. Detrás de
las luces se generan empleos, turismo y se mueve la economía. Se celebra la vida en Navidad. Se
transforman los espacios para el encuentro familiar, la amistad, las sonrisas y los buenos recuerdos.
La invitación a la comunidad es a disfrutarlos.
Mujer Hablando Por Celular / Acrílico / 33 x 32 / 2018
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Las Bombas de Diciembre / Acrílico / 120 x 100 cm / 2010
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Paseo por espacio público / Acrílico / 44 x 64 cm / 2017
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Encuentro entre la Oriental con la Playa
Díptico 76 x 75 cm c/u
Acrílico
2022 AMBOS
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El Centro / Acrílico / 145 x 145 cm / 2016
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Pasando La Avenida Oriental / Acrílico / 85 x 120 cm / 2008
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Viajar/ Acrílico / 65x120 cm / 2008
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La Oriental de Día
Acrílico
200 x 200 c/u
Año 2015
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Avenida Oriental con Pichincha / Acrílico / 115x140 cm / 2009
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En los años setenta había un auto por cada veinticinco habitantes y las calles, calcadas según
modelos europeos, eran demasiado angostas para recibirlos. El centro estaba conectado y se podía
caminar muy fácilmente. Boston, María Auxiliadora, Los Ángeles, San Ignacio, Prado, Villanueva,
todos esos barrios eran como una unidad indivisible. La Oriental fue el trazado que partió en dos el
centro de Medellín. La avenida Oriental, cuyo nombre real es Jorge Eliécer Gaitán, es un lugar
tradicional que transformó la movilidad en el corazón de Medellín, en la década de 1970 cercenó al
barrio Prado y lo aisló del Parque Bolívar y la Catedral Metropolitana.
La construcción de la Oriental duró nueve años, de 1970 hasta 1979 y fue una promesa de
desarrollo que transformó el centro citadino. Para esto se adquirieron y demolieron seiscientas
propiedades entre locales, casas y edificios en esos entonces habitados por tres mil personas, para
abrir una avenida de veinte cuadras y tres carriles por sentido, de 3.800 metros de longitud, que
nació como una alternativa para descongestionar a la creciente villa industrial y mejorar la
movilidad. En esta etapa también se construyeron amplios andenes y su inversión fue de 800
millones de pesos de la época. La avenida Oriental irrumpió de manera muy agresiva. Las esquinas
desaparecieron y las personas se desubicaron, se perdieron todos los puntos de referencia de la
noche a la mañana. A pesar de todo, fue la primera vía de alta capacidad.
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Ante las críticas durante y después de la construcción de la vía Oriental, esta se justificaba porque
era una obra necesaria para evitar el colapso de la ciudad. Eran los tiempos en los que las palmas
reales, los guayacanes y las ceibas que decoraban los paseos urbanos ya se habían taladas para
ensanchar las calles y hacer realidad el sueño de la élite: emular las ciudades americanas
insufladas del espíritu del automóvil, con centros urbanos repletos de pasajes comerciales como el
Camino Real, y de rascacielos como la Cámara de Comercio, la Torre de Argos o el edificio Vicente
Uribe Rendón. La Oriental atrajo quioscos de ventas ambulantes, negocios, gimnasios, centros de
salud, puntos de interés, establecimientos, colegios, restaurantes, universidades, peluquerías,
iglesia, lugares de culto y tiendas.
Quizás Medellín ha tenido ya dos vidas: una antes y otra después de la creación de la avenida
Oriental, el trazado que cruzó y dividió –como una cicatriz– al centro de la ciudad. Hoy la transitan
aproximadamente 56.000 carros a diario, lo que requiere de una transformación constante, que no
se detenga y migre a sistemas masivos integrados, eficientes y amigables con el medio ambiente.
Es posible caminar los 2,3 kilómetros de la Oriental, en medio del barullo de mercaderes en
carretillas, oficinistas con carné a la vista, amas de casa, estudiantes y turistas para encontrar
pequeñas memorias veladas detrás de la fachada de la iglesia San José. Allí, los cuatro
evangelistas: Juan, Mateo, Lucas y Marcos, envueltos en una lona azul tejida, llevan más de cien
años mirando cómo los caminantes se sientan alrededor de la réplica de la fuente original de
Francisco Antonio Cano. Sobre la avenida Oriental y cerca de la avenida La Playa se puede ver el
busto de Jorge Eliécer Gaitán. Sus edificios tienen nombres de calles que ya no existen. Desde
entonces, ha sido escenario para desfiles de silleteros, mitos y leyendas; manifestaciones políticas
e incluso para carreras deportivas. Lo cierto es que esta vía insignia, con todos sus contrastes, se
ha puesto varios trajes, fue vestida con pirámides de colores y años después se convirtió en el eje
de los corredores verdes.
En el separador del corredor verde de la avenida Oriental se reemplazaron pisos duros por blandos.
Actualmente, en la tierra fértil que abona los separadores centrales de la avenida Oriental o Jorge
Eliécer Gaitán se sembraron 192 árboles entre ceibas, guayacanes, cascos de vaca, ébanos y
acacias, 376 palmas y 92.830 plantas menores. Allí reverdecen especies nativas de las tierras bajas
de Colombia. En los andenes se cuentan 116 árboles y 68.330 arbustos, jardines, plantas, y
palmeras para embellecer y darle prioridad al espacio público, con lo cual también se mejora la
calidad del aire del centro de la ciudad, haciendo de la avenida Oriental un corredor verde de 2.3
kilómetros. Lo anterior va acompañado de estaciones para el uso del transporte público masivo
operado por buses cero emisiones (gas y eléctrico) que le buscan devolver el protagonismo a esta
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avenida junto con los medios de transporte alternativos. En ella se respira un mejor aire volvió la
vida al centro, volvió el verde, regresaron las mariposas, las abejas, los gusanos. Los árboles son
las posibilidades de hogar para algunas aves, como los pericos, cuyos garridos compiten, después
de las cinco de la tarde, con el ruido de miles de vehículos. Las palomas, cuando son salpicadas
por el agua, prefieren volar en medio de la lluvia hacia los tubos metálicos de los semáforos que a
las ramas de las acacias amarillas que están sembradas. Encima de las cabezas vuelan, como en
una autopista de aire, las bandadas de loros mojados que buscan refugio en la copa de los árboles
viejos. En medio de sus garridos, más fuertes que el ruido de los carros.
Esta siembra realizada por instituciones públicas busca mejorar la calidad del aire, la conservación
y regeneración de los ecosistemas, reducir el ruido, los niveles de gases contaminantes y bajar
hasta en dos grados la temperatura ambiental en el centro, que ha aumentado debido a las islas
de calor producidas por la concentración de cemento. Se destaca la labor de jardineros, guardianes,
ciudadanos y comerciantes que, voluntariamente, ayudan a preservar estos espacios verdes con
los que ahora cuenta Medellín. La idea también es conectar la Oriental con un sistema de treinta
corredores ambientales en toda la ciudad.
Taxi / Acrílico / 37 x 56 cm / 2020
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Esperando Transporte / Acrílico / 120 x 170 cmts / 2012
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La Oriental de Noche / Mixta / 170 x 200 cm / 200
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La Playa con La Oriental de Noche / Acrílico / 100 x 100 cm / 2012
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La Oriental de noche
50 x 120
Acrílico
2015
Calle Nutibara
Acrílico sobre lienzo
70 x 100 cm Año 2004
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Espacio efímero
100 x 75 cm
Acrílico
2022
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Consideré importante pintar el Parque de esculturas porque habla principalmente de Fernando
Botero, el dibujante, pintor y escultor colombiano más reconocido a nivel internacional. Botero quiso
que en pleno centro de Medellín hubiese un paraje que hiciera agradable transitar la conglomerada
urbe, un lugar que estableciera una conexión con lo sublime del arte escultórico a través de
espacios públicos amables para los visitantes. Se configuró así un espacio privilegiado en medio
de un ambiente calmado enmarcado por palmeras, en el que el cielo azul primaveral se impone
durante los días espléndidos, esos que en Medellín son prácticamente constantes. El parque es un
museo al aire libre con 23 esculturas monumentales hechas en bronce que adornan con gracia las
inmediaciones del Museo de Antioquia, el cual alberga más de 100 obras del maestro y que es
además, el más importante de la ciudad, convida a disfrutar del arte con sus diferentes
manifestaciones. Al lado se encuentra también el Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe, con su
imponente arquitectura gótica flamenca.
Este espacio es frecuentado especialmente por turistas con ropas multicolores, provenientes de
todas partes, quienes buscan algo diferente entre tanto edificio y el tráfico de la ciudad. Dicho lugar
reúne actualmente una esencia estética que invita a sensibilizarse con las expresiones artísticas y
es una de las zonas más icónicas y tradicionales de Medellín, un corredor llamativo y espacio
propicio para el goce de exposiciones, conciertos, conferencias, etc.
La historia del por qué se construyó la Plaza Botero para que recibiera las esculturas se une a
aquella del Museo de Antioquia. En las décadas de 1970 y 1980 el Museo de Antioquia había
recibido pinturas y esculturas donadas por Fernando Botero. Pero las obras escultóricas ofrecidas
por Botero a final de los años 90 hicieron necesaria una renovación total. Se acondicionó un espacio
frente al museo para ubicar las esculturas de Botero. La adecuación el espacio se realizó entre
1999 y 2000.
Las esculturas llegaron a Medellín en el 2000 y se inauguró la primera etapa de la plaza el 15 de
octubre de ese año. Simultáneamente, se abrieron las puertas al público de la nueva sede del
Museo de Antioquia (antiguo Palacio Departamental) donde se exponen las obras donadas por
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Botero. Entre estas se encuentran ejemplares de su autoría y otras de grandes artistas de talla
internacional. La inauguración completa fue en 2001, con la instauración de las 23 esculturas que
hoy día son referente obligado de la ciudad. En un principio, la exposición iba a ser itinerante, pero
cuando Botero visitó la plaza y vio lo hermosa que había quedado la exposición, dio una orden:
“Destruyan los guacales que estas obras llegaron para quedarse”.
La Plaza Botero ocupa 7.500 metros cuadrados al aire libre en pleno centro de Medellín.
Frecuentemente camino por entre las esculturas cuando me desplazo hacia mis actividades y tengo
la impresión de que son unos gigantes y que me invitan a contemplarlas, son ejemplares de un arte
innovador e ingenioso, reconocido por su voluptuosidad, la cual despierta la curiosidad y la mirada
atenta que lleva a admirar “una belleza monumental”. Cada una de las 23 esculturas representa un
tema específico y con su exposición se instauró una nueva tradición: tomarse una foto con cada
una de ellas. Figuran allí: Cabeza; Mano; Mujer sentada; Pensamiento; Mujer vestida; Hombre
vestido; Perro; Gato; Caballo con bridas; Caballo; El rapto de Europa; Esfinge; Soldado romano;
Hombre a caballo; Mujer reclinada; Mujer con espejo; Venus dormida; Mujer con fruta; Mujer;
Maternidad; Hombre caminante; Adán y Eva.
El maestro decidió hacer un homenaje a Medellín y reconocer el poder inspirador de la capital de
la montaña, el cual se ha fortalecido con los años y ha formado artistas que también encuentran
una musa en esta metrópoli de escenario pintoresco y coloreado. Las esculturas monumentales en
bronce, con su estilo inconfundible, adornan con gracia la Plaza Botero. Allí, las esculturas son
expresión viva de la sensualidad que el maestro Botero quiere expresar con su trabajo a través del
volumen.
Al hablar del orgullo patrio viviente, es posible mencionar con toda certeza a Fernando Botero, que
junto a Gabriel García Márquez son considerados como los colombianos más universales de todos
los tiempos, hombres con obras y legados únicos e irrepetibles, llenos de talento, inteligencia y ese
81
don especial que los hace grandes; dignos de imitar y seguir con especial emoción artística y sobre
todo, humana.
El gran maestro Fernando Botero ha expuesto sus obras en Estados Unidos y Europa, lugares que
han sido su residencia por casi toda su vida. No obstante, su verdadera casa siempre ha estado en
un lugar enclavado en las montañas colombianas, un hogar con el que se identifica de corazón y
espíritu, un espacio que lleva en el pensamiento y en el alma perpetuamente.
El escultor vivo más famoso del mundo tiene la cultura más vasta que jamás imagine un hombre,
ha viajado por todo el mundo y ha sido huésped de honor de personalidades que han homenajeado
su obra y su carrera artística, sin por ello desviar su afecto del Valle de Aburrá, la tierra que lo vio
nacer, su permanente fuente de inspiración.
Boteros
31 x 36
Acrílico
2022
82
Destinos Diferentes
Acrílico sobre tela
150 x 150 cm / 2005
83
Museo de Antioquia.
86 x 120 cm / Acrílico
2022
84
Museo de Antioquia de Noche
Dimensiones 76 x 85
Acrilico
2022
85
En 1872 un grupo de individuos conformado por el doctor Manuel Uribe Ángel, Antonio José
Restrepo y el coronel Martín Gómez estableció el Museo de Zea en honor a Francisco Antonio Zea,
para integrarlo a la Biblioteca del Estado Soberano de Antioquia, con el fin de que representara los
intereses educativos y culturales de la sociedad de turno.
En 1881 el Museo contaba con una colección de más de 5.000 piezas: pinturas, dibujos, esculturas
y textos que reúnen diferentes expresiones artísticas de la región y el país, además de objetos de
gran valor histórico como armas, bienes personales, documentos, cerámicas, piezas de orfebrería
indígena, textiles, entre otros. La Biblioteca acogía varios miles de diferentes tipos de publicaciones.
En 1955 ya contaba con una sede dedicada exclusivamente a su funcionamiento, ubicada en donde
antes funcionaba la primera fábrica de aguardiente y después, la Casa de la Moneda. Esta sede –
hoy Ala Experimental, contigua a la Iglesia de La Veracruz –fue cedida en comodato por el Banco
de la República cuando este trasladó sus oficinas centrales a Bogotá. El municipio de Medellín fue
el ente encargado de tomar la edificación para uso exclusivo del Museo.
En 1975 el museo recibió de parte del maestro Fernando Botero el cuadro “El Exvoto”, donación
que abrió el camino a una relación muy cercana y que lo llevó a realizar nuevas donaciones en
1975, 1978 y 1984. Ya a finales de los noventa Botero quería donar parte de su robusta colección
para el esparcimiento de todos e impulsó la creación de una nueva sede para el museo y planteó
que se le llamase Museo de Antioquia, para proporcionarle una identidad importante y referida con
la cultura del Departamento. El cambio fue aceptado por la Gobernación de Antioquia. Se expidió
una resolución de manera acorde, con el argumento de que la entidad es autónoma en la totalidad
de los manejos, incluido en su cambio de nombre, si lo consideraba necesario.
Durante 1997 se inició un proceso de renovación del Museo junto a un plan de recuperación del
área circundante, que fue apoyado por el maestro Fernando Botero. El Palacio Municipal fue
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declarado Patrimonio Arquitectónico de la Nación y restaurado en la década de 1990 por la
Fundación Ferrocarril de Antioquia, que lo adecuó para dar paso al nuevo museo.
El Palacio Municipal es una edificación de 14.500 m², en 1995 declarado Monumento Nacional con
influencias del Art Decó americano. Fue diseñado por Nel Rodríguez, arquitecto y urbanista –¡toda
una joya arquitectónica!– de los años veinte y treinta, una obra de por sí digna de visitar. Sus
magníficos espacios dan cuenta del esplendor de aquella Medellín de hace ochenta años, cuando
quería dejar de ser un pueblo grande para convertirse en ciudad. Allí funcionó la Alcaldía Municipal
durante cincuenta años antes de trasladarse al Centro Administrativo La Alpujarra.
En el 2000 se renovó el antiguo Palacio Municipal que dio paso a la sede principal del Museo de
Antioquia. Las obras de conservación, restauración y adaptación al nuevo uso permitieron
recuperar la belleza original de la estructura, que, a pesar de las alteraciones y agresiones de las
que fue víctima con el paso del tiempo, mantiene su calidad y valor arquitectónico. Entre los
espacios recuperados para el disfrute de los visitantes destacan las salas del alcalde y el antiguo
recinto del Concejo de Medellín, hoy convertido en auditorio; espacios con sendos murales de claro
corte político, firmados por Pedro Nel Gómez, el mayor exponente nacional de este movimiento
artístico surgido hace más de cien años en México. Pedro Nel Gómez realizó once murales que
tiempo atrás decoraron el Palacio Municipal y hoy son un gran atractivo del Museo.
Finalmente, el Museo de Antioquia se inauguró el 15 de octubre del 2000, cuando la sede principal
se trasladó a lo que hasta finales de los ochenta fue el Palacio Municipal de Medellín. Su antigua
sede comenzó a transformarse en el Casa del Encuentro, que fungió como su sede principal
durante más de treinta años. Actualmente, este lugar cuenta con residencias artísticas, proyectos
de arte contemporáneo, procesos pedagógicos y exploratorios, y la biblioteca Jaime Hincapié
Santamaría, centrada en arte con libros especializados en arte y el Ala Experimental del Museo de
Antioquia. Después de establecida la nueva sede, se demolieron unos edificios en frente de este y
luego de un proceso de remodelación y adecuación, se inauguró en el 2001 la Plaza Botero con las
23 esculturas en bronce del artista.
87
Actualmente el museo es de carácter artístico e histórico, cuenta con colecciones con relevancia
nacional e internacional. Fue el primero fundado en el departamento de Antioquia y el segundo en
toda Colombia. Las colecciones son en su mayoría donaciones de artistas, familiares de artistas y
coleccionistas privados. Algunas han sido adiquridas directamente por el museo con recursos
propios o a partir de donaciones de dinero, concedidas con ese fin. Permanentemente el museo
revisa, divulga y amplía su colección en cantidad e importancia.
Entre las colecciones de calidad con que cuenta el Museo está el grupo de obras más numeroso
en pinturas, dibujos y esculturas del maestro Fernando Botero, el artista colombiano vivo más
expuesto en el mundo, con un estilo propio denominado Boterismo, que ha dado protagonismo al
volumen de las personas y los objetos, plasmando temáticas como la religión, la familia, la
tauromaquia y sucesos como la muerte de Pablo Escobar, entre otros temas. Dichas obras le han
conferido gran reconocimiento en el ámbito mundial. Se encuentran también en el museo dibujos,
pinturas y esculturas que cuentan la historia del arte en Antioquia; colección de pinturas, dibujos y
esculturas de artistas nacionales; arte religioso; artistas internacionales; cerámica; obras gráficas
seriadas; cerámica precolombina; piezas históricas; muebles; colección numismática; arte
precolombino; y colección de arte contemporáneo de artistas colombianos; obras de Ruperto
Ferreira (pintor botánico); colección bibliográfica sobre arte e historiografía de Colombia; y piezas
históricas colombianas.
Cabe destacar que el museo tiene obras de artistas colombianos de gran trascendencia como:
Eladio Vélez, Francisco Antonio Cano, Débora Arango, Pedro Nel Gómez, Marco Tobón Mejía,
Alejandro Obregón, Enrique Grau, Edgar Negret, Santiago Cárdenas, Luis Fernando Peláez y Luis
Caballero, así como de artistas internacionales como Picasso, Rodin, Éthel Gilmour, entre otros.
El Museo tiene varias salas de exposiciones artísticas permanentes y temporales en las cuales se
han organizado exposiciones que han marcado la renovación artística de la ciudad y su travesía
hacia el arte moderno. Lo anterior lo configura como un museo moderno abierto a toda clase de
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público. Tiene patio y una tienda de souvenirs con artesanías y réplicas de obras de arte. Durante
todo el año cuenta con programación de actividades culturales de artistas locales, nacionales e
internacionales, adeptos a diferentes corrientes, que exponen el panorama actual del arte en el
mundo y que rescatan y divulgan la memoria de la región. La programación cultural y educativa
constante del museo consiste en conversatorios, foros académicos, festivales, exposiciones,
conciertos musicales, residencias, laboratorios de creación artística, talleres de poesía, ciclos de
cine, talleres para la formación del público, intercambio con la comunidad, entre otros.
Su variada programación ha contribuido a la llegada de artistas contemporáneos de todos partes
del mundo a la capital antioqueña, quienes se han dado cita, no solo para exponer su obra, sino
para trabajar de la mano con las comunidades y desarrollar propuestas con ellos, además de
realizar intercambios de saberes con otros artistas y el público. A la vez, el museo ha priorizado su
responsabilidad social, dando protagonismo a los habitantes de la zona y contribuyendo a
transformar el imaginario de violencia del centro de la ciudad. Muchos hallaron en el museo un lugar
para la investigación y el conocimiento. Es un gran soporte para el progreso de las artes en
Antioquia, pues los artistas ven sus intereses representados en la institución. Allí también se
reconoce la realidad de la ciudad al involucrar en sus actividades a personas que han sido
históricamente excluidas y discriminadas para que se sobrepongan, aún en medio de las
dificultades. El museo debe ser incluyente e invitar al entendimiento de las problemáticas de la
ciudad y a sus protagonistas, para así forjar vínculos que trasciendan las paredes del edificio y
ayuden a transformar el entorno social. Este propósito hace que las instituciones culturales jueguen
un papel importante en los procesos de creación de imaginarios colectivos.
Igualmente, para la institución ha sido prioritario estar presente en la escena cultural por fuera de
su edificio, por lo que ha trabajado con las comunidades en diferentes partes de la ciudad y el
departamento, y se ha apropiado del espacio público que lo rodea para realizar actividades, tales
como visitas guiadas por la Plaza Botero.
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Miles de visitantes lo han podido contemplar. Ubicado en pleno centro histórico de Medellín, es uno
de los epicentros culturales de mayor relevancia en la ciudad. Tras los cambios sociales que trajo
consigo el siglo XXI en Antioquia, con una marcada apertura hacia el regreso del turismo extranjero,
las tres plantas del edificio tienen programación constante de actividades. Es un lugar de visitas
individuales o guiadas continuas, incluso bilingües. Al hacer parte de estos recorridos es posible
ver con los ojos del turista nuestra historia. El Museo de Antioquia tiene las puertas abiertas para
el disfrute de toda la sociedad.
Bellas Artes
La Academia de Bellas Artes
75 x 75 cm
Acrílico
2022
90
El Palacio de Bellas Artes es una de las construcciones con mayor valor histórico y arquitectónico
de Medellín. Es un edificio con componentes decorativos propios del estilo Art Déco que se
encuentra ubicado en el centro de la ciudad de Medellín. Fue diseñado en 1925 por el arquitecto
Pedro Nel Rodríguez. El inmueble se desarrolló sobre una planta rectangular en un predio
esquinero y se presentó como una masa dividida por dos cuerpos: una parte como auditorio para
el público y otra de tres pisos para la parte docente.
El edificio se ocupó aún sin que terminase su construcción en 1928, allí se instalaron las oficinas
de la Sociedad de Mejoras Públicas (SMP) y las escuelas del Instituto de Bellas Artes, fundado
como “Escuela de música, pintura y escultura” el 26 de septiembre de 1910. Pero fue solo en julio
de 1937 que el Palacio de Bellas Artes se inauguró oficialmente, posteriormente fue declarado
patrimonio cultural de Medellín el 5 de mayo de 1985. Y en 1996 el Ministerio de Educación Nacional
le concedió el título de Monumento Nacional.
Por sus aulas han pasado –en el papel de profesores y estudiantes– los artistas más importantes
que han vivido en Antioquia. Entre ellos es posible nombrar en la especialidad plástica a: Eladio
Vélez, Pedro Nel Gómez, Humberto Chávez, Emiro Botero, Ramón Vásquez, Ricardo Rendón,
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Rodrigo Arenas Betancur, Horacio Longas, Fernando Botero, Débora Arango, Rafael Sáenz,
Mariela Ochoa, Bernardo Vieco, Jorge Cárdenas, Aníbal Gil, Francisco Madrid, Camilo Isaza,
Rodrigo Callejas, Francisco Antonio Cano y Dora Ramírez. Y en la música cabe mencionar a: la
familia Vieco, Gonzalo Vidal, Luis Carlos García, Blanca Uribe, Blas Emilio Atehortúa, Harold
Martina, Teresita Gómez, Sergio y Alejandro Posada, Alba del Castillo y Jesús Arriola, eminente
músico español.
En el interior del edificio se encuentra la Sala Beethoven, cuyo nombre fue adoptado en 1936, luego
de que Don Diego Echavarría Misas donara el busto de Beethoven que reposa en el teatro. Es la
sala de conciertos más antigua que se conserva en la ciudad y tiene capacidad para un aforo de
300 personas. La sala posee ocho paisajes al óleo sobre cartón en murales del maestro Eladio
Vélez, que los pintó especialmente para adornar la sala. En la sala Beethoven yace el busto del
maestro Oreste Síndici, autor de la música del himno nacional de Colombia, y en el hall un mural
del maestro Ramón Vásquez, maestro y célebre pintor antioqueño. El edificio también cuenta con
la Sala de Exposiciones Eladio Vélez y la Sala Antonio J. Cano, espacio de reuniones de la SMP.
Además de los talleres para la enseñanza de bellas artes, se dan allí, hace casi un siglo, actividades
culturales a las cuales he asistido y que son leyenda en la ciudad, al tiempo que un testimonio de
la vocación estética de la sociedad antioqueña. Su programación cultural se nutre de exposiciones,
conciertos, recitales poéticos y ciclos de cine, entre otros, que no solo son una alternativa de
esparcimiento para la ciudadanía, sino espacios para divulgar el talento artístico de quienes forman
parte de la institución.
92
Dibujante callejero / Digital / 2018
93
Saxofonista / Digital / 2018
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95
Músico / Digital / 2018
96
Malabarista con Fuego / Digítal /2018
97
98
Equilibrista / Digital / 2018
99
100
Malabarista con pelota y maza / Digital / 2018
101
Crucé de personas
Acrílico
130 x 150 cm Año 2004
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Caminando
Acrílico
Díptico de 50 x 80 cm Año 2004
103
La Casa de la Memoria
70 x 85 cm
2022 acrílico
El Museo Casa de la Memoria ubicado en el centro del Departamento de Antioquia cuenta parte de
la historia del conflicto armado en esta región y en Colombia. Fue creado en 2006. Este es un
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espacio de diálogo y encuentro para entender lo que ocurrió y está ocurriendo actualmente en
nuestra sociedad. Su finalidad es reencontrar la esperanza y pensar en otros futuros posibles. Es
una casa de puertas abiertas a las memorias y a los relatos, a la reflexión y a la conciencia. A partir
de la memoria de un presente conflictivo, arraigado en el pasado tenso de un país, se espera
construir un futuro diferente y esperanzador, dadas las perspectivas de reconciliación. Es una idea
de origen político, pedagógico y social, representativo e incluyente.
A partir del Programa de Atención de Víctimas de la Alcaldía de Medellín funciona con el fin de
favorecer el ejercicio de la memoria en espacios de comunicación abiertos, reflexivos, críticos y
múltiples, para el entendimiento y superación del conflicto armado y los variados crímenes ocurridos
en Medellín, Antioquia y el país entero. Así las cosas, el Museo se erigió en el corazón de la ciudad,
donde las memorias del conflicto armado que vive el país tienen un lugar específico, desde donde
se da la actual transformación cultural de Colombia. Allí es posible encontrar múltiples exposiciones
de arte, libros sobre una guerra que perjudica a casi diez millones de colombianos, audios con
historias de víctimas de la guerra, variada programación cultural con reflexiones y temas
relacionados con los distintos sucesos de violencia en Colombia. Allí también se han realizado
presentaciones de disculpas públicas y se ha registrado a millones de víctimas de la violencia.
En la construcción se aporta a la edificación de una memoria grupal sobre el conflicto armado y sus
violencias relacionadas: relatos de víctimas de homicidio, desaparición forzada, despojo de tierras,
desplazamiento, y otras violaciones de derechos humanos que han pasado en Colombia. Se
potencia la vida, se abren sus puertas para invitar a conocer momentos del pasado que han
marcado el presente, para que el dolor exprese sus aprendizajes y no vuelva. Para que juntos
edifiquemos la cultura del respeto y el valor de la vida.
La Casa aporta a la transformación de la guerra en pos de experiencias más civilizadas, por medio
de procesos de construcción y circulación de las memorias del conflicto armado, la construcción de
expresiones culturales y la realización de recordaciones; la organización de pedagogías para la
transformación social y cultural, la implementación de políticas y movilización social, de cara a los
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derechos humanos y las garantías de no repetición; y la definición y ejecución de métodos de
gestión del conocimiento, destinados a su circulación y democratización.
Todo esto ayuda al museo a relacionarse con las víctimas, pues constituye también un lugar de
recibimiento y hospitalidad, algo muy valioso para una comunidad que con frecuencia ha sido y
sigue siendo herida por el destierro. Pero lo más importante es que el museo también es un lugar
de esperanza, con ejemplos permanentes de generosidad y valor de los ciudadanos. Para el Museo
Casa de la Memoria es importante que los ejercicios de construcción y pedagogía de la memoria
estén ligados a una tendencia vital que promueva en las personas, seres conscientes de su pasado,
para dar un impulso creativo para imaginar y crear entre todos una Colombia en paz.
En Colombia es difícil imaginar una realidad en paz, no existen recuerdos de Colombia sin conflicto.
Pero la esperanza, en la medida en que es deseada en medio de la violencia y el dolor, pasa a
formar parte esencial del presente e inspira nuestros anhelos y perspectivas de cara al futuro.
Este proceso tiene como objetivo generar participación ciudadana con espacios propicios para los
actores locales, nacionales e internacionales. Y el aumento de las voces de las víctimas del conflicto
en Colombia alrededor de sus memorias. Se refuerza el acto de recordar como labor política,
atendiendo las necesidades del duelo colectivo, la defensa de los derechos humanos y el ejercicio
de reparación simbólica; así como un referente ciudadano característico e incluyente, orientado al
entendimiento del pasado y el cambio cultural de las razones que sostuvieron a la guerra, como
principio para la edificación conjunta de la paz a nivel local, regional y nacional.
En la Casa de la Memoria ha sido posible escuchar y reconocer al otro y sus capacidades, la
sensibilización frente al dolor ajeno y la importancia de los demás, con lo cual se contribuye al
empoderamiento de las personas y al fortalecimiento de las comunidades con miras a la
construcción de paz. La memoria llama lo ocurrido, aporta en el entendimiento de la verdad; aporta
en el proceso de sanación, perdón y liberación. Guardar la memoria permite encontrar un nuevo
sentido a la vida, mover experiencias, abrir horizontes y exaltar personas y comunidades
luchadoras.
106
Concierto / Acrílico / 85x120 cm / 2017
107
Tocando la Guitarra / Acrílico 69 x 58 cm Año 2004
108
Concierto de flamenco
36 x 51
Acrílico 2022
109
Bailarines de tango
40 x 31cm
Acrílico
2022
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Orientado / Acrílico / 100 x 66 cm / 2012
111
Bailarina / Digital / 2018
112
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Tranvía ecológico y próspero
Acrílico
51 x 70 cm
2022
La red de transporte público de la ciudad y el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, también
llamada Sistema Metro, ha mejorado la calidad de vida de la población de forma significativa en
varios aspectos: ha reducido enormemente la congestión motorizada y vehicular, estimula el uso
de diferentes medios de transporte y el uso de varios viajes en el espacio en corto tiempo, el viaje
en sus medios es tranquilo, muy organizado y limpio; reduce los tiempo de travesía y su tarifa es
económica; recorre lugares claves de la ciudad y llega hasta locaciones que solían ser
desconocidas; contribuye a la accesibilidad al sistema, disminuye la accidentalidad vial y su servicio
es excelente. Con esta se dan más oportunidades de mejorar las relaciones con la socialización.
En lo relacionado con el crecimiento económico, aumenta el comercio, dado que el sistema permite
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el buen funcionamiento de restaurantes, tiendas, supermercados y bares, entre otros.
Este sistema de transporte público masivo, urbano y ferroviario, integra varios medios de transporte
como el metro, metrocable, tranvía, Metroplús y la ruta alimentadora. Gracias a sus operaciones,
principalmente proveídos de energía eléctrica, le apuesta a la construcción de una ciudad verde y
sostenible. Sus espacios y trayectos agradables alejan a quien lo utiliza de la sensación caótica,
afanada, ruidosa y contaminada que puede darse por fuera de este.
Para los turistas nacionales y extranjeros el metro y sus diferentes rutas confirguran un plan perfecto
para recorrer y vivir la capital antioqueña. Su construcción no solo ha traído beneficios en movilidad,
sino que ha transformado diferentes espacios en zonas culturales, artísticas y deportivas. Durante
sus trayectos es posible apreciar hermosos paisajes urbanos y naturales, como también murales
artísticos y esculturas que engalanan los espacios.
Tranvía de Noche
31 x 36 cm Acrílico 2022
115
Payaso
41 x 41 cm
Acrílico
2022
116
Payaso Malabarista / Acrílico / 100x60 cm / 2021
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El Teatro Pablo Tobón Uribe es una sala de teatro ubicada en la avenida La Playa de Medellín. Ha
sido uno de los más tradicionales escenarios de la ciudad, creado con la única finalidad de dotar a
Medellín de un teatro moderno de primera categoría. Ofrece una variada programación durante
todo el año y está destinado a la presentación de espectáculos y actos artísticos, dramáticos,
musicales y literarios; celebraciones, homenajes, conferencias, seminarios, festivales y eventos
científicos, a través de los cuales se fomenta la participación cultural de todos: niños, jóvenes y
adultos.
Fue diseñado por el arquitecto Nel Rodríguez y es un ejemplar típico de las corrientes
arquitectónicas de mediados del siglo anterior. Fue inaugurado oficialmente el 2 de agosto de 1967
y es el que mejor acústica ofrece para presentaciones musicales y teatrales. El teatro tiene
capacidad para 883 personas repartidas así: luneta 508, balcón 375.
El Pablo Tobón fue el mejor teatro de la ciudad entre el demolido teatro Junín y entonces “moderno”
teatro Metropolitano cuando estaba en proceso de construcción. Los años sesenta y hasta buena
parte de los ochenta fueron su época dorada, que fue afectada por el deterioro en la calidad de vida
en el centro citadino.
El teatro lleva el nombre de un generoso empresario medellinense quien se movilizaba en taxi,
jamás viajaba, no tenía teléfono ni radio, y tan solo llegó a conocer el mundo a través de la lectura.
Entregó un millón de pesos en 1952 para la construcción del teatro en los terrenos donados por el
municipio, para que este albergara espectáculos públicos artísticos y culturales de la ciudad. Por
su escenario han pasado artistas de todas las categorías y de talla mundial. Promociona la
formación de públicos, es un lugar turístico con una rotonda peatonalizada para el disfrute libre;
suscita el encuentro de artistas y público; sirve como punto de iniciación de marchas,
concentraciones ciudadanas y reunión de colectivos que suscitan la diversidad en varios sentidos.
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La recuperación del centro de Medellín ha tenido en este teatro un logro para mostrar, es una
insignia del movimiento cultural de Medellín. Desfilar por el Pablo y ver las filas, la taquilla con su
toque antiguo, la soberbia entrada y los accesos con los palcos al lado de la silletería general es
como un viaje en el tiempo, un devolverse a aquella época ensoñadora de una ciudad que vuelve
a la vida desde su centro, con esa atmosfera de nostalgia que tanto nos marca en estos tiempos
modernos.
Chiva
41 x 46 cm
Acrílico
2022
119
Minero escultura humana / Digital / 2018
120
Silletero / Acrílico / 120 x 100 cm / 2010
121
Para ser silletero es necesario haber nacido en el corregimiento de Santa Elena de Medellín y
contar con la venia de alguno de los dueños de los contratos que se heredan entre las familias de
tradición silletera en el sector y que se pasan de generación en generación. Representan una
época, disciplina, constancia, creatividad, solidaridad, laboriosidad y estilo de vida muy campesinos
y tradicionales, el trabajo en equipo de las familias. Lo más lindo de ser silletero es el contacto con
las flores y con la historia, porque las flores generan sentimiento, amor, cariño y emocionares.
Estos artistas hacen sus representaciones con flores para recrear bellos paisajes, retratos,
mensajes con valores autóctonos y cívicos, creaciones propias de los autores. Son un ejemplo de
vida y símbolo de la cultura antioqueña a nivel local, nacional e internacional. Por todas estas
razones los silleteros de Santa Elena han sido declarados patrimonio cultural de la nación.
Participar en el Desfile de Silleteros que se organiza anualmente en agosto por las vías de Medellín
y ser aplaudido por el público nacional y extranjero es para los silleteros motivo de honor y dignidad,
uno de los grandes orgullos paisas y antioqueños. Llevan en la espalda toda una historia y tradición,
al ser esta una de las actividades más querida de la colorida y alegre Feria de las Flores. El
corregimiento de Santa Elena y sus habitantes dieron origen a esta costumbre en Medellín y son el
ícono de la Feria de las Flores, uno de los eventos más importantes de la cultura paisa, es la
expresión de la vida de los antioqueños. El evento lo apoya, promociona, sostiene, conserva,
divulga y desarrolla el Ministerio de Cultura de Colombia.
El oficio de los silleteros supone la transmisión de saberes y tradiciones, de territorios e historia.
Este conjunto de elementos lo comparten los ciudadanos de Medellín y los habitantes de otros
municipios como Guarne, Rionegro y Envigado, que hacen parte del territorio patrimonial de Santa
Elena, donde se ha generado y afianzado este patrimonio inmaterial, para el que se preparan a lo
largo del año los habitantes del corregimiento Santa Elena.
122
El desfile nació en 1957 cuando a don Arturo Uribe Arango, director de la oficina de Turismo y
Fomento de Medellín, se le ocurrió invitar a un grupo de silleteros de Santa Elena para que
participaran en un desfile que tenía como fin mostrar públicamente la belleza de las flores que
cargaban en sus silletas para entretener a la comunidad, tarea que hasta entonces los campesinos
realizaban en silencio, en lugares muy escondidos. Bajaban con sus silletas construidas en madera
con espaldar y dos agarraderas que les permitían montar en sus hombros, estas cargadas de flores,
y transitar desde Santa Elena hasta la ciudad de la eterna primavera, Medellín, para
comercializarlas o para adornar los altares de las iglesias. La idea era mostrar la particular estética
con la que las flores eran organizadas en las silletas para ser vendidas en las calles de la capital
antioqueña. Anteriormente, la silleta también se usaba para transportar a personas y carga por las
empinadas montañas de Antioquia.
A la cita de don Arturo Uribe Arango acudieron cuarenta silleteros que se concentraron en el Parque
Bolívar, con tan buena aceptación de la sociedad, que un grupo de ciudadanos propuso que los
campesinos se organizaran para que realizaran un desfile más vistoso, que se cumpliera por las
principales vías de la Bella Villa, con lo que se dio inicio a lo que hoy conocemos como el Desfile
de Silleteros.
Los silleteros presumen de su bendecida actividad, con la que invocan las antiguas costumbres
paisas, modelan con la variedad de flores y un vestuario que tampoco pasa desapercibido: las
mujeres llevan pañoleta, blusa blanca, una falda negra adornada con flores, delantal blanco,
alpargatas y chalina; los hombres llevan paruma blanca, pantalón negro, sombrero, camisa blanca,
alpargatas, ruana negra, carriel y machete.
Debido a que el número de silleteros fue incrementando año tras año, los organizadores le pusieron
límite a la alza, solo pueden participar un número determinado de silleteros entre adultos, niños y
jóvenes.
123
La silleta que cargan puede llegar a pesar hasta cien kilos. La preparación de esta consiste en una
base de ramas de pino, musgo y follaje. Mediante una trama de ramas flexibles que configuran un
enrejado, los ramilletes de flores –cuidadosamente preparado durante todo el año para que en
agosto estén en su mejor momento– se disponen en manojos que se sostienen con un sistema de
amarres. En las silletas las flores forman laboriosos trabajos creativos y coloridos motivos con
mucho ingenio, que pueden hacer uso hasta de ochenta variedades de flores. Entre las flores
empleadas se encuentran: tul de novia, estrellas de Belén, gladiolos, crisantemos, pinochos, lirios,
claveles, agapantos, pensamientos, chispas, orquídeas, girasoles, rosas, cartuchos, azucenas,
pompones.
Existen tres tipos de silletas: 1. La tradicional, en la que prevalece la conservación de la estética de
los años cuarenta y cincuenta. Usa coloridos, variados y frescos manojos de flores que establecen
un perfecto contraste; 2. La emblemática, que expresa un mensaje cívico y educativo, también
utiliza símbolos patrios, religiosos, logotipos o marcas comerciales. Asimismo, retrata personajes
públicos, fielmente reproducidos. Su mérito radica en la habilidosa reproducción de códigos
visuales, logotipos, símbolos, etc. Están destinadas al adorno de las sedes institucionales y
empresas; y 3. La monumental, es la más colorida, cuenta con relieves y está repleta de arabescos
y detalles. Sus medidas son de dos metros de ancho por casi dos metros de altura, en los que
destaca su arquitectura. El diseño es único, con extraordinarias composiciones florales que se
colocan por ramilletes enteros formando así las figuras. Al recorrer las calles, llenan los espacios
visualmente y esparcen sus fragancias con generosidad.
El desfile no para de crecer y se afianza más cada año, convocando una presencia multitudinaria
de espectadores que lo esperan con ansia. El Desfile de Silleteros ha alcanzado una destacada
visibilidad internacional y representa al país en el exterior. Los silleteros han desfilado ya por varias
ciudades de Colombia y del mundo en ferias y eventos; este incrementa el turismo local. Gracias a
los pobladores de Santa Elena tenemos este espectáculo único en el mundo.
124
Arriero / Digital / 2018
125
Arriero / Acrílico / 100 x 70 cmt / 2021
126
Un hombre representando un arriero y escenificando una estatua humana encarna el verdadero
héroe paisa conquistador de montañas. El arriero es la figura más emblemática y querida en
Antioquia y representa por excelencia la idiosincrasia antioqueña. Son típicos del departamento
de Antioquia, Caldas, Risaralda y Quindío. Sostuvieron la economía de estas regiones durante
varios siglos y colonizaron parte del territorio nacional. Su relevancia es tanta que su imagen es
altamente reconocida como símbolo colombiano a nivel internacional.
Como artista plástico, en esta obra retrato por medio de la pintura “El Arriero Paisa del Siglo XXI”.
A partir de la observación de la estatua humana del arriero, en las afueras del Palacio de la Cultura
del centro de Medellín, realicé una serie de registros fotográficos, con elementos de luz,
composición y color. Una vez realizado el registro, imprimo las fotografías y las uso como modelo
para elaborar varios bocetos a lápiz de forma abstracta, con el fin de resolver proporciones, luces
y sombras. Posteriormente, hago un dibujo a color para estudiar los colores que debería llevar la
127
obra y diferentes texturas, tamaños y calidades, que servirán para la representación final. Luego,
pinto con acrílico sobre bastidor la obra. El proceso concluye, cuando finalmente estén contenidos
los elementos representativos del arriero: vestuario (alpargatas, poncho, ruana, paruma, sombrero
aguadeño, zurriago, machete, carriel, raboegallo), arquitectura y ambiente. La pintura debe tener
carácter.
El término estatua humana o estatua viviente, que designa el arte performativo urbano de posar
como estatua con técnicas corporales, de vestuario y maquillaje, viene del francés tableau vivant,
y tiene su origen en las festividades medievales y del Renacimiento, entre ellas, las llegadas reales
de los gobernantes en las ciudades. Típicamente un grupo de personas montaba una escena sobre
un escenario decorado, colocado en la ruta de la comitiva, simulando un monumento.
En la obra “El Arriero Paisa del Siglo XXI” se encuentran como referentes Claude Monet, Picasso,
Marc Chagall, entre otros. Quienes en algunas de sus obras retratan a los artistas callejeros a través
del impresionismo, abstractismo y elementos vanguardistas.
Esta pintura es innovadora en el arte de Medellín. Sirve para fortalecer y cuestionar las relaciones
sociales y embellecer el espacio, gracias a su carácter estético y urbano, reflejo de la sociedad en
la que se vive hoy. Al ubicarla en un espacio pública y transitado, generará alto impacto, por el
alcance en su visualización, creando tendencia no sólo de forma presencial sino también de manera
mediática, fomentando la imagen del lugar como promotor del arte y la cultura, permitiendo también
el acceso al arte de forma gratuita a personas de distintas poblaciones.
Es importante “El Arriero Paisa del Siglo XXI” para que las personas aprecien su importancia como
ícono de nuestra cultura, no solo como una noción antigua, sino aún vigente en su aporte al
desarrollo y la conservación de valores como el amor al trabajo, la solidaridad y la honestidad. El
arriero y la mula son el emblema de la pujanza en Antioquia.
El desarrollo de este proyecto artístico es además relevante como experiencia estética que permite
vislumbrar el talento, la visión y la creatividad del arte urbano.
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(Su legado es valioso por su contribución a la cultura) La estatua viviente en referencia a los arrieros
con sus diferentes elementos remite a un legado cultural, tanto en comercio y economía, como en
tradiciones, que prevalece en las tierras que una vez fundaron. Organizaron los hilos de la tradición
que construye nuestra cultura con sus costumbres, estilo de vida, forma de expresión y dejaron
como herencia una identidad social que está actualmente presente en Colombia, y merece
conservarse en el tiempo como símbolo de la historia, no sólo de Antioquia, sino del país.
A partir de su habilidad para los negocios como comerciantes independientes, creaban
oportunidades. “Los arrieros fueron los empresarios de un importante sector de la economía
nacional, en los primeros años de nuestra República y hasta mediados del siglo XX. Debe tenerse
en cuenta que no fueron exclusivos de las provincias de Antioquia y Cauca, pues el transporte a
lomo de caballo o mula se realizó en todo el territorio nacional durante esa época” (Crónica del
Quindío, 2018).
Ellos transportaban todo tipo de mercancías. Según relatos históricos eran de carácter pujante, de
baja escolaridad, recursivos, ingeniosos, generosos y gozaban de buena reputación. Los arrieros
se abrieron paso por caminos azarosos soportando vicisitudes a través de montañas inaccesibles.
Con sus esfuerzos mejoraron la calidad de vida de ellos y sus familias, ayudaron a conectar sus
regiones con el resto del país.
Caficultor / Acrílico / 100 x 100 cm / 2010
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En Colombia los caficultores son personas aferradas al trabajo honesto y hasta artesanal, los
caracteriza el esfuerzo y la dedicación permanentes, una cultura de calidad con un estrecho vínculo
entre tradición familiar y el mundo moderno; dichos valores están presentes en cada habitante de
las zonas cafeteras. Las familias caficultoras están asentadas sobre la solidaridad, participación
democrática, responsabilidad, búsqueda del bien común y desarrollo sostenible. El arte cafetero ha
pasado de generación en generación y actualmente, sus jóvenes y su comunidad siguen este
modelo de vida. Todo ello ha permitido que Colombia cuente con el café de mejor calidad en el
mundo.
Dispersos por el territorio del país hay un gran número de productores de café que conforman redes
sociales con gran diversidad de culturas y comunidades. Los cafeteros colombianos han dejado
sus diferencias a un lado para trabajar unidos en pos de alzcanzar objetivos comunes, y han
aprendido a desarrollar un espíritu comunitario y de colaboración, difícil de replicar en otros ámbitos.
La gente del café en Colombia ha desarrollado un espíritu de acción colectiva que también hace
parte de sus más preciados valores y que le ha permitido desarrollar ambiciosos programas de
sostenibilidad.
Alrededor del cultivo del café se han erigido firmes creencias, valores, pasiones y dedicaciones,
que tienen gran impacto sobre la calidad final del café 100 % colombiano. Todo ello con el fin de
obtener del cafetal un producto de calidad para saborear en taza. Aquí es donde intervienen los
productores colombianos, su compromiso desde las fincas cafeteras, con un trabajo de recolección
y post cosecha que garantiza un producto especial.
En Colombia viven más de 540,000 familias productoras de café, lo cual habla de la importancia
que tiene el café para el bienestar social y económico de Colombia. Representa más del 8 % de las
exportaciones totales y aporta cerca de 12 % del producto interno bruto agropecuario. La gran
mayoría de cafitultores vive en pequeñas fincas o parcelas cuyos cultivos de café, en promedio, no
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superan las dos hectáreas. Solamente algo más del 5 % de los productores colombianos de café
tienen plantaciones de un tamaño superior a las cinco hectáreas. La reducida dimensión de sus
cultivos de grano de alta montaña ha permitido mantener una vocación esencialmente familiar en
la industria cafetera colombiana. La gente del café en Colombia tiene a la familia como una de sus
prioridades y valores.
En 1927 se fundó la Federación Nacional de Cafeteros, una organización gremial privada, sin ánimo
de lucro, cuyo objetivo principal es defender los intereses de los caficultores a nivel nacional e
internacional. . Gracias al esfuerzo de la Federación, la diversidad cultural de los productores
garantiza que detrás del producto siempre se apliquen los mejores estándares de calidad; garantiza
que todos los productores participen de los beneficios económicos que deriva de esta actividad, la
mejor ciencia y tecnología, herramientas para la protección del precio y un modelo de exportación
de café en pequeñas cantidades que contribuyen a la rentabilidad de las familias caficultoras de
Colombia. Lo anterior ha permitido desarrollar políticas de garantía de origen y un grano de primera.
El gremio cafetero creó también la marca y el personaje Juan Valdez, siendo este la imagen del
café colombiano en Colombia y en el exterior, ícono a su vez de cientos de tiendas especializadas.
Amiga / Acrílico / 40 x 33 cm / 2010
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Chicas Tardeando /Acrílico/58x48 cm / 2010
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Centro Comercial el Palacio desde afuera
60 x 46 cm
Acrílico. 2022
El edificio habitado actualmente por el Centro Comercial Palacio Nacional fue diseñado en 1920
por el arquitecto belga Agustín Goovaerts. Fue inaugurado en 1933, construido en una manzana
ubicada sobre la carrera 52 (Carabobo), entre las calles 48 y 49 (Pichincha y Ayacucho). Su función
inicial se centraba en actividades públicas, políticas y educativas.
El Palacio Nacional fue una de las primeras grandes estructuras de concreto. En sus inicios,
contaba con 88 oficinas de correos, rentas y telégrafos, así como con despachos judiciales, la
brigada del ejército, tribunales, hospital y auditoría de cuentas. En 1988 fue declarado Patrimonio
Histórico y Artístico de la Nación. Entre los años 1980 y 1990 alcanzó un gran nivel de deterioro
estructural y social, por lo tanto, se restauró en 1993 y desde en aquel tiempo alberga un centro
comercial en el que se puede adquirir toda clase de prendas de moda para adultos y niños. En los
pisos cuarto a sexto también se instalaron varias galerías de arte con actividad cultural constante.
La decoración sobresale por el hierro forjado con altorrelieves y cerrajería de bronce, por el trabajo
artesanal en madera, la vitralería, las baldosas y lámparas art déco.
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Vendedor de Dulces / Mixta / 40x40 cm / 2006
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Universitaria / Acrílico / 58 x 48 cm / 2010
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Mujer / Acrílico / 46 x 44 / 2018
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Calibio/ Acrílico / 100 x 80 cm /2006
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Mujer Sola / Acrílico / 50 x 70 cmt / 2021
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Histórico Palacio de la Cultura
46 x 46 cm
Acrílico
2022
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El Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe, antiguo Palacio de la Gobernación de Antioquia, está
ubicado en el centro de Medellín, sobre la Plaza de Botero y en el cruce de la calle 52 (Calibío) con
carrera 51 (Bolívar). Se emplaza diagonal a la Estación Parque Berrío. En 1920 el General Pedro
Nel Ospina contrató al arquitecto belga Agustín Goovaerts para que trabajara en el diseño y
arquitectura de las más importantes obras públicas de infraestructura en Antioquia, incluyendo el
Palacio de Gobierno, conocido hoy como Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe.
El proyecto inicial constaba de cinco niveles, desde el sótano hasta el altillo. En esta área se
distribuían 315 habitaciones para los diferentes despachos, un gran salón para la Asamblea
Departamental, un depósito, una imprenta, una biblioteca, un archivo, un museo y los recintos del
Gobernador, todos estos escenarios construidos con un estilo gótico renacentista presentado por
Goovaerts. La armazón de su cúpula se convirtió en una obra maestra de la arquitectura
matemática. Los soportes metálicos fueron transportados directamente desde Bélgica y se armó
de acuerdo con el modelo empleado para los rascacielos neoyorkinos, avivando al rojo vivo los
tornillos y tuercas al momento de apretujarlos, y permitiéndole solidez a la armazón, a pesar de no
tener soldadura.
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En 1987 la administración departamental se trasladó a La Alpujarra y el inmueble fue destinado a
actividades culturales. En su momento, fue reservado como sede de la entonces Dirección de
Extensión Cultural de la Secretaría de Educación y Cultura de Antioquia (hoy nombrada como
Instituto de Cultura y Patrimonio de la Gobernación de Antioquia) bajo el nombre de “Palacio de la
Cultura Rafael Uribe Uribe”. Su nombre hace homenaje a este destacado líder nacional en el ámbito
público y a su labor como abogado, diplomático, militar, político, escritor, empresario y periodista.
Su vida y obra son el eje de la exposición permanente ubicada en el primer piso del Palacio, que
consiente en mostrar sus contribuciones al desarrollo del país en temas como cultura, seguridad
social y derechos de los trabajadores, tecnificación de actividades del agro, buenas relaciones
internacionales e integridad del territorio.
Al día de hoy, el Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe es una marca urbana indiscutible de
Medellín por su valor urbanístico, constructivo, económico y cultural, y es prueba auténtica de uno
de los más importantes y dinámicos períodos de la historia de Antioquia. La edificación fue
declarada monumento nacional en 1982. En pleno corazón de la ciudad y contiguo a algunos de
los referentes arquitectónicos más emblemáticos del sector, como el Museo de Antioquia, el Parque
Berrío, la Basílica de la Candelaria, la Iglesia de la Veracruz y el Metro de Medellín, se levanta el
Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe, sede actual del Instituto de Cultura y Patrimonio de
Antioquia que, por su historia, estructura e importancia, llama la atención de la población, turistas
nacionales y extranjeros. Adicionalmente, alberga el Archivo Histórico de Antioquia, la Biblioteca
Departamental Carlos Castro Saavedra, la Fonoteca Departamental Hernán Restrepo Duque, la
Sala de Patrimonio Artístico, el Centro de Documentación Musical, la Fonoteca Departamental y
Centro de Documentación Musical Hernán Restrepo Duque, y la Galería de Arte. Los anteriores
son algunos de los espacios y servicios que se prestan en el Palacio y que lo vuelven en punto
atractivo y de visita necesaria para estudiantes, investigadores, docentes, agentes culturales,
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artistas y en general, para quienes tengan inclinación por distinguir sus incalculables, tesoros
destinados al servicio de la colectividad.
Los salones, pasillos, y espacios del Palacio se distinguen por su belleza artística y arquitectónica,
fueron testigos de los acontecimientos más importantes del departamento y almacenan, aún en el
presente, los rastros y herencia de las grandes hazañas de los prohombres de Antioquia; políticos,
artistas, catedráticos y promotores que escribieron los caminos y aseguraron los antecedentes de
progreso para la región. Además, ha sido cuna de importantes eventos artísticos, como
exposiciones colectivas e individuales, Salones del Magisterio y Salones Departamentales de Artes,
donde se da la bienvenida a toda clase de público.
El Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe hace parte del conjunto cultural y patrimonial del país y
su relevancia, antes ligada a funciones administrativas, hoy favorece las funciones y ejercicios
culturales que desde allí lidera el Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia. Esta es la historia
de uno de los tesoros más cuidadosamente preservados por los antioqueños.
Saxofonista / Digital / 2018
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Dama / Acrílico / 38 x 34 cm / 2010
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Liliana / Acrílico / 34 x 32 cm / 2010
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Señor / Acrílico / 33 x 32 cm / 2010
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Tío / Acrílico / 38 x 38 cm / 2010
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Lados Opuestos
Acrílico
78 x 58 cm/ 2005
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Señora / Acrílico / 64 x 43 cm / 2010
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