LA RESPETACIÓN Jorge Moscol Urbina. -¡Güenos diyas nos dé dios, comadrita! -¡Güenos diyas nos dé dios, compadrito! Y mirando al compadre todo sudado montado en su pollino, agregó entusiasmada: -¡Venga osté!... ¿dionde güeño, compadrito? ¡Apéyese! -¡Ay comadrita ¡ de puay nomá vengo , de muy lejos … - Cansado a di andar pue… -¡Velay! como me ve comadrita. -¡Andee!... ¡apéyese…! Venga pa que aprebe como está la blanquita. -¿El pillar no me va envitar, comadrita? -¡Gua, compadre! Nua de faltar puay alguna cachemira. - Me apeyo enton, comadrita. -¡Apéyese pue! El cholo se desmontó del piajeno, bajó las alforjas, se quitó el poncho y soltó la soga para que el animal pudiera buscar algunas yerbas y entró optimista en la ramada de totora que la encontró fresca, acogedora. -¡Que guena questá!...aquí siace freco. -¡Ay la tiene, compadrito…venga…haga lugar. Y le ofreció el único banco tallado en algarrobo que tenia para que se sentara. -¿Ques de mi compadre don meche? -Se jue pa la paña. - Velay, comadrita, ¿enton ta solita? -Solitititita mi alma, como me ve…. -¿Y qué es de la Getrudis mi aijada? -¿La Getrudis? Se fue ya, con el soldao anda puay… - Enton, ¿ta solita? -Ya le dije, compadrito, solita toy pue… La china sirvió de un cántaro gordiflón un poco de chica fresca y sabrosa en un poto seco que estaba colgado en la quincha, donde la chicha al caer se espumó todita, provocando el deseo del cholo que había llegado sediento: -Tenga, compadrito pa quia aprebe. -Salu con oste, comadrita. -Salú pue. Comenzó así el cambio de “bebes”. Tomaba muchos tragos él y tomaba ella. Contra su costumbre la china se servía entusiasmada por la presencia de su compadre, quien le obligaba cada vez más. -No bese el poto comadrita. -¡Gua! ¿Quién dice? Vino el picao de cachema que la china preparó sin dejar de hablar con el compadre informándolo de todo y otro picao más de carnecita de cabra seca quemada a las brasas y el día entre tanto iba declinando. Más y más potos de chicha los ayudaron a ponerse comunicativos. De pronto el cholo se dio cuenta que ya estaba oscuro en el rodiao.La china se apresuró a prender el candil que comenzó a humear y a negrear la choza más de lo que estaba. El cholo seguía bebiendo, tratando de calmar la sed que le había dado el desierto. -¡Ay mariya purísima, compadrito a los tiempos! -Desde cuánto no veniya puaqui, comadrita. - ¡Velay!,¿por qué compadrito? -¡Así es, comadrita, trabajando pue, cruzando el desierto con los carguíos de sal …salú, pue, con osté… -Diallá venga, pue, tome pue , ¡ay mariya purísima!, ¿qué no le gusta la chicha? Y continuaron bebiendo hasta que se hizo de noche. -¡Ay compadrito! -¿Qué le pasa comadrita? -Questoy pensando nomá -¿Qué piensa osté comadrita? -¡Ay mejor no le digo! -¡Ay mariya purísima! Diga nomá comadrita. -Güeno, pue, si sabrás cholo. -¿Qué vua a saber, comadrita? -¡Velay que pienso quioy me va a faltar osté la respetación. -¿Cómo dice, comadrita? La china bajó la cabeza y se quedó callada. El cholo volvió a preguntarle: -¿Qué dijiste vos comadrita? Y bebió otra vez alcanzándole el poto a ella después que terminó un trago largo. La china recibió el mate con sus manos temblorosas y bebió como él tragos largos, insaciables y luego dijo: -¡Ay mariya purísima! Tengo miedo compadrito. -¿Miedo? ¿De qué comadrita? -Quiosté, aprovechándose de la oscuridad, me vaya a faltar la respetación. -No tenga miedo comadrita. -¿Y si osté se guelve un diablo compadrito? - No lo creya comadrita. -Que tengo miedo, mucho miedo… -Si así miocurriera, osté se echa a correr pue. -¡Ay compadrito! Ése es el peligro porque toy coja, compadrito. -Pue enton se pone a grita. -¡Ay mariya purísima!...más miedo entuviya -¿Por qué comadrita? -No puedo gritar cholo, me duele la garganta... -¡Enton comadrita! El cholo bebió el concho que quedaba en el poto y se puso de pie. El candil lo humeaba todo. El cholo lo apagó. Todo quedó oscuro en la choza y afuera en el despoblado. La china agachó la cabeza y se quedó como dormida inclinada sobre la mesa. El perro, a sus pies, roncaba desde hacía media hora. Sólo una brasa de candela aparecía entre las cenizas, en la cocina, como aguaitando a la noche negra. El cholo cargó a la china y caminó hacia el rodiao recordando una canción que cantaba su compadre don meche, el marido de su comadrita: -“¡Me estás queriendo y dices que no…!” Cuando entraba al rodiao, la china, en sus brazos, se despertó asustada: -¿Y la respetación, compadrito? -¿La respetación?...una felicidad más, comadrita.