Subido por maria fernandez

los-primeros-1000-dias-de-tu-hijo-1nbsped-9789504966883 compress

Anuncio
LUISINA TRONCOSO
LOS PRIMEROS 1000 DÍAS DE TU HIJO
ABORDAJE HOLÍSTICO DEL EMBARAZO, LA LACTANCIA Y
LA ALIMENTACIÓN DE TU FAMILIA
Troncoso, Luisina
Los primeros 1000 días de tu hijo / Luisina Troncoso. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires :
Planeta, 2019.
Libro digital.
Archivo Digital: descarga
ISBN 978-950-49-6688-3
1. Divulgación. 2. Maternidad. I. Título.
CDD 158.24
© 2019, María Luisina Troncoso Ramírez
ASESORA CIENTÍFICA:
Dra. María Marta Ibáñez
ILUSTRACIONES:
Clara Lagos
FOTOS:
Lara Ginhson y archivo personal de Luisina Troncoso
© 2019, Grupo Editorial Planeta S.A.I.C.
Primera edición en formato digital: mayo de 2019
ISBN edición digital: 978-950-49-6688-3
Índice de contenidos
Portada
Prólogo, por la doctora Florencia Raele
Nuestra historia
Introducción
Capítulo 1. Cómo los primeros nueve meses modelan el resto de la vida
Capítulo 2. Planificación del embarazo
Capítulo 3. El poder del nacimiento
Capítulo 4. Lloremos juntos: todo sobre el llanto infantil y los cólicos
Capítulo 5. Abordaje holístico del puerperio y de la lactancia
Capítulo 6. Todo sobre la alimentación complementaria
Capítulo 7. ¡Ayuda! Mi hijo/a no come nada
Capítulo 8. Tras la pista del umami
Capítulo 9. Fácil, nutritivo y delicioso: cómo organizar la cocina
Capítulo 10. Mis recetas
Bibliografía
Agradecimientos
A las mujeres que me precedieron, que lo han soportado todo, el dolor y la dicha de ser mujer.
A mi linaje femenino, que dejó grabado en mis células su sabiduría, y en mi memoria, todo lo
que me enseñaron.
A mi madre, mi abuela y mi hermana.
A todas las mujeres y compañeras que me crucé y elegí como hermanas y maestras de la vida.
A mi tribu.
A las mujeres y familias que me eligieron para acompañarlas en el camino de la maternidad y la
paternidad.
A las mujeres que hoy son niñas y son nuestro futuro.
A mi hija y a mis sobrinas.
NOTA PARA LOS LECTORES:
Este libro contiene las opiniones e ideas de su autor y colaboradores. Su objetivo es
proporcionar material útil e informativo sobre los temas tratados en la publicación. La
información que se encuentra en el libro tiene la intención de motivar al lector a tomar
decisiones saludables basadas en la propia investigación del lector y no pretende ser un
sustituto del diagnóstico o tratamiento médico profesional. Siempre busque el consejo
de su partera, médico u otro proveedor de salud calificado con cualquier pregunta que
pueda tener con respecto a una condición médica. Nunca ignore el consejo médico
profesional ni se demore en buscarlo por algo que haya leído en este libro. La
confianza en cualquier información proporcionada por Mamá Sabe Bien, ya sea en el
libro, en el sitio web o en cualquier otro lugar, no reemplaza el consejo profesional.
Zona de promesas
Gustavo Cerati
Mamá sabe bien
Pequeña princesa
Cuando regresé
Todo quemaba
No está mal sumergirme otra vez
Ni temer que el río sangre y calme
Sé bucear en silencio.
Tarda en llegar
Y al final
Al final hay recompensa
En la zona de promesas.
Prólogo
Por la doctora Florencia Raele.
Autora de Nutrición holística: alimentación para el cuerpo, el alma y la mente.
Hasta hace unos años, creíamos que veníamos determinados por nuestra genética, que estábamos
condenados por nuestros antepasados y que poco podíamos hacer para cambiar ese ADN innato
que poseíamos. Hoy en día sabemos que no es así.
La epigenética estudia cómo el entorno condiciona al ADN expresando o silenciando genes
y, por lo tanto, determinando nuestra salud, entre muchas otras cosas.
Seguramente han escuchado hablar del Proyecto del Genoma Humano: se trata de un trabajo
de investigación científico en el cual se propuso secuenciar y “mapear” el código genético
humano para entender, entre otras cuestiones, las enfermedades, e identificar las mutaciones que
nos vuelven más o menos propensos a sufrirlas. De esta forma, se podría idear un plan de
prevención y tratamiento específico según nuestras características personales. Un dato curioso es
que se descubrió que nuestro genoma es 99,9 % idéntico entre todas las personas, es decir que a
pesar de ser tan distintos, en realidad somos casi todos iguales.
¿Sabían que solo el 10 % de nuestras células son humanas? El 90 % restante son microbios:
virus, hongos, bacterias y otros organismos unicelulares tan pequeños que no vemos, pero que
desarrollan funciones vitales en nuestro organismo.
El Proyecto del Microbioma Humano estudia el material genético de los microorganismos
que poseemos; se han encontrado más de veinte millones de genes microbiales distintos. Por lo
tanto, la clave para descubrir aquello que nos hace únicos son los microbios.
Nuestra salud es un simple reflejo de cómo se encuentra nuestra microbiota, y la mayor parte
de ella se aloja en nuestros intestinos. La microbiota es la primera línea de defensa, donde se
aloja el 70 % del sistema inmune, y es la encargada de la metabolización de ciertos nutrientes
fundamentales, de conservar la integridad de la pared intestinal (decide qué pasa y qué no a
través de ella), de la producción de importantes neurotransmisores y de determinar nuestro
metabolismo, entre miles de otras funciones.
Desde el punto de vista de la epigenética, alterar nuestra genética a través de cambios
alimentarios y de hábitos podría llevarnos años. Sin embargo, la carga genética de los microbios
cambia muy rápido, es mucho más manipulable y reacciona con velocidad a pequeños cambios.
Cuanta más diversidad de especies haya, mejor salud tendremos.
La diversidad de estas especies depende directamente de nuestro estilo de vida, los alimentos
que consumimos, el agua que tomamos, la utilización de antibióticos y medicamentos, los
productos de higiene que usamos, del contacto con la naturaleza, de nuestros niveles de estrés,
del ejercicio que hacemos, de los contaminantes ambientes y de las toxinas a las que estamos
expuestos. Pero lo interesante es que no nos limitamos solamente a nuestra exposición, sino
también a la de nuestros padres y a todo lo que sucede previo a la gestación: la salud de la madre
y el padre, el tipo de nacimiento, el afecto otorgado por la madre, el amamantamiento... Todo
tendrá implicancias en cómo nos desarrollaremos. De hecho, es en el parto vaginal cuando
tomamos contacto por primera vez con esta microbiota, que luego es ingerida por el niño y sigue
desarrollándose gracias a la lactancia.
Cada día contamos con más evidencia acerca de la importancia del embarazo y de que los
primeros años de vida son decisivos: es entonces cuando se desarrollan importantes funciones
que no tendrán la oportunidad de hacerlo de la misma manera en otro momento. Saber esto
puede desarrollar en las madres sentimientos encontrados: ganas de cambio, miedo e
incertidumbre; y la mayoría termina abrumada por tanta información, opiniones distintas y
condicionamiento previo.
Este libro reúne de forma práctica y sencilla aquella información que a toda futura madre le
gustaría saber. Luisina logra recapitular todos sus conocimientos en un libro que nos vuelve más
conscientes del empoderamiento que brinda la información. En estas páginas encontrarán valiosa
información sobre creencias comunes, mitos, alimentación real, crianza y todo lo que una futura
madre debe saber para enfrentar una de las etapas más maravillosas de la vida de forma
preparada.
Bienvenidos.
Nuestra historia
Tenía 31 años, estaba en pareja hacía seis, había perdido dos bebés sin explicación aparente y
trabajaba demasiado. Era vestuarista en largos cinematográficos, comerciales y bandas de rock.
Trabajaba mucho para vivir, para comer y tener una casa, y para tapar el vacío existencial que
sentía; había días que amaba mi trabajo, otros no tanto, y buscaba y probaba infinitas
alternativas. Después de un trabajo arduo de introspección y sanación, que empezó en una
intensa sesión con un médico homeópata que me hizo enfrentar a mi historia familiar y a mi
miedo al diagnóstico de lo que realmente provocaba que mi cuerpo rechazara a mis hijos,
descubrí luego de varios estudios que lo que tenía era trombofilia. Al poco tiempo, estaba
embarazada y con la sensación de que este bebé sí iba a llegar con la ayuda del tratamiento
apropiado, para que sobreviviera dentro de mí el tiempo suficiente para que naciera sano.
A pesar de tener un embarazo “de riesgo”, inyectándome heparina dos veces por día para
mantener mi sangre en niveles aceptables de coagulación y con la posibilidad de tener que hacer
reposo en algún momento, decidí tomar un trabajo en un programa de televisión, por lo que iba a
tener que trabajar todos los días hasta una semana antes de la fecha probable de parto, si todo
salía bien. ¿Por qué? Porque quería juntar la mayor cantidad de dinero para no sentir la presión
de tener que trabajar cuando naciera el bebé. El trabajo resultó ser una tortura espantosa en el que
me encontré teniendo ataques de pánico y llanto dentro de la casa de un reality muy poco
exitoso, en el que todos a mi alrededor sufrían por el fracaso del proyecto y se echaban la culpa
unos a otros por el inminente final antes de tiempo y los penosos números del rating. En uno de
esos días de terror, mis contracciones comenzaron a ser más y más intensas con solo seis meses
de gestación, por lo que me mandaron a hacer reposo y renunciar al trabajo. Me gustaría decir
que fui una paciente obediente, pero estaría mintiendo; recuerdo haber pintado paredes y
muebles, y escaparme a comprar revistas y medialunas, entre otras cosas, cuando me dejaban
sola. Aunque la orden era “de la cama al baño y del baño a la cama”. A pesar de mi
desobediencia y ansiedad, Rafaela llegó sana y perfecta a la mañana del día que se cumplían 38
semanas de gestación. Me habían dicho que si nacía ese día, ya sería un bebé en término.
Estar embarazada no fue una experiencia agradable para mí, me sentía poseída por un alien
que se alojaba en mi panza y me colapsaba los pulmones dejándome sin aire, mientras trataba de
caminar con la sensación de tener una bola de bowling en mi cadera presionando mi vejiga y mis
huesos pélvicos. Por esos motivos, el día antes de que se cumpliera la marca de las 38 semanas,
tuve una charla muy seria con Rafi y le pedí que si ella estaba lista para salir, yo ya estaba lista
para recibirla de este lado del mundo. Esa noche vimos dos películas en TCM que nunca voy a
olvidar: El exorcista y Beetlejuice; con esas imágenes en la mente me fui a dormir. Me desperté a
las ocho de la mañana, después de soñar con el mar y las olas, y con la sensación de tener agua
en la cama. Así era, mi bolsa se había roto, me lo confirmó mi obstetra por teléfono cuando le
describí la escena. Suspendimos la medicación que tomaba para mantener al mínimo las
contracciones y me dieron un plazo de veinticuatro horas antes de inducir el parto si no se
desencadenaba solo. Me aconsejaron que descansara, y preparara la casa y mi cabeza para el
trabajo de parto. Así que ese día me la pasé en la cama durmiendo, comiendo y mirando tele; a
las once y media de la noche empezaban las contracciones más serias y llegaba mi partera para
acompañarme. Después de un corto, intenso y absolutamente psicodélico trabajo de parto de solo
cuatro horas, pedí ir a la cama para acostarme y dormir… dormía entre contracción y
contracción. Mi partera, muy intuitiva y experimentada, se dio cuenta de que ya me había ido
demasiado al “planeta parto”. Aunque habían pasado muy poquitas horas, me pidió permiso para
hacer tacto, y con 8 cm de dilatación, nos anunció que nos debíamos trasladar a la clínica. Yo
estaba sorprendida y pensaba que todavía faltaban muchas cosas más (me habían dicho que los
trabajos de parto duraban muchas horas, incluso días). Les decía: “Pero no me metí en la bañera
todavía, no comí los heladitos que hice...”. Un ratito después, ya estábamos en la sala de parto,
donde pude caminar y moverme como quise, hasta que cometí el error de decir en voz alta: “Me
parece que estoy tocando la cabeza”. Ahí me subieron a la camilla, pero con la ayuda de mi
compañero y de mi partera, me pude poner en cuclillas ahí arriba. Después de lo que se sintió
como una experiencia extracorpórea, Rafaela estaba con nosotros.
Recuerdo haber tenido mucho miedo los días previos a su nacimiento por el momento en el
que la separaran de mí para hacerle los controles de rutina, y si bien pedimos que no la bañaran,
ni la vacunaran en ese momento, ni le inyectaran nada, se la llevaron a una salita contigua a la
sala de parto para medirla y pesarla. Cuando la enfermera de “neo” me la sacó de mis brazos,
recuerdo haberla amenazado con que si no me la traía en cinco minutos, me iba a levantar a
buscarla. Finalmente, volvió a mis brazos llorando y el papá le hizo “SHHHHHHH” en el oído,
un truco que habíamos aprendido en un DVD de un pediatra con consejos para calmar a los
bebés. Rafi se calmó, efectivamente, y eso nos dio nuestro primer orgullo como padres, ¡¡ya
estábamos siendo exitosos!! Nos miró con los ojos achinados y se ubicó en mi pecho escuchando
y buscando de dónde venían esas voces conocidas. Al rato, todo el movimiento de gente había
terminado y nos dejaron en una camilla en un pasillo juntas, pero sin mi compañero, que no
recuerdo si había ido a firmar papeles o qué. Mi partera me ayudó con la prendida a la teta, ya
que no había llegado a ir a la charla de lactancia en el curso de preparto. Rafi y yo nos quedamos
unidas por la teta un buen rato, sin que nos importara para nada que estuviéramos en un pasillo
muy brillante, blanco y luminoso, al lado de la estación de las enfermeras, que hablaban del
estado de la guardia, que no había lugar para nadie más y de la suerte que había tenido de que me
aceptaran cuando entré a la madrugada, ya que no había camas. Al no haber camillero
disponible, mi obstetra, cuando me fue a buscar para saludarme y nos encontró todavía en un
pasillo, me llevó él mismo a la sala de preparto, donde había estado previamente. Allí estuvimos,
en esa salita sin ventanas y con un baño lleno de suministros médicos, por unas cuantas horas;
¡yo sí que sabía parir con estilo! Lejos estaba de la imagen de las revistas de las madres famosas,
que reciben a los fotógrafos en la habitación de lo que parece un hotel cinco estrellas pero con
médicos.
Durante el tiempo que estuve en reposo, leí una buena cuota de libros, blogs y páginas sobre
el parto, la lactancia y la crianza, y observé los métodos de las mujeres que tenía a mi alrededor.
Tengo que decir que solo el 50 % de esa información fue de ayuda, porque si bien mi parto fue
muy bueno, para los parámetros de los partos en institución, todo lo que vino después con
respecto a la crianza de mi hija fue bastante desastroso.
Anidaron en mi cabeza muchos mitos:
Si no descansás, no vas a tener leche.
La pareja se arruina si no le das espacio y sacás al bebé de la habitación.
A los tres meses se tiene que ir a dormir a su cama, y para eso, hay que enseñarle a dormir
de noche.
Tenés que tener a alguien que te ayude con el bebé a la noche, que se lo lleve, así vos
dormís.
Tiene que tomar mamadera, así podés mantener tu independencia.
Dale el chupete lo antes posible, si no, nadie más la va a poder hacer dormir.
Si no trabajás y te quedás en casa, el niño/a siente demasiada presión porque tu existencia
solo gira en torno a él/ella.
Al día siguiente de que mi hija naciera, exhausta, insomne y muy puérpera, decidí que no
podía seguir despierta y necesitaba, sí o sí, lo que muchas mujeres que me rodeaban tenían: una
nurse nocturna que se mantuviera despierta toda la noche mirándola y alimentándola. “Te la va a
devolver educadita y le va a enseñar a dormir toda la noche”, me decían; “Necesitás descansar o
te vas a quedar sin leche”, “¡Tiene que agarrar la mamadera, así no perdés tu independencia!”.
Así empezó mi obsesión por lograr que mi hija tomara la mamadera con mi leche, y a los
pocos días, con fórmula, ya que el sacaleches me parecía una tortura. A todo esto, estarán
pensando que esta mujer de la que hablo tenía serios problemas de lactancia, pero no es así, la
leche fluía en grandes cantidades y la prendida era perfecta, como si esa bebé lo hubiera hecho
siempre con total naturalidad, pero yo lo único que quería era ir en contra de la naturaleza. Sentía
que el “problema” era que la bebé no tomaba ninguna mamadera ni agarraba el chupete, lo cual
mi viejo personaje comprador compulsivo atribuyó al diseño incorrecto de las mamaderas y los
chupetes, o a las leches. Entonces empecé a coleccionar todas las marcas de mamaderas que
encontraba, nacionales e internacionales, pidiéndole a la gente que me las trajera del exterior.
Perdía horas y horas en páginas como Amazon, leyendo reseñas de productos en busca de la
mamadera mágica que mi hija agarrara. “Ya la va a agarrar”, me decían, “Todos los bebés toman
la mamadera en algún momento”. No la agarraba, solo quería teta y estar conmigo a upa; por
suerte, ella era más inteligente y estaba conectada con sus deseos, y no se dejó doblegar. En una
de esas informaciones que me habían llegado, decía que los primeros tres meses eran como el
trimestre que le faltaba dentro de la panza, entonces no dudaba en tenerla a upa todo el día. Datos
sueltos de aquí y de allá me daban seguridad, pero todavía no había descubierto la información
sobre la crianza con apego o el colecho.
Estábamos juntas todo el día, eso era si no venía alguien a visitarnos y me trataba de
convencer de que la dejara un ratito en la cuna o el cochecito. “No es necesario que la tengas a
upa todo el día”, me decían. Entonces, para mostrar que era respetuosa con los que
supuestamente sabían más que yo por ya ser madres o padres, obedecía. Cuando alguien venía a
visitarnos, la acostaba, y cuando se iban, nos metíamos juntas en la cama y vivíamos pegadas por
la teta. Hasta que llegaba la noche y la tenía que entregar a esa enfermera de “neo” que venía y
me enseñaba algunas cosas útiles, más otro tanto de información incorrecta, pero que en ese
momento yo creía con fe ciega. Cómo no creerle, si es una profesional de la salud y trabaja en
una clínica privada superprestigiosa. Le estoy dando a mi bebé el mejor cuidado que le puedo
dar, ¡¿qué sé yo sobre bebés?! Ella los ve todos los días y yo es la primera vez que tengo uno a
mi cuidado, mejor hago todo lo que me dicen o no voy a lograr que sobreviva. La sensación que
tenía continuamente era que tenía que mantenerla viva como fuera, que no era un bebé, sino una
bomba de tiempo y que en algún momento yo podía hacer algo que la lastimara y se me muriera.
Las noches que no estaba con la nurse tenía un aparato que se ponía debajo de su colchón, que
ante la falta de respiración del bebé, activaba una alarma muy potente y estruendosa, y si todo
estaba bien, una lucecita verde titilaba. Dormía con un ojo abierto mirando la lucecita toda la
noche y cada vez que la levantaba porque pedía estar conmigo o tomar la teta, me olvidaba de
apagar el dichoso aparato y la alarma se activaba; producía el sonido de diez dotaciones de
bomberos dentro de una habitación de 2 × 3 y nos hacía sobresaltar a todos los que tratábamos de
tener una noche pacífica.
La rutina era más o menos así todas las noches: a las ocho llegaba la nurse y la bañaba, las
primeras veces conmigo presente así aprendía a hacerlo, más adelante ella sola, así yo podía ir a
cocinar o a hacer otra cosa. Luego me la entregaba vestida y lista para tomar una teta antes de ir
a dormir. Cuando estaba dormida, ellas se encerraban en la habitación y nosotros cenábamos
solos, o a veces recibíamos amigos. Muchas veces, ella me ayudaba después a lavar los platos y a
acomodar algo en la casa o la cocina. Para una puérpera, todo esto parecía la ayuda de un ángel
caído del mismo cielo. Y encima, después se pasaba toda la noche despierta mirando películas en
un minirreproductor con Rafi a upa durmiendo sobre su cuerpo.
“Quién no querría dormir apapachado por ese pecho calentito toda la noche”, me dijo un
amigo una vez, y yo me convencía cada vez más de que estaba haciendo lo correcto para mí, para
mi pareja y para mi hija.
En una de las noches que Rafi se quedaba con la nurse, me desperté con la sensación de tener
los pechos demasiado llenos y con el instinto de buscar a mi cría; fui a la habitación donde ella
dormía con su nurse y no la encontré. Empecé a buscarlas por la casa y tampoco las encontraba,
hasta que oí los llantos distantes de mi hija y llegué a la cocina, donde esta mujer se había
encerrado y caminaba frenéticamente con movimientos para adelante y para atrás mientras
trataba de meterle la mamadera en la boca. Mi instinto me dijo: “Agarrala y sacala de ahí”, pero
ella me convenció de que volviera a la cama a descansar y que si la agarraba ahora no iba a
aprender más a tomar la mamadera, porque iba a pensar que cada vez que llorara, yo iba a
aparecer… Sí, claro, ahora leyendo lo que acabo de escribir, a la distancia, pienso lo mismo que
debés estar pensando vos: “¿¿¿¡¡¡Cómo no la agarraste y saliste corriendo!!!???”. Pero no lo
hice, obedecí y volví a la cama.
De todas maneras, no recuerdo haber dormido, la incomodidad de los pechos llenos y duros
como piedras, y las alarmas que sonaban en mi cabeza tan fuerte como las del aparatito diabólico
antimuerte súbita no me dejaron. Así, cada noche que le tocaba a la nurse, me sentía más y más
incómoda, y empecé a poner excusas para que no viniera tan seguido, aunque un poco
avergonzada porque la había contratado hasta los tres meses y porque, en definitiva, era lo que
hacían las madres que conocía. Hasta que un día, finalmente, le agradecí por todo y nos
despedimos; ese día, ella me pidió que le sacara una foto con Rafi para tener de recuerdo.
Cuando Rafi tenía 2 años, busqué esa foto y vi la expresión de mi bebé, y no pude más que
llorar: su cara solo demostraba tristeza y frustración, y sus puñitos cerrados, la bronca de estar
nuevamente en esos brazos que no eran los de su mamá. Cuando se la mostré a ella, ya siendo
más grande, se angustió muchísimo y le pegó a la pantalla diciendo: “NO, NO, NO”. Cada
familia elige cómo criar y qué ayuda pedir, esta mujer estaba simplemente haciendo su trabajo,
pero en su momento, me di cuenta de que no era ese el tipo de crianza que quería para mi hija,
que yo era capaz de cuidarla y criarla, no necesitaba entregársela a otra persona para que lo
hiciera por mí. Está bueno tener ayuda, pero hay que buscar la forma en la que más cómoda te
sientas o los momentos del día en que más necesitás brazos para poder bañarte o ir al baño, o
simplemente que te ayuden con todo lo que está alrededor (que te den de comer, que se ocupen
de la casa, que te mimen, etc.), para que vos puedas maternar las 24 horas y descansar cuando el
bebé duerme. Lo que hacían las mujeres a mi alrededor no me representaba ni me sentía
identificada, y así comenzó una búsqueda de información incansable; leyendo mucho conocí la
crianza con apego, la lactancia materna exclusiva y le puse nombre a cosas que hacía
instintivamente (con culpa) como el colecho. Crecí y encontré una forma de criar que me
resultaba natural. En estas situaciones es cuando me viene a la mente una frase de Amy Pohler
referida a la maternidad, que se convirtió casi en un mantra para el resto de mis días como
madre. Cuando veo que alguien hace algo distinto a lo que yo elijo hacer con mi hija pienso:
“Bien por vos, no es para mí”.
El puerperio vino para sacudirme en muchas formas, hace poco pude relacionar una pesadilla
recurrente que tuve los primeros meses de Rafi con la rutina de inyectarme la heparina durante el
embarazo. Solía despertarme asustada, mirarla y pensar: “¡Tenía que darle una medicación y no
se la di!”, “¡Le va a pasar algo, se va a morir!”. Muchos meses pasaron hasta que pude relacionar
esas pesadillas con el hecho de que durante el embarazo, si no me inyectaba, sentía que se iba a
morir en mi panza.
A los tres meses de Rafi, recibí el llamado de un amigo director que me habló de un proyecto
de publicidad que iba a dirigir, y me propuse convencerlo a él y a su productor para que me
convocaran como vestuarista. De alguna manera, sentía que así iba a volver a ser un poquito YO,
que tenía que trabajar para ganar mi dinero y no depender de mi marido, y además: ¿qué iba a
pensar mi hija de mí, si solo me quedaba con ella todo el día? De repente, la bebé que dormía
ocho horas seguidas todas las noches, empezó a despertarse cada hora. Al día siguiente, me
levantaba exhausta, tratando de ser la glamorosa vestuarista que solía ser, pero ahora cargando
un bebé conmigo a todos lados, porque creía seriamente que al ser un trabajo flexible y no tan
formal, podía conjugar ambas tareas y no separarme de mi bebé. Así que con tres meses, Rafi me
acompañó a buscar ropa a los negocios y a reuniones, armé las pruebas de vestuario en el living
de mi casa, y de más está decir que esto no funcionó. Al terminar el proyecto, tuve una charla
muy sabia con mi amigo director, quien me dijo que lo que hacía no era justo ni para mí, ni para
Rafi, ni para mi marido. En ese momento, lloré mucho, pero ahora estoy eternamente agradecida
por sus palabras, porque me llevaron a escuchar lo que realmente tenía ganas de hacer, que era
quedarme en casa con ella y leer.
Leí mucho, estudié, hice la carrera de Puericultura (ahora estoy cursando la carrera de
Medicina Tradicional China); me formé como doula; estudié sobre las visiones pedagógicas de
Montessori y Pikler; hice la formación de Salud Mental Perinatal de Ibone Olza; tomé mil cursos
sobre alimentación; asistí a congresos en mi país y, en forma virtual, a los mejores que encontré
en otros países; fui voluntaria de la Asociación Civil Doulas Voluntarias en el Hospital de
Morón, donde acompañé en cientos de partos y lactancias, incluso llegué a tener el honor de
participar de las reuniones del comité de lactancia del hospital, hablando de igual a igual con
pediatras, parteras, obstetras, neonatólogos y enfermeras de “neo”. A partir de entonces, me
encontré ante un nuevo mundo de posibilidades y una nueva carrera gracias a todo lo que aprendí
en ese tiempo, mientras estudiaba y a la vez maternaba. Todo esto lo pude hacer gracias al apoyo
incondicional de mi compañero Tuta, con quien compartimos las responsabilidades de nuestra
familia en partes iguales y siempre me acompaña en mis decisiones.
Yo, la que antes era una pésima alumna en el secundario (según los parámetros de la escuela,
era buena en las materias que me apasionaban, por ejemplo, biología), ahora era una nerd, que lo
que más amaba era estudiar y aprender cómo funciona todo, incluso me convocaban para ser
docente en la escuela de puericultura donde me formé.
Unos meses antes de escribir este texto por primera vez (que fue reescrito y actualizado para
comenzar este libro), participé en las Jornadas de Desarrollo Infantil de Melina Bronfman, en las
que aprendí mucho sobre la niñez, no solo para poder ser mejor madre, sino también para ayudar
a otras familias. Además de aprender muchas técnicas y recursos para la crianza, me encontré
analizando casos de conflictos de niños/as que fueron un espejo de los conflictos de mi propia
hija, y así empecé a buscar las raíces. Cuando llegué al fondo de mis recuerdos, sentí que no me
cayó una ficha, me cayó un balcón lleno de fichas sobre mi cabeza, y mi cuerpo se sumió en un
mar de lágrimas por todos los errores que había cometido en los primeros años de vida de mi
hija, especialmente en los primeros días. Errores que ahora me doy cuenta de que pueden ser la
raíz de algunos de sus conflictos actuales. Me siento muy culpable por haber separado
voluntariamente a mi hija durante tantas noches, haberla forzado a tomar mamaderas con leche
de fórmula cuando ella no quería ni lo necesitaba, y haberla dejado en brazos extraños para un
acto tan íntimo y delicado como son los primeros baños. Había tenido tanto miedo de que la
separaran de mí y la llevaran a “neo” al nacer… y luego yo reproduje esa misma situación en mi
propia casa. Pero hay algo muy importante que aprendí gracias a Melina Bronfman, con esa frase
del biólogo Humberto Maturana con las que comenzaba su clase: “No cometemos errores,
simplemente no sabemos. Pero ahora que sabemos, no cometamos errores”.
Espero que mis errores me sirvan para aprender a ser mejor madre, persona y profesional, y
que pueda ayudar a muchos padres y madres que estén pasando por las primeras y tan difíciles
semanas, meses y años de la crianza de sus hijos.
Así terminaba este primer texto que escribí para mi página unos años atrás. Hoy, cinco años
después, comprendí que la fisiología no se puede frenar, sucede, y así pude comprobarlo. Y que
todos nuestros errores se pueden reparar.
Las profecías no se cumplieron:
“No duermas con tu bebé o nunca saldrá de tu cama”. Rafi se descolechó a los 4 años por
iniciativa propia.
“Destetá a tu hijo o va a tomar la teta hasta que vaya a la universidad”. O una peor versión,
de boca de un pediatra: “Nunca se va a destetar por su propia voluntad. No va a pasar nunca de la
etapa oral a la etapa anal si no la destetás”. Rafi fue destetada de mutuo acuerdo a los 5 años. La
edad antropológica del destete voluntario se halla entre los 2 años y medio y los 7. Yo sí creo en
el cuerpo humano, en respetar sus necesidades. Creo que si aprendemos a escuchar bien nuestros
cuerpos, estaremos mucho más sanos. Dicho esto, si el niño o la niña sigue pidiendo es porque lo
necesita, ya sea a nivel emocional, nutricional, psicológico o, simplemente, por placer. Ya
llegará el día en que se sacie por completo de la teta, espaciando cada vez más las tomas o
dejando la teta de un momento para otro.
“El control de esfínteres se enseña, aprovechá el verano para que deje los pañales”. Rafi dejó
los pañales sola, sin ninguna intervención, en las vacaciones de invierno, cuando tenía 3 años y 3
meses.
“Se debe dar leche materna hasta los 6 meses, porque después provoca problemas
neurológicos. Es esclavizante para la madre, deja de ser mujer, impide la realización personal;
favorece a que el niño no tenga un buen desempeño social y lo vuelve dependiente”. Acá estoy,
escribiendo un libro después de ser madre, amamantado por casi cinco años, en los cuales estudié
una carrera completa más infinidad de cursos, y trabajando al mismo tiempo. Mi hija está
escolarizada y tiene amigos, primos y familia que ama, y pasa tiempo con ellos sin necesidad de
que yo esté presente.
“No le des teta de noche, dejala llorar un par de días para que puedas dormir bien”. Con toda
sinceridad, este es un consejo netamente cruel (además de conductista) y que no toma en cuenta
en lo absoluto las necesidades del bebé (y de la madre). Dejar llorar a un niño o niña no es nunca
una solución.El conductismo, método para “adiestrar” o “enseñar”, como algunos insisten en
llamar, a dormir a los niños/as es un maltrato, así de simple. En primer lugar, no le estamos
enseñando a dormir, porque eso no hace falta que lo aprendan, ya dormían durante su vida
intrauterina. En segundo lugar, lo que aprende el niño es que, haga lo que haga, mamá no va a
satisfacer sus necesidades, y por un mecanismo de supervivencia, dejará de llamar y de pedir.
Todas las horas que pasa llorando para llegar a eso, a rendirse, a perder las esperanzas, causan
daños en el niño. Numerosos estudios documentan el papel del cortisol (segregado en situaciones
de estrés) en el cerebro en pleno desarrollo.
Por otra parte, una madre que deja llorar a su hijo quedará destrozada internamente, porque
estará actuando en contra de aquello para lo cual está genéticamente programada: atender a su
cría y cuidarla. Probablemente quedará con culpa y estrés, y con sentimientos que contrario a
favorecer el “buen dormir” y el descanso, lo dificultan.
“Si no lo dejás llorar, va a ser un malcriado”. Habilitamos sus espacios de tristeza y/o enojo;
si necesita llorar, la acompañamos (lo mejor que podemos, no somos perfectos ni intentamos
serlo, nuestras sombras salen cuando menos lo esperamos). Pero cuando era bebé, no recurrimos
a dejarla llorar para que “aprenda”, para que “desarrolle sus pulmones” o para que “aprenda a
volver a dormirse sola”.
“No le hagas tanto upa que se acostumbra”. Intentá hacerle upa ahora con 5 años o agarrarla
cuando no tiene ganas… te desafío. En palabras del psicólogo Alberto Soler: “Si queremos
lograr adultos maduros e independientes, tenemos que empezar desde el momento cero,
fomentando la creación de un apego seguro desde el cual nuestros hijos se lancen a la aventura
de explorar el mundo. El desarrollo de este apego seguro es una forma estupenda de favorecer
una elevada autoestima, independencia y buena salud mental en la edad adulta”.
“Ignorá sus berrinches para que no te tome el tiempo”. Rafi tiene berrinches o, mejor dicho,
momentos de frustración o desregulación normales para una niña de su edad; y es respetuosa con
sus padres, sus pares y otros adultos. ¿Nos desafía a veces? Claro que sí. ¿Quiero que sea
absolutamente obediente y no se rebele nunca? ¡Claro que NO! Respeto que tenga su
personalidad y pueda tomar sus decisiones. Mucha gente interpreta como malcriadez que un niño
o niña tenga voz y voto en una familia, que emita y se le pida su opinión en asuntos que le
conciernen y que exprese su disconformidad. ¿Lo es realmente? A mi parecer, no. Yo quiero que
mi hija sepa expresarse, quiero respetar lo que siente, quiero saber lo que piensa y lo tomo en
cuenta. Tiene los mismos derechos que yo. En el caso de una situación de peligro inminente,
puedo guardarme la carta de ser determinante y poner límites claros y firmes. A veces lo
entiende y acata inmediatamente, otras veces ofrece resistencia y es necesario explicarlo varias
veces. ¿Nos tomó el tiempo o es deliberadamente manipuladora? PARA NADA. En estudios con
adolescentes, se ha visto que los que crecen con apego seguro y en un entorno amoroso, tienen
menos ansiedad, sentimientos de rencor hacia los padres y, al contrario de lo que podría
pensarse, son más independientes emocionalmente (para más información, recomiendo consultar
la tesis doctoral del psicólogo Francisco Sanchis: Apego, acontecimientos vitales y depresión en
una muestra de adolescentes).
“Tiene que separarse un poco para que sea más independiente”. En los primeros meses, caí
en esta trampa varias veces por ignorancia; me iba sin avisarle o inventaba salidas para poner
distancia. ¿Funcionó? Todo lo contrario. Hasta que no logramos sanar esa etapa del puerperio en
la que creía que tenía que pasar algunos ratos alejada de mi hija, nos fue muy difícil encontrar
espacios para que la dejara un rato sin que fuera traumático. Una vez reparado esto, con mucha
charla y paciencia, todo fue mejorando, pudimos separarnos ocasionalmente y encontrar espacios
de disfrute para todos independientemente.
“Hay que castigar a los/las niños/as para que cumplan las normas”. No aplicamos ni premios
ni castigos a sus conductas; en nuestra casa hay normas, porque vivir en sociedad significa saber
respetar las normas que nos ayudan a convivir sin molestar a los demás. La diferencia es que
explicamos de forma respetuosa y las veces que sean necesarias, en lugar de tomar el camino
(fácil) del castigo o la represión. Las investigaciones demuestran que si el sistema de respuesta al
estrés tiende a reaccionar en exceso (bebés que lloran solos en la cuna, separaciones tempranas
entre el bebé y su figura de apego, niños y niñas ignorados en sus rabietas durante horas, etc.), el
niño tendrá mucha más tendencia a la depresión, la ansiedad o el comportamiento agresivo en la
edad adulta. Sin embargo, una persona que ha desarrollado sistemas de regulación de la tensión
gracias a un apego seguro en la infancia, es capaz de pensar bajo presión y de superar los
problemas de la vida, y salir reforzada. (1)
La crianza amorosa, con apego seguro y respetando la fisiología, no evita los golpes que te
va a dar la vida, pero sí te da herramientas para superarlos.
1 Bowlby, J. El apego y la pérdida, Paidós Ibérica, Barcelona, 1993.
INTRODUCCIÓN
Los primeros 1000 días
Recuerda: no estás buscando respuestas, estás buscando preguntas.
Margaret Neville
La maternidad, así como muchos procesos fisiológicos, tiene bastante de matemática. Desde
que nuestra primera menstruación se presenta, empezamos a pensar en ciclos de días, luego
medimos el embarazo en semanas y meses, y cuando nace nuestro bebé, en días, meses y años.
Este concepto de los “1000 días” fue elaborado luego de que muchos estudios científicos
demostraran que esta ventana crítica, compuesta por la gestación más los dos primeros años de
vida, es un período clave donde podemos tomar medidas para mejorar significativamente la salud
futura de nuestros hijos. Y al ponerle una ventana de tiempo específica, es un concepto que
convoca a la acción. Tanto en el vientre materno como en su exterogestación (una fase muy
importante para el desarrollo del bebé, que abarca desde su nacimiento hasta que consigue el
desplazamiento autónomo), un bebé es un ser extremadamente delicado, como todos sabemos,
pero aún así, seguimos escuchando desde algunas corrientes que se puede comer de todo (pero
con moderación, ojo). ¿Y a qué madre y a qué padre no le gustaría contar con tácticas para
garantizar más salud y longevidad a su hijo? Tanto en el vientre materno como durante los dos
años siguientes, el organismo del bebé es más sensible a las influencias del ambiente
(alimentación, productos de limpieza y cosmética, polución ambiental, químicos, metales
pesados, tabaquismo y el importante factor emocional), que repercuten en la salud a largo plazo
(2). Hablamos de un período sensible en el que las células, los tejidos y los sistemas están en
plena evolución. El cuerpo tiene mayor plasticidad, es decir, es más moldeable a seguir un
camino u otro. De ahí, la importancia de ciertas intervenciones que, aunque sutiles, son
recomendables y tienen efectos duraderos. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) creó
en 2010, un programa bautizado “1000 Days”, que tiene como objetivo la promoción de la salud
de las madres gestantes y el estímulo de la lactancia, además de otras acciones para combatir la
malnutrición que, se estima, todavía acomete a cerca de 1/3 de la población mundial. Durante
este período de 1000 días, las deficiencias nutricionales pueden alterar el desarrollo
inmunológico, cognitivo y físico, que conlleva a retrasos en el crecimiento y déficit de
aprendizaje. (3)
Los 1000 días son un período de rápido crecimiento y desarrollo: a medida que el cuerpo y
los órganos crecen, se desarrolla el cerebro, el sistema digestivo y el sistema inmune. Es el
momento de la vida donde se alcanza la mayor velocidad de crecimiento, y los nutrientes
ingeridos son fundamentales para facilitar el proceso. Por ejemplo, el tamaño del cerebro de un
niño de 3 años equivale al 85 % del tamaño final del cerebro de un adulto, y su actividad, medida
como consumo de glucosa, es similar a la de un adulto. (4)
El consumo de los nutrientes adecuados es fundamental para facilitar este crecimiento y
desarrollo. Teniendo en cuenta esta ventana crítica de oportunidad para construir una vida larga y
saludable, la nutrición durante este período no solo es importante, sino también determinante.
Este crecimiento y desarrollo cerebral está determinado en gran parte por una buena nutrición,
pero también por la experimentación y la vivencia de experiencias emocionales enriquecedoras.
La nutrición, la salud, la protección y el cuidado en esta etapa, constituyen los nutrientes
esenciales que el cerebro necesita para desarrollarse.
Aunque la ciencia avanza a pasos agigantados y desde el año 2010, se han publicado
numerosos trabajos relacionados, sabemos que son necesarios más y más estudios para aclarar
totalmente los mecanismos involucrados en la regulación y la influencia del ambiente en el
período de los 1000 días. Un trabajo publicado recientemente estudió a personas nacidas durante
el estado de sitio en Leningrado, en la antigua Unión Soviética. (5) Estas personas eran
descendientes de mujeres que habían pasado un largo tiempo de privación de alimentos y
suministros, y los investigadores establecieron una conexión entre la carencia nutricional en el
embarazo y el desarrollo de hipertensión en los hijos con el paso de los años. La falta o el exceso
de ciertos nutrientes durante las etapas críticas del desarrollo (embarazo, lactancia y primera
infancia), tiene consecuencias que se extrapolan en el tiempo y que pueden determinar, por
ejemplo, disfunciones renales o cardiovasculares. (6)
Numerosos estudios internacionales han demostrado que la experiencia humana durante la
primera infancia tiene efectos que perduran durante toda la vida del individuo. Una situación
adversa en la primera infancia se asocia con problemas de salud (física y psíquica) en la vida
adulta, aumento en los índices de depresión, mayor mortalidad, un desempeño social conflictivo,
un menor nivel educativo y hasta obesidad y enfermedades cardíacas. (7) Por el contrario, la
experiencia positiva está asociada a efectos altamente favorables en todas estas dimensiones. Se
trata de una oportunidad irrepetible en cualquier otra etapa de la vida, un momento único que
bien encarado desencadena un desarrollo pleno y saludable. Por eso, el desarrollo infantil es
mucho más que una alimentación adecuada. La estimulación oportuna y el juego son
fundamentales para un correcto desarrollo cognitivo, como también la autonomía para ser
creativos.
Los niños y niñas de 0 a 3 años se desarrollan y aprenden con mayor rapidez cuando,
además, reciben afecto, comprensión, cuidado, estimulación (un medio ambiente enriquecedor) y
atención de la salud. En este sentido, la estimulación no se logra dándole al bebé juguetes caros y
tecnológicos. Los bebés no aprenden viendo videos ni televisión, sino de la interacción con
personas reales, a través del movimiento libre y la experimentación sensorial.
¿Por qué hablo entonces sobre estos temas? Primero, porque como mamá me hubiera gustado
tener esta información antes de gestar. ¿Te hace mejor o peor padre/madre haber hecho todo
esto, o algunas cosas sí y otras no? NO, esto no es una competencia por ver quién hizo mejor las
cosas; como ya les contaré a lo largo del desarrollo de este libro, cometí cientos de errores en la
crianza de mi hija. Pero como profesional, creo que la teoría de los 1000 días bien aplicada tiene
los siguientes efectos prácticos:
Mayor atención a la lactancia.
Mayor atención a la nutrición de la embarazada, concentrándose en la calidad y no tanto en
el aumento de peso.
Mayor apoyo a los programas de difusión sobre hábitos saludables.
Una evolución más detallada sobre las curvas de crecimiento de los recién nacidos y un
mayor cuidado por parte de los pediatras para preservar la lactancia y recetar leches de
fórmula solo en el caso de que sea realmente necesaria.
Entonces, ¿cuáles son los factores que influyen en la salud futura?
La forma de nacimiento y el cuidado durante las primeras etapas de vida. Investigadores
canadienses demostraron que la calidad en la atención de los recién nacidos puede influir en
la salud emocional, con consecuencias en la vida adulta. (8) El equipo de investigación
estudió el comportamiento de madres e hijos en un modelo de ratón, y encontró una
correlación entre las crías que no habían recibido suficientes cuidados maternales al nacer y
el desarrollo de estrés crónico y ansiedad en la vida adulta.
Factores emocionales. Una crianza respetuosa, con amor, con interacción con personas
adultas y otros/as niños/as, y con suficientes estímulos creativos. El reforzamiento de los
vínculos primarios y la reducción de la violencia en la niñez no solo tendrían un impacto
generacional, sino también transgeneracional. Por el contrario, situaciones de abuso o
violencia, o menos dramáticas como un entorno familiar difícil, constituyen para los hijos
un factor de riesgo de depresión, ansiedad, alcoholismo, diabetes y enfermedades cardíacas
en la edad adulta. (9)
Factores ambientales: contaminación, exposición a químicos, pesticidas y productos de
cosmética o limpieza potencialmente tóxicos.
La alimentación de la madre previa a la gestación, durante la gestación y durante la
lactancia.
La alimentación de niños y niñas desde sus primeros días; lactancia e introducción de
sólidos y comidas apropiadas.
Los invito a reflexionar sobre estos temas a lo largo del libro.
2. Agosti, M.; Tandoi, F.; Morlacchi, L.; Bossi, A. (2017). Nutritional and meta- bolic programming during
the first thousand days of life.La pedriatria medica e chirurgica: Medical and surgical pediatrics, 39(2),157.
DOI: 10.4081/pmc.2017.157.
3. Mayneris-Perxachs, J. y Swann, J. R. (2018). Metabolic phenotyping of malnutrition during the first 1000
days of life. European Journal of nutrition. DOI: 10.1007/s00394-018-1679-0.
4. Goyal, M. S.; Iannotti, L. L.; Raichle, M. E. (2018). Brain nutrition: a life span approach. Annual Review of
Nutrition, Vol. 38:381-399. DOI: 10.1146/annurev-nutr-082117-051652.
5. Rotar, O.; Moguchaia, E.; Boyarinova, M.; et ál. (2015). Seventy years after the siege of Leningrad: does
early life famine still affect cardiovascular risk and aging? Journal of Hypertension, 33(9). DOI:
10.1097/HJH.0000000000000640.
6. Brito Alves, J. L. y Costa-Silva, J. H. (2017). Maternal protein malnutri- tion induced-hypertension: new
evidence about the autonomic and respi- ratory dysfunctions and epigenetic mechanisms. Clinical and
Experimental Pharmacology and Physiology. DOI: 10.1111/1440-1681.12892.
7. Widom, C. S.; Czaja, S. J.; Bentley, T.; Johnson, M. S. (2012). A prospec- tive investigation of physical
health outcomes in abused and neglected children; new findings from a 30-year follow-up. American journal
of public health, 102(6):1135-44. DOI: 10.2105/AJPH.2011.300636.
8. Weaver, I. C. G.; Cervoni, N.; Champagne, F. A.; et ál. (2004). Epige- netic programming by maternal
behavior. Nature Neuroscience, 7, pages 847–854. Recuperado de: https://www.nature.com/articles/nn1276
9. Kaliman, P. La ciencia de la meditación: de la mente a los genes, Editorial Kairós, Barcelona, 2017.
CAPÍTULO
UNO
Cómo los primeros nueve meses modelan el resto de la
vida
No somos responsables solo por lo que hacemos, sino también por lo que
dejamos de hacer.
Molière, dramaturgo francés.
Hablemos de genes
Recientemente, la ciencia moderna ha redescubierto lo que las culturas tradicionales han
conocido por cientos de miles de años y es algo llamado la “Teoría de los orígenes del desarrollo,
la salud y la enfermedad” (Developmental Origins of Health and Disease o DOHaD, según sus
siglas en Inglés). En los 80, el investigador británico David J. Barker realizó estudios
epidemiológicos que le permitieron establecer una correlación entre el peso de los bebés al nacer
y la muerte de esos adultos debido a enfermedades cardíacas. (10) Su hipótesis fue que el
ambiente nutricional, hormonal y metabólico proporcionado por la madre, programa
permanentemente la estructura y la fisiología de su descendencia, y no solo nuestra salud al nacer
y durante la infancia, sino también a lo largo de nuestras vidas adultas. La teoría fue propuesta
para explicar una aparente contradicción: a medida que aumentaba la prosperidad británica,
también lo hacía la enfermedad cardíaca. Sin embargo, geográficamente, las tasas más altas de
enfermedades del corazón se encontraron en los lugares más pobres del país. Barker encontró
que el factor predominante para predecir en un individuo la posibilidad de desarrollar una
enfermedad cardíaca prematura (antes de los 65 años), era su peso al nacer; no solamente el
tabaquismo o la dieta alta en grasas, como se creía hasta ese momento. De esta manera, se
demostró que los bebés que pesaban 5,5 libras o menos tenían mayor probabilidad de desarrollar
una enfermedad cardíaca más adelante en la vida.
A partir de esta teoría del origen fetal o neonatal de las enfermedades y de numerosas
investigaciones posteriores se sostiene que, como todos los seres vivos, los seres humanos somos
plásticos, flexibles, y tenemos la capacidad de formar nuevas conexiones en nuestro cerebro. En
consecuencia, somos capaces de adaptarnos a nuestro medio ambiente. Esto significa que durante
el período de desarrollo, los órganos y sistemas de nuestro cuerpo pasan por momentos
realmente críticos. La plasticidad o flexibilidad que tenemos durante la gestación nos permite
obtener lo que podríamos llamar un “pronóstico meteorológico” del ambiente donde viven
nuestras madres, que nos prepara para el mundo en el que vamos a vivir. Si no pudiéramos
adaptarnos, moriríamos. Hay un período crítico —temprano— en la vida donde esa adaptación
sucede, y una vez que pasa, nos volvemos menos “plásticos” y somos menos capaces de
adaptarnos. (11)
Para los seres humanos, ese período crítico, cuando un sistema es plástico y sensible a su
ambiente, ocurre en el útero. Esto tiene sentido en términos evolutivos. Permite la producción de
fenotipos genéticos que nos hacen más adecuados al medio ambiente en el que probablemente
nos encontraremos después de nacer. De hecho, investigaciones recientes sugieren una poderosa
influencia en la salud de toda la vida: el estado nutricional de nuestra madre durante -e incluso
antes- de su embarazo. (12) Los investigadores ahora creen que esos nueve meses son el período
con más consecuencias para el resto de nuestras vidas, influyendo permanentemente en el
cableado del cerebro y en la función de órganos como el corazón, el hígado y el páncreas.
También sugieren que las condiciones que encontramos en el útero forman todo: desde nuestra
susceptibilidad a la enfermedad, nuestro apetito y metabolismo, hasta nuestra inteligencia y
temperamento. Por ejemplo, si el estado nutricional de la madre es pobre durante el embarazo, el
feto podría desarrollar adaptaciones metabólicas compensatorias que le permitirían almacenar
más calorías (la hipótesis del “fenotipo ahorrativo”). (13) Esto actuaría como un mecanismo de
protección para aumentar las posibilidades de supervivencia de ese feto en un ambiente con
escasas calorías. De hecho, se cree que cuando la madre está mal alimentada, envía señales a su
bebé por nacer sobre las condiciones adversas del medio ambiente en el que está a punto de
entrar.
Existen publicaciones que demuestran una asociación importante entre la condición
nutricional materna y la presencia a corto plazo de restricción de crecimiento intrauterino
(RCIU). Además, existe una correlación a largo plazo de aparición de algunas enfermedades
cardiovasculares, diabetes y estados hipertensivos. (14) Por ejemplo: si un bebé fue gestado por
una madre con un estado nutricional subóptimo y fue programado para vivir en condiciones
caracterizadas por escasez nutricional, cuando nace y se encuentra en un entorno con abundante
energía disponible, se incrementa el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y enfermedades
cardiovasculares. En los últimos veinticinco años, la obra original de Barker se ha reproducido y
ampliado. Haciendo una búsqueda rápida de publicaciones científicas en PubMed.org,
encontramos referencias a los orígenes del cáncer, enfermedades cardíacas, alergias, asma,
enfermedades autoinmunes, diabetes, obesidad, enfermedades mentales y degenerativas como
artritis, osteoporosis, demencia y Alzheimer en la etapa gestacional. Gracias a estos estudios, se
ha propuesto el concepto de “programación metabólica”, es decir, que el ambiente gestacional
imprime efectos permanentes en la estructura anatómica, en la fisiología y en el metabolismo a lo
largo de la vida. Con el avance del tiempo, los científicos pasaron a creer en la idea de que es
posible intervenir y modificar esa trayectoria, o sea, nada es tan definitivo. Por ello, la expresión
“programación metabólica” fue sustituida por “Teoría de los orígenes del desarrollo, la salud y la
enfermedad”. Esta nueva mirada trae cierto alivio para quien, por ejemplo, no planificó el
embarazo y tiene exceso de peso, o no pudo amamantar al bebé, por ejemplo. Hoy sabemos que
esa ventana de oportunidades está bien abierta hasta los 2 años de vida al menos, y en
consecuencia, podemos seguir haciendo ajustes durante este período e incluso luego. Siempre
estamos a tiempo de mejorar nuestros hábitos y los de nuestra familia.
El concepto de “salud génica” es simple: los genes funcionan bien hasta que se los molesta.
Las fuerzas externas que alteran el flujo y reflujo normal de la función genética se dividen en dos
grandes categorías: toxinas y desequilibrios de nutrientes. Las toxinas son compuestos dañinos
que podemos comer, beber o respirar, o incluso fabricar internamente cuando experimentamos
un estrés excesivo. Los desequilibrios de nutrientes, generalmente, se deben a deficiencias: falta
de vitaminas, minerales, ácidos grasos u otras materias primas necesarias para hacer funcionar
nuestras células. Es posible que no tengas control sobre la calidad del aire que respirás o que no
puedas abandonar tu trabajo para reducir el estrés. Ni que hayas podido elegir de qué madre
nacer, ni cómo nacer. Pero sí tenés control sobre cuál puede ser la clase más poderosa de factores
reguladores de genes: la comida.
Culpamos a la genética de las enfermedades modernas cuando la nutrición y el estilo de vida
pueden prender o apagar las expresiones de los genes. No podemos modificar la expresión
epigenética de generaciones anteriores, pero el futuro está en nuestras manos. Si lo podemos
hacer desde un lugar tan cotidiano como la comida y las elecciones de vida, ¿por qué no
intentarlo?
Como alguien que trabaja con familias, bebés y niños/as durante el embarazo y sus primeros
años de vida, y como madre de una niña también en sus primeros años, he podido presenciar,
acompañar y vivir lo que muchas veces se desestima: la importancia de la alimentación en todas
estas etapas. Muchas familias comienzan a interesarse en estos temas cuando los bebés
demuestran señales de que algo no está funcionando bien en su sistema digestivo (cólicos,
reflujo, llanto inconsolable, alergias alimentarias, eczema, dermatitis, etc.), o cuando inician la
alimentación complementaria. Los padres/madres se encuentran con el deseo de querer alimentar
a sus niños/as con comidas saludables, pero ellos mismos no lo hacen y no saben por dónde
empezar. Nunca es tarde para mejorar tus hábitos, pero nunca es demasiado temprano, cuanto
antes puedas comenzar, mejor.
Numerosos factores determinan nuestra salud como adultos, incluyendo la nutrición, el
ejercicio, el estilo de vida, la genética (heredada de nuestros padres) y la epigenética. El prefijo
“epi” proviene del griego y significa “por encima de”, por lo tanto, la epigenética es un
mecanismo biológico que no reemplaza a la genética, sino que la complementa para regular
diferentes procesos biológicos en respuesta a cambios del entorno, como la alimentación, el
ambiente, el trauma, etc. Se trata de un conjunto de mecanismos que posee una célula para
encender o apagar la expresión de determinados genes de forma dinámica, heredable y
potencialmente reversible, sin alterar la secuencia genética. Tus genes son secciones dentro de
una molécula llamada ADN (ácido desoxirribonucleico), que se localiza en el núcleo de todas las
células de tu cuerpo. Lo que diferencia a cada célula en particular es qué genes están encendidos
y cuáles apagados en un determinado momento. Esto determina que una célula neuronal sea
fisiológica y morfológicamente diferente de una célula epidérmica, por ejemplo. El ADN,
además de contener genes, posee secuencias llamadas “no codificantes” (que no codifican
ningún gen), cuya función se desconocía. En los últimos años, se ha descubierto que poseen un
rol regulatorio, básicamente son las que favorecen que unos genes estén activos y otros no en una
determinada condición.
A mediados de la década de 1980, los avances tecnológicos permitieron que un grupo de
científicos lograsen codificar el genoma humano completo, básicamente leer y publicar la
secuencia completa de todo nuestro ADN. Este proyecto denominado “Proyecto Genoma
Humano” fue anunciado como la herramienta para solucionar todas las enfermedades de origen
genético, revolucionando la forma en que se practicaba la medicina. Los biólogos moleculares
que revelaron el genoma humano describieron nuestros cromosomas como trozos de información
estáticos y relativamente fáciles de manipular, pero unos pocos años después, un nuevo campo
de la ciencia llamado “epigenética”, comenzó a tomar fuerza, a cuestionar y reinterpretar
aquellos conceptos.
La epigenética nos ayuda a comprender que el genoma se asemeja más a un ser vivo y
dinámico: crece, aprende y se adapta constantemente. Es posible que hayas escuchado que la
mayoría de las enfermedades se deben a mutaciones aleatorias o genes “malos”. En muchos
casos es acertado, pero en la gran mayoría, la epigenética a través de la regulación de la
expresión génica juega un rol fundamental. Si necesitás anteojos, padecés cáncer o envejecés
más rápido de lo que deberías, es muy posible que tengas genes perfectamente normales. Lo que
salió mal es cómo funcionan, o dicho de otra manera, en qué momento o de qué manera se
encienden o apagan estos genes. Tomando como ejemplo la película Happy Feet, si el huevo que
se suponía que tenía que ser incubado de cierta manera y su destino fue cambiado, en vez de
tener un pingüino cantante como su genética lo dictaba, los cambios durante su gestación lo
convirtieron en un pingüino bailarín. Estos cambios en la expresión de nuestros genes pueden
causar características únicas inofensivas o enfermedades.
Así como podemos enfermarnos cuando no cuidamos de nosotros mismos, también lo hacen
nuestros genes. Antes de esos estudios, lo que se presumía era que el perfil genético heredado de
los padres funcionaba como una sentencia. Nuestra historia comienza cuando los gametos del
padre y de la madre se encuentran. Esta unión proveerá las piezas que resulten en el ADN del
hijo; en otras palabras, el material genético de la madre y del padre se juntan para formar un
nuevo ser humano. Este se guardará en el núcleo de cada célula que va a componer ese nuevo
organismo. Todas nuestras unidades celulares estén en la piel, en el hígado o en el cerebro, y
comparten el mismo código genético. Lo que diferencia unas de otras es la manera como se da la
expresión de ciertos genes. Es decir, en qué momento estos genes se leen y generan proteínas, y
se organizan para formar células, tejidos y órganos que formarán nuestro cuerpo. Gracias a este
proceso es que los hepatocitos, las células del hígado, se comportan de un modo totalmente
diferente al de las neuronas o de las células de la dermis, por ejemplo. Para que el cuerpo
funcione, los genes disparan órdenes que comandan la producción de proteínas específicas, y son
ellas las que, digamos, ponen la mano en la masa. Este complejo proceso bioquímico ocurre
todos los días sin parar, y en la fase de constitución del feto, es aún más acelerado. De ahí la
oportunidad de esta ventana única en ese período, así como en los primeros dos años de vida del
bebé. Las pruebas compiladas por miles de investigadores epigenéticos de todo el mundo
sugieren que la mayoría de los problemas médicos de las personas provienen de una
combinación de mutaciones heredadas y de factores ambientales dañinos que fuerzan a los
buenos genes a comportarse mal, encendiéndolos y apagándolos en el momento equivocado. Y
así, los genes que una vez fueron saludables pueden, en cualquier momento de nuestras vidas,
comenzar a actuar enfermos. Los factores ambientales que controlan qué tan bien están
funcionando nuestros genes varían minuto a minuto, y cada una de sus células reacciona de
manera diferente. Entonces podés imaginarte lo complejo que es el sistema. Es esta complejidad
lo que hace imposible predecir si un fumador determinado desarrollará cáncer de pulmón, cáncer
de colon o ningún cáncer en absoluto. La modulación epigenética es tan elaborada y tan
dinámica que es poco probable que alguna vez desarrollemos una solución tecnológica para la
mayoría de lo que nos aqueja. Hasta ahora, quizás parece que la epigenética es una mala noticia.
Pero, en última instancia, nos está mostrando que la lotería genética no es aleatoria. Aunque
algunos detalles pueden eludir para siempre a la ciencia, la conclusión es clara: controlamos la
salud de nuestros genes.
¿Pero entonces qué tienen que ver los genes con el asado? Pregunten a veinte personas qué es
comer sano y les van a dar veinte respuestas diferentes. Actualmente, las dietas más populares
incluyen alimentos industrializados y light, y productos símil alimentos con fama de no ser
demasiado ricos; por lo que comer bien se ha ganado una fama de poco placentero. Muchas
personas tienen las mejores intenciones al elegir sus alimentos por lo que los paquetes anuncian,
cuentan calorías y se obsesionan por aprender todo sobre “macro” y “micro” nutrientes. Incluso
compran todos los alimentos en dietéticas supuestamente saludables, con paquetes que dicen ser
integrales u orgánicos, y sin embargo, no resisten un mínimo análisis de sus etiquetas. Antes de
hacer cambios profundos en mis hábitos y de informarme, estaba convencida de que hacíamos
elecciones saludables en nuestra casa: comprábamos productos integrales o con paquetes que
anunciaban tener ingredientes naturales, pero que en realidad eran ultraprocesados y para nada
saludables, y peor aún, ni siquiera eran sabrosos.
Qué pasa si nos remontamos mucho más atrás en nuestra historia evolutiva y vemos cómo
era la alimentación de las culturas ancestrales, donde los índices de enfermedades crónicas y
degenerativas no eran los que vemos ahora. ¿Alguna vez se preguntaron por qué actualmente hay
tantos casos de cáncer, diabetes, enfermedades autoinmunes, etc.?
Analicemos la infraestructura de la dieta humana, ya que a lo largo de la historia, las
personas han usado la nutrición para proteger su propia salud y para tener hijos sanos y fuertes.
En otras palabras, utilizaron la dieta para diseñar sus cuerpos. La mayoría de nosotros,
probablemente, tiene algo que quisiera cambiar sobre la forma en que nos vemos y sentimos, o
sobre un problema de salud del que nos gustaría librarnos. ¿Qué pasaría si supieran cómo usar la
comida para mejorar el cuerpo a nivel genético? Cualquier mejora que alguna vez hayan deseado
para su cuerpo o su salud provendría de la optimización de la función genética.
Los investigadores epigenéticos estudian cómo nuestros propios genes reaccionan a nuestro
comportamiento, y han descubierto que casi todo lo que comemos, pensamos, respiramos o
hacemos puede, directa o indirectamente, derramarse hasta tocar el gen y afectar su rendimiento
de alguna manera. Estos efectos se trasladan a la próxima generación, donde además se pueden
ampliar. En experimentos de laboratorio, los investigadores han demostrado que simplemente
alimentando ratones con diferentes mezclas de vitaminas logran cambiar el peso adulto de la
próxima generación y la susceptibilidad a la enfermedad, y estos nuevos desarrollos pueden
transmitirse nuevamente a los nietos. (15) Este efecto se denomina “transmisión epigenética
multigeneracional”, y se da cuando un factor del entorno que incide sobre una mujer
embarazada, deja marcas epigenéticas que se transmiten de generación en generación. El
fenómeno de transmisión generacional también ocurre por vía paterna. Se ha descubierto, por
ejemplo, que en espermatozoides de hombres obesos hay factores epigenéticos capaces de ser
transmitidos y que desencadenarían alteraciones metabólicas. (16)
Parece que subestimamos groseramente la máxima “Somos lo que comemos”: no solo lo que
comemos nos afecta a nivel genético, sino que nuestros cuerpos han sido esculpidos, en parte,
por las comidas que nuestros padres y abuelos comieron (o no consumieron).
¿Somos lo que nuestras abuelas comieron?
Hoy nos planteamos pensar en los alimentos como un tipo de combustible, una fuente de calorías
y un transporte de vitaminas que ayudan a prevenir enfermedades. Antiguamente, la comida real
era lo único que se podía comer, pero hoy en día, hay muchas otras sustancias comestibles
semejantes a alimentos en el supermercado. Estos nuevos productos de la industria de los
alimentos, a menudo vienen en paquetes llenos de carteles con sus supuestas propiedades
saludables. Y nos solemos guiar por las etiquetas y los mensajes de esa industria, y no por
nuestra intuición e instinto. En contraste, los pueblos antiguos entendían que la comida era algo
sagrado, y comer era un acto santificado. Sus canciones y oraciones reflejan la creencia de que al
consumir alimentos, cada uno de nosotros entra en contacto con la gran red de vida
interconectada. Para mi sorpresa, en una clase de la carrera de Medicina Tradicional China
(MTC), mi profesor habló sobre el concepto de “esencia prenatal” y “esencia posnatal” en MTC,
y cómo estas esencias se empiezan a agotar o modificar si se maltratan con el estilo de vida y la
alimentación. Me sorprendió que este concepto tan antiguo se asemejara tanto a las teorías
actuales sobre epigenética. Como vimos, nuestros genes toman sus decisiones cotidianas en base
a la información química que reciben de los alimentos que comemos, información codificada en
nuestros alimentos y transportada desde su fuente original, un microambiente de tierra o mar. En
ese sentido, la comida es menos como un combustible y más como un lenguaje que transmite
información del mundo exterior. Esa información programa tus genes, para bien o para mal. Los
ganadores de la lotería genética de hoy en día son aquellas personas que heredaron genes sanos y
bien programados, en virtud de la capacidad de sus antepasados de conectarse correctamente con
esa corriente de información química. Si deseás ayudar a que tus genes se vuelvan sanos,
también debés conectarte.
Hoy somos menos saludables que nuestros antepasados, a pesar de alardear de tener una
mayor esperanza de vida. Esto se debe, en parte, a que a mediados del siglo pasado, la ciencia
convenció a las personas de que comer saludable era comer comida relativamente insípida. La
industria de la alimentación tomó este mensaje y nos bombardeó con productos que si bien
prometían ser bajos en grasa (el enemigo número uno del último siglo), estaban llenos de
aditivos que le daban palatabilidad (azúcar o edulcorantes sintéticos).
La dieta humana óptima está repleta de nutrición y sabor. Al ignorar las tradiciones
culinarias, nos hemos predispuesto al daño genético.
En los paradigmas convencionales de la medicina, no hay mucha conciencia acerca de cuán
importante es la nutrición para la fertilidad, el embarazo y la lactancia, o hay una idea
equivocada de qué tipo de alimentación es la adecuada en estas etapas. Ahora bien, si nos
fijamos en las culturas tradicionales, vemos que casi todas ellas tienen alimentos sagrados de
fertilidad: carnes de órganos, yemas de huevo, productos lácteos crudos, vegetales fermentados y
pescados; alimentos extremadamente densos desde la nutrición. Darles estos alimentos a las
futuras madres, e incluso a los futuros padres, era muy importante. Un buen ejemplo es la tribu
de los masáis en África, donde solo permitían que las parejas se casaran después de haber pasado
seis meses consumiendo leche de vacas que pastaban en épocas húmedas del año, que es cuando
el pasto está más verde y el contenido de nutrientes de la leche es muy alto (leche muy distinta a
la que actualmente se puede conseguir en supermercados, que ha pasado por procesos de
industrialización). Desafortunadamente, esta sabiduría tradicional se ha perdido en gran medida
en el mundo moderno. El papel de la nutrición durante la preconcepción apenas se menciona en
los medios de comunicación o en la medicina tradicional. Sin embargo, la dieta de una madre
antes de la concepción, durante el embarazo y en la lactancia, puede ser uno de los factores más
importantes en la determinación de la salud de toda la vida de su bebé. Otro problema es que
muchas mujeres (comprensiblemente) están confundidas acerca de lo que constituye una
nutrición adecuada durante el período de preconcepción, embarazo y lactancia. Hay mucha
información contradictoria por ahí, y a veces resulta difícil saber en qué creer y en quién confiar.
¿Qué es la alimentación evolutiva?
Esto es solo un comienzo, una razón importante para estar muy atento a la alimentación antes de
la concepción, en el embarazo y durante el período de lactancia, porque tiene un efecto muy
profundo no solo en la salud de la mamá y también en la salud del bebé. No solo para la primera
infancia, sino también para el resto de su vida. Es fundamental comenzar a hacer cambios en
nuestros hábitos alimenticios lo antes posible durante nuestra vida reproductiva (actualmente, se
recomienda iniciar la enseñanza de hábitos saludables en la niñez y promover la educación, en
especial, de los adolescentes), ya que es un continuum que comienza con la fertilidad, sigue con
el embarazo y luego durante la lactancia. Para después, poder acompañar al bebé en el comienzo
de su alimentación complementaria saludable. Se hace mucho más fácil si ese bebé estuvo
expuesto a distintos sabores presentes en el líquido amniótico y en la leche materna. Además del
factor de imitación, si ve a sus padres comer comidas variadas y nutritivas, y no chatarra, va a
aprender a hacer lo mismo.
Entonces, ¿qué comemos? La respuesta es simple: comida real. Mi definición de “comida
real” está basada en evidencia científica, pero no es mi intención que esté llena de tecnicismos,
sino que sea memorable: la comida real es antigua y es tradicional.
“Antigua” quiere decir que comemos estos alimentos desde hace muchos miles de años. Son
alimentos antiguos: pescados, carnes (músculo y órganos), verduras, frutas, huevos, lácteos,
vegetales frescos y fermentados. La manteca, por ejemplo, es más reciente en nuestra historia (no
está muy claro cuándo empezó la agricultura y la ganadería, pero podría ser entre 10.000 y
40.000 años atrás). En contraste, la margarina (aceite vegetal hidrogenado o aceites
interesterificados hechos sólidos y teñidos de amarillo para que se parezca a la manteca) es un
invento moderno, no es una comida real; las grasas tradicionales (aceite de oliva o de coco,
frutos secos, paltas) sí lo son.
“Tradicional” significa que la preparamos como ya lo hicieron muchas generaciones en casa,
y con materias primas, no con productos que vienen en cajitas o bolsas de supermercado. De la
manera que solemos comerla a lo largo de nuestra historia. Es mucho más simple de lo que
parece. Una naranja es un alimento tradicional, un jugo pasteurizado y lleno de aditivos (como el
JMAF, jarabe de maíz alto en fructosa), conservantes, realzadores de sabor y emulsionantes, no
lo es. Los productos industrializados son bajos en nutrientes y en fibra, y altos en azúcares,
calorías vacías y grasas trans que alteran el microbioma intestinal.
“Sos lo que comés”: lo que comés va hacia los bloques fundamentales de cada célula, tejido
y órgano de tu cuerpo. Así que si sufrís de mala salud, es señal de que tu cuerpo está fallando a
nivel celular, no está recibiendo la nutrición adecuada para formar células y tejidos sanos.
Dieta mediterránea, Paleo, Primal, Weston A. Price y Whole 30: estos estilos de vida no son
dietas; la palabra “dieta” suena a algo que tiene un principio y un fin. Aprender a nutrirnos con
los alimentos que le corresponden a nuestra especie es una herramienta para el resto de nuestros
días. La alimentación Paleo o Primal entra dentro de las corrientes de alimentación evolutiva. Tal
vez ya han escuchado algo sobre esto y pensarán: “Ah, ¿es esa dieta donde comen como
cavernícolas?”. Suena a un título de dieta de moda pasajera, como supo ser en otras épocas la de
la luna o la de la sopa, pero confíen en mí: no lo es.
Esta escuela de pensamiento nutricional nos aconseja comer las mismas comidas que la gente
comió en el pasado porque, después de todo, así es como llegamos hasta aquí. De esta forma es
como estamos diseñados para comer.
La epigenética proporciona el respaldo científico al tener evidencia molecular de que somos
quienes somos y evolucionamos, en gran parte, debido a los alimentos que nuestros antepasados
comieron. Pero como los genes saludables, al igual que las personas sanas, pueden funcionar
bien en condiciones difíciles durante un período finito de tiempo, en efecto, hay un retraso en el
sistema. Dado que los investigadores nutricionales no preguntan a los participantes de un estudio
qué comieron sus padres, las conclusiones extraídas de esos estudios se basan en datos
incompletos. Una dieta pobre parece saludable si se la estudia durante un período de veinticuatro
horas. Una dieta ligeramente mejor puede parecer exitosa por meses o incluso años. Sin
embargo, solo las dietas más completas proporcionan salud generación tras generación.
En los últimos 200.000 años, los seres humanos se han adaptado a vivir a base de plantas y
carnes de la tierra y el mar. La agricultura apareció en la escena apenas hace 10.000 años, una
pequeña fracción de tiempo en términos evolutivos. Simplemente no ha habido suficiente tiempo
y presión evolutiva para que los humanos se adapten por completo a comer alimentos
“modernos” como: trigo, azúcar, aceites vegetales con muchísimos procesos químicos y otros
productos “neolíticos” de consumo, símil alimentos (todo lo que encontramos en el
supermercado empaquetado: procesados y ultraprocesados). No es una coincidencia que muchas
enfermedades de la civilización —incluyendo autoinmunes, cardiovasculares, diabetes tipo 2 y la
epidemia de obesidad— hayan aparecido en la historia de la mano de la industrialización de
nuestros alimentos. Es por esta razón que los estilos de alimentación evolutivos enfatizan un
retorno a las costumbres ancestrales para comer.
Aunque muchos dan fe de que la vida era mucho más corta en el paleolítico, es cierto que
muchas culturas primitivas, como los georgianos rusos, los hunos paquistaníes y los ecuatorianos
de Vilcabamba, tenían octo, nono e incluso centenarios sanos entre sus habitantes. Alguna vez se
creyó que el cáncer y la diabetes se desarrollaron solo porque el “hombre moderno” estaba
viviendo más tiempo. Sin embargo, desde entonces hemos aprendido que estas no son solo
enfermedades de “aparición en la edad adulta”, sino que son enfermedades de la
industrialización, ya que ahora incluso nuestros niños las sufren cada vez más. Todos los padres
desean que sus hijos/as tengan una salud óptima. Pero hoy tenemos más que temer en términos
de salud pediátrica que hace solo dos o tres generaciones. De hecho, cuando sus bisabuelos
daban a luz a sus abuelos, el público en general nunca había oído hablar del autismo, la
enfermedad celíaca era increíblemente rara y las alergias alimentarias eran algo que no se
escuchaba. El cáncer, la diabetes tipo 2, la enfermedad cardíaca, la artritis y la obesidad, eran
enfermedades de los ancianos. Hace solo unas pocas generaciones, los niños y las niñas, en
general, eran sanos, fuertes y robustos.
Vemos que la salud de los niños y las niñas empeora con cada generación. Esto es
¡inaceptable! Muchas de las condiciones que enfrentan hoy en día son nuevas y, por lo tanto, son
problemas por los que los padres ya no pueden recurrir a la sabiduría de las madres o abuelas.
Los padres están recurriendo a otros padres en grupos de apoyo y se están convirtiendo en
investigadores, analistas y especialistas metabólicos en búsqueda de ayuda para sus hijos e hijas.
Reconocemos las siguientes enfermedades como afecciones crónicas de la infancia
contemporánea: trastornos del espectro autista, alergias, eczema, asma, trastornos por déficit de
atención, incapacidades del aprendizaje, trastornos del dolor recurrentes (dolor de cabeza,
abdominal, en las articulaciones), y trastornos emocionales, del humor y del comportamiento.
Todo se reduce a esto: la mala salud proviene, en gran medida, de los malos hábitos. Los
niños y las niñas desnutridos/as son más vulnerables a las infecciones, son más susceptibles a las
toxinas y al cáncer, y es más probable que desarrollen problemas de aprendizaje, atención y
comportamiento. De hecho, estas condiciones crónicas eran tan raras en las culturas
preindustrializadas que a menudo se las llaman “enfermedades de la civilización”. Esto es
significativo. Las investigaciones corroboran que cuando modernizamos e “industrializamos”
nuestros alimentos (y nuestro medio ambiente), recibimos “enfermedades de la civilización”
nuevas con cada generación. Esto es muy importante cuando consideramos con qué alimentar a
nuestros bebés, porque la comida es el componente “ambiental” más importante de su vida. La
dieta puede tener un impacto positivo en la salud y el desarrollo del bebé, o puede ser un gran
perjuicio.
Si estás leyendo este libro, sabemos que deseás más para tu hijo/a de lo que prometen las
estadísticas de hoy. Estás tomando el control del destino de la salud de tu hijo. La comida es una
de las herramientas más poderosas que debés proteger y preservar para garantizar la salud y el
bienestar de tu bebé. Pero hay algo a tener en cuenta: no se trata de imitar la vida y la
alimentación del hombre paleolítico estrictamente. Sí, quizás algunos paleo estrictos pueden
intentarlo, pero no hay una alimentación “talle único” que le vaya a todos por igual. Algunos
eligen una dieta superbaja en carbohidratos, otros son felices con una papa o arroz
ocasionalmente, hay personas que no imaginan la vida sin algo de lácteos y otras jamás se
acercarían a un poco de manteca. Por el contrario, mi objetivo es utilizar conocimientos de la
biología evolutiva y principios de salud ancestrales para informar un enfoque moderno de la
nutrición. Creo que, en última instancia, Paleo es más una filosofía y un enfoque de la
alimentación que se centra en la calidad de los alimentos, en lugar de quedar atrapados en los
detalles de las diferentes categorías de alimentos.
Si bien hay diferencias entre las distintas corrientes de la alimentación evolutiva, recordemos
lo que sí tienen en común:
1. Priorizar alimentos no procesados ni industrializados, con alta densidad nutricional, como
verduras, carne, pollo, pescado, mariscos, huevos y algo de fruta fresca y frutos secos.
2. Evitar alimentos que sean perjudiciales para la salud. Especialmente si son consumidos a
diario, aquellos que producen inflamación y alteran nuestro metabolismo, sistema digestivo
e inmune. Por ejemplo: granos y cereales ultrarrefinados, legumbres mal procesadas, azúcar
y aceites vegetales refinados (maíz, girasol, canola, etc.).
Pasar a una alimentación basada en alimentos reales, alejada de la inmediatez y aparente
simpleza de lo industrializado, puede sonar complicado, pero es todo lo contrario: las comidas
son simples y fáciles de preparar, se utilizan materias primas y no productos (que suelen ser
mucho más caros). Y es importante recordar que no se trata de sentir hambre, de tener que contar
más calorías o de balancear macronutrientes. No es específicamente una dieta para perder peso;
sin embargo, al eliminar los alimentos ultraprocesados, el azúcar y el exceso de granos y
cereales, y al consumir alimentos deliciosos como vegetales y carnes acompañados de grasas
saludables (aceite de oliva o de coco, manteca biodinámica, ghee o grasa animal como la de
cerdo), no solo se van a sentir satisfechos, sino que van a mejorar su salud general, e incluso, su
humor y energía.
Si bien contamos con evidencia y estudios científicos y antropológicos, es difícil poder
comprobar exactamente qué comían nuestros antepasados millones de años atrás (y sería muy
necio intentar reproducir ese estilo de vida viviendo en un ambiente urbano) o cómo preparaban
la comida. Afortunadamente, no tenemos que depender de la prehistoria o de las conjeturas de
algunos autores. Existe una fuente de información mucho más rica disponible para nosotros y se
llama “tradición culinaria ancestral”: cocina auténtica y autóctona de cada región. Por
“auténtico” no estoy hablando de la traducción americanizada de la dieta mediterránea, japonesa
o china, ni de la gastronomía molecular moderna o de la comida gourmet. La cocina auténtica a
la que me refiero es de la que están hechos los mejores recuerdos. Ese guiso con osobuco que te
hacía tu abuela, la sopa que dejaba por horas sobre la cocina tu mamá, ese plato que pasó de
generación en generación en tu familia, o el más simple bife con puré pero con ese toque especial
que le dan en tu casa. Es esa combinación de ingredientes y habilidades que permiten a las
familias de las comunidades rurales más pobres del mundo crear comidas deliciosas con lo que
haya disponible. De las cocciones con ingredientes más baratos, han surgido platos deliciosos
debido al amor y la atención que se pone en su cocción. No necesitás estudiar demasiado ni leer
miles de libros de antropología para saber cuáles son estos platos tradicionales, basta
simplemente con viajar, ponerte en contacto con los mayores de tu familia o ver, por ejemplo, el
programa de Anthony Bourdain, en el que el chef americano viajaba por infinidad de países
comiendo en los lugares menos turísticos, platos tradicionales y con años de historia, preparados
de la manera más simple posible.
¿Qué tienen en común los platos tradicionales que podemos ver en la mayoría de las
culturas? En todos vemos una matriz alimentaria similar: verduras + frutas, a veces proteínas
animales, a veces cereales fermentados, y siempre acompañado de grasas.
Citando a Michael Pollan: “La cocina cargada de sentido que hemos conocido a través de
nuestras madres y abuelas es cultura, no algo que se improvise, es el resultado de mucho trabajo,
de muchos, en muchas partes y durante mucho tiempo, una sabia elección de qué comer y cómo
combinarlo, prepararlo”.
Muchas veces escuchamos: “¡Pero mi abuelita/o comía pan y pastas todo el tiempo y vivió
hasta los 100 años!”. Tengamos en cuenta que la producción agrícola no era la misma que ahora,
no se usaban las mismas técnicas en las plantaciones, ni tampoco las mismas tradiciones para
cocinar. Probablemente, esa abuelita, además del pancito, se crio comiendo guisos o sopas de
verduras sin agrotóxicos, ingería grasas saludables (antes de la introducción de los aceites
vegetales al mercado, por ejemplo, se consumía manteca verdadera, no margarina ni otros aceites
vegetales hidrogenados en envases plásticos), su mamá no desinfectaba toda superficie con
productos que prometen matar el 99.9 % de las bacterias, no vivía cerca de antenas, ni dormía
con por lo menos quince señales de wifi atravesando sus paredes. Y si de pan y pastas hablamos,
probablemente la abuelita no comía el pan de la bolsita del supermercado, fabricado en una
planta de elaboración en tiempos exprés.
Muchas culturas preindustrializadas tenían ciertos alimentos indígenas sagrados; la ciencia
demuestra que son particularmente nutritivos. De alguna manera, este conocimiento se ha
desvanecido lentamente, mientras que los alimentos procesados han tomado el centro del
escenario. Incluso tan recientemente como cuando nuestros padres eran pequeños, ellos tenían
mucha menos exposición tóxica. No había alimentos genéticamente modificados ni jarabe de
maíz de alta fructosa; tenían menos pesticidas y menos antibióticos para los animales que comían
(y para ellos mismos); no tenían bromo en el pan; había menos radiación en el cielo y menos
productos químicos en la piel; no existían los teléfonos celulares, el wifi, ni las computadoras
portátiles. Y contaban con mucha más exposición al sol y ejercicio diario. Sus dietas eran más
frescas, más locales, más puras, menos procesadas y sustancialmente más nutritivas. La sabiduría
tradicional, transmitida a través de innumerables generaciones, dirigía a los padres a alimentar a
sus bebés con los alimentos disponibles más ricos en nutrientes, que incluían: carne, grasa y
órganos de aves de corral (incluidos patos y gansos), carnes rojas (incluyendo cordero y caza
silvestre), pescados y mariscos. Los huevos, la leche, los productos lácteos crudos, los caldos de
huesos e incluso los insectos, también se encontraban comúnmente en las dietas
preindustrializadas. Estos alimentos fueron acompañados por frutas selectas de temporada,
vegetales, nueces, semillas y, en ocasiones, granos y frijoles especialmente preparados.
Es hora de alimentar a nuestros hijos e hijas de manera diferente al estándar actual, de dejar
de confiar en los novedosos productos como los alimentos de la industrialización y volver a los
alimentos más naturales de los pueblos preindustrializados, que hicieron un mejor trabajo al
mantener saludables a los niños de nuestros antepasados.
Lecciones que nos dejó el Dr. Weston A. Price
Uno de los estudios fundamentales sobre poblaciones ancestrales sanas fue el realizado por
el Dr. Weston A. Price, un dentista de Cleveland. Durante la década de 1920, viajó a cientos
de lugares en todo el mundo para estudiar poblaciones indígenas que continuaban con las
dietas de sus ancestros. Los lugares estudiados estaban localizados desde los Alpes suizos
hasta las montañas de los Andes en Perú, múltiples ubicaciones en África, las islas de la
Polinesia, el Ártico y Australia. Como dentista, el interés del Dr. Price era la salud oral, y se
sorprendió al encontrar una notable ausencia de caries y problemas dentales, como así
también de enfermedades crónicas y degenerativas en las poblaciones que visitó. A pesar
del hecho de que ninguno de los pobladores se cepillaba los dientes o parecía
particularmente preocupado por su higiene dental. Esto lo llevó a creer que la salud dental
estaba mucho más ligada a la nutrición que a la higiene.
El Dr. Price realizó su investigación durante una era en la que los alimentos procesados
modernos se estaban introduciendo en todo el mundo. En una población tras otra, pudo
proporcionar documentación aleccionadora acerca de cómo el cambio de una dieta
tradicional a una dieta moderna conduciría a la aparición de caries dentales, cambios
negativos en la estructura facial, inmunidad deprimida y otros problemas médicos. ¿Qué
podemos aprender sobre nutrición de estas poblaciones tradicionales saludables? Si dos
palabras pudieran resumir las características de las dietas tradicionales saludables, serían:
densidad nutricional. Al describir los factores esenciales de la nutrición, el Dr. Price brindó
una perspectiva nutricional general, que está demostrando ser eterna y mucho más universal
que las teorías y modas alimentarias pasajeras. Las dietas en estas poblaciones “primitivas”
variaban tremendamente entre ellas, desde el 100% de productos de origen animal y
mariscos entre los esquimales inuit hasta granos enteros fermentados, vegetales, frutas,
batatas y carne en las tribus nativas de África. Sin embargo, las características comunes de
sus dietas eran alimentos enteros, no refinados, una gran cantidad de grasas, especialmente
grasas animales, de productos lácteos y carne, mariscos, proteínas animales cuando están
disponibles (especialmente carnes de órganos), y ciertos alimentos vegetales crudos.
Algunas de las dietas incluyen semillas, granos y nueces, pero estos fueron típicamente
preparados mediante el remojado, germinado, fermentado u otros métodos tradicionales que
los hicieron fácilmente digeribles. También hubo una notable ausencia de alimentos
modernos como azúcar blanco, harina blanca, aceites vegetales y otros alimentos
procesados.
El Dr. Price explicó que las vitaminas A y D son catalizadores para la absorción de
minerales y la utilización de proteínas. Sin ellos, no se pueden absorber los minerales, sin
importar cuán abundantes puedan ser en la comida. Además, Price descubrió otro nutriente
liposoluble, un potente catalizador para la absorción mineral que denominó “Activador X”,
presente en todas las dietas que estudió. Lo identificó en aceites de hígado de pescado,
huevos de pescado, carnes de órganos, grasa de animales marinos y grasa de leche de vacas
que comen hierba verde de rápido crecimiento en la primavera y el otoño.
Al analizar los factores claves en los alimentos que comían los pueblos tradicionales no
industrializados, el Dr. Price se sorprendió al saber que, en comparación con la dieta
estadounidense de la década de 1940, estas dietas tradicionales proporcionaban al menos
cuatro veces más vitaminas solubles en agua, calcio y otros minerales, y al menos diez
veces más vitaminas solubles en grasa. Las vitaminas liposolubles que se consideran tan
importantes, como las A y D, se proporcionan de forma exclusiva en ciertos alimentos de
origen animal: mariscos, huevos de pescado, pescado azul, aceites de hígado de pescado;
mantequilla; yemas de huevo; vísceras de animales rumiantes criados al aire libre y en
pastos; y grasa de aves y cerdos criados afuera y en el pasto. Sí, los alimentos muy ricos en
colesterol, ahora rechazados por el público general como insalubres, fueron una fuente
fundamental de salud para diversas poblaciones de todo el mundo.
Las dietas de moda y las teorías alimentarias modernas (junto con las prácticas agrícolas
modernas) han reducido sustancialmente el valor nutritivo de la mayoría de los alimentos.
Mientras que las dietas tradicionales, en su tiempo, proporcionaron alrededor de diez veces
más vitaminas solubles en grasa que la dieta estadounidense de la década de 1940. Hoy, esta
relación es probablemente mayor, ya que los estadounidenses tienen una reducción
deliberada del consumo de grasa animal. Además, las grasas de los animales criados en
confinamiento (como sucede hoy en día) no son tan nutritivas. El niño estadounidense
promedio come alimentos ricos en vitaminas (como mariscos y vísceras) raramente, si es
que lo hace, mientras que las fuentes apreciadas por otras sociedades, como la grasa y los
insectos, no son parte de nuestra dieta occidental. Desafortunadamente, también hemos
demonizado la manteca, los huevos y la crema, que son fuentes occidentales tradicionales
de estos nutrientes saludables. Cuando comemos estos alimentos, por lo general, provienen
de animales criados en confinamiento, por lo que su valor nutricional se ve comprometido.
¿Ya no se puede comer nada?
Soy puericultora, como me dijeron alguna vez: “el manual de instrucciones con el que deberían
venir todos los bebés”. Esta carrera me llevó a conocer mucho más que cómo toman la teta los
bebés; estudiar cómo afecta la alimentación materna en la salud de los bebés tanto antes, durante
y después de su nacimiento se ha convertido en una obsesión para mí, es un mundo fascinante
del que no puedo parar de investigar. Pero no debería serlo para vos; últimamente, la relación
con la comida se ha vuelto muy difícil para mucha gente, estamos rodeados de demasiada
información y es muy difícil distinguir cuáles dietas son buenas y cuáles son malas, qué hábitos
nos dañan y cuáles no. Por ejemplo, en una conocida página web dedicada a los hábitos
saludables de alimentación se publica, en el mismo día, una nota hablando de la avena y los
daños que provoca en el intestino si no se consume remojada y fermentada, y una receta de
barritas de cereal con... ¡avena cruda!
Soy cocinera autodidacta e hija de una cocinera y pastelera profesional, lo que me da algunas
herramientas para poder experimentar y dedicarle tiempo a probar recetas. La mayoría de la
gente dice no tener tiempo (o no se hace suficiente tiempo o no conoce las técnicas para
organizarse) para cocinar y cae así en alimentos hiperprocesados comprados en cadenas de
supermercados. Pasan la mitad de su día libre comprando y haciendo cola para pagar por
alimentos envasados llenos de antinutrientes, conservantes, colorantes y estabilizantes, pero con
hermosos y llamativos envoltorios. Entonces, cuando les llega algún tipo de información como la
que suelo compartir, lo primero que me dicen es: “¿¡Pero entonces no se puede comer más
nada!? ¿Qué como?”.
No me extraña que estemos tan confundidos con respecto a nuestra alimentación. Por años
nos han dicho que las grasas saturadas causan infartos, que el colesterol es malo, que comamos
aceites vegetales o margarina en vez de manteca, y que debemos tener una dieta alcalina. Estas
afirmaciones, entre tantas otras, nos han complicado bastante la vida a quienes queríamos comer
sano. Todos los días vemos un nuevo titular y queremos correr a tirar toda nuestra alacena.
“Comé más fibra”. “No tomes leche ni consumas ningún lácteo”. “No comas huevos”. “Ahora sí,
comé huevos”. “Las legumbres tienen muchísimos nutrientes, pero la dieta Paleo dice que no
tengo que comerlos”. ¡¡Ay!! Y muchas veces terminamos repitiendo como loros conceptos que
no terminamos de comprender completamente.
He investigado y leído muchos estudios científicos y libros, y he visto infinidad de
documentales; cociné, comí, probé y escuché a profesionales muy diversos y he llegado a
algunas conclusiones. Y la pregunta es: ¿qué sabemos sobre la relación entre lo que comemos y
nuestra salud? Sabemos que el azúcar nos hace mal, pero cómo luchamos contra una industria
que invierte millones en publicidad y nos vende que las barritas de granola, el queso crema light
y el yogur descremado son sanos, y que todo lo que tiene un packaging verde no engorda ni nos
hace mal. Por otro lado, la comida más económica está producida a gran escala en base a harina
blanca, grasas de mala calidad, azúcar y realzadores de sabor, con texturas y colores estudiados
para agradar a todo el mundo. La dieta básica de la mayoría de nuestra población cuenta con muy
poca presencia de proteínas sanas, grasas buenas, vegetales y verduras. ¿Por qué? Porque es
conveniente, rápido, barato y ¡tiene buen sabor!
Tomemos como ejemplo el pan, uno de mis alimentos favoritos (y el de la mayoría de la
gente): se hace con harina, agua, levadura y sal. Llevamos miles de años comiéndolo, pero el pan
que comían nuestros ancestros poco se parece al que compramos ahora en un supermercado (por
más que sea integral y con semillitas). Antiguamente, la harina se hacía moliendo los granos
entre dos piedras. Este tipo de trigo entero contiene toda la semilla, incluyendo el germen y el
salvado. Pero este tipo de molienda hacía que el pan fuera más denso y difícil de masticar.
Removiendo el germen y el salvado, se tiene como resultado un pan más blando y suave. En la
antigüedad, la harina blanca era un lujo que pocos podían pagar, hasta la aparición de la
industrialización alimentaria.
El germen y el salvado son ricos en muchos nutrientes, incluyendo vitaminas. La parte con la
que nos quedamos al sacarlos es en su mayoría carbohidratos, que se convierten en la molécula
de azúcar conocida como “glucosa”: una de las mayores fuentes de energía del cuerpo. ¡Y eso
nos encanta! La sensación del azúcar entrando a nuestro cuerpo nos da placer. Nuestro cerebro
ansía esta sensación, el cerebro vive de glucosa, es su “V-Power”.
La harina blanca es muy estable, dura en la alacena indefinidamente, ya que al que no tener
el germen del trigo, no se pone rancia. El pequeño problema es que al hacer que la harina dure
más, arruinaste este alimento como fuente de nutrición. Todavía te queda algo de almidón y algo
de proteína, pero perdiste las vitaminas. El cambio en la dieta de las últimas generaciones que
comenzó a comer sistemáticamente harina blanca refinada de trigo y maíz procesado, y
transgénico, tuvo consecuencias drásticas en la salud. Pero la conexión entre alimentación y dieta
era desconocida hasta que descubrimos que se debía a la falta de vitaminas y a la deficiencia para
absorber los nutrientes.
La industria, siempre rápida para reaccionar ante estos datos duros que veíamos en titulares
por todos los medios, comenzó a agregarle vitaminas y minerales a sus productos, pero de forma
sintética. Nos los habían robado de nuestros alimentos, entonces dijeron: “Aprovechemos para
venderle a la gente que nuestros alimentos les van a hacer superbién poniendo en los paquetes un
montón de frases que suenen científicas”. Por ejemplo: “¿Querés tener huesos fuertes? Comé
este yogur con ‘extra’ calcio”. “¿Querés ir al baño? ¡Comé este yogur con probióticos!”.
“¿Querés comer un pan sano, sanísimo? Comé este que es marroncito y tiene semillas, fuente
de… vitaminas y minerales”. Generaron una supuesta solución, pero para un problema que ellos
mismos habían creado. Si hubiéramos seguido comiendo el pan bastante bueno pero no perfecto,
no hubiéramos tenido este problema. Entonces pienso, ¿y si comiéramos como se comía
tradicionalmente?
Volvamos al ejemplo del pan. Antiguamente, se usaba un pedacito de la masa de la tanda de
pan anterior como fermento para que leve. La masa madre, conocida también como “masa agria”
o “starter”, es una mezcla de harina y agua que va fermentando con el paso de los días. Esta
fermentación da lugar a bacterias (lactobacilos y otras) y levaduras naturales (Saccharomyces y
otras), que por un lado permitieron, a lo largo de la historia de la humanidad, leudar las masas y
los panes, y por otro, producen interesantes cambios en el alimento, desde el punto de vista
nutricional.
Tomo algunas ideas de un artículo de Alex von Foerster; si no lo conocen y les interesan
estos temas, busquen información acerca de él, ya que es una voz recontra autorizada. Leerlo me
ayudó muchísimo a entender cómo funcionaba este proceso.
¿Por qué se perdió esta técnica ancestral? Seguramente, mucho tuvo que ver el hecho de que
las levaduras que se emplean hoy en día reducen, de manera considerable, los tiempos de
leudado y elaboración, requieren menos cuidados y dedicación, y los costos son más bajos y más
reproducibles a escala de producción industrial.
¿Es lo mismo usar levadura que masa madre para elaborar un pan? No, el producto final es
totalmente diferente. En aspecto puede parecer similar, aunque cualquier panadero
experimentado notaría la diferencia. A nivel gustativo, las masas o panes fermentados con masa
madre tienen un sabor más ácido. Los lactobacilos que se desarrollan en la masa madre crean
ácido láctico y dan ese sabor característico. Pero la diferencia fundamental es en el plano
nutricional. La masa madre permite, a través de la fermentación que genera, eliminar los
antinutrientes del cereal (trigo, centeno, etc.). Los antinutrientes son sustancias de origen animal
o vegetal que dificultan el aprovechamiento y absorción de nutrientes de los hidratos de carbono,
grasas, proteínas, etc. La levadura no.
La masa madre genera una fermentación láctica y la levadura comercial, una fermentación
alcohólica; esto da como resultado un alimento que ha transformado sus antinutrientes (ácido
fítico, gluten, inhibidores enzimáticos, etc.), para mejorar el valor nutritivo y la digestibilidad del
producto resultante. (17)
¿Qué ocurre hoy en las panaderías y comercios? Lamentablemente, la gran mayoría de la
panificación y repostería disponible no se realiza con estas técnicas, sino con levaduras
industriales, que dejan los antinutrientes intactos. Muchas personas ponen especial énfasis en que
la harina sea “integral” u “orgánica”, pero eso, si bien es algo importante para sumar en nuestros
hábitos, no es relevante nutricionalmente.
El pan es un ejemplo de un alimento que podemos consumir de manera diferente para
mejorar nuestra salud, ya sea haciéndolo en casa o comprándolo hecho. Entonces, para responder
qué comemos, vuelvo a citar a Michael Pollan: “Comé comida de verdad, con moderación, y
sobre todo vegetales”, y agrego otra de sus frases: “Comé lo que venga de una planta, no hecho
en una planta de producción industrial”.
Estamos en una bifurcación del camino cuando se trata de comida. Tenemos dos opciones.
Una es rendirnos a la dieta occidental, permanecer en la comida procesada, chatarra, rápida; y
esperar a que la evolución nos adapte a esa dieta. Sucederá eventualmente. Pero habrá tanto
gasto antes de que suceda, que yo diría que no es realmente sostenible. Bueno, hay otra opción.
Podemos tomar el camino más práctico, el más económico y el más hermoso, que es
simplemente cambiar la forma en la que estamos comiendo.
En el súper, hay cereales que dicen que van a salvarte de ataques al corazón solo por
comerlos. No hablan de esa manera de las manzanas y el brócoli. ¿Por qué? Porque no tienen
paquetes ni grandes presupuestos de marketing.
No tenés que ser un científico para saber cómo comer; una de las cosas más interesantes
sobre la nutrición es que todo el mundo puede armar su propia dieta saludable sin saber nada
acerca de la biología de los nutrientes.
Se trata de volver a las verdulerías, carnicerías y pescaderías, y dejar los procesados solo
para de vez en cuando. No hay más vueltas.
Qué comemos: la fórmula no tan secreta
El título del artículo en Nutrition Reviews lo pone muy claro: “Comida, no nutrientes, es la
unidad fundamental de la nutrición”. El artículo habla sobre los complejos efectos que tiene
sobre nosotros la obsesión de analizar los efectos de los micro y macronutrientes, lo que ha
hecho que se pierda el valor de la comida real. Esta idea se relaciona con el nutricionismo, que es
la ciencia de desglosar los componentes de una dieta en sus partes individuales, como una
vitamina o un tipo de grasa, y estudiar estos componentes de forma aislada. Por ejemplo, vemos
un tomate y pensamos en licopenos.
Carlos González, en Mi niño no me come, observa que hoy en día, las madres que llegan a su
consultorio le hablan de cuánta proteína debería comer su hijo en vez de hablar de carne o pollo.
Esto es algo que en mi experiencia también veo en mis talleres o en las consultas que me llegan a
través de las redes. Hay una preocupación extrema por saber qué alimento darle al bebé, qué día,
qué mes y a partir de qué año. También hay mucha preocupación por ciertos alimentos durante el
embarazo o la lactancia.
Después de muchos años de recibir una fotocopia con instrucciones muy precisas para saber
cómo iniciar la alimentación complementaria de los bebés o para cuando se quiere hacer dieta,
muchas personas se sienten totalmente perdidas cuando hablamos de ofrecer comida real desde
el comienzo o cuando no pongo cantidades precisas ni detalles de nutrientes o calorías. Mis
recetas no están separadas por edad, y no se imaginan la cantidad de mensajes que recibo
pidiéndome recetas para un bebé de tantos meses, como si fuera muy distinto lo que hay que
ofrecer entre un mes y el siguiente, o entre lo que comemos los adultos, o las mujeres en etapa
reproductiva, y lo que debería comer un bebé (salvo algunos alimentos que son peligrosos por
distintos motivos y que detallaremos más adelante).
En el documental In Defense of Food, Michael Pollan, quien hizo famoso el término
“nutricionismo” (acuñado por el sociólogo australiano Gyorgy Scrinis), dice: “La nutrición es
una cosa. La ciencia de la nutrición es una ciencia, pero el nutricionismo es una ideología. Y
cuanto más aprendo, más me convenzo de que esta es la razón de que algo tan simple como
comer se haya vuelto algo tan complicado. Es la ideología de creer que el nutriente es la clave
para entender los alimentos”.
Pollan data el comienzo de la era del nutricionismo en 1982, debido a un reporte llamado
Diet, nutrition and cancer, en el que cada capítulo se focalizaba en un solo nutriente. Este
reporte de la National Academy of Sciences ayudó a codificar el nuevo lenguaje nutricional, que
se usa hasta el día de hoy. Términos como poliinsaturado, colesterol, monoinsaturado,
carbohidratos, fibra, polifenoles, aminoácidos, flavonoides, carotenos, antioxidantes y
probióticos, entre muchos otros ejemplos, colonizaron nuestro lenguaje aunque no seamos
investigadores, médicos o nutricionistas. La industria tampoco se quedó afuera y comenzó a
utilizar esto a su favor, apeló a estas palabras sofisticadas para vender las propiedades especiales
de un jugo de naranja con “extra” calcio, una leche con hierro agregado o un chocolate con
probióticos.
El abordaje fraccionado podría ser beneficioso para estudiar un medicamento en el que existe
una molécula diseñada para tomar un camino específico y atacar a una enfermedad particular.
Pero no es lo mismo al estudiar componentes nutricionales individuales. Me imagino que en este
momento estarás pensando: “Luisina, ¿este no es acaso un libro casi entero sobre nutrientes?”. Es
una paradoja, lo sé, me declaro culpable de ser una nerd que se interesa por este tema, y de hecho
hay mucho para leer sobre esto más adelante. Pero si sirve de algo, refutaré algunos de los mitos
y creencias más sólidas que nos complican la vida al momento de elegir qué comer.
El mundo de la nutrición holística está dejando de enfocarse en nutrientes específicos para
comenzar a enfocarse en los hábitos y patrones, la complejidad de los alimentos integrales y la
variedad de alimentos, que es como en realidad comemos.
Pero como sé que al final lo que queremos todos es una fórmula simple para ayudarnos a
resolver la comida de todos los días, aquí va… La fórmula básica para cualquier comida del día
es: proteína + verdura y/o una fruta + alimentos ricos en energía (dependiendo de tus
necesidades, puede ser un hidrato o el aporte de alguna grasa saludable). (18)
¿Cuáles son los «sí» y los «no»? Pasemos al semáforo.
Rojo a los NO
Productos ultraprocesados: como galletas, yogures industriales, cereales azucarados en
general, pan de supermercado, jugos envasados, calditos y salsas industrializadas.
Alimentos industrializados: están llenos de aditivos, colorantes, grasas trans, preservantes,
emulsionantes y demás elementos químicos.
Azúcares y edulcorantes: especialmente los reemplazos baratos como el JMAF (jarabe de
maíz de alta fructosa).
Harinas refinadas: causan permeabilidad intestinal, que deriva en inflamación sistémica y
enfermedades.
Legumbres: sin remojo y sin cocción apropiada.
Grasas y aceites industriales: están presentes en mayor o menor medida en cualquier
preparación que no fue hecha en casa. Los aceites vegetales poliinsaturados (excepto el de
oliva y el de coco) no son semillas prensadas, son productos altamente procesados y
desodorizados, que pasan por muchos procesos químicos hasta llegar a la góndola. Estos
aceites se ponen rancios fácilmente, demandan una mayor necesidad de antioxidantes a
nuestro cuerpo, nos pueden generar deficiencias como, por ejemplo, de vitamina E, y
también crear un desbalance de omegas. Si el único aceite que está a tu alcance es el
vegetal, buscá por lo menos que sea un aceite de girasol alto oleico; estas semillas hacen
que el aceite sea más estable al exponerse al calor.
Margarina o imitaciones vegetales de la manteca: cuando leemos que algo es de origen
vegetal, podemos pensar que es más saludable, pero en este caso, es uno de los peores. Si
ves un producto que imita a la manteca, hecho con aceite vegetal y “enriquecido” con
esteroles de plantas que prometen reducir el colesterol, por favor, evitalo; los esteroles son
fitoestrógenos, y de la misma manera que las isoflavinas (los estrógenos en la soja), son
disruptores hormonales que pueden causar gravísimos problemas (de fertilidad, entre otros).
Grasas trans: estas grasas tienen que estar en la lista de los ingredientes de los productos,
pero tené en cuenta que hay una trampita: si el producto tiene menos de medio gramo de
grasa trans por porción, no están obligados a declararlo. Entonces, aunque la etiqueta diga
“sin grasas trans”, si comiste cuatro porciones del producto, comiste cerca de dos gramos de
grasas trans. Para hacerlo fácil: no compres productos que contengan aceites hidrogenados o
parcialmente hidrogenados. Entre sus múltiples consecuencias: contribuyen a enfermedades
cardíacas, atentan contra la fertilidad e interfieren en la conversión y la absorción de los
ácidos grasos omega 3: DHA (ácido docosahexaenoico) y EPA (ácido eicosapentaenoico),
que construyen el cerebro y los ojos del bebé, y previenen la depresión posparto.
Grasas interesterificadas: ahora que las nuevas villanas, las grasas trans, son conocidas, y
la mayoría de la población evita la manteca como si fuera otra villana, la industria siempre
busca una salida novedosa para seguir vendiendo. Estas grasas interesterificadas de nombre
impronunciable se desarrollaron como alternativa a las denostadas grasas trans. Su creación
se consigue químicamente mezclando aceites hidrogenados y no hidrogenados. También
aparecen en nuestros alimentos como: aceites interesterificados, aceites transesterificados,
aceites parcialmente transesterificados, aceites totalmente interesterificados, grasa vegetal
interesterificada, grasa vegetal transesterificada, aceite vegetal endurecido o aceite
fraccionado. Se encuentran principalmente en pastas, margarinas, comidas preparadas,
cereales, galletas y sopas. Las pruebas realizadas en estas grasas no han sido demasiado
extensas, pero lo que se ha descubierto hasta el momento no es nada alentador. Un estudio
realizado en Malasia demostró que una dieta de cuatro semanas en la que se incluye un 12
% de grasas interesterificadas aumenta la cantidad de LDL (colesterol malo) respecto del
HDL (colesterol bueno). Este mismo estudio también demostró que los niveles de glucosa
en sangre aumentaban y la respuesta a la insulina disminuía. Con varias opiniones indicando
que este tipo de grasas o aceites son peores para nuestra salud que las mismísimas grasas
trans, no podemos hacer otra cosa que desaconsejar su consumo. El único problema para
decidir es que en muchos países, no es obligatorio indicar la inclusión de este tipo de grasas
interesterificadas, por lo que ni siquiera tenemos la opción de elegir.
Verde a los SÍ
Proteína animal: es a lo que estamos diseñados para comer. Priorizar carnes de pastura (no
de feedlots) o que por lo menos hayan pastado el 70 % de su vida (como lo que se consigue
en la mayoría de las carnicerías de la Argentina, y no en los supermercados; hacete amigo
de tu carnicero y preguntale de dónde viene lo que comés), ya que a nivel nutricional, ese
tipo de carne tiene niveles más altos de grasas poliinsaturadas esenciales omega 3,
antioxidantes y muchísimos nutrientes. Pollos pastoriles, cerdo, cordero y pescado
(especialmente los más grasos, excluyendo el salmón y demás pescados de criadero en la
Argentina).
Vegetales: sí, ya lo sabían. Hay que comer muchas verduras. Preferentemente orgánicas o
agroecológicas, para evitar semillas GMO, pesticidas y herbicidas (como el famoso
glifosato). ¡Y que estén en temporada!
Grasas saludables: contrario a lo que escuchamos por años, las grasas tradicionales son
buenas y extremadamente necesarias para muchas funciones de nuestro organismo. Aceite
de coco de buena calidad, manteca, ghee (manteca clarificada), grasa de animales, aceite de
oliva extravirgen de primera prensada en frío orgánico (para cocciones cortas como
salteados o para consumir en crudo), aceite de sésamo (además de grasas beneficiosas, tiene
un alto contenido de calcio) o aceite de frutos secos (como almendra o nuez) para
condimentar vegetales crudos. Importante: el aceite de oliva debe ser puro, extravirgen y de
primera prensada en frío, ya que de no ser así, puede tener los mismos efectos nocivos para
la salud que los aceites vegetales amarillos.
Mejores carbohidratos: reducir pan, pastas y harinas en general, y reemplazarlos por
mejores fuentes de almidón: verduras almidonadas como papa, batata, zapallo, zanahoria,
etc.
Alimentos fermentados: sauerkraut o chucrut sin pasteurizar, kimchi, kombucha, yogur y
kéfir de agua, de leche o de coco. Vegetales lactofermentados en general. Incluyen
probióticos naturales que incrementan las bacterias buenas de nuestra flora intestinal. Están
llenos de vitaminas y enzimas de fácil absorción, que nos ayudan a asimilar y absorber los
nutrientes de los otros alimentos que consumimos. ¡Además son muy ricos y duran mucho
en la heladera!
Especias: ¡hacen todo más rico!
Sal de buena calidad: sal marina, rosada, negra, en escamas, fleur de sel, salmuera, sal
rosada del Himalaya. En la Argentina se consigue sal de las salinas de Jujuy de muy buena
calidad y a buen precio. La sal es necesaria y, además, hace todo más sabroso.
Chocolate: amargo de más de 70 % de cacao.
Si solés quedarte con hambre, aumentá las porciones de las cuatro comidas principales. Si
tenés hambre entre comidas, probá con una fruta y un puñado de almendras, un yogur entero con
nueces, un trozo de queso. Y el desayuno es una comida más. ¿Te gusta desayunar pero no sabés
qué incluir? Comé alimentos al igual que en el almuerzo o la cena: proteínas, grasas, verduras y
frutas.
Mi consejo principal es breve: aprendé a diferenciar un producto industrializado (o un OCNI,
objeto comestible no identificado) de un alimento real.
Los OCNI
Son nuevos en la dieta humana (por ejemplo: el azúcar blanca data de 1600, la margarina
de 1900 y el jarabe de maíz de 1970).
Se usan estrategias de imitación de alimentos reales para llamar tu atención y ganar tu
confianza.
Son refinados, ultraprocesados, incompletos. Los productos que la industria ha
adulterado para reducir su contenido de “x” nutriente (grasas, proteínas, etc.) no son
comidas reales. En mi casa no compramos barras de proteínas, pan bajo en carbohidratos ni
leche en polvo descremada. Nada que haya sido desarmado en sus componentes para luego
recomponerlos.
Una vez que los reconociste, no los lleves a tu casa, no los compres cuando comas afuera,
no se los des a las personas que amás.
Comprá la mejor calidad de comida real que puedas; sabe mejor y es buena para vos.
Disfrutá la comida. Cualquier dieta que no disfrutes va a fracasar. Respetá tus preferencias y
cociná rico. Si lo necesitás, hacé alguna comida libre en la semana. Aprendé a cocinar. Junto con
la comida real, este es el cambio diferencial. Si aprendés a transformar tus propios alimentos, vas
a cambiar tu relación con la comida. No dejes que las empresas cocinen por vos.
Primero alimentos, después calorías. Si lo que buscás es bajar de peso… regulando tus
funciones corporales y tus hormonas, se logra controlar. ¿Cómo se hace? A través de cambios en
tus hábitos, no solo de alimentación, también nos “nutre”: el sueño, la actividad física, el
contacto con la naturaleza (aunque sea mirar el sol por la mañana antes que la pantalla del celular
y pisar un poco de tierra descalzos), la vida en comunidad y las relaciones con personas en la
vida real.
La comida real
No tiene etiquetas que proclamen beneficios para la salud con palabras como: natural,
fortificado con…, sin “x” ingrediente. No tiene carteles que anuncien que es baja en grasas,
light, reducida en “x” ingrediente. La comida real no se adapta a la moda de las dietas del
momento (sin gluten, sin grasas, etc.). Es siempre igual.
Es un producto de la naturaleza, no de la industria.
No tiene publicidad en la televisión o en la vía pública.
Estuvo viva y se echa a perder.
Si comprás en un supermercado, suele estar en las áreas periféricas, no en las góndolas
centrales.
Es quizás un poco más cara (no siempre). Pagá por la calidad, no por la cantidad o la
conveniencia.
Se cocina en una casa, así como se come sentado en la mesa y se comparte.
Si viene empaquetada, tiene menos de cinco ingredientes en su etiqueta. Y todos ellos son
nombres que podés reconocer y pronunciar.
Es bastante conservadora: no cambia con el tiempo ni con las tendencias como la
industrializada, que siempre tiene que tener lanzamientos nuevos para generar ventas.
Es integral, completa, intacta y parecida a su estado original: un bife con arroz integral con
manteca, una ensalada de hojas y una naranja.
Una simple pregunta que podrías hacerte para saber si un alimento es real es: ¿se parece a
algo que hubiera comido la abuela (o bisabuela)?
Y tengo buenas noticias: el chocolate amargo es un alimento real (no así las golosinas a base
de aceite hidrogenado sabor cacao). También lo es el café, el té, la cerveza artesanal, los vinos de
buena calidad (¡que no necesariamente es sinónimo de caro!) y la sal marina lo menos refinada
posible (rosada del Himalaya, por ejemplo. No la sal de mesa refinada, ¡ojo!), que no solo mejora
el sabor de las comidas, sino que también aporta minerales esenciales y otros como yodo,
magnesio y potasio.
¿Todavía creés que la comida real o saludable es aburrida e insulsa?
¿No es más sana una dieta vegetariana?
Por mucho tiempo fui una vegetariana malnutrida y culposa (por las ganas que tenía de comer
alimentos de origen animal), además de negadora, ya que si en esa época me preguntabas,
seguramente te aseguraba que mi dieta era muy saludable, pero mis estudios y mis síntomas
decían lo contrario. Tenía poca energía, me enfermaba constantemente, mis migrañas pasaban
por su peor momento, estaba anémica y mis cambios de humor eran muy extremos. Por supuesto,
mi experiencia es la de una sola persona y, por lo tanto, no es un caso de estudio, pero cada día
conozco más y más casos similares, especialmente de mujeres que no logran concebir hasta que
no hacen cambios en su alimentación, o que se sienten muchísimo mejor en su puerperio, una
vez que incorporan una dieta omnívora completa. Hay personas que son capaces de llevar una
dieta vegetariana saludable, pero para esto se requiere mucha disciplina e información. (¡Ojo!
También hay omnívoros mal alimentados, por supuesto).
La información que sigue me ayudó muchísimo a tomar estas decisiones de forma
consciente, y gracias a haberla compartido, recibí muchísimos mensajes de personas felices por
haber dejado de ser omnívoros culposos. (19)
MITO
Nuestros ancestros primates eran vegetarianos.
REALIDAD
Todos los primates consumen algún tipo de proteína o grasa animal. Nosotros, los humanos,
comemos más para alimentar a nuestros grandes cerebros.
MITO
Somos naturalmente vegetarianos.
REALIDAD
Somos omnívoros con cuerpos diseñados para comer plantas y animales.
MITO
Históricamente comíamos menos carne.
Realidad
Históricamente éramos aún más carnívoros que ahora.
Mito
Existen culturas ancestrales veganas.
REALIDAD
No se han encontrado culturas ancestrales veganas, incluso aquellas que llevaban una dieta
vegetariana consumían, por lo menos, huevos y manteca.
MITO
No necesitamos proteínas animales.
REALIDAD
Los omnívoros necesitamos proteínas completas todos los días. Con una pequeña cantidad es
suficiente.
MITO
La proteína animal es igual que la proteína vegetal.
REALIDAD
La proteína vegetal, incluso cuando es combinada correctamente para proveer todos los
aminoácidos, es de inferior calidad que las proteínas del pescado, la carne, los lácteos o el huevo,
por ejemplo. Se absorbe de una manera diferente, siempre y cuando el intestino esté sano o en
buena condición, de lo contrario, su absorción será deficiente o nula.
MITO
La soja contiene proteínas completas.
REALIDAD
La soja contiene todos los aminoácidos, pero no los suficientes de uno esencial (Methionine).
La soja por sí sola tampoco es beneficiosa, salvo que haya pasado por los procesos de
fermentación adecuados como en el caso de, por ejemplo: el miso, el nato, el tempeh y la salsa de
soja de fermentación natural (shoyu). Este es uno de los alimentos que siempre hay que priorizar
que sea orgánico.
Los humanos somos omnívoros y estamos diseñados para consumir hojas, frutas, carnes y
huevos. Nuestra anatomía es un híbrido entre un herbívoro y un carnívoro, con molares planos
para masticar vegetales y dientes afilados para la carne. Nuestro tracto digestivo no es ni
demasiado corto (como en los perros) ni demasiado largo (como en las vacas), nos encontramos
en un punto medio. Alrededor del mundo, los omnívoros comen distintas comidas, por ejemplo:
pescados y mariscos cerca de las costas, caribú en los bosques, y vacas cerca de las granjas. Pero
la comida para las vacas (pasto) o para los tigres (carne) es la misma en todo el mundo. ¿Por qué
es tan difícil saber qué come el ser humano y lograr un consenso?
Por alrededor de tres millones de años comimos alimentos de origen animal
mayoritariamente (en un porcentaje de calorías diarias mucho mayor que el de hoy en día). Los
humanos primitivos tenían una particular preferencia por el tuétano o la médula, el cerebro, el
pescado y las carnes de órganos. Y con cierta razón: la médula contiene grasas monoinsaturadas,
el cerebro es rico en grasas poliinsaturadas, el pescado es una fuente vital de grasas omega 3, y el
hígado es muy rico en hierro y vitaminas.
Esta preferencia por las comidas con alta densidad nutricional tuvo un profundo efecto en
nuestra evolución, convirtiéndonos en Homo sapiens: el primate pensante. Los humanos tenemos
el cerebro de un tamaño más grande en relación con el peso corporal. Por ejemplo, en promedio,
el ser humano tiene un cerebro que pesa 1 kg más de lo que se esperaría para una persona de 65
kg, y el costo metabólico de este órgano superdesarrollado sería cinco veces mayor que en el
resto de los mamíferos. (20) Esta característica llamada «encefalización» podría ser explicada
por la dieta adoptada por el hombre primitivo, rica en carne y en ácidos grasos poliinsaturados.
Existen teorías que explican que un aumento en el tamaño del cerebro estaría compensado por
una reducción equivalente del tamaño del tracto gastrointestinal. Dicho en otras palabras: la alta
demanda energética de un cerebro de mayor tamaño está balanceada por la reducción de la
energía necesaria por un tracto gastrointestinal más pequeño. En términos nutricionales, el
aumento en el consumo de carne y proteínas del hombre primitivo hace cuatro millones de años,
habría sido requerido para reducir el tamaño y la complejidad del intestino, para que el exceso de
energía pudiera ser usado para desarrollar un cerebro más grande. Una dieta pobre en
micronutrientes, basada en plantas y frutas, no hubiese permitido que se produjera este salto
evolutivo. (21)
Parte de la literatura científica sobre la dieta humana paleolítica ha reforzado la idea de que
nuestra dieta prehistórica estaba compuesta principalmente de plantas. Aunque Loren Cordain,
autor de The Paleo Diet, el libro fundador de este campo, sostiene que los humanos primitivos
—“cada vez que siempre que fuera ecológicamente posible”— obtenían del 45 % al 65 % de sus
calorías de alimentos de origen animal. Esta idea coincide con el trabajo de Richard Wrangham,
un antropólogo de la Universidad de Harvard, quien sostiene que la evolución del Homo sapiens
solo fue posible cuando los humanos primitivos cambiaron su dieta por una predominantemente
cárnica, porque la carne, y especialmente las vísceras como el riñón y el hígado, es mucho más
rica en nutrientes que los alimentos vegetales. (Wrangham sostiene que la capacidad de cocinar
carne fue especialmente crucial, ya que este proceso aumenta la disponibilidad de nutrientes para
la digestión). Por el contrario, los chimpancés, que subsisten principalmente con alimentos
vegetales, deben pasar gran parte de su día alimentándose para adquirir suficientes nutrientes
para sobrevivir, y sus bocas grandes son un indicio del volumen de alimento vegetal que
necesitan ingerir, en comparación con el tamaño de la boca más pequeña de los humanos que
sobreviven con la carne. (22)
Algunas comidas reales como la carne, los huevos y la manteca, y más recientemente el
aceite de coco, fueron acusadas de causar enfermedades modernas, especialmente ataques
cardíacos. Esta teoría conocida como “hipótesis lipídica”, ha demostrado tener varios puntos
cuestionables a la luz de la evidencia actual, y ni hablar que en cuanto a nuestra historia y
evolución tampoco se sostiene. Hemos comido carne, órganos y grasa animal durante milenios,
pero la enfermedad cardíaca es una enfermedad moderna. El primer ataque cardíaco fue
documentado en 1912. Las poblaciones que hoy en día continúan nutriéndose con una dieta de
alimentos reales (aceite de coco, lácteos enteros crudos, carne roja) no engordan, no tienen
diabetes ni enfermedades coronarias, hasta que la «civilización» llega a ellos llevándoles
elementos de la industria como la harina blanca y el aceite de maíz.
¿Por qué te doy esta información? Quizás sientas necesidad de volver a consumir alimentos
de origen animal si dejaste de hacerlo, y con esto podés tomar decisiones informadas y con
menos culpa. Si decidís elegir un estilo de vida vegetariano para vos y tu familia, te recomiendo
hacerlo con mucha información y responsabilidad, y con el acompañamiento de un nutricionista
especializado en el tema.
Vanina Alaniz, licenciada en Nutrición
Hace varios años comencé a interesarme en los efectos que tienen los alimentos en el
comportamiento y la salud del ser humano; durante este proceso fui probando distintas
dietas y métodos revolucionarios, y para mi sorpresa, lo único que conseguí fue un deterioro
de mi salud. Fui mamá y ahí empezó otra etapa en mi vida en todo sentido: cuando Emilia
estaba por cumplir 1 año, mi estado me llevó a seguir profundizando en todo lo referente a
la alimentación omnívora. Empecé por mirarme a mí misma y también a observar a las
madres que me rodeaban, para analizar el estado nutricional que tenían. Desde mi mirada,
me atrevo a decir que, independientemente de la situación económica y del lugar de
residencia que tengamos, la malnutrición es generalizada y observable en la familia. Muchas
veces, esto sucede por implementar dietas alternativas novedosas o de moda, y otras, por el
simple hecho de seguir las costumbres familiares poco saludables; en ambos casos, los
resultados están a la vista.
En el último congreso de SAOTA (Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos
Alimentarios), Patricia Aguirre, doctora en ciencias antropológicas de la UBA, dio una
conferencia muy interesante sobre su libro Una historia social de la comida, para
comprender los grandes cambios que surgieron y siguen surgiendo con relación a la
alimentación humana.
En todas las consultas surge que el motivo que limita a la familia para alimentarse de
manera saludable es el dinero; creo que muchas veces esto se afirma pensando que todo se
compra. Para sorpresa de mis pacientes, los alimentos saludables son más accesibles que los
alimentos procesados. Para mí, este libro derriba mitos y nos abre la puerta a bucear y
descubrir que existe otra forma de alimentación para mejorar la calidad de vida de la
familia, retomando recetas ancestrales y conectándonos con la simpleza y la intensidad de
los procesos vitales.
Si de todos modos deseás llevar una alimentación vegetariana, te invito a leer el testimonio
de Agustina Cherri, a quien conocí en un taller que dictó y me encantó su modo de abordar el
vegetarianismo, con conciencia e información.
Agustina Cherri, mamá de Muna y Nilo
Me hice vegetariana hace doce años, aunque fue un cambio paulatino: en primera instancia,
lo que hice fue revisar mi alimentación general, ver qué le pasaba a mi cuerpo con todo tipo
de alimentos. Así fue que hice diversos cursos de cocina: macrobiótica, vegetariana, vegana,
etc. Ese camino de búsqueda fue el que me motivó a adoptar esta dieta.
Cuando nacieron mis hijos, ya que tanto su papá como yo somos vegetarianos, que ellos
también lo fueran resultó ser lo más natural, por lo que no hubo mucho que pensar.
Cada cuerpo es un organismo distinto con diferentes necesidades: en mi caso, la mayor
parte de mi vida había consumido carne, por lo que el tránsito a nuevos alimentos, con las
mismas propiedades pero de un tenor vegetal, debió ser necesariamente lento y paulatino.
Mis hijos, en cambio, nunca consumieron grasa animal, por lo que todo su desarrollo se dio
con este tipo de alimentación. Hoy es diferente porque hay mucha más información con
respecto a las distintas dietas, pero en ese entonces, recibí varias críticas que si bien por
momentos me hicieron dudar de mi elección (como toda madre, siempre dudo de que mis
decisiones sean las correctas), siempre supe que lo estaba haciendo con mucha conciencia y
responsabilidad.
En casa tenemos una huerta bastante grande que es la base de la mayoría de nuestras
comidas; de acuerdo con lo que hay, probamos distintas recetas, o inventamos otras, y
vamos buscándole la vuelta. Para la vianda de los chicos del colegio, suelo usar mucho el
formato croqueta: es rico, fácil de comer y me permite incorporar todos los grupos de
nutrientes.
En mi caso, probé distintas dietas, entre ellas, la macrobiótica y la vegana, a partir de las
clases que fui tomando, pero me resultaron muy difíciles de sostener en el tiempo. Por eso,
decidí tomar lo mejor de cada una de ellas para mí y para mi familia. En casa hay recetas
macrobióticas, postres veganos... Lo único que se respeta es que no comemos productos de
origen animal. Claro que mis hijos van a cumpleaños y se han querido tomar un helado de
crema, y me parece saludable que lo hagan, pero siempre sabiendo de qué está hecho, con
plena conciencia.
Muchas veces, de hecho, si estamos fuera de casa, no podemos seguir tan a rajatabla
nuestra dieta, pero con la experiencia fui aprendiendo a ser más flexible: la mayoría del
tiempo llevamos una dieta saludable, por lo que no pasa nada por una comida. Si alguno de
mis hijos está en un cumpleaños y quiere comer una porción de torta casera riquísima que
hizo la mamá del cumpleañero, claro que lo puede hacer.
Tal vez, el día de mañana, ellos decidan comer carne, es algo que tenemos superhablado,
y allí estaré para acompañarlos.
Para mí, en cualquier caso, lo importante es escuchar al propio cuerpo, conocerse y ver
qué nos resulta mejor.
Queridas grasas
Crecí en una casa donde se cocinaban todas las comidas desde cero, y se usaban lácteos enteros y
manteca en las preparaciones, y mi mamá me enseñó que el bife se cocina con la grasa que trae
al costado. Pero cuando llegué a la adolescencia, aún siendo flaca, creía que tenía que cuidarme
más con las comidas y empecé a demandar una dieta vegetariana baja en grasas, basada en
verduras, frutas, cereales integrales y legumbres, pero también con muchos productos light
(yogur, queso crema, gelatina, edulcorantes, etc.). Para mi sorpresa, comencé a aumentar
muchísimo de peso, y también empeoraron mis migrañas. Durante años, le atribuí el sobrepeso a
distintos factores, pero no se me ocurría pensar que podía ser mi dieta. ¡Si estaba haciendo todo
bien! Comía todo descremado, sin grasas. ¿Ese no era el peor villano? ¿Qué pasaba? Tenía
hambre todo el tiempo, aumentaba de peso aunque hiciera un montón de ejercicio, mis ciclos
eran irregulares, tenía ataques de hambre que me llevaban a atracones de comida, sufría de
ansiedad y depresión, y tuve problemas para quedar embarazada cuando comencé a buscarlo.
Cuando empecé a comer comida real nuevamente (restringiendo lo industrializado, los
azúcares e incluso los edulcorantes), vencí mi adicción a las gaseosas light con cafeína (esto fue
lo que más me costó, fueron muchas semanas de abstinencia, con dolores de cabeza y malestar
general), comencé mi práctica de meditación trascendental y a hacer actividad física adecuada…
no solo bajé de peso, al poco tiempo también estaba embarazada. Tengo una amiga que dice: “La
que adelgaza se embaraza”; no creo que sea casualidad, nuestros cambios de hábitos repercuten
en todas nuestras funciones corporales, especialmente en nuestras hormonas.
Pero yo soy un solo caso, lo cual no representa una muestra significativa, pero si nos
ponemos a pensar: ¿cuántas personas más pueden ofrecer el mismo relato?
Me imagino que esta información sobre las grasas saludables (dos palabras que parece raro
ver juntas), si no escuchaste hablar antes de esto, te sorprende tanto como a mí en su momento, e
incluso genera bastante resistencia y hasta miedo; de hecho, hoy en día, cuando hablo de estos
temas en clase con mis alumnas en la escuela de puericultura (donde tenemos nutricionistas y
médicas entre las estudiantes), y a la luz de toda la evidencia que presento, todavía hay mucha
resistencia a este cambio de paradigma.
En una nota para la revista del Hospital Italiano (institución muy reconocida de la Ciudad de
Buenos Aires), el Dr. Julio César Montero dice: “La epidemia de enfermedad cardiovascular
(ECV) fue –y sigue siendo en los medios masivos y profesionales– atribuida a nutrientes
contenidos en alimentos naturales, principalmente grasa saturada y colesterol. Las conclusiones
del Estudio de los siete países dieron lugar a la ‘hipótesis lipídica’, que fue aplicada aún cuando
los resultados de estudios inmediatos no la convalidaron. Los cambios alimentarios propuestos
apuntaron a limitar la ingesta de grasas saturadas y de colesterol (carnes, lácteos, huevos). El
conjunto de estas recomendaciones fue imperfecto, aún para conseguir los objetivos de la
hipótesis lipídica. En parte porque las grasas saturadas de carnes y lácteos estaban siendo
sustituidas inadvertidamente en los aceites agregados y en las grasas sólidas (margarinas
industriales y shortening) empleados en la preparación de comestibles procesados que
accesoriamente contenían carbohidratos para reemplazar las calorías de las grasas saturadas. En
aquellos países que han adoptado el nuevo modelo, las estadísticas muestran aumento de la ECV,
mientras que estudios actuales no han podido comprobar las afirmaciones de la hipótesis lipídica.
Los efectos cardiovasculares de los ácidos grasos esenciales incorporados como sustitutos de las
grasas animales deberían ser considerados”. Y analiza en profundidad los errores de la teoría de
Ancel Keys. (23)
Para obtener más información, les recomiendo leer: Comer grasa, perder grasa, de Mary
Enig y Sally Fallon; Why We Get Fat, de Gary Taubes; Come grasa y adelgaza, de Mark
Hyman; y The Big Fat Surprise, de Nina Teicholz.
Todas las grasas están constituidas por ácidos grasos hechos de carbón e hidrógeno. Los
ácidos grasos son:
Saturados: se trata de ácidos carboxílicos de cadena larga sin dobles enlaces entre sus átomos de
carbono. Están presentes en los lípidos, raramente libres, y casi siempre esterificando al
glicerol (y a otros alcoholes en forma eventual). En general, son de cadena lineal y tienen un
número par de átomos de carbono.
Monoinsaturados: son ácidos grasos de cadena carbonada que tienen una sola insaturación en
su estructura: un solo doble enlace carbono-carbono (C=C). Por ejemplo, el ácido oleico,
presente en casi todas las grasas naturales, conocido comúnmente como “omega 9”.
Poliinsaturados: más conocidos por su acrónimo en inglés PUFAs (Polyunsaturated fatty acids).
Estos ácidos grasos tienen más de un doble enlace entre sus carbonos. En este grupo, se
encuentra el ácido linolénico (omega 3 y omega 6), que es fundamental para el ser humano.
Cada comida es una mezcla de las tres grasas. Las necesitamos para distintos propósitos,
algunas de estas funciones son:
Las grasas y tu cerebro
El 60 % del cerebro está compuesto de grasa. Los fosfolípidos (que contienen un 50 % de grasas
saturadas aproximadamente) ayudan a formar las membranas de las células cerebrales; en
general, contienen un ácido graso saturado y otro insaturado (además de un componente similar a
la proteína). De esta forma, cuando comés grasas saturadas, alimentás tus celulas cerebrales, pero
cuando no comés las suficientes, la química de tu cerebro puede verse comprometida. En un
estudio reciente, las ratas que recibieron aceites vegetales con bajo contenido de grasas saturadas
y ácidos grasos omega 3, tuvieron más accidentes cerebrovasculares y vidas más cortas.
Las grasas en las células
Cada membrana celular está idealmente compuesta de un 50 % de grasa saturada
aproximadamente. Cuando comemos demasiado aceite poliinsaturado y no hay suficiente grasa
saturada (o carbohidratos que el cuerpo convierte en este tipo de grasa), nuestras células no
funcionan de forma correcta. Esos ácidos grasos deben estar saturados para que la célula tenga la
“rigidez” necesaria; de lo contario, las células se vuelven “flexibles” y no funcionan como
corresponde. En conclusión: las grasas saturadas mantienen la integridad celular en todo el
cuerpo.
Las grasas y tu corazón
Las grasas saturadas proporcionan energía al corazón en momentos de estrés; es más, varios
estudios han demostrado que son el alimento preferido del corazón. Además, dos estudios han
proporcionado pruebas de que los ácidos grasos saturados reducen una sustancia en la sangre
llamada “Lp(a)” (que a diferencia del colesterol, es un buen predictor de enfermedad cardíaca) y
los niveles de una sustancia llamada “proteína C reactiva” (CRP), que es un indicador de
inflamación (responsable de muchos casos de enfermedades del corazón). Los niveles de
colesterol total, HDL (lipoproteína de alta densidad o colesterol “bueno”) y LDL (lipoproteína de
baja densidad o colesterol “malo”), no son buenos predictores de enfermedad cardíaca, ya que
este tipo de enfermedades son tan frecuentes en personas con colesterol bajo como en aquellas
con colesterol alto.
Las grasas y tus hormonas
Las hormonas son las mensajeras que actúan sobre el cerebro, el sistema nervioso y las
glándulas, y afectan a miles de funciones corporales. El cuerpo no puede producir estrés ni
hormonas sexuales sin la vitamina A, proporcionada exclusivamente por alimentos grasos de
origen animal como el hígado, los mariscos y el aceite de hígado de bacalao (en forma líquida o
en cápsulas). Por el contrario, los ácidos grasos trans inhiben la producción de estrés y las
hormonas sexuales, lo que lleva a problemas en el equilibrio de la glucosa, el metabolismo
mineral y la reproducción.
Las grasas y las prostaglandinas
Las prostaglandinas son las hormonas que actúan dentro de las células; hay tres clases
principales: dos están hechas de ácidos grasos omega 6 y una de ácidos grasos omega 3. Para su
producción óptima y su equilibrio, se necesita un balance entre los dos tipos de ácidos (con dos o
tres veces más omega 6 que omega 3). En la dieta moderna, la relación es como de 20 a 1, como
resultado del alto consumo de aceites vegetales (portadores de ácidos grasos omega 6). Las
grasas trans provocan todo tipo de desequilibrios, que pueden generar inflamación, aumento de
peso, alergias, asma y, en el peor de los casos, alcoholismo y cáncer. Para corregir este
desbalance entre omega 6 y omega 3, es esencial evitar todos los aceites vegetales comerciales, y
sumar a la dieta aceite de coco y alimentos que son fuentes tradicionales de ácidos grasos omega
3, por ejemplo: salmón silvestre, yemas de huevo, pollos alimentados con pasto y aceite de lino
(agregado en crudo en pequeñas cantidades a los aderezos para ensaladas).
Las grasas y la comunicación celular
Tanto el ácido mirístico del coco como el ácido palmítico están implicados en procesos
complejos de comunicación celular. Para abastecer adecuadamente al cuerpo con la amplia gama
de ácidos grasos saturados (para las diversas funciones antes señaladas), es importante que las
grasas en nuestra dieta provengan de una variedad de fuentes (incluido el aceite de coco). (24)
Todas las grasas tradicionales son saludables si se consumen con moderación. ¿Qué implica
“moderación” en un mundo donde todo es de tan fácil acceso que no podemos controlar nuestros
impulsos consumistas?
Moderación implica balance y cantidad: consumí todos los tipos de grasas, pero andá
rotándolas en tus comidas, usá la cantidad incidental que necesites para cocinar y no comas una
sola clase de aceite.
Si llevás una dieta completa de alimentos reales (aceite de oliva extravirgen, nueces y
semillas enteras), vas a consumir todos los omega 6 necesarios, no hay ninguna necesidad
nutricional o culinaria para cocinar con aceites vegetales amarillos en casa (maíz, girasol, canola,
soja, etc.).
Mientras que si hablamos de panificados, carnes, verduras, frutas y otras comidas, solo vos y
los profesionales de la salud que te acompañen en el proceso van a poder evaluar qué cantidades
son las adecuadas. Tus necesidades van a depender de tu salud, de en qué etapa de la vida te
encuentres (niñez, búsqueda del embarazo, gestación, lactancia, etc.) y de si hacés actividad
física moderada o entrenás competitivamente.
Sos lo que tu comida come
Una regla básica a la hora de hacer las compras: cuanto más arriba en la cadena alimenticia se
encuentre el alimento, mejor calidad y técnicas de producción ecológica busco. Por eso, elijo
gastar más en carnes, pollos, pescados, lácteos, grasas y huevos, pero no me preocupo tanto por
la verdura y la fruta si algunos días me quedo sin nada del bolsón agroecológico (sin dudas, esta
forma de compra es la que mejor me resulta en cuanto a precios y variedad). Esto es porque los
químicos se acumulan más en los animales y en su tejido graso. Si hay residuos de pesticidas en
la carne que comemos, suele ser por los granos con los que se alimentó a ese animal, en vez de
una crianza a pastura como corresponde a su especie. De todas maneras, si no tenés acceso a
productos óptimos, lo que me recomendó un veterinario de animales para consumo que
entrevisté, es que vayamos rotando lo que comemos: no comas solo pollo, solo vaca o solo
cerdo.
La idea de compartir esta información es que puedas tomar mejores elecciones y también que
puedas pedir lo que necesitás a quienes te proveen de tus alimentos. Si nos conformamos con lo
que nos ponen adelante, nada va a cambiar. En cambio, si un día va una persona a pedir pollo de
campo a su carnicería/pollería, después va otra, y luego tres más… sin dudas, el dueño del
establecimiento va a prestar atención a la demanda. Pero si nos quedamos callados…
Si no podés pagar los vegetales agroecológicos u orgánicos (aunque cada día son más
accesibles y cada vez hay más personas que luchamos para que lo agroecológico sea la norma y
no la excepción), comé muchas frutas y verduras de todas maneras. Te aseguro que la mayoría de
los estudios que muestran los beneficios de las dietas en base a plantas, fueron hechos con
verdura de origen industrial y no con verdura orgánica.
Para aprender más sobre este tema, consulté al Consultorio Técnico Popular de la Unión de
Trabajadores de la Tierra (UTT); se trata de un equipo técnico agroecológico de la UTT
compuesto por Zulma Molloja, Bernardo Castillo y Maritsa Puma.
¿Cuál es la diferencia entre orgánico y agroecológico?
Orgánico es, básicamente, una certificación, y es una forma que está ligada a empresas de
certificación privadas. Por lo general, la certificación cuesta unos diez mil dólares. Y lo que
de alguna manera garantiza, es que no se han usado agrotóxicos en el proceso productivo.
En cambio, lo agroecológico da por sentado ese proceso. El modo de producción es muy
parecido al orgánico, pero tiene componentes en el plano social y ambiental. Se trata de
mejorar el ambiente no solo sin producir sin químicos. Y en el plano social, se trata del
equilibrio y la justeza en el intercambio de mercadería, y en la misma cadena de trabajo, es
decir, que todos cobren un precio justo y que no haya trabajo esclavo o infantil, por
ejemplo. En el caso de lo orgánico, no existe alguna garantía de que todos los que
participaron en la producción no hayan sido víctimas de explotación o de trata, y eso es muy
grave.
¿Qué podríamos plantar fácilmente en una huerta en casa?
Es posible plantar absolutamente de todo. Lo complicado es cuando a las plantas hay que
atarlas, por ejemplo, en el caso de algunas arvejas o de algunos tomates. Pero la verdad es
que también se las puede dejar que vayan por el suelo o, simplemente, atarlas a una pared.
Así que en principio, una huerta en la casa no tendría limitantes. Quizás hay plantas muy
voluminosas como la del alcaucil, o plantas un poco más raras, que hay que ver bien dónde
ponerlas. Si tenemos un patiecito en casa, es factible plantar todo tipo de verduras.
¿Dónde podemos conseguir información confiable sobre los
alimentos que consumimos?
Es difícil conseguir información confiable de los alimentos que consumimos; la verdad, es
muy difícil. Ni siquiera tenemos un sistema de etiquetado en la Argentina que nos permita
saber si algún alimento tiene soja o alguno de sus derivados. De hecho, no está realizado el
perfil nutricional de cada verdura según el sistema productivo. Nosotros sabemos que las
verduras producidas en sistemas agroecológicos tienen el doble de nutrientes, y hasta cien o
dos mil veces más, dependiendo de qué tipo de nutriente hablemos. El caso de la espinaca es
relevante: la que proviene de un ambiente agroecológico tiene dos mil partes por millón de
hierro, y la cultivada de forma convencional prácticamente no tienen hierro, tiene dos o tres
partes por millón. Así pasa con casi todas las verduras. Y la verdad es que el consumo de
verduras no agroecológicas nos lleva hacia una desnutrición mineral.
¿Cómo lavar la verdura cuando es orgánica o sin agrotóxicos?
Con agua, nada más.*
¿Cuáles son las ventajas de consumir productos agroecológicos y
cuáles los perjuicios principales de no hacerlo, tanto para la salud
como para la tierra?
No hay problema con consumir agroecológico; tiene muchas ventajas, porque la verdura y
la fruta vienen con mayor grado de mineralización, quiere decir que tienen mayor dosis de
minerales por peso. Eso sucede porque la fertilidad del suelo es más compleja que en los
sistemas tradicionales, que tienen suelos empobrecidos y logran mejorar la fertilización a
través de la producción con nitrógeno, fósforo y potasio. Eso sí, las verduras tradicionales
tienen nitrógeno, fósforo y potasio; pero carecen de la mayoría de los otros minerales. Lo
agroecológico hace bien a la salud primero porque no contamina, y segundo, porque
aumenta el dosaje de minerales que ingresan al cuerpo: la saciedad se logra antes, hay un
mejor impulso nervioso cuando tenemos las dosis de sales minerales necesarias, y aporta
distintas vitaminas.
* En caso de comprar verduras en una verdulería de la que no estemos seguros si sus productos son
agroecológicos, se recomienda un lavado bajo el chorro de agua corriente y un remojo breve con vinagre de
alcohol (1 taza por cada litro de agua) o con productos diseñados especialmente para la desinfección de las
verduras. Yo prefiero no usar lavandina para esto, ya que ni siquiera la uso para limpiar mi casa, entonces
tampoco la quiero en contacto con mis alimentos. Pero si es lo único que tenés a tu alcance, asegurate de
poner la cantidad correcta con un gotero (3 gotas por cada litro de agua).
Por otro lado, si comprás frutas en una frutería no agroecológica, es recomendable pelarlas.
Cómo comer más verduras
Todos sabemos que hay que comer verduras, no es ninguna novedad. Si bien algunos días se nos
complican más que otros y no podemos comer el 50 % del plato mínimo de verduras que
deberíamos, es bueno pensarlo en un plan semanal y hasta mensual. Los buenos hábitos no son
de un solo día.
Creo que la gente se preocupa demasiado por cómo comer los vegetales, por lo tanto,
terminan siempre con la misma ensalada aburrida de lechuga y tomate. Comprá local, no hace
falta que sean verduras exóticas, lo que sea de estación, que haya mucho en el
mercado/verdulería y esté barato. O mejor aún, comprá un bolsón de verduras y frutas
agroecológicas, que siempre va a ser estacional. Muchos creen que hay que hacer comidas muy
elaboradas para que los vegetales sean ricos: cortar, saltear, blanquear, ponerles salsas, etc. Si
tenés ganas de hacerlo, maravilloso, pero con mucho menos podés tener verduras muy ricas.
Verduras deliciosas en cinco pasos
1. Elegí un vegetal.
2. Elegí una materia grasa.
3. Elegí un sabor (o dos).
4. Ponele sal.
5. Para terminar de redondear el sabor, un toque ácido siempre lo resalta y hace todo más
rico.
¡Listo!
Materia grasa: la mayoría de los vegetales son bajos en carbohidratos y un poco insulsos, por lo
tanto, mejoran con una materia grasa, y esto ayuda a absorber los nutrientes de manera más
eficiente. Por ejemplo: aceite de oliva extravirgen; unos cuadraditos de panceta dorados en una
sartén para luego saltear las verduras en esa grasa que se desprende; unas gotitas de aceite de
sésamo para sumar sabor; y aceite de coco virgen para hornear berenjenas (la combinación de la
berenjena y el coco es inesperada y muy deliciosa). Podemos pensar en unos espárragos al vapor
con un poco de parmesano rallado y ghee, gratinados al horno; unas zanahorias salteadas con
manteca, ajo y perejil; unos repollitos de Bruselas con mostaza de Dijon y limón; unas
remolachas al horno con nueces, un poco de queso de cabra y unas gotas de jugo de naranja; y
unas papas al vapor con pepinos, aderezadas con yogur natural, sal y oliva.
Sabores: ajo, hierbas frescas o secas (aunque en este último caso son un poco más fuertes, así
que con moderación), especias como cúrcuma, pimienta (negra, roja, blanca, ¡la que te guste!),
pimentón dulce, algún chilecito más picante o polvo de hongos que mejora todo.
Acidez: limón o vinagres de buena calidad.
Algunos tips
Un error muy común es no comprar suficiente: si tenés muchas verduras, te ves obligado a
comerlas para no tirarlas.
Tratá de acompañar todas las comidas con una ensalada fresca o con alguna conserva de
vegetales fermentados. En casa se come guiso todo el año, pero en verano, con aire
acondicionado y una gran ensalada fresca. Si te cuesta mucho consumir ensalada, comela
primero como entrada, cuando estás con más hambre.
Comé ensalada como plato principal, pero ponele ONDA (con mayúscula): agregale unos
croûtons hechos con los bordecitos o con la punta del pan que nadie se quiere comer, un
poco de un rico queso, unos frutos secos, una buena vinagreta, alguna pastita de legumbres,
arroz o quinoa, pechuga desmenuzada bien chiquita, etc.
Hacé fuentes y fuentes de verduras al horno; hasta las que menos te imaginás que podés
cocinar se van a beneficiar con una buena caramelización a través del calor. No te quedes
solo con papa y batata al horno, podés usar: zapallo (con cáscara, de paso no te cortás
tratando de pelarlo crudo), repollo, rabanitos, espárragos, zanahorias, cebollas, morrones,
tomates, hinojo (que no suele gustar mucho por su sabor anisado, pero cuando lo horneás,
cambia completamente), etc. Lo que sea que te mire a los ojos cada vez que abrís la
heladera y te dé fiaca comer en ensalada... ¡va al horno! Como todo lo cocido, lo podés
tener 72 horas en la heladera, en un recipiente hermético. Usá estas preparaciones para
sumar a: ensaladas, omelettes, tortillas, salteados, croquetas y todo lo que se te ocurra.
¡Mezclalas! Está demostrado que la mezcla de distintas texturas y sabores es más apetecible
que uno solo. Esto se llama sensory specific satiety, un nombre sofisticado para explicar
que, ¡lo monótono es un embole! Un alimento blando + uno crocante + distintos sabores.
Ya sé, te preocupa que tu hijo/a no come verduras (¡a mí también me pasa!), de esto vamos a
hablar más adelante, pero el primer paso para que esto suceda es la exposición a variedad de
alimentos. Y si vos no los comés, él/ella no los va a comer. Aunque puede ser que vivas a boles
gigantes de verduras de todos los colores y aún así todavía no logres que pruebe la gran mayoría.
¿Cuánto deberíamos preocuparnos si no comen verduras? Es algo que tendrás que analizar y ver
caso a caso, pero para quedarnos un poco más tranquilos: en los primeros años de vida, la
necesidad de proteínas y grasas es mucho mayor, por eso, suelen preferir estos grupos de
alimentos (o los fideos, ya sé, pero no caigas en esa trampa). Cuanto más grandes somos, más
importantes son los antioxidantes de las frutas y de las vegetales. ¿Por qué? Los radicales libres
son un producto normal del metabolismo de las células, se crean cuando estas usan oxígeno para
quemar grasa. Desafortunadamente, aumentan su número de forma exponencial con la edad, y
debido a distintos exposomas ambientales. Causan envejecimiento prematuro y contribuyen al
aumento de enfermedades cardíacas y cáncer. Los antioxidantes en las frutas y en los vegetales
batallan contra los efectos de los radicales libres. Así que… ¡comé verduras!
Última parada: granos enteros, legumbres y frutos secos
Los granos enteros, las legumbres y los frutos secos proporcionan una excelente nutrición (en
particular, magnesio, para equilibrar el calcio en los productos lácteos), pero solo si se preparan
cuidadosamente. Aunque son ricos en nutrientes, estos alimentos también contienen
antinutrientes que pueden bloquear la asimilación, interferir con la digestión e irritar el tracto
intestinal (esta información es particularmente importante si llevás una alimentación vegetariana,
ya que necesitás asimilar al máximo los nutrientes). La preparación adecuada consiste en remojar
los granos enteros en un medio tibio y ligeramente ácido, como agua con una pequeña cantidad
de jugo de limón, vinagre, yogur, kéfir o suero de leche.
La combinación de calidez, humedad y ligera acidez, a lo largo del tiempo, descompone los
antinutrientes, neutraliza irritantes como los taninos, aumenta el contenido de vitaminas, libera
minerales y hace que los granos sean mucho más digeribles.
Las legumbres proporcionan colina, ácido fólico, fósforo y muchos minerales importantes.
Las nueces, las almendras y las castañas de cajú (y todos los frutos secos) se deben remojar
en agua salada de seis a ocho horas, luego se escurren y se deshidratan en un horno o
deshidratador. Como no tengo un deshidratador en casa ni la suficiente paciencia para esperar a
que se sequen en el horno por tantas horas, muchas veces las seco unas horas en horno muy bajo
y luego las guardo en el freezer. Se usan en postres, rellenos y salsas, o se comen en cantidades
moderadas como un snack nutritivo. En caso de un consumo esporádico, para salir del paso en la
calle, es preferible, por supuesto, que te comas un puñado de almendras (aunque no estén
activadas) a un paquete de galletitas. Por favor, no dejes de comer frutos secos por esta
información, tratamos de optimizar lo que comemos, pero si se vuelve demasiado complicado,
corremos el riesgo de comer comidas rápidas o industrializadas por no hacer estos pasos extra.
Suena más complicado de lo que es. No te preocupes, con un mínimo de planificación, comer
bien es muy fácil. En la sección de recetas vas a ver todo esto aplicado a la práctica.
10. Barker, D. J.; Winter, P. D.; Osmond, C.; et ál. (1989). Weight in infan- cy and death from ischaemic heart
disease. The Lancet, 2(8663):577-80. DOI: 10.1016/S0140-6736(89)90710-1.
11. Agosti, M.; Tandoi, F.; Morlacchi, L.; Bossi, A. (2017). Nutritional and metabolic programming during
the first thousand days of life. La pedriatria medica e chirurgica: Medical and surgical pediatrics, 39(2),157.
DOI: 10.4081/pmc.2017.157.
12. Gabbianelli, R. y Damiani, E. (2018). Epigenetics and neurodegenera- tion: role of early-life nutrition, The
Journal of nutritional biochemistry, 57:1-13. DOI: 10.1016/j.jnutbio.2018.01.014.
13. Agosti, M.; Tandoi, F.; Morlacchi, L.; Bossi, A. (2017). Nutritional and metabo- lic programming during
the first thousand days of life. La pedriatria medica e chirurgica: Medical and surgical pediatrics, 39(2),157.
DOI: 10.4081/pmc.2017.157
14. Gluckman, P. D.; Hanson, M. A.; Cooper, C.; Thornburg, K. L. (2008). Effect of in utero and early-life
conditions on adult health and disease. The New England journal of medicine, 359(1):61-73. DOI:
10.1056/NEJMra0708473.
15. Waterland, R. A. y Jirtle, R. L. (2003). Transposable elements: targets for early nutritional effects on
epigenetic gene regulation. Molecular and Cellular Biology, 23(15): 5293–5300. DOI:
10.1128/MCB.23.15.5293-5300.2003.
16. Donkin, I.; Versteyhe, S.; Ingerslev, L. R.; et ál. (2016). Obesity and ba- riatric surgery drive epigenetic
variation of spermatozoa in humans. Cell metabolism, 23(2):369-78. DOI: 10.1016/j.cmet.2015.11.004.
17. Gobbetti, M.; De Angelis, M.; Di Cagno, R.; et ál. (2018). Novel insights on the functional/nutritional
features of the sourdough fermentation. International Journal of Food Microbiology. DOI:
10.1016/j.ijfoodmicro.2018.05.018.
18. Gardner, C. D.; Trepanowski, J. F.; Del Gobbo, L. C.; et ál. (2018). Effect of low-fat vs low-carbohydrate
diet on 12-month weight loss in overwei- ght adults and the association with genotype pattern or insulin secretion. The DIETFITS randomized. Clinical Trial. JAMA, 319(7):667-679. DOI:10.1001/jama.2018.0245.
19. Cordain, L. (2002). The Paleo Diet. Weston A. Price Foundation. Recuperado de:
https://www.westonaprice.org/translations/characteristics-of-tradi- tional-diets-spanish-translation/. Grohman,
J. S. (2014). Real food: Nutritional reality. Coburn Press Carthage. Recuperado de: www.beyondveg.com.
PLANCK, N. Real Food, Ed. Bloomsbury, USA, 2007.
20. Aiello, L. (1997). Brains and guts in human evolution: the expensive tissue hypothesis. Brazilian Journal
of Genetics, 20(1). DOI: DOI: 10.1590/S0100-84551997000100023
21. Mann, N. J. (2018). A brief history of meat in the human diet and current health implications. Meat
science, 144:169-179. DOI: 10.1016/j.meatsci.2018.06.008.
22. Teicholz, N. The Big Fat Surprise: why butter, meat, and cheese belong in a healthy diet, Scribe
Publications Pty Ltd. Kindle Edition, USA, 2014.
23. Montero, J. C. (2014). De la hipótesis grasa al modelo carbo-oleoso. Rev. Hosp. Ital. B. Aires, 34(3): 9095. Recuperado de: https://www1. hospitalitaliano.org.ar/multimedia/archivos/noticias_attachs/47/documentos/18533_90-95-HI3-2-Montero-A-.pdf
24. Enig, M. y Fallon, S. Eat Fat, Lose Fat: The Healthy Alternative to Trans Fats, Penguin Publishing Group,
USA, 2005.
CAPÍTULO
DOS
Planificación del embarazo
La vida antes del nacimiento tiene un profundo impacto en la salud.
Hipócrates.
Cambio de hábito: quiero quedar embarazada
La fase de planificación de la gestación es una excelente oportunidad para adoptar hábitos que
además de repercutir positivamente en el organismo de la madre, propician más salud para su
hijo y hasta para sus nietos. Son ajustes en la rutina, muchas veces sutiles, que hacen una gran
diferencia.
Algunos autores dejaron de hablar del embarazo como tres trimestres y en su lugar proponen
hablar de cinco. Esto le sumaría a los tres trimestres del embarazo, tres meses antes de concebir y
tres meses posparto, en los que deberíamos concentrar al máximo los cuidados. A decir verdad,
lo ideal es comenzar a comer bien de cuatro a seis meses antes, y mejor aún, toda la vida, pero si
realmente nos alimentamos mal, no es que debemos esperar a estar embarazadas para comer
saludable, ya que importa mucho el tiempo previo a la concepción.
Como veremos más adelante, en el capítulo 5, donde hablamos del abordaje holístico basado
en la medicina tradicional china, consumir platos especiales durante ciertas temporadas de la
vida, como la pubertad, el embarazo o la vejez, era puro sentido común para las matriarcas
chinas, tan obvio como usar ciertas prendas en enero y otras en julio.
La dieta previa a la concepción y durante el embarazo es bastante similar a la que necesitan
los niños y las niñas en el inicio de su alimentación complementaria, por lo tanto, cuanto antes
empecemos a mejorar nuestros hábitos, más se beneficiarán todos y no habrá que hacer cambios
bruscos cuando el bebé empiece a comer. De esta forma, se lo puede incorporar a las comidas
familiares desde el comienzo: proteínas de calidad y caldos de huesos; gran variedad de
verduras, frutas y tubérculos almidonados; una cantidad moderada de frutos secos y semillas;
alimentos densos nutricionalmente como pescados de agua fría (altos en omega 3); y evitar las
toxinas de alimentos como los aceites de semillas industriales y granos mal procesados. Si querés
saber más sobre nutrientes y comidas, podés leerlo en el capítulo 6.
La exposición a las toxinas por vía placentaria es mayor que la exposición por vía de la leche
materna, por lo tanto, durante el embarazo o cuando creemos que podemos estar embarazadas, se
recomiendan algunos cuidados que considero están bien explicados en el libro The mama natural
week by week, de Genevieve Howland, por eso lo tomo como referencia para desarrollarlos a
continuación.
Sobre vicios y otras yerbas
La mayoría de las mujeres sabe sobre los peligros de tomar drogas ilícitas y fumar durante el
embarazo. No es necesario entrar en demasiados detalles, excepto para decir que su consumo se
ha relacionado con un mayor riesgo de aborto espontáneo, parto prematuro, defectos congénitos
y muerte fetal, por no hablar de los serios peligros para la propia salud.
Fumar tabaco durante el embarazo se ha asociado con esas mismas complicaciones, como así
también con bajo peso al nacer y un mayor riesgo de síndrome de muerte súbita del lactante
(SMSL). Si te cuesta dejar de fumar, hablá con tu médico, buscá herramientas naturales o lo que
consideres para poder lograrlo. Si el otro progenitor también es fumador, es hora de que vaya
pensando en la posibilidad de dejarlo o que, al menos, fume fuera del hogar. Además de bañarse
y cambiarse la ropa al llegar (sí, el humo de segunda mano es igual de dañino).
Mientras que la marihuana medicinal puede ayudar a varias condiciones de la salud fuera del
embarazo, el American College of Obstetricians and Gynecologists insta a las madres a evitar su
consumo durante el embarazo; se han demostrado vínculos con bajo peso al nacer, una mayor
necesidad de atención neonatal y problemas de aprendizaje y desarrollo.
El síndrome de alcoholismo fetal, el más grave de varios trastornos del espectro alcohólico
fetal, causa un deterioro neurológico severo, deficiencias de crecimiento y defectos de
nacimiento. El alcohol atraviesa la placenta y entra en el torrente sanguíneo del bebé: cuando la
mamá bebe, el bebé también bebe. Sin embargo, el 75 % de las mujeres que aseguran desear
quedar embarazadas no dejan de hacerlo. Por otra parte, más del 50 % de los embarazos no son
planificados, por lo que muchas mujeres siguen bebiendo sin saber que están embarazadas. Si es
tu caso, quedate tranquila, lo más probable es que tu bebé esté bien, pero ahora es tiempo de
cuidarse.
Durante siglos, se pensó que la cerveza podía ayudar con la lactancia materna, aunque ahora
sabemos que es probable que sean la cebada y el lúpulo (presentes en la cerveza), en lugar del
alcohol, los que ayudarían a fomentar la producción de leche. Sin embargo, no se ha comprobado
que haya una cantidad segura para consumir durante el embarazo. Si estás tratando de concebir,
lo más conveniente es beber solo ocasionalmente.
Controlar qué medicación tomás
Si tomás medicamentos recetados, es posible que necesites cambiar de marca o dejar de tomarlos
por completo antes de intentar quedar embarazada. Desafortunadamente, muchos medicamentos
de venta libre tampoco son seguros.
También hay que tener cuidado con los suplementos naturales y las hierbas; la equinácea y el
ginkgo biloba, por ejemplo, se han asociado con problemas de fertilidad en mujeres que intentan
concebir.
Tener cuidado con las piedritas del baño de los gatos
Si tenés un gato y estás buscando concebir o ya estás embarazada, tenés una excusa para no
cambiar las piedritas. Aunque no es frecuente, el baño de los gatos es una posible fuente de
toxoplasmosis, una enfermedad parasitaria que puede causar defectos de nacimiento. Si no te
queda otra que cambiar las piedritas vos misma, usá guantes, lavate bien las manos y asegurate
de que el recipiente se limpie a diario. Lo mismo vale para realizar las tareas de jardinería.
Algunas mujeres tienen anticuerpos para toxoplasmosis positivos desde antes del inicio del
embarazo y están protegidas para dicha infección, dado que se considera “infección pasada”.
Estos anticuerpos se dosan en todos los trimestres, y si la mujer ya tuvo toxoplasmosis en el
pasado (la infección pasa desapercibida generalmente), siempre vendrán positivos.
Eliminar productos de limpieza agresivos
Ciertos químicos (presentes en artículos domésticos comunes) se han relacionado con problemas
de fertilidad, mayor riesgo de aborto espontáneo y trastornos de salud futuros.
Evitar el bisfenol A (BPA)
El bisfenol A se encuentra en todo lo que contenga plástico, desde botellas y recipientes para
almacenar alimentos hasta revestimientos de ciertos enlatados (para prevenir la corrosión). Es un
disruptor endocrino conocido, lo que significa que puede interferir con las hormonas e
interrumpir el desarrollo fetal normal. Desde 2012, es ilegal usar BPA en la fabricación de
mamaderas y tazas para bebés. ¿Pero es seguro para los adultos? Todavía no hay suficiente
evidencia. Para disminuir tu exposición al BPA: elegí botellas de vidrio o de acero inoxidable
para el agua.
Se ha demostrado que incluso los plásticos “sin BPA” liberan sustancias químicas parecidas
al BPA, que imitan la hormona “estrógeno”.
Nunca calientes los alimentos en plástico, ni los coloques calientes (sólidos o líquidos) en
recipientes de plástico. No expongas estos envases a temperaturas demasiado frías ni demasiado
calientes, ya que esto provoca que los productos químicos se filtren en tus alimentos. En su
lugar, elegí frascos o contenedores de almacenamiento de vidrio, como los Pyrex.
Evitá las comidas enlatadas tanto como sea posible o elegí marcas que no usen BPA en el
recubrimiento interior de las latas (en la Argentina todavía no he visto marcas que lo aclaren).
Chequear tus productos de cuidado personal
Desafortunadamente, la gran mayoría de los productos de cuidado personal contienen una gran
cantidad de sustancias químicas que pueden ser dañinas. Por nombrar a algunos de ellos:
champú, acondicionador, jabones, cremas, protectores solares, cosméticos, pasta de dientes,
crema de afeitar y detergente para la ropa.
Los ftalatos, por ejemplo, son disruptores endocrinos conocidos (como el BPA); se han
relacionado con la obesidad infantil, la infertilidad en los hombres y un mayor riesgo de trastorno
por déficit de atención/hiperactividad (TDAH). Sin embargo, aparecen prácticamente en todos
los productos que están aromatizados: desodorante, laca para el pelo, fragancias, pesticidas,
alfombras y cortinas para el baño.
Los parabenos y el sodium lauryl/laureth sulfate (SLS/SLES) podrían ser disruptores
endocrinos, y existe cierta preocupación de que ambos sean cancerígenos.
La cuestión es que no es posible evitar por completo la exposición a este tipo de productos
químicos el 100 % del tiempo. Sin embargo, es posible disminuir su exposición y priorizar lo que
es más importante para vos. Siempre que puedas, optá por productos 100 % naturales, como
jabones neutros o hechos con avena o aceites vegetales. Leé las etiquetas y evitá los ingredientes
que mencionan las palabras “ftalato” (como dietil ftalato) y “laureth” en sus nombres.
Eliminar los productos de limpieza doméstica tóxicos
Actualmente, el vínculo entre los productos de limpieza agresivos y el asma y las afecciones
respiratorias está bien documentado. No necesitamos usar productos antibacteriales en toda la
casa, mucho menos en el piso (si ya tenés bebés, sabés cuánto les gusta tocarlo y chuparlo),
donde apoyamos nuestra comida (la mesada de la cocina) o donde nos bañamos, porque entra en
contacto con nuestra piel. Con algunos ingredientes simples y fáciles de conseguir, se puede
limpiar toda la casa. Yo uso mucho vinagre y bicarbonato de sodio que compro al por mayor.
Limpiador para múltiples propósitos
En 1/2 litro de agua, mezclá 1/2 taza de vinagre y 1/4 taza de bicarbonato de sodio. Es
excelente para el baño, los pisos de baldosas, las ventanas y los espejos. No lo uses en
mármol o madera. Para mesadas de mármol, solo vinagre y agua.
Limpiador para eliminar hongos (no solo son malos para nuestro
sistema respiratorio, también afectan nuestra microbiota intestinal)
En 1 taza de agua, agregar 1/2 taza de agua oxigenada al 3 %. Verter en una botella de spray
y rociar sobre el moho o los hongos; dejar reposar por hasta una hora. Frotar con una
esponja o cepillo; es importante mantener cubierta la cara, la boca y el pelo. Repetir según
sea necesario.
Importante: este procedimiento no debería hacerlo una mujer embarazada.
La carga de químicos sobre el cuerpo de una madre no es una responsabilidad personal,
por eso, es importante que presionemos a los gobiernos para que tomen medidas de
protección para toda la población.
¿Y qué puede hacer el papá?
Entre el 20 % y el 50 % de los problemas de fertilidad en la pareja tienen que ver con el factor
masculino, aunque como vivimos en una sociedad patriarcal, la culpa suele caer sobre la mujer.
Que quede claro: el hombre tiene el 50 % de la responsabilidad genética en la concepción y la
gestación.
El bajo conteo de esperma suele darse por el desbalance de omega 3 y 6, y es uno de los
factores más preponderantes en la infertilidad masculina; los hombres infértiles tienen menos
concentración de DHA y EPA en su esperma, es decir, no están comiendo suficientes ácidos
grasos omega 3 de cadena larga.
Aquellos que padecen de síndrome metabólico tienen predominio de estrógeno en su cuerpo,
lo que lleva al hipogonadismo y a la infertilidad.
A su vez, en los hombres obesos, la acumulación de grasa en los muslos incrementa la
temperatura del escroto, que impacta negativamente en la calidad del esperma.
Cortito y al pie: el estado de salud del padre previo a la concepción influye en la calidad,
cantidad y movilidad del esperma y de los espermatozoides, por lo que deben cuidarse a la par de
la futura madre.
Nace una microbiota
La microbiota es un mundo alucinante que recién comenzamos a descubrir y comprender. Hemos
estado explorando el espacio exterior y las profundidades del océano para descubrir los misterios
de la vida sin considerar que dentro de cada individuo, hay un mundo inexplorado. Nuestros
cuerpos están formados por billones de células humanas que continen, cada una de ellas,
veintidós mil genes. Pero no estamos solos, sino que nos acompañan los pequeños
microorganismos que habitan en nuestras entrañas, en nuestra piel, en cada grieta y en cada
fluido. Se estima que cada uno de nosotros alberga cientos de billones de microbios, junto con
sus dos millones de genes microbianos.
Durante décadas, hemos estado luchando contra los microbios como si fueran un ejército
invisible. Abusamos de la utilización de antibióticos y desinfectantes, y basamos nuestras dietas
en alimentos procesados y empaquetados en plástico. Así se fue construyendo este germofóbico
mundo moderno. Por ejemplo, un bebé del mundo industrializado actual, nacido por cesárea,
alimentado con fórmula y al que se le suministraron múltiples dosis de antibióticos en los
primeros años de vida, presentará una microbiota intestinal modificada por estas prácticas. De
esta manera, con el uso de antibióticos, se eliminan grandes cantidades de vida microbiana en el
intestino de un bebé. Además, la medicalización del parto pone al bebé en contacto con
microorganismos patógenos oportunistas que están presentes solo en estas instituciones.
La microbiota intestinal comprende una comunidad activa de bacterias, virus, hongos y otros
microorganismos que viven colonizando el intestino de los animales. Actualmente, se lo conoce
como “un nuevo órgano” debido a su importante rol en la salud y en la enfermedad. (25) Pero
¿de qué manera se coloniza nuestro intestino? Existen evidencias que demuestran que la
colonización del intestino comienza en el útero y que luego la composición de esa flora intestinal
estaría determinada por la forma de nacimiento. El útero ya no se considera un órgano estéril, se
han identificado bacterias y ADN bacteriano en la placenta, el meconio y el líquido amniótico.
Esto indica que la colonización del bebé ocurre desde el útero. (26) Recientemente se ha
identificado que, por ejemplo, la alimentación de la madre durante el embarazo podría modificar
la microbiota del bebé. (27) Además, se ha demostrado que los bebés nacidos por cesárea tienen
diferente flora intestinal que los bebés que nacen vaginalmente, ya que la exposición a las
bacterias ambientales es distinta en los primeros minutos de vida. (28) Estas diferencias en la
composición de la microbiota podrían explicar el aumento en la incidencia de asma, alergias y
enfermedades autoinmunes en chicos nacidos por cesárea. Además, se sabe que el trabajo de
parto causa cambios en los niveles de factores endocrinos, inflamatorios y contráctiles que
podrían modificar la microbiota de la madre y, en consecuencia, la del recién nacido. (29) De
esta manera, gracias a las bacterias del canal de parto, de la vagina y del ano de la madre (¡¡sí,
esto es algo bueno!!), un recién nacido pasa, en días, de tener cero organismos en su cuerpo a
tener cerca de cien trillones. Eso es más bacterias que estrellas en la Vía Láctea.
Después de unos días de vida, las bacterias superan en número a las células del cuerpo del
bebé en cerca de diez a uno.
El intestino permeable
Hay muchos factores que causan permeabilidad intestinal: los antibióticos, los antiinflamatorios
no esteroideos (paracetamol e ibuprofeno, por ejemplo), el estrés, los alimentos procesados, el
azúcar, los jabones antibacteriales y los pesticidas.
Las doce señales de un intestino permeable
1. Tenés problemas digestivos como gases, hinchazón, heces blandas o síndrome del intestino
irritable (SII).
2. Tenés intolerancias alimentarias o sensibilidad a los alimentos.
3. Sufrís de alergias estacionales.
4. Tenés eczema, erupciones cutáneas, acné u otros problemas crónicos de la piel.
5. Tenés una condición autoinmune.
6. Estás cansado todo el tiempo.
7. Tenés síndrome de fatiga crónica o fibromialgia.
8. Luchás contra la ansiedad, la depresión o los estados de ánimo erráticos.
9. Te han diagnosticado sobrecrecimiento de levadura (Cándida) o sobrecrecimiento bacteriano
de intestino delgado (SIBO).
10. No podés perder peso a pesar de cumplir con una excelente dieta.
11. Tus articulaciones duelen y se hinchan.
12. Tenés problemas para concentrarte, con tu memoria, o notás otros cambios cognitivos.
La doctora Florencia Raele, autora de Nutrición holística: alimentación para el cuerpo, el
alma y la mente, y quien escribió el prólogo de este libro, propone un tratamiento en cuatro pasos
para reparar la permeabilidad intestinal (esto a modo informativo, recordá que para hacer
cualquier cambio en tu alimentación es recomendable consultar con tu médico y/o nutricionista).
1) REMOVER
2) REEMPLAZAR
3) REPARAR
4) EQUILIBRAR
1) REMOVER: se refiere a evitar por un período de tiempo, todas las posibles toxinas que te
estén generando daño: azúcares, productos procesados, alimentos transgénicos, lácteos,
cereales/legumbres (especialmente los que tienen gluten o son difíciles de digerir) y sus
derivados. Evitar el alcohol, las medicaciones y las gaseosas. Simplemente: llevar una
alimentación muy saludable y orgánica.
2) REEMPLAZAR: por alimentos saludables ideales para apaciguar el efecto inflamatorio
ocasionado.
3) REPARAR y 4) EQUILIBRAR:
Comer lo más natural posible (para evitar el contacto con toxinas ambientales).
Consumir alimentos prebióticos que promueven el desarrollo de la microbiota saludable (ya
que esta se alimenta de productos de su fermentación). Se encuentran en frutas y vegetales
fibrosos (algunos ejemplos: banana, ajo, puerro, espárragos, cebolla).
Evitar el exceso de proteínas (más aún si no son orgánicas).
Aumentar el consumo de ácidos omega 3 (que tienen efecto antiinflamatorio), sobre todo
los pescados grasos.
Reemplazar los aceites de uso convencional por aceite de coco.
Evitar los azúcares y alimentos procesados bajos en fibra: alimentan a la microbiota
patógena.
Consumir alimentos probióticos; los famosos suplementos bebibles a base de lactobacilos
tan promocionados por la televisión son alimentos probióticos. El problema es la calidad de
todo aquello que acompaña a este producto industrializado en su elaboración (son a base de
leche y azúcar), que lo torna poco beneficioso para reparar la microbiota, ya que alimentan
a la patológica. (30)
Qué alimentos contienen probióticos
Productos lácteos fermentados naturalmente (como el kéfir, los yogures y los quesos):
idealmente deben consistir en productos orgánicos sin pasteurizar. Los yogures y los quesos
de los supermercados no son ideales por la misma causa que los suplementos bebibles
comerciales: son altamente procesados.
Vegetales fermentados (pickles, sauerkraut, kimchi).
Productos a base de soja orgánica fermentada: miso, tempeh, nato.
Bebidas fermentadas: kombucha (a base de té) y kéfir.
Qué suplementos ayudan
Suplementos de buena calidad para reponer la flora intestinal: se adquieren en farmacias o
casas de suplementos.
L-glutamina: aminoácido esencial para reparar la disfunción intestinal.
¿Cómo cuidamos la microbiota de nuestra familia?
Hay muchas cosas que podemos hacer para cuidar la microbiota. (31)
Tener diversidad en la dieta: comer gran variedad de plantas, frutas y verduras crudas
(especialmente frutos rojos); proteína de alta calidad; grasas saturadas saludables; almidón
resistente; alimentos y bebidas fermentadas naturalmente.
Consumir alimentos probióticos.
Cuando sea posible, amamantar hasta la edad natural del destete.
Evitar los nacimientos por cesárea electiva.
Evitar los antibióticos innecesarios.
Lavarse las manos con agua y jabón, que no sea antibacteriano.
Vivir en contacto con la naturaleza y tener mascotas.
Recordemos que las bacterias intestinales van más allá del concepto del bien y del mal.
Según el gastroenterólogo Hiroshi Shinya, la proporción de bacterias en nuestro intestino es
aproximadamente de:
20 % bacterias beneficiosas.
30 % bacterias dañinas.
50 % bacterias intermedias.
Las bacterias claves que contribuyen al control del ambiente intestinal son las intermedias.
Cuando la proporción de bacterias dañinas aumenta como resultado de comidas irregulares y de
malos hábitos alimenticios, las bacterias intermedias se van hacia el dominio de las dañinas,
entonces, la mayoría de las bacterias intestinales actúan como tales, descomponiendo los
alimentos sin digerir y provocando gases tóxicos.
El Dr. Shinya define a las bacterias intermedias como “votantes indecisos” que tenemos que
convencer para que voten un partido u otro. Tenemos una cantidad considerable de control sobre
nuestra salud, lo cual debería empoderarnos para tomar mejores decisiones.
Las dos armas principales que tenemos para cuidar nuestra microbiota intestinal son:
Probióticos: son bacterias y microorganismos vivos, presentes en un alimento de manera
natural o añadidos. Cuando se administran en cantidades adecuadas, confieren un beneficio para
la salud del huésped. Dicho sencillamente: son bacterias vivas y otros microorganismos que
tienen la habilidad de renovar la salud, estimular el sistema inmunológico, mejorar la digestión,
aumentar la absorción de nutrientes, ayudar a crear vitaminas, controlar las bacterias dañinas,
calmar la inflamación, metabolizar el exceso de colesterol y aumentar la capacidad del cuerpo
para prevenir o combatir enfermedades. Se recomienda que incluyas, por ejemplo, alimentos
fermentados en tu alimentación, o en casos concretos, un suplemento (especialmente si tomás
antibióticos). El problema es que muchas veces, este aporte externo de bacterias no surte el
efecto deseado, ya sea porque las bacterias se mueren por el camino (es un viaje peligroso hasta
llegar a destino, el intestino grueso) o porque el tipo de bacterias que se incluyen no terminan de
“congeniar” con la población existente.
Prebióticos: son sustancias no digeribles que sirven de alimento a la microbiota, con el
objetivo de estimular el crecimiento favorable de nuestras bacterias autóctonas. Es decir, en vez
de añadir bacterias externas, alimentamos las que tenemos.
En los últimos años, ha despertado mucho interés un tipo especial de prebiótico, similar en
algunos aspectos a la fibra tradicional, pero con propiedades específicas que lo hacen
especialmente interesante.
¿Qué es el almidón resistente? Antes de avanzar, les recomiendo ver este video:
https://www.youtube.com/watch?v=NI3KtR3LoqM.
Cuando pensamos en almidón (32), en general, nos referimos al tipo fácilmente convertible
en glucosa, ideal para rellenar las reservas de glucógeno, por ejemplo. El almidón resistente es
diferente. Como su nombre lo indica, se resiste a la digestión. Viaja por nuestro intestino,
relativamente intacto, hasta llegar al colon, donde es recibido por nuestras bacterias con los
brazos abiertos. Podríamos decir que el almidón resistente representa una de las comidas más
saludables para nuestras bacterias: mejora el metabolismo, mejora la salud intestinal y produce
grasas buenas.
Algunas fuentes recomendables de almidón resistente
Tubérculos (como papa y mandioca). Especialmente si se comen fríos o recalentados a
temperaturas no muy altas. La batata aporta muy poco almidón resistente.
Plátano verde o plátano macho. Consumir las bananas cuando están un poco verdes todavía.
Legumbres (como lentejas y porotos de todo tipo).
Algunos cereales, como arroz (preferentemente cuando se enfría) y la avena.
¿Y con respecto a los bebés específicamente?
Siempre que sea posible
Parir vaginalmente (evitar cesáreas innecesarias o electivas). La salud intestinal de la madre,
tanto antes como durante el embarazo, proporciona esa impresión inicial de la microbiota
intestinal del bebé. Así que para las personas que están planeando concebir, es realmente
crucial hacer todo lo posible para optimizar su propia microbiota intestinal. Eso en un
mundo ideal. Por supuesto, no todas las personas saben esto o tienen la oportunidad de
hacerlo, por lo que siempre tenemos que empezar desde donde podamos. Pero nunca es
demasiado tarde para prestar atención a nuestra alimentación.
Amamantar.
Usar antibióticos solo cuando sea extremadamente necesario.
Evitar los alimentos procesados e industrializados: una vez que se inicia la alimentación
complementaria, ofrecer alimentos naturales, sin procesar, que alimentarán a la población
adecuada de bacterias.
¿Qué podés hacer como madre o padre para proteger al bebé antes de
nacer?
Las investigaciones recientes demuestran que las madres que reciben un probiótico en el tercer
trimestre tienen bebés con tasas más bajas de condiciones atópicas (particularmente eczema y
alergias), en especial, en el caso de necesitar una cesárea.
Los organismos que se consideran más protectores para la madre y para el bebé son una
amplia variedad de especies de Lactobacillus y Bifidobacterium. También se recomienda que la
madre reciba Lactobacillus reuteri y Lactobacillus rhamnosus, a menudo disponibles en
combinación o solos. Hablá con tu médico para que te recete las cepas y las dosis adecuadas para
vos.
Si es necesario tomar un antibiótico durante el embarazo, por una infección urinaria o de otro
tipo, se recomienda tomarlo junto con un probiótico, y continuarlo durante el resto del embarazo.
Solo podemos hacer nuestro mejor esfuerzo para mantenernos libres de productos farmacéuticos
y otras exposiciones, pero la vida sucede y tenemos que seguir adelante con ella. ¡No hay nada
por lo que sentirse culpable o mal! No todos los bebés que tienen exposición a antibióticos
desarrollan consecuencias. ¡Y la consecuencia de no tratar una infección es potencialmente
mucho peor!
En el caso del estreptococo del grupo B (Streptococcus agalactiae) no parece desempeñar un
papel especialmente beneficioso en la salud humana, ni tampoco es dañino si se mantiene bajo
control por la microbiota intestinal sana. Sin embargo, en un porcentaje muy pequeño de bebés
expuestos, la infección puede causar enfermedades graves e incluso la muerte. Por lo tanto, todas
las mujeres que dan positivo en el embarazo y que cumplen con diversos criterios en el trabajo
de parto, en esta instancia reciben un antibiótico intravenoso para evitar que el bebé desarrolle
una infección. Hablá con tu partera sobre la posibilidad de reforzar el tratamiento de antibióticos
con unos óvulos de ajo.
Con toda probabilidad, si da positivo, te recetarán un antibiótico, lo cual no es para nada
inapropiado. Pero ¿qué podés hacer? Por un lado, podés apoyar tu salud intestinal y microbioma
vaginal para prevenir el sobrecrecimiento de estreptococo del grupo B (GBS), antes y durante el
embarazo, siguiendo una dieta baja en azúcar, alimentos y carbohidratos procesados, y rica en
fibras y verduras lactofermentadas. Para prevenir el GBS, no solo es recomendable tomar un
probiótico que contenga una gran variedad de cepas de Lactobacillus y Bifidobacterium, además
debe tener específicamente Lactobacillus rhamnosus y Lactobacillus reuteri. Esto es muy
importante si tuviste GBS en el pasado o si tenés un historial de infecciones por hongos,
vaginosis bacteriana (BV) o infecciones crónicas del tracto urinario. Darle a la mamá
Lactobacillus rhamnosus también reduce la incidencia de eczema atópico en niños y niñas en
riesgo durante los primeros dos años de vida. (33)
Microbiota y lactancia
Lo que sucede en los primeros años de vida es crítico; la transferencia del microbioma a través
de la leche materna podría tener un efecto duradero en el sistema inmunológico del bebé a
futuro. La leche humana no es estéril como se creía; su composición juega un rol importante en
la colonización del intestino y en la resistencia a patógenos potenciales. Un lactante que se
alimenta con el pecho de su madre, por cada 800 ml de leche, recibe 105 bacterias.
A través de la leche humana se suministran IgAS (inmunoglobulinas o anticuerpos) al bebé.
Muchos de estos anticuerpos son específicos para sus necesidades. Por lo tanto, se fabrica una
leche única y específica para cada bebé. La ciencia apenas está comenzando a revelar cómo estas
interacciones están directamente relacionadas con nuestra salud. Lo que ahora entendemos
científicamente es que la interacción de la madre, el bebé y el microbioma, es compleja y
duradera, de una manera que apenas estamos comenzando a vislumbrar. Por ejemplo, cada madre
produce un patrón de oligosacáridos que es exclusivo de su leche y de su hijo, y que tiene la
capacidad de prevenir infecciones bloqueando virus, patógenos celulares y toxinas. (34) Esto está
parcialmente determinado por la genética, aunque el patrón cambia a lo largo de la lactancia.
Veamos el camino completo: el bebé nace a través de la vagina. Inmediatamente, él o ella
adquiere más microbios, tal vez de la materia fecal de la madre, del aire y de ser tocado. Todos
ellos se unen a la “fiesta de colonización” en la piel, microbioma oral, respiratorio y digestivo.
Este es el principal evento de sembrado para el microbioma intestinal del bebé.
El bebé comienza a amamantar. La bacteria Lactobacillus en la boca del bebé se mezcla con
la leche materna y comienza a descomponer la lactosa para producir energía. El bebé traga la
leche materna y, con ella, algunos microbios más, que incluyen más bacterias de ácido láctico.
En el intestino del bebé, las bacterias comienzan a tener hambre... ¡Llega la comida! La leche
materna proporciona nutrición y lactosa (azúcares) para alimentar al bebé hambriento, y
oligosacáridos especiales (azúcares prebióticos) que alimentan a las bacterias hambrientas. Esta
es la parte de alimentación del proceso. Con la energía de los azúcares, los lactobacilos y, en
particular, las bifidobacterias (de la materia fecal y de la leche materna) se multiplican,
colonizando rápidamente el microbioma intestinal del bebé y evitando que otras bacterias
dañinas se afiancen. Este proceso temprano en el intestino también comienza a entrenar el
sistema inmune del bebé. ¡Un proceso perfecto!
Las bacterias son tus amigas
Por lo general, cuando hablamos de bacterias, nos gusta decir que luchamos contra ellas. Pero
resulta que las bacterias, a las que nos exponemos desde el día uno, tienen la capacidad de
determinar la salud o la enfermedad para el resto de nuestras vidas.
¿Qué hacen todas esas bacterias para calificar como un órgano?
Todos estos trillones de bacterias que componen el genoma interno de un bebé hacen,
colectivamente, algunas tareas muy importantes.
1. Son fundamentales en la formación y absorción de vitamina B12, tiamina, riboflavina,
biotina y vitamina K.
2. Cuando el tracto intestinal de un bebé está poblado de bacterias que hacen cosas buenas, hay
menos posibilidades de que las bacterias que hacen cosas malas se desarrollen (los llamados
“patógenos”).
3. Producen mucina, un producto que recubre el tracto intestinal y sirve como una capa
protectora interna de sustancia defensiva.
4. Digieren los indigestibles trabajando horas extras, metabolizan fibra y liberan nutrientes
para la absorción por el colon. Y mientras nuestros cuerpos producen varias enzimas como
la lactasa (para digerir la lactosa) y la sacarosa (para digerir los carbohidratos), la microbiota
es una máquina enzimática responsable de numerosas enzimas. Las bacterias que pueden
digerir los carbohidratos derivados de plantas, llamados “glicanos”, están presentes en la
panza de un bebé mucho antes del destete. Esto significa que antes de que un bebé pueda
iniciar su alimentación complementaria, sus residentes ya se están preparando para cosas
más grandes y más sabrosas.
5. Mantienen el revestimiento de las paredes del intestino en la permeabilidad correcta para
cada etapa, para que no se filtren indeseables. Las bacterias también estimulan el
crecimiento celular, lo que confiere unas paredes al tracto intestinal grueso y bien
desarrollado.
6. Estimulan la producción de inmunoglobulina A (IgA). En el intestino del bebé, las bacterias
ayudan al cuerpo a crear IgA; este es un producto crítico del sistema inmunológico que sirve
como la primera línea de defensa ante los invasores externos. La leche materna tiene muchas
IgA.
7. Se comunican con las células del sistema inmunológico. Los organismos intestinales están
en un diálogo constante con el sistema inmunológico del bebé, este mecanismo se llama
“cross-talk” o “conversación cruzada”. Esto ayuda a mantener las células inmunes en
contacto con el mundo exterior. Por ejemplo, las bacterias producen sustancias llamadas
“ácidos grasos de cadena corta” que influyen en las células inmunes. Como resultado, estos
ácidos grasos actúan como un enlace crítico entre la microbiota y el sistema inmunológico
mediante la formación y control del desarrollo de las infecciones.
8. La absorción de nutrientes en el intestino de los bebés no es supereficiente, y las bacterias
juegan un papel crítico en la captura de calorías no absorbidas por los bebés. Esta habilidad
del colon para rescatar la energía que podría terminar en el pañal se llama “rescate del
colon”, y es un fenómeno digestivo clave para los bebés.
Los principales factores de riesgo que interfieren en la salud del microbioma son:
Disbiosis (el crecimiento excesivo de bacterias, levaduras y otros organismos
potencialmente dañinos, o la falta de grandes cantidades de microbios saludables).
Exposición de la madre a antibióticos durante el embarazo, el parto o la lactancia.
Parto por cesárea.
Falta de lactancia durante al menos los primeros cuatro meses de vida, e idealmente el
primer año.
Antibióticos administrados al bebé en los primeros dos años de vida.
El perfil microbiano está en constante cambio durante los primeros dos o tres años de vida,
por eso hablamos de esta importante ventana de oportunidad. Pero comúnmente se estabiliza en
algún momento entre los dos y tres años, aunque esto dependería de cuándo se detiene la
lactancia, en casos de lactancias a término, este perfil podría seguir nutriéndose hasta los seis o
siete años. Una vez que el microbioma infantil alcanza su equilibrio, comienza a parecerse al de
un adulto; esto significa que es bastante similar en términos de composición y diversidad. Los
últimos estudios indican que del 60 % al 70 %, aproximadamente, de la composición del
microbioma intestinal permanece estable desde la infancia hasta la vejez. El 30 % o 40 %
restante puede alterarse como resultado de, entre otras situaciones: cambios en la dieta o el estilo
de vida; niveles de estrés y actividad física; infección bacteriana; toma de antibióticos; y
cirugías. En efecto, parece que a la edad de 3 años, tenemos un mapeo del estado de salud inicial.
Entonces, aunque durante la mayor parte de la vida de una persona, la naturaleza precisa del
microbioma, podría cambiar día a día o mes a mes como respuesta a factores de alimentación,
ambientales y de estilo de vida. Pero fundamentalmente, siempre retornará a ese 60 % o 70 % de
composición microbiana de los primeros años de vida.
La leche materna es el alimento óptimo para los bebés. La evolución de cientos de miles de
generaciones se ha encargado de eso. Realmente no hay manera de mejorarla. La leche materna,
por ejemplo, contiene galactooligosacáridos, que son moléculas prebióticas que estimulan
selectivamente el crecimiento de bifidobacterias, una de las especies más importantes de
bacterias beneficiosas en el intestino. Algunos productores de fórmula están empezando a
investigar esto, y le están agregando algunos prebióticos y probióticos. Pero nunca es
exactamente lo mismo cuando se crea una versión sintética. Por lo tanto, aún las mujeres que
tienen una alimentación subóptima, siempre va a ser mejor que amamanten a que den fórmula.
¿Qué pasa en el microbioma de un bebé alimentado con fórmula?
Este es un tema sensible, y como todo en este libro, la idea es brindar información, pero nunca
generar culpa o preocupación. Creo que cada uno puede elegir cómo alimentar a su hijo, aunque
es bueno contar con la información correcta para tomar este tipo de elecciones. En mi caso, por
ignorancia, le di leche de fórmula a mi hija sin que fuera necesario, ya que teníamos una
lactancia bien establecida. Entonces hubiera deseado que alguien me brindara toda esta
información.
Muchas veces es necesario suplementar por determinados motivos, pero deberíamos reservar
este recurso para esos casos extremos. Recordemos que la leche de fórmula es medicamentosa,
por lo tanto, debe ser recetada por el pediatra, tanto las dosis como la marca y el método de
preparación. En muchas oportunidades, se habla de la leche humana como un alimento o un
líquido, cuando en realidad es un tejido vivo muy poderoso, por lo que es muy difícil
reproducirla en un laboratorio.
La leche de fórmula puede satisfacer las necesidades nutricionales del bebé simulando el
contenido nutricional de la leche materna, pero algunas carecen de otros ingredientes críticos.
Entre esos ingredientes faltantes están las hormonas, los anticuerpos, las sustancias
antiinflamatorias, las cepas específicas de los microbios y los oligosacáridos prebióticos que
alimentan los microbios intestinales del bebé. Los oligo (pequeño o poco) sacáridos (azúcares)
de la leche humana son, como la etimología describe, moléculas de azúcar complejas. Sin
embargo, este prefijo puede ser engañoso. Aunque pequeño, no hay nada de “poco” en ellos.
Sorprendentemente, los oligosacáridos son el tercer componente más abundante en la leche
materna humana. Primero está la lactosa (azúcar), luego los lípidos (grasa), y justo después están
los oligosacáridos, incluso más abundantes que las proteínas. Hasta la fecha, se han identificado
más de 150 tipos diferentes. Y también vale la pena señalar, por supuesto, que estos compuestos
numerosos, intrincados y aún en gran medida misteriosos, no están presentes en la mayoría de las
leches de fórmula infantil, y si lo estuvieran, no sabríamos si es realmente beneficioso para todos
los bebés.
Hoy en día contamos con fórmulas muy sofisticadas, pero que no igualan la composición
exacta de la leche materna. Se puede dejar tranquila a una familia que elige dar fórmula, ya que
su bebé podría estar nutrido y crecer bien. Pero no va a obtener los complejos mecanismos
biológicos que activan estos ingredientes críticos faltantes en la leche de fórmula.
En los últimos años, han sucedido muchos avances en el mundo de la leche de fórmula. Los
productos se han vuelto más específicos y nutricionalmente adaptados para imitar la leche
materna, y los científicos y fabricantes continúan progresando y mejorando. Algunos fabricantes
de fórmulas ya han comenzado a agregar prebióticos (es decir, oligosacáridos) a su gama de
productos. Sin embargo, muchos científicos advierten que todavía hay muchas más incógnitas
que conocimientos. ¿Para qué han evolucionado estas estructuras misteriosas en los humanos
para empezar? ¿Cómo se hacen en la glándula mamaria? ¿Por qué somos tan diferentes, en
comparación con cualquier otro mamífero? (Otros primates y animales producen oligosacáridos
en cantidades mucho más pequeñas, y las estructuras son mucho más simples.) ¿Cómo funciona
cada uno de manera diferente en el cuerpo? ¿Qué beneficios realmente tienen para el bebé?
Simplemente todavía no tenemos estas respuestas.
25. Vuong, H. E.; Yano, J. M.; Fung, T. C.; Hsiao, E. Y. (2017).The microbiome and host behavior. Annual
Review of Neuroscience, Vol. 40:21-49. Recuperado de: https://doi.org/10.1146/annurev-neuro-072116031347
26. Chong, C. Y. L.; Bloomfield, F. H.; O´Sullivan, J. M. (2018). Factors affec- ting gastrointestinal
microbiome development in neonates. Nutrients, 10(3). DOI: 10.3390/nu10030274.
27. Lundgren, S. N.; Madan, J. C.; Emond, J. A.; et ál. (2018). Maternal diet during pregnancy is related with
the infant stool microbiome in a delivery mode-dependent manner. Microbiome. Recuperado de:
https://doi.org/10.1186/s40168-018-0490-8
28. Stinson, L. F.; Payne, M. S.; Keelan, J. A. (2018). A critical review of the bacterial baptism hypothesis and
the impact of cesarean delivery on the infant microbiome. Frontiers in Medicine (Lausanne), 5: 135. DOI:
10.3389/fmed.2018.00135.
29. Francino, M. P. (2018). Birth mode-related differences in gut microbiota colonization and immune system
development. Annals of nutrition & metabolism, 73 Suppl 3:12-16. DOI: 10.1159/000490842.
30. Romm, A. (2014). 10 signs that you have a leaky gut + How to heal it. The gut-health connection. AVIVA
ROMM MD. Recuperado de: https://avivaromm.com/10-signs-leaky-gut/
31. Citado en internet, página de GUT MICROBIOTA FOR HEALTH:
https://www.gutmicrobiotaforhealth.com/en/about-gut-microbiota-info/
32. Bello-Perez, L. A.; Flores-Silva, P. C.; Agama-Acevedo, E.; Tovar, J. (2018). Starch digestibility: past,
present, and future. Journal of the science of food and agriculture. DOI: 10.1002/jsfa.8955.
33. Romm, A. (2014). 10 signs that you have a leaky gut + How to heal it. The gut -health connection. AVIVA
ROMM MD. Recuperado de: https://avivaromm.com/10-signs-leaky-gut/
34. Ayechu-Muruzabal, V.; Van Stigt, A. H.; Mank, M.; et ál. (2018). Diver- sity of human milk
oligosaccharides and effects on early life immune development. Frontiers in pediatrics, 6:239. DOI:
10.3389/fped.2018.00239.
CAPÍTULO
TRES
El poder del nacimiento
Hice lo que sabía hacer. Ahora que sé más, lo hago mejor.
Maya Angelou.
La epidemia de cesáreas
Según varias fuentes, incluida la Organización Mundial de la Salud (OMS), la tasa de
cesáreas de ninguna nación debería superar el 15 %. En Argentina, esa tasa es del 30,9 %, un
porcentaje que en el sector privado alcanza hasta un 67 %. La tendencia se mantiene en aumento
desde hace cinco años, a pesar de todas las recomendaciones de la OMS. En el mapa mundial,
Argentina está en rojo, incluso en un lugar bastante más alto que el de la tasa promedio de
América Latina (23,7 %). Para tratar de revertir esta situación, se reglamentó la ley de parto
humanizado que, en entre otras cuestiones, obliga a las instituciones a darle a la mujer el tiempo
necesario para parir a su hijo respetando sus deseos y los tiempos de la fisiología.
Se han escrito numerosos libros y artículos sobre este fenómeno, y se conocen varios
métodos para reducir la tasa de cesáreas, como mantener un embarazo saludable de bajo riesgo,
que incluye mantener un peso saludable, no ser inducido innecesaria o prematuramente, y tener
un parto sin intervenciones.
¿Cuál es la mejor preparación para el parto? La que se dé en un lugar donde la mujer se
sienta segura y respetada. En la que sienta placer por su cuerpo, en la que no subestimen ni a ella
ni a su bebé. En la que no se le enseñe a parir. En la que pueda juntarse con otras mujeres
madres. En la que se le informen sus derechos, las leyes que la amparan y las opciones para que
ella pueda elegir. Y sobre todo, donde pueda expresar y desterrar sus temores.
Nacer por cesárea implica no haber recibido la orden hormonal, la oleada de oxitocina,
endorfinas y adrenalina que significa pasar por el canal vaginal. No es lo mismo para el bebé
enfrentar ese proceso fundante en la vida, que ser arrancado sin previo aviso del útero.
Las cesáreas tienen mayor incidencia en problemas respiratorios, en consecuencia, en una
internación separada de la madre. Tampoco hay que olvidar que es una cirugía mayor, con todos
los riesgos que esto implica.
Las hormonas que liberan tanto la mamá como el bebé en un parto facilitan luego el apego
entre ellos. La oxitocina es la hormona que produce la leche materna, y que genera una necesidad
de protección y contacto físico con el bebé. Después de una cesárea, en el 99,5 % de los casos se
puede intentar un parto por vía vaginal. En la actualidad, se nace cada vez más por cesárea, y se
supone que si esta tendencia sigue aumentando, en el futuro dejaremos de producir todas estas
hormonas maravillosas, porque en algún lugar de la memoria de la especie, quedará registrado
que ya no se utilizan.
Se ha estudiado la relación entre la no liberación de oxitocina (sexo, parto, lactancia,
contacto mamá-bebé temprano y continuo) con la violencia, el suicidio, la falta de conciencia
social, la bulimia y la anorexia, los ataques de ansiedad, la depresión, etc. Existe, entonces, una
relación entre la producción de oxitocina y la capacidad de amar. Cuando la cesárea es
inevitable, por ejemplo, ante el sufrimiento fetal, el bebé la vivencia como un rescate, no como
un desarraigo de su espacio placentero. Además, hay una gran diferencia entre la cesárea
respetada y una que no lo es. Aún teniendo una cesárea, podemos procurar que ningún bebé se
separe de su mamá luego de su nacimiento, que haya un ambiente amoroso y acompañado.
Recomendaciones para un parto fisiológico
Por Julia Gentile, doula.
Una de las primeras cosas que podemos hacer por nuestros hijos para proveerles una microbiota
sana y un desarrollo del sistema inmunológico en su máximo potencial, es tratar de que tengan
un nacimiento fisiológico.
“Fisiológico” no es lo mismo que “parto natural”, porque de un tiempo a esta parte (en los
últimos sesenta años sobre todo), se ha naturalizado parir intervenidas. Y tampoco es lo mismo
que “parto respetado”, ya que podemos tratarnos con mucho respeto y aún así desconocer la
fisiología y las verdaderas necesidades de una mujer en trabajo de parto.
Parir de manera fisiológica implica informarse, conocerse y trabajar con una misma para
confiar lo suficiente en el proceso y permitir que ocurra. El parto, como todos los eventos de la
fisiología, es espontáneo. Solamente necesitamos un entorno adecuado y un acompañamiento
propicio. Y tiempo.
El sistema de salud actual está en un momento de quiebre. Ya sabemos, a través de la
evidencia de la medicina, que es urgente hacer menos cosas para “ayudar” a las mujeres a parir.
Y aún sabiendo esto, continuamos viendo una serie interminable de protocolos fundamentados
en el miedo, que lo único que hacen es obstaculizar más el proceso.
El uso protocolar de antibióticos preventivos, suero, dextrosa, oxitocina sintética, anestesia,
antiinflamatorios, analgésicos posparto, etc., etc., etc., tiene —sin lugar a dudas— implicancias
en el bioma intestinal de la mamá y del bebé.
Si nos preguntásemos en cada caso cuántos de estos químicos son realmente necesarios, e
hiciésemos un análisis exhaustivo, estaríamos sorprendidos de los resultados. Por eso, considero
urgente y necesario transformar nuestra manera de ver el parto y la asistencia.
Para prepararte mejor, te recomiendo:
Informarte y transitar espacios de la fisiología (aún desde antes de estar embarazada). Te
permitirá hacer elecciones conscientes sobre el tipo de parto que querés. Conocer los
procesos te ayudará a empoderarte y saber qué ocurre cuando el parto empieza a dar
señales. Sería ideal que tu acompañante tenga esta información, de modo que vos puedas
soltarte y entregarte al proceso.
Buscar la asistencia de una doula con la que puedas trabajar tus emociones, tu historia, tus
miedos y los de tu pareja.
Hacer un casting de obstetras y parteras, hasta que des con un equipo respetuoso en el que
sientas que podés confiar, para saber que si realizan alguna intervención, es porque hay un
diagnóstico preciso que la justifique.
Conectarte con tu bebé y seguir tu instinto. Conversá con otras mujeres que parieron sin
intervención. Leé mucho, informate.
Trabajar con tu cuerpo y tus emociones desde alguna disciplina que te genere placer: yoga,
eutonía, meditaciones, caminatas. Lo que te haga bien.
Hablar con las mujeres de tu familia. Se puede sanar todo el linaje con un buen parto. Sobre
todo si estás gestando una niña... es una gran oportunidad.
Prepararte para transitar el trabajo de parto en tu casa (si es un embarazo de bajo riesgo), así
vas a la clínica con una buena dinámica y evitás intervenciones innecesarias.
Prepararte para parir sin anestesia, entendiendo al dolor como un mensaje y un camino de
apertura hacia el encuentro con tu bebé. Desde varias disciplinas, como la eutonía, la danza,
el canto y las respiraciones conscientes, podés trabajar la entrega para no temerle a la
intensidad de las contracciones.
Conversar con el equipo de neonatología sobre las rutinas de recepción de tu bebé: piel con
piel y calostro de la primera hora de vida, son un puntapié ideal para una buena salud y la
recuperación de la díada.
Y, sobre todo, saber que el equipo de asistencia te asiste, pero no hace tu parto. El parto lo
hacés vos y tu bebé. Ellos están allí en caso de que los necesites.
Yo, Luisina, agregaría sobre el parto:
Si tenés antecedentes de depresión o ansiedad, estás empezando a sentirte extraña o percibís
algo inusual, hablá con un especialista desde el principio de tu embarazo. La salud mental
es muy poco discutida en el embarazo, especialmente desde que la depresión perinatal
afecta aproximadamente entre un 15 % y un 25 % de las mujeres embarazadas. No tenés
que sufrir por eso. Para algunas mujeres, es necesario tomar medicamentos. En el caso de
abuso sexual: una de cada cinco mujeres sufrirá algún tipo de abuso sexual en algún
momento de su vida, ya sea en la infancia o en la edad adulta. Si bien el trauma sexual es
alarmantemente común, los efectos secundarios varían mucho de una persona a otra.
Muchas de las dinámicas del embarazo, el trabajo de parto y el parto, actúan como
desencadenantes de sensaciones y recuerdos. Un tacto vaginal u otro procedimiento puede
ser uno de los desencadenantes más comunes, como así también el dolor. La relación de una
paciente con su médico, visto como una figura de autoridad, puede recordarle a su
perpetrador; y hacer que se sienta impotente o sumisa. Buscá profesionales con quienes te
sientas cómoda y puedas contarles lo vivido. Los recuerdos o los flashbacks suelen aparecer
en estos momentos; sin embargo, el trauma de algunas mujeres se manifiesta
inconscientemente en forma de ira, tensión o enfermedad. Si sufriste algún tipo de abuso, o
en el caso de la pérdida de embarazos previos a esta gestación, animate a hablar sobre tus
sentimientos, a medida que aparecen, con quien te sientas cómoda, y armá una red de sostén
con tu familia, tu terapeuta y tu doula.
Tenemos que dejar de usar el concepto de “parto natural”, ya que es divisivo e
inherentemente competitivo. Todo nacimiento es natural. Es tan simple como eso. Si querés
tener las intensas sensaciones del parto y lo estás haciendo bien, ¡adelante! Si tenés
problemas con el dolor o tenés malas asociaciones por un trauma, y necesitás pedir
analgesia o anestesia, está bien también. Tenés el derecho de elegir cómo deseás navegar tu
experiencia de nacimiento, y esas elecciones deben ser libres de juicio. Sea como fuere que
se desarrolle el parto: sin medicamentos, medicado o cesárea. No hay nacimiento
antinatural. Para tomar mejores decisiones y conocer las consecuencias de las
intervenciones, es necesario estar informadas/os.
El dolor en el parto es diferente de cualquier otro dolor. Es sofisticado. No se siente
continuamente durante horas, como cuando te duele la cabeza o la muela, por ejemplo. Vas
a tener pequeños descansos entre las contracciones. Ya sea en un parto medicado o no
medicado, hay algunas cuestiones que pueden brindarte comodidad: música relajante; un
difusor de aceites esenciales (lavanda, neroli, o ambos); un punto focal, como llevar una
imagen a la habitación y mirarla durante las contracciones; masajes; contacto (solo si tenés
ganas; si no querés, sacale la mano a quien te toque, nadie se va a ofender); y moverse o
balancearse, la repetición y el ritmo suelen sentirse bien.
El nacimiento es un viaje espiritual, primigenio; para poder conectarnos con nuestros
instintos más primitivos, necesitamos oscuridad, silencio y privacidad, sin sentirnos observadas.
El nacimiento es, por lo menos, una experiencia intensa y exigente tanto física como
emocionalmente. Abordar este desafío como un viaje espiritual va a ayudarte a utilizar todos tus
recursos y va a ser un renacimiento para vos.
Las contracciones son sensaciones increíbles que hacen nacer a tu bebé.
Durante el parto de mi hija usé mi imaginación y mi conciencia para sumergirme
profundamente en la sensación de mis músculos trabajando para ayudar a que mi bebé naciera.
Cerraba los ojos e imaginaba que cada contracción era una ola que entraban a una playa; sabía
que así como entran, las olas también se retiran: las contracciones son iguales. Esta conciencia
enfocada se transforma, por la percepción del dolor, en el poder del nacimiento. No hizo las
contracciones menos intensas, pero hizo de la sensación, mi aliada, en lugar de mi enemiga. Al
dar la bienvenida a cada nueva ola, supe que estaba más cerca de traer a mi bebé a mis brazos.
Aunque es un viaje espiritual, no todo es música y velas. El trabajo de parto nos pide que
recurramos a nuestros instintos primarios, y en ocasiones incluso a los primitivos, para hacer
sonidos guturales, de animales, asumiendo posturas que nunca imaginamos sobre nuestras manos
y rodillas, moviendo nuestras caderas en profundas y sensuales ondulaciones. He presenciado
cientos de partos y ninguno se parece al otro; dejá que todo lo que aflore salga, sin vergüenza. He
visto a mujeres bailar, cantar, gritar, y algunas que casi no se las escuchaba; no hay nada
incorrecto. Si te zambullís en tu subconsciente y tu intuición para permitir que tu yo primario
emerja, podés dar a luz a tu bebé con una fuerza y un poder que probablemente no sabías que
tenías dentro.
El miedo detiene el trabajo de parto. Las mamíferas tenemos instintos poderosos que nos
permiten mantener a nuestros bebés a salvo del daño. Por ejemplo, las jirafas mamás en la sabana
detendrán espontáneamente el parto si perciben a un depredador en el área, en lugar de arrojar a
un recién nacido indefenso al suelo. Nosotras también tenemos hormonas que pueden estimular
el trabajo de parto (oxitocina) y detenerlo si se eliminan temprano debido al miedo (adrenalina).
Entonces, aprender a transformar el miedo en poder y confianza es esencial para un nacimiento
sin problemas. ¿Cómo se hace esto? Asegurate de sentirte segura en el momento del parto, de
tener un buen apoyo durante el trabajo de parto por parte de tu compañero/a o de quien elijas que
te acompañe y de haber hablado con tu equipo acerca de los temores sobre la salud y la
seguridad, tuya y del bebé, o sobre el proceso de nacimiento. La información ayuda a disipar los
temores.
Hay muchos libros maravillosos para prepararte para este momento. Mi favorito es Partería
espiritual, de Ina May Gaskin; los relatos de partos de ese libro fueron el mayor aprendizaje que
tuve para prepararme para parir a mi hija. También: Parir sin miedo, de Consuelo Ruiz; todos los
de Michel Odent; y Nosotras parimos, de Verónica Marcote; entre muchos otros. Y los
documentales: El comienzo de la vida y El parto renacido.
Paula Chaves, mamá de Olivia y Baltazar
Conocí la crianza con apego mientras estaba embarazada de mi hija Olivia. Si bien ella
nació por cesárea, con Baltazar me preparé con unas ganas tremendas para lograr un parto
vaginal (PVDC). Investigué, leí mucho y me sirvió escuchar relatos de otras madres que lo
habían logrado. Por suerte, encontré un equipo médico que me ayudó, me contuvo y me
acompañó mucho. Ambas experiencias me sirvieron para aprender y ser la mujer que soy
hoy.
Con Oli colechamos durante tres años y medio, disfrutando de estar pegaditos. Con
Baltazar agregamos una cuna-colecho muy grande al costado de la cama para que nos
permitiera ir rotando lugares. Claro que con los cuatro en la cama se volvía medio
complicado y me daba miedo por el bebé. Más allá de alguna que otra patada o mojada de
noche cuando Oli dejó los pañales, solo tengo cosas buenas que decir de la experiencia.
Antes me angustiaba o enojaba con las críticas, ahora solo escucho y pongo cara de
pocos amigos. Para mí, no hay nada mejor que confiar 100 % en nuestro instinto, sin
sobreexigirnos ni cuestionarnos tanto.
Parto en movimiento
¡Acostarse simplemente no permite que la gravedad haga el trabajo de ayudar al bebé a bajar y
salir! Caminar, mover las caderas y, en general, mantenerse activa facilita un proceso más
fisiológico para el bebé que acostarse de espaldas en la cama de un hospital, lo que aumenta las
posibilidades de una cesárea. Aunque muchas mujeres sienten la necesidad de acostarse e incluso
dormir en la fase previa al período del expulsivo, y es totalmente normal y esperable en un parto
fisiológico no intervenido. Así como te doy esta información, cuando estés en tu trabajo de parto,
hacé lo que sientas: caminar, bailar o, simplemente, quedarte quieta o recostada. Pero solo si es
tu elección hacerlo.
Para los/as acompañantes del trabajo de parto: cuando asisto un parto, me gusta tener cubitos
de hielo, o de jugo de naranja, y uvas congeladas a mano. Las mujeres deben comer y beber
durante el parto. La evidencia científica actual ha demostrado que las mujeres con embarazos de
bajo riesgo que comen y beben en el parto no tienen un riesgo significativamente mayor de
aspiración de alimentos en el caso de una cesárea, que ha sido la razón más temida para mantener
a las mujeres en ayunas durante el trabajo de parto, que a veces lleva muchas horas. Así que tené
listos algunos alimentos frescos y fáciles de comer como frutas, helado y frutos secos.
Masajes: usar presión por períodos largos y profundos, en comparación con frotamientos
ligeros enérgicos. Si no estás seguro de si tu técnica está funcionando: ninguna noticia es una
buena noticia. Cuando una mujer está en trabajo de parto, si no le gusta algo, ¡te lo va a hacer
saber! Y si te saca la mano o te grita, ¡no vale ofenderse!
Todas sabemos parir
Tu cuerpo es una fuerza de la naturaleza maravillosa, perfectamente creada. ¡Creer en vos
misma es una medicina poderosa! La naturaleza es increíble en la creación de sistemas poderosos
que funcionan. Establecer las intenciones y aprender a tener confianza en el proceso de parto —y
en tu cuerpo— se encuentran entre las herramientas más importantes que podés usar para
acompañar el flujo natural del trabajo de parto y del nacimiento. Y obtener cierta
autoiluminación en el proceso. También es fundamental que todos los presentes apoyen y
acompañen con confianza y sin miedo.
El nacimiento es algo que hacés vos y tu bebé, no es algo que hace el médico por vos. No se
lo llama “trabajo” de parto por nada. Se necesita trabajo, concentración y sudor para sacar a un
bebé.
Al igual que con cualquier tarea difícil, ser realista acerca de lo que está involucrado,
configurar la mente y el corazón preparándote antes de tiempo, y tener estrategias a las que
recurrir cuando tu energía o determinación vacilen, te llevarán al otro lado de la línea final con
poder y orgullo.
El nacimiento también puede ser extático. Si bien suele haber algo de jadeo y resoplidos,
gruñidos y gemidos, e incluso un grito o dos si necesitás vocalizar, por toda la energía intensa
que se mueve en tu interior mientras traés a tu bebé al mundo (en mi parto utilicé mucho la
vocalización de la “o”). El nacimiento puede ser una experiencia de éxtasis. En particular,
cuando es apreciada por la realización de un trabajo duro y con determinación, y por el éxtasis de
abrazar a tu bebé.
Cuidados y recepción del recién nacido
Los deseos del bebé son sus necesidades. En el momento de nacer, sus expectativas no vienen
marcadas por la evolución cultural, sino por la evolución natural, por la fuerza de los genes.
Nuestros hijos son, básicamente, iguales a los que nacieron hace cien mil años. Necesitan:
contacto - comunicación - alimento - amor.
Un bebé recién nacido solo debe estar con su mamá. Se trata de la famosa “hora sagrada”, en
la que la mamá y el bebé deben estar en contacto piel con piel, sin telas, ni batitas, ni mantitas de
por medio. Algunas instituciones respetan este momento, pero podés asegurarte de que lo hagan
escribiendo un plan de parto que el equipo médico debe recibir y firmar.
El contacto es fundamental porque ayudará a ambos a regular el estado de adrenalina que
acaban de vivir: el bebé al atravesar el canal de parto (con los ojos abiertos y todas sus
capacidades en alerta) y la mamá en la última fase del parto (la expulsiva).
Este momento es sagrado porque “el cóctel hormonal del amor” (oxitocina y endorfinas),
como lo llama Michel Odent, estará en su apogeo. En el instante en que hagan contacto visual
(ninguna madre olvida esa primera mirada), el apego o el enamoramiento visceral se habrá
desencadenado.
Cuando en el capítulo 5 hablemos de lactancia, vas a conocer la “posición biológica”, que es
una de las formas en las que el recién nacido llega instintivamente al pecho de la madre (bajando
desde su cuello); otra forma es reptando desde el abdomen. Ya que quienes debemos aprender a
amamantar somos nosotras, ellos ya vienen listos.
El “cóctel” ayudará también al alumbramiento de la placenta, a vivir más tranquilamente los
procedimientos como la sutura de un desgarro o de la episiotomía, y a comenzar con el pie
derecho la lactancia materna.
La OMS recomienda que las madres inicien la lactancia durante la primera hora de vida del
bebé de ser posible. Los bebés, ni bien nacen, deben ser colocados en contacto con la piel de sus
madres durante al menos una hora. El personal de salud debe alentar a las madres a reconocer los
signos que indican que están preparados para comenzar a mamar y les deben ofrecer ayuda si es
necesario.
Además del inicio temprano de la lactancia, que asegura que el bebé reciba el calostro (rico
en factores de protección), La Asociación Española de Pediatría (AEP) describe estos beneficios
importantes:
Estabilidad fisiológica y emocional de la díada.
En el recién nacido, mejor recuperación del estrés del parto (ayuda a reducir su llanto).
Estabilidad cardiorrespiratoria y disminución de episodios de apnea del bebé.
Ayuda al bebé a controlar su temperatura corporal.
Mejora los niveles de glucosa del bebé.
Efecto analgésico para la madre y para el recién nacido.
Aumento de la secreción de oxitocina, con efecto positivo en la madre: disminuye el
sangrado, mejora la involución uterina y facilita la eyección de calostro.
Ayuda a las madres a fortalecer las conductas de apego y al establecimiento del vínculo
afectivo.
¿Cuáles son los procedimientos invasivos innecesarios? La aspiración de secreciones nasales
y algo que hoy es más raro pero que algunas instituciones continúan haciendo que es la
introducción de una sonda por el ano del bebé para comprobar que no haya una malformación.
Tanto la atresia de coanas como el ano imperforado son extremadamente raros y no justifican
una técnica de diagnóstico tan agresiva y dolorosa de forma rutinaria. (35)
Ha sido comprobado que el baño inmediatamente después del parto es innecesario: los bebés
nacen con una capa grasa blanca llamada “vérnix caseosa”, que es protectora, se reabsorbe sola y
previnene enfermedades de la piel como la dermatitis atópica. No todos los bebés nacen
cubiertos por esta sustancia, puesto que su producción disminuye a partir de la semana 36 y
desaparece casi totalmente en la semana 41. Pero la mayoría nace con algún resto de vérnix que
suele acumularse en la espalda, en los pliegues de flexión y en el cuero cabelludo. Este unto de
consistencia similar al queso está formado por una mezcla de secreciones sebáceas, lanugo y
células de la piel descamadas del bebé.
Entre sus beneficios, los recién nacidos que conservan la vérnix caseosa en su piel tienen un
mejor mantenimiento térmico, menos cantidad de lesiones, mayor hidratación cutánea y mayor
elasticidad en su piel. Además, por su contenido en péptidos antibacterianos, esta sustancia es
una barrera contra infecciones bacterianas y hongos, actuando como primer escudo del sistema
inmunitario.
De modo que no hace falta bañar al bebé apenas nace. Por el contrario, por su alto contenido
en propiedades protectoras para la piel, algunos especialistas recomiendan incluso frotarla
suavemente para que sea absorbida de forma natural.
Así como podés presentar un “plan de parto” para acordar con qué intervenciones estás de
acuerdo y con cuáles no, también podés presentar un “plan de recibimiento” al equipo de “neo”
que se ocupará de tu bebé. Se recomienda hacer una entrevista previa para hablar de todos los
procedimientos.
María, mamá de León
Cuando supe que estaba gestando, sentí la necesidad de informarme para recibir a León de
la mejor manera posible. Leí; hice talleres, cursos, yoga y eutonía; descansé; caminé; leí
más; tomé licencia en el trabajo pasadas las veinte semanas de gestación para poder estar
tranquila; y elegí una doula que nos acompañaría en el camino.
El proceso fue hermoso. Íbamos a tener un hermoso parto fisiológico.
Un día, León decidió que era momento de llegar a este plano. Luego de transitar varias
horas de trabajo de parto, llegamos a la institución, y peridural mediante (eso que dije que
nunca iba a aceptar), luego de dos horas de pujo dirigido, aparece meconio y terminamos en
cesárea (hoy estoy casi segura de que fue totalmente innecesaria).
Nació León, yo solo pude besar su cabeza, sentir su olor y su calor contra mi cara. Y se
fue con su papá para los “controles”. Dieciocho minutos después, nos volvimos a encontrar.
Tengo recuerdos de esa noche raros, borrosos, difusos… pero hay algo que recuerdo y es el
momento en que lo tuve en mis brazos, besé su cabeza, vi sus manos, sus ojos, y se prendió
a la teta.
…
Los primeros días en casa estuve enojada —conmigo, con la situación, con el equipo
médico, con nuestra doula, con Javi, con mi historia, con todo—, pero a la vez, León estaba
ahí y solo podía conectar con él. “Entregate” resonaba en mi cabeza, palabra de Julia,
nuestra doula. ¿Cómo podría ser y hacer de otra forma si no estoy a merced de este ser?,
pensaba y sentía. Y me sumergí profundo, tan profundo que a ese momento lo llamé “el
tiempo sin tiempo”. Los días pasaban, como en El día de la marmota; una vez y otra vez, lo
mismo cada día: teta, siesta, brazos, teta, teta, siesta, brazos. Así por meses. Dormir
pegados, vivir fundidos, ser uno.
Otra vez me enamoré de la fisiología, de la autorregulación, del movimiento libre, del
BLW (Baby Led Weaning o alimentación autorregulada por el bebé) y de toda herramienta
para brindar a León la posibilidad de ser autónomo. Me resultaba mágico ser testigo de la
sabiduría de un ser tan pequeño.
Entonces comenzó otro camino, el de acompañar a mi bebé en su desarrollo.
Supe desde el inicio que íbamos a implementar el libre movimiento. Luego, el BLW, y
para eso hicimos un taller; también comencé a estudiar Asesoría nutricional de manera
virtual; hice jornadas de desarrollo infantil; me formé como doula; estudié Fitomedicina; fui
a talleres de crianza, a círculos de mamás y a espacios de juego; hice sanación de útero;
trabajé mi historia; e hice biografía humana y constelaciones. También escribí un diario para
León; un día lo leí y descubrí que solo hablaba sobre mi imposibilidad de parir y de la culpa
que sentía por la cesárea, pero no lloré, y en ese momento, me di cuenta de que algo había
empezado a sanar.
…
Ser mamá me partió, y de a poco, comencé a armarme. Nunca volví a encontrar a la
mujer que era. Ahora soy otra, más vulnerable pero más poderosa, más mujer, más
empática, más sorora, más genuina. Me encuentro acompañando a mamás y bebés en
movimiento libre y crianza fisiológica.
A veces, aún me enojo. Hay días en los que me pregunto qué podría haber hecho
diferente, qué hubiera sucedido si… Lo cierto es que nadie lo sabe. Lo cierto es que fue
como fue, y como dicen algunas brujas: “Fue como tenía que ser”. Tengo (casi) la certeza
absoluta de que el nacimiento de León abrió puertas y portales, que de haber sido de otra
forma, eso no hubiera sucedido. La cesárea (y esta conexión con León) hizo que,
inevitablemente, quedaran al descubierto viejas heridas para poder ser sanadas y poder
maternar, desde el lugar de mujer adulta que siento que tengo hoy. Todo fue perfecto como
fue porque, en definitiva, no todo se trata de mí. León es un ser y, seguramente, también su
nacimiento es la forma en la que él tenía que llegar.
Agradezco infinitamente a esa red de mujeres maravillosas que me acompañaron y me
acompañan en este camino; y a León, un ser de luz maravilloso que me trajo tanta verdad,
simpleza y sanación.
Cómo asegurarnos de una correcta colonización de bacterias posparto
Ya hablamos de la microbiota en el capítulo 2, ahora veamos qué podemos hacer para ayudar a
nuestro bebé en este proceso.
Piel con piel con la madre, y de no ser posible, con el padre/madre no gestante o
compañero/a.
Evitar bañar al bebé inmediatamente después del parto y en los primeros días; y evitar
jabones durante las primeras cuatro semanas. Se le puede hacer un masaje con aceite de
coco mezclado con apenas un poquito de jabón neutro y enjuagar. Los bebés recién nacidos
no se ensucian.
Si están en un hospital, usar ropa y mantas propias, traídas de la casa.
Minimizar el contacto con otras personas que no sean los progenitores.
Lactancia exclusiva. De no ser posible, considerar suplementar a la madre con probióticos.
Evitar antibióticos. (36) Si el bebé los requiere, revisar la necesidad de suplementar a la
mamá con probióticos.
Si el nacimiento es por cesárea, considerar el swabbing (lo explico en los dos apartados
siguientes).
Evitar productos antibacteriales como jabones de manos y productos de limpieza para el
hogar.
Hay que recordar que somos lo que comemos y somos la microbiota que alimentamos.
Comamos alimentos que nutran la microbiota (evitemos toxinas), con fibras fermentables,
como vegetales de hojas, papas, batatas y arroz (preferentemente fríos).
¿Qué pasa si no tengo otra opción que parir por cesárea?
Es frustrante escuchar mucha de esta información y es difícil no culparnos a nosotras mismas,
porque vivimos en una cultura que culpa a la madre, ¡como si no hiciéramos lo suficiente ya! El
hecho es que a veces, las cesáreas son necesarias. Si tu bebé nació por cesárea, por necesidad o
no, hay que conocer el efecto en su salud. No se trata de juzgar el tipo de parto que tuviste. Se
trata de explorar posibles soluciones, y dejar de lado el juicio y la culpa, para centrarnos en lo
que realmente importa: cómo podemos apoyar la salud de nuestros hijos y la de generaciones
futuras, al mismo tiempo que fomentamos la nuestra.
Sé que esto probablemente suene aterrador, pero en realidad tengo buenas noticias para
compartir: investigadores y microbiólogos, como la Dra. María Gloria Dominguez-Bello, están
explorando soluciones para ayudar a aumentar los resultados de la salud para las madres y los
bebés a través de una técnica que denominaron Vaginal Seeding (sembrado vaginal o swabbing),
que se puede utilizar después de una cesárea.
María Domínguez-Bello, en un estudio de 2012, inscribió a siete mujeres que dieron a luz
vaginalmente y a once que iban a tener una cesárea. Cuatro de las mujeres que iban a tener una
cesárea prepararon la transferencia microbiana por adelantado. A los dos minutos de haber
nacido el bebé por cesárea, se limpió con un hisopo en todo el cuerpo al recién nacido. Los
cuatro bebés que recibieron los hisopos albergaron comunidades de piel, intestino, anales y
bacterianas orales, que eran más parecidas a las de los bebés que nacen naturalmente, en
comparación con los bebés que nacieron por cesárea que no se sometieron al procedimiento.
Domínguez-Bello dice que estos efectos son duraderos, y su equipo ahora está trabajando en un
estudio que analiza los efectos en alrededor de setenta y cinco bebés después de un año.
¿Qué es el sembrado vaginal o swabbing?
Lo que algunos denominan “siembra de microbiomas”, ha demostrado ser prometedor para
ayudar a restaurar, al menos parcialmente, la flora de los bebés nacidos por cesárea. El
procedimiento es bastante simple: se pliega una gasa estéril en forma de abanico. Luego se
humedece con agua estéril y se inserta en la vagina, y se deja que “colonice” durante una hora.
La gasa se retira y se coloca en una bolsa sellada hasta el nacimiento del bebé. Al nacer, se aplica
al hisopo sobre la cara del bebé para simular el paso por el canal de parto. (37)
En este procedimiento hay pautas importantes a seguir para evitar posibles riesgos para la
salud. Además, aunque el estudio piloto sobre la siembra vaginal mostró una restauración parcial
del microbioma del bebé, aún no sabemos si la restitución parcial de estos organismos naturales
tendrá un impacto a largo plazo en la salud de los bebés.
La principal preocupación con la siembra vaginal es la propagación de infecciones no
diagnosticadas en la madre (estreptococo grupo B, clamidia, gonorrea, virus del papiloma
humano, estreptococos del grupo A y virus del herpes simple, entre otros), que pueden provocar
una infección que de otro modo se evita con la cesárea. Habiendo tenido los controles pertinentes
durante el embarazo, es posible prevenir esta situación.
No todos están de acuerdo con el swabbing. El obstetra francés, y defensor del parto natural,
Michel Odent es un caso atípico. Pone como ejemplo a los bebés nacidos “en caul” (con el saco
amniótico intacto), que no reciben la inoculación por contacto directo con la flora vaginal de la
madre.
En todo caso, si para vos es una opción, podés investigar más al respecto y empoderar tu
cesárea.
35. Marcos, I. y Torras, E. La importancia de la primera hora tras el parto para el éxito de la lactancia materna.
Citado en internet, página de Alba LACTANCIA MATERNA:
http://albalactanciamaterna.org/lactancia/claves-pa- ra-amamantar-con-exito/la-importancia-de-la-primerahora-para-el-exi- to-de-la-lactancia-materna/
36. Ajslev, T. A.; et ál. (2011). Childhood overweight after establishment of the gut microbiota: the role of
delivery mode, pre-pregnancy weight and early administration of antibiotics. International journal of obesity
(Lond), 35(4):522-9. DOI: 10.1038/ijo.2011.27. Penders, J.; et ál. (2006). Factors influencing the composition
of the intestinal microbiota in early infancy. Pediatrics, 118(2):511-21. DOI: 10.1542/peds.2005-2824.
37. Dominguez-Bello, M. G.; De Jesus-Laboy, K. M.; Shen, N.; et ál. (2016). Partial restoration of the
microbiota of cesarean-born infants via vaginal microbial transfer. Nature Medicine, 22(3): 250–253. DOI:
10.1038/nm.4039.
CAPÍTULO
CUATRO
Lloremos juntos: todo sobre el llanto infantil y los
cólicos
Después de haberlo probado todo, puede que no podamos evitar que el bebé
llore. Pero al menos, sí podemos evitar que llore en soledad.
Melina Bronfman
El llanto
Por Melina Bronfman, consultora en crianza fisiológica y directora del Centro Materpater.
A nadie le gusta oír a un bebé llorar.
No importa cuán lejos esté, si se escucha el llanto de un bebé, le sobreviene una inmediata
angustia a quien escucha. Solemos preguntarnos: ¿Cómo estará?, ¿qué estará ocurriendo?, ¿quién
estará a su lado para socorrerlo?
Cuando somos bebés, hablamos un solo idioma, el del lenguaje corporal, y a su vez, estamos
en un momento de altísima susceptibilidad, en el cual es muy fácil perder el equilibrio y la
armonía. Si no es frío, es sueño; si no es sueño, es hambre; si no es hambre, es miedo; si no es
miedo, es un malestar corporal (panza, postura, contractura, una etiqueta pinchuda, etc.); si no es
malestar corporal, es otra vez frío… o calor.
Y si quienes están a cargo no entienden las señales previas (como gritos, quejas, agitación
corporal, etc.), todo termina en llanto. Cuando un bebé llora, está expresando su desregulación,
su desequilibrio, que puede ser tanto físico como emocional. Pero está quebrado.
A veces, el entorno adulto tiene más o menos destrezas para decodificar las señales del
malestar físico. Incluso los bebés dan señales bastante certeras como, por ejemplo, restregarse los
ojos cuando tienen sueño o emitir un sonido parecido a una “eeeeee” larga (como si fueran
corderitos) cuando tienen hambre.
Sin embargo, hay otras ocasiones en las que el adulto no logra decodificar qué sucede con el
bebé, que llora, llora y llora, y no puede calmarlo, por más que haya intentado con todos los
recursos conocidos posibles.
Entonces, es necesario visibilizar que puede haber motivos más allá del malestar físico que
quizás estén asociados al trauma de nacimiento. Te cuento…
Nacer es un hecho estresante, porque el cambio que se produce de estar adentro y sostenidos,
mecidos constantemente por el vientre tibio de nuestra madre, a sentir el propio peso del cuerpo
que se desmorona como una bolsa de papas, al tiempo que sobreviene el frío que ataca en toda la
superficie corporal como millones de alfileres clavándose en la piel, es una experiencia
tremenda, pero casi inevitable. Se logra suavizar un poco si se nace en una tina de agua tibia,
pero de todas maneras va a haber una salida. Sin embargo, estamos preparados para vivir este
estrés fisiológico, este cambio descomunal, siempre y cuando, apenas atravesamos el portal,
nuestra propia madre nos reciba del otro lado, nos tome inmediatamente en sus brazos y nos
devuelva el calor perdido, al mismo tiempo que la confianza con su presencia.
Pero casi ningún nacimiento institucional se produce de esta manera. Los bebés suelen ser
separados de sus madres ni bien nacen, para ser examinados y “certificar que gozan de buena
salud”. El sistema ignora que esta práctica, justamente, es la que pone en riesgo toda la
regulación fisiológica y emocional del bebé.
Hace ya varios años que vengo trabajando en desarrollar la conciencia de lo que coincidimos
en llamar con otros colegas la “herida primal”, el trauma de nacimiento ocasionado por
experiencias de ninguna manera esperadas por el bebé al nacer, pero que son sistemáticamente
impuestas por un sistema sordo y ciego a los efectos de estas prácticas.
Un bebé que ha nacido y ha sido arrancado de los brazos de su madre, puede pasarse los días
subsiguientes llorando hasta quedar afónico. Y quizás sus padres no tienen la menor idea del
motivo del llanto o se lo adjudican a “no tener suficiente leche”, a “llorar de malcriado” (?), o a
innumerables explicaciones (falsas) que no ayudan al bebé a encontrar la paz.
Sugiero entonces para estas familias que se encuentran con bebés “lloradores”, que descarten
todo tipo de problema fisiológico, que ajusten las necesidades microbióticas del recién nacido en
la dieta materna, y que luego de haber optimizado todo lo referente a la fisiología, también se
ocupen de restaurar la confianza del bebé, que se ha hecho añicos quizás con una separación de
tan solo cinco minutos.
Este bebé necesitará muchas conversaciones y explicaciones en donde le puedan contar qué
es lo que le sucedió, por qué no lo pudieron evitar, qué es lo que tendría que haber sucedido en
realidad de no haber habido riesgo. Si hubo algún tipo de intervención necesaria o no, como
fórceps, administración de oxígeno, sonda nasogástrica, separación para recibir algún tipo de
terapia, etc. Pero cuando ya se produjo el encuentro definitivo y el bebé tiene el alta para irse a
casa, necesita y merece ser tranquilizado. Necesita y merece escuchar palabras de tranquilidad,
promesas de paz y respeto. Necesita que le aseguren que ya ningún extraño o extraña lo tocará
sin permiso, y no le harán nada que le haga sentir dolor, miedo o tan siquiera desprotección. ¡Y
CUMPLIR!
Este bebé necesita que su entorno adulto sea consciente del trauma que ha atravesado y que
no se perpetúe en ninguna acción más hacia su persona.
Hace ya varios años que recibo muchas consultas sobre el tema, y una vez que las familias
empiezan a hablar con sus hijos, surgen testimonios que llegan a helar la sangre. Una vez, una
niña tan indignada, le pidió a su madre escribirle una carta al doctor.
“Yo no te quiero a vos, quiero a mi mamá. Me sacaste de mi mamá y me puse muy triste,
pero MUY triste”. “Mamá, decile al doctor que la próxima vez que nazca no me saque de vos, y
no me bañe”. Son registros de conversaciones reales, que se obtienen una vez que existe el don
de la palabra en el desarrollo.
Cuando acabamos de nacer, ¿cómo podemos comunicarnos si no es llorando a los gritos del
terror que tenemos instalado en el cuerpo? Por eso, cuando ya agotaste todas las alternativas y tu
bebé sigue llorando... quizás necesita llorar como medio de descarga de esta angustia. ¿Cuántas
veces nos ha pasado que necesitamos llorar para aliviar una carga de tensión interna?
El bebé también necesita llorar, pero sintiéndose acompañado, jamás solo. Esa compañía,
quizás confirmando su angustia y los motivos que tiene para necesitar llorar, es la que le
devuelve su confianza: “Entonces yo no he enloquecido, lo que me pasó estuvo muy mal, no
tendría que haber sucedido”.
Las causas comunes del llanto
Veamos cómo detectarlas y sus posibles soluciones.
1. Hambre: es como una “eeeeeee” larga. Muchas veces, este llanto está acompañado de
hociqueo y movimiento de manos. Los ojos suelen estar cerrados.
Muchas madres salen de la institución con la indicación de amamantar “x” cantidad de
minutos de cada lado, cada tres horas. Y además, no conocen detalles esenciales como la
prendida al pecho o las posiciones para amamantar. Solución: amamantar al bebé. Informar
a la madre y ayudarla a diseñar una red de ayuda para necesidades maternas básicas de
supervivencia.
2. Frío/calor: chequear el ambiente y la ropa. Calor: calor excesivo en el bebé. Frío: piel fría
en abdomen o espalda. O poner tu dedo en los pliegues de su cuello; las manos y los pies
fríos son normales.
3. Sueño: agita la cabeza a un lado y a otro. Se refriega los ojos. Llora con ojos cerrados.
4. Dolor: ojos cerrados. Llanto repentino, mezclado con grito. Aparta la cara.
5. Miedo o angustia: busca contacto visual.
Podemos dividir las causas en tres grandes grupos
Causas orgánicas del llanto excesivo en los bebés: anomalía en el sistema nervioso
central (malformación de Chiari tipo 1), migraña infantil (relacionada con una disbiosis en
la microbiota intestinal), hematoma subdural (debido a deficiencias nutricionales como, por
ejemplo, de vitamina D), cólicos o gases (también podrían estar relacionados con la
microbiota intestinal), estreñimiento, intolerancia a la proteína de la leche de vaca, reflujo
gastroesofágico, fisura rectal, infección, meningitis, otitis media, infección del tracto
urinario, enfermedad viral y dolor estructural (lo explico más adelante).
Causas relacionadas al trauma: abuso, abrasiones corneales, cuerpo extraño en el ojo,
hueso fracturado y síndrome del torniquete del pelo (cuando se enrosca el pelo con un
dedito).
Otros: sobreestimulación y falta de estimulación. Necesidad de desahogar las vivencias en
los primeros momentos de vida.
Se preguntarán qué es el dolor estructural. Este tipo de dolor es causado por presentación
atípica en el momento del parto, cuando el bebé presenta uno de los parietales antes que el otro, y
no los dos al mismo tiempo, como suele suceder. A veces se da un asinclitismo más marcado que
puede dar lugar a una tortícolis; también se trata de una subluxación cérvico-craneal (se arquea
para atrás) o de un dolor de hombros por alguna maniobra, tracción forzada o fórceps.
También debemos pensar que la posición inclinada de la cabeza durante varias semanas,
sumada a la labor de parto prolongada, genera presión y, a menudo, dolor. Y por último, el
nervio vago, un nervio craneal que regula la función de varios órganos que se involucran en la
digestión, en la regulación sensorial, y en la función parasimpática y cardíaca, y que muchas
veces se compromete en el cambio de pañal al hacer movimientos incorrectos; puede causar
llanto y malestar digestivo.
En todos estos casos, recomiendo hacer una consulta con un osteópata o realizar terapia
craneosacral, miofuncional, craneofacial. Es fundamental que el profesional esté familiarizado
con los bebés y el nacimiento.
Cómo cambiar el pañal correctamente
Hace un tiempo, descubrí un video de un osteópata americano que explica cómo cambiar el pañal
para evitar los cólicos: https://www.youtube.com/watch?v=l9IDpEVkemM. Lo empecé a
compartir con las familias que acompaño y, en algunos casos, vi grandes diferencias. El Dr. John
Edwards atiende a madres embarazadas, bebés y niños en la Mama’s Chiropractic Clinic en Cape
Coral, Florida. En el video, demuestra una de las varias cosas que se pueden implementar en el
cuidado general del bebé para reducir el dolor intestinal (que a menudo llamamos “cólico”).
Edwards señala los motivos por los que cambiar un pañal día tras día, varias veces al día, de la
forma que se les ha enseñado a muchos padres (levantando al bebé por las piernas), en realidad
introduce estrés repetitivo en la columna vertebral del bebé. (38) (39) Entonces, recomienda que
hasta que los bebés aprendan a gatear, hay que cambiarlos girándolos hacia los laterales y no
levantando las piernas.
ASÍ NO
ASÍ SÍ
El ruido blanco, una solución mágica que no es tan mágica
El ruido blanco puede ser el sonido de la televisión o de la radio sin sintonizar, o también el
sonido constante y uniforme de un aire acondicionado o de un extractor de humo de cocina. Este
tipo de ruido se describe como una señal de sonido que contiene todas las frecuencias, que son de
la misma potencia.
¿Por qué se calman los bebés con los ruidos fuertes como el del secador de pelo o de la
aspiradora? ¿Es bueno esto? ¿Cómo afecta el ruido blanco a un bebé? ¿Todos los bebés perciben,
sienten o reaccionan igual?
Ya les conté en la introducción que tomamos el consejo de un pediatra que, para que los
bebés se calmen, recomienda hacerles sonidos como, por ejempo, “SHHHH”, o ponerles
máquinas de ruido blanco. De hecho, siguiendo esta idea, me compré una maquinita a pilas y la
llevé a la clínica, y se la ponía cerca a mi hija cuando lloraba. No sé si será consecuencia de esto
o de otras cuestiones, pero mi hija, cuando ya no era tan bebé, alrededor de los 2 o 3 años, sufrió
de hipersensibilidad a los sonidos durante mucho tiempo: le daba terror entrar al jardín de
infantes cuando había muchos niños en el patio haciendo ruido, o cuando escuchaba una
aspiradora o una máquina por la calle.
En la formación de Salud Mental Perinatal de Ibone Olza que hice en Terramater, tomé una
clase con el doctor sueco Nils Bergman, especialista en neurociencia perinatal, y aprendí que el
ruido blanco no es magia que calma a los bebés.
Nuestro cerebro es el mismo ante diferentes ambientes. Los circuitos neurobiológicos
también se mantienen, lo que varía son las hormonas que activan dichos circuitos. En un
ambiente seguro, se movilizará la oxitocina; en un ambiente peligroso, hará “clic” la
vasopresina; y en un ambiente de amenaza vital, actuará el cortisol. Estos esquemas
determinarán nuestras relaciones de apego y sociales.
El cerebro del bebé se desarrolla y se activa dependiendo del contexto donde se encuentra. A
partir del minuto cero de su existencia, se irá consolidando la unidad de procesamiento
emocional, de la experiencia y del ritmo circadiano (vía conexión neuronal amígdala–
hipocampo–córtex prefrontal); podríamos decir que el ambiente le “habla al cerebro” del bebé y
se activa. Pero esto solo ocurre, adecuadamente, en el cuerpo de la madre; porque ella es el
ambiente, el medio y el contexto que el bebé necesita.
Según el modelo del ambiente, el cerebro del bebé tiene que “decidir”: ¿Estoy seguro aquí?
Un bebé al que se le altera su ambiente y sus ciclos de sueño, se despertará ansioso y tendrá
dificultades para mantener un sueño tranquilo. Realmente, el bebé no estará dormido y no hará
ciclos de sueño apropiados, por lo que no dispondrá de un adecuado desarrollo cerebral.
Si exponemos a un bebé a ruidos fuertes, como el de la aspiradora, del extractor, o el ruido
blanco de una radio, las respuestas que mostrará serán las siguientes:
1. Respuesta de vigilancia: ojos bien abiertos y búsqueda de la madre con la mirada.
2. Respuesta de protección: si percibe peligro, aparecerá el llanto para que lo levanten (lo
protejan).
3. Respuesta de quietud o congelación: si el bebé percibe que el peligro está más cerca de él
que de su madre, no se moverá.
4. Disociación emocional: si la amenaza lo atrapa (el ruido blanco, por ejemplo), se
“desconectará”. No se durmió mágicamente, se desconectó. Esta secuencia
psiconeurobiológica es exactamente la misma que se activa cuando dejamos “dormir solo” a
un bebé sin acudir a sus llantos.
Por qué no debemos dejarlos llorar solos
Cuando nada parece funcionar y el bebé sigue llorando, quizás no se logre calmarlo. Sin
embargo, no hay que dejarlo llorar solo jamás; la permanencia constante de un adulto a largo
plazo, de todas maneras, será positiva.
El llanto en niños/as sin apego adecuado produce estrés, que genera cortisol. Y el efecto
prolongado del cortisol en el cerebro puede afectar negativamente el desarrollo neuronal.
¿Qué ocurre si lo dejamos llorar solito? Por ejemplo, como decían antes, que llore para que
desarrolle sus pulmones. ¡Falso!
Las glándulas suprarrenales liberan una hormona llamada “cortisol” que produce un efecto
de “desconexión” para evitar el sufrimiento. Los bebés se “duermen” si se desatiende el llanto.
Es por el efecto narcótico del cortisol. A largo plazo, es decir, segregado frecuentemente, tiene
estas consecuencias: disminución del desarrollo neuronal, retardo del crecimiento y efecto
inmunosupresor (se enfermará con mayor frecuencia).
El bebé está programado para ser aceptado, ya que eso asegura su supervivencia.
Para los padres que estén pasando por este momento, es importante buscar ayuda en
profesionales y en su red de contención, es decir, en personas que puedan:
Reconocer, contener, reasegurar y apoyar.
Brindar información sobre patrones normales del llanto.
Dar herramientas para autorregularse y regular al bebé.
Cooperación absoluta entre el profesional y los padres, quienes pueden estar en un momento
de pérdida de confianza en sus habilidades para maternar/paternar.
Referir para consulta con pediatra, osteópata u otros profesionales de ser necesario.
Informar sobre los peligros del síndrome del bebé agitado o traumas en la cabeza.
¿Cuándo debería alarmarnos el llanto excesivo de un bebé?
Un bebé que llora o es inestable constantemente —o muy frecuentemente— a cualquier
hora del día (a diferencia de uno que llora al atardecer exclusivamente).
Un bebé que tiene síntomas de reflujo: vomita después de cada toma; parece sufrir de dolor
después de cada toma o cuando lo acuestan; arquea la espalda después de la mayoría de las
tomas; tiene problemas para aumentar de peso; presenta problemas respiratorios. Es
importante tener en cuenta que, a veces, un bebé puede tener “reflujo silencioso”, en el que
los síntomas no son tan evidentes.
Alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV)
No es una intolerancia a la lactosa. Una intolerancia a los productos lácteos es, en la mayoría de
los casos, una intolerancia a la proteína de la leche, la caseína. Existen muchos síntomas
diferentes si el bebé está experimentando estos problemas. La sensibilidad o la alergia a la leche
de vaca causa síntomas parecidos a cólicos, eczema, vómitos, diarrea (incluyendo diarrea con
sangre), estreñimiento, urticaria y/o nariz congestionada. Aunque se estima que entre el 2 % y el
5 % de los bebés tienen intolerancia a las proteínas de la leche de vaca, algunos autores
coinciden en que este índice podría ser mayor. Además, muchos padres salen de la consulta
pediátrica con un diagnóstico de cólicos y/o medicamentos para el reflujo sin ninguna discusión
sobre la dieta de la madre lactante y cómo esto podría ser la causa de los problemas.
Tres aspectos importantes para averiguar si esta es la causa:
1. No hay estudios para evaluar esta alergia. Hay que cortar todo consumo de lácteos y de
alimentos que contengan trazas de tres a cuatro semanas como mínimo, que es el tiempo
que tarda en salir del sistema digestivo de la madre y del bebé. Sin embargo, si el bebé ha
sido diagnosticado con gastroenteritis, puede tomar mucho más tiempo para que su intestino
se cure. Esto significa que después de cortar el consumo de lácteos, la recuperación podría
tomar meses.
2. Debe ser una dieta 100 % libre de lácteos y trazas. ¡Ni siquiera en una galletita! No sirve
leche deslactosada. El problema no es la lactosa, es la caseína.
3. Trabajar en la salud intestinal de la madre al mismo tiempo; un intestino permeable permite
el pasaje de toxinas y partículas de alimentos sin digerir, que al pasar al torrente sanguíneo,
producen inflamación generalizada. Tomar probióticos, comer alimentos fermentados a
diario y caldos de hueso caseros, que son buenos para el sistema digestivo (altos en
nutrientes, minerales y colágeno, que reparan la mucosa intestinal. (Encuentran la receta en
el capítulo 8). Se han visto buenos resultados con el consumo de ácido hialurónico para
sanar el intestino permeable también.
Si después de tres semanas no se han notado cambios, eliminar el gluten y la soja si aún son
consumidos por la madre. Estos son otros alimentos que comúnmente causan problemas en los
bebés (y adultos). Otros culpables potenciales de una alergia a los alimentos son: huevos; maíz;
cerdo; pescados y mariscos; maní; tomate, cebolla y repollo, que son verduras que contienen
azufre; frutos rojos; nueces; y algunas especias y cítricos.
Celeste Cid, mamá de André y Antón
En un inicio, el primer diagnóstico que recibimos con Antón fue “reflujo”. Los síntomas
eran: malestar apenas se prendía a la teta y empezaba a tomar; retorcijones; llantos
interminables que nos transmitían su dolor e incomodidad; vómitos; brotes en la piel... Ante
esto, su pediatra nos dio ciertos tips y una medicación antirreflujo. Seguimos todo al pie de
la letra, pero había algo que seguía sin funcionar, si bien un poco se había calmado.
Un día, cenando con un amigo, padre de mellizos, me dijo: “¿No consultaste con una
gastroenteróloga? Los mellizos tuvieron los mismos síntomas, fueron diagnosticados con
reflujo, pero en verdad lo que tenían era una alergia muy pronunciada a los lácteos”.
Fue ahí que hicimos la consulta con la doctora Salaberry, gastroenteróloga, quien apenas
cruzamos la puerta del consultorio, le vio la piel a Antón y dijo en voz alta: “¡Niño con
APLV detectado!”. Hasta entonces no había oído hablar formalmente de esta alergia y
mucho menos imaginaba que podía ser tan extrema, tan rigurosa.
Fue así que lo primero que hice fue suprimir por completo todo tipo de lácteos y
derivados de mi dieta; además de ser extremadamente cuidadosa con la higiene de platos,
sartenes y vajilla en general (porque el resto de la familia seguía consumiendo lácteos con
normalidad). El mismo cuidado al salir de casa y comer afuera; en general, al principio me
llevaba mi propia comida, porque no terminaba de sentirme cómoda ante el peligro de la
contaminación cruzada. Luego, cuando Antón comenzó a comer alimentos sólidos,
compartimos la misma dieta. A esa altura ya estaba un poco más informada, pero de todas
maneras es un aprendizaje día a día.
Entonces entré en contacto con Luisina, quien me dio varias clases de cocina basada en
recetas sin lácteos, no así sin carnes: ¡incluso no magras! (en esto de los mitos de “carnes
magras para los chicos”). También hicimos varios tours para conocer tiendas donde
encontrar nuevos productos.
Así, de a poco, fui comprendiendo la cantidad de porquería que comía sin saberlo. A
partir de este problema de Antón, leo cada etiqueta de cada producto que consumimos en
casa (cuando antes lo debo haber hecho una o dos veces, pero solo para leer las calorías, no
por algo nutricional). Ahora me intereso por comer rico y sano, que son dos cosas que van
muy de la mano.
Sin dudas, hay días que sueño que como queso parmesano hasta reventar de felicidad...
pero hay opciones muy buenas y de sabor muy similar, que derivan de cereales o semillas, y
son una fiesta.
Antón hoy tiene 2 años y todavía sigue tomando la teta, y en este tiempo ya armamos
nuestras (nuevas) rutinas, incluso de las tiendas en las que compramos; aquí nuevamente
Luisina fue de gran ayuda.
Si pudiera compartir algo más de mi experiencia es, ante todo, no desesperar en el
trayecto, rodearse de buenas y contenedoras fuentes de información, armar grupo, tribu, y
compartir. Todos estamos aprendiendo de qué se trata, a veces es más sencillo, a veces hay
días en que todo colapsa, pero no hay nada que no pase.
En definitiva, siento que si miro hoy ya con cierta distancia, este fue un gran
aprendizaje. Hay algo sabio en la naturaleza, que todo el tiempo nos invita a estar en
sintonía y en sanidad. El resto es producto de los grandes mercados y de las leyes de
consumo, donde pocas veces importa la salud del otro, sino más bien los beneficios
personales. De modo que agradezco que existan esas pequeñas tiendas que nos acercan otro
tipo de información. ¡Ojalá seamos cada vez más!
Alergias alimentarias
La alergia a las proteínas, normalmente, comienza después de un mes de vida. Al igual que la
reacción que podría tener al metal de una joya en la piel, la reacción no aparece en el momento
en que se desliza el anillo en el dedo. Se necesita tiempo para que las células de la alergia
encuentren su camino y hagan que la piel se enrojezca. Y hasta que esas células no aparecen, no
se ven muchos síntomas. Estos son los síntomas de la alergia a la leche:
Sangre en la caca: muchos bebés con alergia a la leche presentan deposiciones con sangre.
Por lo general, es de color rojo brillante y aparece en forma de hilos. Suele ir y venir, pero
puede haber cantidad de miedo a veces. Típicamente, no hay suficiente pérdida de sangre
para enfermar a los bebés.
Mucosidad en la caca: junto con la sangre, probablemente vas a ver mucosidad viscosa.
Recuerden que el moco es algo que normalmente hace el colon. Engrasa los engranajes (por
así decirlo) y ayuda a mover la materia fecal. Pero cuando el colon es infeliz, hace más
mucosidad. Al abrir el pañal plegado de un bebé alérgico a la leche, a menudo se ve una
“mucosidad puente”, donde el moco forma un hilo que alcanza de lado a lado.
Diarrea: algunos bebés tendrán deposiciones sueltas a mucosas junto con su mucosidad y
sangre. En algunos casos, la diarrea es un problema más grande porque crea problemas con
el aumento de peso.
Llanto inconsolable: dado que el revestimiento del intestino está inflamado, y
generalmente infeliz, el bebé alérgico también lo está. No son bebés que se calman con
hacerles upa nada más, a veces gritan durante todo el día y la noche. Algunos estudios
muestran que un número significativo de bebés etiquetados con “cólicos” pueden estar
sufriendo de alergia a la leche.
Vómitos: la “reacción” entre el cuerpo y la proteína de la leche puede suceder dondequiera
dentro de un bebé. El bebé alérgico se suele confundir con el bebé con reflujo. Es posible
que escupa o vomite justo después de comer u horas más tarde. Durante la alimentación,
suele estar inquieto y molesto, arqueándose y tirando de la teta.
Sarpullido: cuando ocurre la erupción, es un sarpullido escamoso del tipo “eczema”, que
puede aparecer en cualquier parte del cuerpo. La piel se siente seca y áspera, pero no mejora
con una crema hidratante. Por lo general, aparece en pequeñas áreas irregulares del tamaño
de una moneda, y en algunos casos, cubre el cuerpo entero del bebé.
Problemas respiratorios superficiales: la mayoría de lo que se ve en el bebé alérgico está
en el intestino y a veces en la piel. La alergia, eventualmente, continúa su marcha para
involucrar a los pulmones, con asma y silbido. Pero, en general, esto no ocurrirá hasta más
tarde en la infancia.
Sueño interrumpido: aunque hay muchas razones por las que un bebé no duerme, la
alergia a la leche puede ser una de ellas.
El médico suele recomendar una dieta de eliminación para probar cómo reacciona el bebé a
alimentos como la leche de vaca, los huevos, el trigo o la soja.
Cómo hacer una dieta de eliminación mientras amamantás
La sangre en la caca del bebé, especialmente en los que están alimentados solo con leche
materna, tiene que ver con una respuesta inmune a las proteínas lácteas de dicha leche. Las heces
con sangre suelen aparecer desde la primera semana del bebé, lo que significa que la sensibilidad
comenzó durante el embarazo. Además de los lácteos de vaca, hay otros alimentos que tienden a
desencadenar una reacción, por ejemplo:
Huevo
Maíz
Soja
Trigo
Arroz
Pollo
Mariscos
Papa
Lo primero que hay que hacer es eliminar un grupo de alimentos de tu dieta, empezando por
la leche de vaca. Entonces se espera de dos a cuatro semanas; si se ha identificado el alimento
problemático, habrá una mejora en tres o cuatro días. Si no hay ninguna mejora, se agregan los
alimentos nuevamente a la dieta y se elimina otro grupo.
Mientras amamantás y hacés una dieta de eliminación, es esencial asegurarte de obtener una
nutrición adecuada. Esto significa:
- Comer bastantes alimentos ricos en nutrientes, de alta densidad nutricional, hechos en casa.
- Obtener suficientes omega 3 de cadena larga.
Con los resultados obtenidos de esta dieta de eliminación, el historial médico de tu hijo y los
análisis de sangre, así como con el diario de los alimentos y síntomas, tu médico tendrá con qué
trabajar cuando trate de dar con un diagnóstico. La organización de una dieta de estas
características requiere la estricta supervisión del nutricionista o del médico de tu hijo. El
alimento sospechoso de causar el problema será eliminado de la alimentación del bebé durante
una o dos semanas. Es importante que evites los alimentos que contengan el elemento que podría
desencadenar los síntomas.
Tal vez, el pediatra desee iniciar una exposición a alimentos si cree que tu hijo ya ha
superado su alergia alimentaria. Antes de iniciarla, los síntomas del bebé deberían haber
desaparecido, o al menos, estabilizado.
¿Qué podés esperar? En una prueba de exposición, se toman cantidades muy pequeñas de un
alérgeno por vía oral y se observa si hay reacciones.
¡Precaución! Las pruebas de exposición debe supervisarlas un profesional y se llevan a cabo
en una clínica u hospital, con equipos y personal cualificado.
Otros motivos que causan llanto excesivo
A partir de la bajada de leche (generalmente alrededor de tres días después del nacimiento del
bebé), debe haber 5-6 pañales con pis y entre 2-5 pañales con caca por día (por lo menos del
tamaño de una cucharada) durante los primeros meses. Después de aproximadamente seis
semanas, disminuye la frecuencia. ¿El bebé está alimentándose entre 8-12 veces en 24 horas? Si
se alimenta con frecuencia, entonces no deberíamos preocuparnos demasiado si vomita. Veamos
a qué debemos prestarle atención.
1. Sobrecarga de lactosa
¿Sale leche a chorros fuertes? ¿El bebé tiene que hacer esfuerzos excesivos para tragar?
¿Tiene el bebé una relación de amor/odio con la teta? El término “sobrecarga de lactosa” a
veces hace que las madres piensen que su bebé es alérgico o intolerante a los productos
lácteos. Y que deben dejar los lácteos para tener algún impacto en el dolor de su bebé. Este
no es el caso. Un bebé con sobrecarga de lactosa de hecho está teniendo problemas con un
desequilibrio de la leche. Es decir, está recibiendo un montón de leche dulce (alta en lactosa,
que es una forma de azúcar) del principio de la toma y no suficiente leche más grasa para
equilibrarlo. Esto causa gases, eructos e hinchazón en el intestino, haciéndolo sentir muy
incómodo e inquieto. A menudo, pero no siempre, las madres tienen un suministro de leche
muy grande (y con frecuencia, un reflejo de eyección abrupto), lo que hace difícil para el
bebé alimentarse fácilmente. Esta “sobreoferta” significa que el bebé está recibiendo más
leche de la que necesita, por lo tanto, vomita el exceso después de la toma.
La acumulación de gas hace que el bebé no se sienta cómodo al acostarse, arquea la
espalda durante las tomas y no puede ser recostado. Además, un bebé con sobrecarga de
lactosa tendrá cacas verdes y gases.
2. Frenillo corto
Un bebé con un frenillo corto (tejido oral restringido), a menudo, presenta síntomas que se
confunden con reflujo o cólicos. ¿Por qué? Los bebés con un frenillo restrictivo suelen tener
dificultad para agarrar el pecho correctamente. Cuando un bebé es incapaz de hacer un buen
sello, puede causar un aumento del aire que está ingiriendo durante la toma (aerofagia), lo
que conduce a más gases y síntomas de reflujo. En este caso, también se presenta un
incremento deficitario del peso y grietas en el pezón. (40)
3. Reflujo gastroesofágico o reflujo patológico
Por lo general, un bebé con reflujo gastroesofágico mostrará uno o muchos de los siguientes
síntomas: eructos o hipo frecuentes, regurgitaciones o vómitos no proyectiles reiterados,
despertares nocturnos repetidos, escaso aumento de peso, dificultad para tragar, llanto
repentino o inconsolable, arqueamiento durante la alimentación, lactancia constante o
desinterés en la lactancia. Al revisar la salud intestinal de la madre y mejorando sus hábitos
alimenticios, esta condición mejora; también sirven algunas técnicas como posicionar al bebé
de forma semivertical después de la toma. La medicación solo se debería dejar para los bebés
que no aumentan de peso, se ahogan o tienen dificultades para respirar, o sufren
inconsolablemente por el dolor, ya que puede traer más contras que beneficios. Sabrina
Critzmann, la pediatra de nuestro equipo, dice: “Para definir la diferencia entre ‘vomitadores
felices’ (niños con reflujo fisiológico que no interfiere en su crecimiento ni genera malestar
cotidiano) y la Enfermedad por Reflujo Gastroesofágico, necesitamos una cuidadosa
evaluación de cada caso. A veces, inclusive, son necesarios algunos estudios como la seriada
esofagogastroduodenal o la pHmetría. El seguimiento multidisciplinario con un
gastroenterólogo y un nutricionista, además del pediatra, es el mejor equipo”.
4. Estenosis pilórica (estrechamiento de la pared muscular del tubo que pasa desde el estómago
hacia los intestinos, no es una tapita como comúnmente se dice).
Un bebé que vomita solo ocasionalmente, es muy probable que no tenga esta condición.
El niño que tiene estenosis pilórica presenta aumento deficitario de peso y vomita después de
cada comida. En el caso de un bebé de alrededor de un mes de edad, con vómitos
consistentes que salen de su boca casi inmediatamente después de comer, se puede presumir
una estenosis pilórica.
En esta condición, el músculo a la salida del estómago está misteriosamente engrosado,
de tal manera que la leche no pasa a través del intestino. Dado que la salida del estómago
está bloqueada de forma parcial, la leche solo puede ir en sentido contrario. Es más común en
los varones primogénitos, y se arregla con una operación simple que abre el músculo
engrosado.
5. Cólicos
En los cincuenta, un grupo de pediatras se reunió para definir el llanto excesivo de los bebés
(41) y llegaron a una definición: si un bebé llora por tres horas, tres días por semana, por tres
meses, se considera “cólicos”. Un nombre que suena más científico que: “llanto inconsolable
del bebé que permite a los padres ponerle un nombre a lo que tiene su hijo sin
necesariamente buscar la raíz de lo que está sucediendo en realidad”.
Las causas del llanto pueden ser multifactoriales y no siempre entran dentro de los
tiempos que este grupo propone. Por lo que “cólico” como un diagnóstico, no debería ser tal,
y hay muchos pediatras y gastroenterólogos que proponen dejar este término de lado.
6. Gases
Los dos únicos motivos por los cuales se producen gases son: aire que entra por la boca o gas
que es producido por bacterias en el tracto intestinal. ¿Por qué pasa esto? Mala prendida;
aerofagia (entra aire por la boca); mala posición (necesitan que la leche baje y que el aire
suba. Probar con una posición semiinclinada); tomas desorganizadas (si el bebé siente dolor
cuando toma, por ejemplo, si tiene reflujo o dolor estructural, y toma, suelta y vuelve a
tomar, es más probable que trague aire; revisar la causa principal del dolor y tratarlo); si
toma mamadera con leche de fórmula, quizás se esté agitando demasiado el contenido y, en
consecuencia, formando burbujas.
El crecimiento de un grupo de bacterias patógenas puede causar gas. Estos cambios se
deben a alteraciones en la microbiota intestinal producidas por antibióticos, tras un cuadro
viral o una modificación en la microbiota de la madre, que se traduce en la del bebé. Esto
conduce a una sobreproducción de gases en el intestino delgado y el estómago, que presiona
el esfínter esofágico inferior y hace que se abra indebidamente, produciendo también
vómitos. Todo tipo de disbiosis en cualquier parte del intestino también contribuye a este
proceso.
Tratamientos no recomendados:
• Estimulación manual: con cualquier elemento.
• Supositorios: pueden producir acostumbramiento y son altamente invasivos.
• Simeticona (factor AG): no tiene efectos comprobados y posee un alto contenido de
alcohol. Es un placebo; los padres sienten que son proactivos.
El provechito
Mito: los bebés que toman teta no necesitan eructar.
Realidad: según el gastroenterólogo pediátrico Bryan Vartabedian, esto es una leyenda urbana y
los bebés sí necesitan ayuda los primeros meses para eliminar gases. Si estas burbujas de aire que
tragan al tomar (por más correcta que sea la prendida, algo de aire entra) se acumulan en el
estómago, provocan una distensión dolorosa.
Para las familias que practican libre movimiento y no verticalizan a sus bebés, pueden
acostarlo sobre la falda. Bajás tu torso hasta que queden pegados y asegurate de que la cabeza
quede sobre tu hombro (como recostado). Luego subir juntos y dejar al bebé con su cabeza
recostada sobre el hombro. Podés hacer algunos movimientos circulares en su espalda, pero no es
necesario darle golpes.
Espasmo de sollozo
Un susto o un berrinche pueden generar un espasmo de glotis, que lleva a una crisis de apnea
(falta de respiración) en algunos bebés de 6 a 18 meses.
¿Cómo se producen los espasmos de sollozo?
Estos espasmos —que generalmente duran entre dos y veinte segundos— pueden darse después
de una situación que al bebé le produjo frustración, enojo y llanto. Y a continuación, el niño
exhala, deja de respirar, se pone azul (cianótico), pierde el conocimiento y se vuelve rígido o
hipotónico (flácido).
¿A qué se deben?
Si bien todavía la medicina no ha podido definir la causa de los espasmos de sollozo, se sabe que
intervienen variables anatómicas, caídas de la presión arterial y estímulos del sistema nervioso
parasimpático (una parte del sistema nervioso autónomo que controla las funciones y actos
involuntarios).
¿Cómo actuar ante este tipo de crisis?
Es importante que los adultos que estén junto al niño/a cuando se da una crisis de este tipo
puedan mantenerse tranquilos: sacarle los objetos de la boca y de las manos para que no se
lastime, no intentar reanimarlo, ubicarlo de costado y asegurarse de que no haya muebles u otros
objetos con los que se pueda golpear. Conviene que se alejen un poco y lo observen, para tener
información cuando visiten al pediatra.
¿Se previene? ¿Cómo?
Prestando especial atención a lo que deberíamos hacer con todos los niños.
Siguiendo una rutina diaria.
Asegurándose de que descansó lo suficiente.
Adelantándose a sus necesidades.
Utilizando medidas anticipatorias.
Evitando situaciones frustrantes.
Lara, mamá de Romeo
Romeo nació el 27 de mayo de 2014, el año que perdimos la final del Mundial. El lunes
cenamos pasta con salsa de tomate y panceta, y un cuarto de helado. A las 23:15 rompí
bolsa, después vinieron ocho horas aproximadas de contracciones, no dilatar más de 2
centímetros y darme cuenta de que no me la iba a bancar. Mi maravilloso hijo nació por
cesárea con 3,650 kg. Pasó airoso todos los controles del recién nacido y nos fuimos a casa.
Mi amiga Iris dice que el primer episodio lo tuvo en la clínica, cuando fue a visitarme
con una porción de torta de chocolate que todavía recuerdo. Torta sí, episodio no… creo que
se le dice “memoria selectiva”.
Sí me acuerdo de que lo hizo en el primer control, a los rigurosos siete días de vida. El
pediatra lo estaba por pesar, y en el momento en que lo puso en la balanza, abrió la boca, se
puso azul, tomó aire y el grito no salió. Siguió azul y el grito salió.
El médico se rio y dijo: “Flor de cabrón, lo que acaba de hacer se llama “espasmo del
sollozo”, es consecuencia del enojo y de la frustración, y es madurativo, a los tres o cuatro
meses se le va”.
A los tres meses volvimos a Santiago de Chile, para ese entonces estábamos viviendo
ahí. Busqué un pediatra y coincidió con el diagnóstico.
Una noche de noviembre lo había terminado de bañar y lo tenía encima de mí, sentado y
envuelto en su toalla. Para que me dejara secarle el pelo, le di la caja de los hisopos, y
cuando se la saqué, empezó a hacer una apnea. Lo alcé un poquito para mirarle la cara,
porque sabía que venía un episodio “me pongo azul y no respiro”. Y lo hizo. Tomó aire, se
puso azul y rígido, y de golpe su cuerpo se ablandó todo. De la rigidez total a la flexibilidad.
Lo levanté y lo empecé a sacudir y a gritar porque pensé que se había muerto. Mi marido
estaba en la cocina, a no más de cuatro metros de donde yo estaba, y cuando entró al baño,
Romeo ya estaba reaccionando. No sabíamos que el desvanecimiento es una característica
de los espasmos.
Viajamos a Buenos Aires y vimos a más pediatras, cardiólogos, psicóloga, osteópata,
neurólogo, astróloga. Todos coincidían con el diagnóstico, y siempre supimos que era algo
que con el tiempo iba a dejar de suceder. Pero es dificilísimo transitarlo.
Fuimos al “capo de los neurólogos infantiles”, según nos dijeron, y salimos con la
certeza de que neurológicamente estaba perfecto. Y una caja de pastillas.
No me acuerdo el nombre (memoria selectiva otra vez), pero sí recuerdo que Romeo
empezó tomando media pastilla por día y pasó a tomar cuatro en un lapso de 15 días. Ese
primer mes de tratamiento hizo 48 apneas.
El segundo mes, el neurólogo nos pidió un video electroencefalograma de 24 horas.
Logramos solo dos horas y algo, hasta que después de pegarle de vuelta los cositos esos en
la cabeza, decidimos volver a casa.
Fue esa noche que decidimos dejar de hacer estudios y de darle pastillas. Lo que
debíamos hacer era sostener: sostenerlo y sostenernos. Y hacer que todo eso suceda es muy
difícil.
Pasé de: “¿Por qué tengo que aprender yo de todo esto”, hasta: “Es un ser humano con
su propia personalidad, ¿cómo lo ayudo a transitar la bronca y la frustración?”. Incluso le
pedí a él que dejara de hacerlo.
Terapia. Fundamental. Yo hice poca y ahora me doy cuenta de que tendría que haber
hecho más. Es muy difícil de manejar, ver a tu hijo así, reaccionando de esa manera, y no
poder hacer nada. Tenés que recordarte que no le va a pasar nada, pero a veces es mucho lo
que hay que sostener.
Mis amigos fueron fundamentales, piezas importantísimas que me acompañaron para
que no me fuera a la mierda.
Un pediatra nos dijo que el promedio normal en un niño es de cuatro a seis episodios por
año; Romeo hacía un promedio de cinco por día, todos los días. Pero ¿qué es un promedio
normal cuando se trata de algo puramente emocional? El homeópata fue el único que lo
alivió y logró que los desvanecimientos fueran desapareciendo.
Rome está por cumplir 4 años, y prácticamente, los espasmos desaparecieron. Recién
hoy, casi cuatro años más tarde, puedo escribirlo. Fueron años intensos de mucha angustia,
de incertidumbre, porque por más que sabía que nada podía pasarle, cada vez que lo hacía,
yo también dejaba de respirar y aguantaba mirándolo y hablándole al oído, porque dentro de
todo eso que le sucede, el único sentido que percibe es el auditivo.
Ahora que puedo contarlo, miro hacia atrás y me doy cuenta de las cosas que tendría que
haber cambiado, cosas que ahora no haría: más terapia, menos neurólogo, más osteópata…
pero en el momento, hicimos siempre lo que pensamos que era mejor para él.
Y acá está, mientras escribo esto (llorando); los dos en la cama y él durmiendo agarrado
de mi teta.
38. Wiberg, J. M.; Nordsteen, J.; Nilsson, N. (1999). The short-term effect of spinal manipulation in the
treatment of infantile colic: a randomized controlled clinical trial with a blinded observer. Journal of
manipulative and physiological therapeutics, 22 (8): 517-522. Recuperado de:
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/10543581
39. Klougart, N.; Nilsson, N.; Jacobsen, J. (1989). Infantile colic treated by chiropractors: a prospective study
of 316 cases. Journal of manipulative and physiological therapeutics, 12 (4): 281-288. Recuperado de:
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/2486187
40. Kotlow, L. (2016). Infant gastroesophageal reflux (GER): benign infant acid reflux or just plain
aerophagia? Lifescience Global, Vol 5, No 1. Recuperado de:
http://www.lifescienceglobal.com/pms/index.php/ijchn/article/view/3690
41. Wessel, M. A.; Cobb, J. C.; Jackson, E. B.; Harris, G. S. Jr.; Detwiler, A. C. (1954). Paroxysmal fussing in
infancy, sometimes called colic. Pediatrics, 14(5):421-35. Recuperado de: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/13214956
CAPÍTULO
CINCO
Abordaje holístico del puerperio y de la lactancia
Las fuerzas naturales dentro de nosotros son las verdaderas sanadoras de la
enfermedad.
Hipócrates.
Qué es el abordaje holístico
Trabajar de manera holística en lactancia es atender a ambos en la díada mamá-bebé de forma
individual y en sinergia. Considerar la historia de cada uno y la historia de la relación.
Toda mejora en la salud y la curación, independientemente del tipo de medicina o
profesional, es el resultado de activar la energía vital interna y devolver las funciones del cuerpo
a la homeostasis, es decir, la regulación. Esto se hace considerando tres aspectos.
1. Siempre se debe identificar la causa raíz de la enfermedad, en lugar de abordar y controlar
los síntomas individuales.
2. Usar alimentos como medicina, tanto curativa como preventiva, siempre que sea posible.
3. Combinar todos los aspectos de la persona para identificar qué le está pasando, ya sea
emocional, espiritual, anímico, entorno familiar, estrés, factores ambientales/económicos,
amor, creatividad, educación, salud mental, ocio, sexualidad, ambiente de
convivencia/trabajo, salud corporal y alimentación.
Mi experiencia personal con la medicina tradicional china (MTC) y el abordaje holístico
comenzó cuando fui, por recomendación de un amigo, a un médico que practica MTC para
calmar las migrañas, que me atormentaban desde que tenía 6 años. Conocí este abordaje después
de muchísimo tiempo tomando medicaciones (cada vez más fuertes) y de pasar por varias
internaciones por ataques de dolor extremos. A partir de cambios profundos en mis hábitos de
alimentación, sueño y actividad física, más el cambio de medicación alopática por tratamientos
naturales (herbales, acupuntura y ventosas, entre otros), que fueron restaurando el daño de años
de químicos en mi cuerpo, pasé de tener ataques que duraban días, incluso semanas, y me
inhabilitaban por completo para vivir normalmente, a solo tener dolores muy ocasionales.
Además, al estar en sintonía con mi cuerpo y consciente de lo que sucedía cuando no me
cuidaba, podía identificar claramente qué era lo que gatillaba estos ataques; así aprendí a
prevenirlos, no a tapar los síntomas. Tan trascendental fue este cambio en mi calidad de vida que
decidí estudiar la carrera de Medicina Tradicional China y aquí les comparto algo de lo que estoy
aprendiendo aplicado al puerperio y la lactancia.
Características de la teoría médica y la dietoterapia en la medicina
tradicional china
La medicina tradicional china ve al cuerpo humano como un organismo holístico:
Tiene vísceras y órganos que se conectan entre sí por meridianos, que son los ramales del
sistema de canales por donde se transporta la energía.
Las disfunciones se ven como la pérdida de armonía entre el yin y el yang; son,
esencialmente, un conflicto entre el cuerpo y varios agentes patógenos.
El principio que se aplica es el tratamiento basado en dos partes importantes:
El diagnóstico diferencial.
Un análisis completo de los síntomas.
Yin y yang son opuestos, fuerzas complementarias que se definen por su relación y
proporción entre sí. Si yin se refiere al lado oscuro de una montaña, entonces yang representa el
lado soleado. A medida que la Tierra gira y cambia su posición hacia el Sol, se modifica lo que
vemos a cada lado de la montaña. Entonces siempre hay un equilibrio dinámico de estas dos
fuerzas. Las cualidades de yin son acuosas, oscuras, frías, lentas y húmedas; las cualidades de
yang son ardientes, brillantes, calientes, rápidas y secas. Yin es de noche; yang es de día. Yin se
considera femenino y está conectado con el femenino arquetípico. Yang se considera masculino
y está conectado con el masculino arquetípico.
La sangre y la esencia (jing) son yin, y la fuerza vital (chi) es yang. La parte frontal del
cuerpo, los brazos, las piernas interiores y el perineo son yin; la parte posterior del cuerpo, los
brazos, las piernas exteriores y la parte superior de la cabeza son yang. Las madres son yin; los
niños y las niñas son yang. El embarazo es principalmente un estado de ser yin, mientras que el
nacimiento es un equilibrio dinámico de yin y yang. Cuando no se interrumpe, gran parte del
trabajo ocurre por la noche, cuando la atmósfera es silenciosa, oscura y yin en la naturaleza. El
parto involucra muchos fluidos corporales que son yin. Pero el yang también es necesario en el
trabajo de parto, tal como se expresa a través de la fuerza y la intensidad del movimiento
muscular del útero a medida que empuja al bebé y a la placenta. Debido a que el nacimiento crea
una deficiencia de yin en la pérdida de sangre y de fluidos, hay un desequilibrio después del
parto. Tener un bebé exagera las tendencias que ya están presentes en el sistema de una mujer.
Por ejemplo, si una mujer ya tiene deficiencia de yin, entonces tendrá la tendencia a volverse aún
más carente de yin después de tener un bebé. Debido a que la mayoría de nuestros estilos de vida
son predominantemente yang, muchas mujeres son deficientes en yin.
¿Qué es chi? La palabra “chi”, generalmente, se traduce como “energía vital”. En español, la
palabra “energía” es bastante amplia. Se refiere a vibraciones (“esa persona tiene energía
tóxica”), a fuentes de energía (energía solar) y a nuestro propio nivel de vigor (“hoy me siento
drenado de energía”). Chi, sin embargo, describe la fuerza vital y primordial del universo
presente en todas las cosas.
Uno de los principales objetivos de la acupuntura es armonizar el flujo de chi a través de los
meridianos de nuestros cuerpos —que son la red de distribución de chi, sangre y otros fluidos—
para sanar y optimizar la salud de los órganos. Los bloqueos en los meridianos causan dolor y
evitan el flujo libre de chi y de sangre. El chi de flujo libre en los meridianos nos da una
sensación cálida y brillante, y es un signo de una salud radiante.
En la medicina china, la sangre no solo es el fluido real que conocemos en la medicina
tradicional (tejido conectivo líquido que circula por capilares, venas y arterias de todos los
vertebrados), además se la considera como la energía activadora subyacente que estimula a la
sangre para moverse y circular por todo el cuerpo (un concepto más abstracto y difícil de
visualizar para los occidentales). La sangre y el chi están interconectados. Chi mueve la sangre, y
la sangre no se puede formar sin chi. Se dice que “la sangre es la madre de chi y el chi es el
comandante de la sangre”.
Durante el parto, todas las mujeres experimentarán una pérdida de chi y de sangre. Los
canales de la madre están abiertos y los factores de la enfermedad (como el frío, el viento, la
humedad, el calor y la sequedad) pueden penetrar profundamente en el cuerpo enfermándolo. En
Occidente, estos conceptos recién están comenzando a entrar en nuestra conciencia cultural, pero
la tradición oriental ofrece formas simples y confiables para que una nueva madre alimente yin,
desarrolle su sangre y revitalice el chi para que pueda regresar a la salud total.
La comida es medicina, entonces comenzamos con la alimentación. Podemos usar la comida
como medicina para alimentar la sangre, el yin y la esencia. Además, necesitamos descanso,
alimentos ricos en minerales y colágeno, y consuelo emocional y espiritual, ¡un paralelo cercano
a las cinco necesidades universales de posparto!
Tradicionalmente, las fórmulas a base de hierbas y las elecciones de alimentos para las
madres posparto están diseñadas para ser muy nutritivas en muchos niveles. Así se repone la
sangre, el chi, el yin, el yang y los fluidos corporales.
Para contrarrestar la deficiencia de sangre, una mujer puérpera se beneficiará al comer
alimentos que calientan y que producen sangre. Estos incluyen: carne, pollo, huevos, semillas de
sésamo negro, dátiles, jengibre, verduras cocidas, zanahorias y sopas.
El enfoque de las primeras dos semanas es completar la limpieza del útero, minimizar el
riesgo de infección y ayudar a la producción de leche. Se preparan sopas especiales pero simples
durante esta etapa para ayudar a completar el sangrado, que es el proceso de eliminación que
limpia el útero a medida que vuelve a su tamaño normal.
En las semanas siguientes, las sopas y los guisos cambian en su objetivo, de la
desintoxicación se pasa a la fortificación; ahora están hechos para fortalecer el chi y la sangre.
Las sopas tónicas se pueden continuar para ayudar a garantizar la leche materna de alta calidad,
que se forma a partir de la sangre y el chi de la madre.
En la medicina tradicional china, los bloqueos emocionales (como el resentimiento y la ira)
se vuelven físicos fácilmente (por ejemplo, la mastitis), por lo que la estabilidad emocional y un
entorno agradable también son importantes para producir leche materna.
También es útil sazonar los alimentos con especias que tengan propiedades de calentamiento,
como el jengibre, la pimienta negra y la canela. Evitar los alimentos fríos como el helado y el
agua helada, que transfieren frío al útero y aumentan la energía necesaria para la digestión, que la
mujer no tiene que perder después del parto.
A menudo, en Occidente, en un deseo de sanar lo más rápido posible, las mujeres adoptan
sus viejas estrategias para ponerse en forma y recuperar la salud, sin tener en cuenta su nueva
normalidad. Solemos elegir jugos, ensaladas y batidos en un intento de comer saludablemente y
perder el peso que nos dejó el embarazo. Pero en realidad, los alimentos fríos y crudos son un
problema para el sistema en este momento y nos agotarán aún más, cuando lo que necesitamos es
alimentar y reconstruir sangre y yin.
Es muy necesario que a la madre se le sirvan comidas regulares con proteínas y caldos
calientes, para reponer los líquidos y ayudar a formar sangre nueva y leche materna.
Los médicos de la medicina china utilizan todo tipo de plantas, minerales y animales en sus
fórmulas herbales. Se dice que cuando se necesita una sustancia corporal (sangre, yin y esencia),
a veces solo son suficientes las sustancias medicinales de “carne y sangre”. Eso significa que en
el caso de algunas mujeres, comer carne será crítico para obtener el hierro y otros minerales que
necesitan. Hay que procurar comer tres comidas por día, con dos snacks nutritivos entre ellas. Y
asegurarse de elegir alimentos que tengan una cantidad adecuada de proteínas y grasas
saludables. Si te cuesta comer carne, te recomiendo que veas la receta de crema batida de caracú
más adelante, que aporta hierro y muchos nutrientes en una forma fácil de incorporar.
Raíces ancestrales
Según la medicina china, el nacimiento es un cambio del estado yang, en el cual el cuerpo de la
mujer embarazada aumenta su temperatura con el alto volumen de sangre circulante debido a la
presencia del bebé en su útero, a un estado más yin: vacío y frío.
Las mujeres, en general, tienden a ser bastante yin por naturaleza; después del parto, dicen
los sabios, esta tendencia es exagerada, y combinada con el agotamiento de los niveles de
energía después de los esfuerzos del parto, hace que la madre sea especialmente susceptible al
cansancio o a la enfermedad. La exposición al frío, comer alimentos fríos o pesados, y esforzarse
demasiado, facilitaría que “el frío y el viento”, dos de los “seis males” que afectan negativamente
nuestra salud, penetren en el cuerpo.
Según la medicina china, el frío y el viento persistentes (en un concepto abstracto, no es
literalmente el viento de la calle) son responsables de muchas de las enfermedades que las
madres informan con demasiada frecuencia: dolores de cabeza, menstruales y de las
articulaciones, y depresión. Al mantener la calma y la tranquilidad durante este vulnerable
período de posparto para conservar el precioso chi o “fuerza vital”, y reconstruyendo la energía
yin constitucional con alimentos, se pueden eludir esas perturbaciones, y navegar sin problemas
el embarazo y el parto hacia un puerperio saludable.
Adentrándonos un poco en la literatura antigua y en los libros sagrados del conocimiento,
descubrimos que esta sabiduría popular tiene raíces muy profundas.
Los orígenes de Zuo Yue Zi se remontan a cuatro mil años atrás. La primera mención de
cuidados especiales después de la maternidad se hizo durante la dinastía Chou, y posteriormente,
se escribió en el Libro de los Ritos, que aconsejaba el confinamiento durante treinta días después
del nacimiento, o cuarenta días para los gemelos. Aunque algunas de las prácticas, hoy en día,
nos parecen algo extremas o ridículas (no lavarse el pelo por cuarenta días, por ejemplo...
Actualmente, tenemos secadores de pelo y calefacción para no pasar frío), hay ciertas ideas que
podemos tomar y aggiornar para nuestra vida.
Hacer un plan de comidas especial, sumando descanso y cuidado corporal después de un
evento tan grande como el nacimiento, era visto como algo completamente natural. La filosofía
china dice que hacer ajustes en el estilo de vida, en diferentes “temporadas de la vida”, es parte
de seguir el tao o “forma armoniosa de ser”, ¡y hacerlo bien te ayuda a vivir por más de cien
años!
El Ayurveda, la antigua “ciencia de la vida” de la India, enseña el principio “cuarenta y dos
días durante cuarenta y dos años”, que afirma que la forma en que una madre se nutre durante las
primeras seis semanas después del nacimiento, determina con qué éxito le da luz al mundo en sus
próximas cuatro décadas.
La imaginación más inspirada de este escenario se puede encontrar en el best seller La tienda
roja, un relato ficticio de las historias del Antiguo Testamento desde el punto de vista femenino.
En esta historia, la madre de la antigüedad es tratada como una reina en la seguridad del sitio de
reunión ritual para mujeres —la carpa roja—, donde durante un mes, ella no solo se nutre, sino
que también es honrada por el poder de su útero que ha traído vida al mundo.
Una nueva madre debe ser tratada con masajes, baños calientes, y con una dieta nutritiva y de
fácil asimilación, con bebidas herbales que previenen la infección, promueven la vitalidad y
alivian el vata.
Llevo varios años ya acompañando puerperios como doula de posparto, y en las visitas,
siempre llevo unos tuppers llenos de sopas y guisos; descubrí que ofrecer comida a la mamá hace
mucho más que simplemente alimentar y nutrir. La parte de dar es igual de importante. Es un
intercambio de energía y cuidado lo que la llena desde adentro, haciéndola sentir más fuerte si se
percibe desamparada e insegura, y conectándola con otros si se siente sola. Es poner atención a
lo que realmente necesita, si se siente invisible u olvidada; ese acto de dar y acompañar la hace
volver a sentirse visible. También he reflexionado sobre cómo la tendencia en el puerperio se ha
inclinado tanto hacia el aislamiento, el agotamiento y la comida chatarra (cuántas nos pasamos
gran parte del puerperio comiendo unas galletitas con la mano que nos quedaba libre porque
algunos días no podíamos hacer nada más), alejándose así de los abrazos, y de las sopas y los
guisos reconfortantes de otras culturas y otras épocas.
¿Cómo nos olvidamos de honrar este breve período de tiempo después del nacimiento y de
darle un trato especial a la mamá? ¿Cómo nos olvidamos de poner en marcha un sistema que
garantice que la comunidad en general, y la madre misma, supieran qué esperar en los días
posteriores al nacimiento, y que la ayuda que se necesita es constante?
Las viejas tradiciones nos enseñan que la mayor inversión se realiza desde el principio. Si la
mamá comienza este camino descansada y nutrida, calmada y centrada, es capaz de proporcionar
la paciencia, el apego y la sensibilidad que su bebé realmente se merece. Esto es mucho más
difícil de hacer si ella es empujada al borde de las emociones y el agotamiento.
Yo tuve la fortuna de contar con las comidas caseras que me traía mi mamá todos los días a
mi casa durante ese primer mes tan difícil, fue el mejor regalo que pude haber recibido y siempre
lo voy a recordar. Pero si no tenés una mamá cocinera que viva cerca, cuando alguien te pregunte
qué necesitás, no pidas ropa o demasiados artefactos (los bebés no necesitan tantas cosas, te lo
prometo), pedí que te regalen comidas, un servicio de viandas nutritivas o tuppers con milanesas
y sopas.
Las matriarcas de China sabían que la cocina es donde se sana a las personas que uno ama.
Usar la comida como medicina estaba en sus huesos, y los ingredientes que arrojaban en la olla
no se agregaban solo por gusto, sino que traían beneficios invaluables de mayor vitalidad, belleza
y longevidad. (Se decía que los alimentos adecuados ayudarían a una persona a vivir hasta los
100 años, con la piel tersa y firme como una ciruela madura.) Además, consumir platos
especiales durante algunas temporadas de la vida como la pubertad, el embarazo o la vejez, era
puro sentido común, tan obvio como usar ciertas prendas en enero y otras en julio.
En este tao, o manera equilibrada de comer, la dieta era elegida para abordar las cambiantes
necesidades del cuerpo, equilibrar cualquier estado extremo o reponer alguna falta; no solo para
alimentar el impulso repentino de, digamos, torta de chocolate. Para la puérpera, esto significa
comidas ricas en hierro para reconstruir sangre; proteínas para reparar tejidos y alimentos que
regulen la función hormonal; ácidos grasos para enriquecer la leche materna; vitaminas y
antioxidantes para acelerar la cicatrización de tejidos; y hierbas y especias terapéuticas para
contrarrestar la inflamación o aumentar la producción de leche, si es necesario. Antiguamente, no
se podía tomar un suplemento de vitaminas “pre” y “pos” natales, y listo. Las comidas y bebidas
diarias realmente tenían que hacer el trabajo de nutrir y fortalecer a la mujer. Visto desde nuestro
lente occidental, algunos de los mandamientos nutricionales de Zuo Yue Zi son extremos: se dice
que en el suroeste de China, a una mujer puérpera se la alimentaba con ocho a diez huevos por
día para que el bebé pudiera obtener abundante colesterol de su leche para su cerebro en
desarrollo. Es difícil imaginar que la mayoría de las mujeres contemporáneas puedan o deseen
consumir esas cantidades de alimentos con alto contenido de nutrientes. Sin embargo, hay
sabiduría para recuperar de estas tradiciones: la forma de comer después del parto puede
alimentar, construir y curar; y a menudo, es la comida más humilde la que mejor lo hace.
Me encanta bucear en las costumbres de la alimentación tradicional para la curación. Hay
algunos platos impresionantemente complejos que requieren todo tipo de ingredientes difíciles
(por ejemplo, en un libro de MTC encontré recetas para la hipogalactia que incluyen pies de
cerdo, hongos raros o pescados vivos). Pero cuando se trata de cocinar para las mujeres actuales,
he extraído los fundamentos de las tradiciones, las partes de los platos que capturan la esencia
del enfoque, desde el aspecto de “calentamiento” más importante hasta el de dar energía y
propiedades de formación de sangre para el apoyo de la lactancia. De esta manera, las tradiciones
se reinterpretan en algo más simple y más alineado con los estilos de vida que realmente llevan
las mujeres actuales: platos simples que tienen un atractivo universal y también son accesibles
para hacer.
Las costumbres que insisten en el descanso, la recuperación y la entrega de la
responsabilidad de la casa durante unas pocas semanas en el momento del posparto, obligan a
una mujer a dejar de hacer todo lo que hace y simplemente dedicarse a recibir cuidados. La
conclusión es profunda: nos abre los ojos para pedir y recibir ayuda, para darnos plenamente
como madres sin sentirnos perdidas.
¿Qué pasa si miramos las viejas tradiciones con ojos creativos para ver qué sabiduría nos
darían hoy? ¿Podrían las mujeres modernas acercarse al posparto con nuevos ojos, sin hundirse
en un estado de fatiga o estrés, disfrutando de esta corta temporada de nuestras vidas en la que
podemos jugar con reglas totalmente diferentes? ¿Podríamos reclamar este tiempo sagrado de
recuperación y unión después del nacimiento, tomando prestado de las herencias de nuestras tías,
abuelas y suegras, quienes sean y dondequiera que estén? Después de todo, experimentamos los
primeros cuarenta días una sola vez con cada niño/a.
Me impulsó una misión para recuperar lo que olvidamos y crear un nuevo código de
conocimiento sobre la atención posparto. Una misión para apoyar a todas las madres que
conozco y aquellas que aún no conozco; y pasar estos caminos a nuestras hijas, a sus hijas y a las
suyas. El embarazo y el parto son los actos más creativos de la experiencia humana. Darle vida a
una nueva vida es un logro fenomenal y milagroso. Necesitamos extraer ese poder creativo para
dar lugar a una nueva forma de cuidar a la madre; una que funcione para una nueva mujer en un
nuevo tiempo, que le proporcione la nutrición que necesita, pero que a menudo no solicita. Sin
embargo, para avanzar con valentía, primero debemos mirar hacia atrás.
Recuperación de una cesárea
La recuperación después del nacimiento es un proceso en capas y puede ser lento, pero confiá en
el trayecto y pedí ayuda cuando la necesites. Aquí hay tres formas sencillas de hacer que la
recuperación sea un poco más fácil.
Movimiento
Una vez que obtengas la autorización para comenzar a moverte después de la cirugía, y
que sientas ganas de hacerlo, la actividad suave colabora con tu recuperación. Vas a
necesitar ayuda para tu primer viaje fuera de la cama del hospital, y esa corta caminata
al baño puede parecer un triatlón, tomate tu tiempo. Una vez que llegues a casa, evitá
conducir por lo menos durante una semana, y limitá subir escaleras, hacer tareas
domésticas y levantar objetos que sean más pesados que tu bebé recién nacido (eso
incluye levantar hermanitos/as mayores). Al acostarte y levantarte, colocá los pies
planos sobre la cama, flexioná las rodillas y subí las caderas con la fuerza de las piernas,
evitando los abdominales.
Caldo de huesos
Después de la cirugía, tu apetito puede disminuir, de hecho, es posible que no tengas
ganas de comer, especialmente a medida que tu sistema digestivo se recupera. Este
caldo, hecho con huesos de pollo o de vaca, es un remedio ideal para este período. Está
lleno de aminoácidos que promueven la reparación de la piel y la cicatrización de las
heridas. También ayuda a la digestión y alivia los dolores de gases que pueden ocurrir
después de una cesárea. Además, te mantendrá llena y te proporcionará energía. (Tenés
la receta en el capítulo 8).
Hacer caca
Sí, lo dije. Hacer caca puede ser un desafío posoperatorio, a medida que tus órganos
abdominales sanan. Es normal que no hagas caca hasta tres días después, aunque estés
supergaseosa. Ir al baño después de la cesárea a veces es doloroso; es difícil hacer
fuerza cuando el abdomen está sensible y adolorido. Ayudá a que las cosas fluyan
bebiendo abundante agua; mientras más hidratada estés, mejor funcionarán tus
intestinos. Bebé agua tibia o a temperatura ambiente con jugo de limón fresco
exprimido: los líquidos tibios promueven la curación. Tomar ablandadores de heces
después del parto también ayuda. ¿Otro remedio natural? Una cucharada de aceite de
coco al despertar y algunas ciruelas pasas también ayudan.
Advertencia sobre el puerperio
Escrito con la colaboración de Malena Sánchez Moccero (cuando estaba puérpera, muy
puérpera).
Hay gente que tiene un deseo irrefrenable de hablar. Son esos que en un ascensor comentan el
clima o los que incluso se atreven a hacer un comentario político. Pero si hay un bebé, tenemos
en nuestros brazos EL TEMA de conversación. Todos deberíamos recordar que detrás del bebé,
hay una madre que acaba de parir, que duerme mal hace días, que se mancha con leche el
camisón, que tiene una panza flácida y que muere de amor por esa nueva vida, pero se siente
culpable por estar, a veces, deprimida. Así que, por favor, TACTO con estas flamantes madres.
Qué no decir
X ¿Duerme toda la noche?
¿Se porta bien? (¿Qué sería para un bebé “portarse mal”?, ¿estar dolorido?, ¿tener
X hambre?, ¿tener sueño? Los bebés no se portan mal).
X ¿No lo estarás malcriando teniéndolo tanto en brazos?
Te está usando la teta de chupete, nena… (¿No estará usando el chupete de teta? Esa
X es mi respuesta favorita).
X ¡Está muy flaquito! ¿No será buena tu leche? ¿Por qué no le das una mamadera?
X ¿Todavía no dice ajó? ¿Ya agarra los juguetes? ¿Ya gatea? (Ya, ya, ya… ¡nada!).
¿Y el papá te ayuda? (Quizás no hay papá o tal vez hay otra mamá; y en todo caso,
X el/la compañero/a tiene el 50 % de la responsabilidad, no “ayuda”).
X ¿Para cuándo el segundo?
X ¿De cuánto estás? (A menos que veas un bebé saliendo, ¡jamás preguntes esto!).
Qué decir
¿Y vos cómo estás?
¿Qué puedo hacer por vos hoy?
Te traje un regalito. Te traje un tupper con milanesas, con una tarta…
Paso cinco minutos: te hago un té, pongo la ropa en el lavarropas, te lavo los
platos y me voy.
¿Te traigo agua?
Cuando tenemos bebés recién nacidos o muy pequeños, nuestra vida habitual queda patas
para arriba. La falta de sueño; encontrarse con un bebé que llora y no sabemos por qué; las
opiniones de TODO el mundo; la soledad de la crianza en una situación urbana, lejos de la red de
sostén que deberíamos tener; y demás cuestiones que suceden en esta primera etapa, pueden ser
muy agobiantes.
El puerperio nos abraza como un monstruo peludo que nos asusta por su tamaño e intensidad,
y nos tiene más sensibles de lo que ya estábamos embarazadas.
Pero es bueno recordar que: esto también pasará (es tan importante que lo tengo tatuado en el
brazo para no olvidarme).
El mejor consejo que leí cuando Rafi era muy pequeña fue: “No desees que estos primeros
momentos pasen rápido, porque realmente pasan MUY rápido; dentro del caos que son los
primeros meses, tratá de vivir en el presente, con todos sus claroscuros, y no estés pensando todo
el tiempo cosas como: ‘Quiero que cumpla 3 meses porque me dijeron que en ese momento se le
pasan los cólicos’, ‘Quiero que cumpla 6 meses para que duerma más tiempo’, etc. No sabemos
cuándo cada bebé va a ir cambiando y desarrollando nuevas habilidades y capacidades, pero
todos —eventualmente— comen, duermen, rolan, se sientan, caminan. Más rápido no es mejor”.
Ahora, teniendo una nena de 5 años (¡¡ya no es más una bebé!!), puedo afirmar que esto es
real: ¡se pasa volando!
Traté de ubicar la fuente original donde había leído esta reflexión y no la pude encontrar,
pero en esa búsqueda, me crucé con este texto de Mary Jean Irion que me pareció bellísimo y
muy apropiado para todas las etapas de la crianza, aquí va mi traducción del inglés.
“Día normal, déjame ser consciente del tesoro que eres. Déjame aprender de ti, amarte,
bendecirte antes de partir. No quiero pasarte por alto en busca de un mañana perfecto. Déjame
abrazarte mientras pueda, porque puede que no siempre sea así. Algún día clavaré mis uñas en la
tierra, o enterraré mi cara en la almohada, o me estiraré y alzaré mis manos al cielo, y desearé,
más que todo el mundo, tu regreso”.
Pilares para el cuidado de la mujer puérpera
“La soledad no proviene de estar solo, sino de no poder comunicar las cosas que te parecen
importantes”.
C. G. Jung
1. Calor
En la base de muchos protocolos de cuidado de la madre, se encuentra la práctica de preservar y
crear calidez en el cuerpo. El volumen de sangre de una mujer casi se duplica durante el
embarazo para mantener a su bebé en crecimiento; después del nacimiento, la pérdida de este
exceso de sangre caliente y circulante, combinada con su estado abierto, significa que el calor
debe recuperarse y aumentar la circulación para optimizar la cicatrización. Además, cualquier
rincón y grieta del cuerpo por donde el frío penetre y luego permanezca, como la columna
vertebral, el cuello o el abdomen, por ejemplo, puede provocar dolor o disfunción en esas zonas
a futuro. Para lograr esto, las nuevas mamás en todo el mundo realizan todo tipo de prácticas de
calefacción y aislamiento, desde el vapor sobre rocas calientes (Camboya), hasta tomar baños de
hierbas (Tailandia), ponerse algodón en los oídos para evitar el “mal aire” (Honduras) o vestir
suéteres de lana incluso en los sofocantes meses de verano (India). Algunas de las acusaciones
tradicionales contra el frío tal vez no son del todo relevantes en una era de agua caliente a
demanda y secadores de pelo. Pero hay una parte del enfoque de calentamiento que es
intemporal, como por ejemplo: comer alimentos blandos y de fácil digestión en los primeros días
después del nacimiento, para apoyar el debilitado “fuego” digestivo y ayudar a alimentarlo
suavemente. Estos alimentos aseguran que se absorba tanta nutrición como sea posible e
incluyen ingredientes que aumentan la circulación de forma natural. De acuerdo con la medicina
china, hay que apoyar el sistema digestivo o “quemador medio” del cuerpo, que construye la
sangre, que a su vez genera leche materna; es un efecto dominó. Por el contrario, estresar el
quemador medio con alimentos inadecuados, más la interrupción resultante, puede conducir a
una privación excesiva de sueño y depresión. Hoy en día, la nutrición posparto sigue siendo un
punto ciego. Los consejos sobre la comida salen por la ventana con la emoción de la nueva
llegada. En lugar de alimentar nuestra digestión con platos simples, cálidos y nutritivos, algunos
hospitales te dan un menú que deja bastante que desear, mientras que otros ofrecen sándwiches
fríos y sin vida, y ensaladas de frutas frías. El asesoramiento sobre la lactancia tiende a no incluir
las elecciones de alimentos para la madre. Y una vez que los padres están de vuelta en casa, es
todo tan abrumador —incluso pensar en cocinar—, que las comidas del delivery, las galletitas y
las facturas se convierten en alimentos básicos.
Podés alimentarte de la manera que tu cuerpo y tu bebé se merecen haciendo platos
extremadamente sencillos y reconfortantes con ingredientes que tengas a mano en tu cocina; lo
ideal es dejarlos preparados en el freezer antes del nacimiento. Un freezer lleno de sopas, caldos
y cereales cocidos y en porciones, guisos y tartas de verduras, más la asistencia de personas que
sepan sostener y acompañar las necesidades de una nueva familia, son cuestiones fundamentales
para un puerperio feliz. Y algo vital: podés pedirle a los demás que preparen estos alimentos para
vos. Este es el momento para aprender a pedir ayuda si todavía no te animás a hacerlo.
En el capítulo 8 vas a encontrar la receta del caldo de huesos. Aquí te dejo la del congee.
El arroz blanco se prescribe en cualquier momento en que el chi necesita reabastecerse. Es un
alimento de renacimiento; su simplicidad y sabor limpio se sienten reconfortantes en un cuerpo
cansado o en recuperación.
En las distintas culturas, se usan diferentes cereales: avena, amaranto, quinoa, arroz, o lo que
haya disponible. Y hoy en día, teniendo en cuenta que el modo de cultivo del arroz puede ser
problemático debido a la presencia de arsénico, quizás lo mejor es ir rotando estos cereales y no
consumir solo arroz.
Congee tradicional
1½ tazas (285 g) de arroz jazmín blanco, o basmati, o grano largo fino.
½ taza (105 g) de arroz blanco pegajoso o glutinoso (mochi o doble carolina por ejemplo).
4 tazas de agua o caldo casero.
Sal a gusto.
Empezar por enjuagar el arroz varias veces: cubrir el arroz con agua, ir revolviendo y luego
colar. Repetir varias veces hasta que el agua salga limpia.
Llevar el arroz lavado a una olla con el agua con sal o caldo, hasta que hierva a fuego alto.
Cuando empiece a hervir, reducí a fuego bajo y cociná durante 10 minutos, El congee ama el
agua, así que si se está secando demasiado, agregar otra taza de agua o caldo a la olla, revolver y
seguir cocinando hasta que estén blandos los granos.
2. Apoyo
En tiempos pasados, los círculos de apoyo posnacimiento se daban en el tejido de la vida
comunitaria. Ningún trabajo era demasiado humilde para los ayudantes, desde cambiar los
pañales sucios o atender a otros niños/as, hasta sacar la basura y secar las lágrimas (de la madre y
del niño/a). Esto era parte del código de la sociedad, la forma en que se hacían las cosas. La
nueva madre no debía quedarse sola, incluso si su pareja había vuelto al trabajo. Hoy, las
corrientes han cambiado casi por completo para el otro lado. La tribu es difícil de alcanzar para
la mayoría. Los vecinos a menudo son extraños, las familias a veces viven separadas por muchos
kilómetros, y los amigos bienintencionados suelen estar encerrados durante largas horas de
trabajo, erradicando el tiempo libre para ayudar. Usualmente, el apoyo posparto se encuentra en
Internet, ya que las mamás buscan asesoramiento y compañía en línea a horas intempestivas de la
noche. Pero este aislamiento también es un síntoma de algo que podemos rectificar: la actitud de
“puedo hacerlo”, que nos impide buscar ayuda. Con un poco de planificación anticipada, una
futura madre puede pedir ayuda, y se sorprenderá de quién responde y cómo. La sociedad ya no
ofrece redes de seguridad, pero tenemos que empezar a hacer las nuestras.
3. Descanso
En el Zuo Yue Zi tradicional, se dice que el nacimiento deja a la madre en un estado
extremadamente abierto, más susceptible de lo normal a la tensión física y emocional. Con su
cuerpo dolorido, más sus sentidos y nervios crudos y expuestos, las situaciones aparentemente
inofensivas como una breve caminata, una brisa fresca o un comentario irreflexivo, pueden echar
raíces y llevar al agotamiento, la enfermedad o la depresión más adelante. La justificación
tradicional para conservar y construir chi, o energía, a través del descanso y de una excelente
nutrición, es igualmente relevante en la actualidad. Hoy se piensa que cuarenta días de cuidado
llevarán a cuarenta años de vida femenina vital mañana.
Cuando considerás todo lo que está haciendo tu cuerpo durante esta fase posterior al
nacimiento, está claro por qué es tan esencial preservar y reponer el chi, nutrir la sangre y apoyar
las hormonas en este momento vulnerable. Uno de los aspectos más sorprendentes y menos
discutidos de la experiencia posparto es el sangrado, que ocurre a un ritmo que eclipsa un
período abundante de tres a diez días, y luego puede continuar durante seis semanas. El volumen
de sangre de una mujer aumenta hasta en un 50 % en el embarazo y crece una cantidad
significativa de tejido. Esta descarga del exceso es un acto de reparación y reequilibrio, que a
menudo se considera como una purificación: una poderosa oportunidad para eliminar las toxinas
del cuerpo. El útero también está volviendo al tamaño y a la posición anterior al embarazo.
La tradición china dice que esta “habitación de bebé” recientemente vaciada, ahora es más
susceptible al frío y al viento. Si el cuerpo no se mantiene lo suficientemente caliente, puede
haber una disminución del flujo de sangre al área, lo que impide el regreso del útero a su tamaño
anterior y disminuye la liberación de sangre innecesaria. Las posibles consecuencias: problemas
reproductivos en el futuro, dolor menstrual, endometriosis, abortos espontáneos, dolor de espalda
baja y menopausia incómoda más adelante.
Antisistema
Este texto tan importante de Laura Cámara se viralizó pero muchos blogs y páginas de
Internet no mencionaron su nombre; hoy lo comparto con su autorización, porque me parece
muy valioso.
Al sistema no le sirve la función materna, porque no produce bienes económicos.
Al sistema no le sirve un ser humano, le sirve un consumidor.
Al sistema no le sirven humanos criados en amor y respeto, le sirven humanos con
carencias (son los que más consumen).
Al sistema no le sirve la lactancia materna gratuita, le sirve la lactancia industrial,
artificial, compra y venta.
Al sistema no le sirve la lactancia materna inmunizadora, le sirven niños enfermos y
padres comprando antibióticos.
Al sistema no le sirve la presencia materna para el hijo, le sirve una madre que
enseguida vuelva sin chistar al circuito de producción laboral.
Al sistema no le sirven niños creciendo con creatividad e imaginación, le sirven niños
creciendo alienados con pantallas que les dicen cómo “debe ser el mundo”.
Al sistema no le sirven niños felices, le sirven niños que piden que compremos más y
más cosas.
Al sistema no le servimos libres.
Por eso nuestra llegada al mundo y crianza son intervenidas, supervisadas, manoseadas,
desconectadas, desafectadas, ignoradas, subvaluadas.
Sostengamos a las madres. Maternar es una función social fundamental.
Abrazo lleno de contradicciones.
Cómo funciona la lactancia
Entre la semana 16 y la 22 del embarazo, el pecho comienza a producir calostro, que es lo que
consumirá el bebé en los primeros tres días de vida aproximadamente. Después del
alumbramiento de la placenta (ya sea vaginal o quirúrgicamente si tenés un parto por cesárea), el
cuerpo aumenta rápidamente la producción de prolactina, la hormona principal que regula la
producción de leche. Cuando el bebé se prende o cuando te la extraés manualmente, se libera
otra hormona (oxitocina) y provoca un reflejo de eyección de la leche. La leche humana tiene
tres etapas.
1. Calostro (desde el nacimiento hasta los siete días aproximadamente). Esta leche es rica en
proteínas y baja en lactosa, y tiene un efecto laxante en el bebé para ayudarlo a eliminar el
meconio. También es rica en anticuerpos que protegen y fortalecen su intestino en esta
etapa temprana y vulnerable.
2. Leche de transición (de siete a veinte días aproximadamente). Tiene un alto contenido de
grasa y lactosa; nutre e hidrata.
3. Leche madura (veintiún días y más). La leche madura contiene todos los nutrientes y
anticuerpos que el bebé necesita para estar nutricionalmente satisfecho y protegido. Es una
comida completa y es todo lo que necesitará durante seis meses.
La cantidad de leche que se produce está regulada por lo que el bebé succiona, mientras más
se amamante, más leche se producirá. Al introducir un complemento con leche de fórmula, el
bebé succiona menos, por lo tanto, se estimula menos el pecho y puede comprometerse la
producción a corto y largo plazo. Por otro lado, cuando este complemento es recetado por el
pediatra por una necesidad genuina de salud, hay que cuidar la forma de administrarlo: se le
puede ofrecer con vasito, con dedo y sonda, con dedo y jeringa, con relactador o con una jarrita
con un pico (como la lechera de los viejos juegos de té de porcelana o una salsera). Cuando el
bebé utiliza chupete o tetinas artificiales, usa su lengua, su mandíbula y su boca de forma
diferente a cuando succiona de la teta. El bebé es particularmente sensible a la succión del pezón
durante los primeros días, cuando está aprendiendo a succionar. Además, de las tetinas de las
mamaderas, la leche puede salir de forma más rápida y uniforme que como lo hace de la teta
(que tiene sus ritmos, y al principio, los bebés tienen que hacer más esfuerzo para que salga).
Esto puede complicarnos si queremos que luego, el bebé vuelva a tomar de la teta, ya que se
acostumbra a este flujo más rápido.
Hormonas involucradas en la lactancia
Durante el embarazo y las primeras semanas posparto, la producción de leche depende por
completo de dos hormonas, la prolactina y la oxitocina; su acción se complementa con una
proteína conocida como “FIL” (Factor Inhibidor de la Lactancia). La oxitocina provoca la subida
de la leche. Hay fibras musculares que rodean los alveolos y que, al contraerse, “exprimen” la
leche. La oxitocina no solo responde a los estímulos táctiles, sino que a veces basta con oír llorar
al bebé, pensar en él u oler su ropita, para desencadenar un flujo de oxitocina en sangre. Cuando
esto ocurre, la madre siente que el pecho se llena de leche y gotea. La prolactina hace que la
glándula mamaria fabrique leche. Cada vez que el niño mama, un torrente de prolactina es
liberado en la sangre materna. Esta hormona es la que se encarga de dar la orden de fabricar
leche a las células de los alveolos. Si se le hace esperar al bebé para tomar la teta o no se le da de
comer siempre que lo pide, mama poco y, en consecuencia, se produce menos leche. Hacia los 6
meses posparto, los niveles basales de prolactina disminuyen, puesto que para entonces, la
glándula mamaria ya funciona por sí sola (es una unidad de fabricación independiente). Esta
glándula autocrina funciona de otra manera: si el bebé saca mucha leche, la madre fabrica mucha
leche; si por el contrario mama poco, el FIL mantiene a raya la producción de leche. El Factor
Inhibidor de la Lactancia es una proteína que está presente en la leche. Cuando el niño mama
mucho, al sacar la leche, saca también el inhibidor, y en las próximas horas, la leche se fabricará
a toda velocidad. Si el niño mama poco, el inhibidor queda adentro, y el pecho fabrica poca
leche. A los seis meses posparto, los niveles basales de prolactina vuelven a alcanzar los valores
anteriores al embarazo, y tiene más importancia el FIL que dicha hormona para el mantenimiento
de la producción láctea.
Las primeras 48 horas
Algunos de los obstáculos y adversidades más desafiantes de la lactancia materna ocurren al
principio. Estos desafíos ponen en riesgo tu lactancia si no son acompañados con paciencia e
información fidedigna. Lo que hagas en las primeras 48 horas de la vida de tu bebé importa, no
hay forma de evitarlo. La cantidad de estimulación que recibe el pecho dentro de las primeras
horas después del nacimiento afecta la producción a largo plazo, ya que en este momento se
establecen los receptores de prolactina.
El descanso es importante, por supuesto, pero mantené a tu bebé cerca; aprender sus señales
y estar disponible para la alimentación a demanda es esencial para la lactancia sostenida. Si estás
en una institución, es posible que te ofrezcan llevarse al bebé por unas horas para que duermas.
Esto suena tentador después del cansancio del parto, pero el mejor lugar para tu bebé es a tu lado.
Si estás muy cansada, dejá que duerma sobre tu compañero/a o quien te esté acompañando. Si
estás en casa, podés tener una cuna de colecho o moisés junto a la cama. De esa forma, podrás
iniciar la alimentación con frecuencia y observar sus señales tempranas de hambre.
El contacto piel con piel es fundamental. Y “piel con piel” no quiere decir que el bebé con
body, remera o pantalón esté recostado sobre el pijama de la mamá o el papá. Se recomienda
sacarle toda la ropa y dejarlo solo con el pañal, y ambos taparse por encima. Esto tiene
numerosos beneficios, que incluyen la regulación de la temperatura corporal, la frecuencia
cardíaca y los niveles de glucosa del bebé. Además, también ayuda a aumentar el flujo de
prolactina y oxitocina en su cuerpo, lo que incrementa tu producción mientras descansás.
La capacidad gástrica con la que nacen los bebés es muy pequeña, no suele ser superior a dos
cucharaditas. Por eso es recomendable darle la teta frecuentemente, porque así como se llenan,
¡también se vacían!
Cada vez que amamantás, aumenta tu prolactina, lo que permite que tu cuerpo sepa que
produce más leche. ¿Cada cuánto le tenés que dar? Cada vez que el bebé demuestre interés, no
hay horarios. Pero, ¡ojo! Un bebé demasiado abrigado, estresado por muchas visitas o que está
lejos de la piel de su mamá, puede dormir de más, y ahí tendríamos que tener en cuenta que no
pasen más de cuatro horas aproximadamente (en lo posible evitar todo esto para que no suceda).
El calostro sale de a gotitas, y eso es todo lo que el bebé necesita. No te preocupes porque en
unos días vas a empezar a ver cambios (graaaandes cambios).
Al amamantar, una mala postura o una succión incorrecta es lo que principalmente ocasiona
que los pezones se lastimen.
Es un mito pensar que hay que preparar los pezones en el embarazo. Es una práctica que ya
no se considera necesaria. La mejor preparación es la información: conocer tu cuerpo y la
fisiología de la lactancia. Ponete en contacto con una puericultora, consultora de lactancia
IBCLC o grupo de La liga de la leche, quienes te brindarán información valiosa y actualizada.
El jabón suele resecar la piel, por eso, no es necesario, y de hecho no se recomienda que lo
uses en la región de los pezones cuando te bañás. Enjuagarse simplemente con agua durante el
baño es suficiente. Las glándulas de Montgomery (esos puntitos blancos que están alrededor de
la areola) secretan una sustancia que lubrica la piel e inhibe el desarrollo de bacterias, por lo
tanto, resulta innecesario el uso de jabón, alcohol u otro antiséptico para limpiar los pezones.
Esta secreción tiene un olor similar al líquido amniótico y ayuda a los bebés a orientarse para
buscar la teta. De hecho, si los ponemos boca abajo sobre la panza de la mamá, naturalmente se
van a arrastrar (como reptando) hacia la teta, y con un poco de paciencia, hasta van a prenderse
solitos: esto se llama “arrastre al pecho”.
La posición biológica (biological nurturing o BN)
Todo fluye mejor cuando no se siguen técnicas y dejamos que todo surja de un modo
espontáneo. Para ello, estando semiacostada o sentada con la espalda reclinada hacia atrás,
colocá al bebé boca abajo sobre tu panza o pecho, con la cabeza situada entre tus pechos
descubiertos, de modo que no quede ni un trozo de su cuerpo que no esté en contacto con el tuyo.
No es necesario sujetarlo, solo vigilarlo, porque la propia gravedad lo mantiene firme.
Permití que tu bebé cabecee, busque y elija una teta, y golpee repetidamente con la barbilla
hasta prenderse solo. Puede tardar entre 10 y 60 minutos si acaba de nacer, y menos de 10
minutos si ya lleva tiempo mamando. En ocasiones, el tamaño y la forma del pecho dificultan el
proceso. Si este es tu caso, ofrecele la teta sujetándola entre los dedos pulgar e índice, como si se
tratara de un sándwich.
Muchas veces proponemos esta postura cuando hay dificultades para prenderse en los
primeros días; los bebés a los que les costaba hacerlo en otras posiciones, comienzan a resolverlo
después de un par de intentos. Sin dudas, en estos casos, más allá de la posición, estar piel con
piel con la mamá en un ambiente de calma, sin que nadie entre a molestar ni se prendan luces
fuertes, o se le hable demasiado, o se le den directivas (acciones que activan el neocórtex),
ayudan muchísimo para poner en marcha una lactancia exitosa.
Cuando el bebé se prende bien, habrá una ráfaga breve y rápida de succión visible en las
mejillas, mientras estimula el reflejo de eyección de la leche. Una vez que la leche ha bajado, el
patrón de succión debería debilitarse, disminuir la velocidad y ser interrumpido por tragos. Si la
habitación está en silencio, vas a distinguir un débil “pah-pah” o “kah-kah” mientras el bebé
traga bocanadas de leche. Si escuchás chasquidos fuertes, hay que revisar nuevamente la
prendida, ya que quizás está entrando aire.
Cuando el bebé tiene hambre, vas a notar mucha rigidez en sus manos y en su cuerpo.
Después de alimentarlo, su cuerpo debe estar relajado, tanto que cuando levante su mano, debe
desplegarse y caer hacia abajo contra su cuerpo.
Si la prendida no se siente cómoda, desprendelo y volvé a empezar; para hacerlo sin lastimar
tu pezón, tenés que romper el sello de vacío que hace el bebé con su boca. Para esto, introducí tu
dedo por la comisura de su boca hasta que la abra. ¡Nunca tires de la teta con el bebé prendido!
DEBAJO DE TU PECHO
DE UN LADO A OTRO DE TU PECHO
SOBRE TU HOMBRO
POSICIÓN BIOLÓGICA
Otras posiciones de la madre para amamantar:
Sentada.
Estirada.
De pie.
A cuatro patas.
Cómo colocar el bebé al pecho paso a paso
La madre se sitúa en la postura elegida apoyando bien la espalda y los pies.
Se acerca el niño al pecho allí donde quede, sin desplazarlo.
Se coloca al bebé perpendicular a la orientación del pezón.
Se enfoca nariz-pezón.
Antes de abrir la boca, sin necesidad de ladear, doblar o girar el cuello, el pezón debe estar
frente a la nariz del bebé.
Cuando abre la boca, acercar al bebé con rapidez y decisión al pecho.
Madre e hijo tienen que quedar cuerpo contra cuerpo (frente a frente).
El pezón debe apuntar al paladar del bebé.
Nunca el pecho debe ir hacia el bebé, es el niño el que va hacia el pecho.
La cabeza del bebé no tiene que quedar en el hueco del codo, sino en el antebrazo.
La madre no sujeta al bebé por la cola; esa mano queda a mitad de la espalda, aunque puede
sujetarlo con la otra.
Es recomendable evitar el uso de ropa o mantas que aumenten la distancia entre el bebé y el
pecho.
Signos de buena posición
La cabeza y el cuerpo del bebé están en línea recta.
La cara del bebé mira hacia el pecho.
La madre mantiene el cuerpo del bebé cerca de ella.
Si el bebé es un recién nacido, la madre lo envuelve en un abrazo; no lo sujeta solamente de
la nuca y los hombros.
Signos de buen agarre
El mentón y la nariz del bebé están cerca del pecho de la madre.
Los labios del bebé están evertidos, sobre todo el inferior bien doblado hacia abajo.
La boca del bebé está bien abierta.
Se observa más areola por encima de la boca del bebé que por debajo (agarre asimétrico).
Signos de buena succión
Al inicio, la succión es rápida y superficial. Después de alrededor de un minuto, cambia a
succiones lentas y profundas, con pausas intermedias. El ritmo normal de la succión de un recién
nacido es de ciclos encadenados de 10 a 30 succiones, en los que el bebé respira con normalidad
sin necesidad de interrumpir la succión. Si tu bebé realiza de 3 a 5 succiones consecutivas,
seguidas de una pausa (de la misma duración del episodio de succión) para poder respirar,
probablemente tenga una succión inmadura y cause dificultades para que se alimente bien.
Lo normal es que, si hay silencio ambiental, puedas escuchar cómo traga durante unos
minutos en cada toma, mientras observás un movimiento mandibular amplio que también denota
que está tragando.
Además, vas a ver lo siguiente:
La lengua del bebé está debajo de la areola.
Hay un movimiento en el punto de articulación de la mandíbula.
Las mejillas no se hunden, sino que se ven redondas y llenas.
Posición del bebé al pecho
Aunque lo más habitual es amamantar sentada o estirada con el bebé frente a la madre, son
muchas las posiciones a las que se puede recurrir.
Postura: es la forma en que se coloca la madre para amamantar. Hay diversas posturas y
todas sirven; la elección de una u otra dependerá del lugar, las circunstancias o las
preferencias de cada madre.
Posición: es la forma en que se acomoda al bebé para que mame. También hay distintas
posiciones y todas pueden servir, aunque en función de las circunstancias, unas son más
eficaces que otras. Lo importante es que nunca debe doler.
Postura reversa
Para lograr una prendida lo suficientemente profunda, las puericultoras recomendamos una
posición llamada “reversa”, la madre toma la teta que ofrece con la mano del mismo lado de esa
teta, y con la otra mano, abraza el cuerpo del bebé y toma su cabeza haciendo un cuenco sobre su
nuca para acercarlo al pecho solo cuando abre bien la boca. Los libros de lactancia hablan de
ofrecer el pecho en forma de “C”, sin embargo, el achicamiento se debe hacer en forma paralela
a la boca del bebé para poder ofrecerle la areola achicada. Si el bebé está de forma horizontal,
perpendicular al cuerpo de la mamá, el achicamiento debe hacerse en forma de “U”, para poder
achicar la areola en relación con la posición de la boca. Achicar en forma de “C” serviría para un
niño tomando “a caballito”, con su torso paralelo al torso de la madre.
Postura clásica
El bebé estirado frente a la madre en contacto con su cuerpo, mamando de un pecho y con sus
pies hacia el otro pecho. Es la más habitual.
Postura sentada–Posición “de rugby”
El cuerpo del bebé pasa por debajo del brazo de la madre y sus pies apuntan a la espalda.
Una variante de la posición anterior es colocar al bebé de forma inversa, también estirado y
girado hacia la madre, pero con los pies hacia el otro lado. Esta variante no es tan frecuente pero
puede ser útil si el bebé, por alguna razón, rechaza mamar de un pecho. Si se lo coloca en el
pecho que rechaza del mismo modo en que mama del otro, es posible que lo acepte.
Esta posición es muy útil para drenar los conductos que se encuentran en la cara externa de
los pechos y así prevenir (o curar) obstrucciones o mastitis que, aunque pueden darse en
cualquier zona del pecho, suelen ser más frecuentes en esa área.
Tanto la posición estirada como la “de rugby” funcionan perfectamente bien si la madre, en
vez de estar sentada, está colocada en postura semirreclinada.
Postura sentada–Posición “a caballito”
En esta posición, el bebé está sentado a horcajadas sobre una de las piernas de la mamá.
Aunque es poco frecuente, esta posición resulta muy útil con bebés que tienen dificultades
para fijar el pecho, bien por retrognatia (maxilar inferior corto o retraído) o por otras causas.
En esta posición conviene que, al introducir la teta en la boca del bebé, el pezón apunte
“hacia arriba”, en dirección a su paladar, de forma que una buena porción del pecho descanse
sobre el labio inferior facilitando el agarre.
Postura estirada–Posición estirado (en paralelo)
En este caso, tanto la postura como la posición son frecuentes, ya que de este modo, se facilita el
descanso de la madre. Es especialmente útil si la madre todavía siente molestias tras el parto,
sobre todo si ha sido sometida a una episiotomía o cesárea.
También es muy útil para amamantar por las noches o si simplemente se quiere descansar un
rato.
Postura estirada–Posición estirado (en paralelo inverso)
La posición del bebé es menos frecuente que la anterior, pero hay madres que se sienten
cómodas con ella. Al igual que la postura “a cuatro patas”, también es útil en caso de
obstrucciones o mastitis agudas localizadas en la parte superior del pecho.
Postura “a cuatro patas”–Posición “boca arriba”
Esta postura es poco frecuente en el amamantamiento diario. Pero se trata de un recurso a utilizar
en el supuesto de que la madre tenga una obstrucción o mastitis aguda localizada en la parte
superior del pecho, ya que de ese modo, se facilita el drenaje de esos conductos.
Todas estas posiciones son propias de bebés con una autonomía de movimientos todavía muy
limitada. Los bebés más grandes maman cómodamente en las posiciones más inverosímiles.
Lo importante es saber que no existe una única postura o posición correcta apta para todas las
díadas madre/hijo, sino que cada día se tendrán que buscar las posturas y posiciones que mejor se
adapten a las preferencias mutuas y también a las características físicas de ambos.
Tomar agua en el puerperio
No hay que tomar ni mucha ni poca agua. A veces escuchamos que hay que tomar mucha agua
en el puerperio; naturalmente, las mujeres que estamos dando la teta tenemos muchísima sed, por
lo que es necesario tener siempre cerca un poco de agua o alguna infusión (hojas de frambuesa u
ortiga son mis favoritas para el puerperio). Tomar más agua no te va a hacer producir más leche,
pero estar deshidratada sí afecta tu producción.
Hay estudios que documentan que tomar agua de más puede ser perjudicial para la
producción de leche, y disminuirla también. Lo mismo se ha observado cuando las madres
reciben suero antes del nacimiento, lo que provoca que sus piernas y brazos se hinchen. El fuerte
aumento de los fluidos corporales suprime la producción de leche. Entonces, estas mujeres caen
en la creencia errónea de que no tienen leche, cuando de hecho el problema es solo temporal y
deben poner a su bebé al pecho de todos modos (con la ayuda de una puericultora si es
necesario). Tan pronto como el exceso de líquido haya sido eliminado de su cuerpo, la
producción de leche aumentará. (42)
El agua juega un papel crucial en la salud del cuerpo. Transporta vitaminas solubles en agua
a las células, participa en el metabolismo de las mismas y transporta las toxinas fuera del cuerpo
a través de la orina y la transpiración. No esperes hasta que tengas una sed extrema para beber,
pero tampoco te obligues a tomarla si no tenés ganas reales, ni bebas cantidades exageradas. El
color de la orina matutina indica si la ingesta de líquidos es suficiente, aunque los alimentos o los
suplementos pueden alterarlo. Por ejemplo, el complejo de vitamina B oscurecerá el color, y
comer raíz de remolacha convertirá la orina de color rosa. Por lo general, un color amarillo claro,
casi transparente, indica que estás bebiendo cantidades suficientes. El color amarillo oscuro, o un
olor intenso en la orina, indica que el cuerpo necesita más líquido.
Ingurgitación mamaria
Dentro de los tres a siete días posteriores al parto, el volumen de leche aumentará. Y las tetas
suelen hincharse, mucho. La congestión a veces provoca dolor y sensibilidad, y la teta puede
estar tan ingurgitada que al bebé le va a costar prenderse. Signos de congestión:
Pechos más grandes (a veces dos tamaños más grandes de lo normal) que se sienten duros o
“fibrosos”.
Piel muy estirada que parece brillante.
Calor, sensibilidad y/o palpitaciones que se extienden hasta la axila (esta zona también tiene
tejido mamario).
Los pezones aumentan de diámetro, se vuelven planos y tensos, lo que hace que la prendida
sea un desafío.
Algunas mujeres tienen unas líneas de fiebre y una sensación parecida a un estado gripal.
Siguiendo un proceso hormonal complejo, la glándula mamaria empieza a producir leche, en
grandes cantidades, unas 36 horas después de la expulsión de la placenta. Y acompañando a esa
actividad metabólica intensa, se suele producir cierta inflamación y edema (acumulación del
líquido intersticial) en la zona, esta ingurgitación no es por un exceso de leche como se suele
pensar.
Esto se traduce en una sensación de tensión y plenitud en los pechos, unida a calor,
sensibilidad extrema y, en ocasiones, dolor.
Otras veces, la transición entre el calostro y la leche madura es gradual y suave, por lo que no
causa síntomas. Pero después de partos medicalizados, en los que a la mujer se le pasaron
muchos fluidos intravenosos, suele sentirse peor. Esto no es nada preocupante y nunca debe
hacer pensar que la madre “no tiene leche” o que “no le ha subido la leche”, siempre que el bebé
esté mamando adecuadamente y se constate que aumenta de peso de forma normal.
Hay algunas intervenciones sutiles que sirven en estos casos:
Realizar un masaje de drenaje linfático sencillo conocido como “presión inversa
suavizante”. Consiste en presionar con los dedos alrededor de la areola hacia el tórax, de
forma que se empuje el líquido edematoso hacia el interior de la mama.
Aplicar frío con un pad de gel o hielo correctamente envuelto con una bolsa hermética y
una tela para que no queme la piel.
Hacer compresas con sales de Epsom (sulfato de magnesio). Se compra la sal en la farmacia
y se diluye un sobrecito en agua tibia. Se puede poner en un bol y sumergir la teta, o hacer
compresas con un trapito para apoyar directamente sobre la mama. Antes de amamantar al
bebé, hay que enjuagar la zona con agua.
Usar una compresa fría de hojas de repollo verde congeladas. Cortar la base del repollo,
pelar las hojas y dejarlas en el freezer en una bolsa cerrada. Antes de usar, apretalas
suavemente con tus manos y colocalas directamente sobre el pecho, sosteniéndolas con un
corpiño o una camiseta. Cambialas cada una o dos horas, o cuando se calienten demasiado.
Hacer una infusión de ortiga. Beber té de ortiga y hacer los masajes de presión inversa.
La homeopatía puede ayudarte muchísimo en esta etapa, consultalo con un especialista en el
tema. Se suele recomendar belladona y arnica.
Cuando la lactancia no es lo que esperabas
Es probable que tengamos algunos problemas para establecer la lactancia; antes que nada, está
bueno prevenir con información durante el embarazo para llegar a tomar buenas decisiones. Aún
así, podés encontrarte con algunos inconvenientes, para los cuales se recomienda pedir ayuda a
una partera y/o puericultora. No te sientas mal, después de todo, ni vos ni tu bebé lo hicieron
antes. Suele llevar algo de práctica.
Ponete en contacto con tu puericultora, médico/a o partera, consultora IBCLC o con La liga
de la leche, si no lograste la prendida a las 12 horas del parto, si tenés dolor durante la toma o si
te separaron de tu bebé debido a ciertas complicaciones y está en “neo”. Pedí que te ayuden a
extraerte el calostro manualmente (es muy difícil de extraer con un sacaleches). La extracción
manual es mucho más efectiva durante este tiempo, incluso si tenés un extractor doble de uso
hospitalario.
Extraete con la mano al menos ocho veces en las primeras 24 horas y guardalo en recipientes
estériles. Dale de tomar leche con jeringa hasta que el bebé se prenda del pecho y se alimente
con éxito. Mantené el contacto piel con piel tanto como sea posible.
La succión de la tetina de una mamadera puede ser perjudicial en este momento en el que el
bebé está aprendiendo a succionar. Algunas alternativas:
Vasito o cuchara: con el bebé en posición semivertical sobre los brazos o la falda del
adulto. Cuando tocás con el vasito o la cuchara el labio inferior, tratá de que la lengua del
bebé baje y salga para lamer la leche, como un gatito. No lo viertas en su boca; esto debería
ser práctico para estimular una mejor prendida.
Jeringa o gotero: Poner el dedo bien limpio dentro de la boca del bebé con la uña orientada
hacia su lengua, mientras se administra el suplemento lentamente con una jeringa o
cuentagotas al mismo tiempo por el costado del dedo.
Relactador: es un sistema de tubos que se usa en el pecho para atraer al bebé y alimentarlo.
Parece una intervención compleja, pero ha demostrado tener mucho éxito.
Pezonera: si el bebé tiene problemas para prenderse, es usual que te sugieran una pezonera.
Es un protector de pezón de silicona ultrafino que facilita que algunos bebés se prendan.
Podés usarla hasta que la boca del bebé se abra más, o los dos comiencen a tener más ritmo,
y luego ir retirándola lentamente.
Las señales del bebé: ¿hambriento o satisfecho?
Los primeros días son un buen momento para hacer algunas pausas y observar al bebé. Hambre:
contrariamente a lo que podrías pensar, el llanto es uno de los últimos indicios de hambre. Hay
tres etapas de señales de hambre: tempranas, medias y tardías. Lo ideal es ofrecer la teta al bebé
entre las señales iniciales y medias. Señales tempranas: el bebé se despierta, abre la boca y
comienza a girar su cabeza buscando algo. Señales medias: el bebé se estira, se mueve mucho,
se mete la mano en la boca, empuja la lengua hacia afuera. Señales tardías: el bebé llora, se
pone rojo, se agita. Satisfecho: la señal más clara de que tu bebé está saciado es que se duerma
plácidamente. Otros indicios de que se está alimentando bien: el primer día, esperá por lo menos
un pañal con meconio (caca que parece petróleo), y uno o dos con pis. A partir del segundo día,
deberías cambiar por lo menos seis pañales de pis, y uno de caca después de cada toma. Hoy en
día, los pañales son superabsorbentes, por eso es difícil saber si hicieron pis o no; hay algunos
pañales para recién nacidos que traen una línea que cambia de color.
¿Qué quiere decir “a demanda”?
¿Qué frecuencia implica la lactancia “a demanda”?
Aproximadamente 10 veces o más en un período de 24 horas. Como adultos, tendemos a
encontrar consuelo en pautas claras y horarios preestablecidos. Tu bebé no es así. De hecho,
programar las tomas de tu bebé es contradictorio con la forma en que el bebé está procesando el
mundo en este momento: no tiene ningún concepto de tiempo. El bebé puede alimentarse cada
quince minutos durante dos horas y luego dormir cuatro. Algún día puede estar en una rutina de
alimentación regular, cada dos horas, luego sumergirse en un sueño reparador y profundo para
crecer y desarrollarse.
¿Por cuánto tiempo?
Lo que el bebé quiera; quizás parece un montón al principio y sentís que te pasás todo el día
dando la teta.
¿De un lado o de los dos?
Si bebé se suelta de un lado, y querés ofrecerle el otro y lo acepta con ganas, bienvenido.
Esto significa que ambos pechos van a recibir estímulo en esta toma. Si no quiere seguir
tomando, en la próxima toma ofrecé primero el que no tomó en la anterior. (Tratá de no
comparar cuánto tiempo se alimenta tu bebé con el tiempo de otro. Cada bebé come a su propio
ritmo. Hay personas que comen rápido y otras lo hacen más lento; con los bebés es lo mismo,
algunos son muy eficientes y toman rapidísimo).
Una buena forma de saber si tu bebé terminó de comer es buscar un cambio en su ritmo de
mamada. Al principio, su succión será fuerte y frecuente; se llama “succión nutritiva”. Cuando
comienza a llenarse, la succión se volverá menos fuerte y menos frecuente: se denomina
“succión afectiva”. Su cuerpo estará más relajado en ese momento.
Conductos obstruidos
La leche fluye a través de un sistema de conductos en el pecho. A veces, algunas partes de los
conductos se bloquean, lo que hace que el flujo de leche se acumule. Esto ocurre si el bebé no se
prende bien o si ha pasado demasiado tiempo entre las tomas (de seis a ocho horas). En niños/as
más grandes sucede porque toman, se distraen y sueltan; es decir, el conducto se llena y no se
vacía. También ocurre cuando estamos pasando por momentos de estrés.
Si tenés un conducto obstruido, es posible que notes una protuberancia dura cerca de donde
está la obstrucción. La zona se siente inusualmente sensible, caliente, hinchada o enrojecida. Si
el bloqueo no se trata, el área puede infectarse. Consultá con tu puericultora que va a saber
ayudarte, o caso contrario, derivarte a quien pueda hacerlo.
La primera recomendación es que se corrijan las posiciones. Si el bebé vacía el cuadrante de
la teta que se encuentra debajo de su mentón, es probable que tengas que hacer algunas
posiciones distintas para orientar el mentón hacia donde está la dureza.
Las obstrucciones a repetición suelen tener un factor emocional también, es decir, un
bloqueo que se expresa en el cuerpo.
Un conducto obstruido no tratado puede convertirse en mastitis, que también es causada por
bacterias que ingresan a los conductos.
En este caso, vas a tener más síntomas, como dolor en el pecho, hinchazón, calor, fiebre y
escalofríos. Se trata con antibióticos, pero hay tratamientos alternativos. Es un mito que no es
saludable que el bebé se amamante mientras tenés mastitis, ya que las propiedades
antibacterianas de la leche materna lo protegen de la infección.
Algunas alternativas que propone un equipo de salud:
Belladona y árnica homeopática. (Siempre consultando a un especialista).
Compresas con aceite de ricino.
Probióticos (Lactobacillus).
Consumir cúrcuma, jengibre y pimienta.
Realizar un drenaje completo del pecho.
Consumir vitamina C (ácido ascórbico).
Llevar una dieta antiinflamatoria.
Grietas en los pezones
Algunas mujeres, durante los primeros días de lactancia, suelen tener lesiones en los pezones a
modo de pequeñas heridas, las llamadas “grietas”. Aunque son frecuentes, no son normales; y es
importante consultar con la puericultora para que revise la prendida y la anatomía de la boca del
bebé.
Las grietas son lineales o circulares; superficiales, como una marca de presión excesiva; o
profundas, que llegan hasta el interior del pezón con un desgarro de tejidos grave.
En la mayoría de los casos, se deben a un problema de agarre por mala posición al pecho. Y
corrigiendo el agarre, desaparece el dolor y se curan en poco tiempo.
Otras veces, hay algún problema de succión del bebé, más grave o físico, que prolonga o
empeora las grietas en el tiempo.
A veces sirve aplicar crema de lanolina purificada, cuyo efecto es favorecer una cicatrización
en húmedo, y evitar —por lo tanto— la formación de costras duras y secas que son arrancadas
por el bebé en cada toma.
No hay ninguna evidencia que avale el uso de cremas comerciales de caléndula (que se
confunde con las propiedades de la planta de caléndula), ni para reparar ni para prevenir grietas;
y además, es realmente muy difícil encontrar una que sea 100 % atóxica. Aplicar crema en
exceso o mantener el pezón continuamente tapado, hace que la piel se oxigene poco y se macere
por exceso de humedad, además de contribuir a la obstrucción de conductos.
Las pezoneras no se recomiendan para evitar las grietas; en todo caso, si son bien indicadas,
ayudan en algunos casos de succión disfuncional.
Algunas veces, las grietas se complican y se infectan, presentando un aspecto más grave con
cambios de color, restos de pus y un dolor intenso que se prolonga más allá de las tomas. Las
grietas infectadas necesitan un tratamiento antibiótico tópico (crema) o incluso sistémico.
Otras veces, aparecen grietas en lactancias más avanzadas que se deben a afecciones
dermatológicas como, por ejemplo, eczemas, que causan enrojecimiento, picor y piel seca o
descamada. Suelen ocurrir en madres con piel sensible y que han tenido eczemas en otras partes
del cuerpo.
En todo caso, si las grietas no mejoran en poco tiempo, consultá a tu médico, partera y/o
puericultora. Dar la teta NO TIENE QUE DOLER.
A continuación, dos recetas que aprendí en los talleres de Victoria Squillario, de Artemisa
Botánica, y comparto con su autorización para ayudar a más mujeres, sin necesidad de recurrir a
cremas con contenidos dudosos.
Para molestias leves e irritación: manteca rehidratante
30 g de manteca de karité
20 g de aceite de coco
10 g de aceite de almendras
5 g de manteca de cacao
En un recipiente de vidrio colocar todos los ingredientes. Llevar a baño de María hasta que
se disuelvan los componentes. En un frasco de vidrio esterilizado de boca ancha, verter la
preparación y dejar enfriar.
Usar en pequeñas cantidades y esperar que se absorba bien antes de darle la teta al bebé; es
recomendable usarla luego de la toma. También es excelente para la cola del bebé.
Oleato para grietas
El oleato es la maceración de la planta seca en aceite (oliva, girasol, almendras, rosa
mosqueta, etc.).
Fórmula para 100 cc
10 g de planta seca. En este caso caléndula (solo las flores).
100 g de aceite. En esta oportunidad, de rosa mosqueta (si no conseguís, podés usar alguno
de los otros listados).
Colocar en un frasco de cristal esterilizado (preferentemente oscuro) la caléndula. Llenar con
el aceite, que debe cubrir totalmente las hojas o flores.
Tapar el frasco y dejarlo en un lugar cálido, protegido de la luz solar directa. Después de
cuatro semanas, colar el aceite.
Para conseguir un aceite más fuerte, hacer una segunda maceración. Se filtra la preparación y
se le agregan otros 10 g de flores secas de caléndula; se deja macerar otro tanto y se vuelve a
filtrar. A la preparación le podemos poner una proporción de 80 ml de aceite de rosa mosqueta y
20 ml de aceite de sésamo o girasol de primera prensada en frío. Si lo guardamos en un lugar
fresco, al reparo de la luz y en un envase de color caramelo, puede durar un año y hasta más. El
olor rancio nos alerta que se puso feo.
Poner una etiqueta para identificar el aceite y con la fecha de elaboración.
Usar en pequeñas cantidades y esperar que se absorba bien antes de darle la teta al bebé; es
recomendable usar cualquier ungüento luego de la toma.
Este preparado está bueno hacerlo antes del nacimiento, así está listo para su uso los
primeros días de lactancia, que es el momento más propicio para generar grietas.
¿Afecta al bebé la alimentación de la madre en el período de lactancia?
La educación de los hábitos alimenticios de nuestros hijos comienza mucho antes de que
empiecen a comer sus primeras comidas. No solo porque a nivel fisiológico hay efectos en
nuestra leche, sino también por la importancia que tiene el aprendizaje a través de la imitación. A
las madres se les habla de la relevancia de la alimentación durante el embarazo, pero una vez que
el bebé nace, esto deja de importar completamente para muchos; y el consejo es: “Comé
cualquier cosa porque no le va a dar gases a tu bebé”. Pero… a los seis meses, el bebé comienza
a comer y le pedimos a los padres que lleven una alimentación sana para que el hijo pueda comer
lo mismo. Entonces, ¿por qué reducirnos a dar estos consejos despreocupados cuando podríamos
mejorar los hábitos de toda la familia enseñándole que no hay dietas estrictas, sino mejores y
posibles prácticas diarias?
Una vez que nace el bebé, la alimentación de la madre sigue siendo de vital importancia. Con
respecto a este tema, es fundamental que la mamá mantenga una salud intestinal óptima. Una
consulta que recibo muy frecuentemente es si es normal que los bebés alimentados con lactancia
materna exclusiva no defequen todos los días. Solo porque no es raro, no significa
necesariamente que sea ideal o normal. Después de alrededor de las seis semanas de vida, es
habitual un descenso en la frecuencia de las deposiciones. Algunos bebés continúan con varias
deposiciones por día, mientras que en otros, sucede cada cierta cantidad de días (incluso cada 1-2
semanas). Solemos escuchar que esto es totalmente “normal”... pero yo lo llamaría “usual”; que
sea algo frecuente no quiere decir que sea normal.
Jennifer Tow —consultora de lactancia con orientación holística e investigadora— considera
que “no es normal que los bebés de cualquier edad tengan menos de varias deposiciones
significativas por día”. ¡No por semana! Por día. Ella cree que la razón por la cual algunos bebés
amamantados, de alrededor de seis semanas o más, dejan de defecar tan a menudo es porque el
niño y/o la madre tienen una microbiota intestinal subóptima. Esto se debe al uso de
medicamentos (por ejemplo, antibióticos) o a la mala alimentación de la madre. Por ejemplo,
podría haber un cambio en la composición de oligosacáridos de la leche materna.
Un estudio publicado en The Journal of Nutrition (43) en 2012, explica cómo la microbiota
materna y los productos microbianos podrían ser transferidos de la madre al feto y a la leche
materna: las células dendríticas atraviesan el espacio paracelular del epitelio intestinal para
absorber las bacterias directamente desde el lumen del intestino. A su vez, la circulación de
linfocitos dentro del tejido linfoide asociado a la mucosa permite que la microbiota materna
alcance superficies mucosas distantes, incluyendo las encontradas en los tractos respiratorio y
genitourinario; en las glándulas salivales y lagrimales; y en la glándula mamaria lactante.
Dada la importancia de la función intestinal para el bienestar del bebé, es deseable que tenga
un tracto intestinal fuerte y saludable. Así que ante un bebé alimentado con lactancia materna
exclusiva (LME) que todavía no consume sólidos, que no está enfermo, obtiene suficiente
comida y todavía no hace caca de forma tan frecuente como es esperable, se requiere observarlo
especialmente.
Una vez descartado un problema con los frenillos y otras causas estructurales de la supresión
del nervio vago (como el trauma del nacimiento), toca ver el pañal: una caca enorme una vez por
semana no indica que la leche se haya usado por completo y no genere desechos. Significa que
ha estado en el colon por demasiado tiempo; caca o gases que huelen demasiado mal indican un
desequilibrio de la flora intestinal.
Otros signos de mal funcionamiento del intestino: costra láctea, eczema, erupciones cutáneas,
acné del bebé, anillo rojo alrededor del ano, aftas, ojeras, dificultad para organizar estados,
retraso cognitivo, problemas para dormir, apetito pobre, crecimiento deficiente, cólicos,
comportamientos de alta necesidad, congestión, reflujo, rechazo de la mama, arqueamiento en el
pecho, gases e infección.
Restaurar la función intestinal es un tema complejo y una tarea individualizada. El
tratamiento elimina los alérgenos y las sensibilidades alimenticias, y puede incluir el uso de
probióticos, pascalite (una especie de bentonita), arcilla para la desintoxicación, enzimas
digestivas y compresas de aceite de ricino en el vientre. También implica la sanación del
intestino materno mediante la eliminación de alimentos proinflamatorios y la inclusión de
alimentos curativos o suplementos según sea necesario, especialmente para apoyar al hígado,
restaurar la microbiota intestinal y equilibrar las hormonas.
El trabajo estructural, el corporal o el energético, proporcionan un apoyo fundamental para el
bebé y la madre. La microbiota del intestino de la madre termina en su leche, por lo tanto, la
curación no debe centrarse enteramente en el bebé. El abordaje fragmentado no restaura el
equilibrio, solo emparcha situaciones; por eso, es preciso un abordaje holístico de la díada.
Por otra parte, es importante resaltar que no se deben hacer dietas extremas para bajar de
peso en el período de lactancia. La madre puede comer picantes o ajo mientras amamanta,
porque esos ingredientes —en contraposición a viejas creencias— no provocan gases
directamente, Algunos suelen cambiar el sabor de la leche materna, pero eso no es algo malo: en
la panza, el bebé acostumbraba a recibir distintos aromas y sabores a través del líquido
amniótico.
Es recomendable evitar comidas ultraprocesadas y productos con grasas trans (o
hidrogenadas). Sabemos que la grasa trans llega a la leche materna, y en una cantidad elevada,
aumenta el depósito de grasa corporal en el bebé. Las grasas trans interfieren en el metabolismo
de las grasas, actúan como disruptores hormonales y causan aterogénesis. Todo esto contribuye a
un mayor riesgo de obesidad, diabetes y enfermedades cardíacas.
Cuantas más grasas trans se consumen durante el embarazo y la lactancia, más llegan a la
leche. Pero la buena noticia es que en cuanto dejás de consumir estas grasas, rápidamente se va a
desintoxicar tu cuerpo. Algunos ejemplos de alimentos a evitar: margarinas (y alimentos
procesados que las contengan), frituras en aceites vegetales (especialmente los que se usan y se
reutilizan), ciertos panificados industrializados, helados industriales y algunas leches en polvo.
(44)
La leche humana carecerá de ácidos grasos de cadena larga omega 3 si no están presentes en
cantidades adecuadas en la dieta de la madre. Además, las madres que siguen dietas con
restricciones calóricas o bajas en grasas, tendrán menores niveles de grasa y lactosa en su leche.
Weston Price encontró que en las culturas tradicionales, las mujeres continuaban
consumiendo alimentos especiales densos en nutrientes durante el período de lactancia. El
ingrediente más importante de la leche humana es la grasa: compone el 50 % de las calorías que
consume un lactante, quien necesita esta grasa para asimilar la proteína, el calcio y las vitaminas
liposolubles. El bebé depende de las enzimas en la leche, como la lipasa, para digerir la grasa.
Como en los adultos, cada tipo de grasa es necesaria y juega un importante rol. Las grasas
monoinsaturadas son antiinflamatorias y buenas para la inmunidad. Las grasas saturadas ayudan
a asimilar el omega 3 y el calcio.
La leche humana es una fuente de ácido láurico, que tiene propiedades antimicrobianas y
antivirales críticas para la inmunidad del bebé; por lo tanto, por ley, debe ser agregado a las
leches de fórmula. La fuente más usual de este ácido graso es el aceite de coco.
Aquellos que afirman que la dieta no afecta la calidad de la leche materna citan un estudio
que no encontró diferencias en ciertos componentes inmunes de esta leche entre madres de
“estado nutricional marginal” y aquellas de “estado nutricional pobre”. Estos factores son los
compuestos inmunoprotectores IgA (inmunoglobulinas A), lisozima y lactoferrina. Uno podría
cuestionar si existe una gran diferencia entre el “estado nutricional marginal” y el “estado
nutricional más pobre”, pero incluso si el estado nutricional materno tiene poco efecto sobre las
concentraciones de ciertos factores inmunológicos, puede haber grandes variaciones en otros
nutrientes dependiendo de lo que come la madre. (45)
La leche materna puede carecer de vitaminas A, D y B12, y de muchos otros nutrientes, si la
dieta de la madre es pobre. A continuación, desarrollo dos de estas carencias.
—Deficiencia de vitamina D: en el segundo y tercer trimestre, el esqueleto fetal comienza a
desarrollarse rápidamente y aumenta la necesidad de vitamina D, por lo tanto, es necesario
aumentar el suministro. Además, el 50 % de las madres entran en el embarazo con deficiencia de
vitamina D. Entonces el bebé toma toda la vitamina D que necesita, que es considerable. Los
niveles bajan sobremanera y luego no queda nada para el bebé a través de la leche materna.
La deficiencia de vitamina D se debe a una dieta desequilibrada, más una inadecuada
exposición solar. También ocurre por desórdenes que limitan su absorción, por condiciones que
restringen la conversión de vitamina D en metabolitos activos (como alteraciones en el hígado o
el riñón), o —raramente— por algunos desórdenes hereditarios.
Es importante exponer a los bebés a la luz solar, aunque sea en las piernas (en horarios
adecuados), al menos 15-20 minutos por día. Un tiempo prolongado de exposición a la luz solar
en los meses de verano sirve como reserva para el invierno. Hasta los 6 meses no están
recomendados los protectores solares, pero a partir de esa edad, habría que usarlos en toda
exposición PROLONGADA, para evitar el daño acumulado del sol sobre la piel.
En la dieta, los bebés vegetarianos reciben vitamina D a partir de las yemas de huevos y de
lácteos enteros (crema, manteca, quesos fermentados, etc.). Otras fuentes son el pescado graso y
el aceite de hígado de bacalao.
Los veganos deberían considerar la posibilidad de suplementar sus dietas.
—Deficiencia de B12: esta vitamina es decisiva en el embarazo, durante los primeros años
del bebé, e incluso antes, cuando la pareja quiere concebir un hijo, ya que la infertilidad tiene
relación directa con la deficiencia de B12.
La vitamina B12 es necesaria para la fabricación y el mantenimiento de la envoltura de
mielina que rodea los nervios y para la construcción del ADN, el material genético de todas las
células.
Con deficiencias de vitamina B12, el sistema nervioso, el corazón y el cerebro, no
desarrollan bien sus funciones. Se puede producir anemia macrocítica y una gran cantidad de
desórdenes neuropsiquiátricos. Esto hace que en el embarazo sea importante chequear los niveles
de esta vitamina, ya que si hay deficiencia y no se corrige a tiempo, puede dar lugar a daños
permanentes e irreversibles al sistema nervioso central del bebé.
Si bien es una problemática que suele alcanzar a todas las embarazadas, es de vital
importancia cuando la mujer sigue una dieta vegetariana o vegana, ya que las fuentes de B12
activa son de origen animal (huevos, lácteos fermentados, carnes, vísceras). Los alimentos
vegetales no son ricos en esta vitamina, y aquellos que la contienen, como es el caso de la
espirulina o la levadura nutricional, también tienen vitamina B12 análoga, que termina
impidiendo la absorción de la vitamina B12 activa. Por lo tanto, no se sugiere considerar a los
alimentos vegetales como fuente de B12, dado que los daños relacionados con la falta de esta
vitamina son serios.
Aquellos padres que quieran criar a sus hijos con una dieta vegetariana o vegana, deberían
considerar la posibilidad de suplementar la alimentación con esta vitamina, más aún si la madre
lleva una dieta vegana.
Las mujeres que amamantan desarrollan naturalmente su confianza al observar cómo lo que
comen afecta tanto a su producción de leche como a su bebé, y responden a este desafío con
diferentes elecciones de alimentos.
Hay que cuidarse toda la vida, y más aún durante el embarazo y la lactancia materna. Eso no
quiere decir que no podamos comer nada, ni que tengamos que prohibirnos ciertos alimentos.
Implica estar atentas a nuestros cuerpos (en todas las etapas de la vida), y ahora que somos
mamás, también al cuerpo de nuestro hijo. Si un día comí algo y luego vi que mi bebé tuvo
malestar, puedo evitar ese alimento para ver si no se presenta de nuevo. Si continúa
presentándose, se prueba —con el acompañamiento del profesional de la salud— una dieta de
eliminación; por ejemplo, eliminar los lácteos y observar si las cosas mejoran. Si no vemos
mejoría, a veces el llanto o el malestar del bebé se debe a otras razones. Nuestros hijos son
nuestro mejor espejo y si nosotras no estamos bien, muchas veces comparten el malestar,
expresándolo externamente hasta que miremos esa molestia frente a frente.
Este perfeccionamiento de nuestras habilidades de observación y esta sintonía con nuestro
bebé, nos convierten en madres más seguras y atentas.
Algunos profesionales prefieren desestimar por completo estas observaciones, ya que creen
que son perjudiciales. Me ha pasado de encontrarme en una ocasión con una mamá que estaba
tan preocupada por lo que comía y por el malestar de su bebé, que encontraba correlaciones en
todo, al punto de llegar a comer solo arroz, por las dudas. Creo que no hay nada peor que una
madre infeliz y preocupada. Cuando empecé a indagar su historia durante una visita domiciliaria,
supe que este era su segundo bebé; ciertamente, todos los hijos son distintos y nos traen
diferentes aprendizajes.
Decir que su bebé tenía cólicos quizás era la forma más fácil de ponerle un nombre a lo que
estaba pasando. Después de observar y acompañar a esa familia durante varias horas, observé
que lo que sucedía era que las expectativas de cómo se tenía que comportar un nuevo hijo no se
cumplían. El bebé no lloraba excesivamente, solo reclamaba lo que necesitaba. Al tener otro niño
más grande que cuidar, esa mamá necesitaba dejarlo apoyado por más tiempo en su cuna. El
pedido de más brazos y más teta la llevaba a pensar que lloraba excesivamente, cuando en
realidad, la demanda de ese bebé era la normal para su etapa. Reforzando las capacidades de
observación de la mamá en cuanto a las señales de hambre, de necesidad de contacto y de apego,
y trabajando en sus redes de sostén, en pocos días pudo sentirse mucho más segura y confiada.
Como siempre dice mi maestra Violeta Vázquez: “La puericultura es un trabajo muy artesanal”.
Es necesaria mucha observación y escucha. No podemos generalizar y decir “lo que comés no
afecta para nada”, pero tampoco afirmar lo contrario; cada caso amerita el acompañamiento y la
paciencia para descifrar las infinitas aristas que trae cada puerperio, con los miedos y las
historias de cada una.
Marihuana y lactancia
La Academia Estadounidense de Pediatría afirma que la marihuana no debe usarse durante la
lactancia. El ingrediente activo de la marihuana, el THC, se almacena en los tejidos grasos
durante períodos prolongados (semanas o meses) y se acumula en el cuerpo con el uso
continuado. El cerebro y el cuerpo del bebé están hechos con mucha grasa, por lo tanto, dado que
pueden almacenar THC por un tiempo prolongado, es mejor evitar su consumo.
Según la página web www.e-lactancia.org: el Cannabis es de muy alto riesgo para la
lactancia y está contraindicado. En caso de no poder recurrir a una alternativa, se debe cesar la
lactancia.
Las consecuencias que se han registrado hasta el momento son: la media del perímetro
cefálico es menor que la de niños/as no expuestos al Cannabis; hay mayor riesgo de muerte
súbita del lactante si hay consumo en el hogar; la alteración del juicio y de la conducta que
produce el consumo de Cannabis puede interferir en la capacidad materna/paterna de cuidados
adecuados.
No se recomienda compartir cama con el bebé si alguno de los padres fuma.
¿Qué pasa si te cuesta dejar el consumo de marihuana? Los maestros de la fitoterapia hablan
del potencial de las plantas y su capacidad para cooperar con nuestras dolencias; partiendo de la
base establecida por Paracelso que dice que: “Nada es veneno, todo es veneno de acuerdo a la
dosis”.
La primera recomendación, claro, es no fumar; en su defecto, se recomienda vaporizar o
tomar aceite, tintura madre o bien microdosis (dilución de la tintura madre). El humo cotidiano
daña tus pulmones y los del bebé. Por otro lado, podés empezar a usar miles de alternativas que
ayuden en tu relajación.
Una opción importante es el cambio alimentario: reducir el consumo de gluten, azúcar y
lácteos va a generar un cambio en tu metabolismo completo; e incorporar fermentos y alimentos
reales a tu dieta hace que tu salud intestinal mejore, y con ello, tus estados de ánimo, depresión o
nervios.
El sistema endocannabinoide se repara también con otras plantas, y con una flora intestinal
adecuada. El ejercicio, las respiraciones, la conexión con tu bebé y el trabajo en los problemas
emocionales cotidianos más profundos también te ayuda. Pero si nada de esto sirve, hay médicos
que están trabajando muy bien en este tema; podés hacerles una consulta para dejar o modificar
el consumo cotidiano.
Si no voy a parir a mi hijo/a, ¿puedo dar la teta?
Inducción de la lactancia en madres no gestantes
Con el acompañamiento de un equipo médico y de una puericultora, podés intentarlo. Hay
muchos casos exitosos documentados. El pecho se va preparando para la lactancia durante el
embarazo bajo la influencia del estrógeno, la progesterona, la prolactina y otras hormonas. El
sistema de conductos se extiende y se diferencia, y crece el tamaño de los lóbulos y los alvéolos
(46). Sin embargo, se consiguen los mismos cambios en el pecho a través de la estimulación del
pezón, que provoca la secreción de prolactina (47), el crecimiento de los alvéolos secretores y la
producción de leche.
Una vez que empieza la secreción de leche, el hecho de ir extrayéndola hace que se vaya
produciendo más. Es un proceso normal y natural que el pecho produzca leche en respuesta a la
succión del bebé.
Hablamos de “inducción” cuando una mujer que nunca ha estado embarazada (o lo estuvo
hace años) quiere producir leche, ya sea para un hijo adoptado, por una maternidad subrogada o
en el caso de las parejas de dos madres.
Aunque todavía son experiencias poco conocidas, lo cierto es que, con información y apoyo
adecuados, inducir la lactancia materna es perfectamente posible en la mayoría de los casos, y
cada vez más madres se animan a intentarlo.
La producción de leche que se consigue es muy variable. Por esa razón, el principal objetivo
de la inducción de la lactancia debería ser el aumento de los lazos afectivos con el bebé; la
nutrición tiene que quedar en un segundo plano.
La inducción no es un proceso simple y existen muchos factores claves que se necesitan
conocer antes de empezar.
Los factores básicos para el éxito de este proceso relacionados con la madre son:
Que tenga un fuerte deseo de amamantar al bebé.
Que tenga confianza en sí misma, en su capacidad de producir leche.
Que tenga acceso a información y conozca el funcionamiento del proceso.
Que no existan patologías que puedan afectar su capacidad para producir leche.
Que la estimulación del pecho y del pezón sea correcta.
Que disponga de un buen sistema de apoyo, que la ayude y refuerce su confianza.
Con respecto al bebé, los principales requerimientos para conseguir la inducción de la
lactancia materna son:
Su disposición para mamar.
Su edad: cuanto más pequeño es el niño, más probable es que sepa mamar.
La forma en que ha sido alimentado en el intervalo entre el nacimiento y el momento de su
llegada.
Su habilidad para mamar con eficacia y así seguir estimulando el pecho.
Existen diversos tipos de inducción, dependiendo del tiempo que la madre disponga antes de
la llegada del bebé y de sus preferencias personales.
El proceso de inducción es largo y, según el protocolo que se elija, se necesita tiempo para
conseguir producir leche.
En general, en las inducciones farmacológicas, lo ideal es empezar entre seis y cuatro meses
antes de la llegada del bebé.
En el caso de la inducción con fitoterapia o la realizada exclusivamente con estimulación, se
debería empezar, como mínimo, dos meses antes del encuentro con el pequeño.
Sea cual sea el tipo de inducción elegido, es necesario estimular la glándula mamaria antes
de la llegada del bebé.
Las primeras semanas se recomienda empezar a estimular el pecho de manera manual. Esta
será la primera toma de contacto con el pecho y permite empezar a preparar la glándula. Al
menos dos veces al día, realizar un masaje sobre el pecho, el pezón y la areola. Y también
realizar tracciones suaves en el pezón.
Una vez realizado este primer paso, empezar con la estimulación con sacaleches.
De ser posible, es mejor una estimulación breve y frecuente, varias veces al día, que una
única estimulación diaria de muy larga duración.
Buscar uno o varios espacios cómodos y adecuados para hacer la estimulación. Se
recomienda realizarla cada dos o tres horas de día y cada cuatro de noche.
No es necesario dedicar más de cinco minutos en total (dos minutos en cada pecho
aproximadamente), cuando todavía no sale leche.
El tiempo de estimulación se puede ampliar poco a poco mientras no sale leche: siete, diez
minutos…
Cuando se empiezan a vislumbrar las primeras gotas de leche, se aumentan los tiempos de
extracción, en relación con la cantidad de leche extraída: a más leche, más tiempo de
extracción.
Toda la leche que la madre consiga en el proceso se puede etiquetar y congelar.
Mamá y mami
Por Carolina Horvath.
Una de las cosas que más nos preguntaron desde que Ela nació fue: “¿Y cómo las va a
llamar?”. Preocupaba mucho el tema. No termino de entender bien por qué, pero así era.
La gente quería saber qué iba a pasar en el futuro. Querían saber cómo una nena iba a
poder diferenciar a sus dos madres desde el lenguaje. “¡Como ella quiera!”, respondíamos.
No hace falta aclarar que este nunca fue un tema importante para nosotras, de hecho,
creo que casi no puedo recordar cómo sucedieron las cosas.
Con el habla, como con todo en su proceso de crecimiento, dimos espacio a su propio
desarrollo. Así como tratamos de no intervenir en su fisiología, evitamos también intervenir
en el devenir de su lenguaje. En ella fue siempre antes lo motriz que el habla, y la
acompañamos en ese camino.
No recuerdo cómo nos nombrábamos una a la otra cuando Ela aún no hablaba, pero sí sé
que de un día para el otro, ella solita determinó que yo, su madre gestante, sería “mamá”, y
Viole sería “mami”.
Sigue siendo así y casi nunca se confunde al hablar de o con cada una de nosotras.
Y así, una vez más, Ela nos demostró —como todos los niños y las niñas— su
personalidad, su autonomía, y su desarrollo autónomo y peculiar.
Vuelta al trabajo
Por Daniela Pugni, doula y puericultora.
Es importante empezar a armar un banco de leche por lo menos un mes antes de volver al trabajo
para contar con un stock suficiente. Es conveniente extraerse leche los tres primeros meses
posparto, que es cuando más leche extra se fabrica; después se regula la producción y es más
difícil conseguir ese excedente.
Algunas recomendaciones:
Si es posible, siempre es mejor un sacaleches eléctrico, optimiza el tiempo y la cantidad
extraída, aunque también algunas mamás obtienen excelentes resultados con la extracción
manual.
Hay que tener expectativas reales sobre el volumen que vamos a extraer: sacar leche es una
habilidad que requiere práctica y paciencia.
Para conservar la leche, son recomendables los envases de vidrio con tapa plástica (como
los de yogur de vidrio con tapa de plástico); los componentes de la leche no se adhieren
tanto y se pueden esterilizar ambas partes sin correr el riesgo de que la tapa se oxide (como
sucede con los de mermelada, por ejemplo). También existen en el mercado unas bolsitas
recolectoras y unos frascos diseñados para ese fin específico. Y es posible usar las bolsas
que son aptas para alimentos, siempre teniendo cuidado de no llenarlas de más, para que al
aumentar su volumen al congelarse, no se rompan.
Es muy importante indicar en los envases la fecha de extracción, para siempre usar primero
lo que tiene más tiempo de extraído.
No es lo mismo volver al trabajo teniendo un bebé de tres meses que uno de seis, el
requerimiento será menor en el segundo caso.
Como siempre, ante un cambio, es fundamental contarle al niño/a sobre todo lo nuevo que va
a ocurrir: contarle quién lo va a cuidar, asegurarle que vas a volver en poco tiempo, etc. Recordá
hablarle en primera persona; no decir: “Mamá va a volver…”, sino: “Yo me voy a ir y voy a
volver en ‘x’ tiempo”. NO irse a escondidas es fundamental. Tu bebé te va a esperar y van a
compensar el rato que no pasaron juntos.
Lactancia y trabajo son compatibles: solo requiere deseo y apoyo. Si necesitás más ayuda y/o
tenés dudas, consultalo con tu puericultora.
Extracción y almacenamiento de la leche materna
Todas las pautas que desarrollo a continuación son las proporcionadas por la Liga de la leche.
¿Cuándo extraerse?
Con una o dos veces por día debería ser suficiente para obtener una buena cantidad de leche para
tu bebé. Suelo aconsejar a las madres que se extraigan la leche por la mañana, después de la
primera teta del día, y luego otra vez antes de acostarse. Dicho esto, observá tu cuerpo y fijate
qué hora funciona mejor para vos. Si bien los mayores picos de prolactina se dan temprano por la
mañana (entre las siete y las ocho aproximadamente), tal vez la mejor hora del día para vos es a
la noche.
¿Cuánto tiempo?
Durante al menos diez minutos, pero no más de veinte. Diez minutos es tiempo suficiente para
estimular el reflejo de eyección de la leche; más de veinte minutos es demasiado estímulo para el
pecho.
La elección del método de extracción dependerá de las circunstancias de la separación y de la
edad del bebé. Y a pesar de que entre las propiedades de la leche humana está la de retrasar el
crecimiento de bacterias, es importante observar unas mínimas normas de higiene como el
lavado de manos y de los utensilios que se usen para la extracción, la recolección y el
almacenamiento de la leche.
La extracción se hace de forma manual o con la ayuda de un sacaleches.
Si la separación es prolongada, como en el caso de las madres que trabajan fuera de casa, de
los bebés prematuros o de aquellos que tienen que ser hospitalizados por cualquier otra causa, los
sacaleches manuales o eléctricos son una buena alternativa.
Los mejores sacaleches manuales son aquellos que imitan el efecto de una jeringa, o bien los
que se utilizan con una sola mano. Pero de todas maneras, una técnica de extracción manual bien
hecha con tus propias manos, a veces resulta más efectiva. Entre los sacaleches eléctricos y a
pilas, los hay de extracción sencilla (un pecho por vez) y doble (los dos pechos a la vez);
obviamente, este último recorta el tiempo de extracción a la mitad.
Pautas para el almacenamiento de la leche humana
Calostro
A temperatura ambiente, 27-32 ºC, de 12 a 24 horas.
Leche madura
A 15 ºC: 24 horas.
A 19-22 ºC: 10 horas.
A 25 ºC: de 4 a 8 horas.
Refrigerada entre 0 y 4 ºC: de 5 a 8 días.
Leche congelada
En un congelador dentro de la misma heladera: 2 semanas.
En un congelador que es parte de la heladera pero con puerta separada (tipo combi): 3-4
meses. (La temperatura varía según la frecuencia con que se abra la puerta).
En un congelador separado, tipo comercial con temperatura constante de -19 ºC: 6
meses o más.
¿Qué tipo de envase se debe utilizar?
Si se va a congelar:
Envases de plástico duro o de vidrio aptos para alimentos.
Bolsas especialmente diseñadas para el almacenamiento de leche materna.
Podés ir juntando las distintas extracciones que vayas haciendo en un día, en un mismo
recipiente en la heladera, congelándolas en porciones similares a las que va a tomar el bebé en
cada toma.
¿Cómo calentar la leche?
Descongelá y calentá la leche debajo del agua corriente tibia. O sumergila en un recipiente
con agua tibia.
Nunca dejes que la leche hierva.
Nunca uses el microondas para calentar la leche materna.
Si la leche ha sido congelada y descongelada, se puede refrigerar hasta 24 horas para usarse
después. No debe volver a congelarse.
¿Cuánta leche extraerse?
No es necesario sacarse de una vez toda la leche que uno pretende dejar para el bebé. Tampoco
es necesario mantener separadas las distintas cantidades que se vayan extrayendo a lo largo del
día. Siempre que las cantidades previamente extraídas se hayan mantenido a una temperatura de
entre 0 y 15 grados, la madre puede utilizar el mismo recipiente para guardar la leche recién
extraída, por un período máximo de 24 horas, para luego seguir las recomendaciones de
almacenamiento de acuerdo con la fecha y la hora de la primera extracción.
Si la leche previamente extraída se ha mantenido entre 19 y 22 grados, el tiempo total de
almacenamiento no debe exceder las 10 horas desde la primera extracción. Y si la leche
previamente extraída se ha mantenido a 25 grados, el tiempo total de almacenamiento no deberá
exceder las 6 horas desde la primera extracción. La leche fresca puede juntarse con la leche
congelada, siempre y cuando, la primera haya sido enfriada por lo menos una media hora en la
heladera, y sea menos cantidad que la leche congelada, de modo que, al mezclarse, la leche
fresca no derrita la capa superior de la leche congelada.
Como es difícil saber qué cantidad va a tomar el bebé, y para no desperdiciar la leche
materna, es conveniente mantenerla en un recipiente distinto del que se lleva a la boca el bebé.
Se empieza por ofrecer al bebé pequeñas cantidades en el recipiente de elección (vaso,
cuchara, jeringa, mamadera) y si quiere más, se va rellenando del envase que se ha
descongelado, de modo que la leche del recipiente “madre” no entre en contacto con la saliva del
bebé. Así se podrá guardar lo que el bebé no haya tomado para la próxima oportunidad, ya que,
siempre que no haya estado en contacto con su saliva, la leche descongelada puede mantenerse
refrigerada durante 24 horas.
¿Y cómo le van a dar la leche?
Hay muchos métodos de suplementación, según sea tu circunstancia, podés usar uno u otro, ¡o
varios! Cuando volvemos a trabajar, hace falta dejar a la persona que se va a quedar con el bebé,
algunos métodos para que ambos, cuidador y bebé, encuentren el adecuado.
Jeringa-dedo: se debe introducir el dedo meñique del adulto (limpio y con la uña bien
recortada) en la boca del bebé, con la palma de la mano hacia arriba; de esta forma, se estimula
el paladar, que da como resultado la succión del bebé. Entonces, se pone la jeringa en la
comisura y se va administrando la leche.
Es ideal para tomas puntuales o para bebés pequeños.
Vaso o cuchara: se apoya en el labio superior del bebé para que vaya lamiendo la leche. En
bebés pequeños no se debe verter la leche adentro de la boca.
El único desafío de este método es que, a veces, se derrama bastante leche. Es apta para
bebés de cualquier edad.
Vasito de inicio: hay dos tipos, los que tienen una válvula antivuelco y los que no la tienen.
Este último caso es el método ideal para bebés de más de 6 meses, que agarran el vaso y tragan
sin dificultad. Si tienen la válvula antivuelco, los bebés de 4 meses y más, deben aprender a
hacer el vacío, como bebiendo con un sorbete, para poder sacar la leche.
Mamadera: es el método más utilizado. El bebé debe estar sentadito y mantener la
mamadera lo más horizontal posible con el fin de regular la ingesta de leche y no estresarse.
Aquí algunos consejos, y si tenés más dudas, te recomiendo buscar información sobre el método
Kassing.
Alimentá a tu bebé solo cuando muestre signos de hambre. Esto te ayudará a evitar la
sobrealimentación.
Sostené al bebé semivertical o vertical. Tocá sus labios con la tetina o arrastrala suavemente
desde su nariz hasta su labio superior, hasta que se abra por completo. Nunca fuerces la
tetina en su boca.
Ayudá al bebé a engancharse lo suficiente a la tetina. Si tiene los labios apretados, utilizá
los dedos para abrir el sello de vacío, pero también considerá obtener una tetina más blanda
que aliente a sus labios a bordear por sí solos.
Sostené la mamadera en un ligero ángulo, para que el flujo no sea demasiado rápido.
Tómense un descanso cada pocos minutos inclinando el extremo de la botella para que la
leche salga nuevamente de la tetina hacia la mamadera; intentá que el bebé haga un
provechito durante este descanso. Lo ideal es dos a tres descansos por botella.
Detenete cuando el bebé se detenga, incluso si queda leche en la mamadera; no hay
necesidad de obligarlo a terminarla.
Si comenzás a alimentar al bebé sobre su lado izquierdo, a la mitad de la toma —
aproximadamente— cambialo a su lado derecho. Este simple movimiento promueve la
estimulación visual y el desarrollo de la fuerza muscular ocular.
Cuando termine de tomar, intentá que haga otro provechito para extraer el aire que haya
tragado.
La edad del destete
“Los niños humanos están diseñados para recibir todos los beneficios de la lactancia durante un
período mínimo de dos años y medio, y un aparente límite máximo de unos siete años”.
Katherine A. Dettwyler
Es difícil saber cuál es la edad natural de destete. En los humanos lo “natural” está condicionado
por factores históricos, culturales, sociales y personales. Para intentar conocer cuál sería esta
edad, podemos fijarnos en diferentes ciencias. Gracias a estudios de etnopediatría sabemos que
en muchas culturas no occidentales, las mujeres amamantan a sus hijos hasta los 3 o 4 años.
Desde la medicina se considera que el sistema inmunológico humano alcanza su madurez
hacia los 6 años, por lo que los niños y las niñas se beneficiarían de la inmunidad activa que les
ofrece la lactancia materna. Diversos estudios antropológicos que han estudiado los patrones de
amamantamiento de los grandes primates, nos dan varias teorías sobre el momento del destete.
Destete al alcanzar el cuádruple del peso de nacimiento. Esto ocurriría entre los 27 y los 30
meses.
Destete al alcanzar un tercio del peso adulto. Los humanos alcanzan diferentes tamaños,
pero con este método de comparación, el destete tendría lugar entre los 4 y 7 años.
Destete de acuerdo con el tamaño del cuerpo adulto. Basándose en el cuerpo de una hembra
adulta, la ecuación predice el destete para los humanos entre los 2,8 y 3,7 años.
Destete en función del período de gestación. Los humanos se encuentran entre los primates
más grandes, junto con los chimpancés y los gorilas. Extrapolado de estas especies, se
podría estimar la edad natural del destete para los humanos en seis veces la duración del
embarazo, esto es, 4 años y medio.
Destete en función de la erupción dental. Muchos primates se destetan cuando aparecen los
primeros molares permanentes. En los humanos, esto ocurre alrededor de los 6 años.
¿Cuáles son las recomendaciones oficiales en el siglo xxi con respecto a la duración de la
lactancia materna?
Sabemos que la postura oficial tanto de la OMS como de Unicef es clara: el ideal de
alimentación infantil es la lactancia materna exclusiva durante los primeros 6 meses de vida del
bebé. Además, mantener la lactancia materna, complementada con otros alimentos saludables y
adecuados, hasta un mínimo de 2 años y durante tanto tiempo como madre e hijo así lo deseen.
Mientras escribo este libro, mi hija está a punto de cumplir 5 años, y pareciera que este
momento fue elegido a propósito, ya que vamos cerrando muchas etapas para comenzar una
nueva; los tiempos se dieron así naturalmente, al igual que todos los procesos fisiológicos que
fuimos atravesando juntas.
Hace unos días, cuando la ayudaba a lavarse los dientes, me dijo que había uno que le dolía y
pensé que podía ser una caries. Un par de días después, me lo volvió a decir, entonces nos dimos
cuenta de que se le estaba moviendo y de que en cualquier momento se le iba a caer. En
principio, no podía creerlo; pensé que se le había movido en uno de los tantos golpes que se dio
en el mentón en el último tiempo, pero efectivamente su dentadura está comenzando a cambiar.
En ese momento, recordé una frase de una de mis maestras, Melina Bronfman, que dice: “Los
dientes de leche no se llaman así porque están compuestos por nanopartículas de leche, se llaman
así porque están presentes en la etapa de la lactancia fisiológica. La cual debería durar entre 3 y 7
años”. Siempre que decimos esto, mucha gente abre grande los ojos y dice: “¿TANTO
TIEMPO?”. Sí, así es. Este rango es tan amplio porque hay varios índices que se tienen en cuenta
para la edad del destete.
Katherine Dettwyler escribe que la mayoría de los primates destetan a sus hijos cuando
empiezan el proceso de dentición definitiva y les salen los primeros premolares permanentes. En
el caso de la especie humana, los molares permanentes salen en torno a los 5 años y medio, y los
6 y medio.
Lo fascinante de la lactancia materna es que si bien es un proceso biológico integrado y
esencial como respirar, dormir, orinar o tener relaciones sexuales, siempre ha sido, y
probablemente siempre lo será, muy influenciado por las prácticas culturales. Después de todo, la
norma biológica y evolutiva para la lactancia es de entre dos años a siete años, que es un rango
muy amplio. Y mientras que para pueblos como los mongoles y los Kung, el hijo más joven de
una familia siempre ha sido amamantado hasta el número mayor de ese rango e incluso más allá,
históricamente, cada cultura también ha tenido sus razones para destetar antes, como el
nacimiento de un nuevo hijo/a o el deseo de concebir un hermano/a. En este momento,
casualmente (¿o no?), Rafi y yo nos encontramos en pleno destete, una etapa elegida y decidida
por ambas. El fin de un camino que tuvo sus momentos altos y bajos, pero haciendo un balance
general, fue muy positivo y gratificante.
Hay muchísima información sobre los beneficios de la lactancia, y cómo comenzar y resolver
los problemas que nos podemos encontrar al principio, pero poco se habla de la lactancia después
de los 2 años y mucho menos sobre cómo se desteta a un niño o una niña de más de 4 años.
Vamos entonces a ello.
La agitación del amamantamiento
La “agitación del amamantamiento” es una especie de rechazo visceral a dar el pecho al niño,
una necesidad extrema de apartarlo, lo que trae consigo un sentimiento de culpa enorme.
Es una sensación extraña y difícil de explicar porque, de repente, la mamá empieza a notar
una sensación desagradable cuando el niño mama, como un calambre incómodo que le recorre el
cuerpo.
Suele ser peor en las tomas de la noche o cuando la mamá está más cansada; a veces empeora
en función del ciclo menstrual de la mujer: en la ovulación o durante el período. En lactancias de
niños de más de 1 año o en lactancias en tándem, hay madres que sufren agitación del
amamantamiento y deciden buscar la manera de mejorar la situación sin recurrir al destete, pero
muchas otras prefieren destetar porque el sentimiento es tan desagradable que no se sienten
capaces de seguir adelante.
La teta y los 2 años
“Tener un niño de dos años es como tener una licuadora que no tiene tapa, eventualmente
terminás con un desastre”.
Jerry Seinfeld
La lactancia fisiológica suele ser un tabú en esta sociedad, así que podemos sentirnos cansadas,
abrumadas, observadas y juzgadas por las miradas externas. Cuántas mamás de niños/as de 2
años o más me cuentan que sus hijos toman más que un recién nacido, haciéndolas pensar en un
destete inminente. Lo sé, a mí me sucedió alrededor de esa edad y la pasé bastante mal. Sentía
momentos fuertes de agitación del amamantamiento que me producían ansiedad y rechazo, y
momentos de mucha incomodidad ante la insistencia de querer tocar y retorcer el pezón de la teta
que no estaba tomando (como sintonizar una radio antigua). Esto último es muy común y a casi
todas nos pasa, pero como tiene que ver con un instinto natural con el que los bebés buscan
estimular ambas tetas a la vez para sostener la producción, es muy difícil de desarticular. Por
momentos le decía: “Rafi, ¿te acordás que te pedí que no me hicieras eso porque me duele
mucho?”. Y ella me respondía: “Perdón, mami, me olvidé”. Ahí pude comprobar que esto estaba
fuera de su control y que el instinto era inevitable. Por suerte, encontré una explicación en la
fisiología para estos momentos, y con la contención apropiada, seguí adelante y continué hasta
que ambas decidimos el destete.
La etapa de los 2 años es un quiebre que nos hace debatirnos entre destetar o tratar de
resolver las nuevas necesidades de un niño/a que ya deambula, habla y es mucho más inquieto,
en general, que un bebé; además, tiene mucha más fuerza y expresa su enojo con mucha
intensidad.
Los “2 años” creo que entran dentro de la lista de los: “¿POR QUÉ NADIE ME AVISÓ QUE
ESTO IBA A SER ASÍ?”. Sin dudas, fue la peor etapa de nuestra lactancia, pero como no
conocía a muchas mamás que dieran la teta a niños/as de esa edad, creía que era algo que me
pasaba solo a mí. Hoy acompaño a muchísimas mujeres que refieren los mismos patrones de
conducta a esa edad. Parece que dan un paso atrás en aspectos emocionales y de dependencia; y
de repente, te empezás a cuestionar si todo lo que hiciste hasta ahora estuvo mal, porque el nivel
de intensidad de esta etapa es muy difícil de llevar sin desesperarse.
A esta edad, los niños y las niñas que jugaban tranquilos solos durante algunos minutos,
dejan de hacerlo y requieren la presencia de la madre de forma constante. No podés ni ir al baño
sin que sea un escándalo. Los que habían empezado a dormir bien de noche, empiezan a
despertarse. Y niños que de repente solo quieren a mamá para todo: vestirse, bañarse, comer, irse
a la cama… Los que hacían dos o tres tomas de pecho al día, piden la teta constantemente y
parece que están todo el tiempo pegados a su mamá (y teniendo en cuenta que ya no es un bebé
chiquito, que pesa, que se mueve… ¡Es agotador!).
Lo cierto es que esta edad es muy complicada para los niños porque se producen muchísimos
cambios que los descolocan: se dan cuenta de que son seres independientes de sus madres y
necesitan reafirmar su independencia (por eso, escuchamos muchos “NO” y “ES MÍO”), pero
esto también les produce inseguridad. Coordinan mejor sus movimientos y adquieren la
capacidad de aprender cosas nuevas, pero no manejan sus emociones y a veces se descontrolan.
Su capacidad de expresarse mejora mucho, pero no lo suficiente como para explicarnos todo lo
que les pasa. Rafi, por ejemplo, no habló hasta casi los 3 años, por lo tanto, era muy difícil
comprender lo que necesitaba.
También comienza el proceso de controlar los esfínteres, lo que supone un cambio
importante. Digo “comienza”, ¡lo que no quiere decir que tengamos que hacer algo! El control de
esfínteres no se enseña, es madurativo y es un proceso largo.
A los 2 años están dejando de ser bebés y lo notan. Les gusta, pero al mismo tiempo los
asusta.
Algunos empiezan a morder, y esto se debe a la mayor tensión en la mandíbula por la salida
de los molares. He visto a muchos niños/as mejorar y dejar de morder con osteopatía y
homeopatía (nuestra pediatra recomienda chamomilla para estos casos).
Cito las palabras de Delfina Medeot, puericultora: “A veces, no hay un deseo firme de
terminar con la lactancia. Hay cansancio, agotamiento y desconcierto ante una demanda que no
baja nunca, y hasta parece aumentar. El mensaje prevalente es ‘no ofrecer, no negar’ o ‘la
lactancia es a demanda siempre’, acompañado del llamado a tener paciencia y aguantar. Es
absolutamente bienintencionado, un intento de dar ánimos y fomentar la lactancia, pero un
mensaje que cuando es recibido en la soledad del hogar, con el bagaje a cuestas y el cansancio en
los huesos, no aporta. Hay situaciones donde la ayuda tiene que poner el cuerpo. Algo que las
familias encuentran muy revelador es la idea de que la lactancia no es un “todo o nada”. Cada
díada vive su propia expresión, entre lo deseado y lo posible. Cada gota cuenta. Entonces, es
válido proponer un cambio de libre demanda a una regulación de las tomas. Porque entre destetar
definitivamente por llegar a punto de ebullición, y sabiamente reconocer nuestros límites,
necesidades, y preservar este vínculo tan único por más tiempo, pues es claro que la segunda
opción es preferible. Es importante comprender y empatizar con nuestros niños y niñas, ver qué
nos están pidiendo. Mirada, contacto, palabras, momentos. Así, se logra sostener la lactancia de
una manera saludable, con respeto y consideración a las necesidades de todos los involucrados.
Hablar con nuestros niños y niñas, contarles con sinceridad lo que nos pasa, darles participación
en una dinámica que los incluye, es sanador para ambos”.
Tomando este consejo, fuimos buscando un equilibrio en la cantidad de tomas y el lugar
donde las hacíamos; pasada cierta edad y cierto tamaño, yo ya no me sentía cómoda en muchas
situaciones y necesitaba dejar la teta para momentos específicos como antes de dormir a la noche
o de una siesta; o de ser necesario, una “teta analgesia” ante golpes, sustos o circunstancias que
lo requirieran. Mi mayor preocupación era que no aprendiera a dormirse sola sin teta, ya que
rondaba el fantasma de todos aquellos libros que había leído sobre el sueño infantil, que
hablaban de acostar al bebé en su cama semidormido para que aprendiera a hacerlo solo (desde
muy bebé). Esto JAMÁS me funcionó y siempre se durmió en la teta, tanto al principio de la
noche como en los despertares nocturnos. De esta manera, fuimos muy felices durmiendo juntas,
casi sin despertarnos durante la noche, por cinco años. Entonces pensaba: “Si le saco la teta,
¿¿¿cómo va a hacer para dormirse???”. Resulta que el sueño infantil no es una doctrina que
tenemos que enseñar, si vamos respetando todos los procesos fisiológicos va a suceder
naturalmente, y así fue.
Al tener 4 años, ya hablábamos claramente sobre todo lo que iba pasando; a veces, ella me
comentaba que de una teta ya no salía más leche, o que era salada y que de la otra salía más
dulce, con gusto a vainilla. Cuando la producción realmente bajó (al tomar solo contados
minutos por día, e incluso nada algunos días, era inevitable que esto sucediera), empezó a
molestarme y dolerme mucho cuando intentaba tomar, ya que tenía que succionar más fuerte.
Así que una noche, sin muchas esperanzas de lograrlo, le dije que no quería darle más la teta
porque me dolía; ella me contestó que la iba a extrañar mucho, se angustió un poco y me dijo:
“No te voy a hacer doler más, te prometo”, y quería seguir intentando. Ahí me di cuenta de que
necesitaba explicarle que no era su culpa que me doliera y que nada de lo que ella hacía estaba
mal, que sabía que ella aún necesitaba tomar la teta, pero que era yo la que no podía hacerlo más.
Y le pedí que por favor intentáramos que se durmiera sin la teta.
Ya veníamos hacía tiempo buscando alternativas para producir oxitocina naturalmente, que
no fuera a través de la succión, como por ejemplo: hacerle mimos en el pelo o en la espalda,
abrazarnos fuerte o dormir en posición “cucharita”. Ella misma, muchas veces, en cuanto se
empezaba a quedar dormida en la teta, se daba vuelta y me pedía: “Haceme mimos, mami”. Así
que esa primera noche fuimos a los mimos después del intento fallido de tomar teta, y a los
pocos minutos, para mi sorpresa... ¡¡Se había dormido!!
Al día siguiente, hablamos del tema y le avisé con anticipación que esa noche tampoco iba a
darle teta antes de dormir. Le pregunté si quería dormir en su cama o en la nuestra. Eligió la
suya, así que me acosté con ella ahí y después de unos mimos, me pidió si podía oler la teta; le
dije que sí, pero que no podía tomar. La olió, me abrazó, unos mimos... ¡¡y se durmió!! A la
madrugada, se apareció en nuestra cama —como usualmente lo hace algunas noches—, y en vez
de abrirme la remera y succionar unos segundos para volver a dormirse, me dijo con una voz
muy suavecita y respetuosa: “Mami, ¿puedo oler la teta?”. Esperó mi respuesta, se acostó a mi
lado y no intentó tomar. Seguimos durmiendo juntas y abrazadas hasta la mañana. Todavía no
podía salir de mi asombro; siempre pensé que el destete era un momento fatal de la maternidad,
lleno de lágrimas, negociaciones y angustias. Pero acá estábamos, acompañándonos en este
proceso con mucho respeto de ambos lados. Como veíamos que esto avanzaba, decidimos
planear una fiesta para cuando pasaran muchos días sin tomar la teta; íbamos a hacer “la fiesta de
las tetas”, que a pedido de la agasajada, incluía torta, piñata, y souvenirs, todo con forma de teta.
Pero como su vecina y amiga Huayra (tiene apenas unos meses de diferencia) seguía tomando
teta, decidió esperar a que ella también la dejara para que pudieran compartir la fiesta.
Sí, no somos las únicas ni en el barrio ni en otros ámbitos. Conocemos muchos niños/as más
que toman teta por varios años, y vos probablemente también conozcas a alguien, pero quizás no
lo sepas porque muchas mamás temen hacerlo en público o contarlo por miedo al rechazo social.
La única manera de normalizar la lactancia fisiológica es hablar de esto y mostrarlo, en
situaciones sociales, familiares y, también, desde los medios y las redes sociales.
Cuando los antiguos judíos destetaban a un niño (entre los 18 meses y los 5 años de
edad, según la ley judía), era motivo de una gran celebración, porque en un momento en que
la mortalidad infantil era indudablemente alta, esto significaba que un niño había
sobrevivido al período peligroso de la infancia. “Y Abraham hizo una gran fiesta en el día
en que Isaac fue destetado”, dice el Libro de Génesis.
Juana Repetto, mamá de Toro
Tuve la posibilidad de informarme bastante durante el embarazo, de ver a una “pueri”
cuando llegué a casa y logrando que de entrada el gordo se prendiera bien, no tuve
dificultades de ningún tipo con la lactancia. Un poco de fiebre con la bajada de leche fue lo
más “molesto” de la lactancia en estos dos años y dos meses. Así que es lo que esperaba y
mucho más.
Los primeros meses fueron muy duros. La revolución hormonal me pegó fuerte. Tener
una tribu de mujeres acompañándome fue esencial para pasar ese momento. Aún hoy son de
gran apoyo y compañía.
Al tener tanta información desde el embarazo, sostener la lactancia hasta un destete
fisiológico siempre fue mi ideal, y lo sigue siendo, ya que creo que es lo más adecuado para
mi niño. Ojalá pueda sostenerlo y apoyarlo llegado el momento.
Ahora mismo llevo la “crisis” de los 2 años, ¡como puedo! A veces, logro manejarlo del
modo que sé que es el adecuado y a veces no. Soy un ser humano y tengo sangre en las
venas. Después me carcome la culpa y todo ese circuito que todas las mamás conocemos...
La idea de mostrar que mi hijo sigue tomando teta no fue algo que haya decidido
particularmente. Por un lado, yo comparto un poco de mi día a día en las redes, y la teta es
una gran parte de cada día. Por otro lado, soy una convencida de la importancia y de los
beneficios de la lactancia materna “a término” (por no decir, erróneamente, “prolongada”),
y siendo una persona pública con tantas familias que me siguen y confían en lo que
pregono, me parece que está bueno hacerlo visible.
En mi caso, tener el acompañamiento de una “pueri” los primeros días fue clave.
Cuando el bebé se prende bien de entrada, el estímulo es correcto, con lo cual la producción
es la adecuada, no se lastiman los pezones y todo fluye muy bien. Diría que lograr que el
acople (la prendida) sea el correcto es clave.
Lo deseado y lo posible
La teta es a demanda hasta que la alimentación complementaria está bien establecida y la
mamá lo decida.
No siempre funciona la premisa: “No ofrecer, no negar”. Cada díada vive su propia
expresión, entre lo deseado y lo posible.
Cada gota cuenta. Entonces, es válido proponer un cambio de libre demanda a una
regulación de las tomas en niños/as mayores de 1 o 2 años aproximadamente. También sirve
acortar las tomas. A veces, solo con el hecho de acortar las tomas y que no sean eternas, las
madres se sienten mejor. Además, en esta situación, todos están contentos porque el niño
sigue teniendo “su teta” y la madre no siente que se pasa el día con la teta al aire. Se puede
hablar con el niño para que lo entienda y explicarle que, por ejemplo, solo le dejamos el
pecho “un poquito” o que lo suelte “cuando contemos hasta diez”.
En caso de decidir el destete en cualquiera de sus etapas, recordar que el niño/a tiene la
necesidad de tomar teta por muchos años, por lo cual es necesario reafirmar que ellos no
están haciendo nada malo, que la necesidad de dejar de dar la teta es nuestra (de la mamá)
por “x” motivo. Si creemos necesario, podemos explicarlo con palabras simples y claras sin
dar muchas vueltas.
Evitar un destete abrupto por las consecuencias que tiene en la madre y en el bebé. Ante la
duda sobre el consumo de algún medicamento que te prescriban, podés chequear en el sitio
web: www.e-lactancia.org, antes de destetar. Hay muchos médicos que desconocen la
compatibilidad de los medicamentos con la lactancia. En los pocos casos en que el destete
abrupto no puede evitarse, hay que minimizar las incomodidades físicas para la madre. Las
siguientes sugerencias son de gran ayuda: usar un corpiño que sujete firmemente (es posible
que se necesite una talle más pequeño del que normalmente se usa, pero que no te
incomode, solo que te de buen soporte, no confundir con la antigua recomendación de
fajarse); reducir el consumo de sal; no dejar de tomar líquidos; y sacarse la leche con
regularidad, pero solo la cantidad necesaria para evitar la incomodidad. Al sacarse cada vez
menos leche, la cantidad que produce la madre disminuirá lentamente. Vendarse las tetas —
una práctica que todavía a veces aconsejan— es una costumbre anticuada que intensifica la
incomodidad de la madre y provoca una obstrucción de los conductos. El uso de
medicamentos que inhiben la lactancia ha sido asociado a graves efectos secundarios, y no
es recomendable.
También el bebé tiene necesidades especiales durante un destete abrupto. Hay que consultar
al pediatra sobre los alimentos que se le deben dar para reemplazar la leche de la madre, lo
cual varía según la edad del bebé. De igual forma, el bebé necesitará que lo abracen más y
que le presten más atención que de costumbre. Aunque muchas mamás sienten que deben
distanciarse de sus bebés cuando los están destetando por temor a que insistan en mamar, lo
que ellos necesitan, más que nada durante el destete, es la seguridad de que todavía los
quieren.
Si una mamá desea destetar a su bebé antes de que él esté listo para hacerlo solito, un
destete programado y gradual tiene muchas ventajas en relación con el destete abrupto.
Eliminar una toma diaria de pecho, máximo cada dos o tres días, permite que la cantidad de
leche de la madre disminuya lentamente, sin que los pechos se lleguen a ingurgitar (o la
ingurgitación sea muy leve) y sin sentirse incómoda. De esta forma, la mamá también tiene
tiempo para darse cuenta de si su bebé se está adaptando al cambio.
Ya que algunos bebés tienen una fuerte necesidad de succionar, es posible que encuentren
un sustituto, como chuparse el dedo durante o después del destete. Si la mamá lo prefiere, se
puede ofecer el chupete o la mamadera.
Estar dispuestos a enfrentar los vaivenes clásicos de los procesos de maduración esperables
en las distintas etapas, que cuando tenemos la teta como herramienta, a veces son más
navegables (a veces no, ¡ojo!, y pueden ser momentos de alta demanda de la teta que
resultan difíciles de sostener). La teta no es solo alimento, es contacto, apego y un gran
analgésico para los dolores físicos y emocionales. Tenemos que estar dispuestas a perder
esta herramienta.
Para ayudarlos a dormir sin teta, se sugiere buscar alternativas para producir oxitocina
naturalmente: succión del chupete; mimos en brazos, pelo y espalda; o lo que sea que
genere una situación placentera para tu bebé. Si, por lo general, amamantás a tu bebé para
que se duerma: dale un gran abrazo y un beso, recuéstense juntos en su cama y dale
palmaditas en la espalda durante un rato o hacele mimos. No es aconsejable pasar de dormir
con mamá, con su olor y sus mimos, a dormir con el papá o la pareja si esto no era una
costumbre previa a la etapa del destete. Aunque suele ser aconsejable que el papá o la pareja
responda a los despertares nocturnos, en vez de mamá.
En el mejor de los casos, el destete sucede tan gradualmente que vos y tu bebé no se alteran
en absoluto. Es posible que te resulte más fácil eliminar una toma a la vez durante un
período de varias semanas o meses. Encontrá algo interesante para hacer con tu bebé en el
momento de la toma que deseás eliminar. Esto podría ir desde darle una bebida en un vasito
hasta dar un paseo o jugar. La idea es romper la rutina habitual con una nueva actividad
interesante que distraerá a tu bebé del hecho de que no está amamantando. También
podemos ir posponiendo tomas conforme se va haciendo mayor, se puede negociar un poco
más y convencerlo para que espere un rato. Su capacidad de esperar será cada vez mayor y
su capacidad de entender las situaciones también, por lo que esta posibilidad se irá haciendo
más sencilla con el paso de los meses. Por ejemplo, “cuando lleguemos a casa”, “cuando
termines la merienda”, “cuando salga el sol”, etc.
Tu necesidad emocional es muy importante y debe ser escuchada: si estás lista para destetar
por el motivo que consideres válido, nadie debería juzgarte. Pero si no estás convencida de
hacerlo o lo estás haciendo por presión de alguien, esto va a repercutir en el proceso, y lo
más importante es que tu bebé lo va a sentir y no va a ser una transición fácil.
Tratá de evitar un destete abrupto. La actitud que asuma la madre puede significar una
enorme diferencia en el bienestar físico y emocional de la díada. Un destete gradual y con
cariño, teniendo en cuenta los sentimientos y preferencias de la madre, convierte este paso
en lo que debe ser: una experiencia positiva.
Evitar que el destete coincida con otro cambio importante: el nacimiento de un hermanito,
una mudanza, etc.
Nuestro hijo/a merece nuestro respeto y amor. Cualquier cosa que hagamos, debe respetar
sus necesidades y su forma de ser. Por otra parte, la lactancia es algo muy satisfactorio, pero
debería serlo para las dos partes implicadas: la mamá y el niño o niña. Es muy posible que
al notar que su madre se siente mal al darle la teta, la pida más insistentemente para sentirse
querido/a y conectado/a con ella (que es justo lo contrario de lo que queremos conseguir).
El niño o la niña lo puede pasar muy mal en estos momentos, y lo más honesto y respetuoso
es que sepa la verdad. Ellos entienden muy bien los sentimientos cuando se los explicamos
con palabras sencillas. Se recomienda explicarles que ya no estamos cómodas dándoles la
teta, o que nos sentimos cansadas y queremos dejarlo. Pero siempre hay que dejar en claro
que los queremos exactamente igual que antes.
Destete nocturno: los despertares nocturnos de los bebés son completamente normales, de
hecho, todos los seres humanos tenemos microdespertares durante la noche, pero los adultos
nos volvemos a dormirnos casi sin darnos cuenta. En el caso de los bebés y los niños
pequeños, cuando tienen estos microdespertares, muchas veces no son capaces de volver a
dormirse enseguida. Despertarse es una forma de supervivencia. A veces no dejan de
despertarse aunque estén destetados. Todo empeora antes de mejorar. Los bebés que
aprenden cosas nuevas duermen peor.
La importancia del compañero/a, si lo hay, en el destete es fundamental, ponerle el cuerpo
sola a esta etapa es demasiado agotador. Si no hay un compañero/a presente, este es el
momento para pedir ayuda al entorno y a la red. Amigas/os, tíos/as, abuelos/as. Quien sea
que te haga sentir cómoda y no te juzgue.
La visión de una psicóloga sobre la lactancia después de los 2 años
Por la licenciada Mónica Tesone.
Con relación a la lactancia prolongada, dejando por ahora de lado a qué llamamos
“prolongada”, existen trabajos científicos que demuestran las ventajas (psicológicas y
físicas) para la mamá y para el bebé. Un estudio de Fergusson del año 1987 (o sea, esto no
es fresquito de ayer), que trató específicamente con bebés con lactancias prolongadas,
mostró un mayor ajuste social y tendencias estadísticamente significativas de menores
desórdenes de conducta con la duración creciente del amamantamiento. También Stayton,
mucho tiempo antes, en el año 1973, demostró que los niños con mayor apego en la infancia
no exhibieron conductas asociadas con temores a ser abandonados cuando sus madres
dejaban el cuarto. El niño podía aceptar la cesación de contacto tranquilamente porque sabía
que su madre estaría si la necesitaba. Y también demostró que las madres que amamantaban
menos tiempo, tenían niños que lloraban más cuando se separaban de ellas.
Existe una pila de documentos que demuestran que la lactancia prolongada no es
perjudicial para el desarrollo emocional de los niños. Los que hablan en contra de ella, los
desconocen; o nombran “conceptos de reconocidos teóricos de la psicología” que nunca
fueron formulados, o mencionan “una serie de estudios” o “demostraciones científicas”
sobre el efecto perjudicial de la lactancia materna más allá del primer año, pero no ofrecen
los nombres de los investigadores ni las características del estudio. Por algo, la
recomendación de organismos internacionales como la OMS, Unicef y la Sociedad
Argentina de Pediatría, es amamantar al menos dos años.
Los comentarios emitidos en contra de la lactancia materna sin fundamento son quizás
producto del desconocimiento de estas recomendaciones. Pero también es la expresión de
una actitud general por parte de la sociedad de no aceptación de la lactancia materna como
la forma natural de alimentación de los niños, por lo menos, hasta el segundo año de vida.
Leyendo estos comentarios, no es extraño que las mamás oculten que amamantan a niños
que hablan o caminan para evitar la crítica de los médicos, tías, psicólogas, familiares,
amigos, vecinos, ascensoristas, cajeras de supermercado, cuñadas, suegras, etc.
Hablar de “beneficios” quizás no sea lo más preciso, ya que estos “beneficios” en
realidad son los que la naturaleza proponía que fuera lo normal para las personas. Nosotros
tenemos claro que amamantar es lo normal. Los sustitutos artificiales y el destete prematuro
son, de hecho, lo anormal desde un punto de vista biológico. Y sabemos que estas prácticas
anormales exponen al niño al peligro de enfermarse muy fácilmente y que también pueden
reducir su potencial intelectual (con excepciones, por supuesto, no me imagino lo que sería
yo si hubiese sido amamantada). Entonces sabemos que existe un montón de evidencia
científica que documenta que, sumado a las cuestiones de salud, cuanto más tiempo un
chico sea amamantado, más elevado será su IQ, y sus notas en el colegio serán mejores en
los años posteriores, con un efecto marcado aún dos años después de finalizada la lactancia.
Incluso el bendito Fergusson llegó a mostrar que los chicos que toman teta más tiempo
tienen menos apego a sus padres y consideran que sus madres los sobreprotegen menos
(siempre alguna queja tiene que haber), pero que se ocupan más de sus cuidados (cuando se
los estudió a la edad de 15 a 18 años, comparándolos con otros jóvenes que fueron
destetados precozmente).
Mujeres:
Ustedes pueden y deben destetar cuando
se sientan seguras de ello.
No importa el tiempo, el propio cuerpo
regula también, escupe sus “bastas”.
Y…
Ninguna máquina ni manual sabe leer el
propio cuerpo.
Violeta Vázquez
Leche de continuación
Por Sabrina Critzmann, médica pediatra (MN: 148279, MP: 337296).
La lactancia materna no tiene ningún momento “adecuado” para el destete. La OMS y el
resto de las organizaciones científicas plantean que la lactancia materna es lo ideal en los
primeros seis meses del bebé, y debe continuar un tiempo indeterminado, que sea adecuado
para ese binomio mamá-bebé. La leche materna siempre nutre.
Distinto es el caso de la leche de fórmula. No se recomienda la leche de vaca antes del
año de vida, y la leche de fórmula es una modificación de la misma, apta para el consumo
de los bebés, con dos instancias: leche de fórmula de 0 a 6 meses, y de 6 meses a 1 año.
También hablamos de que la mamadera es un accesorio que sería aconsejable dejar de usar
al llegar al año de vida.
Las leches de “seguimiento” (Bebé 3, Bebé 4) son una mezcla de leche descremada
(pueden verlo en las etiquetas), leche entera, aceites varios y, sobre todo, mucha, MUCHA
azúcar. Prometen con eslóganes incomprobables como: “Impulsa el desarrollo mental”.
Tienen dibujitos divertidos y su valor es elevado.
No solo no son necesarias, sino que…
Favorecen el desarrollo de caries.
Estimulan el paladar selectivo hacia los dulces y llevan al consumo de más azúcar.
Están relacionadas con los altos niveles de obesidad infantil.
Llevan al consumo de una gran cantidad de leche, en detrimento del consumo de otros
alimentos.
A partir del año de vida, ya no se requiere leche de fórmula. Si la familia desea que un
niño consuma leche, puede ser de vaca y entera (salvo casos muy puntuales como alergia a
la proteína de leche de vaca). Si no desea consumir leche, se incorpora calcio a partir de
otros lácteos o de otros alimentos; pero la leche deja de ser la base alimentaria para ser un
alimento más.
La leche de fórmula, hasta el primer año, es la leche de vaca modificada para que el
bebé la pueda asimilar. Estas leches de seguimiento son leche de vaca, entera o descremada
según la marca, mezclada con aceite, azúcar y otros aditivos. Pero es la misma leche de vaca
“larga vida” que compramos, en sachet o cartón, con un envase más bonito y otro precio.
42. Dusdieker, L. B.; Booth, B. M.; Stumbo, P. J.; Eichenberger, J. M. (1991). Effect of supplemental fluids
on human milk production. The Journal of pediatrics, 106(2):207-11. Recuperado de:
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/3968608
43. Thum, C.; Cookson, A. L.; Otter, D. E.; McNabb, W. C.; Hodgkinson, A. J.; Dyer, J.; Roy, N. C. (2012).
Can nutritional modulation of maternal intestinal microbiota influence the development of the infant
gastrointestinal tract? The Journal of Nutrition, Volume 142, Issue 11, Pages 1921–1928. DOI:
https://doi.org/10.3945/jn.112.166231
44. Daud, A. Z.; Mohd-Esa, N.; Azlan, A.; Chan, Y. M. (2013). The trans fatty acid content in human milk
and its association with maternal diet among lactating mothers in Malaysia. Asia Pac. J. Clin. Nutr., 22
(3):431-442. Recupe- rado de: http://apjcn.nhri.org.tw/server/apjcn/22/3/431.pdf
45. Hennart, P. F.; Brasseur, D. J.; Delogne-Desnoeck, J. B.; Dramaix, M. M.; Robyn, C. E. (1991).
Lysozyme, lactoferrin, and secretory immunoglobulin. A content in breast milk: influence of duration of
lactation, nutrition status, prolactin status, and parity of mother. The American journal of clinical nutrition,
53(1):32-39. DOI: 10.1093/ajcn/53.1.32.
46. Riordan, J. Breastfeeding and Human Lactation, Jones and Bartlett, 3rd edition, Sudbury, MA, 2004.
47. Kolodny, R. C.; Jacobs, L. S.; Daughaday, W. H. (1972). Mammary stimulation causes prolactin secretion
in non-lactating women. Nature international journal of science, 238:284-86. Recuperado de:
https://www.nature.com/articles/238284a0
CAPÍTULO
SEIS
Todo sobre la alimentación complementaria
El simple acto de comer se ha vuelto demasiado complicado. Puede ser
estresante simplemente intentar alimentarnos bien, y mucho más a nuestros
hijos. No tiene por qué ser así.
Born to Eat, Wendy Jo Peterson y Leslie Schilling.
¿Qué es la alimentación complementaria?
La alimentación complementaria (AC) se define como el proceso que se inicia cuando la
lactancia materna no es suficiente para cubrir los requerimientos nutricionales de los lactantes;
por lo tanto, se necesita la introducción de otros alimentos, además de continuar con la lactancia.
(48) Esto sucede alrededor de los seis meses; a esa edad, muchos niños también están
suficientemente desarrollados a nivel motricidad y digestión para recibir otros alimentos.
De acuerdo con la edad de inicio, la AC se clasifica en:
-OPORTUNA (ACO): al 6.º mes de vida.
-TEMPRANA (ACT): antes del 6.º mes de vida.
-MUY TEMPRANA (ACMT): antes del 4.º mes de vida.
Los alimentos complementarios deben aportar la diferencia entre los requerimientos totales
de energía y nutrientes del niño, y la cantidad de energía y nutrientes aportados por la leche
humana, según la edad del lactante y el nivel de lactancia materna, entre otros.
Algunos libros y profesionales ofrecen reglas muy estrictas sobre cómo empezar a ofrecer
alimentos diferentes a la leche llegado el momento, lo cual suele llevar a mucha confusión. Con
mi hija, a lo que más sentido le encontré fue al Baby Led Weaning (BLW).
Cuando ella comenzó a comer, allá por el año 2013, en la Argentina muy poca gente sabía
sobre este método. Cuando comíamos con otras personas o cuando lo hablábamos con su
pediatra, nos miraban raro y nos decían cosas no muy agradables. Por suerte, hoy en día se
conoce más sobre este tema, aunque todavía tenemos que escuchar comentarios desafortunados
de familiares e incluso de profesionales de la salud.
Para entender por qué estos cambios de paradigma hacen tanto ruido, veamos un poco lo que
pasa en distintas sociedades.
El consumo de alimentos es una actividad extraordinariamente social, cargada de complejas
y cambiantes capas de significado. No solo lo que comemos, sino también cómo y por qué
comemos, nos dice mucho sobre la sociedad, la historia, el cambio cultural y los puntos de vista
de los seres humanos sobre sí mismos. Qué, cuándo y cómo elegimos alimentar a bebés y niños
pequeños: la noción de “comida para bebés” en lugar de “comida para adultos”, si estos
alimentos son nutritivos y satisfactorios, así como su apariencia, textura, aroma y sabor. Cómo la
producción en masa, el consumo y la publicidad han moldeado nuestro pensamiento sobre la
infancia y nuestras filosofías o prácticas de crianza. Todas las sociedades comienzan a alimentar
a los recién nacidos con leche materna o un líquido equivalente, y todas —en algún momento—
pasan a alimentar a sus bebés con alimentos sólidos. Las culturas difieren en su creencia acerca
de la edad apropiada para la introducción de sólidos. Para los europeos, esta incorporación
comienza tradicionalmente alrededor de los 2 o 3 meses de edad, mientras que para un grupo en
Filipinas se inicia alrededor del primer año. Las culturas también difieren en la elección de los
primeros alimentos que recibe un niño o niña: cereales de arroz, sopa, congee, carne picada,
grasa de camello, palta, alimentos premasticados por la madre o una mezcla que contiene la
combinación de sabores distintivos de la cultura. También existen diferencias culturales en las
técnicas de alimentación: algunos colocan diferentes alimentos frente al niño/a y le permiten
determinar qué sólidos consumir; otros atan a sus hijos en los asientos y los alimentan con una
cuchara; algunas personas convierten la hora de la comida en un juego; y otros distraen al niño/a
y clandestinamente le introducen la comida. Sin embargo, casi todas las culturas imbuyen la
importancia de la transición a los sólidos. Es un momento que señala una disminución, aunque
limitada, de la dependencia del hijo hacia la madre, y la transición marca un nuevo período de
mayor interacción entre el niño y su entorno.
¿Qué significa BLW?
El Baby Led Weaning es un método de introducción de la alimentación en forma autorregulada
por el bebé.
Hasta hace pocos años, la alimentación complementaria casi siempre se iniciaba alrededor de
los 4 meses (o incluso antes), cuando el bebé aún no está preparado para comer de manera
autónoma, por lo que la alimentación se debía hacer en forma de purés sí o sí. Pues bien, a pesar
de que la recomendación ha cambiado de los 4 a los 6 meses, la realidad nos indica que la
introducción de la alimentación complementaria se efectúa incluso antes de los 4 meses en un 25
% de los casos y antes de los 6 meses hasta en un 90 %.
Estas recomendaciones hablan de cuándo (6 meses), pero casi nunca de cómo (purés o
trozos) debe introducirse la alimentación complementaria. No obstante, esto está cambiando, y
en estudios más recientes, es frecuente encontrar alguna alusión al método BLW. Además, el
interés en la alimentación autorregulada temprana se ha disparado. Los nuevos padres y madres
sienten curiosidad por alimentar a sus bebés de esta manera tan táctil, perceptiva y familiar.
Todavía muchos profesionales siguen la recomendación heredada de la introducción de la
alimentación complementaria a los 4 meses, que es más o menos así: purés (6-7 meses), comida
con algunos grumitos (7-8 meses), palitos (7 meses en adelante), troceada (8-12 meses) y comida
real (12-24 meses). Los alimentos eran insípidos, carentes de un gran sabor, algo que podría
considerarse “desafiante” para el paladar de un bebé.
Pero, en realidad, a partir de los 6 meses, los bebés poseen habilidades muy superiores a las
que presentan a los 4 meses, por lo que estas transiciones no tienen por qué mantenerse tal y
como se venían practicando hasta ahora.
Uno de los mayores argumentos a favor del BLW es que representa una garantía de que se va
a respetar la lactancia materna exclusiva (o leche artificial con fórmula, en su defecto) hasta los 6
meses. Esto es así porque el bebé estará preparado para comer de forma independiente hacia los
6 meses, tanto por sus habilidades motrices como por su madurez digestiva; antes de este
momento no tomará ningún otro alimento o bebida, tal y como recomiendan todos los expertos.
¿Método o sentido común?
A lo largo de la historia y en las distintas culturas podemos observar que las madres les daban de
comer a sus hijos las mismas comidas que comían todos, priorizando alimentos de alta densidad
nutricional. Algunas poblaciones premasticaban la comida del bebé; en otras se les ponía una
especie de pulserita con un pedacito de carne atada para que chuparan; y sin ir más lejos, tu
bisabuela, que probablemente tenía varios hijos, le daba parte de lo que comía toda la familia a tu
abuelita/o. ¿Qué pasó en el medio, con la generación de nuestros padres?
La comida para bebés como producto o alimento especial no aparece hasta el siglo xx. Así,
en la década de 1920, con el descubrimiento y la promoción de las vitaminas y las actitudes
cambiantes hacia las frutas y verduras, el mercado se preparaba para la introducción de alimentos
industrializados para bebés, especialmente productos agrícolas. Se puso de moda tomar jugo de
naranja.
A principios de 1900, aparecieron las primeras leches de fórmula y comenzó la
medicalización del cuidado infantil. Antes del siglo XX, la especialidad de pediatría no existía.
Un médico de familia trataba a un/a niño/a enfermo/a, pero todo lo demás —el nacimiento, la
alimentación, el cuidado y la crianza de los hijos— perteneció al ámbito de las mujeres durante
mucho tiempo. En 1908, se estimaba que la alimentación infantil y los problemas pediátricos
relacionados constituían la mitad de la práctica de un médico de familia.
Los especialistas en niños/as ofrecieron cada vez más razones por las cuales la lactancia
materna resultaba inadecuada. La tecnología mejorada ayudó a que las fórmulas artificiales y la
leche de vaca fueran consideradas como una alternativa más segura, limpia y más saludable para
los bebés. La fe optimista en la ciencia requería poco razonamiento sobre por qué la alimentación
con fórmula era igual, o mejor, que la leche materna.
La alimentación con fórmula era más fácil de medir y regular por los médicos, lo que les
permitía manipular fórmulas artificiales cuando era necesario. Las madres ansiosas, ya sin la
confianza en sus habilidades de crianza y sentido común, querían lo que era mejor para sus bebés
y —voluntariamente— renunciaron a su autoridad. Las entregas en el hospital que llevaban a los
bebés a la sala de recién nacidos fomentaban un clima estéril e incómodo para el vínculo madrehijo y desalentaban la lactancia materna.
A fines de 1920, comenzó la comercialización de comida para bebés industrializada y
empezaron a aparecer guías detalladas con todo lo que debían comer mes a mes. Pero estas guías
diferían muchísimo de un médico a otro; las enfermeras le tenían que preguntar a las madres con
quién se atendían para saber qué papel darles.
La leche de fórmula era percibida como moderna y sofisticada, y la lactancia como algo
primitivo.
A medida que disminuyó la lactancia materna y la alimentación con fórmula alcanzó un
máximo histórico, también lo hizo el consumo de alimentos sólidos industrializados para los
bebés. Las compañías que habían estado produciendo alimentos para bebés exactamente de la
misma forma que elaboraban los productos enlatados, es decir, con sal, azúcar, rellenos y
conservantes añadidos, fueron criticadas porque los estudios demostraron que tales aditivos
podrían ser dañinos para los bebés.
En 1948, la comida para bebés en Estados Unidos era la comida procesada más consumida
en diez estados.
En un estudio hecho en 1954, el 66 % de los médicos recomendaba semisólidos antes de los
2 meses, y el 90 %, a los 3 meses. Incluso algunos médicos famosos de la época, como el doctor
Walter W. Sackett, recomendaba cereal para los bebés a partir de los 2-3 días de vida, y
alrededor de las 2 semanas, llegar a tres comidas por día.
Una vez más, como en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, y luego en la década de
1970, los padres y algunos profesionales comenzaron a cuestionar las creencias y prácticas
arraigadas con respecto a la alimentación infantil, incluso hasta el punto de cuestionar el uso de
la comida comercial en puré para bebés.
Los libros de recetas y los manuales de consejos para el cuidado infantil temprano de la
década de 1930, recomendaban largos tiempos de cocción para los vegetales; temerosos de
malestares estomacales y diarrea, que sin el tratamiento adecuado podrían ser letales,
especialmente para los ancianos, los bebés y los niños pequeños. Se les aconsejaba a quienes
preparaban sus comidas que descompusieran la fibra del producto tanto como fuera posible a
través de una cocción larga, y del licuado o triturado de los alimentos para que fueran digeribles.
Además, entre las clases más privilegiadas, los alimentos fibrosos se consideraban también
demasiado irritantes para el estómago de las mujeres delicadas (como la reacción que vemos hoy
cuando hablamos de consumir legumbres).
No me extraña que nuestros padres y algunas abuelas estén tan confundidos con nuestras
elecciones de crianza de hoy en día.
¿Qué pasaría si volviéramos a una era antigua en la que no había alimentos específicos para
bebés, cuando comían exactamente los mismos alimentos que formaban parte de la dieta de toda
la familia? ¿Qué pasa si nosotros, los padres, proporcionamos alimentos a la familia sin
preocuparnos por hacer el purecito de zapallo o el cereal para bebés que viene en la cajita (lleno
de azúcar y aditivos)? ¿Qué pasa si esto significa la posibilidad de una mejor confianza en el
cuerpo y una relación saludable con la comida para toda la vida?
Ese momento es ahora.
No creo en la comida para bebés, así como tampoco creo en la comida especial para niños (el
famoso menú infantil de patitas de pollo y fideos de la mayoría de los restaurantes), por eso,
cuando publico recetas en las redes, no les pongo edades. Pero aunque haya aclarado esto
infinidad de veces, todavía recibo a diario mensajes pidiendo recetas para el bebé de “x” meses.
Más que pensar en qué darle a tu bebé, te recomiendo preguntarle a tu pediatra qué NO darle.
Porque si le preguntás qué darle, quizás tu pediatra no es muy ávido en la cocina y va a repetir lo
que viene escuchando hace siglos (puré de zapallo con aceite vegetal, yogur, cereales para
bebés), ya que es más fácil decirte esto que explicarte cómo hacer un bife, cortar una palta o
hacer un caldo de huesos.
Le preguntamos sobre este tema a la pediatra de nuestro equipo, Sabrina Critzmann, y esto es
lo que nos respondió.
¿Qué no deberíamos darle a un bebé?
Miel, hasta por lo menos pasado el año de vida. La miel puede contener esporas de
Clostridium botulinum, que producen una enfermedad llamada “botulismo del lactante”.
Los adultos tenemos la capacidad de digerir estas esporas y no enfermarnos, pero los niños
no. El botulismo del lactante consiste en una parálisis flácida (músculos “flojos”) que hasta
llega a afectar los músculos respiratorios, y no siempre es reversible.
Si bien la literatura médica plantea que a partir del año puede ofrecerse miel, a veces
extendemos esta indicación un poco más para mayor seguridad.
Embutidos (salchichas, jamón, etc.). Cuentan con un alto contenido de sal, colorantes y
conservantes; además de ser —generalmente— de baja calidad alimenticia.
Azúcar agregada. Nuestro paladar adulto, forjado en una época de alimentos
hiperindustrializados, nos incita al dulce como “rico”. Los bebés recién están conociendo el
sabor de cada alimento, por lo que es conveniente dejarlos descubrir el gusto natural de cada
uno.
Sal agregada. La sobrecarga de sodio, una de las críticas al BLW “tradicional” en el que
los niños comen lo mismo que los adultos, es conveniente evitarla a cualquier edad.
Carne picada. No importa que sea comprada en la carnicería “de confianza”, siempre
acarrea riesgo de síndrome urémico hemolítico, que es una enfermedad causada por una
bacteria llamada Escherichia coli enterohemorrágica. Esta patología afecta los pequeños
vasos sanguíneos y causa daño renal (que hasta puede terminar en diálisis y trasplante),
pancreático, cerebral, etc. Podemos usar carne picada si evitamos la contaminación cruzada
y la cocinamos MUCHÍSIMO, pero mi recomendación es no utilizarla. Si deseamos hacer,
por ejemplo, hamburguesas, se aconseja cocinar la carne, procesarla y luego realizar la
preparación.
Productos ultraprocesados: postrecitos, galletitas, chizitos y productos de quiosco. La
Organización Mundial de la Salud propone, desde el año 2015, las guías NOVA de
alimentación, las cuales dividen a los alimentos según su estado de procesamiento
industrial. En este contexto, habla de los ultraprocesados, a los que estamos muy
acostumbrados, y sugiere consumirlos lo menos posible o no consumirlos directamente.
Aquí aparecen los famosos cereales para niños, los postres que “ayudan a crecer”, el cacao
azucarado para hacer la leche “más rica y nutricional”… Nada de eso es cierto; por el
contrario, atentan contra la salud.
Leche de vaca hasta el año. Este concepto, sorprendente ante la oferta constante de, por
ejemplo, yogur para el inicio de la alimentación complementaria, está ampliamente
difundido en organismos científicos como la Sociedad Argentina de Pediatría. Antes del
año, la leche de vaca no es bien tolerada por los riñones e intestinos de los niños, bloquea la
absorción de hierro y causa microhemorragias intestinales con el consecuente riesgo de
anemia. Si deseamos cocinar con leche, podemos usar leche materna o de fórmula.
Alimentos que puedan aspirarse e ir fácilmente a la vía aérea (maní, tutucas, garrapiñada,
pipas de girasol).
Gaseosas, jugos, leches vegetales industrializadas. No importa si la gaseosa es sin azúcar
o el jugo no tiene calorías (según la etiqueta). Todos estos productos cuentan con una
abundante cantidad de colorantes, conservantes y otros componentes que afectan el
desarrollo de la microbiota intestinal, con diversas consecuencias en la salud, desde alergias
hasta trastornos del comportamiento.
Mi “método” para iniciar la alimentación complementaria
Como primer paso, amigate con la cocina. Si estás leyendo este libro mientras estás embarazada,
no te saltees este capítulo. Cuanto antes comiences a amigarte con la comida real, más suave será
la transición para todos.
Mi “método” para alimentar a mi hija y el consejo que voy a dar no van a sonar demasiado
científicos. No te preocupes, si querés más detalles (lo sé, a mí también me gusta entender cómo
funciona todo), vienen más adelante.
1. Poné comida real adelante de tu bebé.
2. Hacele compañía y, si es posible, coman juntos la misma comida.
3. Dejá que toque, apriete, juegue (sí, con la comida se JUEGA), que se la pase por la cabeza y
se haga máscaras faciales o capilares. Si algo toca sus labios, ¡bien por él/ella! Y si algo
entra en la boca, ¡genial! Pero no hace falta hacer grandes festejos (aunque te morís de
ganas, lo sé).
Fundamental: dejalo ensuciarse. Un bebé que percibe que no quieren que se ensucie, en
realidad interpreta que no quieren que coma.
Cuando todo empieza a volar por el aire y ya no tenga más ganas de estar ahí (te vas a dar
cuenta), se lo limpia amorosamente y con su permiso, también a su alrededor. Y en un par de
horas, todo vuelve a empezar.
Cuando mi hija comenzó a comer, compré infinidad de utensilios, platos, cubiertos
especiales, sillas y electrodomésticos; mi antigua yo consumista no lo pudo evitar. La realidad es
que solo usamos un babero para los días que no daba que estuviera desnuda y le dejábamos
alguna ropita vieja debajo; un plástico para cubrir el piso y levantar lo que se fuera cayendo; y no
mucho más. La vaporera eléctrica que ocupaba media alacena se regaló, así como la mayoría de
los productos específicos. ¿Cucharas especiales o platos? Cuando empezó a interesarse por ellos,
fue suficiente con unas cucharitas de bambú muy livianas y de punta bastante plana (no cóncava,
para que no haya manera correcta o incorrecta de agarrarlas), y algunos boles irrompibles.
¿Comida? La misma que comíamos nosotros: pollo de campo, huevos, pescado, verduras y
frutas.
Al principio hizo algunas arcadas, y dos veces vomitó para gestionar un pedazo demasiado
grande, y siguió comiendo como si nada. Había hecho un curso de primeros auxilios pero por
suerte nunca tuve la necesidad de aplicarlo. Sí me dio mucha tranquilidad aprender la diferencia
entre arcadas y ahogos, y qué hacer en el caso de que algo sucediera.
Rafi estaba muy interesada por la comida a los 6 meses, incluso antes, pero esperamos a esa
edad; sus primeras comidas fueron sentada sobre mi falda.
Probablemente, tu bebé esté listo para comenzar su aventura con la comida sólida cuando se
pueda sentar sin o con poco apoyo, cuando pueda sostener la cabeza y el cuello firmes, y cuando
pierda el reflejo de extrusión y su lengua ya no le quite la comida de la boca. Algunos bebés que
practican el movimiento libre y los padres no los verticalizan, pueden comer boca abajo, si están
demasiado interesados por la comida, o sentados sobre la falda de un adulto. Para mí, la señal
más importante de que mi bebé ya estaba lista para comenzar a comer sólidos fue notar que
quedaba completamente fascinada con la comida: miraba mi plato con avidez e incluso trató de
agarrar lo que yo estaba comiendo varias veces. Esto puede ser una señal o no, quizás era solo
curiosidad y si lo que tenía en mi mano era un libro, también se lo hubiera querido comer. Pero
cuando llegó la hora, claramente agarró la comida y supo qué hacer.
Si estás comenzando con la alimentación autorregulada, en lugar de papillas, probablemente
quieras esperar hasta que tu bebé tenga cerca de 6 meses. Entonces podrá alimentarse mejor y se
sentirá menos frustrado con el proceso. Recordá que cada niño/a es diferente. No te alarmes si tu
bebé todavía no está interesado en la comida a los 6 meses. Podés esperar una semana o dos y
volver a intentarlo, y así durante incluso un par de meses más.
Por qué no le di cereales para bebé
(a pesar de la recomendación de nuestra pediatra de ese momento)
Que los cereales son buenos para los bebés es un mito. Los granos son una pobre fuente de
hierro, zinc y proteína. Son difíciles de digerir, en especial cuando no son preparados
apropiadamente. El gluten es más que desafiante para un bebé, ya que hasta pasado el año, no
producen suficiente amilasa para digerirlo y dependen de la amilasa de la leche para hacerlo.
Los cereales industrializados, además de contener azúcar, cereales mal procesados y aditivos,
predisponen a un paladar dulce y a la predilección por las comidas blancas y almidonosas (arroz,
papas, fideos, etc.). Los bebés necesitan carbohidratos, pero hay muchas otras fuentes más
saludables: zanahorias, batatas, papas, bananas, o incluso arroz, pero en su forma natural.
“Pero es más conveniente y me salva cuando salimos”, es algo que solemos escuchar.
Reconfiguremos nuestra idea de lo que es comida conveniente o rápida para bebés: una palta,
una banana y un cuchillo pueden ir en la cartera muy cómodamente, y ni siquiera necesitás un
bol especial para ofrecerlo. En un apuro, lo podés comprar en cualquier verdulería si te encontrás
en la calle. Si salís a comer afuera, te sugiero pedir una carne bien cocida sin sal o unas verduras
grilladas.
Dejen a los niños decidir: la autorregulación y cómo el instinto se
mantiene intacto si no lo corrompemos con alimentos
industrializados
Clara Davis, una de las primeras doctoras en graduarse de la Universidad de Michigan,
realizó experimentos desde finales de la década de 1920 hasta la década de 1930 para ver si
los bebés podían determinar por sí mismos lo que necesitaban para una salud óptima. En el
primer experimento, en 1928 (el mismo año en que Gerber comenzó a fabricar alimentos
para bebés), tres lactantes amamantados de 7 a 9 meses en un entorno hospitalario,
comenzaron a comer tres comidas al día. En cada comida, una enfermera colocaba en frente
del niño varios cuencos que contenían porciones de alimentos individuales, preparados sin
aderezo y que aparecían en forma cocida y sin cocinar. Los bebés optarían por alimentarse
con una cuchara o con los dedos, sin alentar o desalentar cualquiera de sus elecciones. La
enfermera le ofrecía al bebé solo aquellos alimentos que le interesaban, y continuaría
dándole cucharadas hasta que su atención se desvaneciera. Según Davis, todas las categorías
de alimentos estuvieron representadas: cereales, carnes, mariscos, médula ósea, huevos,
leche, frutas, verduras y sal. Se ofreció una amplia variedad de alimentos a lo largo de una
serie de comidas que incluían: manzanas, bananas, ananá, duraznos, remolachas, zanahorias,
guisantes, nabos, coliflor, repollo, avena, cebada, centeno, carne de res (tanto cruda como
cocida), médula ósea, pollo, riñones de cordero y eglefino.
No se incluía: alimentos ultraprocesados, azúcar y aditivos.
El resultado, determinó Davis, fue que a un niño, si se le ofrece una variedad de
alimentos, elige por sí mismo una dieta sana y equilibrada. Fisiológicamente, a los bebés de
Davis les fue tan bien o mejor que a otros bebés fuera del estudio.
Davis repitió el experimento de autoselección varias veces durante la década de 1930,
principalmente con niños mayores y siempre bajo un entorno controlado. En uno de ellos, a
los niños de un pabellón de un hospital se les permitió elegir sus alimentos diarios de un
carrito con artículos en platos separados (esta vez se incluían postres de frutas como tarta de
cereza). Lo que llegó a conocerse como el enfoque de alimentación estilo “autorregulado”,
anunciaba los mismos resultados: los niños comían de buena gana, se detenían cuando
estaban llenos, estaban bien nutridos y dejaban poco en sus platos. Algunos detractores
hicieron notar que este tipo de alimentación podía no ser fácil de replicar en casas
particulares, ya que al excluir, por ejemplo, comidas mezcladas, condimentadas y postres
ricos, no se reproducía el “mundo real”, por así decirlo. Además, la propia Davis era
ambivalente sobre el término “autoselección”. A pesar de las advertencias y aclaraciones de
Davis, sus experimentos ayudaron a desatascar la rigidez del enfoque de horario fijo para la
alimentación, y en su lugar, promovió filosofías de alimentación a demanda más centradas
en el niño.
Beneficios de la alimentación autorregulada
Aunque todavía no hay mucha investigación disponible sobre la autoalimentación, muchos
expertos coinciden en que uno de los principales beneficios es una mayor capacidad de respuesta
a la saciedad, el mecanismo que nos permite comer hasta estar llenos y detenernos antes de
comer demasiado.
Otro resultado positivo es un aumento en el desarrollo motor oral. Las investigaciones
muestran que la mayoría de los niños y las niñas de 6 meses son capaces de alcanzar y agarrar
los alimentos. Al ofrecerles a los bebés alimentos con los dedos, los padres están brindando
oportunidades importantes para practicar estas habilidades de una manera apropiada para el
desarrollo. Además, la autoalimentación temprana parece ayudar a reducir el riesgo de tener un/a
niño/a selectivo/a cuando sea más grande. Se necesita más investigación para declarar
oficialmente esta conexión, pero la alimentación con los dedos y el fomento de la
autoalimentación a menudo significan la exposición a una mayor variedad de alimentos,
incluidos los platos favoritos de las familias y los platos étnicos tradicionales. Finalmente, ¡la
alimentación guiada por un bebé es divertida! Los bebés se unen a las comidas familiares desde
una edad más temprana, disfrutando de los primeros pasos de su viaje de comer, explorando y
aprendiendo con cada mordisco.
¿Cuándo empezar?
Simple: cuando tu bebé esté listo. Es bueno tener en cuenta las recomendaciones oficiales,
pero a veces son confusas.
La Academia Estadounidense de Pediatría (American Academy of Pediatrics, AAP)
recomienda que los padres se guíen por el desarrollo del bebé cuando consideren comenzar a
ingerir sólidos y que intenten amamantar en forma exclusiva durante aproximadamente seis
meses. La organización no proporciona ninguna guía para bebés alimentados con fórmula.
La Academia Estadounidense de Alergia, Asma e Inmunología dice que se puede comenzar
con los sólidos entre los 4 y los 6 meses; y el movimiento BLW del Reino Unido, sugiere
empezar a comer con los dedos a los 6 meses y omitir los purés por completo.
Existen algunas señales que nos dan una idea de si el bebé está listo para iniciar esta etapa:
Muestra interés por la comida.
Puede agarrar trozos de alimentos con sus manos y llevárselos a la boca.
Se sienta sin ayuda o con un apoyo mínimo.
Cuando algo se acerca a su boca o a su cara, abre la boca.
Indica desinterés por la comida volviendo la cabeza lejos.
Cierra los labios alrededor de una cuchara cuando se la acerca a su boca.
Parece interesado cuando otros comen, mira del plato a la boca.
BLISS O BLW 2.0
Ante la falta de datos rigurosos sobre el BLW, L. Daniels, junto con otros autores, publicó un
artículo en 2015 en el que propone hablar de BLISS (Baby Led Introduction to SolidS), un
método que mantendría las ventajas del BLW (menor riesgo de obesidad, mejor calidad de la
dieta y de las habilidades motoras, y un efecto positivo en la alimentación del grupo familiar)
pero que solventa sus posibles inconvenientes (deficiencia de hierro, riesgo de atragantamiento,
menor aumento de peso y mayor ingesta de sodio).
La regla del método BLISS para cada comida es:
1. Un alimento rico en energía.
2. Un alimento rico en hierro.
3. Una fruta o verdura.
La idea es ofrecer estos tres tipos de alimentos y seguir unas pocas consideraciones que van a
ayudar a que el momento de la comida sea placentero para todos.
Es fundamental que el bebé esté tranquilo a la hora de comer, ni cansado ni enfermo, y que
sea supervisado en todo momento por su cuidador.
La textura de la comida debe ser la adecuada, y para eso hay que probarla haciendo presión
entre la lengua y el paladar, o aplastarla entre los dedos. Además, se deben evitar aquellas
comidas que puedan hacerse un bolo en la boca, los alimentos duros como los frutos secos y
cualquier otro alimento con forma de moneda (como uvas o tomates cherry) que no haya sido
cortado adecuadamente.
El bebé debe ser siempre quien manipule la comida a su propio ritmo; este punto a veces es
difícil de llevar a cabo, pero no dejes que te gane la ansiedad y confiá en tu hijo. También es
importante que esté erguido (solo o sobre tu falda), nunca reclinado ni hacia los lados.
No lo sientes a la mesa hasta que la comida esté totalmente lista. También hay que prestar
atención a las señales de hambre y saciedad (no insistas con un poquito más), de sueño o de
cansancio. Evitá distracciones como pantallas o situaciones familiares donde, por ejemplo, haya
gente hablando fuerte o hermanitos corriendo.
Recordá separar la porción para el bebé antes de salar las preparaciones.
Si bien se suele establecer la edad de 6 meses para comenzar con la introducción de
alimentos sólidos, cada bebé es diferente y quizás alguno empieza a probar alimentos a partir de
los 9 meses o cerca del año; y en el caso de bebés prematuros, a los 6 meses de edad corregida.
¿Cuánta comida debería ofrecer y con qué frecuencia?
Se trata de una regla general y muy variable, pero si insistís... te paso esta guía para el tamaño de
las porciones y el número de comidas por día, según los últimos consejos de la Organización
Mundial de la Salud:
6-7 meses: 1-2 comidas al día. Tamaño de las comidas: hasta 4 cucharaditas.
7-9 meses: 3 comidas al día. Tamaño de las comidas: 2-4 cucharadas.
9-12 meses: 3 comidas al día. Tamaño de las comidas: 4-6 cucharadas, más un refrigerio si
es necesario a media mañana o media tarde.
Si el bebé te pide más, dáselo. Por eso, no es recomendable llevar las porciones ya servidas
en el plato, sino poner una fuente familiar en el centro de la mesa para que pueda señalar de qué
alimentos quiere más. De esta forma, todos regulan sus porciones y no comen hasta que se vacíe
el plato, como nos enseñaron a muchos. Y si sobra, ¡mejor! Se recicla para la próxima comida.
Si tu bebé no quiere tanto como dice esta guía, no te preocupes. Algunos bebés no comen
mucho. Seguí ofreciendo de manera relajada algunas veces y si el bebé no está interesado, se
termina la hora de la comida, la próxima vez será… o la próxima… o la próxima. El apetito
puede fluctuar de un día para otro como consecuencia de: brotes de crecimiento, dentición,
cambios de rutina o cansancio. Procurá un ambiente relajado para comer.
El bebé no debe sentir que ha molestado o complacido a su cuidador por haber comido o no.
Y una cosa que un bebé sabe bien es cuándo está lleno, así que dejalo aprender a reconocer la
sensación de panza llena y no trates siempre de convencerlo de comer “un poquito más”.
Masticación
La masticación es algo que se aprende, igual que a gatear y a caminar. Si no se practica, los
músculos no se desarrollan y luego será más difícil empezar; ¡ojo!, no es imposible.
Imaginá que no dejás que tu bebé camine hasta los 2 años, seguro que en ese momento le va
a costar un poco más, y quizás ya no tenga tantas ganas de intentarlo, porque se acostumbró a su
situación sedentaria; algo parecido ocurre con la masticación.
Los niños saben masticar.
¿Cómo?
Bebé sentado erguido y con los pies bien apoyados.
Sin distracciones o pantallas.
En un ambiente agradable y sin tensión.
¿Aunque no tengan dientes? Sí. Por eso, al principio, es importante darles alimentos de la
textura correcta que puedan aplastar entre la lengua y el paladar, y adaptarlos a medida que van
mejorando sus habilidades motrices y la masticación.
¿El bebé debe comer lo mismo que sus madres/padres?
La respuesta corta es ofrecer una amplia gama de alimentos, que sean naturales y sin procesar.
Fisiológicamente, un bebé (de más de 6 meses) puede comer de forma segura y disfrutar de una
asombrosa variedad de alimentos. Hay evidencia que sugiere que los bebés de esta edad son más
abiertos y receptivos a los sabores de lo que nunca volverán a ser en sus vidas (particularmente
con los sabores amargos o agrios). Muchos se vuelven más cautelosos en sus preferencias a
medida que se acercan a los 18-24 meses. Pero sin duda, para empezar te sorprenderá cuántos
alimentos le interesan a tu bebé.
Sí es importante que los padres comiencen a comer sano lo antes posible, teniendo en cuenta
el concepto de los “1000 días” que desarrollamos en la introducción (270 días del embarazo +
365 días del primer año + 365 días del segundo año = 1000 días).
Este es un período de rápido crecimiento y de un desarrollo significativo. A medida que el
cuerpo y los órganos crecen, se desarrolla el cerebro, el sistema digestivo y el sistema inmune.
Es el momento de la vida de mayor velocidad de crecimiento, y los nutrientes ingeridos son
fundamentales para facilitar el proceso. Por lo tanto, teniendo en cuenta esta ventana crítica de
oportunidad para construir una vida larga y saludable, la nutrición durante este período es
realmente importante.
El crecimiento y desarrollo cerebral está determinado, en gran parte, por una buena nutrición,
pero también por la experimentación y la vivencia de experiencias emocionales enriquecedoras.
La nutrición, la salud, la protección y el cuidado en esta etapa, constituyen los nutrientes
esenciales que el cerebro necesita para desarrollarse. Numerosos estudios internacionales han
demostrado que la experiencia humana durante la primera infancia tiene efectos que perduran
durante toda la vida del individuo. Una situación adversa en la primera infancia se asocia con
problemas de salud (física y psíquica) en la vida adulta, mayor mortalidad, un desempeño social
conflictivo y un menor nivel educativo. Por el contrario, la experiencia positiva está asociada a
efectos altamente favorables en todas estas dimensiones. Se trata de una oportunidad irrepetible
en cualquier otra etapa de la vida, un momento único que bien encarado, desencadena un
desarrollo pleno.
El desarrollo infantil es mucho más que una alimentación adecuada: la estimulación oportuna
y el juego son fundamentales para la buena evolución cognitiva, como también la autonomía
para ser creativos.
Los niños de 0 a 3 años se desarrollan y aprenden con mayor rapidez cuando, además,
reciben afecto, comprensión, cuidado, estimulación (un medio ambiente enriquecedor) y
atención de la salud. En este sentido, la estimulación no se logra dándole al bebé juguetes caros y
tecnológicos; no aprende viendo videos ni televisión, sino de la interacción con personas reales,
y a través del movimiento libre y la experimentación sensorial.
Rituales para hacerle saber al bebé que se acerca el momento de la
comida
Previsible pero no estricto.
Lavarse las manos y la cara.
Ponerle el babero.
Sentar al bebé solo cuando está lista la comida, no hacerlo esperar.
Ambiente positivo y sin estrés.
Evitar limpiar la boca con cosas que raspen y sin avisar.
Si no querés bañar al bebé cada vez que come, podés tener un bol con agua tibiecita para
vos y otro con un poquito para él/ella, y con un trapito o esponja, limpiarlo/a respetando sus
señales y pidiéndole permiso para tocar su cuerpo.
Consideraciones anatómicas de los bebés y pequeña guía de RCP
Con el asesoramiento de Pablo Manolio: papá, técnico en Emergencias Médicas y
@papaalrescate en las redes sociales.
Los bebés no solo tienen vías respiratorias más flexibles que los adultos, sino que también su
lengua es proporcionalmente más grande para su cavidad oral. A su vez, el occipital de un bebé
es más grande para el tamaño de su cuerpo. Por tal motivo, si lo ponemos en una mala posición,
como por ejemplo, panza arriba con una almohada debajo de la cabeza o en un asientito que lo
obligue a llevar el mentón al pecho, podemos dificultarle la ventilación.
Al tener poco desarrollados los músculos del tórax, los bebés respiran principalmente desde
el abdomen. Por eso, si les ponemos, por ejemplo, un pantalón muy apretado en la pancita,
tendrán que compensar haciendo fuerza con los músculos abdominales, lo que los lleva al
cansancio y la fatiga. Si queremos ayudar a respirar a un bebé menor de 6 meses, estando panza
arriba, podemos poner un pequeño relleno en la espalda alta para compensar el tamaño de la
cabeza, y que así extienda el cuello y eleve el mentón.
A la hora de comer: solo le daremos de comer sólidos a bebés que tengan desarrollo cervical
suficiente para mantener erguida su cabeza. En posición de sentados o panza abajo, nunca
acostados panza arriba. Por regla general, tampoco le daremos sólidos a un bebé que no los
pueda llevar a la boca por su cuenta, por ejemplo, en estado de somnolencia o con habilidades
motrices no desarrolladas.
Antes del inicio de la alimentación, los humanos tenemos el reflejo nauseoso ubicado más
adelante en el paladar que cuando somos adultos, por eso, es normal que las primeras veces que
el bebé coma sólido haga arcadas o tosa. ¡No entremos en pánico! El cuerpo es sabio y esa es la
manera que tiene de aprender a deglutir sólidos. Un pequeño arranque de tos no es una
emergencia, mientras que el cese total de sonido sí lo es.
Obstrucción
Cuando hay una obstrucción parcial, el bebé todavía puede intercambiar gases, aunque mal, con
el exterior. Debemos dejar que tosa o llore para expulsar el cuerpo extraño. Hará esto hasta que
lo expulse efectivamente o quede obstruido por completo. Mientras el bebé tose, NUNCA
GOLPEARLE LA ESPALDA NI PONERLO CABEZA ABAJO O COLGANDO DE LOS
PIES. La gran diferencia entre una arcada y un ahogamiento es que en la primera se escucha
ruido, mientras que el ahogo y obstrucción total son silenciosos, el bebé mueve los labios pero no
emite sonido. En este caso, se practica la maniobra de Heimlich. Recomiendo muchísimo ver
videos de arcadas antes de empezar con la alimentación para no asustarse (en YouTube hay
miles de videos de BLW).
Maniobra de Heimlich en bebés
Colocar al bebé panza abajo en nuestro antebrazo con la cabeza hacia el suelo sosteniéndola con
nuestra mano con cuidado de no meter los dedos en los ojos o en la boca. Golpear firmemente
con el talón de la mano en la espalda entre las escápulas (¡mucho cuidado de no golpear la
cabeza!). Luego, colocar al bebé en nuestro otro antebrazo, panza arriba, nuevamente haciendo
buen cuidado de la cabeza, y realizar cinco compresiones rápidas con los dedos índice y medio,
en el centro del esternón, a la altura de las tetillas. En este momento, chequeamos si vemos el
objeto extraño en la boca, y solo en caso de verlo, intentamos retirarlo con la mano; en caso
contrario, no debemos meter las manos adentro de la boca. Haremos estos golpes y compresiones
hasta que expulse el objeto o quede inconsciente. En el caso de quedar inconsciente, haremos la
maniobra de reanimación cardiopulmonar (RCP).
Reanimación cardiopulmonar en bebés
Haremos RCP solo cuando el bebé se encuentre inconsciente y no respire, es decir, cuando
miramos el tórax (pecho y panza) y no vemos elevación ni movimiento alguno. Pondremos al
bebé en una superficie lisa y firme, y realizaremos compresiones rápidas en el medio del
esternón, a la altura de las tetillas, con dos dedos. Es importante dejar que el pecho se
descomprima entre compresiones para que el corazón se vuelva a llenar de sangre y pueda
bombear. Realizaremos esta maniobra sin parar hasta que el bebé recupere la conciencia
espontáneamente o esté bajo el cuidado de un médico.
¿Entonces qué le puedo dar a mi bebé?
A diferencia de los viejos tiempos, cuando los padres daban a sus bebés papillas de cereales de
arroz u otros cereales para comenzar, hoy en día no existen reglas estrictas sobre con qué
alimentos se debe iniciar. Así que sentite libre de comenzar con frutas, verduras, algunos
cereales o granos (arroz o quinoa, por ejemplo), e incluso carnes.
En los primeros días de comer sólidos, los alimentos en trozos deben cortarse en el largo y
ancho del tamaño de tu dedo meñique, ya que la mayoría de los bebés que comen con los dedos,
agarrarán la comida con toda su palma, y aún no han perdido el reflejo palmar, es decir, no saben
abrir la mano para comer lo que les queda adentro.
Cuando los bebés crecen, alrededor de los 8 meses, más o menos, desarrollan la prensión de
pinza, así es que recogen los trozos de alimentos más pequeños (con los dedos y el pulgar).
Cuanto más pequeño es el bebé, más grandes son los trozos.
La comida debe ser lo suficientemente suave como para que pueda aplastarla con una leve
presión de los dedos pulgar e índice. ¡Y lo ideal es que el alimento no sea demasiado resbaladizo,
para que tu bebé lo agarre! Si bien es tentador quedarse solo con frutas y verduras, intentá
incorporar fuentes de nutrientes importantes como hierro, zinc y ácidos grasos; y omega 3,
especialmente si estás amamantando (la fórmula está fortificada con estos nutrientes).
La matriz alimentaria
1. Un alimento rico en hierro: carne, pollo, pescado, legumbres correctamente remojadas y
cocidas.
2. Un alimento rico en grasas: aceite de coco, ghee, manteca, aceite de oliva extravirgen y
palta, frutos secos molidos.
3. Una o más verduras, entre ellas, un alimento rico en almidón o hidratos de carbono de
absorción lenta (papa, batata, zapallo, zanahoria); o algún cereal como arroz y quinoa; o
legumbres correctamente remojadas y cocidas.
Si el origen del alimento rico en hierro es vegetal o leguminoso, en esa misma comida hay
que sumar un alimento alto en vitamina C. Inicialmente, pueden ser unos gajos de naranja sin
piel ni semillas, y a partir de los 8 meses, se sugiere sumar vegetales fermentados.
Además es recomendable un alimento fermentado como fuente de probióticos como una
cucharada de kéfir, chucrut o suero de leche a partir de los ocho meses, una o dos veces por día.
¿Qué características tendrán estos alimentos?
Textura blanda; que el bebé pueda aplastar el alimentos entre la lengua y el paladar.
Al inicio, elegir alimentos con forma de palito de 5 cm de largo como mínimo (para que
sobresalga de su mano) o en rodajas. Las comidas demasiado pequeñas pueden frustrar al
bebé.
Si toda la familia está comiendo algo con textura de puré, el bebé comerá lo mismo. Se
recomienda usar un poco de arroz o quinoa para espesarlo, y ofrecerle cucharitas
precargadas.
También podemos ofrecer comidas húmedas en un bol para que meta la mano, o poner un
poco de esa comida en su mesita.
La densidad nutricional
En los primeros meses de la alimentación complementaria, es muy probable que tu bebé coma
muy poquito, por lo que es importante ofrecerle alimentos altos en densidad nutricional. Esto
quiere decir que en una porción muy pequeña, reciben un gran aporte de nutrientes y calorías.
En este gráfico, vemos claramente representadas las porciones que debería comer una mujer
en etapa gestacional (valores similares a los que debería comer el bebé en sus primeras etapas)
por día para alcanzar los requerimientos de hierro.
Para conseguir los 11 a 18 miligramos de hierro recomendados por día, una mujer o un bebé
necesitarían comer ocho veces más cantidad de espinaca que de hígado cocido. El hierro presente
en los vegetales es más difícil de absorber.
Las cantidades señaladas son aproximadas y varían de acuerdo con las necesidades de cada
persona, la forma de cocción de la comida y con qué la acompañemos. Los nutrientes también
pueden variar por el tiempo que pasa entre que se cosecha el alimento vegetal y el momento en
que se consume.
¿Cuál de estos platitos te imaginás que sea más probable que coma un bebé?
Qué necesita comer
Macronutrientes
Carbohidratos. Podemos cocinar con una variedad de carbohidratos saludables de granos
(correctamente procesados), vegetales y frutas.
Es posible que hayas escuchado que se debe evitar darle al bebé los primeros meses:
espinaca, acelga, remolachas, y otras hojas verdes preparadas en el hogar, ya que contienen
nitratos que pueden causar un tipo de anemia. Esto ha sido desmentido. Con respecto a los
nitratos, las pautas de la Academia Americana de Pediatría dicen explícitamente: “Se recomienda
que los alimentos con nitratos naturales (por ejemplo: chauchas, zanahorias, espinacas,
calabazas, remolachas) se eviten antes de los tres meses de edad”. ¡Todos los alimentos sólidos
deben evitarse antes de los 3 meses de edad! A los 6 meses, está bien que el bebé consuma estos
vegetales, entre otros, y rotarlos para exponerlo a muchos sabores y nutrientes distintos.
Bloques de proteína. La proteína “completa” se encuentra en la carne, el pescado, los
lácteos y los huevos, que contienen los nueve aminoácidos.
La proteína “incompleta” tiene algunos de los nueve aminoácidos y se encuentra en fuentes
vegetales como lentejas, frijoles, garbanzos, nueces, y mantequilla de nueces y de semillas
(como tahini o de almendras).
Grasa: el lubricador del motor. La grasa en la dieta no solo cumple muchas funciones (salud
de piel, articulaciones, cerebro y vasos sanguíneos), también permite que el cuerpo del bebé
absorba las vitaminas liposolubles. Cocinaremos con alimentos que contengan grasas de fuentes
animales (productos lácteos, carne, pescado) y de fuentes vegetales (leche y aceite de coco, palta,
nueces, mantequilla de semillas y aceites vegetales como el de oliva).
Muchos micronutrientes
El cuerpo humano contiene al menos cincuenta micronutrientes, algunos son vitaminas y otros
son minerales. Muchos son conocidos como “esenciales” porque el cuerpo no los genera por sí
mismo y debe encontrarlos en los alimentos.
• Como fuente de hierro
Entre los alimentos de origen animal: hígado, morcilla, riñón, carne roja y yema de huevo.
Entre los alimentos vegetales: quinoa, amaranto, mijo, legumbres (lentejas, garbanzos,
aduki), semillas (chía, sésamo, zapallo), brotes de trigo y de fenogreco, jugos verdes (a base de
perejil, brotes y hojas verdes), algas marinas (hijiki, nori, wakame, kombu), hojas verdes (rúcula,
berro, escarola, espinaca, etc.). Hay que recordar siempre que estos alimentos no tienen la misma
biodisponibilidad que los de origen animal.
• Como fuente de zinc
Pescado, mariscos, hígado, huevos, lácteos, cereales integrales (remojados, fermentados y
cocidos), trigo germinado, lentejas, nueces, semillas de zapallo y de girasol (activadas), algas
marinas, coliflor, lechuga, espárragos, tomates, zanahorias, espinaca, hongos, naranjas.
Mantequillas de frutos secos o de semillas.
• Como fuente de ácidos grasos omega 3
El DHA se encuentra en la leche materna, y ciertas fórmulas están fortificadas con este
importante nutriente, pero las mejores fuentes dietéticas de DHA son los pescados grasos y los
huevos. Los pescados y mariscos que tienen menos mercurio son los más seguros: salmón y
trucha (si no son de criadero, algo difícil de encontrar en la Argentina), abadejo, bagre, atún
enlatado y camarones.
También se encuentra en alimentos vegetales como nueces, semillas y verduras de hoja
verde.
Aunque nuestros cuerpos pueden convertir ALA en DHA, la tasa de conversión no es
eficiente ni confiable. Es por eso que los suplementos de DHA, generalmente, se recomiendan
para los bebés de madres vegetarianas que no toman una fórmula fortificada.
• Como fuente de grasas saludables
Para asegurarte de que tu bebé consuma lo suficiente, evitá productos lácteos descremados y
agregá SIEMPRE aceite de oliva o de coco, manteca o ghee, a las comidas que prepares.
Ofrecele palta, frutos secos, coco y otros alimentos ricos en grasas buenas.
Las grasas no deben restringirse, especialmente en los primeros años de vida; son muy
importantes para la saciedad, la absorción de vitaminas liposolubles y el desarrollo del cerebro.
• Con respecto a la vitamina D
Esta vitamina juega un papel vital en la absorción del calcio y en el sistema inmune. También
está relacionada con un menor riesgo de numerosas enfermedades crónicas y autoinmunes, desde
la diabetes tipo 2 hasta las cardíacas. Si bien la investigación todavía está desbloqueando el
potencial de este poderoso nutriente, está claro que sus fuentes dietéticas son bastante escasas. Si
tu bebé no está recibiendo mucha luz solar o si tiene la piel oscura, asegurate de hablar sobre la
administración de suplementos para la mamá lactante o para el bebé con tu médico.
El caracú, un alimento pasado de moda para recuperar
Cuando era yo chica, mi mamá me hacía tostaditas con lo que está adentro del caracú (osobuco o
tuétano) y un poquito de sal; a mí me parecía una delicia total. Al empezar a leer sobre las
propiedades de este corte tan económico, me sorprendió que sus beneficios no sean más
conocidos hoy en día.
Los alimentos naturalmente ricos en hierro hemo (como el hígado, los cortes de ternera y
cordero, la carne oscura del pollo, los mariscos y la médula ósea) favorecen los niveles de hierro
de tu bebé de forma muy positiva. Incluso cuando se comen en pequeñas cantidades, como en el
caso de los bebés.
La médula ósea tiene aproximadamente 2,7 mg de hierro por cada cuatro cucharadas, lo que
equivale a lo que se encuentra en una cucharada de hígado. Esto es más hierro del que
encontrarías en el cerdo, el pollo, el cordero y en algunos cortes de carne. Por ello es conocida
por su capacidad para fortalecer profundamente el cuerpo.
Si tu bebé muestra signos de “falta de crecimiento”, no le gusta comer carne u otros
alimentos ricos en hierro, o presenta signos de anemia, sumale médula a la comida con más
frecuencia (en lugar de grasas como la manteca y el ghee). Podés usarla en preparaciones dulces
y saladas.
Más allá de tener muchísimo hierro hemo de fácil absorción, la medicina china afirma que la
médula ósea tiene muchas propiedades curativas (también para mujeres puérperas).
Además, estos huesos son muy económicos y fáciles de conseguir en tu carnicería amiga.
Podés simplemente pedir que corten en forma transversal (como barquitos) unos huesos de fémur
de vaca y ponerlos en el horno. También se puede hacer una crema untable batida que dura tres
semanas en la heladera y seis meses en el freezer.
Crema untable batida de caracú
Ingredientes
1 kg y 1/2 de huesos de fémur de vaca (de la parte media del hueso) cortados en forma
transversal. (También conocido como tuétano).
Preparación
Precalentá el horno. Colocá los huesos, con la médula hacia arriba, en una bandeja para
hornear. Asá por 25 minutos o hasta que la mayor parte de la grasa haya salido y la médula
se esté separando de los laterales.
Retirá del horno. Después de que los huesos se hayan enfriado lo suficiente como para
tocarlos, sacá la médula y colocala en un recipiente. Además, verté toda la grasa de la
bandeja en el mismo recipiente. Colocalo en la heladera.
Una vez que la médula esté fría (la grasa debe reafirmarse), usá una batidora eléctrica para
batirla hasta que esté blanca y esponjosa, con la textura de la manteca.
Pancakes de banana (sin huevo)
Ingredientes
3 cucharadas soperas de fécula de mandioca
1 cucharada sopera de crema untable batida de caracú
1 banana grande madura
Preparación
Mezclá todo para lograr una masa rápida triturando los ingredientes con un tenedor en un
bol.
Calentá una sartén a fuego medio-bajo. Cuando esté caliente, agregá suficiente grasa para
cubrir el fondo de la sartén y bajá el fuego a mínimo. Elegí una grasa estable al calor, como
el aceite de coco o el ghee.
Cociná hasta que los pancakes estén dorados de ambos lados, alrededor de 4 minutos.
Retirá de la sartén y dejá enfriar un ratito antes de ofrecer al bebé.
Podés duplicar o triplicar fácilmente la receta para hacer más cantidad. Para congelar este
lote, colocá papel manteca o separadores entre cada uno de los pancakes y guardalos en un
recipiente hermético; dura hasta seis meses.
Cuanto más pequeño es el bebé, más grandes son los trozos que le
ofrecemos
Cuando aprenden a hacer el movimiento de la pinza con los deditos, les
divierten más los trozos muy pequeños.
Primeras comidas (palitos de 5 cm aproximadamente)
Verduras, las que haya de estación
Frutas, las que haya de estación
Primeras comidas
IDEAS PARA CUANDO TODAVÍA NO HACEN LA PINZA
Cómo cortar las frutas y verduras redondas
(cuando ya hacen la pinza)
Tomate cherry
Uva
IDEAS PARA CUANDO YA HACEN PINZA
Cuando ya hacen la pinza, los trozos se achican
Cómo cortar la banana (cuanto más pequeño es el bebé, más grandes
son los trozos)
Cómo ofrecer la palta para que no se les patine
Proteínas
VETA DE LA CARNE
Son las rayitas que se ven en la carne. Conviene cortar en sentido contrario
para evitar riesgos con los más pequeños, así la carne queda más tierna y no
se les hace bola.
Cómo presentar los cereales
Cómo presentar el arroz
Preguntas frecuentes
“La comida antes del año es solo un juego. ¿Es cierto?”.
Sí y no. Cuando tu bebé recién comienza a recibir alimentos sólidos, es probable que esté
explorando y jugando más que comiendo. A medida que se desarrollan sus habilidades para
comer, es posible que las porciones de alimentos sólidos ingeridos aumenten. El cambio más
grande a menudo ocurre alrededor de los 9 o 10 meses, cuando algunos bebés reducen
naturalmente su consumo de leche materna o fórmula y comienzan a obtener más nutrientes de
los alimentos sólidos. Algunos de esos nutrientes, como el hierro y el zinc, son especialmente
importantes para el desarrollo correcto del bebé.
“Entonces… ¿nada de purés?”.
Si aún estás a tiempo, para mejorar la aceptación de los alimentos en general, lo más
recomendable es empezar directamente con trozos de texturas y tamaños apropiados para cada
etapa. En su defecto, siempre ofrecer trozos antes de los 10 meses (6-10) y no a los 10 meses o
más tarde. Esto es totalmente compatible con las papillas y los purés, que se sugieren para
almorzar o cenar; y ofrecer la comida en trozos en otros momentos del día, como en el desayuno
y en la merienda. Poco a poco, también se ponen los segundos platos en trozos, y luego se tritura
cada vez más grande en vez de hacer purés, para —finalmente— llegar a dejar todo entero.
Algunos defensores del BLW, a veces recomiendan un enfoque muy estricto en lo que
debería ser un momento muy feliz, divertido y flexible. Dicen que si un solo puré o papilla pasa
por los labios de tu bebé, lo que estás haciendo no es realmente BLW. Para mí, esto parece
innecesariamente restrictivo, y es probable que cause más estrés en lugar de menos.
Hay buenas razones por las cuales es posible que también desees ofrecerle purés a tu bebé, y
eso está bien también (por ejemplo, cuando todos están comiendo puré o en caso de cuidadores
que no se animan a este método). La clave es ser perceptivos con las señales que nos dan los
bebés.
Cuando le ofrecés a tu hijo/a alimentos en trozos, él/ella decide cuánto quiere comer: recoge
la comida y se la lleva a la boca.
Si estás alimentando con cuchara, prestá mucha atención a sus señales. ¿Tiene la boca
abierta, lista para recibir la comida? ¿Envuelve los labios alrededor de la cuchara? Si es así,
genial. Pero si mantiene su boca cerrada o está distraído/a o molesto/a, detenete. A pesar de ser
bebés, ellos deciden si quieren comer y cuánto.
“Si empecé con papillas, ¿puedo hacer la transición a BLW? ¿O eso significa que es más
probable que mi bebé se ahogue?”.
Se puede hacer la transición. Los bebés están equipados con mecanismos de aprendizaje que
les permiten dominar una variedad de texturas desde el principio. Además, servirle a tu bebé
alimentos en trozos contribuirá al desarrollo de habilidades motoras orales importantes,
fortalecerá la autorregulación y le facilitará la vida más adelante, en el futuro, cuando se
convierta en un niño seguro y confiado a la hora de alimentarse.
“¿Debo ofrecer agua a mi bebé para beber ahora que estoy ofreciendo alimentos sólidos?”.
A los 6 meses, se puede comenzar a ofrecer sorbos de agua filtrada en un vaso o en una taza
pequeña y abierta, y de un tamaño que sea fácil de manipular para sus manitos, junto con las
comidas. No hay volúmenes mínimos/máximos de agua para ofrecer a un bebé, pero poner un
vaso sobre la mesa le da la oportunidad de beber.
Lo único que necesitan tomar los bebés y niños es agua: ni jugos (aunque sean exprimidos en
casa) ni infusiones.
“¿Por qué los bebés no deberían comer alimentos azucarados?”.
Los humanos estamos programados para disfrutar de sabores dulces. En la dieta moderna, los
azúcares se presentan en dos formas: naturales y refinados. Los azúcares en la fruta son una parte
perfectamente saludable de una dieta equilibrada para bebés, porque la fruta aporta fibra,
vitaminas, minerales, agua y compuestos antioxidantes útiles. El azúcar refinado trae consigo
poca nutrición. Peor aún: se cree que inhibe la capacidad del cuerpo para absorber ciertos
nutrientes de otros alimentos.
El azúcar es adictiva porque lo inmediato es “gratificante” para el cerebro. Pero el “bajón”
resultante trae cansancio e irritabilidad. Un niño pequeño que come mucha azúcar puede generar
un hábito difícil de romper y un paladar dulce.
“¿Debo retrasar la introducción de alimentos alergénicos?”.
Durante muchos años, los pediatras y los alergistas recomendaron retrasar la introducción de
alimentos alergénicos, como el maní, las nueces y los huevos, hasta que los bebés crecieran, con
la esperanza de evitar las alergias alimentarias. De hecho, ese enfoque parece ser
contraproducente, y ahora la mayoría de los expertos cree que la introducción temprana de
alimentos alergénicos —entre los 4 y los 10 meses— ayuda a protegerlos de las alergias.
La introducción tradicional de sólidos requiere alimentos de un solo ingrediente, de uno en
uno, para asegurarse de que sea fácil identificar al culpable si hay una reacción alérgica. Pero con
la alimentación autorregulada por el bebé, ese enfoque es más desafiante. ¡No muchas comidas
familiares se componen de un solo ingrediente!
Se pueden introducir los alimentos potencialmente alergénicos uno por uno, al menos
durante el primer o segundo mes. En lo posible, presentá los nuevos alimentos en casa y por la
mañana, para que vos o el cuidador a cargo tengan un día completo para notar reacciones
alérgicas del bebé.
Algunos expertos recomiendan esperar tres días completos antes de introducir nuevos
alimentos. En la mayoría de los casos, esto es demasiado extremo. Esperar un día o dos es
suficiente; luego continuar con la próxima comida nueva. Recordá que cuantos más sabores le
puedas presentar a tu bebé, ¡mejor! Una vez que haya probado algunos de los alimentos más
alergénicos y no haya tenido una reacción, podés comenzar a servir comidas mixtas.
Al final, es tu elección cómo presentar alimentos a tu bebé, uno a la vez o mezclados desde el
principio. Esto también dependerá de la consulta con tu pediatra, la historia clínica de cada
familia y si hay antecedentes familiares de alergias.
Los alimentos más altamente alergénicos son: maní, nueces de árbol, soja, pescado,
mariscos, huevos, lácteos y trigo.
Los síntomas más leves son: urticaria, eczema, enrojecimiento de la piel alrededor de los
ojos, dolor de estómago, estornudos, tos seca, náuseas o vómitos, diarrea y comezón en la boca.
Si notás alguno de estos síntomas leves, dejá de servir la comida y hablá con tu pediatra.
Los síntomas graves incluyen: hinchazón de labios, lengua o garganta; dificultad para tragar;
falta de aliento; que se ponga azul; síntomas de baja presión; pérdida de la conciencia, dolor en el
pecho o pulso débil. Si tu bebé presenta un síntoma severo, llamá al número de emergencias de
tu zona o andá a la sala de emergencias más cercana de inmediato.
Qué hacer con un bebé de cerca de 1 año que no quiere ni acercarse a
la comida
Primero, revisar cómo son los hábitos de la familia, desde cómo, cuándo y dónde comen; qué
alimentos ofrecen y cómo los presentan. Revisar si alguno de estos hábitos interfiere en su salud
intestinal y ver cómo son las actitudes de los cuidadores al momento de la comida (si están
asustados o con miedo, si no lo dejan ensuciarse o experimentar cuando come).
Algunas situaciones para tener en cuenta
¿Dónde comen? ¿En una silla alta, donde el bebé se sienta atrapado, o en una mesa baja? ¿Queda
en una mala postura? La postura correcta debería ser: 90 grados en pies, cadera y rodillas. ¿Le
quedan los pies colgando? Imaginate sentarte en una banqueta muy alta que no tiene apoyo para
los pies: nada más incómodo. ¿La bandeja está demasiado alta? Entonces la comida queda fuera
del área visual y hay que estirarse mucho para alcanzarla.
¿Hay distracciones? La televisión o algunos estímulos generan conexiones neuronales para
ese estímulo específico. Si te acostumbrás a comer con la tele, siempre la vas a necesitar y te vas
a sentir incómodo si no la tenés. Chequear que no haya juguetes en la bandeja que distraigan.
¿Tenés perro? Suele ser una gran ayuda para limpiar después de la comida, pero si es una
distracción porque es divertido tirarle algunos alimentos, quizás es mejor llevarlo a otro
ambiente.
¿Qué está haciendo el cuidador mientras el bebé come? ¿Comen juntos? El momento de la
comida no es para chequear Instagram, lavar los platos o sacar la ropa del lavarropas.
¿Hay algo que se pueda mejorar en las técnicas de cocción o en los sabores? “En la casa de la
abuela come de todo, pero en casa no…”. Fijate que la abuela seguro le pone sal, condimentos y
sabores, y muchas mamás quizás no se animan a mucha variedad, y se quedan en la etapa de la
verdurita al vapor sin nada de sal, ni condimentos, ni aceite por demasiado tiempo.
¿Hay tensión o malestar a la hora de la comida? Si la respuesta es afirmativa, entonces hay
que preguntar: ¿El bebé tuvo intervenciones orales en sus primeros días de vida (estadía en
“neo”, sondas, etc.)? Si la respuesta es sí, esto puede haber dejado una huella sensorial en su
oralidad. Un pediatra que sepa del tema, un odontopediatra o una puericultora evalúan si hay
frenillos (tejidos orales restrictivos) que dificulten la deglución. También, un osteópata (que se
especialice en niños) puede revisar la columna, ya que cualquier tensión en la base del cráneo o
alteración en la columna cervical afecta tanto el nervio vago como otros nervios involucrados en
la digestión y deglución. Revisar con un terapista ocupacional si no hay alguna dificultad de
integración sensorial que genere aversiones a ciertos olores, sabores y texturas (hace bolo o
guarda comida en los cachetes; tiene historia de ahogos a repetición; se rehúsa a agarrar la
comida, pisar el pasto o tocar la arena; es sensible a los sonidos y a las etiquetas de la ropa).
Ofrecer oportunidades de juego: con masa, arena, agua; apilar cubos; figurativo de comidas;
enhebrar; pintar; soplar; etc.
El pediatra evalúa si hay signos o síntomas de anemia, y mide los niveles en sangre, ya que la
deficiencia de hierro puede ser causante de inapetencia. Algunos signos de anemia: ojeras,
palidez, encías sangrantes, se hace moretones con facilidad, piel arrugadita, labios
constantemente paspados, pelo quebradizo, costillas que sobresalen o piernas arqueadas.
Laura Cámara (@criando_aprendo), mamá de Gael
Cuando veo los videos de Gael comiendo con tanto disfrute, no puedo evitar recordar la
preocupación de Laura porque su hijo no comía nada al principio. Algunos niños y niñas
tardan un poco más de lo esperado en interesarse por la comida. Así que le pedí a Lau que
les cuente su experiencia para quienes estén pasando por lo mismo.
........
Mi niño no me come es el título de un libro de Carlos González que leí cuando tuve mi
época de “Gael no come”. Después de informarnos y escuchar consejos tanto de Luisi como
de otras mamás del grupo con más experiencia, tomamos la decisión de comenzar con BLW
cuando Gael se sentara por sus propios medios y mostrase interés por la comida. Esto
sucedió alrededor de los 8 o 9 meses, y arrancamos ofreciéndole con mucho entusiasmo un
pedacito de banana. Lo probó, chupeteó, jugó, aplastó y... a otra cosa mariposa.
Y así cada día, con cada propuesta nueva (palta, pollo, zapallo, etc.). La comida era un
juego y nada más. No “comía”: hacía esculturas, probaba la velocidad con la que una
zanahoria caía al piso, etc.
Me pasó lo que a muchas: me empecé a “maquinar”. Un hemisferio del cerebro me
decía: “¿Será que tengo que darle yo? ¿Será que empezó a comer tarde? ¿Será que tengo
que darle menos teta?”. El otro hemisferio respondía: “Confíá en la capacidad de
autorregulación de tu hijo. Espéralo. La alimentación es complementaria al principio”. Le
hice caso al segundo, y esperé.
Seguí ofreciendo sin presiones. Me senté a comer junto a él. Lo dejé ser.
Lentamente empecé a observarlo y a entender de qué se trataba: el alimento es mucho
más que masticar y tragar. Es experiencia sensorial, textura, olfato; es descubrimiento,
nutrición.
Con el correr de los meses (ya pasado el año), empezó a comer cada vez más, por
momentos mucho más, por momentos menos, según su necesidad orgánica.
Pero el punto es que empezó a disfrutar plenamente del acto de degustar los alimentos.
Y comió en su silla, en el piso, en movimiento, sentado, parado. Se transformó en un
bebé sibarita, feliz, hambriento de vida.
Y una vez más, entendí que hay cosas que simplemente no se enseñan. Los hijos las
descubren solos, con una conmovedora maestría.
Gigi, mamá de Almendra
“Cada bebé tiene sus tiempos... Tranquila”, fue lo más dulce y respetuoso que me dijeron al
respecto. Luego de haber probado de todo sin buenos resultados y de interiorizarme en
BLW con un curso lleno de “info” clara y práctica de @mamasabebien, me sentía preparada
para otra batalla alimenticia (ya había sido un desafío el comienzo de la lactancia). Ofrecía
alimentos antes y después de la teta. Iba de la mano al piso, nada a la boca.
Hace unos días, fuimos a una consulta con una osteópata para agotar recursos. Ella, muy
amorosa, trabajó en su zona más tensionada y me dijo: “Esperá que con el tiempo vas a
notar resultados”. Llegamos a casa y esa noche comió. Al otro día hizo tres comidas, pensé
que me había cambiado de hija, pero no. Ahí estaba Almendra comiendo, y nunca paró.
Sigo aplicando lo aprendido con Luisi, mientras mi hija me guía en su camino. Esto es a
prueba y error cada día; sé que ella no me va a pedir lo que no necesita y yo voy a estar
siempre para acompañarla.
48. Romero-Velarde, E.; Villalpando-Carrión, S.; Pérez-Lizaur, A. B.; et ál. (2016). Consenso para las
prácticas de alimentación complementaria en lactantes sanos. Boletín Médico del Hospital Infantil de México,
Volume 73, Issue 5, Pages 338-356. DOI: https://doi.org/10.1016/j.bmhimx.2016.06.007
CAPÍTULO
SIETE
¡Ayuda!
Mi hijo/a no come nada
Todos los adultos alguna vez fueron niños... pero solo unos pocos lo
recuerdan.
Antoine de Saint-Exupéry
Sobre arroces, papas y fideos
Esto entra definitivamente en el “top 5” de los comentarios y mensajes más frecuentes que me
llegan. ¡Y entiendo tanto a esos padres! Rafi empezó a comer de forma autorregulada, y comía
de todo. A los 6 meses ya mostraba muchísimo interés por la comida, la disfrutaba enormemente
y era muy divertido verla. Alrededor del año, lo que es muy común para muchos bebés comenzó
a pasar: comía menos cantidad; esto es bastante habitual, ya que el ritmo de crecimiento
superacelerado del primer año comienza a ralentizarse, por lo tanto, no necesitan comer tanto
como antes. Hasta ahí todo bien, respetamos su nueva etapa y seguimos adelante. Pero…
alrededor de los 18 meses, las cosas empezaron a tomar otro rumbo. Comenzó a pasar por etapas
donde elegía grupos muy específicos de nutrientes y comía solo eso. Por ejemplo, pasamos por
una etapa de mucha proteína animal, comía carnes pero le dejaron de gustar los huevos (que
antes amaba). Luego fue el turno de los hidratos: si fuera por ella, podía comer pan y fideos
constantemente, y las verduras eran el nuevo enemigo público número uno. “¿Qué pasó?”, me
preguntaba, si estábamos haciendo todo bien, qué pasó de repente... ¡¡¡Se me rompió el bebé!!!
Muchos años atrás había vivido la extrema preocupación de mi mamá por la selectividad de
mi hermano menor, quien solo comía comidas blancas (arroz, fideos, papa) y milanesas, y no
mucho más. Imagínense lo que era eso para una madre cocinera como la mía.
Cuando vi los primeros indicios de que esto estaba por sucederme a mí también, puse mucha
energía en investigar por qué es tan común esta repentina fobia a las verduras y cómo revertirla.
Como siempre, la nerd en mí pudo más y salí a hablar con médicos/as, científicos/as y
puericultoras; leí infinidad de libros, blogs, testimonios; asistí a congresos y tomé clases varias.
Acá les cuento cómo recuperamos el placer de comer juntas.
Cómo prevenir la selectividad
Hay que empezar lo más temprano posible; los estudios sobre la relación entre los alimentos en
una etapa temprana de la vida y las preferencias alimentarias más adelante revelan que gran parte
de la acción ocurre durante el embarazo y la lactancia. Las investigaciones muestran que los
bebés aprenden sobre los tipos de alimentos que comen sus madres durante esas etapas. Se ha
demostrado que estas experiencias de “degustación” de la comida a través de la placenta o
indicios de la misma que provienen de la leche materna, influyen en la aceptación de sabores
particulares por parte del bebé, e incluso “programan” preferencias alimentarias posteriores. Esta
es una de las formas en que –probablemente– las preferencias alimentarias específicas de la
cultura se inician a una edad temprana; por algo los niños mexicanos comen picante como si
nada. Más allá de lo que degustan a través de la leche materna e incluso antes en el líquido
amniótico, los niños/as aprenden a través de la imitación, y si están expuestos desde el comienzo
a alimentos variados saludables, van a tender a imitar a sus madres, padres, cuidadores o
hermanos/as.
En un estudio clásico, la investigadora y doctora Julie Mennella, descubrió que los bebés
aceptaban más comer zanahorias (lo que significa que tenían menos cara de disgusto, las madres
creían que les gustaba la comida y los bebés realmente comían más), si sus madres habían
consumido zanahorias durante el embarazo o la lactancia materna. Y la cantidad de zanahorias
que las madres necesitaban consumir no era excesiva (un vaso de jugo de zanahoria al día, cuatro
días a la semana, durante unas pocas semanas). Por lo tanto, si estás embarazada o
amamantando, ¡esta es una razón más para asegurarte de que estés comiendo vegetales!
Durante los últimos treinta años, la Dra. Julie Mennella ha estado estudiando los sentidos que
definen el sabor. Sus estudios se centran en cómo estos sentidos funcionan temprano en la vida y
cómo los bebés aprenden antes de su primera prueba de comida sólida a experimentar sabores,
transmitidos por las dietas de sus madres, en el líquido amniótico y la leche materna.
Por otro lado, como veremos más adelante, la microbiota intestinal puede estar ligada al tipo
de alimentos que preferimos. Por lo tanto, todas las acciones propuestas en los capítulos donde
hablamos sobre cómo procurar una microbiota sana para tu familia desde el comienzo, son
esenciales para prevenir la selectividad. También estaría relacionado con los parásitos, algunos
incluso indetectables en estudios clínicos.
Exposiciones repetidas
La exposición es la forma con la que aprendemos a apreciar cosas nuevas y diferentes, así que,
¿por qué no aprovechar esta oportunidad temprana para presentarle al bebé una gran variedad de
gustos, texturas y colores mientras está más dispuesto a probarlos? La exposición temprana
(desde el comienzo de la alimentación complementaria) a frutas, verduras, granos integrales,
variedad de carnes y otros alimentos densos en nutrientes, se ha relacionado con un mayor
consumo de estos alimentos y una menor incidencia de obesidad en el futuro. Después de los 12
meses, la exposición a nuevos alimentos parece tener menos efecto. El simple hecho de tratar de
exponer a tu hijo/a a nuevos alimentos puede volverse problemático, en especial si se considera
que entre los 2 y los 5 años, los niños son particularmente neofóbicos (dudan en probar cosas
nuevas) con respecto a los alimentos; así que cuanto antes, mejor.
La neofobia, en realidad, es un resabio de una táctica de supervivencia evolutiva: los
animales que tienen la edad suficiente para buscar comida solos, pero no tienen experiencia para
saber qué es lo más seguro, tienen menos probabilidades de envenenarse a sí mismos si son
cautelosos al probar nuevos alimentos. (Los chimpancés jóvenes y las ratas se comportan de esta
manera, por ejemplo).
Aún así, cuando los niños y las niñas solo comen una pequeña selección de alimentos a pesar
de haber probado muchos, o cuando parecen incapaces de superar su neofobia, resulta muy
frustrante para nosotros, madres y padres. Esta preocupación es natural, tanto biológica como
psicológicamente.
¿Por qué resultan tan ofensivas las verduras para algunos niños?
Cuando tu hija te dice que esa pasta con brócoli deliciosa que preparaste con tanto amor y
dedicación no le gusta, tal vez no esté mintiendo. Las diferencias en la percepción del gusto
influyen en la preferencia de algunos alimentos sobre otros. Un estudio (49) sugiere que los
niños que nacen con la capacidad para percibir el sabor de ciertos compuestos amargos, llamados
“catadores” y “supercatadores”, que comprenden alrededor del 70 % de la población, es más
probable que eviten los vegetales amargos como el brócoli.
Resulta que los niños pequeños viven en un mundo de gustos que es muy diferente al del
adulto. Nuestros cerebros han sido programados biológicamente de tal manera que en la vida
temprana, nuestros sistemas sensoriales detectan y prefieren alimentos ricos en calorías,
proteínas y minerales, que tienen un sabor umami, dulce o salado (si te interesa este tema, no te
pierdas el próximo capítulo), y rechazan los que son potencialmente tóxicos y tienen un sabor
amargo (como los vegetales crucíferos, por ejemplo, el brócoli). Esto se debe a que en la
naturaleza, los alimentos dulces y salados tienden a ser seguros de consumir, mientras que la
amargura es a menudo una señal de que la comida se ha deteriorado (por ejemplo, una fruta
fermentada caída de un árbol). ¡Así que hay una base biológica para que a los niños les gusten
los dulces y no la mayoría de las verduras! Los bebés, naturalmente, prefieren los alimentos más
dulces que los adultos. La leche materna es muy dulce. Pero podemos sacar provecho de esto.
Un estudio clínico encontró que a los niños en edad escolar les gustaban más las verduras si
estaban acompañadas de algo dulce. Entonces, aunque han sido biológicamente programados
para desconfiar de los alimentos amargos, su preferencia por lo dulce y lo salado a una edad
temprana puede vencer el mal gusto que perciben de los sabores amargos. Por ejemplo, un
estudio en bebés demostró que la exposición repetida a las chauchas y/o los duraznos aumentó su
ingesta. Pero solo a los bebés que comieron las chauchas justo después de los duraznos, les gustó
más el sabor de esa verdura luego de los ocho días de exposición. Tal vez, el sabor dulce de los
duraznos enmascaró algo de la amargura de las chauchas, aumentando su palatabilidad y
haciendo que fuera más fácil para el bebé. Cuando los vegetales se administran solos, los
estudios demuestran que las expresiones faciales de los bebés tardan más tiempo (más de ocho
días) en indicar que les gusta la comida.
Esto tiene algunas implicaciones importantes para la dieta de tu bebé. Primero, si tu hijo es
realmente resistente a los vegetales, podés intentar ofrecer una fruta junto con la comida. La fruta
no es necesariamente el postre: comer algo dulce al final de la comida principal es algo cultural y
se aprende (o no). Perfectamente puede estar incorporada en el mismo plato que lo salado.
¿Por qué no comen?
Primero, es necesario revisar nuestras expectativas sobre qué es “no comer”. En los talleres,
muchas madres (digo madres porque suelen ser el 98 % de las participantes) comparten lo que
para ellas es una lista muy pequeña de alimentos con extremada preocupación. Cuando otras las
escuchan, suelen responder: “Pero el mío come muchísimo menos que eso”.
Un niño selectivo come solamente dos o tres alimentos, y a veces con mucho esfuerzo.
La realidad es que la mayoría de los niños pequeños son un poco selectivos. Es una etapa
esperable del desarrollo que comienza entre el año y los 2 años de edad, y dura de tres a cinco
años. Esto significa que rechazan algunos alimentos y tienen otros favoritos que suelen comer
bien. No significa que siempre rechacen los alimentos.
Una vez que revisamos nuestras expectativas sobre cuánto debería comer nuestro hijo,
estudiamos cuáles son los hábitos durante el resto del día. Si come o toma muchos alimentos
entre comidas, por ejemplo.
Su capacidad gástrica es limitada, por lo que si toma leche de vaca en exceso o jugos
constantemente, no solo está recibiendo una gran cantidad de calorías, sino también está
ocupando el poco espacio que hay en su estómago con líquidos. Sumémosle que si está
consumiendo snacks entre comidas constantemente, cuando llegue la hora de la “comida”, no va
a tener demasiada hambre (aunque sean snacks saludables). Por lo tanto, el mejor condimento
para la comida es el hambre, así que tratemos de no ofrecer todo el tiempo algo para comer. Así
como tampoco usar la comida como una herramienta de negociación: por ejemplo, ya es hora de
irse de la plaza y para convencerlo le decimos: “¿Vamos a comer unas frutillas a casa?”. Por más
inocente que esto suene, la comida no debería ser una herramienta para lograr que hagan cosas,
ni un premio y mucho menos, un castigo. Comer es una necesidad fisiológica como cualquier
otra.
¿Cuáles son los motivos por los cuales llegan a no querer comer? Hay tantos motivos como
familias existen, pero suelen caer dentro de las siguientes cinco categorías.
1. Motivos médicos. Si bien esta parece ser la razón más obvia por la que los niños no comen, a
menudo es la más olvidada. Cuando los niños tienen una condición médica documentada o están
visiblemente enfermos (fiebre, mocos, dolor de garganta, etc.), es obvio que su alimentación se
vea afectada, pero a veces hay problemas más sutiles. Tres de los mayores culpables son el
reflujo, los frenillos orales restrictivos y el estreñimiento. Estos problemas muy comunes para los
niños pueden dificultar la alimentación. Aunque el reflujo es habitual en los bebés, también
impacta en los niños mayores, incluso si no fueron diagnosticados cuando eran bebés.
Desafortunadamente, muchas veces esto se pasa por alto porque los niños no se quejan de que les
duele el estómago. Muchos ni siquiera se dan cuenta porque se han sentido así durante bastante
tiempo o porque son demasiado jóvenes para expresar con palabras cómo se sienten.
Síntomas de reflujo: parece estar tragando algo cuando no está comiendo; se queja de
malestar estomacal; eructos con regurgitación; hipo frecuente; voz ronca; vómitos reiterados
después del año; vómitos dentro de las dos horas después de comer; pérdida inusual del apetito;
náuseas.
Frente a cualquiera de estos síntomas, hablá con tu pediatra.
Con respecto al estreñimiento, muchas madres, cuando el hijo está sentado en la mesa y no
quiere comer, piensan: “¿Necesita ir al baño?” Y cuando se lo preguntan, la respuesta suele ser:
“¡Sí!”. Controlar el estreñimiento de tu hijo es un gran cambio para ayudarlo a comer nuevos
alimentos.
Causas de constipación: por lo general, suelen ser dos. Por un lado, la dieta: alimentos
procesados y bajos en fibra, y alto consumo de productos con harinas blancas. Por otro, la
intolerancia a los productos lácteos o al trigo, o ambos. Una intolerancia es diferente a una
alergia; algunos niños tienen dificultades para digerir el trigo o los productos lácteos, lo que
retarda su eliminación. Los lácteos suelen ser un problema frecuente, moderar su consumo o
eliminar la leche de vaca con la supervisión de tu pediatra puede ser una solución.
Algunos niños/as retienen porque no les gusta cómo se siente la caca, porque tuvieron una
experiencia previamente dolorosa o porque fueron obligados a dejar los pañales cuando todavía
no estaban listos para hacerlo (el control de esfínteres no se aprende, es un proceso fisiológico
madurativo). Cuanto más tiempo retienen, peor se vuelve.
Si tu hijo no mastica bien su comida o si tiene dificultad para masticar y tragar grandes
porciones de comida, esto podría contribuir al estreñimiento. Por supuesto, una alimentación
limitada en frutas y verduras también provoca estreñimiento. Tené en cuenta que si el
estreñimiento es el problema subyacente, causa falta de apetito y selectividad.
Algo que a menudo pasa desapercibido es la insuficiente ingesta de agua. Sobre todo en los
meses de invierno, cuando no tienen tanta sed; necesitamos asegurarnos de recordarles que deben
beber. Una cantidad baja de agua hace que sea difícil mover la caca a través de los intestinos.
Si tuviste problemas con la lactancia, grietas y dificultad para la prendida, y no se
resolvieron, quizás tu hijo tiene un frenillo sublingual o sublabial que le dificulta su oralidad. Si
ya fue diagnosticado, e incluso si fue tratado o intervenido, siempre es bueno volver a chequear
con el profesional para ver cómo está el tejido.
2. Sensorialidad. Para muchos pequeños “comensales”, el procesamiento sensorial juega un
papel importante en su negativa a comer. En pocas palabras: si algo se siente mal en su boca o en
sus manos, no lo van a comer. El elegante término terapéutico que dan los profesionales en el
área de la terapia ocupacional cuando un niño no quiere tocar diferentes texturas es “defensa
táctil”. Y, cuando no le gustan ciertas texturas en la boca, o masticar/morder/lamer todo lo
demás, excepto la comida, es una señal de que su sistema sensorial oral necesita ayuda.
Los indicios de que tu hijo rechaza alimentos debido a la información sensorial son: náuseas
y retorcerse o parecer asustado por la apariencia visual, el olfato, el tacto o el gusto de un
alimento en particular. La aversión oral también encaja en esta categoría. Si tu hijo padeció
pruebas médicas, sondas de alimentación, vómitos intensos o un incidente físico en la boca (o a
su alrededor) y en la garganta (incluso desde la infancia), puede tener miedo de que algo le pase
por esa zona y sea demasiado sensible. La boca tiene muchísimas terminaciones nerviosas y
cualquier intervención que hagamos en ella (necesaria como durante una estadía en “neo”, o
involuntaria y con las mejores intenciones como cuando le limpiamos la boca con algo que se
siente rasposo), deja huellas sensoriales muy fuertes. En el otro extremo del espectro sensorial,
es posible que un niño no sea capaz de discriminar bien los alimentos en la boca y, de manera
insegura, se introduzca una gran cantidad en las mejillas. Esto ayuda a darle información sobre
dónde está realmente la comida. Estos niños pierden fácilmente el rastro de la comida y no
logran masticarla bien. Los alimentos blandos que no son fácilmente discriminados (puré de
papa, queso, etc.), en general, se rechazan porque no se manipulan bien en la boca.
Con frecuencia, lo sensorial es el vínculo oculto en los niños selectivos. Si bien muchos
padres no lo han escuchado antes, les prometo que vale la pena leer un poco más y consultar con
su pediatra para que los derive a un terapista ocupacional si ven signos de que quizás este sea el
problema. Cuando entendés por qué tu hijo rechaza los alimentos desde una perspectiva
sensorial, cambia todo.
3. Habilidades orales-motoras. Este motivo podría ser un poco difícil de pesquisar para las
madres y los padres, ya que se debe considerar qué tan bien el hijo está masticando y tragando su
comida. Los terapeutas llaman a esto “habilidades oromotoras”. Probablemente, puedas descartar
esto si tenés un hijo mayor de 2.5 años que hizo una transición segura y fácil a los alimentos
sólidos cuando era un bebé. Las señales de que tu hijo no está masticando bien son: ahogos
frecuentes; náuseas después de que la comida ya está en la boca, durante unos segundos/minutos;
escupir la mitad de la comida masticada; o vomitar comida que parece que apenas ha sido
masticada. También suelen haber tenido dificultades para amamantar.
Los niños comenzarán a negarse a comer alimentos porque no saben cómo masticarlos o
tienen miedo de atragantarse o vomitar de nuevo. A menudo, se adhieren a una dieta limitada
porque saben que pueden comer esos alimentos de manera segura. A veces, tienen dificultades
motoras orales y también incluyen una actitud defensiva sensorial; porque cuando un niño no ha
comido ninguna otra textura en mucho tiempo, se vuelve muy sensible a ellas. Estas otras
texturas suelen parecer extrañas e incluso incómodas cuando el niño las toca o las siente.
4. Rutina. ¿Qué quiero decir con “rutina” exactamente? Bueno, más que rutina yo lo llamaría
“rituales predecibles”. Cuando usamos medidas anticipatorias y les contamos a los bebés/niños
qué va a pasar o qué vamos a hacer antes de hacerlo, ellos saben qué esperar. Esto se hace
mediante la palabra, pero también mediante acciones. Por ejemplo: lavarse las manos, poner la
mesa, cantar alguna canción, llevar perros o mascotas a otra habitación si son una tentación para
arrojarles comida, y sentarse cuando TODO está listo. Hay que tener expectativas realistas sobre
el tiempo que el bebé puede estar sentado. Y ¡comer juntos!
Los rituales (rutina me suena a algo muy estricto y poco flexible) en torno a la comida y a la
hora de la comida son fundamentales para que los niños se alimenten bien. Sé que hay algunos
niños que comen bien sin demasiados rituales, pero en general, la mayoría de los hábitos
alimenticios de los pequeños sufrirán enormemente sin rituales o sin una rutina esperable. Este es
quizás un tema delicado para los padres; todos tenemos nuestros hábitos de alimentación y
rutinas que ya nos hemos establecido como adultos. A menudo, continuamos haciendo lo que nos
resulta cómodo con nuestros hijos, pero no siempre es lo que nos lleva a enseñarles los hábitos
que realmente queremos que tengan. Si no tienen un horario regular de comidas, prestá atención
a la frecuencia con la que comen. ¿Comen muy seguido frente al televisor u otras pantallas? Si
no están comiendo bien o no están dispuestos a probar alimentos, la falta de una rutina puede ser
la razón... o al menos parte de ella.
Otro factor común es que algunos niños comienzan como buenos comedores, y luego, entre
el año y los 2 años de edad, algo empieza a cambiar. Se vuelven cada vez más selectivos. Nos
guste o no, es NORMAL que los niños pequeños pasen por una etapa de alimentación delicada a
medida que sus papilas gustativas maduran y comienzan a querer ejercer cierto control sobre sus
vidas. Los padres, a veces, se asustan cuando su antiguo “buen” comedor ya no come bien, y
entonces tiran la rutina y la estructura por la ventana, y le ofrecen comidas todo el tiempo o le
dan alimentos que acepta (aunque no sean muy sanos) con tal de que coma.
5. Comportamiento. Pongo el comportamiento al final de esta lista por una razón: quiero que esto
sea lo último que consideres. Muchas personas aconsejan a los padres que los niños están siendo
“malos” o que la razón por la que se niegan a comer bien se basa en su mal comportamiento.
Aunque el comportamiento juega un papel, en realidad, un pequeño porcentaje de niños
realmente se niega a comer por ese motivo o por un capricho. Incluso los más pequeños,
aprenderán rápidamente lo que necesitan decir, llorar o arrojar para obtener la comida que
desean. Todos los niños pasan por diferentes etapas de desarrollo cuando están probando límites,
y podés apostar que también lo harán a la hora de las comidas. Después de todo, esta es una de
las pocas áreas donde realmente tienen algún control. Pero este tipo de pequeñas fases son de
corta duración y no son graves. Para los niños que tienen un historial de comer mal, el
comportamiento es solo una pieza del rompecabezas, que generalmente ha evolucionado a partir
de una de las razones legítimas enumeradas con anterioridad.
Pero ¿qué pasa si cedemos ante la demanda de un alimento específico como única fuente de
alimentación? Muchas veces por el terror (o la culpa) que nos da pensar que no comen nada,
terminamos dándoles solo eso que aceptan y, por lo general, esto no suele ser un alimento de los
más saludables (galletitas, fideos, etc.). Entonces, si el cuidador cede ante la demanda, el niño
entiende que siempre puede pedir eso y dictar el menú. ¿Cómo lo solucionamos? Lo seguimos
exponiendo a una gran variedad de alimentos saludables. Primero, asegurándonos de que los
adultos comamos bien; si ven que comemos pizza y empanadas, nunca tocamos una verdura, le
agregamos sal a todo sin probar, comemos distraídos por pantallas etc., no podemos pretender
que ellos hagan algo diferente. Y después, tratando de que acepten tener adelante, en su plato y si
no en la mesa, los alimentos que normalmente no aceptan o los nuevos. Lo ideal es comer juntos
y servir la comida en una fuente familiar en el centro de la mesa, para que cada uno pueda elegir
cuánto comer, pero todos se sirven aunque sea un poquito de cada ingrediente.
¿Cuál fue la estrategia que más me sirvió? Sacar la palabra “nuevo” de la frase: si le
presentamos lo mismo y sumamos exposiciones a ese alimento (con variables en la forma de
presentarlo o no), lo que antes era nuevo, en un momento deja de serlo. Un bebé menor de 18
meses necesita entre diez y quince exposiciones para aceptar una comida nueva. Un niño mayor
de 18 meses, entre veinte y cuarenta.
No sentencies a esa verdura que no aceptó dos veces.
Lo más desafiante para muchos sigue siendo el color verde, pero con que acepte que esté en
su plato, aunque no lo coma, ya estamos logrando un montón.
Saquemos el dramatismo y la tensión alrededor del momento de la comida. Tu trabajo es
presentar opciones saludables, el trabajo de tus hijos/as es elegir qué y cuánto comer.
Una vez que presentaste la comida, solo queda sentarse juntos y disfrutar del momento,
aunque se coma solo la milanesa.
Llegar a comer un alimento involucra muchos pasos, algunos de ellos son: tolerar la comida
adelante; interactuar con la comida; el olfato; el tacto, la textura y la temperatura; el sabor; la
masticación y la deglución. ¡Si llegamos al primer paso, ya es un avance!
Algunas ideas
Siempre, después de un NO, viene un SÍ. ¿Tira la comida? Decile que la coloque en el
agujero de su bandeja.
¿Quiere caminar? OK, pero sin comida en la boca. Si necesita moverse, dale la
alternativa de hacer un último baile o corrida antes de sentarse. Ofrecele actividades
motrices: servir, cortar, apilar.
Ser un modelo.
No ponerle rótulos o títulos porque lo van a cumplir. Por ejemplo: “A ‘X’ no le gustan
las verduras, ¡jamás comería eso! Solo come fideos y empanadas”. Si nos escuchan
decirlo, se lo van a creer.
No premiar ni castigar con comida.
Hablar positivamente.
Hablar y compartir el momento de la comida: “¿La salsa estaba dulce o ácida?”. “¡Qué
rápido que subiste a tu silla!”. “¡Qué buen trabajo hiciste poniendo la mesa! Quedó
muy linda, ¡gracias!”.
Analía, mamá de Ramiro
Mi nombre es Analía, soy mamá de Ramiro, que tiene 1 año y 10 meses. ¡Rami desde que
nació se prendió perfecto a la teta! Por suerte, pudimos seguir con la lactancia materna
exclusiva hasta casi los 6 meses.
Rami se sentaba solito y se desesperaba por lo que comíamos nosotros. Miraba fijo la
comida, nos miraba comer e intentaba tocarla, así que empecé a ofrecerle algunos alimentos.
Lo primero que le di fue puré de calabaza: tocó, se lo llevó a la boca, saboreó, agarró más
con las dos manos y se pasó la calabaza por la cara. ¡Estaba feliz!
Cuando tuvo suficiente en la boca para tragar, hizo arcadas; esto pasó un par de veces, él
se enojaba y se ponía muy irritable. Y así seguimos, con arcadas y vómitos por todo lo que
le ofrecía: calabaza, palta pisada, manzana rallada y todos los alimentos que me había
indicado la pediatra. Empezaba recontento y terminaba enojado, llorando... ¡Él quería
comer!
Soy licenciada en Terapia Ocupacional, formada en Neurodesarrollo y en Integración
Sensorial, con lo cual tomé cursos específicos de alimentación. Así que podía ver qué estaba
pasando. Además, empecé a leer sobre BLW y decidí implementarlo.
Cada vez que comíamos, preparaba lo mismo en distintas formas. Si comíamos pollo
con verduras, a él le hacía pollo cortado bien chiquito o en tiritas, con verduras en bastones
fáciles de agarrar y también en puré. Dejaba que él eligiera cómo y cuánto quería comer.
Pero los primeros meses, era cocinar para jugar, para explorar texturas, para habituarse al
estímulo que era la comida. Y contar hasta diez, una y mil veces, y tener paciencia, y
vivenciar lo que sentían los papás de mis pacientes cuando su niño no come... ¡¡Y ponerme
contenta y llenarme de ilusiones cuando se llevaba algo nuevo a la boca!!
Jugando a darle besitos a la comida. Recordando que podemos presentar una comida
hasta treinta y cuatro veces antes de que pueda probarla.
La gran fortaleza que tuvo y tiene Rami es que siempre quiere probar todo. Aunque la
mayoría de las veces después no pueda comerlo. Lo más difícil siempre fue la fruta, el solo
sentir la textura del durazno en sus manos le provocaba arcadas y vómitos. ¡Era de libro!
El sistema táctil es el más amplio, implica la piel de todo el cuerpo y hasta dentro de la
boca. Y a veces, como en nuestro caso, hay algo que se llama hipersensibilidad, que es
como si la piel sintiera mucho más que cualquiera, a veces se siente hasta dolor con algunas
texturas. Por eso, es importante no forzarlos y trabajar en la desensibilización del sistema
táctil.
Así pasaron los primeros meses de Rami. Siempre pensé que por algo él había elegido a
una mamá terapista ocupacional. Así y todo, fue difícil. Muchas veces, frustrante y
angustiante. Y los logros y alegrías se medían en pasos muy chiquitos. Gracias a Dios, era el
único desafío de Rami, en las demás áreas nunca tuvo inconvenientes, al contrario. Era y es
inquieto, curioso y adorable.
Hoy, llegando a los 2 años, come bastante más. Seguimos con la lactancia a demanda.
La comida preferida de Rami es el arroz; si es en guisito hecho por papá, ¡mejor! Le gusta
mucho la carne y el pollo, pero no logra tragarlos; por lo general, lo chupa, lo mastica y lo
escupe. Y solo dos veces comió un poquito de manzana, pero con las frutas seguimos
intentando.
Creo que lo principal es conservar la paciencia; a él le sirve mucho tener una actividad
propioceptiva antes de comer, como jugar a la pelota un rato. Y ofrecerle de comer rápido,
antes de que me pida la teta. Además, jugar mucho con las texturas de la comida, pero
también con las de masas y juguetes.
Algo clave es dejar los sentimientos de lado cuando nos sentamos a comer. Cosa que es
muuuuy difícil. Me pasa que cuando lo ayuda a comer mi marido, come más que cuando
estoy ahí mirando cuánto come y cuánto deja. Y eso que hago todo el intento de no hacerlo.
Rami tuvo suerte de tener una mamá terapista, pero pienso en muchos otros “Rami” y en
mamás a las que les puede estar pasando lo mismo.
Por qué es tan importante no forzarlos a comer algo que dicen que no
les gusta
Cuando algunos niños se sienten presionados para comer, a menudo necesitan protegerse más y
evitar alimentos nuevos o diferentes. Por una variedad de razones, ya han decidido que comer
algunos alimentos no es para ellos, y el factor de presión por parte de los padres y otros adultos
bienintencionados aumenta. Esto los lleva a sentirse intimidados o a que van a reaccionar de
manera incorrecta cuando realmente quieren intentar algo. Crea un entorno que cierra la
oportunidad de explorar nuevos alimentos, lo opuesto a lo que la mayoría de los padres quieren.
Imaginá una comida que realmente no te gusta, todos tenemos al menos una. Para mí, es el
queso y los fiambres fríos: no puedo soportar la textura ni el olor, por eso, sufro mucho cuando
me invitan a algún lado y solo hay picada. Ahora, pensá cómo sería tener un plato de esa comida
que no podés soportar adelante y que alguien que amás realmente se enoje o se moleste porque
no querés comer. O tal vez no se moleste, pero te suplica que pruebes algo. ¿Eso funcionaría?
¿Querrías comerlo entonces? Tal vez, incluso te quiere convencer con sobornos: “Si comés este
fiambre, te doy un chocolate?”. ¿Cómo te sentirías? ¿Motivado o agravado? Dependiendo del
temperamento de tu hijo/a, es posible que lo haga, y quizás vos también lo hagas; pero como
resultado, algunos de nosotros nos sentiremos asqueados y enojados. En verdad queríamos el
chocolate, pero simplemente no podíamos comer el fiambre en cuestión a pesar de que nos
quisieran convencer.
Pensá en este mantra: “Vos proveés, el niño decide”. ¿Qué significa esto? Que tu deber es
proveer: alimentos saludables; un ambiente propicio, divertido y libre de estrés; un modelo de
conducta; porciones adecuadas para su edad; y expectativas realistas de cuánto tiempo el niño
puede pasar sentado. Sin amenazas ni negociaciones. Por ejemplo: “Si no comés las verduras, no
hay postre”. Esto implicaría que las verduras tienen menor jerarquía que lo dulce.
El niño decide: cuánto, cómo y qué comer de todo lo que le ofrecen.
¿Por qué funciona? Porque se respeta su instinto de hambre y saciedad; y al sentirse
respetado, desactivamos las conductas inapropiadas.
Hay que ser consistentes y recordar que los cambios no suceden de un día para el otro.
Modificar sutilmente los alimentos aceptados
Veamos dos estrategias
1. Tomemos como ejemplo uno de los alimentos universalmente aceptados y pedidos por los
niños: los fideos. Veamos cómo con pequeñas y graduales modificaciones podemos usarlos
como “remolcador” (como dice Narda Lepes) para otros alimentos saludables.
1. Le gustan los fideos.
2. Agregar grasas saludables.
3. Cambiar la pasta por una de otro cereal que no sea trigo (por ejemplo: quinoa, amaranto,
legumbres).
4. Sumar alguna verdura a la salsa.
5. Gratinar (le va a cambiar el color y la textura).
6. Agregar carne, pollo, pescado o huevos.
7. Incorporar una salsa diferente; primero, probar con los colores aceptados, luego con una
salsa de tomates liviana, e ir incorporando algunas verduras más.
2. Evitar los alimentos en sus paquetes originales. Por ejemplo, pasar el yogur a un vaso o bol. Si
asocian el empaque (con las imágenes cuidadosamente seleccionadas por la industria para ser
atractivo y llamativo) con su alimento favorito, luego es difícil hacerlos cambiar de marca,
quizás por una sin azúcar o de origen no industrializado. Poco a poco, ir sumando alimentos
nutritivos para acompañarlo, como palitos de fruta para mojar adentro o pedacitos de fruta
mezclados.
El factor novedoso: con la comida sí se juega
¡Intentá algo nuevo! Cocinar algo de una manera diferente: por ejemplo, hacer un sándwich en la
waflera para darle textura y formas nuevas, e incluir una verdura adentro. Crear algo nuevo no
implica demasiada creatividad, no hace falta hacer grandes obras de arte. Por ejemplo, agregar
“ojos” (aceitunas) a los fideos o “pecas” (semillas de chía, amapola o lino) a un helado casero.
Dejá que controlen la receta, dale opciones con las que estés de acuerdo y mostrale cómo se
prepara, permitiéndole hacer actividades aptas para su edad.
En todas las comidas, asegurate de que haya algo en el plato que le guste. Servilo junto con
otros ingredientes para brindarle una sensación de comodidad.
Usá un plato con divisiones: algunos niños pequeños se preocupan de que su comida se
arruine si toca algo más. En parte porque las texturas mixtas tienen un sabor diferente y son más
difíciles de masticar, pero también porque les preocupa que tengan un sabor distinto. Entonces, si
en principio lo que queremos lograr es que por lo menos acepten tenerlo enfrente, quizás nos
ayude un plato o contenedor con divisiones, un molde para muffins o muchos boles pequeños.
Algunas herramientas novedosas
Cubiertos o platos divertidos.
Palitos de frutas y verduras para mojar en dips.
Palillos (escarbadientes o palitos para sándwich) con puntas redondeadas.
Palitos de comida china para “apuñalar” la comida.
Jugar a apilar (por ejemplo, arándanos).
Armar rompecabezas: cortar con un cortante de galletitas el pan, por ejemplo, para que
jueguen a volver a armarlo (esto es útil cuando queremos cambiar un pan blanco
industrializado por uno de cereales integrales).
Hacer presentaciones novedosas con la comida: caritas, dibujos, etc.
Usar un método de cocción novedoso, por ejemplo, con la waflera o hacer papillotes
(envolver carnes + verduras + sabores en papel manteca); con Rafi hacemos estos
“regalitos” juntas, y de esta manera, volvió a comer pescado sin apanar.
Hacer un pícnic en el living o afuera de la casa.
Comer en la mesa baja: esto permite que esté toda la familia a la misma altura y el niño se
siente libre.
Invitar a un juguete favorito y darle de comer.
Comer en la cama ocasionalmente tiene su encanto.
Ante la duda, ¡hacelo milanesa!
Si a tu niño/a selectivo/a: le gusta el pan, los carbohidratos y la comida crujiente, pero rechaza
algunas o todas las verduras, la carne o el pescado... ¡Hacelo milanesa!
Después de unas vacaciones en Brasil, donde Rafi redescubrió los camarones (los comió
apanados y fritos), me di cuenta de que una vez que los probó de esa manera, en las siguientes
oportunidades podíamos ir variando. Ahora no es necesario que los llene de pan rallado para que
los coma. Simplemente los salteo con aceite de oliva, cúrcuma, sal y pimentón dulce, y los ama.
El apanado es solo la puerta de entrada que les da seguridad para probar eso que si no, generaría
desconfianza y no atravesaría sus labios. Muchos luchan con las verduras y la carne debido a la
textura, o no les gusta la forma en que se sienten o son difíciles de masticar y mover en la boca.
Para empeorar las cosas, las verduras tienen un sabor mucho más amargo para los niños que para
nosotros.
Cuando agrego o sugiero rebozar otros alimentos, no es porque quiera engañar a nuestros
hijos, ni mucho menos (no creo en eso). La razón por la que me gusta el apanado es porque les
resulta familiar. El primer sentido al que tenemos que convencer para que coman algo es la vista,
así que si luce familiar es mucho más probable que lo prueben. Al instante de verlo, saben que la
textura es crujiente y envían el mensaje: “Esta comida podría ser segura”. Pero ¿el pan no es
poco saludable? Lo sé, lo sé, podés ser reacio a apanar alimentos porque parece un paso poco
saludable. Todos queremos que aprendan a amar los alimentos en su estado puro, y que coman
pollo asado, pescado a la parrilla y chauchas al vapor. No espero ni quiero que alimentes
continuamente a tu hijo con coliflor rebozado. La belleza de este truco es que permite una
apertura, una exposición a una textura o sabor diferente, que tal vez nunca hayan experimentado.
En lugar de ser totalmente rechazado, pueden probar algo familiar con el apanado crujiente.
Una vez que un niño come una comida varias veces, está más abierto a que se la altere. Eso
significa que, en el futuro, se podrá agregar menos empanado y, finalmente, servirlo sin
empanar.
Cómo apanar cualquier alimento
1. Si es algo muy húmedo, te conviene pasarlo primero por algún tipo de harina, para que
luego el apanado se pegue mejor; yo suelo usar fécula de mandioca.
2. Batí un par de huevos y poneles sabor: ajo, perejil, cúrcuma, pimentón, orégano o lo que te
guste. También podés mezclar un poco de puré de verduras cocidas: zapallo, remolacha,
espinaca, acelga, o lo que se te ocurra (que no presente un color demasiado ofensivo).
Sumergilo en el huevo. Elegí una mano para ensuciarte con el huevo y otra para el pan. Si se
te hace un engrudo en ambas manos, se empiezan a armar pelotas de apanado que no se
pegan a nada.
3. Pasalo por la mezcla de apanados secos que quieras:
Frutos secos molidos o harina de almendras (unas cucharaditas mezcladas con otra cosa
para que no quede tan seco).
Polenta orgánica: queda supercrocante y riquísima.
Pan rallado casero (yo guardo todas las puntitas del pan de masa madre que nadie se come
en el freezer, después lo seco en el horno bajo y lo proceso).
Harina de mandioca (no es lo mismo que la fécula, es más gruesita y oscura).
Pan rallado de buena calidad. ¡Leé las etiquetas! Incluso si comprás uno sin gluten, siempre
fijate que no tenga aditivos raros ni exaltadores del sabor, aceites vegetales, etc. Si están
muy acostumbrados al pan rallado, cambialo gradualmente mezclándolo con opciones más
saludables.
Coco rallado: queda delicioso con verduras, pescados y mariscos. Buscá uno que no
contenga azúcar.
Algunas ideas sobre qué alimentos apanar
Brócoli, chauchas, coliflor, pollo (tiras o nuggets), carne vacuna o de cerdo (pedazos pequeños y
tiernos), pescado (de nuevo, apuntá a trozos pequeños), camarones, espárragos, zucchinis, alitas
de pollo, berenjenas, calabaza.
Para cocinarlos
Precalentá una sartén, ponele materia grasa, cociná el alimento elegido hasta que esté bien
cocido por dentro y dorado por fuera.
Precalentá el horno y una placa, ponele materia grasa y cociná hasta que el alimento esté
cocido por dentro y dorado por fuera.
Air fryer (freidora de aire), mi nueva mejor amiga: rociá por todos lados la comida con el
aceite que elijas, precalentá y cociná hasta que los trozos estén bien doraditos.
Estrategias para escondites de verduras
Sabemos que tenemos que presentar las verduras en la forma más parecida a la original para que
los niños se familiaricen con ellas (aunque no se las coman), pero si sos una madre de una niña
como la mía, que un día dejó de comer verdura, y necesitás un poco de paz mental hasta que
algún día las vuelva a aceptar, podés probar algunas preparaciones creativas para incorporarlas
sin que les resulten tan ofensivas. Mi única condición es que no le mientas: nadie quiere que le
den de comer alimentos que no eligió, a escondidas. Siempre que uso alguno de estos recursos: o
las preparamos juntas y ella ve qué lleva la preparación, o se lo cuento. Muchas veces, no es que
no le guste una verdura, es que necesita probarla presentada con otra forma, textura o sabor para
aceptarla.
Vamos a las estrategias propiamente dichas
Poner puré de verduras en el huevo del empanado para las milanesas: agregar un poco de
puré de calabaza, remolacha, espinaca, o la verdura del color que resulte menos ofensivo
para el pequeño comensal.
Empanados nutritivos (como vimos en el apartado anterior).
Agregale cúrcuma a todo.
Huevo hasta en la sopa (literalmente): un poco de caldo de huesos, unos fideítos pequeños y
un huevo revuelto, y todos felices.
Caldo de huesos: acordate lo que hablamos sobre la densidad nutricional. En vez de hervir
el arroz, los cereales, la quinoa o la polenta con agua, hacelo con un poco de caldo casero.
Hígado de pollo. Esto sí que es un superalimento. Cuando consigas higaditos de pollo de
campo, comprá muchos, picalos y congelalos. Mezclá los higaditos con arroz, papas o
batatas al horno, ponelo en la tortilla o en la sopa... Un poquito nada más aporta muchísimos
nutrientes.
Salsa de tomate: incorporale zanahorias, zucchinis, batatas, zapallo, o lo que se te ocurra;
todo rallado (si tenés procesadora, lo hacés en un minuto). Congelalo en porciones y usalo
como salsa para pizzas o para milanesas a la napolitana; agregale alguna proteína salteada y
un poco de arroz; y así tenés varias comidas listas.
Nuggets de pollo caseros. Haceme y hacete un favor: no compres los de paquete del súper.
Ya sé que son prácticos y todas nos tentamos, pero son muy fáciles de hacer y además, son
una excelente excusa para agregar verduras.
Smoothies. Cuando todo falla, el licuado suele ganar. Un licuado rosa suele ser de frutillas,
pero también puede tener remolacha, y uno verde quizás es el licuado de Hulk, pero
también una buena forma de incorporar hojas verdes. Un poco de creatividad y… prueba y
error. Tratá de que no sea la única manera de presentar frutas y verduras, necesitan aprender
a masticar. Dejalo para algo ocasional.
Heladitos caseros: fue la mejor manera que encontramos para que Rafi vuelva a comer
palta. Banana + palta + fruta de estación. Y si querés más, agregale semillas de chía o lino
molidas, chips de chocolate, un poco de kéfir de agua o de leche, o yogur natural para sumar
probióticos.
Qué hacer cuando tiran la comida
Todos nos ponemos nerviosos cuando vuelan pedazos de comida o platos completos, o cuando
vasos llenos de yogur o licuados hacen pinturas al mejor estilo Pollock en la pared. Cuando son
bebés pequeños que están iniciando su alimentación complementaria, simplemente se resuelve
sirviendo pocos pedazos y poniendo un mantel de plástico en el piso. Con los más grandecitos, a
veces nos confiamos porque ya comen bien de su plato, pero otras tantas veces, todo termina
volando.
Después de acompañar a muchas familias en este momento, puedo decirte que esto es
bastante habitual.
Primero, tenemos que entender por qué arrojan la comida y luego, por supuesto, buscar ideas
para solucionarlo, o por lo menos disminuir la frecuencia.
Tirar comida es totalmente normal para niños/as de entre 8 y 18 meses de edad. Si bien es
típico que un bebé o niño pequeño arroje comida al suelo, puede convertirse en un hábito difícil
de romper cuando ya debería haberse detenido por sí solo. Sin mencionar el agotamiento mental
en las madres y los padres por el constante lanzamiento y limpieza.
Arrojar los alimentos sucede por una variedad de razones. Algunas de las más comunes son:
Están aprendiendo “causa y efecto”: sí, así de simple. Es divertido, para bebés y niños
pequeños, arrojar o tirar comida al piso. En realidad, están aprendiendo que son capaces de
hacer que algo suceda. ¡Y es aún más emocionante si allí hay un perro para comer lo que
tiran!
Es su forma de comunicarse: una vez que aprenden a dejar caer la comida, no tardan en
darse cuenta de que pueden hacerlo desde la sillita alta porque no quieren comerla. Los
bebés y niños pequeños son selectivos con los alimentos simplemente por su aspecto, lo que
significa que no están muy seguros sobre el color o la textura. O bien, no saben cómo comer
un alimento, algo que damos por hecho cuando somos adultos.
Es su forma de llamar la atención: es muy motivador para un bebé o niño pequeño obtener
atención de cualquier tipo, incluso si es negativa. Y si han aprendido que habrá una gran
reacción cada vez que arrojen comida, entonces esto podría inspirarlos a seguir así.
Temen que los obliguen a comer. Es muy tentador forzar a alimentarse a bebés y niños
pequeños; y en algunos casos, parece que no hay otra manera de que coman. La verdad, sin
embargo, es que esto causa más problemas en torno a su capacidad para comer y su
aceptación de los alimentos. Algunos niños que han sido alimentados a la fuerza, arrojan
cualquier alimento en el instante en que lo ven como un mecanismo defensivo.
Ahora vayamos a los consejos para niños/as mayores de 18 meses
1. Dale menos comida: a los bebés y niños pequeños les encanta jugar con sus alimentos, y
cuando les servimos una gran cantidad, literalmente les damos más munición. A veces, la
razón por la que arrojan su comida es porque tiene una cantidad abrumadora frente a ellos,
pero incluso si ese no es el caso, darles solo unas pocas piezas (es decir, de 1 a 3) en su
bandeja, a menudo disminuye el lanzamiento de alimentos todos juntos.
2. Alimentalo con tu atención plena: muchas veces queremos lavar los platos, limpiar la cocina
o hacer una llamada rápida mientras nuestros bebés y niños pequeños están ocupados
comiendo, pero podés evitar que lancen alimentos mucho más fácilmente si te sentás con
ellos con toda tu atención.
3. Mantené la calma, incluso si no estás calmada/o. Dar la sensación de calma ayudará a tu
hijo a aprender que los alimentos que tiran no van a causar una gran reacción de tu parte. Si
bien es posible que al principio tengas que fingir tu actitud de calma, a la larga te va a
ayudar a ser más paciente, y va a ayudar a tu hijo a regular su apetito y comer solo hasta que
esté lleno.
4. Si la comida que cae al piso te pone muy nervioso/a, considerá colocar una colchoneta,
mantel o plástico en el piso, debajo de la silla alta, para facilitar la limpieza… ¡O conseguí
un perro!
5. Repetí una frase clara. La escena es más o menos así… Tu hijo está sentado en su silla alta,
vos estás sentado/a en la mesa con tu plato de comida. Le das algunos trozos de comida con
una sonrisa en la cara y te mira sonriente mientras recoge un trozo de comida en cada mano
y, rápidamente, los arroja al suelo.
6. En este punto, empiezo a usar una frase simple que repito una y otra vez para enseñarle
adónde va la comida. Tengo cuidado de no convertirla en un comentario negativo al decir:
“No tires la comida”. En cambio, soy específica, clara y positiva con un: “Mantenemos la
comida en la bandeja”.
7. Cuando le doy las próximas dos piezas a mi niño/a pequeño/a, miro como un halcón y estoy
lista para reaccionar. Tan pronto como vea que esa pequeña mano comienza a moverse, me
preparo para agarrarla firme pero no agresivamente (avisándole primero que lo/la voy a
tomar de la mano). A veces es necesario reafirmar el límite claro: “Mantenemos la comida
en la bandeja. Te estoy sosteniendo tu mano porque es necesario que mantengamos la
comida en la bandeja y no puedo permitir que la tires”. Es posible que tengas que decir esto
diez veces seguidas, durante varias comidas, pero en algún momento va a llegarle la
información y la va a incorporar. Este consejo no puede completarse sin tu atención plena y
si no estás tranquilo/a; tomate un minuto para respirar, porque no queremos que esto
parezca un castigo.
8. Enseñale a poner alimentos no deseados en una sección especial de su bandeja: si es obvio
que a tu bebé o niño/a pequeño/a no le gusta un alimento y por eso lo está arrojando,
mostrale que puede amontonarlo en una esquina de su bandeja o en un compartimiento
separado (generalmente hay un apoya-vasos, por ejemplo).
9. Continuando con nuestro ejemplo anterior, después de repetir la frase que estés usando
(podés usar la mía o alguna similar), tomá su mano mientras todavía agarra el alimento,
movela hacia donde pueda poner su comida y decile: “Podés ponerlo acá”. Ayudalo a dejar
caer la comida en la esquina o en una pequeña sección. Luego, volvé a seguir con:
“Mantenemos la comida en la bandeja”.
10. De nuevo, esto requerirá mucha práctica y repetición para que tu bebé o niño/a pequeño/a
aprenda, pero sucederá eventualmente.
11. Sentalo en la mesa de los adultos y compartan la comida, lo ideal es que todos coman en
una mesa baja tipo ratona para que puedan tener libre movimiento. Después de cierta edad,
el confinamiento en una silla alta es muy difícil de aguantar para ellos. Se pueden levantar y
volver a la mesa si lo necesitan, pero mi regla es que no se come caminando ni acostados.
También hay muchos asientos tipo booster disponibles que se usan sobre una silla común,
que podés acercar directamente a la mesa alta. En este caso, sugiero usar un individual
antideslizante para apoyar su comida o un plato con sopapa.
Tiene muchísimos beneficios que tu hijo esté en la mesa con ustedes para las comidas, y no
en su propia silla aislado, sin poder aprender a través de la imitación.
Así que ahora, sabiendo todo esto, en la próxima comida hacé una respiración profunda y
relajate, y sabé que esto pasará en los próximos meses con perseverancia y paciencia.
Desayunos, meriendas y snacks
Estos momentos con minicomidas, no pierdas la oportunidad de sumar alimentos reales. No
necesariamente tienen que ser dulces, en muchos países se desayuna con sopa, huevos, carnes,
verduras, etc. Recordá que no es necesario ofrecer comidas todo el tiempo: no los llenemos de
snacks entre comidas. Lo ideal es ofrecer: proteína + grasas saludables, y comerlas juntas como
en las otras comidas. Algunos ejemplos:
Frutas + yogur o queso.
Fruta + mantequilla de frutos secos.
Muffins de huevo y verduras.
Aceitunas y huevos duros.
Hummus con palitos.
Rodajas de manzana o pera untadas con mantequilla de frutos secos. O como le gusta a mi
hija, con dulce de leche artesanal.
Si eligen pan, buscá uno preparado con ingredientes naturales e integrales. Como un buen
pan de masa madre o alguno con semillas y frutos secos. Untalo con manteca de buena
calidad, ghee, palta o mermeladas caseras que no tengan demasiada azúcar. Y acompañalo
con alguna fruta.
Cuadraditos de milanesas, nuggets caseros, carne, pollo, arroz o lo que sea que haya
sobrado de la comida anterior.
Según la Academia Americana de Pediatría, el jugo de frutas no debe formar parte de la dieta
de un bebé. No, ni siquiera el juguito exprimido en casa. Si aún así decidís darle jugo de frutas a
tu bebé, esperá hasta que cumpla los 6 meses de edad como mínimo, y limitalo a un vasito
pequeño por día. Personalmente, no creo que exista la necesidad de que un bebé o niño/a
pequeño/a (o grandes, para el caso) consuma jugo de frutas. Es principalmente azúcar, aunque
sea el azúcar natural de la fruta (fructosa). El cerebro recibe esta gran dosis de azúcar sin haber
percibido las señales de la masticación. De esta forma, tampoco se consume la fibra que haría la
absorción del azúcar más lenta. En definitiva, el agua es una mejor opción.
He llegado a escuchar a adultos decir que no les gusta el agua, que no pueden tomarla, que
les da náuseas: es muy importante educar en el hábito de tomar agua desde temprano.
Si querés darle naranja, cortala en gajos (“sonrisas de naranja”, según Rafi) y que la coman
de esa forma.
Respondiendo a dos dudas frecuentes
1. ¿Qué infusión calentita le podemos dar a los niños?
No es necesario darles bebidas calientes, el calor lo obtienen de las calorías de las comidas, no de
la temperatura del contenido. La única bebida que necesitan es agua y la leche que tomen
mientras sean lactantes (teta o fórmula).
2. ¿Pueden tomar mate de yerba?
Los niños actúan por imitación y si nos ven tomando mate, lo más probable es que les dé
curiosidad y quieran hacerlo también. Pero la yerba mate tiene cafeína, y no queremos darles
estimulantes. Un mate lavado del final quizás no les haga nada, pero no siempre podemos hacer
que esperen. Entonces, como siempre decimos, después de un NO tiene que venir un SÍ,
entonces hay que proponerle una alternativa similar y posible. Para esto resulta práctico, además
de rico y saludable, que el niño tenga su propio matecito y hacerlo con coco rallado. Y si
conseguimos en alguna dietética, también con cascarilla de cacao, que además de darle un sabor
riquísimo, tiene muchas propiedades beneficiosas para la salud. Si no consiguen, pueden hacerlo
solo con coco. ¡No es solo para los niños! Muchas mamás puérperas me preguntan si pueden
tomar mate dando la teta, ya que el día a día y la soledad del puerperio a veces nos llevan a
buscar un compañero para la ansiedad. Sí, es posible tomar mate, pero como decíamos antes,
tiene mucha cafeína, que pasa a la leche materna, así que no es para abusar y beber todo el día.
Lo ideal es que usemos un recipiente de vidrio, cerámica o acero inoxidable para que no
tome gustos del recipiente ¿Cómo lo preparamos? Se hace una decocción de cascarilla de cacao,
es decir, dejar hervir entre 5 y 10 minutos: 2 cucharadas de cascarilla de cacao en una ollita con
agua (las cantidades son un poco a ojo y a gusto). Luego llenamos un mate hasta las 3/4 partes
con coco rallado, añadimos la bombilla y vamos cebando con la decocción del agua de cacao (o
agua sola si no tienen cascarilla). Podemos endulzarlo con canela, miel (si ya consumen), azúcar
de coco o azúcar mascabo. ¡Y listo el mate! Si estás con poco tiempo: poné coco rallado en un
vasito y andá cebando con agua tibiecita y nada más.
En cuanto a las propiedades, el cacao es un gran estimulante nervioso, que aumenta la
actividad cerebral, mejora el estado de ánimo y genera sensación de bienestar (por estimular la
producción de serotonina endógena). También posee sustancias antioxidantes y tónicas
digestivas. El coco es un poderoso alimento que cuenta con abundantes minerales como
magnesio, potasio, zinc, calcio y hierro, entre otros; y ácidos grasos esenciales.
Cuando nada parece funcionar
¿Sentís que sos consistente con la crianza de tus hijos y les ofrecés opciones saludables, para que
luego insistan en que solo quieren comer “alimentos” nutricionalmente vacíos como galletitas,
harinas, azúcar, yogures y papas fritas, por citar algunos ejemplos? ¿Te agarrás la cabeza
pensando que cuando ellos rechazan la comida saludable están generándose a sí mismos
problemas de salud? ¿Cuándo entra en acción el instinto de supervivencia? ¿Cuándo se darán
cuenta sus cuerpos de que no pueden sobrevivir negando las proteínas saludables, las grasas y las
verduras? ¿Qué hacemos nosotros mientras tanto?
Primero: entender que hay trillones de microorganismos en su cuerpo tomando estas
decisiones por él/ella. Justamente porque el equilibrio de las bacterias, en especial en el intestino,
juega un papel decisivo en dictar lo que ellos/as anhelan comer (y nosotros también). Las
bacterias balanceadas sanas esperan una dieta también sana y equilibrada. Un desequilibrio de las
bacterias patógenas envía señales al cerebro, a través del torrente sanguíneo, exigiendo su
alimento preferido: almidón, azúcar y otros carbohidratos.
¿Qué tienen que ver las bacterias con la alimentación selectiva? Las bacterias del intestino
influyen en el apetito. Hay una conexión bien documentada (50) entre el intestino y el cerebro; el
nervio vago transmite señales entre ellos. Un estudio publicado en el Journal of Bacteriology
propone que las bacterias intestinales realmente influyen (51) o incluso controlan los alimentos
que una persona anhela. Todos tenemos bacterias que viven en nuestro sistema digestivo, que
comen lo que comemos. Incluso “comen” antes que nosotros.
Los investigadores que escriben en el Journal of Bacteriology teorizan que ciertas bacterias
“anhelan” determinados tipos de alimentos. Y que los insectos intestinales pueden comunicarse,
tal vez a través de los compuestos que producen, con el cerebro a través del nervio vago, y en
realidad influyen en los tipos de alimentos que una persona elige comer.
Investigaciones recientes han arrojado luz sobre el hecho de que algunas especies de
bacterias anhelan los alimentos dulces y ricos en carbohidratos como su fuente de energía
preferida, para prosperar y proliferar. Aún no sabemos exactamente cómo estas bacterias
influyen en nuestro comportamiento, pero los autores de un estudio publicado en la revista
BioEssays creen que tiene algo que ver con la liberación de moléculas de señalización en nuestro
intestino. Estas moléculas, de manera significativa, reaccionan con otros sistemas del cuerpo que
provocan los antojos de los mismos alimentos que ayudan a esa especie en particular. ¡Son
pequeños engañosos! Se cree que el nervio vago es otro modo por el cual los insectos intestinales
controlan el comportamiento y los antojos.
El nervio vago es uno de los nervios más largos del cuerpo y conecta el cerebro con muchos
de los sistemas autónomos, incluido el tracto digestivo. Según el estudio realizado por la
Universidad de California en San Francisco, la Universidad Estatal de Arizona y la Universidad
de Nuevo México, los insectos intestinales pueden alterar las señales enviadas por el nervio vago
al cerebro. Athena Aktipis, coautora del estudio, continúa afirmando que los insectos intestinales
también son capaces de “cambiar los receptores del gusto, producir toxinas para hacernos sentir
mal y liberar recompensas químicas para hacernos sentir bien”. Todo esto para mostrar que lo
que está sucediendo en las entrañas de tu hijo quizás está relacionado con sus hábitos
alimenticios delicados. Tal vez no sean las criaturas más obstinadas, voluntarias y desobedientes
que hayan caminado sobre la Tierra, sino que están bajo algún tipo de control mental proveniente
de organismos microscópicos que se encuentran en el interior de sus cuerpos. Suena como algo
de una película de ladrones de cuerpos, pero como se puede ver, ¡la ciencia está ahí para
respaldarlo!
Parece que a continuación, si alguien tiene un desequilibrio o un crecimiento excesivo de
cierta microbiota poco saludable, esos insectos intestinales no deseados lo llevarían a querer
determinados alimentos que también son “anhelados” por esos tipos de microbiota (bacterias u
hongos).
A modo de ejemplo, la Candida albicans, una levadura que comúnmente se presenta en los
alimentos y en el intestino humano, no es una bacteria, sino un hongo. Por eso, los antibióticos
no lo matan. Cuando los antibióticos eliminan las bacterias con las que normalmente compite por
espacio y nutrientes en el intestino, la Cándida puede proliferar, lo que se convierte en un
crecimiento excesivo del intestino.
Como ya sabemos los que horneamos pan o pastelería, las levaduras necesitan azúcares y
carbohidratos. (52) Si un adulto tiene un bioma intestinal con levadura, puede anular los antojos
influenciados por el intestino y comer una mezcla saludable de alimentos. Pero cuando un niño
pequeño tiene un crecimiento excesivo de Candida albicans, puede causar que tenga antojos
poco saludables.
Resulta muy difícil, sino imposible, convencer a un niño o niña que experimenta los antojos
de la Cándida, para comer una variedad saludable de alimentos. Se cree que otra microbiota
también influye en el apetito. Por lo tanto, una mezcla poco saludable de insectos intestinales
sería una de las causas de los comedores extremadamente delicados, que solo anhelan tipos
limitados de alimentos.
¿Qué podés hacer si probaste de todo y nada funciona?
Se necesita sanar la microbiota intestinal y reducir la inflamación sistémica, que a su vez afecta
al cerebro y, por la tanto, a la conducta. Reducir al máximo el consumo de lácteos
industrializados, el azúcar y el gluten es lo que más a menudo alivia la selectividad a un nivel
manejable, sumado a algunos otros cambios de hábitos que podemos implementar. En mi
experiencia, una vez que se realizan estas modificaciones, los niños que comían solo unos pocos
alimentos, al cabo de unos pocos días, comienzan a probar más variedad.
Algunos niños y niñas extremadamente selectivos, a menudo también tienen poco apetito.
Los probióticos estimulan el hambre y aumentan los insectos intestinales saludables. Todos los
días aparecen estudios nuevos que relacionan la microbiota intestinal con distintas
manifestaciones de la salud y la enfermedad. Y muchos teorizan que la suplementación con
ciertos probióticos puede aumentar el apetito. Esto tiene sentido ya que los probióticos ayudan en
la digestión de los alimentos. Curiosamente, hay algunas investigaciones recientes muy
interesantes sobre el vínculo entre la microbiota intestinal y la obesidad.
Además, tomar probióticos aumenta el número de bacterias beneficiosas que viven en el
microbioma intestinal. Incrementar las bacterias intestinales sanas también puede,
potencialmente, influir y expandir los tipos de alimentos que se antojan (por medio de la
conexión intestinal que se mencionó anteriormente, donde los insectos intestinales influyen en
los antojos de alimentos).
La suplementación con probióticos de alta calidad fue el consejo que nos dio nuestro
pediatra. El consenso parece ser que se requieren al menos veinte mil millones de unidades
formadoras de colonias (UFC) para afectar el apetito. Un probiótico que contenga una mezcla de
algunas bacterias que usualmente se recomiendan para estimular el apetito sería una buena
opción. En general, se mencionan bacterias de la familia Lactobacillus (tales como: L.
acidophilus, L. casei, L. fermentum, L. rhamnosus, L. reuteri) y las bifidobacterias.
Suplementos probióticos para reducir las bacterias poco saludables
Siempre es mejor obtener los probióticos a través de la ingesta diaria de una variedad de
alimentos fermentados, pero a veces es necesaria una intervención puntual. Y así como cuando
tenés una infección necesitás un antibiótico específico, también necesitás un probiótico
específico (o varios) para cada dolencia.
Dependiendo de la mezcla de bacterias intestinales, sería necesario no solo aumentar el
número de probióticos intestinales, sino también intentar activamente eliminar algunas de las
bacterias, hongos o mohos no saludables. El Saccharomyces boulardii (S. boulardii) ha
demostrado ser eficaz contra el crecimiento excesivo de levadura en el intestino de los
consumidores exigentes que anhelan alimentos dulces y almidonados, quienes tienen un exceso
de Cándida que afecta su apetito. El S. boulardii está disponible como un probiótico de venta
libre. Se ha encontrado que los medicamentos antifúngicos son efectivos contra las infecciones
intestinales por Cándida; se obtienen con receta médica.
Algunas medidas
Recordá que para hacer cualquier cambio sustancial en tu dieta o la de tus hijos es aconsejable
consultar con un médico y/o nutricionista.
Eliminar lácteos industrializados. Si tenemos a nuestro alcance lácteos provenientes de
ganadería biológico-dinámica, es posible volver a incorporar —después de unos días— los
lácteos fermentados. Por ejemplo, son una buena opción: yogur natural, kéfir de leche,
quesos duros o semiduros, manteca y ghee.
Reducir el consumo de alimentos inflamatorios como harinas blancas o incluso las
integrales, azúcares, cereales y productos industrializados (con conservantes y colorantes).
Incluir en la dieta: probióticos o alimentos fermentados. Me refiero a alimentos con
probióticos naturales producto de la fermentación: sauerkraut/chucrut no pasteurizado,
kimchi, kefirkraut, kéfir, miso orgánico y yogur natural sin endulzar (una vez que
reincorporamos los lácteos). Cuando consumimos vegetales fermentados, nuestros cuerpos
no solo se benefician con los probióticos vivos, sino que también aprovechamos mejor las
vitaminas y minerales presentes en los alimentos con los cuales los acompañemos,
aumentando su biodisponibilidad.
Incluir prebióticos, la comida preferida de los probióticos. Por ejemplo: papa y arroz fríos
(almidones resistentes), puerro, apio, espárragos, cebolla cocida, ajo y bananas (no muy
maduras, más bien verdes).
Evitar los colorantes: están relacionados con hiperactividad, cáncer, e incluso con
problemas reproductivos.
Eliminar de la dieta los edulcorantes artificiales y reducir los endulzantes naturales al
mínimo. El problema está en los edulcorantes que alimentan las levaduras y otras bacterias
patógenas que habitan el intestino; también porque desplazan el consumo de proteínas
saludables, grasas y verduras.
Los edulcorantes hechos en un laboratorio no se han probado a largo plazo, y estarían
relacionados con el cáncer, la interrupción del desarrollo del cerebro de los niños, los
problemas del aprendizaje y los trastornos emocionales y mentales. La miel puede ser
utilizada para los mayores de 2 años, o azúcar no refinada (como la mascabo) en pequeñas
cantidades. Pero reducir el consumo de dulces es aún mejor.
Eliminar los productos que contengan jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF) producido
con semillas GMO (modificadas genéticamente). Este ingrediente se utiliza en productos
altamente procesados por su bajo costo, en reemplazo del azúcar. Daña el cuerpo porque se
hace con cepas genéticamente modificadas de las cuales todavía no conocemos los efectos
secundarios a largo plazo. Y se procesan hasta que son almidón y azúcar simples: no
contienen los oligoelementos encontrados en el alimento verdadero que son necesarios para
que el cuerpo funcione en forma correcta. Por lo tanto, incluso si se consumen suficientes
calorías, el cuerpo seguirá teniendo hambre de nutrientes y luchando para funcionar bien
pidiendo más.
Evitar los aceites vegetales hidrogenados, por ejemplo: aceite de maíz, girasol, canola; y
margarina. Los aceites vegetales poliinsaturados (excepto el de oliva y el de coco) no son
semillas prensadas; son productos altamente procesados que pasan por muchas fases
químicas hasta llegar a la góndola: solventes, ácidos y tratamientos para el sabor y el olor.
Además, suelen partir de semillas modificadas genéticamente. La hidrogenación crea grasas
trans, que se ponen rancias y demandan una necesidad mayor de antioxidantes a nuestro
organismo. (Podés volver atrás, al capítulo 1, para ver más sobre este tema).
Si consumimos granos y legumbres, se recomienda cocinarlos en forma apropiada, con su
remojo previo correspondiente. Esto es porque los granos y las legumbres contienen
antinutrientes, que son sustancias perjudiciales para el ser humano que deben ser
transformadas con el objetivo de evitar problemas de salud. Si bien protegen a las semillas o
a los cereales de los insectos, los hongos y las plagas, y permiten garantizar las condiciones
para su germinación, pueden producir diversos problemas nutricionales si se las consume en
forma regular, ya que disminuyen o impiden nuestra capacidad para asimilar los nutrientes
del propio alimento.
Incluir caldo de huesos en la dieta. Su alto contenido de colágeno contribuye a sanar el
tracto intestinal.
Concentrarse en ofrecer alimentos de alta densidad nutricional. Por ejemplo: yemas de
huevo, hígado y otras carnes de órganos, algas, hongos, kale, frutos rojos y arándanos.
Beber agua filtrada. Y evitar el agua con cloro, que impide la proliferación de bacterias
buenas.
No comer entre comidas. De esta manera, el sistema digestivo funciona mejor y los niños
llegan con hambre real a la comida. No necesitan estar “picando” constantemente.
Dar el ejemplo. Si los adultos de la casa comen sano, los niños van a hacerlo también. Si en
casa solo hay disponibles comidas o productos parecidos a alimentos y poco nutritivos, va a
ser más difícil incorporar los cambios.
Incluir a los niños en las compras siempre que sea posible, y cocinar en casa. La comida
casera es la mejor manera de asegurarnos de que todos los ingredientes sean los mejores;
además, es una gran ayuda para el presupuesto familiar.
Perder el miedo a que se ensucien: somos demasiado limpios. Es necesario estar en contacto
con la tierra, el pasto y la naturaleza; tener mascotas; y no usar jabones ni productos para la
limpieza del hogar antibacteriales. Si podemos, evitar que los niños se bañen diariamente: si
no anduvieron revolcándose en la plaza y tiene los pies totalmente negros, quizás no es
necesario que se bañe ese día.
Evitar los antibióticos, a menos que sean absolutamente necesarios. Los antibióticos son una
intervención que cuando es necesaria, puede salvar vidas, pero su uso excesivo ha dejado a
las madres de esta generación, y a sus hijos, con una pobre microbiota y muy vulnerables a
ser colonizados por bacterias patógenas. Los antibióticos dañan la microbiota normal, que
deja al cuerpo expuesto para desequilibrarse con levaduras patógenas, bacterias y otros
microorganismos. Los antibióticos también crean superbacterias. Cuando se utilizan en
exceso, las bacterias que una vez respondieron a ellos rápidamente, se vuelven más
resistentes. Después de haber tomado antibióticos en un caso de extrema necesidad, es
importante reponer la microbiota para ayudar a prevenir lo que se denomina “infección
secundaria” y otras condiciones como la proliferación de hongos (como la Cándida).
Intestino sano, niño feliz
Aunque ciertamente hay muchos factores que influyen en el comportamiento de un niño, la
evidencia científica que reunimos sobre este tema sugiere que la microbiota intestinal juega un
papel importante.
Cultivar una microbiota saludable para los niños no solo mejorará seguramente su
comportamiento a corto plazo, sino que también reducirá la posibilidad de problemas de salud
más adelante en la vida. Una microbiota diversa tiende a ser una microbiota saludable. Una dieta
diversificada y densa nutricionalmente proporciona los sustratos para obtener una amplia gama
de microbios, que apoyan la salud y previenen que poblaciones de bacterias no deseadas ganen
terreno.
Muchas personas encuentran que sus antojos disminuyen de manera sustancial después de
adoptar una dieta rica en nutrientes y baja en productos industrializados durante varios meses.
Esto es, probablemente, por un cambio en su salud intestinal.
Seguro que al leer esto piensan: “Mi hijo nunca comería esas cosas” o “Se va a morir de
hambre”. Por eso, primero créanlo ustedes, para que ellos puedan creerles. Y recuerden que
nadie sufre problemas de salud por falta de pan, caramelos o fideos. Entonces, si lo que está
disponible es saludable y lo pueden sostener en el tiempo como para que haya un cambio en las
bacterias malas que piden estos alimentos, van a ver modificaciones paulatinas en la variedad
que se animan a probar, aunque no todo les guste (no tienen que gustarles todas las verduras
verdes de un día para el otro, tengamos expectativas realistas).
Cómo se vuelven selectivos los niños y las niñas
En la mayoría de los niños y las niñas, la microbiota anormal fue heredada de sus madres y/o
padres desde el nacimiento (nada de qué sentirse culpables, puede pasar). Los bebés nacen con
un sistema inmune inmaduro, y la microbiota normal debe establecerse en los primeros veinte
días de vida aproximadamente, durante el viaje a través del canal de parto y la lactancia. (Les
recomiendo volver al capítulo 2 si quieren leer sobre este tema con más detalle).
La microbiota juega un papel crucial en el desarrollo apropiado del sistema inmune del bebé.
La mayor parte de nuestro sistema inmune se encuentra en el intestino delgado, en el tejido
linfático llamado “placas de Peyer”, con un ejército de bacterias intestinales buenas que vigilan.
Por lo tanto, si el bebé heredó una microbiota anormal o se perdió el viaje a través del canal de
parto o la lactancia, este sembrado inicial de bacterias beneficiosas no sucedió de una manera
óptima. Como resultado, probablemente adquirieron una infección tras otra y se les recetaron
antibióticos todas las veces. Cada curso de antibióticos eliminó parte de su microbiota, lo que
debilitó aún más su sistema inmunológico.
La microbiota saludable es una gran productora de vitamina B, vitamina K2 y otros
nutrientes. Cuando la microbiota de tu hijo/a es anormal, no puede digerir y absorber los
alimentos adecuadamente.
El metabolismo mineral también es esencial para la salud intestinal, pero es muy complejo.
Para que el cuerpo absorba minerales, necesitamos una microbiota intestinal en equilibrio, y para
que el cuerpo use los minerales de manera apropiada, requerimos vitaminas solubles en grasa.
Las vitaminas A, D y K liposolubles son necesarias para el crecimiento y desarrollo normal, y
también tienen una gran demanda para tratar la toxicidad, por lo que quizás no hay suficiente
para todo.
Dado que vivimos en un mundo que recién ahora está superando lentamente la fobia a la
grasa, muchos de nosotros hemos estado limitando el consumo en nuestros niños desde una edad
muy temprana, lo que agrava esta situación. La mayoría de las dietas de eliminación y reparación
son ricas en grasas naturales, mínimamente procesadas, que estimulan la producción de bilis y la
excreción en el duodeno (el primer segmento del intestino delgado) en cada comida. Si bien es
posible que la vesícula biliar vuelva a funcionar de manera óptima para la digestión de las grasas,
este proceso toma tiempo. Como resultado de todos estos factores (epigenética, ambiente
prenatal, antibióticos y absorción de nutrientes), tu hijo/a terminó con una microbiota muy
anormal y una inmunidad comprometida, que daña el tracto gastrointestinal y causa problemas
digestivos (cólicos, diarrea, estreñimiento, reflujo e hinchazón).
La dieta en el inicio de la alimentación complementaria típica, que se basa en granos
procesados y leche procesada que alimentan los patógenos en el intestino, empeora la situación.
A medida que la pared intestinal se daña, los niños desarrollan alergias e intolerancias a los
alimentos y otras sustancias. Finalmente, la toxicidad que se origina en el intestino invade el
cerebro y otros órganos del cuerpo.
Cuando el intestino de tu hijo/a está dominado por microbios oportunistas o de transición
(bacterias malas, dicho mal y pronto), su pared intestinal comienza a dañarse. Las células
intestinales nuevas, llamadas “enterocitos”, no nacen tan a menudo como debería ser; y las que
nacen, están deshabilitadas y no hacen su trabajo de manera eficiente. A estos enterocitos les
faltan las enzimas que realizan los últimos pasos en la digestión de los alimentos, lo que
perjudica su digestión y absorción.
La estructura de los cambios en la pared del intestino de tu hijo y las enfermedades aparecen,
lo que lleva a malabsorción, deficiencias nutricionales e intolerancias alimentarias. ¿Te suena
familiar?
Los patógenos y las toxinas que producen, dañan las células del intestino de tu hijo y abren
los espacios entre ellas en uniones estrechas, donde los enterocitos se “pegan” entre sí para evitar
que los alimentos pasen entre ellos. En cambio, la comida se toma dentro de los enterocitos y se
analiza; luego, lo que es útil, se deja pasar al otro lado del torrente sanguíneo.
Las uniones estrechas están formadas y mantenidas por proteínas muy especiales, que son
como pegamento. Desafortunadamente, muchos microbios patógenos en la microbiota anormal
producen toxinas que disuelven el pegamento y abren las uniones estrechas. El intestino se
vuelve poroso, permeable y deja pasar las sustancias que no debían pasar, a través de la pared
intestinal. Luego, el sistema inmunitario encuentra estos alimentos parcialmente digeridos en la
sangre, no los reconoce como comida y los ataca. Así es como se desarrollan las alergias e
intolerancias alimentarias. Entonces, no hay nada malo con la comida: es el revestimiento del
intestino dañado lo que causa este fenómeno.
Las alergias e intolerancias alimentarias se manifiestan con muchos síntomas en el cuerpo,
desde dolores de cabeza y comportamiento anormal, hasta artritis. La reacción puede
evidenciarse inmediatamente, en unas pocas horas o en algunos días. A medida que estas
reacciones se superponen, se vuelve imposible saber a qué reacciona tu hijo/a en un día
determinado.
Cómo funciona el plan de recuperación
Ahora, veamos qué sucede cuando comenzás a centrarte en curar y sellar el revestimiento
intestinal de tu hijo mediante cambios en los hábitos, y así empezás a revertir todo el daño.
A medida que la microbiota intestinal se normaliza, produce cada vez menos toxinas, por lo
que disminuye el nivel de toxicidad en el cuerpo. Cuando el revestimiento del intestino comienza
a recuperarse, empieza a digerir los alimentos adecuadamente antes de absorberlos, por lo que las
alergias e intolerancias desaparecen. Se restaura toda la función digestiva, por lo tanto, las
múltiples deficiencias nutricionales y sus síntomas desaparecen. A medida que el niño se nutre
mejor, su sistema inmunitario se equilibra, lo que elimina la base de las alergias y la
autoinmunidad en el cuerpo. En lugar de atacar sus propios tejidos, su sistema inmune comienza
a eliminar eficazmente patógenos como la Cándida, los virus y las bacterias del cuerpo. Una vez
que estas bacterias que piden su alimento favorito desaparecen, también lo hacen los constantes
antojos de comidas poco saludables.
49. Peracchio, H. L.; Henebery, K. E.; Sharafi, M.; Hayes, J. E.; Duffy, V. B. (2012). Otitis media exposure
associates with dietary preference and adiposity: a community-based observational study of at-risk
preschoolers. Physiology & behavior, 106(2):264-71. DOI: 10.1016/j.physbeh.2012.01.021.
50. Citado en internet, página HUFFPOST: https://www.huffingtonpost.com/2013/09/16/gut-bacteriainfluence_n_3908465.html
51. Norris, V.; Molina, F.; Gewirtz, A. T. (2012). Hypothesis: bacteria control host appetites. American
Society for Microbiology. DOI:10.1128/JB.01384-12.
52. O’Hara, A. M. y Shanahan, F. (2006). The gut flora as a forgotten organ. EMBO reports, 7, 688-693. DOI:
10.1038/sj.embor.7400731.
CAPÍTULO
OCHO
Tras la pista del umami
Aprendé a cocinar, probá nuevas recetas, aprendé de tus errores y sobre
todo divertite.
Julia Child
Por qué nuestras comidas a veces no tienen el mismo
gusto que en los restaurantes
Cervantes decía: “…La mejor salsa del mundo es el hambre”, pero yo diría que los condimentos
hacen la mejor salsa porque pueden completar y hacer deliciosa hasta la comida más simple.
La mayoría de los condimentos son fuentes de ácido y de sal, y ofrecen una manera bastante
segura de mejorar el sabor. El bonus es que a menudo son excelentes fuentes de umami, que es
una palabra proveniente del japonés para describir el quinto sabor que podemos sentir; los otros
cuatro son: dulce, amargo, salado y ácido. La traducción más cercana al español es algo parecido
a “delicioso” o “sabroso”.
Umami es, de hecho, el resultado de compuestos de sabor llamados “glutamatos”.
El glutamato más conocido es el monosódico (MSG), que es el polvo blanco generosamente
utilizado en las cocinas de los restaurantes chinos para mejorar el sabor. Aunque el MSG se
fabrica químicamente y no es recomendable para la salud, también hay muchas fuentes naturales
de glutamatos.
Tres alimentos abundantes en glutamatos naturales que se consumen en las culturas
occidentales son el kétchup o las salsas de tomates, el parmesano, y los fiambres o las carnes
curadas. En la cocina oriental se usa la salsa de pescado, las algas o las salsas fermentadas.
A veces, con solo agregar unos cuadraditos de panceta dorada o un chorrito de salsa inglesa
(que contiene anchoas altas en umami) a cualquier plato, todo se vuelve delicioso.
Algunos alimentos ricos en umami son: pescado, salsa de pescado, mariscos, carnes curadas
como la panceta o el jamón crudo, hongos, tomates maduros, repollo chino, espinaca, té verde,
alimentos fermentados, anchoas, salsa inglesa y caldos reducidos, entre muchos otros.
¿Umami en la lecha materna?
La leche materna humana es rica en umami. El alto contenido de glutamato de la leche materna
es el mismo para todos los seres humanos, independientemente de la raza.
Desde una edad temprana, todos hemos sido expuestos al umami y perfeccionado nuestro
gusto por este sabor. Aunque no seamos conscientes de ello, umami es un gusto familiar para
todos nosotros desde el nacimiento.
Umami es un gusto importante para los recién nacidos. La leche materna es rica en el
componente umami glutamato. También se encuentra en el líquido amniótico.
Para los bebés, los sabores básicos son una señal vital que les dice si lo que han consumido
es nutritivo o dañino. En un estudio que se realizó, cuando las soluciones amargas y agrias se
colocaron en la boca de los niños de 6 meses que comenzaban a recibir alimentos sólidos, sus
respuestas faciales indicaron rechazo por los gustos amargo y agrio. Por otro lado, cuando se les
ofrecía un líquido dulce, parecían tranquilos y felices.
Cuando se les dio sopa de verduras, los niños hicieron “caras”, pero cuando les dieron sopa
de verduras con un umami añadido, exhibieron el mismo grado de satisfacción que en el caso del
líquido dulce.
¿Dónde sentimos umami? En las papilas en la lengua, que contienen órganos en forma de
brote que detectan el sabor. Estas papilas gustativas, como se las conoce comúnmente, constan
de docenas de células de sabor agrupadas. Las células gustativas, a su vez, contienen receptores
para sustancias dulces, agrias, saladas, amargas y umami. A partir de estos receptores, la
información se transmite al cerebro y percibimos el sabor del alimento.
Las sustancias de umami funcionan como las llaves, y sus receptores, como las cerraduras.
Cuando los receptores de las células gustativas reciben la sustancia umami glutamato, esa
información se transmite rápidamente al cerebro a través de los nervios del gusto, y se reconoce
el umami.
Estudios recientes han revelado la presencia de receptores umami no solo en la lengua, sino
también en el estómago.
Cuando el alimento entra en el estómago y los receptores detectan una sustancia umami, la
información se transmite al cerebro a través del nervio vago. El cerebro, a su vez, transmite un
mensaje al estómago que provoca la digestión y la absorción de proteínas.
Por lo tanto, el umami está estrechamente involucrado en la digestión y absorción de
proteínas, dándoles un papel vital en nuestros cuerpos.
Echemos un vistazo a tres propiedades del umami
• Difusión a través de la lengua
Los experimentos en las áreas de la lengua de la receptividad del gusto han demostrado que
los sabores dulces y salados se perciben más intensamente en la punta de la lengua, mientras
que umami es detectado a través de toda la superficie.
• Persistencia
En un estudio, los participantes tomaron por separado las soluciones de las sustancias umami
glutamato e inosinato, sal de mesa y ácido tartárico (el componente ácido del vino) en sus
bocas, luego escupieron las soluciones y compararon la intensidad del gusto que les quedaba.
Mientras que los sabores salados y amargos de la sal de mesa y del ácido tartárico pronto se
desvanecieron, el umami se encontró por varios minutos. Esto sugiere que incluso entre los
sabores básicos, el umami tiene un impacto importante en el gusto de los alimentos.
• Promueve la salivación
El sabor ácido es ampliamente conocido por promover la salivación, pero de hecho se ha
revelado que el umami desencadena la secreción sostenida de la saliva por un período más
largo. Además, la saliva producida con un sabor amargo tiene una calidad más ligera,
mientras que la saliva producida con umami es más viscosa, y esto parece humedecer más el
interior de la boca.
Sin saliva somos incapaces de percibir el sabor o tragar alimentos sin problemas. El umami
tiene la llave de estas funciones.
El sabor umami es delicioso, literalmente. Los recientes avances en la fisiología del gusto
confirman que la sustancia umami glutamato promueve la salivación. La salivación se alienta,
además, por la adición de inosinato.
El deterioro del sabor entre las personas mayores se considera, principalmente, debido a una
disminución de la salivación. Algunos informes sugieren que este sentido del gusto deteriorado
puede ser mejorado usando el umami para promover la salivación; actualmente se están
realizando movimientos para utilizarlo como medio para mejorar la calidad de vida de los
mayores.
En el Reino Unido, por ejemplo, los cocineros y los científicos están trabajando juntos para
desarrollar comidas ricas en umami para este propósito.
Cómo lo utilizo yo
Por último, pero no por ello menos importante, aquí está mi sugerencia favorita: abastecerse de
ingredientes que aumenten el umami, como la salsa de pescado, los hongos frescos y secos, y los
tomates.
Mi obsesión por la comida deliciosa es igualada solo por mi pereza, y agregar ingredientes
ricos en umami me permite maximizar el sabor con un mínimo esfuerzo.
¿Hacemos un poco de historia? Hasta finales de 1800, se creía que los seres humanos
detectábamos solo cuatro gustos fundamentales: dulce, salado, amargo y agrio. Pero luego vino
Auguste Escoffier, el autor de Le Guide Culinaire, y uno de los más grandes chefs de finales del
siglo xix.
Escoffier comenzó a servir platos que no se parecían a nada que se hubiese experimentado
antes, como los tournedos Rossini o un filet mignon servido con foie gras y trufas negras. El
ingrediente secreto del chef, sin embargo, era una reducción especial hecha de caldo de ternera.
Los alimentos cocinados por Escoffier parecían más robustos, complejos y satisfactorios,
aunque el caldo no era dulce, salado, amargo o ácido.
Escoffier había tropezado con el quinto gusto: el umami.
Como vimos, en japonés, umami significa “delicia” y describe una calidad robusta, sabrosa y
llena de boca para los alimentos. ¿Por qué consiguió Japón el derecho de nombrarlo a pesar de
que Escoffier estaba sorprendiendo a los ricos europeos con sus platos llenos de umami en
Francia? Porque nadie podía señalar qué era este quinto gusto hasta que un químico de la
Universidad de Tokio llamado Kikunae Ikeda lo investigó en 1907.
Durante generaciones, los cocineros japoneses habían utilizado un caldo de algas marinas
llamado dashi para imbuir su comida con una riqueza única. Intrigado por este efecto, Ikeda se
puso a investigar, y finalmente descubrió la esencia de este sabor: un compuesto químico
llamado glutamato y ribonucleótidos como inosinato y guanilato.
Y aquí está lo mejor de los alimentos ricos en umami: cuando se combinan, la suma sabe
incluso mejor que las partes. Así es: se pueden potenciar las dimensiones del sabor de un plato
simplemente agregando la mezcla correcta de componentes. Por eso, mis hamburguesas llevan:
carne vacuna + panceta + hongos, que son altos en umami. Y con solo un puñado de ingredientes
ricos y sabrosos, un clásico guiso o un estofado tienen un sabor a esfuerzo maravilloso.
Incluso si no tenés muchos de estos ingredientes a mano, es posible amplificar
instantáneamente los platos con solo un toque de pasta de tomates secos (hidratá los tomates
hasta que se ablanden y licualos; se puede congelar en cubeteras) o una pizca de este polvo de
hongos…
Polvo mágico de hongos
30 g de hongos secos (los shiitake, morilla o porcini funcionan muy bien porque son suaves;
los de pino son más fuertes y con una textura más arenosa).
2 cdas. de tomillo seco o alguna otra hierba seca que te guste (opcional: muchas veces solo
muelo hongos y nada más).
1 cda. de pimentón dulce o escamas de chile seco (de acuerdo al picor que te guste).
Pimienta negra molida.
1 cda. de cúrcuma.
Procesar los hongos en un molinillo de café o en una procesadora, agregar las especias y
pulsar un par de veces más hasta que esté todo incorporado. Guardar en un frasco hermético en la
alacena y agregar a todo lo que necesite un poco de onda.
El caldo de huesos
El caldo de huesos merece su propio apartado. ¿Por qué? Regenera la mucosa intestinal y sirve,
por ejemplo, para reparar al llamado “intestino permeable”, trastorno que sucede cuando los
alimentos atraviesan la pared intramuscular y llegan al torrente sanguíneo. Es rico en
aminoácidos, proteoglicanos y minerales, y aporta glutamina, que actúa como un
antiinflamatorio natural de la mucosa intestinal y del tejido linfático, favoreciendo la reparación
de la permeabilidad, por lo cual, es parte fundamental de una mirada holística de la alimentación.
Aporta glicina, prolina y lisina, que son aminoácidos precursores de la síntesis del colágeno; este
tiene acción directa en la prevención y corrección de las arrugas de la piel, y en la firmeza y
calidad del cabello y de las uñas (ideal para mamás puérperas a las que se les cae mucho el pelo).
Además de todas las propiedades nutricionales superconcentradas, aporta muchísimo sabor y
sirve de base para sopas, guisos y salsas. También es maravilloso tomar una tacita por la noche,
con un poco de limón, o en cualquier momento del día que aparezca el hambre.
Muchos de los fármacos que compramos para los dolores articulares están también presentes
en el caldo de huesos, como el sulfato de glucosamina y el condroitín. Además también tiene
arginina y cisteína. En definitiva, parece la receta mágica de la salud y de la juventud.
Sally Fallon, en su libro Nourishing Broth (Caldo nutritivo) explica que el colágeno es “el
pegamento que sostiene al cuerpo”. Pero cuando dejamos de producir hormonas de crecimiento,
también perdemos la capacidad de fabricarlo. Así que la suplementación se convierte en
necesaria; tomar pastillas de colágeno no sirve, en cambio, se recomienda el caldo de huesos. Es
bueno, bonito y baratísimo.
Para poder hacer cocciones largas, a una temperatura muy baja y estable, para obtener la
mayor cantidad de nutrientes, me compré una olla de cocción lenta eléctrica. Hay quienes
también lo hacen en una olla a presión para acortar tiempos. Pero si no tienen estos implementos,
se puede hacer en una buena olla (¡que no sea de aluminio!), colocando debajo de ella una
tostadora o difusor (se consigue en cualquier bazar o ferretería).
Es tan fácil de hacer, económico y nutritivo, que sigo sin comprender por qué comprar en el
súper, calditos llenos de sodio y aditivos.
Cada vez que hago pollo, asado, carne al horno, pescado, o lo que sea que tenga huesos, los
voy acumulando en algunos recipientes bien cerrados en el freezer hasta obtener una cantidad
abundante para preparar un caldo. (Separo pollo, carne y pescado en distintos recipientes y hago
diferentes caldos; sugiero mezclar carne vacuna y pollo, pero el de pescado me gusta hacerlo
solo).
En muchas partes de nuestro país es difícil obtener pollos de campo o carne vacuna que no
sea de feedlot. En mi opinión, con que los animales hayan pastado un porcentaje de su vida es
aceptable; evito los alimentados con cereales toda su vida o criados en condiciones de
hacinamiento. Por eso, es importante considerar cuál es la mejor calidad de animales locales que
podemos obtener (en el sur se consiguen huesos de cordero, e incluso he conocido gente que lo
hace con huesos de oveja). Este caldo también se prepara con alitas o patitas de pollo que
compramos especialmente (o que sacamos de las pechugas que usamos para otra preparación) o
con la carcasa del pollo que deshuesamos (o encargarle al pollero amigo). Y con respecto a las
carnes vacunas, me gusta mucho prepararlo con unas rueditas de osobuco, espinazo, chiquizuela
y con los huesitos que sobran de la tira de asado al horno o a la parrilla.
Algo que hacemos en casa es juntar todos los recortes de verduras en un tupper en el freezer:
lo que no se suele consumir y normalmente se desperdiciaría (tallos de acelga y de brócoli,
corazones de cebolla, puntas de zanahoria y zucchinis, hojas de apio, tallos de aromáticas como
perejil y cilantro, la parte verde del puerro, las ramitas del hinojo y los tronquitos de los hongos
frescos como champiñones o portobellos), y las verduras que ya no están muy aptas para la
ensalada como morrones, rabanitos, zapallitos, etc.
Todo va a parar al caldo, nada se desperdicia; tratamos de respetar y utilizar los alimentos
que nos brinda la tierra al máximo.
Para hacer un caldo vegetariano, obviamos las carne y agregamos la mayor cantidad de
verduras que tengamos, dentro de los sabores que combinen entre sí (va a ser un caldo con
menos nutrientes pero muy rico y saludable también).
Es muy fácil de hacer, intentalo una vez con algunos pocos ingredientes y por unas horas.
Con solo un pedacito de carne, cebolla y ajo, ya sale un buen caldo, todo lo demás es opcional.
¿Los huesos van crudos o cocidos? Como prefieras, si los huesos los guardás de una comida
que hiciste, ya están cocidos (por ejemplo, pollo al horno). También podés llevar los huesos
crudos un rato al horno para lograr un sabor más intenso. O usar carne o huesos crudos. Después
de practicarlo un par de veces, vas a empezar a distinguir de qué forma te gusta más.
Ingredientes
1 pollo entero de campo o 1 carcasa o 1 kilo de alitas, o 2 rueditas de osobuco, o 15
huesitos de tira de asado (aproximadamente). Otros cortes que se pueden usar: marucha,
chiquizuela, garrón o los huesos que consigas. Para que salga más gelatinoso, agregar dos
garras de pollo de campo.
8 tazas de agua filtrada (o cantidad necesaria para cubrir los ingredientes)
1 cebolla entera, bien lavada, con la piel dorada
3 palitos de apio
1 zanahoria
1 o 2 dientes de ajo
1 trocito de jengibre
Ramas y hojas de perejil
1 rama de puerro cortada, lo blanco y lo verde
1 cda. de pimienta negra en granos
Cúrcuma (una parte de la raíz o una cucharadita en polvo)
3 cdtas. de sal marina
2 cdas. de vinagre de sidra de manzana orgánico o de limón (este agregado ácido es para
extraer al máximo los minerales de los huesos)
Las cantidades de vegetales son aproximadas, y se pueden reemplazar por los recortes de
verduras que haya en ese momento en la heladera. ¡Que nunca falte el ajo y la cebolla!
Ingredientes opcionales
2 chiles
Hongos secos (los de pino son muy fuertes, recomiendo los shiitake, por ejemplo)
1 tallito de lemongrass
Unas ramas de cilantro
Unas ramas de tomillo
2 o 3 rabanitos
1 hoja de laurel
¡Lo que haya en la heladera!
Alimentos que NO van en el caldo: papa, batata, coliflor, remolacha, hojas de acelga, coles
en general. Con estas verduras después podemos hacer sopas, pero en el caldo base no van, así
como tampoco se incluyen hojas verdes para ensalada como lechuga, rúcula, radicheta, etc.
Preparación
Simplemente, cubrir los huesos con agua limpia y agregar vegetales de raíz, hierbas, sal marina,
pimienta y cúrcuma. Cocinar el caldo: hervir primero y luego bajar a fuego lento. En una olla
normal, sobre la hornalla a fuego bien bajo, unas 4 horas de cocción es un buen tiempo para
huesos con carne (podemos retirar la carne en este momento y dejar los huesos unas cuantas
horas más). Si tenemos una olla de cocción lenta eléctrica, cocinar entre 12 y 24 horas en función
“bajo”.
Espumar las impurezas o espumas oscuras que flotan en la superficie con un cucharón y
descartarlas.
Colar y separar el pollo o la carne (para quitar la carne de los huesos).
Se pueden volver a utilizar los huesos.
Quitar la piel y cortar en trocitos o deshebrar la carne, reservar para usar en otras
preparaciones.
Dividir en porciones y guardar en frascos, botellas de vidrio (dejando bastante espacio vacío,
ya que al congelarse, el líquido se expande y las botellas explotan), o en cubeteras para tener
porciones más pequeñas (cubrirlas con film o con una bolsa tipo Ziploc para que no absorba
olores del freezer). Dejar que se enfríe un poco antes de llevar al freezer o a la heladera.
Tengo amigas que lo congelan en bolsitas de almacenamiento de leche materna que les
sobraron de cuando sus bebés eran pequeños. Últimamente, mi método favorito de almacenado
es ponerlo en moldes para muffins de silicona o en cubeteras; y luego, cuando se endurece,
pasarlo a bolsas.
Para descongelar, los que guardamos el caldo en recipientes de vidrio, si nos acordamos con
tiempo, bajarlo a la heladera unas cuantas horas antes de usarlo. Si estamos más apurados, lo
llevamos a un recipiente con agua caliente hasta que se descongele; también son muy prácticos
los calienta mamaderas.
Si lo dividen en porciones utilizando moldes de silicona, no hace falta descongelarlo
previamente.
En casa se come sopa y guiso todo el año; el otro día, mi marido me preguntó: “¿Con qué se
come esto?” (mirando la superolla de goulash que estaba preparando en pleno verano), y le
contesté: “¡¡Con aire acondicionado!!”.
CAPÍTULO
NUEVE
Fácil, nutritivo y delicioso: cómo organizar la cocina
Las recetas no hacen que la comida sepa bien; la gente lo hace.
Chef Judy Rodgers
Cocinar
Cocinar, una palabra que en algunos despierta un poco de miedo, y en otros, mucha alegría:
disfrutan pensando en qué van a comer, ideando gustos y combinaciones de sabores, leyendo
libros, mirando cuentas de comida en las redes y cocinando con la imaginación.
Lo único que todas las personas que conozco que aman cocinar tienen en común es que les
encanta comer, y el deseo de una buena comida es lo que los motivó a convertirse en buenos
cocineros/as. Solo se necesitan algunos elementos esenciales para cocinar: apetito, ingredientes,
una cocina donde trabajar, algunas herramientas e ideas sobre qué cocinar.
Aprender a cocinar proviene de ese proceso de pensamiento que involucra investigar, leer,
comer, prueba y error, y práctica. Tenés que pasar tiempo en la cocina antes de que tus propias
ideas surjan fácilmente y antes de que armar un menú se vuelva instintivo. Pero para muchos,
esto no viene naturalmente, porque quizás no les interesaba, no prestaron atención o porque en su
infancia no fueron expuestos a todo lo que implica alimentarse (que no es lo mismo que comer).
Muchas veces, cuando doy clases de cocina, les pregunto a las personas cómo cocinaban sus
mamás o papás, y si los involucraban en los procesos de las compras o de la cocina, y me
sorprendo de la cantidad de alumnos que me responden: “No me dejaban ni entrar en la cocina”.
Alguna vez leí (no recuerdo dónde) que si el quinto sabor es el umami, el sexto es la historia
y las experiencias a las que nos remontan los sabores. La forma en que pienso sobre la comida y
la cocina proviene de años de experiencia, me resulta totalmente natural, me da placer hacer las
compras, cocinar, abrir la heladera y experimentar con lo que encuentro (sí, a veces también
tengo mucha fiaca y busco el mínimo esfuerzo, no todas son comidas hipercomplejas). Pero
después de ayudar a muchas familias a aprender a organizarse y a cocinar comidas fáciles,
nutritivas y, lo más importante, deliciosas, me doy cuenta de que esto no surge naturalmente para
algunos. Y me pregunto si mi interés surgió por haber sido expuesta desde muy pequeña a la
cocina por mi mamá y por mi abuela materna. Mi mamá, Patricia Ramírez, es una de las mejores
cocineras que conozco; se formó profesionalmente ya siendo grande y después de haber criado a
cuatro hijos, pero siempre cocinó muy bien. Mi abuela materna, Luisa Rinke, descendiente de
alemanes y franceses, trabajó como secretaria diplomática, lo que la llevó a viajar mucho y
probar comidas muy variadas en un mundo no globalizado donde era difícil conocer platos de
distintas culturas si no viajabas, por esto tenía una cultura gastronómica muy amplia. Ella me
cuidaba cuando era chica y todas las tardes veíamos Utilísima, cuando todavía era un programa
de cocina conducido por Patricia Miccio; y después cocinábamos mucho juntas. A su vez, su
madre Herwiga Gertrudis (mi bisabuela alemana, a quien no conocí) también era una gran
cocinera, y algunas de sus recetas se siguen cocinando en nuestra casa para ocasiones especiales:
sus galletitas de Navidad son infaltables todos los años y se preparan con un polvito que mi
mamá se hace traer de Alemania cada vez que alguien viaja.
Hace poco encontré mi cuaderno de primer grado; en una actividad nos pedían que
dibujáramos y nombráramos nuestras comidas favoritas, y mi lista era:
1. Soufflé de queso (un clásico de mi mamá que aprendió de mi abuela).
2. Escalopes al Marsala con arroz (otra receta de mi abuela).
3. Strogonoff.
Y recién en cuarto lugar…
4. Milanesas con papas fritas.
Ahora, a la distancia, me doy cuenta de que no son las comidas que uno suele asociar con las
preferidas de una niña de 6 años, y sobre todo si nos guiamos por los menús infantiles de los
restaurantes, donde básicamente creen que los niños solo comen fideos con crema, milanesas con
papas fritas o hamburguesas… Lejos estamos.
Cuando empecé a compartir recetas en mi blog, creía que todos los que me leían tenían idea
sobre las técnicas básicas para hacer, por lo menos, un plato simple, como sellar una carne sin
que se te hierva, saltear unas verduras o hacer un bife. Porque en definitiva, yo tampoco soy una
cocinera profesional; si bien hice muchos cursos de cocina, no cursé la carrera de cocinera. Yo
era una persona común y corriente a la que le gustaba comer como a todos. Pero me fui
encontrando con otra realidad. Muchas mujeres y hombres de nuestra generación no vieron a sus
padres cocinar, ni siquiera los vieron hacer las compras. Entonces, cuando se encontraban con la
responsabilidad de alimentar a sus hijos, les parecía una idea supercomplicada tener que cocinar
todo desde cero. Y si lo intentaban poniendo su mejor esfuerzo, los resultados no eran los
mejores, y aunque resultaran comestibles, sus hijos no los aceptaban.
“Mi hijo no quiere comer carne”, me dijo una vez una mamá. Fui entonces a la casa de la
familia y le pedí que me cocinara un bife tal como se lo hacía a sus hijos sin intervenir ni hacer
comentario alguno. La mujer agarró un pedazo de lomo helado, lo puso en una sartén de teflón
sin nada de materia grasa y lo comenzó a dar vuelta constantemente; dio tantas vueltas que perdí
la cuenta en un momento, y después lo dejó tapado por un montón de tiempo hasta que estuvo
hiper-recontra-cocido. Resultado: una cosa seca y gris, que en vez de dorarse, se había hervido.
¡Ah, me olvidaba! Con apenas un poco de sal y ningún otro sabor agregado… Poniéndome en el
lugar de sus hijos, entendí por qué no lo comían: yo tampoco lo hubiera comido.
A partir de ese momento, empecé todas mis clases de cocina con un básico olvidado: cómo
hacer un bife. Aunque parezca una obviedad, aprender una simple técnica puede cambiar
totalmente el resultado. Por otro lado, la elección de las materias primas: el lomo es un corte muy
rico pero no es el único que existe. Y además, ¡es carísimo! Hay cortes mucho más baratos que si
sabemos utilizar, también son deliciosos.
Para lograr una comida rica, tenemos que aprender cuatro pilares fundamentales que Samin
Nosrat describe perfectamente en su libro y en su documental para Netflix: Salt, Fat, Acid, Heat
(Sal, materia grasa, ácido y calor). La sal, que realza el sabor; la grasa, que amplifica el sabor y
hace texturas atractivas; el ácido, que ilumina y equilibra; y el calor, que en última instancia,
determina la textura de los alimentos.
Uno de los consejos que más utilizo de su libro es este: si la comida no sabe bien, primero
pensá qué usaste como sal, grasa y ácido. Asegurate de que esos tres elementos estén en
equilibrio. Si un plato todavía necesita algo, pasá al umami. ¿El sabor es un poco plano? Tal vez
un poco de salsa de soja, anchoas picadas, polvo de hongos o parmesano, hará la diferencia.
Finalmente, la textura. ¿Es la razón de la opacidad su textura monótona? Tal vez necesite el
crujido de migas de pan, nueces tostadas o un pepinillo agridulce para agregar contraste. Cuando
a una comida que estás preparando le falta algo, y ya probaste agregar sal y sabores umami,
probá agregarle un toquecito de acidez: unas gotitas de limón a unas papas al horno, un chorrito
de vinagre de vino a un guiso o unos cubos de tomate fresco a un salteado de hojas verdes, va a
redondear los sabores y hacer que se destaquen.
Cómo hacer un bife (de la carne que quieras) en cuatro pasos
1. Sazón
Muchas veces compramos bifes y los congelamos. Si es así, agregar un poquitín de sal, pimienta
y alguna hierba para saborizar antes de congelar. Esto hace que queden más tiernos y ricos.
Colocarlos en el freezer en una placa o fuente, y cuando ya están congelados, separarlos y
guardarlos en bolsitas individuales. Se rectifica sal una vez cocidos.
Lo ideal es tener un bol en la heladera y todos los días bajar uno o dos cortes de carne: el que
se descongele primero, ¡hay que cocinarlo!
Si no tenés nada descongelado, se puede descongelar muy rápido sumergiéndolo con bolsita
y todo en un bol con agua caliente de la canilla, de 15 a 30 minutos aproximadamente,
dependiendo del tamaño. Sirve para cortes pequeños de carne o pollo, o para pescados, pero no
para un pollo entero (de hecho, mejor no lo congeles así porque es un plomo descongelarlo).
2. Temperatura
Siempre utilizar una plancha BIEN caliente; una vez que se calentó, agregar materia grasa,
idealmente la misma grasa del animal que estamos cocinando. Por ejemplo, mi mamá me enseñó
a pasar un trocito de la grasa del costado del bife por la plancha, o en su defecto, un poquito de
manteca o ghee.
Elegir materias grasas con un punto de humeo alto; por ejemplo, el aceite de oliva se quema
muy rápido y no sería apropiado para cocciones a alta temperatura. Las grasas saturadas, como
las grasas animales o el aceite de coco, son más estables y aguantan temperaturas más altas.
3. Tiempo y paciencia
¡No hay que levantar la carne todo el tiempo! Hay que esperar y tener paciencia para que se
produzca la “reacción de Maillard”, responsable de ese doradito hermoso que todos queremos. Si
entra oxígeno entre la carne y la plancha antes de tiempo, no se produce. (Mucho tiempo: tanto
que cada vez que hago esto en clases, todos se ponen muy nerviosos porque no la toco por
muuuuuuuucho tiempo).
Hay que darle tiempo y tantear, cuando ves que el bife se despega solo de la plancha, ya se
debe dar vuelta. Una vez que la carne está lista (te recomiendo un termómetro de carne hasta que
aprendas a darte cuenta de cuándo está cocida a tu gusto. NO cortes el bife para ver cómo está
adentro), sacala de la plancha y dejala reposar en un plato por cinco minutos como mínimo, para
que se redistribuyan los jugos.
4. El fondo
Si quedan cositas pegadas en el fondo de la plancha, ¡por favor no las desperdicies! Es puro
sabor. Lo quemadito se levanta y se convierte en una salsa deliciosa muy fácilmente. Una vez
que sacaste los bifes de la plancha, poné un chorrito de agua, limón, vino, caldo, tomate y
mostaza, o agregá un poquito más de aceite y salteá unas verduras ahí mismo.
Cómo hacer un escalope
(cualquier corte finito pasado por harina)
Ingredientes
Filetear bien fino: pechugas, nalga o bola de lomo, o carré de cerdo. También se usa algún
filet de pescado.
Fécula de mandioca condimentada con sal, cúrcuma y pimentón dulce (en un plato todo
mezclado). ¿Cantidades? Empezá con una cucharadita chiquita de cada uno hasta que sepas
cuáles les gustan más.
Preparación
Pasar los filetes por la mezcla de fécula y especias. Mientras hacemos esto, calentamos un
poco de ghee, aceite de oliva extravirgen o de coco en una sartén grande.
Doramos por ambos lados los escalopes. Cuando están cocidos, levantamos el fondo con
algún líquido (caldo, agua, limón o vino). En la misma sartén, se pueden poner a recalentar
unas papas o batatas al vapor que tengas previamente hechas y ¡listo!
¿Qué cenamos hoy?
Ante esta pregunta, intento recopilar mis ideas y decidir qué cocinar. Me embarco en un diálogo
interno que es diferente cada vez. ¿De qué tengo ganas? ¿Quién más está comiendo? ¿Cómo está
el clima? ¿Cuánto tiempo tengo? ¿Cuánta energía quiero poner? ¿Qué hay en la heladera? ¿Qué
hay en el mercado? ¿Cuál es mi presupuesto? A medida que respondo estas preguntas, surgen
diferentes soluciones y voy de un lado a otro, sopesando las alternativas. Muchas veces me
planteo esto por la mañana y soy previsora si tengo un día complicado; pongo a hacer algo en
cocción lenta, corto las verduras o dejo la carne descongelándose en la heladera. A veces es
imposible planificar con antelación en el mismo día y recurro a mi amado freezer cuando llego a
casa a la noche cansada: busco cortes de carne finitos para cocinar rápido a la plancha con
algunas verduras. O también busco algo para hacer en la olla a presión, que acorta muchísimo los
tiempos: un plato que normalmente tarda horas, ahí lleva minutos.
Al planificar los menús, considero las posibilidades para más de un día a la vez. Cuando
cocinás con regularidad, caés naturalmente en la rutina de planear un poco más allá del momento
actual. Me parece que la clave es comprar bien, para tener a mano una buena selección de
ingredientes: algunas carnes y aves, variedad de verduras para cocinar y para ensaladas, y frutas.
Después de comprar, llego a casa y hago algunos preparativos: sazono el pollo, condimento
carnes con sal, hierbas y especias para guardar en el freezer, y pongo en remojo alguna legumbre
o cereal. Lavo las frutas y verduras, y cocino algunas de ellas. Tener todo esto en la heladera,
listo para preparar platos, es un comienzo reconfortante: no tengo que preocuparme a último
momento, o al final de un día agotador, sobre lo que posiblemente pueda preparar para la cena.
En cambio, puedo considerar cuál de esos alimentos quiero cocinar, qué tengo ganas de comer y
cómo combinarlos. Si tuviera que encarar cada comida desde cero (cortar, pelar, saltear, y mil
pasos más), probablemente terminaría renunciando a la idea y pidiendo un delivery. Por lo
general, empiezo con un ingrediente primario como pollo, por ejemplo, y decido asarlo. Luego
elijo una verdura (o una combinación de verduras), o arroz, o ensalada, etc., revisando
mentalmente el contenido de la heladera, la alacena y mi carrito de verduras. Los ingredientes
que no elijo se convierten en la base de la cena de la noche siguiente.
Este proceso es típico para mí porque me gusta comprar sin un plan detallado, lo que esté de
temporada y haya más cantidad, es lo que compro en la verdulería. Lo que viene en el bolsón de
verduras agroecológicas siempre tiene algo que me sorprende y me hace buscar alternativas o
nuevas recetas en mis páginas y libros favoritos, o investigar en Google el ingrediente con el que
no sé qué hacer. También tengo en Pinterest varias carpetas organizadas por ingredientes o tipo
de cocción, pero bien podría ser un cuaderno escrito de puño y letra. Otro enfoque es planificar
algunos menús y una lista de compras antes de ir al mercado; eso es una forma estimulante de
pensar a través de las ideas, ser organizado y eficiente. A algunas personas les funciona mejor
esto. Sin embargo, es bueno ser flexibles, saber alterar el plan y la lista sobre la marcha, para
acomodar los descubrimientos en el mercado. Si tenés ingredientes realmente buenos (bueno no
es sinónimo de caro, ojo), siempre podés hacer algo delicioso con ellos.
Cuando preparo una comida familiar sencilla alrededor de algo como un pollo asado, un
bifecito, unas milanesas que siempre hay en mi freezer o unos camarones congelados, pienso en
guarniciones que logren un equilibrio de sabor, color y textura, y también considero cuánto
tiempo y energía hay disponible. Después de instalarme en el plato principal, agrego una
ensalada fresca (o no) y algo de fruta.
Podés encontrar muchas más ideas y recetas en mis redes sociales y en mi blog Mamá sabe
bien.
Una lista habitual de cocina anticipada para la semana (meal prep) suele ser así:
Hacer un pollo entero al horno.
Hacer cebollas caramelizadas.
Preparar pasta de tomates secos.
Hacer un caldo de huesos.
Cocinar muchas verduras al horno o al vapor (coliflor entero, papas, batatas, etc.).
Rallar batatas y congelarlas.
Hacer arroz con el caldo de huesos y cúrcuma; hacer de más y congelar en bolsitas.
Hacer fideos de vegetales para guardar crudos en la heladera.
Hacer arroz de coliflor (coliflor procesado crudo, que se utiliza para: saltear, agregar a una
salsa, mezclar con huevos y hacer omelettes, usar para masas de tarta o pizza, agregar a
albóndigas, etc.).
Hacer purés de vegetales para congelar cocidos en porciones: brócoli, coliflor, zapallo,
remolacha, etc.
Hervir huevos y guardarlos con cáscara en la heladera (duran hasta 5 días).
Hacer milanesas, hamburguesas o albóndigas para congelar (de carnes o vegetarianas)
Hacer chipás, pancakes y galletitas de banana.
Remojar y hervir legumbres, y guardar el agua de cocción.
Mi diario de cenas
Aquí les dejo un diario de tres semanas de cenas que hice en casa para mi familia; cada uno
tendrá necesidades muy distintas: de acuerdo con la edad, si tienen alguna patología, si sos
deportista, si estás embarazada o amamantando… Lo que me funciona a mí, no necesariamente
te va a funcionar a vos. Consultá con tu médico o nutricionista ante la duda.
Semana 1
Lunes: pollo al horno o en la olla de cocción (en función cocción lenta por 6 horas) con
verduras al horno.
Martes: pasta con verduras y pollo del día anterior.
Miércoles: carne a la cacerola (osobuco) con papitas al horno.
Jueves: tarta con masa de harina de almendras y relleno de verduras, con ensalada.
Viernes: strogonoff de carne con arroz.
Sábado: muffins de huevo + verdura + queso, con ensalada Caesar paleo.
Domingo: pizza casera con algunas verduritas arriba.
Semana 2
Lunes: escalopes de pollo al limón con arroz.
Martes: churrasquitos de cerdo a la plancha o al horno con mostaza y batatas al horno o
hervidas.
Miércoles: guiso de madre.
Jueves: milanesas a la napolitana con papas, batatas, zapallo, coliflor, o lo que haya, al
horno.
Viernes: tacos de pescado.
Sábado: arroz con pollo, caldo de huesos y verduritas. (Hago mucho así sobra para la
comida del lunes).
Domingo: fideos con verduras, pesto y carne.
Semana 3
Lunes: curry de pollo con cuscús.
Martes: arancini (bolitas de arroz, con lo que sobró de un risotto o arroz congelado).
Miércoles: sopa de calabaza y cebolla caramelizada con croûtons y cuadraditos de panceta.
Jueves: “regalitos” de pescado (papillotes de pescado blanco) con verduras.
Viernes: frittata de verduras y huevo.
Sábado: milanesas con verduras al horno.
Domingo: carne a la cacerola (que tenía congelada de la semana 1).
Elige tu propia aventura
Muchos me escriben y me dicen: “Por favor, solo decime qué cocinar. No puedo pensar en
nada”. “Pero mirá que yo no sé cocinar nada”.
Sé que no todos pensamos igual y que la definición de “fácil” para unos es así, fácil, pero
para otros se vuelve mmm... difícil.
Lo que hace que una buena comida sea buena no es lo difícil de su preparación o lo
complicado que son los preparativos, sino lo satisfactoria que resulta. Estoy satisfecha cuando
una comida equilibra el sabor, el color y la textura, cuando disfruto de cocinarla y cuando se
presenta de forma agradable no solo al gusto, sino también a la vista.
Una comida totalmente monótona en cuanto a textura, sabor o color no es tan agradable y
atractiva como una que es variada. Los sabores deben complementarse y fusionarse en un todo,
no competir entre sí por el dominio. Una cena que me ha estresado después de cocinar no es una
comida que quiera servir a mi familia y amigos.
Presentar los alimentos para que se vean apetitosos y bonitos hace que sepan mejor, y es
satisfactorio tanto para el cocinero como para los comensales, aunque sea una pechuga con una
papa.
Les dejo este juego para que ustedes decidan qué combinación hacer. Tengo que aclarar que
es solo un ejemplo de las tantas combinaciones de alimentos posibles. Y las columnas pueden
variar ampliamente según la estación o la región donde vivas. Acordate: comé productos de
estación y locales.
Escribo solamente cinco en cada columna para hacerlo más fácil (siéntanse libres de agregar
más si así lo desean).
Proteínas
1. Huevos
2. Carne de vaca
3. Carne de cerdo
4. Piezas de pollo
5. Pescado
Vegetales
1. Espinacas
2. Rúcula
3. Brócoli
4. Espárragos
5. Coliflor
Condimentos
1. Sal
2. Pimienta
3. Ajo
4. Orégano
5. Mostaza
Grasas
1. De oliva
2. De coco
3. De sésamo
4. Grasa de cerdo (unos cuadraditos de panceta, por ejemplo)
5. Manteca o ghee
Forma de cocción
1. Hervido o al vapor
2. Guisado o al horno
3. Salteado
4. Caldos
5. Crudo
Frutas
1. Frutillas/frutos rojos
2. Uvas
3. Manzanas
4. Paltas
5. Naranjas
Ahora bien, hacelo fácil: ¡elegí solamente UNA opción de cada lista y combiná!
Si no te imaginás el sabor, tenés dos opciones: probar esa combinación o intentar con otro
alimento, condimento, etc.
Para desarrollar tus ideas de menú, comenzá con un simple repertorio de tus platos favoritos
y aprendé a hacerlos BIEN. Hablá con tus amigos para averiguar qué están cocinando.
Preguntale a tu mamá cómo hace eso que te gusta, pedile a tu amiga la receta de eso que siempre
lleva a las fiestas y le sale espectacular, metete en la cocina cuando te inviten a una casa y
preguntale al cocinero/a cómo se hace eso que te gustó; todos los que cocinamos nos sentimos
halagados cuando a alguien le gusta lo que hacemos y estamos dispuestos a contar todos nuestros
secretos (o casi todos). Luego buscá otras fuentes y recetas, libros y revistas; seguí cuentas
nuevas en redes sociales; y andá a talleres (no solo vas a aprender escuchando, vas a probar, oler
y percibir con todos los sentidos). Hacé notas mentales sobre lo que te gusta comer y lo que
suena bien. Utilizá esta información para ampliar lentamente tu repertorio, revisando los clásicos
antiguos con diferentes sabores o técnicas más actuales, y con la información que tenés ahora
para hacerlos saludables. Capitalizá las estaciones, experimentá con varias formas de cocinar y
comer las mismas verduras.
Muchas veces, el mejor plato es el más simple: verduras al vapor o salteadas y terminadas
con un poco de aceite de oliva o manteca y limón; o un bife o un pollo sazonado con sal,
pimienta negra recién molida y hierbas. Estos platos rápidos y fáciles requieren un tiempo y una
experiencia mínimos, pero ofrecen el máximo sabor. Algunos días, es posible que tenga ganas de
gastar un poco más de tiempo y energía en la cocina, hacer un guiso o un estofado, un gratinado
de verduras o tartas con masa casera.
El guiso se puede hacer en cantidad para otra comida más adelante en la semana, la tarta
también; da el mismo trabajo hacer una o dos masas.
Experimentá diferentes maneras de hacer las compras; mucha gente me dice que no tiene
tiempo, y terminan en un supermercado un domingo a la noche pensando que es más práctico
comprar todo en un solo lugar, pero es el peor día, está lleno de gente y terminás perdiendo
mucho más tiempo. Ahora hay muchos servicios de compras para pedir a domicilio, o
simplemente caminá un par de cuadras más al regresar del trabajo y pasá por esa verdulería que
cuida más lo que vende. Hacé que tu familia te ayude a planificar los menús. Pasen un día
cocinando juntos; esta es una buena forma de pasar tiempo en familia y cocinar varios platos
para que duren toda la semana. También es una gran manera de involucrar a los niños en todos
los procesos de su alimentación: si lo hacen ellos mismos, cuando llegue el momento de servirlo,
el orgullo de haberlo preparado aumenta exponencialmente las chances de que lo prueben. Invitá
a tus amigos a cocinar, elijan a quien tenga la cocina más acondicionada y preparen en cantidad
para todas sus familias. Es divertido y, además, si hacen compras comunitarias en mayoristas, les
va a salir mucho más barato.
Una receta es una guía para cocinar un plato específico, pero prepararlo no debería ser un
ejercicio estricto. Incluso una receta bien escrita, con medidas precisas y proporciones correctas,
no se logra hacer con éxito sin la participación activa de tus sentidos y tu percepción. Esto
empieza mucho antes de que comience la cocción. Tu primer paso es leer la receta hasta el final,
desarrollando una vívida imagen mental de lo que vas a cocinar: completá con aromas y sabores.
Luego leé la receta nuevamente, pero esta vez tomá notas, de la forma que quieras, mentales o en
papel, de los ingredientes utilizados, las cantidades necesarias, las técnicas empleadas, el orden y
el momento. Después de esto, debés tener una idea bastante clara de cómo se verá y sabrá el
resultado final, y cómo llegar allí. Si alguna parte de la receta es confusa, tomate el tiempo para
investigar, buscar en Google o revisarla hasta que te sientas cómodo/a. Vas a tener más éxito si
comprendés todo el proceso antes de comenzar.
Cuando pruebo una nueva receta, muchas veces escribo una versión abreviada de ella con
mis propias palabras, una especie de mapa personalizado del proceso. Cuando estés bien
preparado/a, la cocina fluirá sin tener que parar y buscar algo mientras las ollas y sartenes
chisporrotean. Después de leer la receta y familiarizarse con las técnicas e ingredientes
necesarios, lo siguiente que debés hacer es organizar los productos y utensilios. Esta es una parte
crucial de la cocina. Sacá las cosas de la heladera que deban estar a temperatura ambiente. Lavá,
pelá, cortá y medí los ingredientes como se indica en la receta: esto se llama mise en place, una
frase en francés que significa “poner en marcha”. Colocalos en boles o en platos para usarlos
fácilmente cuando se requieran. Reuní los utensilios que necesitás para ejecutar la receta. Tené a
tu alcance todas las pequeñas herramientas, ollas y sartenes que vas a necesitar. Precalentá el
horno y reorganizá la altura de los estantes si es necesario.
Cuando todo está en su lugar, podés cocinar sin ningún apuro para preparar algo que hayas
pasado por alto mientras otra cosa amenaza con quemarse o pasarse de cocción. La preparación
previa es también una fuente de placer estético: disponer los ingredientes preparados en el orden
en que se utilizarán y en recipientes que te gusten, resulta enormemente satisfactorio.
Ahora, dicho todo esto, salvo cuando hago pastelería, rara vez hago una receta tal cual la leo,
no siempre tengo todos los ingredientes, especias y condimentos; voy improvisando a medida
que cocino, rectifico y vuelvo a probar. El secreto, aunque le pifies y te salga mal mil veces, es
seguir cocinando y probando: algún día todo esto te va a parecer tan natural que no vas a creer
que no lo hiciste toda la vida.
Por qué es importante cocinar con los niños
Jamie Oliver, el reconocido chef inglés se propuso un desafío: ¨Mi deseo es ayudar a crear un
movimiento fuerte y sostenible para educar a todos los niños sobre los alimentos, para inspirar a
las familias a cocinar de nuevo y para capacitar a las personas de todo el mundo para luchar
contra la obesidad”. Veamos algunas razones para sumarnos a su proyecto:
Es una experiencia sensorial maravillosa para un niño: tocar diferentes texturas (la suavidad
de las ciruelas, la dureza de las manzanas, la superficie áspera de una raíz de jengibre, la
pegajosidad de la crema de almendras y el aceite de coco mezclados) y oler distintos aromas
(lima, canela, manzana, jengibre...). No se queden solamente con recetas dulces, los niños y
las niñas pueden preparar comidas saladas también.
La manipulación de los ingredientes, por lo general, abre el apetito y les hace sentir
curiosidad por los alimentos (especialmente los nuevos).
Practican sus habilidades motrices finas y la coordinación ojo-mano. También aprenden a
usar herramientas reales como cuchillos, ralladores, cucharones, etc. Y adquieren confianza
en sus capacidades.
Alienta la concentración y la paciencia.
Les da la sensación de ser importantes para sus familias al participar en algo que es vital:
cocinar alimentos. Cocinar para los que aman desarrolla el sentimiento de pertenencia, los
hace sentir útiles y fomenta su autoestima.
Y por último, lo más importante: aprender a cocinar es una de las herramientas
fundamentales para el resto de su vida, su salud depende de eso. No es necesario ser un chef
gourmet, pero si sabemos cocinar recetas simples y tenemos noción de técnicas básicas para
usar ingredientes frescos y reales (no productos industrializados), podemos tomar el poder
de nuestras elecciones y de nuestros hábitos, y no dejarlos en manos de la industria.
Desafío vianda
Como cualquier madre o padre sabe, preparar una vianda escolar que sea nutritiva y sabrosa, y
que encima tu hijo/a se la coma, es un desafío. Una de mis metas es revolucionar lo que los
niños/as de todo el país comen, que tengan a su disposición alimentos saludables y deliciosos,
que participen de su compra y preparación, e incluso que los cultiven ellos mismos. En el jardín
de infantes de mi hija, tienen una huerta, y la alegría con la que trae a casa las hojas de lechuga
que ella misma, junto a sus compañeros/as, plantó y cosechó es maravillosa. La mejor manera
para que los niños aprendan cómo cuidarse a sí mismos, cómo comer bien y cómo mantener
nuestros recursos naturales, es aprender de dónde provienen los alimentos. Este es un esfuerzo a
largo plazo y un tema para otro libro entero quizás. Todavía no me ha tocado tener que
prepararle viandas para que lleve su almuerzo, pero mi compañera y colaboradora en redes
sociales Caro Horvath lo hace todos los días, y además se ocupa de sacarles fotos y subirlas a
nuestro Instagram. Su hija Ela come mucha variedad de verduras desde el comienzo (de la
misma manera que Caro y su otra mamá Violeta) y lo que han logrado mostrando todos los días
esta variedad a la que la exponen constantemente, es que muchas de las familias que nos siguen
se animen a hacerlo también. Recibimos muchísimos mensajes agradeciendo estos ejemplos que
sube Caro y contando cómo algunos niños/as que no comían “x” verduras, comenzaron a
hacerlo. Nada de lo que lleva Ela en su vianda es demasiado complejo: verduras cocidas o crudas
con alguna materia grasa como aceite de oliva, ghee o aceite de coco, milanesas o carnes
estofadas, y frutas; las comidas siempre tienen mucho color y están presentadas de forma
atractiva. A Ela (como a muchos niños y niñas) no le gustan las comidas con muchos
ingredientes mezclados, por eso lleva viandas con divisiones.
Muchos de los alimentos que son buenos para pícnics también lo son para la vianda:
ensaladas de arroz con trocitos de verduras y carne, o frutas y nueces; legumbres; milanesas
cortadas en bastoncitos; croquetas; y panquequitos o muffins salados, que son buenas opciones
para los niños a los que no les gustan los sándwiches.
Le pedí a Caro, que después de las cientos de viandas que preparó ya tiene bastante
experiencia, que les deje algunos tips e ideas. A continuación, sus recomendaciones.
El comienzo de la escolarización de Ela trajo a nuestra vida cotidiana la necesidad de
preparar una vianda.
Una vianda nueva cada día.
Una vianda TODOS los días.
Surgió la opción del comedor, pero me pregunté: ¿sabemos qué le darán de comer todos los
días? ¿Por qué si intentamos cocinar sano y rico en casa, teniendo la posibilidad de elegir,
elegiría la opción del comedor?
Las respuestas obvias son: tiempo, logística y comodidad; pero, la realidad es que no es tan
complicado: no lleva tanto tiempo y es solo cuestión de saber organizarse. Ni siquiera implica
cocinar especialmente, solo utilizar los alimentos disponibles en casa, organizarse con las
compras, la preparación de la cena y entrar en la rueda mágica de la elaboración de una vianda
saludable todos los días.
Los niños AMAN la intriga de saber qué les mandamos, de recibir la comida preparada con
tanto cariño en sus casas; y ni hablar del plus diferencial en el contenido nutricional.
Compartir con pares el momento de comer, también es superenriquecedor para ellos y ellas.
Se muestran las viandas, charlan sobre alimentos y, a veces, hasta comparten alguna cosa.
Acá van algunos consejos para hacer una vianda sana, nutritiva, abundante y feliz.
Sobre el almacenamiento y la conservación de la temperatura
Es importante decidir si vamos a transportar la comida fría o caliente. De eso va a depender
el contenedor a utilizar, y cómo haremos para mantener la temperatura.
Una prueba sencilla para chequear si el contenedor es aislante, es poner agua caliente (o
fría) adentro. Si se calienta o enfría por afuera, no es lo suficientemente aislante.´
Si la vianda es fría: enfriar el contenedor vacío y tener los alimentos fríos también. Solo
resta colocarlos en el contenedor. Si es necesario, se agrega hielo o algún conservador de
temperatura (refrigerante).
Si la vianda es caliente: calentar el recipiente con agua hirviendo, colocar adentro la comida
calentada (si es que estaba preparada con anterioridad) o recién hecha.
Siempre recordar que no se deben mezclar alimentos fríos y calientes dentro del mismo
contenedor. Salvo que estén preparados y diseñados para eso.
Utilizar, en lo posible, contenedores que los niños puedan abrir por sí mismos. Esto les da
autonomía y seguridad.
Sobre el contenido
Al mandarles alimentos variados, cubrimos las necesidades nutricionales y les damos
opciones: eligen si hay algo que no les gusta o no quieren ese día. (Ela no repite dos días la
misma comida; a veces, lo que ayer le encantó, hoy no lo toca).
Cuando cocinamos a la noche, siempre preparo algo de más para el día siguiente.
Siempre mando verduras, crudas o cocidas. Alguna proteína, fruta fresca pelada y sin
semillas, y a veces agrego frutas secas y pasas de uva.
Tener alimentos semipreparados como milanesas varias en el freezer es de gran ayuda.
También frutas y vegetales congelados nos salvan, de no haber podido ir a la verdulería, y
nos dan la posibilidad de tener alimentos frescos y variados en cualquier estación.
Combinar colores y ordenar los alimentos les provoca a los niños interés y curiosidad. Suma
mucho más una vianda prolija que un contenedor lleno de comida desordenada.
Hay muchos niños a los cuales les molesta que los alimentos se toquen entre sí. Para eso son
superconvenientes los contenedores con divisiones.
Sobre los alimentos
Algunas frutas, cuando están peladas, se oscurecen (oxidan) y pierden su aspecto original.
¿Cómo hacemos para evitarlo?
Manzanas y bananas: ponerles un chorrito de jugo de limón o naranja evita que se oxiden.
Palta: la cubrimos con una capita de aceite de oliva, o la dejamos cortada por la mitad y
con la cáscara hacia arriba, así minimizamos el contacto con el oxígeno.
Sobre los contenedores
Los que siguen las viandas de Ela en Instagram, sabrán que uso varios contenedores diferentes.
La verdad es que los intercambio a diario para hacer las viandas (y las fotos) más lindas y
llamativas. Cada contenedor tiene sus características, sus pros y sus contras. Siempre recomiendo
tener un par, así se puede variar.
Tupper + moldecitos de silicona: ¡Mis favoritos! Son moldecitos de silicona para hacer
muffins. Hay de diferentes formas y colores. ¡A los niños les encantan! Aptos para frío y
caliente, suelen ser los que más uso. Entran en varios tuppers; me sirven para separar
comida/postre y a veces también frío/caliente. Los suelo combinar con alguna de las otras
loncheras. Se consiguen en bazares, supermercados y casas de repostería. Es la opción más
económica y funcional.
Loncheritas de metal: suelen ser de acero inoxidable, livianas y de diferentes tamaños. De
fácil limpieza y, obviamente, de un material perdurable y no tóxico. La mía tiene cuatro
divisiones, pero hay otros modelos. Por supuesto, esta lonchera no es apta para microondas,
por lo tanto, solo se calienta en el horno. Hay muchas marcas y modelos.
Lonchera plástica con divisiones internas: de las mías, es la que más les gusta a todos. Es
muy llamativa y tiene una bandeja interna removible con divisiones. Es de plástico libre de
BPA y demás tóxicos. Tiene muy buen tamaño para las porciones, pero es bastante pesada.
Esta no se puede calentar, por lo tanto, solo sirve para comidas frías. Es un poco difícil
limpiarla, pero es hermosa.
Ejemplos de viandas
(las cantidades dependen de la edad y los gustos de cada niño)
Metelo al horno
Si te encontrás con un montón de verduras y te preguntás cuándo tendrás tiempo para cocinarlas,
y necesitás persuadir a tu familia para que las coma, tengo una palabra para vos: hornearlas.
Sinceramente, no sé por qué alguien herviría un vegetal al descubrir qué tan rico se vuelve
cualquier producto cuando lo cortás, le ponés aceite de oliva, ghee o aceite de coco, lo salás y lo
metés en el horno. De repente, ¡los repollitos de Bruselas saben mejor que las papas fritas!
Vamos paso a paso
1. Precalentá el horno (esto es fundamental para cualquier alimento que metas en el horno, sea
una verdura, una milanesa o una torta).
2. Extendé las verduras cortadas en una capa delgada sobre una bandeja para hornear con
borde alto.
3. Mezclá con la materia grasa elegida, sal marina y cualquier otra hierba o especia de tu
elección. Me encantan el ajo entero con cáscara y el limón; otras opciones: romero fresco,
tomillo picado, cúrcuma, masala, pimentón dulce, curry… o lo que te guste.
4. Horneá hasta que todo esté bien crujiente (probablemente de 20 a 40 minutos, dependiendo
de la cantidad y el tipo de verdura). Revolvé las verduras cada 10 minutos para que no se
peguen, pero ojo que las papas, por ejemplo, si todavía no están bien doradas te van a
ofrecer resistencia; si no podés despegarlas, es porque no están listas todavía, y si las forzás,
te quedás con media papa pegada en el piso y media en la espátula. La clave de una buena
papa al horno (además de un horno bien caliente) es esperar, y esperar un poco más.
Alimentos que he metido en el horno: espárragos, zapallitos, berenjenas, remolachas (tanto
en cubos como enteras con cáscara), rabanitos (si no te gustan crudos, probalos así, creeme),
papas, batatas, zanahorias, zapallo y calabaza de todas las especies (la calabaza cortada por la
mitad con la parte plana hacia abajo hasta que esté blandita y la parte que toca la chapa bien
caramelizada), kilos de cebollas (cortadas en pluma en una fuente de horno con aceite de oliva y
manteca, revolver cada tanto hasta que se caramelicen), morrones, chiles, pimientos varios,
choclos y ¡mucho más!
Podés poner distintos vegetales en una misma fuente (si querés lavar menos, ponés papel
manteca abajo), pero tenés que chequear el punto de cada verdura e ir sacando las que están
listas. O hacer varias fuentecitas con distintas verduras (si no te molesta lavar todo eso después).
Organizarse
Involucrar a la familia en las elecciones y en la preparación.
Hacer las compras una vez por semana o cada quince días. Involucrar a los niños en la
selección y el guardado de los alimentos siempre que sea posible. Elegir ferias
municipales o mercados, que sea una salida divertida para todos.
Hacer una lista de compras antes de salir, pero una vez que estás ahí, ser flexibles con
lo que hay de estación.
Cuando vuelven, sacar todas las verduras y proteínas, y procesarlas para su guardado.
Hacer caldo o sopa con los productos que ya no están tan frescos el día anterior a hacer
las compras, así hay lugar en la heladera. Tirar lo que ya no sirve.
Si tenemos a alguien que nos ayude en casa, elegir el día que viene para hacer las
compras o los pedidos de verduras y carnes. Y ese día dejar todo preparado para la
heladera o el freezer.
Elegir un día para hacer caldo, milanesas, albóndigas, algún guiso y salsa de tomate, o
para guardar distintas proteínas con sus marinadas. Cuanto más hagamos ese día,
menos vamos a trabajar para los almuerzos y meriendas de la semana. Cortar cebollas y
congelarlas crudas, o saltear y guardar pequeñas porciones de sofrito.
Mi lista de compras
Les dejo un ejemplo de pedido que hago en mi carnicería para mi familia de tres, para
aproximadamente un mes (varía de acuerdo con la época, la cantidad de veces que comemos en
casa, si vinieron invitados, etc., y lo que haya en promoción). Cuando llega el pedido:
condimentar, preparar, y congelar en porciones y con separadores lo que haga falta.
2 kg de nalga (una parte para milanesas, otra sin apanar para hacer escalopes o salteados
rápidos).
1 pollo cortado por la espalda (se condimenta el día que llega y se guarda en la heladera; al
día siguiente, se comen las pata-muslo al horno. Las pechugas se congelan cortaditas para
otras preparaciones y los huesos para hacer caldo).
2 falsas entrañas.
1 kg y medio de rosbif o riñonada (para guisos).
Un poco menos de 2 kg de ojo de bife (para hacer al horno entero y luego reciclar lo que
sobra en otra comida).
2 salchichas parrilleras artesanales (con muchas verduras a la plancha o al horno con el
pollo).
1 kg de osobuco (para guisos).
1 trozo de panceta (un par de cubitos de panceta hacen todo más rico).
6 churrasquitos de cerdo (uno de mis cortes favoritos).
1 kg de pechugas fileteadas o de pata-muslo deshuesados (para salteados, salsas, tacos, para
hacer a la plancha, etc.).
Además de todo eso, compramos pescado fresco (cualquiera menos salmón y truchas de
criadero) y tratamos de variar: abadejo, brótola, pollo de mar, anchoas, lenguado y mero. Lo que
haya más fresco y, dentro de lo posible, que sea local y que no sea un pescado que se pesque en
exceso ya que no lo considero ético (por ejemplo, merluza). También compramos camarones
para congelar; con un puñadito sumamos mucho sabor y nutrición a un salteado de verduras con
arroz o algún otro cereal.
De almacén
Fideos de quinoa o amaranto para cuando hay poco tiempo y/o energía para cocinar.
Quinoa
Arroz (nosotros preferimos grano largo fino o basmati, también uno glutinoso como el
doble carolina, y alguno como el de sushi para hacer bolitas de arroz).
Polenta orgánica.
Algunas legumbres (las lentejas rojas son un hit, tienen mucho hierro y se hacen muy
rápido).
Tomates secos (para hidratar y hacer pasta de tomates).
Hongos para hacer en polvo (por lo general, shiitake o porcini).
Sal, gruesa y fina. Compro sal de mar o de las salinas de Jujuy, rosada del Himalaya y
alguna de terminación para agregar arriba de huevos o preparaciones más delicadas (en
escamas, fleur de sel).
Especias, no me puede faltar: masala ahumado, cúrcuma, pimienta negra en grano, pimienta
rosada y blanca, curry. También algún mix de especias que encuentre nuevo y rico.
Comprar en poca cantidad y renovarlas por lo menos dentro del año. Si tenés alguna especia
muy vieja, tirala. Y mejor aún, usalas seguido así no tenés que tirarlas.
Cebolla y ajo deshidratados.
Dulce de leche artesanal (no comemos galletitas industriales, pero nos damos un gustito
dulce cada tanto: banana o manzana con dulce de leche rankean alto en casa).
Ghee.
Aceite de oliva extravirgen de primera prensada en frío.
Manteca.
Aceite de sésamo tostado (usar de a gotitas para condimentar, hay marcas nacionales
excelentes como Aceites del desierto).
Aceite de coco neutro y virgen.
Salsa de soja orgánica de fermentación natural o coconut aminos (similar en sabor, pero se
hace con coco).
Salsa inglesa. Con unas gotitas levantás cualquier guiso o carne. Umami a full. Buscá una
que no contenga JMAF.
Mostazas ricas: de Dijon, en grano y a la antigua. También hay marcas nacionales
excelentes.
Anchoas y/o pasta de anchoas. Sabor y más sabor, pero no a pescado, ¡te lo juro! Es un
resaltador maravilloso para pastas, verduras, etc.
Frutos secos (almendras, nueces, pistachos, etc.).
Harinas de frutos secos.
Azúcar de coco.
Gelatina sin sabor (para hacer gelatinas caseras con jugos naturales).
Vinagres y acetos. De alcohol, de vino, de jerez y de kéfir. Los que más uso: de sidra de
manzana y de coco. Reducción de aceto para terminar de redondear sabores de ensaladas o
carnes.
Conservas de tomates orgánicos, en botella de vidrio.
Enlatados para algún día que tengamos poco tiempo: atún u otro pescado.
Alcohol para consumir ocasionalmente y para cocinar
Vinos: priorizamos los orgánicos. Siempre tengo alguno blanco para risottos y también un
Marsala para hacer escalopes o agregar a marinadas de carnes.
Cervezas artesanales: ricas para beber y también para marinadas de cerdo.
Lácteos: consumimos algunos (de origen agroecológico o de campo) en poquitas cantidades y
como un complemento, o incluso como un condimento para dar textura o sabor, y porque ya
sabemos que a nosotros no nos sientan mal, es una decisión personal.
Quesos duros para rallar: parmesano, reggianito y sardo. Cuanto más duro el queso, más
lactasa desarrolla, y más fácil es la digestión de la lactosa.
Queso semiduro (preferentemente elaborado a partir de leche cruda) como el gouda de la
marca Naturaleza Viva. Lo usamos para gratinar o para hacer chipás y soufflés.
Yogur natural y de vainilla: compramos por litro el de La Choza o La Recría, que son
agroecológicos y de muy buena calidad. También se puede hacer en casa si conseguís leche
de buena calidad y el fermento iniciador (por ejemplo, el de yogur búlgaro, que se consigue
online).
Cuando consigo, compro crema de buena calidad y tenor graso. Alguna vez llegué a hacer
mi propia manteca, y también la uso de a chorritos en alguna preparación que lo amerite,
como en el ligue de una tarta, por ejemplo.
Leche no suelo comprar, solo cuando necesito para una preparación específica; prefiero los
lácteos que hayan pasado por un proceso de fermentación como los quesos o el yogur.
Fermentados, me encanta hacerlos pero no siempre puedo
Kéfir.
Kombucha.
Salsas.
Miso orgánico.
Vegetales fermentados como chucrut/sauerkraut.
Frutas y verduras frescas
Lo que haya en cantidad y esté barato. Nunca me faltan: papas, batatas y limones. Lo demás va
rotando.
Hierbas frescas
Una macetita en el balcón con salvia, orégano, perejil, tomillo, menta y romero.
Huevos de campo
¡Muchos! En esto sí prefiero invertir un poquito más y usar huevos de campo reales, de gallinas
libres y bien alimentadas. Para tener disponibles (antes no conseguía), le pasé un proveedor al
dueño de la dietética de mi barrio para que se los compre. Los guardo en la tapa de la heladera
cubiertos con un repasador o en contenedores herméticos, también con repasador o lienzo para
que no les llegue demasiado frío. No se lavan antes de guardar, si están muy sucios, solo les paso
un papel de cocina apenas húmedo.
Panes de masa madre
Te mentiría si te digo que lo hago casero, lo compro en lugares de confianza. Vamos rotando
distintos cereales como espelta, centeno y trigo integral. Sí me gusta experimentar con masa
madre de trigo sarraceno que es mucho más fácil.
Frutas y verduras congeladas IQF
Me salvan la vida cuando no tengo tiempo de cortar, pelar y preparar, y ya estoy llegando al final
de lo que tenía preparado en casa. Abro una de estas bolsitas y las uso para sopas, salteados,
croquetas, tartas, etc.
No tienen aditivos ni conservantes, son solo un ingrediente.
“IQF” quiere decir que se congelan en forma individual, cada una de las frutas, verduras, etc.
Al pasar poco tiempo desde que se cosecha hasta que se congela, conserva la mayor parte de sus
nutrientes. De a poco están apareciendo marcas en el país de muy buena calidad que tienen
productos orgánicos y agroecológicos.
Nunca me faltan las arvejas, son mis favoritas, de hecho, fueron uno de mis mayores antojos
durante el embarazo. Las agrego a guisos y curries, las salteo con manteca y menta, las hago en
sopa, y las pongo sobre las milanesas a la napolitana.
Tips para armar tu propio plan semanal
Siempre que sea posible, cocinar un poco más que las porciones que vayamos a comer
para usar al día siguiente en el almuerzo o la vianda.
Primera cena de la semana. Superfácil: sopa, ensalada, o una carne o pollo con
verduras al horno. Un omelette o una frittata también pueden ser una cena.
Segunda cena. Si tenemos muchas verduras, hacemos una cena basada en plantas, con
muchos vegetales y arroz o quinoa. Si tenemos un poco más de energía, preparamos un
par de platos que generen buenas sobras para las comidas y las viandas del resto de la
semana, como por ejemplo, pollo al horno o un guisado XL.
Tercera cena. Miércoles: es más probable que consigamos pescado fresco si no
teníamos en el freezer, y está bueno recordar que hay que comerlo una o dos veces por
semana como mínimo. Entonces, si ponemos los miércoles de pescado, más algún
almuerzo, ya estamos cumpliendo con esa cuota semanal. Si lo incluimos en alguna
otra comida, ¡más puntos extra!
Cuarta cena. Alguna comida de las que ya tenemos preparadas en freezer, por
ejemplo, un guiso o una carne que ya hayamos guardado con su marinada. Lo bajamos
la noche anterior (o a la mañana) a la heladera y si tenemos una olla de cocción lenta,
lo ponemos a cocinar temprano. En el caso de una cocción tradicional, lo metemos en
el horno cuando llegamos. Que sea algo de sacar de un paquete y ya.
Quinta cena. Usamos sí o sí todas las sobras de los platos de la semana.
Se pueden elegir 2-3-4 comidas en la semana para comprar algo prehecho,
dependiendo de la intensidad de nuestra rutina (por ejemplo: un pollo horneado de una
rotisería o restaurante confiable, unas hamburguesas congeladas de buena calidad o
vegetarianas si las consumimos, o alguna de las proteínas de emergencia como atún
enlatado). Acompañar el plato con una ensalada o verduras fermentadas. También
podemos recurrir a un delivery confiable, pero evitemos la pizza y las empanadas;
buscar algún restaurante japonés o chino que suelen tener platos más amigables.
Recuerden, ¡¡háganlo simple!!
El arte de reutilizar las sobras
Si tenemos varias frutas que todavía no se comió nadie, cortarlas y disponerlas en un
plato, van a ver cómo así lucen más tentadoras y se las comen todas. Las manzanas que
ya están medio chamuscadas van al horno. Las bananas negras sirven para muchas
preparaciones: pancakes, budines, helados y leche (de banana). Si no tenemos tiempo
de elaborar nada, en rodajas al freezer hasta que tengamos un rato libre.
¿Demasiados morrones? Al horno o sobre la hornalla hasta que las pieles estén
quemadas y luego a una bolsa, los pelamos y los guardamos con oliva en el freezer.
¿Demasiadas hierbas? ¡Pesto! O cubeteras con aceite de oliva y hojas. También
recomiendo licuarlas con yogur natural, aceite de oliva, media cebolla, sal y pimienta,
y usar de marinada para un pollo. Guardarlo en el freezer crudo con la marinada para
un día que no tengamos tiempo de cocinar. O si no consumimos lácteos, hacer la
marinada a base de un jugo cítrico y salsa shoyu (salsa de soja de fermentación natural
orgánica).
¿Tomates que han visto mejores días? Al horno con la proteína que estemos
cocinando.
Verduras + recortes de verduras + huesos que sobraron del pollo al horno = caldo.
¿Un frasco de mostaza casi vacío? Hacé una vinagreta ahí mismo con el restito de esa
mostaza + 1/4 taza de vinagre + un poco de sal + 1/3 taza de oliva (las cantidades son
aproximadas, yo la hago a ojo). Meter todos los ingredientes en el frasco, tapar y
sacudir cual cóctel.
Restitos de verduras cocidas o purés: sale frittata (básicamente es una tortilla, pero
que no se da vuelta, o una tarta sin masa, como le quieras llamar. Se suele empezar en
la hornalla y terminar en el horno.
Frittata
Aceite de oliva o manteca.
3 huevos (para una o dos personas. P.D.: yo sola me como 3).
Verduras (las que quieras, las que haya en la heladera).
Carne, pollo, pescado o mariscos previamente cocidos.
Hierbas, especias y sal a gusto.
1. En una sartén, agregar una cucharada de aceite o manteca. Añadir verduras crudas o
carne. Se saltea hasta que estén hechas y se añade cualquier tipo de hierba y especia,
más sal a gusto. La frittata más famosa lleva simplemente cebolla.
2. Batir bien los huevos con sal y pimienta, y agregar esta mezcla a la sartén.
3. Si tenemos una sartén con mango metálico, la llevamos al horno hasta que cuajen los
huevos. Si no tenemos este tipo de sartén, mezclamos todo en un bol primero y luego
pasamos la preparación a una fuente o tartera apta para horno. Cocinar a fuego mediobajo en horno, no hace falta darla vuelta como una tortilla.
CAPÍTULO
DIEZ
Mis recetas
Sin lácteos
Sin TACC
Vegano
Vegetariano
Bloques de sabor
Cebollas y ajos caramelizados
2 kilos de cebollas (como mínimo, del tipo que tengas)
Dientes de ajo enteros sin pelar a gusto
Sal a gusto
Aceite de oliva extravirgen a gusto
2 cdas. de agua
Precalentá el horno a temperatura media. Mientras tanto, andá cortando las cebollas en pluma o
procesalas (¡Ojo!: que no se te hagan puré).
Poné papel manteca en una fuente para horno y poné todas las cebollas ahí; agregá unos
chorritos de aceite de oliva extravirgen, sal y 2 cdas. soperas de agua, revolvé bien con tus manos
hasta que estén bien cubiertas. Hacé una montaña en el centro con las cebollas y poné los dientes
de ajo enteros.
Llevá la fuente al horno de 45 a 60 minutos, chequeando cada 15 minutos aproximadamente
para ver cómo vienen y revolverlas un poco. Algunas se van a dorar más que otras; cuando la
mayoría de las cebollas están blanditas y doradas, ya están listas. Los ajos van a quedar dulces y
blanditos: apretalos y sacá la cremita que se hizo adentro.
También se puede hacer en una olla en la hornalla a fuego bien bajito, mientras hacés otras
cosas por la casa: recordá pasar cada tanto y revolverlas un poquito.
Podés usarlas en el momento, guardar en la heladera por 3 días o congelar en porciones por 3
meses.
Pesto
Dos puñados de cilantro con sus tronquitos (también se hace con perejil, albahaca, rúcula,
radicheta o lo que abunde fresco)
¾ taza de coco rallado (el coco queda particularmente bien con el cilantro, podés usar
queso rallado para otro sabor)
¾ taza de almendras, pistachos, nueces o semillas de girasol hidratadas
4 dientes de ajo
1 pimiento picante (opcional)
Jugo de 1 limón
¼ taza de aceite de oliva
Sal a gusto
Procesar todo, ¡y listo!
Se puede guardar en heladera por 48 horas (aunque se empieza a oxidar y cambia de color) o
en el freezer en cubeteras para tener siempre listo.
No le tengan miedo al cilantro: sé que lo aman o lo odian, pero con esta receta, hasta sus
mayores detractores lo amaron.
Pasta de tomates secos
La pasta de tomates se utiliza para hacer una salsa rápida para pastas, para intensificar los
sabores de un guiso o un arroz con pollo, para agregar a un salteado de verduras y para levantar
el fondo de un bifecito o pechuga a la plancha. Esta pasta o concentrado de tomate casero agrega
ese toque de sabor umami que todo plato necesita y, además, concentra mucho hierro.
1 taza de tomates secos
Agua caliente c/n para cubrirlos
Poné los tomates en un bol, cubrilos con el agua caliente y dejalos en remojo hasta que estén
blanditos. Mi mamá les saca la piel uno por uno para que quede una pasta más sedosa, yo se las
dejo. Queda a gusto del consumidor.
Colalos y reservá el agua de remojo; poné los tomates en la licuadora o vaso para minipimer
y licualos agregando el agua de a chorritos, para que te ayude a obtener una consistencia de
pasta.
Guardá la pasta en un frasco de vidrio muy limpio en la heladera por 3 días. O mejor aún,
congelala en una cubetera (siempre tapada para que no haya contaminación cruzada en el
freezer) Una vez que los cubitos se endurecieron, pasalos a una bolsita hermética. Duran
aproximadamente 3 meses en el freezer. Para descongelarlos, sacalos del freezer un rato antes o
calentalos apenas en una sartén. La pasta congelada se puede agregar a salteados, bifes, carnes,
guisos, pastas, sopas y caldos. Tambén se usa como dip y para ponerlo sobre una pizza o una
ensalada, entre otras opciones.
Mi salsa de tomate para todo
1 cucharada de aceite de oliva extravirgen
1 cebolla cortada en cubitos
2 tronquitos de apio cortados en cubitos
2 zanahorias medianas peladas y cortadas en cubitos (o ralladas)
2 dientes de ajo picados
1 l de conserva de tomates triturados (sin sal agregada)
1 cucharada de cúrcuma
Sal y pimienta a gusto
Opcional: 1 cucharada sopera de manteca agregada al final o de crema untable batida de
caracú (queda delicioso, probalo; además, para niños que comen poquito, estamos
sumando densidad nutricional). Hierbas a gusto: orégano o albahaca, por ejemplo.
Calentá el aceite en una olla o sartén mediana. Una vez que el aceite brille, agregá las cebollas, el
apio y las zanahorias, y cociná hasta que se ablanden, de 5 a 7 minutos. Incorporá los ajos
picados y revolvé hasta que larguen perfume, pero que no se doren, aproximadamente 30
segundos. Agregá los tomates y los condimentos, y dejá que se cocine durante 5 minutos para
que los sabores se desarrollen. Transferí la mezcla a una licuadora, agregá la manteca y procesá
hasta que quede uniforme.
Secretito: si la salsa está un poco ácida, no le agregues azúcar, ponele una
pizca muy chiquita de bicarbonato de sodio, ya que por una reacción
química… la acidez desaparece.
(Si no le
agregás la
manteca)
Básicos
Pollo al horno
1 pollo grande cortado por la espalda (pedí que te lo corten como si fuera para hacer a la
parrilla) para ponerlo plano sobre la placa. O piezas de pollo con hueso como, por
ejemplo, pata-muslo.
Verduras a elección, cuantas más hagas, más vas a tener para usar en las comidas de los
próximos días: papas, batatas, zanahorias, repollo, rabanitos, cebollas, morrones, tomates,
coliflor, brócoli, etc.
Condimentos: ¡los que te gusten! Cúrcuma, pimentón, polvo de hongos, etc.
Materia grasa: hacé una pastita en un bol con manteca, ghee o aceite de oliva, hierbas, los
condimentos o especias que te gusten, unas gotitas de limón y una pizca de sal.
Para hacer este pollo, siempre hay que precalentar el horno y la fuente donde lo vayas a
poner. Mientras tanto, separar suavemente la piel de la carne y condimentarlo bien por debajo de
la piel con la pastita de materia grasa + sabores.
Poner en la fuente un poquito de aceite y las piezas que quieras cocinar.
Alrededor del pollo, acomodar las verduras. Aprovechar el horno y agregar una fuente extra
con más verduras para usar los próximos días.
Por lo general, comemos primero las presas que más nos gustan como las patas y los muslos.
Luego, la pechuga la corto chiquita y la mezclo con los líquidos de cocción para que quede
menos seca y mucho más sabrosa, y la guardo en la heladera o en el freezer para otras comidas.
¡Los huesos no se tiran! Van al caldo de huesos.
(Si usás aceite
de oliva)
Nuggets de pollo
500 g de pollo procesado
3 cdas. de fécula de mandioca (o harina de garbanzos o amaranto)
Sal, pimienta, cúrcuma, pimentón y condimentos a gusto
Pan rallado o rebozador de arroz para versión sin gluten. Opcionales: perejil, tomillo o la
hierba que a tu familia le guste, semillas activadas o levadura nutricional.
Opcional: verduritas hervidas o salteadas (zanahorias, zucchinis, etc.)
Procesar el pollo bien frío de la heladera; llevar nuevamente al frío mientras preparamos los
opcionales extras.
Mezclar el pollo con la fécula, las verduras y los extras, hacer bolitas y darles forma con las
manos húmedas. Rebozar y llevar rápidamente al frío.
Se cocinan en el horno, a la plancha o con la air fryer.
Si lo prefieren, se puede evitar el rebozado.
(Si usás
rebozador de
arroz)
En mi casa, vamos rotando los cereales que comemos; por lo general, suelo
cocinar bastante más cantidad de la que vamos a comer en el día y guardo
una parte en la heladera (en un recipiente de vidrio con tapa) para consumir
en frío (en el caso del arroz, mejora su valor nutricional, ya que al enfriarse,
el almidón se vuelve “almidón resistente”, que es un gran alimento
prebiótico, es decir, alimenta a las bacterias buenas de nuestro intestino).
Otra parte la congelo en bolsitas tipo Ziploc bien planas; si me acuerdo, las
bajo a la mañana a la heladera para tener de guarnición para la cena, y si no,
las descongelo debajo del agua de la canilla, luego recaliento para usar en
sopas, ensaladas, croquetas o guisos.
Quinoa básica
1 taza de quinoa orgánica
2 tazas de agua o caldo
½ cdta. de sal
1 chorrito de vinagre o limón
Enjuagar la quinoa en un colador fino hasta que el agua salga clara. Poner en remojo en
abundante agua con un chorrito de vinagre o limón por 12 horas. Descartar el agua de remojo y
cocinar con 2 tazas de agua por cada taza de quinoa remojada y un poco de sal. Tapar, reducir el
fuego a medio-bajo y cocinar a fuego lento hasta que el agua sea absorbida, los granos se hayan
hinchado y estén tiernos.
Polenta
1 parte de polenta
3 partes de agua o caldo
Opcional: un puñado de queso rallado
En mi casa, la polenta es un clásico, en este caso sí priorizamos conseguir polenta orgánica.
Cada vez que hacemos, aprovechamos para hacer un poco más y guardar para hacer cubitos o
bastones.
Llevar a hervor 3 partes de caldo o agua. Una vez que hirvió, incorporar —mezclando— 1
parte de polenta. Cuando espesa, apagar el fuego. Añadir un puñado de queso rallado y mezclar
(si no consumen lácteos, se puede evitar). Colocar lo que sobra en una placa o tupper mientras
está caliente y llevar a heladera. Una vez fría, se corta perfecto con la forma que quieras.
Podés grillarla en bastones; dorarla con ghee o manteca; o comerla así, fría o caliente. Para
que no se te quede pegada cuando la grillás o la horneás, pasala primero por aceite de oliva y
luego por un poquito de polenta cruda.
(Si omitís el
queso rallado)
Arroz yamaní
Hace un tiempo descubrí que muchos cereales y granos contienen antinutrientes, que son los
responsables de que la digestión se nos haga más difícil; esto es lo que ocurre con el arroz
integral. Si bien posee más nutrientes que el arroz blanco, también contiene ácido fítico, que es
un antinutriente que impide la absorción de minerales, y otros antinutrientes que dificultan la
digestión.
Para consumir el arroz integral, entonces, es necesario realizar un proceso de remojo previo.
Remojar por 24 horas previo a su cocción, cambiando el agua cada 12 horas (eliminar el
agua del remojo). Una vez pasado este tiempo, hervir durante 7 minutos aproximadamente en
abundante agua con sal. Queda mucho más rico, más fácil de masticar y de digerir.
Arroz de grano largo fino
Mi favorito es el basmati, pero puede ser otro que tengas a tu alcance.
Por favor, no compres el parboil que no se pasa ni se pega, ni siquiera el de bolsita. ¡No tiene
gusto a nada!
1 taza de arroz basmati
1 taza y ¾ de agua o caldo
½ cdta. de sal
Una pizca de cúrcuma
Lavar el arroz: ponerlo en un recipiente y llenar con agua a temperatura ambiente. Remover
con las manos limpias para que el almidón se quede en el agua. Vas a ver que el agua se enturbia.
Colar el agua y repetir el lavado 2 o 3 veces más, hasta que el agua quede más o menos limpia.
La razón de lavar el arroz es para que los granos queden sueltos y sean más digestibles.
Dejar en remojo: llenar una vez más el recipiente con el arroz y dejar reposar durante 30
minutos. Después de ese tiempo, colar el arroz.
Poner el agua de cocción a calentar con la sal y la cúrcuma.
En cuanto el agua empiece a hervir, añadir el arroz que hemos colado previamente. Dejar el
fuego alto hasta que el agua comience a bullir otra vez. Bajar el fuego al mínimo, tapar la olla y
cocinar durante 10 minutos.
Apagar el fuego y dejar reposar con la olla tapada durante 10 minutos para que termine de
cocinarse. Con un tenedor podemos separar los granos para que queden sueltos y deliciosos.
Guisos
Guiso de madre
Este guiso me trae buenos recuerdos: me lo hizo mi mamá cuando estaba que explotaba y quería
que naciera Rafi. A partir de ese día, lo bautizamos el guiso “inductor de partos” y se lo preparé
a varias mujeres que acompañé como doula. No sabemos si tiene efectos terapéuticos o que
realmente el placer de comer algo tan pero tan rico produce oxitocina y eso ayuda… Tiene
muchos ingredientes, pero la gran mayoría son opcionales; adaptalo a tu gusto.
¼ kg de garbanzos, porotos o lentejas, remojados y cocidos con un pedacito de alga kombu
(se los puede dejar un poco más al dente de lo que normalmente usaríamos para que se
terminen de cocinar en la salsa; si estaban bien cocidos, agregarlos al final de la
preparación)
1 pechuga cortada en daditos
2 cebollas grandes (cortadas o procesadas bien chiquitas)
1 puerro (cortado bien chiquito)
1 zanahoria (cortada o rallada bien chiquita)
1 zucchini en cubitos
½ l de caldo casero rico
Hierbas: orégano, salvia, curry, perejil, hojas de lima, etc.
Especias: pimienta negra, coriandro, enebro, semillas de mostaza, cardamomo, cúrcuma
(da sabor y mejora la digestibilidad)
Otros sabores posibles: salsa inglesa (sin JMAF) o salsa de pescado, algas, ½ litro de
conserva de tomates orgánicos o alguna salsa de tomate que tengamos en el freezer,
daditos de calabaza o zapallo crudo y panceta en cubitos.
Tener un bol o una fuente grande cerca para ir dejando cada uno de los ingredientes que
vamos cocinando por separado (en el bol ya los podemos mezclar).
Dorar la panceta, si la usamos, y reservar.
Dorar los cubitos de pollo (si es mucha cantidad para el fondo de nuestra olla, hacerlo en
tandas para que no se hierva).
Dorar el zucchini en cubitos.
En la misma olla, sin limpiar, rehogar la cebolla, el puerro y la zanahoria, despacito hasta el
punto de dorado que les guste.
Volver todos los elementos que ya habíamos cocinado antes a la olla.
Sazonar bien, agregar las hierbas, especias y salsas que hayamos elegido.
Agregar los garbanzos cocidos y el caldo, y si usamos, los daditos de calabaza y la salsa de
tomate.
Cuando la calabaza esté blandita, el pollo esté bien cocido y el líquido se haya reducido a una
consistencia de salsa, ¡¡está listo!!
Pollo al champiñón
Otra receta de mis favoritas que me enseñó mi mamá, y a ella, mi abuela. Mi mamá me cuenta
que cuando ella era chica, en Santa Fe no se conseguían champiñones ni hongos frescos, así que
mi abuela usaba los de lata; en mis primeros recuerdos, mi mamá también usaba esos, pero a
medida que se fueron haciendo más accesibles, empezó a experimentar con distintos hongos
frescos. Mi aporte a la receta fue el polvo de hongos, lo demás se mantiene bastante parecido a
como me lo enseñaron.
Si no lo comen todo, se guarda en la heladera hasta 72 horas o se congela para otro momento.
2 pechugas de pollo de campo
Ghee o manteca (o aceite de oliva para una opción sin lácteos)
Un puñado de puerro
1 cebolla procesada o cortada chiquita
100 g de champiñones o portobellos frescos cortados en rodajitas
100 g de panceta
cortada en cubitos
1 taza de caldo de huesos
Sal y pimienta
Unas hojitas de laurel
Opcionales: 1 cdta. de polvo de hongos, crema de leche para servir y ¡las verduras que
tengas!
Guarnición: papas al horno o al vapor.
Precalentar una ollita o sartén; calentar el ghee y dorar los cubitos de panceta. Retirar y
reservar. Dorar los hongos; retirar y reservar. Dorar los cubitos de pollo (todo en la misma olla o
sartén). Cocinar las verduras en esa misma olla. Agregar el caldo, el polvo de hongos, el laurel, y
un poco de sal y pimienta. Hervir hasta que el líquido se reduzca un poco y el pollo esté bien
cocido. Probar y rectificar sazón si es necesario.
Servirlo con papas al vapor o al horno con un chorrito de crema por encima.
(Si usás aceite
de oliva)
Curry de pollo
Aceite de coco o ghee c/n
½ cebolla blanca grande o una chica
1 diente de ajo picado
½ rama grande de apio
1 manzana verde pelada y cortada en cubitos
1 cda. de jengibre fresco rallado
2 cdtas. de polvo de curry
2 pechugas de pollo en cubos
½ taza de caldo de pollo
¼ taza de leche de coco
Una pizca de cúrcuma (aunque la mayoría de los polvos ya traen, siempre refuerzo un
poquito por las propiedades antiinflamatorias de esta especia)
Sal y pimienta
Opcionales: un puñado de arvejas, unas cdas. de yogur natural para servir, unas hojas de
cilantro fresco o menta y unas almendras activadas fileteadas o picadas
Guarnición: cuscús
Saltear los cubitos de pollo con un poco de aceite o ghee en una sartén o wok bien caliente. Si tu
sartén es muy pequeña, hacelo en dos tandas, porque si ponés mucho pollo de golpe, queda como
hervido y no se dora. Ir dando vuelta los cubitos hasta que estén dorados por todos sus lados,
salpimentar ligeramente. Sacar el pollo con una cuchara o espumadera, y reservarlo en un plato.
Saltear las cebollas en la misma sartén o wok sin lavar hasta que estén doradas de forma
pareja. Agregar el ajo, el apio, el jengibre y la manzana. Cocinar 2 o 3 minutos, luego agregar el
curry y la cúrcuma. Incorporar el pollo previamente cocido, el caldo y la leche de coco. Una vez
que esté burbujeando, bajar la temperatura a mínimo. Agregar las arvejas si eligieron ponerle.
Cocinar 10 minutos aproximadamente, hasta que el líquido se haya reducido un poco y el pollo
esté bien cocido por dentro.
Servir acompañado con cuscús. Emplatar con el yogur, las hojas de cilantro o de menta, y las
almendras por encima.
(Si usás aceite
de coco)
Dhal de lentejas rojas
Las lentejas rojas son supernutritivas y, además, se hacen rapidísimo: te apuesto a que podés
hacer este plato con un bebé a upa y con una sola mano. Es blandito, caliente y muy rico; he
visto a bebés en mis talleres comer esto con tanto placer que no lo podía creer, y para una mamá
puérpera, también es perfecto.
Aceite de coco y unas gotas de aceite de sésamo tostado (si tenés; ojalá lo consigas porque
queda MUY RICO) para saltear.
12 cdas. de lentejas rojas (lavalas bien y remojalas en agua tibia por un par de horas antes
si te acordás. Si no, lavalas y listo).
1 diente de ajo rallado o picado bien chiquito
1 cda. de jengibre rallado
1 cebolla procesada o cortada chiquita
2 cdtas. de cúrcuma
½ taza de caldo de huesos
1 taza de leche de coco (si no tenés, usá agua y agregale un puñadito de coco rallado para
que se hidrate durante la cocción)
Saltear las cebollas con el aceite de coco y unas gotitas de aceite de sésamo hasta que estén
transparentes, sin que se quemen, junto con el ajo y el jengibre.
Agregar la cúrcuma, las lentejas previamente lavadas y remojadas, el caldo y la leche de
coco. Revolver continuamente hasta que las lentejas estén blanditas: son unos pocos minutos;
¡ojo!, no te distraigas. Si ves que lo necesitás, andá agregando chorritos de agua.
Cuando esté listo, probalo y sazoná a gusto con sal y pimienta.
Si querés, servilo con 1 cucharada de yogur natural.
Si sobra, al día siguiente, ¡salen croquetas!
(Si usás caldo
de verduras)
Finger food
Croquetas de papa, huevo y pescado
2 papas grandes
1 filet de pescado sin espinas
Fécula de mandioca (4 cdas. soperas, aunque puede ser más, dependiendo de cuánto
absorba la papa)
2 huevos
Harina de nuez y polenta para apanar
Sal y pimienta a gusto
Especias: cúrcuma y pimentón dulce
Materia grasa: 1 cda. de manteca, ghee o queso crema
Cocinar las papas cortadas en cubos en la vaporera hasta que estén tiernas; en otro
compartimiento de este utensilio, cocinar el pescado condimentado con un poquito de sal y
pimienta.
Hacer un puré sabroso con sal, pimienta, especias y la materia grasa elegida. Agregar 2 cdas.
soperas de fécula de mandioca y los huevos. Dejar enfriar hasta que puedas agarrar la masa con
las manos. La textura tiene que ser fácilmente manejable, si se te desarma mucho, agregale
cucharaditas de fécula de mandioca de a poco, hasta que llegues a una consistencia como la de la
plastilina.
Mientras tanto, desmenuzar el pescado para que quede en trocitos pequeños, y de paso,
revisá que no haya quedado ninguna espina. Mezclar con el puré y hacer pelotitas con las manos
húmedas. Pasar por la mezcla de harina de nuez y polenta para que queden crocantitas por fuera.
Te conviene aplastarlas un poco para darles forma de disco, así son más fáciles de cocinar.
Si querés, le podés agregar otras verduras cocidas, pollo cocido, puré de remolacha o de
espinaca, y así ir variando los colores y los sabores.
¿Lo mejor? Si hacés muchas, congelalas: multiplicá la receta por las cantidades que quieras.
Croquetas de choclo
Con las cantidades que detallo a continuación, te sale una porción para un niño y un adulto.
Si solo come tu hijo/a, podés guardar las croquetas en la heladera hasta 48 horas y recalentarlas
en cualquier otro momento.
3 huevos
6 cdas. de harina integral o fécula de mandioca
¼ cdta. de pimentón dulce
1 taza de choclo
Poner el choclo en un bol y aplastarlo con un pisa-papa o procesarlo un poco si tu bebé
todavía no manipula los pedacitos chiquitos. Luego, incorporá el resto de los ingredientes.
Si lo necesitás, agregale unas cucharaditas de leche a la mezcla para que quede más líquida.
Se cocinan en una sartén precalentada, en el horno o en un molde para muffins de silicona.
(Si usás
mandioca)
Hamburguesas de porotos negros
Sin dudas, son mis hamburguesas vegetarianas favoritas; las hice para carnívoros acérrimos que
también las amaron y pidieron más.
1 taza de porotos remojados y cocidos con algas (hasta que estén bien blanditos)
¼ taza de cebolla colorada
1 morrón rojo asado
Un puñado generoso de cilantro o perejil (hojas y tallos)
Jugo de 1 lima o limón
1 huevo
2 o 3 cdas. de harina de garbanzos, amaranto o mandioca
¾ cda. de comino
1 diente de ajo
Sal y pimienta a gusto
Alguna salsa picante (si te gusta)
Para rebozar: panko, polenta, harina de almendras o de nueces, o rebozador de arroz
Asar el morrón en el horno o sobre el fuego directo de la hornalla hasta que la piel se queme,
luego ponerlo en un recipiente hermético mientras está caliente. Una vez que se enfrió, pelarlo y
descartar las semillas y nervaduras.
Procesar la cebolla con el cilantro o perejil, agregar el resto de los ingredientes y los
condimentos hasta lograr una pasta espesa tipo puré; van a quedar algunos pedacitos enteros de
porotos, no importa que la mezcla no sea pareja. Rebozar y llevar a heladera o freezer para que
tomen mejor consistencia.
Se cocinan a la plancha con manteca o aceite de coco. Estas hamburguesas se pueden
congelar hasta 3 meses; guardalas con separadores en un recipiente hermético.
Waffles o pancakes de batata
2 tazas de batata cruda rallada
2 huevos grandes o 3 pequeños
Sal y pimienta a gusto (si son para un bebé menor de un año, aparten una porcioncita sin
sal)
Materia grasa para cocinar: aceite de coco, manteca, ghee o aceite de oliva
Opcionales: chía o lino molidos (no necesitan remojo previo), hierbas frescas (perejil,
tomillo, orégano, etc.), especias (cúrcuma, pimentón, masala, curry, polvo de hongos, ¡o lo
que tengas!), verduras que ya tengas cocidas (acelga, espinaca, hojas de remolacha,
verduras al horno que te hayan sobrado, etc.), hígados de pollo cortados muy pequeñitos
(es una buena manera de disimular este alimento que si bien es muy nutritivo, nos cuesta un
poco incorporarlo).
Unir los ingredientes y cocinar: llevar a la waflera si tenés o hacer panquequitos en una
sartén.
¿No consumen huevo o justo ese día no tenés? Hacé rösti de batata: solo necesitás batatas
ralladas mezcladas con un toque de sal y alguna materia grasa. Cocinar en una sartén o en una
tartera precalentadas. También se puede aplastar bien la mezcla y hacer los rösti a la plancha,
vuelta y vuelta, o al horno hasta que queden doraditos.
Masas para tarta
Masa de batata
3 tazas y ½ de batata cruda rallada
1 clara de huevo
1 cda. de fécula de mandioca
2 cdas. de aceite de oliva o de coco
Sal, pimienta y especias a gusto
Incorporar todos los ingredientes y precocinar antes de rellenar.
Se puede usar batata rallada o también en fetas sin nada más.
Masa de frutos secos
1 taza y ¼ de harina de almendras
1/3 taza de fécula de mandioca
Sal, pimienta, páprika o pimentón dulce, y cúrcuma
¼ taza de manteca pomada, o ghee, o aceite de coco
1 huevo grande
Procesar todos los ingredientes hasta obtener una pasta pegajosa.
Enmantecar y enharinar una tartera, y presionar la pasta hasta cubrir toda la superficie.
Se puede guardar en el freezer al momento de elaborarla u hornearla a fuego medio con papel
manteca y un poco de peso para que la masa no levante demasiado volumen o se achique.
Una vez prehorneada, rellenarla con lo que les guste.
(Si usás aceite
de coco)
Masa de quinoa
1 taza y ½ de quinoa cocida
1 clara de huevo
Sal, pimienta, cúrcuma y pimentón dulce a gusto
Mezclar todos los ingredientes en un bol hasta que se integren.
Presionar la mezcla obtenida con el dorso de una cuchara o con las manos húmedas en una
tartera aceitada.
Hornear la masa en el horno precalentado hasta que esté dorada y ligeramente crujiente.
Sin masa
Hacé tu relleno favorito para tarta y cubrilo con puré de lo que más te guste, o con rodajas bien
finitas de papas, batatas o zapallo crudos. Pintar con aceite por arriba y llevar a horno medio
hasta que esté dorado.
Rellenos para tartas
Relleno con ligue
2 tazas de verduras salteadas o al horno (zapallo, zapallitos, zanahoria, choclo, brócoli,
tomates cherry, etc.).
Queso crema, crema o leche de buena calidad. Para una versión sin lácteos: castañas de
cajú remojadas por no más de 6 horas y procesadas. O alguna bebida vegetal, por ejemplo,
leche de almendras.
2 huevos
Sal, pimienta y especias a gusto
Opcional: queso rallado
Mezclar la crema con los huevos y condimentar. Acomodar las verduras sobre la masa para
tarta prehorneada y cubrir con la mezcla para ligar. Se puede agregar un poco de queso mezclado
en el ligue y espolvorear un poco más por arriba de la tarta para gratinar.
(Si usás crema
de castañas de
cajú)
(Si usás crema
de castañas de
cajú)
Relleno de hojas verdes
Acelga, espinaca, kale, hojas de remolacha o una combinación de hojas a gusto.
1 diente de ajo
2 cdtas. de arroz
½ taza de cebollas caramelizadas
Queso rallado a gusto (evitar para una opción sin lácteos y agregar levadura nutricional)
2 huevos
Sal, pimienta y especias a gusto
Opcional: polvo de hongos shiitake
Saltear primero el ajo con un poco de aceite de oliva, y luego los tronquitos o pencas de la
acelga hasta que estén tiernos. Sacar del fuego y agregar las cebollas, el arroz, los huevos, la sal,
la pimienta, las especias (recordá: cúrcuma a todo), el polvo de hongos y el queso. Dejar enfriar
un poco y luego poner en la base para tarta elegida. Hornear hasta que cuaje el huevo.
Este relleno se puede congelar en porciones sin agregar el huevo y luego bajar a la heladera
para usar en tartas o en pasteles (descartar el agua que salga); agregar el huevo a último
momento.
(Si usás
levadura)
(Si usás
levadura)
Pastel de pollo
2 pata-muslo deshuesadas o pechugas cortadas en cubos
1 diente de ajo
Verduras cortadas y salteadas (zanahoria, pencas de acelga, zucchinis, etc.)
½ taza de cebollas caramelizadas
Pasta de tomates secos remojados y licuados
Sal, pimienta y especias a elección (por ejemplo: cúrcuma, pimentón dulce. Algún día
podés cambiar y utilizar curry).
Aceite de oliva c/n
Opcional: polvo de hongos shiitake, pasas de uva o ciruelas pasa (remojadas previamente;
no descartar el líquido del remojo), y huevos duros.
Saltear primero el ajo con un poco de aceite de oliva; si tenemos tronquitos o pencas de
acelga, saltear hasta que estén tiernos. Reservar.
Sellar los cubos de pollo en una olla con aceite hasta que estén cocidos por todos sus lados y
reservar. Agregar la cebolla, la pasta de tomates, las ciruelas con su agua de remojo, la sal, la
pimienta, las especias, el polvo de hongo y el resto de los vegetales elegidos. Mezclar todo el
relleno.
Dejar enfriar un poco y luego poner en una fuente para horno, agregar los huevos duros y
cubrir con masa. También se puede cubrir con papas o batatas en rodajas finas o en puré.
Dips
Crema de palta
Para poner sobre tu tostada, para comer como dip con algunos palitos de verduras o para rellenar
unas minitartaletas (usá la receta de la masa de frutos secos).
½ cebolla colorada cada 2 paltas
Sal y pimienta a gusto
Jugo de 1 lima, limón o pomelo
Un chorrito de aceite de oliva
Algún picante (si te gusta)
Extras que le quedan bien: un toque de comino, 1 cdta. de mostaza Dijon, un poco de
brócoli previamente cocido, unos granitos de granada por encima o un clásico tipo
guacamole (cubitos de tomate y cilantro).
En una licuadora o minipimer, procesar la palta, la cebolla, la sal, la pimienta, el jugo de
limón, lima o pomelo, y el toque de picante (si te gusta). Agregar aceite de oliva en forma de hilo
(como se hace la mayonesa) y procesar hasta que tenga una textura cremosa.
Pasta de zanahoria y miso
Para aderezo de ensaladas o como dip para acompañar con grisines o palitos de verduras crudas.
1 zanahoria grande al vapor (o su equivalente, a ojo, si son pequeñas)
1 échalotte o media cebolla blanca cruda pequeña
2 cdas. de jengibre fresco rallado
2 cdas. de miso (si no consiguen, obviarlo, pero por todos los beneficios nutricionales que
tiene, ¡coman miso! Y además, es rico)
2 cdas. de vinagre de arroz
2 cdas. de aceite de sésamo tostado (suma muchísimo sabor)
¼ taza de aceite de coco o de oliva
2 cdas. de agua si es necesario para licuar
Licuar todo y probar para ajustar la sazón.
Pasta de semillas o frutos secos y remolacha
Sirve para muchas preparaciones: como reemplazo de lácteos, para espesar salsas y guisos, o
para untar sobre lo que gustes. Remolacha y naranja es una combinación deliciosa, pero podés
probar con otras verduras cocidas.
1 taza de castañas de cajú o semillas de girasol crudas
1 o 2 remolachas al horno (cocinalas con piel en horno medio hasta que estén tiernas en
vez de hervirlas; usalas para hacer puré o ensaladas)
Jugo de 1 naranja o mandarina
Sal rosada o marina a gusto
En un bol, poner las castañas o las semillas en remojo con agua fría filtrada y cubrirlas
completamente. Si usás castañas, dejar remojar a temperatura ambiente de 2 a 6 horas (se ponen
amargas si las remojás más tiempo). Si usás semillas de girasol, remojar entre 4 y 12 horas.
Colocar las semillas o las castañas remojadas y el resto de los ingredientes en una licuadora de
buena potencia. Procesar hasta que la pasta esté cremosa.
Hummus de legumbres
Primero lo primero: para quienes toleran bien las legumbres y eligen comerlas, es importante
tener en cuenta que SIEMPRE es necesario hacer un remojo previo para reducir antinutrientes
como las lectinas, que inhiben la absorción de algunos nutrientes.
Esta es una receta a ojo.
1 taza de legumbres a gusto (garbanzos, lentejas, porotos; lo que te guste, andá variando)
1 l y ½ de agua filtrada (aproximadamente)
1 cdta. de limón o kéfir (de agua o vinagre de sidra)
Sal y pimienta a gusto
Aceite de oliva a gusto
Ajo a gusto
Tahini a gusto
1 cdta. de cúrcuma
Remojar las legumbres en agua tibia filtrada con 1 cdta. de limón o de kéfir (de agua o de
vinagre de sidra) durante una noche entera o hasta 24 horas antes de hacerlas, y si es posible,
también germinarlas. Cocinar con abundante agua fresca y un pedacito de alga kombu para
hacerlas más digeribles y para agregar sabor.
Una vez que están bien tiernas, colar y reservar parte del agua de cocción para ayudar al
momento de licuar. Poner todos los ingredientes en la licuadora: las legumbres hervidas (es
mucho más fácil hacerlo cuando todavía están un poco calientes), aceite de oliva, ajo, sal,
pimentón, tahini y cúrcuma (o los condimentos que te gusten).
Wraps, pancakes y masa de chipá, para todas tus necesidades
“panaderiles”
Chipá
Hace un tiempo, preparando una clase de cocina con mi mamá, testeamos cerca de 10 recetas
distintas de chipá y ganó esta, y sigue ganando siempre. La amamos: es muy fácil y salen
superricos.
2 tazas de queso rallado (la combinación que quieran: a mí me gusta mitad gouda y mitad
parmesano. No lo haría todo con parmesano u otro queso de rallar porque queda muy
salado, siempre combinar con un queso más suave).
1 taza de fécula de mandioca
½ cucharada de sal rosada
1 cdta. de polvo para hornear*
1 huevo grande
3 cdas. de leche (preferentemente orgánica de vaca o de cabra, o leche vegetal)
Semolín o harina de arroz c/n
Precalentar el horno y enmantecar una placa.
Poner en la procesadora el queso, la fécula, la sal y el polvo para hornear. Mezclar hasta que
veamos el queso desintegrado. Agregar el huevo y la leche hasta que se forme un bollo de masa.
Llevar a la mesada con un poco de semolín o harina de arroz, formar un chorizo largo y cortar en
porciones.
Armar bollitos: si los vamos a cocinar otro día, guardar en el freezer ahora.
Cocinar en el horno a fuego medio hasta que se vean apenas dorados.
Esta masa también sirve para hacer pizza.
* Para hacer nuestro propio polvo para hornear sin gluten:
• 1 parte de bicarbonato
• 2 partes de cremor tartaro
• 2 partes de fecula de mandioca
Wraps de arroz yamaní y garbanzos
1 taza de arroz yamaní crudo
½ taza de garbanzos secos
1 cuadrado de alga kombu
¾ taza de agua filtrada
1 pocillo de aceite de oliva, ghee o aceite de coco
1 cdta. de sal marina
1 cdta. de pimienta
1 cda. de cúrcuma
1 cda. de pimentón dulce
Materia grasa para cocinar los wraps
La noche anterior, dejamos hidratando con suficiente agua tibia para cubrir, en contenedores
separados, el arroz crudo previamente lavado y enjuagado, y los garbanzos con el alga kombu.
Al día siguiente, descartar el agua.
Licuar todos los ingredientes hasta integrarlos.
Calentar una plancha de hierro o de fondo grueso a fuego medio y colocar unas gotas de
materia grasa una vez que esté caliente. Repartir esas gotas por toda la plancha. Colocar un poco
de masa (más o menos 1 cucharón) y esparcir moviendo la sartén hasta que se haya cubierto toda
la superficie. Dejar que se cocine de ese lado; se va a ir despegando solo de la plancha. Dar
vuelta y terminar de cocinar.
(Si usás aceite)
(Si usás aceite)
Wraps de huevo y fécula de mandioca
1 huevo
3 cdtas. de fécula de mandioca aprox.
Una pizca de sal marina
Opcional para que queden más esponjosos: ¼ cdta. de polvo para hornear.
Manteca, ghee o aceite de coco para la sartén.
Si los queremos dulces: 1 cdta. de miel, de azúcar de coco o estevia natural, y un chorrito
de extracto de vainilla.
Si los queremos salados (tipo fajitas): pimienta, cúrcuma y especias a gusto.
Lo que quieran para rellenarlo o untarlo: palta, frutas, untable de castañas de cajú,
hummus o algún dulce.
En un bol, mezclar los secos (fécula de mandioca, sal, polvo para hornear (si elegís hacerlos
esponjosos), especias o endulzante que elijas. En otro bol, batir ligeramente el huevo y agregar
de a poquito los secos para que no se hagan grumos. (Las cantidades son un poco a ojo). Mezclar
hasta conseguir una mezcla líquida, que no sea demasiado espesa.
Precalentar la sartén o panquequera, poner 1 cdta. de la materia grasa elegida y cocinar por
ambos lados.
Servir con el relleno elegido.
(Si usás aceite
de coco)
Pancakes de banana y huevo
1 banana grande madura
2 huevos grandes ligeramente batidos
Ghee, manteca o aceite de coco para cocinar
Opcionales: 1/8 cdta. de polvo para hornear (para panqueques más esponjosos), 1/8 cdta.
de sal, ¼ cdta. de extracto de vainilla, 1 cda. de cacao en polvo sin azúcar, 1 cda. de miel
(si las bananas no están muy maduras), ½ taza de nueces picadas o de chips de chocolate
(o una mezcla de ambos), y 1 taza de fruta fresca (arándanos, frambuesas o manzanas
picadas).
Para servir: jarabe de arce (maple syrup), mermelada, dulce de leche, miel o frutas frescas
Pisar las bananas con un tenedor y agregar los opcionales elegidos. Mezclar.
Agregar los huevos (previamente batidos en otro bol). Va a quedar una mezcla bastante
líquida, no te preocupes.*
Precalentar una sartén, agregar un poquito de ghee, manteca o aceite de coco.
Poner pequeñas porciones de masa en forma de círculo (no los hagas demasiado grandes para
que sea más fácil darlos vuelta).
Son más ricos si se comen en el momento, pero también se pueden refrigerar en la heladera
entre 3 y 4 días (recalentalos un poquito antes de comer).
* Secretito: si querés hacer crepes más finitos y grandes, te conviene hacer la mezcla de
banana y huevo en una licuadora y cocinar en una panquequera.
(Si usás aceite)
Dulces
Coquitos
1 taza de coco rallado
1 huevo de campo grande o 2 pequeños
½ taza de azúcar mascabo o puré de banana madura
1 cdta. de extracto natural de vainilla o ralladura de algún cítrico para saborizar
¼ de cdta. de polvo para hornear
1 cda. o más (hasta que se arme la masa) de harina de coco, fécula de mandioca o harina
de almendras (lo hice sin estos ingredientes, agregando más coco, y también salen bien; así
que si no tenés, no te preocupes).
Precalentar el horno a fuego medio-bajo.
Si les gusta la textura del coco, pueden usarlo así como viene y mezclar todos los
ingredientes a mano en un bol hasta que tenga textura maleable (tipo plastilina). Si prefieren una
galletita más lisa, procesar primero el coco un poquito (¡si procesás mucho, se convierte en
mantequilla!). Luego, en la misma procesadora, agregar el resto de los ingredientes y procesar.
Después, con las manos húmedas, hacer bolitas y darles forma de conito, o ponerlos en
moldecitos de silicona para muffins, o estirar la masa y cortarla con un cortante para galletitas.
Tiempo de cocción: depende de la forma. Bolitas o conitos: aproximadamente 20 minutos en
el horno o en una máquina eléctrica para muffins, o hasta que estén doraditos por arriba y
tostados en la base (el centro queda blandito, no te preocupes). Si son planos tipo galletitas, a
fuego mínimo entre 5 y 10 minutos (¡no te cuelgues porque se queman rápido!). Sacarlos cuando
estén doraditos.
Crumble de coco
Para la cobertura:
2 tazas de coco rallado
2 huevos de campo
1 cdta. de vainilla o ralladura de un cítrico
½ taza de almendras fileteadas (opcional)
½ taza de azúcar no refinada o miel
Para el relleno:
1 taza de frutos rojos
1 o 2 manzanas cortadas en cubitos
3 cdas. de manteca o aceite de coco
½ taza de azúcar no refinada o miel
1 cda. sopera de fécula de mandioca
Jugo de 1 cítrico c/n para diluir la fécula
Precalentar el horno fuerte. Mezclar todos los ingredientes de la cobertura en un bol.
Mezclar la fécula con el jugo en frío hasta que no queden grumos.
Mezclar todos los ingredientes del relleno en un plato que pueda ir al horno.
Agregar al relleno la fécula con el jugo y mezclar.
Cubrir con la mezcla de la cobertura en el mismo plato o fuente para horno.
Hornear por 30 minutos hasta que la cobertura esté doradita y el relleno burbujeante (suele
salir un poco del líquido hacia afuera, así que quizás es necesario poner una fuente para horno
debajo del plato del crumble).
Servir caliente con un poco de yogur agroecológico de vainilla, crema de coco batida o
helado.
Bibliografía
1. Martínez Álvarez, P. Destetar sin lágrimas. (2013). Recuperado de:
https://www.maternidadcontinuum.com/2014/09/destetar-sin-lagrimas-segunda-edicion/
2. La Liga de la Leche. Cuando se acerca el destete. Recuperado de: https://2414f8b3-a90e6edf6-s-sites.googlegroups.com/a/ligadelaleche.org.ar/web/informacion-sobrelactancia/destete.pdf?
attachauth=ANoY7cpOafKt2qB5Xr17LkkCSqFC9q4B6B0n1Kc3zXQRxbjL_6bohCLKi9XFtG1oQE87mNX
JnniIV3V3-bA1d3y-QjT-7af6Sb7_B-sow69QZeEsPbhOXHMrbqFI-LCa-O1ETslci6yCknjiqpsecPEImlOSzpZyyKraTlZg3bSe678Iysp1xyPW8qVkbqtLLp60RoFJhISf7SYGUeMB0gMV2O
3. Tesone, M. (2018). Lactancia materna, segundo año de vida. 9º Congreso Argentino de
Lactancia Materna de la Sociedad Argentina de Pediatría. Recuperado de:
https://www.sap.org.ar/docs/congresos_2018/Lactancia/Tesone_segundoanio.pdf
4. Talayer, J. M. P. Lactancia prolongada… ¿hasta cuándo es normal? Perspectiva históricoantropológica. VII Congreso español de Lactancia Materna. V Reunión Nacional de Bancos
de Leche Humana. Recuperado de: http://albalactanciamaterna.org/wpcontent/uploads/Lactancia-materna-prolongada-perspectiva-historico-antropologica.pdf
5. Dettwyler, A. (1994). La hora del destete. La leche league international, Breastfeeding
Abstracts, Ag. 1994, vol. 14, número 1. Recuperado de:
http://forumsdev.llli.org/lang/espanol/destete.html
6. González, C. Un regalo para toda la vida. Guía de la lactancia materna, Editorial Planeta,
Madrid, 2011.
7. Vázquez, Violeta. (2018). Conferencia sobre destete. Citado de internet, página de Plataforma
Lavardén: ttps://www.plataformalavarden.gob.ar/?s=violeta+v%C3%A1zquez
8. Reece-Stremtan, S. y Marinelli, K. A. (2015). ABM Clinical Protocol #21: Guidelines for
breastfeeding and substance use or substance use disorder, revised 2015. Breastfeeding
Medicine, 10(3): 135–141. DOI: 10.1089/bfm.2015.9992.
9. Schroeder, M. O. (2015). Hazy advice: should moms who smoke weed continue to breastfeed? U.S. News & World Report. Recuperado de: https://health.usnews.com/healthnews/health-wellness/articles/2015/12/01/hazy-advice-should-moms-who-smoke-weedcontinue-to-breast-feed
10. Yurcheshen, M.; Seehuus, M.; Pigeon, W. (2015). Updates on nutraceutical sleep
therapeutics and investigational research. Evidence-based complementary and alternative
medicine: eCAM, 2015:105256. DOI: 10.1155/2015/105256.
11. Jaques, S. C.; Kingsbury, A.; Henshcke, P.; Chomchai, C.; Clews, S.; Falconer, J.; AbdelLatif, M. E.; Feller, J. M.; Oei, J. L. (2014). Cannabis, the pregnant woman and her child:
weeding out the myths. Journal of perinatology: official journal of the California Perinatal
Association, 34(6):417-24. DOI: 10.1038/jp.2013.180.
12. Sachs, H. C. y Committee on drugs. (2013). The transfer of drugs and therapeutics into
human breast milk: an update on selected topics. Pediatrics, 132(3):e796-809. DOI:
10.1542/peds.2013-1985.
13. Rowe, H.; Baker, T.; Hale, T. W. (2013). Maternal medication, drug use, and breastfeeding.
Pediatric clinics of North America, 60(1):275-94. DOI: 10.1016/j.pcl.2012.10.009.
14. UNICEF UK. (2013). Baby friendly initiative statement on bed-sharing when parents do not
smoke: is there a risk of SIDS? An individual level analysis of five major case-control
studies. Recuperado de: https://www.unicef.org.uk/babyfriendly/wpcontent/uploads/sites/2/2017/08/UNICEF_UK_statement_bed_sharing_research_210513.pdf
15. Hill, M. y Reed, K. (2013). Pregnancy, breast-feeding, and marijuana: a review article.
Obstetrical gynecological survey, 68(10):710-8. DOI:
10.1097/01.ogx.0000435371.51584.d1.
16. Landa Rivera, L.; Díaz-Gómez, M.; Gómez Papi, A.; Paricio Talayero, J. M.; Pallás Alonso,
C.; Hernández Aguilar, M. T.; Aguayo Maldonado, J.; Arena Ansotegui, J. M.; Ares Segura,
S.; Jiménez Moya, A.; Lasarte Velillas, J. J.; Martín Calama, J.; Romero Escós, M. D.
(2012). El colecho favorece la práctica de la lactancia materna y no aumenta el riesgo de
muerte súbita del lactante. Dormir con los padres. Pediatría Atención Primaria, 14:53-60.
DOI: http://dx.doi.org/10.4321/S1139-76322012000100010
17. Sharma, P.; Murthy, P.; Srinivas Bharath, M. M. (2012). Chemistry, metabolism, and
toxicology of cannabis: clinical implications. Iranian Journal of Psychiatry, 7(4): 149–156.
Recuperado de: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3570572/
18. Tkaczyk, M.; Florek, E.; Piekoszewski, W. (2012). Marihuana and cannobinoids as
medicaments. Przeglad lekarski, 69(10):1095-7. Recuperado de:
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/23421098
19. Wong, S.; Ordean, A.; Kahan, M.; Maternal Fetal Medicine Committee; Family Physicians
Advisory Committee; Medico-Legal Committee; Ad hoc reviewers; Special contributors.
(2011). Substance use in pregnancy. Journal of obstetrics and gynecology Canada: JOGC =
Journal d’obstetrique et gynecologie du Canada: JOGC, 33(4):367-384. DOI:
10.1016/S1701-2163(16)34855-1.
20. [No authors listed]. (2011). Adverse effects of cannabis. Prescrire international, 20(112):1823. Recuperado de: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/21462790
21. Ranganathan, M.; Braley, G.; Pittman, B.; Cooper, T.; Perry, E.; Krystal, J.; D’Souza, D. C.
(2009). The effects of cannabinoids on serum cortisol and prolactin in humans.
Psychopharmacology (Berl), 203(4): 737–744. 2009. DOI: 10.1007/s00213-008-1422-2.
22. Hall, W. y Degenhardt, L. (2009). Adverse health effects of non-medical cannabis use.
Lancet (London, England), 374(9698):1383-91. DOI: 10.1016/S0140-6736(09)61037-0.
23. Garry, A.; Rigourd, V.; Amirouche, A.; Fauroux, V.; Aubry, S.; Serreau, R. (2009).
Cannabis and breastfeeding. Journal of toxicology, 596149. DOI: 10.1155/2009/596149.
24. Campolongo, P.; Trezza, V.; Palmery, M.; Trabace, L.; Cuomo, V. (2009). Developmental
exposure to cannabinoids causes subtle and enduring neurofunctional alterations.
International review of neurobiology, 85:117-33. DOI: 10.1016/S0074-7742(09)85009-5.
25. El Comité de protocolos de la Academia Médica de Lactancia Materna (Academy of
Breastfeeding Medicine). (2008). Protocolo Clínico de la ABM #6: Lineamientos sobre la
práctica de dormir al bebé junto con la madre y la lactancia materna. Revisión, marzo de
2008. Breastfeeding Medicine, Volumen 3, Número 1. DOI: 10.1089/bfm.2007.9979.
26. Moore, T. H.; Zammit, S.; Lingford-Hughes, A.; Barnes, T. R.; Jones, P. B.; Burke, M.;
Lewis, G. (2007). Cannabis use and risk of psychotic or affective mental health outcomes: a
systematic review. Lancet (London, England), 370(9584):319-28. DOI: 10.1016/S01406736(07)61162-3.
27. UNICEF UK Baby Friendly Initiative with the Foundation for the Study of Infant Deaths.
(2006). Compartiendo la cama con tu bebé. Una guía para madres que amamantan.
Recuperado de: http://www.capsbe.cat/media/upload/pdf/4_colecho_editora_33_2_1.pdf
28. Van der Meersch, H.; Verschuere, A. P.; Bottriaux, F. (2006). Medicinal cannabis. Journal
of pharmacie de Belgique, 61(3):69-78. Recuperado de:
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/17058879
29. Djulus, J.; Moretti, M.; Koren, G. (2005). Marijuana use and breastfeeding. Canadian family
physician – Medicin de famille canadien, 51:349-50. Recuperado de:
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/15794018
30. Fernández-Ruiz, J.; Gómez, M.; Hernández, M.; De Miguel, R.; Ramos, J. A. (2004).
Cannabinoids and gene expression during brain development. Neurotoxicity research,
6(5):389-401. Recuperado de: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/15545023
31. Klonoff-Cohen, H. y Lam-Kruglick, P. (2001). Maternal and paternal recreational drug use
and sudden infant death syndrome. Archives of pediatrics & adolescent medicine,
155(7):765-70. Recuperado de: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/11434841
32. Moretti, M. E.; Lee, A.; Ito, S. (2000). Which drugs are contraindicated during
breastfeeding? Practice guidelines. Canadian family physician – Medicin de famille
canadien, 46:1753-7. Recuperado de: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/11013791
33. Fried, P. A.; Watkinson, B.; Gray, R. (1999). Growth from birth to early adolescence in
offspring prenatally exposed to cigarettes and marijuana. Neurotoxicology and teratology,
21(5):513-25. Recuperado de: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/10492386
34. Liston, J. (1998). Breastfeeding and the use of recreational drugs-alcohol, caffeine, nicotine
and marijuana. Breastfeeding review: professional publication of the Nursing Mothers’
Association of Australia, 6(2):27-30. Recuperado de:
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/9849117
35. Astley, S. J. y Little, R. E. (1990). Maternal marijuana use during lactation and infant
development at one year. Neurotoxicology and teratology, 12(2):161-8. Recuperado de:
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/2333069
36. Mendelson, J. H.; Mello, N. K.; Ellingboe, J. (1985). Acute effects of marihuana smoking on
prolactin levels in human females. The Journal of pharmacology and experimental
therapeutics, 232(1):220-2. Recuperado de: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/3965692
37. Tennes, K.; Avitable, N.; Blackard, C.; Boyles, C.; Hassoun, B.; Holmes, L.; Kreye, M.
(1985). Marijuana: prenatal and postnatal exposure in the human. NIDA research
monograph, 59:48-60. Recuperado de: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/3929132
38. Perez-Reyes, M. y Wall, M. E. (1982). Presence of delta9-tetrahydrocannabinol in human
milk. The New England journal of medicine, 307(13):819-20. DOI:
10.1056/NEJM198209233071311.
39. Northstone, K.; et ál. (2001). The effect of age of introduction to lumpy solids on foods eaten
and reported feeding difficulties at 6 and 15 months. Journal of human nutrition and
dietetics: the official journal of the British Dietetic Association, 14(1):43-54. Recuperado de:
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/11301932
40. Coulthard, H.; et ál. (2009). Delayed introduction of lumpy foods to children during the
complementary feeding period affects child’s food acceptance and feeding at 7 years of age.
Maternal & child nutrition, 5(1):75-85. DOI: 10.1111/j.1740-8709.2008.00153.x.
41. Sakashita, R.; et ál. (2004). From milk to solids: a reference standard for the transitional
eating process in infants and preschool children in Japan. European journal of clinical
nutrition, 58(4):643-53. DOI: 10.1038/sj.ejcn.1601860.
42. Townsend, E. y Pitchford, N. J. (2012). Baby knows best? The impact of weaning style on
food preferences and body mass index in early childhood in a case-controlled sample. BMJ
Open, 2(1):e000298. DOI: 10.1136/bmjopen-2011-000298.
43. Cameron, S. L.; Heath, A. M.; Taylor, R. W. (2012). How feasible is baby-led weaning as an
approach to infant feeding? A review of the evidence. Nutrients, 4(11): 1575–1609. DOI:
10.3390/nu4111575.
44. Daniels, L.; Heath, A. M.; Williams, S. M.; Cameron, S. L.; Fleming, E. A.; Taylor, B. J.;
Wheeler, B. J.; Gibson, R. S.; Taylor, R. W. (2015). Baby-led introduction to solids (BLISS)
study: a randomised controlled trial of a baby-led approach to complementary feeding. BMC
Pediatrics, 15: 179. DOI: 10.1186/s12887-015-0491-8.
45. Rapley, G. (2011). Baby-led weaning: transitioning to solid foods at the baby’s own pace.
Community practitioner: the journal of the Community Practitioners’ & Health Visitors’
Association, 84(6):20-3. Recuperado de: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/21739856
46. Fangupo, L. J.; Heath, A. M.; Williams, S. M.; Erickson Williams, L. W.; Morison, B. J.;
Fleming, E. A.; Taylor, B. J.; Wheeler, B. J.; Taylor, R. W. (2016). A baby-led approach to
eating solids and risk of choking. Pediatrics, 138(4). DOI: 10.1542/peds.2016-0772.
47. Fox, M. K.; Devaney, B.; Reidy, K.; Razafindrakoto, C.; Ziegler, P. (2006). Relationship
between portion size and energy intake among infants and toddlers: evidence of selfregulation. Journal of the Academy of Nutrition and Dietetics, Volume 106, Issue 1,
Supplement, Pages 77–83. DOI: https://doi.org/10.1016/j.jada.2005.09.039
48. Brown, A. y Lee, M. D. (2015). Early influences on child satiety-responsiveness: the role of
weaning style. Pediatric obesity, 10(1):57-66. DOI:10.1111/j.2047-6310.2013.00207.x.
49. Worth Health Organization. (2016). Appropriate complementary feeding. e-Library of
Evidence for Nutrition Actions (eLENA). Recuperado de:
http://www.who.int/elena/titles/complementary_feeding/en/
50. Peterson, W. J. y Schilling, L. Born to eat. Whole, healthy foods from baby’s first bite,
Skyhorse Publishing, Kindle Edition, New York, 2017.
51. Stevens, L. J.; Kuczek, T.; Burgess, J. R.; Stochelski, M. A.; Arnold, L. E.; Galland, L.
(2013). Mechanisms of behavioral, atopic, and other reactions to artificial food colors in
children. Nutrition reviews, 71(5):268-81. DOI: 10.1111/nure.12023.
52. Kobylewski, S. y Jacobson, M. F. (2010). Food dyes. A rainbow of risks. Center for Science
in the Public Interest. Recuperado de: https://cspinet.org/resource/food-dyes-rainbow-risks
53. Axon, A.; May, F. E.; Gaughan, L. E.; Williams, F. M.; Blain, P. G.; Wright, M. C. (2012).
Tartrazine and sunset yellow are xenoestrogens in a new screening assay to identify
modulators of human oestrogen receptor transcriptional activity. Toxicology, 298(1-3):4051. DOI: 10.1016/j.tox.2012.04.014.
54. Soffritti, M.; Belpoggi, F.; Tibaldi, E.; Degli Esposti, D.; Lauriola, M. (2007). Life-span
exposure to low doses of aspartame beginning during prenatal life increases cancer effects
in rats. Environmental Health Perspectives, 115(9): 1293–1297. DOI: 10.1289/ehp.10271.
55. Olney, J. W. (1984). Excitotoxic food additives-relevance of animal studies to human safety.
Neurobehavioral toxicology and teratology, 6(6):455-62. Recuperado de:
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/6152304
56. Tsakiris, S.; Giannoulia-Karantana, A.; Simintzi, I.; Schulpis, K. H. (2006). The effect of
aspartame metabolites on human erythrocyte membrane acetylcholinesterase activity.
Pharmacological research, 53(1):1-5. DOI: 10.1016/j.phrs.2005.07.006.
57. Humphries, P.; Pretorius, E.; Naude, H. (2008). Direct and indirect cellular effects of
aspartame on the brain. European Journal of Clinical Nutrition, 62, 451-46. Recuperado de:
http://www.newmediaexplorer.org/sepp/aspartamebrain.pdf
58. Warnakula; Kunutsor; Danesh; Di Angelantonio; et ál. (2014). Association of dietary,
circulating, and supplement fatty acids with coronary risk: a systematic review and metaanalysis. Annals of Internal Medicine, 160(6):398-406. DOI: 10.7326/M13-1788.
59. Norris, J. (2014). Do gut bacteria rule our minds? In an ecosystem within us, microbes
evolved to sway food choices. University of California San Francisco. Recuperado de:
https://www.ucsf.edu/news/2014/08/116526/do-gut-bacteria-rule-our-minds
60. Body ecology. The Way to BE. Goodbye, sugar cravings! What drives sugar cravings and
how to overcome them. Recuperado de: https://bodyecology.com/articles/goodbye-sugarcravings-what-drives-sugar-cravings-and-how-to-overcome-them
61. Alcock, J.; Maley, C. C.; Aktipis, C. A. (2014). Is eating behavior manipulated by the
gastrointestinal microbiota? Evolutionary pressures and potential mechanisms. BioEssays,
Volume 36, Issue 10. DOI: https://doi.org/10.1002/bies.201400071
62. Cani, P. D.; Dewever, C.; Delzenne, N. M. (2004). Inulin-type fructans modulate
gastrointestinal peptides involved in appetite regulation (glucagon-like peptide-1 and
ghrelin) in rats. The British journal of nutrition, 92(3):521-6. Recuperado de:
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/15469657
63. Cani, P. D.; Lecourt, E.; Dewulf, E. M.; Sohet, F. M.; Pachikian, B. D.; Naslain, D.; De
Backer, F.; Neyrinck, A. M.; Delzenne, N. M. (2009). Gut microbiota fermentation of
prebiotics increases satietogenic and incretin gut peptide production with consequences for
appetite sensation and glucose response after a meal. The American journal of clinical
nutrition. DOI: 10.3945/ajcn.2009.28095.
Agradecimientos
Este libro es un trabajo colectivo, no es mío solamente. Tuve un equipo soñado de
colaboradoras/es a quienes les estaré eternamente agradecida por darme la seguridad que
necesitaba para transmitir toda la información que aparece en este libro.
Gracias por todos sus aportes y por la revisión del texto:
María Marta Ibáñez: doctora en Ciencias Biológicas, quien brindó el asesoramiento científico
para este libro.
Vanina Alaniz: licenciada en Nutrición.
Mónica Tesone: psicóloga. Coordinadora de Enlaces Profesionales de LLLI.
Sabrina Critzmann: pediatra y estudiante de Puericultura.
Daniela Pugni: puericultora, docente y doula.
Melina Bronfman: musicoterapeuta, eutonista y coach ontológico. Doula, experta en desarrollo
infantil y crianza.
Julia Gentile: doula y profesora de yoga.
Violeta Vázquez: puericultora, docente, directora de la Escuela de puericultura y familia “Panza
y crianza”.
Pablo Manolio: técnico en Emergencias Médicas.
Carolina Horvath: doula y cocinera.
Florencia Raele: médica con una especialización en Medicina Estética y Orthomolecular, un
posgrado en Nutrición y la carrera de Medicina Ayurvédica.
Al Consultorio Técnico Popular de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT); y al equipo
técnico agroecológico de la UTT, compuesto por Zulma Molloja, Bernardo Castillo y Maritsa
Puma. Y a Federico por contactarme con ellos.
A las mujeres que colaboraron con sus valiosos testimonios y textos:
Paula Chaves
María Solari
Juana Repetto
Lara Ginhson
Celeste Cid
Analía Juan
Laura Cámara
Gigi Bausset
Malena Sánchez Moccero
A dos maestros que fueron un quiebre en mi vida; escucharlos fue, finalmente, encontrar el
camino que más resonaba en mí: Alex Von Foerster y Delfina Medeot.
A mi familia, loca y disfuncional como pocas, por sostenerme y acompañarme.
A mis hermanos y a mi hermana.
A mi compañero de vida, Tuta, por los últimos trece años, por esta sociedad que construimos
a diario y por ser mi sostén durante este cambio de vida que me trajo hasta este libro. Por
acompañarme en crear y criar a nuestra hija.
A mi hija Rafaela, cuyo nacimiento y vida me abrieron las puertas a un mundo nuevo y
fascinante. Por enseñarme a amar como nunca imaginé que podía hacerlo.
A mis hijos que no nacieron, quienes siempre estarán en mi corazón, fueron una gran
enseñanza; la maternidad no siempre es felicidad y alegría. Ellos me dieron la posibilidad de dar
con un diagnóstico para obtener el tratamiento que necesitaba para que Rafi pudiera llegar viva y
sana a este mundo. Ojalá más mujeres puedan prevenir esto y no tengan que perder varios
embarazos antes de dar con el diagnóstico de trombofilia.
A todos los que me lastimaron, porque eso me ayudó a crecer y a ser quien soy hoy. Sin la
fortaleza que me dieron esos golpes, no podría haber escrito este libro rebelde que desafía los
paradigmas imperantes.
A Teo Scoufalos, mi editora y la “doula” que necesitaba para que este libro pudiera nacer.
Sin su ayuda y apoyo en cada día que sentí que no podía hacer esto, este libro no existiría.
A Majo Ferrari y a todo el equipo de editorial Planeta por confiar en mí. Desde ese primer
día que recibí un mensaje a través de Instagram diciendo que querían hacer un libro conmigo,
siento que estoy viviendo un sueño, ya que ese fue siempre mi deseo. Hace poco encontré una
carta que escribí cuando tenía 6 años en la que pedía para Navidad una máquina de escribir
porque quería escribir un libro. Gracias por hacerlo realidad.
A Lara, por las fotos más bellas y por bancarme tanto.
A Caro Horvath, mi gran e invaluable compañera.
A todas las familias que me eligen para acompañarlos.
A Mariquel Waingarten, Gastón Frydlewski, Sur y Atlas por todo el amor.
A la comunidad virtual que me acompaña todos los días desde la redes, por confiarme todas
sus dudas y preguntas, gracias a ellas fui investigando y armando el contenido de este libro.
Espero responder algunas de la miles de dudas que nos traen la maternidad y la paternidad.
A quienes colaboraron con la producción de las fotos de este libro:
Grün Orgánicos.
Merci Beaucoup, por la ropa más linda.
COECO, pollos y huevos pastoriles.
Estancia Don Ramón, carnicería.
Almacén Ramos Generales.
Y gracias a vos por leer este libro.
Descargar