Semblanza de Elías Sevilla Casas

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SEMBLANZA DE ELIAS SEVILLA CASAS
Por Manuel Sevilla. Octubre de 2012
Nació en Inzá, Tierradentro, Cauca, en 1942. Se formó como antropólogo en el área
de Chicago, en las universidades DePaul, Illinois at Chicago Circle, de donde
obtuvo una maestría en la disciplina, y Northwestern, de donde obtuvo otra
maestría y el doctorado, en 1973, bajo la dirección de Paul Bohannan. Por esta vía
se inscribió en una tradición fuerte en etnografía que venía de Evans-Pritchard y
John Beattie (Oxford), con quienes estudió Bohannan. En forma paralela recibió
influencia, en Illinois Chicago, de Pertti Pelto y Stephen Schensul, de quienes
obtuvo el gusto por el modelaje riguroso de material empírico, tanto en el modo
cualitativo como en el cuantitativo, que desde entonces ha caracterizado su trabajo
de investigación y de docencia. En 1973 colaboró con Sol Tax en la organización del
IX Congreso Internacional de las Ciencias Antropológicas y Etnológicas, dirigiendo
una sesión sobre Bartolomé de las Casas, cuyas contribuciones editó en un libro
llamado Western Expansion and Indigenous Peoples, publicado por Walter de
Gruyter, Holanda, dentro de la World Anthropology Series.
Regresó al país en 1974 como el primer colombiano con PhD en antropología para
trabajar, en la Universidad del Valle, en investigaciones sociopsiquiátricas sobre
homicidio, años antes de que entre nosotros se generalizaran los estudios de
violencia. En 1975, dejó esta universidad y se trasladó a Tierradentro para
adelantar estudios por contrato con fundaciones nacionales e internacionales
relacionadas con la profundización de la pobreza campesina e indígena. Colaboró
con los indígenas nasa de Tumbichucue, una vereda del recién parcelado resguardo
de Calderas, para la creación de uno de los primeros resguardos dentro la
legislación regular republicana de Colombia. Se propició en efecto un giro de 180
grados en la política entonces vigente de extinción por parcelación porque, en
alianza con algunos funcionarios progresistas del INCORA (luego INCODER), se
allanó el camino para la creación de los 686 resguardos que, a finales de 2010, se
habían erigido en el país. Este trabajo pionero, y el apoyo al CRIC para la
organización de su IV Congreso, realizado en Tóez, 1975, en un contexto de fuerte
represión estatal, significó para el “doctor Elías” o “el mayor Elías”, como lo llaman
los indígenas, una detención por las fuerzas del Estado bajo la sindicación de apoyo
a las guerrillas. Orlando Fals y otros colegas organizaron una protesta nacional e
internacional que facilitó la excarcelación al comprobarse que la sindicación era
infundada y que, por ejemplo, las “pesadas cajas llevadas a la finca donde tenía su
sede de trabajo” eran de libros, no de armas. No obstante, la persecución por su
trabajo en favor de los indígenas continuó, esta vez en forma de atentados directos
por opositores locales. Hubo de salir de Tierradentro en 1977 para --con base
académica parcial en el Departamento de Antropología de la Universidad de los
Andes--, adelantar trabajos en la Amazonia y Orinoquia colombianas. De su trabajo
en Tierradentro salieron dos libros (Estudios Antropológicos de Tierradentro, y La
pobreza de los Excluidos) que analizan la situación lamentable en que se hallaban
estas comunidades. Fue amigo personal de Orlando Fals con quien colaboró en la
organización de los Congresos Mundiales de Investigación Acción Participativa,
habidos en Cartagena en 1977 y 1997. Igualmente, su amistad con los indígenas se
ha mantenido incólume no obstante la posición crítica e independiente que
mantiene frente a algunas de sus tendencias y actuaciones.
En 1980 fue invitado por Germán Colmenares a postularse como profesor en el
Departamento de Historia de la Universidad del Valle, que lo nombró de planta en
ese mismo año. En 1986, ya como profesor titular, pasó al Departamento de
Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la misma
universidad. Allí se hizo cargo, en particular, de la docencia en métodos de
investigación tanto con materiales cuantitativos como cualitativos para sociólogos
de pregrado, especialización y maestría. Esa escuela de Univalle le ayudó a
consolidar un modo de trabajo que integra, por un lado, la demografía, la geografía,
la sociología, la historia y la antropología de manera sistemática y, por otro, el uso
actualizado de las tecnologías de indagación y procesamiento de los datos.
En la década de los 80 trabajó, como becario y consultor de la OMS, en la
epidemiología de enfermedades tropicales (malaria y lepra) por colaboración con
la Maestría en Epidemiología de la universidad. Su área de trabajo intenso fue el río
Naya, en el Pacífico, y el tema la movilidad humana y la exposición a la malaria en
esas comunidades afrodescendientes. De allí salió un artículo que hoy es un
pequeño clásico sobre el tema. A fines de esa década pasó un año como profesor
visitante en la Escuela de Salud Pública y Medicina Tropical de Tulane University,
en Nueva Orleans, en compañía de su esposa Martha y sus tres hijos Manuel,
Teresita y Margarita. En 1994 su libro Los Mutilados del Oprobio (sobre la
significación social y las implicaciones epidemiológicas de la lepra en el
departamento de Santander) le mereció un Premio Nacional de Antropología,
otorgado por COLCULTURA. En la década de los 90, a raíz de la urgencia de hacer
algo con respecto al VIH-SIDA, “el profe Elías”, como lo llaman sus estudiantes,
pasó a estudiar etnográficamente con ellos, mujeres y hombres de todos los colores,
los fenómenos amorosos (sexo, erotismo, afecto) en la ciudad de Cali. El libro
colectivo El Espejo Roto, recoge los principales avances en la comprensión de la
lógica social que rige los amores libres heterosexuales (por seducción o por
comercio) de mujeres caleñas de las capas populares. En esta línea de trabajo
escribió el ensayo “De amores, poetas y comunicación” que ganó, en 1997, el
Premio Nacional “Jesús Martin Barbero”, Comunicación Social, de la Universidad
del Valle. En todas estas investigaciones su esposa, la comunicadora social Martha
Peñuela, se encargó de la coordinación y administración de los proyectos.
En el 2006 se jubiló. Actualmente está dedicado a varios temas de los cuales unos
tocan la literatura y la antropología del arte. El interés por la creación prehispánica
lo llevó a organizar un simposio en el XI Congreso de Antropología en Colombia y a
coordinar un dossier temático en la Revista Colombiana de Antropología. Su
ensayo “Tierradentro: les arts premiers y la jigra de la vida” le mereció, en el
2008, el Premio Nacional de Crítica de Arte, otorgado por la Universidad de los
Andes y el Ministerio de Cultura.
Otro campo de interés actual es Tierradentro, como provincia de fuerte tensión
interétnica y área arqueológica, que le indujo a organizar otro simposio en el XII
Congreso de la disciplina y a trabajar en el 2009, con apoyo de la Fundación de
Investigaciones Arqueológicas del Banco de la República, en la revisión crítica del
estado de salvaguarda de la necrópolis del Parque. Esta cuestión le preocupa
porque una de las lomas de la necrópolis, la de El Aguacate, acusa serios procesos
de deterioro irreversible que no ha sido posible detener. La página
www.tierradentro.info, abierta y mantenida con sus propios recursos, no sólo
brinda información técnico-científica sobre la necrópolis y la provincia sino que
llama la atención sobre esta urgencia nacional e internacional que sigue vigente. En
efecto, tanto los indígenas (que reclaman consulta previa) como los representantes
del Estado (a cargo técnico de su preservación) no han aún ejecutado acciones
suficientes para detener tal deterioro. El obligatorio Plan de Manejo, que está
retrasado en décadas, no ha sido formulado aún.
También relacionada con Tierradentro está su actual dedicación, ad honorem, a la
asesoría técnica y científica, de una veeduría especial ciudadana, constituida
recientemente para vigilar la ejecución de la ingente inversión estatal en la llamada
Transversal del Libertador. Esta vía unirá, mediante troncal de tráfico importante,
el Valle del Alto Magdalena con la región occidental colombiana y el Pacífico, a
través del Páramo de Guanacas, es decir cruzando, precisamente, la zona del
Parque Arqueológico.
Además, desde el 2010 ha estado asociado al desarrollo cultural y artístico de Cali,
y a su Plan Decenal. Trabajó, en particular, con los sectores populares que buscan
convertir el tradicional Desfile del Cali Viejo en un carnaval permanente que
mantenga vivas, dentro de las celebraciones caleñas dominadas por la salsa y La
Feria, otras tradiciones populares, tanto mestizas como indígenas y
afrodescendientes, que conforman el riquísimo paisaje cultural de la ciudad. En
este frente de trabajo participó, junto con su hijo, el también antropólogo Manuel
Sevilla, doctor por Toronto, en los estudios previos que facilitaron la declaración
por la UNESCO de la música tradicional del Pacífico surcolombiano, como
representativa del Patrimonio Intangible de la Humanidad. También con Manuel,
acaba de publicar, por coedición de la Universidad del Cauca y la Javeriana de Cali,
el libro Los yanaconas de Popayán (Colombia) y el proyecto posible de “indio
urbano”, que estará listo para distribución en las próximas semanas. El libro es una
crítica, con fuerte base etnográfica, a las ideologías vigentes sobre etnicidad e
indianidad. Está dirigido a los que, con la frase de Michel de Certeau, denominan
“ministros del conocimiento”, en particular los antropólogos.
Finalmente, en colaboración con su hija Teresita, socióloga de Univalle y doctora
por la Queen’s University de Belfast, acaba de retornar a un frente de indagación
que literalmente lo desveló por allá en la época de estudiante de Chicago: el uso y
abuso de sustancias psicoactivas. El esquema de usar algunos fármacos bajo
control médico como recurso para disminuir el daño de las adicciones, que hoy se
discute como novedoso para Bogotá, fue un objeto de trabajo cuando, entre 1969 y
1973, el antropólogo Sevilla se ganó la vida como asistente de investigación en un –
entonces sí—novedoso programa de salud mental comunitaria. Combinado con
otros medios, se usaba el opioide sintético llamado metadona como recurso para la
redención de los chicanos adictos a heroína que optaban por hacerse clientes, y
activistas políticos, del emergente Centro de la Causa de la calle 18, en el Near West
Side de la ciudad. Al entonces joven estudiante graduado le tocaba hacer trabajo de
campo, día y noche (y sobre todo noche), con estos adictos y con otros miembros de
la comunidad chicana dentro de los compromisos que tenía el Anthropological
Research Unit del programa de salud mental.
Se confirma en este caso, entonces, el ciclo constante de la vida. Dice el profesor
Elías no creer en las veleidades “post” que anuncian el fin de la antropología
porque suscribe la idea del profesor John Comaroff, de la actual Universidad de
Chicago, quien sostiene que esos intermitentes anuncios del final no hacen sino
prevenirlo. Por ello, en su pequeña finca de La Buitrera, al sur de la ciudad Cali,
sigue dedicado a la antropología, a la docencia ocasional selectiva, a atender visitas
de estudiantes y colegas nacionales e internacionales, y a escribir, sea para
audiencias especializadas sea para portales de opinión reflexiva, como ocurre con el
que se denomina “Razón Pública”. Lo dicho: la trayectoria del profesor Elías Sevilla
Casas nos muestra que la vida es cíclica y la experiencia del ejercicio profesional
también.
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