Mentiras Bancos Centrales - Elizondo 2003

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Everardo Elizondo
'Stiglitz y las mentiras sobre los bancos centrales'
Colaborador Invitado.
Un amigo me envió, evidentemente con mala intención, el artículo de J. Stiglitz (JS, Premio Nobel
de Economía, 2001) que REFORMA publicó la semana pasada. Digo con mala intención porque la
nota referida se encabezó con el siguiente título: "Mentiras graves sobre los bancos centrales".
Lunes 23 de junio de 2003.
Reforma
Lo leí con cuidado y, la verdad, no encontré en dicho texto mucho con lo cual incomodarme. Más todavía, en
general, coincido en lo sustantivo con lo expresado por JS, aunque no con el tremendismo que caracteriza a algunas
de sus frases.
Afirma JS que controlar la inflación "no es un fin en sí mismo"; es un medio para un crecimiento más rápido y más
estable. Lo mismo, casi a la letra, ha señalado el Banco de México (B de M) en diversas ocasiones. Lo que importa,
reitera JS, son las variables reales. Así es, desde luego: el bienestar material de la población depende de los bienes
y servicios de que puede disponer. La tesis generalmente aceptada entre los economistas es que la inflación
entorpece el crecimiento de la producción, del empleo y del ingreso.
Algunos miembros de la profesión piensan que la tasa óptima de inflación es cero. Otros, a los que alude JS en su
artículo, sostienen que la tasa en cuestión debe ser superior a cero. El Banco Central Europeo ha establecido como
meta para su política monetaria una tasa de inflación de alrededor de 2 por ciento. El Fed norteamericano no ha
postulado explícitamente una tasa objetivo, pero el consenso entre los analistas es que "se siente cómodo" con una
inflación más o menos parecida a la su homólogo europeo. La meta formal del Banco de México es 3 por ciento, con
un intervalo de variación de más o menos un punto porcentual. En consecuencia, está claro que el B de M no busca
"a toda costa" la estabilidad de los precios, entendida como la ausencia total de inflación.
"Centrarse en (el combate a) la inflación -agrega JS- puede tener sentido para países con largas historias de
inflación". Ciertamente, el caso mexicano corresponde al de una más que prolongada inflación. De hecho, en nuestra
historia económica los periodos de estabilidad han sido tan breves y tan espaciados entre sí, que constituyen en
rigor una excepción. El más reciente ha recibido incluso un nombre que lo distingue: "el desarrollo estabilizador", que
abarcó de la mitad de los 50 al inicio de los 70. El dictum de JS parece entonces perfectamente aplicable a nuestro
País.
En lo que toca a la autonomía de los bancos centrales, JS señala que existen pocas evidencias de que dicha
condición esté asociada con mejores resultados en materia de estabilidad y crecimiento. Tiene razón. Los estudios
correspondientes a los primeros años de los noventa permitían concluir satisfactoriamente que la independencia del
banco central con respecto al gobierno constituye un arreglo institucional que favorece la estabilidad. Sin embargo,
los análisis más recientes indican que la correlación referida es frágil. En todo caso, ya se sabe que las estadísticas
nunca prueban nada en definitiva.
Como quiera, no sobra recordar que en el caso de México las cuentas del Gobierno federal han presentado por lo
común un balance deficitario. En medio de dicha penuria perpetua, muchos responsables del manejo fiscal
(demasiados) no resistieron la tentación de financiar el desequilibrio a través de la emisión obligada de dinero, dado
que hasta 1993 el B de M era una mera dependencia del Ejecutivo. Hoy en día la situación es distinta: el Art. 28
constitucional especifica a la letra que "ninguna autoridad podrá ordenar al banco conceder financiamiento". Con
franqueza, independientemente de lo que se desprenda de las investigaciones sobre la cuestión a nivel mundial,
pienso que resulta razonable suponer que en México es sana la separación entre el Ejecutivo y el Instituto Central.
La independencia de un banco central no significa que las decisiones de política monetaria se tomen en el vacío
político, como sugiere JS. Al contrario: en la práctica, la meta de inflación se fija usualmente de acuerdo con el
Gobierno. Por lo tanto, la autonomía del banco se define en términos del uso de los instrumentos empleados para
alcanzar el objetivo convenido.
En México, el proceso puede describirse más o menos en estos términos: hacia los últimos meses de un año
cualquiera, el B de M y la SHCP intercambian opiniones y "escenarios" referentes al entorno económico, financiero y
fiscal del año siguiente; como consecuencia de ello se plantean un conjunto de metas, incluyendo la referente a la
inflación. Las cifras correspondientes sirven de marco para la elaboración del Presupuesto de Egresos y de la Ley de
Ingresos, y todo ello se incorpora en un documento conocido como "Criterios Generales de Política Económica", que
acompaña a las propuestas fiscales y que se somete a la consideración del Congreso.
Además, la Ley obliga al B de M a enviar al Ejecutivo y al Congreso, en enero de cada año, una exposición sobre la
política monetaria a seguir en el ejercicio correspondiente. Finalmente, la Ley prevé también que cualquiera de las
Cámaras pueda citar al Gobernador del B de M para que rinda informes sobre las políticas y actividades de la
institución.
Así pues, no creo exagerar si afirmo que en nuestro caso se cumple muy bien con una de las recomendaciones de
JS, esto es, con aquella que sugiere la conveniencia de que en el proceso de formulación y ejecución de la política
monetaria estén "representadas las perspectivas de aquellos cuyo bienestar resulta afectado por las decisiones
tomadas".
La política monetaria no es una ciencia exacta, es más bien una mezcla peculiar de conocimientos teóricos y
prácticos, intuición, sentido de la oportunidad y, desde luego, imaginación. Una frase vieja entre los economistas
dice con sorna: "Sólo una persona entre un millón entiende de cuestiones monetarias ... y nos la encontramos a
diario".
Everardo Elizondo es Subgobernador del Banco de México. Sus opiniones no necesariamente reflejan el punto de
vista de la institución.
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