CULTURA DEL ENCUENTRO Papa Francisco Introducción M. Constanza Arango, fma La propuesta del Papa Francisco de construir “cultura del encuentro”, es importante porque urge, como ciudadanía, romper la cadena de violencia y consolidar valores culturales que afirmen la vida, la dignidad humana, la resolución no-violenta de conflictos, la honestidad y el respeto a la diferencia. Se trata de crear cultura de amistad, de encuentro, que genere inclusión para construir la casa común que se forja a partir del diálogo entre todos pues “el ser humano es llamado constantemente a caminar siempre más al encuentro del otro, convivir con el diferente, aceptarlo y ser aceptado por él” (DA 514). Esta lectura de la “cultura del encuentro” muestra en primer lugar, la génesis de la convicción de este tema en Jorge Mario Bergoglio, para luego presentar algunos desafíos pastorales y finalizar con el profetismo de la vida consagrada a la luz del tema. El texto evidencia algunas de las ideas del extenso magisterio del Papa Francisco en torno a este argumento. El problema del desencuentro entre hermanos está simbolizado bíblicamente en Babel (Gen 11,19), con la confusión de las lenguas y la dispersión de los pueblos. Contrariamente, Pentecostés (Hch 2, 4ss) es el signo del diálogo entre las culturas, del encuentro, de la unidad de los pueblos y de la armonía de las lenguas, gracias al don del Espíritu. Ojalá la lectura del texto nos ayude a aumentar la sintonía con el espíritu de Pentecostés y como pueblo de Dios a crear espacios de encuentro y comunión. Teología del pueblo y cultura del encuentro. Jorge Mario Bergoglio, vivió en Argentina, donde se desarrolló la “teología del pueblo”. En ese contexto madura sus convicciones; de ahí que su propuesta de crear “cultura del encuentro” se enraíce en el Vaticano II, asimilado por el pensamiento latinoamericano. La cultura del encuentro se cimenta en la identidad misma de la Iglesia, concebida como “sacramento de comunión”. El Vaticano II afirma que, ella, como sacramento universal de salvación, está enteramente al servicio de la comunión de los hombres con Dios y del género humano entre sí. (LG, 1). 1 Según Galli (2014), Ante desafíos como la pluralidad religiosa, ética y cultural, la crisis de vínculos familiares y sociales y la necesidad de lograr una integración de la persona, en cuanto individuo y de la sociedad, como comunidad de personas; la propuesta –desde la nueva evangelización- es un humanismo de comunión desde la fe en Jesucristo y en la Trinidad. Ello conlleva a concebir la vida apostólica como un vínculo pastoral cordial o como lo expresa Bergoglio en su discurso en Aparecida: “…el contenido evangelizador busca fortalecer una mayor comunión con la Trinidad en el Espíritu de Cristo que sane, promueva y afiance los vínculos personales en las nuevas expresiones de amor, amistad, comunión y solidaridad a nivel familiar, social y eclesial(NMA 5051).” Desde América Latina y concretamente desde la teología del pueblo, se asume la lectura de la Iglesia como “Pueblo de Dios” y “sacramento de comunión”, y desde allí, se piensa la relación con el mundo. Se desarrolla así un pensamiento y que constituye su aporte original a la teología y a la pastoral. Evidenciaré algunas de sus convicciones orientadoras: Para la teología del pueblo, según (Galli, 1994), la Iglesia es un pueblo “en” muchos pueblos y un pueblo “de” muchos pueblos, por lo que se realiza un intercambio de dones. El pueblo de Dios “da” a los pueblos sus valores teologales y salvíficos y “recibe” de ellos sus riquezas culturales. Ese intercambio se realiza a través de procesos de encarnación y diálogo. La Iglesia se “encarna” en los pueblos y en las personas, asume las “semillas del Verbo”, purifica lo negativo y eleva cuánto hay de noble y valioso (Evangelii Gaudium, 40-45). Ella asume pueblos diversificados histórica y culturalmente, y se expresa desde allí, pues su acción no se orienta solamente “hacia”, sino “desde” allí. Ella “será la perfecta imagen de Dios cuando se exprese en todas las culturas del mundo” (Daniélou). Entre la Iglesia y los pueblos se realiza un proceso de diálogo porque ellos y sus culturas no constituyen meros “recipientes vacíos” que la Iglesia “llena de valores”, sino que traen consigo sus propios dinamismos. Ellos, son, como explica Lucio Gera, “interlocutores”, lo que significa que no hay identidad, ni separación, entendida como dominio de uno sobre otro o como conflicto mutuo. Esta visión de la Iglesia como “un pueblo de Dios misionero, que es sacramento de comunión, para, en y desde el mundo de los pueblos” (Galli), tiene consecuencias pastorales. Entre ellas: La importancia para la evangelización, de asumir realmente la cultura de los pueblos para desde allí expresar el mensaje de Cristo; comprenderlo y celebrarlo a través de una liturgia encarnada en la realidad que viven las comunidades. Así “desde” el pueblo, se aportan valores propios de la gente que ayudan a explicar el Evangelio y que enriquecen la vida de las comunidades eclesiales. También, el logro de una perspectiva “desde” el pueblo, a través de la encarnación, el intercambio, el diálogo y el encuentro, que permite discernir los caminos para orientar la acción liberadora y leer los signos de los tiempos para que las comunidades sean realmente agente y sujeto de su historia. 2 En fin, la acción pastoral de la Iglesia, desde una perspectiva universal, se orienta a construir la unidad; a que los pueblos se reconozcan como una única familia humana, sin perder las características peculiares que los identifican y que constituyen la riqueza del conjunto. Así, desde una óptica pastoral- según Boasso- la historia de la Iglesia es la historia del encuentro con las culturas y las historias de los pueblos. En síntesis, la cultura del encuentro se fundamenta en el ser mismo de la Iglesia que, a través de procesos de encarnación y diálogo con las culturas, está llamada a vivir su misión evangelizadora. DESAFÍOS DE LA CULTURA DEL ENCUENTRO El reto de identificarse y caminar con el pueblo Cuando Francisco habla de “pueblo”, no se refiere a una realidad abstracta, sino al “pueblo fiel”. (Bergoglio J. M., Meditaciones para Religiosos, 2014), lo explica: Quisiera, a título personal, expresar lo que para mí significa esta realidad: pueblo fiel. Y al decir pueblo fiel quiero referirme sencillamente al pueblo fiel, a aquel con quien tenemos más contacto en nuestra misión sacerdotal y nuestro testimonio religioso. Evidentemente que “pueblo” es ya -entre nosotros- un término equívoco debido a los supuestos ideológicos con que se pronuncia o se siente esa realidad del pueblo. Ahora, sencillamente, me refiero al pueblo fiel. Cuando estudiaba teología, cuando -como ustedes- revisaba el Denzinger y los tratados para probar las tesis, me admiró mucho una formulación de la tradición cristiana: el pueblo fiel es infalible “in credendo” -en el creer-. De ahí, es más, saqué mi propia fórmula, que no será muy precisa, pero que me ayuda mucho: cuando quieras saber lo que cree la Madre Iglesia, andá al Magisterio -porque él es el encargado de enseñarlo infaliblemente-, pero cuando quieras saber cómo cree la Iglesia, andá al pueblo fiel. El Magisterio te enseñará quién es María, pero nuestro pueblo fiel te enseñará cómo se quiere a María. Nuestro pueblo tiene alma, y porque podemos hablar del alma de un pueblo podemos hablar de una hermenéutica, de una manera de ver la realidad, de una conciencia…. (pág.46) El “pueblo fiel” cuenta con recursos propios que surgen de su sensibilidad y que se manifiesta en su manera de relacionarse con Dios, con las otras personas, los seres vivos y los elementos materiales. Así, las manifestaciones de la piedad popular y concretamente las peregrinaciones son ricas en simbolismos que ponen de manifiesto su “alma”. El “alma” del pueblo para Francisco es su “cultura”. La gente se expresa, en su cotidianeidad, a través de sus hábitos, valores, artefactos, que son también “su voz”. La actitud del pastor es la de la escucha cuidadosa y la del rechazo a la “absurda idea” de “ser voz” del pueblo, como si él no tuviera la propia. Todos los pueblos tienen voz, también si ésta ha sido reducida por la opresión a un susurro. (Bergoglio J. M., Reflexiones espirituales sobre la vida apostólica, 1986, pág. 309 ss). Para Francisco, el “pueblo fiel” no es un destinatario, ni el objeto de la acción pastoral. Es el protagonista. Por ello insiste en actitudes como la escucha y el acompañamiento. Es muy bella la 3 descripción que hace del pastor a los obispos del CELAM, en la que insiste en el puesto que debe ocupar en el pueblo: adelante, en medio y atrás, así: El sitio del guía para estar con el pueblo es triple: o adelante para indicar el camino, o en medio, para mantenerlo unido y neutralizar los desbandes, o detrás para evitar que alguno quede rezagado, pero también y fundamentalmente porque la gente tiene el olfato para encontrar nuevos caminos (Francisco, Vatican, 2013) Caminar con el pueblo Francisco insiste en estar al lado del pueblo, en contacto con su cultura y su piedad para aprender a escuchar las preguntas que la gente formula “desde la vida”, pues en la relación con la gente no importan tanto las propias suposiciones, como el sentir del pueblo, que se capta al compartir con él. Insiste por ello, en la necesidad de pastores “con olor de oveja”, amigos del pueblo, personas con el corazón abierto, como insistía en la Misa Crismal, el 2 de abril del 2015. Al caminar con el pueblo importa la atención a las diferencias, pues cuando se habla de “culturas y pueblos” el cuidado a lo que “distingue”, a lo que es propio de cada uno, es lo que permite construir unidad concreta y real, lo otro es abstracción. El caminar con el pueblo exige la solidaridad como actitud política. La solidaridad como vocablo aúna lo colectivo y lo individual, pues se expresa en actitudes éticas de responsabilidad, lealtad y apertura ontológica de trascendencia a los demás y a Dios. Solidaridad como modo de hacer historia; solidaridad, como ámbito de vida donde los conflictos, las tensiones y los opuestos alcancen la unidad pluriforme que engendra vida. (Bergoglio J., 1992, págs. 297-298) El reto de aceptar al diferente: la imagen del “poliedro” Una imagen que utiliza frecuentemente el Papa Francisco es la del “poliedro”, que coincide con la metáfora bíblica del cuerpo (ICor. 12) y que es rica en sugerencias, en el contexto de la “cultura del encuentro”: Para el ciudadano del común, habla de la importancia de conservar su propia peculiaridad, sus ideas y de asumir la “projimidad” 1 y así superar el individualismo que lleva a ignorar al otro. Con relación a la vida en comunidad, significa que la unidad que se busca construir no significa uniformidad: no se trata de pensar todos del mismo modo, o de hacer todo juntos; es reconocer los dones que el Espíritu da a cada uno y lograr su convergencia para que estén al servicio de todos. En el contexto de la globalización, en un video mensaje con ocasión del tercer festival de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), explica el Papa Francisco: Me gustaría traducir el tema en una imagen: la esfera y el poliedro. Tomemos la esfera para representar la homologación, como una clase de globalización: es lisa, sin facetas e 1 “Tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo sanador de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana” (EG 169). 4 igual a sí misma en todas sus partes. El poliedro tiene una forma similar a la esfera, pero es multifacético. Me gusta imaginar a la humanidad como un poliedro, en el cual las formas múltiples, a la hora de expresarse, constituyen los elementos que componen la familia humana en una pluralidad. Y esto es la verdadera globalización. La otra globalización, o sea la de la esfera, es una homologación (Verona, 21-24 noviembre). Según este punto de vista, la concepción de la globalización como una “esfera” sugiere uniformidad cultural; en cambio, la globalización concebida como un “poliedro”, permite múltiples modelos, diferentes unos de otros, manteniendo una relación entre ellos. Por ejemplo, existe el peligro de reducir el mundo a un modelo económico único, o a un único paradigma cultural, lo que conlleva exclusión. Las diferentes caras del poliedro representan identidades culturales que no pueden ser ignoradas por la globalización. Con referencia al ecumenismo, el poliedro alude a la “unidad en la diversidad”. Lo explica el Papa Francisco, durante su visita a la Iglesia Pentecostal italiana (28 de agosto de 2014): Estamos en la era de la globalización, y nos preguntamos qué es la globalización y lo que podría ser la unidad de la iglesia: quizás una esfera, donde todos los puntos son equidistantes del centro, ¿todos iguales? ¡No! Esto es uniformidad. ¡Y el Espíritu Santo no crea la uniformidad! ¿Qué figura podemos encontrar? Estamos pensando en el poliedro puesto que el poliedro es una unidad, pero con todas las partes diferentes; cada una tiene su peculiaridad y su carisma. Esto es unidad en la diversidad. Todo confluye en la “cultura del encuentro, afirma el Papa Francisco: Sé que entre ustedes hay personas de distintas religiones, oficios, ideas, culturas, países, continentes. Hoy están practicando aquí la cultura del encuentro, tan distinta a la xenofobia, la discriminación y la intolerancia que tantas veces vemos. Entre los excluidos se da ese encuentro de culturas donde el conjunto no anula la particularidad. Por eso a mí me gusta la imagen del poliedro, una figura geométrica con muchas caras distintas. El poliedro refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan la originalidad. Nada se disuelve, nada se destruye, nada se domina, todo se integra.” (Discurso en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares, 28.10.2014) El profetismo de la vida consagrada a la luz de la cultura del encuentro. Encuentro con Dios Toda vocación tiene su fundamento en el encuentro con Dios, que tiene la iniciativa y llama a colaborar con Él. Por ello, Francisco insiste en que nuestra primera apertura es a Dios: “Estoy en camino para encontrarlo a Él, y Él en camino para encontrarme, y cuando nos encontremos veremos que la gran sorpresa es que Él me está buscando, antes de que yo comenzara a buscarlo. Esta es la gran sorpresa del encuentro con el Señor. Él nos ha buscado antes. Él siempre es el primero. Él hace su camino para encontrarnos. Él Señor siempre va más allá, va Él primero. Nosotros damos un paso y Él da diez. Siempre” (Francisco, Vatican, 2016) 5 La vocación cristiana y religiosa es ante todo respuesta a ese amor gratuito. Es una historia en la que se conjugan el amor recibido y el amor dado, por eso es importante el volver continuamente a la propia historia vocacional personal y comunitaria para descubrir en ella el hilo conductor, el plan salvador y experimentar así la presencia cercana y misericordiosa de Dios, aún en los momentos más difíciles de la vida: Un obispo, un sacerdote, un consagrado, una consagrada, un seminarista, no puede ser un desmemoriado. Pierde la referencia esencial al inicio de su camino. Pedir la gracia, pedirle a la Virgen, Ella tenía buena memoria, la gracia de ser memoriosos de ese primer llamado. Hemos sido llamados por Dios y llamados para permanecer con Jesús (cf. Mc3,14), unidos a él. En realidad, este vivir, este permanecer en Cristo, marca todo lo que somos y lo que hacemos. Es precisamente la «vida en Cristo» que garantiza nuestra eficacia apostólica y la fecundidad de nuestro servicio: «Soy yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea verdadero» (Jn 15,16). (Francisco, La Iglesia de la misericordia, 2014, págs. (Posición en Kindle749-752). ) Ello implica el “permanecer en Él” (cfr. Jn 15,4), y eso significa orar, contemplar. Por ello, insiste a los novicios y novicias: “La evangelización se hace siempre de rodillas. Sean hombres y mujeres de oración” Ir contracorriente. El Papa al referirse a la “cultura”, a menudo hace énfasis en los contrastes. Así habla de: cultura de exclusión, de descarte, de la eficiencia, del desencuentro, de la fragmentación, del egoísmo, del individualismo, de no-integración, del relativismo, del consumismo, de la muerte. A ello opone la cultura del encuentro, del bien, de la amistad, de hermanos, de acogida, de la solidaridad, del diálogo, de la paz, de la ecología, de la vida, del respeto, del cuidado del ambiente, de inclusión, de la vida compartida. En otras palabras, la propuesta de un nuevo estilo de vida “modelado” por el Evangelio El Papa propone una cultura creada a través de la fe, el diálogo y la diversidad, cultura en la que los pobres que viven en medio de nosotros cuenten, para así construir un mundo mejor, más justo y fraterno. Lo contrario, es expresión de patologías que amenazan al pueblo en su propia alma, en sus relaciones con la verdad, la bondad y la justicia. El Papa es enfático al afirmar (Francisco, La Iglesia de la misericordia, 2014): Ser llamados por Jesús, llamados para evangelizar y, llamados a promover la cultura del encuentro. En muchos ambientes, y en general en este humanismo economicista que se nos impuso en el mundo, se ha abierto paso una cultura de la exclusión, una «cultura del descarte». No hay lugar para el anciano ni para el hijo no deseado; no hay tiempo para detenerse con aquel pobre en la calle. A veces parece que, para algunos, las relaciones humanas estén reguladas por dos «dogmas»: eficiencia y pragmatismo. Queridos obispos, 6 sacerdotes, religiosos, religiosas, y ustedes, seminaristas que se preparan para el ministerio, tengan el valor de ir contracorriente de esa cultura. ¡Tener el coraje! (…) Tengan el valor de ir contracorriente de esta cultura eficientista, de esta cultura del descarte. El encuentro y la acogida de todos, la solidaridad, es una palabra que la están escondiendo en esta cultura, casi una mala palabra, la solidaridad y la fraternidad, son elementos que hacen nuestra civilización verdaderamente humana. Ser servidores de la comunión y de la cultura del encuentro. Los quisiera casi obsesionados en este sentido. Y hacerlo sin ser presuntuosos, imponiendo «nuestra verdad», más bien guiados por la certeza humilde y feliz de quien ha sido encontrado, alcanzado y transformado por la Verdad que es Cristo, y no puede dejar de proclamarla (cf. Lc 24,13-35). (Posición en Kindle 796-801). Servidores de la cultura del encuentro El Papa Francisco pedagógicamente destaca actitudes y comportamientos necesarios para ser personas constructoras de cultura del encuentro. Entre ellas: Encontramos al otro, al pobre cuando lo miramos a los ojos, tocamos sus manos y le hablamos. Atención a diferencias, sin ello la unidad es abstracción y no una realidad concreta y viva. Todo encuentro interpersonal verdadero, acontece en el contexto de una cultura. Uno no puede usar la palabra "pueblo" sin responsabilizarse de sus integrantes. Instrumento de encuentro es el diálogo que lleva a síntesis y que permite superar el peligro de la homogenización del pensamiento que lleva al autismo intelectual, a ver la realidad desde nuestra burbuja. La cultura del encuentro es jerárquica pues es necesario escuchar al Espíritu que guía, orienta y sensibiliza y pide ir más allá de sí mismos. Cultura del encuentro es ante todo cuestión de dar tiempo. El "ahora" es de salida a los pobres, de tocar la carne de Cristo en los pobres, los enfermos, los niños. Conclusión El Papa Francisco al proponer la “cultura del encuentro” discierne el mal espíritu, el espíritu de Babel, que lleva a la discordia, la lucha, las divisiones y los desencuentros e invita a construir cultura de diálogo, de búsqueda de lo que une, de acuerdos y consensos. La cultura del encuentro requiere que primen los intereses del pueblo, que sean él y su cultura los protagonistas de sus propios procesos históricos y no los intereses de una élite; requiere identificarse y caminar con el pueblo para descubrir en sus luchas y dificultades la acción del Espíritu; exige aceptar las diferencias, dialogar con el que piensa diversamente en espíritu de fraternidad. 7 El Papa al invitarnos a ser personas de diálogo, distingue entre el “intermediario”, que hace concesiones a las partes buscando sacar provecho para sí; el “mediador”, que no busca nada para sí, porque es consciente de que la verdadera ganancia es la paz y, el “artesano de la paz”, que no divide, elimina el odio y abre caminos de diálogo para construir “cultura del encuentro” (Fares, 2014, pág. 64) Sus palabras son para nosotros un “toque de campana” que invita a reunirse, a dialogar superando divisiones y a ponerse en camino, a salir al encuentro de los otros, como artesanos de la cultura del encuentro. 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