Artículos periodísticos sobre Louis-Jean Calvet- Modelo gravitacional IDEAS Las lenguas que colonizan El investigador francés Louis-Jean Calvet sostiene que la lingüística ayudó a justificar las conquistas imperiales. Idiomas como el francés, el español y el inglés fueron usados para consolidar el dominio global. HECTOR PAVON. Revista Ñ 17.12.2015 En los escombros de la ex Yugoslavia se está librando una nueva batalla. Es parte de una guerra diferente, sin armas pero de un alto belicismo al fin. Es la guerra por la identidad, por aquella que construye la lengua. Serbios, bosnios, croatas pueden entenderse perfectamente después de vivir décadas con el serbo croata como idioma oficial. Sin embargo, cada uno de los países que componían ese conglomerado hoy vuelve a hablar su antiguo idioma: el serbio, el croata, el bosnio, etcétera. Hay un deseo de recuperar la lengua despojada y apartada por un intento totalitario de igualación cultural que contribuyó al desmembramiento atroz y violento de los 90. Pero ése es sólo un ejemplo de las luchas suscitadas en torno al dominio de una lengua sobre las otras. Obviamente es el idioma inglés el que en la actualidad ejerce su dominio por encima de los otros pero hubo otros que fueron iguales de poderosos, cada uno en un momento histórico definido. "La diversidad lingüística es una condición con la que tenemos que convivir, pero el respeto por las lenguas originarias es la condición para que idiomas como el español o el francés sigan existiendo ante el avance diario del inglés a nivel internacional", dice el lingüista francés LouisJean Calvet desde París. Es la opinión de alguien que desde hace más de tres décadas ha investigado la dominación lingüística como parte de la dominación política. En 1974 Calvet publicó en su país Lingüística y colonialismo, un libro que mostraba de qué modo el estudio de las lenguas había establecido escalones, castas, podios en los que se situaban las lenguas dominantes y dominadas y que había servido como apoyo cultural a las campañas coloniales a lo largo de la historia. La obra se tradujo a varios idiomas, incluyendo el español, pero recién ahora llega a nuestro país (Fondo de Cultura Económica). Calvet es profesor de sociolingüística de la Universidad de la Sorbona de París y autor de Pour une écologie des langues du monde y de Las políticas lingüísticas. Además escribió una completa biografía de Roland Barthes y la Historia de la escritura, entre otros. Su libro Lingüística y colonialismo llega 31 años después de su versión francesa y con una traducción diferente a la que se conoce en España. ¿Pero es acaso un libro viejo?, ¿Pudo la globalización descalificarlo como perimido y vetusto? "Todo lo que dice el libro sobre el análisis histórico de las relaciones entre discurso colonial y discurso lingüístico, entre prácticas coloniales y prácticas lingüísticas, no envejeció, por lo menos eso creo. En cambio, los que eran países colonizados tienen treinta y un años más de independencia. Y no hicieron gran cosa por la defensa y la promoción de sus lenguas. Mi libro, al tiempo que un análisis científico, era también un libro militante, un llamado a la acción. En ese sentido, tuvo poco efecto, ya que vemos que Timor oriental adopta por lengua nacional... ¡el portugués!". Calvet intenta demostrar que la lingüística ha estado al servicio del colonialismo y que el esquema evolutivo de las lenguas es profundamente eurocentrista. Fueron el español, el portugués, el francés y definitivamente el inglés, los idiomas que ejercieron su poder por encima de lenguas a las que en muchos casos condenaron como dialectos. En el inicio de los tiempos se calificaba de bárbaras a todas las lenguas con excepción del latín y del griego. A ellas podía sumarse el hebreo solamente por su antigüedad y también porque se la consideraba una lengua sagrada inspirada por Dios. Pero los estudios lingüísticos de las lenguas de las colonias fueron detonantes para enmarcar y congelar lenguas masivas en dialectos. Calvet dice que cuando Maurice Delafosse estudió las lenguas del antiguo Sudán sostuvo y diseminó la idea de que las lenguas bambare, malinke y el diula son dialectos de una lengua, el mande, de las que habrían surgido. Esta hipótesis podría ser correcta, pero, pregunta Calvet: "¿por qué no conceder el nombre de lengua más que al mande, desaparecido desde hacía tanto tiempo? ¿Por qué no detenerse en la relación entre mande y bambara y, por otro parte, entre bambara, malinke y diula, del mismo modo que en la relación entre latín y francés, español e italiano?". La respuesta a estos interrogantes es que los idiomas francés y bambara han tenido tratamientos diferenciados por la cultura europea, la dominante de las culturas africanas. Calvet ennumera: el francés se escribe, el bambara no; el francés es el idioma de un pueblo de larga tradición cultural, el bambara no; y por último "el francés es el idioma del colonizador blanco, el bambra el del colonizado negro". Este último punto resume la diferencia sin solución de la relación entre lengua y dialecto. Y aunque el continente vivió su revolución al cortar lazos políticos con los países centrales la situación cultural no cambió con la descolonización: la lengua de los conquistadores sigue siendo la lengua del Estado, la de la escolarización, lo que ha reforzado en todo sentido el poder las lenguas coloniales. Los procesos de migraciones del siglo XX multiplicaron los lugares de conflicto y se generaron nuevos escenarios de la tensión lingüística en las principales ciudades del mundo adonde arribaron ciudadanos del mundo empobrecido. Inglaterra, Francia, Alemania, España, Estados Unidos, Italia son países donde se viven estos conflictos generados por los choques de lenguas: la del nativo contra la del inmigrante, que a su vez suelen generar nuevos espacios idiomáticos. "En esos países hay una gran ignorancia respecto de las lenguas de los inmigrantes, así como sobre las lenguas endógenas, pero no es una cuestión racista pero sí de indiferencia. Lo mismo ocurre en América latina en relación con las lenguas indígenas, excepto tal vez en Paraguay. Al mismo tiempo en Francia se aprende cada vez más chino, árabe, japonés y español". A partir de la segunda mitad del siglo XX, con el fin de la Segunda Guerra Mundial, la preponderancia del inglés por encima de otras lenguas se hizo evidente. La globalización lo impuso como el idioma de la economía, la política y también se impuso en el mundo de la cultura. Sobre esta última área el mercado de las traducciones muestra la imagen perfecta de esta preeminencia. En los Estados Unidos y en el Reino Unido, menos de un 5% de las obras publicadas son traducciones; en Francia y Alemania este número ronda el 12% mientras que en España e Italia llega al 20%. "Esto significa —dice el sociólogo brasileño Renato Ortiz en su libro Mundialización: saberes y creencias—, que cuanto más central es un idioma en el mercado mundial de bienes lingüísticos, menor es la proporción de textos traducidos a él. El corolario de este axioma es que las traducciones entre lenguas periféricas se vuelven cada vez más difíciles, pues deben pasar necesariamente por el vernáculo mundial". Calvet sostiene que en el modelo gravitacional propuesto el inglés es la lengua pivote, hipercentral, en torno de la cual gravitan una decena de lenguas supercentrales (español, francés, chino, hindi, etcétera) que son a su vez el pivote de gravitación de lenguas centrales. "Ese modelo nos permite ver el aspecto lingüístico de la globalización, y desde ese punto de vista el inglés es la lengua ''global'', lo cual no es necesariamente algo bueno para esa lengua. Se está diluyendo". La hegemonía del inglés la sufren hasta los canadienses francoparlantes. Todos ellos hablan inglés, pero no todos los angloparlantes hablan francés en un país que se supone bilingüe. "No se trata de un falso bilingüismo, sino de un bilingüismo de sentido único. En Canadá se aplica el principio de la personalidad: todo ciudadano tiene derecho a su lengua (inglés o francés) en todo el territorio. Así, en Quebec o en Nueva Brunswick, los francófonos pueden ser dominantes, pero en otros lugares son minoría. En el ámbito gubernamental, sin embargo, tienen derecho a exigir que se les hable en su lengua. Pero, alguien bilingüe de Nueva Brunswick por lo general tiene el francés como primera lengua, mientras que un anglófono rara vez es bilingüe. Es una de las manifestaciones del poder". Las formas del racismo moderno o de la dominación toman diferentes caminos. Por ejemplo, el acento suele ser tomado como objeto de burla no sólo en los países centrales sino también en los periféricos. Calvet cuenta que "en Egipto, se burlan en la tv de los habitantes del sur; en Marruecos del acento de los bereberes y en América latina de la forma de hablar de los argentinos..." Además, es algo habitual el menosprecio por las tonadas de los habitantes del interior de nuestro país, por ejemplo, en las grandes ciudades. Y en el horizonte de esta polémica aparece la preservación de las lenguas. La pregunta obligada es qué hacer para protegerlas, para defenderlas del acoso del inglés. Concluye Calvet: "Es un tema complejo. Sin duda no hay que liquidarlas, hacerlas ''morir''. Pero las lenguas no son focas ni ballenas que debamos proteger como especies en riesgo de extinción. Yo trabajo en el ámbito de las políticas lingüísticas y tengo un principio: ''Las lenguas están al servicio de los seres humanos, y no a la inversa.'' No estamos al servicio de las lenguas. Pero si éstas nos son útiles, incluso por razones exclusivamente identitarias, entonces hay que protegerlas". 29 DE SEPTIEMBRE DE 2008 PÁGINA 12 E N T R E V IS T A C O N EL S O C I O L IN G Ü I S TA F R AN C E S LO U IS - J EA N C A L V ET “En América del Sur hubo una masacre lingüística” El autor de Lingüística y colonialismo, suerte de “manual” de los europeos, africanos y latinoamericanos militantes de la diversidad cultural, arremete contra “los ayatollás de las lenguas” y propone la integración lingüística como herramienta de inclusión. Por Silvina Friera El hombre de remera, campera y pantalón de jean, que arrastra su cansada simpatía como puede, saluda con un apretón de manos y se desploma en uno de los sillones de la recepción del hotel, como pidiendo una tregua, antes de que la seguidilla de entrevistas le borre la sonrisa y le gane la partida a su sentido del humor. El sociolingüista francés Louis-Jean Calvet publicó en abril de 1974 Lingüística y colonialismo, un análisis histórico de las relaciones entre discurso colonial y discurso lingüístico, que pronto se convirtió en una suerte de devocionario entre los militantes europeos, africanos y latinoamericanos de la diversidad lingüística. El libro lo investía de un protagonismo que él no había elegido, le devolvía una imagen difícil de aceptar. Se sentía atrapado dentro del rol de denunciante de la “glotofagia”, la acción simbólica y punitiva de suponer las otras lenguas inferiores a la propia, pero al mismo tiempo las instituciones de la francofonía lo consideraban “un temible izquierdista” que accionaba contra su lengua. “Mi castellano es una mierda, pero podemos comunicarnos”, dice Calvet en un tono irónico, como si coqueteara con ocupar el espacio del indómito izquierdista. ¿Cuántas lenguas habla este buen señor, uno de los principales referentes de la sociolingüística francesa?, quiere saber Página/12 por una cuestión de curiosidad. “Es la pregunta que siempre nos hacen a los lingüistas. Puedo dar una conferencia en inglés, francés, español e italiano, pero también puedo sobrevivir en chino, alemán, árabe, ruso, griego, en dos o tres lenguas africanas, para comer, beber, pedir un cheque de avión. Es un mito que los lingüistas deben hablar un montón de lenguas. Eso es en el circo –bromea Calvet, invitado por la embajada de Francia y la Alianza Francesa, y se ríe con ganas—. Para dar una conferencia en inglés tengo que trabajar, no puedo improvisar. Puedo hablar tres o cuatro lenguas, pero nada más.” Calvet nació en Túnez, donde vivió hasta los dieciocho años. “En mi primera juventud el francés era la lengua de mi familia y de la escuela, pero en la calle se hablaba árabe y siciliano, un dialecto del italiano –recuerda el teórico francés—. Este multilingüismo ambiental despertó mi interés por las lenguas. La Babel es una realidad, una característica del mundo; si deseamos conocer otras culturas, otras visiones del mundo, debemos aprender las lenguas.” Calvet confirma que se hablan aproximadamente 7000 lenguas en el mundo, “pero esto cambia cada día porque hay una tendencia a multiplicar este número, a considerar como lenguas formas habladas que antes eran dialectos”, aclara. “Así como hay lenguas que desaparecen, hay lenguas que nacen. Hoy decimos que hay una lengua que se llama español, pero mañana puede que haya lenguas que se llamen argentino, mexicano; hay una tendencia hacia la diferenciación –explica el sociolingüista—. Con la globalización te podés comunicar a escala mundial a través del inglés, que es la lengua hipercentral. Pero no es el inglés que se habla en Cambridge o en Oxford; es el globish, el inglés que se habla en la globalización, una forma muy pobre que sólo usa quinientas palabras. Si escuchamos a un alemán hablando con un japonés de comercio, el inglés que hablan no es el mismo que habla la reina de Inglaterra como representante del Estado. El problema de la reina es que no habla ninguna lengua.” –Suena a comentario típico de un francés contra los ingleses... –Pero también es un comentario típico de los americanos. Hay gente que dice en los Estados Unidos que Bush no habla en inglés. Hay libros muy humorísticos que llaman bushism a las formas lingüísticas de Bush, a los errores que comete. –¿Cómo impacta la globalización en el entramado de las lenguas? –En el modelo que llamo gravitacional, hay una lengua eje, el inglés, la lengua hipercentral, y alrededor gravitan una decena de lenguas, el francés, el español, el árabe, el ruso, el chino, el malayo. El predominio del inglés es una foto de una situación sincrónica; no sabemos cuál será la lengua central, el inglés del mañana. –Al principio las lenguas debían pagar un “derecho de aduana” para acceder a Internet, pero usted señala que así como las lenguas pertenecen a aquellos que las hablan, Internet pertenece a aquellos que la utilizan. ¿Está creciendo la participación de las lenguas en la web? –Sí, y eso es muy interesante. Al principio era imposible escribir en Internet en castellano o en francés con los acentos. Ahora Unicode permite escribir en todas las lenguas del mundo. Hace quince años Internet sólo estaba en inglés; hoy hay páginas en chino, francés, español, alemán, y hay montones de sitios en pequeñas lenguas. Un cambio técnico, el pasaje de Ascii a Unicode, ha dado como resultado un cambio cualitativo. Esto quiere decir que el dominio del inglés no es absoluto; las pequeñas lenguas pueden encontrar su propio lugar y su propio uso en la red. –Uno de los miedos más extendidos entre los franceses es a “la contaminación” de la lengua al entrar en contacto con la inmigración árabe. ¿Por qué ese contacto es entendido como un peligro? –A los que tienen ese temor los llamo “los ayatollás de las lenguas” porque siempre las lenguas han tomado préstamos de otras; por ejemplo, en castellano, todas las palabras que empiezan con “a” vienen del árabe, como “alcalde”, “almohada”... Si viven, todas las lenguas cambian. Una lengua que no cambia es una lengua muerta, como el latín o el griego antiguo. No hay que tener miedo a la contaminación, ese temor me parece francamente una estupidez. Hay que explicar a la gente que cada día necesitamos nuevas palabras, que podemos construir o tomar palabras de otras lenguas. –¿Cómo toman los franceses este planteo? –Una mayoría piensa lo contrario de lo que yo digo, pero hay que hacerles entender que una lengua que no cambia es una lengua que va a morir. Todas las lenguas, tarde o temprano, morirán. Pero para Calvet, un teórico y militante de la diversidad que rechaza el discurso político lingüísticamente correcto (“no todas las lenguas son iguales”, advierte), no todas las muertes son iguales. “Hay muchas lenguas indígenas que se han perdido en nombre de la comunicación, en nombre del lenguaje”, plantea el autor de Lingüística y colonialismo, libro que abre con una cita de Roland Barthes: “Robar a un hombre su lenguaje, en nombre de ese mismo lenguaje: allí comienzan todos los asesinatos legales”. “La globalización es un hecho, pero podemos organizar el mundo lingüístico a través del respeto por las otras lenguas, para que cada uno pueda comunicarse en inglés, si quiere viajar y trabajar en otros países, o hablar la lengua de su pueblo –propone Calvet—. Y eso es difícil porque hay una tendencia a olvidar la lengua de los padres. Tal vez los padres deciden no hablarles a sus hijos en sus propias lenguas porque un quichua o un guaraní puede pensar que es mejor para sus hijos que hablen el español, para tener éxito en la vida, en la escuela, en la universidad. Pero cómo explicar que es importante hablar en inglés, pero que también es importante conservar la lengua identitaria. En Africa la gente habla en diferentes lenguas, pero en América del Sur hubo una masacre lingüística. Sólo en Perú, Ecuador y Bolivia se hablan lenguas indígenas.” –En Paraguay se habla guaraní... –Dicen que Paraguay es un país bilingüe, que el guaraní y el español están en el mismo nivel. ¡Pero es una broma! En el aeropuerto de Asunción no hay ni una palabra escrita en guaraní, sólo en español o en inglés. Los nombres de las calles no están escritos en guaraní. –La dictadura de Stroessner prohibió el guaraní. –Pero hoy tienen una democracia. –Las herencias de las dictaduras en América latina aún se sienten... –Es obvio que casi toda la población paraguaya es bilingüe, pero es más importante hablar el español que el guaraní. Hay un problema de función social de las lenguas. El guaraní es la lengua de la calle, de la familia, del mercado, de la proximidad, pero el castellano es la lengua de la universidad, de la política; no tienen las mismas funciones sociales. Y decir que en Paraguay hay un bilingüismo real es casi una broma. Calvet subraya que hay que proteger la diversidad de las lenguas. “El inglés es obviamente la lengua más importante del mundo, pero el guaraní, el quechua, también tienen su importancia. Por eso creo que debemos defender la diversidad lingüística. Cada lengua es una visión diferente y necesaria de la cultura.” En Francia hay tres millones de hablantes árabes que van a la escuela. “Lo interesante es que el árabe que hablan no es el árabe oficial de sus países de origen. En los países árabes, la lengua oficial es el árabe clásico, el árabe del Corán, que ninguno habla. Entonces hacen una mezcla de árabe y francés para comunicarse con los amigos de la misma edad, y tal vez también mezclan algunas lenguas africanas. Y están en su derecho. El único problema es saber si pueden hablar el francés estándar.” –Si no hablan un francés estandarizado se les cierran todas las puertas, ¿no? –Claro, porque la lengua es una llave social. Para encontrar un trabajo interesante, importante, hay que hablar el francés oficial, como hay que hablar aquí el castellano oficial. El deber de la educación, de la escuela, para los niños que hablan esa mezcla de árabe y francés, es enseñarles a hablar otra forma de francés. Hay diferentes niveles de lengua: no hablamos el mismo francés dando un curso en la universidad o jugando a las cartas en un café. Pero si hay gente que no puede hablar una variedad alta, se origina una fractura social que produce una fractura lingüística. Y esto es un problema democrático. El deber del Estado es dar la lengua del Estado a todos los inmigrantes; tenemos el derecho de hablar la lengua del país. Si no hablamos la lengua del país, se van a construir ghettos, pequeñitos grupos, y eso es lo contrario de la integración. –¿Cómo es la situación ahora: hay intentos de integración o prevalece la construcción de ghettos? –Es difícil de responder. Hoy no podemos saber qué forma de lengua hablarán los hijos de los inmigrantes, y éste es un punto importante. No sabemos si los padres les van a transmitir el francés estándar o una mezcla. Si les transmiten la mezcla, entonces se va a dar una fluctuación muy difícil, lo contrario de la integración. No sé cuál será la lengua central, el eje de la comunicación global, el inglés del mañana en dos siglos, pero va a cambiar. También las lenguas de los pequeños pueblos van a cambiar. Pero una vez más los ayatollás de las diferentes lenguas piensan que el autor de Lingüística y colonialismo debe defender las pequeñas lenguas, y no preocuparse del francés o del español. ¡Es una estupidez! Hay que inventar una política lingüística que les dé su propio sitio a todos los idiomas del mundo