Subido por Silvia Alexa Gaona Amaya

Ensayo final de economía

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Universidad Nacional Autónoma de México
Facultad de Ciencias
Semestre 2024-1
Economía
Consumo: una perspectiva microeconómica.
Ensayo
Alumna: Silvia Alexa Gaona Amaya.
Número de cuenta: 319252642.
Profesor: Mauricio Arredondo Fernández Cano.
Fecha de entrega: 10 de diciembre de 2023.
La toma de decisiones de los consumidores es un tema de suma importancia dentro de la
economía, pues de aquí parten preguntas que son esenciales para estudiar dicha ciencia, tales
como: ¿qué cosas impulsan las elecciones de un consumidor?, ¿cómo es que cambian sus
preferencias respecto al tiempo?, o, ¿qué factores determinan el consumo individual?
Este ensayo pretende analizar dichas preguntas y algunas otras, tomando como referencias
las perspectivas que hemos estado abordando durante el curso, y complementando la
información con los documentales proporcionados, pues éstos nos ofrecen una ventana a la
complejidad del comportamiento del consumidor y plantean preguntas cruciales sobre la
influencia de los sentidos, la obsolescencia programada y cómo las percepciones afectan las
elecciones de compra.
Un consumidor es un individuo o entidad que adquiere bienes o servicios para satisfacer sus
necesidades y deseos. Esta definición resulta esencial para comprender todo el contexto que
engloba la economía del comportamiento, pues ésta, estudia al consumidor: cómo consume,
por qué lo hace, cómo evoluciona; de aquí, que a lo largo de la historia existan tan diversas
teorías que se encargan de ello.
La primera teoría formal que se interesó en la economía del comportamiento fue la teoría
clásica, que abarca los siglos XVIII y XIX. Esta teoría se basa en la idea de que los individuos
tienen preferencias estables y definidas, y que buscan maximizar su utilidad, que es una
medida de la satisfacción que reciben de los bienes y servicios que consumen. Sus principales
exponentes fueron los economistas Adam Smith, David Ricardo y John Stuart Mill. Smith
fue el primero en introducir la idea de que los individuos buscan maximizar su utilidad.
Ricardo desarrolló la teoría de la utilidad marginal, que establece que la utilidad que un
individuo obtiene de un bien o servicio disminuye a medida que consume más de ese bien o
servicio. Mill extendió la teoría de la utilidad marginal a los bienes y servicios no materiales,
como el ocio y la educación.
Tiempo después, alrededor de los siglos XIX y XX, surgió una nueva teoría económica
respecto a los consumidores: la teoría neoclásica, de la cual, dos de sus precursores más
relevantes fueron Alfred Marshall y León Walras.
Ambos se basaban en la idea de que los consumidores tienen una serie de necesidades y
deseos que intentan satisfacer a través de la adquisición de bienes y servicios. Sin embargo,
tenían diferentes formas de modelar y medir la satisfacción o utilidad que los consumidores
obtenían de su consumo.
Marshall suponía que la utilidad se puede medir de forma numérica y que existe una unidad
de medida común para todos los bienes y personas. Así, Marshall podía comparar la utilidad
de diferentes bienes y personas, y establecer una relación entre la utilidad y el precio de un
bien. Marshall afirmaba que a medida que aumenta el consumo de un bien, la utilidad
otorgada por el consumo de cada unidad adicional va disminuyendo. Por ejemplo, si una
persona tiene mucha sed, el primer vaso de agua que beba le dará mucha utilidad, pero el
segundo vaso le dará menos, y así sucesivamente. Marshall también usó las curvas de
indiferencia, que representan las combinaciones de bienes que dan el mismo nivel de utilidad
al consumidor, y la restricción presupuestaria, que representa las posibilidades de consumo
del consumidor dada su renta y los precios de los bienes. El punto de equilibrio del
consumidor se da cuando la curva de indiferencia es tangente a la restricción presupuestaria,
es decir, cuando el consumidor maximiza su utilidad sujeta a su presupuesto.
Walras se basó en el principio de la utilidad marginal, que afirma que el consumidor iguala
la utilidad marginal de cada bien con su precio. Es decir, el consumidor distribuye su renta
entre los bienes de forma que el último euro gastado en cada bien le dé la misma utilidad.
Walras también usó las ecuaciones de demanda, que expresan la cantidad demandada de cada
bien como una función de los precios de todos los bienes y de la renta del consumidor. Walras
introdujo el concepto de equilibrio general, que consiste en un sistema de ecuaciones que
muestra la relación de dependencia entre todos los precios y cantidades de los bienes y
servicios en una economía. El equilibrio general se da cuando la suma de la demanda
agregada es igual a la suma de la oferta agregada, teniendo en cuenta los precios.
Esta teoría resultó bastante útil en su momento, pero conforme más personas la estudiaron
fueron encontrando más y más partes del comportamiento del consumidor que se veían
ignoradas por ésta, y es así, donde la economía del comportamiento surge como una respuesta
y extensión crítica a las limitaciones percibidas de la teoría, que asumía que los individuos
toman decisiones de manera racional y completamente informada; pues la evidencia empírica
y los fenómenos observados en la realidad mostraron que la toma de decisiones humana va
más allá de la racionalidad pura.
La economía del comportamiento aborda el estudio del consumo a través de tres preguntas
clave:

¿Quién es el consumidor del bien o servicio?

¿Cómo es el comportamiento del consumidor?

¿Cómo toma decisiones el consumidor?
Este tipo de estudio del consumo puede irse rastreando a lo largo de distintos trabajos de
diversos académicos, pero en la historia contemporánea, destacan dos de ellos a los que se
les considera los padres de esta corriente: Amos Tversky y Daniel Kahneman, quienes, en
particular, realizaron investigaciones que desafiaron la noción de la "racionalidad perfecta"
en la toma de decisiones. Su trabajo reveló que las personas a menudo recurren a atajos
mentales (llamados heurísticas) y que pueden ser influenciadas por sesgos cognitivos
sistemáticos al evaluar situaciones y tomar decisiones.
El enfoque de Tversky y Kahneman, y de otros investigadores en economía conductual,
desafió la idea de que los consumidores siempre optimizan sus elecciones y demostró que
los patrones observados en el comportamiento humano a menudo desviaban las predicciones
de la teoría neoclásica. Esta investigación sentó las bases para la economía del
comportamiento al introducir conceptos como aversión a las pérdidas, sesgo de
disponibilidad y descuento temporal hiperbólico.
Posteriormente, Richard Thaler, de quien tuve la oportunidad de ver su documental,
consolidó y amplió aún más estas ideas. Su trabajo influyó en la formulación de políticas y
en la comprensión de cómo los marcos de elección pueden afectar las decisiones de las
personas.
Gracias a todos los grandes de la economía del comportamiento, hoy por hoy, sabemos que
hay factores psicológicos, sociales y emocionales influyen en las decisiones económicas de
las personas. Thaler explica algunos de los conceptos clave de esta disciplina, como la
aversión a la pérdida, el efecto dotación, el empujón (nudge) o la contabilidad mental.

La aversión a la pérdida se refiere a que las personas valoran más evitar una pérdida
que obtener una ganancia equivalente.

El efecto dotación es la tendencia a sobrevalorar lo que poseemos, aunque no nos
haya costado mucho esfuerzo o dinero.

El empujón (nudge) es una forma de influir en el comportamiento de las personas sin
limitar su libertad de elección, sino ofreciendo opciones más beneficiosas para su
bienestar.

La contabilidad mental es la forma en que las personas organizan sus finanzas en
diferentes categorías, lo que puede afectar a su consumo y ahorro.
Thaler también habla de las aplicaciones de la economía del comportamiento en el diseño de
políticas públicas, como los planes de pensiones, el ahorro energético o la donación de
órganos. Por ejemplo, muestra cómo al cambiar el sistema de inscripción voluntaria por el
de inscripción automática con opción de renuncia se puede aumentar significativamente el
número de donantes de órganos.
También, podemos ver que la economía del comportamiento ha impulsado enormemente en
áreas como el marketing, tal y como lo podemos observar en el documental “Consumo. El
Imperio de los sentidos”, que nos muestra cómo las marcas y las empresas utilizan el
marketing sensorial para estimular los cinco sentidos de los consumidores y generar
emociones que influyan en su decisión de compra. Los expertos en neuromarketing,
neurociencia, psicología y economía del comportamiento explican cómo se activa el llamado
botón de compra en el cerebro y cómo se pueden medir las reacciones de los consumidores
ante diferentes estímulos. El neuromarketing es una técnica que combina el conocimiento del
funcionamiento cerebral con el marketing, para analizar los procesos cognitivos y
emocionales que intervienen en el comportamiento del consumidor. El documental también
plantea los dilemas éticos y ambientales que supone este tipo de estrategias comerciales, que
pueden manipular la voluntad de las personas y generar un consumo excesivo e insostenible,
que justamente se retoman en el documental “Obsolescencia programada: Comparar, tirar,
comprar”.
En él, podemos ver cómo la obsolescencia programada es una forma de inducir el
comportamiento de los consumidores, creando una necesidad artificial de renovar los
productos. Esto va en contra de la racionalidad económica, que supondría maximizar la
utilidad de los bienes y minimizar los costes, por lo cual es un ejemplo claro de por qué la
teoría neoclásica no es del todo aplicable, en cambio, la economía del comportamiento puede
ayudar a entender por qué las personas aceptan esta práctica y cómo se puede cambiar su
mentalidad hacia un consumo más consciente y sostenible.
Después del análisis realizado, puedo concluir que las elecciones del consumidor están
determinadas por varios factores, como la renta disponible, los gustos, los precios, la
información, la publicidad, los hábitos, las influencias sociales y los factores psicológicos.
Además, las preferencias del consumidor no son estáticas, sino que evolucionan con el
tiempo debido a diversos factores, como la influencia de la publicidad, las tendencias de la
moda, los cambios en la economía, la tecnología, la cultura, el medio ambiente, etc. Un
ejemplo reciente fue durante la pandemia de COVID-19 que nos trajo consumidores más
exigentes, prácticos, cautelosos, analíticos y conscientes al gastar y consumir.
Es por esto, que la teoría neoclásica al asumir que los consumidores actúan racionalmente y
buscan maximizar su utilidad o satisfacción al elegir entre diferentes opciones de consumo,
sujetos a una restricción presupuestaria, en mi opinión, es bastante cuestionable, pues vemos
claramente que no se ajusta a la realidad de la conducta humana. Por su parte, la economía
del comportamiento reconoce que los consumidores a menudo se desvían de la racionalidad
y se ven afectados por sesgos cognitivos, emocionales y sociales que influyen en sus
decisiones, por lo que considero que es mucho más acertada a la realidad, y que inclusive, es
más “humanitaria”, pues nos ve como entes racionales, pero también sentimentales, e incluso
a veces instintivos. Por ende, creo que la economía del comportamiento es un arma
extremadamente poderosa, pero está en nuestras manos si la ocupamos para hacer del planeta
un mundo mejor, o agravamos los problemas existentes.
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