Subido por joseas777

Una manera sencilla de orar

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Una manera
sencilla de orar
¿Alguna vez ha sentido que no sabía cómo orar, o que no
sabía las palabras correctas para hablar con Dios?
A lo largo de los años, se han escrito miles de libros sobre el
tema de la oración. Este gran asunto tiene muchos aspectos.
Pero en esta entrada, hablaremos sólo de un aspecto simple
de la oración: hablar con Dios.
Veremos algunos casos en los Evangelios de Mateo y Lucas
que pueden ayudar a aclarar este aspecto de la oración.
Pidieron ver
Al leer los cuatro Evangelios, notará que las personas que
acudieron a Jesús en busca de ayuda le hablaron de una
manera honesta y directa.
Por ejemplo, en Mateo 20:29-34 tenemos la historia del
encuentro entre Jesús y dos ciegos:
“Al salir ellos de Jericó, le seguía una gran multitud. Y he aquí
dos ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando
oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¡Señor, Hijo de
David, ¡ten misericordia de nosotros! Y la multitud les
reprendió para que callasen; pero ellos clamaban más,
diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ¡ten misericordia de nosotros!
Entonces Jesús se detuvo, los llamó y dijo: ¿Qué queréis que
os haga? Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros
ojos. Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y en
seguida recibieron la vista; y le siguieron”.
Cuando los dos ciegos oyeron que Jesús estaba cerca,
clamaron a Él para que tuviera misericordia de ellos. Si no
hubieran clamado: “Señor, Hijo de David, ten misericordia de
nosotros”, ellos habrían permanecido en su ceguera. Pero
ellos sí clamaron y Jesús los escuchó. Él les preguntó qué
querían que hiciera por ellos. Los dos ciegos no usaron
expresiones elegantes ni formales. Ellos hablaron directamente
desde su corazón y le dijeron a Jesús lo que querían: que sus
ojos fueran abiertos.
Pidió ser limpio
Ahora leamos Lucas 5:12-13, donde tenemos la historia de
Jesús y un leproso:
“Sucedió que estando Él en una de las ciudades, se presentó
un hombre lleno de lepra, y viendo a Jesús, se postró sobre su
rostro y le rogó diciendo: Señor, si quieres, puedes
limpiarme. Entonces, extendiendo Él la mano, le tocó,
diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de
aquél”.
La lepra es una enfermedad altamente contagiosa y
desfigurante. Pero cuando este leproso vio a Jesús, le pidió
claramente que lo limpiara, o sanara. Jesús no retrocedió ante
él; en cambio, en Su simpatía y amor por este hombre, Él lo
tocó y lo sanó.
Aprender a orar a partir de
estos casos
Entonces, ¿qué podemos aprender de estos casos sobre cómo
orar? Mientras estas personas conversaban con Jesús, ellos
básicamente estaban orando a Él. Simplemente le hicieron
saber lo que esperaban que Él hiciera por ellos.
Es fácil que compliquemos demasiado el asunto de la oración.
Podríamos pensar que necesitamos orar de cierta manera, o
que necesitamos repetir la combinación correcta de palabras
para que el Señor nos escuche. Pero estos relatos en los
Evangelios nos muestran que podemos hablar libremente con
el Señor de manera genuina.
Cómo podemos conversar
con Jesús hoy
Los ciegos y el leproso tuvieron el privilegio de conocer a Jesús
y contarle sus peticiones en persona. Pero en aquel tiempo,
cuando Jesús vivía en la tierra, ellos tenían que estar en el
lugar correcto en el momento adecuado para poder hacerlo.
Para nosotros los creyentes hoy, Jesús ahora vive en nuestro
espíritu, nuestra parte más profunda. Esto significa que Él
siempre está con nosotros. No necesitamos estar en un lugar
especial, ni reservar nuestra oración para un momento
especial.
Debido a que Él siempre está con nosotros, ¡podemos hablar con Él en
cualquier momento, en cualquier lugar, tan a menudo como deseemos! El
Señor vive en nosotros y quiere participar en cada área de nuestra vida. Él
ya sabe todo lo que necesitamos, pero quiere que hablemos con Él y le
digamos lo que hay en nuestro corazón. Al hablar con el Señor a lo largo
del día, obtenemos más que la respuesta a nuestras peticiones.
Experimentamos una comunión dulce y continua con Él.
Algunos ejemplos de conversar con el Señor
Podemos hablar con el Señor de muchas maneras sobre todo tipo de
cosas. A continuación, se presentan sólo algunos ejemplos. Sin importar
cuál sea nuestra situación o necesidad, sólo necesitamos abrir nuestros
corazones al Señor y ser directos y genuinos con Él.
Al comenzar nuestro día, podemos orar algo así:
“Señor Jesús, buenos días. Gracias por otro día. Gracias por este nuevo día
para que yo experimente y disfrute de que Tú vives en mí”.
Más tarde, quizás queramos orar al Señor por un miembro de la familia
que no es salvo:
“Señor Jesús, mi padre todavía no es salvo. Realmente quiero que él te
conozca. ¡Oh Señor, sálvalo!”.
A veces estamos cargados de muchas preocupaciones. Pero 1 Pedro 5:7 es
una palabra alentadora:
“Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él se preocupa por
vosotros”.
Así que podemos orar acerca de nuestras preocupaciones de esta manera:
“Oh Señor Jesús, te necesito. Hoy estoy muy ansioso. Necesito Tu ayuda.
Señor, echo todas mis ansiedades sobre Ti. No puedo lidiar con todas
estas cosas, pero Tú sí puedes. Gracias porque te preocupas por mí”.
En otras ocasiones, cuando nos damos cuenta de lo mucho que
necesitamos crecer en el Señor, podemos simplemente orar: “Señor, crece
más en mí hoy”.
Podemos orar por cualquier cosa. Podemos pedirle algo al Señor, darle
gracias o decirle: “Señor Jesús, te amo”.
Si no sabemos por dónde empezar, podemos comenzar invocando el
nombre del Señor Jesús. Invocar Su nombre es una forma de orar, y a
menudo encontraremos las palabras para hablarle al Señor mientras lo
invocamos.
A partir de estos ejemplos podemos ver que nuestras oraciones no
necesitan ser complicadas o formales. El Señor está viviendo dentro de
nosotros, esperando que nos abramos a Él y hablemos con Él.
A medida que avanzamos en nuestra vida cristiana, podemos tener
cientos de miles de conversaciones con el Señor Jesús sobre cualquier
cosa y todas las cosas. Puede que Él no responda a nuestras peticiones de
inmediato o de la manera que esperamos, pero Él se preocupa por cada
detalle de nuestras vidas. Él siempre está listo para escuchar lo que esté
en nuestro corazón, y podemos disfrutar de una dulce comunión con Él
mientras hablamos con Él.
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