Un Dolor Imperial Mi nombre es Anna. Tengo dieciséis años y tengo cáncer. Pero, no te preocupes por mí. Estoy perfectamente bien. Las personas por las que debes estar preocupado incluyen a mi madre obsesionada con los tulipanes, su amante misterioso, El Tulipán Holandés, y mi hámster quien piensa que correr en su pequeña rueda va a llevarlo a alguna parte. Bienvenidos a mi vida. Agradecimie ntos Hazel Grace Augustus Waters John Green nasathespac eship Porque sin ellos esta historia no podría surgir. Personajes y contexto pertenece a John Green. Copyright®Bajo La Misma Estrella. Copyright®Un Dolor Imperial. 2014 - Rojo y Amarillo Tulipanes. Mi madre los ama. No, en realidad, está obsesionada con ellos. Ciento nueve especies de Tulipanes y no hay uno el cual mi madre no haya plantado. Hablo en serio. Ella está la mayoría del tiempo en nuestro jardín. Bueno, el jardín de ella debería decir. Plantando y atendiendo a sus hermosos tulipanes. La he encontrado algunas veces hablando con ellos. Pero no me importa. Ella necesita esos tulipanes, Dios sabe que no estaré aquí mucho tiempo. De vuelta con los tulipanes. Como dije, ella ha plantado muchos. Pero la mayoría de veces ella planta rojos y amarillos. Esos dos colores son el comienzo de mi odio hacia los tulipanes. Mi madre me lo ha explicado miles de veces. -En Persia, regalar un tulipán rojo era para declarar tu amor. El centro negro, es para representar el corazón de los enamorados, quemándose por la pasión del amor. Regalar un tulipán amarillo era para declarar amor sin esperanzas. ¿Lo sabias? Estos- Ella haría girar un perfecto tulipán rojo en sus huesudas manos.- Estos, son para tu padre. Y estos- Ella cogería el tulipán amarillo que está siempre sin falta en su pelo, lo pondría en la palma de su mano, y después de una larga pausa. Ella diría "Son para ti, Anna" A primera vista, parece que no tiene nada de malo. Pero ya te contare porque. Primero que todo, mi padre no merece nada. Ni siquiera un tulipán plantado por una mujer que puede estar un poco loca y que sólo tiene un ojo. Lo se, perdón. ¿Acaso olvide mencionar que ella solo tiene un ojo? Mi padre era un hombre egoísta que nunca dio nada por mi madre o yo. Les ahorraré los detalles. El no merece un segundo más de tiempo mío o tuyo. Y para los tulipanes amarillos. Su significado me molesta. Dar un tulipán amarillo era declarar amor sin esperanzas. Sin esperanzas. No me molestaría el significado si yo no tuviera cáncer. No me molestaría si no supiera que voy a morir por mi enfermedad. En realidad sería bastante dulce si no me recordara todos los días que soy el efecto colateral. Todos los niños con cáncer son efectos colaterales. Cada vez que veo un tulipán amarillo me recuerda que cualquier cariño que recibiré o daré es sin esperanzas. No hay razón para ello. Pero dejo que mi madre me ame y de mala gana yo la amo porque puedo ver que si me escondo de ella, provocará más daño que arreglos. Me refiero a que, ella necesita tener a alguien por el cual plantar tulipanes amarillos. Mi madre nació con un solo ojo. No se desarrolló bien y por eso ahora tiene un inútil pedazo de tejido detrás de su párpado izquierdo. No parece molestarla, pero puedo ver gente que se queda mirándola en todos los lugares a los que va. La tuerta loca por los tulipanes. Supongo que eso es lo que pasa por sus mentes. Pero, me gusta como es. "Tener un ojo, hace las cosas más hermosas" Me dijo una vez. "Cuando tienes menos de algo, lo hace valer mucho más" Me dijo eso como si yo necesitara entender. Como si tuviera que saberlo. Yo no quiero morir. Pero no es la muerte a lo que le tengo temor. Es dejar a mi madre sola. A veces, puedo ver se siente frustrada. La puedo ver cavando en su jardín de tulipanes con un poco de demasiada tensión. Pero esos tulipanes le dan un merecido poco de paz. Le da de esa rara tranquilidad que teniéndome como hija, no puede tener. Se que soy la razón de la tensión que ella siente a veces. O tal vez todo el tiempo, pero me lo esconde. Tal vez ella se desahoga mientras planta. En el alejado rincón del jardín, donde nada parece crecer. Y esa es la razón por la cual no le digo a mi madre mi odio hacia los tulipanes. Por ahora, mi tuerta y enfadada madre con el corazón roto, puede plantar sus tulipanes en paz. Sísifo Llame a mi hámster así por el personaje de la mitología griega. Sísifo, hijo de un rey, fue castigado siendo forzado a cargar una grande y pesada roca por una colina, para que resbalara de nuevo cuando llegara a la cima para toda la eternidad. A veces pienso que he condenado a la pequeña criatura por haberle puesto ese nombre. Dando vueltas y vueltas en su pequeña rueda sin ir a ningún lado. Esa es una de las cosas que tenemos en común, no vamos a ningún lado. -¡Anna, tienes un invitado!- Oí a mi madre gritar. Me siento bien, pero a mi cuerpo siempre le gusta estar en mi contra. Cuando me levanto, siento un fuerte dolor recorriendo mi cadera y me quedo inmediatamente sin aire. Rápidamente me doy por vencida y me siento en el borde de la cama. Después de un tiempo me siento aliviada y relajada de nuevo. Mi madre entró a la habitación. Llevaba puesto un vestido rosa y verde de flores brillantes. Un sombrero de paja que cubría una parte de su cara y le daba sombra. Y obviamente, sin falta, llevaba su tulipán amarillo detrás de su oreja. Ella se veía hermosa. Me miro y se sentó al lado mío en la cama. -¿Estas bien?-Me preguntó. -Si, mamá, estoy bien, ¿Quién está aquí? -Es solo Christina, ¿Le digo que vuelva después? Christina es mi amiga "del cáncer". Todos mis amigos son del cáncer. Y no, no significa que todos ellos tengan cáncer. La que tiene cáncer allí es solo una chica (yo) y bueno, Christina es la excepción. Todos me tratan, ellos me tratan como si viviera del cáncer. Aunque no voy a culparlos, es algo automático. No hay nada que puedan hacer. Mis interacciones con ellos son innecesarias charlas a base de sonreír, unas pocas palabras, y una extraña tensión. Pero con Christina es un poco diferente. Ella también tiene cáncer (como ya dije) por eso podemos estar más relajadas cuando estamos juntas. -No, está bien- Le contesté. Mi madre me miró. Había preocupación en su rostro. -Mamá, en serio estoy bien. -Ella puede venir en cualquier otro momento, cariño, lo sabes. -Mamá- La corté. -¡Bueno, bueno! Ella te esta esperando abajo, baja cuando estés lista. -En realidad, ¿podrías decirle que suba? Estoy un poco cansada. -¡Anna...!- Elevó el tono de su voz. -Madre! ¡¿Si digo que estoy bien es porque estoy bien, entendido?!- Le grité. -Cariño, yo...-Ella empezó a disculparse, cuando no tenía que hacerlo. -Sí, sí, ahora, ¿puedes decirle a Christina que estoy aquí? -Claro que sí. Ella salió de la habitación. Raramente pierdo mi temperamento con mi madre, pero hoy estaba fuera de control. No se por qué. Me sentiré mal después. Ahora mismo no me importa. Unos segundos después, Christina entra a mi habitación usando unos pantalones de ejercicio grises y una camisa azul. Ella solo tiene unos cuantos pelos en la cabeza gracias a la quimio. -Hola-Ella dijo-. Alguien está de mal humor hoy. -Siento que hayas tenido que escuchar la charla con mi madre. -No importa. No deberías ser tan dura con ella. Está intentando-Ella me dijo-Hablándole a tu madre así... ¡Deberías estar castigada! No podía hacer nada más que reír ante su comentario. Era nuestro pequeño chiste. Los chicos con cáncer no pueden estar en problemas. Era una de las cosas que estaba en lo que nosotras llamábamos "Las ventajas del Cáncer" -Já, ¡sabes que no puedo estar en problemas, Christina Gates!Le dije, -Tengo cáncer, ¿quieres robar un banco conmigo? Ella rió. -Tal vez otro día, ¿Cómo has estado?-Ella preguntó. -Bien, creo... hasta ahora, he estado con Sísifo por allá-Señalé la jaula del hámster en un rincón del suelo de mi habitación. Christina caminó hasta allá. -Oh, el pequeño Sísifo, ¿Lo puedo coger? -Claro. Ella lo cogió y lo sostuvo en sus manos por un tiempo. Después, lo dejo en la cama y el se escabulló. -¡Oh, no, Sísifo!-Exclamé dando un salto. Christina no parecía preocupada. -¡Cálmate! ¿A dónde podría ir?-Ella me dijo. -¡Oh, no sé! Él quedará atrapado en algún lugar y morirá. O mejor aún, hará sus necesidades en mi cuarto... -¡No te preocupes! Lo encontraremos. ¿Entendido? -Bueno... Ella se sentó al lado mío. -Que tienes, Annie? -Nada. -'Vamos! ¿Qué piensas? -Solo estoy cansada, creo-Le solté. -Deberíamos hacer algo... La miré. -¿Como que? -¿Quieres ir al café y obtener un Frappe gratis?-Me ofreció. -¿Grátis? -Ajá, ¡Ventajas del Cáncer! Hay un chico muy agradable. Bebidas gratis todo el tiempo. -No lo sé. Sísifo salió de debajo de mi cama. Lentamente me levanté y lo atrapé entre mis manos. -Sísifo puede venir, si quieres-Christina agrega. -Dudo que dejen entrar hámsters a los cafés. Ella sonrió. -Sí, si dejan. Le devolví la sonrisa. -Claro que dejan-. Dije-Tengo cáncer. Cuando llegamos, le dije adiós a Christina y subí a mi habitación. Tome a Sísifo de su pequeña jaula de mano, y lo puse en la grande. El fue derecho a su pequeña rueda y empezó a girar y recordé por qué lo llamé asi. Pero tal vez, el tenia un poco de esperanzas. Tal vez en realidad él si estuviera yendo a algún lado. Ese "algún lado" no era el que yo imaginaba que era. TulipánMania En el año de 1637, en la Era de Oro Holandesa, ocurrió un extraño fenómeno. Un solo tulipán valió mucho, incluso pasaba diez veces el sueldo que recibían jardineros profesionales. Y es un hecho. La primera vez que vi al Tulipán Holandés, estaba con mi madre. Recuerdo que no me gustaba mucho su bigote. La manera que se curvaba en las puntas. No se preocupen, el se lo afeitará. El era alto y fornido. Muy alto y muy fornido. Paso al lado mío y de mi madre como un gigante. Estábamos en una tienda de flores. No era sólo una simple tienda de flores. Era una extraña y excéntrica tienda que solo ella era capaz de encontrar. Olía a cigarrillos, tierra, y libros viejos. Deja a mi madre encontrar una vieja, y fea tienda de flores en un pequeño hueco de la pared y te garantizo que la encuentra. La puedo escuchar ahora mismo. -¡Pero, Anna! ¡Se especializan en tulipanes! -Madre, ya los has plantado todos. -¿Y que tal que hayan descubierto otra especie, y que yo no sepa? ¿Huh? -Oh. Sí, claro. Quédate donde estas, querrás oír esto. Puse mi abrigo al rededor de mi débil cuerpo. Era gris; cayendo a pedazos en las costuras. Justo como yo. -Sabes, creo que uno en serio necesita tener una cara bonita para lograr que el pelo corto quede bien. Como a ti. Una gruesa voz me sorprendió por detrás. Me gire rápidamente y casi me caigo. Era el dueño de la tienda. No sabia que decir. -Yo-uh... Quise decir... Uh-Mascullé. -Esta bien. Probablemente no debí decir nada. Yo solo- Pensé que deberías saber. Tras decir eso él se fue. Con pasos lentos. Cuando llego detrás de la caja me dio una sonrisa. Sentí que mi corazón se aceleraba. ¿Quién era este hombre? Rápidamente me puse a buscar a mi madre. -Madre, ¿podemos irnos? Por favor. Creo que ella detectó el temor y el estrés en mi voz. -¿Qué paso, cariño? ¿Estas bien? -Nada. No paso nada. Solo quiero... Descansar un rato. Ella miró de nuevo las semillas que tenía en la mano. Creo que cogió una de cada especie. -Está bien, cariño- Me dijo-Solo déjame comprar esto rápido. Suspiré, exhausta. Vi a mi madre caminar hacia la caja con una expresión de desespero. Me regañé a mi misma por haberle apurado. Siempre lo arruino todo. No puedo hacer nada bien. -Serían 37.60. -¿37,60?-Exclamé-. ¡Son muy costosas esa semillas! Vamos, mamá, no necesitas todas esas. -Son buenas chicas esas semillas-. Dijo el hombre detrás de la caja. -¿Buenas chicas? ¡¿Acaso eso que-?! No importa- Me giré para no ver su cara. Recordando nuestro anterior encuentro. Miré a mi madre. -Mamá, ya tienes esas. Solo vámonos. ¡Ya tienes esas! ¡Por favor! Trataba de no mirar al señor parado detrás de la caja. -¡No me importa! ¡Las quiero! ¿Qué te pasa hoy, Anna?Ella me respondió. Ella sacó su cartera y se puso a buscar dentro de ella. -Anna, no me gusta tu actitud... Por ti... ¡Lo hago por ti, tu lo sabes!.. Todos los tulipanes que yo... Quería ver si tal vez... Algo nuevo... Creo que no... Oh, Anna, yo... Una voz la interrumpió. -Se puede cruzar la especie. Mi madre levantó la mirada hacia él. -¿Perdón?-Ambas lo miramos, esperando una explicación. El aclaró la garganta. -Bueno, si quisieras, podrías cruzar la especie de los tulipanes. Toca tener paciencia. He estado trabajando en eso un poco. Si puedes llegar hasta donde- Oh, perdón estoy divagando.-Él bajó la mirada-¿Aun quieren las semillas? El ojo de mi madre estaba brillando con pasión, confusión, y deseo. Ella le dio la mano a través de un hueco de la caja; un gesto que lo sorprendió. El se estremeció y ella rápidamente la retiro. -Perdón, Yo.. Lo que dijiste era muy interesante. Como ves, he estado buscando nuevas especies de tulipanes... Ahora me va a tomar mucho mas tiempo de lo que esperé-. Ella sonrió y soltó una risita nerviosa. -Pero lo que decías... Cruzar la especie, ¿cierto? Me gustaría ver realmente como funciona. Él se quedó callado por unos segundos, confundido porque por primera vez a alguien le interesaba. -Bueno, no... No sé por dónde empezar-. Dijo finalmente. -Muéstrame-Dijo mi madre con una sonrisa llena de esperanza. Creo que podría decir que fui yo la que empezó la relación entre mi madre y El Tulipán Holandés. Tal vez sea bueno o malo, no lo sé. Volviendo a casa después de nuestra aventura, recosté mi cabeza en la ventana del auto. Mi madre tarareaba y yo miraba como el mundo pasaba veloz ante mi. Todo estaba borroso. -Me fue la mar de bien al ir allí Anna. ¡Cruzar especies! ¿Quien lo iba a pensar?. Traté de componer una sonrisa. -Sí, Ma. ¿Quien lo iba a pensar? -Ese chico era agradable. ¿Cierto, cariño? Claro que lo era. Rápido. Rápido. El tiempo pasa rápido. Cerré mis ojos y conteste. -Mmmmmm-hmmmm. -Como sea, Dael vendrá a la casa la próxima semana para compartirme sus experiencias. ¿No es genial? De repente estaba alerta y abrí mis ojos. -¿Huh? ¿Dael? ¿Quien es Dael? Ella me dio una mirada. -¿No me has estado prestando atención, Anna? ¡Dael! ¡El chico de la tienda de flores! -¡¿Qué?!-Exclamé-. ¡No, ni siquiera lo conoces, Madre! ¿Qué estabas pensando? Ella me fulminó con la mirada. -No hables en ese tono conmigo, jovencita. Soy adulta. Puedo tomar mis propias decisiones. Y tu estabas allí todo el tiempo. Probablemente divagando como ahora. Has estado muy distraída últimamente. -Solo pensaba, eso es todo-Dije lentamente. -¿En qué? -No lo sé, cosas. Creo que ella sabía que no iba a decir más. Todo estaba en silencio así que rompí el hielo. -¿Qué clase de nombre es Dael de todas formas?" Ella me dio una mirada, aliviada por volver a hablar. -Él me dijo. Es holandés. -Bien- Dije. -Uh, bien- Me contestó suspirando. Volví mi atención a la ventana y el mundo pasaba ante mi. Tal vez el próximo año Después de que fui diagnosticada, decidí que la escuela pública no iba a ser una opción para mi. Incluso antes de que los infortunios comenzaran. Podía sentir las miradas de la gente. Podía escuchar las preguntas que invadían sus mentes. Podía ver ojos mirándome llenos de pena y compasión. »Pobre Anna. »Era muy joven. »Estoy seguro que su familia está cuidando muy bien de ella. No quería lidiar con eso. No podía lidiar con ello. Así que, me retiré. Así como suena. Me sentía débil y lo admito. Pero no significa que sea bueno. No quería que el criterio de dificultad se me hiciera mas fácil solo porque estoy enferma. Quiero que la gente espere de mi lo que esperarían de una adolescente normal de dieciséis años. Quiero que la gente me vea por como soy, no por la plaga que me ha invadido. Seré la primera en decir que, dejar la escuela no me ayudo en nada. Pero, les mostrare que soy más fuerte de lo que piensan. A veces es difícil creer en mi misma, pero estarías sorprendido de lo que en un momento de coraje puedes llegar a hacer. Hasta ese momento, el día iba normal para mi. Parecía que mis pulmones querían darme un descanso por cortos periodos de tiempo, incluso se me olvidaba que yo no era normal. Esos momentos son de los mejores. Bajando las escaleras me esforzaba más de lo que podía y mi cuerpo rápidamente me dejaba sin aire algún tiempo devolviéndome a la realidad. Mi madre estaba en la cocina. Tenía el teléfono en la oreja y una expresión seria en la cara. -Sí, claro, claro.... Uh-huh. Uh-huh. Pero, exactamente ¿cuanto se conoce sobre ese método? No me gustaría que... Cuando me vio, rápidamente cortó la conversación. -¿Podría llamarte más tarde? Si, no hay problema. Bien, adiós- Colgó y forzó una sonrisa.-Hola, cariño. -¿Quien era en el teléfono?Le pregunté mientras mi buen humor se iba. -Nadie, solo Dael. La miré fijamente por un tiempo. -¿Solo Dael, eh? Y, ¿ustedes dos de que hablaban? -¿Por qué tantas preguntas, Anna? Tulipanes. ¿De qué más hablaríamos? -No lo se, dime tu-Dije. Mi madre se paró. Le dio una mirada a su sombrero y fue hacia el. -Creo que iré al jardín. Hace un día hermoso hoy. Eres libre de acompañarme si quieres. Yo en realidad nunca fui admiradora de ir al jardín. Era un recordatorio constante de todo lo que quería olvidar. Pero cuando yo observaba mi madre, solo veía dolor. Ella me sostenía con todo lo que quedaba de ella. Se lo debía. -Claro, mamá-Dije -¿En serio? No tienes que venir si no quieres. Yo se que tu... -No mamá, yo quiero ir. Sonrió y le devolví la sonrisa. Me gustaba verla feliz. Hasta fui capaz de esforzarme para ponerme un vestido que ella me había comprado unos años antes con la idea de que yo fuera su ayudante del jardín. Estaba lleno de flores como la mayoría de cosas que ella tenia, creo que me quedaba un poco mal, pero tenia que hacerlo. El jardín explotó en colores ante mis ojos cuando abrí la puerta. Era como si no hubiera estado aquí afuera hace años. -¿Por qué no plantamos los que compre el otro día en la tienda, uh?-Mamá pregunto. -Eso estaría bien. Tu mandas. Yo te sigo. Estoy seguro que van a lucir hermosas, o sea... Son 'buenas chicas esas semillas' Mi madre soltó un risa y me dio un golpecito con su guante. -Oh, Anna. ¡No te burles de Dael! Son de buena calidad-Ella me dio la mano-. Vamos, quiero mostrarte algo. Ella me llevó a un pequeño y vacío lugar de tierra oscura en el medio del jardín. -¿Qué es esto? -Va a ser la estrella de nuestro jardín, ¡la plantaremos juntas! Lo he estado guardando para ti. Y así... Y así... Ella paró y se quedó mirando su vestido. -Y así- Dije después de una larga pausa.-Tendrás algo para recordarme cuando me haya ido. De una vez que las palabras salieran de mi boca, me arrepentí de haberlas dicho. Ella se congeló, su largo cuello quedo en un peculiar ángulo. Ella arqueo las cejas y dejo escapar un gemido. -Anna, no! Nunca haría, yo nunca- ¡NO, ANNA, NO! -Lo siento, mamá, no fue mi intención. Ella volteó su cabeza evitando mi mirada. -Creo que deberíamos hacer esto otro día. Le di la mano. -No, mamá, por favor. Quiero hacerlo hoy. Ahora. No me dejes arruinar esto. Por favor. Ella no dijo nada y lentamente se arrodilló y empezó a tratar el suelo. Hice lo mismo. -Esta es una buena idea, deberíamos plantar un tulipán cada vez que enfrentemos algo. Ella me miró. -¿Cada vez que enfrentamos algo? -Sí, cada vez que pasamos por algo y lo resolvemos, cada vez que le demos la cara a un miedo, deberíamos plantar un tulipán. Cada uno puede representar cuando... Cuando hacemos algo que no sabíamos que podíamos. Esa podría ser el centro de nuestro jardín. Nuestro jardín. Pensé en el año en cuando deje el colegio. Pensé en cuando mi padre nos dejo. Pensé en el año en el que mi madre empezó a plantar tulipanes, cuando toda esta locura empezó. Esto podría ser bueno para nosotras. -Amo esa idea- ella finalmente respondió. Una lágrima resbaló por su mejilla hasta caer a la tierra. -¿Mamá? -¿Si, cariño? Tome aire. -Quiero volver al colegio. Esperé, esperando un regaño, esperando un «no», y un millón de "¿Estas segura?" Y un largo discurso de que debería tomarlo con calma. »Sería mucho trabajo, Anna. »No estoy segura si lo soportarías. »Los chicos pueden ser crueles. »Deberíamos consultar al doctor primero. »Tal vez el próximo año. Pero para mi sorpresa, madre no dijo nada de eso. Cuando me miro, sonrió. Ella tenía fe en mi. Ella creía que era fuerte. Ella creía en mi. Ella saco de su bolsillo un montón de semillas. -Creo que eso merece un tulipán por valentía. Reí. -¿Lo crees? -Sí, lo creo. Miré hacia el suelo negro en frente de nosotras. -Bien, ¿qué estamos esperando? Christina ladeó la cabeza y me miro con los ojos entrecerrados. -¿Estas segura de que lo vas a hacer? -¡Sí! Por un millón de veces ¡sí! Ella se levantó. -Bien, me quito el sombrero por ti. Es una locura. Pero miremos el lado bueno, puedes conocer chicos lindos! Bajé la mirada.-Uh, creo que no va a ver chicos lindos para mi. -Oh, cállate Anna. Eres hermosa. -No exageres, Christina-Dije un poco cohibida-. Igualmente no estoy haciendo esto por un chico, lo hago por mí. -Claro, Anna. Dan igual mis comentarios estúpidos. -Podrías venir conmigo. -'NO! Quiero decir, no. No puedo. Solo no puedo. -Dijo ella volteándose. -¿Por qué no? -Solo no puedo ¿bueno? No soy tú, no puedo enfrentar el mundo. Ella caminó arriba y abajo por su habitación. Estaba a punto de gritarle y decirle que no se burlara de mí. Pero cuando la miré detenidamente, supe que lo decía en serio. Ella pensaba que podía enfrentar el mundo. No la presioné. -Bueno, Si alguna vez cambias de parecer... Fui a casa esa noche y encontré a mi madre durmiendo. Me fui a mi habitación cuidadosamente para no despertarla. Ya en mi cama empece a pensar en todos los eventos del ese día. Algo se encendió en mi. Me sentía viva. Me sentía como si estuviera empezando algo nuevo. Mientras me dormía, me acorde de la semilla de coraje que mi madre y yo habíamos plantado esa tarde. Soñé que crecía con un tallo de oro y pétalos de diamante. Sabia que, si esa pequeña semilla podía encontrar una manera de salir del suelo y mostrarse al mundo, ¿por qué yo no iba a poder? Maquinas de metal y Nephertarie La puerta de mi habitación se abrió de golpe y tiré de las sábanas para cubrirme la cabeza. -Cariño,-Oí a mi madre decir. -Levántate, tienes las pruebas de R.M.I hoy, además tengo cosas que hacer. Vamos. Me quejé. Odiaba el hospital. Todos allí eran muy cariñosos. -¿Tengo qué ir? Ella tiro de las sábanas para destapar mi cabeza, en seguida abrió el armario. -Muy graciosa. Vamos, vas a llegar tarde, Anna. Ya te dije que tengo cosas que hacer hoy. No me hagas decírtelo de nuevo. Ve a darte una ducha. -¿Que cosas tienes que hacer?-Pregunté, lentamente dejando la comodidad de la cama. -Mmmmm-hmmmmRespondió distraídamente mientras miraba mi ropa. -Me puedo vestir sola mama. No tengo siete. Entonces, ¿que haremos hoy? Moví la cabeza tratando de ahuyentar el sueño. -¿Como que 'que haremos hoy'? Tienes la prueba de R.M.I, señorita y Ooooh,- Saco una camisa púrpura, -Esta está lindaMe la tendió-La puedes usar. -¿Y que ibas a decir? -¡Y que iba a decir nada! Dios, Anna, ¿Ya vas a tomar una ducha? Hicimos contacto visual por un momento y sus mejillas se tiñeron de rosa al instante. Sonreí mientras me dirigía al baño. -Es Dael. Ella me devolvió la sonrisa y supe que estaba en lo correcto. -Bien, señorita adivinadora. ¿Y que si es Dael? -Todo eso es muy tierno Ma. Solo déjame fuera. -Por tercera vez, Anna. ¿Vas a tomar la ducha?Bromeó conmigo. Contuve una risa por poco. -Bien, Bien! . El camino al hospital fue largo. Como siempre. Recuerdo la primera vez que fui. Tenía trece años y estaba más que asustada. De una vez que entre a la habitación de la prueba y vi la máquina de metal gigante en la que planeaban meterme, rompí en lágrimas y les costó al rededor de cuarenta y cinco minutos calmarme. Incluso ahora que no me gustan, ya me acostumbré a ellas. Hay un pequeño televisor dentro y me ayuda a matar el tiempo. Pero, juro que cada vez que soy forzada a meterme allí, se siente como una eternidad y ver Disney Channel no parece ayudar. Caminamos hacia el edificio tan familiar ahora y un nudo se me forma en el estómago. Aquí vamos de nuevo. La primera persona que veo es Sandy, la recepcionista. Ella es una de las pocas personas que no me trata como si fuera un perrito golpeado y la aprecio por ello. Cuando me ve, sonríe. -¡Que hay, chica! Ya me preguntaba cuando vendrías a visitarme. ¿Me extrañaste? Crucé mis brazos y traté de sonar indiferente. -Ni siquiera un poco. Ella fingió mirarme mal y se volvió a mi madre. -Sra. Nolan, ¡Debería enseñarle algunos modales!-Ella se giró hacia mi de nuevo,- Chica, deberías mover tu trasero hasta aquí y ¡darme un abrazo! Me dirigí allí. Envolvió sus brazos al rededor mío y estuvo cerca de apretarme hasta la muerte. -¿Como te ha ido? -Eh. Bien. -Sé fuerte. -Lo estoy intentando. Guiñó un ojo. -Esta bien, entonces-Dijo mientras se acomodaba de nuevo en su escritorio. -¿A quien vienen a ver? ¿El Doctor Langford? -Si, señoritami madre respondio. Ella nos pasó un portapapeles. -Firmen aquí. Ya conocen el método. Nos vemos pronto. -Adiós, Sandy. Caminamos hacia la oficina del Dr. Langford. Fuimos por el brillante pasillo de color blanco. Entrecerré los ojos, nunca entendí por que los hospitales tenían que ser blancos. Blanco era un color puro. Tal vez quizá un color feliz. Y los hospitales están lejos de ser alguna de las dos cosas. Llegamos a la oficina del Dr. Langford. Éramos las únicas allí. No reconocí a la secretaria. Debía de ser nueva. -Hola-. Ella dijo silenciosamente. -Buen día-mi madre le respondió. -Estamos aquí por los exámenes de M.R.I con el Doctor Langford.-La secretaria leyó los papeles que traíamos. La secretaria cogió el teléfono y marcó un número apresuradamente. -¿Por favor el Dr. Langford? Si. Anna. ¡Oh! Nolan. Si, Anna Nolan. Gracias-Colgó el teléfono,-Serán un par de minutos. -Gracias. Mi madre tomó asiento y empezó a hojear algunas revistas. Yo simplemente me senté a su lado, deseando estar en otra parte. Después de lo que se sintió una eternidad, el Dr. Langford salió del consultorio. El era un hombre a finales de los cuarenta con una sonrisa constante y manos frías. -Anna! Sra. Nolan! Nos levantamos. -¡Hola, Matthew!-Mi madre le respondió un poco demasiado entusiasmada. -Es muy bueno volverlas a ver. ¿Cómo has estado, Anna? ¿Has tenido dolores de cabeza o algún vómito? Si, Dr Langford, hablemos de mis cosas personales aquí afuera con su querida secretaria escuchando cada palabra. Baje la mirada. -No, no recientemente. -Bien, bien. Hablaremos de aquello después. Vamos directo al examen ¿No crees? Por favor. -¿Quieres que vaya contigo, Anna?-Preguntó mi madre dándome una mirada preocupada. -No, estoy bien, mamá. ¿Segur a? Asentí. -Bien, te esperare aquí entonces. Me pasaron una de las típicas batas blancas de hospital. Porque, ya saben, amo andar por ahí con mi trasero al aire. Me cambie en el baño y me dirigí al consultorio. Allí estaba. El tubo enorme de metal el cual yo estaba segura que me freiría cuando era joven. "Nos vemos de nuevo." »Es bueno verte también, Anna. "Disculpa, ¿se supone que debo estar feliz de estar aquí?" »No dije eso. Solo pensé que ahora éramos amigos. "No, en realidad no lo somos." »¿Aún me temes, Anna? "¡No le temo a nada!" »Esta bien si temes a algo, Anna. -¡Cállate! Me di cuenta que lo último lo había dicho en voz alta y mis manos fueron a mi boca. El doctor Langford me dio una mirada de confusión. -¿Que fue eso, Anna? Empecé a sentir como mis mejillas se calentaban. -Nada.. Yo... Um. -¿Si? -Es solo que... No se porque debo de hacer esto. Me refiero a que tengo cáncer en la... En la sangre, ¡No tumores en el cerebro! -Bien, es solo una precaución. Queremos estar seguros que estas sana. Él no dijo eso. Creo que es bastante obvio que no estoy sana. Me quedé callada por un momento. -Bueno... Cuando estés lista podemos empezar-Dijo. -Estoy... Lista-le respondí, dándole a la máquina una última mirada antes de recostarme en la fría cama de metal. Durante la prueba, tomé un descanso de Disney Channel y cerré los ojos. Aunque estas pruebas de R.M.I no eran nada placenteras, a veces sentía que allí era el único lugar donde podía estar en verdad sola. Por alguna razón, empece a pensar sobre mi padre. El nos dejó cuando yo tenía tan solo ocho años y solo tenía un pequeño recuerdo de el. El solo se fue un día. Diciendo que no amaba a mi madre más. Nunca lo volví a ver. Trato de fingir que no me importa y en un modo no me importa en realidad. No me importa el. Pero hubiese estado bien tener un papá. Me pregunto si el sabe que tengo cáncer. ¿El se hubiese quedado si lo supiera? Alejó el pensamiento de mi mente. Ese día iba a ser muy largo. Cuando la prueba había acabado y ya tenía puesta mi ropa, lo único que quería hacer era irme a casa. Deje el baño para hallar al Dr. Langford y a mi madre hablando en susurros. Mi madre notó entonces que había salido. -Hola, cariño. ¿Lista para ir a casa? -Si, por favor-gemí. Matthew sonrió. -Sí, ustedes deberían irse a casa. Quería hacerte una revisión total, Anna, pero creo que ya han estado mucho tiempo aquí. Podemos planearla para la próxima semana. -Eso sería estupendo-le respondió mi madre. -Y... Um... ¿Podrías llamarme algún día de estos? Así podríamos hablar sobre... Anna. Me dio una mirada y rápidamente la dirigió de nuevo al doctor. Ella sabe que odio cuando las personas hablan sobre mi fingiendo que no estoy. -Por supuesto- dijo Matthew. Rodeo mis hombros con su brazo y empezamos a caminar hacia la puerta. -Te portaste bien hoy, Anna. En serio. Quiero verte la próxima semana para saber como van las cosas. Yo no quiero. Ya en la puerta nos despedimos. -Gracias, Dr. Langford. "No se preocupe. ¿Para qué cree que estoy aquí? La llamare más tarde Mrs. Nolan, tengan un buen día. Caminamos por el lobby hacia la puerta hasta que mi madre se detuvo. -¿Qué pasa?-Le dije. -Olvidé mi bolso. Perdón, Anna. Voy a ir por el. Espérame aquí. ¿Por qué no vas y le hablas a esa niña de allí? Esta sola-Ella apuntó con la cabeza a una niña pequeña de piel oscura y ojos cansados. Tendría que tener por lo menos siete años. No trate de ocultar mi exasperación. -Bien. Solo no te demores tres años. Sandy estaba inmersa en una conversación con un señor adulto que llevaba una camisa rosa. Decidí no molestarla. Había otras cinco o seis personas más sentadas en el lobby, incluyendo a una mujer asiática menuda con una mascarilla puesta, un joven con múltiples morados, y una enfermera. Trataré de hablar con la niña. Caminé y me senté junto a ella. No se movió. Era flaca y en sus hombros caían unos rizos negros. Parecía perdida. -Hola... Um.. ¿Esperas a alguien?-Le dije. Rápidamente ella levanto su cabeza para verme y en sus ojos se reflejó el miedo que sentía. Ella obviamente no era de por aquí. Trate de calmarla con una sonrisa. -Esta bien, soy Anna-. Estire una mano para en espera de que ella me devolviera el saludo pero ella solo bajo la cabeza. Nunca fui buena con los niños pero había algo diferente en esta niña. Por alguna razón, ella me recordaba a mi. -¿Cuál es tu nombre?-Le pregunte, baje el tono para parecer menos intimidante. Ella me respondió con una pequeña y dulce voz: "Nephertarie" -Es un nombre bonito, Nephertarie. Lo recordaré. No supe que más decir. Probablemente ella también estaba enferma, como yo, como todos aquí. Cuando lo pienso, rabia empieza a subir por mi garganta. No es justo. Sé que puede sonar absurdo, pero es verdad, no es justo. No hay justicia en la enfermedad. Escoge a sus víctimas al azar, sin pensarlo. Y deja que el mundo sufra. Y deja que yo sufra. Deja que Nephertarie sufra. No me atrevería a preguntarle que tiene. La pequeña probablemente no sabia. Lágrimas llenaron mis ojos y me esforcé por ocultarlas. Volví la cabeza hacia Nephertarie, su cabeza seguía baja, y sus ojos llenos de miedo. Había unos cuantos libros infantiles en la mesa delante de nosotras. Tal vez pueda leerle. Tal vez pueda darle un momento de felicidad. O tal vez podría asustarla aún más. Decidí darle una oportunidad. Escogí "Buena noches Luna" y le hable. -Nephertarie.. ¿Te gustaría leer conmigo?-Le dije.-Este es un muy buen libro. Siempre lo leía cuando era pequeña. Creo que te gustará. Después de un tiempo de inseguridad, Nephertarie subió su cabeza y se acerco un poco más a mi. Sentí calor en mi pecho y empecé a leer. -Buenas noches Luna por Margaret Wise Brown. En una gran habitación verde, arropado en su cama, está un conejito... Le leí a Nephertarie veinte minutos seguidos y la ausencia de mi madre nunca paso por mi mente. Leímos casi todos los libros de la mesa de la frente. Incluyendo El hombre de Jengibre, el cual le sacó una que otra sonrisa. Cuando le leía el cuarto cuento, la silueta de mi madre apareció encima de nosotros. -¿Quien es tu amiga, Anna? -Oh. Hola Ma. Esta de aquí.. Es Nephertarie. La nueva cara debió de cohibirla pues bajo la mirada de nuevo. -Esta bien, Nephertarie. Esta es mi mamá-Miré a mi madre.-Es un poco tímida. Sandy nos miró. Camino hacia nosotras. -Veo que han conocido a Nephertarie. Sonreí. Si, la hemos conocido... ¿Esta sola? -¡Oh no!-Respondió Sandy,-Sus padres tienen que atender a algunos negocios. Así que va a estar conmigo por un tiempo. -Anna, será mejor que nos vayamos. No quería dejarla sola. Pero no tenia otra opción. -Bien, me tendré que ir Nephertarie. Fue lindo conocerte. La cantidad de gente a su al rededor parecía no dejarla sonreír. No respondió. Sentí decepción. Me pare y Sandy nos llamó hacia su escritorio. -Deben firmar antes de irse. Caminamos hasta donde ella. Baje la voz y me acerque a Sandy. -Oye, Sandy. ¿Que hacen sus padres? -Te importa mucho la pequeña, ¿verdad?Me pregunto. Sonreí. -Supongo. Ella es tan.. Tan... Tan... No lo se. No se como describirlo. -Es tierna, tiene que serlo-Se acercó más a mi. -No debería estar diciéndote esto. Pero es algo sobre su ciudadanía y que le den tratamiento. -¿Ciudadanía? -Si, es de Haití. Aparentemente, un turista la conoció allá y quizo pagarle un tratamiento. Trajo a toda la familia de Nephertarie aquí. Pero, creo que los trajo ilegalmente y ahora se ha metido en problemas. -¿Que... Que tiene? ¿Ella esta bien? Sandy dudo. -No podría decirte. Es todo lo que sé. La miré. -No la podrían enviar de nuevo ¿verdad? A Haití. No cuando esta enferma. -Esta en las manos de Dios ahora. Recemos de que sea así. -Oh, ¡Sandy! No pueden... Si ellos... Juro que... -Shhh, Anna. No digas nada todavía. No hay nada que puedas hacer. No debí haberte dicho. Mi madre sacudió mi hombro. -Anna, es mejor que dejes eso a un lado. -¿Dejarlo a un lado? ¡No puedo! Es simplemente... No es... No es jus... -Lo sé, lo sé-Susurro Sandy. -Nada lo es. -No quiero dejarla sola. -No te preocupes, estoy aquí para cuidarla.- Exclamó Sandy-No tenemos de nada de que preocuparnos todavía. No sabemos que va a pasar. Te contaré de la información que me den, aunque se supone que no debería. -Volveré la próxima semana. -Perfecto. Te haré saber de lo que pase. -¿Ella seguirá acá? -No lo se... Esperemos que sí. Me sentí débil. Mi madre sacudió mi hombro una vez mas. -Vamos, Anna. Empezamos a caminar hacia la salida pero Sandy llamo nuestra atención. -Y gracias, Anna. -¿Por qué?-Le pregunté. -Por leerle. Por ser su amiga. Lo necesitaba. Le dediqué media sonrisa y seguí caminando. Me sentía tan pesada, que ni siquiera recordé que Nephertarie no había dicho adiós. Estaba a punto de abrir la puerta cuando dos pequeñas y delgadas manos de cerraron en mi cintura. -Chao, Anna-Dijo una pequeña voz. Me gire y casi me caigo al piso por la sensación de alivio. Estaba tan llena de compasión por esta niña que acababa de conocer brevemente. Pero, se sentía tan real. Abracé a Nephertarie de vuelta, y lo que le dije antes de soltarla fue, egoístamente, mas para mi que para ella. -Nos veremos de nuevo. Lo prometo. Y nos fuimos. -Deberé llamar a Dael e informarle que no podremos encontrarnos hoy. -Lo siento, mamá. -¿Y por que? -Lo siento, arruine tu cita de hoy. Ella rio. -Oh, Anna. ¡No era un cita! Solo era un... Una reunión, no pensé que el M.R.I fuera a durar tanto tiempo. Bueno, en realidad si. Yo solo... No lo se, Anna. Solo estoy confundida y cansada. -También yo. Nos quedamos observando el reflejo de la otra a través de la ventana del carro en silencio. Los eventos del día parecían extraños. Y me sentía cansada. -Vámonos a casa, mama. -Suena bien. +++ Nota: ¡Hola! Sé que no he sido activa durante mucho tiempo y en serio lo siento. Tengo muchos compromisos en el colegio que no me queda tanto tiempo libre. Pero desde ahora trataré de subir lo mas seguido posible. Lo prometo. ❤ ¡gracias por los votos y las más de 50,000 leídas! ❤ Hogar Dulce Hogar Por el siguiente par de días, me encontré a mi misma yendo frecuentemente al jardín y revisando mi tulipán. No había verde a la vista. Era casi como si eso dependiera en el coraje que yo quería creer desesperadamente que tenía. El verano ya casi acababa y esto significaba que el colegio empezaría pronto. Cada vez que pensaba sobre aquello, mi estomago se revolvía. No había estado en una escuela pública en cuatro años. Pero, no importaba. Yo había dicho que lo haría. Me dije a mi misma que lo haría. Le dije a mi madre que lo haría. Le dije a Christina que lo haría. Yo planté un tulipán. No había forma alguna de echarme atrás. Nephertarie aparecía constantemente en mi mente. Y por primera vez en mi vida quería volver al hospital. Algo me decía que ella estaría donde la había dejado. Tenía que estarlo. La casa estaba en silencio. Triste y perdida en mis pensamientos, me gustaba imaginar que era una persona. Las creaciones florales de mi madre como una decoración. La puerta de al frente el corazón, constantemente bombeando. Las escaleras como una garganta, para siempre dando ideas y canciones de amor y opiniones sobre la vida. Cada esquina era algo nuevo. Cada algún tiempo la escuchaba traquear. Era casi como si fuera un ser vivo. A veces pensaba que estaba mas vivo de lo que yo lo estaba. Desde la ventana de mi cocina podía ver a mi vecina paseando a su perro. Este era largo y gris. Muy bello, en realidad. Ella captó mi mirada y asintió levemente. Mi calle era la esquina apartada del suburbio. La mayoría se guardaba para ellos mismos. Esta mujer caminando con su perro era probablemente la cosa más emocionante que ocurriría ese día. Sería genial vivir en una calle donde todos nos conociéramos. Era un deseo simple y no era difícil de cumplir. Tal vez mi madre y yo pudiéramos empezar. ¿Quién sabe? Tal vez podía ser un nuevo tulipán que plantar. Mi madre bajo por la garganta de la vieja casa, su mano en la baranda. Cerré mis ojos y escuché sus pisadas. Lentas y suaves. -¿Puedo ver ahora?-Pregunté, impacientemente golpeando el suelo con mis pies. -No todavía-Oí ruido atrás mío. -Voy a voltear... -¡No, espera! Espera... Listo. Estoy listaFinalmente me dijo. Me volví y miré. Ví una cabeza con rizos de oro cayendo sobre sus bronceados hombros. Un vestido brillante blanco al rededor de su cintura. Su amable rostro sin la expresión de estrés que llevaba constantemente. Ví un ángel. -Mamá...-Estaba sin aliento. Buscaba las palabras apropiadas. -¿Que piensas?-Preguntó tímidamente. Mis ojos volvieron a recorrer su ropa y su cara y llegue a una conclusión. -Yo pienso que eres la mujer más hermosa que jamás he visto. Dael estaba viniendo. Tuve que pasar toda la noche debatiendo si pelear con mi madre sobre ello. Dael no me agradaba del todo aún, aunque en realidad no lo conocía del todo. Me di cuenta que solo estaba pensando en mi misma. Mi madre necesitaba a alguien cuando yo me fuera y afortunadamente eso no iba a ser muy pronto. Pero, ¿quién era yo para tratar de parar eso? Ella tenía derecho a ser feliz. -Oh Anna, estás mintiendo-ella respondió. Me dirigí hacia ella y puse mis manos al rededor de ella. -No, mamá, no lo hago. Te ves... magnífica. No creo que Dael quiera irse nunca. -¡Si quiere vivir, lo hará!" -Bien, entonces es mejor que te vayas preparando para matar porque te ves radiante. Alcanzó mi cara con sus manos. -¿Que hice para merecerte? -Todo. -No he acabado aún-Dijo. -¿Qué podría agregarse a esta perfección, mamá? Ella me dio una mirada y entonces lo vi. Y sin palabra, abrí la puerta del jardín y tomé su tulipán amarillo. Ella acarició uno de sus petalos antes de ponerlo en su pelo. - Gracias, ahora sí estoy lista. -¿En cuanto tiempo llegará? -En cualquier minuto. Fui hacia las escaleras. -Diviértanse los dos.-No había avanzado mucho cuando me detuvo. -¡Anna! No me dejarás, ¿verdad? Esa oración perforó mi corazón. Eventualmente, pensé. Pero estarás bien, mamá. Ordené mis pensamientos y me concentré en lo que pasaba. ¿A qué te refieres? No recuerdo haber sido invitada. Además, terminaré siendo la entrometida. Esta bien, mamá. Ve y sé una fanatica por las flores con él. Yo estaré bien arriba. -Le dije que estarías con nosotros. -¿Qué? ¡¿Por qué?! -Solo lo hice. Vamos a divertirnos juntos. El es tan agradable, Anna. Dale una oportunidad. A él le agradas. -¿Entiendes como de extraño suena eso? ¿Como le puedo agradar? ¡Ni siquiera me conoce! -Hazlo por mí, Anna. ¿Como iba a decir no cuando me lo preguntaba de esa manera? -Que te parece este trato? Cuando él llegue, ustedes pueden pasar tiempo solos o podrán tener su cita o como sea y yo bajaré más tarde. Tengo que ir a prepararme de todos modos. Todo va a funcionar. -Bien. No se te olvide. Y no es una cita. -Mamá,-dije lentamente- Es una cita. ¿A quien engañas?" -No es una...-Ella empezó. -Si, lo es. Esta bien, mamá. Creo que esto te hará bien. Diviértete. -¿Prometes que bajaras dentro de poco? -¿Alguna vez te he mentido? Por favor, ma. Podemos so--Me vi interrumpida por un golpeteo en la puerta. -Tenemos un timbre ¿sabes? -El es un poco anticuado. Ve y abre, Anna. Rei un poco mientras me hacia camino hacia la puerta. -¿Anticuado? Como sea? Giré el pomo y una gran sombra se irguió ante mi. El Tulipán Holandes se veía totalmente diferente a la última vez que lo había visto. Sus prendas no tenían arrugas y no estaban cubiertas de tierra. Su pelo estaba arreglado y peinado. Su bigote se había ido. Detrás de él, vi el carro en el cual había llegado. Era fantastico. La pintura parecia nueva. Un blanco suave con un reluciente pedazo de plata. No sabía mucho sobre carros, pero parecía costoso. Debi de haberme quedado mucho tiempo mirandolo porque el Tulipán Holandes me habló sobre él. -¿Te gusta? Es un Bentley Continental 1958. Tipo R. -No. Es decir, sí...-Pasé mi mano por mi cabello, estaba avergonzada. -Es que... Nunca había visto uno de esos, debe de haberle costado... -¡Anna!-Exclamó mi madre-.Sabes que es de mala educación hablar de dinero. Dael subió la mirada para verla y su cara se iluminó. -Carolyn. No me importa que hable de dinero, está bien.- Me miró de nuevo. -Sí, me costó un poco, pero es un lindo carro ¿verdad? -Si lo es-dije extrañada -Bien, debería dejarlos a ustedes dos solos. Yo... Um... Los veré dentro de pronto. -Te estaremos esperando-respondió mi madre -Pasa, Dael. Subí corriendo las escaleras lo más rápido que mi cuerpo me me dejaba y me dejé caer en mi cama. Reuní y pensé sobre la información que había recolectado de este misterioso personaje. Un hombre holandés llamado Dael. Es dueño de una tienda de flores y se pasa el tiempo investigando sobre el cruce de especie de Tulipanes. Tiene un carro clásico que 'le costó un poco'. Le gusta mi peinado. No era mucho. Pero tenía que admitir que el era bastante interesante. Oí una risa que provenía de abajo. Era la voz de Carolyn, obviamente. Bueno, aparentemente es gracioso también. Tomé un rápida ducha y me puse ropa limpia. La risa de mi madre aún se oía por toda la casa. Oí la puerta del jardín abrirse y decidí dejarlos solos un tiempo más. Le di a Sísifo un poco de comida y me tomé un poco de mi tiempo para admirar su perseverancia. Siempre corriendo en su rueda. Tal vez debería aprender de él, pensé. Miré al jardín para ver a Dael y a mi madre hablando y sonriendo. Puse mi mano en la parte de atrás de mi cuello y bajé las escaleras. Me sentí como un intruso caminando hacia las dos personas que estaban tan profundamente consumidas entre sí. -Hola.... -¡Oh, Anna! Ahí estás. Estaba empezando a preguntarme cuando bajarías. Ve y trae un chaqueta, ¡iremos a la playa! -¿A la playa? Espera... ¿Qué? mamá, tu nunca mencionaste... -Oh vamos, Anna. Dael dice que conoce un muy buen lugar. Y quiere llevarnos a conocerlo. Le di una mirada a Dael. El se veía fuera de lugar parado al lado de mi madre en un jardín lleno de Tulipanes, pero si algo sabía yo de Dael que fuera verdad, estaba donde el pertenecía. -No tienes que venir si no quieres-Me dijo. Me tensé. -No, si quiero ir. Solo que no estaba esperando salir hoy. Déjenme ir por un suéter. Cuando salí vi a Carolyn y a Dael sentados en el carro de él. Vamos a ir en ese carro? El Tulipán Holandés me dirigió una sonrisa. -Solo si tú quieres. Ladee mi cabeza y sonreí. -Em, supongo que le daré una oportunidad. Es decir... Ustedes ya están cómodos en él. Caminé hacia el otro lado del carro. -¡Espera!-Dijo Dael. Saltó de su asiento y camino rápidamente hacia mi. Puso su gran mano en la puerta del carro y abrió la puerta con clase mientras decía con un tono educado. -Mi lady. Me pare derecha y subí la cabeza ligeramente mientras le lanzaba a mi madre una mirada por el espejo. Decidí seguir su juego y traté de hacer el tono más pomposo que pude. -¡Vaya, gracias! No tenía que haberse molestado. El rió. Me subí al carro. El cerró la puerta y nos fuimos de allí. El interior del carro era tan hermoso como lo era por fuera y me decidí ponerme cómoda. Los peatones me lanzaban miradas de envidia, y para ser sincera, me gustaba. Porque era casi siempre al revés. Yo era siempre la que quería ser otra persona y yo era la que lanzaba miradas de envidia. Estar a este lado de la situación era una experiencia nueva y la disfrutaba con un poco de culpa. El viento circulaba por todo el carro y Dael hacía chistes malos. Estaba bien estar ahí. El viaje pareció durar tan solo unos minutos y rápidamente ya estábamos en la playa. No había tantas personas como las que esperaba. Pero, no podía estar segura. Traté de no durar mucho tiempo bajo el sol. No quería tener cáncer de piel, ¿verdad? Una vez nos parqueamos y salimos del carro, nos quedamos admirando el carro de Dael. -¿Estas seguro de dejar tu carro aquí, Dael?-Pregunté. -¿Dónde más lo podría dejar? Además, es solo un carro, ¿cierto? Después de pensarlo por un tiempo, llegué a la conclusión de que estaba en lo cierto. Era hermoso. Era costoso. Pero, era solo un carro. Solo un carro. -Sí. Carolyn recogió su cabello y lo puso en una cola de caballo. ¿Cuales son los planes, Dael? Él caminó hacia ella y puso sus manos en los hombros de ella de una manera amistosa. -Tu actividad favorita. Hacer nada. -Mi favorita. ¿Cómo sabías? El quitó las manos de sus hombros. -Tuve un presentimiento. ¿Lista, Anna? Asentí y me encaminé hacia una pequeña cabaña. Los niños gritaban y corrían por ahí. Chicas en bikini bronceándose. Un grupo de personas jugaba volley ball. Y en el medio de todo, estábamos los tres marchando hacia la playa. Un tímido hombre de Nueva Zelanda con una tienda de flores. Un mujer con un solo ojo que desea poder retroceder el tiempo y una chica de dieciséis años que tiene mucho que vivir. Nos complementábamos. Me senté en un lugar donde el agua no llegaba hasta mi y me quité los zapatos. Un poco después, Carolyn y Dael se unieron a mi. Ninguno habló. -¿Quien quiere algo de beber?-Preguntó mi madre mientras se quitaba la arena que había en su brazo. -Podría ir por limonada.-Dije. -Bien. ¿Dael? -Lo mismo. Gracias.-Respondió. Después sacó un billete de $50 dólares y se los dio a Carolyn. -Eso es un poco demasiado. -Es sólo dinero. Solo dinero. -Está bien. Te traeré el cambio.-Se levantó y se fue caminando. Y por primera vez, el Tulipán Holandés y yo, nos encontrábamos solos. -¿Ves eso allá?-Me dijo mientras señalaba con un dedo. Lo seguí con la mirada. -¿Qué? -Esa línea. Justo por allá. -¿Qué? ¿El horizonte? -Sí. Eso. Eso por allá... Es el fin del mundo. Miré más atentamente. Parecía eso. Que si alguien trataba de ir más allá, caería por una esquina. Relajé mi cuello, dejando que mi cabeza cayera hacia atrás y cerré los ojos. -No, solo parece eso. En el curso de la siguiente hora. La marea había subido. No vi cuando la gran ola arrastró mi sandalia, y para cuando me di cuenta, ya era demasiado tarde. -Oh no! ¡Mi zapato!-Grité, mientras me levantaba de un salto. Dael siguió mis movimientos y heroicamente se paró encima de los zapatos que quedaban para evitar que se los llevara la corriente. Observé mientras mi sandalia de plástico flotó lentamente sobre el mar. El Tulipán Holandés contemplaba la marea, que estaba subiendo. -Ensambla, unifica, envenena, corrige, revela. Mira cómo sube y baja, y se lleva todo consigo. -¿Qué es?-Le pregunté. -Agua-me contestó el holandés. -Bueno, y tiempo. Una gran ola llegó hasta a mi y dejé que me acariciara. Me paré allí hundiendo mis pies en la arena, sosteniéndome para que su fuerza no me llevara. El agua me rodeaba mis piernas hasta las rodillas y dejé que el movimiento me hipnotizara. Dicen que el agua salada lo cura todo. Dael insistió en acompañarnos hasta la puerta de la casa. -Aquí estamos-dijo cuando llegamos al porche. Había empezado a atardecer y yo había llegado a casa con un zapato menos y un recuerdo más. -Hey.-Dije -En realidad no me importó haber sido forzada a pasar un día contigo. -Me pasa igual. Nos vemos, Anna. Entré a la casa y dejé a Dael y Carolyn despedirse. Me senté en las escaleras y me dejé caer sobre la pared. Seguía pensando en lo que él había dicho sobre el tiempo y el fin del mundo. Todo encajaba. En algún lado de sus palabras se podía encontrar la paz. Había aceptación. No sé exactamente lo que mi madre le dijo sobre mi condición, pero estaba claro que sabía sobre ello un poco. Parecía como si el lo hubiese sabido desde que nos encontramos en la tienda de flores e hizo un comentario sobre mi cabello. Normalmente, estaría brava con Carolyn por decirle a alguien que no necesitaba saber sobre mi situación. Pero, algo sobre esto estaba bien. Había algo con El Tulipán Holandés que hacía que no yo me sintiera avergonzada o que saliera corriendo. Aparte de la lista que había hecho, yo no sabía casi nada de él. Al mismo tiempo había sentido una especie de conexión con él ese día en la playa. Como si el mundo no se estuviera acabando, después de todo. Mi madre entró, cerrando la puerta detrás de ella. Estaba ansiosa de saber si la había besado o no, pero Carolyn siempre había sido bueno en guardar secretos y la expresión que tenía no me daba ninguna pista. -¿Y bien?-Le pregunté. -¿Y bien qué? -¿El te...? -¿No deberías estar preparándote para dormir, Anna? Le di una mirada suspicaz. -Él lo hizo, ¿verdad? -No es asunto tuyo, pero si quieres saber... No lo hizo. -Ow... Yo lo... -¿A qué te refieres con 'Ow'? Los caballeros no besan a una señorita en su primera cita. -Perdón, pero, ¿Acabas de decir 'cita'? -Tal vez lo hice. Me levanté y empecé a subir las escaleras. Me detuve en el último escalón pero no me voltee hacia Carolyn. -Oh, si mamá, una cosa más. Te doy permiso. -¿Permiso? ¿Permiso para qué? -Para enamorarte. Me fui a mi cuarto y cerré la puerta. La casa volvió a la vida con un suspiro de satisfacción; el sonido de la madera. Estoy de acuerdo. Le contesté. El no está tan mal. Mi madre no volvió a plantar un Tulipán rojo de nuevo. Milagros Albert Einstein dijo una vez que sólo había dos formas de vivir tu vida: una de ellas decía que nada de lo que pudiese pasar era un milagro. Y la otra que todo era un milagro. Aún sigo tratando de descifrar cuál de las dos es mi forma de vida; si es alguna de esas. Mi pasión cae en manos de mi pensamiento. Regando el veneno de una pequeña chica que quiere vivir. Es casi como si todo lo que hiciera estuviera blindado por la noción de que nada realmente importa. No para mí. No para todas las personas a mi al rededor. Y con estos pensamientos atacando constantemente todo lo que quiero hacer y el hecho de que yo siempre me echo atrás me ha llevado a esta conclusión. Soy egoísta. No quiero ser de esta manera. Me conforto a mi misma diciéndome que toda esta situación era inevitable. Que el destino que me hizo así posiblemente no me dejaría cambiar. Pero no puedo seguir mintiendo. Hay una parte de mí que nunca podrá ser sanada. Soy minúscula y habrá noches en la cuales ese descubrimiento me consumirá, llevándose todo lo que queda de mi cuerpo. Esto nunca estará bien. Lo sé y nunca voy a pretender que lo está. El deseo de existir no me hace egoísta. Me hace humana. Lo que me hace egoísta es ver que todo a mi al rededor se quiebra en pedazos porque he decidido que mi esfuerzo es fútil. Quiero ser valiente. Y al mismo tiempo, quiero que sepan que estoy asustada y furiosa, pero elijo seguir de todas maneras. Puedo quejarme de la injusticia de mi existencia y condición, y después morir o puedo tomarme esta vida en serio y hacer algo. Honestamente, prefiero el último. Así que, sigamos haciendo lo que podemos y sigamos tratando de hacer lo que no. Ya ha pasado una semana desde mi última visita al hospital y aunque no podría estar menos entusiasmada por ver de nuevo al Doctor Langford y ser obligada a hacer cosas que preferiría olvidar, en lo único que puedo pensar es en Nephertarie. No me mal entiendan. El doctor Langford no es una mala persona. Aprecio todo lo que ha hecho por mi y hasta lo podría perdonar por sus sonrisas plásticas y su actitud pasiva. Solo creo que está cansado, ¿por qué no lo estaría? Mi mamá está de buen humor hoy. Casi siempre lo ha estado estos últimos días y sé por qué. Escucho el motor del carro en el camino. Creo que son los viajes más duros para mi madre. En casa, ella puede distraerse en el jardín o con Dael. Pero aquí, puedo decir que el silencio la alcanza. Puedo ver como la rompe. Al pensar en nuestro destino y nuestro propósito de ir allí hace que su sonrisa se desvanezca lentamente. Por su bien, finjo como si no lo notara, pero lo hago. Lo noto todos los días. Pienso que Carolyne pudo ver la anticipación plasmada en mi cara. -Cariño...-Dijo. -¿Sí, mamá? -Quiero que te mantengas fuera de todo ese asunto de Pretarie, ¿entendido? Sé de que estaba hablando y tuve que reprimir la inmensa rabia que me invadía. -Su nombre es Nephertarie-respondí fríamente. -Bien. Anna, solo no quiero que estés... -¡¿Esté como, mamá?! ¿Por qué siquiera estamos discutiendo sobre esto? -¡¿Anna, escúchame, está bien?! Sé que quieres ayudarla, pero su caso no te concierne. No quiero que estés metida en ese asunto. Hay cosas que están más allá de nuestro control y no podemos hacer nada sobre ello. No puedo tenerte por ahí dándole a esa pequeña niña una falsa esperanza y haciendo el ridículo. Vas a estar afuera de todo ese desorden, y si la ves, por supuesto que la puedes saludar pero eso es todo. ¿Entendido? -¡Ella necesita a alguien! ¡Incluso Sandy lo dijo! Ella me agradeció, ¡la escuchaste! -Anna, no me hagas esto. ¿Vale? No tengo la capacidad. -Oh ¿y qué? ¿Piensas que yo la tengo? ¡ ¿Por qué al menos no me dejas intentarlo?! -Ya te lo dije, Anna. Cerré mis puños. -Bien. -¿Bien?-Carolyn preguntó, sorprendida porque había cedido rápidamente. -Sí, bien. Sólo parquea el carro y déjame salir de aquí. Me controlé lo suficiente para asegurarme de que no tirara la puerta. No podía dejarla saber que aún seguía enfadada y que no podría hacer nada para tenerme alejada de Nephertarie. Una madre vigilándome como un águila hubiera hecho lo posible para evitarlo. Apresuré el paso mientras mi madre cerraba el carro. Me permitía al menos unos minutos para hablar con Sandy antes de que llegara y si tenía suerte me diría todo lo que necesitara. Cuando alcancé la puerta principal me eché a correr. Le di una mirada rápida a mi madre que apenas había empezado a caminar. Había aproximadamente seis personas en la fila pero no tenía tiempo para perder. Hice mi camino hasta el escritorio empujando a todos asegurándome de tener mi cabeza agachada para evitar las miradas de desprecio que me daban. Sandy se había parado con los brazos en su cintura tratando de descifrar qué era lo que había ocurrido. Cuando sus ojos se posaron en mi, su expresión se suavizó. -¿Anna? Vamos, cariño. Tu sabes mejor que-Sí, lo sé. Es una larga historia pero necesito saber dónde se encuentra Nephertarie. Mira, mi madre lo está haciendo... Bueno, tu sabes... Difícil y esto es muy importante para mí. Lo explicaré después-dije lo más rápido que pude. Sandy ladeó su cabeza para poder ver a Carolyn caminando hacia el lugar. -Por favor, Sandy-le supliqué. Abrió el cajón a su lado y me entregó unos papeles. -Aquí, toma esto. Tu madre llamó hoy y- -¡¿Te llamó?! -Sí, lo hizo. No sé si puedas hacer algo para cambiar la situación de Nephertarie pero creo que mereces una oportunidad y ella también. No digas ni una palabra a tu madre o a nadie, ¿escuchaste? Abrí el papel para encontrar el nombre del departamento y la habitación. Quería llorar. -Oh, Sandy. Yo-Agradéceme más tarde. Aquí viene tu madre. Sandy volvió con sus impacientes clientes y me giré guardando el papel en mi bolsillo. Un chico que no parecía mayor que yo captó mi mirada. Tenía el pelo revuelto y parecía desafiante. -Oye, ¿tus padres no te enseñaron que es grosero saltarse la fila? -Me espetó. Rodé mis ojos. -Muérdeme.-Estaba tan feliz por lo de Nephertarie que nada podía arruinar mi buen humor. Me dirigía a las sillas y me senté justo en el momento cuando mi madre entró al edificio. Momento perfecto. Juro que trataba de hacer las cosas más fáciles para mi madre pero a veces dejaba todo eso de un lado. A veces tenía que ignorar la buena intención de una madre sobre protectora para tener la oportunidad de cambiar mi vida, de cambiar la de alguien más. Tengo que hacerlo. Lo siento de alguna manera, lo siento en mis huesos. Este es mi problema. Cerré los ojos cuando mi madre se sentó a mi lado. -No estas furiosa conmigo, Anna. ¿Verdad? -No mamá, no lo estoy-le di pequeña sonrisa y esperé para ver al Dr. Langford. Era un lugar diferente. El pasto era negro y arañaba la planta de mis pies desnudos. No terminaba ahí, seguí caminando mientras daba gritos de dolor por cada paso. -Nunca te dejé, Anna. Había una triste y dulce voz haciendo eco en el lugar. -¿Dónde estás?-Dije. -Estoy justo aquí. Me giré sólo para quedar cara a cara con el vacío. -¡Mentira! -Estoy aquí. Sólo tienes que mirar más cerca. Estaba dando vueltas ahora, en un charco hecho de mi propia sangre, buscando una pequeña pista de algo, de alguien. -¡Basta! No puedo más, ¡por favor! El silencio absorbió todo el lugar y estaba sola de nuevo. Carolyn me movía. -Levántate, Anna. El doctor está listo para vernos. Moví mi cabeza. Mis manos temblaban. Me levanté. />-Bien. -¿Estás bien, Anna? -Estoy bien, sí. Mi madre alcanzó mi mano y le dio un apretón. Me sentí avergonzada. Deseé no tenerle que mentir sobre Nephertarie, pero no tenía otra opción. «Ella me hace ser deshonesta» lo repetía una y otra vez tratando de convencerme. Su oficina se veía igual. Sillas oscuras. Fotos de su familia por todo el escritorio. Relucientes paredes blancas. La basura de metal en la esquina de la habitación que siempre se encontraba vacía. Para mí, era triste. Pero, de nuevo, tenía que ser parcial. Digo, era la habitación a la que iba para hablar sobre el cáncer que no dejaba de consumirme. -¡Anna! Señora Nolan, entren y tomen asiento. -Buenos días, Matthew. Es bueno verte de nuevo. -Hola, Dr. Langford-nos dimos un apretón de manos extraño a través de la mesa. -Empecemos de una vez supongo, ¿verdad?-Buscó entre los papeles esparcidos en la mesa.-Bueno, en principio, los resultados de los exámenes ya están de vuelta y todo está- sí, todo está bien. Mi madre me dio una sonrisa, la cual devolví. El doctor Langford tomó mucho tiempo tiempo mirando los resultados antes de proseguir. -Pero, Anna... Juro que esas dos palabras detuvieron el tiempo. Pude ver a mi madre decaer en su silla. Su sonrisa llena de esperanza desapareció dejando su rostro lleno de pánico. Agarré fuertemente mi silla como si esperara un impacto físico. Cuando Carolyn habló, lo hizo con fuerza. Su voz temblaba. No podía. -Matthew, ¿cómo es eso de 'pero, Anna'? Acabas de decir que Anna- que los resultados estaban bien. Lo acaba de decir. Lo oíste, ¡¿verdad, Anna?! No podía más. No podía. -Mamá... -¡No!-Se levantó.-¿Qué es esto? ¿Qué clase de juego enfermo es este? ¡Es la vida de mi hija, Matthew! -Mamá, cálmate. Sólo déjalo terminar de-¡Cállate, Anna! -¡Señora Nolan! Podemos hablar de esto, siéntese por favor. La mirada del Dr. Langford me dijo que jamás había lidiado con algo parecido. Parecía casi tan asustado como mi madre. Casi. Carolyn se sentó de vuelta en la silla de madera. Era incapaz de mirarme. -Afuera, Anna-ella dijo. Matthew protestó. -Carolyn, con todo el respeto, creo que su hija debería quedarse a escuchar. Ella lo miró fijamente. -No. Anna, dije ¡afuera! ¡Sal de aquí, maldita sea! Sabía que ella estaba tratando de protegerme, pero lo único que podía hacer era sentir el escozor de sus palabras. Y el Doctor Langford estaba en lo correcto, yo tenía el derecho de estar allí. Era mi vida. Caí perdida y en conflicto. No sabía qué hacer ni a quién escuchar. No me sentía cómoda dejando a mi madre en ese estado pero no podía respirar bien. Repentinamente me percaté del pequeño bulto en mi bolsillo trasero, el arrugado pedazo de papel que tenía un destino escrito en él. Nephertarie. Era mi oportunidad de encontrarla. Era mi oportunidad para encontrarla, era mi oportunidad para salir de esa habitación. Corrí sin mirar atrás. Cuando me encontraba en el pasillo, recuperé mi aliento. No sabía qué acaba de pasar y no estaba segura de querer lo que quería. Me sentí entumecida. Las luces eran muy brillantes. Volví a pensar en Nephertarie. Sus grandes y oscuros ojos, sus brazos delgados, la forma en la que me abrazó. Ella me arrastraba y de alguna manera en vez de tirarme al suelo y hacerme un ovillo, levanté mi cabeza y empecé a caminar. U.C.I., Habitación 46 U.C.I., Habitación 46 Cuando me di cuenta de que Nephertarie estaba en la unidad de Cuidados Intensivos, mi corazón se hundió. Primero, porque eso significaba que su condición era mala. Aún no sabía de qué sufría pero si estaba en Cuidados Intensivos, no podía ser nada bueno. Y segundo porque eso significaba que no iba a poder entrar. La U.C.I es un área restringida a menos que firmes y tengas un pase. Simplemente no iba a poder entrar. Pensé en usar la excusa de "tengo cáncer" pero algo me decía que la gente de aquí está en constante contacto con gente como yo y ya habrían creado una defensa contra esa. Casi pierdo la esperanza de nuevo hasta que vi a Sandy caminando cerca de mí. Todo lo que había pasado en la última media hora finalmente estaba dando frutos y sentí su efecto en mi cuerpo. Mi cabeza había empezado a latir y podía sentir mi pulso en cada centímetro de mi ser. Comencé a balancearme, perdiendo el equilibrio. Sandy llegó justo a tiempo para envolverme en sus brazos y evitar que me cayera. -Hey, hey ,hey. Anna, ¿qué está pasando? Cariño, dime.-Solicitó Dejé que mi cabeza reposara en su brazo hasta que el mareo se fuera. -Todo. Nada. Ya ni sé. Pero, no puedo ir hasta ella, está-En la U.C.I., lo sé. Te di el lugar, ¿recuerdas? Estaba empezando a sentirme un poco mejor y obteniendo mi equilibrio de nuevo, soltándome de sus brazos. -Sí, pero ¿entonces para qué me la diste si sabías que no iba a poder entrar? Sandy levantó su identificación. -Lo olvidé totalmente. Pero ahora estoy aquí, ¿o no? Tenía el presentimiento de que estarías aquí. No podía hacer nada más que sonreír. En ese momento, me sentí como la persona más suertuda de tenerla. De inmediato, seguí Sandy hasta la U.C.I., dejando que ella se ocupara de las complicaciones para poder entrar. Cuando estuvo lista, puso un pequeño sticker amarillo en la parte de adelante de mi camisa que indicaba que era un visitante. -Bien, escucha. Nephertarie no está en las mejores condiciones y realmente no debería estar haciendo esto. Sólo puedo dejarte entrar por unos minutos y después tendrás que dejarla descansar. Si está dormida, no la despiertes. Lo máximo que puedes hacer es sentarte a su lado. Incluso si está despierta puede que se vea ausente teniendo en cuenta que está bajo medicamentos. -Gracias, Sandy. -Ni lo menciones. -¿Crees que... Me recuerde? -Estoy segura. -¿Qué es lo que tiene? Su expresión cayó. -Dejaré que lo descubras. -¿No vienes conmigo? -No-me dijo.-Creo que esto es lo más lejos que iré-. Se giró y se encaminó hacia el lobby. Habitación 46. Habitación 46. Ahí estaba. Sus ojos cerrados y su pequeño cuerpo subiendo y bajando al compás de sus respiraciones. Estaba envuelta en mantas blancas que marcaban su frágil cuerpo. Caminé hacia allí, mis pasos lentos tratando de no despertarla. En su mesa de noche, se encontraban los libros que habíamos leído la semana anterior y pude confirmar que sabía quien era yo. Un cartel se encontraba en la mesa. Me encaminé hasta él y tomé aire antes de leerlo. Condición: Seria. Padecimiento: Cólera. Cólera. La palabra me sonaba. La había escuchado antes y me sabía amarga. ¿Tenía cura? ¿Podría Nephertarie tener la vida que se merecía? Tenía un millón de dudas corriendo por mi mente. Estaba lista para alcanzar a Sandy y buscar respuestas cuando mi mirada se posó en Nephertarie, recordé por qué me encontraba allí. Ella. No por las estadísticas o números de probabilidad, nombres de enfermedades o estándares de supervivencia. Esas cosas podían ir después. Me senté a su lado y cuidadosamente posé mi mano en la de ella. Estaba caliente y pequeña como el resto de ella. Dejé mi cabeza a un lado de la cama y de repente sentí movimiento en mi palma. Nephertarie estaba justo en frente de mí, sus ojos abiertos y hermosos. -Anna-susurró. Le di un suave apretón. -Shh, está bien. Te dije que volvería. Cerró sus ojos y ladeó su cabeza. -¿Podrías leerme más tarde?-Preguntó, casi inaudible. Mis ojos empezaron a arder. -Por supuesto que sí. Ella suspiró y la dejé dormir. En ese momento, todo estaba bien y era lo que importaba. Me recordaba y estaba bien. En los siguiente diez minutos, Nephertarie y yo estuvimos sentadas en la pequeña habitación blanca en silencio, a excepción de los sonidos de las máquinas. Estábamos conectadas por algo aún más grande que nosotras. Una fuerza celestial nos había puesto en la tierra por una razón, para encontrarnos. La necesitaba y me gustaba creer que ella lo hacía también. Sabía que en algún lugar fuera de la habitación, sus padres probablemente estarían hablando con abogados haciendo todo a su alcance para asegurase de que su hija se encontrara bien. Sabía que en algún lugar fuera de la habitación, mi madre estaría escuchando el destino de su hija. Probablemente le estarían dando mi sentencia de muerte. Pero allí, en esa habitación, nada de eso importaba. Estábamos a salvo allí. Nada podía tocarnos. Éramos invencibles. Oh, ¿y Albert Einstein? Elijo los milagros. Un pedazo de historia Estoy muriendo. Ahí esta, lo dije. Creo que estas cosas horribles son mejores si son tratadas abiertamente. Al menos no son ocultadas o desconocidas. Su realidad no es cuestionada simplemente porque no se ven y tu no sientes que su presencia está siempre ahí tratando de alcanzarte. No son una sombra de duda tratando de generar un optimismo que en realidad no tienen. Mi madre nunca tuvo que decir nada. Lo sabía desde hace mucho. Incluso si estaba enterrado muy profundo dentro de mi. Pero ahora, lo llevaba estampado en mi frente. Lo llevaba estampado en mis papeles. Estaba estampado en la cara de mi madre y nunca dije nada. Estoy muriendo. Recogí las palabras y las tiré. Las tiré a través del mundo. Las rompí, dejándolas romper en millones de pedazos y con ellos enterrados en mis manos, se las pasé a todo el mundo a mi al rededor. No era más un secreto y esas la palabras ya no tenían nada contra mí. Carolyn no hablaba ya. Ni siquiera respondía las llamadas de Dael. No se movía de su habitación en todo el día, ni para regar sus estúpidos tulipanes. A veces lo hacia yo misma. Miraba el pequeño parche de esperanza que alguna vez pensamos que haría una diferencia. Mi flor estaba creciendo bien. Seguía pequeña, pero estaba creciendo. Me pregunto de qué color será la pequeña semilla que mi madre me dio mientras rogaba que no fuera amarilla. No debería haberlo hecho, darle vida a aquellas flores. Es el trabajo de Carolyn. Miré hacia los tulipanes con sus colores vivos. Sus pétalos. El pequeño tallo verde que los alimentaba. Tal vez los observé por mucho tiempo porque cuando salí del trance, estaba llena de furia. Furia por esas flores que se burlaban de mi existencia. Estaban saludables y yo no y ese hecho bastaba para hacerme querer matarlas. Así que lo hice. En un momento lleno de histeria, los arranqué. Los rompí. Quité los pétalos y saqué los tallos. Pero grité más que nada. Grité y grité. No paré hasta que mis pulmones necesitaban aire, y no paré hasta que empezaron a arder. Si mi madre escuchó, no pareció importarle porque para cuando había acabado seguía sola. Me sacaba de quicio. No tenía el derecho de estar deprimida, o brava. Yo sí. ¿Por qué tenía yo que cargar con ambas? ¿Por qué tenía yo que salir y encargarme de sus tulipanes? Caí al piso y miré el desastre que había hecho. El jardín parecía el escenario de una masacre, que en realidad creo que eso era. "Y ahora, les traemos una noticia de último momento. Múltiples cuerpos fueron encontrados en el patio de los residentes Carolyn y Anna Nolan, en Bayport City aproximadamente a las cinco de la tarde. Las desafortunadas víctimas fueron encontradas con varias heridas graves como lesiones en el cuello y hemorragias internas. Las víctimas tenían aproximadamente de dos semanas a un mes y se trataban de todo tipo de tulipanes. Detectives están en proceso de contactar a sus familias. Se ha reportado que la chica de dieciséis años, Anna, ha sido arrestada por sospecha y será interrogada pronto. Por ahora, no hay ideas de por qué cometería este horrendo crimen. Planeamos tenerlos al tanto de lo que pase con el intrigante caso de 'La Torturadora de Tulipanes'. De nuevo contigo, Tim" De alguna manera, le encontré humor al estar sentada en el ahora destrozado jardín de mi madre. Empecé a reír hasta que lagrimas inundaron mis ojos. Y no sé en qué momento las lagrimas de risa pronto se convirtieron en sollozos desesperados. -¿Anna? Escuché la suave voz de un hombre y me volteé para ver a Dael parado en la puerta. -¿Cómo has llegado hasta aquí? -La puerta de atrás estaba abierta.-Dijo mientras posaba los ojos en el suelo-. Oh, Anna, ¿pero qué has hecho? Me incorporé mientras me limpiaba las lágrimas. Restregué mis manos sobre mi jean llenándolos de tierra. Ignoré su pregunta. -Carolyn no quiere verte. Unió sus cejas y una expresión de dolor cruzó por su rostro. -¿Qué? ¿Eso te dijo? -No exactamente, pero ni siquiera quiere hablar a mí, su propia hija. Así que dudo que... Que... Lo que sea. No es tu problema. Tal vez deberías irte a casa. Puedes llamarla más tarde-Le dije. Me volteé y empecé a recoger los cadáveres de los tulipanes. -Ella me va a matar. Bueno, si el cáncer no lo hace primero, ¡já! -No es chistoso, Anna. -¡Vete a casa, Dael!-Dije casi gritando. Pero no lo hizo. Una hora y media mas tarde seguía allí, tratando de ayudarme con el jardín de mi madre. Dael suspiró pesadamente. -Ya veo. -Sí, bueno. Le había contando todo. No me preguntes por qué. Solo estaba ahí y antes de darme cuenta estaba contándole mi historia de vida a un hombre que apenas conocía. -Lo siento, Anna. Así que es por eso que no me ha devuelto las llamadas. ¿Por qué no me lo dijo? Su respuesta me dejó en shock. Esperaba comentarios de lástima pero en cambio hablaba de mi madre no llamándolo. Era egoísta de su parte. Era innovador. -Hmmm. -Quiero verla.-Sus ojos pidiéndome permiso. Alcé mis manos. -Hey, no te detengo. Segunda puerta a la izquierda. Diviértete. Dael se levantó y subió las escaleras en busca de Carolyn. Lo escuché tocar la puerta varias veces sin obtener respuesta. -Te lo dije. -¡Carolyn! ¡Soy yo, Dael! Déjame entrar-Aproximadamente treinta segundos después, oí la puerta abrirse. Sentí una oleada de resentimiento hacia los dos. Me había tomado cerca de cinco minutos entrar para darle algo de comer y venía Dael y le abría de inmediato. Como sea. El colegio empezaría en un par de semanas y toda esa situación me hacia sentir débil. Pero sabia que era algo que tenía que hacer. Pensaba en lo que Dael le estaría diciendo. ¿Hablaba sobre mí? ¿Sus preciosos tulipanes? Lo que sea de lo que estuvieran hablando no quería que le pudiera ayudar. Sentía muchas emociones respecto a ella, pero al final, quería ser yo la que la salvase. Quería que me necesitara, que me prestara atención. Antes de lo que esperaba, Dael estaba abajo. -¿Bueno...? Parecía exhausto mientras se rascaba la parte posterior de su cuello. -¿Quieres ir de compras?" -¿Por qué iríamos de compras? -Tengo dinero si eso es lo que te preocupa. -Eh, lo he notado. -¿Entonces por qué dudas tanto? Tengo mucho y no sé qué hacer con el y esta casa... Esta casa es triste. Creo que deberías salir un poco. Darle espacio a tu madre también. Será divertido. -No lo sé, Dael-dije mirando hacia el piso. No lo conocía bien y parecía un poco extraño. -Ya casi entras al instituto, ¿no es así? Podríamos ir por algunas cosas. Lo miré. -¿Cómo sabes tanto sobre mi vida? ¿Carolyn? Parece un poco injusto que sepas tanto y yo tan poco. -Vamos y te contaré toda la historia. ¿Cómo negarme a semejante propuesta de un tipo tan misterioso? -No siempre fui adinerado. Mi abuelo de parte de mi padre nació en los Países Bajos. Cuando llegó la Segunda Guerra Mundial y los Alemanes invadieron, se fue a la batalla y nunca volvió, dejando a mi abuela sola con un hijo. Ella nunca se recuperó del todo después de eso y por el resto de su vida sufrió de episodios de depresión, lo que forzó a mi padre a crecer antes de tiempo. Cuando la guerra terminó, la economía Holandesa comenzó a prosperar y las personas empezaron a adecuarse de nuevo. Al mismo tiempo debido a la sobre población, el gobierno obligó a Emigración a que forzara a 50,000 Holandeses para que salieran del país. Honestamente, pienso que se podían haber quedado si hubiesen querido, pero opino que ese lugar contenía muchas memorias para mi abuela y eso dio la principal excusa para que se fuera de allí. Así que se fue, junto con el resto de la gente, llevó a mi padre con ella, y terminaron en Nueva Zelanda. Desde ese momento, la salud de mi abuela siguió deteriorando. Murió cuando mi padre tenía tan solo dieciséis años. Así que él le mintió a las autoridades sobre su edad para evitar que lo pusieran en un hogar de paso. Y lo único que podían hacer era creerle. Él no tenía pruebas, pero tampoco se podía probar lo contrario. Cualquier documento de su nacimiento estaba perdido así que lo dejaban ser. Terminó alojándose con un señor que se hacía llamar Buck. Él y mi padre terminaron siendo muy buenos amigos. Y después de enamorarse de la madre de la dueña, mi madre,-pero eso es otra historia- siguieron en contacto. Solía llamarlo ¨Tío Buck¨. Ja! Ja!, sí. Era un buen hombre. De hecho, mirando en el pasado me doy cuenta que crecí para quererlo aún más que mi propio padre, que en comparación, era un hombre tosco y frío. Y por otro lado, mi madre era la mujer más dulce y hermosa que tu podrías ver. La verdad, no podía ver cómo un hombre como mi padre se las hubiera arreglado para cuidar una flor como ella. Y qué gran flor era. Tal vez pasó algo entre ellos que hizo que él cambiara, pero si alguna vez algo pasó, nunca se habló de eso y yo nada supe. Pobres, como éramos; mi madre buscó maneras de sobrevivir. Y uno de sus pasatiempos favoritos era la jardinería. Oh! ¡Debías haber visto nuestro apartamento Anna! En serio. Era el más lindo agujero de tierra que alguna vez hubieras visto. Ella lo adornaba con todos los colores del arco iris, y con ella y el tío Buck a mi lado, no pude haber deseado nada más. Mientras los años pasaron, pude sentir que las cosas comenzaron a prosperar. Al final, no podía culpar al pobre tío Buck. Pues el condenado hombre se enamoró de ella. ¿Quién lo culparía? Te pregunto, ¿quién podría culpar a cualquiera de los dos? Pero, su amor no era correspondido. Ellos respetuosamente mantuvieron su distancia. Y yo sabía que era entre ellos aunque mi padre hizo lo mismo. Casi la mata una noche. Y... entonces... ella se fue. No se que será de ella, pero sí se que, si no se hubiera ido, estaría muerta. Sí, me dejó atrás y no la culpo. Todos somos forzados a tomar decisiones difíciles en nuestras vidas y esa fue la suya. Creo que ella sabía que el tío Buck me cuidaría y entonces sería desde ese momento, su responsabilidad. Mi padre quería venganza y estaba dispuesto a ponerla en práctica. Un par de días después, escapé con el tío Buck. Hacia una nueva ciudad. Y hacia un nuevo comienzo. Él y yo comenzamos una cadena de tintorerías que terminaron bastante bien. Por lo tanto, nos dio bastante riqueza. Él...mm...él hace poco partió y vendí el negocio, me mude aquí y... bueno... pues aquí estoy. -¿Qué pasó con él?-Pregunté inmediatamente, sin sentir necesidad de ofrecerle alguna disculpa o condolencia. -Ya te lo dije. Murió. -Ya lo sé. Pero ¿cómo? -Esa es otra historia que prefiero no contar en este preciso momento. -Oh, está bien-respondí, mis mejillas empezaron a arder.-Pero ¿por qué vendiste el negocio? ¿por qué no conservarlo, si iba bastante bien? -Eh...fue justo después de que murió... No había nada sobrante para mi. Estaba vacía y ya tenía suficiente con ella. -¿Así que viniste aquí y comenzaste una floristería? Por tu madre, supongo. -Sí. Por mi madre. De alguna manera llena ese vacío. Es puro, ¿lo ves? Precioso. Supongo que por eso me gusta Carolyn. Veo esa pureza en ella y eso es raro de encontrar. O al menos en mis limitadas experiencias. Sentí como si hubiera ganado algo de esta pequeña revelación acerca del pasado del Tulipán Holandés. Aunque, así me hubiera contado muchas cosas, sentí que no había incluido todo, sentí que no había sido completamente honesto. En vez de responder mis preguntas, él planteaba unas nuevas. Y aunque en ese momento no sentía que debía presionarlo, sabía que esto no había terminado. -Hablando de Carolyn, ¿qué le dijiste cuando fuiste a hablar con ella? -Solo esto y aquello. Abrí más mis ojos e incliné la cabeza. -Solo la alenté a comenzar de nuevo su vida y le dije que tenía una hija que la necesitaba...y un novio también. -¿Novio? ¿Así que ahora es oficial? -Eh...me gusta suponer que sí. Sonreí -De acuerdo. ¿Y qué respondió? -Ella sólo dijo ''Está bien''. Cuando regresé a casa mas tarde esa noche, Carolyn era ella misma de nuevo. Estaba lista para superar cualquier adversidad que la vida le pusiera encima. Estaba sentada en la mesa del comedor, con una taza de café entre sus huesudos dedos. -Lo siento-dijo. -Lo sé. Silencio. -Y sobre tu jardín-De todos modos ya iba siendo tiempo de que lo remodelara. Más silencio. -Creo que deberíamos plantar otro tulipán en el centro-dije. -¿Para qué? -Para ser fuertes. Todos. -¿Todos? -Sí. Tu, yo, y...Dael. -¿Dael? ¿Huh? Sí, supongo que el ha estado aquí para nosotras pase lo que pase. ¿O no? -Sí. Sí lo ha estado. A su manera, supongo. Acogió mi cara en sus manos. A pesar del café, estaban frías, pero eran fuertes. -Dael puede haber sido la respuesta por la cual hemos estado buscando, cariño. No lo olvides. Luego me dio un beso de buenas noches y duré los próximos dos días pensando en qué diablos se refería con eso. ••••••••••••••••••••• ¡Hola, queridos lectores!; P.d: Este no es el final, pondré la historia en " Terminada" cuando finalice. La familiar cara de Jett Lauren En realidad no sé qué era lo que me esperaba. Algo sorprendente quizá. Algo sorprendente y planeado. Debió haber sido como una escena en alguna película; una heroína con una misión noble y un buen final feliz. En cambio, mi primer día en la escuela fue algo así como la tostada que tragué con esfuerzo esa mañana: seca y algo gris. Mi madre estaba probablemente más nerviosa que yo. Se enredaba con sus palabras y cruzaba sus dedos mientras hablaba. -Escucha, Anna, no tienes nada de qué preocuparte ¿está bien? Si no te gusta, puedes volver a hacer escuela en casa. No me importa en absoluto. En serio, Anna, no me importa. Si empiezas a sentirse... Eh... Si tú... Si no te sientes bien entonces ve a la oficina. Puedes hacerlo, hablé con ellos. La señora en el teléfono... Eh... La de la oficina... ¡Oh, Anna, no puedo recordar su nombre! Sitúe mis manos en sus débiles hombros. -Mamá-Dije despacio. -¿Si, Anna? -Estaré bien. Te lo prometo. ¿Me crees? Ella paró y se liberó de mis manos. Su cara se congeló y tragué el silencio mientras esperaba su respuesta. Cuando finalmente salió del trance, con sus manos me atrajo hasta su pecho enredándome en un apretado abrazo. Al principio, traté de resistirme, pero al final dejé que me consumiera. Casi podía oír el delicado latido sordo de su corazón mientras respiraba en mi cabello. La rodeé con mis manos atrayéndola incluso más cerca. Podía sentir su nudosa columna contra la suave piel de mi brazo. -Siempre he creído en ti-. Lo dijo con una voz casi irreconocible. Tan débil. No le había preguntado si creía en mi, sólo si me creía, pero ella lo había dicho y era exactamente lo que necesitaba. Tal vez, secretamente, era lo que realmente le había preguntado. Betty. Ese era el nombre de la señora en la oficina. Había estado escuchando a Carolyn sobre qué era lo que tenía que hacer si me sentía mal, de qué hacer si me perdía, de cómo Dael en serio había querido estar allí para escoltarme en mi gran día y como había sido llamado para algo importando en el negocio, en el trayecto del carro. Pasé al lado de varios grupos de amigos solo hablando para decir "Permiso" y evitando al máximo hacer contacto visual con alguno de ellos. Sabía que Carolyn me miraba desde el carro mientras entraba en el enorme edificio. Aceleré el paso tratando de escapar de su mirada y de estar rodeada de tantos adolescentes. Iba vestida con colores grisáceos para resaltar menos a propósito. También me había aplicado algo de maquillaje para tratar de ocultar el tono pálido que tenía mi piel. Empecé a sentir calor y mi maleta se sentía más pesada con cada paso. Había imaginado ese momento un millón de veces antes en mi cabeza y jamás imaginé que estaría tan nerviosa. Me sentía estúpida. Dejé escapar un suspiro de alivio cuando me hice camino hasta la oficina. Betty era una menuda señora asiática con una personalidad algo pretenciosa. Tan pronto como llegué a la oficina ella acomodó su cabello y supo de inmediato quién era yo. -Debes ser Anna. Bajé la mirada y alisé mi camisa. -Sí... Eso creo. Betty me dio una mirada de fastidio. El surco desconocido de sus cejas casi me sorprendió. Se supone que no puedes fastidiarte con alguien que tiene cáncer. -¿Eres tú o no? -No... Es decir, sí... Soy Anna... Nolan-Dije mientras hundía mis uñas en la palma de mi mano y daba unos pasos hacia su escritorio. -Genial. Bueno, bienvenida a la escuela secundaria de Bayport City . Sacó algunos papeles de su escritorio y me los dio- Este es tu horario de clases, y... No encuentro el mapa que... No importa, te imprimiré otro. ¿Puedes...? Su voz fue interrumpida por un número de voces y risas fuera en el pasillo seguido de algunos gritos y enfrentamientos. -¡Oigan! ¿Podrían por favor parar con eso? Juro que... ¿Jett Lauren eres tú? Oh no, ¡no puedo soportarlo otro año más! ¡Mantente alejado de los chicos nuevos y vete a clase! Tuve un pequeño vistazo a un desordenado pelo café y sin antes saber lo que había sucedido, me encontré mirando directamente a los ojos del chico llamado Jett. Su cara me era algo familiar. Estaba segura de que lo había visto antes pero aunque lo intentara no podía acordarme. Mantuvo el contacto visual mientras respondía a Betty. -Sí, claro. Como sea. Se dio la vuelta y desapareció por el pasillo. Betty se dio la vuelta. -Siento que hayas tenido que ver eso. ¿En dónde estábamos? Aún trataba de recordar dónde había visto su cara. Respondí con unas vagas palabras. -Um, no estoy segura... Creo que... -Eso es-Dijo interrumpiéndome-Ven por aquí, quiero que conozcas al director. Él en serio ansía verte, espero que no te importe. La primera clase del año empezaría a las ocho, es decir, solo tenía tres minutos. Suspiré pero accedí a ir con ella. El encuentro con el director Brookes fue tan extraño como esperaba que fuera. Cuando me hablaba, su voz era un susurro como si tuviera miedo de que si hablara muy alto, podía hacerme daño. Cuando extendí mi mano para un apretón de manos, él me la apretó con las dos manos y la sostuvo por un largo rato. Lo único que recuerdo haberle escuchado fue: "Es un privilegio tenerte en nuestra escuela, Anna. Qué chica tan valiente eres. Sólo había hablado con tu madre y ahora estoy feliz de haberte conocido." Nuestro encuentro fue interrumpido por la campana. Apreté las manos por la frustración. Llegar tarde a mi primera clase era lo último que quería. Tendría que estar sola en los pasillos y presentarme a toda la clase y todos se quedarían mirándome y... Respira, Anna. Betty habló de primeras. -¡Oops! Parece que te he retenido por un largo tiempo. Te escribiré un pase. Te acompañaré a tu primera clase. ¿Bueno, cariño? -Yo... -Te buscaré después del segundo descanso, ¿está bien? -Sí, claro. El director me dio una sonrisa y nos dimos la vuelta. No me agradaba en absoluto. En ese momento, la experiencia que tenía sobre la secundaria no era nada de lo que podía presumir. Betty tomó el papel amarillento que tenía en las manos y leyó. -Cariño, déjame ver... tienes Literatura Universal con la señorita Fraiser. ¡La amarás! ¿Vamos? Asentí y doblé el papel del horario. Aquí vamos. Intenté caminar lo más lento posible para poder retrasar lo que inevitablemente debía suceder. Con cada paso que estábamos más cerca, quería correr y no mirar atrás, pero era muy tarde para hacer alguna de esas. Decidí hacerlo y ahora debía afrontarlo. El pasillo parecía como un pueblo fantasma. Todos los estudiantes habían desaparecido y ahora solo éramos Betty y yo. Casi pasé al frente de la puerta de la clase de literatura sin parar pero Betty me detuvo con su brazo y me jaló hacia atrás. Una acción que no aprecié en absoluto. Jalé de mi brazo para soltarme. Ella debió haberlo notado porque en cuento me solté, ella llevó sus brazos a sus costados y evitó el contacto visual por unos segundos. -¿Estás lista? -No- respondí silenciosamente. -¿Quieres que entre contigo... O...? Dudé. No quería parecer una persona que necesitara mucha ayuda, pero al final, el miedo me ganó y acepté. Definitivamente no quería caminar sola por el salón y afrontar a todos los demás estudiantes. -¿Lo harías?- Pregunté. -Por supuesto, cariño. Ni siquiera me dio un segundo para alistarme. Tocó la puerta unas cuantas veces y caminó sin titubear un segundo avisándole a todos que íbamos a entrar. Tuve que resistir el impulso de jalarla hacia atrás. Me obligué a seguir sus pasos. La señorita Fraiser, era una mujer afroamericana, con unos ojos marrones bonitos y unos labios pintados de rojo brillante. Cuando nos vio, sonrió de oreja a oreja. -Esta linda señorita de aquí, debe ser Anna Nolan- Dijo a Betty. -Así es. Ella tomó mi hombro y me guió hasta el frente del salón. Mi corazón empezó a latir con fuerza y me sentía mareada. No. No. No. No te desmayes en el primer día, Anna. No en el primer día. Traté de librarme de la sensación pero cada vez era más fuerte. Cerré mis ojos un momento y tragué con fuerza. De repente, deseé que Dael hubiera ido. Su presencia parecía tener un efecto en mí, me calmaba. Me sentí entrar en pánico. Las voces en el aula ahora tenían un eco. Hice todo mi esfuerzo para no caer. -¿Anna?... Anna, ¿estás...? Mis rodillas se debilitaron y supe que todo había acabado. Perdí el equilibrio y empecé a caerme hacia atrás. Oí a mis compañeros de clase suspirar simultáneamente. El sonido resonó por todo el aula. Hubiera terminado resbalándome por el blanco tablero si la señorita Fraiser no hubiera estado allí. Tal vez haberme caído funcionó como un estimulante porque de repente ya no me sentía mal. Mis ojos captaron las expresiones de horror en las caras de Betty y la señorita Fraiser. Me levanté rápidamente y traté de darles una sonrisa. Todo el salón estaba congelado. -L-lo siento- fue todo lo que pude decir. Betty habló. -Anna tal vez deberías volver a la oficina conmigo, no te ves muy bien. -Sí, cariño- Añadió la profesora Fraiser-Tal vez deberías volverDijo y me sonrió con sus perfectos dientes blancos. Dirigí mi mano hacia mi cara y me sorprendí al sentir sudor. Me limpié con las mangas de mi camisa. -No- Dije firmemente-. En serio, sólo estaba algo mareada. Estoy bien ahora. -Anna- Dijo Betty- Creo que todavía... -No- le interrumpí de la misma manera en la que ella lo había hecho en el corto tiempo cuando estuvimos juntas. Todo el salón empezó a reírse silenciosamente. La profesora le dio una mirada severa.-Silencio, ¡todos ustedes!-Se volvió hacia Betty y yo- Vamos afuera. Las tres nos dirigimos hacia la puerta. Betty y yo salimos primero mientras la señorita Fraiser hablaba con sus estudiantes. Mientras esperábamos, pude comprobar que Betty estaba indignada por la manera en la que le había respondido en frente de la clase. Ella probablemente pensaba que la había avergonzado, y tal vez lo hice. Pero no estaba para nada cerca de haberse avergonzado tanto como yo. Me sonrojé al recordarlo. No había estado ni media hora y ya lo había arruinado todo. Cuando la profesora hubo finalizado, se dirigió a mí. -Anna, ¿estás bien? Esa pregunta me era tan familiar y la había oído tantas veces que estaba empezando a sacarme que quicio. Había llegado cuando mi padre se marchó y Carolyn no hacía más que preguntármela, y se multiplicó cuando me diagnosticaron. Estaba empezando a enfermarme. Apreté mis dientes antes de responder. -Sí, estoy bien. Siempre estaré bien a menos de que diga lo contrario. La profesora Fraiser pareció sorprendida por la manera en la que le había respondido. Bajé la mirada. Ella solo estaba tratando de ser amable. -¿Estás segura de que quieres quedarte, Anna?- Me preguntó Betty. -Positivo. Ambas intercambiaron miradas. -Bueno...-Dijo Betty-. Si ella quiere, supongo que está bien. Pero si cambias de opinión, sabes dónde puedes encontrarme. -Gracias- respondí. Nos quedamos allí paradas unos segundas hasta que Betty se giró y caminó hasta su oficina. La señorita Fraiser me dio una sonrisa antes de caminar hacia el salón. En cuanto entramos, todos dejaron de hablar inmediatamente. Todo estaba en completo silencio cuando caminé hasta el centro del aula por segunda vez. -Esta es Anna Nolan, se las mencioné antes. Ella es nueva en la secundaria de Bayport City, así que espero que todos la traten con respeto y sean amables con ella. El incidente... Em, el incidente solo fue algo imprevisto... Les agradezco a todos por su paciencia mientras arreglábamos las cosas. Anna, ¿quieres decir algo sobre ti? Mi cara enrojeció por la vergüenza. ¿Cómo se había arruinado todo tan rápido? Pude sentir las miradas de todos en mi cuerpo. En el mismo cuerpo que me había fallado unos minutos antes. Recordé cuánto había esperado ese día para que me dejara en paz. -Um, no gracias. -Está bien entonces- Me dijo¿Por qué no vas y te sientas junto a Jett? Mi cabeza reaccionó ante el nombre. Era el mismo chico de antes. Todavía tenía su pelo revuelto. Respiré y caminé hacia el oscuro puesto vacío a su lado. Dirigí mi mirada hacia él e intenté sonreír. Él no me devolvió la sonrisa y siguió con su trabajo. Aún no tenía idea de dónde la había visto, pero su fría actitud hacia mí había hecho que esa respuesta fuera menos importante. Dejé de tratar de recordar. n/a: ¡Gracias a todos por los votos y comentarios! ❤ p.d: este no es el final de la historia, pondré la historia en "terminada" cuando finalice. Rata de laboratorio en la ciudad de Bayport Cuando Jett Lauren me preguntó que si quería ser su novia, le respondí que no tenía sentido que se enamorara de una chica con una enfermedad terminal. Y cuando descubrí lo que El Tulipán Holandés y mi madre me habían hecho, me estaba desmoronando desde mi interior, segura de que no iba a curar en ningún futuro próximo. Me estoy rompiendo. Pero, supongo que debo comenzar desde el principio. -Yo te conozco. Estiré mis manos para alcanzar mis libros de texto. Caminé hasta la puerta y noté a Jett a mis espaldas, siguiéndome al pasillo después de clase. Mi mente era un caos y hubiera matado para poder conseguir un momento de soledad conmigo misma donde no tuviera que pensar en eso. -Mira, estoy realmente cansada y nunca te había visto en mi vida- Mentí. Jett mantuvo su expresión. -No- Él dijo- Sí lo has hecho. -¡Si eso quieres creer! Ahora, si no te importa, tengo un largo camino que recorrer para encontrar mi próxima clase. -Puedo ayudarte. -No. No. No tienes por qué hacerlo. Sólo nos vimos en la fila del hospital, no estás obligado a ser mi amigoInconscientemente, había recordado dónde había visto a Jett y había hablado sin pensar. Me di cuenta de mi error y recosté mi frente en los libros que llevaba. Inhalé profundamente. -Así que me recuerdas- Dijo Jett con una sonrisa de victoria. -Bueno, sí. Creo que recuerdo haberte visto en... el hospital. Fuiste algo grosero conmigo si no estoy mal. -En mí defensa, te estabas saltando la fila. -Tenía algo importante que hacer, ¿bueno?- Le miré burlonamente con los ojos entrecerrados- Y parece que sobreviviste ese agonizante minuto extra en la fila. Te aplaudo, valiente soldado. Ahora, me tengo que ir. -Sí, yo también. ¿Te veo después? -Claro- Respondí. Después de eso, mis interacciones con Jett fueron episódicas, sin embargo, las disfrutaba cada vez más. Algunas veces, podía pasar todo un día entero sin dirigirme la palabra, y otros días, parecía como si fuera la única persona en su mundo. Cada vez que hablábamos, era casi como si estuviéramos transcendiendo en el tiempo. No en una manera espiritual, tampoco romántica. No, no funcionaba de esa manera. Solo que cada vez que hablábamos, era una cosa totalmente diferente. Nunca continuábamos conversaciones antiguas, incluso si no las terminábamos. Una vez nos alejábamos, todo lo que habíamos vivido ya no existía. Podíamos viajar en la línea del tiempo; encontrarnos con el otro cada vez que deseábamos sin tener una razón concreta. Sí, fue agradable mientras duró. Todo lo que puedo decir es que lo hago por mi madre. A veces pienso que mi vida no es nada más que un castigo inminente para ella, y lo digo de la mejor manera que puedo. Así que cuando me dijo que quería probar en mí un nuevo tratamiento, dentro de mi cabeza yo solo podía quejarme, pero en el exterior actué como si en realidad pensara que podía llegar a hacer algún cambio. Lo que su pobre alma no podía entender, era que yo conocía mi cuerpo mejor que nadie. Conocía mi cuerpo mejor que todos los doctores con sus costosas máquinas y podía sentirlo agotándose lentamente. Le hubiese podido decir, pero su mente no lo hubiera aceptado. Hubiera rechazado este pensamiento. Como siempre lo hace. -Genial. ¿Un tipo diferente de quimio? ¿Una forma diferente de aplicarla? Soy toda oídos, Ma. -No, no es quimio. No haremos más con eso. Eso creo. Sólo lo intentaremos por un momento. Si este nuevo tratamiento... no funciona... o....- Carolyn se quedó sin palabras. -Ehh, está bien Mamá. El doctor Langford me lo explicará. Está bien- Me levanté para retirarme. -No. Ya le hablé sobre eso. No hay necesidad. Ya me lo entregó y todo eso. -Oh. El doctor Langford usualmente tiene un largo texto sobre cada nuevo tratamiento. Quizá el anticuado señor por fin ha sido iluminado. ¿Así que es una pasta?- Pregunté. -Sí, es una pasta. Se llama Litzofenomén- Dijo. En un repentino momento, sus ojos se volvieron soñadores y me miró cómo si hubiera regresado 17 años atrás al hospital y fuera la primera vez que posara sus ojos en mí. Se levantó y frotó su cuello. -Anna, tengo este extraño sentimiento. Como... como si esto... Como si esto pudiera ser nuestra respuesta. Podríamos vencer esto de una vez por todas. Siento que mejorará tu estado. ¿No lo crees? Desvié mi mirada. Mi cuerpo me habló. Estoy definitivamente cansado. No, no lo creo Anna. Mis huesos se debilitan. Mis hombros parecen más débiles cada mañana. ¿No lo has sentido también? Como si lentamente se estuvieran consumiendo, como si en un abrir y cerrar de ojos pudiesen desaparecer. ¿No lo sientes? Me estoy lastimando y no sé cómo parar. No, Anna, no lo creo. No, Anna. No pasará. No, Anna. No en esta vida. Estoy agotado. -Sí, mamá- Le dije- Litzofenomén suena bien. Quizá todo sea mejor con esto. Nunca lo sabrás con certeza. Cualquier cosa es posible. No, Anna. No lo creo. Esto no puede estar pasando. Debe ser un sueño. Despertaré en cualquier momento. En cualquier momento estaré despierta. -Qué bien que también lo pienses, cariño. Aquí tienes- Carolyn me alcanzó una pequeña botella naranja con el papel de información pegado a ella. Hundiendo el seguro para niños, rodeé la tapa y tan pronto como salió, fui golpeada por un detestable hedor proveniente del medicamento que asaltó sin piedad mis sentidos. Olía como una mezcla entre químicos y tierra. Extrañamente imaginé, que de alguna parte de él, provenía un olor a tulipán. No tan fuerte para poder determinar si en realidad olía así, pero lo suficiente para persistir que sí lo hacia. Manteniendo mi cabeza alejada del frasco, vertí un poco de su contenido en el mesón de la cocina. Uno siempre debe observar el veneno antes de ingerirlo. O al menos, es lo que yo siempre digo. Observé detenidamente la peculiar forma de las pastas y su intenso color verde oliva. Tomé una, ignorando mi disgusto por su olor. Su superficie era rizada y sin forma. Parecía más una barra de granola pequeña que una pastilla. -Es... extraña- Fue lo único que pude decir. Carolyn estudió mi expresión. -Bueno, es un nuevo tratamiento. La miré de vuelta. -¿Cómo de nuevo? -Oh, no lo sé, Anna. No inventé esa maldita pastilla. Sólo sé que tiene potencial para curar a mi hija y eso es todo lo que me importa. No te la daría si no supiera que es cien por ciento segura. Lo sabes. -Sí, lo sé. Lo sé. Tomé la botella y leí el papel. Litzofenomén. Administre una vez al día. NO CONSUMA SIN UNA PRESCRIPCION MÉDICA. MANTENER AFUERA DEL ALCANCE DE LOS NIÑOS. Puede producir efectos secundarios como Y ahí terminaba. Se la pasé a Carolyn. -Mamá, no dice los efectos secundarios. Sin detenerse a pensarlo ella respondió. -Debe ser un error en la impresión. Estoy segura de que no es para tanto. Miré de nuevo la etiqueta. -¿Y el doctor Langford aprobó esto? -¡Que sí, Anna! ¿Qué es todo esto? Sé que usualmente él va por los tratamientos tradicionales, pero Litzofenomén es un proyecto que ha estado circulando por un tiempo ya. Él piensa que vale intentarlo. Está 150% seguro. Mirándolo ahora, debí haberlo sabido. La etiqueta era demasiado simple. Ninguna medicina que yo tomara podía tener algo menos que un ensayo completo. Nunca sé cómo usar mis ojos correctamente. Reí por un momento. -Mamá, deberías volver a la escuela porque 100% es el límite. Como sea, supongo que si Langford lo aprobó, entonces está bien... -Por supuesto que lo hizo- Mi madre sonrió. Mentirosa. Descubrí la verdad después de haber estado ingiriendo Litzofenomén por todo un mes entero. Podía decir que algo estaba mal desde el momento en el que pisamos el hospital porque Carolyn quería deshacerse de mí. -¿Dónde está tu amiga? Claramente se refería a Nephertarie. Ella sabía que cada vez que íbamos al hospital, yo la visitaba. Era prácticamente en todo lo que podía pensar. Pero, como era Lunes, ella estaba en la pequeña escuela del hospital. Había intentado saludarla rápidamente el mes anterior pero me fue imposible. Conseguí un largo discurso por parte de su profesor acerca de la importancia de la educación. -No podré visitarla hoy. Está en la escuela- Dije con indiferencia-Pero hay una cosa que quería decirte, mamá. Estaba pensando en crear una fundación. Una fundación para niños con Cólera. Carolyn no debió escucharme. No respondió. No estaba reuniendo todas las pistas. Como el modo en el que mi madre parecía cada vez más agitada; cómo retorcía sus dedos, o las infrecuentes respiraciones que daba. -Podemos saltarnos esta consulta, cariño. No será un problema. -¿Ah? No, está bien. No tengo nada mejor que hacer. Carolyn estaba trabajando bajo presión. Constantemente miraba hacia los lados como si un asesino fuera a saltar sobre ella en cualquier momento. -A-Anna- Mi madre estaba ahogándose en sus propias palabras. Me alarmé. -¿Carolyn? ¿Mamá? ¿Qué está pasando? -Tu no... Tú no puedes entrar allí. Yo no puedo entrar allí. YoYo he hecho algo, Anna. Oh, Anna. ¡Te alejaran de mí! Y lo supe. Lo supe todo. En mi cabeza, recordé el hedor a químicos y tierra, y en alguna parte de ese aroma, el persistente olor a tulipán. Ella sabía que me estaba envenenando. Ella lo sabía. El sonido del golpe seco sigue estando fresco en mi memoria. Sabía que no podía hacer mucho contra él. Yo era tan débil como una muñeca y él tan alto como un gigante. Nunca tuve la oportunidad y lo sabía. Él detuvo mi ataque tan amablemente como pudo mientras yo arañaba y gritaba. Lo que resta de ese momento es como un DVD rayado en mi cabeza. Todo lo que recuerdo es Carolyn gritando, llorando, y repitiendo una y otra vez que nunca quizo lastimarme. El Tulipán Holandés estaba mudo. No tenía nada que decir para defenderse. Lo miré, mi cuello a punto de colapsar; mi cuerpo desmoronándose desde el interior. Las pastillas color oliva fueron tiradas al piso de la cocina. Nos miramos a los ojos, y en ese momento de desgracia, pude ver por primera vez dentro de su mente, y transmitió toda su tristeza a mi alma. Lo miré de vuelta. Quería matarlo. Entre bocanadas de aire, me las arreglé para gritar. -¡No soy... su rata de laboratorio!- Rugí. Y me deshice de sus brazos bruscamente. El día después de que Jett Lauren me invitara a salir y le dije que no, me dijo que se mudaría. -¿Por qué- Dije, -¿Por qué demonios me preguntaste que si quería ser tu novia si sabías que te mudarías? Él revolvió su pelo castaño. -No lo sé, Anna Nolan. Supuse que podía llevarme un pequeño pedazo de ti conmigo... Pero ahora sé que fue una mala idea pensarlo. Intenté reír pero no pude. No le había contando a Jett lo que había pasado con las pastillas, mi madre, y el Tulipán Holandés, y no planeaba hacerlo. -¿A dónde irás?- Pregunté. -Oh, no lo sé. Creo que iré a Plutón. Plutón es un planeta terriblemente solo. Apuesto a que a él le gustaría tener un amigo- Respondió Jett sin la más mínima pizca de humor. -¿Por qué asumes que Plutón es un "él"?-Pregunté- Plutón puede ser una chica por lo que sabemos. Jett soltó una risita por mi respuesta. -¡Y la más grande feminazi* está de vuelta! Una sonrisa rota se dibujó en mi rostro. -Tengo algo para ti. No es... No es mucho pero...- Jett sacó un pergamino blanco doblado de su mochila y me lo entregó.-Léelo después. Y entonces lo besé. Lo besé suave y lentamente. No fue tanto un beso como fue un susurro. Yo no amaba a Jett; no en la manera en la que una mujer ama a un hombre. Él sólo era un chico y yo sólo era una chica. Lo besé porque sabía que pude haber llegado a amarlo de verdad. En un lejano universo paralelo en donde yo tuviera pelo largo y tiempo suficiente, yo pude haber llegado a amar a Jett Lauren. *feminazi: término, tanto adjetivo como sustantivo, usado desde la década de 1990 para referirse a mujeres que creen en la superioridad de su sexo frente a los hombres. Contenidos del Pergamino Blanco Anna, si estás leyendo esto entonces solo es corrector asumir que ya te he dicho que me iré. Lo he sabido por más tiempo del que dije. Me he roto la cabeza intentando pensar en algo importante que decir, pero quizá yo simplemente no tengo aquello que yo pensaba que debía contarte. Cualquier cosa que aquello pudo ser, se ha ido- quizá nunca existió. No mentiré diciendo que desearía que hubiésemos tenido más tiempo juntos. Ambos sabemos que pude haber decidido quedarme por mucho más si en realidad lo quería. No quiero pasar contigo más tiempo. Sé que hay cosas que no me dices y puedo verlas reflejadas en tu cara todo el tiempo. Las razones por las cuales me voy son profundamente y completamente egoistas. No trataría de describirlas de otra manera y sé que es un hecho totalmente detestable. Ya puedo ver todo esto años más tarde, Anna, cuando tenga cuarenta años (si es que lo logro) y me veo completamente solo. Te recordaré y también este momento en el que me senté a escribirte y todos los actos crueles que alguna vez pasaron por mi mente- todos los que alguna vez cometí. Y la cosa que me hace querer gritar, Anna, es que sé que no estás molesta. No estás furiosa. Sé que quieres que sea de esta manera. Sé- no que tengo tu perdón- pero que piensas que no lo necesito en primer lugar. Es así de simple, Anna, cada movimiento tuyo cae en mí y no tengo la fuerza suficiente. Es así de simple, Anna, eres demasiado hermosa para verte ir, para verte caer. Cuando ya todo está dicho, se resume en lo siguiente: NO ES JUSTO. ¿No lo ves? Todo lo que aprendes de esta experiencia es que no existen los malditos finales felices. Sólo existe esto. Anna, me pesa hasta tal punto que me hace estrellar contra el olvido. Pude haberte dado una carta adornada y estilizada al 'estilo Jett' de lo que sé que has estado oyendo tu vida entera. No seré ese tipo de mentiroso para ti como todos los demás porque sé que eso es lo que quieres. Es lo que yo quiero también. Quiero decir mi verdad- quiero que le des voz a tus pensamientos internos para que sepas que no estás loca. Anna, no sé lo que el futuro se trae en sus manos. Pero sé que a ese bastardo le gusta corromper a la mejor persona de todas. Y esa eres tú, Anna. Eres la mejor de todas. Tengo que irme ahora. Tengo que dejar este lugar contigo en mi cabeza, justo de la forma en la que se supone que debes ser. Hermosa y llena de coraje. Extraña e increiblemente llena de gracia al mismo jodido tiempo (no sé cómo lo haces...) Como ves, no soy muy bueno poniendo mis pensamientos en un sólo lugar y darles sentido. Pero, afortunadamente Emily Dickinson lo ha hecho por mí ya. Quiero compartir esto contigo. Ella lo dice todo. Dice lo que piensas, pero lo que te da miedo decir. Esto es "Hay un Sesgo de Luz" por Emily Dickinson. Hay un Sesgo de luz en Las tardes de inviernoQue oprimen, como el peso De los cantos litúrgicos Y Celestial herida, nos inflingeno deja cicatriz, Sino una diferencia interna, Donde el significado yace Nadie puede enseñarloNadie- es desesperación sellada- Un dolor imperial Que del aire nos llega Cuando viene, el Paisaje lo escucha Las Sombras el aliento contienen- Cuando parte, es como la Distancia En la mirada de la Muerte Te dejo donde estuve contigo la última vez... en aquella vieja y oxidada silla fuera de nuestra vieja y oxidada escuela con el atardecer reflejandose en tus ojos. En mi mente, te dejo en la vida que te mereces. Es increible, Anna, debería verla. Aún eres la chica más linda de la habitación y tienes un millón de hijos y hay alguien que te ama hasta el fin de la eternidad. Oh, Anna, justo ahora te veo bailando en el corazón de alguna laguna aún no descubierta rodeada de todos tus amigos. Allí estas, justo en el medio, y te ríes del chiste más estúpido del mundo. No llores, Anna, ¿no lo ves? Eres infinita.