--- editorial para domingo 18 de febrero --- La religión detrás de los conflictos globales ¿La guerra y el conflicto político acaso no son la continuación de la lucha religiosa por otros medios? Para quienes miran los fenómenos mundiales bajo una óptica metahistórica, la religión sigue siendo el móvil último de la conducta humana. Si esto es así, la lectura teológica tiene primacía a la hora de explicar la causa última de la marcha de la sociedad global. Los conflictos globales recientes, como la guerra Hamás-Israel, que se circunscribe en un enfrentamiento entre el Islam y Occidente, apuntan en esta dirección. En Medio Oriente, en efecto, se observa un predominio público de grupos extremistas que fundamentan sus comportamientos bélicos en dogmas religiosos. Tanto Hamás como Hezbolá, hoy en guerra contra Israel, promueven la Yihad, o guerra santa. Una especie de mandato divino que trasmitió el profeta Mahoma a los de su raza, cuando escribió en el Corán: “La guerra es permanente hasta el día del juicio”. Se trata de fundamentalistas árabes que, como lo han venido intentando a lo largo de la historia, no renuncian al proyecto de instalar a sangre y fuego una teocracia global. Del lado de Israel, en tanto, no han pasado desapercibidas las citas bíblicas que ha empleado el primer ministro Benjamin Netanyahu para justificar el actual ataque israelí contra Gaza. “La Biblia dice que ‘hay un tiempo para la paz y un tiempo para la guerra’. Este es un momento de guerra”, aseguró en una conferencia de prensa. En otro encuentro, mencionó la teoría de los amalecitas, una tribu citada en la Torá, para justificar sus acciones en el asediado enclave palestino. En otro lado del mundo, en tanto, la religión también funciona como motivación bélica. Es un hecho que el patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Kirill I, rocía con agua bendita los tanques y las armas del ejército de Vladimir Putin que invaden Ucrania y predica a las tropas que esta es una guerra santa. En el pasado la Iglesia Católica blindaba ideológicamente la expansión de los reinos cristianos de Occidente, instándolos a lanzar “cruzadas” contra los infieles musulmanes o los herejes contrarios al dogma. En forma idéntica, y en un sorprendente retorno al Medioevo en pleno siglo XXI, la Iglesia Ortodoxa Rusa legitima el expansionismo militar de Vladimir Putin, antiguo jerarca comunista del servicio secreto de la KGB, hoy devenido en una suerte de “nuevo zar” protector de la religión. ¿Acaso la política en Occidente, liberal y laica, está exenta de religión? No para los que creen que los conceptos centrales de la moderna teoría del Estado, y las ideologías hegemónicas de este bloque, en realidad son conceptos teológicos secularizados. El utopismo revolucionario detrás de los movimientos comunistas, anarquistas y nacionalsocialistas del siglo XX, con sus promesas de salvación colectiva previo derrumbe del mundo conocido, resulta que es herencia directa del milenarismo religioso judeo-cristiano. Ésta es la tesis provocativa del libro “En pos del milenio”, escrito en 1957 por el profesor británico Norman Cohn, donde se sostiene que las profecías apocalípticas judías primero, y después las cristianas (quienes se apropiaron de la idea de pueblo elegido por Dios) instalaron en Occidente la mentalidad de que este mundo está mal hecho y de que es inminente la llegada de un terrenal reinado mesiánico de 1.000 años. De tal manera, los utopismos revolucionarios de nuevo cuño son apenas versiones seculares de sectas milenaristas que predican la llegada de un mesías salvador. +++++++++++++++ ¿La guerra y el conflicto político, tanto en Medio Oriente como en otros lugares, acaso no son la continuación de la lucha religiosa por otros medios?