Sor Lucía de Fátima habla sobre el Santo Rosario Carta de la

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Sor Lucía de Fátima habla sobre el Santo Rosario
Carta de la vidente de Fátima, Hermana Lucia del Corazón Inmaculado, a una
antigua compañera de noviciado en Tuy:
Cuanto a lo que me dice del rezo del Rosario, es una grande pena: porque la
oración del Rosario es, después de la Sagrada Liturgia Eucarística, la que más nos
une con Dios por la riqueza de las oraciones de que se compone, todas ellas
venidas del cielo dictadas por el Padre, por el Hijo y por el Espíritu Santo. El Gloria
que rezamos en todos los misterios fue dictado por el Padre a los Ángeles, cuando
los envió a cantar junto a su Verbo recién nacido en un himno a la Trinidad. El
Padre Nuestro fue dictado por el Hijo en una oración dirigida al Padre. El Ave María
está toda ella impregnada de sentido trinitario y eucarístico: las primeras palabras
fueron dictadas por el Padre a los Ángeles, cuando los envió a anunciar el misterio
de la Encarnación del Verbo. «Ave María llena de gracia el Señor es contigo». Sois
llena de gracia porque en Ti reside la fuente de la misma gracia y por tu unión con
la Santísima Trinidad es por eso por lo que Tú estás llena de gracia.
Movida por el Espíritu Santo, dice Santa Isabel: «Bendita sois Vos entre las mujeres
y Bendito es el fruto de Vuestro vientre Jesús».
La Iglesia también movida por el Espíritu Santo, añadió: «Santa María Madre de
Dios, rogad por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte». Esto es
también una oración dirigida a Dios a través de María. Porque sois Madre de Dios,
rogad por nosotros. Es oración trinitaria, sí, porque María fue el primer Templo vivo
de la Santísima Trinidad: «El Espíritu Santo descenderá sobre Ti. El Padre te cubrirá
con su sombra. Y el Hijo que ha de nacer de Ti será llamado el Hijo del Altísimo».
María es el primer Sagrario vivo donde el Padre encerró a su Verbo. Su Corazón
Inmaculado es la primera Custodia que lo guardó, su regazo y sus brazos fueron el
primer altar y el trono sobre el cual el Hijo de Dios hecho Hombre fue adorado: ahí
lo adoraron los Ángeles, los pastores y los sabios de la tierra.
María es el primer sacerdote que tomó en sus manos puras e inmaculadas al Hijo
de Dios, lo condujo al Templo para ofrecérselo al Padre como víctima por la
salvación del mundo. Así es que la oración del Rosario es después de la Sagrada
Liturgia Eucarística la que más nos trae al espíritu los misterios de la Fe, de la
Esperanza y de la Caridad. Ello es el pan espiritual de las almas, quien no ora
sucumbe y muere. Es la oración donde nos encontramos con Dios y es ese
encuentro donde Él nos comunica la Fe, la Esperanza y la Caridad, virtudes éstas sin
las cuales no nos salvaremos. El Rosario es la oración de los pobres y de los ricos,
de los sabios y de los ignorantes; quitar a las almas esta devoción es quitarles el
pan espiritual de cada día: ello es lo que sustenta la pequeña llama de la Fe que aún
no se apagó del todo en muchas conciencias. Y para aquellas almas que rezan sin
meditar, el simple acto de tomar el Rosario para rezar es ya acordarse de Dios y de
lo sobrenatural. El simple recuerdo de los misterios en cada decena es un rayo más
de luz para sustentar en las almas la mecha que aún arde. ¡Por eso el demonio le
tiene hecha tanta guerra! ¡Y lo peor es que ha conseguido eludir y engañar a almas
llenas de responsabilidades por el lugar que ocupan!... ¡Son ciegos a guiar a otros
ciegos!... Y quieren apoyarse en el Concilio, y no ven que el Sagrado Concilio
ordenó que se conserven todas las prácticas que al correr de los años se vienen
practicando en honra de la Inmaculada Virgen Madre de Dios, y que la oración del
Santo Rosario o la tercera parte, es una de las principales que está ordenado por el
Sagrado Concilio y por el Sumo Pontífice, estamos obligados a esto y lo debemos de
conservar.
Yo tengo una grande esperanza de que no estará muy lejos el día en que la oración
del Santo Rosario sea declarada oración litúrgica; sí, porque toda ella forma parte
de la Sagrada Liturgia Eucarística.
Oremos, trabajemos, santifiquémonos y confiemos que «POR FIN MI INMACULADO
CORAZÓN TRIUNFARÁ».
Hna. Lucia i.c.d.
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