DESCARTES Desarrollar sistemáticamente las principales líneas del pensamiento de Descartes. El gran proyecto de Descartes pretende construir mediante la razón un sistema de proposiciones ciertas, fundamentado en principios duraderos e indudables y en las matemáticas. Este proyecto comienza por los cimientos (la metafísica), si bien antes hay que formular las reglas del método y unas normas morales provisionales. El método cartesiano parte del conocimiento de la estructura de la razón. Conocemos gracias a dos operaciones: intuición (instinto natural que permite conocer un concepto con total claridad y distinción) y deducción (cadena de conexiones necesarias que se establece a partir de conceptos que conocemos con certeza). Este método establece unas reglas que garantizan el empleo correcto de estas dos operaciones: evidencia (admitir únicamente como verdadero lo que se presente a nuestra razón como claro y distinto), análisis (descomponer los conocimientos en el mayor número de partes posibles para llegar a percepciones claras), síntesis (partiendo de ideas simples iniciar un proceso de deducción hasta reconstruir lo más complejo) y enumeración (revisar y comprobar todo el proceso de análisis y síntesis para asegurarnos de no haber omitido nada). La duda metódica es la exigencia inicial del método. Se pone en cuestión todo conocimiento comúnmente aceptado por tradición, fe o autoridad. Esta duda es universal y radical, metódica y no escéptica, y teorética. Su empleo viene justificado por el hecho de que los sentidos nos pueden engañan, nos resulta imposible distinguir entre la vigilia y el sueño y además cabe la posibilidad de que un genio maligno nos engañe cuando razonamos. Teniendo en cuenta esto, Descartes encuentra una primera certeza: es imposible dudar de la propia existencia del sujeto que piensa y duda (cogito ergo sum). La moral es provisional en tanto se elabora el sistema permanente. Consta de cuatro máximas: primera (obedecer las leyes y costumbres del país, seguir la religión tradicional y las opiniones más aceptadas y moderadas), segunda (ser firme y resuelto en seguir una opinión aceptada), tercera (estar más dispuesto a controlar las propias inclinaciones que a dominar los acontecimientos) y cuarta (pasar revista a todas las ocupaciones posibles para elegir la mejor). Descartes nunca llegó a formular su moral definitiva. Formuladas las reglas del método y la moral provisional, ya se pueden construir los cimientos del saber (metafísica) partiendo de la primera verdad evidente (cogito, ergo sum). De este modo queda aceptada la existencia de la sustancia pensante (res cogitans). Podemos engañarnos al pensar; pero por el hecho mismo de pensar y dudar hay que admitir que existimos. El cogito garantiza la realidad subjetiva, no la objetiva. Para saber si la idea que está en mi mente existe fuera de mi pensamiento hay que investigar el origen de las ideas (adventicias, facticias e innatas). Sólo las ideas innatas dependen de la realidad interior. Deduciendo a partir de una de ellas (idea de infinito) descubrimos que no tiene origen en nosotros (seres finitos). Ha tenido que ser puesta en nuestra mente por una naturaleza más perfecta. La causa de la idea de una sustancia infinita solo puede ser una sustancia infinita: Dios o sustancia infinita (res infinita). A partir de la presencia de la idea de Dios en la mente humana, Descartes prueba su existencia con dos argumentos: argumento de la objetividad de las ideas (la idea de un ser infinito requiere una causa infinita; la idea de un ser más perfecto que yo solo puede haber sido puesta en mí por un ser que reúna todas las perfecciones que yo pueda pensar) y argumento ontológico, tomado de San Anselmo (todos tenemos la idea de Dios como un ser que reúne todas las perfecciones; una de las perfecciones es la existencia, por lo tanto Dios ha de existir). Demostrada la existencia de Dios queda garantizado el principio de evidencia, porque Dios (sumamente bueno) no permitiría que me equivocara al percibir algo con absoluta claridad y distinción. Dado que percibimos los cuerpos como dotados de extensión, figura y movimiento –cualidades primarias puestas por Dios en el mundo- el mundo ha de existir (res extensa). En el universo cartesiano todo es materia y movimiento. Dios creó la materia y con ella el movimiento. La cantidad de movimiento que creó se conserva invariable y se va transmitiendo de un cuerpo a otro, como demuestran las leyes de la física. En el universo cartesiano no hay causas finales (aristotelismo); todo se explica por leyes mecánicas. El mundo, una vez creado, marcha solo según estas leyes (mecanicismo). Todos los seres son autómatas (sus movimientos son reacciones puramente mecánicas al estímulo). Descartes admite como una de las primeras ideas innatas que en el ser humano hay dos sustancias separadas: cuerpo y alma. Sin embargo entre ellas, es evidente, hay una comunicación. Esta comunicación se localiza en el cerebro, en una estructura llamada glándula pineal. Desde ella el alma acciona sobre el cuerpo como desde un puesto de mando. En la naturaleza mecanicista de Descartes no hay libertad: todo sucede por necesidad. La única manera de salvar la libertad es separar la sustancia pensante del resto de la naturaleza. El hombre es libre porque tiene alma (sede del pensamiento y de la voluntad). La conciencia de la libertad es una idea innata. La libertad no consiste en la indiferencia ante la elección, sino en elegir lo que la razón propone como bueno y verdadero. Las pasiones (emociones originadas por “espíritus vitales” que circulan por la sangre y que transmiten a la glándula pineal los mensajes del cuerpo) pueden perturbar el sometimiento de la voluntad a la razón. Son involuntarias y con frecuencia están en desacuerdo con la razón. Descartes propone ordenarlas sometiéndolas a la razón (estoicismo). colectivos. Historia de la Filosofía 2