1 Current Anthropology, volumen 50, nº 5, Octubre 2009 Rethinking the Origins of Agriculture Selección de artículos traducidos para uso exclusivo de la Cátedra Fundamentos de Prehistoria, Departamento de Antropología, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Mark Aldenderfer. 2009, Editorial: The continuing Conversation about the origins of Agriculture, Current Anthropology 50 (5): 585. Editorial: LA CONTINUA DISCUSIÓN SOBRE EL ORIGEN DE LA AGRICULTURA Mark Aldenderfer Traducción: Lorena Grana. Revisores: Alicia H. Tapia, Sebastián Muñoz y Gabriela Guraieb Tal como muestran las contribuciones de este número especial -que incluyen nuestras discusiones sobre el origen de la agricultura-, hemos avanzado un largo, largo camino desde la Revolución Neolítica de Vere Gordon Childe en la década de 1920, tan popular entre las generaciones anteriores de antropólogos y arqueólogos. Sin embargo, a pesar de la riqueza de nuevos datos, avances y transformaciones de nuestros conocimientos teóricos sobre la domesticación -como también lo demuestran estas contribuciones-, estamos lejos de un consenso sobre cómo estudiar el proceso de domesticación de plantas y animales. Algunos defienden un enfoque centralizado –quizá exclusivamente- sobre lo local y específico de la trayectoria del proceso de domesticación, a medida que se iba desarrollando en una localidad o región en particular. Otros en cambio buscan patrones y dirigen su atención a las similitudes en las trayectorias, en un esfuerzo por construir teorías más sólidas sobre los factores causales del proceso de domesticación. Con frecuencia, estas posiciones son tomadas como los extremos opuestos de un continum cuando, en lugar de eso, deberían ser consideradas como complementarias. ¿De qué manera un estudio local podría estar condicionado en gran parte por lo que se conoce de otros lugares, y cómo se pueden crear patrones si al menos no hay un número suficiente de situaciones locales para comparar? Varias investigaciones recientes sobre el proceso de domesticación se han orientado a la identificación de indicadores de domesticación más confiables y sólidos. Un buen ejemplo de este enfoque es la colección de artículos titulada Documentando la domesticación: Nueva Genética y Paradigmas Arqueológicos (University of California Press, 2006), editada por Melinda Zeder, Daniel Bradley, Eve Emshwiller y Bruce Smith. Aunque los especialistas continúan perfeccionando los indicadores tradicionales de la domesticación -como el incremento en el tamaño de las semillas de las plantas o el descenso en el tamaño de los animales sometidos a domesticación-, la búsqueda de indicadores sólidos está experimentando su propia revolución (a partir de análisis cada vez más sofisticados de la genética de los procesos). Tal como ha sucedido con la comprensión de la historia evolutiva de nuestra propia especie, el análisis del ADN de plantas y animales ha creado una gran cantidad de conocimientos nuevos sobre el proceso de domesticación de muchas especies. El análisis genético ha sido particularmente 2 importante para ayudar a resolver la sempiterna pregunta acerca de la domesticación de muchas especies: ¿existe una única región a partir de la cual surgió una especie o lugares múltiples e independientes de domesticación? La respuesta a esta pregunta puede ayudar a definir mejor los factores causales del proceso y podría incluso demostrar que la misma especie fue domesticada bajo diferentes condiciones en lugares diferentes. Aún cuando llegara únicamente hasta ese punto, el análisis genético puede crear hipótesis contrastables del proceso de domesticación que no podrían haber sido previstas en hace sólo unas décadas atrás. Estos temas serán explorados en el próximo suplemento de Current Anthropology titulado “El comienzo de la Agricultura: Nuevos datos, nuevas ideas”. Este volumen es el resultado del Simposio Internacional de la Wenner-Gren organizado por Ofer Bar-Yosef y T. Douglas Price, celebrado en la primavera del 2009. Las contribuciones de este volumen complementan aquellas discusiones y, curiosamente, uno de los primeros temas que surgió en aquel simposio fue la tensión entre los particularistas y los globalistas, es decir, entre aquellos que enmarcan sus explicaciones del proceso a nivel local versus aquellos que buscan patrones más generales. En las discusiones que se presentan se siguen los mismos lineamientos desarrollados en aquel simposio, que dicen mucho acerca de la complejidad del proceso de domesticación y cuánto nos queda aún por aprender, a pesar de los notables avances en nuestro conocimiento. Bettinger, Robert; Peter Richerson and Robert Boyd. Constraints on the Development of agriculture. Current Anthropology 50(5): 622-631. October 2009 CONDICIONAMIENTOS EN EL DESARROLLO DE LA AGRICULTURA Robert Bettinger, Peter Richerson y Robert Boyd Traducción: Florencia Rizzo (adscripta) Revisores: Alicia Tapia, Sebastian Muñoz y Gabriela Guráieb El desarrollo de la agricultura estuvo condicionado por restricciones externas; antes del Holoceno el clima fue el factor principal y después fueron las instituciones sociales. El tamaño y el crecimiento de la población fueron importantes, pero en última instancia no determinaron dónde y cómo evolucionó la agricultura. Los investigadores evolucionistas defienden dos tipos principales de hipótesis para explicar los grandes eventos tales como el origen de la agricultura. Una de las hipótesis sostiene que la selección natural es tan poderosa que los organismos siempre se ajustan a su entorno ambiental tendiendo al equilibrio evolutivo. De esta manera, cualquier cambio importante será el resultado de procesos externos relacionados con el ambiente. La otra hipótesis imagina que la evolución es un proceso lento, vacilante y sesgado, condicionado y dirigido por obstáculos internos, que retardan aquello que la selección natural favorece; por ejemplo, una predisposición somática en particular que es difícil que aparezca con rapidez. Ambos tipos de condicionamientos probablemente estuvieron involucrados en la trayectoria que condujo hacia a la agricultura, aunque quizás en diferentes escalas temporales. 3 El cambio climático es seguramente la principal condición externa. La edad de hielo varió en escalas temporales muy cortas (Richerson, Boyd, y Bettinger 2001). Las dataciones sobre núcleos de hielo muestran que el clima del último período glacial fue altamente variable, en escalas temporales de siglos a milenios (Anklin et al. 1993; Clark, Alley y Polland 1999; Dansgaard et al. 1993; Ditlvsen, Svensmark, y Johnsen 1996). Existen datos obtenidos en escala de milenios con estimación de temperaturas, polvo atmosférico y gases de efecto invernadero, justo por debajo de los límites de alta resolución de las dataciones de los núcleos de hielo. La más alta resolución de los registros de hielo de Groenlandia muestran que los eventos cálidos y fríos, en escalas de milenios, empezaban y terminaban en general muy abruptamente y casi siempre se alternaban con momentos bastante largos de calentamiento y enfriamiento relativos, con duraciones de una década o dos (von Grafenstein et al. 1999). El calentamiento posterior al Younger Dryas (el cambio del Pleistoceno al Holoceno) pudo haber ocurrido en menos de una década (Hughen et al. 2000). En comparación, después de los 11.600 años AP, el Holoceno fue un período de clima comparativamente muy estable. Trabajos recientes muestran que, aunque el proceso cíclico de descenso del nivel del mar fue el mismo, la variabilidad climática del último ciclo glacial fue más grande que la de los tres ciclos previos (Martrat et al. 2007). Las dramáticas fluctuaciones climáticas del Pleistoceno capturadas en los núcleos de hielo polar también se registran en latitudes más bajas (Allen et al. 1999, 2002; Hendy y Kennet 2000; Martrat et al. 2007; Peterson et al. 2000, Schulz, von Rad, y Erlenkeuser 1998). Los registros de polen del Mediterráneo muestran que estos cambios se reflejan en la vegetación en una escala de aproximadamente un siglo (Sánchez Goñi et al. 2002). Sin embargo, la imagen no es perfecta. Algunos registros muestran fluctuaciones climáticas en escala de milenios durante el último ciclo glacial y no pueden ser correlacionados convincentemente con los registros de hielo de Groenlandia (Behling et al. 2000; Clapperton 2000; Cronin 1999, Dorale et al. 1998, Richards, Owen y Rhode 2000; Shi et al. 2000). El último episodio frío del Younger Dryas en escala de milenios, hace 12.900 – 11.600 AP -fuertemente expresado en los registros de los núcleos de hielo de las latitudes altas-, se observa en registros proxy provenientes de todo el mundo (von Grafenstein et al. 1999; Werne et al. 2000; West 2001). Con frecuencia se detectaron en una diversa colección de proxies climáticos de todas las latitudes en el Hemisferio Norte (Cronin 1999, 202 – 221). Sin embargo, los proxies del Hemisferio Sur, en general no muestran el periodo frío del Younger Dryas, aunque algunos muestran una Reversión Fría Antártica similar, antecediendo al Younger Dryas del Hemisferio Norte (Bennet, Haberle, y Lumey 2000; Newnham y Lowe 2000). Algunos investigadores sostienen que el Younger Dryas fue un evento poderoso que condujo hacia la agricultura (Bar-Yosef 1998). Dow, Olewiler y Reed (2005) consideran que hizo disminuir a las nutridas poblaciones que habían crecido -en algunos lugares favorables- durante la mejora climática del lapso Bölling/Allerod, haciendo más viable la agricultura respecto de la caza y la recolección tradicionales. Sin embargo, no hay evidencia de agricultura durante el Younger Dryas y parece más probable que, como en las fluctuaciones climáticas previas, el Younger Dryas simplemente haya terminado en los incipientes intentos natufienses de intensificar la producción de plantas (Beynman y Ruzmaikin 2007). Los ambientes de la edad de hielo no solo fueron variables, también fueron manifiestamente pobres en plantas. La productividad vegetal del Pleistoceno Final estaba limitada por un CO2 atmosférico más bajo, de alrededor de 190 ppm durante el último ciclo glacial, comparado con los casi 250 ppm al comienzo del Holoceno. Sobre ese rango de variación la fotosíntesis resulta escasa en CO2 (Cowling y Sykes 1999; Sage 1995). La respuesta 4 fenotípica para contrarrestar esto (por ej. densidad más alta de estomas1) resultó en una evapotranspiración2 más elevada, exacerbando los efectos de la aridez glaciar y una susceptibilidad mayor a las olas de frío (Beerling y Woodward 1993; Beerling et al. 1993). En consecuencia, el ambiente pleistocénico fue pobre en vegetales. El total de carbono vegetal almacenado en la tierra como resultado de la fotosíntesis fue algo así como de un 33% a 60% más bajo que en el Holoceno (Beerling 1999). En síntesis, el bajo promedio y una mayor variación en la productividad vegetal, inducidos por el clima, fueron condicionamientos externos que, durante el último ciclo glaciar, redujeron en gran medida tanto la eficiencia como la confianza en una subsistencia basada en vegetales, impidiendo en última instancia, el desarrollo de la agricultura. Las instituciones sociales son una condición interna dominante La transición a la agricultura sin duda estuvo limitada por condiciones internas. Si se asume que la agricultura fue imposible durante el Pleistoceno, el surgimiento más temprano de la agricultura -después del Younger Dryas- indica que lleva alrededor de 1.000 a 2.000 años superar los condicionamientos internos que impiden el desarrollo agrícola, una vez que el clima mejora y se estabiliza; la mayor parte de los cuales se vincula con el desarrollo de los comportamientos requeridos, así como la tecnología y conocimientos indispensables (Feynman y Ruzmaikin 2007; Richerson, Boyd y Bettinger 2001). Ese es el ritmo aproximado de la reorganización masiva de las modificaciones atmosféricas que da cuenta del rápido cambio climático del Pleistoceno, generado en ciclos de 1.450 años (Mayewsky et al. 1997). En todos los casos, los valores mínimos se encuentran entre 1.000 a 2.000 años. Después de todo, las innovaciones agrícolas han continuado hasta nuestros días. Los condicionamientos internos con frecuencia impidieron la evolución de la agricultura por miles de años o aún más. Que el 20 por ciento del mundo continuara siendo cazador-recolector hasta la expansión europea del siglo XIX, quizás sugiere que aún cuando el clima fuera permisivo, la transición hacia la agricultura en general llevó más de 10.000 años (esto es, más que el tiempo transcurrido desde el fin del Younger Dryas), aún en las regiones perfectamente adaptadas para la agricultura –lugares como Argentina, California, y la Gran Cuenca (Porter y Marlowe 2007). Diferentes restricciones internas –geografías desfavorables (Diamond 1997), ausencia de especies pasibles de domesticación (Blumles y Byrne 1991) y recursos de sustentación para las poblaciones demasiado escasos como para mantener el pool de conocimiento cultural necesario (Henrich 2001)– seguramente lentificaron en parte el proceso, pero no lo suficiente como para dar cuenta de los 10.000 años o más de retraso observados en Argentina, California y la Gran Cuenca, que probablemente representan condicionamientos internos más fuertes. Las instituciones sociales parecen ser la causa probable de tales restricciones internas, algunas lo suficientemente fuertes como para impedir o lentificar notablemente la evolución de la agricultura; porque el comportamiento de la subsistencia humana es siempre parte de una estrategia adaptativa mayor tanto social como económica, tal como los sustantivistas3 solían recordarnos. Podemos pensar en cuatro razones por las cuales la evolución de la organización social constituye un condicionamiento interno fuerte para la evolución de los sistemas de subsistencia. Primero, la organización social no es particularmente visible para los foráneos. Las instituciones sociales están representadas en una red difusa de interacciones diarias, interrumpidas por rituales 1 2 3 Estoma: abertura en la epidermis de las plantas para respirar (Nota del Traductor) Evapotranspiración: pérdida de agua por transpiración o evaporación (Nota del Traductor) (Nota del Traductor) Según Bruce Trigger: “El enfoque sustantivista supone que las nuevas propiedades pueden emerger como resultado del cambio sociocultural y que la naturaleza humana puede transformarse a consecuencia de ello” (B. Trigger, 1992; Historia del pensamiento arqueológico, Editorial Crítica, Barcelona, pág. 34) 5 públicos y ceremonias de significado incierto para los de afuera. Segundo, es más difícil poner a prueba las innovaciones institucionales que las tecnológicas. Por lo menos algún número mínimo de individuos debe comprender y adherir a las innovaciones institucionales para que éstas comiencen a operar. La evaluación de su éxito o fracaso podría llevar una generación o más. Esto puede compararse con el intento de un nuevo cultivo anual. Los individuos curiosos pueden plantar una pequeña parcela de prueba y tener una idea aproximada del éxito o fracaso en una estación. Por estas dos razones, las instituciones exitosas se dispersan lentamente más allá de las sociedades que las modificaron. Tercero, la teoría del juego nos dice que la repetición de los juegos tiende a lograr algún equilibrio. Probablemente, los sistemas sociales tienden a ser localmente estables y cuando los sucesos desestabilizan un equilibrio, la búsqueda por uno nuevo estará fuertemente condicionada por la historia (Greif 2006). Así, la evolución cultural será relativamente ineficiente para encontrar con rapidez instituciones sociales óptimas. Cuarto, aunque las instituciones evolucionen por un proceso de selección cultural de un grupo, los rangos del cambio tenderán a tener escalas temporales de milenios (Soltis, Boyd y Richerson 1995). Además, el tipo de selección grupal -que investigaron Soltis, Boyd y Richerson (1995)- impide la “recombinación”; las instituciones más destacadas deben evolucionar independientemente en cada linaje en lugar de ser eliminadas. Es posible una forma rápida de selección de grupo (Boyd y Richerson 2002). Sin embargo, esos mecanismos trabajarán mejor sobre los aspectos de la organización social que son observables, sujetos a prueba y no afectados por fuerzas que estabilizan el equilibrio local. Por lo tanto, la evolución cultural en el Holoceno ha involucrado aparentemente cambios progresivos por los últimos 10 o más milenios. Con probabilidad, el principal factor restrictivo de este período ha sido la evolución de una organización social más sofisticada. Hay por lo menos dos equilibrios dominantes en los cazadores-recolectores del Holoceno y la dicotomía presenta formas diversas tales como; complejas versus simples, de consumo inmediato versus diferido y así sucesivamente. Nosotros preferimos una comparación en términos ecológicos estandarizados; entre los cazadores- recolectores que maximizan la energía y los que minimizan el tiempo, términos que se refieren a las dos medidas más utilizadas en los análisis cuantitativos del comportamiento forrajeador (Bettinger 1999, 2001). El modo más fácil de observar las diferencias es a partir de las restricciones: los que maximizan energía gastan todo el tiempo que sea posible recolectando recursos, maximizando la energía hasta los límites impuestos por el tiempo disponible. Los que minimizan el tiempo gastan el menor tiempo que sea posible en recolectar recursos; minimizando el tiempo de recolección a los límites impuestos por los requerimientos básicos de energía. Las diferencias en las estrategias pueden observarse en varias manifestaciones interesantes. Por ejemplo, los que minimizan el tiempo favorecen las alternativas con tiempos de retorno más variables y en ese sentido aumentan el riesgo. Por diferentes razones, la minimización del tiempo es adversa a la intensificación de recolección de plantas y por extensión a la agricultura, mientras que la maximización de la energía no lo es (Bettinger 2006; Bettinger et al. 2007). Siempre es peligroso representar a los cazadores-recolectores del Pleistoceno a partir de sus equivalentes en el Holoceno, pero las diferencias entre estas dos estrategias son lo suficientemente generales como para garantizar las extrapolaciones hacia el Pleistoceno final, y permiten sostener que la maximización de la energía evolucionó probablemente durante el Bolling/Allerod/Younger Dryas, permitiendo que la agricultura evolucione dentro los 1.000 años posteriores a la mejora climática. Desde esta lógica, el cambio hacia la maximización de energía entre los cazadores- recolectores del Holoceno tardío (Bettinger 1999) debería repetir los cambios observados en el Bolling/Allerod/Younger 6 Dryas. Además, el hecho que algunos de los que maximizaron energía durante Holoceno se hayan mantenido como cazadores-recolectores hasta el momento del contacto europeo (California es el mejor ejemplo) sugiere que aunque la adaptación al paisaje del Holoceno probablemente hizo que la agricultura sea obligatoria en el largo plazo (ahora el mundo es totalmente agrícola)- se mantuvieron espacios sustanciales donde continuó la evolución de la caza-recolección, como lo muestra el reemplazo de los agricultores por cazadores-recolectores en la Gran Cuenca y el Suroeste de Norteamérica. Conclusiones Pensamos que si se pone atención al concepto de factores condicionantes de los procesos podremos realizar progresos en los problemas macroevolutivos, tales como el surgimiento y desarrollo de las sociedades agrícolas. Por ejemplo, la presión demográfica es sin duda un componente importante que conduce a la evolución de la tecnología y la organización social. Pero hemos sostenido (Richerson, Boyd y Bettinger 2001) que es improbable que sea un factor condicionante en escenarios macroevolutivos. La percepción inicial se debe a Malthus. Las sociedades humanas no restringidas pueden duplicarse en cada generación, llevando a generar muy rápidamente una presión demográfica. Lo que Darwin tomó de Malthus fue la noción de que la presión demográfica es casi siempre significativa; sólo es débil bajo circunstancias extraordinarias y efímeras. Por lo tanto, los procesos de carácter restrictivo en las trayectorias evolutivas casi siempre van a ser algo más. Hemos propuesto una hipótesis simple de dos partes para explicar el origen y desarrollo subsecuente de la agricultura. En la última edad de hielo, las fluctuaciones climáticas y las concentraciones bajas de CO2, hicieron que la agricultura fuera imposible. En el Holoceno climáticamente estable, la ventaja competitiva de la subsistencia agrícola condujo a que predominara en todos lados, aunque tras miles de años de evolución cultural. Proponemos que el principal factor limitante en el surgimiento de las sociedades agrícolas ha sido la lenta evolución de las innovaciones sociales, que dieron lugar a sociedades agrarias más grandes y mejor organizadas. Referencias Citadas Allen, J. R., U. Brandt, A. Brauer, H.-W. Hubberten, B. Huntley, J. Keller, M. Kraml, et al. 1999. Rapid environmental changes in southern Europe during the last glacial period. Nature 400:740–743. Allen, J. R. M., W. A. Watts, E. McGee, and B. Huntley. 2002.Holocene environmental variability—the record from Lago Grande di Monticchio, Italy. Quaternary International 88(1):69–80. Anklin, M., J. M. Barnola, J. Beer, T. Blunier, J. Chappellaz, H. B. Clausen, D. Dahl-Jensen, W. Dansgaard, M. de Angelis, and R. J. Delmas. 1993. 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Current Anthropology 50(5): 641-648. 8 ¿QUÉ SABEMOS REALMENTE SOBRE EL ALMACENAMIENTO DE ALIMENTOS, EXCEDENTES Y FESTINES EN LAS COMUNIDADES PRE-AGRÍCOLAS? Ian Kuijt Traducción: Lorena Grana Revisores: Alicia Tapia, Sebastian Muñoz y Gabriela Guraieb Al estudiar los orígenes de la agricultura es fundamental que consideremos la producción de alimentos como un proceso humano a largo plazo, que se centra en el control y en el manejo de los ciclos reproductivos de las plantas, incluyendo la recolección, el almacenamiento y la plantación de las semillas que se reservaron. De acuerdo con el crecimiento de una serie de bibliografía que muestra las trayectorias múltiples y los caminos hacia la agricultura, entiendo a la domesticación como un desarrollo coevolutivo entre los seres humanos y los recursos que ellos explotaron. Para desenredar el nudo complejo de los diferentes factores, que a pesar de todo están interrelacionados e incluyen el almacenamiento de alimento, el excedente de alimento y los festines, se requiere un conocimiento más detallado sobre los procesos y trayectorias de los orígenes de la agricultura. Sostengo que los arqueólogos aún tienen que desarrollar una comprensión más acabada de la escala y de las contribuciones económicas que generó el almacenaje de alimentos en las comunidades preagrícolas. La evidencia del Cercano Oriente señala que el uso de prácticas de almacenamiento se incrementó drásticamente después de la domesticación. Los análisis indican que si bien hubo un nivel de almacenamiento de alimentos en contextos previos a la domesticación y pre-agrícolas, este fue en pequeña escala. Por último sostengo, que en algunos casos, las discusiones sobre el almacenamiento de alimentos y los festines han sido reducidas a cuestiones de importancia universal, más que a una exploración detallada y contextualizada dentro de un caso de estudio, cultural, temporal y geográficamente específico. La producción de comida es la piedra angular de las sociedades agrícolas. Aunque los investigadores a menudo asocian la producción de alimentos con la agricultura, un creciente número de estudios ha mostrado una variedad de formas de producción de recursos -con diferente intensidad y tipo de alimentos- que existió en un rango amplio de sociedades cazadoras-recolectoras y agrícolas. Es importante, además, esclarecer el concepto de producción de alimento desde la agricultura y modelar estos cambios como un proceso social gradual. En su artículo basado en la producción de alimento en pequeña escala, Smith (2001a, 16) nos advierte sobre la producción de alimento como un proceso humano a largo plazo que se centra en el control y en el manejo de los ciclos reproductivos de las plantas, incluyendo la recolección, el almacenaje y la plantación de las semillas reservadas. A pesar de que existen perspectivas alternativas (Hayden 2009, en este volumen), los investigadores generalmente están de acuerdo en que el surgimiento de la producción de alimento apareció ante la necesidad de garantizar alimentos suficientes a corto y largo plazo, utilizados para superar las variaciones estacionales y anuales. Además, tales metas a largo plazo requirieron el procesamiento y almacenaje de esos recursos. En lugar de ver la transformación de los cazadores- recolectores a sociedades agrícolas a partir de explicaciones universalistas, investigadores como Smith (2001a, 219), Pearsall (2009, en este volumen), y Winterhalder y Knnett (2009, en este volumen) sugieren que nuestro modelo de los orígenes de la agricultura debe estar contextualizado en los estudios de casos y que hay un cuerpo creciente de literatura que que ilustra múltiples trayectorias y procesos hacia la agricultura. Siguiendo a Rindos (1984) y otros, entiendo a la domesticación como un desarrollo a través de la co-evolución entre los seres humanos y los recursos que explotaron. Para poner esto en funcionamiento propongo a los forrajeadores/cultivadores tempranos como agentes no 9 intencionales de dispersión y protección, que promueven ciertas especies de plantas y, en algunos casos, los atributos de esas plantas. Para momentos posteriores, es lógico considerar que la gente habría reconocido la utilidad de cada recurso y habría regulado intencionalmente sus prácticas para adaptarse a ellos. La investigación de Willcox (2005) destaca que en el contexto del Cercano Oriente los cultivadores y agricultores tempranos parecen haber seguido una serie de vías hacia la agricultura. Al igual que Smith (2001b) y Winterhalder y Kennett (2009), sostengo que un conocimiento más detallado de los procesos y las trayectorias de origen de la agricultura requiere la distinción de los diferentes factores interrelacionados para ayudarnos a comprender el surgimiento de la agricultura y la producción de alimentos. En esta breve discusión, quiero comenzar a separar los hilos entrelazados del almacenaje de alimento, el excedente de alimento y los festines. Mi argumento es que estos factores se han arraigado en la literatura de manera confusa y superficial, y al mismo tiempo han sido descontextualizados hasta llegar a oscurecer potencialmente algunas de las interrelaciones entre los diferentes factores. Estoy en general de acuerdo en que esos factores cumplieron potencialmente importantes roles sociales y económicos en la transición desde los forrajeadores hacia los agricultores. Mi preocupación es que, aunque estamos de acuerdo sobre su potencial significación, el debate se ha reducido en algunos casos a reivindicar su importancia universal más que a una exploración contextualizada y detallada de un caso de estudio, cultural, temporal y geográficamente específico. Tratando de encontrar el Refrigerador: el almacenamiento de comida y el origen de la agricultura La producción de alimento, la desigualdad social y el almacenamiento están interrelacionados. A pesar de la aceptación general de esta proposición, los roles del almacenaje en la emergencia de la desigualdad social y en el desarrollo de la producción de alimento permanecen pobremente comprendidos. El almacenaje de comida es un tema difícil para los investigadores ya que no siempre se manifiesta de manera visible o material (ver Forbesy Foxhall 1995; Ingold 1983; Stopp 2002; Testart 1982). La reconstrucción y definición de qué es el almacenamiento resultan altamente complejas y se apoyan en prácticas y materiales que no siempre están bien preservados. La identificación de rasgos de almacenaje, así también como la escala del almacenamiento, resultan indeterminables por varias limitaciones. Primero, debido a la preservación diferencial, no todo almacenaje de alimentos puede ser identificado en el registro arqueológico. Aunque no está sujeto al azar, la preservación directa de alimentos por medio de la cocción u otros agentes de conservación es lo suficientemente inconsistente e improbable como para ser representativa del rango completo de alimentos usados y almacenados en una economía prehistórica. Segundo, numerosos casos etnográficos de cazadores recolectores y agricultores proporcionan evidencia de un amplio rango de prácticas de almacenamiento, algunas de las cuales ocurren afuera del sitio (Stopp 2002). Tercero, si bien podemos usar la etnografía para ayudarnos a entender la utilización en el pasado de las estructuras arquitectónicas, es posible que las prácticas de almacenamiento del Neolítico sean diferentes a nuestros casos comparativos. El conocimiento arqueológico de las prácticas de almacenaje del pasado está basado mayormente en los rasgos preservados, las estructuras que están vacías, y en los restos paleobotánicos quemados que raramente se recuperan. Los investigadores a menudo se han quedado sin otra alternativa que desarrollar argumentos circunstanciales sobre las estructuras específicas que fueron usadas para almacenar alimentos. Algunos investigadores (por ej. Hayden 2009, en este volumen) argumentan que el Cercano Oriente Temprano pre-agrícola (14.500- 12.8000 cal AP) y el periodo del Natufiense Tardío (12.800-11.500 cal AP) estaban caracterizados por un almacenamiento y un excedente de 10 alimentos suficientes, que permitió a ciertos individuos ganar poder social sobre otros. Los periodos del Natufiense, que se distinguen de otros, estaban caracterizados por un importante sedentarismo residencial estacional y por una extensiva recolección de plantas silvestres (BarYosef 1998). Al igual que otros grupos tempranos, el Natufiense Temprano y Tardío estaba concentrado en la recolección intensiva y extensiva de cereales silvestres (Bar-Yosef 1998). La gente del Natufiense utilizó notablemente un amplio rango de plantas y animales silvestres, y probablemente hayan tenido un conocimiento detallado de la estacionalidad y la disponibilidad de esos recursos. Sin duda, el grado de incremento del sedentarismo en el período del Natufiense Temprano sugiere que los habitantes eran capaces de reducir el riesgo alimentario estacional, hasta el punto de poder vivir en las mimas áreas por uno o varias estaciones al año. Los investigadores (por ej. Bar-Yosef 1998; Goring- Morris y Berfer-Cohen 1998; Munro 2004) que trabajan en el Levante, han mostrado que la evidencia directa sobre el almacenamiento de alimentos -tanto en los momentos tempranos como tardíos del Natufiense- es sorprendentemente escasa. En la discusión sobre el almacenaje en asentamientos tempranos del Natufiense, Bar-Yosef (1998, 164) manifestó que: “A pesar de esperar lo contrario, en los sitios Natufienses las instalaciones para almacenamiento son raras. Los pocos ejemplos incluyen un recipiente enlozado en la terraza de Hayonim y varios pozos estucados de Ain Mallaha, los cuales podrían haber servido como estructuras para el almacenamiento bajo tierra”. De la misma manera, Goring-Morris y Belfer-Cohen (1998, 80) sostienen que: “A pesar que la evidencia es prácticamente inexistente, es probable que haya habido avances en las instalaciones para almacenaje”. Paradójicamente, existen claras evidencias indirectas para la elaboración y almacenamiento de alimentos, incluyendo la presencia de hoces y artefactos para procesar alimento, como por ejemplo morteros, manos y cuencos, los cuales son interpretados como evidencia de recolección y procesamiento de legumbres, cereales, almendras y otras plantas. En conjunto, estas evidencias indican que la gente del Natufiense Temprano debió haber estado involucrada con alguna forma de almacenamiento de escaso alcance. La falta casi total de pruebas del almacenaje de alimento para el Natufiense Temprano parece evidente en comparación con las estructuras escasas de almacenamiento del Natufiense Tardío. Como indica Munro (2004), con la posible excepción del sitio de Ain Mallaha, las excavaciones en todos los otros sitios del Natufiense Tardío -incluyendo el asentamiento Baaz Rock, Iraq ed-Dubb, la cueva Hilazon Tachtit, Hatoula y Abu Hureyra- no proporcionan evidencias directas de contenedores, silos u otros rasgos que pudieron ser construidos como estructuras de almacenaje. Se podría argumentar que el almacenamiento del Natufiense Tardío, es invisible por cuestiones metodológicas o de preservación; ahora bien, si basamos nuestra argumentación en los datos materiales y no en la especulación, entonces debemos reconocer que no hubo un importante almacenaje de alimentos para los 1200 años anteriores al comienzo del Neolítico y de los orígenes de la agricultura. Esta breve discusión resalta tres puntos. Primero, los arqueólogos aún no han desarrollado un detallado conocimiento de la escala y las contribuciones económicas del almacenamiento de alimentos en las comunidades pre-agrícolas. Un estudio preliminar de esta cuestión en el Cercano Oriente (por ej. Kuijt 2008) indica que el uso de prácticas de almacenaje se incrementó drásticamente después de la domesticación. Segundo, el análisis preliminar de los datos sobre el almacenaje en asentamientos particulares indica que si bien había un cierto nivel de almacenamiento en contextos pre-domésticos y pre-agrícolas, éste fue de escala pequeña. Como señaló Smith (2001a), puede sostenerse el argumento que en algunos lugares la domesticación fue un proceso a largo plazo. Tercero, para el análisis y la reconstrucción de los contextos sociales y económicos de los modos de vida pre-agrícolas del Cercano Oriente, se necesita distinguir entre las muy diferentes adopciones culturales del Natufiense Temprano y 11 Tardío, más que tratarlas como simples adaptaciones homogéneas (Hayden 2004). Esta descontextualización ha oscurecido nuestra reconstrucción de la transición hacia la agricultura en esta región crítica. Cuánto alimento había en el Refrigerador: el excedente y el origen de la agricultura ¿Cuándo llegaron las economías productivas de bajo nivel al punto de acumular un importante exceso o superávit de alimentos?. En una situación similar a la investigación aún escueta sobre el almacenamiento, los arqueólogos todavía deben desarrollar un análisis económico sofisticado acerca del almacenamiento de alimentos y de cuándo, o incluso si las personas fueron capaces de regular la provisión de alimentos más allá de sus necesidades de consumo anual, incluyendo una reserva de granos para superar las perdidas por deterioro o la provisión de semillas para plantar y compensar los años potenciales de perdidas en las cosechas. Para esta discusión voy a definir al excedente como una cantidad o magnitud que va más allá de lo que se considera normal o suficiente. Tal como lo señalan varios investigadores (p.e. Forbes y Foxhall 1995; Harris 2002), el sistema de almacenamiento puede asegurar un excedente más allá de las inmediatas necesidades domésticas anuales. Para alcanzar un excedente o superávit válido, es necesario obtener suficientes recursos alimenticios anuales, que permitan cubrir las necesidades de subsistencia del grupo, asegurar el suficiente almacenaje de alimento para superar cualquier escasez estacional o anual, y aún tener cantidades restantes que puedan ser usadas para el comercio, el trueque o cualquier otra forma social de intercambio. Por lo tanto, la cuestión crítica no es si había almacenaje sino más bien si había algo que quedara después que las necesidades humanas fueran satisfechas. Para evaluar si determinados grupos tuvieron un excedente de alimento, es necesario comprender las necesidades básicas de subsistencia de un grupo doméstico. Esas necesidades podrían estar basadas en los tipos de alimento disponibles, la distribución temporal y espacial de esos recursos, y la habilidad del grupo para recolectar, procesar y almacenar alimentos. Es importante reconocer que estas decisiones no sólo son de un caso específico sino también que el almacenaje representa una forma crítica de controlar el riesgo. Es evidente la siguiente relación: en general, cuánto más alimento fueron capaces de almacenar las poblaciones, más prósperas fueron. En contextos de alta variabilidad de recursos, los pueblos intentarían minimizar los riesgos de múltiples maneras, incluyendo el acopio de alimentos en caso de reiteradas pérdidas de cosechas (Winterhalder y Golan 1997). Forbes y Foxhall (1995) nos proveen de algunos lineamientos básicos. Su trabajo muestra que en el contexto de alta variabilidad de recursos vegetales y de alta variación anual e interanual, los agricultores almacenan suficiente alimento como para que dure varios años. La cuestión crítica es si existe evidencia arqueológica para sustentar los argumentos de que las unidades domesticas del Natufiense Tardío almacenaron alimentos suficientes para que los integrantes pudieran sobrellevar los múltiples fracasos del cultivo ¿Qué es lo que ocurre en diferentes momentos del período Neolítico? No conozco los últimos análisis económicos y de subsistencia que han explorado esta cuestión a través de los datos arqueológicos. Si bien algunos investigadores (por ejemplo, Hayden 2004) consideran que había un exceso o superávit de alimento, todavía no han presentado análisis detallados como para sustentar ese argumento. De hecho, la evidencia Natufiense y Neolítica disponible no avala los argumentos de un excedente de alimento antes de los períodos tardíos del Neolítico del Cercano Oriente, varios miles de años después del surgimientos de animales y plantas domesticas (Kuijt 2008). 12 ¿Festines Natufienses en los orígenes de la agricultura? ¿Fueron los festines un factor universal para los orígenes de la agricultura y el desarrollo de la desigualdad social en todas las áreas del mundo? Sin duda, en el caso del Cercano Oriente, Hayden (Hayden 2004, 2009) sostiene que sí lo fueron. Partiendo de la premisa que las innovaciones tecnológicas anteriores a la domesticación produjeron un superávit de recursos alimenticios, él argumenta que eso facilitó la utilización de nuevas fuentes de alimentos, así como permitió mayores niveles de extracción de recursos conocidos, generándose así un incremento de niveles de almacenamiento de alimento. Para Hayden, tal superávit se podría haber usado para festines competitivos, la finalización de las actividades económicas y para convertir dichos excedentes en otros bienes, deudas sociales y servicios. Este punto de vista ha sido criticado desde diferentes perspectivas. Smith, por ejemplo, ha identificado dos problemas principales con el Modelo de Hayden. Primero, Smith (2001b; 220) sostiene que ninguna de las primeras plantas y animales domesticados califican como bienes de prestigio de trabajo intensivo. La domesticación temprana fue de alimentos básicos, y no de bienes de prestigio. En consecuencia, si los festines eran críticos para la domesticación, entonces el objetivo debió haber sido el de aumentar la cantidad de alimentos para el consumo humano, y no el uso de bienes de prestigio. Segundo, como señalan Smith y otros (por ej. Belfer-Cohen 1995; Kuijt y Goring- Morris 2002), el período directamente anterior a la aparición de la domesticación no proporciona una evidencia clara de diferenciación social sistemática o desigualdad social. Smith (2001b, 221) afirma: “Puesto de una forma sencilla, en ningún lado está bien documentada la correlación entre la emergencia de la desigualdad social y las primeras apariciones de plantas domesticadas”.Tercero, las fuentes etnográficas refieren que los festines ocurren en contextos sociales donde coexisten procesos integrativos y competitivos, no sólo de competencia (Twin 2008). Finalmente, señalaría que mucha de nuestra discusión sobre el festín está descontextualizada. No estoy cuestionando el argumento que bajo ciertas circunstancias los festines sirven como un medio de consolidación política, o -como sostiene Hayden (2009)- que estos festines pueden servir como estrategias de reducción del riesgo; en general estamos de acuerdo con estos puntos. Más bien, creo que las actuales publicaciones sobre festines son poco convincentes, no sólo por falta de análisis detallado de casos de estudio con posibles evidencias de festines en contexto arqueológico (como excepción ver Twiss 2008, para el Cercano Oriente), sino, lo cual es importante, casi ninguna considera la adecuación potencial entre casos de estudio específicos y ejemplos etnográficos de festines. Pensamientos finales Retomando las preguntas realizadas al comienzo de este ensayo, la comprensión de los procesos y las trayectorias de los orígenes de la agricultura requieren que desenredemos el complejo nudo de las diferentes interrelaciones entre los factores. Aquí he intentado separar los hilos entrelazados del almacenaje de alimentos, el superávit y los festines. Recientemente los festines han comenzado a estar de moda y a ser tópicos de estudio importante. Si bien estamos logrando una mejor comprensión de los contextos etnográficos de los festines, la mayoría de las aplicaciones de estos conjuntos de datos sobre los orígenes de la agricultura están descontextualizadas y sin una consideración seria acorde con estudios de casos específicos. En contraste con el estudio de los festines, la naturaleza de y las interrelaciones entre las cuestiones del almacenaje y el superávit reflejan un conocimiento escaso de la transición de forrajeadores a agricultores. Espero que esta brecha se cierre con futuras investigaciones. 13 Referencias citadas Bar-Yosef, O. 1998. The Matufian Culture in the Levant, Threshold to the origins of agriculture. Evolutionary Anthropology 6(5):159-177. Belfer-Cohén, A. 1995. Rethinking social stratification in the Matufian culture: the evidence from burials. In The ar-chaeology of death in the ancient Near East. Qxbow Mono-graphs 51. S. Campbell and A. Creen, eds. Pp. 9-16. Oxford: Oxbow. Forbes, H., and L. 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Pearsall Traducción: Bárbara Mazza Revisores: Alicia Tapia, Sebastian Muñoz y Gabriela Guráieb Dado que para comprender la transición hacia la producción de alimentos se requiere fundamentalmente la reconstrucción de la dieta, los diseños de investigación que incorporan múltiples líneas de evidencia proporcionan las pruebas más sólidas. Es necesario un enfoque que evalúe críticamente las múltiples líneas de evidencia, verificando cada uno de los indicadores o varios diferentes. En este trabajo se presentan las cuestiones teóricas y metodológicas que surgieron en las presentaciones e intercambios durante las “Discusiones sobre la problemática del origen de la agricultura, en la Universidad Estatal de Nueva York”. Intervine como participante formal por la Universidad Estatal de Nueva York en la discusión sobre la problemática “Los Orígenes de Agricultura" y descubrí que las ideas que intercambiamos son significativas. Mi perspectiva de investigación sobre la domesticación de plantas y la agricultura está basada en dos aspectos. Primero, metodológicamente me interesa saber de que manera a través del registro botánico podemos responder a preguntas sobre la interrelación entre plantas y humanos en el pasado. Creo que para que sean de utilidad, los modelos deben ser verificables y los diseños de investigación que incorporan múltiples líneas de evidencia proporcionan las pruebas más sólidas. Segundo, como etnobotánica, veo la domesticación de plantas como el resultado de típicas prácticas cazadoras-recolectoras (Harlan 1992). Encuentro a la coevolución (Rindos 1984), la ecología cultural humana (HBE4; Kennet and Winterhalder 2006) y la ecología histórica (Balée y Erickson 2006a) muy útiles y serían bienvenidos los esfuerzos para reconciliar esas perspectivas. Mi investigación en este tema se ha centrado principalmente en la costa de Ecuador y en las comparaciones entre esta región y la costa de Perú (Pearsall 1995, 1999, 2003; Piperno y Pearsall 1998). Aquí, en concordancia con otros lugares Neo-tropicales, hay una aparentemente larga transición hacia la agricultura, lo que Smith (2001) llama el período de “nivel bajo de producción alimenticia”. La domesticación es un proceso evolutivo, con muchas etapas entre las plantas silvestres y las plantas completamente domesticadas. La presencia de domesticación no es lo mismo que la dependencia de ella (o sea la agricultura). El modelo de Rindos (1984) unifica estas perspectivas distinguiendo la domesticación de la agricultura y luego reúne estos procesos dentro de un modelo único. El nivel bajo de producción alimenticia es concordante con el modelo coevolutivo, que predice diferentes etapas en la relación entre humanos y plantas, incluyendo un período en el cual la domesticación es parte de un sistema caracterizado por una dependencia principalmente de recursos no domesticados y una alta diversidad de especies. El modelo de la dieta de amplio espectro de la HBE (Ecología del comportamiento humano) también predice que las plantas domesticadas alcanzaron mayor predominio (y contribución alimenticia) a medida que pasaban a ser más productivas (a lo largo de un continuum, desde un estado silvestre a otro completamente domesticado; disponibles en grandes parches (Piperno 2006b, Piperno y Pearsall 1998). Winterhalder y Kennet (2009, en este volumen) debatieron durante la discusión realizada 4 - (Nota del revisor) HBE: Human Behavioral Ecology (Ecología del comportamiento humano) 15 en la SUNY5 acerca de por qué el período “de baja producción alimenticia” es aparentemente tan largo y variable. Al respecto se me ocurre una pregunta: ¿se puede predecir el grado de cambio de la relación entre la duración y la trayectoria de la transición hacia la agricultura? O de manera más amplia ¿existe una relación general entre la diversidad de recursos, la distribución y la baja productividad alimenticia? Estas preguntas tratan dos temas que debatimos acaloradamente durante la discusión en la SUNY: 1- en qué medida la producción de alimentos es o no un desarrollo general; y 2- si lo es, ¿requiere una explicación general, tal como argumenta Cohen (2009, en este volumen)? O como cuestionan Winterhalder y Kennet (2009): ¿cual es el rol de los factores internos y externos? ¿es una explicación unitaria o múltiple? Si el comienzo de la transición sucedió en distintos momentos (por ejemplo, la diferencia entre el este de Norteamérica y Mesoamérica) y ocurrió a diferentes ritmos (por ejemplo, entre el suroeste Ecuador y la costa de Perú), ¿deberíamos buscar una articulación diferente entre factores internos y externos? Para mí es de interés primordial saber cuál es la forma más adecuada de responder a estas preguntas. Podría sostener que para comprender la transición hacia la producción de alimentos debe efectuarse fundamentalmente la reconstrucción de la dieta. Hace tiempo dicté un seminario para graduados sobre la reconstrucción de la dieta a través del uso de datos arqueológicos y de restos esqueletales humanos. Después de leer abundante bibliografía para reunir esa información, llegamos a la conclusión que los trabajos publicados que proporcionan reconstrucciones convincentes son muy pocos, principalmente porque son pocos los investigadores que integraron datos de distinto tipo. Por ejemplo, los datos botánicos y faunísticos raramente se discuten juntos; los resultados isotópicos y de elementos traza raramente fueron considerados en conjunto con los datos arqueológicos. Cuando se utilizó más de una línea de evidencia, hubo con frecuencia un uso poco crítico de los datos y sin pericia por parte de los autores. La perspectiva que propongo para la reconstrucción de la dieta consiste en evaluar críticamente distintas líneas de evidencia para verificar un indicador respecto de otros diferentes y para sintetizar los datos dentro de una imagen coherente sobre la dieta y la salud (Pearsall 2000, 497-591). Una de las maneras de mirar las relaciones entre los diferentes indicadores potenciales de dieta y salud es considerar cómo difieren a lo largo de dos dimensiones: 1- directa a indirecta; y 2- desde lo individual a lo comunal y a lo extracomunal (Figura 1). Los indicadores directos son aquellos que obtienen información de dieta o salud directamente sobre el mismo cuerpo. Los indicadores indirectos son, por un lado, los restos arqueológicos de comida y sus residuos, y por otra parte, los implementos y actividades que rodean la búsqueda de comida. Los indicadores indirectos raramente se pueden relacionar con un individuo, en realidad brindan datos a nivel doméstico o comunal. Los indicadores indirectos también se encuentran más allá del nivel doméstico o comunal: la modificación del paisaje y la localización del asentamiento pueden proporcionar información sobre la búsqueda de comida. 5 - (Nota del revisor) SUNY: “State University of New York “, Conversation in the discipline: The origins of Agriculture (Discusión sobre la problemática: Los Orígenes de Agricultura, en la Universidad Estatal de Nueva York) 16 Figura 1. Relaciones entre indicadores de dieta y salud (fig. 6.1. de Pearsall 2000) La discusión en la SUNY tuvo la siguiente consecuencia en mi pensamiento: el círculo que se muestra en la Figura 1 necesita otro anillo o dimensión que incorpore indicadores de status y de redes sociales, como almacenaje, intercambio y producción de excedentes. Tal como Hayden (2009, en este volumen) argumenta, la producción de comida es una manera de consolidar redes sociales (incrementando su estatus), que en algunas ocasiones puede ser una forma de reducir riesgos y es aplicable a los modelos de la HBE (Ecología del comportamiento humano). La tecnología de almacenamiento (a la cual agregaría la tecnología de procesamiento) es la clave para hacer de la comida una moneda corriente entre las redes sociales. El tipo y la magnitud del almacenamiento es algo que podemos documentar arqueológicamente y podemos evaluar en relación a indicadores independientes de estatus y de producción de los cultivos (dentro de los límites de la preservación). Podría señalar que buscar indicadores de dieta y salud en múltiples dimensiones –tales como directas o indirectas, individuales o comunales- tiene más que un mero valor heurístico. En efecto, proporciona un marco para combinar múltiples indicadores de dieta, evaluado sus fuerzas relativas y también luchando con la inevitable falta de datos. La Figura 2 nos brinda un ejemplo sobre este enfoque; allí he considerado predicciones sobre múltiples indicadores directos e indirectos para dos dietas hipotéticas (agricultura incipiente, basadas en valores isotópicos C3 y proteínas terrestres versus marinas), frente a las cuales se pueden evaluar los datos arqueológicos, biológicos y ambientales y los datos que faltan del modelo. El patrón predecible en los indicadores alimenticios que se ilustran en esos dos ejemplos, en parte se deriva empíricamente y en parte teóricamente, usando una perspectiva coevolutiva sobre cómo las 17 interrelaciones entre humanos-plantas/animales cambian con la domesticación. Se podrían agregar algunas predicciones desde la dimensión del status y de las redes sociales: escaso espacio ceremonial/no doméstico; baja a intermedia capacidad de almacenaje; baja a intermedia tecnología de procesamiento de alimentos. No hay lugar aquí para ilustrar con un caso en particular (ver Pearsall 2000 para los casos de Ecuador y Perú). Simplemente destacaré que cuando comparé por primera vez los indicadores de Valdivia Medio (Formativo temprano de la costa de Ecuador) con las dietas hipotéticas que había desarrollado, parecía faltar la fuente de carbohidratos C3: las caries dentales eran relativamente altas pero aunque el maíz estaba presente, los valores isotópicos no indicaban un uso marcado. Luego identificamos almidón y fitolitos de mandioca (Manihot esculenta) y arrurruz (Maranta arundinacea) en los artefactos líticos (Chandler-Ezell, Pearsall, and Zeidler 2006); ambas son plantas C3. He descripto brevemente el diseño de investigación que encontré más eficaz para investigar la domesticación de plantas y la agricultura y para mostrar una manera de hacer más rigurosas nuestras pruebas de los modelos. Creo que integrar las diferentes líneas de evidencia es el camino hacia el consenso. Ahora voy a tratar aspectos más generales sobre varias cuestiones teóricas y metodológicas que surgieron en las presentaciones e intercambios durante la conversación SUNY. Gremillion y Piperno (2009, en este volumen) discutieron acerca de cómo el modelo HBE podría incrementar su utilidad para el estudio de la transición hacia la agricultura si se incorporan decisiones humanas concretas. Por ejemplo, si un alimento que tenía escaso valor por los costos elevados de procesamiento pudo ser procesado fuera de temporada (por el almacenamiento) o no llegó a competir con otra forma de obtención de recursos (por la división del trabajo), su valor puede elevarse. Los tipos de alimento pueden no estar exclusivamente dentro o fuera de la dieta pero pueden cambiar de valor a través de tales decisiones. 18 Figura 2. Predicciones desde múltiples indicadores de dieta para dos dietas hipotéticas (fig 6.16 de Pearsall 2000) En mi opinión, un aspecto que está relacionado es el tipo de escala en la que se toman las decisiones. Si, como sostenían los ecólogos históricos para las forestas Neo-tropicales (por ej. Balée and Erickson 2006b; Clement 2006), la toma de decisiones humanas está enfocada en el manejo del paisaje más que en la relación abundancia/costo de los recursos individuales, entonces los modelos HBE deberían incorporar al paisaje como así también datos a nivel de sitio, usando la teoría del “lugar central” de forrajeamiento (Gremillion 2006) o el modelo de distribución ideal (Kennett, Anderson y Winterhalder 2006). O, como Lambert (2009, en este volumen) señaló, necesitamos conocer el paisaje social de la agricultura temprana y de la agricultura intensiva. Si se determina el potencial de cultivo a escala del paisaje, se pueden evaluar las predicciones del modelo HBE o de otros. Los Neotrópicos son quizás ideales para observar las relaciones entre el ambiente y los humanos, relevantes para la agricultura en una escala de paisaje: allí se registra la presencia de predación humana de los vegetales, el poblamiento inicial de forrajeadores y pescadores y el comienzo e intensificación de la producción de alimentos (Piperno 2006a). No es común ni es 19 fácil obtener secuencias largas, pero es posible encontrar ambientes prístinos útiles como puntos de referencia para detectar la agricultura temprana: ellos están en núcleos sedimentarios profundos. El fuego, representado por la presencia de carbones en los sedimentos, es un indicador importante del manejo humano de la vegetación. Los fitolitos y el polen documentan cambios en la vegetación asociados con los cambios en los regímenes del fuego. Winterhalder y Kennett (2009) demostraron que utilizando los conceptos económicos básicos de riesgo, discontinuidad y costos de transacción de los modelos de la HBE, se pueden obtener aproximaciones sólidas. Por ejemplo, los seres humanos manejan el riesgo económico en numerosos sentidos, incluyendo el almacenamiento, el intercambio y las actividades organizadas estacionalmente. Hay otras clases de riesgos -por ejemplo, de salud y políticos- que requieren diferentes formas de intervención y control y que habrían tenido un rol mayor o menor en la agricultura temprana. Cohen (2009) también discutió la importancia de tener en cuenta la salud – como un posible feedback negativo- dentro de los modelos de HBE: es decir, la falta de salud como un factor de riesgo. Para mí estos aspectos denotan la complejidad de reconstruir la transición hacia la agricultura y la necesidad de considerar diferentes combinaciones de factores internos y externos en nuestras explicaciones. Bettinger, Richerson y Boyd (2009, en este volumen) señalaron la importancia de tener en cuenta los procesos y condiciones externas/ambientales para entender el origen de la agricultura, pero también lo es el considerar los obstáculos internos al cambio: el desarrollo de comportamientos y tecnología para la producción alimenticia. ¿Cuánto tiempo podría llevar esto? ¿Cómo puede ser reconstruido e investigado? Como indicaron Piperno y Pearsall (1998), la producción temprana de alimentos implica el aumento del tamaño de los parches 6 de las plantas utilizables. La tecnología y el comportamiento necesarios (conservación de las semillas, siembra, cultivo mínimo, cosecha) son resultados naturales de las actividades de los cazadoresrecolectores (almacenar las semillas para usarlas fuera de estación, alentar el crecimiento de nuevas parcelas de recolección, cosechar). Cambios en el comportamiento significativos como la división del trabajo y el compartimiento de comida anteceden a la domesticación de plantas, así como el uso del fuego. Para intensificar la agricultura es necesario hacer cambios en la ocupación de la tierra y en el desarrollo de tecnología, que permitan aumentar las hectáreas (terrazas, campos de altura, técnicas de arado con animales) y el manejo del agua (campos con irrigación y drenaje); creo que estos factores internos pueden afectar la duración absoluta del nivel de baja producción alimenticia o su ritmo de cambio. Schoeninger (2009, en este volumen) discutió el rol de los isótopos estables de carbono y nitrógeno en las predicciones sobre dieta de los modelos HBE y de otros. En el Nuevo Mundo, por ejemplo, podemos observar cambios en la dieta basados en C3 a C4 para evaluar la importancia del maíz dentro de una población o a lo largo el tiempo. Los datos isotópicos demuestran el poder de los datos individuales, por ejemplo para identificar individuos de diferente estatus u origen o para obtener información sobre las redes sociales o de intercambio. Schoeninger (2009) también resaltó la importancia de definir la agricultura temprana y la producción de alimentos de bajo nivel en términos de cambios predictivos en los valores isotópicos. Esta cuestión también fue enfatizada por A. Merriwether (contribución no publicada de la conversación SUNY): necesitamos hipótesis verificadas mediante datos genéticos, esto significa que es necesario realizar una investigación interdisciplinaria para contrastar las hipótesis que conciernen a las expansiones démicas7 y a la agricultura. Como se discutió antes, 6 - (Nota del revisor) En las ciencias que estudian el ambiente (Ecología. Geografía, etc.) el término parche se aplica a los espacios que dentro de una región o área se pueden diferenciar entre sí por sus diferentes características (geomorfológicas, faunísticas, vegetales, etc.). Por ejemplo, dentro de la sabana africana se distinguen parches con vegetación abierta, parches de monte arbustivo y parches de bosques ribereños. 7 - (Nota del revisor) La “expansión démica” supone un movimiento de población y colonización del espacio lento y continuo, que incluye la formación de nuevos asentamientos a distancia cortas desde los puntos de origen (J. Berna- 20 los datos isotópicos están dentro de los indicadores directos individuales, que considero esenciales para comprender la dieta. Kuijt (2009, en este volumen) enfatizó la importancia de una caracterización precisa del almacenamiento y el excedente, junto con sus manifestaciones materiales definidas. La ausencia de información debida a la preservación diferencial (sean datos botánicos, tipos de almacenaje, sitios) puede ser reconstruida y explicada según otros indicadores. La escala es otro punto crítico: no es lo mismo para una que para muchas medidas. En mi opinión el poder de múltiples indicadores no puede ser sobredimensionado cuando se investiga la transición hacia la agricultura u otro caso de cambio de dieta. Como se ilustró en las figuras 1 y 2, hay indicadores esqueletales de stress/salud que dan información sobre la dieta. Lambert (2009) cuestionó la forma en que observamos la adaptación vinculada a los orígenes de la agricultura: ¿tendemos más a la homeostasis (tales como los indicadores de salud, mencionados antes), el fitness Darwiniano (la fertilidad), o a ambos? Los cambios de la fertilidad en relación a los orígenes de la agricultura: ¿ocurren de manera universal? ¿Hay una sola causa o muchas Tal como sostuvo Bocquet-Appel (2009, en este volumen), el aumento de la población puede ser tanto una causa como un efecto de la agricultura: un efecto porque hay una demora entre la aparición de las primeras domesticaciones y el aumento de la fertilidad en los casos que él ha examinado, y una causa porque la Transición Demográfica del Neolítico (NDT8) coincide con la aparición de cosechas (más abundantes). Sería interesante evaluar el modelo NDT en un asentamiento no agrícola (para desligar a la agricultura del sedentarismo como promotor del aumento de la fertilidad). Concluyo con otra cuestión de A. Merriwether: la importancia crítica para la investigación genética de realizar trabajos de campo que incluyan la recolección de plantas y de especímenes animales, dado que todavía subsiste un conocimiento diverso pero tradicional. Deseo compartir este sentimiento: la investigación interdisciplinaria focalizada en recolectar datos etnográficos, biológicos y ecológicos necesarios para “alimentar” nuestros modelos es esencial. Soy optimista en cuanto a que muchas de las ideas discutidas durante la conversación en la SUNY son evaluables usando el registro arqueológico, el registro climático, geológico y paleoambiental y los restos esqueletales humanos, especialmente en los casos donde se pueden utilizar múltiples líneas de evidencia. La preservación puede limitar los análisis cuantitativos en algunos casos –interpretar la ausencia es un problema persistente. En ciertas escalas de análisis, la presencia/ausencia, ubicuidad (porcentaje de presencia), el paisaje y el patrón de vegetación pueden ser suficientes. Espero que haya mayor integración explícita sobre el manejo humano de los ambientes, tanto física como social, dentro de los modelos HBE. ¿Uno o muchos elefantes?9 Todavía estamos esperando los resultados. Referencias citadas Bale´e, W., and C. L. Erickson, eds. 2006a. Time and complexity in historical ecology. New York: Columbia beau, J. Emili Aura y E. Badal; 1995, Al oeste del Edén. Las primeras sociedades agrícolas en la Europa Mediterránea, Editorial Síntesis, España; pp. 236-237) 8 - (Nota del revisor) Neolithic Demographic Transition (NDT) 9 - (Nota del revisor) Una expresión latina con significado similar podría ser ¿el árbol o el bosque? 21 UniversityPress. Pearsall Investigating the Transition to Agriculture 613 ———. 2006b. Time, complexity, and historical ecology. In Time and complexity in historical ecology. W. 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