Subido por Mario Marrero Leyva (MML1357)

Libres en Cristo

Anuncio
¿Qué significa ser libre en
Cristo?
Juan 8:31-32 Dijo entonces Jesús
a los judíos que habían creído en
él: Si vosotros permaneciereis en
mi palabra, seréis
verdaderamente mis discípulos;
32 y conoceréis la verdad, y la
verdad os hará libres.
Cuando hablamos de nuestra
libertad en Cristo, necesitamos
definirla porque es un término
que puede utilizarse de manera
inapropiada si no somos
cuidadosos y no le aplicamos un
contexto bíblico y un contexto
cristiano.
Una vez escuché la siguiente
analogía respecto al cristianismo
y la libertad. El cristianismo
representa un puente estrecho,
colgadizo, de esos de hechos de
soga y tablas que parece que van
a romperse cuando la pisan. El
caso es que ese puente está
sobre dos ríos. Uno de ellos tiene
el agua muy clara, limpia,
transparente pero con una
corriente muy fuerte y mortal. El
otro río tiene aguas muy sucias,
contaminadas pero con una
corriente muy suave. El río
número 1 es el legalismo. Tú lo
ves limpio y cristalino pero su
corriente es tan fuerte que si
caes, te va a matar porque va a
lanzarte y estrujarte contra las
rocas. El río número 2 es el
libertinaje. Crees que porque la
corriente es lenta puedes
sobrevivir, pero la
contaminación también termina
matándote.
El cristiano debe mantener el
equilibro para no caer en
ninguna de estas aguas, para no
caer en la destrucción del
legalismo o ahogarse en la
suciedad del libertinaje. Nunca
debe perder su equilibrio. Hay
quien ha caído en los rápidos del
legalismo y terminan golpeados
hasta la muerte. Hay otros
cristianos que están metidos en
los vicios terribles del libertinaje
y siendo inundados de basura al
punto que también terminan en
la muerte. Si quiere mantener
ese equilibro, mire lo que dijo
Pablo en su carta a Gálatas,
capítulo 5 versículos del 13:
13 Porque vosotros, hermanos, a
libertad fuisteis llamados;...
Me detengo un momento aquí.
Somos libres. Ya no somos
esclavos del pecado, tampoco
somos esclavos de una ley que
nos obligue a circuncidarnos,
guardar días de reposo, limitar
nuestra costumbre alimenticia,
dejarnos crecer las patillas y no
afeitarnos.
Pero… el hecho de que estas
costumbres hayan cambiado, no
quiere decir que nuestra
moralidad también es libre de
hacer cualquier cosa. La
moralidad de Dios no ha
cambiado. Lo que era inmoral
para Dios en la ley antigua, sigue
siéndolo ahora.
Si nosotros los gentiles
tuviéramos que aplicar la ley tal
cual, estaríamos perdidos.
Nosotros somos libres no para
desobedecer, sino libres para
hacer lo que está bien, y no
porque tenemos una camisa de
fuerza que nos obliga a hacerlo,
sino porque queremos hacerlo.
¿Qué es la libertad? Poder hacer
lo que usted quiera sin ninguna
limitación.
Imagine esta situación: en una
calle hay frente con frente dos
casas idénticas con ventanales
de cristal. El dueño de una de las
casas coloca un cartel que dice:
“No arroje piedras a las
ventanas”. El otro dueño, no
coloca nada. ¿Quién creen
ustedes que va a recibir la
pedrada? Cuando existen
mandatos o limitaciones, hay
algo que motiva a las personas a
romperlo.
Pero la libertad en Cristo es
diferente. Nosotros no dejamos
de practicar el pecado porque
hay una ley que diga que no lo
hagamos, sino porque el Espíritu
Santo que mora en nosotros
gracias a Cristo, es quien nos lo
impide con una fuerza desde
nuestro interior y nos refrena,
porque nos ha dado a entender
que hacerlo está mal.
Ser libre en Cristo significa que
Jesús es el Señor de mi vida y
que, gracias a su obra en mí, el
pecado no controla mis acciones.
¡Esa es la realidad de los que
somos hijos de Dios!
Desde el momento en el que
permitimos que Jesús reine en
nuestras vidas, que nos llene con
su Espíritu Santo y nos
transforme, él nos da las fuerzas
necesarias para obedecerle. Con
su ayuda decimos no al pecado y
sí a la voluntad de Dios.
Dejamos de ser esclavos del
pecado y pasamos a vivir la
vida plena que Dios anhela
para nosotros. ¡Esa es la
maravillosa libertad que
tenemos en él!
1. La verdad nos libera
¿Quién ha tenido una
experiencia genuina con Jesús
que quiera compartir?
Cuando tenemos una
experiencia genuina con Jesús,
surge en nosotros un gran
anhelo de obedecerle y de ser
fiel a él. ¡El toque de Jesús no nos
deja igual! Nace en nosotros el
deseo de... sumergirnos en su
Palabra y de buscar su
presencia. Le permitimos hablar
sobre su voluntad para nuestras
vidas y mostrarnos lo que desea
hacer en nosotros.
Es en medio de esa búsqueda
que él revela más de su verdad a
nuestros corazones. Nos muestra
quiénes somos en él: sus hijos
amados, redimidos para su
gloria. Dios nos revela su poder
sobre el pecado. Nos da claridad
en cuanto a la salvación que ya
consiguió para nosotros a través
de su muerte en la cruz y su
resurrección, y nos muestra
cómo debemos vivir ahora que
somos sus hijos.
2. ¿Esclavos o libres?
34 Jesús les respondió: De cierto,
de cierto os digo, que todo aquel
que hace pecado, esclavo es del
pecado. 35 Y el esclavo no queda
en la casa para siempre; el hijo sí
queda para siempre. 36 Así que,
si el Hijo os libertare, seréis
verdaderamente libres.
Juan 8:34-36
¡Jesús nos da completa y
verdadera libertad! Al recibirlo
como salvador dejamos de ser
dependientes del pecado.
Pasamos a ser libres para vencer
la tentación y para vivir la vida
dentro del propósito de Dios.
Aunque conozcamos que en
Cristo tenemos libertad,
debemos tomar esa decisión de
si viviremos como hijos libres
que reflejan su imagen o si
viviremos como esclavos. Dios
nos recuerda que con él somos
más que vencedores. Al
enfocarnos en Dios y en vivir
dentro de su voluntad,
disminuye en nosotros el deseo
de hacer lo que nos place y
aumenta el anhelo de agradarle.
Disminuye gradualmente la
autocomplacencia y aumenta
exponencialmente la
complacencia a Dios.
3. La vida con Jesús
1 Ahora, pues, ninguna
condenación hay para los que
están en Cristo Jesús, los que no
andan conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu. 2 Porque la
ley del Espíritu de vida en Cristo
Jesús me ha librado de la ley del
pecado y de la muerte.
Romanos 8:1-2
La ley trae castigo severo, pero
la vida con Jesús nos libera de la
condenación. No importa cuán
grandes sean los errores
cometidos en el pasado, cuando
Dios con su divina gracia decide
perdonar, él concede un perdón
completo. Nos es un medio
perdón, no es un perdón parcial,
es un perdón completo. Dios no
dice te perdono pero te la dejo
guardada. El perdón de Dios es
absoluto.
Dios nos ofrece un nuevo
comienzo lleno de vida
abundante. Es un reinicio, por
eso Cristo habla de volver a
nacer. Nos da la esperanza de
pasar la eternidad con Él y
también nuestra vida aquí
adquiere un nuevo sentido
gracias a la presencia del
Espíritu Santo. Nuestra meta
debe ser vivir para la gloria de
Dios y llevar su presencia y
amor dondequiera que vamos.
4. Firmes en nuestra libertad
1 Estad, pues, firmes en la
libertad con que Cristo nos hizo
libres, y no estéis otra vez sujetos
al yugo de esclavitud.
Gálatas 5:1
En Jesús tenemos libertad tanto
del yugo del pecado como de
tener que cumplir con toda la
ley del Antiguo Testamento. No
hay nada que podamos hacer
para ganar el perdón de Dios, no
importa cuán buenos
aparentemos ser ante los ojos de
los demás. Somos salvos por la
gracia de Dios (Efesios 2:8-9) y
solo el sacrificio de Cristo nos
trae verdadera libertad.
Qué libertades NO tenemos en
Cristo
Gálatas 5. 13 no uséis la libertad
como ocasión para la carne
Entonces, la libertad cristiana
no es para satisfacer la carne.
Usted no puede
emborracharse, o cometer
adulterio o fornicación y luego
apelar a la libertad en Cristo.
Si usted analiza Romanos 8 va
a descubrir que una de las
obras del Espíritu Santo es
someter, sujetar la carne, los
deseos carnales.
Contínua la Biblia: sino servíos
por amor los unos a los otros. 14
†Porque toda la ley en esta sola
palabra se cumple: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. 15Pero
si os mordéis y os coméis unos a
otros, mirad que también no os
consumáis unos a otros. 16 Digo,
pues: Andad en el Espíritu, y no
satisfagáis los deseos de la carne.
libertades que tenemos en
Cristo
El concepto de libertad es muy
valorado entre los seres
humanos. Nos gusta hablar de
nuestro derecho a ser libres y a
actuar como queremos. Sin
embargo, solo con Jesús
podemos tener la verdadera
libertad, esa que brota desde lo
más profundo de nuestro ser.
Juan 8:36 dice: Así que, si el Hijo
os libertare, seréis
verdaderamente libres.
¿Qué significa ser
verdaderamente libres? ¿De qué
nos libera Jesús? Veamos
algunas de las libertades que
podemos disfrutar desde el
momento en el que aceptamos a
Jesús como Señor y Salvador.
1. De la condenación y la culpa
1 Ahora, pues, ninguna
condenación hay para los que
están en Cristo Jesús, los que no
andan conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu. 2 Porque la
ley del Espíritu de vida en Cristo
Jesús me ha librado de la ley del
pecado y de la muerte.
Romanos 8:1-2
Jesús llevó sobre él toda nuestra
culpa, nuestro pecado y
condenación al morir en la cruz
(Isaías 53). Es gracias a su
muerte y su resurrección que
somos limpios de todo pecado.
¡Solo tenemos que aceptarlo! En
él tenemos la oportunidad de un
nuevo comienzo aquí y la
seguridad de la vida eterna.
Cuando recibimos su regalo de
salvación por fe, le estamos
diciendo que aceptamos su
sacrificio a nuestro favor y que
sabemos que es suficiente. ¡No
necesitamos hacer nada más
para ser salvos! Tampoco
necesitamos vivir con la carga
de la culpa por los pecados
pasados. En Cristo tenemos una
nueva vida y pasamos a ser hijos
de Dios, redimidos por él y para
él.
2. Del dominio del pecado
13 el cual nos ha librado de la
potestad de las tinieblas, y
trasladado al reino de su amado
Hijo, 14 † en quien tenemos
redención por su sangre, el
perdón de pecados.
Colosenses 1:13-14
La oscuridad o el pecado no
tienen más poder sobre nosotros
gracias a Jesús y su obra de
redención en la cruz. En Cristo
tenemos perdón total y la nueva
vida en él es una en la que su luz
nos guía, no andamos más en
tinieblas (Juan 8:12).
Gracias a ese cambio en nuestro
ser podemos tomar las
decisiones correctas. El Espíritu
Santo nos guía y nos muestra lo
que agrada a Dios y nos ayuda a
vivir en su voluntad.
16 †Digo, pues: Andad en el
Espíritu, y no satisfagáis los
deseos de la carne.
Gálatas 5:16
Con la ayuda de Dios podemos
vivir una vida en santidad
(Romanos 6:20-23). No tenemos
que hacer caso a las mentiras y
acusaciones del diablo respecto
a nuestro pasado o su insistencia
sobre el poder de nuestra
naturaleza pecaminosa. El
Espíritu Santo mora en nosotros,
nos ayuda a discernir entre el
bien y el mal y nos da las fuerzas
para hacer lo que agrada a Dios.
¡Pertenecemos al reino de la luz!
3. De la muerte eterna
23 †Porque la paga del pecado es
muerte, mas la dádiva de Dios es
vida eterna en Cristo Jesús Señor
nuestro.
Romanos 6:23
¡En Cristo tenemos el regalo de
la vida eterna! No lo merecemos
ni lo podemos ganar con
nuestros esfuerzos, pero él nos
lo concede desde el mismo
momento en que recibimos a
Jesús como Señor. La muerte ya
no tiene poder sobre nosotros
porque Cristo la venció con su
resurrección. Nuestro cuerpo
físico es mortal, pero nuestra
alma vivirá con Cristo por la
eternidad.
24 De cierto, de cierto os digo: El
que oye mi palabra, y cree al que
me envió, tiene vida eterna; y no
vendrá a condenación, mas ha
pasado de muerte a vida.
Juan 5:24
4. Del miedo
Busqué al Señor, y él me
respondió; me libró de todos
mis temores.
(Salmo 34:4)
Dios anhela liberarnos de
nuestros miedos y temores, no
quiere que vivamos
encadenados por ellos. Él ha
puesto un potencial en cada uno
de nosotros y quiere que lo
usemos para su gloria. Al igual
que el salmista David, nosotros
podemos experimentar la
libertad de Dios al buscar su
rostro y su presencia, pasando
tiempo con él y dejando que nos
llene con su Espíritu Santo.
Pues Dios no nos ha dado un
espíritu de timidez, sino de
poder, de amor y de dominio
propio.
(2 Timoteo 1:7)
El miedo y el temor no vienen de
Dios. El poder, el amor y el
dominio propio, sí. Cuando
llegan grandes retos a nuestra
vida necesitamos recordar que
nuestro Padre es todopoderoso.
¡Él nos da la fuerza y el poder
para rechazar el temor!
Contamos con su ayuda en todo
momento y sabemos que en su
nombre tendremos la victoria.
5. De la ira de Dios
Y ahora que hemos sido
justificados por su sangre,
¡con cuánta más razón, por
medio de él, seremos
salvados del castigo de Dios!
(Romanos 5:9)
La Biblia habla del día de la ira
de Dios (Sofonías 1:14-18; Isaías
22:5). En ese día Dios juzgará el
pecado, la desobediencia y toda
rebelión contra él. Sin embargo,
él mismo proporcionó la
solución para que nos libremos
de su ira. ¡Jesús! A través de él
recibimos el perdón de nuestros
pecados y el favor de Dios.
...pues Dios no nos destinó a
sufrir el castigo, sino a
recibir la salvación por
medio de nuestro Señor
Jesucristo.
(1 Tesalonicenses 5:9)
¡Ese es el destino que Dios desea
para cada ser humano! Jesús ya
sufrió nuestro castigo en la cruz,
y gracias a él gozamos de
salvación y perdón. Cuando
llegue el día de la ira de Dios, los
que hemos recibido a Cristo
como Señor y Salvador no
sufriremos el castigo venidero (1
Tesalonicenses 1:10). Al
mirarnos, Dios reconocerá la
obra de Cristo en nosotros,
verá a Jesús y su justicia, no
nuestras faltas y pecados.
¡Bendita libertad!
6. Del distanciamiento de Dios
Así que, hermanos, mediante
la sangre de Jesús, tenemos
plena libertad para entrar en
el Lugar Santísimo, por el
camino nuevo y vivo que él
nos ha abierto a través de la
cortina, es decir, a través de
su cuerpo.
(Hebreos 10:19-20)
Durante la crucifixión de Jesús
se rasgó el velo que dividía el
Lugar Santo del Lugar
Santísimo. Antes de ese
momento, el Sumo Sacerdote era
el único que tenía acceso (una
vez al año) al lugar más sagrado
del tabernáculo. Allí hacía
expiación por sus pecados y por
los del pueblo.
La muerte de Jesús cambió eso.
Él derramó su propia sangre
en expiación por nuestros
pecados. Él mismo cargó
nuestra culpa y nos abrió el
camino para poder acceder
directamente a Dios Padre. Ya no
necesitamos hacer más ritos y
sacrificios. ¡Cristo, el Cordero de
Dios, es suficiente! Como dice la
canción: Jesucristo basta.
Gracias a él podemos hablar en
confianza con el Padre y recibir
su perdón y su amor.
Acerquémonos, pues, a Dios
con corazón sincero y con la
plena seguridad que da la fe,
interiormente purificados de
una conciencia culpable y
exteriormente lavados con
agua pura.
(Hebreos 10:22)
La verdadera libertad cristiana
es ser libres de la esclavitud del
pecado y del deseo personal y
estar totalmente liberados para
hacer lo que Dios quiere que
hagamos. Esa es una libertad
emocionante. Nuestra meta no
es agradarnos a nosotros
mismos sino agradar al Señor.
Esa es la libertad real. Nuestra
motivación es el servicio
amoroso de gratitud a aquel que
nos ha liberado.
Demos gracias a Dios porque es
por él que somos realmente
libres. Ninguna otra libertad se
compara con la que él nos
concede. ¡Vivamos vidas que
reflejen esa gratitud! Dejemos
que su gozo y su amor fluyan a
través de nuestras vidas para
que logremos impactar a los que
nos rodean y los animemos a
buscar la verdadera libertad en
Jesús.
Descargar