DEJANDO SIN BASE EL CONFLICTO Un llamado al armonía…. ”El que comienza la Discordia es como quien suelta las aguas: deja; Pues, la contienda antes de que se enrede.”(Proverbios 17:14) Estableceremos las maneras de reducir el impacto del conflicto en nuestras vidas. En la pasada lección vimos que el conflicto tiene dos etapas: una interna y otra externa; mientras es interno no se conoce pero en él ya actúan fuerzas pecaminosas; cuando llega a conocerse llega a conocerse todo su poder destructivo. En la presente lección veremos cómo combatir el conflicto desde sus dos etapas para evitar que tome fuerza y nos domine. Como creyentes, somos llamados a luchar al máximo por evitarlo (si esto no compromete su entrega a Dios) y esto requiere que enfrentemos nuestros sentimientos e identifiquemos humildemente qué dentro de nosotros no está de acuerdo a los propósitos de Dios. Extingamos el conflicto interno Valoremos a los otros con la mente de Cristo. Cuando miramos a los otros con una mente carnal, solo vemos sus defectos y les despreciamos. La palabra nos exhorta a evitar actitudes como la discriminación (Santiago 2:9), y sobre todo, el juicio. Todas ellas nos llevan a otorgarle a los demás un menor valor del que Cristo les dio; nos impiden tener la mente de Cristo. Juzgar, por ejemplo, es “etiquetar” negativamente a otro y destinarlo a la marginación porque “no pasó nuestro examen”. Sin embargo debemos distinguir entre juicio, discernimiento y exhortación. El cuadro a continuación nos ayuda a identificar las diferencias Pensemos y deseemos lo mejor para otros. El pensar mal o desear mal es una característica de impíos, no de hijos de Dios (Proverbios 21:10). Tomar tiempo para planear el mal ajeno señala que le estamos permitiendo al pecado tomar ventaja sobre nosotros (Miqueas 2:1). No podemos agradar a Dios asiendo lo que le desagrada (Zacarías 8:17). La palabra nos invita a hacer con los hombres lo que quisiéramos que ellos nos hagan a nosotros (Mateo 7:12). Procuremos que nuestra actitud interna sea digna de mostrar. Cuando tememos que se conozca lo que sentimos hacia otra persona, generalmente es porque lo que tenemos dentro no es suficientemente sano como para mostrarse. Es entonces cuando recurrimos a una “mascara” para ocultar aquello. A esta actitud usualmente la llamamos hipocresía. La hipocresía daña (Proverbios 11:9) y hace de lo bello algo destructivo (Proverbios 27:6). Debemos evitarla (Lucas 12:1-2); debemos procurar que lo que hay dentro de nosotros coincida con lo que se ve afuera. Si estamos armados de este propósito, procuraremos siempre que lo que hay dentro de nosotros sea digno de mostrar. Extingamos el conflicto externo Renunciemos a ser personas conflictivas. Permitamos que Dios moldee nuestro carácter. Si somos personas dadas al conflicto, tenemos que ser conscientes de esto y dar lugar a la obra del Espíritu Santo en nuestro corazón, en especial, en asuntos como la ira. Esta como tal no es pecado (Efesios 4:6) pero puede convertirse en eso (Proverbios 29:22). Primeramente debemos pensar si hay razón para airarnos, para evitar hacerlo con facilidad, por cualquier motivo (Proverbios 14:17); seguidamente, sino podemos evitar la ira, por lo menos debemos demorarla, para dar paso a pensar mejor las cosas y apaciguar los sentimientos adversos (Proverbios 15:18). A veces creemos que la ira es un impulso incontrolable, pero la Palabra nos enseña que se puede dominar con sabiduría (Proverbios 29:11). Respondamos sabiamente a las ofensas. En ocasiones nosotros no iniciamos el conflicto pero nos equivocamos respondiendo a los conflictos iniciados por otros. Existen algunas actitudes que nos ayudarán a mantener en control esta área: Ejercitemos la capacidad de ignorar las ofensa (Proverbios 12:16); respondamos suavemente a los insultos (Proverbios 15:1) y antes de responder, escuchemos lo que el otro tiene que decir (Proverbios 18:13) quizás tenga la razón (Salmos 19:12). Mantengamos la discreción. No involucremos más personas de las que ya están en el conflicto (mateo 18:15) –si lo hacemos, debe ser después de hablar a solas, citando a personas maduras como testigos, y con el propósito de arreglar las cosas (Mateo 18:16) -; evitemos el chisme (Proverbios 17:9,26.20) y los comentarios sobre el asunto, que muchas veces pretenden hacernos quedar bien y ganar apoyo, buscando que los demás nos den el apoyo a nosotros. En lugar de pedir o exigir, demos cuanto podamos para mostrar nuestro interés de arreglar las cosas y hagámoslo todo discretamente (Proverbios 21:14). Decidamos extinguir el conflicto - Tengamos presentes las reglas básicas para extinguir los conflictos. Si bien es cierto vivimos rodeados de potenciales conflictos, y es imposible evitarlos a todos, sí podemos asumir algunos consejos que la Palabra nos indica para evitar dichos conflictos. Entre otros están: Recordemos que nuestro papel en este mundo es ser luz y sal (Mateo 5:13-16). Somos llamados a impactar el mundo y las relaciones que tengamos con las personas dirán mucho de nosotros. No podemos perder nuestro sabor. Si nosotros no somos diferentes, ¿Quién esperamos que lo sean? (Matero 5:46-48) - Cuidémonos aún de las mínimas ofensas. Ninguna ofensa será tan “pequeña” como para que Dios la ignore. Nosotros que somos sus hijos debemos pensar igual. El secreto de las relaciones armoniosas está en no permitir que pequeñas cosas se interpongan (Mateo 5:21-22). - Procuremos arreglar las cosas, sin importar quién empezó (Mateo 5:23-24). En este mundo se maneja la filosofía de que: “si él/ella me ofendió, que sea él/ella que me pidan perdón”. En el camino del Señor no es así; aquí el que busca la reconciliación es el que ama, el que es responsable ante Dios, sin importar que sea el otro el que le allá ofendido. - Rompamos las cadenas de maldad (Mateo 5:38-48). Es común que a una ofensa se rompa con otra ofensa. Las venganzas contribuyen a que la maldad se conviertan en una cadena. El creyente verdadero es el que termina con esa cadena; no responde con maldad porque no le interesa hacerlo, porque no es su objetivo, y sobre todo, porque ama. ¿Cuál debe ser mi actitud? Los conflictos son asuntos que debemos enfrentar casi que a diario. Nuestra tarea con dichos conflictos es quitarle fuerza para que no arruinen ni nuestras relaciones ni nuestro testimonio. Si tenemos en realidad la mente de Cristo, aprenderemos a ver cada persona como Cristo la ve. Si para Cristo fue tan importante cada persona que aún murió hasta por las personas que nos perecen más insoportables, ¿Qué vamos a hacer cuando surjan los conflictos? De acuerdo a lo que vimos en la lección, el conflicto se combate primero dentro de nosotros, corrigiendo nuestros pensamientos, intensiones y valores; luego de esto trabajamos externamente, rectificando nuestras acciones y respuestas. Hoy el enemigo a nublado la vista de muchos creyentes y les ha hecho pensar que aún en discordia con otros, puede sostener su relación con Dios intacta. Que Dios nos ayude a amar a Dios por medio de los otros y enfrentar con valentía y humildad los conflictos del diario vivir. DEVOCIONAL: “tiempo a solas o en familia con Dios” Adquiere tu guía de devocional diario con tu maestro(a) de discipulado. Realiza tu devocional cada día del 36-38, donde tengas tiempo para leer la guia devocional, leer los textos Bíblicos y orar. La próxima clase trae por escrito la verdad de Dios para tu vida de esos tres devocionales. -