Subido por Robert ramdom

Qué es la doctrina social de la Iglesia

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¿Qué es la doctrina social de la Iglesia?
Se habla mucho de una doctrina social cristiana. ¿Cuáles son sus principios? ¿Está más cerca del
liberalismo o del comunismo? ¿En qué principios se basa?
1. La función de la doctrina social es el anuncio de una visión global del hombre y de la
humanidad y la denuncia del pecado de injusticia y de violencia que de varios modos atraviesa la
sociedad (cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 81).
Por tanto, no es una ideología, ni se confunde con las varias doctrinas políticas construidas por el
hombre. Ella podrá encontrar puntos de concordancia con las diversas ideologías y doctrinas
políticas cuando éstas buscan la verdad y la construcción del bien común, pero también las
denunciará siempre que se alejen de estos ideales.
La doctrina social de la Iglesia “se sitúa en el cruce de la vida y de la conciencia cristiana con las
situaciones del mundo y se manifiesta en los esfuerzos que realizan los individuos, las familias,
cooperadores culturales y sociales, políticos y hombres de Estado, para darles forma y aplicación
en la historia” (Juan Pablo II, Carta encicl. Centessimus annus, 59).
Ella busca el desarrollo humano integral, que es “desarrollo de todo el hombre y de todos los
hombres” (Pablo VI, Carta encicl. Populorum Progressio, 42; Benedicto XVI, Carta encicl. Caritas in
veritate, 8).
Fuentes / referencias:
Catecismo de la Iglesia Católica
Pablo VI, Populorum progressio, 1967
Benedicto XVI, Caritas in veritate, 2009
2. Al anunciar el Evangelio a la sociedad en su ordenamiento político, económico, jurídico y
cultural, la Iglesia quiere actualizar en el curso de la historia el mensaje de Jesucristo. Ella busca
colaborar en la construcción del bien común, iluminando las relaciones sociales con la luz del
Evangelio.
La expresión “doctrina social” se remonta a Pío XI (Carta encicl. Quadragesimo anno, 1931).
Designa el corpus doctrinal referente a la sociedad desarrollado en la Iglesia a partir de la encíclica
Rerum novarum (1891), de León XIII.
En 2004, se publicó el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, organizado por el Consejo
Pontificio Justicia y Paz, que presenta de forma sistemática el contenido de la doctrina social de la
Iglesia producido hasta ese momento. A partir de ahí, éste se convirtió en el documento de
referencia obligatorio para quien desea profundizar en este campo.
Considerado el primer gran documento de la doctrina social de la Iglesia, la Rerum novarum
aborda la cuestión obrera a finales del siglo XIX. León XIII denuncia la penosa situación de los
trabajadores de las fábricas, afligidos por la miseria, en un contexto profundamente transformado
por la revolución industrial. Tras la Rerum novarum, aparecerán diversas encíclicas y mensajes
referentes a los problemas sociales.
Con su doctrina social, la Iglesia no quiere imponerse a la sociedad, sino proporcionar criterios de
discernimiento para la orientación y formación de las conciencias. En esta perspectiva, la doctrina
social cumple una función de anuncio de una visión global del hombre y de la humanidad, y
también de denuncia del pecado de injusticia y de violencia que de diversos modos atraviesa la
sociedad (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia – CDSI –, 81). No entra en aspectos
técnicos, ni se presenta como una tercera vía para sustituir sistemas políticos o económicos.
Su propósito es religioso, siendo materia del campo de la teología moral. Su finalidad es
interpretar las realidades de la existencia del hombre, examinando su conformidad con las líneas
de enseñanza del Evangelio. Es una doctrina dirigida en especial a cada cristiano que asume
responsabilidades sociales, para que actúe con justicia y caridad. O sea, se dirige a orientar el
comportamiento cristiano.
Por eso, la doctrina social implica “responsabilidades referentes a la construcción, la organización
y el funcionamiento de la sociedad: obligaciones políticas, económicas, administrativas, es decir,
de naturaleza secular, que pertenecen a los fieles laicos, no a los sacerdotes y a los religiosos”
(CDSI, 83).
Los derechos humanos, el bien común, la vida social, el desarrollo, la justicia, la familia, el trabajo,
la economía, la política, la comunidad internacional, el medio ambiente, la paz. Todos esos son
campos sobre los cuales la Iglesia dirige su reflexión en el contexto de la doctrina social.
Fuentes / referencias:
Juan Pablo II, Redemptor hominis, 1979
Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 1987
Pío XI, Quadragesimo anno, 1931
1. Concilio Vaticano II, Gaudium et spes (1965)
3. Todo hombre es un ser abierto a la relación con los otros en la sociedad. Para asegurar su bien
personal y familiar, cada persona está llamada a realizarse plenamente, promoviendo el
desarrollo y el bien de la propia sociedad. Así, la persona es el centro de la enseñanza social
católica.
Cualquier contenido de la doctrina social encuentra su fundamento en la dignidad de la persona
humana. Otros principios básicos de la enseñanza social son: el bien común, la subsidiariedad y la
solidaridad.
– Dignidad de la persona humana
La Iglesia no piensa en primer lugar en el Estado, en el partido o en el grupo étnico. Piensa en la
persona como ser único e irrepetible, creado a imagen de Dios. Una sociedad solo será justa si
sabe respetar la dignidad de cada persona. Por tanto, el orden social y el progreso deben
ordenarse según el bien de las personas, pues la organización de las cosas debe ordenarse a las
personas y no al contrario (Gaudium et spes, 26).
El respeto a la dignidad humana pasa necesariamente por considerar al prójimo como otro yo, sin
exceptuar a nadie. La vida del otro debe ser tomada en consideración, así como los medios
necesarios para mantenerla dignamente. Así, el contenido de la doctrina social es universal, pues
considera la dignidad de cada persona como inalienable, única y necesaria para construir el bien
de todos.
– Bien común
El bien común es “ el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las
asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección"
(GS, 26). no consiste en la simple suma de los bienes particulares de cada sujeto. Es indivisible
porque sólo juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo (CDSI, 164).
Para ponerse auténticamente al servicio del ser humano, la sociedad debe poner como meta el
bien común, en cuanto que bien de todos los hombres y de todo hombre (CIC, 1912).
El bien común se refiere, por ejemplo, a servicios esenciales al ser humano: acceso a la
alimentación, vivienda, trabajo, educación, cultura, transporte, salud, información, libertad.
Implica también el compromiso por la paz, la organización de los poderes del Estado, un sólido
ordenamiento jurídico, la protección del medio ambiente.
– Subsidiariedad
El principio de la subsidiariedad indica que, en la sociedad, las instituciones y organismos de orden
superior tienen que ponerse en actitud de ayuda (‘subsidium’) – y, por tanto, de apoyo, promoción
e incremento – en relación a los inferiores (CDSI, 186).
Por nivel superior se entiende las que son más generales (por ejemplo, el gobierno central en
relación a los gobiernos regionales, y éstos en relación a los municipales) y los organismos
estatales en relación a las organizaciones no-gubernamentales.
Es importante notar que el principio de la subsidiariedad invierte la lógica de los gobiernos muy
centralistas y asistencialistas. Según estos gobiernos, el Estado debe organizar y controlar los
servicios sociales y las organizaciones no gubernamentales le ayudan poco en esta tarea.
Para el principio de subsidiariedad, las personas, cuando se organizan, deben procurar, a partir de
su historia, de sus valores y principios, las mejores soluciones para sus problemas y el Estado debe
ayudarlas a poner en marcha estas soluciones buscando el bien común.
El objetivo fundamental de este principio es garantizar el protagonismo de la persona en su vida
personal y social. Él protege a las personas de los abusos de las instancias sociales superiores – por
ejemplo, del Estado – y solicita que las instancias superiores ayuden a los individuos y grupos
intermediarios a desempeñar sus propias funciones (CDSI, 187).
La subsidiariedad no busca formas de centralización, de burocratización, de asistencialismo, de
presencia injustificada y excesiva del Estado y del aparato público, pues considera que quitar la
responsabilidad a la sociedad provoca pérdida de energías humanas y el aumento exagerado del
sector estatal.
De forma positiva, indica la necesidad de apoyar a las personas, familias, asociaciones, iniciativas
privadas, promoviendo “una adecuada responsabilización del ciudadano en su ‘ser parte’ activa de
la realidad política y social del País” (CDSI 187).
– Solidaridad
La solidaridad no es un simple sentimiento de compasión por los males sufridos por tantas
personas próximas o distantes. Es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien
de todos y de cada uno, porque “todos nosotros somos verdaderamente responsables hacia
todos” (Sollicitudo rei socialis, 38).
La solidaridad se presenta bajo dos aspectos complementarios: el de principio social – ordenador
de las instituciones – y el de virtud moral – responsabilidad personal con el prójimo (CDSI, 193).
La solidaridad se manifiesta ante todo en la distribución de los bienes y en la remuneración del
trabajo. La enseñanza social católica defiende que los problemas socioeconómicos “solo pueden
ser resueltos con el auxilio de la solidaridad: solidaridad de los pobres entre sí, entre los ricos y los
pobres, de los trabajadores entre sí, entre los empresarios y los empleados en la empresa,
solidaridad entre las naciones y entre los pueblos” (CIC, 1940).
– La integración entre subsidiariedad y solidaridad.
En la aplicación de la doctrina social de la Iglesia, los principios de la subsidiaridad y la solidaridad
deben ser siempre vistos y aplicados en conjunto, pues “el principio de subsidiaridad debe
mantenerse íntimamente unido al principio de la solidaridad y viceversa, porque así como la
subsidiaridad sin la solidaridad desemboca en el particularismo social, también es cierto que la
solidaridad sin la subsidiaridad acabaría en el asistencialismo que humilla al necesitado”
(Benedicto XVI, Carta encicl. Caritas in veritate, 58).
Fuentes / referencias:
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia
Benedicto XVI, Caritas in veritate (2009)
4. La enseñanza social católica tiene el valor de ser un instrumento de evangelización. Anuncia y
actualiza el mensaje de Jesucristo en campos fundamentales de la vida del hombre.
Grandes temas de la doctrina social son: la familia, el trabajo, la vida económica, la política, la
comunidad internacional, la protección del medio ambiente y la promoción de la paz.
– Familia
La Iglesia considera la familia “como la primera sociedad natural, titular de derechos propios y
originarios, y la coloca en el centro de la vida social”. Ella es “la célula primera y vital de la
sociedad”, fundamento de la vida de las personas y base de todo ordenamiento social (CDSI, 211).
La familia tiene su fundamento en la libre voluntad de los cónyuges de unirse en matrimonio, Es
un ambiente de vida, de donación recíproca del hombre y de la mujer, y de bien para los niños. Es
la comunidad natural en la que se experimenta la sociabilidad humana. Contribuye “de modo
único e insustituible al bien de la sociedad” (CDSI, 213).
– Trabajo
El trabajo humano tiene una doble dimensión. En sentido objetivo, es “el conjunto de actividades,
recursos, instrumentos y técnicas de que el hombre se sirve para producir”. En sentido subjetivo,
es “el actuar del hombre en cuanto ser dinámico, capaz de realizar las diversas acciones que
pertenecen al proceso del trabajo y que corresponden a su vocación personal” (CDSI, 270).
El trabajo es un deber del hombre, Pero nunca debe ser considerado como simple mercancía o
elemento impersonal de la organización productiva. El trabajo es expresión esencial de la persona,
siendo la propia persona el parámetro de la dignidad del trabajo (CDSI, 271).
– Economía
El objeto de la economía “es la formación de la riqueza y su incremento progresivo, en términos
no sólo cuantitativos, sino cualitativos”. Todo esto “es moralmente correcto si está orientado al
desarrollo global y solidario del hombre y de la sociedad en la que éste vive y actúa” (CDSI, 334).
La enseñanza social católica considera la libertad de la persona en el campo económico como un
valor fundamental, reconoce la justa función del lucro, armonizada con la capacidad de la empresa
de servir a la sociedad. Defiende el libre mercado, pide que el Estado asuma el principio de
subsidiariedad, valora la co-presencia de la acción pública y privada, defiende la obtención de un
desarrollo integral y solidario para la humanidad.
– Política
La comunidad política es “la unidad orgánica y organizadora de un verdadero pueblo”. Su deber es
perseguir el bien común, actuando en vista de un ambiente humano en que sea ofrecida a los
ciudadanos “la posibilidad de un real ejercicio de los derechos humanos y de un pleno
cumplimiento de los respectivos deberes” (CDSI, 385, 389).
La enseñanza social católica reconoce el valor del sistema de la democracia y la validez del
principio de la división de poderes en un Estado. Afirma que la comunidad política está constituida
para estar al servicio de la sociedad civil. Iglesia y comunidad política son de naturaleza diversa,
sea por su configuración, sea por la finalidad que buscan (CDSI, 424).
– Comunidad internacional
La convivencia entre las naciones “se funda en los mismos valores que deben orientar la
convivencia entre los seres humanos: la verdad, la justicia, la solidaridad y la libertad”. Esta
convivencia tienen el derecho como instrumento de garantía de su orden (CDSI 433, 434). La
política internacional debe ser dirigida al objetivo de la paz, del desarrollo y de la lucha contra la
pobreza, mediante la adopción de medidas coordinadas.
El Magisterio de la Iglesia defiende la institución de una “autoridad pública universal, reconocida
por todos, que goce de poder eficiente, con el fin de que se salvaguarden la seguridad, la
observancia de la justicia y la garantía de los derechos” (CDSI, 441).
– Medio ambiente
La Iglesia católica afirma que cuidar del medio ambiente es un desafío para toda la humanidad. Se
trata de un deber, común y universal, de respetar un bien que es colectivo y destinado a todos
(CDSI, 466).
Ante los graves problemas ecológicos, la enseñanza católica defiende un cambio de mentalidad,
que lleve a adoptar nuevos estilos de vida. Estos estilos deben inspirarse en la sobriedad, en la
templanza, en la autodisciplina, en el plano personal y social.
– Paz
La paz es un valor y un deber universal. Es fruto de la justicia, entendida en sentido amplio como el
respeto del equilibrio de todas las dimensiones de la persona humana. La paz es también fruto del
amor, es el acto propio y específico de la caridad (CDSI, 494).
La Iglesia considera como parte integrante de su misión la promoción de la paz en el mundo.
También convoca a cada ciudadano en esta tarea.
Fuentes / referencias:
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia
5. Para la doctrina social de la Iglesia, el objetivo último de toda acción social es el desarrollo
humano integral, o sea, permitir que el desarrollo de todas las dimensiones de la persona
(material, afectiva, social, espiritual) llegue igualmente a todos en la sociedad.
En 1967, el Papa Pablo VI publicó su encíclica Populorum progressio, en la que presentaba el
concepto de desarrollo humano integral. Con esto, criticaba la idea de que el progreso de las
naciones podía ser medido sólo por su crecimiento económico o también por el aumento del
poder adquisitivo de la población.
Así, Pablo VI se anticipaba a reflexiones críticas que se hicieron habituales en las décadas
siguientes, a través de ideas como el desarrollo sostenible, difundida a partir de un documento de
1980 de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, o de índices de desarrollo
humano y desarrollo como aumento de las oportunidades sociales, de la década de 1990. En 2009,
el Papa Benedicto XVI retomó el concepto, utilizándolo como base para la redacción de su
encíclica Caritas in veritate.
El desarrollo humano integral implica que las posibilidades creadas por el crecimiento y desarrollo
económico de las naciones estén igualmente al alcance de todas las personas. Además de eso,
considera que el desarrollo no puede ser sólo material, sino que debe incluir todas las
dimensiones de la persona.
Quien, por ejemplo, aumentó mucho su poder adquisitivo, pero se cerró en una postura
individualista y no colabora en la construcción del bien común, o no crece intelectualmente o en la
vida espiritual, no se desarrolla integralmente.
En un mundo cada vez más rico, pero que permanece con sus desigualdades globales y sufre con la
deshumanización de las relaciones sociales y del estilo de vida de las poblaciones con más
recursos, el concepto de desarrollo humano integral se revela como un instrumento para el
diálogo con todas las tendencias del pensamiento social y político y para la denuncia de la crisis de
sentido y de las injusticias que afectan a las sociedades.
Fuentes / referencias:
Pablo VI, Populorum progressio, 1967
Benedicto XVI, Caritas in veritate, 2009
D. Giampaolo Crepaldi habla sobre la Caritas in veritate
6. Los papas y la Iglesia han trabajado sin cesar para iluminar el vasto campo de la vida social y
ofrecer, a la luz del Evangelio, directrices para iluminar el camino de un auténtico desarrollo del
hombre.
A pesar de que su desarrollo está marcado de forma más estructurada a partir del final del siglo
XIX, la doctrina social es resultado de la experiencia ancestral y pastoral eclesial. “La Iglesia jamás
ha dejado de interesarse por la sociedad; no obstante, la encíclica Rerum novarum dio inicio a un
nuevo camino” (CDSI, 87).
Etapas de la enseñanza social católica:
– Desde 1891 hasta hoy, la doctrina social de la Iglesia fue una enseñanza constante por parte de
todos los papas.
– León XIII (1878-1903), en la Rerum Novarum (1891), denunció las condiciones miserables en que
vivía la clase obrera, protagonista de la revolución industrial.
– Pío XI (1922-1939), en la Quadragesimo Anno (1931), amplía la doctrina social cristiana. Aborda
el difícil tema del totalitarismo, encarnado en los regímenes fascista, comunista, socialista y
nacional-socialista.
– Pío XII (1939-1958), papa durante la guerra y la postguerra, dirige su atención a los “signos de los
tiempos”. Aunque nunca publicó una encíclica social, en sus numerosos discursos tiene una
inmensa variedad de enseñanzas políticas, jurídicas, sociales y económicas.
– Juan XXIII (1958-1963), en la Mater et Magistra (1961) y en la Pacem in Terris (1963), abre la
doctrina social “a todos los hombres de buena voluntad” y así, la cuestión social se convierte en un
tema universal que afecta y es responsabilidad de todos los hombres y pueblos.
– Con la Constitución pastoral Gaudium et spes (1965), el Concilio Vaticano II subraya el rostro de
una Iglesia realmente solidaria con el género humano y su historia. Ya en la declaración Dignitatis
humanae (1965), el Concilio enfatiza el derecho a la libertad religiosa.
– Pablo VI (1963-1978), en la Populorum Progressio (1967) y en la Octogesima adveniens (1971),
afirma que el desarrollo “es el nuevo nombre de la paz” entre los pueblos. Él creó el Consejo
Pontificio “Justicia y Paz”.
– Juan Pablo II (1978-2005) se compromete en la difusión de la enseñanza social en todos los
continentes. Escribe tres encíclicas sociales: Laborem Exercens (1981), Sollicitudo Rei Socialis
(1987) y Centesimus Annus (1991). Además, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (2004)
lleva su firma apostólica.
– Benedicto XVI (2005), en su encíclica social Caritas in veritate (2009), defiende el desarrollo
integral de la persona mediante la caridad y en la verdad.
Fuentes / referencias:
Instituto social León XIII
José Vidamor Yu, “La doctrina social de la Iglesia: la ‘Magna Charta’ de la caridad”, 2006
https://es.aleteia.org/2014/04/10/que-es-la-doctrina-social-de-la-iglesia/
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