Subido por Paola López

Técnica y práctica del psicoanálisis - Ralph Greenson

Anuncio
Las óbras clásicas sobre técnica
psicoanalítica escritas por Freud, Glover,
Sharpe y Fenichel, aunque excelentes, son
sólo esbozos que no describen con suficiente
detalle lo que el psicoanalista hace realmente
cuando analiza a un paciente. El resultado es
una gran diversidad de puntos de vista así
como vacilación, timidez e indecisión del
psicoanalista cuando se trata de revelar
sus procedimientos en la práctica del
psicoanálisis. Asimismo, debido a la escasa
producción de comunicación pública sobre
detalles de procedimiento, abundan las
conversaciones privadas entre analistas
dentro de pequeños grupos cerrados y
consecuentemente existen muchas
facciones aisladas, hecho que redunda
en un aislamiento esotérico y retrasa
el progreso científico.
Por tal motivo, si bien este libro
no eliminará las diferencias de opinión y las
controversias en cuestiones técnicas, podrá
ser útil como punto común de referencia al
exponer sistemática y detalladamente
cómo trabaja un psicoanalista cuando
analiza los fenómenos psíquicos
de un paciente.
Técnica y práctica del psicoanálisis
contribuye a estimular el debate a fondo,
franco y continuo, acerca de la técnica
psicoanalítica, con lo cual podrían aclararse y
someterse a prueba variaciones, innovaciones
y modificaciones, y determinarse su valor
científico para el psicoanálisis.
1,11.F.C10 LIS .
1:(1: ■■ ;2
A.GA .=,r.
1"
•.
968 23- 915-3
11 11 1
9 789682 319150
técnica
y práctica
del psicoanálisis
ralpK r. greeQson
150.195
GS15
traducción de
FÉLIX BLANCO
revisión técnica de
TÉCNICA Y PRÁCTICA
DEL PSICOANÁLISIS
ANDRÉS MARTÍNEZ CORZOS
por
RALPH R. GREENSON
siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.
CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIÓN COYOACÁN, 04310, MEX1CO,
D.F.
siglo xxi editores argentina, s.a.
DEDICADO A
MIS MAESTROS, DISCÍPULOS
Y PACIENTES
LAVALLE 1834 PISO 11-A C-1048AAN, BUENOS AIRES, ARGENTINA
portada de carlos palleiro
primera edición en español, 1976
decimocuarta edición en español, 2004
siglo xxi editores, s.a. de c.v.
isbn 968-23-19/5.3
primera edición en inglés,1976
1976 by international universities press, inc
titulo original: technrque and pracfice ofpsichoanalysis
derechos reservados conforme a la ley
impreso y hecho en méxico/printed and made in mexico-
1
ÍNDICE
NOTA DE LOS TRADUCTORES
13
RECONOCIMIENTOS
15
I NTRODUCCIÓN
17
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
23
1.1 La evolución histórica de la terapia psicoanalítica
1.1.1 Cambios en los procedimientos técnicos
1.1.2 Cambios en la teoría del proceso terapéutico
1.2 Conceptos teóricos esenciales para la técnica
1.2.1 La relación entre teoría y práctica
1.2.2 La teoría psicoanalítica de las neurosis
1.2.3 La metapsicología del psicoanálisis
1.2.4 La teoría de la técnica psicoanalítica
1.3 Los componentes de la técnica psicoanalítica clásica
1.3.1 La producción de material
23
24
26
30
30
32
35
40
46
46
1.3.1.1 La asociación libre, 46; 1.3.1.2 Las reacciones trasferenciales, 47; 1.3.1.3 Las resistencias, 50
1.3.2 El análisis del material del paciente
1.3.3 La alianza de trabajo
1.3.4 Los procedimientos y procesos terapéuticos no
analíticos
1.4 Indicaciones y contraindicaciones de la terapia psicoanalítica: visión preliminar
Lista adicional de lecturas
2.
51
58
61
64
69
LA RESISTENCIA
71
2.1 Definición elemental
2.2 La aparición clínica de la resistencia
2.2.1 El paciente calla
2.2.2 El paciente "no siente deseos de hablar"
2.2.3 Afectos que indican resistencia
2.2.4 La postura del paciente
71
72
73
74
74
75
[71
ÍNDICE
8
2.2.5 Fijación en el tiempo
2.2.6 Los acontecimientos externos o de escasa importancia
2.2.7 Evitación de temas
2.2.8 Rigideces
2.2.9 El lenguaje de la evitación
2.2.9.1 El retraso, la inasistencia y el olvido del pago, 79;
2.2.9.2 La ausencia de sueños, 79; 2.2.9.3 El paciente se
aburre, 79; 2.2.9.4 El paciente tiene un secreto, BO; 2.2.9.5
La actuación [aaing out], 80; 2.2.9.6 La alegría frecuente
en la consulta, 81; 2.2.9.7 El paciente no cambia, 81; 2.2.9.8
Resistencias silentes, 81
2.3 Examen histórico
2.4 La teoría de la resistencia
2.4.1 Resistencia y defensa
2.4.2 Resistencia y regresión
2.5 Clasificación de las resistencias
2.5.1 Según el origen de la resistencia
2.5.2 Según los puntos de fijación
2.5.3 Según los tipos de defensa
2.5.4 Según la categoría diagnóstica
2.5.5 Una clasificación práctica
2.6 Técnica para el análisis de las resistencias
2.6.1 Consideraciones preliminares
82
88
88
93
96
96
99
101
103
105
107
107
2.6.1.1 Dinámica de la situación de tratamiento, 109;
2.6.1.2 Cómo escucha el analista, 110
2.6.2 El reconocimiento de la resistencia
2.6.3 La confrontación, manifestación de resistencia
2.6.4 La aclaración de la resistencia
2.6.5 La interpretación de la resistencia
111
114
117
121
132
2.6.6.1 Las resistencias de las primeras sesiones, 132; 2.6.6.2
Resistencia a la resistencia, 135; 2.6.6.3 El secreto, 137
2.6.7 Desviaciones en la técnica
2.7 Reglas de la técnica relativa a la resistencia
2.7.1 Analizar la resistencia antes que el contenido,
el Yo antes que el Ello, y empezar por la superficie
152
154
2.7.3.1 Resistencias menores, 154; 2.7.3.2 Pérdida de las
funciones del Yo, 154
Lista adicional de lecturas
3.
157
LA TRASFERENCIA
158
3.1 Definición provisional
3.2 Cuadro clínico: características generales
3.2.1 La impropiedad
3.2.2 La intensidad
3.2.3 La ambivalencia
3.2.4 Los caprichos
3.2.5 La tenacidad
3.3 Estudio histórico
3.4 Consideraciones teóricas
3.4.1 El origen y la índole de las reacciones de trasferencia
158
162
162
163
165
166
167
169
177
177
3.4.1.1 La trasferencia y las relaciones de objeto, 178;
3.4.1.2 La trasferencia y las funciones del Yo, 180; 3.4.1.3
Trasferencia y repetición, 182; 3.4.1.4 Trasferencia y regresión, 185; 3.4.1.5 Trasferencia y resistencia, 187
3.4.2 La neurosis de trasferencia
3.5 La alianza de trabajo
3.5.1 Definición provisional
3.5.2 La literatura
3.5.3 Desarrollo de la alianza de trabajo
189
195
196
198
199
3.5.3.1 Aberraciones en la alianza de trabajo, 199; 3.5.3.2
La alianza de trabajo en el paciente analítico clásico, 206
3.5.4 Los orígenes de la alianza de trabajo
210
3.5.4.1 Las contribuciones del paciente, 210; 3.5.4.2 La contribución de la situación analítica, 211; 3.5.4.3 Las contribuciones del analista, 212
2.6.5.1 Interpretación del motivo de la resistencia, 121;
2.6.5.2 Interpretación del modo de resistencia, 127; 2.6.5.3
Recapitulación, 130
2.6.6 Problemas especiales en el análisis de resistencias
2.7.2 El paciente determina el tema de la sesión
2.7.3 Excepciones a las reglas
75
75
76
77
77
9
I NDICE
141
144
145
3.6 La verdadera relación entre paciente y analista
3.7 Clasificación clínica de las reacciones de trasferencia
3.7.1 La trasferencia positiva y la negativa
219
226
227
3.7.1.1 La trasferencia positiva, 227; 3.7.1.2 La trasferencia negativa, 234
3.7.2 Las reacciones de trasferencia y las relaciones
de objeto
3.7.3 Las reacciones de trasferencia y las fases libidinales
239
241
10
ÍNDICE
3.7.4 Las reacciones de trasferencia en función de la
estructura
242
3.7.5 La identificación como reacción de trasferencia 245
3.8 Las resistencias de trasferencia
248
3.8.1 La búsqueda de gratificación trasferencial
249
3.8.2 Reacciones de trasferencia defensivas
252
3.8.3 Reacciones de trasferencia generalizadas
256
3.8.4 La actuación de las reacciones de trasferencia 258
3.8.4.1 La actuación dentro del encuadre analítico, 262
3.8,4.2 La actuación fuera del análisis, 265
3.9 Técnica del análisis de la trasferencia
3.9.1 Consideraciones generales
3.9.2 La salvaguardia de la trasferencia
3.9.4 Pasos técnicos para el análisis de la trasferencia 292
3.9.4.1 Presentación de la trasferencia, 293; 3.9.4.2 Esdarecimiento de la trasferencia, 297; 3.9.4.3 Interpretación
de la trasferencia, 304; 3.9.4.4 Traslaboración de las interpretaciones de la trasferencia, 310; 3.9.4.5 Adiciones, 318
320
321
324
3.10.2.1 El fin de semana es una fiesta, 324; 3.10.2.2 El
fin de semana es una defección, 326; 3.10.2.3 El fin de
semana y las funciones yoicas, 327; 3.10.2.4 Otras operaciones clínicas, 328; 3.10.2.5 Los problemas técnicos,
329
3.10.3 Reacciones de trasferencia intratables
330
3.10.3.1 Errores al apreciar la capacidad de trasferencia,
331; 3.10.3.2 Errores de técnica, 338
3.10.4 La cuestión del cambio de analista
3.10.5 Los candidatos en entrenamiento
345
348
Lista adicional de lecturas
349
4. LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
4.1 Lo que el psicoanálisis requiere del paciente
4.2.2 Rasgos de personalidad y carácter del psicoa-
350
350
370
4.2.2.1 Rasgos relacionados con el entendimiento de lo inconsciente, 371; 4.2.2.2 Rasgos relacionados con la comunicación con el paciente, 374; 4.2.2.3 Rasgos relacionados
con el fomento de la neurosis de trasferencia y la alianza
de trabajo, 378
270
279
350
352
355
355
357
4.2.1.1 Entender lo inconsciente, 357; 4.2.1.2 Comunicación con el paciente, 363; 4.2.1.3 Facilitación de la formación de la neurosis de trasferencia y la alianza de trabajo, 367
267
267
3.9.3.1 Cuando es una resistencia, 279; 3.9.3.2 Cuando se
alcanza un nivel óptimo de intensidad, 282; 3.9.3.3 Algunas modificaciones y elaboraciones, 285; 2.9.3.4 Cuando
nuestra intervención añadirá nuevo insight, 287
3.10 Problemas especiales en el análisis de las reacciones
de trasferencia
3.10.1 Crisis emocionales graves y reactuaciones peligrosas
3.10.2 La hora del lunes
4.1.1 Motivación
4.1.2 Aptitudes
4.1.3 Rasgos de personalidad y carácter
4.2 Lo que el psicoanálisis requiere del psicoanalista
4.2.1 Las destrezas que debe tener el psicoanalista
nalista
3.9.2.1 El psicoanalista como espejo, 270; 3.9.2.2 La regla
de la abstinencia, 274
3.9.3 ¿Cuándo analizamos la trasferencia?
11
ÍNDICE
4.2.3 Motivaciones que requiere del analista la situa385
ción analítica
4.3 Lo que requiere el psicoanálisis del encuadre analítico 388
399
Lista adicional de lecturas
BIBLIOGRAFÍA
400
NOTA DE LOS TRADUCTORES
Por tener esta obra las características de un manual hemos optado por
incluir las citas de la obra de Freud de la edición más difundida hasta
la fecha, con sólo escasas diferencias de paginación en reimpresiones
anteriores: las Obras completas de Sigmund Freud traducidas por Luis
López Ballesteros y Ramón Rey Ardid (Biblioteca Nueva 1967-68,
Madrid).
Sin restar nada al esfuerzo que representó para su época el paso del
tiempo ha puesto de manifiesto las deficiencias de la traducción citada.
Para remediarlas los editores de la obra citada han tomado soluciones
de compromiso corrigiendo errores, agregando las partes faltantes y finalmente incorporando muchas de las notas de la Standard Edition. Esto
ha dado recientemente otra versión en tres tomos con los trabajos ya
ordenados cronológicamente y otra edición en diez tomos por los mismos editores. Esta hibridación tampoco resulta totalmente satisfactoria. En espera de la traducción definitiva (al parecer en preparación)
hemos optado por lo mencionado al principio. En las citas de la obra
de Freud la paginación citada primero remite a la Standard Edition of
the Complete Psychological Works of Sigmund Freud. Los números en cursivas remiten a la versión en castellano citada.
F.B.
A.M.C.
13]
RECONOCIMIENTOS
Es imposible dar las gracias individualmente a todos aquellos que contribuyeron a hacer esta obra Considero mis maestros oficiales a todos
los autores anotados en la bibliografía, y sólo deseo expresar aquí mi
gratitud de un modo más ,personal.
Mi padre, Joel O. Greenschpoon, doctor en medicina y médico general, fue quien me trasmitió su preocupación por y dedicación a sus
pacientes y a la profesión de la medicina. Otto Fenichel, mi analista
didáctico, me inspiró con su inquebrantable consagración a la enseñanza
del psicoanálisis y su incorruptible honestidad.
Hay un grupo pnvado que debe quedar en el anonimato por razones de discreción pero al cual debo tal vez la obligación máxima. Me
refiero a mis pacientes, que me enseñaron mucho de técnica mientras
me dedicaba a tratarlos. Aprendí no poco también de tantos candidatos en preparación en el Instituto de Psicoanálisis de Los Ángeles, a
quienes enseñé en seminarios sobre técnica psicoanalítica durante más
de veinte años. Los residentes de psiquiatría del Centro Médico UCLA,
de Los Ángeles, California, también contribuyeron con su estímulo a
mi enseñanza y aprendizaje del psicoanálisis.
Hay algunos a quienes deseo dar las gracias individualmente, como
los doctores Harma Fenichel, Milton Wexler, Lawrence Friedman, Rudolf Ekstein y Alfred Golberg, con quienes tuve muchas discusiones
fructuosas a lo largo de los años sobre cuestiones técnicas. Aproveché
particularmente el intercambio de ideas con bastantes colegas míos de
Los Angeles que participaron en un seminario de posgraduados sobre
problemas técnicos especiales, que duró año y medio, desde el otoño de
1959 hasta el verano de 1960. Fueron éstos los doctores Richard Evans,
Gerald Aronson, Arthur Ourieff, William Horowitz, Jack Vatz, Samuel Futterman, Marvin Berenson, Neal Peterson, Norman Atkins y
Seymour Bird. Debo asimismo reconocimiento al doctor Richard Newman, que leyó todo el manuscrito original.
Nathan Leites me ayudó también mucho en la formulación de algunas definiciones, así como señalándome la importancia de muchos
ejemplos clínicos. Debo un voto especial de agradecimiento a Bernard
Brodie por su meticulosa labor de corrección de mis descuidos gramaticales y su purificación de mi estilo literario. Bess Kaufman contribuyó
[15]
16
RECONOCIMIENTOS
también a la realización de esta tarea. Mi secretaria, de veinte años,
Susan Alexander, dedicó muy largas horas a este libro aparte de las
obligaciones de su cargo, a partir de la primera redacción, que se hizo
en 1953. Lottie M. Newman me animó a continuar la obra en ocasión
en que diversos señuelos amenazaban con apartarme de ella, y también me sirvió de experta guía y estimable redactora en las muchas fases que tuvo el libro. Finalmente, y de modo principal, quiero dar las
gracias a mi esposa, Hildi, a mi hija Joan y a mi hijo, el doctor Daniel
Greenson, por atender a la lectura, leer y corregir las interminables
variaciones y cambios de las diferentes versiones que tuvo el manuscrito.
INTRODUCCIÓN
Es mi opinión que a pesar de las muchas dificultades que ello entraña,
ha llegado la hora de hacer un texto sobre técnica psicoanalítica. Tengo la impresión de que es muy peligroso permitir que se trasmitan de
palabra ambigüedades, divergencias y desviaciones de analista a analizando, de analista supervisor a candidato y de colega a colega en discusiones privadas sin ser debidamente anotadas y reconocidas por lo
que son en realidad.
Las obras clásicas sobre técnica escritas por Freud, Glover (1955),
Sharpe (1930) y Fenichel (1941), aunque excelentes, son sólo esbozos.
No describen con suficiente detalle lo que el psicoanalista hace realmente cuando analiza a un paciente. La consecuencia es, por ejemplo,
que analizar una resistencia pueda significar una cosa para un analista
y algo extrañamente diferente para otro, si bien cada quien estará creyendo que analiza una resistencia de acuerdo con los principios psicoanalíticos clásicos.
La mesa redonda sobre "Variaciones en la técnica psicoanalítica clásica" celebrada en el 20 Congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional en París, en 1957, ilustró la diversidad de puntos de vista
(véase Greenson et al., 1958). El cuestionario de Glover acerca de las
prácticas técnicas comunes, que distribuyó a los miembros de la Sociedad Psicoanalítica Inglesa en 1938, revelaba una cantidad inesperada
de puntos de desacuerdo entre los miembros, así como mucha vacilación, timidez e indecisión para revelar sus procedimientos (Glover, 1955,
p. 348). La excelente reseña de Helen Tartakoff (1956) sobre libros recientes dedicados a la técnica psicoanalítica ponía de relieve el descubrimiento de que la palabra "psicoanálisis" en el título de cada una
de esas obras nuevas se aplicaba con vaguedad a métodos terapéuticos
muy diferentes, basados en los postulados teóricos especiales y personales del autor.
Confirma esta confusión e incertidumbre el sorprendente hecho de
que la Comisión de Evaluación de la Terapia Psicoanalítica, de la American Psychoanalytic Association, quedara disuelta en 1953, tras de seis
años y medio de infructuosos debates cuyo objetivo era dar con una
definición aceptable de la terapia psicoanalítica (Rangell, 1954). Pueden verse Fromm-Reichmann (1954) y Eissler (1956) como ejemplos
[17]
18
I NTRODUCCIÓN
de opiniones muy distintas acerca del significado del psicoanálisis y
la psiquiatría dinámica. Un texto sobre técnica psicoanalítica no eliminaría las diferencias de opinión o controversias en cuestiones técnicas
pero podría ser útil como punto común de referencia exponiendo detallada y sistemáticamente cómo trabaja un psicoanalista cuando pretende estar analizando ciertos fenómenos psíquicos de un paciente.
Debe señalarse que si bien se produce poca comunicación pública
sobre detalles de procedimiento, sí hay muchas conversaciones. privadas entre analistas dentro de pequeños grupos cerrados. La consecuencia es que existen muchas facciones aisladas, hecho que redunda en un
aislamiento esotérico y retrasa el progreso científico (Glover, 1955,
p. 261).
Los que desean proponer innovaciones o modificaciones de procedimiento no suelen hablar con quienes sostienen un punto de vista más
tradicional. Tienden a formar camarillas y a trabajar clandestinamente, o por lo menos apartados de la corriente principal del pensamiento
analítico. Por consiguiente, es probable que los innovadores pierdan
el contacto con aquellos grupos del psicoanálisis que podrían ayudarles
a validar, aclarar o enmendar sus ideas nuevas. Los innovadores solitarios tienen tendencia a convertirse en "analistas silvestres", mientras que los conservadores, por su propia insularidad, propenden a la
ortodoxia rígida. En lugar de influir unos en otros de modo constructivo, van cada quien por su camino como enemigos, ciegos a cualquier
beneficio que pudiera haberles valido el debate franco y continuo.
La razón más importante que existe para mantener una tribuna libre sobre técnica psicoanalítica es la necesidad de poner al estudioso
serio en contacto con otras técnicas, aparte de las propias de su analista personal y de sus analistas supervisores. Una enorme desventaja de
aprender la técnica en unas cuantas fuentes nada más, es el aumento
de la probabilidad de que el candidato en preparación conserve ciertos
sentimientos y actitudes trasferenciales neuróticos para con sus maestros que les dificultarán descubrir la técnica más apropiada a su personalidad y su orientación teórica. No es raro hallar psicoanalistas jóvenes que llevan el sello inconfundible de su analista personal a tal grado
que se asemeja a la servil imitación observada en los adolescentes. Por
otra parte, el graduado reciente que se enfrenta a su analista didáctico
también puede enmarañarse en una neurosis de trasferencia insoluta.
Glover (1955, p. 262) denominaba tales reacciones "trasferencias de
entrenamiento" y subrayaba sus efectos perturbadores en el psicoanalista inexperto.
Es un hecho impresionante que los fundamentos de la técnica psi-
INTRODUCCIÓN
19
coanalítica expuestos por Freud en cinco breves trabajos hará unos cincuenta años sirvan todavía de base para la práctica del psicoanálisis
(Freud, 1912a, 1912b, 1913b, 1914c, 1915a). Ningún cambio o progreso reconocidos se ha impuesto en la técnica psicoanalítica corriente.
Esto es en parte un tributo al genio de Freud, que reconoció muy
pronto y con mucha claridad lo que era esencial en la terapia psicoanalítica. Pero hay otras razones para esa falta de progreso. Parece ser un
factor decisivo la complicada relación emocional entre el que estudia
el psicoanálisis y sus maestros, relación que es consecuencia inevitable
de los métodos empleados en la enseñanza del psicoanálisis (Kairys,
1964; Greenacre, 1966a).
El análisis didáctico que se lleva a cabo como parte del programa
de formación profesional deja un residuo considerable de reacciones trasferenciales que restringen y tuercen el desarrollo del estudiante en el
campo del psicoanálisis. Cuando un analista intenta realizar una terapia psicoanalítica con fines didácticos, complica su relación con el paciente asumiendo inconscientemente la responsabilidad de los progresos profesionales del estudiante. Inevitablemente pierde así parte de su
incógnito acostumbrado, escinde las motivaciones del paciente y aumenta la tendencia del candidato a la dependencia, las identificaciones, la
sumisión y el comportamiento seudonormal. Además, el mismo analista se vuelve parcial, por lo general sin saberlo ni quererlo, en una
situación de triángulo compuesta por el estudiante, el instituto psicoanalítico y el analista didáctico.
Una de las consecuencias secundarias de los problemas trasferencia-
les y contratrasferenciales no resueltos es la renuencia que tienen los
psicoanalistas a revelar francamente a sus colegas cómo operan en la
realidad. Este estado de cosas pudo haber influido en el mismo Freud,
quien, según iones (1955, pp. 230-1) con frecuencia hablaba de su intención de redactar una exposición sistemática de técnica psicoanalítica, pero nunca lo hizo. Strachey (1958) da a entender que la ausencia
de todo examen a fondo de la contratrasferencia en las obras de Freud
podría confirmar esta suposición.
La renuencia de los psicoanalistas a exponer sus métodos de práctica procede en parte de otra fuente, también relacionada con esto. La
labor del psicoanalista depende de muchos procesos íntimos y personales que se producen en su interior (Greenson, 1966). La consecuencia
es un sentimiento de vulnerabilidad y falta de protección al revelar cómo analiza uno. Como buena parte del material del paciente es altamente instintualizado y evocativo, y como el entendimiento analítico
de un paciente depende de una intimidad empática especial con su in-
20
I NTRODUCCIÓN
terior, pueden producirse reacciones de vergüenza, hostilidad o temor
cuando se necesita descubrir esta situación. En consecuencia, no es raro hallar entre los psicoanalistas alguna variedad de miedo al público,
exhibicionismo o combinaciones de ambos. Del hecho de que tantos
analistas se abstengan de examinar públicamente lo que hacen en su
consulta se deduce el que el psicoanalista sea particularmente propenso a caer en una de estas dos posiciones extremas: ortodoxia o sectarismo.
La profesión del psicoanálisis es solitaria y uno se siente confortado
de pertenecer a un grupo, pero esto bloquea y obstaculiza el progreso
científico y favorece el conformismo. En la soledad de la práctica psicoanalítica hay otro riesgo vocacional: la ausencia, en general, de otro
observador, de formación analítica también, que vea el desarrollo de
la situación analítica.
La opinión que tiene el analista de su labor no es enteramente merecedora de confianza y suele deformarse en alguna dirección idealizada.
No quiere decir que sería preferible tener observadores o auditores, porque creo que su presencia, aun invisible, deformaría la situación analítica. (Otros autores, en particular Merton M. Gill, han manifestado
opiniones diferentes.) Lo que quiero decir es que el psicoanalista, trabajando solo con su paciente y al abrigo del escrutinio de sus pares,
está predispuesto a una actitud tendenciosa y poco crítica respecto de
su propia técnica.
Cuando uno describe con cierto detalle lo que hace en su labor psicoanalítica, no sólo revela buena parte de su implicación afectiva íntima con el paciente sino también, en general, mucho de su propia vida
personal. El instrumento singular y más importante de trabajo del psicoanalista es la actividad de su propia mente preconsciente e inconsciente. Es inevitable que si ha de ponerse a contar cómo y por qué abordó tal situación en el análisis se vea obligado a revelar bastante de sus
fantasías, sus ideas, los rasgos de su carácter, etc. La humildad y la
actitud defensiva ordinarias le harán propenso a evitar la revelación
innecesaria de su ser íntimo.
Tal vez un libro que describa la práctica de la terapia psicoanalítica
clásica contribuya a estimular el debate'a fondo, franco y continuo acerca
de la técnica psicoanalítica. Podrían así aclararse y someterse a prueba
variaciones, innovaciones y modificaciones y se determinaría su valor
científico para el psicoanálisis, amén de favorecer el progreso de la técnica psicoanalítica.
Tenía yo la intención de escribir estos volúmenes enfocando los problemas de técnica por orden cronológico, según se presentan en el cur-
INTRODUCCIÓN
21
so de la terapia psicoanalítica. Había planeado empezar por las entrevistas iniciales, la transición hacia el diván, las primeras horas analíticas, etc. Pronto comprendí que resultaría imposible hablar en forma
inteligible, yendo a lo hondo y detalladamente, acerca de cualquier problema técnico sin el cabal entendimiento de la resistencia y la trasferencia. Comprendí además que el estudiante saldría beneficiado con
algún breve esbozo de ciertos conceptos básicos de teoría y técnica psicoanalíticas que constituirían una orientación preliminar. Por eso estos volúmenes están organizados de modo tal que, después de un estudio introductorio, el primer tomo empieza con los capítulos dedicados
a la resistencia y la trasferencia, bases de la técnica psicoanalítica. El
último capítulo de este tomo está dedicado a la situación psicoanalítica. Se incluye ahí porque ofrece una visión general de la compleja interrelación entre los diferentes procedimientos y procesos que se desarrollan en el paciente y el psicoanalista. (Véase para el detalle el índice.)
El segundo tomo estará organizado de acuerdo con lineamientos más
cronológicos.
Está dispuesto el texto de modo que cada capítulo técnico empiece
con una definición preliminar, ilustrada por ejemplos clínicos sencillos.
Viene después un breve examen de la literatura y la teoría, para pasar
a continuación a las consideraciones prácticas y técnicas. A todo lo largo de los volúmenes hay referencias bibliográficas a las obras más importantes sobre la materia objeto del estudio. Siempre que hay muchas
referencias bibliográficas a un tema escogido, las he anotado al final
del capítulo correspondiente con su encabezado específico en una lista
adicional de lecturas. Lo he hecho así para evitar la interferencia que
produce la lectura del material de listas bibliográficas largas. Al final
del libro hay una amplia bibliografía.
1
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
1.1 LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA TERAPIA PSICOANALÍTICA
Un modo de captar lo esencial de la terapia psicoanalítica es echar una
ojeada a su evolución histórica y apuntar los cambios principales que
ha habido en los procedimientos técnicos y los procesos terapéuticos.
A continuación damos un resumen selectivo de los puntos más importantes al respecto que se hallan en las obras de Freud. A su debido tiempo se verá en el texto una investigación más detallada de cada tema,
incluso las contribuciones de los demás.
Esclarezcamos la terminología. Empleo la expresión procedimiento técnico para referirme a una medida, un instrumento, un modo de obrar,
unos medios a que recurren el terapeuta o el paciente con el fin de favorecer los procesos terapéuticos. La hipnosis, la sugestión, la asociación libre y la interpretación son ejemplos de procedimientos técnicos.
Un proceso terapéutico es una serie interrelacionada de sucesos psíquicos dentro del paciente, una continuidad de fuerzas y actos psíquicos
que tienen un fin o efecto reparador. Suelen provocarse por los procedimientos técnicos. La abreacción, la recuperación de recuerdos y el insight son procesos terapéuticos. (Véase E. Bibring [1954] para un enfoque metodológico semejante pero más amplio.)
La técnica psicoanalítica no se descubrió ni inventó de repente, sino
que se fue haciendo poco a poco, a medida que Freud se esforzaba en
24
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
gador científico (Jones, 1953, p. 348; 1955, capítulo 16). Tuvo la audacia
y el talento de explorar nuevas regiones del pensamiento con vigor y
capacidad creadora. Cuando se veía errado, tenía la humildad de cambiar de técnica y de teoría.
Una lectura atenta de los trabajos técnicos y clínicos de Freud revela
que sus cambios de técnica no fueron abruptos ni totales. Se puede observar un desplazamiento del interés principal o un cambio en el orden
de importancia atribuido a determinado procedimiento o a un proceso
terapéutico. De todos modos, es posible delinear diferentes fases en el
desarrollo de los procedimientos técnicos y en la teoría del proceso terapéutico. El mismo Freud describió brevemente tres fases, pero esto
fue antes de llegar a un punto de vista estructural (1914c).
1.1
.1
CAMBIOS EN LOS PROCEDIMIENTOS TÉCNICOS
Aunque Freud había oído a Breuer hablar del caso de Anna O. en 1882
y había estudiado la hipnosis con Charcot, de octubre de 1885 a febrero
de 1886, se limitó a emplear los métodos terapéuticos acostumbrados
en la época en que empezó a practicar. Durante unos veinte meses aplicó
la estimulación eléctrica, la hidroterapia, el masaje, etc. (Dones, 1953,
capítulo 12). Descontento de los resultados, empezó a emplear la hipnosis en diciembre de 1887, según parece con la intención de hacer desaparecer los síntomas del paciente.
El caso de Emmy von N., tratada en 1889, es significativo porque
en él empleó por primera vez Freud la hipnosis con fines catárticos.
Su método terapéutico consistió en hipnotizar a la paciente y ordenarle
que hablara del origen de cada uno de sus síntomas. Le preguntó qué
la había asustado, hecho vomitar o desconcertado, cuándo había sucedido el caso, etc. La paciente respondió sacando una serie de recuerdos, acompañada a veces de una gran cantidad de afecto. Al final de
algunas sesiones Freud sugería que la paciente olvidara los inquietantes recuerdos emergidos.
Para 1892 comprendió Freud que su capacidad de hipnotizar pacientes era muy limitada y hubo de decidirse a elegir entre abandonar el
tratamiento catártico o intentarlo sin llegar al estado de sonambulismo
(Breuer y Freud, 1893-5, p. 108). Para justificar este modo de proceder
recordó que Bernheim había demostrado cómo se podía lograr que los
pacientes recordaran acontecimientos mediante la sugestión en estado
de vigilia (p. 109). Por eso se basó Freud en la suposición de que sus
pacientes sabían cuanto tenía una importancia patógena y que sólo se
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA TERAPIA PSICOANALÍTICA
25
trataba de hacer que se lo comunicaran. Mandaba a sus pacientes acostarse, cerrar los ojos y concentrarse. Aplicaba presión en la frente en
momentos dados e insistía en que aparecieran los recuerdos (p. 270).
Elisabeth von R. (1892) fue la primera paciente que Freud trató por
completo mediante la sugestión en estado de vigilia. Para 1896 había
abandonado por completo la hipnosis.' Es menos seguro cuándo renunció a la sugestión como principal instrumento terapéutico. De todos modos, para 1896 había ya terminado la esencial obra sobre La
interpretación de los sueños, aunque no se publicó hasta 1900. Parece plausible suponer que la capacidad de entender la estructura y el sentido
del sueño incrementara su destreza interpretativa. Por consiguiente,
Freud pudo confiar cada vez en la producción espontánea de material
por parte de sus pacientes. Por medio de las interpretaciones y construcciones podía llegar hasta los recuerdos reprimidos.
No se tiene la fecha exacta del descubrimiento del método de asociación libre. Según parece se fue formando entre 1892 y 1896, purificándose gradualmente de la hipnosis, la sugestión, los apremios e interrogatorios que lo acompañaron al principio (Jones, 1953, pp. 242-244.
Ya hay indicios de ello en 1889 en el caso de Emmy von N., Breuer
y Freud, 1893-5, p. 56). Describe Jones una ocasión histórica en que
Freud estaba apremiando a preguntas a Elisabeth von R. y ella le reprochó que interrumpía el curso de sus pensamientos. Freud tuvo la
modestia de aceptar esta indicación y así el método de asociación libre
adquirió una importancia mucho mayor.
Explicaba Freud que al renunciar a la hipnosis y la sugestión le faltaba el ensanchamiento de la conciencia que había proporcionado al
analista recuerdos y fantasías patógenos. La asociación libre era un sustituto completamente satisfactorio porque dejaba que los pensamientos
involuntarios del paciente entraran en la situación del tratamiento. He
aquí cómo describe Freud este método: "Actualmente trata a sus enfermos sin someterlos a influencia personal ninguna, haciéndoles adoptar simplemente una postura cómoda sobre un diván y situándose él
a su espalda, fuera del alcance de su vista. No les pide tampoco que
cierren sus ojos, y evita todo contacto, así como cualquier otro manejo
que pudiera recordar la hipnosis. Una tal sesión trascurre, pues, como
un diálogo entre dos personas igualmente dueñas de sí, una de las cuales evita simplemente todo esfuerzo muscular y toda impresión sensorial que pudiera distraerla y perturbar la concentración de su atención
sobre su propia actividad anímica... Para apoderarse de estas ocurren1
Véase nota de Strachey y Standard Edition, 2:111.
26
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
cias, Freud invita a sus pacientes a comunicarle todo aquello que acuda a su pensamiento, aunque lo juzgue secundario, impertinente o
incoherente" (1904, pp. 250-1; 393-4). El procedimiento de la asociación libre se hizo conocido como la regla básica o fundamental del
psicoanálisis (Freud, 1912a, p. 107; 417).
La asociación libre ha seguido siendo el método básico y exclusivo
de comunicación para los pacientes en tratamiento psicoanalítico. Y la
interpretación es todavía el instrumento decisivo y definitivo del psicoanalista. Estos dos procedimientos técnicos imprimen a la terapia
psicoanalítica su sello distintivo. Otros medios de comunicación se dan
también en el curso de la terapia psicoanalítica pero son asociados, preparatorios o secundarios y no lo característico del psicoanálisis. Estudiaremos este punto en la sección 1.3.4.
1.1.2
CAMBIOS EN LA TEORÍA DEL PROCESO TERAPÉUTICO
Los Estudios sobre la histeria (1893-5) pueden considerarse el comienzo del
psicoanálisis. En ellos podemos discernir cómo se afanaba Freud por
descubrir lo esencial en el proceso terapéutico del tratamiento de la histeria. Es impresionante observar que algunos de los fenómenos que describió Freud entonces se han convertido en la base de la teoría de la
terapia psicoanalítica. Es característico de Freud que empezara luchando
por superar algunos obstáculos a su enfoque terapéutico sólo para descubrir después que aquellos obstáculos tenían una importancia capital
para la comprensión de la neurosis del paciente y del proceso terapéutico. La perseverancia y la flexibilidad de Freud le permitieron triunfar
sobre diversos tipos de obstáculos y así llegó a descubrir el psicoanálisis.
En la Comunicación Preliminar (1893), Breuer y Freud (1893-5)
sostenían que "los distintos síntomas histéricos desaparecían inmediata y definitivamente en cuanto se conseguía despertar con toda claridad el recuerdo del proceso provocador, y con él el afecto concomitante, y describía el paciente con el mayor detalle posible dicho proceso
dando expresión verbal al afecto" (p. 6; 27). Creían que sólo por la
abreacción podía un paciente lograr cabalmente un efecto "catártico"
y liberarse así del síntoma histérico. Según ellos, aquellas experiencias
estaban fuera de la memoria de la paciente en condiciones normales
y sólo se podía llegar a ellas por la hipnosis.
Las ideas patógenas habían persistido con tanta vivacidad y fuerza
afectiva por no haber seguido el proceso normal de desgaste. Entonces, ellos estaban habiéndoselas con afectos en estado de "estancamien-
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA TERAPIA PSICOANALÍTICA
27
to" (p. 17; 32). La descarga de los afectos estancados privaría de su
fuerza al recuerdo patógeno y los síntomas desaparecerían.
En este punto de la historia del psicoanálisis se consideraba que los
procesos terapéuticos eran la abreacción y el recuerdo, con preferencia
por la abreacción. Se hipnotizaba al paciente y se trataba de hacerle
recordar el hecho traumático porque entonces tendría una experiencia
catártica y curativa. Anna O., a quien Breuer tratara en 1882, tenía
trances hipnóticos espontáneos en que revivía espontáneamente sucesos traumáticos pasados. Después de reponerse del estado de sonambulismo se sentía aliviada. Las experiencias de Anna O. prepararon
así el camino para el método de la terapia catártica. Ella lo llamaba
"talking cure" o "chimney sweeping" (p. 30).*
Freud iba comprendiendo más y más que dentro de la paciente había una fuerza que se oponía al tratamiento. Cristalizó ese convencimiento en el caso de Elisabeth von R., a quien no podía hipnotizar
y que se negaba a comunicarle algunos de sus pensamientos, pese a
los apremios de él (p. 154; 89). Así llegó a la conclusión de que aquella
fuerza, que era una resistencia al tratamiento, era la misma que impedía a las ideas patógenas hacerse conscientes (p. 268; 110). El fin era
defensivo. "El 'no saber' de las pacientes histéricas era en realidad un
`no querer saber' " (pp. 269-70; 110-1). La tarea del terapeuta, para
Freud, consistía en vencer esa resistencia, y lo hacía mediante el "apremio", presionando, apretando la frente, interrogando, etcétera.
Reconocía Freud que la influencia personal del médico podía tener
gran valor y proponía que el terapeuta hiciera de elucidador, de maestro y de padre confesor (p. 282; 118). Pero también comprendía que
en ciertas condiciones la relación del paciente con el médico podía quedar "perturbada", y ese factor convertía la relación en "el obstáculo
más grave que puede oponerse a nuestra labor" (p. 301; 127). Esto
puede suceder si la paciente se siente desatendida, si se hace sexualmente dependiente o si trasfiere a la figura del médico las penosas ideas
del contenido del análisis (p. 302; 128). Se trataba esto haciéndolo consciente y siguiendo su huella hasta el momento del tratamiento en que
apareciera, y entonces se intentaba persuadir a la paciente de que prosiguiera su comunicación a pesar de esos sentimientos (p. 304; 129).
Así descubrió Freud los fenómenos de resistencia y trasferencia, pero en lo esencial los consideraba obstáculos para su labor. El objetivo
principal era conseguir la abreacción afectiva y recobrar los recuerdos
* En inglés en el original. El reporte de Breuer sobre el caso Anna O. no está incluido
en la versión española aquí utilizada [T.].
28
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
traumáticos. Las reacciones de trasferencia y las resistencias tenían que
evitarse o superarse.
En los Estudios sobre la histeria Freud intentó enfocar sus esfuerzos terapéuticos sobre los síntomas individuales de la paciente. Comprendía
que esta forma de terapia era sintomática y no causal (p. 262; 107).
En el caso de Dora, publicado en 1905 pero escrito en 1901, Freud declaraba que la técnica psicoanalítica había sido revolucionada totalmente
(1905a, p. 12; 603). Ya no trataba de hacer desaparecer los síntomas
uno por uno. Este método le pareció totalmente inadecuado para la
complicada estructura de una neurosis. Ahora dejaba a la paciente que
escogiera el tema de la sesión y empezaba a trabajar con cualquier superficie del inconsciente que la paciente presentara en ese momento.
Freud parece haber comprendido que un proceso terapéutico no podía efectuarse en una sola operación porque los síntomas neuróticos tenían múltiples causas. Si bien había ya reconocido el principio de la
sobredeterminación en sus Estudios sobre la histeria (pp. 173-4; 99) sólo
en su trabajo "El método psicoanalítico de Freud", publicado en 1904,
lo expuso explícitamente. Declaraba en ese ensayo que el cambio de
técnica, de la hipnosis y la sugestión a la asociación libre, condujo a
nuevos descubrimientos que "acabaron por imponer una concepción
distinta aunque no contradictoria, de la labor terapéutica" (p. 250; 393).
La hipnosis y la sugestión ocultan las resistencias y obstruyen la visión
que el médico tiene de las fuerzas psíquicas. Evadiendo las resistencias
uno sólo puede obtener información incompleta y un éxito terapéutico
transitorio. La tarea terapéutica consiste en vencer las resistencias, anular las represiones.., y entonces se colman las lagunas de la memoria.
Creo que vemos aquí un cambio en la teoría del proceso terapéutico, de la importancia dominante de la abreacción de los afectos a la
superación de la amnesia. Esto no contradice el hecho de que la abreacción tiene un efecto terapéutico. Al favorecer la descarga de tensiones
emocionales, se procura al paciente una sensación temporal de alivio.
Además, la catarsis es válida porque la descarga emocional reduce la
cantidad de afecto y las cantidades pequeñas de afecto son más fáciles
de tratar. Más importante es el hecho de que la verbalización que acompaña a la descarga de emociones e impulsos hace posible estudiarlos,
más claramente. Pero la catarsis no es ya un objetivo último de la terapia. Creo que es a esto a lo que aludía Freud en su declaración arriba
citada de "diferente aunque no contradictoria".
Ahora había mayor interés por volver consciente lo inconsciente, suprimir la amnesia y recobrar los recuerdos perdidos. La resistencia se
convirtió en una piedra angular de la teoría psicoanalítica y se relacio-
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA TERAPIA PSICOANALÍTICA
29
naba con las fuerzas que habían producido la represión. El analista aplicaba el arte de la interpretación para vencer las resistencias.
En el caso de Dora (1905a), Freud puso de relieve por primera vez
el papel capital de la trasferencia. "La trasferencia, destinada a ser el
mayor obstáculo del psicoanalista, se convierte en su más poderoso auxiliar cuando el médico consigue adivinarla y traducírsela al enfermo"
(p. 117; 665). En el post scriptum a este caso describía Freud cómo la
paciente había interrumpido el tratamiento por no haber podido analizar los múltiples elementos de trasferencia que interferían en la situación del tratamiento.
En el trabajo sobre "La dinámica de la trasferencia" (1912a) describía la relación entre trasferencia y resistencia, la trasferencia positiva
y la negativa y la ambivalencia de las reacciones de trasferencia. Merece ser citada una parte de un parágrafo porque declara perfectamente
la nueva orientación terapéutica de Freud. "Esta lucha entre el médico y el paciente, entre el intelecto y el instinto, entre el conocimiento
y la acción, se desarrolla casi por entero en el terreno de los fenómenos
de trasferencia. En este terreno ha de ser conseguida la victoria, cuya
manifestación será la curación de la neurosis. Es innegable que el vencimiento de los fenómenos de la trasferencia ofrece al psicoanalista máxima dificultad; pero no debe olvidarse que precisamente estos fenómenos nos prestan el inestimable servicio de hacer actuales y manifiestos
los impulsos eróticos ocultos y olvidados de los enfermos, pues, en fin
de cuentas nadie puede ser vencido in absentia o in effigie" (p. 108; 418).
A partir de 1912, el análisis constante de la trasferencia y la resistencia se convirtió en el elemento central del proceso terapéutico. Posteriormente aquel mismo año ponía Freud en guardia contra las satisfacciones de la trasferencia y aconsejaba que el psicoanalista fuera para
sus pacientes como un espejo y conservara su carácter anónimo (1912b,
p. 118; 422). En su trabajo "Recuerdo, repetición y elaboración"
(1914c) describía el problema especial de actuar en relación con la trasferencia y la resistencia y lo relacionaba con una compulsión de repetir.
También empleó el término de "neurosis de trasferencia" para denotar
que durante el psicoanálisis el paciente remplaza sus neurosis ordinarias por su implicación con el analista. Esto se amplifica en el capítulo
XXVIII* en la "Introducción al psicoanálisis" (1916-7, pp. 454-5; 385-6).
En este capítulo se añade algo nuevo al estudio de los procesos terapéuticos cuando menciona Freud que una alteración del Yo es posible
al analizar la trasferencia (p. 455; 386). Decía que la labor de interpre• Apartado M de la versión española [T.1.
30
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
tación, que trasforma lo inconsciente en consciente, ensancha el Yo a
costa del inconsciente. En El yo y el ello (1923b) expresaba esta idea de
modo muy sucinto: "El psicoanálisis es un instrumento que ha de facilitar al Yo la progresiva conquista del Ello" (p. 56; 29). En 1933 escribía Freud que los efectos terapéuticos del psicoanálisis están destinados
a "robustecer al Yo, hacerlo más independiente del Superyó, ampliar
su campo de percepción y desarrollar su organización, de manera que
pueda apropiarse de nuevas partes del Ello. Donde era Ello, ha de ser
Yo" (p. 80; 916). De nuevo en "Análisis terminable e interminable" (1937a) afirma Freud que "el papel del psicoanálisis es lograr las
condiciones psicológicas mejores posibles para las funciones del Yo; con
esto habrá cumplido su tarea" (p. 250; 570).
Si examinamos los acontecimientos históricos en los principales procedimientos y procesos de la terapia psicoanalítica podemos observar
que se ha renunciado a la hipnosis pero se han conservado todos los
demás elementos, aunque con un papel muy diferente en la jerarquía terapéutica (Loewald, 1955). La sugestión no se utiliza para obtener recuerdos y no es ya un recurso principal en el psicoanálisis. Puede utilizarse como una medida temporal de sostén, cuya necesidad tendremos
que analizar definitivamente. (Veremos esto en la sección 1.3.4.)
La abreacción no se considera ya un fin terapéutico pero es válida
de otros modos. El analista sigue intentando atravesar la barrera de
la conciencia, pero se sirve de la asociación libre, el análisis de los sueños y la interpretación. El campo principal de la labor analítica es el
de la trasferencia y la resistencia. Esperamos hacer consciente lo inconsciente, recobrar recuerdos arrinconados y superar la amnesia infantil. Pero ni siquiera esto es conceptualizado como un objetivo último. El fin del psicoanálisis es en definitiva aumentar la fuerza relativa
del Yo respecto del Superyó, el Ello y el mundo exterior.
1.2
1.2.1
CONCEPTOS TEÓRICOS ESENCIALES PARA LA TÉCNICA
LA RELACIÓN ENTRE TEORÍA Y PRÁCTICA
Antes de que podamos pasar a un examen más completo y sistemático
de los procedimientos y procesos terapéuticos convendría revisar brevemente algunos de los conceptos teóricos básicos del punto de vista
psicoanalítico. Hay una relación de reciprocidad entre teoría y prácti-
CONCEPTOS TEÓRICOS ESENCIALES PARA LA
TÉCNICA
31
ca. Los descubrimientos clínicos pueden conducir a nuevas formulaciones teóricas, que a su vez pueden agudizar nuestra perceptividad
y técnica de modo que se logren nuevos conocimientos clínicos. La inversa es también cierta. La técnica defectuosa puede provocar deformaciones en los descubrimientos clínicos, que a su vez pueden conducir
a conceptos teóricos erróneos. Siempre que hay falta de integración entre
teoría y técnica es probable que salgan perjudicadas ambas (Hartmann,
1951, p. 143). Por ejemplo, podemos tratar más eficazmente una resistencia si tenemos conciencia de las múltiples funciones de resistencia,
su relación con las defensas en general, así como su fin en un caso
particular.
Hay analistas que tienden a separar su conocimiento práctico del teórico. Algunos lo hacen siguiendo al paciente a la deriva hasta que algún fragmento del material del paciente resulta comprensible, y entonces se lo comunican al paciente sin discernir. Abusan de la idea de que
la mente inconsciente del analista y su empatía son sus instrumentos
más valiosos para la terapia y desdeñan la necesidad de realizar alguna
operación intelectual con los datos que puedan haber obtenido. La consecuencia es que no tienen una visión general del paciente, no reconstruyen grandes porciones de su vida y sólo les queda una colección de
apreciaciones intuitivas. Los errores en la otra dirección son igualmente graves: hay analistas que formulan teorías con demasiada rapidez
basándose en unos cuantos datos clínicos. Para ellos, la experiencia del
análisis se convierte en un certamen mental o un ejercicio intelectual.
Esos analistas evitan la implicación instintual o emocional con sus pacientes, olvidan la intuición y la empatía y se convierten en recolectores de datos o distribuidores de interpretaciones.
La terapia psicoanalítica impone al psicoanalista fuertes y contradictorias exigencias. Tiene que atender al material de su paciente y dejar
que sus propias fantasías asociativas y recuerdos funcionen libremente; pero tiene que escudriñar y exponer a sus facultades intelectuales
los conocimientos así obtenidos antes de poder trasmitírselos sin peligro al paciente (Ferenczi, 1919a, p. 189). La capacidad de dejarse uno
asociar libremente se adquiere con la experiencia del analista que fue
exitosamente analizado. Para emplear efectivamente el saber teórico
en la práctica hay que dominarlo primero intelectualmente; también
tiene que ser accesible cuando se le necesite sin dominar las destrezas
clínicas. Si la labor del psicoanalista ha de seguir siendo una disciplina
científica, es imperativo que él conserve la facultad de oscilar entre el
empleo de la empatía y la intuición por una parte y sus conocimientos
teóricos por la otra (Fenichel, 1941, pp. 1-5; Kohut, 1959).
32
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
En los primeros años del psicoanálisis, la mayoría de los progresos
se debieron a descubrimientos clínicos. Pero en años recientes parece
haber un rezago por la parte de la técnica. Cuando Freud descubrió
la capital importancia que tenía analizar sistemáticamente las resistencias de sus pacientes, faltaban unos veinte años para el descubrimiento
de las implicaciones de este procedimiento para el Yo. Hoy parece que
sabemos mucho más acerca de las funciones del Yo que lo que podemos aplicar directamente a nuestra técnica (Hartmann, 1951). Pero creo
que nuestra mayor esperanza de progresar en la técnica está en la mejor integración de los conocimientos clínicos, técnicos y teóricos.
1.2.2
LA TEORÍA PSICOANALÍTICA DE LAS NEUROSIS
La teoría y la técnica del psicoanálisis se basan esencialmente en datos
clínicos procedentes del estudio de las neurosis. Aunque en años recientes ha habido tendencia a ampliar el campo de la investigación para
hacerle abarcar la psicología normal, las psicosis, los problemas sociológicos e históricos, nuestro conocimiento de esas regiones no ha avanzado tanto como nuestra comprensión de las psiconeurosis (A. Freud,
1954a; Stone, 1954b). Los datos clínicos relativos a las neurosis todavía constituyen el material original más seguro para la formulación de
la teoría psicoanalítica. Para comprender la teoría de la técnica psicoanalítica es necesario que el lector tenga un conocimiento práctico de
la teoría psicoanalítica de la neurosis. La Introducción al psicoanálisis
(1916-7) de Freud y los textos de Nunberg (1932), Fenichel (1945a) y
Waelder (1960) son magníficas fuentes condensadas. Aquí sólo podré.
esbozar los que me han parecido ser los conceptos teóricos más importantes necesarios para el entendimiento de la técnica.
El psicoanálisis afirma que las psiconeurosis se basan en el conflicto
neurótico. Este conflicto ocasiona una obstrucción en la descarga de
las pulsiones instintivas que se producen en un estado de represión.
El Yo se va haciendo menos capaz de manejar las tensiones en aumento y llega un momento en que es vencido por ellas. Las descargas involuntarias se manifiestan clínicamente como síntomas de la psiconeurosis. La expresión "conflicto neurótico" se emplea en singular aunque
siempre hay más de un conflicto importante. Por costumbre y comodidad nos referimos a un solo conflicto (Colby, 1951, p. 6).
Un conflicto neurótico es un conflicto inconsciente entre un impulso
del Ello que busca su descarga y una defensa del Yo que impide la descarga directa del impulso o su acceso a la conciencia. A veces, el mate-
CONCEPTOS TEÓRICOS ESENCIALES PARA LA TÉCNICA
33
rial clínico puede revelar un conflicto entre dos exigencias instintivas,
por ejemplo, la actitud heterosexual puede emplearse para soslayar deseos homosexuales. El análisis revelará que en tal caso la actividad heterosexual se emplea con fines de defensa para evitar los dolorosos sentimientos de culpabilidad y vergüenza. La heterosexualidad, en este
ejemplo, está satisfaciendo una exigencia del Yo y oponiéndose a un
impulso instintivo más prohibido: la homosexualidad. Por eso es todavía válida la formulación de que un conflicto neurótico es un conflicto
entre el Ello y el Yo.
El mundo exterior todavía desempeña un papel importante en la formación de neurosis, pero aquí también tiene que sentirse el conflicto
como un conflicto interno entre el Yo y el Ello para que se suscite un
conflicto neurótico. El mundo que nos rodea puede movilizar tentaciones instintuales, y tal vez haya que evitar situaciones porque presentan
el peligro de alguna suerte de castigo. Entonces tendremos que habérnoslas con un conflicto neurótico si la tentación instintual o el peligro
ha de quedar fuera de la conciencia. Un conflicto con la realidad exterior se ha convertido en un conflicto entre el Ello y el Yo.
El Superyó desempeña un papel más complicado en el conflicto neurótico. Puede entrar en el conflicto por el lado del Yo o el del Ello o
por ambos. El Superyó es la instancia que hace parecer prohibido el
impulso instintivo al Yo. Es el Superyó el que hace al Yo sentirse culpable aun de las descargas simbólicas y desfiguradas, y así se sienten
de modo consciente como esencialmente dolorosas. El Superyó también puede intervenir en el conflicto neurótico haciéndose regresivamente reinstintualizado, de modo que los reproches que uno se hace
adquieren una cualidad semejante a la de una pulsión. El paciente abrumado por la culpabilidad puede entonces verse orillado a situaciones
que siempre acaban siendo dolorosas. Todas las partes del aparato psíquico participan en la formación de síntomas neuróticos (véase Fenichel, 1941, capítulo fi; 1945a, capítulos vii, Waelder, 1960,
pp. 35-47, la lista adicional de lecturas).
El Ello nunca deja de buscar su descarga, y sus impulsos tratan de
lograr una satisfacción parcial mediante algunas evacuaciones derivativas y regresivas. El Yo, para calmar las exigencias del Superyó tiene
que desfigurar incluso esos derivados instintuales para que aparezcan
de alguna forma disimulada, cuyo carácter de instinto apenas sea reconocible. El Superyó hace entonces que el Yo se sienta de todos modos
culpable y la actividad instintiva desfigurada ocasiona dolor de muchos
modos. Se siente como castigo y no como satisfacción.
El factor clave para entender el resultado patógeno del conflicto
34
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
neurótico es la necesidad que el Yo tiene de gastar constantemente sus
energías para tratar de impedir a los peligrosos impulsos el acceso a la
conciencia y la motilidad. En última instancia, esto produce una insuficiencia relativa del Yo y los derivados del conflicto neurótico original
abrumarán el Yo empobrecido y penetrarán en la conciencia y el comportamiento. Desde este punto de vista pueden entenderse las psiconeurosis como neurosis traumáticas relativas (Fenichel, 1945a, capítulos vil, vIII). Un estímulo relativamente inocuo puede remover, algún
i mpulso del Ello, relacionado quizá con el depósito instintual acumulado. El Yo empobrecido es incapaz de seguir con su labor defensiva y
se ve invadido a tal grado que debe permitir alguna descarga instintiva, si bien ésta también desfigurada y disimulada. Estas descargas involuntarias desfiguradas y disimuladas se manifiestan clínicamente como los síntomas de la psiconeurosis.
Ilustremos esto con un ejemplo clínico relativamente sencillo. Hace unos años,
una dama joven, la señora A, se presentó a consulta acompañada de su marido. Se quejaba de no poder dejar la casa sola y únicamente se sentía segura
con su esposo. Se quejaba además de temor a desmayarse, temor a los vértigos
y temor a volverse incontinente. Los síntomas de la señora A se habían presentado súbitamente hacía unos seis meses, estando en una sala de belleza.
El análisis, que duró varios años, reveló que el desencadenador real del estallido de sus fobias era el hecho de haberla peinado un empleado varón. Pudimos descubrir por fin el hecho de que en aquel momento recordó cómo le peinaba el pelo su padre cuando era niña. La razón de que hubiera ido a la sala
de belleza aquel día era su placentera esperanza de ver a su padre, que iba
a visitar a la joven pareja por primera vez desde su casamiento. Él debía parar
en su casa y ella estaba, conscientemente, loca de alegría. Pero inconscientemente estaba llena de sentimientos de culpa por amar a su padre y por su hostilidad predominante inconsciente para con su esposo.
El sucedido aparentemente inocuo de que se hiciera peinar el pelo agitó en
ella ansias incestuosas, hostilidades, culpabilidad y ansiedad. Para acabar, la
señora A tenía que estar acompañada por su marido para estar segura de que
no lo habían matado sus deseos de muerte. Su presencia le impedía también
actuar sexualmente. Los temores de desmayarse, de los vértigos y de la incontinencia eran representaciones simbólicas de pérdida de su equilibrio moral, de
su dominio de sí misma, de perder su reputación y verse humillada y caída
de su elevada posición. Los síntomas de la joven tenían conexión con las placenteras sensaciones corporales de la infancia, así como infantiles fantasías de
castigo.
Creo que se puede formular el hecho de la siguiente manera: la peinadura
del cabello había agitado en ella impulsos reprimidos del Ello que la pusieron
en conflicto con su Yo y su Superyó. A pesar de la ausencia de síntomas neuró-
CONCEPTOS TEÓRICOS ESENCIALES PARA LA TÉCNICA
35
ticos notorios antes de la aparición de las fobias, hubo indicaciones de que su
Yo estaba ya relativamente menoscabado y que su Ello no tenía suficientes posibilidades de descarga. La señora A llevaba muchos años sin dormir bien, con
pesadillas e inhibiciones en su vida sexual. La consecuencia fue que las fantasías movilizadas por la peinadura incrementaron las tensiones del Ello a tal punto
que invadieron las infantiles defensas del Yo y se produjeron descargas involuntarias, con la formación al fin de un síntoma agudo.
Hay que señalar otros dos puntos, aunque de momento no hagamos
más aclaraciones. El Yo trata de manejar los impulsos prohibidos o peligrosos del Ello recurriendo a los diversos mecanismos de defensa con
que cuenta. Las defensas pueden dar buen resultado si permiten la descarga periódica de las tensiones instintivas. Se hacen patógenas cuando excluyen del contacto con el resto de la personalidad total muchas
variedades de impulsos libidinales y agresivos (A. Freud, 1965, capítulo v). Al final, lo reprimido retorna en forma de síntomas.
Una neurosis adulta se forma en torno a un núcleo desde la infancia. El caso de la señora A demuestra que sus sentimientos sexuales
estaban todavía fijados en la imagen infantil que tenía de su padre, y
la sexualidad estaba tan prohibida como en sus años de infancia. Aunque se había sobrepuesto a sus neurosis infantiles lo suficiente para poder funcionar eficazmente en muchas actividades de su vida, la señora
A seguía neuróticamente involucionada en todo lo relacionado con la
sexualidad genital. Las fobias de la infancia y las angustias corporales
volvieron con su neurosis adulta. (Las únicas neurosis sin base en la
infancia son las puramente traumáticas, que son muy raras, y casi nunca
puras. A menudo están relacionadas con las psiconeurosis [Fenichel,
1945a, capítulo vil].)
1.2.3 LA METAPSICOLOGÍA DEL PSICOANÁLISIS
La metapsicología psicoanalítica se refiere al número mínimo de supuestos en que se basa el sistema de la teoría psicoanalítica (Rapaport
y Gill, 1959). La labor de Freud sobre metapsicología no es completa
ni sistemática y está esparcida por todos sus escritos. El capítulo séptimo*
de La interpretación de las sueños (1900), los "Trabajos sobre metapsicología" (Freud, 1915b, 1915c, 1915d, 1917b), y el apéndice a Inhibición,
síntoma y angustia (1926a) son las principales fuentes de referencia. En
* Parágrafo 9 en la traducción española [T.].
36
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
realidad, Freud sólo formuló explícitamente tres puntos de vista metapsicológicos: el tópico, el dinámico y el económico. El punto de vista
genético parecía lógico. Aunque no definió el punto de vista estructural, Freud dio a entender que podría remplazar al tópico (1923b, p. 17).
(Véase Rapaport y Gill [1959] y Arlow y Brenner [1964] al respecto.)
El punto de vista adaptativo está también implícito y es esencial para
el pensamiento psicoanalítico (Hartmann, 1939).
Las implicaciones clínicas de la metapsicología indican que para comprender un suceso psíquico cabalmente es necesario analizarlo desde
seis puntos de vista: tópico, dinámico, económico, genético, estructural y adaptativo. En la práctica clínica analizarnos las producciones dé
nuestros pacientes sólo parcialmente y en fragmentos en determinado
intervalo de tiempo. De todos modos, la experiencia nos enseña que
aplicamos todos esos puntos de vista cuando tratamos de operar con
nuestras intuiciones iniciales. Voy a tratar de hacer un esbozo de estos
conceptos. Para un estudio más amplio el lector podrá consultar a Fenichel (1945a, capítulo u), Rapaport y Gill (1959) y Arlow y Brenner
(1964).
El primer punto de vista que formuló Freud fue el tópico. En el capítulo siete s de La interpretación de los sueños (1900) describía los diferentes
modos de funcionamiento que rigen los fenómenos conscientes e inconscientes. El "proceso primario" gobierna el material inconsciente
y el "proceso secundario" dirige los fenómenos conscientes. El material inconsciente sólo tiene un objetivo: la descarga. No hay sentido del
tiempo, orden ni lógica, y las contradicciones pueden coexistir sin anularse unas a otras. La condensación y el desplazamiento son otras características del proceso primario. El designar un acontecimiento psíquico como consciente o inconsciente implica más que una mera diferencia de cualidad. Los modos de funcionar arcaicos y primitivos son
característicos de los fenómenos inconscientes.
Ilustremos. Un paciente me cuenta el siguiente sueño: "Estoy construyendo
una prolongación en el frente de mi casa. De repente me interrumpe el llanto
de mi hijo. Lo busco inquietísimo y lo veo a lo lejos, pero corre alejándose de
mí. Empiezo a enojarme y al fin lo alcanzo. Me pongo a regañarlo por correr
cuando veo que tiene un corte triangular en una comisura de la boca. Le digo
que no hable para que la herida no se agrande. Veo la carne sonrosada bajo
la piel y siento como náuseas. Entonces me doy cuenta de que no se trata de
mi hijo sino de mi hermano mayor, que me sonríe condescendiente como si
* Véase nota anterior [T.I.
CONCEPTOS TEÓRICOS ESENCIALES PARA LA TÉCNICA
37
me hubiera tomado el pelo. Me aparto de él pero me siento turbado porque
noto que ahora estoy bañado en sudor y acalorado y quizá note que huelo mal."
Las asociaciones del paciente pueden condensarse así: Mi hermano mayor
solía maltratarme cuando yo era joven, pero tuvo un colapso nervioso y yo fui
el más fuerte de los dos. Mi hermano me copia en todo. Cuando me compré
un coche para la familia, él se compró otro. "Cuando mi esposa y yo nos embarazamos, él se embarazó." Mi hermano parece tener un problema con su masculinidad. Su hijo todavía lleva ricitos a los cuatro años y no habla. Yo he tratado de convencerle de que no está bien que un niño tenga ricitos.
Entonces intervine y le indiqué que había dicho: "Cuando mi esposa y yo
nos embarazamos, él se embarazó." El paciente replicó defensivamente que
era una manera de hablar. A continuación rió y dijo que tal vez había pensado
de niño que él podía concebir un hijo. Su madre había sentido que él no fuera
niña, le había rizado el pelo y le había puesto vestiditos. La verdad era que
recordaba haber jugado con muñecas hasta los seis años. La herida triangular
le recordaba una terrible cortadura que había visto de niño en un compañero
de juego. La cortadura le hace pensar en la vagina. Una vez operaron a su esposa de la vagina y se siente mal al recordarlo.
Intervengo otra vez y señalo al paciente que el sueño contiene la idea de que
vale más estarse callado si se quiere ocultar la cortadura, que se revelará aún
más al hablar. El paciente queda pensativo y después dice que teme descubrir
algo de sus propias preocupaciones acerca de su masculinidad. Es posible que
hubiera alguna actividad de índole homosexual con su hermano, como habíamos supuesto.
El sueño y las asociaciones demuestran claramente algunas características de
los procesos primario y secundario. "Estoy construyendo una prolongación en
el frente de mi casa" parece simbolizar una fantasía de embarazo en el inconsciente del paciente. Esto aparece también después de las asociaciones cuando
dice que "Cuando mi esposa y yo nos embarazamos, él se embarazó." La cortada triangular simboliza el modo de ver el paciente la vagina. También insinúa su angustia de castración, que indica el sentir náuseas en el sueño y el sentirse mal al pensar en una operación en la vagina que aparece en sus asociaciones. El hijo se cambia en hermano, pero esto no ocasiona sorpresa en el sueño,
ya que la lógica y el tiempo no tienen nada que ver allí. Pero este cambio expresa en forma condensada que superficialmente el paciente puede parecer dominante pero en el pasado y en la situación analítica tuvo y todavía tiene algunas actitudes y fantasías pasivas, anales y femeninas. La cortada triangular es
un desplazamiento de abajo arriba, así como una condensación. El niño que
corre de él es también una condensación del hijo del paciente, que le inspira
deseos y ansiedades homosexuales, el hermano mayor del paciente y él mismo.
El análisis está representado por la edificación de una prolongación, por la temerosa espera, por la huida y por la admonición de estarse callado. El analista
está representado corriendo tras del niño, enojándose con él por correr y sonriendo condescendiente, y además es el que turba porque podría notar el mal olor.
Creo que este sueño y sus asociaciones muestran muchos aspectos caracte-
38
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
rísticos del proceso primario y el secundario tal y como se presentan en un trozo de labor clínica.
El punto de vista dinámico entiende que los fenómenos mentales son
resultado de la interacción de fuerzas. Freud (1916-7, p. 67; 180) empleaba el análisis de los errores para mostrar la dinámica: "Conservad
en vuestra memoria, a título de modelo, el método seguido en el estudio de estos fenómenos, método que habrá ya revelado a vuestros ojos
cuáles son las interacciones de nuestra psicología. No queremos limitarnos a describir y clasificar los fenómenos; queremos también concebirlos como indicios de un mecanismo que funciona en nuestra alma
y como la manifestación de tendencias que aspiran a un fin definido
y laboran unas veces en la misma dirección y otras en direcciones opuestas. Intentamos pues formarnos una concepción dinámica de los fenómenos psíquicos." Este supuesto es la base de todas las hipótesis relativas
a los impulsos instintivos, las defensas, intereses y conflictos del Yo.
La formación de síntomas, la ambivalencia y la sobredeterminación son
ejemplos de la dinámica.
Un paciente que padecía de eyaculación precoz tenía un temor y odio inconscientes a la vagina, que representaba para él una cavidad enorme, tremebunda, que lo podía devorar. Era un albañal sucio, viscoso, difusor de enfermedades. Y al mismo tiempo era la vagina una mama opulenta, jugosa, galactófora
que ansiaba tener en la boca. Durante el coito oscilaba entre fantasías de que
la enorme vagina se lo tragaría y que su pene erecto rasgaría y destrozaría aquellas delicadas, frágiles paredes hasta hacerlas sangrar. Su eyaculación prematura era un modo de expresar impulsos de manchar y rebajar el odioso órgano,
así como el de huir de aquel peligroso y frágil genital. Era también una disculpa simbólica a la que tenía !a vagina: "Sólo soy un niñito que nada más orina
en la vagina, sé buena conmigo." La eyaculación prematura era un término
medio entre variedades de sensualidad destructiva y su aplicación oral. A medida que el análisis fue progresando y su esposa era verdaderamente su esposa
durante el coito pudo ir manifestando su sensualidad agresiva en vigorosa actividad fálica y su oralidad en el jugueteo preliminar.
S
CONCEPTO TEÓRICOS ESENCIALES PARA LA TÉCNICA
39
do de tensiones instintivas acumuladas, pero las funciones de su Yo todavía
podían realizar sus tareas defensivas bastante bien, de modo que la señora A
obraba sin síntomas evidentes. Podía conservar su equilibrio mental evitando
las relaciones sexuales con su marido, y cuando tenía que participar, no se deaba excitar sexualmente. Esto requería buena parte de las energías defensivas
j
de su Yo, pero logró manejar las cosas hasta que se produjo el incidente de
la peinadura. En aquel punto, la visita paterna y la peinadura le trajeron del
asado recuerdos sexuales y románticos. Además, aumentó su hostilidad para
P
con el marido. El Yo de la señora A no pudo manejar aquella nueva invasión
de apetencias en busca de satisfacción. Los impulsos instintuales se manifestaron en forma de desmayos, vahidos e incontinencia. Esto condujo a una fobia
contra su salida de la casa sin la compañía del marido. Para entender plenamente el desplome de las capacidades defensivas de la señora A debemos verlo
en función de cambios en la distribución de su energía psíquica.
El punto de vista genético concierne al origen y desarrollo de los fenómenos psíquicos. No sólo trata de cómo el pasado está contenido en
el presente sino también de por qué en ciertos conflictos se adoptó una
solución determinada. Estudia los factores biológico-constitucionales tanto como los experienciales.
El punto de vista económico concierne a la distribución, las trasformaciones y los gastos de energía psíquica. Conceptos como ligazón, neutralización, sexualización, agresivización y sublimación se basan en esta hipótesis.
Ejemplo: un paciente mío, el señor N, pretendía ser el favorito tanto de su madre como de su padre. En apoyo de su aserto citaba cómo le habían permitido
ir a un campamento de vacaciones siendo niño, y después a la universidad.
Sus dos hermanos menores nunca habían recibido esos beneficios. También
decía tener un matrimonio feliz, aunque raramente tenía relaciones sexuales
con su esposa y la engañaba con frecuencia. Se sentía una persona fundamentalmente afortunada, aunque padecía de depresiones periódicas y a veces jugaba impulsivamente, por rachas.
Una de las principales maniobras defensivas del paciente era coleccionar recuerdos encubridores. Eran recuerdos verdaderos, pero los conservaba para
olvidar experiencias desdichadas. En ocasiones lo habían tratado efectivamente
como hijo favorito, pero no siempre y no con regularidad. Sus padres eran inconstantes e hipócritas, y eso era un factor decisivo en la conformación de su
sintomatología particular. Con frecuencia lo rechazaban y excluían y cuando
se quejaba, le recordaban algún placer especial que le habían concedido alguna
vez. Lo que sus padres hacían con él conscientemente, mi paciente lo hacía
inconscientemente con sus recuerdos encubridores. Negaba la desdicha pasada
y actual con formaciones encubridoras que proclamaban lo contrario. Sus períodos de depresión revelaban la tristeza subyacente. El juego era un intento
de demostrar que era afortunado, el niño mimado de la diosa Fortuna.
Un ejemplo de economía puede verse en el caso de la señora A, descrita en
la sección 1.2.2. Antes de aparecer las fobias, la paciente se hallaba en un esta-
El punto de vista estructural supone que el aparato psíquico puede dividirse en varias unidades funcionales duraderas. Ésta fue la última gran
40
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
contribución teórica de Freud (1923b). El concepto del aparato psíquico compuesto de Yo, Ello y Superyó procede de la hipótesis estructural. Está implícito siempre que hablamos de conflictos interestructurales como formación de síntomas o de procesos intraestructurales como
la función sintética del Yo.
Un ejemplo clínico es el paciente, descrito antes, de la eyaculación prematura.
Cuando empezó el tratamiento perdía la función discriminadora del Yo en las
situaciones sexuales. Todas las mujeres eran su madre, todas las vaginas estaban henchidas de fantasías oral-sádicas y anal-sádicas. A medida que fue progresando ya no volvió a ser así en las situaciones sexuales. Su Yo podía diferenciar entre su madre y su esposa; y los anhelos de su Ello pudieron también
progresar de orales y anales a fálicos.
Finalmente, hoy formulamos también un punto de vista ndaptativo, aunque Freud sólo lo insinuó. El concepto de adaptación está implícito, por
ejemplo, en las proposiciones de Freud acerca de la coordinación entre
pulsión y objeto y en las proposiciones de Hartmann y Erikson acerca
de la preparación innata para una serie evolutiva de ambientes medios
probables (Rapaport y Gill, 1959, pp. 159-60).
Todas las proposiciones acerca de la relación con el medio ambiente, los objetos de amor y odio, las relaciones con la sociedad, etc., se
basan en esta hipótesis. Todos los ejemplos clínicos empleados por mí
anteriormente son también ejemplos de intentos de adaptación.
1.2.4
LA TEORÍA DE LA TÉCNICA PSICOANALÍTICA
La terapia psicoanalítica es una terapia causal; trata de contrarrestar
las causas de la neurosis. Su objetivo es resolver los conflictos neuróticos del paciente, incluso las neurosis infantiles que sirven de núcleo a
la neurosis adulta. Resolver los conflictos neuróticos significa reunir con
el Yo consciente aquellas porciones del Ello, el Superyó y el Yo inconsciente excluidas de los procesos de maduración del resto sano de la personalidad total.
El psicoanalista aborda los elementos inconscientes por sus derivados. Todos los componentes repelidos del Ello y el Yo producen derivados, "híbridos" no conscientes pero altamente organizados de acuerdo
con el proceso secundario y accésibles al Yo consciente (Freud, 1915b,
pp. 190-2, 1062-3; Fenichel, 1941, p. 18).
El procedimiento que el psicoanálisis quiere que el paciente emplee
CONCEPTOS TEÓRICOS ESENCIALES PARA LA TÉCNICA
41
para facilitar la comunicación de los derivados es la asociación libre,
el método fundamental del psicoanálisis, la llamada "regla básica"
(Freud, 1913b, pp. 134-6, 432-3; 1915b, pp. 149-50; 1046-7). Estos derivados aparecen en las asociaciones libres, los sueños, los síntomas, los
lapsus y las actuaciones* del paciente.
Se pide al paciente que trate dentro de lo posible de dejar venir las
cosas y de decirlas sin importarle la lógica ni el orden; ha de comunicar
incluso . lo que le parezca trivial, vergonzoso o descortés, etc. Dejando
que las cosas le vengan a la mente, se produce una regresión al servicio
del Yo y tienden a salir a la superficie los derivados del Yo inconsciente, el Ello y el Superyó. El paciente procede del pensamiento de proceso secundario estricto en dirección del proceso primario. La tarea del
analista consiste en analizar estos derivados por el paciente. (El significado de la palabra "analizar" y otros términos técnicos y clínicos lo
veremos en la sección 1.3.)
Aunque el que padece una neurosis llega al tratamiento psicoanalítico por el motivo consciente de desear un cambio, hay dentro de él fuerzas
inconscientes que se oponen al cambio y defienden la neurosis y el statu quo. Estas fuerzas se oponen a los procedimientos y procesos de tratamiento y se denominan resistencias. Las resistencias proceden de las
mismas fuerzas defensivas del Yo que forman parte del conflicto neurótico. En el curso del tratamiento el paciente repetirá todas las diferentes formas y variedades de las maniobras defensivas que empleó en
su vida pasada. El análisis de las resistencias es una de las piedras angulares de la técnica psicoanalítica. Como la resistencia es una manifestación de la función defensiva y desfiguradora del Yo, es la resistencia lo primero que trata de analizar la técnica psicoanalítica. Sólo puede ser efectivo el insight si el paciente puede tener y mantener un Yo
razonable. Las resistencias interfieren con el Yo razonable y han de
ser analizadas antes de que pueda hacerse ninguna otra buena labor
analítica.
Por ejemplo, un joven parece poco dispuesto a decirme nada negativo de su
esposa. Siempre que le halla una falta se apresura a excusarla o a justificar sus
defectos. Cuando le señalo esta actitud defensiva empieza por negarla y después reconoce lloroso que tengo razón. Confiesa que trata de ocultar las deficiencias de su esposa porque está seguro de que yo esperaría que se divorciase
si supiera "verdaderamente" cuán imperfecta es ella. Prosiguiendo yo con la
cuestión del divorcio recuerda el paciente que en la infancia su padre amenaza" Actuación y el verbo actuar traducen a lo largo del texto el tecnicismo
acting 02.d [T.].
42
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS
BÁSICOS
ba a menudo con divorciarse de su madre si la encontraba en alguna falta. Era,
pues, evidente que la vacilación del paciente indicaba que temía que yo obrara
como su padre. Y quería proteger a su esposa de mí como había querido proteger a su madre de su padre.
Sólo después de haber reconocido el paciente esta fuente de resistencia pudo
comprender que era él, y no yo, quien había tenido tan fuerte y "paterno"
resentimiento contra su esposa. Costó mucho más análisis hacerle llegar a comprender que si bien quería defender a su madre de su padre, él mismo tenía
mucho resentimiento contra ella. Inconscientemente deseaba que yo le instara
a divorciarse de su esposa, como otrora había deseado que su padre lo hiciera
de su madre.
En este ejemplo clínico fue necesario analizar cada aspecto de la resistencia paso a paso para permitir que el paciente viera bien la realidad de la situación. Primeramente, tenía que reconocer que temía que
yo le hiciera divorciarse y por eso me ocultaba cosas acerca de ella. Después tenía que comprender que me había confundido con su padre y
a su esposa con su madre. Finalmente, el paciente pudo descubrir que
por debajo de sus sentimientos de protección para con su madre había
también una gran hostilidad. Cada paso dado en el análisis de las resistencias implica que el Yo razonable del paciente tenga la posibilidad
de enfrentarse a algún aspecto irracional y deforme de su propia
actividad.
Este ejemplo clínico nos lleva a otro concepto básico de la teoría de
la técnica psicoanalítica. Los pacientes neuróticos son propensos a las
reacciones trasferenciales. Es la trasferencia una de las más valiosas fuentes
de material para el análisis y una de las más importantes motivaciones,
así como el mayor obstáculo para el éxito. La frustración instintual del
neurótico tiende a hacerle buscar inconscientemente objetos hacia los
cuales desplaza sus impulsos agresivos y libidinales. El paciente tiende
a repetir su pasado, en términos de relaciones humanas, para obtener
satisfacciones que no tuvo o para dominar tardíamente alguna ansiedad
o algún sentimiento de culpa. La trasferencia es volver a vivir el pasado y no entender el presente por querer entenderlo en función del pasado. La importancia principal de las reacciones trasferenciales en la
teoría de la técnica se debe al hecho de que si las reacciones de trasferencia se manejan debidamente, el paciente sentirá en la situación del
tratamiento y en relación con el psicoanalista todas las relaciones humanas importantes de su pasado que no son conscientemente accesibles a él (Freud, 1912a).
La situación psicoanalítica está estructurada de modo que se facilite
el desarrollo máximo de las reacciones de trasferencia. La actitud frus-
CONCEPTOS TEÓRICOS ESENCIALES PARA LA TÉCNICA
43
trante del psicoanalista y su relativo incógnito contribuyen a hacer aparecer toda la gama de sentimientos y fantasías trasferenciales. No obstante, es el análisis consistente de la trasferencia, dentro y fuera de la
situación analítica, el que permite al paciente soportar las diferentes
variedades e intensidades de la trasferencia.
La trasferencia es también la fuente de las mayores resistencias durante el análisis. Un paciente puede trabajar mucho al principiar un
análisis para caerle bien al analista. Es inevitable que el paciente se sienta
rechazado en alguna forma porque todos nuestros pacientes han sentido el rechazo en su pasado y la actitud del analista es por esencia nada
gratificante. Los sentimientos hostiles del pasado reprimido o los anhelos sexuales prohibidos de la infancia o la adolescencia provocarán en
el paciente fuertes tendencias a luchar inconscientemente contra la labor analítica. La calidad y cantidad de las "resistencias trasferenciales" las determinará la historia del pasado del paciente. La duración
de estas reacciones también padecerá la influencia de la mayor o menor efectividad con que el psicoanalista analice los problemas de trasferencia que suscitan las resistencias.
Hay que añadir una palabra, llegados aquí, acerca de las actitudes
relativamente no neuróticas, racionales y realistas del paciente para con
el analista: la alianza de trabajo ( Greenson, 1965a). Es esta parte de la
relación paciente-analista la que permite al paciente identificarse con
el modo de ver del analista y laborar con él a pesar de las reacciones
neuróticas de trasferencia.
La técnica psicoanalítica está directamente apuntada hacia el Yo, porque sólo éste tiene acceso directo al Ello, al Superyó y al mundo exterior. Nuestro fin es hacer que el Yo renuncie a sus defensas patógenas
o que halle otras más propias (A. Freud, 1936, pp. 45-70). Las antiguas maniobras defensivas resultaron insuficientes; la defensa nueva,
diferente, o la ausencia de defensa podrían permitir alguna efusión de
los instintos sin sentimientos de culpa o ansiedad. La descarga del Ello
reduciría la presión instintual y el Yo tendría entonces una posición
relativamente más fuerte.
El psicoanalista espera inducir los aspectos relativamente maduros
del Yo del paciente a contender con lo que otrora desterrara de la conciencia por considerarlo demasiado peligroso. El analista espera que
bajo la protección de la alianza de trabajo y la trasferencia positiva no
sexual el paciente considerará con una mirada nueva lo que antes le
pareciera demasiado amenazador, podrá reevaluar la situación y al fin
osará probar nuevos modos de habérselas con el antiguo peligro. Lentamente, el paciente comprenderá que los impulsos instintivos de la in-
44
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
fancia que eran abrumadores para los recursos del Yo infantil y deformados por el Superyó pueden verse de otro modo en la vida adulta.
El trabajo psicológico que se hace después de obtenido un conocimiento intuitivo y que conduce a un cambio estable de comportamiento o actitud se llama traslaboración [working through]* (Greenson, 1965b).
Consta de procesos como la utilización y la asimilación del insight y la
reorientación (E. Bibring, 1954). Lo examinaremos en la siguiente
sección.
El psicoanálisis trata a su manera de invertir, de dar marcha atrás
al proceso de la formación de neurosis y síntomas (Waelder, 1960,
p. 46). La única solución segura es lograr cambios estructurales en
el Yo que le permitirán renunciar a su defensa o hallar una que permita suficiente descarga instintual (Fenichel, 1941, p. 16).
Tratemos de ilustrar una serie típica de sucesos con un ejemplo clínico. Una
mujer de veintisiete años, la señora K, busca análisis por varias razones. Durante algunos años ha tenido episodios de sentirse fuera de las cosas, entorpecida, "ida", "como un zombie". Además, presenta períodos de depresión, incapacidad de llegar al orgasmo en las relaciones sexuales y últimamente, una
idea impulsiva obsesiva de tener relaciones sexuales con un negro. Este último
síntoma la torturaba mucho y fue el que la decidió a pedir tratamiento. Utilizaré este solo síntoma como el punto focal para ilustrar la descripción teórica que
he dado de los fines y objetivos de la técnica psicoanalítica. (Véase Altman [1964],
informe de una mesa redonda sobre el tema, y en particular la contribución
de Ross.)
Todas lás psicoterapias tratarían de aliviar a la paciente de sus síntomas, pero sólo el psicoanálisis intenta hacerlo resolviendo los conflictos neuróticos que
están en el fondo de los síntomas. Otras terapias podrían tratar de ayudar a
la paciente a reforzar sus defensas, o empleando la trasferencia y la sugestión
para atenuar o desplazar sus impulsos sexuales en relación con los negros. O
quizá tratarían de ayudar al conflicto defensa-instinto sugiriendo algún derivado instintual que fuera posible bajo la protección de una trasferencia de tipo
superyoico hacia el psicoterapeuta. Algunos terapeutas utilizarían tal vez drogas para calmar las pulsiones libidinales y de este modo ayudar al asediado Yo
de la paciente a salir del paso. Algunos otros quizá propondrían drogas como
el alcohol o el fenobarbital, que podrían de momento atemperar las exigencias
del Superyó del paciente. Todos estos métodos pueden ser útiles, pero son temporales, ya que no efectúan un cambio duradero en las estructuras psíquicas
que entran en los conflictos inconscientes causales.
" Hemos preferido utilizar traslaboración como traducción del original alemán Duraarbeiten y del inglés working through por aparecer en varias traducciones técnicas. Otros
términos antes utilizados han sido elaboración interpretativa y perlaboración [T.] ,
CONCEPTOS TEÓRICOS ESENCIALES PARA LA TÉCNICA
45
La terapia psicoanalítica trataría de hacer que la paciente tuviera conciencia
de todos los diferentes impulsos inconscientes, fantasías, deseos, temores, culpabilidades y castigos que se expresan en forma condensada en su síntoma. La
paciente que tomo por ejemplo fue adquiriendo poco a poco el conocimiento
intuitivo de que el negro era un disfraz de su padrastro, fuerte, sexualmente
atractivo y temible cuando ella estaba en la pubertad. La idea impulsiva obsesiva de tener relaciones sexuales con negros resultó parcialmente derivada de
deseos incestuosos disfrazados hacia el padrastro. Era también una pantalla
de los impulsos sadomasoquistas y ocultaba una "excrementización" o esfinterización de la sexualidad. El negro representaba también una condensación de
un hombre anal-fálico correspondiente a la edad de tres años. La dolorosa índole del síntoma se develó como autocastigo de la culpabilidad por los impulsos
prohibidos.
Como la paciente pudo ir enfrentándose gradualmente a estos insights su Yo
ya no necesitaba gastar tanta energía en tratar de reprimir los impulsos y fantasías prohibidos. Su Yo razonable podía aceptar ahora la noción de que las
fantasías incestuosas no son lo mismo que las acciones y que forman parte del
crecimiento en nuestra sociedad. La señora K podía ahora reconocer que su
Superyó había sido demasiado severo y sádico. Comprendió que se había estado haciendo crueles reproches de un modo parecido a sus fantasías sexuales
masoquistas. El pegar y ser pegada y el ensuciarse resultaron ser intentos regresivos de obtener sustitutos para una satisfacción sexual.
A medida que la paciente permitía que todos esos fenómenos hasta entonces
inconscientes se hicieran conscientes se fue notando un cambio en las tres estructuras psíquicas. El Yo no tenía que echar mano de la represión, las formaciones
reactivas y el aislamiento contra los impulsos que quedaban al descubierto. Esto
era posible porque su severo Superyó se había hecho menos sádico para con su
Yo. Una vez que pudieron ser revelados a la conciencia los impulsos sadomasoquistas, perdieron su intensidad, y los anhelos de su Ello se modificaron en el
sentido de buscar el placer genitalmente. La modificación de sus apremios instintuales hizo posible que la señora K experimentara algún placer sexual con su
marido y perdió su impulsión obsesiva en relación con los hombres negros.
El análisis de las reacciones ele trasferencia y las resistencias desempeñó un
i mportante papel en todos estos sucesos. Por ejemplo, los sentimientos sexuales
de la señora K por su padrastro se descubrieron cuando comprendió que me
sentía sexualmente atractivo "aunque es usted lo bastante viejo para poder ser
mi padre". Sus fantasías de ser golpeada aparecieron en el análisis como temor
de que yo la golpeara y después como deseo de que lo hiciera. La señora K tenía
enormes resistencias a hablar de algunas de sus fantasías sexuales porque se sentía como si la estuviera viendo en el wc. Esto condujo a descubrir su "esfinterización" de la sexualidad.
La señora K trabajó mucho en su análisis y al cabo de unos seis meses formó
una alianza de trabajo relativamente firme conmigo. A despecho de dolorosas
reacciones trasferenciales y resistencias, al fin logró identificarse con mi punto
de vista analítico y trató de entender sus reacciones neuróticas.
46
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
La mejoría temporal y parcial movió a la paciente a proseguir con el tratamiento. Pudo entonces permitirse una regresión más profunda en la situación
analítica y experimentar formas más primitivas de sus conflictos neuróticos. Los
deseos sexuales por los negros tenían también una función defensiva contra fuertes impulsos homosexuales que la inclinabais hacia las mujeres. A su vez se demostró que éstos se debían a impulsos orales de succión para con su madre hondamente reprimidos, que la paciente había sentido como amenaza a su propia
identidad. Junto con este conflicto había un enorme encono primitivo contra su
madre, percibido como peligroso para la existencia de la madre y también como
amenaza a la propia existencia de K. El insight de los distintos niveles del conflicto neurótico defensa-instinto produjo cambios graduales en la estructura del Yo,
el Ello y el Superyó de la paciente. Algunas defensas antiguas fueron abandonadas por innecesarias, y se hallaron otras nuevas que hacían posible el placer instintual sin sentimiento de culpabilidad. Se modificó toda la relación entre las estructuras psíquicas y así nació una nueva relación, más efectiva y gratificante,
con el mundo exterior.
1.3 LOS COMPONENTES DE LA TÉCNICA PSICOANALÍTICA
CLÁSICA
Tiene ahora el lector una visión general de la terapia psicoanalítica
partir de la evolución histórica y del esquema teórico. Podemos, pues,
pasar en esta sección a esbozar una introducción general a la técnica
que suele practicarse. Serán definiciones o descripciones operativas de
los procedimientos y procesos terapéuticos empleados en el análisis
clásico. Se trata de dar un glosario de vocablos y conceptos técnicos
y mostrar cómo se emplean algunos de ellos en terapias analíticas parciales y desvirtuadas en comparación con la terapia psicoanalítica (E.
Bibring, 1954; Greenacre, 1954; Gill, 1954, y la lista de lecturas adicionales).
1.3. 1
COMPONENTES DE LA TÉCNICA PSICOANALÍTICA CLÁSICA
47
que tiene el paciente de trabajar en la situación psicoanalítica. Parte
de la evaluación consistía en determinar si el paciente tenía en sus funciones yoicas la elasticidad de oscilar entre las funciones yoicas más regresivas que se necesitan en la asociación libre y las funciones yoicas
más avanzadas necesarias para entender las intervenciones analíticas,
responder a las preguntas directas y resumir la vida cotidiana al final
de la hora.
El paciente suele asociar libremente sus ideas en la mayor parte de
la hora, pero también puede comunicar sueños y otros sucesos de su
vida diaria o de su pasado. Es característico del psicoanálisis el que se
pida al paciente que incluya sus asociaciones cuando cuenta sus sueños
u otras experiencias. La asociación libre tiene prioridad sobre todos los otros
medios de producir material en la situación analítica.
Sin embargo, la asociación libre suele emplearse indebidamente al
servicio de la resistencia. Toca entonces al analista estudiar esas resistencias para restablecer el empleo apropiado de la asociación libre. También puede suceder que un paciente no pueda detener la asociación libre por un colapso en las funciones de su Yo. Este es un ejemplo de
situación de emergencia que puede presentarse en el curso de un análisis. La misión del analista sería entonces tratar de restablecer el pensamiento yoico lógico del proceso secundario. Tal vez tuviera entonces
que recurrir a la sugestión y dar órdenes para ello. Se trata de un procedimiento antianalítico, pero está indicado en el caso arriba dicho porque podría tratarse de una reacción psicótica incipiente.
La asociación libre es el método principal de producir material en
el psicoanálisis. Se emplea en ocasiones especiales en aquellas formas
de psicoterapia exploratoria, las llamadas "psicoterapias de orientación
psicoanalítica". No se emplea en las terapias antianalíticas, ni en aquellas que refuerzan defensas o de apoyo.
Estudiaremos también la asociación libre en el capítulo que trata de
qué clase de psicoanálisis requiere el paciente (sección 4.1.2). La introducción de la asociación libre en conexión con la transición al diván
se describirá en el segundo volumen.
LA PRODUCCIÓN DE MATERIAL
1.3.1.1 La asociación libre
En el psicoanálisis clásico, el modo predominante de comunicar material clínico es que el paciente intente la asociación libre de sus ideas,
que por lo general se inicia después de haber concluido las entrevistas
preliminares. En éstas, el analista había llegado a valorar la capacidad
1.3.1.2 Las reacciones trasferenciales
Desde el tratamiento de Dora, Freud supo que las reacciones de trasferencia y las resistencias del paciente proporcionaban el material esencial para la labor analítica (1905a, pp. 112-22; 653-8). A partir de entonces, la situación analítica se disponía de modo que facilitara el desenvolvimiento máximo de las reacciones de trasferencia del paciente.
:
48
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
Las resistencias apuntan a impedir este desenvolvimiento o a obstruir
el análisis de la trasferencia. Tanto la resistencia como la trasferencia
son las que comunican información de vital importancia acerca de la
historia, reprimida, del pasado del paciente. Los capítulos 2 y 3 de este
volumen están consagrados a un examen sistemático y a fondo de estas
cuestiones. Aquí trataré tan sólo de ofrecer una orientación preliminar.
La trasferencia es sentir impulsos, actitudes, fantasías y defensas respecto de una persona en la actualidad que no son apropiados para tal
persona y son una repetición, un desplazamiento de reacciones nacidas en relación con personas que tuvieron importancia en la primera
infancia. La susceptibilidad de un paciente a reacciones trasferenciales
se debe al estado de insatisfacción de sus instintos y la consiguiente necesidad de oportunidades de descarga (Freud, 1912a).
Importa concentrarse en el hecho de que el paciente propende a repetir en lugar de recordar; la repetición es siempre una resistencia en
relación con la función de la memoria. Pero repitiendo, reviviendo el
pasado, el paciente facilita que el pasado entre en la situación del tratamiento. Las repeticiones trasferenciales introducen en el análisis un material que sin eso sería inaccesible. Debidamente manejado, el análisis
de la trasferencia llevará a recuerdos, reconstrucciones, al insight y al
final al cese de la repetición.
Hay muchos modos de clasificar las diversas formas clínicas de las
reacciones de trasferencia. Las designaciones más comúnmente empleadas son la trasferencia positiva y negativa. La trasferencia positiva se refiere a las diferentes formas de apetencias sexuales así como al amor, el
respeto o el gusto por el analista. La trasferencia negativa entraña alguna variedad de agresión en forma de enojo, disgusto, odio o desprecio por el analista. Debe tenerse presente que todas las reacciones de
trasferencia son esencialmente ambivalentes, y lo que aparece clínicamente es sólo la superficie.
Para que las reacciones de trasferencia se produzcan en la situación
analítica, el paciente debe estar dispuesto a y ser capaz de correr el riesgo
de alguna regresión temporal en lo referente a las funciones del Yo y
las relaciones objetales. El paciente debe tener un Yo capaz de regresar
temporalmente a reacciones trasferenciales, pero esta regresión ha de
ser parcial y reversible, de modo que el paciente pueda ser tratado analíticamente y seguir viviendo en el mundo de la realidad. Las personas
que no afrontan la regresión de la realidad y las que no pueden volver
fácilmente a la realidad son poco convenientes para el psicoanálisis.
Freud dividía las neurosis en dos grupos sobre la base de si un paciente
podía o no tener y conservar una serie relativamente cohesiva de reac-
COMPONENTES
C OMPONENTES DE LA TÉCNICA PSICOANALÍTICA CLÁSICA
49
ciones de trasferencia y funcionar así de todos modos en el análisis y
en el mundo exterior. Los pacientes con una "neurosis de trasferencia" podían, los que padecían una "neurosis narcisista" no (Freud,
1916-7, pp. 341, 414-5, 420-3; 327, 365, 367-9).
Freud empleaba también la expresión neurosis de trasferencia para designar esa constelación de reacciones trasferenciales en que el analista
y el análisis se han convertido en el centro de la vida emocional del
paciente, quien revive sus conflictos neuróticos en la situación analítica
(Freud, 1914c, p. 154; 441). Todos los aspectos importantes del mal
del paciente se revivirán o repetirán en la situación analítica (Freud,
1905a, pp. 118-9, 655-6; 1914c, pp. 150-4, 439-41; 1916-7, capítulo
XXVII [apartado L de la traducción española]).
La técnica psicoanalítica está estructurada para garantizar el desarrollo máximo de la neurosis de trasferencia. El anonimato relativo del
analista, su no intrusividad, la llamada "regla de abstinencia" y el comportamiento "de espejo" concurren todos al propósito de preservar un
campo relativamente incontaminado para la neurosis de trasferencia
en desarrollo (Fenichel, 1941, p. 72; Greenacre, 1954; Gill, 1954). La
neurosis de trasferencia es un instrumento de la situación analítica y
sólo puede anularla la labor analítica. Facilita la transición de la enfermedad a la salud.
Por una parte, la neurosis de trasferencia es el vehículo más importante para el éxito del psicoanálisis; por la otra, es la causa más frecuente de fracaso terapéutico (Freud, 1912a, 1914c; Glover, 1955, capítulos VII y VIII). La neurosis de trasferencia puede resolverse sólo por
el análisis; otros procedimientos podrán modificar su forma, pero no
harán más que afianzarla (Gill, 1954).
El psicoanálisis es la única forma de psicoterapia que trata de resolver las reacciones trasferenciales analizándolas sistemática y totalmente. En algunas versiones más breves o desvirtuadas del psicoanálisis se
hace así sólo parcial y selectivamente. Uno puede por ejemplo analizar
tan sólo la trasferencia negativa cuando amenaza con trastornar el tratamiento o analizarla nada más hasta donde sea necesario para que el
paciente pueda colaborar en la situación terapéutica. En tales casos siempre queda un residuo de reacciones de trasferencia no resueltas después de terminado el tratamiento. Esto implica que algo de neurosis
no analizada quede sin modificar.
En las formas antianalíticas de psicoterapia, las reacciones de trasferencia no se analizan sino que se satisfacen y manipulan. El terapeuta
asume el papel de alguna figura del pasado, real o imaginada y satisface algún deseo infantil del paciente. Podría actuar como un padre aman-
50
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
te o alentador, o como un moralista castigador, y el paciente podría
sentir una mejoría temporal o incluso creerse "curado". Pero esas "curas de trasferencia" son pasajeras y duran sólo mientras la trasferencia
idealizada del terapeuta está intacta (Fenichel, 1945a, pp. 559-61; Nunberg, 1932, pp. 335-40).
1.3.1.3 Las resistencias
Resistencia quiere decir todas las fuerzas que dentro del paciente se
oponen a los procedimientos y procesos de la labor psicoanalítica. En
mayor o menor grado, está presente desde el principio hasta el fin del
tratamiento (Freud, 1912a). Las resistencias defienden el statu quo de
la neurosis del paciente. Se oponen al analista, a la labor analítica y
al Yo razonable del paciente. La resistencia es un concepto operacional, no algo creado por el análisis. La situación analítica es el campo
donde se manifiestan las resistencias.
Son las resistencias repeticiones de todas las operaciones defensivas
que el paciente ha realizado en su vida pasada. Todas las variedades
de fenómenos psíquicos pueden emplearse para resistir, pero cualquiera que sea su origen, la resistencia opera por medio del Yo del paciente. Aunque algunos aspectos de una resistencia puedan ser conscientes, la parte esencial la desempeña el Yo inconsciente.
Caracteriza la terapia psicoanalítica el análisis total y sistemático de
las resistencias. Al psicoanalista toca descubrir la forma en que resiste
el paciente, a qué resiste, y por qué lo hace. La causa inmediata de
una resistencia es siempre la evitación de algún afecto doloroso como
la ansiedad, la culpabilidad o la vergüenza. Detrás de esta motivación se hallará un impulso instintual que desencadenó el afecto doloroso. En definitiva se descubrirá que lo que la resistencia quiere evitar
es el miedo a un estado traumático (A. Freud, 1936, pp. 45-70; Fenichel, pp. 128-67).
Hay muchos modos de clasificar las resistencias. La distinción práctica más importante es diferenciar las resistencias egosintónicas de las ajenas al Yo. Si un paciente siente que una resistencia es ajena a él, está
dispuesto a tratarla analíticamente. Si es egosintónica, puede negar su
existencia, tratar de reducir su importancia o de librarse de ella racionalizándola. Uno de los primeros y decisivos pasos en el análisis de una
resistencia es convertirla en ajena al Yo para el paciente. Una vez realizado esto, el paciente formará una alianza de trabajo con el analista;
y se identificará temporal y parcialmente con él por su disposición a
tratar analíticamente sus resistencias.
COMPONENTES DE LA TÉCNICA PSICOANALÍTICA CLÁSICA
51
Otras formas de psicoterapia tratan de rehuir o vencer las resistencias por medio de sugestiones o de drogas o aprovechando la relación
trasferencia]. En las terapias de apoyo, el terapeuta trata de reforzar
las resistencias. Esto bien pudiera ser necesario en pacientes susceptibles de caer en un estado psicótico. Sólo en el psicoanálisis es donde
el terapeuta trata de descubrir la causa, el objeto, el modo y la historia
de las resistencias (Knight, 1952).
1.3.2
EL ANÁLISIS DEL MATERIAL DEL PACIENTE
En el psicoanálisis clásico se emplea buen número de procedimientos
terapéuticos en diversos grados. Caracteriza todas las técnicas consideradas analíticas el que tienen por objetivo directo incrementar el insight
que el paciente tiene de sí mismo. Algunos procedimientos no facilitan
el insight per se pero refuerzan las funciones del Yo necesarias para llegar a la comprensión. Por ejemplo, la abreacción puede lograr que se
produzca una descarga suficiente de la tensión instintual, de modo que
el Yo asediado no se sienta ya en peligro inminente. El Yo así tranquilizado puede observar, pensar, recordar y juzgar, funciones que había
perdido en el estado de ansiedad aguda. Entonces se hace posible el
insight. La abreacción es uno de los procedimientos no analíticos frecuentemente aplicados en el tratamiento psicoanalítico. Con frecuencia es
una condición indispensable para el insight.
Los procedimientos antianalíticos son aquellos que bloquean o reducen la capacidad de insight y comprensión. El empleo de cualquier medida o método de acción que reduce las funciones yoicas de observar,
pensar y juzgar entra en esta categoría. Son ejemplos obvios la administración de ciertas drogas y de intoxicantes, las seguridades dadas
pronto y fácilmente, ciertos tipos de gratificaciones trasferenciales, digresiones, etcétera.
El procedimiento analítico más importante es la interpretación; todos
los demás le están subordinados, tanto teórica como prácticamente. Todos los procedimientos analíticos son pasos que conducen a una interpretación o que hacen efectiva una interpretación (E. Bibring, 1954;
Gill, 1954; Menninger, 1958).
"Analizar" es una expresión taquigráfica que alude a los procedimientos que favorecen el insight. Suele comprender cuatro procedimientos: confrontación, aclaración, interpretación y traslaboración. En los capítulos
que siguen veremos ampliamente, con ejemplos clínicos, cómo se ern-
52
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
plea cada uno de estos procedimientos. Ahora me limitaré a dar definiciones e ilustraciones simples.
El primer paso para analizar un fenómeno psíquico es la confrontación. El fenómeno en cuestión tiene que hacerse evidente, tiene que resultar explícito para el Yo consciente del paciente. Por ejemplo, antes
de poder interpretar la razón que pueda tener un paciente para evitar
cierto tema en la hora de consulta tengo que ponerlo frente al hecho
de que está evitando algo. A veces el mismo paciente reconocerá el hecho y me evitará ese trabajo. Pero antes de pasar a otra cosa, debe quedar asentado que el paciente discierne dentro de sí el fenómeno psíquico que estamos tratando de analizar.
La confrontación lleva al paso siguiente, la aclaración. Por lo general,
estos dos procedimientos se funden, pero me parece bueno separarlos
porque hay casos en que cada uno de ellos ocasiona problemas distintos. La aclaración se refiere a aquellas actividades que tienden a enfocar nítidamente los fenómenos psíquicos que se están analizando. Hay
que extraer los detalles significantes y separarlos cuidadosamente de
la materia extraña. La variedad o forma especial del fenómeno de que
se trate ha de separarse y aislarse.
Tomemos un ejemplo sencillo. Tengo un paciente, el señor N, y le hago ver
el hecho de que está resistiéndose, y él lo reconoce; parece estar huyendo de
algo. Las asociaciones ulteriores del paciente tal vez lleven hacia la revelación
del por qué o a qué resiste. Tomemos el primer caso. Las asociaciones del paciente resistente le inducen a hablar de diversos acontecimientos del pasado fin
de semana. El señor N fue a una reunión de padres y maestros en la escuela
de su hija y se sintió avergonzado por la presencia de tantos padres de aspecto
acomodado. Eso le recuerda su infancia y cómo le disgustaba ver a su padre
tratando de congraciarse con sus clientes adinerados. Su padre era un tirano
cuando trataba con sus empleados y un "lambiscón" con los ricos. Temió a
su padre hasta que salió de casa para ir a la universidad. Después sintió desprecio por él. Todavía lo siente, pero no lo deja ver. Por lo demás, no serviría
de nada, porque su padre es demasiado viejo para cambiar. Debe andar ya
por los sesenta, y "el poco pelo que le queda" está ya todo cano. El paciente
queda callado.
Tuve la impresión de que las asociaciones de N señalaban ciertos sentimientos que tenía para conmigo y que eran esos sentimientos los que lo habían hecho resistente en la primera parte de la hora. Me parecía también que probablemente se trataría de desprecio y, más concretamente, del miedo que tenía el
paciente de manifestarme directamente el desprecio que le inspiro. Cuando
el paciente se quedó callado, dije que me preguntaba si no tbntiría algún desprecio por otro hombre canoso. El paciente enrojeció y su primera respuesta
fue: "Creo que usted piensa que me refería a usted. Pues no es así. No siento
COMPONENTES DE LA TÉCNICA PSICOANALÍTICA CLÁSICA
53
ningún desprecio por usted; ¿por qué había de sentirlo? Usted me trata muy
bien, casi siempre. No tengo idea de cómo tratará a su familia o sus amigos.
Además, es cosa que no me incumbe. A lo mejor es usted uno de esos que pisotean a los pequeños y se doblega ante los grandes. No lo sé y no me importa."
En aquel punto proseguí con el asunto. Repuse que me parecía que le aliviaba no saber cómo era yo fuera de la hora de consulta.. De haberlo sabido, tal
vez hubiera sentido desprecio por mí y hubiera temido decírmelo en mi cara.
El señor N estuvo callado unos segundos y respondió que si me imaginaba haciendo algo despreciable no hubiera sabido qué hacer con el dato. Esto le recordó una ocasión hacía unas cuantas semanas. Había estado en un restaurante y oído una enojada voz de hombre que maltrataba a un mesero. Cosa de
un instante, aquella voz le pareció la mía y el dorso del hombre se parecía al
mío. A los pocos momentos se sintió aliviado de ver que no era así.
Ahora era posible decirle al paciente que trataba de no sentir desprecio por
mí porque si lo sentía temería manifestarlo, igual que con su padre. Era esta
compleja pauta específica de reacciones emocionales la que había que aclarar
antes de seguir con el análisis de sus resistencias.
El tercer paso del análisis es la interpretación. Es el procedimiento que
distingue el psicoanálisis de las demás psicoterapias porque en el psicoanálisis, la interpretación es el instrumento último y decisivo. Todos
los demás procedimientos preparan la interpretación o la amplifican,
y ellos mismos quizá tengan que ser interpretados. Interpretar significa hacer consciente un fenómeno inconsciente. Más exactamente, significa hacer consciente el significado, el origen, la historia, el modo o
la causa inconsciente de un suceso psíquico dado. Esto por lo general
requiere más de una intervención. El analista emplea su propio inconsciente, su empatía e intuición, así como sus conocimientos teóricos, para
llegar a una interpretación. Al interpretar vamos más allá de lo directamente observable y atribuimos significado y causalidad a un fenómeno psicológico. Necesitamos ver las reacciones del paciente para poder
determinar la validez que merece nuestra interpretación (E. Bibring,
1954; Fenichel, 1945a, y la lista adicional de lecturas).
Los procedimientos de aclaración e interpretación están íntimamente entrelazados. Con gran frecuencia, la aclaración lleva a una interpretación que hace volver a una aclaración ulterior (Kris, 1951). El caso clínico arriba citado así lo indica. Pongamos ahora un ejemplo de
interpretación con validación por el mismo paciente.
En una sesión, unas dos semanas después de la ya mencionada, el señor N me
comunica un fragmento de sueño. Todo cuanto puede recordar es que espera
a que cambie la luz roja del semáforo cuando siente que alguien le golpea por
54
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
detrás. Sale furioso y ve, con alivio, que sólo era un niño montado en una bicicleta. Su carro no había sufrido daño. Las asociaciones conducen al señor N
a su gusto por los carros, sobre todo los deportivos. Le gustaba en particular
la sensación de adelantar a toda prisa a esos gordos y viejos carros caros. Los
carros caros parecen muy fuertes pero se desintegran en unos cuantos años.
Su pequeño carro deportivo corre más, sube más, dura más que los Cadillacs,
los Lincolns y los Rolls Royces. Sabe que es una exageración, pero le gusta
pensarlo así. Le halaga. Debe ser un vestigio de sus días de atleta, en que le
gustaba ser el más débil que derrotaba al favorito. Su padre eran un "fan" del
deporte y siempre estaba ridiculizando los éxitos de mi paciente. Pretendía su
padre haber sido un gran atleta en sus tiempos, pero nunca lo probó. Era un
exhibicionista, y el señor N ponía en duda que realmente hubiera sido capaz
de lograr algo. Su padre coqueteaba con una mesera en el café o hacía alguna
observación sexual acerca de las mujeres que pasaban, pero daba la impresión
de alardear. De haber sido realmente sexual no hubiera tenido que presumir.
Es patente que el material del paciente muestra la comparación entre él y
su padre en cuestiones de capacidad sexual. También está relacionado con las
personas que se hacen pasar por lo que no son. El afecto más fuerte en sus
asociaciones fue el momento en que dijo que le "halagaba" la fantasía de ganar a los carros grandes. Sabía que era una desfiguración, pero le gustaba imaginárselo. En el sueño, su furor se cambia por alivio cuando descubre que quien
le había golpeado era "sólo un niño montado en una bicicleta". Me pareció
que aquellos dos elementos cargados de afecto debían contener la clave del significado del sueño y de la consulta analítica.
Interpreté para mí que el niño en bicicleta significa un niño que se masturba.
La luz roja [red light] probablemente se refiere a la prostitución, ya que es común llamar "zona roja" [red light district] a los lugares donde suelen estar las
prostitutas. Yo ya sabía que mi cliente decía amar a su esposa pero prefería
cohabitar con prostitutas. Hasta este punto del análisis, el paciente no tenía
recuerdos de la vida sexual de sus padres. Pero solía mencionar los coqueteos
de su padre con las meseras, que me parecieron recuerdos encubridores. Por
eso me pareció deber orientar mi interpretación en dirección de su actitud adulta
de superioridad respecto de su preocupación infantil por la vida sexual de su
padre. (Deliberadamente pasé por alto, de momento, todas las referencias a
golpear, detrás, enojo, etcétera.)
Hacia el final de la visita dije al señor N que lo veía debatirse con sus sentimientos acerca de la vida sexual de su padre. Parecía decir que su padre no
era un hombre muy potente, pero me preguntaba yo si siempre /o habría pensado así. El paciente respondió rápidamente, de hecho, con demasiada celeridad. En esencia parecía correrle prisa convenir en que su padre siempre le había parecido arrogante, baladrón y pretencioso. Ignoraba cómo sería su vida
sexual con su madre, pero estaba seguro de que no _había sido muy satisfactoria. Su madre era enfermiza e infeliz. Pasaba casi toda la vida quejándose con
él de su padre. El señor N estaba casi seguro de que a su madre le disgustaba
el sexo, pero no podía probarlo.
COMPONENTES DE LA TÉCNICA PSICOANALÍTICA CLÁSICA
55
Intervine en este punto y dije que suponía que la idea de que su madre no
gustaba de la actividad sexual con su padre le halagaba. El paciente dijo que
no le halagaba pero tenía que reconocer que le procuraba cierta satisfacción,
como un triunfo sobre el "viejo". De hecho recuerda ahora haber hallado "revistas de mujeres" (desnudas) ocultas en la recámara de su padre. Recuerda
también que una vez halló una cajita de preservativos bajo la almohada de su
padre cuando él era adolescente y pensó: "Mi padre debe andar con prostitutas."
Intervine y le señalé que los preservativos bajo la almohada de su padre más
bien parecían indicar que los usara con su madre, que dormía en la misma
cama. Pero el señor N tenía empeño en creer su fantasía, realización del deseo
de que su madre no quería la actividad sexual con su padre y que éste no era
muy potente. El paciente quedó callado y terminó la hora.
Al día siguiente empezó a contarme que estaba furioso conmigo cuando salió de la consulta. Iba manejando locamente, tratando de adelantar a todos los
vehículos en la supercarretera, sobre todo los caros. Después, súbitamente, le
acometió el impulso de echar carreras con un Rolls Royce si encontraba uno.
Un pensamiento fugitivo atravesó su mente. En la delantera del Rolls Royce
iban las iniciales R. R. De repente comprendió que aquéllas eran las iniciales
del doctor Greenson. Entonces empezó a reír solo en su coche. "El viejo debe
tener razón —pensó—; me halaga imaginar que mi madre me prefería a mí
y que yo podía vencer a mi padre. Después me pregunté si aquello tendría algo
que ver con mi propia, complicada vida sexual con mi mujer."
Yo creo que esta viñeta clínica ilustra los complicados pasos que entran en una simple interpretación, así como que se debe esperar a las
respuestas clínicas del paciente para determinar si uno va por buen camino. La reacción afectiva del paciente a mi primera intervención, su
prisa en responder, me indicaron que había dado con algo muy sensible. Los nuevos recuerdos de las "revistas de mujeres" y los preservativos confirmaron que en lo esencial iba yo bien. Sus reacciones después de la visita, su cólera, la asociación con el Rolls Royce, la risa
y el enlace con su propia vida sexual parecían indicar que la dosificación y el timing eran acertados. (En el tomo II veremos más acerca de
la interpretación.)
El cuarto paso del análisis es la traslaboración. Se trata de una compleja serie de procedimientos y procesos que se produce después de presentarse un insight. La labor analítica que hace posible el que el insight
lleve a un cambio es la traslaboración (Greenson, 1965b). Principalmente se trata de las exploraciones repetitivas, progresivas y elaboradas de las resistencias que se oponen a que el insight conduzca a un cambio. Además de ensanchar y profundizar el análisis de las resistencias
son también de particular importancia las reconstrucciones. La traslaboración pone en movimiento muchos procesos circulares en los que el
56
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
insight, el recuerdo y el cambio de comportamiento se influyen mutua-
mente (Kris, 1956a, 1956b).
Para ilustrar este concepto de traslaboración volvamos al caso del señor N. En
la primera sesión dije cómo había interpretado su fantasía ilusoria de que a
su madre no le gustaba la relación sexual y que por eso rechazaba al padre
sexualmente, amén de que el padre era impotente. No le gustó mi interpretación, pero más adelante aquel mismo día comprendió que parecía atinada. Para cuando vino a la siguiente cita había amplificado este insight y lo había relacionado con el hecho de que su propia vida sexual con su esposa estaba trastornada. Lo más difícil para él era mirar a su mujer al día siguiente de haber tenido con ella relaciones sexuales. Sentía que le detestaba por haberse conducido
sensualmente. Cuando yo lo puse en duda, relacionó sus reacciones con el recuerdo infantil de que su madre lo humillara por masturbarse..
Pero en las semanas siguientes, el señor N cada vez fue adquiriendo mayor
conciencia del hecho de que junto a su deseo de que su esposa gozara sensualmente con él, la despreciaba cuando ella se excitaba sexualmente. La sensación
de que ella le aborrecía después del coito era una proyección de sus propios
sentimientos. Poco después recordó el señor N una vez que su madre hizo un
malicioso guiño a su padre al ver dos perros copulando en la calle. Al principio
hubo poco afecto en relación con este recuerdo. Pero el paciente se condujo
extrañamente con su esposa en aquel tiempo. La encontraba en extremo desagradable, la evitaba por completo sexualmente y buscaba a prostitutas. Yo interpreté por él que parecía estar actuando como él creía que actuaba su padre.
El paciente replicó que él no culpaba a su padre por evitar a su madre sexualmente. Aunque su madre había sido una mujer atractiva, él recordaba haberla visto alguna vez en la cama y que "no era precisamente un premio de
belleza". Le veía el rostro enrojecido y sudoroso, el pelo lacio y le notaba un
olor repulsivo. Estos recuerdos se asociaban con la enfermedad y la menstruación. Yo interpreté que la menstruación se relacionaba con las perras en celo.
Después reconstituí para N que era probable que el cuadro de su madre con
el rostro enrojecido y sudoroso y el olor repulsivo estuviera relacionado con el
verla en el coito con el padre. Apunté la posibilidad de que la idea de que a
su madre no le gustaba el sexo y los muchos recuerdos de los coqueteos de su
padre con otras mujeres fueran intentos de negar el recuerdo inconsciente de
haber visto a su madre excitada sexualmente por su padre. Señalé que el recuerdo de su madre guiñándole el ojo al padre mientras los perros se copulaban era también un recuerdo encubridor de este tipo.
El señor N convino en que mi reconstrucción parecía plausible, pero que
"le dejaba frío". En otra visita siguiente le dije 9ue el desdén sexual por su
mujer y el andar con prostitutas eran otros intentos de "probar" que las mujeres buenas, las mujeres casadas, las que son madres, no se preocupan por lo
sexual y que los maridos de esas mujeres no cohabitan con ellas. A la semana
siguiente de esta interpretación el paciente comunicó haber tenido la experien-
COMPONENTES DE LA TÉCNICA PSICOANALÍTICA CLÁSICA
57
cia sexual más satisfactoria de su vida hasta entonces con su esposa. Siguieron
a esto varias semanas de resistencia al análisis y a lo sexual, basada en la idea
de que todos los mayores son hipócritas y mentirosos, salvo unos cuantos rebeldes y montaraces.
Una vez más, el señor N se debatía con los conflictos infantiles en torno a
la vida sexual de sus padres. Había tenido que renunciar a la negación de la
existencia de su sexualidad, pero los odiaba y despreciaba por su hipocresía.
La madre guiñándole el ojo al padre era el compendio de esto. Su esposa también era "falsa", y lo mismo yo y mi esposa. Las únicas personas decentes
eran las que huían de la sociedad y los convencionalismos. Era más honrado
pagar los servicios sexuales con dinero y no con costosas residencias, vestidos,
pieles, carros, etc. Yo interpreté para su beneficio que aquello parecía un intento de rebajar a su padre y a su madre y a otras personas casadas por la rabia
y la envidia que le daba el guiño de su madre. Bajo su desprecio se ocultaba
la envidia. Y hubiera reaccionado de modo muy distinto si el guiño hubiera
sido para él y no para su padre.
Reaccionó a esta interpretación y la ulterior reconstrucción con hosco enojo
y resistencia. Después, lentamente, durante un período de varias semanas, empezó a cavilar en la relación entre desprecio y envidia. Comprendía que podía
tener algún mérito mi formulación. Reconocía a regañadientes que yo tenía
razón y le repugnaba renunciar a la idea de que la madre no quería cohabitar
con el padre y prefería renunciar al sexo. Si tenía relaciones sexuales, era con
sometimiento; y a continuación él hacía impotente al padre en su imaginación.
La idea de que su padre excitara sexualmente a su madre lo ponía furioso o
lo indignaba. Se sentía como un chiquillo o como un adulto superior. Quizá
debiera dejarlos con su vida sexual y dedicarse él a la suya.
Creo que este material ilustra algo de la labor que entraña la traslaboración. Lo descrito abarca un período de unos seis meses. Empieza
con el sueño del paciente en su coche deportivo, la luz roja y el niño
que lo golpea con su bicicleta. Desde entonces de vez en cuando trabajamos con el problema de sus reacciones emocionales a la vida sexual
de sus padres y cómo eso determinó sus propias dificultades sexuales.
En la superficie había superioridad respecto del padre y simpatía para
con la madre. El padre era un presumido impotente y la madre una
no virgen renuente. A continuación, frente a grandes resistencias hallamos llamaradas de ira contra el padre y la madre. Después la madre
resultaba repulsiva y él despreciaba a sus dos progenitores. Hacia el
final de este período descubrimos envidia de la vida sexual de los padres. Finalmente, el señor N tuvo la noción de que tal vez los dos tenían derecho al retiro y la vida privada en su recámara y que él debía
hacer otro tanto.
Este no fue el fin del problema sexual de N, pero demuestra la con-
58
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
secución de bastante cantidad de insight útil. Hubo muchos movimientos hacia atrás y hacia adelante, pero continuó el progreso. Por ejemplo, el tema de la homosexualidad no se tocó en este período pero se
reasumió posteriormente. Hubo intrusiones de otros problemas y durante períodos más largos o breves, los problemas sexuales pasaron al
fondo o se complicaron con ingredientes de agresión. Hubo también
fases regresivas en que la libido estuvo implicada en otros niveles. Pero
mi objetivo era mostrar un ejemplo de la traslaboración en psicoanálisis.
Debe observarse que parte de la labor de traslaboración la realiza
el paciente fuera de la consulta. La traslaboración es el elemento que
más tiempo consume en la terapia psicoanalítica. Sólo raramente conduce el insight con mucha rapidez a un cambio de comportamiento; y
entonces generalmente es transitorio o queda aislado y no integrado.
De ordinario se requiere mucho para sobreponerse a las poderosas fuerzas que se oponen al cambio y para asentar cambios estructurales duraderos. La interesante relación entre el trabajo de duelo y la traslaboración, la importancia de la compulsión a la repetición y el instinto de
muerte se estudiarán en el tomo u (véase también Freud, 1914c,
1926a, 1937a; Fenichel, 1941, capítulo vi; Greenacre, 1956; Kris,
1956a, 1956b; Greenson, 1965b).
Los cuatro pasos que he esbozado representan una versión esquemática de lo que se entiende por analizar un hecho psíquico. Todos
los pasos son necesarios, pero algunos puede darlos espontáneamente
el paciente, sobre todo la confrontación o parte de la aclaración. Estos
pasos no siempre siguen exactamente el orden descrito, ya que cada
procedimiento puede producir nuevas resistencias que habrán de tratarse primero. O bien una interpretación puede preceder a una aclaración y facilitar la aclaración de un fenómeno dado.
Otra variable es el hecho de que los imponderables de la vida cotidiana pueden invadir la vida del paciente y tomar la precedencia por
razones psicoeconómicas sobre todo lo demás que entra en el análisis.
De todos modos, la confrontación, la aclaración, la interpretación y la
traslaboración son los cuatro procedimientos básicos que aplica el analista en su labor.
1.3.3
LA ALIANZA DE TRABAJO
El paciente psicoanalítico llega al análisis porque su padecimiento neurótico le impulsa a embarcarse en el dificil viaje terapéutico. Su problema es suficientemente grave para inducirle a emprender un progra-
COMPONENTES DE LA TÉCNICA PSICOANALÍTICA CLÁSICA
59
ma que es para largo tiempo, doloroso y costoso. Sus funciones yoicas
y su capacidad de relaciones de objeto' a pesar de su neurosis se consideran suficientemente sanas como para soportar los rigores de la terapia psicoanalítica. Sólo un neurótico relativamente sano puede ser
psicoanalizado sin modificaciones ni desviaciones importantes.
El paciente psicoanalítico produce el material para el tratamiento por
medio de asociaciones libres, reacciones de trasferencia y resistencias.
El analista emplea los procedimientos de las confrontaciones, la aclaración, la interpretación y la traslaboración. Pero todo esto no explica cabalmente lo que sucede o deja de suceder en el curso de la terapia. Hay
otro ingrediente terapéutico capital, que tiene gran importancia en el
éxito o el fracaso del tratamiento psicoanalítico. Me refiero a la "alianza de trabajo", que no es precisamente un procedimiento técnico ni
un proceso terapéutico pero es necesario para ambos (Greenson, 1965a).
Aquí presentaré sólo un esbozo del tema. Para un estudio a fondo de
la alianza de trabajo véase la sección 3.5.
La alianza de trabajo es la relación racional y relativamente no neurótica entre paciente y analista que hace posible la cooperación decidida del paciente en la situación analítica. Freud (1913b, p. 139; 435)
menciona una "trasferencia aprovechable", una relación que debe establecerse antes de que se le dé una interpretación al paciente. Fenichel (1941, p. 27) habla de una trasferencia "racional", Stone (1961,
p. 104) de una trasferencia "madura", Zetzel (1956) de "alianza terapéutica" y Nacht (1958a) de la "presencia" del analista, todo lo cual
se refiere a conceptos análogos.
Las manifestaciones clínicas de esta alianza de trabajo son la disposición del paciente a realizar los diversos procedimientos del psicoanálisis y su capacidad de trabajar analíticamente con los insighls dolorosos
y regresivos que provoca. La alianza se forma entre el Yo razonable
del paciente y el Yo analítico del analista (Sterba, 1934). El hecho significante que ocurre es una identificación parcial y temporal del paciente con la actitud y el modo de trabajar del analista que el paciente
percibe directamente en las sesiones analíticas regulares.
2
La expresión "relaciones objetales" y otras como "objetos de amor" y "objetos perdidos" me parecen insatisfactorias. Parecen poner algo de impersonal y desapegado en
conceptos preñados de intenso sentido personal. De todos modos, he seguido empleándolos porque han sido ampliamente aceptados en los círculos psicoanalíticos y no encuentro
un remplazante mejor que satisficiera a todo lo que implican esas palabras. El término
"objeto" arranca de la noción de que el Ello necesita objetos para satisfacer las pulsiones.
En este sentido, los objetos originales satisfactores de necesidades tienen aparte de esto
poco de distintos o (micos.
60
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
El paciente, el analista y el encuadre [swing] analítico contribuyen
a la formación de esta alianza de trabajo. La conciencia del padecimiento neurótico y de la posibilidad de que el analista le ayude mueven al paciente a buscar la situación analítica y a trabajar en ella. La
capacidad que el paciente tiene de formar una relación relativamente
racional, desexualizada y exenta de agresividad con el analista se debe
a su capacidad de haber formado relaciones neutralizadas semejantes
en su vida pasada. Las funciones del Yo del paciente desempeñan un
papel decisivo, ya que la capacidad de establecer una relación múltiple
con el analista sólo es posible teniendo un Yo flexible.
El analista lleva a la alianza de trabajo su constante interés en el entendimiento y el insight, su continuo análisis de las resistencias y sus
actitudes cordiales, empáticas, sinceras y no juzgadoras (Freud, 1912a,
p. 105, 416; 1913b, p. 123, 426; Fenichel, 1941, p. 85; Sterba, 1929,
pp. 371-2). El encuadre analítico facilita la formación de la alianza con
la frecuencia de las visitas, la larga duración del tratamiento, el empleo
del diván, el silencio, etc. Esto favorece no sólo las reacciones de regresión y las de trasferencia neurótica sino también la alianza de trabajo
(Greenacre, .1954).
El modo de trabajar del analista, su estilo terapéutico y el encuadre
analítico producen una "atmósfera analítica", que es un medio importante de inducir al paciente a aceptar que someta a juicio algo hasta
entonces rechazado. Esta atmósfera favorece la alianza de trabajo y atrae
al paciente temporal y parcialmente hacia la identificación con el punto de vista del analista. La atmósfera analítica puede también convertirse en resistencia si da a la labor analítica una apariencia de artificio
y de irrealidad.
La alianza de trabajo es aquella parte de la relación con el analista
que posibilita la cooperación del paciente en la hora analítica. Bajo esta benigna influencia, el paciente quiere entender las intrucciones e inszghts del analista, repasa y vuelve a repasar las interpretaciones y reconstrucciones, y eso contribuye a la integración y asimilación del insight logrado. La alianza de trabajo en unión del sufrimiento neurótico
pone el incentivo para realizar la labor analítica; el grueso de la materia
prima lo dan las reacciones neuróticas de trasferencia del paciente.
Para analizar con éxito la neurosis de trasferencia es necesario que
el paciente haya formado con el analista una fiñne alianza de trabajo.
La neurosis de trasferencia es el medio que permite al paciente llevar
a la situación analítica el material reprimido e inaccesible. La capacidad que tenga el paciente de oscilar entre la alianza de trabajo y las
reacciones trasferenciales neuróticas es condición imprescindible para
1
COMPONENTES DE LA TÉCNICA PSICOANALÍTICA CLÁSICA
61
la labor analítica. Esta capacidad es paralela a la escisión en el Yo
del paciente entre un Yo razonable, observador y analizador y otro subjetivo, irracional y experienciante.
Esta escisión puede verse en la asociación libre. Cuando el paciente
se deja llevar por un recuerdo o fantasía doloroso, el Yo experienciante
pasa al primer plano y no hay conciencia del sentido ni lo adecuado
de las emociones en ese momento. Si el analista hubiera de intervenir
entonces, el Yo razonable del paciente volverá a manifestarse y el paciente podría entonces reconocer que los afectos en cuestión procedían
del pasado; habría menos ansiedad y acaso acabarían por aparecer derivados menos deformados. Esta escisión de las funciones yoicas puede
verse con extremada claridad cuando uno analiza las resistencias trasferenciales (Sterba, 1929, p. 379). La capacidad de escindir las funciones del Yo hace también posible que el paciente separe la alianza de
trabajo de la trasferencia neurótica. Resumiendo: la alianza de trabajo
proporciona la motivación cotidiana así como la capacidad de realizar
la labor analítica. El material esencial reprimido e inaccesible lo proporcionan las reacciones de trasferencia neurótica, y principalmente la
neurosis de trasferencia.
1.3.4
LOS PROCEDIMIENTOS Y PROCESOS TERAPÉUTICOS NO ANALÍTICOS
En el psicoanálisis clásico se emplean en cierto grado otras variedades
de procedimientos y procesos terapéuticos, pero tienen por objeto preparar para el insight o hacerlo efectivo. Todas las medidas no analíticas
al fin acaban por ser también objeto de análisis (E. Bibring, 1954). Este breve examen se limitará a los tres principales agentes terapéuticos
no analíticos.
La abreacción o catarsis está relacionada con la descarga de emociones e impulsos reprimidos. Breuer y Freud (1893-5) la consideraron
en un tiempo método de tratamiento curativo. Hoy se considera la
abreacción válida para dar al paciente el sentido de convicción acerca
de la realidad de sus procesos inconscientes. La intensidad emocional
puede vivificar los detalles de una experiencia que de otro modo podría permanecer vaga e irreal. La expresión de afectos e impulsos puede procurar una sensación temporal de alivio subjetivo, pero eso no
es un fin en sí y de hecho se puede convertir en fuente de resistencia.
Por ejemplo, un paciente puede confesar al analista algún hecho culpígeno. Después, creyéndose aliviado, tal vez evite el asunto en lugar
de analizar su causa, su historia, su significado, etc. Pero es importan-
62
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
te ayudar a un paciente a volver a vivir las emociones de una experiencia traumática para recapturar detalles importantes que de otro modo
podrían pasar inadvertidos.
Al tratar con las experiencias de proporciones traumáticas o casi traumáticas, debe animarse al paciente para que vuelva a sentir una experiencia con cuanta intensidad le sea posible. El fin principal es permitir
al paciente descargar una cantidad suficiente de tensión para que pueda arreglárselas mejor con el resto. Por ejemplo, un paciente con depresión crónica debe poder sentir el sufrimiento lo suficiente para que
pueda laborar analíticamente con efectividad. En el análisis de un paciente con un problema de este tipo fue necesario que durante varios
meses pasara una parte de la hora de consulta sollozando incontrolablemente antes de que estuviera en condiciones de laborar analíticamente en su depresión. El mismo principio es válido para los estados
de ansiedad.
La abreacción en sí no es analítica, ya que no lleva directamente al
insight. En el material de casos clínicos que se halla en todo este libro
hay muchos ejemplos de cómo puede emplearse la abreacción en la terapia estrictamente psicoanalítica.
La sugestión está relacionada con la inducción de ideas, emociones
e impulsos en un paciente, independientemente del pensamiento realista del paciente o con exclusión del mismo (E. Bibring, 1954). Se halla en todas las formas de psicoterapia porque se deriva de la relación
entre padre e hijo, y las personas acongojadas fácilmente adoptan la
posición emocional de un niño respecto del terapeuta padre.
Es válida la sugestión en psicoanálisis siempre que ayude al paciente
a entrar en la situación analítica y trabajar en ella. Aunque el psicoanalista no garantiza grandes resultados de este tratamiento, el paciente
tendrá en él un grado de confianza poco realista debido a las influencias sugestivas que se originan en la actitud de su psicoanalista. Mis
pacientes notan en mí un sentido de optimismo subyacente, a pesar
de lo que yo diga o de mis opiniones conscientes.
En el curso de un análisis hay ocasiones en que es aconsejable animar a un paciente a que trate de soportar algún dolor o frustración.
Es mejor si se puede explicar la razón de esta actitud. A veces uno sólo
puede decir algo así: "Usted podría sentirse mejor si se encarara con
ello." Por lo general estas sugestiones o seguridades tienen éxito. También puede uno-decir cosas como: "Cuando ya no tema recordará sus
sueños"; y el paciente empezará a recordar sus sueños.
Tiene la sugestión dos peligros principales. Uno es el de servirse de
ella innecesariamente y seducir al paciente para que se acostumbre a
COMPONENTES DE LA TÉCNICA PSICOANALÍTICA CLÁSICA
63
ese medio regresivo de apoyo. El otro es el de emplearla sin darse cuenta.
Entonces no se analizará la influencia sugestiva del analista y el paciente adquirirá, de hecho, un nuevo síntoma neurótico con las sugestiones no analizadas de su analista. Esto sucede cuando se dan las interpretaciones como un dogma. Entonces los pacientes se apegarán a
la interpretación como a una idea obsesiva. El artículo de Glover (1931)
sobre las interpretaciones inexactas y la sugestión es clásico al respecto
(1955, pp. 353-66).
El meollo de la cuestión es que la sugestión y las seguridades dadas
tienen que reconocerse al fin francamente, introducirse en la situación
analítica y analizarse sus efectos.
La manipulación es una actividad evocadora que emprende el terapeuta sin conocimiento del paciente. El vocablo ha adquirido una connotación desfavorable en los círculos psicoanalíticos porque la han empleado abusivamente los llamados "analistas silvestres". Pero forma
tanto parte de la terapia analítica como la sugestión y la abreacción.
Suele emplearse para fomentar diversos procesos que se suscitan durante un análisis terapéutico clásico. (Véase Gill [1954] para el punto
de vista clásico al respecto y Alexander [1954a, 1954b] para una cpinión contraria.)
Es manipulación quedar callado durante la consulta para dejar que
un afecto se robustezca hasta hacerse más demostrable. Es manipulación no analizar la trasferencia para dejarla alcanzar cierta intensidad
o reducirse. Es manipulación mencionar la partida próxima cuando el
paciente no la menciona. Pero todas estas manipulaciones tienen un
objetivo analítico indirecto, que es favorecer el insight. Si se pregunta,
hay que reconocerlas, y analizar las reacciones que causen. Otras manipulaciones son más sutiles. Por ejemplo, el tono de voz o la entonación tienen efectos evocadores que pueden traer reacciones y recuerdos
al análisis y con ello favorecer los procesos analíticos. Lo capital es tener conciencia de la manipulación o al menos de la posibilidad de que
se haya empleado inadvertidamente. En definitiva, debe dársele entrada en el escenario analítico y analizarla tan cumplidamente como cualquier otra intervención del análisis, real o imaginada (Gill, 1954).
El desempeño deliberado y consciente de papeles o actitudes es antiana-,
lítico puesto que crea una situación no analizable. Hay algo de engaño
y trampa en ello cuya consecuencia es una desconfianza real respecto
del terapeuta. No pongo en duda el hecho de que pueda ser necesario
en ciertas situaciones psicoterapéuticas, pero hace imposible el análisis.
La contribución de Eissler a este problema es cabal y sistemática (1950b).
(Para un punto de vista divergente véase Alexander, French y colabo-
64
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
radores, 1946, y la lista adicional de lecturas.)
Una palabra final a esta introducción a la técnica psicoanalítica. Los
términos de "manejo" o "tratamiento" de la trasferencia, etc., se refieren a la adición de medidas no analíticas a los procedimientos analíticos empleados dentro del marco de la terapia psicoanalítica. Los ejemplos clínicos de todo este libro ilustran el punto. El "arte" de la técnica
psicoanalítica tal y como se aplica en el psicoanálisis clásico se basa en
la mezcla de los procedimientos analíticos con los no analíticos. Es dificil
de enseñar. Los principios de las técnicas psicoanalíticas son de enseñanza más fácil. En estos volúmenes tengo la intención de enfocar primordialmente los componentes fundamentales de la llamada técnica psicoanalítica clásica.
1.4 INDICACIONES Y CONTRAINDICACIONES
DE LA TERAPIA PSICOANALÍTICA: VISIÓN PRELIMINAR
El problema de determinar las indicaciones y contraindicaciones del tratamiento psicoanalítico gira en torno a dos cuestiones distintas pero relacionadas. La primera y más importante es ésta: ¿Es analizable el paciente? La segunda y contingente es: ¿Satisfará el tratamiento psicoanalítico óptimamente las necesidades del paciente? Me gustaría ampliar
esta última cuestión con un ejemplo clínico.
Supongamos que uno tiene un paciente que desea la psicoterapia y
uno le cree capaz de trabajar efectiva y excelentemente en la situación
analítica. ¿Le aconsejaría emprender el psicoanálisis si descubre que
está a punto de ser llamado a filas? El psicoanálisis es un tratamiento
que dura mucho, por lo general de tres a cinco años. Hay que tomar
en cuenta la situación total de su vida para decidir si uno le recomendaría o no esa forma de psicoterapia.
El problema de la analizabilidad es complejo porque depende de muchos diferentes aspectos y rasgos del paciente, tanto sano como patológico. Además, es necesario también conocer perfectamente las muchas
exigencias que el proceso y el procedimiento psicoanalíticos plantean
al paciente. El breve resumen de teoría y práctica que llevamos hecho
nos permite sólo una opinión preliminar. Tendremos que dejar el estudio definitivo para los últimos capítulos.
Freud reconoció (1905a) muy pronto que los criterios aislados, por
muy importantes o nítidos que fueran, no permiten un pronóstico exacto
de la analizabilidad del paciente. Hay que tratar de evaluar toda la per-
I NDICACIONES Y CONTRAINDICACIONES DE LA TERAPIA
65
sonalidad, y eso es muy difícil a las primeras entrevistas preliminares
(Knight, 1952). Sin embargo, es precisamente entonces cuando el terapeuta tiene que hacer sus recomendaciones acerca de la:elección de
tratamiento. Las entrevistas preliminares prolongadas y las pruebas psicológicas pueden ayudar con ciertos pacientes; pero en el estado actual
de nuestros conocimientos, ni siquiera esta combinación de métodos
ofrece pronósticos seguros en muchos casos. Además, las entrevistas
prolongadas así como las pruebas psicológicas producen trastornos
secundarios.
El enfoque médico tradicional para determinar la forma de tratamiento es llegar primero al diagnóstico. Freud (1916-7, p. 428; 372) parece
haber tenido esto presente cuando distinguía las neurosis de trasferencia de las narcisistas. Creía él que siendo los pacientes psicóticos esencialmente narcisistas, no podían ser tratados por el psicoanálisis, puesto que no podían desarrollar una neurosis de trasferencia. Esta distinción es todavía válida en lo esencial, pero hoy muchos pacientes que
buscan tratamiento no pueden ser puestos en ninguna de las dos categorías, porque presentan rasgos tanto de neurosis como de psicosis. Además, últimamente creen posible algunos analistas realizar análisis clásicos con casos psicóticos y lograr buenos resultados terapéuticos (Rosenfeld, 1952). Pero la mayoría de los psicoanalistas son de opinión que
los pacientes de fijación narcisista requieren desviaciones del procedimiento psicoanalítico normal (Frank, 1956; M. Wexler, 1960). Knapp
y sus colaboradores (1960) examinaron a 100 postulantes para tratamiento psicoanalítico y vieron que los jueces rechazaban a los considerados esquizoides, limítrofes [bordar line} o psicóticos. Esto está de acuerdo
con las ideas de Freud acerca de la tratabilidad de la neurosis de trasferencia en comparación con las neurosis narcisistas. Considero que la
mayoría de los analistas estarían de acuerdo con él (Fenichel, 1945a;
Glover, 1958, y Waldhorn, 1960).
Siguiendo este modo de pensar, la terapia psicoanalítica estaría indicada para la histeria de ansiedad, la neurosis obsesiva y compulsiva,
las depresiones psiconeuróticas y las enfermedades llamadas "psicosomáticas". Estaría contraindicada para las diversas formas de esquizofrenia y de psicosis maniaco-depresiva. Otros trastornos del carácter,
como las neurosis impulsivas, las perversiones, adiciones, delincuencias y casos limítrofes serían de analizabilidad cuestionable y habrían
de ser determinados por los aspectos especiales de cada caso (Fenichel,
1945a; Glover, 1955, 1958).
No cabe duda de que un diagnóstico clínico puede tener valor para
determinar si el paciente es apropiado para el análisis, pero por des-
66
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
gracia suele costar mucho tiempo llegar a un diagnóstico definitivo. A
veces la psicopatología que se presenta es sólo una pantalla superficial
tras la cual se halla una patología maligna oculta y latente. La presencia de síntomas histéricos no significa que el paciente sea necesariamente
histérico; y viceversa: la sintomatología extraña puede tener la estructura de la histeria. Los síntomas no están tan ligados a los síndromes
de diagnóstico específicos como solíamos creer (Greenson, 1959a; Rangell, 1959, y Aaron, 1962). A veces se puede llegar a un diagnóstico
seguro sólo al final de un largo análisis.
Solía darse por supuesto que la presencia de una fobia indicaba la
ansiedad histérica, pero hoy sabemos que las fobias pueden hallarse en
pacientes histéricos, obsesivos, depresivos y esquizoides. Otro tanto sucede con los síntomas conversivos, los psicosomáticos, las inhibiciones
sexuales, etc. La presencia de un síntoma específico revela algunos aspectos de la patología de un paciente. No nos dice si esta formación
patológica es central o periférica, si es predominante o un factor menor
en la estructura de la personalidad del paciente.
Aunque el diagnóstico nos dice mucho de la patología, tal vez indique relativamente poco de los recursos salutíferos del paciente en cuestión (Knight, 1952; Waldhorn, 1960). Algunos casos obsesivos son pacientes excelentes y otros son inanalizables. Las dudosas categorías de
pacientes, por ejemplo las perversiones y los casos limítrofes, tienen diferentes grados de recursos salutíferos. Y es su haber de condiciones
favorables, y no la patología, lo que puede ser el factor decisivo. La
evaluación completa del paciente y no el diagnóstico clínico o la patología, ha de ser el punto donde se concentre la atención. Knight (1952)
ha insistido en el pasado y Anna Freud, en su reciente libro (1965),
hace de esto su tesis principal en lo tocante a los niños. (Véase también
Anna Freud et al., 1965.)
Un buen método para abordar el problema de la analizabilidad es
explorar la dotación del paciente en relación con las necesidades especiales de la terapia psicoanalítica. Como ya dijimos, el tratamiento psicoanalítico es una terapia costosa en tiempo y dinero y que se debe prolograr mucho, amén de ser por su misma naturaleza frecuentemente
dolorosa. Por eso, sólo los pacientes fuertemente motivados cooperarán de todo corazón en la situación analítica. Los síntomas del paciente o los rasgos discordantes de carácter habrán de causarle suficiente
sufrimiento para soportar los rigores del tratamiento. El padecimiento
neurótico tiene que interferir en importantes aspectos de la vida del paciente, y la conciencia de su mala condición tiene que conservarse para
que el paciente siga motivado. Los problemas triviales y los deseos de
INDICACIONES Y CONTRAINDICACIONES DE LA TERAPIA
67
parientes, amantes o patrones no justifican la empresa del tratamiento
psicoanalítico. La curiosidad científica o el deseo de adelanto profesional no harán que un analizando se someta a una experiencia analítica
profunda a menos que se combinen con una suficiente necesidad terapéutica. Los pacientes que piden resultados rápidos o que tienen una
buena ganancia secundaria con su padecimiento tampoco tendrán la
motivación necesaria. Los masoquistas que necesitan su dolor neurótico quizá entren en el análisis y después se apeguen al dolor del tratamiento. Presentan éstos un problema para la valoración de su deseo
de reponerse. Los niños tienen motivaciones muy diferentes de las de
los adultos y también necesitan una evaluación desde un punto de vista diferente (A. Freud, 1965, capítulo 6).
El psicoanálisis requiere que el paciente tenga la capacidad de desempeñar, con mayor o menor constancia y repetición, funciones yoicas que se contradicen mutuamente. Por ejemplo, para acercarse a la
asociación libre el paciente debe poder regresar en su pensamiento, dejar pasivamente que las cosas se presenten, renunciar al control de sus
pensamientos y sentimientos y en parte a su prueba de la realidad. Pero también esperamos que el paciente nos comprenda cuando nos comunicamos con él, que haga alguna labor analítica por su parte, que
controle sus actos y sentimientos después de la consulta y que esté en
contacto con la realidad. A pesar de su neurosis, el paciente analizable
debe tener funciones yoicas elásticas y flexibles (Knight, 1952; Loewenstein, 1963).
También necesitamos que el paciente posea la facultad de regresar
y recuperarse en su relación con su psicoanalista. Se espera que tenga
diversas reacciones de trasferencia regresivas, que las sostenga y que
trabaje también con ellas en calidad de colaborador del analista (Stone, 1961; Greenson, 1965a). Los pacientes psicóticos y de orientación
narcisista en general no son apropiados para el psicoanálisis (Freud,
1916-7; Knapp et al. , 1960). La facultad de la empatía es esencial para
la mentalidad psicológica y depende de la capacidad de identificarse
temporal y parcialmente con los demás (Greenson, 1960). Esta es necesaria para la comunicación eficaz entre paciente y analista y deben
tenerla ambos. Las personas retraídas y que no se interesan emocionalmente no son buenos sujetos para la terapia psicoanalítica.
La asociación libre acaba por conducir al descubrimiento de detalles
íntimos, dolorosos, de la vida personal. De ahí que el paciente apropiado deba tener un carácter sumamente honesto e íntegro. También
se requiere la habilidad de comunicar inteligiblemente sutiles combinaciones de emociones. Las personas que no pueden pensar con clari-
68
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
dad y tienen dificultades para expresarse no son convenientes tampoco
(Fenichel, 1945a; Knapp et ad., 1960). Las personas muy impulsivas,
las que no pueden tolerar la espera, la frustración o los afectos dolorosos también son candidatos poco convenientes para el psicoanálisis.
Otro grupo de factores que ha de tomarse en cuenta es la situación
externa de la vida del paciente. Una enfermedad o incapacidad física
grave agotará la motivación de un paciente o lo dejará sin energías para la labor psicológica. A veces una neurosis será un mal menor en comparación con algunas enfermedades desastrosas o algunas situaciones
lamentables. Los pacientes que se hallan en plena relación amorosa excitante no suelen ser buenos para laborar en el análisis. La presencia
de un cónyuge o padre enojón, agresivo o entrometido puede hacer el
psicoanálisis temporalmente impracticable. No se puede realizar una
labor analítica en pleno campo de batalla. Tiene que haber alguna oportunidad de contemplación e introspección fuera de la hora analítica.
Están también los elementos prácticos de tiempo y dinero, que suelen
ser esenciales. Las clínicas psicoanalíticas pueden atenuar la tensión económica, pero hasta ahora no se sabe de nada que pueda remplazar el
largo tiempo que requiere el tratamiento psicoanalítico. La escasez de
psicoanalistas es un problema verdadero y en algunas partes, decisivo.
Todas las consideraciones que anteceden son útiles para determinar
si está indicado o no el psicoanálisis para un paciente. Pero años de
labor clínica nos han enseñado que sólo la experiencia real de un período de análisis puede determinar con seguridad si un paciente es apto
para el psicoanálisis. Parecen ser demasiadas las variables e incógnitas
para que cualquier otro método permita hacer pronósticos confiables.
Freud (1913b) parece haber tenido conciencia de este problema y declaró que sólo un "análisis de prueba" de varias semanas podría procurar un "sondeo" suficiente de la situación. Fenichel (1945a) concuerda
con este punto de vista, pero Glover descubrió que dos tercios de los
analistas ingleses no estaban de acuerdo (1955, pp. 261-350).
Creo que la diferencia de opinión se basa más en la táctica que en
lo sustancial (Ekstein, 1950). De la práctica clínica se desprende que
el anuncio de un plazo de tiempo definido como período de prueba complica la situación analítica. Por eso la mayoría de los analistas resuelven el dilema no poniendo límite concreto de tiempo para un análisis
de prueba, pero dan a entender el elemento provisional de diferentes
modos. Yo he hallado útil indicar n?i modo de ver a los pacientes siguiendo esta pauta: primeramente digo al paciente que creo que el psicoanálisis es el mejor tratamiento para él, atiendo a sus reacciones y
espero su decisión. Una vez que ha convenido en emprender el psicoa-
INDICACIONES Y CONTRAINDICACIONES DE LA TERAPIA
69
nálisis le explico el papel de la asociación libre y le sugiero que pruebe,
dándole a entender que a su debido tiempo ambos estaremos en mejores condiciones para apreciar la elección del psicoanálisis, después de
haber laborado juntos cierto tiempo.
Deliberadamente soy impreciso acerca de cuánto tiempo será eso,
porque la experiencia me ha enseñado que puede variar enormemente. Una vez que el paciente empieza el análisis, me lleva meses y aun
años llegar a una decisión clara, y el plazo se alarga cuanto más practico. También es mucho más fácil descartar a los inapropiados para el
psicoanálisis, y para trabajar conmigo en particular, que estar seguro
del buen resultado terapéutico. Estas cuestiones las veremos muy amplificadas en el volumen u, en las secciones de las primeras horas analíticas y de la terminación.
LISTA ADICIONAL DE LECTURAS
La evolución histórica de la terapia psicoanalítica
Freud (1914b, 1925a), A. Freud (1950b), Kubie (1950), Loewald (1955), Menninger (1958, capítulo 1).
La teoría psicoanalítica de la neurosis
Arlow (1963), Brenner (1955, capítulo viii), Fenichel (1945a), Freud (1894,
1896, 1898), Glover (1939, sección II), Hendrick (1934), Lamplde Groot
(1963), Nagera (1966), Nunberg (1932, capítulos y , viii, ix), Waelder
(1960).
La metapsicología del psicoanálisis
Hartmann (1939, 1964), Hartmann y Kriss (1945), Hartmann, Kris y Loewenstein (1946), Zetzel (1963).
La teoría de la técnica psicoanalítica
Alunan (1964), E. Bibring (1954), Gill (1954), Hartmann (1951), Kris (1956a,
1956b), Loewald (1960), Loewenstein (1954), Menninger (1958), Sharpe
(1930, 1947).
Variaciones en la técnica psicoanalítica
Alexander (1954a, 1954b), E. Bibring (1954), Bouvet (1958), Eissler (1958),
Fromm-Reichmann (1954), Gill (1954), Greenacre (1954), Greenson (1958b),
Loewenstein (1958a, 1958b), Nacht (1958a), Rangell (1954), A. Reich (1958),
Rosenfeld (1858).
Asociación libre
Kanzer (1961), Kris (1952), Loewenstein (1956).
Las reacciones de trasferencia
Glover (1955, capítulos vil, vitt), Greenacre (1954, 1959, 1966b), Hoffer
(1956), Orr (1954), Sharpe (1930), Spitz (1956b), Waelder (1956), Winnicott (1956a), Zetzel (1956).
70
ESTUDIO DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS
Las resistencias
Fenichel (1941, capítulos i, u), Glover (1955, capítulos rv, v, Kohut
(1957), Kris (1950), Menninger (1958, capítulo v), W. Reich (1928, 1929),
Sharpe (1930).
2
LA RESISTENCIA
Interpretación
Fenichel (1944, capítulos
v), Kris (1951), Loewenstein (1951).
Traslaboración
Locwald (1960), Novey (1962), Stewart (1963).
La alianza de trabajo
Frank (1956), Spitz (1956a), Stone (1961), Tarachow (1963, capítulo 2), Zetzel
(1956).
Empleo de procedimientos no analíticos
E. Bibring (1954), Gil/ (1954), Gitelson (1951), Knight (1952, 1953b), Sto-
ne (1951).
Indicaciones y contradicciones para la terapia psicoanalítica
Guttman (1960; véase en particular Karush), Nunberg (1932, capítulo xii),
Waelder (1960, capítulo xi).
He escogido el tema de la resistencia para el primer capítulo técnico
de este libro porque fue el descubrimiento por Freud de la importancia
del análisis de las-resistencias el que introdujo el comienzo del psicoanálisis y de la técnica psicoanalítica (Breuer y Freud, 1893-5, pp. 268-70,
110-11; Freud, 1914-c, p. 147, 438; Jones, 1953, p. 284). El manejo
de las resistencias ha seguido siendo uno de los pilares de la técnica
psicoanalítica.
El psicoanálisis puede distinguirse de todas las demás formas de psicoterapia por el modo de tratar las resistencias. Algunos métodos de
tratamiento apuntan a reforzar las resistencias; los denominan terapias
de "recubrimiento" o "de apoyo" (Knight, 1952). Otras variedades
de psicoterapia pueden tratar de vencer las resistencias o de esquivarlas de diferentes modos; por ejemplo, por la sugestión o la exhortación,
o explotando la relación de trasferencia, o por medio de drogas. Sólo
en la terapia psicoanalítica tratamos de superar las resistencias analizándolas, descubriendo e interpretando sus causas, fines, modos e
historia.
2.1
DEFINICIÓN ELEMENTAL
Resistencia significa oposición. Todas las fuerzas que dentro del paciente se oponen a los procedimientos y procesos de análisis, es decir,
que estorban la libre asociación del paciente, que obstaculizan los intentos del paciente de recordar y de lograr y asimilar insight, que operan contra el Yo razonable del paciente y su deseo de cambiar, todas
estas fuerzas pueden considerarse resistencia (Freud, 1900, p. 517; 535).
La resistencia puede ser consciente, preconsciente o inconsciente y puede
expresarse por medio de emociones, actitudes, ideas, impulsos, pensamientos, fantasías o acciones. Es en esencia la resistencia una contrafuerza del paciente, que opera contra el progreso del análisis, contra
el analista y los procedimientos y procesos analíticos. Freud había ya
(71]
72
LA RESISTENCIA
reconocido la importancia de la resistencia en 1912 cuando declaraba:
"El análisis tiene que luchar con las resistencias emanadas de estas dos
fuentes, resistencias que acompañan todos sus pasos. Cada una de las
ocurrencias del sujeto y cada uno de sus actos tiene que contar con las
resistencias y se presenta como una transacción entre las fuerzas favorables a la curación y las opuestas a ella" (Freud, 1912a, p. 103; 415).
En función de la neurosis del paciente, las resistencias tienen una
función defensiva. Las resistencias se oponen a la eficacia de los procedimientos analíticos y defienden el statu quo del paciente. Defienden la
neurosis y se oponen al Yo razonable del paciente y a la situación analítica. Como todos los aspectos de la vida mental pueden tener función
defensiva, todos pueden servir para los fines de la resistencia.
2.2
LA APARICIÓN CLÍNICA DE LA RESISTENCIA
Antes de que podamos analizar una resistencia tenemos que ser capaces de reconocerla. Por eso me propongo describir aquí brevemente algunas de las más típicas manifestaciones de resistencia que aparecen
en el curso del análisis. Los ejemplos que voy a citar son sencillos y
evidentes con el fin de ser claramente informativos para instruir a los
principiantes. Debe recordarse que las resistencias se presentan de muchos modos, sutiles y complejos, en combinaciones o en formas mixtas, y los ejemplos solos y aislados no son la regla. Debe también ponerse de relieve que todo tipo de comportamiento puede desempeñar
una función de resistencia. El hecho de que el material de un paciente
pueda revelar claramente el contenido inconsciente, los impulsos instintuales o los recuerdos reprimidos no impide la posibilidad de que
al mismo tiempo esté funcionando una resistencia importante. Por ejemplo, un paciente puede describir vívidamente alguna actividad agresiva en el curso de una hora para evitar el relato de una experiencia que
podría revelar que se encuentra frente a una tentación sexual. No hay
actividad que no pueda aplicarse a los fines de la resistencia. Además,
todo comportamiento tiene tanto aspectos impulsivos como defensivos
(Fenichel, 1941, p. 57). De todos modos, los ejemplos clínicos que siguen se limitarán a las manifestaciones sencillas, típicas y más claras
de resistencia.
APARICIÓN CLÍNICA DE LA RESISTENCIA
2.2.1
73
EL PACIENTE CALLA
NI
° *Fo*MACtey<
Miela que se enÉsta es la forma más trasparente y frecu %
nitez.
cuentra en la práctica del psicoanalista. Por lo general, significa que
el paciente no está dispuesto, consciente o inconscientemente, a comunicar sus pensamientos o sentimientos al analista. Tal vez tenga conciencia el paciente de su oposición, o tal vez le parezca sencillamente
que no tiene nada en la mente. En uno u otro caso, nuestra misión
es analizar las causas del silencio. Queremos descubrir los motivos de
la oposición al procedimiento analítico de la asociación libre, y diremos algo así como: "¿Qué podría hacerle rehuir el análisis en este momento?" O tal vez investiguemos la sensación de no tener "nada en
la mente": "¿Qué cosa podría ocasionar ese vacío en su mente?" O
bien: "Parece como que de algo hizo usted nada. ¿Qué podría ser?"
Nuestro modo de operar se basa en el supuesto de que la mente únicamente está vacía en el sueño más profundo; en otro caso, el "nada"
se debe a la resistencia (Freud, 1913b, pp. 137-8, 434; Ferenczi,
1916-7c).
A veces, a pesar del silencio, una paciente puede revelar el motivo
o incluso el contenido de su silencio inadvertidamente por su postura,
sus movimientos, la expresión de su rostro. Desviar la cabeza de la mirada, cubrirse los ojos con las manos, retorcerse en el diván y enrojecer
puede significar turbación. Si simultáneamente la paciente se quita el
anillo de matrimonio del dedo sin darse cuenta y después mete en él
repetidas veces el dedo meñique, parece como que a pesar de su silencio la señora me revela que está inquieta por los pensamientos de sexualidad o de infidelidad conyugal. Su silencio indica que todavía no
tiene conciencia de esos impulsos y que se está desarrollando una lucha
entre el anhelo de descubrir esos sentimientos y otro impulso contrario
de ocultarlos.
Pero el silencio también puede tener otros significados. Por ejemplo,
puede ser una repetición de un acontecimiento pasado en que el silencio desempeñó un papel importante (Greenson, 1961; Khan, 1963b).
El silencio de la paciente puede representar su reacción a la escena primaria. En semejante situación, el silencio no sólo es una resistencia sino también el contenido de un trozo de revivencia. Hay muchos y complejos problemas de silencio que se examinarán en las secciones 2.2.9.8,
3.9.4.1.1 y en el tomo u. En general, y para la mayoría de los fines
prácticos, el silencio es una resistencia al análisis y como tal debe
manejarse.
74
2.2.2
LA RESISTENCIA
EL PACIENTE "NO SIENTE DESEOS DE HABLAR"
Es ésta una variación respecto de la situación anterior. En este caso
el paciente no está literalmente callado, pero siente que no tiene ganas
de hablar, o no tiene nada que decir. Con mucha frecuencia queda en
silencio después de declararlo así. Nuestra tarea es la misma: explorar
por qué o de qué siente el paciente que no quiere hablar. El estado
de "no tener ganas de hablar" tiene una o varias causas y a nosotros
toca conseguir que el paciente trabaje en ello. Es en lo esencial la misma tarea que la de explorar el "algo" que ocasiona la "nada" consciente en la mente del paciente silencioso.
2.2.3
AFECTOS QUE INDICAN RESISTENCIA
La indicación más típica de resistencia desde el punto de vista de las
emociones del paciente se puede observar cuando éste se comunica verbalmente pero con ausencia de afecto. Lo que dice es seco, monótono,
insulso y apático. Se tiene la impresión de que el paciente no participa,
que aquello de que habla no le afecta. Esto es particularmente importante cuando la ausencia de afecto está relacionada con sucedidos que
deberían estar muy cargados de emoción. En general, la impropiedad
del afecto es una señal muy notoria de resistencia. El discurso del paciente tiene algo extraño cuando no concuerdan la ideación y la emoción.
APARICIÓN CLÍNICA DE LA RESISTENCIA
2.2.4
LA POSTURA DEL PACIENTE
Con mucha frecuencia, los pacientes revelan la presencia de una resistencia por la postura que adoptan en el diván. La rigidez, el envaramiento o el enovillamiento protector pueden indicar que están a la defensiva. Sobre todo, cualquier postura sin cambio, que dure toda una
hora, y sesión tras sesión, siempre es señal de resistencia. Si uno está
relativamente exento de resistencia, su postura cambia algo en el curso
de la hora de consulta. El movimiento excesivo también indica que algo se descarga con movimientos y no con palabras. La discrepancia
entre la postura y el contenido verbal es también señal de resistencia.
El paciente que habla suavemente de algún acontecimiento pero se retuerce y debate sólo está contando una parte de lo sucedido. Sus movimientos parecen narrar otra parte del relato. Las manos apretadas, los
brazos fuertemente cruzados sobre el pecho, los tobillos firmemente unidos son indicios de estarse controlando. Además, si el paciente se incorpora durante la consulta o mantiene un pie fuera del diván está indicando que desea escapar a la situación analítica. El bostezo denota
resistencia. El modo de entrar el paciente en la consulta, evitando la
mirada del analista o charlando de pequeñeces sin continuar en el diván, o el irse al terminar la hora sin mirar al analista son también indicaciones de resistencia (F. Deutsch, 1952).
2.2.5
Hace poco, un paciente inició su hora declarando que la noche anterior había
sentido "gran excitación sexual —de hecho, el mayor placer sexual" de su vida con su nueva novia. Se puso a describirme la experiencia, pero me sorprendía y desconcertaba su elocución lenta y vacilante y sus frecuentes suspiros.
A pesar de la visible importancia del contenido verbal, yo notaba que las palabras no concordaban con los sentimientos: alguna resistencia estaba operando.
Acabé por interrumpir al paciente diciéndole: "Fue muy emocionante, pero
al mismo tiempo triste." Al principio lo negó, pero después, en sus asociaciones, se dejó llevar a decirme que aquella maravillosa experiencia sexual significaba el fin de algo, como una suerte de adiós. Poco a poco fue resultando que
había estado rechazando la idea de que una buena vida sexual con su mujer
i mplicaba despedirse de sus fantasías sexuales infantiles, que habían seguido
viviendo, sin cambio ni cumplimiento, en su mente inconsciente (véase Schafer, 1964).
75
FIJACIÓN EN EL TIEMPO
De ordinario, cuando un paciente habla con relativa libertad habrá oscilaciones entre el pasado y el presente en sus manifestaciones verbales. Cuando un paciente habla constante e invariablemente del pasado
sin mezclarle nada del presente o a la inversa, si un paciente habla continuamente del presente sin zambullirse una que otra vez en el pasado,
es que hay alguna resistencia operando. El apego a determinado período de tiempo es una evitación, análoga a la rigidez y persistencia en
el tono emocional, la postura, etcétera.
2.2.6
LOS ACONTECIMIENTOS EXTERNOS O DE ESCASA IMPORTANCIA
Cuando el paciente habla de sucedidos superficiales, insignificantes o
relativamente desprovistos de importancia durante un período de tiempo
bastante largo, es que está evitando algo subjetivamente importante.
76
LA RESISTENCIA
Cuando se repite el contenido sin amplificación ni afecto, o sin incremento del insight, hemos de presumir que está operando una resistencia. Si la charla insustancial no llama la atención del mismo paciente
por su rareza, tenemos que habérnosla con alguna actividad evasiva.
La falta de introspección y reflexión es señal de resistencia (Kohut,
1959). En general, la verbalización, siquiera profusa, que no conduzca
a nuevos recuerdos o nuevos insights o mayor conciencia emocional es
señal de una actitud defensiva (Martin, 1964).
Otro tanto puede decirse de la charla acerca de asuntos externos,
aunque sean de gran importancia política. Si la situación externa no
conduce a una situación personal, interna, se está expresando una resistencia. Es sorprendente cuán poco hablan los pacientes de los acontecimientos políticos. Recuerdo cómo me impresionó una vez el que
ninguno de mis pacientes mencionara el asesinato de Gandhi cuando
sucedió. Entre paréntesis, todos los pacientes hablaron de la muerte
del presidente Kennedy (véase también Wolfenstein y Kliman [1965]).
2.2.7
EVITACIÓN DE TEMAS
Es muy propio de los pacientes el rehuir las cuestiones penosas. Esto
puede hacerse consciente o inconscientemente. Sucede sobre todo con
ciertos aspectos de la sexualidad, la agresión y la trasferencia. Maravilla el ver cuánto hablan muchos pacientes y al mismo tiempo como se
las arreglan para evitar cuidadosamente toda mención de facetas particulares de sus impulsos sexuales o agresivos o de algunos de sus sentimientos para con el analista. En lo tocante a la sexualidad, los aspectos
más delicados parecen ser los relacionados con las sensaciones y las regiones del cuerpo. Los pacientes hablarán de deseos sexuales o de excitación de un modo general, pero son reacios a mencionar un género
particular de sensación o apremio corporal que los haya excitado. Relatarán un hecho sexual, pero les repugna mencionar sencilla y directamente la parte o las partes del cuerpo que intervinieron en él. "La
noche pasada nos amamos oralmente" o "Mi esposo me besó sexualmente" son ejemplos típicos de este género de resistencia.
De modo semejante, los pacientes hablarán en general de sentirse
enojados o irritados cuando en realidad quieren decir que estaban furiosos y tenían ganas de matar a alguien.
Las fantasías sexuales u hostiles en relación con la persona del analista son también de los temas más cuidadosamente evitados al principio del análisis. Los pacientes podrán manifestar gran curiosidad acer-
APARICIÓN CLÍNICA DE LA RESISTENCIA
77
ca de su analista pero hablarán de él en los términos más convencionales y se mostrarán renuentes a afrontar sus sentimientos sexuales o agresivos. "Me pregunto si es usted casado" u "Hoy parece usted cansado
y pálido" son manifestaciones veladas de tales fantasías. Cualquier tema importante que no entra alguna vez en la hora analítica es señal
de resistencia y como tal hay que investigarlo.
2.2.8
RIGIDECES
Todo cuanto se vuelve rutina y el paciente lo ejecuta sin modificación
en las horas de su visita ha de considerarse resistencia. En el comportamiento sin resistencia siempre hay alguna variación. Verdad es que
todos somos animales de costumbres, pero si nuestros hábitos no tienen un objeto defensivo significante, están sometidos a cierto grado de
variación.
He aquí algunos ejemplos típicos: empezar cada hora recitando un
sueño o anunciando que no hubo sueño; empezar cada hora comunicando sus síntomas o sus quejas, o hablando de los sucedidos del día
anterior. Precisamente el hecho de empezar siempre del mismo modo
estereotipado indica resistencia. Hay pacientes que recogen información "interesante" con el fin de estar preparados para la hora del análisis. Buscan "material" con que llenar la hora, o para evitar los silencios o ser un "buen" paciente, indicios todos de resistencia. En general, el hecho de la rigidez, ya sea el de presentarse constantemente tardío o constantemente puntual, indica que algo se tiene refrenado, que
algo se oculta. La forma que adopte la rigidez también puede indicar
contra qué es la defensa. Por ejemplo, la llegada habitualmente temprana a la cita puede indicar el temor de llegar tarde, ansiedad típicamente "excrementicia", relacionada con el temor a perder el control
del esfínter.
2.2.9
EL LENGUAJE DE LA EVITACIÓN
El empleo de frases hechas, de términos técnicos o el lenguaje vano es
una de las más frecuentes indicaciones de resistencia. Suele señalar la
evitación de las imágenes vivas y evocadoras del lenguaje personal. Su
objetivo es retener la comunicación personalmente reveladora. (Véase
Stein [1958] para un estudio más completo de esta cuestión.) El paciente que dice "órganos genitales" refiriéndose al pene está evitando
78
LA RESISTENCIA
la imagen que viene a las mientes con la palabra pene. El paciente que
dice que "estaba hostil" queriendo decir que "estaba furioso" está también evitando las imágenes y sensaciones de la furia, en comparación
con la insuficiencia del término "hostil". Debe notarse aquí que para
el analista es importante el emplear un lenguaje personal y animado
cuando habla con sus pacientes.
Un médico que llevo analizando varios años se pone a hablarme en jerga médica en plena hora analítica. En tonos pretenciosos me comunica que su esposa
tuvo "unas hemorroides dolorosamente protrusivas" inmediatamente antes de
una excursión que planeaban a una montaña. Dijo que la noticia le ocasionó
un "displacer absoluto" y se preguntó si las hemorroides podrían "extirparse
quirúrgicamente" o si habría que posponer aquellas vacaciones. Yo notaba la
cólera latente que retenía y no pude impedirme el decirle: "Creo que lo que
usted quiere decir es que las hemorroides de su mujer le jodían a usted." Replicó enojado: "Es cierto, hijo de perra, deseo que se las quiten; no aguanto
a esas mujeres con sus tumescencias que estorban mis placeres." Este último
detalle, entre paréntesis, se refería al embarazo de su madre, que precipitó su
neurosis infantil a la edad de cinco años.
El empleo del cliché o lugar común aísla los afectos y evita la participación emocional. Por ejemplo, el empleo frecuente de frases como "real
y verdaderamente" o "supongo que" o "usted ya sabe", etc., etc.,
siempre son indicios de evitación (véase también Feldman, 1959). De
mis experiencias clínicas con los pacientes en tales situaciones he sacado la conclusión de que "real y verdaderamente" y "de veras" suelen
significar que el paciente nota su ambivalencia y tiene conciencia de
los contrarios en lo que siente. Desea que lo que está diciendo fuera toda
la verdad. "Así lo creo verdaderamente" significa que así quisiera creerlo verdaderamente. "Lo siento de verdad" significa que querría sentirlo de verdad, pero tengo conciencia también del sentimiento contrario. "Creo que estaba enojado" quiere decir que estoy seguro de que
estaba enojado pero no me gustaría reconocerlo. "No sé por dónde empezar" significa que sé perfectamente por dónde empezar, pero no me
decido a empezar por ahí. El paciente que le dice al analista repetidas
veces "Recordará a mi hermana Tilly, ya sabe", suele querer decir
que no está nada seguro de que el bobo de su analista la recuerde, y
por eso insiste de esa manera. Todas estas son indicaciones harto sutiles pero por lo general repetitivas de resistencia y como tales hay que
reconocerlas. Las frases hechas que más se repiten son indicaciones de
resistencias de carácter y no pueden tratarse sino cuando el análisis va
avanzado. Las aisladas pueden enfocarse al principio del análisis.
APARICIÓN CLÍNICA DE LA RESISTENCIA
79
2.2.9.1 El retraso, la inasistencia y el olvido del pago
Es evidente que el llegar tarde a la cita, o no acudir a ella, y el olvidarse de pagar son indicaciones de la renuencia a acudir al análisis o a
pagar por él. Esto también puede ser consciente, y entonces relativamente accesible, o inconsciente en el sentido de que el paciente puede
racionalizar el caso. Cuando es inconsciente no puede analizarse sino
habiendo pruebas de apoyo suficientes para enfrentar al paciente con
la posibilidad de que esté haciendo, activa pero inconscientemente, algo
por evitar el resultado. Sólo llegados a este punto se puede examinar
la causa subyacente de la resistencia. El paciente que se "olvida" de
pagar no es meramente renuente a separarse de su dinero sino que además está tratando, inconscientemente, de negar que su relación con el
analista sea "sólo" profesional.
2.2.9.2 La ausencia de sueños
Los pacientes que saben que sueñan y olvidan el sueño se resisten obviamente a recordar sus sueños. Aquellos que comunican sueños pero
cuyos sueños indican esquivación del análisis, como equivocarse de consultorio o ir con otro analista, etc., se están también debatiendo claramente con alguna forma de evitación de la situación analítica. Los pacientes que no recuerdan haber soñado nada en absoluto son, según
creo, los que tienen las más fuertes resistencias, porque aquí la resistencia ha logrado atacar no sólo el contenido del sueño sino incluso el
recuerdo de haber soñado.
Son los sueños el medio más importante de acceso al inconsciente,
a lo reprimido y a la vida instintual del paciente. El olvidarse de los
sueños es indicio de que el paciente está luchando contra la revelación
de su inconsciente y en particular de su vida instintual al analista (Freud,
1900, pp. 517-21; 535-7). Si uno ha logrado vencer una resistencia en
una sesión dada, el paciente tal vez responda logrando recordar súbitamente un sueño hasta entonces olvidado, o un fragmento nuevo de
un sueño. Otra manera de resistencia es inundar de sueños la hora de
consulta y puede indicar el deseo inconsciente del paciente de continuar su sueño en la presencia del analista (Lewin, 1953).
2.2.9.3 El paciente se aburre
El aburrimiento en el paciente indica que está evitando el conocimiento de sus apremios instintuales y sus fantasías. Si el paciente está abu-
80
LA RESISTENCIA
rrido significa que ha logrado soslayar el conocimiento consciente de
sus impulsos y en su lugar tiene la peculiar tensión vacía del aburrimiento (Fenichel, 1934; Greenson, 1953). Cuando un paciente en análisis está elaborando bien con el analista, ansía el descubrimiento de
sus fantasías. El aburrimiento, independientemente de todo lo demás
que pueda significar, es una defensa contra las fantasías. Entre paréntesis debe decirse que el aburrimiento en el analista podría indicar que
éste está bloqueando sus fantasías en relación con su paciente, reacción
de contratrasferencia. También puede significar que el paciente se está
resistiendo y que el analista todavía no lo ha descubierto conscientemente, pero su percepción inconsciente lo tiene descontento, inquieto
y aburrido.
2.2.9.4 El paciente tiene un secreto
Es evidente que el paciente con un secreto consciente está declarando
que rehuye algo. Es ésta una forma especial de resistencia y su tratamiento requiere de consideraciones técnicas particulares. El secreto puede ser un sucedido que el paciente quiera tener callado o incluso una
palabra que es incapaz de (que no quiere) pronunciar. En este punto,
todo cuanto puede decirse es que se trata de una forma de resistencia;
hay que designarla así, pero es algo que debe ser respetado, no aplastado, forzado ni averiguado a fuerza de súplicas. Lo veremos con más
detalle en la sección 2.6.6.3.
2.2.9.5 La actuación [acting out]
La actuación es un fenómeno muy frecuente e importante que se presenta durante el psicoanálisis. Cualquiera que sea el resto de su significado, siempre tiene una función de resistencia. Es una resistencia
porque consiste en repetir en acción en lugar de palabras, recuerdos y
afectos.
Además, en él siempre hay algo de deformación. Desempeña muchas funciones, pero al cabo es necesario analizar su función de resistencia, porque en caso contrario peligraría todo el análisis.
Un tipo sencillo de actuación que suele darse al principiar el análisis
es que el paciente hable del material de la sesión analítica con otra persona que no sea el analista. Es patente que se trata de una forma de
evitación en que el paciente pasa una reacción de trasferencia a otro
para evitar y atenuar algún aspecto de sus propios sentimientos de trasferencia. Debe apuntarse como resistencia y explorarse sus motivos. Esta
APARICIÓN CLÍNICA DE LA RESISTENCIA
81
práctica se examinará más detalladamente al describir la actuación de
las reacciones de trasferencia (sección 3.8.4) y en el tomo II.
2.2.9.6 La alegría frecuente en la consulta
En su conjunto, la labor analítica es grave. No siempre será sombría
o lamentable, y no todas las horas analíticas son deprimentes o dolorosas, pero en general se trata por lo menos de una labor muy dura. El
paciente puede tener alguna satisfacción por el sentimiento de haber
logrado algo y aun algunas veces una sensación de triunfo. A veces,
una interpretación acertada hace prorrumpir a paciente y analista en
risa espontánea. Pero la alegría frecuente en las sesiones, el gran entusiasmo y el júbilo prolongado indican que algo se está ocultando —por
regla general, algo muy distinto, alguna forma de depresión (Lewin,
1950; Greenson, 1962). El súbito paso a la salud, la desaparición prematura de síntomas sin insight, son señales de tipos semejantes de resistencia y como tales habrán de ser tratados.
2.2.9.7 El paciente no cambia
A veces parece que uno está trabajando bien y satisfactoriamente con
un paciente pero no se- aprecia ningún cambio en la sintomatología ni
comportamiento del mismo. Si esto dura bastante y no hay resistencia manifiesta se debe sospechar alguna resistencia oculta y difícil de
descubrir. Si el análisis está obrando y por lo tanto influyendo en el
paciente, es de esperar que se produzcan cambios en el comportamiento o sintomatología del mismo. Si no hay otros signos de resistencia,
es probable que se trate de una forma muy sutil de actuación y de resistencia trasferencial (Glover, 1.955, cap. iv; véase también tomo II).
2.2.9.8 Resistencias silentes
Me refiero aquí a esas sutiles resistencias difíciles de determinar y que
suelen venir a las mientes cuando uno piensa en el paciente fuera de
la situación analítica. El analista suele advertir este tipo de resistencias
cuando está describiendo espontáneamente el paciente a alguien. Estas
resistencias no se pueden descubrir en una sola sesión, ni siquiera en
muchas sesiones, sino sólo cuando uno está a cierta distancia del análisis. Nos las habemos aquí con sutiles resistencias de carácter en el paciente, que al analista le resultan difíciles de combatir, o reconocer.
Hay evidentemente un componente de contratrasferencia en el ana-
82
LA RESISTENCIA
lista así como una resistencia caracterológica por parte del paciente (Glover, 1955, pp. 54, 185-6; Fenichel, 1941, pp. 67-9).
Pongamos un ejemplo: Llevo muchos años trabajando con una paciente y considero que las cosas van lentamente, pero bien. Querría declarar que me gusta
mi paciente y estoy satisfecho de nuestra labor. Pero un día en que me encuentro con el analista que me la envió, me pregunta cómo va la paciente y hete
aquí que le digo: "Bien, ya sabe usted que es una Qpetsch." (Es avetsch una palabra yiddish que significa quejicoso crónico, alguien que siempre se está lamentando.) Estoy sorprendido de lo que dije, pero después comprendo: (a) que
tenía razón; (b) que no lo había comprendido conscientemente hasta entonces;
(e) que inconscientemente yo estaba protegiendo a la paciente de mi descontento con ella. Después de esta conversación empecé a trabajar en este programa con ella y conmigo mismo.
Esta lista de resistencias es muy incompleta. La más grave omisión
en ella es naturalmente la de las resistencias debidas a la trasferencia.
Pero esta omisión es deliberada porque en el capítulo 3 estudiaré la trasferencia y las resistencias debidas a la situación de trasferencia. Hay
otras muchas resistencias típicas que hubiera podido añadir a este esbozo, pero se asemejan a otras ya examinadas. Tomemos por ejemplo
el paciente que lee libros y artículos de psicoanálisis con la intención
de descubrir las cosas por sí y evitarse así la sorpresa de toparse sin
preparación con algún material. Esto es semejante a reunir material
para la hora de la sesión con el fin de evitar los espacios vacíos o el
silencio. Otro paciente se afana en hacerse socialmente amigo de otros
analistas como medio de atenuar sus propias relaciones personales con
su analista, que equivale a hablar de la labor analítica fuera de la consulta. Fumar durante la sesión analítica se parece a otras acciones que
remplazan a la manifestación de sentimientos y apremios con palabras,
etcétera.
2.3 EXAMEN HISTÓRICO
Antes de ponernos a estudiar la teoría de la resistencia conviene hacer
un breve esbozo de la evolución histórica del punto de vista psicoanalítico al respecto. Más que un intento de resumen sistemático de cada
trabajo mencionado, y ya que estos trabajos son fácilmente accesibles
al lector, me limitaré a aquellos aspectos de la contribución que señalen un cambio importante.
EXAMEN HISTÓRICO
83
Los Estudios sobre la histeria (1893-5) que escribió Freud con Breuer
constituyen un documento notable, porque permiten observar cómo llegó Freud a descubrimientos tan monumentales como la resistencia y
la trasferencia. Era propio del genio de Freud que cuando tropezaba
con un obstáculo en su camino no se conformaba con soslayarlo o sencillamente superarlo sino que tenía la feliz habilidad de aprovecharlo.
Así sucedió particularmente en su labor con la resistencia y la trasferencia. Al describir el caso de Elisabeth von R., a quien trató en 1892,
Freud mencionó por primera vez la palabra resistencia e hizo algunas
formulaciones preliminares. Creía que la paciente "apartaba" algunas ideas incompatibles y que la fuerza de su resistencia correspondía
a la cantidad de energía con que había desprendido las ideas de sus
asociaciones. En ese capítulo emitía la hipótesis de que la idea quedaba
separada del resto de su vida ideacional y de sus asociaciones libres como un cuerpo extraño (p. 157; .91). Introdujo también las palabras defensa, motivo de defensa y mecanismos de defensa en su estudio del
problema (p. 166; 95).
En el capítulo sobre "Psicoterapia de la histeria", del mismo volumen, afirmaba Freud que la inaptitud de la paciente para quedar hipnotizada significaba realmente que no se dejaba hipnotizar (p. 268; 110).
Uno tenía que vencer en un paciente una fuerza psíquica que se oponía a que las ideas patógenas se hicieran conscientes. Esta fuerza tenía
que haber intervenido en la creación del síntoma histérico. Siendo dolorosas las ideas, el Yo de la paciente convocaba para su defensa una
fuerza repelente que expulsaba la idea patógena de la conciencia y se
oponía a su vuelta a la memoria. Realmente, el no saber del paciente
es no querer saber (pp. 268-70; 110-11).
La tarea del analista es vencer esa resistencia. Según Freud, la realiza "apremiando", o sea haciendo presión sobre la frente, apremiando
para que aparezca el recuerdo, y por otros medios. Se le dice al paciente que debe contar todo, aun lo trivial o embarazoso. Este método
opera desasociando la voluntad del paciente de la búsqueda de recuerdos. Lo que emerge es un eslabón intermedio, no siempre un recuerdo
(pp. 270-1; 111-2). (Ésta es una contribución importante al concepto
de asociación libre.)
Las resistencias son tenaces y vuelven una y otra vez. Adoptan muchas formas, y Freud estudió las racionalizaciones del paciente acerca
de su resistencia, o el concepto de resistencia a la resistencia (p. 279;
116).
Citemos directamente a Freud en relación con la técnica del manejo
de las resistencias: "¿De qué medios disponemos para vencer esta re-
84
LA RESISTENCIA
sistencia continuada? De muy pocos; esto es, de aquellos que, en general, puede emplear un hombre para ejercer una influencia psíquica sobre otro. Ante todo hemos de decirnos que la resistencia psíquica, y
más cuando se halla constituida desde mucho tiempo atrás, no puede
sino ser suprimida muy lenta y paulatinamente. Es preciso esperar con
paciencia. Después ha de contarse con interés intelectual que, una vez
iniciada la labor, despierta su curso en el enfermo... Por último —y
ésta es nuestra más poderosa palanca— después de haber acertado los
•
motivos de su resistencia tenemos que intentar desvalorizar tales motivos o, a veces, sustituirlos por otros más importantes... Actuamos lo
mejor que nos es posible: como aclaradores, cuando una ignorancia
ha engendrado un temor; como maestros, como representantes de una
concepción universal más libre o más reflexiva, y como confesores que,
con la perduración de su interés y de su respeto después de la confesión, ofrecen al enfermo algo equivalente a una absolución" (p. 282;
117-8).
También planteó Freud las cuestiones de si no se debería emplear
la hipnosis y si el empleo de la hipnosis no reduciría el trabajo. Y respondió a ambas cuestiones por la negativa. Emmy von R. era fácil de
hipnotizar y ofrecía poca resistencia hasta que se suscitaron las cuestiones sexuales; entonces no pudo ser hipnotizada y se volvió incapaz de
recordar. En toda histeria es la defensa la raíz del asunto. Si se quitan
las resistencias se halla el material en el debido orden. Cuanto más se
acerca uno al núcleo de la histeria, mayor es el grado de resistencia
(pp. 284-9; 118-21).
En este punto modificó Freud una de sus ideas anteriores y declaró
que lo reprimido no es un cuerpo extraño sino más bien una infiltración. Si se quita la resistencia y se puede restablecer la circulación en
esa región hasta entonces aislada, puede volver a integrarse. No sirve
de nada tratar de llegar al meollo de inmediato, sino que hay que empezar por la periferia (pp. 290-2; 121-3). (Tenemos aquí una comprobación de la regla técnica de que la interpretación ha de empezar por
la superficie.)
En La interpretación de los sueños (1900), Freud aludió muchas veces
al concepto de resistencia. En diferentes lugares hablaba de la censura
i mpuesta por la resistencia o provocada por ésta (pp. 308, 321, 530,
563; 411, 417, 542, 557). Es evidente que los conceptos de resistencia
y censura están muy íntimamente relacionados entre sí. La censura es
a los sueños lo que la resistencia a la asociación libre (p. 520; 536).
Anotó la observación clínica de que cuando el analista intenta hacer
que el paciente recuerde el fragmento olvidado de un sueño es cuando
EXAMEN HISTÓRICO
85
encuentra la mayor resistencia. Si se logra vencer una resistencia, con
frecuencia se puede recordar un sueño hasta entonces olvidado. Fue
en sus consideraciones acerca del olvido de los sueños donde declaró
Freud que "todo aquello que dificulta la continuación de la labor analítica es
una resistencia" (p. 517; 535).
"El método psicoanalítico de Freud" contiene la primera declaración inequívoca freudiana de que el factor de la resistencia se ha convertido en una de las piedras angulares de su teoría (1904, p. 251; 394).
La hipnosis, la sugestión y la abreacción han sido completamente abandonadas en favor de la asociación libre y el análisis de la resistencia
y la trasferencia (p. 252; 394).
En el caso de Dora (1905a), Freud describía cómo la relación de trasferencia llegó a ser la mayor causa de resistencia y también cómo "actuaba" el paciente esa resistencia de trasferencia. Al final, esto provocó la interrupción del análisis, porque Freud no comprendía cabalmente
su importancia cuando estaba tratando a la paciente, en 1900 (pp. 11620; 315-17).
En el trabajo sobre "La dinámica de la trasferencia" (1912a), Freud
fue más allá de la mera declaración de que la trasferencia ocasiona las
más vigorosas resistencias y es la causa más frecuente de resistencia.
Exploró las fuerzas dinámicas que hacen a la libido regresar y oponerse a la labor analítica en forma de resistencia (p. 102; 415). Describía
Freud cómo la resistencia acompaña a la psicoterapia paso a paso. Toda asociación, toda acción del paciente en tratamiento debe contar con
que habrá resistencia (p. 103; 415).
Las asociaciones del paciente son también una transacción entre las
fuerzas de resistencia y las que luchan por la recuperación. Igual sucede con la trasferencia. Tiene Freud al respecto una importante nota de
pie de página en el sentido de que las batallas en la esfera de la resistencia trasferencia] suelen seleccionarse para los conflictos más amargos en el análisis. Compara la situación con la siguiente situación de
combate. "Cuando en una batalla se combate con especial empeño por
la posesión de una capilla o edificio determinado, no puede deducirse
de ellos que se trata del santuario nacional o del depósito de municiones del ejército. Tales objetivos pueden tener un valor puramente táctico y quizá tan sólo para esa batalla" (p. 104; 416).
En el trabajo titulado "Recuerdo, repetición y elaboración" (1914c),
por primera vez menciona Freud la compulsión a la repetición, aspecto especial de la resistencia que consiste en la tendencia del paciente a
repetir una experiencia pasada en acción en lugar de recordarla. Estas
resistencias son particularmente tenaces y requieren una traslabora-
86
LA RESISTENCIA
ción (pp. 150-1; 439). Además, declara en este ensayo que es necesario
algo más que señalar la resistencia para superarla. El paciente necesita tiempo para llegar a conocer mejor la resistencia y para descubrir los impulsos instintuales reprimidos que la alimentan (p. 155; 442).
(Es ésta una de las pocas observaciones técnicas de Freud acerca de
cómo se intenta el análisis de la resistencia.)
En la Introducción al psicoanálisis (1916-7), Freud introducía la denominación de "viscosidad de la libido", variedad especial de la resistencia (p. 348; 330). Aquí, también afirma que las neurosis narcisistas presentan una barrera insuperable, inaccesible a la técnica psicoanalítica
(p. 423; 369).
En Inhibición, síntoma y angustia (1926a), Freud examina las resistencias de acuerdo con su origen. Describe cinco tipos diferentes y tres
causas de resistencia. Distingue tres géneros de resistencia procedente
del Yo y además una fuente de resistencia en el Superyó y otra en el
Ello (p. 160; 65). (Este tema lo proseguiremos en la sección 2.5.)
El trabajo "Análisis terminable e interminable" (1937a) contiene algunas aportaciones teóricas nuevas a la naturaleza de la resistencia. Sugiere Freud que hay tres factores decisivos para el éxito de nuestros
esfuerzos terapéuticos: la influencia de los traumas, la fuerza natural
de los instintos y las alteraciones del Yo (p. 224; 547). Estas alteraciones son las que se hallan ya en el paciente por los efectos del proceso
defensivo. Freud amplía también sus especulaciones acerca del por qué
es tan lento el proceso analítico en algunos pacientes. Describe pacientes con falta de movilidad en su libido y la atribuye a adhesividad de
la libido e inercia psíquica, que designa, "quizá no del todo acertadamente", como "resistencia procedente del Ello" (p. 242; 563). Estos
pacientes se hallan acongojados por una "reacción terapéutica negativa" debida a un sentimiento inconsciente de culpabilidad derivado del
instinto de muerte (p. 243; 564).
Declara también Freud en este trabajo que las resistencias pueden
deberse a errores del analista, algunos de ellos causados por los grandes aprietos emocionales de la profesión (pp. 247-9; 567-9). Cierra este
ensayo con algunas observaciones clínicas acerca de las mayores resistencias en hombres y mujeres. En las mujeres, la mayor causa de resistencia parece tener relación con su envidia del pene, mientras que en
los hombres la mayor resistencia se debe a su temor de tener deseos
femeninos pasivos respecto de otros hombres (pp. 250-3; 570-2).
En este histórico cuadro general de las ideas freudianas sobre la resistencia puede verse cómo empezó considerándola esencialmente un
obstáculo a la labor terapéutica y cómo después fue resultando mucho
EXAMEN HISTÓRICO
87
más. Mientras su técnica primera se concentraba en la abreacción y
la obtención de recuerdos, posteriormente las mismas resistencias se
convierten en el hontanar de importantísimo conocimiento de la historia del paciente y en particular de su sintomatología. Estas ideas se desarrollan y alcanzan su culminación en "Análisis terminable e interminable", donde el concepto de resistencia abarca también al Ello y
el Superyó.
Debemos añadir unas palabras de otras contribuciones aparte de las
freudianas. El progreso más importante fue el libro de Anna Freud,
El Yo y los mecanismos de defensa (1936). Fue el primer intento de sistematizar nuestro entendimiento de los diversos mecanismos de defensa y
de relacionarlos con los problemas de las resistencias en el curso del
tratamiento psicoanalítico. En esta obra demostraba su autora que las
resistencias no sólo constituyen obstáculos al tratamiento sino también
i mportantes fuentes de información acerca de las funciones del Yo en
general. Las defensas que se manifiestan como resistencias durante el
tratamiento realizan también importantes funciones para el paciente
en su vida exterior. Las defensas se repiten asimismo en las reacciones
de trasferencia (pp. 30-44).
Dos trabajos de Wilhelm Reich (1928, 1929) sobre la formación y
el análisis del carácter fueron también importantes adiciones al entendimiento psicoanalítico de la resistencia. El carácter neurótico está relacionado con las actitudes y los modos de comportamiento habituales,
generalmente egosintónicos, del paciente, que hacen de coraza contra
los estímulos externos y contra las sublevaciones instintuales del interior (1928, pp. 132-5). Estos rasgos de carácter tienen que someterse
a análisis, pero el cómo y el cuándo son materia de controversia (A.
Freud, 1936, p. 35; Fenichel, 1941, pp. 67-8).
Las ideas de Hartmann (1964) acerca de la adaptación, la autonomía relativa, las esferas libres de conflicto, los conflictos intrasistémicos
y la neutralización entrañan importantes implicaciones para los problemas de técnica. El concepto que tiene Ernst Kris de regresión bajo
control o al servicio del Yo es otra contribución descollante (1950,
p. 312). Estos conceptos iluminaron y especificaron lo que hasta entonces había estado metido en la casilla que llevaba el marbete del "arte"
del psicoanálisis. Finalmente, también me parecen prometedoras algunas de las ideas novísimas en torno a las diferencias de las defensas,
resistencias y regresiones en las neurosis y psicosis (Winnicott, 1955;
Freeman, 1959; Wexler, 1960).
88
2.4
LA RESISTENCIA
LA TEORÍA DE LA RESISTENCIA
2.4.1
RESISTENCIA Y DEFENSA
El concepto de resistencia tiene una importancia fundamental para la
técnica psicoanalítica, y debido a su posición central sus ramificaciones
tocan todas las cuestiones técnicas importantes. La resistencia ha de
enfocarse desde muchos puntos de vista, para abarcarla debidamente.
Nuestro actual examen teórico sólo tocará unas cuantas consideraciones fundamentales de importancia general para el entendimiento de los
problemas clínicos y técnicos. Se tratarán cuestiones teóricas más específicas en relación con determinados problemas. Para un enfoque metapsicológico más completo, el lector deberá recurrir a la literatura
psicoanalítica (Freud, 1912a, 1914c, 1926a, 1937a; A. Freud, 1936;
Fenichel, 1945a, capítulos VIII, Ix; Gill, 1963, capítulos 5 y 6).
La resistencia se opone al procedimiento analítico, al analista y al
Yo razonable del paciente. Defiende la neurosis, lo antiguo, lo familiar
e infantil, del descubrimiento y el cambio. Puede ser adaptativa. La
palabra resistencia se refiere a todas las operaciones defensivas del aparato
psíquico provocadas en la situación analítica.
La defensa se refiere a procesos que ponen a salvo del peligro y el
dolor, en contraste con las actividades instintivas que buscan el placer
y la descarga. En la situación psicoanalítica, las defensas se manifiestan en forma de resistencias. Freud empleó estos términos como sinónimos en la mayoría de sus escritos. La función de defensa es original
y básicamente una función del Yo, si bien todo tipo de fenómeno psíquico puede emplearse con fines defensivos. Esto toca la cuestión suscitada por Arma Freud cuando dice que los muchos y extraños modos
de representación que se dan en la labor onírica son instigados a instancia del Yo, pero éste no los ejecuta completamente. De modo análogo, las diversas medidas de defensa no son enteramente obra del Yo,
y también pueden emplearse las propiedades del instinto (A. Freud,
1936, p. 192). Esta idea parece relacionada con las nociones de prefase
o estado preliminar de la defensa y el problema especial de las defensas en el paciente psicótico en comparación con el psiconeurótico (Freeman, 1959, pp. 208-11).
Creo que se puede decir que, cualquiera que sea su origen, el empleo de un fenómeno psíquico con fines defensivos ha de realizarse
por mediación del Yo. Ésta es la explicación de la regla técnica de
que el análisis de la resistencia debe empezar por el Yo. Resistencia
TEORÍA DE LA RESISTENCIA
89
es un concepto operativo; no es algo nuevo creado por el análisis; la
situación analítica sólo se convierte en el escenario donde se manifiestan esas fuerzas de resistencia.
Hay que recordar que durante el curso del análisis las fuerzas de resistencia echarán mano de todos los mecanismos, modos, medidas, métodos y constelaciones de defensa que el Yo ha empleado en la vida
exterior del paciente. Puede tratarse de los psicodinamismos elementales que el Yo inconsciente emplea para preservar su función de síntesis, tales como el de represión, el de proyección, el de introyección, el
de aislamiento, etc. O bien pueden las resistencias consistir en adquisiciones más recientes, como la racionalización o intelectualización que
se emplea con fines defensivos (Sperling, 1958, pp. 36-7).
Las resistencias operan en el interior del paciente, esencialmente en
su Yo inconsciente, si bien ciertos aspectos de su resistencia pueden
ser accesibles a su Yo observador y opinante. Tenemos que distinguir
entre el hecho de que el paciente esté resistiendo, cómo se resiste, a qué
se resiste y por qué lo hace (Fenichel, 1941, p. 18; Gill, 1963, p. 96).
El mismo mecanismo de defensa es por definición siempre inconsciente, pero el paciente puede tener conciencia de una u otra manifestación
secundaria del proceso defensivo. Las resistencias aparecen durante el
proceso de análisis como alguna forma de oposición a los procedimientos o procesos que se están analizando. Al comenzar el análisis, el paciente suele sentir esto como cierta contrariedad en relación con las
peticiones o intervenciones del analista más que como un fenómeno intrapsíquico. Al desarrollarse la alianza de trabajo e identificarse el paciente con las actitudes operativas del analista, la resistencia se percibirá como una operación defensiva ajena al Yo dentro del Yo afectivo
del paciente. Esto cambia durante el curso del análisis según las fluctuaciones de la alianza de trabajo. Pero debe subrayarse que en todo
el curso del análisis, en todos los pasos del camino, siempre habrá alguna contención con resistencias. Puede sentirse intrapsíquicamente o
según la relación con el analista, puede ser consciente, preconsciente
o inconsciente, desdeñable o imponente en sus efectos, pero la resistencia está siempre presente.
El concepto de defensa entraña dos constituyentes: un peligro y un
instrumento protector. El concepto de resistencia se compone de tres
elementos: un peligro, una fuerza impelente para proteger el Yo (irracional) y una fuerza que impulsa a correr un riesgo, el Yo preadaptativo.
Otro paralelo en la relación entre defensa y resistencia es el reconocimiento de que hay jerarquías de resistencia, del mismo modo que postulamos jerarquías de defensa. La concepción de la defensa se refiere
90
LA RESISTENCIA
a diversas actividades inconscientes del Yo, pero podemos distinguir
entre los mecanismos de defensa profundos, inconscientes y automáticos y los que están más cerca del Yo consciente. Cuanto más primitivo
es el lugar de esta jerarquía ocupado por determinada defensa, y más
íntimamente está relacionada con el material reprimido, menos probable es que se haga consciente. Las defensas situadas más arriba en la
escala operan más de acuerdo con el proceso secundario y regulan descargas más neutralizadas (véase Gero, 1951, p. 578; Gill, 1963, p. 115).
Este razonamiento puede transportarse a nuestro entendimiento de las
resistencias, que comprenden también una amplia gama de procesos
tanto en términos de si se sirven en su funcionamiento de procesos primarios o secundarios como de si tratan de regular una descarga instintual o neutralizada. Creo poder ilustrar este punto mediante una descripción de lo que sucedía en un paciente que declaró cómo temía "dejarme entrar dentro de él" porque entonces sería devorado, destruido,
aniquilado. Cuán diferente es esta resistencia de la de un paciente que
me reveló cómo siempre que yo empezaba a hablar se cantaba calladamente una cancioncilla, con el fin de reducir el impacto de lo que yo
decía.
Defensa y resistencia son términos relativos; la defensa y aquello de que
se defiende forman una unidad. El comportamiento defensivo proporcionará alguna descarga para aquello de que se defiende. Todo comportamiento tiene aspectos impulsivos y defensivos (Fenichel, 1941, p. 57).
Los crueles reproches que se hace el obsesivo denuncian claramente
los impulsos sádicos subyacentes que trata de obviar. Toda defensa es
una "defensa relativa" (p. 62). Un fragmento dado de comportamiento puede ser una defensa respecto de una pulsión más primitiva que
él mismo, y ese mismo comportamiento puede ser rechazado como pulsión en relación con una defensa más adelantada que él (Gill, 1963,
p. 122).
Puedo ilustrar esto en términos de unidades de resistencia-impulso según van
apareciendo en el curso de un ánálisis. Un hombre de edad mediana, un psiquiatra, me dice que goza plenamente de la actividad sexual con su esposa,
"incluso con su húmeda, olorosa vagina". Después añade que "cosa harto extraña", después del coito suele despertar de un sueño profundo y se halla lavándose los genitales en el cuarto de baño. Teniendo en cuenta un examen anterior, trato de explicarle sus actividades de resistencia en la siguiente forma:
el que el paciente declare que goza plenamente con su mujer es de contenido
instintivo bien claro; pero por otra parte es un intento de agradarme, de mostrarme cuán sano es, y de desvanecer las dudas que yo pudiera tener acerca
TEORÍA DE LA RESISTENCIA
91
de su potencia. Es fácil observar en esto la manifestación impulsiva y a continuación la resistencia. Pero todo ello es defensivo en relación con la frase
siguiente, "incluso con su húmeda, olorosa vagina". El aspecto defensivo lo delata la palabra "incluso". Pero esta descripción también contiene de toda evidencia un elemento exhibicionista que satisface un impulso. Es también resistencia frente al significado del siguiente trozo de comportamiento, el lavado
en el baño. A esta última actividad se reacciona con rechazo a manera de resistencia ajena al Yo, dados la declaración anterior de cómo gozaba en la vagina
y el hecho de que el lavado le pareciera extraño. Pero era también una acción
defensiva contra una sensación de suciedad que lo había despertado e impulsado a vencerla lavándose.
Creo que este breve análisis ejemplifica y confirma el concepto de
que la resistencia o la defensa son relativas. Los conceptos de "resistencia a la resistencia" y "defensas contra la defensa" son enfoques
análogos de este tema (véase Freud, 1937a, p. 239, 560; Fenichel, 1941,
p. 61).
La jerarquía y estratificación de resistencias e impulsos no debe hacernos esperar que haya una estratificación ordenada de esos componentes en la mente de las personas que se someten al psicoanálisis. Esto lo llevó al extremo Wilhelm Reich (1928, 1929), quien preconizó
el análisis de las unidades de resistencia-impulso en orden cronológico
inverso. Fenichel (1941, pp. 47-8) y Hartmann (1951, p. 147) subrayaron los muchos factores que pueden trastornar esta estratificación histórica y son causa de "dislocación" y otros estados más caóticos.
Querría resumir esta parte del estudio teórico acerca de las resistencias y la defensa citando un párrafo de Merton Gill (1963, p. 123): No
podemos trazar una línea bien definida entre los diversos niveles de defensa. Si las defensas existen en una jerarquía, los niveles inferiores deben ser inconscientes y automáticos, y quizá patógenos. Las defensas
situadas en alto en la jerarquía deben ser conscientes y voluntarias, y
quizá adaptativas. Y naturalmente, en los comportamientos defensivos específicos pueden entrar ambos géneros de características. La idea
de que las defensas pueden desaparecer después de un análisis sólo podría sustentarla quien tuviera de la defensa una opinión muy restringida, ya que en una concepción jerárquica las defensas son la urdimbre
del funcionamiento de la personalidad tanto como las pulsiones y sus
derivados son su trama.
Veamos ahora la cuestión de relacionar los motivos y mecanismos
de defensa con los motivos y mecanismos de resistencia (A. Freud, 1936,
pp. 45-70; Fenichel, 1945a, pp. 128-67). Entendemos por motivo de
defensa lo que hizo entrar en acción a una defensa. La causa inmediata
92
LA RESISTENCIA
es siempre la evitación de algún afecto doloroso como la angustia, la
culpabilidad o la vergüenza. La causa más distal es el impulso instintual
subyacente que provocó la angustia, la culpabilidad o la vergüenza. La
causa última es la situación traumática, un estado en que el Yo se ve
arrollado y desvalido porque está lleno de una angustia que no puede
controlar, dominar ni frenar... un estado de pánico. Es este estado el
que el paciente trata de evitar instituyendo defensas a la menor señal
de peligro. (Para un estudio denso y lúcido del Yo en la angustia véase
Schur, 1953.)
Ilustremos esto con un sencillo ejemplo clínico. Un paciente por lo general agradable empieza a hablar evasivamente en una sesión analítica a/ describirme un
concierto de la noche anterior. Está claramente turbado y angustiado. Después
de reconocer este punto el paciente, exploramos las razones subyacentes y descubrimos que se sentía celoso y resentido porque yo parecía gozar con la compañía de un joven. En sesiones ulteriores descubrimos el hecho de que esta situación de rivalidad movilizó en él la tendencia a una terrible explosión de rabia. Había padecido temibles berrinches de niño cuando parecían dar preferencia a su hermano menor. Parte de su posterior deformación neurótica del
carácter era un buen talante irrazonablemente rígido. Creo que este ejemplo
revela las causas inmediatas, distales y últimas de la resistencia. La turbación
fue el motivo inmediato. El resentimiento celoso era la causa distal de la resistencia. La base última de la resistencia fue el miedo a la rabia violenta.
Las situaciones de peligro que pueden despertar un estado traumático atraviesan un proceso de desarrollo y cambio con las diferentes fases
de la maduración (Freud, 53-58). Pueden ser caracterizadas a grandes rasgos como miedo al abandono, miedo a la aniquilación física,
sentimiento de no ser amado, miedo a la castración y miedo a perder
la propia estimación. En el análisis, todo pensamiento, sentimiento o
fantasía que despierte una emoción dolorosa, trátese de asociación libre, un sueño o la intervención del analista, provocará resistencia en
algún grado. Si se sondea lo que está oculto detrás del afecto doloroso,
se descubrirá algún impulso instintivo peligroso y, a fin de cuentas, algún vínculo con un acontecimiento relativamente traumático de la historia del paciente.
El problema del abrirse paso tiene particular pertinencia para la teoría de la resistencia, pues fue discutiendo estos asuntos como Freud introdujo las expresiones "compulsión a la repetición", "viscosidad de
la libido" e "inercia psíquica" (II, 439; III, 562-3). Estos fenómenos
estaban enlazados por lo que Freud designó "tal vez no muy correctamente" como "resistencia del ello", una manifestación del instinto de
TEORÍA DE LA RESISTENCIA
93
muerte (III, 563). Sin pretender despachar estas ideas sumariamente,
debo decir que el concepto de una resistencia procedente del Ello parece imprecisa o contradictoria. Según nuestra definición provisional de
resistencia, todas las resistencias operan por el Yo, cualquiera que sea
el punto donde se origina el peligro o el modo. El apego a satisfacciones antiguas que implican los términos de adhesividad de la libido e
inercia psíquica puede tener alguna base especial instintiva, pero mis
experiencias clínicas señalan que en tales casos es el miedo subyacente
de las satisfacciones nuevas o maduras lo que hace intratable el antiguo placer.
Yo opino que el papel del instinto de muerte en relación con la resistencia parece demasiado complejo y remoto para ameritar un estudio
a fondo en un libro de técnica. Me refiero al concepto de un instinto
de muerte separado del concepto de pulsiones instintuales agresivas.
La interpretación del material clínico a un paciente en función del instinto de muerte tiende demasiado a la facilidad y el mecanicismo.
Desde un punto de vista técnico, la compulsión de repetir puede manejarse mejor terapéuticamente considerándola un intento de dominar
tardíamente una antigua situación traumática. O bien la repetición puede representar la esperanza de un final más feliz para una frustración
pasada. El masoquismo, la autodestructividad y la necesidad de padecer, como mejor pueden enfocarse clínicamente es como manifestaciones de agresión que se vuelven en contra del propio individuo.
Según mi experiencia, el interpretar las resistencias como expresión
de un instinto de muerte conduce sólo a la intelectualización, la pasividad y la resignación. Me ha parecido clínicamente válido el que en el
análisis final hallemos que el mismo motivo básico es correcto para la
resistencia como para la defensa: el motivo principal de la resistencia
como de la defensa es evitar el dolor.
2.4.2
RESISTENCIA Y REGRESIÓN
Regresión es un concepto descriptivo y se refiere a la vuelta a una forma anterior, más primitiva de actividad mental (Freud, 1916-7, p. 342;
327). Uno tiende a volver a las escalas que fueron puntos de fijación
en tiempos anteriores. La fijación y la regresión forman una serie complementaria (1916-7, p. 362, 332; Fenichel, 1945a, p. 65). Se puede
entender mejor esta relación recurriendo a la analogía con un ejército
que trata de avanzar por tierra enemiga. Dejará el mayor número de
tropas de ocupación en aquellos lugares donde haya tenido mayores
94
LA RESISTENCIA
dificultades o la mayor seguridad y satisfacción. Pero al hacerlo, el ejército que avanza se debilita y si hallare dificultades en su camino, volverá a los puntos donde dejara los núcleos más fuertes de tropas de
ocupación.
Las fijaciones se deben a la disposición innata, los factores constitucionales y la experiencia, que forman una serie complementaria. Sabemos poco de los factores hereditarios y congénitos, pero sí sabemos que
las satisfacciones excesivas en un punto dado del desarrollo favorecerán la fijación. Hay renuencia a renunciar a las satisfacciones grandes,
sobre todo cuando están combinadas con un sentido de seguridad. Un
niño que recibe mucha estimulación anal-erótica a causa de la exagerada preocupación de su madre por sus actividades anales no sólo recibe mucho placer sensual sino que además tiene la seguridad de la aprobación materna. Opinaba Fenichel que las frustraciones excesivas también pueden ser causa de fijaciones (1945a, p. 65). Sostenía que una
fijación puede deberse a (a) la esperanza prolongada de que al final
se obtendrá la ansiada satisfacción y (b) a que la frustración favorece
la represión de las pulsiones implicadas e impide su avance. Las combinaciones de satisfacción y frustración excesivas y cambios particularmente abruptos de una a otra favorecen la fijación.
Regresión y fijación son interdependientes (A. Freud, 1965, p. 96).
No obstante, debe tenerse presente que la fijación es un concepto de
desarrollo y la regresión es uno defensivo. Mi propia experiencia clínica no está de acuerdo con las formulaciones de Fenichel acerca de las
causas de fijación y regresión. Yo he observado que las fijaciones las causan principalmente las satisfacciones excesivas y que la regresión se
pone en marcha por el dolor o peligro excesivos. Uno no se apega a
alguna satisfacción ausente a menos que haya un recuerdo de placer
excesivo relacionado con ella. Esto puede ser así sólo en sentido relativo. La satisfacción más avanzada es demasiado peligrosa y la más retrasada es demasiado insuficiente. Por eso, el punto de fijación es el
más satisfactorio, porque ofrece la mejor combinación de satisfacción
y seguridad.
Motiva la regresión la huida del dolor y el peligro. Esto parece cierto
siempre que se trata de regresión patológica. El paciente que renuncia
a su amor y rivalidad edípicos, su masturbación y su orgullo fálico y
exhibicionista y se vuelve otra vez apagadamente desafiante, despechadamente sumiso, orientado hacia lo excrementicio y obsesivo, es un caso
de éstos. Si la satisfacción desempeña un papel en la regresión, es porque produce angustia traumática. Si la satisfacción no se hace traumática, causará una fijación en el nivel edípico y no una regresión.
TEORÍA DE LA RESISTENCIA
95
La regresión puede producirse en función de las relaciones de objeto
y en relación con la organización sexual (Freud, 1916-7, p. 341; 327).
También puede entenderse en términos tópicos, como el paso del proceso secundario al primario. Gill (1963, p. 93) cree que esto implica
también una regresión estructural, una regresión en la función perceptiva del Yo, que se manifiesta trasformando los pensamientos en imágenes visuales. Winnicott (1955, pp. 283, 286) afirma que el aspecto
más importante de la regresión es la regresión de las funciones del Yo
y las relaciones de objeto, particularmente en dirección del narcisismo
primario.
El estudio que hace Anna Freud (1965, pp. 93-107) de la regresión
es el más completo y sistemático. Dice que la regresión puede darse
en las tres estructuras psíquicas; puede afectar al contenido psíquico
así como al funcionamiento; y puede influir en el objetivo instintual,
las representaciones de objetos y el contenido de la fantasía. (Yo añadiría la zona erógena y la imagen de sí mismo a esta lista.) Las regresiones del Ello son más tenaces y adhesivas, mientras que las regresiones
en términos de las funciones del Yo son a menudo más transitorias.
La regresión temporal en las funciones del Yo es parte del desarrollo
normal del niño. En el proceso de maduración, la regresión y la progresión alternan y obran recíprocamente una en la otra.
La regresión ocupa una posición especial entre las defensas y parece
haber alguna duda acerca de si en realidad su lugar está entre ellas (A.
Freud, 1936; Fenichel, 1945a; Gill, 1963). Pero no cabe duda de que
el Yo emplea la regresión en muchas formas para fines de defensa y
resistencia. El papel del Yo es algo diferente en relación con la regresión. En general parece que el Yo es más pasivo que en otras operaciones defensivas. Con mucha frecuencia se pone en marcha la regresión
por una frustración de los instintos en un nivel dado, que mueve las
pulsiones a buscar salidas en una dirección retrógrada (Fenichel, 1945a,
p. 160). Pero en ciertas condiciones, el Yo tiene la capacidad de regular la regresión, como lo hace en el sueño, en el chiste y en algunas
actividades creadoras (Kris, 1950, pp. 312-13). De hecho, en la salud
mental y sobre todo en la sensibilidad a los aspectos psicológicos se necesita que las funciones primitivas complementen las más altamente diferenciadas (Hartmann, 1947; Khan, 1960; Greenson, 1960). Como
con todas las defensas, es importante discrindfiar entre las regresiones
relativamente más patógenas y las adaptativas.
Importa también tener presente que la regresión no es un fenómeno
total, que lo abarque todo. Por lo general vemos regresiones selectivas.
Un paciente puede regresar en ciertas funciones del Yo y no en otras.
96
LA RESISTENCIA
O bien puede haber mucha regresión en términos de objetivos instintuales y relativamente poca en términos de relaciones de objeto. Lo "desigual" de la regresión es un concepto muy importante en la práctica
clínica (A. Freud, 1965).
Esta discusión tiene importantes implicaciones en términos de proceso terapéutico. Para la terapia psicoanalítica, la regresión es necesaria... y ciertamente nuestro encuadre y nuestra actitud facilitan ese fenómeno (véase capítulo 4; también Menninger, 1958, p. 52). De todos
modos, muchos analistas piensan en una cantidad óptima de regresión.
Escogemos los pacientes que en su mayor parte pueden regresar sólo
temporal y parcialmente. Pero hay alguna diferencia de opinión al respecto. Por ejemplo, Wexler (1960, pp. 41-2) advierte que se tenga cuidado con procedimientos como la asociación libre, que conducirá a ciertos pacientes bordeline o limítrofes al desapego objetal mientras que Winnicott (1965, p. 287) piensa que la misión del analista es favorecer una
regresión total inclusive en un paciente psicótico.
2.5
CLASIFICACIÓN DE LAS RESISTENCIAS
2.5.1
SEGÚN EL ORIGEN DE LA RESISTENCIA
A lo largo de sus muchos escritos sobre problemas de defensa y resistencia, Freud intentó varias veces distinguir diferentes tipos de resistencia. En Inhibición, síntoma y angustia distinguió cinco tipos y los clasificó según su origen (1926a, p. 160; 65). (1) La resistencia de represión, con que se refería a la resistencia de las defensas yoicas. (2) La
resistencia de trasferencia. Como la trasferencia es un sustituto del recuerdo y se basa en un desplazamiento de los objetos pasados a los presentes, Freud clasificó también esta resistencia como proveniente del
Yo. (3) La ganancia de enfermedad o secundaria, que puso también
entre las resistencias del Yo. (4) Consideraba cuarta variedad las que
requerían de la traslaboración, o sea la compulsión a la repetición y
la adhesividad de la libido, que él tenía por resistencias del Ello. (5)
Las últimas resistencias que designó Freud fueron las que nacían de la
culpabilidad inconsciente y la necesidad de castigo, que creía originarias del Superyó.
Glover (1955), en los dos capítulos dedicados a la resistencia defensiva en su libro sobre técnica, clasifica las resistencias de muy diferentes
CLASIFICACIÓN DE LAS RESISTENCIAS
97
modos, pero sigue la clasificación de Freud según las fuentes de resistencia. Fenichel (1941) consideraba poco sistemático este modo de diferenciar y señalaba que el mismo Freud tenía esa impresión (pp. 33-4).
Antes de proseguir nuestro estudio de las fuentes de resistencia creo
que sería bueno asentar esa verdad evidente de que todas las estructuras psíquicas participan en todos los sucesos psíquicos, si bien en grado
diverso. Con esto presente, tendremos menos tendencia a exagerar en
la simplificación o la generalización de nuestras formulaciones. De acuerdo con nuestro estudio de la resistencia y la defensa, creo que la función de defensa, la actividad de evitar el dolor, nace del Yo, cualquiera
que sea el estímulo provocador. Es el Yo la estructura psíquica que moviliza las funciones de evitación y bloqueo. Puede hacerlo empleando
los mecanismos primarios inconscientes de defensa, como la represión,
la proyección, la introyección, etc. Pero también puede hacerlo utilizando cualquier otra función psíquica consciente o inconsciente. Por
ejemplo, puede emplearse como defensa la actividad heterosexual y dentro del análisis, como resistencia al confrontamiento con impulsos homosexuales. Los placeres sexuales pregenitales no sólo pueden expresar componentes infantiles del Ello sino que, si se convierten en fuente
de resistencia, pueden también servir de función defensiva y resistente
frente a la situación edípica (Friedman, 1953). Freud, Glover y Anna
Freud describen las resistencias del Ello como aquellas resistencias que
requieren traslaboración y que proceden de la compulsión a la repetición y la adhesividad de la libido. Según mi opinión, esas resistencias
también operan por el Yo. Una actividad instintual particular se repite
y permanece intratable al insight sólo si cuenta con la ayuda de las funciones defensivas del Yo. La traslaboración no opera directamente en
el Ello sino sólo en el Yo. Para que resulte, hay que inducir al Yo a
que abandone su función defensiva patológica. Así puede el Ello participar en las maniobras de resistencia, pero según creo, sólo dejándose
utilizar por el Yo para fines defensivos. Debe subrayarse que esta formulación conviene a las neurosis de trasferencia; el problema tal vez
sea diferente con las psicosis (Winnicott, 1955; Freeman, 1959; Wexler, 1960).
Situación semejante se da con el Superyó. Los sentimientos de culpabilidad pueden hacer que el Yo instituya diversos mecanismos de defensa. Pero podemos ver también situaciones en que el sentido de culpabilidad exige satisfacción y castigo y adquiere caracteres semejantes
al Ello. El Yo puede defenderse de esto mediante diversas formaciones
reactivas que tienen un carácter supermoral. Vemos esto de modo muy
típico en la neurosis obsesiva. Pero en les caracteres masoquistas gra-
98
LA RESISTENCIA
ves podemos ver una situación en que la necesidad del dolor es placentera y en que el paciente atiende a las exigencias de su Superyó y se
entrega a un comportamiento que le ocasiona franco dolor. Cuando
esto sucede tenemos una resistencia en el análisis, porque este dolor
ansiado es en cierto modo placentero y simultáneamente está escondiendo alguna otra angustia (Fenichel, 1945a, p. 166). Desempeña al
mismo tiempo una función placentera y una defensiva, de resistencia.
Nuestra tarea terapéutica será conseguir que el Yo razonable del paciente reconozca la función de resistencia y persuadirle de que ose afrontar la dolorosa angustia mayor subyacente para poderla analizar.
Tengo así la impresión de que cualquiera que pueda ser la fuente
original de una actividad, su función de resistencia siempre procede
del Yo. Las demás estructuras psíquicas han de entenderse como que
operan por el Yo. El motivo de la defensa y la resistencia es siempre
evitar el dolor. El modo o los grados de resistencia pueden ser cualquier tipo de actividad psíquica, desde los mecanismos de defensa hasta las actividades instintuales. El estímulo que pone en marcha la maniobra de resistencia puede originarse en cualquiera de las estructuras
psíquicas: Yo, Ello o Superyó. Pero la percepción del peligro es función
del Yo.
Las ideas de Freud sobre la angustia como señal de alarma tienen
una importancia fundamental para el enfoque de estas complicadas interrelaciones. Querría yo utilizar el papel del Yo en la angustia para
ejemplificar algunas de las cuestiones vitales. En Inhibición, síntoma y angustia describía Freud (a) el Yo como sede de la angustia, (b) la angustia como reacción del Yo y (c) el papel del Yo en la producción de angustia y en la formación de síntomas y de defensa ( / 926a, pp. 132-42,
157-68; 52-7, 64-9). Estos problemas fueron meticulosamente revisados y aclarados por Max Schur (1953) en su trabajo sobre "El Yo
en la angustia". Modifica el concepto freudiano de que el Yo produce
angustia para señalar el peligro y fomentar las defensas y formula en
su lugar: "...el Yo evalúa el peligro y siente algún asomo de angustia.
Tanto el evaluar como el sentir hacen de señal que induce las defensas.
No sólo en la previsión del peligro sino también en su presencia misma
y aun si la situación tiene algo de traumática y si la reacción de angustia del Yo es regresiva, con resomatización, esta experiencia puede servir todavía de señal para que el resto del Yo convoque a las reservas
y tome las medidas necesarias. Esta formulación de ningún modo altera el concepto de la función de una angustia como estímulo de la formación de síntomas, la adaptación y la defensa... El Yo es capaz de
producir peligro y no angustia. Puede hacerlo manipulando situaciones
CLASIFICACIÓN DE LAS RESISTENCIAS
99
y entregándose a fantasías... El concepto de angustia 'automática' na-
cida en el Ello (o sea en la frustración sexual) se sustituye por el concepto del Yo que evalúa ciertos cambios del Ello como peligro y reacciona
con angustia. Esta formulación subraya el hecho de que la angustia siempre es una reacción del Yo" (pp. 92-3).
2.5.2
SEGÚN LOS PUNTOS DE FIJACIÓN
Todos los intentos de clasificar las resistencias se traslaparán necesariamente. No obstante, ayuda al psicoanalista tener listos varios géneros de clasificación, puesto que ello puede ponerle alerta acerca del material típico del Ello, las funciones del Yo, las relaciones de objeto o
la reacción del Superyó con que tenga que habérselas. Veamos el siguiente ejemplo de una resistencia anal que se produjo al tercer año
de análisis de un joven, el señor Z, quien era esencialmente una personalidad neurótica oral-depresiva. El reconocimiento del carácter anal
de una resistencia particular ayudó a extraer y entender el material inconsciente subyacente.
El paciente está acostado, tenso y expectante. Los puños apretados, la mandíbula firme, los músculos de sus mandíbulas bien marcados, los pies bien cruzados en los tobillos, el rostro algo enrojecido, los ojos miran fijamente al frente,
y calla. Al cabo de unos momentos dice: "Estoy deprimido. Más aún que antes. Me detesto. Me vapuleé despiadadamente la noche pasada... [pausa]. Pero es justificable. Es que no hago nada... [pausa]. No voy a ninguna parte...
[pausa]. Estoy en un atolladero. No tengo ganas de trabajar. Me niego a trabajar cuando estoy así... [silencio]. No tengo ganas de caminar... [largo
silencio]."
Pronuncia las palabras con frases y sílabas breves, recortadas. Las escupe
como gotas de lluvia. En el tono, en el modo, en la postura noto que está enojado; más aún, que está rencorosa y desafiantemente enojado. Aunque hable
de detestarse sólo a sí mismo, siento que está enojado y rencoroso conmigo.
Además me ponen al alba las cosas que dice: "No puedo producir, estoy en
un atolladero." Todo ello, el contenido y la actitud, hablan de una reacción
anal de rencor. Me callo, y al cabo de un silencio considerable le digo: "No
sólo parece usted detestarse a sí mismo, parece también enojado y rencoroso
conmigo." El paciente responde: "Estoy enojado conmigo mismo. Me desperté a las doce y cuarto y ya no pude dormir. Tan sólo dormitaba de vez en cuando
[silencio]. No quiero trabajar. Querría más bien dejar el análisis y no trabajar
en esto. Y usted sabe que casi podría hacerlo. Es extraño, pero casi podría hacerlo. Podría irme en este mismo momento y seguir así por el resto de mi vida.
No quiero entenderlo. No quiero trabajar."
100
LA RESISTENCIA
Espero nuevamente y al cabo de un rato digo: "Pero este tipo de enojo nos
dice algo. Es más que odiarse usted a sí mismo." El paciente contestó: "No'
quiero disipar el enojo. Sé que estoy enojado, pero no quiero darle salida, quiero
aferrarme a ello. Estoy todo el día con ello, todo el día así. Todo este odio y
enojo. Me detesto: Ya sé que usted dirá que la detestación está ligada a lo excrementicio, pero no quiero decir detestar, quiero decir odiarme, aunque empleé la palabra detestar. No hago sino pensar en asesinato, en ser ahorcado
en un patíbulo, y me puedo ver con la cuerda alrededor del cuello sobre la trampa, y se abre y caigo, y espero que se abra la trampa y espero la caída y que
se me rompa el cuello. Puedo sentirme, me imagino muriendo. O bien imagino que me fusila un pelotón. Siempre estoy siendo ejecutado por alguna autoridad, por el Estado, por algún organismo. Siento una curiosidad mórbida por
ahorcar o ser ahorcado y siempre hay trampas que se abren. Es mucho más
frecuente el ahorcamiento que el fusilamiento. En el ahorcamiento hay muchas
más variaciones, ocurre mucho más, y durante todo su desarrollo me odio."
Otro período de silencio, y después digo: "No es nada más odio y no es nada más a mí mismo." A esto repone el paciente: "No cederé en ello. No se lo
consentiré. Usted quiere sacarme algo. No quiero reconocer que hay placer en
ello. Tengo la sensación de que a usted no le gusta mi placer, y odio eso. Estoy
sencillamente furioso con todo esto. Creo que en realidad a usted no le gusta
que yo tenga ningún placer. Usted me acusa, y usted es malo, de mente perversa, usted me ataca. Yo tengo que mantenerme, debo luchar contra usted.
Usted parece atento a la suciedad de mi mente, y tengo que negarla y que decir que no hay tal. Y he de convenir en que sería terrible si lo hubiera."
En este punto digo: "Sí, y usted parece herirse a sí mismo para impedir que
yo diga nada." A esto responde el paciente: "Sí, y me pregunto a qué vienen
el ahorcamiento y la trampa, algo tiene que ver con la trampa que se abre y
el agua del sanitario que corre. Sencillamente no quiero que usted lo diga. Todavía estoy resentido con usted, y me parece que la autoflagelación es una protección... [pausa]. Sabe usted, es divertido; tengo ahora la sensación de que
acaba de empezar mi análisis, que estoy esencialmente por analizar, y me pregunto cuánto durará... pero no importa."
Empleo este caso para ilustrar que el modo de enojo del paciente,
el modo de la resistencia, la cólera rencorosa y anal, era el punto inicial de una parte muy importante del análisis. Pasamos del enojo rencoroso a la fantasía de ahorcamiento, que condujo a las fantasías de
la higiene excrementicia y otra vez a la proyección de hostilidad anal
sobre mí. Los meses siguientes de análisis revelaron muchos importantes determinantes históricos. Pero la clave de todo ello era el carácter
anal de su resistencia, el modo en que estuvo enojado precisamente aquel
día. Reconociendo que el rencor y la desconfianza son típicos de la fase
anal del desarrollo libidinal, el sentimiento de estar en un atolladero,
el no querer producir, lo apretado de las mandíbulas, las fantasías de
CLASIFICACIÓN DE LAS RESISTENCIAS
101
vapuleo sádico y masoquista, la vergüenza, todo puede comprenderse
como elementos de la fase anal. Eso era crucial en el trabajo con la
resistencia de aquella sesión particular.
Así como era posible clasificar la resistencia supra como perteneciente a la fase anal, es posible describir las resistencias orales, fálicas, de la
latencia y de la adolescencia. El indicio puede darlo el carácter instintivo de una resistencia, o las relaciones de objeto, o el rasgo de carácter
que se halla en primer plano, o bien una forma particular de angustia
o actitud, o la intrusión de cierto síntoma. Así, en el caso arriba citado
podemos enlistar el rencor, la desconfianza, la testarudez, la vergüenza, el sadomasoquismo, la retentividad y el contenerse, la marcada ambivalencia y las recriminaciones obsesivas, todo ello típico de la fase
anal. Esto que decimos no tiene la intención de negar las resistencias
"desiguales" o heterogéneas.
Debe subrayarse que la forma y el tipo de resistencia cambian en
un paciente durante el curso del análisis. Hay regresiones y progresiones, de modo que cada paciente manifiesta multitud de resistencias.
En el caso arriba citado, por ejemplo, se dedicaron largos períodos analíticos a la traslaboración de pulsiones y angustias fálicas, en que ocupaban el primer plano la culpabilidad por masturbación, las fantasías
incestuosas y la angustia de castración. Hubo un período prolongado
de resistencias orales y depresión, manifestadas por pasividad, introyección e identificaciones, fantasías suicidas, adicciones pasajeras, anorexia y bulimia, llantos, fantasías de ser salvado, etcétera.
2.5.3
SEGÚN LOS TIPOS DE DEFENSA
Otro enfoque fructuoso de las resistencias consiste en averiguar el tipo
de defensa de que se sirve la resistencia. Por ejemplo, podríamos distinguir los nueve tipos de mecanismos de defensa que describe Anna
Freud (1936) y ver cómo las resistencias los emplean para oponerse al
procedimiento analítico. La represión entra en la situación analítica cuando el paciente "olvida" su sueño o su hora de visita, o cuando de su
mente se borran experiencias cruciales o personajes muy importantes
de su pasado, etcétera.
La resistencia de aislamiento entra en el cuadro clínico cuando los pacientes separan los afectos agitados por una experiencia de su contenido ideacional. Pueden describir un sucedido con todo detalle verbal,
pero se advierte en ellos la tendencia a no mencionar ni mostrar ninguna emoción. Esos pacientes suelen aislar la labor analítica del resto de
102
LA RESISTENCIA
su vida. Los insighis ganados en el análisis no pasan a su vida cotidiana.
Los pacientes que emplean el mecanismo de aislamiento en su resistencia al análisis suelen conservar el recuerdo de acontecimientos traumáticos, pero la conexión emocional se pierde o desplaza. En el análisis aplicarán mal su proceso pensante para evitar sus emociones.
Podríamos proseguir enumerando todos los diversos mecanismos de
defensa contra los impulsos y afectos instintuales y describir cómo las
fuerzas de resistencia se apoderan de uno u otro y los utilizan contra
el procedimiento analítico (A. Freud, 1936, pp. 45-58; Fenichel, 1945a,
capítulo tx). Para nuestro propósito actual basta señalar que todos los
mecanismos de defensa del Yo pueden emplearse con fines de resistencia.
Pero no sólo vemos las defensas simples y básicas utilizadas como
resistencia sino que las fuerzas de resistencia se sirven también de fenómenos más complejos. El más importante, con mucho, de todos los
tipos de resistencia hallados en el análisis son las resistencias trasferenciales. Estas resistencias, que son fenómenos muy complejos, se tratarán
detalladamente en el capítulo siguiente. Aquí sólo quiero señalar que
la resistencia trasferencia] tiene que ver con dos grupos diferentes de
resistencias: (1) los que aparecen en los pacientes por tener reacciones
trasferenciales; (2) los que se forman en los pacientes para evitar las
reacciones trasferenciales. Todo el concepto de trasferencia está relacionado con la resistencia, pero las reacciones trasferenciales no han de entenderse sólo como resistencias. Por eso pospondré el estudio de la resistencia de trasferencia hasta que hayamos aclarado nuestro modo de
entender la naturaleza de la trasferencia.
La actuación es otra maniobra especial de resistencia que merece examen aparte. Nos las habernos aquí nuevamente con un fenómeno que
siempre desempeña una función de resistencia en el análisis y tiene un
significado complicadísimo. La actuación contiene importantes elementos del Ello y el Superyó, así como funciones del Yo. Definimos el acting out como la representación de un suceso pasado en el presente, que
es una versión ligeramente deformada del pasado pero parece cohesiva, racional y egosintónica para el paciente. Todos los pacientes incurren poco o mucho en la actuación durante el análisis, y en los pacientes inhibidos esto puede ser una señal bienvenida.Pero algunos pacientes
son propensos a la actuación repetida y prolongada, que los hace difíciles o imposibles de analizar. La analizabilidad depende en parte de
la capacidad que tenga el Yo de ligar estímulos lo suficiente para que
el paciente pueda expresar sus impulsos en palabras y sentimientos. Los
pacientes que tienden a descargar sus impulsos neuróticos en acción
plantean un problema especial al análisis. El problema del reconoci-
CLASIFICACIÓN DE LAS RESISTENCIAS
103
miento y manejo de la actuación será estudiado en la sección 3.8.4 y
después en el volumen 11. El lector puede familiarizarse con el tema
consultando alguna obra fundamental al respecto (Freud, 1905c, 1941c;
Fenichel, 1945b; Greenacre, 1950).
Las resistencias caracterológicas son otro tipo complejo y en extremo importante de defensa que merece mención especial (W. Reich,
1928, 1929). La cuestión de lo que se entiende por carácter no es fácil
de resolver. Para nuestros fines actuales yo simplificaría la respuesta
y diría que entendemos por carácter el modo habitual que tiene el organismo de tratar con el mundo interno y externo. Es la posición y
postura integrada y organizada constante del Yo en relación con lo que
de él se pide. El carácter se compone en lo esencial de hábitos y actitudes. Unos son predominantemente defensivos, otros esencialmente instintivos. Algunos son términos medios. El rasgo caracterológico de la
limpieza bien puede entenderse como defensa, como formación reactiva contra el agradable ensuciamiento. Pero podemos ver también el
desaliño como un rasgo de carácter que no es formación reactiva sino
manifestación de placer en el ensuciarse.
Las resistencias caracterológicas se derivan de las defensas de carácter. Plantean un problema especial en técnica analítica porque son habituales, rígidamente fijas y por lo general egosintónicas. Glover (1955)
las llama resistencias silentes. En general, el paciente está tranquilo y
aun prueba sus defensas caracterológicas, ya que suelen aparecer en
la sociedad convencional como virtudes. Las medidas técnicas especiales que requieren las resistencias de carácter serán descritas más adelante, en la sección 3.8. W. Reich (1928, 1929), A. Freud (1936) y Fenichel (1941) deben consultarse para un estudio más profundo de la
índole del carácter y de las resistencias de carácter.
También debemos describir las resistencias encubridoras que pueden emplear los pacientes con fines de resistencia. Algunos pacientes tienden
a emplear mucho los recuerdos, los afectos y la identidad encubridora
para arrinconar un recuerdo, afecto o identidad subyacentes más dolorosos. Esta formación defensiva es también un complicado suceso psíquico y contiene importantes satisfacciones, así como defensas (Greenson, 1958a).
2.5.4
SEGÚN LA CATEGORÍA DIAGNÓSTICA
La experiencia clínica nos ha enseñado que ciertas entidades de diagnóstico emplean ciertos tipos especiales de defensa y que por lo tanto
104
LA RESISTENCIA
esas resistencias particulares predominarán durante el curso del análisis. No obstante, en todos los análisis salen a la luz muchas diferentes
formas de resistencia. Las entidades clínicas que describimos raramente se ven en forma pura; la mayoría de los pacientes tienen alguna mezcla
de patología diferente junto con el diagnóstico central que les damos.
Además, mientras dura el análisis vemos regresiones y progresiones temporales que complican el cuadro clínico y el tipo de resistencias.
Un ejemplo de esto es el caso del señor Z, que empleé para demostrar la resistencia anal (sección 2.5.2). El paciente tenía un trastorno neurótico, oraldepresivo del carácter. Pero había tenido algún traumatismo anal en la infancia y por eso volvió a vivir un período de rencor, odio y rabia anales en la fase
del análisis que queda descrita. Inmediatamente antes de aquel período, su odio
fue cuidadosamente aislado y limitado a objetos de amor femeninos especiales
en su vida exterior. En la culminación de su rencor anal, desplazó y proyectó
su rabia y odio contra mí.
Si examinamos un poco las neurosis de trasferencia típicas que tratamos analíticamente, creo que hallaremos las siguientes resistencias
predominantes:
Las histerias: Represión y formaciones reactivas aisladas. Regresión
a las características fálicas. Emocionalidad, somatizaciones, conversiones y genitalizaciones. Identificaciones con objetos de amor perdidos
y objetos productores de culpabilidad.
Las neurosis obsesivas: Aislamiento, anulación retrospectiva, proyecciones y formaciones reactivas en masa. Regresión a la analidad con
formación reactiva de los rasgos de carácter: orden, limpieza y tacañería se convierten en resistencias importantes. Intelectualización a manera de resistencia a los sentimientos. Pensamiento mágico, omnipotencia del pensamiento, meditación. Interiorización de las reacciones
de hostilidad y Superyó sádico.
Las depresiones neuróticas: Introyecciones, identificaciones, actuación,
impulsividad y defensas de pantalla. La instintualidad oral y fálica deformadas regresivamente. Emocionalidad, comportamiento y actitudes
contrafóhieos, adictividad y masoquismo.
Las neurosis de carácter: Según sea en lo fundamental un carácter histérico, obsesivo o depresivo, sería de esperar que hallásemos los hábitos,
rasgos y actitudes que suelen calificarse de rígidos, egosintónicos y "silentes" (Freud, 1908; Abraham, 1924; W. Reich, 1928, 1929; A. Freud,
1936, capítulo vIII; Fenichel, 1945a, capítulo xx).
CLASIFICACIÓN DE LAS RESISTENCIAS
2.5.5
105
UNA CLASIFICACIÓN PRÁCTICA
Todas las clasificaciones arriba descritas tienen sus ventajas y sus limitaciones. Pero la experiencia clínica me impone la mención de otro enfoque esencialmente práctico. Me ha resultado conveniente distinguir
las resistencias ajenas al Yo de las egosintónicas. Las ajenas al Yo aparecen extrañas, ajenas y raras al Yo razonable del paciente. Por consiguiente, esas resistencias son relativamente fáciles de reconocer y permiten hacer buen trabajo. El paciente entra fácilmente en alianza de
trabajo con el analista en su intento de analizar esa resistencia concreta.
He aquí un ejemplo típico: Una paciente hablaba rápidamente, casi perdiendo
el aliento, y advertí un temblor en su voz. Parecía estar tratando desesperadamente de llenar hasta el menor momento de la hora analítica. No había pausas, ni momentos de reflexión, nada más una volcadura de fragmentos inconexos de recuerdos. En las entrevistas preliminares estaba yo muy seguro de que
la joven era una persona neuróticamente deprimida. No había señales de estado psicótico ni indeciso. Sabía yo también que había estado "en análisis" con
un famoso analista en otra ciudad, quien la había considerado paciente
analizable.
Interrumpí a la paciente y le dije que me parecía asustada, que la notaba
deseosa de llenar todo el tiempo de la sesión, como si temiera quedar callada
un solo momento. La paciente replicó con extremada timidez que temía que
yo la criticara por tener una resistencia si quedaba callada. Yo respondí burlonamente: ",Criticarla por tener una resistencia?" La damita respondió entonces diciéndome que le parecía que su analista anterior obraba como si fuera
culpa de ella el tener una resistencia. Lo sentía muy estricto y censurador y
como que la consideraba fundamentalmente indigna del psicoanálisis. Eso le
recordaba a su padre, que tenía un genio violento y solía gritarle de niña que
no valía "para maldita la cosa".
Creo que este ejemplo ilustra bien una resistencia ajena al Yo. Muestra también la facilidad con que se forma una alianza de trabajo con
el paciente en el análisis de la resistencia.
Veamos ahora en contraste las resistencias egosintónicas, que se caracterizan por parecer familiares, racionales y objetivas. El paciente no
nota la función de resistencia de la actividad objeto de escrutinio. Esas
resistencias son por ello más difíciles de reconocer para el analista y
el paciente, y es más difícil el establecimiento de una alianza de trabajo
en relación con ellas. Suelen ser normas habituales, bien asentadas, del
comportamiento del paciente, y rasgos de carácter a veces de valor social. Las formaciones reactivas, la actuación, las resistencias caractero-
106
LA RESISTENCIA
lógicas, las actitudes contrafóbicas y las defensas de pantalla entran en
esta categoría.
Lo que sigue es un ejemplo sencillo. Un paciente ha llegado a su sesión analítica, durante dos años, con dos a cinco minutos de adelanto. En diferentes ocasiones he tratado de atraer su atención hacia esta rigidez, pero nunca le ha
parecido problema ni merecedora de análisis. Reconoce que es puntual, pero
considera esto una virtud, una señal de autodisciplina y de carácter. No he
proseguido en el análisis de este rasgo sino que he laborado con otros aspectos de su neurosis que parecían menos intratables.
Al final de una sesión digo al paciente que llegaré unos diez minutos tarde
a la cita siguiente porque tengo que ir a la universidad. No hace ningún comentario. En la sesión que quiero comunicar, el paciente parece muy agitado.
Me dice que estaba furioso por mi retraso aunque sabe que yo se lo había avisado. Me acusa de torturarlo deliberadamente porque yo sé bien cuánto detesta los retrasos. (Nunca lo había reconocido antes.) Había querido llegar tarde
él también, pero una fuerza irresistible lo había empujado a llegar con
sus "acostumbrados" tres minutos de adelanto. En la salita de espera no había podido estar sentado tranquilamente. Había sentido la tentación de irse,
pero se le ocurrió la idea de que si se "topaba" conmigo en el hall yo podía
pensar que iba al baño. Eso era una idea insoportable. No tenía ninguna intención de ir al baño. Aunque hubiera sentido la necesidad de hacerlo no hubiera ido por la temida posibilidad de encontrarse conmigo "cara a cara". De
hecho, ahora se le ocurre que llega más pronto para poder usar el baño sin
riesgo de un "encuentro" conmigo. Preferiría morir a que lo encontraran "con
los pantalones en la mano".
Después de esta explosión, el paciente queda callado. Yo no digo nada. Reanuda tristemente: "De pronto comprendo que tengo una nueva fobia: e! miedo de encontrarme con usted en el baño." Yo añado suavemente que el descubrimiento era nuevo pero el temor siempre había estado oculto tras su
puntualidad.
Creo que esta viñeta clínica ilustra el problema especial del análisis
de las resistencias egosintónicas, que requieren más trabajo que las ajenas al Yo. En realidad, han de hacerse ajenas al Yo para el paciente
antes de que pueda realizarse un análisis eficaz. Dicho de otro modo,
nuestra tarea será primero ayudar al paciente a establecer un Yo razonable respecto de esa resistencia concreta. Solamente cuando ya esté
realizado esto emergerá la resistencia como resistencia ajena al Yo. Entonces se puede esperar la obtención de una historia de esa resistencia
y analizarla. Cuando el paciente pueda entender las razones históricas
que tiene el origen de la defensa de resistencia podrá distinguir sus necesidades anteriores de esa defensa y su impropiedad actual.
TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS
107
De ordinario al empezar el análisis se trabaja con las resistencias ajenas al Yo. Sólo después de que el paciente ha logrado formar una alianza
de trabajo segura es posible empezar a buscar las resistencias egosintónicas y a laborar con ellas. Estas resistencias se hallan presentes desde
el principio, pero no tiene caso atacarlas puesto que el paciente negará
su i mportancia o sólo colaborará de labios afuera en su análisis. Hay
que haber realizado alguna labor previa con la resistencia ajena al Yo
y haber conseguido también una firme alianza de trabajo antes de poder analizar eficazmente las resistencias egosintónicas.
Volveremos a ver este tema en la sección 2.6. Se aconseja al lector
que compare a W. Reich (1928, 1929), A. Freud (1936), Fenichel (1941)
y Sterba (1951) al respecto.
2.6 TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS
2.6.1
CONSIDERACIONES PRELIMINARES
Antes de lanzarnos a un estudio detallado de los problemas técnicos
conviene revisar algunos puntos fundamentales. La técnica del psicoanálisis nació sólo cuando se analizaron las resistencias sin evitarlas ni
superarlas por otros medios. No podemos definir la técnica psicoanalítica sin incluir el concepto de análisis constante y a fondo de la resistencia. Es importante recordar otra vez la íntima relación existente
entre resistencias, defensa, funciones del Yo y relaciones de objeto.
La resistencia no sólo ha de entenderse como oposición al curso del
análisis, si bien es ésta la manifestación clínica más directa y clara. El
estudio de las resistencias de un paciente derramará luz sobre muchas
funciones básicas del Yo así como sobre sus problemas en la relación
con los objetos. Por ejemplo, la ausencia de resistencias puede indicar
que nos encontramos ante un proceso psicótico. Una erupción súbita
de lenguaje y comportamiento obsceno e insultante en un ama de casa
hasta entonces recatada y formal puede ser una manifestación de ello.
Además, el análisis de las resistencias ilumina también el modo que
tienen de influir intraestructuralmente en las diversas funciones del Yo,
el Ello, el Superyó y el mundo exterior. Y las resistencias a los procedimientos terapéuticos repiten los conflictos neuróticos entre las diferentes estructuras psíquicas. En consecuencia, la situación analítica da al
analista la oportunidad de observar directamente en el diván analítico
108
LA RESISTENCIA
formaciones de transacción análogas a las formaciones de síntomas. La
relación siempre cambiante entre las fuerzas de las resistencias por una
parte y el afán de comunicación por la otra puede verse con máxima
claridad en los intentos de asociación libre que hace el paciente. Ésta
es una de las razones de que se considere la asociación libre el instrumento principal de comunicación en el procedimiento psicoanalítico.
Es "analizar" una expresión condensada para denotar muchos procedimientos técnicos que fomentan todos el insight del paciente (véase
sección 1.3.2). Con el marbete del "análisis" se comprenden o subsumen por lo menos cuatro clases de procedimientos: confrontación, aclaración, interpretación y traslaboración.
La interpretación es el medio más importante de la técnica psicoanalítica. Todo otro procedimiento analítico prepara una interpretación, la
amplifica o la hace efectiva. Interpretar significa hacer consciente un
acontecimiento psíquico inconsciente o preconsciente. Significa hacer
que el Yo razonable y consciente se dé cuenta de algo que tenía olvidado. Atribuimos significación y causalidad a un fenómeno psicológico.
Con la interpretación hacemos al paciente consciente de la historia, la
fuente, el modo, la causa o el significado de un suceso psíquico dado.
Esto suele requerir más de una sola intervención. El analista aplica su
propia mente consciente, su empatía, su intuición y vida de la fantasía, así como su intelecto y conocimiento teórico para llegar a una interpretación. Interpretando vamos más allá de lo fácilmente comprensible y observable por el pensamiento lógico y consciente ordinario. Las
reacciones del paciente son necesarias para determinar si la interpretación es válida o no (E. Bibring, 1954; Fenichel, 1941; Kris, 1951).
Para hacer entrar el Yo del paciente efectivamente en esta labor psicológica es condición previa que lo que ha de ser interpretado sea primero mostrado y aclarado. Para analizar una resistencia, por ejemplo,
el paciente tiene que saber primero que hay una resistencia funcionando. Esa resistencia tiene que ser demostrable y el paciente tiene que
verse frente a ella. Entonces hay que enfocar nítidamente la variedad
particular o el detalle exacto de la resistencia. La confrontación y la aclaración son auxiliares necesarios de la interpretación y como tales han
sido reconocidos desde que se amplió nuestro conocimiento de las funciones del Yo (E. Bibring, 1954, p. 763). A veces el paciente no necesita que el analista realice la confrontación, la aclaración o la interpretación porque él puede hacerlas por sí mismo. Otras veces, los tres procedimientos se dan casi simultáneamente, o un relámpago de insight tal
vez preceda a la confrontación y la aclaración
La traslaboración se refiere esencialmente a la repetición y elaboración
TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS
109
de interpretaciones que llevan al paciente del insight inicial de un fenómeno particular a un cambio duradero en reacción o comportamiento
(Greenson, 19656).
La traslaboración hace eficaz una interpretación. Así la confrontación y la aclaración preparan para una interpretación y la traslaboración completa la tarea analítica. Pero es la interpretación el instrumento central y capital del psicoanálisis.
2.6.1.1 Dinámica de la situación de tratamiento
La situación de tratamiento moviliza tendencias conflictivas dentro del
paciente. Antes de que intentemos analizar las resistencias del paciente
sería bueno examinar el alineamiento de las fuerzas que tiene dentro
(véase Freud, 1913b, pp. 142-4; 436-7). Empezaré enumerando las fuerzas que se hallan de parte del psicoanalista y de los procesos y procedimientos psicoanalíticos.
(1) La aflicción neurótica del paciente, que lo impulsa a trabajar en
el análisis, por doloroso que sea. (2) El Yo racional consciente del paciente, que mantiene a la vista los objetivos de largo plazo y comprende las razones de la terapia. (3) El Ello, lo reprimido y sus derivados,
todas las fuerzas que dentro del paciente buscan su descarga y tienden
a aparecer en las producciones del paciente. (4) La alianza de trabajo,
que permite al paciente cooperar con el psicoanalista a pesar de la coexistencia de sentimientos de trasferencia opuestos. (5) La trasferencia
positiva desinstintualizada, que permite al paciente atribuir valor excesivo a la competencia del analista. Basándose en unas pocas pruebas, el paciente aceptará al analista como a un experto. La trasferencia
positiva instintual también puede inducir al paciente a laborar temporalmente, pero eso es mucho menos seguro y puede volverse lo contrario. (6) El Superyó racional, que mueve al paciente a cumplir sus deberes y obligaciones. El "contrato" de Menninger y el "pacto" de Gitelson expresan ideas semejantes (Menninger, 1958, p. 14). (7) La curiosidad y el deseo de conocerse a sí mismo, que mueven al paciente a
explorarse y revelarse a sí mismo. (8) El deseo de progreso profesional
y otros tipos de ambición. (9) Los factores irracionales, como los sentimientos competitivos respecto de otros pacientes, el deseo de sacar provecho a su dinero, la necesidad de propiciación y confesión, todos los
cuales son aliados temporales y poco seguros del psicoanalista.
Todas las fuerzas enumeradas hacen que el paciente labore en la situación analítica. Su valor y eficacia difieren, y cambian durante el curso
del tratamiento. Esto se verá más claramente cuando llegue el mamen-
110
LA RESISTENCIA
to de que estudiemos diferentes problemas clínicos en capítulos subsiguientes.
Las fuerzas que dentro del paciente se oponen a los procesos y procedimientos analíticos pueden descomponerse como sigue:
(1) Las maniobras defensivas inconscientes del Yo, que dan los modelos para las operaciones de resistencia. (2) El temor al cambio y el
afán de seguridad, que mueven al Yo infantil a apegarse a las normas
neuróticas familiares. (3) El Superyó irracional, que exige sufrir para
expiar la culpabilidad inconsciente. (4) La trasferencia hostil, que impulsa al paciente a vencer al psicoanalista. (5) La trasferencia sexual y
romántica, que lleva a los celos y la frustración y en definitiva a una
trasferencia hostil. (6) Los impulsos sádicos y masoquistas, que llevan
al paciente a provocar muchos placeres dolorosos. (7) La impulsividad
y las tendencias de actuación, que impulsan al paciente en dirección
de las satisfacciones rápidas y contra el insight. (8) Las satisfacciones
secundarias producto de la enfermedad neurótica, que incitan al paciente a apegarse a su neurosis.
Éstas son las fuerzas que moviliza la situación analítica en el paciente. Cuando uno escucha a éste, es bueno tener presente esa división
de fuerzas, harto simplificada. Muchos de los artículos enumerados
se examinarán más de cerca en secciones ulteriores de este libro.
2.6.1.2 Cómo escucha el analista
Podría parecer innecesariamente pedante poner por escrito cómo debe
escuchar el psicoanalista. Pero la experiencia clínica nos ha enseñado
que el modo de escuchar éste es un procedimiento tan singular y complejo como la asociación libre para el paciente. Esta cuestión será examinada más a fondo en las secciones 4.2.1.1, 4.2.1.2, 4.2.2.1 y 4.2.2.2.
Aquí trazaremos tan sólo un esbozo a manera de instrucción preliminar.
El analista escucha con tres objetivos en la mente: (1) Trasladar las
producciones del paciente a sus antecedentes inconscientes. Los pensamientos, fantasías, sentimientos, comportamiento e impulsos han de
seguirse hasta dar con sus predecesores inconscientes. (2) Los elementos inconscientes han de ser sintetizados en insights significantes. Fragmentos de la historia pasada y presente, consciente e inconsciente, han
de ser relacionados para dar un sentido de continuidad y coherencia
en función de la vida del paciente. (3) Los insights así obtenidos deben
ser comunicables al paciente. Cuando uno escucha, debe estar seguro
de que el material descubierto será utilizable constructivamente por el
paciente.
TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS
111
La experiencia clínica ha sugerido unas cuantas líneas directrices fundamentales para la realización de esos objetivos divergentes (Freud,
1912b, pp. 111-17). (1) Uno escucha con una igual atención flotante.
Uno no hace un esfuerzo consciente para recordar. El analista recordará los datos importantes si pone atención y si el paciente no está agitando las propias reacciones trasferenciales del analista. La atención
no selectiva ni dirigida tenderá a excluir las propias deformaciones tendenciosas y permitirá, por añadidura, al analista seguir el hilo del paciente. Desde esa posición, libremente flotante, el analista puede oscilar y realizar fusiones entre sus asociaciones libres, su empatía, intuición, introspección, pensamiento solucionador de problemas, conocimiento teórico, etc. (Ferenczi, 1928b; Sharpe, 1930, capítulo II).
Todas las actividades que estorban la capacidad de realizar las dichas oscilaciones han de ser evitadas. El analista no debe tomar notas
si eso estorba su atención libremente flotante. Las notas palabra por
palabra son evidentemente contraindicadas, ya que eso falsearía su intención principal. El analista es ante todo entendedor y promotor de
insight. No es esencialmente registrador ni colector de datos de investigación (Berezin, 1957). Para escuchar eficazmente, uno debe atender
también a sus propias respuestas emocionales, que a menudo le darán
indicios importantes. Por encima de todo, el analista tiene que estar
atento a sus propias reacciones de trasferencia y resistencia, que pueden estorbarle o ayudarle a entender las producciones del paciente.
La situación analítica es esencialmente terapéutica. El analista ha de
administrar insight y comprensión para los fines terapéuticos. Escucha
para obtener insight y lo hace desde una posición de atención libremente flotante, con respuestas emocionales restringidas, compasión y paciencia. Todas las demás empresas científicas han de hacerse a un lado, con el propósito de ejecutar limpiamente estas complicadas tareas.
2.6.2
EL RECONOCIMIENTO DE LA RESISTENCIA
La primera tarea del analista consiste en reconocer que hay una resistencia. Esto puede ser sencillo cuando la resistencia es patente, como
en los ejemplos clínicos citados en la sección 2.2. Es más dificil cuando
la resistencia es sutil, compleja, vaga o egosintónica para el paciente.
En los últimos casos, el paciente tal vez complique nuestra tarea tratando de encubrir el hecho de que está rehuyendo algo. O quizá sea
dificil de determinar la situación porque el material del paciente contenga una mezcla de algún contenido inconsciente del Ello con resis-
112
LA RESISTENCIA
tencia. La observación intelectual del paciente ha de completarse con
la empatía del analista para descubrir esas sutiles resistencias. La experiencia clínica y la labor psicoanalítica bajo la supervisión de un analista experto son los mejores modos de aprender a reconocer esas complejas manifestaciones de resistencia. De todos modos, me gustaría
ilustrar el problema del descubrimiento de resistencias con un ejemplo clínico para señalar algunos puntos técnicos.
Un profesional de treinta y dos años de edad que lleva en análisis unos seis
meses empieza su visita del lunes diciéndome que está cansado, tiene dolor de
cabeza y se siente algo irritable, pero no puede precisar nada. El fin de semana
fue aburrido y aun algo deprimente. Su hija se mojó en la cama por primera
vez desde hacía meses y su hijo tuvo una recurrencia de una infección en el
oído. El paciente también se hacía en la cama de niño y recuerda cómo lo humillaba su madre por ello. Su hija no soportaba lo que él tuvo que soportar.
Su esposa es una niñera mucho más considerada de lo que fuera su madre.
Naturalmente, este tipo de responsabilidad es muy cansado y no puede culpar
a su mujer por estar tan fatigada siempre. No obstante, ella estaba siempre
dispuesta a las relaciones sexuales y aun hacía cosas extraordinarias por darle
gusto. Se ofrecía a mamarle el pene, y lo hacía, aunque no muy bien. Tal vez
su preferencia por que se lo mamen es una señal de homosexualidad. Sucedió
en la visita del viernes, cree. Sí, habíamos hablado de su interés en comparar
el tamaño del pene con otros hombres. Esta idea le había atormentado cuando
tenía cita con otras mujeres. ¿Preferían a otros que tuvieran el pene más
grande? Su hijo parece estar "bien dotado", y tal vez no tenga los problemas
sexuales que hubo de padecer el paciente. Alguien dijo una vez que "la anatomía es destino". Pero él nunca ha creído en axiomas y siempre despreció
la religión.
Lo que antecede es un extracto de lo más importante que dijo en unos cuarenta minutos. Escuchándolo alcancé a distinguir un matiz depresivo y colérico, y el material parecía concordar con ese talante. El fin de semana había sido
aburrido, la hija se había orinado en las sábanas, el hijo estaba enfermo, la
esposa sólo era medianamente agradable en lo sexual, otros hombres tenían
el pene más grande y el destino no había sido muy generoso con él. Siguiéndolo en sus asociaciones esperaba el afloramiento de algún impulso colérico o depresivo subyacente en diferentes momentos de la sesión y no intervine. Pero
no sucedió así. Me pareció que el paciente se debatía con alguna fuerte emoción latente, pero su material parecía señalar hacia posibilidades significantes
muy diferentes.
¿Estaba enojado con su madre, su destino, su esposa, o estaba todo ello relacionado conmigo? ¿Se sentía más enojado que dolido o deprimido? Yo no tenía certeza acerca del contenido subyacente más importante que buscaba descargarse, ni de si al final se manifestaría solo o se corroborarían las resisten-
TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS
113
das. Por eso lo dejé proseguir casi hasta el final de la hora. En ese punto decidí
intervenir porque pese a la presencia de algunos derivados inconscientes, parecía haber una considerable cantidad de resistencia y sin embargo su Yo razonable debía ser accesible a una interpretación.
Le dije: "Siente usted que su madre lo trató mal, y lo mismo su esposa, sus
hijos y el destino. Parece ligeramente deprimido y enojado, pero como que refrena sus sentimientos." Apenas pudo el paciente esperar que yo acabara y me
soltó: "Sí, hay más. Mientras usted hablaba me disgustaba y enfurecía su tono
meloso. Después recordé que antes de la sesión del viernes estaba furioso con
usted por tenerme esperando mientras dedicaba parte de mi tiempo a alguna
paciente bonita. Creo que no lo mencioné en aquella sesión, pero recuerdo que
lo pensé después de irme. Cuando manejaba mi coche de vuelta a la casa di
un giro equivocado y casi choco con otro. Aquella noche al dormirme tenía
una sensación peculiar en las manos, como si estuvieran paralizadas. Pensé que
tal vez necesitaría matar a alguien para curarme. Tal vez lo que necesite sea
una explosión de cólera en su presencia. A veces siento que me gustaría retorcer el cuello a todos ustedes, las gentes bondadosas. Son ustedes más hipócritas
que yo, porque yo al menos tengo la decencia de presentar síntomas."
Creo que la reacción del paciente indica que yo estaba en lo cierto
cuando reconocí la presencia de una resistencia y la señalé. Podía haber intervenido en momentos anteriores de la sesión e intentado perseguir alguno de los temas que él presentaba. Por ejemplo, pude haber
tratado de hacerle explorar cómo lo había humillado su madre, o su
temor a la homosexualidad, que ya había aparecido en la sesión del
viernes, o su resentimiento por haberlo defraudado el destino. Pero tuve la sensación de que estaba revoloteando por encima de algunas emociones e impulsos que pugnaban por emerger; por eso decidí enfocar
la pugna, o sea la lucha entre los impulsos inconscientes que buscaban
descargarse y las resistencias que se les oponían. Esta lucha es lo que
apareció más claramente en la superficie en su asociación libre. Nuestra tarea es más sencilla cuando prevalece una u otra cosa de modo
bien marcado, como en los ejemplos clínicos de la sección 2.2 o en las
llamadas "sesiones buenas", en que los derivados son cada vez menos
deformados. Al escuchar al paciente, nuestra primera obligación es determinar si predominan los derivados inconscientes, o sea el "contenido", o las fuerzas de resistencia, o bien si estamos ante un empate.
Esto nos lleva a la siguiente cuestión: ¿cómo se reconoce la resistencia cuando el material no está muy claro? La respuesta se basa en nuestro
entendimiento de la asociación libre y la oportunidad que ofrece al analizando. Al pedir a éste que deje llegar las cosas a la mente y que las comunique sin la censura social sólita, tratamos de descartar las resisten-
114
LA RESISTENCIA
cias conscientes. El resultado revela la lucha entre las resistencias más
inconscientes y los derivados inconscientes del Ello que logran descargar. Fenichel (1941, p. 34) empleaba la analogía de soltar la aguja de
una brújula y verla oscilar a uno y otro lado. Hay dos señales de trastorno posible: la aguja no queda quieta sino que sigue moviéndose, o
bien se aquieta demasiado pronto, demasiado directamente. En el primer caso, en que la aguja no cesa de oscilar, el paciente habla de cosas
heterogéneas que no se localizan en torno a algún impulso inconsciente ni algún denominador común en busca de expresión. La localización se efectuaría si no hubiera en obra resistencias importantes. Cuando
la aguja se para con demasiada exactitud y rapidez, podemos suponer
que el paciente tiene un programa consciente y está omitiendo los pensamientos errantes que deberían surgir si su asociación se hiciera con
relativa libertad.
He observado que es útil preguntarse al escuchar al paciente: ¿va
hacia algo inconscientemente importante, o en dirección contraria? ¿Se
está ahondando el material o haciéndose somero? ¿Está el paciente añadiendo algo significativo o está rellenando la sesión de paja? Si parece
ir hacia algo, me quedo quieto hasta ver algo claro. Si parece apartarse
de algo, espero hasta que el hecho esté suficientemente claro, y entonces lo reconozco como resistencia y procedo a laborar con ella. A veces
me hallo en la incertidumbre. Por lo general, en este caso digo al paciente al final de la sesión que no veo claro lo que está desarrollándose.
2.6.3
LA CONFRONTACIÓN, MANIFESTACIÓN DE RESISTENCIA
El primer paso del procedimiento general para analizar la resistencia
se dedicaba a una descripción de lo que el analista debe hacer por sí
antes de poder laborar con su paciente en las resistencias. Los puntos
siguientes son todos lo pasos que el analista trata de dar en unión de
su paciente. Para decirlo brevemente, nuestra tarea es lograr que el
paciente entienda que está resistiéndose, por qué se resiste, a qué se resiste y cómo se resiste.
El señalar la resistencia puede ser un paso relativamente simple y aun
innecesario si la resistencia es evidente para el paciente. Si éste no es
el caso, si el paciente no tiene conciencia de su resistencia, es esencial
poner al paciente frente al hecho de que hay una resistencia antes de
seguir adelante. La capacidad que tenga el paciente de reconocer una
resistencia dependerá de dos cosas: el estado de su Yo razonable y la
intensidad de la resistencia. Un Yo muy razonable reconocerá la más
TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS
115
pequeña resistencia y un Yo poco razonable exigirá pruebas abrumadoras para convencerse. Nuestra tarea consiste en calcular, por la observación y la empatía, la condición del Yo razonable del paciente para determinar hasta qué punto ha de llegar la demostración de la resistencia para que el paciente la reconozca como tal. La confrontación
del paciente sólo debe emprenderse cuando hay probabilidades de que
tenga significado para él y cuando él no logre nada en su intento de
negarla o minimizar su validez. La demostración prematura de la resistencia no sólo es perder el tiempo sino además disipar material que
podría ser eficaz en algún momento ulterior. Por clara que parezca la
prueba de la resistencia, el factor decisivo es si la confrontación tendrá
algún significado para el paciente. Veamos un ejemplo sencillo:
Una paciente, a poco de empezado su análisis, llega con unos minutos de retraso a su cita y explica casi sin aliento que le fue dificil encontrar un lugar
donde estacionarse. En este momento sería un error decirle que eso es una resistencia. Ante todo, uno podría equivocarse y su intervención distraería a la
paciente del contenido real que estaba dispuesta a comunicar. Pero además,
se habría desperdiciado una oportunidad potencialmente valiosa utilizando un
hecho dudoso que la paciente podría fácilmente negar. Esperando en silencio,
y si la idea que uno tenía era acertada, a esa pequeña resistencia se añadirán
otras. La paciente a que me estoy refiriendo se quedó callada en diferentes intervalos de la sesión. Después dijo que se le había olvidado el sueño de la noche
anterior. Nuevo silencio. Mi silencio había permitido que creciera su resistencia,
y con ella la probabilidad de que no pudiera negar mi posterior confrontación.
Con el fin de incrementar la demostrabilidad de una resistencia, es
aconsejable dejar que se desarrolle. Para ello, el silencio es el método
mejor. Pero a veces uno puede utilizar otro procedimiento para incrementar la resistencia y la demostrabilidad. Veamos también aquí un
ejemplo clínico:
Un joven, el señor S, llega a su sesión al principio de su análisis y empieza diciéndome: "Pues la noche pasada tuve una experiencia conyugal bastante buena
con mi esposa. Muy satisfactoria por ambas partes." Y prosigue hablando con
bastante reserva de cómo goza "haciendo el amor" con su esposa, y a continuación habla de cosas más bien inocuas. Intervengo y digo: "Mencionó usted
antes que había gozado de una 'experiencia conyugal' la noche pasada. Por
favor explíqueme lo que entiende por 'experiencia conyugal'." El paciente vacila, enrojece y después empieza entrecortadamente a explicar, hace una pausa
y dice: "Creo que usted quiere que yo sea más concreto..." y una nueva pausa.
Respondo ahora: "Parece que usted se avergüenza cuando se trata de hablar
116
LA RESISTENCIA
de cosas sexuales." El paciente pasa entonces el resto de la hora describiendo
sus dificultades para hablar del sexo. Ha empezado a laborar con sus resistencias.
Para mí era evidente que el paciente se mostraba muy reacio a hablar de su "experiencia conyugal" pero sin embargo trataba de pasar
por encima de eso y proseguir hablando de trivialidades. Yo iluminé
su renuencia pidiéndole precisamente más detalles de aquella parte de
su material. Entonces era insoslayable la existencia de la resistencia.
Procedimos, pues, a laborar con su resistencia a hablar de materias sexuales, el tema de vital importancia en aquella sesión.
Las dos ilustraciones muestran los dos métodos de facilitar la demostración de las resistencias incrementando la resistencia: el silencio del
analista y su petición de mayores detalles en torno al punto resistente.
Estos métodos avivarán la resistencia y la harán reconocible para el renuente Yo razonable del paciente. Pidiendo al paciente que advierta
su renuencia a hablar de las cosas sexuales, el analista ha hecho cambiar la situación conflictiva para el paciente diciendo de hecho: "No me
hable del sexo pero sí de cómo le cuesta hablar del sexo." Tenemos que
analizar su resistencia a hablar de cosas sexuales antes de poder analizar
eficazmente sus problemas sexuales. Además, no podrá presentar un cuadro inteligible de sus problemas sexuales si no puede comunicarse eficazmente al respecto.
Otro procedimiento para ayudar al paciente a reconocer la presencia de las fuerzas de resistencia es señalar todas las pruebas clínicas.
En el caso de la señora que llegó unos minutos tarde a su visita porque
no hallaba dónde estacionarse, yo esperé que hubiera al menos otros
dos signos de resistencia. Entonces intervine diciendo: "Parece usted
estar rehuyendo algo. Llega usted un poquito tarde, después se queda
callada y ahora me dice que ha olvidado su sueño." La misma paciente está ahora convencida de que huye. Si yo hubiera intervenido al menor signo, ella hubiera podido obviarlo con cualquier racionalización.
Debe notarse que yo me conformo con señalar lo que me hizo deducir
que ella se resistía. No insistí en que estuviera resistiendo. Le insinué
la posibilidad de que así fuera. Si lo hubiera negado, yo no hubiera
tratado de convencerla basándome en la prueba clínica. Me hubiera
quedado callado para observar si trataba de encubrir las resistencias
o si se manifestaban aún más fuertemente. Sólo a un Yo razonable se
le puede demostrar algo... hay que esperar a que aparezca un Yo razonable o a que las pruebas sean tan abrumadoras que el Yo razonable
más insignificante tenga que reconocerlas.
TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS
117
2.6.4 LA ACLARACIÓN DE LA RESISTENCIA
Sigamos con el procedimiento para analizar una resistencia. Hemos hecho ver al paciente que tiene una resistencia. ¿Qué hacemos ahora?
Nos quedan tres posibilidades: (1) ¿Por qué huye el paciente? (2) ¿De
qué huye el paciente? (3) ¿Cómo huye el paciente? Las dos primeras
preguntas, el por qué y el de qué pueden considerarse juntas el motivo de la resistencia. La cuestión de cómo se refiere al modo o los medios
de la resistencia. Es indiferente que persigamos el uno o el otro, el motivo o el modo de la resistencia. En uno u otro caso, el análisis procederá aclarando la cuestión objeto de escrutinio. Trataremos de concentrar nuestra atención en el proceso psíquico que queremos analizar. Escogeremos y aislaremos cuidadosamente el motivo o modo particular
de resistencia que intentamos explorar. Habrá que extraer los detalles
significantes y separarlos cuidadosamente de la materia extraña.
Empezaré aclarando el motivo de la resistencia porque, en igualdad
de condiciones, precede al modo de resistencia, ya que es más productivo. Sólo cuando notamos que el medio de resistencia es notable o insólito empezaremos con esa cuestión. O si ya hemos deducido del material por qué y de qué huye el paciente, exploraremos el método que
está empleando.
La cuestión de por qué resiste el paciente puede reducirse a la de
qué afecto doloroso está tratando de evitar. La respuesta a esta cuestión suele estar más cerca de la conciencia que la respuesta a la cuestión de qué impulsos instintuales o qué recuerdos traumáticos contribuyen al afecto doloroso. Como ya dijimos, el motivo inmediato de la
defensa y la resistencia es evitar el dolor, o sea los afectos dolorosos.
El paciente resistente trata de soslayar alguna emoción dolorosa, como
angustia, sentimiento de culpabilidad, vergüenza o depresión, o alguna combinación de ellas. A veces, a pesar de la resistencia, el afecto
doloroso es patente porque el paciente se conduce de un modo que es
característico de ese tipo de afecto. Por ejemplo, un paciente que habla
con vacilación o con frases hechas o que divaga con trivialidades tal
vez delate su sentimiento de vergüenza enrojeciendo o cubriéndose la
cara con las manos, volviendo la cabeza para que no le podamos ver
ninguna parte de la cara, cubriéndose la región de los genitales con
las manos o cruzando de pronto firmemente los muslos. El comportamiento de ocultación indica vergüenza. El temblar, sudar, la lengua
y la boca secas, la tensión muscular, la rigidez o los estremecimientos
pueden ser señales de miedo. En un paciente que ha estado hablando
con un tono de voz lento y plañidero, las mandíbulas apretadas, el sus-
118
LA RESISTENCIA
pirar, el silencio, la dificultad para tragar y los puños tensos quizá indiquen una lucha contra las lágrimas y la depresión.
En todos estos casos, yo trato de descubrir las reacciones corporales,
no verbales, que se están produciendo, que nos proporcionan a veces
indicios acerca del afecto doloroso concreto con que lucha el paciente.
Digo: "Parece usted embarazado, asustado, o triste, o a punto de llorar." Digo que parece; ¿por qué no afirmo? En primer lugar, porque
podría equivocarme y, en segundo, porque deseo darle una oportunidad si la necesita. Después, tal vez afirme algo más, si estoy bastante
seguro de acertar, o si se trata de discutir su renuencia a laborar con
las resistencias.
Si no puedo averiguar el afecto doloroso en cuestión, preguntaré simplemente: "¿Qué sentimientos trata usted de soslayar?" o "¿Cómo se
sentía cuando estaba tratando de describirme su experiencia sexual de
la noche pasada?" o "¿Qué siente usted estando ahí acostado y
callado?"
Tengo que mencionar aquí algunos puntos técnicos de importancia.
Mi lenguaje es simple, claro, concreto y llano. Empleo palabras que
no puedan entenderse mal, que no sean vagas ni evasivas. Cuando estoy tratando de determinar el afecto particular con que tal vez esté debatiéndose el paciente, trato de ser tan específico y exacto como me
sea posible. Escojo la palabra que parece representar lo que está desarrollándose en el paciente, la palabra que refleja la situación del paciente en ese momento. Por ejemplo, si me parece que el paciente está
sintiendo un afecto como si fuera un niño, si parece angustiado como
un niño, diré: "Parece usted asustado", porque ésa es la palabra de
la infancia. Nunca diría "parece usted aprensivo" o "receloso" porque eso no cuadraría, porque son palabras de adultos. Además, "asustado" es gráfico, suscita imágenes y asociaciones, mientras que "aprensivo" o "receloso" son insulsos. Emplearé palabras como avergonzado o tímido si el paciente parece debatirse con sentimientos de vergüenza
del pasado. Pero no hablaría de humillación, abatimiento o humildad.
Además, trato de calcular la intensidad del afecto lo más exactamente
posible. Si el paciente está muy bravo, no diré que "parece enojado"
sino "furioso". Empleo la palabra corriente y descriptiva para expresar la cantidad y calidad de afecto que creo en funciones. Diré cosas
como: parece usted irritable, o nervioso, o malhumorado, o ceñudo,
o grave, o agresivo, o furioso, para describir diferentes géneros de hostilidad. Son muy diferentes las asociaciones de "malhumorado" y las
de "hostil". Al tratar de descubrir y esclarecer el afecto doloroso específico y los recuerdos asociados con él, la palabra que uno emplea debe
TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS
119
ser acertada en tiempo, cantidad, calidad y tono. Diremos más al respecto cuando tratemos de las interpretaciones de trasferencia y el tacto
en la sección 3.9.4.3 y en el tomo u.
Así como tratamos de esclarecer el afecto que causa la resistencia,
trataremos de aclarar el impulso que causa el afecto, si se presentare
en el análisis.
Pongamos un ejemplo. Un paciente que lleva más de tres años en análisis y
que suele tener poca dificultad en hablar de cosas sexuales, súbitamente parece
evasivo cuando describe el coito ocurrido aquella mañana temprano con su esposa. Está claro que algo de lo sucedido lo turba. Decido darle una oportunidad de aclarárselo a sí mismo. Finalmente declara: "Me resulta difícil decirle
que tuvimos un jugueteo anal esta mañana." Pausa y silencio. Como en general yo tenía una buena alianza de trabajo con él, voy directamente al grano
y repito interrogante: "jugueteo anal?" El paciente traga saliva y suspira y
replica: "Sí, me dieron ganas de meterle el dedo en el ano, en el ojete quiero
decir, y maldito si lo entiendo, porque a ella no parecía gustarle, pero yo persistí. Quería meterle algo por la fuerza y contra su voluntad, quería meterme
en ella rompiéndole algo, desgarrarla de alguna manera. Quizá estuviera enojado con ella sin saberlo o tal vez ni fuera con mi esposa. Pero quería hacerle
daño allí dentro."
Es éste un ejemplo de aclaración parcial de un impulso instintual, en particular el esclarecimiento del objetivo instintual. En este caso, el objetivo era infligir daño intrusivo y desgarrante a una mujer "allá abajo". Durante el resto
de aquella sesión y en la siguiente logramos aclarar aún más. La mujer que
en su fantasía quería lastimar era su madre, y quería desgarrarle la "cloaca",
de donde él imaginaba que había nacido su hermanito cuando él tenía tres años.
Los demás significados de esta actividad, en particular los relacionados conmigo, su "anal-ista", nos /levarían demasiado lejos.
Así como hemos esclarecido el afecto doloroso o el impulso prohibido que motiva una resistencia, así podría ser necesario esclarecer el modo
de una resistencia, el cómo se resiste el paciente. Antes de que podamos
explorar la historia inconsciente de los medios que el paciente emplea
para resistir tenemos que estar seguros de que el objeto de la discusión
está perfectamente definido para el paciente y el material extraño y ambiguo se ha separado analizando.
Por ejemplo, uno de mis pacientes, el profesor X, biólogo muy inteligente y
que sabe expresarse perfectamente, tiene un modo extraño de comunicar su
sueño. Empieza la sesión declarando que tuvo un sueño interesante la noche
pasada y "usted estaba allí, y estaba ocurriendo algo sexual". Después reflexiona un momento en silencio y dice: "No estoy seguro de que fuera anoche,
120
LA RESISTENCIA
tal vez fue esta mañana. Fui a una gran aula y no había lugar para mí. Me.
sentí turbado por llegar tarde, como me suele suceder ahora cuando llego con
retraso a una reunión. La última vez que sucedió esto tenía que ir a una pequeña oficina cercana y me acerqué una sillita y me sentí hecho un tonto. Así
solía sentirme cuando tenía que ir a una de las clases de mi padre, cuando enseñaba en la escuela de verano. Sus clases eran grandes y los alumnos mucho
mayores en edad que yo. Era un maestro excelente, pero creo que a él también
le imponían los estudiantes, o quizá fuera proyección mía. Ahora pienso que
tal vez tenía también tendencias homosexuales que le hacían sentirse incómodo, o quizá sea esto también proyección mía. Sea como quiera, yo estaba en
aquella gran aula, que se trasformó en una sala de cine. Algo no funcionaba
en la, película y yo estaba furioso con el proyeccionista. Cuando fui a regañarlo
vi que estaba llorando. Tenía ojos grandes y amables como de griego, y aquí
es donde entra usted. Al menos eso es lo que se me ocurrió cuando me desperté
esta mañana. Aquellos grandes párpados caídos rebosantes de lágrimas me recordaron a usted y si pienso en un hombre que llora, me hace sentir suave y
amable y supongo que eso tiene relación con la homosexualidad y con mi padre, aunque no puedo recordar que mi padre llorara. Siempre estaba tan absorto en su trabajo y sus aficiones, y sólo manifestaba emoción con mi hermana y mi hermano mayor. Mi hermana estaba en el sueño, en aquella parte en
que yo estaba en el cine. Cuando el cine se oscureció y no había nada en la
pantalla, ella me dijo que no debíamos haber ido allí. Fue entonces cuando
me enojé con usted. Hubo un tiempo en que mi hermana quiso ser actriz; de
hecho, solíamos actuar juntos y ella hacía de hombre y yo de mujer. Ahora que
lo recuerdo, en el aula casi todos eran muchachos y en el cine casi sólo había
muchachas, etcétera."
Es ésta una muestra de un modo particular de resistencia que el paciente
dejó ver al comunicar sueños o contar un incidente de su vida actual o pasada.
Nunca contó el incidente exactamente como había ocurrido sino que solía empezar por el medio, de ahí pasaba al principio, luego al fin, entreverado todo
con asociaciones y algunas interpretaciones y a continuación introducía detalles del principio, del medio o del fin que había omitido. No me gustaba interrumpirlo porque no quería turbar la corriente de sus asociaciones. Pero yo
nunca estaba seguro del contenido manifiesto que me comunicaba ni de cuáles
eran sus asociaciones. Nunca estuve seguro de haber oído entero el sueño o
el incidente que me narraba, y si le preguntaba, en sus respuestas había mezcla de hechos, fantasía y asociaciones.
Finalmente le pregunté si se daba cuenta del hecho de que no podía contar
sencillamente un sueño o un incidente de su vida desde el principio hasta el
fin sino que empezaba por el medio y describí en detalle el modo que tenía
de comunicarse. Al principio protestó débilmente que él creía que lo que debía
hacer era decir las cosas según se le iban ocurriendo, pero sonrió y suspiró al
cabo de un ratito y dijo que ya sabía esa tendencia suya a "revolver" los cometidos o las tareas. Después, espontáneamente dijo que nunca leía un libro desde el comienzo, sino que solía empezar por el medio, iba leyendo a trozos hacia
TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS
121
el final, y después hacia el principio. En la facultad, y tenía muchos años de
excelentes estudios de posgraduado, nunca empezó las tareas que le daban para casa desde el principio, sino por el medio o el final. En otras esferas de actividad hacía lo mismo. Estando en la primaria se puso a escribir un libro sobre
matemáticas superiores, y siendo principiante en su profesión empezó a enseñar a hombres de mucha más edad que él.
Describiré algunos de los determinantes inconscientes y significados
de este modo de resistencia en la sección 2.6.5.2, pero permítaseme
decir aquí que el meollo de la cuestión tenía relación con el hecho de
que su padre era un profesor y académico muy conocido, y toda la familia era famosa por su aplicación al estudio. Por el momento lo que
quiero subrayar es cómo el esclarecimiento del modo de resistencia fue
el punto de partida para muchos importantes insights de los factores
inconscientes.
2.6.5
LA INTERPRETACIÓN DE LA RESISTENCIA
2.6.5.1 Interpretación del motivo de la resistencia
Debo interpolar aquí que a veces no le es necesario al analista señalar
y esclarecer la resistencia porque el paciente se encarga de ello espontáneamente. Estos pasos no van necesariamente en el orden descrito,
puesto que los dos sucesos pueden darse más o menos simultáneamente. Cuando la resistencia es ya demostrable y clara, estamos listos para
interpretar los determinantes inconscientes. Significa esto que tratamos
de descubrir los impulsos instintuales ocultos, las fantasías o los recuerdos
culpables de la resistencia. (En cuestiones de psicoanálisis es costumbre designar con el nombre de "contenido" los impulsos inconscientes
reprimidos o fantasías o recuerdos arrumbados que determinan un hecho psíquico dado.) Al analizar el motivo de una resistencia intentaremos explorar el contenido causante del afecto doloroso que ocasionó
la resistencia.
Volvamos al paciente S de la sección 2.6.3, que se puso vergonzoso cuando
quiso hablar de su "experiencia conyugal". A fin de entender su embarazo trataremos ahora de descubrir qué impulsos, fantasías o sucedidos históricos estaban relacionados con lo que manifestaba de cuestiones sexuales. La exploración del contenido podría' llevarnos a sentimientos, impulsos y fantasías que
se presentaron mientras hablaba en la sesión, a reacciones de_trasferencia o a
su historia pasada, o bien de uno a otro. Por lo general dejamos al paciente
decidir qué camino tomará y le hacemos una pregunta que deja bastante mar-
122
LA RESISTENCIA
gen, como: "¿Qué se le ocurre cuando piensa en hablar del sexo?"
El tímido señor S de la "experiencia conyugal" respondió a mi pregunta y
empezó a relatar que lo sexual se consideraba tema sucio y prohibido en su
casa, que lo regañaban si preguntaba cómo nacían los niños, y le contestaban
que eso no era un asunto propio para un chico decente, etc. Posteriormente
superó su timidez con los compañeros de estudio, pero todavía reacciona tímidamente cuando surgen las cuestiones sexuales con un extraño o una persona
de autoridad. Esto hizo entonces que él me sintiera como extraño y autoridad.
Aunque intelectualmente él sabía que yo debía estar familiarizado con todo tipo de experiencias sexuales, reaccionaba como si yo fuera muy gazmoño y lo
fuera a regañar. Interpreté para él que en el momento en que mencioné lo sexual me había convertido en figura paterna y él en niñito. Si el paciente no
hubiera dejado derivar espontáneamente sus pensamientos hacia mí y hubiera
hablado sólo de su turbación en el hogar, yo le hubiera dicho antes de terminar
la sesión: "Y ahora usted reacciona como si yo fuera su padre y se turba."
El análisis de las resistencias siempre debe comprender el análisis de la resistencia de trasferencia, tema que será elucidado en el capítulo 3.
El análisis ulterior de la turbación del señor S al hablar del sexo ocupó un
período de varios años. En el proceso de traslaboración descubrimos que sentía
como que debía ocultar su interés sexual porque temía ser considerado hipersexuado. Esto tenía conexión con los recuerdos infantiles de jugueteos sexuales
con sus hermanas y fantasías sexuales en relación con su madre. Sus fantasías
masturbatorias estaban relacionadas con la contemplación de "gente mayor"
en el coito y después la contemplación de cómo los flagelaban. Tenía también
deseos masoquistas, hondamente reprimidos, de ser flagelado, así como una
tendencia a identificarse con el papel de la mujer. El señor S sentía gran angustia en su relación con los hombres, ya que estaba pleno de impulsos instintuales, tanto hostiles como sexuales. Además, no estaba seguro de su identidad
genérica, de su esencia masculina. Éste es un relato condensado del análisis
de los motivos para su resistencia a hablar de lo sexual.
Pero volvamos al análisis del motivo para la resistencia. El paciente
es esquivo porque desea rehuir algún sentimiento doloroso. Pero ¿qué
contenido, qué material provoca el afecto doloroso? El hombre de la
"experiencia conyugal" revelaba el contenido tratando de hablar de
lo sexual a pesar de su timidez. En este caso, estaba claro que la causa
inmediata de la turbación y la resistencia era el material sexual. Pero
hay casos en que no es tan claro ni por qué ni a qué se resiste el paciente. Un paciente a veces está toda una sesión más o menos callado, sin dar ningún indicio de lo que está ocurriendo ni por sus reacciones corpóreas ni por sus expresiones faciales.. Según mi experiencia,
este caso es raro. El silencio absoluto y la ausencia de expresión corpórea y facial parecerían ser indicio de fantasías acerca de la muerte, el
coma o un sueño profundo. En las dos ocasiones que sucedió en mi
TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS
RESISTENCIAS
123
práctica significaba una combinación de rabia asesina y suicidio (Greenson, 1961).
Supongamos que hemos laborado primeramente con el porqué y que
hemos descubierto el afecto doloroso específico pero todavía no tenemos indicaciones acerca de lo que lo provocó.
Otro ejemplo: una paciente joven, la señora K, mencionada anteriormente (sección 1.2.4) en su tercer año de análisis, había estado laborando muy productivamente y después viene una sesión en que da muestras de considerable resistencia. Empieza la hora diciendo que no sentía ganas de acudir a la visita, que
no se le ocurría nada, que por qué no le doy alguna indicación acerca de qué
podría decir, su vida se desarrolla perfectamente tranquila, su bebé es estupendo, su nuevo departamento cómodo, tal vez debería seguir adelante sola, en
realidad no necesita proseguir el análisis, había ido a una galería de arte y no
había comprado nada, tenía cita con un "intelectual", los hombres con quienes se encuentra son "intelectuales" o "idiotas" „ , y así sucesivamente, entreverado el todo con breves silencios. Yo advertía en su tono un dejo de irritabilidad y fastidio. Por eso al cabo de unos diez minutos intervengo y digo: "Parece usted enojada." Responde: "Creo que sí, pero no sé por qué." Digo: "Algo la irrita. Tratemos de encontrarlo. Deje usted que sus pensamientos vaguen
de acá para allá con la idea 'algo me fastidia'."
La paciente queda callada un momento y luego dice súbitamente: "Oh, olvidaba decirle que mi madre me telefoneó la noche pasada desde Nueva York."
Entonces procede a contarme la conversación telefónica y sus reacciones a ella
con un tono acerado, frío y un ritmo pomposo y espasmódico. La madre le
había reprochado el que no le escribiera, y la paciente estaba furiosa, pero se
controlaba y sólo actuaba distante y desdeñosamente. Dice con amargura que
le enviará a su madre el cheque acostumbrado, pero que la ahorquen si le escribe. Pausa, silencio. "No tengo intenciones de volver a enredarme con ella...
aunque sé que usted querría... Dice usted que eso sería bueno para mi análisis
y quizá tenga razón, pero no puedo, y no lo haré, y tampoco quiero complicarme con usted."
Guardo silencie. Recuerdo que en la sesión anterior me había hablado de
una cita que había tenido con un joven artista, que le pareció interesante y
aun fascinante, pero con algo que le repelía. En aquella sesión no descubrimos
a qué se debía el sentimiento de repulsión. La paciente pasa a hablarme de
su hija de dos años, de cómo le gusta jugar con ella, y cuán hermoso es el cuerpo de la pequeña, no feo como el de una mujer mayor, y cómo le gusta bañarla. Se detiene y de pronto recuerda un sueño: Era miembro de las mujeres ranas que debían ir al puerto de Moscú y grabarse en la memoria lo que vieran
bajo el agua. Ésta estaba fría y oscura, pero la protegía su traje de caucho.
Había el peligro de que algo estallara y tenía que darse prisa para salir de
allí. Tenía la idea de que debía acabar para las cuatro.
Las asociaciones de la paciente la condujeron a un cuento que había oído
124
LA RESISTENCIA
de que /as personas que mueren dormidas mueren a las cuatro de la mañana.
Tal vez tema ella que yo muera, porque ha sabido que ando mal del corazón.
Cuando despertó, le dolía la bóveda del paladar, seguramente la había estado
rozando con la lengua en el sueño. Es éste un problema a cuyo fondo nunca
hemos llegado. Le duele el estómago. Se siente tensa. Debiera laborar en esto,
pero se siente cansada y deprimida. Silencio. En este punto digo: "En su mente inconsciente usted tiene miedo de lo que va a hallar bajo el agua. Está asustada, por eso se pone el traje de caucho, por eso no quiere tentar las cosas,
por eso no quiere enredarse... ¿en qué?"
La paciente piensa un momento y dice: "Tengo la tentación de correr, de
volver a ser como antes del análisis, aburrida y vacía. Estoy cansada de pelear
y buscar, quiero descansar y no preocuparme. Usted me apremia, y yo quiero
que el trabajo lo haga usted. Anteayer tuve una fantasía de que tenía cáncer
en la laringe y no podía hablar y entonces usted tenía que hacer toda la labor."
Pausa.
Replico: "Usted está enojada conmigo porque yo no le doy gusto, porque
no la mimo, porque no soy su madrecita buena." La paciente me grita literalmente: "No diga esa palabra, no la aguanto. La odio y a usted también. Efectivamente, usted quiere ayudarme, pero no quiere hacer el trabajo por mí; yo
quiero que sea usted cordial y amable. Y usted nada más trabaja, trabaja y
trabaja [pausa]... Supongo que tiene usted razón. Yo quisiera que usted cuidara de mí como yo de mi bebé. Sabe usted, ayer, cuando la estaba bañando,
Contemplaba sus genitales, su vulva, y parecía tan hermosa, como una flor, como una fruta apetitosa, un durazno. Se la hubiera besado, sólo que sé que eso
no sería bueno para ella." Digo simplemente: "¿Para ella?" La paciente prosigue: "Bueno, no precisamente para ella, creo que también para mí. Eso me
recuerda aquel artista, ya sabe, con el que tuve cita hace unos días. Fuimos
a la playa y observé que sus muslos eran muy carnosos y su trasero también,
como el de una mujer. Tal vez fuera eso lo que me repugnó." Respondo: "Y
la fascinó también. Ése era el puerto peligroso que temía usted hallar bajo el
agua. Era de eso de lo que huía." La paciente: "Compré a mi hija un bikini
de baño, y se ve tan adorable con él —es rojo vivo— que me la comería: al
pie de la letra, me la comería todita."
Ésta es una sesión insólitamente productiva para haber empezado
con tanta resistencia. Pero la paciente laboró firmemente en su análisis
y concluyó una buena alianza de trabajo. Creo que esto es un excelente ejemplo de cómo me gusta buscar las cuestiones motivo de resistencia. Si reexaminamos la sesión, veremos que la paciente comprendía
su resistencia, no tenía ganas de acudir a la consulta, no quería implicarse. El primer material de aquella hora no dio indicios definitivos,
sólo alguna hostilidad para con los hombres, pero no suficiente para
seguir adelante. Entonces la enfrenté a su resistencia y le pedí estableciera la asociación con el sentirse enojada. Esto le hizo recordar su con-
TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS
125
versación fría y colérica con su madre y su irritación conmigo. Después recordó su sueño, señal de que la interpretación de la resistencia
iba por buen camino. El contenido manifiesto de los sueños de angustia muestra limpiamente su temor de descubrir algunos impulsos inconscientes. El abra simboliza, igual que el agua, la madre. La idea de
las mujeres ranas apunta algo hacia la homosexualidad. Después recordó también el sueño mientras hablaba de bañar a su hijita. Sus primeras asociaciones la condujeron a su miedo y a su deseo de que yo muriera. Me necesita y me teme. Se frotaba el velo del paladar, repetición
de impulsos infantiles de mamar. Después, más resistencia, y no quiere
laborar, y su furia ante mi interpretación de que quisiera que yo fuera
su "mamita".
De este modo, en la resistencia vemos volver los impulsos reprimidos: el temor de sus infantiles deseos por su madre. Después sus asociaciones con su hijita y los francos deseos orales-incorporativos y sexuales respecto de la vulva de ella. Nuevamente un intento de desplazar
su angustia hacia su bebé y vuelta a hacerle ver que huye de sus propios temores. Después la confirmación por su asociación con los muslos y el trasero de su amigo el artista. Y la confirmación final de vuelta
al rojo (rojo Moscú) del traje de baño de su niña y el ansia de devorarla.
La respuesta a la cuestión de qué es lo que está evitando la paciente,
qué ocasionó el afecto doloroso que la enojó conmigo y con el análisis,
es: trataba de evitar sus anhelos sádicos, homosexuales, orales, activos
y pasivos respecto de su madre, su hija y de mí mismo. Tales eran los
motivos de su resistencia.
Dije anteriormente que al tratar de analizar el motivo de la resistencia uno suele empezar por el intento de descubrir el afecto doloroso,
porque éste suele ser más accesible al Yo consciente que el contenido
que provoca el afecto doloroso. Esto no siempre es así y a veces el contenido puede revelarse en la hora analítica antes de que estemos al tanto del afecto. Nuestra tarea consiste entonces en perseguir el contenido
de la resistencia que, si tenemos éxito, iluminará el afecto. Empezamos con el material que tenemos a la mano y de ahí pasamos a buscar
lo que falta: procedemos de lo conocido a lo desconocido. El siguiente
ejemplo ilustra cómo fue conocido el contenido de una resistencia antes
que el afecto:
Un paciente llega a su sesión después de haber estado yo fuera una semana.
Informa que tuvo unas vacaciones maravillosas mientras yo estuve fuera. Habla con vehemencia de cómo hizo una breve gira por el campo, de cuán descansado se sintió, qué bien estuvo con su mujer y sus hijos, cómo pudo hacer
126
LA RESISTENCIA
mucho ejercicio físico y leer mucho. Y después, tras de haberme descrito durante cinco minutos lo bien que la pasó en sus vacaciones, se queda sin tener
qué decir y súbitamente calla. Yo guardo silencio. Se pregunta de qué habíamos hablado antes de las vacaciones. Pausa. Se pregunta siyo lo recuerdo. ¿Recuerdan los analistas lo que sus pacientes les dicen? Otra pausa. Se pregunta
dónde iría yo y que haría en esos días. Se pregunta si fui solo o con mi esposa.
Cree que yo parecía algo demacrado y pálido en la última sesión antes de mi
ausencia. Recuerda ahora haberse preocupado algo por mi salud. Recuerda
incluso haber pensado que tal vez yo muriera. Se pregunta si yo habría dejado
el nombre de alguien con quien ir en caso de que me enfermara o muriera.
Dice todo esto vacilando mucho, y con muchas pausas. Es evidente que se
está resistiendo. Es también del todo evidente que lo que evita es hablar con
mayor detalle y sentimiento de sus reacciones ante mi ausencia. Por eso le hago frente diciendo: "Parece usted reacio a hablar verdaderamente de los diferentes sentimientos que tuvo acerca de mí cuando me fui dejándolo a usted
en la ciudad." A esto repone rápidamente que sintió mucho que lo dejara, y
que eso ya le había sucedido otras veces con anterioridad. Su padre solía salir
de vacaciones dejando solos en el hogar a él y a su madre. Después pasa a otros
recuerdos, cuando él y su madre se fueron solos y dejaron al padre, cosa que
entonces condujo a desear todo género de muertes a su padre. Al final de la
hora está claro que los sentimientos dolorosos que trataba de evitar eran sus
airados deseos de muerte y su decepción contra mí por haberlo dejado solo.
Propongo esta ilustración a manera de ejemplo de cómo el hecho que
motiva la resistencia queda en claro a pesar de la resistencia y se convierte así en el punto de arranque para el análisis de la resistencia. Esto
conduce entonces a los afectos, impulsos, fantasías y recuerdos.
Nuevamente debe subrayarse que al descubrir el hecho o afecto específico que desencadenó la resistencia, en este caso el hecho, uno va
de la resistencia a la historia de ese acontecimiento, afecto o fantasía
particulares en la vida del paciente. Ya empiece uno por el afecto o
el acontecimiento o la fantasía, al final llega a la historia de los afectos
o acontecimientos o la fantasía. Si así se logra, el analista puede entonces volver a la resistencia actual del análisis y señalar al paciente: "Sí...
y mi partida parece haber provocado en usted una reacción semejante
que usted teme contarme." Una vez más, el paciente comprende que
las resistencias que se producen en el análisis son una repetición de los
hechos que ocurrieron antes en la vida del paciente. Repitamos: las resistencias no son un artificio de análisis, no son creaciones nuevas, sino
repeticiones, reediciones de sucesos pasados.
Una nota clínica de importancia que debe reiterarse en este punto
es que la causa más frecuente de resistencia es la situación de trasferencia. Todos los ejemplos clínicos que he citado lo corroboran, aunque
TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS
127
no siempre lo haya yo puesto de relieve. En igualdad de condiciones,
o de oscuridad o ignorancia, de todo lo demás, uno tiene que buscar
el origen de la resistencia en las reacciones de trasferencia. Veremos
esto más de cerca en el capítulo 3.
2.6.5.2
Interpretación del modo de resistencia
A veces, al tratar de analizar una resistencia, no es el rumbo de exploración más prometedor el afecto, el impulso ni el suceso causante. Puede
ser que el modo de resistencia, el método o los medios de resistencia,
ofrezcan el camino más fructífero para la investigación. Tal puede ser
el caso si el modo de resistencia se repite con frecuencia, en cuyo caso
tal vez nos las hallamos con un rasgo de carácter. Aunque el análisis
del modo no suela ser el primer enfoque del análisis de la resistencia,
los métodos típicos y habituales de resistencia tendrán que ser al final
el sujeto del análisis, ya que este procedimiento es la puerta para el
análisis de las llamadas defensas de carácter. Si el modo de resistencia
es extraño y "no corresponde al carácter" del paciente, suele ser un
acto sintomático y por lo general más fácilmente accesible al Yo razonable del paciente.
Los pasos para analizar el modo de resistencia son los mismos que
hemos esbozado para otros aspectos de la resistencia. Ante todo tenemos que lograr que el paciente reconozca que determinado tipo de comportamiento es una resistencia. Esto puede ser sencillo o muy difícil,
según sea la actividad egosintónica o ajena al Yo. Si el comportamiento de resistencia es un rasgo de carácter egosintónico, la cuestión estriba entonces en averiguar cuán difícil sea hacer el comportamiento egodistónico; dicho de otro modo, si uno puede contar con la ayuda del
Yo razonable del paciente y hacer que se una al analista en la consideración de esa actividad como resistencia (Fenichel, 1941, pp.
66-8). ¿Puede uno separar un Yo razonable del Yo que siente y experimenta el paciente y hacer así que éste explore la actividad en
cuestión?
La demostrabilidad dependerá de dos factores: primero, de la relación del Yo con la actividad, o sea de hasta qué punto sea egosintónica; y en segundo lugar, de la alianza operativa, o sea de hasta qué punto
esté dispuesto el paciente a tomar una actitud analítica. Cuanto más
coherente, adaptativa y feliz parece una actividad al paciente, más difícil
será persuadirle de que esa actividad es una resistencia. En nuestra sociedad, por ejemplo, no es fácil hacer que una paciente considere su
li mpieza habitual en sus asociaciones libres y en su vida exterior como
128
LA RESISTENCIA
algo analizable. La limpieza es una virtud en la sociedad norteamericana, y por ella nos estiman y alaban en nuestra familia. El bombardeo de la comunidad anunciadora contribuye a hacer de la limpieza
un ideal del Yo para muchas personas aun más adelante en la vida.
Esto es muy diferente del intento de analizar una actividad más ajena al Yo. Por ejemplo, un paciente en una trasferencia hostil muy fuerte
se duerme momentáneamente durante su sesión. A pesar de la actitud
agresiva para conmigo, el paciente podría reconocer que el dormirse
durante la sesión era una resistencia.
La situación es más difícil cuando los factores de la realidad se mezclan con las resistencias inconscientes del paciente.
Por ejemplo, una paciente pasa buena parte de su hora hablando de los peligros de un ataque con bombas nucleares y de si sería aconsejable trasladarse
al medio oeste, donde ella estaría más segura. Cuando insinué que tal vez ella
se sentiría más segura alejándose de mí y del psicoanálisis, se enoja visiblemente y calla. Después, me recuerda truculentamente que la gente está construyendo refugios contra las bombas. Tras de una pausa reconozco que hay alguna
posibilidad de un ataque nuclear, pero creo que sus reacciones son impropiamente intensas. La mayoría de los expertos son de opinión de que los refugios no son protección suficiente y que tampoco el irse a otro lugar garantizaría
su seguridad. Entonces la paciente empieza a hablar. Reconoce que sus temores podrían ser desmesurados, pero nada más el pensar en una explosión atómica la horroriza. Le digo que toda persona razonable teme la guerra atómica,
pero que en ella debe haber algo que hace su temor tan fuerte como para pensar en desarraigar su vida. Lentamente, la paciente empieza a hacer asociaciones, sus pensamientos la llevan a su infeliz matrimonio, a sus años de frustración e inhibición y su deseo de "salir de su sistema", de empezar una vida
nueva. Ahora estoy en condiciones de demostrarle que es la rabia acumulada
dentro de ella la que amenaza estallar. Eso es lo que le hace parecer tan inminente la explosión nuclear, y hace subir su temor de punto hasta convertirlo
en terror. La paciente parece entender y en varias sesiones subsiguientes laboramos productivamente con este asunto.
Quiero hacer aquí una pausa para subrayar un punto técnico pequeño pero importante. Siempre que los factores de la realidad componen una resistencia, hay que reconocer debidamente esos factores
( Marmor, 1958). Si no se hace así, el paciente se aferrará tanto más
tercamente al elemento de realidad de la resistencia y pasará el tiempo
tratando de convencer al analista de la lógica de su argumentación. Nótese cómo mi paciente sacó a colación los refugios antibomba cuando
quise interpretar su fuga al medio oeste como una huida del análisis.
Sólo después de haber yo reconocido que había algo de realidad en su
TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS
129
temo pudo empezar a laborar conmigo, formar una alianza de trabao. Hasta entonces, su angustia por la bomba nuclear era egosintónica.
Mi reconocimiento del factor realidad favoreció la formación de una
alianza de trabajo y entonces el temor a la explosión nuclear, al menos
en su intensidad, se hizo ajeno al Yo en ella, que pudo entonces laborar con eso como con un problema interno y al fin reconoció que la fuga
al medio oeste era una resistencia de trasferencia.
Una vez ha reconocido el paciente el aspecto resistencia de su comportamiento, nuestra siguiente tarea es la aclaración o clarificación. Buscamos entonces la pauta de comportamiento fuera del análisis y a continuación perseguimos la historia y el objetivo de esa actividad. ¿Qué
ocurrió en la vida del paciente que le hizo adoptar ese modo de resistencia? Volvamos con el profesor X, el que comunicaba sus sueños de
una manera "revuelta" (véase sección 2.6.4).
j
r
El profesor X contaba cómo leía los libros de un modo "revuelto" y así hacía
también su trabajo. No podía estudiar sentado a una mesa sino acostado
caminando! Esto resultó comprensible cuando supe que su padre había sido
un maestro muy conocido, que había preparado a su hijo para seguir sus huellas. El mozo quería rebelarse porque tenía sentimientos hostiles, de celos y rivalidad hondamente asentados contra su padre, y su modo de trabajar era una
manifestación de despecho y desafio. Pero también sentía por su padre profundo amor, de fuerte impronta anal y oral pregenitales. Temía acercarse mucho
a su padre porque eso significaría penetración y absorción anal y oral. Su historia reveló que a su padre le gustaba hacer el papel de médico cuando el paciente estaba enfermo. El padre le solía tomar la temperatura rectal, administrarle enemas, darle toques en la garganta, etc. El comportamiento "revuelto"
era también una manifestación de su lucha contra la identificación con el padre, puesto que esa identificación equivalía a ser devorado y aniquilado. Representaba la vuelta de los anhelos reprimidos de fusión y pérdida de los límites del Yo (véase Greenson, 1954, 1958a; Khan, 1960).
Otro paciente científico solía describir todas sus experiencias con un
tono muy desapasionado y con términos técnicos. Entraba induso en detalles muy íntimos acerca de hechos sexuales, pero sin dar jamás señales de emoción. Nunca vacilaba ni se mostraba ansioso, su información era siempre mecánica y completa. Traté de hacerle ver que omitía
todas sus reacciones emocionales con el empleo de tecnicismos y la descripción de los hechos como si se tratara de comunicar un experimento
impersonal. Era un observador frío y desapegado que informaba a un
colega científico, no un paciente que relataba una experiencia íntima
a su terapeuta.
Durante mucho tiempo, el paciente se justificó diciendo que lo im-
130
LA RESISTENCIA
portante eran los hechos, no las emociones. Luego pude demostrarle
que las emociones también son "hechos", pero que él era adverso a
reconocer esos "hechos" acerca de sí mismo. El paciente comprendió
entonces que cuando me hacía sus comunicaciones soslayaba las emociones porque le parecía vergonzoso que un científico adulto tuviera sentimientos. Además reconoció también que ocultaba sus emociones a los
demás, aun a su esposa en sus relaciones sexuales. Este comportamiento
lo hacía datar él de su infancia, cuando su padre, ingeniero, manifestaba desprecio por las personas emotivas, a las que consideraba débiles
y poco consistentes. Al final el paciente acabó por reconocer que consideraba la manifestación de las emociones equivalente de la incontinencia y la pérdida del dominio de sí. Para él frialdad era igual a limpieza,
y calor emocional igual a suciedad y descontrol.
El análisis del modo de resistencia, en casos como éste, sólo resulta
posible cuando el paciente ya no puede justificar su empleo del método
en cuestión. Tenía que hacerse egodistónico antes de disponerse a proseguir el análisis de su antiguo y habitual modo de comportarse. Al
paciente arriba descrito le costó más de un año llegar a cambiar de actitud acerca de su modo desapasionado de hablar. Aun cuando logramos averiguar que ese modo de comportamiento databa de conflictos
infantiles relacionados con los hábitos de higiene excrementicia y con
i mpulsos sádicos anales, no consiguió mantener una alianza de trabajo
sólida. Sus angustias subyacentes acabaron por adquirir un tono paranoide y le privaron de motivación genuina para seguir con el análisis.
Estaba dispuesto a dejarse analizar sólo si podía seguir igual en lo esencial y emocionalmente inconmovible. Acabamos por convenir en dejar
el análisis.
2.6.5.3 Recapitulación
Si recapitulamos ahora los procedimientos generales en el análisis de
la resistencia podremos delinearlos del modo siguiente:
1] Reconocer la resistencia.
2] Señalar la resistencia al paciente.
a] Hacer que la resistencia se vuelva demostrable esperando que
se den varios casos.
b] Intervenir de modo que se incremente la resistencia; contribuir a que se haga demostrable.
3] Aclarar los motivos y modos de la resistencia.
a] ¿Qué afecto doloroso específico hace resistente al paciente?
TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS
131
¿ Qué impulso instintual concreto ocasiona el afecto doloroso
en este momento?
¿Qué método y modo emplea exactamente el paciente para mae]
nifestar su resistencia?
Interpretar la resistencia.
a] ¿ Qué fantasías o recuerdos ocasionan los afectos e impulsos
en que se sustenta la resistencia?
b] Perseguir la historia y los fines inconscientes de estos afectos,
impulsos o acontecimientos dentro y fuera del análisis, y en
el pasado.
5] Interpretar el modo de resistencia.
a] Perseguir éste y otros modos de actividad semejantes dentro
y fuera del análisis.
b] Trazar la historia y los fines inconscientes de esta actividad
en el presente y el pasado del paciente.
6] Traslaboración.
Repeticiones y elaboraciones de los pasos 4] a] y b] y 51 a] y b].
b]
Importa comprender que sólo un pequeño fragmento de esta labor
puede realizarse en una sesión dada. Muchas sesiones terminan con
la vaga convicción solamente de que hay alguna resistencia operando,
y todo cuanto uno puede hacer hacia el final de una sesión así es hacer
al paciente la observación de que parece estar evitando o rehuyendo
algo. A veces uno puede poner en claro sólo el afecto, y eso incompletamente; a veces sólo el antecedente histórico, otras sólo el modo. Siempre que sea posible y cuanto sea posible se intenta explorar las evitaciones con el paciente, probar hasta dónde puede llegar el paciente con
utilidad y significación en una hora dada de este sondeo. El celo del
analista por la exploración y el descubrimiento de los fenómenos inconscientes debe desempeñar un papel secundario respecto de lo que
pueda resistir y utilizar el paciente. Este no debe ser traumatizado ni
se le debe dejar dedicarse a una exploración retozona y juguetona de
las resistencias.
Importa no interpretar las resistencias prematuramente, porque eso
sólo conduce a que el paciente racionalice o intelectualice, o a que haga un certamen intelectual de la interpretación. En uno u otro caso priva
a la experiencia de impacto emocional. Y así se añade a las resistencias
en lugar de reducirlas. El paciente debe tener la oportunidad de sentir
las resistencias, de convencerse de su fuerza y su tenacidad. Conviene
saber cuándo hay que ser activo y cuándo pasivo en la labor analítica.
La demasiada paciencia puede dejar que el paciente pierda un tiempo
132
LA RESISTENCIA
valioso en que podría laborar eficazmente. La demasiada actividad puede interferir con la capacidad de ser activo del paciente o bien dar satisfacción a sus deseos pasivos; también puede removilizar sucedidos
cuando el paciente esté desapercibido y provocar así una situación traumática. Y sobre todo, la demasiada actividad puede hacer que se rehuya el impacto emocional y el análisis de la resistencia se vuelva juego
de adivinanzas (véase Freud, 1914c, p. 155, 441-2; Fenichel, 1941,
pp. 36-43).
Es importante además no coadyuvar a la resistencia del paciente empleando el mismo género de resistencia que él. Si está callado, uno debe tener cuidado de que el silencio propio no sea una contrarresistencia. O si emplea un lenguaje ampuloso, obsceno o manido, hay que
evitar seguirle en esa resistencia o hacer lo contrario. Lo que conviene
es ser inequívoco e ir al grano, sin tosquedad, jugueteo provocativo ni
reproches.
Los pasos y el orden que siguen varían según la sesión o el paciente.
Uno puede seguir sólo el camino que parece más prometedor en la exploración en un momento dado. Hay que estar siempre atento y dispuesto a cambiar de enfoque, o a seguir con él si parece adecuado.
El aliado indispensable del analista en esta tarea es el Yo razonable
del paciente. Debe estar presente o deben convocarlo las intervenciones del analista; de otro modo, tiene uno que esperar a que amainen
las tormentas emocionales y vuelva el Yo razonable. Esto puede expresarse en función de la relación con el analista. Ha de haber una alianza
de trabajo presente o evocable antes de embarcarse en el análisis profundo de la resistencia. Es condición sine gua non de la interpretación
(Greenson, 1965a). Esto lo ilustraremos en detalles en el capítulo 3.
Finalmente, conviene comprender que por muy diestra y acertadamente que labore uno con las resistencias, éstas retornarán. Debemos
recordar lo que dijo Freud de que la resistencia se hallará a cada paso,
en cada aspecto, en cada sesión del análisis, hasta que éste termine.
Es necesaria la traslaboración para que una resistencia dada pierda su
patogénesis. El análisis de resistencias no es un rodeo sino una parte
vital y necesaria de todo análisis.
2.6.6
PROBLEMAS ESPECIALES EN EL ANÁLISIS DE RESISTENCIAS
2.6.6.1 Las resistencias de las primeras sesiones
A.1 empezar el análisis, en las primeras sesiones, cuando el analista ha
TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS
133
reconocido una resistencia y se la ha mostrado al paciente, antes de
proceder a la exploración del motivo o el modo de la resistencia, hay
que considerar la interpolación de los siguientes pasos.
1. Debe decírsele al paciente que la resistencia es una actividad suya. Es una acción que ejecuta inconsciente, preconsciente o conscientemente (Fenichel, 1941, p. 35). No es algo que le sucede al paciente
pasivamente, aunque él quizá lo sienta así. Esto tiene su importancia
porque muchos pacientes sienten sencillamente que tienen una resistencia, como quien dice que les sobreviene, y propenden a sentirse perdidos o resignados. Yo he comprobado que es bueno educarlos en este
punto.
Por ejemplo, un paciente me dirá que su cerebro está en blanco. Al
cabo de cierto tiempo de esperar he descubierto que es bueno comunicar a mis pacientes que el cerebro parece vacío sólo cuando uno está
tratando de evitar o rehuir algo. Entonces les digo que dejen flotar sus
pensamientos a la deriva con la noción "estoy evitando algo" y que
digan lo que se les ocurra. Inevitablemente aparecerán algunas asociaciones. Puedo acentuar aún el punto recordándoles que su cerebro no
está como en blanco cuando están acostados tranquilamente en su casa, o cuando se permiten divagar mientras van manejando un automóvil. Y que igual debe ser aquí, a menos que algo se oponga e impida
que las cosas lleguen a su mente o les impida a ellos descubrirlas al paso.
2. Debe decírsele al paciente en un momento apropiado que el descubrimiento y análisis de la resistencia son partes importantes, notorias y respetables del psicoanálisis. La resistencia no es un error, una
falta ni una debilidad del paciente. No tiene que sentirse criticable ni
rechazado por tener resistencias. Naturalmente, es de capital importancia estar seguro de su propio tono de voz cuando se le señala la resistencia al paciente. Las palabras del analista quizá digan al paciente
que está muy bien tener resistencias, pero si el tono es de reproche,
las palabras pierden su significado. Hay que hacer comprender al paciente que el análisis de la resistencia es una parte necesaria, inevitable
y fructífera del procedimiento psicoanalítico.
Después de haber conseguido analizar algún aspecto de una resistencia al principio de un análisis, trato de convencer de la validez de
la idea de que el análisis de la resistencia es fructífero y conveniente.
Creo que estas intervenciones son importantes en las primeras sesiones porque contribuyen a crear cierto ambiente en la situación analítica. Quiero que mi paciente se sienta con derecho a conocer ciertas cosas de lo que pasa en el análisis, para que sepa que es mi colaborador
en la situación analítica. Quiero facilitarle la formación de una alianza
134
LA RESISTENCIA
de trabajo. No quiero que se sienta como un niño, que ha de estar a
oscuras, ni que yo soy un experto muy por encima de él. No deseo
crear una atmósfera autoritaria, misteriosa ni paternal. Deseo que sea
una situación entre dos adultos serios que laboran arduamente, uno
necesitado de ayuda y otro experto, pero ambos igualmente serios y
responsables en su cooperación. Y deseo proporcionarle cuantos medios educacionales pueda necesitar para ayudarle a ser un paciente analítico, para ayudarle a laborar en el análisis. No quiero convertirlo en
analista, pero sí hacer que conozca algunos aspectos del proceso de ser
analizado después de haberlos vivido, con el fin de que pueda cooperar
conmigo lo mejor de que sea capaz conscientemente. Ampliaremos este punto en la sección 3.5 y en el tomo
Cuando un paciente descubre en sí no sólo que se resiste sino a qué
podría deberse, o por qué lo hace, nota que ha dado un paso importante en el análisis. Oímos decir a menudo que un paciente está "en
análisis". Creo que eso se refiere a la situación arriba explicada. Significa que una parte del Yo del paciente, el Yo observador y razonable,
tiene ahora la facultad de echar por su cuenta de vez en cuando una
mirada a la parte que siente y experimenta de su Yo y de laborar en
calidad de aliado del analista, o sea de identificarse temporalmente con
el modo de trabajar de éste. Se ha fundado temporal y parcialmente
una alianza de trabajo. De ninguna manera significa esto que él puede
analizar cabalmente sus propias resistencias, pero al menos conoce la
importancia del análisis de las resistencias y adopta una actitud analítica frente a ellas, en lugar de tratar de evitarlas, ocultarlas o disimularlas.
En las primeras sesiones tengo buen cuidado de no emplear la palabra resistencia sino frases como está usted evitando, rehuyendo, esquivando, haciendo regates, andando a las vueltas, ocultándose, jugando
al escondite, etc. Aunque la palabra resistencia es del lenguaje corriente, también es un tecnicismo, y trato de evitar su empleo.
3. En las primeras sesiones pongo empeño en preguntar al paciente
cómo se sentía mientras iba describiendo algún acontecimiento en su
visita. Lo hago para acostumbrarlo a introducir sus emociones y sus
reacciones físicas en sus asociaciones. De modo semejante, le pregunto
qué se imaginaba mientras estaba en marcha cierta actividad, para que
vaya adquiriendo conciencia de la importancia que tiene la vida de su
fantasía.
Los tres procedimientos arriba descritos tienen en común el objetivo
de favorecer la formación de una alianza de trabajo entre el Yo razonable del paciente y el Yo analizante del analista. Esto se describirá
más detalladamente en los capítulos 3 y 4 y en el volumen u.
TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS
2.6.6.2
135
Resistencia a la resistencia
En la práctica clínica suele uno descubrir que "la" resistencia no consiste en una sola fuerza que se opone a un contenido. En realidad, la
resistencia puede componerse de más de una fuerza de oposición, distribuidas en capas diferentes. Además, lo que es resistencia en un caso
puede ser lo rechazado en otro caso, ya que la resistencia es un concepto relativo (véase sección 2.4.1). Por ejemplo, un paciente dice trivialidades porque le da vergüenza estar callado, y revelar que no tiene nada que decir. Tenemos entonces dos evitaciones en obra: huye de algo
que le hace callar y disimula el silencio diciendo trivialidades. En este
ejemplo trata el silencio como si fuera un impulso prohibido. Esta situación la denominamos resistencia a la resistencia (Breuer y Freud,
1893-5, p. 279, 116; Fenichel, 1941, p. 62).
El empleo de trivialidades por el paciente es la resistencia más superficial y debemos tratarla primero. Nuestra primera tarea será entonces cercioramos de que el paciente se avergüenza de estar callado. Solamente después de esto podemos proceder al análisis de las razones
que hay para el silencio subyacente. Una de las causas típicas de este
género de resistencia es el deseo del paciente de ser un "buen" paciente, o sea el favorito. El paciente tiene la impresión errada de que los
"buenos" pacientes no tienen resistencia. Y así el silencio que estaba
encubriendo tenía una asociación instintual. Sucede eso con frecuencia
al comenzar un análisis. Otros pacientes se avergüenzan de estar enojados o temer enojarse o ser sexuales, etc., y tratan de disimular el silencio que podría indicar las emociones subyacentes.
Otra causa frecuente de resistencia a la resistencia es la reacción a
un insighl nuevo y doloroso. El paciente tal vez trate de encubrir su enojo
o su angustia ante un nuevo descubrimiento buscando ansiosamente
pruebas confirmatorias para acallar interpretaciones ulteriores.
Por ejemplo, al empezar un análisis señalé al paciente por primera vez sus sentimientos competitivos, de rivalidad entre hermanas, con sus colegas en el trabajo. Reaccionó coincidiendo rápidamente conmigo y no tardó en hallar unos
cuantos ejemplos más en su vida cotidiana y su pasado. Pero a la sesión siguiente, después de una rápida ráfaga de información confirmatoria que continuaba la de la sesión anterior, quedó callado. Parecía inquieto por su silencio
y explorando la situación descubrí que buscaba desesperadamente nuevo material para ocultar el hecho de que le dolía mi interpretación y la temía. Le dolía
porque sentía como que si yo lo supiera le haría perder su fantasía de ser mi
paciente favorito. Trataba de ocultar el deseo de ser mi preferido hundiéndose
rápidamente en material doloroso, como si no le importaran mis reacciones.
136
LA RESISTENCIA
Si revisamos la situación de resistencia de este paciente la hallaremos estructurada del siguiente modo: un nuevo insight ocasiona dolor,
resentimiento y angustia para conmigo. El paciente teme revelar su enojo
conmigo porque eso le haría perder su posición de favorito. Trata de
hacer a un lado su hostilidad y busca material de un modo reactivo,
contrafóbico, como si dijera: "No me importa lo que descubras de mí;
lo que importa sólo es el buen trabajo." Pero el nuevo material se agota porque el resentimiento oculto busca descargarse y pide ser oído.
El paciente se siente también culpable por engañarme y el silencio es
asimismo una forma de autocastigo.
De una manera general, he hallado que los pacientes ocultan sus resistencias por dos razones principales: (1) Porque los avergüenza o asusta
la revelación de un estado de resistencia. Resistencia significa defecto
y tendrá por consecuencia castigo o pérdida de amor. (2) Porque temen el descubrimiento de una situación causante de resistencia... por lo
general para evitar un material que --s parece podría producir una reacción hostil de trasferencia. Son pacientes que temen enojarse y con frecuencia tratan de ocultar su enojo con lo contrario: lisonja y docilidad.
Buenos ejemplos son los candidatos en entrenamiento que evitarán mencionar una reunión donde yo dije algo desacertado o hablarán sólo de
aquello con que concuerden y se saltarán el resto.
Puede haber constelaciones aún más complicadas de resistencia a las
resistencias y contenidos diversos. Veamos el siguiente ejemplo clínico
de una sola sesión.
Un paciente empieza su hora repitiendo con bastante ligereza que su hijita de
tres años de edad está enferma, pero que no desea hablar de ello porque no
quiere dejarse deprimir. A continuación suelta un chorro de parloteo acerca
de anodinos sucesos cotidianos. Como no da señales de volver a la enfermedad
de la niña, intervengo y digo: "¿Por qué tiene usted que evitar el hablar de
la enfermedad de su hija?" Responde irritado: "¿Por qué no me deja usted
en paz? ¿Por qué no cesa de acuciarme?" Y así sucesivamente. Quedo callado.
Lentamente empieza a hablar de la enfermedad de su hija, de cómo llamaron
a consulta un médico, que les dijo que tal vez necesitara una intervención quirúrgica, y cómo le espantaba esa posibilidad, por miedo de que pudiera morir
la niña. Se retuerce en el diván dolorosamente. Por las mejillas le resbalan calladas lágrimas, que ni siquiera trata de enjugar. Sigo en silencio. El paciente
hace una pausa momentánea y grita: "¡Quisiera estar muerto! ¡Quisiera matarme!" Silencio. Intervengo ahora y digo: "Entiendo perfectamente que usted se preocupe por su hija, pero no por qué se detesta tanto." Entonces, el
paciente revela cuán culpable se siente respecto de la pequeña, que lo frustra
porque quiere más a su madre, que lo decepciona por no ser hombre, y él la
TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS
137
descuida, eso es todo cuanto hace, y merece morir... pausa... "además, a nadie le importo nada de todos modos".
Si revisamos esta sesión veremos cuán complicadas son las resistencias: la evitación desenvuelta del asunto deprimente, el enojo contra
mí por acuciarlo, sus temores acerca de la pequeña encubriendo su sentimiento de culpabilidad para con ella, encubriendo su identificación
con la niña no deseada, con un reproche para mí por colofón. Esta sesión ilustra cómo se emplean diversas resistencias contra contenidos diferentes, y cómo un contenido puede servir para ocultar otro contenido yacente aún más hondo. El concepto de traslaboración atañe no
sólo al descubrimiento de las mismas resistencias en situaciones diferentes y en otros tiempos y lugares sino también al descubrimiento de la
gran diversidad de resistencias que se aplican al rechazo de un impulso, un recuerdo, una experiencia dados. Veremos esto con mayor detalle en el volumen u.
2.6.6.3 El secreto
Nuestra tarea en el análisis suele consistir en descubrir los secretos inconscientes del paciente, que no tiene conciencia de los recuerdos ocultados; son secretos para su Yo consciente. Aunque puede tener resistencias inconscientes y preconscientes a nuestras exploraciones, por lo
general está de parte del análisis, al menos conscientemente. Pero ocurre a veces que un paciente trate conscientemente de ocultar al analista
cierto material. En la mayoría de los casos, esta ocultación consciente
y deliberada es pasajera y suele superarla el paciente mismo... que entonces confiesa su secreto. Es muy frecuente que esto suceda dentro
de una sola hora analítica. Pero hay pacientes que mantienen su secreto durante largos períodos de tiempo y no pueden superar esa resistencia consciente sin nuestra ayuda. Vale la pena discutir algunos de los
problemas especiales que plantea al análisis del secreto, porque si éste
no cede al análisis, o si no se maneja debidamente, puede peligrar todo
el análisis. El trabajo de Alfred Gross (1951) al respecto debe ser leído
por el estudioso.
Hay unos cuantos principios fundamentales que deben ponerse especialmente de relieve en lo tocante al método analítico para manejar los
secretos. Ante todo, no puede hacerse ninguna concesión en cuanto a
nuestra actitud de estar decididos a analizar todos los hechos psíquicos
significantes que se producen dentro del paciente. El secreto, por su
misma naturaleza secreta, es un hecho psíquico significante y tiene que
138
LA RESISTENCIA
ser analizado. En esto no caben componendas. Freud (1913b, pp. 135fi) manifestó esta opinión con toda claridad al exponer que si el psicoanalista hubiera de permitir algún secreto de cualquier género, todos los
recuerdos, pensamientos e impulsos tabúes se esconderían en ese refugio y escaparían al análisis. Establecía la comparación con lo que sucedería en un pueblo si la policía dejara que algún rincón se convirtiera
en asilo donde ella no ejerciera su poder. Todos los bribones del lugar
acabarían por reunirse allí y no podrían ser capturados. Contaba Freud
su experiencia personal de haber intentado analizar a un alto funcionario del gobierno a quien permitió dejar fuera del análisis ciertos secretos de Estado. En tales condiciones resultaba imposible llevar a cabo el análisis. Muchos pacientes tratan de hallar un pretexto para tener secretas ciertas cosas. Dirán, por ejemplo, que no pueden mencionar nombres porque sería indiscreto, porque no se debe involucrar a
personas inocentes, etc. La menor concesión de secreto, por cualquier
razón que sea, es incompatible con la situación analítica. Un secreto
permisible significa el fin de todo análisis eficaz.
Estoy en condiciones de confirmar las apreciaciones y conclusiones
de Freud con 'algunas experiencias que tuve durante la segunda guerra
mundial. Yo estaba encargado de una sección de recuperación de combate en un hospital de la fuerza aérea, donde era mi obligación tratar
entre otros a un grupo de oficiales y soldados fugados de los campos
de prisioneros del enemigo. Pero aquellos hombres tenían instrucciones de Washington de no revelar a nadie cómo los había ayudado a
fugarse la resistencia clandestina. Se hacía eso para proteger a los miembros de la resistencia, que proseguían su valiosa labor. Aquellos fugados padecían estados de angustia muy variados y neurosis traumáticas
y necesitaban urgentemente un tratamiento. Pero era imposible aplicarles una psicoterapia eficaz mientras se sintieran obligados a tener
secretos ciertos datos. Los nombres de los resistentes clandestinos no
tenían importancia en la historia de aquellos hombres, pero el hecho
de que se sintieran justificados en retener la información viciaba el tratamiento. Por fortuna recurrí a un psicoanalista que era jefe del servicio de Psiquiatría, el coronel John Murray, quien concertó con Washington que algunos psiquiatras en cada puesto pudieran laborar con
material ultrasecreto. Así se les comunicó a los pacientes, y sólo entonces fue posible aplicarles una psicoterapia eficaz.
Nuestra actitud básica es que no deben hacerse concesiones en lo tocante a secretos: hay que analizarlos. Pero también importa comprender que es un error recurrir a la coerción, las amenazas o los ruegos
para que el paciente cuente su secreto. Es tan impropio obligar a los
. TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS
139
pacientes a renunciar a sus secretos como permitir que los guarden.
La actitud analítica es que debemos tratar de analizar los secretos como haríamos con cualquier otra forma de resistencia. Tenemos la misma determinación y la misma paciencia. Podremos comprender que
el paciente tiene un secreto consciente, pero sabemos que son los factores inconscientes los que hemos de analizar antes de que el paciente
pueda revelar su secreto. El paciente conoce el contenido del secreto,
pero no tiene conciencia de las importantes razones que hacen necesario mantenerlo callado. Nuestro método será averiguar el motivo del
secreto.
Digámoslo concretamente. Un paciente me dice que hay algo que
no puede comunicarme y que no me comunicará. Mi respuesta es ésta: No me diga cuál es su secreto pero dígame por qué no puede hablarme de él. Es decir: busco el motivo, no el contenido del secreto. Es
un método semejante a los procedimientos que esbocé para la práctica
del análisis de los motivos que pueda tener la resistencia. Yo preguntaría al paciente qué sentiría si hubiera de contármelo. Si pudiera imaginar que me lo había revelado, cómo se sentiría. Y proseguiría preguntándole: "¿Cómo cree usted que reaccionaría yo si me lo revelara?"
Es decir, rastrearía los afectos y fantasías dolorosos que el material
secreto suscita en el paciente, incluso la fantasía trasferencia' dolorosa. A continuación investigaría la historia de esa situación dolorosa de trasferencia en su vida pasada, o sea, si eso ya le había sucedido antes.
Querría citar un sencillo ejemplo clínico de los puntos arriba mencionados: una
paciente, en los seis primeros meses del análisis, me dice que hay una palabra
que por más que haga no se decide a pronunciar. Esta paciente suele ser cooperante y veo que lucha consigo misma para decir la palabra. Quedo callado
un rato y después, viendo que no consigue comunicarse, le pregunto: "¿Cómo
se sentiría si hubiera pronunciado la palabra?" Dice que se sentiría deshecha,
aplastada. Se sentiría como un reptil bajo un peñasco, como un insecto, un
insectillo sucio y feo. No tengo necesidad de seguir preguntando acerca de su
fantasía de trasferencia porque espontáneamente reanuda: "Le daría asco, me
odiaría usted, quedaría tan disgustado y afectado que me rogaría que saliera."
Quedo callado. La paciente prosigue: "Es ridículo. No obraría usted así... pero yo así lo siento. Reacciono como si la palabra lo trastornara a usted." No
digo nada. La paciente prosigue y me cuenta la primera vez que recuerda haber dicho esa palabra en su casa. Estaba comiendo con su madre y dijo la palabra por broma, chistosamente. Su madre quedó desagradablemente sorprendida y se manifestó asqueada. Mandó a la niña, entonces de nueve años, irse
de la mesa y lavarse la boca con jabón. La paciente tenía una idea de que la
140
LA RESISTENCIA
palabra era "sucia", pero se espantó ante la reacción de su madre. En este
momento, la paciente está en condiciones de decirme la palabra secreta: se trata del obsceno "joder".
Aunque la paciente pudo a partir de este momento emplear la palabra "joder" en el análisis, la descripción clínica que queda expuesta no puso fin al
análisis de su secreto. El hecho de que la palabra le fuera dicha a su madre
en broma y como para molestarla tenía también connotaciones importantes.
La palabra "joder" estaba además asociada a muchas fantasías sexuales y sádicas orales y anales (Stone, 1954a). De todos modos, a partir de entonces, la
palabra "joder" no fue un secreto consciente; y buscamos los factores inconscientes que la habían vuelto tan aborrecible.
Esta sucesión de hechos es bastante típica. Cuando uno ha analizado el motivo del secreto, junto con las fantasías trasferenciales y los afectos dolorosos, el paciente suele estar en condiciones de confesar el secreto. Pero los problemas técnicos del análisis de los secretos no terminan ahí. El secreto es algo íntimo e importante para el paciente, por
muy trivial que pueda parecer cuando se expone a la luz del día. Para
el paciente, decir al analista un secreto es revelar algo extremadamente
personal y precioso. La información ha de tratarse con todo respeto y
delicadeza, pero hay que seguir analizándola.
Después de descubierto un secreto puede uno seguir dos caminos,
y la elección depende de las reacciones del paciente. Podemos explorar
la reacción del paciente al haber descubierto su secreto o investigar el
contenido de éste. Con frecuencia, los dos caminos se cruzan.
Volvamos a la mujer que no podía decir la palabra "joder". Finalmente, como queda dicho, pudo exponerme esa palabra después de cierta labor en torno
a su sensación de turbación. Después de dicha la palabra, quedó en silencio,
y yo aproveché la ocasión para preguntarle por él. Ahora estaba reaccionando
a su pronunciación de la palabra "sucia". Se sentía como si hubiera defecado
en mi presencia; yo la había visto en el acto de mover sus intestinos. A eso
equivalía su confesión del secreto.
Para ella, el debate con el secreto equivalía a su empeño en ocultar sus actividades de higiene. excrementicia. No era gazmoña para tratar de sus actividades sexuales, pero sí en extremo reservada cuando se trataba del excusado, sobre todo de cosas anales. Su madre había sido muy estricta con la higiene del
excusado y la niña había recibido la impresión de que todas las funciones de
eliminación eran feas y había que tenerlas secretas... porque si no uno resultaba asqueroso y repulsivo. Sobre todo en lo tocante a los ruidos del excusado,
que eran para ella lo más desagradable. El haberme dicho su secreto era como
haber soltado gases ruidosamente en mi presencia, situación sumamente dolorosa para la paciente.
TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS
141
El análisis ulterior de su secreto se produjo unos días después, y hubo muchas alusiones a él en los años siguientes. Me refiero al análisis del contenido:
en este caso el análisis de lo que la palabra "joder" significaba para ella. "Joder" era su idea infantil de lo sexual: unión edípica, unión anal, unión oral.
Era los sonidos y los olores del coito de los padres, con sus actividades excrementicias, y era la sensual mamada del pecho materno por un niño. Contenía
también un componente agresivo primitivo en todos estos niveles (véase Stone,
1954a; Ferenczi, 1911).
Analizar un secreto es cosa muy difícil pero muy provechosa para
el análisis. En general, los secretos están relacionados con las secreciones. Siempre contienen algún matiz anal o uretral, y se consideran vergonzosos y repugnantes, o lo contrario, es decir algo muy valioso, que
se debe atesorar y proteger. Los secretos también están relacionados
con las actividades sexuales secretas de los padres, que el paciente repite por la identificación y que hace para desquitarse en la situación de
trasferencia. Además de todo esto, en el secreto y la confesión siempre
entran problemas de exhibicionismo, escoptofilia e incitación. El secreto
entra inevitablemente en la situación de trasferencia como forma especial de resistencia.
Tenemos que interrumpir la sección dedicada a las resistencias especiales por varias razones. Algunos problemas especiales de técnica son
demasiado complejos para estudiarlos con provecho tan pronto en esta
obra, y los dejaremos para después. Me refiero a la actuación, las resistencias de carácter y el paciente callado, así como a las resistencias que
se complican con una actividad que contenga importante satisfacción
del Ello, o sea ciertas resistencias masoquistas, resistencias de pantalla
y también la resistencia denominada "viscosidad de la libido".
En la sección 3.8, dedicada a las resistencias de trasferencia, veremos otras formas especiales de resistencia, porque el elemento trasferencia es de importancia decisiva. En relación con la interpretación examinaré las resistencias debidas a dosificación, elección del momento o
tacto de la interpretación impropios, así como las resistencias que preceden o siguen a unas vacaciones y después del contacto social de analista y paciente, etc. (véase tomo u).
2.6.7
DESVIACIONES EN LA TÉCNICA
Habiendo examinado el procedimiento general así como algunos problemas especiales en la técnica de análisis de las resistencias nos pare-
142
LA RESISTENCIA
cerá útil contrastar el punto de vista aquí presentado con dos métodos
diferentes. Melanie Klein y Franz Alexander son los jefes de dos escuelas de psicoanálisis que difieren mucho en algunos aspectos de la
posición clásica, tanto en la teoría como en la técnica. Aunque esta obra
está consagrada ante todo a exponer la técnica psicoanalítica llamada
clásica, una descripción breve de estos dos sistemas, divergentes pero
i mportantes, tal vez ilumine algunos de los puntos esenciales expuestos. Ambas escuelas de pensamiento han conseguido hacer algunas aportaciones valiosas al psicoanálisis, aunque también hayan sido causa de
grandes controversias. Por estas razones, el estudiante debe conocer sus
obras básicas (véase Klein, 1932; Klein et al., 1952, 1955; Alexander
et al., 1946). Aquí sólo puedo dar una versión muy condensada de sus
modos de ver el análisis de las resistencias.
Ante todo, llama la atención que la palabra "resistencia" esté totalmente ausente en el índice de las dos primeras obras mencionadas de
Klein y que sólo dos veces se halle en la tercera. Mas si leemos los diversos ejemplos clínicos, podemos deducir que Klein y sus partidarios
reconocen que a veces sus pacientes están en oposición al procedimiento analítico. Pero este hecho clínico no se trata como yo hice en las páginas anteriores. No se hace ningún intento de formar una alianza de
trabajo o terapéutica con el Yo razonable del paciente para hacerle reconocer y entender el motivo, el modo o la historia de su resistencia
(Zetzel, 1956). Todas las resistencias se interpretan inmediatamente en
función de los impulsos instintuales subyacentes que el analista traduce en fantasías específicas y detalladas, aunque conciernan a tiempos
preverbales. Las pruebas clínicas en favor de sus interpretaciones analíticas son a mi parecer notablemente endebles; raramente presentan
un material detallado de casos; y las interpretaciones son extrañamente semejantes en paciente tras paciente. Se tiene la impresión de que
la historia individual del paciente ha influido poco en la evolución personal y en la neurosis.
Citaré como ejemplo algún material clínico de un trabajo de Thorner (1957, pp. 286-7) en una compilación reciente de obras kleinianas.
Presenta a un paciente con angustia de examen médico y otros síntomas que comunica un sueño (arañas rojas que entran y salen de su ano)
y el doctor que lo examinó dijo al paciente que no veía nada malo en
él, a lo que replicó el paciente: "Es posible que usted no vea nada,
doctor, pero ahí están de todos modos." El analista kleiniano trata este
sueño con la interpretación de que el paciente se siente perseguido por
objetos internos malos. El analista comunica a continuación que el paciente aceptó la interpretación con mucho alivio, y a continuación tras-
TÉCNICA PARA EL ANÁLISIS DE LAS RESISTENCIAS
143
mitió a su analista "nuevos recuerdos infantiles" que hicieron de "objetos buenos y saludables".
Es peligroso interpretar material de un paciente que uno no conoce,
pero en el sueño se ve claro un elemento de resistencia, y es que un
doctor es incapaz de ver nada malo en su paciente y el paciente se queja de ello. Este aspecto del sueño no se toma en cuenta. Tal vez sería
más atinado decir que se evita esta resistencia hundiéndola en las profundidades. El analista maneja la situación de acuerdo con el tópico
kleiniano de interpretar la "persecución" por "objetos internos malos".
No se hace intento de llegar hasta la relación actual del paciente con el
analista ni sus experiencias históricas personales de exámenes anales,
médicos incompetentes, arañas rojas, etc. Se desdeñan las experiencias individuales del paciente. Además, el analista no parece preocuparse por evaluar la disposición del paciente a enfrentarse a los contenidos instintuales; no parece haber concesiones a las cuestiones de
dosificación o elección de momento. Desde el momento en que empieza
el análisis se hacen interpretaciones de los componentes o introyectos
instintuales infantiles más primitivos. Los kleinianos parecen laborar
con sus pacientes de un modo que resulta caricatura de la regla técnica
que requiere hacer consciente lo inconsciente. No parecen interesados
en el problema de la presencia o ausencia del Yo razonable del paciente. Hacen una interpretación del contenido tras otra, dirigida según
parece a algún intelecto de tipo computadora, con un Ello estereotipado.
Yo participé en un taller sobre las contribuciones de Melanie Klein
en diciembre de 1962, presidido por Elizabeth Zetzel, como parte del
Midwinter Meeting de la Asociación Psicoanalítica de Estados Unidos.
Había allí unos veinte analistas de todas partes de Estados Unidos, de
formación, intereses y experiencia diversos. Todos convinimos en que
Melanie Klein y sus discípulos habían contribuido valiosamente a nuestro entendimiento de las relaciones de objeto tempranas, las primerísimas variedades de odio y agresión y las vicisitudes especiales de la hostilidad primitiva. Hubo también acuerdo general acerca de que los kleinianos no laboraban con las resistencias como tales, desdeñaban la alianza de trabajo, subestimaban la historia personal del paciente y universalizaban las fantasías complicadas y detalladas de los tiempos preverbales.
Alexander y sus partidarios parecían ir al extremo opuesto. Mientras los kleinianos interpretan los anhelos instintuales más infantiles que
se ocultan detrás de las resistencias desde el principio del análisis, la
escuela de Alexander intenta tratar las resistencias mediante diversas
manipulaciones. Su objetivo parece ser ayudar a sus pacientes a eludir
144
LA RESISTENCIA
las resistencias, sobre todo la regresión, que consideran esencialmente
dispendiosa, Alexander preconiza manipular la frecuencia de las entrevistas a fin de impedir que el paciente se haga demasiado regresivamente dependiente. Él reduciría la frecuencia de las entrevistas a dos
o incluso una por semana. Hay que impedir la tendencia del paciente
"a hundirse en una neurosis de trasferencia segura y cómoda" (Alexander et al., 1946, p. 33). Sugiere que cuando un paciente repite un
material que ya ha expuesto muchas veces con anterioridad, es bueno
interrumpir el tratamiento para que el paciente "descubra cuál de sus
dificultades anteriores dura todavía..." (p. 36). Además cree Alexander que el analista "debería animar (y aun pedir) al paciente a que
haga aquellas cosas que evitó en el pasado, a experimentar en aquella
actividad en que fallara antes" (p. 41).
French, colaborador de Alexander, indica claramente su opinión sobre el manejo de las resistencias advirtiendo que no se debe confiar mucho en el insight. Cito ahora de un párrafo en que se trata de los impulsos hostiles: "Con frecuencia es posible eliminar los impulsos hostiles
sin llamar al mismo tiempo directamente la atención del paciente sobre ellos, con sólo ayudar al paciente a encontrar una solución al problema subyacente, aferrándose detrás de los impulsos hostiles al problema que les dio auge" (Alexander et al., 1946, p. 131).
Es evidente que los métodos de tratar la resistencia preconizados por
Alexander y sus partidarios no pueden considerarse psicoanalíticos. Son
esencialmente manipuladores y antianalíticos. El paciente no aprende
a reconocer y entender sus resistencias, no hay estímulo para el insight
como medio de vencer las resistencias, ni intento de modificar la estructura del Yo. El terapeuta omnipotente decide qué resistencias puede manejar el paciente y cuáles debe evitar por siempre. Esto podrá
ser - una psicoterapia sintomática eficaz, pero con seguridad no es
psicoanálisis.
2.7 REGLAS DE LA TÉCNICA RELATIVA A LA RESISTENCIA
Llegados a este punto creo que podemos asentar ciertos principios generales que sirvan de guía en la determinación de nuestro procedimientotécnico. Estas reglas no serán órdenes ni leyes sino más bien indicadores que señalen la dirección general. Todas las reglas han de aplicarse
con elasticidad, según el paciente, el analista y la situación. Una medida técnica sólo es válida si uno comprende el problema clínico, las ca-
REGLAS DE LA TÉCNICA RELATIVA A LA RESISTENCIA
145
pacidades del paciente y los fines que uno trata de lograr. Puede llegarse a la misma meta tomando sendas traveseras y dando rodeos, pero en un viaje largo es de importancia práctica tener en la mente un
mapa de carreteras que indique el terreno, la topografía, los obstáculos, etc. Las reglas que siguen son esas indicaciones, y son particularmente válidas cuando uno se siente perdido o vacilante. Freud denominaba las reglas que él puso "recomendaciones" y no pretendía que
se aceptaran incondicionalmente. Le parecían tales la diversidad de constelaciones psíquicas y la abundancia de factores determinantes que toda mecanización de la técnica debía resultar ineficaz a veces. No obstante, creía que ciertos procedimientos eran útiles para una situación
corriente (Freud, 1913b, p. 123; 426).
2.7.1
ANALIZAR LA RESISTENCIA ANTES QUE EL CONTENIDO, EL YO ANTES
QUE EL ELLO, Y EMPEZAR POR LA SUPERFICIE
En los primeros días del psicoanálisis, la técnica se centraba en el intento de obtener los recuerdos reprimidos y la tarea era sencillamente
volver consciente lo inconsciente. Podían obviarse las resistencias haciendo interpretaciones a partir de las asociaciones libres del paciente.
No tardó Freud en comprender que su empeño era errado, que lo terapéuticamente eficaz no era la obtención del recuerdo olvidado sino la
superación de la resistencia. Los recuerdos obtenidos estando las resistencias todavía intactas serían incapaces de lograr un cambio porque
sucumbían como anteriormente ante las fuerzas de la resistencia (1913b,
p. 141; 436). En 1914 declara Freud que la misión del analista era analizar e interpretar las resistencias del paciente. Si lo logramos, el paciente descubrirá muchas veces recuerdos olvidados y establecerá las
conexiones debidas (1914c, p. 147; 437-8).
Al reconocerse el papel capital de las fuerzas de la resistencia, remplazó a la antigua formulación tópica de hacer consciente lo inconsciente una formulación dinámica: analicemos las resistencias antes que
el contenido (Fenichel, 1941, p. 45). Esta formulación no contradice
a la antigua, sino que la modifica. Hacer consciente lo inconsciente sólo es útil si al hacerlo se altera la dinámica de un conflicto neurótico.
No tiene caso descubrir lo reprimido para que se halle con las mismas
fuerzas defensivas que ya lo reprimieron antes. Primero debe producirse un cambio en la entidad resistente. Los diversos procedimientos
para el análisis de las resistencias (véase sección 2.6) apuntan a producir alteraciones favorables en las fuerzas resistentes.
146
LA RESISTENCIA
Es conveniente ahora presentar el punto de vista estructural porque
aclara aún más nuestra tarea terapéutica. Nuestro, objetivo último es
permitir que el Yo se las arregle mejor con el Ello, el Superyó y el mundo
exterior (Freud, 1923b, pp. 56-7; 29-30). En el proceso de análisis puede
considerarse que el Yo del paciente tiene dos aspectos y funciones diferentes. El Yo inconsciente, irracional es el iniciador de las defensas patógenas y se ve como el Yo que siente y experimenta durante el tratamiento. El Yo consciente, razonable es el aliado del analista y aparece
clínicamente como el Yo observador del paciente durante el análisis
(Sterba, 1934). La regla técnica de que uno debe analizar la resistencia
antes que el contenido puede expresarse estructuralmente: se debe analizar el Yo antes que el Ello (Freud, 1933, p. 80, 916; Fenichel, 1941,
p. 56). Más exactamente: las intervenciones del analista deben tender
a hacer que el Yo razonable del paciente se las arregle mejor con las
antiguas situaciones de peligro.
En el pasado, el paciente sentía esos peligros demasiado amenazadores y su Yo irracional instituyó las defensas patógenas que ocasionaron los síntomas neuróticos. En la situación analítica, con la ayuda de
la alianza de trabajo y la debida secuencia de interpretación, esperamos que el Yo razonable del paciente expanda sus facultades a medida
que se vaya familiarizando con el modo como puede operar ahora en
comparación con el pasado, cómo evaluaba otrora el peligro y cómo
podría ahora reevaluar esos peligros, etc. La laboración con el Yo observador del paciente y la mostración de cuán poco razonables son las
operaciones del Yo que siente y experimenta posibilitan que el Yo razonable ensanche su soberanía. Analizamos la resistencia antes que el
contenido o el Yo antes que el Ello, de modo que cuando interpretamos para el paciente el contenido rechazado, lo tratará de modo más
propio y no con la mera repetición de sus pautas neuróticas pasadas.
Con el fin de esclarecer el razonamiento que sustenta estas formulaciones, permítaseme un ejemplo clínico:
Un paciente joven, el señor Z, I que llevaba aproximadamente año y medio de
análisis, empieza la sesión relatando el sueño siguiente: "Soñé que yacía en
una cama enorme. Estaba totalmente desnudo. Una mujerota entró y dijo que
tenía que bañarme y se puso a bañarme el órgano genital. Yo me puse furioso,
y me avergoncé, porque mi genital no se puso erecto."
Quedo callado y el paciente empieza a hablar. He aquí el meollo de sus asociaciones: "La mujer del sueño se parecía a una amiga de la familia. En realidad, parecía la madre de mi buen amigo John. Es también amiga de la familia
I
Ya se ha tratado del señor Z en las secciones 2.5.2 y 2.5.4.
REGLAS DE LA TÉCNICA RELATIVA A LA RESISTENCIA
147
y sobre todo de mi madre, pero no es como mi madre. Ella no está mimada.
No es una chiquilla mimada como mi madre. Me gusta esa mujer. A menudo
deseé tener una madre como ella [pausa]... En el fin de semana tuve una conquista y nos entregamos al jugueteo sexual [pausa}... Es una mujer casada.
Y ella estaba deseándolo; de hecho, ella fue la de la iniciativa. Las mujeres que
se conducen así son como prostitutas. No saben lo que es el amor, sólo les interesa el sexo. Lo que quieren es que uno les dé gusto. Hablar de todas estas
cosas me hace sentir a disgusto... [pausa]."
Llegados aquí me parece evidente, ante todo, que nos las habemos con una
situación en que el señor Z se debate entre la manifestación y la ocultación de
ciertos deseos y temores sexuales infantiles. Si examinarnos el contenido manifiesto del sueño, así como sus asociaciones, no es muy difícil reconocer que este
material está relacionado con el paciente de niño, acostado en una cama grande y con el infantil deseo de que su madre le acariciara el pene. Pero también
con algo de vergüenza y enojo porque su pene no es tan impresionante como
el de su padre. Lo enfadan esas mujeres que prefieren los penes grandes, pero
también quiere que jugueteen con el suyo. Ahora todo este contenido es bastante claro, pero sería erróneo pasar a interpretar algo de ello al paciente, porque también es evidente que en el señor Z hay fuertes tendencias a huir.de
todo esto, a ocultarlo, a disimularlo. Nótese cuán entonado, evasivo e improductivo es su lenguaje "Estaba totalmente desnudo". Una mujer se pone a bañar mi "órgano genital". Que "no se puso erecto". "Nos entregamos a un
jugueteo sexual." Y después el reconocimiento franco: "Hablar de todas estas
cosas me hace sentir a disgusto."
En semejante situación, en que cierto contenido reprimido pasa al primer
plano pero hay también considerable resistencia, me parece inútil pasar al contenido rechazado sin haber analizado antes, y traslaborado parcialmente, alguna resistencia del paciente. Si yo tratara de señalar al turbado Z que parece
desear que alguna persona maternal le acaricie el pene me acusaría airadamente
de ser un viejo licencioso, o se quedaría en un silencio helado. Estoy bastante
seguro de ello porque en otras ocasiones reaccionó de ese modo incluso después
de haber yo intentado laborar con sus resistencias.
Por eso decido laborar primeramente con éstas y sólo después que vea indicios de cambio en ellas trataré de enfrentarlo al contenido. Cuando queda callado le digo: "Parece usted turbado hoy al tratar de contarme sus experiencias
sexuales. Hasta su lenguaje parece afectado." (Digo "hoy" porque hubo ocasiones en que consiguió ser más franco en materias sexuales y así le recuerdo
el hecho.) Replica Z: "Bueno, pues... de nada sirve ser crudo [pausa]... No
sé qué clase de lenguaje usar aquí. Con frecuencia me pregunto cómo reaccionaría usted ante un lenguaje vulgar. Cómo reaccionaría si yo dijera las primeras palabras que se me vienen a las mientes. Después de lo que dijo usted comprendí que tal vez sea eso lo que usted quiere [pausa]... Sí; no es usted quien
me desaprobaría, sino yo. Yo no apruebo ese tipo de lenguaje vulgar... [pausa]. El sueño era tan vívido, y los sentimientos que suscitaba tan fuertes...
Me sentía tan infantil."
148
LA RESISTENCIA
Siento ahora que por esta vez el paciente ha conseguido laborar venturosamente con algunos aspectos de su resistencia de trasferencia; comprende que
estaba proyectando en mí sus sentimientos de desaprobación, y que eran unos
sentimientos impropios. Podíamos haber proseguido con esta resistencia, pero
en aquel momento parecía listo para seguir con el contenido del sueño, porque
espontáneamente vuelve a los sentimientos que en él tenía. Por eso vuelvo a
intervenir: "Se sintió usted enojado y avergonzado pero ¿qué sintió en el sueño cuando la mujer se puso a acariciarle el pene?"
Debe observarse aquí que yo voy un paso más allá que el paciente, porque
yo no empleo su lenguaje afectado, empleo el lenguaje corriente, y hablo sin
rodeos. Digo que la mujer le acariciaba el pene, no que se lo bañaba. El paciente responde al principio por el silencio. Después dice: "Sí, al principio me
gustó [pausa]." A continuación dice que cuando estuvo con aquella conquista
suya, ella le hizo "eso"... jugueteó con su pene. Pero desea declarar que fue
ella la que quiso, no él. No obstante, tiene que reconocer que le gustó; en realidad, le gustó muchísimo; y si tiene que reconocerlo, prefería este tipo de placer sexual a cualquier otro. Pero por alguna razón le parece que está mal [pausa]... La mujer era casada. Su marido era un personaje importante. Estaba
encantado de engañar a su marido, pero en realidad no lo engañaba tanto, porque estaban separados. "No era una victoria verdadera, sino vana. Es como
en mi trabajo; parece como que estoy trabajando mucho, pero ni es un trabajo
verdadero ni trabajo tanto. Así es todo; no quiero hacer nada, quiero que me
den algo. Siempre hago como que estoy en actividad, trabajando intensamente, pero en realidad lo que quiero es que alguien me dé algo."
El paciente parece estar trabajando bien, y su resistencia ha desaparecido
por ahora. Entonces hago otra interpretación. Digo que me parece como que
gozaba con la sensación de que una mujer alta le proporcionara placer sexual,
y que si bien le gustaba, también estaba avergonzado porque se sentía como
un niño. A esto responde el paciente que sí, que en el sueño era tan grande
la cama, tan enorme, que en comparación él debía parecer muy pequeño. Hace una pausa y dice: "¿Piensa usted que esto tenga que ver con mi madre?
¡ Qué asco! Si a eso vamos, la mujer con quien tuve la cita tenía los mismos
muslazos que me parecían tan repulsivos en mi madre."
Este ejemplo clínico ilustra que empezando por la resistencia fue posible hacer una verdadera labor analítica con ese paciente. Creo que
si yo hubiera esquivado la resistencia e ido directamente al contenido,
se hubiera producido una colérica negativa o si no, una discusión intelectual o una sumisión, sin emoción ni insight verdaderos. Sirviéndonos de este fragmento clínico corno de una ilustración, tratemos de reexaminar la fundamentación de la regla técnica de analizar la resistencia antes que el contenido.
Para que una interpretación o confrontación sea eficaz tenemos que
REGLAS DE LA TÉCNICA RELATIVA A LA RESISTENCIA
149
estar seguros de que el paciente puede percibir, entender, captar la interpretación o confrontación. Por eso debemos asegurarnos de que el
paciente tiene a su disposición un Yo razonable. Analizamos primero
las resistencias porque ellas se opondrían a la formación de un Yo
razonable. Más exactamente: el paciente conturbado tiene un Yo razonable limitado. Si yo me le planto delante con un contenido desconcertante, perderá incluso lo poco que tiene de razonable. Tengo que laborar en el campo en que pueda servirse de ese Yo razonable limitado
suyo. Señalo que se siente turbado, y eso es evidente, eso es accesible
a su Yo razonable, eso no le hará correr, puede hacerle frente. Me pregunto con él qué lo turbó hoy, y así le recuerdo indirectamente que
no siempre está turbado o desconcertado. Al principio se defiende de
modo poco razonable, y dice que no tiene caso hablar con crudeza y
se pregunta cómo reaccionaría yo a ello. Su Yo razonable, que no se
siente apartado y solo, da un gran paso hacia delante, aumenta su capacidad de ser razonable y osa reconocer que no soy yo quien lo desaprobaría, que es él mismo. Comprende entonces que su reacción es impropia, examina su comportamiento analíticamente, ha formado una
identificación parcial y temporal, una alianza de trabajo, frente a su
resistencia. Yo he señalado en su comportamiento algo que podría seguir y entender conmigo. Al formar esa alianza conmigo, su Yo razonable se hizo más fuerte y ahora se atrevió a examinar analíticamente
lo que había sentido. Yo he logrado producir una división en su Yo,
que ahora tiene dos funciones, una de sentir y una de observar. Entonces ha podido incrementar su Yo razonable y observador. El excelente
trabajo de Sterba (1934) es una lectura esencial al respecto.
Mi conturbado paciente se hubiera enojado o distanciado y no hubiera laborado conmigo si yo hubiera empezado por el desconcertante
contenido de sus sueños y sus asociaciones. Yo empecé por algo accesible a su Yo consciente, algo que estaba más dispuesto a reconocer que
su propio sentimiento. Para citar otra formulación topográfica: empecé por la superficie (Freud, 1905a, p. 12, 603; Fenichel, 1941, p. 44).
Apelé a su razón y pudo reconocer razonablemente que se había quedado desconcertado. Entonces se produjo una alianza de trabajo conmigo y él mismo pudo entonces analizar su impropia reacción de trasferencia para conmigo. De no haberlo hecho, yo lo hubiera interpretado
para él. Entonces tuvimos un fuerte Yo razonable con que laborar
y yo pude abordar el doloroso material oculto.
Decidí trabajar con su deseo de que lo acariciara una mujer grande
porque sus fantasías masturbatorias todavía eran una gran fuente
de culpabilidad para él, que había ya hecho varios intentos vacilantes de
150
LA RESISTENCIA
laborar en ello anteriormente. Sentía que si podía hacerle reconocer
la índole infantil de sus deseos sexuales podría entender mejor su sentimiento de culpabilidad, su impotencia y su vergüenza. Le pregunté qué
había sentido cuando la mujer empezó a acariciarle el pene, porque había omitido visiblemente ese punto en el relato de su sueño y no había
revelado las reacciones sexuales que tuvo cuando su amiga se lo hizo.
La intervención fue muy fructífera porque volvió a debatirse con sus
resistencias y al final comprendió que prefería aquel placer sexual pasivo a cualquier otro.
Me pareció entonces que podría estar listo para enfrentarse al hecho
de que eso era infantil, es decir incestuoso; por eso lo llevé en esa dirección apuntando que aquella actividad lo avergonzaba porque le hacía
sentir como un niñito al que diera algún placer sexual una mujerona.
Siguió el camino y se debatió con aquella cuestión. Reconoció que le
gustaba engañar a los maridos, comprendió que era una victoria vana,
y a continuación osó pensar que podría tratarse de su madre, diciendo
primero "¿Piensa usted que esto..." Y por fin lo aceptó y lo confirmó.
A medida que avanzaba aquella sesión, su pequeño Yo razonable se
fue ensanchando y pudo luchar triunfalmente con todo género de resistencias. Durante toda aquella hora pudo observársele batallando con
sus resistencias. Si éstas hubieran adquirido mayor poder y hubieran
detenido el crecimiento de su Yo razonable, hubiera sido necesario seguir laborando con las resistencias y olvidarse de laborar con el
contenido.
Son fundamentales estas reglas de técnica: Analizar la resistencia antes
que el contenido, el Yo antes que el Ello y empezar desde la superficie.
El trabajo con el contenido puede ser más interesante, más chispeante;
el trabajo con las resistencias es más lento y pesado. Pero si no se analizan las resistencias del Yo, la labor analítica acabará por estancarse.
El paciente terminará, regresará destructivamente, o el análisis se convierte en un juego intelectual o una satisfacción oculta de la trasferencia.
La regla que manda analizar la resistencia antes que el contenido
no debe entenderse como que significa analizar la resistencia sola o abordarla primero y olvidar el contenido por completo mientras no se resuelva la resistencia. De hecho, no siempre hay una dicotomía marcada entre resistencia y contenido. En los diferentes ejemplos que llevo
dados hay muchas ilustraciones de cómo la resistencia se vuelve contenido y cómo un contenido dado puede usarse a manera de resistencia.
Además, el análisis de toda resistencia nos lleva a su historia, que es contenido. Finalmente podemos emplear algo del contenido para que ayude a revelar la resistencia. La regla técnica fundamental significa que
REGLAS DE LA TÉCNICA RELATIVA A LA RESISTENCIA
151
la interpretación del contenido no será efectiva sino cuando las resistencias significantes hayan sido debidamente analizadas. El último ejemplo del paciente conturbado lo ilustra claramente. No pudo laborar con
el material mientras no superó su resistencia de trasferencia en grado
apreciable. Pasemos a ver ahora un ejemplo de empleo del contenido
con el propósito de contribuir al análisis de la resistencia.
2
Una paciente, la señora K, empieza una sesión en el cuarto año de su análisis contándome los siguientes sueños: (1) "Me están fotografiando desnuda,
recostada en diferentes posiciones, con las piernas abiertas, con las piernas cerradas..." (2) "Veo a un hombre que tiene en la mano una vara curva; en
ella estaba escrito algo que debía ser erótico. Un pequeño monstruo rojo,
espinoso mordía a ese hombre con minúsculos, agudos dientes. El hombre
tañía una campana pidiendo socorro, pero sólo yo lo oía y al parecer no me
importaba."
Permítaseme añadir que esta paciente llevaba ya varias sesiones laborando
con el problema de su temor de los impulsos homosexuales, que relacionaba
con su sexualidad clitoral, por oposición a su sexualidad vaginal. Ahora que
había conseguido tener un orgasmo vaginal, se sentía con más audacia para
explorar esas regiones. Además, nunca había sentido realmente su envidia del
pene y sólo últimamente había comprendido que su actitud —estoy encantada
de ser mujer, no hubiera servido para hombre— era una defensa contra una
hostilidad honda y hasta entonces intacta respecto del pene viril. Sabiendo todo esto, es evidente que el contenido manifiesto del sueño es una continuación
de esas cuestiones. Ser fotografiada desnuda tiene relación con problemas de
revelarse desprovista de pene. El hombre de cuya vara no hace caso es seguramente su analista. El monstruo rojo con que éste se debate podría representar
una proyección de, o un desquite por, lo que siente acerca del genital masculino.
La paciente empieza hablando en un tono de voz algo triste y hueco. Relata
los planes para una fiesta que va a dar a su hijita, de dos años y medio. Espera
que ésta se divierta, que no se trate de una de aquellas terribles fiestas de cuando ella era niña. Ha salido con su novio y resulta que lo mordía, le reprochaba
su pasado decadente, que había sido un tenorio, un perdido. Pausa. Su menstruación lleva un día de retraso, y cree estar encinta, pero no parece preocuparle. Pausa. Siente que tiene dentro algo malo, algo repulsivo, que le recuerda lo que sentía el hombre de El Inmoralista, a quien repelía la tuberculosis de
su esposa. Pausa. "Fui a una fiesta aburrida y me disgustó mucho [silencio].
Quisiera que usted dijera algo. Me siento vacía. Me enfurecí con mi niña y
le pegué, y después ella fue muy cariñosa [silencio]. Me siento distante y lejana."
Intervengo ahora y digo: "Se siente usted lejana y vacía porque parece que
tiene miedo de ver aquel odioso monstruo dentro de usted." La paciente res-
2
Mencionada ya en las secciones 1.2.4
y 2.6.5.1.
152
LA RESISTENCIA
ponde: "Era un monstruo rojo, exactamente un rojo oscuro pardusco, como
sangre menstrual vieja. Era un demonio medieval, como los que se ven en los
cuadros del Bosco. Así soy yo; si yo fuera un cuadro, así sería, llena de todo
género de demonios sexuales, movimiento intestinal, homosexualidad y odio.
Supongo que no quiero ver mi odio de frente por mí, por
Bill, por mi hijita
y por usted. En realidad, no he cambiado, y yo que creía haber hecho muchos
progresos [silencio]."
Intervengo: "Últimamente descubrimos un nuevo monstruo: su ira por el
pene de los hombres y su disgusto por su vagina. Y quiere usted rehuirlo yéndose al vacío." Replicó la paciente: "Parece usted tan seguro de sí, como si
todo lo tuviera resuelto. Tal vez yo esté huyendo. Leí un libro de un hombre
que daba coñac a su mujer para que se emborrachara y así fuera una mejor
compañera sexual y ella se hacía la borracha para poder dar suelta a sus verdaderas emociones. Quizá yo sea así. Yo les enseñaría a ustedes los hombres de
lo que soy capaz sexualmente. A veces tengo la impresión de que bajo esta dócil apariencia de esclava tengo una vena de grandiosidad. Yo les enseñaría a
ustedes, pobres `jodedores', lo que era usar el pene si tuviera uno. Sí, mientras
Bill se esforzaba la otra noche cuanto podía por darme gusto, lo miré y me
cruzó como un relámpago por el cerebro: quién es el 'esclavito' ahora. Y en
cuanto a la vara, ahora recuerdo que una vez le pregunté a usted con qué vara
medía la neurosis. No me gusta sentirme tan idiota, y a veces es usted y este
análisis quien me hace sentirme así. Yo podría ser tan acerada como usted,
si me atreviera. Pero después temo quedarme sin usted, o serle repulsiva y que
usted me abandone. Creo que ahora tengo más confianza en usted. No es de
esperar que Bill aguante todo esto, pero usted debería poder..."
Ofrezco este fragmento de una sesión para mostrar cómo laboré con
la resistencia de la paciente trayendo a colación el contenido para que
me ayudara. Interpreté para ella que se fugaba al vacío para rehuir
el monstruo de su envidia del pene, su odioso pene interno y su identificación masculina. Esta formulación la ayudó a reconocer que estaba
tratando de negar y después de proyectar ese odioso introyecto sobre
mí y su novio. Pudo ver su efecto productor de resistencia y logró empezar a explorarlo dentro de sí. El esclarecimiento del contenido la ayudó
a laborar con su resistencia de trasferencia hostil-depresiva.
2.7.2
EL PACIENTE DETERMINA EL TEMA DE LA SESIÓN
Esta regla de técnica es una prolongación de la regla antigua: empezar
toda interpretación desde la superficie. Revisamos esta fórmula topográfica y la expresamos estructuralmente así: empezamos nuestras interpretaciones con lo que es accesible al Yo consciente, razonable del
REGLAS DE LA TÉCNICA RELATIVA A LA RESISTENCIA
153
paciente. La regla de que analizamos la resistencia antes que el contenido es una aplicación de esta otra regla. Siendo las resistencias producto del funcionamiento del Yo, son más accesibles al Yo razonable
que al Ello material. Este razonamiento también es válido para las formulaciones paralelas: analizar la defensa antes que lo reprimido; analizar el Yo antes que el Ello.
Freud (1905a, p. 12; 603) hizo en el caso de Dora la recomendación
técnica de que se dejase al paciente escoger el tema de que se trataría
en la sesión. En aquel tiempo lo relacionaba con su consejo de que empezáramos nuestra labor analítica en la superficie de la mente del paciente. No imponemos nuestros intereses ni nuestros cuidados teóricos
al paciente. El método de la asociación libre se basa en nuestro deseo
de dejar que el paciente escoja el tema de la hora. Por sus asociaciones
tenemos acceso a lo que es la realidad psíquica viva del paciente en
ese momento. Sus asociaciones nos revelan lo que le preocupa, lo que
trata de salir a la conciencia, lo que le importa. Las asociaciones o la
ausencia de ellas nos indican también lo que está tratando de evitar.
Por esta razón incluyo esta regla entre las reglas técnicas relativas a
la resistencia. Con mucha frecuencia determina el paciente el tema de
la hora por lo que le hace callar, por lo que evita, por su manera de
evitarlo, etcétera.
Esto no significa que el paciente pueda deliberadamente determinar
de qué hablaremos. Por ejemplo: un paciente empieza una sesión diciendo: "Quiero hablarle de mi mujer." Y se pone a describir, durante buena parte de la sesión, las extrañas reacciones que tiene su mujer
para con él. Yo estoy callado porque me parece que está hablando de
algo emocionalmente importante para él y no advierto nada evasivo
en sus producciones. Pero en una ocasión se equivoca y dice: "Mi madre es sexualmente muy exigente... quiero decir, mi mujer." En este
punto modifico yo el enfoque de su charla pidiéndole que compare a
su madre con su esposa. En realidad, no soy yo quien ha cambiado
de tema, sino él, inconscientemente. Yo me conformo con seguirlo.
Dejar que el paciente "escoja" el tema de la sesión significa: (1) dejar que empiece la hora con el material manifiesto que le interesa, y (2)
no imponerle nuestros intereses. Si el material de la sesión de ayer nos
pareció muy importante, hay que olvidar ese interés y seguirlo a él mientras esté laborando productivamente. Los candidatos suelen meter importunamente el material de su sesión de supervisión en su labor con
los pacientes, aunque no esté nada indicado. Algunos analistas persiguen la interpretación de un sueño cuando no es éste la parte más importante de una sesión, porque les gusta laborar con sueños. (3) El pa-
154
LA RESISTENCIA
ciente escoge el material de la hora para empezar, pero de ese material
nosotros seleccionamos lo que creemos debe ser su verdadera preocupación. Por ejemplo, el paciente nos habla de sus placeres sexuales, pero
nosotros seleccionamos su turbación al hablar del acto sexual. Seleccionamos lo que nos parece que le interesa verdaderamente, aunque tal
vez él mismo no se dé cuenta de ello. Podemos trazar una analogía
con el sueño y decir que el paciente escoge el contenido manifiesto, en
tanto que nosotros extraemos el material significante latente.
2.7.3
EXCEPCIONES A LAS REGLAS
2.7.3.1 Resistencias menores
Aunque la técnica psicoanalítica se distingue de todos los demás métodos por el hecho de que nosotros analizamos las resistencias, no por
eso analizamos todas y cada una de las resistencias. Las resistencias
pequeñas y temporales pueden manejarse sencillamente callando y dejando que el paciente venza su propia resistencia. O bien puede uno
hacer alguna observación facilitadora, como por ejemplo, si el paciente
calla o vacila, decir "¿Sí?" o "¿Cómo?", y entonces el paciente se pone a hablar. No tiene uno necesariamente que volver atrás y analizar
el significado, el fin o el contenido de todas las resistencias. Esto mientras el paciente parezca vencer las resistencias por sí solo y pueda comunicarse verdaderamente. Pero si la resistencia persiste o aumenta,
entonces tenemos que analizarla. Es decir: la regla general es que las
resistencias pequeñas y temporales no se analizan y pueden sencillamente superarse.
No sólo es innecesario perseguir las resistencias menores, sino que
puede alejar del material importante. Además, al paciente debe permitírsele intervenir activamente en la superación de las resistencias. En
fin, el andar tras de la menor resistencia puede convertir al analista
en un latoso y el análisis en algo insoportable. Es parte del tacto, en
el arte de analizar, el saber distinguir entre las resistencias que requieren análisis y las que no.
2.7.3.2 Pérdida de las funciones del Yo
A veces se presentan en el análisis situaciones en que hay pérdida de
la resistencia por disminución de las funciones del Yo. Entonces nuestra tarea consiste en permitir y aun favorecer la formación de cierto
REGLAS DE LA TÉCNICA RELATIVA A LA RESISTENCIA
155
grado de resistencia. Esto puede ocurrir en la labor analítica con casos
psicóticos o límites, pero también en pacientes neuróticos en el clímax
de la revivencia de su neurosis infantil. Las intervenciones necesarias
en tales situaciones bien pudieran ser antianalíticas, pero la situación
entonces no requiere insight sino medidas de emergencia. Como casos
tales se presentan en el curso del análisis, vale la pena pasar unos momentos examinando sus problemas técnicos.
En todos los análisis que logran penetrar hasta el fondo de las neurosis infantiles se producen tormentas emocionales. En el colmo de la efusión emocional hay una pérdida, en mayor o menor grado de las funciones del Yo, según la intensidad y la índole del afecto desbordado.
Si el caso se produce al comienzo de la sesión, nuestra tarea terapéutica puede ser sencilla. La paciencia y el silencio de apoyo bastarán a
dar al paciente bastante oportunidad de descargar su emoción acumulada. A medida que se reducen el pánico, la rabia o la depresión, se
puede notar el retorno de una parte del Yo razonable y volver a intentar la labor analítica. Pero si la tormenta emocional no cede o si estalla
hacia el final de la hora, resulta necesario intervenir. Aunque lo ideal
sería que el paciente descargara a cabalidad sus sentimientos, por razones de conveniencia es necesario interponerse. Sería peligroso dejar
que un paciente se marchara en la culminación de una tormenta emocional y sin un Yo razonable en funciones. Nuestra tarea es re-suscitar
uno y no ocasionar complicaciones inanalizables.
Yo he tenido la experiencia de que los siguientes pasos parecen efectivos con un mínimo de complicaciones. Supongamos que el paciente
se debate en la agonía de una intensa reacción dolorosa, solloza violentamente y la sesión se acaba. Yo esperaría casi hasta el último momento para interrumpir, y entonces diría: "Siento mucho interrumpirle
cuando está usted tan acongojado, pero me temo que el tiempo se nos
agota." Si el paciente reacciona, y es lo que suele suceder, añado: "Tomémonos unos cuantos minutos, hasta que se sienta más compuesto."
Doy entonces al paciente una oportunidad de decir algo si lo desea y
de todos modos le doy la oportunidad de ver que no estoy angustiado,
trastornado ni impaciente. Mi conducta da a entender que me inspira
compasión su dolor pero que la realidad debe verse cara a cara. Le
ayudo a dominarse recordándole la realidad de la hora que acaba, pero indicando que siento interrumpir el derramamiento de su emoción...
y así es en realidad. Finalmente, es importante que el analista haga
ver que no le espanta la erupción del paciente y se presente como modelo con que identificarse. Al final de una sesión semejante suelo decir
.
algo así: "Esta efusión emocional que ha tenido es dolorosa para usted
156
LA RESISTENCIA
pero importante para nuestra labor. Tenemos que entenderla, analizarla y dominar/a."
En el análisis se presentan a veces otras situaciones en que el paciente pierde, o teme perder, algunas o muchas de las funciones del Yo.
Por ejemplo, un paciente tal vez empiece a parlotear incomprensible,
enredadamente, o a balbucear como un bebé. En este caso uno necesita paciencia, aplomo y firmeza. Al fin, hay que interrumpir al paciente
y decirle: "Bueno, veamos qué ha pasado aquí. Estaba usted hablando
como un chiquillo." Al intervenir de este modo, el analista hace de
recordatorio y modelo para el paciente por su Yo razonable temporalmente perdido. Con su tono firme indica que no está espantado, cosa
que tranquiliza al paciente.
Un paciente puede sentirse presa de pánico, espantado e inerme en el diván.
Una de mis pacientes se quejaba de que las palabras se le escapaban y temía
orinarse acostada allí. La dejé soportar cuanto me pareció podía y a continuación dije: "Está bien, reanudemos el análisis. Tratemos ahora de examinar todo esto, volvamos al principio y estudiémoslo."
En algunas situaciones hay pacientes que temen perder todo control
y se espantan ante la idea de que podrían volverse violentamente agresivos o sexuales. Cuando siento que el espanto es genuino y que hay
algo que corrobora sus temores, digo u obro de manera que indique:
"No tenga cuidado, no dejaré que usted se lastime, ni me lastime a mí."
Como dije antes, estas intervenciones no son analíticas, pero tampoco creo que sean analíticas semejantes situaciones. Empleo procedimientos no analíticos, pero trato de evitar los antianalíticos, o sea acciones
que trastornarían el análisis ulterior. Únicamente después de pasada
la crisis puede uno reemprender el análisis. Pero tengo la experiencia
de que las intervenciones realizadas con intención terapéutica y analizadas después a fondo no perjudican irremediablemente a la situación
analítica. Por otra parte, la actitud estrictamente pasiva y silente puede ser un peligro mayor al permitir que el paciente regrese a un nivel
traumático. El paciente percibirá acertadamente el silencio y la pasividad del analista como indicios de falta de interés, de angustia y confusión en el analista, y esto puede ser mucho más perjudicial. Cuando
así ocurre, el analista necesita hacerse un poco de autoanálisis de su
comportamiento de trasferencia.
Al terminar este capítulo sobre la técnica del análisis de las resistencias me siento otra vez movido a repetir que las resistencias más importantes son las de trasferencia. No he hecho resaltar esto en los ejem-
REGLAS DE LA TÉCNICA RELATIVA A LA RESISTENCIA
157
plos clínicos citados porque quería examinar primero el concepto de
resistencia en general.
LISTA ADICIONAL DE LECTURAS
El paciente calla
Arlow (1961), Glover (1955), Loewenstein (1961), Loomie (1961), Van der
Heide (1961), Zeligs (1961).
Resistencia y defensa
Freeman (1959), Freud (1916-7, capítulo xix; 1923b, capítulo v; 1926a;
1933), Gero (1951), Hartmann (1951), Hoffer (1954), Kohut (1957), Lamplde Groot (1957), Loewenstein (1954), Sperling (1958), Winnicott (1955).
"Acting out" y resistencia
Altman (1957), Bird (1957), Ekstein y Friedman (1957), Kanzer (1957), Spiegel (1954), Zeligs (1957).
Trastornos del carácter y resistencia
Gillespie (1958), Gitelson (1958), Glover (1958), Katan (1958), Nacht (1958b),
Waelder (1958).
Resistencias ajenas al ego y egosinanicas
Glover (1955), Menninger (1958), Sharpe (1930).
3
DEFINICIÓN PROVISIONAL
LA TRASFERENCIA
de trasferencia por lo general no se da cuenta de esa distorsión.
La trasferencia puede constar de algunos de los componentes de una
relación de objeto, es decir, puede apreciarse en forma de sentimientos, pulsiones, deseos, temores, fantasías, actitudes e ideas o defensas
contra ellos. Las personas que son causa original de las relaciones de
trasferencia son personajes importantes y significativos de la primera
infancia (Freud, 1912a, p. 104, 416; A. Freud, 1936, p. 18). La trasferencia se produce en el análisis y fuera del análisis, en las personas neuróticas y psicóticas y en las normales. En todas las relaciones humanas
hay una mezcla de reacciones realistas y de trasferencia (Fenichel, 1941,
p. 72).
Antes de proceder a ampliar nuestro esbozo elemental es necesario
aclarar la terminología. El encabezado de este capítulo es "La trasferencia", y ésa es la antigua y conocida palabra que introdujo Freud
y que la mayoría de los analistas siguen empleando. En años recientes
ha habido un movimiento para modificar esta cuestión porque parecía
que la palabra "trasferencia" podía inducir a error. "Trasferencia"
es singular y los fenómenos de trasferencia son muchos y diversos; gramaticalmente sería más correcto decir "trasferencias". Por desgracia,
a mí "trasferencias" me suena artificial y raro, y he tenido que recurrir a un término medio entre la corrección y la familiaridad. Y así prefiero emplear la expresión "reacciones de trasferencia" para referirme
a toda la clase de los fenómenos de transferencia. Cuando empleo la
palabra "trasferencia", debería entenderla como un nombre colectivo, una forma abreviada de reacciones de trasferencia.
Las reacciones de trasferencia siempre son inapropiadas. Pueden serlo
por lo que respecta a la calidad, cantidad o duración de la reacción.
Se puede reaccionar demasiado intensa o demasiado débilmente, o se
puede tener una reacción extraña al objeto trasferencial. La reacción
trasferencial es impropia dentro de su contexto actual, pero otrora fue
una reacción apropiada a una situación pasada. Tanto se acomodan
mal las reacciones de trasferencia a una persona de la actualidad como
convinieron exactamente a alguien del pasado.
La formación de la técnica del psicoanálisis se debe en lo esencial a la
evolución de nuestro conocimiento de la naturaleza de la trasferencia.
Los mayores progresos en la técnica psicoanalítica proceden de los capitales descubrimientos que hizo Freud (1905c) del doble poder de la
trasferencia, que es un instrumento de valor insustituible y la fuente
de los mayores peligros. Las reacciones de trasferencia ofrecen al analista una ocasión inestimable de explorar el pasado inaccesible y el inconsciente (Freud, 1912a, p. 108; 418). La trasferencia suscita también resistencias que resultan el obstáculo más grave a nuestra labor
(p. 101; 414). En toda definición de la técnica psicoanalítica debe figurar como elemento central el análisis de la trasferencia. Toda escuela
disidente del psicoanálisis puede describirse por alguna diferencia en
el modo de tratar la situación de la trasferencia. Las reacciones de trasferencia se producen en todos los pacientes que reciben psicoterapia.
El psicoanálisis se distingue de todas las demás terapias por el modo
de fomentar la formación de las reacciones de trasferencia y por su sistemático intento de analizar los fenómenos de trasferencia.
3.1 DEFINICIÓN PROVISIONAL
Entendemos por trasferencia un género especial de relación respecto
de una persona; es un tipo característico de relación de objeto. Lo que
la distingue principalmente es el tener por una persona sentimientos
que no le corresponden y que en realidad se aplican a otra. Fundamentalmente, se reacciona ante una persona presente como si fuera una
del pasado. La trasferencia es una repetición, una reedición de una relación objetal antigua (Freud, 1905a, p. 116; 654). Es un anacronismo, un error cronológico. Se ha producido un desplazamiento; los impulsos, los sentimientos y las defensas correspondientes a una persona
del pasado se han trasladado a otra del presente. Es primordialmente
un fenómeno inconsciente, y la persona que reacciona con sentimientos
[158]
159
Por ejemplo, una paciente joven reacciona con lágrimas y enojo porque la hago esperar dos o tres minutos, y fantasea que quiero dedicar tiempo extra a
mi paciente favorita. Es una reacción impropia en una mujer de treinta y cinco
años de edad, inteligente y culta, pero sus asociaciones conducen a una situación anterior, en que encajaba esa serie de sentimientos y fantasías. Recuerda
sus reacciones de niña de cinco años, que esperaba que su padre fuera a su
recámara a darle las buenas noches con un beso. Siempre tenía que esperar
unos minutos porque para él era una regla despedirse primero de su hermana
160
LA TRASFERENCIA
mayor. Entonces ella reaccionaba llorando, enojándose y con fantasías celosas... precisamente lo que ahora siente conmigo. Sus reacciones son propias
de una niña de cinco años, y visiblemente no lo son en una mujer de treinta
y cinco. La clave para entender ese comportamiento está en reconocer que es
una repetición del pasado, o sea una reacción de trasferencia.
Las reacciones de trasferencia son en lo esencial repeticiones de una
relación de objeto del pasado. Se ha entendido la repetición de muchos
modos y según parece desempeña funciones múltiples. La frustración
y la inhibición de los instintos hacen que el neurótico busque ocasiones
tardías de satisfacción (Freud, 1912a, p. 100, 414; Ferenczi, 1909). Pero
la repetición se ha entendido también como un medio de esquivar los
recuerdos, una defensa contra el recuerdo, así como una manifestación
de la compulsión de repetir (Freud, 1912a, 1914c; A. Freud, 1936; Fenichel, 1945b).
Es ese hecho de que un comportamiento determinado repita algo del
pasado el que hace que probablemente resulte impropio en el tiempo
presente. La repetición a veces es una duplicación exacta del pasado,
una réplica, una revivencia, o tal vez sea una reedición, una versión
modificada, una representación deformada del pasado. Si en el comportamiento de trasferencia se trasluce una modificación del pasado,
suele ser en el sentido de satisfacer un deseo. Con mucha frecuencia
se siente como que las fantasías de la infancia sucedieron realmente
(Freud, 1914b, pp. 17-8, 986; Jones, 1953, pp. 265-7). Los pacientes
tienen por el analista sentimientos que pueden interpretarse como seducción sexual por el padre, que después resultan ser una repetición
de un deseo sucedido originalmente en la fantasía infantil. Los sentimientos de trasferencia activados suelen resultar intentos semejantes de
realización de deseos (Freud, 1914c; Fenichel, 1945b; Greenacre, 1950;
Bird, 1957). En los pacientes que tratan de terminar en su acting out
tareas incumplidas se advierte una prolongación de esta idea (Lagache, 1953).
Los objetos que fueron las fuentes originales de la reacción de trasferencia son las personas importantes en los primeros años de un niño.
Suelen ser los padres y otros educadores, los dispensadores de amor,
comodidad y castigo, los hermanos y hermanas y otros rivales. Pero
las reacciones de trasferencia pueden derivarse de figuras posteriores
y aun de la actualidad, aunque el análisis revelará que esos objetos ulteriores son secundarios y aun se formaron a partir de las figuras primarias de la primera infancia. Finalmente, debe añadirse que algunas
porciones del individuo pueden desplazarse hacia otros, o sea que puede producirse una proyección. También aparecerán en forma de reac-
DEFINFCIÓN PROVISIONAL
161
ciones de trasferencia, pero dudo que este tipo de respuesta tenga su
lugar debido en el campo de las reacciones de trasferencia. Lo veremos
más detalladamente en la sección 3.4.1.
Es probable que las reacciones de trasferencia se produzcan más adelante en la vida con personas que desempeñan una función especial,
originalmente a cargo de los padres. Y así los amantes, los jefes, las
autoridades, los médicos, los maestros, los actores y los personajes célebres pueden en particular activar reacciones de trasferencia. Además,
las reacciones de trasferencia pueden darse también con animales, objetos inanimados e instituciones, pero aquí también el análisis demostrará que se derivan de las personas importantes de la primera infancia
( Reider, 1953a).
Todos y cualquiera de los elementos de una relación de objeto pueden entrar en una reacción de trasferencia; cualquier emoción, pulsión,
deseo, actitud, fantasía y las defensas contra ellos. Por ejemplo, la incapacidad que tenga un paciente de sentir enojo contra su analista puede
proceder de su defensa infantil contra la manifestación de enojo. De
niño aprendió que el mejor modo de prevenir terribles querellas con
su violento padre era no tener conciencia de su propio enojo. En el análisis no tenía conciencia del enojo que había detrás de su persistente
blandura.
Durante el análisis pueden producirse identificaciones que pudieran
ser reacciones de trasferencia. Uno de mis pacientes adopta uno u otro
de mis rasgos de carácter de vez en cuando durante el análisis. Esto
sucedía a veces cuando se sentía rezagado respecto de un competidor
más venturoso. Era cual si tuviera que hacerse como yo al no poder
poseerme como objeto de amor. Su historia indicaba que empleaba este mecanismo cuando competía con sus hermanos mayores por el amor
de su padre.
Las reacciones de trasferencia son esencialmente inconscientes, aunque algún aspecto de la reacción pueda ser consciente. La persona que
siente una reacción de trasferencia puede tener conocimiento de que
está reaccionando excesiva o extrañamente, pero no de su verdadero
significado. Puede incluso tener conocimiento intelectualmente del origen de la reacción, pero sin conciencia de algún componente o fin emocional o instintual importante.
Todas las personas tienen reacciones de trasferencia; la situación analítica no hace más que facilitar su formación y las utiliza para interpretar y reconstruir (Freud, 1905c, 1912a). Los neuróticos son particularmente propensos a las reacciones de trasferencia, como lo son en general las personas frustradas e infelices. El analista es un objetivo primor-
162
LA TRASFERENCIA
dial para las reacciones de trasferencia, pero también lo son todas las
personas que tienen importancia en la vida de un individuo.
Resumiendo: trasferencia es tener pulsiones, sentimientos, actitudes,
fantasías y defensas respecto de una persona actual que no convienen
a esa persona sino son una repetición de reacciones formadas en relación con personas importantes de la primera infancia, y desplazadas
inconscientemente a figuras actuales. Las dos características sobresalientes de una reacción de trasferencia son la repetición y la impropiedad. (Para una ampliación de esta definición véase sección 3.4.1.)
CUADRO
CLÍNICO
163
nes recordaríamos al paciente y a nosotros mismos que esa reacción
franca a la frustración era realista. Si el paciente se hubiera puesto furioso y no sólo enojado, o si se hubiera quedado totalmente indiferente, la impropia intensidad de la reacción hubiera indicado que probablemente nos encontrábamos ante una repetición o una reacción de la
infancia. Otro tanto sucedería si su enojo durase horas o si reaccionara
a la interrupción con una carcajada.
Citemos un ejemplo típico de reacción impropia. Mi teléfono suena repetidamente durante una hora analítica y yo respondo creyendo que se trata de algo
urgente. Con gran consternación mía resulta ser un número equivocado y señalo mi enojo murmurando inadvertidamente "maldita sea". El paciente rea-
3.2 CUADRO CLÍNICO: CARACTERÍSTICAS GENERALES
nuda su discurso donde lo dejara. Al cabo de unos minutos le interrumpo para
En esta sección querría familiarizar al estudiante con algunas de las
más típicas manifestaciones de los fenómenos de trasferencia tal y como es posible que se presenten durante el análisis. Creo que el mejor
modo de conseguirlo es examinar aquellas características ele las reacciones del paciente que indican la posibilidad de una reacción de trasferencia. No hay que olvidar que la presencia de las propiedades que
intento destacar no es prueba absoluta de trasferencia, ya que también
ha de tratarse de una repetición y una impropiedad.
sintiera? No fue culpa suya." Silencio. Trata de reanudar la conversación ante-
preguntarle cómo se sintió con el telefonazo. Replica: "¿Cómo quería que me
3. 2.1
LA IMPROPIEDAD
En cuanto intentamos ilustrar el cuadro clínico de las reacciones de trasferencia se plantea una cuestión fundamental: ¿no podríamos clasificar
como trasferencia todas las reacciones al analista? Según nuestra definición hay que decir que no. Tomemos un ejemplo sencillo: el paciente se enoja con su analista. Este hecho solo no permite determinar si
se trata de una reacción de trasferencia. Primero debemos ver si el comportamiento del analista justifica el enojo. Si el paciente se impacientó
porque el analista interrumpió sus asociaciones respondiendo al teléfono, yo no consideraría que el enojo del paciente es una reacción de trasferencia. Su reacción parece realista, acorde con las circunstancias y
propia de un nivel maduro de funcionamiento. Esto no quiere decir
que la reacción del paciente no deba ser tomada en cuenta, sino que
esos casos se tratan de modo diferente que los fenómenos de trasferencia. Podríamos explorar la historia y las fantasías del paciente en relación con las reacciones coléricas, pero a pesar de nuestras apreciacio-
rior, pero parece tenso y artificial. Indico entonces que parece estar celando
alguna de sus reacciones emocionales, actuando como "debería". Esto hace
recordar al paciente haber tenido un relámpago de cólera cuando me oyó contestar el teléfono. A esto siguió un cuadro en que yo le gritaba enojado. El paciente recuerda entonces multitud de ocasiones en que se vio obligado a obedecer las ideas paternas acerca de cómo "debía" comportarse. Yo interpreto para él cómo reaccionó conmigo cual si yo hubiera sido su padre.
La impropiedad de una reacción a una situación actual es la señal
principal de que la persona que desencadena la acción no es el objeto
decisivo o verdadero. Indica que la reacción probablemente tiene que
ver y conviene a un objeto del pasado.
3.2.2 LA INTENSIDAD
En general, las reacciones emocionales intensas al analista denotan trasferencia. Así sucede con diversas formas de amor, y también de odio y
miedo. El comportamiento y las actitudes consecuentes, restringidos
y no intrusivos, que acostumbra el analista no suscitan reacciones intensas en un plan realista. Aquí también hay que tener presente la propiedad de la reacción. Conviene reconocer que un paciente podría tener razón de reaccionar con gran intensidad si el comportamiento del
analista y la situación analítica lo justifican. Por ejemplo: el analista
r
se duerme oyendo a su paciente. El paciente se da cuenta y al m consigue despertar al analista llamándolo. El paciente se pone furioso porque el analista no reconoce su error y en lugar de aceptarlo interpreta
164
LA TRASFERENCIA
que el paciente inconscientemente quiso dormido mostrándose aburrido.
En semejante situación, yo no consideraría la furia del paciente una
reacción de trasferencia sino algo esencialmente justificable y propio.
De hecho, cualquier otra reacción hubiera sido con más probabilidad
señal de trasferencia del pasado. Esto no significa que la reacción del
paciente no haya de ser analizada, pero el objetivo analítico último es
diferente según tratemos con una reacción de trasferencia o con una
realista. Además, siempre hay la posibilidad en todas las reacciones intensas, por justificables que parezcan, de que aparte de la superestructura realista haya también un núcleo de trasferencia. Pero en el curso
ordinario del análisis, las reacciones intensas al analista son un indicio
harto seguro de reacción de trasferencia.
Lo contrario de las reacciones intensas para con el analista, o sea
la ausencia de reacciones, es un indicio no menor de trasferencia. Tal
vez el paciente tenga reacciones pero las esté refrenando por sentirse
desconcertado o asustado. Es ésta una manifestación evidente de resistencia de trasferencia. La situación es más complicada cuando el
paciente no tiene conciencia sino de los sentimientos más inocuos y débiles. Es posible que haya sentimientos fuertes en su interior, pero reprimidos, aislados o desplazados. A veces es necesario analizar persistentemente el miedo a reaccionar con emoción ante el analista para que
el paciente se anime a permitirse algunas reacciones espontáneas. Estas resistencias a la trasferencia están descritas en el capítulo 2. Aquí
quiero mencionar brevemente la frecuente experiencia clínica de que
mis pacientes reaccionan de modo muy razonable ante mis idiosincrasias pero propenden a alborotarse por cualquier signo de peculiaridad
en otro analista. Es éste un ejemplo bien neto de desplazamiento de
una reacción de trasferencia.y hay que reconocer en él una defensa contra los sentimientos de trasferencia respecto del analista del paciente.
Resistencia semejante manifiestan los pacientes que reaccionan levemente en la sesión analítica y tienen reacciones emocionales intensas
no explicadas para con los extraños fuera de la sesión.
Puede suceder que un paciente no se interese mucho en su analista
durante un breve período de tiempo porque en su vida estén sucediendo acontecimientos importantes fuera del análisis. Pero la ausencia prolongada de sentimientos, pensamientos o fantasías acerca del analista
es un fenómeno de trasferencia 1 una resistencia de trasferencia. El analista es una persona demasiadd importante en la vida del analizando
para estar ausente de sus pensamientos y sentimientos por algún período considerable de tiempo. Si el analista verdaderamente no es importante, entonces el paciente no está "en análisis". Tal vez el paciente
CUADRO CLÍNICO
165
esté pasando por el análisis para agradar a alguien o por alguna otra
razón que no sea la de seguir un tratamiento.
Puede también ocurrir que alguna otra persona en la vida del paciente absorba las emociones intensas de éste y que la ausencia de sentimientos intensos por el analista se deba más que nada a una resistencia de trasferencia. Por ejemplo: un paciente en la primera parte de su
análisis está libre de su temor de implicación emocional y más adelante
se enamora. Con toda probabilidad, el amor del paciente contiene
elementos importantes del pasado, pero la contribución de la situación analítica podrá o no ser de importancia decisiva. Habría que explorar esa situación con todo cuidado y repetidas veces antes de llegar
a una conclusión segura. ¿Se ha enamorado el (la) paciente para darle
gusto a uno? ¿Se ha enamorado a pesar de uno, porque uno no le da
suficiente amor? ¿Se enamora por identificación con uno? ¿Se ha enamorado de alguien que se parece a uno? ¿Es el enamoramiento señal
de madurez? ¿Parece haber alguna esperanza realista de que la relación dure y sea feliz?
No es fácil responder a estas preguntas; no hay respuestas bien definidas y sólo la exploración prolongada y el tiempo pueden ofrecer una
respuesta razonablemente acertada. Ésta es la base de la regla práctica
propuesta por Freud de que el analista debe pedir al paciente que no
haga cambios de importancia en su vida durante el análisis (1914c,
p. 153). Este consejo puede también ser malinterpretado por el paciente debido a las distorsiones de la trasferencia y ha de darse a su debido
tiempo y en el contexto apropiado (Fenichel, 1941, p. 29). El hecho
de que la duración del tratamiento analítico haya aumentado en los
últimos años ha hecho modificar más esta regla. Hoy creo que deberíamos decirle al paciente que sería mejor no hacer cambios de importancia en su vida sin antes analizar suficientemente el cambio pensado.
Este problema se verá más ampliamente en el volumen u.
3.2.3
LA AMBIVALENCIA
Todas las reacciones de trasferencia se caracterizan por la ambivalencia, la coexistencia de sentimientos contrapuestos. Se acostumbra en
psicoanálisis entender que queremos decir que en la ambivalencia uno
de los aspectos del sentimiento es inconsciente. No hay amor por el analista sin odio oculto en alguna parte, no hay anhelos sexuales sin repulsión oculta, etc. La ambivalencia puede descubrirse fácilmente cuando
sus sentimientos son caprichosos y cambian inesperadamente. O tal vez
166
LA TRASFERENCIA
un aspecto de la ambivalencia se mantenga tenazmente en la conciencia durante largos períodos mientras se defiende empeñosamente su contrario. Puede también suceder que maneje el paciente la ambivalencia
desplazando uno de los componentes a otra persona, con frecuencia otro
analista. Esto suele verse en el análisis de los candidatos en entrenamiento, que mantendrán una relación positiva con su analista personal
y desplazarán su hostilidad inconsciente a un supervisor o presidente
de seminario... o viceversa.
No debe olvidarse que también puede haber reacciones preambivalentes en la trasferencia. La figura del analista se escinde en un objeto
bueno y uno malo, cada uno de los cuales vive una existencia separada
en la mente del paciente. Cuando los pacientes que reaccionan de este
modo —y siempre son los más regresionados— son capaces de sentir
ambivalencia respecto del objeto entero, es un hecho notable.
167
CUADRO CLÍNICO
de su temor de parecerme ordinaria y poco interesante. Sus sentimientos hacia
mí eran de respetuoso pavor y admiración, con la esperanza subyacente de que
yo llegara a quererla.
Súbitamente, en una sesión, y costándole mucho, reconoce el sentimiento
de que está enamorada de mí. Sitúa el comienzo de este sentimiento al final
de la sesión anterior, en que observó cómo mis pantalones estaban arrugados
y mi corbata torcida. Estaba segura de que eso significaba que yo no era un
materialista, ni un capitalista codicioso, sino un soñador, un idealista y aun
un artista. Todo el día y la noche estuvo fantaseando acerca de mí de ese modo; sus sentimientos adquirieron mayor intensidad y ese estado de cosas le placía. Aun cuando empezamos a analizar esa reacción y a buscar sus orígenes
en el pasado, sus sentimientos persistieron.
Al día siguiente se sintió abrumada por la culpabilidad. En la noche le han
dolido los oídos a su hijo y a la paciente le parece eso consecuencia de su negligencia; ha pasado demasiado tiempo soñando despierta su nuevo amor en lugar de cuidar a su hijo. Está convencida de que debo despreciar a tan frívola
Citemos un ejemplo clínico. Durante varios años, un caso limítrofe dio respuestas extrañas a mis intervenciones siempre que se sentía angustiado. Lentamente pude ir componiendo las siguientes explicaciones: Cuando se sentía enojado
contra mí y me odiaba, se asustaba, y por eso nunca escuchaba mis palabras,
que para él eran como flechas envenenadas, y su defensa era hacerse impenetrable a ellas. En esas ocasiones se concentraba su atención sólo en el tono
de mi voz, y ponía meticuloso cuidado en percibir los cambios de intensidad
y ritmo. Los tonos bajos y el ritmo regular le hacían sentir que le administraba
buen alimento, como solía hacerle y servirle su madre cuando comían solos.
Los tonos altos y el ritmo irregular significaban que la madre le daba mal alimento porque el padre estaba allí y la ponía nerviosa y le salía mal. Fueron
necesarios muchos años de análisis para que llegara a concederme el ser una
sola persona y seguir así cuando me amaba, odiaba o temía.
mujer. Cuando intento descubrir la historia de esta reacción siente que la estoy
castigando, como se merece.
Al día siguiente, el tercero, mi saludo le parece frío, casi un gesto, y mi si-
no se
mis pa-
lencio es desdén. Ahora ya no le parezco un idealista o un soñador que
preocupa de su aspecto, sino que soy
arrogante y desdeñoso para con
cientes, "pobres neuróticos ricos". Se defiende, con
su grupo, atacándome,
porque soy uno de esos psicoanalistas de mente malvada que viven de los ricos
pero los desprecian. El olor de
mi cigarro puro le parece repulsivo y aun
nauseabundo.
A la sesión siguiente, mis intentos de analizar sus sentimientos hostiles le parecen torpes pero cariñosos. Es probable que yo sea bienintencionado y de buen
corazón, sólo que caprichoso. Debo haber cambiado de marca de puros y haber comprado otros más caros a causa de su crítica, y agradece mi consideración. Espera que algún día yo sea su guía y mentor, porque ha oído decir que
soy un talento. Como callo, le parezco aburrido, convencional y aguafiestas.
3.2.4 LOS CAPRICHOS
Es probable que sea puro estudio y trabajo, sin más interés. Sale de la sesión
con la idea de que soy un buen analista, pero pobre de la que se case conmigo.
Otra propiedad notable de las reacciones de trasferencia es su mutabilidad. Los sentimientos de trasferencia suelen ser inconstantes, erráticos y caprichosos. Esto es particularmente así en el principio del análisis. Glover (1955) ha calificado estas reacciones muy atinadamente de
reacciones de trasferencia "flotantes".
Es éste un caso harto extremado de mutabilidad, pero ilumina el carácter errático y caprichoso de las reacciones de trasferencia al principio del análisis en algunas pacientes histéricas y neuróticamente deprimidas.
Un ejemplo típico de los cambios súbitos e inesperados que pueden producirse
3.2.5 LA TENACIDAD
en Ja situación de trasferencia es la siguiente sucesión de hechos que se produjeron en una sola semana en el análisis de una paciente joven histericodepresiva, en su segundo mes de tratamiento. Había estado laborando bien a pesar
Es una característica notable de las reacciones de trasferencia el tener
una naturaleza contradictoria. Acabo de describir cuán caprichosa y
168
LA TRASFERENCIA
transitoria puede ser la trasferencia, y debo ahora añadir que muchas
veces, los fenómenos de trasferencia se distinguen por su tenacidad. Es
fácil que las reacciones esporádicas se produzcan sobre todo al principio del análisis, pero las reacciones prolongadas y rígidas suelen aparecer en las fases ulteriores, aunque no hay regla absoluta al respecto.
Los pacientes adoptan para con el analista un surtido crónico de sentimientos y actitudes que no ceden fácilmente a la interpretación. Estas
tenaces reacciones requieren un largo período de análisis, a veces años.
Tan larga duración no significa un estancamiento de la labor analítica,
sino que en esos períodos pueden cambiar otras características del comportamiento del paciente y aparecer nuevos recuerdos e insights. El paciente tiene que aferrarse a su posición fija porque los sentimientos que
entraña son sobredeterminados y satisfacen importantes necesidades instintuales y defensivas. Estas reacciones tenaces pueden ser relativamente
intensas o difíciles de descubrir.
Una paciente mía, la señora K, llevaba casi tres años con una reacción de trasferencia positiva, sexual y erótica, para conmigo. Estos sentimientos sobrevivieron y no fueron mensurablemente influenciados por mis persistentes interpretaciones de su función de resistencia, mis prolongados silencios y mis errores y descuidos ocasionales. Sólo después de haber mejorado lo bastante para
poder lograr un orgasmo vaginal parcial que contribuyó a reducir su temor a
la homosexualidad cambió esta trasferencia positiva crónica. Sólo entonces se
atrevió a dejarse sentir conscientemente su odio y aversión contra mí y contra
los hombres en general.'
La tenacidad y la falta de espontaneidad son señales de reacciones
de trasferencia. Aun en los análisis mejor llevados, las flaquezas humanas del analista podrían a veces provocar hostilidad si no operara una
trasferencia positiva defensiva. La labor analítica suele ser dolorosa,
y esto también podría ocasionar resentimiento. Y sobre todo, las reacciones de trasferencia proceden del pasado rechazado del paciente y en
ello tiene que entrar gran cuantía de agresión inconsciente en busca
de descarga. A la inversa, la neutralidad compasiva de la actitud analítica no requiere la hostilidad prolongada de algunos pacientes. La tenacidad y rigidez de las reacciones de trasferencia se deben a una combinación de defensa inconsciente y satisfacción instintual.
Las cinco cualidades arriba anotadas son las características más típicas que denotan una reacción de trasferencia. El rasgo sobresaliente,
1
Ya se ha mencionado a la señora K en las secciones 1.2.4 y 2.6.5.1. Véase la sec-
ción 2.7.1 para un informe clínico más detallado del cambio de esta paciente.
ESTUDIO HISTÓRICO
169
que destaca sobre todos los demás y está incluido en ellos, es la impropiedad. Es la impropiedad, en términos de intensidad, ambivalencia,
capricho o tenacidad, la que advierte que está operando una trasferencia. Esto es así no sólo cuando se producen esas reacciones para con
el analista sino también cuando aparecen en relación con otras personas. Las reacciones que no corresponden al carácter o al lugar son fenómenos de trasferencia.
3.3 ESTUDIO HISTÓRICO
Querría esbozar brevemente las principales contribuciones de Freud
y otros a nuestro conocimiento de los problemas teóricos y técnicos relativos a la trasferencia. Voy a examinarlos por orden cronológico, entre 1895 y 1960. Sólo haré resaltar aquellos puntos que considero avances
importantes y omitiré muchos trabajos valiosos que en lo esencial son
resúmenes o repeticiones. Aconsejo al estudiante que lea ln: trabajos
originales. Mi versión del contenido objetivo no sólo está muy condensada sino que es además una selección subjetiva. Esta cuestión se tocó
ya en la sección 1.1.
La primera descripción y discusión freudiana del papel de la trasferencia se halla en el capítulo sobre la psicoterapia, en los Estudios
sobre la histeria (1893-5). Al principio consideraba Freud una desventaja
el que el paciente impusiera indebidamente sus relaciones con el médico en primer plano, aunque reconocía que la influencia personal también puede suprimir ciertas resistencias (p. 301; 127-8). Algunos pacientes tenían tendencia a sentirse descuidados, otros temían hacerse
dependientes,y aun sexualmente dependientes. Después describió a algunos pacientes que tenían tendencia a trasferir a la figura del médico
las ideas congojosas que surgían del contenido de su análisis. Estos pacientes, decía Freud, habían establecido una "conexión errónea" con
el analista (pp. 302-3; 128). En algunos casos esto parecía ser un fenómeno regular. Procedió entonces a describir la técnica para manejar
esta situación. (1) Había que hacerla consciente. (2) Había que hacer
ver cómo era un obstáculo. (3) Había que tratar de descubrir su origen
en la sesión. Al principio, Freud se sentía "muy molesto" por este
aumento de trabajo, pero no tardó en comprender su valor (p. 304).
El caso de Dora es un hito en la técnica psicoanalítica (Freud, 1905a).
Con toda humildad y gran claridad describe aquí Freud cómo descubrió la decisiva importancia de la trasferencia por no haberla reconocido
170
LA TRASFERENCIA
y tratado en una de sus pacientes, cosa que ocasionó una interrupción prematura del tratamiento y un fracaso terapéutico. En ese trabajo describía Freud cómo lo que la paciente sentía respecto de su persona eran reediciones, facsímiles, reimpresiones y ediciones revisadas de
sentimientos que originalmente estaban dedicados a personas de importancia en el pasado (p. 116; 654). Estos sentimientos parecen nuevos pero en realidad son la reanimación de antiguas reacciones emocionales. Freud denominó este fenómeno trasferencia y lo declaró parte
necesaria de la terapia psicoanalítica. Promueve los mayores obstáculos, pero es también un aliado sumamente importante en el tratamiento. Demasiado tarde comprendió que los sentimientos de trasferencia por él habían cambiado y que la paciente ahora estaba reactuando
[acting out] con él un fragmento de su pasado. Rompió con Freud como
no había osado romper con su amante (pp. 118-9; 655-6), y entonces
reconoció Freud que el análisis de la trasferencia hostil era necesario
para un buen resultado terapéutico (p. 120; 656-7).
El siguiente paso hacia delante es un trabajo de Ferenczi, "Introyección y trasferencia" (1909). Se acercaba a ciertas ideas nuevas acerca
de la trasferencia, con algunas de las cuales todavía nos estamos debatiendo actualmente. Señalaba que las reacciones de trasferencia se presentan en los neuróticos no sólo en la situación analítica sino en cualquier otra parte. Consideraba las reacciones de trasferencia una forma
especial de desplazamiento y apuntaba que los médicos y no sólo los
analistas son particularmente susceptibles de volverse objeto de reacciones de trasferencia. Pero creía que esa predisposición estaba en el
paciente y que el analista es sólo el catalizador. Estas reacciones suelen producirse en forma positiva y negativa. Cree además Ferenczi que
todos los pacientes neuróticos ansían la trasferencia. Esas personas
frustradas tienen tendencia a la introyección y sed de identificación
(pp. 47-9). Propenden a introducir la persona del analista en su mundo
privado. Comparaba esto con los paranoicos y otros psicóticos que no
se introyectan en el analista sino tienden a crear una distancia entre sí
y el analista. Pensaba que esta ansia del analista que tenía el paciente
se debe a un ansia de estímulo (p. 51). Además, teorizaba que el origen de las reacciones de trasferencia se remonta a ciertas proyecciones
de la infancia. El analista es una "figur e; encubridora", una pantalla
para los importantes objetos que hay en el pasado infantil del paciente
(p. 62). La reacción de trasferencia es un intento de curación.
Ferenczi fue más allá y examinó cómo en la hipnosis y la sugestión
tratamos también con reacciones de trasferencia que tienen una base
sexual y cuyo origen está en las dos figuras parentales. La disposición
ESTUDIO HISTÓRICO
171
del paciente a trasferirse al hipnotizador se deriva del amor o del temor
parental (pp. 62-3, 67). Los pacientes entonces se vuelven ciegamente
creyentes y obedientes. Reacciones semejantes se producen en la terapia psicoanalítica sin hipnosis. Podemos discernir la diferencia entre
trasferencia paterna y materna en la hipnosis, y apreciar cambios, o
sea las vacilaciones del paciente entre reacciones de amor, que son reacciones a la madre, y reacciones de temor, que son reacciones del padre.
El artículo de Freud sobre "La dinámica de la trasferencia" (1912a),
ahonda más en el discernimiento de la trasferencia. La disposición del
paciente a tener reacciones de trasferencia procede de sus insatisfacciones (p. 100; 414). Son éstas tan fuertes en el paciente neurótico a causa de su neurosis, y no nacen del procedimiento analítico (p. 101; 415).
Las reacciones de trasferencia son indicio de una regresión en la libido.
Tanto la trasferencia como las resistencias son formaciones de transacción (pp. 102-3; 415). Cada conflicto del paciente ha de ventilarse en
la situación de trasferencia (p. 104; 416). Esto es de capital importancia en el análisis, porque posibilita que el paciente luche en el presente
con sus conflictos no resueltos acerca de importantes relaciones de objeto de su pasado. No puede derribarse al enemigo in absentia ni en efigie (p. 108; 418). Es necesario resolver esos problemas en la situación
de trasferencia en marcha que se produce durante el análisis.
En este trabajo examina Freud algunas de las relaciones entre trasferencia y resistencia, en particular las diferencias entre la trasferencia
positiva (o sea sexual y erótica) y la negativa, y cómo influyen en las
formaciones de resistencia (pp. 105-6; 416-7). Distinguía entre trasferencia erótica, sexual, y trasferencia negativa, por una parte, y por la
otra la reacción de trasferencia de "simpatía", que es positiva y no sexual. Según Freud, todas las reacciones de trasferencia son esencialmente ambivalentes (p. 106; 417). Es interesante observar, apunta
Freud, que los pacientes no sólo tienen reacciones de trasferencia con
el analista y los médicos sino también con las instituciones (p. 106; 417).
El trabajo intitulado "Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico" (1912b) es digno de mención porque en él describe Freud
por primera vez la contratrasferencia y la necesidad que tiene el analista de "purificación psicoanalítica". Aquí presenta Freud por primera
vez el famoso símil del "espejo". Para resolver la trasferencia es necesario que el analista se mantenga en el anonimato. "El médico debe
permanecer impenetrable para el enfermo y no mostrar, como un espejo, más que aquello que le es mostrado" (p. 118; 422).
El ensayo freudiano "La iniciación del tratamiento" (1913b) contiene la recomendación de que no se toque el tema de la trasferencia mien-
172
LA TRASFERENCIA
tras no haya señal apreciable de resistencia. Sugería también que no
se hagan interpretaciones para el paciente mientras no se haya creado
entre analista y paciente una relación de simpatía. Ésta se producirá
si manifestamos serio interés por el paciente, laboramos en sus resistencias y mostramos una actitud de comprensión y simpatía (pp. 13940; 435-6). (Yo casi diría que ésta es la primera descripción de la alianza de trabajo.)
En el trabajo sobre "Recuerdo, repetición y elaboración" (1914c)
examinaba Freud con cierto detenimiento la tendencia del paciente al
acting out en la situación de trasferencia. También presentaba una nueva hipótesis para explicar las reacciones de trasferencia, a saber, el concepto de compulsión repetitiva, pero sin ligarlo todavía con el instinto
de muerte. Además, en este trabajo se menciona por primera vez
el concepto de neurosis de trasferencia (p. 154; 441). La neurosis de.
trasferencia es un artificio del tratamiento y remplaza la neurosis ordinaria del paciente. Es curable por la labor analítica.
Las "Observaciones sobre el amor de trasferencia" (1915a) son dignas de mención por dos razones importantes. En ellas menciona Freud
por primera vez la "regla de abstinencia". Es un principio fundamental, dice Freud, el que se deje persistir las necesidades y los anhelos
del paciente para que lo impulsen a realizar la labor analítica (p. 165;
445). Es también una contribución notable por la sagaz presentación
personal y literaria que hace Freud del problema de cómo tratar apropiadamente el amor romántico de un(a) paciente por la (o el) analista.
Los capítulos dedicados a la "Trasferencia" y la "Terapia analítica" en la Introducción al psicoanálisis (1916-7) son esencialmente una revisión harto sistemática y completa de las ideas fundamentales de Freud
acerca de la trasferencia hasta entonces. Es además un estudio de la
palabra neurosis de trasferencia como categoría de neurosis por oposición a las neurosis narcisistas, así como un breve examen de los problemas de trasferencia en las psicosis (pp. 445, 423-30; 381, 369-73).
En Más allá del principio del placer (1920) expone Freud un cambio fundamental en sus ideas teóricas sobre la índole de los fenómenos de trasferencia. Algunas reacciones de la infancia se repiten en la trasferencia
no porque haya esperanza de placer sino debido a una compulsión de
repetir aún más primitiva que el principio del placer y que pasa por
encima de éste (pp. 20-3; 1103-5). La compulsión de repetir es una manifestación del instinto de muerte (p. 36; 1111). Por primera vez se consideraban las reacciones de trasferencia como manifestaciones tanto del
instinto libidinal como del de muerte.
Después de estos trabajos no hubo descubrimientos de capital im-
ESTUDIO HISTÓRICO
173
portancia hasta la serie de trabajos técnicos de Glover, publicada en
1928. Constituían la primera descripción clínica sistemática de algunos de los problemas típicos de la formación y resolución de las neurosis de trasferencia y las resistencias a la trasferencia. Glover distinguía
diferentes fases en la formación de la trasferencia, así como los problemas típicos en el manejo de las diversas reacciones de trasferencia.
Los trabajos técnicos de Ella Freeman Sharpe (1930) aclararon la importancia que tiene el analizar las fantasías del paciente en relación con
el analista. En su culta y sensible presentación subrayaba cómo las representaciones del superego, el ego y el id se ponen en juego en fantasías acerca del analista. Las reacciones de trasferencia no sólo son desplazamientos sino que también pueden ser proyecciones. De acuerdo
con el modo de ver kleiniano, Ella Sharpe opinaba que el análisis de
la trasferencia no es una tarea distinta sino la tarea, de principio a fin,
del análisis, y que constantemente ha de estarse buscando la situación
de trasferencia. Tiene un valor clínico particular su descripción de algunos de los complicados problemas de las sutiles resistencias de trasferencia que se hallan en el paciente obediente y sumiso.
El "Análisis terminable e interminable" de Freud (1937a) es notable porque en él proseguía Freud examinando hipótesis controvertidas
acerca de la trasferencia y las reacciones de trasferencia. Hacía resaltar
el problema de la trasferencia negativa prolongada y el acting out, que
él atribuía a la compulsión de repetir, manifestación del instinto de muerte. Llamaba asimismo la atención hacia los factores fisiológicos y biológicos (pp. 224-6). También examinaba las limitaciones y los endebles
pronósticos de la terapia psicoanalítica y los problemas especiales de los
pacientes que tenían la llamada reacción terapéutica negativa (pp. 2413). En este artículo tocaba la cuestión de si es o no conveniente que
el analista agite problemas latentes en el paciente. Freud sostenía
firmemente que el analista no debe manipular la trasferencia y que su
misión es analizar, no manipular (pp. 232-4).
Los dos trabajos de Richard Sterba sobre trasferencia (1929, 1934)
son una importante contribución a nuestro conocimiento del proceso
terapéutico. Describió la escisión que se produce en el Yo del paciente
cuando puede identificarse parcialmente con la función observadora del
analista. El paciente puede así hacerse participante activo del análisis.
No sólo produce el material sino que además, basado en la identificación, puede laborar con él analíticamente. Esta idea es el elemento central de lo que después fue conocido por "alianza terapéutica" o "de
trabajo".
El tomito de Fenichel (1941) sobre técnica revisa en lo esencial, en
174
LA TRASFERENCIA
forma muy condensada, sistemática y completa, la base teórica de la
técnica psicoanalítica. Presenta además un esbozo de los pasos técnicos
a considerar en el enfoque de los problemas típicos de la técnica.
La aportación sobresaliente de Macalpine en "The development of
the transference" (1950) es su cuidadosa disección de cómo la misma
situación analítica hace de la disposición a la trasferencia del paciente
reacciones de trasferencia. Aislaba la autora unos quince factores diferentes que desempeñan algún papel en la inducción de la regresión necesaria en el paciente que está sometido a psicoanálisis.
"The role of transference", de Phyllis Greenacre (1954), añadió algunas ideas importantes acerca de los orígenes de la trasferencia, la "matriz" de las reacciones de trasferencia. Explica también cuidadosamente
la importancia que tiene salvaguardar la trasferencia, evitar la "contaminación". Su noción de la relación "dispareja" en la situación analítica, la desigualdad entre paciente y analista, es otra idea útil (p. 674).
Greenacre comprende que la relación de trasferencia es en extremo compleja y propone que se dedique mayor atención a la división de esa relación (Greenacre, 1959).
La Discussion of problems of transference (que se celebró en el 19 Congreso Psicoanalítico Internacional en 1955) es un excelente resumen del
actual modo de ver psicoanalítico (véase Waelder et al., 1956). El análisis que hace Elizabeth Zetzel (1956) de la importancia de la "alianza
terapéutica" es una contribución destacada. En ese trabajo subraya cuán
diferentes son el punto de vista de los analistas clásicos y el de los partidarios de Melanie Klein. A mi modo de ver, esta desemejanza es la
base de algunas diferencias importantes de teoría y técnica. El trabajo
de Spitz (1956b) profundiza nuestro conocimiento de cómo el ambiente analítico hace revivir algunos de los aspectos primeros de la relación
madre-hijo. En su ensayo (1956a), Winnicott pone de relieve las modificaciones de técnica que requieren los pacientes que no tuvieron suficiente cuidado maternal en los primeros meses de su vida. Opina que
sólo cuando un paciente ha logrado formar una neurosis de trasferencia podemos fiarnos esencialmente a la labor de interpretación.
En un estudio muy sagaz y penetrante sobre la "Acción terapéutica
del psicoanálisis" examina Loewald (1960) ciertos elementos no verbales de la relación de trasferencia. Describe un tipo de mutualidad que
se parece a las interacciones no verbales, fomentadoras del crecimiento, de la madre con el hijo. Esto depende en parte de las funciones selectivas mediadoras y organizadoras de la madre, que ayudan al hijo
a formar una estructura de Yo. El cuadro materno de los potenciales
del hijo es parte después de la imagen que de sí mismo se hace el niño.
ESTUDIO HISTÓRICO
175
Un proceso semejante se produce inadvertidamente en la terapia
psicoanalítica.
El libro de Leo Stone (1961) sobre The psychoanalytic situation es, a mi
modo de ver, un importante paso hacia delante en el esclarecimiento
de algunos problemas de los fenómenos de trasferencia. El concepto
de satisfacciones necesarias, la intención terapéutica del analista y su
interés en las diferentes relaciones coexistentes entre analista y paciente representan un avance importante en nuestra teoría y nuestra técnica. Creo que fueron el trabajo de Zetzel sobre la alianza terapéutica
y el libro de Stone sobre la situación psicoanalítica los que me condujeron a formular la alianza de trabajo (Greenson, 1965a). La separación
entre la relación relativamente no neurótica con el analista y de las reacciones de trasferencia, más neuróticas, tiene importantes implicaciones
teóricas y técnicas. El paciente ha de poder formar los dos tipos de relaciones para que sea analizable.
No se puede terminar una revisión histórica de tema tan fundamental sin describir brevemente algunos hechos controvertibles. He escogido las dos variaciones actuales que me parecen más importantes entre
los psicoanalistas, las escuelas de Melanie Klein y Franz Alexancier.
Los partidarios de la escuela kleiniana consideran el cogollo del proceso terapéutico la interpretación del significado inconsciente de los fenómenos de trasferencia. Pero creen que la relación del paciente con
su analista es casi por completo de fantasía inconsciente (Isaacs, 1948,
p. 79). Consideran los fenómenos de trasferencia en lo esencial como
proyecciones e introyecciones de los objetos buenos y malos más infantiles. Aunque estos primeros introyectos surgen en una fase preverbal,
los kleinianos esperan que sus pacientes comprendan la significación
de esos sucedidos primitivos desde el principio del análisis (Klein, 1961;
Segal, 1964). No analizan la resistencia como tal sino que en lugar de
eso hacen interpretaciones acerca de las complejas proyecciones e introyecciones hostiles e idealizadas, del paciente respecto del analista.
Parece como si esperaran influir en los objetos buenos y malos internos
del Yo del paciente interpretando lo que sienten que está sucediendo.
No se comunican con un Yo cohesivo, integrado; no tratan de establecer una alianza de trabajo, sino que intentan establecer el contacto directo con los diversos introyectos (Heimann, 1956).
Opinan los kleinianos que sólo las interpretaciones de la trasferencia
son eficaces. No consideran importante ninguna otra interpretación.
Su enfoque es igualmente válido, dicen, para laborar con niños, psicóticos y neuróticos (Rosenfeld, 1952, 1958). No se puede ser justo con
estas ideas en una descripción tan breve; es necesario conocer bien to-
176
LA TRASFERENCIA
da esa escuela. El estudiante deberá leer los tres libros más recientes
publicados por Melanie Klein y sus partidarios (1952, 1955; Segal,
1964). Para un estudio lúcido e imparcial de esta cuestión véase el capítulo dedicado por Brierly (1951) a la obra de Melanie Klein.
Aunque haya mucho en que discordar con el enfoque kleiniano, de
todos modos los kleinianos emplean el método psicoanalítico por cuanto interpretan la trasferencia. Alexander y sus partidarios (1946) no están
de acuerdo con esa actitud básica de analizar e interpretar la trasferencia. Al contrario, preconizan que ésta se regule, controle y manipule. No debe permitirse que florezca de acuerdo con las necesidades
neuróticas del paciente. No debe permitirse que el paciente entre en
hondas regresiones, porque éstas lo llevarán a reacciones dependientes
que son por esencia resistencias y no productivas. Es mejor evitar la
desconfianza y antipatía del paciente; una trasferencia hostil y agresiva
es una complicación innecesaria. Los analistas pueden evitar toda mención de los conflictos infantiles y con ello las reacciones de trasferencia
dependientes. Es permisible una neurosis de trasferencia de intensidad
regular, pero han de evitarse las neurosis de trasferencia intensas. Debe enfocarse mucho más el presente y menos el pasado.
Esto es sólo una pequeña muestra de las opiniones expuestas por Alexander y French en su libro Psychoanalytic therapy. Esta obra causó bastante conmoción en los círculos psicoanalíticos norteamericanos (en
Europa parecen no haberla tomado en cuenta), porque muchos de sus
colaboradores eran psicoanalistas importantes y las opiniones que exponían eran contrarias a muchos principios básicos aceptados de la
teoría y la técnica psicoanalíticas. Las repercusiones de este intento de
alterar el psicoanálisis condujeron, según me parece, a la implantación de normas fijas de adiestramiento en la Asociación Psicoanalítico.
Norteamericana. Se creía que los candidatos formados de acuerdo con
los métodos preconizados por Alexander y sus partidarios no habían
tenido una experiencia psicoanalítica profunda.
Como dije al empezar este capítulo, cada modificación del psicoanálisis denota en qué se aparta de él por el modo diferente que tiene de
tratar los fenómenos de trasferencia.
177
3.4 CONSIDERACIONES TEÓRICAS
3.4.1
EL ORIGEN Y LA ÍNDOLE DE LAS REACCIONES DE TRASFERENCIA
Antes de explorar algunas de las cuestiones teóricas relativas a los fenómenos de trasferencia es imperativa una mayor precisión en cuanto
al significado de la palabra. Hay muchas teorías acerca de lo que constituye una reacción de trasferencia y tengo la impresión de que algunas
de las divergencias se deben al insuficiente detalle en la definición de
los términos que uno usa. Repitamos aquí la definición de trasferencia
dada en la sección 3.1. Trasferencia es tener pulsiones, sentimientos, actitudes,
fantasías y defensas respecto de una persona actual que no convienen a esa persona
sino son una repetición de reacciones formadas en relación con personas importantes
de la primera infancia, desplazadaa inconscientemente a figuras actuales.
Esta definición se basa en cuatro proposiciones fundamentales. (1)
La trasferencia es una variedad de relación de objeto. (2) Los fenómenos de trasferencia repiten una relación pasada con un objeto. (3) El
mecanismo de desplazamiento es el proceso esencial en las reacciones
de trasferencia. (4) La trasferencia es un fenómeno regresivo. Para que
se considere trasferencia un fenómeno psíquico deben hallarse presentes estos cuatro elementos. Cada uno de los cuatro componentes tiene
i mportantes connotaciones teóricas y clínicas.
El tratamiento psicoanalítico no crea reacciones de trasferencia, tan
sólo las saca a la luz al facilitar su desarrollo. Los fenómenos de trasferencia en los neuróticos son una clase especializada de relación con otra
persona. Representan un tipo de región intermedia entre la enfermedad y la vida real (Freud, 1914c). Otros modos de relación con el analista aparecen también durante el tratamiento psicoanalítico. En la terapia psicoanalítica de los pacientes neuróticos se producen también,
y desempeñan un papel muy importante, una alianza de trabajo y una
relación real. Difieren de los fenómenos de trasferencia y serán consideradas por separado.
También pueden presentarse modos más primitivos de relación con
el analista. Hay reacciones de carácter ilusorio o psicótico pero no se
sabe con seguridad si debe considerarse que son verdaderas reacciones
de trasferencia (Freud, 1915b). Con el fin de evitar toda ambigüedad,
si se emplea la palabra trasferencia o reacción de trasferencia, sin especificar más, en esta obra nos estaremos refiriendo a fenómenos neuróticos de trasferencia. En muchos pacientes gravemente regresionados
podemos apreciar reacciones psicóticas transitorias al terapeuta. Estas
178
LA TRASFERENCIA
manifestaciones son muy diferentes de las reacciones de trasferencia neurótica. Las principales diferencias estriban en el hecho de que el psicótico ha perdido sus representaciones de objeto y por consiguiente ya
no puede distinguir entre su persona y el mundo objetivo (Freud, 1915b;
M. Wexler, 1960; Jacobson, 1964). Mas no debe olvidarse que los pacientes psicóticos pueden tener componentes neuróticos y sanos, y lo
contrario también es cierto (M. Katan, 1954). Vemos pacientes que
manifiestan reacciones de trasferencia tanto neuróticas como psicóticas.
Hay que distinguir unos de otros los multiformes modos de relación
con el analista durante el psicoanálisis porque entrañan importantes
diferencias clínicas, teóricas y técnicas. El juntarlas todas simplemente
como fenómenos de trasferencia no refleja las complejidades de las relaciones humanas ni las intrincaciones de los procesos terapéuticos que
entran en el tratamiento psicoanalítico.
3.4.1.1 La trasferencia y las relaciones de objeto
Una reacción de trasferencia en los neuróticos es una relación en que
entran tres personas enteras: un sujeto, un objeto del pasado y un objeto actual (Searles, 1965). En la situación analítica suele comprender
el paciente, alguna persona significativa del pasado y el analista. Un
paciente que llega a asustarse ante su analista del mismo modo que
otrora temiera al padre está confundiendo el presente en función de
su pasado mientras sea presa de la reacción de trasferencia (Fenichel,
1945a). Pero el paciente neurótico sabe que el analista es su analista
y no su padre y sabe asimismo que él, el paciente, no es el analista
ni tampoco su padre. Es decir, el neurótico tal vez reaccione temporal
y parcialmente como si el analista fuera idéntico que su padre, pera intelectualmente puede distinguir con claridad al analista de sí mismo
y de su propio padre. En términos clínicos, el paciente neurótico es capaz de separar su Yo que siente y experimenta de su Yo observador.
Puede hacerlo espontáneamente o puede necesitar la ayuda de las interpretaciones del analista.
Los fenómenos de trasferencia neuróticos se basan en dos hechos:
(1) la capacidad individual de distinguir entre sí y el mundo exterior;
(2) la capacidad de desplazar reacciones de una representación de objeto pasada a un objeto actual ( Jacobson, 1964; Hartmann, 1950). Esto
significa que el neurótico tiene una personalidad diferenciada y organizada, una entidad distinta y separada de su medio ambiente, que tiene
la capacidad de seguir siendo la misma en pleno cambio ( Jacobson,
CONSIDERACIONES TEÓRICAS
179
1964; Lichtenstein, 1961; Mahler, 1957 [véase Rubinfine, 19581; y
Greenacre, 1958).
Los niños muy pequeños todavía no han logrado su separación de
la madre, su individuación. Los niños mayores tienen ansia de objetos
nuevos. En la situación del tratamiento, no repiten meramente el pasado sino que prueban nuevos modos de relación (A. Freud, 1965). Los
psicóticos han perdido sus representaciones de objeto internas y se afanan en colmar la sensación de un terrible vacío creando objetos nuevos
(Freud, 1915b). Son propensos a fundir y confundir restos de su personalidad con representaciones de objeto. Además, su mundo está lleno
de objetos parciales que introyectan y proyectan en sus intentos de construir o reconstruir sus relaciones de objeto perdidas (M. Wexler, 1960;
Searles, 1963).
Una de mis pacientes esquizofrénicas estuvo convencida durante años de que
estaba hecha de jabón, y me acusaba de ello. Estas ideas se basaban en parte
en su aceptación literal y concreta de los axiomas "el silencio es de oro" y "la
li mpieza es casi santidad". Mis intentos de hacerla hablar significaban para
ella la pérdida de su "puro" estado de silencio. Yo había empleado "palabras
sucias" y eso la había trasformado a ella en jabón. (Nótese la confusión entre
sí misma y el analista.) Pero el problema fundamental era su sensación de vacío, su conciencia de haber perdido su mundo de los objetos. El sentimiento
de estar hecha de jabón era un reconocimiento de ello, así como un intento
de restitución.
Este género de relación con el analista es muy diferente de las reacciones de trasferencia neuróticas. El lector deberá ver las obras de Freud
(1915b, 1911a), Searles (1963), Little (1958) y Rosenfeld (1952, 1954)
para más material clínico y teórico sobre los fenómenos de trasferencia
en los psicóticos.
Las disquisiciones que preceden señalan tan sólo algunos de los problemas existentes tras las diferencias de enfoque terapéutico del niño,
el neurótico adulto y el psicótico (A. Freud, 1965). La separación que
hace Freud (1916-7) entre neurosis de trasferencia y neurosis narcisista
parece basada en razones semejantes. Las personas esencialmente narcisistas no podrán mantener una relación de trasferencia constantemente analizable. Su relación con el terapeuta abundará en fusiones de su
personalidad con imágenes de objeto, heraldos primitivos de la identificación ( Jacobson, 1964). Hay transiciones entre relaciones narcisistas y
relaciones de objeto, como ha mostrado Winnicott (1953) con el concepto de objetos transicionales. Se aconseja al estudiante serio que lea
a Jacobson (1964), Fenichel (1945a), Spitz (1957, 1965) y Mahler (1965)
180
LA TRASFERENCIA
para una visión más cabal de los comienzos de las representaciones de
objeto y de la personalidad. Convengo con Greenacre (1954) en que
la matriz de la relación de trasferencia es la unión primitiva entre madre e hijo. El hombre no es capaz de resistir muy bien la soledad durante un período de tiempo considerable. La situación analítica moviliza dos series antitéticas de reacciones. El aislamiento sensorial del
paciente en él diván suscita el sentimiento de soledad y frustración y el
ansia de relaciones de objeto. Por otra parte, la elevada frecuencia de
las visitas, la larga duración del tratamiento y la dedicación a las necesidades del paciente despierta recuerdos de la primera intimidad entre
madre e hijo.
3,4.1.2 La trasferencia y las funciones del Yo
Las reacciones de trasferencia muestran las fuerzas y las debilidades
del paciente neurótico según las funciones de su Yo. Como ya dijimos,
los fenómenos de trasferencia neuróticos indican que el paciente tiene
una representación estable de su personalidad, fuertemente diferenciada de sus representaciones de objeto. Esto implica que su primer desarrollo del Yo ha sido esencialmente bueno, que ha tenido cuidados maternos "bastante buenos" y que se puede relacionar con personas
sanas (Winnicott, 1955, 1956b). Cuando "entiende mal el presente en
función de su pasado", ese mal entendimiento es sólo parcial y temporal. La regresión en las funciones del Yo es circunscrita y se limita a
ciertos aspectos de su relación con la figura de trasferencia. Además,
es reversible.
Por ejemplo, un paciente mío se debate en la agonía de una intensa reacción
de trasferencia hostil. Pasa muchas sesiones quejándose a gritos de que soy in-
CONSIDERACIONES TEÓRICAS
181
discriminación del Yo estaba disminuida en esa fase del tratamiento.
Yo me convertía en su áspero y punitivo padre cuando callaba. El paciente pudo laborar con esta reacción y empezó a entenderla cuando
su Yo observador y la alianza de trabajo quedaron restablecidos.
En las reacciones de trasferencia hay otros mecanismos que indican
una regresión en las funciones del Yo, pero son un suplemento del mecanismo de desplazamiento. Pueden producirse la proyección y la introyección, pero éstas no son el proceso fundamental en la trasferencia
neurótica. Pueden operar además del desplazamiento. Deseo insistir en esto porque está en conflicto con las opiniones de la escuela kleiniana, cuyos partidarios interpretan todos los fenómenos de trasferencia sobre la base de la proyección y la introyección (Klein, 1952; Racker, 1954; Segal, 1964). Desdeñan el desplazamiento de una relación
de objeto pasada y por ello ignoran relativamente las experiencias históricas del paciente. Creo que esto se debe en parte a que no diferencian la proyección y la introyección del desplazamiento así como a un
empleo inexacto de las palabras proyección e introyección.
A riesgo de parecer pedante definiré brevemente estos términos según su empleo en la literatura psicoanalítica clásica. El desplazamiento
se refiere al traslado de sentimientos, fantasías, etc., de un objeto o una
representación de objeto del pasado a un objeto o una representación de
objeto del presente. Cuando una persona se proyecta, está lanzando
algo de dentro de su representación de sí misma a otra o dentro de otra
persona. La introyección es la incorporación de parte de un objeto externo a la representación de sí mismo. Proyección e introyección pueden
producirse durante el análisis, pero se producen además del desplazamiento. Son repeticiones de mecanismos proyectivos que una vez se efectuaron en relación con objetos pasados de importancia histórica ( Jacobson, 1964).
competente, insensible y privado de escrúpulos. Pero es puntual en sus citas,
escucha con atención mis intervenciones y funciona debidamente en su vida
Veamos un ejemplo de proyección como reacción neurótica de trasferencia. El
exterior. Piensa dejar el análisis, pero no en serio.
profesor X, 2 que padecía de nerviosidad ante el público, se quejó muchas veces durante su análisis de que le parecía que yo me burlaba de él, le tomaba
Un paciente en semejante estado mental se deja llevar por sus sentimientos y fantasías, Se deja regresionar en función de sus relaciones
de objeto y sus funciones del Yo. Renuncia parcial y temporalmente
a algunas de sus funciones de comprobación de la realidad. (Esto debe
distinguirse de la representación de un papel o la simulación.) En el
caso citado más arriba, la reacción de trasferencia se puso en marcha
al no responder yo a una de sus preguntas. Esta acción mía anuló de
momento entre mis cualidades todas aquellas contrarias a su acusación
de que yo era incompetente, inescrupuloso e insensible. La función de
el pelo cuando hacía una interpretación o me reía a sus espaldas. Hubo muchos determinantes de esta reacción en la historia del paciente. Se sabía que
su padre era muy burlón y gustaba de poner sádicamente en aprietos al paciente, sobre todo delante de la gente. El paciente tenía ahora un Superyó muy
estricto y se flagelaba cruelmente por muchas actividades que consideraba vergonzosas. En el curso del análisis su sentimiento de vergüenza se cambió por
2 Véanse también las secciones 2.6.4 y 2.6.5.2.
182
LA TRASFERENCIA
otro de que yo lo avergonzaría si sabía lo que había hecho. El paciente había
proyectado en mí partes de su Superyó. Su fantasía de ser humillado por mí
no sólo era dolorosa sino que contenía también placer masoquista y exhibicionista. Era un vestigio de su relación infantil con su padre, repleta de fantasías
sexuales y agresivas. Pero un aspecto importante de sus fantasías de humillación se basaba en la proyección.
En una sesión comunicó avergonzado que se había emborrachado en el fin
de semana y había divertido a una reunión de amigos haciendo una imitación
de "Greenson el terrible, el gran psicoanalista". Se sorprendió al ver cuánto
tiempo podía tener a su público riéndose de su analista. En la hora analítica
comprendió que lo hacía a veces en su casa imitando ciertas expresiones o gestos míos cuando había personas que me conocían. El paciente se llenó de temor al hablar de esto; estaba seguro de que "el techo iba a caérsele encima".
Esta frase le hizo rememorar un recuerdo hasta entonces olvidado de cómo su
padre lo había agarrado burlándose de su modo de hablar. Lo había apaleado
despiadadamente y después lo había castigado por llorar. El episodio puso fin
al intento del paciente de imitar a su padre y al fin le ocasionó su miedo al
público.
Me parecería evidente que el paciente había proyectado en parte sobre mí
sus impulsos de humillar. Era una defensa contra su hostilidad, una medio de
evitar la angustia, así como otras cosas. Pero esta proyección era un suplemento de un determinante básico de su sentimiento de humillación: la historia
de un padre que lo había humillado y a quien él ansiaba humillar en venganza.
El acting out de las reacciones de trasferencia indica otros rasgos regresivos en las funciones del Yo en trasferencia. La relación entre trasferencia y recuerdo se estudiará con cierto detenimiento en las secciones siguientes, dedicadas a la repetición y la agresión.
3.4.1.3 Trasferencia y repetición
Una de las características descollantes de las reacciones de trasferencia
es su repetición y su resistencia al cambio, su tenacidad. Hay muchos
factores que desempeñan un papel en este fenómeno y diversas explicaciones teóricas. He aquí sólo algunas de las cuestiones capitales, someramente tratadas.
Trasferencia es volver a vivir el pasado reprimido, más exactamente,
el pasado rechazado. El carácter repetitivo y la rigidez de las reacciones de trasferencia, en contraste con relaciones de objeto más realistas,
arranca del hecho de que los impulsos del Ello que buscan su descarga
en el comportamiento de trasferencia se encuentran con la oposición
de una u otra fuerza contraria del Yo inconsciente. Las satisfacciones
de trasferencia nunca son enteramente satisfactorias porque sólo son
CONSIDERACIONES TEÓRICAS
183
sustitutos de la satisfacción verdadera, derivados regresivos y formaciones de transacción (Fenichel, 1941). Son el producto de una constante contracatexia. Sólo si la contracatexia, la defensa, se resuelve puede
producirse una descarga adecuada.
La frustración de los instintos y la búsqueda de satisfacción son los
motivos básicos de los fenómenos de trasferencia. Las personas satisfechas y las que se hallan en estado de apatía tienen muchas menos reacciones de trasferencia. Las personas satisfechas pueden modular su comportamiento de acuerdo con las oportunidades y necesidades del mundo exterior. Las personas apáticas son retraídas, con una orientación
más narcisista. El neurótico que padece una serie de conflictos neuróticos no resueltos se halla en un estado constante de insatisfacción instintual y por consiguiente de disposición para la trasferencia (Freud, 1912a).
Una persona en ese estado acogerá a cualquier persona nueva con ideas
promisorias libidinales y audaces, conscientes e inconscientes, que ya
existen antes de que el paciente vaya con el analista, y la historia del
neurótico está preñada de comportamientos de trasferencia mucho antes de que acuda en busca de tratamiento (Frosch, 1959).
Los impulsos rechazados que no llegan a la descarga directa buscan
vías regresivas y desfiguradas en sus intentos de lograr acceso a la conciencia y la motilidad. El comportamiento de trasferencia es un ejemplo del retorno de lo reprimido. La persona del analista se convierte
en el objetivo principal de los impulsos reprimidos porque el paciente
se sirve de ella como de una oportunidad de manifestar sus impulsos
frustrados en lugar de hacer frente a los objetos originales (Fenichel,
1941). La trasferencia es una resistencia en ese sentido, pero es un rodeo necesario en el camino hacia cl insight y el recuerdo. El comportamiento no intrusivo y no satisfactor del analista hace demostrables las
reacciones de trasferencia del paciente. Las llamadas reglas freudianas
(1915a) del "espejo" y de la abstinencia se fundan en esa base. Si el
psicoanalista no quiere dar satisfacción a los deseos instintuales neuróticos del paciente, esos impulsos se harán demostrables como desfiguraciones de trasferencia y se convertirán en el vehículo para valiosos
insights. Estas cuestiones serán examinadas más a fondo en las secciones 3.9.2, 4.2.1.3 y 4.2.2.3.
La repetición de un acontecimiento psíquico puede también ser un
medio de lograr el dominio tardío sobre él (Freud, 1920; Fenichel,
1945a). La repetición activa de una experiencia traumática es un caso
de ese tipo. El Yo infantil aprende a sobreponerse al sentimiento de
desvalimiento repitiendo activamente la situación que otrora provocara la primera sensación de pánico. Los juegos, sueños y pensamientos
184
LA TRASFERENCIA
relativos al hecho doloroso posibilitan la descarga de parte de la excesiva excitación que ha invadido el Yo. El Yo que era pasivo en la situación traumática original reproduce activamente el acontecimiento en
el momento que escoge, en circunstancias favorables, y así aprende poco
a poco a acomodarse a ella.
La repetición de una situación puede conducir de su manejo y dominio al placer. En parte, esto puede deberse a la sensación de triunfo
sobre un acontecimiento otrora temido. Esto suele ser transitorio a menos que haya todavía operando un elemento contrafóbico (Fenichel,
1939). Esto significa que el acontecimiento se repite porque se le teme;
la repetición es un intento de negar que todavía persiste la angustia.
Por ejemplo, la actividad sexual excesiva puede significar que la persona en cuestión está tratando de negar su angustia. Sus acciones indican
que está tratando de persuadirse de que ya no tiene miedo. Su sexualidad contrafóbica es también el intento de tener testigos que lo confirmen. La excesiva repetitividad indica que hay ahí un conflicto neurótico. El Yo inconsciente impide la cabal descarga instintual y la actividad
ha de ejecutarse una y otra vez.
Las reacciones de trasferencia bien podrían enfocarse desde los puntos de vista arriba esbozados. Una relación temerosa con una persona
del pasado se repite en el intento de lograr un dominio tardío sobre
la angustia que contenía la experiencia original. Por ejemplo, una mujer busca para objetos de amor hombres ásperos y crueles. En la trasferencia reacciona repetidas veces como si el analista fuera cruel y punitivo. Además de sus otros significados, este tipo de reacción puede entenderse fructíferamente como un intento tardío de dominar la angustia original. De niña ella era inerme ante su rudo padre. De paciente
selecciona inconscientemente los componentes agresivos de su psicoanalista para reaccionar, como un medio de llegar a dominar su angustia. Repite la situación dolorosa en lugar de recordar la experiencia original. La repetición en acción es un preludio, una preparación del recuerdo (Freud, 1914c; Ekstein y Friedman, 1957).
Lagache (1953) añadió un punto valioso a nuestro conocimiento del
acting out repetido de los fenómenos de trasferencia. Demostró que
el acting out puede ser un intento de terminar tareas incumplidas. Esto
está en relación con las ideas de Anna Freud (1965) acerca de los problemas de trasferencia en los niños por su sed de experiencias nuevas.
Veremos más detenidamente algunos de estos puntos en la sección 3.8.4
acerca del acting out y las reacciones de trasferencia.
El estudio del significado que pueda tener la repetición de los fenómenos de trasferencia nos lleva al concepto freudiano (1920, 1923b,
CONSIDERACIONES TEÓRICAS
185
1937a) de la compulsión de repetir. Especulaba Freud que la compulsión de repetir es en definitiva derivada de un instinto primitivo de muerte. Creía que hay una pulsión autodestructora en los seres vivos que
los impulsa a volver al Nirvana del estado inanimado original. Esta cuestión de teoría se ha debatido calurosamente en los círculos psicoanalíticos y va más allá de las proporciones de este volumen. El lector habrá
de leer a Kubie (1939, 1941), E. Bibring (1943), Fenichel (1945a), la
excelente mesa redonda reciente al respecto comunicada por Gifford
(1964) y Schur (1966). Sólo puedo decir aquí que en mi experiencia
jamás me pareció necesario entender o interpretar la compulsión de repetir como manifestación de un instinto de muerte. Clínicamente siempre pareció posible explicar la repetitividad dentro de los límites del
principio placer-dolor (Schur, 1960, 1966).
Otro problema teórico planteado por la repetitividad de las reacciones de trasferencia es la cuestión de un instinto de dominio (Hendrick,
1942; Stern, 1957). No puede caber duda de que el ser humano es impelido en esa dirección. Parecería empero que el afán de dominar es
una tendencia general, un principio general, y no limitado a un instinto específico (Fenichel, 1945a). Los conceptos de adaptación y fijación
son también cuestiones relevantes pero nos conducirían demasiado lejos. Las obras de Hartmann (1939, 1951), Waelder (1936, 1956) y E.
Bibring (1937, 1943) son particularmente esclarecedoras.
3.4.1.4 Trasferencia y regresión
La situación analítica ofrece al paciente neurótico la oportunidad de
repetir, por medio de la regresión, todas las fases anteriores de sus relaciones de objeto. Los fenómenos de trasferencia son tan valiosos porque iluminan, además de las relaciones de objeto, las fases del desarrollo de las diferentes estructuras psíquicas. En el comportamiento y las
fantasías trasferenciales se pueden observar formas primitivas de funcionamiento del Yo, el Ello y el Superyó. Hay dos puntos generales
que deben tenerse presentes a propósito de la regresión en la trasferencia. En el paciente neurótico en la situación de tratamiento vemos
regresiones y progresiones temporales. El paciente analizable puede regresionar y de ahí recudir. Los fenómenos de regresión suelen ser circunscritos, no generalizados. Por ejemplo, podemos ver una regresión
en el Ello manifestada por impulsos sádico-anales respecto de las figuras revestidas de autoridad. Al mismo tiempo, los impulsos instintuales por un objeto de amor pueden estar operando en un nivel superior
y ciertas funciones del Yo estar bastante avanzadas. Esto nos lleva a
186
LA TRASFERENCIA
una segunda generalización. Los fenómenos regresivos son desiguales
y por ello cada fragmento clínico de comportamiento de trasferencia
ha de estudiarse con mucho cuidado. El estudio que hace Anna Freud
(1965) de la regresión ilumina y aclara muchos de esos problemas (véase
también Menninger, 1958, y el informe de mesa redonda de Altman
119641),
En función de las relaciones de objeto, la situación de trasferencia
da al paciente la oportunidad de volver a sentir todas las variedades
y mezclas de amor y odio, edípicos y preedípicos. Los sentimientos ambivalentes y preambivalentes para con los objetos salen a la superficie.
Podemos ver transiciones entre la impotencia abyecta con el anhelo de
intimidad simbiótica y el terco desafio. La dependencia alterna con el
rencor y la rebelión. Lo que parece soberbia puede resultar resistencia
a revelar una dependencia subyacente. El deseo de ser amado tal vez
conduzca a beneficios terapéuticos superficiales, pero quizá esconda un
profundo temor a perder su objeto. En general, la índole regresiva de
las relaciones de trasferencia se manifiesta en su impropiedad, su ambivalencia y la preponderancia relativa de los ímpetus agresivos.
La regresión en las funciones del Yo que se produce en las reacciones de trasferencia puede demostrarse de diferentes modos. La definición misma de trasferencia así lo indica. El desplazamiento desde el
pasado indica que un objeto del presente se está confundiendo en parte
con un objeto del pasado. La función discriminadora y comprobadora
de la realidad del Yo se pierde temporalmente. Se advierte la presencia
de mecanismos mentales primitivos como la proyección, la introyección, la disociación y las negaciones. La pérdida del sentido del tiempo
respecto de las relaciones de objeto también se asemeja a los aspectos
regresivos que observamos en los sueños (Lewin, 1955). La tendencia
a poner en acción [act out] reacciones de trasferencia indica una pérdida del equilibrio entre impulsos y control. La creciente tendencia a las
reacciones de somatización como manifestación de trasferencia habla
también de una regresión en las funciones del Yo (Schur, 1955). La
externalización de partes del individuo, Yo, Ello y Superyó, es otra señal de regresión.
El Ello también participa de muchos modos en la regresión. Los objetivos y zonas libidinales del pasado se implicarán con la persona del
psicoanalista y colorearán el cuadro de la trasferencia. Cuanto más regresiva se hace la trasferencia, tanto mayor será la preponderancia de
los ímpetus hostiles, agresivos. Melanie Klein (1952) fue de las primeras en subrayar este punto clínico. Edith Jacobson (1964, p. 16) lo explica basándose en una fuerte regresión y especula en torno a una fase
CONSIDERACIONES TEÓRICAS
187
intermedia con una energía de pulsión primordial e indiferenciada.
Los rasgos regresivos de la trasferencia influyen también en el Superyó. Lo que suele apreciarse es que las reacciones del Superyó del
paciente desplazadas al analista son más absolutas. Al principio suelen
prevalecer las reacciones de vergüenza. Vemos también regresiones a
un tiempo en que las funciones del Superyó se ejecutaban externamente. El paciente ya no siente culpabilidad, y sólo teme ser descubierto.
Cuanto más regresiona el paciente, más probable es que sienta en el
analista actitudes hostiles, sádicas y críticas hacia él.
Débese esto al desplazamiento respecto de objetos pasados, completado por la proyección de la propia hostilidad del paciente sobre el
psicoanalista.
Antes de dejar este breve examen de la regresión debemos señalar
una vez más que el ambiente analítico y sus procedimientos desempeñan un papel importante en la maximización de la aparición de los aspectos regresivos en los fenómenos de trasferencia. Esto lo veremos más
detenidamente en el capítulo 4.
3.4.1.5 Trasferencia y resistencia
La trasferencia y la resistencia están relacionadas de muchos modos. La
expresión "resistencia de trasferencia" suele emplearse en la literatura
psicoanalítica estenográficamente para designar la íntima y compleja relación existente entre los fenómenos de trasferencia y las funciones de
resistencia. Pero la resistencia de trasferencia puede significar diferentes cosas, y creo que sería prudente aclarar la expresión antes de seguir
adelante con el material clínico.
Ya hemos visto la formulación básica freudiana (1905c, 1912a, 1914c)
de que los fenómenos de trasferencia son el instrumento más poderoso
para la terapia psicoanalista. Las reacciones de trasferencia son una repetición del pasado, un volver a vivir, pero no se manifiestan recuerdos.
En este sentido, todos los fenómenos de trasferencia tienen un valor
de resistencia. Por otra parte, las reacciones al analista proporcionan
los puentes más importantes para llegar al pasado inaccesible del paciente. La trasferencia es un rodeo en el camino hacia el recuerdo y
el insight, pero es un sendero donde casi no hay más. No sólo ofrece
la trasferencia indicios de lo que está rechazado, sino que también puede
dar el motivo y el incentivo para laborar en el análisis. Es un aliado
poco seguro porque es caprichoso y además produce "mejoramientos
de trasferencia" superficiales que resultan engañosos (Fenichel, 1945a;
Nunberg, 1951).
188
LA TRASFERENCIA
Ciertas variedades de reacciones de trasferencia ocasionan resistencias
porque contienen impulsos libidinales y agresivos dolorosos y pavorosos. Las respuestas de trasferencia sexuales y hostiles suelen ser las más
propensas a originar resistencias importantes. Con mucha frecuencia
aparecen juntos los componentes eróticos y agresivos. Por ejemplo, una
paciente puede tener sentimientos sexuales para con su analista y después ponerse furiosa por su falta de reciprocidad, que siente como rechazo. O bien el paciente es inapto para colaborar en la situación analítica por el temor a la humillación de descubrir sus fantasías infantiles
o primitivas.
Puede ocurrir que la misma reacción de trasferencia haga al paciente inapto para la labor. Por ejemplo, un paciente quizá regresione a
una fase dependiente, muy pasiva, de relación de objeto. El paciente
tal vez no se dé cuenta de ello pero lo pondrá en acción [act out] en
las horas analíticas. Tal vez aparezca como una seudoestupidez o una
inercia beata. El paciente tal vez esté volviendo a vivir algún aspecto
primitivo de la relación madre-hijo. En semejante estado, el paciente
no puede realizar la labor analítica a menos que el analista consiga restablecer un Yo razonable y una alianza de trabajo.
La situación se complica más cuando hay un apego tenaz a ciertas
reacciones de trasferencia para ocultar otras clases de sentimientos de
trasferencia. Hay pacientes que se empeñan en mantener una fachada
de cooperación objetiva con el analista con el fin de ocultar sus fantasías irracionales. A veces un paciente desdobla ciertos sentimientos y
los desplaza a otros para no sentir su ambivalencia respecto del analista. Suele suceder que mis pacientes manifiesten gran hostilidad hacia
otros psicoanalistas mientras profesan gran admiración por mí. El análisis revelará que las dos series de sentimientos me atañen.
Las resistencias más difíciles de vencer son las reacciones llamadas
"trasferencia de carácter". En estas situaciones se manifiestan para con
el analista como para personas de la vida cotidiana rasgos generales
de carácter y actitudes con una función defensiva. Están tan hondamente arraigados en la estructura del carácter del paciente y tan bien
racionalizados que es difícil hacerlos sujeto de análisis. Estos problemas se describen más ampliamente en las secciones 3.8.2 y 3.8.3.
Resumiendo: la trasferencia y la resistencia se relacionan de muchos
modos, y la expresión resistencia de trasferencia condensa este hecho
clínico. Los fenómenos de trasferencia son en general una resistencia
al recuerdo a pesar del hecho de que indirectamente apuntan en esa
dirección. Las reacciones de trasferencia pueden hacer a un paciente
inapto para la labor analítica debido a la naturaleza de la reacción. Al-
CONSIDERACIONES TEÓRICAS
189
ganas reacciones de trasferencia pueden servir de resistencia contra la
revelación de otras reacciones de trasferencia. El análisis de las resistencias de trasferencia es el "pan de cada día", el trabajo regular de
la terapia psicoanalítica. Se pasa más tiempo analizando resistencias
de trasferencia que en cualquier otro aspecto de la labor terapéutica.
3.4.2
LA NEUROSIS DE TRASFERENCIA
Freud empleó de dos modos la expresión neurosis de trasferencia. Por
una parte, lo empleaba para designar un grupo de neurosis caracterizado por la capacidad que tenía el paciente de formar y conservar una
serie de reacciones de trasferencia relativamente cohesiva, multiforme
y accesible (Freud, 1916-7). Así distinguía las neurosis histéricas, fóbicas y obsesivas compulsivas de las narcisistas, las psicosis. En este último grupo los pacientes sólo podían tener reacciones de trasferencia fragmentarias y esporádicas y por eso no se les podía aplicar el psicoanálisis
clásico. Empleaba también la denominación de neurosis de trasferencia
para designar un fenómeno que se produce con regularidad en las reacciones de trasferencia del paciente sometido a un tratamiento psicoanalítico (Freud, 1905c, 1914c, 1916-7, capítulo XXVII [apartado L]).
En el curso del análisis puede observarse que los intereses del paciente cada vez se centran más en la persona del analista. Señalaba Freud
(1914c, p. 154; 441), que la compulsión neurótica de repetir del paciente se vuelve no sólo inocua sino inútil al admitirla "en la trasferencia como un campo de juego donde se le permite expandirse en una
libertad casi completa y donde se espera que despliegue ante nosotros
todo cuanto sea instinto patógeno oculto en la mente del paciente".
Si se maneja debidamente la situación de trasferencia, "logramos
regularmente dar a todos los síntomas de la enfermedad un nuevo significado de trasferencia y remplazar su neurosis ordinaria por una
`
neurosis de trasferencia', de la que puede curársele mediante la labor
terapéutica". La neurosis de trasferencia adopta todos los rasgo. de la
enfermedad del paciente, pero es una enfermedad artificial y es accesible en todos sus puntos a nuestras intervenciones. Es una edición nueva
de la antigua enfermedad.
En las primeras fases del tratamiento psicoanalítico solemos ver reacciones transitorias esporádicas, que Glover (1955, p. 37) califica de
reacciones de trasferencia "flotantes". Si se manejan debidamente estas reacciones de trasferencia tempranas, el paciente tendrá reacciones
de trasferencia más duraderas. Clínicamente, la formación de la neuro-
190
LA TRASFERENCIA
sis de trasferencia se indica por un incremento en la intensidad y duración de la preocupación que el paciente tiene por la persona del analista y los procesos y procedimientos analíticos. El analista y el análisis
se convierten en el interés principal en la vida del paciente. No sólo
giran los síntomas y las necesidades instintuales del paciente en torno
al analista sino que todos los antiguos conflictos neuróticos se removilizan y concentran en la situación analítica. El paciente sentirá este
interés como alguna forma o mezcla de amor y odio así como de defensas contra esas emociones. Si predominan las defensas aparecerá
en el primer plano alguna forma de angustia o sentimiento de culpabilidad. Estas reacciones pueden ser intensas, explosivas, sutiles o crónicas. En todo caso, una vez instaurada la neurosis de trasferencia,
esas constelaciones de sentimientos se hallan en todas partes.
En la neurosis de trasferencia, el paciente repite con su analista sus
neurosis pasadas. Con el manejo y la interpretación debidos esperamos ayudar al paciente a revivir y finalmente a recordar o reconstruir
su neurosis infantil. El concepto de neurosis de trasferencia comprende más que la neurosis infantil porque el paciente volverá a vivir también las últimas ediciones y variaciones de su neurosis infantil.
Tratemos de ilustrar esto con un ejemplo clínico.
CONSIDERACIONES TEÓRICAS
191
dos años cuando acudió en busca de análisis. Intentaré ahora esbozar los principales fenómenos de trasferencia de su venturoso análisis, que duró unos cuatro años y medio,
Las primeras reacciones de trasferencia consistieron en su afán de que la aceptara en calidad de paciente; en su fantasía me consideraba el "máximo" analista de la comunidad y por ende garantía de un buen análisis. Al mismo tiempo
temía parecerme aburrida, indigna, pero atractiva o intratable. Por una parte,
la atraía su deseo de ser una buena paciente y revelar todas sus debilidades
y por la otra, su deseo de que yo la amara, la hallara sexual y mentalmente
atractiva, y por ende disimulara sus defectos. Yo tenía que compensar su falta
de padre considerándola mi paciente favorita, haciendo por ella lo que no haría
por ningún otro paciente. Yo sería el padre ideal e incorruptible de quien ella
estaría orgullosa y asimismo el padre delincuente que satisfaría sus deseos incestuosos, Muy pronto el síntoma de impulsos de promiscuidad de la señora
K se dirigió hacia mí, figura edípica. Esto alternaba con una imagen de mí
en calidad de padre severo, censurador, puritano e idealizado.
Mientras esto sucedía, el análisis se aplicaba a tratar de entender la gran vergüenza que sentía la paciente por la masturbación, que "descubrió" sólo a los
veintiún años y que parecía producirse sin fantasías y con poco alivio orgásmico. El análisis de su sentimiento de vergüenza nos llevó a reconocer que yo
no sólo era el padre puritano sino también la madre fanáticamente limpia de
los días en que aprendiera la higiene del excusado. El aburrimiento de la señora K y su sensación de vacío se revelaron como defensas contra las fantasías
Me serviré del caso de la señora K. Esta damita llegó al tratamiento psicoa-
sexuales y en el análisis se convirtieron en resistencias. Temía fantasear porque
nalítico porque últimamente la habían estado atormentando ideas e impulsos
eso significaba excitarse, y excitarse era perder el control y mojar las sábanas.
obsesivos de promiscuidad sexual con un negro. Esto alternaba con sus senti-
Esto se manifestó en el análisis por su renuencia a seguir hablando cuando se
mientos de ser un "zombie" o, si no, se sentía vacía, aburrida, despreciable
emocionaba o excitaba. Si yo la veía llorar o sonrojarse, la hallaría poco atrac-
y deprimida. Se había casada hacía poco con un personaje de la comunidad
tiva. Quitaba los "kleenex" de la almohada después de cada sesión porque no
que le llevaba unos veinte años, a quien había amado antes de casarse, pero
quería que yo los viera "sucios". ;Cómo iba a amarla si sabía que era sucia
que ahora le inspiraba resentimiento y temor. El rasgo sobresaliente en su his-
y que tenía que ir al excusado a veces! Yo era el padre idealizado, desexualiza-
toria pasada era el hecho de haberla criado una madre tierna, excéntrica y al-
do y deswaterizado que abandonara a su sucia madre, o bien la madre com-
cohólica, que una veces la adoraba, otras la consentía y a veces la abandonaba.
pulsivainente limpia que odiaba los hijos sucios. Recordó entonces haber visto
El padre abandonó la familia cuando la paciente tenía un año y medio,y los
a su madre ebria y desnuda, y cómo le repelían sus feas partes genitales. Ahora
tres matrimonios posteriores de la madre duraron más o menos un año cada
temía ser como su madre, o llevarla dentro, y la horrorizaba pensar que yo
- uno. Había dos hermanos, de dos y tres años más jóvenes, de quienes la madre
pudiera abandonarla como su padre a su madre. Más quería estar vacía que
no hacía caso y que cuidaba la paciente. Eran sus compañeros, su responsabili-
llena de madre sucia. Pero el vacío significaba silencio y resistencia en el análi-
dad y sus rivales. Eran muy pobres, cambiaban mucho de casa y ella estudiaba
sis, y eso significaba ser mala paciente. Aquí triunfó la alianza de trabajo y
muy poco. Cuando tuvo quince años la muchacha, la madre se empeñó en que
su ansia de ser amada por el padre analista, y pudo seguir laborando con lo
podía valerse sola; y aunque tímida, espantada y sin preparación, la paciente
que ocultaba el vacío.
hizo una buena carrera de modelo de vestidos. A los veinte años, la señora K
Detrás del vacío vino una inundación de fantasías sexuales con gran varie-
conoció a su futuro esposo y se enamoró de él, que le enseñó las cosas buenas
dad de acciones orales, succionantes y escoptofflicas realizadas tanto activa co-
de la vida y se casó con ella unos cinco años después. Ella llevaba casada unos
mo pasivamente con un hombre prohibido. Ese hombre era el analista, o un
negro o árabe que era al mismo tiempo sádico y masoquista, Ella y su padre
3
alternaban en sus papeles. En aquel tiempo yo era no sólo el cómplice de sus
Véanse también secciones 1.2.4, 2.6.5.1, 2.7. 1 y 3.2.5.
av
enturas sino que además le permitía odiar a su madre, lo que hacía
192
LA TRASFERENCIA
gustosa. En este período del análisis anhelaba la llegada de cada hora analítica
y temía los fines de semana y aun de sesión, porque yo me había convertido
en el contenido principal de sus fantasías, y el estar ausente de mí significaba
vacío y aburrimiento. Se sentía "conectada" conmigo y plena de sentimientos
en mi presencia y ordinaria e insípida lejos de la consulta.
Lentamente fue comprendiendo que yo estaba decidido a analizarla y que
no le temía a ella ni me asqueaban sus impulsos, y entonces se fue permitiendo
193
CONSIDERACIONES TEÓRICAS
das, animadas y reales y procuran un sentido de convicción que no tiene paralelo en la labor psicoanalítica.
En su descripción de la neurosis de trasferencia indicaba Freud (1914c)
que la neurosis ordinaria del paciente es "remplazada" por la neurosis
de trasferencia. Anna Freud (1928) coincide con esto e insiste en que
sólo una estructura de ese tipo merece el nombre de neurosis de
trasferencia.
la aparición de impulsos más regresivos. Conmigo de padre protector osó recordar sueños ocasionales y fantasías de succión oral, así como impulsos sádicos hacia los hombres femeninos y finalmente las mujeres. Confiando ya más
en mí, osó también sentir cierto odio y rabia primitivos contra mí. Primero
pudo sentir una hostilidad regular hacia mí en calidad de padre censurador o
de madre desaprobadora. Después pudo odiarme por haberle robado su capital, su secreto, y el valioso bulto que sentía tener dentro y que le daba seguridad. Pudo también amarme como buena inversión, seguridad para el futuro,
garantía contra el vacío y hombre que le daba su sustancia. En aquel tiempo
yo era también su defensa contra la envidia del pene, siendo el hombre pene
que ella poseía.
En esta fase del análisis, la señora K logró por primera vez sentir el orgasmo
durante el coito. Esto le dio ánimos para darse cuenta de fuertes sentimientos
homosexuales respecto de su hijita, que pudo reconocer como una repetición
con los papeles invertidos de sus impulsos infantiles hacia su madre. El hecho
de que pudiera sentir esos impulsos sin detrimento de su capacidad de tener
orgasmos sexuales si así lo deseaba le permitió finalmente atravesar una fase
violenta de envidia del pene. Podía odiarme furiosamente por poseer un pene,
por "desear tan sólo un agujero donde meter esa porquería", porque no me
i mportaban un cacahuate en el fondo las mujeres, por dejarlas preñadas y abandonadas. Cuando la paciente logró expresar estos sentimientos y vio que yo
no quedaba anonadado ni contrariado empezó a sentir que yo la quería y la
aceptaba incondicional y permanentemente... aun cuando no estuviera de acuerdo con ella. Yo me había convertido en una parte de ella que llevaba dentro,
segura y permanente: un objeto interno amoroso, parental. Ahora podía permitirse el ser una madre y
esposa cabal y podía laborar para librarse de su odio
y su amor por su madre sin sentirse abrumada por ello. El caso de la señora
K se describirá más detalladamente en el tomo
II.
Este breve esbozo, por compleja que parezca su lectura, no refleja
ni con mucho todas las reacciones de trasferencia de la paciente. Indica, según creo, que los síntomas, conflictos, impulsos y defensas de la
paciente se centraron en el analista y en el procedimiento analítico y
en gran medida remplazaron a su neurosis original. Las neurosis de
trasferencia me permitieron observar y laborar con los conflictos de la
paciente en el presente vivo. Las experiencias de trasferencias son vívi-
En el material clínico arriba citado puede uno observar cómo en diferentes intervalos la implicación de la señora
K conmigo suplantó a la neurosis original.
Durante un período de tiempo, los impulsos de promiscuidad de la paciente
se centraron en mí y estaban ausentes del resto. Sus conflictos relativos a la
pérdida de control fueron intensos durante la sesión analítica y tenían que ver
con su miedo de dejar salir material sucio y la ocultación de los "kleenex" manchados. Durante este período no desaparecieron sus angustias anales fuera del
análisis, pero pasaron a segundo término. Según mi experiencia, el aspecto particular de la neurosis del paciente que se hace activo y vívido en la situación
de trasferencia disminuirá en la vida exterior del paciente. Pero es frecuente
que sólo empalidezca y se haga relativamente insignificante en comparación
con la neurosis de trasferencia... para reaparecer en la vida exterior del paciente cuando otra constelación domine el cuadro de la trasferencia. Por ejemplo,
las fantasías de promiscuidad de la señora K se volvieron exclusivamente hacia
mí durante un tiempo. Pero cuando el análisis se concentró en sus angustias
del excusado y su sentimiento de vergüenza, volvió a tener sus ideas obsesivasimpulsivas en relación con los hombres de piel oscura.
Debe suscitarse otra cuestión acerca del grado en que la neurosis de
trasferencia remplaza de un modo general a la neurosis del paciente.
Yo he tenido la experiencia de que algunos aspectos de la neurosis del
paciente se desplazaban a una figura de la vida exterior del paciente,
que entonces parece hacer de figura suplementaria de trasferencia. Por
ejemplo, muchos de mis pacientes masculinos se enamoran románticamente de una mujer en el curso del análisis. Es ésta una manifestación
de trasferencia, pero se da fuera del análisis. Veremos esto en la sección 3.8.4.
Esta cuestión de la neurosis de trasferencia que remplaza la neurosis
ordinaria del paciente toca el problema de lo que sucede en el análisis
de los niños. Anna Freud (1928), Fraiberg (1951) y Kut (1953) solían
decir que los niños pequeños presentan muchas reacciones de trasferencia aisladas pero no llegan a formar una neurosis de trasferencia. Sólo
después de resuelto el complejo de Edipo, en la latencia, ve uno la formación de una neurosis de trasferencia en el tratamiento analítico de los
194
LA TRASFERENCIA
niños. Anna Freud (1965) y Fraiberg (1966) han modificado últimamente sus puntos de vista al respecto. Otros niños tienen intensas reacciones, deformadas y resistentes, al analista, que se asemejan a la neurosis de trasferencia de los adultos. Estas reacciones no remplazan a
la neurosis antigua en el mismo grado que en el análisis de los adultos
(véase Nagera, 1966). Los analistas de niños de la escuela kleiniana
no distinguen entre reacciones de trasferencia y neurosis de trasferencia y declaran que los fenómenos de trasferencia en los niños pequeños
son idénticos a los de los adultos (Isaacs, 1948).
Glover (1955), Nacht (1957) y Haak (1957) han descrito cómo ciertas formas de neurosis de trasferencia pueden resultar un obstáculo para el descubrimiento de la neurosis infantil y conducir a un estancamiento. Una de las causas más frecuentes de esto es la contratrasferencia del analista, que sin saberlo se opone al pleno desarrollo de las reacciones de trasferencia del paciente. Por ejemplo, la cordialidad indebida por parte del analista puede impedir que se desarrolle cabalmente
la trasferencia hostil. Por encima de todo, la interpretación incompleta
de algunos aspectos de las reacciones de trasferencia puede producir
un largo estancamiento de la situación. Veremos más ampliamente esta cuestión en secciones subsiguientes.
Podría preguntarse qué hace uno para cerciorarse de que habrá una
neurosis de trasferencia. La respuesta es que si la atmósfera analítica
es esencialmente de compasión y aceptación y si el analista no cesa de
buscar el insight y de interpretar las resistencias del paciente se formará
una neurosis de trasferencia. Esto lo veremos más ampliamente en las
secciones 3.7 y 3.9.
La actitud psicoanalítica clásica respecto de la neurosis de trasferencia es facilitar al máximo su desarrollo. Se reconoce que la neurosis
de trasferencia ofrece al paciente el mejor instrumento para facilitar el
acceso a las experiencias patógenas rechazadas del pasado. La revivencia con el analista y en la situación analítica del pasado reprimido es
la oportunidad más efectiva de sobreponerse a las defensas y resistencias neuróticas. De este modo, el psicoanalista se esforzará en salvaguardar la situación de trasferencia e impedir toda contaminación que
pudiera reducir su pleno florecimiento (Greenacre, 1954). Todas las
intrusiones de las características y los valores personales del analista serán reconocidas como factores que podrían limitar la extensión de la
neurosis de trasferencia del paciente. La interpretación es el único modo de tratar la trasferencia que le permitirá efectuar cabalmente su recorrido. Y en combinación con una alianza de trabajo efectiva conducirá finalmente a su resolución (Gill, 1954; Greenson, 1965a).
ALIANZA DE TRABAJO
195
Las escuelas de psicoanálisis discrepantes tienen un modo diferente
de enfocar la neurosis de trasferencia. Alexander, French et al. (1946)
exageran los peligros de los elementos regresivos y así preconizan diversas manipulaciones de la situación de trasferencia para evitar o reducir la neurosis de trasferencia. La escuela kleiniana va al extremo
opuesto y se basa casi exclusivamente en las interpretaciones de la trasferencia, con olvido de todo lo demás (Klein, 1932; Klein et al., 1952;
Strachey, 1934; Isaacs, 1948). Además, desde que empieza el análisis
ven ocurrir los impulsos más infantiles y primitivos en la trasferencia
y los interpretan de inmediato (Klein, 1961). Finalmente, la historia
individual del paciente parece tener poca importancia, puesto que todos los hechos de trasferencia parecen iguales en todos los pacientes.
Antes de dejar el examen teórico de la trasferencia debe mencionarse que la situación analítica y la personalidad del analista contribuyen
a las reacciones de trasferencia del paciente. Esto lo veremos con cierto
detenimiento en el capítulo 4.
3.5
LA ALIANZA DE TRABAJO
Llegados a este punto en nuestro estudio de los fenómenos de trasferencia es necesaria una digresión. Hemos puesto de relieve la gran importancia que tienen las reacciones de trasferencia para el tratamiento
psicoanalítico del paciente neurótico.Yo puedo compendiar el punto de
vista psicoanalítico diciendo que el psicoanalista pone mucho cuidado
en crear una situación analítica que maximice el desenvolvimiento de
las diversas reacciones de trasferencia. Éste es nuestro método principal para llegar hasta el material patógeno, que de otro modo es inaccesible. Pero la recogida de datos históricos sólo es parte del proceso terapéutico. Otro componente principal es procurar el insight flor medio de
la interpretación.
Aunque estos dos factores son muy importantes, no bastan para producir cambios duraderos en el paciente. Para que un paciente neurótico
entre en la situación analítica y colabore eficazmente en ella es imperativo que establezca y mantenga otro tipo de relación con el psicoanalista, aparte de sus reacciones de trasferencia. Me refiero a la alianza de
trabajo. Yo sostengo que la alianza de trabajo merece ser considerada
igual y equivalente de la neurosis de trasferencia en la relación entre
paciente y terapeuta (Greenson, 1965a).
El trabajo de Elizabeth Zetzel sobre "Current concepts of transfe-
196
LA TRASFERENCIA
rence" (1956) realzó y aclaró mis propias experiencias clínicas en relación con la alianza de trabajo. En ese ensayo introduce ella la expresión de "alianza terapéutica" e indica cuán importante la considera
señalando que se puede distinguir entre los psicoanalistas clásicos y la
llamada "escuela británica" según manejen o desdeñen este aspecto
de la trasferencia. El libro de Leo Stone sobre La situación psicoanalítica
(1961) me dio renovado ímpetu para esclarecer y formular el problema
de la alianza de trabajo entre paciente y terapeuta.
El material clínico en que se basa esta sección procede de cierto número de pacientes que tuvieron dificultades inesperadas en el curso de
su terapia psicoanalítica. Algunos de esos pacientes habían seguido uno
o varios análisis con otros analistas; otros eran pacientes míos que volvían para un análisis ulterior. En este grupo había pacientes que en
cierto modo eran incapaces de ir más allá de las fases preliminares de
análisis. Aun después de varios años de analizados no estaban realmente
"en análisis". Otros análisis parecían interminables; había una discrepancia notoria entre la abundancia de insight y la escasez de cambio.
Los síndromes clínicos que presentaban esos casos eran heterogéneos
desde el punto de vista de la categoría de diagnóstico, las funciones y
la dinámica del Yo. La clave para entender la patología esencial así
como el estancamiento terapéutico debía hallarse en el hecho de no haber logrado el paciente una relación de trabajo firme con el analista.
En Cada uno de los casos que voy a describir, el paciente era incapaz
de establecer o conservar una alianza de trabajo duradera con el analista y éste descuidaba el hecho, persiguiendo en cambio el análisis de
otros fenómenos de trasferencia. Aprecié este error de técnica en psicoanalistas con amplia experiencia clínica y reconocí el mismo defecto
en mí al remprender el análisis con pacientes que ya había tratado
anteriormente.
Laborando con estos pacientes al parecer inanalizables o interminables me impresionó la importancia que tenía separar las reacciones del
paciente ante el analista en dos categorías: la neurosis de trasferencia
y la alianza de trabajo. Realmente, esta clasificación no es completa
ni precisa, puntos que trataré de aclarar más adelante. Pero esta distinción contribuye a posibilitar el que se conceda igual escrutinio y atención a dos tipos esencialmente diferentes de reacción ante el psicoanalista.
3.5.1
DEFINICIÓN PROVISIONAL
La noción de alianza de trabajo es vieja tanto en la literatura psiquiá-
ALIANZA DE TRABAJO
197
frica como en la psicoanalítica. Ha sido descrita con diferentes marbetes, pero a excepción de Zetzel y Stone se ha considerado de importancia secundaria o no se ha separado debidamente de las demás reacciones de trasferencia.
Emplearemos de preferencia la denominación de alianza de trabajo
para designar la relación racional y relativamente no neurótica que tiene el paciente con su analista. Es esta parte razonable y objetiva de
los sentimientos que el paciente tiene por el analista la que hace la alianza
de trabajo. La elección de esa denominación se debe a que subraya su
función principal, ya que gira en torno a la capacidad que el paciente
tenga de laborar en la situación analítica. Términos como la "alianza
terapéutica", de Zetzel (1956), la "trasferencia racional", de Fenichel
(1941) y la "trasferencia madura" de Stone (1961) son conceptos semejantes. Pero la designación de alianza de trabajo presenta la ventaja
de poner de relieve el elemento más importante: la capacidad que tiene
el paciente de laborar con un fin determinado en la situación del tratamiento. Se observa con máxima claridad cuando el paciente se debate
en las ansias de una intensa neurosis de trasferencia y sin embargo todavía puede mantener una relación de trabajo eficaz con el analista.
El núcleo seguro de la alianza de trabajo lo forma la motivación del
paciente para sobreponerse a su mal, su sensación de desviamiento,
su disposición consciente y racional a cooperar y su capacidad de seguir las instrucciones y los insights del analista. La alianza se forma
en lo esencial entre el Yo razonable del paciente y el Yo analizador del
analista (Sterba, 1934). El medio que hace esto posible es la identificación parcial del paciente con el enfoque analítico del analista en su intento de entender el comportamiento del paciente (Sterba, 1929).
La alianza de trabajo pasa al primer plano en la situación analítica
del mismo modo que el Yo razonable del paciente, el Yo observador
y analizador, está separado del Yo que siente y experimenta. Las intervenciones del analista desconectan las actitudes operativas de los
fenómenos de trasferencia neurótica del mismo modo que sus interven' ciones separan el Yo razonable del irracional. Estas dos series de fenómenos son paralelas y expresan acontecimientos psíquicos análogos desde
diferentes puntos de referencia. Los pacientes que no pueden apartar
un Yo razonable y observador no podrán mantener una relación de
trabajo, y viceversa.
Pero esta diferenciación entre reacciones de trasferencia y alianza de
trabajo no es absoluta, ya que la alianza de trabajo puede contener elementos de la neurosis infantil que al final requerirán análisis. Por ejemplo, el paciente tal vez labore temporalmente para conquistar el amor
198
LA TRASFERENCIA
de su analista, y esto en definitiva llevará a fuertes resistencias; o bien
la sobrevaluación del carácter y la capacidad del analista puede servir
bien a la alianza de trabajo al principio del análisis, pero para convertirse en fuente de mayor resistencia posteriormente. No sólo puede la
neurosis de trasferencia invadir la alianza de trabajo sino que esta misma tal vez sea empleada defensivamente para esconder los fenómenos
de trasferencia más regresivos.
Una ilustración clínica de este punto ocurrió en una paciente mía que se manifestaba constantemente razonable para conmigo y con la situación analítica.
Aunque sabía poco de psicoanálisis, aceptaba las frustraciones y restricciones
afablemente, sin ninguna señal de enojo consciente ni cólera. Sin embargo, los
sueños que a veces llegaba a recordar estaban llenos de furia y rabia harto evidentes. Al indicárselo, la paciente reaccionó como si fuera "sólo" un sueño,
y ella no era "responsable" de sus sueños. Aun cuando se olvidara de su hora
analítica, lo consideraba un error "natural", y tomaba mi interpretación del
temor a su hostilidad subyacente como cavilaciones de un excéntrico que ella
toleraba de buena gana.
Sólo después de agotarse sus asociaciones y racionali-
zaciones superficiales y reinar el silencio se hicieron inconfundiblemente claros
para ella sus impulsos hostiles y sexuales más regresivos. Entonces reconoció
que se había aferrado a la alianza de trabajo como una fachada defensiva.
A pesar de las entremezcladuras, la separación en dos grupos de las
reacciones que tiene el paciente para con el analista, trasferencia neurótica y alianza de trabajo, parece tener valor clínico y técnico. Antes
de pasar a otro material de caso querría esbozar brevemente algo de
la literatura psicoanalítica al respecto.
3.5.2
LA LITERATURA
Freud (1912a, p. 105; 417) habla de los aspectos amistosos y afectivos
de la trasferencia que son admisibles en la conciencia y que constituyen "uno de los sustratos del éxito". Respecto del rapport dice: "El primer fin del tratamiento es siempre ligar al paciente a la cura y a la persona del médico. Para ello no hay más que dejarle tiempo. Si le demostramos un serio interés, apartamos cuidadosamente las primeras
resistencias y evitamos ciertas torpezas posibles, el paciente establece
en seguida, espontáneamente tal enlace... En cambio si adoptarnos desde un principio una actitud que no sea de cariñoso interés y simpatía,
destruiremos toda posibilidad de semejante resultado positivo" (Freud,
1913b, pp. 139-40; 435).
ALIANZA DE TRABAJO
199
Sterba (1929) escribió de la identificación del paciente con el analista, que conduce al interés del paciente en la labor que realizan en común, pero no dio a este aspecto de la trasferencia ninguna designación
especial. Fenichel (1941, p. 27) describió la "trasferencia racional",
una trasferencia positiva de objetivo inhibido necesaria para el análisis. Ya vimos antes cómo insiste Elizabeth Zetzel en la importancia
de la "alianza terapéutica". El trabajo de Loewald (1960) sobre la acción terapéutica del psicoanálisis es un estudio penetrante y sagaz de
los diferentes géneros de relaciones que tiene el paciente con el analista
a lo largo del análisis. Algunas de sus ideas están directamente relacionadas con lo que yo llamo la alianza de trabajo. El libro de Leo Stone
está dedicado a las complejidades de la relación entre analista y paciente. En él menciona la "trasferencia madura", que según él (a) estaba en oposición a las reacciones de "trasferencia primordial" y (b)
era esencial para un análisis fructífero (p. 106).
El simposio sobre "Los factores curativos del psicoanálisis", presentado en el 22 Congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional
(véase Gitelson et al., 1962) contenía muchas referencias a las reacciones de trasferencia especiales que entran en la alianza terapéutica y un
pequeño estudio sobre cómo contribuye el analista a una "buena" situación analítica. Gitelson hablaba de la armonía en que se basa el comienzo del análisis y que da por resultado la trasferencia. Subrayaba
la necesidad de que el analista se presente como un buen objeto y un
Yo auxiliar. Meyerson (véase Gitelson, p. 202, nota), Nacht, Segal,
Kuiper, Garma, King y Heimann debatieron con él uno u otro aspecto de su enfoque. En cierto modo, el desacuerdo parece deberse a no
distinguir claramente entre la alianza de trabajo y los fenómenos de
trasferencia más regresivos.
Este breve e incompleto examen revela que muchos analistas, entre
ellos Freud, reconocían que en el tratamiento psicoanalítico era necesario otro género de relación con el analista aparte de las reacciones
de trasferencia más regresivas.
3.5.3
DESARROLLO DE LA ALIANZA DE TRABAJO
3.5.3.1 Aberraciones en la alianza de trabajo
Empezaré describiendo algunos ejemplos clínicos en que el curso del
desenvolvimiento de la alianza de trabajo se apartó notablemente
del usual en el paciente psicoanalítico. Empiezo por esto porque en el
200
LA TRASFERENCIA
paciente analítico clásico la alianza de trabajo se forma casi imperceptiblemente, en relativo silencio, y al parecer independientemente de toda
actividad especial por mi parte. Los casos irregulares ponen de relieve
procesos y procedimientos diferentes que se realizan casi invisiblemente en el paciente analítico usual.
Hace unos años, un analista de otra ciudad me envió a un señor inteligente,
de edad mediana, que llevaba ya más de seis años de análisis. Ciertas condiciones generales habían mejorado en la vida del paciente, pero a su primer analista le parecía que necesitaba más análisis, porque todavía no lograba casarse
y estaba muy solo. Desde el primer momento de terapia me sorprendió el que
fuera absolutamente pasivo en el reconocimiento y la laboración con sus propias resistencias, y resultó que esperaba que yo se las señalara, como había estado haciendo el analista anterior durante todo aquel análisis.
Me impresionó luego el hecho de que en el momento mismo en que yo intervenía tenía una respuesta inmediata, aunque con frecuencia incomprensible.
Descubrí que le parecía obligación suya replicar inmediatamente a cada intervención porque creía que sería señal de resistencia, y por ende malo, quedar
callado un momento y recapacitar sobre lo que yo había dicho. Al parecer, su
analista anterior nunca había reconocido una resistencia en su temor a quedar
callado. En asociación libre, el paciente buscaba activamente cosas de que hablar, y si se le ocurría más de una cosa escogía lo que le parecía que yo andaba
buscando, sin mencionar las demás. Cuando yo le pedía alguna información,
solía responder por la asociación libre, y el resultado muchas veces era extraño. Por ejemplo, cuando le pregunté cuál era su segundo nombre me respondió
que Raskolnikov, lo primero que se le ocurrió. Cuando me repuse de la sorpresa y lo puse en duda dijo que creía tener que realizar una asociación libre.
No tardé en tener la neta impresión de que aquel hombre nunca había logrado una relación de trabajo con su analista primero. No sabía lo que debía
hacer en la situación analítica. Había pasado años acostado frente a un analista, sometiéndose dócilmente a lo que creía que se requería de él, o sea la aso'
ciación libre constante e instantánea. Paciente y analista habían estado haciendo
una caricatura de psicoanálisis. Verdad es que el paciente había tenido algunas reacciones de trasferencia regresivas, y de ellas algunas habían sido interpretadas, pero la falta de una alianza de trabajo constante había hecho todo
el procedimiento amorfo, confuso e ineficaz.
Aunque yo reconocía que la magnitud de los problemas del paciente no podía deberse sólo y ni siquiera principalmente a los defectos técnicos del primer
analista, me pareció que debía proporcionar al paciente una buena oportunidad de ver si podía laborar en la situación analítica. Además, este esclarecimiento revelaría de modo más vívido la patología del paciente. Por eso, en los primeros meses de nuestra cooperación le expliqué cuidadosamente, siempre que
venía a cuento, las diferentes tareas que la terapia psicoanalítica requiere del paciente. Reaccionó como si todo eso fuera nuevo para él y pareció ansioso de
ALIANZA DE TRABAJO
201
trabajar como yo decía. Pero pronto pudo verse que él no podía decir sin más
ni más las cosas que se le ocurrían, y se sentía impulsado a descubrir tras de
qué andaba yo. No podía estar callado y reflexionar en lo que yo decía; temía
los espacios vacíos, que señalaban un peligro espantoso. De estar callado podría pensar, y si pensaba podría estar en desacuerdo conmigo, y eso equivalía
a matarme. Su sorprendente pasividad y docilidad se revelaban como una forma de halago, para disimular un vacío interior, una insaciable ansia infantil
y una rabia terrible. En un período de seis meses se evidenció de sobra que
aquel hombre era de un carácter esquizoide "como si", que no podía soportar
las privaciones del psicoanálisis clásico (H. Deutsch, 1942; Weiss, 1966). Por
eso lo ayudé a buscar psicoterapia de apoyo con una terapeuta.
Una mujer que yo había analizado durante unos cuatro años volvió al análisis
conmigo después de un intervalo de seis años. Ambos sabíamos cuando ella
lo interrumpió que quedaba todavía buena parte del análisis por realizar, pero
convinimos en que un intervalo sin análisis podría aclarar las insólitas oscuridades y dificultades que hallábamos en el intento de hallar una mejor resolución de su trasferencia sadomasoquista, ambivalente, plañidera y apegada a
mí. Yo le había propuesto ir con otro analista, porque en general he visto que
el cambio de analista es más productivo que la vuelta con el primero. Eso suele
'
presentar insights nuevos en las reacciones de trasferencia antiguasy además
nuevas posibilidades de trasferencia. Pero por razones externas no fue posible,
y tuve que remprender su análisis, si bien con algunas reservas.
En sus primeras horas en el diván me sorprendió el extraño modo que tenía
de laborar en el análisis. Después recordé rápidamente que eso había sucedido
ya anteriormente, sólo que ahora me sorprendió más porque ya había perdido
la costumbre; me parecía casi fantástico. Al cabo de un momento determinado
en la hora del análisis la paciente se ponía a hablar casi incesantemente, con
frases inconexas, parte de recitación de un acontecimiento reciente, alguna frase obscena de vez en cuando sin mencionar su rareza, ni que era un pensamiento obsesivo, y después vuelta a recitar un acontecimiento pasado. La paciente parecía no darse cuenta en absoluto de su extraño modo de hablar y nunca
lo mencionaba espontáneamente. Cuando la confronté con ese hecho al principio pareció ignorarlo y después se sintió molesta.
Comprendí que en el antiguo análisis había muchas sesiones o partes de ellas
en que la paciente estaba muy angustiada y trataba de esconder su conciencia
de esa angustia así como el análisis de la misma. Recuerdo incluso que habíamos descubierto parte del significado y de los determinantes históricos de ese
comportamiento. Por ejemplo, su madre había sido una gran parlanchina y
hablaba a la niña como a una mayor antes de que pudiera entender. Su incomprensible parloteo conmigo era una identificación con su madre y un acting out
en la situación analítica. Además, la madre había empleado un río de charla
para manifestar su angustia como su hostilidad hacia el marido, que era bastante callado. La paciente adoptó esta pauta de la madre y la reactuaba conmi-
202
LA TRASFERENCIA
ALIANZA DE TRABAJO
203
go en la hora analítica siempre que estaba angustiada y hostil y cuando vacila-
tos. El segundo análisis tuvo un sabor y una atmósfera completamente diferen-
ba entre herirme y apegarse a mí.
tes. En el primer análisis yo tenía una paciente interesante y caprichosa que
Llegamos además a entender que este modo de comportamiento denotaba
resultaba muy frustradora porque me perdía con frecuencia por sus volubles
también una regresión en las funciones del Yo, del proceso secundario hacia
el primario, una suerte de "hablar en sueños" conmigo, una repetición del dor-
vericuetos. En el segundo análisis yo seguía teniendo una paciente caprichosa,
pero también una aliada que no sólo me ayudaba cuando me perdía sino que
mir con los padres. Este extraño modo de hablar se había presentado muchas
incluso me señalaba que iba por un camino errado antes de que yo lo
veces durante el primer análisis y si bien habían quedado analizados diferentes
comprendiera.
determinantes, todavía persistió en cierto grado hasta la interrupción de aquel
análisis. Siempre que trataba yo de enfrentar a la paciente con un mal empleo
de uno de los procedimientos del análisis, sus reacciones, o la aparición de nuevo material, nos desviaban, Tal vez recordaba ella algún sucedido histórico pasado que no parecía hacer al caso, o en las sesiones siguientes aparecían algu-
Un joven, el señor Z, 4 vino a mí en busca de análisis después de haber pasado dos años y medio con un analista de otra ciudad, en un análisis que casi
no le había afectado en nada. Había obtenido ciertos insíghts, pero tenía la neta
nos sueños o nuevos recuerdos, y nunca llegábamos en realidad al grano de
i mpresión de que su primer analista desaprobaba verdaderamente su sexualidad infantil, aunque el joven comprendía que los analistas no tenían por qué
cómo ella no podía realizar alguna parte de la labor analítica.
despreciar esas cosas. En las entrevistas preliminares, el joven me dijo que le
En su segundo análisis, no me dejé hacer. Cada vez que asomaba la menor
costaba mucho hablar de masturbación y a menudo ocultaba conscientemente
señal de aquella charla inconexa, o cada vez que parecía indicado, le planteaba
ese tipo de información a su analista anterior. Había comunicado a éste la exis-
el problema y la hacía atenerse al asunto, por lo menos hasta que reconociera
tencia de muchos secretos conscientes, pero de todos modos se negaba tenaz-
de qué se estaba tratando. La paciente intentó recurrir a todos sus antiguos
métodos de defensa contra mis confrontaciones de sus resistencias. Yo escu-
mente a divulgarlos. Nunca se entregaba de todo corazón a la asociación libre
y había muchas horas de largo silencio en que quedaban callados él y su analis-
chaba por muy breve tiempo sus protestas y evasivas y le señalé repetidas veces
ta. Pero el moda de relacionarse conmigo el paciente, su historia y mi impre-
su función de resistencia, No laboré con ningún material nuevo hasta no estar
sión clínica general me llevaron a creer que era analizable, a pesar de no haber
convencido de que la paciente estaba en buena alianza de trabajo conmigo.
podido formar una alianza de trabajo con su primer analista.
Lentamente, la paciente empezó a enfrentarse a su abuso de la regla básica.
Me puse a analizar al señor Z y aprendí mucho de sus reacciones negativas
Ella misma se convenció de cómo a veces conscientemente, otras preconscien-
al analista anterior, algunas de las cuales se debían al modo de llevar éste el
temente, y otras inconscientemente emborronaba el verdadero objeto de la aso-
análisis. Por ejemplo, en una de las primeras sesiones en el diván, el paciente
ciación libre. Resultó evidente que cuando la paciente se sentía angustiada en
sacó un cigarrillo y lo encendió. Yo le pregunté qué sentía cuando decidió en-
su relación conmigo se deslizaba hacia su modo regresivo de "hablar en sueños". Era como quien dice una "obediencia maliciosa". Era maliciosa porque
cender el cigarrillo. Respondió con aspereza que sabía que no debía fumar con
su anterior analista y suponía que yo se lo prohibiría también, Le dije al señor
ella sabía que se apartaba de la verdadera asociación libre. Y era obediencia
Z que quería saber qué sentimientos, ideas y sensaciones tenía en el momento
porque se sometía a aquel modo de hablar regresivo, es decir, incontinente.
en que decidió encender el cigarrillo. Entonces reveló que se había sentido algo
Esto sucedía siempre , que sentía cierto género de hostilidad hacia mí. Lo sentía
asustado en la sesión y para que yo no lo viera decidió encender el cigarrillo.
como un impulso de verter sobre mí un río de veneno. Esto la hacía sentir que
Repuse que era preferible que esos sentimientos e ideas se expresaran en pa-
yo sería aniquilado, perdido para ella, que quedaría entonces sola y asustada.
labras y no con acciones, porque así entendería yo con mayor precisión lo que
Rápidamente se zambullía otra vez en su charla ensoñada que era como decir-
ocurría dentro de él. Comprendió entonces que yo no le prohibía fumar sino
me: "Soy una niñita medio dormida que no es responsable de lo que emite.
le señalaba que era más útil para el proceso del ser analizado que él se expresa-
No me deje; déjeme dormir con usted; sólo es orina inocua lo que sale de mí."
( No examinaremos los otros determinantes porque eso nos llevaría demasiado
le dijo antes de ir al diván que lo acostumbrado era no fumar en él, sin explica-
tejos.)
ra con palabras y sentimientos. Él comparó esto con su primer analista que
ción, y por ello su primer analista le había parecido arbitrario.
Era una experiencia fascinante el ver cuán diferentemente avanzaba este aná-
En una sesión posterior, me preguntó Z si yo era casado. Repliqué pregun-
lisis respecto del anterior. No quiero dar a entender que la tendencia de esta
tándole que qué creía él. Vacilando me reveló estar jaloneado entre dos series
paciente a emplear defectuosamente su capacidad de regresión en el funciona-
de fantasías, una de que yo era soltero, me gustaba mi trabajo y vivía sólo para
miento del Yo desapareciera por completo. Pero mi vigorosa prosecución del
mis pacientes, y otra de que yo era casado y feliz y tenía muchos hijos. Prosi-
análisis de la defectuosa alianza de trabajo, mi constante atención al mantenimiento de una buena relación operativa, mi negativa a dejarme desviar hacia
el análisis de otros aspectos de su neurosis de trasferencia produjeron sus efec-
4
Véanse secciones 2.5.2, 2.5.4 y 2.7.1.
204
LA TRASFERENCIA
guió espontáneamente diciéndome que él esperaba que yo fuera casado y feliz
porque así estaría en mejores condiciones para ayudarle en sus problemas sexuales. Después se corrigió él mismo y dijo que le dolía pensar que yo tuviera
relaciones sexuales con mi esposa porque eso era turbador y él no tenía que
ver con ello. Yo le señalé cómo, al no responder a su pregunta y preguntarle
en cambio por sus fantasías en torno a la respuesta nos reveló cuál era su curiosidad. Le dije que no respondería a preguntas cuando me pareciera que se ganaría más con mi silencio, dejándole asociar su propia pregunta.
En este punto Z se puso algo lacrimoso y al cabo de breve pausa dijo que
al comienzo de su análisis anterior había hecho muchas preguntas. Su analista
anterior nunca respondía ni explicaba su silencio. Este silencio del analista le
parecía degradante y humillante, y ahora comprendía que sus propios silencios
ulteriores eran represalias por la injusticia imaginada. Después comprendió en
cierto modo que se había identificado con el desdén supuesto de su primer analista. Z sentía desprecio por la gazmoñería de su analista y al mismo tiempo
estaba lleno de severos reproches para consigo, por sus propias prácticas sexuales, que a continuación proyectaba sobre el analista.
Fue muy instructivo para mí ver cómo una identificación con el analista anterior basada en el temor y la hostilidad había deformado la relación de trabajo
en lugar de conducir a una alianza de trabajo eficaz. Toda la atmósfera de su
primer análisis estaba contaminada por sentimientos y actitudes hostiles, desconfiados y vengativos. Esto resultó una repetición del comportamiento del paciente para con su padre, punto que el primer analista había reconocido e interpretado. El análisis de esta resistencia de trasferencia fue no obstante inefectivo en parte debido a que el analista anterior trabajaba de modo tal que constantemente justificaba el comportamiento neurótico infantil del paciente y así
favoreció la invasión de la alianza de trabajo por la neurosis de trasferencia.
Laboré con Z unos cuatro años y casi desde el primer momento se estableció
una alianza de trabajo relativamente eficaz. Pero mi modo de llevar el análisis,
que le parecía indicar alguna genuina preocupación humana por su bien y algún respeto por su calidad de paciente, movilizó también importantes resistencias de trasferencia en una fase posterior del análisis. En el tercer año empecé
a comprender que pese a lo que parecía una buena alianza de trabajo y una
fuerte neurosis de trasferencia había muchos campos de la vida exterior del paciente que no parecían cambiar de acuerdo con la labor analítica. Finalmente
pude descubrir que el paciente tenía ahora una inhibición, sutil pero específica: hacer labor analítica fuera de la hora analítica. Cuando se inquietaba fuera
de la sesión se preguntaba a sí mismo qué era lo que le inquietaba. Por lo general lograba recordar la situación en cuestión. A veces incluso lograba recordar
el significado del hecho que yo le había comunicado en algún punto anterior,
pero ese insight solía ser relativamente carente de significado para él; lo sentía
extraño, artificial y recordado de memoria. No era insight suyo; era mío y por
lo tanto desprovisto de significancia viva para él. Por eso estaba relativamente
in albis acerca del significado de los hechos que le turbaban.
Aunque parecía haber formado conmigo una alianza de trabajo en la situa-
ALIANZA DE TRABAJO
205
ción analítica, era visible que ésta no seguía fuera de la hora analítica. El análisis reveló que el paciente no se permitía asumir ninguna actitud, ningún enfoque ni punto de vista como los míos fuera de la consulta. Le parecía que permitir eso hubiera equivalido a reconocer que yo había penetrado en él. Esto
era intolerable porque a Z le parecía un ataque homosexual, una repetición
de graves traumas de la infancia y la adolescencia. Lentamente fuimos llegando a descubrir que el paciente había sexualizado y agresificado el proceso de
la introyección.
Este nuevo insight fue el punto de partida para que el paciente empezara a
saber distinguir entre las diferentes formas de "recibir". Gradualmente el paciente fue logrando establecer conmigo una identificación exenta de homosexualidad, en forma de adopción de un punto de vista analítico. De este modo,
una relación de trabajo que no había tenido eficacia condujo al final a un cambio importante y duradero. En el tomo si se describirá con más detenimiento
el caso de Z.
Finalmente, quiero volver a aquellos pacientes que se aferran a la
alianza de trabajo porque les horrorizan los aspectos regresivos de
la neurosis de trasferencia. Estos pacientes forman una relación razonable con el analista y no se permiten sentir nada irracional, ya sea sexual, ya agresivo, o de ambos tipos. La sensatez prolongada en el análisis es una seudosensatez, el paciente se aferra inconscientemente a esa
sensatez por diversos motivos neuróticos inconscientes. Veamos un
ejemplo.
Durante cosa de dos años, un joven profesional que tenía un conocimiento intelectual del psicoanálisis tuvo una actitud positiva y razonable para conmigo,
su analista. Si sus sueños indicaban hostilidad u homosexualidad, lo reconocía
pero protestaba que él sabía que se debían sentir tales cosas por su analista, pero que "en realidad" no era así. Si llegaba tarde o se le olvidaba pagar la
cuenta reconocía también que podía parecer que no quería acudir ni pagar,
pero "realmente" no había tal. Tenía violentas reacciones de cólera para con
otros psiquiatras que conocía, pero insistía en que se lo merecían y que yo no
era como ellos. Se infatuó cierto tiempo por otro analista y "le parecía" que
debía hablarle de mí, pero lo decía retozonamente.
Todos mis intentos de hacer que el paciente reconociera en su persistente sensatez un medio de rehuir o quitar importancia a sus sentimientos e impulsos
más hondos fracasaron. Incluso mis intentos de buscar el origen histórico de su
modo de comportamiento fueron infructíferos. Había adoptado el papel de
"tipo extravagante", payaso, inconforme inocuo, en sus años de universidad
y lo repetía en el análisis. Como no podía lograr que el paciente laborara más,
o más consistentemente, con ese material al final dije al paciente que teníamos
que encarar el hecho de que así no íbamos a ninguna parte y que debíamos pensar en alguna solución que no fuera seguir el psicoanálisis conmigo. El pacien-
206
LA TRASFERENCIA
te estuvo callado unos momentos y dijo "francamente" que estaba decepcionado. Suspiró y después procedió a una observación de tipo asociación libre,
yo le detuve y le pregunté que qué creía que estaba haciendo. Repuso que "suponía" que yo parecía algo enojado. Yo le aseguré que no se trataba de suponer. Entonces me miró lentamente y preguntó si podía sentarse. Asentí y lo
hizo. Estaba muy conmovido, sombrío, pálido y claramente afligido.
Al cabo de unos momentos de silencio dijo que tal vez lograra laborar mejor
si pudiera verme. Tenía que estar seguro de que yo no me burlaba de él, ni
estaba enojado ni me excitaba sexualmente. Esto último me pareció extraño
y le pedí lo aclarara. Me dijo cómo con frecuencia había imaginado que acaso
yo me excitaba sexualmente con su material pero se lo ocultaba. Nunca lo había declarado antes, era tan sólo una idea fugaz. Pero esta "idea fugaz" condujo rápidamente a muchos recuerdos de su padre tomándole la temperatura
rectal repetida e innecesariamente. De ahí pasó a multitud de fantasías de índole homosexual y sadomasoquista. La persistente sensatez era una defensa contra ellos, así como un alegre intento de incitarme al acting out con él. Mi comportamiento en la sesión que acabo de describir no estuvo muy bien controlado
pero condujo a comprender que la alianza de trabajo del paciente servía para
enmascarar la neurosis de trasferencia.
La alianza de trabajo se había vuelto la fachada de la neurosis de
trasferencia. Era su neurótica estructura de carácter, que ocultaba al
mismo tiempo que manifestaba su neurosis subyacente. Sólo cuando
se interrumpió el acting out del paciente y comprendió que estaba a punto
de perder el objeto de trasferencia se hizo ajeno al Yo y accesible a la
terapia su comportamiento rígidamente razonable. Necesitó varias semanas de poder mirarme a la cara para probar si podía confiarse en
mis reacciones. Después se hizo capaz de distinguir entre la sensatez
genuina y la sensatez burlona y despechada de su neurosis de carácter,
y el análisis empezó a avanzar.
3.5.3.2 La alianza de trabajo en el paciente analítico clásico
La palabra clásico se refiere aquí a un grupo heterogéneo de pacientes
que son analizables sin modificaciones de importancia por el procedimiento psicoanalítico clásico. Padecen de alguna forma de neurosis de
trasferencia, un síntoma de neurosis de carácter, sin ningún defecto apreciable en las funciones del Yo. En tales pacientes psicoanalíticos la alianza de trabajo se forma casi imperceptiblemente, relativamente en
silencio y al parecer independientemente de toda actividad o intervención especial por parte del analista. Por lo general puedo ver las primeras señales casi imperceptibles de formación de la alianza de trabajo
a los tres o seis meses del análisis. Los primeros indicios de esta evolu-
ALIANZA DE TRABAJO
207
ción suelen ser: el paciente queda callado y a continuación, en lugar
de esperar a que yo intervenga, sugiere la opinión de que él mismo parece estar esquivando algo. O bien interrumpe un informe bastante inconexo de algún sucedido y comenta que él debe estar huyendo de algo. Si yo quedo callado, espontáneamente se preguntará qué puede ser
lo que lo hace tan evasivo y dejará que sus pensamientos floten a la
deriva en asociación libre, que dirá en alta voz.
Es evidente que el paciente se ha identificado parcial y temporalmente
conmigo y que ahora labora consigo del mismo modo que yo he estado laborando en sus resistencias día tras día. Si examino la situación,
por lo general descubro que antes de esto el paciente habrá tenido
alguna reacción de trasferencia esporádica, sexual u hostil, que temporalmente ha ocasionado una resistencia fuerte. Pacientemente, con mucho tacto, tengo que señalar esta resistencia, aclarar después cómo operaba, cuál era su objetivo y al final, interpretar y reconstruir su origen
histórico probable. Sólo después de algún análisis efectivo de la resistencia de trasferencia parece que el paciente es capaz de formar una
alianza de trabajo parcial. Pero es necesario volver al punto donde se
inició el análisis para obtener una visión más detallada de su desarrollo.
El paciente puede entrar de muchas formas en las entrevistas preliminares. En parte las determina su historia pasada en lo tocante a psicoanalistas, médicos, autoridades y extraños, así como sus reacciones
a la enfermedad, a la necesidad de ayuda, y al pedirla, etc. (Gill, Newman y Redlich, 1954). Además, su conocimiento o falta de conocimiento
de los procedimientos psicoanalíticos y la fama del analista influirán
también en sus reacciones. El paciente llega, pues, a la entrevista inicial con una relación conmigo preformada, que depende de hasta dónde llene las incógnitas con su pasado impropio.
Las entrevistas preliminares influyen bastante en las reacciones del
paciente al analista, sobre todo en lo tocante a cómo se siente al tener
que revelarse así como a sus reacciones a mi modo de enfocar y a mi
personalidad. Yo creo que aquí tenemos también una mezcla de reacciones realistas y de trasferencia. El descubrimiento de sí mismo puede
producir repercusiones del desvestirse otrora delante de los padres o
médicos, etc., y por eso es fácil que cree reacciones de trasferencia. Mi
modo de llevar las entrevistas hará otro tanto, cuanto más parezca extraño, doloroso o incomprensible al paciente. Sólo aquellos métodos que
parecen comprensibles al paciente pueden producir en él reacciones realistas. Mi personalidad "de analista", tal y como se manifieste en las
primeras entrevistas, puede también suscitar reacciones realistas y de
trasferencia. Tengo la impresión de que las cualidades que parecen ex-
208
LA TRASFERENCIA
trañas, amenazadoras o no profesionales provocarán fuertes reacciones
de trasferencia junto con angustia. Los rasgos que el paciente cree indican una intención, compasión y experiencia terapéutica son susceptibles de producir respuestas realistas, así como reacciones positivas de
trasferencia. El material clínico del caso de Z muestra cómo las maneras, la actitud y el modo de proceder del analista al comenzar los dos
análisis influyeron decisivamente en la situación analítica.
Para cuando he decidido que es el psicoanálisis el tratamiento adecuado tengo ya la impresión de que el paciente en cuestión parece disponer de potencial para la formación de una alianza de trabajo conmigo junto con su neurosis de trasferencia. Mi discusión con el paciente
acerca de por qué creo que el psicoanálisis es el mejor método de terapia para él, las explicaciones relativas a la frecuencia de las visitas, duración, honorarios, etc., y la propia estimación que haga el paciente
de su capacidad de ajustarse a estas condiciones, tendrán un valor adicional en la revelación de su capacidad de formar una alianza de trabajo.
Los primeros meses de análisis propiamente dicho, con el paciente
acostado en el diván e intentando la asociación libre, pueden resumirse
como una combinación de prueba y confesión. El paciente prueba su
capacidad de realizar la asociación libre y de revelar su experiencia,
causa de culpabilidad y angustia. Simultáneamente está sondeando las
reacciones del analista a sus producciones (Freud, 1915a; Gitelson,
1962). Hay muchos relatos históricos y mucha comunicación de sucesos cotidianos. Mis intervenciones apuntan a señalar y explorar resistencias harto claras y afectos impropios. Cuando el material es muy
Jaro, trato de establecer conexiones entre las normas de comportamiento
pasadas y las presentes. La consecuencia es que el paciente suele empezar a sentir que tal vez yo lo entiendo. Entonces osa regresionar, se
permite sentir algún aspecto transitorio de su neurosis en la trasferencia en relación con mi persona. Cuando consigo analizar esto efectivamente, he logrado establecer al menos temporalmente un Yo razonable y una alianza operativa junto con el Yo que siente y la neurosis
de trasferencia. Una vez ha sentido el paciente esta oscilación entre neurosis de trasferencia y alianza de trabajo en lo tocante a un campo, el
paciente se muestra más dispuesto a emprender regresiones futuras en
ese mismo campo de la neurosis de trasferencia. Pero cualquier aspecto nuevo de la neurosis de trasferencia puede redundar en mejoría o
en pérdida temporal de la alianza de trabajo.
Una señora ama de casa, de edad mediana y bastante sencilla estaba empezando su segundo año de análisis. En el primer año había tenido gran dificultad
ALIANZA DE TRABAJO
209
en reconocer que a veces notaba sentimientos románticos y sexuales para conmigo, aunque había pruebas inconfundibles de ello en su comportamiento y
en sus francos sueños. Se consideraba feliz en su matrimonio y sentía que las
fantasías eróticas en torno al analista indicarían que estaba descontenta de su
matrimonio. Esto la espantaba porque era en extremo dependiente de su esposo, inconscientemente hostil a él, y tenía un miedo terrible de perderlo. Mis intentos de lograr que la paciente se enfrentara a su trasferencia sexual y a su
temor de la misma hacían de esta mujer, en general de buen corazón y ánimo
cooperativo, una gruñona despechada y testaruda. En semejante estado solía
responder a mis intervenciones diciendo: "¿No reaccionaría así cualquiera,
no reaccionaría así todo el mundo? ¿No es natural? ¿No reaccionaría usted
así si estuviera en mi lugar?"
A medida que fuimos resolviendo algunos de los temores que le hacían resistir a los insights que yo trataba de procurarle, la paciente fue haciéndose capaz
de enfrentar sus sentimientos positivos para conmigo y no tuvo necesidad de
su defensa de "no lo haría cualquiera" y "no lo haría usted". Al mismo tiempo la paciente pudo reconocer para sí y conmigo que en su matrimonio había
defectos sin que eso pronosticara el fin de su seguridad. También empezó a
comprender y aceptar mis interpretaciones de algunas causas de los sentimientos sexuales que notaba por su analista. Pudo hacerse a la idea de que algo
de lo que sentía por mí procedía de su amor sexual infantil por su padre y su
hermano mayor. Había formado una alianza de trabajo bastante firme conmigo en lo tocante a materias heterosexuales.
Pero la situación revivió los primeros días de su análisis cuando la agresión
empezó a introducirse notablemente en la hora analítica. Por ejemplo, la paciente se volvió desusadamente callada cuando interpreté que su sentimiento
de ser rechazada por mí estaba relacionado con el olvidar su pago a fin de mes.
Tuvo un cólico gastrointestinal grave con una tremenda diarrea y el temor de
estar mortalmente enferma de cáncer. Yo le dije que aquello era una manifestación de la rabia reprimida que sentía contra mí, y al principio lo negó. Repuse que su sentimiento de depender de mí había quedado afectado por mis intentos de interpretar en lugar de darle satisfacción o seguridades, y ella volvió
a su "¿No reaccionaría así cualquiera, todo el mundo? ¿No es natural? ¿No
lo haría usted en mi lugar?" Después añadió: "Creo que será mejor que vaya
a la Clínica Mayo a que me examinen." La alianza de trabajo que había establecido en relación con las cuestiones heterosexuales se desvanecía al entrar en
el cuadro clínico la hostilidad. Fueron necesarias semanas de interpretación paciente y meticulosa de las resistencias para restablecer una alianza de trabajo
utilizable. La misma serie de acontecimientos se produjo cuando entró en la
situación analítica la homosexualidad.
210
3.5.4
LA TRASFERENCIA
LOS ORÍGENES DE LA ALIANZA DE TRABAJO
3.5.4.1 Las contribuciones del paciente
Para que se produzca una alianza de trabajo el paciente tiene que ser
capaz de formar una variedad especial de relación de objeto. Las personas esencialmente narcisistas no podrán hacerlo. La alianza de trabajo es un fenómeno de trasferencia relativamente racional, desexualizado y desagresivizado. Los pacientes tienen que haber podido formar
esas relaciones sublimadas, de objetivo inhibido, en sus vidas exteriores. En el curso del análisis se espera que el paciente pueda regresionar
a las reacciones de trasferencia más primitivas e irracionales que están
sometidas a la influencia del proceso primario. Mas para llegar a la
alianza de trabajo, el paciente tiene que ser capaz de restablecer el proceso secundario, de deshacer una relación de objeto relativamente razonable con el analista a partir de las reacciones de trasferencia más
regresivas. Las personas que padecen una grave falta o menoscabo en
las funciones del Yo pueden perfectamente tener reacciones de trasferencia regresivas, pero les será difícil conservar una alianza de trabajo.
Por otra parte, las que no osan abandonar su comprobación de la realidad siquiera temporal y parcialmente y las que se ven obligadas a apegarse a una forma fija de relación de objeto son asimismo poco convenientes para el psicoanálisis. Confirma esto el hecho clínico de que los
psicóticos, los casos límites, los caracteres dominados por los impulsos
y los niños pequeños por lo general requieren de modificaciones en la
técnica psicoanalítica (Glover, 1955; Gill, 1954; Garma [véase Gitelson et al., 19621). Freud pensaba en esto cuando distinguía las neurosis de trasferencia, fáciles de analizar, de las neurosis narcisistas, no
analizables.
Como dejamos dicho, la susceptibilidad del paciente a las reacciones
de trasferencia se debe a su estado de insatisfacción de los instintos y
la consiguiente necesidad de oportunidades de descarga (Ferenczi, 1909).
La conciencia del padecimiento neurótico mueve también al paciente
a establecer una relación con el analista. En un nivel consciente y racional, el terapeuta ofrece una esperanza realista de aliviar el padecimiento del neurótico. Pero la impotencia del paciente en relación con
su padecimiento moviliza anhelos primitivos de padre o madre omnipotente. La alianza de trabajo tiene un componente racional y uno irracional. Todo lo dicho indica que el paciente analizable debe tener
necesidad de reacciones de trasferencia, debe tener la capacidad de regresionar y de permitir reacciones de trasferencia neuróticas y además
ALIANZA DE TRABAJO
211
tener en el Yo fuerza o esa forma particular de elasticidad que le permite interrumpir su regresión con el fin de reinstituir la alianza de trabajo
razonable y objetiva (Loewald, 1960).
Las funciones del Yo del paciente desempeñan un papel importante
en la aplicación de la alianza de trabajo de su papel en las relaciones
de objeto. Para ejecutar la labor analítica, el paciente tiene que poder
comunicarse de diversos modos, de palabra, con sentimientos, y no obstante con cierta limitación en lo tocante a sus acciones. Debe poder expresarse con palabras, de modo inteligible, con orden y lógica, dar informes cuando se necesitan, y además poder regresionar parcialmente
y realizar cierta cuantía de asociación libre. Tiene que poder escuchar
al analista, comprender, reflexionar, cavilar y hacer labor de introspección. Hasta cierto punto tiene también que recordar, observarse fantasear y comunicarlo. Esto es sólo una lista parcial de las funciones del
Yo que deben tener su papel en la capacidad que el paciente tenga de
establecer y conservar una alianza de trabajo; esperamos también que
en el paciente se forme simultáneamente una neurosis de trasferencia.
De este modo, la contribución del paciente a la alianza de trabajo depende de dos propiedades antitéticas: su capacidad de mantener el contacto con la realidad de la situación analítica y su disposición a arriesgarse a la regresión a su mundo de fantasía. La oscilación entre estas
dos posiciones es esencial para la labor analítica.
3.5.4.2 La contribución de la situación analítica
Greenacre (1954), Macalpine (1950) y Spitz (1956b) han señalado cómo diferentes elementos del ambiente y los procedimientos analíticos
favorecen la regresión y la neurosis de trasferencia. Algunos de estos
mismos elementos ayudan también en la formación de la alianza de
trabajo. La gran frecuencia de las visitas y la larga duración del tratamiento no sólo favorecen la regresión sino indican también los objetivos para largo plazo y la importancia de la comunicación íntima detallada. El diván y el silencio dan la oportunidad de la introspección y
reflexión así como la producción de la fantasía. El hecho de que el paciente esté turbado y no sepa nada de eso mientras lo examina alguien
relativamente exento de turbación y experto suscita en el paciente el
deseo de aprender y emular. Sobre todo, el constante interés del analista en el intento de entender todo lo que sucede dentro del paciente,
el hecho de que nada sea demasiado pequeño ni oscuro, feo ni bello
para escapar al afán de comprender del analista, todo tiende a provocar en el paciente el deseo de saber, de hallar respuestas y causas. Esto
212
LA TRASFERENCIA
no significa que el sondeo del analista no provoque resistencias y asevera sencillamente que también excita la curiosidad del paciente y su
búsqueda de lo causal.
Yo añadiría además que el escrutinio constante de cómo parecen estar colaborando el paciente y el analista, el interés mutuo por la alianza de trabajo son en sí factores que contribuyen a reforzar la alianza,
fomentan el estudio de sí mismo y la confianza en el analista.
3.5.4.3 Las contribuciones del analista
Ya he sugerido que la personalidad y la orientación teórica del analista
contribuyen a la alianza de trabajo. Es interesante observar cómo algunos analistas toman posiciones teóricas visiblemente acordes con su
personalidad manifiesta y cómo otros suscriben teorías que parecen en
contradicción con sus rasgos de carácter. Algunos se sirven de la técnica para proyectar, otros para proteger su personalidad. Esta apreciación no quiere ser crítica a ninguno de los dos grupos, ya que en ambos hemos visto uniones felices e infelices. Yo he visto analistas rígidos
que preconizan la más estricta adhesión a la "regla de abstinencia"
y que al mismo tiempo tratan de aplicar un tipo de psicoterapia de "experiencia emocional correctora", satisfactora y manipulativa de lo más
torpe. He visto muchos analistas en apariencia desenvueltos y descuidados que practicaban una terapia de estricta "regla de abstinencia",
y también algunos de carácter semejante que inducen a sus pacientes
a actuar (act out) o les conceden algún género de terapia de satisfacción
mutua. Algunos analistas practican el análisis que conviene a su personalidad; otros se sirven de los pacientes para descargar sus deseos reprimidos. De cualquier modo que sea, estas consideraciones son relevantes para los problemas relativos al establecimiento de la alianza de
trabajo. Pero aquí sólo podemos esbozar brevemente los problemas.
La cuestión básica gira en torno a la cuestión de qué orientación teórica del analista y qué características de nuestra personalidad analítica
garantizan la formación de una alianza de trabajo así como el cabal
desarrollo de una neurosis de trasferencia.
Ya he indicado brevemente cómo ciertos aspectos de la situación analítica facilitan la producción de una neurosis de trasferencia. Esto puede condensarse así: inducimos al paciente a regresionar y a formarse
una neurosis de trasferencia creando una situación compuesta por una
mezcla de privación, un estado semejante al sueño y constancia. He
visto pacientes que tenían una neurosis de trasferencia en su labor con
varios analistas mientras la situación ofrecía una buena dosis de priva-
ALIANZA DE TRABAJO
213
ción administrada de modo bien calculado y por un tiempo apropiado.
Mas para un buen resultado terapéutico se necesita una buena relación operativa.
Veamos ahora la cuestión de qué tipo de actitud por parte del analista es más probable que produzca una buena alianza de trabajo. El caso
del señor Z indica cómo el paciente estaba identificado con su analista
anterior sobre la base de identificación con el agresor, sobre una base
hostil (véase sección 3.5.3.1). Esta identificación no producía una alianza
terapéutica sino una combinación de despecho y desconfianza, y estorbaba la labor analítica. La razón era que la personalidad del primer
analista parecía fría y distante, rasgos que se asemejaban a los del padre de Z, y éste no podía distinguir entre su primer analista y sus sentimientos regresivos trasferenciales. Conmigo reaccionó al principio de
forma muy diferente. Era visiblemente capaz de establecer una identificación temporal y parcial conmigo y realizar así la labor analítica.
La contribución más importante que hace el psicoanalista a una buena
relación de trabajo es la de su diaria labor con el paciente. La constante y firme búsqueda de insight en relación con cualquier parte del material y con todo él, así como con el comportamiento del paciente, es el
factor principal. La labor regular y ordenada ayuda al paciente a acomodarse a lo que para él tengan de extraño los procedimientos y procesos psicoanalíticos (Gill, 1954; Stone, 1961). Esto no significa que
el analista deba realizar sus diversas tareas analíticas cotidianas con exactitud compulsiva ni ritualismo monótono. Esa rigidez da seguridad acerca de lo que va a pasar, pero no sensación de confianza respecto de
un ser humano. Otras inconsecuencias pueden causar dolor al paciente pero no interfieren gran cosa en la formación de una alianza de trabajo. La importancia que el analista concede a cada sesión y la escasez
de sus ausencias subrayan la importancia de las sesiones así como de
su continuidad, y esto contribuye a convencer al paciente de la necesidad de cooperar seriamente. La disposición del analista a dedicar años
de trabajo al bienestar del paciente contribuye de forma semejante. Todas las características del trabajo arriba descritas tienen una importancia fundamental. No creo posible hacer psicoanálisis terapéutico sin ellas.
Pero hay otros requisitos más para la eficaz alianza de trabajo.
Algunos analistas laboran constante y seriamente y sin embargo les
cuesta inducir a la formación de una alianza de trabajo a sus pacientes,
quienes tienen una actitud sumisa y obediente en lugar de sentirse aliados y participantes. Impregna la atmósfera del análisis una sutil pero
constante tendencia oculta a la angustia y el pavor respecto del analista
y la relación operativa. Es posible que el pac:...ate sólo se dé cuenta de
214
LA TRASFERENCIA
este estado de cosas de un modo fugaz y esporádico, porque se expresa
en matices delicados y no en fantasías ni acciones francos, ajenos al
Yo. Esta actitud de obediencia puede ser también egosintónica respecto del analista, que así muchas veces no logra reconocerla ni someterla
al escrutinio analítico.
He tenido muchas veces ocasión de ver clínicamente casos de estos
cuando he sido el segundo o tercer analista de algún paciente.
Por ejemplo, un paciente de edad mediana, profesor de universidad, con un
análisis anterior de más de cinco años de duración, no se atrevía a consultar
su reloj en la hora analítica. Al empezar la sesión me dijo que tendría que salir
cinco minutos antes de lo acostumbrado. Durante la sesión lo vi tratando de
echar una ojeada al reloj con el rabillo del ojo, y aun se frotaba la frente mientras lo hacía subrepticiamente. Cuando le hice ver esta evidente evasividad,
se sorprendió mucho. Por una parte, le espantaba la confrontación. Por la otra,
su propia timidez lo consternaba. Después comprendió que tal angustia había
pasado inadvertida y sin analizar durante todo su análisis anterior.
No cabe duda de que este ejemplo indica algunas reacciones de contratrasferencia en el analista, pero la cosa se complica si éste acepta demasiado literalmente dos sugestiones técnicas de Freud. Me refiero al
concepto de que el analista es un espejo y a la llamada regla de abstinencia, que veremos más ampliamente en las secciones 3.9.2.1 y 3.9.2.2
(Freud, 1912b, 1915a, 1919a). Estas dos reglas prácticas de Freud han
conducido a muchos analistas a adoptar una actitud austera, distante
y aun autoritaria para con sus pacientes. Creo que esto es entender equivocadamente la intención de Freud y en el mejor de los casos, una actitud incompatible con la formación de una alianza de trabajo eficaz.
Las alusiones al espejo y la regla de abstinencia estaban hechas para
ayudar al analista a proteger la trasferencia de la contaminación excesiva, punto que Greenacre (1954) ha ampliado. El espejo alude a la
idea de que el analista debe ser "impenetrable" para el paciente y no
tratar de imponerle sus valores y normas. Esto no significa que el analista deba ser inanimado, frío e impasible. La regla de abstinencia alude a la importancia que tiene el no satisfacer los deseos infantiles y neuróticos del paciente, pero no significa que hayan de frustrarse todos los
deseos del paciente. A veces uno puede satisfacer un deseo neurótico
temporalmente. Y la frustración misma de los deseos neuróticos ha de
llevarse a cabo de modo que el paciente no quede humillado ni
traumatizado.
Si bien es verdad que Freud subraya en sus escritos los aspectos de
privación en la situación analítica, yo creo que lo hizo porque en aquel
ALIANZA DE TRABAJO
215
tiempo (1912-9), el peligro mayor era que los analistas se permitieran
reaccionar exageradamente y actuar con sus pacientes. Entre paréntesis, si leemos los relatos de casos freudianos, no tenemos la impresión
de que la atmósfera analítica de sus análisis fuera de frialdad o austeridad. En el registro original del caso del Hombre de las ratas,* por ejemplo, anexo al trabajo publicado por Freud (1909) hay una nota sobre
el paciente, con fecha del 28 de diciembre: "Tenía hambre y le di de
comer" (p. 303). Y el 2 de enero: "Aparte de esto sólo tenía trivialidades que comunicar, según parece, y hoy pude decirle muchas cosas"
(p. 308).
Me parece evidente que si deseamos que el paciente forme una alianza
de trabajo relativamente realista y razonable, debemos laborar de un
modo realista y razonable, teniendo presente el hecho de que los procedimientos y procesos del psicoanálisis, son extraños, originales y aun
artificiales. En la situación analítica no caben la afectación, el ritualismo, la timidez, la imposición, el retraimiento ni la indulgencia.
En el paciente influirá no sólo el contenido de nuestra labor, sino
también el modo, la actitud, los modales, el talante, el ambiente en
que laboremos. Reaccionará a aquellos aspectos de que nosotros no somos necesariamente conscientes, y con ellos se identificará en particular. Freud (1913b) dejó sentado que para establecer una concordancia
necesitarnos tiempo y una actitud de comprensión y simpatía. Sterba
(1929) insistió en el proceso de identificación. El hecho de que el analista esté continuamente observando e interpretando la realidad al paciente hace que éste se identifique en parte con ese aspecto del analista.
La invitación a identificarse procede del analista. Desde el comienzo
del tratamiento, el analista comenta la labor que han realizado los dos
juntos. El empleo de frases como "veamos esto" o "podemos ver" favorece esa tendencia.
Glover (1955) subrayaba la necesidad de que el analista fuera natural y sincero y afeaba la pretensión, por ejemplo, de que todos los arreglos de tiempo y pago se hacen exclusivamente en beneficio del paciente. Fenichel (1941) insiste en que por encima de todo el analista debe
ser humano y le espantaba el que muchos pacientes suyos se manifestaran sorprendidos por su naturalidad y franqueza. Pensaba que la atmósfera analítica es el factor más importante para persuadir al paciente
de que acepte someter a prueba algo anteriormente rechazado. Loewald (1960) va aún más allá y acentúa cómo son necesarias para el pa* No incluido en la traducción española aquí utilizada. Véase la Bibliografía al final
216
LA TRASFERENCIA
ciente las satisfacciones legítimas así como la actitud e intención terapéutica del psicoanalista.
Todos los analistas reconocen la necesidad de las privaciones en el
procedimiento psicoanalítico; coinciden en principio en que el analista
debe ser humano. Pero surge el problema cuando se trata de determinar qué se entiende por humano en la situación analítica y cómo se
concilia eso con el principio de la privación. Este tema se verá con mayor amplitud en las secciones 3.9, 3.10, 4.2.2 y 4.2.3. Aquí esbozaré
sólo los que considero puntos principales.
Esencialmente, la humanidad del analista se manifiesta en su compasión, su interés y su intención terapéutica para con su paciente. Le
importa cómo le va al paciente, y no es nada más un observador o un
investigador. Es un médico y un terapeuta que cuida a los enfermos
y los dolientes, y su objetivo es ayudar al paciente a reponerse. Pero
la "medicina" que prescribe es el insight, cuya dosificación calcula cuidadosamente, siempre atento a la meta de largo plazo, sacrificando los
resultados temporales y rápidos por los cambios ulteriores y duraderos. Lo humano se expresa también en la actitud de que el paciente
tiene derechos y que se le debe respeto como individuo. Hay que tratarlo con la cortesía acostumbrada; la tosquedad no tiene lugar en la terapia psicoanalítica. Si queremos que el paciente trabaje con nosotros como colaborador en el material regresivo que presenta, debemos
tener cuidado de que sus aspectos maduros sean constantemente fomentados en el curso de nuestra labor analítica.
No debemos olvidar que para el paciente, los procedimientos y procesos del psicoanálisis son extraños, poco razonables y artificiosos. Por
mucho que pueda saber intelectualmente, la realidad del psicoanálisis
es extraña y diferente y le ocasionará angustia. Pero lo motivan sus
trastornos neuróticos y nos considera expertos; por eso se somete y trata de seguir las instrucciones y recomendaciones del analista, al menos
conscientemente.
El paciente que acude en busca de tratamiento está, al menos temporal y parcialmente, abrumado por su patología neurótica, y en ese
estado de desvalimiento relativo es propenso a aceptar sin discriminación cualquier promesa de beneficio. Su desvalimiento ha obligado al
paciente a buscar ayuda de donde viniere. Greenacre (1954) y Stone
(1961) han descrito así esta relación "dispareja" o "desigual". A fin
de contrarrestar la tendencia a someterse por angustia o masoquismo,
es necesario que el analista atienda a la necesidad que el paciente tiene
de estima y respeto de sí mismo y de dignidad mientras es psicoanalizado. El paciente dócil con frecuencia ocultará sus sentimientos de hu-
ALIANZA DE TRABAJO
217
millación y cólera por temor de perder el amor o granjearse la hostilidad. El analista no siempre podrá impedirlo, pero debe tener presente
la posibilidad de que ocurra.
No podemos rebajar continuamente a un paciente imponiéndole reglas y ordenanzas sin explicación y esperar que labore con nosotros
como un adulto. Si lo tratamos como a un niño con actitudes y esperanzas imperiosas y arbitrarias, se fijará en alguna forma de reacción neurótica infantil de trasferencia. Para la alianza de trabajo es imprescindible que el analista manifieste constante interés por los derechos del
paciente mientras dure el análisis. Esto significa que señalemos nuestro interés no sólo por el padecimiento neurótico que llevó al paciente
al análisis y que lo hace sufrir fuera de él sino también por el dolor
que la situación analítica le impone. El distanciamiento, el autoritarismo, la frialdad, la extravagancia, la satisfacción de sí mismo y la rigidez no tienen nada que hacer en la situación analítica. Veamos algunos ejemplos típicos.
Al paciente se le explican todos los procedimientos extraños o nuevos. Yo siempre explico al paciente por qué se le pide que intente la
asociación libre y por qué preferimos que se acueste en el diván. Yo
espero las cuestiones o respuestas del paciente antes de proponerle'
que se acueste. Todo cuanto digo al paciente es con un tono de voz que
indica mi conciencia del estado del paciente y mi respeto por él. No
hablo para rebajarlo, pero me aseguro de que entiende mis ideas y mi
intención. Empleo el lenguaje corriente, evito los tecnicismos y la parla
intelectualizada. Lo trato como a un adulto cuya cooperación necesito
y que no tardará en sentir graves dificultades al laborar con el material
psicoanalítico.
Expongo al paciente que le cobraré las consultas canceladas que no
pueda emplear con otros pacientes. Le comunico que para no estorbar
sus producciones mantendré un silencio relativo. La primera vez que
me hace una pregunta, le explico por qué no respondo; a la vez siguiente, callo. Si no comprendo el significado de una sesión, se lo digo así;
no despido a un paciente sin una palabra. Si se siente muy turbado
al hablar de algún tema por primera vez, reconozco que es doloroso
para él pero necesario para el tratamiento, y que debe ser lo más franco posible. Cuando se enoja porque no reacciono a alguno de sus sentimientos, le digo que es mejor desempeño de mi papel mostrarle lo que
yo entiendo que dejarle ver mis emociones.
Replico a sus peticiones de tranquilización diciéndole que sé cuán
mal se siente, pero que el tranquilizarle sólo será una ayuda temporal
y engañosa. Si reincide en su petición, por lo general callo. Estoy dis-
218
LA TRASFERENCIA
puesto a admitir la posibilidad de equivocarme en mi interpretación
y la modificaré si el material clínico indica que debo hacerlo. Reconozco la posibilidad de que tenga razón él si cree que mis palabras tienen
algo de fastidio o dureza, pero insisto en que laboremos analíticamente
con el incidente y su reacción al mismo.
No interrumpo la sesión cuando está en mitad de una anécdota o
en plena reacción emocional fuerte y dejo que la sesión dure algo más
de los 50 minutos acostumbrados. Si he llegado tarde, trato de compensar el tiempo en esa sesión o en las subsiguientes. Le comunico con
bastante antelación mis planes de vacaciones y le pido que trate de hacerlos coincidir con los suyos. (En el tomo n veremos con mayor detenimiento problemas semejantes.) Si dice un chiste, me permito mostrarle algún gusto o alegría, pero de todos modos trato de analizar por
qué lo dijo y me sentiré libre de analizar sus sentimientos por mi risa.
Haré otro tanto si reacciono con tristeza o hastío a algo que cuente.
No respondo al teléfono durante la sesión. Si hago una excepción, me
disculpo e inquiero cuáles fueron sus reacciones. De vez en cuando le
pregunto cómo le parece que está laborando conmigo y si cree que estamos progresando. Después de que acaba, suelo comunicarle mis impresiones generales y a continuación analizo sus reacciones a las mismas.
Creo ésta una muestra bastante típica de cómo defiendo los derechos del paciente, factor que es un elemento básico en la alianza de
trabajo. Quiero poner de relieve que esta defensa de los derechos del
paciente no anula ni hace desaparecer las privaciones necesarias. Aunque la alianza de trabajo es parte esencial del proceso psicoanalítico,
deben predominar las privaciones si esperamos que el paciente pueda
regresionar a la neurosis infantil de trasferencia.
El analista tiene que saber oscilar entre la imposición de privaciones
y la manifestación de interés por el paciente. A veces debe tomar una
posición intermedia, infligiendo dolor con una interpretación pero manifestando compasión por el tono de voz, para hacer soportable el dolor. La oscilación entre el incógnito privador y la preocupación por los
derechos del paciente es otra de las diversas condiciones dialécticas que
se requieren del psicoanalista.
Aunque dejo que el paciente vea cómo .me interesa e implica, mis
reacciones tienen que ser discretas. Yo no trato de tomar partido en
ninguno de sus conflictos, salvo que laboro contra sus resistencias, contra
su perjudicial comportamiento neurótico y contra su autodestructividad. Pero en lo fundamental soy el representante del entendimiento
y el insight que procura una atmósfera de trabajo serio, sinceridad, compasión y moderación (Greenson, 1958b).
RELACIÓN ENTRE PACIENTE Y ANALISTA
219
Este esbozo es mi modo personal de ver cómo trato de resolver el
conflicto entre la conservación de la distancia y el acercamiento necesario para la labor analítica. Comprendo que esto es una cuestión muy
personal y no lo presento como prescripción exacta para todos los analistas. Pero sostengo que a pesar de las grandes variaciones que puede
haber según la personalidad del analista, deben tomarse adecuadamente
en cuenta y manejarse estos dos elementos antitéticos si esperamos buenos resultados analíticos. La neurosis de trasferencia y la alianza de trabajo son fuerzas antitéticas paralelas en los fenómenos de trasferencia;
cada una es de igual importancia para una situación analítica óptima.
Este problema se volverá a examinar en el capítulo 4.
3.6 LA VERDADERA RELACIÓN ENTRE PACIENTE Y ANALISTA
Las reacciones de trasferencia y la alianza de trabajo son clínicamente
las dos variedades más importantes de relaciones de objeto que se presentan en la situación analítica. También ocurren tipos más arcaicos
de interacción humana, antecedentes de la trasferencia así como transiciones a los fenómenos de trasferencia. Estas reacciones primitivas pueden surgir en estados gravemente regresivos y requieren más "manejo" que terapia de insight (Winnicott, 1955, 1956b; James, 1964). Por
eso no las examinaremos aquí. Por otra parte, en el curso del análisis
también se produce una "relación verdadera". Antes de volver a los
fenómenos de trasferencia es necesario discutir y aclarar el concepto
de la "relación real" entre paciente y analista. Esto no es tan sencillo
como podría parecer a primera vista, porque la palabra "verdadero"
tiene dos significados y empleos esencialmente diferentes, cada uno de
los cuales puede tener una connotación desemejante para el paciente
y el analista. Este tema lo han tratado muchos autores, pero sus sagaces apreciaciones clínicas padecen de la falta de una definición clara
(Stone, 1954b, 1961; A. Freud, 1954a, 1965).
La palabra "real" en la expresión "relación real" puede significar
"realista", orientada hacia la realidad, hacia lo real, no deformada,
en contraste con la palabra "trasferencia", que connota lo irreal, deforme e impropio, lo no realista. La palabra real puede significar también lo verdadero, genuino, auténtico y cierto, en contraste con lo artificial, sintético o supuesto. Yo quiero aquí emplear la palabra real para
referirme a la relación genuina y realista, entre analista y paciente. Esta distinción es importante porque nos permite comparar lo que hay
220
LA TRASFERENCIA
de real en la relación del paciente con lo que hay de real en la del analista. Tanto en el paciente como en el analista, las reacciones de trasferencia son impropias e irreales, pero genuinas y sentidas. En ambos,
la alianza de trabajo es real y adecuada, pero es un artificio de la situación del tratamiento. En ambas, la relación real es genuina y real. El
paciente utiliza la alianza de trabajo para comprender el punto de vista
del analista, pero sus respuestas de trasferencia toman la precedencia
si interviene. En el analista, la alianza de trabajo tiene que tener precedencia respecto de todas sus reacciones francas al paciente. Trataré de
aclarar estos puntos con ilustraciones clínicas procedentes de pacientes
y analistas.
Un joven, en la fase final de su análisis, que duró cinco años, vacila después
de una interpretación mía y a continuación declara que tiene algo que decir
pero que le cuesta mucho. Estaba a punto de saltárselo cuando comprendió
que llevaba años haciendo precisamente eso. Respira hondamente y dice: "Usted
siempre habla un poquito de más. Tiene tendencia a exagerar. Sería para mí
mucho más fácil enojarme con usted y decirle que está usted un poco mal de
la cabeza, o equivocado, o que no da en el clavo, o sencillamente no responder. Es terriblemente difícil explicar esto, porque sé que le va a herir."
Creo que el paciente ha percibido atinadamente algunos rasgos de carácter
míos y que me dolió algo que me los señalaran. Le dije que tenía razón, pero
quise saber por qué era más difícil para él decírmelo sencilla y directamente
como había hecho cuando se enojó. Respondió que sabía por experiencia que
su salida colérica no me afectaría, porque eso era evidentemente su neurosis,
y no me molestaría. Decirme que hablaba demasiado y que exageraba era una
crítica personal y eso me dolería. Sabía que yo estaba orgulloso de mi destreza
de terapeuta. Antes, hubiera temido que yo me desquitara, pero ahora sabía
que no era probable. Además, eso no sería mortal.
Propongo este ejemplo clínico como reacción realista al analista. El
paciente había hecho algunas observaciones acertadas y además había
sido capaz de predecir mis reacciones sin deformación. Anteriormente, sus percepciones habían sido atinadas, pero sus fantasías acerca de
mi reacción eran fantásticas, o sea desfiguradas por la trasferencia. Le
había parecido que yo le aplicaría represalias y que podría matarlo.
En el pasado había formado una buena alianza de trabajo en lo relativo a sus estallidos de cólera contra mí, pero la alianza no llegaba hasta el realismo crítico para conmigo. Eso sólo se logró en la etapa final.
Podemos ver así la importancia de distinguir entre el realismo en las
percepciones y el de las reacciones. Unas u otras, o ambas, pueden ser
realistas o impropias.
RELACIÓN ENTRE PACIENTE Y ANALISTA
221
Como dije en la subsección anterior, la capacidad que tenga el paciente de formar una alianza de trabajo depende de su motivación realista de desear ayuda por la cooperación con el analista, que es experto
en la materia. Además, el paciente tenía que haber tenido en cierto
grado la facultad de formar relaciones de objeto realistas y desinstintualizadas en su vida anteriormente. La dedicación y la destreza del psicoanalista contribuyen objetivamente a la formación de la alianza de
trabajo. La constante actitud de aceptación y tolerancia del psicoanalista, su constante búsqueda de insight, su rectitud, su intención terapéutica, y su moderación son el núcleo en que se basa el paciente para
establecer una relación de objeto realista. Esos rasgos merecedores de
confianza del analista inducen al paciente a formar las diversas identificaciones que serán la esencia de la alianza de trabajo. Los rasgos objetables del analista suelen conducir a reacciones realistas, así como a
la trasferencia. En todo caso obstaculizan la formación de una alianza
de trabajo. La viñeta clínica arriba citada muestra cómo mi locuacidad
y mis exageraciones hicieron al paciente apreciar con realismo que yo
estaba narcisísticamente orgulloso de mi talento interpretativo. Esto también ocasionó fenómenos de trasferencia. Al cabo de años de análisis
estos rasgos míos ya no producían trasferencia en el paciente, que los
percibía como faltas y los aceptaba con realismo. Pudo formar una alianza de trabajo conmigo a pesar de mis flaquezas.
En los adultos, todas las relaciones con la gente son una mezcla con
distintas proporciones de trasferencia y realidad. No hay reacción de
trasferencia, por fantástica que sea, sin un germen de verdad, y no hay
relación realista sin algo de fantasía de trasferencia. Todos los pacientes en tratamiento psicoanalítico tienen percepciones y reacciones realistas y objetivas con su analista junto con sus reacciones de trasferencia y su alianza de trabajo. Estos tres modos de relación con el analista
están interrelacionados. Influyen unos en otros, se funden unos con
otros, y pueden recubrirse unos a otros. A pesar del traslape, es válido
clínica y prácticamente separar estas tres clases de reacciones. El paciente tiene percepciones y reacciones realistas desde que comienza el
tratamiento, mas suele resultarle difícil expresar las negativas, que rápidamente desencadenan reacciones de trasferencia, pero no son analizables mientras no se establece una pequeña alianza de trabajo a pesar
de los recelos del paciente. Esto tal vez no sea posible si los rasgos objetables del analista tocan un campo de gran importancia realista para
el paciente.
222
LA TRASFERENCIA
RELACIÓN ENTRE PACIENTE Y ANALISTA
223
Un joven analista que yo estaba dirigiendo me dijo que uno de sus pacientes,
guntado él que por qué, ella le replicó que él estaba más enfermo que ella. Le
una madre joven, había pasado casi toda una sesión describiendo las terribles
había pagado y se había ido. Al cabo de un rato le pregunté qué había sido
angustias que le había causado la súbita enfermedad de su hijito la noche ante-
del niño. El joven se sonrojó y avergonzado me confesó que se le había "olvi-
rior. El bebé había tenido una fiebre alta con convulsiones y la madre estuvo
dado" preguntar por él. Ese olvido y ese sonrojo me brindaron la oportunidad
como loca hasta que pudo dar con el pediatra. Mientras contaba a mi estu-
de señalarle que tendría problemas en aquel campo, y a continuación insinué
diante lo sucedido lloró varias veces. Acabado el relato, el analista guardó si-
que tal vez le vendría bien un poco más de análisis. El joven convino en ello.
lencio. Cuando ella calló, y después de unos minutos más de silencio por ambas
Estos datos clínicos demuestran el hecho de que un objetable rasgo
de carácter del analista puede producir en el paciente reacciones realistas que se oponen al éxito del tratamiento psicoanalítico. (Véase tomo
II para un estudio más amplio de este problema y otros relacionados
con él.) Es mi opinión que el comportamiento de la joven fue realista
y apropiado. Esto no quiere decir que el comportamiento del analista
no suscitaría también reacciones de trasferencia, pero en esta situación
eso es de importancia secundaria. Permítaseme decir que el comportamiento del analista fue en detrimento de la formación de una alianza
de trabajo, porque la paciente pudo sentir que tal comportamiento indicaba un apartamiento hostil o el temor a una implicación de contratrasferencia. Yo sostengo que era posible que el analista manifestara
alguna simpatía por el dolor de su paciente sin que ello se convirtiera
en satisfacción de trasferencia demasiado placentera. Por ejemplo, podía haber preguntado simplemente a la paciente cómo estaba el niño
o qué decía el doctor. Sólo después hubiera sido hacedero analizar las
reacciones de la paciente, y eso en dosis compatibles con la capacidad
que tuviera ella de soportar más dolor. Muchos analistas han subrayado los peligros de las frustraciones y privaciones excesivas o superfluas
( Glover, 1955; E. Bibring, 1935; Menninger, 1958).
Otra ilustración de este problema puede verse en el modo que tiene
el analista de manejar sus errores menores de técnica advertidos por
el paciente. He conocido analistas que creen erróneo reconocer con un
paciente que se ha cometido un error. Se esconden tras de la capa impenetrable del "silencio analítico". He conocido a otros que no sólo
reconocen sus equivocaciones sino que abruman al paciente confesando los motivos inconscientes de su error. Yo opino que es autoritario,
injusto y humillante ocultar un error al paciente que lo ha advertido.
Tal comportamiento del analista provocará una justa desconfianza, que
se puede volver inanalizable y conducir a una sumisión intratable o a
la interrupción del tratamiento. La efusión de las motivaciones inconscientes que el analista tuvo para su error es una caricatura de sinceridad. El analista aprovecha el predicamento del paciente para su propia
satisfacción instintual o por su necesidad de punición. Cuán diferentes
son estas reacciones del reconocimiento sincero y franco del error, se-
partes, el analista le dijo que debía tener una resistencia. La paciente no dijo
nada. Poco después terminó la sesión. Con esta observación terminó el joven
analista su descripción de aquella hora.
Yo le pregunté si retrospectivamente estaba satisfecho de su labor en aquella
sesión; si no se podía haber hecho algo más. Repuso que le parecía que el largo
silencio de ella podía haber significado que se sentía culpable por sus deseos
de muerte para con su hijo, pero le pareció bueno esperar para ese planteamiento. Yo le dije que podía haber habido algún deseo de muerte hondamente
enterrado en la paciente para con el niño pero que me parecía que su angustia
y tristeza eran mucho más patentes y merecían alguna respuesta de parte de
él en el curso de la sesión. El estudiante me recordó gravemente cómo Freud
dijo que no debemos satisfacer los deseos instintuales y narcisistas de nuestros
pacientes.
Me abstuve de más comentarios en aquel momento y a la sesión siguiente
le pregunté qué había sucedido. El estudiante replicó que la paciente había llegado a la sesión, no había dicho absolutamente nada y había enjugado calladamente las lágrimas que resbalaban por su rostro. De vez en cuando él le había
preguntado en qué pensaba. La hora terminó sin más intercambio de palabras.
Nuevamente pregunté al joven analista si le quedaba alguna duda acerca de
que podía haberse hecho algo más. Se encogió de hombros. Le pregunté si había sabido qué había pasado con el bebé. Me declaró que la paciente no había
dicho nada y él no le había preguntado. La última sesión que me contó era
la última que tenía la paciente aquella semana y no debía volver a verla hasta
después de su sesión dirigida.
Sacudí la cabeza incrédulo. Pregunté al estudiante si personalmente no sentía interés ni curiosidad por el bienestar del bebé. Añadí que quizá las lágrimas
de la madre indicaban que el estado del niño había empeorado. O quizá indicaban que el comportamiento del analista le parecía un desinterés emocional
frío y hostil. El estudiante replicó que yo podría tener razón, pero que creía
que yo era demasiado emotivo. Terminé la sesión diciendo al joven que me
parecía que su falta de respuesta emocional impediría la formación de una alianza
de trabajo. A menos que pudiera sentir cierta compasión por su paciente e indicárselo así, dentro de ciertos límites, no podría analizarla. Pronostiqué que
aun cuando volviera la paciente, me temía que el tratamiento no serviría. Cuando
un paciente se halla tan acongojado, no solamente es natural sino imperativo
manifestarle cierta compasión.
A la semana siguiente, el joven analista me comunicó que la paciente había
vuelto el lunes en la mañana y le había comunicado que se iba. Habiéndole pre-
224
LA TRASFERENCIA
guido de la pregunta al paciente de cuáles fueron sus sentimientos y
asociaciones ante el error y ante nuestro reconocimiento. La situación
analítica es desigual en el sentido de que una parte es la enferma y otra
el terapeuta y experto. Pero debe ser igual en el sentido de que tanto
el paciente corno el analista tienen derechos humanos que debemos
salvaguardar.
Si un paciente me preguntara por qué cometí un error, primeramente
querría yo saber cuáles fueron sus fantasías y a continuación le diría
que mis razones no tienen cabida en su análisis, sino en el mío. Del
mismo modo respondería a todas las preguntas acerca de mi vida íntima. Yo inquiero las asociaciones y después digo por qué no debo
responder.
Para que el analista trabaje eficaz y venturosamente en el campo del
psicoanálisis importa que sus actitudes analíticas y médicas se deduzcan en lo esencial de su relación real con el paciente. Como dejo dicho
en las secciones 1.3.3 y 3.5 y estudiaré más adelante en el capítulo 4,
no se puede operar analíticamente sino pudiendo oscilar entre la posición analítica relativamente desapegada y la médica, más implicada.
El analista tiene que ser una persona que pueda endopatizar y sentir
compasión sinceramente al mismo tiempo que se restringe. Es necesario a veces infligir dolor y dejar que el paciente aguante el sufrimiento.
Pero el tratamiento psicoanalítico no puede realizarse en un ambiente
de severidad imponente, desinterés glacial o jovialidad prolongada. El
analista tiene que saber mezclar y oscilar entre sus funciones bipolares
de analizador de datos y curador de enfermos y acongojados.
Los verdaderos sentimientos del analista por su paciente deben subordinarse a su alianza de trabajo. Su misión es refrenar aquellas reacciones que vayan en detrimento del proceso terapéutico. Esto no quiere
decir que asuma conscientemente un papel que le sea ajeno. Significa que si tiene bien enfocado el cuadro del paciente, productor de material analítico y neurótico doliente, el analista estará en condiciones
de corresponder llegando al paciente en calidad de analizador o de terapeuta, o bien de una mezcla de uno y otro. Hay que descubrir y moderar las reacciones de contratrasferencia. También hay que frenar las
reacciones fuertes y realistas, pero su naturaleza puede indicar la posibilidad de haber elegido un paciente con el que no podemos laborar.
Las reacciones artificiales deben ser necesarias tan sólo como medidas
temporales, mientras se pueden movilizar las actitudes analíticas y médicas genuinas. Si así se hace, el paciente tendrá ocasión de obtener
experiencia e insight a partir de un tipo único de relación de objeto en
que muchas formas de amor y odio se convierten en instrumentos cons-
RELACIÓN ENTRE PACIENTE Y ANALISTA
225
tructivos y no en meras oportunidades de sentir placer y dolor (Winnicott, 1949; Stone, 1961; Greenson, 1966).
Aunque en paciente y analista se forman reacciones de trasferencia,
una alianza de trabajo y una relación real mutua, las proporciones y
el orden de producción difieren. En el paciente, las reacciones de trasferencia predominan en la larga fase media del análisis. La relación
real está en primer plano al principio y vuelve a adquirir importancia
en la fase final (A. Freud, 1954a, 1965). La alianza de trabajo aparece
hacia el final de la fase introductoria, pero va cediendo periódicamente
hasta que el paciente se acerca a la fase final.
En el psicoanalista, la alianza de trabajo debe predominar desde el
principio hasta el fin. La contratrasferencia siempre debe estar en último término. La relación real sólo debe tener más campo libre en la
fase final. Hay veces empero en que consideraciones especiales requieren que el analista deje que sus sentimientos reales se manifiesten antes. La situación del analista joven arriba citada es una en que yo hubiera manifestado claramente mi interés por el niño de la paciente. Yo
no veo cómo alguien podría dejarse analizar a fondo por un analista
que conservara un despego glacial en semejante caso. Reacciones humanas tales en el psicoanalista son una condición sine qua non para la
formación de una alianza de trabajo en el paciente. Algunos pacientes
habrá que quieran un analista de tipo computadora, pero es que en
realidad estarán tratando de rehuir una verdadera experiencia
psicoanalítica.
Hay pacientes que tratan de aislar al psicoanalista de la vida real
e imaginan que sólo tiene existencia en su consultorio y sus reacciones
emocionales siempre son bien atemperadas y controladas. En casos tales he comprobado que convenía mostrarse al paciente de otro modo.
Con frecuencia no basta decirlo con palabras. Yo he dejado que el paciente note a veces mi decepción por sus pocos progresos o mi interés
por los acontecimientos mundiales. Trato de restringir la intensidad de
mis reacciones, pero no todos los días abro la puerta con la misma expresión en la cara ni concluyo la sesión del mismo modo. No planeo
esas variaciones, sino que me permito la flexibilidad en tales cuestiones. Opino que es importante mostrar en ciertas acciones y modos de
comportamiento que el analista es en verdad un ser humano. Incluso
dejo ver a veces alguna flaqueza humana. El libro de Stone (1961) contiene muchas glosas interesantes sobre estas y otras cuestiones análogas.
Queda otra situación en que se requiere bastante franqueza de parte
del analista, y es la que se presenta cuando éste descubre que él y su
paciente están en fundamental desacuerdo en algún asunto político que
LA TRASFERENCIA
226
no puedo trabajar eficazmente con algunos pacientes de opiniones políticas o sociales verdaderamente reaccionarias. En casos tales me ha resultado bueno comunicar a ese tipo de pacientes francamente mi modo
de pensar, y lo antes que sea posible en el tratamiento. Le indico que
debe considerarse en libertad de buscar otro analista si mi opinión le
parece demasiado inquietante. Si mis propios sentimientos en esa cuestión son muy intensos y sus demás cualidades no bastan para hacer
agradable al paciente, le declaro que no puedo trabajar con él e insisto
en que se busque otro analista. Reconozco, además, que esto es un defecto en mí, para no traumatizarlo.
Queda mucho por decir sobre la relación real entre paciente y analista. En el capítulo 4 se tocarán problemas adicionales, y por todo el
libro se hallarán más ilustraciones.
CLASIFICACIÓN CLÍNICA DE LA TRASFERENCIA
entre personas. En la siguiente descripción de los tipos de reacción de
trasferencia me limitaré a examinar lo predominante, lo clínicamente
significante por un período dado de tiempo en un análisis.
3.7.1
DE TRASFERENCIA
No hay ningún modo de clasificar los fenómenos de trasferencia que
sea justo con todas sus diferentes variedades. Aunque hagamos por deslindar las muchas formas clínicas de trasferencia, al final nos queda una
clasificación poco sistemática de donde están omitidos muchos tipos clínicos importantes o bien abarcamos las variedades clínicamente importantes pero con mucho traslape. El mal menor es sacrificar lo sistemático por completo. Trataré de describir las formas más importantes de
reacciones de trasferencia y clasificarlas o etiquetarlas de acuerdo con
lo que parece ser el modo de enfoque clínico más útil.
Debe tenerse presente que un método de clasificación no excluye a
otro. Por ejemplo, podríamos describir una situación como representante de la trasferencia positiva y con igual validez poner al mismo fenómeno la etiqueta de trasferencia materna, etc. Otro punto: estas
reacciones de trasferencia no se distinguirán basándose en si son reacciones de trasferencia transitorias y esporádicas o manifestaciones de
la neurosis de trasferencia. Ya hemos presentado esta diferenciación
en la parte teórica y debe entenderse que todas las categorías de reacciones de trasferencia se dan en ambas formas. Finalmente, debemos
comprender que buen número de sentimientos de trasferencia se producen simultáneamente, como ocurre con las relaciones de objeto en
general. Teóricamente podríamos describir diferentes estratos o jerarquías de emociones y defensa coexistentes en cualquier relación dada
LA TRASFERENCIA POSITIVA Y LA NEGATIVA
Aunque Freud (1912a) reconoció muy pronto que todos los fenómenos
de trasferencia son de naturaleza ambivalente, su medio favorito de designarlos fue trasferencia positiva y trasferencia negativa. A pesar de
todas las ambigüedades y los defectos que entraña este modo de clasificar, ha seguido siendo el más empleado por los psicoanalistas practicantes.
3. 7.1. 1
3.7 CLASIFICACIÓN CLÍNICA DE LAS REACCIONES
227
La trasferencia positiva
El término trasferencia positiva es una manera abreviada de designar
las reacciones de trasferencia compuestas predominantemente por el
amor en cualquiera de sus formas o por cualquiera de sus precursores
o derivados. Consideramos que hay trasferencia positiva cuando el paciente siente por su analista amor, cariño, confianza, deseo, gusto, interés, devoción, admiración, infatuación, pasión, ansia, anhelo, ternura o respeto. Las formas atenuadas de amor no sexual ni romántico
preparan la alianza de trabajo. Aquí me refiero en particular a sentimientos semejantes a la simpatía, la confianza y el respeto.
Otra forma importante de trasferencia positiva se produce cuando
el (o la) paciente se enamora de su analista. Es un caso corriente cuando se trabaja con pacientes de sexo opuesto, pero nunca he visto que
suceda con pacientes del mismo sexo, salvo con pacientes patentemente homosexuales. Este enamoramiento en el análisis se parece notablemente al enamoramiento en la vida real. Sucede tan frecuentemente en
el análisis porque nuestros pacientes han tenido experiencias dolorosas
de ello en su vida. Reprimido, emerge en forma de amor de trasferencia durante el análisis. Es tal vez más irracional en grado e infantil en
sus manifestaciones que el amor de la realidad. El penetrante y sagaz
estudio que hizo Freud (1915a) de este asunto es lectura obligada para
todo estudiante serio.
La paciente enamorada de su analista presenta muchos problemas
técnicos difíciles. Ante todo, el objetivo principal de la paciente es el
afán de obtener alguna satisfacción de sus deseos, y se resiste a laborar
analíticamente con esas emociones. En las fases intensas de su amor,
228
LA TRASFERENCIA
es dificil, cuando no imposible, tener acceso a su Yo razonable y establecer una alianza de trabajo. Hay que ser paciente y esperar que las
violentas emociones pierdan intensidad. En segundo lugar, el amor ardiente de una paciente puede provocar sentimientos de contratrasferencia en el analista. Esto puede suceder sobre todo a los analistas jóvenes e inexpertos, o a los que tienen una vida personal insatisfactoria.
La tentación inconsciente entonces es responder de algún modo al amor
de la dama, darle satisfacción de alguna forma, o bien volverse áspero
y duro con ella por la tentación que su amor presenta. Freud fue inequívocamente claro al aconsejar sobre esta situación (1915a, pp. 163-71;
444-8). No caben términos medios. No se pueden permitir ni las satisfacciones eróticas más inocentes e imperfectas. Cualquiera de esas satisfacciones vuelve el amor de la paciente relativamente inanalizable.
Esto no significa que hayamos de conducirnos de una manera insensible y dura. Hay que ser considerado y pensar en la condición de la
paciente, pero seguir adelante con la tarea de analizar. Tal vez en ningún otro momento sea tan absolutamente necesaria la actitud analítica
de humanidad compasiva y moderada y firmeza. Veamos un ejemplo.
Una joven, tímida y huraña, empieza en el tercer mes de análisis a dar señales
evidentes de creerse enamorada de mí. Al cabo de varios días de debatirse con
sus sentimientos, confiesa llorosa su amor. Y me ruega que no trate este estado
de cosas del mismo modo frío y analítico que sus otras emociones. Me implora
que no esté callado y distante. Que por favor diga algo, cualquier cosa.„ porque es tan humillante hallarse en esa situación. Llora y solloza y después calla.
Al cabo de un rato digo: "Sé que esto es muy duro para usted, peo nos importa que trate usted de expresar exactamente lo que siente." La paciente queda
callada un momento y después dice suplicante y enojada: "No es justo, usted
puede ocultarse detrás del diván analítico, y yo tengo que revelar todo. Sé que
usted no me ama, pero al menos dígame que le simpatizo; reconozca que le
intereso algo, que no soy sólo un número para usted: la paciente de las once."
Llora y solloza y. vuelve a quedar en silencio. Yo también callo un rato y después digo: "Cierto: no es justo. La situación analítica no es pareja. Su tarea
es exponer sus sentimientos y mi trabajo entenderla, analizar lo que se manifiesta. Ciertamente, no es justo."
Esta observación pareció ayudar a la paciente. Después pudo expresar mejor su cólera y su humillación. En las sesiones siguientes hubo mezcla de odio
y amor, pero fue capaz de laborar con estas reacciones. Creo que por el tono
de mi voz y por mis palabras colegía que yo me daba cuenta de su predicamento
penoso y que si bien sentía compasión por ella, estaba decidido a proseguir mi
labor analítica. Pero por primera vez entraron en el cuadro clínico y hubieron
de ser tratados su decepción y su sensación de rechazo ante mi actitud clínica de
trabajo y de no complacencia. Lo importante era evitar los peligros gemelos
CLASIFICACIÓN CLÍNICA DE LA TRASFERENCIA
229
de alentar a la paciente falsamente o de infligirle un dolor innecesario que la
obligara a reprimir sus sentimientos y a huir de alguna forma.
El amor de trasferencia del paciente siempre se convierte en causa
de resistencia. Puede contrariar la labor del análisis por las apremiantes peticiones y anhelos de satisfacción inmediata del paciente. La hora
analítica es entonces para el paciente la oportunidad de satisfacción del
deseo que tiene de proximidad e intimidad, y así pierde interés por el
insight y el entendimiento. Una complicación más es que el paciente
por lo general reaccionará a las intervenciones o no intervenciones del
analista sintiéndose herido y rechazado y que por ello se negará conscientemente a laborar. La paciente arriba mencionada es un ejemplo
de esto. La tarea técnica es alentar la expresión cabal de todo hecho
del amor de trasferencia y en el momento debido empezar a laborar
con las resistencias del paciente a la labor analítica.
Volvamos a la paciente mencionada. Después de reconocer yo que la situación
analítica no era justa en el sentido de que ella debía descubrirse y yo tenía por
misión analizarla, trató de volver a manifestarme sus sentimientos amorosos.
Pero ahora su tono triste, implorante y apremiante tenía un acento de enojo,
y aun podía distinguir yo un matiz de amargura: "Sé que tiene usted razón,
pero yo me expresaré, piense usted lo que quiera. Es tan duro pedir, implorar
amor y obtener el silencio por toda respuesta. Aunque entiendo que usted debe
estar acostumbrado; supongo que le sucederá con todas sus pacientes. Me pregunto cómo puede usted resistir... pero en definitiva, a usted le pagan por
escuchar."
Calló la paciente, y yo también un rato. Ahora tenía ella los ojos secos y
abiertos, la boca apretada, las manos firmemente abrazadas al cuerpo. Al rato
dije: "Bueno, usted está resentida por la forma como le respondí... por favor,
descríbalo con palabras." Y lo hizo; primero fue un torrente de sentimientos
de enojo; luego nuevamente una riada de amor, y esto se repitió varias veces.
En unas cuantas sesiones fue cediendo la intensidad de estos sentimientos y estuvo lista para laborar. Ahora podía decirle: "Tratemos de entender lo que
ha estado sucediendo; tratemos de entender por qué ama usted y cómo ama
usted. ¿Qué halla usted de amable en mí?" Al hacer esta última pregunta me
ofrezco a la paciente como modelo de cómo podría examinar sus sentimientos
de amor. Esto pareció resultar en este punto, y el Yo razonable de la paciente
se puso disponible de forma más consistente. Después logramos restablecer la
alianza de trabajo y pudimos explorar juntos lo que había ocurrido en las sesiones anteriores. Los detalles del procedimiento de los pasos siguientes se describirán en la sección 3.9.
Presenta otro problema técnico especial la paciente algo enterada que
230
LA TRASFERENCIA
pregunta, por lo general en las primeras sesiones: "Doctor, ¿tengo que
enamorarme de usted?" Esta pregunta, como todas las demás del análisis, no ha de tener respuesta inmediata; primero hay que averiguar
su causa, y no responder inmediatamente. Pero al final resulta aconsejable responder, ya que, según mi opinión, el paciente tiene el derecho
de saber algo de lo que se entiende que "ha de" sentir. La mejor respuesta que he hallado a esta pregunta es que todo cuanto "tiene" que
hacer un paciente es seguir la regla de la asociación libre, dejar que
sus pensamientos y sentimientos vaguen libremente sin censura y comunicarlos con la mayor exactitud posible. No hay norma fija acerca
de lo que un paciente debe sentir, ya que cada individuo es diferente.
No hay modo de saber qué sentimientos va a tener un paciente en un
momento dado respecto de su analista.
Dije ya que según mi experiencia, la trasferencia romántica de enamoramiento sólo ocurre cuando paciente y analista son de distinto sexo (salvo con los casos francamente homosexuales). Pero hay que modificar algo esa declaración. Mis pacientes masculinos suelen enamorarse durante su análisis de mujeres que su fantasía relaciona conmigo
(esposa, hija, colega, pacientes, etc.). Con frecuencia, su amor indica
que el aspecto importante es el lazo que los une conmigo. Mis pacientes masculinos también tienen sentimientos sexuales para conmigo...
pero en general sin amor. O bien sienten algún aspecto de amor, pero
no simultáneamente con lo sexual. La única excepción a esto son los
sueños en que mis pacientes masculinos pueden tener sentimientos sensuales y amorosos para conmigo, en particular si yo aparezco algo
disfrazado.
La idealización es otra variedad de trasferencia positiva que se da
en pacientes de ambos sexos (Greenacre, 1966b). A veces resulta ser
el retorno de la adoración al héroe de la fase de latencia. La idealización es particularmente frecuente en los pacientes que han perdido a
sus padres por el divorcio o la muerte. Tengo la experiencia de que
la idealización es un intento de preservar al analista de impulsos destructores primitivos. Sucede así con todas las reacciones de trasferencia fijas y sin cambio; la rigidez indica que las emociones y los impulsos de índole contraria están refrenados. La actitud de adoración oculta
una repugnancia reprimida que cubre un odio primitivo. La envidia
superficial es una pantalla contra el desdén que oculta una envidia más
regresiva.
Todos los fenómenos de trasferencia son ambivalentes porque la naturaleza de la relación de objeto trasferida es más o menos infantil y
todas las relaciones de objeto infantiles son ambivalentes. Pero cada
CLASIFICACIÓN CLÍNICA DE LA TRASFERENCIA
231
persona trata la ambivalencia de modo diferente y hay diferentes géneros de ambivalencia dentro de un mismo paciente. Por ejemplo, podemos observar que determinada paciente manifiesta predominantemente
sentimientos de amor y admiración para con su analista, pero diseminados entre sus observaciones positivas se hallan algunos destellos ocasionales de sarcasmo o cólera. O bien esa misma paciente puede pasar
un período de varias semanas en que sus sentimientos sean casi exclusivamente amorosos y cordiales y después otro período subsiguiente de
hostilidad y enojo marcados.
Más difícil de reconocer es una situación en que la paciente se deshace de un aspecto de la ambivalencia con otro objeto, frecuentemente
otro analista o médico (Greenacre, 1966a). Entonces la paciente suele
reservar los sentimientos positivos para su analista y los negativos los
desplaza sobre los demás analistas. También ocurre lo contrario. Este
tipo de desdoblamiento de la trasferencia es muy frecuente en los neuróticos depresivos y también en los candidatos en formación. La tarea
analítica consiste primeramente en reconocer que la ambivalencia se
maneja por la división, y hacérselo ver a la paciente. A veces este insight es suficiente para producir un cambio. Pero es frecuente que a pesar del reconocimiento no se produzca ninguna influencia en la situación de trasferencia. Esto significa que la división satisface importantes
necesidades defensivas y que las funciones de resistencia de la división
han de convertirse en objeto de nuestra labor analítica.
Un buen ejemplo de esta situación se ve en un candidato que analicé hace muchos años. Durante un largo período de tiempo su trasferencia manifiesta para
conmigo fue constantemente de índole positiva. Me respetaba y admiraba y
a pesar de algún desliz que otro siempre era extraordinariamente comprensivo
y elogioso conmigo. Por otra parte, criticaba de un modo excesivo cualquier
defecto que observaba o creía observar en cualquier otro analista didacta. Yo
le hice ver este comportamiento, fuertemente parcial, pero el paciente justificó
tenazmente sus reacciones. No obstante, yo seguí interpretando esta forma de
comportamiento como resistencia a enfrentar su hostilidad contra mí, y durante mucho tiempo no le hice ninguna otra interpretación. Finalmente, el candidato no pudo disimular más sus sentimientos hostiles. Tuvo un estallido de cólera y me acusó de ser exactamente como los demás analistas didactas: dogmáticos, imperiosos y poco razonables. Él mismo se sorprendió de su estallido y
de los intensos sentimientos que se manifestaron. Sólo entonces pudo reconocer que había realizado una división semejante en sus sentimientos respecto
de su padre: había mantenido una idealización consciente de su padre mientras constantemente era beligerante y pugnaz con otras figuras de autoridad
de su medio.
232
LA TRASFERENCIA
La trasferencia positiva puede sentirse en todos y cada uno de los
niveles de desarrollo libidinal, cosa que veremos más detalladamente
en la sección 3.7.3. Aquí quiero sólo completar el cuadro de las reacciones de trasferencia positivas y negativas. El analista puede ser la madre tierna y amorosa, dadora de leche o la madre cruel, adversa, que
da mala o ninguna leche. Estas reacciones ocurren en pacientes de ambos sexos. Cuando esto sucede se reacciona a las interpretaciones como
a una alimentación buena o mala, y el silencio se siente como abandono o comunión beatificarte. El paciente puede entonces hacerse pasivo
y dependiente o quejarse con displicencia de que así no se va a nada
que valga la pena. En estos períodos pueden darse reacciones depresivas, hipocondriacas y paranoides.
El analista puede ser el ente parental benignamente indulgente de
la fase anal y las asociaciones libres del paciente copiosas ofrendas fecales profusamente presentadas como regalos. El lado negativo del cuadro es cuando el analista se convierte en el áspero y estricto solicitador
del contenido del paciente, el que quiere llevarse sus valiosas posesiones. En estas condiciones el paciente puede volverse testarudo, desconfiado y negador. O bien puede proyectarse esto sobre el analista, que
parece testarudo, odioso y negador. El analista puede volverse la figura edípica, amada celosa e incestuosamente, acompañada de culpabilidad y angustia. Puede observarse también el amor de latencia adorador del héroe y el amor adolescente, semejante a la infatuación. En
cada caso, el analista tiene que estar alerta al hecho de que ese amor tiene un aspecto negativo latente que debe coexistir y que al fin habrá
de sacarse a la luz.
Los componentes sexuales de la trasferencia positiva merecen mención especial porque suelen ser la causa de las resistencias más tenaces
e intensas. Los pacientes propenden a reconocer sus reacciones emocionales con el analista, pero suelen ser renuentes a reconocer los aspectos sensuales de sus sentimientos. Sin embargo, toda trasferencia
positiva, excepto los sentimientos sublimados desexualizados, irá acompañada de algún anhelo libidinoso, y esto significa implicar las zonas
del cuerpo, los objetivos instintuales y las sensaciones corporales. Toca
al análisis aclarar esos diferentes elementos y educir las fantasías relacionadas con esas sensaciones y actividades. Con mucha frecuencia presentará un sueño los indicios más claros de los anhelos sexuales ocultos.
CLASIFICACIÓN CLÍNICA DE LA TRASFERENCIA
233
y temores homosexuales y tiene el siguiente sueño: "Bajo una enorme ladera
en un camión. Estoy sentado atrás, y maneja un hombre que parece ser el jefe
de una caravana. Hacemos una pausa y cuando me ayuda a bajar me mete
la lengua en la oreja." Las asociaciones del paciente con este material, después
de vencer alguna resistencia, me indicaron que la parte trasera del camión y
la enorme ladera significaban las nalgas y el ano de un hombretón. Se lo señalé, y esto condujo a asociaciones relacionadas con haber visto desnudo a su padre en el baño de pequeño. La lengua en la oreja le recordó primeramente un
juego de cosquilleo que jugaba con un hermano menor. Pero después comprendió
que unos días antes me había acusado airadamente de hurgarle en el oído con
mis interpretaciones. Lentamente pude ir demostrando al paciente que temía
6
pero también deseaba que le hurgara "in his r-ear". Esto era un derivado del
placer anal masoquista que había sentido con los enemas que le administraba
su padre.
Debe recordarse que lo revivido en la trasferencia no son sólo los
hechos realmente sucedidos sino también las fantasías del pasado. Con
mucha frecuencia, las reacciones de trasferencia sexuales son repeticiones de fantasías del paciente relacionadas con el padre o la madre (Freud,
1914b, pp. 17-8; 986). El último ejemplo clínico ilustra la repetición
de una experiencia real. Permítaseme un ejemplo de fantasía vuelta a
sentir por el mismo paciente.
Había mencionado en la sección 2.5.2 que este paciente tenía fantasías obsesivas de que lo ahorcaban. Imaginaba el suceso con vívidos detalles, incluso la
sensación del cuello que se rompía y la difusión de sensaciones eléctricas y entumecimiento por todo el cuerpo. En un punto de su análisis resulté yo el verdugo, y me imaginaba echándole el lazo corredizo al cuello y soltando la trampa que lo hacía caer en el espacio, mas lo detenía de una sacudida la cuerda
que le quebrantaba el cuello. Era yo el responsable de sentimientos y sensaciones como el quebrantamiento, la sacudida, el rompimiento, la electrización y
el entumecimiento. El verdugo llevaba una capucha y al principio se parecía
a mí; ya sin máscara, resultó ser su padre. La fantasía obsesiva era el retorno
de una infantil: su elaboración y desfiguración masoquista de deseos pasivos e
intrusivos en relación con su padre. Era también una proyección de fantasías
sádicas respecto de su padre. El ser ahorcado por mí, o sea su padre, era en
parte una identificación con su progenitor, en que éste le hacía lo que el niño
hubiera querido hacerle a él, y también lo que deseaba que el padre le hiciera
(Freud, 1919b). Pero lo que quiero subrayar aquí es que en la trasferencia el
paciente vuelve a vivir las fantasías de su pasado.
Un paciente, el señor Z, 5 en su segundo año de análisis se debate con deseos
5
Véanse secciones 2.5.2, 2.5.4, 2.7.1 y 3.5.3.1.
Entre diferentes pacientes puede ocultarse uno u otro aspecto de los
6
En el trasero. En inglés, oreja es ear y trasero, rear [T.].
234
LA TRASFERENCIA
sentimientos de trasferencia positiva porque se sienten peligrosos. En
los hombres, así suelen considerarse los impulsos homosexuales, contra los que se lucha vigorosamente. Ha dicho Freud (1937a, p. 250;
570) que son de las más tenaces resistencias halladas en análisis. Pero
también pueden considerarse peligrosos otros sentimientos. Algunos pacientes temen los sentimientos amorosos y eróticos y forman defensas
contra ellos. Sus análisis se caracterizan a veces por la persistencia de
una trasferencia "razonable"; otras veces se refugian en una hostilidad o un sarcasmo superficiales pero inveterados que les sirven de defensa y resistencia. La ausencia prolongada de trasferencia positiva suele
deberse a defensas y la describiremos más ampliamente con el nombre
de trasferencia de defensa (sección 3.8.2). No debemos olvidar que la
atmósfera del análisis puede también ocasionar reacciones negativas prolongadas que no son meramente reacciones de trasferencia. Entonces
tenemos que hacer frente a dos problemas: la contratrasferencia del analista y el paciente masoquista que se acomoda a ella.
Las reacciones de trasferencia positivas producirán fuerte resistencia
en el análisis cuando son egosintónicas. Los primeros pasos que deben
darse para analizarlas, reconocida ya la reacción de trasferencia, son
volver ésta ajena al Yo. La tarea consiste en hacer comprender al Yo
razonable del paciente que sus sentimientos de trasferencia están alejados de la realidad, se apoyan en fantasías y contienen alguna motivación oculta. Entonces el paciente estará más dispuesto a laborar
con sus sentimientos, a tratar de explorarlos con el fin de seguirles la
pista hasta su vida pasada.
Pero las reacciones positivas egodistónicas también pueden ocasionar resistencias. Los pacientes se sienten entonces turbados o avergonzados de su amor o sus deseos sexuales. O quizá teman el rechazo o
la humillación y por ello traten de ocultar sus emociones. En todos estos casos saldrán al primer plano las resistencias que hayan de descubrirse primero y serán analizadas antes de poder analizar la reacción
de trasferencia libidinal. Primero tenemos que analizar la turbación o
el temor al rechazo, para después poder ir analizando los demás aspectos de la trasferencia. Ampliaremos esto en la sección 3.8.2.
3.7.1.2 La trasferencia negativa
Se usa la designación de "trasferencia negativa" para los sentimientos
de trasferencia basados en el odio en cualquiera de sus formas, sus precursores y sus derivados. La trasferencia negativa puede manifestarse
CLASIFICACIÓN CLÍNICA DE LA TRASFERENCIA
235
en forma de odio, enojo, hostilidad, desconfianza, aborrecimiento, aversión, repugnancia, resentimiento, amargura, envidia, disgusto, desdén,
fastidio, etc. Siempre está presente en el análisis, aunque a menudo
es mucho más difícil de descubrir que las manifestaciones de trasferencia positiva. No sólo los pacientes se resisten al conocimiento del odio
de trasferencia sino que el mismo psicoanalista puede inconscientemente
hacer el juego de esta resistencia. En mi experiencia, y también la de
otros, la trasferencia negativa insuficientemente analizada es la causa
más frecuente de análisis estancado (Freud, 1937a, pp, 241-7; 562-7;
Glover, 1955; Nacht, 1954; Haak, 1957).
Buena parte de lo descrito al examinar la trasferencia positiva tiene
sus paralelos en la negativa. No lo repetiremos aquí. Las diferencias
más importantes giran en torno a los diferentes géneros de resistencia
provocados por la trasferencia negativa.
Hay una analogía con la alianza de trabajo, la simpatía no sexual,
la confianza y el respeto por el analista, que hacen al paciente estar
dispuesto a correr el riesgo de nuevos insi ghts . Desde el punto de vista
de la trasferencia negativa hallamos una desconfianza inveterada subyacente que puede volver doloroso todo el procedimiento analítico y
hacerlo esencialmente repelente. Si el paciente puede soportar este tipo
de trasferencia negativa sin ceder al impulso de interrumpir el análisis,
vemos surgir una reacción de trasferencia masoquista, sumisa, crónica. El paciente soporta los rigores de la labor analítica para librarse
de ella, para que se acabe. No hay sensación agradable de realización
ni de satisfacción en una alianza de trabajo mutuamente sentida. El
paciente se somete al análisis porque es incapaz de suspender el tratamiento, y la llegada a la sesión evita la crisis: es una evitación, una
activación de la resistencia al análisis asistiendo al mismo. El análisis
entero puede convertirse en algo que se soporta porque es un mal menor en comparación con la renuncia real y el batallar con el padecimiento neurótico.
Estos pacientes pueden laborar bien y aun eficazmente durante largos períodos de tiempo, pero tarde o temprano habrá que reconocer
este tipo de relación de trasferencia por lo que es: una resistencia. Es
una defensa sutil, latente, paranoide, o bien un goce masoquista oculto o una defensa contra la trasferencia positiva, o bien una combinación de los tres. Puede ser también una respuesta a algunos sentimientos
negativos no reconocidos en el analista, realistas o de contratrasferencia. En los pacientes neuróticos analizables, el masoquismo y la defensa contra los sentimientos de amor son más predominantes, aunque
también puede haber algún elemento paranoide.
236
LA TRASFERENCIA
Una vez tuve una paciente así, de treinta y cinco años de edad, comunista ardiente. Trabajaba mucho, pero con encono en su análisis bajo la influencia de
una alianza de trabajo sumisa y suspicaz. En la superficie no se podía tener
confianza en mí porque yo no era miembro del Partido sino de la clase media.
Sin embargo, era su mejor oportunidad de librarse de una neurosis Obleacompulsiva aún más insoportable. En un nivel más profundo, saboreaba el sufrimiento masoquista que imaginaba que yo le imponía. Más abajo todavía estaba su temor, aún mayor, de sentir amor por mí, cosa que la hubiera puesto
a mi merced y la hubiera vuelto verdaderamente vulnerable. Y en el fondo de
todo ello estaba su miedo a su propia rabia y destructividad primitivas, que
le parecía acabarían con ambos si ella amaba y era rechazada. Esta trasferencia sumisa esencialmente negativa fue de todos modos relativamente productiva en largos períodos de tiempo, aunque mucho menos de lo que hubiera logrado una alianza de trabajo genuina. Costó unos dos años el traslaborar parte
de la trasferencia masoquista, y una vez realizado esto el análisis avanzó más
rápidamente.
Después surgió una complicación. La paciente volvió a hacerse muy resistente y a su antigua actitud recelosa. Resultó que esto se debía al hecho de que
ella y su grupo comunista estaban planeando algún sabotaje, y como estábamos entonces en la segunda guerra mundial, no me podía decir de qué se trataba. Se preguntaba qué haría yo si me comunicaba los detalles. Yo le aclaré
con toda simplicidad que me parecía que en aquellas condiciones no podría
analizarla, ya que me vería entre mi obligación con ella como paciente y la
lealtad a mi país, etc. Ella pareció tranquilizada por mi respuesta, porque le
parecía perfectamente sincera, y cualquiera otra la hubiera hecho dudar. Pero
tuve la impresión de que su antigua desconfianza nunca la dejaba, y nuestra
labor volvió a su entorpecimiento. Mi ingreso en el servicio militar poco después hizo necesario que yo se la pasara a otro psicoanalista, lo que fue probablemente la mejor solución para los dos.
La aparición de las reacciones de trasferencia negativas al principio
del análisis plantea un problema más grave que el temprano amor de
trasferencia pasajero. La hostilidad y la irritación al principio del análisis, antes de que esté establecida una buena alianza de trabajo, da
al paciente la tentación de actuar y suspender el análisis. La trasferencia negativa temprana tiene entonces que ser perseguida vigorosamente para impedir ese fenómeno. Uno puede permitirse mayor pasividad
al laborar con la trasferencia positiva.
Pero una vez establecida una alianza de trabajo, la aparición de la
trasferencia negativa puede ser un importante signo de progreso. El
revivir en la trasferencia la hostilidad y el odio sentidos por las figuras
de la primera infancia es una fase sumamente productiva de la labor
analítica mientras existe una buena alianza de trabajo. Creo que tal
CLASIFICACIÓN CLÍNICA DE LA TRASFERENCIA
237
suceso es una fase necesaria de todo análisis venturoso. La ausencia
de trasferencia negativa, o su aparición sólo en reacciones esporádicas
y pasajeras, es señal de que el análisis no está completo. Nuestro más
hondo conocimiento de la evolución de la primera infancia parece indicar que han de producirse reacciones de odio prolongadas e intensas
contra el analista y deben ser analizadas antes de que pueda pensarse
en dar por terminado un análisis.
En su "Análisis terminable e interminable" plantea Freud (1937a)
la cuestión de si debe o no un analista remover los conflictos latentes
no visibles de un paciente. Le parecía que el psicoanalista no tiene el
derecho de asumir un papel tan intrusivo ni de manipular la trasferencia. Aunque yo simpatizo con la actitud general de Freud, no estoy
de acuerdo con su evaluación del material clínico. Me parece que en
aquel tiempo no reconoció suficientemente la importancia de la trasferencia negativa. El análisis del odio de trasferencia es tan importante
como el del amor de trasferencia. Convengo en que no atañe al analista inmiscuirse ni manipular, pero desde que Freud descubrió la importancia de los instintos agresivos, muchos analistas han llegado a la conclusión de que es imperativo analizar este aspecto de la trasferencia
antes de interrumpir el análisis. A pesar de mis reservas acerca de Melanie Klein y sus partidarios, debo decir en favor suyo que ella insistió
en este punto. Los análisis interminables, las reacciones terapéuticas
negativas son invariablemente según mi experiencia ejemplos de análisis insuficiente del odio de trasferencia.
La trasferencia negativa es importante también en otros aspectos.
Suele emplearse para fines defensivos, como resistencia contra la trasferencia positiva. Muchos pacientes, en particular los del mismo sexo que
el analista, se aferran a sus sentimientos hostiles porque los usan como
defensa contra su amor, en particular los sentimientos homosexuales.
Muchos de mis pacientes masculinos preferirían estar enojados y resentidos conmigo por la razón de que así se sienten más a gusto que
amándome. El aborrecimiento y el disgusto como reacciones en contra mía son defensas, formaciones de reacción contra impulsos orales, introyectivos.
A la postre, la ausencia de trasferencia negativa aparente ha de reconocerse como defensa y resistencia. En un análisis que avanza sin
dificultad, la trasferencia negativa acabará por tener un papel importante. Uno de los factores complicantes es la probabilidad de que la
contratrasferencia del analista esté implicada en impedir la aparición
o el reconocimiento de alguna forma de odio. O el analista se está conduciendo de modo que haga muy difícil para el paciente la expresión
238
LA TRASFERENCIA
de su hostilidad, o bien el analista y el paciente están conspirando para
pasarla por alto. A veces los pacientes disimulan su hostilidad con humoradas, pullas o sarcasmos, y de este modo pasa inadvertida. Pero
más importante es la división de la trasferencia. Los pacientes hallarán
algún analista vicario, otro analista o médico o figura parental a quien
demostrar gran hostilidad. Hay que reconocer que ese odio es desplazado de la persona del analista con fines defensivos.
El empleo de objetos de trasferencia auxiliares es un fenómeno muy
frecuente cuando se intenta tratar la trasferencia negativa, y mucho más
con la positiva. A pesar de que reconozcamos la función de defensa
y resistencia de esta maniobra, tal vez no sea posible hacer que los sentimientos de trasferencia se dirijan a la persona del analista. Algunos
pacientes sostienen tenazmente esta división de la trasferencia, porque
el renunciar a ese mecanismo plantea un peligro grande. Mi propia
experiencia clínica parece indicar que ese estado de cosas suele ocurrir
cuando un paciente perdió el padre o la madre en una etapa muy temprana de su vida. En la neurosis de trasferencia, esos pacientes parecen más propensos a desdoblar su odio contra objetos de trasferencia
auxiliares con el fin de preservar al analista de su odio. Aunque yo he
laborado enérgicamente para vencer esta resistencia, me parece que a
veces mi triunfo es sólo parcial. Una de mis pacientes, cuyo padre abandonó a la familia cuando ella tenía dos años de edad, desplazó su odio
por los hombres sobre varias figuras paternas exteriores al análisis y
sólo ocasionalmente sentía ese odio directamente por mí. Otro tanto
sucedía por la madre. He tenido experiencias semejantes con otros pacientes de este tipo de antecedentes.
La trasferencia positiva persistente siempre indica que la trasferencia negativa está escondida, no ausente. El analista tiene que descubrirla y ha de tratar de hacer que el paciente la pueda sentir directamente hacia el analista. Esto significa que idealmente, en todo análisis,
ei paciente debe haber sentido las diferentes formas de odio desde todos
los niveles libidinales hacia el analista. Por encima de todo, ha de sentirse la rabia primitiva temprana para con la madre en un análisis
profundo.
Otro aspecto de la trasferencia negativa merece subrayarse. El temor al analista, ya sea en la forma de temor a sus críticas o de una
honda desconfianza, ha de reconocerse como derivado de la agresión
y la hostilidad. Aquí también los kleinianos han señalado que las reacciones de angustia se derivan esencialmente de impulsos agresivos y
aunque yo no concordaría con sus fantásticas y complicadas ideas, mi
propia experiencia clínica parece confirmar que aciertan en lo esencial
CLASIFICACIÓN CLÍNICA DE LA TRASFERENCIA
239
de su formulación: el temor al analista es en definitiva derivado de la
hostilidad proyectada.
3.7.2
LAS REACCIONES DE TRASFERENCIA Y LAS RELACIONES DE OBJETO
Otro método práctico para designar un tipo particular de fenómeno
de trasferencia es nombrarlo de acuerdo con la relación de objeto de
la primera infancia a que debe su origen. Así podemos hablar de una
trasferencia paterna, una trasferencia materna, una trasferencia fraterna, etc. Esta designación significa que la reacción de trasferencia del
paciente la determinan de modo predominante sus sentimientos e impulsos inconscientes hacia el padre, la madre, etc. En el curso de un
análisis, la representación de objeto que determina la reacción de trasferencia sufrirá cambios a medida que avanza la labor analítica. Por
ejemplo, un paciente tal vez empiece el análisis con una trasferencia
predominantemente paterna, que lentamente se irá trasformando en
trasferencia materna.
La naturaleza del objeto subyacente que suscita la reacción de trasferencia la determinan sobre todo las experiencias de la vida del paciente (Freud, 1912a, p. 100; 414) . El paciente efectuará la trasferencia de acuerdo con sus necesidades reprimidas en relación con los primeros objetos familiares. A medida que lo reprimido se hace accesible
a la conciencia, empero, cambian las necesidades y con ellas la índole
de la reacción de trasferencia. Según vamos consiguiendo analizar los
sentimientos para con el padre en la trasferencia, por ejemplo, puede
aparecer ahora una reacción de trasferencia materna. Pero la persona
del analista también influye en la índole de la figura que colorea la reacción de trasferencia. Esto es así, sobre todo, con las reacciones de trasferencia al comienzo del análisis (A. Freud, 1954a, p. 618). Yo he observado que la mayoría de mis pacientes reaccionan conmigo como con
una figura paternal en sus primeras reacciones de trasferencia y en la
primera fase de su neurosis de trasferencia. Más adelante, aparecen menos decisivos el género y la personalidad. Pero las cualidades personales del analista desempeñan un papel con algunos pacientes que tienen
dificultad en dejarse regresionar cabalmente en la situación de trasferencia. Les parece necesario buscar objetos de trasferencia auxiliares
fuera del análisis para volver a vivir algunas experiencias del remoto
pasado reprimido. Al cabo, en un análisis bien logrado, el analista tendrá que convertirse en figura paternal y maternal al mismo tiempo.
Uno puede modificar la designación de trasferencia paterna o ma-
240
LA TRASFERENCIA
terna especificando si es positiva o negativa. Importa recordar que coexisten unas junto a otras diferentes reacciones de trasferencia, unas más
conscientes, otras menos, unas más fuertes, otras más débiles. Lo que
i mporta es lo predominante, lo urgente, lo que apremia pidiendo descarga, y el conocimiento de que lo contrario debe estar presente en cierto
grado, si bien oculto de momento.
Por ejemplo, durante el curso de una sesión un paciente manifiesta gratitud
por haber podido venir a la sesión, ya que había tenido un fin de semana desastroso. Por debajo de la gratitud logro discernir un tono de resentimiento.
El paciente pasa a contarme su hostilidad y el temor a sus superiores en el tra-
CLASIFICACIÓN CLÍNICA DE LA TRASFERENCIA
241
envidia del pene. Mi propia experiencia dínica me conduce a una conclusión diferente: la de que lo más difícil en los hombres es el odio primitivo a la madre y en las mujeres, el amor primitivo a la madre.
En este punto debo mencionar el hecho de que la alianza de trabajo
se compone de una mezcla de componentes paternos y maternos inconscientes. El analista en tanto que persona médica es por una parte
una enfermera que atiende a las necesidades primitivas e íntimas del
paciente relativamente impotente y por la otra, un padre que no teme
hacer frente a los peligros que espantan al paciente y a cuantos lo rodean (Stone, 1961, pp. 118-20).
bajo. Parecen tan imponentes, y él se siente tan insignificante. Silencio. Después describe su decepción con su hijo menor, que parece tímido e inhibido
en su juego con los demás niños. Se pregunta si el chiquillo estaría mejor en
otra escuela. Silencio. Le gustó la labor que hicimos con un sueño en la sesión
anterior; era interesante, aunque no pareció ayudarle gran cosa. Ha oído decir
que a algunas personas les parece una tortura el análisis, pero ciertamente, él
no podría decir lo mismo. Él tiene la suerte de tener un buen analista. Él espera la hora analítica... pausa... "Bueno... casi siempre."
Creo que si examinamos el material analítico de este fragmento de
una sesión podemos alcanzar a distinguir que el paciente se está debatiendo con la trasferencia negativa hacia el padre. En la superficie uno
puede ver sus sentimientos positivos, su gratitud por poder venir, su
gusto por la interpretación de un sueño la última sesión, su alivio porque aquel análisis no fuera todo tortura, la suerte que tiene, etc. Pero
hay otras señales inconfundibles de su trasferencia paterna negativa y
de cómo la teme: su lastimoso fin de semana y el reproche que entraña, su temor y espantada reverencia ante sus superiores, su silencio,
la decepción con su hijo, la posibilidad de cambiar de escuela, su poco
aprovechamiento y su manera evasiva de hablar. A pesar de la presencia de ciertos signos de la trasferencia paterna positiva, diríamos que
este fragmento analítico indica la aparición de la trasferencia paterna
negativa y sobre todo el miedo que el paciente le tiene.
Tengo la experiencia clínica de que en los pacientes masculinos operan resistencias particularmente fuertes a sentir conmigo el odio temprano oral-sádico que sentían por su madre. Por otra parte, mis pacientes femeninas parecen tener una desusada dificultad en resolver sus
resistencias a sentir en mí la figura materna amorosa, dadora del pecho. En su "Análisis terminable e interminable" declara Freud que
el aspecto más difícil de analizar en los hombres era su temor de una
actitud homosexual pasiva para con los hombres, y en las mujeres, su
3.7.3
LAS REACCIONES DE TRASFERENCIA Y LAS FASES LIBIDINALES
A veces es útil describir una reacción de trasferencia en relación con
cierta fase libidinal de que se deriva (A. Freud, 1936, pp. 18-9). Significa esto que podemos categorizar las reacciones de un paciente a su
analista en función de sus objetivos instintuales, de sus zonas instintuales y de las angustias, actitudes y valores concordes con esos componentes instintuales.
Por ejemplo, un paciente que reacciona a cada dicho del analista como si fuera el maná y a cada silencio como si se tratara de un abandono, que ansía beber hasta su menor palabra, que es insaciable y teme
la separación, está a todas luces reaccionando en un nivel oral, introyectivo. Los sentimientos de amor u odio, confianza o desconfianza del
paciente determinan si los siente primariamente como trasferencia oral
materna positiva o negativa.
Una de mis pacientes solía escucharme con los ojos cerrados y una expresión
de embeleso en el rostro. Era evidente para mí que no escuchaba mis palabras
sino sólo el sonido de mi voz. Insistiendo yo en este punto acabó por decirme
que el sonido de mi voz le recordaba el olor del café que se estaba haciendo
en la cocina por la mañana mientras ella dormitaba en su cama de pequeña.
De modo análogo puede reaccionarse al análisis como a una situación de excusado, y el paciente sentirá que debe producir o salir; sus
asociaciones son un material precioso a compartir o atesorar, o producciones malolientes que se sueltan con enojo o se ocultan para preservarlas. En esta fase, el paciente tal vez reaccione a las intervenciones
del analista como a enemas, intrusiones dolorosas o calas placenteras. Es evidente que el paciente está trasfiriendo al analista y a la situación analítica las experiencias de su fase anal. Puede esperarse ver, ade-
242
LA TRASFERENC
más de los elementos mencionados, angustias relativas al control y 1
autonomía, problemas relacionados con sentir vergüenza, actitudes d
despecho, terquedad, sumisión, orden, limpieza, parsimonia, etc. E&
probable que el mecanismo predominante de defensa en este tiempo
sea el aislamiento.
La fase fálica, cuando se vuelve a vivir en relación con el analista
y la situación analítica conduce a las más impresionantes experiencias'
de trasferencia. Debe tenerse presente que contra esto pueden alzarse
fuertes defensas de muchos tipos. Una vez superada la defensa producen reacciones de trasferencia muy vívidas el amor incestuoso y la angustia de castración, la rivalidad celosa y los deseos de muerte, el deseo
de un bebé o de un pene, el retorno de fantasías edípicas de masturbación y los sentimientos de culpabilidad que les acompañan.
Este método de categorizar las reacciones de trasferencia puede hacerse para todos los niveles del desarrollo libidinal. Para un cuadro más
amplio de las posibilidades el lector puede consultar las obras básicas
sobre el tema (Freud, 1905d; Abraham, 1924; Fenichel, 1945a; Erikson, 1950; A. Freud, 1965).
3.7.4
LAS REACCIONES DE TRASFERENCIA EN FUNCIÓN DE LA ESTRUCTURA
A veces se pueden describir mejor algunas reacciones del paciente al
analista desde el punto de vista estructural: el analista puede convertirse en representación del Superyó, el Ello o el Yo para el paciente. En
la sección 3.4.1.1 se ponía en duda si esto es una verdadera reacción
de trasferencia de acuerdo con nuestra definición. Sea como quiera,
es útil considerarlas así clínicamente. Al principio del análisis suelen
observarse situaciones en que el analista representa una figura de Superyó para el paciente. Esto puede ser transitorio o prolongado, leve
o intenso. Cuando el analista adopta la función del Superyó se le siente
ante todo crítico, hostil, recusador y negativo. Esto está de acuerdo con
nuestras ideas teóricas acerca de la catexia del Superyó con energías
pulsionales agresivas (Hartmann, Kris y Loewenstein, 1946, pp. 30-5).
La escuela kleiniana cree que la introyección y proyección del analista
en el Superyó del paciente son sucesos fundamentales en todos los análisis. El centro del Superyó es para ellos el pecho de la madre, bueno
y malo al mismo tiempo (Klein, 1952, p. 434).
Pero el material clínico parece prestarse a interpretaciones diferentes según la historia del paciente y el nivel del desarrollo vuelto a vivir
en la situación analítica. Cuando el analista se convierte en representa-
CLASIFICACIÓN CLÍNICA DE LA TRASFERENCIA
243
ción del Superyó, siempre está imbuido de impulsos, actitudes y fanta-
sías hostiles. Además de las figuras de crítica existentes en la historia
del paciente se suma, se proyecta en ello la propia hostilidad del paciente a esa figura. Y aun la hostilidad del paciente por el analista puede proyectarse también en esa imagen de Superyó. Pero esto cambia
en el curso del análisis y hay que tener buen cuidado de evitar las interpretaciones estereotipadas.
Ilustremos con un ejemplo clínico. Un paciente de edad mediana vino al análisis a causa de unos rasgos de carácter rígido compulsivos-obsesivos y una depresión neurótica subyacente. En la primera parte de su análisis, constantemente tenía la idea de que yo desaprobaba su modo de trabajar. Asociaba esto
rutinariamente con el padre estricto de los días de su infancia. Lentamente se
fue evidenciando que el padre no había sido tan desaprobador como el paciente me sentía a mí. Interpreté entonces para él cómo trasfería a mí su propia
hostilidad por su padre. Yo recibía hostilidad de dos partes: del recuerdo que
el paciente tenía de su padre desaprobador, desplazado hacia mí, y de la irritación del paciente consigo mismo, proyectada sobre mí. Posteriormente descubrirnos aún una tercera causa de hostilidad.
Él me despreciaba: yo no era un científico puro sino un materialista y un
sensualista. Mi modo de hablar, mi vestimenta, las cosas que había oído de
mi le convencieron de que yo era un "comerciante" que vivía espléndidamente, el "Tom Jones" del psicoanálisis. El análisis de estos sentimientos reveló
ante todo que detrás de ese desprecio se escondía la envidia. Me tenía envidia
y ahora proyectaba el desprecio sobre mí. Creía que yo despreciaba su moral
de dase media. Cuando el paciente empezó a cambiar, cambió esta constelación. Se permitió sentir las frustraciones de su vida sexual y se metió en un
lío amoroso, una actuación. Primero le pareció que yo desaprobaba su conducta, pero no le importaba. Estaba cansado de hacerse el bueno. Quería su parte
debida de placer y si a mí no me gustaba eso, "Mete, doctor". "Estoy cansado de mi perfeccionismo; en realidad, me disgusta tanto corno me disgustaban
antes ustedes, los que viven así. Yo soy mejor de tenorio que antes de remilgado. Soy incluso mejor para mi esposa y mis hijos. Ahora temo que usted quiera
quitarme eso, pero lo defenderé contra usted. Y le advierto que estoy terriblemente enojado y ningún desgraciado psicoanalista me va a estorbar mis
placeres."
Creo que esta viñeta clínica ilustra los muchos cambios y revueltas
que da un paciente desde el punto de vista de qué tipo de figura superyoica representa el analista y qué se desplaza y proyecta sobre éste. Primeramente soy un desplazamiento del padre antinstintual. Luego me
convierto en el despreciable padre instintual, el "Tom Jones" del psicoanálisis, al que después resulta que en el fondo envidia. En éste pun-
244
LA TRASFERENCIA
to se produce un cambio en el paciente y su Superyó le permite hacerse
más instintual. Su nuevo Superyó odia su antigua personalidad, pero
el antiguo componente antinstintual vuelve sobre mí; teme que yo interfiera. De todos modos, ahora puede sentir que pelearía conmigo por
ello.
Creo que este fragmento clínico indica la necesidad de estar alerta
a todos los cambios posibles en marcha durante el proceso analítico en
función de la relación entre el propio Yo del paciente, su Superyó y
el analista. Las interpretaciones estereotipadas desde un punto de vista
rígido y estrecho acerca de estas cuestiones limitarían la apreciación
que el analista pudiera tener de las intrincaciones envueltas.
A veces durante el análisis puede uno observar cómo reproyecta el
paciente su Superyó en la persona del analista y se conduce como si
no lo tuviera. Esto puede darse cuando los pacientes se sienten estrechamente vigilados y acosados durante el trabajo de la semana y después se entregan desmedidamente a una serie de actividades instintuales en el fin de semana o en otras ausencias del analista. Regresionan
a un nivel en que sienten temor respecto de una figura externa en lugar de sentirse culpables internamente.
Tenemos otro aspecto de esta situación cuando el paciente regresa
a los primeros días del Superyó, en que la mayor parte de las funciones
de éste las desempeñaban poderosas figuras parentales externas. Cuando
esto ocurre, la figura superyoica en la trasferencia es omnipotente, omnisciente y gravemente agresiva y destructora. El paciente ha desplazado y proyectado sobre el analista la hostilidad, la rabia y el temor
que sentía respecto de las primeras figuras parentales, antes de que se
separaran claramente de él mismo Gacobson, 1964).
Puede también percibirse el analista como una figura del Ello más
que superyoica. Sucede esto cuando el paciente desplaza y proyecta sobre el analista los propios anhelos de su Ello. En tales ocasiones puede
parecerle al paciente que el analista desea que se masturbe, que sea
agresivo, o promiscuo, que realice actos sexuales perversos, etc. Se siente
al analista seductor, provocador y tentador. Esto puede hacer a los pacientes actuar como si sencillamente se estuvieran sometiendo a la voluntad del analista. O bien esto podría ocasionar un comportamiento
seudosexual y seudoagresivo, que es en realidad un intento de amoldarse al analista y darle gusto. Esta norma puede complicarse porque
el comportamiento tal vez sea conscientemente seudoinstintual y no obstante oculte impulsos instintuales reales.
Por ejemplo, un paciente relativamente inhibido pasa una noche de relación
CLASIFICACIÓN CLÍNICA DE LA TRASFERENCIA
245
sexual con una mujer extraña, haciendo muchas cosas sexuales que por lo general evita. Al principio dice que estaba algo embriagado y que eso lo llevó
a tal situación. Algo más adelante comprende que lo hizo por darme gusto;
en realidad, tuvo el pensamiento de que si hace todas esas cosas, el doctor dejará de sondearlo. Sólo mucho después comprende que la capacidad de hacer
todas esas cosas indicaba algún deseo latente dentro de sí mismo.
El analista también puede servir de prolongación del Yo del paciente, para comprobar la realidad de acuerdo con la fórmula: ¿qué haría
mi analista ahora? ¿Cómo reaccionaría en esta situación? El proceso
de utilizar al analista como Yo auxiliar tiene mucha importancia en
los pacientes a quienes cuesta comprobar la realidad, en particular los
casos límites. Es útil a todos los pacientes en las situaciones de crisis.
Tenemos aquí también un precursor de la identificación con el analista, una forma de imitación. Es una transición valiosa para la formación de una alianza de trabajo, en que el paciente se familiariza con
el enfoque analítico de los problemas. También puede emplearse indebidamente con fines patológicos y si no se descubre, los pacientes se
convierten en copias de sus analistas. Esto lo veremos más ampliamente en la siguiente sección.
3.7.5
LA IDENTIFICACIÓN COMO REACCIÓN DE TRASFERENCIA
Las identificaciones desempeñan un papel importante y complicado en
la formación de objeto. Identificaciones tempranas preceden a las relaciones de objeto y hay identificaciones que remplazan a las relaciones
con los objetos ( Jacobson, 1964). Parece haber diferentes géneros de
identificaciones: algunas son parciales, otras totales; algunas transitorias, otras permanentes; algunas accesibles a la conciencia, otras inaccesibles; algunas egosintónicas y otras egodistónicas. Como todos y cada
uno de los aspectos de las relaciones de objeto se repiten en la trasferencia, también pueden producirse identificaciones de todos los tipos.
Aquí nos limitaremos a las formas clínicas más importantes de las identificaciones de trasferencia. Para un estudio más amplio de la literatura clásica al respecto puede ver el lector las obras de Freud (1921), Fenichel (1954a), Hartmann, Kris y Loewenstein (1946), Jacobson (1964)
y Hendrick (1951).
Una forma de identificación, absolutamente necesaria para que el
análisis haya de ser efectivo, es la que describimos al hablar de la formación de la alianza de trabajo. Repitamos: cuando el analista hace
246
LA TRASFERENCIA
una interpretación u otra confrontación con el paciente, pide a éste que
renuncie temporalmente al Yo que siente y vive, el Yo que asocia libremente, y observe con el terapeuta lo que acaba de sentir. Es decir,
se le pide que se identifique parcial y temporalmente con el analista
(Sterba, 1929). Al principio sólo lo hace cuando el analista se lo pide,
y él tiene que poner en marcha conscientemente este proceso, que después se hace automático y preconsciente. Se aprecia más vívidamente
al laborar con las resistencias. Al principio es necesario que el analista
señale la resistencia y pregunte al paciente a qué se resiste y por qué.
Más adelante, el paciente reconoce por sí mismo que se está resistiendo y se pregunta qué rehuye y por qué. Es éste un indicio de la
identificación parcial y temporal con el analista que hace la alianza de
trabajo. Cuando se ha logrado dar este paso decimos que "el paciente
está en análisis". Este tipo de identificación persiste aun después del
análisis. Las personas que han sido analizadas y se encuentran con problemas emocionales hacen por sí mismas algo de autoanálisis.
Mientras dura un análisis, los pacientes se identifican con el analista
como un medio de habérselas con él como figura creadora de angustia.
Yo he visto pacientes de éstos tener súbitos y señalados cambios de comportamiento en su casa y en la situación de trabajo.
Un paciente mío, irritable y que se dejaba llevar por sus impulsos, tuvo de pronto
una conducta complaciente, razonable y reflexiva. Su familia y sus amigos echaron de ver esta sorprendente metamorfosis, que también se advertía en su modo de trabajar en la hora analítica. Su impetuosidad y sus cambios de humor
parecían haber desaparecido. Pero sus asociaciones parecían afectadas y estériles. Después describió un estallido de cólera de uno de sus hijos y me llamó
la atención la reacción del paciente, despegada y nada emocional. Se conformó
con preguntar al niño qué lo había puesto así. Esto no concordaba en nada
con d carácter del paciente. Finalmente comprendí lo que estaba pasando cuando
se puso a emplear ciertas palabras y frases que tenían un dejo familiar. Había
adoptado el vocabulario que yo estaba acostumbrado a emplear y que le era
ajeno. Se había identificado conmigo sobre la base de una identificación con
el agresor, mecanismo que describió Anna Freud (1936) como medio de tratar
de enfrentarse a un objeto que espanta.
El paciente trataba de interpretar su propio material para adelantárseme. Era
una resistencia, un modo de defenderse. Había empleado identificaciones semejantes en su pasado para tratar de sobreponerse a su angustia frente a las
figuras de autoridad. Este tipo de identificación con el analista suele verse en
análisis: el paciente adopta el papel del analista con su familia y sus amigos
y aun con el analista mismo.
CLASIFICACIÓN CLÍNICA DE LA TRASFERENCIA
247
Pero los pacientes se identifican también con el analista por otras razones; por ejemplo, como medio de manifestar su ansia de intimidad.
Esto se asemeja al tipo de ansia de trasferencia descrito por Ferenczi
(1909). Los pacientes que se hallan bajo la influencia de una trasferencia positiva adoptarán los modales, las características, los rasgos y hábitos del analista a manera de manifestación de su amor y, cosa aún
más importante, como un medio primitivo de relacionarse con un objeto. Ha de tenerse presente que la identificación es la variedad más
temprana de relación de objeto y desempeña un papel decisivo en la
formación de la representación de sí mismo y de la estructura del Yo.
No siempre es posible separar las diversas funciones de identificación
unas de otras (Fenichel, 1945a, pp. 36-9). He visto pacientes masculinos que solían ser atildados en el vestir volverse descuidados y vestir
de cualquier modo, como dicen que yo soy. Cambian de marca de cigarrillos y adoptan la misma que yo, o se ponen a fumar cigarro puro
si yo lo hago. Un paciente empezó de pronto a estudiar música, cosa
que descubrí era atribuible a alguna charla psicoanalítica relativa a que
mi casa se tocaba música de cámara. Estas identificaciones proceden en lo fundamental de un hambre objeta) oral-introyectiva, de una
necesidad de volverse como el analista idealizado, de ser amado(a) por
él, o, en el nivel más profundo, de hacerse uno con él. Hay todavía
otro motivo posible para este género de identificación. Los pacientes
se identifican a veces demasiado rápida y ansiosamente con el analista
para formar una nueva identidad... para ocultar su identidad verdadera. Esto puede verse en los pacientes llamados de "identidad encubridora" que es una forma del carácter "como si" (Greenson, 1958a).
Hay pacientes que presentan el cuadro inverso, y parecen capaces
tan sólo de una identificación mínima con su analista. Pueden formar
la identificación parcial y transitoria de la alianza de trabajo, pero apenas nada más. He tenido pacientes en análisis durante muchos años
que laboraban fuertemente en ello, pero sin identificación alguna conmigo ni siquiera en cosas donde podría ser muy útil. Los pacientes que
tienen angustia en la expresión verbal no adquieren mi habilidad verbal. Los que son generalmente tímidos no se identifican conmigo en
mi franqueza. Se identificarán conmigo en algún aspecto trivial: se comprarán una pluma como la mía o llevarán las camisas con cuello abotonado, pero no se identificarán conmigo en ninguna característica más
importante. Estos pacientes tienen temor a la identificación, contra la
cual están en lucha constante. Para ellos, identificación equivale a dejarse avasallar, a ser conquistado o absorbido, a perder su propia identidad. Estos pacientes se debaten contra la identificación con su analisen
248
LA TRASFERENCIA
ta corno en la adolescencia luchaban contra la identificación con sus
padres (Greenson, 1954).
Se observa identificación extraña, transitoria y súbita en pacientes
limítrofes [borderlinel o psicóticos muy enfermos. Para ellos, la identificación es un medio desesperado de aferrarse o de establecer alguna forma
de relación con la realidad y los objetos.
Hace unos años entrevisté a una señora casada y con dos hijos pequeños con
la intención de analizarla. Su comportamiento y su historia no parecían presentar nada mórbido que contraindicara el psicoanálisis. En la primera entrevista le ofrecí un cigarrillo y no lo aceptó, diciendo que no fumaba. En la sesión siguiente vi con gran sorpresa que sacaba una cajetilla de cigarrillos de
LAS RESISTENCIAS DE TRASFERENCIA
249
dinámica y estructura y en la dificultad de la tarea técnica. La forma
y estructura de la resistencia de trasferencia cambian en el paciente en
el curso del psicoanálisis, y cada paciente es un caso único en la sucesión de los diferentes tipos de resistencia. Hay también considerable
variación en las formas de resistencia de trasferencia que predominan
en un paciente determinado. Debe además tenerse presente que pueden operar simultáneamente varias resistencias de trasferencia y uno
de nuestros problemas técnicos consiste en asegurarse de qué constelación de resistencia de trasferencia escogeremos para nuestra labor terapéutica en un momento dado. He seleccionado para su estudio especial aquellos tipos de resistencia de trasferencia que se dan con mayor
frecuencia y que pueden aislarse con mayor claridad.
la misma marca que yo consumía, y se fumó unos cuantos. Era el primer indicio de un episodio psicótico incipiente, que empezaba a manifestarse.
3.8.1
3.8 LAS RESISTENCIAS DE TRASFERENCIA
Las resistencias de trasferencia podrían en realidad estudiarse como una
categoría de las reacciones clínicas de trasferencia. Pero este grupo de
fenómenos de trasferencia tiene una importancia clínica especial y merece mayor atención y una elucidación cuidadosa. Como ya dije, las
resistencias de trasferencia son las causas más importantes y frecuentes
de obstrucción a la labor analítica (Freud, 1912a). Se pasa más tiempo
analizando las resistencias de trasferencia que en cualquier otro aspecto de la labor analítica. La resistencia de trasferencia insuficientemente
analizada es la causa más importante de interrupción o estancamiento
en los análisis. Por otra parte, el análisis efectivo de las resistencias conduce a la labor analítica más fructífera.
La expresión resistencia de trasferencia es una condensación y se refiere a muchas constelaciones clínicas diferentes. En todos los casos es
la trasferencia la que ocasiona la resistencia, pero de diversos modos.
Por ejemplo, el paciente puede tener sentimientos de trasferencia que
trata de satisfacer, no de analizar. O bien puede oponerse al procedimiento analítico porque teme la aparición de ciertas reacciones de trasferencia. O tal vez adopte y se aferre a ciertos sentimientos de trasferencia porque teme otras formas de reacciones de trasferencia, y con
el fin de protegerse se opone a la asociación libre.
Desde un punto de vista clínico y técnico, vale la pena distinguir diversos tipos de resistencia de trasferencia, porque difieren mucho en
LA BÚSQUEDA DE GRATIFICACIÓN TRASFERENCIAL
Una de las fuentes más sencillas y frecuentes de resistencia trasferencial se halla cuando el paciente tiene fuertes apremios emocionales e
instintuales respecto del analista y se afana en satisfacerlos más que en
hacer la labor analítica. Esto puede nacer de pulsiones instintuales libidinales y agresivas o de las emociones de amor u odio. Además, todas
y cualquiera de las fases evolutivas de los instintos y emociones pueden
entrar en ello. Por ejemplo, el (la) paciente puede tener deseos sexuales
respecto del analista en un nivel fálico-edípico y una angustia de castración y deseos incestuosos. O bien un paciente puede sentir impulsos
pasivos-anales respecto del analista o deseos orales de ser alimentado
y cuidado, etc. Cualquiera de esos elementos libidinales puede impeler
al paciente a tratar de obtener alguna forma de satisfacción y a renunciar a la labor analítica.
A manera de ejemplo, permítaseme citar el caso de una paciente que en diferentes ocasiones fue impulsada por cada uno de los componentes libidinales recién mencionados. Al comenzar su análisis (era una paciente deprimida con
un problema de bulimia), solía guardar un silencio triste porque deseaba que
yo le hablara. En aquel tiempo, hablarle yo significaba estar dispuesto a alimentarla. Si yo hablaba, significaba que me preocupaba verdaderamente por
ella, que la cuidaría, la alimentaría y no la abandonaría. Entonces, si esos deseos eran satisfechos, ella podría laborar, producir, y si no se sentía vacía y
sola e incapaz de comunicación. Avanzado el análisis sintió fuertes impulsos
sexuales hacia mí, inconfundiblemente de índole incestuosa. Llegaba a la consulta de un humor coqueto y frívolo, decidida a provocar en mí cualquier género de jugueteo sexual, aun cuando fuera sólo verbal. Durante cierto período
LA TRASFERENCIA
250
LAS RESISTENCIAS DE 'TRASFERENCIA
251
de tiempo se negó a laborar con ese material y exigía que primero le manifesta-
un poco brusco la última vez que nos vimos, no tan acogedor como en las pri-
ra yo alguna reciprocidad en mis sentimientos. Más adelante aún, pasó por
meras sesiones. Pero estaba decidida al análisis conmigo. Hubiera esperado cuan-
una fase en que se negaba a producir material a menos que yo la incitara.
to fuera necesario. Estaba cansada de tomar gente inútil o de desecho. "Quie-
Insistía en que yo insertara siquiera un pequeño comentario acerca de su si-
ro lo mejor [pausa]. Quiero lo mejor pero ¿podré conservarlo? ¿Qué me hace
lencio, y entonces podría dejar salir todas las comunicaciones que tenía alma-
creerme merecedora de ello? [Pausa.] Todo cuanto he tenido que valiera la pe-
cenadas. Todos estos diferentes apremios se convirtieron en causa de resis-
na fue porque era bonita. Tal vez por eso me aceptó usted como paciente. Pero
tencia, hasta que logró renunciar a su deseo de satisfacción. Sólo entonces
¿por qué había de soñar que usted me besaba 'abajo'? Ni siquiera sé cómo
estuvo dispuesta a establecer una alianza de trabajo e intentar la labor analí-
se dice eso correctamente. Tal vez me enseñe usted a hablar como es debido.
tica con los diferentes impulsos instintuales que sentía por mí.
¿O acaso está usted ya cansado de oírme? [Pausa.] Tengo problemas sexuales.
Aliado con los ejemplos anteriores y muy frecuente fuente de resistencia es el deseo o necesidad que tiene el paciente de ser amado. Todos los pacientes, en mayor o menor grado y de muchos modos, pasan
por períodos en que su deseo de ser amados por su analista remplazan
a y bloquean el deseo de acceder a los procedimientos analíticos. El
temor de perder el amor o el respeto del terapeuta es una fuente de
resistencia siempre presente y subyacente. La novela familiar puede repetirse también en la trasferencia (Freud, 1905d; Frosch, 1959).
de sentirlo a veces es cuando mi marido lo hace con la boca. Entiendo que esto
Me gusta la idea del coito, pero éste no me procura el orgasmo. El único modo
significa algo... algo malo."
Este sueño planteaba varios problemas dificiles porque contenía evidente actividad sexual al mismo tiempo que resistencias, y era la primera hora analítica
de la señora.
El sueño manifiesto parecía declarar que yo le recordaba alguien
de quien estuvo algo enamorada y que yo, no ella, quiero hacerle cosas sexuales con mi boca. Además, le interesaba hacerlo como es debido, y mi interés
principal era proporcionarle placer sexual. Podía advertirse el intercambio de
papeles entre los dos. Sus asociaciones seguían girando en torno a la cuestión
de si yo la aceptaría, de si la conservaría como paciente. Indicaban también
Permítaseme ilustrar este problema con el análisis de la señora K. Me había
la sensación de ser indigna, estar vacía, faltarle instrucción, mientras a mí me
puesto sobre aviso acerca de la gran necesidad de ser amada que tenía la pa-
veía digno y "el mejor". Contenía también la declaración de que sólo podía
ciente, su historia de cómo la había criado una madre irresponsable y de cómo
tener orgasmo con el cunnilingus.
7
su padre la había abandonado a los dos años de edad. Su primer sueño reveló
El problema técnico especial era el de cómo manejar el manifiesto elemento
en las entrevistas preliminares
sexual de su sueño en aquella temible primera hora de análisis. Yo decidí seña-
empezaría el análisis en cosa de dos meses, cuando
yo tuviera horas disponibles. Llegó a la primera sesión y hablamos brevemente
larle su necesidad de ser amada, su temor de que yo la rechazara, y ligar esto
de algún modo con el elemento sexual. No hacer caso de lo sexual hubiera sido
de lo que había sucedido entre tanto y de cómo se empleaba el diván. Ella an-
hacerlo parecer "malo", y hablar de ello podría ocultar los elementos de resis-
siaba empezar. En cuanto estuvo acostada me comunicó el siguiente sueño:
tencia y tal vez hacernos entrar demasiado hondo en el análisis. Pero como la
"Llego a mi primera hora analítica, pero usted parece diferente, se parece al
paciente podía soñarla y recordarla, decidí comentar la actividad sexual, y le
doctor M. Me lleva usted a una salita y me dice que me desvista. Me sorpren-
dije aproximadamente lo siguiente: "Debe usted haberse preocupado mucho
do y le pregunto si eso hacen los freudianos clásicos. Usted me asegura que
por la última hora que nos
es así. Me desvisto y se pone usted a besarme por todas partes. Finalmente,
mente la tomaría yo como paciente. A continuación sueña usted que yo em-
se 'dirige abajo'. Me gustó, pero seguí preguntándome si así debía ser eso."
pleo
esta necesidad. Había yo visto a la señora K
y habíamos convenido en que
La paciente reconoció su turbación por el sueño y empezó a hablar. El doctor M. es quien la envió conmigo, y fue objeto de su apasionamiento por cierto
vimos, en que le parecí brusco y se preguntó si real-
sexualmente la boca con
usted
como prueba de que en verdad la acepto."
Había hecho una reconstitución hacia arriba tal y como la describen Berta Bom-
stein (1949) y Loewenstein (1951, p. 10).
tiempo. Parecía muy competente, pero después ella vio que tenía sus defectos.
La paciente escuchó atentamente y replicó: "Es interesante que usted haya
flirteo, lo que le demostró a ella que algo andaba mal
reconocido que a mí siempre me pareció que si un hombre la amaba a una
Él parecía gustar de su
en su vida particular. Elia sabe que yo soy casado y eso la tranquiliza. La exci-
debía ser capaz de emplear la boca sexualmente en una. Son muchos los hom-
ta la idea de estar acostada haciendo psicoanálisis. Temía que yo no lo aceptara
bres que hacen grandes discursos de amor pero se hacen para atrás cuando se
en calidad de paciente, porque había oído que yo tenía pocos pacientes parti-
llega a 'eso'. A mí siempre me desconcierta un poco cuando lo hacen al princi-
culares. Tal vez yo la expulse cuando descubra que es una "nada". Le parecí
pio, y me pregunto cómo pueden aguantarlo, pero creo que eso prueba que
la aman a una, al menos sexualmente."
7
La necesidad de ser amada y el terror de ser rechazada eran factores en las
Véanse también secciones 1.2.4, 2.6.5.1, 2.7.1, 3.2.5 y 3.4.2.
resistencias de trasferencia de la señora K, Para ella, ser rechazada equivalía
252
LA TRASFERENCIA
a ser abandonada. El abandono provocaba fuerte rabia, que ella dirigía hacia
dentro, y por consiguiente sentía que ella no valía "nada". En parte eso era
para preservar, para conservar el analista idealizado porque ella temía que su
propia hostilidad lo destruyera, y entonces ella quedaría verdaderamente sola
y sería verdaderamente "nada".
Puedo dar también ilustraciones del lado agresivo. Hay pacientes que
se llenan de impulsos hostiles y destructivos, que inconscientemente se
empeñan en acabar con el analista y el análisis en lugar de analizar
sus impulsos.
Un paciente mío, neurótico depresivo con una colitis ulcerosa, se peleó con su
mujer, a la que acusaba de no darle el alimento debido. Salió de su casa hecho
una tempestad para acudir a su sesión analítica. A mí me parecía evidente que
desplazaba la hostilidad de su madre a su esposa. Cuando me pareció relativamente razonable se lo señalé así. Todo cuanto oyó de esta interpretación fue
que yo estaba de parte de su esposa. Aquella noche, a pesar de que llevaba
años siguiendo una dieta rigurosa, fue solo a un restorán y comió cuanto pudo
de todos los alimentos que le estaban prohibidos. Remató la cena con mucho
LAS RESISTENCIAS DE TRASFERENCIA
253
repite y revive, en relación con su analista, sus defensas contra la participación instintual y emocional (A. Freud, 1936, pp. 19-25). Esto puede volverse el atributo y la función principal de la reacción trasferencial. Esta forma de trasferencia puede calificarse de reacción trasferencial defensiva. Estas reacciones siempre son resistencias de trasferencia
y tienen por objeto ocultar otros aspectos y formas de los fenómenos
trasferenciales. Diversas variedades clínicas típicas se presentan con gran
frecuencia y merecen ser aisladas para examinarlas.
Una de las formas de reacciones de trasferencia defensivas más comunes es la persistencia del comportamiento razonable y racional con
el analista. Tal ausencia prolongada de reacciones irracionales parece
superficialmente una ausencia de trasferencia, pero es en realidad una
reacción trasferencia], aunque de tipo defensivo. El comportamiento
razonable y racional persistente es el lado defensivo de una serie de reacciones bajo las cuales se oculta lo instintivo, lo emocional y lo irracional. Este tipo de reacción trasferencial defensiva suele verse al comienzo del análisis en los que desean ser "buenos" pacientes (Gitelson, 1948,
1954).
coñac y café negro. Aquella noche tuvo agudos dolores, graves vómitos y diarrea. La furia que sentía contra su madre, su esposa y yo mismo la volvió contra sí a manera de desquite, de acuerdo con la fórmula "Me mataré y lo sentirán todos". Además de sus otros significados tiene este comportamiento el de
intento de estropear el análisis y herir al analista.
Los pacientes que tienen la llamada trasferencia "erotizada" son propensos a una actuación muy destructiva (Rappaport, 1956). Esto se ve
también en caracteres muy impulsivos, perversiones, casos límites, etc.
Todos estos pacientes tienen resistencias de trasferencia que proceden
de impulsos subyacentes de odio. Tratan sólo de descargar esos sentimientos y oponerse a la labor analítica. La tarea técnica consiste en
dar con el momento en que uno puede movilizar el Yo razonable. Por lo
general, una vez disipada la intensidad de los sentimientos y reducido el
apremio de las exigencias instintuales resulta accesible un Yo razonable.
Las exigencias de satisfacción menos intensas, sutiles y crónicas son
más difíciles de descubrir y de señalar al paciente. Una vez que éste
puede reconocerlas resultan también accesibles a la labor analítica.
Ilustraremos esta situación describiendo brevemente a un paciente mío, de cerca de cuarenta años, quien acudió al análisis por una impotencia sexual que
duraba ya unos ocho años. La impotencia se limitaba a su esposa, porque con
otras mujeres era potente, pero se sentía culpable tanto de su infidelidad como
'áe su impotencia. Sin embargo, no podía renunciar a sus relaciones extraconyugales, a pesar de que amaba a su esposa.
Era muy competente y descollante en su labor profesional, un campo de terrible competencia, donde el triunfo requería bastante audacia y aun combatividad.
En su análisis era muy concienzudo y cooperante. Trataba cuanto podía de
hacer asociaciones libres, comunicaba sueños, intentaba entender mis interpretaciones, hablaba con un sentimiento moderado y no era frío ni demasiado intelectualizado. A veces quedaba en silencio y deseaba que yo dijera algo, pero
sabía que los analistas deben ser callados. A menudo le parecía que estaba haciendo pocos progresos, pero se echaba la culpa a sí, ya que estaba convencido
de que yo era un analista competente. Cuando tenía un material embarazoso
que comunicar se reprochaba el ser muy infantil, puesto que sabía que yo no
lo iba a criticar: los analistas estaban acostumbrados a esas cosas. Si yo hacía
interpretaciones que no podía aceptar o entender, decía que yo debía tener razón y que sencillamente él era un poco torpe o de lenta entendederas.
Entonces yo empecé a señalar cómo sus reacciones siempre eran razonables
3.8.2
REACCIONES DE TRASFERENCIA DEFENSIVAS
Otra forma típica de resistencia trasferencia] se da cuando el paciente
y a preguntarme si acaso alguna vez no tendría algún otro sentimiento o fantasía acerca de mí. Él no tenía idea sino de que yo era un analista competente
que hacía cuanto podía. Le hice ver que en algunos de sus sueños había situa-
254
LA TRASFERENCIA
ciones en que yo aparecía muerto o mutilado, y esas imágenes tenían que proceder de su interior. Convino él en que parecía plausible, pero no podía hallar
tales sentimientos dentro de sí. Cuando traté de hallar la figura del pasado a
la que habría él reaccionado de modo semejante, resultó ser su padre. Para
el paciente, el padre era un hombre honrado, concienzudo, muy trabajador,
que siempre le había inspirado sentimientos razonables, racionales y cordiales.
Él siempre era tolerante y comprensivo en cuanto a los defectos de su progenitor. Esto estaba en señalado contraste con su comportamiento hostil y combativo para con los otros hombres de autoridad y para con sus competidores. Parecía estar protegiéndonos a mí y a su padre de sus impulsos instintuales inconscientes, pero ¿por qué?
Un sueño dio el material clave: Está él en un barco de vela. La vela cuelga
de un palo totémico en que hay tres figuras, dos hombres y un niño. La figura
de arriba se parece a mí, después viene el niño y al pie está el padre. Sus asociaciones condujeron a lo siguiente: cuando él tenía siete años de edad, su padre había padecido un ataque cardiaco y al paciente le habían hecho creer que
eran sus explosiones emocionales (del paciente) las que casi matan al padre.
Este material no era nuevo, pero parecía adquirir nueva importancia para el
paciente. Vacila unos momentos y después me dice sosegadamente que había
sabido que yo una vez tuve un ataque cardiaco. Prosigue diciendo con cordialidad que está seguro de que yo me debo cuidar bien, ya que no dejo de ser
un médico. En su tentativa de hablar tranquilizadoramente noto cierta falta
de consistencia. Le interrumpo y pregunto: "Algo le preocupa; ¿qué otra cosa
está usted pensando?" El paciente suspira, quiere reír y después dice que ha
oído que yo tengo más de cincuenta años y que eso le ha sorprendido desagradablemente. Creía que yo era un cuarentón, porque parezco joven y como tal
me comporto.
Intervengo: "Le ha sorprendido desagradablemente que yo tenga más de
cincuenta años. ¿Qué le sugiere esa idea de tener más de cincuenta años?" El
paciente dice rápidamente: "Mi padre murió de cincuenta y tres años y no
puedo soportar la posibilidad de que usted muera. Ya tengo hartas cosas en
la conciencia. No creo habérselo dicho nunca, pero el niño del palo totémico
me hizo recordar la muerte de nuestro primer hijo. Le dije que mi mujer tuvo
placenta previa, pero hasta ahora no comprendí que yo me siento culpable de
haberlo ocasionado por haber tenido un coito con ella poco antes de su
hemorragia."
Interpreto para él: "Y usted se hizo impotente con su mujer para estar seguro de que nunca volvería a lastimar a otro bebé." Replica: "Sí, yo no merezco
el coito con una mujer buena. De mí parece que sólo pueden salir cosas destructivas cuando me dejo llevar. Tiene usted que agradecer que aquí me domine tan bien." Pausa. Silencio.
Ahora es patente que detrás de lo sempiternamente razonable, detrás de su
trasferencia defensiva hay sentimientos e impulsos tumultuosos. Su modo de
ser razonable conmigo era para protegerme y prer r 6.6uí gv(haberlo ocasionado porfm4E1 65tl.65 . A(erten9 Tmhabh 29or 56.6cuent e edo sóarendo sentie y p58.1te imos tan bien." Pausa. Silen
256
LA TRASFERENCIA
LAS RESISTENCIAS DE TRASFERENCIA
257
mente. Las reacciones trasferenciales defensivas suelen hallarse en caracteres seudonormales, en los candidatos que están pasando un análisis didáctico, en los casos clínicos tratados sin honorarios y también en
los trastornos neuróticos del carácter que requieren la conservación de
una fachada normal. El problema técnico adicional que presentan estos pacientes es la necesidad de revelar la trasferencia defensiva como
resistencia, hacerla egodistónica y hacérsela ver al paciente como síntoma (Reider, 1950; Gitelson, 1954). Sólo entonces puede uno proceder al análisis de los impulsos y afectos subyacentes.
mores y defensas moldeados en su carácter y que se han convertido
en la superficie que presentan al mundo en general. Estos rasgos son
los resultados relativamente fijos, los residuos, las transacciones de diversos conflictos entre instintos y defensas. Este aspecto de la personalidad contiene componentes defensivos e instintuales, a menudo condensados. En el curso de la terapia psicoanalítica, esas reacciones de
trasferencia tienen siempre una importante función de resistencia. El
estudiante deberá consultar las obras clásicas sobre formación de carácter para una descripción más completa de su dinámica (W. Reich,
1928, 1929; Fenichel, 1945a).
3.8.3
Veamos un ejemplo típico de reacción de trasferencia generalizada. Un señor
REACCIONES DE TRASFERENCIA GENERALIZADAS
Hasta aquí hemos examinado los diferentes tipos de fenómenos y resistencias de trasferencia, hemos descrito las reacciones al analista derivadas de la experiencia con personas significantes específicas del pasado del paciente. El paciente ama, odia o teme al analista del mismo
modo que otrora temiera o amara a su padre, su madre, su hermano,
etc. El comportamiento de trasferencia del paciente para con su analista suele ser muy diferente de su comportamiento para con la mayoría
de las personas en su vida exterior, salvo con los pocos que son figuras de trasferencia semejantes. Las reacciones de trasferencia suelen ser
específicas y circunscritas.
Mas con el nombre de reacciones de trasferencia generalizadas voy
a describir una forma de fenómeno trasferencia! que difiere de todas
las formas anteriores precisamente por no ser específica ni circunscrita. En ella el paciente reacciona al analista como a muchas o las más
de las personas en su vida. El comportamiento de trasferencia no es
distinto, es típico y habitual. Este comportamiento ha sido calificado
de "trasferencia de carácter" por Wilhelm Reich (1928, 1929), pero
otros han considerado esa denominación engañosa y ambigua (A. Freud,
1936; Sterba, 1951).
Lo que distingue esta forma de trasferencia de otras es que las reacciones al analista son las reacciones típicas, habituales y normales del
paciente con la gente; la trasferencia es característica de las relaciones
de objeto del paciente en general. Es esta cualidad de no especificidad,
de ausencia de caracteres distintivos, la que hizo llamarla "trasferencia de carácter". Pero el vocablo "carácter" tiene otros significados
y me parece más preciso decir "reacción trasferencia) generalizada".
Los pacientes que reaccionan a su analista con trasferencia generalizada tendrán sentimientos, actitudes, impulsos, esperanzas, deseos, te-
de cincuenta y tantos años vino al análisis por un trastorno del dormir y por
miedo de hacerse adicto a las píldoras para dormir. Era excepcionalmente exitoso en su profesión y al parecer también en su vida familiar y social. Un factor
muy importante de sus diversos éxitos era su propensión al entusiasmo. Siempre bienvenido, ingenioso, cordial, alegre, emocionalmente generoso, franco,
sociable, animador, etc. En una palabra: era un entusiasta.
Empezó su análisis como empezaba todas sus empresas: con empuje, vigor
y optimismo. Iniciaba cada sesión con una salutación atronadora, diseminaba
chistes en sus asociaciones; entretejía fascinantes relatos en sus experiencias de
la vida y hallaba mis interpretaciones estupendas, notables o deliciosas. Si mis
observaciones le dolían, lleno de respeto se apresuraba a confirmarlas. Me miraba, me halagaba, proclamaba mis virtudes por doquier y me buscaba otros
pacientes. Aunque conocía el procedimiento normal del psicoanálisis, siempre
me estaba invitando a fiestas y concertaba reuniones con personajes que creía
podrían interesarme, y si bien yo siempre me negaba, él estaba seguro de que
tarde o temprano aceptaría. Tenía la convicción de ser mi paciente favorito,
aunque sabía que las reglas del psicoanálisis prohiben semejante comunicación.
Este modo de reaccionar conmigo era el que tenía con la gente en general y
el que le procuraba el éxito. En todas las esferas de la vida lo consideraban
amable y encantador; su familia, sus empleados, sus muchas queridas, funcionarios ejecutivos importantes y artistas famosos.
Esta reacción de trasferencia generalizada resultaba difícil de manejar. Ante
todo, era necesario que yo constriñera mis reacciones reales y de contratrasferencia. Constantemente tenía que estarle señalando cuán indiscriminado era
su comportamiento, cuán promiscuos sus amores, cómo su constante inquietud indicaba un descontento oculto. Poco a poco pude irle demostrando que
su inveterado entusiasmo y su idea de ser el favorito eran un mito, una pantalla que trataba de prolongar. Sólo fracasaba en el dormir y en los sueños, donde se veía obligado a dejar su dominio consciente. A los pocos meses de laborar, su entusiasmo se hizo ajeno al Yo, ya no lo aprobaba, comprendía que
era fraudulento, y se permitió sentir la depresión subyacente. Cambió la reacción de trasferencia y yo fui varias veces la madre odiosa e hipócrita que lo
258
LA TRASFERENCIA
seducía y rechazaba, el padre airado, etc. Fuera del análisis también cambió
su comportamiento. Aunque todavía capaz de entusiasmo y encanto, esto era
controlable. Al fin pudo tener algunos enemigos dignos y a veces ser aburrido.
Entonces pudo también dormir y soñar (Greenson, 1962).
Los problemas técnicos de las reacciones de trasferencia generalizadas son semejantes a los de la trasferencia defensiva, puesto que la trasferencia generalizada siempre tiene un importante fin defensivo y es
egosintónica. La primera tarea es hacer la trasferencia egodistónica y
dolorosa para que el paciente labore activamente con ella en lugar de
tratar de prolongarla. Las resistencias de carácter tienen que cambiarse en resistencias de trasferencia (Fenichel, 1941, p. 68). Entonces la
neurosis de trasferencia evolucionará y podrá realizarse una fructuosa
labor analítica. En la sección 3.10 veremos otros problemas técnicos.
Las reacciones de trasferencia generalizadas se dan en pacientes que
tienen sobre todo trastornos del carácter. Cada tipo especial producirá
una trasferencia generalizada típica; por ejemplo, un carácter obsesivo
tendrá una trasferencia generalizada para con el analista que será una
réplica de sus relaciones de objeto obsesivas, aisladas en general.
3.8.4
LA
ACTUACIÓN DE LAS REACCIONES DE TRASFERENCIA
Desde el caso de Dora, a quien trató en 1900, Freud comprendió cuán
i mportante era reconocer y aislar la trasferencia, las resistencias trasferenciales y en particular la actuación de las reacciones de trasferencia.
Dora interrumpió el tratamiento por no haber reconocido Freud que
una reacción particular de trasferencia de ella se derivaba de su amante y no de su padre. Además, la paciente actuó este aspecto de la trasferencia. Se condujo con Freud como hubiera querido hacerlo con su
amante, el señor K; y lo abandonó. Revisando la historia y el final
de este caso, Freud (1905a) vino a reconocer la singular importancia de
las trasferencias y la actuación de los fenómenos de trasferencia. Volvió al problema de la actuación en varias ocasiones posteriores, sobre
todo en relación con su labor sobre la compulsión de repetir (1914c,
1920, 1937a). En años recientes han hecho otros varios autores importantes aportaciones a nuestro conocimiento de la actuación de las reacciones trasferenciales (Fenichel, 1945a, 1945b; Greenacre, 1950; Spiegel, 1954; Bird, 1957 y la lista adicional de lecturas).
La actuación se da en muchas clases de circunstancias y no sólo en
forma de reacción de trasferencia. La cuestión de la actuación en gene-
LAS RESISTENCIAS DE TRASFERENCIA
259
ral se estudiará más ampliamente en el torno II. En esta sección lo veremos sólo en tanto que fenómeno trasferencial que se presenta en el
curso del análisis y como variedad especial de la reacción de trasferencia.
La actuación es una serie de acciones, bien organizada y cohesiva,
que parece ser dirigida a un fin, conscientemente deseada y egosintónica y que resulta una reactuación de un recuerdo pasado. La acción
es una repetición ligeramente disfrazada del pasado, pero el paciente
no es capaz de recordar las cosas del pasado. Parece atento a actuar
en lugar de recordar; es una defensa contra el recuerdo. En el curso
del análisis, los pacientes [actuarán] sus reacciones trasferenciales en
vez de expresarlas de palabra y sentimiento. La actuación puede ser
con el analista o, fuera del análisis, con otras personas.
En todo análisis es inevitable algo de actuación. Débese esto en parte al hecho de que el analista ataca las defensas neuróticas y con ello
favorece la descarga de afectos e impulsos de modos menos deformados. Se facilita así el paso a las acciones. En segundo lugar, la trasferencia misma es una revivencia, una repetición del pasado, y moviliza
impulsos del pasado que pueden manifestarse en comportamiento y acciones. No obstante, también puede ser causa de actuación el manejo
equivocado de la trasferencia, sobre todo el análisis insuficiente de la
trasferencia negativa. Los errores de dosificación, de elección del momento y de tacto en la interpretación suelen producir la actuación. Las
reacciones de trasferencia del analista respecto del paciente pueden también provocarla. Pero la tendencia a reactuar en lugar de recordar aparecerá cuando el material no verbal o preverbal intente manifestarse
durante el análisis o bien al acercarnos a un material traumático.
La actuación es siempre una resistencia, aun cuando pueda desempeñar alguna función útil temporalmente. Es una defensa contra el recuerdo y contra el pensamiento y se opone a la integración de pensamiento, recuerdo y comportamiento y, por ende, a los cambios de
estructura del Yo. No obstante, algunas formas de actuación pueden tener un fin constructivo. Me refiero a la actuación transitoria y esporádica que puede darse al quebrantar defensas inhibidoras rígidas. Este
tipo debe diferenciarse de la actuación habitual del reactuador crónico.
También puede ser una forma de prueba del acordarse, una primera
tentativa del atreverse a recordar (Ekstein y Friedman, 1957). En este
sentido es un recodo en el camino que lleva al recuerdo. Mi experiencia clínica parece indicar que el recuerdo reactuado es un recuerdo encubridor (Greenson, 1958a). La distorsión propia de la actuación va
siempre en dirección del cumplimiento de un deseo. Las acciones francas son como el contenido manifiesto de un sueño, un intento de cum-
260
LA TRASFERENCIA
plimiento del deseo (Lewin, 1955). Finalmente, la actuación es una forma de comunicación no verbal; a pesar de sus funciones de resistencia
es también el intento de alcanzar un objeto (Bird, 1957; Greenson,
1959a). Y puede ser un grito de socorro (Winnicott, 1956b).
La actuación es sólo una forma específica de reactuación neurótica
que puede darse dentro y fuera del análisis. Debe distinguirse de la revivencia y la acción sintomática, aunque esto no siempre es posible clínicamente. En la revivencia siempre hay una sencilla repetición y duplicación de un suceso pasado. No hay distorsión y conduce fácilmente
al recuerdo. Esto suele suceder en los estados de alteración yoica por
influencia de drogas o de emociones intensas, en estados de fuga, etc.
Las acciones sintomáticas no son bien organizadas ni coherentes; se sienten extrañas, ajenas al Yo, y representan una falla en el funcionamiento de éste. El suceso pasado ha sido grandemente desfigurado y en la
acción sintomática sólo puede hallarse un fragmento del suceso. Veamos ejemplos sencillos de actuación, revivencia y acción sintomática.
La señora 10 terminaba cada sesión poniéndose en pie y recogiendo los kleenex en que había apoyado su cabeza sobre la almohada. Mientras iba hacia
la puerta arrugaba los kleenex en la mano y cuidaba bien de que no se le vieran. Después los echaba al pasar en el cesto de los papeles que estaba debajo
de mi escritorio o los metía en su bolso. Hacía esto con la mayor destreza posible y yo tenía la impresión de que esperaba que no me diera cuenta de su tejemaneje. Cuando le señalé ese comportamiento, la señora lo reconoció rápidamente, pero se mostró extrañada de que yo lo hubiera planteado. Su actitud
decía: ¿acaso no lo hace todo el mundo? Le parecía que sus reacciones se explicaban por sí solas y sencillamente indicaban un decoro corriente. Y a pesar
de mis intentos de entender el significado subyacente, siguió obrando del mismo modo.
En una sesión logré algún adelanto al pedirle que asociara ideas a la expresión "pañuelo manchado" que trataba de ocultarme. Esto condujo a recuerdos dolorosos de su vergüenza por la menstruación. El comportamiento con
los kleenex continuó. Finalmente empezamos a analizar su terrible vergüenza
respecto a su ano, aquella parte de sí misma que tenía que ocultar a toda costa.
No podía descargar el vientre cuando había extraños en la casa por miedo de
que el ruido o el olor la delataran. Después de descargar sus intestinos pasaba
mucho tiempo en el cuarto de baño para dar la impresión de que no se había
notado nada. Yo le señalé que obraba con los kleenex como si representaran
una actividad excrementicia ocultable. Entonces le llegaron muchos recuerdos
de la exageración de su madre en materia de higiene excrementicia y de lim-
8
Véanse secciones 1.2.4, 2.6.5A, 2.7.1, 3.2.5, 3.4.2 y 3.8.1.
LAS RESISTENCIAS DE TRASFERENCIA
261
pieza en el baño. Sólo así pudo dejar los kleenex en la almohada al terminar
la sesión.
La señora K actuaba al final de cada hora analítica: soy una mujer limpia
que tiene buen cuidado de que los demás no vean sus actividades del excusado.
Nadie debe saber cómo lo hago. No es cierto que yo haga esas cosas sucias;
no dejo ningún rastro. Era toda una serie de acciones conexas, bien organizadas y dirigidas a un fin, conscientemente deseadas y egosintónicas, que servían
para negar las placenteras actividades excrementicias del pasado, que no podía
recordar. En una palabra: era una forma de actuación.
Durante la segunda guerra mundial administré a un artillero de cola
de un bombardero B-17 recién vuelto del combate una inyección intravenosa de pentotal sódico. Había estado padeciendo de insomnios, pesadillas, temblores, sudor profuso y una marcada reacción de espanto.
Había realizado cincuenta misiones de combate pero no tenía conciencia de ninguna angustia molesta y no le gustaba hablar de combates.
Aceptó recibir el pentotal porque le habían dicho que se sentía uno como embriagado y además eso significaba que no tendría que hablar
a ningún otro oficial. En cuanto tuvo unos 5cc dentro de la vena saltó
a la cabecera de la cama, se sacó la aguja del brazo y empezó a gritar
a voz en cuello: "Van a venir a las cuatro, van a venir a las cuatro, hay
que tumbados, hay que tumbados o nos tumbarán ellos, esos desgraciados, hay que tumbarlos. ¡Oh, Dios! Tumbarlos, tumbarlos. Vuelven a
la una, a la una, tumbarlos, tumbarlos, desgraciados, tumbarlos. ¡Oh,
Dios! Estoy herido, no me puedo mover, tumbarlos, tumbarlos, ¡socorro! Alguien que me ayude. Me dieron, me dieron, no me puedo mover, socorro. Desgraciados, ayúdenme; tumbarlos, tumbarlos."
El paciente estuvo gritando así unos veinte minutos, con los ojos llenos de terror y sudando por todos los poros del rostro. Con la mano
izquierda oprimía el brazo derecho, que le colgaba flácido. Estaba tembloroso y tenso. Al fin dije: "Okay, Joe. Les dimos, les dimos." Con
esto cayó en la cama y se sumió en profundo sueño.
A la mañana siguiente lo vi y le pregunté si recordaba la entrevista
del pentotal. Sonrió avergonzado y dijo que recordaba, pero muy vagamente, haber gritado. Le dije que había hablado de una misión en
que le habían herido en el brazo derecho, y que no dejaba de gritar
"tumbados, tumbarlos". Me interrumpió: "¡Ah, sí! Recuerdo que volvíamos de Schweinfurt y se nos echaron encima, y volvían a las cuatro
y l uego a la una y nos dio el fuego antiaéreo, etcétera."
El paciente pudo recordar fácilmente el suceso que había vuelto a
vivir bajo la acción del pentotal en forma no desfigurada y accesible,
como es típico de la revivencia.
262
LA TRASFERENCIA
Citaré ahora una acción sintomática. Uno de mis pacientes, de mediana edad,
no podía estar sentado en mi sala de espera. Estaba en pie todo desconcertado
en un rincón que abría la puerta de mi salita de tratamiento, y al instante caminaba hacia mí. Este comportamiento lo desespera, sabe que es extraño,
pero se le sobrepone un fuerte temor cuando trata de sentarse. Ha tenido reacciones semejantes en otras salas de espera, que querría ocultar llegando tarde
o saliendo y volviendo a entrar con cualquier pretexto. Se hizo más patente
cuando empezó a acudir regularmente a su hora analítica y yo me puse a analizar su tendencia a llegar tarde.
Al cabo de un año, más o menos, descubrimos los siguientes determinantes
de su miedo a estar sentado en la sala de espera. El que lo hallen sentado significa que lo "agarren" sentado, o sea masturbándose. De niño se masturbaba
sentado en la taza del WC y se ponía en pie en cuanto oía acercarse a alguien
o temía que entraran. En el cuarto de baño de su casa no había llave. Estar
él sentado y yo en pie significaba que él era pequeño y yo grande, y sentía como que yo podría atacarlo. Además, su padre había insistido en que se pusiera
de pie cuando entraba alguien mayor en la pieza, y ahora obedecía con posterioridad. Se había rebelado contra su padre al entrar en la adolescencia y se
sintió culpable al morir su padre de un ataque al corazón. Había descubierto
a su padre sentado en una silla, como si estuviera adormecido, para descubrir
horrorizado que se hallaba en coma. Estar en pie significaba así para él estar
vivo y que lo hallaran sentado, estar como su padre: muerto. Finalmente, estar
sentado significaba tomar la posición femenina para orinar, y tenía que estar
erguido en mi presencia para indicar que era un hombre.
Tenemos aquí un ejemplo de cómo se efectúa una actividad extraña, ajena al Yo, contra la voluntad del paciente, que se ve obligado
a ponerla por obra; es un acto sintomático. El análisis revela los muchos sucesos históricos condensados, desfigurados y simbolizados en esa
actividad. En los casos bien marcados, la actuación, la revivencia y las
acciones sintomáticas son fáciles de distinguir unos de otros. En la práctica clínica uno no suele ver la forma pura y es frecuente que nos encontremos ante mezclas de las tres variedades de reactuaciones neuróticas. Volvamos ahora a nuestro estudio de la actuación de las reacciones de trasferencia.
3.8.4.1 La actuación dentro del encuadre analítico
La forma más sencilla de actuar las reacciones de trasferencia se presenta cuando el paciente actúa algo dentro del encuadre analítico. Freud
dio el ejemplo del paciente que se conduce en forma de desafío y crítica
con su analista y no puede recordar haber tenido ese tipo de comportamiento en el pasado. No sólo siente esas emociones con su analista sino
LAS RESISTENCIAS DE TRASFERENCIA
263
que opera en ellas, se niega a hablar, olvida sus sueños, etc. Lleva a
la acción sus sentimientos en lugar de comunicarlos; está reactuando
un trozo del pasado en lugar de recordarlo (Freud, 1914c, p. 150; 439).
Además, no sólo no comprende cuán incongruentes son sus reacciones
sino que suele sentir justificado su comportamiento. La actuación es,
como ya dijimos, egosintónica.
Ilustremos con un ejemplo. Un músico de cuarenta años de edad llegó en busca de análisis porque padecía de insomnio crónico, colitis y una inhibición para
el trabajo. Cuando pude darle mi primera hora de la mañana, a las ocho, tuvo
una forma notable de empezar la sesión. Ante todo, yo lo oía llegar porque
anunciaba su llegada por el hall sonándose ruidosamente la nariz como una trompeta, cada agujero por separado y repetidas veces. Al entrar en la sala de tratamiento daba los buenos días alegre y sonoramente. Después, tarareando bajito, se quitaba el saco y lo ponía en el respaldo de una de las sillas de la consulta.
Iba al diván, se sentaba, y tarareando todavía, empezaba a vaciarse los bolsillos. Primeramente ponía la billetera y el pañuelo de los bolsillos de atrás en
la mesita lateral; después las llaves y las monedas pequeñas de sus otros bolsillos, y el anillo del dedo. A continuación, con un quejido audible, se doblaba
y se quitaba los zapatos, que dejaba muy bien puestos uno junto al otro. Después se desabotonaba el botón superior de la camisa, se aflojaba la corbata,
y con un perceptible suspiro de alivio, se acostaba en el diván, se volvía de
lado, ponía sus manos juntas entre la almohada y la mejilla, cerraba los ojos
y callaba. Al cabo de un momento se ponía a hablar muy suavemente.
Al principio le vi hacer todo eso en silencio; parecía increíble que lo estuviera haciendo en serio. Después, cuando comprendí que no se daba cuenta de
cuán impropio era aquel comportamiento, decidí tratar de sondear hasta donde fuera posible su significado antes de confrontarlo con él. Era evidente que
su actuación estaba relacionada en cierto modo con el disponerse a dormir. Poco a poco empecé a comprender que reactuaba el acto de acostarse sus padres,
donde yo era uno de los dos y él otro, o sí mismo de niño. Su historia estaba
llena de recuerdos de las terribles batallas que se trababan entre su padre y
su madre en la recámara, que le despertaban de su sueño y lo horrorizaban.
Aquellas peleas ocurrían a las cuatro horas más o menos de haberse acostado,
de niño, y sus insomnios actuales se caracterizaban por su despertar a las cuatro horas de sueño. Estaba actuando conmigo (a) cómo deseaba que sus padres
durmieran juntos en paz y (b) cómo fantaseaba de niño que dormía con uno
de los dos.
Cuando intenté llamar su atención hacia aquel peculiar modo de empezar
la sesión se indignó. Nada había de peculiar, extremo ni digno de mención en
aquello. Sólo trataba de relajarse y asociar libremente; yo le había dicho bien
al comenzar el análisis que todo cuanto debía hacer era relajarse y tratar de
decir cuanto se le viniera a la mente. Se estaba, pues, relajando. Verdad era
que se sentía algo soñoliento, pero se debía a que era temprano. A regañadien-
264
LA TRASFERENCIA
tes reconoció después que cuando yo le hablaba al terminar la sesión le parecía
algo discordante, una intrusión. Comprendió asimismo que si bien por alguna
razón extraña le gustaba aquella hora temprana, apenas podía recordar lo que
había dicho él o yo. Después le dije que todo aquello se debía al hecho de que llegaba a la sesión para continuar su sueño conmigo. Se desvestía como si fuera
a dormir y se acostaba con los ojos cerrados y una expresión de felicidad, porque le parecía como si fuéramos a dormir juntos y tal era el sueño tranquilo que debió haber deseado entre su padre y su madre, o entre él mismo y uno
de los dos. Hasta este punto del análisis, el paciente había podido recordar sólo
su odio para con los padres por su constante pelear en la noche o por sus deseos
sexuales, y su rivalidad celosa de remplazar a su padre o a su madre en la cama
LAS RESISTENCIAS DE TRASFERENCIA
265
reaccionaba admirando mi astucia y gozando vicariamente de mi triunfo
supuesto. Le encantaba el análisis y sobre todo que lo analizara yo.
Le parecía que éramos una combinación estupenda, yo con mi cerebro
y él con su imaginación. Aunque sus síntomas no mejoraban y no alcanzaba mucho insight, el análisis le gustaba. Tuve que señalarle enérgicamente una y otra vez que no parecía acudir al análisis sino a reactuar el deleitoso sentimiento de ser el favorito. Poco a poco fue recordando y contando cómo era también el favorito de la madre y el del
padre y después esos recuerdos resultaron un encubrimiento de amargas decepciones que le procuraran ambos.
matrimonial. Mi interpretación de sus deseos de sueño tranquilo fue el primer
paso en la reconstitución de los deseos preedípicos del paciente respecto de su
3.8.4.2 La actuación fuera del análisis
padre y su madre (Lewin, 1955).
En los casos citados, el (o la) paciente tiene por su analista sentimientos que no describe ni comunica pero sí pone por obra. Se deshace
subrepticiamente de un pañuelo desechable, obra en forma desafiante
o se pone a dormir. En los tres se reactúa un trozo del pasado pero el
paciente no puede recordarlo y se muestra renuente a analizar su
actividad.
Al final, resulta que esa actividad es una desfiguración de un suceso
pasado, la acción es un intento de cumplir un deseo. El paciente actúa
con el analista lo que querría haber hecho en el pasado. Según mi experiencia clínica, la actuación es siempre una recapitulación de un deseo pasado que no pudo ser realizado en su tiempo. La actuación es
así un intento tardío de cumplir un deseo.
La actuación dentro del marco de la hora analítica tal vez no se limite a determinado episodio o a un hecho solo y acaso se presente durante
largos períodos del análisis. He visto pacientes, en particular candidatos en formación, que actúan el papel del paciente "bueno" y quieren meterme a mí en el del "perfecto" analista. Esto puede durar meses y aun años, hasta que uno comprende que hay cierta esterilidad
y pobreza en el análisis. Entonces hay que revelar cómo este comportamiento es una resistencia y defensa y descubrir la hostilidad subyacente. He visto una situación paralela en pacientes que mantienen la
actitud y el sentimiento de ser mi paciente favorito. Mi paciente soñoliento de las ocho de la mañana era de este tipo. Creía conscientemente
ser mi paciente favorito y cuando yo interpreté eso como deseo y
necesidad suyos replicó que sabía que mi juramento freudiano me impedía manifestar mis verdaderos sentimientos. Cuando yo hacía interpretaciones que para cualquier otro paciente hubieran sido dolorosas,
Una casada joven inició inopinadamente una intriga amorosa durante
su análisis. Me convencieron de que era una actuación de sus sentimientos de trasferencia las siguientes observaciones clínicas: la paciente apenas había conocido a aquel hombre; y era muy distinto de los
que solían interesarla. Era artista, actuaba como un profesor y parecía
un romano antiguo: eran estas cualidades las que la atraían. La cosa
sucedió en ocasión de haber faltado yo a unas cuantas sesiones por estar en una reunión. Había iniciado ella el análisis con una trasferencia
positiva que floreció en sexual y erótica. Esto había quedado interpretado y parecía temporalmente resuelto. Recordaba yo que durante la
fase de su fuerte amor por mí me describía como profesor y artista.
Una vez también me había soñado con una toga romana y en asociación con aquel sueño decía que yo me peinaba a lo romano y que había oído que mi apodo era "Romi". Parecía evidente que la damita
estaba actuando sus sentimientos sexuales y románticos con el joven.
Hacía con él lo que hubiera querido pero no podía hacer conmigo. Aquellos deseos eran una repetición de deseos hondamente reprimidos que
había tenido por su padrastro.
Un paciente en análisis de repente forma una relación muy íntima con su médico general, a quien nunca conociera socialmente. Ahora el paciente lo invita
con frecuencia a comer y tiene con él conversaciones íntimas. Es evidente que
está actuando sus deseos de intimar conmigo fuera del análisis. Cuando ocurre
esto, no expresa en la hora analítica su deseo de intimidad conmigo. Mi interpretación de la actuación llevó esos deseos inconscientes (en lo tocante a mí)
al análisis.
Es característico, cuando se actúa los sentimientos de trasferencia fuera
del análisis, que los impulsos y afectos llevados a la acción no aparecen
266
LA TRASFERENCIA
en la situación analítica propiamente dicha. Un estudiante en análisis
conmigo está constantemente criticando la estupidez, flojera e inepcia
de sus maestros. Al mismo tiempo, sus sentimientos trasferenciales son
constantemente positivos para conmigo. Fueron la falta de trasferencia
hostil conmigo y la constante hostilidad respecto de sus maestros las
que me hicieron comprender que estaba actuando su trasferencia
negativa.
La división de la trasferencia ambivalente o preambivalente, con un
aspecto actuado fuera del análisis, es una forma común de la actuación y se observa con frecuencia en los candidatos para analistas. Por
lo general, la trasferencia ajena al Yo se descarga en algún analista de
fuera y sólo los sentimientos egosintónicos se manifiestan al analista personal. Así los sentimientos hostiles y homosexuales se descargarán en
otros analistas y las emociones y los impulsos menos inquietantes se
reservarán para el analista propio. O bien la división se hará sobre una
base de analista "bueno" o "malo", y algún analista de fuera hará
el papel auxiliar.
Debe recordarse que la actuación que ocurre durante el análisis no
sólo está relacionada con la situación de trasferencia. Con mucha frecuencia se descubre que se ha estado efectuando antes del análisis. Los
que hacen de coactores en tales situaciones resultarán también figuras
de trasferencia (Bird, 1957). Esto lo estudiaremos en el tomo II.
Querría ahora dar un ejemplo de combinación de actuación y acción sintomática con participación de la trasferencia. Durante varias sesiones un paciente
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
267
siguientes formulaciones: Mientras estoy callado en la sesión y lo dejo hablar,
y cuando estamos en el comienzo de la sesión, le gusta la situación analítica,
como le gustaba estar en su casa con su madre amantísima y sus hermanas.
Era placentero y tranquilo. Unos veinte minutos antes de terminar la sesión
el paciente empezaba a temer que yo interrumpiera su secreta alegría del hogar. El rechinido de mi silla o el cambio en mi respiración le recordaban el
silbar de su padre. Mis interpretaciones eran como la "voz de la fatalidad",
la llegada del padre al hogar, el fin del gusto que el paciente tenía con su madre
y sus hermanas. El paciente confirmó estas formulaciones añadiendo que "con
toda sinceridad" tenía que reconocer que la llegada del padre al hogar sólo a
él molestaba, porque la madre y las hermanas la esperaban ansiosamente. Este
ejemplo ilustra cómo en la hora analítica el paciente reactuaba conmigo un trozo de la historia del pasado con su familia. Al empezar la sesión hablaba mucho, y yo representaba la madre y las hermanas, calladas y admiradoras. Hacia el final de la hora, cuando me tocaba hablar yo me convertía en el padre
dominante y molesto. Como la situación era egodistónica y muy dolorosa para
el paciente, laboró con mucha diligencia en el intento de reconstituir y recordar los hechos pasados que ocultaba aquel reactuar neurótico.
Como ya dijimos, todas las formas de reactuación neurótica pueden
darse en forma pura, pero por lo general hallamos mezclas de revivencia, acción sintomática y actuación. El meollo de la cuestión lo determina el que la reactuación neurótica sea egosintónica o ajena al Yo.
Siempre hay una resistencia adicional cuando la reactuación es egosintónica. Entonces es más difícil captarse el Yo razonable del paciente,
establecer una alianza de trabajo y descubrir o reconstituir los recuerdos subyacentes.
halla defectos a cuanto hago en el análisis. Mi silencio le parece agobiante y
mis intervenciones irritantes y hostiles. En realidad, reconoce que le gusta la
hora analítica hasta que empiezo o cree que voy a empezar a hablar. Es capaz de predecir cuándo voy a intervenir porque mi silla rechina o mi respiración cambia. Un breve sueño y las asociaciones que suscitó proporcionaron al-
3.9 TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
gunos indicios importantes para el entendimiento de sus reacciones. En el sueño alguien escuchaba a un comentarista de la radio, Gabriel Heater, cuya voz
sonaba a fatalidad. El paciente le asocia el hecho de que ese comentarista era
3.9.1
CONSIDERACIONES GENERALES
el favorito de su padre y que toda la familia se veía obligada a escucharlo siempre que el padre comía en casa. Esto le hace recordar cómo la llegada del padre
a la casa cambiaba la atmósfera. Era un jarro de agua fría, un aguafiestas para
la familia, o al menos para el paciente. Podía éste predecir cuándo iba a llegar
el padre porque siempre llegaba veinte minutos antes de las siete y siempre silbaba al acercarse a la casa. Cuando el paciente veía que se acercaban las siete
u oía el silbido, se ponía irritable y hostil.
Me sorprendieron los muchos paralelos entre el comportamiento conmigo
en la hora analítica y la reacción a la llegada del padre al hogar. Le hice las
Conviene notar que el título de esta sección es "Técnica del análisis
de la trasferencia" y no "interpretación" ni "manejo" de la trasferencia. La razón de ello es que si bien la interpretación es el instrumento
decisivo para tratar los fenómenos de trasferencia en el procedimiento
psicoanalítico, también son necesarios otros instrumentos técnicos. La
interpretación de una reacción de trasferencia es el paso técnico último
en el tratamiento de los fenómenos de trasferencia; pero para interpre-
268
LA TRASFERENCIA
tar ésta eficazmente son necesarios muchos pasos preliminares. Edward
Bibring (1954) subrayaba el hecho de que con nuestro mayor conocimiento de la psicología del Yo, el psicoanalista se ha dado cuenta de
la necesidad de aclarar cuidadosamente un fenómeno psíquico particular antes de tratar de interpretarlo. Fenichel (1941) y Kris (1951) han
subrayado también la necesidad de demostrar e iluminar claramente
el sujeto considerado antes de intentar la interpretación de su significado inconsciente. Como dije antes, la demostración, la aclaración, la interpretación y la traslaboración de un hecho psíquico pueden considerarse "análisis" de un fenómeno dado.
La razón de poner a discusión el concepto del "manejo" de la trasferencia es que el psicoanalista tiene que hacer algo más que "analizar" para tratarla debidamente. Esta aseveración no debe oscurecer
el hecho de que lo esencial y característico del psicoanálisis es el análisis
de la trasferencia. Mas para que un hecho psíquico sea analizable puede
ser necesario a veces recurrir a otros procedimientos (E. Bibring, 1954;
Eissler, 1953; Menninger, 1958, capítulo vi, así como la sección 1.3.4
de este volumen).
Por ejemplo, dado que la técnica psicoanalítica clásica apunta a facilitar el desarrollo máximo de todas las variedades e intensidades de las
reacciones de trasferencia, y dado que los fenómenos de trasferencia
surgen espontáneamente en el paciente, nuestra técnica debe comprender la espera paciente y la no intrusión. El empleo juicioso de la espera
en silencio es uno de los instrumentos más importantes para facilitar
la formación de la trasferencia. Sin embargo, en un sentido estricto se
trata de una manipulación. El silencio en el analista puede ayudar al
paciente a tener y sentir una mayor intensidad en sus reacciones de
trasferencia. La abreacción emocional final puede procurar al paciente
la máxima convicción de que sus sentimientos son reales. Pero el silencio
en el analista y la abreacción emocional en el paciente son, estrictamente, medidas no analíticas. Pueden también ser causa de situaciones traumáticas y resistencias masivas a menos que el terapeuta "analice" en el momento debido. Sólo analizando puede uno resolver una
reacción de trasferencia y preparar el paso al primer plano de otra variedad e intensidad de reacción trasferencial.
La sugestión también tiene su lugar en el manejo de la trasferencia.
Pedimos a nuestros pacientes que hagan asociación libre y que dejen
aparecer espontáneamente sus sentimientos. Al hacerlo damos a entender que sus sentimientos son lícitos y manejables. Nuestro silencio
puede darles a entender también que esperamos que soporten ciertos
sentimientos, por dolorosos que sean, y que todo llevará a un fin útil.
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
269
Cuando tratamos de averiguar si el paciente recuerda sus sueños, insinuamos que sueña y que puede recordar. Particularmente al principio
del análisis, cuando el paciente sabe poco de nosotros y del procedimiento psicoanalítico, es la sugestión la que lo hace arriesgarse a seguirnos. Finalmente, el sentimiento trasferencia' que hizo al paciente sugestionable o manipulable habrá de ser analizado y resuelto. Véase Charles
Fisher (1953) para un estudio ulterior de este problema y otros afines.
Otro tanto sucede con las demás intervenciones no analíticas. Todas
las influencias terapéuticas no autónomas sobre el paciente habrán de
ser finalmente llevadas a la conciencia y analizadas a fondo. Pero es
i mportante reconocer que las medidas no analíticas son necesarias hasta cierto punto en todo análisis. La sugestión y la manipulación se han
desacreditado en los círculos psicoanalíticos por el mal uso que de ellas
se ha hecho. No remplazan al análisis, sino que lo preparan o son procedimientos adjuntos. Las interpretaciones por sí solas, el análisis "puro", son un procedimiento no terapéutico, un instrumento de investigación. Aunque esta sección está consagrada al análisis de los fenómenos de trasferencia, los ejemplos clínicos ilustrarán y aclararán las interrelaciones entre las técnicas analíticas y las no analíticas. La debida
mezcla de unas y otras hace el arte de la psicoterapia.
Hay otros varios factores que hacen el análisis de la trasferencia tan
complicado e importante. Ante todo, tenemos las dos propiedades antitéticas de los fenómenos de trasferencia. Por otra parte, la trasferencia misma puede volverse la fuente de máxima resistencia a la labor
analítica. Luego también las mismas defensas patológicas son trasferidas y tenemos combinaciones de producciones de trasferencia y resistencias de trasferencia simultáneamente.
Una de las cuestiones técnicas constantemente presentes es la de determinar cuándo favorece la trasferencia en curso la marcha del tratamiento y cuando la contraría; cada una de estas situaciones requiere
intervenciones diferentes. Tengo la experiencia clínica, y creo que también la tienen otros analistas, de que la causa más frecuente de que
un paciente interrumpa prematuramente su terapia psicoanalítica es
el manejo indebido de la situación de trasferencia (Freud, 1905a). Hay
además otro problema: que para producir material, el paciente tiene
que tener una neurosis de trasferencia. Para laborar analíticamente con
este material, para asimilárselo, el paciente tiene también que formar
una alianza de trabajo. Estos dos hechos se contraponen. ¿Cómo concertarlos? (Véase sección 3.5.)
Dedúcese de aquí que la técnica del análisis de los fenómenos de trasferencia requiere atender a estas cuestiones: (1) ¿Cómo salvaguardar
270
LA TRASFERENCIA
la evolución natural de la trasferencia del paciente? (2) ¿Cuándo permitimos que la trasferencia se forme espontáneamente y en qué condiciones es necesario intervenir? (3) Cuando se hace necesario intervenir
¿qué pasos técnicos se requieren para analizar una reacción de trasferencia? (4) ¿Cómo facilitamos la formación de la alianza de trabajo?
Tomaré por su orden las tres primeras cuestiones. Añadiré la consideración relativa a la alianza de trabajo en cada parte cuando esté indicado. La alianza de trabajo hay que tenerla siempre presente.
3.9.2
LA SALVAGUARDIA DE LA TRASFERENCIA
El concepto de salvaguardia de la trasferencia se refiere al principio de
proteger la relación del paciente con su analista de modo que se pueda
formar la mayor variedad e intensidad de reacciones de trasferencia de
acuerdo con su propia y única historia individual y sus propias necesidades. En todos los trabajos de Freud sobre técnica podemos hallar varias referencias a y recomendaciones para el modo de hacerlo (Freud,
1912b, 1915a, 1919a). Greenacre aclaró y amplió muchos de esos puntos en un importante trabajo presentado en 1954. Sus ensayos tuvieron
particular significación en su tiempo porque había considerables diferencias de opinión entre los principales psicoanalistas norteamericanos
acerca de la necesidad de observar los procedimientos clásicos en la técnica psicoanalítica.
3.9.2.1 El psicoanalista como espejo
Freud (1912b) hizo la recomendación de que el psicoanalista fuera como un espejo para su paciente. Esto se ha entendido mal y se ha interpretado que el psicoanalista debía ser frío y no reaccionar con su paciente. Yo creo que Freud quiso decir algo muy diferente. Su referencia al espejo implicaba que el comportamiento y la actitud del analista
en los conflictos neuróticos del paciente deben ser "opacos" o sea reflejar para el paciente sólo lo que éste haya manifestado. Los valores
y preferencias personales del analista no deben entrar en el análisis de
esos conflictos. La constante neutralidad del analista en tales situaciones es la que hace posible mostrar cuán desfiguradas y poco realistas
son las reacciones del paciente. Además, con el fin de resultar relativamente anónimo para éste, el analista debe tratar de acallar sus propias
reacciones (Freud, 1912, pp. 117-8; 421-2). Sólo de este modo pueden
las reacciones de trasferencia del paciente enfocarse claramente para
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
271
ser aisladas y distinguidas de reacciones más realistas. Y sobre todo,
con el fin de analizar los fenómenos de trasferencia es importante mantener el campo de la acción recíproca de paciente y analista relativamente libre de contaminación y artificio. Cualquier modo de comportamiento o actitud por parte del analista que no sea de constante y sensible discreción oscurece y deforma el desarrollo y reconocimiento de los
fenómenos de trasferencia.
Veamos algunos ejemplos de contaminación.
Hace unos años, un paciente mío que tenía úlcera gástrica y depresión pasó
un largo período de labor improductiva en el análisis al mismo tiempo que sus
síntomas se recrudecían. Ambos reconocimos que estaba operando una resistencia, pero no logramos hacer ningún progreso digno de ese nombre en el sentido de impedir el empeoramiento de los síntomas o la persistencia de la fuerte
resistencia. Pasado un período de unos cuantos meses, empecé lentamente a
comprender que el paciente había cambiado en algunas de sus actitudes para
conmigo. Anteriormente tenía tendencia a bromear o a tirarme ironías inocuas.
Ahora era más dócil, pero triste y huraño. Anteriormente, sus malicias eran
evidentes y esporádicas. Ahora era superficialmente cooperante pero disimuladamente reacio. Un día me dijo que había soñado con un asno, y después cayó
en un silencio sombrío. Al cabo de un silencio de mi parte, le pregunté qué
pasaba. Respondió con un suspiro que había estado pensando que tal vez los
dos fuéramos unos asnos. Tras de una pausa añadió: "Yo no me muevo y usted no se mueve. Usted no cambiará y yo tampoco [silencio]. He querido cambiar pero me da asco." Quedé perplejo, porque no tenía idea de a qué se refería. Entonces le pregunté que cómo había querido cambiar. El paciente respondió que había tratado de acomodar sus creencias políticas a las mías. Durante
toda la vida había sido republicano (y yo lo sabía), y en los meses últimos había
tratado de adoptar un punto de vista más liberal porque así era mi tendencia.
Le pregunté que cómo sabía que yo era liberal y enemigo de los republicanos.
Entonces me dijo que siempre que él decía algo favorable de un político republicano yo le pedía asociaciones. Por otra parte, siempre que decía algo hostil
de un republicano yo callaba, como asintiendo. Si decía algo bueno de Roosevelt yo no replicaba palabra. Siempre que atacaba a Roosevelt yo le preguntaba a quién le recordaba éste, como si no fuera necesario probar que odiar a
Roosevelt era infantil.
Quedé completamente apabullado, porque no me había dado cuenta en lo
absoluto de aquello. Pero en el momento en que el paciente lo señaló, tuve que
convenir en que así había sido, aunque inconscientemente por mi parte. Pasamos entonces a laborar con el porqué sentía él la necesidad de comulgar con
mis ideas políticas. Y resultó que ése era su modo de caerme bien. Pero no
había podido soportarlo y además había reducido su estima de sí mismo y le había producido los síntomas de úlcera y la depresión. (El sueño del burro expresaba en forma muy condensada su hostilidad al Partido Demócrata, que tiene
272
LA TRASFERENCIA
un asno por símbolo, y su resentimiento por mi persistente falta de penetración
en relación con su predicamento, porque el burro es la imagen de la estupidez
y la testarudez. Y también era su imagen de sí mismo.)
Traté hace unos años a otra paciente que había interrumpido su tratamiento
con un analista después de un estancamiento prolongado. La causa inmediata
de la resistencia no resuelta era el haber ella descubierto que aquel analista era
un hombre devotamente religioso, que acudía a la sinagoga con regularidad_
Una amiga de ella se lo había comunicado y después la paciente lo había comprobado por sí misma. La paciente se lo planteó al analista, pero éste se negó
a confirmar o negar el hecho. Dijo que le parecía que debían seguir laborando
juntos. Por desgracia, la paciente cada vez se enojaba más con las intervenciones e interpretaciones que el analista le había hecho anteriormente y que ahora
le parecían destinadas a hacerle aceptar la fe en Dios. El analista lo negó, pero
la paciente se mantuvo en su escepticismo. Finalmente decidió que le era imposible seguir laborando efectivamente con él.
Esta misma paciente me preguntó si yo era religioso y le dije que no respondería a su pregunta porque me parecía que cualquier respuesta contaminaría
nuestra relación. Ella aceptó este modo de ver. Más adelante en su análisis se
vio claramente que ella no podía respetar y menos dejarse analizar por alguien
devotamente religioso. Además, las evasivas del analista anterior después de
haber ella descubierto los hechos se lo habían hecho poco merecedor de confianza.
En ambos casos, la contaminación de la trasferencia estorbó el cabal
desarrollo de la neurosis de trasferencia y se convirtió en fuente de resistencia prolongada. En ambos casos, el rasgo de que tuvo revelación
el paciente era en extremo doloroso y productor de angustia. Creo que
tiene importancia decisiva el modo de tratar estas situaciones. Se suscitan las más graves consecuencias cuando el analista no reconoce esa
contaminación. Es igualmente desastroso que el analista se niegue a
reconocer la realidad de algo que ya ha trascendido. Sólo la sinceridad
por parte del analista y el análisis cabal de las reacciones del paciente
pueden reparar tales quebrantamientos del incógnito del analista.
No cabe duda de que cuanto menos sepa verdaderamente el paciente del psicoanalista más fácilmente podrá llenar los espacios vacíos con
sus fantasías. Además, cuanto menos sepa el paciente del analista más
fácilmente puede éste convencerlo de que sus reacciones son desplazamientos y proyecciones. Pero debe tenerse presente que en el mejor
de los casos, el incógnito del analista es sólo una cosa relativa ya que
todo cuanto se hace en la consulta y en la rutina analítica revela algo
del analista. Incluso el empeño del analista en quedar en el anonimato
es revelador. Además, el comportamiento frío, seco o en extremo pasi-
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
y
273
o estorba la formación de una alianza de trabajo. El paciente no podría dejar que emerjan sus fantasías más íntimas en relación con un
analista que sólo deja ver un desapego emocional fijo o una adhesión
ritualista a las reglas y las ordenanzas. Verdad es que el conocer al analista puede hacer las fantasías trasferenciales de aparición más difícil,
pero el aislamiento estricto y la pasividad excesiva hacen casi imposible la formación de la alianza de trabajo. Producen una neurosis de
trasferencia tal vez intensa, pero estrecha e intratable.
Greenacre llega hasta insinuar que el analista debe estar oculto al
público y no tener ninguna asociación con causas sociales, políticas o
científicas (1954, pp. 681-3; 1966b). Pero después de haber vivido uno
en una comunidad durante cierto tiempo, no siempre es posible ser desconocido o inidentificable. Este mismo problema nos encontramos cuando los analistas didácticos tratan de analizar a los candidatos en sus
propias instituciones, y esto siempre es una circunstancia complicadora. Sin embargo, no es necesariamente un obstáculo inanalizable. Los
psicoanalistas conocidos en su comunidad tienen que habérselas también con una trasferencia contaminada. Con frecuencia llegan sus pacientes a las primeras entrevistas con una reacción de trasferencia ya
establecida, basada en la fama del analista y las fantasías del paciente.
Los analistas que se convierten en tema de discusión pública no sólo
contrarían la imagen del analista espejo sino que presentan diversas
satisfacciones de trasferencia al paciente. Sin embargo, no es imposible
el análisis en esas circunstancias, si el analista atiende a ese problema.
El material de trasferencia contaminado ha de llevar al análisis desde
el principio y de modo constante, y la reacción del paciente a esa información debe ser cabalmente analizada. (El problema en el análisis didáctico es más serio, porque el analista tiene un poder real sobre la
carrera profesional del candidato.)
De todos modos, debe señalarse también que muchos pacientes son
en extremo intuitivos y recogen bastante conocimiento acerca de su analista precisamente de la labor analítica cotidiana. Algunos pacientes lo
hacen antes y otros después, pero al final todos los pacientes llegan a
saber bastante de cómo es su analista en la realidad. Mas cualquiera
que sea su origen, todo conocimiento acerca del analista ha de hacerse
materia de análisis en cuanto se convierte en vehículo de fantasías inconscientes (véase sección 3.6).
Pero de todos modos, la "regla del espejo" presenta peligros para
la fundación de la alianza de trabajo si se lleva al extremo. El mismo
Freud dijo que el objetivo primero del tratamiento es establecer una
relación de simpatía con el paciente, y esto sólo se puede lograr adop-
274
LA TRASFERENCIA
tando una actitud de "cariñoso interés" (1913b, pp. 139-40; 435). Véase
la sección 3.5.4.3 para mayor estudio de este punto.
3.9.2.2 La regla de abstinencia
Hacía Freud (1915a) la importante recomendación de que el tratamiento
se llevara hasta donde fuera posible con el paciente en estado de abstinencia. Y lo especificó bien claramente: "La cura analítica ha de desarrollarse, dentro de lo posible, en la abstinencia" (Freud, 1919a, p. 162; 450).
"...Por muy cruel que parezca, hemos de cuidar de que la dolencia
del enfermo no alcance un término prematuro" (p. 163; 451). Los síntomas del paciente, que lo empujaron al tratamiento, se componen en
parte de instintos escondidos que buscan satisfacción. Estos impulsos
instintuales se dirigirán hacia el analista y la situación analítica mientras el analista evite consecuentemente dar al paciente satisfacciones sustitutivas. La frustración prolongada inducirá al paciente a la regresión,
de modo que toda su neurosis se vuelva a sentir y vivir en la trasferencia, en la neurosis de trasferencia. Pero el permitir satisfacciones sustituto de los síntomas, de cualquier magnitud que sean, dentro o fuera
de la situación analítica, privará al paciente de su sufrimiento neurótico y de sus motivaciones para seguir el tratamiento (Glover, 1955,
p. 167; Fenichel, 1941, pp. 29-30).
La regla de abstinencia ha sido mal entendida y se ha interpretado
como que al paciente se le prohibía tener ninguna satisfacción instintual durante el análisis. En realidad, Freud trataba de impedir que el
paciente tomara la "huida hacia la salud" prematuramente y efectuara la llamada "cura de trasferencia".
Con el fin de conservar una motivación suficiente es necesario: (a)
que el psicoanalista señale constantemente al paciente la índole infantil
y nada realista de la satisfacción instintual que busca, y (b) que el analista se cerciore de que no está de ningún modo, consciente ni inconscientemente, dando satisfacción a las necesidades instintuales neuróticas infantiles del paciente. Esta segunda parte presenta interés
particular para nosotros en el examen de la salvaguardia de la trasferencia.
Las satisfacciones de trasferencia de cualquier género no descubiertas ni analizadas pueden impedir la evolución óptima de la neurosis
trasferencial del paciente. Una de las consecuencias más frecuentes es
la fijación de las reacciones de trasferencia de éste. Por ejemplo, los
analistas que se conducen con sus pacientes con una constante y franca
cordialidad y con una reacción emocional favorable verán que sus pa-
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
275
cientes tienden a reaccionar con una prolongada trasferencia positiva
y sumisa. A los pacientes de estos analistas les costará la formación de
una trasferencia negativa y hostil. Esos pacientes pueden formar una
alianza de trabajo rápida pero frágil, y a continuación sentirán angustia por dejar que sus reacciones de trasferencia se ahonden y ensanchen más allá de la fase primera, positiva y de sumisión. Las satisfacciones de trasferencia que reciben de sus cordiales analistas prolongan
su dependencia de esas fuentes de satisfacción y les harán arrinconar
la trasferencia negativa.
Por otra parte, los analistas que propenden a la imperturbabilidad
y la aspereza con frecuencia descubrirán que sus pacientes forman rápida y persistentemente una reacción de trasferencia hostil y negativa.
En tales situaciones puede ser dificil para los pacientes entrar honda
y ampliamente en otras reacciones de trasferencia. Su desconfianza respecto del analista impide que la neurosis de trasferencia se desarrolle
en todo el espectro y la gama de su potencial. Si el análisis dura bastante, estos pacientes tal vez propendan a la formación de una relación
de trasferencia sadomasoquista que podrá ser intensa pero que también resultará resistente al análisis y al cambio.
Hace poco empecé a tratar a una paciente que llevaba más de seis años de análisis con un analista de otra ciudad. Apenas habían cambiado las quejas de la
joven a pesar de haber laborado mucho ella y su analista. Comprendí que algo
debía andar mal en la relación paciente-analista al ver que la paciente tenía
tendencia a citar al pie de la letra largas interpretaciones que su anterior analista le había dado. Por ejemplo, una vez le pregunté si sabía qué la estaba haciendo tan evasiva en una sesión. Replicó rápidamente que tal vez fuera un
intento de castrarme por haber rechazado sus necesidades de dependencia en
la sesión anterior. Le pedí explicara qué quería decir exactamente y se turbó
y al final reconoció que no estaba segura pero que eso era algo que su anterior
analista solía decirle. No se había decidido a pedir aclaraciones porque él le
hacía bromas y se había puesto sarcástico en ocasiones anteriores. Decía cosas
como : "Es una lástima que tire usted el dinero para venir y no escuchar"
o bien: "Tal vez recuerde usted si tampoco doy satisfacción a esta necesidad
de dependencia".
Hay otras formas de satisfacción y provocaciones de trasferencia que
puede suscitar el deseo inconsciente del analista de ser guía, mentor
o padre del paciente. Esto suele hacer que el analista dé consejos, charle, sea excesivamente tranquilizador o se preocupe demasiado.
Surge una complicación más grave cuando el analista se hace consciente o inconscientemente seductor. Esto no sólo excita los anhelos in-
276
LA TRASFERENCIA
cestuosos del (o la) paciente sino que provoca una enorme culpabilidad
y prolongada idealización excesiva del analista. Y cuando esto se hunde, queda mucha rabia y angustia (Greenacre, 1966b).
Puedo resumir esta parte de la discusión declarando que el analista
debe tener buen cuidado de no satisfacer los deseos instintuales infantiles de su paciente porque, de hacerlo, impedirá el cabal desarrollo de la
neurosis de trasferencia. Por consiguiente, el paciente interrumpirá el
tratamiento o tendrá una experiencia analítica estancada, interminable.
Pero la "regla de abstinencia", llevada al extremo, se opone a la
formación de una alianza de trabajo. Aunque las pruebas clínicas demuestran que es condición sine qua non de las reacciones de trasferencia
regresivas la constante frustración de los deseos infantiles del paciente,
la frustración excesiva de éste también produce análisis interminables
o interrumpidos (véanse Stone, 1961, p. 53; Glover, 1955, pp. 88-107;
Fenichel, 1941, p. 74; Menninger, 1958, pp. 53-8). Una de nuestras
tareas técnicas fundamentales es por eso conciliar estos dos grupos de
requisitos antitéticos (Greenson, 1966). Esto requiere un estudio algo
detallado, porque estos requisitos contrarios exigen mucho tanto del psicoanalista como del paciente.
Conviene comprender que el modo de manejar el psicoanalista clásico la relación entre paciente y sí mismo es único y artificial al mismo
tiempo y se opone al modo usual de relacionarse entre sí los seres humanos. Es una relación desigual y dispareja en que se espera que el
paciente se deje sentir y exprese sus más íntimas emociones, sus impulsos y fantasías mientras el analista es una figura relativamente anónima (Greenacre, 1954, p. 674; Stone, 1961, p. 80). En el inicio del
análisis, y después de vez en cuando, los pacientes protestarán contra
las inequidades de esa situación. (Y si no se quejan, habrá que explorar el porqué.) Primero hay que analizar las quejas del paciente, pero
no hay que negar el que esa relación sea desigual o artificial. Yo opino
que el paciente tiene derecho a una explicación de las razones que hacen al analista mantener la relación en ese estado. Yo no creo que esto
deba ser opcional, porque el paciente necesita que sus derechos estén protegidos. El procedimiento analítico es inevitablemente una experiencia
dolorosa, parcial y humillante para el paciente. Si queremos que de
ella salga como un ser humano independiente y que nos ayude en calidad de colaborador, no podemos estar humillándolo continuamente sin
explicarle cuáles son los medios de que nos servimos. No podemos tratarlo como a un niño y esperar después que se convierta en un individuo maduro. Así como es importante salvaguardar la situación de trasferencia, lo es también mantener los derechos, la estimación de sí mis-
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
277
mo del paciente. He ilustrado estos puntos en los diferentes ejemplos
clínicos citados en la sección 3.5.
El ejemplo más vívido y tal vez el más esclarecedor es el caso del señor Z.9
Es el joven que tuvo varios años de análisis relativamente improductivo en otra
ciudad. Parte de la dificultad se debía a la atmósfera que el primer analista
creaba con su manera de trabajar. Cuando el joven en una de sus primeras
sesiones conmigo sacó un cigarrillo y lo prendió en el diván, yo le pregunté
qué sentía al decidir prenderlo. Él respondió que sabía que en su análisis anterior no debía fumar y suponía que aquí sería igual. Yo le dije inmediatamente
que lo único que quería saber de momento eran los sentimientos, las ideas y
sensaciones que tuvo en el momento en que decidió encender el cigarrillo.
En una sesión posterior, el paciente me preguntó si yo estaba casado. Repliqué preguntándole cuáles eran sus fantasías al respecto. Después expliqué y
demostré el valor que tenía mi no respuesta. El paciente me dijo entonces que
su analista anterior nunca había respondido a las muchas preguntas que él le
había hecho al comenzar aquel análisis, pero no se molestó en explicarle su
silencio.
Este silencio le había parecido degradante y humillante y ahora comprendía
que sus propios silencios subsiguientes eran un desquite por la injusticia imaginada. Algo después vio que se había identificado con el supuesto desdén de
su primer analista. E! señor Z desdeñaba la gazmoñería de su analista pero
al mismo tiempo se reprochaba gravemente sus propias prácticas sexuales, que
entonces proyectaba sobre el analista. En el tomo u veremos más detenidamente cómo se determina cuándo tiene derecho el paciente a una explicación.
Es necesario que el analista se sienta lo bastante cerca del paciente
para que pueda empatizar con los detalles más íntimos de su vida emocional; pero también debe estar lo bastante lejos para entenderlo desapasionadamente. Éste es uno de los requisitos más difíciles de la tarea
psicoanalítica: alternar entre la identificación temporal y parcial de la
empatía y la vuelta a la posición distante del observador, el apreciador,
etc. Para el analista no hay campo de la vida del paciente que deba
quedar excluido, pero esta intimidad no debe ser causa de familiaridad. Es una tendencia natural la de responder emocional e instintualmente a las necesidades y los padecimientos íntimos de otro ser humano, pero estas respuestas en el analista deben servir ante todo para su
conocimiento del paciente. No debe permitirse que se inmiscuyan en
la persona del paciente. Revelada a éste, la simpatía o la indebida compasión del analista podría parecer premio o castigo trasferencia]. Em-
9
Véanse secciones 2.5.2, 2.5.4, 2.7.1, 3.5.3.1 y 3.7.1.1.
278
LA TRASFERENCIA
pañaría la superficie anónima, semejante a un espejo, que el analista
debe presentar para demostrar que la reacción del paciente es ciertamente una reacción de trasferencia. Pero si uno no manifiesta simpatía
por el paciente, ¿cómo puede esperar que éste le revele los aspectos más
íntimos y vulnerables de su vida mental y emocional?
Es difícil responder a esto. Por una parte, las promesas terapéuticas
del analista al paciente deben estar en el fondo de cuanto haga. No es
preciso verbalizarlo; pero debe sentirlo el Yo razonable del paciente.
El analista atiende a los enfermos neuróticos; no es primordialmente
un investigador ni un recogedor de datos sueltos. El análisis es una situación de tratamiento, y el analizando un paciente. Con el fin de empatizar tenemos que sentir en cierto grado la misma suerte de emociones o impulsos que siente el paciente. Pero no debe mostrársele a éste
de una manera notoria. Por medio de la empatía recogemos nuestros
datos, pero nuestra reacción ha de ser restringida. Nuestra misión consiste en oscilar entre las dos posiciones y combinarlas: la del empatizador participante, la del desapasionado clasificador y dilucidador de
datos y la del trasmisor cauteloso pero compasivo de insight e interpretaciones. Ésta es una condensación muy simplificada del arte y la ciencia
de la terapia psicoanalítica.
Observando las reglas de la conservación del incógnito y la abstención de satisfacciones de trasferencia, el analista puede salvaguardar
la evolución de las reacciones de trasferencia del paciente. Pero los psicoanalistas competentes son también humanos con flaquezas y defectos. Dudo de que algún analista sea capaz de tener una compasión y
preocupación constantes combinadas con autocontrol durante varios
años sin dar algún traspié. Lo esencial para la técnica psicoanalítica
es que el analista conozca sus defectos. Deberá ser en especial vigilante
en situaciones que sepa potencialmente difíciles para él. Si comete errores, debe reconocerlos y comunicárselo al paciente a su debido tiempo.
Después habrá que analizar cuidadosamente las reacciones del paciente a la falla del analista.
Un peligro es la tendencia a disculpar el impacto del error en el paciente y a confesar meramente el hecho de que ha habido un error.
Otro peligro es exagerar la magnitud del error y por sentimiento de
culpabilidad tratar de reparar con el paciente, en lugar de contentarse
con analizar a fondo las reacciones del paciente. Cuando se producen
errores repetidamente, hay una indicación de que (a) el analista necesita algo de análisis al respecto y (b) tal vez el paciente deba ser enviado con otro analista (véase sección 3.10.4).
La salvaguardia de la trasferencia del paciente, aunque fomenta si-
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
279
multáneamente la formación de la alianza de trabajo, entraña las mayores exigencias en el desempeño del psicoanálisis clásico. Tiene razón
Greenacre cuando dice que el psicoanálisis es un tremendo cabo de vara (1954, p. 684). Además de su constante atención a los sucedidos de
sus clientes, el analista tiene que tener la sinceridad y humildad de escudriñar sus propias reacciones personales.
En resumen: el analista tiene dos tareas simultáneas, esencialmente
contrarias entre sí. Tiene que salvaguardar la formación de la neurosis
de trasferencia y la alianza de trabajo. Para salvaguardar la trasferencia tiene que conservar su anonimato y su actitud de privación respecto de los deseos neuróticos de satisfacción del paciente. Para salvaguardar la alianza de trabajo tiene que defender los derechos del paciente,
mostrar una actitud terapéutica consecuente y conducirse de un modo
humano. Estos requisitos son muy serios. Es posible que se produzcan
errores, y hay que reconocerlos y por ende, hacerlos parte de la materia del análisis.
3.9.3 C CUÁNDO ANALIZAMOS LA TRASFERENCIA?
3.9.3.1 Cuando es una resistencia
De nuestra anterior disquisición sobre trasferencia y resistencia se desprendía con claridad cuán íntimamente entrelazados pueden estar estos dos fenómenos. Algunas reacciones de trasferencia causan resistencias, algunas reacciones de trasferencia aparecen como resistencias, otras
hacen de resistencias contra otras formas de trasferencia, y algunas resistencias sirven para ocultar reacciones de trasferencia. El punto técnico importante es que siempre que una reacción de trasferencia de
cualquier tipo se opone a la labor analítica, cuando su función predominante es de resistencia, o cuando tiene un importante, aunque no predominante fin destructivo, hay que analizar la trasferencia.
Pero debemos modificar esta regla de acuerdo con nuestro conocimiento de la alianza de trabajo. Analizamos la resistencia de trasferencia sólo cuando hay presente un Yo razonable, una alianza de trabajo.
Si la resistencia trasferencial es importante pero no demostrable, nuestra primera tarea consistirá en hacerla demostrable. Es decir, antes de
analizar debemos estar seguros de que hay un Yo razonable, una alianza
de trabajo. El procedimiento para lograrlo es exactamente el mismo
que describimos para las otras resistencias.
Por lo general, el silencio de parte del analista basta para dar fuerte
280
LA TRASFERENCIA
relieve a la resistencia de trasferencia. Si no lo logra, la confrontación hará que el paciente tenga conciencia de la resistencia de trasferencia, por
ejemplo con intervenciones como "Parece usted tener miedo de hablarme francamente de tal y tal cosa" o "Parece estar rehuyendo sus sentimientos para conmigo", etcétera.
Si estos dos métodos no bastan, puede tratarse de intensPicar la resistencia trasferencia' haciendo preguntas acerca de la parte que el paciente trata de evitar.
Veamos un ejemplo sencillo: después de unos cuantos meses de análisis, una
joven paciente empieza la sesión diciéndome que esta mañana me veo diferen-
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
281
tencias. De todos modos, unas cuantas generalizaciones parecen válidas y útiles. Las reacciones de trasferencia egosintónicas que producirán resistencias porque la egosintonía tenderá a impedir que el paciente escinda un Yo observador cuando el analista trate de hacerle laborar
con la trasferencia. En resumen, el paciente no puede crear una alianza de trabajo en lo tocante a algunos de sus sentimientos para conmigo. Esto puede hacer que el paciente defienda, justifique o niegue la
relación de trasferencia como material apropiado para el análisis. Es
particularmente probable que ocurra en las reacciones de trasferencia
sutiles y crónicas. Un ejemplo de ello es la señora K, ya mencionada
en las secciones 1.2.4, 2.6.5.1, 2.7.1, 3.2.5, 3.4.2, 3.8.1 y 3.8.4.
te. "Yo diría incluso que atractivo, algo así." Después de una pausa "le parece" tener "sentimientos positivos" para conmigo. A continuación habla de tri-
La señora K conservó durante varios años un cuadro idealizado de mí como
vialidades. Yo se lo hago ver e indico que parece estar esquivando algo. Ella
persona maravillosamente humana. Todo el dolor y las privaciones del trata-
no tiene idea de qué podría ser y prosigue con su asunto, sin mucho empeño.
miento psicoanalítico se lo achacaba ella a la ciencia del psicoanálisis. Yo le
Al cabo de un tiempo, la hago volver al punto donde se puso evasiva y digo
parecía tan sólo el instrumento renuente de esta forma áspera y exigente de
que tengo la impresión de que la huida empezó cuando dijo que "le parecía"
terapia. Mis intentos de identificar esta división de la trasferencia como una
tener "sentimientos positivos" para conmigo. Le pido por favor que me aclare
resistencia la hacían escuchar atentamente, pero no los creía. Incluso le pare-
esto; qué entiende ella por "sentimientos positivos" para conmigo. Entonces
cían una prueba más de mi modestia. Mis errores ocasionales le parecían clara
la paciente queda completamente callada; se retuerce en el diván, cruza las pier-
evidencia de mi honestidad y rectitud. La paciente se negaba a reconocer en
nas, aprieta las manos una con otra. Alcanzo a distinguir un enrojecimiento
este grupo de sentimientos, prolongado e inconmovible, una resistencia, a pe-
en sus mejillas. Después empieza a balbucir: "Ya sabe usted
lo que quiero de-
sar de sueños y lapsus que indicaban patentemente el enojo y el odio latentes.
cir, sentimientos positivos, usted sabe, yo no lo detesto, creo... me parece
Si acasó, reconocía de labios afuera esta noción y confesaba que tal vez intelec-
como que me gusta usted, algo así... usted sabe..." La resistencia se ha hecho
tualmente pudiera seguir mis ideas, pero dentro de sí no podía notar ningún
demostrable. Puedo proseguir con la cuestión de por qué le cuesta tanto decir-
sentimiento hostil hacia mí. Sólo mucho más adelante en el análisis, al decre-
lo. Entonces aparece su temor de que se burlen de ella. Tranquilizada al ver
cer su temor a la homosexualidad y hacerse capaz de gozar la vida sexual con
que no me río, puede describir sus sentimientos de atracción por mí de modo
más concreto.
su esposo, osó dejarse sentir algo del odio hondamente arraigado que tenía para conmigo. Sólo entonces creó una alianza de trabajo en lo tocante a su hostilidad contra mí.
La cuestión de la demostrabilidad no queda agotada con esto. Queda todavía el elemento de la intensidad, que debe ser estudiado por
sus propios méritos y que desempeña un papel importante en todas las
cuestiones relativas a "cuándo interpretamos". Por lo general es más
fácil hacer ver un suceso psíquico de gran fuerza que uno más débil.
Además, cuanto más intenso un fenómeno dado, mayor será la convicción del paciente confrontado con él. Por eso suele esperarse que la
resistencia trasferencial alcance una intensidad que la haga innegable
y que lleve consigo también un sentido de convicción. El problema del
nivel óptimo de intensidad se seguirá estudiando en la sección 3.9.3.2.
¿Qué tipos de reacciones de trasferencia es más probable que produzcan resistencias? La respuesta no es sencilla, ya que todos los tipos
y todas las cuantías de trasferencia pueden producir importantes resis-
Las reacciones de trasferencia intensamente emocionales pueden también producir resistencias. Los pacientes que se debaten en la agonía
de un amor o un odio intensos tal vez deseen simplemente descargar
esas emociones en el analista y no tengan deseos de analizar, de obtener irdight. Mientras estos sentimientos son preponderantes o egosintónicos, el paciente busca dónde descargar la satisfacción y abreacción.
La búsqueda de conocimiento pasa al primer plano solamente cuando
disminuye la intensidad de la trasferencia o se siente egodistónica, ajena al Yo. El amor y el odio intensos pueden ser productivos como reacciones de trasferencia si puede movilizarse y mantenerse una alianza
de trabajo a pesar de los fuertes sentimientos.
Pero en general, y siendo igual todo lo demás, la trasferencia negati-
282
LA TRASFERENCIA
va, hostil y agresiva es más probable que produzca resistencia y una
perturbación de la alianza de trabajo que sentimientos positivos, de
amor. Es más probable que susciten resistencia que amistad los sentimientos sexuales y amorosos u otras variedades de amor desexualizadas. Los impulsos pregenitales ocasionarán mayores resistencias que
los impulsos de madurez mayor. El masoquismo es una gran fuente
de resistencia, así como el temor a los anhelos homosexuales primitivos
y el odio primitivo a la madre en los hombres y a envidia del pene y
el amor primitivo a la madre en las mujeres.
De vuelta a la cuestión técnica de cuándo intervenimos en la situación de trasferencia, nuestra primera respuesta es que intervenimos
cuando la trasferencia está produciendo una resistencia; primero tratamos de asegurarnos de la presencia de un Yo razonable y una alianza
de trabajo y después analizamos la resistencia. No importa la calidad
ni la cuantía de la trasferencia: intervenimos cuando vemos señales de
resistencia importante, cuando la labor analítica es improductiva, estancada o de una mínima significación emocional. Pero hay otras situaciones trasferenciales que requieren nuestra intervención.
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
283
evasiones subsiguientes. La intensidad óptima lleva al paciente a reconocer que sus reacciones de trasferencia son reales y significativas.
Cuando ocurre esto, el paciente está listo para laborar analíticamente
con la reacción de trasferencia en tanto que experiencia.
He aquí un ejemplo de esta situación: Recién empezado su análisis, una paciente plantea juguetonamente la cuestión de si se entiende que debe enamorarse de mí. El hecho de que la plantee indica que hay ya alguna leve trasferencia positiva, pero que en ese momento todavía no es una realidad viva para
la paciente. Si yo le dijera que la pregunta misma indica la presencia de esos
sentimientos, lo más probable es que la paciente lo negara o lo aceptara medio
en broma y después procediera retozonamente con las asociaciones. Esto es lo
que suele suceder cuando los candidatos interpretan prematuramente la trasferencia positiva. En el caso que estoy describiendo, yo no hice esa interpretación. Sólo le pregunté de dónde sacaba semejante idea. Después de haberme
dicho ella cómo había oído que eso le había sucedido a una amiga que estaba
en análisis, yo le dije que no hay regla relativa a la aparición de determinados
sentimientos respecto del analista; todo cuanto debía hacer ella era dejar que
aparecieran sus sentimientos como quisieran, y entonces trataríamos de entender sus sentimientos originales e individuales. Poco después de esta sesión pu-
3.9.3.2
Cuando se alcanza un nivel óptimo de intensidad
de determinar que la paciente parecía estar sintiendo un aumento de los sentimientos positivos para conmigo. Parecía más consciente de su presentación,
Otra regia útil acerca de cuándo intervenir en la situación de trasferencia: el analista dejará desarrollarse la reacción trasferencia] hasta que
llegue a un nivel óptimo de intensidad. Nuestra tarea consiste entonces
en definir lo que entendemos por "nivel óptimo de intensidad". No
se refiere a una cantidad dada sino que depende del estado del Yo del
paciente y de lo que el analista trate de conseguir en el momento elegido. Esencialmente, queremos que la experiencia de la trasferencia sea
emocionalmente significativa para el paciente, pero sin que lo abrume.
Queremos impacto, no trauma.
De ordinario, el analista prefiere dejar que los sentimientos de trasferencia del paciente se desarrollen espontáneamente y se corroboren hasta
que alguna resistencia estorbe la labor analítica o la evolución misma
de esos sentimientos. Si no hay resistencia, el analista esperará para
intervenir a que la intensidad de los sentimientos de trasferencia alcance un punto que haga la reacción de trasferencia genuina y viva para el
paciente. Sabemos que esa experiencia lleva consigo un grado de convicción sin igual en el proceso de ser analizado. Las intensidades menores
de reacciones de trasferencia pueden conducir a negación, aislamiento,
intelectualización y otras resistencias defensivas. Las intensidades mayores a estados traumáticos, reacciones de pánico y las regresiones y
me miraba con algo de coquetería al llegar e irse y había algo de ligero flirteo
en ciertas cosas que decía. Como la paciente estaba haciendo alguna labor analítica y yo estaba seguro de que esos sentimientos adquirirían mayor intensidad,
no traté empero de analizar la trasferencia en aquel momento.
En unos cuantos días mencionó la paciente que parecía interesarse menos
en su trabajo, su casa y su esposo. Parecía estar pensando en su "análisis"
casi todo el tiempo; incluso durante el coito pensaba en su "análisis". En aquel
punto noté que la intensidad de los sentimientos de trasferencia de la paciente
era tal que para ella eran reales y vívidos y que el laborar con ellos sería una experiencia significativa y adelantaría el análisis. Por eso intervine entonces y dije
a la paciente que me parecía que sus sentimientos por mí habían penetrado en
su vida; parecía que yo dominaba el resto de su vida, incluso su vida sexual,
y la alenté a hablarme de eso porque era importante. Entonces la paciente empezó a laborar seriamente y maravillada de cuán fuertes se habían hecho sus
sentimientos de amor hacia mí. Había desaparecido la petulancia y las ganas
de
jugar. Ahora estaba dispuesta a trabajar en serio.
Importa comprender que la capacidad del paciente de soportar fuertes emociones de trasferencia variará en el curso del análisis según
sea la emoción de trasferencia y según la firmeza de la alianza de trabajo. Recién empezado el análisis, el paciente puede aguantar intensi-
284
LA TRASFERENCIA
dados menores que cuando está más avanzado. En general, la primera
vez que aparece una emoción particular en la trasferencia el paciente
estará dispuesto a soportar sólo una pequeña parte de esa emoción de
que se forme la resistencia o él regresione. Al principio del análisis es
necesario calcular cuidadosamente hasta dónde puede sentir esa emoción el paciente a fin de que sea una experiencia significativa para él.
La intervención prematura puede privar al paciente de todo impacto
emocional, en cuyo caso la trasferencia sólo habrá servido para que el
paciente haga un juego intelectual de la intervención. Por otra parte,
la intervención tardía puede hacer que el paciente sienta una emoción
tan intensa que se sienta abrumado y regresione. Es necesario que el
analista empatice con el paciente para poder evaluar la fuerza de su
Yo en un momento dado y sepa cuándo intervenir. La primera vez
que aparecen ciertas reacciones de trasferencia durante el análisis intervenimos más pronto; cuanto más frecuente es la aparición de determinada constelación emocional en la trasferencia, más probable es que
dejemos formarse intensidades mayores. Naturalmente, el aspecto de
las resistencias indicará que es necesario intervenir. Pero deben tomarse en cuenta estas consideraciones generales si no aparecen resistencias.
La índole de la reacción de trasferencia puede indicar también qué
intensidad de sentimientos puede resistir el paciente. Hablando de un
modo general, si la reacción de trasferencia es infantil, deberá interpretarse pronto. Algunas reacciones de trasferencia odiosas y homosexuales pueden necesitar intervención más temprana que otras.
El estado de las funciones del Yo del paciente y en particular el estado
de las defensas desempeñará también un papel al determinar la intensidad de las reacciones de trasferencia que puede soportar el paciente.
La aparición súbita de nuevos sentimientos de trasferencia que aturden al paciente y le provocan angustia y vergüenza requerirá una intervención más rápida que los sentimientos de trasferencia ya habidos
anteriormente. Un paciente es más propenso a sentirse abrumado por
sentimientos intensos de trasferencia cuando su Yo está relativamente
agotado por algún suceso externo. La enfermedad de un hijo que moviliza sentimientos de culpabilidad y hostilidad inconscientes es un caso de éstos.
Otra consideración a propósito de la intensidad óptima de las reacciones de trasferencia es la cuestión de cuánto tiempo tendrá que contender el paciente con esos sentimientos de trasferencia hasta la sesión
siguiente. Es decir, la intensidad óptima dependerá también de la frecuencia de las visitas del paciente y de cuán cerca esté la próxima. Antes de una festividad o un fin de semana intervendremos más pronto
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
285
(e impediremos una reacción de trasferencia demasiado intensa) que
lo que haríamos si el paciente tuviera la próxima hora analítica al día
siguiente. Éste es un punto importante en favor de las cinco sesiones
psicoanalíticas semanales. Si vemos a nuestros pacientes sobre una base diaria, podemos permitir que se produzcan intensas reacciones de
trasferencia que nos llevarán a los sucesos más importantes de la neurosis infantil. Pero si vemos a los pacientes con tal frecuencia que a
cada sesión siga un vacío, por ejemplo tres veces a la semana, esos pacientes descubrirán por la amarga experiencia que las reacciones de trasferencia intensas pueden ser traumáticas y evitarán que se desarrollen
en ellos esos intensos sentimientos. Por consiguiente, su neurosis de trasferencia nunca alcanza la intensidad deseada y ciertos aspectos de la
neurosis infantil nunca serán observados ni resueltos.
3.9.3.3 Algunas modificaciones y elaboraciones
A veces puede ser una experiencia importante para el paciente el señalar hasta la menor huella de un sentimiento trasferencial. Tal será el
caso cuando junto a una reacción de trasferencia moderadamente fuerte podemos descubrir que asoma otra reacción de trasferencia de coloración contraria. Por ejemplo, un paciente da muestras de tener una
trasferencia positiva bastante intensa, donde no obstante alcanzamos
a percibir un matiz de hostilidad. Si se utiliza la trasferencia de amor
como resistencia contra el reconocimiento de la hostilidad subyacente,
podemos interpretar la función de resistencia de la trasferencia positiva. Pero tal vez no se trate de una situación de resistencia sino de la
aparición temprana de una ambivalencia hasta entonces desconocida.
En tal situación sería acertado señalar el dejo de hostilidad al paciente.
Esto depende del estado de la alianza de trabajo, de la disposición del
paciente a reconocer una pequeña cuantía de sentimiento de trasferencia y de su disposición a explorarla. Si el estado de la alianza de trabajo
es tal que la confrontación sólo produciría negativa y rechazo, sería mejor
esperar a una mayor intensidad de reacción de trasferencia o a que las
resistencias se vuelvan señalables.
Hay ocasiones en que uno señala al paciente la ausencia prolongada
de reacciones de trasferencia particulares. Esto también puede ser una
experiencia emocionalmente significativa, si la ausencia de ese sentimiento es visible y llama la atención al paciente. Entonces es evidente
que está operando una resistencia de trasferencia, que requiere análisis
del modo antes dicho. Es importante detener la intervención durante
un período bastante prolongado para que la confrontación cause im-
286
LA TRASFERENCIA
pacto y parezca convincente al paciente. La interpretación prematura
siempre hace aumentar la resistencia y la tendencia a trasformar la labor analítica en juego intelectual.
A veces, la intensidad óptima no es una cantidad moderadamente
fuerte de sentimiento de trasferencia, sino una cantidad muy grande.
Esto es probable que ocurra hacia el final de un análisis, cuando el paciente ya ha tenido reacciones de trasferencia de intensidad moderada
pero no ha sentido la intensidad extrema que se deriva del colmo de
la neurosis infantil. El analista tiene que reconocer cuándo es necesario
dejar que las reacciones de trasferencia moderadamente intensas aumenten de intensidad, aun hasta lo que puedan parecer proporciones aplastantes, para que el paciente note el gran poder de los sentimientos infantiles. Debe alentarse al paciente a que lo permita, a fin de que entren en los terrenos del psicoanálisis esas emociones infantiles. Para que
suceda, es necesaria la capacidad de regresión y ésta se producirá a consecuencia de las abrumadoras emociones. Pero en los pacientes que ticnen una buena alianza de trabajo, sólo es una regresión temporal y
una valiosa experiencia terapéutica.
Por ejemplo: una mujer en el quinto año de análisis empezó su sesión describiendo cuán agitada se había sentido al salir de su anterior sesión, que había
terminado con mi interpretación de que ella luchaba con su envidia del pene
y que temía reconocer conmigo que ese tema la trastornaba. Se había sentido
enojada y excitada cuando llegó a su casa. Había pasado una noche intranquila y había llegado a la sesión con una mezcla peculiar de temor y ansiedad.
En realidad temía la asociación libre de esta sesión; le parecía como que perdería el dominio de sí misma. Temía que llegara a gritar, e incluso a salir del
diván y hacerme algo.
Mi silencio, que solía tranquilizarla, no la calmó. Como aumentaba su agitación me pareció necesario decir que podía abandonarse, que yo no dejaría que
le sucediera nada terrible. La paciente se retorcía, se apretaba las manos y sudaba. Empezó a gritarme: "Lo odio, lo odio. Todo es culpa suya. Quiero su
pene para mí, es mío." Después se detuvo. Puso las manos en su región pubia-
287
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
3.9.3.4 Cuando nuestra intervención añadirá nuevo insight
Hasta ahora hemos considerado dos indicaciones que determinan cuándo intervenimos en la situación de trasferencia: (1) cuando está operando una resistencia de trasferencia; (2) cuando se ha llegado a un nivel
óptimo de intensidad en los sentimientos de trasferencia. Estas dos señales se traslapan a veces, pero otras pueden aparecer aisladas. Otro
tanto sucede con la tercera, que es cuando intervenimos para proporcionar al paciente algún insight acerca de la situación de trasferencia.
Puede aparecer un nuevo insight mientras estamos tratando de analizar
una resistencia de trasferencia, o sólo después de alcanzada una intensidad óptima. Pero hay situaciones de trasferencia que requieren una
intervención cuando no es lo decisivo la resistencia o la intensidad de
la reacción de trasferencia. Me refiero aquí especialmente a las situaciones de trasferencia que son trasparentes en su significado para el analista pero oscuras para el paciente y cuyo significado sería accesible para el paciente si le presentáramos el nuevo insight.
Los problemas de clasificación e interpretación de los fenómenos de
trasferencia no son esencialmente diferentes de la clasificación e interpretación de cualquier otra producción del paciente. Esto lo veremos
sistemáticamente en la sección 3.9.4.3, dedicada a la interpretación de
la trasferencia. Para nuestros fines actuales limitaremos este examen
a la cuestión de cuándo sentimos que podemos añadir un nuevo insight
significante a la situación trasferencial. Dos consideraciones son esenciales: el estado de la alianza de trabajo del paciente y la claridad del
material de que se hará la interpretación o aclaración. El estado del
Yo razonable del paciente lo determinará la índole y cuantía de las resistencias, problema que ya hemos visto. La claridad del material de
trasferencia que se trata de analizar depende de diversos factores. Uno
de los más importantes será la intensidad y las complejidades de los
afectos o impulsos hacia el analista. Esto también lo hemos examinado
ya.
na y dijo: "Tengo la apremiante necesidad de mojarlo, de mojarlo todo, nada
ocasiones,'° es un buen
más para que vea usted que puedo hacerlo... Para demostrar a usted cuánto
La paciente, señora K, ya mencionada en diferentes
lo odio y lo desprecio... todo es culpa suya... Quiero el suyo, en realidad es
ejemplo de estos problemas. Tenía un Yo razonable y formó una alianza de
mío, es mío, voy a tomarlo, a quitárselo... por favor, démelo, por favor, por
trabajo desde muy temprano en su análisis. Laboraba bien y eficazmente en
favor, se lo ruego..." Entonces empezó a sollozar histéricamente. Al cabo de
su sentimiento sexual y amoroso de trasferencia para conmigo. Tenía fuertes
unos minutos de silencio pude interpretar para ella que había vuelto a vivir
resistencias y llegó a actuar algunos de sus sentimientos, pero nunca en grado
conmigo un fragmento hasta entonces reprimido de su neurosis infantil, un com-
tal que pusiera en peligro su vida ni su análisis. La hostilidad primitiva para
ponente hondamente enterrado de su envidia infantil del pene.
1
() Véanse secciones 1.2.4, 2.6.5.1, 2.7.1, 3.2.5, 3.4.2, 3.8.1, 3.8.4 y 3.9.3.1.
288
LA TRASFERENCIA
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
289
conmigo fue mucho más dificil de alcanzar y planteó un peligro mucho mayor
son y su amigo le dijo que Greenson solía dejar a la gente si no laboraban en
para ella y el análisis. En un momento de esta fase se hizo propensa a los acci-
el análisis. Pero el paciente sabe que no es así, porque después de todo, si uno
dentes, y estuvo peligrosamente cerca de tener alguno automovilístico. Nunca
no puede laborar mucho en el análisis es que tiene resistencias, y entonces hay
pensó seriamente en interrumpir el análisis hasta que empezó a aparecer la hos-
que analizarlas. No se castiga así a la gente y se le corre sin más ni más. Silencio.
tilidad oral-sádica para conmigo en el quinto año de análisis. Uno de los facto-
En el transcurso de la sesión pude notar un cambio de tono en el paciente.
res que complicaron el análisis y minaron la alianza de trabajo en esta fase fue
Al principio parecía algo deprimido y gemebundo... pero sólo ligeramente. Cuan-
el hecho de que al mismo tiempo que afloraba su profunda hostilidad contra
do se puso a hablar de su amigo y de Greenson, su voz se hizo más fuerte,
mí y todos los hombres se debatía con fuertes impulsos oral-sádicos y homose-
casi jocosa, pero forzada. Pude ver una delgada capa de sudor en su frente.
xuales para con su madre.
Cuando calló se frotó las manos en las perneras del pantalón como si las tuvie-
Por fortuna, nuestra labor anterior hizo posible que ella tuviera y conservara
ra húmedas. Para mí era patente que lo que más temía entonces no era perder
una relación heterosexual relativamente consistente y satisfactoria. Además, go-
su empleo ni su esposa sino a mí, su analista, i y así se lo dije. Entonces recordó
zaba de una relación alegre y satisfactoria con su hijita. Estos dos logros, más
cómo le había sorprendido desagradablemente oír decir que un analista podía
el recuerdo de nuestra antigua alianza de trabajo, sostuvieron su vacilante re-
abandonar a su paciente. Nunca se le había ocurrido. Después trató de borr..r
lación de trabajo conmigo y le permitieron traslaborar la trasferencia negativa.
eso de su cabeza por absurdo. Se detuvo y preguntó lleno de aprensión: "¿Es
Llegados aquí quiero describir brevemente otras características del
material de trasferencia del paciente que son indicios de que se necesitan nuevos insights . Me refiero al descubrimiento de otros fuertes afectos, contradicciones, repeticiones, semejanzas, simbolismos y asociaciones clave en las producciones del paciente, todo lo cual puede rendir
importantes indicios para nuevos significados de la trasferencia. Veamos los siguientes ejemplos clínicos:
3.9.3.4.1 Afectos fuertes. Es tiempo de hacer de la trasferencia el objeto
de la interpretación cuando la reacción trasferencial contiene los afectos más fuertes en comparación con el resto del material del paciente.
Cuando escuchamos la producción de un paciente tenemos que decidir
qué objeto o situación impone la mayor cantidad de afecto. Interpretaremos siempre el aspecto de la trasferencia si parece contener una buena cantidad de afecto. Los afectos en la sesión analítica son indicadores
más seguros que en los sueños. La ausencia de afectos donde serían
de esperar indica también que se necesita algo de la labor analítica.
Otro tanto puede decirse de los afectos impropios.
verdad que los analistas dicen a sus pacientes que se vayan?"
Le pedí me dijera qué había imaginado acerca de ello. Quedó callado un
ratito, y después sus asociaciones condujeron a una escena pastoral de prados
interminables, callados y apacibles, pero en lontananza se veían nubes oscuras
y arremolinadas. Esto le hizo pensar en el pintor inglés Turner, cuyos cuadros
parecen tan apacibles a primera vista pero resultan tan ominosos cuando uno
los estudia atentamente. Intervine en este punto y dije: "Parecía absurdo a primera vista que Greenson pudiera 'correr'
3.9.3.4.2
Contradicciones. Durante más de un año, una paciente tuvo una
trasferencia paterna fuertemente positiva para conmigo, con rasgos edípicos y fálicos. Durante ese tiempo hubo evidencia de gran hostilidad, celos y
aborrecimientos para con la madre. En una serie de sesiones se puso a comparar desfavorablemente a su esposo conmigo: parecía tosco, ininteligente y aun
brutal. Y yo le parecía amable, inteligente y atento. Pero a pesar de esto me
creía fuerte, audaz e imaginativo. Admiraba y anhelaba un hombre masculino
que fuera tierno. En el amor había más que lo sexual, y en la vida más que
los orgasmos. Deseaba ser amada como un todo, toda ella, completamente envuelta. Quería un hombre al que le gustara estrecharla nada más boca con boca y pecho con pecho.
Por ejemplo, un paciente pasa la
mayor parte de su sesión hablando de su tra-
bajo y del miedo de perderlo; aunque trabaja bien, su jefe parece frío con él.
Ignora por qué, ya que hace cuanto puede. Se preocupa también por su matrimonio; es un buen esposo, un buen padre; ¿pensará su mujer en 'otros hom-
Pum out] a un paciente, pero si se
examina detenidamente, la idea es aterradora."
Él la rodearía con sus brazos y la acariciaría y ella se
llenaría de su afectuosidad. Aquí interpreté para la paciente que si bien parecía
preferir un hombre viril, también parecía ansiar hasta cierto punto cualidades
mías que le parecían femeninas y cordiales. Esta intervención fue el inicio de
su reconocimiento de anhelos pregenitales para con su madre.
bres? A continuación me habla de la suerte que tiene de estar en tratamiento
cupándose innecesariamente a todas horas. Hacia el final de la sesión mencio-
3.9.3.4.3 Repeticiones. En una sesión analítica, un paciente empieza a hablar de cómo se ha hecho difícil dar con su médico familiar, que parece muy
na que anteayer se encontró a un viejo amigo a la hora de la comida. Hablaron
ocupado y ya no se interesa tanto en
de muchas cosas. El paciente dijo a su amigo que estaba en análisis con Green-
de la educación en Estados Unidos; son pocas las personas que quieren ha-
psicoanalítico; se librará de sus inhibiciones e inseguridades, y no andará preo-
él. Después pasa a hablar del triste estado
290
LA TRASFERENCIA
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
291
cerse maestros; les interesa más hacer dinero, etc. De ahí pasa el paciente a
Creo que este fragmento de la sesión señala, por mediación de los símbolos
hablar de su padre, que si bien siguió con su madre, era evidente que la trai-
y las asociaciones, la lucha del paciente por acercarse a y apartarse de la trasfe-
[green] resultaba re-
cionaba, pero se hacía pasar hipócritamente por un pilar de la sociedad. Des-
rencia homosexual. En muchos sueños anteriores, el verde
pués queda en silencio. Intervengo y le pregunto: "¿Y qué teme hallar en mí?"
presentar a Greenson. Le señalo que parece estar tratando de ahogar sus senti-
Después de unas débiles protestas el paciente describe cómo temía oír pronun-
mientos sexuales "revoloteantes" en torno a Greenson porque eso es un ele-
ciar mi nombre fuera de la consulta por miedo de oír algo decepcionante.
mento espantoso en su vida; viene de atrás. Responde diciendo que a menudo
siente un revolotear de excitación cuando yo empiezo a hablar detrás del diván.
3.9.3.4.4 Semejanzas. Un paciente dócil y complaciente describe en una sesión analítica cómo se encolerizó con un amigo suyo. Llevaban juntos en el
auto casi una hora y el paciente trató de hacer que su amigo contribuyera a
la conversación, pero éste seguía callado, nada más soltaba un gruñido y se
negaba a cooperar. ¡Qué egoísta, qué frío y poco considerado! Y así prosigue
desahogando su cólera. Cuando se calma le señalo que yo también paso casi
una hora con él y raramente contribuyo a la "conversación", sino con un gruñido de vez en cuando. El paciente ríe brevemente y queda callado. Al cabo
de una pausa prolongada sonríe y dice resignado: "Bueno, me agarró." Y añade
con una risita ahogada: "Casi una hora juntos, sin conversación, sólo gruñidos, sin soltar prenda... sí, ciertamente, eso es." Repliqué a esto: "Usted fue
3.9.3.4.6 Asociaciones clave. A veces, el indicio más importante acerca
de si debemos interpretar la trasferencia y qué aspecto de ella debemos
estudiar lo da una sola asociación. Ciertas asociaciones toman la precedencia respecto de otras, y aun de otras muchas, porque parecen abrir
y mostrar nuevos e importantes campos a la investigación. Estas asociaciones clave se caracterizan por parecer más espontáneas, improvisadas y sorprendentes que las demás. A veces enlazan de modo en verdad sobrecogedor con las asociaciones del analista, y eso indica que tal
asociación es potencialmente significante.
capaz de manifestar su enojo con su amigo, pero parece incapaz de hacerlo
conmigo por la misma causa." Entonces el paciente dejó de sonreír y empezó
Una paciente recuerda sólo un fragmento de un sueño que tenía relación con
a laborar.
un tumor en su pecho. En sus asociaciones habla de varias amigas que tenían
simiente de su propio aniquilamiento, etc. Esto nos lleva a recuerdos de cómo
tumores, de su miedo al cáncer y de la sensación de llevar dentro de sí la
3.9.3.4.5 Simbolismo.
Un paciente sueña que está en una librería viendo al-
gunos libros viejos. Escoge uno encuadernado en cuero pardo pero no puede
la maltrataban su padre y su madre; de cómo ansiaba padres buenos, del te-
distinguir cuál es el frente y cuál el dorso. Finalmente abre el libro y salta un
mor a las personas que no son de fiar. Mientras escucho, mis pensamientos
escarabajo verde. Trata de matarlo con un periódico, pero sigue saltando de
se centran en torno a la cuestión de quién es el tumor, la madre odiosa y odia-
acá para allá. Se asusta y despierta. Las asociaciones del paciente van a la
da, el padre o yo. Entonces la paciente empieza a hablar de cómo sus pechos
Meiamogrosis de Kafka y él, el paciente, podría ser el escarabajo, trasformado
se hinchan y ponen más sensibles durante la menstruación. Mis asociaciones
en creatura repugnante por culpa del análisis. La vida parecía mucho más sen-
vuelan a sus reacciones ambivalentes ante la idea del embarazo. En este punto,
cilla antes del tratamiento; ahora tiene muchos miedos nuevos. Cuando acudió
la paciente empieza súbitamente a hablar de que tiene hambre y de que siente
al análisis sólo tenía conciencia de no poder enamorarse de una muchacha. Por
unas ganas locas de algo dulce. En son de broma dice que no cree que yo tenga
eso descubrió primero que estaba fijado a la madre y después también al pa-
bombones de chocolate a la mano.
dre. Últimamente ha tenido poco deseo sexual, ¿tal vez por miedo de introdu-
Estas últimas asociaciones de sentirse repentinamente con apetito y de que-
cir lo sexual en la consulta? La encuadernación del libro era como la carpeta
rer algo dulce de mí enlazan con el sueño de un tumor en el pecho, y mis aso-
de cuero que tenía el padre en su mesa de despacho. Y el color era como el
ciaciones con el embarazo me hacen preguntarle: "¿Ha pensado usted última-
de mi librillo de citas. No le espantan los bichos sino en la noche, cuando no
mente en el embarazo?" Responde que su hijita, de tres años de edad, le ha
puede verlos y sólo sentirlos. A veces en la noche siente el revolotear de una
preguntado si es cierto que las señoras llevan a los hijos cerca de los pechos
polilla contra el rostro cuando está leyendo en la cama. Es temeroso y al mismo
y a continuación que por qué no tiene otro hijo. Esto había deprimido a la pa-
tiempo agradable. Le da la sensación repentina de algo pulsante tocándolo, de
ciente, porque su matrimonio había estado fallando últimamente y duda de que
algo... algo sorprendente, casi emocionante. Pero también le asusta, porque
vuelva a quedar embarazada. Cosa que le recuerda el aborto que tuvo a poco
no sabe exactamente de dónde llega. La pulsación es como el momento de la
de casada, y qué lástima, porque sin eso su hija no seria única. Después dice
eyaculación y el orgasmo. El no saber por dónde empieza el libro le recuerda
medio en broma: "Tendría otro hijo si pudiera hacerlo con usted. Pero sé que
que los judíos leen sus libros empezando por el dorso, por atrás y también que
de usted no recibiré nunca más que palabras y el apretón de manos anual cuando
yo soy un analista judío en contraste con su primer analista, que era gentil.
se va usted de vacaciones. Es triste comprender que nunca me tocará usted.
"
LA TRASFERENCIA
292
Esto me recuerda la última vez que fui con mi doctor para una exploración
física; me examinó los pechos para ver si había tumores y mientras lo hacía,
yo pensaba en usted."
Respondo que el tumor de su pecho es el anhelo y el resentimiento no resueltos que tiene de mí. Ríe y dice: "Espero que sea curable. Es probable que tenga usted razón. Olvidé decir que el tumor estaba en la mama izquierda, enci-
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
293
necesarios ciertos pasos técnicos adicionales debido a peculiaridades específicas de los fenómenos de trasferencia. A continuación, un bosquejo general del procedimiento para el análisis de la trasferencia.
3.9.4.1 Presentación de la trasferencia
ma del corazón." La asociación clave fue el súbito antojo de algo dulce que
tuvo la paciente.
Las ilustraciones de material clínico que anteceden son ejemplos de
situaciones que requieren la intervención del analista. En todas las situaciones de trasferencia descritas, el material era relativamente trasparente para el analista, y el Yo razonable del paciente y su alianza
de trabajo parecían listos para habérselas con el insight. Cuando estos
dos factores son favorables, es necesario que intervenga el analista para añadir más insight.
3.9.4
PASOS TÉCNICOS PARA EL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
Hasta aquí hemos visto dos cuestiones importantes relativas al manejo
de los fenómenos de trasferencia: por qué y cuándo analizamos la trasferencia. Ahora llegamos al corazón del problema técnico: cómo analizamos la trasferencia. Esta sección se dedicará a las diversas medidas técnicas y al orden de los procedimientos necesarios para analizar las
reacciones de trasferencia del paciente. Todos los pasos que voy a describir son necesarios, pero algunos los dará espontáneamente el paciente y por ello es innecesario que los repita el analista.
Esbozaré de un modo bastante esquemático lo que considero orden
de procedimiento ideal y simplificado. Mas cada uno de los pasos provocará tal vez nuevas resistencias que requerirán tratamiento e interrumpirán la sucesión ideal de los acontecimientos. O acaso las exploraciones determinadas por cada nueva medida técnica abran tantas
regiones nuevas y ocupen tantas sesiones que el factor de la trasferencia
no sea ya el elemento principal a averiguar. No obstante, este esquema
de pasos técnicos podrá servir de modelo y guía, aun cuando los suce•sos de la práctica clínica nunca se den tan limpiamente ordenados y
organizados.
Para analizar los fenómenos de la trasferencia tenemos que ejecutar
las mismas medidas técnicas base esenciales para el análisis de cualquier fenómeno psíquico; hay que hacer ver el material, aclararlo, interpretarlo y traslaborarlo. Además de estos procedimientos básicos son
Antes de pasar a la exploración de los sentimientos de trasferencia es
necesario que el paciente se dé cuenta de que es precisamente su reacción al analista la cuestión objeto del debate. Es posible que esto lo vea
bien claro el paciente, y tal vez lo reconozca sin ninguna ayuda del analista. Por otra parte, se presentan situaciones en que al paciente le resulta muy dificil descubrir sus sentimientos de trasferencia. Es imperativo, como primer paso en el análisis de la trasferencia, que el paciente
se vea frente a sus reacciones de trasferencia y tenga conciencia de ellas.
Si de alguna manera el paciente ignora las reacciones de trasferencia
que deseamos investigar, hay que señalárselas. Varias medidas técnicas pueden servir de ayuda para ello.
3.9.4.1.1 Silencio y paciencia. Con mucha frecuencia, el paciente reconocerá espontáneamente una reacción de trasferencia si uno espera que
aumente la intensidad de los sentimientos de trasferencia. Este aumento muchas veces se obtendrá sencillamente dejando al paciente proseguir con sus producciones sin intervención por parte del analista. Hay
en todo análisis ocasiones en que es necesario que el mismo paciente
se dé cuenta de sus reacciones de trasferencia y donde sería impropio
que el analista se las señalara. Esto es así sobre todo cuando la intensidad de los sentimientos es bastante fuerte, cuando el paciente hace tiempo que dejó de ser un principiante y cuando existe el peligro de que
tenga alguna satisfacción pasiva en abstenerse de participar activamente
en nada de la labor analítica. Además, el silencio y la paciencia del analista también iluminarán cualquier resistencia importante que podrían
oscurecer las intervenciones demasiado enérgicas por parte del analista.
Los analistas difieren mucho en su modo de llevar a cabo el análisis.
Y sobre todo en su modo de aplicar el silencio y otras medidas más
activas. Hay cabida para mucha variedad dentro del marco del psicoanálisis clásico. Pero todo analista debe saber emplear el silencio y también la intervención activa. Hay ocasiones en que sólo es apropiado
uno de estos dos procedimientos. Es necesario saber cuándo es lícita
cada una de estas medidas y cuándo es obligada. Los analistas que exageran el silencio o que sólo son capaces de medidas activas no pueden
294
LA TRASFERENCIA
realizar el psicoanálisis eficazmente. El psicoanálisis clásico exige destreza con el silencio y con las palabras. La cuestión de la dosificación,
del momento oportuno y del tacto en la interpretación se examinarán
en el tomo u.
3.9.4.1.2 La confrontación. Si hemos esperado suficientemente y la reacción de trasferencia se hace accesible al paciente, o sea si es lo bastante
vívida para él y no parece provocarle resistencia apreciable alguna,
el analista tratará de enfrentarlo a dicha reacción de trasferencia. Dirá
algo así: Parece usted enojado o resentido conmigo, parece que siente
afecto o cariño por mí, parece sentir un deseo sexual por mí, etc. El
lenguaje será sencillo, claro y franco; ya he insistido varias veces en esto.
Yo prefiero emplear la palabra corriente más expresiva y evito las
evasivas o vaguedades. Digo "enojo" u "odio", "afecto", "amor"
o "sexo". Trato de ser preciso sin limitación; se trata sólo de una confrontación. Soy directo pero evito la crudeza o la brusquedad. Empiezo la confrontación con "parece usted", porque no siempre estoy seguro, y deseo que el paciente pueda contradecirme o debatirse todavía. No quiero intimidado ni ser dogmático. Después podré decir: "Estoy seguro de que usted siente...". Pero sólo si estoy verdaderamente
seguro y si el paciente debe recibir ya mi opinión precisa.
A veces la mera confrontación del paciente con su lucha por expresar sus sentimientos de trasferencia puede servir para sobreponerse temporalmente a la resistencia. Nuestra actitud tolerante y la verbalización ayudan al paciente a sentir que su lucha es impropia e innecesaria. Otras veces, la confrontación sólo es el primer paso en el análisis
de la resistencia. Entonces tendríamos que pasar por las fases de aclaración e interpretación descritas en la sección 2.6 a propósito de la técnica en el análisis de las resistencias. La cuestión decisiva es la de si
en un momento dado en la sucesión de los acontecimientos el procedimiento indicado es vencer o analizar una resistencia.
Si la reacción de trasferencia que deseo hacer ver al paciente es una
resistencia de trasferencia, le muestro este hecho. Le señalo que parecía estar evitando alguna actitud o algún sentimiento relacionado conmigo, o si sé más concretamente cuáles son los sentimientos que trata
de evitar, se lo digo. Es decir, hago ver al paciente la resistencia y los
sentimientos que le causan, empezando siempre por el aspecto resistencia. Digo por ejemplo al paciente: "Parece usted luchar con sentimientos de amor (de odio, sexuales) relacionados conmigo", o "Parece que tiene usted dificultad en expresar su amor (odio, deseo sexual)
por mí", etc. Obsérvese nuevamente aquí el lenguaje y el tono. Ade-
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
295
más, siempre digo "por mí", "para conmigo", "relacionado conmigo", etc. Porque no quiero que el paciente soslaye el hecho de que esos
sentimientos tienen que ver conmigo, con la persona, no con "el análisis" o algún otro concepto más impersonal.
Si no estoy seguro de la índole de los sentimientos de trasferencia
pero tengo la impresión de que el tema de la sesión es la trasferencia y
no hay indicios de que deba callar, puedo hacer la confrontación sencillamente diciendo al paciente: "Me pregunto si no tendrá usted algún sentimiento o reacción para conmigo que no se revela" o "Tengo
la impresión de estar envuelto en sus pensamientos y sentimientos" o
simplemente: "¿Qué siente usted acerca de mí?" o ",Qué sucede en
este momento en relación conmigo?"
3.9.4.1.3 La aplicación de la evidencia. Sólo muestro al paciente la fuente de mi hipótesis cuando me parece deseable la intervención de su intelecto para persuadirle de que se está resistiendo. Entonces tengo que
proceder al análisis de esa resistencia. Sólo se recurre a las pruebas para convencer a un paciente de que tiene una reacción de trasferencia
cuando de otro modo el paciente podría sentir como que el analista tiene facultades misteriosas... Observo que suelo emplear este método al
principio de un análisis, como un medio de indicar al paciente cómo
trabaja un analista, para que supere sus ideas acerca de la magia del
analista y para ayudarle a la formación de una alianza de trabajo. Así
digo por ejemplo a una paciente: Su falta de sentimientos sexuales para con su marido y sus sueños y fantasías de amor conmigo demuestran que está usted interesada sexual y amorosamente en mí.
El recurrir a las pruebas es un llamado a la inteligencia del paciente.
Puede ser una ayuda valiosa como paso para cultivar en él una alianza
de trabajo. Pero hay el peligro de que lleve al paciente a sobreestimar
lo intelectual y a evitar el conocimiento emocional de los fenómenos
de trasferencia. Hay que estar atento para reconocer cómo reacciona
a esta forma de confrontación.
En cualquier fase del intento de hacer ver al paciente que está implicado en una reacción de trasferencia, el paciente podría tener una resistencia, o bien podría hacerse visible una hasta entonces invisible. Si
esto ocurriera, el análisis de la resistencia debe preceder a todo lo demás. Esto es probable que ocurra sobre todo cuando el analista señala
el odio o la cólera del paciente para él en las primeras fases del análisis.
El paciente puede volverse resistente y negarse a reconocer esta reacción de trasferencia y en lugar de ello se sentirá criticado. Entonces hay
que seguir la pista de este sentimiento de trasferencia de ser criticado
296
LA TRASFERENCIA
antes de poder volver al señalamiento de la trasferencia negativa. Veamos un ejemplo:
Un joven en su primer año de análisis empieza la sesión hablando con mucho
enojo de un profesor en una de sus clases de posgrado. Su producción es por
este estilo: "Habla sin pensar si los estudiantes pueden seguirlo o no. Suelta
las cosas al aire, no para nosotros. ¡Qué mal maestro! No me gustaría tenerlo
en el próximo semestre. Tendría que obligarlo a tratarme... digo, enseñarme."
Pausa. "Supongo que usted sacará algo de esto."
El paciente prosigue, pero lo hago volver al lapsus y le pregunto: "¿No está
usted queriendo rehuir su enojo conmigo? Su lapsus muestra su enojo... y después trata usted de huir de ello." El paciente recapacita un momento y replica:
"Creo que tiene usted razón. Creo que tiene razón. Yo sé que usted hace cuanto
puede, pero ese profesor, es el más estúpido hijo de perra... No deberían dejarle enseñar. Me dieron ganas de salir en plena clase, pero le tuve lástima. He
sabido que su esposa se suicidó. Probablemente no le queda más que la enseñanza. Mas, ¿por qué habría yo de preocuparme por él? Él es un personaje,
todo un profesor, y ni yo ni ninguno de mis compañeros le importamos nada."
Y así sigue, por este tenor.
Intervengo nuevamente y digo esto: "¿No está usted enojado conmigo porque salgo de vacaciones la semana próxima?" El paciente replica colérico: "No,
no estoy enojado. Siempre me está usted acusando de estar enojado. Tiene
usted derecho a unas vacaciones. Trabaja usted mucho, así que ¿por qué no
había de irse? ¿Por qué había de enojarme yo? Parece como si viera usted eso
en un libro. Siempre que un analista va de vacaciones comunica a su paciente
que está enojado." Esto lo dice con sarcasmo. "Eso me pone furioso." Pausa.
Silencio. Replico: "Se enoja usted incluso cuando le señalo que se enoja, pero
su verdadero enojo es porque lo dejo."
El paciente replica: "Tal vez. Sé que no dejo de pensar que cuando usted
se vaya iré a un restorán de moda y me buscaré una muchacha. Y al diablo
con todos ustedes." Replico: "Sí, al diablo con todos quienes lo abandonamos. Usted no nos necesita, usted se buscará alguien de quien estar cerca." El
paciente calla un momento y luego dice: "En efecto, yo no lo necesito. Váyase a sus malditas vacaciones. Yo me arreglaré."
Éste es un ejemplo relativamente simple de cómo uno trata de buscar la demostración y aclaración de una reacción de trasferencia, pero
tiene que interrumpir la sucesión y dedicarse a las resistencias que asoman. El lapsus del paciente era un claro indicio de su enojo, pero se
niega a aceptarlo conscientemente. Entonces se pone a sentir lástima
por el profesor. Y vuelta a su enojo por ser rechazado. Trato de ligar
esto con mis vacaciones, pero se niega colérico. Señalo esta forma de
resistencia y confirmación y finalmente reconoce que fantasea en torno
a mis vacaciones y su enojo de verse abandonado. Creo que es necesa-
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
rio seguir tras las
297
resistencias hasta que uno moviliza un Yo razonable
en el paciente.
También es importante dar tiempo al paciente de reaccionar a la intervención. Siempre que es posible me aseguro de que queda tiempo
suficiente en la sesión para que el paciente reaccione ante mi intervención a la trasferencia. Esto es válido con intervenciones de cualquier
tipo, pero sobre todo con las interpretaciones o intervenciones relativas
a la trasferencia. Yo no reacciono inmediatamente a su primera respuesta, ya que muchas veces los pacientes responden rápidamente con
un sí o un no impulsivo y después, poco a poco, mientras uno los escucha, va comprendiendo que su primera respuesta no era pensada ni
exacta. Por lo general refleja sometimiento o desafio.
Muchas veces los pacientes se contradicen en su respuesta a la confrontación con la trasferencia. Todas estas reacciones tienen que ser
también objeto de análisis. Pero es importante dar tiempo al paciente
para reflexionar sobre lo que uno ha dicho y reaccionar a ello. Quiero
subrayar aquí que el paciente debe tener tiempo hasta de estar callado
en respuesta a la confrontación que hacemos. Hay que poner cuidado
no sólo a lo que dice sino a cómo lo dice. Si mi interpretación es acertada, estará de acuerdo conmigo y la aceptará no sólo verbal, también
emocionalmente; y añadirá ciertos detalles o recuerdos u otros perfeccionamientos a mis confrontaciones. Si mi confrontación es justa y accesible al paciente, puedo pasar al siguiente procedimiento técnico en
el análisis de la trasferencia.
Pero muchas veces el paciente necesita tiempo para meditar, para
estudiar lo acertado de mi confrontación, así como para establecer asociaciones con ella. Si mi intervención es desacertada, el paciente revelará el desacierto no tan sólo verbalmente, negándola, sino además con
alguna suerte de resistencia y comportamiento de evitación. Sin embargo, es posible que la confrontación sea atinada en el contenido pero
errada en la elección de momento. Entonces hay que rastrear la resistencia. Además, es también necesario que el analista tenga tiempo de
evaluar debidamente la respuesta del paciente. No siempre es fácil determinar si la respuesta del paciente indica aceptación o rechazo, reflexión o escapismo, o bien una combinación de todos estos elementos.
3.9.4.2 Esclarecimiento de la trasferencia
Una vez ha reconocido el paciente su implicación en una reacción de
trasferencia estamos listos para el siguiente procedimiento técnico: la
clarificación de la trasferencia. Ahora deseamos que el paciente afine,
LA TRASFERENCIA
298
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DF LA TRASFERENCIA
299
ilumine, profundice y llene el cuadro de la trasferencia. Hay dos modos principales de enfoque.
Estaba usted sin rasurar y su barba me arañaba la cara. Es extraño, porque
3.9.4.2.1 Búsqueda de los detalles íntimos. Nuestro objetivo último al analizar la reacción de trasferencia del paciente es poder interpretar los orígenes históricos de ese fenómeno. Una de las zonas más fructíferas para recoger indicios que nos lleven hasta la fuente inconsciente es la que
constituyen los detalles íntimos de la reacción de trasferencia. Los detalles conducen a afectos, impulsos y fantasías en el paciente. Pedimos
a éste, que refine, retoque y estudie lo mejor que pueda los sentimientos que tiene para nosotros. Le pedimos también que incluya las asociaciones que puedan presentársele mientras trata de hacerlo. Veamos
un ejemplo:
ces dice respirar apenas, después los deseos masoquistas, el alzarla en los bra-
Mi paciente, la señora K,' I en el tercer mes de su análisis me dice tras mucho
vacilar que está teniendo pensamientos sexuales relacionados conmigo. Esto la
turba, porque no deja de ser una señora casada. Sabe que yo también estoy
Volvamos a la técnica de la aclaración. Noto que la paciente no añade nada al cuadro de la trasferencia, pero siento que podría hacerlo.
Por eso la confronto con ello. Le digo que sé cuán duro es para ella,
pero que por favor me diga con más precisión cuál es su fantasía sexual. Soy claro, franco, no exigente pero firme. Cuando ella dice "hacíamos el amor" yo empleo sus mismas palabras para pedirle me explique por favor qué entiende por "hacer el amor". Mis palabras y
mi tono de voz no son crudos ni tímidos.
usted siempre está bien rasurado."
Reflexionando en la fantasía sexual descrita por la paciente observo: dos ve-
casado y además yo no la querría, después de todo cuanto sé de ella. Silencio.
Le parece que todo es una racionalización; es que la turba mucho hablar de
sus sentimientos sexuales, es humillante y degradante. Pausa, silencio, suspiro. Mientras va manejando su carro, de repente, como un fogonazo, se le aparece un cuadro en que yo la tengo en los brazos. Cuando está leyendo un libro
o viendo una película, me ve en
el papel de protagonista y amante y ella se
siente y ve en el de amada mía. De noche, en la cama, piensa en mí y le dan
zos y el ser yo enorme. Recuerdo que ella había tenido varios episodios de asma a los seis años, más o menos, en una época en que su madre estaba casada
con un padrastro sádico. La interpretación de la fantasía de trasferencia parece
clara: yo soy el padrastro sádico que satisface sus deseos masoquistas, llenos
de culpa y edípicos. Podría hacer la interpretación yo, pero quiero que haga
ella el descubrimiento y le pregunto: "¿Quién la arañaba con su barba cuando
era usted niñita?" La paciente casi grita: "Mi padrastro, mi padrastro, él me
atormentaba frotando su cara contra la mía... y él me levantaba y apretaba
y me lanzaba al aire... yo casi no podía respirar. Pero creía que no me gustaba
eso."
ganas de telefonearme. La paciente sigue hablando de este modo, describiendo
Una paciente me dice que pensó "besar" mi "órgano genital". En el momen-
los diferentes lugares y ocasiones en que me desea sexualmente; pero noto que
to apropiado le pido por favor me aclare lo que entiende por besarme el pene,
si bien el cuadro se agranda, no adquiere mayor profundidad ni relieve. Tam-
porque su explicación me parece vaga y algo evasiva. Con mi pregunta le se-
bién me parece que tenemos ahí una buena alianza de trabajo, a pesar de su
ñalo que quiero conocer los detalles exactos y que es lícito hablar con realismo.
turbación y reticencia. Por eso le digo en este punto: "La veo llena de deseo
Se lo demuestro por mi modo de hablar. No soy vulgar ni ambiguo. La ayudo
sexual de mí, un deseo que crece y crece, pero parece costarle mucho describir
a traducir diciendo "pene" por "órgano genital". El "besar" lo tendrá que
con precisión lo que querría hacer sexualmente conmigo. Intente expresarlo,
traducir ella sola.
por favor."
La paciente responde: "Querría apretarme contra sus brazos, que me estre-
Una paciente me dice que fantaseó una felación conmigo. Cuando me parece
chara usted fuertemente, tanto que apenas pudiera respirar, que me alzara en
indicado le digo que no entiendo lo que quiere decir con felación, que por fa-
sus brazos y me llevara a la cama. Allí haríamos el amor." Pausa larga. Pre-
vor me lo explique. Como carraspea, le digo que parece tener dificultad en
la paciente
quitarme violentamente el camisón, besarme fuerte en la boca, tan fuerte que
señalo su resistencia de trasferencia sino le indico además que querría oírle ha-
me haga daño y que apenas pueda respirar. Separarme las piernas a la fuerza y
blar de esas cosas con un lenguaje concreto, vivo, cotidiano.
gunto: "¿Qué entiende por hacer el amor?" "Entiendo —dice
hablar de hacer algo sexual con su boca en mi pene. Al obrar, así, no sólo le
meterme rudamente d pene, que sería enorme y me dolería y me gustaría. [Pausa.] Un detalle divertido se me ocurrió cuando estaba describiendo todo esto.
El mismo modo de proceder es válido también al tratar con pulsioes y sentimientos agresivos. Un paciente me dice que siente hostilidad hacia mí. Mi respuesta es que no entiendo la palabra hostilidad,
porque es estéril, ambigua, paco clara. ¿Qué quiere decir en realidad?
n
II
Véanse secciones 1.2.4, 2.6.5.1, 2.7.1, 3.2.5, 3.4.2, 3.8.1, 3.8.4, 3.9.3.1 y 3.9.3.4.
LA TRASFERENCIA
300
Si yo siento el impulso o afecto, empleo la palabra más exacta que haya para designarlo. Digo a mis pacientes que hoy parecen odiarme o
aborrecerme, y que por favor me hablen de ello, y que manifiesten sus
sentimientos en la descripción. Los ayudo a distinguir entre cólera, rabia, odio, resentimiento y disgusto, porque cada uno de esos sentimientos tiene una historia diferente y procede de partes diferentes del pasado del paciente. Animo a mis pacientes a describir sus fantasías agresivas, los objetivos de sus impulsos hostiles y destructivos, porque también son hilos que llevan al ovillo de los diferentes períodos históricos
de su vida. Ejemplo:
2
Un joven, el señor Z,' se declara enojado conmigo por cobrarle una sesión
a la que no acudió. Investigando su "enojo" le pregunto lo que entiende en
verdad por enojarse. Le "parece" que estaba más que enojado. Mi silencio
lo incita a expresar con bastante calor cómo me consideró un hipócrita, que
me hacía pasar por científico. Y soy tan comerciante como el miserable tacaño
de su padre. Algún día espera tener el valor de frotarme la nariz con toda esa
"porquería psicoanalítica". Sería un buen desquite, hacerme lo que yo le hago. A mi pregunta "¿Y qué es lo que yo le hago?" responde: "Me hace arrastrarme por toda esa mierda, nunca cede usted, siempre más, y más, y más.
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
301
Laboramos de modo semejante con otros afectos como la angustia,
la depresión, el disgusto, la envidia. Indagamos la naturaleza exacta
de los sentimientos, tratamos de precisar, ahondar e iluminar qué clase y qué cantidad de emoción entran en ellos. Siempre hay la misma
incansable búsqueda de claridad, para saber qué es exactamente lo que
siente el paciente y qué es lo que fantasea. Es una actitud abierta, clara, franca, sin temor ni encogimiento, sin crudeza ni timidez. Somos
exploradores, pero debemos preservar y no destruir lo que estamos explorando. Debemos servir de modelo al paciente, para que algún día
sea capaz de plantearse cuestiones del mismo género.
Es necesario repetir que las resistencias pueden aparecer en todas
y cada una de las fases en nuestro intento de lograr esclarecimiento.
Si la resistencia es significante y resulta un atolladero, la labor de esclarecimiento debe cesar, para proceder al análisis de la resistencia. Por
tentador que sea el contenido del material, hay que analizar primero
las resistencias importantes. De otro modo, los insights no tendrán sentido para el paciente, y ésta es nuestra principal preocupación. Nuestra tarea más importante es realizar una terapia eficaz, no recoger datos interesantes.
Nunca está satisfecho; produce o vete, parece decir, y nunca es bastante." Puede verse cómo detrás del inocente enojo que le "parece" estaban la furia analsádica y la humillación infantiles.
Este mismo paciente, posteriormente en su análisis empieza la sesión diciendo que no le gusta venir, que detesta el psicoanálisis y a mí con él. Cuando
le pregunto "¿Y
cómo me odia usted hoy?" responde que hoy me odia con
apasionamiento, con vehemencia rabiosa y apenas controlable. No querría matarme, no; eso sería demasiado civilizado. Querría hacerme pulpa, molerme
literalmente, destrozarme hasta hacerme como una jalea, una "pasta" sangrien-'
ta y viscosa. Entonces me tragaría de un enorme "sorbetón", como la maldita
avena que le hacía comer su madre cuando era niño. Después me cagaría. Sería una mierda venenosa de olor a podrido. Y cuando le pregunté qué haría
con aquella mierda venenosa de olor a podrido replicó: "La patearía en la tierra ¡para que pudiera ir usted con mi querida y difunta madre!"
Creo que está ya claro cómo el rastreo de los detalles íntimos de los
impulsos destructivos y agresivos conduce a los indicios que hacen posible una interpretación. Siempre que los impulsos de trasferencia surgen en el análisis, nuestra tarea consiste en ayudar al paciente a esclarecerlos en lo relativo a la naturaleza exacta del impulso instintual, su
objetivo, zona y objeto.
12
Véanse secciones 2.5.2, 2.5.4, 2.7.1, 3.5.3.1, 3.7.1 y 3.9.2.2.
3.9.4.2.2 En busca de lo que pone en marcha la trasferencia. Otro método
valioso para clasificar una trasferencia dada es descubrir qué característica o trozo de comportamiento en el analista hizo de estímulo
desencadenante. Con mucha frecuencia, el paciente reconocerá espontáneamente que cierto rasgo o actividad del analista provocó una reacción particular. Otras veces, este desencadenador de la trasferencia no
sólo será desconocido para el paciente sino que éste opondrá fuertes
resistencias a su reconocimiento. A veces, el comportamiento del analista provocará una reacción en el paciente que no sea fenómeno de trasferencia ya que puede ser una respuesta apropiada. Finalmente, debemos comprender que a veces los analistas también pueden estar
demasiado inhibidos para explorar con el paciente cuál de sus idiosincrasias personales puede haber sido el estímulo de trasferencia.
He sabido de analistas que se empeñan en seguir la huella de toda
reacción de trasferencia hasta dar con algún rasgo comportamental del
analista. Esto tiene un dejo de necesidad narcisista en el analista, o de
sobrevaluación de un procedimiento técnico. Nuestro objetivo es clarificar para interpretar la fuente histórica inconsciente en el pasado del
paciente. El desencadenador de la trasferencia puede ser una ayuda valiosa, pero sólo es un medio, no un fin en sí. Hay muchas situaciones
302
LA TRASFERENCIA
clínicas en que la búsqueda del desencadenador de la trasferencia es
innecesaria, improcedente o un método menos fructífero.
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
303
bien clara de mí y de describir qué me ve de repulsivo." El paciente empieza
a hablar poco a poco: "Veo su boca, sus labios, gruesos y húmedos. En las
comisuras tiene usted algo de saliva. No querría decírselo, doctor Greenson,
pero no estoy seguro de que eso sea cierto." Digo sencillamente que por favor
Veamos unos cuantos ejemplos clínicos de algunos de los puntos mencionados.
prosiga. "Tiene usted la boca abierta, e imagino que huele. Puedo ver cómo
Una paciente empieza su sesión acostada en silencio, sosegadamente, con los
humedece su lengua los labios. Últimamente, cuando he tratado de hablar de
ojos cerrados y, al parecer, en paz y satisfecha. Al cabo de unos minutos de
silencio digo: "¿Si?" Sonríe suavemente, suspira y sigue callada. Transcurren
cosas sexuales con usted, eso es lo que veo, y me detiene y me hiela. Ahora
ahora muchos minutos y me impresiona el cuadro, sereno y feliz, que parece
[pausa]."
presentar. De ordinario es muy verbal y productiva, y cuando calla está tensa
temo su reacción [pausa]. Temo ver en usted un viejo lascivo, libidinoso
Digo: "Y ahora usted se deja arrastrar sin resistencia por esa idea de que
e inquieta. Empiezo a dejar vagar mis pensamientos por las últimas sesiones
yo soy un viejo lascivo, libidinoso, de labios gruesos y húmedos." El paciente
y me pregunto si podría descubrir alguna explicación a esta reacción insólita.
sigue hablando un rato y de repente recuerda algo de cuando empezó su ado-
En este día, su cita es ya avanzada la tarde debido a un cambio en mi horario.
Por lo general viene en la mañana. Afuera es noche ya y en la sala de tratamiento están prendidas las luces.
lescencia, cuando recorría las calles excitado en busca de una prostituta, pero
al
mismo tiempo asustado y torpe. En una callejuela oscura alguien se le acer-
có, visiblemente pensando en cosas sexuales. Entendió que aquella persona quería
La paciente sigue callada y cada vez me sorprende más el aura de placer
acariciarle el pene y después chupárselo. El muchacho era incapaz de manejar
que parece desprenderse calladamente de ella. Al cabo de unos veinte minutos
la situación. Desgarrado entre la emoción y el miedo, se mantuvo pasivo y dejó
le digo: "Esta sesión parece diferente. ¿Qué la hace gozar tan calladamente
que se efectuara en
y sólo para usted?" Responde con una voz suave y ensoñada: "Estoy acostada
aquí, absorbiendo el apacible ambiente de esta consulta. Es un oasis de paz.
él la actividad sexual. Al principio no estaba seguro de si
era un hombre o una mujer; había sido todo tan rápido, y la callejuela estaba
tan oscura... Lo inundaban diferentes emociones. Pero recuerda la boca de aque-
Respiro la fragancia de su cigarro puro, me lo imagino sentado en su sillón,
lla persona, los labios gruesos, húmedos y entreabiertos. Cuanto más habla de
fumando, cómodo y pensativo. Su voz suena a café y buen aroma de tabaco,
aquello más evidente le parece que aquella persona era un hombre, un prosti-
cálido y confortante. Me siento protegida, segura, cuidada. Me parece que es
tuido homosexual. (Un año antes, el paciente había comunicado este recuerdo
pasada la medianoche y que todos en la casa están dormidos menos mi padre
como algo vago, sin detalles.)
y yo. Él trabaja en su estudio y yo aspiro el olor de su puro y le oigo hacerse
café. Solía desear meterme cautelosamente en la pieza y apelotonarme junto
a él. Lo intentaba siempre, y prometía estarme más callada que un muerto,
pero, invariablemente, él me llevaba otra vez a la cama."
La paciente misma reconoció que eran la hora avanzada, las luces en el despacho, el aroma de mi puro, mi silencio y mi voz los que habían suscitado un
recuerdo de su infancia; el ardiente deseo de estar sola con su padre amoroso
y protector. Se abandona en el diván al placer de que estuvo privada en la in-
Estaba claro que e! paciente volvía a vivir en su relación de trasferencia conmigo la experiencia homosexual de su adolescencia. Lo que estimuló el retorno
de aquel sucedido fue su impresión y que yo tenía los labios gruesos y húmedos. Lo ayudé a trabajar con este material haciéndole ver con mi estilo que
yo era capaz de hablar de mí como de un viejo repulsivo, lascivo y libidinoso,
de labios húmedos y gruesos. La timidez por mi parte hubiera aumentado su
angustia; y el resentimiento o el silencio míos hubieran sido para él un reproche.
fancia, pero con el que fantaseara.
Mi paciente, el señor Z, 15 entra en una fase del análisis en que le resulta difícil hablarme de sus fantasías sexuales. Ya lleva varios años en análisis, y hemos
traslaborado muchos y muy variados aspectos de sus resistencias de trasferencia.
Pero esta resistencia concreta parece especial en algo. Hay muchas sesiones
de
charla superficial, ausencia de sueños y mucho silencio. Lo único descollante
es que parece que últimamente me está viendo de otro modo. Le apremio para
que aclare en qué soy diferente. No sabe; no puede describirlo; pero acaba por
soltar, vacilando, que le parezco repulsivo. Entonces le digo clara y francamente.
"Está bien, le parezco repulsivo. Trate ahora de hacerse una imagen mental
13
Véanse secciones 2.5.2, 2.5.4, 2.7.1, 3.5.3.1, 3.7.1.1, 3.9.2.2 y 3.9.4.2.1.
El analista trata este material del mismo modo que cualquier otro.
Cuando una paciente me dice que le parezco sexualmente atractivo,
le pregunto qué le parece en mí sexualmente atractivo. Si una paciente
declara sentir que me ama, le pregunto qué halla de amable en mí.
Si un paciente dice que le doy asco, pregunto qué tengo de asqueante.
Cuido de no ser demasiado callado ni demasiado activo, porque todo
cambio de técnica en mí indicaría que de algún modo el caso me afecta. Soy tan paciente y persistente en la extracción de detalles íntimos
relacionados con las reacciones del paciente para conmigo como con
las relacionadas con cualquier otra persona. Trato de manejar sus reacciones de trasferencia amorosas y sexuales del mismo modo que el odio
304
LA TRASFERENCIA
y el disgusto. Esta tarea no es siempre fácil, ni pretendo ser siempre
venturoso en ella.
El material clínico arriba descrito indica que las cualidades y los rasgos personales del analista, así como ciertas peculiaridades de su consultorio, pueden ser los estímulos desencadenantes para las reacciones
de trasferencia. Debo añadir que los pacientes pueden responder de modo semejante al tono de voz y al matiz emocional que perciben en las
expresiones del analista. He tenido pacientes que reaccionaron con una
fuerte reacción enojada y depresiva cuando les pareció por mi modo
de hablar que los estaba rebajando. Hay pacientes a quienes parezco
represor, sarcástico, seductor, sádico, crudo, impertinente, etc. En cada caso es necesario separar y aclarar qué rasgo o actividad míos han
desencadenado la reacción. Si hay algo de cierto en las acusaciones del
paciente, tengo que reconocerlo; pero en todo caso debe analizarse, es
decir, aclararse e interpretarse, la reacción del paciente.
En cierto sentido, todas las reacciones de trasferencia son desencadenadas por algún aspecto de la situación analítica. Ésta se dispone de
modo que facilite las percepciones erróneas regresivas y resucite las reacciones olvidadas del paciente a objetos del pasado. Hay veces en que
no es necesario ni útil separar y aclarar lo que provocó la reacción de
trasferencia. Basta con analizar el fenómeno de trasferencia de que se
trate. En otras ocasiones, el descubrimiento y análisis de las características desencadenantes del analista o la situación analítica puede resultar considerablemente valioso. He puesto de relieve la importancia de
este modo de enfoque porque en mi labor orientadora he descubierto
que muchos analistas tienden a desdeñar este procedimiento técnico.
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
305
las interconexiones de una reacción de trasferencia dada. Esto no se realiza de un solo paso, sino que es un largo proceso. Mediante la demostración o señalamiento y la aclaración tratamos de hacer que el Yo del
paciente observe una situación psicológica preconsciente y de fácil acceso. Se pide al paciente que divida su Yo para que una parte pueda observar lo que la otra siente. En la interpretación pedimos al paciente
que vaya más allá de lo fácilmente observable y asigne significación
y causalidad a un fenómeno psicológico (E. Bibring, 1954).
La demostración y la aclaración preparan al paciente para nuestra
interpretación. Las interpretaciones, para que sean eficaces, no deben
ir más allá de los límites de comprensión, de entendimiento emocional
del paciente. Una interpretación es una hipótesis que requiere de las
reacciones del paciente para su verificación (Waelder, 1960, pp. 3-27).
Las aclaraciones conducen a interpretaciones, y éstas a su vez a nuevas
clarificaciones. Con frecuencia, cuando el analista trata de hacer que
aclare un fenómeno dado el paciente, éste tropezará con su interpretación, el significado inconsciente. De modo análogo, la exactitud de una
interpretación habrá de verificarse a menudo con nuevo material complementario del paciente. Veamos un ejemplo sencillo.
Una paciente en su tercer año de análisis presenta una resistencia a acudir a
la sesión analítica, porque le parece ver en mí algo fatídico que la espanta. La
persuado de que trate de aclarar ese algo fatídico que percibe en mí. Vacilando, empieza a trazar el retrato de un hombre, yo, aparentemente amable pero
en el fondo hostil a las mujeres. Y prosigue diciendo que es un hombre en apariencia varonil y activo pero en realidad femenil y pasivo. Es tan pasivo que
dejaría que sus pacientes se desangraran hasta morir sin alzar un dedo. En el
3.9.4.3
Interpretación de la trasferencia
momento de decir "hasta morir", jadea: "¡Oh, Dios mío! Ya sé lo que es...
es mi padre. Estoy confundiendo a usted con mi padre." Refiérese la paciente
Llegamos ahora al procedimiento técnico que distingue el método psicoanalítico de todas las demás formas de psicoterapia. La interpretación es el instrumento último y decisivo de la técnica psicoanalítica.
Todos los demás procedimientos técnicos utilizados en psicoanálisis son
la labor preparatoria que hace posible la interpretación. Es más: cualquier otro artificio técnico tiene que llegar a ser sujeto de análisis, y
sus efectos sobre el paciente han de ser interpretados.
Dentro del marco del psicoanálisis, interpretar significa hacer consciente un fenómeno psíquico inconsciente. El objetivo último de toda
interpretación es facilitar al paciente la comprensión del significado de
un fenómeno psíquico dado. Interpretamos la trasferencia descubriendo la historia inconsciente, los antecedentes, los orígenes, los fines y
a un episodio de su infancia, cuando tenía cuatro años, en que descubrió que
sangraba de la vagina y corrió hacia su padre espantada. Él trató de consolarla
diciendo: "No es nada, ya se te pasará, olvídalo." Por muchas y complicadas
razones esto fue sumamente inquietante para ella.
Este incidente había aparecido muchas veces durante su análisis, pero nunca
con el carácter especial de intención siniestra por parte de su padre. Sólo cuan.
do empezó a aclarar lo que sentía respecto de mí notó esa sensación fatídica
que la condujo a la hemorragia, y ésta a su interpretación espontánea de que
provenía de su padre. Después, la paciente procedió a ahondar en su convencimiento de la condición sádica oculta de su padre, que parecía amable y pasivo.
c
Si la demostración y la aclaración de la reacción de trasferencia no
onducen directamente a la interpretación, es necesario que el analista
LA TRASFERENCIA
306
dé ciertos pasos técnicos. De un modo general, estos pasos se dirigen
hacia el descubrimiento de la historia de esa reacción de trasferencia.
El mejor modo de facilitar la exploración de la historia de una reacción trasferencial es estudiar algunos de los componentes que van hacia la formación de esa relación especial de objeto. Solemos elegir para
la exploración aquel aspecto de la trasferencia que parece más accesible al Yo consciente y razonable del pacienW. Por eso solemos empezar
por las resistencias, si las hay en grado importante alguno. (Véase sección 2.7.1 sobre el análisis de la resistencia antes del contenido.) Si no
hallamos funcionando resistencias importantes podemos pasar a explorar cualquier aspecto de la trasferencia que -parezca el más apremiante
para el paciente.
Si bien son factibles muchos tipos de enfoque, hay tres procedimientos que son los más valiosos cuando se trata de descubrir la historia
de una reacción de trasferencia: (1) buscar los afectos e impulsos que
en ella entran; (2) rastrear los antecedentes de las figuras de trasferencia, y (3) explorar las fantasías de trasferencia. Estos tres procedimientos suelen fundirse y mezclarse uno con otro. Para mayor claridad los
describiré por separado.
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
307
madre solía hacerlo. Era terriblemente burlona y le encantaba reírse de mis
defectos." Prosigue y no acaba. Antes de terminar la hora hago la interpretación: "Entonces rehuye usted ciertos pensamientos que se le ocurren aquí conmigo porque teme que yo lo atormente como solía su madre." Después de una
pausa, replica: "Sí, creo que así es, aunque ahora me parece una tontería."
Un año después, este mismo paciente tuvo una sesión que puede resumirse
así: llega al consultorio con unos minutos de retraso y se pregunta si eso tendrá
alguna significación. Acostado en el diván, suspira y dice que el análisis se le
hace pesado últimamente. Acudió a la visita porque le tocaba, pero sin sentir
ni esperar ningún placer. Cuando estuve de vacaciones él lo pasó muy bien;
según parece, tuvo una vida sexual mucho más libre con su esposa. Desde que
volví tiene otra vez comezón anal, así como la apremiante necesidad de masturbarse. Se preocupa por la salud de su padre, quien le ha escrito que tiene
hemorroides. Siempre tuvo su padre problemas con el recto. Siempre le gustó
tomar al niño la temperatura rectalmente. Últimamente, tuvo la tentación de
introducir el dedo en el recto de su esposa durante el jugueteo amoroso. No
lo hizo porque no quería tenérmelo que contar, aunque le parecía que a mí
me gustaría oírlo. Tal vez el material de este tipo me excita, o tal vez sea eso
una proyección suya. Interpreto para el paciente que le parece que tal vez a
mí me interesarían sus actividades anales como a su padre. Replica que ha solido pensar en mí cuando hacía algo que le procuraba un placer anal. Sospecha
incluso que se siente reacio a acudir a la cita porque desde que volví le parece
3.9.4.3.1 Estudio de los afectos, impulsos y actitudes. El mejor camino que
se puede seguir en general cuando se trata de descubrir la causa inconsciente de una reacción de trasferencia es explorar los afectos e impulsos que en ella intervienen. La pregunta que hacemos a nuestros
pacientes puede plantearse así: "¿Dónde tuvo usted este sentimiento
o impulso anteriormente?" Una pregunta semejante sería: "¿Qué se
le ocurre si deja vagar sus pensamientos en relación con estos sentimientos o impulsos?" A veces no tenemos que preguntar explícitamente
al paciente de este modo y basta planteárselo con el silencio; las asociaciones espontáneas del paciente nos dan entonces la respuesta. Al empezar el análisis suele ser necesario hacer las preguntas. Después parece como si el paciente se las hiciera solo, calladamente.
Querría ilustrar estos puntos con unos cuantos ejemplos sencillos. A poco de
empezado su análisis, el profesor X" reconoce que está saltándose ciertas asociaciones porque teme que lo critique yo. De hecho, hasta es capaz de imaginar que me burlada de él, y no puede soportar esa idea. No le gusta que lo
humillen. Después de que ha quedado callado un rato le pregunto: "¿Dónde
tener más pensamientos e impulsos de hacerse cosas en el ano y tiene la impresión de que en él se agita algo homosexual.
Debe observarse que en el primer ejemplo tuve que explorar el afecto haciendo al paciente una pregunta directa. En el segundo, el paciente
asoció espontáneamente la vuelta de su comezón anal y la vuelta de
su analista con los intereses anales de su padre. Era como si él mismo
calladamente se hubiera planteado las preguntas que yo le había hecho
la otra vez.
El descubrimiento de la actitud trasferencial puede buscarse de un
modo análogo al que he descrito para los afectos e impulsos. Podríamos así tratar de desentrañar la historia oculta de cuándo y cómo surgieron en la vida del paciente actitudes como la pasividad, la docilidad, el desprecio, etc. Es más dificil descubrir material acerca de las
actitudes, en general, porque con demasiada frecuencia ellas también
son egosintónicas. Suele ser necesario volver la actitud ajena al Yo antes de que podamos esperar que el paciente esté en condiciones de producir información significante en sus asociaciones.
le sucedió eso anteriormente?" El paciente responde: "Cuando era niño, mi
14
Véanse secciones 2.6.4, 2.6.5.2 y 3.4.1.2.
3.9.4.3.2 Búsqueda de los antecedentes de la figura trasferencial. Una fuente
igualmente importante de información acerca de la formación de una
308
LA TRASFERENCIA
reacción de trasferencia dada puede hallarse determinando las diferentes personas que provocaron una reacción particular de trasferencia.
Es decir, tratamos de responder a la pregunta de ¿con quién sintió usted así anteriormente? Es sencillamente un cambio de modo, otra manera de preguntar ¿cuándo sintió usted eso anteriormente? Es frecuente
que estas dos cuestiones conduzcan la una a la otra, y no son separables. Pero cada cuestión puede llevar por distintos derroteros según la
ocasión. Si conseguimos interpretar una reacción de trasferencia, acabarnos por esperar que podremos determinar a qué objetos pasados y
en qué circunstancias fue apropiada esa reacción.
La reacción de trasferencia del paciente no es apropiada para el analista pero sí para alguien del pasado. No siempre esperamos llegar de
inmediato a los objetos originales, pero sí hallar algún objeto intermedio que acabará por llevarnos al origen. No hay orden cronológico establecido para la aparición de los antecesores de la figura de trasferencia. En este punto, mis apreciaciones coinciden con las de Fenichel
(1941, p. 48), quien habló de "dislocación". Están en desacuerdo con
W. Reich (1928, 1929), quien subrayó el orden cronológico inverso.
El paciente puede pasar del pasado reciente al remoto varias veces en
una sesión. O bien las emociones del paciente pueden estar fijas en algún objeto intermedio durante un largo período de tiempo antes de poder pasar a otro objeto. Una reacción de trasferencia dada suele tener
antecedentes múltiples, y todas han de ser analizadas para descubrir
la cabal intensidad y complejidad de la reacción trasferencia'. Uno de
los problemas técnicos en el análisis de las reacciones de trasferencia
es el de determinar cuándo ha cambiado su fuente. A veces, sólo cambios muy tenues en algún detalle de la reacción de trasferencia indican
un cambio en el objeto productor de trasferencia.
Así, en el caso del profesor X" —que se saltaba ciertas asociaciones por miedo de que yo lo humillara— mi interpretación descubrió primero que estaba
reaccionando ante mí como
ante su burlona madre, y por parte de ésta la burla
consistía sobre todo en palabras y risas. Después su miedo de que se burlaran
de él señalándolo despreciativamente con el dedo pudo relacionarlo él con sus
hermanas mayores. En otra ocasión, su temor de ser humillado contenía un
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
309
una galería de humillaciones que fueron los antecesores y creadores de su analista humillador. Cada uno de los antecesores añadía, subrayaba o modificaba
algún aspecto de sus fantasías de humillación. No sólo descubrimos los objetos
que lo hacían sentir humillado sino que también averiguamos los derivativos
y heraldos de cada objeto. La madre que se burlaba de él cuando tenía tres
años por hacerse en la cama era una de estas figuras, la que ridiculizaba su
pene minúsculo cuando tenía cinco era otra, la que se reía de su escaso pelo
púbico cuando tuvo catorce, otra. Una hermana mayor continuó cuando su
madre lo dejó en paz y se burló de él por su insuficiente desarrollo sexual hasta
los diecisiete años. Por otra parte, su padre lo avergonzaba por ser demasiado
curioso en materias sexuales, a los cinco años, y después, ya de adolescente.
La pregunta "¿con quién sintió eso anteriormente?" es una de las
que se hacen con mayor frecuencia en el análisis de las reacciones de
trasferencia. Puede hacerse explícita o implícitamente (en silencio), pero
uno no puede dejar de plantear esta cuestión mientras esté produciéndose cualquier reacción de trasferencia de cierta importancia. Esto no es
sorprendente porque todos los fenómenos de trasferencia se derivan de
experiencias habidas con las personas clave de los primeros años, así
como con sus equivalentes y derivados.
3.9.4.3.3 Exploración de las fantasías de trasferencia. Si examinamos los
diferentes ejemplos citados para ilustrar cómo podemos enfocar la interpretación de los fenómenos de trasferencia vemos que estamos explorando las fantasías del paciente en relación con el analista. Esta exploración no siempre es explícita; suele ser implícita. Uno pregunta al
paciente por ejemplo por qué se salta ciertas asociaciones y él responde
que tiene miedo de que yo, el analista, lo humille. En realidad, está
diciendo que tiene un sentimiento de vergüenza originado por una
fantasía de ser humillado por mí. El paciente relaciona espontáneamente
esta fantasía con el que su madre se burlara de él por hacerse en la
cama, y así me revela su contenido sin que yo se lo pida claramente.
Pero a veces es necesario hacer que el paciente enfoque directamente sus fantasías, en particular cuando los afectos, impulsos u objetos
de trasferencia parecen vagos, inaccesibles o improductivos.
elemento de temor físico. Este cambio indicaba la transición hacia el miedo a
su padre, que lo humillaba. En otras ocasiones tuvo reacciones de vergüenza
Por ejemplo: el joven señor Z," con tres años en análisis, no puede o no quiere
para conmigo que provenían de sus maestros, sus tíos y tías y sus compañeros
utilizar el
de escuela.
hace patente que teme, consciente e inconscientemente, identificarse conmigo.
En resumen, el análisis de su temor de ser humillado por mí nos llevó a toda
15
Véanse secciones 2.6.4, 2.6.5.2, 3.4.1.2 y 3.9.4.3.1.
insight que ha logrado de sus angustias en las situaciones sociales. Se
Acepta esta interpretación, pero no cambia. Entonces le pido que trate de ima16
Véanse secciones 2.5.2, 2.5.4, 2.7.1, 3.5.3.1, 3.9.2.2, 3.9.4.2.1 y 3.9.4.2.2.
310
LA TRASFERENCIA
ginar "que se vuelve como yo" y que me describa la fantasía que estimula en
él esta idea. Responde: "No deseo hacerme como usted, tener una mente psicoanalizante como la suya, introspectiva; no quiero nada de usted dentro de
mí. Sería como si me tragara una parte de usted, como si le chupara algo, como si respirara sus palabras o tuviera una parte de su cuerpo o su mente dentro de mí. Eso tiene algo de sexual, como tomar su pene en mi boca o tragarme
su esperma. No lo haré; sencillamente no cederé." Todo esto dicho con los
tobillos firmemente cruzados, los brazos apretados contra los costados, los puños cerrados y las palabras como escupidas entre los dientes.
Describiendo esta fantasía, el paciente me reveló su angustia homosexual detrás
de su negativa a identificarse conmigo. Ahora pude seguir laborando con él
acerca del cómo y el porqué la homosexualidad se había entrelazado con la identificación. La apertura que condujo a este insight procedía de la descripción hecha por el paciente de sus fantasías en relación conmigo.
Con mucha frecuencia, cuando tenemos que laborar por cierto período de tiempo en el análisis de una resistencia determinada podemos
abordar la resistencia en cuestión preguntando: "¿Cómo lo espanto hoy
a usted?", que en realidad significa cuáles son las fantasías que tiene
hoy acerca de mí.
He descrito tres métodos importantes de explorar la historia de las
reacciones de trasferencia de un paciente: investigar los afectos, impulsos y actitudes; buscar los antecedentes de las figuras de trasferencia;
y explorar las fantasías de trasferencia. Hay otros muchos caminos para descubrir la historia de las reacciones de trasferencia, pero tengo la
experiencia de que estos tres métodos resultan los más fructíferos.
Los ejemplos clínicos que he empleado al analizar los fenómenos de
trasferencia pueden dar la falsa impresión de que toda intervención logra que el paciente o el analista descubran afectos, impulsos, actitudes,
objetos o fantasías concretos. Muchas veces sólo puede decírsele al paciente que uno tiene la impresión de que lucha con ciertos sentimientos respecto del analista. Puede aceptarlo o negarlo, y las producciones asociativas acaso no lleven de inmediato a ningún material inconsciente bien delimitado. Tal vez hagan falta varias sesiones para que
resulte interpretable cierto aspecto concreto de la trasferencia.
3.9.4.4 Traslaboración de las interpretaciones de la trasferencia
La experiencia clínica nos enseña que ninguna interpretación de la trasferencia, aunque sea perfectamente atinada, es eficaz durante un largo
período de tiempo si es única. Hay que repetirla muchas veces para
que llegue a ser eficaz. Además, ninguna interpretación por sí sola puede
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
311
explicar plenamente una reacción de trasferencia del paciente. En el
mejor de los casos, una sola interpretación de la trasferencia es sólo
una explicación parcial. Para lograr la comprensión plena y un cambio
duradero en el comportamiento del paciente se requiere la traslaboración de las interpretaciones. Aunque en el tomo II veremos ampliamente el tema de la traslaboración, quiero describir aquí brevemente la traslaboración de las interpretaciones de la trasferencia. El estudiante
podrá consultar los textos clásicos al respecto (Freud, 1914c, 1916-7,
1917b, 1926a, 1937a; Fenichel, 1941; Lewin, 1950; Greenacre, 1956,
y la lista adicional de lecturas).
3.9.4.4.1 Consideraciones de índole teórica. El proceso de la traslaboración se refiere básicamente a la repetición y elaboración de insights
obtenidos por la interpretación. Es particularmente necesaria la repetición cuando se intenta analizar y vencer las resistencias de trasferencia. Débese esto a la renuencia del Yo a abandonar las defensas antiguas y osar enfoques nuevos; el Yo necesita tiempo para dominar las
angustias antiguas y confiar en sus nuevas capacidades de adaptación.
Es una experiencia clínica común el obtener poco o ningún cambio la
primera vez que se interpreta el significado de una resistencia de trasferencia. Posteriormente, la interpretación idéntica puede producir un
fuerte cambio en el paciente, pero después vuelve al antiguo comportamiento de resistencia cuando algún "imponderable" de la vida cotidiana modifica el equilibrio de poder en relación con el Ello o el Superyó. Las resistencias son tenaces y el Yo requiere tiempo para absorber
experiencias nuevas con el fin de cambiar.
Para entender más a fondo el significado de la reacción de trasferencia es necesario descubrir y rastrear sus muchas trasformaciones y ramificaciones. La sobredeterminación y las funciones múltiples de los
fenómenos de trasferencia se encargan de esto. Así, por ejemplo, tenemos que interpretar el significado del comportamiento del paciente en
la situación de trasferencia en curso y después estudiar esta misma reacción en relación con la figura original de trasferencia y todas las intermedias. Tenemos además que descubrir cómo puede servir un comportamiento trasferencia] dado de salida instintual en una situación y
de resistencia y defensa en otra. O tenemos que seguir cierto fenómeno
de trasferencia por las diversas fases libidinales y determinar también
cómo ha de entenderse desde el punto de vista del Yo, el Ello y el Superyó. Todo cuanto sigue al nuevo insight y conduce a un cambio de
actitud o comportamiento puede considerarse proceso de traslaboración (Greenson, 1965b).
312
LA TRASFERENCIA
3.9.4.4.2 Material clínico. Querría ahora presentar algunos datos clínicos que ilustrarán la interpretación y la traslaboración parcial de una
reacción de trasferencia. Este material es producto de tres semanas de
terapia psicoanalítica.
Un joven, el señor Z, 17 está en su tercer año de análisis. Hasta ahora sus reacciones de trasferencia podrían resumirse diciendo que yo soy primordialmente
el padre puritano y amable que quiere al paciente pero critica sus impulsos sexuales y agresivos. El paciente se siente moral y sexualmente inferior. Él es
pequeño e imperfecto y su sexualidad es sucia. Yo soy el padre grande, potente
y limpio que otrora envidiara, admirara y esperara emular él. En las últimas
horas ha aparecido una tenaz serie de resistencias. El señor Z ha olvidado sus
sueños o tiene escasas asociaciones. El material de que habla es rancio, con
pocas fantasías, sin recuerdos ni insights nuevos. Llega luego una sesión en que
comunica el siguiente sueño: está en una casa grande y va de pieza en pieza.
Le sigue un mesero que le ofrece constantemente comida, y él se la come. Finalmente conoce a la dueña de la casa, quien le dice cuán contenta estuvo de
que pudiera ir, porque sabe que él tiene un negocio bueno y limpio y que es
hombre solvente. Le pregunta si le gustan los muebles de la casa, pero él masculla, porque no quiere dar una opinión negativa.
Las asociaciones del sueño son esencialmente las siguientes: no le gustan las
fiestas grandes, porque se siente incómodo. Sus padres solían dar fiestas grandes, y él trataba de rehuirlas. Su padre era un alegre anfitrión y daba a la gente
de comer y beber, y hasta se excedía, porque obligaba a la gente a comer, y
esto molestaba al paciente. Así de pesado era el mesero del sueño: seguía al
paciente, y éste no podía deshacerse de él. Cosa extraña, en el sueño no dejaba
de comer, mientras en la vida real come muy poco en las fiestas. Últimamente
ha tenido poco apetito, y él lo atribuye a sus dificultades con el análisis, porque
parece que no adelanta nada. Aquí interpreto: "No se traga usted las interpretaciones que le he estado haciendo últimamente. Yo voy por todas partes tras
de usted, pero usted no quiere aceptar lo que le ofrezco."
El paciente está de acuerdo y dice que siente como que hay algo donde teme
entrar. Parece estar atascado. Está descontento de sí mismo, porque cuando
empezó el análisis conmigo pensó que le iría mejor que con el primer analista,
que era frío y distante. Le pregunto acerca de los muebles del sueño. Dice que
él se fija mucho en los muebles, y tiene gran sensibilidad al respecto. Le interesa mucho la decoración de un interior. Pausa larga. Teme que yo piense que
eso es femenino. Ha oído decir que los decoradores de interiores suelen ser homosexuales. Pausa. Parloteo. Interpreto para él: "Parece usted temeroso de
contarme sus sentimientos homosexuales; más bien sería usted evasivo. ¿Por
qué no se arriesga?"
17
Véanse secciones 2.5.2, 2.5.4, 2.7.1, 3.7.1.1, 3.9.2.2, 3.9.4.2.1, 3.9.4.2.2 y
3.9.4.3.3.
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
313
Las respuestas del paciente conducen ahora a su temor de mí porque soy
cordial y no distante. Se sentiría más seguro si yo fuera frío y distante. En cierto modo soy como su padre: doy demasiado. No puede recordar haber manifestado sentimientos cálidos y afectuosos a su padre. Lo quería, pero siempre
a cierta distancia. Después, en la adolescencia, el paciente parece haber considerado al padre tosco y vulgar. "Usted es cordial, pero no tosco ni vulgar,"
Interpreto: "Pero tal vez tema usted que si deja correr sus pensamientos y senti mientos en dirección de la homosexualidad yo resulte diferente. De cualquier
modo, en el sueño yo soy también la dueña de la casa."
El paciente responde que no intima con hombres por mucho que le gusten;
nunca es muy íntimo ni camarada con ellos. Pero no sabe exactamente qué
es lo que teme.
En la sesión siguiente, el paciente dice que se despertó a las 4 de la mañana
y no pudo dormir. Trató de masturbarse con su fantasía habitual de una mujerota que le acaricia el pene, pero no se excitó. Entonces le invadió el pensamiento de estar en la cama con un hombre y una mujer, y le pareció repugnante. La idea de estar en la cama con un hombre alto, gordo, de pelo entrecano y grueso vientre le daba asco. Le parecía que era yo quien le infundía
ideas semejantes. Silencio. Digo: "Y usted no las traga." El paciente es resistente por el resto de la sesión.
En las sesiones siguientes es muy resistente. Finalmente en una, tras de un
largo silencio, dice que después de la última sesión tuvo una necesidad urgente
de orinar y fue al wC del edificio donde está mi consulta. Tuvo mucha dificultad en empezar a orinar. Hace una pausa, y digo: "Tal vez temía usted que
yo entrara." Al principio, mi observación pone furioso al paciente; pero se calma y reconoce que así fue, que tuvo ese pensamiento. Silencio. Después le pregunto: "¿Y qué pasaba en el baño con su padre cuando usted era un niñito?"
El paciente procede entonces a describir cómo su padre se exhibía desnudo frente
a él en el baño y realizaba todas las funciones excretorias sin ninguna inhibición. Pero no pudo recordar cómo se sentía él en aquella situación.
Unas cuantas sesiones siguientes se ocupan en su relato de que ha vuelto
a la actividad sexual con una amiga antigua, pero que no está satisfecho. Le
señalo que creo que se metió en el amorío heterosexual para escapar a los sentimientos homosexuales que habían empezado a aparecer en el análisis. El paciente responde declarándose de acuerdo conmigo. Pero en unas cuantas sesiones siguientes es muy resistente, aunque de otro modo. Finalmente, reconoce
que ahora yo le parezco un viejo tosco y repulsivo y tenemos la sesión descrita antes (sección 3.9.4.2.2), ejemplo de cómo el analista puede hacer de
desencadenador.
El descubrimiento del recuerdo homosexual en la adolescencia lo dejó deprimido, pero había superado algo de su resistencia de trasferencia y se había
hecho más productivo.
Llega después una sesión en que comunica un fragmento de dos sueños. 1)
Viaja en moto. 2) Estaba en un edificio antiguo. Ve a un joven que trata de
meter una llave en la cerradura de su cuarto. El paciente se siente molesto pero
314
LA TRASFERENCIA
dice: Permítame que le ayude. Sus asociaciones van a un hotel viejo de Jamaica donde fue sola su madre de largas vacaciones cuando él tenía cinco años.
Él lo visitó posteriormente, cuando estuvo en la armada. No le gusta el edificio
donde tengo la consulta: es demasiado moderno. Últimamente estoy sentado
detrás de él y al parecer no hago nada. ¿Espero que él haga todo el trabajo?
Él nunca ha ido en motocicleta, pero ha oído decir que mi hijo sí. ¿Cómo será
tener de padre a un psicoanalista? ¿Se pasearán los psicoanalistas desnudos delante de sus hijos? Reconstituyo para él que cuando tenía cinco años de edad
su madre lo dejó con su padre mientras ella se iba de vacaciones. Tal vez en
aquel tiempo el ver desnudo a su padre en el cuarto de bario excitara algún
sentimiento sexual en él.
El paciente reacciona diciendo que no podría recordar. Pero sí recuerda que
lo fascinaba el ver los penes de los muchachitos en el campo de vacaciones.
Recordó un incidente sucedido a los nueve o diez años, en que acarició el pene
de un niño menor. Fue un acto súbito e impulsivo. Estaban los dos solos en
la enfermería del campo, enfermos, y los demás habían salido a jugar. El otro
chiquillo se sentía solo y lloraba y él subió a su cama para consolarlo y de repente sintió el deseo apremiante de acariciarle el pene. Se espantó de sí mismo
y le horrorizó que el chiquillo pudiera hablar. Después recordó haber tenido
i mpulsos semejantes cuando se desvestían para ir a nadar en la escuela, pero
siempre con muchachos menores que él. Interpreto que me parece que hizo
al chiquillo lo que hubiera
querido que su padre le hiciera a él.
El paciente está desagradablemente sorprendido. Replica: "¿Quiere usted
decir que la imagen de mi padre como hombre grande y gordo, ventrudo y
repugnante servía de pantalla?" Digo: "Así parece. Usted se sirvió de ese cuadro de él para ocultar otro anterior y más atractivo. Él se volvió tosco y vulgar
para usted y usted se hizo distante respecto de él como protección." El paciente reflexiona un momento y dice: "Tal vez por eso nunca puedo ser muy amigo de los hombres cordiales e intensos aun cuando me gusten. Debo temer acercarme demasiado [pausa]. Es probablemente lo que sucedió en este análisis entre usted y yo."
Procedimientos técnicos: investigación y reconstitución. Creo que el
material que antecede es un ejemplo típico de cómo interpreta uno y
traslabora (parcialmente) las reacciones de trasferencia de un paciente.
Repito: una interpretación efectiva y cabal no puede realizarse con una
sola intervención, sino que requiere repetición y elaboración, o sea traslaboración. El material que he presentado cubre un período de tres semanas. Revisemos la sucesión de los hechos con la atención puesta en
los procedimientos técnicos.
Mi primera interpretación es que se niega a tragarse mis interpretaciones porque teme la complicación con sus sentimientos homosexuales. El paciente acepta en parte y reconoce que nunca se acerca demasiado a sus amigos masculinos, pero sostiene que no sabe exactamente
3.9.4.4.3
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DF. LA TRASFERENCIA
315
de qué tiene miedo. En la sesión siguiente comunica una fantasía de
masturbación en que se introduce el cuadro de un hombre gordo, entrecano y ventrudo. Esto le da asco y le parece que soy yo quien "le
infundía ideas semejantes". Se hace resistente durante varias sesiones
y yo se lo hago ver, pero nada cambia ni evoluciona.
Después el paciente aporta nuevo material al tener que orinar en el
wc de mi edificio. Interpreto que su dificultad para la micción está relacionada con una fantasía de que yo estoy en el baño con él y lo atribuyo a sus experiencias infantiles con su padre. Esta vez también el paciente acepta la idea intelectualmente nada más, pero la confirma recordando muchas escenas en el baño con su padre. De todos modos,
se resiste a recaptar ningún sentimiento ni impulso. Sigue resistente
y recurre a una relación heterosexual para olvidar sus inquietudes homosexuales. Interpreto esta forma de resistencia durante varias sesiones hasta que aparece una nueva forma de resistencia de trasferencia.
El paciente revive ahora conmigo la experiencia de estar con un viejo tosco y vulgar que tiene impulsos homosexuales para con él. Se atreve a sentir esto y lo describe en la sesión analítica; esto conduce al descubrimiento de una experiencia homosexual con un prostituido en la
adolescencia. En la sesión siguiente consigue recordar sus sueños, que
por la trasferencia conducen a asociaciones y recuerdos relacionados
con la desnudez de padres e hijos.
Hago ahora una reconstrucción y 1e digo que su comportamiento,
sus sueños, asociaciones y recuerdos hacen plausible la siguiente construcción: cuando él tenía cinco años de edad y estaba lleno de sentimientos sexuales edípicos, su madre lo dejó solo con su padre y se fue
de largas vacaciones. En aquel tiempo, su padre se mostró desnudo
frente a él en el cuarto de baño, y eso debe haber sido sexualmente
estimulante y atractivo para el paciente. Éste no puede recordar haber
tenido estos sentimientos para con su padre, pero confirma mi reconstrucción recordando un derivado de este hecho: la fascinación que le
producen los penes de los muchachitos en el campo de veraneo. Entonces recuerda haber tenido actividades y fantasías sexuales con los
chiquillos, lo que interpreto como una actuación con los chicos de lo
que hubiera querido que el padre hiciera con él. El paciente parece confirmar esta interpretación reconociendo espontáneamente que ha utilizado la figura del padre repulsivo para protegerse de sus sentimientos
homosexuales. Entonces comprende que ha estado haciendo lo mismo
conmigo en el análisis.
En un período de tres semanas, el cuadro de trasferencia que de mí
tiene ha cambiado radicalmente. Durante mucho tiempo yo fui el pa-
316
LA TRASFERENCIA,
dre puritano, y como a tal reaccionaba él; fachada que resultó ser una
pantalla reactiva tras de la cual me revelaba yo tosco y vulgar. Este
cuadro de mi tosquedad y vulgaridad resiste tenazmente al análisis, hasta
que a su vez resulta otra pantalla defensiva que oculta la imagen espantosísima: yo, objeto homosexualmente atractivo.
En el proceso de traslaboración puede utilizarse todo tipo de procedimiento técnico, pero son dos los más importantes: la búsqueda de
la interpretación y la reconstrucción trasferenciales. Entiendo por búsqueda de la trasferencia el hecho clínico de que en todas las sesiones
que siguen a una nueva interpretación de la trasferencia, el analista
tiene que averiguar lo que ha pasado con la trasferencia después de
la nueva interpretación. Una nueva interpretación de la trasferencia
tiene que tener repercusiones y por ende representación en la sesión
siguiente. La interpretación podrá ser acertada o errada, insuficiente
o excesiva; en todo caso habrá algún derivativo de la interpretación a
la sesión siguiente. La única excepción puede ocurrir cuando algún sucedido imprevisto e importante de la vida cotidiana se produce fuera
del análisis y usurpa temporalmente la dominancia suprema de la situación analítica. De otro modo, una interpretación nueva o diferente
de la trasferencia suscitará algún cambio en los recuerdos, sueños, asociaciones, fantasías o resistencias del paciente. El material clínico que
acabamos de ver ilustra este punto.
El analista tiene que estar atento a lo que sucede en la situación de
trasferencia después de haber una nueva o diferente interpretación. Esto
no significa necesariamente que continuará con su interpretación al paciente. Puede hacerlo si éste parece indicar que está laborando productivamente con esa interpretación. Puede buscar una variación de la trasferencia si el material del paciente parece señalar en esa dirección. O
bien preguntar al paciente qué le pareció la última interpretación si no
ve relaciones tangibles o derivadas en el material del paciente. O esperar callada y pacientemente que el paciente labore, con la nueva interpretación, a su manera y su ritmo. En todo caso, el analista ha de estar
atento a todos los cambios y fenómenos, así como a la ausencia de cambios, que se produzcan después de cualquier otra interpretación nueva
o renovada de la trasferencia.
La reconstrucción es otro recurso técnico de particular importancia
en la traslaboración del material de trasferencia (Freud, 19376; Kris,
1956a, 1956b). Hay una relación muy estrecha entre interpretación y
reconstrucción, y a menudo es imposible separarlas. Las secciones dedicadas especialmente a la interpretación y la traslaboración (tomo u)
profundizarán más ampliamente en esta cuestión. Aquí quiero solamente
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
317
subrayar la relación especial existente entre la reconstrucción y las reacciones de trasferencia. Los fenómenos de trasferencia son siempre repeticiones del pasado; el paciente repite con su analista lo que no puede y no quiere recordar. Su comportamiento trasferencial es por eso
particularmente apropiado para las construcciones del pasado y es ciertamente esta propiedad de la trasferencia la que le da su singular importancia (Freud, 1914c, 1936b).
En el proceso de traslaboración se elaboran, ahondan e interconectan las distintas interpretaciones para hacer más comprensible algún
aspecto del comportamiento del paciente. Al tratar de dar significación
a un fragmento de este comportamiento suele ser necesario reconstruir,
partiendo de las reacciones de trasferencia del paciente, de sus sueños,
asociaciones, etc., algún trozo olvidado de su vida pasada.
La reconstrucción, labor preliminar, conducirá si es acertada, a nuevos recuerdos, nuevo comportamiento y cambios en la imagen de sí
mismo. Con frecuencia es el punto de partida de los "procesos circulares", en que los recuerdos conducen a insights, y éstos a cambios, que
a su vez conducen a nuevos recuerdos, etc. (Kris, 1956a, 1956b).
Si volvemos al material clínico presentado en la traslaboración, vemos que hice dos reconstituciones. Reconstitución número uno: cuando el paciente tenía cinco años estaba lleno de sentimientos sexuales
por su madre. Entonces ella lo dejó solo con su padre y se fue de vacaciones. A consecuencia de este rechazo, sus impulsos sexuales se dirigieron a su padre, quien se exhibía desnudo en el baño delante del
chico. La reconstrucción parecía acertada porque movió al paciente a
recordar impulsos homosexuales relacionados con los niños. Al fin recordó haber acariciado el pene de uno y haber tenido muchos impulsos
y fantasías afines posteriormente. Entonces realicé la segunda reconstrucción: el paciente hizo con un niño lo que quería que su padre hiciera con él. Después se apartó de su padre viéndolo como tosco y vulgar,
y posteriormente lo volvió puritano y distante.
El paciente confirmó esta reconstitución comprendiendo que evitaba la intimidad con los amigos varones y que hacía otro tanto en su
relación conmigo. Esto le convenció aún más de sus sentimientos de
amor y afecto por mí, así como de que me necesitaba. Su enorme hostilidad primitiva contra su madre comenzó a aflorar en este punto en el
análisis, que parecía confirmar la exactitud de las dos reconstrucciones.
El fin de la interpretación es hacer consciente algún suceso psíquico
inconsciente para poder entender mejor el significado de un comportamiento dado. Pero las interpretaciones suelen limitarse a un solo elemento, un solo aspecto o una sola constelación. Cuando traslaboramos
318
LA TRASFERENCIA
una interpretación dada de un solo elemento, cuando tratamos de rehacer la historia y las vicisitudes de ese elemento, tenemos que hacer
más que interpretar. Tenemos que reconstruir el trozo de vida que estaba acaeciendo en el paciente y en torno suyo y que explicaría el destino de aquel elemento (Freud, 1937b). Incluso tenemos que tratar de
reconstruir lo que sucedía en el padre y la madre, por ejemplo, si eso
pudiera ayudarnos a explicar lo que ocurrió a ese elemento en el paciente en aquel tiempo.
Las buenas reconstrucciones son una valiosa ayuda en la aceleración
del avance de la traslaboración. Una reconstrucción acertada conduce
a nuevos recuerdos o nuevo material en forma de sueños, asociaciones,
formaciones de pantalla, nuevas formas de resistencia o cambios en la
imagen de sí mismo (Reider, 1953b). Las reconstrucciones han de hacerse con tiento. No pueden ser demasiado rígidas ni quebradizas porque entonces no podrían colmar las lagunas desconocidas en la historia
olvidada del paciente. Por otra parte, no pueden ser muy informes, porque entonces no constituirían un puente suficientemente fuerte que llevara al paciente por encima de los vacíos ignotos. Finalmente, el analista siempre tiene que estar dispuesto a enmendar, modificar o abandonar una parte de la reconstrucción según sean las respuestas clínicas
del paciente.
3.9.4.5 Adiciones
Antes de dejar la técnica de rutina en el análisis de las reacciones de
trasferencia querría añadir algunos puntos menores que he hallado de
valor clínico y técnico. Desde el momento en que el paciente conoce
al analista, éste es una persona de importancia para aquél. En realidad, hay que modificar esto diciendo que en el momento en que el paciente decide ir con el analista, y antes del encuentro real, el analista
es ya una persona de importancia en la vida del paciente. Por eso, toda
hora analítica, y la hora analítica entera, tiene algo que ver con este
punto. No quiero decir que toda hora y durante toda la hora hallemos
material explícito concerniente al analista. Quiero decir que al analizar todo el material clínico, es posible que el analista escudriñe lo que
el paciente siente respecto de él, aunque el contenido manifiesto no parezca relacionado con el analista literal ni simbólicamente. No quiero
dar a entender que las interpretaciones así recogidas sean siempre utilizables por el paciente. Tal vez sean solamente indicios almacenados
para su empleo futuro. A veces, este modo de ver puede aclarar una
sesión por lo demás oscura.
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
319
Por ejemplo, en una sesión una paciente divaga alegremente por temas muy
diversos, va del pasado al presente y de éste al pasado, y nunca dura mucho
con un solo asunto. No puedo hallar ningún denominador común ni ninguna
carga sobresaliente de afecto en nada del material. Tomo entonces todo el contenido por alusivo a mí y veo las producciones de ella como una traviesa oscilación respecto a mí. Como siento que la paciente no es inaccesible para
mí,
se lo digo. Ríe y replica: "Durante toda la sesión tuve la sensación de estar
flotando sobre una apacible escena soleada en el campo. Pero todo eso era el
fondo; yo sólo le dije a usted lo que estaba en primer plano. Cuando llegué
esta mañana, usted tenía un aspecto estival, y creo que eso fue lo que me puso
en marcha. Cuando yo era una niñita, mi madre a veces me daba la sorpresa
de preparar súbitamente un picnic en el parque para las dos solitas. ¡Qué felices
ocasiones aquéllas, las dos solas en el cálido día de sol!"
Creo que éste es un buen ejemplo de cómo puede explorarse el contenido general de una sesión desde el punto de vista de ¿cuál es la relación de todo esto conmigo?
Otro punto técnico es el concepto expuesto por Fenichel (1941) de
la interpretación inversa de la trasferencia. Por lo general, cuando el
paciente habla del analista tratamos de deducir de quién de su pasado
está hablando en realidad. A veces habla de figuras del pasado como
forma de resistencia a hablar del analista, como medio de establecer
una distancia respecto de éste. Hay que interpretar primero esta última resistencia, y sólo entonces se puede pasar a averiguar el pasado
de esa resistencia.
Finalmente, la idea de Bornstein (1919) y Loewenstein (1951) de la
"reconstrucción hacia arriba" es un útil punto técnico. Cuando las producciones o los sueños de un paciente parecen claras referencias a impulsos muy primitivos y tempranos y hay una duda razonable acerca
de si el paciente podrá manejar este material, el analista reconstituye
el material hacia arriba. Quiere decir que se sirve del material del paciente; no lo desdeña por completo porque eso podría ocasionar angustia, pero lo interpreta en una dirección menos primitiva. La señora
K, que empezó su primera visita con un sueño en que el analista practicaba el cunnilingus en ella, es un ejemplo. Recordará el lector que yo
interpreté esto como su modo de obligarme a demostrar que la aceptaba realmente (sección 3.8.1).
320
LA TRASFERENCIA
3.10 PROBLEMAS ESPECIALES EN EL ANÁLISIS
DE LAS REACCIONES DE TRASFERENCIA
Hasta ahora he descrito los procedimientos técnicos que deben seguirse para analizar las variedades comunes de las reacciones de trasferencia. Pero a veces se presentan en el análisis de los pacientes situaciones
de trasferencia de todas clases de diagnóstico, que tal vez requieran un
tratamiento especial. Por ejemplo, una grave tormenta emocional puede hacer que el paciente se embarque en alguna peligrosa actuación
de sus sentimientos de trasferencia. En tal situación, la ausencia temporal de un Yo razonable en el paciente tal vez pida una técnica distinta de análisis. Pero en general, ya van veinte años o más que parecen
haber aumentado los problemas especiales de origen diverso.
Ante todo, después de la segunda guerra mundial parece haber habido un cambio en el tipo de paciente que busca terapia psicoanalítica.
En parte, esto puede deberse a la mayor popularidad del psicoanálisis.
Por otra parte, ahora estamos intentando tratar psicoanalíticamente a
pacientes que antes no hubieran sido considerados aptos para tal tipo
de tratamiento (Stone, 1945b; A. Freud, 1945a). Esta mayor vastedad
del alcance de la terapia psicoanalítica puede considerarse un intento
experimental de aplicar terapéuticamente nuestro mayor conocimiento
y experiencia de la psicología del Yo y la evolución en la primera infancia. Pero algunos de los problemas especiales que encontramos tal
vez se deban a diferencias de técnica no reconocidas y a errores en el
modo de calibrar al paciente.
En relación con los problemas especiales del análisis de la trasferencia nos limitaremos aquí a los pacientes que desde el principio parecen
convenir para el tratamiento por el psicoanálisis clásico. Antes de embarcarnos en un estudio detallado del problema de la analizabilidad me
gustaría volver a algunas de las primeras y básicas ideas de Freud al
respecto. Las utilizaré como guía general hasta que podamos elaborar
ideas más completas, en el tomo u.
Cuando Freud (1916-7) distinguía las neurosis de trasferencia de las
narcisistas subrayaba el hecho clínico de que los pacientes que tenían
una neurosis de trasferencia podían formar y mantener una serie cohesiva pero multiforme e influenciable de reacciones de trasferencia. Estos pacientes le parecían convenientes para la terapia psicoanalítica. Por
otra parte, aquellos pacientes que padecían neurosis narcisistas sólo tenían reacciones de trasferencia fragmentarias y transitorias y eran por
ello relativamente inaccesibles a la terapia psicoanalítica y poco apropiados para ella. Aunque se han modificado un poco estas ideas acerca
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
321
de la formación de trasferencia en los casos psicóticos y limítrofes [borderline] creo que es un hecho clínico todavía de aceptación general el
de que los fenómenos de trasferencia en tales pacientes no pueden tratarse como es debido por medios predominantemente analíticos (Fenichel, 1945a, capítulo Glover, 1955, capítulos xm, xiv; Zetzel,
1956; Greenacre, 1959).
Exduiré de esta presentación el tratamiento de los problemas que
surgen en casos claramente psicóticos o límites, así como en los tratados por métodos neta y deliberadamente diferentes del psicoanalítico
clásico. Estos problemas van más allá del alcance de este volumen (A.
Stern, 1948; Knight, 1953b; Bychowski, 1953; Jacobson, 1954; Orr,
1954).
3.10.1
CRISIS EMOCIONALES GRAVES Y REACTUACIONES PELIGROSAS
Los sentimientos de trasferencia del paciente pueden alcanzar durante
cierto tiempo una intensidad que impida al paciente el empleo de su
facultad de separar el Yo razonable del Yo experiencia'. Esto suele suceder en la revivencia de la neurosis infantil. Luego nuestra misión terapéutica es contribuir al restablecimiento de un Yo razonable. Muchas veces, la mejor técnica es esperar, dar al paciente la oportunidad
de descargar sus sentimientos lo más cabalmente posible. De este modo se le proporciona al Yo la ocasión de reasumir su dominio sobre
la situación. A veces incluso será necesario o conveniente dejar que el
paciente sobrepase los límites de la sesión. En otras ocasiones tal vez
sea prudente señalar que se acerca el fin de la hora a fin de que el paciente pueda rehacerse y prepararse para dejar la sesión. Aunque puede haber el peligro de dar satisfacción a la trasferencia si se concede
al paciente tiempo extra, aún puede ser mayor el peligro de dejarle que
salga del consultorio sin dominarse, debatiéndose con la agonía de intensas emociones. Hay que recurrir al juicio clínico para determinar
qué será lo mejor.
Por lo general suelen manejarse así debidamente estas tempestades
emocionales. Importa que la actitud y el tono del analista sean pacientes, compasivos y firmes, ni de crítica ni melosos. Suelo decir a mis
pacientes hacia el fin de la sesión que siento tener que interrumpirlos
pero el tiempo se acaba. Y añadir algo en el sentido de que espero que
la próxima vez podamos seguir laborando con este problema.
No hago ningún intento de interpretación mientras no parece presente ni accesible un Yo razonable. Sólo cuando sospecho que se puede
provocar la aparición de un Yo razonable, y ponerlo a funcionar. Y
322
LA TRASFERENCIA
si estoy seguro del terreno que piso, haré algún intento de interpretación. Puede este intento tener lugar al ceder la intensidad de la emoción, pero también si el Yo razonable no está demasiado hondamente
inmerso en las turbulentas emociones y si se precisa la interpretación.
En tales condiciones la interpretación acertada puede también servir
de llamado a la razón, de punto de reunión para la vuelta del Yo razonable. La clave de la interpretación correcta es comprender que la fuerte
tormenta emocional es una reactuación de una situación pasada, un
duplicado exacto o una deformación a medida del deseo. Ilustremos:
En el curso de una sesión y a mi petición de que me diga más acerca de una
experiencia sexual reciente una paciente responde asustándose. Al principio puede comunicar sus sentimientos de temor; le parece como si le estuviera pidiendo que se desvista. Después la situación la arrastra y se espanta. Ya no dice
su pánico, sino lo siente, como si estuviera sucediendo en el consultorio. Empieza a gritarme con frenesí: "¡No, no lo haré, no lo haré, no lo haré! Déjeme
en paz o gritaré. Váyase, váyase. Ayúdame, Dios mío. Ayúdame. Basta, basta, basta. Por favor, basta. ¡Socorro!..." Y así sigue durante muchos minutos.
Como no parece reducirse la intensidad y se acerca el final de la sesión, digo
sencillamente: "Señora Smith [pausa], señora Smith, fue el jardinero quien la
espantó, señora Smith, el jardinero, y ahora está usted conmigo, con el doctor
Greenson." Cuando llamo a la paciente señora Smith no parece oírme, por
eso lo repito varias veces. Cuando digo "el jardinero" parece volver a enfocarse; me ha oído, parece tratar de comprender, de orientarse. Para cuando digo
que ahora está allí conmigo puede sonreír un poco, como si entendiera de qué
se trata. Tarda unos minutos en rehacerse y recobrar su compostura. Ahora
puede dejar la sesión dominando sus emociones 'y rumiar la vuelta de la traumática experiencia infantil.
Tuve éxito al señalar el significado de la experiencia de trasferencia
porque pude sentir que su Yo laborante era accesible y sabía por el
material anterior que su experiencia procedía de una seducción en su
infancia, por el jardinero. Sabía que podía llegar hasta ella con las palabras "el jardinero" y hacerla volver a la realidad recordándole dónde y con quién estaba.
Un paciente llevaba muchos años luchando con su temor de expresarme directamente su enojo y su rabia. Hacia el final de una sesión empieza a describirme lo que me diría si estuviera borracho. Se hace más y más insultante verbalmente, empieza a golpear la pared con el puño, el diván con los pies, y al final
se pone de pie de un salto. Llega a mi silla y se para frente a mí agitando el
índice y diciendo: "¿Quién demonios se cree usted?" No digo nada, pero cuando
él estaba a punto de salir de estampía le pregunto "¿Qué tal se siente decirle
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
323
finalmente a papá que decididamente no es tan grande?" Se da media vuelta
y me mira. Lentamente, sus airados rasgos se relajan; sacude la cabeza; camina lentamente de vuelta al diván y se sienta. Después, lentamente, dice: "Bueno, por fin lo hice, por fin, por fin, por fin, al cabo de tantos años; se lo dije
todo a usted y a mi viejo, y a mi hermano mayor, y a todos ustedes. Por fin
me siento hombre grande y no un chiquillo disfrazado de hombre." Las lágrimas corrían por sus mejillas.
Paralelamente a las tormentas emocionales y a menudo en calidad
de componente o consecuencia de ellas, los pacientes volverán a vivir
ciertas situaciones del pasado no sólo en palabras y sentimientos sino
también en acciones. Me refiero a acciones que pueden ser peligrosas
si no se les pone coto. Este comportamiento puede ser una simple revivencia, una actuación ligeramente desfigurada y aceptable para el Yo
o un acto sintomático gravemente desfigurado y ajeno al Yo. El primer
ejemplo arriba citado de la mujer y el jardinero es una ilustración de
la revivencia simple trasferencial. El caso del señor colérico es un ejemplo
de combinación de acción sintomática y actuación. El problema técnico es el mismo en uno u otro caso: tenemos que ayudar al paciente
a establecer un Yo razonable, o una alianza de trabajo, antes de que
deje la sesión, si es humanamente posible.
El procedimiento es semejante a lo que he descrito para las tormentas emocionales: esperar a que la actividad se consuma sola, se aquiete. Si entendemos el sentido del comportamiento y puede movilizarse
un Yo razonable, hacemos la interpretación más precisa y condensada
que nos sea posible. Si ambos métodos fallan o no son aplicables, tenemos que interrumpir el comportamiento poniendo al paciente frente a la
realidad y haciéndole ver los peligros que entraña ese comportamiento.
Por ejemplo, en el caso del señor encolerizado, ¿qué hubiera pasado
si no lo detengo preguntándole qué sentía al poder decir finalmente a
su papá que no era tanto como parecía? Le hubiera dicho algo así: "Espere un momento, señor Jones, por favor. Puede usted irse a la hora
que quiera, pero me parece que no es ahora un buen momento. Está
usted demasiado enojado y trastornado y deberíamos trabajar un poco
con ello. No es bueno que se vaya usted en ese estado."
En circunstancias semejantes he dicho cosas como "siento que esté
usted en esas condiciones y quisiera ayudarle, pero me parece que no
entiendo lo que sucede. Trabajemos un poco antes de irse."
En una ocasión una paciente, psicótica limítrofe, se alzó del diván
y me abrazó diciendo: "Dejémonos de perder el tiempo y amémonos."
Yo le detuve firmemente los brazos, la miré a los ojos y dije: "Señora
324 .
LA TRASFERENCIA
Jones, quiero ayudarla y puedo hacerlo laborando. Laboremos, pues,
y dejémonos de perder el tiempo."
Todas estas situaciones son potencialmente peligrosas para el paciente
y deben manejarse como sea dentro de la sesión. El método menos satisfactorio es el empleo de cualquier tipo de fuerza para impedir que
el paciente obre de determinada manera. Pero a veces es el único modo posible de impedir que suceda algo peor. El último recurso es entonces el tono firme, aunque compasivo, la súplica de que nos pongamos a trabajar, al mismo tiempo que se sujetan los brazos del paciente.
En una palabra, obramos como un padre o madre fuerte y solícito con
un hijo que ha perdido los estribos. Problemas afines de la actuación
se verán en el tomo II.
3.10.2
LA HORA DEL LUNES
En realidad, este encabezado debería ser "La hora del viernes y la del
lunes", o mejor aún, "Reacciones del paciente a la separación del fin
de semana". Para abreviar, y también porque Freud habló de "la costra del lunes" ya en 1913, he condensado el título y dejado "la hora
del lunes". Sabemos que nuestros pacientes reaccionarán emocionalmente a todas las separaciones del analista. Algunos lo hacen como si
el fin de semana fuera una fiesta, un carnaval, y otros como si fuera
un abandono, una defección. Ferenczi (1919c) describió las "neurosis
del domingo", que se presentan al perder sus pacientes las distracciones y el olvido que les procura el trabajo cotidiano. En Tótem y tabú
(1913a) y posteriormente en "El duelo y la melancolía" (1917b), describió algo de la dinámica y de los cambios estructurales que se producían con ocasión de las fiestas. En diversos escritos siguió laborando
con estas ideas. Un buen resumen de ellas fue el publicado en 1955
por Grinstein. De todos modos, ninguno de los autores subrayó la importancia central de la situación de trasferencia como determinante de
la reacción que el paciente tiene en el fin de semana. Me propongo
explorar algunos de los modos típicos que tiene el paciente de reaccionar a la interrupción de fin de semana en la labor analítica.
3.10.2.1 El fin de semana es una fiesta
Para algunos pacientes, el fin de semana es ocasión de festejar, un descanso, un respiro; presenta la posibilidad de reponerse de los rigores
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
325
y las exigencias del tratamiento psicoanalítico. Es evidente que cuando
esto ocurre es señal de que la labor psicoanalítica se está ejecutando
con una resistencia constante. Sorprende la frecuencia con que el paciente disimula la presencia de una resistencia hasta que se revela en
la sesión del viernes o la que precede al fin de semana. Ante nuestra
sorpresa, el paciente reacciona entonces como en vísperas de una celebración o una fiesta; en este caso debemos inferir la presencia de un
resentimiento latente por el tratamiento analítico, que se ha estado desarrollando calladamente en todo el intervalo de labor. Esto indica que
el analista debe ser algo parecido a una entidad crítica superyoica para
el paciente, quien ha estado laborando en el análisis como a la fuerza,
sintiéndose obligado o coaccionado, y se ha sometido sin manifestar
su sumisión. El paciente puede o no tener conciencia de esto, pero su
reacción ante la vacación que se avecina lo muestra claramente. Los
pacientes que se sienten así en la sesión del viernes, antes del fin de
semana, y los que se sienten aliviados o contentos al final de cada hora
analítica entran en esta categoría.
Cuando el analista representa una figura crítica superyoica para el
paciente, el comportamiento de éste durante el fin de semana se compondrá de toda la suerte de libertades instintuales. Habrá plétora de
actividades libidinales y agresivas, por lo general con un tinte regresivo e infantil. Llama la atención el observar cómo los pacientes se conducen con cierta reserva en su vida sexual durante la semana y en los
fines de semana se entregan a muchas actividades pregenitales. Suele
advertirse un gran aumento de actividades de placer precopulatoria,
masturbación y promiscuidad en los fines de semana. Y hay una exaltación paralela de acciones agresivas. Algunos pacientes actúan en los
fines de semana lo que asocian libremente durante la semana. Esos pacientes se conducen como si el analista fuera el portador de su Superyó. La sesión del lunes resulta entonces una hora de confesión y expiación. Para ellos, la hora del lunes es el domingo de confesión. El lunes
suelen comenzar recitando todos sus pecados, llenos de sentimiento de
culpabilidad y arrepentimiento, temerosos del castigo y avergonzadísimos. Sorprende el ver que cuando estos pacientes se encuentran por
casualidad con su analista durante un fin de semana les sobresalta, porque se imaginaban en su fantasía que el analista no existe en el mundo
exterior. O bien fantasean que está encerrado en su consultorio y fuera
de él no tiene vida. Hay pacientes que se espantan cuando ven a su
analista en un concierto o una sala de espectáculos. Algunos incluso
no lo reconocen, se vuelven ciegos histéricamente o tienen un escotoma
para él. Importa reconocer esta proyección de Ello y Superyó, así co-
326
LA TRASFERENCIA
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
mo las sutiles resistencias que pueden trabajar calladamente en las sesiones los días de la semana.
mente: era su intento de negar la hostilidad y culpabilidad que sentía
al volver a la situación analítica.
La pérdida de un objeto de amor en los fines de semana puede sentirse asimismo en nivel oral o anal. He visto pacientes que se sentían
como que no tenían nada que producir el lunes y otros que llegaban
con un montón de material que habían almacenado y conservado para presentarme una gran cantidad en busca de mi aprobación. Para algunos, el fin de semana era una privación oral y volvían el lunes deseosos de que los alimentara, de beber mis palabras en lugar de atender a lo que decían. Una de tales pacientes, la señora de K, solía pasarse todo el fin de semana tomando baños de sol con el afán de remplazar
al cordial y amoroso padre sol, como dijo Ferenczi (1914d).
Desde un punto de vista técnico, la tarea consiste en advertir la relación que puedan tener las reacciones de fin de semana con la situación
de trasferencia y hacer que el paciente se dé cuenta de ella. Es grande
el número de pacientes que se resisten a aceptar el significado trasferencia) de su comportamiento de fin de semana. La sesión del viernes
y la del lunes tienen una importancia particular en la revelación y el
señalamiento de importantes reacciones de trasferencia. Una paciente
mía deprimida se estreñía los viernes y retenía su masa fecal en calidad
de sustituto mío; sólo podía obrar al volver a su análisis el lunes. Fue
el primer adelanto súbito para nuestra comprensión de su relación oralanal conmigo.
3.10.2.2 El fin de semana es una defección
Para muchos pacientes, los fines de semana o el intervalo entre las sesiones analíticas denotan la pérdida de un objeto de amor. Para ellos,
el descanso significa separación, desapego, desinterés, interrupción o
terminación. De una u otra forma, el paciente se conduce como si perdiera un objeto de amor. Con frecuencia reacciona al fin de semana
como si entrañara un rechazo por parte del analista. La sesión del viernes suele trascurrir en ira improductiva, porque el fin de semana significa que el analista se va de vacaciones y abandona y deja al paciente.
Para este paciente, la hora del lunes significa un enfrentamiento entre
él, el excluido, el agraviado, y el analista recusador y ofensor. Para los
pacientes neuróticamente deprimidos, la hora del lunes puede representar también una reunión con el objeto de amor perdido y parecer
una bienaventuranza. Algunos pacientes se sienten aliviados al descubrir que el analista ha sobrevivido a sus deseos asesinos. Es importante
reconocer el nivel en que se siente esto, o por lo menos aquel en que
se producen las reacciones predominantes. Y además hay que saber
si vemos pulsiones o defensas en primer plano, si vemos comportamiento
agresivo o intentos de reparación y restitución.
En muchos pacientes, el fin de semana reaviva la situación edípica.
Para ellos, el fin de semana es una escena primaria de que han sido
excluidos. Luchan con sus sentimientos incestuosos, o tienen otros de
culpa, angustia o depresión, o quizá actúan en alguna forma o algún
otro aspecto de la situación edípica. Algunos pacientes se debaten con
deseos de muerte inconscientes y están angustiados y abrumados por
su culpabilidad los lunes cuando se ven con su analista. Unos están
tristes y deprimidos por la exclusión. Otros hostiles, y llenos de envidia
celosa. Algunos así lo sienten y llegan a la sesión abatidos u hostiles.
Otros lo niegan con su comportamiento, como diciendo: "Qué me importa" o "¿Qué falta me haces?" Los hay que trabajan arduamente
para compensar sus deseos o su comportamiento culpable y así reparar
su falta con el analista. O que enmudecen el lunes por su hostilidad
y resentimiento por el rechazo. Algunos tienen reacciones somáticas en
los fines de semana a manera de intento de descargar emociones o pulsiones de otro modo inaccesibles. Es típico de los pacientes el llegar habitualmente tarde o habitualmente temprano los lunes. Tuve un paciente que cantaba en la sala de espera todos los lunes y silbaba alegre-
327
cz
5'
3.10.2.3 El fin de semana y las funciones yoicas
Para algunos pacientes en estado de regresión relativamente grave, la
ausencia del analista puede ser como una pérdida en las funciones del
Yo. Esto puede suceder en un paciente neurótico que se debate en la
agonía de una intensa neurosis de trasferencia infantil, o bien en cualquier momento en los casos límites. Entonces el analista ha estado haciendo de Yo auxiliar y la separación de él puede ocasionar una pérdida
de la comprobación de la realidad, desorientación, despersonalización, pérdida de identidad, etc. Tal vez fuera necesario ver a esos pacientes durante el fin de semana o tener contacto telefónico con ellos.
A veces basta con saber el paradero del analista para que sea innecesario convenir su remplazo por un sustituto.
El paciente puede tener otros modos de servirse del analista a manera de función yoica en la trasferencia que aflora durante una separación. Tal vez lo utilice para mostrar las exigencias críticas de su
Superyó. Entonces, en los fines de semana esos pacientes pueden vol-
328
LA TRASFERENCIA
ver a su estado hipercrítico antinstintual. Tales pacientes no toleran la
pérdida de tiempo que representan fines de semana o festividades y
tienen que realizar alguna tarea remunerativa o algo con fines culturales o higiénicos. Para algunos de estos pacientes, las tentaciones del Ello
en los fines de semana pueden poner en marcha serias reacciones de
culpa y vergüenza. Para ellos, la hora del viernes significa embarcarse
en una peligrosa aventura y la del lunes la vuelta a buen puerto.
3.10.2.4 Otras apreciaciones clínicas
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
329
Un paciente mío, el señor Z, que detestaba las sesiones del lunes porque no
era capaz de reconocer que me había echado de menos, ya que eso denotaría
homosexualidad, solía ser rencorosamente improductivo los lunes. Por fin un
día pudo expresar cómo sentía que se acercara el viernes y se volvió muy trabajador losnlunes.
Una paciente muy deprimida, la señora K, le parecía que cesaba de vivir cuando
llegaba el viernes, y estaba como "zombie" los fines de semana porque ya no
se hallaba "conectada" conmigo. Cuando consiguió enamorarse fuera del análisis, deseaba impacientemente que llegaran la sesión del viernes y su descanso
del fin de semana.
Hay pacientes que dejan de laborar los viernes, de acuerdo con la fórmula "yo te dejo antes de que me dejes tú". Esta cuestión de quién
deja a quién puede ser un punto técnico de importancia en pacientes
muy enfermos. Con el fin de evitarles la sensación aguda de abandono
me ha resultado con frecuencia bueno dejarles que tengan un breve descanso un día o dos antes del mío. No es raro que esos pacientes cancelen su última cita antes de la vacación del analista. He visto pacientes
silenciosos o improductivos los viernes para hacer gala de la actitud de
"¿Yo qué necesidad tengo de ti?" Desperdician la última hora para
hacer ver su desdén por la labor analítica.
Cuando en el analista se siente ante todo una figura de odio, la hora
del viernes puede significar la puerta libertadora de la aflicción y observarse cierta euforia en el paciente. Pero en tales circunstancias éste
tal vez se deprima durante el fin de semana por la orientación hacia
dentro de esa hostilidad, o bien le ocasione angustia la espera inconsciente de alguna catástrofe que pudiera acaecer al analista.
Las reacciones a la sesión del lunes dependerán de lo que haya sucedido durante el fin de semana y sobre todo, del significado trasferencial que el analista tenga en ese momento; si se está volviendo a un
Superyó crítico, un objeto de amor perdido, un objeto de amor rechazante, un Yo necesitado o un Ello tentador: si la figura del analista es
amorosa u odiosa, benevolente o áspera, comprensiva o crítica.
Independientemente de cómo vaya el análisis, la sesión del viernes es
heraldo del fin de semana y hay que tomar en cuenta la próxima separación del analista. De modo análogo, independientemente de otras cosas que puedan suceder en el fin de semana, el hecho de que ocurra algo
durante una separación del analista influirá en las otras apreciaciones.
No es raro hallar pacientes que reaccionen el lunes con el sentimiento de
"estoy peor y es culpa suya, porqué me abandonó el fin de semana".
Las reacciones de los pacientes al viernes y el lunes cambiarán con
el curso del análisis.
No debe olvidarse que el fin de semana presenta un duplicado válido,
en miniatura, de lo que puede esperarse cuando acabe el tratamiento.
3.10.2.5
Los problemas técnicos
Uno de los problemas técnicos es el de restablecer una alianza de trabajo para poder analizar las reacciones del paciente a la separación.
Creo que la "costra del lunes" de que hablaba Freud se refería a los
residuos del día, los sucesos experienciales de la separación más la resistencia provocada por la misma, que estorba el reanudamiento de la
alianza terapéutica. Una vez estos residuos y resistencias expresados
y aclarados se puede proseguir con la labor analítica.
Otro problema técnico tiene que ver con el momento y la dosificación de una interpretación. Tenemos que tomar en cuenta que la interpretación hecha en viernes o antes de unas vacaciones se le deja al
paciente para que la maneje por sí durante cierto tiempo. Por eso, la dosis de nuevos y dolorosos insights deberá ser menor que si la misma interpretación se hiciera otro día regular de trabajo. El analista tiene que
ponderar la cuestión de si puede el paciente soportar solo el insight durante ese espacio de tiempo. Recuerdo un error al respecto cuando yo
era todavía un analista joven.
Una dama joven paciente mía vino un viernes con un sueño que por primera
vez contenía imágenes claramente homosexuales. Sus asociaciones también atañían al tema. Hice lo que me pareció una interpretación cuidadosa de sus senti mientos homosexuales para con una amiga maestra de escuela. La reacción
de la paciente en la sesión parecía propia. Cuando volvió el lunes estuvo completamente callada, y así permaneció durante más de dos semanas. Después
descubrí que se había despersonalizado por completo durante el fin de semana
mientras reflexionaba en mi interpretación. Esta cuestión de la dosificación la
veremos más ampliamente en el tomo u.
LA TRASFERENCIA
330
Otro problema de técnica es la circunstancia complicadora de lo que
el fin de semana pueda significar para el analista. Aunque se trata ante
todo de un problema de contratrasferencia y será examinado en el torno II, amerita unas cuantas líneas ahora. Algunos analistas reaccionan a la sesión del viernes como si estuvieran por dejar a sus hijos,
con dolor de corazón, preocupación o solicitud, y para otros significa
alivio y alegría. Los hay que ven llegar la hora del lunes con alivio por
quienes lo tenían preocupado. Otros encaran el lunes con resignación
y fatiga, como un trabajo fastidioso. Unos no pueden esperar la hora
del lunes o la hora del viernes. Hay algunos incluso que se sienten obligados a trabajar los domingos; y otros que llegan al jueves agotados
y sin fuerzas. Debo decir que si bien el análisis es trabajo, debe ser
un trabajo agradable, no torturador ni agotador. Es digno de nota el
número de analistas que se quejan de su fatiga. Pero sospecho que a
veces la queja ya no es precisa, sino sólo una manera de hablar; es una
moda elegante decir que está uno agotado. Es como si algunos analistas no quisieran reconocer que les gusta el trabajo que hacen, o como
si ese gusto implicara falta de seriedad (Szasz, 1957).
Querría añadir aquí que muchos psicoanalistas padecen de exceso
de trabajo; esto parecen ser gajes del oficio. Algunos trabajan muchas
más horas de las que pueden laborar eficazmente. Me tiene impresionado el número de analistas que se dedican a actividades fatigosas ajenas a su cometido en las noches, como reuniones de comisiones, reuniones científicas, conferencias, seminarios, etc., después de un día cargado de trabajo con los pacientes. Les queda poco tiempo y poca energía que dedicar a su familia, y cuando empiezan la jornada con sus
pacientes, ya están cansados. La terapia psicoanalítica es una profesión muy exigente y el exceso de trabajo la hace imposible (Greenson,
1966).
Resumiendo: hay problemas especiales técnicos y clínicos en la hora
del lunes. Los pacientes reaccionan de muchos modos a la ausencia del
analista, según la figura de la infancia que éste represente. Pero el caso
es que reaccionan, y hay que interpretar y analizar su reacción. Es necesario restablecer la alianza de trabajo en que interfirieron la separación y la acumulación de experiencias externas. Todo esto lo complica
el significado contratrasferencial de la separación del fin de semana.
3.10.3
REACCIONES DE TRASFERENCIA INTRATABLES
Ya hemos dicho que la causa más frecuente de estancamiento es la reac-
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
331
ción de trasferencia rebelde al tratamiento. Quiero decir esa variedad
especial de resistencia a la trasferencia que se distingue por ser fija, terca e inconmovible a pesar del tratamiento, al parecer adecuado. Es harto
extraño que los pacientes con este problema parecen dispuestos a, y
aun ansiosos de, seguir años enteros con sus análisis infructuosos. Parecen hallar alguna suerte de combinación de satisfacción y seguridad
en la situación analítica que les hace apegarse al tratamiento en lugar
de buscar otra solución a sus problemas. Aunque las reacciones de trasferencia intratables pueden darse en grupos muy diversos de pacientes, para el fin de examinar principalmente los problemas técnicos los
dividiremos en dos categorías. Es posible distinguir un gran grupo de
pacientes cuyo aspecto clínico y cuyo comportamiento, en la superficie, los haría parecer apropiados para el psicoanálisis clásico, y que sólo
después de un período de análisis se descubre son inapropiados. El otro
grupo de casos intratables lo componen aquellos que se han hecho así
a consecuencia de errores, pequeños pero importantes, de técnica. La
mayoría de los casos de estancamiento resulta contener una mezcla de
ambos grupos de errores.
3.10.3.1 Errores al apreciar la capacidad de trasferencia
Solemos esperar que los pacientes que parecen presentar síntomas psiconeuróticos, que no dan señales de psicosis ni de ningún empobrecimiento señalado en sus relaciones de objeto y que parecen tener funciones yoicas razonablemente buenas sean capaces de laborar eficazmente en la situación analítica. Pero la experiencia indica que hay un
número considerable de pacientes que parecen capaces de llenar estos
requisitos en las entrevistas preliminares pero después resultan impropios para el análisis, aun en los casos en que las entrevistas son en número suficiente y de realización cuidadosa. La patología especial que
escapa al descubrimiento en la investigación preanalítica sólo aflora lim-.
piarnente en el proceso de análisis y, concretamente, en la aparición
de la trasferencia. Sólo entonces comprende uno que la patología del
paciente, su capacidad de establecer relaciones de objeto, es defectuosa
y se opone al psicoanálisis clásico. La índole del defecto se hallará en
la incapacidad de formar alianza de trabajo y en la neurosis de trasferencia. Esta deficiencia supera a todas las demás consideraciones, entre ellas la categoría del diagnóstico. He visto pacientes esquizofrénicos
analizables y psiconeuróticos que no lo eran. Lo decisivo para que el paciente resulte analizable parece ser la capacidad de formar esos dos tipos
de reacción simultáneamente con el analista (véase sección 3.5).
332
LA TRASFERENCIA
Así pues, sólo la prueba del análisis es la que puede indicar con seguridad si el paciente es o no apto para la terapia psicoanalítica (Freud,
1913b; Ekstein, 1950). Una vez emprendida ésta, puede ser difícil y
aun imposible persuadir al paciente de que interrumpa la terapia. Algunos pacientes tal vez se hallen dentro de algo que parece ser una situación psicoanalítica porque necesitan conservar su frágil equilibrio.
Sólo la fachada del psicoanálisis es terapéutica para ellos, no las cosas
esenciales del procedimiento. Esos pacientes suelen mantenerse en un
nivel estacionario y artificial no psicótico con semejante terapia (Fenichel, 1945a, p. 551). Otros pacientes requieren un largo período de terapia preparatoria antes de estar listos para el psicoanálisis propiamente dicho. Trataré de ilustrar esto describiendo algunos casos intratables
de pacientes que llevó al análisis equivocadamente un error de apreciación de su analizabilidad.
3.10.3.1.1 Trasferencia erotizada. Me gustaría describir aquí el tipo de
paciente que puede parecer superficialmente un psiconeurótico típico
pero que a poco de iniciado el análisis resulta tener una trasferencia
erótica intratable. No es tan sólo la gran intensidad sino también un
factor cualitativo lo que distingue a esos pacientes. Freud (1915a) describe un tipo de paciente neurótica con una fuerte trasferencia erótica
que no cedió a la técnica analítica. Lo atribuía él a su elemental carácter pasional, una incapacidad de tolerar sustitutos y una irreductible
necesidad de amor. Después, Blitzsten (en una comunicación personal) y Rappaport (1956) han descrito problemas de trasferencia semejantes, cuyo rasgo distintivo es la imperiosa y terca necesidad erótica
del paciente.
Yo tuve dos casos de estos, ambos mujeres. (Todos los casos de trasferencia erotizada de que he sabido fueron pacientes femeninas en análisis con hombres.) En ambos casos tuve por las entrevistas preliminares la impresión clínica de que estaba tratando esencialmente con una
mezcla de elementos histéricos y neuroticodepresivos. Las dos pacientes parecían relacionarse conmigo debidamente en las entrevistas iniciales. No pude hallar defecto de importancia en el funcionamiento de
su Yo. Parecían de mentalidad reflexiva, imaginativas, tenían una buena
historia de logros, una adecuada vida social, etc. En ambos casos, las
quejas de presentación eran de dificultades sexuales y una vida amorosa insatisfactoria en el matrimonio, tendencias al fantaseo celoso obsesivo, promiscuidad y dificultades para dormir.
Ambas pacientes tuvieron fuerte trasferencia sexual conmigo en las
primeras sesiones en el diván. Sus sentimientos sorprendían por inten-
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
333
sos y primitivos. En ambos casos tuve mucha dificultad para lograr que
la paciente laborara con ese material. Reconocían sus sentimientos y
podían describir sus impulsos y anhelos que expresaban vigorosamente de palabra. Querían y aun exigían proximidad y contacto físico, lo
que significaba para ellas incorporación, posesión y fusión. Estaban listas
para la acción y apenas podían refrenar la realización de sus impulsos;
las frustraban y enojaban la verbalización y el pensamiento. Aunque
parecían escuchar mis intervenciones e interpretaciones, no les afectaban ni influían en ellas las medidas analíticas ordinarias. Si aceptaban
mi interpretación, era sencillamente de labios afuera y como medio de
hacer que yo siguiera hablando. Llegaban apresuradas a la cita, pero
no en busca de insight sino sólo para gozar de la proximidad física. Mis
intervenciones les parecían irrelevantes.
Al principio tuve la impresión de que aquellas pacientes tenían una
neurosis de trasferencia erótica aguda, intensa, y muy regresiva. Pero
no pude provocar una alianza de trabajo en ellas. Sus reacciones de
trasferencia eran totalmente egosintónicas y no sometidas a la autoobservación. Comprendí cuán desesperados eran aquellos casos en su proclamación de amor por mí. Lo que parecía ser un género de pasión
sensual era más bien un ansia apremiante, corrosiva. Lo que sentían
por mí no era una mera desfiguración neurótica sino más bien una ilusión. Esas reacciones han sido calificadas de psicosis de trasferencia (Little, 1958; Reider, 1957). (En la sección 3.4 estudio las diferencias entre fenómenos de trasferencia neuróticos y psicóticos.)
Su gran intensidad e intratabilidad se debía a una angustia terrible.
En ambos casos descubrí que la paciente estaba a punto de caer en el
abismo del amor homosexual por su madre. Sus reacciones eróticas conmigo parecían ser un último intento desesperado de aferrarse a su identidad sexual. En una de ellas había un elemento adicional que acabó
por salir a la luz: Sus extravagantes reacciones eran también una negación en masa del creciente convencimiento que tenía de estar perdiendo el contacto con la gente en general. Había pérdida de las representaciones internas de objeto.
Comprendí en breve tiempo que mi apreciación clínica inicial de estas pacientes había sido errónea. La pérdida de contacto visual, la privación sensorial ocasionada por la posición acostada en el diván, movilizaron una intensa sed libidinal de trasferencia y defensa. Aquellas pacientes no eran apropiadas para el psicoanálisis porque no podían soportar las privaciones que impone el psicoanálisis clásico (M. Wexler,
1960). Su capacidad para las relaciones de objeto era demasiado pequeña para que pudieran tolerar todas las vicisitudes de los fenómenos
334
LA TRASFERENCIA
de trasferencia que se producen en el análisis. En las psiconeurosis comunes, junto con la neurosis de trasferencia está la relación de objeto
más realista con el analista dirigida hacia la formación de la alianza
de trabajo (A. Freud, 1954a). Es esta relación de objeto relativamente
realista la que permite al paciente arriesgarse a la formación de una
intensa neurosis de trasferencia. Las pacientes que estoy describiendo
no tenían la capacidad de formar y mantener semejante relación en esa
compleja combinación de intimidad, intensidad y distancia respecto de
la situación analítica. Comprendí tarde en lo relativo al diagnóstico que
se trataba más bien de caracteres adictivos, guiados por sus impulsos,
con tendencias psicóticas.
Una vez que hube comprendido las restricciones que tenía su capacidad de formar relaciones de objeto, la disposición a la actuación explosiva y la cercanía de la psicosis, vi que tales pacientes no debían verse
expuestas a los rigores del psicoanálisis clásico. Necesitaban una psicoterapia que no pusiera en peligro el delicado equilibrio entre defensa
e instinto (Knight, 1953b). Traté de reforzar las defensas, que parecían relativamente sanas, así como las demás funciones yoicas ofreciéndome como Yo y Superyó auxiliar obvio. Las sesiones se realizaron
en posición cara a cara, sin insistir mayormente en la asociación libre.
Mi actitud fue firme, franca, amistosa, pero ante todo claramente terapéutica. Les hice ver sus errores de juicio y pensamiento y les ofrecí
mejores alternativas. Me convertí en su mentor y su guía. Me impuse
no ser jamás seductor ni punitivo. Lentamente, por la identificación,
mejoraron sus funciones yoicas y junto con ellas, su capacidad de tener
relaciones de objeto más maduras. Al fin una de ellas pudo emprender
un análisis más clásico con otro analista después de año y medio de
psicoterapia. La otra siguió durante cinco años la psicoterapia conmigo, pero esta terapia se hizo más analítica hacia el final. Las razones
de esta decisión se estudiarán en la sección 3.10.4, dedicada a la cuestión del cambio de analista.
335
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
portamiento de trasferencia, resistente, rígido e inmutable del paciente
no se debe tan sólo al rechazo de los conflictos repetidos de la infancia
sino que nos hallamos ante una fachada neurótica de una psicosis o
de una perversión subyacente o una combinación de ambas (Pious,
1950).
Hace tiempo me pidió consulta un colega en relación con un paciente que había estado tratando psicoanalíticamente durante más de diez años. El paciente
había pedido tratamiento por una inhibición para relacionarse sexualmente con
las mujeres y además para trabajar con eficiencia. El análisis había ido prolongándose sin gran modificación en los síntomas y no había indicios por parte
del paciente (ni del analista) de un deseo de interrumpir el tratamiento. La situación de trasferencia se había estabilizado en una serie constante y uniforme
de quejas y reproches por parte del paciente, con un tono gemebundo, salpicadas de vez en cuando con algún estallido de cólera o llanto. El analista escuchaba pacientemente y al fin interpretaba este comportamiento como repetición
de algún sucedido de la infancia. Esto solía calmar al paciente, pero a la siguiente sesión repetía todo igual. Este comportamiento alternativo, ora reproches sádicos, ora sometimiento masoquista a la desdicha de su triste condición,
también lo efectuaba el paciente, con otras personas en su vida externa. Al. cabo de muchas horas de consulta se me hizo evidente que toda la vida emocional del paciente se limitaba a esas relaciones superficiales de objeto, de índole
sadomasoquista. No era tan sólo un síntoma; era un modo de vida que ocultaba una fuerte perversión homosexual latente y tendencias paranoides.
Una cuidadosa reconstrucción de la historia de su infancia hizo parecer posible que al empezar la adolescencia hubiera sufrido un quebranto psicótico grave que pasara inadvertido. Su modo sadomasoquista de relacionarse con los
objetos era un intento de restitución; era el único modo que tenía de contacto
con las personas reales. La situación analítica era un refugio para él: suficientemente distante para estar seguro y suficientemente permisiva para dejarle algo
de descarga instintual por la verbalización. Pero el tratamiento era analítico
sólo en su estructura superficial. El paciente no tenía terapia de
insight; en rea-
lidad gozaba de una suerte de terapia de juego (Glover, 1955, capítulo x/v;
Fenichel, 1945a).
3.10.3.1.2 Perversión y/o psicosis enmascaradas. Me refiero aquí a otro grupo de pacientes con reacciones de trasferencia intratables que son muy
diferentes de los casos de trasferencia erotizada salvo en una cuestión:
que comparten la propiedad de tener una capacidad muy restringida y pobre para permitir la formación de reacciones de trasferencia.
Mientras el paciente erotizado manifestará sus agudos sentimientos de
trasferencia a poco de iniciado el análisis, las manifestaciones de trasferencia de estos pacientes son crónicas y poco marcadas. Es corriente
que se tarde meses y aun años de análisis en comprender que el com-
Es evidente que para los pacientes del tipo descrito no está indicada
la terapia psicoanalítica. Tal vez requieran de una psicoterapia constante para mantenerse igual y no empeorar. Algunos acaso mejoren lentamente con cierta forma de terapia de relación y también con ayuda
de drogas. Alguna que otra vez, el paciente puede progresar hasta un
punto en donde pueda emprenderse algo de terapia analítica.
Me gustaría añadir otros pocos tipos clínicos de psicosis y/o perversión enmascarada que algunos tratan erróneamente por el psicoanáli-
336
LA TRASFERENCIA
sis. He visto pacientes cuya terapia servía ante todo de ocasión de actuar impulsos escoptófilos y exhibicionistas, o casos en que la relación
con el terapeuta y la terapia se convertía en una forma de adicción.
Todos estos pacientes eran esencialmente caracteres narcisistas que se
aferraban tenazmente a la relación con el terapeuta porque casi no tenían otra relación de importancia con los objetos. Estos pacientes tenían
una delgada fachada de comportamiento social que daba una impresión falsa en las entrevistas preliminares. Era tal el empobrecimiento
de sus relaciones de objeto que no podían permitirse la regresión, que
hubiera sido para ellos como caer en un estado de nada, de ausencia
de objetos, de catatonia. Su relación con el terapeuta era satisfactoria
y egosintónica. No tenían ningún motivo para cambiarla y sí muchas
razones para seguir con ella, puesto que era la relación más importante de su vida.
El error estaba en el hecho de que se les llevaba hacia una forma
de terapia que por su misma naturaleza amenazaría con trastornar lo
que más necesitaban: una relación fija y concreta con otro ser humano. En cierto modo esos pacientes tenían razón en resistirse al psicoanálisis y se apegaban al psicoanalista porque eso era imperativo para
ellos. Era necesario que el analista comprendiera cómo su valoración
había sido un error, cómo aquellos pacientes necesitaban una relación
mucho más tangible y visible con un terapeuta capaz de reaccionar favorablemente con ellos y de apoyarlos. Tales pacientes con frecuencia se
descompensan y presentan estados psicóticos agudos si se les somete
a los rigores de la situación analítica.
Comprendo que la opinión aquí expuesta suscitará controversias. Algunos analistas no vacilan en analizar a tales pacientes a la manera psicoanalítica clásica (Rosenfeld, 1952, 1958). Otros están de acuerdo en
que se requieren diferentes métodos terapéuticos pero sostienen que debería permitírseles la regresión, y acompañarlos y cuidarlos durante ésta.
Una vez se hubieran reconstituido a sí mismos podrían ser analizados.
Estoy mucho más de acuerdo con Winnicott (1955). Para otras opiniones y otros procedimientos véase M. Wexler (1960), Freeman (1959)
y Saerles (1965).
3.10.3.1.3 Otros tipos de reacciones de trasferencia intratables. Hasta ahora,
los pacientes descritos como impropios para el psicoanálisis debido a
su propensión a las reacciones de trasferencia intratables podrían clasificarse como casos límites, perversiones o psicosis latentes. Llegaron
al tratamiento psicoanalítico porque el diagnóstico exacto no fue discernible sino cuando ya estuvieron envueltos en la situación psico-
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
337
analítica. Pero uno ve pacientes esencialmente psiconeuróticos y sin
embargo también tienen reacciones de trasferencia intratables. Estos
casos no son tan inmutables ni inmodificables como los arriba descritos, pero en su mayor parte son ejemplos extremos de la resistencia de
trasferencia descrita anteriormente (véase sección 3.8).
Me refiero aquí a aquellas resistencias de trasferencia defensivas que
podrían calificarse de reacciones persistentes de trasferencia razonable.
Una variedad de este tipo es la reacción de trasferencia idealizada. Hay
pacientes capaces de sostener durante años sin interrupción una tenaz
trasferencia idealizada positiva para con su análisis. Esta reacción de
trasferencia es egosintónica y difícilmente cede al analista. En parte cuesta hacer ver la hostilidad subyacente, porque esos pacientes son diestros para hallar figuras de trasferencia auxiliares contra quienes desplegar su odio. Por otra parte, esta idealización parece ser un tipo de
sublimación que place a su narcisismo. Además, la división de su figura de trasferencia hace posible que el paciente preserve la existencia
de su analista teniéndolo en la tumba de ese estado idealizado. Si uno
persiste en analizar la trasferencia idealizada como si se tratara de una
resistencia y no da satisfacciones neuróticas de trasferencia, la idealización acaba por romperse. Entonces pueden verse la enorme rabia y
el odio del paciente así como su suspicacia paranoide (Klein, 1952).
Esto es lo que recubre la idealización y lo que hace difícil descubrirla.
Entre los tipos de resistencias de trasferencia que tienden a volverse
impenetrables a la interpretación analítica está la reacción de trasferencia egosintónica altamente generalizada. Es propio de tales pacientes el que suelen reaccionar a todas las personas del mismo modo que
con su analista; esa reacción se ha convertido en un rasgo de su carácter. Una variedad típica es el carácter obsesivo que ha separado todas
sus emociones de la vida cotidiana y que vive sólo por las ideas y el
pensamiento. Este tipo de paciente tiene una resistencia tan hondamente
arraigada a todas las reacciones emocionales que tiende a la reacción
recíproca con las personas solamente en un plano intelectual. Siente
toda emoción espontánea como un peligro que debe combatirse. Sólo
el pensamiento y la vigilancia son confiables y virtuosos.
En algunos casos, este modo de vivir ha adquirido tales proporciones que tenemos la impresión de estar tratando con una computadora
y no con un ser humano. Fenichel (1945a, capítulo >u y) describe un
tipo de carácter obsesivo tan cerrado que tal vez se requieran años para que llegue a abrirse y pueda sometérsele al psicoanálisis. Parecen
caracteres obsesivos rígidos y fríos cuya neurosis cubre una angustia
tan terrible en calidad y cantidad, que el psicoanálisis no le afecta en
LA TRASFERENCIA
338
nada. Mi experiencia parece indicar que suele haber un núcleo paranoide subyacente, dominado por las rígidas obsesiones. Tengo también
la impresión de que tales pacientes no deberían ser tratados psicoanalíticamente sino con alguna otra forma de psicoterapia. El analista sentado detrás del diván con intervenciones de tarde en tarde sencillamente hace el juego de las tendencias que el paciente tiene a aislar las emociones y abusar del intelecto. Estos pacientes parecen progresar más
en las terapias más limitadas, cara a cara.
El paciente con tendencia crónica a la actuación también puede tener reacciones de trasferencia intratables. De vez en cuando nos encontramos con ese grupo de pacientes adictivos y movidos por sus impulsos, cerca de la zona de perversión-psicosis arriba descrita. Los casos de trasferencia erotizada también podrían calificarse de variedad
especial de actuación crónica. En una sección dedicada a los problemas de la actuación en el volumen trataremos de profundizar más
en esta categoría.
Todo esto no agota todos los diferentes tipos de pacientes con reacciones de trasferencia intratables que no se descubren sino cuando ya
se emprendió el análisis. Recuerdo un paciente cuyo temor de la homosexualidad era tan grande que no lograba identificarse conmigo, porque le parecía que hacerlo sería dejarse invadir homosexualmente. Durante varios años, su resistencia a la trasferencia fue inmodificable, hasta
que conseguí entenderlo y le hice comprender su angustia subyacente.
Los distintos ejemplos ya citados ilustran los problemas técnicos y
clínicos que quise poner de relieve, a saber los casos de fenómenos de
trasferencia intratables debidos primordialmente a la estimación errónea por parte del analista de la capacidad de trasferencia del paciente.
Estos pacientes no pueden formar una alianza de trabajo y una neurosis de trasferencia. En algunos casos se forma la alianza de trabajo, pero la invade la neurosis de trasferencia y resulta ineficaz. En otros casos, lo que parece una alianza de trabajo es una neurosis defensiva de
trasferencia bien disfrazada. En todos estos casos, hay un defecto capital en la capacidad de formar relaciones de objeto y en las funciones
del Yo (véanse secciones 3.4 y 3.5).
3.10.3.2
Errores de técnica
Siempre es cosa delicada hablar de los errores de técnica, porque hay
el peligro de parecer arrogante al discutir los errores de los demás o
la trampa de parecer inepto o poco sincero al exponer los errores propios. Sin embargo, es necesario hablar de ellos porque no son raros.
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
339
Además, tengo la experiencia de que se puede aprender más de esos
errores, sobre todo los propios, que de cualquier otra fuente.
3.10.3.2.1 Errores ocasionales. Los errores de técnica a que se deben
las reacciones de trasferencia intratables son los defectos de técnica poco visibles, añejos, repetidos e inadvertidos. Groseros errores de técnica que se producen a veces pueden complicar la marcha de la trasferencia, pero como son fáciles de reconocer tanto por el paciente como
por el analista, el daño que hacen suele ser temporal y reparable. Si
tal no es el caso, esos errores pueden conducir a la decisión de cambiar
de analista o de tratamiento.
A propósito de este último tipo de error recuerdo cómo al principio de mi carrera dejé pasar inadvertidos los sentimientos hostiles de trasferencia de una
paciente que quería desahogar su malhumor por su incompetente internista mientras estaba llena de deseo sexual para conmigo. Interpreté que la situación significaba que estaba resentida con la torpe de su madre y que deseaba a su padre, para ella atractivo. La paciente pareció aceptar esta interpretación por lo
menos intelectualmente, pero en casi todas las sesiones de la semana siguiente
hubo alguna alusión en sus asociaciones a un auxiliar, maestro o médico torpe
o chapucero, junto con los deseos sexuales para conmigo. En aquel momento.
no comprendía yo que la aparición repetida de ese material sesión tras sesión
indicaba una insuficiencia o inexactitud en la interpretación. Finalmente, la
paciente se hizo improductiva, no hubo sueños y poca verbalización. Cuando
traté de hacerla laborar en su resistencia pareció renuente; y cuando persistí,
de repente prorrumpió en furia y desdén: "Usted insiste en sermonearme porque no laboro, pues ¿por qué no baja usted de su torre de marfil y labora también un poco, o quizá tema manchar sus inmaculadas manos?"
Comprendí entonces que no había echado de ver en absoluto la hostilidad
de la paciente para conmigo, que había estado presente junto con sus sentimientos de amor. Comprendí también en aquel punto que la misma paciente
se daba cuenta de ello, y eso aumentaba su enojo y le añadía un elemento desdeñoso. Pasado un momento le dije: "Supongo que está usted enojada con este
inepto doctor, esta ayuda torpe y desmañada que se ha estado manifestando
en todas las sesiones últimamente. Hasta ahora no vi ese aspecto, pero ahora
lo veo claramente: soy yo." La paciente se rió un poco y bufó otro poco con
esta intervención. Al principio protestó, sentía que su enojo y desprecio no iban
conmigo, pero después reconoció que la había conturbado mucho lo que le parecía mi evitación de ella. Tenía la impresión de que me asustaba o repelía
y que no me dignaba medirme con sus problemas.
En un momento posterior de la sesión dije a la paciente que si bien yo no
había comprendido que estaba enojada conmigo, esperaba que consintiera en
explorar esa cólera que había sentido. La puse a asociar libremente preguntándole qué se le ocurría cuando pensaba en una persona de manos inmaculadas.
340
LA TRASFERENCIA
Mis observaciones y mi actitud parecieron eficaces y la paciente pudo abandonarse a la asociación libre. En aquella sesión y otras posteriores apareció material relativo a un aspecto hasta entonces oculto de su padre, aquel padre altivo
y aristocrático a quien admiraba, envidiaba y despreciaba. Mi torpeza, bastante burda, y mi inadvertencia de aquel material significaron un ligero retraso, pero aparte de eso no vi que mi error tuviera otras repercusiones.
Quisiera en este punto insertar unas cuantas observaciones acerca
de los principos fundamentales en el intento de manejar un error de
técnica. Ante todo, el paciente ha de tener una probabilidad de reaccionar al error. Es otro error más el querer sofocar la reacción del paciente con una disculpa demasiado rápida o quedar callado y sin reaccionar mientras el paciente está traumatizado o se siente en peligro.
Hay que reconocer francamente el error, pero el reconocimiento debe
ser empleado en extraer más material al paciente, no en calmar ni neutralizar su reacción. No me disculpé formalmente de mi error porque
no era cosa de etiqueta ni se trataba de una trasgresión a las reglas de
buena conducta. Técnicamente estaba equivocado, pero no era culpable de nada; me dolía el haberla lastimado indebidamente, pero esos
son los riesgos del tratamiento y hay que contar con ellos.
No traté de explicar las razones de mi error porque ese era problema
mío, no de la paciente. No veo motivos para abrumar al paciente con
mis confesiones; no tengo por qué hacer del paciente mi terapeuta. Trato
de indicarle por las palabras, el tono y la actitud que quiero laborar
con sus reacciones ante mi error exactamente igual que haría con cualquier otra cosa que suceda en la vida del paciente. Exploro tan a fondo
esto como lo demás, pero no en exceso. Creo que la breve descripción
del comportamiento que tuve con mi paciente ilustra los principios generales esbozados.
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
341
go, duplicado, como el de contraparte. No es como en contraataque
o contrarrestar, donde significa lo opuesto o contrario, etc. Las reacciones de contratrasferencia pueden conducir a un comportamiento impropio persistente para con el paciente en forma de mal entendimiento
constante o de algún comportamiento agradable, seductor o tolerante
por parte del analista. Otra vez debo decir que para una exposición
más detallada habrá que esperar al tomo II. Pero quisiera ilustrar este
punto con un ejemplo clínico condensado.
Había estado dirigiendo la labor de un candidato avanzado que llevaba entrenándose muchos años. Era un hombre de considerable capacidad y talento, el
tratamiento psicoanalítico del caso iba progresando favorablemente y yo tenía
la impresión de que a ambos nos gustaban las sesiones de supervisión. Pero
el candidato me dijo que tenía muchas dificultades con una paciente, no sometida a supervisión, que llevaba él tratando varios años y en la que se había formado una trasferencia hostil persistente y reacia. Pasamos varias sesiones discutiendo el tratamiento de
la paciente. Era ésta joven y atractiva y tenía un
trastorno de carácter obsesivo con tendencia señalada a intelectualizar, muchos
rasgos de carácter anales y reactivos y una promiscuidad seudosexual compulsivaimpulsiva. Mi primera impresión general fue que el candidato entendía a la
paciente y parecía estar manejando debidamente los principales problemas técnicos que presentaba el caso.
Después fui comprendiendo poco a poco que tenía mucha mayor necesidad
de consultar sus notas cuando se trataba de esta paciente que del otro caso que
yo estaba vigilando. Por su propia iniciativa me dijo que le costaba mucho más
recordar el material de esta paciente que el de cualquier otro de sus casos. Entonces eché de ver una táctica que empleaba con ella y que yo nunca le había
visto antes.
Después de que la paciente había empezado a hablar tras de un si-
lencio la interrumpía y decía: "¿Está usted segura de estar diciéndome verdaderamente lo que piensa?" Señalé la acusación implícita en esa observación,
y él dio a entender que ella podría estar desfigurando conscientemente el material. Además, constantemente la interrumpía y no le dejaba libertad de seguir
3.10.3.2.2 Errores debidos a la prolongada interferencia contratrasferencial. Las
fallas más graves en el manejo de las reacciones de trasferencia son las
poco marcadas, crónicas y no advertidas, que pueden durar años sin
que uno las descubra. Pueden deberse a dos causas principales: (a) las
reacciones de contratrasferencia y (b) el no haber entendido debidamente al paciente (por razones distintas de la contratrasferencia).
Los errores debidos a la contratrasferencia se presentan cuando el
analista reacciona a su paciente como si éste fuera una persona importante en la historia temprana del analista. La contratrasferencia es una
reacción de trasferencia de analista a paciente, paralela de la trasferencia y su equivalente. El "contra" de contratrasferencia significa análo-
asociando. Si acaso esperaba más tiempo tal vez podría cerciorarse de si estaba
ella o no escondiendo algo conscientemente. El estudiante reaccionó a esto enrojeciendo y después defendiéndose, diciendo no saber si en realidad decía eso
a su paciente; tal vez fuera un desfiguro de su modo de comunicarlo. Comprendí entonces que mi fiscalización de este caso no era la situación agradable
que había sido en el caso anterior... para ninguno de los dos.
Cuando el candidato me describía los detalles de su trabajo con la paciente
yo advertía una tendencia por su parte a reaccionar a los silencios de la paciente con unos contrasilencios, a ser excesivamente breve y económico en sus intervenciones verbales, e innecesariamente estricto en señalarle cualquier ligera
demora en el pago o el que nunca respondiera a una pregunta. En resumen,
comprendí que el ambiente de aquel análisis era austero y severo, y aun tal
342
LA TRASFERENCIA
vez áspero y sombrío. Me pareció estar en lo cierto al darme cuenta de que
las reacciones hostiles, suspicaces y rencorosas de la paciente a su analista se
asemejaban a la actitud del candidato y parecían una respuesta a ella. Me pregunté si yo cedería, me amansaría y dejaría mover por un analista que me tratara del modo que el candidato estaba tratando a la paciente. Eso no era una
situación de tratamiento; el médico no estaba tratando de ayudar a un paciente
enfermo. Era una verdadera batalla de desgaste apenas disimulada entre dos
personas hurañas y enojadas que trataban de vencerse una a otra.
Con todo tiento dije al candidato que me parecía que no le gustaba su paciente y que más bien estaba peleando con ella que tratándola. No esperaba
ni deseaba que me explicara sus reacciones ni su comportamiento; había esperado que él mismo planteara la cosa a su analista. Pero el estudiante no podía
refrenarse, empalideció y tras un momento de pausa se soltó llorando y me declaró que últimamente había empezado a sospechar lo mismo. Comprendió que
le encantaba cuando ella cancelaba una cita y que tendía a dedicarle menos
de 50 minutos. Además, solía soñar con ella, donde se confundía con su hermana mayor, que le había hecho la vida imposible de niño, etcétera, etcétera.
Lo importante en esta discusión es que aquel hombre sensible y dotado había tratado malamente a una paciente durante varios años, desquitándose inconscientemente con ella de lo que le habían hecho padecer en su infancia. Sus reacciones de trasferencia a esta paciente lo
habían trasformado de terapeuta compasivo en contrario estricto y punitivo. La consecuencia había sido que ella reaccionara de un modo en
parte de trasferencia y en parte realista a una persona potencialmente
dañina. La consecuencia fue una reacción de trasferencia intratable.
El candidato emprendió la supervisión regular de este caso con otro
supervisor y al parecer, después de resolver sus problemas en su propio análisis, hizo una buena labor en aquel caso. Examinamos la posibilidad de que la paciente cambiara de analista, pero muchos factores
se opusieron. En la sección 3.10.4 se ahonda bastante esta cuestión.
3.10.3.2.3 Otros errores de técnica prolongados. No sólo es la contratrasferencia causa de errores capitales en la técnica para tratar las reacciones
de trasferencia, aunque suele ser la más frecuente y la más difícil de
descubrir. La falta de conocimiento clínico, el conocimiento teórico insuficiente y la ausencia de familiaridad cultural con un tipo de personas pueden tener el mismo resultado. Hace muchos años recuerdo haber oído a un colega describir sus prolongadas dificultades con una paciente. Vi claramente que sus interpretaciones estaban hechas en un
nivel edípico y que no había conciencia o reconocimiento de la relación
pregenital con la madre a pesar de algún material clínico evidente. Cuan-
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
343
do se lo señalé a mi colega, me dijo que nunca había leído esas "ideas
nuevas" y también que nunca se habían presentado en el propio análisis de sí mismo. Unos años después me dijo con cierta desenvoltura
que se había sometido a otro poco de análisis y que también había leído bastante y ahora comprendía cuán mal equipado había estado para
tratar a aquella paciente.
He tenido varias ocasiones de escuchar presentaciones de casos a personas que yo creo se hallaban bajo la influencia de algún sistema teórico defectuoso. Supe de una paciente joven a quien constantemente estaba manipulando su terapeuta, el que sostenía que estaba decidido a
i mpedir que se formara en ella una dependencia regresiva respecto de
él. No sólo creía esto necesario sino que acortaría el tratamiento y le
daría resultados tan buenos y aun mejores que el psicoanálisis "ortodoxo". Se tenía por un analista "progresivo", un "neofreudiano". Para
aquella paciente su técnica apuntaba a no dejar que se produjeran silencios largos, la tranquilizaba y alentaba mucho cuando trataba de
vencer sus resistencias y mantenía el ambiente de su sesión animado
y alegre. Ésta era su intención consciente y en esto parecía triunfar,
al menos en un nivel superficial, en las primeras semanas de terapia.
Pero cuando la paciente empezó a tener deseos sexuales hacia él, sus maneras animadas y tranquilizadoras me parecieron adoptar un aire provocativo y seductor.
Cuando la paciente se enredó en una relación sexual con un hombre mucho mayor y lo exhibió sin pudor ante sus adocenados padres, el terapeuta la felicitó y no hizo interpretaciones de los aspectos
incestuosos y destructivos de ese comportamiento. Insistió en que ella
estaba emprendiendo una experiencia emocional correctora que él consideraba un gran mejoramiento respecto de su anterior timidez sexual.
El no veía en sus propias manipulaciones la manifestación de sus necesidades sexuales, así como una hostilidad por el psicoanálisis. Tampoco reconoció que la nueva (?) promiscuidad de su paciente no era una
independencia verdadera sino una forma de sometimiento a él, así como una actuación de su trasferencia sexual. Después de exponer este
modo de ver, ya no tuve ocasión de saber de la paciente hasta que leí
varios años después sus aventuras en los periódicos.
He visto otros ejemplos de pacientes tratados durante años por supuestos "psicoanalistas" que ejercían siguiendo sistemas teóricos y técnicos muy alejados de lo que estoy tratando de presentar aquí como
psicoanálisis clásico. A veces aquellos pacientes parecían haber experimentado "curas trasferenciales" y se sentían relativamente bien mientras duraba la trasferencia positiva para derrumbarse cuando ésta cam-
344
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
LA TRASFERENCIA
biaba como resulta inevitable. En otras ocasiones he visto el género de
neurosis obsesiva artificial que describe Glover (1955, pp. 353-66) en
el capítulo que dedica a la interpretación inexacta. A veces esos pacientes se hacen partidarios fanáticos de cierta forma de psicoterapia
y pasan la vida tratando de ganar adeptos para la nueva religión. Los
pacientes insuficientemente analizados propenden a actuar su trasferencia positiva en dirección a la escuela de terapia en la que se ha formado su analista o terapeuta. Su amor no correspondido se manifiesta
en su adhesión a la jerga del psicoanálisis, en el constante intercambio
de intimidades verbales, en la desesperada búsqueda de nuevos adeptos que servirán de testigos de que su fe es la única verdadera. El "fiel
creyente" dentro de cualquier forma de psicoterapia resulta tan víctima de reacciones trasferenciales no resueltas como el partidario que ha
sido sometido a un "lavado de cerebro". La independencia mental y
espiritual sólo puede ser resultado de un minucioso análisis de los fenómenos trasferenciales.
patizar con esta reacción al principio, porque olvidaba este aspecto particular
de su vida.
A menudo cometía yo errores de dosificación en mis interpretaciones con
él porque no me daba cuenta de las angustias u hostilidades especiales que allí
entraban. Obstaculizaba mi capacidad de empatía el que yo ignoraba algunos
de los peligros particulares existentes en la historia de la vida de un negro sureño. La primera vez que interpreté un objeto sexual desfigurado en un sueño
como que era mi esposa puse en movimiento inadvertidamente una intensa angustia. Esto se debía no sólo a que era una figura tabú por ser la esposa de
su analista y una figura materna sino además una mujer blanca, y yo no solamente una figura paterna sino también un blanco poderoso.
A consecuencia de tales errores y otros muchos, el paciente tuvo una serie
de suaves y sumisas reacciones de trasferencia conmigo que duraron años enteros. Sólo después de familiarizado yo suficientemente con sus antecedentes culturales y haber mejorado mi capacidad de empatía osó tener en mí confianza
suficiente para que sus sentimientos de trasferencia fueran genuinos e intensos.
Como un último grupo del examen de las causas de reacciones tras-
ferenciales intratables debidas a errores técnicos mencionaré brevemente
las situaciones originadas en la incomprensión del analista de la cultura particular a la que el paciente pertenece. Recuerdo los muchos problemas trasferenciales que encaré la primera vez que intenté analizar
a un negro sureño. Como se puede imaginar las reacciones trasferenciales y contratrasferenciales se complicaban por nuestros antecedentes
tan diferentes. Además de los sentimientos trasferenciales debidos a las
figuras familiares del paciente, había intensas emociones derivadas de
sus sentimientos para con las personas en general. Esta situación se complicaba por mis propias reacciones ante los sureños y los negros. Y un
obstáculo final era mi desconocimiento de la cultura de los negros sureños. Tuve muchas dificultades para valorar la propiedad de algunas
reacciones del paciente porque con frecuencia ignoraba yo lo que era
la realidad en una situación dada.
345
á
La ilustración que antecede es un ejemplo extremado de cómo el no
conocer la cultura del paciente puede estorbar el manejo de la trasferencia. Tuve problemas semejantes, de menor gravedad, cuando traté
de analizar a un aristócrata inglés. Había visto yo pacientes relativamente poco analizados tras varios años de tratamiento por proceder de
un trasfondo norteamericano muy diferente del de sus analistas europeos. Creo que muchos analistas tienen en cuenta esta posibilidad y
cuando envían a algún paciente con otro analista tratan de que no le
sea muy ajeno. A veces esto no es posible; entonces hay que tomar en
cuenta esta complicación y dedicarle una atención especial. El daño más
grave se presenta cuando el analista olvida la disparidad y da por hecho que puede empatizar debidamente con los pacientes de tierras más
remotas.
3.10.4
LA CUESTIÓN DEL CAMBIO DE ANALISTA
Por ejemplo, el paciente tenía fantasías que contenían mucha desconfianza y
suspicacia en relación conmigo. Durante mucho tiempo ignoré el hecho de que
cada vez que llegaba en su coche a mi consulta estaba penetrando literalmente
en territorio enemigo. Los conductores de otros vehículos, la policía del barrio
y las personas que hallaba en el vestíbulo y el elevador de mi edificio eran para
él potencialmente peligrosos. Esta sensación, naturalmente, suscitaba fantasías.
No era tan sólo una reacción de trasferencia conmigo ni un derivado de los
primeros sentimientos por sus padres. Estos sentimientos adquirían parte de
su intensidad por experiencias reales recientes, que le habían sucedido a él o
a personas íntimamente relacionadas con él. Tuve muchas dificultades para em-
La discusión de problemas como las reacciones de trasferencia intratables y los errores de técnica parecen llevarnos a la cuestión de cuándo
se considera indicado el cambio de analista. Este asunto es complejo
y delicado al mismo tiempo; raramente se menciona en la literatura
y sin embargo se discute con mucha frecuencia privadamente entre los
analistas. Como las dificultades en el desarrollo y el manejo de las reacciones de trasferencia son la causa más frecuente del cambio de analista, está indicado aquí al menos un breve examen de esta cuestión. Un
346
LA TRASFERENCIA
estudio más profundo de este problema se hará cuando hayamos visto
temas como el de la analizabilidad, la elección de analista y los problemas de la contratrasferencia.
Parece haber renuencia entre los analistas a aceptar el hecho de que
podrían ser incapaces de analizar venturosamente a todos los pacientes
analizables. En parte esto podría parecer un residuo de las fantasías
de omnipotencia, y también puede ser consecuencia de la idea de que
el sexo y el temperamento del analista no influyen en las reacciones
de trasferencia del paciente. Es verdad que la definición tradicional de
trasferencia subraya el hecho de que los fenómenos trasferenciales se
originan en el paciente. Pero nuestro mayor conocimiento de la psicología del Yo ha aclarado la importancia de la situación analítica para
facilitar los fenómenos de trasferencia. La personalidad y la destreza
del analista son partes importantísimas de la situación analítica e influyen en el curso de las reacciones de trasferencia. Para decirlo de otro
modo: si bien es cierto que los fenómenos trasferenciales son esencialmente desplazamientos respecto del pasado del paciente, de todos modos el analista no es ni una pantalla completamente en blanco ni un
participante totalmente pasivo en el proceso terapéutico. La personalidad y la capacidad del analista influirán en el orden y la intensidad de
las reacciones de trasferencia del paciente así como en la facilidad o
dificultad de laborar con ellas.
Llama la atención el que muchos analistas concuerden en que trabajan mejor en unos casos que en otros pero no relacionen esta diferencia
con la cuestión de cuándo está indicado un cambio de analista. El cuestionario de Glover al respecto confirma la gran diversidad de opiniones
que reina en este asunto (1955, parte n). La situación es diferente en
lo tocante al adiestramiento de candidatos. Según los reglamentos para
la formación de candidatos en la American Psichoanalytic Association,
a cada candidato se le da la oportunidad de laborar con otro analista
si su primer análisis didáctico no se logra. Tal vez los analistas de más
edad y con mayor experiencia comprendan mejor sus propias limitaciones.
Hay varios indicios para pensar en cambiar de analista. Ante todo,
debe estarse seguro de que el paciente es analizable; de otro modo, bien
podría suceder que lo indicado fuera un cambio de terapia, no de terapeuta. Si las reacciones de trasferencia no responden debidamente a
la interpretación en un período de tiempo suficiente, o sea si tenemos
reacciones de trasferencia intratables o si no se producen reacciones de
trasferencia importantes, debemos pensar en cambiar de analista. No
es fácil determinar cuánto es el espacio de tiempo "suficiente", como
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
347
declara también el cuestionario de Glover (pp. 328-30). Desde un punto de vista puramente subjetivo, yo trato de estar en guardia y no ceder fácilmente a la impaciencia por mi parte, y sin embargo no deseo
continuar innecesariamente las luchas prolongadas e improductivas, por
testarudez ni orgullo mal entendido.
Finalmente creo que el cambio de analista es necesario cuando ha
habido errores repetidos por parte del analista o cuando cualquier error
ha creado una situación irreversible. Estas diferentes indicaciones con
frecuencia son inseparables unas de otras, es decir los errores de técnica causan reacciones de trasferencia intratables o hacen al paciente inanalizable por ese analista en particular, etcétera.
Mi propia experiencia clínica me ha enseñado las siguientes reglas
relativas al cambio de analista. Después de un período de cuatro años
de tratamiento, reviso cada caso para ver si sería aconsejable cambiar
de analista. Tengo por costumbre considerar el cambio de analista si
no veo señales claras en ese momento de que el análisis está por terminar. Los pacientes que vuelven por un segundo análisis harían mejor
en ir con otro analista, y si es posible, de sexo o personalidad diferentes
de los del primero.
Para los pacientes que perdieron padre o madre en la primera infancia, el sexo del analista puede ser un factor decisivo. Esos pacientes necesitan laborar con un analista del mismo sexo que el padre (o madre)
ausente. Sin eso, los pacientes emplean en exceso las figuras auxiliares
fuera del análisis como figuras de trasferencia suplementarias. La interprétación coherente de este fenómeno puede redirigir esa reacción
de trasferencia para sentirla con el analista. Pero no siempre es así, sobre todo si hay demasiada discrepancia entre la personalidad del analista y los objetos originales que son la fuente de los sentimientos de
trasferencia. Por ejemplo, muchos de mis pacientes tienen dificultades
en reaccionar conmigo como su figura materna odiosa, pero la mayoría de ellos al fin lo hacen. Hubo un paciente empero que no tenía padre y nunca pudo reaccionar conmigo como su madre odiosa y hubo
de revivirla con otras figuras de su medio ambiente. La otra cara de
la moneda está relacionada con situaciones que se presentan cuando
hay demasiada semejanza entre la personalidad del analista y la fuente
original de trasferencia. Esto da lugar a reacciones de trasferencia inanalizables e intratables y requiere también un cambio de analista. Grete Bibring (1935) y Greenacre (1959) han comentado este hecho.
348
LA TRASFERENCIA
TÉCNICA DEL ANÁLISIS DE LA TRASFERENCIA
3.10.5 LOS CANDIDATOS EN ENTRENAMIENTO
LISTA ADICIONAL DE LECTURAS
La aparición de la trasferencia en el análisis de candidatos en preparación psicoanalítica merece mención especial porque la complican varios factores. Ante todo, el analista didáctico es una persona de importancia y autoridad real para el progreso de la capacitación psicoanalítica del candidato. Sus decisiones, tácitas u otras, en materias relativas
a la formación del estudiante las percibirá éste como recompensas o
castigos importantes que contaminarán la situación trasferencial. Además, el analista didáctico suele también ser instructor, supervisor o analista didáctico de otros candidatos y así entra de modo real en situaciones verdaderamente entre hermanos. Además, al enseñar o leer trabajos, el analista didáctico revela su personalidad al candidato y pierde
así la posición anónima relativa que facilita los fenómenos de trasferencia. Finalmente, la misma institución adquiere un significado adicional de trasferencia (Kairys, 1964).
Complica más aún toda esta situación el hecho de que el principal
motivo consciente para el tratamiento es el deseo que el candidato tiene de capacitarse. La mayoría de los candidatos se niega a reconocer
que tiene una importante necesidad de tratamiento o no se da cuenta
de ella. En uno u otro caso presentan la apariencia de la normalidad
y tienden a apegarse a esa fachada como defensa. En el análisis, la ausencia de sufrimiento apremiante puede bloquear la formación de una neurosis genuina de trasferencia durante largos períodos de tiempo (Reider, 1950; Gitelson, 1948, 1954). Una resistencia más es la tendencia
de un candidato a identificarse con su analista didáctico como medio
inconsciente de congraciárselo. Por encima de todo, las reacciones de
trasferencia negativas tienden a seguir faltando o se expresan tan sólo
con humildad y sumisión y después por medio de figuras de trasferencia auxiliares. Como todas estas reacciones es probable que susciten
reacciones de trasferencia en el analista mismo, tenemos el grave peligro de que los fenómenos de trasferencia en los análisis de entrenamiento
no se desarrollen al máximo y no puedan manejarse tan bien como los
análisis efectuados fuera de la situación de capacitación. Esto ha hecho
que muchos analistas didácticos propongan un segundo análisis después
del didáctico, con otro analista (Freud, 1937a; A. Freud, 1950a; Windholz, 1955; Greenacre, 1966a, y la lista adicional de lecturas).
Evolución histórica del concepto de trasferencia
349
Hoffer (1956), Krapf (1956), Orr (1954), Servadio (1956), Waelder (1956).
La índole y el origen de las reacciones de trasferencia
Fairbairn (1958), Greenacre (1966b), Guntrip (1961, capítulo 18), Hartmann,
Kris y Loewenstein (1946), Klein (1952), Nunberg (1932, 1951), Segal (1964,
capítulo 1).
Primeras relaciones de objeto
A. Freud (1965), Greenacre (1958, 1960), Hoffer (1949, 1952), Mahler
(1963), Spitz (1965), Winnicott (1957).
La relación real entre paciente y analista
Alexander, Frena et al. (1946), De Forest (1954), Ferenczi (1930), Weigert
(1952, 1954a, 1954b).
La actuación y las reacciones trasferenciales
Altman (1957), Ekstein y Friedman (1957), Kanzer (1957), Rexford (1966),
Zeligs (1957).
La traslaboración de interpretaciones de la trasferencia
Greenson (1965b), Kris (1956a, 1956b), Novey (1962), Stewart (1963).
Problemas del análisis didáctico
Balint (1948, 1954), Bernfeld (1962), G. Bibring (1954), Ekstein (1955, 1960a,
1960b), A. Freud (1950a), Gitelson (1954), Glover (1955), Greenacre (1966a),
Grotjahn (1954), Heimann (1954), Kairys (1964), Lamplde Groot (1954),
Nacht (1954), Nacht, Lebovici y Diatkine (1961), Nielsen (1954), Weigert
(1955).
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
4
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
Después de haber examinado el análisis de la resistencia y la trasferencia parece lógico tomar por punto focal la situación psicoanalítica. El
análisis de la situación psicoanalítica nos ofrece la oportunidad de reexaminar muchos de los procedimientos y procesos que ya hemos descrito desde otro punto de vista. Convergiendo en la acción recíproca de
paciente, analista y ambiente obtenemos un insight adicional del gran
poder que tiene la situación psicoanalítica como instrumento terapéutico. Además, puede proporcionarnos otra ocasión de esclarecer las complicadas interacciones de los tres elementos esenciales: paciente, analista y ambiente. Aunque la relación existente entre ellos es de interconexión e interdependencia, conviene explorar por separado cada uno
de los tres componentes de la situación psicoanalítica. Debemos entonces preguntarnos cuál es la contribución de cada uno, y cómo influye
cada uno en la situación psicoanalítica. (El libro de Stone [1961] al respecto nos parece la obra de consulta más amplia.)
4.1 LO QUE EL PSICOANÁLISIS REQUIERE DEL PACIENTE
4.1.1
MOTIVACIÓN
Sólo un paciente fuertemente motivado podrá laborar de todo corazón
y con perseverancia en la situación psicoanalítica. Los síntomas neuróticos o rasgos discordantes de carácter tienen que hacer sufrir al paciente lo bastante para que soporte los rigores del tratamiento psicoanalítico. La curiosidad y el deseo de entender han de completarse con
la aflicción neurótica para que el paciente tenga una experiencia psicoanalítica algo profunda. Tiene que estar dispuesto a soportar la pena
de revelar sus experiencias íntimas cargadas de culpabilidad y angustia; tiene que estar dispuesto a gastar bastante tiempo y dinero, renun[350]
351
ciar a las ventajas secundarias de su padecimiento y además no pensar
en resultados rápidos ni temporales.
En años recientes, el deseo de resultados más rápidos ha hecho a muchos pacientes recurrir a la psicoterapia breve y a formas abreviadas
de psicoanálisis. Han alentado esta tendencia buen número de psicoanalistas que utilizan una amalgama de psicoanálisis y psicoterapia. Este fenómeno ha creado mucha confusión y conflicto en los círculos psicoanalíticos y psiquiátricos después de la segunda guerra mundial, cuando el número de psiquiatras que buscaban preparación psicoanalítica
aumentó grandemente y eran muy pocos los analistas didácticos. Libros como los de Franz Alexander y sus adeptos en Psychoanalytic Therapy (1946) y Fireda Fromm-Reichmann (1950) preconizaron diversos
procedimientos terapéuticos breves y manipulativos que se hacían pasar por psicoanálisis. (Para una crítica de estos intentos véase Eissler,
1950b, 1956.)
Yo opino que todas las formas de psicoterapia pueden ser válidas
con tal que uno estudie cuidadosamente sus ventajas, limitaciones y
efectos terapéuticos. En muchos casos, las modificaciones y desviaciones respecto del psicoanálisis pudieran ser necesarias para satisfacer las
necesidades del paciente (Gill, 1954). Freud (1919a) mismo predijo que
algún día tendríamos que hacer una aleación con el "oro puro" del
psicoanálisis para poder tratar a un número mayor de pacientes (p. 168;
453). Pero cuando se modifica el psicoanálisis para mitigar las resistencias analizables del paciente o para satisfacer los fines materiales inconscientes del terapeuta, tanto éste como el paciente es probable que
padezcan.
La cuestión es muy diferente cuando un paciente necesita terapia psicoanalítica pero no está psicológicamente preparado para ella. Por ejemplo, algunos pacientes tal vez no tengan conciencia de hasta qué punto
se han restringido sus vidas a consecuencia de su patología. Pudiera
entonces ser necesaria alguna psicoterapia preparatoria para hacer comprender al paciente que necesita de una terapia más radical. Anna Freud
(1928) describió este problema muy ampliamente en lo tocante a los
niños y creo que es válido también para un número creciente de adultos (Rappaport, 1956).
Volvamos a la cuestión de lo que le permitiría hacer su motivación
al paciente. Su sufrimiento deberá ser bastante para inducirlo a entrar
en la situación psicoanalítica en calidad de paciente. Las personas que
buscan el psicoanálisis con fines de investigación, para su adelanto profesional, para su entrenamiento o por curiosidad deberían considerarse resistentes y necesitadas de psicoterapia preparatoria. Sostengo que
352
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
sólo quien se siente paciente puede ser analizado con profundidad. Sólo esa clase de persona estará dispuesta a tratar de entrar y laborar en
la situación analítica.
Esto deja todavía sin resolver la cuestión de si el incentivo es suficientemente fuerte para que permita soportar las privaciones y los estados de regresión que se presentan en el tratamiento analítico. ¿Tiene
el paciente motivación suficiente para soportar la desigualdad, la desigualdad de la relación entre paciente y analista que exige la situación
analítica? Debería tenerse presente que cuando mencionamos la capacidad que el paciente tenga de soportar el dolor y las frustraciones que
son normales en el psicoanálisis no queremos decir que esperamos que
reaccione con ecuanimidad o moderación o buen ánimo a las dolorosas
situaciones mencionadas. Muy al contrario, esperamos y aun deseamos que reaccione intensamente, con rabia, cólera, rencor, etc., para
que esos sentimientos y las defensas contra ellos pasen a formar parte
del análisis.
Lo que esperarnos es que pueda sentir esas reacciones sin aniquilarse a sí mismo en la situación analítica. Los caracteres orales guiados
por sus impulsos, que dominan malamente, y necesitados de satisfacciones rápidas hallan la situación analítica en extremo difícil de sostener. Son propensos a interrumpir el tratamiento por medio de alguna
actuación de serias consecuencias. Igualmente difícil pero menos evidente será la sumisión patológica de pacientes con trastornos masoquistas
del carácter, que gozarán en silencio el dolor de la situación analítica.
Estos pacientes podrán pasar años de algo que parecerá análisis sin cambiar ni quejarse. Los caracteres narcisistas no podrán soportar la austeridad relativa de la relación con el terapeuta, y los pacientes muy retraídos no resistirán a la sensación de distanciamiento entre paciente
y analista. Este tema se verá con mayor amplitud en el torno II.
4.1.2
APTITUDES
De todas las psicoterapias actualmente practicadas, el psicoanálisis es
el que más exige, y de más formas, a los pacientes. No sólo impone
duras pruebas al hacer soportar al paciente privación, frustración, angustia y depresión en la situación analítica. Lo que hace de la terapia
psicoanalítica algo tan insólitamente exigente con el paciente es que los
procedimientos y procesos del psicoanálisis le imponen la necesidad de
llevar a cabo más o menos constante y repetidamente varias parejas
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
353
de funciones yoicas antitéticas, de oscilar entre ellas y también de
combinarlas.
Se pide que el paciente' sea capaz: (a) de regresionar y progresar,
(b) de ser pasivo y activo, (c) de renunciar al control y de mantenerlo
y (d) de renunciar a la prueba de la realidad y de conservarla. Para
realizar todo esto, el paciente tiene que tener funciones yoicas elásticas
y flexibles. Esto parece estar en contradicción con nuestra anterior descripción de la neurosis, resultado de una insuficiencia en las funciones
yoicas. Pero lo que caracteriza al neurótico analizable es que el defectuoso funcionamiento de su Yo se limita a aquellas regiones más o menos directamente ligadas a sus síntomas y rasgos de carácter patológicos. A pesar de su neurosis, el paciente tratable conserva la facultad
de funcionar con eficacia en las esferas relativamente libres de conflicto
(Hartmann, 1951).
Así, el paciente analizable tiene que poder desempeñar las funciones
yoicas antitéticas arriba mencionadas mientras no choquen demasiado
con sus conflictos neuróticos. Como los derivados del conflicto neurótico siempre están buscando descarga, una u otra de esas funciones yoicas opuestas tendrá que entrar al fin en el conflicto neurótico, será menoscabada y se manifestará en forma de resistencia al proceso analítico. Los resultados clínicos sobresalientes serán entonces la pérdida de
elasticidad y flexibilidad en alguna función yoica, se pondrá de manifiesto cierta rigidez, o bien se perderá temporalmente cierta función del
Yo.
Por ejemplo, un paciente tal vez no pueda regresionar en la dirección del pensamiento de proceso primario en asociación libre y seguirá
siendo lógico y ordenado en todas sus producciones. O un paciente no
podrá suspender la asociación libre cuando se le pida algún dato histórico concreto y ni siquiera advertirá este mal entendimiento.
La terapia psicoanalítica requiere que el paciente neurótico tenga un
Yo con elasticidad suficiente para moverse entre sus funciones opuestas
y para combinarlas, tomando en cuenta las limitaciones que le impone
su conflicto neurótico. A medida que avanza el tratamiento esperamos
que se produzca un incremento paralelo en el campo de las funciones
yoicas flexibles. Disequemos los diversos procedimientos que ejecuta el
paciente y los procesos que sufre para ver qué aptitudes son concretamente las que exige de él la situación analítica.
Para acercarse a la asociación libre, el paciente tiene que ser capaz de.
renunciar parcial y temporalmente a su contacto con la realidad. Pero
debe poder dar información exacta, recordar y comprender. Debe poder oscilar entre el pensamiento de proceso primario y el secundario.
354
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
Esperamos de él que se abandone a sus fantasías, que las comunique
lo mejor que le sea posible, con palabras y sentimientos comprensibles
para el analista. Debe tener una mente suficientemente reflexiva para
que pueda empatizar hasta cierto punto con la capacidad de seguirlo
que tenga el analista. Pedimos al paciente que sepa escuchar y trate
de entender nuestras intervenciones y al mismo tiempo que asocie libremente sus ideas con lo que le hemos dicho. Su Yo tiene que tener
elasticidad suficiente para que tenga movilidad para regresionar y volver de ahí (A. Freud, 1936; Zilboorg, 1952b; Loewenstein, 1956, 1963;
Bellak, 1961; Kanzer, 1961; Altman, 1964). Debe tener cierta capacidad de laborar con el analista y también dejarse regresionar y sentir
diversos tipos e intensidades de amor y odio por él. Para decirlo sucintamente, deberá acostumbrarse a ir y venir entre la alianza de trabajo
y la neurosis de trasferencia. Esto significa que en el campo de las relaciones de objeto, el paciente tiene que tener también la flexibilidad necesaria para oscilar entre regresión y progresión y para formar mezclas
con diferentes proporciones de ambas.
El paciente ha de tener cierta capacidad de soportar la incertidumbre, la angustia y la depresión, las frustraciones y humillaciones que
aparecen en el curso del análisis, sin recurrir a acciones destructivas.
Necesitamos que se deje llevar por sus emociones en la hora analítica
para que sienta que la experiencia es genuina. Pero no deseamos que
se haga ininteligible o desorientado. Al final de la hora analítica esperamos que se vaya en su carro sin atropellar a nadie, por mucho que
regresionara durante la sesión. Además, esperamos que fuera de ésta
piense y cavile en los insights obtenidos en las sesiones y que vuelva con
nuevos insights, conexiones, recuerdos y sueños significativos. Pero tampoco queremos que viva toda la vida como en una gigantesca sesión
analítica.
Pedimos al paciente que no haga ningún cambio radical en la realidad de su situación hasta que esté completamente analizado. Para ello
habrá de tener paciencia, posponer la acción pero no entregarse a la
resignación ni la desesperación. (Éste es un problema especialmente importante en el análisis de candidatos en entrenamiento.) El psicoanálisis requiere que se relacione tan genuina y espontáneamente como pueda
con las personas significantes que lo rodean, pero esperamos que traiga
sus experiencias a la sesión. Una y otra vez vemos las dos series contrapuestas de funciones yoicas que debe tener el paciente, quien debe
ser al mismo tiempo el que siente y padece y el observador de sí mismo, el pasivo y el activo, el relativamente incontrolado y el que se
controla.
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
355
Para producir el material analítico el paciente tiene que ser capaz
de regresión y de progresión. En el estado de regresión halla y recoge
el material; y lo comunica en el estado de progresión. Antes de poder
asimilar los insights que proporciona el analista tiene que comprobar
primero su validez, introspeccionarse, reflexionar, rumiarlo y digerirlo
todo. Sus funciones yoicas sintéticas e integrantes, en conjunción con
su alianza de trabajo, hacen posible la traslaboración. Al cabo de cierto tiempo, los nuevos insights conducen a la reorientación y el reajuste
(E. Bibring, 1954).
4.1.3
RASGOS DE PERSONALIDAD Y CARÁCTER
Las motivaciones y capacidades del paciente que le permiten laborar
en el análisis están íntimamente relacionadas con sus rasgos de carácter y personalidad y dependen de ellos. Al determinar si un paciente
será capaz de satisfacer las exigencias de la situación psicoanalítica es
más fácil concretar en lo tocante a los criterios negativos que a los positivos. Las contraindicaciones del análisis son mucho más precisas que
las indicaciones (Freud, 1904; Fenichel, 1945a; Knight, 1952, y la lista
adicional de lecturas).
El examen de los trabajos citados indica que la mayoría de los autores creen que salvo en las psicosis francas y de larga evolución, la categoría del diagnóstico no es un guía seguro. En la estimación de la idoneidad del paciente para el análisis deben estudiarse los rasgos sanos
de personalidad y carácter, así como los patológicos. Esto entra ya en
el tema de la analizabilidad, que veremos extensivamente en el tomo
u. Además, yo opino que los rasgos requeridos del paciente idóneo son
cualitativamente semejantes a los requeridos del analista, y prefiero examinarlos primero desde el punto de vista de éste.
4.2 LO QUE EL PSICOANÁLISIS REQUIERE DEL PSICOANALISTA
En la práctica del psicoanálisis terapéutico, el psicoanalista tiene que
llevar a cabo ciertos procedimientos técnicos en el paciente y en sí mismo. Para ejecutar estos procedimientos debidamente, el psicoanalista
tiene que utilizar ciertos procesos psicológicos que se producen dentro
de él, porque las cosas que suceden dentro de su propio cerebro son
los medios más valiosos que tiene para penetrar en la mente de otra
persona. Por consiguiente, la destreza del psicoanalista está indisolu-
356
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
blemente ligada a su propia mente inconsciente y al grado en que es
accesible al empleo por su Yo consciente.
Se requiere una gran inteligencia y un elevado nivel cultural, ciertamente, pero aún es más importante que el analista tenga una mente
inconsciente inteligible y disponible. El requisito de que todo psicoanalista debe haber pasado por la terapia psicoanalítica para que se le permita tratar psicoanalíticamente a un paciente apunta no sólo a comunicar al analista la convicción personal de la validez de los factores inconscientes y a desensibilizado en aquellas partes donde sus propios
problemas podrían deformar su juicio; el análisis personal del analista
tiene por objetivo último poner a disposición de su Yo consciente las
importantes pulsiones, defensas, fantasías y conflictos inconscientes de
su propia vida infantil y sus derivaciones posteriores. Algunos de estos
conflictos habrán de ser resueltos, otros modificados en formas más adaptativas, otros seguirán iguales, pero serán enfocables. Lo que tiene importancia capital para el psicoanalista practicante es que sus conflictos
inconscientes sean controlables y accesibles para emplearlos en su labor con los pacientes.
El grado de resolución sin duda influirá en la destreza de que el psicoanalista pueda disponer. Su capacidad de lograr la satisfacción instintual sin conflicto aumentará la aptitud de su Yo para neutralizar ciertas funciones y reforzar las autónomas, así como la adaptabilidad de
su Yo. Otro tanto puede decirse de los conflictos intrasistémicos (Hartmann, 1951, p. 145).
La destreza del analista se debe a procesos psicológicos que forman
también su personalidad y su carácter. Sus mismos conocimientos e
inteligencia están bajo la influencia del grado de resolución de sus conflictos neuróticos. Yo iría aún más allá y diría que las motivaciones que
lo llevaron al campo del psicoanálisis también desempeñan un papel
en su modo de laborar con los pacientes. Destreza, saber, carácter y
motivación son los requisitos esenciales. Todos están relacionados entre sí y ligados a las emociones, pulsiones, fantasías, actitudes y valores, conscientes e inconscientes, del psicoanalista. De todos modos, para ser claros, dividiremos artificialmente estos factores en tres grupos
(destrezas, rasgos y motivaciones) en relación con la cuestión de qué
es lo que el psicoanálisis requiere del psicoanalista. Recomiendo vivamente al lector los dos hermosos ensayos de Ella Sharpe (1930, 1947)
sobre el tema, así como Stone (1961) y Greenson (1966).
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
4.2.1
357
LAS DESTREZAS QUE DEBE TENER EL PSICOANALISTA
4.2.1.1
Entender lo inconsciente
El talento más importante que debe tener el psicoanalista es la facultad
de traducir los pensamientos, sentimientos, fantasías, impulsos y modos de proceder conscientes del paciente a sus antecedentes inconscientes. Tiene que ser capaz de advertir lo que está detrás de los diversos
temas que toca el paciente en la sesión analítica. Debe escuchar la melodía manifiesta, pero oír también los temas ocultos (inconscientes) de
la "mano izquierda", el contrapunto. Ha de contemplar los cuadros
fragmentarios que pinta el paciente y ser capaz de trasladarlos a su forma original inconsciente. Veamos un ejemplo sencillo y típico:
Un joven dice en su sesión la cólera y el asco que le inspiran las costumbres
de su hermana mayor en el excusado. Deja la puerta entornada, y él puede
ver accidentalmente sus feos pechos desnudos. Puede incluso oír los diferentes
ruidos que hace en el baño, que son repugnantes. Cuando va allí después de
ella, trata de no respirar, pero de todos modos huele las emanaciones de su
cuerpo y sus polvos. Cuando ve pelos de ella en la tina le dan ganas de vomitar. A pesar de la cólera y el asco que manifiesta conscientemente en alta voz,
es bastante fácil distinguir en el fondo el interés sexual del joven por las actividades orgánicas de su hermana. Sus fantasías inconscientes de llevar diferentes
partes de ella a su boca le dan asco y náuseas. No se enoja porque sea fea; al
contrario: se enoja porque es excitante.
¿Cómo se llega a esta interpretación? La persona que ha superado
la amnesia de sus días infantiles puede recordar o imaginar fácilmente
cómo el cuarto de baño era escenario de placeres sensuales infantiles
y uno de los gozos de los muchachos era atisbar. Las hermanas y las
madres fueron sexualmente atractivas para nosotros antes de que se
erigiera como una defensa la barrera de la aversión. Uno no ve "accidentalmente" lo que pasa detrás de una puerta entornada sino queriendo. Lo prohibido o inalcanzable puede parecer muy atractivo o feo:
los extremos se tocan. No tenemos por qué detenernos a escuchar los
ruidos del baño si no nos gustan, como suelen gustarles a los niños conscientemente y a los adultos inconscientemente. El ver el pelo probablemente suscita fantasías relacionadas con otras partes vellosas del cuerpo, y a uno le dan ganas de vomitar sólo si siente algo repelente en
la boca.
En general, el asco es la reacción al sentimiento o la imaginación
de que algo repulsivo está en contacto con nuestro cuerpo. Los niños
358
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
adultos tienen fuertes impulsos de llevarse los objetos placenteros,
agradables o excitantes a la boca. Todos los niños lo hacen franca y
conscientemente, los adultos más discreta o inconscientemente. El asco impropio indica un deseo reprimido de tocar o llevarse a la boca
algo considerado conscientemente "sucio".
Si uno ha resuelto estos problemas en sí mismo, no le es difícil escuchar al joven, hacer una asociación con su material y dejarse llevar hacia recuerdos o fantasías latentes y afines del pasado. En este caso no
es necesario mucho trabajo intelectual. Nuestras propias asociaciones
con hermanas, escenas y ruidos del baño, nuestras propias reacciones
de asco en situaciones semejantes pasadas nos llevan rapidísimamente
a los impulsos y fantasías ocultas. Para determinar si nuestras asociaciones parecen concordar con la situación del paciente, tenemos que
pasar de participante a observador, de empatía a introspección, de la
deducción a la intuición, de la participación a la distancia.
Para facilitar esas transiciones y oscilaciones, el analista debe escuchar al paciente con una atención siempre igualmente flotante (Freud,
1912b). Desde esta posición uno participa con puntos de vista tanto despegados como comprometidos, y está dispuesto a ir y venir al pasado
y al presente a medida que la situación lo requiera. Esta capacidad de
oscilar entre observador y participante la han descrito Ferenczi (1928b),
Sterba (1929), Sharpe (1930), Reik (1948) y Fliess (1953).
En el material del caso arriba citado, yo escuchaba lo que decía el
paciente y seguía mis propias asociaciones, hasta que me pareció asir
el significado inconsciente de este material para el paciente. Ahora querría describir una situación en que hube de utilizar una serie más complicada de procesos psicológicos.
y los
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
359
do" añade sonriente, y después suspira, y ahora llora y las lágrimas le corren
por la cara. Estoy maravillado. Repaso rápidamente lo que me ha dicho, pero
mis asociaciones no dan indicios que valgan. Pienso en la sesión anterior, pero
tampoco me ayuda eso. Creí tener un buen contacto con ella en aquella hora,
pero ahora siento que la he perdido.
En este punto cambio de modo de escucharla. De escuchar desde fuera paso
a escuchar desde dentro. Tengo que dejar que una parte de mí se trasforme
en la paciente y he de pasar por sus experiencias como si yo fuera ella e introspeccionar lo que ocurre dentro de mí a medida que va sucediendo. Lo que estoy tratando de describir son los procesos que ocurren cuando uno empatiza
con su paciente (véase Fliess, 1953; Schafer, 1959; Greenson, 1960). Me hago
vivir los diferentes acontecimientos que la paciente ha descrito, así como la hora analítica, las asociaciones de ella y sus afectos según parece haberlos ido teniendo en la sesión. Vuelvo a las declaraciones de la paciente y trasformo sus
palabras en imágenes y sentimientos de acuerdo con la personalidad de ella.
Hago asociaciones de esas imágenes con sus experiencias de la vida, sus recuerdos, sus fantasías. Como llevo años laborando con ella, me he construido un
modelo de la paciente, compuesto por su aspecto físico, su comportamiento,
su andar, sus deseos, sentimientos, defensas, valores, actitudes, etc. Esta maqueta de guía de la paciente la coloco en el primer plano cuando trato de sentir
lo que ella sentía. El resto de mí pierde relieve y aísla por el momento.
Repasando los acontecimientos descritos por ella (pero esta vez siendo yo la
paciente), varias ideas nuevas afloran. Su marido había derramado sobre ella
una "lluvia" de besos, decía la paciente. Para mí como observador esto no
había suscitado ninguna imagen especial. Pero al convertirme en la paciente
me viene a la mente una escena de la infancia: la ducha con el padre. Este
había sido uno de los pocos recuerdos alegres que tenía de su progenitor, que
solía ser muy gruñón. Un elemento del recuerdo había quedado grabado en
la mente de la paciente: que su padre era peludo, cosa que le hacía parecer
muy sensual, pero espantable. Cuando ella lo besaba recordaba con gran niti-
Una paciente relata en su sesión una experiencia sexual insatisfactoria con su
esposo habida la noche anterior. Ella sentía deseo sexual, pero algo de lo que
estaba sucediendo bloqueaba su capacidad de gozar el orgasmo. No sabía con
seguridad cuál había sido el hecho perturbador; en el jugueteo preliminar no
había habido nada insólito, y sin embargo era allí donde lo había advertido.
El esposo la besaba amorosamente, le acariciaba la piel con las manos y la boca,
le rozaba los pechos, etc., pero la excitación de ella se desvaneció. La paciente
parece algo molesta pero triste también mientras describe su predicamento. Sus
asociaciones la arrastran a una comida reciente en una fiesta, pero la tristeza
parece aumentar, las asociaciones se pierden y la paciente queda callada.
No entiendo su silencio ni su tristeza, por eso le pido que vuelva a la experiencia sexual y deje errar sus pensamientos. Dice tristemente que no había
dez cómo picaba su barba. Ahora el analista piensa en la última observación
de la paciente: que "estaba recién rasurado". Al principio había creído yo que
esto tenía relación con su madre. Ahora comprendo que el marido recién rasurado, amoroso y considerado había suscitado la imagen contrastante de su deseo sexual reprimido de aquel padre sensual y sádico. Al ocurrírseme estos pensamientos, la paciente empieza a hablar otra vez de aquella comida y de cómo
su compañero de mesa masticaba con los labios abiertos... característica que
odiaba en su padre. Ahora estoy convencido de que mi empatía me ha permitido descubrir el trastorno inconsciente que se produjo en su experiencia sexual.
Su esposo había suscitado recuerdos del padre inconscientemente amado, y por
eso no pudo ella lograr el orgasmo, y por eso lloraba tan tristemente porque
el marido tenía el rostro liso.
nada nuevo, que no fue culpa de su esposo, que estuvo considerado, apasionado y amable, cualidades todas que suelen complacerla. "Estaba recién rasura-
Esta viñeta clínica ilustra un método válido para captar las sutiles
360
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
y complicadas emociones ocultas de otro ser humano. Empatía significa compartir, sentir lo que siente otro ser humano. Uno participa de
la índole, no de la cuantía de los sentimientos. Su motivo en psicoanálisis es llegar a entender; no se hace por placer vicario. Es esencialmente
un fenómeno preconsciente; puede provocarse o interrumpirse conscientemente; y puede producirse en silencio y de un modo automático,
oscilando con otras formas de relación con la fuente. El mecanismo esencial es una identificación parcial y temporal con el paciente basada en
el modelo de trabajo que del paciente lleva dentro el analista, hecha por
él con la suma de su experiencia con ese paciente.
Al trasladar el modelo operativo que se ha elaborado del paciente
al primer plano y rechazar hacia el fondo todo lo que es peculiar y únicamente mío, hago que en esta parte mía penetren las palabras y los
sentimientos del paciente. La maqueta reacciona con ideas, sentimientos, recuerdos o fantasías, etc. En el ejemplo arriba citado, la palabra
"lluvia", que recordaba la ducha,* provocó la asociación clave en la
maqueta: el recuerdo de haber tomado un baño de ducha con el padre;
esto condujo a asociaciones con el vello y la barba. Es una experiencia
de "ajá", o sea que el modelo guía de mi Yo participante había puesto
sobre aviso a mi Yo analizante, el observador. Ahora mi Yo analizante
tiene que determinar cuál es el significado del material inconsciente.
Esto nos hace recurrir a la intuición, íntimamente relacionada con
la empatía. Tanto la empatía como la intuición son medios de lograr
una comprensión rápida y profunda. La empatía es un modo de establecer contacto íntimo en términos de emociones e impulsos. La intuición hace lo mismo en el dominio de las ideas. La empatía conduce
a sentimientos y cuadros o imágenes, la intuición a la reacción de "ajá",
que indica que le atinarnos, o a la reacción de "ay", que indica que
fallamos.
En el último ejemplo clínico, la empatía me hizo sentir mi pérdida
de contacto, y también la relación entre la lluvia de besos y la ducha
con el padre. La intuición me dijo que iba por buen camino y rápidamente relacioné la vellosidad con la barba hirsuta y la rasurada, y el
llanto de la paciente que fue su consecuencia. Mi empatía por la paciente me hizo sentir que acertaba.
Es la empatía una función yoica experiencial, mientras que la intuición parece ser una función del Yo observador. Estos dos fenómenos
pueden conducir uno al otro y mezclarse de diversos modos. Pero la
empatía exige más emocionalmente, consiste en un interés emocional y
* En inglés, shower significa lluvia y ducha o regadera [TI,
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
1
361
requiere la capacidad de regresiones controladas y reversibles, no sólo
en términos de las funciones yoicas sino también de las relaciones de
objeto. Es parecida a la experiencia creadora del artista que describe
Kris (1950). La intuición es menos exigente emocionalmente, es sobre
todo un proceso mental, aunque regresivo.
Empatía e intuición son la base del talento de captar los significados
inconscientes que oculta el material consciente; los mejores terapeutas
tienen buena provisión de una y otra. La facultad de empatizar es fundamental, porque sin ella, difícilmente podría hacerse terapia develadora alguna. La facultad de ser intuitivo hace la atingencia, pero sin
empatía puede inducir a error y ser poco segura.
Hasta ahora, las destrezas del psicoanalista que llevamos descritas
están relacionadas todas con el empleo de los procesos preconscientes
e inconscientes. La cuestión que ahora se plantea es la del papel que
el conocimiento intelectual de la teoría y la práctica psicoanalíticas desempeñan en la situación psicoanalítica. Si bien la familiaridad con y
la accesibilidad a nuestra mente inconsciente es la destreza más importante para el psicoanálisis, el conocimiento intelectual de éste no por
eso es menos necesario. Es una frase común esa de que nadie queda
total o perfectamente analizado, que significa que todos tenemos zonas
donde nuestro Yo consciente no puede penetrar. Hay además fluctuaciones y cambios en nuestro equilibrio entre instinto y defensa, en el
funcionamiento de nuestro Yo y en el equilibrio contratrasferencia-alianza de trabajo, y todo ello puede reducir temporalmente la accesibilidad
o confiabilidad de nuestra mente inconsciente.
En tales ocasiones tiene particular importancia la disponibilidad del
conocimiento teórico del psicoanálisis. Aun en circunstancias ideales,
tal vez se requiera el conocimiento teórico y clínico para explicarse uno
a sí mismo el significado de un descubrimiento determinado, obtenido
por empatía. Volvamos por ejemplo al último caso clínico de la mujer
llorosa y con frustración sexual. La empatía y la intuición descubrieron que la bloqueaban en su excitación sexual pensamientos relacionados con su padre, que amenazaban con hacerse conscientes. Además,
se necesita conocimiento clínico para comprender que los impulsos incestuosos suelen ocasionar fuertes sentimientos de culpabilidad que se
oponen al placer sexual. El conocimiento teórico de la formación de
síntomas nos ayudará a comprender que las lágrimas de la paciente
en la sesión, después de haber dicho que su marido estaba perfectamente rasurado, indicaban su tristeza por haber perdido un antiguo
objeto de amor: el hombre de rostro hirsuto, su padre.
En en el primer ejemplo, el del joven a quien disgustaban los hábi-
362
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
tos de su hermana en el baño, el conocimiento teórico y clínico de las
formaciones reactivas nos dirá que la impropia intensidad de afectos
señalaba cómo un afecto consciente estaba reprimiendo a uno opuesto.
Teniendo presente este conocimiento podemos estar sobre aviso para
cualquier prueba confirmatoria. El conocimiento de la vida de los instintos, neurótica y normal, en la infancia nos dice que aquello tan deseado en la infancia puede con el curso de la evolución volverse repugnancia, a fin de que uno pueda satisfacer las exigencias del mundo exterior y del Superyó.
En estos ejemplos se completan mutuamente empatía y conocimiento, que a veces pueden remplazarse mutuamente también. La situación favorable se presenta cuando ambos están disponibles y pueden
emplearse para su validación mutua. La empatía y la intuición pueden
decirme que el joven tiene deseos sexuales reprimidos por su hermana.
El conocimiento teórico y clínico verifica esto comparando sus producciones con la teoría de las formaciones reactivas. Mi memoria puede
ayudar a ello si recuerdo anterior información del paciente al respecto, o si puedo recordar este material posteriormente cuando se presentan datos relacionados con él.
El conocimiento práctico de la teoría de la neurosis tiene la misma
relación con la técnica psicoanalítica que el estudio de la patología con
la práctica de la medicina interna (Fenichel, 1945a). Da las bases para
la labor práctica al determinar los aspectos regulares de diversos síndromes patológicos. El cabal conocimiento de lo típico es el mejor modo de estar preparado para entender lo extraordinario. El trabajo con
pacientes, los seminarios de casos clínicos, la lectura de historias de casos proveen la materia prima que se va espigando para formar el armazón teórico.
Este conocimiento teórico es en realidad un precipitado y destilado
de miles de datos clínicos y debe utilizarse para la labor clínica si se
desea evitar el peligro de hacer un psicoanálisis disparatado. La empatía y la intuición no pueden enseñarse, pero el que se dedica a las
tareas científicas tiene que aprender lo que se pueda enseñar. El conocimiento teórico no es obstáculo para la psicoterapia intuitiva; al contrario, es una condición sine qua non (Sharpe, 1930; Fenichel, 1945a).
Creo que el sistema de entrenamiento de la mayoría de institutos
psicoanalíticos sustenta esta opinión. Antes de que se le permita a un
candidato tomar a un paciente en tratamiento psicoanalítico tiene que
haberse sometido él a algún análisis personal efectivo y haber completado los seminarios dedicados a desarrollo mental, estructura y significado del sueño, teoría psicoanalítica de la neurosis, metapsicología bá-
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
363
sica y fundamentos de la técnica psicoanalítica. Sólo después de haber
un candidato pasado varios años de análisis personal y adquirido un
conocimiento práctico de la doctrina psicoanalítica lo consideramos listo para empezar a aplicar la técnica psicoanalítica (Lewin y Ross, 1960).
4.2.1.2 Comunicación con el paciente
Supongamos que el analista ha comprendido el significado del material del paciente mediante el empleo de la empatía, la intuición y el
conocimiento teórico. Le toca ahora comunicárselo al paciente. Él debe decidir, efectivamente, qué es lo que le dirá al paciente, cuándo se
lo dirá, y cómo.
Volvamos al momento de la hora analítica en que el analista siente
que ha comprendido el significado inconsciente del material de su paciente. Tal vez lo haya comprendido en forma vaga e impresionista;
tiene que formularlo con palabras e ideas antes de pasar adelante. En
el análisis se presentan situaciones en que uno comunica al paciente
ideas vagas o presentimientos, pero esto suele hacerse sólo cuando el
material es relativamente inocuo.
Por lo general, es necesario formular el material con palabras ordenadas de tal modo que resulten lo más claras y precisas que sea posible. El analista quiere establecer contacto y producir una impresión en
el paciente. Por eso desea evitar que lo entiendan mal, sobre todo dado
que las resistencias del paciente están siempre dispuestas a aprovechar
semejante oportunidad. Las palabras, el lenguaje y el tono de voz desempeñan un papel especial y fundamental al tender un puente sobre
el espacio que separa al paciente del analista, del mismo modo que otrora
lo tendieron entre madre e hijo después de consumada la separación
orgánica (Sharpe, 1940; Greenson, 1950; Loewenstein, 1956; Rycroft,
1956; Stone, 1961). El lenguaje y el habla son funciones yoicas relativamente autónomas, pero susceptibles de regresión, reinstintualización
y reinvasión por los conflictos neuróticos. Esto es posible que suceda
en aquellos pacientes que han tenido dificultad en conservar su identidad separada o en los que se debaten en la agonía de una neurosis de
trasferencia hondamente regresiva (Loewald, 1960).
El analista tiene que formular con palabras lo que podría decir al
paciente. Tiene que trasladar su propio pensamiento, de tipo proceso
primario, a uno de tipo proceso secundario. Entonces debe decidir si
eso puede decírsele al paciente en ese momento. Aquí tiene que emplear su juicio clínico y su empatía, porque sólo con esas facultades puede
determinar primeramente si la información es valiosa y en segundo lu-
364
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
gar, si el paciente puede resistir ese insight sin ser traumatizado. El conocimiento intelectual le ayudará recordando interpretaciones semejantes
del pasado o tomando nota de la proximidad de unos días de descanso
y separación, etc. Tiene que decidir si no sería mejor esperar a que haya
más datos, o quizá a que el mismo paciente llegue a esa interpretación.
Una vez ha decidido el analista comunicar la interpretación, tiene
que pensar en cómo la formulará. Debo interpolar aquí que esta descripción detallada no implica que cada uno de estos procedimientos se
produzca normalmente por separado, poco a poco y en orden de sucesión. A veces será así, pero por lo general se producirán rápida, automática y en gran parte simultáneamente. El modo de determinar cómo comunicar un insight al paciente se ha visto ya en las secciones 2.6,
3.5.4.3 y 3.9.4. En este punto baste decir una vez más que la capacidad de empatía es el instrumento más valioso para decidir en estas cuestiones. La elección de las palabras y el tono bien pudiera determinar
si habrá contacto e impacto óptimos, si se coadyuvará a la resistencia
o si se causará un traumatismo.
El vocabulario del analista tiene que estar destinado al Yo razonable
del paciente. El analista debe plantearse la cuestión de cuán cerca del
Yo razonable del paciente está el insight que desea impartirle. Cuanto
más inaccesible es el material, tanto más cuidado hay que tener con
las formulaciones y con las palabras que se empleen. Además, el vocabulario del analista no debe ser muy ajeno al paciente, porque daría
un toque irreal a la intervención. Hay que causar efecto, pero no desagradable... y estos matices sólo puede determinarlos la identificación
empática del analista con cada paciente según el caso. La energía y la
entonación empleadas son a menudo más importantes que las palabras
escogidas. El tono y la entonación comunican los sentimientos preverbales y no verbales, y con frecuencia las actitudes inconscientes del analista. Es más, la sensibilidad al tono y la entonación se deriva de las
primeras relaciones de objeto, en que la angustia de la separación es
un factor capital. El tono facilita o dificulta el contacto y es por ello
muy importante para el equilibrio confianza-desconfianza en la relación entre paciente y analista (Loewald, 1960; Greenson, 1961).
En la situación analítica, un aspecto importante del arte de comunicarse con el paciente es la destreza del analista en el empleo del silencio. El silencio del analista tiene muchos significados para el paciente,
según la situación trasferencia) de éste, así como la contratrasferencia
del analista. Además, el silencio es una de las grandes presiones que
nuestros pacientes han de soportar en la situación analítica y por ello
debe administrarse reflexivamente en calidad y cantidad (Stone, 1961,
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
365
pp. 45-55). El silencio es tanto intervención activa como pasiva por parte
del analista. El paciente necesita nuestro silencio porque puede requerir tiempo para que sus pensamientos, sentimientos y fantasías emerjan de su interior. Nuestro silencio ejerce también una presión sobre
él para que se comunique y haga frente a sus expresiones y emociones
sin distraerse. Nuestro silencio puede parecerle cordial y protector o
crítico y frío (Nacht, 1964). Esto acaso se deba a sus proyecciones de
trasferencia, pero también a su conocimiento subliminal de nuestras
reacciones de contratrasferencia (Greenson, 1961).
El analista se comunica con el paciente no sólo con sus interpretaciones o su silencio sino también por otros medios y para distintos fines.
Antes de interpretar tenemos que señalar y esclarecer el material objeto de escrutinio. Por ejemplo, antes de descubrir el significado inconsciente de una resistencia hay que demostrar que esa resistencia existe
y aclarársela al paciente.
Ilustremos: un joven posgraduado de ciencias sociales empieza su sesión diciendo que está decepcionado; había esperado tener un sueño muy "profundo" que revelara las experiencias de su primera infancia, y en lugar de ello
su sueño parecía superficial. Todo cuanto recuerda del sueño es que estaba en
un cuarto lleno de libros y que se sentía contento de que todos esos libros fueran suyos. Uno de ellos llamaba la atención y tenía que ver con una ejecución.
El paciente dice entonces cuán horrendo es imaginarse lo que debe sentir un
condenado a muerte. A continuación habla de sus problemas pecuniarios, de
sus crecientes gastos y de cómo disminuye su cuenta bancaria. Pasa después
a preguntarse cuánto tiempo durará todavía su análisis y a manifestar su frustración por lo lentamente que progresa. En la sesión de ayer parecía ir a alguna parte, pero hoy todo parece difícil. Cómo envidia a la gente que tiene tiempo de sobra para leer novelas, mientras él tiene que pasar todos los momentos
libres estudiando. ¡Oh, acabar y ser libre!
Esto último lo dice tristemente, y observo su rigidez en el diván y cómo apoya la cabeza en el puño, sobre la almohada. Intervengo en este punto y le pregunto cómo se siente físicamente en ese momento. Responde que tenso y cansado. Siente una tensión en el recto, no como si estuviera lleno y fuera a reventar, sino apretado. Pregunto si no tiene la impresión de retener algo y dice que
sí. Tiene la impresión de no abandonarse, como si temiera algo. Y se pregunta
qué retiene, y por qué, pero no parece ir a ninguna parte.
Señalo que el cuarto lleno de libros del sueño pudiera ser el mío, la pieza
donde yo trabajo. ¿Qué le parecería tener un estudio así para él? Al principio
reacciona con placer a esa fantasía, pero en seguida pasa a decir cuán imposible sería que él ganara tanto dinero. Ahora se le ocurre un pensamiento: cuando iba ayer hacia su casa saliendo de la sesión pensó en preguntarme si podría
saltarse el día de Acción de Gracias sin pagar. Imaginó que me lo pedía y yo
366
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
respondía que no, que debería pagar. Entonces fantaseó que me diría, terco y
provocante, que no lo haría.
Ayer se olvidó de esos pensamientos pensando que Greenson no sería tan
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
367
hacer la mayor parte del trabajo. Todas estas posibilidades han de tenerse presentes al considerar cuándo y cómo debemos comunicarnos
con el paciente.
inconmovible y en definitiva, tenía que pagar, puesto que era razonable, y así
sucesivamente. En este momento hace una pausa y dice anhelante: "¿Qué sucedería si una fuerza irresistible tropezara con un cuerpo imposible de mover?"
Su padre le había solido hablar de física cuando era niño. "Usted es una fuerza irresistible —dice— y yo soy inconmovible." Silencio. Digo ahora: "Y usted se retuvo porque teme el encuentro conmigo... porque ambos quedaríamos
destrozados si usted se abandonara." El paciente suspira. "Puedo pelear con
mi mujer, puedo pelear con mis profesores, pero usted es irresistible, un
matador."" "Sí —añado— yo soy el verdugo."
Volvamos al comienzo de la sesión. Noto que el paciente se resiste,
pero como no estoy seguro de que se le pueda hacer ver convincentemente, espero hasta hallar algún material vívido: en este caso su postura. Lo confronto preguntándole con sencillez y franqueza cómo se
siente físicamente en ese momento. Esto conduce a su sensación de tirantez en el recto, que yo califico de retención. Lo confirma con su escasez de asociaciones y su idea de no ir a ninguna parte. Entonces recojo el detalle del sueño que indica su relación con poseer lo que yo
poseo y le pregunto en qué le hace pensar esa idea. Sus asociaciones
conducen a fantasías posteriores a la sesión anterior, inaccesibles hasta
entonces. El combate entre la fuerza irresistible y el objeto inamovible
es el combate entre nosotros dos. Por eso se retiene, porque teme sus
impulsos agresivos, que podrían acabar con ambos. Esa es la interpretación, pero no hubiera sido posible hacerla de un modo convincente,
con verdadero impacto emocional, sin reconocer primero el lenguaje
corpóreo de aquella hora (F. Deutsch, 1947, 1952).
Las intervenciones facilitadoras que llevan a aclaraciones y explicaciones son un procedimiento necesario e importante de la técnica psicoanalítica. De este modo ayudamos al paciente a producir el material
clínico que necesitamos para interpretarlo. Estas intervenciones tienen
que hacerse en el momento debido para no oponerse al fluir del material significante. Hay que hacerlas sencilla, franca y claramente para
que nos lleven a una mayor iluminación o a mayor estudio y elaboración, No tenemos por qué hacer nosotros todo el trabajo, ni esperar
que lo haga todo el paciente. Debemos saber cuándo debemos dirigir
al paciente y hasta dónde debemos llevarlo sin volverlo totalmente pasivo y dependiente. Hay situaciones en que vale más para el paciente
• En inglés killer, matador, es también el que vence, el destructor, el sacrificador. La
idea de verdugo no estaba lejos [T.].
4.2.1.3 Facilitación de la formación de la neurosis de trasferencia
y la alianza de trabajo
La situación psicoanalítica exige del psicoanalista la capacidad de relacionarse con su paciente de modo tal que éste tenga una neurosis de
trasferencia y forme también una alianza de trabajo. Es éste otro caso
en que se pide al analista habilidad para mantener dos posiciones antitéticas, porque las actitudes y técnicas que favorecen la formación de
la neurosis de trasferencia son contrarias a las que facilitan la alianza
de trabajo (Stone, 1961; Greenson, 1965a). Este asunto ha sido ya examinado detalladamente en la sección 3.5, y ahora nos conformaremos
con repetir algunas de las consideraciones principales.
Hay dos requisitos básicos que el analista debe cumplir para favorecer la aparición de la neurosis de trasferencia en el paciente: frustrar
consecuentemente el ansia de satisfacción y tranquilización neuróticas
del paciente, y mantenerse además en un anonimato relativo (véanse
secciones 3.9.2.1 y 3.9.2.2). Pero si el analista permanece incógnito y
priva además constantemente de satisfacciones al paciente, ¿cómo va
a inducirlo a cooperar con él en la alianza de trabajo? Parte de la respuesta está en el hecho de que hay una cuantía óptima de privación
e incógnito. La frustración y el anonimato excesivos producirán análisis interminables o inconclusos. Parecen sustentar esto los descubrimientos de otros psicoanalistas, de los cuales el más terminante es Leo Stone (1961, p. 53). Ferenczi (1930), Glover (1955), Fenichel (1941), Grete
Bibring (1935) y Menninger (1958) señalan también los peligros de las
frustraciones y privaciones en demasía. El analista no tiene que permitir que las privaciones y frustraciones de la situación analítica superen
a la capacidad que el paciente tenga de resistirlas. Si lo traumatizan
la privación y el incógnito analíticos, pudiera interrumpir el tratamiento, actuar destructivamente o quedar fijado en una resistencia de trasferencia regresiva intratable. El analista podría aplicar indebidamente
la idea del incógnito analítico si tiene un temor inconsciente al riesgo
y la implicación que entraña esta regla de técnica psicoanalítica. De
modo semejante, los impulsos sádicos inconscientes del analista tal vez
lo persuadan, sin él darse cuenta, a que aplique privaciones ásperas
y superfluas sin razón donde él creería erróneamente estar siguiendo
la "regla de abstinencia".
368
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
Los errores de técnica que provienen de una contratrasferencia inadvertida producen situaciones inanalizables. El analista se está entonces
conduciendo verdaderamente como una figura parental con sus secretos e intimidades, y así el paciente no puede distinguirlo del pasado
(G. Bibring, 1935). Para facilitar la formación de una neurosis de trasferencia en el paciente, el analista tiene que sondear la capacidad que
tenga aquél de soportar la fatigosa presión específica del incógnito del
analista y sus actitudes privativas. El analista tiene que ser capaz de
reconocer y controlar su comportamiento analítico en cuanto a la frustración y angustia que impondrá al paciente. La diferencia entre tensión soportable e insoportable tal vez signifique sólo un matiz en la conducta del analista (Stone, 1961).
Veamos ahora el otro componente de la .relación psicoanalistapaciente. No sólo debe el analista fomentar la formación de una neurosis de trasferencia, sino que debe además comportarse de tal modo que
garantice la existencia de una alianza de trabajo. Ya he descrito con
cierto detalle, en la sección 3.5.4.3, la contribución del analista a la
alianza de trabajo. Aquí esbozaré tan sólo las ideas esenciales.
1. El analista tiene que hacer ver en su diaria labor con el paciente
que considera cada palabra que éste dice, y cada manifestación comportamental suya merecedoras de seria labor para obtener insight y entendimiento. Nada es demasiado trivial, remoto o repugnante. La gran
frecuencia de las visitas, la larga duración del tratamiento, la disposición a hacer todo lo posible por llegar a metas alejadas, la renuencia
a perder citas, todo da fe de la dedicación del analista al importante
objetivo de lograr el cabal conocimiento del paciente.
2. Detrás de la búsqueda de insight y acompañándola en cada paso
del camino está el compromiso terapéutico que el analista ha contraído
con el paciente. La dedicación médica del analista al paciente debe manifestarse visiblemente en su cuidadosa estimación de hasta qué punto
podrá el paciente aguantar el dolor, en el tacto que tiene cuando es
necesario impartir un insight doloroso y en el cuidado de no contaminar innecesariamente la relación personal.
3. El analista tiene que servir de guía al paciente por el extraño nuevo mundo del tratamiento psicoanalítico. A su debido tiempo le explicará las muchas y extrañas reglas y medios necesarios para llevar a cabo el análisis. En cierto sentido, tiene que enseñar al paciente a ser un
buen paciente psicoanalítico. Esto no se logra súbitamente, sino con
el tiempo. La necesidad de ello varía mucho de un paciente a otro, y
suele ser mayor en los pacientes más regresionados. Debe dejarse que
el paciente sienta la sorprendente rareza antes de explicarle el fin de
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
369
determinada medida. Las reacciones del paciente deben primero ser
objeto de escrutinio, y la enseñanza seguirá a las reacciones espontáneas
del paciente, y a éstas su análisis.
4. El analista tiene que salvaguardar el respeto de sí mismo y el sentimiento de dignidad del paciente. Tiene que reconocer la desigualdad
de la relación en ciertos campos, y aunque no pueda modificarla, debe
comunicárselo así al paciente. El analista no debe tomar una actitud
de superioridad, autoritarismo ni misterio. El método psicoanalítico se
basa en una relación interpersonal compleja y única que no obedece
al capricho sino que sigue una serie de reglas lógicas y objetivas. El
tratamiento impone penalidades especiales al paciente, y el analista debe
tomarlo en cuenta. Hay que tratar al paciente según lineamientos rigurosos y científicos, pero con respeto, y con la debida cortesía.
5. La relación analítica es una condición humana complicada y frágil para ambas partes. El experto de la situación no debe dejar que sus
reacciones impongan al paciente y velen así las reacciones de éste, que
son individuales y únicas. Las reacciones del analista deben ser moderadas, delicadas y al servicio del empeño terapéutico, que reconoce el
insight y el conocimiento como sus más poderosos agentes. El agente
catalítico de este ambiente, el que hace que todos los demás elementos
triunfen o fracasen, es la atmósfera analítica, que debe ser de aceptación, tolerancia y humanidad.
Creo que este esbozo indica cómo el analista puede resolver el conflicto entre las actitudes de privación e incógnito que requiere la formación de la trasferencia y su papel de terapeuta comprensivo de los
enfermos necesario para la alianza de trabajo. Veamos lo que han dicho otros especialistas al respecto.
Leo Stone (1961) es sumamente explícito en su descripción de lo que
él llama las satisfacciones legítimas del paciente, y creo que en lo esencial estamos de acuerdo. Pero prefiero pensar que lo que hacemos la
mayor parte del tiempo es defender los derechos del paciente, porque
me parece que nos las habemos aquí con necesidades esenciales que
deben ser salvaguardadas y no con deseos, donde podría haber elección.
El compromiso terapéutico del analista con el paciente es un requisito
absoluto, según creo, y no opcional. Otro tanto se puede decir de la
preocupación general por el predicamento del paciente. La compasión,
el interés, la cordialidad, todo dentro de ciertos límites, tienen una importancia vital en la alianza de trabajo.
Creo que muchos autores de técnica del psicoanálisis han reconocido
las dos relaciones contrarias entre analista y paciente pero no llegaron
a conceptualizar la alianza de trabajo como contraparte necesaria de
370
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
la neurosis de trasferencia. Por ejemplo, Freud habla de los aspectos
amistosos de la trasferencia que son "en el psicoanálisis uno de los sustratos del éxito" (1912a, p. 105; 417). En su trabajo "La iniciación
del tratamiento" dice: "Si adoptamos desde un principio una actitud
que no sea ésta de cariñoso interés y simpatía,... destruiremos... semejante resultado positivo" (1913b, p. 140; 435).
Ferenczi (1928b), hablando de tacto, trata de la mostración de "buena
voluntad" del analista al paciente (p. 90). En su trabajo sobre "Los
principios de la relajación y la neocatarsis", Ferenczi (1930) describe
"el principio de indulgencia, que muchas veces ha de dejarse operar junto
al de frustración" (p. 115). El cuestionario de Glover (1955, p. 308)
a los psicoanalistas ingleses revela que un tercio creían en dar a sus
pacientes alguna señal de actitud positiva y amistosa diferente del "interés profesional". Ideas semejantes pueden hallarse en las obras técnicas
de otros muchos autores (Sharpe, 1930; Fenichel, 1941; Lorand, 1946;
A Freud, 1954a, y la lista adicional de lecturas).
4.2.2
RASGOS DE PERSONALIDAD Y CARÁCTER DEL PSICOANALISTA
Las destrezas que la situación psicoanalítica requiere del psicoanalista
se derivan no sólo de su capacitación y experiencia sino también de
su personalidad y carácter, o sea su temperamento, su sensibilidad, sus
actitudes, hábitos, valores e inteligencia. Nadie nace psicoanalista y nadie puede hacerse psicoanalista en un instante, por muy bien dotado
que esté. La experiencia personal de haber pasado por un psicoanálisis
terapéutico (aunque esté combinado con un fin didáctico) es una condición ineludible. Las dotes naturales y la abundante experiencia de
la vida pueden unirse para proporcionar talentos especiales a la profesión del psicoanálisis. Pero por valioso que sea, el talento no es todo.
La situación analítica tiene exigencias emocionales tan arduas para el
analista que si su talento no se apoya en una estructura de carácter analizada no resultará duradero. Los destellos de virtuosismo e inteligencia no pueden iluminar suficientemente la larga senda de la terapia
psicoanalítica.
Es compleja la relación entre destrezas analíticas y rasgos de personalidad, y el origen de destrezas y rasgos varía de un individuo a otro.
En la siguiente sección nos dedicaremos a estudiar las motivaciones del
psicoanalista, firmemente entrelazadas con sus rasgos y destrezas. Aquí
intentaré tan sólo enumerar las facultades que considero capitales y trazaré los antecedentes más típicos. Una sola fuente puede ser la causa
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
371
aunque compartan el mismo origen,
estos rasgos y destrezas pueden ser de diferente fuerza. Por otra parte,
un solo rasgo o destreza puede tener múltiples derivaciones. El lector
deberá leer el capítulo de Ernest Jones sobre el "Carácter y personalidad", de Freud, como guía en esas exploraciones (1955, pp. 403-434).
de muchos rasgos y destrezas y
4.2.2.1 Rasgos relacionados con el entendimiento de lo inconsciente
La búsqueda persistente y continuada de insight y entendimiento, tan
importante en la terapia psicoanalítica, es resultante de diferentes facetas de la personalidad del analista. Ante todo, tiene que sentir vivo interés por la gente, por su modo de vivir, sus emociones, fantasías y
pensamientos. Deberá tener un cerebro de investigador, siempre en busca de conocimiento, averiguador de causas y orígenes ( Jones,1955,
pp. 426, 433). La energía que mueve a un hombre en esa dirección nace
de la curiosidad, del afán de saber, que debe ser mucho y benévolo.
El ánimo poco escudriñador en el analista lo hace víctima del aburrimiento, la indagación demasiado rigurosa inflige al paciente un dolor
innecesario. El analista busca el insight para hacer comprender a sus
pacientes, no por su propio gusto sádico o escoptófilo (Sharpe, 1930,
1947). Esta actitud sólo es posible cuando la curiosidad ya no está dominada por los instintos.
Para poder pasar un día escuchando sin aburrirse, el analista debe
ademas de su curiosidad tener placer en escuchar (Sharpe, 1947,
p. 120). La sensibilidad especial que permite al psicoanalista distinguir
la sutil combinación de afectos en la modulación del tono y el ritmo
de la elocución del paciente está relacionada con su apreciación de la
música. Las personas que no tienen oído no pueden ser muy buenos
terapeutas, según me dice mi experiencia. El analista debe abordar lo
incógnito de su paciente, lo extraño y lo disparatado, con un criterio
amplio, no con angustia ni aversión.
Es bueno liberarse de las restricciones de la sociedad convencional
y ser relativamente indiferente a las cosas superficiales de la vida diaria. La vida personal de Freud ostenta estas cualidades en alto grado
(Iones, 1955, 1957). El analista debe estar suficientemente familiarizado con sus propios procesos inconscientes para aceptar con humildad
la idea de que él también probablemente sea tan extraño como su paciente; lo extraño muchas veces resulta ser algo otrora familiar y después reprimido.
La reacción inicial a las producciones del paciente debe ser de receptividad, aunque se requiera algo de credulidad para ello. Sólo así po-
372
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
demos atender debidamente al material del paciente. Es mejor dejarnos engañar siguiendo las producciones del paciente que rechazarlas prematuramente como falsas. La capacidad de suspender el juicio hasta
pecar de candoroso hace posible empatizar con el paciente, cosa que
al cabo puede llevarnos a entender los motivos subyacentes. Es interesante al respecto observar que Freud era un mal conocedor de la gente
(Menschenkenner), como es bien sabido ( Jones, 1955, pp. 412, 420). Una
actitud detectivesca y suspicaz aleja al paciente y dificulta la empatía
y la alianza de trabajo. (Hay empero algunas excepciones a esto. Con
los delincuentes, por ejemplo, sería útil hacerles saber rápidamente que
uno está al tanto de sus tretas; véase Aichhorn, 1925; Eissler, 1950a;
Redl y Wineman, 1951; Geleerd, 1957.) El analista necesita cierta
dosis de escepticismo, pero generoso. Deberá ser capaz de distinguir entre realidad probable y plausible, realidad posible pero fantástica e ilusión y engaño consciente, sin perder de vista los significados inconscientes de la distorsión.
La capacidad y voluntad de buscar el insight aun cuando sea doloroso, el amor a la verdad, tienen su origen en objetivos orales tempranos
introyectivos e intrusivos, así como fálicos. Las personas que poseen
esta cualidad manifiestan independencia de espíritu y valor intelectual
frente a lo nuevo, lo adocenado y lo desconocido. En tales personas,
el deseo de entender se ha convertido en función autónoma, neutralizada (Hartmann, 1951, 1955). Si el psicoanalista no posee esta capacidad, tenderá al insight restricto, o a mala aplicación de tacto, de elección del momento apropiado y de dosificación de las interpretaciones,
y ocasionará dolor y humillación innecesarios al paciente.
La facultad de entender la mente inconsciente de otra persona se basa en muchas y variadas aptitudes. La más importante, con mucho,
ya dijimos que es la capacidad de empatizar, que es esencialmente un
fenómeno preconsciente. Algunos de los rasgos clínicos, dinámicos y
estructurales quedan descritos en la sección 4.2.1.1 como parte de las
aptitudes del analista. Aquí me gustaría especular acerca de los rasgos
de la personalidad que hacen nacer la empatía.
Es la empatía un modo de entender a otro ser humano mediante la
identificación temporal y parcial. Para lograrla, el analista tiene que
renunciar por un tiempo a parte de su propia identidad, y para ello
tiene que tener una imagen de sí mismo flexible o vaga. No debemos
confundir esto con el desempeño de un papel, que es un fenómeno más
consciente. Es más parecido al proceso de "simulación seria" que se
siente cuando lo conmueve a uno una obra de arte, una actuación o
una ficción (Beres, 1960; Rosen, 1960). Es una forma íntima no verbal
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
373
de establecer contacto (Greenson, 1960). La empatía es un fenómeno
regresivo y parece relacionado con las regresiones más o menos controladas que se ven en los individuos creadores (Kris, 1952). Para empatizar, el analista tiene que ser capaz de utilizar esos mecanismos regresivos fácilmente con el fin de recobrar una sensación de afinidad emocional con el paciente.
Para que la empatía sea remuneradora el analista tiene que tener
abundancia de experiencias personales propias en su vida, de donde
pueda tomar para facilitar su entendimiento del paciente. Entra aquí
el conocimiento de la literatura, la poesía, el teatro, los cuentos de hadas, el folclor y los juegos (Sharpe, 1947). Todos estos ingredientes producen una imaginación viva y una vida mental inapreciables en la labor analítica. El mundo imaginario del hombre (teatro, música, artes
plásticas, cuentos de hadas o ensueños diurnos) tiene que ver con las
experiencias universales y vincula a todo el género humano. En estos
medios de comunicación estamos más cerca unos de otros que en nuestras actividades conscientes o nuestras instituciones sociales.
Este género de afinidad emocional que requiere y procura la empatía se forma en el niño en los primeros meses de vida. La movilizan
las actividades no verbales, entonacionales, táctiles de amor y cuidado
maternales (Olden, 1953, 1958; Schafer, 1959). Dado que la empatía
nace en la primerísima relación entre madre e hijo, parece tener algo
de femenino (A. Katan, citado en Greenson, 1960; Loewald, 1960).
Para que un analista empatice sin conflicto tiene que haber establecido
la paz con su componente maternal. Jones dice (1955) que eso es la
bisexualidad mental del analista.
En cierto modo, la empatía es un medio de establecer el contacto
con un objeto de amor perdido, el paciente no entendido. Puede ser
en parte un intento de compensar la pérdida de contacto. Parece sustentar esta idea mi experiencia de que los mejores empatizadores parecen
ser los analistas que han superado la tendencia a las depresiones. (Para
un punto de vista diferente véase Sharpe, 1930, pp. 17-8.) La empatía
i mpone exigencias emocionales al analista y requiere también de un
autoescudririamiento constante. Uno tiene que ser capaz de regresión
para empatizar y de resurtir de ahí para clasificar los datos así obtenidos y comprobar su validez. Esta alternancia entre la intimidad de la
empatía y la distancia de la evaluación caracteriza buena parte de la
labor psicoanalítica. Los caracteres rígidamente obsesivos no serán capaces de dejarse empatizar y los guiados por sus impulsos tenderán a
deslizarse de la empatía a la identificación, lo que conducirá a la actuación con el paciente. En general, estas personas no son buenas para
374
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
candidatos a la formación psicoanalítica (Eisendorfer, 1959; Greenacre, 1961; Langer, 1962; Vander Leeuw, 1962).
4.2.2.2 Rasgos relacionados con la comunicación con el paciente
Cuando el analista ha logrado entender al paciente se encuentra frente
al problema de comunicar eficazmente el insight. La capacidad de calcular la dosificación, el momento oportuno y el tacto necesario para
una interpretación depende de muchas aptitudes, algunas de las cuales
ya hemos estudiado. La empatía con el paciente en el caso dado, el
juicio clínico, así como la experiencia de haber vivido situaciones análogas y el conocimiento intelectual de una teoría psicoanalítica, todo
contribuye a facilitar la comunicación al paciente del entendimiento adquirido. Pero aquí quiero limitar el examen a aquellos rasgos especiales de importancia para la comunicación y que todavía no hemos visto.
El arte de hablar a un paciente es muy diferente de la conversación
de sociedad, el interrogatorio o la conferencia. No son aquí de importancia primordial la elocuencia, la erudición ni la lógica. El elemento
esencial es una actitud subyacente de intención terapéutica. Este compromiso de ayudar al paciente deberá ser manifiesto o estar latente en
todas las interacciones con el paciente, desde la primera entrevista hasta la última. Comprendo que ésta es una cuestión debatible, pero yo
quiero que quede bien clara mi posición: creo que sólo las personas
enfermas, los que padecen trastornos neuróticos, pueden ser tratadas
debidamente por el psicoanálisis. Los aspirantes, los trabajadores de
la investigación y los investigadores no pueden tener una experiencia
psicoanalítica profunda si no pueden y quieren convertirse en pacientes.
Paralelamente a esto que decimos de los pacientes creo que el psicoanálisis profundo es ante todo y sobre todo un método de tratamiento, y por eso sólo pueden aplicarlo los terapeutas, las personas capacitadas y dedicadas a ayudar o curar a los enfermos neuróticos. No creo
que un título médico haga automáticamente terapeuta a nadie, ni que
la falta de título de doctor en medicina indique una actitud no terapéutica. Estoy convencido de que el deseo que el analista tiene de ayudar
al paciente, siempre presente pero controlado, es un ingrediente esencial que permite al analista adquirir esas destrezas sutiles y complejas
de la comunicación necesarias para el desempeño de la labor analítica.
El lector puede consultar a Leo Stone (1951), que estudia atentamente
este problema de un modo semejante, así como Gill, Newman y Redlich (1954). Para una posición diferente véase la descripción que hace
Joan Riviere del modo de trabajar de Freud, citado por Jones (1955),
EL PSICOANÁLISIS Y F.I. PACIENTE
375
y también Ella Sharpe. Proseguiremos con este asunto en la sección
4.2.3, dedicada a la motivación del analista.
La facultad de impartir insight a un paciente depende de la capacidad de expresar con palabras los pensamientos, fantasías y sentimientos de que el paciente no tiene cabal conciencia y presentárselos de tal
modo que los acepte como propios. Tenemos que traducir sobre la marcha de nuestro propio vocabulario al lenguaje vivo del paciente. O más
exactamente, debemos emplear aquella parte del lenguaje del paciente
que le queremos hacer sentir en el momento de la interpretación.
Poc ejemplo, he mencionado antes al profesor X, que padece de una forma
de temor o nerviosismo ante el público) Por lo general, el vocabulario cotidiano de este señor era de un nivel elevado de instrucción y cultura. En una
sesión, las asociaciones sobre su sueño me indicaron que se estaba debatiendo
con sentimientos de humillación que lo habían acosado de niño, entre los cuatro y los siete años. En la sesión sus pensamientos giraban principalmente en
torno a la sensación de vergüenza y embarazo que tuvo al ser presentado últimamente en una fiesta donde tenía que pronunciar una breve alocución, y cuando lo veía su esposa desnudo y en pie en la sala de baño. Yo quería hacerle
comprender la índole específica de la vergüenza que lo abrumaba en esas ocasiones. Le dije: "Cuando lo presentaron en la fiesta, cuando hizo usted el discurso, y cuando estaba en pie desnudo ante su esposa en la sala de baño, ya
no era usted el profesor X ni siquiera Juan X, sino que se había convertido
en un pischer." Y empleé la palabra yiddish que solía emplear su madre cuando
lo despreciaba de niño por haberse hecho pipí en los pantaloncitos. (La palabra
equivalente en inglés sería piddler, meón,)
Este insight dio en el blanco, y al principio se desconcertó un poco, pero después recordó vivamente varios incidentes en que le hicieron sentirse un pischer.
No era esto un ejercicio intelectual ni una docilidad superficial. El paciente volvió a sentir la terrible vergüenza de ser un pischer, así como su rabia porque
la madre le infligía esa humillación. En aquella sesión no sintió ninguna hostilidad contra mí, en parte debido al hecho de que mi tono de voz al hacer la
interpretación era muy suave. Y lo era porque yo estaba seguro de que esa
palabra de pischer sería en extremo dolorosa para él. En sesiones posteriores,
al recordar mi interpretación olvidó el tono prudente que yo empleara y se puso furioso conmigo.
Si revisamos los acontecimientos de esta sesión podemos ver que hay
varios modos de hacer la interpretación. Escojo la palabra pis. cher porque parecía ser la más cargada de fantasías para él en aquel momento,
la más esclarecedora, y él parecía liste para afrontarla. Era palabra suVéanse secciones 2.6.4, 2.6.5.2, 3.4,1.2, 3.9.4.3.1 y 3.9.4.3.2.
376
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
ya, heredada de su madre pero ahora parte de su propio lenguaje privado, viva y real (véase Ferenczi, 1911; Stone, 1954a). Mi tono de voz
amable era un intento de suavizar el dolor que yo sabía le iba a infligir.
Estaba seguro de que produciría fuerte impresión, pero no deseaba que
fuera exageradamente dolorosa.
La facultad de elegir la palabra o el lenguaje adecuados es semejante
a la que puede observarse en cuentistas, humoristas o actores satíricos.
Me refiero aquí en especial a su destreza verbal, no a su talento literario. Pero esa destreza debe ponerse al servicio de la intención de ayudar y no emplearse en la situación analítica con fines de diversión exhibicionista o sadismo disfrazado. Mis observaciones personales parecen
indicar que entre los psicoanalistas, los mejores terapeutas parecen poseer un buen sentido del humor, tener el ingenio ágil y gozar del arte
de contar. La facultad de emplear el lenguaje hablado con brillantez
y economía es un buen tanto para el analista y paralela a la importancia de la destreza manual para el cirujano, que no puede remplazar
al ojo clínico ni al conocimiento de la anatomía y la patología pero hace que el buen cirujano obre con pericia y no torpemente. El psicoanálisis profundo es siempre doloroso, pero la falta de destreza causa dolor
innecesario y prolongado. En algunos casos puede significar la diferencia entre éxito y fracaso.
La destreza en la comunicación verbal depende también en el psicoanalista de su empleo del silencio. Por eso es imperativo que el analista sea capaz de paciencia. A veces cuesta tiempo entender el material del paciente y con mucha frecuencia, el significado importante sólo
se revela después de haber dejado al paciente trazar sus cuadros verbales durante un buen rato en la sesión. Lo que parece tener importancia
verdadera en los quince primeros minutos puede resultar una táctica
de distracción o un elemento secundario pasados treinta minutos.
Ilustremos. El profesor X, ya descrito, 2 el que teme a la presentación en público, a veces estaba obsesionado por la idea de cometer un acto homosexual.
En parte esto resultó manifestación de anhelos exhibicionistas y escoptófilos.
Además, sus inquietudes homosexuales eran consecuencia del enorme miedo
y la hostilidad que le inspiraban las mujeres, En una sesión se puso a hablar
nuevamente de su fantasía de hacer algo homosexual, de preferencia con un
niño que fuera a entrar en la pubertad. En los treinta primeros minutos de la
sesión me pareció patente que estaba deseando hacer con un prepúber lo que
hubiera deseado que el padre hiciera con él a esa edad. Me parecía tener im-
2
Véanse secciones 2.6.4, 2.6.5.2, 3.4.1.2, 3.9.4.3.1, 3.9.4.3.2 y 4.2.2.2.
377
pulsos anales activos y pasivos. Esto había aflorado hacía cierto tiempo pero
no había quedado debidamente traslaborado.
Estaba yo cavilando cómo enfocaría el material cuando observé que había
cambiado ligeramente. El paciente hablaba ahora de terribles sentimientos de
vergüenza habidos cuando todos sus amigos entraron en la pubertad y tenían
vello púbico, pene grande y voz ronca y él era el único todavía sin vello, con
pene pequeño y voz aguda. Por eso le avergonzaba desvestirse en la misma
pieza que ellos, que se hubieran mofado de su anormalidad sexual. Comprendí
entonces que una de las funciones importantes de sus fantasías homosexuales
era anular el dolor de ser el pequeño, desquitarse de las antiguas humillaciones
y demostrar también que no era ningún error de la naturaleza. Este último
punto fue el que el paciente escogió y con él laboró durante varias sesiones productivas a la semana siguiente. Pero eso sólo había aparecido hacia el final de
la sesión.
1
Nuevamente debemos insistir en que lo que a primera vista es virtud en el analista puede en realidad resultar algo muy diferente. La paciencia puede resultar una actitud pasiva-sádica oculta para con el paciente o una pantalla de la indecisión obsesiva. Puede también ocultar
aburrimiento o pereza mental del analista. Es necesario ser paciente
cuando la espera puede aclarar el material o cuando tenemos algún objetivo para largo plazo. Pero debemos recordar que nuestro silencio suele
parecerle al paciente una forma de presión fatigante. Es una actividad
del analista que tiene multitud de significados para el paciente, según
sea la situación analítica y la de trasferencia-contratrasferencia (Lewin,
1954, 1955; Loewenstein, 1956; Stone, 1961, pp. 45-55, 95-105).
El paciente necesita nuestro silencio para seguir en detalle sus propios pensamientos, fantasías y sentimientos. Necesita tiempo en parte
para olvidar nuestra presencia, o más exactamente para que nuestra
presencia real pase al fondo a fin de que él pueda implicarse en sus
fantasías y sentimientos de trasferencia. Al paciente puede parecerle
nuestro silencio hostil o confortante, exigente o calmante, según sus reacciones trasferenciales. Además, el paciente tal vez descubra en nosotros rastros de sentimientos y actitudes de que no tenemos conciencia.
El analista deberá poder soportar el silencio de sus pacientes sin hostilidad ni aburrimiento. En varias ocasiones me ha espantado el que un
paciente "supusiera" acertadamente, a pesar de mi silencio y de que
no podía verme, que yo estaba impaciente. Sospecho que algunos pacientes notan intuitivamente nuestras actitudes por los mínimos cambios de ritmo e intensidad de nuestra respiración y por pequeños movimientos del cuerpo.
El arte de la comunicación verbal con el paciente requiere también
378
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
el sentido del momento adecuado para hacer una interpretación. Esto
lo veremos más detalladamente en el tomo Deseo dejar sentado aquí
que esto del momento adecuado se refiere a diversas cuestiones. Primeramente, a la de cuándo debe uno intervenir en una sesión dada.
La decisión depende de muchas variables. Uno espera hasta que determinado suceso psíquico se le puede mostrar al Yo razonable del paciente. O hasta que un afecto o impulso ha alcanzado la intensidad que
nos parece óptima en ese momento. Finalmente, esperamos hasta que
está claro lo que ocurre en la sesión, aunque ello signifique esperar hasta
estar bien seguros de no ver claro.
También se refiere al cuándo y cómo se ha de intervenir en diferentes fases del análisis. Al principio del análisis, o la primera vez que aparece una nueva variedad del material doloroso, uno puede intervenir
antes, cuando la intensidad de los afectos no es grande. Después, tal
vez sea mejor dejar calladamente que los sentimientos del paciente se
intensifiquen para que pueda sentir la verdadera fuerza primitiva de
sus emociones e impulsos. También implica que el analista tenga presente la diferencia de las dosis que 'administra antes de los fines de semana, las fiestas, aniversarios o cumpleaños, etcétera.
4.2.2.3 Rasgos relacionados con el fomento de la neurosis de trasferencia
y la alianza de trabajo
Las actitudes y los rasgos de carácter que favorecen la formación de
la neurosis de trasferencia, como ya dijimos, se oponen fundamentalmente a las que favorecen la alianza de trabajo (Stone, 1961, pp. 33,
106; Greenson, 1965a). Para facilitar el crecimiento de la neurosis de
trasferencia, el analista tiene que frustrar constantemente el deseo que
el paciente tiene de satisfacción y tranquilización neuróticas, y debe mantenerse relativamente anónimo. La exposición razonada de esto queda
hecha en la sección 4.2.1.3. Para realizar este objetivo con cierto grado
de coherencia, el analista tiene que haber resuelto sus conflictos más
importantes acerca de la inflicción de dolor y del mantenimiento a distancia del doliente. El analista debe saber refrenar sus intenciones terapéuticas, dominar su afán de proximidad, y "poner una cortina de
humo" a su personalidad habitual (Stone, 1961, p. 20).
Freud fue tan lejos en cierto lugar que sugirió al analista tomara por
modelo el cirujano, hiciera a un lado su simpatía humana y adoptara
una actitud de frialdad emocional (1912b, p. 115; 420). En el mismo
trabajo preconizaba Freud que el analista se abstuviera de meter su personalidad en el tratamiento e introducía el símil de "espejo" (p. 118;
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
379
422). Unos cuantos años después recomendaba que el tratamien-
to se llevara a cabo en la abstinencia y con esto "no aludimos tan sólo
a la abstinencia física..." (1915a, p. 165; 445).
He seleccionado deliberadamente las citas en este orden para poner
de relieve cómo es posible llegar a la impresión de que Freud creía en
una atmósfera analítica austera y grave para la formación de la neurosis de trasferencia. Pero no creo que esto sea un cuadro exacto de lo
que Freud pensaba. Yo opino que subrayaba algunos aspectos "poco
naturales" de la técnica psicoanalítica, por ser tan ajenos y artificiales
en la relación acostumbrada entre médico y paciente y la psicoterapia
practicada en su tiempo.
Por ejemplo, en su trabajo escrito el mismo año, en que hace las recomendaciones de frialdad emocional y de la actitud de espejo, decía:
"La solución del enigma está por tanto, en que la trasferencia sólo resulta apropiada para constituirse en resistencia en la cura, en cuanto
es trasferencia negativa o positiva de impulsos eróticos reprimidos.
Cuando suprimimos la trasferencia, orientando la conciencia sobre ella,
no desligamos de la persona del médico más que estos dos componentes del sentimiento. El otro componente capaz de conciencia y aceptable, subsiste y constituye también, en el psicoanálisis como en los demás métodos terapéuticos,
uno de los substratos del éxito" (Freud, 1912a, p. 105; 417; cursivas mías).
En un trabajo técnico, un año después de recomendar la "frialdad
emocional" y la técnica del "espejo" Freud escribió: "El primer fin
del tratamiento es siempre ligar al paciente a la cura y a la persona
del médico. Para ello no hay más que dejarle tiempo. Si le demostramos un serio interés, apartamos cuidadosamente las primeras resistencias y evitamos ciertas torpezas posibles, el paciente establece en seguida, espontáneamente, tal enlace y agrega al médico a una de las imágenes de aquellas personas de las que se estaba acostumbrando a ser
bien visto. En cambio si adoptamos desde un principio una actitud que no sea
ésta de un cariñoso interés y simpatía, y nos mostramos rígidamente moralizantes o parecemos ante los ojos del paciente como representantes o
mandatarios de otras personas (de su cónyuge o de sus padres, por ejemplo) destruiremos toda posibilidad de semejante resultado positivo" (1913b,
pp. 139-40; 435; cursivas mías).
Tal vez sea el más personalmente revelador de todos sus trabajos sobre técnica el ensayo "Observaciones sobre el amor de trasferencia"
(1915a). Sólo citaré fragmentos escogidos que indican su interés por
el paciente. "Aquellos que se han asimilado verdaderamente a la técnica analítica no pueden practicar el arte de engañar, indispensable a
otros médicos, y suelen delatarse cuando en algún caso lo intentan con
380
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
la mejor intención... Por último, la tentativa de fingir cariño a la paciente no deja de tener sus peligros. Nuestro dominio sobre nosotros
mismos no es tan grande que descarte la posibilidad de encontrarnos
de pronto con que hemos ido más allá de lo que nos habíamos propuesto" (p. 164; 445). "El camino que ha de seguir el analista es muy
otro y carece de antecedentes en la vida real. Nos guardamos de desviar a la paciente de su trasferencia amorosa o disuadirla de ella, pero
también y con igual firmeza, de toda correspondencia. Conservamos
la trasferencia amorosa, pero la tratamos como algo irreal, como una
situación por la que ha de atravesar fatalmente en la cura, que ha de
ser referida a sus orígenes inconscientes y que ha de ayudarnos a llevar
a la conciencia de la paciente los elementos más ocultos de su vida erótica, sometiéndolos así a su dominio consciente" (p. 166; 446).
"...es harto penoso para el hombre rechazar un amor que se le ofrece,
y de una mujer interesante que nos confiesa notablemente su amor...,
y sin embargo, para el analista ha de quedar excluida toda posibilidad
de abandono. Por mucho que estime el amor, ha de estimar más su
labor de hacer franquear a la paciente un escalón decisivo en su vida.
La enferma debe aprender de él a dominar el principio de placer y a
renunciar a la satisfacción próxima, pero socialmente ilícita, en favor
de otra más lejana, incluso incierta, pero irreprochable tanto desde el
punto de vista psicológico como desde el social" (p. 170; 448).
Creo que estas citas de Freud indican claramente que si bien creía
que la privación y el incógnito fuesen necesarios para la aparición y
el desarrollo de la neurosis de trasferencia, comprendía que el analista
tiene que ser capaz de mantener actitudes de índole muy diferente para que la terapia psicoanalítica resulte eficaz. Si leemos las obras de
los analistas que se consagraron al problema de la técnica nos impresiona el que casi todos ellos tratan esta cuestión. La privación y el incógnito son necesarios pero no suficientes. A mi modo de ver, algunos
autores, como Ferenczi (1928b), De Forest (1954), Lorand (1946) y
Nacht (1962), van demasiado lejos en la dirección opuesta, exaltando
la importancia de la satisfacción al mismo tiempo que rebajan el papel
de la privación. Freud (1913) hablaba de la necesidad de que todas las
reglas fueran flexibles; Fenichel (1941) describía las oscilaciones del analista y la necesidad que tiene éste de ser natural y desembarazado, y
otro tanto hicieron Sterba (1934), Loewald (1960), Menninger (1958)
y muchos más. Yo creo que fue la obra de Elizabeth Zetzel (1956) y
la de Stone (1961) la que subrayó y separó debidamente los aspectos
de privación de los de satisfacción.
Para entender de verdad a un paciente hay que tener en cuenta algo
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
381
más que las consideraciones intelectuales o teóricas. Para el tipo de penetración que requiere el psicoanálisis, el analista tiene que ser capaz
de interés y compromiso emocional con su paciente. Tiene que querer
a su paciente; la aversión o el desinterés prolongados estorbarán la
terapia tanto como el exceso de amor (Greenacre, 1959; Stone, 1961,
pp. 29, 44, 61). Tiene que tener el deseo de ayudar y curar al paciente
y debe interesarse en el bien del paciente, sin perder de vista los objetivos de largo plazo.
Cierta cuantía de compasión, amistad, cordialidad y respeto por el
paciente y sus derechos es indispensable. La consulta del analista es
una sala de tratamiento, no un laboratorio de investigaciones. Podemos sentir por nuestros pacientes un amor serio porque todos son, en
cierto modo, hijos enfermos y necesitados de ayuda, cualquiera que sea
la máscara que lleven. Nunca madurarán si no nutrimos sus potencialidades, salvaguardamos su buen concepto de sí mismo y su dignidad
y les evitamos las privaciones y humillaciones innecesarias.
Esto nos lleva al meollo de la cuestión. ¿Cómo puede el analista mantener constantemente las actitudes de privación e incógnito y al mismo
tiempo indicar con no menor constancia su compasión e interés? En
la sección anterior, dedicada a la comunicación con el paciente, di algunos ejemplos de cómo podía lograrse, y en el tomo II habrá más ilustraciones al respecto. Permítaseme subrayar aquí nuevamente que yo
explico cuidadosamente al paciente, a su debido tiempo, todo procedimiento psicoanalítico que le resulte extraño o artificioso. Por ejemplo,
cuando hace una pregunta por primera vez en el análisis, trato de hacerle explorar la razón de su pregunta y le explico que el no responder
a las preguntas tiene un fin, que derramará la luz sobre su curiosidad
y que en adelante por lo general no contestaré a sus preguntas. Pero
a veces contestaré a alguna si me parece realista y que la respuesta nos
ahorrará muchas explicaciones irrelevantes.
Una vez me contó un paciente que había tenido una sesión particularmente
frustradora con su analista anterior. Había soñado que era capitán de un equipo de futbol; estaban en formación de T y con gran sorpresa suya el centro
resultó ser Adolfo Hitler. (En la formación de T el capitán está directamente
detrás del centro, que está inclinado hacia delante, con el balón colocado en
el suelo entre sus piernas. El centro tiene por misión pasar la bola hacia atrás,
entre sus piernas, al capitán, quien entonces puede dársela a otro jugador o
pasarla, etc.) Esta es una formación clásica en el futbol y quienquiera que sepa
algo de futbol americano lo sabe muy bien.
El analista en cuestión era un norteamericano de cuarenta años de edad, que
hubiera sabido esto si hubiera sido algo aficionado al futbol de joven, pero no
382
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
lo hubiera sabido si nunca se interesara en ello. Por eso estaba justificada la
incertidumbre del paciente. Éste quiso seguir con sus asociaciones con Adolfo
Hitler y la posición peculiar que tenían uno respecto del otro en el sueño. Pero
primero preguntó al analista si sabía cuál era la formación en T, porque le parecía de capital importancia para entender el sueño. El analista callaba. El paciente explicó entonces de mala gana cómo era la formación en T y dijo lo que
eran el capitán, el centro, etc. En esto se desperdició buena parte de la hora.
Era una lástima el malgastar tiempo en estas minucias cuando el analista hubiera podido decirle (como se vio después) desde el principio que sabía todo
eso. Pero, cosa aún más importante, el comportamiento del analista indicaba
que estaba siguiendo una "regla" cuyo verdadero objeto no comprendía y que
estaba dispuesto a permitir que el paciente y él mismo soportaran una cantidad
indebida de frustración y perdieran una oportunidad.
Es a menudo necesario ahondar en los detalles íntimos de la vida
sexual o las costumbres excrementicias del paciente, y a muchos pacientes esto les parece bastante turbador. Cuando creo necesario hacer
preguntas a fondo sobre esas cuestiones y noto la humillación del paciente, tomo nota de su sentimiento de degradación y exploro con él
su turbación, o por lo menos le indico que comprendo que la revelación de este asunto es dolorosa, pero también necesaria. Señalo francamente los sentimientos sexuales u hostiles del paciente para conmigo;
si mi intervención lo desasosiega demasiado, trato empero de indicar
más adelante por el tono de voz o mis palabras que comprendo su predicamento y me compadezco de él. No mimo al paciente, pero trato
de cerciorarme de hasta dónde puede soportar el dolor y seguir laborando productivamente.
Quiero proteger la estimación que de sí mismo tenga el paciente,
pero si me parece necesario decir algo que me consta es degradante
lo hago a conciencia, aunque manifestando mi pesar por ello de algún
modo. Por ejemplo, últimamente dije a un paciente al final de una
sesión: "Comprendo que esta situación es dificil para usted, pero al
fm pudo decirme algo que lo horrorizaba: que me amaba usted y deseaba que yo lo amara; y todo cuanto hice yo fue decirle que bueno,
que habría que explorar eso un poco más."
Si el paciente recae en alguna pauta de comportamiento neurótica
antigua trato de dominar mis sentimientos de tristeza o decepción, así
como domino mi placer y orgullo si da un gigantesco paso hacia delante. Pero permito que se manifieste algo de sentimiento, ya que la ausencia de afectos podría parecer fría e inhumana. Trato de atemperar los
sentimientos de fracaso o triunfo del paciente recordándole (y a mí también) nuestros objetivos de largo plazo.
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
383
Para conservar esta habilidad de oscilar entre las dos posiciones opuestas de frustrador y satisfactor, de distancia y proximidad respecto del
paciente, y para emplear las diversas proporciones de estas polaridades
es esencial que el analista tenga en alto grado movilidad y flexibilidad
emocionales. No quiero decir inestabilidad ni capricho. La situación
analítica requiere del analista que sea seguro y merecedor de confianza en términos humanos, y que no sea inhumanamente rígido.
Tiene que poseer la capacidad de interesarse emocionalmente por
sus pacientes, pero también, en el mismo grado, la de desapegarse de
ellos. El apego redunda en la posibilidad de comprensión endopática,
el desapego da ocasión de pensar, evaluar, recordar, prever, etc. La
compasión, la preocupación y la cordialidad deberá tenerlas siempre a
mano el analista, pero debe estar dispuesto, llegado el caso, a ocupar
la posición fría y distante del observador. Hay también situaciones que
requieren una mezcla de ambas cosas; el insight doloroso se hace con
la precisión de una disección quirúrgica, pero el tono de voz puede indicar interés por el paciente.
Cuando describo la compasión y el apego del analista, no quiero dar
a entender que esos sentimientos deben manifestarse clara y conspicuamente a la primera señal de incomodidad del paciente. Yo propongo que su presencia se note en el modo de laborar del analista, en la
atmósfera de la situación analítica. El análisis no puede realizarse venturosamente con un estilo grato y afable, ni alegre y cordialmente. Pero tampoco puede ser fructífero si el tono subyacente es triste, sombrío
o angustioso. La actitud de aceptación y tolerancia sinceras de todo el
material que presenta el paciente, la cuidadosa atención a todos los detalles, por feos o primitivos que sean, el enfoque franco de todos los
temas, aun los más delicados, sin crueldad ni falsa cortesanía... todos
estos elementos contribuyen a la atmósfera analítica.
El deseo de curar no debe confundirse con un celo terapéutico patológico. Debe manifestarse en la seriedad de propósitos del analista, su
rigurosa búsqueda de insight, su respeto por los diversos medios de la
profesión, sin adoración ni ritual, y su disposición a luchar durante años
por alcanzar objetivos de largo plazo. La habilidad que tenga el analista para administrar insights dolorosos será señal tanto de su intención
terapéutica como de su interés por la dignidad del paciente. El soportar los estallidos hostiles y humillantes del paciente sin desquitarse es
tan importante como el no dejarse turbar por sus provocaciones sexuales. Esto no significa que el analista no deba tener sentimientos y fantasías en respuesta a sus pacientes, pero su cuantía deberá quedar dentro de los límites que le permitan controlar sus reacciones, de modo
384
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
que cuando salgan a la luz sean tan sólo lo que el paciente necesita.
El analista debe dejar que los sentimientos de trasferencia del paciente lleguen a su intensidad óptima sin intervenir. Esto requiere la facultad de aguantar tensiones fatigosas, angustias y depresiones tranquila
y pacientemente. Todo ello es posible sólo si uno ha tenido una profunda experiencia psicoanalítica y ha continuado haciendo algo de autoanálisis. De todos modos, los riesgos de la profesión son enormes y los
mejores resultados terapéuticos en el analista dejan mucho que desear
(Freud, 1937a, pp. 248-50, 586-70; Wheelis, 1956b; Greenson, 1966).
Quisiera citar directamente a Freud al respecto:
"Hagamos aquí una pausa por un momento para asegurar al psicoanalista que tiene nuestra sincera simpatía por las exigentes demandas que ha de satisfacer al realizar sus actividades. Parece como si la
del psicoanalista fuera la tercera de esas profesiones 'imposibles' en las
cuales se está de antemano seguro de que los resultados serán insatisfactorios. Las otras dos, conocidas desde hace mucho más tiempo, son
la de la educación y del gobierno. Evidentemente no podemos pedir
que el que quiera ser analista sea un ser perfecto antes de emprender
el análisis: en otras palabras, que sólo tengan acceso a la profesión personas de elevada y rara perfección. Pero ¿dónde y cómo adquirirá el
pobre diablo las calificaciones ideales que ha de necesitar en su profesión?
La respuesta es: en un psicoanálisis didáctico con el que empieza su
preparación para futuras actividades. Por razones prácticas este análisis sólo puede ser breve e incompleto...
"No sería sorprendente que el efecto de una preocupación constante
con todo el material reprimido que lucha por su libertad en la mente
humana comenzara a rebullir en el psicoanalista lo mismo que las exigencias instintivas, que de otro modo es capaz de mantener reprimidas. Estos son también 'peligros del psicoanálisis' aunque amenazan
no al elemento pasivo sino al activo en la situación analítica; y no debemos descuidar el enfrentarnos con ellos. No hay duda de cómo debemos hacerlo. Todo analista debería periódicamente —a intervalos de
unos cinco años— someterse a un nuevo análisis sin sentirse avergonzado de dar este paso...
"Nuestra aspiración no será borrar toda peculiaridad del carácter
individual en favor de una 'normalidad' esquemática ni exigir que la
persona que ha sido 'psicoanalizada por completo' no sienta pasiones
ni presente conflictos internos. El papel del psicoanálisis es lograr las
mejores condiciones psicológicas posibles para las funciones del Yo; con
esto ha cumplido su tarea" (Freud, 1937a, pp. 248-50; 568-70; cursivas mías).
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
385
Por lo que antecede puede verse que la humildad es otro requisito
fundamental que impone al psicoanalista la situación analítica (Sharpe, 1947, pp. 110-2).
El analista es portador de un insight por lo general doloroso, y lo comunica en una atmósfera franca, compasiva y moderada. Lo que he
descrito es mi modo personal de ver cómo se ha de resolver el conflicto
creando una atmósfera de privación y de interés por el paciente, tenido
a distancia y próximo al mismo tiempo. Comprendo que esto es una
cuestión muy personal y no lo propongo como prescripción exacta para todos los analistas. Pero sostengo que a pesar de diferencias individuales, los analistas deben tomar muy en cuenta estas dos series antitéticas. El analista tiene que poseer rasgos que le permitan facilitar el
desarrollo de la neurosis de trasferencia, así como el de la alianza de
trabajo, porque ambos tienen igual importancia para el desarrollo de
la situación analítica óptima (Greenson, 1965a).
4.2.3
MOTIVACIONES QUE REQUIERE DEL ANALISTA
LA SITUACIÓN ANALÍTICA
A medida que avanzamos en nuestro estudio debe irse haciendo más
y más evidente que no se pueden separar las destrezas del analista de
sus rasgos o cualidades, y que unas y otros tienen que ver con sus motivaciones. De hecho fue uno de los grandes descubrimientos de Freud
el de que el comportamiento y el pensamiento del hombre son consecuencia de la acción recíproca de pulsiones instintuales, temperamento
y experiencia. He tratado de aislar las destrezas, los rasgos y las motivaciones unos de otros para aclarar y subrayar ciertos requisitos previos de la situación analítica.
Empecé con las destrezas y los rasgos porque son más accesibles al
escrutinio clínico cotidiano. Las motivaciones son más difíciles de analizar porque tienen su origen en las pulsiones instintuales inconscientes
primitivas y las primeras relaciones de objeto. Son difíciles de verbalizar con alguna precisión y casi imposibles de verificar. Además, los procesos de maduración ulteriores en el Ello y el Yo, así como los factores
experienciales, parecen tener una importancia decisiva. Finalmente, hay
tantas complejas jerarquías de instinto y defensa que presentan un cuadro superficialmente semejante que sólo un estudio atento del individuo puede revelar las cualidades específicas de instinto y defensa que
entran en una motivación dada. De todos modos, vale la pena poner
de relieve algunas consideraciones generales, aunque los puntos seña-
386
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
lados lo sean de un modo impresionista y simplificado.
Las pulsiones instintuales mueven al hombre a buscar descarga y satisfacción. A medida que se va formando el Yo, se convierte en otro
objetivo fundamental la búsqueda de seguridad. Todas las motivaciones subsiguientes son atribuibles al afán de satisfacción o seguridad,
o combinaciones de ambas. Limito esta disquisición de los motivos a
los que considero componentes principales de la labor psicoanalítica:
(1) el analista, recolector y trasmisor de insight y entendimiento; (2) el
analista, blanco de la neurosis de trasferencia, y (3) el analista, curador
de los enfermos y dolientes (Fleming, 1961).
Uno de los aspectos singulares del tratamiento psicoanalítico es el
papel crucial que desempeñan la interpretación, el insight y el entendimiento en el proceso terapéutico (E. Bibring, 1954; Gill, 1954; Eissler,
1958). El analista debe entender al paciente para adquirir el insight de
su comportamiento, sus fantasías y sus pensamientos. A continuación,
su tarea consiste en comunicar el significado oculto, en interpretárselo
al paciente. El deseo de entender a otro ser humano de modo tan íntimo, y de obtener insight, implica la propensión a ahondar en los entresijos de otra persona (Sharpe, 1930, p. 17). Procede tanto de los impulsos libidinales como de los agresivos. Puede hallarse su origen en los
anhelos de fusión simbiótica con la madre o en los impulsos hostiles
y destructivos contra las entrañas de la misma.
La obtención de insight puede ser un remanente de anhelos de omnipotencia, un medio de sobreponerse a la angustia que provoca el extraño. Contribuyen también al afán de obtener insight componentes libidinales y agresivos posteriores. La connotación anal de palabras como adquirir, obtener, lograr, recoger, recolección de insight parece perfectamente trasparente. La curiosidad sexual de la fase edípica puede
añadir ímpetu a esta actividad, de modo que la obtención de insight se
haga un sustituto del voyeurismo frustrado de la infancia, así como una
compensación tardía por haber sido excluido de la vida sexual de los
padres (Sharpe, 1947, p. 121).
Ya he subrayado la especial importancia que tiene la empatía como
medio de lograr el acceso a las rarezas y complejidades de otra persona
(véanse secciones 4.2.1.1 y 4.2.2.1). La adquisición de insight por medio de la empatía depende de la habilidad que tenga el analista para
identificarse, para introyectar, para el contacto íntimo y preverbal con
el paciente, todo ello originado en las primeras actividades de amor y
cuidado maternales.
El deseo de trasmitir el insight, de ser el portador del entendimiento
y la comprensión, tal vez esté vinculado a impulsos libidinales u hosti-
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
387
les, según se sienta el acto de la interpretación inconscientemente como
ayuda o daño, protección o enseñanza para el paciente-niño. La trasmisión del entendimiento a un paciente puede ser inconscientemente una
actividad de cuidado maternal, una forma de dar de comer, de nutrir,
de proteger o enseñar al paciente-niño. Puede también simbolizar un
acto de fecundación. De la simiente de pequeños insights pueden nacer
grandes cambios. La aportación de insight puede también inconscientemente emplearse como medio de restablecer el contacto y la comunicación con un objeto de amor hasta ahí no entendedor, o sea perdido.
De este modo, la trasmisión del entendimiento puede servir de intento
de superar una actitud depresiva (Greenson, 1960).
El afán de proporcionar insight a otra persona puede convertirse en
medio de reparar, por sentimientos de culpabilidad relacionados con
la fantasía de haber hecho daño a pequeñuelos y enfermos, o sea hermanos, rivales, etc. De modo análogo, la búsqueda y trasmisión de insight puede tener una función contrafóbica, así como otra antidepresiva. El analista puede explorar las incógnitas del paciente para superar
sus propias angustias, en cierto modo continuando su propio análisis
(Freud, 1937a, p. 249; 569).
Aunque esta exploración no es nada completa, creo que toca a una
de las fuerzas inconscientes más importantes que influyen en la motivación que una persona tiene para escoger una carrera en que una de
sus funciones más importantes es la de recolector y trasmisor de entendimiento. Yo opino que el lugar de origen de una motivación dada no
es el factor decisivo para determinar su valor o descrédito. Lo importante es el grado de desinstintualización y neutralización alcanzado
(Hartmann, 1955, pp. 239-40).
Las gradaciones de la neutralización decidirán hasta qué punto puede la función de ser trasmisor del entendimiento convertirse en una función yoica confiable, autónoma y relativamente libre de conflicto. Por
ejemplo, yo no creo que sea importante el que la comunicación de insight al paciente signifique para el analista proporcionar alimentación,
nutrición, protección o enseñanza. Lo importante es que la alimentación, nutrición, protección o enseñanza esté exenta de matices sexuales o agresivos y por lo tanto que no sea indebidamente excitante ni
cause sentimiento de culpa.
De modo semejante, el introducirse en el interior del paciente para
obtener insight tiene evidentemente antecedentes libidinales y agresivos,
pero lo que importa es saber si esta actividad está todavía íntimamente
ligada a las fantasías causantes de sentimiento de culpabilidad o angustia. Mas debe tenerse presente que esas sublimaciones nunca se ha-
388
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
cen de una vez para siempre, ya que las presiones del Ello, del Superyó y del mundo exterior ocasionan regresiones y progresiones. Por eso,
otra consideración importante es la de cuán accesibles sean esos motivos
agresivos y libidinales al Yo consciente y razonable del analista. La conciencia de la contratrasferencia puede poner en movimiento en el psicoanalista otras medidas adaptativas que acaso suplan a la función protectora que la neutralización no logró realizar. (Para diferentes modos
de ver este tema véase Winnicott, 1956a; Spitz, 1956a; Balint, 1950a,
y Khan, 1963b, 1964.)
No hace justicia a las arduas exigencias de la profesión analítica el
esperar que la obtención y comunicación de insight puedan estar exentas de conflicto, culpa y angustia. Estas actividades deben ser agradables para el analista. La labor diaria de psicoanálisis terapéutico es difícil y a menudo dolorosa para el analista, que necesita algo de placer
positivo en el cumplimiento de sus obligaciones para poder tener un
interés vivo y una preocupación por lo que ocurre a sus pacientes. El
placer de escuchar, mirar, explorar, imaginar y comprender no sólo
es lícito sino necesario para la eficiencia óptima del analista (Sharpe,
1947, pp. 120-1; Szasz, 1957, pp. 204-10).
Otra característica del psicoanálisis que lo distingue de las demás psicoterapias es su empeño especial en estructurar la relación entre paciente y terapeuta con el fin de fomentar la formación de la neurosis
de trasferencia. Para facilitar el crecimiento de las reacciones neuróticas de trasferencia es necesario que el analista se conduzca de un modo
diferente de todas las demás relaciones entre paciente y terapeuta. Me
refiero aquí a lo que podría expresarse taquigráficamente como comportamiento de privación e incógnito del analista. Esto nos lleva a plantear la cuestión de qué motivaciones podrían mover a un hombre a buscar carrera en un campo donde una de sus tareas más importantes es
comportarse como una pantalla relativamente exenta de respuesta para con el paciente, de modo que éste pueda proyectar y llevar a ella
las imágenes no resueltas y rechazadas del pasado.
Este aspecto de la técnica psicoanalítica parece resultar fácil para algunos analistas que manifiestan tendencia al aislamiento, el retraimiento
y el desapego. Las dificultades se presentan al no ser capaces estos analistas de cambiar de actitud y técnica cuando la situación analítica así
lo requiere. Me ha impresionado ver cuántos analistas hay encogidos
e inquietos en las entrevistas iniciales porque tienen que estar sentados
frente al paciente, cara a cara. Tienden a acortar el número de entrevistas preliminares para llegar pronto a la seguridad y comodidad de
su posición detrás del diván. El análisis de candidato en preparación
EI, PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
389
con problemas semejantes revela que padecen de cierta forma de temor al público que cubre impulsos exhibicionistas reprimidos y una
agresivización y sexualización generalizadas del mirar y ser visto. La
posición detrás del diván les ofrece la oportunidad de mirar sin ser vistos.
Me impresiona el elevado porcentaje de psicoanalistas que padecen
en grado notable el temor a aparecer en público. Es esto tan marcado
que me veo obligado a suponer que uno de los motivos que hacen del
psicoanálisis una profesión atractiva es la posición del analista, oculto
detrás del diván. La importante función de facilitar la aparición de neurosis de trasferencia moderando las reacciones emocionales propias y
manteniéndose en relativo anonimato bien pudiera acercarse a esa fuente
patológica. El pudor y el sentido de lo privado son los rasgos de carácter análogos, pero sanos, que tal vez nos muevan a hallar atractivo este
aspecto de la técnica psicoanalítica (Iones, 1955, p. 408).
El factor decisivo es el grado de fijeza, rigidez e intensidad que tiene
la timidez del analista. Mientras tenga cierta flexibilidad y pueda sobreponerse a su timidez cuando sea necesario, tal vez no resulte un obstáculo muy serio. Por otra parte, los fuertes impulsos exhibicionistas
no manifiestos de un analista pueden convertirse en un problema en
el sentido contrario. Para él, la posición detrás del diván y la paliación
de sus respuestas emocionales puede volverse frustración crónica y conducir a erupciones de comportamiento incoherente o provocación inconsciente de actuaciones en el paciente.
El retraimiento emocional y el desapego generalizados son señales
mucho más graves y vuelven incapaz de realizar el psicoanálisis y sí
sólo una caricatura del procedimiento verdadero. Mi experiencia con
candidatos que padecen este tipo de problemas indica que son personas que se debaten con sentimientos de angustia, rabia y gran hostilidad. Tienen que mantenerse a distancia para no estallar de cólera o
pánico. Estas personas no son buenas para la labor psicoanalítica, pero
la buscan porque superficialmente les proporciona un refugio resguardado del temible contacto directo con la gente. La variante normal de
este comportamiento patológico es el aislamiento o la indiferencia. La
capacidad de desapegarse y aislarse parcial y temporalmente es premisa de la labor psicoanalítica, sobre todo en lo tocante a favorecer el desarrollo de la neurosis de trasferencia. La lave está en las palabras temporal y parcial. Si el aislamiento es controlable, resulta valioso; compulsivo y fijado, está contraindicado en las tareas analíticas.
La facultad de ser constantemente privador y frustrador depende de
la capacidad de infligir dolor. Los conflictos no resueltos en torno al
sadismo, el masoquismo y el odio producirán extremos o inconsecuen-
390
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
cias. El analista excesivamente callado, por ejemplo, puede ocultar una
actitud agresiva pasiva crónica (Stone, 1961). Los analistas que practican en una atmósfera de gran austeridad y severidad tal vez estén descargando calladamente su hostilidad y también provocando inconscientemente un ataque, forma oculta de satisfacción masoquista. La facultad
de bloquear constantemente la búsqueda del paciente en pos de satisfacciones sintomáticas es de gran importancia en la formación de la
neurosis de trasferencia. Para lograrlo sin dejarse desviar por impulsos
sádicos o masoquistas inconscientes, el analista debe ser capaz de modular su agresividad y su odio. Así como tiene que ser capaz de amar
a sus pacientes, dentro de ciertos límites, también debe ser capaz de
odiarlos, pero igualmente dentro de ciertos límites. El infligir dolor,
ya sea en forma de aislamiento, silencio, interpretación o cobro de honorarios deriva siempre, en definitiva, del odio. Es importante que el
analista pueda hacer esto sin angustia ni culpa inconsciente y por el
bien terapéutico del paciente (Winnicott, 1949).
Con cierta frecuencia, el paciente se convierte en portador de las fantasías del analista; puede representar al analista mismo en el pasado,
o a un hermano, padre o madre, etc. De este modo, la situación analítica ofrece al analista la oportunidad de vivir por procuración, por mediación del paciente, sus ensueños más o menos inconscientes. En consecuencia, el analista tal vez se sirva, sin darse cuenta de ello, del paciente como de un cómplice para poner por obra los deseos reprimidos
del analista. No es raro hallar que los analistas con tendencia a la actuación tienen pacientes que así lo hacen. Más sorprendente, pero no
raro, es hallar analistas que viven una vida muy restringida e inhibida
con pacientes que actúan con frecuencia y flagrantemente. Sin darse
cuenta de ello, esos analistas aplauden tal comportamiento y participan de él (Greenacre, 1950, p. 236).
Así como el ambiente de la situación analítica favorece la formación
de fantasías en el paciente, la favorece también en el analista. Su posición sentada e invisible detrás del diván, su abundante silencio, las restricciones físicas que se le imponen, la moderación de sus emociones,
todo tiende a poner en movimiento la imaginación del analista. Pero
más importante es el hecho de que las reacciones neuróticas de trasferencia del paciente hacen desempeñar al analista multitud de papeles.
Puede ser el tiernamente amado o el enemigo adiado, el padre temible
o la madre seductora que están en la mente del paciente. La tarea del
analista consiste en dejar que se produzcan esos fenómenos e intervenir tan sólo cuando sea bueno para el paciente. Más aún, su misión
es embellecer y perfeccionar el tipo de carácter que el paciente ha he-
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
391
cho pasar a él para lograr un mejor entendimiento del significado que
tiene para el paciente.
El analista se convierte, de un modo extraño, en un actor mudo de
la obra que crea el paciente. En esa obra, el analista no actúa; trata
de ser la figura indefinida que el paciente necesita para sus fantasías.
Pero el analista contribuye a la creación del personaje, elabora los detalles con su insight, su empatía y su intuición. En cierto modo, es una
suerte de director artístico de la situación: parte vital de la representación, pero no actor. O bien es como el director de una orquesta sinfónica, que no escribe la música pero la clasifica e interpreta. Mediante
el uso de su imaginación creadora, el analista participa en las fantasías
de aclarador e intérprete del paciente, y no como cómplice o provocador (Kris, 1950; Beres, 1960; Rosen, 1960; Stone, 1961).
Antes de poder pasar a las motivaciones del psicoanalista sanador
de enfermos y dolientes se necesita una exposición preliminar porque
ésta es una materia controvertida. La mayoría de los analistas aceptarían probablemente la elección de los dos primeros componentes fundamentales de la labor del analista, a saber: (1) recoger y trasmitir el
insight y (2) conducirse de modo que se convierta en una pantalla relativamente desprovista de imágenes para la neurosis de trasferencia del
paciente. En cuanto a la validez e importancia del tercer punto, de que
el analista es un hombre consagrado a aliviar la triste situación neurótica de su paciente, habría bastantes diferencias de opinión (Stone, 1961,
pp. 12-7, 117-20). Con el fin de presentar debidamente el punto de
vista de que la intención terapéutica del analista es un factor de vital
importancia en la práctica del psicoanálisis, querría esbozar algo del
trasfondo histórico y científico del debate. Para un cuadro más vasto,
recomiendo las obras de Freud (1926b) y Jones (1953; 1955, capítulo
4; 1957, capítulo 9).
A partir de los primeros escritos analíticos de Freud, la profesión médica en general y los neurólogos y psiquiatras en particular han sido
hostiles y combativos con el psicoanálisis. Los médicos que se adhirieron al movimiento psicoanalítico no pertenecían a la mayoría conservadora y adocenada, y creo que hoy todavía es así. Después de la segunda guerra mundial parece que el psicoanálisis se ha hecho más aceptable para los psiquiatras, pero no mucho para las demás ramas de la
medicina.
Los pocos médicos que se unieron al aislado Freud para formar la
sociedad psicoanalítica en Viena, en 1902, y la Asociación Psicoanalítica Internacional en 1910, estaban más o menos fuera de la corriente
principal de las asociaciones médicas. Al mismo tiempo, algunos de los
392
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
más descollantes contribuyentes al psicoanálisis no eran médicos: Hanns
Sachs, Hermine Hug-Hellmuth, el reverendo Oskar Pfister, Otto Rank,
Melanie Klein, Siegfried Bernfeld, Theodor Reik y Anna Freud. Dos
de los cinco miembros del "comité secreto" de Freud eran analistas
no médicos: Hanns Sachs y Otto Rank (Dones, 1955, capítulo 6). Los
propios estudios académicos de Freud eran mucho más amplios que
los de un médico corriente. En la primavera de 1926 se sometió a proceso a Theodor Reik según la ley austriaca por charlatanería y posteriormente, aquel mismo año, Freud escribió un librito en defensa del
análisis practicado por no médicos. En esa obra decía: "Después de
cuarenta y un años de actividad médica, mi autoconocimiento me dice
que nunca fui un verdadero médico... De mi infancia no tengo ningún
recuerdo de haber sentido la necesidad de socorrer a la humanidad doliente... Creo, sin embargo, que mi falta de una genuina inclinación
médica no causó gran perjuicio a mis pacientes, pues no redunda precisamente en ventaja de éstos si el interés terapéutico del médico tiene
un excesivo énfasis emocional. Para el paciente lo mejor es que el médico cumpla su tarea con ecuanimidad y con la mayor precisión posible" (1926b, pp. 253-4; 500-1).
Opino que Freud no se valoraba debidamente y que tal vez influyera en ello la hostilidad que en aquel momento sentía por la profesión
médica. Yo he tratado de señalar la clara actitud terapéutica de Freud
en su trabajo con los pacientes (sección 4.2.2.3, citas). Convengo con
Freud y otros en que sus estudios de la escuela de medicina no son la
preparación ideal para un psicoanalista, y que sería mucho mejor una
combinación de capacitación médica parcial más algún estudio de humanidades, ciencias sociales y literatura (Freud, 1926b, pp. 230-2, 246;
867-9, 879; Lewin, 1946; Fliess, 1954). Sin embargo, Freud reconocía
y en esto también yo "admito que mientras no existan las escuelas que
anhelamos para la formación de los analistas, las personas capacitadas
que cuentan con instrucción médica constituyen el mejor material para formar futuros analistas" (1926b, p. 257; 504).
Pese a la actitud de Freud, sostengo que la intención terapéutica del
analista es un elemento capital en su conformación si ha de practicar
el psicoanálisis como método de tratamiento. No afirmo que ese empeño de curar a los enfermos pueda deberse sólo a la preparación de las
escuelas de medicina, pero venga de donde viniere, es un ingrediente
esencial para practicar el psicoanálisis como terapia. En mi experiencia personal nunca he conocido ningún terapeuta psicoanalista eficaz
que no sintiera fuertemente el deseo de aliviar los padecimientos de sus
pacientes. He conocido psicoanalistas doctores en medicina que eran
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
393
sobre todo investigadores, o recaudadores de datos, fuera de lugar, y
los resultados terapéuticos que obtenían eran inferiores a lo esperado.
Y he conocido analistas legos que laboraban de un modo médico y sus
pacientes no parecían sufrir de la falta de doctorado en medicina de
su analista. Querría dejar bien sentado que con este deseo imperioso
de ayudar a los enfermos y dolientes me refiero a lo que Stone llama
el compromiso médico, terapéutico, franco y patente, el deseo hondo
y considerado de ayudar o curar (1961, pp. 119-20). No quiero decir
un celo terapéutico frenético.
El psicoanálisis no es el tratamiento de elección para las situaciones
de urgencia, ni es apropiado para los primeros auxilios psiquiátricos.
Cuando se presentan casos de esos en el curso de un análisis, suele ser
necesario hacer algo de psicoterapia no analítica. El psicoanalista bien
preparado debe estar capacitado para hacerlo, sin olvidar de plantearse la posibilidad de preservar la situación analítica. El psicoanálisis es
un tratamiento de larga duración; nuestra intención terapéutica será
de poca intensidad, pero deberá durar los años que dure el tratamiento.
De vez en cuando da la impresión psicoanalítica de que el deseo de
aliviar la aflicción del paciente es fundamentalmente opuesto al análisis y el entendimiento de sus problemas (Sharpe, 1947, p. 216). Otras
veces parece que los analistas se cuidan más de conservar la pureza del
psicoanálisis que de mejorar sus resultados terapéuticos (Waelder, 1960,
p. 116; Ramzy, 1961; Eissler, 1958). Los hay que tienden a subrayar
el papel pasivo del psicoanalista a manera de catalizador y subestiman
la importancia de la destreza técnica (Menninger, 1958, pp. 11, 128).
La descripción de la relación paciente-analista como "transacción entre dos partes" o entre "un representante de la primera parte" y un
"representante de la segunda parte" reduce y oscurece la importancia
especial de las actitudes médicas del psicoanalista (Menninger, 1958).
Creo que el aspecto terapéutico del analista tiene particular importancia en la situación analítica, para el paciente como para el analista.
Para el paciente, el analista médico es un potente activador de la neurosis de trasferencia y la alianza de trabajo (Stone, 1961, pp. 84-7).
La imagen del doctor suscita en el paciente recuerdos, fantasías y senti mientos de la infancia, de una figura autoritaria, incomprensible y
mágica que poseía el poder de los padres omnipotentes y omniscientes.
Es el doctor el que llega y se hace cargo cuando los padres están enfermos y asustados. Es él quien tiene el derecho de explorar el cuerpo desnudo y no teme ni se asquea por la sangre, el moco, los vómitos, la
orina o el excremento (Freud, 1926b, p. 206; 854), él es quien salva
del dolor y el espanto y pone orden en el caos, funciones de emergen-
394
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
cia que desempeñaba la madre en los primeros años de la vida. Además, el médico inflige dolor, saja y perfora la carne y se introduce en
todas las aberturas del cuerpo. Recuerda a la madre de intimidad corpórea, así como representa las fantasías sadomasoquistas en que intervienen padre y madre.
Para el psicoanalista, yo sostengo que es principalmente el empeño
terapéutico con el paciente el que le permite utilizar los diversos medios "no naturales" que el psicoanálisis requiere sin hacerse ritualista,
autoritario, distante o hastiado. Me refiero a los gajes del oficio que
son escuchar sesión tras sesión asociaciones libres o no, prestando atención a todos los detalles, escuchar sobre todo en silencio, poner de manifiesto únicamente respuestas emocionales bien moduladas, dejarse convertir en blanco de intensas tempestades emocionales del paciente e intervenir sólo por el bien de éste, permitir que le hagan el amor de palabra sin volverse seductor o que lo vilipendien sin defenderse ni contraatacar.
Es ante todo la consagración fundamental a la tarea de ayudar y curar a los enfermos la que permite al analista conservar en semejantes
circunstancias el interés emocional y la compasión por el paciente, sin
ser exageradamente protector como una madre o desapasionado como
un investigador. La actitud médica implica la conciencia constante de
la condición, fundamentalmente dolorosa y necesitada de ayuda, en que
se encuentra el paciente, así como el respeto por los medios, procedimientos y procesos necesarios para obtener resultados terapéuticos. La
opinión del médico es mucho más segura que la de la madre, el padre
o el investigador cuando se trata de estimar qué cantidad de dolor puede soportar el paciente.
Pero la postura del terapeuta participa de la de la madre y la del
investigador. (Excluyo al padre porque si no nos apartaríamos demasiado del asunto.) Creo que el analista ideal es una figura maternal de
padre o paternal de madre, dualidad existente en lo relacionado con
las funciones, no como carácter sexual. El terapeuta analítico tiene que
estar en contacto empático (maternal) estrecho con sus pacientes para
poder fomentar sus potenciales, defender sus derechos y su dignidad,
conocer la diferencia entre satisfacciones inocentes o perjudiciales, los
límites de su tolerancia a la privación y estar dispuesto a esperar años
el fruto de sus desvelos, Como terapeuta tiene también que saber mantener una distancia entre sí y el paciente para poder "estudiar" los datos de éste, o sea recordar, entresacar, pensar, juzgar, teorizar y especular acerca de ellos. Por encima de todo, el terapeuta tiene que lograr
fácil acceso a las posiciones de investigador y de madre, y ser capaz
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
395
de intervenir en calidad de uno y otra. Pero no debe obrar francamente como ninguno de los dos, sino como un compuesto de ambos: el
terapeuta.
Ahora podemos por fin volver a nuestra cuestión original de qué es
lo que motiva a un hombre para seguir una carrera en que consagrará
su vida al tratamiento de los humanos neuróticos enfermos y dolientes.
Hay un chiste en boga actualmente que tiene algo más que un germen
de verdad en relación con esta cuestión. Adivinanza: ¿Qué es un psicoanalista? Solución: Un doctor judío que no puede soportar la vista
de la sangre. Este chiste pone de relieve consideraciones importantes.
Freud se planteaba la cuestión de qué es lo que mueve a una persona
a dedicarse al psicoanálisis y aunque personalmente las desautorizaba,
escogió dos fuentes tempranas importantes de la actitud terapéutica:
"Mi innata disposición sádica no era muy grande, de modo que no
tuvo necesidad de desarrollar este derivado suyo. Tampoco me dediqué nunca a 'jugar al doctor': mi curiosidad innata infantil siguió otros
caminos" (1926, p. 253; 501).
Creo que el importante papel de las pulsiones sádicas pregenitales
que contribuyen a nuestro interés por la práctica de la medicina está
bien documentado desde el trabajo pionero de Simmel acerca del jugar
al doctor (1926). Esos impulsos pueden descubrirse clínicamente en el
comportamiento declarado de los médicos sádicos que infligen dolor y
mutilaciones innecesarios, como las formaciones de reacción en los médicos indecisos e inhibidos y como los fenómenos de reparación y restitución en los abrumados por la culpabilidad, que son salvadores compulsivos. Las pulsiones agresivas relativamente bien neutralizadas están
ejemplificadas en el cirujano capaz de decidir una operación sin conflicto, de operar con destreza y prontitud y que después no se siente
indebidamente culpable ni triunfador.
Las contribuciones libidinales al compromiso terapéutico nacen de
fuentes pregenitales o edípicas. El afán de introducirse en el cuerpo o
la mente de otra persona puede deberse al anhelo de fusión e intimidad como a fines destructivos. El placer anal-erótico puede ser harto
evidente en el indebido interés por los aspectos "sucios" del ejercicio
de la medicina así como en la formación reactiva de la limpieza excesiva.
Una de las aportaciones principales de Simmel fue su visión del papel del doctor como oportunidad de reactuar el mal entendimiento sexual, sadomasoquista de la escena primaria de la infancia (pp. 292-3).
El médico puede ser el padre sádico que tortura sexualmente al pacientemadre víctima. Puede convertirse en el salvador o identificarse con la
víctima. A veces vemos que el médico está tratando de actuar una fan-
396
LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
tasía en que hace al paciente lo que quería que su padre o madre le
hiciera en su infancia; esto puede ser una forma de homosexualidad
e incesto. El curar a los enfermos puede también provenir de la madre
"cuidadora" o "nodriza" que calma el dolor amamantando al hijo
(p. 303).
Factores importantes ulteriores pueden proceder de maniobras defensivas diferentes. El cuidar a los enfermos puede ser un medio de dominar el propio temor a la enfermedad, una actividad contrafóbica, Uno
busca activamente lo que teme cuando es pasivo (Fenichel, 1939). Las
actividades defensivas se funden en el campo de la sublimación y la
neutralización. La búsqueda de conocimiento y verdad puede convertirse en derivado desinstintualizado y exento de angustia del deseo apremiante de tener acceso a los desconocidos y peligrosos cuerpo y mente.
Una sensación de afinidad con la humanidad doliente podría también
desempeñar un papel en el deseo de luchar contra la tiranía de la enfermedad y el dolor innecesarios.
El psicoanalista difiere de todos los demás médicos terapeutas en que
no tiene contacto físico con el paciente, a pesar del alto grado de intimidad verbal. Se asemeja más a la madre de la separación corporal
que a la madre de la intimidad corporal (Stone, 1961, p. 105). Además, el analista comparte sus conocimientos y descubrimientos con el
paciente mucho más que otros médicos, y esto lo acerca más a la profesión docente.
Para colofón de este estudio de la motivación nos parece bueno repetir las dos cuestiones críticas. Primeramente, el origen del anhelo de
ser terapeuta no es el factor primordial; lo decisivo es el grado de desinstintualización y neutralización de las actividades derivadas. En segundo lugar, si la neutralización no se logra, o sólo parcialmente, la
cuestión siguiente es la de saber si esos antecedentes primitivos son fácilmente accesibles para .el Yo razonable del terapeuta y por ende si
puede influirse en ellos o moderarlos. Si tal es el caso, esos impulsos
tal vez no sólo sean inocuos sino incluso valiosos indicadores de lo que
sucede dentro del paciente.
4.3 LO QUE REQUIERE EL PSICOANÁLISIS
DEL ENCUADRE ANALÍTICO
La designación de "encuadre analítico" se refiere al contexto físico y
los procedimientos acostumbrados de la práctica psicoanalítica que son
EL PSICOANÁLISIS Y EL PACIENTE
397
parte integrante del proceso de psicoanalizar. Si bien es cierto que uno u
otro de estos elementos puede alterarse sin hacer el psicoanálisis imposible, también es verdad que el ambiente analítico influye en los diversos
procesos que se desarrollan en el
Descargar