Subido por alvarez.guillermo

Plástico

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Mensaje en una
Por Miguel Rubio Godoy
Una botella flota lentamente entre
el oleaje del mar. No contiene
la carta de un náufrago, pero sí
hace un llamado a gritos:
“Los plásticos no debemos estar
en el mar, ni en los estómagos
de los peces y las aves, ni en
tu sangre. Tienes que hacer algo”
L
k
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ters
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Nom
a puerta al cielo está en el Caribe mexicano. En maya sian
ka’an significa eso, “el lugar donde empieza el cielo”. Y es
cierto que en esta reserva de la biósfera localizada en Quintana
Roo se funden maravillosamente el firmamento y las infinitas
tonalidades azules del mar. Es un gozo recorrer las
lagunas y los manglares y ver delfines, cocodrilos, manatíes, peces; también bordear
la selva y ver los destellos multicolores de las aves y escuchar los rugidos de los monos saraguatos
por encima del metálico trinar de
las cigarras. Pero en Sian Ka’an
duelen la vista y el corazón al
caminar por las playas y
ver tanta basura en la
arena y entre las raíces
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Recordando a Estrella, corazón de esta revista
del mangle. Sobrellevando el horror, y dejándose vencer por la curiosidad y la deformación profesional, si uno se pone a revisar de
dónde viene tanta botella y demás basura plástica constatará que
hay desechos flotantes de todos lados: México, Estados Unidos,
las Antillas, Centroamérica… Esto demuestra dos cosas: que las
corrientes marinas existen, pues justo frente a las costas de estas
regiones fluye la corriente del Caribe, y que esas corrientes recolectan y transportan buena parte de la basura que generamos
los humanos y que va a parar al mar.
A partir de la década de 1950 empezaron a fabricarse miles,
millones de objetos con unos novedosos materiales llamados
coloquial y genéricamente “plásticos”, que tienen características
muy ventajosas: son maleables (¡por eso se llaman plásticos!),
sumamente flexibles y duraderos y muy baratos. Con el tiempo
empezaron a crearse cantidades industriales de objetos plásticos
de todo tipo: empaques para embalar y transportar productos,
bolsas y sacos de todos tamaños y resistencias, aparatos e instrumentos, piezas para coches, envases para bebidas y para un sinfín
de mercancías, cajas de todos tamaños, redes e hilos de pesca,
muebles, utensilios de cocina y limpieza, herramientas, prendas
de vestir y calzado, textiles, juguetes, equipos deportivos…
La lista es prácticamente interminable. Sólo en 2019 se produjeron 368 millones de toneladas de productos plásticos. Y aunque
en principio podría reciclarse —pero no tan fácilmente como nos
lo han vendido—, la inmensa mayoría del plástico termina en los
basureros, incinerado o en los cuerpos de agua, desde donde llega
al mar. Se calcula que cada año se vierten en el mar entre 19 y
23 millones de toneladas de basura plástica. Y la tierra no canta
mal las rancheras: es tan abundante y extendida la presencia de
residuos plásticos en el mundo que se lo considera uno de los
¿cómoves? | noviembre 2023
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indicadores geológicos característicos del Antropoceno, como
se ha bautizado la era geológica del hombre o de la humanidad
(véase “Antropoceno”, ¿Cómo ves?, núm. 251, pp. 8-13).
Veinte por ciento de la basura plástica que termina en los
océanos se vierte directamente en el mar y se arroja desde
los barcos navales, pesqueros, cargueros y turísticos: son restos
de líneas y redes de pesca y amarres que se pierden, cajas y herramientas que se caen con el movimiento de las embarcaciones. El
80% restante es de origen terrestre, tristemente conducido por los
ríos, lo que pervierte una etapa del ciclo del agua al llevar plástico a
los mares. Parte del plástico flota y es arrastrado por las corrientes
oceánicas, y a veces el oleaje lo arroja a las costas, como las botellas
con mensajes de auxilio de los náufragos. Al igual que en Sian Ka’an,
en las playas de casi todos lados hay basura plástica de varios tipos.
Otras veces las corrientes dispersan el plástico mar adentro.
Todos hemos visto las terribles imágenes de tortugas y aves marinas o ballenas atoradas, lastimadas o ahogadas por pedazos
de plástico, redes, popotes, portalatas… Finalmente, los plásticos
flotantes se acumulan en zonas de enormes remolinos oceánicos
llamados giros, en cuyo centro se van formando inmensas “islas
de plástico”. Por ejemplo, en el océano Pacífico, entre California y
Hawái, hay una acumulación de plástico flotante de 1.6 millones
de kilómetros cuadrados. ¡Casi 75 % de la superficie de México!
Son impresionantes (en mal plan) estas islas de plástico, que
pueden verse desde el espacio. También espantan las playas
llenas de basura y plastiglomerados (ver página siguiente). Sin
embargo, el problema del plástico en los mares es todavía más
extremo que la famosa analogía de la punta del iceberg: en un
témpano de hielo vemos sobre la superficie del agua poco menos
de 10 % de la masa total, pero en el caso del plástico que flota en
los mares y acaba en las playas esta parte visible sólo representa
tres o cuatro por ciento del plástico que llega a los océanos…
Con la luz uv y el traqueteo del mar el plástico flotante no se
degrada, sino que va rompiéndose en trozos cada vez más chicos
(recordemos que los plásticos están hechos de moléculas llamadas
polímeros, que significa “muchas partes”). Pues bien, los plásticos
no se desintegran en sus componentes químicos (carbono, hidrógeno, oxígeno, etc.), sino que gradualmente se separan en estas
“partes” microscópicas (los monómeros) que los constituyen. Los
fragmentos de plástico se clasifican por su tamaño y forman los
¿Dónde quedó la bolita (plástica)?
Por las inmensas cifras involucradas, así como la falta de datos
precisos y confiables, es más complicado calcular la cantidad de
plástico que ha ido a parar al mar que intentar seguirle la pista a
una pelotita en manos de un prestidigitador. En principio habría
que calcular cuánto plástico se ha producido en el mundo y
restarle el que se ha depositado en lugares adecuados (basureros),
el que se ha incinerado y el que se ha reciclado. Lo que queda sería
lo que ha llegado a los océanos. Pero incluso con estudios serios,
utilizando datos rigurosos de varias décadas, es difícil cuantificar
el plástico aún a la deriva en los mares, entre otras razones porque
sólo 23 % del plástico es menos denso que el agua y flota en la
superficie o cerca de ella (donde es relativamente sencillo cuantificarlo), pero el 67 % restante es más denso y se hunde, de modo
que no podemos contarlo, sobre todo si no existen la tecnología
ni la metodología (ni la voluntad) para hacerlo…
microplásticos (de 1 μm a 5 mm) y los nanoplásticos (menores a
1 μm), que se generan constantemente y se dispersan por todos
lados, hasta el fondo del mar si son más densos que el agua. Por
si fuera poco, también se generan cantidades enormes de microplásticos por el desgaste de los neumáticos, los frenos de los automóviles y el desprendimiento de fibras al lavar prendas sintéticas.
Y para acabarla de amolar, también se producen microplásticos
como componentes de algunos productos de uso común, como
los cosméticos y el champú… Hoy sabemos, pues se han detectado en autopsias, que hay micro y nanoplásticos en infinidad de
bichitos y bichotes marinos y terrestres, ¡desde el plancton hasta
las ballenas azules y los osos polares!
Algunos animales comen plástico por error, como las tortugas o los elefantes marinos que confunden las bolsas de plástico con sus presas habituales, las medusas. Muchos otros no se
dan cuenta de que están desayunando plástico, porque ingieren
sin querer pedazos microscópicos de este material o porque el
plástico está al inicio de la cadena alimenticia: por ejemplo, un
copépodo microscópico se come unos cachos de nanoplástico,
que pasan al pez, luego al ave, luego al mamífero que lo devora...
La ingesta de pedazos de plástico relativamente grandes (mayores a 5 mm) puede bloquear, rasgar o perforar el tracto digestivo, disminuir el apetito e incluso causar desnutrición o muerte
A pesar de que la reserva
de la biósfera de Sian
Ka’an es un área natural
protegida, ha llegado
basura de diversas partes
del mundo, debido a su
cercanía con la corriente
del Caribe.
Foto: NickSpinder/Shutterstock
noviembre 2023 | ¿cómoves?
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Asia
Europa
Las corrientes oceánicas
arrastran la basura plástica
mar adentro y se generan
"islas de plástico" en los
"giros", zonas de remolinos.
América
del Norte
Gran mancha
de basura
del Pacífico
África
basura
Australia
basura
basura
América
del Sur
basura
Antártica
Plástico a la deriva
Kuttelvaserova Stuchelova/
Shutterstock
Desde la década de 1930 se han llevado a cabo estudios frecuentes
y sistemáticos para caracterizar el plancton del océano Atlántico
Norte. Para ello se arrastran cerca de la superficie marina unas
redes con una malla muy fina, pues el plancton es microscópico.
Luego se revisa la muestra de agua en el microscopio y se anota
en una base de datos qué se encontró, así como cualquier otro
incidente registrado durante el arrastre. Justo en esta base de
datos de más de 90 años de antigüedad se registró por primera
vez la aparición de plástico en 1957: restos de redes de pesca cerca
de Islandia. En 1965 apareció una bolsa de plástico en la costa
de Irlanda. A partir de entonces se ha registrado un aumento
constante de la cantidad y variedad de plástico en el mar.
por inanición, pues los animales tienen el estómago lleno (¡de
plástico!) y se sienten satisfechos, pero no obtienen ningún
nutrimento. Cuando los animales ingieren nanoplásticos estos
fragmentos diminutos pueden atravesar la pared intestinal, ingresar al torrente sanguíneo, cruzar la barrera hematoencefálica
(véase “Orquesta cerebral”, ¿Cómo ves?, núm. 299,, pp. 30-33) y
la placenta: llegan y se acumulan en TODOS lados.
Estudios en laboratorio con peces han demostrado que
la ingesta y la acumulación de plástico resulta en una alarmante letanía de malestares: daño en los tejidos, cambios
conductuales, reducción en el crecimiento y la fecundidad,
estrés oxidativo (cuando el cuerpo intenta deshacerse
de lo que lo lastima produciendo formas agresivas de
oxígeno ¡que también lo dañan!), cambios metabólicos,
impactos negativos transgeneracionales (o sea, que no
sólo afectan a la madre, sino también a su descendencia),
aumento en la susceptibilidad a infecciones parasitarias y
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aumento de mortalidad. ¡Una chulada! Recientemente incluso se
describió la plasticosis, una enfermedad que produce pequeñas
cortadas y cicatrices en el tracto digestivo de aves marinas silvestres. Estas cicatrices, llamadas fibromas, endurecen e inflaman los
tejidos y los hacen perder sus funciones. Todavía no conocemos
los efectos en otros vertebrados, pero se están investigando.
Por si fuera poco, los plásticos pueden contener y liberar sustancias nocivas, como el tristemente célebre bisfenol A (BPA), que
se une a los receptores de hormonas estrógenas y puede ocasionar problemas endócrinos (ver “Aguafiestas: los disruptores
endócrinos”, ¿Cómo ves?, núm. 215). También son capaces de
absorber sustancias peligrosas, por ejemplo compuestos tóxicos
como los llamados “contaminantes orgánicos persistentes”, que
entran a la cadena alimenticia cuando un animal se los come.
Algunas de estas sustancias (por ejemplo, BPA o el pesticida DDT)
pueden irse acumulando en los tejidos conforme subes en la
cadena alimenticia. En el caso de animales filtradores, como esponjas, almejas u ostras, la cosa se pone peor, pues han evolucionado para filtrar partículas minúsculas del agua, de modo que
en ellos estas sustancias se acumulan en cantidades enormes.
Si todo esto se sabe, ¿por qué no hacemos algo al respecto? La
triste y verdadera historia del plástico es parecida a la del cambio
climático: la ciencia lleva décadas alertando sobre el problema de
la contaminación global por plástico. Desde la década de 1970 comenzaron a establecerse mecanismos voluntarios para procurar
atender y limitar el desafío, con mayor —o más bien— menor
¿cómoves? | noviembre 2023
Prohibida la reproducción parcial o total del contenido, por cualquier medio,sin la autorización expresa del editor.
El plastiglomerado es la
mezcla de plástico derretido
con sedimentos de la playa.
En 2013 fue objeto de un
estudio científico realizado
por Patricia Corcoran, Kelly
Jazvac y Charles Moore.
Foto: Jeff Elstone
No es lo mismo reciclable que reciclado…
Vista aérea de una isla
de basura en el mar.
Foto: wonderfulnature/
Shutterstock
efectividad. De hecho, el cambio climático y la producción industrial de plástico están concatenados: ambos tienen como base el
uso de combustibles fósiles, y 4-5 % de las emisiones globales de
gases de efecto invernadero provienen de la producción de plástico.
Que hoy sigamos sin manejar adecuadamente los plásticos;
que los desperdiguemos sin control por la superficie terrestre,
desde donde todos los días llegan al mar; que existan continentes
de plástico flotando por nuestros mares y océanos, y también
fluyendo por las cadenas alimenticias y las venas de nuestros
cuerpos, demuestra que no hemos hecho lo suficiente.
En 1979, Sting, vocalista de The Police, cantó por primera
vez estos versos:
Puesto que es difícil manejar y reciclar adecuadamente el
plástico los ciudadanos al menos podemos evitar el uso innecesario de productos de este material: no comprar, usar ni aceptar
productos desechables de un solo uso; llevar recipientes y bolsas
cuando vayamos de compras; utilizar y rellenar recipientes duraderos para nuestras bebidas frías
y calientes y no adquirirlas en recipientes
plásticos desechables (aunque sean “reciclables”); no comprar productos con
embalajes innecesarios y un largo, larguísimo etcétera, que daría para otro
artículo…
ck
Walked out this morning, I don’t believe what I saw
En México ni siquiera se hace un intento (real) por recuperar y
reciclar el plástico, y además los productores y comercializadores
se lavan las manos, pasándole la responsabilidad al consumidor.
En otros países, por ejemplo Alemania, donde está en operación
lo que se conoce como esquema Punto Verde, se considera que
los productores de plástico son los responsables de su destino
postconsumo, así que ellos lo recolectan después de su uso para
enviarlo a Asia a “reciclarlo” (aunque posiblemente acaban en
rellenos sanitarios o, peor, en el mar)…
El reciclaje de plástico es complicado y caro, pues requiere
condiciones y procesos rigurosos para separar sus componentes
(despolimerización), de modo que se pueda volver a utilizar para
fabricar nuevos productos. La despolimerización del plástico
exige, por ejemplo, altas temperaturas, alta presión y sustancias
químicas agresivas (bases cáusticas o ácidos), lo cual requiere
mucha energía y conlleva altos costos y cierto impacto ambiental.
La falta de compromiso global para reciclar está a la vista: a
nivel mundial ¡sólo se recicla 9 % del plástico! Por eso estamos
inundados de plástico en el planeta entero, mar y tierra.
ter
sto
Hundred billion bottles washed up on the shore
Sh
ut
Seems I’m not alone at being alone
ma
d9
0/
Hundred billion castaways, looking for a home
No
“Esta mañana salí a caminar y no pude creer lo que vi
Cien mil millones de botellas varadas en la costa
Parece que no estoy solo estando solo
Cien mil millones de náufragos, todos buscando un hogar”
Hoy sabemos que Sting se quedó corto: se estima que en los
océanos flotan 170 millones de millones de fragmentos de plástico. No hemos entendido el mensaje de vida o muerte contenido
dentro de la botella (de plástico) flotando en el mar.
• “Microplásticos: consecuencias históricas
de la contaminación por plásticos”, onu.
Programa para el medio ambiente, en https://
www.unep.org/es/noticias-y-reportajes/
reportajes/microplasticos-consecuenciashistoricas-de-la-contaminacion-por
• Guía de buenas prácticas para un México
sustentable, México: Seminario Universitario
de Sociedad, Medio Ambiente
e Instituciones, unam, 2018.
Los animales están sufriendo las
consecuencias del plástico en el
agua. Aves y peces literalmente
se quedan atrapados en bolsas
y redes, o accidentalmente
i ngi eren peda zo s de
plástico o microplásticos
mientras se alimentan.
Miguel Rubio Godoy es licenciado
en investigación biomédica básica
por la unam y doctor en biología por
la Universidad de Bristol, Inglaterra. Es
investigador del Instituto de Ecología, A.C.,
naturalista a bordo de cruceros a la Antártida
y colaborador habitual de esta revista.
Representante de México ante el Scientific
Committee on Antarctic Research (scar),
en el grupo de ciencias de la vida.
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