Subido por Fernando Rivas

DOS CRIMINALES

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DOS CRIMINALES
— Lucas 23:39-43
Jesús no responde a los que creen que merecen Sus bendiciones; pero para los humildes, Jesús va mucho más allá de lo que ellos
esperan para bendecirlos.
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En medio de una multitud, tres hombres estaban crucificados. Jesús estaba en el centro, con una inscripción encima de Su cabeza que
decía: «Este es el Mesías de los judíos». Los tres estaban sufriendo de dolor por ser clavados en la cruz, pero se notaba la diferencia en
Jesús—estaba totalmente cubierto por las heridas de flagelación. Su sangre se encontraba en todas partes. Había gritos de la multitud
en todos lados. Los gritos de enojo estaban llenos de insultos. Decían: «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!». Risas
demoníacas se escuchaban de los soldados romanos sádicos. Se deleitaban en el dolor de Jesús. De repente, uno de los dos criminales
a lado de Jesús lo miró con odio. Abrió su boca y dijo a Jesús: «¿No eres Tú el Cristo? ¡Sálvate a Ti mismo y a nosotros!».
El primer criminal
Lo que dijo este criminal son palabras que han sido repetidas de diferentes maneras durante milenios por todo tipo de personas.
Muchos de nosotros hemos hecho la misma pregunta. «¡Dios! ¿No eres Dios? ¿No eres Dios todopoderoso? ¿Por qué no me ayudas?
¿Por qué no actúas como un Dios “todopoderoso”?» Pero nos olvidamos de lo siguiente. ¿Qué es lo que hemos hecho por Dios para
que Él nos deba algo? ¿Desde cuándo nos debe algo Dios? Actuamos arrogantes y pensamos que merecemos algo de Él. ¿Y qué es lo
que hace Jesús hacia el criminal arrogante? Jesús no dice nada. Será lo mismo con nosotros. Cuando pensamos que Dios nos debe
algo, que somos dignos de recibir lo que pedimos, Dios no nos responderá.
Pero también existe una ironía. Si Jesús miró en silencio mientras hablaba el criminal, podemos imaginar la expresión de tristeza en
su cara destrozada por los puños y la flagelación que decía: «Pero eso es lo que estoy haciendo. Estoy muriendo para salvarte…».
Muchas veces, cuando venimos ante Dios con preguntas y acusaciones como el criminal arrogante, asumimos que Dios no está
actuando por nosotros. Pero ¿cómo sabemos que no está haciendo nada? ¿Somos omniscientes para saber todo lo que está haciendo el
Dios invisible? ¿Qué evidencia tengo para concluir que Dios no está actuando por mí?
El segundo criminal
En ese momento, el otro criminal dijo: «¿Ni siquiera temes a Dios ahora que estás condenado a muerte? 41 Nosotros merecemos
morir por nuestros crímenes, pero este hombre no ha hecho nada malo». 42 Luego dijo: —Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en
tu reino (NTV). Este criminal entendió que Jesús era un Rey porque le dice: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino».
También creyó que Jesús era misericordioso y bondadoso. Por eso le pide diciendo: «Jesús, acuérdate de mí…», como si estuviera
diciendo, «Jesús, no merezco entrar en Tu reino. No merezco ser conocido ni recordado por ti. Pero, si tú lo deseas, si tú quieres… ¿te
acordarás de mí cuando te vayas?
Esta vez, Jesús sí responde. «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso» (LBLA). Hay tres cosas increíbles que recibió el
segundo criminal. Primero, Jesús usa una expresión muy especial: «En verdad te digo». Es una expresión que solamente se encuentra
cinco veces en el Evangelio de San Lucas, y es usada para enfatizar la veracidad de su afirmación. Es para subrayar la verdad de
verdades. Es una gran promesa de promesas, y Jesús utilizó esta expresión especial con un criminal. Segundo, Jesús no simplemente le
dice: «Sí, me acordaré de ti cuando esté en el paraíso». Jesús le dice: «estarás conmigo». Estaba diciendo que este criminal estaría
entrando junto con el Rey a Su reino. Tercero, Jesús le dice que «hoy» estaría con Él en el paraíso. El sufrimiento de la crucifixión
podía durar por días, pero con esta palabra Jesús estaba diciendo: «Aguanta conmigo, el dolor no tardará mucho». Y eso es lo que
pasó—esa tarde, el segundo criminal murió con Jesús (cf. Juan 19:31-32). En palabras simples, Jesús le dio al criminal humilde una
respuesta de promesas y consolación que era mucho más de lo que esperaba. Solo podemos imaginar lo que pensaba el criminal.
Probablemente pensó: «Valió la pena estar aquí crucificado con el Señor… Valió la pena sufrir este dolor».
Conclusión
¿A cuál de los dos criminales te pareces? ¿Te has enojado alguna vez con Dios por no responderte? ¿Te has enojado alguna vez
porque te dio algo que es inferior a lo que esperabas? ¿Te has enojado alguna vez con Él por quitarte algo? ¿Has pensado alguna vez
que Dios no te trata bien? Jesús no responde a los que creen que merecen Sus bendiciones; pero para los humildes, Jesús va mucho
más allá de lo que ellos esperan para bendecirlos. Delante de Dios, no tenemos derechos. Solamente está la gracia, la misericordia y la
bondad de Dios que es mucho más abundante de lo que imaginamos. Amén.
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