NUEVA POESÍA DE LA DESOLACIÓN: LA OBRA PUBLICADA DE JOSÉ ANTONIO BANDA Alejandro Rojas* La mirada pierde peso al avanzar el atardecer: sumisión, escritura, destino. José Antonio Banda José Antonio Banda es un joven poeta nacido en Coatzacoalcos, Veracruz, en 1982, radicado en la ciudad de Irapuato desde hace algunos años. Ha hecho estudios de ingeniería en este país y en el extranjero. Sin embargo, desde hace algún tiempo ha sentido el ímpetu, la necesidad vital de trascender el lenguaje formal y objetivo propio de la especialidad que estudió para dar cauce a un apremiante y creciente mundo interior que de algún modo lo empujaba a sumergirse en el universo inestable -y por ello profundamente humano- de la poesía y su subjetividad objetivada, a interrogar en este proceso los cimientos del lenguaje y lo que éste tiene qué decir de la realidad última del hombre y su emoción primordial, que es, de acuerdo a la filosofía y la psicología modernas, la angustia, pero que una importante tradición de poetas ha decidido interpretar como dolor. Fue en el discurso de lo poético, o mejor dicho en la potencia generadora y regeneradora de la poesía, donde José Antonio Banda encontró un nuevo sentido para asumir la propia existencia y un paliativo contra el tedio de los días, la asfixia de las presiones cotidianas del hombre contemporáneo, y la esterilidad de un medio social enajenado y ciego a su realidad profunda. Así, ha decidido formarse un camino propio en las letras y dejarse experimentar ya como poeta. Cuaderno en ruinas Su primer trabajo formal publicado fue un cuadernillo de poemas publicado en Irapuato, Guanajuato, en 2011, por editorial Plataforma, bajo el cuidado editorial de Alejandro Palizada, llamado Cuaderno en ruinas. En este cuadernillo, nuestro autor inaugura su nueva vocación de poeta con los recursos retóricos propios de quien ha sentido amargamente el golpe del mundo en lo medular de la conciencia. Según los editores del cuadernillo, “es la huella de algo que ha sufrido y se ha descompuesto con el paso del tiempo. Aquí, cada poema trata de reconstruirse desde las ruinas del pasado.” Cuaderno en ruinas es una bitácora de dolor en el que las horas son una sucesión de fatigas; en su espacio, el silencio es la entidad más fúnebre en tanto en ella no puede habitar la poesía; por ende, hay que vencerlo para cantar la congoja de lo que se ha derrumbado ya pero cuya belleza fragmentada permanece intacta, sólo para dar cuenta a sí mismo de que se es hombre y de que todavía es posible sentir: se sabe que las ruinas tienen su propio, extraño y secreto esplendor. Si como dice el poeta “Nada hay capaz contra su noche”, la consigna es, entonces, hacer un pacto con ese aspecto nocturno del ser y erigir por él un nuevo modo de estar en el mundo, un modo en el que el dolor es aceptado como sustancia del hombre y por el que nos acercamos un poco -sólo un poco más- a lo que verdaderamente somos. Si el hombre es elevación desde cierto orden de la naturaleza, también es caída desde sí mismo: “Siempre nos desmoronamos desde una altura nunca satisfecha”. En un apunte ontológico, José Antonio Banda declara: “El ser es un naufragio”, y en ese drama “No hemos de vencer. Nunca hemos de vencer”; pero a pesar de ello, la emoción en que se funda esta irreparable certeza es tan poderosa que “Siempre volvemos a lo nunca posible”, certeza que, el contexto de este libro, parece ser “la callada fidelidad de una costumbre: / hilar, hilar con débiles armas / las solitarias palabras del lenguaje.” Teoría de la desolación En 2012 aparece en la ciudad de Guanajuato, bajo el sello Azafrán y Cinabrio, en edición de Benjamín Valdivia, Teoría de la desolación, otro cuadernillo de poesía que continua el proyecto escritural de Banda, y en cuyo estilo es posible encontrar una mayor apuesta en el manejo de lenguaje así como textos de más largo aliento. Teoría de la desolación es, en mi opinión, una obra de más belleza que la anterior; y es en ella en donde la voz de nuestro poeta empieza a ofrecer sus más redondos frutos. Nuevamente, como el título nos advierte, el tono predominante es el de la desolación, el que sería propio de un derrumbe interior, y que nos habla de un desapego del mundo material, que de cualquier manera no ofrece seguridades, para hacerse un refugio personal en la dimensión, indudablemente rica, aunque fantasmal, del lenguaje. Hay hermosas asociaciones de palabras en este libro que experimenta con diversos ritmos, prescindiendo o no de los signos de puntuación según las necesidades expresivas de cada poema. Es también un libro amargo, pero de una amargura que deja en nuestro gusto la constancia de algo pacientemente trabajado: imaginamos al poeta luchando largas noches contra el lenguaje para arrancar de él algún resplandor, la faz pulimentada de un verso que se engasta a otro para formar un collar artesanal. Algunos tópicos de este libro: el abandono, la sensación de orfandad, la contumaz sapiencia de la muerte, la desgracia experimentada como un ambiente, la ausencia de lo que no tendremos nunca y la soledad del poeta (¿y de la humanidad entera?) como su condición sine qua non. Sin embargo, hay un momento del libro en el que descansamos de la atmósfera aciaga y leemos la declaración vehemente de un amor henchido de promesas, cuya plenitud rebosa vitalidad y enciende imágenes que convocan un fino erotismo. Leemos en “Por ti, sólo por ti”: Se agota la sombra al acercarse tu horizonte Perla enamorada de su imagen La aurora busca su horneado polen en tu bahía Y el selvático perfume de las olas el infinito sentido de tu cuerpo […] Mis ojos crecen en tus ojos Crecen hasta romper sus crisálidas Hasta caer enloquecidos por tu aroma Y mojar sus tiernas raíces en tus ríos Y, a pesar de que este poema desentona con el conjunto de la obra si queremos entenderla como una unidad conceptual, es, en mi opinión, el mejor poema de libro. Otro poema de interés en este libro es “Hogar bajo la sombra”, que se elabora en torno al allanamiento, por parte de la policía, de la casa del reconocido poeta mexicano Efraín Bartolomé en 2011; suceso en el que fueron sustraídas ilegalmente varias pertenencias valiosas suyas y que, por sus implicaciones políticas, despertó una serie de textos periodísticos por parte de un sector de la comunidad intelectual y literaria de este país. Así, “Hogar bajo la sombra” queda registrado como uno de los pocos testimonios literarios con que la poesía mexicana se fraternizó con la desgracia del poeta chiapaneco, mostrando José Antonio Banda de esta manera un aspecto de comunión y preocupación social en su producción poética. Otro poema que acusa una nota de interés social en este libro es “Declaración de orfandad”, que plantea el tema de la ciudad como un espacio adverso, opresivo, al que el poeta se vuelve con un reclamo: Yo odio profundamente la ciudad donde crecí […] porque no inoculó en mis ojos el frío polen del verdadero odio porque gesticulo tontamente frente al espejo diario de la soledad de sus calles. La ciudad grita en mi oído me deja sordo sabe todo lo que no podré ser conoce todo lo que he perdido en mi taciturna sombra de rigor. Un rasgo más a resaltar en este libro es la asimilación de algunos procedimientos tipográficos para dotar de nuevos elementos significativos a algunos poemas y proveerlos de una mayor plasticidad. El ejemplo más claro está en el poema “Desde el fondo del naufragio”, el cual está formado de tres columnas de versos que permiten lecturas diversas si se interrelacionan al arbitrio del lector, lo que apela a una participación más activa de éste, como en el caso de ciertos poemas de Octavio Paz, máximo representante en el ámbito mexicano de éstos juegos lúdicos en la poesía. Si algo pudiera yo reprochar a estos dos poemarios es el uso a veces privilegiado por el autor de ciertas repeticiones y anáforas que, si bien, sí llegan a producir su efecto de oscura salmodia, en mi opinión también entorpecen en ocasiones la agilidad de la lectura y llegan a parecer un recurso de construcción bastante inmediato. Pero, en términos generales, Teoría de la desolación delata la capacidad que ha ganado el autor para evocar sensaciones por medio del manejo del lenguaje, así como la continua atención del poeta hacia la flexibilidad de la palabra, que le ha hecho asumir riesgos cada vez mayores expandiendo los sentidos de la interpretación. El autor parece haber encontrado su nicho en la poesía; y todo con respecto a sus primeros poemas nos indica un crecimiento técnico como trabajador del verso. Bien, de esta manera hemos repasado a vuelo de pájaro la trayectoria de este joven poeta mexicano que se inserta en la llamada Generación de los Ochentas, mote al parecer provisional y que todavía necesita su revisión crítico-académica, con el que los círculos literarios y de lectores de este país han signado a un grupo de jóvenes escritores nacidos en la década de los ochenta y que publican de manera más o menos constante en medios impresos y electrónicos diversos (poemas sueltos de José Antonio Banda han aparecido en Círculo de poesía, Asamblea de palabras, Dulce arsénico, Anomalía, entre otros). Esperamos que esta reseña haya suscitado el interés por esta obra, para que el lector se adentre por sí mismo en sus páginas y dialogue a su manera con la expresión sombría de este poeta que, a diferencia de la gran mayoría de los autores de su generación, revalora el aciago problema del hombre frente a su desamparo constitucional y lo sostiene como eje capital de su poética. *Alejandro Rojas es un pseudónimo del poeta Aleqs Garrigóz (Puerto Vallarta, Mex; 1986) con el que publica eventualmente reseñas de libros y eventos, entrevistas con escritores y artistas, y artículos de crítica musical. Parte de su obra como periodista cultural ha sido publicada en El vallartense, Semanario Chopper, Anomalía, y EnGuanajuato.