He vuelto a la escuela veinticuatro o veinticinco años después, ya ni

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He vuelto a la escuela veinticuatro o veinticinco años después, ya ni me acuerdo del
tiempo que hace que lo dejé. Soy viejo, muy viejo y la gente que hay ahora por aquí,
obviamente, no me conoce. Me dejan a mi aire, paseando por los pasillos y las aulas del
colegio que fue mi hogar durante, aproximadamente, veinticinco años, y los recuerdos
afloran en cada rincón, a cada paso que doy.
Me acuerdo de aquella niña, Dally, la de la dulce voz, con la que canté durante unos
segundos aquel viejo tema de Adele… Y de Sofía, que decía que quería ser escritora pero
que no podría serlo porque no tenía imaginación. Espero que lo consiguiera. Recuerdo a
Miriam pidiéndome, constantemente, que la definiera con una sola palabra… Realmente
encantadora, ya sé que son dos pero eso es lo que era, un encanto de criatura. Sacudo la
cabeza. ¿Qué habrá sido de ellas? Recuerdo que iban a la misma clase y, como por arte
de magia, me van viniendo a la mente todos los niños de esa promoción.
Recuerdo a Javier Serrano, siempre sonriendo, tal vez el más jovial pero poco consciente
del trabajo que le quedaba por hacer en la vida; y a Javier Rodríguez, que empezó,
recuerdo, siendo un poco pesado, pero acabó siendo un niño comedido y dulce, un
auténtico pastelito. Sonrío al recordar su rostro cuando le llamaba cosas comestibles
dulces. Recuerdo a Javier Sanchís, y es qué había tres chicos de nombre Javier en
aquella clase, cosa poco usual. El amigo Sanchís llegó más tarde que sus tocayos pero se
integró rápido y bien al grupo. Era muy buena gente.
Recuerdo a uno al que llamaba “Chino”… ¿Cómo era…? ¡Sí! Marc Navarro. Marc era un
gran deportista y era de aquel equipo que acabó desapareciendo hace unos años, el
Español; y, es que claro, llamándose así, no tenía futuro en una Catalunya
independiente. Es como si en la liga turca hubiera un equipo que se llamara Portugués
F.C. Al amigo Navarro, y es que era guapetón el tío, le seguía un séquito de novias que
se negaban a ellas mismas como tales. Alba López, dulce y lista como nadie; Carla,
cuyos ojos hacían que te pusieras las gafas de sol, y Anna, la deportista y sensible Anna.
Siempre iban las tres juntas y siempre, casualmente, el “Chino” andaba por allí, aunque
nunca supo nadie el verdadero alcance de su relación. Pero ellas, sobretodo Alba y Carla,
siempre andaban juntas.
Recuerdo, también, a Cris, en el patio, a la hora de la comida, aprendiendo a jugar a
baloncesto. ¡Como se esforzaba! Lo intentó y lo intentó hasta que lo consiguió. También
era muy dulce, ¡y muy agradecida! Pero era tan sumamente tímida… Espero que hubiera
resuelto ese pequeño problema.
Recuerdo que había otra Alba… Asencio o Acensio, si. Cómo era realmente, nunca lo
supe. Tres o cuatro días por semana, dejaba la escuela antes de que se acabaran las
clases para ir a entrenar. Gimnasia. Llegó a ser medallista olímpica por Catalunya, una
de las primeras medallas conseguidas por un atleta catalán. Y, recuerdo a otro Marc,
García, siempre amable y educado, conciliador, pacifista y amigo de sus amigos.
Recuerdo la mesa exterior, en el pasillo, donde los niños castigados, a menudo, solían
hacer ver allí que trabajaban. Creo que la mayoría pasó por la susodicha pero, creo que
los Eric se llevaron la palma. Eric Santos, todo nervio pero, a la vez, todo corazón, no
podía parar quieto y Eric Romero, con frecuencia, se dejaba vencer por su lado más soez
pero era uno de los más cariñosos. Recuerdo que Sergi también se sentó alguna vez en
aquella mesa por su deseo irrefrenable de hablar demasiado. Eso es lo que, tal vez, le ha
llevado a ser el vicepresidente primero de Catalunya, no sé.
Recuerdo las caras de Iván que, aunque todos pensamos que eran muecas irreverentes,
resultaron ser producto del molesto sol de cara. ¡Incluso en interiores sin ventanas!
Recuerdo a Natàn y su constante y divertida manera de hacer el payaso. Divertía a casi
todos sus compañeros y, lo más importante, se divertía a sí mismo. Recuerdo a Victor y
su adoración por el malogrado y mítico Freddy Mercury, su seriedad y aquel carnaval, en
que se disfrazó de chica y acabó por quitarse los zapatos por el dolor que le causaban.
Recuerdo la madurez de Chloe. Lo bien que se sabía expresar. Recuerdo su afán por
tocarme la barriga, heredado de su hermana Bjork. Recuerdo a Dani, listo como pocos;
educado, afable, simpático. Siempre sacaba buenas notas, el tío. Recuerdo a su
inseparable amigo Izan, buen deportista y, eso, me lleva a las madres de ambos, a las
que yo llamaba Zipi y Zape… por sus cabellos, claro. Izan era hijo de Zipi y Dani de Zape
y, a menudo, sus madres comentaban que se hubieran podido dejar el uno al otro alguna
de sus cualidades para acabar de hacerlos perfectos del todo. Pero no, eso no ocurrió,
además, nadie es perfecto. Tal vez Guille podía pensar que él lo era pero, a la vez, su
extremada inteligencia le hacía ver con claridad que aun le faltaba un buen trecho para
serlo. Estaba en el camino. Un tipo interesante, Guille.
Recuerdo a Aarón, el paisano. Me hizo mucha ilusión encontrarme con alguien de la
lejana Lleida aquí. Posiblemente, él no lo supo nunca, pero eso le convirtió en uno de mis
favoritos. Entró repartiendo a diestro y siniestro, si, pero acabó como un corderito,
querido y respetado por todos sus compañeros. Recuerdo a Álex, el virtuoso. Dominaba
el piano como nadie, bailaba break como un auténtico dancer callejero neoyorquino y
era… ¿Cómo era…? ¡Ah, si! Filfilip.
Recuerdo a Salma, con frecuencia seria. La recuerdo inteligente, intentando recordar, a
su vez, por qué su familia y la de Sofía estaban peleadas. Ni una ni la otra lo sabían pero
ahí estaban ellas, sin hablarse. Me recordaban a aquella serie de dibujos animados de los
setenta, los osos montañeses. Salma y Sofía, espero que ahora seáis amigas. Y recuerdo
a Noelia, y espero no haberme dejado a nadie, sonriendo con mucha dulzura y
recordándome a su hermana Neus, la primera niña que vi en el Bernat Desclot. Noelia
me recordaba a mi hijo Noel por el nombre y, además fue la primera niña de este grupo
que entró en mi página web y me dejó su comentario, por lo que le estoy sumamente
agradecido.
Es curioso que un tipo renqueante como yo conserve, aun en la memoria, estos
recuerdos tan nítidos, a pesar de mis noventa y pocos años porque, si hacéis los cálculos,
jubilándome a los 67, 25 años más tarde da, pues eso, 92. Pero esto es ficción y lo
bonito es poder inventarse historias y saber que, realmente, yo tengo 11 años y vosotros
51. ¿O es al revés?
Imaginar es gratis. Inventarse historias también y plasmarlas en un papel no es difícil,
sólo hay que empezar…
Para quien quiera escribir, recordad que hay que leer. Es como alguien que quiere jugar
a fútbol y no quiere ir a entreno.
Os quiero un montón a todos.
Juanra
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