Subido por María Jiménez

Taller Pastoral Juvenil Urbana

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TALLER DE CAPACITACIÓN
PASTORAL JUVENIL URBANA
RED JUVENIL IGNACIANA
Hermosillo, Sonora, Verano 2009
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INDICE
1. Para entender las cultura juveniles
2. Características de los jóvenes actuales
3. Un Dios con mayúscula
4. La disciplina ignaciana
5. La pedagogía ignaciana
6. El acompañamiento grupal
7. Claves para el acompañamiento espiritual
8. La identidad del joven ignaciano
2
Texto 1
Para entender las culturas juveniles
Jorge Atilano González Candia sj
La manera en que están construyéndose las identidades juveniles está íntimamente relacionada con
las imágenes mediáticas que circulan libremente por todo el mundo y despiertan diferentes deseos en
los jóvenes de localidades grandes o pequeñas. Ya no podemos quedarnos en la contemplación de las
conductas locales juveniles para señalar las virtudes o errores, necesitamos alzar la mirada para
entender por qué los jóvenes actúan, piensan o se visten de esa manera.
Estamos en la era de la globalización, donde el ciudadano tiene cada vez más conciencia de su
dimensión mundial y que las realidades están entrelazadas unas con otras hasta constituir un planeta.
El desarrollo de los medios de comunicación, símbolo fundamental de la globalización, nos ayuda a
sentirnos cercanos de aquellos que geográficamente son lejanos. Las mentalidades se construyen
desde una perspectiva universal que necesitamos entender para descubrir cómo Dios aparece o
desaparece de la escena mundial.
El desarrollo de las comunicaciones ha beneficiado a los que parecían lejanos, pero también ha
facilitado que la mercadotecnia domine los espacios públicos e invada cada vez más los espacios
privados, trastocando la configuración de las identidades locales, entre ellas la identidad cristiana
dentro del mundo juvenil. Esta realidad muestra que la raíz de los problemas que vivimos como
sociedad son culturales (Aparecida).
Por tanto, la relación entre jóvenes e iglesia se ve afectada por este fenómeno social. Las creencias y
las certezas se han puesto en duda por el auge de la ciencia y la tecnología. Los resultados no han
sido nada agradables. Por tanto, necesitamos situarnos en el contexto actual para saber cómo
contagiar a los jóvenes el mensaje de Jesús que tiene las claves suficientes para recuperar el rumbo
como sociedad.
Un primer elemento que puede ayudarnos a entender la reacción de los jóvenes hacia la Iglesia lo
tenemos al mirar hacia la historia de la humanidad y ubicar tres horizontes que han marcado la visión
de hombre y de sociedad: la premodernidad, la modernidad y la posmodernidad. Hacemos un
acercamiento a estos horizontes de la humanidad de una manera breve y sencilla, con la intención de
ubicar el lugar que cada uno de ellos ha dado a la religión, la ciencia y el individuo.
1. CONTEXTO CULTURAL
a. Modernidad, el dilema de la autonomía
La modernidad está referida al desarrollo de la ciencia, la cultura, la economía y la política que surge
en el siglo XVI, cuando el pensamiento pretende liberarse de la tutela que tenía ante la religión y la
autoridad civil. Una respuesta social ante las “verdades intocables” defendidas por la religión y el
pensamiento impuesto por los gobiernos monárquicos. Para muchos pensadores llegaba la “edad
adulta de la razón” (Kant), en referencia a la separación que necesitaba realizar con respecto a la
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autoridad religiosa y política. La razón busca una fundamentación fuera de la religión, se rechaza la
idea de que el conocimiento llega desde Dios y se defiende la idea de que el hombre accede al
conocimiento desde su propia inteligencia y razón.
Anterior a la modernidad, el conocimiento estaba íntimamente relacionado con lo religioso y la
autoridad civil; la religión y la tradición eran los ejes principales para la construcción de la visión de
hombre y sociedad. La verdad estaba sujeta a una autoridad externa, que era la Iglesia y el Rey.
Podemos llamar a este horizonte como premoderno, caracterizado por los márgenes estrechos que la
autoridad dejaba para el desarrollo de un pensamiento propio.
En la época premoderna el poder político no podía entenderse sin el poder religioso. Uno necesitaba
del otro para extender sus dominios. Incluso, el sistema económico estaba en manos del poder político
(señores feudales) y del poder religiosos (obispados y cardenalatos). Estos últimos tenían ingresos
suficientes para construir las iglesias, monasterios y abadías que hoy admiramos. Se educaba al
pueblo a respetar sus líderes religiosos y políticos para conservar una armonía social. El sueño de
muchos jóvenes de la cristiandad era servir a los Reyes.
Las condiciones culturales de la premodernidad requerían autoridades civiles y religiosas fuertes.
Siendo la religión el eje rector de la sociedad hacía necesario la presencia de dirigentes que
enmarcaran el rumbo a seguir como colectivo. Las barbaries que se presentaban por grupos rebeldes
incultos también hacían necesaria la presencia de gobiernos absolutistas que mantuvieran el orden
social.
La modernidad surge en este contexto de gobiernos absolutistas, sensible a la imposición de la
verdad, por tal motivo genera un pensamiento democrático: todos somos iguales; todos podemos tener
acceso al conocimiento; todos podemos superarnos y progresar. El progreso defendido por la
modernidad tiene relación con el auge de las diferentes disciplinas científicas, pugna por un progreso
cultural (Spinoza), racional (Descartes), económico (Adam Smith), legal (Montesquio) y espiritual
(Lutero).
Con la modernidad se defiende la idea de que la persona por sí misma tiene que llegar a la verdad de
las cosas con el uso adecuado de métodos científicos. Esta consigna ayuda al auge de la ciencia y sus
diferentes disciplinas. Aunque la modernidad tuvo un importante desarrollo fuera del ámbito religioso,
también influyó dentro de la Iglesia católica desde la contrarreforma. Un ejemplo es San Ignacio de
Loyola, quien promueve una renovación espiritual y sus reglas de discernimiento reflejan ese método
para que la “persona por sí misma se de cuenta de las cosas” (Ejercicios Espirituales), pues dirá que
hacerlo de esta manera será de mayor provecho espiritual que si alguien se las dice o impone. La
contrarreforma busca nuevas relaciones entre fe y ciencia, Dios y mundo, individuo y sociedad.
El liberalismo es un movimiento dentro de la modernidad que defiende al individuo y su libertad para
alcanzar un progreso económico como camino hacia la felicidad. El liberalismo encuentra en el
desarrollo de la ciencia y la tecnología una manera de alcanzar el progreso para la humanidad. La
razón se usa para desarrollar nuevas formas de generar riqueza y aprovechar los recursos naturales.
La religión no tiene utilidad para quienes dirigen el desarrollo económico y se ve marginada dentro de
la visión de hombre y sociedad dentro de esta corriente económica.
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La modernidad se verá determinada, con el pasar de los años, por el liberalismo económico, poniendo
a la ciencia, la cultura y la política en función del desarrollo económico. Incluso, defenderá una
democracia que permita el desarrollo de sus estrategias de mercado. El liberalismo ve al mundo como
una serie de recursos para consumir y generar ganancias, haciendo creer que el mundo está hecho
para consumirse. Una corriente que vemos reflejada en las ambiciones financieras de quienes
pretendiendo obtener mayores ganancias van consumiendo el propio capital necesario para que
funcione este sistema.
El sistema socialista y capitalista son productos de la modernidad, se construyen desde grandes
relatos y grandes utopías. La utopía del socialismo es construir el gobierno del pueblo y la utopía del
capitalismo es construir la felicidad sin ataduras que atenten contra la libertad. Y hoy, más que en otras
épocas, nos damos cuenta que realmente sus búsquedas han sido utópicas e irreales. El gobierno de
un pueblo ha sido difícil de lograr en los estados socialistas, donde termina gobernando una élite
política. Y la felicidad buscada desde la apuesta al desarrollo económico, como pregona el sistema
capitalista, tampoco ha llegado y prueba de ello está en el crecimiento acelerado de la falta de sentido
de la vida.
El modelo de hombre de la modernidad es el individuo autodidacta, autosuficiente y autónomo que se
basta a sí mismo, no necesita de nadie (excepto para el sexo) y no debe nada a nadie. Su dinero y su
razón son capaces de resolverle todos sus problemas existenciales. La certeza de que pronto llegará
la felicidad le hace sentirse seguro en este rumbo individualista.
La modernidad quitó el tutelaje de la verdad a la religión y a la autoridad civil para dárselo a la
autoridad científica. La modernidad rechazó el pensamiento construido desde argumentos religiosos
para desarrollar un pensamiento construido desde certezas fundamentadas científicamente. Las
autoridades civiles o eclesiásticas ya no deciden qué vale y qué no, en la modernidad son las
autoridades académicas y científicas.
Los desastres generados por las guerras del siglo XX empezaron a crear conciencia de que la razón
por sí misma no podía salvar al hombre de las grandes catástrofes. Más bien, con la presencia de las
bombas atómicas y armas de destrucción masiva, se toma conciencia de que gracias a la ciencia y la
técnica somos capaces de acabar con el mundo y la humanidad entera. “El progreso sólo parece
haber traído la autodestrucción”.
La sociedad desilusionada por el uso de la ciencia y la tecnología abre paso a la posmodernidad. Un
pensamiento que surge a partir de categorías estéticas y no estrictamente de la razón. Su intención es
desmentir la idea de progreso de la modernidad y desenmascarar a la razón como totalizante: impone
una visión de la historia, un estilo de vida y una cultura a todos. La premisa democrática de que todos
somos iguales termina uniformando a la humanidad para construir un totalitarismo que pretende
imponer un mismo pensamiento.
En la posmodernidad se rechaza la uniformidad que terminó generando la modernidad y pugna por
validar toda manera de buscar la realización personal, abandonando la creencia de un futuro mejor
para centrarse en el presente inmediato. Más que la búsqueda de la verdad es la búsqueda de la
belleza; más que la búsqueda del conocimiento es la búsqueda del sentir.
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Frente a la razón que pretende darle a todo conocimiento un método, la posmodernidad
proclama la validez de todo método (o incluso de no-métodos). Es la antítesis de la
uniformidad: ¡todo vale! Renuncia al progreso que nos ha llevado a la autodestrucción. Ya no
hay progreso, ahora sólo vale el instante presente. Frente a la modernidad que podía sacrificar
el presente para obtener un futuro mejor (utopía), la posmodernidad abraza el presente tal
como es y no quiere modificarlo sino vivirlo (carpe diem).1
La posmodernidad denuncia la no-democratización de la verdad que había postulado la modernidad.
La verdad sigue siendo una cuestión de autoridades. Aquí entendemos el porqué la posmodernidad
defiende la relatividad de la verdad. Ya no se trata de un método sino de muchos. Todos son válidos
porque todos surgen de experiencias distintas que no pueden ser cuantificables.
El relativismo de la verdad, la defensa de la pluralidad y del instante presente han llevado a una
modernidad líquida (Bauman). La posmodernidad entendida como modernidad líquida es un
modelo de sociedad que vamos construyendo a partir de un liberalismo globalizador. Bauman
lo llama “líquido” porque no ofrece la solidez que antaño brindaba la sociedad moderna: los
empleos ya no son estables, las relaciones amorosas son fugaces e insatisfactorias, el
hedonismo se reduce a la capacidad de consumir. Todo se reduce a un presente fugaz y
variable.2
En la posmodernidad el joven decide abandonar las certezas que promueven el Estado, la Iglesia, la
familia y la escuela. Las certezas que trasmiten ya no son sólidas sino líquidas, es decir, relativas y sin
fuerza. Ya no dan estabilidad en la vida. Ante este abandono el joven decide dejarse llevar por lo que
le resulte fascinante, aquello que le haga sentirse vivo, por lo menos algunos instantes. Destruir
certezas y generar historias fascinantes será de gran interés para los jóvenes posmodernos. De ahí el
éxito que tuvo la novela Código Da Vinci, donde se van destruyendo certezas defendidas por la iglesia
católica y construyendo historias sin fundamentos bíblicos, pero que a la manera de ser del joven de
ahora le resultan fascinantes y eso es lo importante. Que sean ciertos o falsos los datos ahí mostrado
no es algo determinante para la manera de ser de los jóvenes.
Una sociedad cansada por la racionalidad en que giró la modernidad, ahora defiende el sentir y el
placer. Los jóvenes, el sector que refleja con mayor claridad este horizonte, muestran gran interés por
aquello que le resulte placentero. Por eso los jóvenes actuales gustan más de la música, el baile, el
deporte, las artes o el sexo; porque ahí encuentran el placer que no encontraron en las instituciones
tradicionales. La estética supera la razón.
La posmodernidad no termina de sacudirse la individualidad gestada en la modernidad y tiene el riesgo
de no acabar de entender que el verdadero placer lo encontrará en la construcción de relaciones
fraternas. Los jóvenes viven una tensión entre dejarse llevar por aquello que generará una mayor
ganancia económica (modernidad) o aquello que generará una mayor satisfacción interna
(posmodernidad).
1
Corona Cadena Rubén, La posmodernidad, Guadalajara, 2008, p. 2
2
Ibid., p. 3
6
En esta tensión, los padres son los principales aliados de la modernidad, son quienes defienden la
construcción de un camino de realización centrado en las certezas que aprendieron de la modernidad:
título, trabajo y familia. Y los vacíos que experimenta el joven ante estas búsquedas racionalistas,
pragmáticas y economicistas son los principales aliados de la posmodernidad que harán buscar otro
tipo de caminos que generen una mayor satisfacción interna.
La autonomía del individuo que tanto defendió la modernidad, hoy en día se ha trasladado a la defensa
de la autonomía del mercado ante los sistemas políticos y religiosos. Las personas son valoradas por
el servicio que desempeñan en el sistema económico. Hoy en día, ser autónomo es sinónimo de
independencia hacia los padres y mantenerse económicamente por sí mismo. Se ha perdido el sentido
original de esa autonomía que buscaba la modernidad: que la persona por sí misma pueda construir
un pensamiento propio.
Horizonte premoderno, moderno y posmoderno son maneras de situarnos ante la realidad que siguen
presentes en nuestra sociedad e iglesia. No podemos señalar el fin de uno y el comienzo de otro d
manera cronológica, sí podemos señalar épocas donde un horizonte predominó más que otro. Los
horizontes se hacen presentes en una iglesia, una sociedad y una juventud.
b. La mercadocracia, el dilema de la identidad
El ser humano es un ser social por naturaleza. Necesita de los otros para sobrevivir. La tendencia
natural de todo individuo es a conformarse en grupos para sobrevivir y precisamente ahí se construyen
las identidades. La identidad me hace distinguir de otros grupos y expresa quién soy yo. Hoy, ese
proceso natural de los individuos de identificarse con otro en su manera de pensar o actuar, se ve
afectado por la imposición de modelos de hombres y mujeres desde la mercadotecnia.
Las identidades se construyen desde las relaciones que establezco con los demás; yo descubro quién
soy en relación con los otros. Mientras más fuertes sean los vínculos que me relacionan con los otros
más acentuada será mi identidad. Por tanto, cuando la individualidad empieza a separarme por los
otros para defender mi propio progreso se generan dificultades para construir mi propia identidad.
La generación que está gobernando nuestro mundo está educada en el horizonte de la modernidad:
ellos tienen la certeza de que aumentar los indicadores macroeconómicos de un país traerá consigo el
desarrollo de un pueblo y con ello la felicidad. Su visión de ser humano está determinada por el
desarrollo económico. Algo que podemos entender cuando nos damos cuenta de que quienes están
realmente gobernando nuestro mundo no son los actores políticos, sino los consorcios empresariales.
Y saben que defendiendo la estabilidad y el crecimiento económico, lo que hacen es apostar al
incremento de sus capitales.
Las estrategias mercadotécnicas que han seguido estos consocios empresariales buscan construir en
las personas una identidad consumista para generar mayores ganancias económicas en sus
empresas. El predominio que han desarrollado a través del control de los medios de comunicación ha
generando que la gran mayoría de la población crea que realmente nuestra identidad es de seres
consumistas. Hoy podemos decir que predomina la idea de “dime cuánto puedes comprar y te diré
quién eres”.
7
Al centrar la vida en el desarrollo económico, las personas se esforzarán por lograr las habilidades que
les permitan ingresar al mundo laboral. La vía del desarrollo económico se logra de manera individual y
genera competencia con otros que pueden quitarle su espacio dentro de este engranaje económico.
Yo desarrollo mis capacidades para lograr la meta de alcanzar un mejor nivel de vida y asegurar mi
felicidad. Domina la idea de que el acceso al trabajo se realiza de manera individual.
Es así como la gente se desvive por desarrollar sus capacidades, de ahí el éxito de tanta bibliografía
con el tema de liderazgo. Una visión individualista para el desarrollo de mis capacidades conlleva a
alejarme de los otros, dejando de lado el sentido comunitario fundamental para la construcción del
sentido de vida. Es un individualismo que deja en las personas un vacío y una soledad, la cual trata de
llenar consumiendo algo que le calme su insatisfacción. Aquí entra la mercadotecnia, ofreciendo un
sinfín de productos para no sentir la soledad que el mismo modelo social provoca. Los que tienen más
recursos tratarán de llenar esos vacíos comprando cosas innecesarias, otros vivirán una vida sexual
desenfrenada, otros se encerrarán en los libros y las reglas, y otros más en las adicciones.
El activismo que genera un estilo de vida centrado en el desarrollo económico lleva al joven a distraer
a su conciencia para no contactar con su interior. Las preocupaciones de cómo cumplir las
expectativas que ha puesto la sociedad en él, tendrá como resultado el tener pocos espacios donde
puede sentirse y captar lo que realmente experimenta internamente. La conciencia de los vacíos que
genera una vida centrada en la razón, la ciencia y el desarrollo económico, está generando el deseo
de buscar algo más en la vida, algo que le traiga un poco de paz, de fuerza y de verdadera libertad.
¿Dónde está el problema? El modelo de vida que genera esta sociedad pretende hacer creer a la
persona que el valor está fuera de ella, que es algo a alcanzar y que otros le pueden arrebatar. Es
como la gente se desvive por trabajar o estudiar para lograr alcanzar un desarrollo económico que le
genere valor y así estar dentro de la sociedad exitosa. Nos hacen creer que existe un círculo donde no
todos pueden ingresar y tenemos que pelear nuestro espacio, porque sólo en ese círculo podemos
“ser alguien” en la vida y alcanzar la “felicidad”.
En consecuencia, la mercadotecnia está generando personas con baja estima porque sabe que así
serán más consumistas. Una persona con una buena estima, segura de sí y sintiéndose valiosa por el
simple hecho de existir, no estará buscando cosas innecesarias para lograr ser feliz. La manera en que
está estructura la sociedad capitalista deshumaniza a las personas porque les quita su valor y se lo
pone a sus productos. La persona se desvive por alcanzar ese valor en las cosas a adquirir y se olvida
de sus hermanos.
El sistema que determina la visión del ser humano y del mundo es el sistema económico. Vivimos una
“mercadocracia”. El sector empresarial se empeña en dirigir el rumbo de la sociedad con criterios
economicistas, influye en el poder político para aprobar leyes que favorezcan su crecimiento,
determinan el tipo de educación que ayude a la realización de su proyecto económico y moldean un
modelo de sociedad y de hombre a través de los medios de comunicación.
Las identidades juveniles son determinadas por los modelos promovidos desde la mercadotecnia y son
necesarias para ingresar a los círculos sociales y centros laborales que ofrece la actual sociedad. Las
identidades que los jóvenes puedan construir por sí mismos no son “bien vistas” ante la sociedad que
pretende homologar un pensamiento, una forma de vestir y una forma de soñar.
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c. La fragmentación, el dilema de la interioridad
El abandono de las certezas de la modernidad a cambio de lo fascinante y la reivindicación del sentir
de la posmodernidad, ha generado la construcción de individuos sin una disciplina interna que les
permita analizar lo que conviene a su desarrollo personal. El individuo se ve jaloneado por sus deseos
de sentir y experimentar, con una apertura a lo novedoso e irreverente, que le hace tener una vida
fragmentada.
La modernidad terminó uniformando a la sociedad con una idea de progreso y la posmodernidad abre
las puertas a la diversidad, cayendo en el engaño de que todo es válido mientras la persona lo haya
elegido. Es así, como el joven construye actitudes que se moldean según los espacios donde se
encuentren y no le hacen ningún problema. Para el joven no es un problema ir al antro el día viernes,
asistir al retiro el día sábado y al fútbol el día domingo.
La modernidad pretendía construir métodos para que la persona dejara de seguir el pensamiento de la
autoridad y elaborara su propio pensamiento. La modernidad proponía una disciplina para construir la
individualidad, reivindicó el esfuerzo académico, científico, espiritual y económico. Sin embargo, con el
pasar de los años, el esfuerzo y la disciplina se concentraron en el progreso económico. La
posmodernidad pugna por el fin de los métodos y dejarse llevar por el sentir, y ahí se ve debilitada la
disciplina necesaria para que la individualidad funcione, teniendo como resultado personas tan libres
capaces de elegir por sí mismas vivir en la soledad y la depresión y eso es válido.
Cansados de los discursos, las nuevas generaciones son afectos a las imágenes. Los discursos van
dirigidos a la razón, mientras las imágenes van dirigidas hacia los sentidos. Quienes diseñan las
campañas publicitarias conocen muy bien las características de la posmodernidad y buscan lograr sus
objetivos a través de imágenes dirigidas a los sentidos, placenteras y fascinantes a la vista de los
jóvenes.
El resultado de una aplicación de estrategias de la modernidad ante características de jóvenes
posmodernos es que, el impulso de las nuevas generaciones por contactar con sus sentimientos y su
desilusión por el razonamiento, está siendo desviado hacia respuestas instintivas ante ciertas
imágenes. El joven siente que algo falta en su vida, y compra sin cuestionarse si eso realmente le dará
lo que le hace falta. Es así como el joven se queda en las alegrías efímeras que provocan ciertos
placeres sin lograr satisfacer realmente sus deseos más profundos de encontrar sentido a su
existencia.
Es un sector juvenil, cada vez más visible y más organizado, que ante los vacíos que genera una vida
centrado en el desarrollo económico, ha decidido brincar los cercos de la vida exitosa para dirigirse a
las artes, el humanismo, los voluntarios, los pequeños grupos, la música y las acciones solidarias. Ahí
encuentran aquello que no lograron en el horizonte de la modernidad: el sentido de su existencia.
Pero, otro gran sector juvenil se ha quedado en la cultura de la imagen sin saber cómo relacionarse
con el otro. Hay un impulso a encontrarse con el otro, sabe que una opción ante sus vacíos
existenciales es el encuentro, pero no sabe por dónde empezar. De ahí la curiosidad por conocer la
vida íntima de los otros, pero es más por instinto que por construir una vía que lo lleve a un mayor
sentido de su existencia.
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Dice José María Mardones, en su libro La vida del símbolo, la dimensión simbólica de la religión:
El predominio de la cultura de la imagen nos ha saqueado la interioridad. El anhelo de
verlo todo ha conducido al intento de mostrarlo todo, incluso el interior del sujeto. Se quiso
sacar a la luz la introspección, y ésta se convirtió en exhibicionismo. La carencia de cuidado en
salvaguardar el rastro de misterio del ser humano y su interioridad ha desembocado en la
trivialidad. Hemos confundido el misterio con lo oculto. Sucede como con ciertos programas de
televisión, que dan la impresión de que desvelan el secreto de los individuos porque tienen una
cámara indiscreta que lo siguen y persiguen día y noche a todas partes. La exterioridad de la
imagen del individuo se traga su interioridad. Sin embargo, el éxito de tales programas está
indicando la sed de misterio y de acercamiento al otro, así como la incapacidad de nuestro
tiempo para una comunicación en profundidad.
Nos hemos convertido en mirones, que espían la vida del otro. Sin duda, como
decíamos, existe ahí la huella de una fascinación y misterio que es el otro, pero también indica
la carencia de conocimiento de nosotros mismos y la pobreza de las relaciones con el otro, que
no penetran más allá de la piel de lo trivial. Se sustituye el conocimiento de la interioridad,
siempre indirecto y tentativo, por la iluminación violenta de las imágenes de los
comportamientos oscuros del ser humano. Así, las imágenes recogen asesinatos o suicidios
delante de las cámaras, y la pornografía muestra hasta el último detalle anatómico, pero en
vano, porque no se recoge nada del secreto del sujeto; antes bien, se sustituye su fascinante
inefabilidad por las dimensiones más animales.
Los vacíos que genera una sociedad centrada en lo económico están generando un deseo de
encuentro con el otro, algo que también es retomado por los vendedores de la sexualidad y la
sensualidad para saciar nuestra curiosidad de conocer la intimidad del otro. Esto puede ayudarnos a
entender el auge que ha tenido la vida sexual dentro de los jóvenes. Alguien que no ha sabido manejar
su soledad tendrá una ansiedad por encontrarse con el otro, por lo menos un instante que le permita
saciar su interior.
Se aprovecha la confusión que la misma sociedad economicista ha generado en los jóvenes para
vender cosas que conlleven a una felicidad efímera y, cuando el joven no sabe qué le hace realmente
feliz, fácilmente accederá a esas cosas creyendo que así alcanzará la felicidad que el pasado le robó.
El vaciamiento de la interioridad es un signo de nuestro tiempo que interpela a una iglesia que apuesta
a llenar la interioridad de las personas. Esta característica de nuestra sociedad nos invita a revisar qué
tanto nuestras propuestas eclesiales están dando los criterios y las pautas para que las personas por
sí mismas aprendan a incluir a Dios en sus vida y así sentir un gozo interno que les haga salir al
encuentro con el otro.
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2. REALIDAD JUVENIL
EL IMPACTO DE LA GLOBALIZACIÓN EN LOS JÓVENES
La globalización es un fenómeno completo que posee diversas dimensiones económicas, políticas,
culturales, de comunicación, etc. como ya lo señalaron nuestros pastores en la V Conferencia de
Aparecida (Núm. 61). Sin embargo, es fundamental su referencia para entender lo que está
sucediendo en el mundo juvenil, ya que la cultura predominante que está educando a los jóvenes es la
cultura económica.
La globalización, tal y como está configurada actualmente, no es capaz de interpretar y reaccionar
en función de valores objetivos que se encuentran más allá del mercado y que constituyen lo más
importante de la vida humana: la verdad, la justicia, el amor, y muy especialmente, la dignidad y los
derechos de todos, aún de aquellos que viven al margen del propio mercado. 3
a. Un mercado sin reglas, una sociedad sin normas
El modelo económico neoliberal se ha impulsado en América Latina desde los años 80” por
organismos financieros de los Estados Unidos, como son el Fondo Monetario Internacional o el Banco
Mundial. Estos organismos ofrecen créditos a los países del continente con ciertas condiciones para el
manejo de la política económica, por ejemplo, la eliminación de aranceles para la importación de
productos, la apertura al capital privado en las empresas estatales, la privatización de los servicios
básicos, etc. Pretenden quitar reglas que favorezcan el libre mercado. A este proceso se le llamó la
liberalización del mercado.
La intención de estos organismos financieros y del modelo neoliberal que defienden es construir un
mercado donde el Estado no regule la circulación del capital y los productos, ni se meta en los
movimientos del capital especulativo. Los mecanismos de la oferta y la demanda serán quienes
regulen el mercado y no las restricciones que pueda establecer el Estado. Reglamentar un sistema
financiero o especulativo es sinónimo de “frenos” a la inversión privada y al desarrollo del país. El
neoliberalismo pretende reducir la función del Estado a su mínima expresión, promoviendo la
privatización de la educación, el sistema de salud, los servicios básicos, el sector energético, etc.
Este modelo económico legitimado desde los medios de comunicación, a través de las imágenes
mercadotécnicas que inundan los espacios públicos y privados, promueven un modelo de vida donde
el fin del ser humano es tener los recursos suficientes para comprar aquello que permita estar en el
círculo del éxito. En este modelo de vida no aparecen las normas, más bien se promueve una libertad
que permita hacer aquello que te haga sentir bien. Las normas vienen a ser cosas del pasado y de los
adultos. Los jóvenes de ahora se mueven por lo que resulta fascinante y muchas veces, según ellos,
las normas quitan lo fascinante que puede resultar la vida.
3
V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y el Caribe, Aparecida, núm. 61
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La cultura económica permea el pensamiento de la juventud invitando a vivir en la libertad que te
permita comprar todo lo presentado. El romper una norma ya no es un problema moral para los
jóvenes, más bien su preocupación está en no perderse del último producto en moda. La vida consiste
en gozar lo más posible y las normas representan el aburrimiento y el tedio que frena la diversión. Un
mercado sin reglas, una sociedad sin normas, será la demanda de los jóvenes. Una cultura que
fomenta el anarquismo.
b. La mayor ganancia con el menor gasto, lograr lo mucho con el menor esfuerzo
Los economistas neoliberales se preocupan por crear las fórmulas que generen la mayor ganancia con
el menor gasto posible. Los gastos pueden reducirse al adquirir nueva tecnología, reducir el personal,
tener una mejor organización empresarial o desarrollar mejores sistemas administrativos. Una
empresa que genera mayor ganancia sabiendo reducir sus gastos será una empresa considera como
exitosa.
Esta cultura del mercado está educando una manera de pensar en los jóvenes haciendo creer que la
vida consiste en lograr grandes cosas con el menor esfuerzo posible. Una forma de pensar inducida
por un sinfín de productos que se ofrecen con el discurso de la eficiencia para ahorrar tiempos,
energías o desgastes. De manera indirecta se trasmite el mensaje de la vida fácil y cómoda.
Si a los jóvenes de ahora les cuesta vivir procesos largos de formación, tener compromisos duraderos
dentro de sus grupos, o resolver las dificultades dentro de sus ambientes cotidianos, es por la cultura
economicista que permea hasta el último rincón de su existencia. No es que los jóvenes de ahora no
les gusten el compromiso, sino que a la sociedad de ahora no le gusta el compromiso y esa sociedad
es la que está educando a la juventud por medio de sus estrategias mercadotécnicas.
c. El desarrollo económico como indicador de un crecimiento social y personal
El neoliberalismo tiene en las cifras macroeconómicas los indicadores del desarrollo de un país. Los
aspectos culturales, educativos o de salud, pasan a segundo término. Mucho menos los indicadores de
estabilidad emocional o construcción del sentido de la vida. Estos indicadores no importan para una
sociedad centrada en el desarrollo económico.
De igual forma, cada vez se ha hecho más común valorar el crecimiento de una persona desde el
aspecto económico. Una familia que ha podido construir su casa y compró un auto nuevo, en el común
de las personas, es considerada como una persona que le va bien en la vida sin saber si la familia es
feliz o están emocionalmente estables.
La avidez del mercado descontrola el deseo de niños, jóvenes y adultos. La publicidad conduce
ilusoriamente a mundos lejanos y maravillosos, donde todo deseo puede ser satisfecho por los
productos que tienen un carácter eficaz, efímero y hasta mesiánico. Se legitima que los deseos se
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vuelvan felicidad. Como sólo se necesita lo inmediato, la felicidad se pretende alcanzar con
bienestar económico y satisfacción hedonista.4
d. Mejor tecnología en comunicaciones, mayor soledad en las personas
Nunca antes habíamos desarrollado tan extraordinariamente los medios de comunicación. Los
celulares han proliferado en todos los sectores sociales. Cada vez más personas pueden tener acceso
al internet. Y se siguen desarrollando nuevos mecanismos de comunicación, como lo son el Hi5, los
blogs, etc.
Sin embargo, por el activismo generado para no quedarse al margen de los recursos, se pierden los
espacios de fraternidad, se fracturan las relaciones con facilidad y se agudiza el sentimiento de
soledad y crece la depresión en las personas. Hoy podemos decir que somos de las sociedades más
desarrolladas de la historia y también de las sociedades más insatisfechas que han existido.
Los jóvenes se van convirtiendo en expertos para el uso de las nuevas tecnologías, pero van dejando
de lado el crecimiento en las relaciones humanas y la capacidad de construir relaciones íntimas con
madurez. Esto se debe a que el uso de las nuevas tecnologías le permiten dos cosas: estar en el lugar
adecuado para consumir lo novedoso y desarrollar habilidades que le faciliten el acceso económico.
La tendencia en los jóvenes de agruparse existe y la notamos en los espacios públicos donde los
jóvenes se encuentran y construyen sus identidades, pero son pocos los espacios donde el joven
pueda compartir sus broncas existenciales y recibir un apoyo para salir de raíz de su soledad. Los
grupos giran entorno a la fiesta, el deporte o los antros.
1. REALIDAD ECLESIAL
a. La imagen de la Iglesia Católica en México
La posmodernidad pretende abandonar las certezas impulsadas por las instituciones que han
sostenido un sistema, entre ellas, las certezas religiosas. La modernidad quitó a la religión como el eje
rector de una sociedad, quizás por ello, la posmodernidad con relativa facilidad relega las certezas
religiosas. Esta realidad nos ayuda a entender el por qué los medios de comunicación se empeñan en
mostrar una imagen de iglesia retrógrada, desfasada y cerrada.
Existen muchas imágenes de esperanza dentro de nuestra iglesia: comunidades que han construido
valores de hermandad y solidaridad a partir de sus prácticas religiosas; testimonios de compromiso
con los pobres y excluidos en muchos sacerdotes, religiosas, catequistas y agentes de pastoral; un
sinfín de obras sociales cristianas que consuelan a un sector importante de nuestro pueblo; eventos de
gran importancia para el desarrollo de la sociedad, etc. Sin embargo, son imágenes que no parecen
aptas para fascinar a los televidentes.
4
Aparecida, núm. 50
13
Las imágenes de nuestra Iglesia se han centrado en las declaraciones de nuestros obispos y
cardenales, las cuales, al ser discursos, tienen poca resonancia en nuestros jóvenes. Los mismos
medios de comunicación están atentos a los discursos de nuestros pastores, sobretodo, a los
discursos que refuercen la idea de una iglesia desfasada de los problemas sociales. Estas imágenes
influyen en demasía en el imaginario de la juventud.
Siguiendo la lógica de la posmodernidad, se abusa de las imágenes de violencia y las imágenes de
consumismo para atraer a un público que se siente atraído por lo que le resulte fascinante. A los
medios de comunicación les interesarán los fragmentos de declaraciones de nuestros pastores que
resulten fascinantes a un público que desea abandonar las certezas de las instituciones sociales,
políticas y religiosas. No será el discurso el que atraiga a un sector de la sociedad, sino presentar una
manera de proceder desfasada de la época.
Aunque la última encuesta de la juventud mostró que la Iglesia católica sigue siendo una institución de
credibilidad ( ), cuando se les pregunta a los jóvenes con qué relacionan a la iglesia, sus respuestas
son: rezo, misa, homilía y la jerarquía. Los jóvenes asocian a la Iglesia con discursos y autoridades,
aspectos de la modernidad. Y su deslumbramiento por el sentir y el placer harán pensar que estos
aspectos son aburridos para quien le interesa sólo lo fascinante.
La iglesia tiene un horizonte adverso para trasmitir la visión de hombre y sociedad que surge del
evangelio, ¿por qué? Porque es una visión que critica a una vida centrada en el aspecto económico.
La postura de Jesús ante el dinero es muy clara y eso no gusta a una sociedad que tiene en el dinero
su piedra angular. Por eso será más fácil y cómodo presentar los antitestimonios que se viven dentro
de la iglesia y mostrarla como una institución premoderna que nada tiene que aporta a las realidades
actuales.
Los padres de familia también trasmiten una imagen de Iglesia que muchas veces no entra en sintonía
con las búsquedas del joven actual. Los padres de estas generaciones han pretendido reproducir una
religiosidad de la premodernidad con razonamientos de la modernidad, es decir, trasmitir una
religiosidad por medio de certezas incuestionables. Y los jóvenes responden ¿por qué creer? ¿Por qué
asistir a misa? ¿Por qué confesarse? Y las respuestas que dan los padres, no siempre satisface a
unos jóvenes que desean darse cuenta por sí mismos de las creencias que desea vivir.
El respeto a la familia y a las creencias que han trasmitido es lo que anima a la gran mayoría de los
jóvenes a participar en su iglesia, pero es una minoría la que realmente ha vivido una experiencia de
comunidad, de crecimiento espiritual, de encuentro con Dios o una experiencia de encuentro con
Cristo desde los marginados de la sociedad.
La imagen que promueven los padres de la religión necesita adecuarse a las nuevas realidades
juveniles para que contagien realmente una experiencia de Dios. La dificultad es que los mismos
padres no tienen esa experiencia que ayude a superar las certezas y contagiar a sus hijos por su
testimonio. Quizás estos manuales puedan ayudar a los padres de familia a construir experiencias con
Dios que realmente contagien a sus hijos. La creencia en Dios no puede imponerse, es algo que se
contagia.
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b. ¿Qué lugar ocupa la dimensión religiosa en nuestro país?
El sistema económico que determina las imágenes de los medios de comunicación ha relegado la
dimensión religiosa. Ellos tienen la seguridad de que el tema religioso dejó de ser un tema de interés
para los televidentes y por tanto, un tema que generará poca ganancia económica. Por tanto, la
dimensión religiosa es un tema marginal de nuestra sociedad mexicana.
Lo único que interesa al sistema económico de la dimensión religiosa es el silencio. Sabe que un
sector importante de la población mexicana es católico y que las palabras de sus pastores pueden
perturbar la paz necesaria para que funcione el sistema económico. Por esto, al sistema económico
tiene un interés especial en el sector religioso para guardar silencio ante la desigualdad que genera el
sistema económico y las estrategias anticristianas en que está fundamentado su funcionamiento.
Sin embargo, en el común de las personas, la religiosidad sigue siendo un elemento importante en su
vida cotidiana. Las múltiples dificultades que vive día con día hacen que ellos recuran a las creencias
que enseñaron sus padres y abuelos. La religión es un aliado ante los problemas que ahogan a las
familias. En ellas buscan la sanación de sus conflictos, enfermedades o crisis.
Las prácticas religiosas que surgen de las necesidades de la persona y que se hacen visibles en el
ámbito público, como es la peregrinación, la danza, la fiesta popular, la devoción a la virgen de
Guadalupe y a los santos milagrosos, parece que son las únicas prácticas que van en aumento dentro
de nuestra iglesia. Estos eventos tienen algo en común, son organizadas por el mismo pueblo y son
expresiones en el ámbito público.
Sin embargo, la desilusión que experimentan los jóvenes ante las instituciones tradicionales y lo
inalcanzable que resulto la felicidad prometida por la modernidad, está generando una conciencia de
que algo falta para encontrarle sentido a la vida y hay nuevo interés por la dimensión espiritual. El
vacío que experimentan no pocos jóvenes dedicados completamente al estudio o al trabajo, está
siendo el motor para buscar la dimensión del servicio y la comunidad como vías para una realización
humana. Una realidad que reta a la iglesia a buscar nuevas maneras de contagiar la experiencia de fe
a un público que se va abriendo al misterio.
c. ¿Cómo entender la situación de la pastoral juvenil en México?
El contexto mundial y la realidad eclesial son insumos que ahora utilizamos para aplicarlos a la
situación de la pastoral juvenil en México. La intensión es tener un panorama general que ayude a
contextualizar este documento. Una tarea complicada porque la realidad de la pastoral juvenil en
México tiene una diversidad de esfuerzos, donde algunos parecen no atinar a las nuevas realidades
juveniles y otros parecen responder a las nuevas sensibilidades pero de manera aislada dentro del
conjunto.
El primer asunto en analizar es la pedagogía en la enseñanza de los jóvenes. La forma tradicional de
educar es la pedagogía magisterial, es decir, la trasmisión de conocimientos aceptados acrítica y
pasivamente. Y este es el método más común en la formación de los grupos juveniles, por dos
razones: por un lado, es una forma sencilla que no implica mayor capacitación de los coordinadores, y
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por otro lado, es la forma que mejor se presta para asegurar la trasmisión de conocimientos sin
cuestionar las certezas religiosas.
Otra característica en la pedagogía de enseñanza dentro de los grupos juveniles son los procesos
largos de formación y con excesos de racionalismo. Entrar en un proceso grupal se piensa que
consiste en dar o recibir temas, sin importar realmente si logran responder a las inquietudes de los
jóvenes. Procesos con objetivos centrados más en los contenidos que en el desarrollo de las
capacidades y la formación de actitudes vitales que den cuenta de su fe profesada.
La modernidad sembró la inquietud en los jóvenes de “darse cuenta de las cosas por sí mismo”,
reivindicando la conclusión que pueda obtener la misma persona, y la posmodernidad sembró la
sospecha hacia las certezas religiosas, haciendo necesaria una renovación de nuestra fe cristiana para
respaldar nuestro discursos con el testimonio. Estas realidades ponen en crisis las formas
pedagógicas de enseñar dentro de un grupo juvenil.
También encontramos esfuerzos de pedagogías más participativas, donde se recupera la experiencia
del joven y se promueve la creatividad para formar a los jóvenes desde acciones que afecten sus
sentidos y construyan nuevas actitudes ante la vida. Propuestas impulsadas en algunas diócesis, por
algunas congregaciones religiosas y en algunos movimiento juveniles. Agentes que se esfuerzan por
conocer las nuevas sensibilidades de la juventud.
Las características de la posmodernidad pueden ayudarnos a entender porqué las pastorales juveniles
con tendencias espiritualistas, que acentúan la conversión personal a partir de fuertes experiencias
religiosas con un alto impacto emocional, se expandieron por todos lados. Propuestas que responden
quizás a la necesidad sentida por muchas personas de encontrar lugares de acogida cálidos y
emotivos, el polo opuesto de las tendencias racionalistas de la pastoral juvenil de los años 60 y 70. El
problema de estas propuestas religiosas es cuando se quedan en la experiencia emotiva y no se
desarrollan procesos de formación serios ni se llega al compromiso social cristiano.
A nivel de las instancias eclesiales, la opción por los jóvenes hecha por los obispos de América Latina
en la Tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Puebla, 1979) y reasumida en la
última conferencia del Episcopado en Aparecida, Brasil, no ha terminado de ser una realidad visible. La
principal dificultad está en la falta de estabilidad en los asesores de pastoral juvenil en sus diferentes
niveles eclesiales y que las personas asignadas tiene varios cargos, teniendo en consecuencia, poco
tiempo para su desempeño como asesor juvenil.
Las orientaciones ofrecidas en la Cuarta Conferencia del Episcopado Latinoamericano (Santo
Domingo, 1992) nos invitan a asumir afectiva y efectivamente la opción preferencial por los jóvenes;
impulsando acciones, entre las que destacan precisamente, la formación y capacitación de asesores,
especialmente laicos, la promoción de la pastoral de adolescentes y la pastoral de los medios
específicos (Cfr SD 114 - 120). También destacan el acompañamiento en el proceso de madurez
afectiva, la formación de la conciencia crítica y el desarrollo de la capacidad de incidir en la realidad
donde adolescentes y jóvenes crecen, así como la necesidad de asumir la cultura juvenil, sus símbolos
y significados en las celebraciones de fe, entre otros.
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Seguimos escuchando constantemente de parte de las autoridades eclesiásticas el discurso de la
importancia de las y los jóvenes para la Iglesia, incluso hay una seria preocupación por la falta de
vocaciones para la vida consagrada, sin embargo esta preocupación no siempre se acompaña de
esfuerzos consistentes para destinar recursos humanos cualificados ni materiales para la atención
integral de adolescentes y jóvenes. Una pastoral juvenil organizada es generadora de vocaciones.
No obstante, los procesos grupales son acompañados por laicos y laicas, jóvenes y adultos que hacen
uso de su experiencia y la ponen al servicio de los grupos. El reconocimiento de este ministerio de la
asesoría laical, por parte de las estructuras eclesiales, es mínimo y por tanto las oportunidades que
formación y capacitación de que disponen son pocas. Estos asesores y asesoras se enfrentan con
frecuencia a la dificultad de que los materiales que llegan a sus manos, casi siempre pensados para
las realidades urbanas, terminan por no responder a las necesidades particulares de sus contextos,
dificultando aún más la seria tarea que tienen.
En los últimos cinco años ha crecido la conciencia de que el futuro de la pastoral juvenil se juega en la
formación de nuevos asesores y asesoras capacitados para responder con creatividad pastoral a los
retos que les presenta la cultura de los adolescentes y jóvenes de hoy. Es quizás este renglón una de
las tareas prioritarias y urgentes a asumir por las diócesis y provincias eclesiásticas. Esto nos lleva a
reconocer que no en todas las diócesis se cuenta con los recursos para responder a esta urgencia, la
tarea de la subsidiaridad entre las diócesis y los organismos nacionales de animación pastoral es un
camino necesario para superar entre otros, éste desafío.
Por otro lado es evidente que temas importantes para muchos y muchas jóvenes en nuestro país han
quedado de lado en las preocupaciones de la pastoral juvenil, tal es el caso del tema de la ecología y
de los derechos humanos, temas que según datos de la encuesta nacional de juventud 2005, están en
el interés de las y los jóvenes mexicanos.
Es precisamente en estos ámbitos donde los jóvenes de hoy muestran interés por participar, que son
temas totalmente incluidos en el magisterio de la Iglesia y que representan además una oportunidad
para entrar en diálogo con otros miles de jóvenes que no participan en experiencias de formación
religiosa. Ahí los jóvenes de la pastoral juvenil tienen la posibilidad de vivir su compromiso cristiano y
crear redes que ayuden a la construcción de un mundo más justo y fraterno.
La dimensión social de la pastoral juvenil en México es muy débil, la mayoría de los grupos no tienen
un apostolado social donde expresen su fe cristiana, su compromiso se queda a nivel litúrgico,
colectas y entrega de despensas. Como cristianos estamos invitados a ir hacia los marginados,
levantarlos e incluirlos a nuestra sociedad.
La realidad de la pastoral juvenil en México nos invita a profundizar en las nuevas culturas juveniles.
Conocer la realidad de los jóvenes es el primer paso para vislumbrar una renovación de nuestra
práctica pastoral y darle una dimensión social.
17
Texto 2
Características de los jóvenes actuales
 El valor del cuerpo y lo corporal, como lugar propio de encuentro y expresión. Ya que los
espacios públicos están controlados por las instituciones (la escuela, la policía o el gobierno)
los y las jóvenes han encontrado en el propio cuerpo un lugar para manifestar su
independencia y autonomía. De ahí la importancia de las perforaciones, del tatuaje, o de los
bailes que usan mucho de la expresión corporal. En este sentido, la práctica sexual o el uso de
drogas tienen un sentido lúdico, de encuentro y expresión relacionado con el cuerpo, que para
nosotros los adultos resulta difícil de entender.
 Esta generación de jóvenes, prefieren, por lo general, hablar de la experiencia y los
sentimientos, no les gustan los “rollos” (la palabrería de los adultos). Prefieren el lenguaje
simbólico, por ser más abierto y expresivo. Y aunque entiendan bien nuestros discursos
racionales, no les gusta hablar de conceptos y menos de discursos morales. Por lo general
prefieren el lenguaje no formal y las “malas palabras”.
 Valoran lo placentero y lo sentiente. Prefieren lo espontáneo, a lo planeado; lo relativo, a lo
absoluto. Les llaman más la atención los compromisos concretos y ceñidos en el tiempo, que
los compromisos de por vida y que suenan demasiado grandes y generales.
 Tienen una especial sensibilidad por lo religioso, por la oración más corporal y relacionada
con la naturaleza. Por las prácticas sencillas de fe que nacen del pueblo y por las nuevas
expresiones religiosas de corte más oriental.
 La autonomía y la libertad son valores esenciales en sus culturas. Quizás por eso toman
distancia de las instituciones sociales, de los partidos políticos, de la escuela, del gobierno o de
la Iglesia.
 Prefieren las relaciones horizontales y de igualdad. Aunque tienden a ser gregarios, son muy
sensibles a las expresiones concretas de solidaridad.
 Presentan una particular sensibilidad al respeto por el pensamiento ajeno, en donde se exige
que la verdad no se imponga por la fuerza, sino por el peso intrínseco de esa misma verdad.
 Tienden a establecer relaciones más igualitarias entre géneros, aunque se mantienen los
resabios de una sociedad de corte patriarcal. Y por lo general, las minorías con preferencias
sexuales distintas, tienen mejor acogida en el mundo juvenil que entre los adultos.
Revista Christus, num. 741, pp. 24-28
18
Las PRÁCTICAS pastorales ante las realidades juveniles (1)
Características del joven actual
Respuesta de una pastoral tradicional
Valoración del cuerpo y la sexualidad
Preferencia por la experiencia y de
los sentimientos
Valorización de los placentero
Oración corporal y contacto con la
naturaleza
Defensa de la autonomía y la libertad
Relaciones horizontales y de igualdad
Respeto por el pensamiento ajeno
Relaciones más igualitarias entre los
géneros
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Las prácticas pastorales ante las realidades juveniles (2)
Características del joven actual
¿Qué RIESGOS tenemos como Equipos Locales?
Valoración del cuerpo y la sexualidad
Preferencia por la experiencia y de
los sentimientos
Valorización de los placentero
Oración corporal y contacto con la
naturaleza
Defensa de la autonomía y la libertad
Relaciones horizontales y de igualdad
Respeto por el pensamiento ajeno
Relaciones más igualitarias entre los
géneros
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Las prácticas pastorales ante las realidades juveniles (3)
Características del joven actual
¿Qué RETOS tenemos como Equipos Locales?
Valoración del cuerpo y la sexualidad
Preferencia por la experiencia y de
los sentimientos
Valorización de los placentero
Oración corporal y contacto con la
naturaleza
Defensa de la autonomía y la libertad
Relaciones horizontales y de igualdad
Respeto por el pensamiento ajeno
Relaciones más igualitarias entre los
géneros
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Pistas para todo grupo juvenil
1. Tener un equipo promotor integrado por los coordinadores de cada grupo juvenil o jóvenes
interesados en desarrollar procesos juveniles. Es importante que sus integrantes sean jóvenes
carismáticos y los apoye algún asesor laico o religioso.
2. Tener un diagnóstico completo de las realidades juveniles de nuestra localidad.
3. Elaborar una planeación previa: qué queremos hacer, hasta dónde queremos llegar, establecer
los tiempos.
4. Planear las reuniones con anterioridad.
5. Hacer coincidir nuestros tiempos con los tiempos de los jóvenes.
6. Que las actividades respondan a sus necesidades, inquietudes y expectativas.
7. Saber integrar a los jóvenes nuevos, saber acogerlos.
8. Construir un ambiente de fraternidad.
9. Saber dar continuidad a los procesos.
10. Que el joven se sienta útil, que participe.
11. Evaluar el impacto de nuestro trabajo.
12. Tener métodos distintos para jóvenes distintos.
Para los grupos de jóvenes urbanos
1. Es necesario tener en cuenta que los jóvenes de la ciudad tienen múltiples ofertas donde
invertir su tiempo libre. El templo o capilla ya no es lugar atractivo para reunirse.
2. Es difícil convocar a jóvenes desde la institución parroquial, es mejor que los mismos jóvenes
convoquen e inviten a sus amigos y jóvenes cercanos. Son los propios jóvenes los que mejor
convocan.
3. Los jóvenes urbanos no tienen una vinculación directa al territorio. La ciudad facilita que
puedan reunirse jóvenes de distintas colonias.
4. Hay vida en los jóvenes, hay esperanza, hay deseos de nuevas experiencias. El joven está
buscando su espacio en la sociedad. Es un grupo social heterogéneo: culturas, identidades,
costumbres, creencias, etc.
5. La ciudad hace vivir al joven en el anonimato, lo reta a establecer vínculos afectivos y a tener
un protagonismo social. Es común encontrar a jóvenes en situaciones de depresión.
6. El joven se reúne en torno a actividades concretas, le resulta poco útil una reunión donde sólo
va a reflexionar. Es necesario respetar la identidad del grupo y no condicionar su participación
a ponerse nuestra “camiseta”.
7. Es necesario rescatar la noche, para el joven la noche es el espacio de libertad, de alegría, de
los sentimientos, de ser realmente quien es, de búsqueda, en fin, la noche es su espacio.
8. Ante la búsqueda de protagonismo es necesario que el joven vaya tomando mayor
responsabilidad en sus tareas.
9. El trato inicial de nuevos jóvenes es clave para atraer a nuevos miembros al área.
10. El joven actual muestra mayor sensibilidad a la cuestión artística: música, pintura, danza y
teatro.
11. Hacer actividades en el espacio público será una buena oportunidad para generar experiencias
que formen a los jóvenes.
22
Texto 3
Un Dios con Mayúsculas
Jorge Atilano González Candia S.J.
Introducción
Una parte fundamental para acercarnos a la espiritualidad Ignaciana es revisar nuestra imagen
de Dios para verificar si tiene los rasgos del Dios de Jesús. Con minúsculas hacemos referencia a las
imágenes incompletas de Dios, Jesús y el Espíritu Santo.
DIOS
dios con minúsculas
Concepto
Lejano
Sobrehumano
Templo
Rey / estático
Juez
Vs. Humano
Encarnado-Jesús
Dios con Mayúsculas
Experiencia
Cercano
Humanidad
Mundo
Obrero / dinámico
Misericordioso
Vs. Deshumanización
Encarnado-Jesús-Hombres-Mujeres
JESÚS
jesús con minúsculas
-Enviado a sufrir/padecer
-Se hace hombre
-Vino a anunciar a la Iglesia
-Perdonar los pecados (limpiar manchas)
-Realizó celebraciones solemnes donde
anunciaba la palabra de Dios.
-Exhorcismos para sacar el demonio
-Hombre divinizado
ESPÍRITU SANTO
espíritu santo con minúscula
-Cosa externa: llama de fuego/paloma
-Espiritual vs. Carnal
-Estado de tranquilidad / pasividad
-Buen comportamiento moral
-Presente sólo en los sacramentos
Jesús con Mayúsculas
-Enviado a salvar (vida en abundancia)
-Se hace hombre pobre
-Vino a anunciar el Reino de Dios
-Incluir a los despreciados (sanaciones, banquetes,
expulsión de demonios)
-Comidas como signo del Reino de Dios donde se
reincorpora a los marginados
-Dignificar a los enfermos, pobres, pecadores.
-Dios humanizado
Espíritu Santo con Mayúscula
-Movimientos del corazón
-Abarca toda la persona
-Sentido, rumbo, fuerza
-Construir del Reino de Dios
-Presente en todo aquello que nos hace crecer en
fe, esperanza y caridad.
Para Ignacio de Loyola Dios es alguien que está trabajando para animar a la humanidad a construir
una casa donde quepamos todos y todas. Es un Dios en movimiento, que conduce a la persona hacia
la plenitud de vida, solo hace falta escucharlo, estar atento y dejarnos llevar por los movimientos
internos que nos dejan más fe, esperanza y caridad para llegar a ella.
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Texto 4
LA DISCIPLINA IGNACIANA
Jorge Atilano González Candia sj
Para descubrir a Dios en todas las cosas y dejarnos llevar por Él en nuestras decisiones, necesitamos
una disciplina. Le llamamos “disciplina ignaciana”, porque la retomamos de San Ignacio de Loyola, en
la disciplina que propone en sus ejercicios espirituales, para forjar la verdadera libertad que nos
conduzca a tomar las mejores decisiones en nuestra vida.
Hay tres elementos fundamentales en la disciplina ignaciana:
1. La oración
La oración es una disposición interna para descubrir la presencia del Espíritu en nuestra vida y
dejarnos conducir por Él, sabiendo que Dios nos guía hacia la vida plena, desde la historia. Hace uso
de todos nuestros sentidos para descubrir y experimentar ese Amor presente en todas las cosas. A
través de lo que vemos, oímos, olemos, tocamos y sentimos es como Dios se hace presente en
nuestro corazón y mueve nuestra voluntad.
Para Ignacio de Loyola, Dios es como un trabajador que se esmera en construir un hogar digno para
sus hijos e hijas. Dios es alguien que “labora por mí en todas la cosas creadas” y la oración ignaciana
se dirige a disponernos internamente para descubrir y experimentar el Amor del Padre, que trabaja por
nuestra plenitud.
Existe una actitud orante y una oración formal. La actitud orante tiene que ver con la contemplación en
la acción, el sorprenderte por el amor y la injusticia, estar atento a los signos de los tiempos. La
oración formal tiene que ver con un tiempo específico de silencio para establecer un diálogo con Dios y
la Historia.
Los pasos fundamentales para realizar una oración formal son:
a) Preparación. En la preparación trato de tranquilizarme. Se puede hacer escuchando música
suave, fijando la vista en un objeto de la habitación, mirando por la ventana, sintiendo los
latidos del corazón, paseando, etc. A medida que el corazón se va calmando, ir pensando
tranquilamente qué voy a hacer. Tengo que tener el material necesario para la oración, un texto
bíblico o algún texto espiritual. Y antes de empezar propiamente la oración realizo alguna
oración preparatoria donde pido que toda mi vida esté centrada en Jesús.
b) Desarrollo. En este momento realizo mi oración haciendo uso de alguna de las diferentes
maneras de orar: contemplación de una palabra, sintiendo a Dios en la respiración, meditación,
contemplación, aplicación de los sentidos, repetición, oración sobre la vida. Comienzo por cada
uno de los puntos de oración, considerando que la acción de Dios, y por tanto su liberación,
abarca toda mi persona: mis pensamientos, los sentidos, la manera de relacionarme con los
demás, con Dios, etc. Al final doy gracias a Dios por los frutos recibidos en este momento de
oración.
c) Examen de la oración. Realizo una evaluación de mi oración, para ver cómo fue mi
preparación, qué frutos tuve de la oración, qué me ha ayudado más, etc. Mucho ayuda hacerlo
por escrito.
24
2. El examen de conciencia
El examen de conciencia consiste en recuperar cómo me fue en el día. No es un momento para juzgar
mis actos, sino para tomar conciencia de ellos. El examen puede hacerse mentalmente, pero mucho
ayuda hacerlo por escrito. Se recomienda hacerse diario, o por lo menos una vez a la semana, al final
de la noche. Los pasos para realizar el examen de conciencia, recomendados por San Ignacio, son los
siguientes:
a) Pedir luz y gracia para descubrir a Dios en lo vivido
Sereno mi corazón para compartir lo vivido con un Amigo muy especial. Pido luz para conocer las
señales y la acción de Dios en este día. Recuerdo que Jesús dejó su Espíritu para llevar a la creación
a su plenitud, y restaurarla al modo del Creador.
b) Agradecer los dones del día
Hago un repaso de lo vivido en el día: actividades, experiencias, encuentros, trabajos, etc. Le doy
gracias por todo lo vivido y pienso en qué momentos sentí una mayor cercanía con Jesús. Por lo
experimentado internamente es como me puedo dar cuenta de esta cercanía: esperanza, entrega,
gratitud, servicio, libertad, etc. Estos movimientos internos vienen acompañados de invitaciones, trata
de ubicarlas y agradecerlas.
c) Reconocer fallas (lo que sentí, lo que hice, lo que pensé)
Pienso en los descuidos que no permitieron obtener mayores frutos en el día. Reconozco si hubo
alguna insensibilidad ante las necesidades que encontré en el camino. Asumo las fallas en la
construcción de la fraternidad y la justicia con los hermanos.
d) Si hubo fallas graves, hacer una oración de perdón
Pido perdón a quienes hoy ofendí. Doy mi perdón a quienes me lastimaron. Me doy a mí mismo el
perdón que Jesús me regala.
e) Hacer un propósito para cumplir con su gracia
Si hubo falla grave, veo la manera de corregirla para el día de mañana. Renuevo mi amistad y mi
deseo de amar y servir: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”. Le pido la bendición a María.
3. El Discernimiento de Espíritus
El discernimiento es simplemente “dejarse llevar” por el Espíritu, alcanzar la libertad necesaria para
dejarse conducir por Dios con la seguridad de que su modo es el mejor modo para nuestra realización
como seres humanos. El discernimiento es descubrir la fuerza de Dios (dinamismo de integración) y
del Mal (dinamismo de desintegración) en cada uno de nosotros. Discernir es conocer sus campos,
conocer dónde se asientan, conocer las tácticas que utilizan y sobre todo reconocer las reacciones
personales ante el buen y el mal impulso.
Discernir no es escoger entre el bien y el mal. Para esto ya están los mandamientos o el sentido
común, sino elegir siempre entre dos opciones buenas, entre un medio y otro medio más eficaz.
Discernir es estar con la mirada puesta en Cristo Jesús que muere y resucita y que me llama a
colaborar con su tarea, pero dentro de su propia lógica: la muerte que trae vida.
El discernimiento no es para deducir la Voluntad de Dios y sus proyectos para mí, hoy. Más bien, el
discernimiento nos dispone a reconocer en nuestros deseos y aspiraciones, aquéllos que pueden
atribuirse a Dios. Más aún, el discernimiento nos prepara a dar una respuesta personal e inédita a los
llamamientos del Evangelio, del Reino de Dios. Por tanto, el discernimiento es crear “nuestra”
25
respuesta –mía y de Dios-; es la creación común. El discernimiento nos aclara que no hay una
voluntad particular preestablecida para cada uno, sino una respuesta personal al deseo de Dios.
Dinámicas internas
El Buen Espíritu o dinámica de integración: proceso de humanización.
El Mal Espíritu o dinámica de desintegración: proceso de deshumanización.
Los impulsos que surgen del Buen Espíritu los denominamos “mociones” y con ello significamos todo
lo que lleva hacia Dios y su Reino. Las mociones son claridades o certezas que nos dejan con
esperanza y muestran el paso a dar en el seguimiento de Jesús. Por el contrario, denominamos “treta”
todo aquello que nos orienta en sentido opuesto: apartarnos de Dios y de su reinado. Las tretas
normalmente provienen de cosas buenas, pero que a la larga nos disminuyen en el seguimiento de
Jesús.
Estados Espirituales
Estos impulsos se vehiculan o se expresan en dos estados básicos: la consolación y la desolación.
La Consolación: es un estado de ánimo que me saca de mí mismo, me hace contemplar como parte
de un mundo; me impulsa a buscar el amor y la justicia junto con otros; me deja un mayor sentido de
vida y gusto de vivir; existe una alegría duradera y fuerza para enfrentar las dificultades. La
consolación da quietud, fuerza interior, claridad del proyecto de Dios, y una satisfacción profunda.
La Desolación: es un estado de ánimo que me centra en mí mismo, me hace perder el sentido de vida,
desvalorizando lo que soy, me deja sumido en una tristeza y desesperanza que me estruja. Tiene
alegrías efímeras. La desolación da todo lo contrario a la consolación: oscuridad interior, turbación,
inclinación a las cosas superficiales, baja nuestra esperanza, nos hallamos sin amor, con flojera y
tibieza.
Las Reglas básicas del discernimiento
Todo discernimiento se puede reducir a saber dar razón a esta doble pregunta:
¿Qué experimento?
¿A dónde me lleva?
El discernimiento consistirá en conservar la consolación, darle seguimiento a las mociones
(invitaciones) del Buen Espíritu que me muestra de distintas maneras y enfrentar las tretas (engaños)
del Mal Espíritu que pretenden paralizar mi compromiso con el Reino de Dios.
¿Qué hacer ante la consolación?
Ante la consolación del Señor, lo que toca es procurar agradecerla, y pedir que se interiorice en
nosotros el impulso que conlleva. Durante la consolación debemos renovar nuestros deseos
fundamentales y recordar el amor primero. Tomar fuerzas y prever qué hacer ante una próxima
desolación.
¿Qué hacer ante una desolación?
La desolación puede ser una prueba de Dios o puede provenir del Mal Espíritu.
Cuando hemos puesto todo lo que está de nuestra parte para vivir en la consolación y, sin embargo,
sentimos sequedad y vamos perdiendo sentido y rumbo en la vida, podemos decir que es una prueba
de Dios. La desolación, como prueba, puede darse por tres causas: por ser negligentes o tibios en la
vida del espíritu (oración, examen, discernimiento); para saber cuánto somos sin tanto consuelo
espiritual (seguir un compromiso incluso en la sequedad), o para comprender que la consolación es
gracia de Dios y nos la entrega cuando a Él así le parece.
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Sin embargo, cuando la desolación proviene del Mal Espíritu necesitamos seguir las siguientes
recomendaciones:
-No hacer mudanza de los propósitos anteriores.
-Por el contrario, hacer todo lo contario a las invitaciones del Mal Espíritu.
-Platicarlo con algún amigo que pueda ayudarnos, y no enredarnos más.
-Tener paciencia.
-Confianza en que el Señor tiene la última palabra.
-Revisar qué mecanismos personales están facilitando la desolación.
Un reflejo de la disciplina ignaciana será que tengas una libreta especial donde puedas escribir el
examen de la oración, el examen de conciencia y el discernimiento mensual.
27
Texto 5
Pedagogía Ignaciana
Gabriel Mendoza S.J.
Ciudad de México, 2003
Este texto pretende compartir con los coordinadores de las sesiones del diplomado lo que entendemos
por pedagogía ignaciana y apuntar algunas pistas para su aplicación en el trabajo con jóvenes. No se
trata de fijar un esquema para las sesiones, sino de compartir nuestra intuición de de la pertinencia de
la pedagogía ignaciana en el trabajo con jóvenes, de tal manera que cada coordinador pueda ir, si lo
ve conveniente, adaptándola y enriqueciéndola según sea necesario. Pero nos interesa ubicar la
propuesta en el contexto sociocultural actual.
1. Partir desde los cambios socioculturales
Partimos de la constatación de que en las últimas décadas se han dado cambios acelerados en las
representaciones sociales de los jóvenes. Actualmente, en el campo de las ciencias sociales, se
utilizan varios términos para caracterizar esta época, se habla de “Modernidad radicalizada” (Giddens),
“Segunda modernidad” o “modernización reflexiva” (Beck), “liberación o emergencia del sujeto”
(Touraine), y otros términos que actualmente se pretenden uni-abarcadores de la realidad:
mundialización, globalización y neoliberalismo. La coincidencia entre las distintas concepciones es que
se ha operado, efectivamente, un cambio en el seno mismo de la sociedad, pero que en cada contexto
tiene sus particularidades, ya que hay sociedades donde la modernidad no ha llegado y otras donde
convergen lo pre-moderno, con lo moderno y lo post-moderno; por tanto, toda generalización que
pretenda caracterizar la época no podrá evitar, fácilmente, el peligro de la arbitrariedad. Presentamos
la propuesta que dos autores hacen para mostrar, comparativamente, los cambios en la sociedad,
quizá podrían ayudarnos como punto de partida para nuestra propia caracterización de la época desde
los jóvenes con quienes trabajamos y nos den elementos para “inculturar” mejor la propuesta
pedagógica.
De una Política emancipatoria
Liberación de la vida social de las
trabas de la tradición y la costumbre
a una Política de la vida5
Decisiones políticas que derivan de la libertad de elección
y generan poder (entendido como capacidad
transformadora).
Creación de formas de vida moralmente justificables que
promoverán la realización del yo en circunstancias de
interdependencia global.
Reducción o eliminación de la
explotación, la desigualdad o la
opresión. Se interesa por la
distribución discriminadora de
poder/recursos.
Obedece a imperativos propuestos por Desarrolla propuestas morales relativas a la pregunta
la ética de la justicia, la igualdad y la
«¿cómo hemos de vivir?» en un orden postradicional y
participación.
sobre el transfondo de cuestiones existenciales.
5
A. Giddens, Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la época contemporánea, Península, Barcelona, 1995.
28
Del Actor social
Primacía de la esfera pública sobre la
privada.
Da peso a las ideologías, pathos de
lucha: la lucha de clases.
Ser etéreo compuesto de ideales
abstractos, con abnegación
revolucionaria y pura voluntad de
autorrealización en la poshistoria
inaugurada por la Revolución o la
Gran Huelga.
Centrado en lo político
a la Emergencia del sujeto6
Importancia capital de la vida privada, pero aspirando
articularla afirmar al sujeto con la esfera pública. Y ver lo
público desde las referencias concretas de lo privado.
Lo privado protege al sujeto contra un idealismo
desencarnado y revolucionario que se había vuelto
peligroso cuando la esperanza en futuros prometedores
intentaba transformarse en lógica de acción
El sujeto «tiene los pies en el suelo», es más «realista».
El sujeto está sólidamente anclado en la vida cotidiana.
Pérdida del carácter central de lo político. Cuestiones
como el sida, la vida familiar, la homosexualidad, la vida
religiosa, las relaciones de dominación hombre/mujer, en
lo privado… han pasado a ocupar el centro de la escena
y se han integrado en la vida política.
Este sujeto no es ni puramente egoísta o narcisista, como
afirma el liberalismo imperante, ni está totalmente
entregado a la causa colectiva y al idealismo de la virtud,
como pretendía cierta versión de la Ilustración.
2. Partir desde las identidades y culturas juveniles
Los cambios socioculturales originan a su vez diversos escenarios y tejidos sociales. Cada espacio
u escenario juvenil tiene sus propios matices y es necesario si se quiere inculturar una propuesta
pedagógica partir desde la identidad concreta de cada grupo u escenario juvenil. Apuntamos algunos
rasgos característicos del desplazamiento en la comprensión de las identidades juveniles en la
actualidad7:
 Del tiempo orientado en línea continua y proyectado hacia el progreso, al “aquí y ahora”, al
presente que debe ser experimentado en plenitud.
 De lo social construido como un orden donde tiene lugar una sociedad constituida por individuos
que buscan y acceden a una identidad, a la socialidad capaz de albergar los desordenes, la
pluralidad cambiante y las identificaciones de las personas.
 Del pensamiento lineal inspirado en una lógica binaria, al pensamiento plural y en mosaico, donde
la lógica sensible tiene un lugar significativo.
 Del paradigma político-económico de producción que promueve una visión óptica del mundo, al
paradigma estético que actualiza una visión táctil del mismo.
 De la significación y relevancia del sentido racional, a la posibilidad de albergar sentidos
enraizados en lo emocional.
6
A. Touraine/Farhad Khosrokhavar, A la búsqueda de sí mismo. Diálogo sobre el sujeto, Paidós, Barcelona, 2002
7
Aquí seguimos a: Angélica Ma. Ocampo Talero, “Identidades y escenarios de agrupación juvenil”, en Pasos, No. 95, DEI,
Costa Rica, 2001.
29

Del esquema pregunta-respuesta, al lenguaje en conversación que recoge comunicaciones
cotidianas en todas las direcciones posibles.
Desde estos rasgos generales hay que estar atento a los escenarios culturales concretos, a las
realidades juveniles locales. Aquí también es necesario aplicar la consigna: Pensamiento global,
acción local. Pero en una dialéctica que implique, pensar lo local actuando globalmente. Esto significa
que debemos estar atentos a los referentes generales desde donde leer la experiencia de construcción
de lo juvenil, sabiendo que los contenidos son específicos a cada contexto particular. Los escenarios
culturales en los que emerge la experiencia juvenil son múltiples y heterogéneos, razón por la cual se
hace necesaria una aproximación a los contextos cotidianos de los hombres y las mujeres jóvenes
para, desde allí, recuperar los discursos y las prácticas sociales y procesos desde los cuales se
construyen sus distintas identidades.
Las investigaciones en torno a los escenarios culturales de agrupación juvenil destacan cuatro
rasgos comunes que llevan a los jóvenes a hacer grupo, banda, pandilla o comunidad:
Búsqueda de relaciones con otros.
Búsqueda de experiencias nuevas con sentido
Búsqueda de una imagen social diferente
Búsqueda de reconocimiento.
Para potenciar estos intereses de los jóvenes es necesario, según la autora que estamos
siguiendo aquí: implica una valoración de los saberes y las potencialidades juveniles; el
reconocimiento de sus búsquedas, necesidades y sueños; una mirada más centrada en sus fortalezas
que en sus carencias y limitaciones, aunque también es pertinente considerarlas. Implica, para los
promotores de trabajo juvenil, ocupar un lugar de acompañamiento activo, más que de dirección, sin
que ello conlleve una pérdida del lugar y de la perspectiva de su contribución. Implica un conocimiento
de los contextos donde transcurren las vidas de los y las jóvenes, y el disfrute de las actividades que
se comparte con ellos.
3. Aportes desde la pedagogía ignaciana
Consideramos que la pedagogía ignaciana, por su apertura y sensibilidad, es una mediación
privilegiada para potenciar la formación de los jóvenes desde sus contextos culturales. Apuntamos
algunos rasgos generales de los presupuestos de la pedagogía ignaciana que brotan de la experiencia
personal de Ignacio de Loyola.
A) La imagen de Dios: Afirma la realidad del mundo y ayuda a la formación integral de la persona
dentro de la comunidad humana. Para Ignacio es una imagen transformadora de la sociedad y
trascendente de la persona y de la historia (el Reino).
B) La libertad humana: Ignacio habla de una libertad radical, pues la persona está llamada a ser
libre para trabajar en pro de la felicidad verdadera. De ahí el interés individual por cada
persona, la importancia de la experiencia personal.
C) Seguimiento de Jesús: La visión de Ignacio está centrada en la persona histórica de
Jesucristo, modelo de vida humana por su respuesta total al amor de Dios en la solidaridad con
los demás.
D) La acción: Ignacio impulsa el compromiso total y activo de los hombres y mujeres para actuar
contemplativamente en la transformación del mundo real, desde la familia, la profesión, el
barrio, la esquina, hasta las estructuras sociales.
30
E) El «magis»: La preocupación constante de Ignacio fue el mayor servicio a Dios, que se traduce
aquí como la mayor apertura y compromiso con Dios en el servicio a los demás, en pluralidad y
diversidad, con un servicio concreto por los pobres.
F) La comunidad: Ignacio compartió con otros compañeros su experiencia espiritual y humana.
La pedagogía ignaciana busca crear comunidades de solidaridad entre los jóvenes, donde se
generen nuevas formas de relaciones entre ellos y con otros sectores y generaciones.
G) El discernimiento: Ignacio y sus seguidores tomaban decisiones a través de un proceso de
discernimiento personal y comunitario, realizado siempre en un contexto de oración. Esto
significa promover la reflexión y evaluación de modo creativo entre los jóvenes para lograr que
vayan adquiriendo esquemas personales que les puedan servir en futuras situaciones y
circunstancias, es decir que puedan asumir el rumbo de su propia vida con libertad y
responsabilidad8.
MODELO PRÁCTICO DE LA PEDAGOGÍA IGNACIANA9
Estas cinco etapas o pasos del modelo pedagógico pueden ayudarnos para el diseño creativo de las
sesiones del diplomado y para el proceso de formación en escenarios culturales de agrupación juvenil.
1. Contextualizar la realidad: Es decir situar en su circunstancia al sujeto y aquel aspecto de la
realidad que se quiere experimentar, conocer, apropiar y transformar. Se trata de un ejercicio
en el que priman los lenguajes que activan la imaginación y la capacidad de reconstruir y
visualizar el lugar y las circunstancias, donde se produjeron o se producen los hechos y
actuaron y actúan sus protagonistas. Se trata de contextualizar personal, social e
históricamente nuestra realidad. Implica estar atentos a las sensaciones, emociones,
sentimientos, intuiciones, discursos y razonamientos de los participantes.
2. Experimentar: Nos referimos a facilitar la apertura radical de la persona a toda la realidad. Es
toda forma de percepción tanto interna como externa. No se trata de explicar racionalmente
sino de apertura a la realidad por lo “sentidos”: ver, oír, oler, gustar, y tocar, además del propio
sentir interno de sí mismo, surgido de esas mismas sensaciones externas, de la memoria, la
imaginación y la afectividad. La intención es aprovechar y desarrollar la capacidad de percibir la
realidad y lo que en ella ocurre, de ponernos en contacto con ella.
3. Reflexionar: Es el lugar donde se da propiamente la apropiación del mundo, donde se
pregunta qué es lo que se ha vivido en la experiencia, cuál es su significado, qué relación tiene
con cada una de las dimensiones de nuestra vida y de la propia situación. Se trata de entender
y juzgar sobre la experiencia para favorecer una reflexión crítica constructiva de la realidad
personal, social e histórica.
4. Actuar: El aporte decisivo de la pedagogía ignaciana consiste en desafiar a los jóvenes a
asumir una postura personal frente a la realidad personal, social e histórica, y actuar en
coherencia con ella. La acción es entendida como la manifestación operativa de una decisión
8
Cfr. La pedagogía ignaciana hoy. Introducción histórica y pedagógica a las “Características de la educación de la Compañía
de Jesús (1986)”.
9
Aportes para la implementación de la Pedagogía Ignaciana. Elaborado por los Delegados de Educación de América Latina.
1994.
31
libremente asumida para la transformación de la persona, de las relaciones sociales y de la
realidad histórica en la que vive. Este cuarto punto tiene dos operaciones: la decisión, que
implica el discernimiento y la ponderación del rumbo que se le quiere dar a la propia vida; y la
operacionalización, es decir, la puesta en práctica de la elección procurando los medios,
modos y tiempos que le permitan efectivamente actuar, asumiendo actitudes y conductas
conscientes y consecuentes con su elección. Se trataría de una acción deseada y libremente
elegida por el individuo.
5. Evaluar: Se recomiendan dos partes: a) revisión del proceso, ver restrospectivamente y
ponderar la interrelación dinámica de contenidos, actividades e instrumentos en el proceso, y
en cada uno de los participantes en relación a la eficiencia y eficacia para conseguir los fines y
buscar elementos que mejoren esos procesos; b) ponderación y pertinencia de los
resultados, se pide examinar detenidamente si los procesos promueven y consiguen los
objetivos deseados de la sesión o del conjunto del proceso; y, en última instancia si está
favoreciendo la configuración de jóvenes comprometidos en su fe con la justicia y son hombres
y mujeres con-otros para los demás.
En la pedagogía ignaciana los jóvenes son actores y sujetos de su formación. El promotor es
acompañante y compañero que facilita la experiencia. La pedagogía ignaciana es activa y participativa.
Ignacio no da contenidos que el ejercitante tenga que aprender; el ejercitante aprehende lo que
descubre y experimenta en sus ejercicios. La propuesta está abierta a la creatividad de cada
acompañante. La propuesta, finalmente, quiere poner énfasis en la experiencia existencial de la
persona en el mundo y que descubra por ella misma la mejor manera de estar humanamente en un
mundo más humanizado.
32
Texto 6
El acompañamiento grupal desde
la Espiritualidad Ignaciana
Jorge Atilano González Candia sj
La fuente principal de una metodología de acompañamiento personal y grupal desde la
espiritualidad ignaciana se encuentra en la experiencia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de
Loyola. Si la finalidad de los EE consiste en ordenar los afectos para buscar y hallar la voluntad de
Dios, es decir, construir una libertad que me permita elegir por lo que me conduce a la Mayor Gloria de
Dios, esta será la meta en todo proceso de acompañamiento ignaciano.
¿Qué no es el acompañamiento?
El acompañamiento no es una terapia.
No es una consulta particular.
No es una confesión.
No es un encuentro entre amigos.
No es un adoctrinamiento.
No puede ser algo obligado.
¿Qué es el acompañamiento?
El acompañamiento espiritual es un proceso de escucha, confianza, misericordia, paciencia y respecto,
donde se ayuda a una persona a encontrarse con el Dios de Jesús. Entramos a la dimensión
trascendental de la personal, es decir, ver más allá de su realidad personal para descubrir el nuevo
sentido que le dan los otros y lo Otro en su vida. El acompañante pretende que la persona
acompañada se deje conducir por Dios hacia la vida plena (Juan 10, 10).
El acompañamiento pretende ayudar a la persona a destrabar aquellos elementos que no le ayudan a
encontrarse con el Dios de Jesús, y descubrir las invitaciones que le hace en cada acontecimiento de
su historia. Se trata de ayudar al joven a tomar la vida en sus manos para descubrir el amor en su
historia y animarlo a tener una vida de servicio como camino de plenitud mostrado por Jesús de
Nazaret.
¿Qué es un acompañamiento grupal?
Normalmente el acompañamiento grupal lo confundimos con la animación grupal, donde la persona
que coordina aprende a realizar distintas dinámicas grupales, impartir temas de interés para los
jóvenes y planear actividades de manera conjunta. Esto es una parte fundamental para la vida de un
grupo de jóvenes, pero el acompañamiento grupal ignaciano dirige sus energías en la conducción del
grupo hacia un encuentro con el Dios de Jesús al modo de Ignacio de Loyola.
El acompañamiento grupal ignaciano estará centrado en la creación de condiciones que permitan a un
grupo juvenil (1) centrarse en la persona de Jesús, (2) orar, (3) examinarse y (4) discernir juntos. El
acompañamiento se encamina hacia la puesta en común del discernimiento personal y la realización
de un discernimiento comunitario de la respuesta amorosa que darán ante la realidad de su localidad.
Cuando un grupo sea capaz de realizar un discernimiento de su respuesta ante la historia desde una
dimensión creyente, podemos decir que es un grupo ignaciano.
El acompañamiento estará dirigido a la preparación de los integrantes del grupo de jóvenes a la
vivencia de los Ejercicios Espirituales. Las condiciones que necesita una persona para vivir el silencio
orante de los EE será un buen criterio para saber cómo ayudar al joven en su proceso personal.
33
Las dimensiones que pueden trabajarse en un joven para prepararse a la profundización del encuentro
con el Dios de Jesús, son las siguientes:
La comunidad de amigos: fortalecer los lazos de amistad de tal manera que la experiencia del grupo,
por su intensidad en el amor, se convierta en una experiencia fundamente. La amistad que establezca
el joven con sus compañeros de grupo ayudará a la comprensión del Dios de Jesús, un Dios amoroso
que se hace presente aquí y ahora.
El crecimiento personal: las amistades en el grupo servirán al joven para conocerse desde otras
perspectivas y tener una experiencia amorosa que le permita ver con mayor claridad el paso de Dios
(Amor) en su historia. La comunidad de amigos favorecerá el crecimiento en la estima, la sanación de
heridas y descubrir el manantial de vida, todo por la experiencia amorosa que pueda vivir dentro del
grupo. También tendrá la fuerza para resolver conflictos personales y familiares, y ser más optimista
en la vida.
La proyección comunitaria: la alegría de vivir encontrar amigos y una nueva familia tiene que
compartirla con otros sino quiere que se convierta en una experiencia sectaria y destructiva. Mirar
hacia afuera será la mejor manera de entender lo que realmente es el amor. Las sensibilidades del
joven hacia el sufrimiento y el dolor serán importantes en este momento de confrontarlo con la historia.
Hacer la relación entre su soledad y el modelo de sociedad que vivimos será una clave para animarlos
a dar una palabra o realizar una acción ante una sociedad excluyente, clasista y generadora de sin
sentido.
El sentido de vida: el nuevo sentido de vida que encuentra a través de la experiencia grupal será la
mejor prueba de la existencia de Dios. Dios es experiencia de amor, de sentido, de libertad, de
esperanza, de fuerza, de lucha y de locura. El proceso formativo del grupo podrá desenmascarar las
imágenes falsas del dios todopoderoso, omnipotente, abstracto y lejano, para encontrarse con el Dios
de Jesús.
Por las dinámicas de exclusión generadas en nuestra sociedad, en los jóvenes existe un ansia de
encontrar un grupo de referencia con el cual sentirse identificado y saberse no solo sino parte de algo
mayor. Los vacíos que generan un estilo de vida centrado en el reconocimiento y la imagen hace a los
jóvenes más susceptibles para valorar la construcción de relaciones fraternas y el crecimiento personal
que pueda tener desde ahí. El verse capaz de generar esperanza y alegría en los olvidados de su
sociedad será motivo de placeres no antes experimentados. Hacer la relación de las nuevas
satisfacciones con un Dios vivo, que trabaja por mí en todas las cosas creadas, será ocasión de volver
a creer en Dios y ubicar a la persona de Jesús en sus referentes de vida.
Aportes al acompañamiento grupal a partir de los EE de San Ignacio
EE 1. Un acompañamiento ignaciano pretende que la persona ordene sus afectos para buscar y hallar
la voluntad de Dios. El acompañamiento grupal buscará que sus integrantes aprendan a orar,
examinarse y discernir para descubrir su historia amorosa y dejarse llevar por las invitaciones que Dios
le hace en su vida. La experiencia amorosa del grupo puede ser el vehículo para recuperar la historia
amorosa de los integrantes que les anime a ordenar afectos y así responder a las invitaciones de Dios.
EE 2. Es de más gusto y fruto espiritual que la persona por sí misma se de cuenta de las cosas y no
que quien lo acompaña se las haga saber. El acompañante tiene que aprender a realizar las preguntas
adecuadas que ayuden al grupo a reflexionar juntos y que cada uno alcance el fruto a lograr.
34
EE 3. Entrar al mundo de los afectos requiere de nosotros mayor reverencia que si nos quedáramos en
el mundo de la razón. El acompañante tiene que ayudar al grupo a guardar el respeto necesario para
que las personas puedan compartir sus sentimientos, mociones y tretas.
EE 18. Se necesita adaptar la materia según la disposición de las personas. El acompañante necesita
captar la sensibilidad del grupo para saber cómo crear las condiciones que permitan aumentar la
calidad de la reflexión, de la oración y el discernimiento. Y estar pendiente de los procesos personales
para saber en qué momento está cada integrante y dar algún material extra que pueda ayudarle más
en su situación personal.
EE 22. Todo buen cristiano ha de estar más atento a salvar la proposición del prójimo que a
condenarla. Ante la diferencia o la dificultad del acompañante con algún integrante del grupo, necesita
primero tener las razones del porqué el joven actuó de esa manera y corregirlo con amor, y sino
entiende, buscar los medios convenientes para que lo entienda y se corrija.
EE 24. El examen de conciencia ayudará a descubrir los beneficios recibidos por Dios durante el día y
corregir fallas. El grupo necesita enseñar y animar al joven a realizar el examen de conciencia, no
como juicio a sus actos, sino como una sistematización de la historia amorosa que Dios entrega día
con día. La reflexión del grupo necesita estar relacionada con la vida ordinaria del joven.
EE 46. Los pasos de la oración ignaciana: oración preparatoria, composición de lugar, petición del
fruto, puntos, coloquio y examen de la oración. Para realizar un tema en el grupo es necesario saber
ambientar, tener claridad del fruto a buscar, realizar el tema y evaluar para saber si logramos o no
logramos el fruto. Darle dirección a nuestros temas y evaluar los frutos nos dará la clave de verificar el
crecimiento personal y grupal.
La experiencia de quienes vivan los EE será un testimonio para animar a otros a prepararse para esta
experiencia. Y un buen fruto de los Ejercicios Espirituales se verá en el compromiso que la persona
tenga con los necesitados de su localidad como testimonio de la acción de Dios en su vida.
35
Texto 7
Claves del acompañamiento espiritual
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
1. De la Dirección al Acompañamiento Espiritual
La evolución que se ha vivido en la relación de ayuda espiritual en los últimos años, ha enfatizado la
palabra acompañamiento sobre la tradicional dirección espiritual. Con ello se ha querido disminuir la
fuerza autoritaria y paternalista que tenía la dirección y se ha buscado un término que refleje una
relación más igualitaria y fraterna. Ya no hay un dirigido que obedece y un director que manda y señala
los rumbos que se deben seguir al pie de la letra.
El acompañamiento espiritual supone relaciones más cercanas que permiten el surgimiento de la
amistad, el afecto y la reciprocidad. Uno va caminando con una orientación, con un rumbo, con un
propósito en la vida y en esta marcha se establece una relación de confianza con alguien que se
convierte en compañero de camino al estilo del que propone san Lucas en el pasaje de los discípulos
de Emaús (Cfr. Lucas 24, 13-35).
Con el fin de ofrecer una reflexión sobre las claves del Acompañamiento espiritual (en adelante AE),
vamos a presentar tres poesías de Benjamín González Buelta, S.J. y a ofrecer una serie de
comentarios que irán señalando las características propias de la relación que se establece entre un
acompañante y un acompañado espiritual:
2. Acoger una vida cerrada
"En el camino, tierra pisada,
encontré una semilla rara,
acerada cáscara brillante,
cerrada sobre sí misma,
hermética defensa,
seguro el gesto,
certera la palabra,
todas sus costuras bien selladas.
por el misterio de la tierra,
del cariño del sol alegre,
y del respeto de la noche.
Y brotó su identidad más escondida.
Verdes hojas primero, temblorosas,
asomándose al borde de la tierra
recién resquebrajada.
Pero al fin se afianzó de vida esperanzada.
Para saber quién era
y hacer vida su secreto estéril,
abandoné la curiosidad del niño
que revienta su juguete,
o la del sabio bisturí que disecciona
y aprende de la muerte,
o la pregunta experta
calculada como un lazo
que atrapa el paso confiado.
Al verla toda ella,
renacida al pleno sol,
con su melena de hojas
a todos los vientos desplegada,
supimos al fin quién era
todo su secreto vivo, suyo y libre".
(Benjamín González Buelta, S.J., La
Transparencia del Barro, Salmos en el camino
del pobre, Sal Terrae, Santander, 1989, 2425).
La enterré en el mejor rincón
de mi jardín sin alambradas,
la dejé abrazada
36
En primero lugar hay que destacar que el encuentro con el otro es siempre el encuentro con
un misterio; cada persona contiene en sí mismo el secreto de su propia vida que el acompañante
espiritual debe tratar de ayudar a descubrir, no tanto para sí mismo, sino para el mismo otro. Debe
ser un intento delicado, respetuoso, paciente. Es normal que la persona que pide ser acompañada
tenga miedo de descubrirse a sí misma o de ser descubierta por otro. Cada persona guarda el tesoro
de su vida en la intimidad de su corazón y normalmente no es fácil acceder a ese umbral del misterio
de cada uno.
La persona que se acerca a nosotros, viene con su propia seguridad y con el deseo sincero de
conocerse un poco más a sí misma. Pero esto no significa que sea un proceso fácil y automático.
Habrá que ayudarla a ir bajando las defensas y afrontando su propia realidad con confianza y
seguridad. Por tanto, sugiere este poema, es importante abandonar la curiosidad del niño que
revienta su juguete para saber cómo está hecho; el peligro de esta curiosidad infantil es que una vez
desbaratado el juguete, seamos incapaces de volver a armarlo y nos quedamos sin el juguete y sin
saber tampoco cómo funciona.
Por otra parte, hay que abandonar la actitud fría del cirujano que abre la interioridad de la otra
persona con un sabio bisturí y logra entender todos los sistemas que funcionan en su interior y los
que están fallando; esta actitud, supone la muerte de la persona que tenemos delante; el bisturí
aprende sólo del cadáver del otro y no es capaz de entender al otro como un organismo vivo que
tiene su propia lógica de funcionamiento.
Por último, también hay que abandonar la actitud psicologista, que lanza preguntas expertas para
atrapar el paso confiado de la persona que busca nuestro acompañamiento. No podemos
fundamentar la relación de acompañamiento en la sospecha y en la suposición de que hay más cosas
detrás que no conocemos y que, en último término, son la explicación de los comportamientos y
conflictos de la persona que acompañamos.
Todas estas actitudes tienen en común la falta de respeto a ese misterio que es el otro. Sólo
evitando estas actitudes se podrá desvelar la identidad profunda de cada uno; sólo con la espera
paciente, con el cariño, con el respeto profundo, podrá el otro ser él mismo y podrá saber él mismo
quién es.
La labor del acompañante espiritual puede compararse con lo que realiza el agricultor al
sembrar la semilla en el campo; él no es dueño de la información genética que tiene en sí misma la
semilla y que la puede llevar a dar un fruto abundante. El agricultor sabe esperar y respetar el ritmo
de crecimiento de la semilla. Tiene, eso sí, la misión de ofrecer las condiciones para que la semilla,
por sí misma, y como respuesta al amor de Dios, pueda desplegar todas sus potencialidades y
termine creciendo y multiplicándose, para obedecer al Dios creador que sigue trabajando
inmediatamente en cada una de sus creaturas.
Una vez la persona ha descubierto su propia identidad, en la comunicación con Dios, se habrá
revelado, para sí mismo y para su acompañante, la verdad escondida de su vida; un secreto vivo,
suyo y libre.
37
3. Encuentro sin trampa
Presentamos ahora un segundo texto se refiere más a la actitud que sigue a este proceso lento y
cuidadoso de desvelamiento:
“No quiero que mi casa
sea de una sola puerta,
entrada sin salida
como una trampa
para cazar ciguas palmeras.
Me molesta el olor
del hierro al rojo
quemando la piel
temblorosa
de la becerra atada,
tatuaje de propiedad,
cicatriz creciendo hasta la muerte.
Encontré el filón de oro
escondido en el fondo de la mina
abandonada a la voracidad de la selva,
y me fui sin querer ser propietario del oro
y de su sonrisa estrenada.
Quien llegue a mí,
que entre y salga cuando quiera,
que se pasee por los caminos
sin sello de esclavitud sobre la piel,
que no explote su oro
con ganancias a medias.
Sólo me queda este rincón y este silencio
donde la brisa tiene que estar pasando
para que sea libre y fresca,
donde el agua tiene que estar corriendo
para que sea limpia y nueva.
Sólo me quede este silencio
donde yo siento que todo pasa
y todo lo Nuevo llega".
(Benjamín González Buelta, S.J., La
Transparencia del Barro, Salmos en el camino
del pobre, Sal Terrae, Santander, 1989, 26).
38
La relación que se establece entre el acompañante y el acompañado no es una relación de
propiedad; ni se debe mantener una dependencia eterna. Debe ser una relación de libertad en la que
el encuentro tenga no sólo el momento de la entrada, sino que también suponga la posibilidad de la
salida. El acompañado no debe sentirse esclavo ni deudor de lo que el acompañante le ha ayudado a
descubrir. El poema que acabamos de citar es muy explícito en este sentido.
Esto supone una madurez en la relación; el que es acompañado debe ser dueño de su persona
y de todo lo que ha ido descubriendo en la relación de acompañamiento. En ese sentido el
acompañante sirve de puente para que el acompañado se relacione con el Señor, que es lo
fundamental.
4. Señor de la justa cercanía
Terminamos con una parte de un tercer poema en el que se habla más de la relación que
establecemos con el Señor pero que, en cierto modo, podemos aplicar a la relación de
acompañamiento espiritual:
"(...) Tú eres el Señor de la justa cercanía,
del sacramento necesario
que nos permite irnos haciendo,
sin tanto frío y noche
que quede crudo nuestro barro,
ni tanto sol y mediodía
que tu fuego nos calcine".
(Benjamín González Buelta, S.J., La Transparencia del Barro, Salmos en el camino del pobre, Sal
Terrae, Santander, 1989, 115).
La relación que se establece entre el acompañado y el acompañante es de libertad; esto
supone una justa cercanía; ni tan cerca que no deje crecer y agobie al otro quitándole su propia
libertad; ni tan lejana que no le ayude a ir caminando en su relación con el Señor. Llegar a saber
reconocer cuál es esta justa cercanía será una labor bien difícil que sólo irá dando la experiencia. Es
muy importante revisar frecuentemente cuál es la posición que estamos asumiendo como
acompañantes; incluso se puede buscar el reflejo de otros que puedan dar una visión más objetiva.
Resumiendo este punto, podemos decir que la relación debe ser de libertad, de respeto, de
ayuda. Y que nunca se debe perder de vista que la función fundamental del acompañante espiritual es
que "dexe inmediate obrar al Criador con la criatura, y a la criatura con su Criador y Señor", como lo
propone san Ignacio en sus Ejercicios Espirituales (EE 15).
5. Acompañar la experiencia de Dios
Lo que distingue el acompañamiento espiritual de otras formas de relación de ayuda o de terapias es
que el foco de atención es la experiencia de Dios. Este es el factor integrador que unifica a toda la
persona, su historia personal y la vida que vive en el mundo. Así, la pregunta clave del
acompañamiento espiritual es: ¿Dónde está Dios?
39
El interés de la relación del acompañamiento es lo que pasa en la persona cuando, de manera
consciente, se pone en presencia de Dios. Lo central es, entonces, la experiencia espiritual de la
persona que busca el acompañamiento.
De allí que el examen de la oración tenga una importancia capital, lo mismo que los exámenes
del día: sin ellos no podemos hacer conscientes las mociones y los impulsos del Espíritu, que son los
que nos guían en toda nuestra vida y nos enseñan el camino por el que Dios, en concreto, nos quiere
ir llevando.
Hay que estar muy atentos a dos cosas:
 ¿Qué se experimenta? (en clave consolación/desolación).
 ¿Cuál es el derrotero? ¿A qué nos conduce esa experiencia? ¿A qué impulsa? (en clave
moción/tentación).
Las mociones son, pues, lo central del acompañamiento. Por la percepción de las mismas y la
puesta en práctica de ellas, nos ponemos en movimiento, en un proceso de seguimiento. Por el hábito
continuo de hacerlas conscientes, aprendemos a discernir cuáles vienen de Dios y cuáles no
(tentaciones o tretas). Esto nos lleva, con el correr del tiempo, a ser «contemplativos en la acción», es
decir, a vivir una espiritualidad en la que podamos encontrar a Dios en todas las cosas y a todas las
cosas en El. Lo que se busca es vivir con una fidelidad creativa nuestra vocación de servicio a Dios y a
quienes nos requieren y necesitan.
Se supone, entonces, una continuidad fiel en la oración, en los exámenes, y en la práctica
sacramental (Eucaristía –centro de nuestra vida– y Reconciliación, celebración de la continua
conversión). Al mismo tiempo es necesario estar atentos a la vida diaria, a nuestra historia, lugar del
encuentro con el Dios vivo e interpelante.
Al hablar de lo central de acompañamiento espiritual no se excluye que la relación verse, como
es natural, sobre muchos otros aspectos de la vida. Más aún, que éstos estén también presentes
garantiza que la relación sea amplia y espontánea y no rígida y estereotipada.
6. Algunas reglas básicas (mínimas) para un acompañante
 Un buen acompañante escucha mucho y habla poco. Escuchar con atención, con compasión. El
escuchar compasivo es muy activo. Hoy día un acompañante espiritual que habla mucho debería
preguntarse qué necesidad es esa que tiene de hablar tanto.
 No debes suponer que sabes o entiendes lo que la otra persona te está comunicando: siempre
pregunta. Aún cuando creas que tienes la intuición clave, en vez de decírselo a la persona, ayúdala a
que ella misma lo descubra. Preguntar siempre: ¿Te parece? ¿Te entiendo bien cuando dices...?
 No debes dar consejos, ni regañar, ni juzgar. Ni tampoco predicar. No dar consejos porque al fin y
al cabo la gente hace lo que quiere y puede; lo que sí se puede es ayudar a buscar salidas, pero que las
respuestas, las posibles soluciones vayan siendo descubiertas por la persona que es la que sabe sus
posibilidades. Regañar rompe las relaciones. ¿Quién soy yo para juzgar al otro? Tratar de acoger a la
persona ahí donde está: con sus sentimientos, con su dolor, con toda su rabia. Lo que intentas hacer no
es resolver el problema a la persona, sino acompañarla en su crecimiento, en su camino de encuentro
con Dios y en su propio discernimiento personal.
40
 Ayuda a tomar conciencia de lo que pasa. Es importante ir ayudando a la persona, mediante
preguntas apropiadas, para que ella misma caiga en la cuenta de lo que está sucediendo en su vida. Si
le dices lo que le pasa, entonces, le quitas responsabilidad. Cuando le dices a otro lo que le pasa, estás
tomando las riendas de su vida. La base del proceso de crecimiento personal es la toma de conciencia
de lo que le sucede a cada uno.
 Conócete a ti mismo, tus cualidades, tus límites. ¿Qué has ido aprendiendo de ti mismo en la
relación de acompañamiento? ¿Cuánto inviertes emocionalmente en esta relación? Vale la pena tomar
un momento después de la entrevista para ver qué te pasó en la sesión, o escribir tus sensaciones. Lo
que te sucede como acompañante en la sesión puede iluminar la problemática del acompañado.
 Sólo puede ser buen acompañante quien ha sabido dejarse acompañar. No puedes olvidar que la
ayuda que puedes prestar a otros dependerá de la profundidad de tu propia vida. Es necesario
confrontar con otro lo que tú mismo sientes y vives en tus propios conflictos y procesos de crecimiento
personal para hacerse capaz de ayudar a otros también a crecer sin dejar que tus procesos interfieran
en la ayuda que prestas.
 Aprende a manejar las transferencias y contratransferencias. La persona a la que estás ayudando
te transfiere (proyecta) cosas que no son tuyas. Por ejemplo, si un muchacho tiene problemas serios con
la figura de autoridad, o mucha agresividad hacia la figura paterna, o tuvo una relación muy conflictiva
con su padre, es posible que te transfiera ese conflicto a ti, como acompañante espiritual. Es importante
tomar conciencia de lo que está sucediendo porque además, tu como acompañante espiritual,
experimentarás también sentimientos hacia el acompañado que no siempre corresponderán a la
persona que tienes delante (contratransferencias). Estas situaciones se hacen más difíciles en la
formación porque el acompañante espiritual convive diariamente con sus acompañados y en muchas
ocasiones tiene que cumplir también la función de autoridad en la comunidad.
 Debes mantener la sintonía con Dios. Para poder escuchar la experiencia de Dios que otra
persona te relata, se requiere estar en sintonía con el Señor en la propia vida. Un acompañante que no
ora con regularidad, difícilmente va a poder sintonizar espiritualmente con las personas que le piden su
ayuda.
 Confía en tus propias intuiciones. Escúchate a ti mismo, lo que vas percibiendo de la persona,
pues casi siempre acertarás. Esto no quiere decir que tengas que revelarle a la persona todo lo que ves;
mejor que ella misma lo vaya descubriendo en su propio proceso.
 Ten reverencia por las personas. Cada persona es una historia sagrada, es lugar donde Dios se
revela y se hace presente.
 Cultiva la actitud contemplativa. Es fomentar la atención al Otro. Ayudar a la persona a mirar más
allá de sí misma. La experiencia espiritual tiene que ver con la vida real, con la historia y con los
problemas del mundo.
7. Algunas preguntas que pueden ayudar a evaluar tu capacidad de escucha
 ¿Cuando estás escuchando logras dejar a un lado las ideas o problemas que estabas atendiendo o
que tendrás que atender después o te mantienes rumiando estos temas durante la entrevista?
 ¿Miras a la persona cuando te habla o procuras no mirar a los ojos para no intimidar ni sentirte
intimidado?
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 ¿Animas a la persona a hablar a través de tu lenguaje no verbal (sonrisa, movimiento de cabeza,
atención con todo tu cuerpo, etc.) o dejas que tu lenguaje no verbal transmita desinterés y
displicencia?
 ¿Procuras transmitir seguridad a la persona que habla contigo o transmites inseguridad con tus
preguntas y tus comentarios?
 ¿Piensas sobre lo que te están diciendo, intentando comprender y discernir lo que escuchas? ¿Por
qué la persona dice lo que dice o siente lo que siente?
 ¿Dejas que la persona que está ante ti termine lo que está intentando decir sin interrupciones o
sueles ‘ayudarle’ ofreciendo tus propios puntos de vista?
 ¿Escuchas, independientemente de la manera de hablar que tenga la persona o te distraes si la
persona utiliza un lenguaje o formas de expresión que no se acomodan a tu estilo?
 ¿Escuchas a la persona aunque ya supieras de antemano lo que te iban a decir, o interrumpes y te
adelantas a terminar la historia para no alargar la entrevista?
 ¿Interpelas a la persona para que se explique o para que aclare sus ideas, o no preguntas nunca
para que no se alargue más de la cuenta en su exposición?
 ¿Recapitulas a veces, tratando de reflexionar sobre lo que dijo la persona y le preguntas si
comprendiste e interpretaste bien lo escuchado?
 ¿Permites que la persona descubra por sí misma las posibilidades de su crecimiento o
acostumbras corregirla y mostrarle lo que debería percibir o experimentar?
 ¿Le ayudas a discernir y a descubrir las tendencias de los varios espíritus o tú le dices lo que vas
viendo sobre la acción de los espíritus en su interioridad?
 ¿Sueles hacer juicios morales sobre la persona?
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Texto 8
IDENTIDAD DEL
JOVEN IGNACIANO
La espiritualidad ignaciana responde a muchas interrogantes existenciales de la juventud actual; hace
puentes entre las búsquedas del joven y la persona de Jesús. Además, ayuda al conocimiento interno
de Jesús para más amarlo y seguirlo, y tiene en la diversidad uno de sus elementos esenciales. Quizá
por esto captamos muchos deseos de articularse en torno a esta espiritualidad en una gran variedad
de jóvenes citadinos, campesinos, indígenas, universitarios, graffiteros, colonos y profesionistas.
Quienes acompañamos los procesos juveniles ignacianos vemos la necesidad de clarificar la
identidad ignaciana y el perfil que buscamos en la juventud, desde diversidad de maneras de seguir a
Jesús de Nazaret. Presentamos “el modo nuestro de proceder” para los jóvenes ignacianos,
basándonos en las características del modo nuestro de proceder de la Compañía de Jesús en su
Decreto 26 de la Congregación General 34.
Advertimos que el mejor modo para conocer y apropiarse de una espiritualidad ignaciana lo
encontramos en la experiencia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola y la
inserción en lugares donde la vida se ve amenazada, disminuida o discriminada por una sociedad
centrada en el desarrollo económico. Animamos a los jóvenes a vivir estas dos experiencias como
pilares fundamentales para ser ignacianos.
Para vivir la identidad ignaciana en la cotidianidad de nuestra vida necesitamos una disciplina que
permita al joven estar apasionado por Dios e insertos en el mundo; atentos a los llamados que Jesús
nos hace desde la realidad; esta disciplina implica una vida orante, el examen de conciencia y el
discernimiento de manera periódica. Sin la apropiación de estos tres elementos es difícil vivir un
seguimiento de Jesús al modo de Ignacio de Loyola. Seguir esta disciplina nos conducirá ser “un fuego
que encienda otros fuegos” (Decreto 1 C.G. 35).
Presentamos ocho características del joven ignaciano:
1. PROFUNDO AMOR PERSONAL A JESUCRISTO
El joven ignaciano busca centrar su vida en la persona de Jesús de Nazaret. Su modelo de referencia
para tomar decisiones está en el proyecto de Jesús. Cree que la manera de conocer la voluntad de
Dios es a través de la persona de Jesús; por eso tiene una vida de oración relacionada con lo cotidiano
que le permita conocer a Jesús, para más amarlo y seguirlo.
Ante un mundo seducido por la autorrealización egoísta, el éxito monetario, la acumulación de títulos o
la vida cómoda, nosotros creemos que la plenitud de vida la encontramos en el seguimiento de “Jesús
pobre y humilde”. Hay muchas maneras de vivir el seguimiento de Jesús, pero el modo ignaciano es
desde ese Jesús presente en los marginados por esta sociedad.
2. CONTEMPLATIVOS EN LA ACCIÓN
El Dios de Ignacio es el “Dios que trabaja y labora por mí en todas las cosas creadas sobre la faz de la
tierra, esto es, se comporta como uno que está trabajando” [E 236]. Es un Dios en movimiento, que
mueve el corazón de las personas y las conduce hacia la armonía, la hermandad y la justicia. Un Dios
que nos habla ante las realidades deshumanizantes para invitarnos a construir una nueva humanidad y
en ello darle mayor sentido, sabor y color a nuestra vida.
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El joven ignaciano está atento a todo lo que sucede a su alrededor para captar las invitaciones que
Dios le hace a través de la realidad familiar, los acontecimientos sociales, la situación política del país,
la problemática juvenil, etc. No se queda quieto ante las necesidades que se le presentan y está al
pendiente de las posibilidades que existen para realizar alguna acción solidaria.
3. UNA COMUNIDAD EN IGLESIA
La identidad ignaciana se expresa en una misión concreta a favor de los demás y tiene en la vida
comunitaria una de sus fundamentos para perseverar con alegría y esperanza en esa misión. La
capacidad de contemplar nos lleva a construir relaciones fraternas con quien tenemos a nuestro lado y
nos hace ser capaces de corregirnos con amor. No somos meramente compañeros de trabajo; somos
amigos y amigas en el Señor.
El joven ignaciano tiene un grupo de amigos en quienes compartir su fe, alimentar su esperanza y
crecer en caridad. La amistad en nombre del Señor nos da la fuerza para mantener encendido ese
fuego que deseamos compartir con otros. La vida de comunidad la construye en los distintos espacios
de su vida, no cabe en él una vida fragmentada que conduzca a vivir dobles vidas.
Como jóvenes ignacianos, nos sentimos parte de una comunidad mayor que es toda la Iglesia. Nos
alegra ver el trabajo de tantos sacerdotes, religios@s, laic@s comprometidos desde la fe en Jesús, y
nos duelen las incongruencias que también viven. Deseamos ser un signo de esperanza en nuestra
Iglesia y sociedad. Nos sentimos vinculados a la Compañía de Jesús, con sus obras y proyectos, con
sus sueños y limitaciones. Deseamos animarla a un mayor compromiso con la juventud y crecer juntos
en la respuesta que Dios nos pide ante la realidad de los jóvenes.
4. EN SOLIDARIDAD CON LOS MÁS NECESITADOS
El ignaciano no ambiciona una vida de lujos y placeres; no desea el reconocimiento social ni se centra
en sí mismo. Está convencido de tener una vida austera y ambiciona dar lo mejor de sí para construir
el Reino de Dios; es libre ante las críticas y sabe escuchar a las personas, convencido de que al
escucharlas tenemos la posibilidad de escuchar al Espíritu.
Ante la realidad de nuestro país y la diversidad de nuestros grupos o clases sociales, sea cual sea
nuestro ministerio, nos hacemos solidarios con los pobres. No sólo queremos acompañarlos, sino
aprender de ellos. Nos acercamos a ellos sabiendo que en ellos podemos descubrir los misterios de la
encarnación de Jesús y la acción del Espíritu.
5. COMPAÑERISMO CON OTROS
Como jóvenes ignacianos sabemos descubrir la presencia del Espíritu en jóvenes de otros
movimientos, grupos, clases sociales u otras religiones. Estas delimitaciones no pueden separar
nuestros deseos comunes de más vida y amor en nuestro mundo. El seguimiento de Jesús implica la
capacidad de encontrar en el otro las búsquedas genuinas que nos hermanan.
Manifestamos nuestro deseo de articularnos con todos aquellos jóvenes que quizá comparten nuestros
valores pero no nuestras creencias; deseamos unir nuestros esfuerzos con quienes buscan la paz, la
justicia, la fraternidad, la democracia en nuestro país y nuestro mundo. Hoy más que nunca nos
sentimos llamados a construir redes que hagan más visible nuestra esperanza en un mundo sombrío.
6. LLAMADOS A UN MINISTERIO INSTRUIDO
No tememos el uso de los medios para realizar la misión de Jesús. Queremos prepararnos, hacer uso
de los recursos humanos que tengamos a nuestro alcance; uso de la ciencia, las artes, la erudición,
sacar nuestra creatividad y nuestra pasión para hacer presente el Reino de Dios.
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Soñamos con tener una presencia en el país, dar una palabra ante las realidades que confunden a los
jóvenes que sirva de esperanza y luz para quienes desean una fe más encarnada y una Iglesia más
viva. Sabemos que tenemos que prepararnos para tener una mayor incidencia en la realidad de los
jóvenes y queremos hacerlo.
7. COMPAÑER@S ENVIAD@S, SIEMPRE DISPONIBLES PARA NUEVAS MISIONES
Queremos vivir en la indiferencia ignaciana, es decir, ser libres ante nuestros proyectos para que sea
Dios quien nos guíe. No queremos atarnos a una manera de responder a los jóvenes, en una manera
de hacer las cosas, sino estar siempre abiertos al cambio, a lo nuevo, a la propuesta de otros, a las
nuevas misiones.
Como Compañer@s de Jesús nos sentimos enviados por Dios para colaborar con la misión de Jesús,
atentos a las invitaciones que nos hace a través de la realidad para responder a las necesidades que
se vayan presentando.
8. SIEMPRE EN BUSCA DEL MAGIS
Ignacio de Loyola fue un peregrino en busca del magis, es decir, la búsqueda de la Mayor Gloria de
Dios. Se trata de dar lo mejor de nosotros y hacer lo mejor para tener una mayor incidencia en la
construcción del Reino de Dios. El magis es la búsqueda del bien más universal y los medios
apostólicos más efectivos. El espíritu ignaciano es contrario al conformismo y la mediocridad.
El Compañer@ de Jesús no está satisfecho con lo establecido, lo conocido, lo probado, lo ya
existente. Nos sentimos constantemente impulsados a descubrir, redefinir y alcanzar el magis. Para
nosotros, las fronteras y los límites no son obstáculos o términos, sino nuevos desafíos que encarar,
nuevas oportunidades por las que alegrarse.
Sensus Christi
Señor: meditando nuestro modo de proceder,
he descubierto que el ideal de nuestro modo de
proceder es el modo de proceder tuyo.
Dame, sobre todo, el “sensus Christi”…
Que yo pueda sentir con tus sentimientos.
Los sentimientos de tu Corazón
con que amabas al padre y a los hombres.
Enséñame a ser comprensivo con los que sufren:
con los pobres,
con los leprosos,
con los ciegos,
con los paralíticos.
Enséñanos tu modo para que sea nuestro modo
en el día de hoy y podamos realizar
el ideal de Ignacio: ser compañeros tuyos,
“alter Christus”, colaboradores tuyos
en la obra de la redención
Pedro Arrupe, SJ
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