Capítulo I DE LAS FUENTES DE LAS OBLIGACIONES Y LOS CONTRATOS EN GENERAL Finalmente, la doctrina moderna agrega la ley como fuente de las obligaciones.3 § 1. Las fuentes de las obligaciones 1. Concepto de fuentes de las obligaciones. Las fuentes de las obligaciones, conforme a lo ya señalado, son los hechos jurídicos que les dan nacimiento, o sea, que originan o que generan obligaciones. 3. Las fuentes de las obligaciones en el Derecho civil chileno. Los artículos 1437,4 2284 y 578 del C.C. se encargan de señalar cuáles son las fuentes de las obligaciones en el Derecho chileno. La disposición fundamental en esta materia es el artículo 1437, que señala que “las obligaciones nacen, ya del concurso real de las voluntades de dos o más personas, como en los contratos o convenciones; ya de un hecho voluntario de la persona que se obliga, como en la aceptación de una herencia 2. Visión histórica de las fuentes de las obligaciones. En las Institutas de GAYO (GAYO I. 3, 88) se señala que las fuentes de las obligaciones son el contrato (obligaciones “ex contractu”) y el delito (obligaciones “ex delicto”). Para el Derecho romano clásico, las formalidades o ritualidades eran consustanciales al nacimiento de la obligación, por lo que ésta no nacía de un “acuerdo de voluntades”. Las obligaciones se generaban por la stipulatio o provenían de determinados estatutos contractuales cerrados. Posteriormente, en el Digesto de JUSTINIANO se distinguió entre contrato, delito y negocios jurídicos diversos (variis causurum figuris).1 Los conceptos de cuasicontrato y cuasidelito civil se extienden por el Pretor, entendiéndose éstos como ciertos hechos que generan obligaciones y que pueden ser asimilados, en cierta forma, al contrato (quasi ex contractu) o al delito (quasi ex delictum maleficium). Estas figuras no se encuentran en el Corpus Iuris. Los glosadores boloñeses las abreviaron utilizando las expresiones ex quasi contractu y ex quasi delictum maleficium y de ahí se acogió por la doctrina civil.2 primordial en la adopción posterior de la expresión cuasicontrato. En virtud de la primera expresión estas figuras se asimilaban a los contratos y se entendía que habían nacido de un contrato, aunque ello no fuese así. En cambio, en virtud de la segunda acepción, se considera a los cuasicontratos como verdaderos contratos. De esta forma, se entendió que los cuasicontratos eran una figura contractual, que daba lugar a responsabilidad contractual, como el cuasidelito es una figura que da origen a la responsabilidad extracontractual. ALBALADEJO GARCÍA, M., op. cit., Derecho Civil, Derecho de obligaciones, tomo II: Derecho de obligaciones, volumen segundo: Los contratos en particular y las obligaciones no contractuales, Bosch Editor, S. A., Barcelona, 1994, p. 250. 3 A POTHIER se le atribuye el descubrimiento de esta quinta fuente de las obligaciones. 4 Este artículo aparece solamente en el P. In., artículo 1615, que decía: “Las obligaciones nacen o de la ley, o de actos y declaraciones voluntarios del hombre, como el testamento, la donación, un contrato, la aceptación de una herencia o legado”. Obras Completas de BELLO, op. cit., tomo XV: Código Civil de la República de Chile, tomo II, Fundación La Casa de Bello, Caracas, Venezuela, 1981, p. 381. Sin perjuicio de lo señalado en la obra citada, el artículo 1615 parece ser más bien el precedente del artículo 2284 del C.C. 1 El Digesto (D. 44, 7, 1) señala que “las obligaciones nacen sea de un contrato, sea de un maleficio, sea de cierto derecho por distintos tipos de causas. (...)”. 2 Vid. infra Nº 1, § 1, capítulo VIII, sección 2ª, tomo I. Dicha alteración de quasi ex contractu que significaba “como de contrato”, a ex quasi contractu fue 11 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones MAZEAUD clasificaron las fuentes, en torno a su origen, en ex-voluntae y ex-lege: a) Fuentes voluntarias. Son las que tienen su fuente en la voluntad del deudor o del deudor y acreedor. b) Fuentes no voluntarias. Son las que tienen su origen en una obligación que se impone al deudor, independientemente de su voluntad, ya sea por la ejecución de un ilícito culposo o doloso que produce daño, ya sea que la obligación se genere sin culpa, como el cuasicontrato. De este modo, en el primer grupo de fuentes están el contrato y la declaración unilateral de voluntad –que en nuestro ordenamiento jurídico no se acepta como fuente de las obligaciones– y en el segundo, el cuasicontrato, el delito, el cuasidelito civil y la ley. o legado y en todos los cuasicontratos; ya a consecuencia de un hecho que ha inferido injuria o daño a otra persona, como en los delitos y cuasidelitos; ya por disposición de la Ley, como entre los padres y los hijos de familia”. A su vez, el artículo 2284 del C.C., que está ubicado en el Título XXXIV del Libro IV denominado “De los Cuasicontratos”, se refiere también a las fuentes de las obligaciones. Sin embargo, a diferencia del artículo 1437 del C.C., agrupa las fuentes de las obligaciones en tres: las que se contraen sin convención, nacen de la ley (fuente legal), o del hecho voluntario de una de las partes. Si el hecho es lícito, se trata de un cuasicontrato (fuente cuasicontrato), si es ilícito puede ser un delito cuando concurre dolo (fuente delito civil) o un cuasidelito cuando concurre culpa o negligencia (fuente cuasidelito civil). Pero las obligaciones contractuales (fuente contractual) se desprenden a contrario sensu de la primera parte de la disposición que señala “las obligaciones que se contraen sin convención”. Entonces, el artículo 2284 del C.C. diferenciaría claramente entre las obligaciones contractuales y no contractuales, entendiendo que este último grupo comprende no sólo al delito y cuasidelito civil, sino también a las obligaciones legales y cuasicontractuales. El artículo 578 es sumamente revelador al efectuar la misma distinción precedente, al señalar que “los derechos personales o créditos son los que sólo pueden reclamarse de ciertas personas, que, por un hecho suyo o la sola disposición de la ley, han contraído las obligaciones correlativas (...)”. Ello se desprende de la referencia a las personas que “por un hecho suyo (...) han contraído las obligaciones correlativas”. En definitiva, se puede apreciar cómo BELLO se ciñe a la teoría voluntarista de la relación jurídica. En virtud de ella las obligaciones tienen su fuente ex lege o ex contractu. Independientemente de cuál es la fuente supletoria de las obligaciones, las fuentes de las obligaciones para el ordenamiento jurídico chileno son el contrato, el cuasicontrato, el delito o cuasidelito civil y la ley. 5. Análisis de fuentes de las obligaciones no consideradas en el Código Civil chileno. Conforme a la doctrina y el Derecho comparado existen también las siguientes fuentes de las obligaciones: a) La teoría del abuso del Derecho. b) El enriquecimiento sin causa. c) La declaración unilateral de voluntad. 6. La teoría del abuso del Derecho como fuente de las obligaciones. A. Breve análisis histórico. La teoría del abuso del Derecho se fundamenta en la “falta en el ejercicio de un derecho” que se traduce en un conflicto, de alguna forma paradójico, entre un derecho subjetivo con el Derecho entendido como derecho objetivo.5 5 De esta forma, L. JOSSERAND señala que “en vano se objetará que el titular ha ejercido un derecho, ya que ha cometido una falta en el ejercicio de ese derecho y es precisamente esa culpa lo que se llama abuso del Derecho; un acto cumplido de conformidad con determinado derecho subjetivo puede estar en conflicto con el derecho general, con el derecho objetivo...”. Vid. JOSSERAND, Louis, Del abuso de los derechos y otros ensayos, Monografías Jurídicas, Nº 24, Editorial Temis, S.A., 1999, p. 4. Para el referido autor esta figura ya se encuentra presente en el Derecho romano con el aforismo summum jus, summa injuria o en GAYO cuando indica que no se debe abusar de los derechos (male enim nostro jure uti nom debemus). 4. Clasificación de las fuentes de las obligaciones. Los hermanos Henri y León MAZEAUD, de la Universidad de París, y Jean 12 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General Pero la doctrina no está de acuerdo con el fundamento de esta teoría, presentándose distintas posiciones al respecto. Así, el abuso del Derecho encuentra su fundamento teórico en un interés legítimo afectado, en el fraude a la ley o en la responsabilidad extracontractual.6 El estudio de la teoría del abuso del Derecho también se hace como límite al ejercicio de los derechos subjetivos.7 Esta teoría comenzó a desarrollarse en torno al derecho de propiedad. De esta forma, en los casos en que el propietario, al ejercer el más absoluto de los derechos, es decir, el dominio, dañaba a otro debía responder, como si abusa de su derecho al subsuelo o al espacio aéreo. La teoría del abuso del Derecho, en un principio, no fue acogida por el Derecho comparado. A favor de ella estaban autores como JOSSERAND, RIPERT y CAPITANT y en contra PLANIOL y BONNACASE, pero en definitiva se terminó imponiendo en la mayoría de los países europeos.8 En el Derecho español se acepta expresamente en el artículo 7.2º del C.C.9 En el BGB alemán el abuso del Derecho se consagra en el § 226.10 que por la intención de su autor, por su objeto o por las circunstancias en que se realice sobrepase manifiestamente los límites normales del ejercicio de un derecho, con daño para tercero, dará lugar a la correspondiente indemnización y a la adopción de las medidas judiciales o administrativas que impidan la persistencia en el abuso”. El análisis de la jurisprudencia, a que ha dado origen este artículo, es interesante. El referido artículo 7º contiene dos conceptos: ejercicio de los derechos conforme a las exigencias de la buena fe (artículo 7.1º) y el abuso del Derecho o ejercicio antisocial del mismo (artículo 7.2º). Sin embargo, la jurisprudencia los ha hecho sinónimos, no distinguiendo claramente entre ellos. Para Federico RODRÍGUEZ MORATA, la diferencia entre estos supuestos radica en que la contrariedad a la buena fe consiste en que un derecho se ejerce maliciosamente contra el sujeto pasivo de la relación jurídica. En cambio, el abuso del Derecho no guarda relación con ninguna persona en forma directa. Así, el abuso del Derecho es el ejercicio de un derecho absoluto en forma antisocial o contrario a las instituciones propias del Derecho. Vid. RODRÍGUEZ MORATA, Federico, op. cit., “Tema 16: El ejercicio de los Derechos”, CARRASCO PERERA, Ángel (Director), Derecho Civil. Introducción. Derecho de la persona. Derecho subjetivo. Derecho de propiedad, Tecnos, 1996, p. 340. 6 Algunos autores, como Manuel ATIENZA y Juan RUIZ, diferencian entre abuso del Derecho y colisión de derechos. En ésta se produciría una colisión entre derechos subjetivos; en cambio, en el abuso del Derecho se produce un conflicto entre un derecho subjetivo y un principio de Derecho. Vid. ATIENZA, Manuel y RUIZ, Juan, Ilícitos atípicos, Editorial Trotta, 2000, p. 42. 7 CARRASCO PERERA, Ángel (Director), Derecho Civil, op. cit., Introducción. Derecho de la persona. Derecho subjetivo. Derecho de propiedad, Tecnos, Madrid, España, 1996, pp. 340 a 342. 8 En el Derecho europeo el abuso del Derecho se regula por normas generales y especiales. Así, por ejemplo, el Derecho español trata el abuso del Derecho en los artículos 7.2º –con alcance general– y 1º de la Ley general de defensa de los consumidores con un ámbito particular o específico en torno al Derecho del consumo. Pero, para algunos autores, dicha norma al estar inspirada en una Directiva Comunitaria, que trata de homogeneizar el comercio en los países de la actual Unión Europea, tiene aplicación general en materia de contratos y no sólo respecto al Derecho del consumidor. BADENAS CARPIO, Juan Manuel, BERCOVITZ RODRÍGUEZ-CANO (Coordinador), Comentarios a la Ley de condiciones generales de la contratación, pp. 40 a 43. 9 “Artículo 7.2º. La ley no ampara el abuso del Derecho. o el ejercicio antisocial del mismo. Todo acto u omisión 10 “Párrafo 226 (Prohibición de hostigamiento). El ejercicio de un derecho es inadmisible si su propósito sólo es el de causar daño a otro”. Karl LARENZ resalta que la redacción de la disposición es muy exigente, ya que el ejercicio del derecho debe tener por único objeto perjudicar a otro. LARENZ, Karl, op. cit., Derecho Civil. Parte General, Editorial Revista de Derecho Privado, Jaén, España, 1978, p. 298. Incluso en la actualidad se debe diferenciar entre teoría del abuso del Derecho, acto propio, fraude a la ley o desviación de poder. Manuel ATIENZA y Juan RUIZ tratan ese tema de forma muy interesante. Para dichos autores, el abuso del Derecho habría nacido como una respuesta al formalismo legal y al absolutismo de los derechos. Para estos autores, la fuerza de esta figura está precisamente en lo que los autores clásicos le reprochan: su indeterminación, que permitiría vincularla con otras, como la de los ilícitos atípicos. En virtud de ella, la posible aplicación de una norma debe desecharse si atenta contra un principio del Derecho. Tal vez el aspecto más interesante del trabajo de ATIENZA y RUIZ consiste en dar las razones justificativas de la relación entre propiedad y abuso del Derecho. En tal sentido, los autores señalan que en la calificación del abuso se encuentran “razones de principio y no simplemente razones de directriz”. El abuso del Derecho se diferenciaría de la colisión de derechos en que en 13 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones En el Derecho alemán, Karl LARENZ señalaba que la jurisprudencia había aplicado esta teoría no obstante el restringido tenor literal del § 226 del BGB.13 En el Derecho español “el abuso del Derecho viene determinado por la circunstancia subjetiva de ausencia de finalidad seria y legítima y la objetiva de exceso en el ejercicio del derecho”.14 El ejercicio abusivo del Derecho debe afectar, como señalan ATIENZA y RUIZ, algún principio del Derecho. Sin perjuicio de lo señalado precedentemente, no se puede dejar de lado que la teoría del abuso del Derecho tiene una aplicación restringida, ya que atenta contra la certeza jurídica. c) Perjuicio de los terceros. Para algunos autores, el perjuicio del tercero no debe reportar un beneficio para el titular del derecho o a lo menos debe haber una gran desproporción entre el provecho obtenido y el daño causado. Por ello, si al titular del derecho le reporta un beneficio económico considerable el ejercicio del derecho, en principio no hay abuso del Derecho. B. Requisitos para que opere la teoría del abuso del Derecho. a) El derecho subjetivo, que da lugar al abuso, no debe ser absoluto. Como planteara JOSSERAND, los derechos absolutos no se ven afectados por esta teoría.11 Estos derechos absolutos son los que se dejan a la total discrecionalidad de su titular, como el derecho a casarse, negar el asenso para el matrimonio de los hijos, etc. Pero en la actualidad es cada vez más difícil encontrar ejemplos de derechos absolutos. Así, la patria potestad dejó de ser un derecho absoluto y la propiedad hace mucho que ya no lo es. b) Ejercicio abusivo de un derecho. Para algunos autores el abuso se mira como una situación asimétrica entre el beneficio alcanzado con el ejercicio de un derecho y el daño causado a un tercero. A su vez, también es posible asimilar esta falta de asimetría simplemente con el ejercicio doloso de un derecho que tendría como único objetivo dañar a un tercero. Pero también existen casos más discutibles en los cuales simplemente se deforma un derecho o se ejerce más allá de lo que corresponde.12 la persona jurídica creada para defraudar a tercero. RODRÍGUEZ MORATA, Federico, op. cit., “Tema 16: El ejercicio de los derechos”, CARRASCO PERERA, Ángel (Director), Derecho Civil. Introducción. Derecho de la persona. Derecho subjetivo. Derecho de propiedad, Tecnos, 1996, p. 341. ésta se exige como prerrequisito la existencia de derechos; en cambio, el abuso del Derecho exige la colisión con un principio de Derecho. Los referidos autores se hacen cargo de la principal crítica que se le puede hacer a su teoría de los ilícitos atípicos: si los jueces pueden excluir una aplicación concreta de una norma en virtud de un principio, entonces el sistema jurídico perdería toda certeza y estaría entregado al temperamento de los jueces. En tal sentido, incluso se puede considerar tal solución como antidemocrática, ya que permite que uno de los poderes del Estado, menos legítimo en su origen, pueda revocar la voluntad popular expresada en el Congreso, es decir, la ley. ATIENZA, Manuel y RUIZ, Juan, op. cit., Ilícitos atípicos, Editorial Trotta, 2000. 13 Así se aplicaba la teoría del abuso del Derecho en los casos del ejercicio ilícito de un derecho que daña a otro (§ 226 BGB), ejercicio aparente de un derecho contrario a las buenas costumbres (§ 826 del BGB) o en los actos contrarios a la buena fe (§ 242 del BGB). LARENZ, Karl, op. cit., Derecho Civil. Parte General, Editorial Revista de Derecho Privado, Jaén, España, 1978, p. 297. Esta norma fue ligeramente modificada por la Ley sobre actualización del Derecho de las obligaciones (“Schuldrechtsmodernisierungsgesetz”), de 1º de enero del 2002, que afectó los Libros I (Parte General) y II (Derecho de las obligaciones). Así, en su nueva redacción se señala que “§ 242 [Leistung nach Treu und Glauben]. Der Schuldner ist verpflichtet, die Leistung so zu bewirken, wie Treu und Glauben mit Rücksicht auf die Verkehrssitte es erfordern”. Esto quiere decir que “el deudor debe ejecutar el contrato de buena fe (o de forma fiel) conforme a los usos de tráfico”. 14 Sentencia del T.S. de 11.05.91. 11 JOSSERAND, Louis, op. cit., Del abuso de los derechos y otros ensayos, Monografías Jurídicas, Nº 24, Editorial Temis S.A., 1999, p. 16. 12 En realidad esta aplicación concreta puede dar origen a otras figuras, como la teoría del levantamiento del velo. Dicha teoría permite aplicar un estatuto jurídico a una persona jurídica que corresponde a sus miembros, es decir, asimila o identifica a la persona jurídica con sus miembros. Así sucede en el Derecho comparado respecto de 14 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General DEMOLOMBE y LAURENT y en España CASTÁN, fundamentan esta institución en los cuasicontratos y específicamente en la gestión de negocios. Sin perjuicio de ello, las teorías en que se ha sustentado esta figura son las siguientes: 1ª. Teoría del ilícito. Para PLANIOL y otros autores el enriquecimiento sin causa se fundamenta en un ilícito. Sin embargo, ello es más que discutible, ya que el ilícito se funda en un daño, que no necesariamente reporta beneficio a otro; incluso puede acontecer lo contrario, como sucede en un atropello. En cambio, el enriquecimiento injusto exige una relación proporcional entre perjuicio y beneficio. Por otra parte, los ilícitos para generar una obligación requieren de un elemento subjetivo de imputabilidad, que no se da necesariamente en el enriquecimiento injusto. 2ª. Teoría de los cuasicontratos. Como se verá, no existe un concepto claro de cuasicontrato, entonces, dicha figura mal podría servir de fundamento para cualquier otra institución. 3ª. Teoría de la equidad. Para algunos autores el enriquecimiento injusto se funda en la equidad. Sin embargo, aunque el enriquecimiento injusto atenta contra la equidad, requiere de otros requisitos o elementos esenciales. Además, la equidad es un principio corrector del Derecho privado de aplicación supletoria. 4ª. Teoría de la causa. Para DÍEZ-PICAZO el fundamento de esta institución es un control de la causa funcional de las atribuciones y desplazamientos patrimoniales. Como se ha visto, son muchas las teorías que han tratado de servir de sustento a esta figura, agregándose también la posición de algunos autores, como ABELIUK, que consideran al enriquecimiento injusto como una fuente autónoma de las obligaciones. C. El enriquecimiento sin causa en el ordenamiento jurídico chileno. Nuestro ordenamiento jurídico no estableció el enriquecimiento sin causa como una fuente de las obligaciones. Es más, una parte importante de la doctrina 7. Enriquecimiento sin causa como fuente de las obligaciones. A. Generalidades. El origen de esta figura no está claramente determinado. De acuerdo a DÍEZ-PICAZO el enriquecimiento sin causa se remonta a los comentarios de POMPONEO, pasando con posterioridad al Digesto. Así, se señalaba que por derecho natural es equitativo que ninguno se haga más rico en detrimento de otro y con injuria. En concreto, para algunos autores este derecho tiene su origen en la condictio indebitti del Derecho romano. En cambio, para otros autores su origen estaría en la actio in rem verso, que tenía por objeto restablecer el equilibrio patrimonial destruido por una atribución indirecta. De este modo, si un esclavo o un hijo de familia celebraba un contrato no se generaba ninguna obligación respecto de ellos, ni respecto del pater familia. Sin embargo, a la contraparte se le concedía una acción contra el pater familia en la medida del provecho obtenido. En el BGB alemán, en Prusia y en Austria se acoge ampliamente esta figura. El Código austriaco se refiere a ella como el empleo útil. El BGB lo regula en el § 812, acogiendo la opinión de SAVIGNY y los pandectistas alemanes. Esta teoría tiene una fuerte acogida en el Derecho germánico porque mediante ella se suplen los problemas a que dio lugar el rechazo de la teoría de la causa. El enriquecimiento sin causa, sin embargo, no fue recogido en los ordenamientos jurídicos que se inspiraron en el Código napoleónico, ya que las condictionem fueron incorporadas a los Derechos latinos a través de la teoría de la causa. Además, dicha figura atentaba contra el principio que el contrato legalmente celebrado es la primera ley para las partes. Sin perjuicio de ello, en Francia, mucho tiempo después de la promulgación del Código napoleónico, comienza a adoptarse esta teoría por la jurisprudencia y la doctrina.15 B. Fundamento de la teoría del enriquecimiento sin causa. En Francia, autores como 15 Esta figura fue sustentada en el Derecho francés por AUBRY y RAU. 15 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones y la unanimidad de la jurisprudencia se inclinan por el rechazo de esta teoría. Ello en virtud de la interpretación que se le ha dado al artículo 1545 del C.C. como aplicación del principio de la fuerza obligatoria del contrato. Sin embargo, para otra parte de la dogmática chilena, aunque minoritaria, esta figura es una fuente autónoma de las obligaciones.16 Sin perjuicio de esta discusión, existen casos aislados en el Derecho civil que pueden fundarse en el enriquecimiento injusto, como los siguientes: a) En las prestaciones mutuas. Las prestaciones mutuas están reguladas en los artículos 908 y siguientes del C.C. Para algunos autores estas normas están destinadas a evitar el enriquecimiento sin causa. b) En la accesión. La accesión como modo de adquirir se funda en el enriquecimiento sin causa, por lo menos en algunos casos. Así, por ejemplo, el dueño del suelo en que se construye, siembra o planta con bienes ajenos debe indemnizar al dueño de éstos, conforme al artículo 668 del C.C.; de lo contrario, se produciría un enriquecimiento injustificado. c) En la responsabilidad extracontractual por el hecho ajeno. Existen personas que deben responder por otras. A dichas personas se les denomina “terceros civilmente responsables”, y a ellas se les otorga una acción de reembolso por la cuantía en que han debido responder, precisamente porque de lo contrario se produciría un enriquecimiento sin causa (artículos 2320 y siguientes del C.C.). Así, el tutor o curador es responsable de la conducta del pupilo que tiene bajo su cuidado. De responder el tutor o curador, como tercero civilmente responsable, de los daños que cause el pupilo, tendrá acción de reembolso en contra de éste. d) En la nulidad del contrato. El que ha contratado con un incapaz en los términos señalados en el artículo 1688.1º del C.C. no tiene acción contra éste, salvo que el incapaz se hubiese hecho más rico, conforme a lo señalado en el inciso siguiente. Esta contraexcepción, para algunos autores tendría por fundamento el enriquecimiento injusto. e) Lo mismo acontece en una serie de materias, como las recompensas en la sociedad conyugal, el pago de lo no debido o en el cuasicontrato de agencia oficiosa, entre otras. D. Requisitos del enriquecimiento sin causa. a) Debe producirse un enriquecimiento del demandado. b) Debe producirse un correlativo empobrecimiento del actor. El que el emprobrecimiento sea correlativo significa que debe ser consecuencia del enriquecimiento de la contraparte; es decir, debe existir una relación causa-efecto entre el enriquecimiento de una parte y el empobrecimiento de la otra. c) No debe existir una causa que justifique el enriquecimiento. d) Esta es una figura subsidiaria. Para que opere el enriquecimiento injusto no debe haber otra forma de compensación. De esta manera, la acción in reverso por la cual se ejercita el enriquecimiento sin causa es subsidiaria. El fundamento de la subsidiariedad de la acción está en evitar que se eluda la aplicación del Derecho y específicamente la prescripción extintiva. De esta forma, si se ha podido entablar una acción y ella ha prescrito no se puede alegar el enriquecimiento sin causa. A su vez, si procede entablar la acción de nulidad por falta de causa, y se dejan transcurrir diez años, no se puede alegar el enriquecimiento injusto. Así, las normas que regulan la nulidad tienen preferencia sobre el enriquecimiento injusto. En otras palabras, se impide que se eludan las normas que regulan expresamente una situación, recurriendo al enriquecimiento injusto. E. La acción de reembolso o actio in rem verso. Para la mayoría de la doctrina la acción que emana del enriquecimiento injusto es una acción in rem reverso. Pero no siem- 16 FIGUEROA VÁSQUEZ, Waldo Enrique, op. cit., La acción de enriquecimiento sin causa, Editorial Jurídica ConoSur, Santiago de Chile, 1997, p. 51. 16 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General pre la acción de reembolso exige que sea necesario acreditar los requisitos del enriquecimiento injusto. En este sentido se trataría de una acción menos compleja que la que emana del enriquecimiento injusto, sería una simple acción de reembolso. De alguna forma, la acción de reembolso trata precisamente de impedir el enriquecimiento injusto, pero presumiendo que éste se ha producido, como la acción que tiene el tercero civilmente responsable contra el autor del delito o cuasidelito civil por el cual responde civilmente (artículo 2325 del C.C.). Por ello también la acción de reembolso se puede fundar en el principio de la contribución a las deudas. En cambio, la acción in rem verso se debe aplicar en la medida que se cumplan los requisitos del enriquecimiento injusto.17 F. Características de la acción. a) Se trata de una acción pecuniaria, aunque una parte minoritaria de la doctrina le niega este carácter. Por ello es una acción transmisible, transferible, renunciable y prescriptible, conforme a las reglas generales. b) Es una acción personal, ya que corresponde al empobrecido, a sus herederos o cesionarios. Además, debe ser probada por quien la alega (artículo 1698 C.C.). Esta acción tiene dos importantes limitaciones en torno al monto por el cual puede ser alegada, no puede exceder el monto del enriquecimiento ni del empobrecimiento. A su vez, se discute en torno al momento en que se calcula dicho monto. Para algunos se debe calcular al momento en que se produce el enriquecimiento injusto y según otros, al momento en que se acciona o demanda. c) Puede operar tanto por vía de acción como de excepción. d) Puede ser interpuesta en contra del que se ha beneficiado y de sus herederos o cesionarios. e) Es una obligación sujeta a reajustabilidad. f) Es subsidiaria conforme a lo ya señalado. g) Presenta una indivisibilidad de origen, comprendida como una correlación entre el empobrecido de una parte y el enriquecido de la otra. El efecto de esta acción es indemnizar al empobrecido. Como dicho efecto no se encuentra regulado se deben aplicar las reglas de las prestaciones mutuas. 8. La declaración unilateral de voluntad como fuente de las obligaciones. En nuestro ordenamiento jurídico la declaración unilateral de voluntad no es una fuente de las obligaciones. La teoría de la declaración unilateral de la voluntad, como fuente de las obligaciones, nace con posterioridad a la promulgación del Código Civil chileno, es una creación de la doctrina alemana de principios del siglo XX. En el Derecho alemán se acepta la declaración unilateral de voluntad como fuente de las obligaciones. Así, la oferta por sí sola tiene consecuencias jurídicas. Sin perjuicio de lo anterior, en Chile la sola manifestación de voluntad tiene importancia. Ella se puede apreciar, por ejemplo, en los derechos reales, como sucede en la adquisición por ocupación de las cosas que no tienen dueño (res nullius) o de las cosas abandonadas por el dueño (res derelictae). Asimismo, tiene importancia en la disolución del vínculo jurídico. En principio, la declaración unilateral de la voluntad no será suficiente para que un acto o contrato deje de producir efectos, pero excepcionalmente el contrato puede dejarse sin efecto mediante la revocación. Así, los contratos “de tracto sucesivo” son revocables. Al mandato puede ponérsele término por renuncia del mandatario o por la revocación del mandante. A su vez, al arrendamiento puede unilateralmente ponérsele término por desahucio y al contrato de sociedad puede ponérsele fin por la renuncia de uno de los socios. En estos casos la voluntad unilateral tiene importancia, pero no es fuente de las obligaciones, aunque eventualmente puede serlo. Por otra parte, excepcionalmente la voluntad unilateral es fuente de las obligaciones en los siguientes casos: 17 La acción de reembolso se define en el BGB como la pretensión personal que tiende a restituir lo percibido por un acto que traspasa económicamente valores, pero al que le falta una causa jurídica que lo justifique. 17 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones jurídicos atípicos.18 Conforme al autor español DÍEZ-PICAZO la primera fuente de las obligaciones en el Derecho romano fue el delictum. El contractus se desarrolló con posterioridad, ya que requiere de una sociedad más evolucionada. El delictum, como fuente de las obligaciones, aparece una vez que se impone la obligación legal de compensar el mal causado. Este período es precedido por la venganza privada o ley del talión.19 En el Derecho romano sólo en la época posclásica se acepta el acuerdo de voluntades como fuente de obligaciones y derechos.20 El acuerdo de voluntades, para los romanos, era un simple pacto, el cual por sí solo no generaba una obligación. Para los romanos las obligaciones que emanaban de los contratos se contraían verbis, litteris, re y consenso. Estas últimas correspondían a cuatro estatutos contractuales cerrados, la compraventa, el mandato, el arrendamiento y la transacción.21 Así, los contractus del Derecho romano no eran vinculantes en consideración a la autonomía de la voluntad, sino al haberse cumplido con la ritualidad de los referidos estatutos o de la stipulatio que daban origen a una obligación.22 a) Ofrecimiento unilateral de recompensa por el hallazgo en el caso de un salvamento, en cuyo caso el denunciador podrá elegir entre el salvamento y la recompensa ofrecida (artículo 632.2º del C.C.). b) En materia de formación del consentimiento el oferente puede retractarse tempestivamente. Sin embargo, deberá indemnizar los gastos de la persona a quien fue encomendada la propuesta y los daños y perjuicios que hubiere sufrido (artículos 99 y 100 del C. de C.). c) Para algunos la estipulación a favor de otro es un caso de voluntad unilateral como fuente de las obligaciones. Sin embargo, para que nazca el crédito respecto del beneficiario, conforme al artículo 1499 del C.C., se requiere de su aceptación. Por ello esta figura no da lugar a una obligación que tenga su fuente en una declaración unilateral, independientemente que genere una obligación unilateral. El testamento es un acto jurídico unilateral, ya que nace originariamente de la voluntad del testador, conforme al artículo 999 del C.C. De esta forma, si el testador instituye un legado de dinero, producida la muerte del testador el legatario tendrá un crédito contra la sucesión. Lo que plantea la interrogante si dicho crédito tendría como fuente el testamento, es decir, un acto jurídico unilateral. De acuerdo a la mayoría de la doctrina, el testamento no es una fuente de las obligaciones, ya que para producir efectos requiere la aceptación del asignatario testamentario. Esto se debe a que no es posible adquirir derechos sin que concurra el beneficiado con la asignación. A continuación se analizarán las fuentes de las obligaciones consagradas en el Código Civil chileno. 18 Dicha palabra proviene de “contraere”, que es todo hecho que genera una obligación. DÍEZ-PICAZO, Luis, op. cit., Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, tomo II: Las relaciones obligatorias, Civitas, quinta edición, Madrid, 1996, p. 134. A su vez, para SCHULZ el término contrato proviene de contractus, que se remonta a los tiempos de Cicerón. SCHULZ, Fritz, Derecho romano clásico, Bosch, Barcelona, España, 1960, p. 445. 19 DÍEZ-PICAZO, Luis, Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, op. cit., tomo II: Las relaciones obligatorias, Civitas, quinta edición, Madrid, 1996, p. 133. 20 Así, para F. SCHULZ “las escuelas postclásicas de Derecho mostraron a este respecto un mayor interés, pero en conjunto fue la jurisprudencia del Derecho romano común la verdadera creadora de una teoría general del contrato”. SCHULZ, Fritz, op. cit., Derecho romano clásico, Bosch, Barcelona, España, 1960, p. 443. 21 La transactio es un acto que se celebra ante el magistrado bajo la rúbrica de pactis conventis; sólo en el Derecho postclásico se le considera como un contrato. 22 En el Derecho romano clásico el contrato, una vez que era válido, generaba una obligación que se apartaba totalmente de aquél. Dicho de otra forma, la stipulatio creaba obligaciones y para exigir § 2. Teoría e interpretación del contrato 9. Los sistemas jurídicos y el contrato. Los contratos, como se conocen en la actualidad, aparecen vinculados a los negocios 18 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General En cambio, en el Derecho moderno el contrato se sustenta en el consentimiento, que además es el vínculo que une las obligaciones en los contratos bilaterales. De este modo el consentimiento no sólo determina la constitución del contrato, por ejemplo, al exigirse su concurrencia respecto de la cosa y el precio en la compraventa, sino también sus efectos a través de la condición resolutoria tácita, la excepción del contrato no cumplido, la teoría de los riesgos, etc. La vinculación de las obligaciones a través del contrato fue un aporte de los canonistas. Sin embargo, a diferencia del Derecho moderno, para los canonistas el consentimiento era fundamentalmente un instrumento moralizador del contrato y del Derecho en general. Dejando de lado las consideraciones históricas precedentes para entender el concepto de contrato, en el Derecho moderno son decisivos tres ordenamientos jurídicos: los de algunos países latinos, los de países germánicos y de influencia germánica y los del Common Law. Francia y algunos países latinos, especialmente latinoamericanos, como el nuestro, tienen un concepto de contrato diferente a los países germánicos, en que el concepto fundamental es el de negocio jurídico.23 Por otra parte, los países del Common Law tienen una concepción diferente de los contratos. El contract en los países del Common Law solo comprende a los contratos bilaterales.24 El contrato unilateral es un acto formal que se sitúa fuera del comercio. A éste no se le exige consideration, es decir, un intercambio de prestaciones.25 Además, tampoco se reconoce la figura de los contratos reales en los términos que lo hace el Derecho continental. En los países de influencia germánica el concepto fundamental no es el de contrato, sino de negocio jurídico, que es más amplio que aquél por cuanto comprende tanto a la convención como a los actos jurídicos unilaterales.26 10. Concepto de contrato. En el ordenamiento jurídico chileno se define al contrato en el artículo 1438 del C.C. como “contrato o convención es un acto por el cual una parte se obliga para con otra a dar, hacer o no hacer alguna cosa. Cada parte puede ser una o muchas personas”. obligación contractual. El contrato como promesa, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, p. 45. 25 Vid. supra Nº 147, § 8, capítulo II, sección 1ª, tomo I. En este sentido, FERRIELL y NAVIN señalan que “...la distinción (se refiere a la clasificación de los contratos en unilaterales y bilaterales) fue abandonada por la “Restatement of contracts” (Compilación de los contratos) (Segunda), y no se encuentra en el Uniform Comercial Code (Código Comercial Uniforme)”. Lo señalado entre paréntesis y cursiva es mío. Vid. FERRIELL, J., y NAVIN, M., Understanding Contracts, LexisNexis, Nueva York, EE.UU., 2004, p. 12. El Uniform Comercial Code regula el Derecho comercial en los Estados Unidos de América y fue adoptado por todos los Estados de dicho país a excepción de Louisiana. A su vez, a los contratos unilaterales (deed o act under seal) se les exigen requisitos formales, como escrituración, presencia de testigos, firma del disponente, aposición de sello y entrega del documento al beneficiario. Esta figura comprende la donación (deed of gift), la promesa unilateral (deed of convenant), la constitución de derechos reales (deed of grant), etc. FERRARI, Franco, op. cit., “Tabla 5-7: La formación del consentimiento, en Atlas de Derecho privado comparado, GALGANO, Francesco (Coordinador), Fundación Cultural del Notariado, Madrid, España, 2000, p. 129. Pero puede ser que el contract se formalice mediante un deed que podrá absorber la consideration. 26 BARCIA L., R., “¿Es posible construir la teoría general del contrato desde la excepción: la revisión judicial del contrato?, en Sesquicentenario del Código Civil de Andrés Bello: Pasado, presente y futuro de la codificación, tomo I, LexisNexis, Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, Santiago de Chile, 2005, pp. 686 a 688. el cumplimiento de ellas no era necesario recurrir al contrato. En este sentido, para el Derecho romano clásico la resolución sólo extingue una obligación, pero no el contrato. 23 Es importante hacer el alcance precedente por cuanto la influencia de la teoría alemana del negocio jurídico predominó, sin contrapeso alguno, en la Europa del siglo pasado. Así, en Italia y España, países latinos, la teoría del negocio jurídico es la que configura la teoría del contrato. 24 En el Common Law los actos desprovistos de consideration en el fondo no son contratos, ya que no son ejecutables, es decir, respecto de ellos no procede el cumplimiento forzoso. Conforme a FRIED es posible definir a la consideration como “algo que se da o se promete a cambio de una promesa”. FRIED, Charles, La 19 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones A la definición precedente se le hacen las siguientes críticas: a) El artículo 1438 del C.C. parece confundir el objeto del contrato con el objeto de la obligación al señalar “...una parte se obliga para con otra a dar, hacer o no hacer alguna cosa”. Así como se estudió en el objeto como requisito del acto jurídico, el objeto del contrato es la obligación y el objeto de la obligación es la prestación, es decir, una o más cosas que se han de dar, hacer o no hacer. b) El Código Civil también confundiría los conceptos contrato y convención. Pero en igual error incurren el BGB y el Codice Civile. En este sentido, para la doctrina comparada esta distinción es sólo didáctica por cuanto a ambas figuras se les aplica el mismo estatuto jurídico, como ocurre con los vicios de consentimiento, el objeto, etc. A. Teorías en las cuales es posible sustentar al contrato. Las bases del Derecho civil tradicional en la actualidad están tambaleando. De esta forma, han surgido una serie de teorías que pretenden suplir las fallas evidentes de la doctrina clásica de la voluntad como fundamento del contrato. Es más, estas doctrinas han influido en uno u otro sentido en el Derecho comparado de los contratos. En este sentido, la teoría de la base del negocio jurídico ha tenido una fuerte influencia en los países germanos y en menor medida en Italia. La teoría de la sustentación económica del contrato ha influido a toda la dogmática y Derecho civil italiano y la teoría del law and economics se aplica cada día con más fuerza en los países del Common Law. En forma resumida las teorías en las cuales se puede sustentar el contrato son las siguientes:27 B. Teoría clásica del contrato. La dogmática civil tradicional del contrato se sustenta en la autonomía de la voluntad o privada. Por ello, lo fundamental en la constitución del contrato –aun en los contratos reales y solemnes– es el consentimiento. Así, para los que se adscriben a esta teoría son un problema casi sin solución los contratos de adhesión. Dichos contratos, en algunas situaciones, autorizarán al Estado para intervenir a través de los contratos dirigidos. Del mismo modo, para los seguidores de la teoría clásica los contratos que los individuos están obligados a suscribir son forzosos. Los contratos, para la dogmática civil tradicional, son válidos y, por ende, exigibles sólo en la medida que en su proceso de formación se respeten las reglas de la formación del consentimiento, que están inspiradas en la autonomía de la voluntad. Así, el contrato sólo puede nacer de una negociación –en igualdad de condiciones– entre las partes a través de una oferta y aceptación o de una contraoferta y su aceptación. Pero también es posible entender, conforme a esta teoría, que en la medida que se respeten las normas que regulan la formación del consentimiento, el contrato nace a la vida del Derecho y ello acontecerá aun respecto de un contrato de adhesión. Conforme a la teoría clásica, en la medida que se consienta que en el contrato de adhesión no opere algún vicio del consentimiento o no se afecte algún otro requisito de validez del acto jurídico, éste será válido. Esta última posición rechaza el principio de igualdad como un principio contractual absoluto. C. Teoría de la base del negocio jurídico. Esta posición fue planteada por OERTMANN y posteriormente desarrollada por K. LARENZ. Para esta teoría la estructura del negocio jurídico se basa en dos pilares, uno subjetivo y el otro objetivo.28 Esta teoría sirve de 28 De esta forma, OERTMANN plantea esta teoría el año 1921 en su libro Die Geschäftsgrundlage, ein neur Rechtsbegriff (Las bases del negocio, un nuevo concepto jurídico). Este autor replanteó la teoría de WINDSCHEID sobre la doctrina de Lehre von der Voraussetzung (Doctrina del supuesto contractual) e hizo frente a las críticas planteadas a ésta por LENEL. Es de destacar además que las críticas de LENEL fueron recogidas por la dogmática alemana en la redacción del BGB. Vid. ZWEIGERT, Konrad y KÖTZ, Hein, Intro- 27 BARCIA L., R., “Los efectos de las obligaciones desde la perspectiva del análisis económico”, Cuadernos de Análisis Jurídicos. Colección de Derecho Privado, tomo I: Temas de responsabilidad civil, Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales, Ediciones Universidad Diego Portales, Escuela de Derecho, Santiago de Chile, 2004, pp. 128 a 132. 20 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General sustento a la revisión judicial del contrato, como el error unilateral por falta de información.29 La teoría del negocio jurídico puede ser explicada a través del ejemplo que de ella da C. FERNÁNDEZ en la presentación de una obra de LARENZ. El referido autor se refiere a una sentencia del T.S. español de 15 de enero de 1910. Dicha sentencia se pronunció sobre el incumplimiento de una serie de obligaciones en un contrato de explotación de mineral. El deudor se excusó de cumplir con dichas obligaciones, pues la mina resultó improductiva. Para el referido autor el contrato adolecería de un error en los motivos –que en términos actuales se puede explicar por una falta de información–, que permite su revisión judicial en consideración a que falla la base del negocio.30 D. La sustentación formalista de los contratos. Esta posición tiene sus bases en el Derecho romano, se desarrolla principalmente en Italia y Alemania y pretende crear una teoría “objetiva del contrato”. Desde esta perspectiva, los contratos son tales y obligatorios desde que nacen conforme a Derecho.31 E. Teoría del análisis económico de los contratos o law and economics. La mayoría de los autores que se adscriben al análisis económico estructuran el contrato sobre la autonomía de la voluntad al igual como sucede en el Derecho de los contratos tradicional. Sin perjuicio de lo cual dentro de esta teoría existen diversas tendencias. Así, para algunos autores, como VON MISES, HAYEK o NOZICK, el contrato impide la intervención del Estado, que está inhibido de actuar aun frente a una falla de mercado. De este modo, para NOZICK la ejecutabilidad del contrato se fundaría en el Estado mínimo.32 En el mismo sentido, para HAYEK el Derecho mal podría reproducir la complejidad de un orden espontáneo dado por la sociedad y el mercado. De esta forma, para el referido autor sería presumiblemente preferible una “falla de mercado” a la intervención del Estado. Pero, dentro del análisis económico hay otras corrientes, que son por lo demás las predominantes, y ellas, en su mayoría, admiten la intervención del Estado frente a una falla de mercado. El análisis económico sustenta el contrato en el principio de eficiencia. Pero este principio puede entenderse conforme a varias posiciones como el máximo de PARETO, el criterio corrector de KALDOR-HICKS, la aplicación de la filosofía de RAWLS al contrato, etc. En todo caso, en torno a los efectos del contrato, el análisis económico se sustenta en el principio del incumplimiento eficiente del contrato.33 ducción al Derecho comparado (traducción de Arturo Aparicio), México, Oxford University Press México, 2001, p. 550. LARENZ, Karl, Base del negocio jurídico y cumplimiento de los contratos, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1956. Por otra parte, esta teoría será fundamental para la elaboración de la teoría del error en la base del negocio desarrollada a raíz del § 779 del BGB. FLUME, Werner, op. cit., El negocio jurídico, Fundación Cultural del Notariado, Madrid, España, 1998, pp. 582 a 586. regulación cada vez más cuantiosa sigue siendo un fruto del respeto a la palabra empeñada; por este hecho se mira el contrato como una promesa, donde se compromete a realizar determinadas obligaciones que con anterioridad no existían”. CHARLES F., La obligación contractual. El contrato como una promesa, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 1997, p. 39. 29 LARENZ se refiere a este error como una clase de error unilateral que recae en los motivos que, en principio, no afecta la eficacia del contrato. 30 LARENZ, Karl, Base del negocio jurídico y cumplimiento de los contratos, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1956, pp. XXV y XXVI. 31 He dejado fuera de las teorías sustentadoras del contrato las que se inspiran en la realidad social. Estas teorías generaron la crisis del sistema contractual clásico. A pesar que esta tesis tuvo la virtud de hacer evidentes las falencias de la teoría clásica no fueron capaces de crear una teoría del contrato generalmente aceptada. Así, parte de la doctrina civil comparada, con un sentido netamente social, suele definir al contrato como “la principal forma de organización social en los tiempos modernos, que a pesar de la 32 La noción de Estado mínimo la desarrolla Robert NOZICK. NOZICK, R., Anarquía, Estado y Utopía, México, Fondo de Cultura Económica, 1990. 33 BARCIA L., R., “Los efectos de las obligaciones desde la perspectiva del análisis económico”, Cuadernos de Análisis Jurídicos. Colección de Derecho Privado, tomo I: Temas de responsabilidad civil, Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales, Ediciones 21 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones m) El compromiso y la cláusula compromisoria. n) La donación. 11. Clasificación de los contratos. La clasificación de los contratos ya fue abordada a raíz del acto jurídico. Sin embargo, las clasificaciones precedentemente señaladas sólo son válidas dentro de la cultura jurídica latina y, en concreto, de la chilena. En los distintos sistemas jurídicos contractuales se pueden encontrar múltiples clasificaciones de los contratos. Así por ejemplo, sin ir demasiado lejos, en Italia BARBERO clasifica los contratos de la siguiente forma: a) Contratos de intercambio, en los que incluye a la compraventa, reporto,34 permuta, suministro o abastecimiento, estimatorio,35 locación y arriendo, trabajo, edición y transporte. b) Contratos auxiliares, que serían: mandato, agencia y mediación. c) Los contratos de comodidad, que comprenderían los contratos de comodato, mutuo, depósito, secuestro convencional. d) Los contratos bancarios. e) Los contratos asociativos y las sociedades. f) Contratos de sociedades agrarias. g) La renta. h) El seguro. i) El juego y la apuesta. j) Los contratos de garantía. k) La cesión de bienes a los acreedores. l) La transacción. 12. Interpretación de los contratos. Interpretar es investigar y determinar el verdadero sentido y alcance de un acto o contrato o de textos legales emanados de un particular o de la autoridad. La interpretación se analiza en el Derecho civil a raíz de tres grandes materias: la interpretación de la ley; la interpretación del testamento, artículos 1069, 1056, 1057, 1064 y 1065 del C.C., y la interpretación de los contratos, regulada en el Título XII del Libro IV, en los artículos 1560 a 1566. Sin embargo, también existen otras normas que se aplican a la interpretación contractual, como el artículo 1546 del C.C. Las reglas de interpretación del contrato se extienden al acto jurídico en general, salvo el testamento, que tiene reglas propias. 13. Concepto de interpretación. La interpretación del contrato es un procedimiento en virtud del cual se esclarece y determina el verdadero sentido y alcance de sus cláusulas. Los modelos de interpretación pueden ser objetivos o subjetivos. La interpretación objetiva de los contratos, desarrollada por la dogmática alemana, rehúye la intención o la voluntad de los contratantes y se basa exclusivamente en la voluntad declarada. Pero en la medida que la declaración no es clara se recurre al principio de justicia o de beneficio social. Para este sistema de interpretación la voluntad declarada tiene preeminencia sobre la real. Su fundamento está en la protección a los terceros y la certeza jurídica. Los terceros sólo pueden apreciar la voluntad declarada. En cambio, conforme a la interpretación subjetiva, el contrato debe interpretarse de acuerdo a la voluntad real de los contratantes. El sistema de interpretación subjetiva distingue claramente entre un elemento intrínseco y otro extrínseco o ambiente de la convención. Este último elemento permite al juez recurrir al entorno en el cual se celebró el contrato, las reuniones previas y Universidad Diego Portales, Escuela de Derecho, Santiago de Chile, 2004, pp. 141 a 145. 34 El reporto es un contrato por el cual una parte denominada reportado transfiere a otra llamada reportador, la propiedad de títulos de crédito contra pago de un precio determinado. Pero por dicho contrato el segundo se obliga a retransferir al primero, después de un cierto tiempo, la propiedad de una correspondiente cantidad de títulos de la misma especie contra reembolso del precio o a la par o aumentado o disminuido en la medida convenida. Vid. BARBERO, Domenico, Sistema del Derecho Privado, tomo IV: Contratos, Ediciones Jurídicas Europa-América, Buenos Aires, Argentina, 1962, pp. 68 y 69. 35 Es aquel por el cual una parte entrega a otra una o más cosas muebles, y aquélla se obliga a pagar el precio, salvo restituir las mismas cosas recibidas dentro de un plazo establecido. BARBERO, Domenico, op. cit., Sistema del Derecho Privado, tomo IV: Contratos, Ediciones Jurídicas Europa-América, Buenos Aires, Argentina, 1962, p. 86. 22 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General posteriores de las partes, las cartas enviadas entre ellas. Así, el juez puede determinar la voluntad de las partes no sólo conforme a lo señalado en el contrato. El tenor literal del artículo 1560 del C.C., contra la opinión de la mayoría de la doctrina parece inclinarse por la interpretación objetiva del contrato al preceptuar: “conocida claramente la intención de los contratantes debe estarse a ella más que a lo literal de las palabras”. Sin embargo, el sistema de interpretación contractual adoptado por el Código Civil chileno es subjetivo; pero antes de entrar al estudio de nuestro sistema es conveniente hacer una breve referencia al Derecho comparado. Como destacan la mayoría de la doctrina española y unánimemente la jurisprudencia, en el artículo 1281 del C.C. se establece simplemente una presunción de coincidencia entre expresión clara y voluntad interna.37 De este modo, la norma precedente instituye una presunción limitada a favor de una interpretación literal del contrato. Esta posición parece adecuarse a lo señalado en el artículo 1560 del C.C. chileno. Así, de ser claro el tenor del contrato y no existir antecedentes de peso que den a entender que existe un consentimiento contrario, el juez debe abstenerse de interpretar.38 37 Este artículo es especialmente importante, ya que tuvo como base no sólo al Code Civil, sino al Anteproyecto de Reforma del Code, elaborado por LAURENT, y al Digesto. En este sentido, GIL RODRÍGUEZ señala que en el “supuesto que los términos del contrato adolezcan de falta de claridad y no puedan sustentar la presunción de que se corresponden exactamente con la voluntad contractual, porque (explica LAURENT) son susceptibles de varias interpretaciones, hay que seguir la intención de las partes, siempre que ésta resulte evidente (o pueda deducirse racionalmente a partir de otros datos: LÓPEZ y LÓPEZ)”. Vid. GIL RODRÍGUEZ, Jacinto, Capítulo XXV: “Interpretación y modificación del contrato”, en Manual de Derecho Civil II: Derecho de obligaciones. Responsabilidad civil. Teoría general del contrato, Marcial Pons, Madrid, España, 1996, p. 601. El Digesto (D. 32,25,1) al respecto indica: “1. Cuando no hay ambigüedad en los términos, no debe admitirse la cuestión de interpretar la voluntad”. 38 En un sentido similar se ha resuelto en Italia. GALGANO se refiere a una sentencia de la Cassazione que interpreta el artículo 1362, apartado 1º, señalando que “a) la orientación según la cual el sentido literal de las palabras es un criterio ‘fundamental y prioritario’, con la consecuencia de que, ‘cuando las expresiones usadas en el contrato tengan una significación clara e inequívoca, no será necesaria la investigación respecto de la voluntad común’”. Sin embargo, el criterio no es el mismo que el español, ya que el juez debe tener la certeza que la voluntad claramente expresada coincide con la voluntad real. En otras palabras, la interpretación literal no sería una norma de clausura, ya que el juez deberá interpretar para la determinación de la voluntad real. Es así como GALGANO destaca que “la orientación sub a (se refiere a la regla señalada precedentemente) se apoya en el brocardo ‘in claris non fit interpretatio’, el cual no es coherente con el art. 1362, apartado 1º, que exhorta a no limitarse por el sentido literal de las palabras”. Lo agregado entre paréntesis es mío. GALGANO, Francesco, op. cit., El negocio jurídico, 14. Sistemas de interpretación contractual. Tanto los Códigos Civiles decimonónicos, como el Codice Civile de 1865 (artículo 1131), como los más modernos, como el de 1942 (artículo 1362),36 adhieren a la tesis de interpretación subjetiva. Sin embargo, el artículo 1281 del C.C. español pareciera separarse de dichos Códigos al señalar que “si los términos de un contrato son claros y no dejan duda sobre la intención de los contratantes se estará al sentido literal de sus cláusulas. Si las palabras parecieren contrarias a la intención evidente de los contratantes, prevalecerá ésta sobre aquéllas”. 36 En el Codice Civile de 1865 se señalaba “en los contratos se debe indagar cuál ha sido la común intención de las partes, en lugar de quedarse en el sentido literal de los términos”. Y el artículo 1362, apartado 1º del Codice Civile de 1942, agrega: “Cuando se interprete el contrato, se debe indagar cuál ha sido la común intención de las partes, y no limitarse al sentido literal de las palabras”. En realidad, el Codice Civile adhiere a ambas formas de interpretación. Sin embargo, las reglas de interpretación objetiva son supletorias. GALGANO señala que la interpretación objetiva se debe aplicar conjuntamente con la subjetiva y deja de ser supletoria. Ello acontece en los casos en que se recurre a un criterio de interpretación objetivo por expresa aplicación de la ley. Así sucede, por ejemplo, respecto de la ejecución de los contratos de buena fe. Es interesante la precedente opinión de GALGANO, por cuanto ella es perfectamente aplicable entre nosotros en consideración a lo señalado en el artículo 1546 del C.C. chileno. GALGANO, Francesco, op. cit., El negocio jurídico, Tirant lo Blanch, Valencia, España,1992, pp. 434 y 435. 23 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones Por otra parte, es interesante comparar el proceso de interpretación del contrato y de la ley. Una parte importante de la doctrina civil señala que sería conveniente crear un sistema de interpretación común a ambos.39 Sin perjuicio de la posición que se adopte a este respecto, ambas formas de interpretación hacen frente a muchos problemas comunes. En todo caso, para parte de la doctrina el sistema de interpretación de la ley es objetivo y circunscrito a tratar de eliminar la oscuridad en la aplicación de la ley. En cambio, el sistema de interpretación contractual es al mismo tiempo objetivo y subjetivo.40 También es posible comparar estos sistemas de interpretación contrastando los artículos 19 y 1560 del C.C., que consagran la regla fundamental de cada sistema de interpretación. Para la mayoría de la doctrina y jurisprudencia unánime de los tribunales, en la interpretación legal predomina un sistema de interpretación literalista o mosaica de la ley. En cambio, en la interpretación contractual, a lo menos aparentemente, predominaría el sistema de interpretación subjetivo, que pretende determinar la voluntad real de los contratantes. Además, a diferencia de lo que acontece con la ley, las palabras del contrato no siempre son utilizadas en su sentido natural y obvio. 15. La integración del contrato. Al igual que respecto de la ley se discute si es posible integrar el contrato. En la integración de éste lo que se busca es determinar el verdadero sentido de una manifestación de voluntad aparentemente absurda o ambigua o simplemente hacer frente a un vacío de regulación. Sin embargo, la integración también puede considerarse como parte de la tarea de interpretar. La integración, en materia contractual, llena vacíos o lagunas del consentimiento a través, por ejemplo, de los elementos o cosas de la naturaleza del acto o contrato. De esta forma, la integración sirve para crear y complementar la reglamentación que las partes han querido otorgarse a través del contrato. También la labor integradora se produce a través de la costumbre u otros actos o contratos suscritos entre las mismas partes. En el Derecho comparado, frente a la integración del contrato se plantean dos posiciones. Conforme a la teoría de la autointegración o teoría alemana, para integrar se debe recurrir a la determinación de la “voluntad virtual”. Así, frente al vacío de regulación de las partes y la imposibilidad de poder reconstruir la “voluntad real” se debe preferir, antes de aplicar la equidad, determinar cómo habrían regulado las partes el supuesto al que el contrato no se refiere, dado el estatuto de regulación que las partes se han dado libremente. Sin embargo, esta posición no es pacíficamente aceptada por la doctrina. Así, para algunos autores, como DÍEZ-PICAZO, no se debe integrar el contrato. Tirant lo Blanch, Valencia, España, 1992, p. 428. Sin perjuicio de lo anterior, para que lo señalado en la letra a) de la Corte de Casación tenga sentido, supone un análisis menos exhaustivo por parte del juez en los casos en que el consentimiento aparece como claramente expresado. 39 Para muchos autores los problemas que plantea una y otra forma de interpretación son idénticos. De esta opinión eran PACCHIONNI, ALLARA, HECK y PUGLIATTI. DÍEZ-PICAZO, Luis, op. cit., Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, tomo II: Las relaciones obligatorias, Civitas, quinta edición, Madrid, 1996, pp. 393 a 395. 40 De esta forma, GIL RODRÍGUEZ señala que la interpretación contractual no sólo comprende “el esclarecimiento de la regla, sino también el hallazgo de la concreta voluntad de las partes”. GIL RODRÍGUEZ, Jacinto, op. cit., Capítulo XXV: “Interpretación y modificación del contrato”, en Manual de Derecho Civil II: Derecho de obligaciones. Responsabilidad civil. Teoría general del contrato, Marcial Pons, Madrid, España, 1996, p. 597. 16. Teorías conforme a las cuales se puede interpretar el contrato. En realidad existen tantas teorías de la interpretación del contrato como teorías del contrato. Por lo que a continuación sólo serán tratadas las más importantes: A. Teoría subjetiva. Conforme a la teoría clásica, el juez al interpretar debe buscar la intención fidedigna de las partes. Así, en Italia los criterios de interpretación 24 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General subjetiva “se basan en la investigación de la intención común de las partes (arts. 1362-65)”.41 Conforme a esta teoría se debe indagar la voluntad probable de las partes. El juez debe reconocer la imposibilidad de reconstruir la voluntad real y sólo le quedará la determinación de la voluntad probable. Esta tesis se basa en la teoría de la voluntad, que se ha venido resquebrajando.42 Las críticas a ella provienen desde los autores que creen que el contrato cumple una función social hasta los que opinan que esta teoría carece del rigor científico que el Derecho requiere. El ataque más fuerte contra la teoría de la voluntad proviene de los civilistas alemanes, que han tratado de evitar recurrir en la estructura del negocio jurídico a elementos subjetivos que atentan contra una concepción científica del contrato, como sucedería con la voluntad. Así, en esta materia nuevamente se enfrenta a la teoría de la voluntad, la teoría de la voluntad declarada. La doctrina alemana, desde los pandectistas, se ha esforzado por crear una interpretación “objetiva” del contrato que evite que el juez recurra a algo tan vago como una voluntad presunta. B. Teoría objetiva del contrato. Los criterios objetivos de interpretación para esta teoría son el del hombre medio, la equidad y la buena fe.43 El Derecho italiano, fuertemente influenciado por la teoría del negocio jurídico después de la promulgación del Codice Civile de 1942, admite la interpretación subjetiva, como la objetiva. La interpretación objetiva se funda en el “concepto de la buena fe contractual o de otros elementos objetivos que no pueden ser reconducidos a la intención de las partes (arts. 1366-77)”.44 17. Proceso de interpretación del contrato. Es posible distinguir en el proceso de interpretación, las siguientes etapas: A. Las cuestiones de hecho. En esta etapa se consignan los hechos y luego se determina la voluntad expresada aplicable a los hechos, pesándolos y valorándolos. No debe confundirse esta etapa de interpretación, que algunos denominan como propiamente tal, con la calificación jurídica del acto o contrato. Sin embargo, ambas etapas están interrelacionadas por cuanto siguen un orden cronológico. Así, las cuestiones de hecho determinan la calificación jurídica. En el proceso de interpretación del contrato, lo primero es que los hechos queden bien establecidos en orden a la existencia de la manifestación de la voluntad y a la forma en que ésta fue emitida. En este sentido, el lugar y tiempo de la declaración de voluntad será de vital importancia para determinar la ley aplicable al acto o contrato (artículos 14, 18 del C.C. y 22 de la L.E.R.L.). B. Las cuestiones de Derecho. Esta etapa también se divide en dos subetapas que comprenden la calificación jurídica del contrato y su reconstrucción o integración.45 C. Reglas para determinar cuándo interpretar. Para poder interpretar deben concurrir los siguientes dos elementos: a) La intención de las partes no se puede conocer con claridad. b) La declaración de la voluntad no es clara y suficiente, por lo que se debe recurrir a la voluntad virtual. Para que ello sea posible, la búsqueda de la voluntad real debe fracasar y se debe aplicar todo el proceso de interpretación. 41 GALGANO, Francesco, op. cit., El negocio jurídico, Tirant lo Blanch, Valencia, España, 1992, p. 427. 42 DE CASTRO Y BRAVO, Federico, op. cit., El negocio jurídico, Civitas, Madrid, España, 1991, p. 77. 43 En Francia, como destaca LÓPEZ SANTA MARÍA, DEREUX propuso como criterio de interpretación contractual objetivo “la buena fe”, recurriendo a los conceptos de utilidad y justicia. LÓPEZ SANTA MARÍA, Jorge, op. cit., Sistemas de interpretación de los contratos, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, Chile, 1971, p. 112. 44 GALGANO, Francesco, op. cit., El negocio jurídico, Tirant lo Blanch, Valencia, España, 1992, p. 427. 45 DE CASTRO Y BRAVO, Federico, op. cit., El negocio jurídico, Civitas, Madrid, España, 1991, pp. 75 a 77. GIL RODRÍGUEZ, Jacinto, op. cit., Capítulo XXV: “Interpretación y modificación del contrato”, en Manual de Derecho Civil II: Derecho de obligaciones. Responsabilidad civil. Teoría general del contrato, Marcial Pons, Madrid, España, 1996, pp. 590 y 591. 25 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones Antes de entrar a determinar cómo se establece la voluntad virtual se debe señalar cuándo es necesario interpretar. La jurisprudencia francesa del siglo XIX no fue uniforme sobre este problema. Así, para algunas sentencias la oscuridad del contrato era una condición necesaria para que haya lugar a la interpretación. En Chile, ya CLARO S. rechazaba la doctrina de las cláusulas claras y oscuras. A su vez, para LÓPEZ SANTA MARÍA dicha distinción es imposible de hacer tanto desde un punto de vista objetivo como subjetivo. Según el referido autor, para determinar el sentido y alcance del contrato se debe necesariamente interpretar. Esta es la doctrina de DOMAT y POTHIER, de acuerdo a los cuales todo contrato es susceptible de ser interpretado y la oscuridad de éste no es una condición para que haya lugar a la interpretación. En resumen, el juez debe interpretar el contrato en los siguientes supuestos: a) Cláusulas ambiguas u obscuras. b) Existencia de cláusulas o términos contractuales claros, pero insuficientes. c) Contratos con cláusulas o términos claros, pero excesivos, como suele suceder con las cláusulas de estilo. d) Términos claros del contrato, pero dudosos. La regla básica en materia de interpretación está dada por el artículo 1560 del C.C., que señala que “conocida claramente la intención de los contratantes, debe estarse a ella más que a lo literal de las palabras”. El artículo 1560 del C.C., para la mayoría de la doctrina chilena, tiene su antecedente en el 1156 del Código napoleónico, que indica: “en las convenciones se debe buscar cuál ha sido la intención común de los contratantes, antes que atenerse al tenor literal de las palabras”. Esta regla seguiría la lógica en virtud de la cual el Derecho, por regla general, no se preocupa del fuero interno. LÓPEZ SANTA MARÍA recalca que hay una diferencia fundamental entre estos dos artículos.46 El artículo 1156 del Code Civil tendría su antecedente en el Digesto y el artículo 1560 del Código Civil chileno en un Edicto de Paulo. El artículo 1560 del C.C. sería más exigente que el Code Civil en la interpretación del contrato, ya que el juez sólo podrá recurrir al fuero interno en la medida que conozca claramente la intención de los contratantes. De esta forma, el juez no puede interpretar basado sólo en indicios. Así, el Código Civil chileno limita la interpretación, contra lo expresamente declarado, a la voluntad claramente conocida de los contratantes. En resumen, si el sistema de interpretación consagrado en el artículo 1560 del C.C. se separa del Derecho francés, ¿qué clase de sistema subjetivo de interpretación se adopta? A continuación trataré de responder esta pregunta. El primer problema al que debe enfrentarse el juez al interpretar el contrato es muy similar al que debe afrontar al interpretar la ley. En otras palabras, se debe determinar, qué facultades tiene el juez para interpretar cuando la voluntad declarada por las partes se contradice con la voluntad real o simplemente no es clara. En el Derecho comparado, si no es posible determinar cuál es la voluntad real de los contratantes se debe determinar la voluntad virtual o presunta. De lo señalado, al comparar los artículos 1560 del C.C. y 1156 del Code Civil podría concluirse que el juez no puede recurrir a la voluntad virtual y que sólo podrá interpretar en la medida que pueda determinar “claramente” la voluntad real. Sin embargo, como pone de manifiesto LÓPEZ SANTA MARÍA, en definitiva el juez chileno también puede y debe recurrir a la voluntad presunta.47 Pero si bien el juez puede recurrir a la voluntad virtual, en caso de conflicto entre voluntad real y declarada debe preferirse aquélla; entonces, se plantea un segundo problema. En virtud de él se debe determinar cuál sería entonces la restricción que establece el artículo 1560 47 LÓPEZ SANTA MARÍA, J., op. cit., Los contratos. Parte General, pp. 312 y 313. En este sentido, LÓPEZ señala: “en Chile, en la práctica, por la fuerza de las cosas el proceso interpretativo se ve forzado a recurrir a los mismos arbitrios que en Francia”. 46 LÓPEZ SANTA MARÍA, J., op. cit., Los contratos. Parte General, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, Chile, 1986, p. 312. 26 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General perfeccionamiento o para tener eficacia.51 En este sentido cabe preguntarse si el juez puede determinar o completar elementos de la esencia de un contrato solemne a través de pruebas que no sean las formalidades que el acto interpretado exige. De ser ello posible, ¿no se vería afectada la naturaleza solemne del acto o contrato interpretado? Este no es un tema menor, ya que de ser la respuesta afirmativa, el juez sólo podría admitir como prueba de una obligación de un contrato solemne las formas que exige la ley para dicho contrato. Así, la prueba de la modificación de una obligación que emane de un contrato de compraventa sobre un bien raíz sólo podría probarse por escritura pública. Este tema será abordado en la interpretación del testamento. del C.C. al juez, si no es impedirle recurrir a la voluntad virtual o presunta. Para algunos autores, al igual como ocurre en el Derecho francés, el artículo 1560 del C.C. chileno impediría que el juez pueda interpretar contra la voluntad declarada y clara de las partes. De esta forma, como destaca LÓPEZ SANTA MARÍA, dicho artículo estaría inspirado en la doctrina de DOMAT y POTHIER. Para estos autores, el juez al interpretar puede apartarse de los términos claros del contrato, pero sólo en la medida que descubra una intención contraria “evidente” de las partes.48 Ello lleva a que en realidad existan dos posiciones dentro de la doctrina clásica de la interpretación del contrato. Para la primera doctrina, en la medida que la voluntad de las partes conste de forma clara no es posible interpretar, aunque el juez tenga antecedentes que la voluntad real era otra. En cambio, para una segunda posición, sostenida por parte importante de la doctrina clásica francesa como AUBRY y RAU, ello sería perfectamente posible, pero sólo en la medida que la voluntad contraria a la claramente manifestada sea “evidente”. La jurisprudencia francesa se ha inclinado por una y otra posición.49 Sin perjuicio de lo cual, esta última doctrina es la que debería primar en Chile, como se desprende de la nota de BELLO al artículo 1560, que señala: “en los contratos, es de regla atenerse a la letra en lo que no pugna manifiestamente con la conocida intención de los contratantes”.50 Un tercer problema en torno a la interpretación contractual se plantea con relación al alcance de la prueba extrínseca de los contratos que exigen formalidades para su 18. Reglas para interpretar el contrato. Nuestro ordenamiento civil siguió la tendencia adoptada por el Code Civil de establecer reglas expresas a las cuales el juez debe recurrir al momento de interpretar.52 Así, el Título XII del Libro IV del Código Civil señaló las reglas específicas que debe seguir el juez en materia de interpretación del contrato. Éstas son las siguientes: A. El contrato debe complementarse con todas aquellas cosas que le pertenecen según su naturaleza y de acuerdo a las costumbres. Esta regla se consagra en el artículo 1546 del C.C., por el cual “los contratos deben ejecutarse de buena fe y por consiguiente obligan no sólo a lo que en ellos se expresa, sino a todas las cosas 51 El caso más emblemático en torno a la prueba intrínseca y extrínseca es el testamento. No se puede dejar de lado que, en la medida que se pueda interpretar y en algunos casos integrar la voluntad del testador con pruebas externas al testamento, se afecta la calidad de solemne de éste. DOMÍNGUEZ BENAVENTE, Ramón y DOMÍNGUEZ ÁGUILA, Ramón, op. cit., Derecho sucesorio, tomo I, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, pp. 376 a 380. LÓPEZ SANTA MARÍA, Jorge, op. cit., Sistemas de interpretación de los contratos, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, Chile, 1971, p. 63. 52 Estas reglas fueron tomadas por el Code Civil y también por BELLO de las quince reglas de interpretación de DOMAT y las doce de POTHIER. De ahí pasan a los Códigos europeos, como el Capítulo IV del Título II del Libro IV del Código Civil español. 48 Esta parece ser la opinión de LÓPEZ SANTA MARÍA. El referido autor señala la posición precedente, que se basa en una reinterpretación de la regla cuarta de interpretación de DOMAT. LÓPEZ SANTA MARÍA, Jorge, op. cit., Sistemas de interpretación de los contratos, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, Chile, 1971, p. 41. 49 LÓPEZ SANTA MARÍA, Jorge, op. cit., Sistemas de interpretación de los contratos, p. 47. 50 Obras Completas de BELLO, tomo XV: Código Civil de la República de Chile II, Fundación La Casa de BELLO, Caracas, Venezuela, 1981, p. 479. 27 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones que emanan precisamente de la naturaleza de la obligación, o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella”. Conforme a la norma precedente, el acto jurídico debe ejecutarse de buena fe y conforme a ésta deben interpretarse y fijarse sus efectos. Por ello, los efectos del contrato, según el artículo 1546, no sólo son los expresados por el autor o las partes, sino que comprenden todos los demás que derivan de la naturaleza del negocio jurídico o que según la ley o la costumbre van incorporados al tipo o figura del negocio jurídico. Así, por ejemplo, un parque de diversiones se obliga a que todo funcione bien, y no sólo a que las personas se diviertan. La buena fe, en algunos países como Italia o Alemania, es un criterio objetivo de interpretación. En este sentido, para GALGANO la interpretación de buena fe “supone conferir al contrato el significado que le atribuirían los contratantes normales y leales, aunque en el caso concreto una o ambas partes en el contrato que debe ser interpretado no estén de acuerdo en absoluto”.53 Por otra parte, esta disposición debe relacionarse con el artículo 1563.2º del C.C. en virtud del cual las cláusulas de uso común se presumen, aunque no se expresen. En materia mercantil, por expresa aplicación del artículo 4º del C. de C., la costumbre es una regla de interpretación contractual. Además de las normas precedentes, también se refiere a la costumbre contractual el artículo 2º del C.C. En virtud de esta disposición, la costumbre no constituye Derecho, sino en los casos que la ley se remite a ella. En el Código Civil sólo se acepta la costumbre secundum legum. Así, la costumbre civil tiene un alcance limitado. B. Por generales que sean los términos del acto o contrato sólo se aplican a la materia sobre la que se ha contratado. Esta regla se desprende de lo señalado en las siguientes disposiciones: “Artículo 1561. Por generales que sean los términos de un contrato, sólo se aplicarán a la materia sobre que se ha contratado. Artículo 1565. Cuando en un contrato se ha expresado un caso para explicar la obligación, no se entenderá por sólo eso haberse querido restringir la convención a ese caso, excluyendo los otros a que naturalmente se extienda”. Esta regla determina la extensión del contrato, ya que lo restringe al objeto o materia que le es propia. El mismo Código Civil se encarga de aplicar esta regla a raíz de la transacción, preceptuando en el artículo 2462 que “si la transacción recae sobre uno o más objetos específicos, la renuncia general de todo derecho, acción o pretensión deberá sólo entenderse de los derechos, acciones o pretensiones relativas al objeto u objetos sobre que se transige”. De esta forma, si se transige en un juicio sobre lesión enorme de una compraventa y se señala que las partes renuncian a todas las acciones que tiene una parte contra la otra, otorgándose ambas un amplio finiquito, debe entenderse que estos términos generales se refieren al objeto o materia de la transacción y no a otros contratos celebrados entre las partes. C. Si una cláusula interpretada en un sentido debe producir efectos válidos e interpretada en otro, no produciría ningún efecto, debe preferirse la primera interpretación. Esta regla implica que deben rechazarse las interpretaciones que tengan como consecuencia que el contrato no produzca efectos o sea nulo. Pero sólo en la medida que exista otra interpretación racional que le otorgue validez o eficacia a una determinada cláusula del contrato. Igualmente, se debe rechazar la interpretación contraria al objetivo del contrato o a su buen sentido. Así se desprende del artículo 1562 del C.C., que señala literalmente que “el sentido en que una cláusula puede producir algún efecto, deberá preferirse a aquel en que no sea capaz de producir efecto alguno”. Esta regla, propia del Derecho clásico de los contratos, ha llevado a los Códigos más modernos a establecer la regla o principio de la “conservación del contrato”. En este sentido, conforme al artículo 1367 del Codice Civile, las cláusulas de los contratos se deben interpretar en el sentido según el cual el 53 GALGANO, Francesco, op. cit., El negocio jurídico, Tirant lo Blanch, Valencia, España, 1992, p. 432. 28 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General contrato es válido, en lugar del que deje al contrato como inválido o ineficaz. D. No apareciendo voluntad en contrario debe preferirse la interpretación que mejor cuadre con la naturaleza del contrato. Esta regla está consagrada en el artículo 1563.1º del C.C. en virtud del cual “en aquellos casos en que no apareciere voluntad contraria deberá estarse a la interpretación que mejor cuadre con la naturaleza del contrato”. E. Las cláusulas del acto o contrato deben interpretarse en su conjunto, unas por otras, de forma de dar a cada una la interpretación que mejor convenga al acto o contrato en su totalidad. Así se desprende del artículo 1564.1º del C.C. que señala que “las cláusulas de un contrato se interpretarán unas por otras, dándose a cada una el sentido que mejor convenga al contrato en su totalidad”. De este modo, si las cláusulas de un contrato se refieren a un aspecto determinado del negocio y luego otras vuelven a tratar el mismo aspecto se debe recurrir al artículo 1564.1º del C.C. F. Las cláusulas de un acto o contrato pueden interpretarse en caso de duda, valiéndose del mismo contrato entre las partes. Es frecuente que entre las partes que tienen habitualmente relaciones de negocios se vaya omitiendo reiterar detalles en contratos sucesivos. Así, en caso de duda sobre el alcance del último contrato, se puede recurrir a lo estipulado respecto de los anteriores. Esta regla se consagra en el artículo 1564.2º del C.C., en virtud del cual “podrán también interpretarse por las de otro contrato entre las mismas partes y sobre la misma materia”. G. Las cláusulas de un contrato pueden interpretarse atendiendo a la aplicación práctica que les han dado las partes o una de ellas con la aceptación de la otra. En este sentido, el artículo 1564.3º del C.C. señala que la interpretación puede hacerse “(...) por la aplicación práctica que hayan hecho de ellas ambas partes, o una de las partes con aprobación de la otra”. De esta forma, si en un contrato de arriendo se establece que el arrendatario no podrá subarrendar y, a pesar de ello, el arrendatario toma pensionistas con el conocimiento del arrendador, transcurrido un lapso suficiente este último no podrá alegar incumplimiento del contrato. H. Cuando en un contrato se ha usado un caso para explicar el alcance de una obligación no se entenderá por sólo eso haberse querido restringir la convención a ese caso, excluyéndose los otros a que naturalmente se extienda. En este sentido es de destacar que el artículo 1565 del C.C. señala textualmente que “cuando en un contrato se ha expresado un caso para explicar la obligación, no se entenderá por sólo eso haberse querido restringir la convención a ese caso, excluyendo los otros a que naturalmente se extienda”. I. Regla supletoria. No pudiendo aplicarse las reglas precedentes, las cláusulas ambiguas deben interpretarse a favor del deudor, pero debe tratarse de una ambigüedad efectiva y real y no susceptible de ser esclarecida mediante las reglas de interpretación. Esta regla se consagra en el artículo 1566.1º del C.C., que establece que “no pudiendo aplicarse ninguna de las reglas precedentes de interpretación, se interpretarán las cláusulas ambiguas a favor del deudor”. Esta regla tiene una variante en el inciso 2º del mismo artículo. Conforme a esta disposición, si una cláusula es ambigua y ha sido dictada por una de las partes, sea deudora o acreedora, y dicha ambigüedad proviene de no haberse explicado bien su alcance, no obstante que debió hacerse, la cláusula debe interpretarse en contra del culpable de la ambigüedad. Por otra parte, esta regla se modifica en las cláusulas predispuestas en las cuales se suele interpretar contra el predisponente. En este sentido, más que interpretarse el contrato a favor del deudor debe interpretarse a favor de la parte “más débil”.54 54 En el Derecho comparado se adscribe, entre muchos otros, a esta posición GALGANO, para el cual “...las cláusulas que imponen condiciones generales de los contratos, en la duda se interpretarán contra el autor de la cláusula, es decir, en el sentido que sea más favorable al otro contratante (art. 1370), que es el contratante más débil”. GALGANO, Francesco, op. cit., El negocio jurídico, Tirant lo Blanch, Valencia, España, 1992, p. 434. No es del caso analizar esta teoría que podríamos denominar “del contratante débil”, 29 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones Es del caso señalar que es importante distinguir, en la aplicación de esta regla, si estamos frente a un contrato oneroso o gratuito. Así, no parece lógico que una de las cláusulas del contrato, por ejemplo la que se refiere a una prestación pendiente, pueda ser interpretada a favor del deudor sin interpretarse las otras obligaciones del contrato, respecto de la cual el acreedor es deudor, y que se encuentran por ejemplo cumplidas. En este sentido, la interpretación del contrato debe hacerse en forma global.55 El Código Civil no estableció ningún orden de prelación de las reglas anteriores, salvo la del artículo 1566 del C.C., que sólo procede de no ser posible aplicar las disposiciones anteriores. la calificación jurídica del contrato, será la determinación del tipo específico de que se trate. De este modo, por ejemplo, si el juez determina que estamos frente a un contrato, acto seguido deberá determinar si la figura que se presenta es típica o atípica.57 Estas dos subetapas de la calificación del acto jurídico permiten determinar con una mayor o menor precisión las reglas de interpretación obligatorias para el juez. En la calificación jurídica del acto jurídico, su denominación (nomen juris) por las partes no obliga al intérprete. Ello se debe a que en Derecho las cosas son lo que son y no lo que las partes determinan. De esta forma, en muchas ocasiones las partes no conocen la terminología jurídica y pueden incurrir en errores; por ello, la denominación del contrato sólo es un antecedente que se debe tener presente en la interpretación del contrato. Por otra parte, por la sola violación de estas reglas no procede el recurso de casación en el fondo. Dicho recurso no opera respecto de los hechos del pleito y precisamente éstos son los que determinan la voluntad de las partes contratantes. El juez de fondo, de acuerdo a las circunstancias del proceso, puede inclinarse a favor de una u otra regla de interpretación. Sin embargo, excepcionalmente procede dicho recurso en los siguientes casos: a) Por la errada calificación jurídica del contrato. Este no es un problema de hecho, sino de Derecho. Así sucederá de ser calificado el contrato como de compraventa, cuando claramente es una transacción. b) La desnaturalización de una cláusula clara y precisa a la cual se le otorga por el juez 19. Calificación jurídica del contrato. La calificación del contrato, para GALGANO, es “la operación a través de la cual se tiende a identificar el abstracto tipo legal en el cual subsumir el concepto de contrato, a fin de sujetar el segundo a la disciplina del primero”.56 Una de las labores fundamentales de la interpretación judicial es la calificación jurídica del contrato. Esta operación permite determinar la naturaleza del acto jurídico, como si se trata de una convención, contrato, testamento o negocio jurídico. La determinación de la naturaleza del acto jurídico es fundamental porque permite aplicar a éste un estatuto jurídico a lo menos genérico. Así, la regulación del acto jurídico difiere si es calificado de testamento o de donación. Una segunda etapa, dentro de pero el Derecho privado no es un instrumento que permita calificar a una parte como débil. 55 En el Derecho italiano, los actos jurídicos o contratos gratuitos se interpretan “a favor del deudor”. GALGANO, Francesco, op. cit., El negocio jurídico, Tirant lo Blanch, Valencia, España, 1992, p. 434. 56 El autor precedente agrega además, respecto del Derecho italiano, “la Cassazione acostumbra a descomponer la operación en dos fases, ‘la primera consiste en la individualización de la intención común de las partes, la otra en el encuadramiento de la categoría en el esquema correspondiente’”. GALGANO, Francesco, op. cit., El negocio jurídico, Tirant lo Blanch, Valencia, España, 1992, p. 436. 57 Así, los efectos del contrato serán diferentes si es calificado como depósito o arriendo. En caso que el juez llegue a la conclusión de que el negocio jurídico interpretado es atípico, la interpretación del contrato se hace más difícil, ya que no podrá recurrir a los elementos de la esencia particulares y de la naturaleza de una figura típica. Pero, a lo menos, el juez está obligado a la calificación mínima del acto jurídico, que es, en nuestro Derecho, su determinación como unilateral o bilateral. A su vez, si es una convención, el juez deberá calificar si se trata de una convención no contractual o de un contrato. 30 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General un alcance equivocado con el pretexto de interpretar. El juez, en este supuesto, está violando concretamente el artículo 1560 del C.C. cuando señala: “conocida claramente la intención de los contratantes...”. En resumen, si bien la interpretación del contrato no puede ser objeto de recurso de casación en el fondo, si puede serlo su calificación jurídica. Sin perjuicio de lo anterior no es posible llegar a una conclusión definitiva en esta materia, ya que no hay unanimidad en la determinación de si procede o no el recurso de casación.58 la voluntad interna del testador, es decir, conforme a ella el intérprete debe descubrir cuál fue la verdadera voluntad del testador y, si ello no es posible, se podrá recurrir a la voluntad virtual. B. Teoría objetiva. Mediante esta teoría lo que se debe fijar en la interpretación es el significado y alcance de las palabras utilizadas por el testador en el testamento, sin importar la voluntad del testador. Pero tanto en el Derecho comparado como en el chileno predomina la interpretación subjetiva del testamento.60 20. Interpretación del testamento. Como señalan acertadamente DOMÍNGUEZ BENAVENTE y DOMÍNGUEZ ÁGUILA la interpretación no sólo tiene cabida para desentrañar la última voluntad del testador, sino que se debe recurrir a ella en múltiples materias. De esta manera, se debe interpretar la voluntad del testador en los vicios de la voluntad (artículo 1058 del C.C. respecto del error), en la revocación de un testamento por otro testamento posterior (artículos 1097 y 1104 del C.C.) o en la calificación jurídica de la asignación y del asignatario.59 Sin embargo, es discutible que las reglas de interpretación del testamento se apliquen a todas estas materias. Así parece ser a lo menos en torno a los vicios de la voluntad, respecto de los cuales se puede recurrir a la prueba externa. Lo contrario significaría exigir una prueba imposible. La fuerza sería imposible de probar si se rechaza la prueba extrínseca, salvo que sea el propio testamento el que señale que se celebra por fuerza. 22. Las normas de interpretación del testamento. Para entender cómo operan las normas que regulan el testamento se seguirá el orden que plantea PUIG BRUTAU en el Derecho español.61 A. Norma de aplicación general. Preferencia de la voluntad real y solemne en el testamento. El artículo fundamental en la interpretación del testamento es el artículo 1069 del C.C. Dicha norma señala expresamente lo siguiente: “Artículo 1069. Sobre las reglas dadas en este título acerca de la inteligencia y efecto de las disposiciones testamentarias, prevalecerá la voluntad del testador claramente manifestada, con tal que no se oponga a los requisitos o prohibiciones legales. Para conocer la voluntad del testador se estará más a la substancia de las disposiciones que a las palabras de que se haya servido”. En virtud del artículo 1069 del C.C. prevalece la voluntad del testador claramente manifestada en el testamento, sobre cual- 21. Teorías en materia de interpretación del testamento. A. Teoría subjetiva. En virtud de esta teoría lo que se busca al interpretar es determinar 60 DOMÍNGUEZ BENAVENTE, Ramón y DOMÍNGUEZ ÁGUILA, Ramón, Derecho sucesorio, tomo I, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, p. 366. En el Derecho español los contratos y los actos jurídicos bilaterales se interpretan conforme a la teoría objetiva. En cambio, el testamento se interpreta conforme a la teoría subjetiva. ALBALADEJO GARCÍA, M., Curso de Derecho Civil, tomo V: Derecho de sucesiones, quinta edición, Bosch, Barcelona, España, 1994, p. 340. O’CALLAGHAN, Xavier, Compendio de Derecho Civil, tomo V: Derecho de sucesiones, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, España, 1993, pp. 296 a 299. 61 PUIG BRUTAU, José, Compendio de Derecho Civil, volumen IV: Derecho de familia, Derecho sucesorio, Bosch Casa Editorial, Barcelona, España, 1990, pp. 382 a 385. 58 Para la sentencia de la C.S., de 24 de julio de 1928, la aplicación de los artículos 1545 y 1546 corresponde a los tribunales del fondo. En cambio, otra sentencia del referido tribunal señala que no procede el recurso de casación por infracción al artículo 1546 del C.C. por regular cuestiones de hecho, como lo es la buena o mala fe. 59 DOMÍNGUEZ BENAVENTE, Ramón y DOMÍNGUEZ ÁGUILA, Ramón, Derecho sucesorio, tomo I, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, p. 359. 31 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones quier otra consideración; de tal suerte que es la voluntad del testador la que prima siempre que no se vulneren las prohibiciones o requisitos establecidos en la ley (artículo 1069 del C.C.). En el fondo, este artículo obedece a la máxima in claris non fit interpretatio. De esta manera, en los casos que las disposiciones testamentarias son claras no se puede interpretar el testamento o, en otras palabras, sólo se debe interpretar en la medida que dichas disposiciones son poco claras, confusas, oscuras o ambiguas.62 Los principales problemas que se le presentarán al juez al interpretar el testamento son los siguientes: 1º. Determinación de cuál es la voluntad que debe interpretarse. Es importante poder señalar el momento preciso al que debe atender el juez al interpretar la voluntad del testador. Al respecto, existen dos posibles momentos en que debe determinarse la voluntad del testador. Ellos son el otorgamiento del testamento y el fallecimiento del testador. El determinar si se debe interpretar en un instante o en otro es de vital importancia en la medida que dichos momentos se alejan. De esta forma, si el testador fallece veinte años después de haber testado, el fijar el momento en que se debe interpretar su voluntad no es baladí, y ello puede ser crucial en juicio. En el Derecho español, para PUIG BRUTAU, se debe interpretar la voluntad del testador al momento de su fallecimiento.63 En cambio, para ALBALADEJO ocurre precisamente lo contrario. Para ALBALADEJO ello “es así por la sencilla razón de que si entre un momento y otro cambió la voluntad (se refiere a la voluntad del testador), mal puede recoger el testamento la que se forma posteriormente a él”.64 De esta forma, para el referido autor la revocación o modificación del testamento debe hacerse por otro testamento y no basta la simple voluntad posterior del testador para modificarlo o dejarlo sin efecto. En el Derecho chileno este tema no ha sido suficientemente estudiado. Sin perjuicio de ello, el artículo 1130 del C.C. chileno pareciera darle la razón a ALBALADEJO. En virtud de esta disposición, en el legado de condonación, de no señalarse nada por el testador, se entiende que se remite lo que el legatario debe al momento de testar y no al del fallecimiento del testador. Así lo establece expresamente el artículo 1130 al preceptuar que “si se condona a una persona lo que debe, sin determinar suma, no se comprenderán en la condonación sino las deudas existentes a la fecha del testamento”. 2º. Normas específicas para la determinación de la voluntad presunta o virtual del testador. Los artículos 1056 a 1068 del C.C. se refieren a casos específicos de interpretación. Estas normas determinan la voluntad presunta o virtual del testador; es decir, estas disposiciones no buscan descubrir la voluntad real del testador. En consideración a ello, estas disposiciones son subsidiarias a la interpretación testamentaria, no tienen aplicación directa, sólo si no es posible determinar la voluntad real se puede recurrir a ellas.65 El artículo 1056.4º del C.C. fija el alcance de la disposición a favor del alma del testador o de los pobres. El artículo 1064 del C.C. determina el alcance de la asignación dejada indeterminadamente a los parientes y el artículo 1150 del C.C. se refiere a la concurrencia de los asignatarios conjuntos en el acrecimiento. 3º. Las reglas de interpretación del contrato y del testamento. La determinación de las reglas de interpretación supletoria. 62 De esta forma lo ha entendido la mayoría de la doctrina y jurisprudencia. DOMÍNGUEZ Benavente, Ramón y DOMÍNGUEZ ÁGUILA, Ramón, Derecho sucesorio, tomo I, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, p. 360. 63 PUIG BRUTAU, José, Compendio de Derecho Civil, volumen IV, Derecho de familia, Derecho sucesorio, Bosch Casa Editorial, Barcelona, España, 1990, p. 385. 64 ALBALADEJO GARCÍA, M., Curso de Derecho Civil, tomo V: Derecho de sucesiones, quinta edición, Bosch, Barcelona, España, 1994, p. 341. 65 De esta forma, PUIG BRUTAU señala: “Son normas subsidiarias de interpretación, dice García Amigo, cuya aplicación solamente se impone cuando parece dudosa la voluntad del testador”. PUIG BRUTAU, José, Compendio de Derecho Civil, volumen IV, Derecho de familia, Derecho sucesorio, Bosch Casa Editorial, Barcelona, España, 1990, p. 382. 32 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General Las reglas que regulan el testamento son más bien escuetas; en realidad, sólo se establece una regla general en el artículo 1069.2º del C.C. y las demás normas señalan presunciones de voluntad del testador o reglas de interpretación específicas. También para algunos autores habrían reglas de interpretación de los legados (artículos 1110 y siguientes del C.C.), pero dichas normas más bien regulan los denominados legados especiales. Esta falta de regulación de la interpretación del testamento es lógica, ya que es difícil que el legislador pueda precaver todos los casos en que es necesario interpretar un testamento. Pero esta escasez de normas de interpretación ha llevado a la doctrina a preguntarse si se pueden aplicar supletoriamente al testamento las reglas que regulan la interpretación del contrato. La mayoría de la doctrina, sobre todo la extranjera, señala que ello no es posible; en cambio, nuestra jurisprudencia entiende que ello es perfectamente factible. En este sentido es especialmente esclarecedora la opinión del español CAPILLA, para el que la lógica del testamento es diferente a la del contrato. En el contrato siempre hay una contraposición de intereses –aun en los unilaterales–; en cambio, en el testamento no se aprecia ningún interés que armonizar. En el testamento más bien parece haber un interés social externo a la última voluntad del testador, que se manifiesta en la protección de las asignaciones forzosas, es decir, la lógica de la voluntad en el testamento es diferente a la de la formación del consentimiento, propia de las convenciones y los contratos.66 Sin perjuicio de lo anterior, algunos autores como DOMÍNGUEZ BENAVENTE y DOMÍNGUEZ ÁGUILA son de la opinión que no es posible adoptar una regla general en cuanto a las normas supletorias en materia de interpretación. Así, el juez deberá recurrir a cada norma de interpretación contractual para ver si ella es aplicable a la interpretación testamentaria.67 Los referidos autores señalan los siguientes casos específicos en que se aplican las normas de interpretación contractual al testamento: a) La regla del artículo 1562 del C.C. –en virtud de la cual debe preferirse la interpretación de una cláusula en virtud de la cual ésta produce un efecto a aquella que no produce efecto alguno– debe aplicarse como regla general. b) En igual sentido es posible adaptar el artículo 1565, sobre la interpretación de los contratos, conforme al artículo 1157, sobre la interpretación del testamento, a la interpretación del testamento. De este modo, el artículo 1157 del CC. se limita a seguir al artículo 1565 del C.C. Así, para aquella norma “cuando en un contrato se ha expresado un caso para explicar la obligación, no se entenderá por sólo eso haberse querido restringir la convención a ese caso, excluyendo los otros a que naturalmente se extienda”. De esta forma, sería posible aplicar directamente esta disposición al testamento, ya que el artículo 1157 del C.C. indirectamente autorizaría a ello. Es así como, conforme al artículo 1157 del C.C., “la sustitución que se hiciere expresamente para algunos de los casos en que pueda faltar el asignatario, se entenderá hecha para cualquiera de los otros en que llegare a faltar; salvo que el testador haya expresado voluntad contraria”. c) Conforme a DOMÍNGUEZ BENAVENTE y DOMÍNGUEZ ÁGUILA se puede concluir exactamente lo mismo respecto del artículo 1564.1º del C.C.68 67 DOMÍNGUEZ BENAVENTE, Ramón y DOMÍNGUEZ ÁGUILA, Ramón, Derecho sucesorio, tomo I, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, p. 363. 68 De este modo, los referidos autores señalan “...lo mismo para el supuesto del artículo 1564, inc. 1º, que consagra la interpretación sistemática”. DOMÍNGUEZ BENAVENTE, Ramón y DOMÍNGUEZ ÁGUILA, Ramón, Derecho sucesorio, tomo I, Editorial Jurídica de Chile, Nº 343, Santiago de Chile, p. 363. En todo caso, los autores precedentes no parecen entender que estos casos sean taxativos, ya que también indican que existen normas que en ningún caso pueden aplicarse 66 CAPILLA RONCERO, F., en LÓPEZ, A. M., MONTÉS, V. L. y ROCA, E., Derecho Civil (V), Derecho de sucesiones, (F. CAPILLA RONCERO, coord.), Parte II: La sucesión testada, Lección 5: “El testamento. Concepto y estructura”, Tirant lo Blanch Libros, 1999, Valencia, España, pp. 119 y 120. 33 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones Sin embargo, esta situación no es igual a la anterior ya que en el caso precedente existe en materia testamentaria una norma similar a la de la interpretación del contrato –aunque más restrictiva–, lo que en este supuesto no acontece. Por otra parte otras disposiciones, como los artículos 1564.2º y 3º, y 1563 a 1566 parecen no aplicarse al testamento al tener como fundamento un acto jurídico en que operan partes con intereses distintos. B. La prueba intrínseca y extrínseca en el testamento. Para parte de la dogmática civil el testamento, al ser un acto solemne, impide el recurrir a cualquier prueba ajena a dicho acto jurídico. Por ello, parte de la doctrina distingue entre la prueba extrínseca –la que es ajena al testamento– y la intrínseca –que es la que emana del testamento–. La doctrina chilena no acoge esta posición y se inclina a favor de la admisión de la prueba extrínseca en la interpretación testamentaria, pero exigiendo que dicha prueba esté de alguna forma vinculada al testamento.69 Sin embargo, esta limitación no se debe aplicar a los vicios de la voluntad. Ellos se rigen por reglas propias, ajenas a las normas de interpretación del testamento. Nuestra jurisprudencia, mediante un controvertido fallo de la C.S. del año 1962, permite la prueba extrínseca aun para integrar la voluntad del testador, es decir, para fijar su voluntad aun si no se plantea ningún problema de interpretación. La posición que acoge dicho fallo es claramente un exceso que contraviene no sólo el artículo 1069 del C.C., sino también el artículo 999 del C.C. Ello se debe a que si no existe ningún problema de interpretación y es posible que los tribunales determinen la voluntad del testador por otros medios de prueba ajenos a las formalidades del testamento, entonces existiría una voluntad del testador que produciría todos los efectos propios de un testamento, sin cumplir ninguna de sus formas. Ello desnaturalizaría claramente la calidad de solemne del testamento. Este mismo problema se ha presentado en la interpretación del artículo 675 del C.C. español. Dicho artículo es tan restrictivo como nuestro artículo 1069 del C.C., pero la jurisprudencia española admite restringidamente la prueba extrínseca. Ella se admite sólo en la medida que la interpretación a que lleva la prueba extrínseca sea plausible conforme al testamento.70 Para finalizar, en la determinación de la voluntad del testador existe una evidente tensión entre la voluntad solemne, es decir, la declarada mediante el testamento y la voluntad real. Dicha tensión, en principio, se resuelve a favor de la voluntad real, como se desprende del artículo 1069.2º del C.C., pero siempre dentro del testamento. Por ello, para poder aplicar las reglas de interpretación o mejor dicho para que el juez pueda interpretar el testamento, deben cumplirse las siguientes condiciones: a) La voluntad del testador debe ser oscura, poco clara, ambigua o incompleta. Pero ello no quiere decir que sólo se deba recurrir a las palabras de que se ha servido el testador, sino que también se debe estar a la sustancia de las disposiciones testamentarias. 70 Así, la solución es similar a la adoptada por la doctrina en Chile. Conforme a O’CALLAGHAN ello será de este modo “siempre que el sentido que se halle concuerde con la voluntad expresada en el testamento”. O’CALLAGHAN, Xavier, Compendio de Derecho Civil, tomo V, Derecho de sucesiones, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, España, 1993, p. 297. Para algunos autores españoles es perfectamente admisible la integración del testamento mediante prueba externa, pero siempre que deba integrarse por existir alguna disposición oscura, poco clara o ambigua. CAPILLA RONCERO, F., en LÓPEZ, A. M., MONTÉS, V. L., y ROCA, E., Derecho Civil (V), Derecho de sucesiones (F. CAPILLA RONCERO, coord.), Parte II: La sucesión testada, Lección 5ª: “El testamento. Concepto y estructura”, Tirant lo Blanch Libros, Valencia, España, 1999, pp. 121 y 122. y aunque no señalan ningún caso concreto, de ello se desprende que las otras sí podrían aplicarse. 69 DOMÍNGUEZ BENAVENTE, Ramón y DOMÍNGUEZ ÁGUILA, Ramón, Derecho sucesorio, tomo I, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, pp. 376 a 380. LÓPEZ SANTA MARÍA, Jorge, Sistemas de interpretación de los contratos, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, Chile, 1971, p. 63. 34 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General b) Conforme a la mayoría de la doctrina, para recurrir a la prueba extrínseca debe existir algún antecedente en el propio testamento que permita rendir dicha prueba, sin perjuicio de lo señalado por la C.S. c) Si no es posible acreditar la voluntad real del testador, el juez puede recurrir a las reglas especiales que da el Código Civil para determinar la voluntad presunta o virtual del testador. De todos estos supuestos, conforme a lo ya señalado, el más discutible es este último. por desarrollar los principios conforme a los cuales tradicionalmente se ordena el Derecho de los contratos. 24. Principio de la autonomía privada. En el Derecho romano clásico no se consideró el contrato como una figura autónoma o genérica, es decir, los romanos no conocieron ni elaboraron una teoría general del contrato. Los romanos, como ya se ha destacado, más bien se preocuparon de reglamentar contratos específicos. La teoría del contrato se comienza a desarrollar en el Derecho romano posclásico, como consecuencia del agotamiento de las figuras contractuales específicas. De esta manera, la autonomía de la voluntad le otorga un sustento teórico adecuado al consentimiento como generador de obligaciones a través de los contratos atípicos o innominados. Éstos permitieron a las partes convenir reglamentos especiales para solucionar problemas prácticos o específicos. En la doctrina civil tradicional o clásica la teoría general de los contratos se sustenta en el principio de la autonomía de la voluntad. Este principio se funda en la siguiente idea matriz: la voluntad, que se basta a sí misma y que no es contraria al ordenamiento jurídico, da lugar a la autonomía de la voluntad como fuente de los derechos personales que emanan de los contratos. Sin embargo, en el Derecho comparado se discute si es preferible utilizar la locución “autonomía privada” en lugar de la expresión más tradicional “autonomía de la voluntad”. Es posible diferenciar estos términos; el primero se refiere a la voluntad como creadora del acto jurídico, en cambio, el principio de la autonomía privada no sólo se refiere al nacimiento del acto jurídico, sino también a la regulación de sus efectos, como sucede con el negocio jurídico entendido en forma restringida.72 En otras palabras, la expresión autonomía privada pone de manifiesto la función normativa o creadora de derecho § 3. Los principios que configuran el contrato 23. Introducción a los principios que rigen el contrato. La teoría del contrato debe abordar su interpretación, contenido y los efectos del contrato. La interpretación del contrato fue abordada en el apartado precedente. El contenido del contrato no difiere del contenido del acto jurídico, por lo que sólo quedan por analizar los efectos del contrato, que se desarrollarán a raíz de la teoría de las obligaciones. Sin embargo de analizar dichas materias y sobre todo de abordar los contratos en particular es necesario referirse a los principios que rigen el contrato en el Derecho chileno. Si algo ha distinguido al Derecho de los contratos es que se ha construido sobre sólidos principios que permiten darle una estructura adecuada al andamiaje del Derecho civil. Es verdad que estos principios o pilares del Derecho civil contractual en la actualidad se tambalean. En este sentido es posible, como se ha sugerido en este trabajo, incorporar nuevos principios o máximas contractuales.71 Sin embargo, como esta obra está dirigida principalmente a estudiantes de Derecho se ha optado 71 BARCIA L., R., “Los efectos de las obligaciones desde la perspectiva del análisis económico”, Cuadernos de Análisis Jurídicos. Colección de Derecho Privado, tomo I: Temas de responsabilidad civil, Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales, Ediciones Universidad Diego Portales, Escuela de Derecho, Santiago de Chile, 2004, pp. 127 a 167. 72 Para los seguidores de esta posición, el negocio jurídico no sólo da lugar a derechos subjetivos, sino que también crea derecho objetivo. Vid. FERRI, Luigi, La autonomía privada, Editorial Comares, Granada, España, 2001, pp. 16 y 17. 35 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones objetivo del negocio jurídico. Por ello, el término “autonomía privada” es más preciso y extenso que el de “autonomía de la voluntad”, aunque esta última expresión también denota una posición dogmática. Sin perjuicio de ello, muchos autores siguen utilizando la expresión autonomía de la voluntad en forma indistinta. En este sentido, independientemente como se denomine este principio, está presente no sólo en la formación del contrato o del negocio jurídico, sino que permite crear verdaderos “estatutos regulatorios” que afectan a otros principios del Derecho de los contratos. La importancia del principio de la autonomía privada es evidente desde que de él se desprenden todas las máximas contractuales, como el consensualismo, la libertad contractual, la fuerza obligatoria y el efecto relativo del contrato.73 A. La Libertad de contratar o para contratar. La celebración de un contrato queda entregada a la iniciativa de los interesados. Las partes son las que eligen y deciden la oportunidad para contratar. Ellas contratan cuando pueden o quieren. Sin embargo, existen casos en los cuales el ordenamiento jurídico impone la celebración de un acto o contrato; ello ocurre en los denominados contratos forzosos. Un ejemplo de éstos es el seguro de responsabilidad por accidentes de terceros. Conforme a nuestra legislación, los propietarios de vehículos para poder circular deben contratar un seguro de daños a favor de terceros. En este caso, el ordenamiento jurídico estaría limitando la libertad de contratar. Otro tanto sucede en los seguros que debe tomar la locomoción colectiva. Como se señaló precedentemente, el principio de la libertad para contratar resalta el principio de la autonomía de la voluntad en su vertiente clásica, es decir, como creadora de derechos subjetivos. B. La libertad contractual. En virtud de ella, las partes fijan el contenido y los efectos del contrato. De esta forma, este elemento pone de manifiesto la función normativa del contrato como creador de derecho objetivo. Sin perjuicio de ello, las partes están limitadas por el ordenamiento jurídico e incluso por su propia voluntad, que puede estar vinculada por actos o contratos anteriores.74 Sin perjuicio de lo señalado precedentemente, la función normativa del contrato no puede llevar a asimilarlo a la ley, ya que el contrato es una fuente normativa de alcance muy limitado. Su limitación no sólo se aprecia en su jerarquía, que es inferior a la ley, sino también en sus alcances, ya que 25. Concepto de autonomía privada. Conforme a lo señalado, se puede definir la autonomía privada como el poder o facultad de los individuos para crear actos jurídicos o someterse a un estatuto legal o particular, si lo desean de esta forma, y regular los efectos del acto jurídico o someterse a un estatuto jurídico preexistente. Es posible distinguir los siguientes elementos fundamentales de la autonomía privada: a) La libertad para contratar, es decir, la libertad para sentarse a negociar. b) La libertad contractual. Esta última libertad se traduce en la negociación del contenido del acto jurídico que se celebrará o el sometimiento a un estatuto jurídico preexistente. 26. Elementos de la configuración básica de la autonomía privada. Conforme a lo señalado precedentemente, la autonomía de la voluntad comprende los siguientes dos elementos: 74 A esta facultad K. LARENZ la denominaba libertad de configuración interna porque a través de ella las partes podían resolver no regirse por las normas civiles supletorias. En este sentido, un contrato típico puede transformarse en atípico en la medida que se vean afectados todos los elementos de la esencia del contrato nominado y se dé lugar, de este modo, a un nuevo contrato. Vid. LARENZ, Karl, Derecho de obligaciones, tomo I, Editorial Revista de Derecho Privado, 1998, pp. 74 y 75. 73 Es del caso destacar la opinión de LÓPEZ SANMARÍA en consideración a la cual el principio de la buena fe es un principio independiente de la autonomía privada. LÓPEZ SANTA MARÍA, Jorge, Los contratos. Parte General, tomo I, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 1998, pp. 233 a 236. TA 36 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General produce efectos relativos a diferencia de las normas que tienen efectos erga omnes. Así se aprecia claramente en los casos en que el ordenamiento jurídico no sólo suple la falta de regulación de las partes, en cuyo caso no se restringe la libertad contractual, sino cuando impone disposiciones o cláusulas, como en los contratos dirigidos. En dichos contratos sus cláusulas fundamentales, o sea las que se refieren a elementos de su esencia, son impuestas por la ley. como una forma de corregir la fuerza que le otorga el ordenamiento jurídico al contrato, el artículo 1546 del C.C. señala que los contratos deben ejecutarse de buena fe. De esta forma, conforme a la referida disposición los contratos obligan no sólo a lo que en ellos se expresa, sino que a todas las cosas que emanan precisamente de la naturaleza de la obligación, o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella. Además, como precisamente el sustento del contrato está en la autonomía privada, los contratos tienen efectos relativos, sin perjuicio que eventualmente alcancen a los terceros relativos o interesados. c) En cuanto a la interpretación del contrato. Conforme a lo señalado en la interpretación del contrato, la autonomía privada se manifiesta fundamentalmente en los artículos 1560 y 1564.2º del C.C. En virtud de estas normas siempre es preferible la interpretación auténtica del contrato, que es aquella que emana de las propias partes que han celebrado el acto o contrato. d) En cuanto a la extinción del contrato. De la misma forma como la autonomía de la voluntad da origen al contrato puede ponerle término a través de la resciliación. 27. La autonomía privada está presente en todas las etapas del contrato. El principio de la autonomía privada puede analizarse a través de la formación, vigencia y término del contrato. De esta forma, la autonomía privada no sólo está presente en el nacimiento del contrato, sino en todo su proceso de desarrollo. Incluso tiene cabida en las eventuales ineficacias que pudieren afectarlo, como en el saneamiento de la nulidad relativa. A continuación se analizará la autonomía de la voluntad en las distintas etapas del contrato o iter contractual: a) En la formación del contrato. Este principio se manifiesta tanto en la libertad contractual, como en el principio del consensualismo. En virtud de este último sólo a través del consentimiento las partes pueden obligarse. Para la mayoría de la doctrina chilena el consensualismo es el principio predominante en cuanto al perfeccionamiento del contrato. Así, los contratos consensuales son la regla general. Pero en realidad el principio general en nuestro Derecho parece ser el formalismo, como se desprende del simple análisis de los artículos 1708 y 1709 del C.C. b) En los efectos del contrato. En la autonomía privada se sustenta el principio de la fuerza obligatoria del contrato.75 En dicho sentido, una vez formado el consentimiento y producido el acuerdo de voluntades las partes no pueden modificarlo por su sola voluntad. Sin embargo, 28. Restricciones al principio de la autonomía privada. A continuación se analizarán algunas restricciones a la autonomía privada: a) Las cláusulas del acto o contrato que se suscribe no pueden transgredir los elementos de la esencia particulares del acto o contrato. De esta forma, una compraventa sin precio no es tal, un testamento debe cumplir con las solemnidades que exige la ley, etc. b) La figura creada por el autor o los contratantes no debe ser contraria al ordenamiento jurídico, la ley, la moral o las buenas costumbres.76 En realidad, ambas restricciones son en consecuencia que el contrato como norma 76 Así, el § 138.1º del BGB señala lo siguiente: “[Negocio jurídico contra las buenas costumbres; usura]. 1. Un negocio jurídico que esté en contra de las buenas costumbres es nulo”. 75 Ello es bastante discutible, ya que para autores menos kantianos, como BETTI o la mayoría de los positivistas, la fuerza obligatoria del contrato emana de la ley. 37 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones debe respetar el ordenamiento jurídico como sistema. En otras palabras, tanto la libertad para contratar como la libertad contractual deben respetar las normas prohibitivas e imperativas de requisitos. c) Limitaciones específicas al consensualismo, como las impuestas por los contratos dirigidos o de contenido reglamentado y los contratos forzosos. de los problemas que enfrenta la teoría civil del tipo contractual. A través de los supuestos teóricos que se analizarán, lo que se busca es reconducir una categoría contractual o negocial atípica a una típica, es decir, contendida en un tipo legal. El ejercicio de reconducción se hace elaborando unas categorías típicas, que se aplican a la tipicidad estructural del contrato (requisitos del acto jurídico), su clasificación (clasificación del acto jurídico, del negocio jurídico y de los contratos), y a la clasificación de las prestaciones que se pueden aplicar a la prestación que nace del contrato atípico (obligación de declarar, de restituir, de tradir, etc.).77 Este esfuerzo de reconducción no sólo lleva a la aplicación de la regulación típica a un contrato atípico, sino a su integración por los distintos principios y elementos que la integran. Ello va desde la simple aplicación de los principios contractuales hasta el reconocimiento y aplicación de un complejo estatuto jurídico al contrato atípico. Así, se puede concluir que el ordenamiento jurídico chileno establece un estatuto jurídico para la obligación de restituir, si se elabora una teoría del tipo de “obligaciones de restituir”. La falta de regulación propia del contrato atípico puede crear problemas al juez al momento de aplicar el Derecho, ya sea frente a los vacíos de la regulación que se han dado las partes, o simplemente porque el contrato atípico no es tal y las partes a través de él han tratado de evitar la apli- 29. Los contratos atípicos como una manifestación de la autonomía privada. A. Generalidades. Los contratos consensuales nacen en el Derecho histórico como contratos atípicos, ya que a partir de los tradicionales cuatro estatutos contractuales consensuales se comienzan a crear contratos que terminan siendo regulados por el legislador. El Derecho comparado –tanto el Derecho alemán, con su noción de negocio jurídico, como el Common Law, con su noción de “contract” de aplicación general– ha propiciado un sistema jurídico que crea las condiciones necesarias para el desarrollo de los negocios jurídicos o contratos atípicos. Ello es evidente desde que la estructura reguladora del contrato es clara y generalmente aceptada. La relación entre los contratos típicos y atípicos es inversa con relación a la libertad contractual y para contratar. De este modo, la libertad contractual se encuentra limitada en los elementos de la esencia particulares del tipo, que están regulados por normas de Derecho positivo; en cambio, el contrato atípico, en principio, solo cuenta con el sustento de la estructura general del contrato. Sin perjuicio de lo cual los tipos contractuales atraen a los contratos atípicos, ya sea absorbiéndolos, combinándolos o aplicando sus reglas por analogía. El concepto de la tipicidad está presente en varios campos del Derecho. De este modo, se presenta en el campo penal, de los derechos reales, etc. A continuación me referiré brevemente a la delimitación del ámbito de regulación del contrato atípico. B. Delimitación del estatuto normativo del contrato atípico. La delimitación del estatuto normativo del contrato atípico es uno 77 Como destaca GETE-ALONSO existen fundamentalmente dos grados dentro de la tipicidad. El primer grado está dado por la teoría del contrato (teoría del negocio jurídico) y el segundo por la ubicación del contrato (estatuto contractual dentro de la teoría del contrato). Algunos autores agregan un tercer grado que estaría dado por la especificación del contrato dentro de un tipo particular como, por ejemplo, una donación irrevocable. GETE-ALONSO, María del Carmen, Estructura y función del tipo contractual, Bosch Casa Editorial, Barcelona, España, 1979, p. 19. PALACIOS M., Eric, “La problemática de la teoría del tipo y la integración contractual”, en Estudio sobre el contrato en general por los setenta años del Código Civil italiano (1942-2002), ARA Editores, Lima, Perú, 2004, p. 734. 38 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General cación de una norma imperativa.78 Para solucionar estos problemas, sobre todo en el contrato atípico mixto, es posible recurrir a los siguientes criterios: 1º. Absorción del contrato atípico por un contrato nominado. En realidad, esta es una forma de delimitar la naturaleza típica o atípica del contrato. En el fondo, mediante esta figura se concluye que el contrato que se presenta como atípico no es tal, y por ello es absorbido por un contrato nominado.79-80 Pero ella también va un poco más lejos. Así, conforme a esta teoría se debe determinar el elemento preponderante del tipo. Una vez hecho esto, si este elemento es compartido por un contrato atípico a éste se le aplica el estatuto jurídico del contrato típico. Para entender si ello acontece se puede recurrir a los siguientes criterios: a) Elementos de la esencia particular del tipo. Conforme a este criterio, si la figura en principio atípica comparte uno o más elementos de la esencia de una figura típica se le debe aplicar la regulación típica. En el Derecho comparado este criterio ha sido rechazado, ya que existen contratos que tienen los mismos elementos de la esencia, como el contrato de suministro y de compraventa, y no pueden regirse por el mismo estatuto jurídico. b) La causa para contratar del contrato atípico es idéntica a una figura típica. En la medida que el contrato atípico comparta los elementos de la esencia particular o la causa de un contrato nominado será absorbido por este último.81 c) En la medida que los elementos delimitadores de ambas figuras sean los mismos. Conforme a los autores que adoptan esta posición, los elementos diferenciadores del tipo pueden ser los siguientes: i) Elemento personal. Por ejemplo, el seguro requiere que una de las partes sea una compañía de seguro. ii) Elemento temporal. En virtud de este elemento es posible diferenciar, por ejemplo, un contrato de agencia –que presupone una relación constante en el tiempo– de un corretaje, que en cambio se celebra para efectos específicos. iii) Independencia de las partes. De esta manera, si en una misma relación de servicios hay dependencia es un contrato de trabajo y no de honorarios (lo mismo 78 Como destaca LÓPEZ F., la doctrina italiana se ha ocupado especialmente de esta materia. Así, para determinar la unidad o pluralidad contractual, se distinguen fundamentalmente los siguientes dos criterios: a) Tesis subjetiva: el problema de la conexión contractual –e indirectamente de la determinación del tipo– debe reconducirse a la voluntad. De este modo, conforme a esta tesis subjetiva, en estas materias simplemente estaremos frente a un problema de interpretación. Esta posición habría sido desechada; b) Tesis objetiva: para la determinación del tipo se debe recurrir a “la relación en que se encuentran las diversas prestaciones concurrentes en la situación de hecho”. Para otros, el problema se ciñe en la reubicación o encuadramiento de la figura atípica en el tipo legal. En este sentido, las pluralidades de prestaciones de un contrato se deben reconducir a un solo tipo que puede dar lugar a varios contratos, independientemente que estén contenidas en un único instrumento. En cierto modo esta posición no es más que la aplicación de la teoría alemana del negocio jurídico. Pero, como destaca LÓPEZ F., también se puede concluir que estamos frente a un contrato coligado. Finalmente, la referida autora se refiere a la doctrina italiana, en virtud de la cual el criterio decisivo es la causa. LÓPEZ FRÍAS, A., Los contratos conexos. Estudio de supuestos concretos y ensayo de una construcción doctrinal, Bosch Editor, Barcelona, España, 1994, pp. 277 y 278. 79 A esta teoría se adscriben LOTMAR y ASQUINI. 80 También existe la teoría de la aplicación analógica, sostenida por autores como MESSINEO y SCREIBER. En virtud de ella, frente a los problemas de regulación del contrato atípico mixto se debe recurrir a la norma especial que más se asemeje al contrato atípico o a la situación planteada, aplicándose, como último recurso, la analogía iuris. 81 La mayoría de la doctrina y la jurisprudencia italianas se inclinan por la teoría de la causa como la determinante del tipo. Así, conforme a LÓPEZ F., “se entiende con un carácter general que existe un contrato si la causa es única, y una pluralidad de contratos si concurren varias causas autónomas y distintas”. Esta posición sería una consecuencia de la adopción de la teoría de la causa como función económico-social. LÓPEZ FRÍAS, A., Los contratos conexos. Estudio de supuestos concretos y ensayo de una construcción doctrinal, Bosch Editor, Barcelona, España, 1994, pp. 278 y 279. 39 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones sucede con el contrato de arrendamiento de servicios y de trabajo). d) En la medida que el objeto del contrato atípico sea el mismo del contrato típico. En la medida que el objeto sea el mismo se debe aplicar el mismo estatuto regulador. 2º. Construcción de supratipos sobre una base contractual común. Este criterio se puede extraer del Derecho histórico. Así, por ejemplo, primero se regula el contrato de arrendamiento de cosa y después el de servicio. El contrato atípico prestación de servicios, entonces, después de ser un contrato atípico, pasa a formar parte del contrato de arrendamiento. Éste también es un criterio de técnica legislativa que recomienda aplicar un mismo estatuto jurídico, una especie de supratipo, a tipos intermedios. Ello solo es factible en la medida que estas figuras compartan rasgos comunes. 3º. Aplicación de la teoría de las prestaciones que rompa con la figura de los tipos contractuales. Conforme a esta teoría es posible extraer estatutos jurídicos de las obligaciones típicas, como por ejemplo de la obligación de declarar. Así, las distintas normas que regulan esta obligación en los distintos contratos, mediante un proceso integrador, configuran el estatuto jurídico que regula la obligación de declarar. Ello permitiría solucionar los problemas que genere un contrato atípico, a lo menos en torno a su cumplimiento.82 En resumen, conforme a esta posición el juez puede aplicar las normas que regulan un tipo de obligación a las obligaciones de un contrato atípico. 4º. Teoría alemana de la comprensión o consideración tipológica. Para esta teoría se puede diferenciar entre concepto y tipo. De este modo, es posible definir el contrato de compraventa como aquel en que una parte se obliga a dar una cosa y la otra a pagarla en dinero. Pero la tipología del contrato es mucho más rica; así, la compraventa es onerosa, conmutativa o aleatoria, etc. En definitiva, lo que debe predominar es la “imagen total del contrato”. 30. Principio de la fuerza obligatoria del contrato o de la intangibilidad. Este principio se traduce en la máxima pacta sunt servanda y está consagrado en el artículo 1545 del C.C., en los siguientes términos: “Artículo 1545. Todo contrato legalmente celebrado es una ley para los contratantes, y no puede ser invalidado sino por su consentimiento mutuo o por causas legales”. El principio de la intangibilidad del contrato consiste en que una vez que éste nace a la vida del Derecho válido y perfecto no puede ser modificado por las partes. Sin perjuicio de ello, parte de la doctrina le ha dado un alcance excesivo a este principio. La doctrina chilena ha efectuado dos lecturas del artículo 1545 del C.C. Así, se ha señalado que el contrato no puede ser modificado unilateralmente por la voluntad de uno de los contratantes. Sin embargo, una parte importante de la doctrina ha ido más lejos y ha entendido que el contrato se asimila “realmente” a la ley. Ello produce una serie de consecuencias, como que proceda el recurso de casación de fondo por infracción de la ley del contrato, contra la sentencia que recaiga en éste, o que para parte de la doctrina no sea posible aplicar, bajo ningún respecto, la revisión judicial del contrato o la teoría del abuso del Derecho, sino mediante texto expreso de ley. La primera posición es del todo acertada, pero la segunda debe rechazarse.83 83 Esta segunda posición comienza a resquebrajarse ya en los tiempos de los hermanos MAZEAUD. Así, los referidos autores reconocen que “–la tesis individualista de los redactores del Código Civil francés– ha tenido que ceder, en la esfera de la formación del contrato, ante las necesidades del orden público y del interés social”. MAZEAUD, H. L., y MAZEAUD, J., op. cit., Lecciones de Derecho Civil, Ediciones Jurídicas Europa-América, Buenos Aires, 1960, Parte Segunda, volumen III, p. 6. Vid. BARCIA L., R., Breve análisis de la teoría de la imprevisión en el Derecho chileno, libro de homenaje al Prof. J. L. Aguilar, Colección de Libros 82 Esta teoría, aplicada al contrato típico mixto, lleva al establecimiento de un estatuto regulatorio que se forma por la combinación de los negocios concurrentes que se fusionan entre sí (HÖENINGER, DE GENNARO, CARIOTA FERRARA y JORDANO). MELICH-ORSINI, José, Doctrina general del contrato, Editorial Jurídica Venezolana y Marcial Pons, Caracas, Venezuela, 1997, p. 67. 40 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General Para rebatir esta última interpretación del artículo 1545 del C.C. se debe dividir su análisis en dos partes. En la primera parte de esta norma se señala que “todo contrato legalmente celebrado es una ley para los contratantes”. Esta disposición tiene su fuente mediata en lo señalado en el Digesto (D. 2,14,1) que, a su vez, sirvió de inspiración al artículo 1134.1º del Code Civil, que es el precedente inmediato del precepto en estudio. El Digesto, en la disposición citada, se refiere al contrato como “edicto”; dicha palabra sirvió como base para desarrollar la metáfora que asimila el contrato a la ley.84 Así lo entendió L. CLARO S., para el cual el jurisconsulto romano en dicha disposición sólo utiliza una expresión metafórica, que representa el principio de la fuerza obligatoria del contrato, conforme a la primera posición. Esta aclaración era absolutamente necesaria en el Derecho romano posclásico, pues en el Derecho romano clásico los simples pactos no obligaban.85 El legislador francés no se resistió a la belleza de la metáfora romana, pero de ello no puede desprenderse que el contrato es una verdadera ley. Esta conclusión se ve reforzada por la segunda parte del Digesto (D. 2,14,1) que señala: “pues, ¿qué cosa hay tan conforme a la lealtad humana que respetar los hombres lo que entre sí pactaron?”; es decir, se deja claro que sólo se está aplicando el principio de la fuerza obligatoria del contrato conforme a la primera lectura que se hace del artículo 1545 del C.C. chileno. Sin perjuicio de ello, la segunda interpretación podría mantenerse en virtud de la redacción de la segunda parte del artículo 1545 del C.C. chileno, que agregó, a diferencia del Código Civil napoleónico “(...) y no puede ser invalidado sino por su consentimiento mutuo o por causas legales”. En virtud de esta frase, podría entenderse que el contrato sólo puede ser modificado por las partes o la ley y jamás por el juez. Sin embargo, dicho argumento también debe descartarse. La referida norma fue modificada en los Proyectos de 1842 y 1847, en los que se utilizaba la expresión “revocado” en lugar de “invalidado”; recién en los Proyectos de 1853 e Inédito aparece la actual redacción. En virtud de esta modificación el contrato sólo puede ser “invalidado” por consentimiento mutuo o causa legal, es decir, anulado por una causal contemplada en el ordenamiento jurídico. Así, la norma en comento no está utilizando la palabra invalidez en su sentido jurídico, ya que en dicho sentido el contrato sólo podría ser ineficaz por la nulidad y no por otras ineficacias, posición que ciertamente debe desecharse. Del mismo modo tampoco es posible sostener, como se ha venido haciendo, que cuando el artículo 1545 del C.C. se refiere al “consentimiento mutuo” o a las “causas legales”86 está utilizando dichas expresiones en su sentido jurídico.87 Además, Homenaje, tomo I, Nº 5, Caracas, Venezuela, 2002, pp. 137 a 145 y “Los efectos de las obligaciones desde la perspectiva del análisis económico”, Cuadernos de Análisis Jurídicos. Colección de Derecho Privado, tomo I: Temas de responsabilidad civil, Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales, Ediciones Universidad Diego Portales, Escuela de Derecho, 2004. 84 Dicha metáfora es tomada por el Code del Digesto (D. 2,14,1), que dice: “Es natural la justicia de este edicto, (se refiere al pacto)”. 85 Así, para F. SCHULZ “las escuelas posclásicas de Derecho mostraron a este respecto un mayor interés, pero en conjunto fue la jurisprudencia del Derecho romano común, la verdadera creadora de una teoría general del contrato”. SCHULZ, Fritz, op. cit., Derecho romano clásico, Bosch, Barcelona, 1960, p. 443. En el Digesto, entonces, se recurrió a esta metáfora para dejar en claro que la posición frente a los simples pactos había variado y que ellos obligaban. Es de destacar que para dejar totalmente fuera de duda la posición frente a estos pactos el Digesto los asimila a un cuerpo normativo de jerarquía superior, como lo es el edicto del pretor. De esta forma, los romanos jamás señalaron que de verdad se pudiese asimilar el contrato al edicto del pretor. 86 Es de destacar que para algunos autores la expresión “causales legales”, utilizada por el artículo 1545 del C.C., debe entenderse en forma amplia como “causas jurídicas” o “causas de derecho”. Vid. MORALES ESPINOZA, B., “Teoría de la imprevisión”, Revista de Derecho, Universidad de Concepción, Concepción, Chile, 1998, Nº 203, p. 423. 87 El artículo 1545 del C.C. está inspirado en el artículo 1134 del Code Civil. Es destacable, como señala ILLANES, la similitud del artículo 1372 del Codice Civile de 1942 con el Código de Bello. En este sentido, la referida norma señala: “el contrato tiene fuerza de ley entre las partes y no puede ser disuelto sino por mutuo consentimiento o por causas admitidas por 41 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones la redacción definitiva de esta segunda parte del artículo 1545 del C.C. en nada afecta a la posibilidad de admitir nuevas teorías sobre las que sustentar la teoría del contrato o que permitan su revisión. Por otra parte, es insostenible entender que BELLO o la Comisión Revisora fueron rigurosos en la redacción del artículo 1545 del C.C. Ello se debe a que la dogmática civil, mucho después de la promulgación del Código Civil, elaboró una teoría de las ineficacias, que por lo demás aún está en proceso de construcción.88 La redacción definitiva del artículo 1545 del C.C. simplemente equivale a señalar que el consentimiento obliga en la medida que se respete la estructura del contrato. Además, en el Derecho comparado la interpretación que se viene haciendo en Chile del principio de la fuerza obligatoria obedece a una etapa ya superada en el Derecho histórico.89-90 ley”. Vid. ILLANES R., C., “La teoría de la imprevisión vista por el Profesor Fernando FUEYO”, en Instituciones modernas de Derecho Civil. Homenaje al Profesor Fernando Fueyo Laneri, Editorial Jurídica ConoSur Ltda., Santiago de Chile, 1996, p. 349. Sin perjuicio de lo señalado por el referido autor, lo cierto es que el Code utiliza la expresión révoquées, es decir, se refiere a la revocación. En Chile, antes de los proyectos de 1842 y 1847, se utilizó la expresión “revocado” en lugar de “invalidado”; recién en los Proyectos de 1853 e Inédito aparece la actual redacción. En todo caso, la expresión “revocado” es más adecuada que “invalidado”, por cuanto lo que se quiere señalar es que el contrato no puede ser modificado unilateralmente, una vez que ha nacido perfecto a la vida del Derecho. Sin perjuicio de ello, para los que siguen la teoría tradicional del contrato la utilización de la palabra “invalidado”, adoptada por la Comisión Revisora, habría sido consecuencia de una traducción no literal de la versión francesa y acorde con la teoría del Derecho en boga después de la promulgación del Code. De esta opinión es Melich, para el cual “la utilización de la expresión ‘revocable’ (se está refiriendo al 1159 del C.C. venezolano) deriva de una traducción literal del texto francés y del italiano de 1865. Ella resulta menos precisa que la utilizada, por ejemplo, por el texto chileno (‘invalidado’) o por el vigente Código italiano (‘sciolto’, esto es, disuelto)...”. Lo señalado en cursiva es mío. Vid. MELICH-ORSINI, J., “La revisión judicial del contrato por onerosidad excesiva”, Valparaíso, Chile, Revista de Derecho de la Universidad Católica de Valparaíso, XX, 1999, p. 164. Lo señalado por el referido autor es coincidente con su adscripción a la teoría clásica del contrato y su rechazo a la teoría de la imprevisión por atentar contra la seguridad jurídica. Op. cit., p. 193. Sin perjuicio de ello, es de destacar que, si se entiende de forma literal la expresión “invalidado”, es decir, como sinónimo de nulidad, entonces se hace aun más evidente que esta norma no impide la teoría de la imprevisión. Ello es patente desde que existen otras ineficacias, además de la nulidad, y la parte final del artículo 1545 del C.C. sólo se estaría remitiendo a ésta. Así, los efectos de la imprevisión son diversos. Ella puede llevar a una eficacia parcial del acto o contrato, su resolución, su conservación con modificaciones, etc., es decir, la revisión judicial del contrato no necesariamente lleva a su ineficacia. 88 Los casos en que erróneamente el Código Civil se refiere a una causal de ineficacia en lugar de otra son múltiples. Así sucede, por ejemplo, entre muchos otros, en los artículos 672, 673, 1490, 1536.2º, 1567.1º, 2468.1º, Reglas 1ª y 2ª y 2273 del C.C. 89 Los negocios jurídicos pueden crear derecho objetivo y a ellos se les aplica el artículo 1545 del C.C. En este sentido, el contrato puede establecer un estatuto regulatorio exactamente igual que cualquier norma. Así, la doctrina civil se refiere a los efectos normativos del contrato. Pero ello no significa que el contrato “sea como una ley”. La ley tiene un rango superior al contrato –entendido como haz normativo– en su aplicación, por lo que no vincula al juez como lo hace la ley. Así, los principios contractuales pueden alterar los efectos del contrato aceptándose la teoría de la revisión judicial. En este sentido, FERRI señala que “muchas de las resistencias a admitir que el negocio es fuente normativa estriban, repito, en el olvido de la ordenación jerárquica de las fuentes. Nadie, al afirmar la normatividad del negocio, pretende parificarlo a la ley, que es, ciertamente, fuente superior respecto del negocio...”. FERRI, Luigi, op. cit., La autonomía privada, Editorial Comares, Granada, España, 2001, p. 43. En igual sentido, DÍEZ-PICAZO y GULLÓN agregan que “no cabe reconocer a la autonomía privada como fuente de normas jurídicas si por norma jurídica entendemos el mandato con eficiencia social organizadora o con significado social primario. El poder individual carece de aptitud para crear normas de Derecho. (...) La diferencia entre los preceptos de uno y otro tipo no sólo es de grado en una escala jerárquica, sino substancial. Estriba en que los preceptos de primer tipo (leyes, costumbres, etc.) tienen una eficiencia primaria de organización social que les otorga el rango de normas jurídicas, mientras que los preceptos del segundo tipo –los preceptos privados, los negocios jurídicos– carecen de aquel significado, limitándose a servir de reglas de conducta en las relaciones entre particulares, lo que les priva de relevancia para la comunidad en el sentido organizativo de una convivencia justa”. DÍEZ-PICAZO, Luis y GULLÓN, Antonio, Sistema de Derecho Civil, Tecnos, volumen I, Madrid, España, novena edición, 1998, pp. 373 y 374. 90 No quiero extenderme en los argumentos históricos a favor de la segunda interpretación del 42 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General La asimilación del contrato a la ley es una interpretación extrema de la teoría clásica del contrato, que además genera muchos inconvenientes e incoherencias en el sistema contractual. Por último, en torno al ámbito de aplicación del artículo 1545 del C.C., conforme al principio de la autonomía privada, todos los negocios jurídicos deben entenderse alcanzados por dicha norma. Ello, a lo menos, si se adopta un concepto amplio de acto jurídico como fuente creadora de derechos subjetivos y objetivos. En este sentido, el contrato puede establecer un estatuto regulador exactamente igual a cualquier norma. Así, no es de extrañar que la doctrina civil se refiera al efecto regulador del contrato –como negocio jurídico–, como un “haz creador de normas”. Pero ello no significa que el contrato “sea como la ley”. La ley tiene un rango superior al contrato, entendido como haz normativo, y obviamente aun desde una perspectiva tradicional el contrato puede revisarse cuando su tenor literal contradice su espíritu. 32. Buena fe subjetiva y objetiva. En materia de buena fe se distingue entre buena fe objetiva y subjetiva en los siguientes términos: A. La buena fe subjetiva es el convencimiento que tiene un sujeto de actuar acorde a Derecho, aunque ello no sea de esta forma. En este sentido, la buena fe subjetiva justifica o excusa el error.91 De esta manera, la buena fe subjetiva se traduce en una actitud mental consistente en ignorar que se perjudica un interés ajeno o no se tiene conciencia de obrar contra Derecho. Los artículos 706 del C.C. y 51 de la L.M.C. (ex artículo 122 del C.C.) se refieren a la buena fe en sentido subjetivo. Así se desprende de la primera de dichas disposiciones por la utilización de la palabra conciencia. En todo caso, la norma más importante de las que se refieren a la buena fe subjetiva es el artículo 706.1º del C.C.92 B. La buena fe objetiva es independiente del fuero interno y se forma por los elementos externos, que el ordenamiento jurídico exige al deudor en el cumplimiento de las obligaciones. En este sentido los conceptos de buen padre de familia, buenas costumbres, Derecho ajeno son categorías que determinan la buena fe objetiva. Esta es precisamente la buena fe que se exige en el artículo 1590 del C.C. De esta manera, para algunos autores la buena fe en los contratos impone una norma de conducta en su ejecución que debe ser adecuadamente ponderada por los tribunales.93 En este sentido, la buena fe se traduce en la fidelidad a un acuerdo concluido y el respeto a la conducta necesaria para que se cumpla, en la forma comprometida, una expectativa ajena. Así acontece en los artículos 1590 y 1591 del C.C., que exigen 31. Principio de la buena fe en materia contractual. Este principio proviene del Derecho romano (bona fides) y es una de las máximas del ordenamiento jurídico y del Derecho civil. A continuación se analizará la buena fe en materia contractual. artículo 1545 del C.C., ya que ellos los he desarrollado ampliamente en tres artículos anteriores. A ellos me remito. Vid. BARCIA, R., Breve análisis de la teoría de la imprevisión en el Derecho chileno, libro de homenaje al Prof. J. L. Aguilar, Colección de Libros Homenaje, tomo I, Nº 5, Caracas, Venezuela, 2002, pp. 195 a 197; “Los efectos de las obligaciones desde la perspectiva del análisis económico”, Cuadernos de Análisis Jurídicos. Colección de Derecho Privado, tomo I: “Temas de responsabilidad civil”, Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales, Santiago de Chile, Ediciones Universidad Diego Portales, Escuela de Derecho, 2004, pp. 154 a 155 y “¿Es posible construir la teoría general del contrato desde la excepción: la revisión judicial del contrato?”, en Sesquicentenario del Código Civil de Andrés Bello: Pasado, presente y futuro de la Codificación, tomo I, LexisNexis, Santiago de Chile, Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, 2005, pp. 693 a 695. 91 LÓPEZ señala como ejemplos de este tipo a los artículos 94, Regla 4ª, 1013, 1576.2º y 2058 del C.C. LÓPEZ SANTA MARÍA, J., op. cit., Los contratos. Parte General, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, Chile, 1986, p. 290. 92 Vid. infra tomo IV, posesión de buena fe. 93 Para LÓPEZ SANTA MARÍA la buena fe objetiva se puede aplicar en las tratativas preliminares, celebración y cumplimiento del contrato. Op. cit., pp. 295 a 301. 43 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones el cumplimiento de la conducta convenida en el pago. se llega en los ejemplos que señala LÓPEZ SANTA MARÍA, como casos de buena fe objetiva en el Derecho comparado.95 Dichos casos son los siguientes: a) Un incumplimiento parcial de poca monta no autoriza a oponer la excepción del contrato no cumplido. b) Inexigibilidad del cumplimiento de una obligación. En este caso, como en otros que cita LÓPEZ SANTA MARÍA, lo que sucede es que se aplica la teoría de la imprevisión.96 De esta manera, el referido autor plantea la ejecución del contrato de buena fe, en sentido objetivo, como una forma de aplicación de la revisión judicial del contrato. Sin perjuicio de lo anterior, el artículo 1546 del C.C. ha dado lugar a una rica, aunque vacilante, jurisprudencia en torno a lo que debe comprender la ejecución de la obligación de buena fe.97 33. Análisis del artículo 1546 del C.C. La norma fundamental en materia de buena fe objetiva es el artículo 1546 del C.C. De dicha disposición se desprende el principio de la buena fe en la ejecución del contrato. En este sentido, el artículo 1546 del C.C. señala textualmente que “los contratos deben ejecutarse de buena fe, y por consiguiente obligan no sólo a lo que en ellos se expresa, sino a todas las cosas que emanan precisamente de la naturaleza de la obligación, o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella”. La buena fe en la ejecución del contrato evita aplicar en forma estricta el tenor literal. Así, la ejecución del contrato de buena fe significa que los efectos de las obligaciones, es decir, el cumplimiento del deudor y las exigencias del acreedor deben ajustarse no sólo a la literalidad del acuerdo, sino a “todas las cosas que emanan precisamente de la naturaleza de la obligación, o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella”. De esta manera, la ejecución del contrato debe hacerse conforme a las cosas que se entienden incorporadas al contrato por la naturaleza de la obligación, la ley o la costumbre. La remisión más sugerente que hace el artículo 1546 del C.C. es a la ley. Dicha remisión no puede ser a la ley en sentido estricto, ya que esto sería una redundancia. Ello es evidente desde que la ejecución de un contrato no puede atentar contra el orden público o las buenas costumbres. Por lo que la referencia que hace el artículo 1546 del C.C. a la ley no es a ella en sentido estricto, sino como principio. Así se desprende, por lo demás, de los ejemplos que suelen señalarse respecto de este artículo.94 A dicha conclusión también LÓPEZ SANTA MARÍA y PEÑAILILLO. Este último autor señala que “es tal su ampliación (se refiere a la buena fe) que en ocasiones se suelen mencionar a su vez como fundamento otros principios (...) En la materia contractual debe reconocérsele influencia desde las tratativas preliminares hasta más allá del cumplimiento (en las relaciones poscontractuales), incluyendo la celebración del contrato, su cumplimiento, su interpretación y su terminación”. PEÑAILILLO ARÉVALO, Daniel, op. cit., Obligaciones. Teoría general y clasificaciones. La resolución por incumplimiento, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 2003, p. 50. LÓPEZ SANTA MARÍA, J., op. cit., Los contratos, Parte General, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, Chile, 1986, p. 301. 95 LÓPEZ SANTA MARÍA, J., op. cit., Los contratos, Parte General, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, Chile, 1986, pp. 298 a 299. 96 Para K. LARENZ el siguiente sería un caso de inexigibilidad en el cumplimiento de la obligación por la teoría de la imprevisión. Una cantante se compromete a realizar un concierto, pero al llegar la fecha del evento su hijo agoniza. En dicho caso, para el referido autor el juez, aplicando una concepción objetiva de la buena fe, no le puede exigir a la cantante que cumpla con el contrato en el día prefijado. Incluso para LARENZ, a la cantante le asistiría un derecho de “denegación de prestación”, por cuanto el Derecho debe preferir el cumplimiento de los deberes de la madre al cumplimiento del contrato. LARENZ, Karl, op. cit., Base del negocio jurídico y cumplimiento de los contratos, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1956, p. 211. 97 En este sentido se ha resuelto en materia de recurso de casación por infracción al artículo 1546 94 Así parece entenderlo la sentencia de la Corte de Aguirre Cerda de 22 de julio de 1988, que señala textualmente: “los contratos deben ejecutarse de buena fe, sin apego a la letra rigurosa de ellos ni a un derecho estricto. No deben las partes asilarse en la literalidad inflexible para dar menos ni para exigir más, arbitrariamente (...) Tampoco deben dejarse de atender factores extraliterales que pudieran fundarse en la naturaleza del pacto, en la costumbre o en la ley”. R.D.J., tomo 85, sección 4ª, p. 110. De esta opinión son 44 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General simple hecho de ser tal ha sido felizmente desechada y los criterios, a lo menos clásicos, diferenciadores entre las cláusulas del contrato de adhesión también.98 Sin perjuicio de lo anterior, la falta de igualdad entre las partes puede llevar indirectamente a otros problemas que se han solucionado de la siguiente forma: a) La creación por el legislador de contratos dirigidos o de contenido reglamentado. Estos contratos son una verdadera respuesta a los contratos de adhesión. Los contratos dirigidos tienen su antecedente en el contrato de transporte. En dicho contrato el transportista imponía las cláusulas del contrato dejándole al cargador o expedidor sólo la posibilidad de aceptar o rechazar. Así, los porteadores imponían cláusulas limitativas de responsabilidad e incluso eximentes de responsabilidad a todo evento. Frente a este contrato el Estado terminó imponiendo cláusulas obligatorias, como las que regulan la carga y los límites de la responsabilidad en el transporte. Otro ejemplo de estos contratos es el seguro, en el que el Estado regula las condiciones de la póliza. Así, estos contratos también afectan la libertad contractual, dando lugar sólo a una libertad de conclusión.99 34. Principio de la igualdad entre las partes. En realidad este no es un principio autónomo del Derecho de los contratos, sino que se desprende de la autonomía privada. Además, este principio nunca ha sido aceptado del todo ni aun en el Derecho clásico de los contratos, y menos incluso en la actualidad. En todo caso, este principio no puede entenderse como una igualdad real entre las partes, sino simplemente como una igualdad que permite negociar el contenido del contrato. En virtud de este principio, ninguna de las partes debe estar en condiciones de imponer el estatuto regulador del contrato. Este principio, aun entendido en estos términos, no es impedimento para que un contrato pueda ser de adhesión. En realidad, este principio ha abandonado la esfera del Derecho civil y se analiza conforme a las leyes del mercado. Así, este principio está íntimamente ligado a los conceptos de monopolio, oligopolio, poder de mercado, precio discriminatorio, protección del consumidor, etc. A pesar de lo ambiguo que pueda parecer este principio su estudio pone en evidencia la falla de la teoría clásica o tradicional como soporte del contrato. En otros términos, este principio no sirve por sí solo como un criterio para determinar la invalidez de los denominados contratos de adhesión. Tampoco se puede dejar de lado que, conforme a la teoría clásica, los contratos de adhesión no respetan el proceso de formación del contrato o “iter contractual”. Para los autores que siguieron la distinción entre contratos de libre discusión y de adhesión debe ser posible “revisar los contratos” en que las partes no negociaron libremente sus cláusulas o a lo menos aplicar un criterio que permita determinar qué cláusulas de los contratos de adhesión son aceptables y cuáles no lo son. El esfuerzo que ha efectuado la doctrina en este sentido ha resultado en parte infructuoso. Así, la revisión judicial de todo contrato de adhesión por el 98 LÓPEZ SANTA MARÍA destacaba, conforme a DEREUX, en los contratos de adhesión entre cláusulas principales y accesorias. No es presumible que la parte, que no puede negociar el contrato de adhesión, ignore las cláusulas esenciales del contrato, pero es perfectamente razonable que no se le pueda exigir el conocimiento de las cláusulas accesorias. Esta teoría fue desechada ya que es difícil determinar qué cláusula es esencial y cuál es accesoria. LÓPEZ SANTA MARÍA, Jorge, op. cit., Sistemas de interpretación de los contratos, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, Chile, 1971, pp. 141 y 142. Por otra parte, los contratos de adhesión producen importantes ahorros de costos de escala que se verían afectados por una teoría de esta clase. También se han levantado doctrinas que han causado mucho daño al Derecho de los contratos, como la teoría de la protección de la parte más débil. A pesar del pobre sustento de esta teoría, no poca jurisprudencia se ha fundado, directa o indirectamente, en este principio. 99 LARENZ, Karl, op. cit., Derecho de obligaciones, tomo I, Editorial Revista de Derecho Privado, 1998, p. 80. del C.C. y en torno a la facultad de subarrendar del arrendatario de cosa regulada en el Código Civil. 45 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones b) Contrato forzoso. En virtud de este contrato, como ya se señaló, se altera el principio de la libertad para contratar en el sentido en que para una parte es obligatorio suscribir un contrato. En realidad, éstos no atentan contra la libertad para contratar. Dichos contratos no nacen independientes de la autonomía de la voluntad, ya que ellos son la necesaria consecuencia de haber tomado la decisión libre de actuar en determinado campo. Así, todo aquel que desee manejar un vehículo por un camino público deberá tener permiso de circulación del vehículo y contratar un seguro obligatorio. Esta figura continúa siendo contractual –y no una simple obligación legal–, ya que en él se siguen negociando los elementos de la esencia del contrato. Así, en el contrato de seguro forzoso se tiene la posibilidad de elegir con quién contratar y qué prima pagar. c) Otras figuras como las cláusulas abusivas. Los supuestos que configuran cláusulas abusivas son un límite a la libertad contractual, que está regulada en la L.P.C.100 36. Efectos del contrato. En torno a los efectos del contrato deben hacerse las siguientes distinciones: 37. Efectos respecto de las partes. El autor o las partes son los que con su voluntad generan un acto jurídico. En definitiva son parte de un acto jurídico los individuos que personalmente o debidamente representados concurren con su voluntad a la formación del acto jurídico bilateral. A su vez, se denomina como “autor” al que con su voluntad genera un acto jurídico unilateral. El concepto de parte en la convención es distinto, ya que agrupa al o los contrayentes sujetos a unas obligaciones de igual naturaleza. De esta forma, una parte puede estar constituida por varias personas; incluso ello sucede en los actos jurídicos unilaterales, en cuyo caso se habla de acto pluripersonal. Sin embargo, un acto jurídico bilateral también puede estar constituido por varias partes, en cuyo caso se habla de convención plurilateral o multilateral. En rigor, estos actos serán extraños, siendo los más frecuentes los actos pluripersonales unilaterales o multilaterales, como si una asamblea de una sociedad anónima aprueba un balance (acto jurídico unilateral) o una sociedad celebra un contrato con otra sociedad (acto jurídico bilateral). 35. Principio del efecto relativo de los contratos. Este principio regula el efecto directo de los contratos. Los efectos del contrato son los derechos personales y obligaciones que de éste emanan. Pero sus efectos solo alcanzan a las partes. De esta forma, el contrato para los terceros es res inter allios acta. Este principio se desprende de los artículos 1438, 1445 y 1545 del C.C. Sin perjuicio de lo anterior, excepcionalmente un contrato puede afectar a los terceros. Por ello, a continuación se analizarán los efectos del contrato respecto de las partes y los terceros.101 38. Efectos respecto de los terceros. Los terceros son todo individuo ajeno al acto o contrato. De esta manera, los terceros pueden definirse en contraposición a las partes.102 Pero ello tampoco es del todo jurídico. Sin perjuicio de ello, los efectos del acto jurídico son más amplios que los de los contratos, por cuanto además de crear obligaciones pueden transferir, transmitir, modificar y extinguir derechos y obligaciones. 100 Sin embargo, no todo contrato está sujeto a la regulación de la L.P.C., por lo que no a todo contrato o a cualquier modificación de contrato puede aplicársele la referida ley. A diferencia del Derecho comparado, la L.P.C. optó por hacer una enumeración taxativa de los supuestos que dan lugar a cláusulas abusivas. Sin embargo, la Ley Nº 19.955/2004 incorporó una letra g) que indudablemente incorpora una cláusula abierta. En contra SANDOVAL SANDOVAL, R., Derecho del consumidor, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 2005, p. 62. 101 Las distinciones que se harán a continuación proceden también respecto de los efectos del acto 102 Este es el concepto, aceptado por nuestra doctrina, que adoptó la concepción de GIOVENE que define a los terceros en contraposición a las partes. Vid. ALESSANDRI R., Arturo y SOMARRIVA U., M., Derecho Civil. Parte Preliminar y Parte General, actualizado por A. VODANOVIC, Ediar, 1991, Santiago, p. 369, DÍAZ MUÑOZ, Érika, El efecto relativo de los contratos, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 1985, p. 37, entre otros. 46 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General efectivo, ya que los causahabientes y los cesionarios en cierto modo son parte y en otro, terceros. Lo que en realidad define a los terceros es que, en principio, no son alcanzados por los efectos del acto jurídico o contrato y no concurren con su voluntad a formarlo.103 En resumen, los terceros son las personas extrañas al acto jurídico, que no han intervenido con su voluntad en su celebración. El acto o contrato afecta a las partes, pero también alcanza a sus sucesores o causahabientes. Los sucesores pueden ser a título universal o heredero, conforme a los artículos 951 y 1097 del C.C., o sucesores a título singular. Estos últimos sólo se verán afectados respecto de los actos que se vinculan con el derecho cedido o adquirido. De esta forma los terceros pueden ser absolutos o relativos. respecto del instrumento privado de darse los supuestos de los artículos 1703 del C.C. y 419 del C.O.T., o de un instrumento público (artículos 17 y 1700 del C.C.).104 b) Los contratos en el Derecho de familia. Éstos producen efectos erga omnes, como sucede con el matrimonio o como acontecía con la adopción simple y ordinaria. Sin embargo, excepcionalmente el contenido del contrato es oponible a terceros, como sucede en la estipulación a favor de otro, los contratos colectivos o la acción pauliana. A continuación se analizarán algunos de estos casos. 104 Además de estos casos LÓPEZ SANTA MARÍA señala varios otros, como los siguientes: a) Verificación de un crédito en la quiebra; b) Los casos en que la ley autoriza al acreedor el ejercicio de una acción directa y “a nombre propio” contra la contraparte de su deudor, sin mediar mandato; c) La oponibilidad de un contrato a las partes que lo celebraron por un tercero, como fuente de responsabilidad extracontractual; d) El caso de las ventas sucesivas del artículo 1817 del C.C.; e) Los convenios a favor de tercero y en perjuicio de los acreedores que pueden dar lugar a la acción pauliana. Sin embargo, estos dos últimos deben descartarse. En el caso de la acción pauliana más bien se consagra una excepción al principio del efecto relativo de los contratos. En cambio, en las ventas sucesivas que haga un vendedor de una misma cosa, en que se prefiere un comprador sobre otro, conforme a los tres criterios fijados en el artículo 1817 del C.C., ello es consecuencia de la teoría de los bienes y no del efecto de los contratos. Sin embargo, estos criterios son, para LÓPEZ SANTA MARÍA, una manifestación del efecto reflejo o expansivo de una compraventa sobre otra. Pero esta opinión es más que discutible, ya que de ser así no tendrían sentido los criterios que adopta la referida disposición. La solución del artículo 1817 del C.C. no es más que la aplicación de las reglas generales, conforme a las cuales se debe preferir al que está en vías de adquirir por prescripción adquisitiva. Por otra parte, el que el titular del derecho de propiedad sea responsable de los gastos comunes en la copropiedad inmobiliaria, no es una manifestación de su efecto absoluto, sino la aplicación de reglas especiales adoptadas por la ley como también sucede en la verificación de un crédito por un acreedor, que no puede ser desconocido por los otros acreedores en el proceso de quiebra. LÓPEZ SANTA MARÍA, J., op. cit., Los contratos. Parte General, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, Chile, 1986, pp. 262 a 266. Sin perjuicio de lo señalado previamente, para parte importante de la doctrina estos casos son manifestaciones del efecto absoluto de los contratos. 39. Los terceros absolutos. Son los que no concurren con su voluntad a la celebración del acto o contrato, y los cuales se mantienen ajenos a las relaciones jurídicas de las partes, por lo cual el acto o contrato no puede afectarles. La más relevante excepción a este efecto es el denominado efecto expansivo del contrato. A este efecto también se le conoce como efecto absoluto o indirecto. Este efecto consiste en que el contrato como hecho puede ser opuesto a los terceros, como a las partes. En virtud del efecto relativo del contrato se pueden distinguir nítidamente a lo menos dos etapas en torno a los efectos del contrato. La primera es el contrato como un mero hecho. Como hecho el contrato produce efecto erga omnes, sin perjuicio que se produzca un problema de prueba en torno a su existencia. Como hecho, los contratos no son más que una manifestación del efecto absoluto del contrato, como sucede en las siguientes situaciones: a) El contrato en algunos casos adquiere fecha cierta contra los terceros. Así sucede 103 En este sentido se puede señalar que de estas dos últimas definiciones, la primera es más estricta y la segunda más bien laxa. 47 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones relación jurídica contractual– puede convertirse en acreedor sin mediar representación.105 40. Excepciones al efecto relativo de los contratos. En algunas situaciones excepcionales los contratos afectan a los terceros, como las siguientes: 44. Requisitos para que opere la estipulación a favor de otro. Esta figura exige los siguientes requisitos en torno a las personas que intervienen: a) El estipulante debe tener capacidad para contratar y no debe tratarse de un representante legal o convencional del tercero beneficiario. b) El promitente debe tener capacidad para contratar y debe tener la intención de crear un derecho a favor del tercero beneficiario. c) El beneficiario sólo necesita capacidad de goce y que sea una persona determinada o determinable. 41. La estipulación a favor de otro. 42. Generalidades en torno a la estipulación a favor de otro. La estipulación a favor de otro es un contrato celebrado entre dos partes, una de ellas denominada estipulante y la otra promitente para hacer nacer un derecho a favor de un tercero ajeno al contrato, denominado tercero beneficiario. No se debe perder de vista que la estipulación a favor de otro es un contrato en que hay sólo dos partes, el estipulante y el promitente. Sin perjuicio de ello, puede intervenir un tercero que es el beneficiario. A esta figura se refiere el artículo 1449 del C.C. en los siguientes términos: “Artículo 1449. Cualquiera puede estipular a favor de una tercera persona, aunque no tenga derecho para representarla; pero solo esta tercera persona podrá demandar lo estipulado; y mientras no intervenga su aceptación expresa o tácita, es revocable el contrato por la sola voluntad de las partes que concurrieron a él. Constituyen aceptación tácita los actos que solo hubieran podido ejecutarse en virtud del contrato”. 45. Naturaleza jurídica de la estipulación a favor de otro. Esta figura se sustenta en las siguientes teorías:106 A. La teoría de la oferta. Para algunos autores la estipulación a favor de otro no es más que una oferta. De esta forma, en virtud de dicha teoría los efectos del contrato se radican en el estipulante, quien luego efectuaría una oferta de su derecho a favor del tercero beneficiario. Conforme a esta posición, la estipulación requerirá la aceptación del tercero, la cual daría lugar a una segunda convención. Se ha señalado que esta teoría no protege adecuadamente los intereses del tercero beneficiario, ya que los acreedores del estipulante podrían hacer efectivos sus créditos sobre los derechos objeto de la estipulación y evitar la suscripción del futuro contrato. Sin embargo, para René ABELIUK dicho peligro en realidad no se produciría, ya que el derecho nace directamente a favor del tercero beneficiario. 43. Personas que intervienen en la estipulación a favor de otro. Las personas que se ven envueltas en esta figura son las siguientes: a) Las partes contratantes que son el estipulante, que contrata a favor de un tercero, y el promitente, que es aquella persona que se compromete a favor de un tercero. b) El tercero beneficiario es el acreedor de la obligación, quien puede exigirla, pero previa aceptación expresa o tácita. Esta figura exige la aceptación de la estipulación por parte del tercero, ya que no se puede obligar a un individuo a aceptar derechos contra su voluntad. Se señala que la estipulación a favor de otro constituye un caso de excepción al efecto relativo de los contratos. Ello se debe a que el tercero beneficiario –que no ha sido parte en la 105 Vid. ABELIUK MANASEVICH, René, Las obligaciones, tomo I, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 1993, pp. 113 y 114. 106 A estas teorías se refieren ABELIUK y LÓPEZ SANTA MARÍA. ABELIUK MANASEVICH, René, op. cit., Las obligaciones, tomo I, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 1993, pp. 118 a 120. LÓPEZ SANTA MARÍA, J., op. cit., Los contratos. Parte General, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, Chile, 1986, pp. 253 a 256. 48 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General B. Teoría de la gestión de negocios. Esta teoría fue planteada por PLANIOL, y en virtud de ella se asimila el estipulante al gestor de negocios ajenos, que actuaría sin mandato. A pesar que estas figuras tienen similitud, también mantienen diferencias prácticas y doctrinales. En la gestión de negocios el gestor puede vincular al beneficiario en la medida que dicha gestión le fuere útil o necesaria. En cambio, en la estipulación a favor de otro jamás el estipulante puede vincular al tercero beneficiario. Pero además existe una segunda diferencia que consiste en que la gestión ratificada con posterioridad por el beneficiario da lugar a la representación. En cambio, en la estipulación a favor de otro no puede haber representación aunque el tercero beneficiario acepte expresa o tácitamente la estipulación. En este sentido, la estipulación a favor de otro es opuesta a la representación. De esta forma, la estipulación a favor de otro exige como elemento de la esencia que no haya representación. De haberla no puede existir estipulación a favor de otro. C. Teoría de la declaración unilateral de la voluntad. Esta teoría fue sustentada por CAPITANT. En virtud de ella el promitente se obliga por su sola voluntad, pero ello no es así ya que el promitente se obliga por un contrato celebrado con el estipulante. D. Teoría de la creación directa del derecho a favor del beneficiario. Para esta teoría, el derecho nacido por la estipulación se radica directamente en el patrimonio del beneficiario. Se critica esta teoría por ser un tanto tautológica, ya que la particularidad de la estipulación a favor de otro es que la aceptación del beneficiario hace nacer el derecho directamente en su patrimonio. Pero éste es el efecto y no el fundamento de esta figura. acuerdo al artículo 1449 del C.C. De esta forma, mientras no intervenga la aceptación expresa o tácita del beneficiario el acto es revocable por la sola voluntad de las partes que concurren a él. Además, no se debe dejar de lado que se trata de un derecho transmisible. Por ello, si fallece el beneficiario sin manifestar su voluntad, transmite su opción a los herederos. B. Efectos entre promitente y beneficiario. Los efectos con respecto a éstos sólo se producen con posterioridad a la aceptación expresa o tácita del beneficiario. Sin embargo, de concurrir dicha aceptación, el derecho nace retroactivamente a la fecha de celebración del contrato. La aceptación tácita se produce mediante la ejecución de cualquier acto que no se hubiese realizado si no existiese la voluntad de aceptar. C. Efectos entre estipulante y beneficiario. Respecto de dichas personas no se produce relación jurídica alguna. Ello se debe a que el derecho nace directamente en el patrimonio del beneficiario. El derecho no ingresa al patrimonio del estipulante; por lo tanto, los acreedores del estipulante no pueden embargar dicho derecho, salvo que existiese una situación de fraude o mala fe que puede dar lugar a la acción pauliana. Dada esta falta de vinculación entre los patrimonios del estipulante y promitente conviene acordar una cláusula penal por la que el estipulante pueda exigir el cumplimiento de lo pactado a favor del beneficiario. A dicha cláusula se refiere el artículo 1536.3º del C.C., indicando que “lo mismo sucederá cuando uno estipula con otro a favor de un tercero, y la persona con quien se estipula se sujeta a una pena para el caso de no cumplir lo prometido”. La estipulación a favor de otro sirve de base para explicar otras figuras, tales como los contratos de seguro, de donación con cargo y de transporte. 46. Efectos de la estipulación a favor de otro. En torno a los efectos de esta figura cabe hacer las siguientes distinciones: A. Efectos entre las partes contratantes, es decir, entre estipulante y promitente. Los derechos que nacen de la estipulación sólo pueden ser exigidos por el beneficiario de 47. La promesa de hecho ajeno. Esta figura jurídica la regula el artículo 1450 del C.C., en virtud del cual “siempre que uno de los contratantes se compromete a que por una tercera persona, de quien no es legítimo representante, ha de darse, hacerse o no hacerse alguna cosa, 49 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones trabajadores que forman parte del sindicato o que delegaron. Ello sucede a pesar que los trabajadores no concurran con su voluntad a la gestación del convenio colectivo. Sin embargo, más que ser una excepción al efecto relativo del contrato, este efecto peculiar del convenio colectivo se explica a través de la representación legal (en el caso del sindicato) o convencional (en el caso de los delegados). esta tercera persona no contraerá obligación alguna, sino en virtud de su ratificación; y si ella no ratifica, el otro contratante tendrá acción de perjuicios contra el que hizo la promesa”. La promesa de hecho ajeno no es una excepción al efecto relativo de los contratos, ya que el tercero es totalmente ajeno al contrato. El tercero por la promesa no contrae obligación alguna, solamente en virtud de la ratificación nacerá la obligación para éste. En la promesa de hecho ajeno intervienen tres personas, el promitente, el prometido o acreedor y el tercero, que solamente se obliga en virtud de la ratificación. El promitente es el que pretende que el tercero realice o celebre un determinado acto o contrato. El acreedor es aquel en cuyo favor se obliga el promitente, a que el tercero celebrará dicho contrato o convención. 51. Los acreedores de una de las partes del acto jurídico. Los acreedores de las partes son terceros absolutos, pero excepcionalmente pueden verse afectados en sus derechos por los actos jurídicos que celebre el deudor. En dicho caso, por tratarse de terceros absolutos los acreedores se ven afectados sólo indirectamente por el acto jurídico, como si se celebra por el deudor un acto de enajenación que reduce su patrimonio. Sin embargo, excepcionalmente en la medida que se produzca un fraude pauliano, el acreedor podrá solicitar la revocación del acto jurídico celebrado por el deudor o éste le será inoponible mediante los efectos de la acción subrogatoria. Frente a estas situaciones el acreedor podrá entablar algunas acciones que emanan de los derechos auxiliares de los acreedores.107 48. Requisitos de la promesa de hecho ajeno. El Código Civil no ha regulado esta materia; por lo tanto, se deben cumplir los requisitos relativos a todo cuanto expresen las partes estipulantes. En definitiva, se deben cumplir los requisitos del acto jurídico en general y los específicos del acto prometido. 49. Efectos de la promesa de hecho ajeno. La promesa de hecho ajeno produce efectos entre promitente y acreedor y sólo obligará al tercero una vez ratificado el acto por éste. Lo que nunca faltará en esta figura será la responsabilidad del promitente. A su vez, el acreedor no podrá exigir el cumplimiento forzado del hecho prometido. Los artículos 1450 y 1536.2º del C.C. se refieren a la posibilidad de acordar una cláusula penal en la promesa de hecho ajeno, que será una eficaz herramienta de presión del estipulante o acreedor para con el promitente. El incumplimiento faculta al acreedor para exigir una acción indemnizatoria respecto de la primera disposición o exigir la pena, de estipularse una cláusula penal. 52. Algunos aspectos generales en torno al efecto relativo del contrato. La mayoría de la doctrina ha puesto en tela de juicio el efecto relativo de los contratos.108 La crítica más fuerte no proviene de las excepciones generales, sino de como opera nuestro sistema jurídico. Es verdad que el contrato no afecta a los terceros en cuanto a las obligaciones que genera, pero los contratos que a su vez son título traslaticio y que eventualmente pueden dar lugar al nacimiento de un derecho real a través de la tradición afectan los derechos de los 107 Para LÓPEZ SANTA MARÍA esta excepción es más bien producto del efecto absoluto de los contratos, op. cit., pp. 263 y 265. 108 Vid. ATRIA LEMAITRE, Fernando, “Inaplicabilidad y coherencia. Contra la ideología del legalismo”, Revista de Derecho, Justicia Constitucional, agosto 2001, volumen XII, Andros Impresores, Universidad Austral de Chile, Santiago de Chile, pp. 119 a 155. 50. Contrato colectivo de trabajo. El sindicato o comisión designada por los trabajadores suscribe un contrato colectivo con la empresa, obligando con ello a los 50 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General terceros. En este sentido, para afectar a los terceros es una práctica el que se celebren una serie de contratos simulados, la mayoría de las veces onerosos para blindarlos de una mejor protección al acto jurídico ostensible, frente a los cuales si una parte adquiere a través de la tradición el dominio, tendrá un derecho real perfectamente oponible a tercero. Sin perjuicio de lo anterior, esta es una forma de afectación indirecta a los terceros, como lo es el que ellos puedan aprovecharse del acto jurídico en todo lo que les beneficia. Además, los terceros tienen acciones para defender sus derechos. no es transferible, ni transmisible. Otro tanto sucede con los derechos a alimentos o a solicitar el divorcio o la separación judicial. A. La sucesión por causa de muerte. La sucesión por causa de muerte puede ser a título universal o singular, pero nunca entre vivos. a) La sucesión es a título universal en el evento que se sucede al difunto en todos sus bienes, derechos y obligaciones transmisibles, o en una cuota de ella como la mitad, un tercio o un quinto. En este sentido el artículo 951.2º del C.C. señala que “el título es universal cuando se sucede al difunto en todos sus bienes, derechos y obligaciones transmisibles, o en una cuota de ellos, como la mitad, tercio o quinto”. b) La sucesión es a título singular cuando se adquiere una o más especies o cuerpos ciertos, como tal caballo, tal casa, o en una o más especies indeterminadas de un género determinado como un caballo, tres vacas, etc. A la sucesión a título singular se refiere el artículo 951.3º del C.C., preceptuando que “el título es singular cuando se sucede en una o más especies o cuerpos ciertos, como tal caballo, tal casa; o en una o más especies indeterminadas de cierto género, como un caballo, tres vacas, seiscientos pesos fuertes, cuarenta fanegas de trigo”. La sucesión a título universal solamente puede ser por causa de muerte. En nuestro ordenamiento jurídico no se admite la sucesión a título universal entre vivos. Esto es de toda lógica, ya que la solución contraria le negaría al patrimonio la calidad de atributo de la personalidad. Sin embargo, excepcionalmente se aceptan actos y contratos a título universal sobre todos los bienes de una persona especificándolos. De esta forma, es posible celebrar una donación (artículo 1407 del C.C.), compraventa (artículo 1811 del C.C.) o sociedad (artículo 2056 del C.C.) sobre todos los bienes de una persona, inventariándolos. En realidad esta es más bien una excepción aparente a la cesión del patrimonio, por cuanto en los casos anteriores no se cede la universalidad sino un conjunto de bienes. 53. Terceros relativos. Son aquellos individuos que pueden ser alcanzados por los efectos del acto o contrato en razón de las relaciones que tienen con las partes. A estos efectos se les suele denominar como efectos directos del acto jurídico.109 Los terceros relativos pueden serlo de dos clases: 54. Los sucesores o causahabientes. Los sucesores o causahabientes son las personas que adquieren un derecho de otra, sea por acto entre vivos o por causa de muerte. De esta forma, el causahabiente obtiene derechos derivados de otro por cesión entre vivos –en cuyo caso se invocará un título traslaticio de dominio– o por causa de muerte –en cuyo caso el título será el testamento–. En la sucesión por acto entre vivos se habla de “transferencia”, es decir, traspaso de un bien que se hace de una persona a otra por acto entre vivos. En cambio, en la sucesión por causa de muerte se produce una “transmisión”, que es el traspaso de un bien de una persona a otra por un acto “mortis causa”. Los causahabientes no tienen más derechos que los que corresponden al cedente. Todos los derechos por regla general son susceptibles de transferencia o transmisión, salvo los que emanen de actos de familia y los derechos personalísimos. Así por ejemplo, el usufructo es un derecho transferible, pero no transmisible. El uso o habitación 109 DÍAZ MUÑOZ, Érika, op. cit., El efecto relativo de los contratos, Editorial Jurídica de Chile, 1985, p. 51. 51 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones Y precisamente por ello estas excepciones no afectan al patrimonio como atributo de la personalidad, ya que el tradente continuará teniendo patrimonio y podrá seguir adquiriendo bienes. B. La sucesión por acto entre vivos. La sucesión por acto entre vivos, en principio, sólo puede ser a título singular. La cesión de créditos opera entre vivos y sólo puede ser a título singular. En cambio, la sucesión por causa de muerte puede ser a título universal, cuando se sucede al autor en todos sus bienes o una cuota de ellos, o a título singular, cuando se sucede en una o más especies o cuerpos ciertos o en una especie indeterminada de un género determinado. La cesión de créditos no es una excepción al principio del efecto relativo de los contratos. El deudor, contra el que el cesionario puede hacer efectivo el crédito cedido, no es un tercero absoluto con relación a dicho crédito. Ello se debe a que la obligación del deudor aunque no tiene su origen en la cesión, lo tiene en las fuentes de las obligaciones. bienes determinados, como una compraventa, sociedad respecto de los bienes aportados a ella, etc. (artículo 1104 del C.C.). 56. La representación. 57. Concepto de representación. La representación es una modalidad en virtud de la cual los efectos de un acto o contrato celebrados por el representante se radican directamente en el representado. La representación, en nuestro ordenamiento jurídico, se define en el artículo 1448 del C.C. como “lo que una persona ejecuta a nombre de otra, estando facultada por ella o por la Ley para representarla, produce respecto del representado iguales efectos que si hubiese contratado él mismo”. 58. Personas que intervienen en la representación: a) El representante. Es la persona que obra por cuenta de otro, el representado. Al representante también se le denomina como apoderado o procurador. b) El representado. Es la persona por cuya cuenta, un tercero, el representante, ejecuta un acto o contrato. Al representado se le conoce también como dominus negotti o principal. 55. Efectos del contrato respecto de los sucesores del causante. A. Sucesión a título universal. Los herederos adquieren todos los derechos y obligaciones transmisibles de su causante (artículo 1907 del C.C.). Los sucesores a título universal representan al causante y ocupan jurídicamente su lugar, por lo que adquieren todos sus derechos y obligaciones transmisibles. Sin embargo, en algunos casos los derechos serán intransmisibles, como los siguientes: a) Cuando se trata de derechos y obligaciones intransmisibles, como en la renta vitalicia. b) Cuando se trata de contratos intuito personae, como por ejemplo la obligación de hacer un cuadro, la sociedad o un mandato. c) Cuando las partes así lo establezcan de esta forma en el contrato. B. Sucesión a título singular. Ella opera cuando una persona sucede a otra en uno o más 59. Naturaleza jurídica de la representación. Las siguientes teorías pretenden explicar la naturaleza jurídica de la representación. A. Teoría de la ficción legal. Para ésta, los efectos del acto o contrato se radican en el representado en virtud de una ficción de la ley, por la cual es el representado quien efectivamente manifiesta su voluntad. Esta teoría fue sustentada por POTHIER. A esta teoría se le efectuaron las siguientes críticas: a) Esta teoría no sirve para explicar la representación legal de los incapaces absolutos. Así, éstos no tienen voluntad sobre la que constituye la ficción legal. b) En esta teoría no está claro cuál es la voluntad que da lugar al acto o contrato. B. Teoría del nuncio o mensajero. El representante es sólo un vehículo que transmite en forma mecánica la voluntad del representado (teoría de SAVIGNY). Esta teoría 52 Capítulo I - De las Fuentes de las Obligaciones y los Contratos en General tampoco ha estado exenta de críticas, siendo las más importantes las siguientes: a) Esta posición no explica la representación legal de los incapaces. Ello es evidente desde que el mensajero o representante mal podría transmitir la voluntad de alguien que para el Derecho no la tiene. b) Esta teoría no explica el mandato general que se traduce en actos concretos que el representante debe ejecutar conforme a su criterio. En dichos casos, la representación no es mecánica y el representante es mucho más que un simple mensajero. C. Teoría de cooperación de voluntades. La representación para esta teoría es la consecuencia de la cooperación de las voluntades del representado y representante. Para los seguidores de esta teoría ambos concurren con su voluntad a la formación del acto o contrato. A esta teoría se le efectúan las siguientes críticas: a) Esta teoría tampoco explica adecuadamente la representación legal, ya que el incapaz absoluto no podrá cooperar con la voluntad del representante. b) En esta doctrina no está claro lo que sucede cuando el mandatario se excede de su poder o ejecuta un acto o contrato contra la voluntad del representado. D. Teoría de representación como modalidad. Para los seguidores de esta posición la representación es una simple modalidad que afecta los efectos normales del acto jurídico, permitiendo que éstos se radiquen en una persona distinta de aquella que generó el acto o contrato. Esta teoría es la mayoritariamente aceptada, ya que explica de mejor forma los efectos de la representación. b) Voluntaria. La representación voluntaria es la que emana de la voluntad de las partes y puede tener su origen en un contrato, como ocurre en el mandato. B. Representación activa y pasiva. La representación es activa cuando se emite una declaración de voluntad por otro y pasiva cuando el representante recibe la declaración por el representado. Esta clasificación de alguna forma es artificiosa, porque normalmente concurrirán ambas en el acto de representación. C. Representación propia e impropia. Esta clasificación de la representación obedece a las formas en que el Derecho exige que opere el representante. Esta clasificación es propia de otros ordenamientos jurídicos y se aplica especialmente a la representación legal. En algunos ordenamientos jurídicos se distingue según si la representación legal juega como complemento de la capacidad o como excluyente de la voluntad del representado o incapaz. Así, ciertos incapaces para obligarse requieren, además de su propia voluntad, la de su representante. En este sentido, la voluntad del representante completa la capacidad del representado. En estos casos la representación puede denominarse como impropia. El análisis que se hace en nuestro Derecho de la incapacidad se refiere a la representación auténtica o estricta, es decir, aquella que excluye la voluntad del representado. Pero sin lugar a dudas se requiere de una modificación de las incapacidades que incorpore la representación impropia. D. Representación en particular y orgánica. La representación orgánica se une a una función específica, la de administrar que se le atribuye a un sujeto en una organización social.110 En la representación orgánica encontramos esencialmente dos elementos: a) Un extenso ámbito de representación dado por una administración. b) La intervención de un ente colectivo que es representado. Esta distinción es importante para el Derecho corporativo, por cuanto la repre- 60. Clasificación de la representación. A. Representación legal y voluntaria. Esta es la principal clasificación de la representación. a) Representación legal o necesaria. La representación legal es impuesta por la ley y la persona del representante viene totalmente predeterminada. A ella se refiere el artículo 43 del C.C., señalando que “son representantes legales de una persona el padre o la madre, el adoptante y su tutor o curador”. 110 GALGANO, Francesco, op. cit., El negocio jurídico, Tirant lo Blanch, Valencia, España, 1992, p. 365. 53 Tomo Segundo - De las Fuentes de las Obligaciones sentación orgánica está regulada por un estatuto jurídico específico. E. Representación directa, inmediata o propia e indirecta, oculta, mediata o impropia. a) Representación directa es aquella por la cual el representante obra por nombre y cuenta del representado. b) Representación indirecta es aquella en que el representante actúa en principio a nombre propio. En el Derecho romano se desarrolla la representación indirecta y en general, salvo excepciones, no se acepta la representación directa. Ello obedece a que los contratos producen efectos entre las partes y un representante no puede obligar a un tercero, es decir, al representado. Todo ello independientemente de las acciones que pudiera tener el representado contra el representante por incumplimiento. Estas reglas son una consecuencia del formalismo del Derecho romano. A contar de la Edad Media, y especialmente de los pandectistas alemanes, se comenzaría a abrir paso la representación directa como una necesidad del comercio y del Derecho consuetudinario.111 La relación entre la representación y el mandato se pueden resumir de la siguiente manera: i) El mandato es un contrato, en cambio la representación es un acto jurídico unilateral. ii) No existe una relación de dependencia entre el mandato y la representación. De este modo puede haber representación sin mandato, como ocurre en la representación legal; y puede haber mandato sin representación, como acontece en la actuación del mandatario a nombre propio o la representación oculta. A este respecto no sólo es posible diferenciar la representación del mandato, sino de otras figuras como la transmisión de una declaración, la estipulación a favor de un tercero, la agencia oficiosa y otras tantas figuras en que actúa por otro, sin representación. 62. Requisitos para que opere la representación. a) El representante debe consentir y manifestar su voluntad. Ello es evidente desde que el representante genera el acto o contrato. Por tanto, debe cumplirse respecto de éste con todos los requisitos que exige la ley. b) Capacidad del representante. Arturo ALESSANDRI señalaba que el representante podía ser un incapaz relativo. Dicha posición se sustenta en el artículo 2128 del C.C., que dispone que “si se constituye mandatario a un menor adulto los actos ejecutados por el mandatario serán válidos respecto de terceros en cuanto obliguen a éstos y al mandante; pero las obligaciones del mandatario para con el mandante y terceros no podrán tener efectos sino según las reglas relativas a los menores”. c) Es necesario que el representante actúe a nombre del representado y que la persona con quien se contrata tenga conocimiento de esta situación. Sin embargo, este conocimiento puede ser tácito, no necesariamente debe ser expreso. De esta forma, en una multitienda la persona encargada de la venta es una vendedora y no el representante legal de la empresa. d) El representante debe tener poder para representar. 61. Relación entre representación y mandato. La representación es un elemento de la naturaleza del mandato, ya que se entiende incorporada al mandato sin necesidad de una cláusula especial. De esta forma, en virtud de un mandato el mandatario puede actuar de alguna de las siguientes formas: a) Personalmente, es decir, a nombre propio.112 b) Por representación, es decir, a nombre ajeno. 111 DÍEZ-PICAZO, L., La representación en el Derecho privado, Editorial Civitas, Madrid, España, 1979, pp. 27 a 43. 112 En el Derecho comparado se discute sobre los efectos externos de la actuación del mandatario a nombre propio. Así, para FERRARI la representación debe centrarse en el “interés del dominus” o en la idea de cooperación entre representante y representado. Ello lleva a que se le puedan reconocer efectos instantáneos a la actuación del mandatario en este supuesto, como sucede en la representación directa. DÍEZ-PICAZO, L., La representación en el Derecho privado, Editorial Civitas, Madrid, España, 1979, pp. 62 y 63. 54