MARTINE SEGALEN. “EL MITO DE LA FAMILIA OCCIDENTAL”. En: Antropología histórica de la familia, Madrid, Taurus Ediciones, Capítulo 12, 1992 [1981], pp. 251-259. La familia occidental, caracterizada por un matrimonio monógamo, una valoración de la pareja, un reducido número de hijos, una repartición de roles en el seno de la pareja, quizá tenga una antigüedad mucho más importante que la que se le supone generalmente cuando se hace el corolario de la industrialización. Bajo esta denominación se esconden, por otra parte, diversidades culturales remarcables que explican en parte el mantenimiento del carácter nacional de cada uno de los países en los cuales se observa. Por último, esta familia occidental parece ser puesta en cuestión en las nuevas formas matrimoniales. ¿Así pues, podemos mantener la afirmación generalmente admitida en los años 1950-1960 según la cual la «modernización» de las sociedades no europeas engendraría necesariamente una «occidentalización» de la familia, es decir, una organización basada en el matrimonio y separada de los sistemas familistas tradicionales? No es inútil interrogarse sobre la «familia occidental», tanto del lado europeo como del lado no europeo, si pensamos en el contexto demográfico mundial y en las previsiones para los años 2000-2025. Los choques culturales no corren el peligro de desaparecer por su parte; después del colonialismo, la cristiandad y el capitalismo que Europa ha exportado, acarreando con ellos todos los valores del Occidente triunfante de finales del siglo XIX, los inicios del siglo XXI ¿no serán el teatro de un pluralismo familiar, impuesto por otras culturas a su vez conquistadoras? EL MODELO OCCIDENTAL DE FAMILIA, VISTO DESDE EL LADO DE... OCCIDENTE La sociología de los años sesenta hacía del modelo occidental el producto de la industrialización y de la urbanización: los historiadores han mostrado que la familia conyugal, insertada en una parentela bilateral, era de hecho muy antigua, y quizá podía haber facilitado la industrialización. Otros aplazan todavía la invención de este modelo. LA INVENCIÓN DE LA FAMILIA OCCIDENTAL Si desistimos de nuestro etnocentrismo natural, la familia conyugal que asocia dos compañeros que se han elegido más o menos libremente es una figura poco corriente en la variedad de los modelos familiares. Estos rasgos que nosotros encontramos normales aparecen como una aberración en la mayoría de las sociedades que favorecen el lazo de filiación, en las cuales la unión es inestable, la diferencia de edad entre los esposos importante, la residencia raramente neolocal, el papel del parentesco en la elección del cónyuge siempre pronunciado. La edad tardía de los cónyuges al matrimonio y la tasa elevada de solteros (lo que caracteriza el modelo europeo hasta los años cincuenta) constituyen excepciones en relación a la mayoría de los sistemas matrimoniales en los cuales los esposos son jóvenes y la tasa de solteros muy débil. ¿Cuándo vemos emerger esta invención cultural? Paul Veyne descubre, desde el primer siglo de nuestra era, bajo la influencia del pensamiento estoico, el MARTINE SEGALEN nacimiento de una sociedad conyugal y de una «moral interiorizada del matrimonio» 1 que preparaba la revolución cristiana que Jack Goody analiza en L’Évolution de fa famille et du mariage en Europe. Goody adopta una cronología mucho más amplia que la que han elaborado generalmente los historiadores de la familia. El capitalismo o la industrialización, incluso si actúan en el sentido de un reforzamiento de la familia conyugal, no son los agentes principales. Conviene adoptar una respiración temporal larga, pues estos movimientos profundos de ideas sólo pueden ser descubiertos sobre la larga duración de los siglos. La acción de la Iglesia es la que ha modelado, desde el siglo IV, una sociedad familiar europea, imponiendo rasgos inéditos a las poblaciones que deseaba cristianizar. En efecto, la Iglesia prohibió prácticas corrientes en la cuenca mediterránea como la adopción, la poligamia, el divorcio, el concubinato, las segundas nupcias de los viudos, el matrimonio en el seno del parentesco; puso el acento sobre el consentimiento mutuo de los esposos en el matrimonio, su affectio, e instauró la libertad de testar. A partir del siglo XII, el matrimonio se convierte en un sacramento, lo que refuerza el peso de la institución. Esta nueva doctrina de la filiación, de la herencia, del matrimonio conduce a separar a los individuos de su parentesco, a reducir a su más simple expresión biológica la noción de «heredero». La adopción, que permitía a los segmentos de linaje proveerse de descendientes si los matrimonios eran estériles o si sus hijos se morían, se prohibe. Ya no es necesario un hijo o un nieto para asegurar el culto familiar de los antepasados porque las comunidades eclesiásticas toman a su cargo la salud del alma de los difuntos. La obligación de la exogamia comporta la fluidez de las herencias, la devolución «divergente» dispersa el patrimonio entre las diversas ramas familiares, mientras que un sistema de linaje mantiene para el linaje o el clan sus posesiones por mediación de los matrimonios endógamos. La manipulación ideológica del sistema de parentesco autoriza al cristianismo a convertirse en un gran propietario rústico en Europa entre el siglo VI y el XII; de secta, este enriquecimiento le transforma en Iglesia, «gracias a la inmensa acumulación de bienes alienada en su favor por los grupos de parentesco» (Goody, pág. 157). Las resistencias a la imposición de este sistema fueron numerosas, sobre todo a las reglas que imponían la exogamia. Después de haber prohibido el matrimonio a los parientes hasta en séptimo grado de parentesco en el siglo XII, la Iglesia redujo la definición del incesto y, en las comunidades campesinas, acordó de manera liberal las dispensas matrimoniales (cf. cap. 5). Después de este análisis resulta fácil convencerse de que el sistema de parentesco europeo, caracterizado por una familia conyugal fuerte insertada en una red de parentesco bilineal, es muy antiguo, al menos en sus aspectos ideológicos. Incluso si las estructuras, tales como las podemos analizar para los períodos muy posteriores, cuando las fuentes históricas están por fin disponibles, hacen aparecer una relativa variedad, la trama ideológica monógama parece haber sido bien tejida por la Iglesia que, paradójicamente, ha roto las solidaridades parentales. Alan Macfarlane, en Marriage and Love in England, 1300-1840, intenta comprender la especificidad del individualismo inglés, estudiando el modelo matrimonial inglés en el período que precede al de la industrialización. Encuentra Paul Veyne, «Les noces du couple romain», L’Histoire, 1984, 63, págs. 47-51. 20 1 EL MITO DE LA FAMILIA OCCIDENTAL las características generales descritas por Jack Goody, con un cierto número de rasgos particulares propios de esta sociedad. El matrimonio inglés, después del siglo XIV hasta 1850, es un matrimonio «maltusiano», asociando una edad elevada en el matrimonio a una fuerte tasa de celibato. Parecería, y Alan Macfarlane multiplica las fuentes para demostrarlo, que la elección de los esposos era verdaderamente libre y que la decisión de casarse reposaba en racionalidades económicas y sentimentales. La residencia era neolocal, el matrimonio un libre contrato que instauraba entre los esposos un compañerismo fundado más bien en el amor de los cónyuges que en el existente entre las generaciones. En efecto, los matrimonios ingleses, por otra parte, habrían estimado que tener hijos resultaba costoso. En este aspecto hacían gala de una modernidad sorprendente, puesto que en la mayor parte de sociedades del mundo los hijos constituyen la riqueza de los linajes y de los grupos domésticos. La familia inglesa, en la medida en que las fuentes permiten mostrarlo, tiene costumbre de colocar a sus hijos desde la edad de siete años: esta práctica tiene como consecuencia fortalecer la personalidad de los individuos, autorizar a los jóvenes a acumular un salario para ellos, sin tener que esperar nada de su padre, de distender los lazos familiares mediante la movilidad geográfica y social. La familia monógama inglesa no sirve para socializar a sus hijos durante mucho tiempo, del mismo modo que tampoco cuida de sus viejos. Las instituciones de caridad son muy antiguas en Inglaterra, en un principio tomadas a su cargo por la Iglesia y, luego, por las comunidades aldeanas. Macfarlane ve en este sistema un modelo matrimonial del «salariado» (wage), por oposición al modelo «campesino» (peasant). La sociedad inglesa, cuyo territorio no ha sufrido ataque extranjero desde el siglo XIV, es una sociedad rica, móvil socialmente, en la cual los campesinos no están sujetos a una tierra, como en la mayor parte de las sociedades europeas, por medio de una aparcería o de una propiedad. El sistema familiar y matrimonial inglés es el resultado de una sociedad fluida y contribuye a su construcción. La adopción de una perspectiva histórica larga lleva a Macfarlane a rechazar las cronologías antiguas sobre la emergencia del modelo occidental familiar. El matrimonio inglés, de rasgos tan sorprendentemente «modernos», no es el resultado ni de la revolución capitalista ni del desarrollo de una ética protestante. Los elementos del capitalismo —existencia de un mercado, de una masa monetaria, de beneficios— han tenido lugar en Inglaterra desde el siglo XII, sin la revolución que supone la cronología de Marx o de Weber. Inscrita en el sistema occidental familiar del matrimonio del que Jack Goody ha mostrado su puesta en marcha desde el siglo IV, Inglaterra presenta un modelo particularmente acabado y precoz. Se separa del resto de Europa y, sobre todo, de la Europa del norte, Francia septentrional, Bélgica, Países Bajos, Alemania, porque no habría sufrido la conquista romana. La modernidad antigua de Inglaterra se expresa en una característica en la actualidad bien contemporánea: «La soledad es el precio a pagar por un individualismo económico y político» (pág. 116). LOS AVATARES DE LA FAMILIA OCCIDENTAL Las tesis históricas, cualesquiera que sean sus límites, son más convincentes que las tesis sociológicas de los años sesenta. Ciertamente, los diferentes movimientos que engloba el término general de industrialización y de urbanización han contribuido a modificar las relaciones familiares, pero en el seno de un cuadro 21 MARTINE SEGALEN general puesto en marcha desde siglos, legitimado por el poderío de la Iglesia, adaptado a los modos de producción específicos. Además, la tesis de la modernización de la familia occidental tal como fue expuesta en los años sesenta se refería a un modelo histórico bien específico: un matrimonio monógamo en el cual los cónyuges se casan jóvenes y libremente manteniendo relaciones muy laxas con sus redes de parentesco. Marido y mujer tienen roles separados. Ahora bien, una tal estructura es efímera en las sociedades industriales: la observamos entre 1930 y 1960. Aparece como una figura transitoria entre los modelos de conyugalidad clásica y los que se están poniendo en marcha en la actualidad. Una mirada más que milenaria autoriza el escepticismo con relación a los análisis a corto término de los sociólogos. Su falsedad retrospectiva disminuiría la confianza que puede concederse a su capacidad de previsión. William Goode estima, así, que el ascenso del individualismo había puesto el acento en primer lugar en el matrimonio en detrimento de las solidaridades parentales, cuando en la actualidad es el matrimonio el que parece trabar al individuo. La inversión en el matrimonio sería menos rentable que la de una carrera, y si el matrimonio no es más que un lugar al que se le supone dispensar un equilibrio psicológico, aparecerá cada vez más frágil. 2 Otros estiman que se observa, a finales de los años ochenta, una especie de tope en los comportamientos de divorcio y de unión libre. Algunas constataciones se desprenden de la pura lógica demográfica: la edad de matrimonio no podrá continuar elevándose indefinidamente, al igual que la tasa de divorcio. 3 Algunas encuestas de opinión muestran la importancia del lugar de la familia y, desde 1984, la gran prensa como Time y Libération presenta dossiers atestiguando el fin de la revolución sexual de los años setenta: «Caution and commitment are the watchwords»: circunspección y compromiso son las palabras de vuelta. Los temores provocados por el SIDA pueden ir en el mismo sentido, sin que se trate, por otra parte, de una contrarrevolución moral. No sólo lo que hemos caracterizado de «modelo occidental» remite a una estructura efímera de la que no podemos prever el futuro, sino que incluso podemos poner en duda la unidad de su significado. Ciertamente, los países occidentales muestran todos curvas paralelas en las tasas de fecundidad, nupcialidad, divorcialidad, etc., pero ¿estas estructuras parecidas expresan una misma filosofía familiar? Una estructura de familia compleja designaba en el siglo XIX en las aldeas bretonas a las más ricas familias campesinas; en el siglo XX, la misma estructura aparece anómica en una sociedad que preconiza, sobre todo en el medio rural, la independencia residencial de las generaciones. ¿«Familia» tiene el mismo sentido en todos los países desarrollados? BAJO ESTRUCTURAS PARECIDAS, DIFERENCIAS NACIONALES Y SOCIALES Las palabras, una vez más, consideradas como para guiarnos, nos interrogan. «Familia» no tiene el mismo sentido para todos en Francia. 4 La institución del William Goode, «Individual Investments in Family Relationship over the Coming Decades», The Toqueville Review, 6, 1, 1984, págs. 51-84. 3 Kingsley Davis, «The Future of Marriage», en Kingsley Davis (ed.), Contemporary marriage, págs. 2552. 4 Martine Barthélemy, Anne Muxel, Annick Percheron, «Et si je vous dis famille. Note sur quelques représentations sociales sur la famille», Revue française de sociologie, XXVII, 1986, págs. 697-718. 22 2 EL MITO DE LA FAMILIA OCCIDENTAL matrimonio no constituye una condición necesaria y suficiente para la existencia de la familia: los lazos de filiación conducen sobre los de la alianza. Hervé Le Bras, en Les Trois France, muestra la persistencia contemporánea de estructuras y de sistemas familiares diferentes que pueden explicar la permanencia de comportamientos políticos diversificados. Estas diferencias internas en la Francia contemporánea, aquí rápidamente esbozadas, dan a pensar que convendría examinar las diferencias internacionales. ¿Famille tiene el mismo contenido semántico que Family? Los americanos designan bajo este término esencialmente a su progenitura: ¿acaso no dicen cuando sus hijos han abandonado la casa: «My Family is gone» («Mi familia se ha ido»)? Famille ha sido forjado sobre el término francés, el alemán sólo conoce hasta el siglo XVIII el término de Haus, portador de la idea de corresidencia. Serían necesarios estudios comparados en profundidad que tuvieran en cuenta los sistemas simbólicos e ideológicos de los hombres, de los grupos sociales, de las unidades geográficas pertinentes. Las variaciones ideológicas son antiguas, el ejemplo inglés de «matrimonio de salariado» por oposición al de «matrimonio campesino» europeo lo ha mostrado claramente. Taine, cuando visitó Inglaterra, se sorprendió por las diferencias entre las sociedades familiares inglesa y francesa, como se sorprendió Tocqueville cuando estudió la sociedad americana. John Modell se dedica a establecer las especificidades del matrimonio americano: Como todas las instituciones americanas en general, el matrimonio ha sido adaptado a partir de una base europea. Recursos materiales pletóricos, falta de mano de obra, el acento protestante puesto sobre el carácter individualista de los comportamientos dieron a esta institución, desde el principio, este molde voluntarista, asociando un énfasis sobre la realización personal con una menor prudencia en el mantenimiento del capital familiar (pág. 197). 5 Sobre estas variaciones antiguas del modelo ideológico de la familia occidental se inscriben las diversidades contemporáneas. Así, podemos sorprendernos de la diversidad de las políticas con relación a la caída de la fecundidad que ha conocido movimientos paralelos y concomitantes en los países europeos. Esta diversidad se desprende de tradiciones políticas muy antiguas. En Francia, la caída de la fecundidad es un envite político que se remonta, probablemente, a mediados del siglo XIX; la derecha, se dice, es tradicionalmente poblacionista, la izquierda, maltusiana. Que la fecundidad pueda ser una apuesta política nacional aparece como un rasgo específico de la mentalidad y de la política francesa tanto más sorprendente en cuanto que Francia conserva la tasa de fecundidad más elevada entre los países europeos. En Italia se registra en 1986 un número de defunciones superior al número de nacimientos: incluso la despoblación y el envejecimiento parecen aproximarse, la pesadilla de la superpoblación que ha llevado a tantos italianos a emigrar, ya sea al otro lado del Atlántico, ya sea del sur hacia el norte, excluye cualquier tentativa de intervención política. Inglaterra, patria de Thomas Malthus, tampoco es más intervencionista, y la familia no es un tema central en los debates políticos. La familia pertenece al dominio privado, e intentar influir en sus comportamientos sería vivido como un atentado a las libertades fundamentales del ciudadano. John Modell, «Historical Reflections on American Marriage», en Contemporary Marriage, págs. 181196. 23 5 MARTINE SEGALEN Los cambios familiares de los últimos veinte años invitan, pues, a poner en duda la cronología, la solidez y la unicidad del «modelo occidental de la familia». Los hechos contemporáneos se inscriben dentro de vastos movimientos históricos, y los países europeos conservan sus especificidades que sería bien interesante comparar en profundidad. En estas condiciones, debemos someter a discusión la hipótesis según la cual el «modelo occidental» estaba destinado a conquistar las sociedades no europeas. LOS SISTEMAS FAMILIARES NO EUROPEOS NO HAN SIDO OCCIDENTALIZADOS En World Revolution and Family Patterns, William Goode profetizaba la conquista por el sistema conyugal «moderno» de las sociedades en vías de desarrollo. Los jóvenes establecerían residencias neolocales, se liberarían de los constreñimientos familiares en materia de elección de cónyuge; el número de hijos sería limitado; la relación conyugal, fundada en la atracción recíproca, sería reforzada. Mostraba que este sistema conocía un fuerte desarrollo en el Medio Oriente, en África, en China, en Japón y en la India, bajo la presión ideológica que implica todo contacto con Occidente, incluso de naturaleza tecnológica o económica. «La ideología de la familia conyugal es una ideología radical, que destruye las antiguas tradiciones de las sociedades» (pág. 19). Podemos poner en duda esta hipótesis a la luz del análisis de los choques culturales antiguos, así como de las transformaciones familiares contemporáneas, pues ciertas estructuras, para haberse «occidentalizado» superficialmente, no dejan de conservarse ideológicamente fieles a las tradiciones que las han forjado. LOS CHOQUES DE LA MODERNIDAD Y LOS SISTEMAS FAMILIARES Apoyaremos nuestros planteamientos sobre algunos análisis obtenidos de Histoire de fa famille, tomo II: los diversos choques de la modernidad, religiosa, política, económica, que sea exógena, como la colonización, o incluso endógena, surgida de revoluciones nacionales, no han producido una familia con estructuras y modo de funcionamiento uniformes. En Mesoamérica, la conquista española abrió un campo de experimentación del Occidente moderno, intentando someter los sistemas familiares indios a la doctrina cristiana, tal como muestran Carmen Bernand y Serge Gruzinski. 6 Antes de intentar imponer a las poblaciones campesinas europeas el control religioso sobre las principales etapas de la vida familiar, y sobre todo el matrimonio, la Iglesia se entrenó, de alguna manera, sobre las tribus de México y de los Andes. El rechazo de la poligamia, la imposición del sacerdote, representando el orden de los colonizadores intrusos, la conyugalidad europea constituían verdaderas rupturas con relación a las estructuras familiares indígenas y, con el tiempo, la introducción de la propiedad privada, de la práctica testamentaria y la difusión del salariado contribuirían a «nuclearizar» la familia. Pero un modelo occidental, ciertamente no. Semejanzas formales con las costumbres prehispánicas, una manipulación de las reglas impuestas por la Iglesia condujeron a la creación de un modelo autóctono original que sólo formalmente respetaba los preceptos cristianos. Bernand y Gruzinski muestran la habilidad de los indios en manipular las reglas de Carmen Bernand y Serge Gruzinski, «Les enfants de l’Apocalypse: la famille en Méso-Amérique et dans les Andes», en Histoire de la famille, págs. 157-209. 24 6 EL MITO DE LA FAMILIA OCCIDENTAL prohibición del parentesco y de la legitimidad del matrimonio. Por ejemplo, llegaban a «declarar que la unión bendecida por la Iglesia no había sido convenida con la mujer legítima para obtener la disolución y casarse de nuevo con una compañera de (su) elección que se la hacía pasar por la primera cónyuge» (pág. 175). El concubinato y la poligamia resistieron la imposición de la norma europea. El caso de Japón es interesante en lo que parece haber seguido una «occidentalización» del mismo tipo que los países europeos y norteamericanos, desarrollando una economía industrial de formidable fuerza en el espacio de algunos decenios, a partir de una sociedad rural. La influencia americana ha sido notable, y los sociólogos de los años sesenta veían en el imperio nipón el arquetipo de una sociedad «tradicional» que adoptaba el sistema de la familia conyugal, bajo la influencia de los valores occidentales. La distancia permite apreciar mejor, en la actualidad, una situación compleja, hecha de sincretismos originales. El sistema antiguo del ie, próximo a nuestro sistema de «la casa», con heredero único, que ha sido descrito en estas mismas páginas en varias ocasiones, prevalece. Se integró en una organización estatal que hacía de la institución familiar una reducción del Estado, mientras que, inversamente, la familia aparecía como la matriz del estadonación, tal como lo analiza Patrick Beillevaire. 7 La industrialización, la urbanización, ciertamente, han nuclearizado la familia japonesa y multiplicado los divorcios. Sin embargo, la ideología familista que insiste en la fidelidad de los miembros al grupo no ha desaparecido. La lealtad se ha desplazado de la familia a la empresa, lo que explica en parte el éxito extraordinario de la producción japonesa. Los japoneses han tomado conciencia del hecho de que la fuerza de su sistema industrial reside en el mantenimiento de los valores tradicionales. Tal como señala Joy Hendry, 8 a un período de gran receptividad a la influencia exterior ha seguido un período de consolidación. La industrialización, mucho más brutal que en Europa, no ha alterado el sistema familiar antiguo de modo tan drástico como podría creerse. Ciertamente, la corresidencia antigua ha desaparecido ampliamente, al menos en las ciudades, y de hecho como consecuencia de la exigüidad y de la falta de viviendas. Sin embargo, las relaciones con la familia extensa se mantienen vivas. Los matrimonios continúan siendo, lo más a menudo, arreglados y el amor conyugal más bien sospechoso. La separación tradicional de los roles y de las actividades entre los sexos domina, a pesar de la progresión del trabajo profesional femenino. Si algunos valores occidentales han podido ser aceptados, es porque encontraban un fundamento en la ideología familiar nipona preindustrial. Por el contrario, el sistema educativo japonés, tanto en la familia como en la institución escolar, rechaza la inculcación del individualismo. El niño es socializado para que tome en consideración, antes que sus propios deseos, las necesidades de los demás, ya se trate del grupo de camaradas de la clase, de los miembros de la familia o, más tarde, aquellos de la firma que le empleará. LAS MODERNIDADES NO OCCIDENTALES La expansión de un modelo único de familia occidental se apoya en la hipótesis de que el desarrollo de cada país conoce o conocerá las mismas etapas que las que 7 Patrick Beillevaire, «La famille, instrument et modéle de la famille japonaise», en Histoire de la famille, págs. 237-265. 8 Joy Hendry, «Japan: Culture versus Industrialization as Determinant of Marital Patterns», en Contemporary Marriage, págs. 197-222. 25 MARTINE SEGALEN ha franqueado Europa en el curso de su industrialización, pasando de una sociedad campesina a una sociedad industrial, con una etapa intermedia de protoindustrialización más o menos desarrollada. Las mutaciones nacionales no necesariamente siguen este esquema. Así, la modernización de China arranca esencialmente de una transformación de la sociedad agraria que ha tenido que ser capaz de alimentar a una población considerable. Contrariamente al Japón, en donde la industrialización se ha apoyado en el sistema familia, y quizá ha sido favorecido por éste, las tradiciones de los linajes representaban un freno a los proyectos ideológicos de desarrollo: en China, las reformas del sistema familiar y del sistema agrario han sido intentadas concertadamente. El desarrollo de China, país inmenso y pobre, es original. Intenta apoyarse en su ruralidad, en lugar de intentar la vía nipona de la industrialización y de la urbanización. Las posturas son diferentes: para Japón, se trata de exportar el producto de su actividad económica; para China, dominar el crecimiento de la población. La «modernización» china sólo comporta signos superficiales de occidentalización de la familia. Es el resultado de los sobresaltos de una ideología y de políticas en zigzag y no de una influencia exterior. La familia china tradicional está basada en una solidaridad de los linajes que se ejerce en detrimento del estado, imperial y luego comunista. El matrimonio aparece como una obligación con la finalidad de proporcionar descendientes al linaje paterno. Es acordado por los mayores, sin consultar a los hijos, y sobre todo a las jóvenes chicas. Como analiza Michel Cartier, 9 «llegado al poder en 1949, después de un largo período de guerra civil, el partido comunista chino pone en marcha una triple política de transformación socialista de la economía, de industrialización y de reforma de la sociedad cuyas implicaciones sobre la evolución de la familia son múltiples» (página 226). La ley sobre el matrimonio de 1950 instaura un control del Estado sobre la formación de las uniones que deben, en lo sucesivo, con el pretexto de una mucha mayor libertad de los cónyuges, y sobre todo de las mujeres, servir a los intereses del grupo. Reformas mucho más radicales fueron intentadas a lo largo del período del Gran Salto (Gran Bond) en adelante con la instauración de las comunas. Éstas suprimían la célula familiar, los recursos eran puestos en común hasta el mobiliario y los utensilios de cocina, los sexos separados, los niños y los ancianos tomados a cargo de la colectividad. La oposición a esta innovación se conjuga en la extrema penuria de los años 1958-1960, de modo que las experiencias «comunistas» son abandonadas y las células familiares conyugales o extensas se reconstituyen a continuación. En los años ochenta, el modelo «tradicional» y el control estricto del Estado se conjugan en China con el fin de limitar el número de nacimientos. Así, una encuesta llevada a cabo por Marjorie Wolf 10 muestra que, en medio rural, el papel de los parientes en la elección del cónyuge está muy desarrollado; en la ciudad, la «unidad», es decir, el lugar de trabajo, asegura el relevo del control estatal: Hasta que usted no tenga un empleo, usted no, puede casarse, puesto que es la unidad quien le autoriza, igual que es ella quien permite inscribirse en una lista en una oficina de la vivienda, proporciona los bonos para comprar muebles y los cupones de racionamiento para Michel Cartier, «La longue marche de la famille chinoise», en Histoire de fa famille, págs. 211-235. Marjorie Wolf, «Marriage, Family and the State in Contemporary China», en Contemporary Marriage, páginas 223-252. 26 9 10 EL MITO DE LA FAMILIA OCCIDENTAL adquirir todo lo que es necesario, desde el arroz hasta el tejido. Dentro de la unidad, usted participa en las clases de educación política, recibe sus contraceptivos y usted aprende que le toca el turno de comenzar un embarazo (pág. 231). El amor, aquí todavía, está poco valorizado, y toda la ternura se proyecta sobre los hijos, o más bien sobre el hijo único, que una estricta política de control de los nacimientos ha conseguido imponer (las encuestas psicosociológicas recientes muestran, por otra parte, que el hijo único chino está muy consentido...). Otros signos de una renovación de la ideología familiar han conducido al gobierno a promulgar una ley en 1980 imponiendo a los hijos la obligación de asistir a sus padres y a sus abuelos, tanto paternales como maternales. La insistencia sobre esta última categoría se orienta a romper las antiguas solidaridades patrilineales y a limitar el desastre de un hijo único de sexo femenino. DE LA RESISTENCIA AL RECHAZO Los sistemas familiares mundiales contemporáneos son el producto de sincretismos y de compromisos. Reinterpretan y asimilan rasgos occidentales en su propia cultura. Se ajustan a los constreñimientos de un nuevo Estado-nación. Así podemos subsumir los ejemplos que acaban de ser desarrollados. Otros sistemas familiares sufren transformaciones internas que no tienen nada que ver con una occidentalización. Así ocurre con los sistemas africanos en los que los efectos de la colonización y de la descolonización han sido mucho más ambiguos que en los países de Mesoamérica. Movimientos ideológicos y políticos poderosos, por último, se expresan en el rechazo de los valores occidentales y particularmente familiares. Así ocurre con los países musulmanes integristas. Es difícil hablar de un sistema familiar africano, tan diferentes son sus modos de filiación y de matrimonio, campos de estudio privilegiado de la teorización antropológica de la escuela anglosajona. Los efectos de la colonización después de la descolonización son complejos. En los años 1950-1960, los administradores se apoyan en el postulado de la eficacia económica de una familia nuclear de tipo occidental para alcanzar el desarrollo. Asimilan las sociedades africanas a las sociedades campesinas preindustriales e intentan romper las solidaridades de linaje, de la misma manera que suponían que había sido necesario construir sobre las ruinas de la «gran familia campesina» la sociedad industrial. La dimensión del fracaso es la medida de la falsedad de esta hipótesis sociológica. El tiempo de las independencias africanas marca un retorno hacia la puesta en valor de los sistemas de linaje, tanto en el plano económico como en el plano político. En lugar de intentar destruirlos, el desarrollo se apoyará sobre las solidaridades familiares tradicionales; un socialismo auténticamente africano descansará, por lo que a ello respecta, sobre las estructuras tradicionales, abriendo una vía democrática original. Estas posiciones ideológicas conducen a observar evoluciones familiares complejas en las cuales las «tradiciones familiares están comprometidas y reinventadas», como lo escribió Jean-Pierre Dozon. 11 La actividad económica en Africa sigue dominada por la actividad agrícola, pero las sociedades de linaje han sido trabajadas por las relaciones mercantiles que instauran las economías de plantación. Si se observa una tendencia hacia la 11 Jean-Pierre Dozon, «En Afrique, la famille à la croisée des chemins», en Histoire de la famille, págs. 301-338. 27 MARTINE SEGALEN eclosión en familias nucleares, las sociedades han sabido, sin embargo, adaptar sus reglas a los nuevos condicionamientos económicos. Así, en la sociedad bantú, el sistema matrimonial se ha mantenido notablemente estable, a pesar de los cambios económicos, culturales y sociales, puesto que los rasgos culturales profundos de la sociedad —división sexual del trabajo, asignación de los recursos en capital a las personas— persisten. 12 La urbanización no ha erradicado más las estructuras tradicionales. Georges Balandier señalaba, desde 1955, en su Sociologie de l’Afrique noire, que las migraciones de los jóvenes (frecuentemente los segundones de linaje) hacia las ciudades les habían abierto a la influencia occidental, pero también habían reforzado el sistema de linaje, como consecuencia de la monetarización de la «compensación matrimonial». Los segundones dependían más que en el pasado de sus mayores para reunir la suma de dinero necesario para la obtención de esposa. Generalmente, las relaciones entre emigrados de las ciudades y parientes en el campo se mantienen muy fuertes. La solidaridad económica aparece como un deber hacia los miembros de su linaje. Las rupturas familiares se observan, por otra parte, quizá, más bien entre los emigrantes pobres, como ocurre entre el subproletariado francés. Los efectos de la escolarización, al igual que los de la urbanización, son contradictorios: por una parte, contribuyen a la eclosión en familias restringidas, pero, por otra, los éxitos escolares o universitarios son integrados en las estrategias simbólicas de la competición entre linajes. Los pleitos de brujería, a la cual se atribuyen los fracasos, parecen multiplicarse. La sustitución de una economía de plantación por una economía de abastecimiento no ha mejorado el estatus de las mujeres africanas que, a causa de la tradicional separación entre los sexos, se han visto sobreexplotadas. Las migraciones de las mujeres hacia las ciudades han sido numerosas, y los sistemas de linaje parecen haber sido más puestos en peligro por las mujeres de los años ochenta que por un siglo de colonización y descolonización. Las mujeres rechazan el sometimiento al linaje, rechazan a menudo la conyugalidad y la maternidad, lo que constituye una revolución en la mentalidad africana que valoriza particularmente al hijo, y se organizan en asociaciones para asegurar su independencia económica. La emancipación de la mujer también está en el núcleo de los choques culturales entre sociedades occidentales y sociedades musulmanas. ¿A una «modernización» en los años setenta no le sucede un retroceso de la condición femenina, sobre todo en los países musulmanes más integristas? La «modernización» ha sido apresurada y bastante relativa. El velo de la mujer aparece a los ojos de los occidentales como el signo de su servidumbre, cuando esta forma de vestido la autoriza a salir a la calle, a abandonar su exclusivo espacio doméstico. El mundo árabe (cuyas fronteras no son secantes con el mundo musulmán, puesto que algunas sociedades africanas o hindúes están islamizadas, mientras que grupos de libaneses son cristianos) es, según la expresión de Philippe Fargues, una «ciudadela (...en la cual) el tabique entre los dominios masculino y femenino es la llave maestra del edificio familiar». 13 Si la escolarización masiva de los niños de los dos sexos es portadora de una futura emancipación femenina, en los años ochenta, los países siguen, en su Adam Kuper, «African Marriage in an Impinging World», en Contemporary Marriage, págs. 253-272. Philippe Fargues, «Le monde arabe: la citadelle domestique», en Histoire de la famille, págs. 339371. 28 12 13 EL MITO DE LA FAMILIA OCCIDENTAL mayoría, desconfiados, si no hostiles. La mujer continúa estando encerrada en el seno del hogar, los matrimonios son arreglados dentro del marco de una endogamia tradicional que sólo retrocede en la ciudad. Philippe Fargues muestra que la evolución del derecho es muy lenta, sobre todo en caso de divorcio. La igualdad de los cónyuges frente al divorcio no está reconocida, ni en Argelia, que ha promulgado un nuevo Código de la familia en 1981, ni en Egipto, en donde la ley «Jihane elSadate», que reconoce a las mujeres el derecho a pedir el divorcio si el marido llega a tomar una segunda esposa, ha sido anulada en 1985 bajo la presión de los movimientos integristas. Apoyarse en los preceptos del Corán, rechazar toda forma de occidentalización de la familia constituyen en la actualidad reivindicaciones políticas fundamentales, la búsqueda de expresiones de desarrollos nacionales originales. Los acontecimientos políticos no dan la razón a las previsiones de los sociólogos de la segunda posguerra. Su confianza en la extensión internacional de los valores de la libertad y del individualismo era portadora de una ideología: la conquista por Occidente del mundo se haría, sobre todo, por la difusión de los nuevos valores familiares. Los hechos no van en esta dirección en el momento actual. 29 Categoría socioprofesional de los hijos casados según la del padre (encuesta a los padres) Categoría del padre Agricultores Obreros Empleados Cuadros medios Comerciantes Cuadros superiores profesiones Conjunto liberales Categoría del hijo Agricultores……………………………………………………….. Obreros……………………………………………………………. Empleados………………………………………………………… Cuadros medios…………………………………………………. Comerciantes, artesanos………………………………………. Cuadros superiores y profesiones liberales……………….. TOTAL…………………………………………………… Repartición de los padres según su propia categoría. 39 25 17 4 9 6 –– 47 15 21 7 10 –– 38 27 26 6 13 –– 11 9 30 4 46 –– 26 14 18 24 18 –– –– 20 15 –– 65 7 22 27 19 7 18 100 100 100 100 100 100 100 15 34 14 13 13 11 100 27 6 22 6 1 3 35 –– 14 36 12 3 1 34 –– 9 37 12 4 7 31 –– –– 23 17 2 24 34 –– 5 31 15 9 10 30 –– –– 17 17 2 26 38 5 7 28 12 4 10 34 100 100 100 100 100 100 100 Categoría de la hija Agricultores……………………………………………………….. Obreros……………………………………………………………. Empleados………………………………………………………… Cuadros medios…………………………………………………. Comerciantes, artesanos………………………………………. Cuadros superiores y profesiones liberales……………….. Inactivas…………………………………………………………… TOTAL…………………………………………………… Fuente: Louis Roussel, La Famille après le mariage des enfants, pág. 108. Nivel de instrucción de los hijos casados según la de los padres (a) (encuesta a los padres en %) Nivel del hijo según el del padre Nivel del hijo Primaria Primaria……………………………………. Técnica y comercial……………………… Secundaria………………………………… Superior……………………………………. TOTAL……………………………. Repartición según el nivel en casa del padre TOTAL……………………………. Repartición según el nivel en casa de la madre Secundaria Superior Conjunto Primaria Técnica y Comercial Secundaria Superior Conjunto 37 36 18 9 (b) 6 26 28 40 –– –– 14 86 24 32 19 25 41 29 21 9 –– 29 58 13 –– 21 44 35 –– 16 36 48 25 26 30 19 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 61 8 21 10 100 60 5 25 10 100 Nivel del hijo Primaria……………………………………. Técnica y comercial……………………… Secundaria………………………………… Superior……………………………………. Técnica y Comercial Nivel de la hija según el del padre Nivel del hijo según el de la madre 33 43 15 9 (b) 5 30 23 42 (b) Nivel de la hija según el de la madre 22 37 19 22 35 35 22 8 100 100 100 100 100 100 57 9 32 2 100 63 (a) El nivel primaria superior ha sido asimilado al nivel secundaria. (b) Efectivos insuficientes. Fuente: Louis Roussel, La Famille après le mariage des enfants, pág. 108. (b) 5 3 18 47 32 (b) 24 30 28 18 100 100 100 28 4 100