UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN JUAN FACULTAD DE FILOSOFÍA, HUMANIDADES Y ARTES DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN CARRERA: PROFESORADO Y LICENCIATURA EN CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN ASIGNATURA: PSICOPATOLOGÍA DOCUMENTO DE INFORMACIÓN PSICOPATOLOGÍA: NOCIONES GENERALES Elaborado por: Mag. Juan Domingo Samat Año: 2012 El campo de lo psicopatológico. ¿Qué es la psicopatología? Ubicación epistemológica. Objeto y métodos. La psicopatología como ciencia teórica. División de la psicopatología. Relaciones con otras disciplinas. Criterios de normalidad y anormalidad; salud y enfermedad. Modelos psicopatológicos. Los métodos de la psicopatología y las vías de acceso al estudio del hecho psicopatológico. A- ¿QUÉ ES LA PSICOPATOLOGÍA? La palabra “psicopatología” proviene del término “patología” (del griego πάθος, patos, “afección, dolencia, enfermedad” 1 y λόγος, logos, estudio, tratado) es la parte de la medicina que estudia las enfermedades. Desde un punto de vista médico, enfermedad (del latín infirmitas, que proviene de infirmus, débil, no firme, firmus) es la alteración más o menos grave de la salud, un estado de perturbación, trastorno o desviación de una o varias partes del organismo o de su funcionamiento. La psicopatología (del griego psyché, alma, patos, enfermedad, y logos, tratado o estudio), es la parte de la psicología que estudia los fenómenos psicológicos que presentan características patológicas. 1 El Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana de Corominas hace referencia al latín pati, “sufrir, soportar, padecer”, de donde derivarían palabras como paciente (el que padece una enfermedad), compasión (padecer con), etc. ¿Cuál es el objeto de la psicopatología? Esta disciplina estudia fundamentalmente: a) las funciones psíquicas que presentan alteraciones: perturbaciones de la memoria, la afectividad, el pensamiento, la psicomotricidad, el lenguaje, etc.; b) los trastornos mentales, muchas veces denominados “enfermedades mentales”, alteraciones complejas que comprometen áreas importantes de la conducta del sujeto, como la esquizofrenia, la bipolaridad, la neurosis, las demencias, etc. Consideramos a la psicopatología como una parte de la psicología, ya que comparte su objeto material (lo que llamamos fenómenos o funciones psíquicas o psicológicas, conducta, personalidad, subjetividad, etc.) y sus métodos de investigación, que veremos más adelante. A pesar de poder ser considerada como parte de la psicología, la disciplina que quizás más ha contribuido al desarrollo de la psicopatología en los hechos ha sido la psiquiatría, que es la parte de la medicina que se ocupa de las enfermedades mentales. La medicina es una disciplina práctica, que se interesa fundamentalmente en el tratamiento de las enfermedades; es “el arte de curar”. Para ello se vale de diversas ciencias (biología, química, genética, etc.). La psiquiatría es la disciplina médica que intenta curar las enfermedades que afectan la mente (esquizofrenia, paranoia, manía, etc.), utilizando los aportes de diferentes disciplinas (neurología, genética, biología molecular), ocupando entre ellas un lugar muy destacado la psicopatología. Sin embargo, la psicopatología se ha nutrido de los aportes de otras muchas disciplinas diferentes: ciencias sociales (sociología, antropología), biológicas (genética, neurología, bioquímica), filosóficas (fenomenología, existencialismo), el psicoanálisis, el conductismo, el cognitivismo, la psicología humanista, las perspectivas interpersonales y sistémicas, etc. De modo que lo que llamamos “psicopatología” es un campo heterogéneo donde confluyen diferentes prácticas y corrientes teóricas, y en cuyo despliegue histórico se han dado cita disciplinas muy diversas entre sí, que a lo largo del tiempo han proporcionado puntos de vista y modalidades de abordaje que la han enriquecido y complejizado. Veamos sucintamente cómo definen a la psicopatología algunos autores: Dice Lorenzini en su obra “Psicopatología y Educación”: “La Psicopatología o Psicología Patológica es la parte de la Psicología que trata del estudio de las diversas perturbaciones y enfermedades de las funciones psíquicas, como por ejemplo, las amnesias o enfermedades de la memoria, las alucinaciones, los trastornos de la personalidad, etc. Estas perturbaciones constituyen a menudo los síntomas de determinadas enfermedades mentales de las que dependen”2. Mondzain, en su artículo del Diccionario de Psiquiatría de Porot, nos dice lo siguiente: “La psicopatología, etimológicamente ‘estudio de las dolencias del alma’, puede definirse como una ciencia que toma su objeto de la Psiquiatría, y su espíritu, de la Psicología… asume la misión de elaborar la observación psiquiátrica en teoría del conocimiento del hecho psiquiátrico”. En nuestro medio, José Rafael Paz nos brinda la siguiente aproximación: “La psicopatología se constituye a partir de un campo: el de la relación humana en cuanto se torna problemática. Es una disciplina teórica; su objetivo es construir sistemas conceptuales que den razón en un ámbito específico de coherencia fenoménica: las conductas anómalas… ¿Cuál es el universo natural de la psicopatología? Queda de hecho limitado por los comportamientos anormales, definidos sobre la base de un criterio ‘social’, primario, de diferenciación, que toma como marco implícito de referencia un área consensual de conductas medias y esperadas”3. La psicopatología como ciencia teórica Dice Jaspers4 en su Psicopatología General: “La psiquiatría como profesión práctica y la psicopatología como ciencia. En la profesión psiquiátrica práctica, se trata siempre de seres humanos individuales y enteros, ya sean puestos a disposición del psiquiatra para su custodia, la atención y la curación, o haya de hacer un peritaje ante los tribunales. Ante otras autoridades, ante la ciencia de la historia sobre una personalidad, ya sea porque el enfermo acude a su consejo en el consultorio… En cambio el psicopatólogo queda en el dominio de los conceptos y reglas generales. El psiquiatra en la vocación práctica es una personalidad viviente, que capta y actúa, para lo cual la ciencia es sólo un medio auxiliar; en cambio para el psicopatólogo es la ciencia misma el objetivo. Sólo busca conocer, caracterizar y analizar, pero no al hombre en particular, sino al hombre en general… se preocupará de reconocimientos, de verdades, de lo obligadamente demostrable, o de lo claramente distinguible…”5 2 LORENZINI (1964), pág. 2. PAZ (1973), pág. 15. 4 Karl Jaspers (1883-1969), eminente psiquiatra y filósofo existencial alemán, autor del clásico tratado Psicopatología General (1913), donde utiliza el método fenomenológico para analizar las categorías psicopatológicas. 5 JASPERS (1975), pág. 15. 3 Dice Paz: “(La psicopatología) es una disciplina teórica; su objetivo es construir sistemas conceptuales… La clínica psiquiátrica, basada en las elaboraciones teóricas, en el contacto con los pacientes y en un arsenal empírico transmitido frecuentemente ´de persona a persona´, tiende a la modificación (curación de las anomalías psicológicas). Existe por lo tanto una relación de complementariedad pero las diferencias son evidentes. Esencialmente, la psicopatología recurre al plano empírico para verificar teorías. La psiquiatría para curar anomalías” (op.cit., pág. 15). Resumiendo lo visto hasta este momento, podemos decir que - la psicopatología es una disciplina científica de tipo teórico (lo cual no quiere decir que no puedan desprenderse de ella inferencias prácticas); es una parte de la psicología; estudia los temas que estudia esta última ciencia (la conducta, la personalidad) en sus aspectos problemáticos, trastornados, perturbados, anormales, disfuncionales; en su desarrollo ha recibido el influjo de muchas ciencias y corrientes teóricas (psiquiatría, neurología, sociología, antropología, filosofía, etc.); División y partes de la psicopatología Tradicionalmente se divide a la psicopatología en psicopatología general, que estudia temas como la naturaleza del trastorno mental, sus causas, los modelos teóricos que se utilizan para entenderlo, la semiología y la etiología generales de las perturbaciones mentales, y la especial, que analiza cada trastorno por separado (esquizofrenia, neurosis, trastornos del estado de ánimo, etc.). La psicopatología comprende diversas partes que estudian los problemas referidos a los trastornos mentales: - La nosotaxia estudia su clasificación. La nosografía es su descripción. La etiología estudia sus causas. La semiología estudia los signos y síntomas a través de los cuales se manifiestan. Relaciones con otras disciplinas - - - - - La psicopatología, siendo una parte de la psicología, tiene como es evidente una estrecha relación con ella. La psicología le da las bases sobre las que se asienta la conducta tanto normal como patológica; a su vez, la psicopatología (mediante el estudio de los trastornos) ha aportado a la psicología un análisis profundo de fenómenos que han permitido iluminar muchos puntos clave de la psicología normal. La psiquiatría es la rama de la medicina (arte de curar basado en disciplinas científicas) que estudia las llamadas “enfermedades mentales”. Es la disciplina científica que más ha contribuido al desarrollo de la psicopatología, que históricamente ha surgido de ella. Evidentemente no hay psiquiatría (práctica terapéutica) sin una psicopatología que le sirva de base. La psicología clínica (rama de la psicología aplicada que se dedica principalmente al tratamiento de los problemas psicológicos, así como a su diagnóstico y prevención) se basa también en la psicopatología para fundamentar su accionar terapéutico. Las neurociencias (neuroanatomía, neurofisiología, neurobioquímica, diagnóstico por imágenes, etc.), junto con otras disciplinas biológicas (psiconeuroendocrinoinmunología, genética, biología molecular, etc.) que han experimentado un enorme crecimiento en las últimas décadas, han tenido un ingente impacto en los estudios psicopatológicos, hasta el punto tal que algunos consideran que la psicopatología se ha convertido en una neuropatología (afirmación que consideramos exagerada pero que revela la importancia de este aspecto en la consideración de estos fenómenos que vamos a estudiar). Las ciencias sociales (sociología, política, antropología, etc.) se relacionan íntimamente con la psicopatología, porque si por un lado la conducta anormal se vincula con las patologías del sistema nervioso, por otro lado tiene una ligazón tanto o más estrecha con el campo de lo social. El psiquismo humano, normal o patológico, se estructura en el seno de relaciones sociales que marcan profundamente su organización y dinámica. Y la comprensión de las alteraciones del comportamiento humano puede iluminar diferentes aspectos de la conducta social a analizar. Por ejemplo, el estudio de las condiciones sociales que favorecen el suicidio ayuda a entender este fenómeno, que a su vez arroja luz sobre aquéllas. Influencias teóricas en la construcción de la psicopatología La psicopatología se ha construido a través del aporte de diversas escuelas, teorías, corrientes y disciplinas que la han ido conformando en el transcurso de su evolución. Mencionaremos sólo algunos de estos influjos, atendiendo sobre todo los inicios de nuestra ciencia: - - - - la medicina general, sobre todo la psiquiatría, que en el siglo XIX fue estructurada sobre el modelo de la medicina natural. Las investigaciones se centraban en: a) la descripción clínica, minuciosa, de la sintomatología y el curso de la enfermedad mental, y b) en la “caza” de lesiones orgánicas que explicaran las “enfermedades” mentales. En otras palabras, la psicopatología era la descripción minuciosa y exacta de los cuadros nosológicos, y se pretendía encontrar el origen del trastorno en algún problema neurológico. La psicopatología era más bien una “neuropatología”. El aspecto humano, psicológico, era casi totalmente dejado de lado. Lo que no se comprendía era explicado por medio de conceptos tales como la “herencia” o la “degeneración”. El método era anátomoclínico. Si bien esta concepción conserva todo su valor en ciertas afecciones mentales cuyo origen es claramente somático (encefalitis, demencias, etc.), y significó un avance con respecto a la concepción mágico-religiosa- filosófica que hasta entonces había imperado en la psicopatología, también es cierto que exageró el papel de la enfermedad somática en las perturbaciones psicológicas, que llevó a querer explicarlo todo por conceptos oscuros y pesimistas como los de “degeneración” y a una búsqueda sin sentido de lesiones del sistema nervioso dejando de lado el aspecto humano y dinámico del hecho psicopatológico (Cf. más adelante: nota sobre el modelo médico). La psicología tradicional influyó más o menos en la misma época, aunque tuvo consecuencias menos fructíferas de las que se habrían esperado. Volcada hacia los fenómenos de conciencia, cultivaba el análisis reflexivo e intelectualista. El espíritu era separado del cuerpo y dividido en facultades mentales bien ordenadas. Poco extrajo la psicopatología de ella, salvo quizás la sistematización de los datos y el uso de la introspección, el método entonces en boga, que tiene sus ventajas precisas siempre que se lo tome en un sentido no excluyente y con un claro conocimiento de sus límites. El behaviourismo o conductismo, a partir de Watson, fundamenta toda la psicología en la adquisición por el aprendizaje de hábitos perniciosos aprendidos por condicionamiento. Las corrientes objetivas acercaron a la psicopatología a la experimentación científica y rigurosamente objetiva, pero también dejan de lado la dramática humana al reducir el psiquismo a un funcionamiento mecánico privado de subjetividad. El psicoanálisis revoluciona la psicopatología al introducir nociones tan importantes como el sentido de toda la conducta, el inconsciente, el papel de los conflictos y las defensas, el rol de la historia del sujeto en la determinación de su - enfermedad. Abarca en su comprensión tanto al hombre sano como al enfermo, a la sociedad tanto como al individuo, supliendo las carencias de los enfoques biologistas y conductistas. Sin embargo, al mismo tiempo que desde muchos lugares se ha cuestionado su validez científica, por otro lado se le reprocha el subestimar la importancia de lo descriptivo y lo clínico, con un sobreénfasis de lo oculto y lo inconsciente. La llamada medicina psicosomática también ha influido sobre la psicopatología al acentuar la profunda unidad entre mente y cuerpo, psique y soma. La fenomenología, a veces teñida de existencialismo y posturas filosóficas afines, ha permitido apreciar hasta qué punto es importante la vivencia del paciente en la determinación y manifestación de su enfermedad. La fenomenología es un movimiento filosófico-epistemológico que pone el acento en la conciencia, en lo que aparece (phenomenom = lo que aparece) y que propone el retorno al pensamiento natural e ingenuo. Desde este enfoque, en la psicopatología se trataria de comprender y describir –y no “explicar”- las vivencias conscientes de un individuo: cómo él percibe su situación. Fue Jaspers uno de los pioneros de la aplicación de la fenomenología a la psicopatología, sobre todo en su magnífica y clásica obra “Psicopatología General”, ya mencionada, cuya primera edición fue publicada en 1913. Nota sobre el modelo médico Es sabido que el llamado "modelo médico" ha ejercido una enorme influencia en psicopatología -el mismo nombre de esta disciplina lo confirma. Como rama de la medicina, la psiquiatría ha sido, desde la época de Hipócrates, uno de sus pilares fundamentales. La concepción de la patología derivada de este modelo sugiere que los trastornos mentales son producto de una "enfermedad" de la misma naturaleza que las enfermedades físicas, y que tiene, como ellas, una etiología eminentemente orgánica, con un curso prefijado que presenta un diagnóstico, un pronóstico e incluso muchas veces un tratamiento que la corrige. Este modelo tuvo su apogeo en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX, cuando la psiquiatría y la neurología parecieron dar respuesta a la mayoría de los problemas planteados por los trastornos mentales. El esfuerzo de los clásicos como Pinel, Esquirol, Griesinger, Morel, Magnan, Kraepelin y de Clérambault, entre muchos otros, se dirigió fundamentalmente a la elaboración de esquemas clasificatorios y a la profundización de una semiología que se hizo cada vez más fina y precisa. En una época en que el médico general debía aguzar sus sentidos (sin el auxilio de los modernos métodos de exploración física de los que dispone el clínico actual) para efectuar un diagnóstico, y sin muchas herramientas terapéuticas a su alcance, estos geniales psiquiatras de hospicio desarrollaron una semiología cada vez más compleja, sutil y concisa, que es la base de la actual. Se han señalado muchas limitaciones de este enfoque médico de los problemas mentales y se le han dirigido numerosas críticas que no reseñaremos aquí. Solo señalaremos -con Saurí6- que se queda en el plano de la Mirada, de lo descriptivo, dejando de lado el de la Escucha, de la palabra, que hace a la significación vivida, a los vínculos inconscientes, a la dramática de la existencia humana. B- NORMALIDAD Y ANORMALIDAD - SALUD Y ENFERMEDAD “Normal” y “anormal” El término “normal” no es unívoco; algunas de sus acepciones son las siguientes: - - - 6 La normalidad estadística. Es la normalidad como promedio; en este sentido, “normal” es “lo más frecuente”. Cuando podemos apreciar un rasgo en forma cuantitativa, los sujetos se distribuyen habitualmente según una forma de curva normal en campana. Se consideran como normales en relación a este rasgo los sujetos próximos a la media aritmética, y anormales los que se alejan de la misma, y que ocupan los dos extremos de la curva. Esto se relaciona con la normalidad sociológica: en una comunidad, sería normal lo que hace la mayoría. La normalidad clínica. Podríamos llamar así a la “ausencia de enfermedad”; en este sentido, es normal el que carece de síntomas. La normalidad está definida por lo negativo. Desde este punto de vista, la mayoría de los seres humanos son normales. La normalidad funcional. En esta perspectiva, se considera como normal un estado apropiado de un individuo en razón de sus características y de las finalidades que se propone. Será normal aquél cuya condición actual está de acuerdo con sus capacidades y rasgos, así como con sus intereses vitales: “funciona” bien. Este criterio de normalidad tiene en cuenta, por ejemplo, si existe o no de deterioro significativo social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo. SAURÍ, J. (1982), pp.11ss. - - La normalidad ideal o utópica. Dada una perspectiva ideal, es normal lo que se acerca a ella. Por ejemplo, si “normal” es un ser humano autorrealizado, con un funcionamiento biopsicosocial óptimo, totalmente integrado, flexible, creativo, maduro, equilibrado, etc., lo anormal será lo que se aleje de este ideal. Desde este punto de vista, quizás la mayoría de los seres humanos son anormales. Algún autor decía, refiriéndose a esta forma de concebir la normalidad, que “el hombre normal es una persona no sólo admirable sino también raramente existente”. Esta acepción presenta la grave dificultad de que se basa en criterios ideales cuya formulación depende de criterios subjetivos que pueden no estar consensuados totalmente. La normalidad subjetiva. Es la forma en cómo un sujeto evalúa su propio estado de salud, si “se siente normal”. Obviamente se trata de una forma muy impregnada de subjetividad, y más aún tratándose de patologías mentales; en efecto, aquellos afectados de trastornos más graves (por ejemplo, psicóticos) no se sienten enfermos ni anormales (decimos que “no tienen conciencia de enfermedad”). La enfermedad puede ser considerada una anormalidad, si entendemos por tal aquello que se desvía del funcionamiento que suponemos “normal” en un organismo o sujeto en relación a su supuesto funcionamiento “óptimo”. Pero acá deberíamos distinguir dos usos diferentes de la palabra “anomalía”: a) La anormalidad puede ser una simple desviación cuantitativa de una variable que se distribuye en una curva normal, y que se considera patológica únicamente cuando produce sufrimiento, discapacidad o algún otro tipo de perjuicio. Por ejemplo, la inteligencia, que depende en gran parte de factores genéticos, se distribuye normalmente. Esto significa que la mayor parte de la población tendrá una inteligencia promedio, cercana a la media (si lo medimos en términos de CI, puntajes entre 90 y 110 aproximadamente). Sectores más pequeños de la población tendrán un CI superior a éste (más de 110) y otros inferiores. Una persona superdotada será, desde este punto de vista un anormal (desde el punto de vista estadístico), al igual que una persona que tenga, p.ej., un CI de 75. ¿Significa esta anormalidad que estamos frente a una enfermedad? En el caso del superdotado, nadie lo afirmaría; se trata de una anomalía, pero no de una patología. En el caso del menos dotado, tampoco podemos afirmarlo: simplemente, la persona cae en un rango inferior en relación a la distribución estadística del rasgo “inteligencia”. Son anomalías, pero no necesariamente “enfermedades”. b) La anomalía puede indicar la acción de una causa patológica en sí, en cuyo caso siempre se trata de algo mórbido. Es el caso, por ejemplo, de que una infección intrauterina afecte para siempre el desarrollo del cerebro de un feto, o la aparición de una enfermedad degenerativa como el mal de Alzheimer. Los “procesos” que veremos más adelante son anomalías sólo en este sentido. Salud y enfermedad También es muy difícil definir lo que es “sano” desde el punto de vista mental, ya que hay múltiples criterios en cuanto a su determinación. Por ejemplo, para la OMS «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». Para Freud la salud mental era poder “amar y trabajar”: un individuo es sano cuando puede realizar plenamente estas capacidades. Por lo general, suele recurrirse a formulaciones parecidas a las que provienen de la consideración de la “normalidad ideal” que mencionábamos antes; así, una persona sana mentalmente sería aquella adaptada a la realidad, autónoma, flexible, equilibrada, integrada, madura, espontánea, abierta, creativa, coherente; presentaría una óptima autoestima, sería capaz de dar y recibir afecto, percibiría adecuadamente la realidad, se relacionaría con los demás tomándolos como personas y no como cosas, etc. Es obvio que también en este caso estos criterios dependen mucho de los marcos teóricos y las perspectivas de los que los formulan, y que desde este punto de vista existen muy pocas personas “sanas”. Es evidente también que no podemos identificar “normal” (al menos en el sentido estadístico del término) con “sano”. Por ejemplo, en una comunidad dada puede ser “normal” en el sentido de “lo más frecuente” ser prejuicioso y supersticioso, pero difícilmente podríamos decir que estas actitudes son “sanas”. El concepto de “enfermo” proviene de la utilización de un modelo médico en psicopatología. Como ya lo dijimos, éste ha recibido muchas críticas desde variados puntos de vista, y ello ha determinado que en la actualidad los términos “sano” y “enfermo” hayan sido remplazados en gran parte por otros que no tienen tanta carga biológica (como por ejemplo “disfuncional”, “perturbado”, “trastornado”, y sus antónimos). El DSM-IV, manual oficial de la Asociación Psiquiátrica Americana, habla de “trastornos mentales (mental disorders)”, evitando usar el término “enfermedad mental”. Modelos teóricos en psicopatología ¿Cuál es la naturaleza básica de estos trastornos que estudia la psicopatología? A esto se intenta responder desde lo que algunos autores denominan “modelos teóricos”, que constituyen un conjunto de suposiciones sobre un sistema u objeto7 que intentan reflejar la realidad del mismo. Hay básicamente dos modelos generales que intentan dar cuenta de estos fenómenos: a) El modelo sobrenatural. Entiende que estos fenómenos son producto de la intervención de fuerzas que están por fuera del orden natural: serían causados por intervención de poderes divinos, demoníacos, brujerías, etc. Este fue el primer modelo que se utilizó para entender estas perturbaciones que por salir fuera de lo común a veces dan la impresión de estar manifestando fuerzas preternaturales. b) El modelo científico. Según esta forma de entenderlo, el trastorno mental se debe a causas totalmente naturales, abordables desde el la ciencia y la técnica creadas por el hombre sin apelar a intervenciones sobrenaturales. Dentro de este modelo tenemos varios enfoques, algunos de los cuales son: - El modelo médico: se trata de enfermedades orgánicas (fundamentalmente del sistema nervioso) que son pasibles de ser diagnosticadas y eventualmente tratadas como cualquier otra enfermedad. - El modelo conductista: se trata de conductas aprendidas, hábitos, que pueden ser desaprendidas. - El modelo psicoanalítico: son manifestaciones de conflictos inconscientes que se expresan a través de síntomas cuya significación escapa al paciente pero que pueden ser elaboradas a través de un tratamiento adecuado. - El modelo humanista: son el producto de bloqueos provenientes del medio que obstaculizan el despliegue pleno de la tendencia a la autorrealización que todo individuo trae en sí. - El modelo interaccional-sistémico: son signos de perturbaciones la comunicación que aparecen en función del tramado interpersonal de grupos e instituciones (pareja, familia, organizaciones laborales, etc.). - El modelo cognitivista: son el fruto de pensamientos, ideas, creencias, es decir, de cogniciones erróneas, que determinan respuestas emocionales desadaptativas. - El modelo transpersonal: los entiende como dificultades del ser humano considerado como un ser espiritual que trasciende las fronteras del “ego” individual buscando acceder a un mayor nivel de conciencia. C- MÉTODOS DE LA PSICOPATOLOGÍA 7 Cf. Vallejo (2011), pág. 19. El método básico, como en toda ciencia, es el de la observación, sobre todo externa (extrospección) pero también interna (introspección): les debemos mucho a las descripciones autobiográficas de personas que han estado enfermas mentalmente y que han podido relatar sus experiencias. La observación externa puede ser directa, cuando se hace sobre el mismo comportamiento del paciente, o indirecta, cuando lo que se observan son ante todo los productos de estos comportamientos: biografías, diarios, dibujos, producciones literarias, etc. La experimentación es sólo posible en oportunidades muy limitadas en seres humanos (in anima nobile) por motivos éticos muy fáciles de comprender, aunque sí lo es in anima vili (en animales) (experiencias neurofisiológicas y reflexológicas). Existen los llamados “experimentos realizados por la naturaleza” sobre los seres humanos: acontecimientos variados (aparición de tumores, afecciones cerebrales, accidentes, terremotos, catástrofes, migraciones, abandonos) que brindan al psicopatólogo la oportunidad de observar diversos tipos de conductas patológicas y de sacar de ellas ricas enseñanzas. Los tests son, como dice Pichot, situaciones mentales estandarizadas que sirven de estímulo a un comportamiento. Participan de los métodos experimental y psicométrico y pueden dar valiosas indicaciones auxiliares tanto en la investigación como en el psicodiagnóstico (sobre todo en el diagnóstico diferencial) y en la psicoterapia (evaluación objetiva de los progresos o regresos de los pacientes). El método clínico, en realidad, no pertenecería en cuanto tal a la psicopatología por ser ésta una ciencia teórica, pero es una de sus fuentes más fecundas. Consiste en la observación de un caso individual en profundidad, tratando de ahondar en su singularidad, sin el auxilio de otros instrumentos como tests. “Clínica” viene del griego klinicós, que significa “que visita al que guarda cama”, derivado de kline, “cama”. Alude a la actitud del médico que observa, trata de comprender, diagnostica, a un paciente particular que está guardando cama, es decir, a un enfermo en concreto. A través de la entrevista, el psicólogo, el psiquiatra o el psicoterapeuta tratan de examinar y entender a un sujeto individual desde su propia perspectiva. A diferencia de otros métodos, como el experimental, el clínico no se propone formular leyes generales, aunque sí puede generar hipótesis e ideas claves para la psicopatología. El método fenomenológico se basa en la fórmula del filósofo Dilthey: “Explicamos la naturaleza, comprendemos la vida del alma”. Utilizado en psicopatología por Jaspers, recibió un nuevo impulso en la fenomenología de Husserl. El método fenomenológico es clínico, en la medida en que no puede aplicarse más que a casos individuales. Se opone fundamentalmente al método experimental, en cuanto que rechaza el descubrimiento de “leyes” y busca el “comprender” la significación de los estados de conciencia, concebidos como “formas de ser en el mundo” (cf. el punto “Las vías de acceso: comprensión y explicación”). Básicamente, se busca captar y comprender las vivencias del sujeto, describiéndolas lo más ajustadamente posible a como él las experimenta. Las vías de acceso: comprensión y explicación El filósofo e historiador alemán W. Dilthey (1833-1911) distinguía tajantemente entre las ciencias de la naturaleza (química, física, biología, etc.), que siguen las leyes causales y tienen un método explicativo, y las ciencias del espíritu (psicología, historia, filosofía, etc.), basadas en la comprensión, que utilizan las conexiones de sentido. Karl Jaspers, basándose en Dilthey, señala dos modos de acceso a la psicopatología: a) La comprensión, que es el conocimiento por interpenetración psicológica. Se trata, no de percibir, sino de experimentar y representarse lo que vive el enfermo: la actitud fenomenológica de recurrir a la vivencia original. Es un esfuerzo por penetrar e intuir el fenómeno morboso, con su significación, tal como lo vive el enfermo. Es un conocimiento subjetivo. b) La explicación, que corresponde al conocimiento objetivo y de los hechos, de las relaciones de causalidad, de las leyes naturales. Se trata no de comprender sino de interpretar la realidad, mediante el establecimiento de nexos de causalidad entre los diferentes tipos de interpretación. De este modo Jaspers diferencia en psicopatología los desarrollos y los procesos. En los desarrollos el curso clínico es gradual y tiene una continuidad con la historia previa del sujeto, cuya biografía no registra un corte brusco desde el cual podría señalarse el comienzo de una enfermedad. Si hay una perturbación más marcada, lo es por exacerbación de una forma de ser que el individuo tuvo "desde siempre". Los síntomas de los desarrollos son comprensibles, en el sentido que las vivencias que los caracterizan no son fenómenos totalmente extraños, sino que todo ser humano, en principio, los ha experimentado en algún momento de su vida (miedo, angustia, depresión, por ejemplo), aunque la intensidad de los mismos pueda ser distinta. Por otro lado, hay un "encadenamiento lógico" de las vivencias que puede llegar a hacernos entender que de tales premisas pueda llegarse a tal producto patológico; así, por ejemplo, la búsqueda del orden de un obsesivo puede entenderse por su necesidad exacerbada de control; o la aparatosidad teatral del histérico por el deseo de ser el centro de atención. Los desarrollos expresarían más bien anormalidades en el sentido de desviación de lo normal de tipo cuantitativo (un paranoide, por ejemplo, es más desconfiado que el común de la gente, o un esquizoide menos sociable). Podría suponerse que responden a una causalidad predominantemente psicógena. Ejemplos de desarrollos serían las neurosis, las caracteropatías, las psicopatías, las paranoias (estas últimas una de las pocas psicosis ubicables entre los desarrollos, según algunos autores), las reacciones anormales, las oligofrenias. Los procesos son cortes bruscos en la biografía de un sujeto. Algo ocurre que la continuidad de la vida psíquica se interrumpe; después de la emergencia del trastorno, el sujeto ya no es "el mismo" que antes. Acá hablaríamos de "enfermedades" (más que de "anomalías") ya que es más probable el origen orgánico de estas afecciones. Por otro lado, se comportan igual que las enfermedades médicas, que eclosionan en un momento determinado (por ello el nombre de "proceso"). Los procesos no son comprensibles; no se los puede entender, ni por la continuidad vivencial de la historia del sujeto, ni por la familiaridad del individuo normal con las experiencias que se viven en los procesos. Tampoco puede decirse que estos trastornos son meras reacciones a estímulos del ambiente. Así, es muy difícil ponerse en el lugar del esquizofrénico y "entender" (en el sentido de haber tenido una experiencia similar con la que podamos compararla) sus vivencias de fin del mundo, su extrañeza, etc. No son variaciones cuantitativas sino cualitativas de lo normal. Sí se los puede explicar. Puedo, por ejemplo, explicar los síntomas de una epilepsia en tanto haga referencia a una descarga neuronal paroxística, pero no los puedo comprender en el sentido de darle una continuidad con las vivencias históricas y personales del enfermo. Algunos trastornos que pueden calificarse de procesos son las esquizofrenias, las psicosis maníacodepresivas, demencias, psicosis orgánicas (exógenas), etc. BIBLIOGRAFÍA - COROMINAS, J., Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, 3ª ed., 11ª reimpresión, Madrid, Gredos, 2003. DELAY, J., y PICHOT, P., Manual de Psicología, Barcelona, Toray-Masson, 2ª ed., 1969. JASPERS, K., Psicopatología General, 4ª ed., Bs. As., Beta Editorial, 1975. LORENZINI, G., Psicopatología y Educación, Barcelona, Labor, 1964. PAZ, J.R., Psicopatología – Sus Fundamentos Dinámicos, Buenos Aires, Nueva Visión, 1973. POROT, A., Diccionario de Psiquiatría, Barcelona, Labor, 1962. SAURÍ, J. Lecturas de la psicopatología, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1982. VALLEJO RUILOBA, J. (director), et al., Introducción a la Psicopatología y la Psiquiatría, 7ª ed., Barcelona, Elsevier Masson, 2011.