Por Eduardo Eugenio Hernandez Obando El abuso infantil persiste como una sombra oscura en la sociedad moderna, una realidad inquietante que desafía los cimientos de la infancia segura y saludable. A pesar de los avances en la conciencia social y las políticas de protección infantil, este problema persiste, afectando a innumerables niños en todo el mundo. El abuso infantil adopta diversas formas, desde el abuso físico hasta el emocional y el sexual. La tecnología moderna ha introducido nuevos desafíos, con la proliferación de la pornografía infantil en línea y el ciberacoso, llevando el abuso a nuevos y perturbadores niveles. Las consecuencias a largo plazo del abuso infantil son devastadoras. Los sobrevivientes a menudo enfrentan dificultades emocionales, físicas y sociales que pueden perdurar hasta la edad adulta. La cicatriz psicológica del abuso puede traducirse en problemas de salud mental, trastornos de la personalidad y dificultades en las relaciones interpersonales. La lucha contra el abuso infantil requiere una respuesta integral de la sociedad. La sensibilización, la educación y el fortalecimiento de los sistemas de protección son esenciales. Es fundamental que los individuos reconozcan los signos de abuso y denuncien cualquier sospecha para romper el ciclo de silencio que a menudo rodea este tema. En última instancia, erradicar el abuso infantil implica un compromiso colectivo para crear comunidades que valoren y protejan a sus miembros más jóvenes. Solo a través de una acción decidida y continua podemos aspirar a construir un mundo donde cada niño crezca en un entorno seguro, nutrido y libre de violencia.