Subido por Javier Manuel Pizarro Franco

El misterio del Corazon Inmaculado de Ma

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Toletana 37 (2017/2) 1-39
El misterio del Corazón
Inmaculado de María
Francisco María Fernández Jiménez
Introducción
El Corazón Inmaculado de María es un misterio, como lo es el corazón de cada hombre. Pero es un misterio en el que se nos invita a entrar
y vivir. El corazón es el lugar más importante del hombre. No me refiero
solo al corazón como órgano corporal, que realmente lo es, pues, cuando se para, este muere. Me refiero al centro del ser del hombre, lo más íntimo, lo que solo se da a la persona amada, donde se encuentra el motor
de la existencia. Podría afirmar, sin riesgo a equivocarme, que el corazón
viene a ser lo propio del ser humano, lo más íntimo y lo más importante
tanto en su cuerpo como en su alma o, mejor dicho, el corazón viene a ser
el lugar de encuentro entre el alma y el cuerpo, como si lo más profundo
del alma humana residiera en el corazón corporal que late con más fuerza
cuando se emociona, cuando toca la intimidad de su ser.
Siguiendo esta pequeña reflexión, ante de hablar del corazón de María,
deseo añadir que el corazón de cada persona, además de las características generales que se dan en todo ser humano, las tiene también particulares según las relaciones que proceden de su condición natural o de su oficio, de ahí que le pongamos adjetivos. Así, el ser hijos produce una forma
de actuar, de sentir, de amar a los padres que llamamos “corazón filial”;
en este capítulo entra la obediencia, la confianza en los padres, el deseo
de asemejarse a ellos. Este corazón a la vez se abre al amor de los padres
“se deja querer” y sufre por las ofensas hechas a sus padres y por las que
les hacen sus propios padres a ellos. Las primeras difícilmente se perdonan, las segundas, en cambio, sí que se perdonan pues se desea la reconci-
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liación para poder sanar la herida del corazón. Esta acepción es muy clara en el corazón de Jesús, que muestra su filiación divina con Dios Padre
y la filiación humana con María y José. También la Virgen María posee
este corazón filial con respecto al Padre eterno, como se puede observar
especialmente en el pasaje de la encarnación.
Se puede hablar, así mismo, de corazón paterno, materno, fraterno, sacerdotal, etc. En este sentido proclamamos que el corazón de la Virgen
María es un corazón materno con respecto a Jesús y a todos nosotros: corazón que ama sin condiciones a su Hijo y a sus otros hijos, buscando su
bien, capaz de cualquier tipo de sacrificio incluida la muerte; que le duelen enormemente las ofensas que les hacen, y mucho más si vienen de sus
propios hermanos, y esto se multiplica si la ofensa viene de su propio hijo
hacia ella, aunque sabe perdonar de corazón.
En este trabajo deseo acercarme al misterio del corazón de María, en el
año del centenario de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima. Para
ello, comenzaré por presentar lo que la Sagrada Escritura nos dice sobre
este tema, luego haré una breve incursión por los Santos Padres y autores medievales para llegar a san Juan Eudes que es el que inicia su culto
de forma más clara. Seguiré este desarrollo histórico con las apariciones
de la Medalla Milagrosa y la de Fátima que es la que ha propagado entre
el pueblo cristiano la devoción al Inmaculado Corazón de María. Finalmente, haré una pequeña referencia al culto litúrgico y al magisterio pontificio sobre este asunto y terminaré extrayendo una serie de conclusiones sobre el tema1.
1. El corazón de María en la Sagrada Escritura
Antes de referir las menciones al corazón de María en la Sagrada Escritura, es preciso conocer el sentido bíblico del vocablo ‘corazón’, pues,
sin él no sería posible construir una verdadera devoción al Corazón Inmaculado de María. Para ello debemos recorrer los distintos libros que componen el texto sagrado para comprender la riqueza de esta palabra. Después de hacerlo, encontramos las siguientes acepciones:
No puedo dejar de referirme a un interesante artículo y muy completo del que recomiendo su lectura: J. Esquerda Bifet, «El Corazón de María, memoria contemplativa de la Iglesia», Marianum 66 (2004) 659-698.
1
El misterio del Corazón Inmaculado de María
3
En primer lugar, el corazón es el lugar donde el hombre debe amar a
Dios como lo recita el judío varias veces al día con estas palabras: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas sus
fuerzas»2, mandamiento que repetirá Cristo en el Nuevo Testamento3.
Como segunda acepción el corazón es también el motor de la conducta
que no puede ocultarse a los ojos de Dios y que, si este es de piedra, lleva
al hombre a comportarse mal y por eso debe ser trasformado en corazón
de carne: «La conducta humana está siempre ante Dios, no puede ocultarse a sus ojos. Desde la juventud sus caminos conducen al mal y no son
capaces de transformar sus corazones de piedra en corazones de carne»4.
Como el hombre no puede transformar su corazón desgarrado, es preciso que venga el Mesías a sanarlo, como se puede observar en estas palabras del profeta Isaías que Jesús hace suyas en la Sinagoga de Nazaret cuando comienza su vida pública: «El Espíritu del Señor, Dios, está
sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena
noticia a los pobres, para curar los corazones desgarrados»5.
Lo hará estableciendo una alianza nueva que consistirá en poner la ley
en lo más íntimo del hombre, como profetiza Jeremías con estas palabras:
«Esta será la alianza que haré con ellos después de aquellos días –oráculo del Señor–: Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones;
yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que enseñarse unos a
otros diciendo: “Conoced al Señor”, pues todos me conocerán, desde el más
pequeño al mayor –oráculo del Señor–, cuando perdone su culpa y no recuerde ya sus pecados»6.
A esta promesa de salvación se une esta otra que consiste en transformar el corazón de piedra, que nos lleva a obrar mal, en corazón de carne
que nos posibilita para cumplir los mandamientos y constituirnos en Pueblo de Dios:
2
Dt 6, 5.
3
Lc 10, 25-28.
4
Eclo 17, 15.
5
Is 61, 1.
6
Jer 31, 33-34.
Francisco María Fernández Jiménez
4
«Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y
os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo, y yo
seré vuestro Dios»7.
Es decir, la salvación del hombre pasa por la renovación del corazón
pervertido y endurecido del hombre en situación de pecado y solo Dios
puede hacerlo.
Finalmente, no podemos olvidar otras características de este término
según lo encontramos en la Sagrada Escritura, especialmente en el Antiguo Testamento, como son ser la base de la relación religioso-moral del
hombre con Dios, la sede de la vida psicológica, el lugar donde maduran
los buenos y malos pensamientos del hombre, el principio y el origen de
la responsabilidad, el centro de la vida cognoscitiva y la la interioridad
del hombre. En una palabra es la sede del encuentro con Dios8.
En el Nuevo Testamento se produce una novedad. En efecto, si Dios
nos ama con amor divino desde toda la eternidad, gracias a la encarnación en el seno de la Virgen María, ahora nos ama también con amor humano mostrando el gran afecto que tiene hacia la criatura humana. Así lo
afirma el Papa Pío XII:
«Él ha unido a su Divina Persona una naturaleza humana individual,
íntegra y perfecta, concebida en el seno purísimo de la Virgen María por
virtud del Espíritu Santo. Nada, pues, faltó a la naturaleza humana que se
unió el Verbo de Dios. El la asumió plena e íntegra tanto en los elementos
constitutivos espirituales como en los corporales, conviene a saber: dotada de
inteligencia y de voluntad todas las demás facultades cognoscitivas, internas
y externas; dotada asimismo de las potencias afectivas sensibles y de todas
las pasiones naturales.
Luego si no hay duda alguna de que Jesús poseía un verdadero cuerpo humano, dotado de todos los sentimientos que le son propios, entre los que predomina el amor, también es igualmente verdad que Él estuvo provisto de un
corazón físico, en todo semejante al nuestro, puesto que, sin esta parte tan
7
Ez 36, 26.
Cf. J. Alonso, «Inmaculado Corazón», en S. De Fiore – S. Meo – E. Tourón
(dirs.), Nuevo Diccionario de Mariología, Editorial San Pablo, Madrid 32001, 943.
8
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noble del cuerpo, no puede haber vida humana, y menos en sus afectos. Por
consiguiente, no hay duda de que el Corazón de Cristo, unido hipostáticamente a la Persona divina del Verbo, palpitó de amor y de todo otro afecto
sensible; mas estos sentimientos estaban tan conformes y tan en armonía con
su voluntad de hombre esencialmente plena de caridad divina, y con el mismo amor divino que el Hijo tiene en común con el Padre y el Espíritu Santo,
que entre estos tres amores jamás hubo falta de acuerdo y armonía»9.
Dejando a un lado los aspectos bíblicos sobre el Corazón del Divino
Redentor, me centro ahora en el tema del corazón de María en la Sagrada
Escritura. Después de un estudio exhaustivo sobre las veces en las que se
hallan referencias al corazón de la Virgen en el Nuevo Testamento, se llega a la conclusión que se menciona solo en el capítulo segundo del Evangelio según san Lucas, en concreto los versículos 19: «María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» y el versículo 51 «Su madre conservaba todo esto en su corazón».
Sobre el significado de estos versículos Joaquín María Alonso recoge
estas tres interpretaciones10:
a) La primera considera que el evangelista san Lucas señala a María
como fuente de conocimiento.
b) La segunda interpretación es de tono apocalíptico en paralelo con
Daniel 7, 28 donde se afirma que el profeta Daniel, después de contemplar la visión del Hijo del hombre, quedó turbado, pero lo guardó todo en
su corazón. Alonso considera que es esta la interpretación más certera. En
efecto, María está en el centro de la reflexión cristiana sobre los misterios
de la infancia de Jesús, pues ante la visión del Hijo del hombre, ella también guarda todo en su corazón. De este modo, se puede considerar a María como la cuna de toda la meditación cristiana. Esto confiere a la devoción al corazón de María un fundamento escriturístico de valor incalculable, y a la oración del Rosario le da su verdadero significado: meditar los
misterios de Cristo desde el corazón de María.
c) Finalmente recoge la interpretación sapiencial de Serra quien afirma
que meditar en el propio corazón es una prerrogativa del sabio.
Máximo Peinador añade que “conservar en el corazón” en el Salmo
118 significa guardar la ley divina, y concluye afirmando que en María
9
10
Pío XII, Haurietis Aquas, 11-12. AAS 48 (1956) 323-324.
Cf. J. Alonso, «Inmaculado Corazón», 944.
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la meditación le lleva a un conocimiento más profundo y amoroso de los
misterios de Cristo11.
También se ha visto una referencia al corazón de María en el versículo 35: «y a ti misma una espada te traspasará el alma–, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones». En este último se puede comprobar que María se asocia a la obra salvífica de Cristo.
La interpretación de este versículo será objeto de atención en el siguiente
apartado cuando hablemos de los Padres.
2. Periodo Patrístico
Aunque son pocas las menciones al corazón de María en el Nuevo Testamento, los Padres harán buen uso de ellas al profundizar en el este misterio mariano. Es cierto que el culto al corazón de María como hoy lo conocemos no aparece hasta el siglo XVII con san Juan Eudes, sin embargo, ya hallamos referencias al corazón de María en la Patrística, especialmente para glosar los versículos del capítulo segundo del Evangelio según san Lucas que acabamos de citar.
Uno de los primeros textos en los que se menciona el corazón de María pertenece a la Patrística Griega del siglo II. Me refiero a los Oráculos
Sibilinos en los que se afirma que la Virgen recibió el saludo del ángel en
su corazón en primer lugar con turbación y admiración, y luego con gozo
y alegría12. Con esta cita comienza una serie de textos patrísticos que relacionan el misterio de la encarnación, especialmente la aceptación gozosa del mensaje del ángel, con el corazón de María.
En el siglo III, Orígenes comenta el pasaje de Lc 2, 35 y afirma que la
espada de dolor que atravesó el alma de María se refiere al escándalo que
sufrió por la muerte de su Hijo en la Cruz, pues, sostiene que todos los
apóstoles se escandalizaron, llegando incluso Pedro a negarlo, y María no
fue inmune al escándalo, pues Cristo tenía que morir también por sus peM. Peinador, «El Corazón de María en los Evangelios», Estudios Marianos 4
(1946) 21-22. En su estudio, que ocupa desde la página 11 a la 58, nos indica cómo sería la meditación de María de los acontecimientos de la Anunciación, Visitación, Purificación y Bodas de Caná.
11
Oracula Sibyllina, VIII, 462-468; GCS 8, 171-172. He tomado las referencias del
D. Fernández, «El Corazón de María en los Santos Padres», Ephemerides Mariologicae 37 (1987) 81-140. La referencia a los oráculos sibilinos está en la p. 93.
12
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cados como por los de todos los hombres13. Esta interpretación la encontraremos en los Padres alejandrinos, aunque cada vez se irá matizando el
tema del escándalo o imperfección de María hasta dejarlo solo en una tentación que la Virgen venció. Más común entre los Padres, especialmente latinos, será la explicación de que esta espada que atraviesa el alma de
María indica los dolores de la Virgen al ver morir a su Hijo, que es la que
se hace habitual. El problema de Orígenes como el de la teología de su
tiempo era el conjugar la santidad de María con la necesidad de ser redimida como todos los hijos de Adán. Por ello, cuando se soluciona este
problema, se abandona definitivamente la interpretación del escándalo.
Hay otro texto de Orígenes comentando el pasaje de Lc 2, 51 en el que
se afirma que María meditaba todo en su corazón porque sospechaba que
Jesús era algo más que un hombre y sus palabras no eran tanto las de un
niño de doce años como las de alguien que había sido concebido por el
Espíritu Santo14. En este texto también interpreta Orígenes a su manera el
itinerario de fe de María. Debemos quedarnos con el pensamiento de que
María va conociendo cada vez mejor a su Hijo con la meditación en su
corazón de sus acciones.
En el siglo IV, san Atanasio en su Carta a las Vírgenes sostiene que
María, cuando oraba, solo le pedía dos cosas a Dios: que no se fijara en su
corazón un pensamiento malo y que su corazón no se hiciese duro15. En
su Sermón sobre María Madre de Dios e Isabel, madre de Juan, afirma
que María meditaba en su interior cómo podría dar a luz sin marido y en
ese momento añade: «Dios persuadió su corazón: no solo darás a luz, sino
que ya has concebido». Y más adelante comentando el Magnificat refiere lo siguiente: «Su corazón palpitó de gozo y entonó un cántico»16. En estos dos fragmentos descubrimos en el primero el corazón de María como
modelo para el cristiano, especialmente para las vírgenes que deben como
María pedir a Dios la pureza y la mansedumbre de corazón. Pues si Ma13
Orígenes, In Lucam homil. 17, 6; SC 87, 256-258.
Orígenes, In Lucam homil. 20, 6; S 87, 286. Sobre las Homilías sobre el Evangelio de san Lucas de Orígenes puede consultarse el libro: Juan Carlos Mateos González, Orígenes un maestro para el monacato. Homilías sobre el Evangelio de san Lucas
(introducción, traducción y notas), Monte Casino. Zamora 2017.
14
15
Atanasio, Carta a las Vírgenes, CSCO 151, 60.
Ambos textos: Atanasio, Sermo de Maria Dei Matre et de Elisabeth Ioannis matre, publicado por Th. Lefort en Le Muséon 71 (1958) 212.
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ría, siendo santa e inmaculada, no dejaba de pedir a Dios estas dos cualidades del corazón, cuánto más aquella que quiere vivir en virginidad deberá suplicarlo. En el segundo volvemos al tema del corazón de María recibiendo el mensaje del ángel. Se añade aquí el gozo de María por la encarnación del Señor.
En el mismo siglo, pero en Siria, tenemos al gran escritor y poeta mariano san Efrén, quien, en sus Himnos, menciona en varias ocasiones el
corazón de María, de todas estas menciones podemos citar la siguiente:
«Dichosa aquella en la que [Dios] habita en su mente y en su corazón.
Ella es para ti aula regia, oh Hijo del Rey, y es para ti el sancta sanctorum,
oh Sumo Sacerdote»17. En esta cita, el corazón de María es descrito como
templo donde habita Dios, siendo sinónimo de alma que es el lugar de la
inhabitación de las tres personas divinas. Por tanto, el corazón se muestra como sinónimo de la vida interior de María, que se aflige por la pérdida
de Jesús en el templo: «Tu padre y yo, afligidos, con el corazón en la boca,
íbamos, veníamos y te buscábamos»18 y que está cierta de que Jesús hará el
milagro de las bodas de Caná a pesar de las dificultades que expone Jesús:
«Ella era consciente del milagro que iba a hacer el Señor: dice el evangelista que ella conservaba todas las cosas en su corazón, y por esto dijo: haced lo que mi Hijo os diga»19.
En el siglo V, descubrimos un tema que en el siglo siguiente se hará más
explícito: la meditación de los misterios de Cristo en el corazón de María.
En efecto Basilio de Seleucia señala el gozo que se produce en el corazón
de la Virgen cuando medita los hechos maravillosos de su Hijo: «Todo lo
cual lo consideraba en su corazón la Santa Madre del Señor de todo el universo y verdadera Madre de Dios, como está escrito, y añadiendo aquellos hechos maravillosos que de Él (de Jesús) se contaban, multiplicó la
alegría de su corazón»20. Aproximadamente en el siglo VI, es cuando hallamos un texto importante atribuido a san Gregorio el Taumaturgo en el
Efrén, Hymn. de nativitate, 20, 27, CSCO 186,89. Traducción tomada de D. Fernández, «El Corazón de María en los Santos Padres», 119.
17
18
Efrén, Hymn. de nativitate, 20, 27, 4,130 CSCO 187,33.
Efrén, Hymn. de nativitate, 5,1; CSCO 145, 44. Traducción tomada de J. Esquerda Bifet, «El Corazón de María, memoria contemplativa de la Iglesia».
19
Basilio de Seleucia, In Annuntiationem, Orat. 39: PG 85,447-448. Traducción tomada de J. Esquerda Bifet, «El Corazón de María, memoria contemplativa de la Iglesia».
20
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que se desarrolla esta idea del corazón como receptáculo de los misterios
de Cristo: «Desde el oriente vienen trayéndole regalos al que por nosotros se hizo pobre. Y la Santísima Virgen, conservaba estas palabras meditándolas en su corazón, como siendo vaso y receptáculo de todos los
misterios»21. No es extraño que la oración más querida por los amantes
del corazón de María sea el Rosario donde se meditan todos los misterios
de la vida de Cristo desde el corazón de su madre, como ya he indicado.
Al final de la Patrística griega, san Juan Damasceno en el siglo VIII,
denomina al corazón de María, como corazón inmaculado: «Corazón
puro e inmaculado de María, que ve y desea al Dios todo santo»22.
Ya en el siglo X, Simeón Metafrastes, afirma que el corazón de María
fue traspasado en el mismo instante que el corazón de Cristo23.
Entre los Padres Latinos podemos citar a san Ambrosio, san Agustín y
san Jerónimo, entre los que nos muestran varios aspectos del corazón de
la Virgen. San Ambrosio menciona el corazón de María citando los versículos: Lc 2, 19 y 51. Así, dirigiéndose a las vírgenes, aunque el texto se
podría aplicar a todos los cristianos, les exhorta a cantar himnos a Dios y
apartar del corazón los pensamientos mundanos, como hizo María cuando meditaba en su corazón24, de este modo nos enseña un método práctico de orar. Otra cita de su Comentario según san Lucas invita a los fieles
a escuchar a sus pastores, pues afirma que si María conservó y guardó las
palabras de los pastores de Belén, más debe el cristiano aceptar la de los
pastores de la Iglesia25, lo cual es ejemplo de saber escuchar a aquellos
que están puestos para enseñar al Pueblo de Dios.
Pero, es en san Agustín quien expresa la famosa idea de que la Virgen
concibió antes por la fe y el oído, mediante la adhesión de su corazón a la
palabra del ángel, que en su seno, pues fue más feliz por gestar a Cristo
en el corazón, más que en la carne26. A partir de él, serán muchos los Padres Latinos en repetir esta idea.
Pseudo Gregorio Taumaturgo, Homil. 2 In Annunt., PG 10,1169C. Traducción
tomada de: D. Fernández, «El Corazón de María en los Santos Padres», 123.
21
Juan Damasceno Orat. in Nativ. B.V. Mariae, I,9: PG 96, 676C. Traducción tomada de J. Esquerda Bifet, «El Corazón de María, memoria contemplativa de la Iglesia».
22
23
J. Alonso, «Inmaculado Corazón», 944.
24
Ambrosio, De instit. Virginis 103, PL 16, 345.
25
Ambrosio, In Lucam 2, 53-54, CCL 14, 54.
26
Agustín, De sancta virginitate, 3, PL 40, 398. Tract in Ioh. 4, 10, CCL 36, 36.
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Finalmente, san Jerónimo vuelve al tema iniciado por san Ambrosio
del corazón meditativo de la Virgen María y nos propone el proceso contemplativo de la Virgen con estas palabras: «Meditando en su corazón, se
daba cuenta que las cosas leídas se armonizaban con las palabras del ángel
[...]. Veía al niño recostado [...] aquel que era el Hijo de Dios [...]. Lo veía
recostado y ella meditaba las cosas que había oído, las que había leído y
las que veía»27. Es decir, que María, conocedora de las Escrituras, las confrontaba con lo que veía hacer a su Hijo.
En resumen, los Padres se fijan en el corazón de María como lugar
donde medita los misterios de Cristo y lugar puro y limpio donde cree y
acepta las palabras del ángel. Además, ella considera en su corazón los
misterios de la vida de Cristo, para hacer que su corazón sea cada día más
semejante al de su Hijo.
3. Edad Media
Es al término de la etapa patrística, entre los siglos VIII y XII, y en especial en este último, cuando van apareciendo las ideas que servirán de
fundamento a una teología del corazón de María. En este período ciertos
autores presentan el corazón materno de María como el lugar de misericordia. Entre ellos, y como el más representativo, se encuentra la figura
de Pablo el Diácono que vivió en el siglo VIII y que fue de los primeros
en llamar a María ‘madre de misericordia’. Este autor escribe lo siguiente: «Abre tú. Madre de Clemencia, la puerta de tu benignísimo corazón a
los suspiros y plegarias de los hijos de Adán»28. En este pasaje observamos, por tanto, la conexión entre el corazón de la Virgen, su maternidad
misericordiosa y su papel de intercesora, pues es su corazón benigno al
que se le confían las plegarias del pueblo.
En el siglo XII también se pone en boca de los fieles una oración a
María para que abra su corazón a fin de que actúe en favor del pueblo, en
este caso para que reciba en su seno al Salvador de los hombres. Esto lo
vemos en uno de los autores más destacado en el campo de la marioloJerónimo, In nativitate Domini, CCL 78, 526-527. Traducción tomada de J. Esquerda Bifet, «El Corazón de María, memoria contemplativa de la Iglesia».
27
PL 95, col. 1515. Texto sacado de: J. M. Bover, «Origen y desenvolvimiento de
la devoción al Corazón de María en los Santos Padres y escritores eclesiásticos», Estudios Marianos 4 (1945) 59-171 (esp. 115).
28
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gía, san Bernardo de Claraval, quien en el cuarto de los sermones “Super
missus est”, nos presenta a la creación entera rogando a María que acepte la palabra del ángel para que pueda encarnarse en su seno el Salvador
del género humano:
«Abre, oh Virgen santa, tu corazón a la confianza, tu boca a la palabra
de asentimiento, tu seno al Creador. He aquí que el Esperado de las gentes
está fuera y llama a la puerta. ¡Oh si mientras tú tardas, él pasase adelante
y tú tuvieras que ponerte a buscar al amado de tu corazón! ¡Levántate,
corre, abre! ¡Levántate con tu fe, corre con tu disponibilidad, abre con tu
consentimiento!»29.
En este fragmento de la homilía el corazón de María se caracteriza por
ser el lugar donde posibilita la encarnación del Señor, pues es él el que
consiente y es a él al que llama el Señor para entrar en el mundo. Para poder obedecer los planes de Dios, que superan todo poder humano, es necesaria la confianza. Solo el corazón que confía puede asentir la voluntad
de Dios. En último término san Bernardo desarrolla la idea agustiniana,
presentada anteriormente, según la cual María concibió antes en su corazón que en su seno.
En este mismo siglo XII descubrimos una serie de textos que son importantes en el desarrollo de la espiritualidad del corazón de María. El
primero es la oración que Egberto de Schönau (†1184) compone y que
se considera la primera que se dirige al corazón de María. Comienza
así: «Loquar ad cor tuum». Denomina al Corazón Inmaculado de María
“mundum / inmaculato / sanctum et amatissimum». Por su importancia, a
pesar de ser larga, voy a citarla invitando a su lectura:
«Hablaré a tu Corazón, oh María; hablaré a tu Corazón inmaculado, ¡oh
Señora del mundo!, y adoraré el templo santo de Dios desde la más profunda intimidad de mi alma. Desde lo profundo que hay en mí, saludaré tu Corazón inmaculado el primero bajo el sol que fue encontrado digno de hospedar al Hijo de Dios, bajado desde el seno del Padre.
¡Salve, oh santuario singular que Dios ha santificado en el Espíritu Santo! ¡Salve, oh santo de los santos, que el sumo Pontífice ha vuelto sagrado
con su inefable entrada! ¡Salve, arca de la santificación, que contiene la es29
53.
Sermo 143, 8. Sancti Bernardi Opera, vol IV. Editiones Cistercienses, Romae 1966,
Francisco María Fernández Jiménez
12
critura del dedo de Dios! ¡Salve, urna de oro, que tienes dentro de ti el maná
celeste y estás llena de las delicias de los ángeles! ¡Salve, aula regia, casa de
cedro del verdadero Salomón, que emana un suave perfume superior a todos
los leños de cedro! ¡Salve, oh respaldo de oro, reposo muy agradable del que
es muy deseable y su cabeza como el oro finísimo!
¡Salve, oh celda fragante de perfume celeste, que posee todas las virtudes
y que abunda en la más bella calidad de gracia! ¡Salve, oh paraíso vespertino, en el cual el astuto seductor de Eva nunca intenta deslizarse! ¡Salve, oh
fuente sellada, cuyos secretos nunca fueron saboreados por el violador de los
corazones, ni siquiera con una pequeña degustación! ¿A quién compararé o
asemejaré la santidad de tu Corazón, oh María? ¿Con qué palabras saludaré
al dulce Corazón que está en tu pecho casto?
¡Vive, vive y goza eternamente, oh Corazón inmaculado y amantísimo,
en el cual tuvo inicio la salvación del mundo y donde la divinidad que, llevando la paz al mundo, ha besado a la humanidad! ¡Llénate de júbilo eterno
tú, concha de esmeralda, cuyo color verdoso no palidece nunca; que, al Rey
celestial, sediento de nuestra salvación, has ofrecido el dulce cáliz de una fe
a toda prueba, en la hora en la que respondiendo al saludo del arcángel has
proferido una palabra hermosa diciendo: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra!
Entonces deleitaste y embriagaste su Corazón, hasta el punto que, desde ese momento, exclamando ahora desde el cielo, dice: Mi delicia consiste en estar con los hijos de los hombres. Toda alma te engrandece, oh madre
de dulzura, y toda lengua de hombres piadosos exalta por todos los siglos la
santidad de tu corazón, del cual manó nuestra salvación»30.
En esta plegaria percibimos que el corazón de María es el templo donde habita Dios; el primero de todos, pues en él recibió al Salvador. A él se
dirige el orante también desde su corazón, pues para poder introducirse
en este templo hay que hablar de corazón a corazón. Esto es así porque el
corazón de María no es un templo inerte como los edificios que conocemos, sino un templo de carne, humano, personal, en el que está Dios hecho hombre. De este corazón se alaba la fe y la obediencia pues son los
que lo hicieron grande: María creyó el anuncio del ángel y en su corazón
aceptó los planes de Dios sobre ella. En resumen, este primer texto, sitúa
la teología del corazón de María en la encarnación del Hijo de Dios que
El texto está en H. Barré, «Une prière d’Ekbert de Schönau au saint Coeur de
Marie»: Ephemerides Mariologicae, 2 (1952) 409-423, esp. 412-13.
30
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se produce en ella por voluntad del Padre por medio del Espíritu, a la que
se pide confianza en la palabra divina y consentimiento a ella.
El segundo texto, del mismo siglo XII, nos ha llegado bajo la autoría de san Efrén, aunque no es de él. En él se nos conduce a un contexto
distinto. De la encarnación pasamos a la cruz donde el corazón de María
queda traspasado por la espada de dolor cuando ve a su Hijo morir en la
cruz. Lo hace con estas palabras:
«¡Oh Simeón admirable! He aquí la espada que me habrías predicho que
atravesaría mi corazón. He aquí la espada, he aquí la herida, Hijo mío y Dios
mío. Llorad conmigo, todos los discípulos del Señor al ver mi dolor y la profunda herida de mi corazón»31.
No menos importante son estos dos textos atribuidos a san Anselmo
que corresponden a dos meditaciones: una sobre el Avemaría y el otro sobre la Salve Regina. También corresponden al siglo XII. Por su importancia conviene citarlos:
«Entremos, pues, en este doble mar, a saber, compadeciéndonos de tu
Hijo crucificado y de tu corazón clavado con él, y contristándonos de nuestras iniquidades, que fueron ocasión de muerte tan cruel, si es que deseamos
entrar en tu corazón. ¿Quién, al rumiar la pasión de tu Hijo, no se introducirá gustoso en este mar y entrará continuamente en tu corazón? Pues es imposible, Madre piadosísima, entrar en las llagas de tu Hijo y no entrar en tu corazón, dado que aquellas llagas están perpetuamente fijas en tu corazón (…)
Dulce es oír hablar de ti, más dulce es aún pensar en ti; pero lo más dulce y
suave de todo es entrar por las llagas de Cristo en tu corazón. No se aparte
el hombre de los oprobios y llagas de Cristo, si no quiere salir de tu corazón.
Allí se hace el hombre todo virgíneo, todo santísimo, todo divino»32.
En este pasaje se puede observar cómo se unen la meditación del corazón de Cristo, traspasado por nuestros pecados, con el recuerdo del corazón dolorido de su Madre por la misma causa. El hombre, si quiere entrar
en el corazón de María, donde se puede rumiar la pasión de Cristo, debe
Pseudo Efrén, Hymno de paradiso, Assemani, III, graec. Lat, p. 574. Tomado de:
D. Fernández, «El Corazón de María en los Santos Padres», 99 y 120.
31
PL 149, col. 582. Texto sacado de: J. M. Bover, «Origen y desenvolvimiento de
la devoción al Corazón de María en los Santos Padres y escritores eclesiásticos», 116.
32
Francisco María Fernández Jiménez
14
hacerlo por la penitencia y la unión con Cristo llagado. En el corazón de
María se hace el hombre santo.
El otro nos presenta a la Virgen como seductora de los corazones que
los llena de su amor:
«Oh Señora que robas los corazones con tu dulzura, y ahora robaste mi
corazón ¿Y dónde lo has puesto para que pueda yo hallarlo? (…) ¡Oh robadora de corazones! ¿Cuándo me restituirás mi corazón? (…) Cuando te lo
pido, me sonríes; y al punto, adormecido con tu dulzura, me aquieto. Cuando, vuelto a ti, te lo pido de nuevo, me abrazas, Dulcísima, y luego quedo
embriagado con tu amor. Ahora mi corazón no lo distingo del tuyo; ni sé pedirte otro, sino el tuyo. Mas, ya que así mi corazón se ha embriagado con tu
amor, adormecido con tu amor, gobiérnalo con el tuyo (…) y ponlo en el costado de tu Hijo»33.
En este fragmento, aparece el corazón de María como lugar de transformación del hombre que es seducido por él a causa de su dulzura y que
hace una función mediadora entre el hombre y Cristo donde se ruega que
la Madre de Dios ponga su corazón.
Finalmente, en mismo siglo XII, encontramos también la figura del
monje benedictino Godofredo de Admont al que algunos consideran un
precedente de la devoción al corazón de María34. En una de sus homilías
sobre la Anunciación descubrimos que el corazón de María se aflige por
la condenación del género humano y por eso va a interceder ante Dios
para que la humidad pueda salvarse. En efecto, el monje afirma que la
Virgen se dolía de la terrible calamidad del género humano, porque había
perdido la gracia de su Creador y nadie merecía entrar al cielo, sino que
todos descendían al infierno. Por eso pedía a Dios Padre con lágrimas y
oración, día y noche, la redención de los hombres y «como la pedía con
corazón contrito y con profunda humildad, al fin mereció encontrarla»35.
En otra sobre la Asunción, el monje austriaco afirma que el Espíritu
Santo ha puesto en el corazón de María todas las gracias que ella distribuye
a los hombres pecadores que se las imploran. Lo hace con estas palabras:
PL 149, col. 585. Texto sacado de: J. M. Bover, «Origen y desenvolvimiento de
la devoción al Corazón de María en los Santos Padres y escritores eclesiásticos», 116.
33
J. M. Bover, «Origen y desenvolvimiento de la devoción al Corazón de María en
los Santos Padres y escritores eclesiásticos», 119-120
34
35
PL 174, col 753.
El misterio del Corazón Inmaculado de María
15
«El Espíritu Santo ha otorgado y reunido en el corazón de la intemerata
Virgen María, todas las partículas de la gracia medicinal, es decir, todos los
dones de la misericordia y de la gracia. Y como en el género humano son muchas y diversas las molestias de la enfermedad, ella tiene muchos y variados
medicamentos curativos con los que es capaz de curar las almas enfermas de
los pecadores. De hecho, aunque un hombre fuese un pecador desesperado o
del todo ya muerto en el pecado, si la Madre misma de la misericordia impone sobre el enfermo la mano de su intercesión, ninguna enfermedad y ninguna iniquidad podrán prevalecer sobre el alma pecadora»36.
Más adelante, Godofredo sostiene que el corazón de María que estaba
lleno del «inefable amor con el que su santísimo corazón, más que el de
todos los hombres, estaba dilatado para Dios y para el prójimo»37. Esto lo
relaciona con la mediación universal pues sostiene que, por un lado, amaba a Dios cuya memoria estaba fijada en su corazón y no se le borraba,
y, por otro, como medianera entre Dios y el hombre vela por la salvación
del género humano38.
A caballo entre los siglos XII y XIII se desarrolla el pontificado de Papa
Inocencio III (en concreto del 1198 al 1216) que convocó el Concilio IV
de Letrán. Gran devoto de la Virgen, es uno de los primeros pontífices que
citan el corazón de María. Lo hace a en un sermón donde comenta el versículo Lc 10,38 y dice: «En este espiritual castillo, que es la Madre de Dios,
Virgen María, el muro exterior es la virginidad corporal, la torre interior es
la humildad del corazón (...) Concibió en su corazón al Verbo, que se hizo
carne y habitó en ella»39. Por tanto, recoge la idea agustianiana de la concepción de María en su corazón También lo harán en los últimos siglos de
la Edad Media, autores como Ruperto de Deutz, Hugo de san Víctor y san
Buenaventura40. Por su parte, las místicas santa Gertrudis de Hefta, santa
Matilde y Santa Brígida empezarán a dar a conocer esta espiritualidad41.
36
PL 174, col 986.
37
PL 174, col. 1025.
38
PL 174, col. 1004.
PL 217, 577, 583-584. Cita tomada de H. Marín, El Corazón de María en el magisterio de la Iglesia, Editorial Coculsa, Madrid 1960, 186.
39
40
J. Alonso, «Inmaculado Corazón»”, 945.
Cf. M. Augé, «Cuore Immaculato», en S. De Fiores – V. Ferrari Schiefer – S.
M. Perrela (ed.) Dizzionari San Paolo. Mariologia, San Paolo, Cinisello Balsamo (Mi41
Francisco María Fernández Jiménez
16
4. San Juan de Ávila
No es frecuente tratar este santo entre los apóstoles del corazón de María, sin embargo, se le puede considerar uno de los precursores como se
observa en una lectura de sus homilías marianas y las referencias que a
María hace en sus cartas. En una de ellas, dirigida a una monja que quería hacer la profesión religiosa, el santo sacerdote le indica que imite a la
Virgen María cuyo corazón deseaba ver nacer a Cristo y permanecer virgen42, y en un sermón para la fiesta de la Asunción completaba esta idea
refiriendo con estas palabras el afán que tenía en su corazón de contemplar a Dios en el cielo: «Engendrábase en su corazón una llama de amor
que la abrasaba y hacía desear con todas sus fuerzas ver ya a aquel que
tan singulares mercedes le había hecho»43.
En el mismo sermón, san Juan de Ávila nos indica que el amor de María en su corazón era la correspondencia al gran amor que Dios le tenía.
Así vemos que uno de los rasgos del amor mariano, como el que debe tener todo cristiano, es el corresponder al amor de Dios. Lo expresaba así:
«Parecíaos, Virgen bendita, gran traición acordarse de vos siempre Dios,
y vos olvidarle un solo momento. […] Amábaos él con amor liberal, sin respeto de propio interese; porque lejos está de la infinita riqueza de Dios vender a nadie su amor, ni esperar provecho, pues que su bien ni puede crecer,
ni puede disminuir. Vos, Señora, con aquel corazón liberal, magnánimo y no
interesado, semejante a su manera al de Dios y recibido de la mano de Él teníades puesta en olvido de vos mesma y dábades a Dios un amor desinteresado y una memoria continua…»44
La característica principal del amor de Dios hacia las criaturas es precisamente su amor libre, que no espera provecho de ellas ni puede disminuir. Este amor que se derrama especialmente sobre los hombres, es recibido por María de una manera plena y transformante, pues el corazón de
la Virgen se hace a su vez liberal y magnánimo que le hace amar a Dios
lano) 2009, 370-376. (esp. 372).
Carta 40. L. Sala Balust – F. Martín Hernández, Obras completas del Santo
Maestro Juan de Ávila, t. V, BAC, Madrid 1970, 240.
42
Sermón, 70. L. Sala Balust – F. Martín Hernández, Obras completas del Santo Maestro Juan de Ávila, t. III, BAC, Madrid 1970, 179.
43
44
Sermón, 70. Edición citada, p. 181-82.
El misterio del Corazón Inmaculado de María
17
sobre todo y le preparará para poder amar a todos los hombres, los que le
corresponden y los que no. En efecto, en otro pasaje del mismo sermón se
afirma que la Madre de Dios se admiraba del amor que tenía en su corazón que no solo amaba a su Hijo con amor natural sino también con amor
sobrenatural, lo que le llevaba a obedecer y a agradar a Dios en todo,
como se puede observar en este fragmento del citado sermón:
«Espíritu era de Dios el que meneaba su corazón para estos deseos […].
No hay en el corazón de la Virgen cosa que no fuese cubierta con oro […]:
pues era amor sobrenatural, o el amor natural tan rodeado y cercado de la
gracia del Señor, que en lo uno y en lo otro era movida por el Espíritu Santo.
Y como ella entendía venirle del cielo aquesta moción y soplo divino que la
soplaba y encía los deseos de ver a su Dios, soltaba rienda a su corazón para
que con todas sus fuerzas lo desease, pues su intento era obedecer y agradar
a Dios en todas las cosas»45.
Además de corazón materno, María tiene también corazón de esposa hacia su Hijo, pues Jesús subiendo al cielo le confió el cuidado de sus
ovejas, como se afirma en estas líneas:
«Muy bien supo el Señor lo que hizo en dejar tal Madre en la tierra, y
muy bien se cumplió lo que estaba escrito de la buena mujer, que confió en
ella el corazón de su marido. Porque lo que su Esposo e Hijo Jesucristo había
ganado en el monte Calvario derramando su sangre, ella lo guardaba y cuidaba y procuraba de acrecentar como hacienda de sus entrañas, por cuyo bien
tales y tantas prendas tenía metidas. ¡Dichosas ovejas, que tal pastora tenían
y tal pasto recibían por medio de ella!»46.
Otra característica del corazón de María es su limpieza de todo pecado
por el gran amor que le tenía a Dios, como se puede leer en este texto
extraído de otro de sus sermones sobre la Asunción:
«Mas es de mirar que la sagrada Virgen María no se contentó con elegir
los mandamientos de Dios por su ración, para tener solo cuenta de no quebrantarlos con pecado mortal […] porque para la grandeza de su amor, que
al Dios de su corazón tenía, pequeño grado de amor le parecía aquéste. […]
Porque estaba su corazón tan tierno y blando para con Dios, que ni una pala45
Ibidem, p. 186.
46
Ibidem, p. 193.
Francisco María Fernández Jiménez
18
bra ociosa, ni aun pensamiento desaprovechado, ni a cosa ninguna fuera de
Dios, no le daba entrada en su corazón»47.
Finalmente, aunque se podría escribir mucho acerca del tema del corazón de María, no podría omitir, por su gran importancia, que María tiene
un corazón de madre para con los hombres, como señala el propio santo
en el mismo sermón:
«Corazón de madre tiene la Virgen contigo, y si no crees aqueste mensaje, mira las ropas y las riquezas que ha enviado la Virgen a sus pobres hijos que en la tierra tenía, alcanzando a unos perdón de pecados por graves
que fuesen, librando a otros de penosas y graves tentaciones, dando consuelo a los tristes, conforte a los de flaco corazón, y aun hasta librar a los hombres, que se habían ofrecido al demonio y renegado la fe y hecho escriptura
de ello, y aun con su propia sangre»48.
5. San Juan Eudes y el siglo XVII
Es en el siglo XVII cuando va a promover de una manera definitiva la
espiritualidad del corazón de María que va a nacer a la sombra de la del
corazón de Jesús. San Francisco de Sales intuye esta espiritualidad, pero
es san Juan Eudes a quien podemos considerar su verdadero impulsor, especialmente gracias al libro titulado Le Coeur admirable de la Très saint
Mère de Dieu que fue publicado dos años después de su muerte49. En él
se presenta lo fundamental de la devoción al corazón de María con estas
palabras y aclara el objeto de su culto:
«El corazón de María es la fuente y el principio de todas las grandezas, excelencias y prerrogativas que la adornan como ser la hija primogénita
del Padre, madre del Hijo, esposa del Espíritu Santo y templo de la santísima Trinidad... Quiero decir también que este santísimo corazón es la fuente
de todas las gracias que acompañan a estas cualidades... y además que es la
fuente de todas las virtudes que practicó…Porque fueron la humildad, la pureza, el amor y la caridad del corazón los que la hicieron digna de ser la Ma47
Semón, 71. L. Sala Balust – F. Martín Hernández, Obras completas…, 215.
48
Ibidem, pp. 224-5.
49
Cf. M. Augé, «Cuore Immaculato», 373.
El misterio del Corazón Inmaculado de María
19
dre de Dios y consiguientemente poseer todas las dotes y prerrogativas que
acompañan a esta altísima dignidad»50.
En su obra La dévotion au très Saint Coeur et très Saint Nom de la
bienheuresse Vierge Marie, nos clarifica aún más el objeto del culto al corazón de María con estas palabras:
«Deseamos honrar en la Virgen Madre de Jesús no solamente un misterio
o una acción, como el nacimiento, la presentación, la visitación, la purificación; no sólo algunas de sus prerrogativas, como el ser madre de Dios, hija
del Padre, esposa del Espíritu Santo, templo de la santísima Trinidad, reina
del cielo y de la tierra; ni tampoco sólo su persona, sino que deseamos honrar en ella la fuente y el origen de la santidad y de la dignidad de todos sus
misterios, de todas sus acciones, de todas sus cualidades y de su misma persona, es decir, su amor y su caridad, que son la medida del mérito y el principio de toda la santidad»51.
Por tanto, el objeto del culto al corazón de María, lo que se venera, es
el amor y la caridad de la Virgen María de donde brota la santidad y su relación amorosa con Dios y con el hombre. Todo esto es lo que le llevó a
este santo a intentar instaurar una fiesta en la que se pudiera celebrar este
amor de la Virgen. De ello trataré en el apartado correspondiente al culto
litúrgico al corazón de María.
Gracias a su celo por instaurar esta devoción, a partir de él y hasta la
actualidad han surgido numerosas cofradías y congregaciones en las que
la devoción al corazón de María es uno de sus fines principales.
A caballo entre el siglo XVII y XVIII surge otra de las grandes figuras
en el campo mariano, san Luis María Grignion de Montfort, que ha pasado a la historia como el promotor de la consagración mariana que entrará
como componente de esta devoción cordimariana. En su obra El amor de
la Sabiduría eterna, el santo francés afirma que el Todopoderoso derrama todo su amor y sus gracias en el corazón de María, haciéndola de una
santidad inconmensurable:
J. Alonso, «Inmaculado Corazón», 946. Cita: J. Eudes, Le Coeur admirable de
la Très saint Mère de Dieu, en Ouvres Complètes VII, 133-134.
50
Jean Eudes, La dévotion au très Saint Coeur et très Saint Nom de la bienheuresse
Vierge Marie, in: Ouvres complètes, vol 8. Beauchesne, Paris 1908, 435.
51
Francisco María Fernández Jiménez
20
«El torrente impetuoso de la bondad de Dios, estancado violentamente
por los pecados humanos desde el comienzo del mundo, es explaya con toda
su fuerza y plenitud en el corazón de María. La Sabiduría eterna le comunica
todas las gracias que hubiera recibido de su liberalidad Adán y sus descendientes si hubieran conservado la justicia original. En fin […] toda la plenitud de la divinidad se derrama en María, en cuanto una pura criatura es capaz de recibirla»52.
En el cántico titulado Excesos amorosos del Corazón de Jesús, en las
últimas estrofas, se nos canta la espiritualidad montfortiana que se resumen en la frase: “A Jesús por María” y es la base de la consagración. Por
su belleza merece la pena citarlo:
«Corazón de la Virgen María,
medio excelso de amar al Señor,
pues Jesús ha tomado la vida
en su pecho y sublime virtud.
Corazón cuya sangre ha formado
al de Cristo inflamado de amor;
los dos laten con un solo pecho
y amor grande merecen los dos.
Sin reservas, arrójate, alma,
en los dos Corazones sagrados,
uno y otro a la vez comprometen
a entregarles el nuestro en retorno.
Sube, alma, por el de la Madre
hasta el pecho eternal del Altísimo,
y perfecta te harás enseguida
al amarlo como él se merece»53
Vemos en este cántico, la unión de la devoción a ambos corazones, en
el que el de María es el medio propio para subir hasta el de Cristo y así
conseguir la perfección del alma.
Luis María Grignion de Montfort, El amor de la Sabiduría eterna, 106, ed. L.
Salaün, BAC, Madrid 1984, 163.
52
Luis María Grignion de Montfort, Cánticos, 40, 35-38, ed. L. Salaün, BAC,
Madrid 1984, 684.
53
El misterio del Corazón Inmaculado de María
21
6. Siglo XIX
Es en el siglo XIX cuando esta devoción va a comenzar a expandirse por dos motivos principalmente, porque muchos Institutos religiosos
adoptaron el título del corazón de María y porque en el año 1830 tuvieron lugar las apariciones de la Virgen María a Santa Catalina Labouré en
la Rue du Bac de París. En estas apariciones, la Virgen María se mostraba
como dispensadora de las gracias de su Hijo y pedía la confección de una
medalla, en cuyo anverso estaría grabada la imagen de la Virgen Inmaculada dispensadora de las gracias de Dios y una jaculatoria con tinte inmaculista: “Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a vos”. Y en el reverso una cruz con una M debajo de ella que indica el papel mediador de María entre su Hijo y nosotros, mediación que se
nos muestra como subordinada y unida a la de Él. Debajo de la cruz hay
dos corazones: el corazón de Cristo unido al de su Madre, este último traspasado por la espada de dolor. Esta medalla pone su acento en el misterio de la redención al que María está unida de forma subordinada a Cristo
y en la función de María como la medianera de todas las gracias. No podemos olvidar la referencia al misterio de la inmaculada concepción de la
Virgen que, como señala el Papa Benedicto XVI con estas palabras, revela el amor de Dios hacia ella:
«Llena de gracia, la gracia no es más que el amor de Dios; […] podríamos traducir esa palabra así: “amada” por Dios. […] Es un título expresado en voz pasiva, pero esta “pasividad” de María, que desde siempre y para
siempre es la “amada” por el Señor, implica su libre consentimiento, su respuesta personal y original: al ser amada, al recibir el don de Dios, María es
plenamente activa, porque acoge con disponibilidad personal la ola del amor
de Dios que se derrama en ella. También en esto ella es discípula perfecta de
su Hijo, el cual realiza totalmente su libertad en la obediencia al Padre y precisamente obedeciendo ejercita su libertad»54.
Ese amor que Dios ha depositado en su corazón lo derrama sobre sus
hijos e invita a todos a vivir la caridad para los más necesitados. No en
vano la vidente era una Hija de la Caridad, cuyo carisma es llevar el amor
Benedicto XVI, Homilía de la Solemnidad de la Anunciación, 25 de marzo de
2006. L’Osservatore Romano, edición española, 38 (2006) 153.
54
Francisco María Fernández Jiménez
22
de Dios a los más pobres. Esta medalla se hizo muy popular entre el pueblo y sirvió para asentar la devoción al corazón de María.
En 1854 se proclamaba el dogma de la Inmaculada Concepción y se
empieza a generalizar la expresión Inmaculado Corazón de María.
7. Fátima
Pero la gran aparición cordimariana es la de Fátima. Ya desde las apariciones del Ángel de Portugal del año 1916 está presente la referencia al
Corazón de Jesús y de María. En efecto, el ángel los invita a: «Rezad así
los Corazones de Jesús y de María están atentos a vuestras súplicas»55, y
en su última manifestación el Ángel une la salvación de la humanidad a
los méritos de los Corazones de Jesús y de María con esta oración: «por
los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado
de María, os pido la conversión de los pobres pecadores»56.
De las apariciones marianas producidas en Cova de Iria son las del 13
de junio y las del 13 julio las más cordimarianas. En la primera de ella la
Virgen señala la importancia de la devoción a su corazón con estas palabras: «[Dios] quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien le abrazare prometo la salvación y serán queridas
sus almas por Dios como flores puestas por mí para adornar su trono»57”.
A continuación, sabiendo la dura prueba por la que estaba pasando Lucía, añadió: «Y tú ¿sufres mucho? No te desanimes. Yo nunca te abandonaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios»58. También muestra a los pastorcitos la intimidad de su corazón que sufre por los pecados de los hombres y que pide reparación, parte esencial del culto al corazón de María. Así lo cuenta sor Lucía: «Delante de la palma de la mano derecha de Nuestra Señora estaba un corazón, cercado de espinas, que parecían ser clavadas en él. Comprendimos
que era el Inmaculado Corazón de María, ultrajado por los pecados de la
Humanidad, que pedían reparación»59.
Memorias de la Hermana Lucía, vol. I, compilación por el P. L. Kondor, Secretariado dos Pastorinhos, Fátima 132012, 78.
55
56
Memorias de la Hermana Lucía, vol. I, 79.
57
Memorias de la Hermana Lucía, vol. I, 175.
58
Memorias de la Hermana Lucía, vol. I, 83.
59
Memorias de la Hermana Lucía, vol. I, 175.
El misterio del Corazón Inmaculado de María
23
Pero es el mensaje del 13 de julio junto el que muestra el misterio del
Corazón Inmaculado de María que llega hasta el corazón de los niños
que, desde entonces, ofrecerán sus sacrificios con esta oración: «¡Oh mi
Jesús! Es por tu amor, por la conversión de los pecadores, por el Santo
Padre y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado
Corazón de María»60. Luego la Virgen les revela el misterio íntimo de su
corazón bajo la clave de un secreto en tres partes donde no falta la referencia a la devoción al Inmaculado Corazón de María como punto esencial. Comienza con la visión del infierno y las palabras de la Virgen en las
que les indica que la devoción a su Inmaculado Corazón es clave para que
los pecadores no se condenen. Como se puede ver en estas palabras: «Habéis visto el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores; para
salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hicieran lo que os voy a decir, se salvarán muchas almas y
tendrán paz». La segunda parte tiene que ver con la Consagración de Rusia y con el comienzo de una gran guerra (la Segunda Guerra Mundial).
Para evitar esta circunstancia, también pide la Consagración a su corazón,
en este caso de Rusia, como medio para evitar estos males, como podemos leer en estas líneas:
«Para impedirla [la guerra y las persecuciones] vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, y la Comunión reparadora de los
primeros sábados. Si atendieran mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá
paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo […]. Por fin, mi Inmaculado
Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia que se convertirá y
será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal conservará siempre la doctrina de la Fe, etc. Esto no se lo digáis a nadie»61.
La tercera parte se desveló en el pontificado de san Juan Pablo II y no
hay una referencia explícita al Corazón Inmaculado de María, aunque sí
a la persecución y a la poderosa intercesión de María que impide el castigo del ángel que viene a infligir a la humanidad.
Donde se nos explicita la forma de dar culto al Corazón Inmaculado
de María es la aparición de Pontevedra del 10 de diciembre de 1925 en el
Convento de las Doroteas donde residía sor Lucía. En ella contempló a la
Virgen con el niño que le dijo:
60
Memorias de la Hermana Lucía, vol. I, 52.
61
Memorias de la Hermana Lucía, vol. I, 176-77.
Francisco María Fernández Jiménez
24
«Mira, hija mía, mi Corazón, cercado de espinas que los hombres ingratos
me clavan continuamente con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que todos aquellos que, durante cinco meses, en el Primer
sábado se confiesen, reciban la Santa Comunión, recen el Rosario y me hagan 15 minutos de compañía, meditando en los 15 misterios del Rosario, con
el fin de desagraviarme, yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas»62.
En conclusión, las apariciones marianas de Fátima han dado un espaldarazo al culto al Corazón Inmaculado de María. Gracias a la sencillez
del mensaje mariano que se dirigía a unos niños en ese momento analfabetos, el pueblo de Dios comprendió sencillamente el misterio del corazón de María. No han faltado quiénes han querido ver una relación muy
clara entre la Gran Promesa del Sagrado Corazón de Jesús a santa Margarita María de Alacoque en Paray-le-Monial y la de la Virgen María en
Pontevedra a sor Lucía. Entre ellos el P. Joaquín M. Alonso quien hace un
estudio comparativo de las dos grandes promesas63.
8. Liturgia64
También la liturgia se ha ocupado de honrar el corazón de María llegando a instituir la memoria litúrgica del Inmaculado Corazón de María.
Para llegar a esta memoria hubo de pasar por varias vicisitudes que resumimos en tres momentos:
a) Primer momento: Todo el proceso de esta fiesta empezó con san
Juan Eudes que compuso una misa en honor del corazón de María y la
celebró el 20 de octubre de 1644 (o 1643) en el Seminario de Caen junto
con sus discípulos. Cuatro años más tarde, el 8 de febrero de 1648, se celebró en la Catedral de Autun después de que el obispo diocesano aprobara el oficio y la misa de esta memoria. Esto se produjo veintidós años
Memorias de la Hermana Lucía, vol. I, 192. Sobre este tema he escrito más ampliamente en: F.M. Fernández Jiménez, «La devoción al Inmaculado Corazón de María expresada en el mensaje de Fátima», Cristiandad 1031-1032 (junio-julio 2017) 15-17.
62
J. M. Alonso, «Dos grandes promesas; Paray-le-Monial y Pontevedra», en: R.
Vekemans (ed), Cor Christi. Historia-Teología-espiritualidad y pastoral, Colombia
1980, 625-657.
63
Los datos están tomados principalmente de: M. Augé, «Cuore Immaculato», 373375. Y de J. Alonso, «Inmaculado Corazón», 947-49.
64
El misterio del Corazón Inmaculado de María
25
antes del comienzo de la celebración de la fiesta del Sagrado Corazón de
Jesús (1670). Diversas órdenes y congregaciones religiosas junto con un
grupo de obispos diocesanos introdujeron esta fiesta en sus diócesis con
una gran oposición de los jansenistas. En 1669 la Santa Sede no aprobó
los textos de la misa escritos por san Juan Eudes.
b) Aprobación de la Santa Sede: La obtención de la aprobación pontificia fue un camino largo y costoso. En 1726 José de Galliffet pidió formalmente a la Santa Sede la aprobación de la fiesta del Corazón de María. El 12 de julio de 1727 el Prefecto de la Congregación de Ritos, Próspero Lambentini, contestó “Non proposita” y en 1729 ante una segunda
propuesta respondió “negative”. Las objeciones a ello tenían que ver con
el objeto del culto, la novedad de tal culto en la Iglesia y el temor a que
se pidiera el culto a otros órganos de Cristo y de María. A Próspero Lambentini lo hicieron Papa con el nombre de Benedicto XIV y fue pontífice
romano entre 1740 y 1758. Hubo que esperar a su muerte y a aclarar el
objeto del culto para poder volver a pedir la fiesta. Esto ocurrió en 1765,
año en el que la Santa Sede otorgaba al episcopado polaco poder celebrar
la fiesta del Corazón de Jesús con oficio y misa propia. A la solicitud del
episcopado polaco se unían otros episcopados del mundo entero. Esto facilitó la petición del culto al corazón de María.
La introducción de la fiesta del Corazón de María se produce durante
el siglo XIX. El 22 de marzo de 1799 Pío VI concede esta fiesta a la ciudad de Palermo. El 31 de agosto de 1805 Pío VII aprueba extender esta
fiesta a las diócesis que lo pidieren, pero con el formulario de la misa de
la Virgen de las Nieves (5 de agosto). Un año después de la proclamación
del dogma de la Inmaculada Concepción, el 21 de julio de 1855, el Papa
Pío IX aprueba la fiesta del Purísimo Corazón de María con oficio y misa
propia y concede que pueda celebrarse en las diócesis que lo soliciten.
En el siglo XX, en tiempos de san Pío X, se introduce en la edición del
Misal Romano de 1914, la misa en honor al Corazón Inmaculado de María en el apéndice “pro aliquis locis”.
En 1942, el Papa Pío XII con motivo de la celebración del 25º aniversario de las apariciones de Fátima consagró el mundo al Corazón Inmaculado de María y en 1944 establece la memoria del Inmaculado Corazón
de María a celebrar el día de la octava de la Asunción de María, es decir,
el 22 de agosto.
c) Desde el Concilio Vaticano II: El Misal del Vaticano II trasladó la
fiesta del Inmaculado Corazón de María al día posterior al Sagrado Co-
Francisco María Fernández Jiménez
26
razón de Jesús y la rebajó de fiesta a memoria libre. San Juan Pablo II en
1996 otorga a la celebración el rango de memoria obligatoria y así aparece en la actual edición del misal Romano (2002). Hay que mencionar
que en el misal de la Virgen se ha incluido un formulario para la celebración de una misa votiva al Inmaculado Corazón de María tomada del Proprium de la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de la santísima Virgen.
9. Magisterio
Los Romanos Pontífices también se han referido al Corazón Inmaculado de María a lo largo de la historia de la Iglesia. La mención a todos
los documentos en los que aparece citado este tema sería muy larga y daría para escribir un libro entero sobre la materia. Por eso, me dedicaré a
ofrecer un resumen de las intervenciones más importantes del magisterio
pontificio acerca de este tema.
Comienzo en el siglo XIII con el Papa Inocencio III (pontificado: 11981216) quien canta las virtudes y la ternura del corazón materno de la Virgen en este pasaje de uno de sus sermones: «En este espiritual castillo, que
es la Madre de Dios, Virgen María, el muro exterior es la virginidad corporal, la torre interior es la humildad del corazón [...] Concibió en su corazón
al Verbo, que se hizo carne y habitó en ella»65.
Tres siglos más tarde, el Papa Julio III (pontificado: 1503-1513) también expresaba su veneración al corazón de María a quien unía el título de
“Reina de misericordia”, en esta jaculatoria: «Oh gloriosísima Reina de
misericordia, saludo tu virginal Corazón, que fue limpísimo de toda mancha de pecado. Ave María»66.
Los Papas del siglo XIX fueron los que tuvieron que abordar el culto al
Inmaculado Corazón a lo que acabo de aludir en el apartado anterior dedicado a la liturgia.
En el siglo XX no hay pontífice que haya dejado de hablar del corazón
de María. Es principalmente a partir de Pío XII cuando se encuentra más
desarrollados los textos que mencionan la devoción al Inmaculado CoraSerm. 27-28. Cita tomada de H. Marin, El Corazón de María en el magisterio de la
Iglesia, Coculsa, Madrid 1960, 18 y 186.
65
Testamento. Cita tomada de do por H. Marin, El Corazón de María en el magisterio de la Iglesia, 19.
66
El misterio del Corazón Inmaculado de María
27
zón de María. En efecto, además del texto que ya he citado al referirme al
Corazón de Jesús y de María en el Nuevo Testamento, considero importante las siguientes palabras que hallamos al final de su encíclica Hauretis aquas. En ella el Pontífice señala la íntima unión entre los corazones
de Jesús y de María:
«Y para que la devoción al Corazón augustísimo de Jesús produzca más
copiosos frutos de bien en la familia cristiana y aun en toda la humanidad,
procuren los fieles unir a ella estrechamente la devoción al Inmaculado Corazón de la Madre de Dios. Ha sido voluntad de Dios que, en la obra de la Redención humana, la Santísima Virgen María estuviese inseparablemente unida con Jesucristo; tanto, que nuestra salvación es fruto de la caridad de Jesucristo y de sus padecimientos, a los cuales estaban íntimamente unidos el
amor y los dolores de su Madre. Por eso, el pueblo cristiano que por medio
de María ha recibido de Jesucristo la vida divina, después de haber dado al
Sagrado Corazón de Jesús el debido culto, rinda también al amantísimo corazón de su Madre celestial parecidos obsequios de piedad, de amor, de agradecimiento y de reparación»67.
Para profundizar en estas nociones, Esquerda Bifet nos muestra en el
artículo ya citado68 una serie de ideas extraídas de los discursos de este
Pontífice a las que merece la pena aludir. Así, refiriéndose a la unión entre
el Hijo y su madre en el sacrificio redentor, el pontífice afirma: «Virgen
compasiva, de Corazón herido por la espada, Madre del autor de la paz y
Reina de la paz»69. Y en otro lugar sostiene: «El fiat de la Encarnación, su
colaboración en la obra de su Hijo [...] y esa muerte del alma que experimentó en el martirio, habían abierto el Corazón de María al amor universal de la humanidad»70. También se ocupó de este tema en el siguiente radiomensaje: «Bien merece sin duda ninguna, hijos amadísimos, esta manifestación de vuestra piedad al Corazón purísimo de la Virgen, sede de
aquel amor, de aquel dolor, de aquella compasión y de todos aquellos al-
67
Pío XII, Haurietis Aquas, 36. AAS 48 (1956) 352.
68
J. Esquerda Bifet, «El Corazón de María, memoria contemplativa de la Iglesia».
69
Pío XII, Alocución 29 mayo 1950. AAS 42 (1950) 484.
70
Pío XII, Alocución 17 julio 1954. AAS 46 (1954) 491.
Francisco María Fernández Jiménez
28
tísimos afectos que tanta parte fueron en la redención nuestra, principalmente cuando... velaba en pie junto a la cruz»71.
Por otra parte, durante su pontificado se aprobaron ciertas oraciones
en las que se exhorta al Pueblo de Dios a refugiarse en el Corazón Inmaculado de María, como, por ejemplo, esta: «Nos refugiamos en tu Corazón Inmaculado, seguros de encontrar en él todos los alientos, que anhela
nuestro desolado corazón; depositamos en ti toda confianza, para que tu
mano maternal nos guíe y nos sostenga en el áspero camino de la vida»72.
O la compuesta para el año santo mariano promulgado para celebrar el
centenario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción:
«Nos echamos en vuestros brazos [...] oh inmaculada Madre de Jesús y
Madre nuestra, confiados de encontrar en vuestro Corazón amantísimo la
satisfacción de nuestras ardientes aspiraciones y el puerto seguro de las
tempestades»73.
Para terminar con las citas de Pío XII, nada mejor que presentar estas
palabras tomadas de la Consagración del mundo al Corazón Inmaculado
de María que tuvo lugar en Fátima el 31 de octubre por Radiomensaje y
el 8 de diciembre de 1942, en Roma para recordar los veinticinco años de
las apariciones de María en Cova de Iria. Al final de la fórmula de consagración del 8 diciembre 1942, se encuentran estas palabras:
«Nosotros nos consagramos perpetuamente a Vos, a vuestro Corazón Inmaculado, oh Madre nuestra y Reina del mundo, para que vuestro amor y patrocinio apresuren el triunfo del Reino de Dios, y todas las gentes, pacificadas con sí y con Dios, os proclamen bienaventurada, y entonen con Vos... el
eterno Magníficat de gloria, amor, agradecimiento al Corazón de Jesús, en
solo el cual pueden encontrar la Verdad, la Vida y la Paz»74.
El Beato Pablo VI, también en el contexto de las apariciones de Fátima,
esta vez para celebrar el cincuentenario de este acontecimiento, se refiere a
esta devoción especialmente en la exhortación apostólica Signum Magnum
promulgada el 13 de mayo de 1967. Este es el motivo de su exhortación:
Pío XII, Radiomensaje 12 octubre 1954, Congreso mariano nacional de España.
AAS 46 (1954) 680.
71
72
Penitenciaria Apostólica, 28 agosto 1956.
73
Oración para el año mariano de 1954.
74
AAS 34, 1942, 345-346.
El misterio del Corazón Inmaculado de María
29
«Tomando ocasión de las solemnidades religiosas […] que estos días se
desarrollan en Fátima, en Portugal, donde numerosas multitudes de fieles la
veneran por su Corazón maternal y compasivo, Nos deseamos, una vez más,
llamar la atención de todos los hijos de la Iglesia sobre el inseparable lazo
existente entre la maternidad espiritual de María, […] y los deberes de los
hombres redimidos hacia Ella, como Madre de la Iglesia»75.
Al final de la citada exhortación en la que se ha expuesto los principios
del culto del pueblo de Dios a la Virgen María, el Pontífice invita a todos
los fieles a venerar este corazón como modelo perfecto de amor a Dios y
al prójimo y como guía del cristiano para agradar a Dios, invitando a renovar la consagración personal a María. Lo hace con estas palabras:
«Que el Corazón Inmaculado de María resplandezca ante la mirada de todos los cristianos como modelo de perfecto amor a Dios y al prójimo; Él les
induzca a la frecuencia de los Santos Sacramentos, por cuya virtud las almas
quedan limpias de las manchas del pecado y preservadas de ellas; que, además, los estimule a reparar las innumerables ofensas hechas a la divina Majestad; que brille, en fin, como bandera de unidad y estímulo para perfeccionar los vínculos de hermandad entre los cristianos todos en el seno de la
única Iglesia de Jesucristo, la cual, enseñada por el Espíritu Santo, con filial
afecto de piedad honra a la Virgen María como a Madre amantísima.
Y, puesto que en este mismo año se recuerda el XXV aniversario de la
consagración de la Iglesia, y del género humano a María, Madre de Dios, y
a su Inmaculado Corazón, hecha por nuestro predecesor, de santa memoria,
Pío XII, el 31 de octubre de 1942, con ocasión del Radiomensaje a la nación
de Portugal ─consagración que Nos mismo hemos renovado el 21 de noviembre de 1964─ exhortamos a todos los hijos de la Iglesia a que renueven
personalmente la propia consagración al Corazón Inmaculado de la Madre
de la Iglesia, y a que vivan este nobilísimo acto de culto con una vida cada
vez más conforme a la Divina Voluntad, con espíritu de filial servicio y de
devota imitación de su celestial Reina»76.
Uno de los Papas que más ha hablado del Corazón Inmaculado de María es san Juan Pablo II. De todas ellas, he escogido dos intervenciones
claves. La primera este texto de la encíclica Redemptor Hominis en la que
75
Pablo VI, Exhortación Apostólica Signum Magnum, AAS 59 (1967) 466.
76
Pablo VI, Exhortación Apostólica Signum Magnum, AAS 59 (1967) 474-75.
Francisco María Fernández Jiménez
30
explica magistralmente el misterio del corazón de María dentro del misterio de la Redención del Hombre:
«Este misterio de la Redención se ha formado, podemos decirlo, bajo el
corazón de la Virgen de Nazaret, cuando pronunció su «fiat». Desde aquel
momento este corazón virginal y materno al mismo tiempo, bajo la acción
particular del Espíritu Santo, sigue siempre la obra de su Hijo y va hacia
todos aquellos que Cristo ha abrazado y abraza continuamente en su amor
inextinguible. Y por ello, este corazón debe ser también maternalmente
inagotable. La característica de este amor materno que la Madre de Dios
infunde en el misterio de la Redención y en la vida de la Iglesia, encuentra
su expresión en su singular proximidad al hombre y a todas sus vicisitudes.
En esto consiste el misterio de la Madre. La Iglesia, que la mira con amor y
esperanza particularísima, desea apropiarse de este misterio de manera cada
vez más profunda. En efecto, también en esto la Iglesia reconoce la vía de su
vida cotidiana, que es todo hombre»77.
Es segundo de los textos es un discurso a los participantes en el simposio internacional sobre la alianza de los corazones de Jesús y de María celebrado en Fátima (Portugal), san Juan Pablo II resumen muy bien
lo que es la devoción al corazón de María y los motivos de la consagración a su corazón:
«En el corazón de María vemos simbolizado su amor materno, su santidad singular y el papel central que ella desempeñó en la misión redentora de
su Hijo. En relación con el papel especial desempañado por Ella en la misión de su Hijo, la devoción al Corazón de María tiene una importancia fundamental, ya que por amor a su Hijo y a toda la humanidad Ella ejerce un
papel único de instrumento para llevarnos a Él. El Acto de Consagración al
Corazón Inmaculado de María que hice solemnemente en Fátima el 13 de
mayo de 1982, y que renové el 25 de marzo de 1984 con motivo de la conclusión del Año Santo Extraordinario de la Redención se funda en esta verdad sobre el amor maternal y el papel esencial de intercesión desempeñado
por María. Si nos dirigimos al Corazón Inmaculado de María, Ella con toda
seguridad, nos ayudará a vencer la amenaza del mal, que tan fácilmente se
arraiga en los corazones de los hombres de hoy y que con sus efectos inconmensurables pesa sobre la vida presente y da la impresión de cerrar el camino hacia el futuro.
77
Juan Pablo II, Redemptor Hominis, 22, AAS 71 (1979) 322-323.
El misterio del Corazón Inmaculado de María
31
Nuestro Acto de Consagración remite en último término al Corazón de su
Hijo, pues en cuanto Madre de Cristo Ella se halla totalmente unida a la misión redentora. Como en las bodas de Caná, en las que dijo “Haced lo que
Él os diga”, María orienta todas las cosas hacia su Hijo, que escucha nuestras oraciones y perdona nuestros pecados. Así al consagrarnos al Corazón
de María, encontramos un camino seguro hacia el Sagrado Corazón de Jesús,
símbolo del amor misericordioso de nuestro Salvador.
El acto de encomendarnos al Corazón de Nuestra Señora establece una
relación de amor con Ella, pues le encomendamos todo lo que tenemos y
todo lo que somos. Esta consagración se realiza esencialmente mediante una
vida de gracia, de pureza, de oración, de penitencia acompañada por el cumplimiento de todos los deberes del cristiano, y de reparación por nuestros pecados y por los pecados del mundo»78.
También el Papa Benedicto XVI mencionó varias veces el Corazón Inmaculado de María. Aunque no es muy conocido este texto, creo que expresa muy bien el pensamiento del Pontífice que une magistralmente teología y espiritualidad y ayuda a comprender la hondura del misterio del
corazón de María. Me refiero a un pequeño discurso pronunciado en 31 de
mayo de 2007 en los jardines vaticanos. Estas son algunas de sus palabras:
«¿Qué impulsó a María, una joven, a afrontar aquel viaje? Sobre todo,
¿qué la llevó a olvidarse de sí misma, para pasar los primeros tres meses de
su embarazo al servicio de su prima, necesitada de ayuda? La respuesta está
escrita en un Salmo: “Corro por el camino de tus mandamientos (Señor),
pues tú mi corazón dilatas”. El Espíritu Santo, que hizo presente al Hijo de
Dios en la carne de María, ensanchó su corazón hasta la dimensión del de
Dios y la impulsó por la senda de la caridad. […]
Jesús acaba de comenzar a formarse en el seno de María, pero su Espíritu ya ha llenado el corazón de ella, de forma que la Madre ya empieza a seguir al Hijo divino: en el camino que lleva de Galilea a Judea es el mismo
Jesús quien “impulsa” a María, infundiéndole el ímpetu generoso de salir al
encuentro del prójimo que tiene necesidad, el valor de no anteponer sus legítimas exigencias, las dificultades y los peligros para su vida. Es Jesús quien
la ayuda a superar todo, dejándose guiar por la fe que actúa por la caridad.
Juan Pablo II, «Alocución a los participantes en el Simposio Internacional sobre
la Alianza de los Corazones de Jesús y de María, celebrado en Fátima», 22-9-1986, L’
Osservatore Romano, edición española, XVIII (1986) 658.
78
Francisco María Fernández Jiménez
32
Meditando este misterio, comprendemos bien por qué la caridad cristiana es una virtud “teologal”. Vemos que el corazón de María es visitado por la
gracia del Padre, es penetrado por la fuerza del Espíritu e impulsado interiormente por el Hijo; o sea, vemos un corazón humano perfectamente insertado en el dinamismo de la santísima Trinidad. Este movimiento es la caridad,
que en María es perfecta y se convierte en modelo de la caridad de la Iglesia,
como manifestación del amor trinitario.
Todo gesto de amor genuino, incluso el más pequeño, contiene en sí un
destello del misterio infinito de Dios: la mirada de atención al hermano, estar
cerca de él, compartir su necesidad, curar sus heridas, responsabilizarse de
su futuro, todo, hasta en los más mínimos detalles, se hace «teologal» cuando está animado por el Espíritu de Cristo.
Que María nos obtenga el don de saber amar como ella supo amar […]
y con la ayuda de María sepan difundir en el mundo el dinamismo de la
caridad»79.
También quisiera citar el acto de consagración de los sacerdotes al Corazón Inmaculado de María el año 2010 durante la celebración del año sacerdotal y en su visita a Fátima cuando se conmemoraba el décimo aniversario de la beatificación de Francisco y Lucía Marto. Este es el texto,
lleno de teología y espiritualidad cordimariana. En él podemos observar
que la verdadera devoción al Corazón Inmaculado de María culmina precisamente en el acto de consagración80.
Madre Inmaculada,
en este lugar de gracia,
convocados por el amor de tu Hijo Jesús,
Sumo y Eterno Sacerdote, nosotros,
hijos en el Hijo y sacerdotes suyos,
nos consagramos a tu Corazón materno,
para cumplir fielmente la voluntad del Padre.
Somos conscientes de que, sin Jesús,
no podemos hacer nada
Benedicto XVI, palabras del Papa Benedicto XVI al final del rezo del rosario en
los jardines vaticanos, 31 de mayo de 2007, en: L’ Osservatore Romano, edición española, XXXIX (2007), 336.
79
Benedicto XVI, Acto de Consagración de los Sacerdotes al Corazón Inmaculado
de María, Iglesia de la Santísima Trinidad (Fátima, 12 de mayo de 2010), en: L’ Osservatore Romano, edición española, 16 de mayo de 2010, pág. 15.
80
El misterio del Corazón Inmaculado de María
y de que, sólo por Él, con Él y en Él,
seremos instrumentos de salvación para el mundo.
Esposa del Espíritu Santo,
alcánzanos el don inestimable
de la transformación en Cristo.
Por la misma potencia del Espíritu que,
extendiendo su sombra sobre Ti,
te hizo Madre del Salvador,
ayúdanos para que Cristo, tu Hijo,
nazca también en nosotros.
Y, de este modo, la Iglesia pueda
ser renovada por santos sacerdotes,
transfigurados por la gracia de Aquel
que hace nuevas todas las cosas.
Madre de Misericordia,
ha sido tu Hijo Jesús quien nos ha llamado
a ser como Él:
luz del mundo y sal de la tierra
Ayúdanos,
con tu poderosa intercesión,
a no desmerecer esta vocación sublime,
a no ceder a nuestros egoísmos,
ni a las lisonjas del mundo,
ni a las tentaciones del Maligno.
Presérvanos con tu pureza,
custódianos con tu humildad
y rodéanos con tu amor maternal,
que se refleja en tantas almas
consagradas a ti
y que son para nosotros
auténticas madres espirituales.
Madre de la Iglesia,
nosotros, sacerdotes,
queremos ser pastores
que no se apacientan a sí mismos,
sino que se entregan a Dios por los hermanos,
33
34
Francisco María Fernández Jiménez
encontrando la felicidad en esto.
Queremos cada día repetir humildemente
no sólo de palabra sino con la vida,
nuestro “aquí estoy”.
Guiados por ti,
queremos ser Apóstoles
de la Divina Misericordia,
llenos de gozo por poder celebrar diariamente
el Santo Sacrificio del Altar
y ofrecer a todos los que nos lo pidan
el sacramento de la Reconciliación.
Abogada y Mediadora de la gracia,
tu que estas unida
a la única mediación universal de Cristo,
pide a Dios, para nosotros,
un corazón completamente renovado,
que ame a Dios con todas sus fuerzas
y sirva a la humanidad como tú lo hiciste.
Repite al Señor
esa eficaz palabra tuya: “no les queda vino”
para que el Padre y el Hijo derramen sobre nosotros,
como una nueva efusión,
el Espíritu Santo.
Lleno de admiración y de gratitud
por tu presencia continua entre nosotros,
en nombre de todos los sacerdotes,
también yo quiero exclamar:
“¿quién soy yo para que me visite
la Madre de mi Señor?”
Madre nuestra desde siempre,
no te canses de “visitarnos”,
consolarnos, sostenernos.
Ven en nuestra ayuda
y líbranos de todos los peligros
que nos acechan.
Con este acto de ofrecimiento y consagración,
El misterio del Corazón Inmaculado de María
35
queremos acogerte de un modo
más profundo y radical,
para siempre y totalmente,
en nuestra existencia humana y sacerdotal.
Que tu presencia haga reverdecer el desierto
de nuestras soledades y brillar el sol
en nuestras tinieblas,
haga que torne la calma después de la tempestad,
para que todo hombre vea la salvación del Señor,
que tiene el nombre y el rostro de Jesús,
reflejado en nuestros corazones,
unidos para siempre al tuyo.
Así sea.
En la citada consagración alude varias veces al Corazón de María. La
primera para indicar que nos consagramos al Corazón Materno de María
con el fin de cumplir fielmente la voluntad del Padre, fin de toda consagración. Luego se pide a la Virgen que conceda a los sacerdotes un corazón completamente renovado, con el fin de amar a Dios y así poder servir a la humanidad siguiendo el modelo de la Virgen. Finalmente, se pide
que en el corazón del sacerdote se refleje el rostro de Jesús para que todo
hombre pueda conocerle pues es la misión del presbítero, dar a conocer
el rostro de Cristo que se refleja en su corazón. Todo un programa de vida
sacerdotal.
Termino con alguna referencia del Papa Francisco quien, además de
Consagrar el mundo al Inmaculado Corazón de María al comienzo de su
pontificado, ha aludido en varias ocasiones al corazón traspasado de María que se ensancha para acoger a los hombres. Así lo podemos ver en esta
homilía en la Solemnidad de María, Madre de Dios:
«Nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María desde el
momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre diciendo: “He ahí a tu madre” (Jn 19,27). Estas palabras tienen un valor de testamento y dan al mundo una Madre. Desde ese momento, la Madre de Dios
se ha convertido también en nuestra Madre. En aquella hora en la que la fe
de los discípulos se agrietaba por tantas dificultades e incertidumbres, Jesús
les confió a aquella que fue la primera en creer, y cuya fe no decaería jamás.
Y la “mujer” se convierte en nuestra Madre en el momento en el que pier-
Francisco María Fernández Jiménez
36
de al Hijo divino. Y su corazón herido se ensancha para acoger a todos los
hombres, buenos y malos, a todos, y los ama como los amaba Jesús. La mujer que en las bodas de Caná de Galilea había cooperado con su fe a la manifestación de las maravillas de Dios en el mundo, en el Calvario mantiene
encendida la llama de la fe en la resurrección de su Hijo, y la comunica con
afecto materno a los demás. María se convierte así en fuente de esperanza y
de verdadera alegría»81.
En su Exhortación Evangelii Gaudium vuelve a hacer mención del corazón traspasado en estas palabras:
«Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. Como madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren
dolores de parto hasta que brote la justicia»82.
10. Reflexión teológica a modo de conclusión
Después de haber realizado este recorrido por la historia de la devoción al corazón de María, es bueno recoger los datos ofrecidos y presentar una síntesis que nos señale en qué consiste esta devoción y cuáles son
su importancia y sus principales características.
Empiezo con la afirmación de que la espiritualidad al Corazón Inmaculado de María hunde sus raíces en la Sagrada Escritura y se cimienta en
ella. No ha sido fruto de una elaboración posterior que no ha contado con
los datos bíblicos. Al contrario, sin los relatos evangélicos, no hubiéramos llegado a descubrir esta devoción. Por eso, he querido comenzar mi
reflexión por este punto. En efecto, la Sagrada Escritura nos señala la importancia del término corazón y los evangelios describen a grandes rasgos el de nuestra madre. Sobre la importancia del corazón del hombre en
la redención, ya vimos cómo Dios desea cambiarlo desde su situación de
desobediencia y falta de amor (corazón de piedra) a la de la obediencia y
el amor (corazón de carne). Para ello envía al Mesías cuya misión es curar los corazones desgarrados, y al Espíritu que introduce su ley en los
corazones de los hombres, estableciendo de este modo una nueva alianza que tiene como fin transformar el corazón humano. Para ello se hace
Francisco, Homilía de la Solemnidad de María, Madre de Dios, 1 de enero de
2004, en: L’Osservatore Romano, edición española, 3 de enero de 2014, pág. 16
81
82
Francisco, Evangelii Gaudium, 286: AAS 105 (2013) 1135.
El misterio del Corazón Inmaculado de María
37
carne en el seno de María que ya posee un corazón renovado cuya característica principal se resumen en ser el lugar donde ella medita el misterio de Cristo, donde conserva la presencia amorosa de su Hijo y que será
traspasado por la espada de dolor cuando viva la profecía de Simeón sobre Jesús que será signo de contradicción. Además, leyendo los pocos pasajes evangélicos donde se nos muestra las actitudes marianas, podemos
entresacar estas otras características: ser un corazón materno y, a la vez,
humilde y obediente que cree en la palabra del ángel y se pone a disposición de Dios como humilde esclava; un corazón lleno de preocupación
por el prójimo que le lleva a salir al encuentro de las necesidades de los
hombres, tanto en la Visitación a su pariente Isabel, como en la petición
que le hace a Jesús en las Bodas de Caná; un corazón que acepta las situaciones que Dios le pone en el camino y las asume con entereza, tanto
en el nacimiento en Belén como al pie de la cruz. En el fondo, un corazón confiado que medita la palabra de Dios. No en vano, la oración principal de la devoción al Corazón Inmaculado de María, como ya he repetido en otros lugares de este artículo, es el Rosario en el que consideramos
los misterios de la vida de Jesús.
Durante el periodo patrístico se señala que la Virgen concibió al Verbo
divino antes en su corazón que en su seno, pues creyó en su corazón, de
modo que, según los Padres, María siempre tuvo un sentimiento de adoración hacía su Hijo que conocía por fe que era Dios. Y no sólo esto, sino
que también se convirtió en morada de Dios, donde la divinidad habitaba
como en un sancta sanctorum siguiendo las palabras de Cristo en el discurso de la Última Cena donde se promete la inhabitación de la Trinidad
a quien lo ame.
Pero es en especial desde el siglo XII donde hallamos más textos referidos al corazón de nuestra madre que asientan la doctrina de la Sagrada
Escritura y de los Padres y la desarrollan. Así el corazón de María aparece lleno de amor de Dios todo puro, como no podía ser de otra manera en
un corazón donde habita Dios que lo hace inmaculado y santo, es decir,
lleno de su amor. Por eso es refugio de los pecadores, pues Dios ama al
pecador y es misericordioso con él para que pueda convertirse y cambie
de vida obteniendo la salvación. María participa de este amor e intercede
a Dios por los pecadores a los que solo Dios puede perdonar. Así vamos
descubriendo que el centro de su corazón materno es su amor por Dios y
por los hombres a los que desea vivamente librar de la condenación eter-
38
Francisco María Fernández Jiménez
na. Para ello el Espíritu ha depositado en su corazón todas las gracias que
ella reparte a los que se lo piden. Este corazón materno ha sido ensanchando hasta límites insospechados para que a nadie le falte su auxilio
maternal. No en vano, el hombre siente una seducción por María a la que
ve una mujer llena del Espíritu Santo y donde con toda seguridad pueden
encontrarse con Dios. La devoción a María nos lleva a Dios. En plena de
la Edad Media el papa Inocencio III comparará el corazón de María con
un castillo interior cuya torre es la humildad de corazón.
En el siglo XVI san Juan de Ávila profundiza en estas características
y señala que el corazón de María corresponde al amor de Dios y, por esta
razón, se hace semejante al de Dios que es liberal, magnánimo y no interesando, que ama sin pedir nada a cambio. Añade a la reflexión anterior el
carácter esponsal hacia Cristo del corazón de María, lo que no puede extrañarnos pues María, al ser el modelo y tipo de la Iglesia, no puede dejar
de tener este apelativo de esposa de Cristo.
Y llegamos a san Juan Eudes, el iniciador del culto al Corazón de María. Es cierto que al explicitar esta nueva devoción no parte de la nada,
pues recoge la amplia tradición que sobre este tema hemos visto en la tradición de la Iglesia. Este autor fija el objeto de esta devoción en el corazón como fuente de amor y caridad y lugar donde se hayan todos los misterios de la salvación. Esta devoción nace al amparo de la del Corazón de
Jesús y no la oscurece, sino que le da fortaleza. En efecto, su fiesta y su
culto está ligado al Corazón de Jesús y una de sus finalidades es ser un camino seguro para llegar al Señor.
En el siglo XIX empieza a crecer el culto al corazón de María al amparo del dogma de la Inmaculada Concepción. La aparición de la Medalla Milagrosa será importante en este punto, como ya vimos. Por eso, se
denominará este misterio, el Inmaculado Corazón de María. Pero ha sido
la mariofanía de Fátima la que ha popularizado y dado unas pautas prácticas a esta devoción. En efecto, la oración, especialmente el Rosario, el
sacrificio por los pecadores, la confesión y comunión reparadoras (a semejanza de la devoción al Corazón de Jesús) y la meditación durante 15
minutos de algún misterio del Rosario son las claves para vivir esta devoción. En Fátima, además, se muestra la confianza del cristiano en un Dios
que nos ama profundamente y que quiere salvar a la humanidad mediante la intercesión de María a cuyo corazón se le concede el triunfo final sobre los males de la época.
El misterio del Corazón Inmaculado de María
39
A partir de Fátima y, aprovechando los aniversarios de las citadas
apariciones, los Papas han impulsado esta devoción desde Pío XII hasta
Francisco pasando por el Beato Pablo VI, san Juan Pablo II y Benedicto
XVI, de los que he hecho referencia en el apartado anterior.
Para terminar esta reflexión deseo citar estos dos textos que resumen
en pocas palabras la espiritualidad del Inmaculado Corazón de María. El
primero es el del P. Croisset sobre la devoción al Corazón de María unida al Corazón de Jesús:
«El corazón de María por las gracias que ella obtiene, purifica a las almas
que no lo son [sumamente puras] y las pone en disposición de ser recibidas
en el corazón de Jesús… Sin un gran cariño a la santísima Virgen no se debe
esperar nunca tener acceso al corazón sacratísimo de Jesucristo»83.
El segundo y último es de Scheffczyk con el que termino este breve
estudio:
«El Corazón de María es […] símbolo […] del amor espiritual y sobrenatural con que ella ha sido amada por Dios y con el que amaba tanto a Dios
como a los hombres, pero también del amor natural y materno con el que estaba y permanece dedicada tanto a su Hijo como a los hombres. Así como el
Corazón de Jesús es una síntesis de todo el misterio de Cristo, así también en
el Corazón de María se encierra en entero misterio mariano. Los dos misterios forman parte del orden de la redención. El segundo misterio forma parte del primero y le está subordinado, como el amor y el sufrimiento de María
formaba parte de modo subordinado del amor y del sufrimiento de Cristo»84.
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Tomado de: J. M. Alonso, “Inmaculado Corazón”, 949.
I. Scheffczyk, Maria, crocevia della fede catholica, Lugano 2002, 339. Tomado del libro de M. Hauke, Introducción a la Mariología, BAC, Madrid 2015, 173-178.
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