Rakesh Khurana - FelipeReyesVivanco.com

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RAKESH KHURANA
From Higher Aims to Hired Hands: the social transformation of American business schools and
the unfilled promise of management as a profession’ - De grandes propósitos a asalariados: la
transformación social de las escuelas de negocios americanas y la promesa incumplida de la
gestión como profesión’ su autor Rakesh Khurana, profesor asociado de Comportamiento
Organizacional en Harvard Business School y fundador del equipo tecnológico de Cambridge,
entre otras cosas.
El texto vio la luz el pasado 10 de septiembre 2007 y en él se encierra una feroz crítica al actual
sistema educativo que siguen las escuelas de negocio y, sobre todo, al producto que sale de ellas,
es decir, a los ‘graduados MBAs’. En opinión de Khurana hace tiempo que éstos no representan el
ideal con el que surgieron este tipo de facultades: hacer de la dirección empresarial una
profesión comparable en prestigio y rigor académico a las de derecho o medicina, por ejemplo.
“La historia de las escuelas de negocio que surgieron en el ámbito universitario es, tal y como
aparece en estas páginas, el comienzo, transformación y posterior abandono de un proyecto de
profesionalización que comenzó con la fundación de Wharton School de la Universidad de
Pensilvania en 1881” indica el autor en la introducción del libro.
Así, estos centros han pasado de tratar de formar a alumnos “con unos conocimientos específicos
y ciertos códigos de conducta formales e informales y, fundamentalmente, la idea de servicio” a
crear directivos cuya exclusiva preocupación es dar beneficios a los accionistas. “En el curso de la
historia el lógico profesionalismo que subyacía en la primera fase formativa se cambió primero
por una lógica administrativa que enfatizaba el conocimiento profesional frente a los ideales y
después por una lógica de mercado” escribe Khurana. Todo ello mientras las voces intelectuales
del mundo empresarial comenzaban a situar a los dirigentes como mediadores entre la compañía
y sus accionistas, dos mundos con intereses muy distantes a los que complacer. Finalmente, el
libro relata como la liberalización económica creó un punto de encuentro para las ambiciones de
los dos mundos en el corto plazo a costa de abandonar todo vestigio de profesionalismo.
Y como, todo esto ha tenido una repercusión directa en unos programas MBA hasta tal punto que
hoy en día gran parte del profesado de las escuelas de negocio está compuesto por expertos en
economía, matemáticas y finanzas, pero “no intrínsecamente interesados en los negocios”. Así,
las facultades terminan dirigiendo a sus estudiantes hacia empleos en las áreas de finanzas y
consultoría, que además son los mejor pagados, cuando no son éstos los que deciden
directamente acudir a compañías de capital riesgo y otras firmas de inversión para rentabilizar al
máximo su inversión en el MBA. A fin de cuentas, la formación ejecutiva de postgrado se ha
convertido, según Khurana, en un negocio donde las escuelas venden un producto, los MBAs, y los
estudiantes no son más que consumidores. Y como en todo mercado, hay ‘marcas’ que gustan y
triunfan más que otras. Esto ha convertido al proceso de selección, es decir, el entrar a un
determinado centro, en el verdadero objetivo de muchos alumnos para poder acceder a sus redes
de contactos y asegurarse un próspero futuro.
Recuperar la inversión
‘From Higher Aims to Hired Hands’ denuncia la fuerza que han cobrado los aspectos puramente
económicos en el ámbito educativo. Ya no se trata de contar con la mejor oferta formativa, sino
de ver quien es capaz de rentabilizar en mayor medida y en menor tiempo la inversión monetaria
que suponen los MBA. Además, las escuelas no están solas en esta tarea. Rankings como el
de Forbes o el de Financial Times son de gran ayuda, ofreciendo datos sobre el coste completo
del curso, el tiempo que el estudiante tardará en recuperar su inversión y otras cifras como el
sueldo medio en un plazo que va de tres a cinco años. Todo un avance teniendo en cuenta que el
primer motivo que esgrimen los estudiantes para cursar un MBA es el de dar un giro a su vida
profesional o mejorar las perspectivas de las mismas. Y para empezar, esperan cobrar por lo
menos 89.654 dólares anuales (cerca de 63.230 euros) nada más salir de la escuela y 169.849
dólares al año (aproximadamente 119.790 euros) en un lustro, según un estudio realizado por la
revista Fortune.
Las cifras son imponentes y, como es lógico no todos los sectores pueden permitirse desembolsar
esas sumas y aunque así fuese el poder del dinero es tan fuerte que muchos estudiantes se
decantan automáticamente por el ‘mejor postor’. En este sentido, las actividades más
tradicionales se han quedado atrás. Las firmas de Capital riesgo, consultoría y las de inversión
bancaria son ahora las elegidas por los licenciados. Su principal atractivo radica, en muchos
casos, en la posibilidad de amasar una fortuna más rápidamente. El sueldo inicial que percibirá
un MBA en las llamadas venture capital es de 107.919 dólares anuales (76.125 euros), 101.404
dólares o 71.520 euros en el caso de las consultoras, 100.986 dólares (71.225 euros) para las
gestoras de inversión y 98.887 dólares (69.732 euros) y 95.231 dólares (67.165 euros) de los
bancos de inversión y las empresas de servicios financieros respectivamente. Del sector industrial
tan sólo la metalurgia puede competir en esos niveles con una primera paga de 102.000 dólares o
71.995 euros al año.
La rentabilidad de estos negocios no sólo mayor nada más salir de la escuela, sino que también
deparan mejores sueldos al cabo de cinco años. De nuevo, la industria del metal es la única que
se salva (de hecho es la que más paga en ese periodo de tiempo). Quienes hagan carrera en una
firma de capital riesgo cobrarán 251.128 dólares (177.131 euros) en un lustro de media y
teniendo en cuenta que no encuentren socios para abrir su propia firma, algo muy habitual
también entre los gestores de inversión. Son las profesiones ‘más productivas’ desde un punto de
vista económico, pero en las que menos necesarios son otros conocimientos y habilidades
relacionadas con el mundo de la dirección.
Pese a todo, las escuelas de negocio han seguido y siguen formando a sus estudiantes para ocupar
este tipo de puestos de trabajo, tanto en firmas de estos sectores como en otras compañías. Las
cifras no engañan y por ejemplo si un gran número de los estudiantes de Wharton se decantaban
por la industria de la automoción, ahora el porcentaje se ha reducido al 1,5%. Por el contrario, el
66% de sus graduados acude al sector servicios, especialmente a consultorías y firmas de finanzas.
No se trata de un caso aislado sino de una tendencia que se repite en todos los centros
estadounidenses. Tuck School of Businessenvía al 34% de sus alumnos a formas relacionadas con
servicios financieros y al 32% a consultoras. Curiosamente los sectores donde mayor retribución
salarial logran. Lo mismo ocurre en otras facultades de renombre como Standford Graduate
School of Business o la propia Harvard de la que forma parte Khurana. En la primera, el 39% de
sus graduados se decantan por puestos financieros y de contabilidad y un 31% de consultoría,
donde su sueldo base supera en más de 7.000 euros anuales al del resto de cargos. La diferencia
salarial es similar en Harvard, donde sin embargo aumenta el número de financieros y contables
hasta el 41% con un 22% de consultores.
Estados Unidos tampoco está solo en este camino hacia. Sirva como ejemplo las preferencias de
los alumnos de Insead: un 23% se decantan por las finanzas y un 36% por la consultoría, mientras
que sólo un 11% son directores generales y un 10% responsables del desarrollo de
negocio. London Business School corrobora esta tendencia. El 42% de sus alumnos termina
trabajando en el sector financiero y el 25% en el de consultoría de gestión.
La preferencia de los ‘mbas’ deja al descubierto uno de los principales males del mundo
empresarial y por lo tanto de las escuelas de negocio. Los estudiantes ya no quieren ser
directores ejecutivos o consejeros de delegados (sólo un 8% de media entre las tres escuelas
anteriormente mencionadas lo es). Ahora sus ambiciones son incluso mayores (económicamente
hablando) y están mas relacionados con la consultoría y la inversión de capital para, a fin de
cuentas, ser los que deciden sobre el futuro de la empresa y sus dirigentes.
En su libro, Khuraha identifica la falta de ética como otro de los problemas de los directivos
actuales y lo relaciona con los recientes escándalos financieros como los de WorldCom o Enron. El
profesor precisa al respecto que las escuelas de negocios ya han comenzado a tomar medidas en
estos asuntos introduciendo un componente deontológico en sus programas. A esto hay que unir
el aumento de los temas relacionados con la Responsabilidad Social Corporativa, tan de moda
ahora, y que, hasta cierto punto es un reflejo de la pretensión primigenia de lo que debería ser
un ejecutivo.
Lejos de apuntar si esta es o no la dirección correcta, Khurhala indica que no es su intención
ofrecer ningún tipo de solución a los retos que afrontan las escuelas de negocio. Sin embargo, sí
que apunta la necesidad de “volver a alcanzar un equilibrio en su relación con los estudiantes,
facultades, negocios y la sociedad” con los ideales de profesionalismo y de un liderazgo
profesionalizado como guía. No es la única voz discordante en este sentido. Muchas empresas ya
han mostrado su desencanto con los estudiantes que reciben de las escuelas de negocio por el
escaso desarrollo de sus habilidades interpersonales.
La queja más generalizada entre los reclutadores es que reciben candidatos muy bien preparados
en todo lo relacionado con los números (contabilidad, finanzas, auditorias, balances…) pero con
escasa capacidad de comunicación y liderazgo. Es decir, no tienen suficientes habilidades
directivas. Esto ha hecho proliferar en los últimos tiempos todo tipo de programas de desarrollo
del liderazgo (Leadership Development Programme en inglés), además de introducir otros
elementos como el coaching y potenciar las tutorías personales en sus MBA. En el fondo, es una
especie de vuelta al pasado para, como indica el profesor Kurhala, recuperar la esencia de lo que
debe de ser un buen dirigente: no sólo un gran estadista, sino una persona con capacidad para
dirigir una empresa y a la vez contribuir también a mejorar su entorno.
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